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Revista Semestral de los Estudiantes de la Licenciatura en Historia AÑO 8 No. 16 Enero-Junio 2018 “Identidad nacional: Reflexiones y percepciones en torno a la nación y la cultura”

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Revista Semestral de los Estudiantes de la Licenciatura en Historia AÑO 8 No. 16 Enero-Junio 2018

“Identidad nacional: Reflexiones y percepciones en tornoa la nación y la cultura”

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2 DIRECTORIO

Universidad Autónoma de Aguascalientes

Dr. en C. Francisco Javier Avelar González, RectorM. en Der. Const. J. Jesús González Hernández, Secretario GeneralDra. Griselda Alicia Macías Ibarra, Decana del Centro de Ciencias Sociales y HumanidadesDra. Miriam Herrera Cruz, Jefa del Departamento de Historia

Consejo Editorial:Salvador Camacho Sandoval Rodrigo Alejandro De la O TorresVíctor Manuel González EsparzaMiriam Herrera CruzAlfredo López FerreiraMaría del Carmen López SánchezYolanda Ramírez CarballoEnrique Rodríguez VarelaAna Victoria Velázquez Díaz

Comité Editorial:Lucero del Rocío Solís Ruíz Esparza, DirectoraNatalia Magdaleno Martínez, Jefa de redacciónMariana Eugenia Palos Antúnez, SecretariaLizeth Ángeles Acuña, Comité Editorial y Diseño WebViviana Alba Escobedo, Comité EditorialLuisa Fernanda García Vázquez, Comité EditorialNorma Saharay Hernández Escobar, Comité EditorialKarina Stephanie Mauricio, Comité EditorialDiana Laura Quiñones Villalobos, Comité EditorialAlfredo Ramos Cazares, Comité EditorialMiguel Ángel Rodríguez Nieto, Comité EditorialAlejandra Guadalupe Sánchez Arellano, Comité Editorial

Corrección de estilo:Lorena Elizabeth Escamilla RojasYessica Andrea Esparza LozanoJennifer Denise Luévano RicharteGuadalupe del Rocío Villalobos Macías

Referencia de imagen de portadaSaturnino Herrán, El Rebozo, ca. 1916. Óleo sobre tela, 121 x 112 cm.Colección Museo de Aguascalientes, INBA.

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ÍNDICE

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EDITORIAL

LA IDENTIDAD MEXICANA: ANÁLISIS Y CRÍTICA DE LA DICOTOMÍARegina Isabel Medina Rosales

LA INFLUENCIA DE LA CHARRERÍA EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD NACIONAL MEXICANA EN LA SEGUNDA DÉCADA DEL SIGLO XXEDSON JOHN SÁNCHEZ GONZÁLEZ

LITERATURA INDÍGENA: ENTRE LA RESISTENCIA CULTURAL Y LA CREACIÓN ESTÉTICALuis Mauricio Martínez

PALABRAS CONVENIENTES: LA INTERVENCIÓN CULTURAL COMO POLÍTICAS EDUCATIVAS SOBRE LA POBLACIÓN INDÍGENA PARA LA CREACIÓN DE UNA IDENTIDAD NACIONAL EN MÉXICO DURANTE EL SIGLO XXVíctor Axayacatl Islas Estrada

LA CULTURA CRIOLLA EN LA NUEVA ESPAÑANatalia Magdaleno Martínez

NORMAS DE COMPORTAMIENTO EN LA NUEVA ESPAÑA. UNA MIRADA A TRAVÉS DEL CASO DE JUAN GARCÍA DE SANTA ANALaura Olvera Trejo

EL MILAGRO MEXICANO 1958-1970, ¿HUBO DESARROLLO Y ESTABILIDAD?Abner Marduk Silva Camarillo

LA EXPRESIÓN MUSICAL COMO MANIFESTACIÓN CONTRACULTURAL: URUGUAY Y LA CENSURA DICTATORIALMiguel Rodríguez Martínez

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reseñas

MARIANA Y EL GENERAL DE ALEJANDRO ZENTENOOswaldo Ramírez González

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EDITORIALL a identidad, ese sentimiento de pertenencia a un sitio o a un grupo colectivo de

origen intrínsecamente humano, constituye el cimiento de las naciones y un es-bozo de algo más complejo como lo es la cultura. Los rasgos identitarios, como

sabemos, tienen que ver con aquellas características comunes entre un conjunto de per-sonas, tales como el idioma, el territorio que habitan como sociedad, las prácticas tradi-cionales, la religión y los recuerdos provenientes de su proceso de consolidación. Estos últimos dan lugar a la historia, disciplina que por mucho tiempo ha sido un factor de unión entre los individuos que la atesoran como la herencia de sus ancestros, así como su principal medio para interpretar los acontecimientos de su realidad.

Con esto en mente concebimos esta nueva entrega de Horizonte Histórico, cuyo con-tenido se compone de trabajos sumamente interesantes que coadyuvan al entendimiento y al replanteamiento de estos factores de identificación colectiva, al igual que a la com-probación, nuevamente, del impacto que continúa ejerciendo el ayer en lo que somos hoy. Los temas son variados y los lugares de estudio no se limitaron, lo cual permite al lector ampliar su visión de lo que significan verdaderamente conceptos como “identi-dad”, “nación” o “cultura”.

Iniciamos el número 16 con un artículo escrito por Regina Isabel Medina Rosales, en el que la autora ya mencionada nos presenta un análisis de la mexicanidad a través del planteamiento de la dicotomía entre lo indígena y lo español. En segundo lugar, tenemos un trabajo de Edson John Sánchez González dedicado a la charrería y a su importancia como un factor de identidad nacional. En seguida contamos con un texto de Luis Mauri-cio Martínez enfocado en la literatura resultante de las culturas autóctonas existentes en México; obras que son sinónimo de cultura y que corren el riesgo de perder su esencia. A continuación, se encuentra la colaboración de Víctor Axayacatl Islas Estrada, quien usó como tema el sistema educativo hegemónico implantado sobre los indígenas que pretendió homogeneizar su identidad. Después, nuestras compañeras Natalia Magdaleno

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Martínez y Laura Olvera Trejo nos brindan retratos de la época novohispana: la primera, nos muestra cómo los criollos forjaron una verdadera cultura propia que marcó el naci-miento del sentir mexicano; y la segunda, esclarece algunas normas de comportamiento que regían a la sociedad novohispana a través de un caso denunciado ante la Inquisición en la villa de Aguascalientes durante el siglo XVII.

Seguimos con un artículo elaborado por Abner Marduk Silva Camarillo, que cuestio-na los resultados del milagro mexicano; período que abarcó una parte del siglo pasado y que es conocido por haber sido un auténtico “milagro” para el mejoramiento de las condiciones del país. Y como el espacio de estudio no fue exclusivamente México, el octavo trabajo que presentamos y que es de la autoría de Miguel Rodríguez Martínez, plantea a la expresión musical uruguaya como un medio de expresión contra la dictadura que asolaba a la nación sudamericana. Por último, concluimos con una reseña hecha por Oswaldo Ramírez González acerca de la novela histórica Mariana y el general de Alejandro Zenteno.

Sin más preámbulo, cerramos esta pequeña introducción que no pretende alargarse demasiado para que el lector pueda disfrutar de este número 16, logrado como siempre gracias al trabajo y esmero de múltiples personas que colaboran para que el proyecto sobreviva y salga adelante a pesar de los no pocos obstáculos que se nos puedan presen-tar. Agradezco a quienes forman el núcleo de esta publicación estudiantil y a nuestros valiosos lectores, anhelando que pueda agradarles el fruto de un semestre más de trabajo satisfactorio.

Lucero del Rocío Solís Ruíz EsparzaDirectora

[email protected]

EDITORIAL

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LA IDENTIDAD MEXICANA: ANÁLISIS Y CRÍTICA DE

LA DICOTOMÍA

Regina Isabel Medina RosalesCentro de Investigación y Docencia Eco-

nómicas (CIDE) Región CentroLic. En Políticas Públicas

3° Semestre

Resulta inevitable sentirse atraído por conceptos como identidad: intangible, trascendental e inherente a la condición humana. Sobre todo, cuando éste se aplica a un conjunto tan heterogéneo y extenso como lo es la población mexicana. Des-de su emancipación del Imperio español, el país ha buscado una identidad que lo distinga de los otros a la par de un sinfín de transformaciones políticas y culturales. Esta búsqueda ha suscitado intensos deba-tes y propuestas novedosas. No obstante, la cuestión de identidad no ha dejado de ser conflictiva.

La historia de la búsqueda de la iden-tidad mexicana es extensa e inmiscuye a numerosos personajes y actores. Por ello, la empresa de comprenderla supera la capacidad de este trabajo. Dentro de las diferentes perspectivas que existen, este ensayo se enfocará en entender una divi-sión que ha delimitado en gran medida la manera en la que se concibe lo mexicano. En específico, se hablará de la dicotomía discursiva creada entre lo indígena y lo es-

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pañol. El objetivo de este ensayo es enten-der cómo ha sido utilizada y cuál ha sido su impacto en la historia de México.

Desde la Independencia, esta concep-ción ha sido empleada como herramienta por la clase política para alcanzar una co-hesión social que necesita para sus pro-pios intereses. Sin embargo, este uso de la dicotomía ha creado una idea errónea que, además de no esclarecer acertada-mente cuál es la identidad mexicana, ha generado un rencor equivocado hacia lo hispánico y ha llevado a un falso recono-cimiento de lo indígena que sólo queda en palabras.

Para ir desenredando el papel de la dicotomía en el forjamiento de la identi-dad mexicana, este ensayo se divide en secciones temáticas. En la primera, se desarrollará el concepto de identidad y se explorará la dicotomía entre lo indígena y lo español que ha ocupado gran parte del discurso oficial en cuanto a identidad se refiere. En la segunda, se enlistarán al-gunos de los casos concretos en donde las autoridades mexicanas han echado mano de ese discurso para lograr su consolida-ción política. El uso de la dicotomía como herramienta política está presente en toda la historia de México, por ello, este ensa-yo abarcará diferentes etapas históricas del país. Específicamente, se explorará su surgimiento en el periodo que va desde la Conquista hasta la Independencia y su uso en episodios posteriores como el Segun-do Imperio mexicano y el Porfiriato. En la

tercera sección, se hará una crítica del dis-curso para, finalmente, presentar algunas visiones de identidad como alternativas a la dicotomía.

Identidad mexicana: la dicotomía entre lo indígena y lo español

Para entender la dicotomía se debe discutir la identidad. Para este caso específico, la teoría de Carl Schmitt es punto de partida. Este filósofo alemán postuló que era ne-cesaria la existencia de un enemigo frente al cual pudiera forjarse una identidad na-cional.1 Al enemigo, Schmitt llamó lo otro, mientras que nombró lo uno a la nación en cuestión.2 Es, pues, gracias a la exis-tencia de lo otro que se puede identificar lo uno. La teoría de Schmitt puede llegar a ser peligrosa; incluso ha sido utilizada para justificar discursos de odio (basta re-parar en la retórica de la Alemania nazi en la que vivió el propio Schmitt). A pesar de las terribles implicaciones que conlleva la radicalización de la teoría, ésta puede re-conocerse en los discursos de diferentes mandatarios del mundo desde su primera publicación en 1927.

La teorización de Schmitt no es sólo útil para comprender el siglo XX, sino que puede también aplicarse al caso de la

1 Carl Schmitt, El concepto de lo Político (México: Alianza Editorial, 1936), 57.

2 Schmitt, El concepto de lo Político, 57.

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identidad mexicana desde sus albores en el proceso de Independencia (1810-1821), hasta conversaciones de café hoy en día.

Después de la consumación de la Inde-pendencia en 1821—en específico duran-te los gobiernos de Guadalupe Victoria y Vicente Guerrero en los cuales se instau-raron leyes de expulsión de españoles—, fue evidente que el Imperio español era el enemigo: lo otro, mientras que el pueblo mestizo, el mexicano, conformaba lo uno.3 La negación de lo español permanecerá a lo largo de la historia del país. La hispano-fobia, entendida como el rechazo explíci-to hacia los españoles y su cultura, forma parte de este proceso histórico y funge un papel importante en la concepción de la identidad mexicana.4 De esta manera, surge la primera parte de la dicotomía: el rechazo hacia lo español.

La segunda parte de la dicotomía se refiere a la exaltación de lo indígena. Y es que el extremo opuesto de lo español (lo otro), era lo indígena, a pesar de que la población de la Nueva España y de la

3 Jaime Hernández Díaz, “Expulsión de españoles, conflicto electoral y crisis política (1827-1820)”, en Práctica y fracaso del primer federalismo mexicano, coord. Josefina Zoraida Vázquez y José Antonio Serrano Ortega (México: Colegio de México, 2012), 340.

4 Pablo Yankelevich, “Hispanofobia y revolución: Españoles expulsados de México (1911-1940)”, Hispanic American Historial Review, vol. 86 no. 1 (1 de febrero de 2016): 29-60, fecha de consulta: 26 de noviembre de 2017, https://doi.org/10.1215/00182168-86-1-29

posterior República Mexicana no se limi-tara a esta categoría. Así queda conforma-do el antagonismo mexicano –aquel entre españoles e indígenas–. Los segundos se volvieron símbolo de la pureza, mientras que los primeros encarnaron a la sociedad europea decadente que pervirtió el espíritu indígena. Esta concepción adquirió popu-laridad entre el pueblo mexicano, a pesar de los efectos negativos que provocó.

La dicotomía no siempre es explícita. Sobrevive hasta hoy día en conversacio-nes casuales, libros de texto, publicacio-nes en redes sociales y expresiones artís-ticas. Es su longevidad la que la vuelve de gran interés. Entre tantos episodios que han sido olvidados por el colectivo popular, la idea de los españoles como violadores de la tierra indígena ha logra-do sobrevivir por medio milenio. Si bien esta visión reduccionista refleja un poco de la realidad que fue el proceso de con-quista, carece de fundamentos históricos. En realidad, los españoles poco han teni-do que ver en el rumbo de México desde que zarparon de regreso a su penínsu-la. ¿Cómo ha sobrevivido entonces esta perspectiva? La facilidad con que la vi-sión dicotómica se adhiere al imaginario popular ha causado que ésta sea utilizada por diferentes actores políticos en su bús-queda de consolidación de poder. Vale la pena estudiar los episodios históricos en los cuales esto ha sucedido.

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Evidencias del uso de la dicotomía como herramienta política a lo largo de la historia mexicana.

La dicotomía entre lo español y lo indíge-na tuvo su punto de partida desde la con-quista de América a partir de los siglos XV y XVI. Desde entonces, puede encontrarse manifestada de diferentes formas durante toda la historia de lo que ahora es Méxi-co. En la Conquista, esta diferenciación resultaba natural y hasta necesaria: el con-quistador contra el conquistado. Durante la Colonia, la diferenciación se institucio-nalizó como categoría. Las castas definían de manera informal quién pertenecía a qué grupo, eran una “clasificación racista de la población”.5 Sin embargo, las castas no se limitaban a la visión dicotómica, sino que abrían lugar a decenas de categorías inter-medias que reflejaban el mestizaje que se estaba dando en la Nueva España.6 Des-pués de 299 años de dominio, la colonia declaró su independencia del Imperio es-pañol y surgió México luego de un largo proceso. A pesar de que la población había sufrido una completa transformación du-rante el período colonial, la concepción dicotómica, muy propia de la época de la conquista, ya para entonces lejana, logró trascender.

5 Ángeles Lafuente (ed.), Enciclopedia de México: Tomo III (México: Sabeca International Investment Corportation, 2003), 1407.

6 Lafuente, Enciclopedia de México: Tomo III, 1407.

El arte es una de las primeras dimen-siones en donde la dicotomía se hace ex-plícita. Debido a la permeabilidad pública que caracteriza al arte, éste se volvió una de las principales muestras del evidente rechazo hacia lo español aún durante la época colonial. A pesar de la innegable influencia europea en el arte mexicano, “tanto patriotas criollos en el siglo XVIII como literatos nacionalistas en el XIX se esforzaron por reivindicar la especificidad de una cultura propiamente mexicana, dis-tinta de la europea y, sobre todo, distinta de la española”.7 De esta manera, los artis-tas e intelectuales criollos (no indígenas) señalan lo otro, lo español, y se lanzan a sus estudios en la búsqueda de lo propio, de lo uno.

Fue durante la época de independencia que se consolidó de facto la primera pieza de la dicotomía: el español como el ene-migo. Al igual que en la Conquista, en esa época el término enemigo era apropiado para los españoles, aunque al comienzo la lucha no iba dirigida contra ellos, termi-nó siéndolo. La diferencia es que quienes los llamaban enemigos no eran los azte-cas, sino un grupo diferente, heterogéneo y liderado por criollos, una casta que se parecía poco a los indígenas y mucho a los españoles, pues no se le consideraba espa-

7 Erika Pani, “Cultura nacional, canon español”, en España y el Imperio de Maximiliano, ed. Clara E. Lidia (México: El Colegio de México, 1999), 217.

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ñola por el único hecho de no haber naci-do en la península ibérica. Así, la nación mexicana emergió junto con un rechazo explícito hacia lo gachupín.8

El discurso dicotómico, especialmente su dimensión hispanofóbica, fue enuncia-do de manera explícita durante el proce-so de independencia. Morelos, personaje emblemático durante la lucha, “llamaba a los americanos a defender nuestro suelo, execraba a los gachupines que se habían llevado nuestras riquezas desde los tiem-pos de Cortés […] para ‘habilitar a los extranjeros a costa de la ruina e infelicidad de los habitantes de este suelo’”.9 Morelos usó explícitamente la categoría de ene-migos para referirse a los españoles en el onceavo punto de su afamado escrito Sen-timientos de la nación, el cual menciona que “la patria no será del todo libre y nues-tra mientras no se reforme el gobierno […] e igualmente, echando fuera de nuestro suelo al enemigo español”.10 De esta ma-

8 Ángeles Lafuente (ed.), Enciclopedia de México: Tomo VI (México: Sabeca Internacional Corporation, 2003), 3096.

9 José María Morelos, “Proclama de Cuautla”, 8 de febrero de 1812, Archivo General de la Nación, 190-193. Citado en Ana Carolina Ibarra, “El concepto de independencia en la crisis del orden virreinal”, en México en tres momentos, 1810-1910-2010: hacia la conmemoración del bicentenario de la Independencia y del centenario de la Revolución Mexicana: retos y perspectivas, coord. Alicia Meyer, (México: UNAM, 2007), 267-279

10 José María Morelos. Sentimientos de la Nación, 14 de septiembre de 1813, fecha de consulta: 27 de noviembre de 2017 http://www.biblioteca.tv/artman2/publish/1813_112/Sentimientos_de_la_naci_n_de_Jos_Mar_a_Morelos_145.shtml

nera, los líderes independentistas fueron los primeros en canalizar la frustración del pueblo hacia un odio a lo español. La his-panofobia fue empleada aquí como herra-mienta política para unificar a las masas. Es importante señalar que dicho rencor es-taba justificado. El Imperio español había permitido una estructura social por demás injusta y había sacado ventaja de manera unilateral de sus colonias americanas.

Incluso en el periodo del Segundo Imperio Mexicano (1863-67) pueden en-contrarse trazos de la hispanofobia. Esto es peculiarmente llamativo debido a que Maximiliano de Habsburgo simboliza-ba a la élite europea y él mismo señala-ba su conexión sanguínea con la Corona que había dominado la Nueva España. Como describe la autora Erika Pani, “el gobierno imperial prefirió no exagerar la vertiente hispana de la cultura nacional, sino que, por el contrario, llegó incluso a despreciarla”, y más aún Maximiliano llegó a “adoptar una actitud ‘indigenista’ y a ʻnegar cualquier aportación positiva del periodo colonialʼ”.11 Así, en el breve lapso de su duración, el Segundo Imperio retomó y perpetuó el discurso dicotómico que enaltece lo indígena por encima de lo español. Hay que destacar que el interés de Maximiliano por los pueblos indígenas era genuino, así lo demuestran las proclamas oficiales que realizó en náhuatl.

11 Pani, “Cultura nacional, canon español”, 221.

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En el periodo del Porfiriato (1876-1911) hay también grandes rastros del uso de la dicotomía como herramienta de con-solidación política. Aunque las políticas de Porfirio Díaz privilegiaron de manera desproporcionada a un puñado de la po-blación mexicana, éste no dudó en echar mano del discurso dicotómico. De hecho, uno de los más notables logros que se le atribuyen a Díaz es haber consolidado un proyecto de nacionalidad.12 Aunque este proyecto de Díaz era una respuesta más hacia los Estados Unidos que hacia Es-paña (pues en el problema de la identidad mexicana existe también el problema de la gringofobia), el régimen porfirista se proclamó como el primero en el que no había caos ni conflicto entre dos bandos,13 el primero en aliviar las diferencias que ocasionaron los españoles en México y que aquejaron al país por un siglo desde su expulsión.

Crítica a la dicotomía

La diferencia entre español e indígena ha servido de herramienta política para la consolidación del poder a varios persona-jes de la historia de México. Sin embargo, ha fallado en la que, parecería, es su em-presa principal: crear una identidad mexi-

12 Daniel Cosío Villegas, “El Porfiriato, era de consolidación”, Historia Mexicana, vol. 13 no. 1 (julio-septiembre, 1963): 76.

13 Cosío Villegas, “El Porfiriato, era de consolidación”, 78.

cana. El primer error de esta concepción es que rechaza categóricamente cualquier elemento español. La segunda falla es el reduccionismo con el que concibe a los diferentes pueblos indígenas. Al hablar de “lo indígena”, se asume que hay un grupo homogéneo, cuando en realidad son dece-nas de etnias diferentes con lenguas, cultu-ras y tradiciones propias. En tercer lugar, falla al omitir de la ecuación a otros grupos étnicos que han sido parte del mestizaje en México; uno de los principales que no se incluye es el afromexicano, ya que es nor-malmente excluido de las conversaciones sobre la identidad mexicana. Por último, la más grave falla del discurso dicotómico es que no ha servido para mejorar la situa-ción real de los indígenas, los supuestos héroes de esta concepción. Es decir, que este discurso no se ha transformado en ac-ciones para evitar la marginalización que padecen estos pueblos.

Aunque comúnmente la herencia es-pañola sea despreciada por algunos, no puede negarse su inmanencia en la cultura mexicana. “El México independiente ha-bía heredado de la así llamada Madre Pa-tria no sólo el idioma, sino una tradición artística y literaria, y una serie de mode-los, de cánones estilísticos y estéticos”.14 La identidad mexicana, cualquiera que ésta sea, está basada en gran medida en su herencia española. Como menciona Co-

14 Pani, “Cultura nacional, canon español”, 217.

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sío Villegas: “La conquista y la domina-ción españolas, a pesar de los elementos de profunda disparidad que introdujeron, dotaron a las civilizaciones autóctonas de elementos de comunidad, el idioma, la re-ligión y el gobierno, de que antes habían carecido”.15

La aceptación de la herencia española no significa aprobar abusos que cometie-ron contra las poblaciones indígenas, sino reconocer actores ya intrínsecos de la cul-tura mexicana: los ibéricos. Implica reco-nocer nuestra responsabilidad de enmen-dar las injusticias que aún sufren las múl-tiples comunidades indígenas. Significa celebrar la mezcla y reparar el daño oca-sionado por este proceso innegablemente

15 Cosío Villegas, “El Porfiriato, era de consolidación”, 78.

violento. Aún más grave que la negación de la herencia hispánica, es el daño a las culturas precolombinas. A pesar de que en el imaginario popular se añore la grandeza prehispánica y que el arte nacionalista la exalte en murales y pinturas, las culturas indígenas jamás han gozado de un trato igualitario. Octavio Paz, en su discusión sobre la identidad mexicana, habla sobre “la inseguridad del mexicano, su continuo mirar hacia el exterior, su menosprecio por lo propio y, más específicamente, por lo indígena”.16 Hasta ahora, el discurso no ha trascendido a acciones que beneficien realmente a este sector de la población mexicana.

16 Octavio Paz, El Laberinto de la Soledad (México: Cátedra, 1993).

Ilustración 1. Folleto de promoción para cursos de idiomas. Aunque el motivo que decora al panfleto hace alusión explícita a un códice, ninguno de los idiomas ofrecidos es indígena.

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negar parte inherente de lo mexicano.18 Finalmente, Carlos Fuentes, en El espejo enterrado, destacó la multiculturalidad. El autor fue detrás de las múltiples raí-ces de la cultura mexicana, pero, a di-ferencia de Vasconcelos, no vió en ellas una razón que justifique un sentimiento de superioridad.19 Su principal aporta-ción fue que valoró la complejidad del problema de la identidad.

La dicotomía entre lo español y lo in-dígena ha sido un modelo de identidad mexicana que ha contado con importan-tes adeptos a lo largo de la historia del país. Esta concepción surgió a partir de la hispanofobia que categorizaba a España como el enemigo. Si bien esta categoría era adecuada para los contextos especí-ficos de la colonización y de la indepen-dencia, permaneció en el imaginario po-pular mucho después de estos eventos. En contraposición, se comenzó a enaltecer la imagen indígena. Diferentes gobernantes, como Maximiliano o Porfirio Díaz, usaron a las civilizaciones precolombinas como símbolo para ganar legitimidad. Así, el modelo dicotómico de identidad ha sido usado como herramienta política para la consolidación del poder desde la Indepen-dencia. Si bien el discurso oficial dejó des-de hace tiempo de referirse explícitamente

18 Paz, El Laberinto de la Soledad, 148.19 Carlos Fuentes, El espejo enterrado (México: Fondo de

Cultura Económica, 1992).

Alternativas a la dicotomía

En el último siglo, han surgido alternativas a la dicotomía y a la concepción amigo-enemigo de Schmitt; sin embargo, estas propuestas no se permearon en el imagina-rio popular como lo hizo la dicotomía en-tre lo español y lo indígena. Empero, vale la pena hacer un breve recuento de dichas propuestas para entender la complejidad de la discusión sobre la identidad mexica-na. El primero de los grandes pensadores mexicanos a mencionar es José Vasconce-los. En su libro de 1925, La raza cósmica, hablaba del mexicano como el heredero de las más grandes culturas de la humanidad, la griega, la latina, la aria y la indígena.17 Vasconcelos creía incluso que este legado étnico era justificación de la superioridad de la raza mexicana.

Vasconcelos dista de ser el único in-telectual mexicano en haber escrito so-bre la identidad nacional, dos de los más prominentes ejemplos son Octavio Paz y Carlos Fuentes. En contraposición a Vasconcelos, Paz veía al mexicano como desolado, sin una clara identidad propia. Además, reconoció que se ha buscado la identidad mexicana en las ruinas pre-hispánicas sin haber obtenido resultados fructíferos y que el negar lo español es

17 José Vasconcelos, La raza cósmica (Madrid: Agencia Mundial de Librería, 1925), fecha de consulta: 27 de noviembre de 2017, http://www.filosofia.org/aut/001/razacos.htm

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a la nación española como enemiga, esta idea sigue vigente para numerosos ciuda-danos.

A pesar de su popularidad, la idea de la identidad mexicana que plantea la di-cotomía –el mexicano como heredero de la cultura indígena que rechaza cualquier herencia hispánica– es inoperante y dañi-na por diferentes razones. En primer lugar, la teoría niega los elementos ibéricos (y por tanto oscurece la comprensión de los mismos) que han conformado la socie-dad mexicana aún después de que México obtuviera su independencia de España. Esta concepción también reduce las nu-merosas y diversas culturas indígenas a una masa indistinguible. Además, excluye a todos los otros grupos que también han contribuido a forjar la identidad mexicana.

Ciertos intelectuales y artistas mexica-nos ya han abandonado esta concepción y han planteado modelos alternativos. En este ensayo se mencionaron algunos ejem-

plos como el trabajo de Vasconcelos, Paz y Fuentes. Sin embargo, estas nuevas ideas aún no han sido socializadas. Peor aún, ni la concepción dicotómica en la que, pre-suntamente, se adula lo precolombino, ni los nuevos planteamientos han logrado erradicar la discriminación contra las dife-rentes poblaciones indígenas que habitan México. La cuestión de identidad sigue siendo un conflicto en el país y los abu-sos que sufren los pueblos indígenas son tan vigentes como en la época de la colo-nia. Los modelos obsoletos, como el de la dicotomía, deben abandonarse, pues han servido únicamente para la consolidación política de distintas élites. En cambio, se deben fomentar nuevas concepciones que dirijan, verdaderamente, los esfuerzos ha-cia la consolidación de una sociedad mexi-cana plural y con igualdad de condiciones para todos sus ciudadanos, sin que se nie-gue el pasado del país.

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__________. “Proclama de Cuautla”. 8 de febre-ro de 1812. Archivo General de la Nación, 190-193. Citado en Ana CarolinaIbarra, “El concepto de independencia en la crisis del orden virreinal”, En México en tres momentos, 1810-1910-2010: hacia la conmemoración del bicentenario de la Independencia y del centenario de la Revolución Mexicana: retos y perspectivas, coord. Alicia Meyer, (México: UNAM, 2007), 267-279.

Pani, Erika. “Cultura nacional, canon español”.

En España y el Imperio de Maximiliano, (ed.) Clara E. Lidia, 215-260. México: El Colegio de México, 1999.

Paz, Octavio. El laberinto de la soledad. México: Cátedra, 1993.

Schmitt, Carl. El concepto de lo político. México: Alianza Editorial, 1936.

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16LA INFLUENCIA DE

LA CHARRERÍA EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD

NACIONAL MEXICANA EN LA SEGUNDA DÉCADA DEL SIGLO XX

Edson John Sánchez González

Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) Región Centro

Lic. En Políticas Públicas

“La Revolución Mexicana fue el

descubrimiento de México por los

mexicanos”.

Octavio Paz1

La identidad nacional ha sido cuestion-ada en México por intelectuales mexica-nos como Alfonso Reyes, Octavio Paz y Carlos Fuentes, quienes mencionan que la mexicanidad o “lo mexicano” se define por nuestra historia, así como por nuestras tradiciones y costumbres. Esta identidad ha evolucionado a través de los cambios coyunturales que se han presentado en nuestro país desde la época de la Colonia, incluyendo sucesos como la Independen-

1 Octavio Paz, “Re/visiones de la pintura mural”, en México en la obra de Octavio Paz, tomo III, Los privilegios de la vista: Arte de México, 3ª edición (México: FCE, 1992), 229.16

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que los gobiernos de la segunda década del siglo XX utilizaron para dar legitimi-dad al Estado Mexicano.

Los antecedentes y orígenes de la charrería

Los antecedentes de la charrería en Méxi-co se remontan a la conquista del territorio de América por los españoles. La llegada de Hernán Cortes a las costas de Cozu-mel y posteriormente su recorrido hacia la Gran Tenochtitlan representó el primer contacto frente a frente entre los poblado-res de Mesoamérica y el caballo.2 Según el historiador Thomas Hugh,3 Hernán Cor-tés salió de Cuba con una tripulación de quinientos cincuenta españoles y dieciséis caballos, los cuales utilizó en su primera batalla entre conquistadores y nativos me-soamericanos (mayas chontales) en terri-torio mesoamericano el 14 de marzo de 1519 en la llamada Batalla de Centla.4

La charrería tiene sus orígenes en el México Virreinal. Después de la conquista de los españoles a la Gran Tenochtitlan y el establecimiento de su imperio en la Nue-va España, en las ciudades se comenzó a

2 Bernal Díaz del Castillo, Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, Tomo I, 16ª edición (México: Editorial Porrúa: 1994), 43.

3 Thomas Hugh, La conquista de México: el encuentro de dos mundos, el choque de dos imperios, (México: Planeta, 2000), 49.

4 Francisco López de Gómara, Historia de la conquista de México, edición y prólogo de Juan Mirelles Ostos, (México: Editorial Porrúa, 2000), 107.

cia de México, la instauración de la Prim-era República Mexicana, el Segundo Im-perio, la Reforma, el Porfiriato, la Revo-lución Mexicana y la Posrevolución, que es el periodo histórico que mayor delimi-tación e influencia ha dado a la identidad nacional mexicana. Tuvo suma relevancia, ya que permitió cambios socioculturales y económicos, creación de nuevas estructu-ras y grupos de poder que por su posición política y económica heredaron agentes culturales a la sociedad posrevoluciona-ria, es decir, al nuevo Estado mexicano. Uno de esos agentes fue la charrería, de la cual se ha escrito poco y probablemente sea uno de los elementos históricos más representativos de la identidad nacional y de “lo mexicano”. Por tal motivo, en este ensayo se retomará el estudio de la charrería y se describirá su influencia en la construcción de la identidad nacional, además de su contribución a la nación pos-revolucionaria.

El ensayo está compuesto por cuatro secciones. En la primera se describen los antecedentes, orígenes y consolidación de la charrería. En el segundo apartado se describe la figura del charro como estereo-tipo nacional y su hegemonización. En la tercera parte se plantea la contribución de la figura del charro en la nación posrevolu-cionaria. Finalmente, se cierra con la men-ción de que la charrería ha contribuido a la identidad nacional mexicana y ha funcio-nado como unificador de las diversidades políticas y culturales posrevolucionarias

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del charro en diversos sectores de la socie-dad mexicana como el cine, la prensa, el gobierno y el extranjero. Esto propició el mayor esplendor del charro, consecuencia directa de su posicionamiento como fac-tor identitario nacional; su figura se colocó sobre otras tradiciones y costumbres que también representaban a lo mexicano de las diversas regiones de México.7

La hegemonía del estereotipo nacional del charro

La construcción del charro como arque-tipo nacional se debió al nacionalismo, a la búsqueda de “lo mexicano” o “la mexi-canidad”, a los medios de comunicación y al poder económico y político que tuvo la burguesía rural, clase social que durante la segunda década del siglo XX se carac-terizó por la cultura de la charrería y es-tableció al charro como el símbolo de la identidad nacional mexicana.

Al terminar la fase armada de la Revo-lución Mexicana, creció el nacionalismo en México, pues existía la idea que la nación posrevolucionaria debía ser for-mulada por los mexicanos y para ello era necesario entender “lo mexicano” y/o “la mexicanidad”.8 De tal manera, se co-

7 Tania Carreño King, “El charro”: la construcción de un estereotipo nacional (1920-1940), (México: Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana/Federación Mexicana de Charrería, 2000), 19.

8 Carreño, “El charro”: la construcción, 12.

emplear el caballo, pero su mayor impacto fue en las zonas rurales: haciendas, ran-chos y estancias, debido a la explotación ganadera en estos lugares, principalmente en la zona centro – occidente de México, la cual estaba constituida por la provincia de Nueva Galicia.5 En estos sectores sur-gieron los arrendadores, quienes domaron al caballo y fabricaron la rienda para poder utilizarlo en las faenas vaqueras, consti-tuyendo los inicios de la charrería, la cual posteriormente se convertiría en un sím-bolo nacional.6

Las épocas porfiriana y posrevolu-cionaria fueron las más importantes para el desarrollo de la charrería, así como el charro lo fue al convertirse en un símbolo nacional. Durante el Porfiriato, la vida y la organización de la estructura socio-económica de la población se había cen-tralizado en las haciendas, es decir, en la zona rural, donde los dueños de éstas, ter-ratenientes y vaqueros gozaban de mejores condiciones de vida en comparación con los campesinos o trabajadores, lo que les confirió fuerza económica y política sobre otras clases sociales, permitiéndoles repro-ducir y posicionar elementos de su contex-to, que incluían a la charrería y a la figura

5 G. Guillermina Sánchez Hernández, La charrería en México: ensayo histórico, (México: Gobierno del Estado Jalisco/ Secretaría de Cultura/Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1993), 21.

6 Octavio Chávez, Charrería: arte y tradición, (México, D. F.: Fomento Cultural Banamex/Fundación Pedro y Elena Hernández, 2008), 58.

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menzó a exaltar lo prehispánico, el arte popular, las artesanías, los trajes típicos y el lenguaje popular. Con esto se originó una enorme producción de estereotipos que representaban la mexicanidad en cada región del país: un huasteco, un jarocho, una tehuana, un yucateco, un sarape, una ollita de barro, un tequila, un charro, una china poblana, etcétera. Todos considera-dos elementos representativos de “lo mex-icano”, ya que exaltaban el sentimiento de lo nacional y patriótico.9

Los medios de comunicación como la prensa, el teatro y el cine fueron los in-strumentos que posicionaron la figura del charro como un estereotipo “mexicanista”. La prensa recurría al charro para promo-cionar productos de manufactura nacional o con motivo de ilustraciones nacionalis-tas. Una de las representaciones teatrales más famosas fue Las Cuatro Milpas, es-crita por Carlos M. Ortega y Pablo Prida, la cual se desarrolla en una hacienda en el Estado de Jalisco y contrasta la vida del campo con la de la ciudad.10 El cine ranchero tomó los precedentes del teatro, donde se perfilaba al charro como un ma-cho, mujeriego, dicharachero, fanfarrón y borracho, pero además valiente, aguerrido, valiente y defensor de su territorio, lo cual

9 Carreño, “El charro”: la construcción, 19.10 Armando de María y Campos, El teatro de género chico

en la Revolución Mexicana. (México: Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 1956), 298 -299.

embonaba en la ideología nacionalista mexicana. Una de las primeras películas con un protagonista y una temática que giraba alrededor de la figura del charro, fue el filme El Caporal, producida por el cineasta Miguel Contreras Torres, donde se muestra al charro capataz como un héroe que pelea y triunfa sobre los ladrones que intentaban quitarle su ganado.11

El poder económico y político adquirido por los charros permitió consolidar su ima-gen en México y el mundo, su riqueza les permitió autofinanciarse viajes para difun-dir al arte de la charrería en el extranjero y así, consolidar una imagen del mexicano en el exterior. La primera expedición de charros fue en 1894, se conformó con doce charros capitaneados por Vicente Oropeza quienes se reunieron en Monterrey con destino a Nueva York, Estados Unidos.12 A Vicente Oropeza los norteamericanos le dieron el calificativo de “campeón de lazo” en el mundo. Varios integrantes de esta ex-pedición concurrieron a la Exposición de París de 1900 y posteriormente viajaron por Europa,13 además de otros países donde existía alguna tradición relacionada con el uso del caballo como Argentina, Colombia,

11 Carreño, “El charro”: la construcción, 49. 12 Federación Mexicana de Charrería, “Historia de la

Charrería Mexica”, http://fmcharreria.com/historia-de-la-charreria/ (Consultado el 14 de diciembre de 2017).

13 Leovigildo Islas Escárcega, El arte de la charrería, (México, D.F.: Artes de México y del Mundo, 1980), 8.

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Venezuela, Chile, Estados Unidos, Canadá, España, Francia y Portugal.14

Los charros adquirieron poder político, crearon la Asociación Nacional de Char-ros con la justificación de resguardar las costumbres mexicanas y fomentar las charreadas, por lo que recurrentemente participaron en actos públicos del gobi-erno y con ello impusieron el estereotipo del charro como “lo mexicano”. Esta im-posición fue realizada por el sector char-ro y legitimado por el Estado mexicano, que lo aprovechaba como una imagen de unión y homogenización de la dispersión y la pluralidad nacional existente. Prueba de lo anterior fue la acción emprendida por el Secretario de Educación, José Vas-concelos, quien promovió nacionalizar las expresiones artísticas culturales y priorizó la enseñanza del jarabe tapatío sobre las otras danzas típicas regionales.15 Todo esto contribuyó a que durante la década de los años veinte, el estereotipo de la identidad de México fuera representado por el char-ro y se convirtiera en una figura nacional.

La figura del charro como unificador social de la diversidad política posrevolucionaria

La función de la figura del charro en la se-gunda década del siglo XX fue más allá de

14 Sánchez, La charrería en México, 10.15 Sánchez, La charrería en México, 24.

ser una insignia de la República Mexica-na, pues contribuyó al proyecto posrevo-lucionario al unificar la diversidad, otorgar legitimidad al Estado mexicano moderno y reivindicar el México rural porfiriano. El charro se convirtió en parte medular de la nación porque permitió homogeneizar las diversas facciones y discursos políticos posrevolucionarios, sirvió como justifica-ción para la unidad de la pluralidad cul-tural regional que existía y dio pie a una nueva identidad.

El Estado posrevolucionario desple-gaba estrategias para consolidarse y legiti-marse, de las cuales una de ellas fue uni-ficar del país y lograr la paz social, para convertirse en un Estado moderno.16 Con este fin, para finales de la década de los años veinte, con el ascenso del cardenis-mo y sus reformas políticas, económicas y sociales, se había oficializado el proceso de nacionalismo, así como la pretensión de sintetizar los ideales revolucionarios y las expresiones de la cultura popular para dirigirlos a la creación de una “cultura na-cional”, la cual fue identificada en la figura del charro mexicano. Como escribe Roger Barra, en su libro La Jaula de la melan-colía. Identidad y metamorfosis del mexi-cano, la búsqueda de la legitimación en

16 Cristina Palomar, “El papel de la charrería como fenómeno cultural en la construcción del Occidente de México”, Revista Europea de Estudios Latinoamericanos y del Caribe, Núm. 76 (Abril 2004): 83–98.

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nuestro país se dio a través de la idea de “lo mexicano”, la nueva identidad nacio-nal que había surgido después de la Revo-lución Mexicana:

La idea de que existe un sujeto único de la historia nacional, “el mexicano”, es una poderosa ilusión cohesionadora; su versión estructuralista o funcionalista, que piensa menos en el mexicano como sujeto y más en una textura específica, lo “mexicano”, forma parte igualmente de los procesos culturales de legitimación del Estado moderno.17

Durante el periodo posrevolucionario, las tradiciones y costumbres que se habían desarrollado y establecido en el Porfiriato ─la centralización económica en las ha-ciendas, la fuerte relación con el clero, los antiguos grupos conservadores y los pri-vilegios del Antiguo Régimen─ cambia-ron. Por lo que, a través de la promoción del charro, la burguesía rural propuso su propia concepción de nacionalismo y rei-vindicó su forma de vida y en general la tradición rural mexicana. Así, la hegemo-nía del charro como símbolo nacional per-mitió la defensa de dicha tradición y logró dar estabilidad al Estado mexicano mo-derno. Asimismo, permitió la paz al jus-tificar que el frente nacionalista del sector privilegiado durante el Porfiriato estaba en transición por los gobiernos emanados de la lucha revolucionaria.

17 Roger Bartra, La Jaula de la melancolía. Identidad y metamorfosis del mexicano, (México: Grijalbo, 1987), 22.

Conclusión

Resulta imposible negar la influencia del charro como símbolo de la identidad na-cional mexicana. Si bien la charrería se originó en el centro -occidente de México durante la época del México Virreinal, su mayor auge se estableció durante el Porfiriato y la época posrevoluciona-ria. Durante la segunda década del siglo XX, México adoptó un nacionalismo que buscó rescatar la identidad nacional mexi-cana, lo que llevó a la presentación de una identidad plural regionalista, ante la cual el charro logró consolidarse mediante el teatro, la prensa y el cine. Igualmente in-fluyó el poder económico y político con que contaban los charros, pues permitió difundir en el extranjero un estereotipo nacional de la identidad mexicana. Esta figura alegórica del charro no sólo per-mitió crear un símbolo patriótico, sino que contribuyó en el proyecto posrevoluciona-rio, dado que sirvió como unificador entre las diversas facciones y discursos políti-cos gestados durante la Revolución. Así, el modelo del charro como identidad na-cional permitió establecer la paz en el Es-tado moderno mexicano y posteriormente darle legitimidad, al igual que apoyó a la reivindicación del México rural porfiriano, el cual parecía estar olvidado luego de los nuevos ideales de cambio que introdujo la Revolución Mexicana.

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CULTURAL Y LA CREACIÓN ESTÉTICA

LITERATURA INDÍGENA: ENTRE LA RESISTENCIA

Luis Mauricio Martínez1

“U kuxtal wíinike’, chéen le jaaj wíimbal ku p’atik u ts’aalal u yooko’, yéetel u juum u

t’aano’.”“La vida del hombre es la única sombra que

deja huella y eco.”

Isaac Carrillo (Escritor Maya)

Isaac Carrillo, Escritor MayaImagen: Cortesía del autor

México, como1país pluricultural y mul-tilingüe, es una gama de posibilidades si

1 Lic. En Cultura y Arte por la Universidad de Guanajuato y coordinador del proyecto “Atoctli, Periodismo y Gestión Cultural”, dedicado a la investigación y difusión de literatura indígena y temas relacionados con los grupos aborígenes de México. Actualmente cursa la Maestría en Estudios Amerindios y Educación Bilingüe en la Universidad Autónoma de Querétaro.

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de manifestaciones culturales y artísticas se trata. De entre ellas destaca la literatura indígena contemporánea, un movimien-to surgido a finales de la década de 1970 como consecuencia de un sistema educati-vo que históricamente ha buscado la con-formación de una cultura nacional homo-génea que no da cabida a las diferencias lingüísticas y culturales.

A partir de la instauración del enfo-que intercultural en el sistema educativo nacional, los maestros indígenas, a la par de cumplir con sus tareas alfabetizadoras, reflexionaron sobre la importancia de los conocimientos, saberes y aportaciones en-tre sus comunidades y la cultura nacional. Al ser de los pocos que dominan el sistema de escritura de sus lenguas, comenzaron, por iniciativa propia, la documentación de la tradición oral de sus pueblos. De esta manera surgió un movimiento literario que trastocó los rubros políticos. Su presencia, permanencia y lucha fue la voz alzada, desde las letras, de los grupos indígenas de México. Es una tarea loable si se considera que emerge desde estas lenguas, las cuales comparten tres características: son minori-tarias demográficamente, subordinadas en un orden político, económico, cultural y en muchos de los casos son ágrafas.En el presente trabajo se despliegan cua-tro momentos: la presencia de la herencia colonizadora y cómo ésta ha sido un fac-tor que contribuye a la invisibilización de las diferencias culturales; posteriormente

se echa un vistazo a los intentos por cons-truir una identidad mexicana unilateral que afecta la diversidad lingüística de la nación; después se aborda una caracteri-zación del sistema educativo durante el transcurso del siglo XX como vehículo para lograr una homogeneización cultu-ral; en un cuarto momento se muestra el surgimiento de la literatura indígena como una consecuencia de ese sistema educati-vo y se presenta una caracterización de las vicisitudes que ha sorteado para lograr el reconocimiento actual; finalmente se hace un énfasis en la relación que existe entre la escritura y la oralidad en esta literatura, una propuesta que abona a los procesos de enriquecimiento de la diversidad cultural nacional. Herencia colonial en América Latina

La asimetría cultural y lingüística que se percibe en México es un lastre heredado desde la etapa históricamente conocida como la Colonia. La imposición de un sistema social, político, religioso y eco-nómico que alteró y transformó las con-figuraciones cotidianas de la población originalmente asentada. Si bien hubo una participación conjunta con las élites indí-genas para consolidar el proyecto coloni-zador, la única alternativa era adaptarse al nuevo sistema para lograr integrarse. Como lo señala Walsh, refiriéndose al caso de Ecuador:

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Desde la Colonia hasta los momentos actuales, el lenguaje y la política del blanqueamiento y la blancura […] sirviendo simultáneamente como damnificación y como esperanza de la cultura nacional y de la sociedad moderna […] dando así inicio a una serie de políticas y prácticas dirigidas al ‘mejoramiento de la raza’ y a la adopción de valores, costumbres, actitudes y conocimientos ajenos y ‘universales’.2

Walsh considera que la colonialidad se funda en la imposición de una clasifica-ción racial / étnica, y agrega:

En América esta colonialidad configuró un patrón de poder basado en la idea de “raza” como instrumento de estructuración social, directamente ligado a la explotación del trabajo y al capitalismo mundial. Al establecer una escala de superioridad con el blanco europeo arriba, y el indio y el negro en los peldaños más bajos, y los mestizos como nuevas identidades ubicadas en el medio, los colonizadores lograron imponer un patrón de dominación.3

Lo anterior es equiparable a la situación vivida en México: la adopción de valores ajenos como criterios de reconstrucción sociocultural. La llegada de los europeos gestó nuevas sociedades que exigían de-rechos y equidad, sobre todo la criolla, ya que era considerada como población no-vohispana, no española. Los levantamien-

2 Cathrine Walsh, Interculturalidad, Estado, sociedad. Luchas (de) coloniales de nuestra época. (Ecuador: Universidad Andina Simón Bolívar/Ediciones Abya-Yala, 2009), 25.

3 Walsh, Interculturalidad, Estado, sociedad. Luchas (de) coloniales de nuestra época, 28.

tos armados fueron la solución para esto. A partir de ese momento inicia el proyecto de construcción de una identidad nacional, no la criolla ni la mestiza, sino la identidad mexicana. Lo complejo fue que el sistema colonial siguió vigente en los círculos de poder. Desde entonces hubo políticas en-caminadas a la invisibilización de las di-versidades culturales. Como ejemplo de lo anterior, una medida en busca de igualdad:

En febrero de 1824, en las sesiones iniciales del Congreso Constituyente, José María Luis Mora insistió en que sólo se reconocerían en la sociedad mexicana diferencias económicas y que se desterrara la palabra ‘indio’ del lenguaje oficial; por tanto, que se declarara por ley la inexistencia de los indios. 4

Ante el propósito de una identidad uni-lateral, la diversidad lingüística fue vista como una amenaza, la academia volteó a ese pasado indígena, se preocupó por re-cuperar gramáticas y alfabetos, sobre todo otomíes, mayas, nahuas y purépechas, pero la premisa era la recuperación para su consulta, no para su uso. Al respecto, el escritor e historiador Francisco Pimentel, uno de los fundadores del Liceo Hidalgo, institución cultural que aglutinó intelec-tuales y políticos de mediados del siglo XIX, e integrante de la llamada Genera-ción de la Reforma, insistió en sus discur-

4 Carlos Montemayor, Los pueblos indios de México. Evolución histórica de su concepto y realidad social. (México: De bolsillo, 2008), 67.

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cas encaminadas hacia la construcción de una sociedad unilateral sustentada en una cultura homogénea y un monolingüismo como elemento primordial de identidad nacional. Iniciado el siglo XX, se propa-garon varios proyectos de nación que se enfrentaron violentamente en el movi-miento revolucionario, el resultado fue la imposición de un plan nacional nueva-mente citadino, centralizador y estatista que contempló una nación homogénea. El indígena permaneció como el problema a resolver para así lograr el progreso de la sociedad mexicana. Para ello, se gestó una serie de políticas, conocidas como indige-nistas, que admitieron la diversidad, pero poco enfatizaron su desarrollo; confinaron al indígena como sujeto de interés público y no como sujeto de derecho.

En el devenir de ese proceso, el siste-ma educativo ha sido el vehículo conduc-tor que aterrizó las políticas lingüísticas de estandarización del español y asimilación de la cultura dominante, pues el Estado lo percibe como un medio para la cons-trucción de la democracia, otorgándole la capacidad de integrar a la sociedad y ge-nerar una identidad nacional. Es así como las lenguas indígenas de México fueron sometidas a un sistema de escritura ajeno: el alfabeto, cuando estos pueblos, como muchos otros en el mundo, se han forja-do a partir de la oralidad, configurando y sustentando sus sistemas de comunicación sin ayuda de la escritura alfabética. Sin embargo, el Estado soslayó esas caracte-

sos que los indígenas debían olvidar sus costumbres para conformar una nación homogénea, es decir, verdadera. Desde su postura, Pimentel afirmó: “El autor mexi-cano ha de escribir en castellano puro, aunque siéndole permitido introducir al-gunos neologismos convenientes [...] es nuestro idioma oficial, nuestro idioma li-terario. Las lenguas indígenas de México se consideran como muertas y carecen de literatura”.5

Al comenzar el siglo XX, continuó el propósito de integrar al indio a la cultura nacional. Esa situación encausó los mo-delos educativos como principal vehículo para lograr tal cometido, de manera que los derechos lingüísticos de los pueblos amerindios siguieron afectándose.

La aspiración de una identidad mexicana unilateral

La diversidad lingüística de México, de acuerdo con el Catálogo de las Lenguas Indígenas Nacionales, publicado por el Instituto Nacional de Lenguas Indíge-nas, se compone de sesenta y ocho idio-mas, sumando entre ellas un aproximado de trescientas sesenta y cuatro variantes dialectales. Ante un panorama tan vasto, la situación de cada lengua es compleja, históricamente ha estado sujeta a políti-

5 José Luis Martínez, La expresión nacional (México: Oasis, 1984), 52.

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rísticas y logró generaciones de población indígena analfabeta tanto en la lengua do-minante como en las propias. Desde en-tonces, las lenguas indígenas se han con-figurado como minoritarias, subordinadas y en muchos casos ágrafas. Esta última situación se complejiza ante una sociedad y un sistema cultural configurado y soste-nido en la cultura escrita.

Sistema educativo mexicano: puente para la conformación de la renovada literatura indígena

La taxonomía de la educación indígena a partir del siglo XX se puede dividir en tres etapas generales, de acuerdo a De la Peña: a) la indigenista y su proceso de castellani-zación, que buscaba “rescatar” a los indí-genas del atraso y mejorar sus condiciones de vida. Para lograrlo, se formaron maes-tros indígenas para alfabetizar a la gente de sus pueblos, pero no se obtuvieron los re-sultados esperados. En este lapso es crea-da la Secretaría de Educación Pública e instituciones como la Casa del Estudiante Indígena en 1925, a cargo de Manuel Ga-mio y los Centros de Desarrollo Integral en 1932, a cargo de Moisés Sáenz; b) el modelo bilingüe-bicultural y sus acciones de desplazamiento lingüístico. En esta eta-pa se aprovecharon las lenguas indígenas como recurso de alfabetización, pero el trasfondo era una imposición y desplaza-miento lingüístico y cultural, creándose el Instituto Nacional Indigenista (INI, 1948),

encargado de formar maestros y promoto-res indígenas para realizar la cruzada de educación bilingüe; y c) el enfoque inter-cultural, que apuesta por incluir saberes y conocimientos tradicionales y recono-cer las diferencias étnicas, lingüísticas y culturales en el aula, momento en que se crea la Dirección de Educación Indígena, (DGEI, 1978), ante la demanda de presu-puesto y equipamiento que soporte el ejér-cito de maestros y promotores indígenas necesarios. 6

Es a partir de éste último periodo que en las aulas se perfiló al docente como in-vestigador y puente entre los saberes co-munitarios, la comunidad y el aula. Con la conciencia de su papel, comenzaron a gestar proyectos alternos para alfabetizar y promover el uso de sus propias lenguas: “Surge un movimiento que revitaliza la lengua y la cultura indígena, en principio desde las escuelas rurales y comunitarias, con la elaboración de vocabularios y gra-máticas para la enseñanza de las lenguas indígenas”.7 De igual forma, a la par de la docencia se perfilaron como escritores para hacer de la literatura un producto cul-tural resultado de una resistencia sociopo-lítica de cara a la cultura dominante: “Re-sulta de los movimientos de resistencia,

6 Guillermo De la Peña, “La educación indígena. Consideraciones críticas”, en Sinéctica, no. 20 (enero-junio 2002): 46-53.

7 Luz María Lepe, Lluvia y viento, puentes de sonido. Literatura indígena y crítica literaria (México: UANL-CONACULTA, 2010), 9.

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autodesarrollo y toma de conciencia de los indios, de su condición étnica subalterna. Es un mecanismo más de defensa para preservar la cultura indígena vista desde la perspectiva de los indios mismos y para desarrollarla”.8

Literatura indígena: tensiones y alcances

Se puede hablar de tres generaciones de autores en la producción literaria indí-gena. A la primera le tocó abrir camino, pues se conformaba de maestros rurales y promotores culturales; la segunda, en la cual la mayoría de sus representantes fueron alumnos de esa primera generación y abrieron paso a una tercera, que tiene a su alcance las redes sociales virtuales así como otros medios para la difusión no sólo de sus obras, sino de su lengua y los elementos culturales de sus pueblos de ori-gen.

De acuerdo a Lepe son tres las tensio-nes que se pueden identificar en la produc-ción literaria indígena: oralidad-escritura, ficción-no ficción y traslación- traducción cultural,9 a cuya hipótesis se podría agre-gar la tensión aula-comunidad. La primera se refiere a la presión en los procesos de

8 Juan Gregorio Regino, “Escritores en lenguas indígenas”, en Situación actual y perspectivas de la literatura en lenguas indígenas, coord. Carlos Montemayor (México: CONACULTA, 1993), 119.

9 Lepe, Lluvia y viento, puentes de sonido. Literatura indígena y crítica literaria, 20.

establecer normas ortográficas que des-pués deben darse a conocer entre la po-blación para su enseñanza. Es un tema de planeación lingüística que toca puntos ál-gidos, pues para muchos es replicar la co-lonización, para otros es la apropiación de un recurso ajeno para un propio beneficio. La segunda tiene que ver con la delgada línea entre la ficción y la documentación, donde tejerlos con la palabra creativa es algo inevitable dada la permanencia de elementos culturales tan vastos en las his-torias de los pueblos indígenas. La tercera es la reflexión en torno a la complejidad de escribir en una lengua minoritaria y lograr la necesaria traducción al español para llegar a más público. Respecto al último punto, Lepe comenta que:

Aspiran a ser leídos por un público cada vez más extenso y, por otro, son conscientes de la inaccesibilidad de sus textos para algunos de sus amigos y vecinos no alfabetizados en las comunidades indígenas, están en una relación ambivalente entre el compromiso social con su localidad y la inclusión en el mercado global. 10

La cuarta, sugerida en este texto, es algo que los propios escritores indígenas men-cionan en entrevistas y eventos públicos: ¿para quienes escriben los autores indí-genas?, ¿para un público que sólo lee las versiones en español?, ¿por qué escribir en lenguas indígenas si no toda la gente

10 Lepe, Lluvia y viento, puentes de sonido. Literatura indígena y crítica literaria, 77.

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que las habla tiene habilidades de lecto-escritura? Como afirma el zapoteco Javier Castellanos: “¿Quién puede comprar un libro escrito sólo en zapoteco, si casi nadie sabe leer el zapoteco? Entonces, el gran problema de la literatura indígena es que surge paradójicamente en una sociedad analfabeta de su propia lengua”.11 Escrito-res de la tercera generación reconocen un vínculo innegable con el sistema educati-vo y una deuda con él mismo.

Las tensiones presentadas están sobre la mesa y son temas de debate al interior de sus creadores y estudiosos. Trastocan otros procesos como lo son, a partir de la oralidad-escritura, los ajustes de los siste-mas de escritura en los cuales se publican las obras, pues aun cuando se constriñen a normas, hay maestros y hablantes que no concuerdan con lo publicado. En el caso de la ficción-no ficción se entra al terreno de los géneros y clasificación de la pro-ducción de textos: ¿es necesario propo-ner nuevos géneros o el canon occidental basta para su clasificación y análisis? Y finalmente, en el tema de la traducción-traslación se manifiesta el dilema de la diferencia cultural y la tarea de trasladar conceptos que en una cultura existen y en otra no, así como la preparación de los

11 Javier Castellanos. “¿Por qué escribo en lengua zapoteca en los tiempos de la globalización?”, en Memoria del Encuentro Nacional de Literatura en Lenguas Indígenas, coord. Luis De la Peña (México: ELIAC, 2007), 44.

propios autores como traductores. A conti-nuación, se ahonda un poco más en la ten-sión oralidad-escritura, pues se trata de la base de la producción escrita y por ende el resto de sus procesos-tensiones.

Oralidad- escritura: la continuación de un legado cultural

Goody establece que la lengua, en un plano general, es un eje de comunicación, ya que de ella emana un discurso oral portador de elementos culturales y significados que dan pie a la memoria colectiva de un pue-blo, permanece, se reproduce y se renue-va a través de la tradición oral como una construcción de identidad sociocultural, y actualmente es vinculada y depositada en soportes materiales como la literatura.

La oralidad es un elemento insustitui-ble, pues contiene la memoria de un indi-viduo y una colectividad. La base cultu-ral de una sociedad, más allá de soportes materiales, se conserva en la memoria: “en cada generación, por lo tanto, el recuerdo individual mediará en la herencia cultural de tal manera que sus nuevos componen-tes se ajustarán a los viejos a través del proceso de interpretación”.12 Ahora bien, la oralidad y la tradición oral no son ina-movibles, se renuevan y responden a las

12 Jack Goody & Ian Watt, “Las consecuencias de la cultura escrita”, en Cultura escrita en sociedades tradicionales, coord. Jack Goody, (Barcelona: Gedisa, 1996), 42.

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dinámicas sociales, como la migración: “se podría rastrear en su propia historia lo que va dejando y lo que va incorporando a lo largo del tiempo […] cada versión es la tradición oral de un momento, de un tiem-po en la historia”.13 Por lo tanto, de acuer-do a Pellicer,

La escritura es resultado de largos pro-cesos históricos a través de los cuales va creando un código diferente al habla pero que se identifica con ésta porque comparte sus funciones. En el nivel del código y su transmisión lo oral y lo escrito difieren; en el de sus contenidos culturales, ambos se alimentarían de una misma filosofía social ética y estética […] la oralidad no debería ser desplazada por la escritura ni perder prestigio frente a ella. 14

Si los escritores indígenas echan mano de los recursos de la oralidad y tradición oral de sus pueblos de origen y en éstos se adhieren los cambios identitarios indi-viduales y colectivos, entonces encontra-mos en la literatura un insumo que puede vincularse con los nativo hablantes y otros públicos, e incluso es posible hacer én-fasis en que debe compartirse en parajes educativos formales, pues implica conocer a viva voz sus realidades y sentires. Ade-

13 Gonzalo Espino Relucé, La literatura oral o la literatura de tradición oral (Perú: Pakarina ediciones, 2010), 97.

14 Dora Pellicer, “Oralidad y escritura de la literatura indígena: una aproximación histórica”, en Situación actual y perspectivas de la literatura en lenguas indígenas. Coord. Carlos Montemayor (México: CONACULTA, 1993), 16.

más, suma a los procesos de revitaliza-ción lingüística, pues el uso de la lengua indígena refuerza la identidad étnica en espacios urbanos donde difícilmente son visibles, aunque sí hay mucha población indígena que ahora reside en ellos.

Finalmente, leer y escribir en una len-gua indígena es una estrategia de reivin-dicación social, al ganar terreno desde la escritura, se ejerce un derecho político y se afianza su valor cultural:

La lengua oral ha sido vital en el man-tenimiento de la memoria, y la lengua escrita está sirviendo a las comunidades para establecer una relación dinámica con el exterior; a través de la escritura se están abriendo nuevas puertas a la trasforma-ción de las relaciones de sometimiento co-lonial y creando relaciones interculturales justas.15

Consideraciones finales

La escritura de los pueblos indígenas siempre ha existido, se ha manifestado en soportes tan variados como los pictóricos e ideográficos, es por ello que se habla del resurgimiento de literatura indígena, no es una invención contemporánea, en todo caso, se trata de la apropiación de un sis-

15 Nicanor Rebolledo y María Pilar Miguez, “Multilingüismo y educación bilingüe”, en Fórum Lingüístico, Florianópolis, no. 10 vol. 4. (2013), consultado el 4 de diciembre de 2017. http://dx.doi.org/10.5007/1984-8412.2013v10n4p342.

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tema ajeno para continuar su presencia y reivindicación social. Es una ventana para conocer las realidades de la población indígena, lejos de estadísticas, estudios antropológicos, históricos y demográfi-cos; es la oportunidad de reconocer una cara más del arte mexicano, de las letras mexicanas, desde la diferencia, a partir de la persepctiva de aquellos invisibilizados política y socialmente.

Actualmente, muchos de sus exponen-tes argumentan dejar de lado el adjetivo indígena, los “encuentros de escritores indígenas” y ser parte del canon literario nacional, se reconocen como escritores mayas, purépechas, mixtecos, escritores nahuas, kumiais, pames, que abonan y ro-bustecen las letras mexicanas. Es además, una tendencia vincular esta literatura con

el aula, promover sus escritos para crear en las nuevas generaciones no sólo el inte-rés por la lectura, sino leer su propia len-gua y con ello sumarse a la cultura escrita. Las redes sociales han hecho lo propio, hoy sus obras, poco accesibles en libros e impresiones tradicionales, por la falta de interés de editoriales por publicar textos en lenguas minoritarias, son difundidas y logran más público gracias a estos sopor-tes.

Finalmente las tensiones en su proceso creativo son vigentes y continúan su diá-logo a la par que ganan reconocimiento y vínculos con sus comunidades de origen. Para saber más al respecto, las antologías preparadas por Carlos Montemayor son un buen referente para iniciarse en la lectura de la literatura indígena.

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Víctor Axayacatl Islas Estrada

Centro de Investigación y DocenciaEconómicas (CIDE)

“Yo por eso, para que no me apedreen,

me vivo siempre metido en mi casa. En

seguida que me dan de comer me encierro

en mi cuarto y atranco bien la puerta para

que no den conmigo los pecados mirando

que aquello está a oscuras. […] Ahora me

estoy quietecito. No vaya a suceder que me

encuentren desprevenido los pecados por

andar con el ocote prendido buscando todas

las cucarachas que se meten por debajo de mi

cobija…”

– Juan Rulfo, Macario.

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PALABRAS CONVENIENTES: LA INTERVENCIÓN

CULTURAL COMO POLÍTICAEDUCATIVA SOBRE LA POBLACIÓN

INDÍGENA PARA LA CREACIÓNDE UNA IDENTIDAD NACIONAL

EN MÉXICO DURANTE EL SIGLO XX

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La cultura es un concepto amplio, el refle-jo de la cosmovisión e idiosincrasia de una sociedad, es entonces uno de los aspectos que identifican a un individuo; significa para cada uno el contacto y visión de la vida que se forma dado su contexto. La cultura por sí misma, es una de las dimen-siones que más pueden afectar la identidad de cada persona de manera directa. Enton-ces, si la cultura es un reflejo que ema-na de la visión individual, ¿sería posible modificarla, adecuarla o forzarla a cierto discurso? No es fácil llegar a la respues-ta, pero es un hecho que se ha intentado a través de la educación, para que la cultura concuerde con cierto proyecto: la creación de una identidad nacional en el México del siglo XX.

Asimismo, en el presente trabajo se aborda un análisis sobre las comunidades indígenas, grupos vulnerables, que han es-tado en una situación donde se ha violen-tado su cultura y costumbres a través del lenguaje. En México, un país multicultu-ral, es necesario conocer el choque entre las diversas culturas indígenas y la cultura mestiza, un choque que se da de manera prominente en las políticas educativas del gobierno de México en el siglo XX.1

Este ensayo se centra en estas políticas que afectaron las diversas culturas por un

1 Mauricio Beuchot, Interculturalidad y derechos humanos, 1ª edición (Ciudad de México: Siglo XXI, 2005), 22-23.

intento sistematizado de homogeneizar en una sola cultura: la mestiza. Delinear qué afecta en una cultura tampoco es sencillo dado lo abstracto del concepto mismo de “cultura”. Sin embargo, hay factores que influyen en ella que se pueden intervenir de manera tangible. Estos factores son, como ya se mencionó, ni más ni menos que las expresiones de una sociedad: “el lenguaje”. Pareciera que ambos facto-res, lenguaje y cultura, están por encima de cualquier gobierno y que no pueden ser definidos por cierto régimen al ser el conjunto de expresiones y visiones de una multitud de personas con una perspectiva única. Sin embargo, la educación es una variable que puede modificar la conducta de los individuos, en este caso, de las co-munidades indígenas. El objetivo de este trabajo es analizar de qué maneras se ha intervenido en este factor para generar una identidad nacional y, de cierta manera, modificar la cultura que se encuentra en el México actual.

El presente trabajo analiza al esfuer-zo por reformar la cultura a partir de la enseñanza del lenguaje español y de una historia oficial para el proyecto de una identidad específica. En dicho esfuerzo se encuentran las variables de las políticas educativas “bilingües”, las sistemáticas campañas para erosionar las identidades indígenas, los apoyos gubernamentales sobre el arte y su doble discurso acerca del indigenismo, así como la situación de la identidad de las comunidades indígenas

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como producto de estas campañas a fina-les del siglo XX.

Cultura y educación: una lengua y una historia “convenientes”

Para comenzar el análisis de las políticas educativas en comunidades indígenas en México hay que rastrear los antecedentes de estas políticas en la educación. Uno de los primeros intentos por formar una identidad nacional en las escuelas, y de los más claros, tuvo lugar en 1899 con el pre-sidente Porfirio Díaz en la inauguración del Congreso Nacional de Instrucción Pú-blica.2 Desde aquel entonces era clara la intención del gobierno de México en ins-taurar una identidad nacional, dado el pro-yecto porfiriano. Aunque esta política no estuvo focalizada directamente a los gru-pos indígenas, sino a toda la población en general, se convirtió en un antecedente de la línea de políticas en educación durante el siglo XX, donde los grupos indígenas fueron un grupo objetivo de integración a la cultura mestiza y de habla hispana. La visión que tenían las políticas porfirianas, les permitió ser llamadas “protopolíticas

2 Irma Leticia Pérez Rodríguez, “Identidad nacional y sentido de los jóvenes sobre su nación”, Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud 10, núm. 2 (Julio-Diciembre 2012): 875, http://biblioteca.clacso.edu.ar/Colombia/alianza-cinde-umz/20140410055657/art.IrmaLeticiaPerez.pdf Fecha de consulta: 11 de diciembre de 2017.

educativas hacia los indígenas” ya que hubo un intento de homogeneizar a las personas que vivían en la región con una política en específico: la enseñanza de la lengua en español.3

Es importante remarcar el hecho que son predecesoras, ya que, en la población a la que se le intentaba enseñar la lengua española existían los grupos que hablaban en esa lengua pero eran analfabetas y los grupos indígenas que no hablaban, escri-bían o leían el español. A partir de este momento, continuaron las políticas de al-fabetización a grupos indígenas y no indí-genas. No obstante, conforme las décadas posteriores sucedieron se fueron delinean-do las políticas hacia los indígenas donde un factor objetivo era incorporar al mesti-zaje aquellos grupos que aún conservaban su cultura.

La idea de un solo idioma en el país, provoca un choque por sí mismo, puesto que un idioma representa una manera úni-ca de ver al mundo, una cosmovisión. El hecho de instaurar de manera sistemática la enseñanza, a veces de manera forzada, fue instaurar también una cultura por en-cima de las demás. Países como México

3 Gabriela V. Czarny Krischkautzky, “Pasar por la escuela: metáfora que guarda distintas caras para abordar la relación comunidades indígenas y escolaridad”, Revista Mexicana de Investigación Educativa 12, núm. 34 (2007): 921–50, http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=14003406. Fecha de consulta: 11 de diciembre de 2017.

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son resultado de la multiculturalidad. Este concepto, creado por Mauricio Beuchot en 1997 en su Tratado de Hermenéutica Ana-lógica, se define como “el fenómeno de la multiplicidad de culturas”.4 México es un país multicultural dada la gran cantidad de culturas prehispánicas que habitan en él; resulta entonces que las políticas que bus-caron establecer el idioma español a las personas de comunidades indígenas cons-tituyeron también una afectación a estas culturas. El autor Beuchot, señala también la falta de comprensión del Estado por ins-taurar un idioma y una cultura por encima de las demás, al no tener políticas inter-culturales: políticas, en este caso educa-tivas, que hubiera mezclado las diferentes culturas.5

Bajo esta visión desde la interculturali-dad de Beuchot, es posible hacer la cone-xión de las políticas que vienen desde el Porfiriato y su continuación en las décadas posteriores. En la Secretaría de Educación Pública (SEP), creada en 1921, estuvo aún presente esta falta de interculturalidad ya que se adoptó una sola identidad median-te el proceso de generación de un cambio ideológico en las nuevas generaciones.6 La

4 Mauricio Beuchot, Tratado de Hermenéutica Analógica, (México: Facultad de Filosofía y Letras/Dirección General de Asuntos del Personal Académico/UNAM, 1997), 27, citado en Mauricio Beuchot, Interculturalidad y derechos humanos, 1ª edición (Ciudad de México: Siglo Veintiuno Editores, 2005).

5 Beuchot, Interculturalidad y derechos, 21.6 Pérez, “Identidad nacional y sentido de los jóvenes”, 875.

creación de la SEP constituyó una serie de reformas y modificaciones donde los polí-ticos de los años veinte pudieron reintegrar la identidad dentro de las políticas educati-vas de manera explícita. Uno de estos po-líticos fue José Vasconcelos Calderón, un intelectual, escritor y político que, además de influir en la creación de la SEP, dio pau-ta para la mayoría de los programas en las siguientes décadas. Esta segunda fase don-de se reconstruyó, pero también se masifi-có una identidad a través de la educación, se dio con el proyecto de José Vasconcelos de una educación que incluyera a los indí-genas al proyecto nacional.

Esta nueva etapa de la política educati-va indigenista se distinguió de las políticas porfirianas ya que la alfabetización no sólo era una meta en general, sino que las comu-nidades indígenas fueron otro objetivo por sí mismo. Este objetivo de Vasconcelos, se mostró en la influencia de las instituciones creadas en los veinte: Escuelas Normales Rurales, Casas del Pueblo y Misiones Cultu-rales.7 En esta última, uno de los objetivos, al menos en el discurso público, era “recuperar a los indígenas de Oaxaca, de la barbarie y fusionar las herencias indígena y española”.8

7 Claudia Araceli Madariaga Aguilar, “El instructor comunitario CONAFE : Identificación del Perfil como Educador en la Zona Altos del Estado de Chiapas” (Tesis de maestría, Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, 2008): 21, http://hdl.handle.net/11285/568837. Fecha de consulta: 9 de diciembre de 2017.

8 Madariaga, “El instructor comunitario CONAFE”, 21.

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Sin embargo, bajo el concepto de intercul-turalismo, estas políticas en realidad preten-dían dar la enseñanza del español como una manera de “modernizar” a las comunidades indígenas. Esto es, de nuevo, una identidad homogénea que se oponía a la identidad de muchas de las comunidades indígenas.9

El problema de haber querido instaurar una sola cultura en un país multicultural generó choques, sobre todo en las nuevas generaciones que son producto de este violento cambio en su cosmovisión, en su lenguaje materno. Para dimensionar a las personas que provienen de comunidades indígenas aún hoy en día, hay que conside-rar los datos del Instituto Nacional de Es-tadística y Geografía que mostró que hasta el 2015 casi el 6.5% de la población ve-nía de una comunidad indígena.10 No sólo es un grupo significativo de la población, sino que es una minoría a la que durante más de un siglo se le intentó invisibilizar a través de las políticas educativas que sis-temáticamente han borrado gran cantidad de idiomas.

El autor James C. Scott se refiere a la acción de remplazar los dialectos por un solo idioma nacional como una manera de unificar y transformar a una sociedad

9 Pérez, “Identidad nacional y sentido de los jóvenes”, 875-876.

10 Instituto Nacional de Estadística y Geografía, “Estadísticas a propósito del Día internacional de los Pueblos Indígenas (9 de Agosto)”, INEGI. Disponible en http://www.inegi.org.mx/saladeprensa/aproposito/2016/indigenas2016_0.pdf Fecha de consulta: 7 de diciembre de 2017.

y para “centralizarla en una élite”.11 En-tonces, esta intención de tener un solo idioma por parte del gobierno de México de generar una identidad transformó a la sociedad mexicana. Aún en el siglo XXI es plausible ver cómo hay una exclusión del indigenismo en la cultura del país, al menos una exclusión parcial donde las nuevas generaciones de personas que, de una generación a otra, cambiaron su len-gua materna por el español. La discrimi-nación hacia los indígenas, ha producido que los nuevos hispanohablantes han sido rechazados por sus comunidades al tener una nueva serie de valores, pero también ellos han rechazado a su cultura indígena al considerarla algo inferior a la cultura mestiza.12

Además del lenguaje, en las políticas educativas se contempló la homogeniza-ción de la identidad a través de la ense-ñanza, sobre todo, de la “historia oficial” de México. Vasconcelos no sólo intervino en la cultura por medio de la enseñanza de la lengua española en las comunida-des indígenas, también causó tensiones al dar una propuesta sobre un “nuevo indi-viduo” que sería producto de una serie de acontecimientos históricos que resultan en

11 James C Scott, Seeing like a State: How certain schemes to improve the human condition have failed (Dexter, Michigan: Yale University, 1998), 31.

12 Maritza Urteaga Castro Pozo, “Jóvenes e indios en el México contemporáneo”, Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud 6, núm. 2 (Julio-Diciembre 2008): 670.

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una “raza” mestiza que obtiene lo mejor del mundo español e indígena.13 Incluso, se le adjudicó a Vasconcelos “[e]l primer intento sistemático de definición e in-corporación institucional de la identidad nacional”.14

Es posible vincular aspectos de la po-lítica educativa de la década de 1920 con respecto a la actualidad. Algunos de ellos fueron la occidentalidad (negación del in-digenismo), el catolicismo y el mestizaje. En los años siguientes hubo una serie de reformas a las políticas educativas que, aunque no tuvieron el impacto de las ante-riores, fueron las reformas durante y pos-teriores al gobierno de Cárdenas (1934-1940), donde se dio la unidad nacional como parte de la estrategia de desarrollo nacional.15 Estas políticas continuaron esa postura frente a la identidad indígena donde se enalteció el nacionalismo, con diferentes tintes, pero que han tenido un impacto directo en la cultura de México.

Una década después, se crearon insti-tuciones que mostraron políticas bilingües durante el gobierno del presidente Miguel

13 Guillermo Castillo Ramírez, “Integración, mestizaje y nacionalismo en el México revolucionario: Forjando Patria de Manuel Gamio”, Revista mexicana de ciencias políticas y sociales 59, núm. 221 (2014), http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-19182014000200008&lng=es&nrm=iso. Fecha de consulta: 11 de diciembre de 2017.

14 Castro, “Jóvenes e indios en el México contemporáneo”, 670.

15 Pérez, “Identidad nacional y sentido de los jóvenes”, 875.

Alemán, como lo fue el Instituto Nacional Indigenista, donde la escuela era un “es-pacio de transición […] a la mexicanidad, a la civilización y a la modernidad”.16 Es claro, el objetivo continuó siendo sobrepo-ner el español y mestizaje (mexicanidad) como un ideal a lo indígena.

La batuta persistió señalando al mismo lugar durante los siguientes veinte años con poca variación en el bilingüismo y biculturalismo en las políticas. Prueba de ello se observó durante y después del go-bierno de Luis Echeverría, en los setentas, cuando se crearon la Dirección General de Educación Extraescolar en el Medio Indígenas, el Primer Congreso Nacional Indigenista en Pátzcuaro y la Dirección General de Educación Indígena en 1978.17 Y aunque en esta época se incluyeron a miembros de las comunidades indígenas para el diálogo (como el Congreso Nacio-nal Indigenista en Pátzcuaro), continuaba siendo el bilingüismo la perspectiva más aceptada en estas instituciones que tuvie-ron un fuerte lazo con la educación.

En las últimas décadas del siglo XX, el panorama continuó sin mucha varia-ción, lo cual podemos observar dado que se continuó con esta postura en la actuali-dad. La autora Claudia Araceli Madariaga Aguilar establece que las instituciones y

16 Madariaga, “El instructor comunitario CONAFE”, 22.17 Madariaga, “El instructor comunitario CONAFE”, 22.

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políticas educativas en el siglo XXI aún están permeadas de la perspectiva bilingüe y bicultural, donde no se dio una compren-sión de la interculturalidad por parte del gobierno de México.18 La autora establece que el reconocimiento y legitimización del bilingüismo en la SEP, en 1981, ha traído en los años posteriores una falta de con-sideración del “sistema de valores, intere-ses y objetivos indígenas, los contenidos estaban dirigidos hacia las necesidades de la vida urbana, ajenas a la realidad social, lingüística”.19

Esta perspectiva indica que las políticas sobre educación también han modificado la manera en que nos vemos a nosotros mismos. La política educativa que hoy en día se está implementando está permeada de una serie de proyectos de identidad na-cional. Es claro entonces, que las políticas educativas para indígenas tuvieron efectos negativos como lo fueron el invisibilizar “las adscripciones comunitarias y lingüís-ticas de los miembros de distintas comuni-dades indígenas”.20

Así, las políticas bilingües han sido atentados directos en contra de las culturas de las comunidades indígenas al desplazar sus lenguas maternas por otra (el español) por más de 100 años ─al menos de manera institucional por el gobierno de México─.

18 Madariaga, “El instructor comunitario CONAFE”, 25.19 Madariaga, “El instructor comunitario CONAFE”, 27.20 Czarny, “Pasar por la escuela”, 922.

Esta perspectiva del gobierno ha genera-do acciones sistematizadas “que estable-cen la lengua o las lenguas que deberán utilizarse en el sistema escolar, se ubican entre las causas más importantes de la ex-tinción, preservación o promoción de una lengua”.21 Por más de cien años las políti-cas educativas desaparecieron lenguas, y con ellas cosmovisiones que poseían una identidad imposible de replicar.

Es por esta falta de comprensión hacia las culturas indígenas, que continuó hasta finales del siglo XX, que se debió adoptar una postura intercultural para que las per-sonas que pertenecen a estas comunidades, no se sintieran fuera de esta “cultura oficial” –la occidental, la mestiza, la de la “mexica-nidad”– cuando ellos en realidad tienen una propia que debería de ser respetada, al igual que cualquier otra. Las personas de comuni-dades indígenas no tienen por qué ocultar sus tradiciones, sus raíces y su visión del mundo. Al igual que todas las personas, poseen de-recho a la posibilidad de aprender acerca del mundo en sus palabras, en su idioma. Todas las culturas son igual de importantes, sin depender si son o no, parte del proyecto de identidad nacional.

21 María Elena Sánchez Arroba, “Migración y pérdida de la lengua maya en Quintana Roo”, en Migración y políticas públicas en el Cariba mexicano hoy, ed. Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión, 1ª edición (Ciudad de México: Miguel Ángel Porrúa, 2009), 397–468, http://www.scielo.org.mx/scielo.php?pid=S0185-25742014000100006&script=sci_arttext. Fecha de consulta: 7 de diciembre de 2017.

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Fuentes consultadas

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Pérez Rodríguez, Irma Leticia. “Identidad nacional y sentido de los jóvenes sobre su nación”. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud 10, núm. 2 (Julio-Diciembre 2012): 871-882. http://biblioteca.clacso.edu.ar/colombia/alianza-cinde-umz/20140410055_65/art.IrmaLeticiaPerez.pdf. Fecha de consulta: 11 de diciembre de 2017.

Sánchez Arroba, María Elena. “Migración y pérdida de la lengua maya en Quintana Roo”. En Migración y políticas públicas en el Cariba mexicano hoy, editado por Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión, 1a ed., 397–468. Ciudad de México: Miguel Ángel Porrúa, 2009. http://www.scielo.org.mx/scielo.php?pid=S0185-25742014000100006&script=sci_arttext. Fecha de “Consulta”: 7 de diciembre de 2017.

Scott, James C. Seeing like a State: How certain schemes to improve the human condition have failed. Dexter, Michigan: Yale University, 1998.

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Natalia Magdaleno Martínez

Universidad Autónoma

de Aguascalientes. Lic. En Historia

4° Semestre

Introducción

En el presente trabajo se intentará hacer un recorrido por los tres siglos que abarca el periodo colonial o la época novohispana para la Historia Mexicana. El tema de es-tudio que se manejará es el desarrollo y actuar de los criollos. Hablando de cómo se percibían a sí mismos, y a su patria, de cómo hacían uso de su cultura e his-toria para expresarse artísticamente, que se puede notar en la singularidad que fue el barroco novohispano, y la manera en que el movimiento ideológico e intelectual del criollismo ayudó a la creación de una identidad patriótica primitiva en los habi-tantes novohispanos.

Como se dijo, es un recorrido a lo largo de la época colonial, por lo que al inicio se hablará sobre los primeros hijos de es-pañoles nacidos en América, (sin dejar de tener en cuenta que la sociedad novohis-pana era una dividida en diferentes grupos raciales) en el siglo XVI, y de cómo a ellos se les denominó diferente a los peninsu-lares, con el adjetivo de criollo. Desde el siglo XVI se puede notar que un criollo se

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CULTURA CRIOLLA ENLA NUEVA ESPAÑA

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identificaba a sí mismo como tal, así como desde un inicio, empezó a tener orgullo de su condición, y así mismo se habla un poco sobre la “inconformidad” de éstos por ser “discriminados” por los peninsulares.

Siguiendo adelante con el recorrido, se llega al siglo XVII, en este periodo se empieza a consolidar el pensamiento y la corriente de pensamiento del criollo; surge la idea de no ser ni indio ni español, sino americano, se da una labor de rescate de los elementos autóctonos de la tierra don-de se habita, se inicia un florecimiento de nuevos símbolos culturales y religiosos como un medio para construir una iden-tidad criolla, y finalmente, hablando en expresiones artísticas, se hace una valora-ción de lo que representó el barroco para la Nueva España y todo la Hispanoamérica colonial.

Finalmente, se habla sobre el siglo XVIII (y un poco sobre inicios del XIX,) a final de cuentas, el movimiento insur-gente fue propiamente iniciado por crio-llo. Los ideales que se fueron consoli-dando cien años atrás se explotan en este momento; tanto es notorio esto, que la misma Virgen de Guadalupe fue un sím-bolo de lucha y guerra para los insurgen-te (y no hay que olvidar que Guadalupe es la virgen criolla, y que el culto a su imagen fue algo surgido y de impacto y mención en el siglo XVII). Y al final, de ser un virreinato dentro de la jurisdicción de la monarquía española, Nueva España,

o México, terminó convirtiéndose en una república [nación] criolla.1

Siglo XVI: orígenes del “criollo”:

Primeros españoles nacidos en América

Antes de iniciar una exposición de algunos ejemplos de criollos destacados, es pru-dente mencionar sobre qué es un criollo. La RAE nos lo define como “Dicho de una persona: Hija o descendiente de europeos, nacida en los antiguos territorios españo-les de América o en algunas colonias euro-peas de dicho continente”.2 Pero tomando a otra autora, Ivonne Recinos Aquino, nos presenta a los criollos como una de las pe-culiaridades que tuvo el mundo colonial hispanoamericano; el criollo era una sin-gularidad, un sui géneris, un ser que vivía en su propio mundo “de extrañeza”, donde se reconocían mutuamente con el adjetivo de criollo, que lo aceptaban y daba mues-tra del lugar donde había nacido, ya que “El criollo es, así, una figura ineludible en cualquier estudio serio sobre la materia. No es colonizador ni colonizado, sino que tiene una posición intermedia, es mestizo cultural y su cultura se transformó en la

1 Término que utiliza David. A Brading en su obra titulada Orbe indiano. De la monarquía católica a la república criolla, 1492-1867.

2 Diccionario de la lengua española Online, s.v. “Criollo”, http://dle.rae.es/?id=DgIqVCc [Fecha de consulta: 06 de Diciembre de 2017].

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base de lo que en los siglos poscoloniales será la cara de la identidad de las naciones Estado de Latinoamérica”.3

Ahora sabemos que un criollo es, en efecto, un “español” ─más bien, hijo de españoles─ nacido en América, que por la naturaleza de su nacimiento y el entor-no de su vida, se percibe a sí mismo (y a su círculo social) como una singularidad propia de Hispanoamérica. Y esta cultura y nueva corriente cultural propia de estos nacidos en la América española, sería un impulsor a ese nuevo futuro “nacionalis-mo” y la “identidad” que motivaría a las independencias posteriores de las nacio-nes latinoamericanas.

América, luego de la consolidación de la conquista de Tenochtitlan (1521), se convirtió en un atrayente escenario para la migración de pobladores, que, si bien en un inicio fue la llegada de conquistadores y colonizadores junto con evangelizado-res, y después, se dio el ingreso de nuevas élites destinadas a ejercer cargos políticos y de gobierno. Junto con esta migración de nuevos habitantes, y sin olvidar el rasgo típico de la conquista española4 de trasla-

3 Ivonne Recinos Aquino, De la Patria del criollo a la nación de élites, (FLACSO Guatemala: Guatemala, 2013) 24-25 Disponible en: https://ebookcentral.proquest.com/lib/univeraguascalientessp/reader.action?docID=3221226 [Consultado el 7 de diciembre de 2017].

4 Bernardo García Martínez, “La época colonial hasta 1760”, en Nueva Historia Mínima de México (Ilustrada), Pablo Escalante Gonzalbo; et. al., 116 (México: El Colegio de México, 2008).

dar sus tradiciones, su cultura y sus formas de desarrollarse al Nuevo Mundo, de “re-construir su entorno”, es que nos explica-mos cómo se trasladó además la familia de estos peninsulares a los nuevos territorios conquistados.

Entre esta primera generación de crio-llos, nacidos de los españoles que de una forma u otra habían llegado a Nueva Es-paña, un personaje que se destaca es Juan Suárez de Peralta (sobrino de Hernán Cor-tés), con su obra titulada Tratado del des-cubrimiento de las Indias y su conquista,5 donde se lee una clara muestra de la so-ciedad novohispana en la segunda mitad del siglo XVI. En su libro encontramos una clara defensa del actuar libre del criollo, y de lo orgullosa que se sentían la esta gente de su linaje, su procedencia, su lugar de nacimiento y de su carácter de ser “fieles servidores del reino”, al igual que cualquier otro español peninsular.

Otro aspecto que trata el libro de Suá-rez de Peralta, es un pasaje de la Historia de la Nueva España, que en cierto modo, nos muestra uno de los inicios de esta efer-vescencia de un “patriotismo criollo”, con otro de sus contemporáneos: Martín Cor-tés (hijo legítimo del conquistador), per-sonaje que implementó un plan de “inde-pendencia” de la Nueva España, en el que

5 Juan Suárez de Peralta, Tratado del descubrimiento de las Indias y su conquista (México: Ediciones Conaculta, 1990).

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Nuevas expresiones ideológicas/culturales y simbología religiosa

Rastreando el inicio de este desarrollo de nuevos símbolos en la emergente nación novohispana, se tiene que remontar hasta finales del siglo XVI, y siendo así, es ne-cesario remarcar la importancia del papel que los jesuitas tuvieron en Nueva Espa-ña a partir de su llegada en 1572 , debido a las demandas de las élites españolas y criollas, para satisfacer la necesidad de evangelización y educación de la sociedad novohispana, Alberro nos dice que con di-cha labor se “descubre el papel fundamen-tal desempeñado por los siervos de Jesús en la recuperación de símbolos indígenas y su reelaboración en nuevos complejos dotados de un singular dinamismo, como lo demostraría la historia”.8 Lo dicho an-teriormente por la autora, nos demuestra que el inicio de estas actividades de culto indicaban una innovación donde se preo-cuparon por asimilar y darles nuevas ad-vocaciones al pasado prehispánico. Claro ejemplo se puede ver, en muchos sermo-nes y cánticos religiosos se hacía la com-binación de lenguas nativas con el mismo castellano o el latín, donde las primeras tenían la misma importancia que las se-gundas.9

8 Solange Alberro, El águila y la cruz. Orígenes religiosos de la conciencia criolla. México, siglos XVI-XVII, (México: Fondo de Cultura económica/El Colegio de México, 1999), 83.

9 Solange Alberro, El águila y la cruz, 84.

se pretendía coronarse a sí mismo como monarca, y este episodio es comúnmen-te conocido como La conjura de Martín Cortés (en el año de 1589).

Si bien los criollos ocuparon una par-te de la nobleza y de la élite novohispana, vivían en una constante situación, don-de aunque gozaban de la mayor parte de los privilegios de los peninsulares y eran los inmediatos a éstos en la jerarquía so-cial, “la Corona les impedía ejercer los cargos más altos en el gobierno virreinal y les vedaba el acceso a otras actividades lucrativas que estaban reservadas a los peninsulares”,6 como el cargo de ser vi-rrey, por ejemplo.

Desde el siglo XVI se puede ver, como dice Navarrete,7 un ligero rechazo a es-tas diferenciaciones y “discriminación”, que para contrarrestarla se dio un proceso complejo de etnogénesis (como le llama el autor), donde los criollos empezaron a ad-quirir una identidad étnica propia que los llevó a nuevas expresiones y percepciones de su historia, religión, lengua y cultura, temas que se tratarán más adelante en este análisis.

Siglo XVII. La consolidación de una cultura criolla (el fenómeno del criollismo):

6 Federico Navarrete, Las relaciones interétnicas en México, (México: UNAM, 2004), 64.

7 Federico Navarrete, Las relaciones interétnicas en México, 64-65.

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espina-sangre-grande-cruz);11 combinan-do elementos religiosos indígenas con las tradiciones judeocristianas, se creaba así una nueva singularidad, que no era com-pletamente indígena ni española: era algo criollo.

Al igual que los jesuitas, siguieron los franciscanos, quienes con todo y sus va-riantes, también iniciaron con su empresa de “rescate y ajuste” del pasado prehispá-nico, que como nos dice Alberro, “el nue-vo mensaje transmitido [con este “resca-te”] por estas representaciones era claro: el México que estaba surgiendo, y que de he-cho existía ya, resulta de la combinación, unión y superposición de los elementos prehispánicos y cristianos, con exclusión de los estrictamente hispánicos”.12 En esencia lo que querían transmitir, era muy parecido a lo que pretendían los jesuitas.

Y así como los franciscanos y jesuitas, el turno de los miembros del clero secular llegó, a diferencia de las órdenes mendi-cantes, éstos hacían más uso de ensayos y tesis para expresar su propio criollismo,13 ejemplo de ello es lo que en seguida se tratará, con un bachiller que inició un pro-yecto interesante y una devoción religiosa que sería el siguiente paso para construir una identidad patriótica entre los criollos.

Otro elemento que se gestó y consolidó en este siglo (XVII), pero ganó una fuerza

11 Solange Alberro, El águila y la cruz, 90-91.12 Solange Alberro, El águila y la cruz, 98-99.13 Solange Alberro, El águila y la cruz, 111-112.

Otra cosa que podemos atribuirles a esta época y a ésta generación de criollos, que como dice Alberro, estaban “en busca de latente e implícita identidad”, fue que empezaron a autodenominarse “mexica-nos”, sin que el término tuviera estricta relación con lo indígena. Ejemplo de todo esto es, que en las últimas décadas del si-glo XVI, el símbolo del águila y el nopal volvieron a retomarse como una forma de identificación.10

Algo importante, que si bien ya ha sido mencionado, y es necesario volver a reto-mar, es que los criollos tenían ese deseo latente de adquirir nueva identidad, don-de se les reconociera como algo diferente a un peninsular, o a un indio americano. La labor de toda esta generación criolla de rescatar la simbología autóctona fue un método del que se valieron (en cierta medida) para conseguirlo, pues no sólo bastaba con desempolvar la herencia indí-gena, sino que había que asimilarla como una especie de simbolismo que tuviera re-lación con la ideología cristiana (hacien-do equivalencias entre los símbolos de:

10 En el mismo libro de Alberro, se nos menciona que una de las primeras ocasiones donde se usaron estos símbolos de la leyenda mexica fue cuando aparecieron en la portada de las Constituciones del Arzobispado de México en 1556, pero otro momento donde se usó, que tuvo influencia jesuita y resultó ser más significativo en la sociedad novohispana, fue al usarse en el cartel de los estudiantes de los mismos jesuitas en el año de 1578, en los Passeos de los estudiantes y juventud mexicana”. Véase en: Alberro, Solange, El águila y la cruz, 87-90.

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Existieron entonces, los precursores del guadalupanismo en el siglo XVII, que son conocidos como los evangelistas guadalupanos,16 el primero y quien se en-cargó de crear el primer libro escrito (que se había mencionado levemente en el apar-tado anterior) estudiando la dicha imagen es el bachiller Miguel Sánchez, quien pu-blicó su obra, bajo el título de Imagen de la Virgen María madre de Dios de Guada-lupe, en 1641, y a partir de esta se inició una de las ideologías criollas más impor-tantes a lo largo del siglo XVII y que se arrastraría hasta inicios del XIX. En boca de Francisco de la Maza, con Sánchez se abrió “el capullo magnífico del guadalupa-nismo patriótico mexicano, que comenzó con una bandera religiosa (…) en la mente de este insigne criollo hasta hoy injusta-mente ignorado.”17

Uno de los postulados más importantes que se pueden notar a lo largo de la obra de Sánchez, es que la virgen guadalupana es una de las razones de consuelo y ali-vio, ¿A qué se refiere con esto? Sánchez constantemente habla sobre la “queja del criollo”,18 es decir, su libro está principal-mente dirigido a sus compatriotas y com-pañeros (criollos, naturalmente), y a todos

16 Estos personajes son Luis Lasso de Vega, Miguel Sánchez, Luis Becerra Tanco y Francisco de Florencia (tres bachilleres y un presbítero jesuita) Véase en: De la Maza, El guadalupanismo mexicano, 54.

17 Francisco de la Maza, El guadalupanismo mexicano, 54.

18 Francisco de la Maza, El guadalupanismo mexicano, 52.

e impulsó en los siguientes dos, es el de la devoción mariana a la Virgen de Guadalu-pe. El culto a la imagen data desde el siglo XVI, años después de que, según la creen-cia, se apareciera a Juan Diego en el cerro del Tepeyac en 1531, y no es secreto que el culto se fue extendiendo a lo largo de los años, por lo que la virgen de Guadalupe se ha ido convirtiendo en el “símbolo de la patria”, como diría Francisco de la Maza.14

La virgen de Guadalupe fue una de las imágenes marianas de mayor importan-cia en el México Colonial, venerada tan-to por indios, mestizos, españoles y, sin duda, también por criollos. Más que una imagen más para adorar, para el criollo la Guadalupana fue algo de mayor impacto y trascendencia, ya que, como De la Maza dice: “La decepción de los criollos de sen-tirse “colonos”, es decir, de que todo vi-niese “de allá” y nada hubiese “de aquí”, comenzó a sentir suya esta devoción, este milagro de origen netamente indígena, pero de floración absolutamente criolla, nueva, y sin raíces europeas, de México solamente.” De hecho, a pesar de que una de las primeras imágenes marianas intro-ducidas a la Nueva España fue la Virgen de los Remedios, para los criollos se vivió un cierto rechazo, pues no sentían apego y afecto a esta virgen española, no se sen-tían hijos de ella.15

14 Francisco de la Maza, El guadalupanismo mexicano, (México: Fondo de Cultura Económica/SEP, 1984), 9.

15 Francisco de la Maza, El guadalupanismo mexicano, 40.

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ellos les aqueja lo mismo: la sensación de desconocimiento de los peninsulares, la desvalorización de su tierra, la “falta de riqueza y poder” por ser simplemen-te criollos, pues como dice De la Maza: “Ya que no hay poder ni la riqueza, que tiene los españoles, busquemos el consue-lo en lo nuestro –pensaría Sánchez– en lo que no nos trajeron los “gachupines”, en el Cielo, en Dios mismo, en la Virgen de Guadalupe”.19

Otra cosa muy importante de Sánchez, y de los criollos del siglo XVII, es cómo reivindican la conquista y colonización, es decir, rechazan la idea del heroísmo que los españoles tenían, de que Dios les había dado la facultad de conquistar y convertir, sino que ahora, empezaron a pensar que la Nueva España había sido contemplada por Dios, con anterioridad, para ser conquista-da y colonizada sólo porque a futuro sería el escenario de la aparición de la Señora de Guadalupe, y más bien, los europeos habían sido intermediarios en ese deseo divino. También, lo que surge con los pos-tulados de Sánchez, es un ensalzamiento de su patria, que incluso se le consideraba el segundo paraíso, donde llegaría la Se-gunda Eva (Guadalupe), donde el mismo Dios se regocija con él.20

19 Francisco de la Maza, El guadalupanismo mexicano, 53.

20 Francisco de la Maza, El guadalupanismo mexicano, 57-59.

Finalmente, para concluir con este fe-nómeno del guadalupanismo, es conve-niente volver a citar a De la Maza, con este fragmento significativo de su obra: “Aho-ra bien, ¿son todo esto delirios teológicos de dos bachilleres barrocos? No. La Nue-va España está dejando de ser “Nueva” y de ser “España”, en esta segunda mitad del siglo XVII y pugnó por una personalidad propia y diferente de la Vieja España.”21

La época del Barroco y el criollismo plasmado en las artes (formas de expresión)

El Barroco es un periodo histórico, y una corriente artística que puede delimitarse a finales del siglo XVI hasta inicios del XVIII,22 que si bien, su origen es propia-mente europeo, debido a la comunicación con las colonias hispánicas en América, fue transportado por los mismos peninsu-lares hasta estas tierras.

En el caso estricto de la Nueva España, la cultura del barroco empezó a gestarse con la llegada del arzobispo-virrey: fray García en el año de 1608, y como Irving Leonard dice: “En el siglo XVI la fusión de elementos románico góticos, renacen-tistas e indígenas (…) había preparado el

21 Francisco de la Maza, El guadalupanismo mexicano, 60.

22 Irving A. Leonard, La época barroca en el México Colonial, (México: Fondo de Cultura Económica, 1986), 53-54.

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terreno para las innovaciones barrocas” y debido a esto “la exótica planta barro-ca pronto floreció en las Indias Españolas con una asombrosa variedad de especies regionales, al ser injertadas en ella ramas indígenas y mestizas”.23

La llegada del barroco, y de fray Gar-cía, se supone que significó la victoria de la contrarreforma hispánica sobre los terri-torios americanos, además de que la coro-na adoptó un política de “protección de la contaminación” del desastre europeo (es decir, el quiebre de la hegemonía católica) en sus territorios en el Nuevo Mundo.24

Ahora bien, Irving Leonard también nos habla de una sociedad barroca novo-hispana, más allá de las ideas de la co-rriente artística y culturas hayan llegado al Nuevo Mundo, sino también porque ha-bían una “complejidad barroca” en la so-ciedad. Leonard habla sobre la multiplici-dad de clases y castas que desembocaron en un gobierno jerárquico y estratificado, que bien para la monarquía española pudo haber significado un “divide y gobierna”. Asimismo en todo ese mosaico de dife-rentes grupos humanos sobresale natural-mente la “hegemonía de la minoría blanca privilegiada”.25

23 Irving A. Leonard, La época barroca en el México Colonial, 57.

24 Irving A. Leonard., La época barroca en el México Colonial, 60-62.

25 Irving A. Leonard., La época barroca en el México Colonial, 65;66.

Otro factor para complejizar más la sociedad novohispana, fue el caso de las rencillas regionales que se traían del Viejo Mundo entre los peninsulares y, que de-cantaron en una división de la blanca cla-se alta gobernante. Aunado a esto, se en-cuentra el crecimiento de los criollos y su descontento, pues se sentían notablemente contrariados porque “el fruto de sus ante-pasados” no les era reconocido, y fuesen en múltiples ocasiones menospreciados y discriminados.26

Se creó entre esta raza criolla, que des-de inicios del siglo XVI habían empeza-do a consolidar una identidad muy aguda y un grupo demasiado definido (y desde un inicio con síntomas de inferioridad), un sentimientos de odio hacia el gachupín, pero que constantemente se veían obliga-dos a ocultar,27 y bien, se ve notablemente expresado este “disimulado odio” en las expresiones artísticas.

Para explicar un poco las formas de ex-presión y el uso del arte como desahogo, se puede leer en la siguiente cita:

Accesibles a los criollos eran las profesiones de derecho, medicina y teología, pero la mayoría de ellos eran temperamentalmente inadecuados para un esfuerzo intelectual sostenido y su vasto ocio rara vez produjo algo más que cierto diletantismo y una corriente desenfrenada de

26 Irving A. Leonard, La época barroca en el México Colonial, 67-69.

27 Irving A. Leonard, La época barroca en el México Colonial, 72-73.

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la población.”30 Ya hemos visto un poco de esto, en el apartado del Guadalupanis-mo, que la nación criolla, en este momen-to estaba desesperada por conseguir una asentada identidad, puesto se sentían en un constante estatus de “peregrino”, no sin-tiéndose enteramente “de aquí” (hablando en el sentido de que no se sentían al mismo grado nativos como los indios) ni “de allá” (es decir, europeos o peninsulares).

En palabras de Francisco De la Maza: “El guadalupanismo y el arte barroco son las únicas creaciones auténticas del pasa-do mexicano del pasado mexicano, dife-renciales de España y del mundo. Son el espejo que fabricaron los hombres de la Colonia para mirarse y descubrirse a sí mismos.”31 ¿Espejo en qué sentido? Nar-váez vuelve a responder esta pregunta ya que nos menciona que el criollo, se dotó con el barroco elementos para que poder expresar el amor que empezaba a adqui-rir a su tierra y a su religión, se aglutina-ban en este proceso elementos indígenas y “modernos”, dándose una articulación de la sociedad al recuperar los valores y experiencias olvidados en la Conquista.32

Para finalizar este apartado, no está de más retomar una cita de Irving Leonard, que nos dice: “Vista retrospectivamente,

30 Adriana Narváez Lora, “Guadalupe, cultura barroca e identidad criolla”, 134.

31 Francisco De la Maza, El Guadalupanismo mexicano, 10.

32 Narváez Lora, Adriana “Guadalupe, cultura barroca e identidad criolla”, 134.

versos rimbombantes. El neoescolasticismo de la época barroca estimuló a la erudición superficial y el verbalismo con los cuales algunos criollos buscaron una superioridad compensatoria.28

La autora Adriana Narváez Lora nos mues-tra una nueva percepción que va a diferen-ciar notablemente el barroco europeo del americano; la primera tesis que ella propo-ne es que en América, el contexto cultural y social influye a una diferenciación notoria entre ambos movimientos.29 Así pues, re-cordemos lo que ya se ha mencionado: en este momento uno de los conflictos prin-cipales en el escenario europeo era el de la fractura de la hegemonía religiosa que llevó a una división de ésta en dos bandos, Reformista y Contrarreformista; como se expuso, en América, por ser parte de la ju-risdicción de la monarquía hispánica, estu-vo bajo la sombra Contrarreformista, pero el barroco fue influido por otros aspectos más allá de la situación religiosa.

Como diría Narváez: “En el caso es-pecífico del Barroco novohispano, sirvió para integrar a los criollos con el resto de la población, y lo que es más impor-tante, sirvió al mismo tiempo como he-rramienta de identidad frente al resto de

28 Irving A. Leonard, La época barroca en el México Colonial, 74.

29 Adriana Narváez Lora, “Guadalupe, cultura barroca e identidad criolla”, Historia y grafía, núm. 35 (2010): 132 Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=58922951005 [Consultado el 8 de Diciembre de 2017].

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en la “larga siesta”33 del Nuevo Mundo durante el siglo XVII, parecen verdade-ramente barrocas la profusión de detalles etnológicos, la complicada jerarquía y la credulidad supersticiosa”.34

Resulta pertinente el rescate de la cita anterior, debido a que es un buen resumen de todos los argumentos tratados en este apartado. La complicada jerarquía es el recuento a los conflictos entre la superiori-dad peninsular y la discriminación criolla; la credulidad supersticiosa, puede darnos una idea del tema ya tratado de la “nueva simbología” religiosa y el renacer de los elementos autóctonos “cristianizados”; y finalmente los detalles etnológicos, hacen alusión al mosaico complejo de la socie-dad dividida en clases y castas.

Siglo XVIII. El nacionalismo criollo (novohispano):

Como ya se ha mencionado, la búsqueda y creación de una identidad para los crio-llos representó uno de los principales re-tos y afanes para la sociedad novohispana en el siglo anterior (XVII). Finalmente el concepto identidad salió, así como nuevos elementos que son propiamente mexica-nos, como lo sería la Virgen de Guadalu-

33 Leonard había mencionado que era un momento de auge y paz en este siglo para el mundo hispánico, por eso se refiere ahora a esta centuria como larga siesta.

34 Irving A. Leonard, La época barroca en el México Colonial, 86.

pe; en el siglo XVIII, se recogió todo este conjunto de nuevos pensamientos y teo-rías, y además, ocurrieron nuevos factores en estos años que llevaron a que un nuevo sentimiento nacionalista emergiera.

Uno de ellos sin duda es que, hubo un cambio reformista entrado el siglo XVIII, una modificación en las estructuras del go-bierno, la educación, las instituciones cul-turales, y asimismo, se abrió una nueva co-nexión con las formas de pensamientos de Norteamérica y Europa,35 que modificaron la forma de pensar de los novohispanos, debido a que desde tiempo atrás, había un notable conflicto entre las necesidades de la metrópoli y las del virreinato.

Con las Reformas Borbónicas se vio acrecentado el sentimiento nacionalista del criollo, puesto que con la nueva mo-dificación en el aparato interno burocráti-co, los peninsulares que llegaron a escena, desplazaron nuevamente a los criollos de las actividades del gobierno, además de que, se crearon un conjunto de alianzas en la élite gobernante, causando descontento entre muchos criollos.36

Con la apertura en el comercio, las re-laciones con nuevas potencias extranjeras ayudaron a que el sentimiento nacionalista retomara fuerza y dirección, debido a la

35 Luis Jáuregui, “Las reformas borbónicas”, en Escalante Gonzalbo, Pablo; et. al., Nueva Historia Mínima de México (Ilustrada), (México: El Colegio de México, 2008), 241.

36 Luis Jáuregui, “Las reformas borbónicas”, 243.

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influencia de corrientes intelectuales. De igual manera, al ser capaces de mantener un comercio activo y próspero, adquirió mayor confianza en éste y en su “inde-pendencia” dentro de la subsistencia en el Virreinato. Esta confianza además impul-só a que el virrey José de Iturrigaray diera la iniciativa de la creación de las milicias provinciales; este hecho ayudó a que los criollos novohispanos empezaran a darse cuenta de su poder militar como nación. 37

Estos y más aspectos sustentaron la idea de que la Nueva España era una na-ción aparte de la metrópoli: pueden men-cionarse algunos como la influencia de la Ilustración o las nuevas Guerras con tintes independentistas (de las Trece Colonias y la Revolución Francesa). Sin embargo, algo es seguro: las ideas de esta élite re-legada (criollos) fueron la semilla de una identidad propia para los habitantes de las colonias hispánicas, que desembocaría en futuras luchas de independencias a lo lar-go de todo el continente americano.

Conclusión

En el presente ensayo hemos recorrido cómo era principalmente el pensar de la clase social que representaron los criollos, donde pudimos ver que ese “descontento” por ser constantemente menospreciados por la minoría peninsular terminó en un

37 Luis Jáuregui, “Las reformas borbónicas”, 243.

importante movimiento cultural e ideo-lógico que determinó la creación de una nueva identidad para un grupo que a la lar-ga sería el responsable de la emancipación de las colonias europeas en América.

Es interesante la manera en la que se valieron de expresiones artísticas y reli-giosas para poder otorgarse elementos que los identificaran entre ellos mismos y los diferenciaran tanto de europeos como de indígenas. La Nueva España ya no era el antiguo Imperio Mexica, pero tampoco era propiamente una parte del Imperio Espa-ñol, por lo que su gentilicio no podía ser gachupín ni indio. El criollismo estuvo lleno de sentimientos como el orgullo, el patriotismo, la tenacidad, la pasión y la fe, en su religión, en su patria y en sus ideales.

Otro aspecto importante sin duda es el proceso con el que se fueron puliendo estos ideales para llegar a consumar mo-vimientos tan trascendentes como lo fue la lucha insurgente en las primeras décadas del siglo XIX, así como el hecho de que actualmente muchos de estos emblemas criollos siguen siendo de importancia para la nación mexicana, como la Virgen Gua-dalupana.

Esperando que los objetivos impues-tos en la introducción del trabajo se hayan cumplido, es momento de cerrar la investi-gación, haciendo énfasis en lo valioso que es la revisión de esta corriente cultural e ideológica para entender el sentimiento de nación e identidad que se tuvo y aún ahora se tiene en nuestro país

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Fuentes de consulta

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Diccionario de la lengua española Online, s.v. “Crio-llo”, http://dle.rae.es/?id=DgIqVCc [Fecha de consulta: 06 de Diciembre de 2017]

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Narváez Lora, Adriana “Guadalupe, cultura barroca e identidad criolla”, Historia y grafía, núm. 35 (2010): 129-160. Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=58922951005 [Con-sultado el 8 de Diciembre de 2017]

Navarrete, Federico, Las relaciones interétnicas en México, México: UNAM, 2004.

Recinos Aquino, Ivonne, De la Patria del criollo a la nación de élites, (FLACSO Guatemala: Guatemala, 2013) 24-25 Disponible en: https://ebookcentral.proquest.com/lib/univeraguasca-lientessp/reader.action?docID=322126 [Consul-tado el 7 de diciembre de 2017]

Suárez de Peralta, Juan. Tratado del descubri-miento de las Indias y su conquista, México: Ediciones Conaculta, 1990.

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Laura Olvera TrejoUniversidad Autónoma de Aguascalientes

Lic. En Historia7° semestre

Introducción

El trabajo que a continuación se presenta, intenta dar un panorama de la visión de la sociedad novohispana con respecto a las normas de comportamiento, actos que no eran bien vistos por la sociedad, ni por la Santa Inquisición. A través de esto se bus-ca explicar conductas y hábitos de una so-ciedad durante la época colonial.

Para llevar a cabo la investigación se consultó un expediente de la Santa Inqui-sición, con la finalidad de realizar un aná-lisis de los comportamientos de la socie-dad, en este caso el de las autoridades y testigos que acusan a Juan García de Santa Ana por ser sospechoso judío. También es necesario conocer su contexto, anteceden-tes de lo que fue el Santo Oficio para poder comprender su poder político, económico, social y cultural en la sociedad de la Nue-va España.

La estructura del trabajo es la siguien-te; lo primero es mencionar la formación de la Santa Inquisición en Europa, poste-riormente el traslado a la Nueva España y

NORMAS DE COMPORTAMIENTOEN LA NUEVA ESPAÑA. UNA

MIRADA A TRAVÉS DEL CASODE JUAN GARCÍA DE SANTA ANA

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de ahí partir para explicar un poco sobre la sociedad novohispana, y por último se aborda el documento en donde se va cen-trar el análisis de esta investigación.

Desarrollo

Los orígenes de la Santa Inquisición sur-gen entre el siglo XII y XIII en Europa, propiamente en Francia e Italia como res-puesta del catarismo1 que se había exten-dido en estos territorios. La Inquisición fue utilizada como “el instrumento encargado de preservar y defender a la fe cristiana de todo aquello que ponía en peligro la esta-bilidad y el poderío de la Iglesia católica”.2 Con respecto a España sus antecedentes radican en el Reino de Aragón en donde se estableció la primera Inquisición papal, sin que tuviera gran trascendencia; básica-mente “la inquisición resurgió, a fines del siglo XIV, para desterrar creencias y tra-diciones de moros y judíos”3 pero no fue hasta que los Reinos de Aragón y Casti-

1 El catarismo es un movimiento religioso que surgió en Europa Oriental y se propagó en Europa Occidental en siglo X, a través de las rutas comerciales. La doctrina de los cátaros hablaba de una dualidad creadora entre Dios y Satanás. La Iglesia Católica consideró sus doctrinas como heréticas.

2 Adriana Rodríguez Delgado, “El estudio del procedimiento inquisitorial a través de los documentos del Santo Oficio”, en De sendas, brechas y atajos. Contexto y crítica de las fuentes eclesiásticas. Siglos XVI-XVIII, coords. Berenise Bravo Rubio & Bieñko de Peralta Dorota, 107 (México: INAH-PROMEP, 2008).

3 Rodríguez, “El estudio del procedimiento inquisitorial”, 107.

lla se unificaron (por el matrimonio de los Reyes Católicos) cuando la Inquisición española “fue fundada por el papa Sixto IV”4 en el año de 1478, la cual años más tarde se encargaría de expulsar a los judíos y moros de España.

La Santa Inquisición como institución tomó un papel importante en la sociedad europea, se encargó de perseguir y preve-nir cualquier peligro que afectara a la Igle-sia, sin embargo, en el siglo XVI Europa y el mundo sufrieron grandes transforma-ciones en sus mentalidades y su forma de percibir la vida, por una parte la reforma protestante o también conocida como re-forma religiosa. Fue un movimiento ini-ciado en Alemania por Martín Lutero en el año de 1517. Impulsado por varias ra-zones, entre ellas el cambio de mentalida-des de esa transición de la Edad Media a la época Moderna, así como la difusión a través de la imprenta como invento con-solidado que permitió expandir más el conocimiento, que por mucho tiempo so-lamente se encontró en los monasterios. La Iglesia como institución se vio direc-tamente perjudicada, pues se cuestionaba su palabra y por consecuente su poder que había logrado consolidar y concentrar a lo largo de la Edad Media. De esa manera se dividió Europa entre los países católicos y protestantes.

4 Rodríguez, “El estudio del procedimiento inquisitorial”, 108.

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dad política y religiosa en el nuevo Mundo ante cualquier amenaza como: • Brujería • Herejía (judaísmo, protestantismo,

calvinismo)• Blasfemias• Fingimiento místico (alumbrados o

iluminadas)• Hechicería• Supersticiones • Magia

De esa manera “la institución del Santo Oficio, la Iglesia misma se convirtió en el mecanismo regulador”8 de la sociedad no-vohispana en aspectos sociales, políticos, morales, religiosos.

Es complicado querer entender menta-lidades de alguna época, porque se corre el riesgo de generalizar aspectos de la vida cotidiana, su ideología, pensamientos, su cultura. No se debe creer que existe ver-dades absolutas. En este trabajo se busca dar pista de algunas normas de comporta-miento de la sociedad novohispana, pero sin creer que estos preceptos son la verdad absoluta de una realidad que se encuentra tan lejos de la nuestra.

La sociedad novohispana es una com-pleja realidad de “relaciones establecidas entre diferentes grupos”9 sociales como

8 Rodríguez, “El estudio del procedimiento inquisitorial”, 110.

9 Sara Sánchez de Olmo, “Marginalidad, brujería y etnicidad en Nueva España: María de la Candelaria. Una maléfica mulata del siglo XVIII”, Letras Históricas, núm. 13, (2007):16.

No fue una tarea fácil la que enfrentó la Iglesia pues:

Junto al desasosiego espiritual popular que se sentía en toda Europa, existía el deseo de muchos monarcas de controlar sus Iglesias nacionales y sus tierras…Estos gobernantes suponían un reto cada vez mayor para las autoridades de Roma, ya que los estados-nación eran cada vez más fuertes.5

Cuando se descubre el Nuevo Mundo, la Iglesia será una de las más interesadas en evitar que ocurra lo mismo que en Europa con la reforma protestante, los judíos, he-rejes, blasfemos, etc.

La primera Inquisición en la Nueva España existió con un carácter monásti-co “representado por los primeros frailes evangelizadores”,6 que va del año 1522 al 1532, posteriormente estuvo la Inquisi-ción Episcopal durante 1535 al 1571, año de fundación y establecimiento del Santo Oficio que “funcionó en nuestro país du-rante la época colonial y los primeros años del siglo XIX”.7

Felipe II, fue quien instauró el Santo Oficio tanto en la Nueva España como en Perú con la finalidad de mantener la uni-

5 Michael Collins & Matthew Price, Historia del cristianismo (Barcelona: Blume, 2000), 131.

6 Rodríguez, “El estudio del procedimiento inquisitorial”, 108.

7 Olivia García, “Inquisición y sociedad novohispana. Reseña de Inquisición y sociedad novohispana en México 1571-1700 de Solange Alberro”, Tzintzun Revista de estudios históricos, núm.18, (julio-diciembre 1993): 191.

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españoles, criollos, mestizos, indios, mu-latos, negros entre otros. Se puede con-siderar como una sociedad estratificada y se pensaría que los estratos no mantenían relaciones sociales, políticas y culturales, sin embargo el mestizaje cultural y racial es la evidencia de lo contrario.

Durante la época colonial surge una nueva sociedad que no va ser ni la pre-hispánica, ni la hispana, sino la fusión de ambas agregando una tercera raíz que será la afrodescendiente. Para entender a la so-ciedad novohispana es necesario observar las relaciones sociales, políticas, cultura-les entre los estamentos de la época. Es así como surgen las primeras incógnitas en torno a la sociedad colonial ¿Quiénes la conformaban? ¿Cuáles eran sus costum-bres? ¿Hábitos? ¿Entretenimientos? ¿Prác-ticas? ¿Sus pensamientos? En este trabajo no se tiene la intención, ni la capacidad de abarcar todas las preguntas anteriores, en realidad se concentrará en algunas normas de comportamiento de la sociedad novo-hispana. De aquí surgen otras preguntas como el hecho de entender a las normas de comportamiento como parte de un apa-rato regulador de la sociedad, en donde la Iglesia como la Inquisición se encargaba de poner el orden en la Nueva España.

Tras un largo recorrido entre el contex-to, antecedentes de la Santa Inquisición y, la sociedad novohispana, ahora es el mo-mento de entrar de lleno al eje central de la investigación, observar a las normas de comportamiento de los miembros de la so-

ciedad colonial a través de un expediente de la Santa Inquisición, que básicamente son denuncias en contra de Juan García de Santa Ana.

El expediente que se consultó son fo-tocopias del Archivo General de la Nación que se encuentran en el fondo de la Inquisi-ción, volumen 368, expediente 80, el cual contiene 10 fojas que van del 300 al 310. Estos documentos forman parte de una do-nación a cargo de Luis Gerardo Cortéz en el año 1998. Las fotocopias con las cuales se realizó el trabajo se pueden consultar en el Archivo del Estado de Aguascalien-tes, ubicadas en el catálogo que tiene por nombre Adquisiciones y donaciones, caja 1, expediente 3.

La Santa Inquisición fue un aparato re-gulador de comportamientos en la Nueva España, aunque ejerció un papel prepon-derante se puede considerar que no fue tan radical como en el caso de Europa. Si bien se encargaba de vigilar y evitar cualquier peligro en contra de la religión y de la Igle-sia, su papel principal en la Nueva España fue dar servicio como juez, una especie de regulador de la sociedad sin ser tan enér-gico en su papel como lo fue en Europa a la hora de castigar y sentenciar. En el caso de Europa el proceso iniciaba a partir de una delación o pesquisas, posteriormente el tribunal se encargaba de seguir el caso. Durante este proceso se confiscaban los bienes del acusado que servían como pago a los gastos de la prisión. En el transcurso del proceso se realizaban interrogatorios

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en donde se ejecutaban métodos inquisi-toriales para arrancar confesiones, como nos dice Alfredo Alvar “[Se utilizaba] la garrucha [que] servía para colgar al acu-sado por las muñecas con una cuerda fi-jada a una polea que colgaba del techo” así mismo se usaba “la toca [también conocida como] tortura del agua”10 entre otros métodos, que no fueron utilizados en la Nueva España. Además la cantidad de procesos que se llevaron en la Nueva España son mínimos en comparación a los que se ejecutaron en Europa.

Las normas de comportamiento son construcciones sociales, en las que los mismos miembros de la sociedad las esta-blecen. En el caso de la Nueva España “los mecanismos internos de control social es-tablecidos por las advertencias morales acerca de la desobediencia a la Iglesia”11 serán el elemento fundamental del control por parte de la Santa Inquisición. En una sociedad tan religiosa el ser involucrado con la Inquisición y propiamente con ex-comuniones, juicios, penitencias, autos de fe, era algo desacreditador para la persona. El salir de estas normas de comportamien-tos implicaba estar fuera del mecanismo de la sociedad, razón por la cual el acusa-do de este expediente fue denunciado ante la Inquisición.

10 Alfredo Alvar Ezquerra, La inquisición española 1478-1834, (Madrid- España: AKAL, 2016), 25.

11 Susan M. Deeds, “Brujería, género e inquisición en Nueva Vizcaya”, Desacatos, núm.10, (otoño-invierno 2002):41.

El expediente son denuncias ante el Santo Oficio de la Inquisición en contra de Juan García de Santa Ana, también cono-cido como Juan García de la Sofía, quien era vecino de la Villa de Aguascalientes, por ser presunto judaizante. La denuncia data del 15 de noviembre de 1604. La Villa de Aguascalientes para esos años, nos dice Gómez Serrano “[…] aunque la guerra chichimeca había terminado y la región estaba pacificada por completo, el panorama que se podía observar en la vi-lla de Aguascalientes era completamente desolador”.12 Era una pequeña población para entonces, pero aun así se puede ob-servar las normas de comportamiento de sus habitantes.

En dicha denuncia se le acusa de “vivir (sic) contra la ley de dios”13 según Simón Bargas Bachuca, quien era también veci-no de la villa de Aguascalientes y Teniente Real Aguacil Mayor de dicha villa. Dice conocer al acusado hace aproximadamente ocho meses, al cual lo ha escuchado decir muchas palabras en ofensa de Dios, ade-más lo acusa de no ir a misa aun cuando se encuentra en buen estado de salud. En otra parte de las denuncias otros testigos reafir-man la anterior acusación y agregan que no va a misa en días señalados y cuando

12 Jesús Gómez Serrano, Eslabones de la historia regional de Aguascalientes, (Aguascalientes, UAA, 201), 51.

13 AHEA, Fondo Donaciones y Adquisiciones, expediente 3, caja 1, foja 2.

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va solamente se pasa contando <<cuentos y hablando>>.

En los expedientes de la Inquisición se pueden observar otro tipo de delaciones como la falta de paga a los empleados y acusaciones de relaciones personales… en gran medida se debe porque las personas podían denunciar al vecino sin mayor di-ficultad, y aun cuando no se tuvieran evi-dencias se abría una averiguación.

Entre las imputaciones de este caso se encuentran el hecho de que Juan García de Santa Ana no les pagaba a sus empleados, ni los dejaba ir a misa, lo cual implicaba una falta a los comportamientos de la so-ciedad. Los testigos dicen que: “No les paga jamas (sic) su trabajo en lo que toca a indyas (sic) y mestizas”.14

En la denuncia aparecen otros testigos entre ellos Fernández B. y Martín Navarro, vecinos de Teocaltiche, quienes han escu-chado a Juan García de Santa Ana llamar a los demonios y a quienes pide que se lo lleven, además de escucharlo decir blasfe-mias. Al parecer Juan García de Santa Ana vivió en Teocaltiche en donde conoció a los testigos.

Entre las inculpaciones se encuentran el hecho de que en las mañanas el acusado salía de su casa y se quitaba el sombrero al poniente lo contrario de donde sale el sol, acompañado de <<santiguos>>, acciones

14 AHEA, Fondo Donaciones y Adquisiciones, expediente 3, caja 1, foja 8.

que los testigos consideraban cosas de ju-díos.

Juan García de Santa Ana era cristiano nuevo, pariente de judíos, se sabía que “a su auela (sic) [la] quemaron”15 se consi-deraba que por descendiente de judíos, tal vez solo fingía ser cristiano. Además sus comportamientos como llamar al diablo, decir blasfemias entre ellas hablar de la madre de Dios, renegar de los juramen-tos y de Dios, comer carne cuando no se debía (pascua, por ejemplo) eran indicios de que seguía siendo judío. Estas situa-ciones son muy comunes en la época, el hecho de fingir para poder ser aceptado en la sociedad.

Otro comportamiento que no era acep-tado, era el hecho de realizar juramentos muy grandes de <<Dios nuestro señor>>, al considerar a Dios como lo más sagrado, no se debía poner en boca su divinidad.

En este caso no se sabe si realmente Juan García Santa Ana era judío, podría ser una posibilidad, pero tampoco se sabe si procedieron las denuncias, si hubo un juicio, una sentencia. En muchos de los casos sólo quedaban en denuncias.

Los judíos durante la época colonial fueron una realidad en la Nueva España pues: “la unión de las coronas de Castilla y Portugal propició que muchos portugue-ses pudieran pasar a las indias españolas

15 AHEA, Fondo Donaciones y Adquisiciones, expediente 3, caja 1, foja 5.

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sin dificultad; entre ellos se encontraron numerosos descendientes judíos”.16

Algunos conservaban sus creencias, pero se veían en la necesidad de ocul-tarlas, pues como nos dice el sociólogo Erving Goffman respecto al estigma que puede ser un comportamiento, atributo, rasgo que los individuos portan, son ob-servados como algo negativo, inaceptable y propiamente inferior a los demás, decidí mencionar el concepto porque considero que en la sociedad novohispana al salirse de las normas de comportamiento estable-cidas, el individuo es estigmatizado por los demás, de igual modo que “los estig-mas tribales de la raza, la nación y la reli-gión, son susceptibles de ser transmitidos por herencia”17 hecho que ocurre en las mentalidades de la sociedad novohispa-na y por lo cual podemos considerarnos herederos de un país altamente religioso, en donde los estigmas son muy marcados, aun cuando ya no sea como antes.

Al descubrirse el nuevo Mundo se abrió la posibilidad para judíos, calvinistas, pro-testantes y en general a las personas para encontrar un nuevo lugar en donde vivir, situación por la cual la Inquisición busca-ría evitar cualquier peligro de ideologías que atentara a la estabilidad de la Iglesia, dando ejemplos de escarmiento en las pla-zas principales, como en la ciudad de Mé-

16 Olivia García, “Inquisición y sociedad novohispana”, 193.17 Erving Goffman, Estigma. La identidad deteriorada,

(Buenos Aires: Amorrortu- Editores, 1963), 14.

xico, pero como se comentó anteriormente la Inquisición fue más tolerante en la Nue-va España a comparación de Europa. Otro punto que no debe quedar en el aire es que los indígenas no eran llevados a la Inqui-sición, ellos eran juzgados en el Tribunal de Indias.

A la Inquisición le interesaba mantener el orden y se podría decir que lo logra a través de normas de comportamiento liga-das con la moral religiosa de una sociedad. Como dice Solange Alberro:

La denuncia surge del conjunto del <<pueblo cristiano>> al que se incita con regularidad, mediante los edictos de fe y las órdenes dadas por el sacerdote en el acto de la confesión, a que declare ante el Santo Oficio cuanto pueda parecer sospechoso en materia de fe o de práctica religiosa.18

En gran medida las normas de comporta-miento son las construcciones sociales de los mismos miembros de esta. Las prác-ticas, reglas, conductas establecidas de la época colonial sólo son la respuesta de una parte de la estructura de la sociedad novo-hispana.

Conclusión

El trabajo tenía la finalidad de observar normas de comportamiento durante la

18 Solange, Alberro, Inquisición y sociedad en México, 1571-1700, (México, D.F.: FCE [Fondo de Cultura Económica], 1988).

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época colonial como la obligación de ir a misa, no realizar ofensas en contra de Dios y los santos, respetar los días festivos como Pascua, el uso de rosarios y objetos religiosos de manera apropiada, observar como no era bien visto ir con curanderas, ni creer en supersticiones, etc. pero sobre todo se buscaba ver que comportamientos eran mal vistos por la sociedad y por el Santo Oficio, esto se intentó conseguir a través del expediente de Juan García de Santa Ana, vecino de la Villa de Aguas-calientes, sin embargo considero que para este trabajo de análisis de sociedades es necesario consultar más expedientes para hacer un ejercicio comparativo y para ver en que comportamientos son iguales y en que difieren, etc.

De ninguna manera este trabajo pre-tende decir que estas normas de compor-tamiento que se reflejan en el expediente son la verdad absoluta de la época, sin embargo nos permite abrir la brecha para entender una pequeña realidad del periodo colonial.

Debo aceptar que la idea de hacer este trabajo surgió después de leer el libro de Carlo Ginzburg El queso y los gusanos; me gustó su metodología, sin embargo es muy complicado llevarlo a la práctica.

Expediente de Juan García de Santa Ana. AHEA. Fondo Donaciones y adquisiciones, Expediente 3, caja 1, foja. 1.

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Fuentes de consulta

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Archivo

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Complementarias

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Abner Marduk Silva CamarilloUniversidad Autónoma de Ciudad Juárez

Lic. En Historia 12° semestre

El milagro mexicano ha quedado como un periodo de crecimiento, estabilidad económica y política, en general, un buen periodo en la historia nacional, a partir de la mitad del siglo XX. Fue la promesa cumplida por la cual se hizo la revolución y con la que el partido hegemónico (PRI) se legitimó en el poder. Podemos dividirlo en dos etapas: la primera en la industria-lización vía sustitución de importaciones de 1940-1958; y la segunda el desarrollo estabilizador de 1958-1970. Ésta es la que nos compete. El desarrollo estabilizador se ha manejado como una década en la que había desarrollo económico, porque se manejaban porcentajes altos en el PIB 6% y se estabilizó la deuda externa, al igual que se mantuvo el precio del dólar a 12.50 pesos.

Pese a los porcentajes altos manejados en las estadísticas y el discurso que ma-nejó el PRI, algunos sectores de la socie-dad mexicana manifestaban lo contrario. Aproximadamente de 1975 hasta los no-venta, la economía nacional pasó por tran-

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EL MILAGRO MEXICANO1958-1970, ¿HUBO DESARROLLO

Y ESTABILIDAD?

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siciones, crisis, devaluaciones del peso y manifestaciones sociales. ¿Cómo fue que pasó de un modelo estabilizador a una se-rie de cambios violentos muy marcados en el neoliberalismo? ¿Cómo se pasó de un programa que trataba de ser equitativo a un modelo que incrementó los índices de pobreza y la concentración del capital en pocas manos?

Tres preguntas clave en este trabajo son: ¿Cómo surgió el desarrollo estabiliza-dor?, ¿Qué lo mantuvo? y ¿Qué lo agotó?

Durante la década de 1970 empezaron a surgir críticas al desarrollo estabilizador, por las contradicciones que se estaban vi-viendo en esa época. Hay versiones sobre el desarrollo estabilizador, una es la crítica que se ha hecho y otra es la versión oficial que defiende la posición de que el progra-ma funcionó, reflejando los resultados en las estadísticas del crecimiento del PIB. Aquí un antecedente:

Durante los gobiernos de los presidentes Adolfo López Mateos (1958-1964) y Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) se cumplió uno de los principales objetivos que en materia económica habían planteado los gobiernos posrevolucionarios: avanzar de manera sostenida en el desarrollo económico del país con estabilidad macroeconómica. Partiendo de los principios de la Revolución Mexicana, los gobiernos que de ella emanaron buscaron generar un crecimiento económico que permitiera mejorar los niveles de vida de los grupos sociales que conforman la nación. Con una atención que varió a lo largo de las décadas de acuerdo con las circunstancias del país, también reconocieron la importancia

de alcanzar la estabilidad de precios para dar continuidad al crecimiento y aumentar su beneficio en el bienestar social. Los instrumentos de política económica utilizados por los gobiernos posrevolucionarios fueron diversos. Los resultados dependieron no solo de las políticas aplicadas sino también de factores políticos nacional y del contexto internacional. No obstante, hasta antes de 1970, la búsqueda de los objetivos de crecimiento, bienestar social y estabilidad macroeconómica definió el diseño de la política económica. Durante el periodo de 1958 a 1970, conocido como desarrollo estabilizador, se otorgó a la estabilidad macroeconómica una mayor importancia que en los gobiernos anteriores. La estabilidad se buscaba no con un fin en sí mismo, sino como una condición indispensable para lograr un desarrollo económico y social sostenido. La política económica aplicada durante esos años tuvo su sustento en los avances políticos, económicos y sociales logrados desde que concluyó el movimiento revolucionario; por eso, para comprender las medidas económicas que se aplicaron y los resultados que se obtuvieron durante la época del desarrollo estabilizador es necesario hacer referencia al desempeño económico del país en las décadas previas.1

Esa es la tesis que dio origen al discurso creador del desarrollo estabilizador y parte de la explicación de las decisiones del parti-do priista sobre la economía nacional.

De forma muy general, el antecedente del desarrollo estabilizador fue la Segunda Guerra Mundial, ya que las potencias orien-

1 Antonio Ortiz Mena, El desarrollo estabilizador: reflexiones sobre una época (México: FCE, 2000), 9-10.

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taron sus economías a la guerra y México aprovechó esta coyuntura para industriali-zarse e implantar el modelo de sustitución de importaciones, aunque ya desde 1936 se estaba invirtiendo en este rubro. Durante la guerra hubo proyectos importantes que se orientaron a la demanda de la guerra como Altos Hornos de México S.A., empresa pri-vada asociada a la American Rolling Mills quien aportó asistencia técnica y esta em-presa fue financiada en parte por Financiera Nacional. También se apoyó a la Compañía Fundidora de Hierro y Acero de Monterrey, y en el caso de Altos Hornos, empezó a fun-cionar en Monclova, (Coahuila) en 1944, con una capacidad para producir 140 000 toneladas de acero líquido al año. Esta em-presa también contribuyó a la creación de diversas empresas proveedoras.2

El cemento también fue muy demanda-do con la guerra, destacaron cuatro plantas cementeras que son las de Chihuahua, So-nora, Jalisco y Guanajuato. La cooperación en la inversión de este producto entre el sector público y privado hizo que en el país pasara de tener ocho plantas cementeras en 1940, a 19 en 1948. Se aumentó la pro-ducción de fertilizantes en el país en 1942 para fortalecer la agricultura. Este proyec-to estuvo a cargo de Nacional Financiera, quien creó otra institución en 1943: Guanos y Fertilizantes de México S.A.

2 Ortiz, El desarrollo estabilizador: reflexiones sobre una época, 32.

El sector textil tuvo gran importancia en la creación de empleos, pues se estableció la empresa Celanes Mexicana por un gru-po empresarial de Guadalajara, el Banco de México, Nacional Financiera y Celanese Corporation of América.3A los ingenios de azúcar, se les empezó a apoyar en la presi-dencia de Cárdenas, de cuya época fueron los ingenios de El Mante y Zacatepec, en Morelos. Después se abrieron ingenios en los estados de Sinaloa, Tamaulipas, Vera-cruz, Jalisco, Colima y Tabasco. En 1948, México era un exportador neto de azúcar. En el sector energético, la industria petrole-ra incrementó su producción en el periodo de 1940-1945 de 44 millones de barriles anuales, a 89 millones. La producción de gasolina tuvo un aumento anual promedio del 10.6% y la perforación de pozos petro-leros creció de 18 pozos que había en 1940, a 204 en 1955.

México refinaba 131 000 barriles diarios en 1940 a cerca de 270 000 en 1955. La ca-pacidad de energía eléctrica en 1940 era de 2 529 KWH, para 1955 pasó a 7261 KWH, pero este incremento no fue suficiente por lo que hubo que importar 302 kilovatios por hora.4 El desarrollo de estos siete sec-tores fue la base de la economía mexicana. En su momento empezaron a diversificar la economía nacional y trajeron empleos. En

3 Ortiz, El desarrollo estabilizador: reflexiones sobre una época, 33-34.

4 Ortiz, El desarrollo estabilizador: reflexiones sobre una época, 33.

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esta diversificación y desarrollo industrial también fue necesario importar insumos para mantener en función al equipo que se trajo para la industria.5

Pero de fondo hay que señalar que varias industrias de estos sectores fueron privadas y apoyadas, en mucho, por Na-cional Financiera, institución pública que funcionó con recursos públicos. Ahora, planteamos lo siguiente: todos esos recur-sos invertidos a la industria privada, pú-blica y mixta ¿retribuyeron la inversión a mediano o largo plazo?

Como ya fue mencionado, gran parte de la financiación de la industria fue gracias a Nacional Financiera; esto durante los años 1936-1948. Para 1950-1955 hubo progra-mas para el desarrollo de la infraestructura como la construcción de caminos y obras hi-dráulicas, con el objetivo principal de mover las mercancías y recursos para el comercio.

Al término de la Segunda Guerra Mun-dial, el entorno económico internacional deterioró a México porque los países de-sarrollados reorientaron sus economías a la reconstrucción interna y la demanda de productos mexicanos disminuyó pero la paridad entre el valor del dólar y el peso se mantenía a 4.85 pesos por dólar.6

México empezaba a entrar en recesión, pese al panorama internacional se quería

5 Leopoldo Solís, La economía mexicana I. análisis por sectores y distribución, (México: FCE, 1986), 146.

6 Ortiz, El desarrollo estabilizador: reflexiones sobre una época, 35.

mantener una estabilidad pero no se logró aplicar una política económica que pudie-ra hacer eso. Para 1948 las reservas inter-nacionales de México eran 70% inferiores a las que había tenido en 1945. Por lo que en ese mismo año hubo la necesidad de utilizar los lineamientos de estabilidad dictados por el FMI. Se buscó fijar de nue-vo la paridad del peso y el dólar, el FMI propuso la paridad de 10 pesos por dólar, pero el gobierno mexicano se negó debido a que esa depreciación provocaría fuertes presiones en precios y salarios. El FMI aceptó los argumentos de México y se fijó la paridad en 8.65 pesos por dólar. 7

En el contexto internacional, en 1950 inició la guerra de Corea, por lo que nue-vamente hubo una demanda externa en los productos mexicanos, aunque sólo que fue por poco tiempo. En 1952 durante la presi-dencia de Adolfo Ruiz Cortines, se mantu-vo un bajo crecimiento en la economía y la inflación permaneció a un nivel moderado. Para 1954 las autoridades hacendarias de México observaron que la economía na-cional volvería entrar en recesión aunque el tipo de cambio con el dólar permanecía estable. Es así como el equipo de trabajo de la Secretaria de Hacienda trató de for-talecer la macroeconomía haciendo una devaluación.

7 Ortiz, El desarrollo estabilizador: reflexiones sobre una época, 36.

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El 18 de febrero de 1954, Ruiz Corti-nes propuso la devaluación del peso para estimular la macroeconomía ya que era se-guro que se entraría en una recesión; pero la sociedad reaccionó mal al ver el tipo de cambio de 8.65 a 12.50 pesos por dólar. Esto se hizo público en abril del mismo año, la gente no entendía lo que ocurría debido a que meses antes se había dicho que la situación económica del país esta-ría estable y cuando fue la devaluación en abril la explicación que se dio fue muy téc-nica y eso provocó más desconfianza por parte de la sociedad. Noventa días después de la devaluación hubo fugas de capitales y las reservas del Banco de México disminuyeron debido a la especulación.8

Para el sexenio de Adolfo López Ma-teos él encargó al entonces director gene-ral del IMSS Antonio Ortiz Mena, quien después sería el secretario de hacienda, que diseñara un programa para estabilizar la economía nacional. Aquí la explicación que dio Ortiz Mena sobre la devaluación del peso frente al dólar:

Les expliqué que si bien era cierto que antes de la devaluación la economía se encontraba en una situación razonablemente buena, existía el riesgo de que, debido a la especulación, ocurriera una reducción importante de las reservas del Banco de México y que había que cuidarlas. México era un país pobre que tenía mucho que comprar al exterior y poco

8 Ortiz, El desarrollo estabilizador: reflexiones sobre una época, 37.

que vender. Como no nos alcanzaba, sino devaluábamos tendríamos que usar las reservas y con ello nos empobreceríamos todos. Con la devaluación compraríamos menos del exterior y venderíamos más, lo cual implicaría un menor uso de nuestras reservas.9

El objetivo del gobierno fue hacer crecer la macroeconomía, pero no lo haría si prime-ro no se reestructuraban los medios para esta meta y aquí fue donde surgió el desa-rrollo estabilizador. Esa fue la razón por la que se fue diversificando y fortaleciendo cada sector productivo, además de la ma-croeconomía el desarrollo estabilizador también se hizo con el fin de que acabara con los ciclos de inflación-devaluación.

En la opinión de Ortiz Mena, López Mateos puso las bases de una economía institucionalizada y Díaz Ordaz la reforzó. El resultado fue la estabilidad económica y política. ¿Qué fue lo que mantuvo el de-sarrollo estabilizador o cuál fue el éxito de dicho programa? El fortalecimiento y las mejoras que se fueron dando a los diversos sectores productivos, cuyos resultados se vieron en una macroeconomía alta, la esta-bilidad de la paridad dólar peso y del PIB en el 6%. En contraposición del discurso de Ortiz Mena, Fernando Carmona expli-ca que las estadísticas del crecimiento de la macroeconomía en el milagro mexica-no, se consideran altas porque se tomaron

9 Ortiz, El desarrollo estabilizador: reflexiones sobre una época, 38.

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como referencia estadísticas bajas de los sexenios anteriores. Además de que las estadísticas muestran signos de estar alte-radas y esto se sabe porque la realidad na-cional de ese tiempo muestra otra realidad que no dice el discurso oficial.10 Aquí la explicación de Fernando Carmona:

Hace más de veinte años un investiga-dor norteamericano cuya obra merece toda la estimación de empresarios y funciona-rios, así como de otros autores estadouni-denses afirmaba: “no es exagerado decir que en México todo lo que se relaciona con estadísticas…se haya en un Estado deplorable” (…) podemos ilustrar la si-tuación actual con la siguiente del también norteamericano Singer: (…) quien tenga un inclinación al purismo en la recabación y uso de datos, debería empacar sus cosas e irse a otra parte. A pesar de su desarrollo considerable ‒en algunos aspectos nota-bles‒ México era al principio de los años sesenta un país pobre, y su pobreza se ex-tendía a las estadísticas oficiales. En gran medida las estadísticas mexicanas han sido aproximaciones y adivinanzas, infor-madas según espero.11

De acuerdo a la afirmación de los in-vestigadores norteamericanos, Singer y Mosk,12 de que las estadísticas mexicanas

10 Fernando Carmona, Guillermo Montaño, Jorge Carrión & Alonso Aguilar M., El Milagro Mexicano, 17ª edición (México: Editorial Nuestro Tiempo, 1995), 16.

11 Carmona, El Milagro Mexicano, 16.12 El investigador a quien Carmona hace referencia al

eran imprecisas, podemos pensar que no hay datos concretos para medir el desa-rrollo industrial y económico de México durante aquellos años.

Otro elemento es que durante el desarro-llo estabilizador se afirmaba que México es-taba pasando de ser un país subdesarrollado a uno desarrollado. Sin embargo, haciendo la comparación de los niveles de vida de las sociedades desarrolladas con la mexicana en cuanto a producción, integración, diversifi-cación y productividad, hay una diferencia muy marcada, pues en ese momento con sólo salir de los centros industriales del país se notaban las desigualdades entre el cam-po y la ciudad. Fernando Carmona retoma por ello un concepto de Aguilar Monteverde que es el capitalismo del subdesarrollo;13 éste hace referencia a que durante la etapa del imperialismo, el sistema de producción que se consolidó en toda América Latina y en general en los países del tercer mundo, evidenció que esas economías sólo se con-centraban en la producción para el mercado, la explotación de los principales medios de producción apoyados en la propiedad priva-da y la explotación del trabajo asalariado.

En el discurso de los países industria-lizados, países como México debían pasar primero por el capitalismo del subdesarro-llo. Este modelo los llevaría a la siguiente

inicio de la cita es Sanfor Alexander Mosk y lo refiere en una nota a pie de página; Carmona, El Milagro Mexicano, 16.

13 Carmona, El Milagro Mexicano, 56.

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fase que era el desarrollo industrial pleno. Otro elemento importante es que este sis-tema de producción se originó porque los países iberoamericanos no lograron tener una independencia plena, específicamen-te independencia estructural: económica, tecnológica, científica, militar y política. Carmona trae a la discusión la tesis de Antonio García, sobre que “el capitalismo del subdesarrollo no es una etapa de trán-sito o un nivel cultural sino una estructu-ra con núcleos coordinados y una propia dinámica”.14

Este capitalismo no da los resultados de un desarrollo industrial acelerado ni de una burguesía emprendedora, como en Europa y Estados Unidos, sino todo lo contrario: mayor dependencia del extranjero, des-igualdad en el desarrollo nacional, estan-camiento de la industria y la presencia de una clase “dominante-dominada”.15 Esta pequeña palabra hace alusión a que todas las revoluciones que ha habido en México fueron hechas por pequeñas minorías bur-guesas, que lograron construir una nación pero no una independencia estructural, por lo que el país quedó en el subdesarrollo y ahora estas minorías deben alinearse a lo que estipulen las burguesías de los países desarrollados.16

Durante el desarrollo estabilizador, México se encontraba en esta situación

14 Carmona, El Milagro Mexicano, 56.15 Carmona, El Milagro Mexicano, 58.16 Carmona, El Milagro Mexicano, 57-58.

y es por eso que no podía ser un país de-sarrollado o estar en vías de desarrollo, porque otra de las críticas hacia este pro-grama es que se presentó como un modelo único y original propio de México cuando hay influencia de la Carta Punta del Este en la planeación de la economía nacional. Ortiz Mena lo reconoce, y explica que era necesario porque había que ajustarse al contexto internacional, además de que existían coincidencias entre el programa de la revolución mexicana y los acuerdos de la Punta del Este,17 esa es una de las críticas: el desarrollo estabilizador estaba orientándose a hacia los intereses extran-jeros y privados.

Cuando las industrias y servicios se nacionalizaron, o “mexicanizaron”, en los años de 1950-60, el término:

Era el lema que permitía matizar el sesgo “nacionalista” y conciliar los intereses del capitalismo nacional con los del capitalismo internacional. La “mexicanización” pretendía alentar a la empresa privada nacional al abrir posibilidades de participación importante en el capital de las empresas extranjeras y, también, asegurar una participación efectiva de mexicanos en la dirección y administración de las empresas.18

Por ejemplo, en el caso de la mexicaniza-ción de la energía eléctrica, la nacionali-

17 Ortiz, El desarrollo estabilizador: reflexiones sobre una época, 40.

18 Rafael Izquierdo, Política hacendaria del desarrollo estabilizador, 1958-1970, (México: FCE/CM, 1995), 133.

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zación se llevó a cabo por la Secretaria de Hacienda, quien de forma oportuna realizó los pagos correspondientes. En respuesta a eso, la compañía de seguros Prudential, una de las más importantes de Estados Unidos, hizo un préstamo de 100 millones de dólares al gobierno mexicano con plazo de pago a 15 años. El dinero se envió a Nacional Financiera quien manejaría ese recurso para la inversión de empresas pri-vadas, nacionales privadas o mixtas.

Así los empresarios que vendieron sus empresas al gobierno mexicano por na-cionalización, además de su pago también recibieron apoyo de Nacional Financiera para emprender otros proyectos en Méxi-co.19 ¿Entonces qué pasó? ¿Si hubo nacio-nalización? ¿O los dueños de las empresas en México sólo cambiaron de lugar con el Estado mexicano? En la petroquímica o específicamente en el caso de Pemex, se acordó un porcentaje de acciones del 51-49%,20 por lo que pareciera que éste es un caso raro de nacionalización u otra forma de expresión de un gatopardismo: cam-biar todo para que nada cambie. Con esta mexicanización hubo una serie de huelgas por parte de trabajadores y profesionistas debido a que cuando estos sectores esta-ban en manos de capital extranjero sufrían

19 Izquierdo, Política hacendaria del desarrollo estabilizador, 1958-1970, 115.

20 Izquierdo, Política hacendaria del desarrollo estabilizador, 1958-1970, 116.

cierta renovación periódica y cuando pasa-ron a ser parte del Estado dichos sectores dejaron de actualizarse por el proteccio-nismo que se estableció sobre la industria.

Otro tópico del discurso es que duran-te el desarrollo estabilizador hubo mejoría en la sociedad mexicana y un incremento de la clase media. Carmona explica que lo que hizo el milagro mexicano fue crear y hacer crecer una pequeña burguesía an-tes inexistente, pero de todos modos el crecimiento del Producto Interno Bruto por habitante en los últimos quince años del Porfiriato en promedio fue semejante y en algunos momentos mayor al de los gobiernos posrevolucionarios. El PIB por habitante anual era de 2.7% en 1895-1910 y 2.9% en 1935-1968, que en opinión de Ortiz Mena formó parte del auge del desa-rrollo estabilizador.21

Por parte del Estado el desarrollo es-tabilizador fue el momento de la indepen-dencia económica de México, pero los programas de desarrollo emprendidos por el milagro mexicano obedecieron a la rea-lidad de la lógica capitalista y de los países desarrollados porque al abrir la inversión extranjera, es decir, con la llegada de las maquiladoras en la frontera, el programa bracero y los demás programas del desa-rrollo estabilizador fueron la condena, en la opinión de Carmona, a la dependencia de México hacia Estados Unidos porque

21 Carmona, El Milagro Mexicano, 58.

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dejó de haber una preocupación por la sociedad y ahora esa pequeña burguesía debía apurarse por ahorrar. No obstante, cierto es que fue una época de prosperidad para los empresarios dado que se apoyó la capitalización por la iniciativa privada con una política fiscal moderada.

Hay que recordar que durante el proce-so que comprende el milagro mexicano el objetivo era desarrollar la industria, pero había poco capital para este sector por lo que México pidió préstamo para echar a andar el desarrollo estabilizador el cual fi-nanció a capitales extranjeros y nacionales a través de secretarías y programas como Financiera Nacional, aunque muchas de estas industrias no dejaron la remunera-ción que debían al Estado y fue acumulán-dose una deuda.

Recapitulando un poco, recordemos que el éxito del desarrollo estabilizador fue el crecimiento del PIB el cual tenía su base en la macroeconomía que estaba construida con el sector industrial de ca-pitales extranjeros, nacionales privados y mixtos. Una de las supuestas mejoras que trajo consigo el desarrollo estabilizador, fue el fortalecimiento de los diversos sec-tores de la producción nacional, que te-nían el fin de ser ocupados como medios y canales para el sostén de la economía. Desde Ávila Camacho hasta Díaz Ordaz hubo endeudamientos para mejorar la infraestructura que obedecía a intereses extranjeros; en otras palabras, macroeco-nomía.

En resumen, México se endeudó para poder atraer los medios adecuados para el capital extranjero. Llegaron esos recursos que fueron destinados al proteccionismo de empresas privadas y mixtas dejando la deuda solo al Estado mexicano, quien pagó los medios para el capital extranje-ro sin dejar una remuneración equivalente a la inversión. El capital extranjero llevó a la macroeconomía y eso fue el milagro comprobado.

En conclusión, ¿qué originó el desarro-llo estabilizador? Las políticas económicas internacionales que en su momento se qui-sieron aprovechar para dar una estabilidad económica. ¿Qué fue lo que mantuvo al desarrollo estabilizador? El contexto inter-nacional de la guerra fría y la credibilidad social por los altos índices del PIB, el cual se basó en la comparación de otros índices más bajos, y, finalmente, en la macroeco-nomía, donde una parte de la sociedad se mostraba conforme por el crecimiento de la clase media y de pequeñas burguesías que después se irían empobreciendo.

¿Qué fue lo que agotó al desarrollo esta-bilizador? En primer lugar, el proteccionis-mo del Estado que no permitió el desarrollo de la industria, ya que si bien esta medida debía ser transitoria, se dejó de forma per-manente. De acuerdo a Jesús Reyes no hubo un plan de industrialización y no se planteó de manera oportuna la pregunta de hacia dónde iba dirigida la economía nacional y si se planteó fue de forma tardía. Además de que había una restricción muy grande

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del mercado interno y de ahorro debido al proteccionismo del Estado y la legislación para la industria. Por ejemplo, en el caso de la energía eléctrica:

A pesar de que la potencialidad de los recursos hidroeléctricos se aprovechan aproximadamente un 10%, se ha recurrido a los procedimientos de generación termoeléctricos, que resultan más costosos que los de las plantas hidroeléctricas; esto se ha debido a innumerables causas, pudiéndose citar el desconocimiento de las localizaciones de los recursos hidráulicos, la mala distribución de ellos, en cuanto a los mercados de consumo. La concentración de la actividad económica en la región central del país, ha provocado que la industria eléctrica se concentre en dicha zona, fenómeno que actúa en forma de círculo vicioso.22

Otro factor de agotamiento fueron los sueldos y el hecho de incentivar cambios en las áreas rurales, ya que la mayoría de la gente en México no tenía poder adqui-sitivo porque era de campo, donde no hay modos de subsistencia y escasa cultura de consumo. Había un mercado pequeño pero consolidado. Al no haber un merca-do interno fuerte, la economía nacional se volvió una macroeconomía, la cual podía romperse con especulaciones y devalua-ciones. Al final el desarrollo estabilizador cumplió con el discurso de la macroecono-mía mas no con las necesidades sociales.

22 BANAMEX, Examen de la situación económica de México en el contexto mundial 1925-1976, (México: Editorial Jus, 1978), 415.

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David Miguel Rodríguez MartínezUniversidad de Santiago de Compostela, Galicia, España/Universidad Autónoma

de AguascalientesLic. En Historia

Introducción

“No hay historia económica y social por-que se acabó y se fue. Hay la historia sin más, en su unidad. La historia es, por defi-nición, absolutamente social”.1 Lejos que-dan los años en los que el papel del histo-riador versaba por ser el de un narrador de una serie de batallas y linajes con el ob-jetivo de relatar una realidad poco repre-sentativa, excluyendo la verídica formada por miles de individuos. Es el momento de abrir nuevas fronteras, auxiliándose en las disciplinas hermanas para introducir nue-vas perspectivas y aproximarse a una rea-lidad pasada con una mayor comprensión del presente.

Por ello, este breve artículo partirá ha-cia dos objetivos: uno de forma y otro de contenido. El primero establecerá un ideal

1 Lucien Febvre, Combates por la Historia (Barcelona: Ariel, 1970), 39.

LA EXPRESIÓN MUSICAL COMO MANIFESTACIÓN

CONTRACULTURAL: URUGUAYY LA CENSURA DICTATORIAL

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de mundo cosmopolita en el que las fron-teras políticas no sean más que directrices o convenios oportunos en materia admi-nistrativa, nunca realidades sociales que eclipsen la tarea del historiador. A través de aquello que Wolf2 denominó la “gen-te sin historia”, seguiremos un hilo argu-mental en el que los protagonistas serán los aspectos sociales por encima de los elementos político–económicos. Es pues un ensayo encargado de dar voz a aquellos valientes que aportaron ese factor intangi-ble a aquellas víctimas del imperialismo y la cesión de libertades, reflejado a través del caso uruguayo: la esperanza. A tra-vés de la hermandad de las palabras, es-tamos aquí para presenciar nuevamente la unión superlativa de la conducta humana y la percepción de diferencias existentes de un grito social alejado del ostracismo, otorgando el valor que el ser humano en verdad se merece.

En el área de contenido, el objetivo tra-tará de reflexionar sobre la trascendencia y métodos que la expresión reivindicativa cultural tuvo en el contexto latinoamerica-no propuesto, así como valorar la presen-cia de aquellos que decidieron no alienarse ante el sistema preestablecido. Referen-ciando a Orozco, “se pueden robar todos los lujos del que tiene y nunca llegaría a parecerse ni un cuarto”3 a la riqueza que

2 Cfr. Eric Wolf, Europa y la gente sin Historia (México: CFE, 1983).

3 Canción titulada Mi héroe de Antonio Orozco.

estos artistas aportaron a la sociedad. De esta forma, se estudiará la figura de aque-llos autores como personajes individuales, así como las diferentes alternativas y tri-quiñuelas que fueron llevadas a cabo para eludir la cesión de derechos tan imprescin-dibles como la misma libertad. Sapientes de la dificultad de un tratamiento emocio-nal de la Historia, los sentimientos serán tan importantes como el contenido infor-mativo de la misma, haciendo que este ar-tículo sea leído con una sensibilidad que habilite una mayor comprensión contex-tual, así como divulgar un elemento dentro de un episodio que suele ser olvidado.

Identidad y contracultura

La construcción de la identidad latinoa-mericana comienza en el mismo momento de la llegada española. En este encuentro cultural existe un claro choque asimétrico de poder y, desde entonces, mediante un proceso de yuxtaposición, la adaptación y pervivencia trataría de establecer una identidad propia para satisfacer la misma condición del ser humano. Desde aquí el pueblo profundizaría en una depresión que colapsaría sus mentes, sumiéndose en una miseria que veían cada vez más insalvable a partir de los años 60. Por un lado, el ago-tamiento del modelo de industrialización proteccionista y populista a finales de la década de 1960 traducida en una pobreza extrema extendida a causa del problema económico. Por otro, las medidas represi-

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vas de los regímenes militares encubiertas por el país de las barras y estrellas a través de la Operación Cóndor –y la consiguien-te Doctrina de Seguridad Nacional- y su propósito imperialista, donde el sistema económico deshumaniza a los individuos dándoles la categoría de meras cifras eco-nómicas y daños colaterales hacia una for-ma de equilibrar la balanza en pos de la vertiente capitalista en plena Guerra Fría.

Partimos de una identidad más allá de la nacional. Es la idea de resistencia frente a una realidad impuesta que trata de reba-jar los derechos que cada individuo tiene de por sí, especialmente la condición li-bertaria del ser humano. Por ello, la iden-tidad es referida a la unión entre familias, entre vecinos, entre compañeros, entre aquellos que consideraron que merecían como colectivo solucionar un problema recién implantado a través de una serie de directrices ajenas a las naciones propias y que estaba terminando con ellos uno por uno. A través de una reflexión alderiana en la que la búsqueda de satisfacciones en un colectivo primó ante la imposibili-dad de lograrla de forma individualizada, lo único que haría falta sería un motor de combustión que avivase la llama del pue-blo latinoamericano, reafirmando su iden-tidad popular devolviéndoles la categoría que merecen. El propósito era devolver al contexto latinoamericano la toma de deci-siones y libertades sin la influencia de una realidad dicotómica que vio desde la Pa-tagonia hasta la frontera con los Estados

Unidos un campo de experimentación de las grandes potencias: el bloque socialista y el capitalista. Es pues una seña popular latinoamericana por encima de las fronte-ras, un momento en el que el pueblo deci-dió dar un paso adelante antes de sucumbir a los modelos económicos que impondría un mero rol de fichas de un tablero de jue-go que estaban confeccionando. ¿Resis-tencia? ¿Valentía? ¿Cómo denominar este movimiento en contra a un sistema esta-blecido?

Respondiendo la cuestión recién tra-tada, esto es un elemento contracultural. Comúnmente este controvertido término ha sido connotado con la significación de género pasajero y puntual aplicándose una propuesta más compacta categorizada de subcultura, destacando movimientos como el hippie en los 60’ o manifestacio-nes de grupos pseudomarginales como el punk en los 70’. Pero, ¿por qué no ampliar esta epistemé hacia un contexto más am-plio? ¿Por qué no comprenderlo como un devenir de expresiones culturales en la que se incluyan todas aquellas manifes-taciones – científicas, sociales, políticas o económicas – diferentes a la cultura del sistema establecido? Nuestra propuesta viene a presentar la contracultura como una forma específica de la realidad, in-troduciendo desarraigo en el imaginario social. Esa forma de abordar las relacio-nes entre lo político – social y lo psíquico – personal será un buen punto de partida vinculado a esa identidad que pende de un

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hilo bajo el condicionamiento militar. Es entonces cuando vemos que los conceptos identidad y contracultura caminan de la mano estableciendo una relación simbió-tica entre ambos, ya que para que el hecho revolucionario conste de una energía rele-vante como para ser considerado transgre-sor y plantear una reivindicación frente al sistema impuesto, la cohesión del mismo grupo debe implicar una identidad social.

Otra disyuntiva entra en la fragmen-tación etimológica del conterculture, que implica que la contracultura es una cultura que nace como rival de la ya establecida. ¿Es pues esta re-valoración de la identi-dad de tal categoría para ser denominada cultura? Tenemos un proceso en el que la cultura preestablecida reflejada a través de una identidad popular se ve transgre-dida por los intereses geoestratégicos y socioeconómicos foráneos, alcanzando un momento de pérdida de garantías y dere-chos a través de esas titiritescas dictaduras militares. La contracultura en este caso no es la reivindicación a través de una nueva propuesta de organización para un siste-ma preestablecido, sino la recuperación de una condición arrebatada. La teoría de las pulsiones4 sugiere que la agresividad del hombre se vuelve sobre sí regresando hacia el exterior turnando su orientación, explicando la exteriorización del impulso

4 James Strachey, Sigmund Freud: obras completas (Argentina: Amorrortu, 1975), 251- 254.

de la muerte hacia el mundo explicando la presencia del mal en el universo: necesita-mos destruir a los demás para no destruir-nos a nosotros mismos. Esta idea freudia-na sostiene que la sociedad está permanen-temente amenazada ante una destrucción, siendo la cultura la que obligue a reprimir este instinto, una resistencia que otorga un nivel de satisfacción muy parcial hacia lograr la autorrealización del ser humano – idea del malestar de la cultura-. ¿Cómo interpretar pues que el sistema establecido cese de libertades y derechos a una socie-dad censurada y cada vez presente de una realidad de color gris?

Dos respuestas son posibles ante tal desdicha: la rebelión ante el sistema o la rendición y por ende pérdida de identidad popular – nuevamente conceptos cone-xos como señalamos anteriormente - al convertirse en meras piezas de la partida. Viendo los precedentes latinoamericanos, la segunda opción estaba próxima debido a la gran depresión conceptual existente. Pero en un periodo de represión, una lla-ma fue avivada por aquel que nunca será controlado ni dictaminado mientras halla voces, manos u ojos que la transmiten y disfruten: el arte. En este caso, una voz que grita cara a cara a la realidad a través de una canción o un poema, que enciende en el interior de los distintos individuos un sentimiento reivindicativo por lo refleja-dos que se sienten ante la musicalidad y las letras de los héroes artistas. Y de una canción, de un exilio, de una sonrisa surge

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la contracultura. Del elemento más vago que apunte en dirección contraria a la nor-ma preestablecida, a la resistencia ante el sistema. Y aquí, en una Latinoamérica enferma y depresiva, la música quitó las pesadas cadenas de prejuicios e imposi-ciones exteriores de la mente de los indi-viduos que conforman una identidad po-pular. Según Jasper,5 en cualquier acción colectiva, los individuos deben ser contro-lados para que hagan lo que otros esperan de ellos, siendo uno de los elementos que interrumpen dicho proceso el miedo, que paraliza a la sociedad. Aquí aparece la mú-sica como salvavidas en un momento en el que la población no lograba encontrar método de respuesta.

Por último, continuando este análisis conceptual previo al relato músico – his-tórico propiamente dicho, tratemos breve-mente el factor del lenguaje. Tal y como sugiere Guilles Deleuze, el lenguaje no está hecho para que se crea en él, sino para obedecer y hacer que se obedezca.6 La expresión musical surge como idea contracultural de ruptura entre el mensa-je otorgado por las autoridades, cuya pre-ocupación reside en la imposición frente a la credibilidad y esta nueva forma de alentar como consigna combativa más que

5 James Jasper, “Emotions and Social Movements: Twenty Years of Theory and Research”, Annual Review Sociology 37 (abril 2011): 14.11.

6 Guilles Deleuze, Mil mesetas: capitalismo y esquizofrenia (Valencia: Pre – textos, 2003), 81.

como signo de información. Dicho esto, se muestra el contexto del que parte la reali-dad uruguaya para valorar correctamente este medio de comunicación que va más allá del mensaje.

Dictadura uruguaya: proceso de censura y expresión musical

Lejos del debate que implicaría hablar de la música latinoamericana entendiendo qué es lo propio y lo universal de ella, se hará un breve repaso de la actuación musi-cal en el particular caso uruguayo, viendo desde un reflejo de la realidad vivida en las mismas hasta respuestas reivindicativas que sorteaban las políticas de censura lle-gando a oídos de la sociedad. Entonces se presentará la música como una forma de conocimiento legítima, vinculado con el devenir cultural si aceptamos una defini-ción antropológica y ecuménica de cultura y se da por válidas todas las formas de ma-nifestación sonoras nacidas adquiriendo carta de ciudadanía por su uso o arraigo.

Abordando el caso social, a la hora de hablar de esta expresión es menester mencionar la influencia que los Estados Unidos tuvieron en Latinoamérica en este contexto. Beneficioso sería la expresión musical del jazz que Eric Hobsbawm7 trata como medida libertaria por ejemplo,

7 Cfr. Eric Hobsbawm, Gente poco corriente: Resistencia, rebelión y Jazz (Barcelona: Crítica, 1998).

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así como la llegada del rey del rock en los años 60’; pero el peso económico de la potencia representante del capitalismo en la disputa por el establecimiento del orden social frente al socialismo traería consigo aspectos de transcendencia diplomática internacional. Es donde vemos el papel estadounidense policiaco - militar que tal vez se aloje en forma del resto de sistemas autoritarios militares latinoamericanos, pero no en contenido. Pero, ¿de dónde parte este ideal? Sin entrar en polémicas podríamos decir que, formalmente, de la doctrina de Seguridad Nacional que pro-movió la formación de estados militares8 de la mano del plan Cóndor.

La represión fue empleada para termi-nar con las muestras de izquierdas y, bajo este contexto, alienar a la sociedad cual re-baño de ovejas en estas formas dictatoria-les donde la pérdida de capacidades como la expresión o la reunión nublarían el jui-cio colectivo que no encuentra salida a esta catástrofe. Aquí la música –junto mu-chas otras disciplinas– es donde entra en juego. Las canciones a veces saben más que nosotros mismos, por lo que avan-cemos hacia este campo documental tan amplio como emotivo. De la misma for-ma, a través del caso uruguayo –un caso local– podemos responder propuestas glo-

8 Felipe Victoriano Serrano, “Estado, golpes de Estado y militarización en América Latina: una reflexión histórico política”, Argumentos 23, núm. 64 (septiembre 2010): 183.

bales que puedan ser aplicadas al resto de dictaduras latinoamericanas de su tiempo, abandonando así la historia regional para realizar un tratamiento menos hermético. Dándose un nuevo repartimiento a nivel nacional de las distintas tareas y funcio-nes, así como grosso modo regulando –si a eso se le puede denominar regular, pues fue mediante una imposición– las políti-cas económico sociales, fueron llevadas a la cabeza dirigente un colectivo formado por ciertos elementos civiles y una mayo-ría militar, que respondería a la ineficacia liberal anterior y el descontento popular masivo del mismo.

Así, a partir de un golpe de Estado un 27 de junio de 1973 a través de una necesi-dad de un cambio abrupto para una nueva orientación nacional hacia el progreso apa-rece esta dictadura cívico militar. Un claro indicador sería que el mismo gobernador personificaría el golpe, muy indicativo de la realidad presentada. Por otro lado, en cuanto al matiz de añadir la nomenclatura cívica a esta forma de gobierno impuesta, notorio es señalar la presencia civil en la conducción del régimen: desde cargos en el gobierno hasta la conducción económi-ca de mano del Banco Central de Uruguay.

Sin existir una ideología definida más que la propuesta por la Doctrina de Segu-ridad Nacional, la dictadura no apelaría a una corriente de pensamiento en la que ci-mentar sus propuestas. Lo que estableció como base fue un sistema analítico de vi-gilancia de información para implantar una

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concepción interesante: eliminar el germen alternativo al régimen en lugar de sobres-cribir unos ideales sobre los mismos. Es decir, prevenir cualquier forma de organi-zación opositora persiguiendo alternativas propuestas que fuesen perjudiciales para la consolidación del mismo, introduciéndose en la vida privada de la sociedad eliminan-do las mismas marcas de identidad que a cada sociedad caracterizan.

La censura entonces es el elemento central del discurso, vinculada a una pri-vación de libertades cotidianas que des-humanizarían a la sociedad. Desde las medidas ante reuniones domiciliadas cuya notificación previa y un aforo máximo de cinco personas serían implantadas; hasta la vigilancia de instituciones sociales y se-guimiento sistemático privados de figuras individuales. Es un mecanismo de intro-ducción en la condición de ser humano, que permanecerá alienado y se pretenderá como algo cotidiano y no extraordinario.

La desoladora noción a través de las innumerables desapariciones y muertes se vería reforzada con la simpleza por parte del agente. De hecho, el organismo encar-gado de fijar los parámetros de la censura y revisar los diferentes elementos – deno-minado Inteligencia y Enlace – distaría mucho de representar fielmente la primera partícula de su nombre, debido a la gran cantidad de recursos literarios que no comprendieron o bien omitieron. Por otro lado, esta organización desmantelaría las librerías de todo el Estado buscando aque-

llas producciones literarias contrarias al régimen. En esta tarea, censurarían todas las obras referidas al cubismo equívoca-mente al confundir este término artístico con alguna posible referencia a Cuba por su raíz léxica. Puede ser la consecuencia de intentar arrebatar las artes liberales a un pueblo, nada queda más allá que una realidad artificial ilógica dominada por la irracionalidad.

La censura llegaría a las artes, siempre representantes de la expresión de mayor creatividad del ser humano. Esto implica su-perar sus propios límites e invitar a exacer-bar un aliciente superior al que la alienación proponía, por lo que se procedió a la censu-ra. Algunos ejemplos bastante clarificados aparecen en las listas que circularon entre la administración encargada del proceso de censura para que ningún grito aliciente lle-gase e introdujese una idea revolucionaria al sistema que se estaba implantando.

Aquí llegará la música, tanto desde el exilio como aquella que logró sortear el sistema de censura, presentando entonces a aquellos que lograron armar con la pode-rosa esperanza al pueblo con el fin de re-cuperar su identidad y libertad como seres humanos, disconformes con esa realidad que estaba siendo presentada.

Canto popular uruguayo: clandestinidad y esperanza

En el periodo inmediatamente anterior a la dictadura y durante la misma se localizan

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precedentes de una identidad de resisten-cia ante las autoridades ilegítimas. En este caso, el malestar social arranca en un con-texto de mediados de la década de 1960 con las primeras manifestaciones de can-ciones de protesta con exponentes musica-les de cardinal importancia no solo para la realidad uruguaya, sino latinoamericana. Aquí aparecen nombres como Los Olima-reños o Alfredo Zitarrosa, que, a través de su sutileza lírica, lograron salvar la censu-ra9 que tan arraigada estaría en esta nueva propuesta de identidad popular uruguaya. Estos fueron grandes representantes de la música popular en el exilio, destacando el recibimiento que los primeros tuvieron en 1984 a su regreso registrado en un disco ti-tulado “Si esto no es del pueblo... el pueblo donde está”. Sin adelantar acontecimientos, vemos aquí la importancia que la expresión musical tuvo como reflejo identitario e ima-gen de esperanza desde el exilio.

Retornando a la censura dictatorial, el primer espectáculo visitado por la Di-rección General de Inteligencia y Enlace fue el presentado por Canciones para no dormir10 la siesta en 1975, quizás por la

9 Véase Anexo I: Comunicado de Censura contra Los Olimaneros

10 Iniciado en 1975, el grupo cautivaría un mensaje propuesto a ojos inocentes hacia los niños pero con una clara repercusión en el público adulto. Su mensaje esperanzador llegaría a muchos durante la dictadura, pero una vez esta fue terminada y el grupo tuviese su propia sección en la televisión pública con una escasa audiencia y altos costos, su disolución llegaría en el año 1990.

afiliación política de sus integrantes, que pertenecían al grupo de teatro El Galpón. Las salas del mismo fueron clausuradas el año siguiente, quedando secuestrados los instrumentos de “Canciones...”. A tal eter-no veto le entonaban:

“Al que quiso tapar la primavera,al que hizo tan tristes las escuelas,a los que aburrieron la jornadaprohibiendo los juegos con la espada.Ella nos elige todas las canciones.Ellas las escribe. Ella las compone”.11

Siempre dedicados al público infantil, lla-mando en sus espectáculos por los dere-chos del niño –que sólo distan de los de cualquier persona en cuanto a su cronolo-gía– combinaban el encanto de la infancia con astutos guiños que oponían resistencia a la dictadura. Nunca se limitarían al sim-ple entretenimiento de la juventud – vin-culado a la falsa creencia de lo imposible de despertar cierto sentido crítico en eda-des tempranas – ni al enmascarar la reali-dad como desde el poder trataban:

“Nosotros queremos una juventudque no piense en nada, así como yo.Que no se te ocurra ver la realidad.Eso te envejece. ¡Se te arruga acá!”12

11 Canciones para no dormir la siesta, (Al botón de la botonera) Chin Pum Fuera.

12 Canciones para no dormir la siesta, Los pachurdos.

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Diferentes fueron las tácticas que la élite controladora del poder empleó para tratar de implementar su modelo social como realidad inmutable. Desde un uso opor-tuno lingüístico con afán adoctrinador, el bloque dictatorial declararía un enemigo imposible de eludir en una realidad re-presentada a través de la persecución de sus principales transmisores entre los que destacaban jóvenes próximos a ideologías peligrosas. La censura fue tan amplia y a su vez tan ineficiente que el propio aparato incentivaría la aparición de la DINARP –Dirección Nacional de Relaciones Públi-cas─, instrumentalizando un movimiento cultural favorable al régimen para así lu-char en su propio campo con la literatura y las diferentes formas contraculturales artísticas. Un buen paradigma de esto fue la canción “Disculpe de Los Nocheros”, a los cuales se les otorgó el privilegio de aparecer en todas las frecuencias radiofó-nicas en un intervalo de tiempo que no de-bía sobrepasar las dos horas, es decir, más de diez reproducciones al día. Eran cons-cientes de la tarea de arrasamiento cultu-ral que estaban realizando, por lo que era necesario introducir aspectos para que su línea discursiva no sufriera un salto que ni la sociedad alienada pudiera ver con bue-nos ojos.

Pasando ahora al etéreo mundo del mensaje reivindicativo, propondremos al-gunas de las andanas del itinerario temáti-co más destacadas del momento a través

de una lectura entre líneas que permitió una expansión entre las distintas persona-lidades populares. La primera versará so-bre la voluntad popular de transmitir dicha esperanza y agradecimiento respaldado por un apoyo que permite la conservación de una identidad. Utilizando la metáfora del tábano que revolotea entre flor y flor, la importancia de la divulgación de estas expresiones de lucha ejercería una función vital como mano tendida ante la caída en la rendición. Uno de los ejemplos más no-torios del caso es el de Castro y Lazaroff:13

“Y se pasa toda la vida, mi vida,jugando a las escondidas,

pasamos toda la vida,jugándonos,

y aunque queden pocas esperanzas,mi vida,

y de liberarse ya no hay modo,pero siempre falta alguieny el último libra a todos“.14

No solo las letras van a jugar con el res-tringido aire que la dictadura intentaba es-

13 Fue considerado uno de los artistas que logró hacer visible a la música latinoamericana en los años 70’. Destacó en la dictadura por sus ocultos mensajes libertarios y esperanzadores, así como hasta el año 1989 – año de su defunción víctima de un linfoma -durante la época post– dictatorial su fuerte crítica sobre el contexto de la Ley de Caducidad y sobre quienes seguían siendo “los dueños de la pelota”.

14 Jorge Lazaroff, Jugando a las escondidas.

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tablecer en la realidad territorial uruguaya, sino que otras facetas como la musicali-dad van a ser un signo de representación de la dantesca realidad que el pueblo está sufriendo. Aquí, vinculado con la temática del espejo que reflejaba el martirio al que se sometía a aquellos considerados rebel-des, el instrumental combina elementos que recordarían a la fatídica máquina de tortura que las autoridades empleaban para mantener a la sociedad bajo su dominio. La postura política siempre estuvo muy presente en estos autores, desarrollando siempre nuevas formas de pasar la censura de la dictadura.

La clandestinidad era de vital impor-tancia para hacer llegar a todo el pueblo estos gritos contra el sistema y reflejar en ellos que no estaban solos. Tanto para la circulación como para la producción de música de resistencia fueron fundamen-tal, además, nuevas tecnologías clandesti-nas como el casette o aquellas partículas imposibles de silenciar: las ideas. Estos medios de difusión musical eran tremen-damente ventajosos para evitar que fuese interceptado por las fuerzas del gobierno. Proliferaron copias caseras en este medio, tanto de las nuevas canciones uruguayas como de música producida en la misma dictadura, música política anti-régimen hecha en la clandestinidad. Además, las ideas y nuevas propuestas que eran produ-cidas en el extranjero podían arraigar en la hermética dictadura salvando los compli-cados caminos burocráticos, destacando

una vez más la importancia que la trans-misión oral tuvo.

Vayamos entonces a la figura de Leo Maslíah15 y su provocación de los meca-nismos pensantes. Su prematura censura a finales de la década de los 70 le invitó a ser otro de los referentes de la expresión uruguaya en el exilio, repartiendo esperan-za por América Latina invitando a la re-flexión salvando la censura siendo crítico con el régimen ya no solo de su nación, sino de aquellas que ejemplificasen un sis-tema que impuso y desestabilizó sin obte-ner siquiera los resultados que trataban de avalar. Así, incentivó hacia una reflexión ante una situación que no podía perdurar en el tiempo más:

“Cuando en tus labios se imprima un tango

cuando estés sin un mangocuando al no poder comprarte un saco

soñés con un atraco”.16

Seguimos con los ejemplos de música reivindicativa con uno de los mayores exponentes del canto popular uruguayo a través de la figura de Eduardo Darnau-chans.17 Este será un ejemplo paradigmá-

15 Véase Anexo II: La ironía como instrumento.16 Leo Masliah, Imagínate m’hijo.17 Considerado uno de los cantautores más importantes

que la sociedad uruguaya ha generado, batalló contra la dictadura cívico–militar, llegando a ser censurado sin poder realizar conciertos en vivo durante la misma.

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tico por su musicalización de la poesía del momento y la interpretación de la misma. Este apenas escribiría en el momento de implantación dictatorial temas políticos, pero su pertenencia al Partido Comunista determinaría su primera detención y exilio a Buenos Aires. Nos detendremos en dos elementos para este autor: su evasión de la censura y su tratamiento contemporáneo como reto de la misma junto con sus cole-gas de profesión.

En “Historia del desafío más alto” ─basado en la novela Adán Buenosayres y Leopoldo Marechal─ el preludio instru-mental emuló la sonoridad que acompaña-ba a Zitarrosa en sus diferentes canciones distinguidas entre guitarras y un guitarrón; así como la aparición de una viola caipira en “El viento de la vida” siendo un home-naje a Geraldo Vandré, víctima de la dic-tadura brasileira.18 Es decir, las barreras de la censura no serían superadas por simples cambios oportunos en las letras con do-bles sentidos y metáforas oportunas. Toda una musicalidad, una tradición, un atisbo de esperanza que brotaba en los brillan-

Su compromiso político–social continuaría en la época post–dictatorial, reflejado a través de actuaciones vinculadas al Partido Comunista Uruguayo y actos como su protesta a la Guerra del Golfo y su aparición en el concierto con su propia boca amordazada y una guitarra con las cuerdas atadas.

18 Marita Fornaro Bordolli, “Voz, música, performance: el caso de Eduardo Darnauchans en la música popular uruguaya”, Revista del Instituto de Investigación Musicológica “Carlos Vega”, núm 27 (2013): 139

tes ojos de aquellos que escuchaban di-chas melodías entraban en juego. Estaban jugando con un elemento central para la comprensión de la música reivindicativa y su papel contracultural: tenían en cuenta la memoria. De esta forma, eludían a exi-liados y censurados autores con melodías que llevaban al oyente directamente a estas figuras tratando de rescatar esos elementos culturales distintivos y, lo más importante, hacer ver que no estaban solos en la tarea reivindicativa. Era una forma de introdu-cir una idea: yo aporto el recuerdo de una identidad todavía no perdida a través de la música; en vuestras manos está transmitir este mensaje a todos aquellos que todavía creen en ella.

En esta ocasión, en lugar de una can-ción se trata un testimonio de Jorge Gale-mire y su misma situación pareja a la hora de la composición “Sansueña”. En esta se nos refleja como de precaria era la situa-ción para un músico en Uruguay, y enfa-tizo músico porque uno no sabía si iba a ser malinterpretado por letras para nada políticas o simplemente porque, al final, la música es una expresión que sale de lo más profundo del alma de uno, en el que la libertad sigue siendo un derecho funda-mental.

“La dictadura nos imponía en ese mo-mento una forma de trabajar un poco ex-traña. No contábamos con un parque de músicos, de bateristas, de guitarristas, de bajistas que pudieran imprimirle a toda la idea que tenía Eduardo sobre este tercer

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disco suyo algo que a él le gustara. A gatas podía contactar con algún baterista de jazz del ambiente nocturno, toda la movida del rock se había como disipado, no había mú-sicos que pudieran hacer frente a ese tipo de arreglos”.19

Para cerrar esta concepción contra-cultural, Washington Carrasco y Cristina Fernández20 fueron uno de los múltiples dúos uruguayos que buscaron a través de la sutileza y el ingenio salvar las vicisitu-des de la época. Carrasco, que había per-tenecido al exilio, era prohibido en múlti-ples ocasiones, en las que otros músicos se solidarizaban interpretando sus acordes junto a Cristina. Ella, de raíces gallegas, se valía del desconocimiento del gallego para transmitir letras más reivindicativas capaces de eludir la censura. En sus múl-tiples puestas en escena tenía cabida tanto la poesía del siglo de oro español como la latinoamericana y uruguaya, disfrazando los nombres de los poetas que eran prohi-bidos en tales programas. Pablo Neruda, por ejemplo, era llamado Ricardo Eliéce, su nombre de pila; entre otros. Su organi-

19 Fornaro, “Voz, música, performance”, 139.20 Dúo que combinó el mensaje protesta con el propio

folklore rioplatense, destacando la importancia de la defensa de la identidad. Algunas de las estrategias que siguieron para eludir la censura fueron el elemento metafórico de la poesía musicalizada, y el idioma gallego que Cristina conocía por ser de dicha ascendencia. En su época post–dictadura, recibirían gran apoyo tanto en el territorio uruguayo como en Galicia, en la que llegarían a realizar más de una veintena de actuaciones tan solo en el año 1994.

zación de eventos – y la precariedad de los medios del momento - quedó reflejado en documentos conservados como el que se muestra en el anexo III.

Por último, un agente importante para el desarrollo musical como elemento con-tracultural viene de la mano de los espa-cios en vivo: desde pequeños auditorios o teatros en los que la expresión artísti-ca surgía de forma clandestina; hasta los grandes estadios de fútbol y su función de resistencia en los que esporádicos cánticos y recitales avivaban la llama uruguaya. Esta llama estaba representada por cien-tos de encendedores mientras los mismos sonaban, viendo cómo no solo fueron las valientes figuras individuales las que lle-varon su grito de protesta a la sociedad, sino que esta supo responder y difundir un mensaje tan necesario como vital para la pervivencia de una identidad que nunca se había ido: solo había sido tapada.

Conclusión

El arma más poderosa que el ser humano posee es su propia determinación y el co-nocimiento. Para una mayor comprensión de este último se opta por hacer una pro-puesta de estudio del lenguaje de los prin-cipales conceptos de la propuesta, ya que como narradores de esta historia de reivin-dicación y lucha nuestro objetivo es guiar al lector por un camino apropiado para una comprensión del mismo. Pero en este caso, nuestra tarea no resta más que pre-

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sentar un marco teórico del tema y dejar que las palabras discurran por una fuente tan documental como viva en los corazo-nes de muchos: la música.

El placer que representa estudiar este tipo de propuestas supera por mucho la calidad informativa de la misma, la cues-tión aquí es una historia de los sentimien-tos. No se trata de leer una letra de una canción, sino desengranar la cantidad de personas que han esbozado una sonrisa en dicho contexto referido en la misma; aque-llos y aquellas que han dicho NO en voz alta tras alguna de estas representaciones culturales tocar esa fibra necesaria para le-vantarse ante una realidad que difería de la deseada; la cantidad de emociones que flo-recen a través de los propios receptores de estas fuentes y del gran papel transmisor que los héroes artistas llevaron a cabo para la valoración de la identidad por encima de la alienación. Se acabó la deshumani-zación política que dispone a la sociedad como las piezas de un tablero de juego a su voluntad, es hora de que sea el pueblo el que se haga oír.

Y esto no se trata de superponer ahora figuras individuales como representantes de la victoria del ser humano sobre el des-humanizado sistema imperialista que ma-nejó las diferentes dictaduras cuales títeres con hilos invisibles a simple vista. Esto se trata de una historia colectiva, en la que cada uno de los individuos formaron un todo, y gracias a sus voces las canciones pudieron ser entonadas y mandar un men-

saje fuerte al sistema establecido a los que intentaba pisotear: ¡No pasarán! Y ¿por qué la uruguaya? Creo que tanto los más de 350.000 exiliados uruguayos como los más de tres millones de habitantes que su-frieron las consecuencias de los procesos dictatoriales latinoamericanos merecen reivindicar su papel en la historia para que su lucha no quede en el olvido. Es tratar temas globales a través de respuestas lo-cales; es lograr introducir en el imaginario popular elogios a estos héroes sin caer en la conformidad de la explicación argentina o chilena del proceso por ser estas las de mayor calado; es recordar la historia de los que la hicieron.

Esto es un agradecimiento a aque-llos que demostraron que un instrumento musical era más poderoso que un fusil; gracias a aquellos que pusieron su vida en juego para llevar halos de esperanza a cada uno de sus compatriotas, recordándo-les que la identidad popular no debe caer ante la amenaza política; gracias a aque-llos que ingeniaron medidas para expan-dir un mensaje reivindicativo; gracias por mostrar una vez más la fuerza del ser hu-mano, y sobre todo demostrar que la parte más interesante de este es la creativa, y la menos, la destructiva.

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Anexos

-Anexo I

Comunicado de censura hacia Los Olimareños del subcomisario Celso Rodríguez con fecha de 2 de diciembre de 1974 en Montevideo, Uru-guay.

Disponible en: http://www.historiadelamusicapopularuruguaya.com/archivos/1974-Comunicado-censuraOlimarenos-hmpu-153.pdf [Fecha de consulta: 22 de noviembre de 2017]

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-Anexo II

Elbio Rodríguez Barilari, a través del medio El País, relata la crónica del espectáculo de varios artistas entre los que se incluye Leo Maslíah en Montevideo, Uruguay, en fecha de 13 de diciem-bre de 1978.

Disponible en: http://www.historiadelamusicapo-pularuruguaya.com/archivos/Masliah-hmpu-973.pdf [Fecha de consulta: 24 de noviembre de 2017]

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-Anexo III

Vemos aquí la precariedad de un programa de un recital del mismo Washing-ton Carrasco en Montevideo, Uruguay (1977).

Disponible en: http://www.historiadelamusicapopularuruguaya.com/artista/washington-carrasco-y-cristina-fernandez/ [Fecha de consulta: 24 de no-viembre de 2017].

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Oswaldo Ramírez González1

“Reúne mis documentos, dalos a conocer,

que mi testimonio jamás se pierda…”.

─Alejandro Zenteno.

Con esta frase comienza las primeras lí-neas de su obra el autor, quien con ello hace una doble invitación, la primera a rescatar la memoria oral de aquellos “sin historia”, grupos subalternos que reiteran su presencia en los procesos sociales a través de la oralidad. La segunda, es para que concentremos ahora nuestra atención hacia estos personajes y grupos excluidos de la historia oficial. La obra de Alejandro Zenteno nos adentra a la vida de armas que llevó parte de una familia Zenteno; Maria-na y su esposo Benigno Zenteno.

La temporalidad histórica del libro se ubica durante la Revolución Mexicana. Relata las peripecias de un predicador pro-testante que se levantó en armas de lado del ejército zapatista en el cual logró el grado de general. A pesar de que la historia gira en torno a este personaje, la manera en la que está estructurado el relato nos hace

1 Maestro en Historia por El Colegio Mexiquense y Licenciado en Historia por la Universidad Veracruzana. Miembro de la Sociedad de Estudios Históricos del Metodismo en México (SEHIMM). Actualmente es catedrático de la carrera de Historia en la Universidad IberoMexicana de Hidalgo.

Mariana y el General

Zenteno, Alejandro.Mariana y el General.

México:Vozabisal, 2015.

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volar la imaginación, suponiendo el desa-rrollo de estos hechos en una especie de película de color sepia, retratando las imá-genes costumbristas de la familia Zenteno, parte de su tropa al mando, los generales antagonistas, paisajes, caminos, rutas fe-rroviarias, así como los anhelos idealistas de la época.

Destacan la descripción contextual desde diferentes perspectivas, lo que con-tribuye a ubicar de forma amplia la com-plejidad en la que se desarrollan los perso-najes sin perder de vista el plano nacional e internacional. Por lo que es común que a lo largo de la obra se hagan alusiones de manera complementaria en estos niveles espaciales. Esto es un gran logro del au-tor, ya que a pesar de ser una novela de carácter local nos refleja una realidad más compleja, la cual está rebasada por las particularidades que viven los personajes principales.

Se presentan detalles casi litográficos de las regiones y lugares donde se desarrollan los hechos centrales, lo que nos ayuda a percibir la vida cotidiana y el entorno que se desplazaron las tropas del general Zen-teno. Resalta la descripción de la ruta del ferrocarril a lo largo del Golfo de Veracruz hasta Mérida, así como los detalles respecto a las dos fugas de prisión del general, el sal-to de mata en las zonas serranas de Tlaxcala y Puebla, la ciudad de México durante su ocupación convencionista y carrancista, así como las maniobras guerrilleras zapatistas en el estado de Morelos.

El relato está dividido en tres partes, las cuales abarcan una serie de aconteci-mientos particulares entre los años 1911 y 1917.

La primera parte, se abre con un ex-horto a manera de charla respecto a la me-moria y preservación oral del general, lo cual es motivado no solo por la pertinen-cia de reivindicar su papel en los anales del grupo guerrillero zapatista, sino por la inclusión en un beneficio directo para su viuda, quien además busca obtener dicho reconocimiento para tener una pensión gu-bernamental por la contribución de su es-poso a la Revolución. Se refiere también, a la motivación civil y espiritual de Benigno Zenteno que lo motivó para dejar el pulpi-to y tomar las armas con el ejército sureño.

Lo anterior, en un contexto en el que el general Zapata movido por las proezas incumplidas de Francisco I. Madero, des-obedece la orden de rendición y emprende una rebelión en su contra. Aquí el autor hace un claro énfasis a la voz interlocu-tora de la esposa del general Zenteno, re-saltando la aversión que tanto el general Zenteno como todos los zapatistas tienen por Madero, debido a la tibieza y torpeza de su liderazgo político, hecho que en gran medida fomentó la renuencia de las tropas sureñas a dejar las armas, y que al final como lo menciona Mariana, fue la causa su asesinato.

La segunda parte del texto, menciona la captura del general Zenteno por el ejér-cito federal; su reclusión y traslado prime-

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ro a San Juan de Ulúa y después a Yucatán. Cabe mencionar que esta fue -según el re-lato oral de la señora Mariana-, la segunda vez que su esposo se escapa de una cárcel. La primera vez es escapa de la cárcel de Puebla (este hecho se relata al final de la primera parte del libro). Sin embargo, esta segunda fuga retoma mayor importancia, debido a que es precisamente en ella, en la que no solo el General, sino parte de su fa-milia (esposa y dos de sus hijos) son tras-ladados y deportados a la península.

La descripción que Mariana hace de los hechos en esta parte, nos lleva a des-cubrir las distintas caras del conflicto ar-mado y su percepción en aquella región. Primero, por el contraste y la apatía que según ella, muestran los habitantes de la península respecto a la revolución; ade-más de la tentativa de invasión de EE.UU. a nuestro país. Este hecho motivó un cam-bio radical en la familia del general y en éste; ya que, al no tener el respaldo de los caudillos rebeldes, el presidente de la Re-pública, el general Huerta, se recurre a la leva de prisioneros, aspecto por el cual el protagonista y su familia son deportados nuevamente el centro del país para hacer frente al posible conflicto con el país veci-no, es durante esta deportación en la que el general y su familia se fugan en el camino de regreso, escapando así de la leva y de la incertidumbre de pelear a lado de un go-bierno usurpador.

La tercera parte, relata las acciones to-madas por Zenteno después de su segunda

fuga de la prisión. Una vez libre se reincor-pora al ejército zapatista para repeler las fuerzas constitucionalistas en la región de Morelos, ya que para entonces, las tropas sureñas se encontraban debilitadas y poco reforzadas debido a la lejanía el ejército villista, su principal aliado. En aquí toman importancia dos personajes que desde la segunda parte ya están presentes en el re-lato; el general Carro, ex comandante de las fuerzas federales en Yucatán, así como de Ángel Zenteno, hermano del protago-nista y también predicador metodista.

El general Carro y Ángel Zenteno son aliados fundamentales para que las tropas de Benigno retomen el control y conten-gan al ejército carrancista en la zona, el cual, para entonces, estaba bajo el mando del general Pablo González. Cabe mencio-nar la devoción con la que Mariana habla de la relación entre ambos hermanos, ya que además de ser compañeros de armas y de causa; tanto Benigno como Ángel, comparten las mismas convicciones reli-giosas, lo que le da esta última parte un carácter de familiaridad y hermandad par-ticular, misma que se ve reflejada en los diálogos poéticos y espirituales entre am-bos jefes militares.

Finalmente, las muertes del general Carro y el coronel Ángel son descritas como un momento lacónico y trágico que sopesó en el ánimo del general Zenteno y que fue crucial en la resistencia y derrota su ejército y después en su deceso. Maria-na describe estos hechos de una manera

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lúgubre y triste pero que en el espíritu de sus creencias le deja a su familia como a la causa una gran lección y ejemplo de vida, misma que fue dada en prenda por su cu-ñado y su esposo.

Respecto al valor historiográfico de esta obra, hay que señala que radica preci-samente en lo que se ha descrito en el pá-rrafo anterior; no sólo porque es un texto ameno en el cual, hábilmente se presentan las memorias de la esposa del general Zen-teno, sino porque el respaldo del relato está sustentado en un trabajo arduo en archivos y fuentes bibliográfica y hemerográficas, para lo cual el autor complementa y con-trasta las opiniones de Mariana con lo que se ha escrito de Benigno y Ángel Zenteno de forma directa o indirecta por otros au-tores.

No obstante, hay que entender que el relato se vuelve parcial en algunas partes, ello entendiendo el bando en el que toma las armas el general Zenteno, entendien-do también que en el contexto previo a la guerra, su trabajo como predicador rural protestante lo acerca a la realidad que vi-ven los campesinos de Morelos, Tlaxcala y Puebla, y con la cual tanto el y su familia se sienten identificados, por esta razón es natural percibir aversión a ciertos perso-najes centrales de la historia, como Fran-cisco I. Madero y Venustiano Carranza, figuras descritas con un tono un tanto gris por parte de Mariana.

Respecto al primero, Mariana se expre-sa con desdén arguyendo que Aquiles Ser-

dán contaba con mejores bases políticas, pero las circunstancias no le alcanzaron debido a su muerte al inicio del conflic-to armado. En cuanto a Carranza, lo pre-senta como un líder oportunista de viejo cuño, manipulador y adverso a un verda-dero cambio; la antítesis de estos (según ella), fueron las figuras de Emiliano Za-pata y Francisco Villa, pero aunque estos actuaron por interés del pueblo, su error fundamental fue subestimar su capacidad política, debido al origen humilde que los limitaba en una preparación profesional a ambos caudillos.

Esta novela histórica cobra un carácter especial, no solo por tratar en este género literario la participación de las minorías religiosas (protestantes) durante la Revo-lución mexicana, algo que pocos se han atrevido aventurarse a escribir, sino por-que la narradora de los acontecimientos centrales es un personaje femenino, lo cual pese a que el protagonista principal es un pastor protestante vuelto a la milicia, le da un carácter de peso a la voz del relato, la mujer, siendo la visión de ella como espo-sa y madre la que relate las peripecias de su familia y los azares del destino que le llevaron por amor, condición civil y espi-ritual acompañar en parte de estos hechos a su esposo.

Sin lugar a dudas, Mariana y el Gene-ral, es una obra obligada para todo histo-riador que esté interesado en adentrarse en el estudio sobre la participación de las minorías religiosas durante la Revolución

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mexicana, en particular del metodismo, ya que abre una brecha no solo para la inclu-sión de personajes y grupos subalternos un tanto olvidados por la historia oficial; sino también por el mérito que desde la orali-dad y el empleo de esta en una estructura literaria amena, que intenta en lo posible ser imparcial con los hechos, sin traicionar la visión de las fuentes de primera mano del autor.

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Horizonte HistóricoAño 7, número 16, Enero-Junio 2018

se terminó de imprimir en el mes de Junio de 2018,en el Departamento de Procesos Gráficos

de la Dirección General de Infraestructura Universitaria,de la Universidad Autónoma de Aguascalientes

con un tiraje de 500 ejemplares.El cuidado de la edición estuvo a cargode Lucero del Rocío Solís Ruíz Esparza

y el Comité Editorial de la revista.

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Revista Semestral de los Estudiantes de la Licenciatura en Historia AÑO 8 No. 16 Enero-Junio 2018

“Identidad nacional: Reflexiones y percepciones en tornoa la nación y la cultura”

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