Apologia de la Iglesia anglicana ... - Historia y...

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Acerca de este libro Esta es una copia digital de un libro que, durante generaciones, se ha conservado en las estanterías de una biblioteca, hasta que Google ha decidido escanearlo como parte de un proyecto que pretende que sea posible descubrir en línea libros de todo el mundo. Ha sobrevivido tantos años como para que los derechos de autor hayan expirado y el libro pase a ser de dominio público. El que un libro sea de dominio público significa que nunca ha estado protegido por derechos de autor, o bien que el período legal de estos derechos ya ha expirado. Es posible que una misma obra sea de dominio público en unos países y, sin embargo, no lo sea en otros. Los libros de dominio público son nuestras puertas hacia el pasado, suponen un patrimonio histórico, cultural y de conocimientos que, a menudo, resulta difícil de descubrir. Todas las anotaciones, marcas y otras señales en los márgenes que estén presentes en el volumen original aparecerán también en este archivo como testimonio del largo viaje que el libro ha recorrido desde el editor hasta la biblioteca y, finalmente, hasta usted. Normas de uso Google se enorgullece de poder colaborar con distintas bibliotecas para digitalizar los materiales de dominio público a fin de hacerlos accesibles a todo el mundo. Los libros de dominio público son patrimonio de todos, nosotros somos sus humildes guardianes. No obstante, se trata de un trabajo caro. Por este motivo, y para poder ofrecer este recurso, hemos tomado medidas para evitar que se produzca un abuso por parte de terceros con fines comerciales, y hemos incluido restricciones técnicas sobre las solicitudes automatizadas. Asimismo, le pedimos que: + Haga un uso exclusivamente no comercial de estos archivos Hemos diseñado la Búsqueda de libros de Google para el uso de particulares; como tal, le pedimos que utilice estos archivos con fines personales, y no comerciales. + No envíe solicitudes automatizadas Por favor, no envíe solicitudes automatizadas de ningún tipo al sistema de Google. Si está llevando a cabo una investigación sobre traducción automática, reconocimiento óptico de caracteres u otros campos para los que resulte útil disfrutar de acceso a una gran cantidad de texto, por favor, envíenos un mensaje. Fomentamos el uso de materiales de dominio público con estos propósitos y seguro que podremos ayudarle. + Conserve la atribución La filigrana de Google que verá en todos los archivos es fundamental para informar a los usuarios sobre este proyecto y ayudarles a encontrar materiales adicionales en la Búsqueda de libros de Google. Por favor, no la elimine. + Manténgase siempre dentro de la legalidad Sea cual sea el uso que haga de estos materiales, recuerde que es responsable de asegurarse de que todo lo que hace es legal. No dé por sentado que, por el hecho de que una obra se considere de dominio público para los usuarios de los Estados Unidos, lo será también para los usuarios de otros países. La legislación sobre derechos de autor varía de un país a otro, y no podemos facilitar información sobre si está permitido un uso específico de algún libro. Por favor, no suponga que la aparición de un libro en nuestro programa significa que se puede utilizar de igual manera en todo el mundo. La responsabilidad ante la infracción de los derechos de autor puede ser muy grave. Acerca de la Búsqueda de libros de Google El objetivo de Google consiste en organizar información procedente de todo el mundo y hacerla accesible y útil de forma universal. El programa de Búsqueda de libros de Google ayuda a los lectores a descubrir los libros de todo el mundo a la vez que ayuda a autores y editores a llegar a nuevas audiencias. Podrá realizar búsquedas en el texto completo de este libro en la web, en la página http://books.google.com

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Acerca de este libro

Esta es una copia digital de un libro que, durante generaciones, se ha conservado en las estanterías de una biblioteca, hasta que Google ha decididoescanearlo como parte de un proyecto que pretende que sea posible descubrir en línea libros de todo el mundo.

Ha sobrevivido tantos años como para que los derechos de autor hayan expirado y el libro pase a ser de dominio público. El que un libro sea dedominio público significa que nunca ha estado protegido por derechos de autor, o bien que el período legal de estos derechos ya ha expirado. Esposible que una misma obra sea de dominio público en unos países y, sin embargo, no lo sea en otros. Los libros de dominio público son nuestraspuertas hacia el pasado, suponen un patrimonio histórico, cultural y de conocimientos que, a menudo, resulta difícil de descubrir.

Todas las anotaciones, marcas y otras señales en los márgenes que estén presentes en el volumen original aparecerán también en este archivo comotestimonio del largo viaje que el libro ha recorrido desde el editor hasta la biblioteca y, finalmente, hasta usted.

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Google se enorgullece de poder colaborar con distintas bibliotecas para digitalizar los materiales de dominio público a fin de hacerlos accesiblesa todo el mundo. Los libros de dominio público son patrimonio de todos, nosotros somos sus humildes guardianes. No obstante, se trata de untrabajo caro. Por este motivo, y para poder ofrecer este recurso, hemos tomado medidas para evitar que se produzca un abuso por parte de terceroscon fines comerciales, y hemos incluido restricciones técnicas sobre las solicitudes automatizadas.

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1

^IBLESOCJEiy

EX-

L/3R/J-——

apología

IGLESIA ANGLICANA,

ESCRITA EN LATÍN EL ANO 1562,.

roa

EL REVERENDÍSIMO J. JU£L,

OBISPO O.UE ERA ENTONCES DE SALISBVRY.

TRADUCIDA AL ESPAÑOL A COSTA DE LA SOCIEDAD PARA

PROMOVER EL CONOCIMIENTO CRISTIANO.

" Que no me avergüenzo yo del Evanjelio de Cristo, siendo él,

como es, la virtud de Dios para salvar á todos los que creen,"

ííc—Rom. 1. v. 16.

GIBRALTAR:

IMPRENTA DE LA BIBLIOTECA MILITAR.

1840.

LIBRARY ÜF THE

1 5 T fí

Union ltieo¡Qj¡icúl ¿muv¡

NEW YORK CITYPRESEMTED BY

AMERICAN BIB'-E SOCIETY

FEB5 1938 L

154418

APOLOGÍA

DE LA

—♦

CAPITULO I.

íDe /a verdadera Retijion que se profesa en la Iglesia de

Inglaterra, con tina íreve noticia de la oposicion

que -en todos tiempos encontró la fardad

y la Relijion verdadera.

Antigua -es, y desde los primeros tiempos de los Pa

triarcas y de los Profetas ha llevado siempre el testimonio

'de todos los siglos, la queja, de que la verdad vive pere

grina en la tierra, y que entre los ignorantes fácilmente

halla enemigos y calumniadores -(!.)- Acaso podrá esto

aparecer increíble á los que no lo hayan observado atenta

mente, y mas todavía si se mira que los hombres, por un

instinto natural, sin necesidad de maestro, anhelan todos

.la verdad, y que Verdad quiso llamarse el mismo Cristo,

iiuestro Salvador, cuando vivió en el mundo, como para

significarnos con este nombre toda su virtud divina ; mas,

para nosotros que hemos manejado las Escrituras santas,

y leido y visto lo que sucedió á los Profetas, á los Após

toles, á los santos Mártires, y á Cristo mismo ; las calum

nias, los ultrajes, y maldiciones que sufrieron solo por la

Terdad ; para nosotros, digo, no es mía cosa nueva é in

verosímil, «¡no muy recibida, y acostumbrada en todos

tiempos. Si el Diablo, padre de la mentira y enemigo de

toda verdad (2.), cambiara hoy repentinamente de propó

sito, y llegase á creer que, sin mentir, podía lograr tener

oprimida la verdad, ó empezára ahora á fundar su reyno

(1.) Tertulli. in Apologetico. {2.) Joan. 8, v. 44.

B

con otros artificios de los que siempre ha usado, entónces

podría ésto admirarnos, y parecernos absolutamente in

creíble. Pues, á la verdad, si recorremos todas las épocas

de la Relijion, apénas podremos hallar alguna, ora en s«

nacimiento y propagacion, ora ya constituida, ó renaciendo,

en la que la verdad y la inocencia no hayan encontrado entre

los hombres el recibimiento mas ignominioso é indigno ;

por cuanto sabe el Demonio, que, dejándose intacta la

verdad, él queda inerme, y no puede defender su reyno.

Con efecto, sin mencionar nada de los antiguos Patriar

cas y Profetas, quienes, como queda indicado, nunca se

vieron libres de injurias y de oprobios, sabemos hubo en

otro tiempo algunos que dijeron, y enseñaron pública

mente, que los antiguos Judíos, adoradores como eran de

un Dios verdadero, dieron culto al asno, ó al cerdo, y que

su relijion toda fué un sacrilejio, y el desprecio de todos

los Dioses (3.). Sabemos que Jesucristo, Hijo de Dios,

y Salvador nuestro, fué tenido, cuando anunciabala verdad,

por un embaucador, un hechicero, un Samaritano, un

Beelzebub, un seductor del pueblo, y hasta por un gloton

y borracho (4.). ¿Y quien ignora lo que se dijo del

acérrimo predicador de la verdad, S. Pablo ? Ya que era

un hombre sedicioso, amigo solo de hacerse prosélitos y

bando aparte ; ya que era hereje ; ya que estaba loco ;

que era blasfemo contra la ley de Dios, y que por meras

disputas y animosidades despreciaba los institutos de sus

mayores. ; Quien no sabe que S. Estéban, tan luega

como su alma recibiera de lleno la verdad, y empezára

libre y valerosamente á publicarla cual debia, fué conde

nado á muerte, como si hubiese proferido horribles injurias

contra la ley, contra Moyses, contra el templo, contra Dios

mismo? (5.) ¿O quien ignora que hubo tambien anti

guamente quienes arguyeran de vaciedad á las sagradas

letras, osando decir que contienen cosas contrarias y ma

nifiestamente opuestas entre sí ; que hubo desacuerdo

entre los Apóstoles, y que S. Pablo se separó de todos

ellos ? (6.) Y para no hacinar todos los ejemplos (cosa

que no tendría término) ¿ quien ignora las infamias que se

dijeron contra aquellos que fueron los primeros en conocer

(3.) Tacitas. Tertull. in apol. c. 16. C. PÍinius. (4.) Joan. 8.

v. 48. Mat. 11. v. 19. (5.) Act. G. Epphanius. (6.) Marcion ex

' Tertull. JEAius e Lactantio.

y. profesar el nombre de Cristo ? que eraa conspiradores, .

y tenían juntas secretas contra la República, y que por ésto

celebraban, antes de amanecer, sus asambleas tenebrosas ; .

que en ellas daban muerte á los infantes, y á manera de

fieras comían su carne y bebian su sangre ; que al cabo,

apagando las luces, cometían promiscuamente el adulterio

y, el incesto, y sin respetar la sangre, y sin pudor, y sin

hacer diferencia, cohabitaban los hermanos con las her

manas, los hijos con las madres ; que eran hombres impíos,

sin relijion alguna, sin Dios, enemigos del jénero humano,

indignos de la luz, indignos de la vida (7.).

Todas estas cosas se dijeron entónces contra el Pueblo

de Dios, contra Cristo, contra Pablo, contra Estéban,

contra cuantos abrazaron en los primeros tiempos la ver

dad evanjélica, y no temieron llevar el nombre de Cristia

nos, odioso entónces al vulgo (8.). Y aunque ellas no

fuesen verdaderas, cuadraba no obstante á los designios

del Demonio el hacer que á lo ménos se tuviesen por tales,

y que los Cristianos fueran públicamente aborrecidos, y

de todos buscados para acabar con ellos. Así los Reyes

y los Príncipes, inducidos con estas persuasiones, dieron

muerte sin escepcion á todos los Profetas, condenaron á

Isaías á la sierra, á Jeremías á ser apedreado, á Daniel á

los leones, á Amos al palo, á Pablo á la espada, á Cristo

á la cruz, á los Cristianos todos á las cárceles, á los tor

mentos, á las horcas, á los despeñaderos, á los precipicios,

á las bestias, al fuego : para ignominia, y tan solo por via

de recreo, encendieron hogueras grandes con sus cuerpos

vivos, que sirvieron de alumbrado, y les reputaron por

viles inmundicias, por la hez y desecho de la tierra (9.).

Tal fué la acojida que tuvierou siempre los autores y pro

fesores de la verdad.

Por ésto los que hoy hemos abrazado la profesion del

Evanjelio de Jesucristo, debemos sufrir con ánimo resig

nado si somos en la misma causa tratados de la misma

manera; si, al modo que nuestros padres en otros tiempos,

se nos escarnece tambien á nosotros con improperios, con

injurias y calumnias, sin otro mérito que porque enseña

mos la verdad y la profesamos (10.).

(7.) Euseb. 1. 5. c. 1. Tertull. in Apolog. c. 1, 2, 3, et 7, 8, 9.

(8.) Tertull. in Apolog. c. 3. (9. Suetonius in Nerone. (10.; 1. .

Thimot. 4.

»2

En todas partes claman hoy los Papistas que todos no

sotros somos herejes, que nos hemos separado de la Iglesia,

y roto la unidad de la fé can nuevas opiniones, con impíos

dogmas ; que resucitamos de los infiernos las antiguas y

ya condenadas herejías, y sembramos la semilla de nuevas

sectas y nunca oidas locuras : ya, tambien, que estamos

divididos en bandos y pareceres opuestos, sin haber podido

jamás avenirnos entre nosotros mismos : que somos impíos,

y, al modo de los jigantes, terremos declarada guerra al

mismo Dios, viviendo sin cuidarnos enteramente de reli-

jion ni culto alguno ; que despreciamos todas las obras

buenas, y no tenemos regla alguna de virtud, ni leyes, ni

costumbres ; que no respetamos ni lo honesto-, ni lo lícito,

ni lo justo ; que soltamos las riendas á todos los crí

menes, é incitamos el pueblo á todo jénero de licencia y

libertinaje; que nos ocupamos y tratamos de trastornar

las Monarquías y los Estados, y de entregarlo todo á la

imprudencia del pueblo, y á la dominacion de la multitud

ignorante ; que tumultuariamente hemos desertado de la

Iglesia Católica, estremecido al Cristianismo eon un cisma

nefando, y puesto en combustion la paz del mundo ; que

sin justa causa nos hemos separado del Obispo de Roma,

al modo que de Aaron y Moyses lo hicieran Datan y Abi-

ron en otro tiempo ^ll.^; que despreciamos insolentes la

autoridad veneranda de los antiguos Padres y Concilios >

que osada y temerariamente hemos derogado las ceremo

nias respetables que, por espacio de muchos siglos, han

sido aprobadas por los Padres y por nuestros mayores, los

cuales tenian mejores costumbres, y vivieron en mejores

tiempos ; que hemos introducido en la relijion ritos nuevos,

solo por nuestra privada autoridad, y sin lo autorizacion de

ningun sagrado y ecuménico Concilio ; en fin, que hemos

hecho todas estas cosas por espíritu, no de relijion, sino

de oposicion y de guerra ; y que ellos, por el contrario,

nada han inmutado, sí que, hasta el dia de hoy, lo han

conservado todo por tantos siglos, segun que Cristo y Ios-

Apóstoles lo consignaron, y lo aprobaron los Padres mas

antiguos.

Y, para que no apareciera que se decian estas mentiras

Bolamente en un ángulo de la tierra por odio hácia noso-

(ll.)Nunuie.

5'

tros y para calumniarnos, han sobornado los Papas á

algunos hombres ciertamente nada ignorantes, y de bas

tante elocuencia, á fin de que, allegándose á su desesperada

causa, la pertrecháran con ricos volúmenes y largos y ele

gantes discursos, é hiciesen de este modo sospechar á los

incautos que hay en ella algun mérito. Porque era ya

visto que iba en todas partes de caida, que se conocian sus

ardides y estimaban en menos ¡ que todos sus fuertes se

debilitaban, y era absolutamente indispensable hacer por

todas partes un esfuerzo grande y poderoso.

Ahora bien, de estas cosas que se han hecho circular

contra nosotros, hay unas que son manifiestamente falsas,

aun en el sentir de los mismos que las profieren ; otras

que, aunque tambien falsas, tienen sin embargo alguna

apariencia de verdad, y pueden fácilmente sorprender é

inducir en error al lector incauto (principalmente si llega

á sus manos algun diestro y elocuente discurso en su de

fensa) ; y otras, en fin, que lejos de rehuirlas nosotros

como crímenes, las reconocemos por el contrario, y con

fesamos como nuestras, y como hechas con un muy racional

fundamento. Pues, para deeir en una palabra lo que hay

en esto, los Papistas zahieren todas nuestras cosas, hasta

las que conocen ellos mismos que se han hecho bien y

ordenadamente, é interpretan de un modo siniestro todos

nuestros dichos y hechos, cual si nada pudiéramos noso

tros decir ó hacer recta y debidamente» A querer obrar

bien, con mas sinceridad y candor debieran comportarse ;

pero no francamente, ni con verdad, ni como Cristianos,

nos hacen la guerra, sino con calumnias y encubierta y

lateramente, abusando de la impericia y credulidad de los

pueblos, y de la ignorancia de los Príncipes, para conci

tarnos el odio de ellos, y para tener la verdad comprimida.

Este es el poder de las tinieblas, y de los hombres que

fian mas en la estupidez de la necia muchedumbre y en

las tinieblas, que en la verdad y en la luz; y que contra

dicen á la verdad manifiesta, como dice Gerónimo, cerrando

los ojos.

Pero nosotros damos gracias á Dios por ser tal nuestra

causa, que nada contra ella pueden decir nuestros adver

sarios, que no pueda con igual razon repetirse contra los

6autos Padres, contra los Apóstoles, contra los Profetas,

contra Pedro, contra Pablo, y contra el mismo Cristo.

b3

Ahora pues, si á ellos les es lícito valerse de la disension

y de la elocuencia para infamarnos, no es justo cierta

mente que nosotros, con la mejor de las causas, estemos

mudos en vez de responder satisfactoriamente. Porque

en verdad que el no cuidarse de falsas y calumniosas im

putaciones, principalmente cuando se profana con ellas la

majestad de Dios y de la Relijion, es de hombres perdidos

que descuidada é impíamente toleran que se ultraje la Di

vinidad. Y aunque otras injurias, por graves que sean,,

puedan llevarse en paciencia y disimularse por un hombre

modesto y Cristiano, na obstante, quien sufre paciente

mente la imputacion de herejía, solia negar Ruñno que

fuese Cristiano. Así pues, para rechazar tantas calumnias,

para defender con modestia y con verdad nuestra Causa &

inocencia, harémos lo que mandan todas las leyes, lo que

la naturaleza misma imperiosamente nos dicta, y lo que

hizo Cristo mismo injuriado torpemente : pues acusado de

hechicería por los Fariséos, cual si tuviera pacto con el

Demonio, y ayudado de él obrára muchos prodijios, les

respondió : " Yo no estoy poseído del Demonio, sino que

honro á mi Padre, y vosotros me habeis deshonrado á

mí (12.).'* Pablo, despreciado que fué' por el Procónsul

Festo, como foco, "Yo," le dijo, " óptimo Festo, no deli

ro, sino que hablo- palabras de verdad y de cordura (13.)."

Tambien los antiguos Cristianos, cuando eran presentados

al pueblo como homicidas, adúlteros, incestuosos y pertur

badores de la República, y consideraban que con tales

mentiras se podria poner en duda la verdad de su relijion,

principalmente si aparecia que callaban, y que así se re

conocian en cierto modo delincuentes ; para que esto no

estorbara la- propagacion del Evanjel'io, hicieron discursos,

escribieron libelos suplicatorios, y habla/on ánte los Em

peradores y Príncipes en defensa pública de sí mismos y

de cuantos seguian la fé de ellos (14.),.

Convencidos estamos de que nuestra eausa no ha me

nester ya pruebas ni defensa, habiendo tantos miles de

nuestros hermanos dado, en. los últimos veinte años, tes

timonio de ella en medio de los mas esquisitos tormentos ;

cuando nada han podido lograr los Príncipes despues de

(12.) Joan. 8. v. 49. (13.) Actor 26, v. 25. (lf) Quadratus.

Justiuus Melito, Fert. alligue»

haber procurado, por todos los medios, contener la pro

pagacion del Evanjelio ; cuando á su luz fuljente ha em

pezado ya á abrir los ojos casi todo el mundo; y cuando

los hechos misinos estáu sobradamente diciendo no haber

grande necesidad de palabras. Pues si los Papas mismos

quisieran, ó mas bien, si pudieran ecsaminar de buena fé

consigo mismos el negocio, y los principios y progresos de

nuestra relijion ; como han venido abajo todas sus cosas-

sin impulsarlas nadie, sin algun humano esfuerzo;, y como

las nuestras por el contrario se han cimentado y estendidc-

por todas partes, y llegado ya por último hasta las cortes

y palacios de los Reyes, resistiéndolo desde un principio

los Emperadores, resistiéndolo tantos Príncipes, resistién

dolo los Pontífices, y casi á despecho de todas las demas

elases del pueblo : esto solo pudiera serles un indicio fuerte

de que Dios mismo toma á su cargo la defensa nuestra, y

se rie de los esfuerzos de ellos, y de que es tanto el poder

de la verdad que no pueden prevalecer contra ella ni las

humanas fuerzas ni las puertas del infierno. Porque no,

no deliran hoy tantas ciudades libres, tantos Reyes, tantos

Príncipes como se han separado de la Sede Romana, y

preferido unirse al Evanjelio.

Y ciertamente, si hasta ahora los Papas no han pen

sado jamás en estas cosas atenta y seriamente, bien por

ociosidad, bien porque otros cuidados y distracciones se Vo

han impedido, bien porque las hayan juzgado vulgares y

de poca monta, y ajenas de la dignidad Pontificia, ¿ debe

reputarse por esto menoscabada nuestra causa? O si

ellos no quieren acaso ver lo que ven, y prefieren com

batirla verdad que conocen, ¿ hemos por esto de ser tenidos

como herejes los que á su voluntad no nos sometemos l

En verdad que si el Pontífice Pio IV. fuese, no decimos

tal cual él mismo desea que le llamen, sino siquiera hom

bre que pensara somos sus hermanos, ú hombres al ménos,

habria ecsaminado diligentemente lo que por nosotros y

contra nosotros pudiera decirse, y así no hubiera conde

nado temerariamente, sin oirnos, llevado solo de ciegas

preocupaciones, á una buena parte del mundo, á tantos-

doctos y piadosos varones, á tantas Repúblicas, á tantos-

Reyes, á tantos Príncipes, como sentenció en aquella Bula

suya en que hace poco simulaba los acuerdos- del preten

dido Concilio.

8

Pero no sea que porque públicamente hemos sido nor

tados por él de esta suerte, se atribuya nuestro silencio á

que nos confesamos reos, y principalmente por cuanto no

podemos de modo alguno ser oidos en público Concilio,

donde no quiere él tenga el derecho de sufrajio, y de

emitir su opinion 6 sentencia, sino quien se declara bajo

juramento adicto á su autoridad é intereses (harto hemos

esperimentado esto en los pasados comicios Tridentinos,

habiendo sido escluidos de todos ellos los Legados y teó

logos de los Principes de Germauia, y de la ciudades

libres : ni olvidar podemos todavía, que diez años ántes

cuidó Julro III. que ninguno de nosotros fuese oido en.

Concilio, á no ser el que quisiera cantar la palinodia, y

mudar de sentencia): por esta causa nos ha parecido justo

dar por escrito razon de nuestra fé\ y responder en verdad

y públicamente á cuantas objeciones se nos han hecho, á

fin que pueda conocer todo el mundo cual es, y cuales son

los fundamentos de aquella doctrina que antepusieron á su

misma vida tantos buenos varones, y para que todos en

tiendan qué hombres son, y qué sienten acerca de Dios y

de la Relijion aquellos á quienes el Obispo de Roma ha

condenado como herejes, sin llamarlos ántes á defender su

causa, sin ninguna consideracion, sin ejemplo, sin derecho,

solo por haber oido que en algunos puntos de relijion no

estaban de acuerdo con él y con sus secuaces.

Y aunque no quiere S. Gerónimo sea uno sufrido cuando

de él se sospecha herejía, nosotros sin embargo no nos

comportarémos con acritud y mordacidad, ni nos dejaré

mos llevar de ira, bien que el que no dice sino la verdad,

á nadie deba parecer áspero ni injurioso. Ese jénero de

elocuencia lo cedemos con gusto á nuestros adversarios,

quienes cuanto dicen contra nosotros, por mordaz y des

templado que sea, lo juzgan dicho con la conveniente

moderacion y oportunidad, sin cuidarse nada de si es ó no

verdadero. Nosotros, que defendemos la verdad, no he

mos menester tales artificios. Ahora bien, si hacemos ver

que nuestra creencia es la del Evanjelio sacrosanto, y la

de los antiguos Obispos y primitiva Iglesia ; que con causa

justa nos hemos separado de Roma, y unídonos á los

Apóstoles y á los antiguos Padres Católicos; si hacemos

ver ésto, no encubierta y maliciosamente, sino como en

presencia de Dios, de buena fé, en verdad, clara y pateu

9*

temente ; sí' ven los mismos que esquivan nuestra doctrina,

y se dan el nombre de Católicos, que se les caen de -las

manos los títulos de antigüedad de que se glorían tanto,

y que hay mas solidez en nuestros principios que la que

ellos se imajinaban ; entónces esperamos no habrá nin

guno tan neglijente en el negocio de su salvacion, que no

quiera alguna que otra vez investigar si ha de unirse á

nosotros ó á ellos. Y A la verdad que el que no tenga su

corazon endurecido hasta el estrenio de no querer oir, no

se arrepentirá de haber tomado en consideracion nuestra

defensa, y ver si lo que decimos es 6 no conforme á la

Relijion de Cristo.

Pues porque nos llaman herejes, no por eso deberra

creerse que en realidad lo seamos, siendo como es la he

rejía un crimen tan grave, que, á no verse y palparse con

manos y dedos, de ningun Cristiano debe creerse; pues ra

herejía es la destitucion de la salud eterna, la recusacion

de la gracia de Dios, la separacion del cuerpo y del espí

ritu de Cristo. Pero siempre ha sido familiar uso entre

los Papistas y sus antepasados el condenar por herejes,

como facciosos é innovadores, á todos los que han tratado

en cualquier tiempo de llamar á ecsámen sus errores, y

deseado restituir su lustre al Cristianismo. El mismo

Cristo fué llamado Samaritano, porque se juzgó que habia

hecho defeccion hácia una Relijion nueva, y hácia la he

rejía ; y Pablo, el Apóstol de Cristo, fué citado á juicio

para dar razon de su herejía. " Es verdad," dijo, " que,

siguiendo una doctrina que ellos tratan de herejía, yo sirvo

al Padre y Dios mio, creyendo todas las cosas que se

hallan escritas en la Ley y en los Profetas (15.)/*

Mas breve ; toda la Relijion que hoy profesan los Cris

tianos, fué llamada por los Gentiles, en los primeros siglos,,

secta y herejía (16.). Siempre llenaron con estas voces

alarmantes los oidos de los Príncipes, para que, aborre

ciéndonos ya anticipadamente, y teniendo por faccioso y

herético cuanto dijésemos, se abstuvieran de conocer en la

causa, y de ecsaminarla como ella es en sí. Pero cuanto

mas grave y atroz es este crimen, con tanto mayores y mas

claras pruebas ha debido mostrarse, principalmente en

estos tiempos en que han empezado los hombres á tener

(15.) Actor. 24. v. 14. (16.) TertulU. in Apologetico.

10

menos fé en los oráculos de nuestros contrarios, y á ecsa-

ininar, con mas cuidado que lo hacian ántes, sus doctrinas.

£1 Pueblo de Dios está hoy de otra suerte instruido que

como estuvo en un tiempo, cuando eran tenidas por Evan

gelio todas las decisiones de los Papas, y la Relijion toda

pendía esclusivamente de la autoridad de ellos mismos.

En cualquiera parte se encuentran hoy las sagradas Le

tras, los escritos de los Apóstoles y Profetas ; y puede

por ello probarse toda doctrina Católica, y refutarse toda

herejía (17.).

Y como nada puedan producir contra nosotros tomado

de las Escrituras santas, el llamarnos sin embargo herejes,

ruando ni hemos hecho defeccion de Cristo, ni de los

Apóstoles, ni de los Profetas, es una injusticia y una

grande crueldad. La Escritura es el anua con que Cristo -

rechazó al Demonio cuando le tentára ; con estas armas

ha de derrocarse y destruirse toda altanería que se engrio

contraía ciencia de Dios (18.). "Toda Escritura inspi

rada de Dios es útil," dice Pablo, "para enseñar, para

convencer, para correjir, para dirijir, para que el hombre

de Dios sea perfecto, y esté apercibido para toda obra

buena (19.)." Por esto los Padres de la iglesia nunca

combatieron á los herejes sino con las sagradas Escrituras.

Agustin dice, disputando contra Petiliano, hereje Dona-

tista : " No se oigan entre nosotros estas palabras, yo

digo, dices tú ¡ sino muy mejor digamos, esto dice el Se

ñor : allí hemos de buscar la Iglesia, allí discutamos nues

tra causa (20.)." " Toda* ¡as cosas," escribe Gerónimo,

" que se afirman sin el testimonio de las Escrituras sagra

das, son heridas con la espada de Dios." Ambrosio habla

así al Emperador Graciano: " Interróguense las Escrituras,

interrógúeme los Apuntoles, interróguense los Profetas, in

terróguese Cristo." Por cierto no dudaban los Padres y

Obispos Católicos de aquellos tiempos, que puede nuestra

Relijion probarse suficientemente por las Escrituras ; ni

osaron jamás notar de hereje á ninguno cuyo error no

pudiera probarse manifiestamente por ellas mismas. Así

nosotros, para responder con S. Pablo, adoramos, siguiendo

esta senda que ellos tratan de herejía, á Dios y al Padre

(17.) 2. Timot. 3. v. 15. (18.) 2. Corint. 10. v. 5. (19.) 2 Ti.

mot. 3. v.16, 17. (20.) De unitate Ecles. Lo mismo dice contr*

Máximo, Obispo Amano, ¡ib. 3. c. 14. al primer capítulo de Ageo,

11

de nuestro Señor Jesucristo, y recibimos todas las cosas

que hay escritas, ó en la Ley, ó en los Profetas, ó en los

Libros de los Apóstoles (21.).

Por tanto, si nosotros somos herejes, si ellos son (por

que así se lo quieren llamar) Católicos < porqué no hacen

lo que los Padres y los varones verdaderamente Católicos

han hecho siempre? ¿Porqué no nos convencen por las

sagradas Escrituras ? ¿ Porqué no nos llaman á ecsami-

narlas ? ¿ Porqué no nos prueban que nos hemos apartado

de Cristo, de los Profetas, de los Apóstoles, de los santos

Padres? ¿ Siendo de Dios la cansa, porqué temen con

fiarla á la palabra del mismo Dios? Y si nosotros que

referimos todas nuestras controversias á las sagradas

letras, y apelamos á aquellas mismas palabras que sabe

mos han sido consignadas por el mismo Dios, anteponién

dolas á cuantas cosas hayan podido idear los hombres; sí

nosotros somos herejes, < qué serán, y qué nombre habrá de

darse á los que temen el juicio de las Escrituras, es decir,

el del mismo Dios, y á ellas prefieren sus sueños y las

mas insulsas ficciones, y que han violado hace algunos

siglos, por causa de sus tradiciones, los institutos de

Cristo y de los Apóstoles ?

Cuentan de Sofocles, poeta trájico, que, siendo ya an

ciano, y habiéndole denunciado sus hijos ánte los jueces

como loco y desmemoriado, que disipaba imprudentemente

su hacienda, y que por lo mismo parecia necesitar ya de

curador, compareció en juicio para defenderse, y, despues

de haber recitado su Edipo, trajedia que habia escrito con

suma correccion y elegancia en los mismos dias de ser

acusado, preguntó á los jueces si les parecia ser aquel

>poema obra de un hombre delirante.

A este modo nosotros, por cuanto se nos reputa por

unos insensatos, y se nos presenta al público como here

jes, y como si nada tuviésemos que ver con Cristo ni con

su Iglesia, hemos creído conveniente y útil proponer,

abierta y libremente, la fé en que estamos, y toda aquella

esperanza que tenemos en Jesucristo, á fin de que puedan

ver todos cual es nuestra creencia sobre cualquier punto

de la Relijion Cristiana, y por sí mismos convencerse de

si una fé que verán confya»¿da7fjiarJas palabras de CrigHo -'

.1 y^:'-r\^l< * i t, --- . ^ —í—-

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/Ve i.. __ .

12

poflos escritos de los Apóstoles, por los testimonios de

los Padres, y por la práctica de muchos siglos, es sola

mente una rabia de hombres furiosos, y una conspiracion

-de herpes.

CAPITULO II.

^Contiene la Doctrina recibida en la Iglesia de Inglaterra.

Creemos pues que hay una naturaleza y fuerza divina -¡4

«que llamamos Dios, y que está en tres personas realmente

-distintas é iguales, Padre, Hijo y Espíritu- Santo, -teniendo

todas un mismo poder, mía -misma majestad, una misma

eternidad, una misma divinidad, una misma sustancia ; y

que aunque estas tres personas son de tal suerte distintas,

-que ni el Padre es el Hijo, ni el Hijo el Espíritu Santo, 6

-el Padre, con todo no hay sino- un solo Dios, el cual ha

criado el cielo y la tierra, y todas las cosas que en su

-ámbito comprehende-n los cielos.

Creemos que Jesucristo, Hijo línico -del Eterno Padre,

segun -ya ántes de todo principio estaba decretado, cuando

vino la plenitud del tiempo, tomó carne, y toda la natura

leza humana de aquella vírjéu bienaventurada y pura, para

manifestar á los hombres la voluntad misteriosa y recóndita

<le su Padre, que habia estado oculta á los siglos y jene-

raciones, y para obrar en un cuerpo humano el misterio de

nuestra redencion, y clavar en la cr-uz nuestros pecados, y

aquella obligacion que estaba escrita contra nosotros.

Creemos que él, por nuestra causa, fué muerto y sepiil-

^ílp. descendió á los infiernos, al tercer dia resucitó por

- un virftid divina, y á los cuarenta dias, á vista de sms dis-

«ármlos» subió á los cielos para cumplir todas las cosas ;

13

y que aquel mismo cuerpo en que había nacido, en qtfé

habia vivido, en que habia sido escarnecido, en que habia

padecido los mas crueles tormentos, y el mas duro (22.)

jénero de muerte, en que Labia resucitado, en que habia

subido á la diestra del Padre, fué colocado en gloria y

majestad sobre todo Principado, y Potestad, y Virtud, y

Dominacion, y sobre todo nombre que se menciona, no

solamente en este siglo, sino tambien en el futuro ; que

está allí sentado, y lo estará hasta los tiempos de la res

tauracion de todas las cosas (23.) ; y que, aunque la

majestad y divinidad de Cristo estén en todas partes, su

cuerpo, como dice Agustín (24.), debe estar en un lugar

determinado $ que Cristo díó á su cuerpo majestad, pero

sin quitarle por esto la naturaleza de cuerpo ; así que no

ha de afirmarse que Cristo es Dios, de tal suerte que se

-niegue (25.) que es hombre ; y que, como dice Vigilio

Mártir (26.), nos abandonó con su naturaleza humana,

mas no con su divinidad, tal que, habiéndosenos ausentado

en Ja forma de siervo, está sin embargo con nosotros en

forma de Dios (27.).

Desde aquel lugar creemos que ha de venir Cristo á

juzgar públicamente así á los que entónces hallará vivos,

como á los muertos.

Creemos que el Espíritu Santo, que es la tercera per

sona en la santísima Trinidad, es verdadero Dios, no

hecho, no criado, no enjendrado, sino procedente de uno

y otro, á saber, del Padre y del Hijo, de una manera des

conocida á los mortales é inefable. Y que de él es ablan

dar la dureza de los hombres, cuando es recibido en sus

corazones por la predicacion saludable del Evanjelio, ó de

cualquiera otra manera ; que él los ilumina y los lleva al

conocimiento de Dios, y á todo camino de verdad, como

tambien á una perfecta novedad de vida, y á la esperanza

perpétua de salvacion.

Creemos que la Iglesia de Dios es una, y que no está

confinada á un ángulo de la tierra, ó Reyno, como lo estaba

antiguamente entre los Judíos, sino que es Católica y uni

versal, y estendida de tal suerte por todo el mundo, que

ninguna nacion puede con verdad quejarse de hallarse

(22.) Aug. tract. 50 in Joan. (23.) Act. 3. v. 21. (24.) Aug.

tract. 30 in Joan. (25.) Idem ad Dardan. (26.) Contra Eutiche.

lib. 1. (27.) Fulgent. ad regem Trasimundum.

14

«scluida, y no poder pertenecer á la Iglesia y Pueblo de

Dios. Que esta Iglesia es el Reyno, el Cuerpo, y la Es

posa de Cristo ; que Cristo solo es el Príncipe de este

Reyno, Cristo solo la cabeza de este cuerpo, y Cristo solo

el Esposo de esta Esposa. Que hay en la Iglesia varios

órdenes de Ministros : que unos son Diáconos, otros Pres

bíteros, otros Obispos,, á I03 cuales está encomendada la

instruccion del Pueblo, y el cuidado y administracion de

la Relijion ; empero que no hay ni puede haber ninguno

que tenga la autoridad suprema en esta Católica y univer

sal Iglesia, porque Cristo está siempre presente en ella, y

no ha menester un hombre Vicario que sea por entero

sucesor suyo, y porque no puede haber mortal alguno que

alcance, ni aun á poder comprehender con el ánimo todas

las partes del mundo, y mucho menos á ponerlas en órden,

y administrarlas bien y convenientemente ; «que los Após

toles (28.), como afirma Cipriano, fueron todos iguales

entre sí en potestad ; que lo mismo fueron los demos que

fué Pedro, y que ú todos por igual les fué dicho : " Apa

centad" á todos, " id por todo el mundo " á todos, "en

señad el Evanjelio ; " y que,- como dice Gerónimo (29.),

Todos los Obispos, de donde quiera que lo sean, ya de

Roma, ya de Eugubio, ya de Constantinopla, ya de Regio,

tienen todos igual dignidad, y un mismo ¡Sacerdocio. Que

el Obispado, segun dice Cipriano (30.), es uno, y todos los

Obispos participan de él in solidum ; que el de Roma no

tiene en la Iglesia de Dios, segun la sentencia del Sínodo

Niceno, mas derechos que los demas Patriarcas Alejan

drino y Antióqueno ; que dicho Obispo, el cual avoca hoy

á sí solo todas las cosas, si no hace su deber, si no ad

ministra los Sacramentos, si no instruye al Pueblo, si no

lo enseña, si no lo amonesta, no debe en razon y justicia ser

llamado Obispo, ni aun Presbítero siquiera (31.). Porque

el nombre Obispo, como dice Agustín, es nombre de tra

bajo, no de honor, debiendo entenderse, que el que quiere

solamente tener el mando en la Iglesia sin serla provechoso,

no es Obispo. Ademas, que el citado Obispo Romano, ni

mortal alguno, puede ser Cabeza de toda la Iglesia, ú Obis

po universa], á la manera que no puede ser ni Esposo, ni

(¿8.) De simplicitate Praclat. (29.) Ad Evagrium. (30.) De

tiaplicit. Pracl. (31.) 1 Timot. 3. v. 1, &c.

15

Luz, ni Salad, ni vida de la Iglesia; pues estos son privile*

jios y nombres que á solo Cristo pueden propia y esclusiva-

mente convenirle ; ni jamás osó ningun Papa ser saludado

con tan altivo' nombre ántes del Emperador Focas (quien

se sabe subió al imperio por una detestable maldad, ha

biendo muerto al Emperador Mauricio, Señor suyo)", esto

es, hasta el año 613 del nacimiento de Cristo; y el

Concilio Cartajinense prohibió espresamente que ningun

Obispo se denominára Pontífice Mácsimo, ó Sumo Saeer-

dote (32.^. Y, en fin, que el de Roma que tal quiere

hoy llamarse, y usurpa una potestad que no le pertenece,

ademas de obrar abiertamente contra los antiguos Conci

lios y contra los Padres (si hemos de creer á su Gre

gorio) (33.), se da un nombre presuntuoso, profano,

sacrilego, antecristiano, y por tanto es el Rey de la

Soberbia, el Lucifer que se alza sobre sus hermanos ; que

ha abjurado la fé ; que es el precursor del Antecristo.

Creemos que el Ministro debe ser legítimamente llama

do, y presidir con rectitud y órden á la Iglesia de Dios, y

que ninguno puede, á su antojo y arbitrio, entrometerse

al sagrado ministerio. Es por tanto una insigne calumnia

el decir, como con frecuencia se dice de nosotros, que nada

hacemos con arreglo y decencia, sino todo confusa y de

sordenadamente, y que todos entre nosotros son Presbí

teros, todos Doctores, todos Intérpretes.

Decimos que los Ministros han recibido de Cristo la

potestad de atar y desatar, de abrir y de cerrar ; pero que

consiste el poder de desatar, en que el Ministro, por me -

dio de la predicacion del Evanjelio, ofrezca á los que están

profunda y verdaderamente arrepentidos, la absolucion,

por los méritos de Cristo, y les anuncie la remision cierta

de los pecados, y la esperanza de la salud eterna ; ó bien

en que reuna y restituya al seno y comunion de los fieles,

á aquellos que, habiendo ofendido á sus hermanos con un

escándalo grave, ó con algun notable y público delito, se

hubiesen enajenado en cierto modo á sí mismos de la

sociedad de la Iglesia y del Cuerpo de Cristo, y ya se

encuentren arrepentidos. Y decimos que ejerce la potes

tad de atar ó de cerrar, toda vez que cierra la puerta del

Reyno de los Cielos á los incrédulos y contumaces, y les

(32.) Cap. 47. (33.) Gregorius Epist. I. 4, 76, 78, 80.

c2

15

intima ía venganza de Dios y el castigo eterno, ó" cuantas

escluye á los públicamente escomulgados del gremio de la

Iglesia. Y que cualquiera sentencia que en la tal fonna

dieren los Ministros, Dios de tal modo la confirma, que

todo lo que por ministerio de ellos es ligado y desatado

aquí en la tierra, Dios mismo lo quiere atar, y desatar, y

ratificar en los cielos. Pero las llaves con que pueden los

Ministros cerrar 6 abrir el Reyno de los Cielos, decimos

con Crisóstomo ser la ciencia de las Escrituras ; con Ter

tuliano, la interpretacion de la Ley ; con Eusebio, la

valabra de Dios. Y que los discípulos de Cristo recibie

ron tal potestad, no para oir las confesiones secretas del

pueblo ó su cuchuchear entre dientes, cual lo hacen hoy á

cada paso los Presbíteros Papistas, y de tal manera como,

si en ello solo consistiera toda la virtud y uso de las llaves ;

sino para que fueran, para que enseñáran, para que pre

dicaran el Evanjelio; para que sirviesen á los fieles de

olor de vida para la vida, y á los incrédulos de olor de

muerte para la muerte ; para que así como se abren la»

puertas con la llave, se abriesen con la palabra de Dios los

ánimos de los hombres piadosos, consternados por la con

ciencia de su vida pasada y de sus errores, despues que

empezaron á ver la luz del Evanjelio, y á creer en Cristo ;

y para que fuesen dejados como presos y encerrados con

llave, y yendo de mal en peor, segun la espresion de Pa

blo, los impíos y contumaces, y los que no quisieren creer,

y volver á camino (34.). Que ésta es la economía de

las llaves, que de este modo se abren 6 cierran las con

ciencias de los hombres ; que el Presbítero es ciertamente

Miez, mas sin tener por esto derecho de potestad alguna,

como dice Ambrosio (35.) ; que por lo tanto Cristo in

crepó á los Escribas y Fariseos, para censurar su descuido-

cn enseñar con estas palabras (36.) : ay de vosotros Es

cribas y Fariseos, que os habeis reservado las llaves de la

ciencia, y cerrais el reyno de los cielos á los hombres. Y

como la palabra de Dios, y la interpretacion de la Ley y

de las Escrituras, sea la llave con que se nos abre la

entrada al reyno de Dios, decimos que no hay llave donde

no hay palabra ; y que siendo una la palabra que se ha

(34.) 2. Timot. 3. v. 13. (35.) De penitentia dist. 1. c. vertroia

Dei., (36.), Luc. 11. v. 52. Mal. 23. r. 13.

17

dado á todos, y una por consiguiente la llave de todos, es

tambien una la potestad de todos los Ministros para abrir

y cerrar : mas todavía ; que el Papa mismo, por mucho

que suavemente le canten sus aduladores las palabras " te

daré las llaves del reyno de los cielos " (37), cual si solo

á él y no á otro alguno de los mortales convinieran, si no

hace que las conciencias de los hombres se doblen, y su

cumban á la palabra de Dios, ni abre ni cierra, ni absolu

tamente tiene las llaves. Y que aunque enseñe é instruya

al pueblo, lo que ojalá llegue á hacer como debe, y á

persuadirse de que al ménos es esa una parte de su mi

nisterio, no obstante en nada es su llave mejor 6 mas

poderosa que la de los otros ; porque ¿ quien le ha dis

tinguido ? i quien le ha enseñado á que abra ó absuelva

mejor que sus hermanos ?

Decimos que el Matrimonio es santo y honorífico en

toda clase y estado de los hombres, en los Pontífices, en

los Patriarcas, en los Profetas, en los Apóstoles, en los

santos Mártires, en los Ministros de la Iglesia, en los

Obispos : que es justo y lícito subir á la Cátedra Episco

pal, como (38.) decia Crisóstomo, en el estado de Matri

monio ; y que no por eso el Obispo piadoso y laborioso,

segun dicen Zozomeno de Espiridion y Nazianzeno de su

propio padre, se porta peor en el ministerio, sino muy

mejor y mas útilmente. Que la ley que quita violenta

mente á los hombres esta libertad, y los lleva por fuerza

al celibato es, segun enseña Pablo, doctrina de Demo

nios (39.) ; y que de ella se han seguido una licencia

increíble en la vida y costumbres de los Ministros de

Dios, y crímenes horrendos (segun lo confiesan el Obispo

Augustano, Faber, el Abad Panormitano, Latomo, la obra

tripartita adjunta al segundo tomo de los Concilios, y otros

muchos sectarios del partido Papista, como tambien todas

las historias, y la esperiencia misma lo acreditan) ; y que

dijo muy bien Pío IL, Obispo de Roma, cuando declaró ver

muchas razones para prohibir el casamiento á los Presbí

teros, pero muchas mas, y mucho mayores para que les

fuese permitido (40.).

(37.) Mat. 16. v. 19. (38.) In Titum primo, hom. 10. Theo-

philus ad Titum 10. c. 5. In monodia sua super Basüium»

(39.) 1. Timot. 4. v. 1, 3. (40.) Platina in Pü II, vita.

C3

18

Recibimos y aprobamos todas las escrituras Canónícas>

tanto del antiguo como del nuevo Testamento, y damos-

gracias á nuestro Dios por habernós suscitado esta luz>

que tuviésemos siempre á la vista, para no ser inducidos

en errores y falsedades, ya por engaño de los hombres, &

por las asechanzas de los Demonios. Decimos ser ellas

voces celestiales por las cuales nos ha manifestado Dios

su voluntad ; que solo en ellas pueden hallar reposo Ios-

ánimos de los hombres ; que contienen plena y copiosa

mente todas las cosas necesarias para nuestra salud, como-

lo enseñaron Orígenes, Agustin, Crisóstomo y Cirilo ; que

son la virtud y poder de Dios para la salvacion y los fun

damentos de los Apóstoles y de los Profetas (41.), sobre

que está ediñcada la Iglesia de Dios, la regla certísima á

que ésta debe atenerse si vaciláre ó llegáre á errar, y con

la que debe medirse toda la doctrina Católica ; que contra

ellas no debe oirse ni ley, ni tradicion, ni costumbre al

guna, ni aivn Pablo mismo, é un ánjel bajado del cielo, si

etra cosa enseñasen (42.}.

Recibimos los sacramentos de la Iglesia, ésto es, ciertos-

signos y ceremonias sagradas, de que Cristo quiso usára

mos, para ponernos con ellos ánte la vista los misterios de

nuestra salvacion, confirmar mas y mas la fé que tenemos-

en. su. sangre, y sellar su gracia en nuestros corazones. Y

eoa Tertuliano, Orígenes, Ambrosio, Agustin, Gerónimo,

Crisóstomo, Basilio, Dionisio y otros Padres Católicos, los

llamamos figuras, signos, símbolos, tipos, antitipos, formas,

señales, sellos, imájenes, semejanzas, ejemplares, recuer

dos, memorias. Ni dudamos deeir con los mismos, que

los sacramentos son ciertos signos visibles, sellos de la

justicia, símbolos de la gracia ; y afirmamos espresamente,

que en la Cena se da real y verdaderamente á los que

creen, el cuerpo y sangre del Señor, la carne del Hijo de

Dios que vivifica nuestras almas, el manjar que viene del

cielo, el alimento de la inmortalidad, la gracia, la verdad,

la vida ; y que ella es la comunion del cuerpo y sangre de

Cristo, con cuya participacion nos vivificamos, robustece

mos, y alimentamos para la vida eterna, y por la cual nos

juntamos, unimos, é incorporamos á Cristo, de tal suerte,

que nosotros vivamos en él y él en nosotros.

(41.) Román. I. v. 16. (42.) Galat. I. v. 8.

1?

Reconocemos, ademas, dos sacramentos, que propia

mente deban así llamarse : el Bautismo y la Eucaristía j

pues éstos son los que vemos instituidos y consagrados

por Jesucristo, y aprobados por los antiguos Padres, Am

brosio y Agustín,

Y decimos que el Bautismo es el sacramento de la re-

mision de los pecados, y de aquella ablucion que tenemos

en la sangre de Cristo > y que no debe negarse á ninguno»

que quiera profesar el nombre Cristiano, ni á los infantes

hijos de Cristianos, por cuanto nacen en pecado, y perte

necen al Pueblo de Dios.

Qne la Eucaristía es el sacramento, es decir, el símbolo1

visible del cuerpo y sangre de Cristo, en el cual se pone

en cierto modo delante de nuestros ojos su muerte y su

resurreccion, y todas las cosas queobró en el cuerpo hu

mano ; para que demos gracias por su muerte y nuestra

redencion, y renovemos la memoria de este misterio con

la frecuentacion de los sacramentos ; para que nos susten

temos con el cuerpo y sangre de Cristo, para esperanza de

la resurreccion y de la vida eterna ; y para que tengamos

por indudable ser su cuerpo y sangre para alimentar nues

tras almas, lo que el pan y el vino para alimentar nuestros

cuerpos. Que á este banquete solemne ha de ser convi

dado el pueblo, á fin de que comuniquen todos los fieles

entre sí, y muestren y testifiquen públicamente su mútua

sociedad, y la esperanza que tienen en Jesucristo. Que

por eso los antiguos Padres y Obispos Romanos, en la

Iglesia primitiva, cuando aun no se conocían Misas priva

das, escomulgaron como á reprobo y jentil al que quería

ser espectador solamente y se abstenía de la sagrada comu

nion, no habiendo por aquel tiempo Cristiano alguno que,

mirándolo los demas, comulgara solo (43.). Por ésto»

decretó Calixto que, hecha la consagracion (44.), comul

gasen todos, sino querían verse privados de la entrada en

la Iglesia, manifestando que (45.) así lo habían establecido-

los Apóstoles, y lo guardaba la Iglesia de Rama. Que al

pueblo que se acerca á la sagrada comunion, lia de dársele

una y otra parte de la Eucaristía, segun que lo mandó

(43.) Crisostomus ad Ephesios serm. 3. De consecrat. dist. I.

cap. omnes. (44.) Distinct. 2. cap. seculares. (45.) De couse-

eral, dist. 2. cap. peracta.

20

Jesucristo, lo ordenaron los Apóstoles en todas partes, y

lo practicaron los Padres todos de la antigüedad, y los

Obispos Católicos ; que si alguno obra de otra suerte

comete sacrilejio, como dice Gelasio (46.) ; y que los hoy

llamados Católicos, que habiendo desechado y abdicado la

comunion, defienden las Misas privadas, y la mutilacion de

los sacramentos, sin apoyarse en la Palabra de Dios, ni en

algun antiguo Concilio, ni en la autoridad de un solo Pa

dre, ni en el ejemplo de la Iglesia primitiva, ni siquiera en

la razon, y no solo contra el mandato espreso de CrÍ3to,

sino tambien contra toda la antigüedad, obran pésima

mente y son sacrilegos.

Decimos que el pan y el vino (en la Eucaristía) son

misterios sagrados y celestiales del cuerpo y sangre de

Cristo ; y que en ellos nos está de tal modo presente el

mismo Cristo, verdadero pan de vida eterna, que verdade

ramente tomamos por la fé su cuerpo y su sangre. Pero

uo decimos esto porque juzguemos se inmute y convierta

en nada la naturaleza del pau y del vino, como han soñado

muchos en los siglos últimos, sin haber podido jamás estar

entre sí acordes sobre su sueño. Pues ni tuvo Cristo el

designio de hacer que el pan de trigo perdiese su natura

leza, y tomase cierta nueva divinidad, sino mas bien el de

inmutarnos á nosotros, y transformarnos, segun la espre-

sion de Teofilacto, en cuerpo suyo (47.). ¿Y qué cosa

mas clara puede decirse sobre ésto que lo que dijo Am

brosio ? " El pan y el vino (48.) son lo que eran, y se

mudan en otra cosa." O lo que Gelasio (49.) : " No deja

de ser la sustancia de pan, ni la naturaleza de vino." O

lo que Teodoreto : "Los misteriosos símbolos, despues de

la santificacion, no pierden su propia naturaleza, pues que

dan en su primitiva sustancia, figura y especie." O lo

que dice Agustin (50.) : " Pan y cáliz es lo que veis y lo

que se manifiesta á la vista ; mas, conforme á la inteligen

cia que demanda vuestra fé, el pan es el cuerpo de Cristo,

y el cáliz la sangre." O lo que Orígenes (51.) : " Aquel

pan que se santifica por la palabra de Dio6, el cual cierta-

(46.) De cons. dist. 1. cap. comperimus. (47.) In Joan. cap.

11. (48.) De sacra lib. 4. cap. 4. {49.) In dialogo 1 et 2 In ser

mone ad infantes. (50.) De cons. dist. 2. c. qui manducan'»

(51.) In Math. 19.

21

mente pertenece á la materia, pasa al vientre y te escre-

inenta. O finalmente lo que Cristo dijo, no solo despues

de consagrar el cáliz, sino tambien despues de la comu

nion (52.) : " No beberé ya de este ¡sumo de vid ;" porque

es claro que el zumo de la vid es el vino, no la .sangre.

Sin embargo, cuando todo esto decimos, no menoscabamos

la Cena del Señor, ni enseñamos, como muchos nos ca

lumnian, que es solamente una ceremonia fria, y que nada

en ella se hace ; pues afirmamos que Cristo está verdade

ramente presente en sus sacramentos : en el Bautismo,

para que de él nos vistamos ; en la Cena, para que lo

comamos con la fé y con el espíritu, y obtengamos, por

su cruz y su sangre, la vida eterna ; y esto decimos que

se hace, no fríamente y como de cumplimiento, sino real y

verdaderamente. Porque aunque no toquemos el cuerpo

de Cristo con los dientes ni con las fáuces, lo tocamos sin

embargo y lo oprimimos con la fé, con el entendimiento y

con el espíritu. Y no es vana aquella fé que abraza á

Cristo, ni se percibe fríamente lo que se percibe con la

fé, con el entendimiento y con el espíritu. Pues en

aquellos misterios se nos ofrece y da el mismo Cristo tan

cumplida y satisfactoriamente, que sabemos llegamos á ser

carne de su carne y hueso de sus huesos, y que Cristo ha

bita en nosotros, y nosotros en Cristo.

Por ésto en la celebracion de los misterios es amones

tado con razon el pueblo, ántes de llegar á la comu

nion (53.), á que tengan sus corazones arriba y eleven sus:

almas al cielo, porque allí está aquel de quien debemos1

saciarnos y recibir la vida. Y Cirilo dice, que en la

participacion de los misterios, estén léjos de nosotros los

pensamientos groseros ; y el Concilio Niceno, segun es

citado en Griego por algunos, prohibe espresamente fijar

nos con humildad en el pan y vino que se nos propone

Por lo mismo decimos, segun la feliz espresion de Crisós-

tomo, que el cuerpo de Cristo es el cadáver, y que nosotros

debemos ser las águilas ; dándonos así á entender, que si

queremos llegar al cuerpo de Cristo hemos de volar alto,

por ser ésta una mesa de águilas, no dg grajos. Este pan,

dice tambien Cipriano (54.), es comida del espíritu, no

(52.) Luc. 22. 18. (53.) De consec. dist. 1. c. quaudo. (54.) De

esena Domini.

22

del vientre. Y Agustín (55.) pregunta, ¿ cómo poseeré

á aquel que está ausente ? ¿ Cómo alargaré la mano al

cielo para asir al que está allí sentado ? Llega allá, res

ponde, con la fé, y ya le asiste.

Pero no toleramos en nuestras Iglesias compras ni ven

tas de Misas, ni las procesiones y adoraciones del pan, ni

otras necedades idolátricas y blasfemas, las cuales nadie

puede sostener fuesen establecidas por Cristo ó los Após

toles ; y reprehendemos con justa razon á los Obispos de

Roma, por cuanto sin fundamento en la Escritura, ni en la

autoridad de los Padres, ni en la práctica de la Iglesia, no

solo han introducido la novedad de esponer a) pueblo el

pan Eucarístico para que lo adore con culto divino, sino

tambien la de llevarlo en un caballo de paso donde quiera

que van, como en otro tiempo el Fuego Pérsico, ó los

Misterios de Ysis, presentando así en escena y pompa los

sacramentos de Cristo (56.), en vez de inculcar y celebrar

en ellos su muerte, y reduciendo á un necio espectáculo y

mero pasatiempo del pueblo aquello mismo en que se le

deberían recordar los misterios de nuestra redencion santa

y reverentemente. Ni puede haber cosa mas ridicula, y

jentílíca, y simple, que lo que dicen los Papistas, y á veces

hacen creer á los necios, sobre que pueden, por medio de

sus misas, distribuir y aplicar á los hombres (quienes co

munmente ni saben ni piensan lo que en ellas se hace)

todos los méritos de la muerte de Cristo. Pues la muerte

y la cruz de Cristo nos la aplica nuestra propia fé, no la ac

cion del Presbítero. La fé de los sacramentos, dice Agus

tín (57.), es la que justifica, no el sacramento. Cristo es

el Sacerdote, dice Orígenes, y la propiciacion y la hÓ6tia,

la cual propiciacion le alcanza á cada uno por medio de la

fé. Por ésto enseñamos, que sin la fé no aprovechan á los

vivos los sacramentos de Cristo, y mucho ménos á los

muertos (58.). Porque eso que creen nuestros adversa

rios de su Purgatorio, aunque sabemos bien que no es una

invencion tan nueva, con todo no es mas que una ficcion

insulsa y un cuento de viejas. Agustín unas veces dice

que ecsiste un tal lugar, otras no niega que puede haberlo,

(55.) In Joan, tract. 50. (56.) Libro de caeremoniis Eclesise

Romanee. (57.) Ad Rom. cap. 3. lib. 3. (58.) Aug. in Psal. 85.

In enchiridio cap. 6, 7. De civitate Dei lib. ii. c. 26. Contra

Pelagianos lib. hipognosticon. 5.

23

otras lo duda, otras del todo lo niega, y juzga que en

esto 3e engañan los hombres por cierto esceso de benevo

lencia. De este solo error, sin embargo, brotó una tan

abundante cosecha de pequeños sacrificadores, que, ven

diéndose maniñesta y públicamente las Misas por todas

partes, los templos de Dios han venido á ser casas de

tráfico ; pues se ha hecho creer á los míseros mortales,

que ninguna otra negociacion les tiene mas cuenta :

ninguna en efecto de mas utilidad para los Presbítero»

Papistas.

De la multitud de ceremonias supérfluas, sabemos que

ya en su tiempo se quejó Agustín fuertemente (59.). Así

nosotros hemos quitado porcion grande de ellas, conven

cidos de que molestaban las conciencias de los hombres, y

de que á la Iglesia de Dios eran gravosas.

Conservamos, empero, y respetamos no solamente las

que sabemos fueron instituidas por los Apóstoles, sino

tambien algunas otras que nos ha parecido podían permi

tirse sin ofender á la Iglesia. Pues quisiéramos que en

una congregacion santa se administrára todo, como manda

S. Pablo, con decencia y con órden (60.). Mas todas

aquellas que vimos ser en estremo supersticiosas, ó inúti

les, ó ridiculas, ó indecentes, opuestas á las Sagradas Letras,

é indignas tambien de hombres cuerdos, cuales ecsisten

hoy infinitas entre los llamados Católicos, las hemos total

mente desechado sin escepcion alguna ; porque no hemos

querido estuviese ' el culto de Dios manchado por mas

tiempo con tales impropiedades.

Hacemos oracion en lengua que es justo entiendan

todos, para que el Pueblo reporte utilidad comun, segun

enseña (61.) Pablo, de los ruegos y votos comunes. Así

oraron y enseñaron al Pueblo á orar los Obispos Católicos

y piadosos varones, tanto en el antiguo como en el nuevo

Testamento ; y así oramos tambien nosotros, porque no

parezca hablamos cual mirlos ó papagayos, segun dice

Agustín, lo que no entendemos.

No tenemos otro mediador é intercesor por quien haya

de llegarse á Dios Padre que Jesucristo, en cuyo solo

nombre se alcanza todo del Padre. Y es torpe y mani

fiestamente jentílico lo que vemos hacer todos los dias en

(59.) Ad Joan. Epist. 1, 9. (60.) I. Corinth. 14. v. 40. (61.) Id. 14.

24

las Iglesias de los Papistas ; pues no solo quieren tener

un número casi infinito de intercesores, y ésto sin ninguna

autorizacion de la palabra de Dios (de modo que, como

dice Gerónimo (62.), el número de Santos iguala ahora, 6

mas bien escede, al de ciudades, y no saben esos miserables

á cual de sus Santos deban principalmente dirijirse), sino

que, á pesar de ser tantos que no pueden numerarse, le

tienen señalado á cada uno su cargo y oficio, y qué deban

pedir, qué cosa dar, y lo que han de hacer; pero aun hay

mas, pues con tanta impiedad como imprudencia, llaman

madre á la vírjea, y la piden se acuerde de que es madre,

que impere á su hijo, y que sobre él use de su derecho (C3.).

Decimos que el hombre ha nacido en pecado, y en pe

cado pasa su vida; que ninguno puede decir con verdad

que su corazon está limpio ; que por mas justo que cual

quiera sea, es un siervo inútil ; que la ley de Dios es

perfecta, y ecsije del hombre plena y perfecta obediencia-;

que de ningun modo podemos de lleno cumplirla en esta

vida, ni hay un mortal siquiera que pueda por sus propias

fuerzas justificarse ánte Dios ; y así que nuestro único

refujio y amparo es la misericordia del Padre celestial por

medio de Jesucristo; estando firmemente persuadidos de

que él es la propiciacion por nuestros pecados ; de que

todas nuestras manchas han sido borradas con su sangre ;

de que con ella pacificó todas las cosas; de que todo lo

completó con aquella única hostia que por una vez ofreció

en la cruz ; y de que por ésto dijo al espirar (6-4.) consu-

matum est ; como para significarnos, que el precio por el

pecado del jéuero humano quedaba ya pagado cumplida

mente.

Si hay algunos que no juzguen suficiente este sacrificio,

vayan en buen hora y busquen otro mejor ; que nosotros

estamos con uno contentos, y por cuanto sabemos ser éste

único, no buscamos otro : sabemos que una sola vez habia

de ofrecerse, y por eso no mandamos que se repita ; y que

fué pleno y perfecto en todas sus partes, y por tauto no le

sustituimos continuas sucesiones de hostias. ,

Y aunque digamos no tener ninguna seguridad en nues

tras propias obras y méritos, y constituyamos en solo

(62.) Hier. 2. 28. et 11. 13. (63.) Bernardus. (64.) Joan.

19. v. 30.

25

¡Cristo todo el motivo de nuestra salvación ; sin embargo

por esto no enseñamos que se haya de vivir licenciosa y

relajadamente, como si al Cristiano le bastára solo el ser

bautizado y creer, y nada mas deba de él ecsijirse. Pues

la verdadera fé es viva, y no puede estar ociosa. Así es

que predicamos al pueblo haber sido llamados por Dios,

no para sensualidad y libertinaje, sino para obras buenas,

como dice {65.) Pablo, y que en ellas nos ejercitemos :

-que Dios nos ha sacado del poder de las tinieblas para que

le sirvamos, para que nos desembaracemos de todas las

-reliquias del pecado, para que con temor y temblor obre

mos nHestra salvacion, para que se vea que el espíritu de

santificacion está en nosotros, y que Cristo mismo habita

por la fé en nuestros corazones.

Finalmente, creemos que esta misma carne en que vivi

mos, aunque por la muerte se convierta en polvo, ha de

resucitar no obstante en el último dia, por el Espíritu de

Cristo que habita en nosotros. Que Cristo entónces, sea

cual fuere lo que en el Ínterin suframos aquí por su causa,

enjugará todas las lágrimas de nuestros ojos, y que noso

tros gozarémos por -él de la vida eterna,,y con^l estarémos

siempre en la Gloria. Amen.

CAPITULO III,

^Contiene una clara demostracion de las causas.porgué y de

donde nacieron las herejías en la Iglesia, con ejem

plos de todas clases en todos los tiempos.

Estas son aquellas herejías horribles por las que es hoy

condenada por el Papa una gran parte del mundo sin ser

(65.) Ad Ephes. 2. v. 10.

26

oida. Contra Cristo mas bien, contra los Apóstolesj-contra

los santos Padres, debería haberse dirijido el ataque, pues

de ellos han tenido oríjen, por ellos han sido constituidas.

A no ser que quieran decir nuestros adversarios (como di

rán quizá) que no instituyó Cristo la sagrada comunion

para que se distribuyera entre los fieles ; ó que los Após

toles y los antiguos Padres dijeron en todos los ángulos

de los templos Misas privadas, hasta diez ó veinte en un

mismo dia ; ó que Cristo y los Apóstoles apartaron á todo

el Pueblo del sacramento de la sangre ; ó que lo que hoy

se practica por ellos en todas partes (y de tal modo que

condenan por hereje á quien no hace lo mismo) no es lla

mado sacrilego por su Gelasio ; ó que estas palabras " el

pan y el vino quedan en los sacramentos lo mismo que

eran ántes," " lo que se ve en la sagrada mesa es pan,"

"la sustancia y naturaleza del pan no dejan de ser," " la

- sustancia y naturaleza del pan no se muda," "aquel mis

mo pan, el cual ciertamente pertenece á la materia, va á

parar al vientre y se escremcnta," no son de Ambrosio,

Agustín, Gelasio, Teodoreto, Crisóstomo y Orígenes ; ó

que Cristo, los Apóstoles y los santos Padres no oraron

en lengua que el Pueblo entendiera ; ó que Cristo no

cumplió todas las cosas con aquella única hóstia que una

vez ofreció en la cruz ; ó que aquel sacrificio fué imper

fecto, de suerte que ahora necesitemos de otro. Todos

estos asertos deberían sostener, á ménos que no prefieran

decir hallarse encerrada en el pectoral del Pontífice toda

justicia y derecho ; y que el mismo Pontífice puede dis

pensar (como no dudó afirmar en un tiempo uno de sus

parasitos y aduladores) contra el Apóstol, contra el Con

cilio, contra los canones de los Apóstoles ; y que no está

sujeto á los ejemplos de ellos, ni á los institutos y leyes

de Cristo (66.).

De Cristo, de los Apótoles y de los santos Padres, he

mos aprendido eso mismo que de buena fé enseñamos al

Pueblo de Dios ; y esta es la causa de que hoy nos llame

herejes nada ménos que el Jefe de la Iglesia.

¡ O Dios inmortal ! ¿ Luego Cristo mismo, y los Após

toles, y tantos Padres, todos á una erraron en la fé ?

i Luego Orígenes, Agustín, Ambrosio, Crisóstomo, Gelasio

(Cí.) Dist. 36. Lector in glossa dist. 81. c. Presbiter.

27"

y Teodoreto, fueron desertores de elja ? < Luego el con

sentimiento unánime de tantos antiguos Obispos y doctos -

varones no fué otra cosa que una conjuracion de herejes ?

¡ Cómo ! i Lo que en ellos era entónces laudable ahora

se condena en nosotros ? ¿ Y lo que en ellos era Católico

se ha hecho de repente cismático, solo por haberse mu

dado las voluntades de los hombres ? ¿ O porque no place

á los Papistas, se habrá hecho de pronto falso lo que era

antiguamente verdadero ? Que muestren pues otro Evan

jelio, ó manifiesten por qué motivo las cosas que fueron

por tanto tiempo aprobadas y observadas en la Iglesia,

hayan ahora al cabo de ser revocadas. Nosotros sabemos,

que la palabra, revelada por Cristo y propagada por los

Apóstoles, es suficiente para nuestra salud, para defender

toda verdad, y para confutar toda herejía. Solo por ella

condenamos todas aquellas antiguas herejías que, segun

nuestros adversarios, hemos resucitado de los infiernos ; y

declaramos como impíos y perdidos (detestando hasta las

puertas del abismo sus errores, porque son condenados por

el Evanjelio) á los Arríanos, Eutiquianos, Marcionitas,

Ebionitas, Valentinianos, Carpocracianos, Facianos, No-

vacianos, y, en una palabra, á todos cuantos sintieran

impíamente del Padre, ó del Hijo, ó del Espíritu Santo, ó

de algun otro punto de la Relijion de Cristo ; y no sola

mente ésto, sí que tambien, en el caso de volver á aparecer

en alguna parte y manifestarse, los reprimimos formal y

severamente con justos y ordinarios castigos.

Confesamos en verdad, que al renacer el Evanjelio se

han dejado ver sectas nuevas y hasta entónces nunca

oidas ; á saber, las de los Anabaptistas, Libertinos, Men-

nonios, Zuenkfeldianos. Pero damos á Dios gracias por

que no hemos nosotros, como ya lo sabe todo el mundo,

ni enjendrado, ni enseñado, ni dado fomento á estas

monstruosidades. Léanse sino nuestros libros ; en todas

partes están de venta. ¿ Quien de nosotros escribió jamás

algo que pudiera favorecer tales locuras ? Por el contrario,

ningun pais está hoy tan libre de tales pestes como aque

llos en que libre y públicamente se enseña el Evanjelio.

Bien que, á juzgar con mesura y rectitud, esto mismo es

una prueba grande de que nosotros publicamos la verda

dera doctrina ; porque no suele nacer la zizaña sin el trigo,

oi la paja sin el grano. ¿Quien ignora las herejías que

d2

28"

uacicron en los tiempos de los mismos Apóstoles cuando

empezó á estenderse el Evanjelio ? ¿ Habia alguno oido-

ántes los nombres de Simon, Menandro, Saturnino, Basi-

lides, Carpocrates, Cerinto, Ebion, Valentino, Segundo,

Marosio, Colorbasio, Heracleon, Luciano, Severo ? < Mas

á qué numerar los errores de aquel tiempo ? Epifanio

cuenta hasta ochenta entre sí distintos : Agustin muchos

mas todavía, los cuales habian á la par crecido con el

Evanjelio. ¿ Y qué el Evanjelio no era Evanjelio por ha

ber nacido con él tantos errores, ó Cristo por ésto no era

Cristo ?

Sin embargo no pulula, como queda dicho, esa semilla

entre nosotros que pública y libremente enseñamos el

Evanjelio. Entre nuestros adversarios, en la ceguedad y

en las tinieblas nacen esas pestes, y crecen y toman fuerza

donde la verdad es oprimida cruel y tiránicamente, y solo

á escondidas y en secretas renniones puede oirse. Hagan

sino la prueba : den libre curso al Evanjelio : brille la

verdad de Cristo, y estienda sus rayos por todas partes t-

verán al punto desvanecerse esas sombras ánte la luz

Evanjélica, como al aspecto del sol se disipa la obscuridad

de la noche. Ello es, que nosotros impugnamos sin cesar

y rebatimos todas estas herejías, que falsamente dicen los

Papistas alimentamos y fomentamos, miéntras que ellos no

hacen nada de ésto y se están ociosos.

Tambien nos imputan que estamos divididos en sectas^

queriendo unos llamarnos Luteranos, otros Zuinglianos, y

que hasta ahora no nos hemos pódido convenir en el todo

de nuestras doctrinas. ¿ Pero qué habrian dicho si hubie

sen vivido en los primeros tiempos de los Apóstoles y de

los santos Padres ? ¿ Cuando uno decia yo soy de Pablo,

otro yo soy de Cefas, otro yo soy de Apolo : cuando Pablo

reprehendía á Pedro; cuando por oculta animosidad Ber

nabé se separaba de Pablo; cuando, segun dice Orígenes>

estaban los Cristianos divididos en tantos bandos que nada

tenían de comun sino solo el nombre, y habian venido á

ser, por sus disensiones y partidos, como cuenta Sócrates,

ebjeto de burla en los Teatros, la irrision del Pueblo ;

cuando eran tantas las discordias y riñas en la Iglesia,

segun el Emperador Constantino, que esta calamidad se

yeia haber escedido á cualquiera otra por grande que

fuese ; cuando Teófilo,. Epifanio, Crisóstomo, Agustín,.

"\

29

Rufino, Gerónimo, todos ellos Cristianos, todos Padres,

todos Católicos, guerreaban implacables entre sí con dis

putas las mas crueles ; cuando miembros de un mismo

cuerpo, segun la espresion de Nazianzeno, se consumían

los unos á los otros ; cuando el Oriente se apartaba del

Occidente sobre el pan fermentado y la observancia de la

Pascua, á pesar de no disidir en cosas mayores ; cuando

en todos los Concilios se hacian á cada paso nuevos sím

bolos y nuevos decretos ? ¿ Qué habrían dicho entónces ?

I A quienes se hubieran principalmente adherido, á quienes

desechado ? ; Qué Evanjelio habrian creído, á quienes

hubieran tenido por herejes y á quienes por Católicos ?

¡ Y ahora solo dos nombres, Lutero y Zuinglio, les hacen

tanto eco ! ¿ Solo porque todavía no están ámbos acordes

en algun punto, ha de juzgarse que uno y otro han errado,

que ninguno ha poseído el Evanjelio, que ninguno ha en

señado en verdad y rectamente ?

Pero ¡ ó buen Dios ! ¿ Y qué hombres son esos que

censuran nuestras diferencias ? ¿ Por ventura, están ellos

todos entre sí verdaderamente acordes ? j No ha habido

nunca entre ellos ninguna division ni controversia i i Pues

porqué los Ecotistas y Tomistas no están mejor conveni

dos acerca del mérito de congruo y de condigno, acerca del

pecado orijinal en la Bienaventurada Vírjen, acerca del

voto solemne y simple ? ¿ Porqué dicen los Canonistas

ser de derecho humano la confesion auricular, y al contra

río los Escolásticos que es de derecho divino ? < Porqué

Gilberto Pigio disiente de Cayetano, Tomas de Lombardo,

Escoto de Tomas, Ocamo de Escoto, el Alíense de Ocamo,

los Nominales de los Reales ? Y, para no mencionar todas

las diferencias entre Frailes y Monjes (67.) (pues unos ha

cen consistir la santidad en comer de pescado, otros en co

mer legumbres, unos en llevar zapatos, otros chanclos ó chi

nelas, unos en vestir de lino, otros de lana, unos en ir de

blanco, otros de negro, unos mas ancha, otros mas estre

chamente rasurados, unos descalzos, otros calzados con

zandalias, unos ceñidos, sin ceñir otros), deben considerar,

que hay algunos de ellos que sostienen estar presente el

(67.) Gardinerus in Sophistica diaboli. Ricard. Faber. Re-

mntatio Berengarii, schola, et Glossa. Guimundue. De consec.

disi. 2. Ego Beren.

d3

3a

cuerpo de Cristo co la cena naturalmente, y otros por eT

contrario que lo niegan ; unos que dicen se hace pedazos-

dicho cuerpo, y que se tritura coa los dientes en la sagrada

comunion, y otros que lo repugnan > unos que declaran ser

et mismo cuerpo en la Eucaristía cuanto* y otros que lo

contradicen ; algunos que defienden consagró Cristo coa

cierto poder divino, otros que bendiciendo (68.) ; unos

que con cinco palabras concebidas, y otros que con estas

mismas cinco palabras espresadas; unos que dicen que en,

dichas palabras, con el pronombre demostrativo [Hoc], se

indica el- pan de trigo, y otros que quieren mas bien se

denote cierto Individuo Vago (69.) ; algunos que afirman

que las ratas y los perros pueden comer real y verdadera

mente el cuerpo de Cristo, y otros que lo niegan constan

temente ; unos que pueden nutrir los accidentes de Pan y

Vino (70.), y otros que la sustancia vuelve de nuevo.

¿Qué mas ? Sería molestísimo referir todas la diferencias-

de nuestros contrarios. Así toda la constitucion de su re

lijion y de su doctrina está todavía en incertidumbre y en

¿Bestion, aun para los mismos de quien ha nacido y trae

sil oríjen. Porque apenas convienen una vez entre sí,,

eomo no sea al modo que los Fariséos y los Saducéos en

«teo- tiempo, 6 como Heródes y Pilato contra Cristo.

Vayan pues, y establezcan ántes la paz en su casa,

entre los suyos. Sin duda que la union y la concordia

eenviene muy mucho á la Relijion ; pero no es esa una-

señal cierta y privativa de la Iglesia de Dios, pues entre

Ibs que adoraron el Becerro de oro, lo mismo que entre

aquellos que á una voz clamaban contra Jesucristo nuestro-

Salvador, crucifícalo, crucifícalo, fué sumo el consenti

miento. Ni porque los Corintios tenian entre sí disensio

nes, ó porque Pablo diferia de Pedro, ó Bernabé de Pablo,

é unes de otros los Cristianos en la infancia misma del-.

Evanjelio, dejaba por eso de estar entre ellos la verdadera-

Iglesia,. Aquellos á quienes por via de afrenta llaman Ios-

Papistas Zuinglianos y Luteranos (que en realidad de ver

dad son Cristianos unos y otros, y hermanos y amigos),

ao están por cierto divididos sobre los principios 6 funda

mentos de la Relijion, acerca de Dios, ni de Cristo, ni del

(68-) Thomas. (69.) TJardinerus. (70.) De consec. dist. 2^

Species. Glossa..

31

Espíritu Santo, ni sobre los medios de la justificacion, ni>

acerca de la vida eterna : lo están solamente en una cues

tion,, que en verdad no es tan grave ó de tanto momento..

Y no desconfiamos, mejor, no dudamos que muy pronto

ha de suceder la concordia ; y que si hay algunos que

sientan equivocadamente, Dios ha de iluminarlos, para

que, deponiendo las afecciones y los nombres de partido,

y ecsaminado- y esplorado mejor el asunto, como se hizo

antiguamente en el Sínodo Calcedonense, se corten de raiz

todas las causas y. estrenios de disensiones, quedando se

pultadas para siempre en el olvido.

Mucho mas grave es el decir de nosotros que somos

impíos, y hemos abandonado todo el cuidado de la Reli-

jion ; aunque no deba ésto movernos mucho, sabiendo loa

mismos que lo dicen ser una imputacion calumniosa.

Guando empezó á predicarse el Evaujelio y á publicarse

el nombre de Cristo, fueron llamados Atéos todos los

Cristianos, segun refiere Justino- Mártir ; y cuando estaba-

Eolicarpo para ser. juzgado, el Pueblo incitó al Procónsul

á la muerte de todos los que profesáran el Evanjelio con,

estas voces : " Quita del medio estos hombres impíos-

que no tienen Dios" (71.). No porque verdaderamente

no tuviesen Dios los Cristianos, sino porque no adoraban,

las piedras y los troncos que entónces eran acatados como-

Dioses. Ya bien sabe todo el mundo lo que hemos-

sufrido de nuestros enemigos por causa de la Relijion y de

nuestro único Dios. Hemos sido sepultados por ellos en

calabozos,, arrojados al agua y al fuego, y se han cebado-

en nuestra sangre -- no porque fuésemos adúlteros, ladro

nes ni homicidas, sino tan solo por haber llegado á conocer

el Evanjelio de Jesucristo y esperar en Dios vivo; y por

habernos quejado ¡ ó buen Dios ! con sobrada justicia y

verdad, de que nuestros contrarios violaban vuestra ley

por causa de vanas tradiciones,, y de que, despreciando á.

sabiendas y obstinadamente vuestros mandatos, se decla

raban así adversarios del Evanjelio y enemigos de la cruz,

de Cristo.

Mas, como viesen que no podia con razon acriminarse

nuestra doctrina, resolvieron atacar nuestras costumbres :-

así que nos acusan de que condenamos todas las buenas-

(71.) Eusebio, üb. 4. c. 15-

32

acciones, de que abrimos las puertas al libertinaje y á la

sensualidad, y de que apartamos al Pueblo de la práctica de

todas las virtudes. A la verdad, tal es y ha sido siempre

la vida de todos los hombres, aun los mas piadosos y Cris

tianos, que algo ha podido no obstante desearse, aun en

aquellos de mejores y mas puras costumbres ; y tal la

propension de todos al mal y su inclinacion á las sospe

chas, que las cosas que no se han hecho ni jamás pensado,

pueden no obstante ser oidas y creidas : y, á la manera

que una pequeña mancha se echa de ver sin diñeultad en

un muy blanco vestido, así en una vida la mas pura se ad

vierte con facilidad el tinte mas leve de torpeza. No

juzgamos nosotros que son ánjelcs, y que viven absoluta

mente sin tacha ni arruga, todos aquellos que han abrazado

hoy la doctrina del Evanjelio; ó que, habiendo algo que

notar en nosotros^ sean tan ciegos los Papistas que no

puedan observarlo aun por el mas pequeño resquicio ; ó

¿an sin malicia, que interpreten nuestras cosas por la me

jor parte ; ó tan sinceros que, reflejando su vista sobre sí

mismos, juzguen de nuestras costumbres por las suyas

propias. Pero sabemos bien, á tomar ¡as cosas desde su

orijen, que ya en los mismos tiempos Apostólicos hubo

Cristianos por quienes era blasfemado el nombre del Señor

y puesto en descrédito para con los Gentiles.

Refiere Zozomeno, que se quejaba el Emperador Cons

tantino de que muchos, despues de abrazar el Evanjelio,

se hacian peores. Cipriano describe (72.), en una lúgubre

oracion, la corrupcion de su tiempo. "El ocio," dice, "y

la larga paz habian corrompido la disciplina constituida

por los Apóstoles ; cada cual se ocupaba en aumentar su

patrimonio, y, olvidando lo que en los tiempos Apostólicos

habían hecho los fieles, ó lo que debieran hacer siempre,

se aplicaba con la mas insaciable codicia á acrecentar sus

riquezas : no habia relijioso fervor en los Presbiteros, ni

entera fé en los Ministros, ni en las obras misericordia, ni

disciplina en las costumbres ; la afeminacion en los varo

nes, la belleza finjida en las hembras." Tertuliano habia ya

dicho ántes : " ¡ Miserables los que nos llamamos Cristia

nos en estos tiempos ! Somos Gentiles bajo el nombre

de Cristo. " Últimamente, para no hacer mencion de

(72.) De lapsis.

33

todos, Gregorio Nazianzcno habla así del lamentable esta

do de los Cristianos en su tiempo : " Somos ya, por cansa

de nuestros vicios, aborrecidos cutre los Gentiles ; tambien

nos hemos ya hecho espectáculo, no solo para los álíjeles

y para los hombres, sino hasta para los mismos impíos."

En tal disposicion se encontraba la Iglesia de Dios cuando

apénas habia empezado á brillar el Evanjelio, cuando no

se habia entibiado aun el furor de los tiranos, ni de la

cerviz de los Cristianos alzádose el acero. No es pues

cosa nueva el que los hombres sean hombres, aunque se

apelliden Cristianos.

CAPITULO IV.

Contiene una relacion de la regla, vida y cottumhrc» de los

Papas y Papistas, quienes se tienen por Iglesia Santa

Católica, como miembros los unos de ella, y los otros,

como supremos Jefes ó la sola Cabeza de la misma.

i Pero los que á nosotros nos acusan de un modo tan

odioso, nada piensan entretanto acerca de sí mismos ?

j Los que tienen tiempo para mirar tan léjos, y ver lo que

en Alemania é Inglaterra pasa, han olvidado ó quizá 110

pueden ver lo que sucede en Roma ? . ¿ Es posible bos

acusen hombres cuya vida nadie puede mencionar con bas

tante honestidad y decencia ?

No es al presente nuestro propósito sacar á relucir

aquellas cosas de nuestros contrarios, que debieran estar Á

la vez con ellos sepultadas en el olvido. No es propio de

la Relijion, ni del decoro, ni nuestro pudor lo permite.

Pero el que manda le llamen Vicario de Cristo y Cabeza,

34

de la Iglesia, y oye, y ve, y tolera las cosas qne en Roma

acontecen (pues nada añadimos á la realidad de los suce

sos), puede fácilmente reflecsionar sobre la naturaleza de

ellas (73.)- Recuerde pues, piense que son sus Canonis

tas los que han enseñado que no es pecado la simple

fornicacion, cual si de Miciano Comico hubiesen aprendido-

aquesta doctrina : "No es pecado, créeme, que un jóven-

se entregue con prostitutas á la deshonestidad." Reflec-

sioneque son los suyos los que decretaron que el Sacerdote

no debe, por causa de fornicacion, ser depuesto. Acuér

dese de que el Cardenal Campegio, Alberto Pygio y otros-

muchos de los suyos han enseñado, " que el Sacerdote

que tiene una concubina, vive mas casta y santamente que

aquel que tiene esposa de matrimonio." Me parece no>

habrá todavía olvidado que hay en Roma muchos miles de

mujeres públicas, de las que anualmente saca, con el título

de alcabala, como unos treinta mil ducados. Ni podrá

olvidar, que él mismo mantiene allí públicamente casas de

disolucion, y que, con la mas indecente de todas las ga

nancias, sirve torpe é inicuamente á sus propios placeres.

¿ Era acaso todo bueno y tanto en dicha ciudad, cuando

Juana, mujer mas íntegra de edad que de vida, fué Papa y

Cabeza de la Iglesia, y, despues de haber estado prosti

tuida por espacio de dos años en aquella Santa Sede, vino

á parir públicamente miéntras visitaba la Ciudad, viéndola

los Cardenales y los Obispos? (74.)

i Pero á qué mencionar concubinas y alcahuetas ? Pe

cado es este en Roma que se ha hecho vulgar y público al

par que lucrativo. Ya no viven allí las rameras fuera

de la Ciudad, velada y cubierta su cabeza como antigua

mente (75.), sino que habitan en los palacios (76.) y se

pasean por las plazas á cara descubierta, como si fuera su

oñcio no solamente lícito sino tambien digno de alabanza.

I Qué mas ? Harto notorias son ya al mundo las diselu

ciones de los Romanos. Oígase lo que habla con libertad

y verdad San Bernardo de la familia del Pontífice y del

Pontífice mismo (77.) : " Tu palacio recibe buenos hom->

(73.) Joannes* de Magistris, de temperantia 3. Quest. 7. lata

extra de bigamis. Quia circa. (74.) Todavía ecsiste en Roma la

estatua de esta mujer pariendo. (75.) Génesis 38, v. 14 y 15.

(76.) In conc. delectorum Cardinalium to. 3. (77.) De consi-

deratione ad Eugeniura.

35

-bres, pero no los hace tales : los malos se hacen alli

peores, los buenos dejan de serlo." Es hoy tanto el de

senfreno <lel Clero, dice el autor desconocido del opúsculo

tripartito que está adjunto al Concilio Lateranense, no

solamente en los Presbíteros sino tambien en los Prelados

y Obispos, que cualquiera se horrorizaria de oírlo.

Mas estas irregularidades no solo están hoy en práctica

y se hallan aprobadas por razon del tiempo y la costumbre

(como lo están casi todas las de los Papistas), sí que tam

bien son ya ráncias y de una antigüedad muy remota.

¿ Porque* quien no ha oido lo que Pedro Aloisio, hijo de

Paulo III., proyectó contra Cosme Cherio, Obispo Fanen-

se ? ¿Lo que Juan Casa, Arzobispo de Benevento, legado

del Papa en Venecia, escribió del pecado horrendo, y como

lo que aun ni hablar es lícito, lo recomendó con las mas

sucias palabras y con la mas impúdica elocuencia ? ¿ Quien

no ha oido como el Español Alonso Diaz, enviado á pro

pósito de Roma á Alemania, asesinó villana é impíamente

á su propio hermano Juan, hombre el mas inocente y

santo, solo porque habia abrazado el Evanjelio de Jesu

cristo y no quería volver á la Iglesia de Roma ? Dirán á

ésto, que en la República mejor constituida tienen á cada

paso lugar estos crímenes, aun resistiéndolo los Magistra

dos, y que, por medio de leyes saludables, se toma de ellos

venganza. Sea así en buen hora ; mas, ¿ por qué leyes se

ha providenciado contra tales villanías ? Pedro Aloisio,

despues del detestable hecho que dejamos indicado, vivió

siempre siendo el mas querido al lado de su padre Paulo III.

Diaz, habiendo dado muerte á su hermano, fué puesto en

salvo por el favor del Pontífice, para que no se procediera

contra él con arreglo á las leyes. Juan Casa, Arzobispo

de Benevento, vive aun, y vive en Roma, y á vista y en

presencia de su Santidad. Por haber creído verdadera y

sinceramente en Jesucristo, han muerto los Papistas á in

finidad de nuestros hermanos. ¿ Pero de aquella multitud

prodijiosa de prostitutas, rufianes y adúlteros, á quien

jamás, no diré quitaron la vida, sino escomulgaron siquiera,

ó le castigaron de alguna suerte ? ¿ No son quizá en Roma

delitos las impurezas, los adulterios, las alcahueterías, los

parricidios, los incestos, y aun otras cosas peores ? O si

lo son, ; cómo en Roma, en el alcázar de la Santidad,

pueden tan fácilmente y con tanta lenidad tolerarse, como

OG

-si no fuesen pecados, por el Vicario de Cristo, por él Su*

cesor de Pedro, por el Santísimo Padre f

¡ O Santos Escribas y Fariseos, quien ya no conoce esa

-vuestra Santidad ! ¡ O Fé y Santidad Católica ! No fué

ésto lo que enseñó Pedro en Roma ; no vivió allí Pablo de

esta suerte. Ellos no fueron públicos rufianes; ellos no

ecsijieron alcabalas de las rameras ; ellos no toleraron pú

blicamente impunes á los adúlteros y parricidas, ni los

recibieron en el 6eno y comunion de los Cristianos. De

bieran nuestros adversarios no ecsajerar tanto nuestra vida :

muy mas prudente sería que antes, ó presentasen de ejem

plo la suya á los hombres, ó siquiera en algun tanto la

encubriesen con mas disimulo.

Porque en realidad de verdad, nosotros usamos las leyes

antiguas y de nuestros mayores ; y en cuanto es dable,

atendidos los tiempos y costumbres actuales y la jeneral

depravacion, administramos con solicitud y seriedad la dis

ciplina de la Iglesia. No tenemos esas huestes de prosti

tutas, concubinas y hombres dados á la sensualidad ; ni

anteponemos1 los adulterios álos matrimonios, ni ejercemos

la alcahuetería, ni de las fornicaciones cobramos censo, ni

dejamos impunes los incestos ¿ infames disoluciones, ni á.

los Aloisios, ni á los Casas, ni á los Diaz parricidas. Pues

á haber sido de nuestro agrado tales cosas, no teniamos

por qué habernos segregado de la Sociedad Romana en

donde están vigentes y en estima, ni para qué haber por

ello incurrido en el odio de los hombres y en los mas cer

teros peligros. Hace pocos meses tuvo Paulo IV. encar

celados, por causa de Religion, algunos frailes Agustiniauos

y á muchos Obispos, y otra porcion grande de varones

piadosos : echó mano de los tormentos, usó de tan bárbara

prueba contra ellos, y nada dejó por hacer. ¿ Y al cabo,

cuantos de todos ellos pudo hallar concubinarios, cuantos

dados á rameras, cuantos adúlteros, cuantos incestuosos ?

Demos gracias á Dios de qae aunque no somos cuales de

biéramos y cuales ser profesamos, sin embargo, tales como

somos, si se nos compara con los Papistas, refutarán fá

cilmente sus calumnias nuestra vida y nuestra inocencia.

Nosotros no solo eesortamos al Pueblo á todo jénero de

virtud en nuestros libros y sermones, sino tambien con los

ejemplos y con las costumbres : enseñamos que no es el

Evangelio una vana ostentacion de ciencia, sino la Regla

37

de la vida ; y que al Cristiano conviene, como Tertulian»

dice (78.), no pomposidad en las palabras, sino la digni

dad en su conducta ; y que no son justos delante de Dios

los que oyen la Ley, sino los que la cumplen.

Tambien suelen añadir nuestros adversarios á las ca

lumnias referidas, amplificándolo con toda clase de impro

perios, que somos unos hombres turbulentos, que quitamos

á los Reyes los cetros de sus manos, que armamos el

Pueblo, que echamos por tierra los Tribunales, que res

cindimos las Leyes, que destruimos el derecho de propiedad,

que reducimos los Reynos á una popular anarquía, que

ponemos en confusion todas las cosas ; en suma, que

aspiramos á no dejar nada intacto en la república (79.).

¡ O, cuantas veces han inflamado, con semejantes instiga

ciones, los ánimos de los Príncipes, para que estinguieran

la luz del Evanjelio apénas apareciese, y lo empezaran á

odiar aun ántes de conocerle ! ¡ Y para que siempre que

un Majistrado viera á uno de nosotros, creyese ver á un

enemigo suyo !

Sentiríamos mucho el ser acusados de un tan odioso

crimen como el de rebelion, sino supiéramos que algunas

veces el mismo Jesucristo y los Apóstoles y otros muchos

buenos Cristianos, fueron espuestos al aborrecimiento pú

blico, imputándoseles poco mas ó ménos el mismo delito.

Pues Cristo, que á la verdad habia enseñado se debia

" dar al César lo que es del César," fué acusado de sedi

cion, de que promovía novedades y quería ser Rey ; y se

gritó públicamente contra él ánte los tribunales, diciendo :

" Si das á ese libertad, no eres amigo del César." Y á los

Apóstoles (80.), á pesar de que siempre y constantemente

habian predicado " que debe obedecerse á los Majistrados,

que todo hombre esté sujeto á las potestades superiores,

y esto no solamente por miedo de su ira y venganza, sí que

tambien por conciencia," se les imputó que conmovían el

Pueblo y escitaban el vulgo á la rebelion. Así es como

principalmente hizo Haman odiosa ánte el Rey Assnero la

raza y nombre de los Judíos, diciendo que eran un Pueblo

rebelde y contumaz (81.), y qne despreciaban los edictos

y mandatos de los Príncipes. El impío Rey Acaz dijo á

(78.) Tertulianus in Apologetico 45. (79.) Tertulianus in Apo

logetico 1, 2 et3. (80.) Joan. 19. v. 12. (81.) Ester 3. v. 8. &c.

E

38

Elias, Profeta de Dios : " Tú perturba» á Israel" (82.").

Amasias, Sacerdote de Bethél, acusó de conspiracion al

Profeta Amós. " Hé aquí," dijo, "Amós se ha conju

rado contra tí en medio de la casa de Israel" (83.). Para

abreviar, Tertuliano escribe que era ésta en su tiempo la

acusacion pública contra los Cristianos (84.) : "qu« eran

traidores, rebeldes y enemigos del jénero humano."

Por esto aunque ahora la verdad, siendo como es la

misma, sea tambien vituperada y ultrajada del mismo modo

que lo fué en otro tiempo, no puede mirarse como cosa

llueva y estraña, bien que sea molesto y sensible.

Fué fácil á los Papistas, ha cuarenta años, forjar contra

nosotros estos y otros todavía mas graves crímenes, cuando

en medio de la obscuridad de aquellos tiempos empezára á

nacer y brillar de nuevo algun rayo de la verdad no cono

cida ni oida .entónces ; cuando Martin Lutero y Hulderico

Zuinglio, varones eminentísimos y dados por Dios para

ilustrar al mundo, fueron los primeros á declararse por el

Evanjelio ; cuando era su predicacion una cosa nueva y el

resultado incierto, y estaban suspensos y atónitos los áni

mos de todos, y abiertos los oídos á las calumnias, y no se

podia finjir una maldad tan grave que por su misma nove

dad y estrañeza no fuera fácilmente creida por el Pueblo.

Pues del mismo modo emprendieron en otro tiempo los an

tiguos enemigos del Evanjelio, Symmaco, Celso, Porfyrio,

Juliano, el acusar á todos los Cristianos de los crímenes de

sedicion y lesa-Majestad, ántes que pudiera saber el Prín

cipe ó el Pueblo quienes eran aquellos Cristianos, qué

profesaban, qué creían, ó qué querían. Pero ahora, ya

que nuestros enemigos mismos ven y no pueden negar que

siempre en nuestros dichos y hechos hemos inculcado al

Pueblo el deber de obedecer á sus Principes y Majistrados,

aun á los que son impíos, y que sobradamente lo confirma

esto mismo la esperiencia, y lo ven y lo tocan los ojos de

todos los hombres, cualesquiera y de donde quiera que

sean ellos ; es una ridiculez fastidiosa el reproducir tales

imputaciones, y el querer, no habiendo ningunos crímenes

nuevos ni recientes, hacernos aborrecibles con solo menti

ras de costumbre.

Gracias á nuestro Dios, de quien es la causa que defen-

(82.) 1. Reg. 18. v. 17. (83.) Amos 7. v. 10. (84.) In Apo-

log. cap. 37.

39

demos, jamás hasta de presente ha habido siquiera un ejem

plar de estos en todos los Reynos, Señoríos y Repúblicas

que han abrazado el Evanjelio ; pues nosotros no hemos

puesto en conmocion ningun Reyno, ni mermado la propie

dad y derechos de nadie ; no hemos alborotado ninguna

República. Todavía continuan en su puesto y en la digni

dad de sus antepasados los Reyes de nuestra Inglaterra, de

Suecia y Dinamarca, los Duques de Sajonia, Condes Pala

tinos, Marqueses de Brandenburgo, los Príncipes de Hesse:

las Repúblicas Helvética y Retica, y las ciudade libres Es-

traburgo, Basilea, Francfort, Ulma y Ausburgo, se hallan

en posesion de los mismos derechos, y en el mismo, ó mas

bien, en mucho mejor estado que estaban ántes, pues por

causa del Evanjelio se encuentra ahora el Pueblo mas

obediente. Vayan pues á los citados paises en donde, por

la misericordia de Dios, se escucha hoy dia el Evanjelio,

¿donde encontrarán mas majestad? jen donde ménos so

berbia y tiranía ? ¿ en donde es el Príncipe mas acatado ?

i en donde se amotina ménos el Pueblo ? ¿ en donde

gozaron jamás de mayor tranquilidad la República y la

Iglesia ?

Quizá dirán que al principio de nuestra doctrina empe

zaron á conmoverse y á tumultuarse los aldeanos con

frecuencia en Alemania. Sea así ; pero el promulgador

de ella, Martin Lutero, escribió mucho contra ellos fuerte

y enérjicamente, y los redujo á la paz y á la obediencia.

Lo que tambien suelen objetar los ignorantes sobre ha

berse mudado la situacion política de Helvecia, dado

muerte á Leopoldo, Duque de Austria, y restituido á la

Patria la libertad, todo eso sucedió (segun de todas las

historias consta) doscientos sesenta años hace, bajo Boni

facio VIH., cuando estaba en todo su auje el poder de los

Papas, casi dos siglos antes que Hulderico Zuinglio diera

principio á enseñar el Evanjelio, ó hubiese siquiera nacido.

Despues siempre disfrutaron los Suizos de paz y tranqui

lidad, sin que ni enemigos esteriores ni intestinos tumultos

los hayan combatido. Y caso que fuera delito salvar á su

patria de la dominacion estranjera, mucho mas cuando es

tuviera insolente y tiránicamente esclavizada, siempre es

un absurdo y una iniquidad cargarnos á nosotros ajenas

culpas, como lo sería el imputar á nuestros contrarios las

de sus ascendientes.

k2

40

Pero ¡ ó Dios inmortal ! < y es el Obispo de Rema quien

eos acusa del crimen de rebelion ? ¿ y es él quien ha de

enseñar al Pueblo á que obedezca y respete sus Majistia-

dos ; ó siquiera sabe lo que es Majestad ? ¿ por qué pues

tolera hoy (lo que ningun antiguo predecesor suyo jamás

hizo) que sus aduladores le llamen Señor de los Seño

res (85.), cual si quisiese fueran siervos suyos todos los

Reyes y Príncipes de cualquiera condicion y pais ? ¿ por

qué se jacta de ser el Rey de los Reyes, y de tener dere

cho Rejio sobre sus subditos ? ¿ por qué apremia á todos

los Reyes y Monarcas á que le juren Adeudad ? ¿ por qué

se gloría de que es mil y mil veces inferior áél la Imperial

Majestad, y ésto principalmente por la razon de que Dios

crió dos lumbreras en el cielo (86.), pero que el cielo y la

tierra no fueron criados en dos principios sino en uno

solo ? i por qué él y sus secuaces, al modo que los Ana

baptistas y Libertinos, sacudieron el yugo y se ecsimieron

de todo poder civil, para andar con mas seguridad en sus

desórdenes ? (87.) ¿ por qué á sus Legados, es decir, á

sus mas astutos espías, los tiene como en acecho en los

palacios, en los Consejos, en los aposentos de los Reyes ?

i por qué cuando se le antoja mueve recíprocos disturbios

entre los Príncipes Cristianos, y á su placer pone en aji-

tacion al mundo entero ? ¿ por qué proscribe y quiere sea

tenido como Pagano y Gentil el Monarca Cristiano que se

sustrae á su dominacion ? ¿ por qué con tanta liberalidad

promete induljencias al que por cualquier medio da muerte

á quien es su enemigo ? ; preserva él los Imperios y los

Reynos, ó tiene acaso el menor interés por el bienestar

público ?

Debes, piadoso lector, perdonarnos si parecemos tratar

estas cosas con mas fuego y vehemencia que debiéramos ¡

porque es tan grande la indignidad del asunto en cuestion,

y tal y tanta en el llamado Papa la ambicion de mando,

que no puede espresarse en otros términos ó mas pacífica

mente. El fué osado á decir en público Concilio, que de

sí mismo pende el derecho de todos los Reyes (88.). El

por ambicion y por reynar, dividió el Romano Imperio, y

(85.) August. Steuchus. Anton, de Rosellis. (86.) De major.

et obed. solit. (87.) De major. et obed. Unam sanctam. (88.) Cle-

ruens V. in Concil. Viennensi ; Leo Papa III.

\

41

conmovió y desmembró el orbe Cristiano. El dispensó á

los Romanos é Italianos, y aun á si mismo pérfidamente,

el juramento de fidelidad con que estaban ligados al Em

perador Griego, é incitó á la rebelion á sus súbditos ; y,

llamando de Francia á Italia á Cario Magno Martel, hízole

Emperador de una tan esrraña manera (89.). El destronó

á Childerico, Rey de los Galos, no mal Principe, solo por

«o agradarle, y en su lugar puso á Pipino. El habría

quitado (si hubiera podido lograrlo) el Reyno de Francia

á Felipe el hermoso, y dádolo á Alberto, Rey de los Ro -

nanos, como ya decretádolo habia (90.). El echó por

tierra el poder de Florencia, su patria, ciudad y República

muy floreciente, y del estado de paz y libertad la entregó'

traidoramente al capricho de uno solo (91.). El, con sus

ecsortaciones, hizo que toda la Saboya fuera por todas

partes miserablemente dividida en trozos por el Empera

dor Cárlos V. y Francisco, Rey de Francia, y que apénas

se dejára al infeliz Duque una ciudad adonde refujiarse.

Pero ya estamos cansados de ejemplos, y sería cosa muy

fastidiosa el referir todos los hechos esclarecidos de los

Pontífices Romanos. ¿ De qué partido eran, ruego se me

diga, los que mataron al Emperador Enrique VIII., echán

dole veneno en la Eucaristía ? ¿Los que hicieron lo mismo

con el Papa Víctor en el sagrado cáliz, y con nuestro Rey

de Inglaterra, Juan, en una copa de su propio uso ? Cua

lesquiera y de cualquiera bando que fuesen, Luteranos ni

Zuinglianos por cierto no eran. ¿ Quien es el que admite

boy dia á besar sus santos pies á los supremos Reyes y

Monarcas ? ¿ Quien, para él subir á caballo, mandó al

Emperador tener la brida, y el estribo al Rey de los Fran

ceses ? ¿ Quien puso atado con cadenas debajo de su mesa

á Francisco Dandalo, Duque de Venecia y Rey de Creta y

Chipre, para que royera los huesos entre los perros ? (92.)

i Quien al Emperador Enrique VI. le impuso con el pié la

corona de Roma, y se la derribó en seguida de la misma

manera, añadiendo que él tenia el poder de crear y quitar

los Emperadores ? (93.) < Quien armó contra el Empe

rador Enrique IV. á su hijo del mismo nombre, é hizo que

el padre fuese preso por su propio hijo, y que, rapado é

(89.) Zacharias Papa. (90.) Clemena Papa VIII. (91.) Ido».

Clemens. (92.) Sabellious. (93.) Coelestinus Papa.

£3

42

ignominiosamente vestido, fuera encerrado en un Monas

terio, y que de no comer y de tristeza se consumiera? (94.)

¿ Quien puso debajo de sus pies del modo mas afrentoso la

cerviz del Emperador Federico, y añadió' en seguida, como

si ésto no bastára, aquello de los Salmos de David :

" Super aspidem et basiliscum ambulabis, et conculcabis

Leonem et draconem" (95.) ; ejemplar de Majestad des

preciada y envilecida que nunca por jamás se habia oido,

ú no ser quizá respecto de Tamberlan, Rey de los Escitas,

hombre bárbaro y feroz, 6 de Sapor, Rey de los Persas ?

Pues todos éstos fueron Papas ; todos sucesores de Pe

dro ; todos santísimos, cuyas palabras deben todas ser para

los hombres un Evanjelio.

Ahora bien, si nosotros que acatamos á nuestros Prín

cipes, que les deferimos cuanto les es debido segun la

(labra de Dios, y rogamos por ellos, somos reos de lesa

Majestad, ¿ qué serán nuestros contrarios, quienes no so

lamente han hecho todo cuanto llevamos dicho, sí que

tambien lo han aprobado como cosa perfectamente hecha ?

¡ Enseñan quizá ellos al Pueblo á reverenciar de este modo

al Majistrado, ó pueden con vergüenza acusarnos como

¡hombres sediciosos, perturbadores de la paz pública y

menospreciadores de la Majestad ? Porque á la verdad,

nosotros ni sacudimos el yugo de la obediencia, ni revo

lucionamos los Rey-nos, ni ponemos ni quitamos Reyes, ni

injerimos los estados unos en otros, ni envenenamos á

nuestros Príncipes, ni les damos á besar nuestros pies, ni

-con ellos su cerviz insultamos. Nuestra profesion y nues

tra doctrina es mas bien ésta: que todo hombre, cualquie

ra que sea, t5 Monje 6 Evanjelista, ó Profeta ó Apóstol,

debe estar sujeto á los Reyes y Majistrados (96.) ; que el

Pontífice mismo {á ménos que no quiera ser tenido por

superior á los Evangelistas, á los Profetas, á los Apósto

les) está obligado á reconocer y llamar al Emperador Señor

suyo, como en días mejores lo hicieron siempre los an

tiguos Obispos de Roma (97.). Nosotros enseñamos

públicamente, que debe obedecerse á las potestades supe

riores, y que quien les resiste, resiste á la ordenacion

divina. Estas son nuestras doctrinas; ellas aparecen en

(94.) Hildebrandus Papa. (95.) Alexander III. Papa. (96.) Cri-

¡sostomusin Rom. 13. (97.) Grcgorius scepe in epist.

X

43

nuestros libros, en nuestros sermones, en las costumbres

y modestia de nuestro Pueblo.

El cargo que nos hacen de habernos separado de la

unidad de la Iglesia Católica, es tanto mas odioso cuanto

que tiene algun viso de verdad, bien que en realidad no

sea fundado. Mas para el Pueblo y multitud ignorante no

hacen solamente fé las cosas verdaderas y ciertas, sino

tambien aquellas que pueden presentarse como verosí

miles. Así vemos que los hombres diestros y de sutil

injenio, á falta de verdades, han apelado á las apariencias

en defensa de sus principios, con el fin de que cuantos no

pudiesen comprehenderlos se dejaran llevar de algunos

visos de probabilidíid á lo ménos (98.). Antiguamente

porque I03 primeros Cristianos se volvían hacia el Oriente

para hacer oracion, hubo quienes dijeran que adoraban el

sol y que le tenian por Dios suyo : porque enseñaban, que

para la eterna é inmortal vida se nutrían solo de la carne

y sangre de aquel eordero que no tiene mancha, á saber,

nuestro Salvador Jesucristo ; los envidiosos y enemigos

de la cruz de Cristo (que solo se cuidaban de desacreditar

la relijion Cristiana por cualquier medio) persuadieron al

Pueblo que eran hombres impíos, que sacrificaban huma

nas víctimas y bebian su sangre (99.) : poique decían,

que para con Dios no hay diferencia de varon ni de hem

bra, ni distincion alguna de personas respecto á la conse

cucion de la vida eterna; y porque todos se saludaban

mútuamente con el título de hermanos y hermanas, no

faltó quien los calumniára de no reconocerse entre ellos

diferencia de edad ni de condicion, y de que todos coha

bitaban promiscuamente entre sí como las bestias (1 00.)

porque para orar y oir la predicacion Evangélica se rennían

frecuentemente en cuevas y lugares ocultos, cosa que tam

bien acostumbraban hacer los conjurados, se estendieron

públicos rumores de que conspiraban entre sí é ideaban

dar muerte á los Majistrados, 6 alborotar la Repúbli

ca (101) : y porque usaban por institucion de Cristo del

pan y del vino en lacelebracion de los sagrados misterios,

juzgaron muchos que adoraban á Saco y á tires; pues á

-estas deidades, usando de un rko semejante, daban culto

(98.) Tertiúl. in Apolog. c. 16. (99.) Id. c. 7, 8, 9. (100.) Id.

o 39.. (101.; Augustinus.

44

con pan y vino los profanos y supersticiosos Getit.iles.

Había muchos que daban crédito á estas cosas, no por

que ellas fuesen verdaderas (¿ pues qué cosa podía serlo

ménos ?), sino porque las presentaban como verosímiles y

con apariencias propias para fascinar.

De la misma manera nos calumnian ahora nuestros con

trarios de ser herejes y habernos separado de la Iglesia y

comunion Cristiana ; no porque ellos tengan ésto por nna

verdad (siendo lo ménos de que se cuidan), sino porque

acaso puede presentarse como tal á los ignorantes por

medio de algunos especiosos datos, solo en la apariencia

verdaderos. Es cierto que nosotros nos hemos segregado,

mas no de la Iglesia de Cristo, coiiío lo hacen los herejes,

sino del contajio de malos é hipócritas hombres, cosa que

deben hacer todos los buenos. No obstante, ellos dicen

con aire de triunfo, que su Iglesia es la verdadera, que

ella es la Esposa de Cristo, la Columna de la Verdad, el

Arca de Noé, fuera de la cual no hay que esperar salvarse ;

pero que nosotros hemos formado aparte de esta Iglesia

verdadera, despedazado la túnica de Cristo, desuuídonos

de su cuerpo y hecho defeccion de la fé Católica. Y sin

embargo de que nada han callado de cuanto pueda, aunque

falsa y calumniosamente, hablarse en nuestro daño, no

pueden decir esta sola cosa ; que nos hemos apartado de ¡a

palabra de Dios, ó de los Apóstoles, 6 de la Iglesia primi

tiva. Nosotros hemos juzgado siempre que es Católica la

primitiva Iglesia de Cristo, la de los Apóstoles y la de los

santos Padres ; y no dudamos llamarla Arca de Noé, Es

posa de Cristo, Columna y firmamento de la Verdad, y

fundamos en ella toda la razon de nuestra salud.

Sin duda que parece odiosa cosa el separarse uno de la

sociedad á que está acostumbrado, mayormente de la de

aquellos hombres, que aun cuando no sean Cristianos, se

tienen no obstante por tales y asi se denominan : y en

verdad que no despreciamos nosotros la Iglesia de éstos

(cualquiera que en la actualidad ella sea) por el nombre

que tiene, ó porque en ella se haya enseñado con verdad

y pureza en algun tiempo el Evanjeiio de Jesucristo. Ni

la habríamos dejado jamás á no habern jf visto necesaria

mente forzados á ello. ¿ Pero qué ha de hacerse si en la

Iglesia de Dios se levanta un ¡dolo, y está de público en

el lugar santo aquella desolacion que anunció Cristo habia

43

de suceder? (102.) ¿ Qué si un ladron ó* pirata ocupa el

Arca de Noé ? Pues á pesar de ser ésto un hecho posi

tivo, cuantas veces nos predican de Iglesia los Papistas,

hácenla consistir en solo ellos, y se apropian á sí mismos

todos sus títulos, y de ello blasonan al modo de aquellos

que en otro tiempo clamaban : " Templo del Señor, Tem

plo del Señor," 6 como los Fariseos y Escribas cuando se

jactaban (103.) de ser hijos de Abraham.

Así con una ostentacion vana engañan á los simples, é

intentan confundirnos con el nombre mismo de Iglesia ;

como el ladron que ocupando una casa ajena, y arrojando

de ella por fuerza á su dueño 6 matándolo, se atribuye á

sí mismo la propiedad y despoja de ella al hijo heredero ;

6 como si el Ante-Cristo llegase á decir cuando haya ocu

pado el templo de Dios, que es ya suyo y que á, Cristo no

pertenece. Y despues que nada que á Iglesia se parezca

han dejado en la casa de Dios, quieren todavía pasar por

6us patronos y defensores, al modo que Graco abogaba un

dia por el Erario, despues de haberlo enteramente disipado

en dádivas y gastos extravagantes. Nunca hubo cosa tan

impía y absurda que no se pudiera fácilmente encubrir y

escudar con el nombre de Iglesia. Porque tambien hacen

panales las abispas ; tambien los impíos tienen sus asam

bleas á imitacion de la Iglesia de Dios.

Pero no son Pueblo de Dios todos los que se arrogan este

nombre, ni todos los que descienden del padre Israel son

Israelitas. Jactábanse los Arríanos herejes de ser ellos

solos Católicos, y á todos los demas los apellidaban ora

Ambrosianos, ora Atanasianos, ora Juanistas (104.). N es-

torio, hereje, tambien se cubila, como refiere Teodoreto,

con el velo de la fé Ortodoja. Ebion, que acordaba en

opinion con los Samaritanos, quería no obstante, como

Epifanio dice, ser llamado Cristiano. Los Mahometanos,

aunque se sabe por todas las historias que son descendien

tes de la esclava Agar, y ellos miemos no pueden negarlo,

con todo, como si trajesen su oríjen de Sara, mujer libre

y esposa de Abraham, quieren ser nombrados Sarracenos.

Del mismo modo los falsos Profetas de todos tiempos

que se opusieron á los Profetas de Dios, é Isaías, á Jere-

(102.) Mat. 24. v. 15. (103.) Joan. 8. v. 39. (104.) August.

epist. 4S. ad Viacen.

4G

mías, á Cristo, á los Apóstoles, nunca tenían otra cosa

mas en sus labios que el nombre de Iglesia, ni por nada

vejaban mas á éstos 6 los llamaban desertores y apóstatas

que porque se habian separado de su sociedad y no guar

daban los institutos de sus mayores. Y á seguir nosotros

el juicio de aquellos que entónces rijieran la Iglesia, sin

mirar ninguna otra cosa, ni á Dios ni á su palabra, no po

dremos negar absolutamente que los Apóstoles fueron en

justicia y segun ley condenados por ellos; pues se separa

ron de los Pontífices y Sacerdotes, ésto es, de la Iglesia Ca

tólica, y repugnándolo éstos y reclamándolo, innovaron en

la Relijion muchas cosas. Así como en otro tiempo se

dijo de Hércules que le fué preciso quitar á Anteo de la

tierra su madre ántes de poderle vencer, así nosotros

deberíamos destituir á nuestros adversarios de esta ma

dre suya, ésto es, de esta vana apariencia y sombra

de Iglesia, pues de otro modo no pueden ceder á la

palabra de Dios. Al propósito dice Jeremías : " No

os glorieis tanto de que el Templo de Dios está entre

vosotros ; es vana esta confianza, pues son éstas pa

labras de mentira" (105.). "Afirman," dice el Anjel

en el Apocalipsis (106.), "que ellos son Judíos; pero

son la Sinagoga de Satanás." Jesucristo dijo tambien á

los Fariséos (107.) que se jactaban de ser linaje y sangre

de Abraham : "Vosotros sois hijos del Diablo, pues en

nada tomais á Abraham por modelo." Como si quisiera

decirles : no sois los que con tanto afan qnercis que se os

nombre ; deslumhrais á los Pueblos con vanos títulos y

abusais del nombre Iglesia para destruirla. Por lo cual

convendría que ántes de todo probáran los Papistas clara

mente y en realidad, que es la verdadera y ortodoja Iglesia

de Dios la suya, y que así como está hoy constituida y

gobernada por ellos, se halla conforme con la primitiva

Iglesia de Cristo, de los Apóstoles y de los Santos Padres,

la cual sin duda era Católica. A la verdad, nosotros si

juzgáramos que la ignorancia, el error, la supersticion, el

culto de los ídolos é invenciones humanas, y éstas opues

tas las mas veces á las Sagradas Letras, agradan á Dios,

ó bastan para alcanzar la eterna salud ; 6 si hubiéramos

podido establecer que la divina palabra fué solameute

(105.) Jerem. 7. v. 4. (106.) Rev. 2. v. 9. (107.) Joan. 8. v. 44.

47

escrita para algunos años, y que debió despues abolirse,

ó que los dichos y mandatos divinos deben sujetarse á la

voluntad de un hombre, en términos que lo que Dios

quiera y mande, haya de tenerse por nulo y no mandado

como el Papa no quiera y mande lo mismo : si nos hubié

ramos podido determinar á creer todo ésto, confesaríamos

desde luego que no tuvimos causa justa para abandonar

la llamada Iglesia Católica. Pero en habernos separado

de una sociedad cuyos errores son públicos y notorios, y

cuando ya ella abiertamente se habia apartado de la pala

bra de Dios ; en habernos separado no tanto de ella cuanto

de sus errores, y ésto no turbulenta y maliciosamente sino

con tranquilidad y modestia, no hemos hecho nada que

sea contrario á Cristo ó á los Apóstoles. Pues no es tal

la Iglesia de Dios que no pueda empañarse con alguna

mancha, ó que nunca necesite ser restablecida ; porque

entónces ¿ á qué tantas juntas y Concilios sin los cuales,

como afirma Egidio (108.), no puede subsistir la fé Cris

tiana ? " Cuantas veces," dice, " se interrumpen los

Concilios, otras tantas la Iglesia está destituida de Cristo."

I O si no hay peligro de que ella reciba menoscabo, para

qué retener inútilmente los nombres de Obispos ? < por

qué se llaman ellos Pastores, si no hay ovejas que puedan

estraviarse ? ¿ porqué vijías, si no hay ciudad que pueda

ser entregada ? ¿ porqué columnas, si nada hay que pueda

caerse ? Desde el principio del mundo empezó á propa

garse la Iglesia de Dios, instruida por la palabra celestial

que el mismo Dios profiriera, instruida por las sagradas

ceremonias, instruida por el Espíritu Santo, instruida por

los Patriarcas y Profetas ; y de este modo continuó hasta el

tiempo en que Cristo apareció en carne. Pero ¡ ó Dios

inmortal ! ¡ cuantas veces entre tanto, y cuan horrible

mente no »e vió ella obscurecida y minorada ! ¿ porque

donde estaba cuando toda carne (109.) Imbla corrompido

su camino sobre la tierra ? ¿ En donde cuando entre todos

los hombres solo hubo ocho, y por cierto no todos castos

y piadosos, que quisiera Dios preservar de la mortan

dad y general destruccion ? ¿ donde cuando Elias profeta

se quejaba triste y amargamente de que él solo habia

quedado en todo el mundo que verdadera y debidamente

(108.) In Concilio Lateran. sub Julio II. (109.) Gen. 6. y. 12.

48

i Dios adorase ? (1 11.) ¿ donde cuando decia Isaías (111.)

que la plata del Pueblo de Dios, ésto es, d«i la Iglesia, se

habia convertido en escoria, y que aquella ciudad que tintes

fuera fiel se Itabia tornado en una ramera, y que desde la

cabeza basta el calcañar nada en ella estaba sano ? ¿ 6

donde cuando dijera Cristo que los Fariseos habian con

vertido la casa del Senor en cueva de ladrones ? (112.)

La Iglesia, á la manera que un campo de pan llevar, si no

se ara, si no se labra, si no se cultiva, si no se cuida, pro

ducirá, en vez de trigo, cardos y cizaña, y hortigas. Por

ésto Dios ha enviado de tiempo en tiempo Profetas y

Apóstoles, y últimamente á su hijo, para traer de nuevo al

Pueblo á verdadero camino, y reparar las quiebras de la

Iglesia vacilante.

Y nadie diga que sucedió ésto solamente en la ley, en

las sombras y en la infancia, cuando estaba la verdad cu -

bierta con figuras y ceremonias, cuando nada habia todavía

sido llevado á la perfeccion, cuando la ley estaba grabada

en piedras y no en los corazones de los hombres (aunque

ésto no deja de ser ridículo) ; pues entónces en todo era

Dios el mismo, uno mismo el Espíritu, uno mismo Cristo,

una misma la fé, una misma la doctrina, una misma la

esperanza, una misma la herencia, una misma la alianza,

una misma la virtud de la palabra de Dios. Eusebio

dice (113.), que todos los fieles desde Adan fueron Cris

tianos, aunque así no se llamasen. Nadie diga tal, repe

timos, que ya en su tiempo notó el Apóstol San Pablo

semejantes errores y defectos, en la época del Evaujelio,

de la perfeccion, de la luz ; por lo que se vió en la uece-

sidad de escribir á los Gálatas, á quienes ya ántes habia

él instruido, en estos términos (114.): "Témome no

hayan sido inútiles mis trabajos entre vosotros, y que eiv

vano habreis oido el Evanjelio." "Hijitos mios (115.),

por quienes segunda vez padezco dolores de parto, hasta

formar á Cristo en vosotros." De la Iglesia de Corinto

no hay para qué decir cuanto se habia depravado. Ahora

bien, ¿ pudieron por ventura caer en error y de su pureza

las Iglesias de los Gálatas y Corintios, y solo la Romana

(110.) 1. Reg. 19. v. 14. (111.) Isaías 1. V. 21, 22. (112.) Mat.

21. v. 13. (113.) Ecles. Hist. lib. 1. c. 4. (114.) Gal. 4. v. 11,

(115.) Idem v. 19.

49

no puede errar ni depravarse ? En verdad que Cristo

había mucho ántes predicho de su Iglesia, que llegaría

tiempo en que se estableciera la desolacion en el Lugar

Santo (116.). Pablo dijo (117.) que el Ante-Cristo pon

dría algun día su tabernáculo en el templo de Dios, y que

vendría tiempo en que los hombres (118.) no sufrirán la

sana doctrina, sino que en la misma Iglesia se convertirán

á las fábulas. Pedro predijo tambien que habria en la

Iglesia de Cristo maestros de mentiras (119.). Y el Pro

feta Daniel, hablando de los últimos tiempos del Ante-

Cristo, dice que " la verdad estará entónces despreciada

y abatida (120.) en la tierra." Finalmente, Cristo anun

cia, que será tan grande la calamidad y confusion de todas

las cosas (121.), que hasta los escojidos (si ser pudiera)

«aerian en error. Y han de tener lugar todas estas cosas,

no entre los Paganos ni entre los Turcos, sino en el Lugar

Santo, en el Templo de Dios, en la Iglesia, en la sociedad

de los que profesarán el nombre de Cristo.

Aun cuando lo que acabamos de decir podria bastar á

un hombre prudente para que inconsideradamente no deje

que se le imponga con el nombre de Iglesia, retrayéndose

por lo mismo de hacer sobre ella investigaciones por medio

de la palabra de Dios, hay ademas muchos Padres y varo

nes piadosos que se han quejado fuertemente de haber en

su tiempo acaecido todas las cosas que dejamos menciona

das. Porque quiso Dios hubiera en medio de aquel caos

algunos que, aunque no diesen una luz clara y resplande

ciente, encendieran sin embargo como alguna chispa que

pudiesen observar los hombres en medio de las tinieblas.

Hilario habla así (122.) cuando todavía estaban las cosas

en algun modo íntegras y puras : " Os tiene seducidos el

amor á los edificios ; mal venerais la Iglesia de Dios en lo

material de ellos ; haceis mal en atribuir á los mismos la

paz y seguridad que invocais. ¡ Es por ventura dudoso

que en ellos ha de sentarse el Ante-Cristo ? Para mí son

mas seguros los montes, las selvas, los lagos, las cárceles

y lugares pantanosos, en donde morando los Profetas, ora

voluntaria, ora forzosamente, profetizaban por el espíritu de

(116.) Mat. 24. v. 15. (117.) 2. Thessalon. ¡i. v. 4. (118.) 2.

Tim.4.v.3. (119.) 2. Pet. ii. 1. (120.) Dan. 8. v. 12. (121.) Mat.

24. v. 24. (122.) Contra Auxentium.

F

$0

Dios." Gregorio, cual si viera y penetrara con el ánireo

la ruina de la Iglesia (123.), escribe de este modo á Juan,

Obispo de Constantinopla, que fué el primero que mandó

le saludasen con el nombre nuevo de Obispo universal de

toda la Iglesia de Cristo : " Si la Iglesia llega á pender

de uno solo, toda se arruinará." ; Y acaso no se ha visto,

lace ya mucho tiempo, realizado este anuncio ? Ya ha

sucedido que el Obispo de Roma quisiera dependiese de él

toda la Iglesia ; así no es de admirar, que ya entónces

viniese toda á una entera ruina. Bernardo Abad dijo tam

bien, ha mas de cuatrocientos años : " Nada ha quedado

ya íntegro en el clero, resta solo que se manifieste el hom

bre de pecado." El mismo, en su tratado sobre la con

version de S. Pablo, dice : "Parece que ha cesado ya la

persecucion ; pero ahora está principiando por aquellos

que ocupan en la Iglesia los primeros puestos. Tus amigos

y tus mas cercanos se han allegado y situado contra tí :

desde la planta del pié hasta la coronilla de la cabeza no

hay ninguna sanidad. La iniquidad ha salido de los ancia

nos Jueces, de los Vicarios que se ven gobernando tu

Pueblo. No podrémos ya decir, como es el Pueblo así es

el Sacerdote ; porque no es el Pueblo tan malo como el

Sacerdote. ¡ Ay, ay, Dios y Señor ! Aquellos mismos

que se ven amar en tu Iglesia la primacía y ejercer el Prin

cipado, son los primeros en tu persecucion " El

mismo, sobre los Cánticos, escribe así : "Todos mis (.124.)

amigos, enemigos ; todos mis aliados, adversarios ; los sier

vos de Cristo sirven al Ante-Cristo. Hé aquí en medio

de mi paz es muy amarga mi amargura." Rogerio Bacon,

hombre de esclarecida fama (125.), reasumiendo en un

animado discurso el miserable estado de su tiempo, dice :

-"Tantos errores demandan la ecsistencia del Ante-Cristo."

Gerson se lamenta de que en sus dias se habia reducido

toda la fuerza de la sagrada Teolojía á un ambicioso em

peño de ostentar injenio en los debates y á mera sofistería.

Los hermanos de Leon (126.), hombres en verdad no

malos en cuanto á sus costumbres, aseguraban ser la Igle

sia Romana, la cual era entónces tenida por el único

(123.) In Regist. epist. ad Mauritium, libro 4. epist. 32.

(124.) Senn. 33. (125.) In lihello de idiomate linguanun.

{1-26.) Los pobres de Leon.

X

51

«ráculo, aquella Meretriz de Babilonia, de que ecsisten '

tan claras predicciones en el Apocalipsis, y la sociedad de

los infiernos. '

Es verdad que las citadas autoridades no son de gran

peso para los Romanistas. ¡ Pero y si les citamos aquellos

testigos que suelen ser por ellos adorados ? ¿ Y si deci

mos que Adriano, Obispo de Roma (,127.), confesó ingé

nuamente que habian empezado á venir todos estos males

del trono Pontificio ?

Pygio declara, que se erró en haber introducido en la

Misa (la cual quisiera por otra parte se mirase como sacro

santa) muchos abusos : Gerson, que se habia estinguido

toda la virtud del Espíritu Santo (la que convenia tuvié

semos en toda su fuerza), y la verdadera piedad con la

aglomeracion de las mas insulsas ceremonias. Toda la

Grecia y el Asia se quejan de que los Pontífices Romanos

han impuesto un yugo á las conciencias de los hombres, y

apurado ademas sus bolsillos con el tráfico de sus Purga

torios é Indolencias.

Lorenzo Vala, Marsilio de Padua, Francisco Petrarca,

Gerónimo Sabanacola, el Abad Joaquin, Bautista de Man

tua, y ántes de todos éstos el Abad Bernardo, todos los

cuales pasaron su vida en Roma, en la Ciudad Santa, á la

vista del Santísimo Padre, y pudieron ver todos sus secre

tos, y nunca se apartaron de la fé Católica, se han lamen

tado mucho y muy de continuo de la tiranía y fausto

Pérsico de los Pontífices Romanos (no harémos mencion

de otros que nuestros contrarios pondrán quizá en el nú

mero de sus enemigos, por haber libre y francamente

reprehendido sus vicios), y á veces significaron muy á las

claras (no decimos si con razon ó sin ella), que el Pontifica

mismo era el Ante-Cristo.

Y no podrá oponerse que éstos fuesen discípulos de

Lutero ó de Zuinglio, pues ecsistieron no años sino siglos

algunos ántes que se oyeran siquiera tales nombres. Sino

que veian ellos también en aquel tiempo que se habian

introducido errores, y deseaban su enmienda. ¿Y qué

estraño que estuviera entónces la Iglesia llena de errores,

cuando ni el Obispo de Roma que solo lo gobernaba todo,

ni ningun otro cumplía, ni aun sabia siquiera, su deber ?

(127.) Platina.

F2

52

Porque á la verdad, apénas puede creerse que estando

ellos, como lo estaban, ociosos) y durmiendo, lo hubiera

tambien estado el Diablo en todo aquel tiempo. Maa

callemos nosotros, y oigan al ménos á su Bernardo lo que

fueron ellos entónces, y la ñdelidad con que cuidaban de

la Casa de Dios. " Los Obispos á quienes está hoy en

cargada la Iglesia de Dios," escribe á Eugenio, "no son

Doctores sino seductores, no son Pastores sino impostores,

no son Prelados sino Pilatos."

Esto dice Bernardo del Pontífice que se llamaba Su

premo y de los Obispos que tenian entónces el timon para

el gobierno. Y no era él Luterano, no era Hereje, no se

había separado de la Iglesia ; y sin embargo no dudó lla

mar impostores, seductores y Pilatos, á los Obispos de

aquel tiempo. Ahora bien, cuando públicamente era se

ducido el Pueblo, y á los Cristianos se les tenia en tinieblas,

cuando Pilatos se sentaba en los tribunales y se condenaba

á Cristo y á sus miembros al hierro y al fuego, ¡ ó buen

Dios ! ¿ en qué lugar estaba la Iglesia de Cristo ? ; Y de

tantos y tan crasos errores, cual corrijieron jamás los Pa

pistas ? i Cual conocer y confesar han querido siquiera ?

Pero como afirman que están por entero en posesion de

la Iglesia Católica, y á nosotros porque de ellos disentimos

nos llaman herejes, veamos qué nota ó carácter de Iglesia

de Dios tiene la Iglesia de ellos. La de Dios no es en

verdad tan difícil hallarla, si séría y dilijentemente bus

carla queremos ¡ porque está puesta en la cumbre de los

montes, elevada sobre los collados (128.) : está edificada so

bre elfundamento de los Apóstoles y de los Profetas (129.).

" Allí," dice Agustín (130.), " busquemos la Iglesia; allí

hagamos la prueba de nuestra causa." Por manera que,

como él mismo dice en otro lugar (131.), " la Iglesia ha

de demostrarse por las Sagradas Escrituras, y nos es Igle

sia la que no puede por ellas probarse."

A pesar de ésto no se sabe por qué, si por temor ó por

conciencia, ó por desesperar de la victoria, aborrecen

siempre los Papistas y huyen la palabra de Dios, del mis

mo modo que el ladron la horca. Empero no es ésto de

estrañar, pues como dicen de la cantárida que se destruye

(128.) Isaías 2. v. 2. (129.) Ephes. 2. v. 20, (130.) De w*.

tate Ecclesis. 3. (131.) Idem cap. i.

53

fácilmente en el opobálsamo, ungüento por otra parte muy

puro y oloroso, así ellos ven que su causa perece y pe

ahoga en la palabra de Dios, como si ésta le fuese un

veneno.

Por ésto á las Escrituras sacrosantas (las que no sola

mente usó Jesucristo nuestro Salvador en todas sus plá

ticas, sí que tambien selló con su sangre) suelen llamarlas,

para retraer fácilmente de ellas al Pueblo, como de una

lectura peligrosa y nociva, letra fría, incierta, inútil, muda,

mortífera, muerta ; lo cual es, á nuestro entender¡ como

si dijesen que son enteramente nulas. Y aun añaden á

ésto un símil bastante grosero ; á saber, que son en cierto

modo como una nariz de cera que se puede componer y

doblar de todas suertes, y servir al intento de cada

uno (132.). i Iguorará el Pontífice que dicen tales co

sas sus partidarios ? ¿ ó no sabrá acaso que tiene tales

Patronos ?

Pues oiga cuan santa y piadosamente escribe en este

particular un tal Hosio, Obispo Polaco (segun dice él de

sí mismo), hombre en verdad elocuente y nada ignorante,

al par que accérrimo defensor de su causa ; y opino se ha

de admirar de que un hombre con pretensiones de piadoso

haya podido sentir con tanta impiedad, ó escribir tan in

juriosamente de aquellas palabras que supiera él mismo

habian salido de la boca de Dios ; queriendo sobre todo

que fuese tenido su dictámen,' no por propio y peculiar

suyo, sino como el comun de todos los Papistas.

"Nosotros," dice (133.), "encargarémos huir esas

mismas Escrituras, de las cuales vemos alegarse ya tantas

interpretaciones, no solamente diversas sino tambien con

trarias ; y oirémos mejor á Dios que habla, que convertir

nos á estos pobres elementos y fundar en ellos nuestra

salud. No conviene estar versado en la Ley y en la Es

critura, sino ser enseñado por Dios. Es vano el trabajo

que se emplea en las Escrituras, porque ellas son una

criatura y un elemento defectuoso." Esto habla Hosio,

cabalmente con el mismo espíritu y temple que en otro

tiempo Montano y Marcion, quienes segun cuentan solían

decir, al desechar con menosprecio las Escrituras, que

(132.) Phigius ¡n Hierarcbia. (133.) Hossius in lib. de expresso

Verbo Dei.

f3

54

sabian ellos muchas mas y mejores cosas que supieran

jamás Cristo y los Apóstoles. ¿ Y qué dirémos ahora ?

¡ O columnas de la Relijion ! ¡ O sobrestantes de la Igle

sia de Cristo ! ¿ E» ésta por ventura la veneracion que

prestais á la divina palabra ? < Nos mandaréis desechemos,

cual si fuesen indignas de ser oídas por vosotros, las Es

crituras Santas, las que dice Pablo fueron divinamente

inspiradas, las que manifestó Dios con tantos milagros, en

las que se hallan impresos vestijios ciertos del mismo

Cristo, las que citáran en calidad de prueba, cuando era

menester, todos los Santos Padres, los Anjeles, los Após

toles, y el mismo Hijo de Dios, Jesucristo ? ¿ Impondréis

vosotros silencio á Dios mismo que manifiestamente os

habla en las Escrituras, ó llamaréis nada mas que pobre y

muerto elemento á aquella palabra por la cual solamente

nos reconciliamos con Dios, como dice S. Pablo, y á la

que el Profeta David llama santa é inmaculada, y que ha

de durar para siempre? (134.) ¿O diréis que en vano

ponemos toda nuestra solicitud en aquello que Cristo nos

mandó (135.) rejistrar cuidadosamente y tener de continuo

á la vista ? < O pensais que Cristo y los Apóstoles qui

sieron engañar á los hombres cuando los ecsortaban al

estudio de las Sagradas Letras, para que abundasen, por

medio de ellas, en toda ciencia y sabiduría ? Ya no es de

estrañar que los que en tan poco estiman al mismo Dios y

á sus oráculos, nos desprecien á nosotros y á todas nues

tras cosas. Pero ha sido una necedad el hacer tan grave

injuria á la palabra de Dios con el fin de injuriarnos á

nosotros.

Y, como si todavía ésto no fuera bastante, entregan al

fuego las sacrosantas Escrituras, como el impío Rey Aza

hizo en otro tiempo, ó como Antioco y Maximino, y las

llaman (136.) libros de los herejes; y dan muestras de

querer hacer con ellas lo mismo que por adquirir el poder

hiciera antiguamente Heródes en Judéa. Pues éste, sien

do Iduméo, estraño á la estirpe y sangre de los Judíos,

deseoso no obstante de ser tenido por Judío, á fin de ase

gurar mas, para sí y sus descendientes, el gobierno de la

Judéa que habia impetrado de Augusto César, mandó

(134.) Psalm. 19. v. 8. (135.) John. . v. 39. (136.) Africanus

apud Eusebium Eccl. Hist. lib. 1. cap. 7.

55

quemar todas las jenealojías que desde Abraham hasta

entónces habian aquellos guardado con sumo cuidado en

sus archivos, pudiéndose por ellas descubrir fácilmente

cualquier error sobre el linaje de cada uno, á fin de que

no quedára medio de saberse en adelante que él traia su

procedencia de ajena raía. Del mismo modo los Papistas,

queriendo que todas sus cosas se aprecien como instituidas

por Cristo y los Apóstoles, ó queman ó le trastornan al

Pueblo la6 Santas Escrituras, para que no quede por donde

poder refutar sus sueños y sus mentiras.

Muy bien y muy á propósito escribe contra ellos Cri~

sóstomo (137.). "Los herejes," dice, "cierran las

puertas á ia verdad, porque saben que si quedan abiertas,

la Iglesia no sería de ellos." Y Teofilacto : " la palabra

de Dios es la luz por la cual viene á ser descubierto el

ladron." Y Tertuliano : "La sagrada Escritura," dice,

" pone de manifiesto los fraudes y picardías de los here

jes." ¿ Y sinó porqué esconden, porqué suprimen el

Evanjelio que quiso Cristo fuese predicado desde los terra

dos ? ¿ Porqué meten bajo de un celemín aquella luz que

debe estar sobre un candelero ? ¿ Porqué confian, mas

que en la bondad de su causa, en la ceguedad é ignorancia

del vulgo ? ; Acaso piensan que no se conocen ya sus

manejos, ó que pueden andar hoy sin ser vistos cual si

tuvieran el anillo de Giges ? De sobra, de sobra saben

ya todos lo que encierra el archivo del pecho del Pontí

fice ; y esto mismo es una prueba de que los Papistas no

proceden con rectitud ni con veracidad. Efectivamente

debe con razon parecer sospechosa aquella causa que huye

el ecsámen y la luz ; porque quien obra mal, como dice

Cristo, busca las tinieblas, la luz la aborrece. El hombre

de conciencia pura, por el contrario, se presenta de buen

grado, para que puedan verse sus obras que traen de Dios

su oríjen. Pero no son ellos tan ciegos que no vean clara

mente que imperando las Escrituras será al punto destruido

su Reyno ; y que así como los ídolos de los Demonios, á

quienes se recurría antiguamente como á oráculos, enmu

decieron de repente al aspecto de Cristo cuando vino al

mundo, así ahora sus ardides todos caerán precipitada

mente á la presencia del Evanjelio; porque no será des-

(137.) In opere imperfecto.

56

trnido el Ante-Cristo sino con el resplandor de la venida

de Cristo (138.).

Por cierto que nosotros no recurrimos como ellos á las

llamas, sino ;í las Escrituras ; ni con el hierro les asedia

mos, sino con la palabra de Dios. Con ella, segun la

espresion de Tertuliano, alimentamos nuestra fé ; con ella

ertjimos nuestra esperanza; con ella afirmamos nuestra

confianza, pues sabemos que el Evanjelio de Jesucristo es

la virtud de Dios para la salvacion (139. ), y que en él

está la vida eterna. Así que no damos oidos, segun nos

amonesta S. Pablo, ni á un ánjel que bajando del cielo

tratára de retraernos de alguna parte de esta doctri

na (140.). Mas todavía, "ni aun al mismo Dioa

creeríamos," como dice el piadosísimo Justino Mártir,

"si nos enseñára otro Evanjelio." Y en cuanto á repu

diar las sagradas Escrituras como mudas é inútiles, y

apelar mas bien á que Dios bable en la Iglesia y en Jos

Concilios, segun Lacen los Papistas, ésto no es mas que

apelar á sus propias opiniones y sentencias; es un medio

de hallar la verdad, sobremanera incierto y peligrosísimo,

en cierto modo fanático, y desaprobado por los Santos

Padres. Crisóstomo dice, " que hay muchos que se jac

tan de poseer el Espíritu Santo, mas que los que hablan

de suyo se glorían en vano de tenerlo. Pues así como

Cristo negaba hablar de sí mismo cuando hablaba de la

Ley y los Profetas, del mismo modo si á nombre del

Espíritu Santo se nos introduce ahora alguna cosa ademas

del Evanjelio, no debe ser creida : porque como Cristo es

el complemento de la Ley y de los Profetas, así el Espirita

Santo es el complemento del Evanjelio." Hasta aquí

Crisóstomo.

(133,) 2. Thess. ii. 8. (139.) Rom. 1. v. 16. (140.) Gal. 1. v. 8.

CAPITULO V.

Sobre las respuestas y objeciones sacadas de los Padre*

y Concilios.

Pero acaso nuestros contrarios, aunque no tienen en su

favor las Escrituras Santas, estarán apoyados no obstante

en los antiguos Doctores y Santos Padres ; pues se vana

glorian altamente de tener de su parte toda la antigüedad

y el perpétuo consentimiento de todos los tiempos, mién

tras afirman que todo lo nuestro es nuevo, reciente, y

hasta ha muy pocos años nunca oido.

Por cierto que nada mas grave puede decirse contra la

Relijion que acusarla de novedad ; pues así como en Dios

no puede haber cosa nueva, tampoco es conveniente que

la haya en su culto. A pesar de ésto no sabemos porqué

ha sucedido siempre, desde el principio del mundo, que

cuantas veces ha Dios revelado ó manifestado su doctrina

á los hombres, ha sido llamada reciente y nueva por los

impíos y enemigos suyos, sin embargo de ser ella antiquí

sima y aun eterna. El impio y sanguinario Haman, para

concitar el odio público contra los Judíos, los acusó así

ante el Rey Asuero : " Rey," le dijo, " aquí tienes un

Pueblo que usa de ciertas leyes nuevas, pero contumaz y

rebelde á todas las tuyas" (141.). Pablo, en Aténas,

cuando empezó la manifestacion y predicacion del Evan-

jelio, fué tambien llamado (142.) anunciador de nuevos

Dioses, es decir, de una Relijion nueva. " ¿ Y podrémos

saber de ti," le preguntaron, " cual sea esta nueva doc

trina ? " Escribiendo de intento Celso contra Cristo, para

con el nombre de novedad hacer despreciable su Evanjelio>

" i Por ventura," dice, "despues de tantos siglos ha te

nido al fin Dios tan tardío acuerdo?" Eusebio refiere

tambien (143.), "que en un principio fué llamada la

Relijion Cristiana, por vía de desprecio, nueva y pere

grina. " De esta suerte nuestros contrarios condenan

(141.) Ester 3. v. 8. &c. (142.) Actos 17. v. 18 y 19. (143.) Eu-

Scb. Eccles. Hist. lib. 1. cap. 4.

58

como estrenas y nuevas todas nuestras cosas, al paso quer

ías suyas, cualesquiera que sean, pretenden sean aprecia

das como ciutiquísimas. A la manera que los magos y

hechiceros que tienen pacto con el Demonio, suelen hoy

decir que sus libros y todos sus ocultos misterios los tienen

de Atanasio, de Cipriano, de Moysés, de Abel, de Adan-, y

hasta del Arcánjel Rafael, para que se juzgue su arte mas

escelsa y sublime, habiendo tenido tales Patronos y au

tores ; así los Papistas, para mejor y mas fácilmente

recomendar la Relijion que ellos mismos 6e han forjado,

y ésto no ha mucho tiempo, suelen decir á los necios, los

cuales ni piensan en lo que hacen ni en lo que se practica, .

haberla recibido de Agustín, de Gerónimo, de CrisóstomOj

de Ambrosio, de los Apóstoles, del mismo Cristo.

Saben ellos muy bien que nada hay mas popular ni -

mas grato al vulgo que estos nombres. < Pero qué si las

mismas cosas que ellos pretenden sean tenidas por nuevas -

se halla que son antiquísimas ? ¿ y qué si al cabo vienen á

resultar recientes y nuevas, ecsaminadas con rigor y es-

quisita dilijencia, las mas de aquellas que nos. predican

con tanto énfasis á nombre de antiguas ?

A la verdad, las leyes y ceremonias de los Judíos, -- aun

cuando Hamau las acusára de nuevas, no podian parecer

tales á cualquiera que pensase rectamente, porque estaba»

consignadas en tablas de una antigüedad muy remota.

Cristo tambien, aunque muchos juzgasen que se habia

apartado de Abraham y de los antiguos Patriarcas para

fundar en su propio nombre una Relijion nueva, respondió

muy justamente : " Si creyeseis á Moysés, á mi tambien

me creeríais (144.), que no es tan nueva mi doctrina:,

pues Moysés, autor antiquísimo, á quien todo lo atribuís

vosotros, habló de mi." San Pablo dice que el EvanjeKo

de Jesucristo, aunque muchos le reputen por nuevo, tiene

sin embargo el testimonio mas antiguo de la Ley y de los

Profetas. Ahora bien, nuestra doctrina, que mas propia

mente podemos llamarla doctrina Católica de Jesucristo, no

es tan nueva que no nos la haya recomendado el Antigua

de dios, Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, en el

Evanjelib y en los Libros de los Profetas y de los Após

toles, monumentos los mas antiguos ; y á nadie podrá ahora

(144.) Joan 5. v. 46.

59

.-parecer nueva sino á aquel que se le antoje tal la fé de los

Profetas, ó el Evanjelio, ó Cristo mismo. Pero si tan

antigua es la Relijion de nuestros adversarios como quie

ren ellos mismos suponerla, ¿ porqué no exhiben la prueba

con ejemplos de la Iglesia primitiva, con los Padres y Con

cilios antiguos ? ¿ Porqué una causa de tanta antigüedad

yace abandonada sin defensor por tanto tiempo ? Ello es,

que siempre han echado mano del hierro y del fuego ;

.pero de los antiguos Concilios y Padres han guardado un

silencio profundo. Y á fé que habrian sido unos necio»

en empezar por esas tan sangrientas y feroces pruebas, si

hubiesen podido hallar otras mas fáciles y suaves. "Mas

si realmente tienen entera conñanza en la antigüedad, y

no usan de ninguna estratajema, ¿ porqué el Inglés Juan

Clemente no ha mucho tiempo que, á la vista-de varones

buenos y dignos de crédito, hizo pedazos- y arrojó al fuego,

en la confiansa de que no podria nunca hallarse otro ejem

plar, algunas «jas del antiquísimo PadreTeodoreto, Obispo

Griego, en las cuales clara y manifiestamente enseñaba que

no deja de ecsistir la naturaleza del pan en la Eucaristía ?

i Porqué niega Alberto Pygio que el antiguo Padre Agus

tín pensó rectamente sobre el pecado orijinal ? ¿Porqué

dice que yerra y no usa de buena dialéctica acerca del ma

trimonio contraído despues de hacer voto (145.), cuyo

matrimonio afirma el mismo Agustin que es válido y no

puede rescindirse ? . ; Porqué al dar á luz hace poco

tiempo una edicion del antiguo Padre Orígenes, sobre el

Evanjelio de San Juan, omitieron todo el capítulo sesto,

el cual- es ^creíble, ó mas bien cierto, contuviera muchas

cosasssobre Eucaristía contra nuestros adversarios, y mas

quisieron publicar -un libro falto \146.)., mutilado, que

aventurarse á darlo íntegro porque así condenaba sus

errores ? ¿ Es por ventura fiarse en la antigüedad el des

pedazar, suprimir, truncar, y quemar los escritos de los

primeros Padres? Es digno de notar entre tanto cuan

lindamente acuerdan, en puntos de relijion, con aquellos

Padres que tanto se jactan de tenerlos en favor suyo.

Los Padres del Concilio Eliberitano (147.) decretaron,

(145.) Caus. 27. c. 4. nuptiarura bonum. In controversiis.

(146.) Aun ecsiste el tal libro, y circula mutilado. (147.) Cele

brado en el año del Señor 305.

fio

*' «fue no se pinte en los templos aquello á qne el Pueblo

'da culto." El antiguo Padre Epifauio dice, " que es ini

quidad horrible y una maldad que no debe tolerarse, el

que alguno ponga en los templos de los Cristianos pintada

imájen alguna, aunque sea la de Cristo mismo." Pues tos

Papistas tienen llenos de imájenes y estátuas sus templos,

como si no hubiera Relijion sin ellas. Los antiguos Padres

Orígenes y Crisóstomo (148.) exhortan al Pueblo á la

lectura de las Escrituras Santas, á que se asocien para

comprar libros, y á que razonen entre sí sobre las cosas

sagradas en sus casas, los maridos con sus mujeres, los

padres con sus hijos. Aquellos, al contrario, condenan

como elementos muertos las Escrituras, y hacen cuanto

pueden por apartar de ellas al Pueblo. Los antiguos Pa

dres Cipriano, Epifanio y Gerónimo, dicen (,149.), que si

alguno hace voto de vivir célibe y despues vive impura

mente sin poder refrenar el fuego de sus concupiscencias,

es mejor que se case y comporte honestamente en el es

tado de matrimonio; y el antiguo Padre Agustin juzga

ser válido y firme ese mismo matrimonio, y que no debe

revocarse. Los Papistas á aquel que una vez se ha ligado

con voto, aunque se abrase despues, aunque se dé á las

mujeres, aunque se corrompa lo mas torpe y criminal

mente, no le permiten sin embargo casarse ; ó si llegáre á

hacerlo, tienen por nulo el tal matrimonio, y enseñan que

es mejor y mas santo tener *ina concubina ó una ramera.

El antiguo Padre Agustin se lamentaba de la multitud de

vanas ceremonias con que ya en su tiempo veía se tenian

oprimidos los ánimos y conciencias de los fieles : los Pa

pistas, cual si Dios no se cuidase sino de ceremonias, las

han aumentado tanto, que apénas en sus templos y en su

«ulto han dejado otra cosa. El antiguo Padre Agustin

niega (150.) sea lícito el que un monje viva en la pereza

y en el ocio, y que bajo la apariencia y capa de santidad

se sustente de lo ajeno.; y «1 antiguo Padre Apolouio dice

que el que así pasa la vida al ladron se asemeja. Los

Papistas tienen, no sé si diga manadas ó tropas de frailes,

(148.) Originis in Levitic. c. 6. Chrysos. in Mat. hom. 2. Id.

in Joan. hom. 31. (149.) Cyprian lib. 1. epist. 11. Epiphan.

contra Apostólicos, Ha;r. Gl. Hieron. ad Demetriadem. (150.) De

opere monachorum.

61

que no haciendo nada absolutamente, ni simulando siquiera;

ó aparentando especie alguna de santidad, viven sin em

bargo no así como quiera, sino rebosando en la abundancia

á costa del sudor ajeno. El antiguo Concilio (151.)

Romano decretó no asistiera nadie á los oficios sagrados

de aquel Ministro del cual se supiera positivamente que

mantenía una concubina. Los Papistas las dan á sus Sa

cerdotes en arriendo por cierto precio, y despues hacen á

los hombres asistir á sus sacrilejios á la fuerza. Los

antiguos Cánones Apostólicos mandan (152.) sea remo

vido de su oficio aquel Obispo que quiera al mismo tiempo

ejercer la Majistratura civil y el ministerio Eclesiástico.

Los Papistas ejercen ámbas Majistraturas, y quieren ejer

cerlas en todas sus partes, ó mas bien, apénas atienden á

la que principalmente les incumbe, sin que por eso haya

absolutamente quien mande la separacion de ellos. El

antiguo Concilio Gangrense ordena no haga nadie tal dis

tincion entre el Presbítero célibe y el casado, que por solo

el celibato juzgue ser el uno mas santo que el otro. Los

Papistas de tal suerte los diferencian, que piensan son

profanadas todas sus cosas sagradas cuando una persona

casada, por mas piadosa y justa que sea, las administra.

El antiguo Emperador Justiniano (153.) mandó que en el

sagrado ministerio se dijera todo en voz clara, y bastante

alta y distinta, á fin de que el Pueblo sacase de ello algun

fruto. Los Papistas, para tener al Pueblo en ignorancia,

dicen sus cosas todas entre dientes, no solo en voz baja y

obscura, sí que tambien en lengua estraña y desconocida.

El Concilio antiguo de Cartago (154.) determina, que en

las sagradas renniones no se lea nada sino las Escrituras

Canónicas. Los Papistas leen en sus templos las cosas

que ellos mismos saben que son meros embustes y fábulas

insulsas. Pero si alguno tiene estas determinaciones por

débiles y de poca estima, como emanadas de Emperadores

y algunos inferiores Obispos, y no de Concilios Plenos y

Generales, y gusta mas del nombre y autoridad del Papa,

sepa que el Papa Julio prohibe espresamente á los Pres

bíteros poner pan en el cáliz (155.) cuando celebran los

(151.) Can. 3. (152.) Can. 8. (153.) In Novellis Const. 123.

(154.) Tertium Carth. cap. 47. (155.) De cons. dist. 2. cum enim

nenio.

o

62

sagrados misterios. Ellos, contra el decreto del Papa Julio,

dividen el pan y lo sumerjen en el vino. El Papa Cle

mente niega que sea lícito á ningun Obispo manejar ámbas

espadas ; " y si quieres tener una y otra (dice), á tí mis

mo te engañarás y á los que te oigan." El Papa en el

dia se atribuye las dos y las maneja ; por lo que no debe

estrañarse haya sucedido lo que dice Clemente, á saber,

que se haya engañado é sí mismo y á aquellos que le es

cucháran. El Papa Leon dice que en el templo no es

lícito decir al dia sino una sola Misa : los Presbíteros

Papistas diariamente dicen, en una misma Iglesia, muchas

veces diez, no pocas veinte, otras treinta, y aun muchas

mas bien á menudo ; de manera que el pobre espectador

apénas puede saber hácia donde deba principalmente vol

verse. El Papa Gelasio dice que si uno divide la Eucaristía

y toma una sola parte dejando la otra, obra muy mal y

comete sacrilejio : nuestros contrarios, en oposicion á

dicho Papa y á la palabra de Dios, mandan se dé al Pueblo

una sala especie Eucarística, y de consiguiente ponen á

sus Sacerdotes en la precision de ser sacrilegos.

Aunque dirán ahora que todas estas cosas están ya an

ticuadas y muertas por el mismo uso, no obstante, para

que todos vean el crédito que 6e ha de dar á estos hom

bres, y con qué designio convocan ellos sus Concilios,

ecsaminemos con brevedad cuan dilijentemente observan lo

que en los años prócsimos pasados, en un Concilio pú

blico lejítimamente convocado (cuya memoria está todavía

reciente), decretaron ellos mismos que debiarelijiosamente

observarse. En el Concilio de Trento, hay apénas catorce

años, se decretó por comun acuerdo de cuantas órdenes

asistieron á aquella asamblea, que ningun Presbítero tu

viera dos beneficios á un mismo tiempo. < Y qué se ha

hecho de aquel decreto ? < Si se habrá tambien anticuado

y muerto tan pronto ? porque ellos no solamente dos be

neficios, sino tambien muchas Abadías, y frecuentemente

dos ó tres, y hasta cuatro Obispados confieren á uno solo ;

y ésto no solamente á un ignorante, sí que tambien á un

militar no raras veces. En el mismo Concilio se decretó, que

debian todos los Obispos predicar el Evanjelio : los suyos

ni predican, ni al púlpito suben nunca, ni piensan siquiera

que ésto pertenece de algun modo á su ministerio. ¿A

qué pues esa ostentacion de la antigüedad ? ¿A qué glo-

N

63

ríarse en los nombres de los antiguos Padres y de los

nuevos y viejos Concilios ? ¿ A qué quieren aparentar

que están fundados en la autoridad de ellos, cuando los

desprecian á su antojo, siempre que les pareoe ? (156.)

Pero el alma se alegra de tratar mas bien con el mismo

Pontífice, y en su misma presencia decirle : " Pontífice

piadoso, tú que tanto ruido haces con las cosas antiguas,

y tanto te glorías de que á tí solo te son adictos todos los

Padres, dínos cual de éstos te apellidó jamas Sumo Pon

tífice, ú Obispo Universal, ó Cabeza de toda la Iglesia ?

i Cual dijo que ámbas espadas te se han entregado ? ; Cual

que tú tienes el derecho y autoridad de convocar Conci

lios ? ¿ Cual que tu Diócesis es todo el mundo ? ¿ Cual

que de tu plenitud reciben todos los Obispos ? < Cual

que te se ha dado toda potestad tanto en el cielo como en

la tierra ? ¿ Cual que no puedes tú ser juzgado ni por

los Reyes, ni por todo el Clero, ni por todo el Pueblo ?

I Cual que los Reyes y Emperadores reciben de tí su poder,

por mandato y voluntad de Cristo ? ¿ Cual que por un es-

quisito cálculo matemático eres setenta y siete veces mayor

que los Reyes mas poderosos ? ¿ Cual que te ha sido

dado mas poder que á todos los Patriarcas ? ¿ Cual que

eres Dios y Señor, ó mas que hombre, ó un cierto misto

compuesto de Dios y hombre ? ¿ Cual que eres la fuen-

te (157.) única de todo derecho ? ¿ Cual que tienes mando

en el Purgatorio ? ¿ Cual que puedes, á tu arbitrio, impe

rar á los ánjeles ? ¿ Cual que eres el Rey de los Reyes y

el Señor de los Señores ? Aun pudiéramos decir muchas

mas cosas de este jaez. De todos los antiguos Obispos

y Padres ; quien te enseñó jamás dijeses Misa privada

á vista del Pueblo, y que alzases la Eucaristía sobre la

cabeza, en lo cual toda tu Relijion al presente consiste ;

ó que truncáras los sacramentos de Cristo y defraudáras el

Pueblo de una parte de ellos en contra de lo que Cristo

instituyó y mandó espresamente ? Y, para una vez con

cluir, i quien de todos los Padres te enseñó que dispen

sases la sangre de Cristo y los méritos de los santos

(156.) De major. et obed. Unam sanctum. In extrav. Bonifa-

cii VIII. Durandus. Concil. Lat. sub. Julio 2. Dis. 9. Innocen.

De major et obed. solí. In extravag. Joan. 22. Cum Ínter non-

nullos. In glossa fmali. In eiiit. impressa Earisiis, 1503.

(157.) Antonius de Roselüs.

g2

C4

Mártires, y que, á uso de mercadería, vendieses publica

mente tus iuduljencias y todos los tiempos del Purgatorio ?"

Están acostumbrados los Papistas á hacer alarde de su

profunda erudicion, y de cierta arcana doctrina suya. Ex

hiban pues, si pueden, alguna maestra de ello, para que

al ménos se vea que han leido y saben alguna cosa.

Por todas partes han publicado muchas veces, á voz en

cuello, que todos los puntos de su Relijion son antiguos,

y que no solo están aprobados por la jeneralidad del Pue

blo, sino tambien por el consentimiento y no interrumpida

práctica de todos los tiempos y naciones. Pues presenten

una vez alguna prueba de esa antigüedad suya; hagan ver

que esas cosas de que tanto blasonan, se hallan tan um

versalmente recibidas. Muestren que todas las naciones

Cristianas han consentido unánimemente en la Relijion de

ellos. Pero ellos mismos, como hemos dicho, huyen de

sus propios decretos, y han abolido en tan corto tiempo

las cosas que ha muy pocos años habian establecido para

que continuáran siempre. ; Cómo, pues, ha de fiarse

nadie de ellos en cuanto al uso que hacen de los Padres,

-antiguos Concilios y Sagradas Letras ? No, no tienen

ninguna de esas cosas de que tanto se glorían ; ni la an

tigüedad, ni la universalidad, ni el asenso de todos los

tiempos y lugares. No lo ignoran ellos, y aunque mas

quisieran disimularlo, á veces no obstante lo confiesan

abiertamente ; y por eso el decir que son de tal naturaleza

las decisiones de los antiguos Concilios y Padres, que

pueden algunas veces mudarse, puesto que en tiempos

distintos acomodan tambien á la Iglesia distintos decretos.

De este modo se ponen á cubierto bajo el nombre de Igle

sia, y engañan á los incautos con una vana sofistería. De

admirar es por cierto que los hombres sean tan ciegos que

no puedan ver todo ésto, ó tan sufridos, si lo conocen, que

puedan con tanta facilidad y calma tolerarlo.

Mas como han ordenado la derogacion de ciertas cosas,

por ser ya demasiado viejas y desusadas, quizá las hayan

sustituido con otras mejores y mas titiles ; porque suelen

dejarse decir, que ni los Apóstoles ni el mismo Cristo, si

apareciesen de nuevo, podian administrar mejor ni mas

santamente la Iglesia de Dios que lo hacen ellos en el dia.

Verdad que han sustituido unas cosas á otras ; mas ha

«ido, segun la espresion de Jeremías, paja por trigo ¡

fio

"han sido, como dijo Isaías, cosas que Dios no demandó" de

ellos. Han obstruido todos los veneros de agua viva, y

cavado para el Pueblo de Dios ruinosas y sucias cisternas

llenas de lodo é inmundicias, que ni tienen agua pura ni

pueden tenerla. Han quitado al Pueblo la sagrada comu

nion, la palabra de Dios que debiera ser todo su consuelo,

el verdadero culto del Ser supremo, el recto uso de los

sacramentos y de las oraciones, y de suyo nos han dado,

para que entre tanto nos sirva de recreo, sales, aguas,

aceites, salivas, ramitos, bulas, jubileos, indulgencias, cru

ces, zahumerios, un ceremonial inmenso, y varios juguetes.

En estas cosas han hecho consistir toda la Relijion ; con

ellas han enseñado que podemos debidamente aplacar á

Dios ; que podemos ahuyentar los Demonios ; que se pue

den tranquilizar las conciencias de los hombres. Tales

son, segun ellos, los adornos y flores de la Relijion Cris

tiana ; las cosas gratas y aceptables á los ojos de Dios ;

las que han debido venir en estima, dejando á un lado las

instituciones de Cristo y de los Apóstoles. Y así como

en otro tiempo el impío Rey Jeroboam, habiendo quitado

el culto de Dios y llevado el Pueblo á adorar los becerros

de oro, no sea que despues mudaran de propósito y apar

tándose de él se volviesen á Jerusalem al templo del

Señor, los exhortó á la constancia, diciéndoles en un largo

discurso : " Estos, ó Israel, son tus Dioses ; de este modo

os mandó vuestro Dios que le diérais culto, porque os será,

muy pesado y molesto hacer un viaje tan largo, y subir

todos los años á Jerusalem para saludar y adorar al Se

ñor : " del mismo modo nuestros contrarios, habiendo

hecho nula la ley de Dios por amor de sus tradiciones, no

sea que el Pueblo abriera despues los ojos y se inclinára

á otra cosa y buscára por otra parte un medio mas cierto

de su salud, ¡ ó cuantas veces han clamado ser éste aquel

culto con que se agrada á Dios, y el que ecsije de nos

otros, y con el que, cuando le ofendemos, quiere ser apla

cado ! Que con estas cosas se halla conforme toda la

Iglesia; que con ellas se espian todos los pecados y se

tranquilizan las conciencias ; que no hay esperanza de

salvacion para aquel que de ellas se aparte ; y que es

pesado y molesto para el Pueblo el mirar á Cristo, á loa

Apóstoles y á los antiguos Padres, y el estar de continuo

indagando cual sea la voluntad de ellos v sus preceptos.

g3

66

i Y es ésto preservar al Pueblo de los deleznables ele

mentos del mundo, de la levadura de los Escribas y Fari

séos, y de humanas tradiciones ? ¿ Debieron anularse los

preceptos de Cristo y sus Apóstoles para reemplazarles

con las tradiciones de los hombres ? ¡ Ah, que motivo taa

iusto para haber desechado la antigua doctrina ya por

muchos siglos aprobada, é introducido una nueva forma de

Kelijion en la Iglesia de Jesucristo ! A pesar de todo,

claman los Papistas que nada debe en ella alterarse, esté

como estuviere al presente ; que con las cosas actualmente

en uso se satisfacen los ánimos de los hombres ; que la

Iglesia de Roma las ha decretado, y ella no puede errar

por ser norma y regla de la verdad, como dice Silvestre

Prierias, y tambien que de ella reciben las Escrituras san

tas su autoridad y su crédito. " La doctrina de la Iglesia

Romana," dice el mismo, "es la regla infalible de la fé,

de donde reciben su fuerza las sagradas Escrituras : y no

por la autoridad de éstas, sino por la de los Romanos Pon

tífices, que es mayor todavía, hemos conocido las Indul

gencias. " Tampoco se detiene Pygio en asegurar, "que

sin el permiso de la Iglesia Romana no debe darse crédito

ni aun al lugar mas claro de la Escritura." Viene á ser

lo mismo que si alguno no pudiendo hablar Latin coa

propiedad y pureza, pero sí con rapidez y estraordinaria

facilidad la jerigonza de ciertas palabras á estilo forense,

dijera que todos los demas debian usar el mismo dialecto

que ha muchos años usaron Mammetrecto 6 Cathoücon, y

el que se usa aun en los tribunales de justicia, en razon á

que así podría suficientemente entenderse lo que se diga,

y satisfacerse á todos ; y porque al fin sería ridículo per

turbar ahora todo el mundo con un nuevo modo de hablar,

y resucitar la antigua pureza del lenguaje, y la elocuencia

de Ciceron ó de César.

Tanto sin duda deben los Papistas á las tinieblas é ig

norancia de los pasados tiempos. Muchas cosas, dice

Plinio, suelen tenerse en estima tan solo porque han estado

alguna vez dedicadas á los templos de los Dioses : del

mismo modo vemos hoy nosotros muchas cosas aprobadas

y tenidas en grande aprecio por estos hombres, no porque

las crean ellos de tanto mérito, sino solamente porque han

sido recibidas por la costumbre, y dedicadas al templo de

Dios en cierta manera.

67

Pero nuestra Iglesia.dicen ellos,no puede errar. De creer

es digan ésto por el mismo estilo que solian antiguamente

decir los Lacedemonios, que no se podía bailar en toda su

República un adúltero, cuando en la realidad mas bien lo

eran todos, usando de nupcias inciertas y de la comunidad

de mujeres : 6 como por amor al vientre es hoy costumbre

entre los Canonistas decir del Papa (158.1 que siendo

Señor de todos los beneficios, aunque venda los Obispados,

las sfbadías, los Sacerdocios, y nada deje salir de sus ma

nos gratuitamente, sin embargo, como dice que todas estas

cosas son suyas, por mas que quiera no puede cometer

Simonía (159.). Mas qué fundamento tenga ésto, y con

qué razon se afirme, no lo vemos nosotros ; quizá porque

los Papistas hayan hecho con la Verdad lo que los anti

guos Romanos con la Victoria, que una vez que les viniera

le cortaron las alas para que no se les pudiera escapar en

lo sucesivo. ¿ Pero qué si les dice Jeremías, segun ya

hemos referido, que esas sus palabras son palabras de

mentira ? ¿ Qué si les vuelve á decir el mismo Profeta

que aquellos que debieran ser los viñadores son los que han

disipado y perdido la viña del Señor ? ¿ Qué si les dice

Cristo que los que debian tener mas cuidado del Templo

del Señor, lo han convertido en cueva de ladrones ? En

verdad que si la Iglesia Romana no puede errar, preciso

es que su dicha sea mayor que la prudencia de los que la

gobiernan ; porque la vida de éstos es tal, y tal su doctrina

y cuidadoso esmero, que por ellos no solamente puede la

Iglesia errar, sino tambien perecer y totalmente estin-

guirse. En efecto, si puede errar aquella Iglesia que se

ha apartado de la palabra de Dios, de los preceptos de

Cristo, de las instituciones de los Apóstoles, de los ejem

plos de la Iglesia primitiva, de las decisiones de los anti

guos Padres y Concilios, de sus propias determinaciones,

y que no quiere estar sujeta á leyes algunas, ni viejas, ni

nuevas, ni suyas, ni ajenas, ni humanas, ni divinas, es in

dudable que la Romana no solamente puede errar, sino

que de hecho ha errado del modo mas vergonzoso y de

testable.

Mas fuisteis de los nuestros, nos dirán, y ahora os ha-

(158.) Summa Angelica, in dictione Papse. (159.) Tueodoricus

de Schismate.

C8

beis hecho apóstatas, y separadoos de nosotros. Verdad

que nos hemos separado de ellos, y por lo mismo damos á

Dios rendidas gracias y nos regocijamos en estremo ; pero

no nos hemos apartado de la primitiva Iglesia, ni de los

Apóstoles, ni de Cristo. Hemos sido educados entre

ellos en tinieblas y en ignorancia de Dios, como Moysés

lo fué en las escuelas y en el seno de los Egipcios. " De

vosotros fuimos," dice Tertuliano, "lo confieso, y no es

ísto de admirar ; porque los hombres no nacen Cristianos,

sí se hacen." ¿ Pero porqué han ellos bajado de sus siete

montes, en los que estuvo en otro tiempo situada Roma,

prefiriendo habitar en la llanura, en el campo de Marte ?

Dirán quizá que porque habian ya faltado en dichos mon

tes los conductos de las aguas, sin las cuales no podian

vivir cómodamente. Pues que nos concedan con respecto

al agua de 1a vida eterna, lo que con respecto á ¡a de pozo

quieren ellos «e les conceda. El agua habia ya faltado

entre ellos : los mayores, como dice Jeremías (160.), en

viaron sus inferiores á las aguas ; fueron á los depósitos, no

la encontraron, y volvieron miseros y sedientos con sus vasi

jas vacías. Los menesterosos y los podres, dice Isaías (161.),

buscaban las aguas, pero ninguna habia : secóse de sed la

lengua de ellos. Habian destruido todos los acueductos y

canales ; habian obstruido todos los manantiales, y llenado

de lodo y cieno la fuente de agua viva ; y como en otro

tiempo Calígula trajo al pais escasez y hambre cerrando

todos ¡los graneros, así estos hombres, habiendo obstruido

todas las fuentes de la palabra de Dios, habian reducido

al Pueblo á una sed miserable. Habian traido, como dice

el Profeta Amós (162.), el hambre y la sed sobre la tierra :

uo hambre de pan ni sed de agua, sino de oir la palabra

del Señor. En vano los infelices andaban errantes en

busca de una centella de luz divina para consuelo de sus

conciencias ; ésta habíase ya del todo apagado, no era

posible encontrar alguna. Tal era la condicion, éste el

estado deplorable de la Iglesia de Dios : vivíase en ella

miserablemente, sin Evanjelio, sin luz, sin consuelo alguno.

Por lo cual, aunque sea molesta á los Papistas nuestra

separacion, con todo deben tomar en consideracion cuan

justa causa hemos tenido para ella. Pues si dicen que de

(160.)Jerem. 14. v.3. (161.) Isa. 41. v. 17. (162.) Amos, 8. v. 11.

G9

ningun modo es lícito separarse de la sociedad en que ha

sido uno educado, pueden fácilmente condenar en nosotros

tanto á los Profetas, como á los Apóstoles, como á Cristo

mismo. ¿ Pero porqué no se quejan tambien de que Lot

se separó de Sodoma, Abrafaam de Caldéa, los Hebréos

de Egipto, Cristo de los Judíos y Pablo de los Fariséos ?

Pues si nunca puede haber causa justa para separarse, no

vemos porqué éstos no puedan tambien ser acusados de

facciosos y sediciosos.

Pero si nosotros, porque no hacemos todo lo que man

dan los Papistas hemos de ser condenados como herejes,

i en qué sentido lo deberán ser ellos, ó en qué concepto

se habrá de tener á los que desprecian los mandatos de

Cristo y de los Apóstoles ? Si nosotros somos cismáticos

por habernos segregado de ellos, ¿ qué nombre darémos á

los que, cual hijos ingratos, se separaron de los Griegos

(de quienes habian recibido la fé), de la Iglesia primitiva,

de Cristo mismo y de los Apóstoles ? Porque en realidad

de verdad los Griegos, los cuales profesan hoy la Relijion

y el nombre de Cristo, aunque tengan muchas cosas vicia

das, conservan todavía una gran parte de aquellas que

recibieran de los Apóstoles. Así que ni tienen Misas

privadas, ni Sacramentos mutilados, ni Purgatorios, ni

Induljencias ; y estiman en tanto los nombres de Pontífi

ces y sus pomposos títulos, que á cualquiera que pretenda

apellidarse Obispo universal ó cabeza de toda la Iglesia,

no dudarán decirle que es un soberbio, injuriador de los

demas Obispos sus hermanos, y un hereje.

Ahora bien, siendo muy claro é innegable que nuestros

contrarios han hecho defeccion de aquellos á quienes eran

dendores del Evanjelio, de la fé, de la verdadera Relijion,

y de su misma Iglesia, ¿ qué motivo tienen para no querer

ahora volver á los mismos que son en cierto modo las

fuentes de donde ellos han derivado su creencia ? ¿ Por

qué rehuyen conformarse á los tiempos de los Apóstoles

y de todos los Padres como si éstos nada hubiesen sabido ?

I Acaso saben ellos mas de la Iglesia de Dios, ó hacen ma

yor aprecio de ella, que aquellos que les transmitieron la

doctrina de la misma ? Confesamos habernos separado de

una Iglesia en la que no se oía la pura palabra de Dios, ni

se administraban rectamente los sacramentos, ni el nombre

de Dios se invocaba como era debido : de una Iglesia

70

«uyos patronos mismos declaran estar viciada en muchaí

cosas, y en la que nada habia capaz de inducir á un hom

bre prudente que pensára en su salvacion, á continuar

.unido á ella. Finalmente, nos hemos separado de la Igle

sia de hoy, no de la antigua ; y nos hemos emancipado de

ella á la manera que Daniel fué librado de la caverna de

los leones, ó como los tres niños del horno encendido : ni

puede con tanta propiedad decirse que nosotros nos hemos

separado, como que ellos nos han echado fuera con sus

crueldades y maldiciones.

Pero nos hemos unido á aquella Iglesia en donde ni

aun los mismos Papistas pueden negar, á querer decir la

verdad imparcialmente, que se administra todo con decen

cia y con órden, y en tan estrecha conformidad á las insti

tuciones de los primeros tiempos como nos ha sido posible.

Comparen nuestras Iglesias con las suyas, y conocerán

cuan torpemente se han separado ellos de los Apóstoles, y

cuan justamente nosotros de ellos. Pues nosotros, con

forme al ejemplo de Cristo, de los Apóstoles y Santos

Padres, damos al pueblo la Eucaristía íntegra : ellos contra

todos los Padres, contra los Apóstoles y contra Cristo

mismo, cometen el enorme sacrilejio, como dice Gelasio,

de dividir el sacramento y defraudar al Pueblo de una parte.

Nosotros hemos restituido la Cena del Señor á su insti

tucion primitiva, y administrándola á todos y á los mas

que ser pueda, hacérnosla Comunion en realidad, queremos

que sea lo mismo que se llama. Ellos lo han innovado

todo contra la institucion de Cristo, y de la sagrada Co

munion han hecho una Misa privada. De consiguiente

nosotros administramos al Pueblo la Cena del Señor,

miéntras ellos le presentan un vano espectáculo.

Nosotros afirmamos con los mas antiguos Padres, que

el cuerpo de Cristo no lo comen sino los hombres piadosos

y fieles y cuantos estén adornados del espíritu de Cristo :

ellos enseñan, que el mismo cuerpo de Cristo, real y sus-

tancialmente, para valernos de su misma espresion, no solo

puede comerse por los infieles é impíos, sino tambien, lo

que es horrible decirlo, por los perros y los ratones.

Nosotros oramos en los templos, de modo que, como

enseña S. Pablo (163.), pueda entender el Pueblo lo que

(163.) I Cor. 14. v. 16.

71

pedimos, y responder todos juntos Amen : ellos, como me

tal que suena, dan voces desconocidas y estrañas en los

templos, sin intelijencia, sin sentido, y sin objeto ; y

hacen ésto con el solo designio de tener al Pueblo en una

completa ignorancia.

Y para no referir todas nuestras diferencias (pues nunca

acabaríamos), nosotros vertimos las sagradas Escrituras en

todas las lenguas : ellos apénas permiten que esté en al

guna. Nosotros invitamos al Pueblo á que lea y oiga la

palabra de Dios : ellos hacen cuanto pueden por retraerle

de ésto. Nosotros deseamos que nuestra causa sea de

todos conocida : ellos huyen el juicio público. Nosotros

nos fundamos en la ciencia : ellos en la ignorancia. Nos

otros confiamos en la luz : ellos en las tinieblas. Nos

otros veneramos, como es debido, los escritos de los

Apóstoles y de los Profetas : ellos los entregan á las

llamas. Finalmente, nosotros en causa que es de Dios,

al juicio de Dios solamente queremos atenernos : ellos

quieren estar al suyo propio. Todo lo cual, si ellos qui

sieran pesarlo y compararlo imparcialmente y con resolu

cion de oir y aprender, no solamente aprobarían el que

hayamos abandonado sus errores y seguido á Cristo y sus

Apóstoles, si que tambien renunciarían á sus propias opi

niones, y de muy buen grado se unirían á nosotros.

CAPITULO VI.

Del grande aprecio que hacemos de los Concilios, y poco

caso que de ellos hacen los Papistas.

Dirán qne al cabo fué una maldad el emprender estas

cosas sin un sagrado Ecuménico Concilio, en el cual está

toda la fuerza de la Iglesia, y al que Cristo prometió que

asistiria siempre. Pero sin consideracion á ningun Con-

/

72

cilio han violado ellos los mandatos de Dios y los decretos

de los Apóstoles, y destruido, como ya hemos dicho, no

tan solo casi todas las instituciones de la Iglesia primitiva,

sino tambien sus dogmas. Y por otra parte, ésto de no

ser lícito innovar nada sino en los Concilios ¿ quien nos

lo ha dado como ley ? ¿ De donde han recibido los Papis

tas este mandato ?

Sin duda que fué bastante ridículo el proceder del Rey

Agesilao, el cual, estando cierto por el oráculo de la sen

tencia y voluntad del supremo Júpiter, llevó despues á

Apolo la misma causa para saber si en ella sería del mismo

dictámen que su padre. Pues aun mas neciamente obra

ríamos nosotros si oyendo á Dios mismo que nos habla

claro en las sacrosantas Escrituras, y sabiendo su voluntad

y sus preceptos, quisiéramos despues, cual si ésto no fuese

nada, referirlo todo á un Concilio ; lo cual no sería otra

cosa que ecsaminar si Dios y los hombres son de un mismo

dictámen, y si querían éstos confirmar con su autoridad los

divinos mandatos. < Pues qué, la verdad no será verdad,

ó Dios no será Dios, si no lo quiere y manda el Concilio ?

Si Cristo hubiera querido desde el principio que no se

enseñára ó predicara cosa alguna sin el beneplácito de los

Obispos, y hubiese referido á Anás y Cayfás toda su doc

trina, i donde estaría hoy la fé Cristiana, ó quien hubiera

oido jamás el Evanjelio ? Pedro (á quien el Pontífice

suele predicar con mucha mas frecuencia que á Jesucristo)

hizo una vigorosa resistencia al Concilio, y dijo' que era

mejor obedecer á Dios ántes que á los hombres (164.).

Y Pablo, despues que recibió el Evanjelio, no de los hom

bres ni por hombre alguno, sino por revelacion de Jesucristo,

no deliberó con la carne y la sangre, ni lo llevó á ecsámen

á sus parientes ó hermanos, sino que se marchó luego á

la Arabia á predicar, por autoridad de Dios, los divinos

misterios (165.).

A la verdad nosotros no despreciamos los Concilios ni

las renniones y conferencias de Obispos y hombres doctos,

ni hemos hecho nuestras cosas absolutamente sin Obispos

6 sin un Concilio. Pues todo se acordó en plena asam

blea, con deliberacion muy detenida, y despues de fre

cuentes renniones. Empero de este Concilio que ahora

(104.) Act. 4. v. 19. (105.) Gal. 1. v. 12, 10, 17.

73

finje el Pontífice Pio, en el que con tanta facilidad se con

denan los hombres, sin ser llamados, ni oídos, ni vistos ;

fácil es predecir qué debamos esperar 6 prometernos.

Nazianzeno, al ver en su tiempo cuan ciegos y obstina

dos se mostraban los hombres en tales asambleas, que se

dejaban llevar de sus pasiones, y que mas bien buscaban

la victoria que la verdad, declaró abiertamente (166.) que

jamás habia visto bueno el écsito de ningun Concilio.

I Qué diria, pues, si viviera en estos tiempos, y llegara á

entender los conatos de los Papistas } Porque entonces,

aunque cada cual abogaba por su causa, con todo se cono

cia de todas, y eran desechados por acuerdo comun y

jeneral los errores manifiestos de uno y otro partido. Pero

hoy ni se quiere que se discutan libremente las causas, ni

se permite, por mas errores que haya, que se corrija cosa

alguna.

Pues suelen los Papistas jactarse á menudo y descara

damente de que su Iglesia no puede errar, de que no hay

en ella ningun vicio, y de que á nosotros nada debe con

cedernos : ó que si tiene alguna falta, ésta debe ecsami-

narse por los Abades y Obispos, los cuales son la Iglesia

<ie Dios, y los que arreglan en ella todas las cosas. Decia

Aristóteles, que una ciudad no puede constar solamente

de bastardos : si los Obispos y Abades pueden componer

la Iglesia de Dios, véanlo ellos. Lo cierto es, que ni son

lejílimos sus Abades, ni sus Obispos lo son verdaderos.

Mas supongamos que son ellos la Iglesia, y que solo ellos

tienen de derecho voz y voto en los Concilios. Sin em

bargo, antiguamente, cuando la Iglesia de Dios (si es qué

ésta puede compararse á la de los Papistas) era muy bien

gobernada, dice Cypriano (167.) que eran invitados á co

nocer en los asuntos eclesiásticos así los Presbíteros como

los Diáconos, y aun alguna parte del vulgo.

; Pero y si los tales Abades y Obispos son unos igno

rantes ? ¿ Y si ni aun saben qué es Relijion, ni que ideas

acerca de Dios han de tenerse ? < Qué si la ley llegare á,

faltar del Sacerdote y el consejo de los ancianos ? ¿ Qué

si en lugar de vision tuvieren noche, como dice Mi»

cheas (168.), y tinieblas en ves de revelaciones? ¿Qué

C1G6.) Nazianzeno ad Procopium. (167.) Lib. 3. Epist. 10.

(108.) Míe. 3. v. 6.

H

74

si los atalayas de la ciudad, como dice Isaías (169.), fon

eiegos todos ? i Qué si la sal se hace insípida, y como

dice Cristo (170.), para nada sirve ya, sino para ser arru

fada y pisada por los hombres ?

Entonces llevarán todas las cosas al Papa, el cual no

puede errar. Pero en primer lugar es mucha necedad

suponer que el Espíritu Santo vaya de un vuelo á Roma

desde el sagrado Concilio, para tomar consejo de otro no

sabemos que espíritu mas docto, en el caso de alguna

duda, y de no poder resolverla por sí mismo. Porque si

ésto es así, ¿ qué necesidad habia de que tantos Obispos

emprendiesen tan largos y costosos viajes para rennirse

en Trento en nuestros dias ? Mejor y mas prudente, de

cierto que mas fácil y breve hubiera sido remitir todos los

negocios al Papa, y habrían llegado sin dilacion alguna al

oráculo de su sagrado pecho. En segundo lugar, es tam

bien injusto referir nuestra causa del juicio de tantos

Obispos y Abades al de un solo hombre, mayormente

cuando ha sido acusado por nosotros de grandes crímenes,

y no se ha defendido aun, y nos tiene ya condenados ántes

de citarnos á juicio. ¿Por ventura suponemos nosotros

estas cosas ? ¿ ó no es este hoy el modo de proceder en

los Concilios ? ¿ O no se lleva todo del sagrado Concilio

á solo el Pontífice, para que, como si nada se hubiera he

cho con la opinion y el consentimiento de tantos hombres,

él solo pueda añadir, mudar, disminuir, abrogar, aprobar,

relajar y restrinjir lo que le plazca ? ¿ Qué significan,

sinó, 6 de quienes son estas palabras ? ¿ Porqué los Obis

pos y Abades, ha tanto como en el próesimo Concilio de

Trento, decretaron así al concluirlo : Salva siempre la

autoridad de la Silla apostólica ? ¿ O porqué el Papa

Pascual escribe (171.) con tanta insolencia de sí mismo

en estos términos? "Como si algun Concilio," dice,

" pudiera dar leyes á la Iglesia Romana, cuando todos ellos

han sido convocados por la autoridad de dicha Silla, y re

ciben de ella su fuerza, y en sus decretos queda claramente

esceptuada la autoridad del Romano Pontífice." Si quie

ren que tengan valor estos asertos, i para qué convocar

los Concilios ? y si ordenan sean tenidos por nulos, ¿ por-

(169.) Isa. 56. v. 10. (170.) Mat. 5. v. 13. (171.) De elec-

tione et electi potestate, cap. Significasti.

75

qué los dejan (publicar) en sus libros como si los hubieran :-

aprobado ?

Mas supongamos que el Obispo de Roma es superior á

todos los Concilios, ó lo que es lo mismo, supongamos que

una sola parte es mayor que el todo : supongamos que él

pueda y sepa mas que todos los suyos, ó que sea mayor la

autoridad de una sola ciudad, aunque lo contradiga Geró

nimo (172.), que la de todo el mundo. ¿Pero y si él

ignoráre todo ésto, y jamás hubiere leido las sagradas

Escrituras, ni los antiguos Padres, ni ninguno de sus

Concilios ? ¿ Y si llega, como en otro tiempo el Papa

Liberio (173.), á inclinarse al Arrianismo ? - ¿Y si sin

tiere impía y criminalmente, como no ha muchos años el

Papa Juan, acerca de la vida futura y de la inmortalidad

de las almas ? ¿ Y si como el Papa Zozimo corrompió en

otro tiempo el Concilio de Nicea, hiciese él ahora lo mis

mo con otros Concilios por aumentar su poder, y declara

haber sido deliberadas y constituidas por los santos Padres

cosas que ni aun siquiera hayan éstos jamás pensado ? ¿ Y

si violenta el sentido de las Escrituras, como dice Camo-

tense que han solido hacer con frecuencia los Pontífices,

con el fin de obtener la plenitud de potestad ? ¿ Y si

abjura la fé de Cristo y se hace Apóstata, como segun dice

Lirano lo fueron muchos Papas ? ¿ Sin embargo de todo

ésto, llamaría el Espíritu Santo al pecho del Pontífice, y

aun resistiéndolo éste le iluminaría luego á fin que no

pudiese caer en error ? ¿ Sería á pesar de todo la fuente

de todo derecho, ó se hallarían en él acumulados todos los

tesoros de la sabiduría y de la intelijencia ? Y si en él

»o están, ¿ podrá acaso juzgar justa y convenientemente

acerca de tantas cosas ? O si no es capaz para ello, ¿ por

qué ha de ecsijir que todos los asuntos se sometan á él

esclusivamente ? ¿ Y si los Abades y Obispos, defensores

de los Papas, dejando á un lado todo disimulo se muestran

abiertamente enemigos del EvaDJelio, y léjos de querer

mirar lo que tienen á la vista, hacen fuerza á las Escritu

ras, vician y adulteran con pleno conocimiento la palabra

de Dios, y malvada é impíamente atribuyen al Papa aque

llas sentencias que clara y propiamente se dicen de Cristo,

(172.) Ad Evagrium. (173.) Vide Sozomen. Eccles. Hist. lib,

A. oap. 15.

h2

76

y que á ningun otro pueden convenirle ? i Y si dicen que

el Papa es todo (174.), y sobre todo, y que puede todo lo

que puede Cristo, y que uno mismo es el tribunal y uno

mismo el consejo de entrámbos ? ¿ O que el Papa es

aquella luz que vino al mundo (lo cual lo dijo Cristo (175.)

de sí mismo), y que quien obra mal huye de ella y la

aborrece, y que de su plenitud reciben todos los demas

Obispos ? (176.) Por último, ¿ y si con el mayor descaro

decretan clara y manifiestamente contra la espresa palabra

de Dios ? i Por ventura todo lo que digan ha de tenerse

por Evanjelio ? < Acaso serán ellos el ejército de Dios ?

¿ Tendrán siempre consigo á Cristo ? i Andará quizás el

Espíritu Santo como nadando entre sus lenguas, de modo

que con verdad puedan ellos decir, ha parecido al Espíritu

Santo y á nosotros ? Pedro de Soto y su defensor Ho-

sio (177.) no dudan afirmar, que aquel mismo Concilio en

que Jesus fué condenado á muerte, tuvo Espíritu profé-

tico, el Espíritu Santo, el Espíritu de verdad; y que no

fué falso ni temerario el decir de aquellos Obispos :

Nosotros tenemos ley, y segun la ley nuestra debe mo

rir ( 1 78.) ; que ellos fijaron (son palabras del mismo

Hosio) la verdad del juicio, y que enteramente fué justo

el decreto por el cual declararon que Cristo era digno de

muerte. Por cierto que es de admirar no puedan hablar

los Papistas en favor de sí mismos, ni defender su propia

causa, como no patrocinen la de Anás y Caifás juntamente.

Ahora bien, los que declaran por lejítimo y justo aquel

mismo Concilio en que Cristo fué condenado al suplicio de

cruz de la manera mas ignominiosa, ¿ cual tendrán por

defectuoso ? Empero es tal la naturaleza de casi todos

sus Concilios, que les ha sido preciso hablar del de Anas

y Caifás en semejantes términos. ¿ Y son esos hombres

los que nos han de reformar la Iglesia, siendo ellos mis

mos los jueces y los reos ? ¿ Disminuirán ellos su am

bicion y su fausto ? ¿ Acaso se condenarán á sí mismos,

6 sentenciarán contra sus propios intereses que no sean

ignorantes los Obispos, ni panzistas holgazanes, que no

acumulen beneficios, que no se den el tono de Príncipes,

(174.) Hosi. cap. Quanto. Abbas Panor. de elect. cap. Vene-

rabilis. Cornelius Episc. in Concilio Tridentino. (175.) Joan.

S. v. 12. Í176.) Durandus. (177.) Contra Brentium, lib. 2.

(178.) Joan. 19. v. 7.

\

77

que no hagan la guerra ? ; Por ventura los Abades* hijitos

queridos de los Papas, acordarán que es un ladron el monje

que no se gana el sustento con su propio trabajo ? ¿ De

cretarán que no le es lícito vivir en las ciudades, ni en

frecuente trato con la muchedumbre, ni á costa de lo

ajeno ? ; Declararán que es el deber de un monje acos

tarse en el suelo, mantenerse con la hortaliza y el gar

banzo, estudiar, cuestionar, orar, trabajar, prepararse para

el ministerio de la Iglesia ? Ya reformarán ellos el templo

de Dios con la misma solicitad que los Escribas y Fariséos,

y nos lo restituirán á casa de oracion de cueva de ladrones.

Fueron varios los Papistas que llegaron á descubrir

muchos errores en la Iglesia : el Papa Adriano, Eneas

Silvio, el Cardenal Polo, Pygio y otros, segun queda ya

dieho. Celebróse despues un Concilio en Trento, que es

el lugar mismo donde ahora se anuncia. Juntáronse mu

chos Obispos y Abades, y otros que fué conveniente.

Estaban solos ; no habia quien se opusiera á nada de

cuanto se hiciese ; pues á los defensores de nuestra causa

los habian enteramente escluido de todas sus juntas. Allí

estuvieron de asiento por espacio de seis años, entrete

niendo al Pueblo con grandes esperanzas. En los seis

primeros meses dieron muchos decretos, como si fuera

negocio de la mayor urjencia, acerca de la Santísima Tri

nidad, del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo ; cosas

ciertamente piadosas, pero que en aquel tiempo no eran

absolutamente necesarias. Empero de tantos, tan claros,

tan notorios y públicos errores, ¿ corrijieron entónces si

quiera uno ? ¿ Qué supersticion arrancaron ? ¿ Qué parte

disminuyeron de su pompa y tiranía ? Como si no supiera

ya todo el mundo que el tal Concilio no es mas que una

conspiracion, en la que están juramentados, y de un todo

entregados al partido del Papa, los Obispos que él mismo

tiene ahora convocados, y que nunca harán sino lo que

vean que ciertamente ha de agradarle, y que es á propó

sito para aumentar su poder : ó como si ignorára alguien

que en ese llamado Concilio se atiende mas al mímero de

votos que á ecsaminar la importancia de ellos, y que la3

mas veces queda vencida la mejor parte por la mas nu

merosa.

Nos consta que muchos buenos varones y Católicos

Obispos rehusaron asistir á semejantes Concilios, al saber

n 3

T8

que en ellos no se hacia caso sino de los partidos y fac

ciones, y que habia de ser ilusorio su trabajo ; que sus

contrarios estaban obstinados en su propósito, y que nada

absolutamente podría adelantarse. Atanasio, aunque fué

llamado por el Emperador, no quiso comparecer (179.) al

Concilio de Cesarea, viendo que en él iba á servir al odio

implacable de sus enemigos. El mismo Atanasio fué des

pues al Concilio de Esmirua, y presajiando cual sería su

resultado atendida la ferocidad y el odio de sus contraríos,

inmediatamente hizo disponer su equipaje, y partióse de

allí. Juan Crisóstomo (180.), á pesar que el Emperador

Arcadio le escribió cuatro veces llamándole al Concilio de

los Arríanos, se mantuvo en su casa. Maximo, Obispo

de Jerusalen, despues de haberse sentado en el Concilio

de Tiro, lo tomó de la mano el anciano Pafnucio, y le sacó

fuera diciendo : " Vémonos, no nos es lícito consultar so

bre estas cosas con hombres impíos." Los Obispos del

Occidente tampoco quisieron ir al dicho Concilio de Es-

rnirna, del cual se habia retirado Atanasio. Cirilo apeló

por cartas del Concilio de los llamados Patropasianos.

Paulino, Obispo de Treveris, y otros muchos, conociendo

las miras y el poder de Aujencio, se negaron á asis

tir (181.) al Concilio de Milan. Porque veian que asis

tirían en vano á donde se llevaría las atenciones una

faccion, no la razon, y á donde no se discutirían las causas

en justicia, sino con resuelta parcialidad.

Con todo, si los mencionados Obispos y Padres se hu

bieran presentado en Concilio, habrían tenido al ménos

libre audiencia, no obstante la malicia y obstinacion de

sus enemigos. Pero no pudiendo ninguno de nosotros

gozar ahora de esa libertad, oponiéndose nuestros contra

rios á que aparezcamos siquiera en alguno de sus Conci

lios ; como en ellos no tengan asiento y derecho de emitir

su voto sino los Legados del Papa, sus Patriarcas, sus

Arzobispos, Obispos y Abades ; todos conjurados, todos

reos de una misma culpa, todos ligados con el mismo ju

ramento ; y como despues someten todos sus pareceres,

cual si ellos nada hubieran hecho, á la voluntad y capri

cho de un Papa, para que se dé á sí mismo la sentencia

(179.) Theodoret. Eccl. Hist. lib. 1. cap. 28. (180.) Tripar.

lib. 10. cap. 13. (181.) Tripar. lib. 5. cap. 15.

79

el que debiera antes dar cuenta de feos propios defectos ;

habiéndose por otra parte despojado al Concilio de aquella

Cristiana y antigua libertad que en los Concilios Cristianos

especialmente debería ser la mayor posible ; no deben

admirarse hoy los hombres prudentes y piadosos de que

hagamos nosotros ahora lo que en otro tiempo y en casos

semejantes hicieron tantos Padres y Católicos Obispos :

ésto es, de que no pudiendo ser oidos en Concilio, y por

cuanto son tenidos en ludibrio los legados de los Princi

pes, y á nosotros se nos condena ántes de ser juzgados,

hayamos querido mejor quedarnos en nuestra casa y poner

el negocio en manos de Dios, que presentarnos en donde

ni habiamos de tener lugar, ni ménos adelantar cosa

alguna.

Por lo que toca á nosotros, podemos con paciencia y

serenidad sufrir el agravio que se nos hace. Pero < por

qué escluyen de sus Concilios á los Reyes Cristianos y

piadosos Príncipes ? ¿ Porqué los alejan de sí tan incivil

y vergonzosamente, y como si no fueran Cristianos ni ca

paces de juzgar, los privan de conocer en la causa de la

Relijion Cristiana y en el estado de sus Iglesias ? ¿ O

porqué si llegan á interpouer su autoridad y á hacer lo

que está en sus atribuciones, lo que les está mandado, lo

que deben, lo que sabemos que hicieron David, Salomon

y otros buenos Príncipes ; ésto es, si miéntras ellos duer

men, ó lo repugnan criminales, hacen por reprimir la

liviandad de los Sacerdotes, por reducirles al cumplimiento

de su deber y contenerlos dentro de sus límites ¡ si pro

curan destruir la idolatría, disminuir la supersticion, y

restaurar el culto divino ; porqué claman luego al punto

que los tales Príncipes todo lo trastornan, que se entro

meten en negocios ajenos, y que obran osada é inicua

mente ? i Qué lugar de la sagrada Escritura privó jamás

á un Príncipe Cristiano de conocer en tales causas ?

i Quien, sino solo los Papistas, estableció nunca tales

leyes ?

Dirán, no obstante, que de los Principes civiles es el

aprender á dirijir la República y las armas, pero que el

entender en los misterios de la Relijion no les pertenece.

¿ Mas qué otra cosa es hoy dia el Obispo de Roma sino

wn Monarca ó un Príncipe ? ¿ Qué los Cardenales, cuan

do apénas pueden serlo sino los hijos de Príncipes y

80

Reyes ? ¿ Qué son los Patriarcas, qué en su mayor parte

los Arzobispos, los Obispos y Abades pertenecientes al

reyno del Papa, sino Príncipes civiles, y Duques, y Con

des magníficamente equipados por donde quiera que van,

y adornados no raras veces con cadenas y collares. Tam

bién suelen engalanarse con otros particulares ornamentos,

como cruces, birretes, mitras, pálios; pompa que jamás

usaron los antiguos Obispos, Crisóstomo, Agustín y Am

brosio. Pero fuera de ésto, ¿ qué es lo que enseñan,

qué dicen, qué hacen, qué vida traen que sea propia, no

dirémos de un Obispo, sino de un Cristiano cualquiera ?

¿ Por ventura vale tanto el llevar un vano título, y llamarse

Obispo con solo mudar de traje ?

Esto de que esté encomendado el cuidado de todas las

cosas á solos aquellos que ni las entienden, ni absoluta

mente quieren entenderlas, y que no hacen el menor

aprecio de ninguna parte de la Relijion, como no sea en

lo concerniente al vientre; que ellos solos se hagan los

jueces, y se constituyan á sí mismos como atalayas por

mas que sean unos ciegos ; y que un Príncipe Cristiano

de sano juicio é intelijencia se haya de estar como un

tronco, sin que le sea permitido votar ó manifestar su

opinion ; que observe cuanto ellos quieran ó manden,

mostrándose por lo demas como privado de todo sentido ;

que todo lo que le impongan lo apruebe sin escepcion

alguna, y preste ciega obediencia á todos sus mandatos,

aunque éstos sean impíos y blasfemos, aunque por ellos le

ordenen destruir toda la Relijion, y crucificar al mismo

Cristo : ésto, decimos, es un orgullo, y una afrenta, y una

maldad que no deben tolerar los Príncipes Cristianos y

prudentes. Pues qué, ¿ han de poder entender en los

asuntos relijiosos Anás y Caifás, y no han de poder David

y Ezequías ? ¿ Por ventura ha de ser lícito á un Cardenal

militar, y sediento de sangre, sentarse en un Concilio, y no

ha de serlo á un Emperador ó á un Rey Cristiano ?

Y á la verdad nosotros no concedemos á nuestros Ma

gistrados sino lo que segun la palabra de Dios sabemos

que les es debido, y se halla confirmado por la práctica de

las mejores Repúblicas. Pues ademas de que por el mis

mo Dios le está confiado á un Príncipe fiel el cuidado de

las dos Tablas, para que entienda que está en sus atribu

ciones no solo el conocer de las cosas civiles, sino tambien

81

<)e las sagradas y eclesiásticas ; ademas de que muchas

veces, y de un modo terminante, manda Dios al Rey talar

ios bosques, derribar las estatuas y altares de los ídolos, y

copiar para sí el libro de la Ley ; y anuncia que han de

ser Reyes, segun se lee en Isaías (182.), los que alimenten

la Iglesia : ademas de todo ésto, vemos por las historias-

y por los ejemplos de los mejores tiempos, que el cuidar

de las Iglesias uunca lo tuvieron los Príncipes piadosos

por una cosa ajena de sn oficio.

Moysés, Majistrado civil y caudillo del Poeblo, recibid

de Dios y dió (183.) á los Hebréos todas las leyes perte

necientes á la Relijion y sus sagrados ritos, y reprehendió

á Aaron con mucha severidad por haber violado la Relijion

con el becerro de oro. Josué, sin ser mas que un Majis

trado civil, tan luego como fué escojido y puesto por jefe

del Pueblo, recibió espresos mandatos acerca de la Relijion

y del culto divino (184.). El Rey David (185.), estando

ya completamente destruida la Relijion por el impío Saul,

íiizo traer de nuevo el arca de Dios, ésto es, restauró la

Relijion ; y no se mostró como un mero consejero ú amo-

nestador en aquella obra, sí que tambien compuso Salmos

é Himnos, ordenó varios ministerios de los Levitas, esta

bleció el ceremonial, y en cierto modo presidió á los

Sacerdotes.

El Rey Salomon edificó al Señor el Templo que su

padre David habia tan ardientemente deseado, y despues

pronunció al Pueblo un esceleute discurso (186.) sobre

la Relijion y el culto divino. Pasado algun tiempo, se

paró 087.) del ministerio al Pontífice Abiathar, y en su

lugar puso á Sadoc. Contaminado despues el Templo de

Dios de la manera mas vergonzosa por la desidia y vicios

de los Sacerdotes, mandó el Rey Ezequías (188.) limpiarlo

de los escombros é inmundicias ; que se encendieran luces,

que se quemáran perfumes, é hiciera el Servicio Divino

segun el antiguo rito; que se quitase tambien la serpiente

de bronce, á la que impíamente el Pueblo daba culto, y se

redujese (189.) á polvo. El Rey Josafat (190.) destruyó

y echó por tierra los altares de los collados y bosques,

(182.) Isaías 49.'v. 23. (183.) Exod. 12. (184.) Joshua 1.

(185.) I. Chron. 13. (186.) 2 Chron. 6. (187.) I. Reg. cap. 2.

v. 35. (188.) 2 Chron. 29. (189.) 2 Reg. 18. (190.) 2 Chron. 17.

y

82

viendo que servían de estorbo al culto de Dios, y que por

una particular supersticion se retraia el Pueblo de con

currir al Templo comun de Jerusalen, al que debia irse to

dos los años de todos los puntos del Reyno. Josías (191.)

amonestó cuidadosamente á los Sacerdotes y Obispos

acerca de sus deberes. £1 Rey Joás (192.) reprimió el

lujo y la insolencia de los Sacerdotes. Jetiú mandó

matar (193.) á todos los Profetas impíos.

Pero no citemos mas ejemplos de las Sagradas Escritu

ras, y veamos de que modo se ha gobernado la Iglesia en

tiempo del Evanjelio, desde la venida de Cristo. Los

Emperadores Cristianos convocaban antiguamente los

Concilios de Obispos : Constantino convocó el de Nicéa ;

Theodosio I. el de Constantinopla; Theodosio II. el de

Epheso ; Marciano el Calcedonense ; y alegando Rufino

un Sínodo en apoyo de su doctrina, díjole Gerónimo su

adversario para confutarle : " señala Emperador por cuyo

mandato haya sido convocado ese Sínodo." El mismo

Gerónimo, en su epitafio á Paula, cita cartas de Empera

dores que habian mandado se renniesen en Roma los

Obispos Griegos y Latinos. Solo el Emperador fué por

espacio de quinientos años el que dispuso la celebracion

de asambleas eclesiásticas y el que convocó los Concilios.

Por eso es tanto mas de admirar ahora la insolencia del

Obispo de Roma, el cual tan temerariamente se apropia á

sí solo lo que sabe que fué un derecho del Emperador,

miéntras se conservó el Imperio íntegro, y que despues

ha venido á ser comun á todos los Príncipes que le han

sucedido en parte de la Majestad Cesárea, y tiene por su

ficiente el comunicar al Príncipe mayor del mundo (194.)

su voluntad de celebrar un Concilio, del mismo modo que

lo haria á uno de sus domésticos. Pero si fué tanta la

modestia del Emperador Fernando, que acaso por no co

nocer bien los artificios del Papa pudo sufrir una injuria

semejante, el Pontífice, siquiera por consideracion á su

propia santidad, no debia habérsela causado, ni arrogarse

de ningun modo un derecho ajeno.

Acaso dirá alguno que el Emperador convocaba en otro

tiempo los Concilios porque todavía no habia llegado el

(191.) 2 Reg. 23. (192.) 2 Reg. 12. (193.) 2 Reg. 10.

(194.) Ut Pius IV. in bulla aua aü linter. Ferdinacdura.

83

Obispo de Roma al estado de grandeza en que ahora se

encuentra ; y que ni aun entónces tomaba el Emperador

asiento con los Obispos en el Concilio, y mucho ménos

interponía su autoridad en la discusion á favor de alguna

de las partes. Pero esto no es cierto. El Emperador

Constantino, como dice Theodoreto (195.), no solamente

se sentó con los Obispos en el Concilio de Nicéa, si que

tambien les amonestó sobre que debia ecsaminarse la

cuestion con arreglo á los escritos de los Apóstoles y

Profetas. "En las disputas," dijo, "concernientes á

Jas cosas divinas, tenemos propuesta la doctrina del Es

píritu Santo que debemos seguir ; pues los libros Evan-

jélicos y Apostólicos, y los oráculos de los Profetas,

muestran suficientemente qué hemos de sentir acerca de

la voluntad de Dios." El Emperador Theodosio no solo

se sentó, segun refiere Sócrates (19fi.), entre los Obispos,

sino que presidió ademas la discusion, hizo pedazos los

escritos de los herejes, y confirmó la opinion de los Ca

tólicos. En el Concilio de Calcedonia (197.) un Ma]is-

trado civil condenó de sentencia suya por herejes á los

Obispos Dioscoro, Juvenal y Thalesio, y juzgó que debian

ser depuestos de su dignidad en la Iglesia. En el tercero

de Constantinopla el Majistrado civil Constantino se sentó

con los Obispos, y ademas suscribió con ellos : " Hemos

leido," dice, "y suscrito." En el Aurisicano segundo

los legados de los Príncipes, varones Patricios, dieron

tambien su voto en las materias relijiosas, y suscribieron

con los Obispos, pues así se lee al final de este Concilio :

"Pedro, Marcelino, Felix, Liberio, varones esclarecidos é

ilustres Prefectos del Pretorio en las Galias, ciudadanos

Patricios, estando conformes, suscribieron. Syagrio, Opi-

lio, Pantágatho, Deodato, Cariato, Marcelo, varones es

clarecidos, suscribieron."

I Y si pudieron suscribir los Prefectos del Pretorio y

los Patricios, no podrían los Emperadores y los Reyes ?

A la verdad que no era necesario esponer con tanta esten-

sion y prolijidad una cosa tan manifiesta, á no habérnosla

con hombres que por solo altercar y salir con sus miras

(195.) Hist. Eccl. lib. i. cap. 7. Vide Euseb. de Vita Const.

lib. 3. cap. 10, 12, 13, edit. Vales. (196.) Sócrates, lib. 5. cap.

10. (197.) Vide Evagr. Eccles. Hist. lib. 2. cap. 4. actione 1.

84

adelante, tienen de costumbre negarlo todo, aun aquello

que perciben con la mayor claridad, y que están viendo

con sus propios ojos. El Emperador Justiniano dió una

ley para coirejir y refrenar las costumbres é insolencia de

los Sacerdotes ; y sin embargo de que era un Príncipe

Cristiano y Católico, lanzó del Papado á dos Pontífices,

sucesores de Pedro y Vicarios de Cristo, á Vigilia y á

Sylverio.

Ahora bien, los que usan de su autoridad para con los

Obispos 5 los que de Dios reciben preceptos tocante á la

Relijion ; los que restituyen el Arca de Dios á su lugar,

componen sagrados Himnos, presiden á los Sacerdotes,

edifican Templos, y hacen pláticas sobre el culto de Dios ;

los que hacen limpiar los Templos, demoler los simulacros

Gentílicos é incendiar sus bosques ; los que amonestan á los

Sacerdotes acerca de su deber, y les dan leyes de buen

vivir ; los que matan á los Profetas impíos; los que de

ponen á los Obispos ; los que convocan Concilios, y en

ellos se sientan con los Obispos, é instruyen á éstos sobre

qué deban hacer ; los que condenan á ser castigado á un

Obispo hereje ; los que conocen en las causas de Relijion ;

los que suscriben ; los que dan su voto, y hacen todo ésto,

no por mandato de otro, sino por autoridad propia, y justa,

y piadosamente ; ; diremos por ventura que no les in

cumbe el cuidado de la Relijion ? ¿ ó que obra mal, pro

fana é impíamente, el Majistrado Cristiano que en estas

cosas se entrometa >. En ellas se mezclaron muy antiguos

y muy Cristianos Reyes y Emperadores, sin que por eso

fuesen jamás notados de impiedad ó de inmodestia. ¿ Y

quien buscará ni Príncipes oías Católicos, ni ejemplos mas

ilustres ?

Y si ésto fué lícito á los que solamente eran Majis-

trados civiles que tenian á su cargo la direccion de los

negocios públicos, < qué culpa han cometido nuestros

Reyes para que á ellos no les sea lícito lo mismo, estando

como están en el mismo puesto que aquellos ? ¿ Qué

estraordinario don de ciencia, de juicio y de santidad, han

adquirido los Papistas, para que, contra la costumbre de

todos los antiguos Obispos Católicos, quienes en materias

de Relijion deliberaron juntos con los Príncipes, escluyau

ahora á éstos de conocer en las mismas causas, y de asis

tir á sus Congresos ? Pero bien saben ellos que de esa

85

manera proveen á su propia segundad y á la de su reyno,

el cual conocen que de otra suerte vendría pronto -á ser

arruinado. Pues si aquellos á quienes Dios ha puesto en

la mas alta dignidad llegáran á ver y entender los ardides

de los Papistas, cómo desprecian los mandatos de Cristo ;

cómo obscurecen y hasta apagan la luz del Evanjelio ;

cómo á ellos mismos les tienen engañados ; cómo se burlan

de los incautos, y cierran la entrada al Reyno de Dios :

jamas toleráran con tanta facilidad, ni el ser tan orgullo-

samente menospreciados, ni el que se les tratára tan

ignominiosamente. Pero por causa de su propia cegue

dad é ignorancia se hallan hoy dia sujetos y obligados á

sus mismos injuriadores.

Nosotros, como dejamos dicho, nada hemos alterado en

Relijion temeraria ó insolentemente, nada hemos hecho

sino despues de un detenido y maduro ecsátnen : y ni aun

habríamos pensado jamas en ejecutar una tal cosa, á no

habernos obligado á ello la voluntad de Dios, que clara

mente y sin ambigüedad nos está manifiesta en las Escri

turas, y el interes de nuestra propia salvacion. Pues

aunque nos hemos separado de la llamada Iglesia Católica,

y héchonos por ello odiosos para con los que son incapaces

de discernir, nos es con todo bastante satisfactorio (y tam

bien debe serlo á todo hombre prudente y piadoso que

piense en su eterna salud) el haber dejado una Iglesia que

ha podido errar, que ya mucho áutes habia predicho Cristo

que erraria, y que nosotros mismos hemos visto con nues

tros propios ojos que se habia separado de los Santos

Padres, de los Apóstoles, de Cristo mismo, de la primitiva

y Católica Iglesia. Mas nos hemos aprocsimado, lo mas

que nos ha sido posible, á la Iglesia de los Apóstoles y de

los antiguos Obispos Católicos y Padres, la cual sabemos

que hasta ahora se ha conservado íntegra y como una vír-

jeu pura, segun dice Tertuliano, sin estar aun contaminada

con ningun jénero de idolatría, ni con ningun error grave

y público; y no solamente hemos ordenado conforme á

sus ritos é institutos nuestra doctrina, sí que tambien los

sacramentos y la forma de las Preces públicas : restitu

yendo así á su oríjen y primeros tiempos, á ejemplo de

lo que sabemos hicieran Cristo y casi todos los varones

piadosos, la Relijion que torpemente estaba despreciada y

depravada por los Papistas. Pues de allí hemos juzgado

i

85

que debían derivarse los datos para la reformacion, de

donde los primeros principios de la Relijion tuvieron su

procedencia. Esta razon, dice el antiquísimo Padre Ter

tuliano, vale contra todas las herejías : " es verdadero

todo lo que fué primero : lo que es posterior está adulte

rado." Ireneo apeló muchas veces á las Iglesias mas

antiguas, á las que fuesen mas prócsimas á Cristo, y por

consiguiente apenas creible-que hubieran errado. Y bien,

¿porqué hoy no se hace uso del mismo argumento }

i Porqué no nos referimos á las Iglesias antiguas como á

ejemplares ? ¿ Porqué no hemos de poder oir hoy dia

aquella sentencia proferida en el' Concilio de Nicéa por

tantos Obispos y Padres Católicos, de los cuales ninguno

Ja contradijo ? Atengámonos á las antiguas costumbres.

Queriendo Esdras reparar las ruinas del Templo de

Dios, no envió á Efeso por un modelo, aunque estaba allí

el hermoso y magnífico Templo dé Diana ; y deseando

restaurar los ritos y ceremonias sagradas, no acudió á

Roma, aunqne quizás habria oido que en ella habia sacri

ficios llamados . fíecatombas, Solitaurola, l.ecthternxos,

Suplicaciones, y los libros rituales de Numa' Pompilio.

Parecióle bastante tener á la vista el modelo del antiguo

Templo, que Salomon por órden de Dios habia edificado, y

seguir aquellos antiguos ritos y ceremonias qué Dios mismo

Labia espresamente escrito y dado á Moysés. El Profeta

Ageo, acabada que fué la reedificacion del Templo por

Esdras, cuando habia podido parecer al Pueblo que se le

presentaba un motivo bastante justo de regocijarse por un

tan grande beneficio recibido del Omnipotente,- hizo por

el contrario derramasen todos copiosas lágrimas al recor

dar á aquellos que. vivian aon y habian visto él primer

templo, ántes que los Babilonios lo destruyeran; que* dis

taba todavía mucho el nuevo de aquella hermosura que en

otro tiempo' habia tenido ; pues solamente habrian ellos

juzgado que quedaba el Templo perfectamente restable

cido, cuando hubiese correspondido' á su primitivo ejem

plar y antigua magnificencia.

San PablOj para purificar la Cena del Señor de las cor

rupciones que ya en aquel' tiempo habian empezado á

introducir los Corintios,1 les propuso la institucion de

Cristo para que la siguieran : Yo, dice (198.), recibí del

"' (198.) I Cor. 11. y. 23.

\

I

87

Señor lo que tambien os enseñé á vosotros. Y Cristo, par*

refutar el error de los Fariseos, " ha de volverse," les

dijo, " al principio : desde el principio no fué asi" Y

para reprimir los vicios y avaricia de los Sacerdotes, y

purificar el Templo: "ésta," les dijo, "fué al principio

casa de oracion, en donde devota y sinceramente pidiera

el Pueblo á Dios en sus necesidades ; y á eso mismo de

biérais vosotros tenerla ahora destinada; porque no se

construyó para que fuese cueva de ladrones"

Yernos tambien que en las Sagradas Escrituras son

principalmente alabados todos los -Príncipes célebres y

piadosos, por cuanto habían andado por los caminos de

David su padre, ésto es, porque habian vuelto á los prin

cipios, á las fuentes, y restituido la Relijion á su perfeccion

primitiva.

Así nosotros, al ver que los Papistas habian entera

mente echado por tierra todas las cosas, y que nada sino

tristes ruinas habian quedado en el Templo de Dios,

hemos juzgado muy prudente el proponernos por modelo

aquellas Iglesias que supiéramos de cierto no habian erra

do, ni tenido Misas privadas, ni preces bárbaras y desco

nocidas, ni tanta corrupción de cosas sagradas, y otras

necedades. Y como deseáramos ver restituido el Templo

del Señor á su primitiva hermosura, no hemos querido

buscar otro fundamento que el que sabíamos habia ya sido

puesto en. otr«- tiempo por los Apóstoles; que es Jesu

cristo nuestro Salvador.

Y como oyésemos á Dios mismo que nos habla en su

revelada Palabra, y viésemos en la antigua y primitiva

Iglesia ilustres ejemplos ; y como por otra parte fuese

incierta la esperanza de un Concilio jeneral, y mas incier

tos aun sus resultados; estando sobre todo seguros de

cual fuese la voluntad de Dios, y de consiguiente teniendo

por una cosa injusta el ser demasiado solícitos acerca de

las opiniones de los hombres ; no pudimos esperar mas

tiempo para consultar á la carne y á la sangre, sino que

preferimos hacer loque justamente podia hacerse y habian

hecho con frecuencia muchos hombres piadosos y Católi

cos Obispos, á saber : proveímos en Sínodo Provincial á

nuestras Iglesias ; pues así sabemos que los antiguos

Padres acostumbraron ecsaminar las materias, ántes de

venir á un público y Universal Concilio. Resisten hoy

i 2

8S

dia Cánones escritos en Concilios Municipales, como el

celebrado en Cartago bajo Cipriano, el de Ancyra, Neo-

cesarea y Gangra en Paflagonia (segun opinan algunos),

antes que se hubiese siquiera oido el nombre de Concilio

Jeneral de Nicéa. Así, sin esperar á un Concilio Jeneral,

se procedió antiguamente en discusion privada contra los

Pelajianos y Donatistas. Así tambien, como el Empera

dor Constancio protejiese abiertamente á Aujencio, Obispo

del partido Arriano, Atanasio que era un Obispo Cristiano

apeló al Clero y al Pueblo ; es decir, á un Sínodo Provin

cial, y no á uno Jeneral, en el que veia que nada podría

hacerse, atendido el poder del Emperador y su conocido

espíritu de partido. Así se decretó en el Concilio de

Nicéa, que dos veces todos los años, y en el de Cartago

que una lo ménos, se tuvieran en todas las provincias

Juntas Espiscopales : lo cual se hizo, dice el Concilio

Calcedonense, para que si nacían algunos errores ó abu

sos fuesen inmediatamente estinguidos en el mismo sitio

donde aparecieran. Así Ambrosio, Obispo de Milan,

respondió á Segundo y Paladio, los cuales repudiaban el

Sínodo de Aquileya por no ser jeneral, que á ninguno

debia parecer nuevo ó estraño el que los Obispos de Occi

dente convocasen Sínodos y tuviesen Juntas Provinciales ;

pues ésto mismo se habia hecho no pocas veces por dichos

Obispos, y muchas por los de Oriente. Así el Emperador

Cario Magno celebró un Concilio Provincial en Gernianía,

en oposicion al Concilio segundo de Nicéa, acerca de qui

tar las imájenes.

Ni para nosotros es eso una cosa nueva y nunca oida.

Pues ya otras veces tuvimos en Inglaterra Sínodos Pro

vinciales, y con leyes domésticas arreglamos nuestras

Iglesias. ¿ Pero á qué ser mas difusos? Esos plenarios

y grandes Concilios de que tanto suelen gloriarse los Pa

pistas, si se comparan con todas las Iglesias del mundo

que conocen y profesan el nombre de Cristo, { qué otra

cosa pueden parecer sino unos Concilios privados y Síno

dos Provinciales ? Pues aun suponiendo que se reunan

los Obispos de Italia, Francia, España, Inglaterra, Ale

mania, Dinamarca y Escocia, con todo, si están ausentes

los de Asía, Grecia, Armenia, Persia, Media, Mesopota-

rnia, Egipto, Etiopia, India y Mauritania, países en donde

hay- muchos y muchísimos Cristianos, < cómo un tal Coa-

-

89

cilio puede parecer universal á un hombre de sano juicio ?

¿ O cómo pueden nuestros contrarios decir con verdad que

tienen el consentimiento de todo el mundo, faltando tantas

partes suyas ? O finalmente, < qué clase de Concilio fué

el último celebrado en Trento ? ¿ Cómo pudo llamarse

Jeneral no habiendo asistido á él sino cuarenta Obispos

de todos los reynos y naciones Cristianas, y algunos de

ellos tan elocuentes, que debieran haberse enviado de

nuevo á las Escuelas á aprender la Gramática; y tan

doctos que nunca habian leido las Santas Escrituras ?

De cualquier modo que sea, la verdad del Evanjelio de

Jesucristo no depende de los Concilios, ó como dice S.

Pablo (199-), del juicio del hombre. Y si aquellos que

debian tener cuidado de la Iglesia de Dios no quisiesen

entender, y faltasen á sus obligaciones, y obrasen contra

Dios y contra su Cristo, é insistieren en pervertir los rec

tos caminos del Señor, hará Dios que se levanten las

mismas piedras, y á los párvulos conferirá elocuencia, á

fin de que nunca falte quien refute sus imposturas. Pues

puede Dios, no solo sin los Concilios, sino tambien resis

tiéndolo éstos, defender y promover su reyno. " Hay

muchos pensamientos" dice Salomon (200.), "en el co

razon del hombre ; mas la voluntad del Señor permanecerá.

No hay sabiduría (201.), no hay prudencia, no hay consejo

contra el Señor." "No tienen duracion," dice Hila

rio (202.), " las obras de los hombres ; por otros medios

ha de ser edificada, por otros medios ha de ser preservada

la Iglesia. Pues ella está edificada sobre el fundamento

de los Apóstoles y Profetas, siendo el mismo Jesucristo la

principal piedra angular" (203.). Pero mucho mas clara

y aplicable á estos tiempos es la observacion de S. Geró

nimo (204.) : " á cuantos haya engañado el Diablo,"

dice, "é inducido á dormir, como con el suave canto de

las Sirenas, los despierta la palabra de Dios diciéndo-

doles (205.) : Despierta tú que duermes, y levántate de

entre los muertos, y te iluminará Cristo. A la venida pues

de Cristo, y de la doctrina de la Iglesia, y de la desolacion

de la hermosísima ramera Ninive, despertará y se acer-

(199.) I Cor. 4. v. 3. (200.) Prov. 19. v. 21. (201.) Idem 21.

V. 30. (202.) In Psalm. 116. (203.) Eph. 2. v. 20. (204.) In.

írophetam Naum cap. 3. ad finem. (205.) Eph. 5. v. 14.

s

i 3

00

cara el Pueblo, que antes bajo sus maestros estuviera

dormido, é irá á los montes de las Escrituras : allí hallará

los M"jtes, á Moysés y á Josué hijo de Nun ; los Mon

tes, los Profetas ; los Montes del Nuevo Testamento, los

Apóstoles y Evanjelistas. Y cuando se haya refujiado á

estos Montes, y esté versado en su lectura, si no encuen

tra maestro (porque la mies será mucha y pocos los traba

jadores) con todo será aprobado el cuidado del Pueblo en

haber huido á estos Montes, y reprobados los maestros

por su neglijencia." Esto dice Gerónimo, y con tanta

claridad, que no hay ninguna necesidad de intérprete ;

tan conforme á lo que vemos con nuestros propios ojos

que ha venido á suceder, que nos parece haberlo él pre-

dicho con espíritu profético, y que quiso ponernos ánte la

vista el estado jeneral de nuestros tiempos, la ruina de

aquella muy adornada y prostituta Babilonia, la restaura

cion de la Iglesia de Dios, la ceguedad y neglijencia de

los Obispos, y la actividad y buena disposicion del Pueblo.

Porque, ¿ quien es tan ciego que no vea que estos son

aquellos maestros que, como dice Gerónimo, han seducido

al Pueblo, y adormecídolo en el error, ó que Roma, la

Ninive de ellos, aderezada en un tiempo con bellísimas-

apariencias, despojada ahora de ellas, se conoce mejor y

se aprecia en ménos ¡ ó que los hombres piadosos, salidos

como de un profundo sueño por la luz del Evanjelio y la

voz de Dios, no confiando nada en los Concilios de tales

maestros, se han refujiado á los Montes de las Escrituras ?

Pero al ménos (dirá alguno) ésto no se debia haber

hecho sin órden del Romano Pontífice; porque él solo es

el nudo y vínculo de la sociedad Cristiana ; él solo aquel

Sacerdote del órden Levítico, significado por Dios en el

Denteronomio, á quien se ha de pedir consejo y el juicio

de verdad en las cosas arduas ; y si alguno no se somete

á su juicio, debe ser muerto en presencia de sus herma

nos ; él no puede ser juzgado, haga lo que hiciere, por

mortal alguno ; Cristo reina en el cielo, y él en la tierra ;

él solo puede todo lo que puede Cristo ó el mismo Dios,

porque su consejo y el de Cristo es uno mismo ; sin él no

hay fé alguna, ni esperanza, ni Iglesia ; quien de él se

aparta, renuncia y abandona su salvacion. Estas son las

cosas que profieren los Canonistas, aduladores de los

Papas, por cierto que no con mucha modestia, pues apénas

91

habrían podido decir mas, ni cosas mas grandes, del mis

mo Jesucristo.

En realidad de verdad nosotros nos hemos separado del

Papa, no por amor de algun interes ó humano lucro (y

ojalá se comportára él de otra suerte, á fin de que esta

separacion no hubiese sido necesaria), sino porque sin

abandonarlo no podíamos llegarnos á Cristo. Ni él quiere

hacer ahora con nosotros otra alianza que la que Naas,

Rey de los Ammouitas, quiso hacer en otro tiempo con

los Jabenses, bajo el supuesto de que -habia de sacar á

todos ellos (206.) el ojo derecho. Pues nos quiere qui

tar las Sagradas Escrituras, el Evanjelio de nuestra salta

cion, y toda la esperanza que tenemos en Jesucristo : no

siendo de su agrado ajustar la paz con nosotros bajo otras

condiciones.

En cuanto á lo que suelen afirmar algunos con tanta

arrogancia de que solo el Papa es el sucesor de Pedro,

como si por ésto llevára en el seno al Espíritu Santo y no

pudiera errar, es cosa muy frivola y ridicula. Al alma

piadosa y temerosa de Dios es á quien está prometida la

gracia, no á las cátedras ni á las sucesiones. " Pueden

las riquezas," dice Gerónimo, " hacer á un Obispo mas

poderoso que los demas ; pero todos ellos, cualesquiera

que sean, son sucesores de los Apóstoles." Si es bas

tante el lugar y la consagracion, entónces Afanases sucedió

á David, y Caifás á Aaron, y á veces estuvo en el Templo

de Dios un ídolo. Jactábase mucho uu tal Archidamo,

Lacedemonio, de que era descendiente de Hércules ; y

Nicostrato reprehendíale su insolencia en estos términos :

" Por cierto que tú no pareces descendiente de Hércules,

pues él quitó del medio á los hombres malos, mas tú haces

hombres malos de los buenos." Y Cristo dijo á los Fa

riséos que encomiaban su procedencia de la estirpte y

sangre de Abraham : "Vosotros pretendeis quitarme la

vida, siendo yo un hombre que os he dicho la verdad que

oí de Dios : no hizo eso Abraham : vosotros sois hijos

del Diablo, y quereis satisfacer los deseos de vuestro

padre" (207.).

No obstante, para conceder algo á la sucesion, ; á Pe

dro ha sucedido por ventura solo el Papa ? ¿ En qué cosa,

(206.) I Sam. 11. v. 2. (207.) Joan. 8. v. 40, 44.

en qué Relijion, en qué oficio, en qué parte de su vida le

ha sucedido ? ¿ Qué tuvo jamas ora Pedro igual al Papa,

ora éste igual á Pedro ? A no ser quizá que quieran de

cir, que cuando Pedro estuvo en Roma nunca enseñó el

Evanjelio; que nunca apacentó su rebaño; que quitó de

enmedio las llaves del reyno de los cielos; que escondió-!

los talentos de su Señor ; que solamente se sentó en el

palacio de S. Juan de Letran, y que con el dedo señaló

todos los lugares y clases de castigos del Purgatorio ; que

á las almas desgraciadas, á unas las entregó á los tormen

tos, y á otras, recibido estipendio, las ecsimió de ellos

repentinamente y á su antojo ; que ordenó se dijerant

Misas privadas en todas partes ; que farfulló los Divino»

oficios en voz baja, y en lengua que no entienda el Pue

blo; que colocó la Eucaristía en todos los Templos y

altares ; que por donde quiera que fué la llevó delante de

sí en un caballo de paso con luces y campanitas; que

consagró con su sagrado aliento aceite, cera, lana, campa

nas, cálices. Templos y altares ; que vendió los jubileos^

las gracias, las inmunidades, los patronazgos, las preben

das, las annatas, los pálios, ei uso de ellos, las bulas, las

indulgencias, los diplomas ; que se apellidó Cabeza de la

Iglesia, Sumo Pontífice, Obispo de los Obispos, y el solo-

Santísimo ; que usurpó el derecho y autoridad de otros

Obispos sobre sus Iglesias ; que se ecsimió de todo poder

civil; que hizo la guerra; que puso en mutua enemistad

á los Príncipes ; que paseó en silla dorada, llevado en

hombros de los nobles, con corona guarnecida de cintas,

con aparato Pérsico, con cetro real, con diadema de oro,

con piedras brillantes. Todas estas cosas hizo Pedro en

Roma indudablemente, y las legó, como por via de tradi

cion, á sus sucesores ; porque ésto es lo que hacen hoy

los Papas en Roma, y de tal manera, como si ninguna

otra cosa debieran hacer. O quizá quieran mas bien

decir, que el Papa hace hoy dia todo lo que sabemos hizo

Pedro en su tiempo ; ésto es, que va por todo el mundo ;

que enseña el Evanjelio, no solo en público, sino tambien

privadamente por todas las casas ; que insta oportuna é

importunamente, á tiempo y fuera de tiempo ; que hace

la obra de un Evangelista; que cumple el ministerio de

Cristo ; que es el celador de la casa de Israel ; que recibe

los oráculos y palabras de Dios, y se las da al Pueblo así

93

como las ha recibido; que él es la sal de la tierra, la lnz

del mundo; que no se apacienta á sí mismo, sino á su

rebaño; que no se mezcla en negocios civiles, ni se mues

tra como Señor sobre la heredad de Dios ; que no busca

el ser servido de otros, sino mas bien el servir él mismo á

los demas ; que mira á todos los Obispos como compañe

ros é iguales suyos ; qns esta sujeto á los Príncipes como

enviados por Dios ; que da al César lo que es del César,

y llama al Emperador Señor suyo, segun lo hicieron los

antiguos Obispos de Roma sin escepcion alguna. Mién

tras no hagan los Papas todas estas cosas, así como Pedro

las hizo, no hay razon para que se gloríen tanto del nom

bre de Pedro y de ser sucesores suyos ; y mucho ménos

para que se quejen de nuestra separacion, y nos vuelvan á

llamar á su sociedad y creencia. Cuentan de un cierto

Cubilan, Laeedemonio, que enviado al Rey de los Persas

con encargo de arreglar un tratado de alianza, como ca

sualmente hubiese encontrado á los Cortesanos jugando á

los dados, volvióse inmediatamente á su pais sin llevar á

efecto su mensaje; y preguntado porqué habia dejado de

dar cumplimiento á lo que se le habia encomendado públi

camente, respondió, que habia juzgado iguominioso para

la República el hacer tratados con jugadores. Pues si

nosotros determináramos volver á unimos al Papa y á sus

errores, é hiciésemos alianza no solo con jugadores sino

con hombres mucho mas malos, ésto, ademas de que sería

afrentoso para nuestra reputacion, nos acarrearía el per

juicio de que se inflamára la ira de Dios contra nosotros,

y el de que quedara esclavizada y estinguida nuestra con

ciencia. Porque en verdad, nosotros nos hemos separado

de aquel que veíamos tenia cegado al mundo por espacio

de muchos siglos ; de aquel que con la mayor insolencia

solia decir que no podia errar, que por nada de cuanto

hiciera podia ser juzgado por ninguno de los mortales, ni

por los Reyes, ni por los Emperadores, ni por todo el

Clero, ni aun por todo el mundo : de ningun modo, aun

cuando arrastrára consigo mil almas á los infiernos ; de

aquel que no solo se arrogaba el mando sobre los hom

bres, sino tambien sobre los ánjeles de Dios, para que

fueran y vinieran, y lleváran almas al Purgatorio, y vol

vieran á sacarlas de allí cuando á él se le antojase ; de

aquel de quien S. Gregorio dijo muy claramente que era

94

el precursor y abanderado del Ante-Cristo, y que había

desertado de la Fé Católica; de aquel de quien hasta los

corifeos de los que se oponen ahora al Evanjelio y á la

verdad conocida, habianse mucho antes separado de buen

grado ; y aun ahora se separarían si no los contuviera la

nota de inconstantes, y el pudor, y la censura del Pueblo.

Finalmente, nos hemos separado de aquel á quien no es

tábamos obligados, y que nada tuvo nunca que alegar en

pro de sí mismo fuera de cierta peculiaridad local y una

sucesion tan decantada.

Y por lo que toca á nosotros los Ingleses, nos hemos

separado con mucha mas justicia que todos cuantos lo haa

hecho. Pues aun aquellos de nuestros Reyes que eran

mas atentos á la autoridad y fé de los Obispos de Roma,

ya de muy antiguo habían estado sufriendo el yugo y ti

ranía del trono Pontificio. Los Obispos de Roma quitaron

á nuestro Rey Enrique II. la corona de su cabeza, y le

hicieron servir al Legado del Papa con sumision y humil

dad, despojado de la Majestad, y ni mas ni ménos que

como una persona privada, para que fuese el escarnio de

todos sus súbditos. Despues armaron á los Obispos, á

los Monjes, y á parte de la nobleza contra nuestro Rey

Juan, y absolvieron á todo el Pueblo del juramento de

fidelidad que le debieran ; y por último le privaron, por

medio de la mas detestable maldad, no solamente del

reyno, sino tambien de la vida. A Enrique VIII., Prín

cipe nobilísimo, lo molestaron mucho con sus maldiciones-

y escomuniones, y levantaron contra él unas veces al

Emperador y otras á la Francia ; y en cuanto estuvo de

su parte espusierou el reyno á la depredacion y á la ruina.

Tan necios fueron, que llegaron á creer podria asustarse

con ruido y fantasmas un Príncipe tan magnánimo, ó que

un reyno tan grande podria devorarse con tanta facilidad,

así como de un solo bocado. Y como si todavía no fuera

todo esto bastante, quisieron tener tributaria á la nacion

entera, y ecsijieron de ella los mas injustos impuestos.

¡ Tan cara nos costó la amistad de la Corte de Roma !

Ya pues que los Papas nos han sacado tanto con sus men

tiras y artificios, no hay motivo para que no se les pueda

recobrar con justas razones y buenas leyes. Que si en la

obscuridad de los pasados tiempos les concedieron nues

tros Reyes tales privilejios espontánea y liberalmente, por

95

causa de relijion, é inducidos por cierta opinion de la

mentida santidad Pontificia, conocido luego el error, pue

den ser revocados por los Reyes posteriores, puesto gozan

de la misma autoridad que sus antepasados : porque es

nula toda donacion que no esté comprobada por la vo

luntad del donante ; y no puede tenerse por perfecta

voluntad aquella que con el error se halla ofuscada y

obstruida.

CONCLUSIÓN.

Ya ves, Cristiano Lector, que no es una cosa nueva el

que la Relijion Cristiana, restituida hoy k su esplendor

primitivo y como renaciendo, sea recibida con injurias y

sarcasmos, pues ésto mismo sucedió & Jesucristo y á los

Apóstoles. Sin embargo, para que no te dejes sorpre-

hender ni seducir por los clamores de los Papistas, te

hemos espuesto toda la economía de nuestra Relijion :

qué es lo que sentimos de Dios Padre, qué de su único

Hijo Jesucristo, qué del Espíritu Santo, qué de la Iglesia,

qué acerca de los Sacramentos, del Ministerio, de las Sa

gradas Escrituras, de las Ceremonias, y de todos los

puntos de la Fé Cristiana. Hemos dicho que detestamos,

como plagas y calamidades para las almas, todas las anti

guas herejías condenadas por las Santas Escrituras y por

los antiguos Concilios ; que hemos restablecido, en cuanto

nos ha sido posible, la disciplina de la Iglesia, la que de

un todo enerváran nuestros adversarios ; que castigamos

conforme á las leyes antiguas y de nuestros mayores, y

con cuanta severidad podemos y es debido, todo desarre

glo y disolucion de vida y costumbres ; que conservamos

96

el estado de los reynos así como los encontramos, sin

mengua alguna ni mudanza ; y que hacemos cuanto está

de nuestra parte por mantener ilesa la Majestad de nues

tros Príncipes ; que así como en otro tiempo se separó

Lot de Sodoma y Abraham de Caldéa, no por amor de con

tienda sino por órden de Dios mismo, así tambien nos

hemos separado de aquella Iglesia que habian los Papistas

convertido en cueva de ladrones, en la que nada íntegro

ni parecido á Iglesia habian dejado, y la que ellos mismos

confesaban haber errado en muchas cosas ; y que por me

dio de los sagrados Libros, los cuales sabemos no pueden

inducir á error, hemos buscado una forma cierta de Reli

jion y vuelto á la primitiva Iglesia de los Apóstoles y de

los antiguos Padrea, ésto es, á los principios, á las verda

deras fuentes.

Pero que no hemos esperado para ello la autoridad 6 el

consentimiento del Concilio Tridentino (en el cual viéra

mos que nada se habia hecho con rectitud y órden, en

donde todos se habian juramentado á seguir el partido de

un solo hombre, donde eran despreciados los Legados de

nuestros Príncipes, donde no se daba audiencia á ninguno

de nuestros Teólogos, donde abiertamente no se atendía

sino á la ambicion y á los partidos), mas hemos restable

cido nuestras Iglesias en un Concilio Provincial, al modo

que antiguamente lo hicieron los Santos Padres, y muchas

veces nuestros predecesores : que hornos sacudido, segun

era nuestro deber, el yugo y tiranía del Obispo de Roma,

al cual no estábamos obligados, y el que nada absoluta

mente tenia, ni de Cristo, ni de Pedro, ni de Apóstol, ni

de Obispo siquiera. Por último, que estamos de acaerdu

entre nosotros mismos acerca de todos los dogmas y artí

culos de la Relijion Cristiana, y que á una voz y con un

mismo espíritu adoramos á Dios y al Padre de nuestro

Señor Jesucristo.

Por lo cual, Cristiano y piadoso Lector, ya que ves las

causas y motivos del restablecimiento de la Relijion entre

nosoTos, y de nuestra separacion de los Papistas, np de

bes admirarte de que mas bien hayamos querido obedecer

á Cristo nuestro Redentor que á íos hombres. S. Pablo

nos ecsortó á que no nos dejáramos llevar de diversas y

estrañas doctrinas, y especialmente á que nos apartáramos

de aquellos que causan divisiones y escárdalos contra la

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doctrina que recibieran de Cristo y los Apóstoles. Ya ha

mucho tiempo que las imposturas de los tales, cual las

tinieblas á la salida del sol, así se desvanecen y huyen á

la presencia y luz del Evanjelio; y aunque ensalzadas

hasta las nubes, vienen no obstante por tierra sin trabajo,

y en cierto modo por sí mismas. Y no es de creer que

por una mera casualidad haya así sucedido : fué la volun

tad de Dios que en estos tiempos en que casi todos lo

resistían, se propagara por todo el mntido el Evanjelio.

Así que, amonestados los hombres por la palabra de Dios,

se han convertido de buena voluntad á la doctrina de

Jesucristo.

Nosotros á la verdad no hemos buscado con separarnos

ni ostentacion, ni riquezas, ni deleites, ni ocio ; pues todas

estas cosas se hallan entre nuestros contrarios en abun

dancia, y con mayor largueza y liberalidad las teníamos

cuando estábamos con ellos. Ni huimos el avenimiento y

la paz ; mas no queremos luchar con Dios por disfrutar

de paz con los hombres. "Ciertamente es dulce," dice

Hilario, " el nombre de paz ; pero una cosa es la paz, y

otra la esclavitud." Poique la paz para que se mande

callar á Cristo (que es lo que ellos auhelan), para hacer

traicion á la verdad Evanjélica, para disimular errores de

testables, para tener en tinieblas á los hombres Cristia

nos, y para conspirar contra Dios abiertamente, no es paz,

sino el mas inicuo pacto de servidumbre. " Hay cierta

paz inútil," dice Nazianzeno, "y cierta discordia útil "

La paz se. ha de buscar con limitacion, en cuanto sea justo,

. en cuanto sea lícito ; de otro modo Cristo mismo no trajo

al mundo la paz, sino la espada. Por tanto si el Papa

quisiere que volvamos á su gracia, ántes debe él mismo

reconciliarse con Dios. " De aquí," dice Cipriano, "na

cen los cismas, de que no se busca el oríjen, de que no se

retrocede á la fuente que son la Escrituras Santas, ni se

guardan los preceptos del Maestro celestial. Pues esa no

es paz, sino guerra ; ni se une á la Iglesia quien se separa

del Evanjelio." Mas nuestros adversarios solo se propor

nen negociar con el nombre de paz ; pues aquella que

tanto desean, es únicamente la tranquilidad de vientres

holgazanes. Fácilmente podrían arreglarse todas las dife

rencias, á no impedirlo la ambicion, la glotonería, y ej

lujo : éste el verdadero motivo de su querellas ; tienen

K

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en corazon fijo en los deleites, y de ahí el clamar con ve

hemencia para defender fea é indignamente lo que tienen

mal adquirido. Quéjanse hoy de nosotros los Induljen-

ciarios, los Colectores, los Tesoreros, y otros que juzgan

que el lucrares piedad, y no sirven á Jesucristo sino á sus

propios vientres. Para esta clase de hombres fué en el

siglo precedente muy pingüe la ganancia ; y ahora creen

que se les quita á ellos todo lo que se allega á Cristo. £1

mismo Pontífice se lamenta hoy dia de que se ha resfriado

la piedad ; ésto es, de que sus rentas son ya ménos con

siderables que lo eran de costumbre. Por eso nos tiene

un odio implacable, y nos carga cuanto puede de injuria»,

y nos condena por herejes, para que piensen los que no

saben la causa, que somos ios hombres mas malos del mun

do. Con todo, á nosotros no nos avergüenza entre tanto

nuestra causa, y por cierto que no debemos avergonzarnos

del Evanjelio ; pues estimamos en mas la gloria de Dios que

1^ opinion de los hombres. Sabemos que son ciertas todas

las cosas que enseñamos; y ni podemos violentar nuestras

conciencias, ni en contra de Dios dar testimonio. Pues

si negamos alguna parte del Evanjelio de Jesucristo de

lante de los hombres, él á su vez nos negará también

delante de su Padre (208.). Y si hay algunos que quieran

ofenderse y no sufran la doctrina de Cristo, ciego» son y

guías de ciegos ¡ pero no por eso dejarémos de predicar

la verdad y llevarla delante de nosotros, y esperar en pa

ciencia el tribunal de Dios.

Entre tanto vean los Papistas lo que hacen, piensen en

su salvacion, y déjense de aborrecer y perseguir el Evan

jelio del Hijo de Dios, no sea que algun dia lo esperimen-

ten como á defensor y vengador de su causa. Dios no

siempre ha de tolerar que se le tenga en desprecio. Ya

ha mucho tiempo que son sabedores los hombres de cuanto

se está haciendo. Llama es ésta que cuanto mas se re

prime tanto mas se enciende y difunde. La fidelidad de

Dios no ha de ser frustrada por la infidelidad de ellos.

Pero si todavía rehusáren deponer la dureza de sus almas,

y recibir el Evanjelio, les precederán á ellos en el Reyuo

de Dios los Publícanos y los pecadores.

Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo les abra á

(208.) Mat. 10. v. 33.

99

todos ellos los ojos para qjie puedan ver aquella dichosa

esperanza á que han sido llamados, .í fin de que todos

juntos glorifiquemos á aquel Único y Verdadero Dios, y al

que del cielo nos fué enviado : A Jesucristo, á quien con

el Padre y el Espíritu Santo sea tributado honor y gloria

eternamente. Amen.

¡

-"

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