Arango. Poesía completa (2)

113
ESTE LUGAR DE LA NOCHE (1973) A Clara I los hombres se echan a las calles para celebrar la llegada de la noche un son de flauta entra delgado en el oído y otra vez son las plazas lugares de fiesta donde las niñas que cruzan con la espalda desnuda las miradas de los cajeros adolescentes repiten los movimientos de un antiguo baile sagrado y en la algarabía de los vendedores de fruta olvidados dioses hablan II repetido naufragio de los parques en el anochecer la hora en que cerrado por el roce de un ala sombría el corazón desciende a frías moradas III ASILO 1 sentados en círculo, el rostro cerrado por enigmática

Transcript of Arango. Poesía completa (2)

ESTE LUGAR DE LA NOCHE (1973) A Clara

I

los hombres se echan a las calles para celebrar la llegada de la noche un son de flauta entra delgado en el odo y otra vez son las plazas lugares de fiesta donde las nias que cruzan con la espalda desnuda las miradas de los cajeros adolescentes repiten los movimientos de un antiguo baile sagrado y en la algaraba de los vendedores de fruta olvidados dioses hablan

II

repetido naufragio de los parques en el anochecer la hora en que cerrado por el roce de un ala sombra el corazn desciende a fras moradas

III

ASILO

1 sentados en crculo, el rostro cerrado por enigmtica

sonrisa los sordos hacen signos extraos con los dedos 2 y cuando la oscuridad es silencio oyen con la sien en el puo sus pensamientos 3 ardua vigilia de los sordos en sus crneos los silenciosos hundimientos de los valles del mar los ojos dolorosamente abiertos

IV

aromas de distantes jardines gritos remotos notas de una cancin dicha en otra lengua el viento con su sonora presencia hace ms vasta la noche

V

la llama que una mano traslcida defiende del viento cuando por el claustro sombro va la aguda doncella descalza dos labios, dos senos, dos

nombres y un cuerpo intocado prometido a la tierra en sus ojos llenos de cifras esa luz interior de los acuarios y su corazn de barro que ser otra lmpara cuando la llama se apoque, se apague al final las escalas del sueo

VI

ARMONA

perdido por los ciegos senderos de la msica tienes el rostro que tendrs en la muerte

VII

VISITA

si en mitad de la noche nos despierta un olor de incendio y abrimos la ventana y entre los rboles hechos de dura sombra est slo el aroma de las frutas en sazn qu ms sino la dolorosa alegra de que nos hayan visitado una vez los rojos querubines del fuego

VIII

HLDERLIN

quiz la locura es el castigo para el que viola un recinto secreto y mira los ojos de un animal terrible

IX

vag toda la noche por calles desiertas maldiciendo alguien lo llam por un nombre que no era el suyo pero saba que era a l a quien llamaban

X

CIUDAD

1 como repiten las manos del ciego la forma de una vasija o recorren un rostro, minuciosamente as voy, en la noche, por la ciudad (mujer rencorosamente poseda y vasto territorio del tacto: conozco el sabor agrio de tu sexo) 2 rincones insidiosos, pasajes

ocultos, normas arteras y en m un mapa de la oscuridad 3 y no cruzo el puente de piedra porque ya no hay piedra, no toco los muros, pienso otros muros vanos, descamino los sitios, ya interiores, del hbito 4 plazas posibles donde el reloj marca otras horas las calles que el ciego prefiere y frecuenta laberintos en la memoria

XI

en la mansa familiaridad de las calles la sombra de un rbol cuelga inmvil sobre el muro blanco y de pronto sin raz, el deseo de quedarse en este da, siempre

XII

blancura deslumbrante de los muros en la iniciacin de la tarde un brote de hierba tierna renueva las ruinas en el corazn dura el canto de los querqueses

esta ciudad donde no hemos vivido nuestra infancia la ceja de rboles negros sobre el recodo cuando brilla el ojo sbito de la serpiente

XIII

en la ventana de la torre aparece el bho de grandes ojos de plata y es el fro del anochecer cuando nada hay ya qu decir y aun los gestos, vanos, se borran pasan mujeres con cruces de ceniza en los pechos el viento ciego gira en torno a un solo rbol

XIV

muchachas que viajan dormidas en los trenes nocturnos una ciudad partida por un ro y el pas de tu rostro imgenes fieles a la tierra

XV

ROSTROS

detrs de los muros hay rostros a esta hora en que la gente calla en muchos cuartos y los objetos se alargan para entrar en la noche a travs de las puertas de los hospitales las caras de los nios y sus ojeras como gruesos trazos hechos con el ndice

ancianos de crneo sonoro, lleno de memoria y putas que tocan los diez pequeos desiertos de sus yemas el ojo en el hueso detrs de los muros hay rostros sobre las camas con ruedas de los hospitales que viajan a la muerte

XVI

sentadas entre caracolas y lagartijas, ren las prostitutas lugares que nos aguardan en viernes futuros y unos anteojos en la hierba el mendigo orina contra el paredn de los fusilamientos ante los blancos ojos y las posturas eternas de las estatuas es la ciudad de calles ilusorias destinada a la muerte

XVII

FBULA

para que mi deseo la siga con la furia de un verano tardo y la devaste una muchacha viva pasa ah tejer una fbula maravillosa delante de sus ojos abiertos

XVIII

ahora que las nias se desvisten con un secreto temor y en el fuego bailan duendecillos azules por calles que tienen nombres de batallas voy, solitario y vano y pienso en la dulce saliva de la doncella que en algn lecho madura y gime y visita otro duro laberinto como de una ahogada veo su frente a travs del agua del sueo de noche, en este parque donde tengo cuatro sombras bajo el antiguo insomnio de las estatuas

XIX

la calle nace de un son de flauta agosto cuando el calor tuerce las puertas y en este lugar de la noche purificado por la lluvia la memoria en las plantas de los pasos del da y un oscuro animal en mi sangre

XX

en el mercado, entre sus jaulas el vendedor de pjaros vocea la lengua de los vencedores pero tras su habla sibilante y las cpulas sorpresivas de palabras se recata la antigua lengua armoniosa ms clara, ms cercana de las tortugas y el fuego

que piensa en l y le da otro orden al mundo y cuando en la plaza real por un instante en el medioda coge los pjaros en su dedo y les habla tal acto encubre otros actos de ms viejo sentido y a su mgico gesto de encantador los pjaros mueven los ojos dorados

XXI

IRONA

ante el obstinado embate del pjaro contra el cielo falso de la vidriera no cabe irona

XXII

BALDO

1 en la carnicera cuelga el tronco de la res desollada como un fuego vegetal por la cara sombra de las vendedoras de flores rebrilla el rojo de las rosas entre el gritero cantan los pjaros y la cscara de pltano se tuesta bajo el sol de la tarde bachu, seora del agua, ensame a tocar la fina pelusa bermeja del zapote a ver la sal brillante en el oscuro lomo de la trucha 2

vestido con el pelo de las bestias los pies cubiertos de un retazo de piel de toro me detengo junto al baldo donde el verde frtil de la maleza afirma, en el corazn mismo de la ciudad una pervivencia salvaje

XXIII

un trueno en la maana, sbito y despus el silencio filoso de los sueos es la misma calle de siempre, los sitios familiares qu extraos sin embargo de pronto como apariencias de un helado pas de muerte la rama de la ceiba su sombra tiembla sobre el muro da a da debiste hacer tu jornada de lento viajero para llegar a este minuto en que la radical extraeza de todo te hiere y un trueno estalla en la maana, sbito y es despus el silencio filoso de los sueos

XXIV

porque hoy el verano posee las plazas y en el muro de piedra avanza la erosin de la luz que tambin gasta mis ojos mirando las colinas deseo una casa de tierra junto al mar a la lengua del agua

XXV

NEGRURA AMENAZANTE DETRS DE LOS PRPADOS

entre el cerrar y el abrir los ojos la nada de nuevo este desolado estupor

XXVI

AUGURIO

repentina la muerte canta en los grifos del agua

XXVII

INSOMNIO

aguas sombras donde un pez de plata con su fosforescencia alumbra para nadie los restos de ignotos naufragios toda la noche el viento ha golpeado en la ventana toda la noche pasada en vela tratando de recordar un rostro

XXVIII

la casa que reduce la noche a lmites y la hace llevadera cuando el rugido de una bestia en el sueo o las palabras que sin sentido

despiertan con todo ese extrao temor surgen como restos de una oscura lengua que desvela el origen y la amenaza el techo que cubra un fuego manso arder y entonces nada habr seguro y ser necesario de nuevo cavar hacer

XXIX

DUERMEVELA

en el sueo el golpeteo mltiple de la lluvia mientras por los relojes el tiempo avanza furtivamente con sus patas de insecto

XXX

ASCENCIN A LAS MONTAAS

el vuelo de un cndor oscurece el blanco medioda de los nevados quemadura del fro que purifica nuestro corazn

XXXI

sombras de un limbo helado y blanco: la semilla no oda que estalla silenciosamente junto al pozo seco

el mudo grito del cndor en las soledades la estrella que mientras duermen hombres y bestias arde en el cielo ciego sombras de un limbo helado y blanco

XXXII

LA EMBOSCADA

mientras el viajero se calza para el camino la muerte se esconde en los espantapjaros

XXXIII

PRESENCIAS

sigues morosamente la curva orilla del lago el silencio est en torno tuyo y dentro de ti, en tus huesos los pjaros te lanzan a los ojos sus figuras sucesivas sobre la hierba nueva cae la luz como una espada

XXIV

PARASO

infancia vuelta a encontrar, al morder una fruta en su sabor olvidado

XXXV

como tener algo vivo en las manos una trtola: su buche vibrante y en el ojo redondo un punto de fuego y luego el aleteo contra el rostro su urgencia alocada y el vuelo bello y curvo sobre los rboles vencidos: memoria del viento

XXXVI

a veces veo en mis manos las manos de mi padre y mi voz es la suya un oscuro terror me toca quiz en la noche sueo sus sueos y la fra furia y el recuerdo de lugares no vistos son l, repitindose soy l, que vuelve cara detenida de mi padre bajo la piel, sobre los huesos de mi cara

XXXVII

hay huracanes en la siesta del caimn

y ciudades en llamas junto a los cerros cuyas enormes sombras danzan contra un cielo morado la tierra, una piel tostada se agrieta cruces, esqueletos de pjaros el aire caliente madura antes del verano los frutos y arde el fuego, lo ms vivo

XXXVIII

OLEAJE

contra el acantilado el mar como una bestia ciega golpea el mar el mar como una bestia ciega

XXXIX

frentes de cuero, rocas gastadas por los siglos obras de la erosin en la dureza de los acantilados o en la seca llanura textos o mapas como si hubiese un designio en la ola y fantasmas del viento tal vez en otra lengua pueda decirse la palabra como una moneda antigua

hermosa e intil

XL

CIFRA

por un instante en la retorcida raz que el oleaje abandon sobre la arena negra se cifra el verano

XLI

los sueos del musgo en las rocas amarillas: recuerdos del polvo que repite antiguas formas y por la playa difcil el cangrejo, como un oscuro signo del mar

XLII

no hay huellas: todo pudo no haber sido el mar repite su slaba redonda y slo queda la piedra que soport las migraciones de las aves los giros del viento desnuda en la roja maana a la que el jaguar despierta

XLIII

qu son los curvos caminos las ciudades de piedra donde un mismo hombre canta y maldice en cien lenguas diversas

si de ti mismo nacen la memoria y la fatiga de los viajes y tras el ltimo regreso envejecido y solo llegars a saber que no saliste nunca del ddalo de tu palma

XLIV

REGRESO

con una fina mscara de polvo regreso de los caminos blancos

XLV

ESTAS MANOS DONDE EL HIELO DEJA SU FRO

el que despus de una noche de terror descubre en el espejo su cabeza blanca podr cumplir sus oficios de hombre empuar el martillo, copular, dar la mano como antes?

XLVI

ESCRITURA

la noche, como un animal dej su vaho en mi ventana por entre las agujas del fro miro los rboles

y en el empaado cristal con el ndice, escribo esta efmera palabra

SIGNOS (1978)

I

es slo la blancura de un torso en la oscuridad y naciendo de unas manos dormidas ese mundo de penumbra y silencio, de helados gestos su rostro: el de la soledad, sin mscaras es la quieta evidencia de un vientre que sin entregarse se entrega umbral de lo visible el espacio secreto que la mirada crea en torno a su cuerpo

II

qu poder ciego empuja los puos y enfurece los dientes en esta guerra dulce que hacemos en la oscuridad ms vieja qu mano de races tiende su cuerpo curvado en el amor como un arco

III

nos desnudamos, nos anudamos

cerramos los ojos para negarnos y en el lmite entre su piel y la noche puse mi mano

IV

una rfaga de memoria los une, un silencio su terror por el blanco el grito repentino de los querqueses

V

como doncella que se adentra en el bosque en busca de miel silvestre y regresa trayendo en el pelo un extrao perfume de parsitas as fuiste aquel ao en que tu carne entraba en sazn cuando en tu vieja ciudad levantada entre un ro y una colina vi tu cabeza oscura contra el muro de cal cuando la inminencia del amor apuntaba en tu risa muchacha amarga y tus senos latan maduros casi para ser acariciados

VI

y despus de un vino negro el canto que haga vibrar la copa vaca en la mesa y despierte rumores en la guitarra que cuelga de un clavo en el muro es la noche en que el forastero llama a la puerta

paises detrs de su rostro y sus zapatos puestos a secar junto al fuego

VII

bajo los ojos que oscurecen en oleadas lentas blanquea todava su sonrisa ciega y alegre oh el deseo a la orilla de un anochecer tumultuoso

VIII

en dnde alienta ahora qu afanes la gastan a quines entrega sus rostros de asombro, de alegre irona de hasto qu ajenas voces la solicitan a ella, la ma, la marcada con el vivo tatuaje de sangre que la boca voraz dej en su garganta

IX

mientras la ciudad oscurece y contra la sombra azulada de los mangos el da ruidoso se apaga adivinando sus gemidos entre el recio viento del anochecer iramos por el linde del bosque donde se acarician los enamorados y su fuego nos encendera con los ojos ariscos del venado

que atisba por entre ramas oscuras un dios fugaz podra aparecer de pronto y sera la fiebre de su mano en la ma y en el peso del corazn el llamado de la tierra

X

como para cruzar un ro me desnudo junto a su cuerpo riesgoso como un ro en la noche

XI

escribir en tu vientre un pensamiento delirante dibujar una flor, un pjaro en tus pechos por entre las fisuras de la palabra saberte armona o agua primera

XII

porque es amada otra vez el comienzo si ebrios de un vino oscuro, posedos de un fuego oscuro nos damos a los fuegos sagrados de la noche para que sean nuestros rostros mscaras que prefiguran rostros y nuestros cuerpos sombras que prefiguran cuerpos

XIII

muchacha

antiqusima en el sabor a sal de los pechos en los dedos curvados en torno a una fruta en el pubis herboso

XIV

ste es un pas de sol y viento de acres montaas como en los frescos antiguos la piel cuarteada de las mujeres calladas y duras que paren de rodillas a sus hijos por las rocas acechan pumas sin sombra y al fondo canta el mar, nacido de una calabaza

XV

qu solitario tu llanto silencioso de miedo, de alegra la noche que en tu lecho de nia y sealada con un trazo de sangre en una adolescente milagrosa despertase transfigurada

XVI

mientras bajo la tierra crecen las races del pino y los muertos tranquilos pastorean los astros mientras un hombre canta para espantar su miedo por un camino solitario

y sobre alguna ciudad desconocida cae la lluvia t y yo nos amamos

XVII

rompe en el lecho el oleaje de su cuerpo

XVIII

pntate los senos de achiote y negro nos amaremos en el medioda amarillo como en un desierto en la raya del alba como en la frontera de dos reinos

XIX

su frente como un racimo sobre el agua bajo el rbol mltiple de donde nace el viento

XX

es la lluvia en el dorso de la mano; el aroma acre, de tierra negra y muerte que despierta en el polvo es la memoria transparente de la lluvia, cercndote

XXI

ambigua entre la presencia y la memoria retrocediendo a una infancia de niebla y frutas doradas sonres ajena perdida en las visiones llameantes que emergen cuando miras absorta la tersa piel del agua contra tu rostro entonces como una mariposa cogida con los dientes la alegra aletea mensajera venida de un pas de lagos que traes una caracola colgada entre los pechos

XXII

como una lluvia repentina viniste como una lluvia repentina y dorada en el medioda

XXIII

qu se destruye en ti qu frgil esperanza, qu tela de sueo y de memoria cuando aprietas los prpados y el trazo negro del relmpago que acaba de alumbrar el cielo hiende tu alma

XXIV

llega de pronto; nada lo anuncia es una hoja que se perfila en la maana intensa limpia: su forma de cuchillo

y te miras las uas diminutos espejos de la muerte: en cada una un rostro de distinta edad y apariencia

XXV

ests tendida con la cabeza hacia el oriente junto al corazn helado del agua un rbol derrama su sombra sobre tu vientre entre tus dedos crece la hierba tierna

XXVI

tendido sobre la hierba ardida te deseo

XXVII

cerca del agua quieta un rbol oscuro contra el cielo de cobre en el fro recodo se detuvo un momento el pez de ojos de fuego que rige el lago leve desasociego de las ramas escuetas y un temblor en la piel: duro crneo vasija de sueo descifra la escritura del viento, sus trazos en el agua nocturna

XXVIII

habla cerca del rbol y el viento

desde otra orilla, con los brazos alzados, te llama portadora de un oculto sentido canta cerca del canto desolado del agua

XXIX

una lluvia de tiza borra los techos afuera por la calle desierta omos las palabras pulidas como negros cuchillos de piedra de una lenta cancin que dice lo que ahora callamos y en la que alguien otro sin conocerte te celebraba ya hago de ella un regalo imprevisto para tu corazn habituado a la lluvia

XXX

la mano que ha sopesado un pjaro una moneda la que empu el cuchillo es la misma que ahora te toca y te crea

XXXI

prximos en el amor qu vastos sus ojos poblados de arbustos lacustres

XXXII

tal vez en el origen los liga un parentesco sagrado y no hay slo deseo en el temblor de sus manos cuando la tocan tal vez un miedo reverente lo agita, quiebra su voz porque en el laberinto de las sangres l es su hermano y ella su hermana (del vientre de la noche como nios gemelos renacen una y otra vez desnudos y el alba con su leche los amamanta)

XXXIII

un asterisco, una estrella, un signo escrito con tiza en el cielo oscuro la risa del adolescente por primera vez ebrio, sobre el vino junto al terco mun de un brazo comido por la sombra sangre florecida en amarillos ptalos, fiebre las alas polvorientas de una mariposa nocturna traen el miedo de la muerte

XXXIV

sobresaltada como la prometida a la que un silbo secreto despierta abre los ojos oh sus pestaas blancas por el fino polvo del alba y su sonrisa, trada del sueo como un regalo

XXXV

pareces a la vez tan distante de ti misma y tan prxima cuando vuelves de tu silencio como de un retiro en el bosque y la luz que te ciega te es una mscara transparente (los dioses que visitan su alma cuando calla la blanca estrella que habita cuando se alegra los monstruos que se disputan sus sueos)

XXXVI

y ese fondo de hueso de sus ojos cuando a la hora del amor se retuerce por breve instante sin fin en un udo de sufrimiento y su temblor se repite el espasmo del animal sangrante enterrado bajo los cimientos de esta casa que hice con mis manos

XXXVII

sus pechos crecen en mis palmas crece su respiracin en mi cuello bajo mi cuerpo crece incontenible su cuerpo

XXXVIII

y despus del amor su silencio a mi lado como una sombra blanca mientras fumo en silencio maravillado, herido, triste

XXXIX

desnuda todava abre la ventana a la noche y un espeso olor de resinas llega con el viento salvaje

XL

desnuda eres ms alta desnuda cuando cierras los ojos de cara al viento esplendes como un cuchillo

XLI

unos breves sollozos convulsos al borde del sueo

dos astros lentamente caen en un abismo blanco y su carne se aquieta como un temblor del agua

XLII

TEXTO 1 la ciudad: un desierto dorado por la luna las calles son las lneas de una mano abierta en algn lugar alguien lee un libro extrao como el silencio ese rostro, la llama mvil que lo multiplica: los ojos que sostienen en vilo la plaza desierta 2 una mujer en tanto con el pelo revuelto y los rasgos quebrados borrosos del sueo habla: grita palabras olvidadas y la boca se le llena de sombra mundos de hielo crujen y se derrumban en el origen de sus terrores 3 por la avenida de farolas las copas de los cauchos me tiemblan

con un temblor de plata bajo el viento, bajo la luz blanca el ndice entre el libro, ahora cerrado, no seala 4 cerca de la ventana iluminada un aleteo roza el muro de piedra la mujer suea sueos tranquilos y en el silencio, extrao como un libro tambin la ciudad es un texto

XLIII

oh las rojas cavernas donde habitan las bestias terribles de un sueo que es tuyo, que te signa y a una hora prescrita de la noche entre dos gritos, se repite el sueo arcaico que a la maana no recuerdas

XLIV

verdad de la noche que ha borrado los rboles un rostro absorto detrs de los cristales mira caer la lluvia un rostro absorto oye la vieja voz que habla con el alfabeto de la gota en la piedra

XLV

borracho y taciturno me inclino sobre tu sueo sobre el lecho en que yaces pura e inerme ahora abandonada a la sombra y largamente como un centinela solitario te guardo

XLVI

DESMEMBRACIN

su corazn arrojado al mar para que las olas no cesen sus ojos enterrados bajo los pinos su crneo junto a la nuez de la fuente para que brote el agua sagrada su vientre para los cndores de la noche sus senos una figura de estrellas

XLVII

el viento trae una rfaga de rotas banderas y los que se amaron hasta el canto del gallo rendidos y desnudos de la mano van por un mismo sueo

XLVIII

por qu arduos pases en qu oscura guerra sin saberlo he combatido y triunfado para tenerte mientras t retirada en tu adolescencia sorteando las pruebas de una soledad esplendorosa te preparabas para m

CANTIGA (1987)

Para Rodrigo Para Tere y Gustavo Alberto

ALEGRA DE LOS SENTIDOS

Alegra de los sentidos: un viento spero y seco que raje la piel sobre el muro dos naranjas polvosas cuelgan Sigo el suave declive de la calle Dentro de pocos das ser agosto Esta luz que come, que duele en los ojos y gasta los muros Y la tierra es corva bajo la planta, corva como un seno Declive suave de la calle que lleva que arrastra declive no advertido de la vida

FIGURA DE CIEGO CON GUITARRA

Los que lo oyen cantar todos los das distradamente, de paso para sus asuntos tal vez no advierten el deterioro de la voz a medida que envejece, ni cmo el pulso es cada vez ms inseguro en el encordado. Pero yo, que slo de cuando en cuando vengo a la plaza, y nicamente para averiguar si todava sigue vivo, yo s que lo advierto. Es notoria, sobre todo, la furia con que la vieja mano, terminada la cancin, se aferra al hombro del lazarillo.

PERO EL OJO ENTERRADO BAJO EL CSPED Pero el ojo enterrado bajo el csped puede ver arriba la torre que al paso al juego de la nube se vence pero el ojo sin tiempo del que yace de espalda en el csped

LA TERCA VIDA

Los pichones de la nueva nidada ya empluman para el vuelo El muchacho apresta su honda

DONDE ESTUVO LA HERIDA

Donde estuvo la herida una piel nueva sonrosada como de nio y las calles ms anchas para el convaleciente tras la certeza de que el da giraba girar sin l justo

CAVILACIN DE VIEJO

Es de veras ese moho invisible que todo lo come slo a los ojos dbiles del viejo visible

y que a los ojos del adolescente es en la luz un resplandor?

APARIENCIAS

1 La fruta sin por qu ni sentido que se quema en su propio fuego 2 La semilla dorada que estalla silenciosamente un medioda justo (sobre el sendero de grava la vaina cuelga seca)

VER EL RECTNGULO DE LA TUMBA

Ver el rectngulo de la tumba reciente all la hierba es de un verde ms oscuro ms vivo y a la nia albina que salta sobre ella jugando

HAY UN LUGAR Hay un lugar en la montaa, cerca del boquern desde donde el estrpito de la ciudad se oye con una nitidez alucinada Posiblemente las paredes rocosas lo allegan por un efecto de caracola para devolverlo acrecido Suena como un trueno, como el trote de muchas pezuas, una recua de bestias en desbandada Sentados a diez pasos del pinar, entre hongos, lo omos largamente

MOMENTOS

1 Los carboneros sobre el ro Los troncos negros brotan retorcindose y avanzan desde las orillas Un insecto de plata raya el agua 2 Mide un jeme tal vez Ese cuerpo de forma de cuchillo de cuarzo Toda ella est hecha para predar: la boca el ojo vivo La sabaleta: un gil coletazo 3 Entonces hay un vuelo (brusco, rasante) como un tijeretazo sobre el agua Un martn pescador Slo veo su dorso azul oscuro cuando se va 4 Soy un intruso en este reino de crueldad inocente

NARCISO

En cada escama de la anaconda Narciso cree ver su cara

FE DE ERRATAS

Ha equivocado la palabra

donde dijo s quiz debi decir no y tal vez un poco ms tarde donde dijo no debi decir s El carpintero el lpiz en la oreja toma sus medidas Un helicptero pasa volando sobre las terrazas Soldados de cabeza rapada vigilan las calles

COMO PARA EL AMOR

Desnuda las piernas recogidas un tanto la rodillas aparte como para el amor El inspector de turno dice ajusta los hechos a la jerga de oficio el secretario con dos dedos teclea Yo tambin me he anudado mi pauelo en la nuca miro el pubis picoteado

CON UN SOLO OJO TORVO

Los gallinazos? Vaya si sern tercos Uno se llega a dos pasos: no dejan la carroa Y si entonces se hace el ademn de coger una piedra se van algunos un trecho

saltando a su manera grotesca Los dems siguen sobre el vientre hinchado Desde all miran con un solo ojo torvo Basta que uno se vuelva: la bandada se cerrar de nuevo sobre el cuerpo

CIUDAD

Ciudad: la sombra del soldado se alarga sobre los adoquines

RAZONES

1 No fue fcil soltar la lengua del que toc el rayo la lengua entumecida tartamudeante 2 La moneda no cae segn nuestro pedido Quiz tejimos cuando haba que hilar delgado 3 El perro agudo slo piel y huesos que trota las aceras husmeando qu olfatea en las calles de los hombres qu ventea en sus calcaares?

CANTIGA DE AMIGO

Y tras la incertidumbre de un instante frente al desconocido que luego por virtud del gesto recordado

vuelve a ser el amigo que despus de la lluvia llama a la puerta lo ayudamos a desnudarse colgamos sus ropas a secar junto al fuego y omos el relato de su viaje reconocindonos en sus maneras de nufrago

GUAYACN

El guayacn de copa ahusada vencido de racimos de flores amarillas qu llamarada

PROPOSICIONES TONTAS ACERCA DE LOS RBOLES

1 Los rboles no tienen cara Los rboles no hablan Los rboles no van de aqu para all desasosegados 2 Un rbol un arrimo

GUAYACN

Alabo su manera de florecer desnudo sin una hoja Las flores amarillas se apagan sin sonido sobre el asfalto

Despus quedar slo contra el muro de piedra su tronco renegrido

UNA APARIENCIA MANSA

Una apariencia mansa y un fondo de desasosiego las cosas su fantasmagora

APALABRAR

Pero al nio ciego le dicen sta es la lluvia y l la acepta en el dorso de la mano y le dicen ste es el azulejo y l pasa suavemente las yemas por el cuello corvo Lluvia, azulejo: nombres para las perplejidades del nio ciego

CONSEJO PARA S

Despacio: muro arriba el caracol durante la maana avanz un jeme Mira el pimiento cuyos frutos lavados por la lluvia de la noche son ms rojos dos gajos cuelgan sobre el muro encalado Sin prisa: en el baldo ms all de la ltima calleja la planta tocar otra vez la tierra desnuda

TIEMPO DE LOS PIMIENTOS

Tiempo de los pimientos: hasta los ms menudos los arbustos entecos se vencen de racimos

ELLA VIENE

Ella viene caminando en puntillas El no la oye Desde atrs unas manos lo vendan Quin soy es la pregunta la voz suena mudada El quiere responder y no atina Pero sonre adivinando que es ella

VOTO

Que la cierta alegra te llegue delgada, delicada como la flor el copo de pelusa bermeja del carbonero

EXTRAOS

O la caricia de una pareja annima entre extraos que miran

ADIVINA ADIVINADOR

Adivina adivinador en tu palma traes la adivinanza (Ella se re con todos sus dientes)

CANTIGA PARA UN GIRASOL

Sabe que una noche los ojos con que mira el girasol sern el girasol que la lengua que canta es tambin parte del todo

ACASO EL HUESO Acaso el hueso sea furia una furia callada sin grito as se dan los das la fruta la boca se dan al tiempo tragn tambin el girasol es un encono ntimo una boca una herida (quiero decir la voz de los amantes enronquecida por el amor como por una oscura rabia)

DISTRACCIN

Lo he visto repasar morosamente las yemas por el filo del cuchillo No se da cuenta est absorto en sus pensamientos

EN EL ANOCHECER INCIPIENTE

En el anochecer incipiente que pulula de rostros verdor vagido de la carne

De la carne terrosa parda rehecha de ceniza La ciudad levantada sobre huesos y huesos Por el polvo ha rodado el salivazo como una moneda Que la lengua resienta como la lengua seca y vida de la fiebre el oscuro deseo que mueve las calles que hace los das

NOTICIA DE LA MUCHACHA AHOGADA

Fue cosa de un instante los faros del automvil la desnudaron En el puente corvo sobre el ro que divide la ciudad de s misma que arrastra sus heces Adentro del vestido trasluci el cuerpo negro los pechos negros el vientre los muslos negros

EL ORO EN LOS DIENTES

Lo que los distingue es sobre todo su apariencia anacrnica. El corte de cabello recto y como hiertico, los rapados parietales. Alguno lleva todava una trenza de brujo que le cuelga sobre la nuca. Frecuentan las calles aledaas del mercado donde venden sus mercaderas. Aunque hablan an la vieja lengua de la tierra, se los oye vocear en el idioma de todos: el de la ciudad, el de los vencedores. En l aprendieron a tasar. Slo un deje, un modo excntrico de decir traiciona en ellos al extranjero. En otros tiempos traan al mercado hermosos utensilios: cestas primorosamente labradas, mantas, vasijas. Bajaban de sus montaas a la ciudad con pjaros en el hombro y ofrecan sombreros tejidos de plumas de guacamaya. Hoy sus mercancas son bastas, pobres trebejos que incluso llegan a comprar en las tiendas de baratijas para revenderlos. Por la noche se emborrachan en alguna taberna de mala muerte. Beben en silencio y las caras sin edad, como de nios viejos, tienen un aspecto que es curioso e indiferente a un tiempo. De tanto en tanto recuentan las monedas del da. Luego, ya bebidos, hablan en su lengua. Como a retazos, como si recordaran a rfagas hechos muy antiguos. Es un canturreo gangoso que por momentos llega a parecerse a un canto. Y esa extrema risa de oro: el oro en la risa, en los dientes.

ACERCA DE LAS FLORES DE GUALANDAY

Pero ella hablaba de las flores del gualanday el rbol que en este tiempo, en esta estacin, florece Contaba cmo alfombran la calle y las aceras y cmo son moradas y diminutas casi fosforescentes en el anochecer Uno pisa: un reguero blando jabonoso de flores

MUCHACHA

Muchacha: entre los labios pintados brillan los dientes

MONTAAS

Montaas y de trecho en trecho un relmpago dbil que las muestra de golpe el cielo retiembla lejos es el mar deca el anciano hay tempestad en el mar no se oye trueno los picos de la cordillera se recortan un punto ntidos oscuros y otra vez el cielo se cierra el anciano deca es el parpadeo del jaguar

ESTA NOCHE HE ENCONTRADO

Esta noche he encontrado una pareja que en el tramo oscuro junto al baldo se audaba gimiendo Por sobre sus cabezas un letrero cuelga del muro que se vence Peligro: Demoliciones

AVISO

De un tiempo a esta parte en nuestra ciudad prosperan las demoliciones. Las estadsticas anuales lo atestiguan, pero no es necesario conocerlas para darse cuenta: basta ir por ah y echar una ojeada. Es difcil dar con una calle donde no se encuentre el escueto aviso: Peligro: Demoliciones, cuyo laconismo contrasta con los grrulos letreros que son usuales en los muros. Por la maana, de camino para el trabajo, vemos los piquetes de demoledores. Algunos van tambin a su tarea, pero otros ya la han comenzado, han puesto cordones en torno de un edificio que pareca sano y slido (y del que muchos haban opinado alguna vez que era bello adems y mereca ser conservado), han colgado en los muros la consabida advertencia y atestado las calles adyacentes de parapetos que las hacen intransitables. Hasta han puesto ya sus andamios y escalerillas y estn en pleno ajetreo. Alzamos la cabeza, torciendo el cuello, y los vemos hacer y deshacer all arriba. Van y vienen calmosamente, pero se dira que detrs de sus maneras lentas hay un tesn y una decisin implacables. Algunos silban o incluso cantan mientras le dan a la piqueta o se lanzan una teja tras otra de mano en mano. As, en un santiamn, el techo entero ha sido derruido, y en pocos das los muros han desaparecido igualmente. Un buen da pasamos, yendo entre los montones de escombros, y los vemos enmascarados de polvo dando remate a su obra. Arriba queda slo el lugar en el aire que antes ocuparon cmodas oficinas y habitaciones confortables, y donde estuvo una esbelta edificacin hay ahora un baldo en el que antes de una semana habr comenzado a brotar una maleza frtil que ciertos pjaros parleros no esperan siquiera que acabe de crecer para instalar entre ella su algaraba.

EN EL CUERPO DEL BAILARN HAY UN DUENDE

El borracho baila en la taberna Est en ese momento de alcohol (un dedo en el botelln, dos arriba de las cejas) en que el corazn saltarn y el seso se encabritan Quiere pues bailar Pero evidentemente nada en l est hecho para el baile Ni la panza ni la espalda corva ni los hombros cados

Aun mantenerse erguido le cuesta trabajo Lo vimos venir del orinal Camina bambolendose a un lado y a otro Y as pretende bailar Y hasta alzarse en puntas de pies Slo que no tiene propiamente alas en los tobillos Las posaderas le pesan no es de la especie area del bailarn Por las cuatro paredes le remeda brincando su sombra de mono

EL VINO TRISTE Tengo triste el vino tengo alegre la muerte El dios de los borrachos el dios borracho, el de pezua hendida ser tambin en este vino triste?

SON COMO RETAZOS DE UNA CONVERSACIN

Son como retazos de una conversacin oda en la taberna alguien pregunta algo alguien grita una maldicin alguien dice s contra alguien que niega y en medio de la fbula apcrifa hay de pronto una risa por consiguiente me digo y las palabras se forman entre los dientes y salen silbando pero yo en tu pellejo pero t en mi pellejo es que se podra llevar un sombrero amarillo todo el ao muchos cadveres han pasado desde entonces bajo los puentes mondos hechos que cuenten su propio cuento mondos hechos que canten si pueden su propio canto son como retazos de una conversacin oda en la taberna alguien pregunta algo alguien dice s contra alguien que niega

EL ALMA COLECTIVA

Ese rugido

que llega del estadio en la noche El alma colectiva se desfoga

GRAMMATICI CERTANT

El nosotros lo saben los gramticos es un curioso pronombre Quiere decir t y yo sin l y tambin l y yo sin ti y tambin l y yo contigo y contra el resto En todo caso excluye siempre a alguien De esta parte nosotros de la otra los otros que nosotros

EN LA NOCHE DE CARNAVAL

En la noche de carnaval cada quien se hace una mscara nadie sabe quin es quin nadie es nadie en el paraso del carnaval el tigre de talante apacible y colmillos que son un gozo va a beber acompaado de la gacela y el lobo y el cordero se miran con un escalofro en la noche de carnaval la vctima y el asesino bailan despus irn un trecho de la mano secretamente unidos en el paso como los amantes en el movimiento del amor

CANTIGA DE ENAMORADOS

O como dos que hablan despus del amor todava desnudos tendidos de espaldas

fumando y hablan de silencio en silencio y la voz es sosegada despus del amor y ya sin premura y entonces ella se incorpora y pone el codo en la almohada y pone la mejilla en la palma y l ve su risa rpida y tranquila su risa y el temblor de sus pechos

ARCILLA

Amasa moldea con la palma los pechos levanta con las yemas el pezn que se hincha se irgue dibuja con el dedo los labios pasa la mano por el vientre pulindolo forma separa el barro los muslos

CANTIGA DE ENAMORADOS

Para que ella baile sobre l para l l la ve desde abajo ve la raja oscura ve arriba los enormes pechos que se seque la lengua y el corazn se enhuese que se sequen y se enhuesen los ojos soy yo no te d miedo no ves stas son mis manos no oyes sta es mi voz sta mi risa toca si quieres los huesos de mi cara afuera en la noche lluviosa se funden agua y tiniebla afuera en la noche ventosa

PALABRAS DE MENDIGO

Las palabras secretas odas en el sueo son acaso las mismas que alguien al otro da por ventura el mendigo que pide una moneda nos dice en una lengua usada

UNA LARGA CONVERSACIN

Cada noche converso con mi padre Despus de su muerte nos hemos hecho amigos

EL SUEO RENCOROSO

Es la ciudad tragada por la jungla Uno puede or el sordo rumor de races que crecen cuarteando los muros Frondas voraces echaron abajo los techos Las aves de la selva ponen sus huevos en las torres Por el templo vaco piruetean los monos como dioses extravagantes en cuyos gritos nadie podra descifrar una prohibicin o un mandato Echado en el altar como un dolo arcaico un jaguar hace su siesta Hombres sin habla ambiguas criaturas mitad hombres mitad gatos cazan entre las ruinas

LAS UAS

Las uas se desmiden (ya se sabe, crecen aun en la muerte, son tercas) sin poda se curvaran otra vez en garra

SI ESTUVIERA DESPIERTO

Si estuviera despierto oira en la noche brusco, hecho de muchos talonazos un talonazo son los soldados que se afirman para el simulacro de fusilamiento

ACERCA DEL NIO NACIDO EN LA CASA DE PUTAS

Y si en la casa de putas nace un nio y si los hombres cuando acaban de desvestirse para fornicar, en la noche, lo oyen llorar al fondo de la casa o de su corazn vaco

MADRUGADA

Y a la madrugada abrazados t y yo y cantando una cancin entre dientes damos con los cuerpos tendidos junto a los muros vemos las bocas entreabiertas en la oscuridad son mscaras te digo son borrachos que dej el carnaval y t: no sabemos cmo podramos saber de modo que pasamos a zancadas sobre ellos para no pisarlos a la madrugada abrazados t y yo y cantando una cancin entre dientes

CERTEZAS

La parte de su hueso que duda de sus certezas la parte de su piel, de su carne, que se pone a temblar porque s porque no

de pronto

UNA BREGA DE VIEJO

Una brega de viejo brega por calentar los zapatos helados con su propio vaho de viejo (Amanece: los duendes silban remedando a los pjaros)

AH Y ES DE NUEVO LA MAANA

Ah y es de nuevo la maana tibia y azul El que est sealado (en la lista hay una cruz despus de su nombre) liviano todava va por las calles Trae la calavera llena de sueos Limpio recin peinado va a sus negocios Cuando el asunto se despache un nombre se tachar Por ahora va por las calles

CON LA UA DEL NDICE

Con la ua del ndice con la aguda y larga ua que sobrepasa la yema del ndice escribir en el hielo ardor

ESTA PRIMERA HORA DE LA MAANA

Esta primera hora de la maana es buena para ver la ciudad salgo a primera hora y echo a callejear los ojos las plazas todava no estn atestadas

todava no es la vida a codazos las trampas an no se han armado la muerte an no se deja ver por las calles la muerte descansa a esta hora anoche tuvo mucho trabajo matar debe ser fatigoso

LOS QUE TIENEN POR OFICIO LAVAR LAS CALLES

Los que tienen por oficio lavar las calles (madrugan, Dios les ayuda) encuentran en las piedras, un da y otro, regueros de sangre Y la lavan tambin: es su oficio Aprisa No sea que los primeros transentes la pisoteen

OTROS POEMAS

* * *

Es frecuente en este tiempo del ao yendo por esta calle, bajo ciertos aleros encontrar en los caos pichones muertos. Son pichones de golondrina. Y uno se agacha y recoge y remira en la palma esa cosita plumosa y rgida que termina en un pico entreabierto, cartilaginoso. La calle es una acacia y un canto de mujer odo al fondo de un patio. La cosita plumosa hiede

Uno la arroja. * * * Nada: blancura, fro. Ramas endurecidas que una ficcin de viento hace crujir con un ruido de vidrio. Han bebido toda la noche pero una lucidez taciturna les llega con el alba. Casi al anochecer un carriqu vino hasta el drago: fue un aleteo, y la cola, que oscil como un pndulo. Abajo la ciudad brillaba. Era una telaraa de luces. Malgastaron la noche en herirse. Ahora, con los ojos ardidos, sintiendo la frescura del vaso en la mejilla, ven el amanecer. Abajo, secreta, hervir ya la vida. Un gallo habr cantado en el suburbio. Los hombres comenzaron a volver de sus sueos. Y ellos se quedarn all la espalda contra el muro, mirando el valle blanco hasta que la neblina suba, destape las laderas mondas y los techos cocidos de la misma tierra rojiza. Las manos, heladas, llamean. * * *

Estas cosas que la sorpresa de una maana clara a veces una repentina zozobra nos ilumina, nos devuelve. El pichn emplumado que asoma la cabeza

en el palomar. La neblina que se enreda en las ramas de los pimientos. Cosas a un tiempo familiares y ajenas como la risa del hermano vuelto a encontrar ya viejo. * * * Entonces una mano te tocar en el hombro (Ser verdad: habrs sentido la mirada en la nuca.) Y te volvers. Y ese rostro ser por un instante slo por un instante extrao. * * * COSTUMBRES DE LAS PALOMAS 1 Desde el palomar la caseta desteida, clavada en la horqueta del tronco del pisqun la paloma se deja caer a la era de grava. (Pjaro de ciudad la paloma: su huevo azul tiene un pichn de sangre diminuto en la yema.) 2 Llovi duro anoche. Los senderos curvos del parque estn fangosos y en el pavimento, entre las eras, hay hojas amarillas, podridas. 3 El palomo suelta un arrullo furioso

y va a posarse en la cruceta del farol. 4 Un punto antes se hace equilibrio con la cola, agitndola, con las alas. Y el aleteo por un instante lo borra: ese vrtice blanco, fro. Luego se queda inmvil de pronto. 5 La paloma me mira con su ojo amarillo. El sol le pone en el cuello un haz reverberante de reflejos crdenos. Ella me mira con su ojo amarillo 6 Ahora bebe agua del pantano. El palomo cerca escarba en un montn de tierra. Ahora se espulga debajo del ala, busca saltamontes entre la hierba. (Ese modo de andar, con paso torpe, vencindose a un lado y a otro. Picoteando el aire.) 7 Sobre la tierra blanda, junto al pantano, queda como una estrella trunca la huella de su pata

roja. 8 Vol. La punta de la rama retiembla y un reflejo, un azogue vivo de sol y sombra, se hace sobre el piso mojado. (En la penumbra malva y transparente, bajo la hoja tierna, est, para ella, el gusano que roe la fruta.) 9 Ya vuelan en bandada. El vuelo recto, rasante. Oigo el aleteo rumoroso, el azote de alas en el aire. Qu alharaca. Se paran en la cornisa de la torre. * * *

PENSAMIENTOS DE UN VIEJO Para Fernando Gonzlez hijo 1 Usa bordn: de guayacn o de guayabo. Todava, con todo, es un viejo derecho y gil. Quiz la mano tiemble un tanto, la mano de dedos nudosos, pero el bordn es slo un resabio de caminante. 2 La boina cubre la gran testa pelada. Cabezn pero infiel, as me pari mi madre.

Algunas hebras canas asoman en la nuca, en las sienes. 3 Dos rasgos, sobre todo, resaltan en el rostro magro: la quijada saliente y los ojos de una inquietud atenta. Van del sarcasmo a la inocencia, al gozo, a la duda. Ya estudian burlones a la gente que pasa. Ya se fijan, mansos y lcidos, en las palomas. 4 Y todo lo que ven es asunto de su lento monlogo, todo casa en la larga meditacin que lo ocupa. En ella cada cosa tiene un lugar y un sentido. Es una pregunta, una seal. 5 Por ejemplo, esa muchacha que cruza. Una bella negra cuyo paso est hecho del ritmo que marca un tambor lejano. Lo oye en sueos o ebria. Camina, danza. Es Eva, de catorce aos y medio. 6 El viejo se apoya en su bordn, se detiene. Una sombra de triste avidez, de alegre avidez, le nubla la cara. En tiempos sola sorprenderse siguiendo a una muchacha. Dios es una muchacha, la muchacha de las muchachas. 7 Esos senos duros, erectos. Pero no, no es dureza. Es elasticidad. Uno hunde el dedo en la carne y la carne se hinche de nuevo. Hermosa, es decir joven. 8 Bah, puro misticismo, religin pura. Prdica de cura viejo, dijimos. Qu podra ensearnos? pregunt nuestra desconfianza. 9 Vida, diosa de los ojos maliciosos. 10

Nos pens. Tuvo ojos para ver nuestro entorno. Conoca esta tierra. Una tierra como tero herido por el partero con la ua. 11 Y esa forma suya de hablar, con vocablos redondos, duros. Uno sabe: esto es mo. Se reconoce. Us para pensarnos el dialecto que hablamos. 12 A veces saborea y saborea una palabra, una manera de decir oda en la niez. As se acaricia una teta de muchacha. 13 Porque saba ver, palpar, olfatear. Oler es el primer acto del amor. No me deleito yo oliendo las cabezas de mis hijos? 14 Es preciso, dijo, acallar la propia algaraba el silencio es una conquista, un fruto difcil y quedarse donde lo coja a uno el amor, solo, despacio, paladeando, tocando. 15 Y all va la negra. Va erguida como si llevara en la cabeza un cesto de fruta. La cadera es exacta, el vientre justo. Es Eva, grvida ya de Can. 16 Porque el hombre, animal saltarn, animal triste, de qu puede ser medida? Como tero herido por el partero con la ua. Sabe: pas por el infierno y las siete soledades. 17 Me gusta imaginarlo sentado a la sombra de su ceiba. Pondera el tronco, grueso y negro, como de un vigor antiguo, pondera las races retorcidas. Remira el verde de la hoja, tan tierno contra el tronco sombro.

Esta vieja ceiba es casi toda races. 18 Y all va la negra: senos altos, puntudos, que tiemblan al paso. Los senos, lo primero que se pudre.

* * * 1 P.M. 1 En la cuneta el perro envenenado muestra sus dientes amarillos. Verano. Un sol de cobre que aporrea la nuca y las caras aniadas de los soldados bajo los cascos. Notaras, casas de putas, bancos, funerarias. Los saltimbanquis, con sus ropas ceidas como de bailarines o de mimos, piruetean. Son los juglares de hoy. Prepara una moneda para echar en la gorra. 2 Mira a los que los miran. Considera esos rostros atravesados por una mueca rencorosa. Bajo la suela sentirs el asfalto quemndote la planta. Respira la aridez del aire, el olor a betn, el polvo. 3 El viento trae un olor nauseabundo de los basureros. Mediodas como olas de fuego sobre los tejados.

Un gallinazo vuela siguiendo la curva del ro. 4 Prate a or cantar a las dos ciegas. Sentadas en el borde de concreto de la jardinera, remotas, rasgarn sus guitarras. Fija el do de voces nasales, agudas, el crotaloteo de las maracas. 5 En la acera de enfrente, con el barboquejo pegado al mentn, habr un soldado inmvil. * * *

LIBRO Y CUCHILLO 1 Pensaba en un lenguaje secreto, inventado para asegurarse contra los desvaros. De noche, en la vasta sala, con la luz en el rostro sola releer un grave libro. La leyenda, no obstante, lo imagina sobre su caballo, detenido en un gesto de ira. Era el seor. An estn sus huellas en la mesa, en las leyes, en los pechos de las doncellas, en el vaso que empa con su respiracin. 2 Seal con su cuchillo la pgina (el cuchillo en el libro cerrado.) Entonces, frente al espejo, se pens decapitado.

* * * MUCHACHA Me dan una fruta me dicen: cierra los ojos y muerde y cuando abro los ojos en la fruta mordida se menea el gusano pero todo es un juego cosa de risa * * * MSCARA

Me pongo pues la mscara delante del nio Soy yo He trado con mi mano su mano he hecho que toque Pero l mantiene su desconfianza Acaso teme que detrs de la mscara haya un rostro deforme Tal vez teme que detrs de la mscara ya no haya rostro * * * LOS BUITRES Y OTRAS CARROERAS

Los buitres y otras carroeras Los conocan Cuando los vean armados de sus armaduras Caracolear en sus caballos Y vean ondear los estandartes Se juntaban en torno de ellos en densas bandadas Y los seguan volando sobre ellos Acompaando sus expediciones Saban que habra matanza * * * CIVILIZADO

De nuevo esta maana me atareo en adecentarlo:

Le lavo la cara Le aliso con el peine las speras greas Le cepillo cuidadosamente los dientes Le limo las uas Y lo visto Y trato de sacarlo de su modorra huraa Hago frente a l un gesto de prontitud Esbozo una mueca para que sonra As Ahora puedo presentarlo delante de los otros Llevarlo a pasear por las calles * * * LA DIOSA NEGRA

Todos estos das lo ha acompaado el gesto de la muchacha El gesto predado en un rincn del parque Y se ha demorado en l y se ha nutrido de l La muchacha quiz sin saber que alguien otro la vea O tal vez sabiendo y gozndose de ser vista por alguien otro Se levanta la falda y deja el muslo al descubierto Y coge la mano de su amigo y la lleva para que palpe Todos estos das ha sentido en las yemas la lisa piel de un muslo de muchacha Y ha visto una y otra vez la bella asechanza de aquel gesto Y el brillo en los ojos del que la vida toca para usarlo O para herirlo Para perderlo * * * ADIVINANZA

Es una risa y unos ojos ciegos, adivinal (Esta noche vendr y te desnarizorejar.) * * * PAISAJE

Piedras, un retazo de muro. Y, entre las piedras, helechos. Este es de veras un suelo cido: roca y ceniza. La adormidera invadi el barranco. Sus races se hincan en las grietas. Hasta en las rajas de la roca parece que se aferran. La adormidera, la zarza que slo la cabra come. Mimosa pudica: Ladera abajo rueda la flor lila, la florecita diminuta y redonda y alada. Piedras, helechos. Y un retazo de muro derruido donde el sol reverbera. * * * CANCIN

Y cuando comienza a caer la noche, cuando los turnos de la noche comienzan, los oficios nocturnos, y se ven, lejos, los reflectores del estadio con su halo de niebla humosa, en el pequeo parque y rodeado de curiosos, este vagabundo de dientes podridos con una hoja trabada en la lengua silba una cancin S, algo se empea en la alharaca de las calles algo burln y alegre. De veras, se saca msica de cualquier cosa por estas calles

* * * NUDO No, no es posible. Pero debera ser posible. Y si fuera posible que no fuera imposible? Querr pues que sea posible, har porque sea posible. Tal vez es imposible, pero es necesario que sea posible. * * * VIENDO DORMIR AL HIJO

1 Qu bello cuando duerme: De costado, una rodilla recogida, indefenso. La mano palma arriba abierta, el pelo enmaraado. 2 Pero ahora comienza a agitarse. La respiracin se le ataranta. Es que suea. 3 Y esa queja en el sueo, desconsolada: en qu suea? de qu se duele? Yo, que soy su padre, no s de qu se duele. 4 Es, sobre todo, hermosa su mano palma arriba: abierta,

vaca. * * * ABRIL

Ocre y verde: montaas y montaas detrs de montaas detrs de montaas Es abril. Los rocosos declives han florecido, la hierba abunda en flores diminutas. Caminos de azafrn, espigas y espartos. Abril es todo vuelos, todo gorjeos. En abril la montaa se aduenda, se ania, en abril nos sorprende su apariencia ligera. Una lagartija cruza rayo, arco iris por la base del muro: una lagartija de papada azul y fino dorso rayado. El gaviln vino de lo alto del cerro, otea desde la copa del noro. Ocre y verde. Montaas y ms all montaas: una fuga de formas. Y por sobre ellas la luz, azul y dorada. * * * ES AS

Es as: como una preada de ocho meses y medio El botn redondo de la rosa ya casi estalla. De la hoja del aguacate cuelga la oruga. Ya casi rompe, ya la cutcula est seca.

En el huevo del azulejo se figura tal vez un pico, se esboza un ojo. Y ya apunta una garra, ya se trama un litro ya brota un diente. La madre loca pare y pare con fertilidad insensata. La tierra tiene ya el aroma de frutos no nacidos. * * * ESCRITURA Marcar una moneda con la ua, hacerle con la ua una raya y echarla a rodar por la ciudad Tal vez la ciudad te la devuelva y quiz traiga dos rasguos, uno al lado del otro, hermanos. Agradecido la recibiras en tu palma * * * NIA

Sbitamente el viento avent el polvo, le alz la falda, le hizo cerrar los ojos. Dice que no tiene miedo, pero tal vez tenga miedo. Y cuando el viento amaina ve con ojos ardidos la delicada caracola algo de algo de nada que dej el torbellino

a sus pies, en el polvo. * * * GUAQUERA

Da y cava: son dos jemes de lodo. A dos jemes apenas hay idolillos. Una lluvia no demasiado recia los descubre. La hierba crece a veces sobre sus flancos. A menos de dos jemes bajo tierra, menos hondos incluso que los muertos. Da y cava. Arua en esta tierra: es la tuya. Tal vez encuentres una mscara. Y tal vez si te la probaras te vendra justa. As me digo, as le digo a mi esqueleto, en el vaco de este da de fiesta sin dioses. * * * LA FRENTE SOBRE EL ANTEBRAZO

Mientras el que duerme cambia de postura en el sueo, hasta su puerta viene el animal que hoza en la tiniebla. Gritos desde los trenes en marcha. Aun de noche la ciudad se atarea. Un hombre, al cruzar la calle, se topa con su hermano asesino, mientras el que duerme cambia de postura en el sueo.

Mientras el que duerme cambia de postura en el sueo, el comejn trabaja la madera de su cama * * * TALLA EN MADERA

Ah, s la muchacha sorprendida desnuda Y cmo se encorva levemente s y cruza sobre los pechos el antebrazo Y sonre s sonre casi avergonzada casi perversa Y juntas las rodillas y deja una mano s s sobre el pubis abierta * * * PAISAJE

Porque estn los ojos, la luz est, las montaas. Advierte su riqueza de formas: redondeces que se perfilan contra un fondo de azul y rosa Quiz despus de todo haya algo

de femenino, algo de maternal en ellas. Y sopsalas: por sobre su gravedad son leves. La lnea sinuosa que configura el horizonte, la dentada del dorso de la sierra y luego un trazo brusco: el precipicio Tal vez an los ojos estragados puedan tocar esa armona estricta, su claridad, su gracia. * * * INSTANTE

Es una mariposa bermeja pero los bordes de las alas son negros que vuela en crculos como una bailarina. No hay hueso, todo es piel. Y no hay adentro: todo se figura, se juega en el afuera. Viene, brill, se deshar. * * * LOS AMANTES

En su burbuja los amantes Flotando sobre la ciudad asesina Y ella altalegre le alza la boca

la boca otra sosteniendo el mentn Bebe Los amantes ensimismados solos Y l fieronio le huele el pelo lo coge entre las manos y lo acaricia y lo revuelve como agua o como noche El pelo negro el bienoliente el saborido Y as vuelan por sobre la torre flica por sobre la cpula uterina Los amantes en su huevo luminoso en su gota de mercurio * * * PALABRA DE HOMBRE

La palabra como una moneda sopesada en la palma, lanzada contra el muro de piedra para or su timbre, mordida para saber su ley. * * * LA BAILARINA SONMBULA

Hay un texto de Jos Lezama Lima en el que aparece una bailarina sonmbula. La frase, como es frecuente en el escritor cubano, nos sorprende como destello verbal, como sbito. La

bailarina no es asunto de una narracin ni motivo de un poema. Es una imagen que cruza entre una sucesin de imgenes, un miembro singular en una enumeracin de prodigios. Y, no obstante, resume y cifra la potica de Lezama. La poesa debe ser un baile. El ritmo, la msica le son consustanciales. Si la prosa corresponde al caminar llano, la poesa corresponde a la danza. Debe pues empinarse, alzarse un tanto del suelo, levantarse sobre la prosa de la vida ordinaria como la bailarina se pone en puntas de pies. Pero no es un vuelo. La bailarina no vuela. Es casi como si fuera a volar, a despegarse del suelo, pero el gesto es a medias irnico, no trata de engaar, no sugiere ninguna elevacin fingida. As como el baile nace de la marcha, es como un andar tocado por la msica y regulado por el ritmo, as la poesa debiera nacer de la vida comn, de sus situaciones y experiencias. La bailarina, excepto por la breve duracin de un salto, mantiene los pies en la tierra. Por otra parte estn la hora, la oscuridad necesaria, el sueo. Es de noche, naturalmente. Slo en la noche puede darse el baile de una sonmbula. Tal vez sale a bailar por las calles, aunque no se sabe de nadie que la haya visto. El baile comienza en el sueo y en cierto modo se mantiene dentro de l. Pero en cierto modo es tambin ms que el sueo y se arranca de l. Es sabida la posicin de Lezama frente al surrealismo, hecha de atraccin y de desconfianza, de aceptacin y negacin. El no conceba el poema como fruto de un abandonarse al sueo, como una ganancia en aguas revueltas. Quera la vigilancia, la bsqueda activa. La bailarina sonmbula lleva los ojos abiertos. Y si es verdad que baila en sueos, tambin lo es que sus movimientos han sido disciplinados por un largo aprendizaje, por una cuidadosa artesana podramos decir con una palabra que a Lezama le era grata. Porque la poesa es como un baile sonmbulo, una conjuncin de mesura y de sueo.

MONTAAS (1995) MONTAAS / 1

1 Nada en ellas es blando. No son stas, por cierto, las formas de una tierra llana y amable. Aqu hay breas y riscos, no redondas colinas. Su apariencia hace saber la roca de la entraa: osaturas, declives mondos. Ya los mismos nombres con que hablamos de ellas dicen lo que son: una sierra, el boquern, el cerro, la cuchilla.

Lneas secas, tajantes. Y esa luz, esa reverberacin de la luz, esos desfiladeros deslumbrantes. 2 Dame, dios, mi dios, mi diosecito pequeo, rstico: t, a quien creo acariciar cuando le paso por el lomo la mano a mi perro, dame esta dura apariencia de montaas ante los ojos siempre.

FIGURA DE MENDIGO 1 Ah est, sentado en las gradas del atrio, de espalda al templo. Al lado suyo, un escaln abajo, el sombrero. Y el codo en la rodilla y el carrillo barbudo en la palma, en la postura del pensador! 2 Este mendigo sabe, conoce a su gente. En la maana su lugar es el atrio de la catedral.

De noche uno lo encuentra acurrucado a la puerta de algn burdel.

LA FURIOSA ALEGRA

Con qu furiosa alegra estalla la rosa, sola en la punta de su vara junto al muro, y amarilla, amarilla!, rodeada de una penumbra malva Qu gozo ebrio hay en el paso de la desconocida que cruza el puente con el viento en la cara, el pelo en el viento, y la sonrisa delicadamente feroz

MEDIDA

Frente a la gravedad de la montaa qu liviano resulta el gesto del nio si guiando un ojo la mide con el jeme

HORA

1 S, tocarte. Pero todos esos muertos rondando. Sus sombras oscurecen los vanos de las puertas. Son una algaraba silenciosa. 2 Te desnudas y ellos te miran,

todas esas calaveras mironas. Te rodean, se apian en torno tuyo. 3 Alzo la mano para acariciarte. Y los muertos acuden, manotean sobre tus pechos. 4 Pongo mi mano en tu cintura. Y ya, debajo de la ma, hay otra mano. 5 Tantos muertos. Y qu hacen aqu, quin los ha invitado.

ELLA

De qu manera silenciosa trabaja. Sin dejarse or, como si fuera lo mismo que una bailarina en puntas de pies. Sin dejarse ver, como si no fuera. Ella, la que poco a poco lo ensordece, la que imperceptiblemente lo ciega, la que, delicadamente, le tuerce los huesos.

EN CAMINO Para Gustavo Zuluaga

1 Y, a lado y lado del camino, ralos matojos de helechos, en este mes del ao requemados, resecos.

2 Un alud, en invierno, en el lomo del monte dej algo as como una dentellada de barro rojo. Ah queda por meses, tal vez por aos. Es una cicatriz bermeja. 3 O manchones aqu y all de un pardo rojizo. All donde la pobre vegetacin de zarzas y malezas se agosta, como si un terco mal de la tierra, un matiz del rojo de la tierra subiera por sus tallos y se mezclara al bruno de la maleza ardida. 4 Un ronroneo de colmena: lo oye el caminante. Ms all, entre musgos, hay un nacimiento. 5 Qu el caminante baje hasta aquella hondonada donde el verde se hace ms oscuro. Encontrar, entre piedras, un hilo de agua fra, podr beber un puo de agua fra para la sed. 6 Y despus el camino se pierde en un paraje arbolado de bcaros y ms all reaparece

para trepar por un costillar mondo. Slo un camino: una delgada incisin en el lomo de la montaa: un araazo o la huella de un araazo. 7 Ese huevo sonrosado entre la maleza. El caminante lo alza para remirarlo contra la luz. 8 Y, por fin, una redondez. Pero de ningn modo la redondez de un seno. Ms bien algo como un mun, como el esbozo de un crneo. Quiz una giba. S: una giba rocosa. 9 Y otra cumbre. Otra hermosa perspectiva de despeaderos.

AZULEJO Qu tanto pesa el cuerpo diminuto del azulejo? Pero la rama del ciruelo queda menendose si hace pie en ella para el vuelo

PRESENCIA

Cien pasos doy de para atrs pero la muerte los advierte. ROGELIO ECHAVARRA

1

Si estoy, est conmigo. Si me atareo en mis asuntos, me sigue. Ojea por sobre mi hombro si leo, atisba por sobre mi hombro si hago. 2 Con un sobresalto, de un salto, me pongo de pies. Quin era? Miro en torno mo. Nadie, nada. 3 Acaso, cuando giro sobre mi calcaar, gira tambin con una pirueta, con un esguince silencioso. 4 Y si voy va detrs, si vengo viene, si me detengo se detiene. Siento sus artejos en mi nuca, su acezo en mi oreja. 5 Hago, pues, que voy y vengo, hago que estoy, hago que hago, que me atareo en mis asuntos. 6 Y si tambin esto que digo, este verso que hago fuera tan slo, y de nuevo, la vieja mentira del lobo.

PINO

Estas races en parte cercenadas del pino que un tajo en la montaa al borde

del camino dej desnudas Estas races obstinadas y corvas que se aferran como uas al suelo

HAY GENTES QUE LLEGAN PISANDO DURO

Hay gentes que llegan pisando duro que gritan y ordenan que se sienten en este mundo como en su casa Gentes que todo lo consideran suyo que quiebran y arrancan que ni siquiera agradecen el aire Y no les duele un hueso no dudan ni sienten un temor van erguidos y hasta se tutean con la muerte Yo no s francamente cmo hacen cmo no entienden

EURDICE

Baj al helado depsito de la morgue, en el stano oscuro del hospital. All la hall, desnuda. Una etiqueta en el tobillo con un nmero.

BLANCO

1 Un ojo entreabierto y el otro entrecerrado en un guio. Dar en el blanco?

2 O la ciudad, medida desde la garita del guardia, con ojos estragados por la vigilia. El cielo blanco, los techos negros. Es un lluvioso amanecer. Tizne y herrumbre. Muros traseros, patios traseros. Otra vista de la ciudad. Como el revs de un sueo. 3 Y el mundo visto desde detrs de la mira de un fusil, con un solo ojo.

OCUPACIONES APACIBLES

Un caf, un peridico, un cigarrillo. Y las acciones suben en la bolsa, los aviones salen a la hora prevista, los oidores oyen, los asesinos asesinan. Hay camiones cargados de fruta que hacen cola en la calle del mercado. Un perro orina contra el grueso tronco de la acacia. En fin, las ocupaciones apacibles de un momento antes del acabose.

CIUDAD

Y sal al balcn, melanclicamente, para cambiar de pensamientos, mirando al menos un poco de la ciudad que amo... C. KAVAFIS

1 Como si se desprendiera de las montaas, de sus flancos que a esta hora son de un violeta muy terso, la sombra comienza a descender sobre la ciudad, rueda por los tejados, cae en las calles. Es como un derrumbamiento. Las montaas rodean, hoscas, erizadas de puntas. As llevamos en el corazn el peso de estos montes. Que ahora caen sobre la ciudad, hechos de tiniebla, deshechos en tiniebla. 2 Esta es una ciudad amurallada entre montaas. Uno mira en torno, alzando la cabeza, y ve slo la lnea azul de los montes, lejos, sus picos. Es el borde de una copa quebrada. Y en el fondo de la copa est la ciudad, ensimismada, dura. 3 Hablo de la ciudad que amo, de la ciudad que aborrezco. Mientras anochece sobre los bcaros, en las laderas, en la boca del perro, en sus dientes. Mientras anochece en el hueso seco del corazn.

FERVOR

La furia con que hierven las plazas. He tocado el buche de la paloma

cuando suelta el arrullo.

BAILA CONMIGO, MUCHACHA

(Al modo de Anacreonte) La muchacha, de pelo casi azul y largos ojos chispeantes, se agita, azogada por la msica. Hace girar las esbeltas caderas, sacude los hombros desnudos, menea los pechos. He estado, con el vaso en la mano, morosamente vindola bailar. Hasta que me decido y me levanto y extiendo el brazo invitndola, y diciendo, entre el alboroto de la msica, para mi capote: Baila conmigo, muchacha. No te dejar ver mis dientes flojos y quebradizos, no repares en mis sienes canosas. Y ella vuelve los ojos sonrientes y viene hacia m bailando y pasa al lado mo y va a abrazarse con un adolescente de dientes esplndidos.

RISA

1 Duele esa risa rpida, joven. Hiere, punza la memoria. Era la vida, era la juventud. La hora en que una risa de muchacha,

para el corazn firme, fue reposo a un tiempo y acicate. 2 Pero a qu se debe (a Quin se debe) esa risa que estalla brusca, entre la tiniebla que se amontona contra los muros blancos, y me devuelve una alegra ya casi olvidada (Una silga medrosa vuela chillando desde el pimiento.)

DUETO

1 Son un borracho y un ciego, un ciego y un borracho. El borracho canta en la taberna por un vaso de ron. Lo acompaa el ciego. 2 Los vi llegar. El ciego trae la guitarra cogida del cuello. El borracho lo lleva del codo. 3 Un desconocido que bebe a mi lado pregunta entre dientes: Y qu pasa cuando un borracho conduce a un ciego? 4 El borracho hace, gesticulando, la primera voz. El ciego le hace do, canturreando por lo bajo. 5 Despus de medianoche me los encuentro por la calle.

Ese modo de ir del ciego: rgido, con la cabeza alzada. Ahora es el ciego el que gua al borracho. Lo lleva del brazo, a su derecha. 6 El desconocido me pide fuego. Y, mientras le alumbro con una cerilla la cara desolada, dice entre dientes: Un ciego guiando a un borracho. Los dos irn a dar a la hoya.

POR EL OJO DE LA CERRADURA

Ah estn, destrozados, como mordidos por las piraas del amor. Rojos, sanguinolentos. Los dientes son piraas del amor, las uas tigres del amor. Ah estn abrazados, ajenos en el sueo, apaciguados en el sueo. Son ya el hermafrodita. Y en el sueo comienzan a rehacerse. Las heridas se cierran. Estarn prestos cuando despierten para otro asalto, para una nueva guerra. Las dos naturalezas, los dos dragones. Y todo es cpula. El cuchillo y la herida copulan.

El ojo y lo mirado.

LLUVIA

1 Y, de pronto, sin aviso, la lluvia. Gruesos goterones comienzan a rodar en el polvo. 2 El olor de la tierra cuando viene la lluvia, ese olor ntimo de hembra. (El toro echado alza, vido, la cabeza.) 3 La lluvia: un libro lomo arriba, dejado sobre el muslo, abierto. 4 Llueve, sobre un prpado llueve; llueve en los huesos, en el silencio de los pjaros. 5 Acurrucado dentro de s mismo, el nio ciego oye la lluvia. 6 Qu demonios tiene la lluvia, qu duendes, que as los ensimisma. Qu tiene en su meollo, que as les desafiebra las manos. 7 Como nios encerrados por la lluvia en los cuartos. 8 Y la cara que ponen para mirar la lluvia: como una mscara.

9 Los lienzos de la lluvia en la ventana copian tus sueos. 10 Repentinos embates, rfagas bruscas: hay timbales en ella, voces. 11 La lluvia sobre el caparacho del armadillo. 12 Bajo el alero, por sobre tu hombro, miro la lluvia. 13 Quiz no es ms que esto: la criatura de cabeza hinchada, el grotesco nio hidrocfalo. Tiene en los ojos legaas todava de agua materna. 14 Como nios que ruegan: Aguamadre, aguamuerte. 15 Pero la lluvia amaina. Algo en su ritmo dice que va a cesar, que est completa. 16 Y me levanto, como despus de haber odo una msica. El libro cae al suelo, cerrndose.

MONTAAS / 2

1 O la familiaridad de las piedras.

Con frecuencia el espinazo de la montaa se arquea bruscamente como para hacer fcil el trabajo del viento. En esas descarnadas jorobas aparece la roca viva. Son grandes piedras carcomidas por la erosin. El camino pasa entre ellas. 2 Cirros livianos sobre la ladera. Ni siquiera parecen dar sombra. 3 Y a cada vuelta del camino, otras lindes, una nueva apariencia. Y esa luz, el azogue de la luz: una lava por la ladera abajo. 4 De nio era un juego de nio: Cerrar los ojos contra la luz y ver, a contraluz, el rojo de la sangre a travs de los prpados. 5 Un racimo bermejo, picoteado ya de los querqueses, cuelga sobre el desfiladero.

REGRESO Para Gloria 1 Otra vez, esta noche, sentados a la mesa, a la larga y angosta mesa de pino de la cocina. En torno, dos lugares vacos. Afuera, el viento amonton las hojas secas contra el umbral.

Y otra vez, hasta el corredor que da al campo, lleg en la oscuridad el aroma de las flores del limonero. 2 Mientras la sopa servida humea y la conversacin, un momento agotada, no se reinicia, mientras vuelvo a sentir en el tobillo el hocico helado del perro, me demoro en las lentas maneras del hermano reconocido con sorpresa en un gesto. 3 Volver a la casa, como el que vuelve, ya viejo, a una mujer. 4 Tambin el rostro del hermano es como el de quien vuelve de algn camino, las hirsutas pestaas blancas de polvo. Ahora, en su tranquila madurez, un ademn de pronto, un matiz de la voz, un treno de la risa traicionan en l al padre.

5 Despus es el temor de tenderse en el lecho en el que aquella noche vimos agonizar a nuestro padre, el oscuro temor de calzar en la horma de su muerte.

OBSTINACIN

1 Porque as de obstinados son los muertos, as de dura tienen la calavera. En las tardes solas vienen los muertos. Hablan mientras callamos, nos dictan

ademanes, memorias. Los muertos de risa amarilla. Un adentro dentro de otro, dentro de otro adentro. 2 O en las noches heladas, cuando desde sus cobijos los animales oyen la lluvia, llegan los muertos y nos miran mientras dormimos y su mal de ojo nos gasta, nos envejece. 3 Quiz creemos ir y los muertos nos llevan los pies, creemos hacer y los muertos nos empujan las manos, creemos decir y los muertos nos dicen, se nos adelantan en la risa. Compartimos con ellos los gestos, los guios de los que hablan una misma lengua.

GALLINAZOS

Junto a la carroa del perro, dos gallinazos, como encapuchados de negro. Los espanto: su vuelo de recios aletazos hace sonar el aire como una carcajada.

REGALO

1

Aquel que esperaba y esperaba pero no saba lo que esperaba y era la muerte. 2 Porque en fin viene el tiempo con un palo y le muele los huesos. A saber: con el tiempo y un palito, con el tiempo y un palo llegar a saber, a saber. 3 Un escorpin en lugar de un huevo: Tambin, a su modo, un regalo apreciable.

CARACOLA He odo en el entresueo algo como un rumor de mar que amaina y arrecia. Me han llegado en el entresueo voces como de mujeres en el amor o como de sirenas. Pero s que el odo es una delicada caracola metida dentro de mi crneo y que en ella hay un arpa diminuta de vivas pestaas. Qu agua, qu risa. S que es slo, desde mi torre, ese rumor oscuro de la ciudad que es como el ronroneo de una fiera dormida.

SONMBULOS

Te hablo y mis palabras se rompen en el borde de tu sueo, se entretejen con l, se mudan.

Me das la mano y no recibo tu mano en mi sueo, porque all no penetra tu mano que se hace otra para ser ma. Alguien dice algo segn su sueo y alguien otro lo oye desde el suyo. Alguien entrega algo a algn otro y este otro recibe otro algo. Si me contaras tu secreto no lo comprendera. Paso mi palma delante de tus ojos y no me reconoces.

MINIATURA

Las patas largas, finas, hechas para la huida y el salto. Las ancas esbeltas, delicadamente labradas. El ojo vivo, alerta al riesgo. Las orejas nerviosas, prontas. La remiro en la palma. Una gacela, una criatura, una cra del miedo. Diminuta, como copiada del ojo del tigre.

DESLUMBRAMIENTO En la noche se vea ya el oro inagotable de otros mundos. Elkin Restrepo 1 As el nio que se extrava en el lmite del poblado, ms all del suburbio, donde el descampado comienza.

Y repentinamente sobreviene el anochecer, alucinado de lucirnagas. Y un temor deslumbrado lo invade, un pnico dulce, gozoso. Frente a la noche, frente a la maravilla de la noche. 2 Quiz lo nico decible, el arcaico miedo del nio a la oscuridad.

LIBLULA

Ligereza del vuelo un vuelo contra un fondo de montaas de la liblula

UNA SEAL Para Juan Jos Hoyos Una seal una flecha tosca un pedazo de tabla clavada en un palo Se encuentra al borde de la carretera veredal que se anuda al rin de la montaa Antes indicaba el camino Ahora torcida apunta al desfiladero Yo que voy a pie que no tengo prisa Debo acaso detenerme y enderezarla Es asunto mo ser til a alguno Tal vez

VISIN Cada poema un lento naufragio del deseo... lvaro Mutis 1 Tiene algo de felino cuando est as, sentada medio desnuda en su cama revuelta.

Recogidas las piernas, se abraza las rodillas. Y va pintndose una por una las uas de los pies con esmero de gata. S, tiene algo de gata o de tigrilla que se lame la garra. Y en tanto canturrea como ronroneando y mueve la cabeza marcando un ritmo suyo, los pechos aplastados contra los muslos. 2 Y ahora acaba de pintarse morosamente las uas de la manos. Y para que se sequen las menea en el aire como iniciando un paso de danza.

EL CENTAURO

Desde la ventana del hospital, por sobre la ladera y el aviso luminoso de la ladera, por sobre la ciudad y el estertor oscuro de las calles, en el cielo de junio lmpido por esta noche, como una irona del cielo, robusto y hermoso

El Centauro.

PGINA EN BLANCO

Escribo y la mirona, por sobre mi hombro, escruta lo que escribo. Siento en la espalda el tacto de sus manos calizas, adivino la mueca de su irona silenciosa. Escribo y la mirona, por sobre mi hombro, lee y al leer borra lo que escribo.

LA MARIPOSA

Sobre una calavera de mono se ha posado un momento la mariposa

SEOR Y PERRO

1 El seor y echado al lado suyo el perro. Han terminado por parecerse, el seor y el perro. Y, de pronto, el perro se alebresta, las orejas se paran. Una mariposa lo incita, sale ladrando. La mariposa llega, llega y se alza, va y viene. Vuela, traza anchos crculos, baila. Parece divertirse burlndolo, se sabe lejos de su alcance.

2 Ahora el perro grue entre dormido. Quin sabe qu sueos lo inquietan. (Rilke vea una mscara en la faz peluda del perro.)

BUSCADORES DE ORO

Estos buscadores de oro. Se juntan cada noche en el tambo que est en el cruce de caminos. Hablan y beben, beben y hablan. Cada cual cuenta del grano entrevisto. Luego, a la hora de callar, callan pensativos, mientras la llama azul del alcohol arde levemente. Muchos se han desvivido. Algunos han hallado algn oro. Los ms envejecieron buscndolo.

AMANECER Niebla y arbustos embozados en la niebla. Sin vernos manoteamos en la niebla. Hablamos y el vaho de la boca va a aadirse a la niebla.

REENCUENTRO

Ese rostro que la costumbre que el desapego hizo invisible y es de nuevo

visible en la muerte

JORNADA Para ngela Mara Y cada noche al cabo de cada jornada voltea del revs los bolsillos de su capote para encontrar en ellos ese poco de polvo que no sabe de dnde sale pero que recibe como un aviso

QUEJA Para Guillermo Baena

Ya no ver all por sobre el filo de la montaa asomar a Orin Ya no ver desde aqu desde este refugio el anochecer

LECCIN

Y nos mostr en la palma un huesecillo de pjaro como si en l hubiera alguna leccin

AGUA

Despus pusieron al ahogado en la arena, de espalda sobre la arena blanca, de cara al cielo. Apretaba el puo cerrado, como si trajera del agua algo: una concha, un hueso

de pez La boca comenzaba a deslerse en una mueca y tena lodo en los dientes, en el cabello endurecido. Lodo en las uas: haba manoteado en el lodo.

DEL CAMINO

No hay camino, dijo el maestro. Y si acaso hubiera un camino nadie podra hallarlo. Y si alguien por ventura lo hallara no podra ensearlo a otro.

SOLAR

Una flor amarilla que arde en la maana amarilla La flor en forma de copa del lirio de monte alta y esbelta y aguda! Y el olor en ella del semen del sol

RECUENTO

Vi aquellos pechos jvenes en el antepecho de la ventana. Vi la risa del loco que cantaba en la calle del anochecer

mostrando sus dientes cariados. Y ahora, en mi rincn, veo la llama que va de una figura a otra figura, como la mano que deletrea un alfabeto de sordos. Est bien. Ha sido otro da que le robo a la muerte.

MONTAAS / 3

1 Con el vaso en la mano, mirando las montaas, le acaricio el lomo a mi perro. Estas montaas nuestras del interior, casi olvidadas de tan familiares, casi invisibles de tan vistas, no es seguro siquiera que no sean enseres en un sueo. Estas montaas hoscas que se adelgazan, que se ensimisman en nosotros. Ya slo acaso una manera de la voz, del paso, del gesto. 2 Me gusta acariciarlas siguiendo con los ojos morosamente sus lneas abruptas, mientras en sus dorsos la luz de modo imperceptible va del verde al azul al violeta. Me gusta acariciarlas con los ojos, como acaricio el lomo de mi perro con la mano

libre.

PSTUMOS (2002) RITUAL DE INICIACIN Porque sabe que ha llegado su hora El muchacho se busca un lugar en lo ms apartado de la casa All se ha recluido a ayunar y a fumar All se le obliga a estar solo por meses y meses Le dejan la comida en suelo junto a la puerta Es como si estuviera prohibido hablarle Es como si le hubiera cado la peste Que est lo bastante cerca para que pueda ser vigilado Y lo bastante lejos para que apure solo la prueba El ritual est hecho menos de actos que de omisiones Menos de palabras que de ademanes y silencios Y l en su rincn se desnuda y observa y palpa su cuerpo El cuerpo que ahora le queda estrecho le es extrao le desobedece Como si dentro de l hubiera aparecido un extrao Otro que medra alimentndose del nio que fue Palpa y examina los largos brazos las piernas largas y torpes Considera su prepucio irritado As lo encuentra su hermana cuando va a escondidas a visitarlo Flaco marcado por la soledad Algunos das al anochecer sale de su encierro Se rene con los otros sus iguales en los extramuros Donde hablan y fuman fuman y bailan Ellos mismos no saben si saldrn vivos de la ordala Si sacarn alguna sabidura de su infierno As pasan el tiempo de su pubertad Solos Ayunando y fuman

SALUDO Este es el tiempo del ao en que vienen las golondrinas migrantes las veraneras

Cientos y cientos atestan las cuerdas del alumbrado al atardecer Y sus vuelos oblicuos llenan el aire Sus gritos nerviosos llenan el aire Hay una que pasa cerca de m chillando y casi roza mi hombro Yo s que su chillido no es un saludo No vino de quin sabe qu clima helado para saludarme Tal vez chilla de gozo por el aire clido O de celo o de sobresalto O simplemente porque s Pero yo urdo para m el engao de que me saluda Con ese grito suyo desapegado y vivo Aunque sea un saludo casual como nuestro encuentro O como su estar aqu a esta hora de esta tarde O como mi propio estar aqu en este instante de este da

UN NIO DE LA MANO Ese que pasa llevando un nio de la mano. Y a esta hora. Y por estas calles. No parece ser el padre, hay algo en l de huidizo: mira a un lado y a otro alerta, va como quien cruza una ciudad enemiga. Quiz el uso de un nombre falso, de falsos papeles, no bastaba, y el trecho a recorrer es riesgoso, con ellos al acecho por todas partes. ste es mi voto: que no tenga tropiezo, que el propio peligro sea su fuerza. Si le dieron un nio para que lo resguarde, si algo grave depende de l, que se haga invisible para los que lo buscan. Porque si lo distinguen est perdido. No soy persona que no sepa que en estos tiempos, por estas calles, a esta hora,

nadie es ms sospechoso que alguien que lleva un nio de la mano

DIJO NO Dijo no, no quiero ver la cara de la muerte en mi sopa, no quiero que mi sopa me devuelva la cara del asesino. Pero a quin engaa el martillo usado por descuido para cuar una puerta?

DUDA Ir y venir fijar sostener Tan fcil en el da tan hacedero Pero en la noche cuando a un jeme del dintel de tu casa corre una grieta invisible y afuera crece un rbol de sombra que cuartea con sus races los cimientos cuando los techos estn hechos de alas de murcilago... pero en la noche pero en el insomnio...

HABLA EL PODER Lo que importa una ostra ms, una ostra menos. Tambin t eres una calavera ms,

una calavera de ms.

APRENSIN Aquel seco pellejo de culebra hallado entre las piedras de orilla qu le dijo ya al nio en su perplejidad, en su miedo de tocarlo qu le insinu ya sinuosa mente

VIEJA ESTACIN Ms all del anuncio de la Esso y del tramo de rieles oxidados, entre manzanas derruidas y ventanas tapiadas, el balcn florecido Y desde l en el trasueo el dilogo que dur toda la maana de una incauta pareja de sinsontes, su msica deleble

DICE EL AMANTE ste es tu cuerpo, tuyo, ajeno y tuyo. Y sta tu piel, tatuada de estrellas diminutas, que se abrir en aromas en la caricia. La piel que te hace tuya y sola. Y ste mi cuerpo,

mo, ajeno y mo. Esta armazn que anda, que dulcemente pesa. El que engendr mi padre con gemido. El que mi madre dio desnudo y claro. Polvo heredado, huesos heredados, sueos.

JUNTO A LA CHIMENEA, EN LA NOCHE

Basta un poco de fuego y el chisme roto reverbera de brillos Pero es necesario un poco de fuego

CAUTELA S cuidadoso: distingue el hlito que aviva una llama del soplo que la extingue

VIGILIA Aquella puerta que se abra en el sueo con la mirada era parte del sueo o llevaba fuera del sueo?

EL REGALO

Cada maana vuelves en ti y de la tierra de nadie del sueo regresas al mundo La noche te devuelve las manos: te palpas ests vivo. La noche te devuelve los pies para andar por el mundo Y la lengua para que agradezcas Lzaro el regalo del cuerpo el regalo del mundo

Retoma tu nombre y con l otra vez la grima el desasosiego Pecho al nuevo da

MIRA se que dentellea una fruta. Mralo, mira. Un vagabundo. Nunca seras l, no podras ser como l. Sabe morder con dientes nuevos.

FRAGILIDAD Se hace todo tan frgil, tan de cristal como aquel timbre claro que hiere todava la memoria para el que vuelve a ver el rostro de la hermana sbitamente avejentado en la risa

DESHORA En este da de este siglo del cncer En esta esquina de esta plaza de esta ciudad de este rincn del mundo Y remiro en la palma despacio la flor nia recogida del pavimento la flor rizada de un rosado lila del guayacn rosado Acababa de abrirse para arder como un ascua y un viento la avent a deshora En este da de este siglo del cncer

En esta esquina de esta plaza de esta ciudad de este rincn del mundo

PROMESA Mientras arrastra aqu y all el desorden de su corazn mientras va temeroso por mitad de la calle y ya siente la punta del cuchillo en las falsas costillas ha sonredo para s ponderando el anuncio escrito a la puerta del cuchitril del buhonero: Su llave en un minuto

MENSAJE He escuchado el gorjeo

del pjaro migrante escondido en la copa de la ceiba (No s su nombre: par en estas tierras slo por unos das el viaje) Y me parece que descifro su canto hermtico Deca: el todo es un desensimismarse El todo es un no echar races: mis huesos en la muerte tus huesos dichosamente no echarn races

FINEZA Habra entonces que alegrarse sin hallar asidero. Habra que araarle al da un fugaz instante de gracia. Por qu no fincar all donde no somos. Y decirle, cuando llegue, a la Flaca: Adelante, seora. Bien sea venida.

INDICIO El largo trueno que hace retemblar los cristales lo saca de su ensimismamiento. Lea crnicas antiguas, escritas en legajos amarillos como con sangre seca. Se asoma a la ventana: en la oscuridad incipiente brilla a intervalos una lucirnaga.

La lucirnaga anuncia la noche, es la noche que viene. Bien llegada, lucirnaga.

TRAMPA 1 Qu sosegado duerme. No quisiera estar en su pellejo cuando despierte. 2 No, no est dejado de la mano de Dios: es Dios quien lo empuja para que se despee con su mano.

ENGAIFA Un hueso. Y lo atrap saltando vido como un perro

ES EL VERANO Esta calle de rboles rojos que se queman por das y das en un lento incendio Contra muros se queman construidos de calaveras calavera sobre calavera Hay gritos en la plaza una carcajada de burla una blasfemia quiz tambin a su modo un canto Si el guayacn es rbol de recio meollo de dnde entonces saca su dureza esta muelle floracin deslumbrante?

Es el verano: el viento ardido da en plena cara como la vaharada de una boca de horno

Y se dira que todo quiere arder quemarse llegar a ser la espiga del fuego

HAMBRE Cada forma una mscara y una avidez La culebra se arrastra por la maleza nia El gusano mordisquea el capullo El sapo en su rincn junto al estanque infla la papada al acecho Es abril es octubre Y la culebra en fin devor al sapo: el abultado vientre aprieta exprime El sapo entre salto y saltito dio cuenta del gusano El gusano se ensa dulcemente en el capullo tierno mientras el capullo se hartaba de luz de aire Es como si Dios engullera al capullo al gusano al sapo y la culebra la luz y el aire El gran tragn

BALANZA

El hueso no la pulpa la muerte no la vida As en una palma un seno de muchacha en la otra una calavera Y el s y el no

como contrarios movimientos del corazn sstole y distole que se abre aceptando que se niega encogindose Dnde est el fiel de la balanza si no en el no en el centro justo del corazn? No pesara ms lo mas liviano?

AGRAZ

Una risa de nio ciego sentado frente al fuego Y el rojo del fuego en la risa en los dientes

GUIO

El punto de la tarde en que su bordn y la sombra de su bordn, sobre el polvo blanco del camino, son de una misma medida. El punto de la tarde en que el sol, ya a su espalda, le alarga por delante en el camino y a sus pies una sombra yacente de su tamao. (Y el caminante se detiene por un momento. En la vega del ro los chamones esos pjaros enlutados de pico corvo escarban entre la maleza buscando saltamontes. Entre la maleza, olorosa todava, recin cortada.)

GARRULERA Habla y habla de la muerte Tiene en su escritorio como pisapapeles una calavera Y ni siquiera sabe qu gesto qu mueca tendr ante la muerte

HIMNO AL SOL

Porque s porque an no apareces por sobre el filo de la montaa y ya los pjaros te saludan ya sus gargantas qu algaraba se han desentumecido y la escarcha que agravaba las hojas del arbusto comienza a deslerse y ya brillan con destellos de plata las telaraas del roco Aqu vengo temprano en la madrugada a darte mi saludo vengo porque s con mi perro traigo todava la botella en la mano mi perro y yo venimos a alabarte entre el alboroto de los pjaros ya mis amigos se durmieron pero yo esper que albearas para venir a verte nio nio sol y aqu me tienes sentado en esta piedra La neblina se abre una mirla cruza una flecha de fina punta amarilla como si llevara un brillo tuyo en el pico y ahora s asomas por sobre el filo negro de la sierra y de las rocas del asfalto de la carretera se alza un vapor blanco montaas que una tras otra van oscureciendo puertos que despiertan uno tras otro has venido has venido Ahora la culebra en el arenal te alaba desenroscndose mostrando para nadie para ti su dorso y en el caballete del tejado un gallinazo te recibe con las alas abiertas y todo se desentumece se hace tibio se hincha la tierra mi escroto que tu rayo toca cuando separo las rodillas

Los filsofos dicen que no eres un dios dicen que no eres ms que una piedra ardiente un globo de fuego que no eres t quien engendra y hace brotar la vida en el pantano ni cras el oro en la veta del recoveco de la montaa

Pero yo te saludo como a un dios porque s que eres t y nadie ms que t abuelo sol quien ahora mismo est engendrando en el aire los bichos y haciendo nacer la gusanera en la podre del lodo y engendrando las pepitas de oro en el recoveco de la roca

Como eres t quien saca los seres y las formas de la noche de la nada de la noche y urdes la fantasmagora de las cosas y creas de la oscuridad los colores tocas con tu luz la hoja del drago y la hoja enrojece y a tu roce la hierba verdea y la espiga del maz amarillea ahora que tu rayo oblicuo dora a lo lejos la neblina ahora en esta hora en que todo es azul y dorado Porque s porque yo s que el oro de la espiga es tuyo y que la alabanza de los pjaros es para ti siempre sol de los pjaros que ya desde el alba comenzaron su algaraba porque eso es lo primero que tu calor desentumece las gargantas las lenguas de los pjaros Eres sobre todo semejante aun dios por tu indiferencia alumbras por igual a la vctima y al victimario y no distingues entre el enemigo y el amigo ni entre el enemigo del amigo y el amigo del enemigo haces crecer el tronco recto de la palma y el tortuoso del terebinto y brillas igual sobre las cpulas doradas de las catedrales y sobre la miseria de los leprocomios Por eso pongo la botella entre los muslos y extiendo los brazos como el gallinazo del caballete del tejado abre las alas para alabarte mi perro se alebresta se levanta de un salto comienza a ladrarme y hasta me parece que los pjaros me silban sus burlas Porque s porque haces madurar la fruta verdibermeja del mango y podrir todo sol la carroa de la comadreja fermentas el vino y haces agriar la leche al oso que sale de invernar en pases de nieve le calientas el escroto para que busca