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HISTORIA ARGENTINA III UNIDAD I LA APERTURA DEMOCRATICA EN LA ARGENTINA: 1916-1930 1.1 La ampliación de la participación política y el ascenso de la Unión Cívica Radical al poder. La “reparación y la legitimidad” 1. 2 Los gobiernos radicales y las practicas políticas. Nuevos estilos políticos. La división del Radicalismos. La neutralidad argentina ante la Primera Guerra Mundial y la Liga de la Naciones. La Reforma Universitaria. Su significación BERTONI, Lilia Ana, Las transformaciones del partido y sus luchas políticas (1916-1930) La reforma electoral de 1912 fue la manifestación legal de un proceso político complejo, de transformaciones, que vivió el país en el periodo que comenzó con la desaparición de los viejos partidos tradicionales, fuertemente personalistas, y la estructuración de nuevos movimientos políticos, que impulsaron sectores hasta entonces marginados de la vida política. Así desaparecen el PAN, la Unión Cívica, el Partido Republicano, cuyas tácticas eran el acuerdo y cuyo interés común era preservar el predominio regional. La reforma política permitida por la ley, se adecuaba a la nueva estructura socioeconómica del país, ya incorporado a la economía mundial. Esto implicó el crecimiento de la exportación, la incorporación de nuevas tecnologías, la expansión agrícola ganadera, el desarrollo del sector servicios, y la incorporación de un sector inmigratorio a la población económicamente activa local. A la vez se formaban partidos políticos como la Unión Cívica Radical, que pretendían el sufragio libre y la organización del país en la Constitución. Este movimiento fue el primer partido que actúa a nivel nacional, nucleando bajo sus principios a sectores heterogéneos que encontraron en él una posibilidad de representación. Y esta heterogeneidad significó que su desarrollo se caracterizará por las constantes luchas de las 1

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UNIDAD ILA APERTURA DEMOCRATICA EN LA ARGENTINA: 1916-1930

1.1 La ampliación de la participación política y el ascenso de la Unión Cívica Radical al poder. La “reparación y la legitimidad”1. 2 Los gobiernos radicales y las practicas políticas. Nuevos estilos políticos. La división del Radicalismos. La neutralidad argentina ante la Primera Guerra Mundial y la Liga de la Naciones. La Reforma Universitaria. Su significación

BERTONI, Lilia Ana, Las transformaciones del partido y sus luchas políticas (1916-1930)

La reforma electoral de 1912 fue la manifestación legal de un proceso político complejo, de transformaciones, que vivió el país en el periodo que comenzó con la desaparición de los viejos partidos tradicionales, fuertemente personalistas, y la estructuración de nuevos movimientos políticos, que impulsaron sectores hasta entonces marginados de la vida política. Así desaparecen el PAN, la Unión Cívica, el Partido Republicano, cuyas tácticas eran el acuerdo y cuyo interés común era preservar el predominio regional.La reforma política permitida por la ley, se adecuaba a la nueva estructura socioeconómica del país, ya incorporado a la economía mundial. Esto implicó el crecimiento de la exportación, la incorporación de nuevas tecnologías, la expansión agrícola ganadera, el desarrollo del sector servicios, y la incorporación de un sector inmigratorio a la población económicamente activa local.A la vez se formaban partidos políticos como la Unión Cívica Radical, que pretendían el sufragio libre y la organización del país en la Constitución. Este movimiento fue el primer partido que actúa a nivel nacional, nucleando bajo sus principios a sectores heterogéneos que encontraron en él una posibilidad de representación. Y esta heterogeneidad significó que su desarrollo se caracterizará por las constantes luchas de las diferentes tendencias que coexistían en su seno. Aun antes de 1916, el partido se dividió cuatro veces (1891, 1897, 1909 y 1912). El radicalismo mantuvo su importancia y su vigencia con objetivos muy amplios que, en los intentos de profundización, pusieron en evidencia sus conflictos internos.Pero fue por esa amplitud e imprecisión programática que sectores marginados muy vastos, encontraron su expresión en él. Fue así como en 1916, era la fuerza política más poderosa.La vigencia de la ley Sáenz Peña abría una nueva etapa para el radicalismo, el partido se retiraba de la abstención y abandonaba su fase revolucionaria. Tuvo entonces las garantías para entrar en el sistema, ya que en el fondo, tampoco se había planteado transformarlo.

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Las fuerzas políticas en 1916Ante las victorias electorales conseguidas por radicales y socialistas en 1912, 1913 y 1914; los sectores tradicionales se aglutinan en noviembre de 1914, bajo la estructura del Partido Demócrata Progresista. Este se integró con las agrupaciones provinciales de Corrientes, Mendoza, Catamarca, Entre Ríos, Santa Fe, etc. siendo el resultado de la concentración de fuerzas antirradicales; coexistieron en él fuerzas contradictorias que lo llevaron al fracaso, aun antes de 1916. Los intereses conservadores necesariamente terminaron chocando con el grupo transformador que encabezada Lisandro de la Torre.Quedaron fuera importantes fuerzas como el Partido Conservador de la provincia de Buenos Aires, sectores conservadores de Santiago del Estero y Tucumán, y el partido provincial que respondía a las directiva del presidente de la Plaza.Lisandro de la Torre señaló los principios que orientarían al PDP: “…presidencia gubernativa, convenciones libres, comicios limpios…”. Pero, en la realidad, encontró dificultades en su intento de unificar posiciones antirradicales, chocando con las aspiraciones de otros políticos como Marcelino Ugarte y Benito Villanueva. Mientras, los grupos conservadores que no se unieron al PDP querían la concertación alrededor de un candidato oficial que restaurara los sistemas electorales y políticos del pasado. Así, entre el presidente de la Plaza y Ugarte, desmantelaron gran parte de los apoyos del PDP en las provincias.Otra táctica antirradical fue el apoyo a fuerzas insignificantes o menores, como el socialismo. La búsqueda de alianza con los conservadores ubica al Partido Socialista, sus planteos liberales no afectan a la tradicional estructura de dominio conservador, ya que son posiciones menos peligrosas que las que plantea el radicalismo. El socialismo se había organizado en 1895, su programa propiciaba el sufragio universal con representación proporcional, la organización gremial, etc. había sufrido secesiones en 1899 y en 1914, cuando Alfredo Palacios forma el Partido Socialista Argentino.En la elección de fórmula del radicalismo se evidencia la división de tendencias que pugnaban en él. Yrigoyen fue elegido por 140 votos sobre 146, su candidatura era muy firme, lo que no sucedía con su acompañante, Pelagio Luna. El presidente de la Plaza apoyaba la candidatura de Luis Güemes y para afirmarla trataba de conseguir el apoyo de las fuerzas del PDP, que ya tenía dificultades para conseguir una acción organizadora de sus fuerzas. Por otro lado, la lucha contra las posibilidades electorales del radicalismo, presiona en Córdoba, donde se hacen evidentes las intenciones del régimen de impedir el libre ejercicio electoral.A los comicios de 1916 se presentan entonces cinco agrupaciones:Unión Cívica Radical, con la fórmula Yrigoyen-Luna

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Partido Demócrata Progresista, con la fórmula de la Torre-CarboPartido Socialista con la fórmula Juan B. Justo-RepettoY el radicalismo disidente de Santa Fe y el Partido Conservador del provincia de Buenos Aires, sin presentar formula, pero cuya intención era maniobrar en los colegios electorales. Así lograron dividir al PDP, con la proclamación del la formula Ángel Rojas-Juan Seru.Los resultados electorales dieron: 146 electores a la Unión Cívica Radical, 65 al PDP, 14 al Partido Socialista y 19 al radicalismo disidente. Con los resultados conseguidos, ningún partido se encontraba con la cantidad de electores suficientes para alcanzar la mayoría en el colegio electoral, y es entonces la decisión del radicalismo disidente de apoyar la formula Yrigoyen-Luna.

El programaLos principios sobre los que basó su acción el radicalismo fueron el sufragio libre y el cumplimiento de la Constitución Nacional. Ellos son los que le permitieron arrastrar tan importante electorado. Intentaba terminar con los baluartes políticos provinciales, restablecer la normalidad y moralidad de la administración y asegurar una reparación social. Éste vago programa abría las puertas al electorado independiente.El pilar que sostuvo este movimiento y le dio características nacionales fue la exigencia de la participación electoral. Este principio le daba fuerza y no profundizaba ni concretaba un programa de acción gubernamental. Esto se dio así, porque cada intento de precisar la acción se vio acompañado de divergencias internas, explicables por la heterogeneidad que caracterizó a sus miembros y adherentes.La Unión Cívica Radical por sus características, es más un movimiento que un partido, ya que busca representar a todos los sectores postergados. Cuando el objetivo central y aglutinante de las fuerzas del radicalismo fue alcanzado, las disidencias que desde antes se insinuaban, contenidas por el logro del objetivo, se exteriorizaron cada vez más manifiestamente, iniciando un proceso de diversificación interna que caracterizó una nueva etapa del partido. La necesidad de una definición programática fue expresada por urgencia por el sector que disentía con las directivas de Yrigoyen. Esta protesta es en el fondo, la acción disidente del viejo grupo antipersonalista que rechaza la jefatura de Yrigoyen. Piden:

independencia de las fuerzas personalistas separación de partido y gobierno definición programática frente a los problemas políticos, sociales y

económicos critica de quienes no aseguren la buena administración pública

1916-1922. Los sectores desplazadosLas fuerzas del régimen, vencidas en los comicios, no se encuentran derrotadas del todo, en la medida que subsiste la estructura político-

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administrativa anterior, y conservan aún dentro de ella los resortes que le permitirán regular primero y desbaratar después las acciones radicales. El antirradicalismo se completará con el antiyrigoyenismo, táctica que supondrá el acercamiento y posterior alianza con sectores divergentes del Partido Radical. Se concentraron en el Parlamento y el Poder Judicial, tuvieron el apoyo de la gran prensa y mantuvieron firmes posiciones en el interior del país, ya que controlaba el gobierno de once provincias.También el Partido Socialista, fuerte en la capital, se acercó a los conservadores antirradicales. A la vez, también atrajeron al electorado independiente antiyrigoyenista.La mayor preocupación conservadora era mantener la mayoría en el Senado, lo que consiguieron plenamente ayudados por el sistema oligárquico de elección y de duración del mando establecido para aquel cuerpo por la Constitución Nacional.Durante la primera presidencia de Yrigoyen, el socialismo sufrió escisiones que debilitaron su acción como partido.El partido conservador, a pesar del golpe que sufrió con la intervención de la provincia, siguió siendo un fuerte opositor a la labor presidencial. Las fuerzas conservadores mantuvieron la mayoría en el Senado, con 25 senadores de 1916 hasta 1919 y con 12 en 1922.

Política intervencionista y oposición parlamentariaLa concurrencia del radicalismo a las elecciones significó el abandono de la política revolucionaria y la aceptación del orden establecido. Por su proclamado respeto a la Constitución Nacional, uno de los mayores problemas que enfrentaba era la existencia de representaciones ilegítimas en las provincias. Por ello Yrigoyen debió encarar la situación, y su política intervencionista fue uno de los blancos de ataque de la oposición. Las fuerzas políticas desplazadas opusieron desde el Congreso trabas a las acciones del gobierno, con una casi inoperancia legislativa. La oposición parlamentaria a las medidas de gobierno, se transformó en una total lentitud de acción que provocaron desde los conservadores hasta elementos oligárquicos infiltrados en el radicalismo, que más tarde se separarían con el nombre de “antipersonalistas”. Yrigoyen expresó que “las autonomías son de los pueblos y para los pueblos y no para los gobiernos”, fundamentando su política intervencionista en la no fragmentación de la intención reparacionista.La oposición del Congreso se manifestó rechazando la mayoría de las intervenciones, que se realizaron igualmente. La insistente resistencia a las medidas presidenciales significó la obstaculización de la mayoría de los proyectos iniciados por el ejecutivo en su política económica progresista y desdibujadamente proteccionista.La intervención se justificaba en el fraude electoral que subsistía en las provincias. Yrigoyen prometía que en cuanto se consiguiera verdadera autonomía se apoyaría al gobierno, cualquiera fuera su filiación política.

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La sucesión presidencialEn febrero de 1922 la Convención Nacional de la Unión Cívica Radical proclamó la fórmula presidencial de Marcelo T. de Alvear - Elpidio González. Yrigoyen estaba constitucionalmente impedido para un nuevo mandato y el problema residía en encontrar el candidato que asegurara al radicalismo la continuación en el gobierno.No era Alvear el candidato hacia el cual se esperaba la inclinación de Yrigoyen. Había otras figuras más próximas y coincidentes con la política Yrigoyenista. La incógnita se mantuvo hasta último momento. La tradición había sido hasta entonces el pronunciamiento de la media palabra de los presidentes para designar el sucesor. Alvear era uno de los nombres que se manejaban, como radical de primera hora y amigo cercano del presidente. Era notorio, no obstante, que Alvear pertenecía al grupo azul, definido como antipersonalista, contrario a la jefatura de Yrigoyen. A pesar de esto Yrigoyen se pronuncia por la candidatura de Alvear.Era Alvear una figura de prestigio, aun fuera de los ámbitos del partido, que contaría con el apoyo de la opinión que se había declarado antirradical durante la primera presidencia. Dicha oposición insinuaba ya una política “concordancista”, presionando sobre la acción del gobierno radical. En este pronunciamiento de Yrigoyen había contado quizás la idea de promover a un radical de boina blanca cuyo prestigio entre las fuerzas conservadoras era capaz de deshacer las maniobras opositoras. Por otra parte, la división dentro del radicalismo ya estaba marcada y Alvear “no resistiría la tentación de alzarse con el santo y la limosna”. Contaba con el apoyo decidido del viejo sector antiyrigoyenista de los tiempos de Alem, que hacía que su posición dentro del radicalismo fuera muy fuerte.En la fórmula presidencial, Elpidio González representaba la opinión Yrigoyenista. Algunos autores opinan que en realidad Yrigoyen esperaba que fuera González quien gobernara, pues consideraba a Alvear fácil de desalojar. Contaba con su gusto por la buena vida en París, y pensaba que ante las primeras dificultades, Alvear renunciaría o sería fácil de voltear con resortes gubernativos que Yrigoyen pensaba mantener. Al constituir Alvear su ministerio sin consultar a Yrigoyen, estallaron las hostilidades.La orientación que daría Alvear a su gobierno se hizo evidente en la composición de su gabinete. Eligió hombres que no querían a Yrigoyen, abierta o emboscadamente. Sólo tres ministros pertenecían a la Unión Cívica Radical. El cambio de la política de gobierno incluyó medidas como la derogación de leyes sociales, la nacionalización del petróleo se vio interrumpida y la represión contra los trust quedó prácticamente anulada. No fueron ajenos a este giro los efectos de la incidencia de la crisis ganadera de 1922-1923. El cambio se tradujo en una más clara diferenciación de los grupos antagónicos, evidenciado en el Congreso. Un grupo de radicales empezó a oponerse a González, se aceptaron los diplomas viciosos de los senadores de Jujuy y se realizó una reforma en la

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designación de comisiones que facilitaron los acuerdos los acuerdos políticos en el senado entre los opositores de Yrigoyen, acuerdos que concluirían a una política contubernista.La crisis interna del radicalismo estalló en 1924, pero tuvo origen en escisiones más antiguas: las tendencias que convivían habían chocado en él, dando lugar a escisiones en 1891, 1897 y 1909. El partido radical nunca representó a un grupo social definido.Por el contrario, sus características de movimiento a nivel nacional, le permitieron englobar a un amplio sector muy heterogéneo, cuyo aglutinante fue la marginalidad de la vida política.Esto dio como resultado un partido con profundas diferencias entre la gran masa de su electorado y su grupo dirigente. La primera estaba formada por sectores nuevos en la vida política: incorporación de nuevas zonas económicamente activas (Santa Fe y Córdoba) sectores medios no incorporados a la política. El segundo estaba formado en su mayoría por hombres de la oligarquía agropecuaria, de alguna manera marginados y diferenciados de los partidos tradicionales por la carencia de algunos signos de status.Esta heterogeneidad determinó que los planteos radicales caracterizándose por su vaguedad y los intentos de precisión dan lugar enfrentamientos. Por otro lado, estas características de la elite dirigente facilitó la incorporación de radicales de último momento llegados del campo opositor ante los triunfos cada vez más importantes del radicalismo. Se hacen fáciles así los contactos entre la línea conservadora del radicalismo y los partidos tradicionales.Y precisamente el acercamiento fue la política de los conservadores. Como dijo uno de ellos “…los menos arraigados de nosotros se infiltrará en el radicalismo y este perderá esa fuerza proveniente de hombres jóvenes y probados, se aquietará e infiltrará de espíritu conservador y ese será nuestro triunfo…”

1922-1928. La rupturaFundamentalmente en torno a dos asuntos girarán de ahora en adelante las diferencias: la intervención a la provincia de Córdoba, y la intervención a la provincia de Buenos Aires. Los acontecimientos evolucionaron hasta cristalizar en la unión o acuerdo del sector antipersonalista con las fuerzas del régimen, que en ningún momento habían abandonado la lucha. La concordancia, resultado de este acercamiento, y a la que los radicales Yrigoyenistas llamaron contubernio, se formalizó en el Congreso.Esta concordancia se basó, no sólo la política presidencial de Alvear, sino que la misma fue apoyada por las fuerzas de reacción, cuyos fines se perfilaban cada vez con mayor nitidez y, por fin, eclosionaron en el movimiento de 1930.La intervención a la provincia de Córdoba había sido solicitada por la Unión Cívica Radical en el Congreso, en 1922, alegando la inconstitucionalidad de

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las elecciones de gobernador y vice para el periodo 22-25. Alvear no accede, dando prioridad al Congreso para decidir. Esta situación se superpuso con el estado en que habían llegado las diferencias internas en el radicalismo. Ya en 1924 se dibujaba la división entre Yrigoyenistas y antiyrigoyenistas o alvearistas, fomentada por los conservadores, ciertos socialistas y algún radical disidente, que constituían el contubernio.La ruptura estalló el 20 de junio de 1924 en el acto de la inauguración del periodo legislativo. Los representantes Yrigoyenistas no concurrieron, como tampoco el vicepresidente y presidente del senado Elpidio González. El 1 de junio se obtiene el rechazo del proyecto de intervención a Córdoba, se reanudan las relaciones con la provincia y se aprueban los diplomas de los nuevos legisladores. Esto significó una importante victoria para el contubernio. Se estaba gestando una vasta y audaz maniobra política; en realidad se pretendió concretar una acción antiyrigoyenista con dos caras, una y otra antirradical e ir estructurando un frente homogéneo que, con el tiempo, desalojó al partido radical del gobierno. Se trabajó sin embargo con el suficiente cuidado para que la acción no abortase. Más tarde, cuando hubo ganado la suficiente afirmación se hizo pública. Actuaban socialistas y radicales, a espaldas de sus respectivos partidos; y dirigían los conservadores, que usufructuaban los resultados.La ruptura se hace definitiva el 23 de agosto de 1924, en el Teatro Coliseo de la capital, una asamblea proclamó la formación de la Unión Cívica Radical antipersonalista.Mientras, las fuerzas Yrigoyenistas se reorganizaron; el 25 de octubre de 1924 se constituyó el Comité Nacional de la Unión Cívica Radical con delegados de la capital y las provincias.Las fuerzas de reacción se movieron durante todo 1925, teniendo como mira la elección nacional de 1926 para la renovación de la cámara de diputados. Buscaban impedir que el radicalismo conservara el poder público y quitar la provincia de Buenos Aires de las manos radicales.Pero el radicalismo está firme en la provincia, así que se propuso la intervención del gobierno. Alvear no cedió esta vez y el proyecto fracasó, aunque se intentaría nuevamente en 1926 y 1927.La elecciones de 1926 fueron la primera consulta electoral después de la división del radicalismo. Los partidos que concurrieron fueron la Unión Cívica Radical, la Unión Cívica Radical antipersonalista, apoyada por los cantonistas de San Juan y los lencinistas de Mendoza, el partido conservador de Buenos Aires y los grupos provinciales de esta orientación.Los resultados dieron 166 electores a la Unión Cívica Radical, 86 al antipersonalismo, 102 a los conservadores y 22 a los socialistas. Las fuerzas antiyrigoyenistas, representaban en conjunto un triunfo evidente de la concordancia.

1928-1930El partido socialista había apoyado al contubernio en la presentación del

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proyecto de intervención de la provincia de Buenos Aires. Esto dio lugar a que se plantearan conflictos internos en el partido socialista, entre el grupo dirigente afecto a la política antipersonalistas, y el que trataba de mantener cierta distancia de acción frente al contubernio. Así se concreta la escisión del partido que dio lugar a la formación del partido socialista independiente.Fracasada toda política de conciliación entre las dos facciones en que ha quedado dividido el radicalismo, se organizarán ambas, de ahora en adelante, en función de las próximas elecciones presidenciales. El antipersonalismo decidió concurrir con fórmula propia, para lo cual contaba congregar a todas las fuerzas conservadoras del país. Tenía, además, el beneplácito del presidente Alvear.En abril de 1927, fuerzas antirradicales forman un frente único encabezado por Julio Argentino Roca (h).Por su parte, el antipersonalismo proclama en ese mismo mes, la fórmula Melo-Gallo, las dos figuras más representativas del antipersonalismo.Entre diciembre de 1927 y abril de 1928 se realizaron comicios para elegir gobernadores en las provincias de Salta, Tucumán, Santa Fe y Córdoba, obteniendo el radicalismo rotundos triunfos.Para elegir la fórmula que sostendrá en los comicios presidenciales de 1928, la Unión Cívica Radical reúne una Convención en el Teatro de la Ópera y el 24 de marzo se proclama la fórmula Yrigoyen-Francisco Beiro.El Frente Único, por su parte, presenta la fórmula Melo-Gallo, apoyada por las fuerzas conservadoras. El partido socialista sostiene la fórmula Brevo-Repetto y el partido comunista la fórmula Ghioldi-Contreras.El triunfo del radicalismo fue aplastante, obtuvo la mayoría de los catorce distritos en que se presentó.Los colegios electorales se reunieron el 12 de junio para designar presidente.La segunda presidencia de Yrigoyen evidenció en sus medidas la definición programática que se dio el radicalismo en su escisión más profunda, política que mostró fundamentalmente en los debates sobre la nacionalización del petróleo en 1927-1928. En la campaña electoral habían sido lemas la posición internacional y el problema de la nacionalización del petróleo y se desarrolló un pensamiento político económico más definido, apoyándose en las líneas tendidas en la primera presidencia. Por ejemplo, se buscó profundizar la legislación social.La reacción y ciertos sectores del ejército, vencidos en los comicios arreciaron su campaña antiyrigoyenista, ahora más alarmados y decididos a completar el movimiento que iniciaron el periodo anterior. Ya en 1929 se cernía el fantasma de dictadura.Pero los planteos Yrigoyenistas ya no podían avanzar. El ejecutivo disminuyó la gran actividad de su campaña, y de los primeros meses de gobierno, trabado por un aparato administrativo inoperante. Se distanció y quebró la confianza puesta en la dirección partidaria.

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La oposición operó nuevamente en el Congreso. En agosto de 1930, los legisladores de la oposición dieron publicidad al “manifiesto de los 44”, en donde se sostiene que se ha anulado el régimen republicano, representativo y federal de la Constitución, por los hechos ilegales del poder ejecutivo, y que es necesario salvar las instituciones democráticas del país, exigiendo al poder ejecutivo el cumplimiento de la Constitución Nacional.Además su acción encontró en los debates políticos sobre San Juan y Mendoza y más tarde en los de la intervención a esas provincias un motivo más para agitar la opinión pública. Pero los acontecimientos se precipitaron y el 6 de septiembre estalló el movimiento armado.Las disidencias que caracterizaron las trayectorias del radicalismo encuentran explicación en las características de las fuerzas que lo formaron, pues la Unión Cívica Radical englobó a todas las clases alrededor de un propósito central y aglutinante: la conquista de la república representativa. Pero cuando esa gran idea se concretó en 1916, comenzaron las diferencias en la apreciación de ciertos problemas, exteriorizándose dentro del radicalismo un proceso de diversificación que caracterizó una nueva época.En esta diversificación se desatacan dos tendencias, que latentes desde casi sus comienzos, se van configurando hasta alcanzar forma definitiva. Una de ellas, el antipersonalismo, se caracterizaba por su acercamiento a los grupos conservadores que se definió en una sólida alianza, que culminó con el derrocamiento del Yrigoyenismo en 1930.La otra, menos precisa, se fue diferenciando lentamente, más cercana a los intereses populares. El movimiento divergente de ambas líneas tiene su momento más agudo en 1924, con la ruptura decidida. Recién a partir de entonces se definió más claramente la segunda como línea popular. Su jefe evidente fue Yrigoyen, alejado del antiguo grupo radical. La dirección del partido quedó en manos del sector más progresista, representado por las figuras más jóvenes, que formaron el equipo de Yrigoyen.Los lazos populares del radicalismo se confirmaron sin dudas en la aplastante victoria de 1928. Tenía consigo a la mayoría del país. Pero el radicalismo no encaró una reforma de base como la vastedad e importancia de su electorado podría sugerir. Funcionó en su dirección, desde el principio, un grupo formado por viejas prácticas políticas y ligado a sectores que intentó combatir. Y, una vez en el gobierno, actuó dentro de las situaciones preestablecidas. Su fuerza popular y sus visos de política socioeconómica renovadora se frustraron contra las fuerzas de la reacción, en la medida en que no fueron su claro objetivo.

Las disidencias provincialesEn el transcurso del primer gobierno radical, el panorama político del país se había caracterizado por la progresiva desorganización de las fuerzas antirradicales y por un movimiento de expansión de los radicales. Este

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movimiento de expansión fue complejo y lleno de conflictos.El radicalismo, a pesar de ser un movimiento de carácter nacional, se presentó con matices distintos, en las diferentes provincias, y los conflictos internos del partido se entrelazaron con las peculiares realidades provinciales, dando lugar a la formación de grupos políticos radicales con facetas propias e indistintas.Estos grupos políticos, en muchos casos adquirieron bastante autonomía y, según las provincias donde actuaron, y los sectores que lo formaron dieron lugar al surgimiento de una política de acento social y carácter popular. Se dieron casos como el de los radicales rojos del sur de Córdoba, de planteos reformadores; intentos en Jujuy de defensas de las comunidades indígenas, o el Lencinismo de Mendoza y el bloquismo de San Juan, de peculiar actuación.El Lencinismo, que nació del radicalismo mendocino, tomó forma peculiar y se separó de él progresivamente hasta convertirse en decidido opositor de Yrigoyen, formó parte del antipersonalismo, y concluyó apoyando al movimiento que desalojó al radicalismo del poder en 1930. José Néstor Lencina, radical de los primeros tiempos, fundó el partido en Mendoza, y fue su jefe indiscutido. Luego fue el primer gobernador radical en 1918, triunfando sobre la poderosa oligarquía roquista de la provincia. Realizó una política paternalista y popular, dando a su gobierno un contenido doctrinario y social. Mendoza fue el primer lugar del mundo donde se estableció formalmente la jornada máxima de 8 horas, el Departamento de Trabajo, el salario mínimo, la reglamentación del trabajo de la mujer y el niño. Representó la opinión popular ganándose el apoyo de la mayoría de la provincia, que lo tuvo por caudillo indiscutido, y su acción perduró tan profundamente como para formar un partido regional propio, llamándose Unión Cívica Radical Lencinista.El partido fue tomando autonomía y distinguiéndose de Yrigoyenismo, hasta que la ruptura ocurrió cuando se le quiso imponer a Mendoza la candidatura radical de un ex conservador. La oposición cada vez más marcada a Yrigoyen fue la resistencia de caudillismo local, así como la oposición de los intereses regionales.A la muerte de Lencina, lo sucede su hijo, Washington, quien continúa la línea social de su padre. El Lencinismo se apoyaba en las clases medias y bajas de la provincia, oponiéndose a los intereses de los grandes bodegueros que combatían su política.El bloquismo, fenómeno similar al Lencinismo, actuó en San Juan y realizó también una política de características sociales semejantes. Se apoyó también en las clases populares contra los intereses de los grandes capitales.La adhesión del sentimiento popular es innegable. Lencinismo, bloquismo y principismo riojano constituyeron en el Congreso Nacional el llamado bloque izquierdista y derivaron luego en una deformación del radicalismo, del que habían surgido. Fueron enconados opositores de Yrigoyen y

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contribuyeron a su caída.La oposición a la corriente popular que Yrigoyen representó en su segundo periodo de gobierno, se explica en función de disidencias personales en la conducción política y por la resistencia del caudillo local a perder la hegemonía en beneficio de una jefatura de orden nacional. Pero también por la falta de formación ideológica clara, que los llevó a apoyar en 1930, por estas diferencias, al movimiento de reacción.

GALVEZ, Manuel, Vida de Hipólito Yrigoyen. Buenos Aires, Hyspanoamérica, 1984

Ante del gobierno de Yrigoyen, las jornadas de trabajos eran abrumadoras, sueldos insignificantes, vida en mugrientos conventillos. Existía el derecho de asociación, pero muy limitado por las persecuciones policiales. La huelga era un recurso peligroso, pues el Código Penal consideraba delito el incitarla. Todo el poder oficial se ponía de parte de las empresas industriales. En cierta ocasión, con motivo de haberse declarado en huelga nueve mil ferroviarios, el gobierno autorizó por decreto a las empresas- que son extranjeras- a contratar nuevo personal. Durante los gobiernos del Régimen, no se trataba al obrero como un hombre igual a los demás. No podían interesarse por el obrero ni Julio Roca, el militar autoritario; ni Manuel Quintana, el aristócrata enlevitado; ni José Figueroa Alcorta, ni Sáenz Peña, ni Victorino de La Plaza; hombres que se formaron en tiempos en que no existían problemas obreros. Tuvieron la noticia de su existencia cuando estaban en la edad madura. Ignoraron la angustia de la vida del trabajador. Y el sentido de justicia social no lo tenían en su época los hombres de las clases dirigentes. Como eran liberales, no se les ocurría que el Estado pudiera dictar leyes de protección a los trabajadores. Era inexplicable, también, que temieran a las ideas subversivas. Y nadie reclamaba “mejoras” para los trabajadores, salvo los trabajadores mismos.Así está la situación el día en que asume el poder Yrigoyen. Los diputados socialistas, han conseguido la aprobación por el Congreso de varias leyes obreras. La crisis económica, por causa de la guerra europea, es gravísima. Los obreros criollos son radicales, han votado por Yrigoyen. Tienen la certeza de que él nos los defraudará. Ahora será el momento de las grandes reclamaciones. Saben que Yrigoyen no hará disolver a sablazos los mítines callejeros de los huelguistas, ni pondrá el poder del Estado al servicio del capitalismo.

Y comienzan las huelgas. Un mes después de la toma del mandato, declaran paro los trabajadores del puerto. Al mes siguiente, huelga de panaderos y de otros gremios. Los trabajadores del puerto aceptan el arbitraje del jefe de policía. El árbitro resuelve: ocho horas de trabajo y no despedir a ninguno de los huelguistas. La huelga de panaderos se agrava.

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Los patrones hacen funcionar las fábricas con personal nuevo.El año 1917 se inicia con el paro de los obreros municipales. La Federación Obrera Regional Argentina decreta la huelga general, en solidaridad con ellos. Vuelven a parar los portuarios, porque las empresas, alegando la disminución del movimiento marítimo, se niegan a cumplir el laudo policial. En abril, pasados seis meses de la Asunción del poder por Yrigoyen, sigue la huelga marítima y estallan nuevas huelgas.Para yrigoyen es una satisfacción muy honda la confianza que en su justicia demuestran los proletarios. Las clases acomodadas ven con disgusto su popularidad.Termina la huelga marítima y una semana después comienza la agraria. Huelgas también en los frigoríficos. Un mes y medio dura la huelga agraria. Y pocas semanas después de haber concluido, se produce el paro de los ferroviarios. Los obreros incendian los vagones, asaltan estaciones, levantan las vías. Muertos y heridos, entre ellos algunos pasajeros. Al mismo tiempo declaran la huelga los empleados de una compañía de tranvías, los de la más importante empresa de electricidad y los de otros gremios.Por fin, después de un mes, termina el paro ferroviario, si bien continúan algunas violencias, debidas a la prédica de agitadores. Termina por un decreto del gobierno, que establece la jornada de ocho horas, vacaciones con sueldo y la reserva del empleo a los que cumplen el servicio militar.Sus enemigos lo atacan. Le opone la Arístides Briand, presidente del consejo de ministros de Francia, en 1906, quien, a pesar de su socialismo y procediendo en defensa de un servicio publico, le negó a los ferroviarios el derecho de huelga.Antes de Yrigoyen, las empresas no escuchaban ningún pedido de mejoras, y los gobiernos, formados por profesionales al servicio del capital extranjero, apoyaban a las empresas. No les quedaba a esos obreros desesperados otro recurso que la huelga. Y si las empresas, durante la presidencia radical, ceden es porque Yrigoyen deja caer sobre ellas su dura mano. Pero Yrigoyen no ha podido intervenir desde el primer día, ni menos antes de la declaración de la huelga. Ha debido esperar a que las dos partes arreglen el conflicto por un acuerdo.Poco después de terminada la huelga, Yrigoyen reglamenta minuciosamente todo lo reglamentable: los sueldos, el escalafón, los horarios de los empleados y obreros.

Durantes estos meses, él ha estado en permanente contacto con los obreros, delegaciones y comisiones van a verlos. Él los llama para conocer sus reclamaciones, tratar de arreglar los conflictos y pedirles que no incurran en violencias.Los enemigos acusan a Yrigoyen de complaciente blandura, hasta de complicidad. No importa que sean incendiados algunos vagones o destruidas algunas vías, lo que importa es la vida humana. Las huelgas se

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eternizan, las empresas se perjudican en sus bienes, pero Yrigoyen no ha declarado el estado de sitio, ni ha fusilado a las manifestaciones obreras, ni ha hecho deportaciones, procedimientos habituales durante los tiempos del régimen.Por primera vez, en la historia del país, unos obreros han entrado en la Casa de Gobierno en representación de los huelguistas y se han entrevistados con el Presidente, que los ha tratado como a sus iguales. El presidente adula a los proletarios. Sus enemigos ignoran que Yrigoyen reconoce la dignidad del trabajo.

Apenas sube al gobierno, Yrigoyen comienza a pensar en los trabajadores. La legislación obrera existente es casi nula. Las pocas leyes que hay -obra de los socialistas o de los radicales- no se cumplen, o se cumplen a medias, como la del descanso dominical, las del trabajo de las mujeres y los niños. Es visible la acción de Yrigoyen por hacerlas cumplir.Los hombres del régimen no han pensado en el obrero, sino cuando han necesitado su voto. Yrigoyen contempla con asombro todo lo que falta por hacer. Hay que preocuparse del sueldo del obrero, de su vivienda, de su jubilación, de su conflicto con el capitalDurante el año 1917 -huelgas, cuestión internacional, choques con el Congreso, intervenciones- se van haciendo los necesarios estudios previos a las leyes que más adelante propondrá. Y en el año siguiente, más tranquilo que el anterior, varios decretos y leyes de carácter obrero definen la posición de Yrigoyen.Sus diversos decretos, leyes y proyectos abarcan toda la vida del trabajador. Suprime a los obreros del Estado el descuento que se hace a toda la administración; establece el sueldo y salarios mínimos; aumenta los sueldos menores de 300 pesos. Se preocupa de la vivienda del trabajador -entre sus proyectos, uno destina cincuenta millones a la construcción de casas para obreros e impide el aumento de los alquileres. Prohíbe el embargo de los sueldos, salarios, jubilaciones y pensiones. Impone la jubilación de los ferroviarios y crea el “Hogar Ferroviario”. Reglamenta el trabajo a domicilio. Establece la obligación de pagar a los obreros en moneda nacional. Propone la jubilación de obreros de las empresas particulares, proyecto que el Congreso aprueba, aunque sólo parcialmente, en la presidencia que sigue. Modifica la ley del descanso dominical y la hace cumplir. Instituye las ocho horas de trabajo, el contrato colectivo, la conciliación y el arbitraje. Fomenta la fundación de cooperativas agrícolas y la colonización agrícola ganadera, reglamenta el trabajo y la locación agrícolas. Y propone un Código del Trabajo, obra completa que el Congreso no toma en consideración.Una de sus grandes preocupaciones es la de abaratar los artículos de primera necesidad. Compra toneladas de azúcar, que hace vender a bajos precio en las comisarías y en todas partes. Fija, por decreto, el precio del trigo. Persigue a los acaparadores, que practican una “verdadera

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explotación sobre el sudor de todos los trabajadores, haciendo aún más precarias la vida de sus hogares”.La obra social de Yrigoyen no es empírica. Proviene de esenciales principios suyos. Patriota, no comprende la grandeza argentina sin un mínimo de bienestar para todos. Afirma que la democracia “entraña la posibilidad para todos de poder alcanzar un mínimo de bienestar”El bienestar del obrero, es para él, necesario para la vida del Estado, para su grandeza, para su existencia misma. El estado se halla sobre todas la clases y a él le corresponde asegurar su bienestar. El régimen no es para Yrigoyen sólo un sistema político, sino también un sistema de privilegio. Al vencerlo, él considera que ha dado un gran paso en el sentido de la igualdad.Yrigoyen ama al pueblo. Pero detesta al socialismo. Le repugna su sentido material de la vida, su enemistad para con lo espiritual. Su “obrerismo” se parece un poco al laborismo británico y otro poco al aprismo peruano.

Porque ama al pueblo y se sabe amado por él hasta el fanatismo, tiene uno de sus grandes sufrimientos.Ha comenzado el año 1919. Huelga en talleres metalúrgicos de Vasena. Los huelguistas atacan a los carros que, custodiados por agentes de caballería, se dirigen a los talleres. Los agentes no intervienen en las luchas entre huelguistas y conductores de carros. Los obreros cortan los hilos telefónicos y rompen los caños que proveen de agua a los talleres. Hasta entonces, pocos muertos y heridos. El 8 de enero, al acercarse algunos carros, se produce un combate de media hora entre huelguistas y no huelguistas. Cinco muertos y más de veinte heridos. La policía sólo ha intervenido para alejar a los atacantes. Pero la muerte de un obrero exalta a los huelguistas contra la autoridad.La FORA -sindicalista- y la Federación del V Congreso -anarquista- decretan la huelga general. Casi todos los gremios se unen al movimiento. Paralización. Los empleados van a pie a sus oficinas. Esa tarde es el entierro de los obreros. Adelante, van unos 150 hombres, muchos de ellos con arma. A cien metros, un coche fúnebre. Detrás marcha una muchedumbre de trescientos mil personas. De pronto, los del grupo delantero despojan violentamente a dos armerías, incendian un automóvil, asaltan la estación del tranvía Lacroze y ponen fuego al convento y la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús. Los bomberos entran en el convento y desalojan a los atacantes. Quedan 40 muertos y centenares de heridos. En el barrio de la Chacaritas los huelguistas han incendiado un carro de bomberos. Son apedreados los talleres de Vasena. Un centenar de bomberos combate contra los huelguistas.Pánico en la ciudad. Nadie duda, se asiste a una revolución social. Las noticias que durante el año anterior han llegado de Rusia sobre el triunfo del maximalismo han trastornado a los obreros y, en general a la gente pobre.

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Todo el mundo está asustado, menos Yrigoyen. Masas de pueblo lo aclaman. El permanece en la Casa de Gobierno con sus ministros.¿Qué piensa Yrigoyen ante la gravísima situación? Ante todo, le duele el levantamiento de los obreros. Es cierto que hay agitación, pero no es menos cierto que gran número de proletarios los han seguido y que ahora atacan a la autoridad, a los representantes de su gobierno. Yrigoyen no hubiera creído jamás que el pueblo trabajador se levantar contra él. Ha estado tan seguro de contar con su afecto. ¿Qué hacer? Todos exigen providencias enérgicas. Hasta entonces él no ha querido que se haga fuego contra los obreros. Pero es necesario evitar males mayores, dominar aquella tentativa de revolución social. Y entonces ordena que vengan tropas del Campo de Mayo, y entrega el mando de ellas, así como el de todas las fuerzas policiales y de los bomberos, a un general de prestigio y de carácter.Pero la sedición no disminuye. Tiroteos en todos los barrios: huelguistas que pretenden intimidar a la población. Son asaltadas varias comisarías. Se combate en distintos lugares. Grandes manifestaciones demuestran su adhesión al gobierno.Al otro día la FORA dispone de la vuelta al trabajo. Pero no cesan los tiroteos ni los asaltos a las comisarías.Ha concluido el movimiento revolucionario. Ha habido muchos muertos, acaso un millar, y varios millares de heridos. La mayoría de los muertos no son obreros: son gentes que iba por la calles o que estaban en sus casas porque se asomaron. Aquella sangre que ha debido derramar para salvar al país de una revolución maximalista, le llena de profunda tristeza.

Sus enemigos aprovechan los sucesos para combatirle. Los conservadores, que jamás se han interesado por el obrero, le reprochan no realizar una gran obra social y haber sido débil durante la Semana de Enero, en la que no supo defender al país. Los socialistas lo tratan poco menos de criminal: afirman que ha hecho asesinar al pueblo, que ha matado sin necesidad, pudiendo haber arreglado el conflicto amigablemente. A Yrigoyen le hieren más los ataques de los conservadores.Yrigoyen, que conoce la política, no les hace caso a sus enemigos. Su mejor respuesta es continuar la obra social que ha empezado el año anterior. Su paternalismo no le ha permitido avanzar más ni dar entera eficacia a sus proyectos y leyes. Demasiado ha hechos si se considera que casi nada existía y que su presidencia ha sido en extremo tormentosa. Su obra, más que como realidad legislativa, es importante como dirección para el porvenir. Su obrerismo es una ruta.Pero la consecuencia más importante del obrerismo de Yrigoyen es el haber contenido una revolución social. El éxito obtenido en los movimientos sindicales de los años inmediatos les ha dado a los trabajadores la sensación de su fuerza. Por entonces son los anarquistas en Buenos Aires docenas de millares. Yrigoyen detiene la revolución social

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que hubiera triunfado más tarde. La detiene y la interrumpe en su desarrollo subterráneo. Muchos trabajadores llegan a comprender que el anarquismo es una utopía y se adhieren al Partido Radical, que pude darles mucho de lo que pretender. El anarquismo desaparece, se argentiniza. De no haber él existido, la argentina habría sufrido, tarde o temprano, una tragedia social como la de España.

SKIDMORE, Thomas, SMITH, Peter, Historia Contemporánea de América Latina. América Latina del Siglo XX. 2ª Ed. Barcelona,

Crítica, 1999

ARGENTINA: PROSPERIDAD, ESTANCAMIENTO Y CAMBIO

Visión general crecimiento económico y cambio socialEl éxito económico argentino del periodo 1880-1914 se basó en su capacidad para proporcionar los bienes agrícolas que necesitaba el mundo industrial del Atlántico Norte. Con la Revolución Industrial, Europa Occidental, en especial Inglaterra, se estaba convirtiendo en un importador neto de productos alimenticios. Argentina tenía una ventaja comparativa al producir dos artículos clave: carne y trigo.Los importantes avances tecnológicos habían hecho práctico embarcar los productos alimenticios para los muchos miles de millas marítimas que separaban Buenos Aires de Londres y Amberes. Uno de estos avances fue el barco de vapor, mucho más rápido y con un ritmo más regular que el barco de vela. Otro fue el proceso para refrigerar la carne (frigoríficos).Argentina estaba muy bien dotada para proveer de productos alimenticios: sus pampas se contaban entre las tierras más fértiles del mundo. Pero carecía de otros dos factores esenciales, capital y fuerza de trabajo. Inglaterra, su principal cliente, envió pronto el primero en forma de inversión en el ferrocarril, los muelles, los almacenes de embalaje y los servicios públicos. También llegó en forma de compañías inglesas que se ocuparon de los embarques, los seguros y la banca. Casi toda la infraestructura del sector de exportación estaba financiada por los británicos. Esta afluencia de capital era exactamente lo que la elite política argentina consideraba esencial para el desarrollo de su país. El otro factor económico que faltaba era la fuerza de trabajo. Los tan necesitados trabajadores llegaron del sur de Europa, sobre todo de Italia. Entre 1857 y 1930 Argentina recibió una inmigración neta (inmigrantes menos emigrantes) de 3,5 millones, lo que significó que durante ese tiempo cerca de un 60 por 100 del aumento de la población total se pudiera atribuir a ella. De estos inmigrantes, alrededor de un 46 por 100 eran italianos y un 32 por 100 españoles. Su efecto demográfico fue mayor que en los demás países importantes del hemisferio occidental. En 1914, en torno al 30 por 100 de la población había nacido fuera del país.

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La movilidad de esta fuerza de trabajo inmigrante fue un ejemplo de manual. Se contrataba y despedía a los trabajadores por estrictos motivos económicos, lo que generó un considerable movimiento de obreros de ida y vuelta entre Italia y las pampas argentinas (que les ganó el nombre de «golondrinas»). También había un flujo constante entre la ciudad y el campo, y Bs. As. solía atraer una gran parte de los extranjeros. En este periodo también surgió una pequeña industrialización, que no supuso una amenaza para la orientación básica hacia la agricultura de exportación de la economía. La mayor parte de la industria se dedicaba a procesar productos del campo, como lana y carne de vaca, lo que llevaba a sus dueños a identificar sus intereses con los de la agricultura. El rápido crecimiento económico del periodo 1880-1914 tuvo profundas implicaciones sociales. Al principio había una elite latifundista en la cúspide y gauchos y obreros asalariados en la parte inferior. Con la marea épica de la inmigración, la población nacional aumentó de 1,7 millones de habitantes en 1869 a 7,9 millones en 1914. Los inmigrantes llegaron primero a las estancias, pero luego se trasladaron a las ciudades. Italianos y españoles llegaron para convertirse en colonos, arrendatarios de granjas y obreros rurales. En el sector urbano aparecieron otros trabajos: en el transporte (especialmente el ferrocarril), las industrias de procesamiento y de servicios (banca, gobierno). La explotación de la riqueza agrícola produjo una intrincada red de intereses económicos y contribuyó a la creación de una economía rural-urbana compleja. Así, la economía argentina entró en su «edad de oro», un periodo de prosperidad en aumento, basada en la exportación de carne y trigo, y en la importación de artículos manufacturados. El comercio se incrementó de forma constante desde 1880. Pero el país pagó un precio por este éxito. Su integración en la economía mundial significó que las intensas fluctuaciones externas tuvieran severas repercusiones internas. Un descenso de la demanda europea de productos alimenticios produjo una disminución de las exportaciones, que pudo provocar una depresión en toda la economía argentina. Pero el mercado internacional para la carne y el trigo era relativamente estable. El comercio cárnico, en particular, se mantuvo bastante firme durante la década de 1930. Tras recuperarse de la sequía y otras demoras, la demanda de trigo y otros cereales también se recuperó. Por lo tanto, la Depresión golpeó con fuerza a Argentina. Otra forma de dependencia económica apareció en el ámbito financiero, ya que el sistema bancario argentino se vinculó de forma periódica con el patrón oro. Las fluctuaciones comerciales a corto plazo causaron cambios agudos en sus reservas de oro, que contrajeron o aumentaron sus reservas internas de dinero e hicieron de la economía argentina un rehén de los movimientos de divisas internacionales. Existía, además, otro vínculo con la economía mundial que planteaba más problemas: el importante papel desempeñado por el capital y los hombres

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de negocios extranjeros. El auge económico argentino, junto con las garantías gubernamentales, atrajeron el capital del exterior. De 1900 a 1929, el 35 por 100 de la inversión en activo fijo total provino de extranjeros. Gran Bretaña era la principal inversora, seguida por Francia y Alemania. El crecimiento de la exportación-importación también creó desigualdades internas, en especial entre las distintas regiones geográficas. Mientras que la prosperidad bendecía a las pampas y Buenos Aires, las partes del interior se estancaban. Las provincias centrales y noroccidentales como Jujuy, La Rioja, Santiago del Estero y Salta padecían el declive económico y la decadencia social. Sólo Mendoza, Tucumán y Córdoba se escapaban de este destino gracias a su producción de vino y azúcar. También había desigualdades dentro de las regiones prósperas. En el sector rural, los ricos estancieros construían elegantes chalets, mientras que los arrendadores de granjas nacidos fuera del país y los trabajadores nativos desplazados arrastraban una existencia magra. También hubo tensiones en el ámbito cultural. Cuando el país experimentó su impresionante explosión de crecimiento económico, se hizo cada vez más obvio que los argentinos aún no tenían un sentido definido de nacionalidad. Esto se debía a que el flujo de inmigrantes, la mayoría concentrado en Buenos Aires, había acentuado el antiguo contraste que se daba entre la capital cosmopolita, densamente poblada y europeizada, y la sociedad tosca, orientada hacia la ganadería, del vasto interior escasamente poblado. A comienzos del siglo XX, este dogma liberal fue puesto en tela de juicio por una nueva generación de escritores nacionalistas como Ricardo Rojas que, según sus palabras, quería «despertar a Argentina de su coma». Para él, las verdaderas fuentes de la nacionalidad argentina eran los indios y la tierra. Al igual que otros nacionalistas, consideraba el Martín Fierro, poema clásico sobre la figura del gaucho (que apareció en 1872), un importante documento para la creación de la conciencia nacional. Mientras tanto, la capital iba desarrollando su cultura propia. La principal influencia extranjera era la italiana y en la zona de los muelles surgió un dialecto único, el lunfardo, mezcla de español e italiano. Fue un fenómeno estrictamente de la clase trabajadora, al igual que el tango. A medida que avanzaban los años treinta, la cultura popular estadounidense penetraba en la Argentina urbana a buen ritmo, para ira de los intelectuales nacionalistas. Uno de los efectos sociales más cruciales de la expansión argentina resultó ser algo que no sucedió: el país nunca desarrolló un campesinado, al menos no lo desarrolló en las zonas de pastoreo de la pampa y en las cruciales provincias costeras. La Conquista del Desierto de la década de 1870 casi eliminó a la población india y la tierra se distribuyó en seguida en grandes extensiones que se dedicaron a la cría de ganado y la siembra de grano. Argentina no dio su tierra a familias de granjeros o a colonos

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individuales. Las explotaciones ganaderas no requerían mucha mano de obra, ya que el alambre con púas era suficiente para contener los rebaños; y aunque era frecuente que el trigo lo cultivaran colonos extranjeros que arrendaban la tierra, no constituyeron un grupo social influyente. La ausencia de un campesinado significó que no pudiera formar una base de poder y, que no estableciera coaliciones con otros grupos sociales. Cuando los latifundistas se sintieron desafiados, no pudieron recurrir a la alianza consolidada por el tiempo (aunque paradójica) con el campesinado. Sin embargo, en las grandes ciudades los trabajadores asalariados eran numerosos e inclinados a la organización. Los obreros manuales suponían cerca del 60 por 100 de la población de la ciudad de Buenos Aires a comienzos del S. XX. A su vez, alrededor de tres quintos de la clase trabajadora estaba formada por inmigrantes que mantenían su ciudadanía de origen, generalmente italiana y española. Los primeros esfuerzos por organizar la fuerza laboral argentina se vieron influidos por los precedentes europeos. En las décadas de 1870 y 1880, anarquistas y socialistas europeos exiliados comenzaron una organización vigorosa y en 1895 se fundó el Partido Socialista. Los socialistas siguieron el modelo europeo: un partido parlamentario, comprometido con una estrategia electoral y evolucionista. En 1900, era de esperar que el Partido Socialista se convirtiera en una importante voz política para la clase trabajadora, pero no fue capaz de atraer a los trabajadores inmigrantes. Las peticiones socialistas de reforma a través del sistema político cayeron en oídos sordos. La clase trabajadora urbana resultó más receptiva a otro mensaje, proveniente de los anarquistas. Su Federación Obrera Regional Argentina (FORA) cautivó la imaginación de los trabajadores con sus llamamientos la acción directa. Las huelgas locales y generales apoyadas por la FORA tenían el efecto suficiente para preocupar al gobierno, que asumía que todo problema laboral debía ser obra de agitadores extranjeros. Por ello, el Congreso aprobó la Ley de Residencia en 1902, que capacitaba al gobierno para deportar a todo extranjero cuya conducta «comprometiera la seguridad nacional o perturbara el orden público», al participar en huelgas, por ejemplo. En 1907 el Congreso creó un Departamento de Trabajo e invitó a las confederaciones de trabajadores punteras, incluida la FORA a participar en un tribunal creado para fallar los conflictos laborales. Pero las organizaciones de trabajadores se negaron a apoyar al «corrupto gobierno burgués» en este esfuerzo. Una vez más, el movimiento obrero argentino evitó incorporarse a un sistema de relaciones laborales dominado por el gobierno. Mientras tanto, los anarquistas continuaron organizándose. Sus esfuerzos alcanzaron el clímax en 1910, centenario de la declaración de independencia, cuando se planeaba una gran celebración pública para glorificar su progreso. Como adversarios de la elite liberal los dirigentes anarquistas, querían elevar su protesta contra la farsa del modelo de

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progreso de orientación europea. La oligarquía y la clase media se indignaron por la amenazadora interrupción del ritual patriótico. Los que protestaban llenaron las calles y plazas, pero fueron aplastados y dispersados por una numerosa policía. La reacción contra los que protestaban se volcó en el Congreso, que aprobó una nueva ley (Ley de Defensa Social) haciendo aún más fácil la detención y procesamiento de los organizadores obreros. Fue el toque a muerto para el anarquismo argentino, pero no para la protesta urbana. La actividad huelguística en Buenos Aires alcanzó otra cima en 1918-1919 y desde entonces oscilaría de tiempo en tiempo. Aún más significativa fue la persistencia y continuidad de la agitación laboral durante los años cincuenta. La organización obrera surgió como un actor clave en la sociedad argentina casi al empezar este siglo.

El sistema político: consenso y reformaLos políticos liberales conocidos después como la «Generación de 1880» obtuvieron su poder político de varias fuentes. En primer lugar, pertenecían o estaban muy próximos a la clase latifundista que producía la riqueza argentina. En segundo lugar, consiguieron monopolizar los instrumentos del poder estatal: controlaban el ejército y las elecciones, recurriendo al fraude electoral cuando era necesario. También controlaban al único partido político auténtico, el Partido Autonomista Nacional (PAN). Las decisiones nacionales más importantes se tomaban por acuerdo, un compromiso informal entre los cargos del ejecutivo. A primera vista, este sistema político parece haber servido de forma admirable a los intereses agros exportadores que sacaron beneficios de la expansión posterior a 1880. Pero los aristócratas que disfrutaban el control tuvieron sus adversarios. La expansión de la prosperidad, que creó nuevos ricos tanto en el campo como en la ciudad, ayudó a alimentar el descontento político entre tres grupos; 1) los latifundistas ahora prósperos de la parte superior del Litoral; 2) las viejas familias aristocráticas a menudo del interior alejado que no habían podido aprovecharse del auge de la agro exportación; y 3) los miembros de la clase media acomodada excluidos del poder político. Estos tres grupos unieron sus fuerzas para crear el Partido Radical. En 1890, justo cuando el país entraba en una breve pero severa crisis económica, intentaron una revuelta armada. Un acuerdo acabó con la rebelión, pero algunos líderes intransigentes fundaron la Unión Cívica Radical (UCR) dos años después. Al no poder lograr un progreso electoral debido al fraude practicado de forma rutinaria por los políticos del gobierno, recurrieron a la revuelta armada dos veces más, pero ambos intentos fracasaron. Sin embargo, los radicales, encabezados primero por Leandro Alem y luego por Hipólito Yrigoyen, se mantuvieron en la terca persecución del poder político. En cuanto a los objetivos económicos, participaban en gran medida y con éxito en la economía de agro

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exportación y estaban muy comprometidos con ella. Querían simplemente tomar parte en la dirección política de su sociedad. No todos los oligarcas apoyaron la posición gubernamental de excluir a los radicales del poder. Un ala más ilustrada ganó en 1911, cuando el presidente Roque Sáenz Peña propuso una reforma electoral. Aprobada en 1912, la nueva ley declaraba el sufragio universal masculino y el voto secreto y obligatorio, lo que aumentaría de forma significativa el electorado, especialmente en las ciudades. En la práctica, era un sabio intento de cooptación por parte de la oligarquía. Sáenz Peña y sus colaboradores consideraban que la clase obrera y los dirigentes sindicales eran la amenaza real; y no las clases medias, que cooperarían una vez incorporadas al sistema. De este modo, la reforma electoral de Sáenz Peña extendió el voto a los ciudadanos frustrados del sector medio. De inmediato, los radicales bien organizados capitalizaron las nuevas reglas y consiguieron que su veterano dirigente, Hipólito Irigoyen, fuera elegido presidente en 1916. ¿Iba a haber una nueva era? La primera prueba consistió en la conducta gubernamental hacia los trabajadores. Los radicales comenzaron con una actitud diferente a la de sus predecesores. Mostraron una preocupación genuina por la suerte de la clase trabajadora, en parte porque esperaban ganar votos en su batalla con los conservadores. Cuando surgieron conflictos laborales, el gobierno de Irigoyen mantuvo una postura que parecía favorecer a los trabajadores en sus intervenciones. Los organizadores obreros lo consideraron una mejora, pero que dependía de la acción del gobierno caso por caso. La crisis sobrevino en 1918-19, cuando todo el mundo occidental fue sacudido por oleadas de huelgas. Las acciones, que con frecuencia incluyeron huelgas generales, se dirigían normalmente tanto contra los empresarios como contra el Estado. Había una confluencia de agravios específicos y hostilidad generalizada. Los obreros se levantaron por el reducido poder adquisitivo de sus salarios, causado por la inflación de la I G. M. Los precios de los alimentos subieron de forma pronunciada, estimulados por la demanda europea, pero los incrementos salariales se detuvieron. Como consecuencia, los trabajadores de Buenos Aires se vieron golpeados con dureza. Los dirigentes sindicales convocaron una serie de huelgas a finales de 1918. Su idea tuvo consecuencias trágicas. El gobierno de Irigoyen decidió que había de actuar con firmeza y los resultados fueron la reposición de 1910. Un movimiento civil paramilitar ultraderechista, la Liga Patriótica Argentina, propició la histeria antiobrera, explotando de forma efectiva el miedo de las clases media y alta al desafío popular. Los miembros de la Liga tomaron las calles para atacar a los trabajadores; era una lucha de clases revanchista. Se disparó a cientos de manifestantes. Se volvió a reprimir a los dirigentes laborales, esta vez por los radicales, y cayeron los

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golpes más duros sobre los sindicalistas y los últimos restos del cuadro dirigente anarquista. El movimiento obrero no desapareció. Aunque se batió a los anarquistas y se debilitó a los sindicalistas, dos corrientes ideológicas más aparecieron entre los trabajadores argentinos: el socialismo y el comunismo. El primero hacía hincapié en la acción política y apostaba por el Partido Socialista como esperanza para cambiar el capitalismo argentino. Los comunistas, por su parte, ponían énfasis en los movimientos sindicales en lugar de las urnas y pronto hicieron modestos progresos en conseguir posiciones en los sindicatos clave. Los años veinte no trajeron mucho éxito a los organizadores obreros. Las tasas salariales reales aumentaron de forma constante durante la década, pero no debido a la presión sindical. Por el contrario, quizá estas subidas socavaran la sindicalización. La ausencia relativa de conflicto también significó que el gobierno no se esforzara por crear un nuevo marco para las relaciones laborales. En 1930 el movimiento obrero se había convertido en un actor relativamente sometido del escenario argentino. En el otro extremo del espectro político estaban los conservadores. Habían esperado que la reforma electoral de Sáenz Peña permitiera cooptar a los radicales, pero pronto se desengañaron, ya que en lugar de seguir con la tradición del acuerdo, llevó a cambios básicos en el sistema político. En primer lugar, el electorado aumentó de forma constante. Todos los varones argentinos mayores de dieciocho años tenían ahora derecho a votar, casi un millón de personas en 1912. Al ser el voto obligatorio, se minimizó el fraude. Entre un 70 y un por 100 de los posibles votantes depositaron su papeleta en las elecciones presidenciales. Éstas también resultaban muy reñidas. Los ganadores rara vez surgían con más de un 60 por 100 de los votos. Una consecuencia más del incremento de la participación electoral fue la importancia que lograron los partidos políticos. Casi inexistentes bajo la generación de 1880, después de 1912 se convirtieron en el principal vehículo para la persecución organizada del poder. A su vez, los partidos generaron un tipo nuevo de elite política: profesionales de clase media que hacían carrera en la política. Su foro favorito era el Congreso nacional. A pesar de lo innovadora que resultó la reforma electoral de Sáenz Peña para su tiempo en América Latina, siguió dejando algunas limitaciones básicas del sistema político. Restringir el sufragio a los ciudadanos varones no sólo excluía a todas las mujeres, también dejaba fuera al menos a la mitad de los varones adultos debido a que muchos eran aún ciudadanos extranjeros. Pocos inmigrantes pasaban por la naturalización, pues la mayoría no pretendía establecerse de forma permanente en Argentina y por ello ni lo intentaban. Como los trabajadores no naturalizados abundaban más entre la clase obrera, la reforma tendía a ayudar a la clase media a expensas de la más baja.

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El resultado práctico de todos estos cambios fue apartar a los conservadores del poder. Los radicales, contando con su base popular y empleando tácticas mecánicas, mostraron una supremacía electoral continuada: Marcelo T. de Alvear se convirtió en presidente en 1922, Irigoyen fue reelegido en 1928. Intensas luchas partidistas reemplazaron las fluidas alianzas de partidos. El surgimiento de los políticos de clase media amagaba con poner fin a los discretos manejos intra clasistas. El sistema político pasó a representar una amenaza autónoma para el sistema sociopolítico, incluso cuando no había desacuerdos importantes sobre la política, tanto por la hegemonía de los políticos profesionales como por la acumulación de poder político dentro de un Estado cada vez más autónomo. La tensión en la esfera política se vio exacerbada por la quiebra económica mundial de 1929, aunque a Argentina no la golpeó con tanta dureza como a otros países. Los precios y el valor de las exportaciones de carne se mantuvieron hasta 1931. El mercado de trigo estaba sufriendo mucho, pero fundamentalmente a causa de la sequía; además, los granjeros ejercían escasa influencia política, en parte porque muchos eran inmigrantes no naturalizados (cerca de un 70 por 100 en 1914). En 1930, los salarios reales sufrieron un breve descenso y comenzó a extenderse el desempleo, pero la agitación obrera seguía en un nivel muy moderado. Sin duda, la Depresión expuso la debilidad del sistema político, pero no fue suficiente por sí sola para causar un golpe de Estado.

ADRIANA CHIROLEULA REFORMA UNIVERSITARIA

El contextoLa Republica Argentina concluyó hacia 1880, su primera etapa, de turbulencias civiles y “organización” nacional. Una poderosa oligarquía liberal encaminaba el país hacía su engrandecimiento material. Argentina era el granero del mundo, tendía vías férreas, administraba moneda fuerte, y atraía la presencia inquieta de muchedumbre inmigrantes. Los primeros vagidos de la cultura nacional eran ecos de la cultura francesa. La movilidad social, extremadamente fluida, no impedía que los estratos pocos dotados, sufrieran duras condiciones de vida. Desde 1869 a 1914, la población argentina casi se había duplicado. En 1914 el 30 % de la población era extranjera. La urbanización y las migraciones internas anunciaban el advenimiento de una revolución. Los primeros sindicatos datan de fines de siglo, como también los intentos de constituir un partido de izquierda, el Socialista, que desde 1904 llevó representantes al Congreso. Algunos atentados anarquistas fueron duramente reprimidos. El oficialismo atribuyó todas las culpas a esos inmigrantes que perturbaban la paz idílica de la estancia: dictaron la ley de residencia, que autorizaba a deportar, sin

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proceso, a extranjeros “indeseables”, y trataron de crear, con motivo del centenario, una mística “nacionalista”.Ciertos sectores gobernantes comprendieron entonces que el clima se hacía intolerable, y procuraron moralizar los aspectos más gruesos de la incivilidad política. Ese fue el propósito de Roque Sáenz Peña y algunos de sus asesores, cuando implantaron el 1912 el voto secreto, universal y obligatorio, y dieron participación parlamentaria a la primera minoría, para canalizar la opinión pública en un bipartidismo de raíz anglo-sajona. Sáenz Peña hizo lo posible para atraerse al caudillo radical, Hipólito Yrigoyen, cuya intransigencia impuso aquella solución inobjetable. Cuatro años después Yrigoyen asumía la presidencia, y con él accedían al poder las capas medias de la sociedad. Los viejos conservadores retenían la mayoría parlamentaria, el poder judicial y el manejo del aparato cultural. Por eso Yrigoyen apoyó la Reforma Universitaria, como ariete para desalojar al adversario de sus últimos reductos.Se evidencia, también una expansión de la educación que fue fruto de una política deliberada de la Generación del 80, la cual visualizó al nivel elemental como una herramienta clave en la tarea de homogeneización de la población, indispensable en un contexto en el cual los extranjeros tenían un peso muy relevante. El nivel medio, por su parte, de neto corte enciclopedista, estuvo desde sus orígenes orientado a formar el personal necesario para el cumplimiento de la función pública.Los grupos gobernantes trababan el camino de la universidad a la marea integrada por los contingentes de sectores medios que intentaban lograr un ascenso económico o legitimarlo en el plano social. Para ello, se procuró la diversificación de los estudios medios, preservando una vía (el Colegio Nacional) como exclusiva para el ingreso a la universidad.La propias características de la estructura productiva, basada en la explotación extensiva de la riqueza de la Pampa, con una industrialización incipiente dominada por talleres artesanales que requerían de escasa tecnología, hacía poco necesaria una acentuada especialización técnica dentro de la enseñanza formal.La enseñanza secundaria en 1914 alcanzaba algo más del 3 %, porcentaje que señala la localización de los esfuerzos del gobierno en la expansión del nivel inicial, mientras el medio se desarrolla numéricamente en forma mucho más lenta y gradual. Al respecto, hacia 1920 sólo cuatro de cada mil habitantes estaban inscriptos en el segundo nivel. Sin embargo, mientras la matrícula de enseñanza primaria se multiplicaba cerca de ocho veces entre 1885 y 1930, en el mismo lapso la de nivel medio lo hacia casi veintiséis veces.Fuera de los promedios nacionales las realidades provinciales eran otras. Tucumán, San Juan, San Luís, La Rioja y Catamarca poseían porcentajes de analfabetismo y cantidad de inscriptos en la enseñanza media superiores al promedio nacional. Para las clases más favorecidas, las escasas posibilidades que otorgaban las economías regionales estancadas que no

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conseguían insertarse con éxito en el modelo agro exportador convertían a la educación secundaria en una meta para la obtención de un empleo público, como para la continuación de estudios universitarios. Para los sectores socialmente más desfavorecidos resultaba imposible el mero acceso a la educación formal.Córdoba, por su parte, tenía una situación singular; más analfabetos que el promedio del país y menos de un inscripto en enseñanza media por cada 1000 habitantes. Se trataba de una provincia económicamente retrasada y sin tradición educativa, debido a la subsistencia de algunos rasgos coloniales, como lo ilustran el peso del poder eclesiástico, y la rígida jerarquizaron de su sociedad.

La universidad como baluarte de la tradiciónYa Durkhein planteaba que la universidad se caracterizaba por llevar en su seno el germen de la inmovilidad. Esta es una condición natural por parte de las minorías tradicionales con fines de preservar o acentuar la exclusión de otros grupos sociales. El fracaso de los mismos en esta coyuntura particular está relacionado en forma directa con la enorme transformación social experimentada por el país, la cual había producido el ascenso económico de vastos sectores sociales que luego demandaron una participación mayor en los espacios político, social y cultural.En el plano político, la ley Sáenz Peña de 1912, al conceder la ampliación de la participación política, trajo como consecuencia directa la pérdida por parte de la oligarquía de los resortes indispensables a los efectos de triunfar en las urnas. Así llegó al gobierno la Unión Cívica Radical que representaba a diversos sectores de la sociedad, en particular a los grupos medios. Los grupos tradicionales, sin embargo conservaban todavía considerables espacios de poder. Tenían aún la mayoría parlamentaria y dominaban el Poder Judicial y la universidad. Para Ciria, ésta era también parte del “régimen”, forma a través de la cual los radicales designaban a todos los gobiernos surgidos a partir de 1880. La universidad era una meta, un objetivo para los grupos en ascenso y un bastión digno de defender para los grupos tradicionales, entonces en retirada estratégica.Los estudios universitarios también se expandieron en la Argentina “moderna”, de forma similar a lo que había acontecido con los otros niveles. Hacia 1910 había alrededor de seis mil alumnos matriculados en las universidades argentinas. La mayor parte de los mismos (78%) pertenecía a la UBA.; el resto se repartía entre las otras dos universidades existentes: la de Córdoba (8%) y la reciente creada U. de la Plata (14%).Esta expansión matricular no guardaba relación alguna con el desarrollo productivo. No era vista con buenos ojos por las clases dominantes, que desconfiaban de la creciente irrupción en los claustros de los sectores sociales en ascenso.El gobierno procuró frenar este avance a través de distintos proyectos. La cuestión central radicaba en la función política que cumplía la universidad

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como formadora de la clase dirigente del régimen. Ésta por definición, no podía extenderse más allá de los términos “razonables” por lo que se hacía necesario poner vallas para desviar la creciente presión que se ejercía sobre la institución.

La expansión institucional y matricular de los estudios universitarios

Hacia mediados de la década del 10 existían en Argentina tres universidades nacionales. La de Córdoba, nacida en 1613 con la denominación de Colegio Máximo merced a la acción conjunta del Papado y el Imperio; la de Buenos Aires -creada en 1821 por inspiración de Bernandino Rivadavia- y la de La Plata, creada en 1905 sobre la entonces denominada Universidad Provincial de La Plata por iniciativa de Joaquín V. González. En 1889 había sido creada la Universidad de Santa Fe. En 1921 surgió la Universidad de Tucumán.La creación de las dos primeras está ligada a la primacía de sus ciudades sede como centro político dominante en cada momento históricos; las universidades de La Plata, Santa Fe y Tucumán son el resultado de las presiones ejercidas por los sectores dominantes de estas provincias en su aspiración por lograr su inserción en el nivel universitario. Estas últimas albergaban una gran cantidad de carreras nuevas, todas de carácter científico-técnico.La universidad de Córdoba tuvo en sus orígenes una orientación teológica. Sólo a fines del siglo XVIII se crearon cátedras de derecho civil y fue autorizada a otorgar grados en este derecho. Mantuvo un férreo carácter aristocrático hasta bien entrado el siglo XIX. La Universidad llevaba en su escudo el nombre de Jesús, y festejaba como propio el 8 de diciembre. El juramento se prestaba obligatoriamente sobre los Santos Evangelios. Muchas veces se ha señalado la influencia de la Corda Frates. ¿Qué es la Corda? Era una tertulia de doce caballeros, católicos y de edades aproximadas, muy unidos entre sí por lazos de amistad y aun de parentesco, que se reunían. Universitarios en su mayoría, políticos casi todos, funcionarios y ex funcionarios, legisladores y ex legisladores, los asuntos públicos le ocupaban desde luego. El Dr. Arturo Bas, uno de los hombres más reputadamente inteligentes e ilustrados de Córdoba es la cabeza del famoso grupo, en el cual figuraban el gobernador de la provincia, el Dr. Nores, profesores de las Facultades, etc.; tenían gentes de todos los partidos, tenían diputados de todos los rubros.La institución, sin embargo no era ajena al contexto en el que surgía. Córdoba había permanecido a lo largo del Siglo XIX inmersa en la atmósfera colonial. A pesar de su ubicación geográfica y su función de enlace entre el litoral y el resto del país, tenía todavía una economía escasamente diversificada en la cual el comercio ocupaba un lugar central. La ciudad conservaba aún rasgos característicos de la vieja aldea, plagada de templos y de rituales religiosos.

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Otra era en cambio la situación planteada en el Litoral, ámbito geográfico y espiritualmente más próximo a las influencias ultramarinas en el que surgieron tres universidades. Por otra parte, desde el momento mismo de su creación, la universidad de Buenos Aires entrañó una verdadera reorganización en la medida en que desarrollaba una política de centralización de todos los niveles. Nacida sin estatuto y con varios organismos de gobierno cuyas funciones no se delimitaban acabadamente, esta situación se constituyó en una de las piezas maestras en la construcción del Estado que comienza precisamente en 1820. Fue concebida como la instancia suprema de la educación en el terreno nacional.Conectada en forma directa con Europa por la ubicación de su puerto y por la mentalidad de sus habitantes, reconoció momentos de fuerte ligazón con las vanguardias europeas; sin embargo, en los albores del nuevo siglo se hallaba estancada, trasmitiendo un conocimiento dogmático y ritual, poco adecuado a los avances de la ciencia mundial.Por su parte, la Universidad de la Plata fue desde sus inicios un establecimiento destinado a la investigación y a la formación de profesionales ligados a las ciencias y a las técnicas teniendo como meta el crecimiento material de la región. En ella se cursaban carreras como astronomía, ciencias agrícolas, veterinaria y ciencias de la educación. Suponía, desde sus orígenes, un nuevo tipo de institución llamada a superar las insuficiencias de la universidad tradicional, dotada de nuevas carreras y centros de experimentación. Constituyó un tipo especial de institución, con personalidad propia; por tal razón se adaptó con menores resistencias a las transformaciones planteadas a partir de la reforma.Este mismo modelo se repitió en la Universidad de Tucumán fundada por Juan B. Terán, que albergó por primera vez en el ámbito universitario las carreras de ingeniería química e industrial, el Instituto de Investigaciones Industriales y la Escuela de Mecánica y Electricidad. En lo que respecta a la Universidad de Santa Fe, que sería nacionalizada en 1919 con el nombre de Universidad del Litoral, dio cobijo en la ciudad de Santa Fe a carreras como químicas industrial y agrícola y ciencias jurídicas y sociales.Los esfuerzos estuvieron invertidos en lograr una diversificación de las carreras que permitiera superar además la concentración de la demanda en Derecho y Medicina. Esta renovación en la oferta de estudios universitarios, sin embargo, no se vio acompañada por un crecimiento acorde de la demanda social por este tipo de estudios alternativos a los tradicionales.La inserción de la argentina en la división internacional del trabajo como proveedora de materias primas actuó así, indirectamente, provocando los reflejos de la sociedad y su reacción prefiriendo el camino del “doctorismo”.La profesión de abogado era pues el vehículo seguro para el ejercicio de múltiples funciones; por otra parte, los abogados, como estadistas o

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funcionarios públicos, crearon los instrumentos de control político destinados a lograr la adecuación entre la creciente población y el modelo de acumulación vigente y tendiente a mostrar a éste como perpetuo, ignorando o negando su transitoriedad.

Las criticas a la universidadSe puede delinear dos órdenes de problemas: aquellos referidos a la enseñanza, el profesorado, los planes de estudios y la organización disciplinaria dentro de la institución, y los referidos al gobierno universitario.En materia de enseñanza se resalta la ausencia de criterio experimental y la falta de un profesorado competente. Un problema no menor era la escasas capacitación e idoneidad del profesorado que en su mayoría repetía anualmente manuales o “apuntes” sin contemplar la actualización del conocimiento y su adecuación a los nuevos contenidos desarrollados por la producción científica nacional e internacional. Por otra parte, la formación que recibían los estudiantes era de carácter netamente profesional.También estaban ausentes los análisis de la problemática social nacional y aún temas científicos de enorme peso y actualidad. En la biblioteca de la Universidad de Córdoba no se contaba con un sólo libro de Morgan, Marx, Engels, Darwin.Para algunos autores, la problemática central era la falta de separación entre la función científica y de investigación y la función eminentemente burocrática de entregar la habilitación profesional. De esta manera, las instituciones postergaron su función de incentivar la reflexión crítica y la creación de nuevo conocimiento para convertirse en espacios de transmisión ritual de asignaturas indispensables para el ejercicio de una profesión pero poco ligadas a la formación de cientistas.Por otra parte, la aspiración al ejercicio del profesorado se basaba fundamentalmente en su peso simbólico. Desde las propias universidades se señalaban como problemas acuciantes el crecimiento de la matrícula con la consiguiente falta de espacio y la inadecuada dotación de recursos por parte del Estado.Sobre el gobierno universitario, los reclamos se orientaban hacia una ampliación de la participación en los órganos respectivos que quedaban reservados a los miembros de las denominadas Academias. Estos constituían una especie de oligarquía del saber que ejercía sus funciones sin relevo posible en razón de que los cargos eran ad vitan. No existía renovación y la constitución de cerradas camarillas que dominaban la vida universitaria era inevitable. El carácter vitalicio del ejercicio de estos cargos les quitaba por otra parte toda la posibilidad de dinamismo y de renovación en materia de ideas y procedimientos.

Los primeros conflictos

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Correlativamente y como consecuencia casi inevitable de la expansión de los estudios universitarios, comenzaba a visualizarse la imposibilidad de seguir clausurando una participación más amplia en el gobierno universitario así como la incapacidad de la propia institución para encauzar los cambios esperados. En este contexto, empezaron a escucharse las primeras voces de descontentos.Ya en las últimas décadas del siglo habían sido testigos de diversos enfrentamientos entre los estudiantes y las autoridades universitarias, entre los cuales se destaca especialmente el producido en 1871 como consecuencia del suicidio de un estudiante provinciano que había sido aplazado en la UBA. Este hecho había desnudado, en opinión de sus compañeros, la necesidad de reformar a la institución, poniendo límites a las “falsas jerarquías docentes”. En 1903 en la UBA fue escenario de otro conflicto, que se inició en la F. de Derecho cuando los alumnos solicitaron, a fines de 1903, una reforma de la ordenanza de exámenes parciales y finales, la cual fue rechazada. En diciembre de ese año se originó una huelga momentáneamente resuelta por el Consejo Superior por medio de la aceptación de la solicitud estudiantil. Al regresar a las aulas los estudiantes pidieron una prórroga de los exámenes finales por el tiempo perdido en la huelga, que les fue denegada por la Academia. Sobrevino entonces una nueva huelga, seguida de las renuncias de la mayoría de los académicos y del decano de la facultad.En el mes de febrero el nuevo decano, Dr. Obarrio, consiguió que los académicos retiraran sus renuncias y en los primeros días de marzo de 1904 volvió a reunirse la Academia y aceptó las prórrogas de exámenes finales solicitadas por los alumnos. Sin embargo, la huelga no cesó y ante los reiterados tumultos las autoridades decidieron suspender las actividades de la facultad.El movimiento estudiantil se organizó tras las banderas de docencia libre, nuevos sistema de exámenes y disminución de aranceles, en referencia a la situación de los estudiantes sin recursos, manteniendo como meta general la desaparición de las Academias.Ante la nueva renuncia de los académicos, se estableció a través de una reforma del Estatuto que los profesores titulares integrarían la corporación por orden de antigüedad. Esto permitiría mantener la continuidad institucional mientras, como elemento de presión sobre el claustro estudiantil, se rechazaba el pedido de los estudiantes de rendir sus exámenes en la U. de Córdoba. Durante el transcurso del año la reconstitución de la Academia, cuya composición era algo más equilibrada, coadyuvó a la solución del conflicto, que se alcanzó en diciembre cuando se encararon medidas para la transformación del plan de estudio y de la enseñanza en general y los exámenes en particular.Por su parte, en 1905 surgió un nuevo conflicto, esta vez en la F. de Medicina de la UBA, a raíz del concurso de Clínica Médica. Los estudiantes

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y un importante grupo de médicos locales apoyaban al doctor Julio Méndez, quien había sido excluido de la terna luego del examen de “servicios y trabajos científicos” realizado por la Academia. Se declaró la huelga y se profundizó por una resolución de aquélla, que para asegurar el nivel de exigencias en los exámenes fijaba de antemano el porcentaje de estudiantes que debía obtener cada calificación. En marzo de 1906 se solucionó el conflicto a través del retiro por parte de la Academia de la polémica resolución.La importancia adquirida por estos dos conflictos en la UBA, se relaciona en forma directa con la toma de conciencia por parte de la sociedad y de muchos de los propios universitarios de la necesidad de una reforma que democratizara el gobierno universitario.Estos cambios, sin embargo, se limitaron a la UBA; en cambio en la de Córdoba no hubo movilización estudiantil y siguieron vigentes los antiguos estatutos y las Academias vitalicias.Otra consecuencia más o menos directa del último conflicto fue la constitución en 1908, en Buenos Aires, de la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA), primer intento de organización del movimiento estudiantil. Ese mismo año en Montevideo se reunía del Primer Congreso de Estudiantes Americanos, que contó con representaciones de Argentina, Bolivia, Brasil, Cuba, Chile y elaboró como resolución propositiva general, aprobada por aclamación, la recomendación de que los Consejos Directivos contaran con representación estudiantil. Ésta sería solicitada oficialmente por la FUBA en 1916 cuando requirió la sanción de una ordenanza por la cual se admitía la participación de un estudiante con voz en los Consejos hasta tanto “se permita el logro integral de las aspiraciones de la juventud estudiosa”.

La reforma universitariaLa necesidad de desarrollar un proceso de reforma en la universidad era un hecho ineludible que planteaban desde hacía varias décadas los estudiantes pero también prestigiosos profesores y graduados que consideraban que ésta constituía la única vía para elevar a la institución del estado de postración en que se hallaba. Estos pedidos habían logrado además acceder al Congreso Nacional y tomar cuerpo a través de la presentación en la Cámara de Diputados de cuatro proyectos de modificación del régimen universitario, los cuales, aunque no tuvieron un trámite favorable, marcaron el peso y la expansión de la inquietud que generaba la situación de la universidad. Los proyectos en sí eran bastantes similares y marcaban el consenso existente en la necesidad de la reforma y la convicción de la conveniencia de ampliar la base de sustentación del gobierno universitario. Proyectos de corte semejante surgieron a partir de 1907 en la propia U. de Córdoba, aunque ninguno de ellos logró concretarse.El conflicto se inició en Córdoba. La chispa se encendió a fines del año 1917 cuando los centros de estudiantes de Ingeniería y Medicina

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protestaron por la modificación del régimen de asistencia a clase y la supresión del internado del Hospital de Clínicas.Tras las pausas de las vacaciones y al no dar respuestas las autoridades a estos reclamos se constituyó el Comité Pro Reforma, que proclamó la huelga general el 31 de marzo de 1918. El 2 de abril el Consejo Superior decidió clausurar la Universidad y dos días después el Comité Pro Reforma pidió la intervención del gobierno nacional, la cual se efectivizó una semana después cuando el presidente Yrigoyen nombró interventor al entonces procurador general de la Nación, José Nicolás Matienzo. Ese mismo día, en Buenos Aires quedó constituida la Federación Universitaria Argentina (F. U. A.)Por esos días, el Comité envió al ministro de Justicia e Instrucción Publica de la Nación, José S. Salinas, el denominado “Memorial de cargos y de anhelos del Comité Pro Reforma Universitaria de Córdoba”. El mismo señalaba: “no sólo es el régimen orgánico de los estudios superiores que precisa modificarse: es urgente la renovación del profesorado, en forma que asegure la competencia de los docentes designados; es indispensable la reforma de los planes de estudio para modernizar y mejorar la enseñanza, y queremos, los estudiantes, otra organización disciplinaria, menos meticulosa, más sincera y más útil”.Luego de una breve gestión de tan sólo diez días Matienzo presentó el 22 de abril un proyecto de reformas, aprobado por decreto presidencial el 7 de mayo. El mismo diagnosticaba que uno de los principales problemas era la anquilosis que se había producido en la institución, la inamovilidad de los cuerpos directivos y proponía la participación del cuerpo de profesores en la elección de consejeros y de rector.Todo el proceso que condujo a esta reforma fue un acto más de la disputa entre el viejo régimen que había sido reemplazado en 1916 y el movimiento liderado por H. Yrigoyen que intentaba afianzar su poder haciendo pie en una institución que había permanecido en manos de sus adversarios. Si esta reforma fue adoptada con premura por el gobierno nacional y acogida con júbilo por parte de muchos estudiantes, fue resistida por los sectores universitarios tradicionales.Para entonces, los primeros ya se habían nucleado a nivel nacional en la Federación Universitaria Argentina y a nivel provincial en la Federación Universitaria de Córdoba, que pronto asumió la dirección del movimiento, disolviéndose el Comité Pro Reforma. Los sectores más cerradamente antirreformistas, por su parte, se organizaron en el Comité Pro Defensa de la Universidad y en los Centros Católicos de Estudiantes.Matienzo regresó a Buenos Aires luego de declarar caducas a las autoridades universitarias y de convocar a todos los profesores titulares y suplentes para elegir a decanos y vicedecanos y constituir los órganos de gobierno universitario. Luego de las asambleas se convocó el 15 de junio a la Asamblea Universitaria que debía nombrar al nuevo rector. Los candidatos eran tres: Enrique Martínez Paz por parte de la F. U. C, Antonio

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Nores por la Corda Frates (congregación secreta constituida por muchos notables de la ciudad y destinada a mantener sus privilegios y apoyar a sus miembros), y Alejandro Centeno, candidato intermedio. Según sostienen los reformistas, antes de la elección la Iglesia intervino directamente a favor de Nores presionando a los fieles a votarlo y aun amenazando a aquellos que pretendían actuar según su criterio. Ninguno de los postulantes pudo obtener en las dos primeras votaciones la necesaria mayoría. Se desarrolló entonces una tercera, esta vez entre los dos candidatos más votados -Nores y Martínez Paz-, y Centeno dio sus votos al primero. Sin embargo aquél no alcanzó a ser proclamado rector por la irrupción violenta de los estudiantes dispuestos a no permitir que se burlara la voluntad general. Se constituyeron entonces en Asambleas y convocaron a huelga general.El conflicto se extendió, y la efervescencia estudiantil llevó al desarrollo de marchas que recorrieron la ciudad y a distintas concentraciones que contaron con un amplio apoyo de la comunidad y, asimismo de numerosos sindicatos e instituciones.El 21 de abril se dio a conocer el denominado “Manifiesto Liminar”, redactado por Deodoro Roca, que plasmaba el ideario de los estudiantes universitarios. El mismo se dirigía a los “hombres libres de Sudamérica” y suponía la irrupción de la juventud en la vida pública argentina como un actor social de peso. “La juventud ya no pide. Exige que se le reconozca el derecho de exteriorizar ese pensamiento propio en los cuerpos universitarios por medio de sus representantes”.Del 20 al 31 de julio sesionó en Córdoba el Primer Congreso Nacional de Estudiantes, convocado por la FUA e integrado por delegaciones de Buenos Aires, Córdoba, Litoral, Tucumán y La Plata. Las deliberaciones del Congreso fueron agitadas y tenaces. El congreso sesionó solemnemente, y no pudo aprobar el proyecto sobre la gratuidad de la enseñanza superior. Sin embargo, proyectó interesantes esquemas de ley y estatutos universitarios, y proclamó la necesidad de autonomía, gobierno tripartito paritario, régimen de concursos y periodicidad de cátedra, publicidad de los actos universitarios, bienestar estudiantil, extensión y orientación social universitaria, libertad de juramento, nacionalización de las universidades provinciales del Litoral y Tucumán. El 15 de junio fue declarado día de la Reforma, y para el 15 de junio de 1919 se convocó al Segundo Congreso Nacional de Estudiantes, en Santa Fe. Empero tal segundo congreso tardaría 14 años en reunirse.Entre tanto había sobrevenido un impasse en el conflicto cordobés. Nores, aferrado a su precaria autoridad, mantenía clausurada la universidad. Los reformitas radicales insistían ante el Presidente de la Nación por una nueva intervención. El 2 de agosto, el Poder Ejecutivo lanzó el nombre de Telémaco Susini como interventor universitario; pero el decreto nunca llegó a hacerse efectivo, por causas misteriosas.En septiembre llegó la nueva intervención, esta vez a cargo del propio

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ministro Salinas, quien se dedicó inmediatamente a reorganizar los aspectos administrativos y docentes de la institución. Se instauró, así, el régimen democrático en la universidad, dando participación a los estudiantes en la composición de los órganos colegiados de gobierno. Se establecieron reformas en la enseñanza imponiendo la asistencia voluntaria de los alumnos a los cursos y la docencia libre, esto es, la libertad de enseñar y libertad de aprender.En octubre se desarrollaron finalmente las nuevas elecciones que dieron como vencedor a Eliseo Soaje. El movimiento estudiantil de reforma universitaria había triunfado, aunque sólo había ganado una importante batalla en una guerra muchos más prolongada en la cual las marchas y contramarchas entre reformistas y antirreformistas no dejaron de sucederse. Luego vendrían los tres primeros Congresos de Estudiantes, dos de carácter nacional y uno internacional. El primero sesionó en 1918 en Córdoba y sancionó las bases del gobierno democrático de las universidades y de su renovación pedagógica. El segundo se desarrolló en México, en 1921, y remarcó la importancia de la Reforma Universitaria de Córdoba en el contexto latinoamericano.El tercer Congreso de Estudiantes se reunió en Buenos Aires en 1932, en un clima diferentes, ya que dos años antes del golpe de Estado de José Félix Uriburu, en cuya gestación y triunfo colocaron a través de declaraciones tanto la Federación Universitaria Argentina como la de Buenos Aires, había acabado con el gobierno de H. Yrigoyen.

Proyección del movimientoComo un relámpago corrió el impulso renovador por toda América: en La Plata (1919) tuvo brotes de extrema virulencia. En Buenos Aires, la reforma de estatutos promovida por el rector Uballes en 1918, dio paso a las nuevas ideas. La F. de Derecho, bajo el decanato de Mario Sáenz, organizó la extensión universitaria y modernizó su arcaico plan de estudios, incorporando la enseñanza practica junto con varias materias de derecho públicos. La U. de Tucumán fue nacionalizada en 1920; y ese mismo año al celebrarse en México el Primer Congreso Internacional de Estudiantes, la reforma argentina cobró resonancia universal. Acuñó el nacimiento de movimientos políticos como el APRA peruano y resonó en Europa hacia 1968.La autora concluye diciendo que la reforma universitaria puede ser interpretada como el resultado de la tensión entre las transformaciones políticas y sociales ocurridas a nivel nacional y las nuevas características asumidas por el contexto internacional, y el inmovilismo de la universidad, reducto oligárquico e intransigente, cerrado a las innovaciones impuestas por los tiempos y defensor del tradicionalismo y las prerrogativas de los tiempos de la coloniaLos reformistas consideraron a la autonomía y el cogobierno como herramientas fundamentales en la lucha contra la mediocridad reinante en

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la institución; así como la docencia libe, la asistencia libre de los estudiantes, y la periodicidad en la cátedra permitirían la renovación del profesorado, única forma de evitar su burocratización y generar un movimiento permanente de actualización y formación, creando de tal modo condiciones más propicias para acceder a elevados patrones académicos.Para Ciria, la Reforma Universitaria fue consecuencia de un proceso dialéctico. El mundo había cambiado radicalmente, desde la guerra mundial marcó el fin de la Belle Epoque, demostrando la crisis del nacionalismo exacerbado y de la ilusión de progreso gradual e indefinido. Los regímenes absolutos caían, el éxito de la Revolución Rusa excitaba fantasías juveniles, enconaba la resistencia reaccionaria, y “suministraba a los estudiantes el concepto revolucionario como el mejor para conseguir la Reforma de la Universidad”. El Estado gendarme cedía paso al Estado-social. La ciencia inventaba prodigios, cines, teléfonos, radio, automóvil aeroplano.

LANUS, Juan, Aquel Apogeo. Política Internacional Argentina (1910-1939). Buenos Aires, Emecé, 2001

La sociedad de las nacionesFue en el continente americano desde donde se hizo oír un alegato a favor de una diplomacia abierta para poner fin a la histórica política del equilibrio de poderes y sus recurrentes alianzas. El sistema europeo, que la Santa Alianza había inaugurado luego de la derrota de Napoleón Bonaparte en 1815, funcionó sobre la base del mecanismo de equilibrio de poderes y uso de alianzas, ofensivas y defensivas, como instrumento fundamental de la política exterior de las grandes potencias en ese continente. La Primera Guerra Mundial fue el último escalón, de aquel complicado ejercicio diplomático que bajo el pretexto de buscar la paz preparó contiendas militares porque se creyó que sobre el equilibrio de poderes podía constituirse un sistema de convivencia permanente y seguro.Fue el presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson, quien el 8 de enero de 1918, en su declaración sobre los fines pacíficos de su país ante la guerra, enunció los catorce puntos que pasaron a constituirse en un programa para el nuevo sistema que se pretendía crear. Además de propugnar una diplomacia a la vistas de todos, sin secretos, la libertad de los mares y del comercio, la reducción de armamentos al mínimo compatible con la seguridad nacional y otras medidas relativas a los territorios y países beligerantes, propuso la creación de una novedosa organización internacional: “Es preciso que se constituya una asociación general de naciones, en virtud de compromisos expresos, a fin de procurar a los Estados, grandes y pequeños, garantías mutuas de independencia política e integridad territorial”Desde el sur del continente, Hipólito Yrigoyen compartía esa misma visión

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ecuménica y pacifista, que confirmará en todas sus alocuciones y directivas gubernamentales relativas a su política internacional.El presidente W. Wilson será derrotado en el Senado de su país por la mayoría republicana que había ganado las elecciones en noviembre de 1918. A pesar del apoyo que el Pacto de la Liga recibió de prestigiosos políticos, de las universidades, de sindicalistas, profesores y escritores, la campaña anti Sociedad de Naciones triunfará. El 10 de noviembre de 1919, el Senado de Estados Unidos rechazará la ratificación del Pacto.Había un deseo de paz. Rusia estaba exhausta, en Europa occidental la opinión pública, hastiada por las masacres, quería liberarse del militarismo. Pero la paz se instaló con dificultad. Las negociaciones que empezaron demasiado tarde -recién en enero de 1919 tuvo lugar la primera sesión plenaria-fueron dominadas por la personalidad de W. Wilson, George Clemenceau (presidente de Francia) y Lloyd George (primer ministro de Gran Bretaña) quienes, desconfiando de los diplomáticos bajo sus órdenes, decidieron controlar todas las etapas de la negociación. Muy pronto Wilson se percató de la dificultad de llevar a la práctica una transparencia absoluta cuando se trataba de gestiones diplomáticas, pues en Versalles muchas negociaciones tuvieron que ser confidenciales.Wilson llega a París, donde la Conferencia de Paz tenía lugar, en enero. Requerido por las elecciones de noviembre en su país, partió para volver recién en 14 de marzo. En medio de las negociaciones Clemenceau fue tiroteado por un terrorista y sin Wilson, poco avanzaron las discusiones. Los reclamos de Francia que pedía “reparación integral” y completa soberanía sobre el territorio del Sarre, ocupación aliada en el Rin con cabeceras en varias ciudades; los pedidos italianos quienes invocando tratados secretos querían la posesión de Fiueme; las exigencias de Bélgica, primera víctima de la invasión alemana, que pedía tener la prioridad en recibir las compensaciones y/o los planteos de los japoneses que pretendían para sí la posesión china de Shantun recuperada de los alemanes invocando para ello acuerdos secretos; eran pretensiones que no parecían fáciles de reconciliar en un clima político donde el reparto de los desagravios era tan conflictivo como los deseos de protagonismo. Finalmente, el 28 de junio de 1919, los alemanes firmaron el Tratado de Versalles. Era la impuesta penalidad de los aliados a los culpables de la guerra.Los franceses estaban insatisfechos con dicho Tratado, porque no les daba la seguridad militar que pretendían ni las compensaciones materiales que creían merecer. En Estados Unidos y Gran Bretaña la opinión cambió hasta la hostilidad. Los aislacionistas en Estados Unidos lograron bloquear la ratificación del convenio constitutivo de la Sociedad de las Naciones, mientras los liberales reprochaban a Wilson haber renunciado a sus ideales al ser parte de un tratado de paz que imponía tan severas sanciones a los vencidos.Esta cuestión de las indemnizaciones que debía pagar Alemania no sólo

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provocó serias diferencias entre Francia y Gran Bretaña sobre la forma de sus distribuciones sino que fue el factor determinante de una hiperinflación que desestabilizó socialmente al pueblo alemán. El Tratado de Versalles terminará siendo el germen de una revancha militar cuya brutalidad hasta entonces la humanidad no había conocido nunca.El anhelo de crear una Sociedad de las Naciones se inspiraba en la idea de que la guerra de agresión era un crimen para la humanidad y, por lo tanto, ella justificaba hacer todos los esfuerzos para logar un compromiso político que evitara su repetición.Cuando terminaron las sesiones del Consejo Supremo Interaliado, se inauguró, el 18 de enero de 1919, la Conferencia de Paz con presencia del primer ministro Lloyd George, por G. B; el presidente Clemenceau por Francia; el secretario de Estado Lansing por Estados Unidos; el primer ministro Orlando por Italia y el gran Liang por China. Con las demás representaciones eran 26 países representados, entre los que figuraba Brasil.El Pacto de la Liga de las Naciones formaba parte integrante de los tratados de paz. Si bien su texto fue aprobado en abril de 1919, se estableció que sólo entraría en vigor al mismo tiempo que lo hiciera el Tratado de Versalles, es decir el 10 de enero de 1920. La primera reunión del Consejo de la Liga se realizó inmediatamente después de la ratificación del Tratado de Versalles. La ausencia de Estado Unidos lo privará de un contrapeso necesario ante las rencillas, violaciones y final impotencia en que cayó frente a las complicaciones crecientes de la política europea. Su existencia terminó de hecho al declararse la Segunda Guerra Mundial y de derecho en abril de 1946, cuando ya la Organización de las Naciones Unidas había nacido.La participación de Argentina en el proceso que llevó a la creación de la Liga comienza durante la Conferencia de Paz. El 18 de diciembre de 1918 el canciller Honorio Pueyrredón le envía un telegrama al ministro Marcelo T. de Alvear en París, solicitándole obtenga una audiencia con el presidente Wilson para manifestarle el interés argentino de estar representado. El gobierno argentino no quería participar en la paz que negociaban los beligerantes sino en el Congreso del cual surgiría la Sociedad de las Naciones.Fue así que se invita a la Argentina en su calidad de nación neutral a participar en algunas reuniones. Pero como los aliados no podían “consultar oficialmente” a los gobiernos neutrales, se invita a nuestro país a “consultas privadas sin carácter oficial” en una reunión que tendría lugar el 20 de marzo.El 19 de mayo el ministro Alvear comunica a Pueyrredón que los Aliados deseaban conocer la opinión argentina, como potencia neutral, pero señala que las consultas serían privadas y tendrían lugar al día siguiente. Pueyrredón instruye a Alvear diciéndole que no podían aceptarse las discusiones “privadas”, pues no correspondía, en el nuevo organismo,

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distinguir entre beligerantes y neutrales y que no podía tampoco admitirse la exclusión de las potencias neutrales en las conferencias públicas. Por otra parte, Argentina sostenía que la cuestión de la Liga y los Tratados de paz eran instancias negociadoras que no debía mezclarse. Finalmente, la Argentina recibió una invitación oficial de adhesión para participar en las reuniones públicas, a lo que nuestro país accedió.La Conferencia de Paz era por su naturaleza y propósito un foro para las potencias beligerantes, quienes estaban abocadas a discutir lo que será el llamado Tratado de Versalles. El Pacto era parte del Tratado de Versalles, de allí la dificultad procesal de intervenir en esa etapa. Los Aliados, que impondrían las condiciones de la paz, no habían previsto una conferencia separada para negociar el Pacto constituido de la futura Liga.Alvear concurrió a la reunión del 20 de marzo que presidió sir Robert Cecil, hizo una declaración de adhesión a la Liga pero formuló reservas sobre el procedimiento y carácter de la reunión.Ya en el mes de enero los Aliados, bajo la dirección casi exclusiva del triunvirato Wilson, Lloyd George, Clemenceau, habían convenido entre sí un texto y, de hecho, el convenio constitutivo de la Sociedad de Naciones formaba parte del Tratado de Paz.Reunida la Conferencia, a iniciativa de Wilson se creó un Comité Ejecutivo compuesto por representantes de las grandes potencias, es decir Francia, Estados Unidos, Inglaterra, Italia, Japón; y cuatro representantes de “pequeñas naciones” a saber Grecia, Bélgica, Brasil y España. El ministro argentino en París, Marcelo T. de Alvear, comunica al canciller el 10 de mayo de 1919 que la Argentina ha sido invitada a acceder al Pacto, sin reservas en un plazo de dos meses.Pueyrredón le da inmediatas directivas: “Conforme al articulo 1 º el Pacto de la Liga de las Naciones, el Poder Ejecutivo ha resuelto adherirse a él sin reserva alguna”.El 18 de julio, el ministro Alvear presenta en nombre del gobierno argentino una nota al secretario general de la Liga para adherirse “sin reserva al Pacto”. Formalmente, la adhesión fue registrada en julio.

La Argentina se hace presenteEl 15 de noviembre de 1920 se inauguraba en Ginebra la primera Asamblea General de la Liga. El impacto de la revolución bolchevique en Rusia, las reacciones emocionales que en Alemania suscitó la creación de mandatos para asumir el control de sus ex colonias alemanas, las tensiones que en Europa suscitaba al avance soviético, la captura de Odesa por el Ejército Rojo, la formación de la pequeña entente (Checoslovaquia, Yugoslavia y Rumania), la toma de Fiume por un ejército italiano no oficial y la fundación en 1919 de los fascios por Benito Mussolini, no parecían ser buenos augurios para la deseada pacificación.El presidente confió al canciller Honorio Pueyrredón la jefatura de la delegación que representará a la Argentina en la primera Asamblea de la

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Liga, y como delegados designó a M. T. de Alvear y Fernando Pérez, ministros en Francia y Austria respectivamente.Antes de viajar a Europa había Pueyrredón conversado con el presidente Yrigoyen y conocía su pensamiento a fondo. A instancia del subsecretario Diego Luis Molinari puso en papel un texto de instrucciones escritas, que figuran en los documentos oficiales. Hay quienes afirman que Yrigoyen ni aprobó ni conoció semejantes instrucciones; otra opinión dice que el presidente Yrigoyen las aprobó el 17 de octubre. Tenía 18 puntos redactados.Algunas de sus directivas son: no debería el Pacto hacer distinción entre beligerantes y neutrales, todos los Estados que lo quisieran debían ser admitidos, propugnaba suprimir la denominación de potencias “Aliadas y Asociadas”, la Asamblea debería tener competencia para codificar el derecho de gentes, la elección del Consejo, se sostenía que el principio de arbitraje general y obligatorio debía consagrarse en el Pacto así como la creación de una Corte Permanente de Justicia Internacional, propugnaba que los pueblos bajos mandatos coloniales debían constituirse con en el tiempo en Estados libres e independientes. En fin, confirmaba los principios de igualdad, la restricción del concepto de contrabando (de guerra) con reglas precisas al respecto y la “existencia de una moral internacional”.Alvear se manifestó contrario a que se defendiese el principio de la adhesión de todos los Estados porque así apareceríamos como “abogados de Alemania”, era asimismo contrario a la elección democrática del consejo. Las instrucciones pedían suprimir las palabras “aliadas y asociadas” y Alvear sostenía que las mismas derivaban de la guerra y no querían significar “preeminencia”. Quería Alvear –como Fernando Pérez, ministro de Viena y también miembro de la delegación- que la Argentina se adhiriese y respetara el Pacto con sus fallas y contradicciones. No debía intentarse modificar pues era una parte del Tratado de Versalles.Al final del gobierno de Yrigoyen se decidió imprimir una publicación oficial titulada La Republica Argentina ante la Liga de las Naciones en la que recopilaban los antecedentes de aquella primera actuación en París y Ginebra. Esta publicación se ocultó bajo distintos pretextos, al parecer para no molestar al futuro presidente Alvear.Ginebra era una ciudad provinciana y modesta. En la primera Asamblea muchos delegados eran personalidades famosas. El miembro de la Asamblea más admirado fue el famoso jurista Raúl Fernández que tanto había trabajado en la redacción del Estatuto del Tribunal Permanente de Justicia.La Asamblea duró cinco semanas completas. Al comienzo de la sesión se tuvo la noticia que Turquía había invadido Armenia. Se intentó una gestión a través de Wilson en compañía de los gobiernos de España y el Brasil. Antes que pudieran cumplir su cometido, Armenia había dejado de existir. Armenia sería la primera víctima que la sociedad dejaba caer en manos de

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la prepotencia.Luego de inaugurada la Asamblea, la delegación argentina presentó sus enmiendas al Pacto según las interpretaban las instrucciones que llevó Pueyrredón con el aditamento de una directiva que recibieron el 17 de noviembre desde Buenos Aires. En ella se establecía que los argentinos no debían comprometerse en ninguna cuestión parcial sin “antes resolver la proposición fundamental”, es decir la admisión de todos los Estados soberanos en la Sociedad de las Naciones. Posteriormente la Argentina presentará otras enmiendas.El día 17 de noviembre fue solemne para la Argentina. El canciller H. Pueyrredón, luego de haber sido designado unos de los seis vicepresidentes de la Asamblea, pronunció su discurso. Algunos párrafos de los mismos son:“La R. Argentina considera que es esencial que todos los Estados soberanos reconocidos por la comunidad internacional sean admitidos a formar parte de la Liga de las Naciones, de tal modo que su incorporación sea el resultado de una decisión voluntaria de su parte…”“La R. Argentina estima que todos los miembros del Consejo deberían ser elegidos por el Asamblea de conformidad con el principio de igualdad de los Estados, para que todas las naciones que forman parte de la Liga hayan estado representadas en el Consejo…”“Sostenemos que el principio del arbitraje obligatorio para todos los conflictos, salvo las cuestiones que afectasen los preceptos de la constitución política de los Estados, y nos declaramos partidarios de una Corte de Justicia investida de jurisdicción…”“Es necesario establecer una cooperación económica, una especie de estatismo internacional, por cuyo medio los gobiernos puedan coordinar su acción social, defendiendo al mismo tiempo el interés colectivo contra la presión del interés privado…”Yrigoyen, que al parecer se irritó por el proceder de su canciller, quien no lo interpretó o echó al saco su anterior directiva, le envía una nueva y contundente instrucción a través del ministro Torello, interino de Relaciones Exteriores:“El gobierno argentino […] atendido a la línea de conducta ya fijada en las instrucciones dadas, y en la orientación que al día presenta la orientación de la Asamblea, renueva […] el firme propósito de que antes de entrar a ninguna cuestión de la orden del día, se exija como indispensable de previo y especial pronunciamiento, la admisión de todos los Estados soberanos a la reunión de Ginebra. Si por cualquier motivo la moción no prosperara o fuera aplazada, el gobierno argentino, estimando en su debido valor las intenciones de las naciones concurrentes, participa que no puede continuar asistiendo al congreso por desvirtuarse el fundamental propósito que inspirara la convocatoria y su asistencia al mismo…”Finalmente, la delegación argentina presenta las enmiendas a la Secretaría luego de no pocas discusiones entre Alvear, Pérez y Pueyrredón sobre la

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forma de hacerlo. Las mismas no cayeron bien entre las delegaciones de los países aliados, quienes usaron de los procedimientos ya aprobados para dilatar su consideración. De todas formas no era posible que la Asamblea tratara una moción conteniendo un “principio esencial” antes de que fuese considerada por una comisión. Alteraba las bases constitucionales de la Sociedad que acababa de nacer. La enmienda argentina fue dejada para una futura consideración.La Asamblea en su sesión del 2 de diciembre decide aplazar la discusión de las enmiendas al Pacto presentado por varios países, entre otros el nuestro. A moción del delegado de Portugal se votó enviarlas a una comisión especial que tramitaría su informe el año siguiente.De nada valió que la delegación argentina sostuviera la necesidad de tomar en cuenta y discutir las enmiendas y que con un criterio democrático se oyera una opinión distinta a la de las grandes potencias. Unas se referían a la relación entre el Pacto y el Tratado de Versalles y otras eran aquellas que tenían por propósito noble fin de asegurar a la humanidad en el porvenir la liberación de las guerras, la soberanía del derecho, la solidaridad práctica y la igualdad entre todos los Estados. En realidad las enmiendas argentinas enfocaban a consagrar el principio de la universalidad, la elección democrática de los miembros del Consejo y la instauración de una Corte de Justicia y arbitraje con jurisdicción obligatoria. No eran cuestiones de orden secundario sino proposiciones de fondo para fortificar la institución internacional.

Retiro de la delegación ArgentinaA la decepción se sumó la polémica entre los integrantes de la delegación argentina. La ambición argentina de participar en la creación de una organización que debía consagrar nuevos ideales para el mundo, se enfrentó con el poder de las potencias triunfantes que ya habían decidido cuáles serían los principios y reglas del Pacto.Para Alvear, la Argentina había formalmente adherido sin reservas al Pacto y el hecho de que el tratamiento de las enmiendas se postergarse no era razón suficiente para retirarse de la Liga. Sostenía que llevar al extremo la posición argentina era transformar al país en abogado de Alemania. Francia, de que era celoso interprete, vería en esto una verdadera ofensa.H. Pueyrredón todavía esperaba el voto sobre la cuestión de admisión de todos los Estados y las otras enmiendas.Yrigoyen, al recibir ese abanico de contradictorias posibilidades, insiste en que debe mantenerse la línea de las directivas que ya le había impartido al señor canciller: si no se acepta que ingresen todos los Estados a la Liga, la delegación argentina se retirará.El día clave para ejecutar la instrucción del presidente había llegado: 2 de diciembre de 1920. La Asamblea decide enviar a comisión y postergar hasta el año siguiente las enmiendas argentinas. Ni hablar de la “cuestión esencial” que los países aliados consideraban inaceptables e

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impracticables en ese momento.Finalmente, el 6 de diciembre, fue leída en Plenario la carta que H. Pueyrredón le había dirigido al presidente de la Asamblea de la Sociedad de las Naciones, Hymans, comunicándole el retiro de la delegación argentina.La primera reacción fue la del delgado de África del sur, lord Robert Cecil, que si bien era favorable a las enmiendas argentinas destaca “que si cada miembro de la Asamblea adoptara la actitud de la delegación argentina, no sería posible congreso alguno”El embajador británico en Argentina, sir Ronald Macleay, es de la opinión de que la responsabilidad del “inesperado y precipitado paso (el retiro de la Sociedad de las Naciones) incumbe enteramente al presidente de la Republica”. A su juicio, el efecto de esta decisión sobre la “opinión pública mejor instruida” fue de “desilusión e indignación ante la posición de aislamiento y aún ridícula en que ha sido colocado el país”. Estas opiniones las emitía el embajador en enero de 1921 cuando algunos artículos de la prensa continuaban recriminando al Presidente haber actuado bajo la influencia de simpatías pro alemanas.Si bien en la Asamblea, América latina o el panamericanismo no tuvieron ninguna expresión política, ni hubo intento alguno de coordinación entre las delegaciones, después que la Argentina anunciara su decisión de partir, sólo un país le manifiesta su solidaridad: Chile.Cuando llegó el momento de llevar las propuestas argentinas a la Comisión de Enmiendas, la Secretaría las clasifica y menciona por país, figurando las nuestras solamente en el tema “admisión de la Liga”. Sin embargo, se omitió mencionar que la Argentina había presentado enmiendas sobre la Corte Permanente de Justicia Internacional y Comisiones de Arbitraje y conciliación y las que sometió en lo referente a la constitución del Consejo. Luego de un largo proceso de argucias y defensas procesales, las enmiendas son tratadas pero no aceptadas.Para el autor, desde el principio de la intervención argentina, la chancillería no interpretó adecuadamente el vínculo que existía entre el pacto de la Sociedad de las Naciones y el Tratado de Versalles, de allí la confusión en el rol que se asignaba a nuestra participación en las primeras consultas convocadas por los aliados. El retiro de la delegación por no aceptarse la participación de todos los Estados, ni aceptarse que se trataran las enmiendas en la primera asamblea, es sin duda excesivo en términos de la práctica de la diplomacia multilateral.A partir del 7 de diciembre de 1920, la Argentina no estará presente en la Sociedad de las Naciones salvo a través de un vínculo epistolar, acusando recibo de documentos o efectuando algunos otros trámites de menor importancia. Volverá muchos años después, luego de ratificado el pacto por el Congreso, lo que no sucedió a pesar de los deseos de M. T. de Alvear, durante su mando presidencial.

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La ratificación del Pacto: un largo caminoLos años 1922 y 23 fueron desastrosos para Europa. La constitución italiana fue destruida por una dictadura personal basada en un sólo partido. Alemania quiso invalidar el Tratado de Paz. Francia buscando su seguridad frente al Reich tomó el control de las minas y fabricas del Rhur.A partir de su retiro y hasta el fin de la presidencia de Yrigoyen, la Argentina no participó ni pagó sus contribuciones a la Sociedad de las Naciones. El pacto establecía (art. 6º) que los Estados miembros debía sufragar los gastos de mantenimiento de la Secretaría “de acuerdo con la proporción establecida para los gastos de la Oficina Internacional de la Unión Postal Internacional”. Durante la primera presidencia de Yrigoyen, la Argentina no pagó porque se consideró que era ajena a la institución.Ya electo presidente de la Nación, M. T. de Alvear, con la firma de su canciller Ángel Gallardo el 6 de junio de 1923, dirige un mensaje al Congreso, solicitándole la ratificación de la adhesión al Pacto de la Sociedad de las Naciones. En dicho mensaje reconoce que el “retiro” se había hecho por instrucciones del Poder Ejecutivo “como consecuencia del espíritu democrático que inspira la tradicional política exterior de la Republica en el reconocimiento de la igualdad de todas las soberanías…”.El mensaje recaba la autorización para regularizar la deuda a la Sociedad que asciende a los 473,989 pesos. El congreso no ratifica el Pacto pero incorpora al presupuesto a la partida para pagar las cuotas atrasadas.La situación argentina ante la Liga era confusa, tanto desde el punto de vista jurídico como político. La adhesión presentada por el ministro M. T. de Alvear (18-07-1919) había sido prematura, pues el pacto establecía que las adhesiones debían realizarse después que Alemania y tres de los principales países aliados lo hayan ratificado. No obstante ello, la Secretaría de la Liga, por el cambio de notas con alvear, aceptó considerar dicha adhesión a partir del momento en que se cumpliera esa condición, lo cual sucedió el 10 de enero del año siguiente. Fue recién entonces cuando Clemenceau invita al presidente Yrigoyen a adherirse, quien no pudo más que confirmar la adhesión ya presentada por Alvear seis meses antes. Cuando el canciller decide de hecho retirarse de la Asamblea o de la Liga como se interpretó políticamente, la Secretaría siguió considerando a nuestro país como miembro originario a pesar de que el Congreso argentino no había ratificado el Pacto.Esta anomia situación jurídica se complica cuando a partir de 1923 la Argentina paga sus cuotas.De los 45 miembros fundadores de la Liga en 1919, 32 eran firmantes del Tratado de Versalles, los otros eran países neutrales. De esos sólo tres no habían, en 1928, ratificado el pacto. Posteriormente se sumaron 14 países. La Liga ya era universal, más democrática la composición del Consejo y se había creado la Corte Internacional de Justicia. Es decir se cumplió lo que en parte había pedido el gobierno de Yrigoyen.Había algo, sin embargo, que merecía la objeción de muchos. Esta el art.

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21 del pacto que se refería a la Doctrina Monroe y que decía lo siguiente: “Nada en este Pacto debe considerarse que afecte la validez de los compromisos internacionales destinados a asegurar el mantenimiento de la paz, tales como los tratados de arbitraje o las inteligencias regionales como la Doctrina Monroe”. ¿Inteligencia regional o manifestación unilateral de Estados Unidos? Se trataba de una declaración unilateral nunca aceptada expresa o implícitamente por los otros países del conteniente. Este artículo introducido para satisfacer intereses internos norteamericanos no fue suficiente para evitar el rechazo del Pacto por parte del Congreso de Washington.Desde el primer pedido de ratificación por parte del Poder Ejecutivo, y a pesar de las sucesivas reiteraciones, pasaron más de nueve años antes que el pacto que instituyera la Liga de las Naciones fuera ratificado por el Congreso argentino. A las complicadas marchas y contramarchas de nuestra diplomacia se sumó la apatía de un Congreso Nacional cuyos miembros, en su mayoría, nunca se sintieron demasiados apurados en acelerar el trámite de una ratificación cuyo interés no percibían.Alvear terminó su mandato e Yrigoyen finalizará su segunda presidencia interrumpida por un golpe militar, sin que el pacto de la Liga de las Naciones haya sido ratificado por el Congreso de la Nación.Fue el 28 de septiembre de 1932, cuando la Cámara de Diputados, luego de un repetitivo y largo debate, aprueba por unanimidad el pacto contenido en los 22 primeros artículos del Tratado de Paz, firmado el 28 de junio de 1919 con las enmiendas que se introdujeron posteriormente. El senado por su parte aprobó la ratificación el 25 de septiembre de 1933.

Entre la confusión y la decepciónEl sonoro retiro de la Argentina en diciembre de 1920, y a pesar de que el Pacto aún estaba sin ratificar, no impidió al presidente Alvear enviar al embajador Tomas Le Breton a la reunión de la comisión que estudiaría la organización del Consejo de la Liga de las Naciones. En el debate general de esa reunión que tuvo lugar en Ginebra, el canciller se refirió a la composición del Consejo que según el pacto se componía de un asiento permanente para las principales potencias aliadas y asociadas y otros cuatro para países designados libremente por la Asamblea. Por el texto del Pacto se había designado hasta la primera asamblea, para ocupar estos últimos cargos, a Bélgica, Brasil, España y Grecia. Allí el canciller insiste en la tesis “de tender a la democratización de la Liga” a fin de que “todo privilegio desaparezca, alcanzándose la igualdad política y jurídica que anhelamos”.Luego de ratificado el pacto constitutivo de la Sociedad de las Naciones por ley Nº 11.722 aprobada por el Congreso el 25 de septiembre de 1933, la Argentina participa activamente en la organización con sede en Ginebra. La ley que aprueba el instrumento de 23 artículos, que está incorporado al Tratado de Paz, suscripto en Versalles, tiene un artículo que expresa una

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discordancia o salvedad con el texto del Pacto. En efecto el art. 5 de esa ley establece lo siguiente: “Al comunicar esta ley a la secretaría de la Sociedad de las Naciones, el Poder Ejecutivo hará presente que la doctrina Monroe […] es una declaración política unilateral, la cual prestó a su tiempo un señalado servicio a la causa de la emancipación americana, pero no constituye un acuerdo regional, como lo expresa el mencionado artículo.”Al principio atendía los asuntos de la Asamblea y comisiones de la Sociedad de las Naciones, el embajador en Roma, José M. Cantilo. Pero luego se establece una delegación permanente encargándola al ministro en Berna, Dr. Enrique Ruiz Guinazú. Esto se decide el 30 de julio de 1935.Luego de la ratificación del Pacto, el gobierno del general Agustín P. Justo designa a Enrique Ruiz Guiñazú delegado de la comisión encargada de estudiar la composición del Consejo, en oportunidad de examinarse la situación de China y Portugal como integrantes de aquél. El canciller Carlos Saavedra Lamas le da instrucciones el 21 de noviembre de 1936 para que sostenga la posición tradicional argentina, es decir, “propugnando la igualdad jurídica de los Estados y el anhelo de una progresiva democratización del Consejo de la Sociedad de las Naciones.

Conflicto entre Italia y EtiopiaEl tema más importante para los intereses argentinos fue el de la Guerra del Chaco, transferido a la Sociedad de las Naciones luego del fracaso de las tareas de mediación y buenos oficios emprendidas por la Comisión de Neutrales en Washington.Otro de los temas que requirió la atención de la Sociedad fue el conflicto entre Italia y Etiopía, que surgió con motivo de un incidente fronterizo ocurrido en Valal el 5 de diciembre de 1934. Etiopía decide invocar el art. 11 del estatuto que establece que frente a toda guerra o amenaza de guerra la Sociedad de las Naciones debe adoptar medidas adecuadas para salvaguardar la paz, y el 17 de marzo de ese año frente a las medidas militares adoptadas por Italia invoca la aplicación del art. 15 del Pacto.Esta disposición establecía que las partes debían someter en el conflicto al examen del Consejo, que redactará un dictamen en el que deberá recomendar soluciones. Luego de una serie de instancias que no lograron solucionar el conflicto, el Consejo decidió someter el asunto a una comisión de arbitraje y conciliación, de conformidad a un tratado firmado en 1928 entre Etiopía e Italia.Eritrea y Somalia formaban las fronteras norte y nordeste de Etiopía. Entre éstos estaba el Imperio etíope, donde se practicaba un cristianismo primitivo y no era prohibida la esclavitud. Algunas zonas fértiles y una virtual riqueza de mineral provocaron en 1896 un intento italiano de invasión que fue rechazado. Desde 1928 estaba gobernada por el Ras Safari que en 1930 se convirtió en emperador adoptando el nombre de Haile Selassie.

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El incidente en Wel-Wel, zona de litigio entre Somalia italiana y la provincia de Ogoden en Etiopía, costó la vida a más de un centenar de etíopes y 30 soldados nativos del ejército italiano.La cuestión de saber si Valal se encontraba en territorio etíope o de la Somalia italiana era el punto más difícil a la vez más irrelevante frente a la firme decisión de atacar Etiopía. Esto produjo un impasse, del cual debió ocuparse el Consejo de la Sociedad de las Naciones en su reunión del 31 de julio de 1935.El 26 de septiembre se realizó una nueva sesión del Consejo presidida por el Dr. Ruiz Guiñazú, que decidió la constitución de una comisión presidida por el Dr. Salvador de Madariaga que tendría como misión redactar las recomendaciones que deberían ser dirigidas a las dos partes en conflicto. La delegación argentina insistía en la posición adoptada en el conflicto del Chaco Boreal, consistente en afirmar que el incumplimiento de recomendaciones no podía dar lugar a sanciones sin que previamente se declare cuál era el Estado agresor o en ruptura de sus obligaciones con el Pacto.Pero en el terreno de la situación empeoraba: Etiopía movilizaba sus fuerzas y el 3 de octubre tropas italianas cruzan la frontera etiope. El día 5 el Consejo se reúne para estudiar la aplicación del artículo 16 que establecía que “si un miembro de la Sociedad recurriese a la guerra se los considerará ipso facto como si hubiere cometido un acto de guerra contra todos los demás miembros…”. En tal caso todos los estados miembros “se comprometen a romper inmediatamente toda relación comercial y financiera… prohibir toda relación de sus respectivos nacionales… y hacer que cesen todas las comunicaciones financieras, comerciales o personales”.Se preveía la exclusión de la Sociedad de las Naciones y el recurso a la fuerza militar. Ruiz Guiñazú recibió instrucciones de votar afirmativamente las sanciones que debían aplicarse al estado agresor, es decir Italia.Después de una serie de informes, el Consejo dictamina que Italia había tomado la iniciativa de abrir las hostilidades y el 10 de octubre la Asamblea vota el principio de aplicación de sanciones contra Italia, creando al mismo tiempo un Comité de Coordinación para estudiar la manera de llevarlas a la práctica.El Comité de Coordinación establece que los gobiernos miembros de la Sociedad de las Naciones prohibían “inmediatamente la exportación, reexportación y tránsito con destino a Italia y sus posesiones de determinadas armas, municiones y materiales de guerra” y que tomen las disposiciones necesarias para evitar que los referidos elementos bélicos “exportados a un país que no sea Italia, sean reexpedidos directa o indirectamente a Italia o las posesiones italianas”.Fue la segunda vez que la Argentina se adhería a una política de sanciones del tipo de las previstas en el pacto de la Sociedad de las Naciones. La primera vez fue durante la Guerra del Chaco cuando el gobierno prohibió la

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exportación de armas y municiones a los dos contendientes. El gobierno quiso también restringir el comercio con el Reino de Italia pero no podía prohibir las importaciones por ser éstas una facultad reservada al Congreso Nacional, salvo la posibilidad de elevar los derechos aduaneros en un 50 % en caso de que se justificara como medida de represalia. No había ninguna disposición interna que impidiera prohibir las exportaciones cuando el orden público lo exigía como fue el caso al comenzar la I G. M.El 22 de enero de 1936, Eden, el nuevo ministro de Relaciones Exteriores de G. Bretaña, había entablado negociaciones con Francia, Grecia y Turquía en vistas a una cooperación naval para hacer cumplir las sanciones. Cuando se estudiaba la conveniencia de establecer el embargo de petróleo a Italia, el 2 de marzo de 1936, el triunfo de este país parecía incontenible. Tanto Francia como G. Bretaña hacen un intento de frenar el gobierno de B. Mussolini.El 2 de mayo el emperador de Etiopía, Haile Selassie, abandona su país, luego de haber sido derrotado por los italianos el 31 de marzo. Ocupada la ciudad de Addis-Adeba, el rey de Italia, el 9 de mayo, firma un decreto por el cual asume para él y sus sucesores el título de emperador de Etiopía.La asamblea extraordinaria de la Liga se convocó para el 30 de junio. La delegación argentina estaba encabezada por el embajador José María Cantilo (representante en Roma), el Dr. Manuel Malbrán (representante en Londres) y el ministro plenipotenciario E. Ruiz Guiñazú.En la apertura de la asamblea extraordinaria fue José Maria Cantilo, el 30 de junio, quien fijó la posición argentina. Explicó que la convocatoria respondía a la confianza en la igualdad de los Estados y en el espíritu democrático que animaba la vida institucional en todo el continente. A pesar de que la Argentina era miembro del Consejo prefería el principio de la participación de todas las naciones que formaban la sociedad. Hizo Cantilo un largo alegato histórico del principio de la integridad territorial, y del principio del uti possidetis de derecho “como el principio que debía reglamentar nuestras divisiones territoriales”.Citó la acción desarrollada con relación a la Guerra del Chaco del 3 de agosto de 1932 por las 19 naciones americanas “homologadas en el tratado de conciliación y arbitraje suscripto y ratificado por todo el continente” que estipula que “no se reconocerá arreglo territorial alguno que no sea obtenido por medios pacíficos ni la validez de la ocupación o adquisición de territorios que sea lograda por la fuerza de las armas”El propósito argentino era plantear no sólo la cuestión ítalo-etíope sino reforzar la autoridad de la Sociedad de las Naciones ante posibles conflictos internacionales. Los principios americanos no estaban consagrados en el Pacto, y la Argentina estimó que la oportunidad era propicia para intentar darles una validez universal. Finalmente el 4 de julio se vota y se aprueba una resolución que reconocía que “diversas circunstancias han impedido la aplicación integral del Pacto de la Sociedad de las Naciones”, se cita la declaración de los estados americanos de fecha

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de 3-08-1932, que “excluye la solución por la fuerza de las cuestiones territoriales”. En su parte principal la resolución decía en su parte sustantiva lo siguiente: “La Asamblea […] emite el voto de que el Comité de Coordinación haga a los gobiernos las proposiciones útiles con el propósito de poner fin a las medidas adoptadas por ellos en ejecución del art. 16 del Pacto”.El gobierno de Roma sostenía que la única soberanía que había en Etiopía era la de Italia.El 6 de julio de 1936, cuando se reunió el Comité de Coordinación, propuso a los países miembros de la Sociedad de las Naciones que derogasen las sanciones que habían adoptado anteriormente. Unos 50 estados, algunos con timidez, las habían aplicado sobre todo en la esfera comercial y financiera como lo había hecho Argentina. Lo insólito ya había ocurrido. Ya no se trataba de una guerra, pues Etiopía había sido anexionada al Reino de Italia.La Asamblea nuevamente reunida, la misma que la Argentina había convocado motivada por un deseo de hacer más democráticas las decisiones, votará el 16 de julio de 1936, a propuesta del Reino Unido con la aprobación de 44 miembros presentes y la disidencia de Etiopía, la resolución de “poner término a las medidas tomadas por ellos en cumplimiento del art. 16 (sanciones del Pacto)”. Esa resolución invitaba a los países miembros a enviar al secretario general, antes del 1 de septiembre, propuestas y sugerencias para “mejorar en el espíritu”… “la aplicación de los principios del Pacto”. El conflicto ítalo-etíope se había transformado en un posible ejercicio de consultas para la reforma de la carta. La ocupación italiana terminará el 6 de abril de 1941, no por obra de la Sociedad de las Naciones sino como consecuencia de la II G. M. Las fuerzas de ocupación capitularon ante un cuerpo expedicionario del Reino Unido. El Emperador volverá desde Londres y retomará el trono.Cuando se levantaron las sanciones, el Reino Unido propuso a la Asamblea borrar a Etiopía de la lista de los miembros de la Sociedad. Como la mayoría se opuso, Italia se retiró de la Liga (diciembre de 1937).La sociedad de las Naciones había en los hechos desautorizado los propósitos de su razón de ser. De los muchos conflictos a que se abocó, sólo en unos pocos de menos importancia logró aportar soluciones. Cuando la Liga criticó la invasión de China por Japón en 1932, este país se retiró sin la menor sanción. Cuando se intentó frenar la militarización de Alemania, ésta hizo lo mismo. Su impotencia frente a la anexión de Etiopía fue un golpe más, el definitivo a su prestigio. La Sociedad de las Naciones desertó de los ideales que le habían dado legitimidad cuando las potencias europeas volvieron a reeditar su predilección por las alianzas y la formación de bloques que el esquema de seguridad colectiva de la Liga había pretendido reemplazar.

Saavedra Lamas, presidente de la Asamblea

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La Asamblea debía reunirse el 16 de septiembre. Ese año la delegación argentina estuvo presidida por el canciller C. Saavedra Lamas e integrada por los embajadores, en Roma y en México, J. M. Cantilo y Roberto Levillier, respectivamente, y el Dr. Ruiz Guiñazú ministro en Berna y delegado permanente ante la Liga.El 21 de septiembre será un gran día para el canciller argentino. C. Saavedra Lamas será elegido presidente de la Asamblea de la Sociedad de las Naciones. Antes de que asumiera, la Comisión de Credenciales debía expedirse sobre los derechos de la delegación de Etiopía. Los procedimientos dilatorios fueron de rigor ante la disyuntiva de “aceptar”, “no aceptar”, “postergar”. Finalmente la Comisión de Poderes aceptó la presencia de la delegación etíope. Italia se retiró.En su discurso inaugural destacó el canciller que la cooperación e intervención activa del continente americano ayudaba a dar a la liga un carácter universal. Sugirió una nueva modalidad de trabajo, es decir que las naciones que no forman parte de la Liga se coordinen con ella para solucionar un caso concreto.El canciller quiso poner de relieve, en primer lugar, los diferentes principios que en América regían las relaciones entre los Estados de la región, y en segundo término que las responsabilidades de la Sociedad de las Naciones, en materia de paz y seguridad internacional, se verían reforzadas al completarlas con la colaboración de los sistemas regionales, la participación de países como no miembros y la firma de compromisos como lo era por ejemplo su pieza maestra, el tratado antibélico argentino.La Asamblea se desarrolló en un ambiente de intranquilidad y tensiones no sólo por el caso etíope-italiano, sino por las repercusiones internacionales de la Guerra Civil Española iniciada en julio de 1936.C. Saavedra Lamas clausuró la Asamblea el 10 de octubre con un discurso de circunstancia. Hizo un alegato de la universalidad. Destacó la legitimidad de sus aspiraciones de coordinación con la Sociedad de las Naciones del Pacto Briand-Kellog y el Pacto Antibélico de No Agresión y Conciliación.La década del 30, fue testigo de la ocupación de Renania, la invasión japonesa a Manchuria (1931-32), del desembarco italiano en Abisinia (1935), de la Guerra Civil Española (1936), de la final claudicación que se escondía en el Acuerdo de Munich, suscripto el 30 de septiembre de 1938 entre Hitler, Mussolini, Chamberlain y F. Daladier.La ausencia de los Estados Unidos de la Liga y la incapacidad que tuvo ésta de hacer funcionar el sistema de sanciones previsto en el Pacto, invalidó la legitimidad del sistema de seguridad colectiva con que se quiso reemplazar la vieja política de equilibrio de poderes.La Liga, finalmente, quedó en manos de la influencia dominante de Francia y G. Bretaña, que intentaron manejarla sin éxito y sin la convicción ni firmeza necesaria en un escenario internacional donde las ambiciones nacionales -y populares- eran más fuertes que cualquier compromiso

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internacional. Menguada en su prestigio, incapaz de sobrellevar el peso de sus responsabilidades, dejó de funcionar al declararse la II. G. M.

BRAVO, Alejandro, Un caso de historia virtual: ¿Qué hubiera pasado si Argentina hubiese abandonado la política de neutralidad en la Primera Guerra Mundial?

Sucesos que hubiesen significado el abandono a la política de neutralidad Argentina en la Primera Guerra Mundial. AntecedentesEl asesinato del matrimonio conformado por el archiduque Francisco Fernando y la duquesa Sofía de Hohemberg, herederos de la corona imperial austro-húngara, el 28 de junio de 1914 en la ciudad Bosnia de Sarajevo por parte del estudiante bosnio Gavrilo Princip, y en complicidad con funcionarios servios, fue la chispa que encendió la “Gran Guerra”, poniendo fin a un periodo de relativa paz y tranquilidad que se venía dando desde 1870, y que en lo político-militar recibió el nombre de “Paz Armada” porque hasta ese momento las naciones europeas se prepararon para un gran enfrentamiento, invirtiendo grandes presupuestos en armamentos y reclutamientos y formando alianzas de las que resultaron dos bloques antagónicos: la Triple Alianza, constituida hacia 1882 por los Imperios Centrales de Alemania, Austria-Hungría e Italia, y la Triple Entente, formada hacia 1907 por Gran Bretaña, Francia y Rusia. A este periodo desde 1870 hasta 1914 también se lo conoce como la “Belle Epoque” porque durante él hubo grandes avances técnicos y científicos y progresos socio-culturales que aseguraban un mejor nivel de vida.Al antagonismo de las Alianzas; el deseo de revancha francés después de haber perdido la Guerra Franco-Prusiana en 1870 y luego de haber frustrado la intervención alemana en Marruecos; la rivalidad industrial, económica y comercial entre Inglaterra y Alemania; los nacionalismos racistas paneslavos y pangermanos, de los que Rusia era el protector de los pueblos eslavos mientras que Alemania lo era de los germanos y a las crisis balcánicas que derivaron en que Turquía pierda gran parte de sus dominios europeos a manos de Austria-Hungría y de los pueblos eslavos acaudillados por Servia y protegidos por Rusia, motivos que hacían inevitable un gran enfrentamiento, se sumó el rechazo servio al ultimátum austríaco para investigar la participación servia en el Atentado de Sarajevo, razón por la cual el emperador Francisco José, luego de recibir la ratificación del apoyo alemán, declaró la guerra a Servia el 28 de julio de 1914, lo que marca el comienzo del conflicto.Luego de vanos intentos por localizar la conflagración, el sistema de alianzas provocó la extensión de la guerra. Como Rusia y Francia movilizaron tropas en defensa de Servia, el emperador alemán Guillermo II les declaró la guerra el 1 y 3 de agosto, respectivamente. Esto y la violación de la neutralidad belga para invadir Francia por parte de Alemania llevó a que Inglaterra declare la guerra a los Imperios Centrales

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el 4 de agosto y así a que el conflicto se convierta en mundial, combatiéndose no sólo en aguas y tierras europeas, sino también en las colonias que los beligerantes tenían por todo el mundo. En la generalización de la contienda, los ingresos a la lucha a favor de la Entente por parte de Italia (1915) y de Estados Unidos (1917), entre otros, repercutieron profundamente en nuestro país, sobre todo porque esta última nación lo hizo a raíz de motivos similares a los que tuvo que hacer frente la Argentina más adelante: hundimiento de barcos (Lusitania, Sussex, Arabic, Vigilentia) e intercepción de mensajes alemanes que ponían en peligro la seguridad nacional (Parte Zimmermann). Mientras tanto, en nuestro país, cuando soplaban los vientos de la guerra europea, gobernaba desde 1910 el Dr. Roque Sáenz Peña, un conservador que se había fijado como meta principal de su gestión terminar con la costumbre imperante desde fines del siglo anterior por la cual casi no había pluralismo político ni cambios en la conducción política del país, al autoproscribirse el Partido radical porque no había una ley de Sufragio Universal. Sáenz Peña consiguió que se sancione esta ley, y con ella terminó el monopolio del Partido Conservador y, de a poco, también se fue diluyendo la influencia británica en nuestro país a la que estaba muy unida, a punto tal que cuando el embajador inglés se le presentó al recién asumido presidente Yrigoyen le dijo que era costumbre consultar a Londres respecto de la formación del gabinete, a lo que el radical respondió que era una costumbre que se debía dar por terminada.Así, mientras duró el conflicto, es decir desde 1914 hasta 1918, en Argentina hubieron dos líneas que, pese a sus diferencias políticas, observaron una misma posición con respecto de la guerra: el mantenimiento de la neutralidad, aún cuando hubo mayor inclinación hacia la Entente por nuestras vinculaciones culturales con Francia, políticas con Inglaterra y sociales, por la recepción de gran cantidad de inmigrantes, con Italia y por las antipatías que despertaban la prepotencia prusiana; y aún cuando hubieron hechos que pudieron haber alterado esta actitud.

Presidencia de Victorino de la Plaza (1914-1916)El 9 de agosto de 1914, por la muerte del titular Dr. Roque Sáenz Peña, asumió la Presidencia de la República el, hasta entonces vicepresidente, Dr. Victorino De la Plaza, días después de haber comenzado la “Gran Guerra”. Este conflicto tuvo su primera repercusión violenta en estas latitudes hacia el 8 de diciembre de 1914, cuando buques ingleses hundieron a cuatro acorazados alemanes en la batalla conocida como de las “Malvinas”, en la que desapareció el Almirante Graff Spee.Durante su gestión y pese a ser conservador, es decir pro-británico, De la Plaza declaró, en cuanta oportunidad tuvo, que Argentina mantendría una posición neutral ante el conflicto. Actitud que no se modificó a pesar de dos hechos significativos:1. Asesinato del Vicecónsul argentino en Bélgica: Afines de

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septiembre de 1914, la tensión subió de tono cuando llegaron las noticias de que el 23 de agosto tropas alemanas, en su paso hacia Francia, habían fusilado en Dinant (Bélgica) al vicecónsul honorario argentino, el francés Rémy Himmer, y que habían agraviado los símbolos patrios. La falta de confirmación calmó los ánimos y la opinión pública se distrajo por las aventuras de los tenientes Alfredo Agneta y Elisendo Pissano a bordo del globo “El Pampero” y las muertes sucesivas de los ex presidentes Julio Argentino Roca y José Evaristo Uriburu. Las investigaciones oficiales revelaron que el funcionario había sido asesinado junto a 146 personas más como represalia por la acción de francotiradores belgas y que su fábrica, donde tenía también sus oficinas diplomáticas, había sido incendiada; no se pudieron aclarar las circunstancias por las cuales se habían arriado la bandera nacional y destruido el escudo.De la Plaza aceptó la explicación alemana de que la víctima había caído fusilada en masa sin identificación diplomática; por consejos del procurador general de la Nación, archivó las actuaciones y no exigió reparaciones y, para evitar problemas similares en el futuro, canceló las patentes de los cónsules honorarios.2. Apresamiento de los vapores argentinos “Presidente Mitre” y “Curumalán”: El 28 de noviembre de 1915, mientras navegaba como lo hacía habitualmente hacia la Patagonia, transportando pasajeros, perforadoras de petróleo y ganado de raza, el buque “Presidente Mitre”, inscripto con matrícula nacional y al amparo de la bandera argentina, fue detenido entre Mar del Plata y San Antonio por el crucero de guerra británico “Macedonia”.Luego del arrío del pabellón nacional, la tripulación y los pasajeros fueron trasladados al crucero auxiliar “Orama” y, al igual que el vapor, conducidos a la ciudad uruguaya de Montevideo, donde sólo quedaron detenidos los marineros alemanes y austríacos. El Plenipotenciario inglés en esa ciudad, Michel Innes declaró el 30 de noviembre de 1915, que el barco apresado no podía considerarse argentino en tanto era propiedad de la compañía alemana “Hamburg Sudamérica Line”.La noticia causó estupor, sobre todo en la Patagonia, donde algunos diarios nacionales llegaron a pensar que los ingleses podían desembarcar para apoderarse de las estancias de propiedad de germánicos, y adonde la Compañía se negaba a seguir prestando el servicio, por temor a que vuelva a repetirse lo mismo. El 8 de diciembre en la Plaza del Congreso una manifestación recorrió las calles porteñas como repudio contra la acción inglesa. La reclamación formal del embajador argentino en Londres fue aceptada por el gabinete británico, que el día 29 de diciembre de 1915 dispuso la devolución del vapor, ante lo cual el Gobierno se comprometió a no solicitar indemnizaciones para los pasajeros o la compañía afectada.En mayo de 1916 se planteó un problema similar al anterior, cuando, por pedidos franceses, el vapor argentino “Curumalán” fue detenido en Cardiff (Inglaterra) para someterlo al tribunal de presas que lo juzgaría en Francia.

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Pero la rápida y enérgica protesta del Gobierno nacional, afirmando que el navío era propiedad del argentino Tornquist, obligó al Gobierno galo a dar marcha atrás en el asunto. No obstante las críticas que recibió De la Plaza por el manejo de estos hechos, el mantenimiento de la neutralidad era vital para nuestra economía, que dependía en gran medida de las exportaciones, ya sea a neutrales o a beligerantes

Presidencia de Hipólito Yrigoyen (1916-1922)Yrigoyen, si bien llegó al poder con la decisión de cambiar la política de los gobiernos anteriores, a los que calificó como “Régimen”, y para reparar injusticias, mantuvo la actitud de su antecesor con respecto a la guerra, a pesar de las presiones de los socialistas y los mismos conservadores que ahora exigían la ruptura de relaciones e incluso la declaración de guerra a Alemania. A ello se sumó la presión que ejerció Estados Unidos, país que entró al conflicto en 1917 a raíz del hundimiento de barcos de esa nacionalidad y la consiguiente violación al derecho de los neutrales de navegar libremente los mares del mundo y un “ofensivo telegrama” (El Parte Zimmermann), entre otras causas, y que arrastró a su favor a casi la totalidad de los países americanos.El Presidente hizo caso omiso a esta presión y mantuvo la neutralidad sin proclamarla, porque para él, entendiéndola como soberanía pacífica, ésta era el estado normal de las naciones y no correspondía declararla en cada oportunidad. Le costó mantenerla y tuvo que sortear grandes y graves obstáculos:1. Hundimiento del Monte Protegido: El 4 de abril de 1917, sin que se registren víctimas, fue hundido por un submarino alemán el “Monte Protegido”, un pequeño buque de bandera argentina que transportaba lino hacia Rotterdam.El canciller Honorio Pueyrredón reclamó enérgicamente exigiendo explicaciones y satisfacciones porque el barco había zarpado de Pernambuco, último puerto americano de su ruta, antes del 31 de enero, es decir con anterioridad a la declaración del “bloqueo submarino” por el cual Alemania, como contrapartida al “bloqueo continental” de la Entente a los Imperios Centrales, se reservaba el derecho de apresar o hundir barcos mercantes de bandera neutral que naveguen en una vasta superficie del Atlántico norte, y porque el hundimiento era una ofensa a la soberanía argentina ya que nuestro país no había reconocido al “bloqueo submarino” y había protestado contra él.El 2 de mayo se presentó directamente ante Yrigoyen el embajador alemán, conde Karl von Luxburg, quien le dijo que se indemnizarían los daños y que la escuadra imperial desagraviaría la bandera nacional. Esto resultó un importante logro diplomático, que ni siquiera Estados Unidos pudo conseguir.2. Hundimiento del “Toro”: El 22 de junio de 1917 un submarino alemán hundió al mercante argentino “Toro” mientras navegaba cerca de

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Gibraltar con destino a Génova transportando lanas, carnes, grasas, cueros y tanino, y recogió a los náufragos. Ante la reiteración de la ofensa, el gobierno argentino exigió que Alemania respete en lo sucesivo a los barcos argentinos en su libre navegación de los mares, so pena de romper relaciones diplomáticas; y no aceptó la explicación germana que consideraba “contrabando de guerra” a las carnes y a las grasas que transportaba el “Toro”, por cuanto Argentina no había adherido a la Convención de Londres de 1909 que así lo disponía, ni había reconocido al “bloqueo submarino”Luxburg le manifestó a Yrigoyen que su país actuaría igual que en el caso anterior y que reconocería a nuestro país el derecho a navegar libremente los mares3. La presión norteamericana: Pese a los esfuerzos del embajador norteamericano en nuestro país, Mr. Frederick Stimson, Estados Unidos no logró arrastrar a nuestro país a la guerra de su lado, como lo hizo con casi todos los países americanos, pero si tuvo éxito primeramente en desbaratar una conferencia latinoamericana de neutrales organizada por Yrigoyen para octubre de 1917. A pesar de esto, Washington no cejó en su propósito de llevarnos a la lucha. Una nueva oportunidad se presentó en julio, cuando se dispuso que la flota que patrullaba el Atlántico sur, al mando del almirante Caperton, visite por unos días Buenos Aires. Luego de resolver cuestiones protocolares y de establecer que la visita sería “incondicional”, la magnífica recepción oficial y el gran espectáculo que resultó el desfile de los marines, resaltado por la prensa aliadófila, casi rindió sus frutos. Sin embargo, la presión continuó, pues el Washington Post, en su edición del 22 de diciembre de 1917, se preguntaba: “¿El gobierno argentino es independiente o está dirigido por los alemanes?”.4. Los agraviantes cables interceptados a Luxburg: El 7 de septiembre de 1917 Lansing, secretario de Estado norteamericano, le presentó a nuestro embajador en Washington, Rómulo Naón, unos telegramas enviados por Luxburg a su país y descifrados por agentes ingleses en los que el diplomático pedía a su Gobierno que respetara lo prometido a Yrigoyen y decía que si llegaba el caso de que la marina alemana consideraba que tenía que hundir algún barco argentino, lo hiciese “sin dejar rastros”, es decir sin recoger a los sobrevivientes, porque el canciller Pueyrredón era un “notorio asno anglófilo” que esperaba la oportunidad para romper relaciones.Lansing, queriendo presentar los telegramas como un agravio de Alemania a la Argentina y así presionar a Yrigoyen para que abandone su actitud neutralista, cometió el error de publicar los cables secretos sin consentimiento del Gobierno argentino; a la par de que Naón no informó de inmediato lo sucedido a Yrigoyen, quien se vio sorprendido el 8 por la noticia proveniente de Washington. Por su parte, el Gobierno alemán desautorizó a su representante y manifestó que dichos cables, en caso de ser auténticos, sólo expresaban juicios y propósitos de Luxburg no

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compartidos por la Cancillería Imperial.Nuestro dolido canciller, antes de confirmar la autenticidad de los cables, declaró al embajador alemán persona no grata y le quitó sus privilegios diplomáticos, pero no pudo conseguir que Yrigoyen rompa relaciones con Alemania, ya que este se encontraba más molesto con Norteamérica por publicar sin su consentimiento cables reservados atinentes a hombres y cosas de su país.5. La presión interna: Los incidentes anteriores calaron hondo en la opinión pública antigermana, a punto tal de que se llegó a atentar contra propiedades de los ciudadanos de los Imperios Centrales y de los neutralistas y el Congreso, incluso con votos radicales a favor, llegó a aprobar la ruptura de relaciones con Alemania, que hasta el mismo embajador argentino en Francia, Marcelo T. De Alvear, pedía. Dicha presión se exaltaba por las noticias llegadas de Europa sobre las destacadas actuaciones de los argentinos que servían en los ejércitos aliados como los médicos Juan Carulla y Chutro y el aviador riojano Vicente Almandoz Almonacid. Sin embargo, Yrigoyen pudo sortearla y lograr mantener a nuestro país fuera de la contienda.

Ventajas de la neutralidadLejos de perjudicarnos, la política de neutralidad asumida por De la Plaza e Yrigoyen, aún cuando tuvieran matices distintos, nos resultó beneficiosa, tanto en lo económico como en lo político. En lo económico, porque nuestra economía creció gracias a las exportaciones a neutrales y beligerantes, a punto tal que según Peterson en 1919 la Argentina llegó a tener la riqueza per. cápita más elevada del mundo, lo que le permitió abrirle créditos a Inglaterra y Francia para que compren nuestros cereales y mandar un excedente de harina a los países vencidos más necesitados. En lo político, Argentina adquirió prestigio internacional por mantener su posición contra todas las presiones e incluso fue invitada a participar en las negociaciones de paz en Versalles.

ETCHEPAREBORDA, Roberto, La primera presidencia de Yrigoyen. Buenos Aires, CEDAL, 1984(Yrigoyenista al mango, no reproduzco todas las alabanzas que le dedica porque me seca la mente.)

La política internacional

La guerra que estalla en agosto de 1914 inicia la descomposición de viejo equilibrio de potencias y hace surgir la esperanza en América. Argentina es gobernada primero por Victorino de la Plaza (agosto de 1914 a octubre de 1916) y luego por Yrigoyen (de octubre de 1916 a noviembre de 1918).

La Argentina frente a la guerra (1914-1916)La práctica de la neutralidad por el gobierno de De La Plaza fue débil,

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como lo demuestra su actitud frente a los acontecimientos. A pesar de las declaraciones de neutralidad su actuar fue diferente, en la sombra se mantenían los múltiples lazos con los intereses imperiales. Otro factor importante fue la conformación económica de carácter colonial de país, que Yrigoyen enfrentó al revisar las concesiones de tierra pública, la política ferroviaria y petrolera, etc. Nuestra vida económica dependía esencialmente de los países aliados y particularmente de Gran Bretaña. Puede imaginarse fácilmente la influencia enorme que ejercían todos estos factores en la vida del país, por medio del cercenamiento de los créditos y la estrangulación del comercio por la política de listas negras.

La neutralidad de YrigoyenAl asumir, adopta una política de paz. En 1917 es puesto a prueba por la nota alemana de guerra submarina sin límite y la respuesta argentina es altiva y digna, marca nuevos rumbos en la conducción de nuestra política exterior. A pesar de que algunos adversarios reconocían la justicia de la respuesta argentina, otros se mezclaban en las intrigas de los beligerantes.En febrero de 1917 el presidente Wilson llama a los países americanos neutrales a secundar su intervención en la guerra.

El hundimiento de buques argentinosEl 4 de abril de 1917 el barco de bandera argentina “Monte Protegido”, cargado de lino y con destino a Rótterdam, fue hundido por un submarino alemán. Investigado inmediatamente el grave hecho por las autoridades argentinas, éstas elevan una enérgica protesta a la Cancillería imperial, ya que se trataba de un buque neutral con cargamento neutral y con destino neutral.El gobierno alemán responde expresando su pesar por el incidente y comprometiéndose en desagraviar el pabellón argentino en cuanto fuera posible.Lamentablemente, el 22 de junio siguiente, el “Toro”, buque argentino cargado con productos nacionales y con destino a Génova es hundido por un submarino alemán. Nuevamente el gobierno de Yrigoyen exige satisfacciones. En la nota dirigida al gobierno alemán declara no poder consentir imposiciones de una lucha en la que no participa y reclama que sus productos sean considerados contrabando de guerra, siendo el fruto de su trabajo como nación. El 28 de agosto la cancillería alemana acepta indemnizar los daños causados reconociendo las normas del derecho internacional.Argentina exigió la libertad de los mares y que sus productos no fueran considerados como contrabando de guerra. El hundimiento de los buques argentinos agravó la delicada situación internacional. Multitudes de exaltados cometieron desmanes que la opinión serena no pudo dejar de criticar.El 19 de abril de 1920 se fijó el monto de la indemnización, más los

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intereses y otros desembolsos que fueron pagados inmediatamente, mientras que el desagravio de nuestro pabellón es realizado en septiembre de 1921 en Kiel.Calmada la nerviosidad se produce el grave incidente de los telegramas de Luxburg que puso en peligro la firme posición diplomática argentina. En 1917 se publica en Estados Unidos unos telegramas escritos por el ministro alemán en nuestro país, Karl von Luxborg en los cuales ponían en duda la sinceridad del gobierno germano en sus relaciones con el nuestro, tergiversaban las actitudes del presidente Yrigoyen y aconsejaba dejar pasar o hundir los buques argentinos.Luxburg quiso eludir al gobierno argentino, pero fue confinado en la isla Martín García.En cuanto se hizo público el incidente, se producen graves disturbios, atacándose el diario germanófilo “La Unión” y el Club Alemán. El radicalismo repudio estos ecos. El senado se pronunció por la suspensión de las relaciones con Alemania. Y votó a favor de ello, pero Yrigoyen hizo caso omiso, ya que la Constitución Nacional reserva al presidente la conducción de las relaciones internacionales.Mientras, ante la enérgica protesta argentina, el gobierno imperial, por intermedio del secretario de estado expresa a nuestro ministro que lamenta lo que ha pasado y desaprueba las ideas expresadas por el conde Luxborg.Este nuevo reconocimiento de nuestra calidad de nación soberana, hecho por el poderoso imperio germano cierra uno de los capítulos más tensos de la historia de nuestras relaciones exteriores. Algunos sectores apoyaron la actitud oficial, otros lo criticaron gravemente. La propaganda belicista llegó hasta afirmar que las justas reivindicaciones de los obreros ferroviarios en pro de mejoras en sus salarios y horas de trabajo eran provocadas por los alemanes para distraer la atención de la opinión pública y hacer olvidar el caso Luxburg.Pese a la afirmación de algunos, el país respondió ampliamente a conducción presidencial, los resultados electorales no dejan lugar a dudas.

Yrigoyen y los aliadosLa política fue de igual certidumbre. En 1917, dos buques norteamericanos “visitaron” el puerto de Buenos Aires, con el objetivo indudable de provocar entusiasmo en la población a favor de los Aliados y presionar de este modo a sus gobernantes.Yrigoyen siempre advirtió de manera sutil que en caso de violarse su neutralidad tomaría las medidas de otros países latinoamericanos que había declarado la guerra a Alemania.En el desarrollo de su política internacional, el presidente fue duramente atacado e incomprendido. La actitud de neutralidad activa mereció las críticas más violentas, acusándolo de germanófilo.Tales eran sus convicciones y las grandes líneas de una política respuesta

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de la libre voluntad de los pueblos, pero moralmente solidario con quienes prefieren perecer, a dejar indefensos sus derechos.Así, manteniendo firmemente su postura, llegó el país a noviembre de 1918.

El congreso de neutralesEste congreso debió realizarse en Buenos Aires a principios de 1918. Su objeto era salvar las libres determinaciones de las repúblicas iberoamericanas frente al conflicto mundial, pero su convocatoria no fijaba un programa previo, con el fin de hacer viable todas las iniciativas útiles.Ya en enero de 1917 se realizaron las primeras gestiones, pero rotas a principios de febrero de ese año, las relaciones diplomáticas de los Estados Unidos con el Imperio alemán, la diplomacia se preocupó de hacer fracasar en su materialidad esa idea, que no coincidía con sus objetivos. De las gestiones económicas a las presiones económicas, todo fue puesto en práctica. La victoria coronó sus esfuerzos, pues sólo México y Cuba aceptaron finalmente la reiterada invitación Argentina y sólo los primeros enviaron la correspondiente delegación.

Actitud de Yrigoyen ante el tratado del A.B.C.La ocupación de Veracruz y el bloqueo de los puertos mexicanos por la escuadra de los Estados Unidos habían llevado a un conflicto bélico a las dos naciones del norte del continente en 1915. La diplomacia de los Estados Unidos, apurada por salir del problema obtuvo la mediación de Argentina, Brasil y Chile que culminó en la conferencia de Niágara Falls. Este acuerdo entre las principales potencias sudamericanas iba a culminar con el tratado conocido con el nombre de A.B.C., política que tendía al establecimiento de la hegemonía de estas tres naciones sobre las demás del continente. El documento adolecía de una serie de fallas de carácter jurídico que lo hacía peligroso. Su aspecto tutorial para los demás estados americanos, totalmente ajeno al sentimiento de nuestro pueblo, aceptaba una extensión ilimitada de los compromisos arbítrales vulnerando la fórmula argentina, que exceptuaba de los mismos a los actos que afectan a los preceptos institucionales de los países contratantes. En cuanto a la soberanía, se veía afectada por el derecho de intervención recíproco y la designación de la “COMISION Investigadora”, de acuerdo con la formula Bryan.En 1915 los Estados Unidos propuso un tratado que conservara las fronteras de los estados americanos. Evidentemente, el fin buscado era el de obtener el apoyo latinoamericano ante el peligro del Japón. El ministro argentino aceptó la propuesta pero el nuevo conflicto de México, el estallido de la Primera Guerra Mundial y la asunción de Yrigoyen aventarían el proyecto. La oposición del nuevo presidente impidió la ratificación legislativa del tratado del A.B.C., ya que sostenía la igualdad de las naciones americanas. De esta manera, sin recurrir al sistema de

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inteligencia entre las naciones fuertes, desdeñando todo artificio diplomático, Yrigoyen consolidó la armonía continental, cimentando además la posición internacional de la republica.

Saludo al pabellón dominicanoEn 1907 los Estados Unidos ocupan Santo Domingo con la excusa de la eminencia de una supuesta invasión europea a la isla. Cuando una flota argentina que transportaba los restos de un diplomático pasa por Santo Domingo saluda la bandera dominicana con 21 cañonazos. Yrigoyen ratificaba una vez más su postura de respeto a las soberanías y repudio a los actos de fuerza.

Las relaciones con Estados UnidosJamás fue más cordial la relación entre Estados Unidos y Argentina que durante las presidencias de Yrigoyen, aun en situación de la Primera Guerra Mundial.Terminada la guerra, el gobierno de Wilson envió una misión a Sudamérica, que visitó la Argentina. El secretario de estado Colby fue recibido con honores y declaró las más grandes simpatías de su país hacia el nuestro a pesar de las diferencias de posición en cuanto a la guerra. Invitó al presidente Yrigoyen a una gira por Estados Unidos en la que lo acompañaría el presidente Wilson.

Retiro de la republica Argentina de la sociedad de las nacionesCuando terminó la guerra, Wilson propuso, entre otras cosas, la formación de una Liga Internacional de las Naciones.Sin embargo, los principales países de la “Entente” prefirieron seguir con la vieja diplomacia. En 1919, el ministro argentino en Francia, Marcelo T. de Alvear informaba a su gobierno que los aliados deseaban conocer la opinión de los países neutrales. Yrigoyen respondió que aceptaba en principio la formación de la Liga, pero no la distinción entre neutrales y beligerantes.La invitación a formar parte de la Liga llegó en julio de 1919, cinco meses antes de que entrara en vigencia el Tratado de Versalles.De este modo Yrigoyen quiso significar claramente que el “Pacto de la Liga” y el “Tratado de paz” eran para la Argentina dos convenciones fundamentalmente distintas. Elevó su adhesión, a ratificarse cuando el congreso aprobara el acto. El gobierno Argentina había asumido la formula de adhesión, mero sentimiento dado por un estado, rechazando el de “adhesión”, caso en el que un estado se hace parte principal en un tratado, asumiendo todos los derechos y obligaciones que el mismo comporta.La primera sesión de la Liga iba a realizarse en Suiza en noviembre de 1920. El enviado argentino, Honorio Pueyrredón recibió las siguientes instrucciones del presidente: universalidad de la Liga e igualdad de todas

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las naciones. Estos requerimientos eran indispensables para permanecer en ella, pero encontró dificultades en imponer su tesis. Las grandes potencias mostraron su oposición a admitir a cualquier nación en pie de igualdad. Consideraron las posibles enmiendas al pacto como materia de discusión para más adelante.Pueyrredón, siguiendo las directivas de Yrigoyen, retiró la delegación. El principio de la universalidad ha sido incorporado a la carta de las Naciones Unidas.

1.3 Los problemas económicos y sociales. Continuidades y rupturas. La economía triangular. La primera Guerra Mundial y sus efectos en los sectores agropecuarios. Crisis y recuperación. La industrialización. La batalla por la nacionalización del petróleo

1.4 La cuestión social y la mediación estatal en los conflictos. Los casos de la Semana Trágica y las huelgas patagónicas Romero y otros, El radicalismo.

Los problemas económicos y sociales y la respuesta radical en el gobierno (1916-1930) Juan Carlos Grosso

Los problemas económicos y la cuestión social en el “programa” radical

El radicalismo llegó al poder en 1916 sin un programa definido, sin respuestas concretas a los problemas económicos y sociales. Su programa se limitaba al vago propósito de “realizar un gobierno amplio, dentro de las finalidades superiores de la Constitución Nacional. Yrigoyen, por su parte, había fijado los objetivos del movimiento en la necesidad de reestablecer la moralidad política, las instituciones de la republica y el bienestar general.Los problemas económicos se definen como una critica al régimen, formando parte de la causa reparadora. Fueron planteos éticos llevados al campo de la política económica. Se criticaba así, el despilfarro del régimen, el peso de la deuda exterior, la política fiscal de expoliación y la inversión de los fondos públicos, incontrolada y con fines desconocidos.La cuestión social se sintetizaba en la aspiración al “bienestar general”, se abarcaba así a todas las clases sociales. La vaguedad programática fue la consecuencia lógica de la aspiración del radicalismo de convertirse en un movimiento en el que tuvieran cabida “todos los elementos que quieran ponerse sinceramente al servicio del verdadero bienestar de la patria”. El radicalismo se autodefinió, no como partido, sino como un movimiento esencialmente político y, como tal, dejó de lado los problemas económicos y sociales, ya que sistematizarlos hubiera significado el enfrentamiento entre los diversos sectores que lo

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componían.Esta actitud hacia la elaboración de un programa concreto fue la expresión de un tácito compromiso entre estos para encauzar sus luchas tras objetivos políticos inmediatos, limitando sus planteos a la reparación institucional, evitando aquello que hubieran podido llevarlos a la ruptura. Estos conflictos habrían de estallar durante el gobierno de Yrigoyen, poniendo de manifiesto las múltiples disidencias partidarias. Precisamente estos afloraron cuando un sector del radicalismo intentó encarar problemas económicos y sociales mediante respuestas definidas.Aun los sectores más decididos a transformar al radicalismo en un partido político, sostuvieron la necesidad de que el programa fuera lo suficientemente amplio, incluyendo sólo aquellas declaraciones sobre las cuales no surgieran discrepancias y que por lo tanto sirvieran para fortalecer al movimiento. Debía excluir temas como el debate proteccionismo-librecambio. En este sentido, se propuso un moderado proteccionismo, una legislación protectora del proletariado que no perjudicara “los legítimos derechos del patrón”, un estímulo a la introducción de capitales extranjeros conjuntamente con la aspiración a la independencia económica. Fueron las contradicciones con las que se enfrentó Yrigoyen y que no pudo resolver, siendo impotente, aun en el segundo gobierno para realizar una transformación profunda de la realidad económica social.Con todo fue evidente que surgió como un movimiento popular, sosteniendo reivindicaciones hasta entonces desconocidas.Fue la acción misma del radicalismo antes de 1916 la que constituyó un programa. La posición del gobierno radical frente a los acontecimientos del Grito del Alcorta (1912) fue la más clara definición del movimiento frente a la cuestión agraria, planteo que habría de ser retomado por Yrigoyen durante su gobierno. Ante el reclamo de los arrendatarios de las zonas cerealeras de Santa Fe, el gobierno radical asumió una actitud moderada, que satisfizo algunas de las demandas. La expansión agrícola había creado entonces un nuevo sector social –los arrendatarios-, incipiente clase media rural, que en su mayoría, volcó sus votos hacia el radicalismo. La definición del radicalismo frente al grito de Alcorta contribuyó a su triunfo en el área cerealera.

El radicalismo y los intereses ganaderosLa gran expansión del capitalismo financiero de fines del siglo pasado y comienzos del presente había acentuado la dependencia de la Argentina con respecto a los centros hegemónicos de la economía mundial. El sistema económico reclamaba materias primas en mayor cantidad y a menor costo y a la vez necesitaba conducir capitales hacia áreas dependientes.La expansión cerealera, las transformaciones en la producción ganadera, que se manifestaron en un incremento de exportaciones de carnes

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congeladas y enfriadas, y las inversiones extranjeras en ferrocarriles, puertos y frigoríficos, conjuntamente con el gran crecimiento del intercambio comercial, fueron en la Argentina los principales signos de este proceso. La capitalización lograda al clamor del incremento de las exportaciones fue acaparada por la oligarquía terrateniente y los capitales extranjeros.La instalación de frigoríficos norteamericanos encontró gran aceptación en la oligarquía local, pero el enfrentamiento se dio con los frigoríficos ingleses, que veían peligrar sus posiciones.El crecimiento de las exportaciones ganaderas durante los años de la Primera Guerra Mundial significó para la industria frigorífica un periodo de excepcional prosperidad que alcanzó a los sectores ganaderos. Al finalizar la guerra y desaparecer por lo tanto, las causas excepcionales de esa prosperidad, el enfrentamiento entre los diversos sectores vinculados al comercio de la carne se reactualizó, siendo acelerado por la crisis ganadera de 1921-1922.La crisis de deflación de posguerra produjo una depresión general de la economía capitalista, caracterizada por un movimiento descendente de los precios y una disminución del intercambio comercial. La gran demanda existente durante la guerra y los altos beneficios alcanzados en este periodo, condujeron a los ganaderos a reinvertir en sus ganancias o aumentar sus existencias. Pero, como consecuencia de la depresión, la demanda decreció y fue superada por la oferta, lo que contribuyó a agravar los efectos de la crisis. Las exportaciones también descendieron.El peso de la crisis cayó sobre los sectores ganaderos vinculados a la producción del congelado, mientras que los invernadores se vieron favorecidos por la expansión del enfriado. Los debates parlamentarios de 1922-23 pusieron de manifiesto la reacción de los productores quienes, en coincidencia con los intereses de los frigoríficos anglo argentinos, desataron una campaña contra los establecimientos norteamericanos, sosteniendo la necesidad de intervención del estado en las actividades de los frigoríficos.El gobierno radical a pesar de sustentar una política levemente proteccionista a favor de la incipiente industria y de afirmar la necesidad de alcanzar mediante ella “nuestra independencia económica” hizo muy poco para cambiar la estructura agropecuaria de país y dejó de lado cualquier medida de fondo que tendiera a desalojar a la oligarquía terrateniente del lugar hegemónico que ocupaba en aquella. Durante el primer periodo presidencial de Yrigoyen, el equipo de gobierno y en general la elite radical había sido reclutado, en lo que a su posición económica se refiere, entre los sectores altos, vinculados a las actividades agropecuarias o al proceso de comercialización de las mismas. Muchos pertenecían a la Sociedad Rural Argentina y aun los sectores medios, profesionales y comerciantes, estaban estrechamente ligados a la estructura agropecuaria, con la cual identificaban sus intereses.

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La posición del gobierno radical frente al trust frigorífico fue ambigua. Esta actitud, aparentemente bajo la presión momentánea de grupos invernadores, le valió las críticas de algunos conservadores. A partir de 1922 se evidencia una nueva política de intervención del estado en la vida económica, sustentada por Yrigoyen en numerosos casos anteriores, y que aspiró a lograr un precio retributivo para el ganadero a la vez que carne barata para el consumidor.A través de un proyecto elaborado por ministro de agricultura sobre fraccionamiento y comercialización de carnes, se trataba de conciliar la protección a los sectores ganaderos, con los intereses de las clases medias y baja, que constituían su soporte electoral. La respuesta de Yrigoyen llegó tarde. Dos meses más tarde expiraba su mandato y nuevos intereses se hacían cargo de la sociedad rural.De las cuatro leyes aprobadas en 1923, en defensa de la industria madre, tres tuvieron origen en la banca radical, pero en el senado se modificaron para que los únicos beneficiarios fuera la oligarquía vacuna. Una ley autorizaba al poder ejecutivo para invertir en la instalación de un frigorífico y otra establecía el control estatal en el comercio de carnes. Así se buscaba conciliar nuevamente los intereses de los criadores con la protección de los sectores consumidores, fijando el precio máximo de la carne para el consumo interno.A pesar de ser denuncias por el bloque radical las verdaderas causas de la crisis ganadera, debida al “ansia desmesurada de lucro” del “capitalismo extranjero”, la respuesta legislativa mantuvo intacto el poder del trust de los frigoríficos y de los invernadores, al dejar las escasas medidas tendientes a limitar ese poder en manos del poder ejecutivo, que rápidamente cayó bajo la influencia de los mismos sectores a los cuales debía controlar, suspendiendo la de precio mínimo y desligándose, en la práctica, del papel de supervisor del comercio de carnes otorgado por ley.Recién durante el segundo gobierno de Yrigoyen, los diputados radicales, separados en parte del lastre ganadero que arrastraron durante el primer periodo presidencial, amenazaron, conjuntamente con la nacionalización del petróleo y con el monopolio estatal de su producción, a los capitales extranjeros radicados en la industria frigorífica.

El problema agrario y la respuesta radicalLos inconvenientes de espacio hicieron que se prefiriera la exportación de carne, transformándose así el uso de la tierra, volcándose la preferencia de los productores hacia la ganadería, en desmedro del área destinada al cultivo de cereales. Esta situación afectó especialmente al maíz. Además, prolongadas sequías y diversas plagas perjudicaron aun más la producción agrícola, que se redujo a la mitad de 1913 a 1919.La contracción de las actividades agrícolas determinó la existencia de un excedente de mano de obra, que se volcó hacia las poblaciones más próximas o hacia los grandes centros urbano, llenando el vacío dejado por

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la detención del proceso migratorio, que entre 1914 y 1918 tuvo un saldo negativo.Retomando la posición sustentada por el radicalismo en la huelga agraria de 1912, el gobierno envió al Congreso un proyecto de colonización agrícola ganadera, favoreciendo el reparto de tierras. Al no ser sancionado por el Congreso, el gobierno propició en 1917 la modificación del régimen del Banco Hipotecario con los mismos propósitos facilitando los créditos y la venta de tierras.Paralelamente se inició una revisión de concesiones de tierras fiscales, recuperándose gran cantidad de hectáreas obtenidas ilegalmente. Sin embargo esta medida no llegó a afectar los intereses de los terratenientes, perjudicando a algunos colonos.A comienzos de 1919 estalló una huelga encabezada por la Federación Agraria en la zona maicera. Se extendió a otras zonas y propuso la subdivisión de las tierras, entregándolas a quien la trabajara. La acción de los poderes públicos frente a la huelga no fue nada complaciente. A pesar de ello, el gobierno radical reconoció algunas reivindicaciones. Yrigoyen mandó al Congreso un conjunto de proyectos sobre el problema agrario, que no fueron aprobados, excepto la reforma de la carta organizadora del Banco Hipotecario.A pesar de estas medidas y de las constantes declaraciones de Yrigoyen, su política agraria estuvo lejos de provocar una transformación del régimen de la tierra que facilitara el acceso a la misma a quienes deseaban trabajarla.Con la crisis ganadera de 1921-22 se produjo nueva redistribución en el uso de la tierra, incrementándose el área destinada a la agricultura en desmedro de la ganadería.La nueva expansión cerealera tampoco provocó modificaciones considerables en el régimen de la tierra. Un nuevo alud inmigratorio, en la década del 1920 dejó un saldo positivo de un millón de personas, permitió a los estancieros apreciar el proceso de expansión sin desprenderse de sus tierras, otorgándolas en arrendamiento o aparcería.El exceso de mano de obra le permitió imponer condiciones desfavorables a los arrendatarios.Durante el segundo gobierno de Yrigoyen trató de solucionar los defectos de la ley de arrendamiento, propiciando ante el Congreso su reforma, haciéndola extensiva a todos los arrendamientos, ampliando el plazo mínimo de arrendamiento de cuatro a cinco años.Con la crisis de 1929 un alto porcentaje de los colonos que se habían acogido a los beneficios de la ley hipotecaria fueron despojados de sus tierras al no poder cumplir con sus obligaciones. Quedaba así de manifiesto la ineficacia de una de las pocas medidas en que se había concretado el programa agrario del radicalismo. Al ser derribado en 1930, la estructura de la propiedad de la tierra que Yrigoyen encontró en 1916 conservaba aun las mismas tendencias.

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Las actividades industriales durante el periodo radicalAl iniciarse la Primera Guerra Mundial, las actividades industriales del país no habían alcanzado aun un desarrollo significativo, conservaban el carácter primario, ligadas fundamentalmente a la producción agropecuaria, con un alto predominio de las industrias extractivas. Aun las manufactureras estaban estrechamente vinculadas a dicha producción, siendo los rubros que más se destacaban los correspondientes a las industrias alimenticias y textiles.En crecimiento democrático se había constituido un amplio mercado interno y sin embargo, fueron las importaciones las que se habían cuadruplicado entre 1890 y 1913.Los grupos de poder, vinculados a la industria agropecuaria, controlaron desde un primer momento la política aduanera, y esta no se caracterizó precisamente por su carácter proteccionista. Además se agregan otros factores que imposibilitaron la expansión de la industria local, un sistema bancario orientado hacia la especulación con la tierra, la producción ganadera y las importaciones, conjuntamente con una red ferroviaria que tendía a fomentar la entrada de productos extranjeros.La guerra vino a llenar el vacío de una legislación proteccionista, poniendo de manifiesto la deformación de la estructura productiva y la estrecha dependencia del capitalismo europeo. Al mismo tiempo que se posibilitaba un incremento de la capacidad productiva de las industrias europeas ya existentes y el surgimiento de algunas nuevas, se hacía evidente la necesidad de transformar aquella estructura dependiente.La industria contó durante el periodo de la guerra con una mano de obra disponible, debido al traslado de numerosos trabajadores rurales afectados por la disminución de los trabajos agrícolas. Sin embargo, su posibilidad de expansión se vio limitada por los mismos efectos de la guerra, al imponer ésta una valla infranqueable a las importaciones de las maquinarias necesarias para la renovación de los equipos productivos o para el establecimiento de nuevas unidades, al mismo tiempo que disminuía el combustible y las materias primas que no podían ser compensados por la producción local. Es por ello que se incrementaron las producciones existentes, más que se surgieron nuevas industrias.La transformación más importante se operó en las industrias primarias como la textil o la aceitera, que llegaron a exportar sus productos a las naciones en guerra.El gobierno radical intentó una política de fomento y aun de protección de estas industrias de emergencia. Esta política, conjuntamente con las iniciativas de creación de la flota mercante, de descentralización de la red ferroviaria y de fomento de las exportaciones petroleras, constituyeron los esfuerzos más serios de Yrigoyen por diversificar la estructura productiva del país. Pero dicha política distaba mucho de cuestionar el predominio agropecuario y los privilegios de la oligarquía terrateniente. Se trataba de

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conciliar los distintos intereses económicos regionales y los de la producción agropecuaria con una industria transformadora de materias primas nacionales, haciéndola complementaria de aquellas.El entronque entre los sectores terratenientes fue desde el origen de las actividades industriales muy acentuado. La estrecha vinculación entre estos sectores tuvo su correlato social. La política proteccionista reclamada por los mismos industriales no implicó nacionalismo económico, que los podría haber llevado a un enfrentamiento con el capitalismo británico. Conciliando intereses económicos como terratenientes, industriales ya asociados a este capitalismo, postularon un proteccionismo para los productos que se fabricaban en el país, a la vez que una política preferencial, en beneficio de las importaciones británicas que no competirán con la producción nacional.No había pues una burguesía industrial autónoma y agresiva que se opusiera abiertamente a los intereses de las clases terratenientes y que bregara por una transformación significativa de la estructura económica del país en desmedro del carácter hegemónico de la producción agropecuaria.Fue en materia de explotación petrolera y de electricidad donde la política del gobierno radical se manifestó decididamente orientada hacia el fomento industrial. El impulso que otorgó Yrigoyen a la explotación fiscal del petróleo, tendía a lograr un mayor desarrollo de la industria nacional, descartando la idea de acelerar la extracción para llegar a exportarla. Estas medidas estuvieron orientadas a poner en servicio de la industria local una fuente de energía propia, rompiendo su dependencia de las cuotas de importación del carbón británico.Diversas medidas parciales fueron adoptadas por la administración radical en beneficio de las industrias, aunque no llegaron a concretarse en una ley orgánica de fomento industrial.La dirección de comercio e industria lanzó durante el año 1918 una campaña publicitaria fomentando el consumo de industria local.La designación del ingeniero Demarchi, un industrial y decidido proteccionista como ministro de agricultura parece estar ligada a la política yrigoyenista de fomento industrial.El nuevo ministro denunció los factores que debilitaban nuestra producción, entre ellos la carencia de combustibles y las dificultades de transporte. A dos meses de iniciar su periodo presidencial, Yrigoyen solicitó al Congreso autorización para emitir un empréstito destinado a intensificar las explotaciones de los yacimientos de Comodoro Rivadavia. El senado no consideró la petición.Las dificultades de abastecimiento de maquinarias, impuestas por la guerra y la falta de apoyo financiero a las iniciativas de Yrigoyen, por la obstrucción del Congreso, impidieron una expansión considerable de la explotación fiscal durante su primer gobierno.

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En la totalidad de los mensajes presidenciales, Yrigoyen planteó la necesidad de intensificar la explotación fiscal y el principio de nacionalización de los yacimientos.El principio de monopolio estatal de la producción todavía no había sido incorporado a la teoría yrigoyenista.En septiembre de 1919, el poder ejecutivo presentó ante el Congreso un proyecto de ley, que fijaba como objetivo de la explotación petrolera el abastecimiento de las necesidades de consumo del país, ya que estaba destinada a impedir la posible acción de los grandes monopolios.Como este proyecto no fue sancionado, el cual a pesar de sus grandes limitaciones reemplazaba el absoluto liberalismo sostenido por el código de minería, las empresas privadas alcanzaron gran expansión.Con la finalización de la guerra se reinició la ofensiva de las potencias capitalistas para recuperar los mercados que temporalmente habían quedado fuera de su influencia. A la nueva expansión de la industria europea se agregó el capital yanqui, que desde la década del 20 se lanzó a una lucha competitiva tendiente a desalojar a las importaciones británicas del lugar hegemónico que ocupaba en el comercio exterior de los países americanos.Las importaciones retornaron en la Argentina al ritmo de la preguerra, provocando una disminución de la producción industrial. Ante los reclamos de los sectores industriales se fueron adaptando diversas medidas que, a partir de 1921 constituyeron un movimiento proteccionista irregular, inorgánico pero que permitió, de todas maneras, atenuar en parte la ofensiva de las importaciones.El gobierno de Alvear continuó, en un primer momento, la línea iniciada por la administración anterior. Sin embargo esta política fue luego abandonada, ocasionando a la industria un prolongado estancamientoA partir de 1923 la declinación de las actividades industriales se hizo muy visible. Las industrias que más se vieron perjudicadas fueron precisamente, las que utilizaban materias primas nacionales, tales como las alimenticias, canteras, minas, etc. que redujeron su producción o bien disminuyeron su ritmo de crecimiento.Paralelamente, la inversión de capitales extranjeros, fundamentalmente norteamericanos, provocó la expansión de algunas ramas como el petróleo o los productos químicos, durante la década de 1920. Fue entonces cuando importantes empresas, controladas hasta entonces por capitales ingleses pasaron a manos norteamericanas.El comercio exterior siguió una tendencia similar a la experimentada en el campo de las inversiones, las importaciones norteamericanas lograron superar a las británicas. La balanza comercial con los Estados Unidos dejó constantemente un saldo negativo para el país debido al pequeño volumen de las exportaciones argentinas, de difícil colocación en el mercado norteamericano tanto por ser competitivas a su producción como por los altos derechos que gravaban su introducción.

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Esta creciente tendencia proteccionista del capitalismo monopolista levantó altas barreras aduaneras a las exportaciones argentinas, no sólo en Estados Unidos, sino también en la mayoría de los países europeos con excepción de Inglaterra. La Sociedad Rural entonces lanzó una campaña en 1926 tendiente a acentuar la dependencia económica exterior de Gran Bretaña. Esta política implicaba el ahogo de las industrias, posibilitando únicamente el desarrollo de aquellas que no compitieran con las importaciones inglesas.En vez de buscar nuevos mercados para nuestras exportaciones ganaderas de la oligarquía vacuna prefería rendirse a los pies del imperialismo británico.En 1928 la presión de los criadores ingleses y de los productores de los dominios, tendiente a lograr una protección frente a las exportaciones argentinas, se concretó en una campaña contra las mismas, ocultadas tras el velo de la aftosa.La presión de los sectores ganaderos se extendió nuevamente al Congreso. Por su parte, la Unión Industrial, se opuso a esa política, sosteniendo que el país debía autoabastecerse.La respuesta del gobierno radical, en manos del yrigoyenismo a los reclamos de los sectores ganaderos, de cuyos intereses se sintió generalmente intérprete, fue la firma del convenio financiero con la misión británica tendiente a facilitar el intercambio comercial recíproco entre sus respectivos países.El convenio celebrado con Gran Bretaña y los fundamentos dados por Yrigoyen ponen de manifiesto la vinculación de sectores del radicalismo con los intereses ganaderos. Si bien esta medida estuvo ligada al de desarrollo de los ferrocarriles estatales y constituyó un intento de dar salida a la producción agropecuaria, afectada por la contracción del mercado internacional, en líneas generales coincidía con los postulados de la oligarquía ganadera, en tanto la misma no fue acompañada por una política económica exterior tendiente a romper la dependencia de las exportaciones agropecuarias respecto del mercado inglés.Recién, ante una nueva coyuntura favorable, provocada por la crisis de 1929-1933, la industria nacional entró en una etapa de real transformación que habría de completarse en los años de la Segunda Guerra Mundial, cuando debió reaplazar nuevamente a las importaciones de los países en guerra.

El estado en la vida económica: una política de interés nacionalLa política económica de “interés nacionalista” proclamada por Yrigoyen requirió una nueva concepción del estado, que abandonando la vieja política de laissez faire, interviniendo en forma activa en la vida económica del país, ya fuese participando directamente en algunos sectores claves de la misma (ferrocarriles, transportes marítimos, petróleo) o ejerciendo la acción “tutelar”, “como encarnación permanente de la colectividad”, sobre

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las actividades privadas.El primer paso dado en este sentido por el gobierno radical, fue su intervención en la comercialización de la cosecha como vendedor único en el exterior. Se trató así de defender a los agricultores enfrentando las maniobras de las firmas exportadoras, cuyo monopolio se veía reforzado por la escasez de bodegas provocadas por la guerra. En 1917, el gobierno decretó la posibilidad de exportar, colocando bajo su control la producción existente. Paralelamente se firmaron acuerdos con Inglaterra, Francia e Italia acordándose créditos y convenios de comercialización. La acción reparadora del yrigoyenismo se vio constantemente limitada o imposibilitada por el aparato del régimen que permaneció intacto, en muchas situaciones provinciales, en el poder judicial y en el senado mismo, donde el radicalismo nunca llegó a tener mayoría. Atrapado por su “legalismo constitucional”, Yrigoyen no se atrevió a arrojar a la oligarquía de sus reductos tradicionales.La creación de la marina mercante fue vista por Yrigoyen “como un paso importante hacia nuestra independencia económica”. Mediante ella el país podría alcanzar otros mercados, diversificar sus compradores y vendedores, y orientar el tráfico interno corrigiendo las deformaciones impuestas por el sistema ferroviario. El 2 de mayo de 1917, al declarar la caducidad de todas las concesiones ferroviarios cuyos plazos habían vencido, Yrigoyen fijó una nueva política estatal con respecto a los ferroviarios, sosteniendo la necesidad de que “el estado tenga parte importante en la red ferroviaria”.No se trató por cierto de afectar a los intereses de los capitales británicos proyectando la nacionalización de sus líneas ferroviarias. Se respetó el status quo, que alcanzan por estas limitando su expansión futura. Al mismo tiempo, se trató de romper el centralismo de la red ferroviaria mediante el establecimiento de nuevos ramales destinados a fomentar las economías provinciales, ahogadas por la política ferroviaria de las empresas particulares.La política tarifaria de las empresas permitió al capitalismo británico ahogar las economías provinciales e impedir todo intento de expansión industrial en ellas. Mientras los objetivos de la política ferroviaria británica era centralizar en Buenos Aires las industrias cuyo total cercenamiento hubiera significado reconocer abiertamente sus propósitos de deformación de la estructura económica del país.El plan de gobierno en materia ferroviaria, tendió a limitar en parte esa deformación, mediante la instalación de líneas “que pusieran directa y prácticamente en comunicación con el mundo, las zonas del país cuya ubicación excede la idea de una vida económica intensa, a través de la dependencia absoluta del litoral”. Estos proyectos no sólo favorecían a las economías provinciales sino que, a su vez, permitían una mayor integración de los mercados latinoamericanos.Sus planes se vieron por cierto, limitados por el congreso, a pesar de los

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cuales, las líneas del estado experimentaron desde 1914 a 1930, un incremento superior a los 4.000 kilómetros.A partir de 1918, el gobierno inició una política portuaria que, si bien incrementó la capacidad de los tradicionales puertos cerealeros, rompió con la centralización de los mismos a través del fomento de los establecimientos portuarios del alto Paraná. Estas medidas, conjuntamente con las adoptadas en el campo ferroviario constituyeron un serio esfuerzo del gobierno radical por quebrar el aislamiento de las provincias del interior, satisfaciendo las necesidades del mercado interno.

El movimiento obrero y el obrerismo de YrigoyenEl estado primario de las actividades industriales, concentradas casi exclusivamente en Buenos Aires, había creado un proletariado de escasa incidencia en la estructura social y productiva del país. Este hecho determinó que fueran gremios como el ferroviario o el marítimo lo que encabezaban las luchas obreras durante esos años.De origen extranjero en su mayor parte, el proletariado argentino se orientó desde un primer momento hacia las doctrinas anarquistas y hacia el socialismo de Juan B. Justo. Este último atrajo a sus filas a los artesanos y operarios especializados. Paralelamente a estas dos tendencias (anarquistas y socialistas), se fue desarrollando la corriente sindicalista que bregó constantemente por la purificación del movimiento obrero, desligándolo de toda posición económica concreta.La unidad del movimiento tuvo escasa duración. Hasta la creación del la Unión Sindical Argentina en 1922, el movimiento obrero se núcleo en dos centros: la FORA del XI congreso, de tendencia sindical y la FORA del V congreso, de tendencia anarquista.Con el ascenso de Yrigoyen a la presidencia, las relaciones entre el gobierno y el movimiento obrero adquirieron un carácter distinto con respecto a las que prevalecieron durante el régimen. El paternalismo desplegado por Yrigoyen al intervenir en forma favorable al movimiento obrero en algunos de los numerosos conflictos estallados durante los primeros años de su gobierno, condujo a un acercamiento, notable por entonces, entre el gobierno y la FORA del IX.En 1917 se produjeron en el país 138 huelgas en las que participaron 136.000 obreros, frente a los 24.000 del año anterior. El alza del costo de vida y la desocupación, conjuntamente con las nuevas expectativas creadas por la asunción del gobierno radical, impulsaron activamente las luchas de la clase obrera por sus reivindicaciones económicas. Este movimiento, a la par que se extendió a la mayoría de los gremios, golpeó a los capitales extranjeros en sus principales baluartes: frigoríficos, ferrocarriles y puertos.El gobierno reaccionó aplicando la política de arbitraje, interviniendo por los obreros ante la patronal. El fallo dictado por el gobierno acordó a los obreros parte de sus reclamaciones.

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Ante la actitud del nuevo gobierno, las huelgas exitosas fueron, por primera vez, mayores que las fracasadas. Sin embargo la política obrera del gobierno radical demostró desde un primer momento sus contradicciones.Alentada tal vez por las nuevas perspectivas que abrió al proletariado de la Revolución Rusa, pero también a causa del empeoramiento de su situación económica, la clase obrera exteriorizó su disconformidad en la huelga general del enero de 1919.El movimiento tuvo su comienzo en el conflicto de los obreros metalúrgicos contra la firma Pedro Vasena e hijos, haciendo crisis el 7 de enero, cuando se produjo un enfrentamiento armado entre los huelguistas y las fuerzas de seguridad destacadas por el gobierno en defensa de la patronal. El movimiento se extendió rápidamente y contó con el apoyo de las dos centrales obreras. El gobierno perdió prácticamente el control de la ciudad haciéndose cargo de la situación el general Dellepiane quien, por propia iniciativa, descendió de Campo de Mayo para poner fin al caos desatado por la huelga. La policía y el ejército realizaron razzias entre los barrios obreros, con el complemento de los grupos de choque organizados por los sectores nacionalistas y reaccionarios del combate nacional de la juventud.La huelga fue inorgánica, espontánea, desbordó aun a los mismos dirigentes obreros quienes se esforzaron por contenerla y ponerle fin lo más pronto posible. Se requirió como condición para levantar la huelga la solución del conflicto de los metalúrgicos de la firma Vasena y la libertad de todos los presos por cuestiones obreras. Alarmados, los empresarios accedieron y la huelga se levantó.Muchos escritores radicales han sostenido que Yrigoyen fue superado por los acontecimientos, y que la actitud del gobierno radical durante la semana trágica no puede ser considerada como una constante de su política obrera.Si bien es cierto que la represión del movimiento adquirió proporciones imprevistas, las relaciones del gobierno con las organizaciones obreras no retomaron, luego de las huelgas, las características mantenidas hasta entonces. En las huelgas de junio de 1921 el gobierno volvió a aplicar severas medidas contra el movimiento obrero. La represión de la huelga de los obreros de la Patagonia, a fines de 1921, contó con visto bueno de Yrigoyen.Luego de los acontecimientos de enero de 1919, el gobierno desplegó una intensa actividad de legislación, por la cual pretendió encontrar una “equilibrada solución” a los reclamos del movimiento obrero, conciliando los intereses del capital y el trabajo. Pero ninguno de sus proyectos fue considerado por el poder legislativo.En el campo de la previsión social fue donde más se concretó la legislación obrera de Yrigoyen, pero aun ésta no produjo una trasformación significativa en la situación de la clase obrera.El obrerismo de Yrigoyen, tal vez más humanitario, coincidió en cuanto a

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sus objetivos con el de los sectores industriales: desterrar los elementos anarquistas. Presionado por los grupos más combativos del movimiento obrero y por los sectores de la oligarquía, de la misma clase media, que veían en esa creciente combatividad una amenaza para su propia estabilidad, Yrigoyen adoptó una actitud contradictoria ante los reclamos obreros, que le enajenó el apoyo de vastos sectores de esta clase social.

El problema del petróleo y la revolución del 6 de septiembreEl gobierno de Alvear estrechó los contactos con los viejos grupos conservadores, retrocediendo en la mayoría de los campos en que Yrigoyen había dado sus pasos más decididos. El amplio triunfo del yrigoyenismo en 1928, se debió, no tanto a la adhesión del electorado a los postulados del radicalismo, como una reacción de los sectores populares frente al avance de los grupos oligárquicos a los cuales se había aliado el antipersonalismo.La división del radicalismo, permitió al yrigoyenismo desprenderse de sus sectores más reaccionarios, radicalizando algunos de sus planteos, en especial en cuanto a la cuestión del petróleo y los problemas económicos.En 1927 la Cámara de Diputados aprobó el proyecto que estableció la nacionalización de los yacimientos petrolíferos y el monopolio estatal de su explotación.Sin embargo la legislación quedó incompleta al no apoyar los diputados socialistas independientes la expropiación de los yacimientos privados. El radicalismo retiró de su proyecto esa cláusula para obtener el concurso de los socialistas, sin el cual no hubiera podido ser aprobado.En julio de 1928 el bloque radical, contando ya con una amplia mayoría en la Cámara de Diputados, presentó el proyecto por el cual se disponía la exportación de todos los yacimientos petrolíferos privados y de sus instalaciones, autorizando al poder ejecutivo a declarar la caducidad de las concesiones de cateo por indemnización.La aprobación del proyecto en la Cámara de Diputados significó una seria amenaza, tanto para los capitales extranjeros como para la oligarquía nativa.Este proceso de radicalización del yrigoyenismo se agotó en el problema energético. Su acción gubernativa se vio paralizada por las contracciones, tanto ideológicas como sociales que aun conservaba el radicalismo, y por la obstrucción del contubernio.En materia de política económica exterior, adoptó una orientación coincidente con la de la oligarquía vacuna, acentuando la dependencia de Gran Bretaña.La situación económica mundial durante la cual se desarrolló el segundo gobierno de Yrigoyen impuso también sus límites a las posibilidades de acción.La crisis del capitalismo en 1929 repercutió en la Argentina provocando una contracción de la economía interna como consecuencia del descenso

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del comercio exterior. Esta situación se vio agravada por el desequilibrio que predominó entre los precios del intercambio en perjuicio de los productos agropecuarios.Desde 1929 se produjo además un violento éxodo de la población rural, predestinado a apuntalar la situación económica de las metrópolis capitalistas.La desocupación en el campo provocó un desplazamiento de los campesinos a los centros urbanos, que saturó la capacidad de absorción de una industria en estancamiento, incrementándose así la desocupación y la reducción de los valores reales de los salarios.Los sectores populares vieron frustradas sus esperanzas, volcando sus votos en Buenos Aires, a las dos ramas del socialismo que, en las elecciones de marzo de 1930, lograron, en conjunto, duplicar los votos del radicalismo.Sin haber llegado a ser la revolución del 6 de septiembre el golpe de la Standard Oil, aunque sí fue obra de los sectores oligárquicos alentados por la presión imperialista, la política sustentada por el yrigoyenismo en materia petrolera hizo peligrar las posiciones del trust petrolero y, por sus implicaciones, la de los capitales extranjeros en general, movilizándolos en campaña contra Yrigoyen.El proyecto de nacionalización del petróleo afectaba indirectamente los intereses británicos también, ya que el autoabastecimiento de petróleo hubiera significado un desequilibrio en el intercambio con Gran Bretaña, rompiéndose la reciprocidad exigida por los productores ganaderos y los importadores ingleses.Aislado el gobierno del movimiento obrero, en momentos en que los sectores de las clases medias se desprendían del radicalismo afectados por la contracción económica, la revolución, sin llegar a contar con un apoyo popular, no encontró mayores resistencias.Los grupos de izquierda no llegaron a comprender ni el significado del yrigoyenismo ni el de las fuerzas que giraron en torno al contubernio, al cual en general se plegaron.Con la década infame los sectores populares experimentaron un marcado retroceso. El movimiento obrero adoptó una actitud de expectativa frente a la dictadura. Las transformaciones sociales que se produjeron en esos años habrían de darle, sin embargo, una nueva vitalidad que se pondría de manifiesto en los acontecimientos de 1945.

FALCON, Ricardo, MONSERRAT, Alejandra, Estado, empresas, trabajadores y sindicatos.

Si bien, en lo que respecta al modelo de acumulación vigente desde la penúltima década del siglo XIX, no se produjeron modificaciones de fondo -aunque sí algunas secundarias de importancia- continuando como eje de la exportación, en el plano del Estado y en particular en respecto de los

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trabajadores aparecieron situaciones novedosas de envergadura. También las hubo en el plano de las organizaciones obreras, que mostraron, en algunos de sus segmentos, actitudes hacia el Estado que no tenían precedentes en el país. Menos novedoso fue el comportamiento de las elites sociales y de los empresarios que pretendieron continuar con sus actitudes tradicionales ante una situación que era inédita, hasta que en ocasión de los acontecimientos de enero de 1919, conocidos como la Semana Trágica, cambiaron sus estrategias y comenzaron a actuar contra los trabajadores en forma relativamente independiente del gobierno radical.En el conjunto del periodo es posible distinguir cuatro etapa: la primera ocupa los tres primeros años del gobierno de Yrigoyen y se caracterizó por una tentativa de conseguir la adhesión de los trabajadores a través de arbitrajes en los conflictos entre capital y trabajo, que en ciertos casos lo favorecían y generaban un apoyo indirecto a algunos sectores del movimiento sindical. La segunda etapa, que va desde enero de 1919 -con la Semana Trágica que actúa relativamente como una divisoria de aguas- hasta el fin del primer gobierno de Yrigoyen en 1922, y en la cual la política laboral del gobierno pasó preponderantemente por las tentativas –frustradas muchas de ellas por la carencia de una mayoría legislativa- de sancionar leyes protectoras del trabajo. La tercera se desarrolla entre 1922 y 1928 con el gobierno de Alvear y se caracterizó por una menor conflictividad social que en el periodo anterior y años de bonanza económica. Finalmente, la cuarta será la más corta y abarca desde la segunda asunción de Yrigoyen en 1928 hasta septiembre de 1930 con el golpe de Estado.

El movimiento obrero entre 1916 y 1919En abril de 1915 tuvo lugar el novedoso Congreso de la Federación Obrera Región Argentina (FORA) entonces dirigida por los anarquistas y que en su Vº Congreso había adoptado como eje fundamental de su actividad la propaganda de los principios del comunismo anárquico. En ese Congreso participaron por vez primera los Sindicalistas Revolucionarios, que habían disuelto la organización de la cual formaban parte la Confederación Obrera Argentina. Los recién llegados obtuvieron una mayoría de congresales que sirvió para declarar a la FORA como una organización apolítica puramente obrera, sin definición ideológica expresa. Es decir, los principios del comunismo anárquico fueron remplazados por el punto de vista sindicalista. Un sector anarquista no acató las resoluciones y desde entonces hubo dos FORA, la llamada del quinto congreso (FORA Vº), anarquista, y la del noveno Congreso (FORA IX) con mayoría sindicalista.Pero, en 1916, la llegada del radicalismo al gobierno ofreció inesperados puntos de intersección entre los Sindicalistas de la FORA IX e Hipólito Yrigoyen. Por un lado, el apoliticismo declarado de la organización y el énfasis puesto en las reivindicaciones gremiales no dejaron de llamar la

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atención de los radicales y del presidente. Por otra parte, Yrigoyen daba una imagen inusual entre los presidentes argentinos: su disposición a dialogar personalmente con los trabajadores y sus promesas de mejorar sus condiciones de vida.Sin embargo, sus arbitrajes en los conflictos entre capital y trabajo en el periodo que va de 1916 a 18, en más de una ocasión favorecieron a los trabajadores, sumados a la predisposición de los sindicalistas a recibir apoyo estatal, fueron generando una particular relación entre los dos y especialmente entre el gobierno y la Federación Obrera Marítima (FOM).En sus orígenes, en 1906, cuando se escindieron del Partido Socialista, los Sindicalistas Revolucionarios adoptaron ideas que procedían de sindicalistas franceses. En la segunda década del siglo, ya habían abandonado en buena medida sus postulaciones revolucionarias iniciales y desplegaban una preocupación antipoliticista, pero sólo parcialmente antiestatista, por la consecución de reformas que mejoraran las condiciones laborales de sus representados. Los sindicalistas, sin embargo, aun cuando exhibieron un fuerte intuicionismo obrerista, no perdieron del todo algunos de sus principios originales. La base de los acuerdos tácitos entre la FORA IX y el gobierno descansaba en un implícito interés mutuo: los radicales no construían organizaciones gremiales que compitieran con las de los sindicalistas y éstos no intervenían en los procesos electorales.En consecuencia ambos, tenían en sus respectivos dominios un rival común, el Partido Socialista, que disputaba electoralmente con la UCR la misma franja de votantes, especialmente en la Capital Federal. Los socialistas centraban el grueso de su estrategia en la tarea parlamentaria destinada a la sanción de leyes protectoras del trabajo.

El arbitraje estatalEl primero de diciembre de 1916, los trabajadores marítimos de Buenos Aires declararon una huelga cuyos objetivos eran obtener un aumento en sus salarios, la aplicación de las ocho horas de trabajo y mejoras en la higiene y alimentación. La Federación Obrera Marítima (FOM), que nucleaba a los trabajadores de este sector, había sido creada en 1910 y se encontraba adherida a la FORA IX. Así, los marítimos juntamente con un sector de ferroviarios eran los gremios que mayor caudal de afiliados le brindaban a esta central y una presencia a nivel nacional que la FORA Vº anarquista no tenía.Cuando estalló el conflicto marítimo, desde el campo obrero no hubo resistencias ante el ofrecimiento de un arbitraje estatal que solucionara el diferendo.Distinta fue la reacción del sector patronal, ya que los armadores se negaron desde el primer momento a someterse a una mediación del Estado. Entre los argumentos esgrimidos por los empresarios se señalaba que la aplicación sistemática de una práctica como la mediación estatal

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fomentaría las huelgas y alteraría el libre juego de la oferta y de la demanda. Al mismo tiempo, entendían que derivaría en una intervención continúa de los poderes públicos en cuestiones privativas a las relaciones laborales. Asimismo, consideraban que las nuevas circunstancias provenientes de la actitud asumida por el radicalismo ante la problemática laboral menoscaban su poder.Otra de las características salientes de este conflicto fue el asiduo contacto y dialogo que los dirigentes de la FOM mantuvieron con el presidente Yrigoyen durante el desarrollo de la huela. A este se sumó la predisposición del gobierno a acceder a los pedidos de los huelguistas, como el retiro de las fuerzas de seguridad de la zona del puerto para que los trabajadores pudieran ejercer libremente su derecho de propaganda. Luego de veinte días de huelga y en un marco donde día a día se fortalecía la posición de los huelguistas, las empresas decidieron cambiar su actitud aceptando la intervención del Poder Ejecutivo como arbitro. En contrapartida, los armadores solicitaban el estudio de medidas para eliminar impuestos al transporte fluvial.Todo indicaba que se estaba arribando a una solución, cuando la empresa Mihanovich comunicó que no estaba en condiciones de dar cumplimiento al laudo arbitral y fundamentalmente que se reservaba el derecho de admisión de los trabajadores que habían sido cesanteados durante la huelga. A consecuencia de ello la FOM reanudó la medida de fuerza, que recibió como respuesta una surte de lock out patronal que implicó el amarre de todos los buques.En abril de 1917 los empresarios navieros y los trabajadores marítimos firmaron un convenio que posibilitó la normalización de las actividades portuarias. Entre las bases suscriptas figuraban la incorporación de todo el personal que había participado en la huelga y la intervención de la FOM juntamente con los armadores en la contratación del personal de máquinas y cubierta.Otro de los conflictos importantes que debió enfrentar el gobierno radical fue el del sector ferroviario a comienzos de 1917. Los ferroviarios se hallaban representados por dos entidades gremiales. Una de ellas era La Fraternidad, creada en 1887 y que agrupaba a los maquinistas y foguista. Esta entidad era profundamente corporativa, reformista, apolítica pero combativa en el nivel de las reivindicaciones gremiales. Sus afiliados aparecían como una especie de “aristocracia obrera”. En su accionar La Fraternidad era proclive a la negociación con el Estado y los patrones, y consideraba la huelga como una medida que se toma sólo en última instancia cuando todos los canales de dialogo se hubieron cortado.La Federación Obrera Ferroviaria (FOF) era la entidad que agrupaba al resto de los trabajadores ferroviarios, es decir, a los sectores de talleres y el conjunto de los empleados no calificados. Este sindicato había sido creado en 1912 a instancias de los Sindicalistas Revolucionarios en la Capital Federal. La unidad del gremio se plasmaría en 1920 con el

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surgimiento de la Confraternidad Ferroviaria.El malestar en el sector comenzó a hacerse sentir ya desde principios de 1917 y sus primeras manifestaciones se dieron en las secciones de la FOF de Rosario y Santa Fe, a través de la presentación de pliegos de condiciones. Este descontento de los obreros ferroviarios se fue extendiendo a distintas zonas del país, al tal punto que la FOF y la Fraternidad decidieron hacerse eco de las demandas y unificar las peticiones que las diversas secciones habían presentado. De esta manera para septiembre de 1917, el conflicto ferroviario estaba generalizado y las empresas optaron por la implementación de un arbitraje estatal que diera por terminada la huelga rápidamente. En un primer momento tanto la FOF como La Fraternidad rechazaron la mediación del Estado.Mientras la huelga general de los ferroviarios continuaba tomando cada vez más características violentas a raíz de los destrozos que grupos de huelguistas realizaban en los talleres.La primera de las medidas del gobierno, fue la confección de un reglamento provisional de trabajo ferroviario. Al ponerlo en conocimiento de las empresas, éstas lo rechazaron de plano argumentando que no contemplaban en su verdadera dimensión el trabajo que se efectuaba en los ferrocarriles. Además las empresas opinaban que este reglamento implicaba un prejuicio económico de importancia para ellas, al incorporar la reducción de las horas de trabajo y aumentos de salarios.En octubre la FOM, en solidaridad con lo ferroviarios, se declaró en huelga, por lo tanto a la paralización del tráfico terrestre se sumó la del fluvial. Como consecuencia, el Poder Ejecutivo endureció su posición y sancionó por decreto el mencionado reglamento, que incluía la aplicación de la ley de jubilaciones para los ferroviarios sancionada durante el gobierno de Roque Sáenz Peña, un aumento global de salarios de un 10%, supresión del sistema de multas, readmisión en sus antiguos puestos a los huelguistas de 1912, prohibición de tomar represalias contra los trabajadores que participaron en esta huelga. Y en relación con las empresas, el decreto establecía que éstas podían aumentar sus tarifas para cubrir los gastos que generarían estas disposiciones.Paralelamente al conflicto de los marítimos, los empleados de la Municipalidad de Buenos Aires comenzaron a expresar su descontento por los bajos sueldos que percibían y las condiciones de trabajo que tenía. Antes que declaraban una huelga, el intendente Llambías salio al cruce con un decreto que establecía la jornada máxima de ocho horas para todo el personal. A pesar de esta iniciativa del intendente, en marzo de 1917 estalló la huelga de los obreros municipales.El gobierno autorizó la presencia policial para impedir la formación de piquetes de huelga en la municipalidad y también implementó medidas tendientes al rápido reemplazo de los huelguistas.Debe tenerse en cuenta que la actitud del gobierno nacional de no ofrecer el arbitraje a los empleados municipales ni reconocerlos su sindicato de

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reciente creación, se relacionaba con que los representantes obreros de este conflicto no estaban ideológicamente ligados con la tendencia sindicalista revolucionaria, y a su vez militantes del Partido Socialistas -competidor electoral del radicalismo- habían logrado un cierto acercamiento hacia los trabajadores. Además entre los municipales había importantes porcentajes de trabajadores extranjeros, por lo tanto carentes de derechos electorales, a diferencia de lo que ocurría con los marítimos e incluso con los ferroviarios.La prolongada duración que habían tenido tanto la huelga marítima como la ferroviaria comenzaba a inquietar a la burguesía argentina. Esta consideraba que la larga extensión de los conflictos obreros y la violencia que algunos habían alcanzado se debían a la complacencia con que Yrigoyen trataba a las organizaciones obreras. En medio de estas críticas hacia el gobierno estalló en noviembre de 1917 una huelga de obreros pertenecientes a las empresas frigoríficas de Berisso, Ensenada y Avellaneda. Entre las demandas que presentaron estos trabajadores se incluía el aumento de sus salarios. Dos hechos son sumamente significativos. Uno de ellos fue la protección que la policía local les brindó a los trabajadores en huelga ante los ataques de los sectores patronales. Y el otro fue que el gobierno nacional en un primer momento ofreció solucionar el litigio a través de su mediación, a pesar de la gran cantidad de extranjeros que componían este gremio. Pero de una manera contundente, la propuesta arbitral fue rechazada por los trabajadores. Esta actitud se debió a que los militantes anarquistas eran quienes estaban dirigiendo la medida de fuerza. A partir de este momento la huelga comenzó a ser cada vez más violenta por los enfrentamientos que se sucedían entre las fuerzas de la Marina y los huelguistas.

La Semana TrágicaVer en DEL CAMPO, Hugo, La Semana Trágica. En “Historia Integral Argentina”. Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, Tomo VI

La legislación laboral (1919-22)La Semana Trágica marcó un corte relativo en el tipo de relaciones que se habían venido dando en la vinculación entre el Estado y un sector del movimiento sindical.El gobierno inauguró una nueva estrategia para atraerse a sectores de trabajadores, que ya no pivotearía sólo en el apoyo indirecto a las organizaciones sindicales a través de los arbitrajes, sino también con la promoción de proyectos de legislación laboral. Pero al mismo tiempo que establecía una legislación del accionar sindical, debía instaurar ciertos mecanismos de control, evitar los desbordes de los segmentos más radicalizados y la consecuente ofensiva de las derechas. De esta manera, Yrigoyen intentaba lograr un equilibrio postulando al Estado como su garante, poniéndolo por encima de los extremistas de ambos bandos en

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pugna.Entre mayo y julio de 1919, el Poder Ejecutivo envió al Congreso cuatro proyectos de legislación laboral: de conciliación y arbitraje, de asociaciones profesionales, de contratos colectivos de trabajo y sobre prescripciones laborales –para los territorios nacionales.Estas iniciativas quedaron “encajonadas” en el Congreso en el que los radicales no tenían mayoría. En 1921 envió a las Cámaras un proyecto de Código de Trabajo. El proyecto en lo que concernía a las asociaciones profesionales, establecía la no obligatoriedad de la aflicción sindical; prohibía a los empresarios que se opusieran a la sindicalización; les daba personería jurídica; la obligación de tener estatutos; la posibilidad de litigar judicialmente; la facultad de celebrar convenios colectivos de trabajo; tener representantes en los diversos organismos laborales y la posibilidad de recibir subsidios. Además reconocía el derecho de huelga como el “último medio” para mejorar las condiciones de trabajo.De conjunto el proyecto buscaba un equilibrio de poder entre las partes. Consagraba el derecho de huelga y legalizaba la sindicalización, lo que favorecía a los obreros, y vedaba la injerencia sindical en la contratación de la mano de obra y preveía la represión de las sanciones “antirrompehuelgas”, lo que satisfacía a los capitalistas.Otro terreno en el cual avanzó el gobierno radical entre 1919 y 1922 fue el de las funciones del Departamento Nacional de Trabajo (DNT). El decreto de su creación en 1907 le otorgaba tareas principalmente de recopilación de antecedentes legislativos en materia laboral y confeccionar estadísticas. No se le atribuía función arbitral alguna ni tampoco tenía poder de policía para controlar el efectivo cumplimiento de la escasa legislación laboral vigente. La necesidad de no debilitar totalmente al movimiento obrero, como un contrapeso de la presión que los empresarios y las derechas ejercían sobre el gobierno, iba acompañada de medidas de contralor sindical para no asustar demasiado a aquéllos. Finalmente, el radicalismo en el poder estaba interesado en los trabajadores urbanos tanto por especulaciones electorales como por cumplir con su creencia en la armonía social, integrando las distintas esferas económicas que formaban parte de la estructura de la sociedad. No obstante, el proyecto de Código de 1921 nunca vería la luz.

El movimiento obrero (1919-22)No mucho tiempo después de la Semana Trágica, el gobierno retomó su estrategia para recuperar su influencia entre los trabajadores. Esta prisa estaba alentada por la necesidad de combatir un posible crecimiento del socialismo en esos sectores de la Capital, en las elecciones parlamentarias previstas para marzo de 1919. El primer paso en ese sentido lo dio en ocasión de una nueva huelga de la FOM, que seguía conservando una sólida organización.

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En el transcurso del conflicto marítimo el gobierno hizo esfuerzos inusuales en distintos planos para favorecer el triunfo de los huelguistas. No obstante, el desempeño puesto en apoyo a la FOM no llegó a contrabalancear el desgaste de la imagen gubernamental durante los acontecimientos de la Semana Trágica. Así se reflejó en las elecciones: en la de senador se impuso el radicalismo por un ajustado margen de alrededor de tres mil votos y en la de diputados los socialistas ganaron también por una diferencia pequeña.El partido radical parecía haber perdido votos de clase media a manos del Partido Demócrata Progresista (PDM) y de un sector de trabajadores a favor del PS.Los acontecimientos de enero de 1919 no dieron lugar a una retracción de las luchas sindicales sino que los seis primeros meses del año se produjeron más de 50 huelgas que convocaron a alrededor de 10.000 trabajadores. Estos movimientos aparecían como el fruto de dos fenómenos: la inflación y el incremento de los índices de sindicalización. Esta última tendencia no se detendría hasta casi fines del gobierno de Yrigoyen.Las huelgas generaron un clima político que reavivó a los sectores conservadores, quienes agitaron nuevamente el fantasma revolucionario. Esa situación llevó al gobierno a adoptar medidas represivas para evitar ser desbordado por la Liga Patriótica y autorizó la aplicación de las leyes de residencia y de Defensa Social. Finalmente, con el descenso de los niveles huelguísticos, el clima de hostilidad montado por las derechas se fue diluyendo.En 1920 se consolidó una nueva actitud del gobierno, ya esbozada a fines del año anterior y continuada después en 1912: trataría de recuperar prestigio y votos, acentuando “el personalismo” y fomentando al máximo el patronazgo y las políticas asistencialitas. Sin embargo, estas iniciativas estaban limitadas por la presencia tanto parlamentaria como política de la oposición conservadora.El gobierno adoptó diversas medidas para evitar un incremento de la carestía de los productos de consumo popular. Pero mayor éxito tuvo en sus tentativas para controlar el costo de vida con referencia al precio de los alquileres, en la ciudad de Bs. As. El Congreso impuso el congelamiento temporario de los precios, limitó los desalojos y suprimió los aranceles a la importación de materiales de construcción.Sin embargo, a pesar de las dificultades experimentadas en 1919, en el siguiente periodo el gobierno pudo manejarse con cierta tranquilidad, porque en las elecciones de marzo logró asegurarse el control de la Cámara de Diputados, aunque en Capital se impuso a los socialistas. En el plano de las organizaciones sindicales, 1920 estuvo signado por una serie de debates, que constituían el eco todavía fuerte del impacto provocado dos años antes por la Revolución Rusa. En el anarquismo había surgido la fracción anarco-bolchevique, el socialismo había sufrido la escisión que dio

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lugar al Partido Socialista Internacional en 1912 se irían parte de los que estaban a favor de adherir a la Internacional.En 1921 la FOM fue nuevamente uno de las principales protagonistas de los conflictos laborales que se desarrollaron y una vez más recibió un apoyo más o menos disimulado por parte de Yrigoyen porque era el único contacto importante que le quedaba en el movimiento obrero. Los conflictos de ese año se dieron en un marco social diferente: la depresión había sucedido al boom exportador de los años precedentes. Los obreros portuarios fueron afectados por la disminución de los embarques y arribos de naves, pero también por la puja desatada en el sector de estibadores entre dos sindicatos, uno anarquista y el otro sindicalista. Esta situación favoreció el reingreso en la escena de la Asociación Nacional del Trabajo, que llevaba inmigrantes sin empleo para suplantar a los que ejercían las medidas de fuerza.El gobierno cerró el puerto de Bs. As. para contrarrestar la ofensiva patronal. Las empresas navieras amenazaron con un boicot internacional a los embarques. Hubo choques violentos entre los obreros de los dos grupos sindicales y con los rompehuelgas aportados por la ANT. Estos hechos violentos provocaron un clima de fuerte crisis política. En efecto, un núcleo de taxistas lanzó una proclama repudiando a la Liga Patriótica y ésta respondió atacando el local del gremio. Los taxistas declararon una huelga del sector, mientras los capitalistas se solidarizaban con la Liga Patriótica, se conoció el hecho de que el general Uriburu había realizado visitas al ministro de Guerra. Se generó entonces una fuerte polarización de clases que incrementó la crisis política.La represión alcanzó incluso a la FORA IX, cuyos dirigentes principales fueron arrestados. Los que no llegaron a serlo decretaron una huelga general que tuvo escasa duración en los primeros días de junio y se desarrolló débilmente; de las organizaciones más poderosas sólo la FOM la acató durante unos pocos días. Una vez descendido el nivel de polarización social lo que Yrigoyen había logrado al adelantarse a una mayor violencia de la Liga, tomando la restauración del orden en manos del Estado, pudo intentar regenerar sus relaciones con los trabajadores.Además había otra circunstancia y era la depresión había disminuido la capacidad de movilización que el movimiento obrero tenía desde 1916. Esto repercutió en un proceso de debilitamiento de la FORA IX, que veía decrecer sus filas, mientras adquiría grave dimensión el disenso interno. El conjunto de la situación llevó a la UCR a modificar en 180 grados su estrategia de penetración entre los trabajadores expandiendo comités radicales en los barrios y en los gremios, que finalmente lograrían una implantación significativa, lo que pudo verificarse en la cuota de votos obreros en la reelección de Yrigoyen en 1928, a través de lo que podría llamarse la primera determinación clasista del voto en la Argentina.

Las organizaciones sindicales y el nuevo Gobierno Radical

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El inicio de la presidencia de Marcelo T. de Alvear en 1922 coincidió con un momento de progresivo descenso de los niveles de conflictividad social, situación que se prolongará por lo menos hasta el año 1927. Para el sucesor de Yrigoyen, las razones que sustentaban esta tranquilidad social que había caracterizado su gestión de gobierno estaban en que cada vez más las organizaciones sindicales optaban por fórmulas de dialogo y entendimiento para la resolución de sus protestas antes que por la declaración de huelgas y movilizaciones.Otras circunstancias que coadyuvaron para desacelerar el estallido de conflictos en la década del 20 fueron:

El franco mejoramiento de la economía argentina que se dio en la década del 20. Para Alejandro Díaz, ya desde 1917, las exportaciones del país venían recuperándose sin manifestar tendencias al estancamiento, volviendo a ingresar volúmenes importantes de capital extranjero, en donde los de origen estadounidense tenían una presencia notoria, sobre todo en el área energética y de bienes durables de consumo.

Los términos de intercambio internacionales se mantuvieron en los niveles favorables del periodo 1910-19Esta bonanza económica del periodo 1922-28 se combinó con un proceso de paulatino descenso del costo de vida en el país. A esto debemos agregar la elevación que se produjo en los índices de los salarios reales de la población que alcanzaron el nivel más alto del periodo en 1928. Más aun, en la etapa que va de 1922 a 28 se redujeron en un 30% las huelgas que tenían por reivindicación el aumento de salarios, pasando a ocupar el primer puesto aquellas originadas por problemas de solidaridad, reconocimiento de sindicatos y sus delegados, admisión y expulsión de trabajadores.Otra de las cuestiones que tuvieron relacionadas con la disminución de la conflictividad social durante la presidencia de Alvear fue el proceso de reacomodamientos y realineamientos por el que atravesaron las organizaciones obreras del país. Esta situación no sólo fue modificando las correlaciones de fuerza existentes, hasta ese momento, entre las distintas tendencias ideológicas de “izquierda”, sino que también, y como consecuencia de lo anterior, se fueron produciendo cambios en las prácticas de lucha de los sindicatos.Hacia 1922 y a instancias del sindicalismo fue fundada una nueva central obrera, la USA. Este acontecimiento respondía en parte a la intención de los “sindicalistas” de diluir de alguna manera las pujas y enfrentamientos que se venían desatando desde fines de 1919 en la FORA IX entre las distintas tendencias del movimiento obrero. No obstante, este objetivo no fue alcanzado, ya que los conflictos se agudizaron, lo cual provocó en prematuro debilitamiento de la USA por la constante deserción de importantes sindicatos que la componía.Las diferencias se hacían cada vez más profundas al interior de la USA, repitiéndose episodios como el alejamiento de la Unión de Obreros

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Curtidores. Pero uno de los embates más severos que recibió la USA fue la decisión de los trabajadores ferroviarios nucleados en la FOF de no formar parte de esta central obrera. Las razones de este hecho deben buscarse en las reuniones que se venían realizando desde 1919 para lograr la unificación de los gremios ferroviarios. Tanto la FOF como La Fraternidad se habían puesto de acuerdo en la necesidad de conformar un bloque compacto para mejor defensa de los intereses del gremio. La nueva organización debía estar constituida sobre la base de entidades por oficio autónomas pero coligadas en una instancia federativa. Además, creían necesario que esta nueva entidad gremial fuera ajena a toda cuestión política o ideológica y por lo tanto no debía ser parte de la USA. De esta manera, en junio de 1920 quedó formalmente creada la Confraternidad Ferroviaria, integrada por la FOF y La Fraternidad, que en 1922 pasó a denominarse Unión Ferroviaria (UF).La década del 20 encontró al Sindicalismo Revolucionario en progresiva pérdida de su potencial sindical que otrora había caracterizado a la FORA (IX). La contrapartida en esta etapa fue el crecimiento que se verificó de la influencia del Partido Socialista en gremios significativos de la época.Parte de algunos de los esfuerzos del socialismo se vieron concretados en febrero de 1926 cuando se constituyó la Confederación Obrera Argentina (COA). Evidentemente y ante la declinación del liderazgo sindicalista en el movimiento obrero durante la década del 20, desde el Partido Socialista hubo un cambio de estrategia que apuntaba a ocupar los espacios que la USA iba perdiendo en el campo obrero. Fueron los gremios de Municipales, los de Cortadores y Sastres, la Unión Obreros Curtidores y la Confraternidad Ferroviaria, quienes integraron la COA.En definitiva la inclusión de los ferroviarios en la COA fue un duro golpe para los “usistas”, ya que era uno de los sectores que más caudal de afiliados aportaba y que tenía una ubicación estratégica en el modelo económico del país. Sólo la FOM, como otro de los gremios claves, siguió fiel a la USA y a los sindicalistas. Pero, los trabajadores marítimos durante la década del 20 verán disminuido su poder de lucha y organización a causa de desgastantes huelgas que entablaron y conflictos al interior del sindicato.Con respecto al movimiento anarquista en este periodo, se hallaba inmerso en debates y disputas internas, sin haber podido recuperar el peso que había alcanzado en el campo gremial entre 1900 y 1910. Una de las fracciones existentes era la nucleada alrededor del periódico La Protesta, que sostenía una lucha permanente contra el sector anarquista que había decidido integrar la USA y apoyar la actividad gremial. La llegada al país de las ideas de la Revolución Rusa de 1917 también generó debates al interior del anarquismo, conformándose un centro que levantó los postulados de los revolucionarios rusos. Así, se generó en el anarquismo argentino una corriente pro-bolchevique que tuvo su propio órgano de difusión: Bandera Roja. Este sector acrecentará su influencia en el movimiento a partir de

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1920, cuando sus militantes (A. A. Gonçalves, S. Ferrer y Vidal Mata) ocupen los puestos de conducción de la FORA V, luego llamada FORA comunista.Entre los años 1922 y 1930 el anarquismo no participó de los intentos de unión del movimiento obrero que se efectuaron en 1922 y en 1929. El otro sector que también toma impulso en la década del 20 y compite por espacios en el movimiento obrero era el Partido Comunista. Con respecto a su actividad gremial participaron con representaciones primeramente en la FORA IX “sindicalista” y luego apoyaron la propuesta de unidad pasando a formar parte de las huestes de la USA en 1922. Según Hiroshi Matsusshita, en el Primer Congreso de la USA en 1924 los delegados comunistas llegaron a tener la mayoría de las representaciones, aunque no en el número de cotizantes. Ante esta presencia alcanzada por los comunista, el “sindicalismo” debió mitigarla a través de la adopción del voto por cotizante en vez de por delegados. Los gremios comunistas abandonarán la USA en 1926, ya que sus diferencias ideológicas con los “sindicalistas” se habían agudizado.Las diferencias con los socialistas no permitieron que las delegaciones gremiales comunistas integraran la COA en 1926, y progresivamente fueron dejando de lado la idea de unidad del movimiento obrero hasta que en 1929 crearon su propia central: el Comité de Unidad Sindical Clasita (CUSC). Por lo tanto hacia finales de la década del veinte coexistían cuatro centrales obreras en el país: la USA, la COA, FORA anarquista y CUSC, que competían por espacios en el campo sindical.

Políticas sociales de AlvearDesde el comienzo de su gestión, el presidente Alvear expresaba como uno de sus objetivos la consolidación definitiva de las transformaciones sociales que el yrigoyenismo había iniciado en 1916. Esto significaba no sólo intentar profundizar la legislación laboral sino también el impulso de medidas que tendieran a que en el futuro las diferencias entre el capital y el trabajo se resolvieran en el terreno de la conciliación y la negociación.Alvear tomó la decisión de poner en marcha la ley 11.289 que extendía el beneficio jubilatorio a los sectores más dinámicos del país: trabajadores marítimos, industriales, del comercio, el periodismo y las artes gráficas. Esta medida constituyó una de las primeras acciones de este gobierno en política social.Cuando en abril de 1924 se hicieron efectivos los descuentos provisionales, tanto los sectores obreros como los patronales plantearon una fuerte oposición. La declaración de una huelga general encabezada por la USA fue acompañada por el cierre de los establecimientos industriales y comerciales por parte de los empresarios. Las inesperadas derivaciones que tuvo este conflicto obligaron al gobierno a suspender temporariamente la aplicación de la ley de jubilaciones y reiniciar los diálogos con las partes involucradas para intentar alcanzar un acuerdo.

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La aplicación de leyes que reglamentaran cuestiones laborales provocaba grandes resistencias, ya que en el general ni los trabajadores ni los patrones estaban dispuestos a afrontar los costos económicos y sociales que se requerían.A pesar de los esfuerzos del gobierno y de los diputados radicales para que la ley de jubilaciones obtuviera una aprobación definitiva, se terminó sancionando la suspensión de la ley 11.289 hasta que el Congreso la reemplazara o la modificara y se establecía la devolución de las contribuciones recaudadas hasta el momento.El segundo conflicto de envergadura que tuvo que enfrentar el gobierno de Alvear fue la huelga de la FOM en 1924. Las causas se encuentran en los enfrentamientos que se habían generado en el gremio marítimo con la Sociedad de Capitanes y Oficiales por la aceptación o no de la ley de jubilaciones. Las diferencias surgidas entre ambos sindicatos culminaron en la ruptura del pacto de solidaridad que tenían, y como consecuencia la FOM perdía el control de la contratación de mano de obra en los barcos y puertos, tarea que desempeñaba la oficialidad.Los armadores aprovecharon el malestar reinante entre ambos gremios para presionar a los oficiales con la contratación de personal “libre” y de esta manera quebrantar el poderío que la FOM tenía por lo menos desde 1916. A pesar de las circunstancias los trabajadores marítimos declararon un paro por tiempo indeterminado. Inmediatamente recibieron el apoyo de la USA para tratar de garantizar el paro que con grandes dificultades se llevaba adelante. Pero en esta oportunidad, también los marítimos recibieron el ofrecimiento de la Confraternidad para actuar como interlocutores válidos ante las autoridades gubernamentales, las cuales desde el inicio de la huelga habían mostrado disposición para arbitrar y llegar a una solución conciliatoria.Finalmente, y con el auspicio de la Confraternidad Ferroviaria, la FOM aceptó sentarse a dialogar con el Poder Ejecutivo y firmó un acuerdo con los armadores. En esta ocasión, las empresas navieras sólo se comprometieron a reincorporar a los huelguistas cuando se produjeran vacantes. Evidentemente, de este conflicto la FOM había salido derrotada y con fracturas de suma importancia.Luego de estos conflictos y a partir de 1925 el gobierno de Alvear se abocó a la presentación de proyectos de ley que les dieran un orden jurídico a las relaciones ente el capital y el trabajo. El Poder Ejecutivo envió al Senado para su discusión un estatuto legal para los trabajadores marítimos, que incluía la reglamentación de sus relaciones con los poderes públicos y el sector patronal. Este proyecto planteaba la creación de un “organismo paritario”, llamado Junta de Trabajo, que cumpliría tres funciones. Una de ellas era la función de órgano consultivo sobre las cuestiones relacionadas con los procesos del trabajo marítimo, con la obligación de efectuar propuestas reglamentarias. La segunda función era intervenir en los conflictos del sector como árbitro y propender a la conciliación de las

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partes. La tercera función que se le asignaba era de tribunal de derecho, que entendería en los reclamos individuales relacionado con los contratos de trabajo. La Junta de Trabajo estaría integrada por patrones y obreros en igual número y elegidos por sus gremios a través del voto secreto. Otro instrumento que el Poder Ejecutivo incluía en este proyecto era la celebración de contratos colectivos, como medio eficaz para la regulación de las relaciones laborares. Este proyecto no fue sancionado.El gobierno de Alvear, a través de un decreto de 1925 designó una comisión para la redacción de un Código de Trabajo. En la Fundamentación del decreto se señalaba no sólo la necesidad de darles un ordenamiento a las distintas leyes laborales que se habían sancionado desde 1905, sino también que urgía incorporar a la legislación instituciones básicas del derecho obrero como el contrato colectivo, el estatuto legal de las asociaciones profesionales, la conciliación y el arbitraje y la creación de tribunales de trabajo. El proyecto de Código no culminó con éxito.Otra de las preocupaciones del gobierno de Alvear fue su intento por continuar extendiendo la previsión social. En julio de 1927 el Poder Ejecutivo envió al Congreso un proyecto de ley sobre el seguro del Estado en materia de accidentes de trabajo. El proyecto establecía que sólo el Estado se haría cargo de la administración de estos seguros a través de la creación de una Caja Nacional de Seguros. El objetivo que se perseguía era quitarles el carácter especulativo a estas operaciones y con la presencia del Estado el seguro tendría una mayor difusión, alcanzando su protección a mayor cantidad de trabajadores. Este proyecto tampoco recibió sanción.

La vuelta de Yrigoyen y el reinicio de los conflictosEn esta nueva y corta etapa del Yrigoyenismo parece haber cosechado políticamente los frutos de algunos de los vínculos que estableció con el movimiento obrero en su primera presidencia. Es el caso de los ferroviarios, que a través de un comité pro candidatura de Yrigoyen realizaban llamamientos a los trabajadores para que votasen por quien más beneficio les había otorgado.El otro sector que más cercano habían estado al Yrigoyenismo eran los marítimos, que para 1928 ya habían logrado la recomposición de su gremio a través de la creación de un comité de unificación encargado de reeditar los acuerdos de la FOM con sociedades como la de Capitanes y Oficiales.La intervención del Estado en forma directa en las cuestiones sociales continuaba siendo uno de los ejes de la política laboral del Yrigoyenismo.Pero también otra de las notas distintivas de este segundo gobierno, y que nuevamente ponía a prueba los límites que encontraba el tratamiento de la cuestión social por el radicalismo, fueron los sucesos de la ciudad de Rosario, que se extendieron hacia las zonas rurales de la provincia de Santa Fe. En efecto, en mayo de 1928 estallaba en Rosario una huelga portuaria que rápidamente se transformó en una huelga general por el

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apoyo brindado por los demás gremios de la cuidad. El dato más llamativo de este conflicto fue la inacción de la policía ante los altos nivel de violencia que se registraban. Y más aun, ante el reclamo de los comerciantes y empresarios de la ciudad, el jefe de policía, de extracción radical ni implementaba ninguna medida preventiva para evitar destrozos ni actos de sabotaje.Los empresarios se vieron obligados a sentarse a negociar con los trabajadores marítimos, quienes consiguieron el aumento salarial, causa de su protesta. El clima de agitación social en que se encontraba la cuidad no culminó aquí, sino que hasta diciembre estallaron numerosas huelgas en distintos gremios, que no daban respiro a la burguesía rosarina. De esta situación se culpaba al jefe de policía, ya que en su momento no había tomado las medidas represivas necesarias para sofocar la tensión social y de esta manera se alentaban las declaraciones de paro en los demás sectores. El punto más crítico se alcanzó cuando los conflictos se extendieron a las zonas rurales y las tareas de levantamiento de las cosechas.Para sorpresa del gobernador de Santa Fe –también perteneciente al Partido Radical-, por un decreto, el Poder Ejecutivo dispuso la intervención militar de las zonas afectadas por los conflictos. BONAUDO, Marta, BANDIERI, Susana, La cuestión social agraria en los espacios regionales

LA CUESTIÓN SOCIAL AGRARIA EN LOS ESPACIOS REGIONALESLa etapa que se abre en 1916 muestra una realidad argentina en la que al impulso del modelo agroexportador las diferentes regiones, ligadas o no al mercado externo, participaron de un doble proceso: la conformación de un mercado interno en franca consolidación y la construcción de una dinámica social de dimensiones nacionales.

El laboratorio pampeano. Chacareros y obreros rurales en pos de sus derechos

En el periodo 1916/30 la creciente conflictividad social fue obra de esos nuevos sujetos agrarios. Si bien ésta se inició en las áreas pampeanas, alcanzando allí dimensiones especiales, otras regiones como el universo forestal santafesino-chaqueño y los espacios patagónicos se vieron involucrados.¿Qué cambios se habían producido para favorecer tal irrupción en la escena pública de esos trabajadores?En el plano internacional, la Gran Guerra (1914-18) acentuó los condicionamientos de un sistema fuertemente dependiente del mercado externo y que llegaba al límite de su expansión extensiva posible, marcando el cierre de sus fronteras agrícola y ganadera.Paralelamente impulsó condiciones de alza de precios para los cereales,

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como consecuencia de las malas cosechas a escala mundial y aumentó los costos de transporte, creando una situación paradójica. Si acrecentó la demanda de granos, la producción argentina perdió mercados frente a la competencia privilegiada de Estados Unidos y Canadá. En consecuencia, se produjo rápidamente una reasignación del uso de la tierra hacia la explotación ganadera, que no sólo aumentaba sus posibilidades exportables sino que también podía superar a Australia por su mayor cercanía a los centros consumidores. Aun cuando el mercado de trabajo se vio afectado por tales modificaciones, la oferta existente se redujo a su vez por la interrupción del flujo ultramarino que atenuó el peso de la desocupación urbana y rural. El sector chacarero se vio agravado en sus condiciones de producción (contratos a corto plazo, dificultades de crédito, encarecimiento de insumos, presiones sobre los montos de renta), bloqueado en el ejercicio de sus libertades capitalistas (de arrendamiento, trilla, venta, seguro), quedando bajo la amenaza de ejecución de embargos y desalojos. En cuanto a la situación de los obreros rurales, la fuerza de trabajo enfrentó una notable caída de los salarios reales entre 1915 y 19, situaciones de desocupación, a las que se sumaron las dificultades en la distribución de la mano de obra estacional y el acrecentamiento de los niveles de explotación, como la extensión de la jornada, el deterioro de las condiciones laborales o la indefensión jurídicaParalelamente ambos actores, arrendatarios y obreros rurales, sometidos a la transitoriedad y la competencia, unos por la tierra y otros por el trabajo, enfrentaban serias dificultades para crear una trama de solidaridades que los contuviera.Aunque en el año agrícola 1917/18 todavía se enfrentaban saldos migratorios negativos y se observaba un incremento en la mecanización agrícola como mecanismo para reducir la demanda, se inició un lento descenso de la desocupación y una recuperación paulatina del salario. Esto era el resultado de un relativo aumento en los ingresos derivados del agro y un cierto afianzamiento de la industria sustitutiva.El fin de la contienda, si bien produjo un reacomodamiento de la relación agricultura/ganadería en detrimento de la segunda, modificó el mapa laboral en un sentido más amplio. A la presencia de una masa preexistente de extranjeros se agregó el arribo de nuevos contingentes. La abundante disponibilidad de mano de obra no calificada deprimió los salarios y posibilitó un altísimo grado de explotación de los trabajadores. A ello se sumaron una baja en los precios del ganado y la continuidad de las políticas de mecanización. La consecuencia lógica fue la reactivación de los flujos migratorios del campo a la ciudad y la limitación del acceso de mano de obra a la región pampeana, provocando su desplazamiento hacia áreas más tardíamente incorporadas.Los actores, impulsados por sus experiencias previas, captaron los cambios operados en la estructura institucional y evaluaron la permeabilidad o resistencia que la nueva administración radical podía

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ofrecer a sus demandas. Porque si resultaba novedoso que éstos intentaran revertir la crisis tan largamente anunciada de la agricultura, también lo eran las modificaciones del contexto político, que al calor de las transformaciones del régimen electoral de 1912, propiciaban una rearticulación diferente entre el Estado y la sociedad civil.El Grito de Alcorta y su tratamiento político marcaron el devenir de la cuestión agraria. Las condiciones pactadas a la salida del conflicto entre productores y propietarios transfirieron los costos a estos últimos, produciendo una reducción momentánea de la renta, pero dejaron incólumes las precarias bases de la agricultura cerealera. No se garantizaron los derechos de los agricultores para desarrollar su producción y realizar libremente la venta de sus excedentes, no se afectó a las compañías exportadoras que monopolizaban el comercio, no se modificaron los altos fletes ni las ineficiencias del sistema de transporte, no se crearon las condiciones de un sistema de crédito accesible y barato para el pequeño y mediano productor y tampoco se alteró la primitiva estructura de almacenamiento para conservar el valor de las cosechas.Sobre estas condiciones debió operar el radicalismo en el momento del triunfo electoral de Hipólito Yrigoyen. Éste si bien trató se reparar los vicios políticos de la vieja administración conservadora, insistió en armonizar los intereses sociales contrapuestos. Sin embargo, en el contexto de la guerra y bajo el impacto del triunfo de la Revolución Rusa y el incremento de las luchas sociales europeas, la situación de dura explotación característica de esos años produjo un aumento de la combatividad chacarera. Yrigoyen, inclinado a oficiar de mediador entre los sectores, debió enfrentar un proceso de agudización de los conflictos sociales, que la ambigüedad de sus políticas, contribuyó a profundizar. ¿Cómo se proyectaba en la vida cotidiana esa construcción ciudadana a la que el radicalismo, pero también el socialismo, apelaban como modo de constitución de identidades y legitimad política? Chacareros y peones, preeminentemente extranjeros, percibían como insuficiente la consolidación del sufragio universal masculino obligatorio en tanto fuente de poder, muchos no tenían acceso a él, pero, aunque lo tuvieran, no entendían que existía un verdadero correlato entre el ejercicio de derechos políticos y el goce y garantía de sus libertades civiles o sociales. Por eso se lanzaron al espacio público en pos de una respuesta a esa aparente o real disociación, esgrimiendo aquellos derechos que la prescriptiva les asignaba: peticionar, movilizarse, trabajar, expresar libremente sus ideas y asociarse

El ciclo conflictivo: objetivos, estrategias de lucha y niveles de organización social (1917-1921)

En este periodo se intentó avanzar en la redefinición de las relaciones entre el Estado y la sociedad, acrecentando la injerencia del primero en espacios hasta entonces considerados eminentemente privados. Uno de

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ellos era la vida laboral, regida exclusivamente hasta el momento por los principios del derecho civil liberal. Esta colocó en igualdad de condiciones a empresarios y obreros para realizar sus operaciones en un mercado de trabajo regido por las leyes de la oferta y la demanda. Los contratos pautados por los anacrónicos códigos rurales preexistentes, resabios de la legislación decimónica, se enfrentaron a una dinámica laboral que impuso reglas diferentes. No sólo quedó invalidada, en la práctica, toda pervivencia de contratación escrita sino que resultó inoperante el control del movimiento de los trabajadores a través de las libretas registradas por los jefes políticos.Más allá de las intervenciones represivas, no sólo se carecía de una legislación específica sino que de un marco general renovado en el que se asentará el derecho del trabajo.El despliegue del conflicto chacarero desde 1912 y el ciclo de luchas de estibadores, carreros y braceros o peones -particularmente desde 1917- marcaron la urgente necesidad de respuestas a una multiplicidad de demandas.

Los chacareros en acciónDespués de 1912, la huelga renovó anualmente su vigencia como mecanismo para demandar por sus necesidades insatisfechas. Sin embargo, el año tuvo –salvo en 1919- la masividad y proyección anterior. La propia FAA (Federación Agraria Argentina), convertida en la instancia de mediación privilegiada entre estos actores y el poder político, avalada siempre por la bancada socialista, era conteste de la necesidad de regular relaciones y actividades vinculadas con el sector. Al pretender la unidad y solidaridad del mundo arrendatario, intentó limitar las estrategias revulsivas peticionando al Ejecutivo o al Parlamento. Dos fueron los ejes de la demanda:

La construcción de un cuerpo normativo y de instancias de regulación de un derecho agrario, orientado a reformular las bases contractuales de la tenencia y dirimir las cuestiones entre propietarios y colonos.

La búsqueda de respuestas a un régimen crediticio que no tenía en cuenta al pequeño productor cerealero y a un sistema de comercialización que le impedía una participación activa y mayores logros en la redistribución de excedentes.El encarecimiento de fletes e insumos y la dificultad de acceso, sumados a la falta de precios competitivos para el cereal argentino, agudizaron la ya tensionada relación de los agricultores con propietarios, cerealistas y dueños de máquinas. Por su parte, la prenda agraria o los warrants –como títulos de crédito móviles-, lejos de expandir la capacidad crediticia, fomentaron la especulación de comerciantes y acopiadores. Ambos condicionantes se convirtieron en disparadores del estallido social. La incapacidad del organismo gremial para contener a sus bases tuvo su contrapartida en las respuestas duras del sector propietario: desalojos por

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no pago, cambio de reorientación productiva de la explotación, presiones y coerción.La administración radical tampoco gestó políticas acordes a los desafíos. Tampoco fueron operativas las respuestas desde el Ejecutivo a través del Ministerio de Agricultura. Los petitorios en torno a la condonación de deudas o la sanción de moratorias, así como las demandas colonizadoras, no dieron resultado o fueron demoradas. También resultaron insuficientes las medidas gubernamentales destinadas a satisfacer la provisión de insumos a bajo costo como semilla o bolsas, o bien la concreción de convenios comerciales con Francia e Inglaterra para consolidar el mercado cerealero. El año cosecha 1918-19 sumó sus propios condicionamientos: el deterioro de los rendimientos provocados por las intensas lluvias, el menoscabo de los ingresos resultantes de la aplicación del nuevo impuesto a las exportaciones y el desencadenamiento de dos conflictos que afectaron al agro. A la larga huelga portuaria que dificultaba las exportaciones se sumó la de los peones rurales. Frente a la nueva oleada de expulsión de colonos morosos, la FAA apaleó al gobierno solicitando no sólo una urgente moratoria sino préstamos accesibles para financiar la cosecha de maíz. Ante el silencio, se reanudó la huelga impulsada por más de 70.000 arrendatarios, renovándose de marzo a junio. Estos no se limitaron a pedir mejoras de corto plazo y arriendos más bajos, sino que exigieron cambios fundamentales en el sistema de propiedad: la Tierra para quien la trabaja. A la violencia obrera se sumó la chacarera: quema de parvas, destrucción de alambrados y máquinas. Mientras Esteban Piacenza desde la FAA se colocaba al frente de la demanda de reforma agraria y de una legislación acorde a las nuevas condiciones, el gobierno nacional y los provinciales del área cerealera propusieron respuestas contradictorias. Por un lado, las circulares del ministro Demarchi empujaban a la represión de un movimiento fruto del accionar de agitadores y revolucionarios y no de condiciones sociales negativas. Ello condujo a ataques a dirigentes, disolución de reuniones o mítines convocados por la FAA, encarcelamiento de líderes, deportación de extranjeros en aplicación de la Ley de Defensa Social.El limitado rédito alcanzado en 1919 condujo a los chacareros y a su dirigencia a replantear sus estrategias. Mientras amenazaban con cambiar la orientación de sus votos a quienes los apoyaran, en un claro mensaje hacia la UCR, intentaron ampliar su base a través de una alianza con la FORA sindicalista en 1929.La presión ejercida culminó con la marcha sobre Capital Federal. Alrededor de 1.400 chacareros en agosto de 1921 derribaron las resistencias senatoriales y al mes se sancionó la primera norma destinada a regular la relación entre propietarios y arrendatarios. Pese a sus déficit, la ley marcó una instancia de inflexión al reconocer aquellas libertades de las que el arrendatario se consideraba poseedor: retener efectos personales pese al

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endeudamiento; comprar, vender o asegurar sin condiciones; recibir indemnización por el capital invertido en mejoras, etc. su entrada en vigencia y las buenas condiciones de comercialización entre 1921 y 27 descomprimieron al sector y abrieron un paréntesis en el proceso.

La lucha de los obreros ruralesEl espacio bonaerense no era homogéneo en 1917. En tanto el área sur -de mayor extensión y desarrollo de la mecanización agrícola- recortaba la impronta de la producción familiar; la zona norte interior mostraba una buena densidad poblacional en la que un importante sector chacarero impulsaba la explotación triguera. Por su parte, el norte fluvial, con sus puertos de embarque cerealero y el predominio de explotaciones pequeñas o medianas de producción maicera sostenidas por una considerable mano de obra familiar, representaba una base significativa para la actividad de estibadores y carreros.Si bien desde 1915 las organizaciones sindicalistas revolucionarias contenidas en la Federación Obrera Regional Argentina (FORA IX) intentaban estimular el proceso de afiliación de los trabajadores rurales. En 1917 se detectaron los primeros síntomas de malestar social. El foco huelguístico más importante se inició en Baradero. El conflicto se extendió lentamente hasta el fin del ciclo agrícola de 1921 e incorporó a su paso las zonas interiores (San Pedro, entre otras) y luego el sur (especialmente Tres Arroyos). Mientras en el norte fluvial fueron los peones de máquinas trilladoras y los estibadores quienes viabilizaron las primeras experiencias de lucha, alcanzando estos últimos el primer lugar en el norte interior, la conflictividad sureña se asentó en un heterogéneo mundo de braceros. Tanto en el norte fluvial como en el interior la dirigencia (sindicalista revolucionaria o socialista) tuvo una notable injerencia en las movilizaciones y el desarrollo de las huelgas. Allí, se bien se sucedieron enfrentamientos con los chacareros, éstos fueron de escasa duración y derivaron en respuestas positivas. Los verdaderos adversarios por su mayor capacidad económica y operativa eran los empresarios del transporte, de la maquinaria agrícola y los cerealistas. Contra ellos dirigieron su prédica los dirigentes urbanos, penetrando a través de los sindicatos ferroviarios, e intentado acrecentar los niveles de sindicalización especialmente de estibadores y carreros, una fuerza de trabajo más significativa y estable que la de los braceros. En el desplazamiento hacia el sur se acrecentó el número de braceros o peones rurales, y si la FORA IX avanzó en el proceso de sindicalización, ella fue débil en virtud de la esporacidad y gran movilidad de éstos. Paulatinamente, su presencia perdió peso en relación con los anarquistas, que adquirieron gran predicamento entre el sector más dispuesto a la contestación.Los objetivos propuestos por estos trabajadores se centraron en cuatros ejes: duración de la jornada laboral, condiciones de trabajo, aumento de salarios y reconocimiento de sus organizaciones.

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Los grupos difirieron en las estrategias por instrumentar. Si la huelga fue la herramienta común, a las áreas movilizadas por la FORA IX, a diferencia de la FORA V (anarquista), presentaron una conflictividad de más baja intensidad.Ni la expulsión de los sobrantes, ni las amenazas acompañadas por la prohibición del derecho a reunión, ni la detención de los llamados agitadores lograron poner fin al conflicto. El bloqueo temporario gestó otro tipo de respuestas que permitieron a los distintos trabajadores involucrados alcanzar mejores condiciones laborales. Sin embargo, los empresarios no reconocieron la organización gremial.Otra fue la experiencia sureña. Allí el conflicto alcanzó un alto nivel tanto por el número de involucrados como por el peso de los enfrentamientos armados. La dirigencia, fuertemente ligada al anarquismo, lo concibió como parte del plan global revolucionario. No sólo fueron mayores las exigencias laborales o de organización sino también la apuesta por el salario. Pese a ello, la misma no logró formar una red gremial en la zona que operara solidariamente. Además, la presencia de un sector patronal poderosos, que apeló con insistencia y fuerza para volcar el peso de la represión gubernamental hacia estos actores, melló poco a poco las bases movilizadas. La represión descabezó la movilización con el encarcelamiento de los dirigentes y los empresarios terminaron imponiendo bajos salarios y recortando las demandas laborales.1920 marcó en un techo en el proceso de la sindicalización rural y significó una clara regresión a través de un notorio fenómeno de desafiliación. Los niveles de ocupación aumentaban y los sindicatos resultaban molestos a los ojos empresariales ya que no estaban dispuestos a relegar demandas que los hacían indispensables: control de la mano de obra y de los procesos de trabajo a través de sus delegados, resistencia a la utilización política de los obreros, etc. Los patrones estaban dispuestos a discutir concesiones materiales pero no aceptaban las reivindicaciones organizacionales. El resultado fue que sectores significativos del mundo del trabajo rural cambiaron salarios y empleo por su libre derecho a la organización como espacio de mediación en el plano laboral.

La consolidación de las alternativas reformistas en los espacios regionales (1922-1930)

La coyuntura 1919-20 señaló límites que ya no se podían atravesar y empujó la Estado y a la sociedad a reflexionar sobre ello. La etapa que se desplegó entre 1921 y la crisis dio cabida al reformismo en acción. Yrigoyen primero, y más tarde Alvear, impulsaron un conjunto de medidas que –codificadas o no- comenzaron a colocar al mundo del trabajo como un campo de derechos y regulaciones.Si bien incidió positivamente la recuperación de las condiciones de crecimiento y de comercialización de los excedentes agrícolas, creando un nuevo clima en los espacios rurales y urbanos, también hicieron su parte

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las renovadas estrategias de negociación y mediación implementadas. Con un anarquismo en crisis un sindicalismo fuerte y las vertientes filobolchevique en ascenso, cada una de las regiones fue redefiniendo sus objetivos tanto en la dinámica nacional como internacional.En el mundo pampeano la gestión alvearista reafirmó las orientaciones iniciadas en 1920/21. El ministerio de Tomas Le Breton reavivó el interés por consolidar las estructuras administrativas destinadas a realizar diagnósticos, investigación y experimentación, buscando recortar los espacios de corrupción. Al mismo tiempo, el gobierno impulsó una legislación que intentó regular un conjunto de derechos en el ámbito rural y urbano entre 1923 y 26 (condiciones de trabajo, remuneraciones, organizaciones cooperativas, etc.) o bien reformular aquellas normas que mostraban en su aplicación desajustes y distorsiones.Los desfasajes precedentes volvieron a hacerse presentes en el año cosecha 1928/29. La baja de los precios y factores climáticos adversos, sumados a las condiciones estructurales no modificadas, colocarían a braceros y arrendatarios en la escena pública. Los primeros aspiraban a mejorar sus condiciones salariales y el reconocimiento de su derecho de asociación y representación a través de los sindicatos. La dirigencia de la FAA terminó reconociendo la validez de ciertas demandas (comida, indemnizaciones por accidentes de trabajo o enfermedad) pero rechazó la jornada de 8 horas o la representación corporativas de los peones. Impactados por el deterioro de las condiciones de arrendamiento, reiniciaron su lucha. Los pedidos de moratoria no encontraron eco y en ellos, como en otros sectores, comenzó a crecer la desilusión frente a la democracia parlamentaria.

El Tucumán de los ingeniosEsta área, si bien no estuvo exenta de conflictos en el ciclo 1919-21, escapó a la violencia desatada en otras. Aquí, la década de los 20 se inició con signos de estancamiento que sucedían a una etapa de concentración y crecimiento. Adaptada al nuevo modelo capitalista, mostró no sólo la emergencia y consolidación de una agroindustria en expansión sino también la pervivencia de vínculos laborales coercitivos y la subsistencia complementaria de una pequeña propiedad productora de materia prima. Favorecida por políticas proteccionistas nacionales y provinciales, la industria azucarera exhibía altos niveles de inversión de capital. En su interior, al lado de estructuras de ingenios tecnificados coexistían grandes latifundios que, juntamente con un multiplicado número de pequeños y medianos propietarios cañeros, competían entre sí por ubicar la caña para su elaboración. Estos últimos, habiendo superado las condiciones críticas gestadas por la degeneración de la caña criolla, entre 1915 y 18, comenzaron a presionar por la viabilización de una legislación modificatoria del régimen de propiedad. Nucleados desde 1918 en el Centro Cañero, consensuaron propuestas destinadas a intervenir o incluso

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expropiar ingenios que no procesaran la cantidad de caña acorde con su capacidad, o a la conformación de cooperativas para administrar ingenios construidos por el Estado. Su cuestionamiento derivaba de los bajos precios que los ingenios les pagaban como abastecedores de caña.Se incubaba una tensión en el universo de obreros y empleados permanentes o transitorios que integraban la fuerza de trabajo del ingenio o del cañaveral. Dichos trabajadores estaban sometidos a duras jornadas laborales, en las que se involucraba a mujeres, para embolsar o coser bolsas, y a niños en el pelado de la caña, arado y desyerba de cultivos. Sus salarios dependían del volumen y la extracción social del trabajo, calificado o no, realizado por hombres y mujeres, por criollos o inmigrantes, en los que la moneda sólo formaba una parte de los mismos.Esta problemática, que comenzó a adquirir magnitud de cuestión social, devino más compleja con el desarrollo del conflicto de 1923.El disparador fue la presión ejercida por el sector cañero para que el precio se ajustara al rendimiento obtenido y al verdadero valor comercial del azúcar, eliminando las fórmulas de compra anticipada. Su objetivo era redistribuir mejor el excedente, fuertemente afectado por los impuestos. Otra causa fue el aumento de la participación en el costo industrial del factor trabajo en función de las leyes reguladoras de la relación laboral sobre salario mínimo, jornada de trabajo de 8 horas o trabajo de mujeres y niños. La resistencia empresarial no se hizo esperar. En marzo se paralizó el ingenio de Santa Ana. Los industriales, nucleados en el Centro Azucarero, pidieron apoyo al Ministerio del Interior.En junio todos los ingenios estaban parados. Los piquetes de apoyo se multiplicaron y ocuparon los ingenios. Ante lo que se consideraron actos de connivencia policial con los huelguistas, se produjeron reemplazos policiales y se desarrollaron tácticas represivas. A principio de junio, el ejército motorizó la represión y numerosos sindicalistas fueron detenidos, pese a los reclamos de la FORA. Los ingenios se reabrieron y muchos obreros volvieron al trabajo con el compromiso de la legalización de la jornada de 8 horas, un salario monetario aceptable y otros beneficios.La situación se mantuvo estable hasta en la exitosa zafra de 1926. Ésta volvió a plantear el peligro en el aumento de stocks y su consecuente incidencia en los precios del azúcar, lo que afectaría tanto los beneficios de las partes como las condiciones de redistribución entre los actores involucrados en el proceso. Se desató una aguda lucha intersectorial en la que los cañeros y obreros rurales contaron con el apoyo de organismos corporativos nacionales como la FAA. Para salvar los precios y la rentabilidad cañera se propuso desde el gobierno nacional una política restrictiva de la producción, garantizando a los cañeros independientes la compra de la mitad de la caña utilizada por las fábricas. Los grandes ingenios se vieron compelidos a controlar sus propias plantaciones, no pudiendo disponer de caña propia por encima del volumen regulado, con lo cual se los forzaba a exportar o a acopiar en caso de excesos. Para orientar

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las negociaciones intersectoriales el Estado estimuló en 1927 la creación de la Cámara Gremial de Productores de Azúcar de Tucumán, integrada por cañeros e industriales, a fin de regular los contratos de compraventa de caña y establecer anualmente el precio de compra. Alvear, promovió, en su laudo de 1928, mecanismos de arbitraje orientados a superar los conflictos sectoriales o de clase mediante la consulta y participación del Estado en las negociaciones. Al trasladar el lugar de la negociación desde el Parlamento al espacio corporativo creado, el reformismo alcanzó su mayor logro y marcó sus límites más significativos: la dificultad para operar con aquellas instancias representativas del interés general, su reemplazo por las del interés particular, y la incapacidad para integrar en ese ámbito de resolución de conflictos a los obreros.

GERCHUNOFF, Pablo, LLACH, Lucas, El ciclo de la ilusión y el desencanto. Un siglo de políticas económicas argentinas. Buenos Aires, Ariel. 1998 T. II

LA INDUSTRIA EN LOS AÑOS 20: INVERSIÓN EXTERNA Y POLÍTICAS PÚBLICAS

En los años 20, la vida económica nacional todavía giraba alrededor de la producción primaria. Pero con un contrapunto: la importancia relativa del campo era cada vez menor respecto a la industria. En uno y otro sector, los años 20 fueron bastante dinámicos. Pero la tasa de crecimiento de las actividades manufactureras fue mayor que la del sector agropecuario, con lo que su participación en el producto global argentino aumentó.

El avance de la industriaAlgunas ramas de la industria recibieron un inesperado impulso durante la guerra del 14, ya que las difíciles condiciones para el transporte ultramarino limitaron la competencia de los productos europeos en el mercado argentino. Esa expansión demostró ser de corto aliento, prueba de lo cual es la coincidencia del auge y la caída de la producción de textiles con el comienzo y final de la Gran Guerra. Pero la industria demostró que el despegue precario y desordenado del periodo bélico era nada menos que el preludio de un crecimiento más sólido en los años 20. Todas las ramas de la industria se desarrollaron con bastante rapidez, tanto que se ha fechado en esta década “el origen de la industrialización argentina”. Uno de los indicios más claros de esa evolución es el consumo industrial de electricidad en Bs. As. Otro es el altísimo nivel de importaciones de maquinaria y equipos industriales.En contraste con lo que ocurría en la agricultura pampeana, donde el capital era de propiedad nacional y se producía básicamente para el consumidor extranjero, la fabricación industrial se dirigía al mercado local, pero buena parte de las inversiones era de origen foráneo. En el periodo entre 1923 y 29 fue común la instalación de filiales de empresas

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extranjeras. La irrupción mayor fue la del capital norteamericano, pero también hubo una destacada presencia de empresas alemanas. Entre 1921 y 30 las actividades preferidas eran la producción de químicos, metales y artículos eléctricos.Las inversiones externas también se dirigieron a un área que, sin pertenecer al sector industrial, era considerada crucial para su desarrollo futuro: el petróleo. Descubierto en 1907 en la zona de Comodoro Rivadavia, hasta la guerra su explotación fue mínima y limitada casi exclusivamente al sector estatal. En 1914, la producción nacional representaba apenas el 7% del consumo local. Pero durante los años 20 las inversiones extranjeras ayudaron a que esa proporción aumentara, y eso a pesar de que el ritmo de crecimiento de la demanda final era muy veloz (la tasa de automóviles per. capita reubicaba entre las cinco más altas del mundo). En esa primera época pueden rastrearse los orígenes del conflicto entre la producción nacional obtenida por YPF (creada en 1922) y el capital petrolero norteamericano. Esa puja tocaría de cerca muy especialmente a todos los presidentes radicales del siglo, empezando por Yrigoyen, cuya plataforma para los comicios de 1928 incluía propuestas dirigidas a una progresiva nacionalización de esa industria. Con la aparición del petróleo - y de una cantilla de actividades conexas, como el mercado automotor y la construcción de caminos- se abría otra veta en la que sobresalía una misma tendencia de fondo: la creciente importancia de Estados unidos en la economía argentina y la correlativa pérdida de la influencia de Gran bretaña (asociada, en el área de los transportes, al ferrocarril)El hecho de la posición de la industria frente a la competencia extranjera fuera peor que en 1914 dio pie para que se agitaran las banderas del proteccionismo, a tono con lo que era casi una ola incontenible en otras latitudes. En 1923, el gobierno de Alvear se decidió a aumentar los valores de aforo1 de manera de ponerlos en línea con los precios internacionales que todavía eran más altos que antes de la guerra. La enmienda no fue menor: se dispuso un aumento general de 60% en la tarifa de avalúos. Sin embargo, ni siquiera ese decisivo incremento llegó a colocar en un más nivel a los precios reales y los de aforo, pero se calcula que hacia 1927, gracias a la continuada reducción de los precios de las importaciones, se alcanzó una paridad.La reforma de 1923 fue lejos la más significativa de acción oficial a favor de la industrialización durante los 14 años de gobiernos radicales. Casi todos los proyectos presentados al Congreso (en general dirigidos a detener la competencia supuestamente desleal de productos extranjeros) fueron rechazados.

1 El impuesto que tenían que pagar los productos que entraban al país estaba calculado no como un porcentaje sobre su verdadero precio sino sobre un valor oficial estimado, llamado “valor de aforo” o “tarifa de avalúos”. Una mercadería que pagara el 20 % sobre un valor de aforo de 100 pesos, sólo estaba protegida por in impuesto a la importación de 20% si su precio en el exterior era de 100. pero en realidad había costado 200, el “arancel efectivo” era sólo 10%

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A diferencia de los que ocurría en Europa, no había en la Argentina demasiado interés por las novedosas experiencias de la Unión Soviética en materia de apropiación publica del excedente agrícola. Especialmente a partir de la muerte de Lenin y del abandono de su Nueva Política Económica, se organizó al campesinado ruso en granjas estatales cuya función de largo plazo era financiar la expansión industrial soviética.Pasarían todavía muchos años antes que en la Argentina se practicara (con métodos bien distintos) una transferencia de recursos del campo a la ciudad con el mismo objetivo industrializador.

Un equilibrio delicadoEn varios aspectos de la economía y de la política económica, la continuidad entre la época radical y la que precedió a la guerra es mucho más notable que el cambio. En otros, se acentuaron tendencias que sólo se habían insinuado antes de Yrigoyen. Pero hay otros ámbitos en que se produjeron auténticas novedades. Uno de ellos fue la drástica alteración de las condiciones en el mercado mundial de capitales.Las inversiones británicas habían sido uno de los pilares de la expansión argentina hasta la I G. M. se calcula que hacia 1900, un 85% de las existencias de capital extranjero en la Argentina eran de propiedad inglesa. Desde luego, los ferrocarriles eran el rubro de mayor importancia, y un símbolo explícito de la medida en que el progreso económico, había dependido del financiamiento exterior.La interrupción de la corriente de capital británico a la Argentina desde 1914 fue la consecuencia más perjudicial de la guerra para la economía nacional. Aunque en una medida menor que otras naciones del Viejo Continente, Inglaterra debía hacerse cargo de sustanciales deudas contraídas durante la guerra. La posibilidad de seguir financiando el crecimiento argentino con préstamos e inversiones inglesas estaba descartada. Tanto que en 1918 fue la Argentina la que concedió un crédito de 100 millones de pesos en oro a Gran Bretaña para la compra de cereales.El candidato natural para reemplazar a Gran Bretaña como proveedor de capital era Estados Unidos. Las inversiones norteamericanas en el país se multiplicaron, y en 1927 el capital de origen estadounidense instalado en la Argentina era 25 veces mayor que el de 1909. En contraste con el uso que se daba al capital británico, el destino de las inversiones provenientes de Estados Unidos no fue tanto la infraestructura básica (ferrocarriles, puertos y demás obras y servicios públicos) como el sector industrial. De los años 20 data la instalación de Chryler, General Motors, IBM, RCA Víctor, Goodyear y Golgate Palmolive. De todos modos, la inversión norteamericana no llegó a alcanzar los niveles que había tenido la de origen inglés. El proceso de extranjerización que se notó en la industria no se observó en otros sectores. En realidad, la importancia global de la inversión extranjera bajó -hasta representar un quinto de la inversión

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anual, contra un tercio en el periodo anterior a la guerra- y las existencias de capital se tiñeron de un color crecientemente local.

La Argentinización del capitalEl impacto de una reducción de la inversión extranjera sobre las perspectivas de crecimiento de un país depende de la magnitud de los ahorros nacionales. Cuanto menores sean éstos, menor será la inversión total y más remota, por lo tanto, posibilidad de crecer rápidamente. Si ése fue el caso de Argentina, no se sabe a ciencia cierta, ya que las discrepancias en los métodos de calcular son decisivas: en 1925-29 el aumento anual de las existencias de capital puede haber sido el 33% o el 15% del producto bruto. Pero si bien no está claro cuál era el nivel de inversión, sí puede saberse con alguna certeza cómo fue su evolución. En particular, la inversión interna en los años 20 fue menor a la de los primeros quince años del siglo; la diferencia puede haber sido algo así como un 25%. La capitalización de la industria y la agricultura no alcanzó a contrapesar el estancamiento en el tendido de vías férreas (el valor del capital existente en los ferrocarriles apenas si se mantuvo constante durante los años 20, si es que disminuyó)Los bajos niveles de ahorro e inversión, menores a los de países comparables (Australia, Canadá) han sido explicados como el resultado de una población con una mayor tasa de dependencia, es decir, con menos trabajadores por habitante. Esto, a su vez, habría sido causado por la tendencia cultural de los inmigrantes latinos a tener más hijos que de los pueblos anglosajones. Es difícil estimar cuanta culpa tuvo esta menguada inversión en la debilidad del crecimiento posterior de la Argentina, pero es sensato pensar que tuvo alguna influencia.

Monto de las inversiones extranjeras acumuladas en el país1909 1913 1923 1927

Capital Extranjero

2.176 3.136 3.088 3.474

Porcentaje sobre el capital total (%)

41 48 37 34

Reino Unido 1.423 1.860 1.096 2.002Estados Unidos

19 39 193 487

Otros 7.333 1.237 989 984

FALCÓN, Ricardo (Dir.) Nueva Historia Argentina. Democracia, conflicto social y renovación de ideas (1916-1930). Buenos Aires, Sudamericana, T.6, 2000

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La antesala de lo peor: La economía argentina entre 1914 y 1930.Juan Manuel Palacio.

¿Continuidad o ruptura? La consideración del periodo que media entre el estallido de la Primera Guerra Mundial y la crisis de 1930 ha generado algún debate entre los historiadores económicos: ¿se trata de un periodo desde el punto de vista económico, con características propias, o es sólo una fragmentación que hace más fácil el análisis?Para la perspectiva de la continuidad, este periodo, en el que la producción agropecuaria sigue siendo el sector más importante de la producción nacional y en el que la exportación de productos primarios sigue constituyendo el elemento dinámico del desarrollo, pertenece claramente a la etapa de la economía agroexportadora, inaugurado a mediados del siglo anterior. En estos años, tanto la naturaleza del crecimiento como su signo son los mismos que antes de 1914 y sólo puede percibirse un cambio en el ritmo del desarrollo, que responde a un crecimiento más lento de la economía mundial. El crecimiento desacelerado y errático de los años 1914-1930 sugiere que se los trate por separado, ya que representan un periodo de transición que es necesario estudiar con herramientas conceptuales específicas.Para esta perspectiva, la Primera Guerra Mundial representa el primer gran shock externo del siglo XX y un corte fundamental en la historia económica argentina, aunque no inaugure un nuevo modelo de crecimiento. En primer lugar, porque por su intensidad no se trata de una crisis más entre otras. La paralización del comercio, y los flujos de capitales y mano de obra fue tan drástica que hizo necesario un importante proceso productivo destinado a sustituir importaciones, que muchos vieron luego como decisivo en la formación de la industria nacional. Esta crisis, por otro lado, hizo tambalear el sistema monetario internacional y fue necesario el intervencionismo estatal para reencauzar las economías nacionales, al punto de generar en todo el mundo una reflexión sobre el rol del estado en la economía, justificada por una desconfianza en la mano invisible del mercado. Pero además, la crisis de 1914 es importante en cuanto cristaliza ciertos procesos que ya se venían anunciando en los previos y que iban a cambiar los escenarios mundiales conocidos de manera decisiva después de la contienda. Los mercados para las materias primas se estrechan y se hacen más volátiles y por otro, la hegemonía británica en la región recibe un golpe de gracia y será reemplazada inexorablemente por la de los Estados Unidos, que se convertirá en el centro de las finanzas mundiales y el principal proveedor de crédito. Esto significó un cambio radical en la modalidad de inserción de los países latinoamericanos en el mercado mundial.El periodo que inaugura la guerra es claramente uno de transición, en la

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que sigue viviendo el crecimiento hacia fuera y conviven también elementos del mundo que viene. Indicios de esta nueva etapa son:

Límite de la expansión de la agricultura Gradual crecimiento de la participación relativa de la industria en el

PBI Estancamiento de las inversiones británicas y el aumento

exponencial de las norteamericanas Reorientación del comercio exterior Creciente importancia del petróleo y consecuente desarrollo de los

caminos y de los automotores en detrimento del ferrocarril.Con la vuelta de la paz nadie quedó en Argentina en el mismo lugar en el que estaba antes de la guerra, ya que el mundo, tal como se lo conocía antes de la guerra, ya no iba a ser el mismo. Inglaterra se apagaba inevitablemente haciendo tambalear todo el orden que ella sostenía. Luego de la guerra Argentina pierde la confianza en un sistema en el que el crecimiento parecía indefinido y sin fisuras, y los mercados ilimitados y previsiblemente alcistas. Los equilibrios alcanzados bajo la “desprotección” norteamericana fueron más inestables que los de antes de la guerra.El periodo 1914-1929 tiene subperiodos definidos:

Depresión entre 1913-17 Breve recuperación entre 1918-21 Nueva recesión entre 1921-24 Y renovada expansión entre 1925-29

A los efectos de análisis se tratarán por separado los momentos de la Primera Guerra Mundial y de los años veinte, para concluir con un breve análisis sobre la situación económica argentina en vísperas de la crisis.

La Primera Guerra Mundial y sus efectosLa crisis de 1914 venía a superponerse a otra de otras causas. En 1913 Inglaterra eleva los tipos de interés y se produce una restricción monetaria en Europa que redunda en una salida neta de capitales europeos de latinoamericana. Esta situación a países que como Argentina dependían fuertemente de inyecciones constantes de capitales externos para mantener equilibrada la balanza de pagos. Para empeorar la situación, la caída de los precios mundiales de los cereales y la carne y la mala cosecha de 1913-1914 en la Argentina, hacen descender drásticamente los ingresos por exportaciones.La crisis del financiamiento externo y del comercio exterior generaron un importante drenaje de metálico del país, que dado el patrón oro vigente se tradujo en una contracción monetaria y una aguda crisis de liquidez. El dislocamiento consiguiente del sistema bancario y crediticio provocó la paralización del comercio y numerosas quiebras de empresas, lo que terminó de decidir al gobierno a suspender la convertibilidad en el mes de agosto de 1914. Antes de la guerra, la crisis ya se había desatado en Argentina.

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La depresión continua hasta fines de la guerra, la caída del comercio exterior se revierte al año siguiente, aunque sin alcanzar los niveles de preguerra hasta 1918. El déficit comercial se soluciona de la mano de una recuperación de las exportaciones y, principalmente, de una drástica caída en las importaciones, que van a generar importantes superávit comerciales durante la guerra.Las exportaciones crecen tímidamente en los primeros dos años y de manera más rápida a partir de 1917, gracias a la demanda de la guerra, que favorecía las carnes congeladas y en conserva en detrimento de los cereales.Las importaciones, por su parte, descendieron drásticamente. A las dificultades para la navegación se sumó la reestructuración de las industrias de los países europeos para satisfacer la demanda de la guerra. Paradójicamente, esta violenta disminución de las importaciones, a la vez que poseía un efecto positivo para la balanza comercial argentina, tenía otro negativo para los términos del intercambio. Si la escasez de materias primas elevó su precio, la escasez aun mayor de manufacturas hizo que subieran más, empeorando los términos del intercambio para la Argentina.Otro efecto de la caída de importaciones todavía se está discutiendo: el efecto sobre el desarrollo de una industria sustitutiva de importaciones. Por un lado, es evidente que la guerra tuvo un efecto proteccionista para la industria. Este hecho no bastaba sin embargo para generar de la noche a la mañana una industria que pudiera proveer al mercado interno los productos que antes se compraban al exterior. Por lo tanto sólo pudieron aprovechar estas circunstancias aquellos países que gozaban de un desarrollo previo de la industria y exhibían una capacidad instalada considerable. El caso Argentina es contradictorio. Su industria podía exhibir, en 1914, estas condiciones en gran medida. Por otro lado, los saldos comerciales favorables durante la guerra servían de efectivo sostén de la demanda de productos industriales. Según la visión tradicional estos hechos bastaron a la industria local para expandirse.Sin embargo, estudios más recientes siembran dudas sobre el efecto neto de la guerra en la industria nacional. Por un lado, la recesión de la guerra había provocado una caída del salario real y una creciente desocupación, afectando el consumo. Por el otro, la misma caída de las importaciones afectaba a ciertas ramas de la industria que dependían de insumos importados para su cadena productiva. De esta manera, mientras que las industrias que transformaban materias primas nacionales alimentación, vestido, mueblería (así como los talleres de reparación de máquinas y herramientas pudieron crecer considerablemente, otros rubros como el metalúrgico se vieron resentidos. Esto significa a que el sector logra crecer, pero no como en países como Chile o BrasilOtro efecto importante de la disminución de impostaciones fue el impacto negativo que tuvo sobre las arcas fiscales. Como estas se alimentaban de

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los gravámenes al comercio exterior, el nivel de recaudación se vio reducido drásticamente. Los ingresos por derechos de importación se desplomaron a la mitad, mientras que por la recesión también cayó la recaudación de impuestos internos. Este panorama fiscal se agravaba por el cese de la inversión extranjera, tanto en su forma directa como indirecta, dada la aguda escasez de capitales, limitando seriamente la forma habitual de saldar el déficit fiscal con endeudamiento externo. Aun así, el estado emitió obligaciones, y la deuda flotante creció casi multiplicándose por tres entre 1914 y 1918, a pesar que los gastos totales no se incrementaron.Este endeudamiento no bastó para solucionar la crisis financiera del estado, que se vio obligado a la reducción forzosa del gasto público en dos sectores críticos como son las obras y el empleo público. Los recortes en estas áreas, a los que se sumaron la paralización de la construcción privada y las numerosas quiebras de empresas generaron importantes niveles de desocupación y baja en los sueldos.La caída del salario real fue especialmente pronunciada en los dos últimos años de la guerra, por el aumento de los precios de los artículos de consumo. La inflación afectó especialmente al consumo popular, los precios de los alimentos aumentarían en un 50% entre 1914 y 1918 y los artículos de vestir sencillo en un 300%. No por nada el clima social se encarece hacia esos años, provocando un inusual nivel de protestas.

El largo plazoLa guerra también trajo algunas consecuencias indirectas. En primer lugar la guerra expresó en toda su dimensión el lento proceso de decadencia de Inglaterra y del patrón oro como ejes del orden económico mundial y su reemplazo paulatino por la hegemonía de Estados Unidos. Aunque la moneda de Gran Bretaña siguió siendo el patrón de referencia del sistema, sus declinantes industrias venían perdiendo terreno con las más competitivas de los Estados Unidos. Para 1913 la mayoría de los países latinoamericanos ya importaban más de los Estados Unidos que de Gran Bretaña y las inversiones de aquel país eran predominantes en sectores estratégicos de sus economías.Durante la contienda, Estados Unidos adquirió ciertas ventajas por su alejamiento geográfico de la conflagración, sumadas las dificultades de los países europeos para atender adecuadamente sus mercados latinoamericanos, lo que provocaba un importante vacío de importaciones. El dislocamiento del sistema bancario y crediticio y la crisis de liquidez que generó la guerra crearon otro nicho que Estados Unidos supo aprovechar: el comercio de la mano de las ventajas competitivas de sus productos, en especial de los más dinámicos y moderno (como el automóvil)Este recambio en el centro del poder financiero e industrial del sistema económico capitalista iba a provocar importantes transformaciones en la estructura del comercio y de las inversiones en el mundo, dado el diferente carácter de las economías y las políticas de los dos países. A diferencia de

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Gran Bretaña, Estados Unidos era un país altamente proteccionista, que aplicaba elevados gravámenes al comercio internacional. A su vez, era un país productor y exportador de alimentos y productos de clima templado, con lo que no representaba un mercado para aquellos países que se especializaban en esos mismos productos, como la Argentina. Esto implicaba, en general y en particular para nuestro país, que las inversiones norteamericanas iban a tener otro destino y otra naturaleza que los que tradicionalmente podrían las británicas. Ya no trata de inversiones que eran subsidiarias del comercio internacional, en el sentido de orientarse a la exportación: ya que las deudas no se saldaban con la venta de productos exportables, el sistema dependía, para seguir funcionando, de continuas

Los años veinteEn la economía mundial, se caracterizan por una trabajosa vuelta al equilibrio de preguerra. La economía de Europa había quedado fuertemente sentida y endeudada con Estados Unidos. Esta situación llevó a varios países europeos a financiar la reconstrucción de sus economías por medio del endeudamiento externo y la inflación (Alemania). Esta depreciación generalizada de las monedas suponía un desorden no sólo financiero, ya que ponía en crisis el sistema de intercambios. Estos desarreglos iban a persistir muchos años. Gran Bretaña intentó recuperar la paridad existente antes de la guerra aferrándose al patrón oro, esto significó aplicar altas tasas de interés para atraer metálico hacia el país. La valorización de la libra sólo se logrará en 1925. Algunos críticos ven en esta política la causa de la lenta recuperación del país de posguerra y el menguado crecimiento mundial en la década. Sus efectos evidentes sobre los países que estaban bajo su orbita son evidente: estas políticas obstaculizaron el mejor desempeño de países como la Argentina. Aunque por poco tiempo, hacia la mitad de la década se consigue un retorno a la normalidad en el sistema monetario mundial. Inglaterra encuentra la paridad buscada, se corrigen los problemas en Alemania y Estados Unidos concede nuevos créditos para estabilizar monedas europeas. Este nuevo equilibrio, sin embargo, iba a ser efímero. Mas allá del fracaso del nuevo sistema monetario “patrón cambio-oro” (que imponía que las reservas pudieran atesorarse, en vez de metálico, en monedas respaldadas por el oro, como la libra y el dólar) la razón de fondo radicaba en la debilidad de Inglaterra.EE. UU., por el contrario, salió fortalecido de la guerra. Su economía se mantiene intacta y crece a ritmo vertiginoso, de la mano de renovado auge industrial y gracias a un sólido mercado interno. Durante la contienda fue el principal proveedor de Europa y en la posguerra fue su principal acreedor.En la Argentina, con la paz vuelve la prosperidad, las inversiones retornan, los precios se recuperan, se normaliza el comercio y las arcas públicas

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encuentran estabilidad. Sin embargo sobrevive la inestabilidad del ciclo económico y una gran volatilidad de los precios. La tasa de crecimiento tiene algunos años notables seguidos por otros de baja o estancamiento. La recuperación duró muy poco, ya que fue seguida de crisis antes que se desencadenaran los factores que condujeron allá crisis de 1929. Las cifras de inmigración vuelven a dejar saldos positivos. La base de esta renovada prosperidad sigue siendo el sector rural, aunque el industrial crece notablemente. El gasto público vuelve aumentar con el consiguiente aumento expansivo de la demanda interna. Considerado en forma comparativa, el crecimiento de la Argentina no es despreciable, durante los años veinte, el país crece más que los Estados Unidos, Canadá o Australia.

Comercio exterior e inversionesEl principal motor de esta reactivación fue la drástica recuperación del comercio exterior, cuyo volumen era en 1929 casi el doble que el de fines de la guerra. Las exportaciones, tanto las importaciones mostraban uno de los mayores índices del crecimiento del mundo, y seguía siendo predominantemente agrícola y dirigida a los países de Europa occidental. Por el contrario, el gran cambio se da en el origen de las importaciones. El incremento de las provenientes de los Estados Unidos es constante, a costa de alemanas primero y de británicas después. Los ingleses mantuvieron y aumentaron su participación en las importaciones de carbón y material ferroviario, pero no pudieron competir con los Estados Unidos en rubros de gran crecimiento como los automóviles y otros bienes de capital para la agricultura y la industria, cuya demanda crecía rápidamente.Este asenso de los Estados Unidos en el comercio exterior argentino, se alzaba sobre el deterioro del bilateralismo que había caracterizado al comercio exterior entre Argentina y Gran Bretaña hasta antes de la guerra. . Esta relación especial entre los dos países estaba basada en la dependencia del comercio argentino con el mercado británico y en la importación de las inversiones británicas en el país, especialmente ferrocarriles. Este intercambio entre ambas economías suponía que, como contrapartida de la venta de productos agropecuarios en el mercado ingles. La dupla invernadores argentinos y empresas ferrocarrileras británicas era el eje del sistema. Es imposible comprender a fondo los avatares de la economía y la política argentina en los años posteriores a la guerra, sin considerar la asociación de intereses que existía entre estos sectores y los poderosas lobbies que llegaron a constituir en el país.

CLEMENTI, Hebe. El radicalismo. Núcleos gordianos de su economía. Buenos Aires, Siglo Veinte, 1982.

Teniendo en cuenta la estructura productiva que sostiene al país, se diluyen los límites de las presidencias radicales, e incluso la intervención

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militar de 1930. El periodo comienza en pleno régimen conservador, continua sin que la crisis de 1890 o la Primera Guerra Mundial produzcan cambios. Recién en 1930 se imponen cambios, evidenciados en el tratado Roca-Runciman en 1933.Recién la Segunda Guerra Mundial traerá cambios importantes y se intentará romper las ataduras con el modelo ingles. Este diseño se conecta con los pilares de nuestra economía, carnes, ferrocarriles y petróleo.La edad de oro del sistema se dio entre la guerra de los Borres y 1918. Los cambios en la economía europea, la nueva distribución del poder mundial producen una serie de nuevos conflictos caracterizados por el ingreso de capital norteamericano.Bien mirado, la reacción al esquema pastoril y exportador ya había producido reacciones dentro del propio régimen a comienzos del siglo, que cuestionaban la exclusividad de la ganadería, inquietas ante la necesidad de un cambio sustancial. Frente a ellas se alza la ideología liberal y de no intervención del estado en economía. Este es el nudo gordiano de los planteos económicos, reflejados en una ambigua posición bifronte. Esta encrucijada ideológica se da en el propio partido radical, manifestada en la polémica por el proteccionismo entre Yrigoyen y Pedro Molina. Es que prevalece la ideología del liberalismo, como apología del individualismo y de la libertad del individuo, de la que el Estado se erige protector. Estas contradicciones no son privilegio del radicalismo. También en Estados Unidos se debate el tema en el contexto de la crisis de 1930.La Primera Guerra Mundial asienta la novedad de que el centro económico será en adelante los Estados Unidos, situación que trae aparejado una dinamización del cambio tecnológico y un reacondicionamiento de todo el proceso industrial. Sobretodo, quienes asumen los cambios son empresas monopólicas que introducen las pautas de la producción.La Primera Guerra Mundial fue desastrosa para Alemania, pero sobre todo fue un golpe para América Latina, porque el conflicto reveló la extrema dependencia que vivía frente a las naciones industriales europeas. Durante la guerra se vio privada de vender materia prima y comprar manufactura, y luego se vio afectada por la lenta recuperación y por la crisis de los años 30. La modalidad europea varió sustancialmente, la población disminuyó su crecimiento; mientras que las nuevas modalidades alimentarias, los adelantos tecnológicos y el incentivo a la industria local hicieron que se dejara de poner acento en la importación exclusiva de materias primas.Los cambios en el trasporte fueron fundamentales, el carbón será reemplazado por el petróleo y la electricidad. Los textiles, el acero y el carbón, los pilares de la hegemonía británica van cediendo frente a los ambages del capital norteamericano.La imposición de gravámenes protectores para los productores locales se irá dando con artera lógica en el reinado hasta entonces feliz de los partidarios del libre cambio. Va suscitándose paulatinamente una necesidad de revisión de la doctrina liberal y una disposición favorable al

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proteccionismo. Cuando sobreviene la crisis de 1930, las pautas que han venido dándose se resolverán en un cambio drástico de políticas económicas. Inglaterra se convirtió en un mercado más que en un proveedor de manufactura. Los países latinoamericanos habían progresado, e Inglaterra quedaba atrás como nación comercial.En este marco se da el progresivo desarrollo de la industria local y el mercado interno. La Argentina estaba particularmente favorecida por la inmigración europea, ya incorporada a la estructura productiva y que percibía salarios que se invertían en el mercado interno. La posibilidad de ganar el mercado local por encima de las producciones importadas, estimuló el asentamiento de diversas industrias y la producción masiva de productos hasta ese momento importados de Inglaterra. Pero muchas veces este impulso industrial sucumbe ante la falta de protección consistente. Luego de la Segunda Guerra Mundial la experiencia será más fuerte y coherente.El tercer factor a considerar es la interferencia del capital y la industria norteamericana en franca expansión. El fenómeno fue distinto a la hegemonía británica, principalmente porque la prosperidad norteamericana se sostenía en su enorme mercado interno y su expansión a la frontera. De esta forma su ingreso a América Latina como inversor estuvo ligado a la renovación tecnológica y la explotación de recursos.El sistema capitalista de concertación económica (trust o monopolio), será un desafío para el gobierno radical, que no contaba con idoneidad o base teórica para afrontarlo. Si la ideología radical hubiera tenido otros componentes además de la moralidad cívica, si su prédica política no se hubiera centrado en la corrupción moral del régimen, y su disciplina y gimnasia hubieran apuntado a los cambios del mundo contemporáneo, quizás la efectividad del Estado argentino frente a las crisis hubiera sido más firme y más concluyente. Con todo, la política económica es demasiado suave, respetuosa del capital, ultra respetuosa de los intereses extranjeros, deseosa de no crear fricciones adicionales con la elite social, económica y política, demorando la aprobación de todas las leyes de alguna consecuencia. La dependencia del mercado interno es la fuerza aglutinante

JORGE, Eduardo. Industria y concentración económica. Buenos Aires, Hyspanomérica, 1986.

Comercio exterior e inversiones industriales extranjeras en la década de los años 20

Presencia en Europa y Estados UnidosLas conexiones primordiales de las economías nacionales con la economía mundial están constituidas por el comercio exterior y los movimientos de

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capitales. Estos aspectos permiten reconstruir las complejas relaciones de los intereses extranjeros en nuestro país.La inversión directa de capital extranjero por medio de la radicación de empresas fue más duradera y creó lazos de dependencia más complejos que las inversiones financieras (compra de bonos emitidos por el gobierno). La mayor movilidad de estas hace que ocasionen más problemas políticos en momentos de crisis. La inversión extranjera directa ocasiona en cambio una extracción menos visible pero más continuada del ahorro nacional, precisamente por su mayor estabilidad.Inglaterra, fuerte importador de productos argentinos, invertía para asegurar la fuente de aprovisionamiento y de compensar los gastos de las importaciones. Estados Unidos en cambio, fuerte exportador, invertía parte de las ganancias que le dejaba el comercio o asegurar el mercado y fomentar su expansión.Con Europa continental, la situación es intermedia. Los objetivos de la inversión eran tanto obtener utilidades del comercio y asegurar el mercado argentino.La presencia de estos tres grupos en el comercio internacional y su comportamiento se ha mantenido constante hasta el presente.

El comercio exterior hasta la crisis mundial del 30Es importante tener en cuenta que el comercio no sólo se establecía con Gran Bretaña o Estados Unidos. En el comercio de carnes su predominio ha sido indiscutido, pero no así en el resto de las transacciones:Las importaciones argentinas: 50% Europa continental35% Gran Bretaña 15% Estados UnidosLas exportaciones argentinas:50% Gran Bretaña50% Europa continentalEs destacable el papel de Alemania en el comercio, que antes de la guerra superaba a Estados Unidos.La Primera Guerra Mundial provocará cambios abruptos en el intercambio. Cuatro años de ininterrupción del comercio con los proveedores europeos tradicionales y el establecimiento de nuevas relaciones comerciales con exportadores norteamericanos eran suficientes para que lo que en un primer momento tenía carácter de solución de emergencia adquiriera perdurabilidad.Los nuevos productos sumados a las mejores condiciones del crédito influyeron en los avances norteamericanos. En la década del 20 las importaciones norteamericanas superaron ampliamente a las británicas. En estos años hay un espectacular auge de la economía mundial. Importaciones:26% Estados Unidos17% Gran Bretaña

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30% Europa continentalCon Estados Unidos siempre tuvimos saldos negativos, que compensábamos con los saldos positivos del comercio con las demás regiones.Gran Bretaña no estaba contenta con la situación y presionaba a través del grupo más conectado con su comercio: el de los ganaderos. Para ellos el mercado ingles era insustituible, ahí se colocaban casi todo el excedente de carne (el 60 % era para consumo interno, 40% para exportación). Además se trataba de un sector de fuerte poder de presión política, por su inserción en la clase dominante.Para el sector agrícola y el sector comercial importador, el comercio ingles no era gran cosa, ya que estaban diversificados. Mientras, el sector industrial veía con hostilidad el comercio de importación.De este modo, la Sociedad Rural asumió la defensa de los intereses ingleses. Existen indicios de la intensidad de la polémica instalada en aquellos días entre los representantes de los intereses británicos y estadounidenses. El lema de la Sociedad Rural fue “Comprar a quien nos compra”, en obvia alusión a Gran Bretaña. La política proteccionista de los Estados Unidos nunca nos favorecería.

Orientaciones de los capitales británicos, norteamericanos y de Europa continental hasta los años 20

A comienzos de siglo, dos potencias comenzaron a disputar a Gran Bretaña sus posiciones en la Argentina: Alemania y Estados Unidos. Antes de la guerra fue la primera la más amenazadora, aventajando de lejos a la segunda. Las inversiones alemanas se orientaron a las compañías de generación de energía eléctrica, en empresas tranviarias y de electricidad del interior, en títulos del estado, bancos y otras actividades industriales y comerciales.Las primeras radicaciones importantes norteamericanas fueron los frigoríficos en vísperas de la Primera Guerra Mundial: Swift en 1907, Armour en 1913 y Esso en 1911.Luego de la guerra Estados Unidos se convirtió en el principal acreedor mundial. En Argentina, Alemania y Gran Bretaña conservaron sus posiciones pero no alcanzaron el vertiginoso ritmo del crecimiento norteamericano. Existió una intensa lucha por las oportunidades de inversión en nuestro país que operaba en sectores distintos a los del ferrocarril, donde la delantera inglesa era un hecho consumado, que había que aceptar como tal.Luego de la guerra, Estados Unidos creció asombrosamente. Llegando 1931, los capitales extranjeros tenían una participación de:40% Europa continental30% Gran Bretaña30% Estados UnidosRecordemos la diferencia entre inversiones directas e indirectas. La

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compra de bonos al gobierno resultaba fundamental para presionar a favor de los intereses comerciales.La penetración masiva de capitales norteamericanos es anterior a 1930 y por el tipo de sectores a los que se dirigen, o sea industrias nuevas, va atener consecuencias de orden cualitativo sobre la economía nacional y sobre las políticas económicas vigentes.En los sectores tradicionales (ganadería, ferrocarriles) ya estaban firmemente asentados capitales ingleses. En los servicios públicos, y la producción agrícola invirtieron belgas, suizos, franceses, alemanes, italianos, etc.Con los sectores más rentables copados, Estados Unidos tuvo que buscar nuevas oportunidades rentables de inversión, especialmente en la industria frigorífica. Inicialmente su participación fue bien vista por los sectores ganaderos argentinos. Durante la década de los años 20 perderá el apoyo de este grupo que frente a la amenaza de perder el comercio ingles, va combatir el comercio norteamericano.Antes de 1930 las inversiones norteamericanas se ramificaron a la metalurgia y maquinarias, artefactos eléctricos, especialidades medicinales y farmacéuticas y varios rubros más. Ya en los años 20 están presentes la mayoría de los monopolios industriales norteamericanos.El imperio norteamericano es diferente al imperio ingles. Inglaterra vendía manufactura y a cambio compraba materia prima para su mercado interno. En cambio Estados Unidos era un productor de materias primas de países templados como la Argentina y su política proteccionista cerraba las puertas de su mercado. Por ello se orientó hacia la industria de bienes de consumo duradero (radios, heladeras, automóviles, teléfonos, etc.), que encontró en la Argentina el mercado consumidor más grande de América Latina.La participación norteamericana en la industrialización de la Argentina creó nuevas formas de dependencia comercial a través de la importación de maquinarias y partes para el armado. La balanza comercial siempre fue deficitaria, pero se compensó con los saldos positivos del comercio ingles. Gran Bretaña debió aceptar el comercio triangular que favorecía a los Estados Unidos debido a que necesitaba de nuestras carnes.Luego del entusiasmo inicial el capital norteamericano encontró oposición en el sector ganadero, ya que la industrialización amenazaba las bases del proyecto económico agroexportador, ya que implicaba toda una serie modificaciones estructurales en la economía argentina. Por ejemplo, el petróleo amenazaba al carbón, el automóvil al ferrocarril.

LUNA, Félix. El petróleo nacional. Buenos Aires, Todo es historia, 1976.

La nacionalización del petróleo. Luis Alén LescanoEl gobierno de Alvear representó una transición y un respiro entre el

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primer gobierno de Yrigoyen y la crisis de 1930.El petróleo configuró desde la Primera Guerra Mundial, la piedra de toque y elemento esencial de todo poder económico emancipador e industrialista en los estados modernos. La rapiña entre las potencias trajo como consecuencia la formación de empresas explotadoras. La riqueza petrolífera argentina permanecía en gran parte inexplorada, pero asimismo, se insinuaba ya la lucha ínter imperialista por la posesión de los grandes yacimientos del subsuelo territorial.

Antecedentes de nuestra organización petrolíferaEl petróleo fue descubierto casualmente mientras se buscaba agua. En 1910 el presidente Sáenz Peña creó la Dirección general de explotación del petróleo en Comodoro Rivadavia. Las primeras actividades se rigieron por el código de minería. Yrigoyen las puso bajo el ministro de agricultura. Propuso sin éxito al congreso la emisión de títulos, un régimen legal para la explotación, un proyecto de organización administrativa, etc. Ante la insensibilidad del congreso constituyó por decreto en 1922 la dirección general de YPF. Llegado Alvear al gobierno se encontró con YPF recién creada y la vacante de director, que fue llenada por Enrique Mosconi, ingeniero civil y militar.

Acción de Mosconi en YPFHizo de esta pequeña administración petrolífera una pujante empresa estatal a tono con las mejores del mundo. Impulsó la exploración al norte, al sur. Llevó a niveles de alto rendimiento la explotación y comercialización de nuestro petróleo, luchó contra los trust extranjeros y creó una conciencia nacional a favor de la nacionalización y defensa del oro negro argentino. También se ocupó de difundir esa obra mediante folletines, libros y conferencias. Promovió la construcción de la destilería de La Plata, la electrificación de Comodoro Rivadavia, la creación de una flota propia de buques para el transporte de la producción.En menos de un lustro YPF se había convertido en un símbolo nacional.La lucha por defender el petróleo de Salta en manos de concesiones a la Standard Oil llegó a una mayor efervescencia durante el gobierno de Adolfo Güemes, en 1924. Este decretó la suspensión de las concesiones y declaró zona de reserva al territorio provinciano. Lamentablemente el siguiente gobernador reinició la política de concesiones, hasta que en 1929, el gobernador Cornejo derogó los permisos.A nivel nacional, las ventas de crudo, nafta y kerosén aumentaron vertiginosamente al ritmo del progreso automotor y vial del país. En el terreno oficial, el presidente Alvear secundó la acción de Moscóni, le dejaron hacer sin trabar su marcha, pero tampoco avanzaron en la lucha contra la penetración extranjera. Repropuso una reforma al código de minería y la sanción de normas para las concesiones pero nunca fueron tratadas en el congreso.

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En 1927 se decretaron las reservas de los territorios de Misiones, Chaco y Formosa, ampliándose posteriormente a nuevos territorios por resoluciones de noviembre de 1926 y junio de 1927

La lucha por el dominio mundial del petróleoLa unánime conciencia popular en defensa del petróleo argentino se veía confirmada en cautas advertencias llegadas al gobierno. La circunstancia internacional estaba caracterizada por la agudización de la lucha antiimperialista para dominar o repartirse las cuencas petroleras mundiales. Los Estados Unidos se lanzan a buscar petróleo para abastecer su inmenso mercado interno, sin utilizar sus propias reservas. Este peligro fue advertido por numerosas personalidades argentinas. Las mismas requisitorias se hicieron oír en campañas callejeras y periodísticas, entidades representativas de la lucha antiimperialista como la unión latinoamericana y estudiantes latinoamericanos.La unión pidió al congreso la nacionalización del petróleo para asegurar la independencia económica.En 1927 se funda la alianza continental, que tuvo como fin crear un clima favorable a la nacionalización del petróleo mediante publicaciones y conferencias, secundadas muchas veces por la Federación Universitaria de Buenos Aires. En el orden político se creó la Junta Nacional Pro Defensa del Petróleo, propiciando artículos, conferencias, que dieron tono polémico incisivo a tales campañas, aprovechadas para exaltar la figura de Yrigoyen.

La nacionalización del petróleo y el congreso argentinoEl Senado mantuvo casi sin variantes su fisonomía hostil al yrigoyenismo. La Cámara de Diputados, la mayoría era yrigoyenista, así que hasta allí se dirigieron quienes bregaban por una solución de fondo al problema del petróleo.Las ventas de YPF subieron vertiginosamente de 3.00 litros en 1923 a 70.000 en 1927. Pero ni aun así se pudo abastecer al mercado local, por lo que se debió importar petróleo de afuera. El precio de la nafta se fijaba según los vaivenes de los precios internacionales y según los gastos del transporte interno.En términos generales la Argentina conservaba su fisonomía semicolonial, con una economía accionada por las inversiones extranjeras. La nacionalización del petróleo, seguida de medidas complementarias era una exigencia liberadora, capaz de promover el desarrollo nacional. La Cámara de Diputados trató el tema en 1927 y se diseñaron las posiciones yrigoyenistas: considerar al petróleo como un bien privado de la nación, y conceder su explotación en forma exclusiva al estado nacional. Todos los sectores políticos participaron en la polémica.El 3 de agosto los diputados yrigoyenistas presentaron su proyecto: nacionalización de minas, exploración, explotación y medios anexos de

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transportes marítimos, terrestres y fluvial a cargo del Estado; expropiación de concesiones dadas a particulares dadas por la Nación o las provincias; prohibición de la exportación del petróleo.El homogéneo bloque radical yrigoyenista mostró lucidez, y conocimiento de la situación internacional. El criterio estatizante era compartido por el socialismo independiente. Pero se atrajo la oposición de conservadores, antipersonalistas y socialistas tradicionales, quienes defendían la inversión de capitales extranjeros. Y atacaban el estatismo. Los radicales disidentes, por su parte, argumentaban por la explotación mixta pero opuesta a la nacionalización y el federalismo.Luego de varios debates, el proyecto tuvo sanción favorable por 65 votos contra 55 el 23 de septiembre de 1927. Pero fue una victoria trunca: el tema crucial de la expropiación de las concesiones debió ser postergado hasta el periodo parlamentario siguiente, antes de correr el riego de perder todo el proyecto.La ley salvaba los principios esenciales del nacionalismo y sirvió de bandera a la movilización popular.Se crea la Dirección General de los Yacimientos Petrolíferos de la Nación, fijando su composición, funciones y atribuciones.

La expropiación de las concesiones petrolíferas privadasLa ley despejó el horizonte para quienes ansiaban resguardar el petróleo en manos exclusivamente argentinas y aventó el peligro de las sociedades mixtas sostenidas por el alvearismo.La no expropiación real fue consecuencia de la magra mayoría yrigoyenista en la Cámara y el retiro del apoyo socialista independiente, sin la cual no se alcanzaba la mayoría definitoria. Ante la opción de conseguir la nacionalización como principio o nada, el yrigoyenismo sacrificó esa parte.En 1928 obtuvo la victoria aplastante en las elecciones, obteniendo 90 diputados sobre 36 conservadores. Era la hora de cumplir con las promesas electorales que agitaron la bandera del petróleo como bandera de la emancipación económica.Ese mismo año se produjo la cláusula expropiadora, continuando coherentemente con el proyecto del año anterior. Los esfuerzos de los consorcios extranjeros se estrellaron contra la voluntad nacionalista de las mayorías electorales y legislativas. Toda la argumentación jurídica, constitucional y económica del viejo régimen resultó impotente.De este modo, el yrigoyenismo cumplió sus promesas antes de terminar el año 28. Si bien, no se pudo prever entonces otros aspectos del problema, pues no se llegaba al monopolio estatal de la importación del petróleo, marcó un rumbo emancipador definitivo. La nacionalización del petróleo se hizo carne en el pueblo.El gobierno de Alvear apoyó a Mosconi y se mostró favorable a la explotación mixta.

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El Senado nunca se dignó a considerar la sanción llegada desde la Cámara joven y el país perdió la ocasión de adelantar la hora de su independencia.

CANTON D., MORENO J. L., CIRIA, A. Argentina. La democracia constitucional y su crisis. Volumen 6.

La situación agrariaLas huelgas agrarias de 1912 habían traído mejoras en el sistema de arrendamiento, pero no habían resuelto el problema.El arrendamiento había beneficiado a todo el país, haciendo de la Argentina uno de los principales exportadores de carne y cereales. Esta riqueza estaba sentada sobre mecanismos económico-sociales muy particulares: la concentración de la propiedad y el arrendamiento. Como la duración de los contratos era limitada se creaba en la población agraria la necesidad practicar una especie de nomadismo.Por otro lado, las cláusulas hacían que el sistema no fuera fácil de llevar, aun en los buenos tiempos. Con excepción de la duración, las condiciones eran igual de duras en todos los casos. El inquilino debía pagar entre el 30% y el 40% de su producción anual, en moneda o granos. No recibían créditos nacionales y estaban a merced de los almaceneros rurales. Por ende, cualquier desajuste producía un fuerte desequilibrio en las economías domesticas. Una sequía o una leve caída de los precios eran suficientes para arruinar a más de un productor. En 1919 se movilizaron en huelga por este motivo más de 17.000 campesinos.La primera reacción de Yrigoyen era la búsqueda de una solución entre las partes, respuesta cómoda que no solucionaba los problemas. Antes las ausencias de hecho concretas por parte del gobierno, los arrendatarios comenzaron a manifestarse con mayor intensidad y fueron exageradamente reprimidos.Yrigoyen eleva un proyecto de ley que modificaba el sistema en algo. Además iba acompañado de fomento y colonización agrícola ganadera, auspicio de cooperativas agrarias. La ley de locaciones sólo se promulgó el 4 de septiembre de 1921. Fue la única base agrícola en un país de base agricultor como el nuestro. Con la fijación de cuatro años del término de los contratos, promovió una situación de tranquilidad fecunda a la vez que inmunizaba al colono por las mejoras en el precio de sus cultivos y le dio libertad para vender y asegurar el reducto de su trabajo.Tuvo vigencia hasta 1928, cuando se le introducen mejoras para superar sus defectos más notables. Amplió los beneficios a quienes tuvieran más de 300 hectáreas, amplió los beneficios a los locateros ganaderos, tamberos y horticultores, amplió el plazo de arriendo a 5 años y estableció la obligatoriedad del contrato escrito.Es decir que, si bien el radicalismo no introdujo variantes sustanciales en el sistema de propiedad, sentó las bases para un mejoramiento gradual de los arrendatarios, pero sin darle una vía para la propiedad.

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En lo social, produjo mejoras en las áreas rurales, en educación, higiene y vivienda. Bajo su auspicio creció el sistema cooperativo que constituyó un punto central para la estabilidad del chacarero. También se favoreció la ocupación de extensas zonas favoreciendo la creación de pequeñas y medianas propiedades, pero al mismo tiempo la creación de latifundios en zonas de cultivos intensivos de inmensa rentabilidad.

BORRO, María Laura, Búsqueda de alternativas en el modelo de crecimiento.

IntroducciónEn la Argentina, Gran Bretaña puso en evidencia las debilidades de una economía que dependía estrechamente de Europa para su abastecimiento; la sustitución de importaciones y la consecuente industrialización se presentaron entonces como un simple problema de supervivencia.¿La pesadilla de la guerra era un recuerdo del pasado y todo volvía a ser como antes? ¿Era conveniente producir prioritariamente materia prima y abandonar la industrialización comenzada en la emergencia? Si la complementación con Europa se correspondía con la edad de oro de la economía argentina, ¿valía la pena continuar con el proyecto adoptado debido a la presión de las circunstancias?Lo que parecía no ser ya viable era el laissez faire, al menos en el viejo estilo del liberalismo del XIX.

Modelo primario exportador y crisisLa influencia de la I. G. M. (1914-1918) fue clave en la economía vinculada con Europa. A partir de ella se pueden distinguir dos etapas:

ETAPA 1913-1917Comenzó cuando en Banco de Inglaterra elevó los tipos de cambios para compensar el déficit de su balanza de pagos y frenar la incertidumbre financiera provocada por la guerra de los Balcanes. Los capitales extranjeros depositados en la Argentina volvieron a sus países de origen. En consecuencia se abrió una brecha financiera: el país tuvo que afrontar el pago de la deuda Externa.El problema se acentuó con la pérdida de cosecha en 1913 y1914.La brecha se cerró con la contratación de préstamos a corto plazo en Nueva York, gestión que mostró un giro en las relaciones financieras y políticas de la Argentina. Gran Bretaña empezó a ofrecer posiciones frente a la clara hegemonía norteamericana, lo cual trajo aparejado un problema: "La prosperidad argentina se había basado en una relación casi simbiótica con Gran Bretaña. La asociación había sido factible y lucrativa por el carácter complementario de ambas economías y por la capacidad mundial del Imperio británico. En cambio, con los Estados Unidos la Argentina había mantenido relaciones comerciales poco satisfactorias debido al carácter competitivo de ambas economías y a una historia diplomática conflictiva.

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En la Pampa húmeda los productores de carne y cereales de primera calidad entraron en crisis, a la par que prosperaron las de las zonas marginales, proveedores de materia prima de menor calidad.La crisis también paralizó la industria de la construcción y la extensión de nuevos ferrocarriles.

ETAPA 1917-1929Un poco antes de finalizar la guerra comenzó la recuperación de la economía argentina. Desde 1917 y hasta la crisis mundial de 1929, el crecimiento fue sostenido. Ello se debió a la introducción de algunas adecuaciones realizadas por el radicalismo: un comienzo de industrialización y el desarrollo de áreas estratégicas, como el petróleo.

Datos del crecimientoEl PBI es un indicador económico que expresa el crecimiento, decrecimiento o estancamiento de los sectores de la economía de un país: sector primario (materia prima), sector secundario (manufacturas) y sector terciario (servicios).La tasa anual de crecimiento del PBI indicó algunas oscilaciones: 9.8% en 1818-1820 y 6% en 1927-1929. Las exportaciones aumentaron en una tasa media anual del 6.6%.Para 1929, la Argentina era el mayor exportador del mundo en carnes refrigeradas, maíz linaza y avena, y en tercero en trigo y harina.

Producción y propiedad de la tierraLa Argentina era un país productor de materia prima. En 1880 y 1916 el crecimiento se produjo por la expansión del área afectada a la producción. En el período radical la causa fue la mecanización del agro que incorporó maquinaria diversa: tractores, trilladoras, etc. Paralelamente disminuyó la tierra destinada a la ganadería.Una característica de la explotación agropecuaria era la pronunciada concentración de la propiedad de la tierra.Los grandes productores se nucleaban en la Sociedad Rural Argentina; en 1926 los pequeños y medianos productores fundaron la Asociación de Cooperativas Agrarias Argentinas.

Industrialización y sustitución de importacionesEl vuelco de la economía de paz a la economía de guerra repercutió en la Argentina. La suspensión de manufacturas tuvo como efecto la falta en el mercado de varios productos, desde botones hasta petróleo, carbón, acero y los repuestos para el funcionamiento de los ferrocarriles.Dadas estas circunstancias, se inició un proyecto de sustitución de importaciones que puso en marcha una modesta industria nacional, disponible al margen de las oscilaciones del mercado externo y creadora de fuente de trabajo.

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En 1920 se estableció un aumento del 20% en los aranceles aduaneros de las importaciones y una reducción del 5% para la importación de materias primas requeridas por la industria.Se prosiguió la construcción de subterráneos en Buenos Aires. En 1926, se abrió en Córdoba una fábrica de aviones y en 1930 se inauguró un hidropuerto en Retiro, ya que los primeros viajes aéreos de pasajeros se realizaron en hidroaviones.

Comercio trilateralLa guerra también puso de manifiesto la estrecha dependencia del país con los proveedores. Resultaba beneficiosa la vinculación con Gran Bretaña, ya que no le era igualmente satisfactoria depender de Estados Unidos. En 1914, fue claro que ese país se proponía desplazar a Inglaterra de sus mercados: la guerra económica de capitales de ambos orígenes se traslada también a la Argentina.En efecto, capitales norteamericanos invirtieron en el desarrollo del transporte automotor, que iba aparejado con el de rutas y caminos.

Petróleo: insumo críticoLa vulnerabilidad en el abastecimiento preocupó también al naciente sector nacionalista, sobre todo en insumos estratégicos como el carbón y el petróleo.Yrigoyen y Alvear asignaron gran importancia al tema del petróleo. En 1922, el coronel Enrique Mosconi fu nombrado al frente de la Dirección General de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), que se ocupó de la explotación, exploración, refinación y venta de nafta, querosene y otros derivados. El activo de YPF se duplicó entre 1922 y 1925. A fines de 1926 se inauguró en La Plata la primera refinería del país.También creció en sector petrolero privado destacándose la Standard Oil, de origen norteamericano y la Royal Dutch Shell, de capitales británicos y holandeses. Las inversiones norteamericanas en áreas críticas y el respaldo que su gobierno les daba, llevaron a crear desconfianza hacia la intervención de capitales de ese origen en la economía nacional.En 1927, el gobierno comenzó estudios para poner toda la producción a cargo del Estado. Esto culminó con la creación del Instituto Nacional del Petróleo en 1929. Yrigoyen presentó al Congreso el proyecto de ley, pero no fue aprobado.

Intervención del estadoLos créditos para la industria, la organización de YPF y la creación de una flota mercante en condiciones de independizar al país del transporte extranjero, dieron la pauta de una mayor intervención del estado en la regulación de la economía.Cuatro leyes propiciadas por el ministro de Agricultura de Alvear, marcaron la intervención estatal en la actividad ganadera; la construcción de un

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frigorífico, la venta del ganado sobre la base de precio del "kilo vivo" y el establecimiento de un precio mínimo para el ganado de exportación y un máximo para la venta local.

Sector financieroLos capitales extranjeros invertidos en el país mostraron la mayor participación norteamericana.La expansión económica moderada llevó a Alvear a reabrir la Caja de Conversión en 1927.

La gran depresiónEn déficit comercial de la Argentina con Estados Unidos equivalía al superávit que mantenía con Gran Bretaña, o sea que, el monto pagado por las importaciones norteamericanas equivalía al monto recibido por las exportaciones a Gran Bretaña.El Reino Unido empezó a estudiar la preferencia Imperial, sistema que excluía del sistema británico a los países que no pertenecían al imperio.En toda Hispanoamérica el poder de compra de las exportaciones cayó casi un 50% entre 1928 y 1932. Disminuyeron las exportaciones, lo cual acarreó pérdidas en las rentas del gobierno.El Estado restringió sus gastos, lo que significó desempleo y caída en los ingresos de los empleos, proveedores, contratistas y demás personas vinculadas ocupacionalmente con él. El golpe militar se vio facilitado por el descontento generado en un amplio sector afectado por las medidas de austeridad.

DEL CAMPO, Hugo, La Semana Trágica. En “Historia Integral Argentina”. Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, Tomo

VI

LA SEMANA TRÁGICALa semana Trágica se trata de unas de las movilizaciones populares de nuestra Historia, que marca la culminación de toda una etapa en el desarrollo del movimiento obrero y de las luchas sociales en la Argentina. Fue además, una violenta conmoción que sacudió profundamente a la sociedad entera de la época, poniendo en descubierto sus contradicciones fundamentales y obligando a todos los sectores a definirse con urgencia.

Situación de la clase obreraEl 29% de la población activa figuraba en censo de 1914 bajo el rubro de “Designaciones generales” sin indicación de profesión determinada y oficios varios. Eran principalmente jornaleros y peones sin ocupación fija, muchos de los cuales sólo trabajaban durante algunos meses al año. Esa categoría encubría así un alto grado de desocupación total o parcial y de la inestabilidad del empleo. La abundante disponibilidad de mano de obra tendía a deprimir los salarios y posibilitaba una intensa explotación del

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trabajador.La estructura ocupacional no facilitaba la toma de conciencia ni la organización de los asalariados. Las artes manuales (costureras, lavanderas, albañiles, carpinteros, modistas, tejedoras, planchadoras, mecánicos, zapateros, panaderos, etc.) incluían a la mayor parte de los trabajadores del sector, mientras que el personal permanentemente ocupado por la industria era de unos 401.000 obreros –el 13% de la población activa-. De ellos, además, casi un tercio trabajaba en establecimientos no fabriles, y el promedio de obreros por empresa no pasaba de 8,4. Esta dispersión, así como la subsistencia de formas artesanales, debilitaba a la clase obrera impidiendo su homogeneización y reducía al mínimo su poder de presión.Sólo en la cuidad de Buenos Aires -donde se concentraba un tercio de la población trabajadora- estas circunstancias eran contrarrestadas por la existencia de grandes fábricas en la que se desarrolló un proletariado consciente, organizado y combativo. Pero la mayor parte del mismo (un 55%) era de origen extranjero, y esto contribuía a mantenerlo casi totalmente marginado en cuanto a participación política. Sus manifestaciones seguían entonces las vías de la acción directa dando a la lucha de clases formas sumamente violentas. Respecto a las condiciones en que vivían esos trabajadores, se señalan ciertos problemas: largas jornadas de trabajo, salarios insuficientes, explotación de las mujeres y los niños -que constituían el 18% de la mano de obra industrial porteña-, deficiente alimentación, pésimas condiciones viviendas-el 80 % de las familias obreras ocupaban una sola pieza-, dificultades sanitarias -como la tuberculosis, que ocasionaba el 23% de las muertes-. Muchos de estos problemas se agravaron durante los años de la guerra.La integración de la economía argentina al mercado mundial alcanzaba por entonces sus máximos niveles. El comercio exterior constituía el eje en torno al cual giraban las demás actividades, y sus alternativas afectaban tanto al sector agropecuario como al industrial y al financiero.Durante los años de la guerra, el precio de los cereales y las carnes aumentó considerablemente en el mercado internacional. Pero la reducción de la capacidad de bodegas y el consiguiente aumento de los fletes determinaron una importante reducción en los embarques de granos, que pronto se tradujo en la disminución del área sembrada. La venta de carnes, en cambio, incrementó lo suficiente como para mantener el valor de las exportaciones. Pero los precios de los productos importados crecían, de modo que fue necesario reducir el volumen de las importaciones.La disminución del ingreso de bienes de consumo y la elevación de sus precios estimulaban el desarrollo de industrias sustitutivas. Estas requerían, sin embargo, maquinaria, combustible y -en algunos casos- materia prima importados, cuya escasez y carestía en los mercados

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proveedores era aun mayor que la de los productos terminados. De modo que sólo algunas ramas -como la alimenticia o la textil- pudieron expandir realmente su producción, mientras que otras -las metalúrgicas- enfrentaron serias dificultades. Los índices de producción industrial fueron disminuyendo hasta 1917, para iniciar el año siguiente una lenta recuperación. Mientras tanto, una grave crisis paralizaba casi la construcción, afectando a una amplia gama de actividades subsidiarias. Todo esto se traducía para la clase obrera en estos términos: carestía, salarios estancados y desocupación.No sólo aumentó el precio de los productos importados -como el aceite, el carbón-, sino también el de los alimentos que pesaban en el presupuesto familiar, como la carne o el pan. Según las estadísticas, el costo de la vida se habría elevado entre 1914 y 18 en un 65 %. Los salarios nominales permanecieron sin variar, tendiendo lo incluso a disminuir, hasta mediados de 1918.Esto fue acompañado por un enorme incremento de la desocupación, que llegó a afectar en 1917 al 19% de la fuerza de trabajo. La reducción de actividades agrícolas, industriales y de la construcción se combinó para ello en la acumulación de grandes saldos migratorios en los años de preguerra. Aunque la inmigración se interrumpió casi totalmente y la crisis laboral produjo la salida de 480.000 personas, el nivel de ocupación no comenzó a mejorar sino hasta 1918.La crítica situación mantuvo en la impotencia durante los primeros años al movimiento obrero: el número de huelgas y de huelguistas disminuyó notablemente y la mayoría de los movimientos terminaba fracasando. Pero con los primeros síntomas de reactivación económica y mayor demanda de manos de obra, los obreros trataron de recuperar el terreno perdido y el número de conflictos fue en aumento, movilizando durante 1917 y 18 a gran cantidad de asalariados, que iban obteniendo resultados cada vez más favorables. Esta ola de huelgas alcanzará en 1919 su punto culminante.

Ideologías y organizaciónTres corrientes principales actuaban en los medios obreros: a la vieja punga entres socialistas y anarquistas se había agregado más recientemente el sindicalismo.Las doctrinas socialistas parecieron cuajar en país a fines de siglo, con la fundación del partido, pero desde entonces, bajo la dirección de Juan B. Justo, el contenido ideológico del mismo fue apartándose cada vez más del marxismo y recibiendo fuertes influencias liberales y positivistas. Iban adquiriendo elementos de extracción y mentalidad pequeño burguesa, con los que también tendían a identificarse los obreros calificados, empleados, etc., que ingresaban en sus filas. El partido fue abandonando entonces toda la perspectiva revolucionaria para desembocar en un reformismo evolucionista que centraba su interés y su actividad en la política

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parlamentaria. Tácitamente, las clases dominantes, lo reconocían como portavoz de la clase obrera, cuyas aspiraciones esperaban que supiera encauzar pacíficamente. La limitada extensión de su influencia -reducida a la Capital- y el aislamiento político del partido disminuían aun más su peligrosidad. La mayoría de los trabajadores miraba con desconfianza o indiferencia su intensa propaganda y siempre fueron minoritarios dentro de la organización sindical.Constituyendo al antitesis del socialismo, en cuanto a tácticas y actitudes, se encuentra a los anarquistas. Sus principios elementales y sus actitudes habían prendido intensamente entre los sectores artesanales, los jornaleros y los desocupados, que constituían buena parte de la masa popular. El primitivo individualismo fue cediendo ante la organización de combativas sociedades de resistencia que terminaron agrumándose en la FORA. Pero siguieron rechazando toda forma de acción política, interpretando el hecho de votar como una aceptación pasiva de las reglas de juego impuestas por la burguesía, y la participación de representantes obreros en cualquier engranaje del mecanismo opresivo como otra traición. Sólo aceptaban las formas de acción directa -huelga, boicot, sabotajes-, considerándolas como experiencias educativas y ensayos de gimnasia revolucionaria que como instrumentos eficientes para el logro de objetivos inmediatos. La única vía para la liberación total y definitiva de todos los explotados era la Revolución Social. Pero la imaginaban como el levantamiento súbito y espontáneo de todos los oprimidos que arrasaría el sistema capitalista y el estado, sin encontrar casi resistencia, ya que en el momento decisivo también los soldados cambiarían la dirección del fusil. Alentaban todas las reacciones violentas de las masas sin proponerles objetivos definidos ni aportar una conducción eficaz. El movimiento de 1919 marca el punto culminante de la influencia de las consignas anarquistas sobre las masas obreras.Ambas tendencias impulsaban la organización gremial de los asalariados, pero sus enfrentamientos dificultaban la unidad. En la práctica, cada una aceptaba coexistir con su rival mientras el predominio de ésta no estuviera asegurado. Fue lo que ocurrió con la FOA, constituida en 1901, al año siguiente, cuando los acratas controlaron su dirección, los socialistas se retiraron y fundaron la UGT. En su 5º Congreso la FOA -ya convertida en FORA- definía su posición anárquica.El sindicalismo postulaba la absoluta independencia de las organizaciones gremiales con respecto a cualquier influencia externa, política, ideológica. Esto permitiría la unión de todos los trabajadores en una poderosa central única, capacitándolos así para defender exitosamente sus intereses. La lucha debía concentrarse en el campo económico, utilizando los medios directos, pero sin excluir la negociación y el arbitraje.Después de constituir la mayoría dentro de la UGT los sindicalitas propiciaron en 1907 un congreso de fusión que fracasó. Gestionaron entonces la unión de esa entidad con varias organizaciones autónomas,

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formando la CORA. Un nuevo intento unificador se frustró ante la intransigencia anarquista y finalmente, resolvieron la disolución de la CORA y el ingreso masivo de los gremios que la componían en la FORA. Así en el 9º Congreso de esa organización (1915) los anarquistas quedaron en minoría, y se aprobó una declaración que redefinía la posición de la entidad: no se pronunció oficialmente partidaria ni aconsejó la adopción de sistemas filosóficos ni ideológicos determinado.Los anarquistas rechazaron esta declaración, retirándose del congreso. Dos organismos se disputaron desde entonces el nombre de FORA, distinguiéndose por su adhesión a la resuelto en el 5º Congreso o en el 9º Congreso. El primero conservó su coherencia ideológica a costa de su reducción numérica. El segundo, que creció numéricamente, coexistían varias tendencias.

El contexto internacionalUn hecho histórico trascendental vino a incidir sobre la explosiva situación social argentina: la Revolución Rusa. Todos los sectores obreros comprendieron el significado y la importancia del triunfo bolchevique. Muchos lo consideraron el comienzo de una revolución proletaria, que a corto plazo alcanzaría dimensión internacional. La oleada de entusiasmo revolucionario que se extendía por el mundo no podía dejar indiferente a la clase obrera argentina, que tanto por su origen cosmopolita como por su ideario internacionalista era sensible a lo que ocurría en todo el mundo.En diciembre de 1918, el 10 º Congreso de la FORA sindicalista aprobaba por unanimidad estas resoluciones: “Expresar su más amplia solidaridad y adhesión a los trabajadores de Rusia y Alemania por los heroicos esfuerzos que realizan para dar cima a los anhelos que constituyen el nervio de la actividad creadora del proletario universal […]”Los anarquistas que compartían los mismos sentimientos, consideraban inminente el estallido local: “La Revolución Social es un hecho. Nadie discute su necesidad. Todos la aceptan, la esperan como la única salvadora que ha de reemplazar con el orden y la armonía el caos existente […]” Pero la misma convicción que esperanzaba a los obreros llenaba de inquietud a la clase dominante. También el proceso político interno contribuía a complicar la situación. La oligarquía tradicional se había visto obligada a ceder parcialmente el poder al heterogéneo movimiento radical que incorporaba a la vida política a estratos sociales hasta entonces marginados. Pero esto significaba muy poco para la mayoría de los trabajadores: ellos despreciaban las posibilidades que la reforma electoral abría a la acción política, consideraban al radicalismo como una mera variante de la dominación burguesa y no se sentían atraídos por sus reivindicaciones cívicas y morales.Los radicales no tenían nada concreto que decir frente al problema social: sólo vagos propósitos de justicia y consideración humanitaria, junto con un llamado a la paz social y a la colaboración de clases, basado en la

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subordinación de los intereses particulares a un hipotético bienestar general. El gobierno, situándose por encima de las clases, trataría de armonizar los intereses contrapuestos y actuaría como juez imparcial en los conflictos que se pudieran suscitar. Yrigoyen había ensayado esta política arbitral en la huelga de los marítimos y ferroviarios.Lo que esperaban los asalariados del gobierno era que no aplicara la legislación represiva ni usar la fuerza pública a favor de los intereses patronales. Veían, entonces, la oportunidad de incrementar sus luchas en condiciones menos adversas lo que -sumado a las circunstancias económicas- estimuló la proliferación de huelgas cada vez más violentas. Considerándose abandonados por el gobierno, muchos patrones organizaron sus propias fuerzas de choque, y cuando, ante la generalización de la violencia, las fuerzas represivas volvieron a intervenir en los conflictos, la reacción de los obreros se volcó contra el gobierno radical con renovada intensidad. La huelga de Vasena, en cuyo transcurso se produjo la chispa detonante del movimiento de 1919, ejemplifica esta situación.

La huelga VasenaEl 2 de diciembre de 1918 unos 2500 obreros de la importante empresa metalúrgica se declaraban en huelga. Exigían aumentos de salarios -entre un 20 y un 40%- jornadas de 8 horas, primas para el trabajo en domingos y horas extras, abolición del trabajo a destajo y reincorporación de los compañeros despedidos a acusa de sus actividades gremiales. Los directivos no recibieron a la comisión de huelga e hicieron caso omiso a los escritos que le enviaron; procedieron a contratar a otros obreros con los que lograron mantener cierta actividad en los talleres. Para evitar que los interceptaran los huelguistas, los proveyeron de armas, y reclutaron numerosos matones para “proteger los bienes de la empresa”. Entre estos elementos y los huelguistas se suscitaban incidentes cada vez más frecuentes y violentos, sobre todo en el trayecto recorrido por los carros que transportaban materiales desde los depósitos.Presionado por los influyentes empresarios, el gobierno proporcionó fuerzas policiales para custodiar esos convoyes y en uno de los habituales tiroteos murió un cabo de policía.En la tarde del 7 de enero, seis chatas que salían de los depósitos eran seguidas por gran número de huelguistas, que acompañados por sus mujeres y sus hijos reclamaban a los carreros su papel de rompehuelgas. La caravana pasó frente a la escuela situada en la esquina de Alcorta y Pepirí, donde algunos días antes habían quedados acantonados 20 bomberos armados y 10 “cosacos” de la guardia de seguridad. Se inició un violento tiroteo, de origen incierto, que duró más de una hora. La llegada de tropas de refuerzo que establecieron una línea de tiradores de seis cuadras y patrullaron intensamente toda la zona puso fin al incidente. Un obrero apareció muerto a sablazo en medio de la calles y otros cuatro

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fueron víctimas de los disparos -algunos en el interior de su propia casa- entre 20 y 40 heridos y no hubo detenciones. Las fuerzas armadas no registraron más que un herido leve.Estos hechos provocaron en los obreros una breve indignación, que la prensa anarquistas se encargó de acicatear: “Sin falta, trabajadores, vengad este crimen […] El crimen de las fuerzas policiales embriagadas por el gobierno y por Vasena clama el estallido revolucionario”

La jornada del 9 de eneroTodas las organizaciones obreras manifestaron su protesta. La Sociedad de Resistencia Metalúrgicos Unidos fue más lejos, proclamando huelga general, y lo mismo hicieron al otro día la FORA (5ºC) y muchas federaciones de oficio. Los piquetes que recorrieron las calles en la mañana del 9 terminaron por imponerla a toda la cuidad.Las delegaciones gremiales y una enorme multitud, en la que abundaban las mujeres y los niños, se iba reuniendo alrededor de los locales donde eran veladas las víctimas de los metalúrgicos. Hacia la tarde, el enorme cortejo -200.000 personas, según fuentes de los obreros- se puso lentamente en movimiento tras los ataúdes. Una vanguardia de 150 hombres armados precedía la columna.Al acercarse a los talleres de Vasena los disparos que desde allí se realizaban provocaron corridas y escenas de pánico entre los manifestantes, exacerbando la excitación general. Mientras algunos grupos se desprendían, sembrando la violencia por las calles adyacentes, otros se sumaban a los que desde la mañana sitiaban los talleres y se tiroteaban con sus ocupantes. El resto siguió la marcha. Numerosos incidentes, tiros, alarmas y corridas, mantenían la tensión y fragmentaban la marcha. Los grupos más exaltados se armaban saqueando las armerías, otros prendían fuego a los tranvías abandonados en la calle.Al pasar por Corrientes y Yatay un nuevo tiroteo: algunos señalaron que los disparos provenían del colegio anexo a la iglesia ubicada en esa cuadra. Entonces la muchedumbre prendió fuego al colegio y parte de la capilla. Otros que habían conseguido penetrar en el interior, arrojaban hechas pedazos las imágenes y objeto de uso religioso. La llegada de una dotación de bomberos, que desde las ventanas del edificio hicieron cerradas descargas sobre la multitud, terminó por dispersarla, produciendo numerosas víctimas. El resto de la columna –que ocupaba aun tres cuadras- continuaba su accidentado recorrido desbordante de furia, incendiando coches y tranvías, un camión de bomberos y los vagones de un tres que intentó cortar su paso. Al llegar al cementerio se encontró con un destacamento del ejército y gran cantidad de policías –que por órdenes expresas se habían mantenido hasta entonces alejados de la manifestación-. Cuando se pronunciaban los primeros discursos comenzaron nuevamente los disparos, que dejaron un tendal de muertos y pusieron en fuga a los

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últimos manifestantes. Mientras tanto, otro foco de graves disturbios se localizaba alrededor de los talleres de Vasena. Desde la mañana habían sido rodeados por nutridos grupos de obreros, y sus pedradas –contestadas por armas de fuego- iniciaron un combate que duraría todo el día, los sitiadores trataron de voltear los portones de la fábrica, y al no lograrlo comenzaron a prenderles fuego. En el interior del edificio se encontraba al director-gerente Alfedro Vasena, con otros miembros del directorio de la Asociación Nacional del Trabajo encabezada por el presidente de la Bolsa de Comercio. Los empresarios encerrados pidieron protección al ministro del interior y al de guerra, y uno de ellos, súbdito británico, solicitó la intervención del embajador de su país. Hacia las tres de la tarde llegó el recién designado jefe de policía, Elpidio González, figura del radicalismo. Éste intentó arengar a los huelguistas, que reaccionaron violentamente, incendiando el coche en el que viajaba. La llegada de más de 100 bomberos armados, reforzados por policías y “cosacos”, y de un piquete de soldados de infantería con una ametralladora, desencadenó una batalla campal que se prolongó hasta la noche, dejando –según fuentes policiales- un saldo de 24 muertos y 60 heridos.Ante la imposibilidad de controlar la situación y temiendo que los hechos respondieran a un complot revolucionario, el gobierno dispuso el acuertelamiento de todas las fuerzas represivas, dejando prácticamente las calles en poder de los obreros.

Las primeras reaccionesEn el Congreso, un diputado conservador señalaba que el país se encuentra como aquellos países “…que han estado en guerras y donde las agitaciones populares han suprimido todo el control y todo poder”.También los dirigentes sindicales parecían bastantes desconcertados, pero arrastrados por los hechos, trataron de ponerse al frente del movimiento. En horas de la tarde, el C. F. de la FORA (9º C) daba una declaración: acordaba “asumir la dirección del movimiento en Capital Federal y llamar a una reunión de delegados y secretarios de las organizaciones sindicales, quienes resolverán en definitiva sobre plazos y fijación de las aspiraciones a concretar en aquél”. Circulaban rumores de que, al calor de la grave situación, ciertos sectores intentarían un golpe de Estado contra el gobierno radical. No es imposible que algún grupo de la oligarquía desplazada haya pensado en ello, y las magnificaciones alarmistas de la prensa más reaccionaria, insistiendo en la incapacidad e impotencia del gobierno para enfrentar la subversión, podrían haber tratado de crear el clima para el levantamiento. El General Dellepiane, admitió años después que en aquella ocasión algunos enemigos de Yrigoyen le habían propuesto encabezar el movimiento. Este militar de la IIª División (Campo de Mayo), había llegado a la ciudad en la tarde del 9 y poco después -ya fuera por orden del gobierno o por

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iniciativa propia- ordenaba el traslado de las tropas. Esa misma se noche se entrevistó con Yrigoyen y fue designado Jefe de todas las fuerzas armadas -militares y civiles- de la Capital, quedando a su cargo el gobierno de la ciudad y el restablecimiento del orden.La amenaza golpista no fue demasiada seria, y quedó pronto desbaratada; presionó, sin embargo sobre el gobierno en el mismo sentido que los poderosos sectores que exigían una rápida y enérgica represión. Pero ¿Cómo conciliar esa exigencia con la repetida promesa de no usar la fuerza pública contra los trabajadores? ¿Cómo evitar el derrumbe definitivo de la imagen paternalista y arbitral que se quería dar del gobierno? Sólo había una manera: negar que se tratara de un movimiento obrero. “Los gremios de ferroviarios, los de tranviarios, los de conductores de automóviles…no están en huelga. Adhieren a ella bajo la coerción que ejerce una minoría airada y por el temor que infunden las represalias futuras. Y aun los trabajadores que aparecen complicados en los actos tumultuosos…han resultado instrumentos de agitadores”.¿De que se trataba entonces? “Se trataba de una alternativa absurda provocada y dirigida por elementos anarquistas, ajenos a toda disciplina social y extraños también a las verdaderas organizaciones de trabajadores”, “una minoría contra cuyos excesos basta oponer la firmeza y la cordura de las gentes partidarias del orden”.

La represiónEn la mañana del 10 la ciudad seguía paralizada y los huelguistas parecían dominar la situación: los escasos vehículos que circulaban exhibían permisos otorgados por la FORA (9º C); grupos de obreros recorrían las panaderías fijando los precios máximos y confiscando la mercadería donde encontraban resistenciaPero mientras tanto se iba concentrando un formidable aparato represivo: a las fuerzas policiales, del escuadrón de seguridad y los bomberos, se habían sumado ya las tropas de la 1ª y la IIª División del Ejército, y en Dársena Norte atacaban a los acorazados Belgrano y Garibaldi desembarcando sus efectivos. Aproximadamente, había 10.000 hombres perfectamente armados. Cuando aparecieron las primeras patrullas en las calles céntricas fueron recibidas con vítores y aplausos. No ocurría lo mismo en los barrios obreros. Por todas partes se levantaba barricadas con adoquines arrancados de las calles y otros elementos. Sus ocupantes las defendían tenazmente, y cuando después de violentos combates eran desalojados por las tropas, se refugiaban en otras para reanudar la lucha desde allí. Muchas calles se convirtieron en verdaderos campos de batalla. Pero las tropas se imponían y comenzaban a practicar numerosas detenciones; para liberar a sus compañeros, muchos grupos se lanzaron al asalto de las comisarías. No todos los ataques, sin embargo, fueron reales: el pánico policial -agravado por la constante tensión, la falta de sueño y los

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alarmantes rumores- protagonizó numerosos incidentes. Ante la más mínima sospecha las comisarías comenzaba la vomitar fuego por sus cuatros costados, aterrorizando a los vecinos y contribuyendo a la confusión general. El caso más grave ocurrió en el propio Departamento Central de Policía, convertido en cuartel general de las fuerzas represivas. En medio de un caos total, sus ocupantes se balearon entre si y acribillaron a las viviendas circundantes durante más de media hora, hasta que llegó Dellepiane y logró poner fin a la situación. Algo parecido ocurrió en el Correo Central, y ambos “asaltos” fueron publicitados como pruebas de la peligrosidad del movimiento y de su intención de tomar el poder. Hacia la tarde, las fuerzas represivas controlaban la situación. Por las calles del centro aparecían las primeras manifestaciones “patrióticas”, mientras las guardias blancas comenzaban la “casa del ruso” en los barrios proletarios.Entre tanto, el C. F. de la FORA (9º C) realizaba consultas con delegados de algunos gremios y resolvía reducir al mínimo las condiciones para el levantamiento de la huelga: aceptación de las demandas de los obreros de Vasena, liberación de los presos sociales y prescindencia del gobierno en el conflicto que sostenían los marítimos. Al día siguiente -sábado 11- Yrigoyen se entrevistó con A. Vasena y poco después Elpidio González anunciaba la aceptación de las demandas de la FORA. La asamblea de delegados reunida por el C. F resolvió entonces levantar la huelga general.Muchos consideraban que era por lo menos inoportuno el levantamiento de la huelga a cambio de tan ínfimas concesiones en momentos en que estaba en su apogeo y mientras se practicaba una sangrienta represión. Otros acusaban a los dirigentes sindicalistas de traición, negándoles el derecho a liquidar un movimiento que no habían iniciado. La FORA (5º C) resolvió continuar la huelga por tiempo indeterminado. También seguían en huelga los marítimos y los ferroviarios, a los que se sumaron los tranviarios, que obtuvieron la solidaridad de carreros y chóferes. La circulación continuaba entonces paralizada, dificultando la reanudación de otras actividades. Se agravaban los problemas de abasto, ya que no llegaba leche, verduras; tampoco había matanza y frente a las panaderías se formaban largas colas. Los tiroteos no cesaban, y los allanamientos de locales y domicilios provocaban frecuentes enfrentamientos entre obreros y policías. Las razzias patrióticas que, mantenían el terror blanco en los barrios obreros contribuían a la perduración del ambiente de violencia.Había, además, oscuras maniobras dentro del gobierno: mientras Dellepiane aseguraba a una delegación de la FORA (5º C) que cesaría la represión, las fuerzas policiales allanaban los locales anarquistas y detenían a sus ocupantes.Ante todo esto, el gobierno no cumplía con su promesa de liberar a los presos y una delegación de la FORA (9º C) se entrevistó con Yrigoyen para reclamarlo. En los días siguientes los detenidos recuperaron su libertad y

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se permitió la reapertura de los locales sindicales. Así, lenta y parcialmente, la situación se fue normalizando en la ciudad.Pero mientras tanto la agitación se había extendido al interior: en muchas localidades las reacciones de protesta tomaban la forma de huelga general; en otras era la solidaridad con marítimos o ferroviarios la que paralizaba la actividad. Santa Fe y Córdoba fueron las provincias más afectadas por estos movimientos, y sus gobernadores solicitaron el envío de tropas para dominarlos. La situación llegó a ser también bastante grave en Buenos Aires y Mendoza, y tuvo repercusiones en Entre Ríos, Santiago, Tucumán y Salta. Ante esta multiplicación de los conflictos, el gobierno debió convocar a las reservas, y Diputados aprobó el estado de sitio. Las medidas resultaron sin embargo innecesarias: el 15 los ferroviarios levantaron la huelga y desde entonces también el interior se fue apaciguando poco a poco.Así se extinguió finalmente el movimiento, dejando -según fuentes obreras- un saldo se 700 muertos y 4.000 heridos.

El complot “Maximalista” y la reacción “Patriótica”Mientras todo volvía a la normalidad, cada sector buscaba para los hechos la explicación que le resultara más favorable: los conservadores culpaban al gobierno por su anterior tolerancia; los anarquistas denunciaban la traición de socialistas y sindicalitas; los socialistas insinuaban una maquiavélica combinación anarco-radical. Una de estas versiones -grata al partido gobernante- tuvo rápida aunque efímera difusión y contribuyó a provocar una reacción algo inesperada.Las primeras noticias llegaron de Montevideo: la policía habría descubierto allí un soviet de agitadores rusos dedicados a organizar un movimiento revolucionario coordinado con el de Buenos Aires. Poco después la policía norteña demostraba su eficacia deteniendo a los 40 miembros del Primer Soviet de la Republica Federal de los Soviets Argentinos, incluyendo al futuro dictador Pedro Wald, el secretario general de maximalismo ruso en Argentina, al jefe de policía y otros importantes personajes. Por esos días, la prensa radical publicaba una importante noticia. El cable, fechado en la Haya, dice que los maximalistas rusos están repartiendo por todo el mundo el dinero que obtienen del saqueo, con el fin de provocar movimientos anárquicos, y que “a tal fin hacen emigrar a millares de rusos para que propaguen sus doctrinas destructoras en las naciones a que puedan arribar”, agregando que la “Argentina sería uno de los pueblos preferidos para esta emigración”. La versión resultaba ideal: no sólo permitía desvincular al movimiento de sus raíces sociales, olvidar sus carácter masivo y encontrar un “culpable”, sino que también reforzar la unión de todos los sectores “patrióticos” contra la agresión de origen extranjero y presentar al gobierno como el salvador del orden social y de la soberanía nacional. Lástima que no podía durar: pronto se supo que Wald era un pacífico socialista que trabajaba en

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el diario Die Presse y dirigía el periódico judío Avangard, donde siempre había expuesto sus ideas moderadas. A los pocos días era puesto en libertad, y lo mismo ocurrió con los demás miembros del imaginario soviet. La liberación de los presos fue, sin embargo, menos publicitada que su detención, de modo que muchos pudieron seguir creyendo esta versión.El “descubrimiento” del complot maximalista venía a reforzar la derivación xenófoba y antisemita que desde los primeros momentos había tenido la reacción “patriótica”.Desde la tarde del 10 hubo grupos civiles que colaboraron con las tropas en la represión. El Comité Nacional de la Juventud -entidad opositora de reciente creación- intentó coordinar estos elementos, pero el verdadero lugar de reunión fue el Centro Naval, donde además de las armas y vehículos recibían rápido adiestramiento por parte de algunos marinos. La consigna era ir en busca de los “rusos” (=maximalistas) en sus propios escondites. Esas guardias blancas se dedicaban a allanar conventillos, practicando detenciones arbitrarias y a asaltar locales políticos y gremiales, sometiendo a presuntos agitadores y a sus familias a todo tipo de vejaciones.Estos patotas se ensañaron particularmente con los “rusos”. Aparentemente, a la tradicional confusión judío=ruso se agravaba ahora la de ruso=maximalista. De todas maneras se elevaban demandas en el sentido de expulsar a los extranjeros indeseables, controlar la inmigración, etc. Varias instituciones proponían campañas de exaltación del sentimiento nacional para oponerlo a “esa runfla humana de Dios, Patria ni ley”. Esos proyectos se concretaron con la creación de la Liga Patriótica Argentina. El autor concluye que la masacre de 1919 sólo sirvió para desacreditar definitivamente las tácticas anarquistas, dejando paso a otras actitudes menos combativas y más oportunistas como las que predominaron en el movimiento obrero hasta 1945.

FIORITO, Susana, Un drama olvidado: las huelgas patagónicas de 1920-21. En “Historia Integral Argentina”. Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, Tomo VI, 1985

LAS HUELGAS PATAGONICASEl punto de partida

Este hecho histórico forma parte de un olvido de la historia argentina. En la primavera de 1921 centenares de peones y obreros fueron torturados y asesinados en el territorio de Santacruz.Mientras ellos pasaban la noche apilados sobre cueros de capón, sin estufa ni agua para lavarse, los universitarios de Buenos Aires discutían el surrealismo.Este relato está escrito con los datos, las noticias y las estadísticas que da la sociedad: sus fuentes son los expedientes judiciales, las presentaciones de las sociedades empresarias, los grandes diarios. También, en mucho

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menor medida, los panfletos que escribieron los peones, algunos informes de las organizaciones anarquistas y sindicalesDándose cuenta de repente de que hasta el trabajo les era negado, y que una inmensa maquinaria estaba dispuesta ahora a aplastarlos: los patrones no pagaban los sueldos, la policía los desalojaba y luego los apresaba y apelaba por “vagancia”, los comercios les negaban el aprovisionamiento. La sociedad humana que conocían los rechazó. Y cuando clamaron por una sociedad más justa, que les diera un lugar para vivir, el Ejército los masacró como alimañas dañinas.

La Patagonia en el primer cuarto del sigloTierra arrebatada al indio en las campañas al desierto, el Ejército las incorporó al Estado entre 1850 y 1880, y luego se procedió al reparto.Las expediciones militares y comerciales acabaron con el guanaco y diezmaron los lobos y focas que eran el alimento natural de los indios; la Patagonia empezó a poblarse de ovejas, cuyas cría era necesaria para proveer a la industria textil inglesa; pero los indios no fueron incorporados a la vida civilizada, y empezaron a carnear ovejas para comer y vestirse, causando perjuicios a los ganaderos. Inmediatamente comenzó su eliminación por todos los medios: cazados a tiros, intoxicados con alcohol puro, envenenados directamente con estricnina introducida en carne de ballena que era dejada en la costa. En menos de 20 años la civilización había terminado con el problema del indio. En el caso de los “cristianos” la lucha por la propiedad adquiere otras modalidades: los comerciantes se quedan con los campos en pago de deudas de almacén, las viudas y los hijos de los primeros pobladores son atemorizados con atentados hasta obligarlos a abandonar sus tierras, y así van creciendo los latifundios de las grandes Sociedades Anónimas. Para los débiles no hay protección de ninguna clase. Y la policía es escasísima, integrada por delincuentes, y a sueldo de los grandes establecimientos ganaderos y comerciales. Esa lucha da como resultado una altísima concentración de la propiedad. Son comunes los establecimientos de 20.000 hasEn 1920 la producción fundamental de Santa Cruz -y de toda la Patagonia- era la cría de oveja para la exportación de carne y lana. La faena se realizaba en la costa, entre enero y junio, en los frigoríficos Swift de Río Gallegos y de San Julián, y Armour de Pto. Santa Cruz. Prácticamente todo el territorio hasta las primeras estribaciones de la cordillera, estaba dedicado a la cría de ovejas. La esquila se realizaba desde fines de septiembre hasta bien entrado el verano, aprovechándose los rodeos para la marcación, baño y aparte para el frigorífico. Es entonces que se utiliza totalmente la mano de obra, porque en el otoño e invierno las ovejas pastan a campo abierto y requieren muy poco cuidado.En esas enormes extensiones, todo el comercio pasa a través del almacén de ramos generales, que al mismo tiempo es “hotel”, estafeta de correo, estación policial. Allí se vende y se compra absolutamente todo. Y en 1920

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casi todos los almacenes, desde río Colorado hacia el sur, pertenecían a la Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de la Patagonia, fundada en 1908 por la fusión de las sociedades “José Menéndez” y “Braun y Blanchard”. La Anónima fija los precios y las condiciones de compra y venta, no tenía competencia. A través de La Anónima llegan las provisiones, la ropa, los remedios, los alambrados, la nafta, los repuestos, los periódicos, la correspondencia. A través de ella, se van la lana, las pieles, las plumas, los grandes arreos para los frigoríficos.Los caminos naturales de ripio y las largas distancias hicieron de la Patagonia el gran mercado para los Ford. Su uso se generalizó rápidamente, y fueron un elemento importante para el rápido desarrollo que se produce entre los años 10 y 20, ya que no hay más ferrocarril que el ramal de Pto. Deseado a Colonia Las Heras. Hacia fuera, sólo las transatlánticos a Europa y a Chile, y la línea de cabotaje a Buenos Aires.El estanciero no sólo está obligado a comprar y vender al precio que está le fija, sino a transportar, aun a costa de fletes más altos, en los barcos de la misma Compañía.17.000 habitantes tenía Santa Cruz en 1920, diseminados en sus 240 mil Km2 (alrededor de 2 habitantes por cada 14 Km2). Cuatro puertos, los pueblos más importantes, de entre 2 y 3 mil habitantes: Deseado, San Julián, Puerto Santa Cruz y Río Gallegos, Paso Ibáñez. El resto son caseríos y cascos de estancias.Hasta 1919 el dinero corría a raudales entre las manos de los grandes estancieros y sus gerentes y mayordomos. La libra esterlina es la moneda corriente: marca la cotización de la lana y la carne de oveja.En los puertos hay un esbozo de nación y de sociedad: periódicos, correo, hasta bibliotecas y escuelas. En el interior, la Argentina no existe: como Chile está más cerca, los nacimientos y las muertes se anotan en los registros chilenos. Como Inglaterra, domina, las escuelas, donde se enseña inglés, izan la bandera británica.

El país y el mundo en 1920La Argentina es, económicamente, una dependencia del la del imperio británico. La producción está orientada de acuerdo a las necesidades y conveniencias del Reino Unido, que es el principal comparador de productos agropecuarios y el proveedor de carbón, tejidos, maquinarias, etc.La guerra mundial termina en noviembre de 1818. La primera revolución proletaria lucha por afirmarse en poder que acaba de arrebatar a la débil burguesía rusa. El hambre es una realidad cotidiana en Rusia, en Alemania, en Austria. Inglaterra mantiene sus fábricas en pie, pero en el Continente hay que comprar máquinas y levantar edificios para recomenzar la producción industrial.Pero el fin de la guerra ha traído también la crisis a la Argentina. El trabajo escasea en Buenos Aires, la baja del precio del ganado y la mecanización

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de las cosechas cierran el camino hacia la pampa húmeda. Los chacareros, que no pueden cumplir con los altos arriendos, son desalojados y deambulan por los caminos. En la ciudad, el costo de vida sube casi el 100 por 100 entre 1916 y 1919.La primera presidencia de Yrigoyen, iniciada en 1916, se ve sacudida por grandes huelgas.Es que el país debe “contribuir” a levantar la nueva prosperidad europea: bajan los precios de los productos agropecuarios que la Argentina veden, suben las manufacturas que se compra al exterior. La diferencia queda en Europa. Y como ese dinero sale de las cajas de los estancieros, los banqueros y los industriales argentinos, serán los peones, los empleados y los obreros los que en realidad “contribuirán” a reponerlo: suben los precios internos, se estancan los salarios, crece la desocupación. En las familias obreras del campo y de la ciudad, los ocupados deben mantener a los desocupados.El radicalismo cumple el papel político de la clase que lo llevó al gobierno: enfrenta débilmente a la burguesía sin tocar sus fuentes de poder, y, en los momentos de crisis, descarga la represión sobre las clases populares.

La situación en Santa CruzLos precios de la lana y de la carne de oveja se duplicaron entre 1914 y 1919. El dinero corría en abundancia en Santa Cruz, pero muchos productores, especulando con la suba continuada, se limitaron a vender lo indispensable y a acumular stock, obteniendo (y gastando) créditos sobre ese stock sobrevaluado.La prosperidad trajo brazos que no encontraban ocupación en el centro y en el norte del país, y en las estancias y los frigoríficos recalaron hombres de trabajo recién venidos de Europa. Muchos de ellos habían sido soldados y suboficiales durante la guerra, y traían la experiencia del movimiento obrero organizado en el momento de mayor auge: en 1917 la revolución social parecía una realidad cercana para la clase europea.La zafra del verano de 1918 es la última que alcanza altos precios. Todavía en 1919 mantiene las esperanzas de los productores, que siguen especulando con la elevación de los precios y acumulando stock. Pero en 1920 la caída es verticalA este se agrega la caída del precio de la libra, que se cotizaba en 1918 a 470 pesos las 100 libras, y en 1920 a 400. Es decir, los productores recibían 70 pesos argentinos menos por cada 100 libras.Además, la implantación en 1918 de los derechos de aduana -que hasta ese momento no regían en la Patagonia- produce una brusca elevación del costo de la vida, y el estancamiento del contrabando, con su secuela de complicidades y corrupción.

La primera huelga: primavera de 1920En septiembre de 1920 se produce un conflicto en Gallegos. El gobernador

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interino, Correa Falcón, prohíbe un acto de homenaje a Francisco Ferrer programado por la Sociedad Obrera. Paros, boicot de la Liga de Comerciantes e Industriales a la Gaceta del Sur (que había defendido el derecho de los obreros a realizar el acto), boicot obrero a los comercios de la Liga ocupan todo el mes de octubre. Allanamientos policiales al local de la Sociedad Obrera, 40 activistas presos, clausura de una imprenta obrera, culminan con un fallo favorable para los obreros, emitido por el Juez Federal, respaldado por el Ministerio del Interior.Pero en el curso del proceso la S. O. de Gallegos había convocado a representantes de los peones, dando cima a un trabajo de organización en la campaña iniciado en el otoño anterior.Los delegados del campo, citados entonces para pedirles su apoyo al movimiento de Gallegos, expusieron ante la S. O. las condiciones en que realizaba el trabajo en las estancias. Estas condiciones eran:

1. Los obreros dormían en número de 8 o más, en cuartuchos de 4 x 4 y sin calefacción en un invierno con temperaturas medias de 18º bajo cero.

2. No tenían luz3. La comida era pésima: por lo general carne cocida con algunas

cebollas4. Pagos con vales; moneda argentina y moneda chilena. Cheques a

plazos, obligándolos a vender crédito5. No tenían sábados6. Nadie se responsabilizaba de sus accidentes en el trabajo

Esas condiciones de trabajo se sentían en cada establecimiento como un infierno particular. Pero en la reunión del 21 de octubre de 1920 los delegados del campo tomaron por primera vez conciencia de la existencia de esas condiciones como un sistema que los abarcaba a todos, y de la posibilidad de sumar fuerzas de todos para modificarlo. Así, se redactó un pliego de condiciones, llevado por cada delegado a la estancia donde trabajaba, y que la S. O. de Río Gallegos presentó a la Sociedad Rural. Se planteaba su vigencia a partir del 1 de noviembre, y se declaraba la huelga desde ya en caso de su rechazo por los estancieros, dado que las distancias hacían imposibles una nueva reunión.Antes de la fecha fijada, la Sociedad Rural rechaza el pliego, y la huelga se hace efectiva en todo el territorio. La Sociedad Rural presenta el 17 de noviembre una contrapropuesta que es más bien una burla: faculta a la S. O. a visitar las estancias una vez por mes ¡para entrevistarse con los patrones y tomar nota de las quejas de éstos respecto al personal! Sin embargo, la S. O. presenta un nuevo pliego, reduciendo las condiciones del primero, que también es rechazado.Mientras tanto, muchos estancieros pequeños habían firmado el primer pliego. En esos casos, el trabajo se reanudaba. En cambio, los estancieros que se negaban a firmar empezaron a desalojar a los peones en huelga, clausurando los dormitorios y comedores y dejándolos a campo abierto.

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Así, la peonada se concentra en las estancias que habían firmado o en los hoteles del campo. Al poco tiempo, la policía allana estos refugios, y expulsa a los hoteleros. Empujados por los desalojos los peones empiezan a juntarse en grandes grupos que acampan a la intemperie. Y luego, cuando la situación se hace insostenible, se presentan en los establecimientos que no han firmado, y requisan caballos y provisiones, dando en todos los casos vales u órdenes de compra en nombre de la Sociedad Obrera. Así, van traslándose constantemente de lugar, alejándose de los pueblos y de los puestos oficiales.A medida que transcurre diciembre, aumenta la represión policial y los asaltos de la Guardia Blanca (particularmente armados que toman por su cuenta la “preservación del orden”).

El verano: intrigas y violenciaEl 1 de enero de 1921 la policía, que pretendió tomar entre dos fuegos a un grupo de obreros en el hotel El Cerrito, fracasa en el intento porque los obreros, avisados desde Gallegos, rechazan los tiros. Los peones no buscan guerra. Terminada la acción, desalojan el hotel objeto de la “encerrona” y empiezan una vida trashumante, agregando a partir de ese hecho una modalidad nueva a las requisas: toman como rehenes a los mayodormos o dueños solteros, para protegerse ante posibles ataques.El gobierno nacional envía a Santa Cruz medio escuadrón de caballería, al mando del Capitán Narciso F. Laprida, media compañía de infantería de marina y una dotación de marineros.El 21 de enero, la S. O., acorralada, sin respuesta de Buenos Aires, con sus asesores presos y el Juez impotente para hacer cumplir sus resoluciones, publica un manifiesto levantado la huelga. Pero el levantamiento de la huelga sólo tiene lugar en el pueblo: aparte de lo difícil que es comunicarse con los campamentos trashumantes, los dirigentes no tienen mucho interés en poner la organización al servicio de la derrota, ni están seguros de que la orden de volver al trabajo va a ser acatada en el campo.

Una solución rápidaEl 29 de enero llega a Gallegos el gobernador titular Ángel Guzmán Iza y al día siguiente los estancieros lo nombran árbitro del conflicto. En Pto. Deseado desembarca el 10º Regimiento de Caballería al mando del Coronel Héctor B. Varela. Las tropas quedan en Cerro Fortaleza, mientras Varela se larga sólo a Gallegos, a hablar con el gobernador.Hay un acuerdo pleno entre ellos, pero a partir de allí el proceso toma una línea clara. El 22 de febrero se llega a un pliego que cuenta con el acuerdo de estancieros y peones, salvo en lo referente al pago de los días de huelga. El gobernador como arbitrio establece que se pagará medio jornal por cada día de huelga.El convenio aceptado es prácticamente el 21 pliego presentado por los obreros, con algunas relativizaciones, cuya importancia es que permitirán

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cualquier clase de discrepancias por vía de interpretación, y, por lo tanto, el convenio puede transformarse en un semillero de conflictos. Pero sus contenidos contemplan todas las reivindicaciones planteadas desde el principio por los peones.

El invierno de 1921Apenas 3 semanas después del laudo de Iza, el 10 de marzo, aparece la primera reacción patronal en Gallegos. La Unión inicia la publicación de una serie de artículos que saldrán regularmente hasta octubre. Acusa a las autoridades de una complicidad “relajante y bochornosa” con los “malhechores” (los obreros), y de violar los “principios sagrados de la Nación”. Remarca que la “parte financiera” del arreglo ha perjudicado al capital. Defiende al trabajo “ordenado y espontáneo”, considerando al sindicalismo un delito. Declara que existe una “situación de tirantez insostenible entre el capital y el obrero” por culpa de las autoridades, advierte que el conflicto no ha terminado y que deben esperarse sucesos desagradables. Al mismo tiempo, en todo el Sur la carestía se vuelve “insoportable”. Para julio ya no queda ninguna autoridad en el territorio: han viajado a Buenos Aires el Gobernador, el Juez y los oficiales del Ejército y la Marina. El territorio queda bajo la responsabilidad formal de un secretario, y bajo el poder real de la policía y la Sociedad Rural.En el campo, la situación obrera es difícil: si bien la mayoría de los estancieros han readmitido personal, los meses pasan sin que en ninguna parte se paguen los sueldos, en los pueblos se multiplican las negativas a retomar personal, lo que provoca el inmediato boicot de los federados. A pesar de esta situación no hay incidentes violentos.

Otra primavera: el nuevo conflictoEn septiembre los acontecimientos se precipitan: el convenio de Iza no se cumplía, pero la inquietud de los peones, que además no cobraban desde marzo, era frenada por la S. O. con instrucciones de no precipitarse a una huelga general.Pero a mediados de mes, comienzan en todos los pueblos y Comisarías procesos a los dirigentes de la huelga anterior, instruidos por la policía, que encarcela y deporta por sí a todos los sindicatos como activistas. A medida que esto ocurre, los peones se declaran en huelga, y los estancieros los desalojan sin pagarles lo adeudado. El 30 de octubre la huelga abarca todo el territorio, incluso Gallegos, y los trabajadores vuelven a reunirse en grandes grupos en el campo.Ya desde el 18 de septiembre comienzan a llegar a Buenos Aires “telegramas” denunciando la existencia de bandas armadas, asaltos, robos, y un plan subversivo con vista a la revolución social. El 3 de noviembre parte para Santa Cruz una expedición militar al mando del Tte. Coronel Varela.

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La campaña militarLos preparativos: Varela desembarca el 11 de noviembre en Punta Loyala y sigue con la tropa por tierra hasta Gallegos. En los pueblos no hay nada que hacer: los huelguistas que no están presos por deportados han huido al campo. El Tte. Coronel unifica la policía bajo su mando, los provee de un ultimátum dirigido a los obreros, cuyos últimos puntos significan el establecimiento de la ley marcial, y la declaración de guerra sin conservación de prisioneros: la muerte, aun para el se rinda.Las matanzas en el campo: 3 columnas se dirigen hacia el interior del territorio, cumpliendo una tarea de “limpieza”. Varela se reserva una parte de la tropa (la más numerosa) para hacerse cargo personalmente de la tarea más pesada.El método de trabajo es similar en todos los casos. La columna militar se acerca a “un campamento” o grupo de obreros, les da el alto, y les exige depositar sus armas en el suelo. Luego los rodea y los diezma al azar, o, ayudándose por las indicaciones de algún estanciero o mayodormo, mata a los activistas y dirigentes. Las más veces se usa el máuser, pero tampoco se desdeña la bayoneta. A los que quedan con vida, se los despoja de todas sus pilchas y se los arrea hacia las cárceles de los puertos, a las que llegan siempre muchos menos de los que fueron apresados. Desde el 8 al 13 de diciembre, Viñas Ibarra liquida al grupo de 400 obreros que, bajo la dirección de Antonio Soto se había refugiado en la estancia La Anita, de Menéndez Behety; se proveyó a los prisioneros de palas para que cavaran sus propias fosas. Al año siguiente se desenterraron 130 cadáveres de una sola zanja cerca del casco de la estancia. Este es sólo uno de los tantos y numerosos ejemplos de los fusilamientos de los obreros.Mientas el Ejército “limpiaba” los campos, la policía se encargaba de los pueblos, mediante estos procedimientos: torturas, asesinatos, fusilamientos.

El territorio pacificadoEL 13 de enero Varela comunica a Buenos Aires que, pacificado el territorio, comienza la sustitución del Ejército, la gendarmería y la policía. El único dirigente obrero es Antonio Soto que se negó esperar a Viña Ibarra en La Anita, y escapó por los pasos a Chile. En las cárceles del territorio quedan más de 600 presos acusados de sedición armada, hasta la llegada del Juez Federal Viñas en las pascuas de 1922, que los pone en libertad “por falta de méritos”. La organización obrera está deshecha. Pero la Sociedad Rural sólo tenía unos pocos afiliados en Gallegos y Deseado, aparece con Comisiones adheridas en todo el territorio. Y se multiplican las brigadas de la Liga Patriótica.Hasta después de 1946 no vuelve a firmarse un convenio colectivo de trabajo en el campo patagónico. El territorio se despuebla: de los 17.000

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habitantes de 1920, quedan 10.000 en 1928.

El significado de los hechosLos estancieros, especulando con el alza, habían vendido lo menos posible durante los últimos años, no buscaron otros mercados, y descontaron créditos sobre un stock artificialmente valuado. Su única salida, en esas condiciones, y ante la falta total de demanda, era disminuir la producción y reducir los costos. Como para producir lana el único costo suprimible es la mano de obra (los pastos son naturales, la reproducción también), una larga huelga, y la eliminación de obreros traen indudables ventajas.Por otra parte, los enormes latifundios, las largas distancias, el aislamiento y la pequeñez de los grupos de los trabajadores, el monopolio del comercio y del transporte, la ausencia de organización sindical, hacían que hasta 1920 la fijación de los sueldos, la forma de pago, la contratación y despido del personal, se realizaran de acuerdo a la conveniencia y voluntad de los estancieros.La organización de la Sociedad Obrera, con la afiliación de más 1.700 peones (el 10 % de la población total del territorio), vino a romper este esquema en cuanto a los obreros del campo. La destrucción de la S. O. y la eliminación de dirigentes que, pese a las enormes dificultades, habían logrado organizar el territorio, era sumamente conveniente. Otra faceta característica de la lucha económica en la Patagonia fue la represión y las exacciones que sirvieron también para desocupar algunos campos más, pero acrecentar la tendencia hacia la concentración latifundistas.Los pedidos anticipados de tropas, y la gran campaña de prensa en Buenos Aires con sus fantasías de bandolerismos, saqueos, maximalismo, etc., responden a dos razones: por un lado, los estancieros no querían pagar los sueldos adeudados en todo el invierno, ni cumplir con la condiciones del convenio, y, a demás, tenían un gran interés en terminar con la organización obrera. Por otro lado, la policía del territorio era totalmente ineficaz para disolver y diezmar los grandes campamentos, por escasa, por incapaz, y porque su corrupción y sus abusos daban pie a que los obreros se sintieran libres de enfrentarla por la fuerza, si los atacaba. Recurriendo al Ejército, todos estos problemas, se resolvían automáticamente.¿Cómo menos de 300 hombres de tropas pudieron dominar a más de 3.000 obreros concentrados y acostumbrados al uso de armas? ¿Por que el Ejército tuvo una sola baja, mientras que murieron más de 1.500 obreros? Es no que no hubo combates. En el primer conflicto, los obreros recibieron al Ejército como protector ante los abusos policiales y árbitro ante la intransigente posición patronal. Y como el Ejercito había cumplido tal papel, la intimación a someterse hecha por las patrullas en el segundo conflicto era atacada en el acto, salvo la momentánea resistencia de Font en Tehuelches. Los muertos fueron baleados a mansalva, fusilados y

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degollados. El hecho de que no sobreviviera ningún dirigente activista prueba que estos fueron especialmente señalados, buscados y eliminados.Esa actitud, repetida, de rendirse, sin disparar un sólo tiro, y el que nadie huyera por los pasos a Chile, prueba que los huelguistas no conocían el bando o ultimátum de Varela. La primera trascripción del bando aparece en Crítica el 20 de enero de 1922, 7 días después del anuncio de la terminación de la campaña militar.Es posible imaginar dos hipótesis respecto al bando:

1. que fuera efectivamente redactado en Gallegos en noviembre de 1921, sin dárselo a publicidad, como una orden interna para respaldo de los oficiales que debían llevar a cabo las “operaciones de limpieza”

2. que fuera redactado en Buenos Aires, a la vuelta de la expedición, ante el escándalo periodístico y los cargos planteados por la izquierda parlamentaria (el Partido Socialista tenía representantes en el Congreso)

Es necesario tener en cuenta que el Bando, con su dudosa autenticidad, era el único documento “oficial” que “legalizaría” las matanzas. Por cierto, que ningún oficial del Ejercito tenía atribuciones para emitir una declaración de guerra semejante, y, aunque hubiera sido emitida antes de las matanzas, sería ilegal en sí misma. Durante los años transcurridos ninguna autoridad se ha hecho responsable de la orden de matar: ni el Presidente Yrigoyen, ni el ministro del Interior, Gómez, no el de Guerra, Julio Moreno, han respondido a las interpelaciones públicas. El Ejército no permitió investigaciones, y, si las hizo por su cuenta, no publicó las conclusiones. Varela si bien no rechazó la paternidad del bando (que se le atribuyó en plena Cámara de Diputados de la Nación), tampoco se hizo públicamente responsable de élPara la autora, la “Campaña de Santa Cruz” benefició directamente a los latifundistas, y la tortura y la muerte de centenares de obreros que no habían cometido delito alguno no sirvió para compensar las pérdidas que la crisis lanera había ocasionado a los grandes productores patagónicos. El Estado y el Ejército se mostraron como el instrumento de la clase dominante.Poco después, en enero de 1923, la venganza de los trabajadores se encarnó en la persona de Kart Gustav Wilckens. El anarquista alemán asesinó a Varela en el mismo centro porteño.

La clave de la tragediaEste movimiento masivo, organizado pues a partir de reivindicaciones inmediatas, pasa luego a la acción directa, saltando prácticamente fuera de la sociedad: de hecho se constituye una “sociedad” de peones y obreros, fuera de los poblados, que se provee directamente para satisfacer sus necesidades. Es también un ejército armado, dicta sus propias leyes, e instituye un nuevo “régimen político”: la democracia obrera de las

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Asambleas.Por al mismo tiempo, firma vales por las provisiones que toma, sujetándose así el sistema de intercambios de la sociedad que aparentemente abandonó, y reconoce la autoridad del Ejército argentino cuando éste intima, a pesar de encontrarse en abrumadora superioridad numérica.Esta contradicción fundamental, insoluble en el marco de un planteo reformista, constituye la clave principal de la tragedia.Si los objetivos que se buscan son una mejora en la condiciones de vida y trabajo -una reforma- la lucha debe tener en cuenta las reglas de juego de la sociedad, y los contendientes deben moverse dentro de sus estructuras. El salto fuera del sistema productivo y de sus formas “políticas”, aunque sea involuntario, pone en cuestión a la sociedad constituida y determina en los hechos enfrentamiento radical.Este enfrentamiento, que no fue buscado por los dirigentes de la huelga, ni siquiera fue advertido por ellos cuando se les impuso. Y, como resultado, el movimiento fue aplastado sin la mínima resistencia.En Santa Cruz, sofocada por el reformismo, muere la primera gran oleada de luchas del movimiento obrero argentino, iniciada con el siglo. El anarquismo ha dado ya lo mejor de sí, se estrella contra sus propios límites, y demuestra su impotencia para dirigir la siguiente etapa.47 años después, el Cordobazo inicia un nuevo auge. El proletariado, en pie de guerra otra vez, necesita forjarse una dirección de clase que lo lleve a la victoria.

UNIDAD II

LA RESTAURACION CONSERVADORA

2. 1 El golpe del 6 de septiembre de 193. La ruptura del orden institucional. Las nuevas ideologías. Proyectos de Uriburu y Justo2. 2 Justo, Ortiz, Castillo. La alternativa fraude o democracia en el sistema político de la década. Alianzas políticas, partidos, Fuerzas Armadas2. 3 La crisis estructural de la economía argentina de 1930. El nuevo rol del Estado y el intervencionismo económico. Medidas económicas y financieras. El Pacto Roca-Runciman. El proceso de industrialización por sustitución de importaciones. La segunda Guerra Mundial. Sus efectos en la Argentina. El Plan de Pinedo.2. 4 Los trabajadores y las migraciones internas. El movimiento obrero. Su viraje ideológico

LA ERA CONSERVADORAEl 6 de septiembre de 1930, el General José Félix Uriburu, asumió como presidente provisional, tras un fuerte levantamiento que provocó la renuncia del presidente Hipólito Yrigoyen. Es de destacar que el fin del

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gobierno de Yrigoyen era un objetivo que muchos deseaban. La fuerte idea de que la democracia había logrado un libertinaje era en muchos casos la voz o la idea reinante.Una vez ya en el movimiento, se verán aparecer nuevamente a los conservadores, que ahora eran los nacionalistas. Estos hombres habían caído de alguna forma en descrédito debido a su ambivalencia en sus discursos y porque ellos pertenecían a una elite.El gabinete de Uriburu estaba lleno de conservadores, que siempre miraban al autoritarismo como la mejor forma de gobierno, entre ellos se encuentran: el ministro Matías Sánchez Sarondo y el interventor de Córdoba Carlos Ibargueren, entre otros.Uriburu intentó imponerse en las elecciones el 5 de abril, y fue totalmente derrotado, esto provocó que él se convirtiera en un “cadáver político” (Romero).Los nacionalistas daban un discurso que los privilegiaba del resto de la sociedad; sentían un rechazo absoluto al comunismo, así como también al liberalismo; por otra parte, buscaban que se instaurara una sociedad jerarquizada. Para eso los militares eran la herramienta fundamentalPor su lado, la sociedad deseaba que se mantuvieran los órganos constitucionales y la democracia; y la voz del pueblo se escuchó en la prensa: “La Nación”, “Crítica”.La oposición clamó a todo esto; y así como aquellos que se opusieron al yrigoyenismo se opondrán, ahora a los conservadores. De esta manera apareció la Federación Nacional Democrática, que era profundamente liberal y que se opuso a Uriburu, quien estaba quebrado por el Partido Conservador de Bs. As., y además fue fusilado en las elecciones de 5 de abril. El grupo conservador constituyó el Partido Demócrata Nacional (eran bastante heterogéneo).El radicalismo antipersonalista había quedado desintegrado. Los Socialistas sólo eran fuertes en Buenos Aires.Justo era una figura que había adquirido bastante poder en poco tiempo, contaba con el apoyo de los militares. Tuvo un constante y feroz enfrentamiento con Uriburu por el control; Justo salió triunfante, su apoyo y mano derecha fue el coronel Manuel A. Rodríguez, quien mandaba en Campo de Mayo y además fue electo presidente del Círculo Militar. Los que apoyaban a Justo buscaban el constitucionalismo y un profesionalismo militar. Al final la balanza se inclinó a favor del General Justo.Para el 31, los radicales habían resurgido y de forma muy poderosa, que comprometía todo el grupo que quisiera ser o estar en el gobierno. Marcelo T. de Alvear había regresado y se unificó a los radicales. Yrigoyen había visto ésta llegada con muy buenos ojos. Un levantamiento en julio de 1931 en Corrientes, que fue sofocado por el gobernador (militar), le va a ser muy útil cuando Alvear intente ser candidato para presidente. Por tal su candidatura fue vetada aludiendo que se hacía por razones de seguridad. Los radicales volvieron a su técnica de no votar y dejaron paso libre a la

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candidatura de Justo, quien de alguna manera era un término medio entre los militares dictadores y un Alvear extremista.En las elecciones de noviembre de 1931, se enfrentaron tres frentes: el de Justo, una coalición entre el Partido Socialista y el Demócrata Progresista; estos proponían a dos prestigiosos dirigentes: Lisandro de la Torre y Nicolás Reppeto, pero estos poseían una debilidad en su organización en el resto del país.La elección fue para Justo quien obtuvo un triunfo no tan aplastador y que la oposición supo aprovechar para quedarse con la representación parlamentaria. De alguna manera, todo comenzó o tranquilizarse, la revolución llegó a colocar a las instituciones constitucionales.Yrigoyen muere en julio de 1933, y su funeral fue multidinario.Justo debía rearmar el oficialismo y sabía que debía ser lo más equitativo; sus hombres pertenecían a varias filas y con muchas ideologías. La mayoría de su base eran conservadores, entre ellos el Ministro de Obras Públicas, Alvarado (provenía de esta fila), el canciller Carlos Saavedra Lamas y el Ministro de Hacienda, Horacio Hueya. Los antipersonalistas tuvieron dos ministros: Leopoldo Melo (Interior) y Sicion Iriondo (Educación y Justicia). Los socialistas independientes tuvieron a Antonio De Tomasso en el Ministerio de Agricultura; ministerio que era muy respetado por Justo.Si bien el Partido Socialista independiente se disolvió, De Tomasso como Federico Pinedo conformaron una alianza, la que se denominó la Concordancia Parlamentaria.Las prácticas para ganar las elecciones aún eran fraudulentas, talvez porque la practica democrática no se había convertido en parte de la cultura de los argentinos.Los radicales se van a mantener al margen de estas prácticas y surgieron con su obstrucción al voto.

SKIDMORE, Thomas, SMITH, Peter, Historia Contemporánea de América Latina. América Latina del Siglo XX. 2ª Ed. Barcelona, Crítica, 1999

Los militares atrasan el relojEl 6 de septiembre de 1930, una coalición de mandos militares y aristócratas civiles expulsaron al presidente Irigoyen basándose en que su gobierno era ilegítimo. Luego establecieron un régimen provisional. ¿Quiénes eran estos soldados? ¿Cómo habían llegado a intervenir en lo que parecía ser un orden constitucional que funcionaba bien? La respuesta debe buscarse en parte en la historia de las fuerzas armadas. Los liberales que llegaron al poder en 1852 creyeron que un ejército profesional era indispensable para el desarrollo argentino. Querían militares bien entrenados para aplastar a los caudillos provinciales y proporcionar el orden necesario para el crecimiento económico.

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Las escuelas que se establecieron para el entrenamiento profesional fueron el Colegio Militar (1870) y la Escuela Naval (1872), que iban a seguir siendo los centros básicos de aprendizaje para los oficiales argentinos. El Ejército argentino buscó modelos en Europa. En 1899 el general Roca y sus colegas negociaron la visita de una misión alemana para adiestrar al estamento de oficiales en la tecnología militar moderna. La colaboración con Alemania iba a durar cuarenta años. El aumento de la profesionalización militar condujo a un cambio en las perspectivas de los cuerpos de oficiales argentinos. En 1910 ya había una modificación de criterios para el ascenso: ahora se convirtió en antigüedad y dominio de la nueva tecnología, en lugar de favoritismo político. Al mismo tiempo, hubo un cambio en el control de los ascensos: de la presidencia, a un consejo de militares formado por comandantes de división del ejército y presidido por el general de más alta graduación. Así, el ejército pudo desarrollar un nuevo sentido de su eficiencia, mientras adquiría un grado mayor de autonomía institucional. El énfasis creciente en el mérito abrió la carrera militar a aspirantes pertenecientes a la clase media. No resultaba sorprendente que entre ellos se encontraran hijos de inmigrantes, especialmente de Italia, ya que el ejército ofrecía un camino que invitaba a la escalada social. Los reclutas que lograron abrirse camino hasta la jerarquía forjaron una fuerte alianza con el ejército como institución y un celoso respeto a su independencia, honor y reputación profesional. El lado opuesto de esta lealtad era la sospecha profunda hacia los de fuera, en especial los políticos. Los soldados contemplaban con frecuencia a las autoridades civiles con una mezcla de desdén y aprensión. En 1930, los mandos militares llegaron a la conclusión de que el único modo de acabar con el desastre político era revisar las reglas del juego. Aunque estaban de acuerdo en este punto, discrepaban en lo demás. Una facción, encabezada por el general Agustín P. Justo, quería el retorno del sistema oligárquico de los días anteriores a la reforma de Sáenz Peña. Pensaban que sólo Irigoyen y los radicales habían abusado del sistema electoral. Sí se los alejaba de la política, el poder revertiría a los aristócratas y desaparecería el espectro de la lucha de clases. Otra facción, encabezada por el general José F. Uriburu, sugería una solución más arrasadora: el establecimiento de un Estado corporativo semifascista. Consideraban que el problema no era Irigoyen o los radicales, sino el mismo intento de ensayar la democracia en Argentina. En esencia, Uriburu y sus simpatizantes querían un orden jerárquico basado en la función social. La votación estaría en manos de los miembros más cultivados de la sociedad y el Congreso dejaría de estar en las de los políticos profesionales. Imaginaba una «democracia funcional» en la que los legisladores electos representarían intereses funcionales o «corporativos», como los de los estancieros, obreros, comerciantes e industriales. La teoría consistía en que una estructura vertical reintegraría

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el sistema político al sistema económico, de modo que el ámbito político volvería a reflejar la distribución del poder en el ámbito económico. Era una fórmula para detener la política orientada a las clases sociales. Aunque Uriburu dirigió el gobierno provisional en 1930, el grupo de Justo acabó ganando. Se celebraron elecciones, pero, se practicó el fraude. Una vez que Justo se convirtió en presidente en 1932, creó una coalición de partidos progubernamentales denominada la Concordancia y, en un esfuerzo por ganarse el apoyo civil, reemplazó varios militares de puestos sensibles con políticos conocidos. Esperaba formar un gobierno nacional amplio, que le otorgara la autoridad para responder a los efectos socioeconómicos de la depresión mundial. Pero resultó imposible. Una razón para su fracaso fue la expansión de una clase obrera urbana que, mediante huelgas y otras tácticas, hizo demandas repetidas al gobierno y en el ámbito de la elite, los políticos profesionales comprometidos con intereses partidistas se negaron a jugar con las antiguas reglas. Resultó claro cuando el dirigente del Partido Radical, Roberto Ortiz, elegido sucesor de Justo en 1937 mediante la manipulación de Concordancia, paró el fraude electoral y de este modo permitió que los radicales consiguieran el control del Congreso. Su salud le obligó a dejar el cargo en 1940. Su sucesor, Ramón Castillo, recurrió a la técnica de la oligarquía sitiada cuando se enfrentó a las elecciones poner votos falsos en las urnas. Por supuesto, nadie creía el fraude; sólo dramatizaba la ilegitimidad del gobierno civil que sostenía. Las autoridades militares observaban el drama con impaciencia creciente. Veían cómo sus colegas de Alemania e Italia habían desempeñado papeles clave en el desplazamiento de los gobiernos civiles tambaleantes. A medida que se extendió la guerra por Europa a comienzos de los años cuarenta y el Eje -que incluía a Alemania, Italia y Japón desde 1940 parecía triunfar, los altos mandos militares argentinos consideraron la necesidad de ejercer un liderazgo firme y seguro en su tierra. El obstáculo era la camarilla de políticos civiles a quienes los militares no habían purgado lo suficiente del poder desde 1930 y que habían continuado persiguiendo sus intereses mezquinos y así haciendo vulnerable a su país. La política argentina estaba tomando un camino que no aparecía en ningún otro país importante de América Latina. Las causas eran varias. Primero estaba su fuerte antipatía por los aliados, en especial los estadounidenses y británicos. Argentina quería preservar su «neutralidad. En la práctica esto significaba que continuaría vendiendo productos alimenticios esenciales a Gran Bretaña sitiada mientras se negaba a unirse al esfuerzo militar estadounidense. Esto reflejaba un sólido sentimiento entre la elite argentina, tanto civil como militar, de que su país tenía mucho que ganar rehusando su alianza política y militar en el conflicto mundial. Tras este tosco consenso continuaba la impaciencia militar con los políticos civiles. Los oficiales disidentes organizaron un complot para hacerse con el

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poder. El grupo triunfador recibió el nombre de GOU (Grupo Obra de Unificación o Grupo de Oficiales Unidos) y justificaron su postura como una respuesta a la demanda popular: «Apoyamos nuestras instituciones y nuestras leyes, persuadidos de que no son ellas sino los hombres [es decir, los políticos profesionales] quienes han sido delincuentes en su aplicación». Los ambiciosos oficiales querían reformar toda la estructura política. Comenzaron, en 1943, disolviendo el Congreso. Los militares en ascenso, acaudillados por su primer presidente provisional, el general Arturo Rawson, se propusieron librar a Argentina de política, así como de políticos. En 1944 decretaron el fin de los partidos políticos y excluyeron del gabinete a todos los políticos profesionales, menos a unos cuantos radicales «colaboracionistas». Mientras los militares se iban haciendo con el control del sistema político, aumentaba la conciencia de clase entre los trabajadores. En los años cuarenta, la clase obrera urbana, especialmente en Buenos Aires, había cambiado desde los días de la reforma electoral de Sáenz Peña en 1912. Ahora estaba alfabetizada casi en un 90 por 100 y tenía movilidad, pues muchos de sus miembros habían llegado hacía poco del campo. En contraste con el periodo del gran auge de la exportación (1880-1914), la mayoría de los trabajadores urbanos eran nacidos en Argentina y no inmigrantes europeos. Buenos Aires albergaba un proletariado que no era diferente del que había aterrorizado a la burguesía y el ejército europeos y los había inclinado hacia soluciones corporativistas y fascistas. A medida que iba teniendo lugar el drama, los principales actores de la política argentina resultaron ser el ejército y el movimiento obrero. Los militares tenían su propia base institucional, pero la grande y creciente clase trabajadora urbana carecía de representación política efectiva. ¿Por qué? En parte debido al fraude electoral. Pero era más importante el modo como funcionaba el sistema de partidos existente. Todos los partidos importantes, incluidos los radicales y los socialistas, se adaptaron al sistema electoral según la modificación de la ley de Sáenz Peña de 1912, cuando más de la mitad de la población adulta masculina seguía excluida del voto. Por ello, ninguno, con la excepción parcial de los socialistas, creó una auténtica base de clase obrera. Como resultado, su política no ofrecía una salida significativa para los trabajadores urbanos. Entra en escena Juan Perón. Nacido en la clase media, había alcanzado el grado de coronel en el ejército argentino. Ambicioso y comunicativo, con casi cincuenta años había tomado parte activa en el movimiento del GOU que expulsó de la presidencia a Ramón Castillo en 1943. En reconocimiento por su cooperación se convirtió en secretario de Trabajo, un puesto de poca importancia que transformó en un bastión de fortaleza. Perón engatusó a los trabajadores industriales: a los grupos de trabajadores veteranos así como a los nuevos; a los residentes urbanos de toda la vida y a los emigrados recientes del campo. De este modo, hizo del

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movimiento sindical un recurso propio y en parte por esta influencia se convirtió después en ministro de la Guerra y vicepresidente de la nación. Ganó las elecciones presidenciales de 1946 con una sólida mayoría del 54 por 100, a pesar de la indiscreta resistencia del Departamento de Estado estadounidense, que le denunció por sus simpatías pro fascistas, y a pesar de la oposición combinada de todos los partidos políticos nacionales. Durante este periodo, Perón empezó a depender del instinto político de su amante y después esposa, Eva Duarte. Antigua actriz de radio llegada del interior no hacía mucho, estaba determinada a tener éxito en el mundo de Buenos Aires.

La “Década Infame”La crisis económica mundial que estalló en 1929 tuvo serias repercusiones en la Argentina. El desempleo y otras dificultades provocaron una profunda inquietud social y política que llevó a que en septiembre de 1930, a dos años de que comenzara la segunda presidencia de Yrigoyen, los conservadores, aliados con los militares y dirigidos por José Félix Uriburu, dieran un golpe militar que interrumpió, por primera vez desde 1853, la continuidad constitucional argentina, poniendo a la oligarquía nuevamente en el poder.Este periodo, conocido como la “Década Infame” (aunque otros autores prefieren emplear la expresión, mucho más aséptica, de “Restauración Conservadora”), caracterizado por el fraude electoral y la corrupción. Las condiciones económicas mejoraron durante el mandato del general Agustín Pedro Justo, aunque se intensificó la agitación política, que culminó con fallidas rebeliones de la Unión Cívica Radical en 1933 y 1934. En 1938, en los comicios presidenciales convocados para renovar el cargo, resultaron electos Roberto María Ortiz como presidente y Ramón Castillo como vicepresidente, gracias al fraude electoral generalizado. Sin embargo, Ortiz tomó fuertes medidas para fortalecer la democracia: se reprimieron actividades subversivas de los agentes alemanes, que se habían incrementado tras la victoria del nacionalsocialismo en Alemania, y la corrupta maquinaria electoral del país fue desarticulada. Al estallar la II Guerra Mundial, Ortiz decidió mantener la posición neutral que Argentina había tomado durante la Gran Guerra.

La II Guerra MundialEn julio de 1940, Ortiz renunció a su cargo por enfermedad, asumiendo la presidencia Ramón Castillo, un conservador que abandonó la línea seguida en política interior y exterior por su predecesor, aunque mantuvo la neutralidad, y aún luego del ataque a Pearl Harbor se negó a romper relaciones con las potencias del Eje.Castillo fue depuesto de su cargo en 1943 por un grupo de militares encabezado por Arturo Rawson, partidario de la ruptura de relaciones con Alemania y Japón, y contrario a la designación de Robustiano Patrón Costas como sucesor de aquél. Sin embargo, y debido a las rivalidades internas

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dentro del grupo que había provocado el golpe, Rawson fue obligado a dimitir y la presidencia provisional fue asumida por el general Pedro Pablo Ramírez, otro de los líderes del golpe. Poco después, Ramírez disolvió los partidos políticos, cerró los diarios de la oposición y sofocó los últimos restos de democracia en el país. Debido al aislamiento económico por parte de Estados Unidos, en enero de 1944 el gobierno se vio obligado a declarar la ruptura de relaciones con Alemania y Japón.Temerosa de que Ramírez se dispusiera a declarar la guerra a Alemania por la presión de Estados Unidos, una Junta Militar, los llamados “coroneles” (integrados en una influyente logia militar denominada Grupo de Oficiales Unidos), le obligó a renunciar el 2 de febrero de 1944 (dada la simpatía que esta Junta Militar tenía por las fuerzas del Eje, el mantenerse neutral se debió a la inseguridad de sus miembros respecto al resultado de la contienda y al interés por sostener una relación óptima fuera quien fuera el ganador). Uno de los personajes centrales de esta Junta era el coronel Juan Domingo Perón, quien había ocupado el puesto de subsecretario de Trabajo durante el régimen de Ramírez, continuando en dicho cargo tras su sustitución por el general Edelmiro Julián Farrel, de quien era su vicepresidente. Además, Perón estaba a la cabeza del Ministerio de Guerra, lo que lo convertía en un hombre de muy amplio poder.A pesar de las alegaciones de solidaridad con la causa aliada, el gobierno siguió reprimiendo toda actividad democrática y protegiendo a los agentes alemanes. En julio, el gobierno estadounidense acusó a la Argentina de ayudar a las potencias del Eje. Finalmente, el 27 de marzo de 1945, cuando la victoria de los aliados en Europa estaba asegurada, Argentina declaró la guerra a Alemania y Japón. Al mes siguiente, el gobierno firmó el Acta de Chapultepec, un convenio de asistencia mutua de las naciones americanas contra la agresión extranjera. Argentina fue miembro fundador de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en junio de ese año.

RAPOPORT, Mario, Historia económica, política y social en la Argentina (1880-2000). 2ª Ed. Buenos Aires, Machi, 2003. Cáp. 3

LOS EFECTOS DE LA CRISIS ARGENTINA

Los problemas en el sector externoDada la preponderancia de la economía argentina de los flujos comerciales y capitales, el primer impacto de la crisis se produjo en el sector externo. La balanza comercial de 1930 fue netamente deficitaria. Entre 1929 y 1930 las exportaciones disminuyeron un 36% mientras que las importaciones se contrajeron muchos menos.El valor de los productos agropecuarios, en especial del trigo, bajó drásticamente, lo que agravó la situación.A fines de 1931, el valor de los cereales y del lino había descendido, en promedio, a cerca de la mitad del que tenía antes de la crisis. Las carnes

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no sufrieron un gran descenso en sus cotizaciones, a lo que se sumaba el fuerte proteccionismo agrario en Europa que fue agudizándose con la depresión y resultó muy perjudicial para la Argentina. Se produjo también una caída en los términos de intercambio, por la mayor declinación de los precios agropecuarios con respecto a los industriales. Debido a la coyuntura internacional adversa, a la gran propensión a importar y a un poder de comprar interno que se mantenía elevado, no se podía equilibrar la balanza de pagos.En un principio, para hacer frente a la crisis, se pusieron en prácticas políticas ortodoxas, que, de acuerdo con la concepción dominante de la época, buscaban equilibrar el presupuesto con base para estimular a los mercados a encontrar un nuevo punto de equilibrio. Conforme a esa orientación, se redujeron los salarios de los empleados públicos y se practicaron múltiples restricciones presupuestarias. Pero, al mismo tiempo, comenzaron a tomarse medidas económicas en las que el Estado tenía un papel cada vez más importante.La primera medida importante, que se tomó en octubre de 1931 a fin de atenuar el desequilibrio del comercio exterior y la fuga de divisas, fue la creación de una Comisión de Cambios que tenía por objetivo fijar periódicamente el valor de las divisas y asegurar el pago de las obligaciones financieras externas. Esto se garantizaba mediante un sistema de permisos de cambio que distribuía las divisas disponibles en función de una lista de prioridades donde figuraba, en primer término, el pago de la deuda externa y luego el de las importaciones imprescindibles (materias primas para las industrias nacionales, combustibles, bienes de consumo indispensables)Como consecuencia de estas medidas la balanza comercial pasó de un déficit de 284 millones de pesos en 1939 a un superávit de 539 millones en 1936.El incremento del 10% que se fijó en los aranceles aduaneros contribuyó a acentuar el efecto proteccionista que de hecho tenían las disposiciones cambiarias. Pero los efectos de ambas medidas resultaron amortiguados por la firma del Pacto Roca-Runciman, que establecía una política discriminatoria en favor de las empresas y exportadores ingleses. Con todo, tuviera o no esa finalidad, el fuerte proceso de industrialización por sustitución de importaciones que vivió el país en aquellos años, se debió en gran parte a la política adoptada por los gobiernos conservadores de entonces en el sector externo.

El pacto Roca-Runciman y el problema de las carnesLa disminución del dinamismo en las relaciones económicas de la Argentina con Gran Bretaña hacia fines del años 20 y su importancia para los sectores más tradicionales del país se manifestaron en un creciente interés por lograr una solución de los problemas que afectaba los vínculos bilaterales. Por eso, en 1929 se realizó el primer intento de convenio

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bilateral con Inglaterra, que puede tomarse como antecedente del futuro Pacto Roca-Runciman.En ese año, en el marco de una visita a varios países sudamericanos, llegó una misión británica a la Argentina encabezada por Lord D´Abernon, que arribó a un acuerdo con el gobierno de Yrigoyen por el cual se estableció un crédito recíproco por 100 millones de pesos oro para la compra de material ferroviario por parte de nuestro país, a cambio de carnes y cereales. La misión D´Abernon tenía como objetivo la recuperación de ciertas industrias británicas que se encontraban en declinación y no podían resistir ya una competencia libre frente a las firmas de otras potencias y a la aparición de bienes sustitutivos, como el transporte automotor y el petróleo.Para el cónsul norteamericano en Bs. As., el tratado se hacía con el sólo fin perjudicar a los EE. UU., y el mismo embajador británico reconocía que el convenio representaba un regalo de 7 a 8 millones de libras para las industrias británicas son ventajas aparentes para Argentina. Porque no significaba un aumento de las exportaciones argentinas, sino un comercio “atado” a la compra de productos ingleses. Sin embargo, el Convenio Oyhanarte-D´Abernon no llegó a ser aprobado por el Congreso antes del golpe de Estado de septiembre de 1930, y por lo tanto, no tuvo vigencia.En tanto, la depresión mundial afectaba seriamente el sector ganadero argentino. La reducción del poder adquisitivo en el extranjero determinó una grave contracción de la demanda de carne local. El volumen de exportaciones cárnicas a ultramar descendió en más del 25% entre 1929 y 32 y si bien el consumo interno aumentó con respecto a los años anteriores a la crisis. Al tiempo que disminuía el volumen exportado también caían los precios.A mediados de 1932 se sumó a este fenómeno el hecho de que los países de la Commonwealth se reunieron en la Conferencia de Ottawa solicitando un retorno al sistema proteccionista de “preferencias imperiales” a fin de defenderse de la crisis. Esto significaba para el Reino Unido abandonar los principios del librecambio. Se desarrolló una serie de convenios destinados a consolidar la unidad económica del Imperio y Gran bretaña se comprometió con Australia y Nueva Zelanda a que la importación de carne enfriada “extraimperial” sería mantenida al nivel de las importaciones de junio de 1932, cuando las exportaciones argentinas acusaron uno de sus niveles más bajos de casi toda la década. Se privilegiaba de ese modo en el comercio británico a los países de la Commonwealth mientras que la imposición de cuotas (y la reducción de las importaciones) para los productos argentinos constituía una realidad.Por otro lado, como consecuencia del control de cambios argentino, las ganancias de las compañías británicas, sin posibilidad de ser remitidas, comenzaron a acumularse en Bs. As., mientras que el aumento de los gravámenes aduaneros preocupaba a muchos exportadores británicos cuyos productos habían gozado de franquicias.

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La Sociedad Rural Argentina comenzó a presionar al gobierno de Justo para que se emprendiera una acción diplomática a fin de ayudar a los ganaderos locales a mantener su participación en el mercado del Reino Unido y arrebatar el control del comercio exterior al pool frigorífico anglo-norteamericanos. El gobierno conservador envió a Londres, en 1933, una misión encabezada por Julio Argentino Roca (H), vicepresidente de la Nación, para negociar el mantenimiento de la cuota argentina de carne enfriada en el mercado británico.Lo que Gran Bretaña pretendía era la asignación preferencial de las divisas, un desbloqueo de fondos congelados y una reducción de los aranceles. A cambio, estaba dispuesta a aceptar la suspensión temporaria del pago del servicio de la deuda externa. La Argentina, por su parte, pedía que no se redujera la cuota de chilled o carne enfriada, y que el gobierno local mantuviera el control sobre esa cuota.La firma del polémico Pacto Roca-Runciman, el 1 de mayo de 1933, no ofreció demasiadas ventajas para la Argentina, mientras satisfacía la mayor parte de los pedidos del lado británico. En forma resumida, el Pacto aseguraba una cuota de carne enfriada en el mercado ingles (en un monto un 10% menor que la cantidad importada en julio de 1932, la más baja de los últimos años), e Inglaterra concedía una participación a los frigoríficos nacionales para la exportación de carne argentina mediante una cuota del 15% que tardó varios años en poder hacerse efectiva. A cambio, Gran Bretaña lograba diversas medidas que favorecían a los intereses británicos. Así, por ejemplo, se garantizaba, a través del mecanismo del control de cambios, la cantidad de divisas necesarias para hacer frente a las remesas corrientes al Reino Unido en un volumen igual a las ventas de productos argentinos hacia aquel país (lo que constituía un evidente privilegio respecto de otras naciones); se asumía el compromiso de tratar “benevolente” –en forma preferencial- las inversiones inglesas; y se aceptaba no incrementar los aranceles sobre algunas importaciones británicas, como el carbón, e incluso reducir los aranceles para otros productos de ese origen.Los acuerdos financieros de 1933, que acompañaron al Pacto, los llamados “empréstitos de desbloqueo”, establecieron un plan de emisión de bonos de largo plazo y a un interés razonable para poder reestructurar las deudas anteriores, dinero bloqueado por no haberse logrado la cantidad de cambio suficiente para hacer las correspondientes remesas. Los títulos eran transferidos a los tenedores de ese dinero bloqueado, los cuales lo traspasaban al Tesoro argentino para ser destinado a la amortización de la deuda flotante. El gobierno mantuvo así íntegro el servicio de su deuda externa. En años posteriores, se hicieron nuevas conversiones de la deuda externa alargando plazos y reduciendo el interés.El problema en la evaluación del Pacto Roca-Runciman consiste en saber si realmente el comercio de la carne era fundamental para la Argentina o sólo lo era para un sector económico particular y en establecer si no podía

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negociarse de otra manera, considerando, por ejemplo, que el envió de las remesas por intereses y dividendos, que preocupaba a los ingleses, se hallaba prácticamente bloqueado por el control de cambios y que el monto anual de esas remesas, que se calculaba cerca de 15 millones de libras esterlinas, era casi idéntico al de las exportaciones de carne enfriada al Reino Unido, lo que podía haber constituido un elemento de negociación importante. Además, Inglaterra dependía en gran medida de las exportaciones argentinas, y en particular de la carne enfriada, debido a las distancias ya que los barcos frigoríficos no garantizaban que los productos de otros países competidores llegaran en buenas condiciones al mercado británico. En esa cuestión, el Pacto de Ottawa era más un fantasma que una amenaza real para la Argentina.Este Pacto no aseguraba la posición de los ganaderos. El carácter oligopólico de los frigoríficos y la falta de control estatal en el negocio les permitía a aquellos ejercer plenamente su poder de compra, clasificando la calidad de las reses y manejando los precios a manera arbitraria. Los ganaderos volvieron a reclamar la intervención del Estado. Finalmente, el 29 de septiembre de 1933, se aprobó la ley que creaba la Junta Nacional de Carnes. Los frigoríficos continuaban, sin embargo, ejerciendo su dominio. Mientras los precios en el mercado ingles habían comenzado a subir, ellos pagaban a los ganaderos un precio cada vez menor. Por eso, en 1934, Lisandro De La Torre, senador por Santa Fe, declaró que los ganaderos aún estaban siendo explotados por los frigoríficos. Propuso que se designara una comisión dedicada a la investigación de maniobras perjudiciales para los productores en la industria de la carne, moción aprobada el 1 de septiembre de 1934.Tanto el informe de la Comisión Investigadora del Comercio de Carnes como el presentado por el Senador De La Torre en minoría lograban mostrar irregularidades. Se señalaba, por ejemplo, la falta de fiscalización gubernamental en las declaraciones de impuestos a los réditos para el caso de los grandes frigoríficos extranjeros, que contrastaba con el gran celo puesto en el control de los frigoríficos de origen nacional. Se acusaba a los empresarios de frigoríficos de dominar por completo el mercado de la carne, lo que permitía manejar discrecionalmente el precio del ganado, independientemente de las fluctuaciones de los precios en el mercado de Londres, favoreciendo a un pequeño número de invernadores y expoliando a la inmensa mayoría de los productores. Los frigoríficos imponían condiciones inhumanas de trabajo a los obreros, a quienes pagaban salarios miserables.En especial, el ataque del político santafecino consistió en denunciar no sólo la acción distorsiva del monopolio de los frigoríficos, sino también la complicidad del gobierno en las maniobras de dichos empresarios. La discusión terminó, luego de varias semanas de tratamiento del tema, con el asesinato, en el mismo recinto del Congreso, de otro senador de Santa

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Fe, Enzo Bordabehere, amigo de De La Torre, y a quien iban dirigidos aparentemente los disparos.El acuerdo Roca-Runciman tenía una duración de tres años. Al culminar su periodo de vigencia en 1936, ambos gobiernos iniciaron una nueva ronda de negociaciones. La coyuntura presentaba ahora características diferentes de las 1933. El gobierno británico se encontraba bajo una fuerte presión de los propios ganaderos ingleses, que demandaban protección frente a la competencia extranjera y apoyo financiero oficial. Por eso, en el nuevo tratado -conocido como “Malbrán-Eden”- las carnes argentinas fueron gravadas con un arancel del 20% sobre el precio de venta, que se utilizaría para subvencionar a los ganaderos británicos. A cambio de ello, el gobierno argentino adquiría el derecho de distribuir los permisos de exportación entre los frigoríficos, aunque las críticas de las organizaciones rurales en la que tenían influencia los criadores apuntaron al hecho de que las cuotas no sufrieron modificaciones sustanciales con respecto al periodo previo, en el que eran manejadas por el gobierno ingles. El nuevo tratado ponía de manifiesto la debilidad del gobierno argentino en las negociaciones y la creciente dificultad para sostener los pilares de la estructura productiva de la Argentina.Para compensar las pérdidas que el nuevo tributo británico podía acarrear a los ganaderos y a los frigoríficos, el gobierno implementó un subsidio y un tipo de cambio diferencial para las divisas liquidadas por los frigoríficos. Así, el precio final de la venta del Chilled Beef argentino en el mercado de Londres no sufriría alteraciones a pesar del impuesto y las exportaciones no se verían alteradas. De esta manera, el erario público, nutrido por los contribuyentes argentinos se hacía cargo del subsidio a los ganaderos británicos.

Las relaciones comerciales y otros tratados internacionales de la época

La primera reacción de las autoridades argentinas ante la Depresión fue evitar que el impacto de la crisis golpeara las relaciones con Gran Bretaña, especialmente en lo referente al comercio de carnes.- por eso, hasta la firma del Pacto Roca-Runciman el principal foco de interés se centró allí, mientras se contemplaba casi pasivamente el deterioro de las relaciones con otras potencias.Una vez logrado el objetivo principal con la firma del Paco, la política exterior recuperó dinamismo, aunque introduciendo características novedosas. En primer lugar, recogiendo la influencia del turbulento contexto mundial, se avanzó firmemente hacia el biletarismo, que quedó plasmado en conjunto de tratados con diversos países con los que se deseaba profundizar las relaciones reciprocas, como Alemania, Suiza, Brasil, Bélgica y Holanda.En segundo ligar, pudo observarse mayor interés en la diversificación de los mercados de exportación e importación. Esto no significaba cuestionar

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el papel de Gran Bretaña como socio privilegiado, pero comenzaba a señalar los límites que la relación con dicha potencia imponía al crecimiento argentino.Por otra parte, la desestructuración del orden económico mundial provocó una agudización de la competencia entre las potencias, que pugnaron por conquistar un lugar de privilegio en territorios donde previamente no había tenido un interés especial. En el caso de América Latina en general y de la Argentina en particular la disputa por incrementar su influencia llevó a Gran Bretaña, los Estados Unidos y Alemania a importantes conflictos y roces, que no pudieron atemperarse hasta la consolidación de un nuevo orden internacional en la inmediata postguerra. Esto le permitía a los países latinoamericanos aprovechar las disputas para negociar con mayor laxitud, pero los sometía también a un juego de presiones más intensas. (Falta completar)

EL INTERVENCIONISMO DE ESTADO

Crisis e intervencionismoMientras el gobierno argentino enfrentaba los efectos de la depresión tratando de preservar las exportaciones de carne a Gran Bretaña e introduciendo algunas herramientas que permitieran un mejor manejo de la coyuntura aunque sin apartarse en lo posible de las líneas tradicionales de ortodoxia economía, la crisis mundial seguía afectando a la economía local.En agosto de 1933, se produciría un importante golpe de timón a la política económica facilitando por el estado crítico de la coyuntura y por el principio de solución de los problemas más acuciantes de la elite ganadera que representaba la firma del paco Roca-Runciman. Esto se debió al recambio del equipo ministerial del presidente Justo, que llevaría a Federico Pinedo a reemplazar a Alberto Hueyo al comando del Palacio de Hacienda. El gobierno de Uriburu había intentado proteger a la economía del país, especialmente, a los sectores económicos más poderosos, de los efectos más inmediatos de la crisis. Con la llegada de Pinedo y de Antonio De Tomaso al frente de la cartera de Agricultura, se había aplicado un enfoque más global y de largo plazo, para lo cual recurrieron a una activa participación del Estado en la regulación y la orientación de la economía.Las medidas económicas implementadas por el gobierno de Justo a partir de la llegada de Pinedo la ministerio de Hacienda y a través de su Plan de Acción Económica de 1933, abarcó simultáneamente cuatro frentes.

El mercado cambiarioDentro del nuevo esquema jugó un papel fundamental el control de cambios. Se convirtió en una pieza clave para la regulación de varios mercados. Para adaptarlos a los nuevos requerimientos, Pinedo procedió a realizar una importante reforma, luego de renegociar a largo plazo las

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deudas acumuladas por las deficiencias instrumentales de los años precedentes, dando origen a los llamados empréstitos de desbloqueo.La reforma del control de cambio consistió en el desdoblamiento del mercado cambiario en un mercado oficial y otro libre. En el primero, cuyo tipo de cambio era fijado por el gobierno a través de la Comisión de Control de Cambios primero, y por el Banco Central a partir de 1936, debía liquidarse las divisas provenientes de las exportaciones regulares, quienes las necesitaran podían obtenerlas por intermedio de la Comisión, o comprarlas en el mercado libre a un precio sensiblemente mayor. Este último funcionaba a manera de válvula de escape del sistema, nutriendo su oferta de moneda extranjera provenientes de las exportaciones no regulares, de las inversiones directas, de fondos de flotantes externos, de fletes marítimos y de importaciones, aunque aquellas que no figuraban en la lista de prioridades debían soportar un tipo de cambio mucho más elevado que el oficial.Los exportadores estaban obligados a vender sus divisas a la Comisión a un tipo oficial de compra mientras que los importadores y aquellos que necesitaban efectuar pagos en el exterior debían para adquirirlas obtener permisos previos de la comisión, fijándose diariamente el tipo de vendedor por licitación entre los poseedores de permisos. Sólo quienes realizaban exportaciones no regulares podían volcar sus divisas al mercado libre, al cual debían recurrir aquellos importadores que no hubiesen podido obtenerlas en el mercado oficial, con lo cual intentaba evitarse la reaparición de fondos desbloqueados.Una sustancial devaluación del peso permitió mejorar los ingresos de los exportadores complementando las medidas cambiarias y posibilitando una paulatina recuperación del sector externo. En el plano comercial se incrementaba la competitividad de las exportaciones y la rentabilidad de los exportadores desestimulando el ingreso de importaciones, lo cual, dada la estructura del comercio exterior, favorecía a los sectores ligados a las actividades tradicional. Pero también representó un aliciente para el ingreso de capitales extranjeros. La devaluación en el mercado fue del 20 %

Regulaciones en los mercados de bienesA fin de evitar una mayor caída de la actividad interna, que manifestaba ya una seria baja en sus niveles de ingreso y ocupación, desde 1931 comenzaron a crearse diversas comisiones asesoras y juntas reguladoras, cuya finalidad era proponer soluciones y encarar medidas para proteger los intereses de los distintos sectores productivos: cerealero, cárnico, azucarero, vitivinícola, textil, etc. Entre 1930 y 39 se crearon 21 organismo autónomos y 25 sin autonomía. Entre ellos, la Comisión Nacional de Fomento Industrial y la Junta Nacional para Combatir la Desocupación, Junta Nacional de Algodón, la de la Yerba Mate, la de Carnes y la Junta Reguladora de Granos.

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En su mayor parte, todas estas tenían funciones de asesoras, sin gozar de autonomía, y muchas eran transitorias o de emergencia.El propósito de estos organismos puede ser ejemplificado por a acción de la Junta Reguladora de Granos, que compraba los cereales a los productores a precios “básicos”- minimamente rentables-, y los vendía luego a los exportadores a los precios de mercado, deprimidos por la crisis. La idea era proteger a los primeros de la caída de los precios internacionales, absorbiendo las posibles perdidas que pudieran tener, aunque sus efectos fueron bastantes limitados.Estas instituciones se limitaron a organizar el sistema de manera de no perjudicar a los grandes productores y mantener el interés de los pequeños y medianos en seguir produciendo. También centralizaban en la ciudad de Bs. As. la dirección y fiscalizaron de industrias básicas del país y contribuían a consolidar los monopolios productivos y comerciales existentes.

La política monetaria y la creación del Banco CentralUna de las principales medidas económicas de la época fue la creación del Banco Central, en 1935, que modificó de raíz el sistema implementando la Caja de Conversión, con el objetivo de regular la moneda y el crédito adaptando el circulante a las necesidades de la actividad económica.El gobierno, a instancia del ministro Pinedo, que antes de su llegada había sido reticente a la creación del Banco, aprobó, en mayo de 1935, por la ley 12.155 un proyecto de creación del Banco Central, redactado por Prebisch.Las funciones principales del banco serían: detentar el privilegio exclusivo de la emisión de billetes en el territorio nacional, mantener una reserva suficiente para asegurar el valor del peso, ya sea en oro, divisas o cambio extranjero, equivalente al 25% como mínimo de su billetes en circulación y obligación a la vista; y regular la cantidad de crédito y de los medios de pago adaptándolos al volumen real de los negocios a través de operaciones de redescuento en el sistema bancario y otro tipo de actividades.La nueva institución, bajo la inspiración de Prebisch, debía transformase en un instrumento que fuera lo suficientemente flexible como para aplicar políticas monetarias expansivas durante los momentos de depresión y contractivas durante los de expansión, esto es, una política anticíclica que atemperara la amplitud de las fluctuaciones coyunturales.El Banco Central quedó constituido como una entidad de capital mixto, la mayoría de cuyo directorio se elegía por los bancos accionistas y con un marcado grado de prescindencia política en su actuación. En cuanto al presidente y vicepresidente (que duraban siete años y podían ser reelectos) eran designados por el P. Ejecutivo con acuerdo con el Senado, a partir de ternas propuestas por la asamblea de bancos accionistas. Este procedimiento fue modificado por una ley que estableció que tanto el presidente como vice serían nombrados directamente por el P. Ejec. Sin

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necesidad de recurrir a esa ternas. El Banco Central comenzó sus actividades en junio de 1935.Otras de las instituciones que se crearon fue el Instituto Movilizador de Inversiones Bancarias. Para su funcionamiento se destinaron 700 millones de pesos resultantes de la revaluación del oro transferido a la Caja de Conversión al Banco Central. El instituto se fundó para hacerse cargo de los créditos que algunos bancos no podían cobrar debido a la crisis y que los podían arrastrar a la quiebra. Estos créditos no cobrales en forma inmediata y los bienes no realizables rápidamente sin grandes quebrantos, caían bajo la denominación de activos congelados de los bancos, por oposición a los activos liquidables. El instituto procuraba auxiliar al Banco de la Nación y a otros bancos comerciales que se hallaban en dificultades por considerar que ello afectaba el interés público.Bajo la gerencia y orientación de R. Prebisch, el BCRA siguió hasta el estallido de la guerra una política anticíclica. Hasta 1938, la mejoría de las condiciones económicas con respecto al pico de la crisis dio lugar a un ciclo ascendente, que fue morigerado por una política monetaria contractiva. En estos años, se superó en parte la falta de divisas característica del periodo 1930-34 y el BCRA debió comprar una importante cantidad de moneda extranjera, lo que suponía inyectar dinero local en el mercado. Por eso, para evitar posibles tensiones inflaccionarias, el B. C. lanzó títulos públicos que le permitían volver a sacar del mercado parte de ese dinero. Con una porción de las divisas, a su vez, se cancelaron deudas con el exterior para reducir la carga de intereses en el futuro.

La política fiscalLa política fiscal sufrió a partir de 1933 una serie de transformaciones. Hubo un significativo aumento del gasto, que se relacionó con un importante crecimiento de la inversión pública y la creación de los organismos reguladores.Periodo 1925-29: gasto total 15, 6%; gasto corriente 10, 9%; gasto de capital 4,7%Periodo 1930-34: gasto total 19, 8%; gasto corriente 15, 2%; gasto de capital 4,6%Periodo 1935-39: gasto total 21,3%; gasto corriente 14, 8%; gasto de capital 6,5%Con respecto a las inversiones, el importante programa de construcción de caminos, que además de incrementar el nivel de empleo, estimuló la demanda de automotores y camiones, agudizando la declinación de los ferrocarriles. El desarrollo del automotor constituyó un avance de los capitales norteamericanos sobre posiciones inglesas vinculadas al ferrocarril y al sistema tranviario.El aumento del gasto implicaba un serio problema para el gobierno, debido a que la regulación fiscal se estructuraba en función de los ingresos

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aduaneros, sensiblemente afectados por el descenso del comercio exterior a cada de la crisis. El impuesto a los réditos fue la medida más conocida, ya que constituía una novedad, más política que económica, al gravar las ganancias de los ciudadanos y de las empresas. Pero no debe ignorarse el importante incremento de diversos impuestos internos. Así, la recaudación aduanera, que en 1930 aportaba el 57% de los recursos, cayó a menos del 30% a fines de la década. En el mismo periodo, los impuestos internos crecieron del 17 al 23% y el nuevo impuesto a los réditos aportó un 13% de la recaudación total.El resultado de la reforma tributaria fue un gran incremento de la recaudación que mejoró paulatinamente la situación fiscal hasta el rebrote de la crisis de 1938, cuando la caída de las rentas nacionales y una política fiscal expansiva para atenuar las tendencias recesivas originaron de vuelta un déficit significativo. Hacia 1941, el déficit fiscal alcanzó niveles inquietantes.

La evolución de la coyunturaUn poco debido a la nueva política económica y otro tanto por causa de las mejores condiciones generales, se fue gestando una progresiva reactivación de la economía. Luego de tres años consecutivos de contracción, a partir de 1933, se produjo una inflexión y producto volvió a crecer. Con oscilaciones notorias, la tendencia ascendente del producto se mantuvo hasta final de la década, aunque en 1936 y en 1938 el aumento fue poco significativo y se asemejó más a un estancamiento.A pesar de la reactivación que comenzó en 1933, la tasa promedio de incremento del producto no logró distanciarse significativamente de las tendencias precedentes. Durante el periodo de la guerra, se observa un comportamiento irregular, con un gran salto en 1944, consecuencia de los altibajos propios de ese periodo.Desde el punto de vista sectorial, si se exceptúa la minería por su escasa incidencia sobre el producto, lo más destacable fue el incremento sostenido en la participación de la industria manufacturera, que pasó del 17,7% del PBI para el periodo 1925-29, al 21% en 1940-44.Otro sector que mostró un comportamiento más dinámico que el promedio fue el de los servicios, como consecuencia de la expansión de la actividad del Estado en el periodo

La influencia del grupo Pinedo- Prebisch y el Plan de Reactivación Económica de 1940

El llamado “grupo Pinedo-Prebisch” adquirió protagonismo como el equipo técnico-profesional que diseñó la política económica del país en los años 30. Al hacerse cargo del Ministerio de Hacienda, Federico Pinedo contó con la colaboración de un grupo de economistas y profesionales: la figura más relevante era Raúl Prebisch y estaba integrado, entre otros, por Walter Klein, Máximo Alemann, Ernesto Malaccorto y Felipe Expelí.

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Consustanciados con la renovación conservadora, los tecnócratas del grupo, impulsaron el intervencionismo estatal prohijando las instituciones y organismos públicos y reforzando administrativo. Por otro lado, apuntalaron los intereses de los grandes agropecuarios e industriales ante los efectos depresivos de la crisis del 30. De esta manera, se inclinaron por mantener los tradicionales vínculos con Gran Bretaña; asimismo se orientaban hacia los Estados Unidos en la busca de un modelo para sus innovaciones en materia de política económica.Bajo la influencia intelectual de Prebisch y la conducción de Pinedo, el grupo elaboró un programa para reactivar la economía argentina, que contenía instrumentos Keynesianos orientados a fortalecer la balanza de pagos e inducir, al mismo tiempo, la expansión del ingreso y la producción nacional. Había que dirigir la atención al mercado interno y fortalecer la economía en forma compatible con las limitaciones que imponía el delicado estado del sector externo.Aunque la influencia del grupo Pinedo-Prebisch se siguió sintiendo después de la renuncia de Pinedo, en diciembre de 1935, pues Prebisch y otros componentes de su equipo continuarían en funciones, la vuelta del mismo Pinedo al ministerio de Hacienda durante el gobierno de Castillo, en septiembre de 1940, resulta interesante para comprender su posición y la de sus colaboradores por esa época. El momento era significativo porque nuevamente volvía a existir un fuerte déficit en el intercambio comercial y, sobre todo, con los EE. UU.Pinedo puso a consideración del Parlamento, en diciembre de 1940, un Plan de Reactivación Económica, conocido como “Plan Pinedo de 1940”, pero que había sido elaborado con la especial participación de Prebisch, su principal redactor. Considerado por algunos como el primer proyecto formal de industrialización de la Argentina y por otros como una especie de “New Deal” local, el plan explicitaba la necesidad de proteger y desarrollar, con ciertas limitaciones, la industria nacional y sostenía la idea de un incremento de la demanda interna como base para reactivar el aparato productivo. Para ello, planteaba una reforma financiera que permitiera implementar un régimen crediticio especial para el sector industrial y para la construcción de viviendas populares. Trataba así de revitalizar una economía afectada por la guerra por medio de un sector con gran efecto multiplicador, como el de la construcción, mientras apuntalaba la demanda interna para tratar de absorber los stocks de cereales que no encontraban destino externo por causa de la contienda.Por otra parte, para hacer frente al déficit del balance comercial de 1939-40, se proponía un control selectivo de las importaciones, hecho que, simultáneamente, debía ayudar a fortalecer al sector industrial. A fin de estimular las exportaciones se implementaba también un conjunto de medidas, como la generalización del régimen de draw back, incentivos

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cambiarios, facilidades financieras y modificaciones arancelarias, para evitar el “proteccionismo al revés”.Dado que los tradicionales mercados estaban afectados por la guerra, el plan ponía un especial énfasis en la reorientación comercial con EE. UU y Brasil. En el caso de este último, se recomendaba negociar un tratado comercial que contemplara la rebaja (y eventualmente, la eliminación) de los aranceles de importación recíprocos.Para desarrollar el intercambio con los EE. UU, que en ese momento era de nuevo el principal acreedor de la Argentina, se estimulaban de diversas formas las exportaciones hacia aquel país. En reciprocidad, se creaba un fondo de cambio para favorecer la introducción de productos norteamericanos, al mismo tiempo que se trataba de financiar una parte de esas importaciones mediante la ayuda crediticia estadounidense, que iba a servir incluso, aparentemente, para la compra de los ferrocarriles británicos en la Argentina con el apoyo de estos. La diplomacia británica no vio con buenos ojos el plan de Pinedo.El plan económico fue aprobado en el Senado, aunque sin demasiado entusiasmo, pero no llegó a tratarse en la Cámara de Diputados por la oposición de los radicales y, finalmente le costó su puesto.La ambigüedad del plan explica por qué no fue aceptado. Por un lado, se proponían medidas tendientes a la industrialización, que eran bien vistas por los empresarios industriales representados por la UIA, pero obtenía opiniones más divididas entre los propietarios rurales. Por otro lado, se buscaba un acercamiento con los EE. UU., deseado por algunos sectores de la industria y las finanzas e, incluso, por una fracción de los propietarios rurales poco favorecidos con el vínculo bilateral con Gran Bretaña, pero resistido por los terratenientes tradicionales.La renuncia del ministro Pinedo, como resultado de la no aprobación de su plan, primero, y el fallecimiento del Gral. Justo, en enero de 1943, después, significó el eclipse del grupo. Su influencia era escasa ya cuando, tras el golpe militar de junio de 1943, Prebisch, Malaccorto y Klein, entre otros renunciaron o fueron despedidos de sus respectivos cargos.

La política económica y la competencia anglo-norteamericanaEl primer efecto del Pacto Roca-Runciman fue favorecer, a través del control de cambios, las importaciones de origen británico, perjudicando las de otros países, fundamentalmente las norteamericanas. A pesar de ello, las exportaciones británicas a la Argentina se mantuvieron constante en todo el periodo porque los industriales ingleses, debido a sus propias insuficiencias, no estaban en condiciones de aprovechar al máximo el mercado argentino, y porque se había comenzado a desarrollar una industria local que empezaba a competir seriamente con los productos de origen británico, sobre todo en la rama textil.La política económica global trazada por Pinedo y sus colaboradores se hizo eco de las dificultades estructurales de las relaciones económicas con

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el Reino Unido y, consecuentemente, su sesgo no fue tan “pro británico” como habitualmente se sugiere. Por el contrario, abrió un espacio para mejorar las relaciones con otras naciones, entre las que los EE. UU. consiguieron importantes beneficios.En ese sentido, aunque el control de cambios y el otorgamiento discrecional de las divisas discriminaban a las importaciones provenientes de los EE. UU. estimulaban paradójicamente la radicación de nuevas inversiones de ese origen, que se veían atraídas por la rápida expansión del mercado interno y por un tipo de cambio muy favorable, ya que las divisas provenientes de inversiones del exterior podían ser liquidadas en el mercado libre a precios convenientes. El flujo de inversiones norteamericanas en la Argentina, iniciado en la década del 20, continuó sin muchas alteraciones en los años 30: de esa época data la radicación de grandes establecimientos textiles –como Sudamtex (1943), Anderson Clayton (36) y Ducilo (1937)-, de empresas dedicadas a la producción de electrodomésticos, artefactos eléctricos, y diversos bienes de consumo duradero, y algunas de las principales firmas farmacéuticas y químicas de los EE. UU.Un capítulo particular de la rivalidad anglo-norteamericana en el país es el que se refiere al sistema de transporte. El desarrollo del transporte automotor y de la construcción de caminos y la depresión de los años 30 deterioraron las finanzas ferroviarias inglesas. A esto se sumó la depreciación del peso argentino, que disminuyó sus ganancias en libras esterlinas y la implementación del control de cambios, que obstaculizó el giro normal de las ya escasas remesas. En los años 30 y 40 las acciones ordinarias de las principales compañías ferroviarias no pudieron devengar dividendos, mientras su cotización descendía ostensiblemente.La principal fuente de reclamos de las compañías ferroviarias británicas se centraba en la competencia de los automotores, cuya producción e importación estaba ligada, sobre todo, a intereses estadounidenses.El transporte por camiones de los productos agrícolas se había desarrollado gracias a la crisis de ese sector, ofreciendo servicios más ágiles y accesibles. Mientras tanto, el transporte urbano, particularmente en Bs. As. estaba siendo dominado por ómnibus y colectivos. Además el transporte automotor operaba sin estar sujeto a obligaciones financieras, ni bajo un control gubernamental similar al de las compañías ferroviarias, por lo que tenía operativos menores.Las compañías ferroviarias pretendían la plena libertad para solucionar sus problemas laborales, concesiones cambiarias para enviar sus remesas a Londres, permiso para incrementar las tarifas. La negociación del Pacto Roca-Runciman facilitó a las empresas ferroviarias la gestión en defensa de sus intereses y, finalmente, el 30 de septiembre de 1936 se aprobó la Ley de Coordinación de Transporte. Su primer artículo establecía la creación de una Comisión Nacional para implementar sus disposiciones. También se establecía que las compañías

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de transporte automotor debían requerir, para entrar en actividad, un permiso de la Comisión y que todos los servicios de transporte automotor debían circular a velocidades determinadas y cobrando tarifas previamente aprobadas por el ente centralizador. La Comisión tenía facultades para vetar la expansión comercial futura del transporte automotor y proteger a los ferrocarriles contra la competencia desleal. Además, en un lapso de dos años se sometería a las empresas de transporte automotor al mismo control estatal al que estaban sujetas las compañías ferroviarias privadas. Finalmente, la ley creaba la Corporación de Transporte, monopolio controlado por las empresas de transporte británicas, a la cual debían incorporarse compulsivamente todas las empresas del rubro, subordinando al transporte automotor urbano de pasajeros.Pese a que el gobierno argentino atendió en general los reclamos de las compañías ferroviarias y en muchas ocasiones les había dado prioridad, existían elementos prácticos que no permitieron concretar las aspiraciones de esas empresas. Prácticamente, desde la I. G. M., las compañías británicas no habían renovado sus materiales y equipos, y gran parte del sistema ferroviario y el de tranvías y subtes urbanos estaba ya obsoleto. Entre tanto, la competencia del transporte automotor continuaba privando a los ferrocarriles británicos del tráfico de cargas más redituables y, pese a la Ley de Coordinación de Transporte, el transporte urbano continuó bajo predominio de automóviles y colectivos.Asimismo, se impulsó un importante plan vial con características poco favorables a dichas empresas. Si bien una parte de los nuevos caminos era acceso a las estaciones, la fracción mayoritaria consistía en caminos con un trazado paralelo a las vías férreas. De esa manera, el desarrollo del transporte automotor no complementaba al ferrocarril, sino que representaba una competencia directa, en la cual el ferrocarril corría en desventaja al tener que mantener su propia red, mientras los caminos eran construidos por el Estado y no por las empresas de transporte, aun cuando el fondo provenía de un impuesto a los combustibles que gravaba también a éstas.Al margen de la competencia anglo-norteamericana, el trazado de la red de caminos ponía de manifiesto que, si bien la política oficial propiciaba ciertas transformaciones económicas para adaptar la economía argentina a las nuevas condiciones, los cambios no eran muy radicales. El sistema de transporte no alteraba demasiado en esquema que procuraba comunicar los centros de producción con el puerto más que las diversas regiones entre sí.A pesas de la discordancia de intereses entre diversos grupos económicos ingleses y norteamericanos. En algunos terrenos hubo espacio para el trabajo conjunto, incluyendo, además, a empresas alemanas. El caso más significativo era el de la Compañía Argentina de Electricidad (CADE),

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controlado por el Grupo SOFINA, en el que convergían capitales alemanes, británicos, canadienses y norteamericanos.

POBLACIÓN Y MIGRACIONES INTERNASEl Censo Nacional realizado en 1947 reveló que la población del país ascendía a 15.893.827 habitantes. La población urbana constituía el 62%, y la rural el 38%. Luego de 1930 la población rural del país desaceleró su crecimiento rápidamente y en sólo una década y media llegó al crecimiento nulo e inició una etapa de tasas negativas. La población urbana en 1945, según las elaboraciones de Lattes, del total de la población urbana del país el 47, 8% estaba localizada en el Área Metropolitana de Bs. As. (AMBA).La proporción de la población extranjera en el total de la población del país comenzó a descender después de 1930. Germani estimó para este año en 2.834.300 los extranjeros habitantes en el país, lo que representaba el 23, 5% de l total.La caída de los saldos inmigratorios fue abrupta desde 1930. La inmigración masiva tuvo su última expresión en el periodo 1921-30, cuando el saldo inmigratorio llegó a 878.000 personas. En el periodo 1931-40 el saldo descendió a 72.700, volviendo a caer entre 1941 y 1946 a 33.000 inmigrantes.La creciente desocupación, secuela de la crisis de 1930, determinó que el gobierno provisional del General Uriburu dictara en decreto que iniciaba una política selectiva en materia de inmigración. Con fecha del 16 de diciembre de 1930, la medida obligaba a pagar a los inmigrantes un arancel consular de diez pesos oro para que los cónsules visaran sus certificados de buena conducta y buena salud. En 1932 como consecuencia de un censo de desocupados que había arrojado un total de más de 300.000 parados, el gobierno del General Justo promulgó un decreto conocido como de “Defensa de los Trabajadores Argentinos”. En el mismo ordenaba a los cónsules argentinos en el extranjero la suspensión de los permisos de desembarco y de los visados de documentos a los inmigrantes que no tuviesen ocupación garantizada. La inmigración quedaba permitida a quienes fueran parientes, en línea directa, de extranjeros y radicados en el país, siempre que acreditaran solvencia y buena conducta, y se comprometieran a costear su subsistencia en caso necesario.En julio de 1938, siendo presidente Roberto M. Ortiz, dos decretos consecutivos establecieron restricciones severas a la inmigración. Por el primero de ellos se procuraba “reprimir el ingreso clandestino de refugiados –mayoritariamente judíos centroeuropeos- procedentes de la Europa nazi, que lograban entrar al Argentina vía Uruguay y Brasil, cruzando el río Paraná y el Paraguay. Se produjo así un giro total de la política inmigratoria argentina al instituir restricciones legales y un sistema de contralor policial y administrativo a la inmigración. El otro decreto, se

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fundamentaba en la necesidad de restringir la inmigración en función de la desocupación y la caída de la producción agrícola del país. Así se propiciaba sólo aquella inmigración que viniera con propósitos definidos de colonización.Tras la crisis de 1930, disminuyó fuertemente el flujo inmigratorio, pero una enorme masa de gente empezó a migrar desde las áreas rurales y las pequeñas ciudades del interior hacia las grandes ciudades del Litoral. Surgía así, un nuevo proletariado industrial, que llenando las ocupaciones manuales no especializadas y las tareas más humildes, iba sustituyendo a los extranjeros y a sus hijos que, mientras tanto, se habían transformado en empleados, profesionales, y pequeños comerciantes e industriales.

SITUACIÓN SOCIAL, EL MOVIMIENTO OBRERO Y LOS PARTIDOS POLÍTICOS (1930-43)

La situación social y el movimiento obreroEl objetivo de la dictadura uriburista de restablecer el orden social y sobrellevar el impacto de la crisis fue capitalizado por el empresario. Una ola de despidos, reducción de salarios y desconocimiento de las leyes sociales se abatió sobre los trabajadores. La desocupación, en particular, afectó tanto a los del sector público como los del privado. Una temprana manifestación de la crisis fue perceptible en la Capital Federal. En la zona de Puerto Nuevo, a lo largo de las vías del Ferrocarril del Pacífico y sobre una extensión de varias cuadras, vivían alrededor de un millar de personas. Muchas lo hacían a la intemperie y otras chozas construidas con materiales precarios. Se trata de la denominada Villa Desocupación, que permaneció hasta 1932, año que fue eliminada por la Municipalidad.En el campo la crisis tuvo otras expresiones. Chacareros y comerciantes arruinados y peones de campo desocupados erraban en busca de ayuda o trabajo acentuando el fenómeno del vagabundeo o linyerismo. Los llamados “crotos” merodeaban los establecimientos rurales carneando animales y dejando sus cueros tendidos en los alambrados. Estos hechos se hicieron tan frecuentes que muchas veces se llevaban a cabo sin que sus autores fueran denunciados o perseguidos.En este contexto entidades privadas y sectores políticos aportaron medidas para solucionar los problemas originados por la desocupación, se efectuaron repartos de víveres, se instalaron ollas populares y se proyectaron obras para permitir que los desocupados ganaran un sustento.El gobierno conservador también prestó atención al problema. En 1943 creó la Junta Nacional para Combatir la Desocupación, integrada por diez miembros en representación de varias instituciones entre las que se encontraban la Sociedad Rural Argentina, la Unión Industrial Argentina y la Confederación General del Trabajo. La Junta planificó obras que nunca realizó.

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Sin embargo, las acciones desplegadas, tanto por los sectores privados como por el gobierno, sólo constituyeron paliativos. La solución definitiva a los problemas generados por la crisis provino de la lenta recuperación económica iniciada a mediados de la década.La reactivación económica, apoyada en la industrialización sustitutiva de importaciones, permitió el mejoramiento de las condiciones impuestas por la represión social y política y por la crisis económica a las clases trabajadoras. Desde 1934 hasta 1939, en la Capital Federal –principal distrito industrial del país- verificó un marcado incremento del nivel de ocupación. En el mismo periodo, con excepción de 1938, también crecieron los salarios nominales, aunque el aumento del costo de vida impidió, que tales mejoras se tradujeran en los salarios reales.La clase media tampoco escapó a los efectos de la crisis. En los primeros años de la década, las cesantías en el sector público y los despidos en la actividad privada dejaron sin empleo a numerosos funcionarios, profesionales y empleados. La reducción de los sueldos estatales, resultado de los recortes presupuestarios, afectó a empleados y jubilados. La presión impositiva –mantenida en los niveles previos a la crisis y en momentos de caída de las ventas y de los ingresos- castigó a los pequeños comerciantes e industriales y a los pequeños propietarios.En el sector rural, la caída de los precios afectó a los productores. Los colonos hipotecados y los arrendatarios tuvieron serias dificultades para pagar las cuotas hipotecarias y los arrendamientos. La clase media vio recortada sus posibilidades de ascenso social y, gradualmente, pasó a convertirse en una clase de asalariados urbanos ocupando puestos administrativos o desarrollando tareas profesionales en lugar del desempeño en actividades económicas importantes.En cuanto al movimiento obrero, el golpe de Estado de 1930 lo encontró dividido ideológicamente. Cuatro centrales obreras disputaban la hegemonía de los trabajadores. Sólo los anarquistas, enrolados en la FORA, expresaron una clara oposición al golpe. Los rasgos en la evolución del movimiento obrero durante la década de 1930 y principios de la década del 40 son:

Los anarquistas, que se resistieron a cualquier compromiso con el Estado, fueron desplazados en forma definitiva. Por el contrario, se afianzaron las tendencias reformistas y burocráticas en la conducción del movimiento obrero. Las organizaciones sindicales adquirieron un mayor perfil institucional, lo que les permitió una relación más fluida, aunque no necesariamente cordial, con el gobierno y los empresarios.

A los pocos días del golpe militar de 1930, se fundó la Confederación General del Trabajo (CGT), que unificó a temporariamente al movimiento obrero. La conducción de la central obrera quedó a cargo de los “sindicalistas”.

No obstante, durante el periodo hubo un bajo nivel de sindicalización de los obreros. La CGT enrolaba una minoría de

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trabajadores. Hacia 1935, entre la CGT independiente (conducida por los socialistas) y la CGT Catamarca (conducida por los sindicalistas) reunían a 232.000 afiliados. Por entonces los obreros industriales alcanzaba a 534.000, en tanto que los agrícolas llegaban a 800.000En diciembre de 1933, mediante una maniobra burocrática (denominada “golpe de Estado Sindical”), los socialistas desplazaron a los “sindicalistas” de la conducción de la CGT. Este hecho puso fin al enfrentamiento entre ambas tendencias, ya que mientas los “sindicalistas” rechazaban la identificación de la clase obrera con un partido político, los socialistas aspiraban a una relación más estrecha entre la central obrera y el Partido Socialista. A partir de entonces, la corriente socialista, predominante durante el periodo radical, comenzó su paulatina desaparición de la vida sindical.En 1936 ingresaron a la CGT los sindicatos comunistas, que llegaron a tener un número significativo de miembros en el Comité Central Confederal, y ese mismo año, a instancias de los dirigentes socialistas y comunistas, el Congreso Constituyente de la CGT estatuyó la forma moderna de sindicatos por ramas industriales en reemplazo del antiguo sindicalismo por oficio.En la década de 30 fue mayor la movilización obrera. En esos años se produjo el mayor número de huelgas con la mayor cantidad de huelguistas involucrados. La movilización logró éxitos relativos, al parecer, entre los sectores laborales con mejor capacidad organizativa.La actividad huelguística descendió entre 1938 y 41 con el deterioro de la situación económica. Los salarios reales experimentaron un leve crecimiento pero la desocupación experimentó un aumento como consecuencia de la iniciación del conflicto bélico mundial, En 1942, la cantidad de huelgas y huelguistas creció bruscamente, pero el fuerte aumento del costo de vida castigó los bienes de consumo de las familias obreras. La reacción de los trabajadores se hizo sentir mediante huelgas en diversos sectores de la industria: maderera, construcción textil y alimentación. La huelga más importante fue la de los metalúrgicos de la que participaron 20.000 personas bajo la dirección de los gremialistas comunistas.En cuanto a la conducción de la CGT, el comienzo de la II G. M. dio lugar a agudos enfrentamientos entre socialistas y comunistas. Ambas corrientes dominaban la central obrera y una táctica común parecía consolidar la unidad de la izquierda al frente del movimiento obrero.En marzo de 1943, ante la amenaza de ser desplazado de la dirección cegetista por sus adversarios, el secretario general José Doménech precipitó la ruptura de la central obrera, conformando la CGT Nº 1 en la que permanecieron la Unión Ferroviaria, la Unión de Tranviarios y otros sindicatos menores. Por su parte, la fracción de Pérez Leiros y los comunistas dieron origen a la CGT Nº 2, apoyada en los sindicatos de la industria, en los trabajadores municipales y en los empleados de comercio.

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Junto a estas dos centrales se encontraban la Unión Sindical Argentina (USA) –reductos de los sindicalistas desplazados de la CGT en 1935-, los gremios autónomos y la marginal FORA V.

EL PROCESO DE INDUSTRIALIZACIÓNLos estímulos: política y mercados

En la década del 20 la tasa de crecimiento de la industria había sido elevada. Sin embargo, como consecuencia de la crisis, la producción se contrajo bruscamente. Sólo hacia 1933, el sector manufacturero volvió a cobrar impulso. A las características favorables (tamaño de mercado, concentración urbana, oferta de trabajo, etc.) se le añadían las medidas implementadas para solucionar los problemas de la balanza comercial, fundamentalmente el aumento de los aranceles y aforos, la devaluación cambiaria y la operatoria de la oficina de control de cambios, que generaban una mayor protección frente a la competencia externa y estimulaban el ingreso de capitales desde el exteriorLa evolución de los precios relativos del sector industrial también contribuía a conformar una tasa de rentabilidad atractiva, que se complementaba con una gran estabilidad del salario real y una creciente disponibilidad de mano de obra por la migración de trabajadores del campo a la ciudad. Otro importante estímulo para algunos sectores provino de la propia actividad del Estado. Durante la década del 30 se desarrolló un intenso plan oficial de construcción de caminos, que sustentó el crecimiento del sector de la construcción y de las industrias conexas proveedoras de insumos intermedios. El efecto se fortaleció con la reducción de las importaciones de dichos insumos.Una vez superados los efectos iniciales de la crisis, el crecimiento de los volúmenes de empleo y el avance en el proceso de urbanización contribuyeron a incrementar la demanda efectiva, aun cuando el salario real se mantuvo relativamente estable. Dadas las crecientes dificultades para importar, este incremento de la demanda se volcó a la producción local, estimulando también desde este punto de vista el crecimiento industrial.

El crecimiento industrialEl impacto inmediato de la crisis sobre el sector había sido profundamente negativo. La caída del ingreso interno y las dificultades para la importación de insumos en, en el caso de las manufacturas de origen agropecuario como la carne congelada o refrigerada para exportar, provocaron una caída de la producción que arrastró consigo a la tasa de inversión. Recién en 1933 se inició la recuperación que redujo primero la capacidad ociosa y alentó, posteriormente, una nueva ola de inversiones iniciando una etapa de crecimiento sostenido en el sector durante el resto de la década.Según Villanueva, las tasas de crecimiento no superaron el ritmo alcanzado en los años 20. Hasta la década de 1930 la industria había

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crecido al compás del resto de la economía, pero no tuvo un papel de liderazgo. A partir de 1933, se convertirá en uno de los sectores impulsores de crecimiento económico del país. En segundo lugar, se produjo una importante transformación en la estructura de la producción, que aceleró el proceso de sustitución de importaciones que caracterizará a la industria nacional en la posguerra.Ciertas actividades relacionadas con insumos locales (especialmente los textiles) y la metalurgia liviana, lograron quebrar la tendencia descendente de los años 20 y recuperaron peso en la estructura industrial. Este núcleo incluye las actividades que se podría denominarse de “sustitución fácil de importaciones”, compuestas por bienes de consumo, que reducían el peso del déficit comercial con el exterior, contribuían a canalizar una porción de la renta agraria a través de inversiones industriales y ofrecían una salida a la producción agropecuaria que hacía posible disminuir la dependencia de las fluctuaciones de los mercados externos.La expansión de la industria textil satisfacía la creciente demanda del mercado interno, permitiendo el empleo como materia prima de lana y algodón producidos localmente y cuyos mercados internacionales se encontraban afectados por la crisis. Hacia mediados de la década se inició también la producción de hilados sintéticos, como el rayón, y de anilinas para tinturas.El conjunto de ramas vinculadas al sector automotor se convirtió también en un factor de crecimiento. Si bien la industria automotriz de la época era poco más que un taller de ensamblado de partes importadas, estimulaba el desarrollo de la producción de caucho para neumáticos, de la industria de la construcción relacionada con las carreteras y de una pléyade de pequeñas firmas familiares de producción de repuestos, actividades que ganarían intensidad en el futuro. Otro sector en aparecer es el de maquinarias y artefactos eléctricos como cables y lámparas.En general, las ramas de mayor crecimiento eran aquellas que producían bienes de consumo finales, con mayor intensidad en la utilización de mano de obra que en bienes de capital. Las maquinarias y los insumos intermedios utilizados eran, en una alta proporción, importados.Las ramas tradicionales vinculadas al modelo agroexportador, como alimentos y productos pecuarios, crecieron mucho más lentamente, perdiendo participación en el conjunto de la industria.

La evolución de la inversión industrialEntre 1933 y 35 y entre 1936 y 37 se observan dos importantes saltos ascendentes que denotan un renovado dinamismo. Las tasas de inversión muestran una proporción reciente de recursos destinados a la obtención de maquinarias y equipos y un descenso tanto relativo como absoluto de la inversión en construcciones e instalaciones. Estos saltos se deben tanto a la acción del Estado (como inversor) como a una importante corriente de inversiones extranjeras. A lo largo de la década, numerosas empresas del

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exterior, tanto norteamericanas como europeas, se radicaron en la Argentina. La mayor parte de la industria argentina era, hacia mediados de 1935, de propiedad extranjera.Sin embargo, no toda la inversión industrial se debía al ingreso de capitales extranjeros. También diversos grupos contribuyeron a sustentar la expansión industrial. Se destaca entre ellos un segmento de pequeños y medianos emprendimientos surgidos de las clases bajas y medias de origen inmigrante radicadas en el país desde fines del siglo pasado y de los nuevos inmigrantes de clase media que huían de una Europa convulsionada por el advenimiento al poder de grupos fascistas o nazis.Simultáneamente, la disminución de la rentabilidad y de la demanda en el sector agropecuario impulsó a no pocos terratenientes a volcar su renta agraria al sector industrial.Si bien los grandes establecimientos concentraban una porción mayoritaria de la inversión y de la producción (hacia 1939, 738 establecimientos, equivalentes al 1,4% del total de empresas industriales, generaban el 57,2% del valor de la producción), también se produjo una expansión de pequeñas y medianas empresas de gran incidencia en el número de establecimientos industriales.

La industria y los problemas regionalesEl proceso de industrialización va acompañado al de urbanización y la concentración de la mano de obra. El Gran Bs. As. se convirtió en el centro de localización industrial por varios motivos:

Se destacaban la existencia de un mercado numeroso, concentrado y con buen poder adquisitivo

Abundancia de mano de obra Fácil acceso desde el interior por el ferrocarril y hacia el exterior por

el puerto Presencia de una gran infraestructura

El proceso de industrialización se apoyaba en las diferencias regionales. Sin embargo, ciertas industrias del interior fueron favorecidas de un modo especial, porque su apoyo y protección significaba, durante el modelo agroexportador, obtener el favor político de algunas burguesías provinciales. El caso más importante fue el de la industria del azúcar, que contó con las ayudas de barreras arancelarias, que hicieron que se su precio local fuera más alto que el de su posible importación. Además, se regulaban la producción para evitar la caída de los precios. Otras industrias locales que en su momento alcanzaron cierto grado de desarrollo con algún estímulo del Estado fueron la vinícola, la yerbatera, la tabacalera y la de productos oleaginosos, todas ellas basadas en materias primas nacionalesEl proceso de industrialización lejos de atenuar el desequilibrio espacial, lo amplificó todavía más.

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Los límites de la industrializaciónTanto la década de 1920 como la de 1930 se caracterizaron por un intenso crecimiento industrial. Si bien los datos cuantitativos eran muy alentadores, un análisis cualitativo pone de manifiesto la fuerza limitada de la industrialización en la época.Desde el punto de vista microeconómico, los déficit de las nuevas industrias resultaban significativos. En primer lugar, los productos con que se iniciaba la sustitución de importaciones eran frecuentemente copias de un diseño extranjero rezagado con respecto al desarrollo tecnológico internacional vigente. En segundo término, el equipamiento físico de muchas plantas fabriles estaba compuesto por máquinas usadas, con un alto grado de obsolescencia física y tecnológica. Muchos establecimientos se construyeron sobre la base de los que habían sido talleres de reparación y mantenimiento de equipos importados y que sostuvieron en funcionamiento la maquinaria existente.Por otra parte, el grado de integración vertical de los establecimientos fabriles era poco menos que total ante la falta de subcontratistas y abastecedores de insumos, partes y componentes, y abundaban los criterios extraeconómicos en la búsqueda y contratación de personal calificado y en la compra de maquinarias. También se practicaba el autofinanciamiento empresario frente a la falta de un mercado de capitales medianamente organizado.Existió, sin embargo, empresarios nacionales exitosos, aunque sus empresas terminaron derrumbándose en los años 70 y 80, en parte por la coyuntura internacional y las políticas económicas adversas, pero en parte, también, por defectos en los orígenes del proceso de industrialización y del empresariado que los acompañó.Un ejemplo de empresario de la época fue Torcuato Di Tella. Inmigrante italiano, de ideología socialista, de simple empleado pasó a ser dueño de la empresa SIAM, que empezó fabricando máquinas de amasar pan y abarcó en su trayectoria desde surtidores de nafta hasta heladera y todo tipo de productos electrodomésticos. Primero actuaba como distribuidor de determinados productos, luego los imponía en el mercado, obtenía la licencia de fabricación y los producía. Di Tella había comenzado su actividad empresarial ante de la I. G. M., pero tuvo su mayor desarrollo a partir de los años 30, cuando se asoció a empresas norteamericanas, instaló sucursales en países vecinos y compró campos.Desde el punto de vista macroeconómico, el proceso de industrialización se enfrentaba a dificultades mayores a pesar del considerable desarrollo que se aprecia en los años 30. El rápido crecimiento de algunas industrias como la automotriz, la metalúrgica o la química no podían ocultar, por ejemplo, su escasa participación en la producción industrial total. El sector seguía reposando sobre las ramas tradicionales, como los alimentos y los textiles, que conformaba más del 50% de la producción total.

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Si bien la política económica implementada desde 1933 mejoraba sustancialmente la rentabilidad de la industria, no puede pasarse por alto que su influencia no era neutral a lo largo de las cadenas productivas. Felix Weill acuñó el término de “proteccionismo al revés” para describir una estructura arancelaria que gravaba con impuestos mayores a los insumos que a los productos terminados. De esa forma, las industrias que utilizaban materias primas importadas se encontraban en desventajas a la hora de competir con las importaciones de productos similares, ya que debían hacer frente a un sobrecosto aduanero que no padecía esas importaciones. Por eso, las ramas que contribuían con la porción mayoritaria de la producción industrial eran aquellas que utilizaban una alta proporción de insumos nacionales.El proyecto de industrialización no contemplaba avanzar mucho más allá; es decir, no pretendía transformar a la Argentina en una potencia industrial con alto grado de integración horizontal y vertical del aparato productivo. Por lo tanto, la estructura industrial revelaba grandes vacíos en un conjunto de ramas que, por su efecto multiplicador y por su importancia por el despliegue de otros sectores, tiene un rol clave en un desarrollo industrial autosostenido. Entre otras consecuencias, esos vacíos preanunciaban que la continuación del crecimiento industrial y su complejidad profundizarían su dependencia del exterior e impactarían en forma negativa sobre la balanza comercial debido a la importación de bienes de capital, inevitablemente, de cantidades crecientes de insumos intermedios. Por esta vía se cerraba también al desarrollo local de tecnología fomentando una creciente dependencia tecnológica y una nueva fuente de pérdidas de divisas, debido al pago de regalías y de asistencia técnica.

La segunda guerra mundial y sus repercusiones económicasLa II G. M. profundizará el proceso de desarrollo industrial por sustitución de importaciones, pero planteando problemas similares a los del primer conflicto bélico. No existían todavía industrias básicas y la dependencia externa en materias primas industriales y combustibles alcanzó proporciones inquietante.El grueso del comercio exterior argentino durante la guerra se dirigió a los países aliados, pero no sólo a Gran Bretaña, sino también a los Estados Unidos. En 1943, por ejemplo, cerca del 60% de las exportaciones y del 40% de las importaciones se hicieron con aquellos dos países. En cambio, el comercio con Alemania disminuyó bruscamente, hasta casi desaparecer, a partir de 1940, como consecuencia de disposiciones tomadas por las autoridades argentinas: del 11, 7% de las exportaciones y el 10,3% de las importaciones que aun representaban en 1938, se pasó a casi una interrupción total del intercambio entre 1943 y 1945.Gran Bretaña mantuvo en esos años importantes deudas con los Estados Unidos cuyo pago quedó diferido hasta el fin de la guerra. Al mismo

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tiempo, acordó con la Argentina la continuidad del aprovisionamiento de materias primas y alimentos a cambio de acreditar los pagos en Londres, es decir, sin abonar las compras en efectivo. Ambos factores determinaron la acumulación y el bloqueo de las libras adeudadas con garantía oro en el Banco de Inglaterra.A pesar de las críticas recibidas por parte del gobierno norteamericano y diversos medios políticos y periodísticos en el país y en el exterior, la Argentina realizó una contribución importante al esfuerzo de guerra de los aliados, que aunque no era gratuita tampoco se pagó de inmediato. Por el contrario, su recuperación dio lugar a negociaciones en la posguerra que culminaron con la nacionalización de bienes y servicios públicos. En el caso de Gran Bretaña las exportaciones de carnes fueron sustanciales y llegaron a representar el 40% del consumo británico de ese producto en aquellos años.Un problema adicional estuvo constituido, sin embargo por el hecho de que mientras la Argentina obtenía fuertes superávit comerciales con Gran Bretaña, no podía cubrir sus comparas en los EE. UU. a causa de la carencia de divisas. La dificultad de orientar las importaciones hacia los Estados Unidos impidió la adquisición de insumos vitales aunque, con la entrada de ese país en la guerra, a fines de 1941, comenzó a incrementarse la venta de productos argentinos en el mercado del norte, lo que facilitó la obtención de dólares. Pero esto no solucionó el problema: las importaciones no pudieron recuperarse por dificultades materiales propias de la guerra y por motivos políticos, debido a las sanciones aplicadas por Washington a los gobiernos argentinos para castigar su política de neutralidad o su presunta orientación pro nazi. Tales circunstancias y las crecientes dificultades del comercio internacional afectaron el proceso de industrialización.Con todo, a pesar de que las ventas de bienes agrarios se vieron afectadas durante la guerra, la expansión de la industria y las carencias existentes en los mercados internacionales posibilitaron la exportación de productos manufacturados. Por eso, y por la retracción de las importaciones, la balanza comercial fue muy positiva y el país pudo acumular importantes reservas.En lo referente al sector agrario, el inicio de las hostilidades en Europa generó los primeros obstáculos en la producción y comercialización de los tres principales granos exportables de la Argentina. Las altas tarifas de los fletes, la escasa disponibilidad de bodegas y el extraordinario encarecimiento de los seguros marítimos perjudicaron a las tradicionales exportaciones argentinas.La disminución del transporte marítimo y la pérdida de mercados consumidores afectaron las exportaciones del sector agrícola constituidas, en su gran mayoría, por cereales y lino. No sólo decidieron las cantidades exportadas, sino que también cayeron los precios.

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La respuesta del sector agrícola fue una caída sensible del área sembrada. En el caso del maíz, las áreas de cultivos disminuyeron entre 1939 y 45 en más de 2 millones de hectáreas.Consecuentemente, la producción agrícola experimentó un fuerte descenso. En el caso del maíz, la caída fue sustancial: de una producción que excedía, en 1940, a los 10 millones de toneladas se llegó a una producción inferior a los 3 millones de toneladas en 1945. Por su parte, la producción triguera pasó de 6, 6 millones de toneladas a 4 millones, mientras la producción de lino se redujo a la mitad.Dentro de un marco general de limitaciones operativas, se expandieron las exportaciones al Brasil, especialmente luego del convenio de 1942, por el cual la Argentina importaba manufacturas para compensar su balance comercial con ese país. Las ventas de trigo a la nación vecina pasaron del 21% en 1939 al 46% en 1942.Las restricciones a las importaciones y la creciente demanda de la industria local estimularon otro tipo de cultivos. En reemplazo de los aceites vegetales comestibles importados -como el de oliva-, se desarrolló el cultivo del girasol, cuya área sembrada se triplicó entre la preguerra y 1914 -45Otra de las dificultades ocasionadas por la II. G. M fue el anormal aprovisionamiento de combustibles y el consecuente déficit energético. El Estado tuvo que apelar a todas las reservas disponibles de combustibles líquidos y sólidos para superar estas limitaciones.

Los efectos de la guerra sobre el sector industrialLa política desarrollada por los gobiernos argentinos entre 1939 y 45 favoreció más a la industria que a la agricultura y al comercio.Se dictaron leyes de promoción industrial a nivel municipal y provincial, y se crearon la Flota Mercante del Estado, con la confiscación de barcos de países beligerantes que se hallaban en puertos argentinos al comienzo de la guerra, y Fabricaciones militares, dando, en este último caso, un impulso a la industria militar. Culminando este proceso, se creó en 1944, el Banco de Crédito Industrial.No obstante, la industria sufrió los efectos de la guerra. La escasez de combustibles tuvo, por ejemplo, serias repercusiones. La caída en las importaciones de este tipo de bienes fue muy importante: de cerca de 5 millones de toneladas importadas en 1935 se pasó a menos de la quinta parte en 1944. Para cubrir el déficit energético resultante se quemaron cereales y residuos vegetales y se obtuvo leña y carbón de leña mediante la destrucción de parte de las reservas forestales.En el caso de las maquinarias y equipos fue dramático. La industrialización el periodo bélico se realizó mediante la utilización al máximo de equipos ya obsoletos, lo que suponía bajos niveles de productividad y una fuerte descapitalización, por el costo de renovación de maquinarias y equipos industriales, estimada en 873 millones. La suma de ambas cifras, costos de

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reposición y renovación, superaba los 4.000 millones de pesos y resultaba muy significativa, teniendo en cuenta que las disponibilidades de oro y divisas en el exterior alcanzada en diciembre de 1945 llegaba a los 5.700 millones de pesos.A esto hay que agregar las sanciones aplicadas por los Estados Unidos para castigar la política de neutralidad seguida por el país: prohibición de vender a la Argentina ciertos productos estratégicos, bloqueo de depósitos argentinos en bancos norteamericanos, restricciones para la operatoria de ciertas empresas.No obstante, y debido a la sustitución de importaciones, la producción industrial creció en mayor medida que el PBI durante el periodo bélico: mientas que el PBI industrial se incrementaba a una tasa de 4,6% anual, el PBI total lo hacía a un ritmo del 3,6%Se evidencia un fuerte crecimiento de los textiles, que representaba un 15,7% de la estructura industrial en ese periodo, y de los productos químicos, que constituían el 9,1% de dicha estructura. También se aprecia un incremento de alimentos, cueros, papel y cartón, metales y vehículos y maquinarias.Por otra parte, debido a la escasez de bienes manufacturados en esos otros países la argentina se transformó en exportador de esos productos, especialmente a vecinos latinoamericanos con dificultades de abastecimiento. La exportación de artículos con algún grado de elaboración representaba en 1940 el 39,3% del total de exportaciones, mientras que en 1944 esa proporción se había elevado al 683, 4%, lo que representaba más del 20% de la producción total del sector. Pero como era previsible, las exportaciones industriales iban a caer radicalmente después de la guerra: por un lado, porque, también, se produjo un importante proceso de sustitución de importaciones en otros países latinoamericanos y, por otro lado, porque la calidad de los productos argentinos no podía competir en la posguerra con la de las potencias industrializadas, sobre todo con los Estados Unidos.Un aspecto importante en el proceso de industrialización en esos años fue el impulso dado por las industrias militares, desde 1927, con la creación de la Fábrica Militar de Aviones en Córdoba, se habían ido estableciendo una serie de industrias vinculadas a las Fuerzas Armadas. En octubre de 1941, comienza su actividad la Dirección General de Fabricaciones Militares, bajo la dirección del coronel Manuel N. Savio. Sus objetivos eran obtener una mayor independencia del abastecimiento extranjero, la producción de materiales de guerra, la regulación de la exportación y la importación de productos estratégicos y el fomento industrial, ligando la seguridad nacional al desarrollo de la industria.La combinación de todo ese conjunto de situaciones (un balance comercial favorable, que se tradujo en aumentos considerables de las tenencias de oro y divisas, incrementando los medios de pago en el mercado local; las restricciones a la importación y las iniciativas militares, que estimularon el

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desarrollo industrial y la expansión de la demanda interna) hizo que el poder de compra de los argentinos creciera “con velocidad mayor que la necesaria para estimular la actividad económica satisfactoria” y diera lugar a un intenso proceso infraccionario, aunque el nivel de vida de la población hubiere aumentado simultáneamente.

MARÍA INÉS BARBERO-MARCELO ROUGIER, La producción historiográfica respecto de la argentina del periodo 1930-1955. Temas, problemas y enfoques recientes

Nuevas interpretaciones sobre el proceso de industrialización antes y después de 1930

Desde los comienzos de los años setenta los estudios sobre los orígenes del proceso de industrialización argentina han sido escenario de una reacción contra las interpretaciones vigentes en las décadas previas. De una imagen de una industrialización obstaculizada por el predominio de la producción agropecuaria destinada a la exportación se ha ido girando a una visión mucho más matizada en la que de la idea de la contraposición entre sector agrario y sector industrial se ha pasado a la de la posible complementación entre ambos sectores.Este giro no ha sido ni exclusivo de la argentina ni aceptado en forma unánime por los estudiosos de la historia de la industria. La revisión de las interpretaciones que enfatizaban el efecto benéfico de la depresión de los años 30 sobre el desarrollo de una industria sustitutiva ha sido común a las historiografías hispanoamericanas. Por una parte se ha revalorizado el crecimiento industrial previo a 1930, y por otra parte se ha puesto en duda el axioma de que el desarrollo de la industria haya sido inversamente proporcional a la apertura de las economías.Ello ha llevado a repensar la imagen de 1930 como un momento de ruptura y a enfatizar las continuidades entre el “modelo agro exportador” y el “modelo de sustitución de importaciones”.Hoy existe un amplio consenso acerca de la no-contraposición entre intereses agrarios e industriales en la etapa de crecimiento hacia fuera. Se discute sobre el efecto que ello tuvo sobre la industrialización y sobre el desarrollo económico de la argentina.Mientras que una visión “optimista” enfatiza los logros del crecimiento industrial previo a 1930, una interpretación “pesimista” encuentra en él las raíces de los límites de nuestro desarrollo industrial, que atribuye a las características del sector empresario.Lo que aparece por otra parte como tema recurrente es lo que Juan Carlos Korol denomina “la obsesión por la industrializaron trunca”. Como punto de partida de los estudios sobre el proceso de industrialización en la Argentina, la publicación de las obras del Ing. Adolfo Dorfman, “La Evolución industrial Argentina” y la “Historia de la industria argentina” (editadas en 1940), constituyeron la primera aproximación sistemática al

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tema. Reeditadas en 1970 con el titulo de “Historia de la industria argentina”, fueron hasta hace poco tiempo, la única obra de síntesis disponible. La profundidad del trabajo de Dorfman inauguró la “interpretación clásica” u “ortodoxa” del proceso de industrialización en la argentina.Desde este punto de vista de Dorfman, se entiende que el hecho que la Argentina comenzara a industrializarse a la par de su inserción en mercado mundial como país exportador de productos agropecuarios significaba un obstáculo para alcanzar un desarrollo industrial plenamente satisfactorio. Para Dorfman el carácter predominantemente agropecuario de la economía argentina no sólo atentaba contra las posibilidades de que se convirtiera en un país industrial, sino que creaba serias dificultades para el desarrollo de la actividad manufacturera. En primer lugar, porque la supervivencia de rémoras latifundistas en el campo, elevaban una valla infranqueable para el desarrollo fabril manufacturero nacional. Al restringir la capacidad adquisitiva de la gran mayoría de los habitantes rurales. En segundo término, porque los industriales argentinos, social y políticamente en minoría, carecen de la fuerza suficiente para imponer al sector gobernante un punto de vista que responda a sus propias necesidades. Un tercer obstáculo era la falta de una acción estatal adecuada que protegiera a la industria naciente, sobre todo a través de la elevación de los aranceles a la importación, pero también por medio del crédito y de la política impositiva. Todos estos factores se ligaban a la preeminencia del modelo agroexportador hasta la década de 1930 y en general a los momentos en que la economía argentina había estado más abierta. Señalaba que en aquellos periodos en que el intercambio se había visto limitado, como a lo largo de la Primera Guerra Mundial, la industria se había visto favorecida por la reducción de las importaciones y la consecuente posibilidad de acceder a una cuota mayor de mercado interno.En “Cincuenta años de la industrialización argentina 1930-1980” (publicado en 1983), Dorfman ofreció una reseña sobre el desarrollo manufacturero hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. Retornó a la idea de que el principal elemento dinamizador de la industria local fue la protección forzosa generada por aquellas coyunturas que dificultaron el comercio exterior, generando una industria sustitutiva: las dos guerras mundiales y la crisis de los años 30. Considera al periodo que se extiende hasta fines de los años 20 como preindustrial o de incipiente industrialización, y ubica al inicio de la sustitución de importaciones en la etapa sucesiva.Un elemento común que caracteriza a las obras publicadas en los años sesenta es la visión del crecimiento industrial en el periodo 1880-1930 como limitado e insatisfactorio. Más allá de los matices, los diversos autores enfatizan los obstáculos que debió enfrentar la industria en la etapa de especialización en la producción agropecuaria destinada a la

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exportación. Ello puede observarse tanto en las obras de síntesis sobre el desarrollo económico argentino en el largo plazo como en una serie de trabajos que alcanzan aspectos sectoriales de dicho proceso. Esto se refiere a los dos trabajos de síntesis “La economía argentina” de Aldo Ferrer (1963) y “Las etapas del desarrollo económico argentino” de Guido Di Tella y Manuel Zymelman (1ª edición 1967) que permiten observar respectivamente las perspectiva del estructuralismo cepalino y la de la teoría del desarrollo.La obra de Ferrer establece una serie de etapas en la evolución económica argentina desde el S. XVI en adelante. Para la época 1930-1955 contrapone el periodo de “economía primaria exportadora” (1860-1930) al de “economía industrial no integrada” a partir de 1930. En su análisis es fuertemente crítico hacia la inserción de la Argentina en el mercado mundial desde mediados del S. XIX, ya que si bien ve a la etapa 1860-1930 como la de modernización económica del país, enfatiza los aspectos negativos de dicha inserción, entre los que incluye la vulnerabilidad exterior de la economía basada en la exportación de bienes primarios, con un alto nivel de endeudamiento externo, y la desigual distribución del ingreso, cuya principal causa atribuye a la concentración de la propiedad de la tierra.Para Ferrer, el crecimiento económico del periodo 1860-1930 tuvo un carácter endeble y dependiente. Considera que durante esta etapa el desarrollo industrial se vio limitado por la composición de las importaciones y la ausencia total de una política de fomento de la actividad manufacturera, que se vio reducida a las industrias de menor densidad de capital y complejidad técnica. Sostiene que la desigualdad en la distribución del ingreso gravitó en el aumento de las importaciones de bienes de consumo e inversión suntuaria y desestimuló el desarrollo de actividades orientadas al mercado interno.En este marco, la crisis de 1930 aparece como el punto final de la inflexión en el que se inaugura la etapa de “economía industrial no integrada”, en la cual el sector manufacturero ocupa un papel clave en cuanto al empleo de mano de obra y al carácter dinámico de su comportamiento. Para Ferrer fueron las nuevas condiciones de la economía mundial las que impulsaron el proceso de industrialización al limitar las posibilidades de crecimiento dentro del modelo agroexportador. Bajo el estímulo de la caída de la capacidad de importar, del encarecimiento de las importaciones, del crecimiento y diversificación de la demanda interna y de las innovaciones técnicas, la industria experimentó un sostenido desarrollo desde 1930 hasta fines de la década de 1940. La “visión clásica” comenzó a cuestionarse desde principios de la década de 1970, en parte por la disponibilidad de evidencia empírica que relativizaba sus afirmaciones, y en parte por el efecto de un cambio de perspectiva que implicó analizar el proceso de industrialización desde nuevos marcos conceptuales.

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La visión “revisionista” discutió el presupuesto de que el crecimiento de sector industrial se haya visto penalizado durante la etapa de expansión agropecuaria en el marco de una economía abierta, enfatizando en cambio que el proceso de modernización de la economía y de la sociedad que tuvo lugar entre 1860 y 1930 creó las condiciones favorables para el desarrollo de la industria.Desde este punto de vista se enumera diversos factores que habían contribuido al crecimiento industrial, entre los que se destacan, el marco institucional (con una legislación que garantizaba la propiedad privada y fomentaba la inversión extranjera), el proceso de eslabonamientos hacia atrás y hacia delante generado por la expansión agropecuaria y la política arancelaria que garantizó un nivel bastante elevado de protección. Por otra parte se ofrece una nueva visión de los actores sociales y sus intereses, señalando la falta de contraposición entre empresarios agrarios e industriales. Las principales contribuciones que dieron origen a la visión revisionista han sido de historiadores y economista nucleados en el Instituto Di Tella, entre los que se destacan Roberto Cortes Conde, Ezequiel Gallo y Javier Villanueva. También debe incluirse la obra de Carlos Díaz, cuyos “Ensayos sobre la Historia Argentina”, (1970) ofrecieron una relectura de nuestro pasado fuertemente contrastante con las de los años 70. A diferencia de los trabajos de los sesentas confían más en el mercado como mecanismo de asignación de factores que en la acción del Estado. Coinciden en señalar que el periodo de mayor crecimiento de la economía argentina coincidió con el de mayor intervención estatal, y en este marco resaltan el desarrollo industrial previo a 1930.El primer trabajo que discutió la visión ortodoxa fue el de Ezequiel Gallo, Agrarian expansion and industrial development in Argentina, publicado originalmente como Documento de Trabajo del Instituto Di Tella en 1970. Su hipótesis es que la expansión de la etapa agroexportadora habría beneficiado no sólo al sector primario sino a la economía en su conjunto, y que no habría existido una relación conflictiva entre sector agrario y sector industrial. Desde la perspectiva de la teoría del bien primario exportable, analiza en qué medida el crecimiento de la producción agropecuaria puede, a través de los eslabonamientos, propasarse hacia otras ramas de la actividad económica, y cómo este proceso no fue característico sólo de la Argentina, sino también de otros países. En su trabajo Gallo, discute las interpretaciones “sociológicas” que hacían hincapié ya sea en la hostilidad de los terratenientes hacía el desarrollo industrial o en la debilidad de los empresarios industriales para convertirse en un factor de presión exitoso.En 1972, en su artículo “El origen de la industrialización argentina”, Javier Villanueva, opone lo que considera una versión “olímpica” acerca de la industrialización argentina -la que veía a 1939 como un momento de ruptura- a una nueva interpretación mucho más gradualista del desarrollo industrial. La principal contribución de Villanueva era la de insistir sobre la

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importancia del proceso de industrialización antes de la crisis de 1929 y de la depresión de los años 30, al que veía como una condición para el desarrollo industrial de las décadas sucesivas. Para fundamentar su afirmación acerca del crecimiento industrial anterior a 1930 ofrece abundante evidencia empírica, utilizando las estadísticas de la CEPAL, los datos sobre año de fundación de los establecimientos industriales del Censo Industrial de 1935, e información sobre la inversión directa extranjera. Señala que después de 1930 la tasa de crecimiento industrial no fue mayor que en la etapa previa, sino que hubo cambios en la composición del sector manufacturero, con el retroceso de la industria alimenticia y el avance de los textiles y la metalurgiaEl impacto de la visión revisionista fue muy significativo en la medida en que la mayor parte de los estudiosos coinciden en que el crecimiento industrial de la Argentina fue un proceso gradual que se inició ya a fines del S. XIX. Más allá del consenso acerca de los orígenes de la industrialización en la Argentina, las conclusiones que se derivan de la constatación de la importancia del desarrollo industrial previo a 1930 son fuertemente divergentes.Para los historiadores y economistas de orientación neoclásica o institucionalista, el hecho de que la industria haya comenzado a crecer a la par de la expansión agropecuaria es considerado como un indicador más de las ventajas que implicó para la Argentina el insertarse en el mercado internacional como país exportador de bienes primarios. La clave para explicar los problemas del presente la encuentran no en la etapa de crecimiento hacia fuera, sino en el periodo siguiente, con una visión fuertemente crítica del modelo de sustitución de importaciones.Ello es muy evidente en los “Ensayos sobre la historia económica argentina” de Carlos Díaz, que contienen una evaluación muy negativa de todo el periodo 1943-55 y lo que el autor considera las “respuestas tardías a la Gran Depresión”. Sostiene que las políticas adoptadas entre 1930 y 1942, generadas por un equipo de técnicos competentes, permitieron crecer a una tasa razonable a pesar de las desfavorables condiciones externas, favoreciendo la industrialización sin que ello implicara descuidar las exportaciones ni excluir por completo la competencia extranjera. En contraste, se muestra muy crítico hacia las políticas implementadas por los gobiernos posteriores a 1943, sobre todo por el peronismo, al que responsabiliza de no haber aprovechado las condiciones favorables que ofrecía el mercado mundial después de la guerra, reprueba en particular el énfasis puesto en la sustitución de importaciones y en un modelo de economía cerrada, con políticas adversas al comercio exterior y la inversión extranjera, al que hace responsable de las bajas tasas de crecimiento del PBI y del estrangulamiento de divisas. También censura el énfasis puesto por el peronismo en la redistribución del ingreso y el aumento del consumo popular, a expensas de la formación de capital y de

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la capacidad de transformación de la economía, así como la creciente regulación de la economía por parte del Estado.En una línea similar, Roberto Cortes Conde destaca que mientras que en las primeras décadas de el siglo XX la industria se desarrolló en aquellos rubros en los que el país contaba con ventajas comparativas, el desarrollo industrial posterior a los años treinta, orientado al mercado interno, generó una industria dependiente de importaciones, que sólo pudo sostenerse con altos niveles de protección. Para Cortes Conde ya para mediados de la década del 30 estaban planteados los principales problemas del desarrollo industrial argentino, y atribuye al modelo sustitutivo la responsabilidad de las frustraciones futuras. Considera que las “políticas elaboradas después de la II Guerra Mundial para aislar a la Argentina de los shocks externos desfavorables produjeron extorsiones enormes en la economía que se tradujeron en el pobre comportamiento observado en la segunda mitad del siglo.A esta visión crítica del modelo sustitutivo se puede contraponer al de los autores que aun reconociendo la importancia del crecimiento industrial previo a 1930 rescatan las políticas de industrialización argentina. Para Jorge Federico Sábato y Jorge Schvarzer dicha clave se encuentra en las características de los empresarios, a los que atribuyen un comportamiento especulativo que se había originado en el periodo anterior a 1930.Lo que aparece como paradójico es que mientras para Gallo la no contraposición de interés entre empresarios agrarios e industriales habría resultado un factor positivo para el desarrollo industrial, para Sábato y Schvarzer constituyó un elemento negativo, en la medida en que habría condicionado a los empresarios hacía actitudes de corte especulativo.En la Argentina el tema del papel de los empresarios en los procesos de desarrollo ocupó un lugar muy destacado en las investigaciones y discusiones desde los años 60, en los que el estudio del factor empresarial apareció muy ligado a las teorías de la modernización y del desarrollo. A partir de la hipótesis de que la existencia de empresarios innovadores era una condición necesaria para garantizar un desarrollo industrial sostenido, distintos estudios comenzaron a enfocar el problema desde una perspectiva histórica.En los trabajos publicados en los 60 aparece como un constante la idea de que la Argentina no habría contado, en los inicios de su industrialización, con un empresariado capaz de liderar eficazmente un proceso de desarrollo sostenido. Aquí se encuentra dos líneas de interpretación diversas: mientras que una de ellas ve a los empresarios industriales como un grupo relativamente débil, incapaz de conformar una elite alternativa, la otra atribuye esta capacidad no a su debilidad sino a su identificación con los intereses de los terratenientes agroexportadores.La tesis de Sábato se centra en la afirmación de que la clase dominante argentina en el periodo de la expansión agropecuaria no estaba constituida por una burguesía terrateniente que se beneficiaba con la

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renta diferencial de la tierra pampeana, sino por una clase dominante que ejercía diversas actividades económicas: explotación agropecuaria, actividades comerciales y actividades financieras. Presenta a los empresarios agropecuarios pampeanos como empresarios capitalistas que buscan la maximación del beneficio mediante la diversificación de inversiones en distintas actividades económicas.Javier Schvarzer atribuye los mismos rasgos especulativos a los empresarios nacionales y extranjeros, pero señala también que el Estado no cumplió, hasta los 60, el papel impulsor del desarrollo industrial.Con la depresión de 1937-38 y el estallido de la guerra se profundizó el viejo debate en torno a la estrategia de crecimiento del sector industrial y aumentaron las presiones de industriales y militares sobre el Estado. Se temía que a la salida de la guerra, muchas de las empresas y ramas que habían crecido bajo su amparo sufrieran una crisis. Es por ello que el Plan de Reactivación Nacional propuesto en 1940 por el ministro de economía Federico Pinedo, aun cuando mantenía el sistema de control de cambios vigentes, concedía al Estado una nueva serie de funciones e incorporaba tres mecanismos: la compra de los excedentes de cosechas invendibles; la construcción de viviendas populares y el financiamiento de algunas actividades industriales. Este programa conocido como “Plan Pinedo” tiene según el autor, el significado especial de ser el primer documento del Estado en el que se considera la posibilidad de modificar parcialmente la estrategia de desarrollo con la economía abierta (al incentivar las exportaciones industriales), fomentar las relaciones comerciales con los Estados Unidos y crear un mercado de capitales para el financiamiento industrial.El plan no fue aprobado. Sin embargo, la tendencia hacía la ejecución de un nuevo papel de la esfera estatal en todos los ámbitos preocupados cobró cada vez mayor importancia. Así los manifestaron algunos militares preocupados por la industria: el Estado debía proteger selectivamente los sectores vinculados al desarrollo nacional (siderúrgico, metalúrgico, químico) necesarios para atender los requerimientos estratégicos.El cumplimiento de estas tareas exigiría una nueva forma de administración estatal y la ampliación del conjunto de instituciones e instrumentos de control, regulación y promoción. Es decir que, independientemente del “fracaso político” del plan, su debate originó un consenso enorme sobre la estrategia industrial y del rol que en ella debería asumir el Estado. Schvarzer señala que el Plan Pinedo no era ni un proyecto industrialista ni Keynesiano, sino sólo una propuesta coyuntural para superar la emergencia que vivía el país al iniciarse la II Guerra Mundial. Por su parte, Jorge Villaruel infiere que la estrategia pinedista no sólo apuntaba al desarrollo de las exportaciones industriales sino que también consideraba las potencialidades del mercado interno.

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Otro punto en discusión se sitúa en torno a las posiciones de la UIA frente a las posibles “estrategias” del desarrollo del sector. La nueva etapa de industrialización sustitutiva y el incremento productivo desde mediados de la década del 30 tuvo un gran impacto en la composición y características del sector industrial, tanto en lo que se refiere a diversificación de actividades como en el número, rol e intereses de los empresarios fabriles. El incremento de la agremiación empresaria debe entenderse entonces no sólo como una medida frente al poder de los sindicatos sino también frente al Estado para satisfacer demandas más estructurales.Según Lach, a lo largo de la década del 30, la UIA llevó a cabo una política institucional “universalista” con el fin de promover todas las ramas industriales existentes. Schvarzer sugiere que aún a comienzos de la década del 40, la UIA seguía dirigida por grupos tradicionales ampliamente diversificados y cuyos intereses no siempre eran industriales, todos ellos tenían en gran medida, paralelamente, inversiones financieras, comerciales y agropecuarias. Para Aníbal Jáuregui, el crecimiento de la inversión y de la participación del sector industrial en la economía nacional iniciada en la década del 20 provocó hacia los años 30 un cambio paulatino del discurso de los industriales.Aquello que antes había sido el reclamo esporádico de apoyo aduanero para algunas o todas las actividades industriales devino en una apuesta por una mayor autarquía económica; la consigna era bastarse a sí mismo en todos los consumos que le sea posible para depender en lo mínimo del extranjero. Además, el grado de concentración manufacturera era aconsejable y a ello contribuía cada vez, a la presencia del capital extranjero asociado al capital financiero local. Por consiguiente, la entidad industrial no sólo representaba al capital industrial sino también al gran capital. Para la UIA la industria no era un objetivo a lograr, sino una realidad a defender, un dato y no un proyecto de futuro. En el espectro de actitudes posibles, sus posiciones se acercaban más al polo conservador que a cualquier gradualismo reformista, y nunca plantearon cambios estructurales.En los años 40, la expansión del crecimiento industrial sustitutivo y las perspectivas de la guerra llevaron a la entidad manufacturera a definir más claramente sus posiciones. Al mismo tiempo la entidad participó en mayor medida de las políticas de los gobiernos.La UIA fue articulando un programa de acción con mayor centralidad en el sector industrial cuyo principal escollo para la expansión era la escasez de inversión interna (producto de una mala política financiera e impositiva, de la legislación obrera y del consumo improductivo del sector rural).

EL PROCESO DE INDUSTRIALIZACIÓN POR SUSTITUCION DE IMPORTACIONES DURANTE LA DÉCADA DEL 30

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Las actividades industriales durante el periodo radicalAl iniciarse la Primera Guerra Mundial, las actividades industriales del país no habían alcanzado aun un desarrollo significativo, conservaban el carácter primario, ligadas fundamentalmente a la producción agropecuaria, con un alto predominio de las industrias extractivas. Aun las manufacturas estaban estrechamente vinculadas a dicha producción, siendo los rubros que más se destacaban los correspondientes a las industrias alimenticias y textiles.En crecimiento democrático se había constituido un amplio mercado interno y sin embargo, fueron las importaciones las que se habían cuadruplicado entre 1890 y 1913.Los grupos de poder, vinculados a la industria agropecuaria, controlaron desde un primer momento la política aduanera, y ésta no se caracterizó precisamente por su carácter proteccionista. Además se agregan otros factores que imposibilitaron la expansión de la industria local, un sistema bancario orientado hacia la especulación con la tierra, la producción ganadera y las importaciones, conjuntamente con una red ferroviaria que tendía a fomentar la entrada de productos extranjeros.La guerra vino a llenar el vacío de una legislación proteccionista, poniendo de manifiesto la deformación de la estructura productiva y la estrecha dependencia del capitalismo europeo. Al mismo tiempo que se posibilitaba un incremento de la capacidad productiva de las industrias europeas ya existentes y el surgimiento de algunas nuevas, se hacia evidente la necesidad de transformar aquella estructura dependiente.La industria contó durante el periodo de la guerra con una mano de obra disponible, debido al traslado de numerosos trabajadores rurales afectados por la disminución de los trabajos agrícolas. Sin embargo, su posibilidad de expansión se vio limitada por los mismos efectos de la guerra, al imponer ésta una valla infranqueable a las importaciones de las maquinarias necesarias para la renovación de los equipos productivos o para el establecimiento de nuevas unidades, al mismo tiempo que disminuía el combustible y las materias primas que no podían ser compensados por la producción local. Es por ello que se incrementaron las producciones existentes, más que se surgieron nuevas industrias.La transformación más importante se operó en las industrias primarias como la textil o la aceitera, que llegaron a exportar sus productos a las naciones en guerra.El gobierno radical intentó una política de fomento y aun de protección de estas industrias de emergencia. Esta política, conjuntamente con las iniciativas de creación de la flota mercante, de descentralización de la red ferroviaria y de fomento de las exportaciones petroleras, constituyeron los esfuerzos más serios de Yrigoyen por diversificar la estructura productiva del país. Pero dicha política distaba mucho de cuestionar el predominio agropecuario y los privilegios de la oligarquía terrateniente. Se trataba de conciliar los distintos intereses económicos regionales y los de la

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producción agropecuaria con una industria transformadora de materias primas nacionales, haciéndola complementaria de aquellas.El entronque entre los sectores terratenientes fue desde el origen de las actividades industriales muy acentuado. La estrecha vinculación entre estos sectores tuvo su correlato social. La política proteccionista reclamada por los mismos industriales no implicó nacionalismo económico, que los podría haber llevado a un enfrentamiento con el capitalismo británico. Conciliando intereses económicos como terratenientes, industriales ya asociados a este capitalismo, postularon un proteccionismo para los productos que se fabricaban en el país, a la vez que una política preferencial, en beneficio de las importaciones británicas que no competirán con la producción nacional.No había pues una burguesía industrial autónoma y agresiva que se opusiera abiertamente a los intereses de las clases terratenientes y que bregara por una transformación significativa de la estructura económica del país en desmedro del carácter hegemónico de la producción agropecuaria.Fue en materia de explotación petrolera y de electricidad donde la política del gobierno radical se manifestó decididamente orientada hacia el fomento industrial. El impulso que otorgó Yrigoyen a la explotación fiscal del petróleo, tendía a lograr un mayor desarrollo de la industria nacional, descartando la idea de acelerar la extracción para llegar a exportarla. Estas medidas estuvieron orientadas a poner en servicio de la industria local una fuente de energía propia, rompiendo su dependencia de las cuotas de importación del carbón británico.Diversas medidas parciales fueron adoptadas por la administración radical en beneficio de las industrias, aunque no llegaron a concretarse en una ley orgánica de fomento industrial.La dirección de comercio e industria lanzó durante el año 1918 una campaña publicitaria fomentando el consumo de industria local.La designación del ingeniero Demarchi, un industrial y decidido proteccionista como ministro de agricultura parece estar ligada a la política yrigoyenista de fomento industrial.El nuevo ministro denunció los factores que debilitaban nuestra producción, entre ellos la carencia de combustibles y las dificultades de transporte. A dos meses de iniciar su periodo presidencial, Yrigoyen solicitó al Congreso autorización para emitir un empréstito destinado a intensificar las explotaciones de los yacimientos de Comodoro Rivadavia. El Senado no consideró la petición.Las dificultades de abastecimiento de maquinarias, impuestas por la guerra y la falta de apoyo financiero a las iniciativas de Yrigoyen, por la obstrucción del Congreso, impidieron una expansión considerable de la explotación fiscal durante su primer gobierno.En la totalidad de los mensajes presidenciales, Yrigoyen planteó la

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necesidad de intensificar la explotación fiscal y el principio de nacionalización de los yacimientos. El principio de monopolio estatal de la producción todavía no había sido incorporado a la teoría yrigoyenista.En septiembre de 1919, el poder ejecutivo presentó ante el Congreso un proyecto de ley, que fijaba como objetivo de la explotación petrolera el abastecimiento de las necesidades de consumo del país, ya que estaba destinada a impedir la posible acción de los grandes monopolios.Como este proyecto no fue sancionado, el cual a pesar de sus grandes limitaciones reemplazaba el absoluto liberalismo sostenido por el código de minería, las empresas privadas alcanzaron gran expansión.Con la finalización de la guerra se reinició la ofensiva de las potencias capitalistas para recuperar los mercados que temporalmente habían quedado fuera de su influencia. A la nueva expansión de la industria europea se agregó el capital yanqui, que desde la década del 20 se lanzó a una lucha competitiva tendiente a desalojar a las importaciones británicas del lugar hegemónico que ocupaba en el comercio exterior de los países americanos.Las importaciones retornaron en la Argentina al ritmo de la preguerra, provocando una disminución de la producción industrial. Ante los reclamos de los sectores industriales se fueron adaptando diversas medidas que, a partir de 1921 constituyeron un movimiento proteccionista irregular, inorgánico pero que permitió, de todas maneras, atenuar en parte la ofensiva de las importaciones.El gobierno de Alvear continuó, en un primer momento, la línea iniciada por la administración anterior. Sin embargo esta política fue luego abandonada, ocasionando a la industria un prolongado estancamientoA partir de 1923 la declinación de las actividades industriales se hizo muy visible. Las industrias que más se vieron perjudicadas fueron precisamente, las que utilizaban materias primas nacionales, tales como las alimenticias, canteras, minas, etc. que redujeron su producción o bien disminuyeron su ritmo de crecimiento.Paralelamente, la inversión de capitales extranjeros, fundamentalmente norteamericanos, provocó la expansión de algunas ramas como el petróleo o los productos químicos, durante la década de 1920. Fue entonces cuando importantes empresas, controladas hasta entonces por capitales ingleses pasaron a manos norteamericanas.El comercio exterior siguió una tendencia similar a la experimentada en el campo de las inversiones, las importaciones norteamericanas lograron superar a las británicas. La balanza comercial con los Estados Unidos dejó constantemente un saldo negativo para el país debido al pequeño volumen de las exportaciones argentinas, de difícil colocación en el mercado norteamericano tanto por ser competitivas a su producción como por los altos derechos que gravaban su introducción.Esta creciente tendencia proteccionista del capitalismo monopolista levantó altas barreras aduaneras a las exportaciones argentinas, no sólo

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en Estados Unidos, sino también en la mayoría de los países europeos con excepción de Inglaterra. La Sociedad Rural entonces lanzó una campaña en 1926 tendiente a acentuar la dependencia económica exterior de Gran Bretaña. Esta política implicaba el ahogo de las industrias, posibilitando únicamente el desarrollo de aquellas que no compitieran con las importaciones inglesas.En vez de buscar nuevos mercados para nuestras exportaciones ganaderas de la oligarquía vacuna prefería rendirse a los pies del imperialismo británico.En 1928 la presión de los criadores ingleses y de los productores de los dominios, tendiente a lograr una protección frente a las exportaciones argentinas, se concretó en una campaña contra las mismas, ocultadas tras el velo de la aftosa.La presión de los sectores ganaderos se extendió nuevamente al Congreso. Por su parte, la Unión Industrial, se opuso a esa política, sosteniendo que el país debía autoabastecerse.La respuesta del gobierno radical, en manos del yrigoyenismo a los reclamos de los sectores ganaderos, de cuyos intereses se sintió generalmente intérprete, fue la firma del convenio financiero con la misión británica tendiente a facilitar el intercambio comercial recíproco entre sus respectivos países.El convenio celebrado con Gran Bretaña y los fundamentos dados por Yrigoyen ponen de manifiesto la vinculación de sectores del radicalismo con los intereses ganaderos. Si bien esta medida estuvo ligada al de desarrollo de los ferrocarriles estatales y constituyó un intento de dar salida a la producción agropecuaria, afectada por la contracción del mercado internacional, en líneas generales coincidía con los postulados de la oligarquía ganadera, en tanto la misma no fue acompañada por una política económica exterior tendiente a romper la dependencia de las exportaciones agropecuarias respecto del mercado inglés.Recién, ante una nueva coyuntura favorable, provocada por la crisis de 1929-1933, la industria nacional entró en una etapa de real transformación que habría de completarse en los años de la Segunda Guerra Mundial, cuando debió remplazar nuevamente a las importaciones de los países en guerra.

Interpretaciones sobre el proceso de industrialización por sustitución de importaciones. Causas

Desde los comienzos de los años setenta los estudios sobre los orígenes del proceso de industrialización argentina han sido escenario de una reacción contra las interpretaciones vigentes en las décadas previas. De una imagen de una industrialización obstaculizada por el predominio de la producción agropecuaria destinada a la exportación se ha ido girando a una visión mucho más matizada en la que de la idea de la contraposición entre sector agrario y sector industrial se ha pasado a la de la posible

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complementación entre ambos sectores. Ello ha llevado a repensar la imagen de 1930 como un momento de ruptura y a enfatizar las continuidades entre el “modelo agro exportador” y el “modelo de sustitución de importaciones”.Como punto de partida de los estudios sobre el proceso de industrialización en la Argentina, la publicación de las obras del Ing. Adolfo Dorfman, “La Evolución industrial Argentina” y la “Historia de la Industria Argentina” (editadas en 1940), constituyeron la primera aproximación sistemática al tema. Reeditadas en 1970 con el título de “Historia de la Industria Argentina”, fueron hasta hace poco tiempo, la única obra de síntesis disponible. La profundidad del trabajo de Dorfman inauguró la “interpretación clásica” u “ortodoxa” del proceso de industrialización en la argentina.Para Dorfman el carácter predominantemente agropecuario de la economía argentina no sólo atentaba contra las posibilidades de que se convirtiera en un país industrial, sino que creaba serias dificultades para el desarrollo de la actividad manufacturera. En primer lugar, porque la supervivencia de rémoras latifundistas en el campo, elevaban una valla infranqueable para el desarrollo fabril manufacturero nacional, al restringir la capacidad adquisitiva de la gran mayoría de los habitantes rurales. En segundo término, porque los industriales argentinos, social y políticamente en minoría, carecen de la fuerza suficiente para imponer al sector gobernante un punto de vista que responda a sus propias necesidades. Un tercer obstáculo era la falta de una acción estatal adecuada que protegiera a la industria naciente, sobre todo a través de la elevación de los aranceles a la importación, pero también por medio del crédito y de la política impositiva. Todos estos factores se ligaban a la preeminencia del modelo agroexportador hasta la década de 1930 y en general a los momentos en que la economía argentina había estado más abierta. Señalaba que en aquellos periodos en que el intercambio se había visto limitado, como a lo largo de la Primera Guerra Mundial, la industria se había visto favorecida por la reducción de las importaciones y la consecuente posibilidad de acceder a una cuota mayor de mercado interno.En “Cincuenta años de la industrialización argentina 1930-1980” (publicado en 1983), Dorfman ofreció una reseña sobre el desarrollo manufacturero hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. Retornó a la idea de que el principal elemento dinamizador de la industria local fue la protección forzosa generada por aquellas coyunturas que dificultaron el comercio exterior, generando una industria sustitutiva: las dos guerras mundiales y la crisis de los años 30. Considera al periodo que se extiende hasta fines de los años 20 como preindustrial o de incipiente industrialización, y ubica al inicio de la sustitución de importaciones en la etapa sucesiva.

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La obra de Ferrer establece una serie de etapas en la evolución económica argentina desde el S. XVI en adelante. Para la época 1930-1955 contrapone el periodo de “economía primaria exportadora” (1860-1930) al de “economía industrial no integrada” a partir de 1930. Para Ferrer fueron las nuevas condiciones de la economía mundial las que impulsaron el proceso de industrialización al limitar las posibilidades de crecimiento dentro del modelo agroexportador. Bajo el estímulo de la caída de la capacidad de importar, del encarecimiento de las importaciones, del crecimiento y diversificación de la demanda interna y de las innovaciones técnicas, la industria experimentó un sostenido desarrollo desde 1930 hasta fines de la década de 1940.La “visión clásica” comenzó a cuestionarse desde principios de la década de 1970, en parte por la disponibilidad de evidencia empírica que relativizaba sus afirmaciones, y en parte por el efecto de un cambio de perspectiva que implicó analizar el proceso de industrialización desde nuevos marcos conceptuales. La visión “revisionista” discutió el presupuesto de que el crecimiento de sector industrial se haya visto penalizado durante la etapa de expansión agropecuaria en el marco de una economía abierta, enfatizando en cambio que el proceso de modernización de la economía y de la sociedad que tuvo lugar entre 1860 y 1930 creó las condiciones favorables para el desarrollo de la industria.Desde este punto de vista se enumera diversos factores que habían contribuido al crecimiento industrial, entre los que se destacan, el marco institucional (con una legislación que garantizaba la propiedad privada y fomentaba la inversión extranjera), el proceso de eslabonamientos hacia atrás y hacia delante generado por la expansión agropecuaria y la política arancelaria que garantizó un nivel bastante elevado de protección. Por otra parte se ofrece una nueva visión de los actores sociales y sus intereses, señalando la falta de contraposición entre empresarios agrarios e industriales. Las principales contribuciones que dieron origen a la visión revisionista han sido de historiadores y economista nucleados en el Instituto Di Tella, entre los que se destacan Roberto Cortes Conde, Ezequiel Gallo y Javier Villanueva. También debe incluirse la obra de Carlos Díaz, cuyos “Ensayos sobre la Historia Argentina”, (1970) ofrecieron una relectura de nuestro pasado fuertemente contrastante con las de los años 70. El primer trabajo que discutió la visión ortodoxa fue el de Ezequiel Gallo, Agrarian expansion and industrial development in Argentina, publicado originalmente como Documento de Trabajo del Instituto Di Tella en 1970. Su hipótesis es que la expansión de la etapa agroexportadora habría beneficiado no sólo al sector primario sino a la economía en su conjunto, y que no habría existido una relación conflictiva entre sector agrario y sector industrial. Desde la perspectiva de la teoría del bien primario exportable, analiza en qué medida el crecimiento de la producción agropecuaria

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puede, a través de los eslabonamientos, propasarse hacia otras ramas de la actividad económica, y cómo este proceso no fue característico sólo de la Argentina, sino también de otros países.En síntesis los estímulos, según Rapoport, que contribuyeron a la industrialización por sustitución de importaciones en década del 30 fueron:

la necesidad de elaborar insumos provenientes del agro que antes de la crisis internacional se exportaban como materias primas y ahora encontraban difícil colocación en el mercado mundial y con la necesidad de fabricar productos que antes se compraban afuera.

La inversión de capitales transferidos del agro a la industria y de capitales extranjeros

Medidas implementadas para solucionar los problemas de la balanza comercial, fundamentalmente el aumento de los aranceles y aforos, la devaluación cambiaria y la operatoria de la oficina de control de cambios, que generaban una mayor protección frente a la competencia externa y estimulaban el ingreso de capitales desde el exterior

La evolución de los precios relativos del sector industrial también contribuía a conformar una tasa de rentabilidad atractiva, que se complementaba con una gran estabilidad del salario real y una creciente disponibilidad de mano de obra por la migración de trabajadores del campo a la ciudad.

Otro importante estímulo para algunos sectores provino de la propia actividad del Estado. Durante la década del 30 se desarrolló un intenso plan oficial de construcción de caminos, que sustentó el crecimiento del sector de la construcción y de las industrias conexas proveedoras de insumos intermedios. El efecto se fortaleció con la reducción de las importaciones de dichos insumo.

La incorporación de un importante número de trabajadores del campo que emigraron a las ciudades empujados por la retracción de las actividades agrícolas y atraídos por la apertura de nuevas fábricas.Una vez superados los efectos iniciales de la crisis, el crecimiento de los volúmenes de empleo y el avance en el proceso de urbanización contribuyeron a incrementar la demanda efectiva, aun cuando el salario real se mantuvo relativamente estable. Dadas las crecientes dificultades para importar, éste incremento de la demanda se volcó a la producción local, estimulando también desde este punto de vista el crecimiento industrial.

El crecimiento industrialEl impacto inmediato de la crisis sobre el sector había sido profundamente negativo. La caída del ingreso interno y las dificultades para la importación de insumos en, en el caso de las manufacturas de origen agropecuario como la carne congelada o refrigerada para exportar, provocaron una caída de la producción que arrastró consigo a la tasa de inversión. Recién en 1933 se inició la recuperación que redujo primero la capacidad ociosa y

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alentó, posteriormente, una nueva ola de inversiones iniciando una etapa de crecimiento sostenido en el sector durante el resto de la década.Según Villanueva, las tasas de crecimiento no superaron el ritmo alcanzado en los años 20. Hasta la década de 1930 la industria había crecido al compás del resto de la economía, pero no tuvo un papel de liderazgo. A partir de 1933, se convertirá en uno de los sectores impulsores de crecimiento económico del país. En segundo lugar, se produjo una importante transformación en la estructura de la producción, que aceleró el proceso de sustitución de importaciones que caracterizará a la industria nacional en la posguerra.Ciertas actividades relacionadas con insumos locales (especialmente los textiles) y la metalurgia liviana, lograron quebrar la tendencia descendente de los años 20 y recuperaron peso en la estructura industrial. Este núcleo incluye las actividades, que según Rapoport, se podría denominarse de “sustitución fácil de importaciones”, compuestas por bienes de consumo, que reducían el peso del déficit comercial con el exterior, contribuían a canalizar una porción de la renta agraria a través de inversiones industriales y ofrecían una salida a la producción agropecuaria que hacía posible disminuir la dependencia de las fluctuaciones de los mercados externos.La expansión de la industria textil satisfacía la creciente demanda del mercado interno, permitiendo el empleo como materia prima de lana y algodón producidos localmente y cuyos mercado internacionales se encontraban afectados por la crisis. Hacia mediados de la década se inició también la producción de hilados sintéticos, como el rayón, y de anilinas para tinturas.El conjunto de ramas vinculadas al sector automotor se convirtió también en un factor de crecimiento. Si bien la industria automotriz de la época era poco más que un taller de ensamblado de partes importadas, estimulaba el desarrollo de la producción de caucho para neumáticos, de la industria de la construcción relacionada con las carreteras y de una pléyade de pequeñas firmas familiares de producción de repuestos, actividades que ganarían intensidad en el futuro. Otro sector en aparecer es el de maquinarias y artefactos eléctricos como cables y lámparas.En general, las ramas de mayor crecimiento eran aquellas que producían bienes de consumo finales, con mayor intensidad en la utilización de mano de obra que en bienes de capital. Las maquinarias y los insumos intermedios utilizados eran, en una alta proporción, importados.Las ramas tradicionales vinculadas al modelo agroexportador, como alimentos y productos pecuarios, crecieron mucho más lentamente, perdiendo participación en el conjunto de la industria.

La evolución de la inversión industrialEntre 1933 y 35 y entre 1936 y 37 se observan dos importantes saltos ascendentes que denotan un renovado dinamismo. Las tasas de inversión

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muestran una proporción reciente de recursos destinados a la obtención de maquinarias y equipos y un descenso tanto relativo como absoluto de la inversión en construcciones e instalaciones. Estos saltos se deben tanto a la acción del Estado (como inversor) como a una importante corriente de inversiones extranjeras. A lo largo de la década, numerosas empresas del exterior, tanto norteamericanas como europeas, se radicaron en la Argentina. La mayor parte de la industria argentina era, hacia mediados de 1935, de propiedad extranjera.Sin embargo, no toda la inversión industrial se debía al ingreso de capitales extranjeros. También diversos grupos contribuyeron a sustentar la expansión industrial. Se destaca entre ellos un segmento de pequeños y medianos emprendimientos surgidos de las clases bajas y medias de origen inmigrante radicadas en el país desde fines del siglo pasado y de los nuevos inmigrantes de clase media que huían de una Europa convulsionada por el advenimiento al poder de grupos fascistas o nazis.Simultáneamente, la disminución de la rentabilidad y de la demanda en el sector agropecuario impulsó a no pocos terratenientes a volcar su renta agraria al sector industrial.Si bien los grandes establecimientos concentraban una porción mayoritaria de la inversión y de la producción (hacia 1939, 738 establecimientos, equivalentes al 1,4% del total de empresas industriales, generaban el 57,2% del valor de la producción), también se produjo una expansión de pequeñas y medianas empresas de gran incidencia en el número de establecimientos industriales.

La industria y los problemas regionalesEl proceso de industrialización va acompañado al de urbanización y la concentración de la mano de obra. El Gran Bs. As. se convirtió en el centro de localización industrial por varios motivos:

Se destacaban la existencia de un mercado numeroso, concentrado y con buen poder adquisitivo

Abundancia de mano de obra Fácil acceso desde el interior por el ferrocarril y hacia el exterior por

el puerto Presencia de una gran infraestructura

El proceso de industrialización se apoyaba en las diferencias regionales. Sin embargo, ciertas industrias del interior fueron favorecidas de un modo especial, porque su apoyo y protección significaba, durante el modelo agroexportador, obtener el favor político de algunas burguesías provinciales. El caso más importante fue el de la industria del azúcar, que contó con las ayudas de barreras arancelarias, que hicieron que su precio local fuera más alto que el de su posible importación. Además, se regulaban la producción para evitar la caída de los precios. Otras industrias locales que en su momento alcanzaron cierto grado de desarrollo con algún estímulo del Estado fueron la vinícola, la yerbatera, la tabacalera y la

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de productos oleaginosos, todas ellas basadas en materias primas nacionalesEl proceso de industrialización lejos de atenuar el desequilibrio espacial, lo amplificó todavía más.

La influencia del grupo Pinedo- Prebisch y el Plan de Reactivación Económica de 1940

El llamado “grupo Pinedo-Prebisch” adquirió protagonismo como el equipo técnico-profesional que diseñó la política económica del país en los años 30. Al hacerse cargo del Ministerio de Hacienda, Federico Pinedo contó con la colaboración de un grupo de economistas y profesionales: la figura más relevante era Raúl Prebisch y estaba integrado, entre otros, por Walter Klein, Máximo Alemann, Ernesto Malaccorto y Felipe Expelí.Consustanciados con la renovación conservadora, los tecnócratas del grupo, impulsaron el intervencionismo estatal prohijando las instituciones y organismos públicos y reforzando el aparato administrativo. Por otro lado, apuntalaron los intereses de los grandes agropecuarios e industriales ante los efectos depresivos de la crisis del 30. De esta manera, se inclinaron por mantener los tradicionales vínculos con Gran Bretaña; asimismo se orientaban hacia los Estados Unidos en la busca de un modelo para sus innovaciones en materia de política económica.Bajo la influencia intelectual de Prebisch y la conducción de Pinedo, el grupo elaboró un programa para reactivar la economía argentina, que contenía instrumentos Keynesianos orientados a fortalecer la balanza de pagos e inducir, al mismo tiempo, la expansión del ingreso y la producción nacional. Había que dirigir la atención al mercado interno y fortalecer la economía en forma compatible con las limitaciones que imponía el delicado estado del sector externo.Aunque la influencia del grupo Pinedo-Prebisch se siguió sintiendo después de la renuncia de Pinedo, en diciembre de 1935, pues Prebisch y otros componentes de su equipo continuarían en funciones, la vuelta del mismo Pinedo al ministerio de Hacienda durante el gobierno de Castillo, en septiembre de 1940, resulta interesante para comprender su posición y la de sus colaboradores por esa época. El momento era significativo porque nuevamente volvía a existir un fuerte déficit en el intercambio comercial y, sobre todo, con los EE. UU.Pinedo puso a consideración del Parlamento, en diciembre de 1940, un Plan de Reactivación Económica, conocido como “Plan Pinedo de 1940”, pero que había sido elaborado con la especial participación de Prebisch, su principal redactor. Considerado por algunos como el primer proyecto formal de industrialización de la Argentina y por otros como una especie de “New Deal” local, el plan explicitaba la necesidad de proteger y desarrollar, con ciertas limitaciones, la industria nacional y sostenía la idea de un incremento de la demanda interna como base para reactivar el aparato productivo. Para ello, planteaba una reforma financiera que

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permitiera implementar un régimen crediticio especial para el sector industrial y para la construcción de viviendas populares. Trataba así de revitalizar una economía afectada por la guerra por medio de un sector con gran efecto multiplicador, como el de la construcción, mientras apuntalaba la demanda interna para tratar de absorber los stocks de cereales que no encontraban destino externo por causa de la contienda.Por otra parte, para hacer frente al déficit del balance comercial de 1939-40, se proponía un control selectivo de las importaciones, hecho que, simultáneamente, debía ayudar a fortalecer al sector industrial. A fin de estimular las exportaciones se implementaba también un conjunto de medidas, como la generalización del régimen de draw back, incentivos cambiarios, facilidades financieras y modificaciones arancelarias, para evitar el “proteccionismo al revés”.Dado que los tradicionales mercados estaban afectados por la guerra, el plan ponía un especial énfasis en la reorientación comercial con EE. UU y Brasil. En el caso de este último, se recomendaba negociar un tratado comercial que contemplara la rebaja (y eventualmente, la eliminación) de los aranceles de importación recíprocos.Para desarrollar el intercambio con los EE. UU, que en ese momento era de nuevo el principal acreedor de la Argentina, se estimulaban de diversas formas las exportaciones hacia aquel país. En reciprocidad, se creaba un fondo de cambio para favorecer la introducción de productos norteamericanos, al mismo tiempo que se trataba de financiar una parte de esas importaciones mediante la ayuda crediticia estadounidense, que iba a servir incluso, aparentemente, para la compra de los ferrocarriles británicos en la Argentina con el apoyo de estos. La diplomacia británica no vio con buenos ojos el Plan de Pinedo.El plan económico fue aprobado en el Senado, aunque sin demasiado entusiasmo, pero no llegó a tratarse en la Cámara de Diputados por la oposición de los radicales y, finalmente le costó su puesto.La ambigüedad del plan explica por qué no fue aceptado. Por un lado, se proponían medidas tendientes a la industrialización, que eran bien vistas por los empresarios industriales representados por la UIA, pero obtenía opiniones más divididas entre los propietarios rurales. Por otro lado, se buscaba un acercamiento con los EE. UU., deseado por sectores de la industria y las finanzas e, incluso, por una fracción de los propietarios rurales poco favorecidos con el vínculo bilateral con Gran Bretaña, pero resistido por los terratenientes tradicionales.Schvarzer señala que el Plan Pinedo no era ni un proyecto industrialista ni Keynesiano, sino sólo una propuesta coyuntural para superar la emergencia que vivía el país al iniciarse la II Guerra Mundial. Por su parte, Jorge Villaruel infiere que la estrategia pinedista no sólo apuntaba al desarrollo de las exportaciones industriales sino que también consideraba las potencialidades del mercado interno.

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La renuncia del ministro Pinedo, como resultado de la no aprobación de su plan, primero, y el fallecimiento del Gral. Justo, en enero de 1943, después, significó el eclipse del grupo. Sin embargo, la tendencia hacía la ejecución de un nuevo papel de la esfera estatal en todos los ámbitos preocupados cobró cada vez mayor importancia. Así los manifestaron algunos militares preocupados por la industria: el Estado debía proteger selectivamente los sectores vinculados al desarrollo nacional (siderúrgico, metalúrgico, químico) necesarios para atender los requerimientos estratégicos.El cumplimiento de estas tareas exigiría una nueva forma de administración estatal y la ampliación del conjunto de instituciones e instrumentos de control, regulación y promoción. Es decir que, independientemente del “fracaso político” del plan, su debate originó un consenso enorme sobre la estrategia industrial y del rol que en ella debería asumir el Estado.

La posición de la UIA frente a la industrializaciónOtro punto en discusión se sitúa en torno a las posiciones de la UIA frente a las posibles “estrategias” del desarrollo del sector. La nueva etapa de industrialización sustitutiva y el incremento productivo desde mediados de la década del 30 tuvo un gran impacto en la composición y características del sector industrial, tanto en lo que se refiere a diversificación de actividades como en el número, rol e intereses de los empresarios fabriles. El incremento de la agremiación empresaria debe entenderse entonces no sólo como una medida frente al poder de los sindicatos sino también frente al Estado para satisfacer demandas más estructurales.Según Lach, a lo largo de la década del 30, la UIA llevó a cabo una política institucional “universalista” con el fin de promover todas las ramas industriales existentes. Schvarzer sugiere que aún a comienzos de la década del 40, la UIA seguía dirigida por grupos tradicionales ampliamente diversificados y cuyos intereses no siempre eran industriales, todos ellos tenían en gran medida, paralelamente, inversiones financieras, comerciales y agropecuarias. Para Aníbal Jáuregui, el crecimiento de la inversión y de la participación del sector industrial en la economía nacional iniciada en la década del 20 provocó hacia los años 30 un cambio paulatino del discurso de los industriales.Aquello que antes había sido el reclamo esporádico de apoyo aduanero para algunas o todas las actividades industriales devino en una apuesta por una mayor autarquía económica; la consigna era bastarse a sí mismo en todos los consumos que le sea posible para depender en lo mínimo del extranjero. Además, el grado de concentración manufacturera era aconsejable y a ello contribuía cada vez, a la presencia del capital extranjero asociado al capital financiero local. Por consiguiente, la entidad industrial no sólo representaba al capital industrial sino también al gran capital. Para la UIA la industria no era un objetivo a lograr, sino una realidad a defender, un

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dato y no un proyecto de futuro. En el espectro de actitudes posibles, sus posiciones se acercaban más al polo conservador que a cualquier gradualismo reformista, y nunca plantearon cambios estructurales.En los años 40, la expansión del crecimiento industrial sustitutivo y las perspectivas de la guerra llevaron a la entidad manufacturera a definir más claramente sus posiciones. Al mismo tiempo la entidad participó en mayor medida de las políticas de los gobiernos.La UIA fue articulando un programa de acción con mayor centralidad en el sector industrial cuyo principal escollo para la expansión era la escasez de inversión interna (producto de una mala política financiera e impositiva, de la legislación obrera y del consumo improductivo del sector rural).

Los límites de la industrializaciónTanto la década de 1920 como la de 1930 se caracterizaron por un intenso crecimiento industrial. Si bien los datos cuantitativos eran muy alentadores, un análisis cualitativo pone de manifiesto la fuerza limitada de la industrialización en la época. Para Rapoport, los límites de la industrialización se pueden analizar desde dos puntos de vistas:

Desde el punto de vista microeconómico: los déficit de las nuevas industrias resultaban significativos. Se puede mencionar:1. Los productos con que se iniciaba la sustitución de importaciones eran frecuentemente copias de un diseño extranjero rezagado con respecto al desarrollo tecnológico internacional vigente.2. El equipamiento físico de muchas plantas fabriles estaba compuesto por máquinas usadas, con un alto grado de obsolescencia física y tecnológica. Muchos establecimientos se construyeron sobre la base de los que habían sido talleres de reparación y mantenimiento de equipos importados y que sostuvieron en funcionamiento la maquinaria existente.3. El grado de integración vertical de los establecimientos fabriles era poco menos que total ante la falta de subcontratistas y abastecedores de insumos, partes y componentes, y abundaban los criterios extraeconómicos en la búsqueda y contratación de personal calificado y en la compra de maquinarias. 4. También se practicaba el autofinanciamiento empresario frente a la falta de un mercado de capitales medianamente organizado.Existió, sin embargo, empresarios nacionales exitosos, aunque sus empresas terminaron derrumbándose en los años 70 y 80, en parte por la coyuntura internacional y las políticas económicas adveras, pero en parte, también, por defectos en los orígenes del proceso de industrialización y del empresariado que los acompañó.Un ejemplo de empresario de la época fue Torcuato Di Tella. Inmigrante italiano, de ideología socialista, de simple empleado pasó a ser dueño de la empresa SIAM, que empezó fabricando máquinas de amasar pan y abarcó en su trayectoria desde surtidores de nafta hasta heladera y todo tipo de productos electrodomésticos. Primero actuaba como distribuidor de

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determinados productos, luego los imponía en el mercado, obtenía la licencia de fabricación y los producía. Di Tella había comenzado su actividad empresarial ante de la I. G. M., pero tuvo su mayor desarrollo a partir de los años 30, cuando se asoció a empresas norteamericanas, instaló sucursales en países vecinos y compró campos.

Desde el punto de vista macroeconómico: el proceso de industrialización se enfrentaba a dificultades mayores a pesar del considerable desarrollo que se aprecia en los años 30. El rápido crecimiento de algunas industrias como la automotriz, la metalúrgica o la química no podían ocultar, por ejemplo, su escasa participación en la producción industrial total. El sector seguía reposando sobre las ramas tradicionales, como los alimentos y los textiles, que conformaba más del 50% de la producción total.Si bien la política económica implementada desde 1933 mejoraba sustancialmente la rentabilidad de la industria, no puede pasarse por alto que su influencia no era neutral a lo largo de las cadenas productivas. Felix Weill acuñó el término de “proteccionismo al revés” para describir una estructura arancelaria que gravaba con impuestos mayores a los insumos que a los productos terminados. De esa forma, las industrias que utilizaban materias primas importadas se encontraban en desventajas a la hora de competir con las importaciones de productos similares, ya que debían hacer frente a un sobrecosto aduanero que no padecía esas importaciones. Por eso, las ramas que contribuían con la porción mayoritaria de la producción industrial eran aquellas que utilizaban una alta proporción de insumos nacionales.En palabras de Rapoport, el proyecto de industrialización no contemplaba avanzar mucho más allá; es decir, no pretendía transformar a la Argentina en una potencia industrial con alto grado de integración horizontal y vertical del aparato productivo. Por lo tanto, la estructura industrial revelaba grandes vacíos en un conjunto de ramas que, por su efecto multiplicador y por su importancia por el despliegue de otros sectores, tiene un rol clave en un desarrollo industrial autosostenido. Entre otras consecuencias, esos vacíos preanunciaban que la continuación del crecimiento industrial y su complejidad profundizarían su dependencia del exterior e impactarían en forma negativa sobre la balanza comercial debido a la importación de bienes de capital, inevitablemente, de cantidades crecientes de insumos intermedios. Por esta vía se cerraba también al desarrollo local de tecnología fomentando una creciente dependencia tecnológica y una nueva fuente de pérdidas de divisas, debido al pago de regalías y de asistencia técnica.

La segunda guerra mundial y sus repercusiones económicasLa II G. M. profundizará el proceso de desarrollo industrial por sustitución de importaciones, pero planteando problemas similares a los del primer conflicto bélico. No existían todavía industrias básicas y la dependencia

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externa en materias primas industriales y combustibles alcanzó proporciones inquietante.

Los efectos de la guerra sobre el sector industrialLa política desarrollada por los gobiernos argentinos entre 1939 y 45 favoreció más a la industria que a la agricultura y al comercio.Se dictaron leyes de promoción industrial a nivel municipal y provincial, y se crearon la Flota Mercante del Estado, con la confiscación de barcos de países beligerantes que se hallaban en puertos argentinos al comienzo de la guerra, y Fabricaciones militares, dando, en este último caso, un impulso a la industria militar. Culminando este proceso, se creó en 1944, el Banco de Crédito Industrial.No obstante, la industria sufrió los efectos de la guerra. La escasez de combustibles tuvo, por ejemplo, serias repercusiones. La caída en las importaciones de este tipo de bienes fue muy importante: de cerca de 5 millones de toneladas importadas en 1935 se pasó a menos de la quinta parte en 1944. Para cubrir el déficit energético resultante se quemaron cereales y residuos vegetales y se obtuvo leña y carbón de leña mediante la destrucción de parte de las reservas forestales.En el caso de las maquinarias y equipos fue dramático. La industrialización el periodo bélico se realizó mediante la utilización al máximo de equipos ya obsoletos, lo que suponía bajos niveles de productividad y una fuerte descapitalización, por el costo de renovación de maquinarias y equipos industriales, estimada en 873 millones. La suma de ambas cifras, costos de reposición y renovación, superaban los 4.000 millones de pesos y resultaba muy significativa, teniendo en cuenta que las disponibilidades de oro y divisas en el exterior alcanzaban en diciembre de 1945 llegaba a los 5.700 millones de pesos.A esto hay que agregar, las sanciones aplicadas por los Estados Unidos para castigar la política de neutralidad seguida por el país: prohibición de vender a la Argentina ciertos productos estratégicos, bloqueo de depósitos argentinos en bancos norteamericanos, restricciones para la operatoria de ciertas empresas.No obstante, y debido a la sustitución de importaciones, la producción industrial creció en mayor medida que el PBI durante el periodo bélico: mientas que el PBI industrial se incrementaba a una tasa de 4,6% anual, el PBI total lo hacía a un ritmo del 3,6%Se evidencia un fuerte crecimiento de los textiles, que representaba un 15,7% de la estructura industrial en ese periodo, y de los productos químicos, que constituían el 9,1% de dicha estructura. También se aprecia un incremento de alimentos, cueros, papel y cartón, metales y vehículos y maquinarias.Por otra parte, debido a la escasez de bienes manufacturados en esos otros países la argentina se transformó en exportador de esos productos, especialmente a vecinos latinoamericanos con dificultades de

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abastecimiento. La exportación de artículos con algún grado de elaboración representaba en 1940 el 39,3% del total de exportaciones, mientras que en 1944 esa proporción se había elevado al 683, 4%, lo que representaba más del 20% de la producción total del sector. Pero como era previsible, las exportaciones industriales iban a caer radicalmente después de la guerra: por un lado, porque, también, se produjo un importante proceso de sustitución de importaciones en otros países latinoamericanos y, por otro lado, porque la calidad de los productos argentinos no podía competir en la posguerra con la de las potencias industrializadas, sobre todo con los Estados Unidos.Un aspecto importante en el proceso de industrialización en esos años fue el impulso dado por las industrias militares, desde 1927, con la creación de la Fábrica Militar de Aviones en Córdoba, se habían ido estableciendo una serie de industrias vinculada a las Fuerzas Armadas. En octubre de 1941, comienza su actividad la Dirección General de Fabricaciones Militares, bajo la dirección del coronel Manuel N. Savio. Sus objetivos eran obtener una mayor independencia del abastecimiento extranjero, la producción de materiales de guerra, la regulación de la exportación y la importación de productos estratégicos y el fomento industrial, ligando la seguridad nacional al desarrollo de la industria.La combinación de todo ese conjunto de situaciones (un balance comercial favorable, que se tradujo en aumentos considerables de las tenencias de oro y divisas, incrementando los medios de pago en el mercado local; las restricciones a la importación y las iniciativas militares, que estimularon el desarrollo industrial y la expansión de la demanda interna) hizo que el poder de compra de los argentinos creciera “con velocidad mayor que la necesaria para estimular la actividad económica satisfactoria” y diera lugar a un intenso proceso infraccionario, aunque el nivel de vida de la población hubiere aumentado simultáneamente.

Bibliografía:

RAPOPORT, Mario, Historia económica, política y social en la Argentina (1880-2000). 2ª Ed. Buenos Aires, Machi, 2003. Cáp. 3

MARÍA INÉS BARBERO-MARCELO ROUGIER, La producción historiográfica respecto de la argentina del periodo 1930-1955. Temas, problemas y enfoques recientes

Romero y otros, El radicalismo.Los problemas económicos y sociales y la respuesta radical en el gobierno (1916-1930) Juan Carlos Grosso

UNIDAD III

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LA HEGEMONÍA PERONISTA 1943-1955

3.1 El golpe Militar del 4 de junio de 1943. El GOU. El gobierno militar 1943-1946. El surgimiento del peronismo y del Estado de bienestar. La Argentina y la Segunda Guerra Mundial. Su influencia en la política interna y externa

SKIDMORE, Thomas, SMITH, Peter, Historia Contemporánea de América Latina. América Latina del Siglo XX. 2ª Ed. Barcelona, Crítica, 1999

Los militares atrasan el relojEl 6 de septiembre de 1930, una coalición de mandos militares y aristócratas civiles expulsaron al presidente Irigoyen basándose en que su gobierno era ilegítimo. Luego establecieron un régimen provisional. ¿Quiénes eran estos soldados? ¿Cómo habían llegado a intervenir en lo que parecía ser un orden constitucional que funcionaba bien? La respuesta debe buscarse en parte en la historia de las fuerzas armadas. Los liberales que llegaron al poder en 1852 creyeron que un ejército profesional era indispensable para el desarrollo argentino. Querían militares bien entrenados para aplastar a los caudillos provinciales y proporcionar el orden necesario para el crecimiento económico. Las escuelas que se establecieron para el entrenamiento profesional fueron el Colegio Militar (1870) y la Escuela Naval (1872), que iban a seguir siendo los centros básicos de aprendizaje para los oficiales argentinos. El Ejército argentino buscó modelos en Europa. En 1899 el general Roca y sus colegas negociaron la visita de una misión alemana para adiestrar al estamento de oficiales en la tecnología militar moderna. La colaboración con Alemania iba a durar cuarenta años. El aumento de la profesionalización militar condujo a un cambio en las perspectivas de los cuerpos de oficiales argentinos. En 1910 ya había una modificación de criterios para el ascenso: ahora se convirtió en antigüedad y dominio de la nueva tecnología, en lugar de favoritismo político. Al mismo tiempo, hubo un cambio en el control de los ascensos: de la presidencia, a un consejo de militares formado por comandantes de división del ejército y presidido por el general de más alta graduación. Así, el ejército pudo desarrollar un nuevo sentido de su eficiencia, mientras adquiría un grado mayor de autonomía institucional. El énfasis creciente en el mérito abrió la carrera militar a aspirantes pertenecientes a la clase media. No resultaba sorprendente que entre ellos se encontraran hijos de inmigrantes, especialmente de Italia, ya que el ejército ofrecía un camino que invitaba ala escalada social. Los reclutas que lograron abrirse camino hasta la jerarquía forjaron una fuerte alianza con el ejército como institución y un celoso respeto a su independencia, honor y reputación profesional. El lado opuesto de esta lealtad era la

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sospecha profunda hacia los de fuera, en especial los políticos. Los soldados contemplaban con frecuencia a las autoridades civiles con una mezcla de desdén y aprensión. En 1930, los mandos militares llegaron a la conclusión de que el único modo de acabar con el desastre político era revisar las reglas del juego. Aunque estaban de acuerdo en este punto, discrepaban en lo demás. Una facción, encabezada por el general Agustín P. Justo, quería el retorno del sistema oligárquico de los días anteriores a la reforma de Sáenz Peña. Pensaban que sólo Irigoyen y los radicales habían abusado del sistema electoral. Sí se los alejaba de la política, el poder revertiría a los aristócratas y desaparecería el espectro de la lucha de clases. Otra facción, encabezada por el general José F. Uriburu, sugería una solución más arrasadora: el establecimiento de un Estado corporativo semifascista. Consideraban que el problema no era Irigoyen o los radicales, sino el mismo intento de ensayar la democracia en Argentina. En esencia, Uriburu y sus simpatizantes querían un orden jerárquico basado en la función social. La votación estaría en manos de los miembros más cultivados de la sociedad y el Congreso dejaría de estar en las de los políticos profesionales. Imaginaba una «democracia funcional» en la que los legisladores electos representarían intereses funcionales o «corporativos», como los de los estancieros, obreros, comerciantes e industriales. Era el modelo corporativista en boga en la Europa mediterránea. La teoría consistía en que una estructura vertical reintegraría el sistema político al sistema económico, de modo que el ámbito político volvería a reflejar la distribución del poder en el ámbito económico. Era una fórmula para detener la política orientada a las clases sociales. Aunque Uriburu dirigió el gobierno provisional en 1930, el grupo de Justo acabó ganando. Se celebraron elecciones, pero, se practicó el fraude. Una vez que Justo se convirtió en presidente en 1932, creó una coalición de partidos progubernamentales denominada la Concordancia y, en un esfuerzo por ganarse el apoyo civil, reemplazó varios militares de puestos sensibles con políticos conocidos. Esperaba formar un gobierno nacional amplio, que le otorgara la autoridad para responder a los efectos socioeconómicos de la depresión mundial. Pero resultó imposible. Una razón para su fracaso fue la expansión de una clase obrera urbana que, mediante huelgas y otras tácticas, hizo demandas repetidas al gobierno y en el ámbito de la elite, los políticos profesionales comprometidos con intereses partidistas se negaron a jugar con las antiguas reglas. Resultó claro cuando el dirigente del Partido Radical, Roberto Ortiz, elegido sucesor de Justo en 1937 mediante la manipulación de Concordancia, paró el fraude electoral y de este modo permitió que los radicales consiguieran el control del Congreso. Su salud le obligó a dejar el cargo en 1940. Su sucesor, Ramón Castillo, recurrió a la técnica de la oligarquía sitiada cuando se enfrentó a las

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elecciones poner votos falsos en las urnas. Por supuesto, nadie creía el fraude; sólo dramatizaba la ilegitimidad del gobierno civil que sostenía. Las autoridades militares observaban el drama con impaciencia creciente. Veían cómo sus colegas de Alemania e Italia habían desempeñado papeles clave en el desplazamiento de los gobiernos civiles tambaleantes. A medida que se extendió la guerra por Europa a comienzos de los años cuarenta y el Eje -que incluía a Alemania, Italia y Japón desde 1940 parecía triunfar, los altos mandos militares argentinos consideraron la necesidad de ejercer un liderazgo firme y seguro en su tierra. El obstáculo era la camarilla de políticos civiles a quienes los militares no habían purgado lo suficiente del poder desde 1930 y que habían continuado persiguiendo sus intereses mezquinos y así haciendo vulnerable a su país. La política argentina estaba tomando un camino que no aparecía en ningún otro país importante de América Latina. Las causas eran varias. Primero estaba su fuerte antipatía por los aliados, en especial los estadounidenses y británicos. Argentina quería preservar su «neutralidad. En la práctica esto significaba que continuaría vendiendo productos alimenticios esenciales a Gran Bretaña sitiada mientras se negaba a unirse al esfuerzo militar estadounidense. Esto reflejaba un sólido sentimiento entre la elite argentina, tanto civil como militar, de que su país tenía mucho que ganar rehusando su alianza política y militar en el conflicto mundial. Tras este tosco consenso continuaba la impaciencia militar con los políticos civiles. Los oficiales disidentes organizaron un complot para hacerse con el poder. El grupo triunfador recibió el nombre de GOU (Grupo Obra de Unificación o Grupo de Oficiales Unidos) y justificaron su postura como una respuesta a la demanda popular: «Apoyamos nuestras instituciones y nuestras leyes, persuadidos de que no son ellas sino los hombres [es decir, los políticos profesionales] quienes han sido delincuentes en su aplicación». Los ambiciosos oficiales querían reformar toda la estructura política. Comenzaron, en 1943, disolviendo el Congreso. Los militares en ascenso, acaudillados por su primer presidente provisional, el general Arturo Rawson, se propusieron librar a Argentina de política, así como de políticos. En 1944 decretaron el fin de los partidos políticos y excluyeron del gabinete a todos los políticos profesionales, menos a unos cuantos radicales «colaboracionistas». Mientras los militares se iban haciendo con el control del sistema político, aumentaba la conciencia de clase entre los trabajadores. En los años cuarenta, la clase obrera urbana, especialmente en Buenos Aires, había cambiado desde los días de la reforma electoral de Sáenz Peña en 1912. Ahora estaba alfabetizada casi en un 90 por 100 y tenía movilidad, pues muchos de sus miembros habían llegado hacía poco del campo. En contraste con el periodo del gran auge de la exportación (1880-1914), la mayoría de los trabajadores urbanos eran nacidos en Argentina y no inmigrantes europeos. Buenos Aires albergaba un

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proletariado que no era diferente del que había aterrorizado a la burguesía y el ejército europeos y los había inclinado hacia soluciones corporativistas y fascistas. A medida que iba teniendo lugar el drama, los principales actores de la política argentina resultaron ser el ejército y el movimiento obrero. Los militares tenían su propia base institucional, pero la grande y creciente clase trabajadora urbana carecía de representación política efectiva. ¿Por qué? En parte debido al fraude electoral. Pero era más importante el modo como funcionaba el sistema de partidos existente. Todos los partidos importantes, incluidos los radicales y los socialistas, se adaptaron al sistema electoral según la modificación de la ley de Sáenz Peña de 1912, cuando más de la mitad de la población adulta masculina seguía excluida del voto. Por ello, ninguno, con la excepción parcial de los socialistas, creó una auténtica base de clase obrera. Como resultado, su política no ofrecía una salida significativa para los trabajadores urbanos. Entra en escena Juan Perón. Nacido en la clase media, había alcanzado el grado de coronel en el ejército argentino. Ambicioso y comunicativo, con casi cincuenta años había tomado parte activa en el movimiento del GOU que expulsó de la presidencia a Ramón Castillo en 1943. En reconocimiento por su cooperación se convirtió en secretario de Trabajo, un puesto de poca importancia que transformó en un bastión de fortaleza. Perón engatusó a los trabajadores industriales: a los grupos de trabajadores veteranos así como a los nuevos; a los residentes urbanos de toda la vida y a los emigrados recientes del campo. De este modo, hizo del movimiento sindical un recurso propio y en parte por esta influencia se convirtió después en ministro de la Guerra y vicepresidente de la nación. Ganó las elecciones presidenciales de 1946 con una sólida mayoría del 54 por 100, a pesar de la indiscreta resistencia del Departamento de Estado estadounidense, que le denunció por sus simpatías pro fascistas, y a pesar de la oposición combinada de todos los partidos políticos nacionales. Durante este periodo, Perón empezó a depender del instinto político de su amante y después esposa, Eva Duarte. Antigua actriz de radio llegada del interior no hacía mucho, estaba determinada a tener éxito en el mundo de Buenos Aires.

LUNA, Félix (Dir.). Historia de la Argentina. La Guerra mundial en la Argentina. Buenos Aires, Hyspanoamérica, 1992

La fórmula de OrtizLa Blitzkrieg inquieta a Ortiz. Es entonces cuando se lanza una iniciativa original, se trata de una revisión del tradicional concepto de neutralidad, que, a juicio del presidente, ya había sido arrasado por los hechos. Pensaba Ortiz que aunque los países americanos se habían declarado neutrales y dejado establecida una zona de seguridad, la misma no era reconocida ni sería aceptada por los beligerantes. El ejemplo de Europa era claro: varias naciones neutrales habían sido invadidas o se encontraban en

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pie de guerra. Las normas y convenciones que los países americanos invocaban eran, en los hechos, letras muertas. Entonces -pensaba el gobierno argentino- los países debían declarar que cesaban de ser neutrales para convertirse en “no beligerantes”. La declaración de no beligerancia daba a los países que así se definían una completa libertad de acción interna y externa, desatándose las restricciones que les imponía una neutralidad ilusoria y ficticia. Sería una advertencia frente a eventuales agresiones, y en cuanto a los bandos enfrentados en la guerra, Alemania no podría reprochar tal declaración porque había aceptado en el caso de Italia y en cuanto a los aliados la verían con agrado porque permitía brindarles cualquier ayuda.

La guerra mundial en la ArgentinaCuando se produjo la revolución del 4 de junio de 1943, la Guerra mundial, ya no podía tener otro final que el triunfo aliado.Sin embargo, la mayoría de los militares que derrocaron al presidente Castillo estaban convencidos de que, a pesar de todo Alemania finalmente triunfaría. Sergio Bagú, afirma que el golpe se hizo esperar para acabar con un equilibrio tan inestable como era la diplomacia de Castillo.Los jefes del GOU simpatizaban con el Eje, y pensaban que el triunfo de Alemania significaría para la Argentina una posición líder en América del sur.

Neutralistas y AliadófilosLa alternativa de una derrota de los aliados era, sin embargo, una opción posible que no podía dejar de tenerse en cuenta. Buena parte del país daba por seguro, desde el estallido de la guerra, que el formidable potencial bélico germano prevalecería sobre cualquier obstáculo, tal como había ocurrido en las primeras etapas de la contienda, como consecuencia de los éxitos obtenidos por la Blitzkrieg.Fue en la década del 30 cuando el pueblo argentino, que anteriormente había atendido de una manera muy distraída a los acontecimientos mundiales, advirtió que los sucesos europeos le atañían directamente y tomó partido en consecuencia.Aliadófilos y neutralistas, fueron las categorías que dividieron al país. La discusión se centró sobre la posición que debía adoptar nuestro país en relación con el conflicto: ¿romper relaciones o declarar la guerra al Eje? O ¿mantenerse neutrales en la contienda?Cuando estalló la guerra, el 1 de septiembre de 1939, era Roberto Ortiz el titular del Poder Ejecutivo. Demócrata sincero, con profundas simpatías por Gran Bretaña, pocos meses después el presidente propuso a EE. UU. una declaración conjunta de “no beligerancia”. Por la invasión contra Noruega, Dinamarca, Bélgica y Holanda, quedaba demostrado que un país no estaba protegido con una mera declaración de neutralidad. Proclamarse “no beligerante” daba al país que lo hiciera, a juicio de Ortiz, una completa libertad de actuar en función de sus intereses y sin ninguna restricción. El

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Departamento de Estado desestimó la iniciativa del mandatario argentino; pero un año y medio más tarde, cuando el ataque a Pearl Habor lanzó al país del norte a la guerra empezó una política de intenso requerimiento al nuestro para conseguir una declaración de guerra contra el Eje. Ortiz, aquejado por una grave enfermedad, debió delegar el mando en julio de 1940.El presidente Ramón Castillo, a diferencia de su antiguo compañero de fórmula era un acérrimo neutralista. Estaba convencido de que el interés nacional exigía un apartamiento de las hostilidades, rechazaba las presiones norteamericanas en este aspecto, y tenía un celoso sentido del nacionalismo. Cuando en enero de 1942 -a un mes de Pearl Habor- se reunió la Tercera Conferencia de Cancilleres en Río de Janeiro, la delegación argentina, presidida por Enrique Guiñazú, llevaba terminantes instrucciones de no aceptar compromisos que pudieran llevar a una ruptura de relaciones con el Eje. Había suscripto Castillo un decreto, al día de Pearl Habor- que consideraba a EE. UU. como país “no beligerante”.En Río de Janeiro se libró una sorda guerra diplomática entre los representantes norteamericanos y argentinos: éstos estaban dispuestos a aceptar solamente un acuerdo que “recomendara” la ruptura, condicionada a las circunstancias que cada país juzgara conveniente. Fue tan duro el choque que Summer Welles, el jefe de la delegación yanqui debió pedir la mediación del presidente Rooselvet para aceptar la propuesta de Ruiz Guiñazú, pues el titular del Dpto. de Estado, Cordell Hull prefería el fracaso total de la Conferencia antes que ceder a la tenaz obstinación de Bs. As.Rooselvet aceptó, finalmente, que el texto de la resolución quedara tal como insistía la Argentina. Las consecuencias no tardaron en manifestarse. La primera reacción fue el fracaso de la misión militar -naval argentina que gestionaba en los EE. UU. la adquisición de armamentos. El aislamiento argentino provocó además un clima de frialdad que malogró las tentativas ya adelantadas de configurar acuerdos regionales de carácter económico y aduanero con las naciones limítrofes, y la Argentina iniciaba un agrio enfrentamiento con la potencia que ya aparecía como el principal vencedor de la guerra.Para Castillo, el país había salvado su soberanía y su prestigio. Y la mala voluntad de EE. UU. podía compensarse, con la vieja e inalterada amistad de Gran Bretaña.

El sentimiento nacionalistaLos dirigentes del GOU, que activaron el derrocamiento de Castillo no objetaban la política presidencial en la materia. Por el contrario, la apoyaban. El desplazamiento del general Arturo Rawson por el general Pedro Pablo Ramírez entre el 4 y el 6 de junio de 1943 se debió a los sentimientos aliadófilos del primer jefe militar del movimiento.

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Aunque también la división de entre aliadófilos y neutralistas existía en las filas castrenses, los jefes con mayor poder político y militar estaban resueltos a no variar la política iniciada por el presidente depuesto con la que desde un primer momento habían concordado. Y como primera medida, pusieron sordina a las organizaciones que los sectores partidarios de la causa aliada venían animando desde el principio de la segunda guerra mundial. En consecuencia, los voceros del neutralismo, integrantes del movimiento nacionalista, difundieron su prédica anti yanqui, anti británico y pro nazi.

Los amigos de los aliadosEra la primera oportunidad para emparejar propagandas con los sectores pro aliados. Desde 1939, el poder de las colectividades británicas y francesas había dado vida a varios comités de ayuda al esfuerzo de guerra de sus países, con el apoyo de personas y entidades argentinas de significación: a principios de 1949 se creó Acción Argentina, cuyo presidente honorario era M. T. De Alvear, y que nucleaba personalidades del radicalismo, el socialismo, la democracia progresista. Instaló filiales en todo el país, realizó en mayo de 1941 un Congreso Nacional, y estimuló una serie de organizaciones laterales en el campo estudiantil, sindical y profesional. Castillo prohibió algunos de sus actos pero la actividad de Acción Argentina prosiguió sin pausa hasta la revolución de 1943.Otra entidad pro-aliada que tuvo descollante actividad fue la Junta de la Victoria, integrada por mujeres de distinguida actuación y de la cual formaban parte Victoria Ocampo.También debe computarse los organismos que de uno u otro modo ayudaron a los aliados, a la Comisión Investigadora de la Nación, que presidio Raúl Domante Taborda. La Comisión investigó, allanó, secuestró papeles, tomó declaración y presentó cuatro informes de los que surgía, según su dictamen, la injerencia indebida del embajador alemán en los asuntos internos del país y la conveniencia de disolver varias entidades alemanas y aplicar la Ley de Residencia a sus principales dirigentes. Probó que fondos provenientes de la Embajada Alemana subvencionaban a varias publicaciones nacionalistas – el diario El Pampero, entre ellas-, y denunció la mala voluntad del gobierno de Castillo, que había puesto constantemente obstáculos a su labor.Los aliadófilos, hacían de la guerra una cuestión universal: no se trataba de una confrontación entre dos bloques de naciones, sino de una prueba decisiva entre la democracia y el totalitarismo. En consecuencia, la Argentina no podía permanecer indiferente a una apuesta donde se jugaba su propia esencia de país democrático. Además, insistían en que nuestro país no podía quedar aislado; preveían que el triunfo aliado implicaría el castigo, al menos, la indiferencia hacia las naciones que se hubieran mantenido ajenas a su esfuerzo de guerra. Y además, hacían mérito de nuestra vieja relación comercial con Gran Bretaña, nuestras afinidades

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culturales con Francia, nuestras incipientes y conflictivas pero indispensables vinculaciones con EE. UU.Silenciosos hasta mediados de 1941, los comunistas participaron activamente en las organizaciones pro-aliadas a partir de la invasión de la URSS. Aunque pertenecientes a un partido formalmente ilegal, sin embargo sus afiliados militaron fervorosamente contra lo que denunciaban como el peligro nazi en la Argentina. Y se consideraban muy democráticos.

Los amigos del EjeLa acción de los neutralistas disponía de medios escasos que sus adversarios. Existían entidades dentro de la colectividad alemana que hacían proselitismo entre sus integrantes o, simplemente, trataban de mantener su fibra patriótica ante las alternativas de la guerra. Hubo en la Argentina representantes del Partido Nacionalsocialista, actos de la colectividad donde se saludaba la modo hitleriano, cruces esvásticas.Pero también, estaban los amigos argentinos. Estos se encontraban en los grupos nacionalistas. No existieron organizaciones en el campo neutralista pero sí algunas publicaciones de gran tirada. Un lenguaje crudo, una apelación a más primitivo nacionalismo, una buena dosis de antisemitismo y una permanente denuncia al sistema democrático como una farsa llena de mediocridad y corrupción, caracterizaban en general a esta prensa.Los neutralistas alegaban que la guerra mundial era un simple ajuste de cuentas entre las decadentes democracias occidentales y la desdichada Rusia, oprimida por el comunismo, por una lado, y las nuevas potencias caracterizadas por un sentido del orden y la jerarquía, como Alemania e Italia. La Argentina nada tenía que hacer en ese conflicto. El triunfo del Eje nos libraría de los yugos británicos. Y si no triunfaba Alemania, de todos menos una actitud neutral, no granjearía el respeto de todo el mundo. De todas maneras, no había ningún motivo para declarar la guerra o romper relaciones con el Eje.

La difícil neutralidadEl general Pedro Pablo Ramírez asumió la presidencia de facto el 6 de junio de 1943, pero durante varias semanas nadie pudo saber con certeza cual sería la actitud del nuevo gobierno en materia internacional. La presencia en la Cancillería del almirante Segundo R. Storni, aliadófilo, parecía prometer un próximo rompimiento de relaciones con el Eje. Pero también se sabía que los militares del GOU eran neutralistas.En septiembre se precipita el proceso. Storni envió un mensaje a Hull explicándole la posición argentina y pidiendo armas para “restablecer” el equilibrio de fuerzas en el continente. La respuesta del titular del Dpto. de Estado fue dura y despectiva a tal punto que Storni debió renunciar y fue reemplazado por un militar nacionalista. Esta vez, la victoria fue de EE. UU.; el desaire volcó al gobierno en brazos del nacionalismo.

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A partir de ese momento, las relaciones entre Washington y Bs. As. fueron cada ves más tensas. Se acusó a Ramírez -con cierto grado de veracidad- de mantener contacto con el Reich, en busca de armas, se atribuyó al gobierno argentino la instigación del golpe militar que derrocó al presidente de Bolivia e instaló, en su lugar, un régimen nacionalista; se denunció la existencia en nuestro país de una red de espionaje que permitió el hundimiento de los buques que llevaban productos alimenticios a Gran Bretaña. La detención del cónsul argentino en Barcelona por el contraespionaje británico en una isla del Caribe, dio al Dpto. de Estado un arma de presión: el funcionario era, en realidad, el jefe de un grupo de espías al servicio de Alemania. El mensaje que recibió Ramírez a mediados de enero fue muy concreto: o rompía relaciones con el Eje o tomaba las medidas subsiguientes contra los agentes nazis, o Washington publicaba toda la documentación y bloqueaba el comercio argentino en cualquier parte del mundo.El 26 de octubre de 1944 el P. Ejecutivo expidió un decreto rompiendo relaciones con los países del Eje. Los fundamentos denunciaban abusos de confianza cometidos por quienes, ahora, eran espías nazis.Fue un trago muy amargo. Muchos funcionarios nacionalistas renunciaron. Y los oficiales que habían hecho la revolución se sintieron traicionados. Después de unas reuniones, el antiguo ministro de Castillo debió renunciar. En su reemplazo, el general Edelmiro Farrel ocupó la presidencia de facto.Dos días después del la celebración del primer aniversario de la revolución del 4 de junio, las tropas aliadas desembarcaban en Normandía y un par de meses más tarde liberaban París, desencadenando una ola de manifestaciones en Bs. As.

El último tragoLa ruptura de relaciones con el Eje no satisfizo a Washington. La desconfianza en el gobierno de Bs. As continuaba, y ahora Perón provocaba todo un frente opositor en el cual la diplomacia de EE. UU. veía la posible alternativa política de la Argentina. Había que apoyar a la oposición para provocar la caída del gobierno de facto. Además de diversas medidas de boicot económico, Washington acentúo el aislamiento diplomático de nuestro país. Retiró su embajador y logró que todos los países americanos y Gran Bretaña adoptaran una actitud similar. A lo largo de 1944, la argentina fue como una isla. Mientras los ejércitos soviéticos hundían el frente oriental, mientras la Wehrmacht lanzaba su última ofensiva en las Ardenas, nuestro país profundizaba su aislamiento.De todos modos, la situación no podía prolongarse. Varios países americanos insistían para que se brindara a la Argentina una solución honorable. La oportunidad llegó en febrero de 1945, cuando se reunió en México, en el Palacio de Chapultepec, la Conferencia Interamericana sobre los problemas de la Paz y Guerra. La Argentina no participó, pero se la invitó a suscribir las actas finales de la reunión, acto que implicaba su incorporación a las Naciones Unidas y al sistema interamericano.

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Pero, obviamente, la condición era declarar la guerra a Alemania y Japón. Una guerra que en relación con el primero de estos países ya estaba terminada. Declarar la guerra a un vencido era un paso trágico y grotesco a la vez. Pero el gobierno de facto no tenía otra salida. Insistir en la actitud que había iniciado Castillo, era condenarse al aislamiento indefinido, tal vez a una agresión armada por parte de las naciones vencedoras. El sentimiento de “nación independiente debía ser doblegado.El 27 de marzo, después de tensa reuniones, se anunció que el presidente y su gabinete habían firmado el decreto correspondiente. A partir de ese momento, la guerra dejó de ser un factor de división en el país, pues ni los más fervorosos admiradores el Eje podían dudar de su final. Ahora los argentinos estaban en otra lucha no bélica pero también implacable como la guerra, que se desarrolló a lo largo de 1945, por la conquista del poder. Pero todos los que habían sido aliadófilos y los neutralistas dieron un enorme suspiro cuando, en agosto, el Imperio Alemán, se rindió, tras el holocausto atómico de Hiroshima y Nagasaki.

3.2 Los gobiernos peronistas. Etapas. Democracia de masas y nuevos actores sociales. Un nuevo orden mundial y la Tercera posición Peronista3. 3 El proyecto de Perón: armonía de clases y acercamiento con el movimiento obrero3. 4 El nuevo orden económico: de la política de nacionalización a los intentos de apertura. La planificación económica. El mercado- internismo y la industrialización3. 5 Crisis del peronismo y polarización política y social. La oposición y la caída de Perón en 1955

ROMERO, Luís Alberto, Breve historia contemporánea de la Argentina. Buenos Aires, FCE, 1994, Pág. 145/157

El Estado peronistaJustificándose en la innumerable cantidad de conflictos entre laboristas y radicales renovadores, Perón ordenó la disolución de los distintos nucleamientos que lo habían apoyado, y entre ellos el Partido Laborista, a través del cual los viejos sindicalistas aspiraban a conducir una acción política autónoma, solidaria con Perón pero independiente. La decisión -que culminaría en la creación del Partido Laborista- fue al principio resistida, pero en definitiva sólo Cipriano Reyes, el dirigente de los frigoríficos de Berisso, se enfrentó con Perón. Poco después, en enero de 1947, Perón eliminó la dirección de la CGT a Luís Gay, veterano gremialista e inspirador del Partido Laborista, y lo reemplazó por un dirigente de menor cuantía, indicando así la voluntad de subordinar al Estado la cúpula del movimiento obrero.Pero a la vez, la organización obrera se consolidó firmemente. La sindicalización, escasa hasta 1943, se extendió rápidamente a los gremios industriales primero y a los empleados del Estado después, alcanzando su

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máximo hacia 1950. La ley de Asociaciones Profesionales aseguraba la existencia de grandes y poderosas organizaciones -un sindicato por rama de industria y una confederación única-, con fuerza para negociar de igual a igual con los representantes patronales, pero a la vez dependientes de la “personería gremial”, otorgada por el Estado. La CGT, conducida por personajes mediocres, fue la responsable de trasmitir las directivas del Estado a los sindicatos y de controlar a los díscolos.La acción sindical conservó una gran vitalidad, por obra de las comisiones internas de fábrica, que se ocuparon de infinidad de problemas inmediatos referidos a las condiciones de trabajo, negociaron directamente con patronos y gerentes, y establecieron en la fábrica un principio bastante real de igualdad. En los primeros años, hasta 1949, las huelgas fueron numerosas. Las huelgas fueron consideradas inconvenientes al principio, y francamente negativas: se procuró solucionar los conflictos mediante mecanismos del arbitraje, y en su defecto se optó por reprimirlos, ya sea por mano del propio sindicato o de la fuerza pública. Desde 1947, Eva Perón se dedicó desde la Secretaría de Trabajo a cumplir las funciones de mediación entre los dirigentes sindicales y el gobierno, facilitando la negociación de los conflictosLa relación entre Perón y el sindicalismo fue compleja, negociada y difícilmente reducible a una fórmula simple. Pese a la fuerte presión del gobierno sobre los sindicatos y la decisión de controlar su acción, éstos nunca dejaron de ser la expresión social y política de los trabajadores. Desde la perspectiva de éstos, el Estado no sólo facilitaba y estimulaba su organización y los colmaba de beneficios, sino que creaba una situación de comunicación y participación fluida y hasta familiar. El Estado peronista tenía en los trabajadores su gran fuerza legitimadora.Pero a la vez, el Estado peronista procuró extender sus apoyos a la amplia franja de sectores populares no sindicalizados, con quienes estableció una comunicación profunda, a través de Eva Perón y de la Fundación que llevó su nombre. Financiada con fondos públicos y aportes privados más o menos voluntarios, la Fundación realizó una obra de notable magnitud: creó escuelas, hogares para ancianos o huérfanos y policlínicos; repartió alimentos y regalos navideños; estimuló el turismo y los deportes, a través de campeonatos infantiles o juveniles de dimensión nacional, bautizados con los nombres de la pareja gobernante; practicó la acción directa: las unidades básicas -organizaciones celulares del Partido-detectaban los casos particulares de desprotección y transmitían los pedidos a la Fundación, donde la propia Eva Perón recibía cotidianamente una permanente caravana de solicitantes que obtenían una máquina de coser, una cama en el hospital , una bicicleta, un empleo o una pensión. Eva Perón resultaba así la encarnación del Estado benefactor y providente. Los medios de difusión machacaron incesantemente sobre ésta imagen, entre benefactora y reparadora, replicada luego por la escuela, donde los niños se introducían a la lectura con “Evita me ama”. La experiencia de la

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acción social directa, sumada al reiterado discurso del Estado, terminaron constituyendo una nueva identidad social, los “humildes”, que completó el arco popular de apoyo al gobierno.Con mayor o menor fortuna, aspiró a organizar a los empresarios, reuniendo en la Confederación General Económica a todas las representaciones sectoriales, así como a los estudiantes universitarios o a los profesionales. Intentó también, con cautela, redefinir las relaciones con las grandes corporaciones tradicionales. Con la iglesia existió un acuerdo básico, que se tradujo en el poco velado apoyo electoral de 1946. El gobierno peronista mantuvo la enseñanza religiosa en las escuelas, y concedió la conducción de las universidades a personajes vinculados con el clericalismo hispanófilo. Fue sin embargo, una relación algo distante: un grupo importante de eclesiásticos -entre ello monseñor Miguel D´Andrea-, preocupados por el autoritarismo creciente, se alineó firmemente en el lado de los opositores.Con respecto a las Fuerzas Armadas, aunque Perón recurrió habitualmente a oficiales para desempeñar funciones de importancia, se cuidó inicialmente de inmiscuirse en su vida interna como darles cabida institucional en el gobierno. Sobre todo, procuró conservar la identificación establecida en 1943 entre las Fuerzas Armadas y un gobierno del que se quería continuador.Según la concepción de Perón, el Estado, además de dirigir a la economía y velar por la seguridad del pueblo, debía ser el ámbito donde los distintos intereses sociales, previamente organizados, negociaran y dirimieran sus conflictos. Esta línea se inspiraba en modelos difundidos por entonces, que pueden perfilarse tanto en Mussolini como en el mexicano Lázaro Cárdenas, y rompía con la concepción liberal del Estado. Implicaba una reestructuración de las instituciones republicanas, una desvalorización de los espacios democráticos y representativos y una subordinación de los poderes constitucionales al Ejecutivo.Paradójicamente, un gobierno surgido de una de las escasas elecciones inobjetables que hubo en el país recorrió con decisión el camino hacia el autoritarismo. Así en 1947 reemplazó a la Corte Suprema mediante un juicio político escasamente convincente. Utilizó ampliamente el recurso de intervenir las provincias, y lo hizo para resolver cuestiones entre sectores de su heterogénea cohorte de apoyos.Una ley acabó en 1947 con la autonomía universitaria, estableciendo que toda designación docente requería de un decreto del Ejecutivo. El Poder Legislativo fue normalmente respetado, pero se lo vació de todo contenido real: los proyectos se preparaban en oficinas de la Presidencia, y se aprobaban sin modificaciones; los opositores fueron acusados de desacato, excluidos de la Cámara o desaforados, como ocurrió en 1949 con Ricardo Balbín.El avance del Ejecutivo llegó también al “cuarto poder”: con recursos diversos, el gobierno formó una importante cadena de diarios y otra de

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radios, que condujo desde la Secretaría de Prensa y Difusión, administrada por Raúl Alejandro Apolo. Los diarios independientes fueron presionados de mil maneras: cuotas de papel, restricciones a la circulación, clausuras temporarias, la expropiación. La reforma de la Constitución, realizada en 1949, acabó con la última y gran salvaguardia institucional al autoritarismo y estableció la posibilidad de la reelección presidencial. Dos años después, en noviembre de 1952, J. D. Perón y J. Hortensio Quijano fueron reelectos.Para Perón, tan importante como afirmar la preeminencia del Ejecutivo sobre el resto de las instituciones republicanas fue dar forma al heterogéneo conjunto de fuerzas que lo apoyaba, proveniente de diferentes sectores, con tradiciones diversas, y muchas veces nutrido de cuadros y militantes sin experiencia ni formación política. A todo ello había que darle un disciplinamiento y organización acordes con los principios políticos más generales del peronismo, y a demás evitar tanto los conflictos como la posibilidad de que encarnaran y trasmitieran tensiones y demandas desde la base de la sociedad. Para ello recurrió a un método muy tradicional: el uso de la autoridad del Estado para disciplinar las fuerzas propias, y uno novedoso, la militarización de su liderazgo personal e intransferible -compartido con su esposa-, que se constituyó naturalmente pero que luego fue cuidadosamente alimentado por la maquinaria propagandística. En el Congreso, Perón exigió de cada diputado o senador una renuncia en blanco, como garantía de su disciplina. El Partido Peronista, creado en 1947, adoptó una organización totalmente vertical, donde cada escalón se subordinaba a la decisión del nivel superior, hasta culminar en el líder, presidente del país y del partido, con derecho a modificar cualquier decisión partidaria.Finalmente, el Partido fue incluido dentro del Movimiento, junto con el Partido Peronista Femenino -que organizó Eva Perón- y la CGT, a las órdenes del Jefe Supremo, a quien se subordinaban el Comando Estratégico y los Comandantes Tácticos.Además de esta terminología militar, la organización incluía en elemento revelador: en cada nivel se integraba la autoridad pública ejecutiva respectiva -intendente, gobernador o presidente- con lo cual quedaba claro, y puesto por escrito, que movimiento y nación eran considerados una misma cosa. Lo que inicialmente fue la doctrina peronista se convirtió en Doctrina Nacional, consagrada en esos términos por la Constitución de 1949, que articulaba tanto al Estado como a la Comunidad Organizada.Por otra parte, si el peronismo segó sistemáticamente los ámbitos de participación autónoma, ya fueran estos partidarios, sindicales o civiles, y tuvo una tendencia a penetrar y “peronizar” cualquier espacio de la sociedad civil, no es menos cierto que encarnó y concretó un vigorosísimo movimiento democratizador, que aseguró los derechos políticos y sociales de vastos sectores hasta entonces al margen, culminando con el

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establecimiento del voto femenino y la instrumentación de medidas concretas para asegurar a la mujer un lugar en las instituciones.La singular forma de democracia de “masas” se constituía desde el Estado. Los diversos actores que conformaban su base de sustentación eran considerados como “masa”, es decir un todo indiferenciado, cuya expresión autónoma o específica no era valiosa, y que debía ser moldeado, inculcándole la “doctrina”. A ello se dirigía la propaganda masiva, que saturaba los medios de comunicación y también la escuela. El régimen tuvo una tendencia a “peronizar” todas las instituciones, y a convertirlas en instrumentos de adoctrinamiento.Pero la forma más característica y singular de la política de masas eran las movilizaciones y concentraciones. Realizadas en días fijos -1 de mayo, 17 de octubre-, ya no eran espontáneas sino convocadas, con suministro de medios de transporte; ordenadas y encuadradas, hasta incluyeron controles de asistencia. Sobre todo, eran jornadas festivas, despojadas de elementos de enfrentamiento real, salvo la metafórica “oligarquía” o “antipatía”, que expresaban ante la unidad de la nación que de sus conflictos.Al renovar el pacto fundador entre el líder y el pueblo, las grandes concentraciones cumplían un papel fundamental en la legitimación plebiscitaria del régimen, que era considerada mucho más importante que la electoral. Además, eran el momento privilegiado en la constitución de una identidad, que resultaba tanto trabajadora y popular como peronista. Silvia Sigal y Eliseo Verón han señalado la incorporación definitiva a la cultura política de dos elementos difícilmente asimilables a la tradición democrática más clásica: la verticalidad y el faccionalismo, convertidos desde entonces en valores políticos.¿Hasta qué punto esto fue responsabilidad exclusiva del peronismo? La oposición terminó ocupando el lugar asignado en este sistema. La derrota de 1946 desarticuló totalmente el proyecto de la Unión Democrática -última figuración del Frente Popular- y enfrentó a los partidos opositores con una cuestión difícil: desde donde enfrentar a Perón. Los socialistas, apartados de toda representación política, mantuvieron su caracterización de “nazifacismo”, denunciaron los avances hacia el autoritarismo y consideraron que la prioridad era acabar con el régimen. En el Partido Comunista hubo un período de acercamiento y simpatía comprensión, por la vía de las organizaciones de trabajadores, que culminó con la expulsión de los dirigentes que la propiciaron. Los conservadores sufrieron el cimbronazo de una cantidad de dirigentes que se “pasaron”, pero finalmente se reconstituyó, en una línea de oposición formal, fundada en la defensa de la legalidad republicana.En el Radicalismo el proceso fue más amplio. La derrota de 1946 abrió el camino a la renovación partidaria y una coalición de intransigentes renovadores y sabattinistas, críticos de la estrategia de la Unión Democrática, desplazó a los “unionistas” que venían del tronco alvearistas.

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En 1947, el Movimiento de Intransigencia y Renovación (MIR), sin renunciar a la defensa de la Constitución y de la Republica, combatió al peronismo desde una posición que se presentaba como más progresista, tanto en lo social como en lo nacional, y lo hizo con más soltura , fue abandonando sus posiciones iniciales más avanzadas. Mientras el grupo unionista optaba por el desafío frontal y especulaba con un golpe militar, los intransigentes discutieron en el Congreso cada uno de los proyectos gubernamentales, coincidieron a veces, y señalaron objeciones fundadas y atendibles en muchos casos. En el grupo de los 44 diputados, presidido por Ricardo Balbín y Arturo Frondizi, se formó toda la dirigencia radical posperonista. Pero no llegaron a constituirse en una verdadera oposición democrática, en parte, porque entre muchos de ellos el faccionalismo era también muy fuerte, pero sobre todo porque la mayoría peronista no estaba dispuesta a convertir al Congreso en un lugar de debate, e incluso a tolerar que fuera una tribuna de los disidentes con la Doctrina Nacional.

CHITARRONI MACEYRA, Horacio, El ciclo peronista: apogeo y crisis. Avellaneda, Grupo Editor Universitario, 1997

LA ARGENTINA INDUSTRIAL Y EL PERONISMO (PRIMERA ETAPA DE LA SUSTITUCIÓN DE IMPORTACIÓN)

Se amplia la base industrialA la descomposición de la etapa agroexportadora sucedería un nuevo ciclo de desarrollo, signado por la industrialización sustitutiva de importaciones como eje dinámico. La reducción de la capacidad de compra externa de la Argentina, agudizada a partir de principios de la década del 30, hizo imperioso producir internamente una cantidad de bienes que ya no podían importar y que eran requeridos por un mercado interno de relativa amplitud. En 1935 había unos 40.000 establecimientos y 540.000 trabajadores en la industria; en 1946 los establecimientos habían crecido a 85.000 y el número de ocupados alcanzaba ya a 1.200.000. Asimismo, sólo en el quinquenio 1941/46 la ocupación creció en el sector un 40% y la producción industrial lo hizo un 34, %.Ese crecimiento industrial no se distribuía parejamente en la dilatada geografía del país. Sería notoria su concentración en la Capital Federal y en el Gran Buenos Aires: hacia 1935 solamente la Capital reunía el 32% de la fábricas, el 47% del personal ocupado en la industria y consumía el 32% de la fuerza motriz. Pagaba el 50% de los sueldos y salarios, utilizaba el 42% de las materias primas y generaba más del 43% de la producción manufacturera total.

Condiciones externas: la nueva relación centro-periferiaDurante el siglo XIX había cumplido la función de proveedora de materias primas, a la vez que la de mercado consumidor de parte de la producción

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industrial de las áreas centrales. Después de la crisis y la II. G. M esa situación de “complementación” ya no será posible. En primer lugar, por la fuerte caída de la demanda, y por lo tanto del poder de compra de las exportaciones primarias. Luego, porque la reconstrucción de los capitalismo centrales en la postguerra tendrá como eje principal la expansión de los mercados internos metropolitanos. Esto se relacionará con el afianzamiento de la hegemonía de los Estados Unidos como potencia económica dominante en Occidente; su arraigada tendencia proteccionista mantendrá cerrado sus mercados a gran parte de la producción proveniente de Hispanoamérica.Estas circunstancias habrían de conducir a un relativo debilitamiento del vínculo entre centro y las periferias. En otros términos, ha concluido la etapa que la condición semicolonial resultaba compatible con la expansión, aun cuando ésta se limitara al sector primario. Como modo de sobreponerse a ese creciente aislamiento, serán varios los casos de economías hispanoamericanas que intentarán generar alternativas centradas en la expansión de sus propios mercados internos, conducidas por fuerzas sociales diferentes de las que han detentado el poder durante la etapa anterior.Esos procesos serán tanto más complejos -y lograrán arraigar con mayor vigor- en aquellos países que -como Argentina- cuentan con mercados relativamente desarrollados, alguna base industrial y una mayor diversificación en su estructura social. Tal será el caso del peronismo, generado en un contexto donde la clase obrera industrial había alcanzado un grado de madurez relativamente elevado para un país de periferia.

La clase obrera y las migraciones internasSe puede apreciar la paulatina transición de una actividad manufacturera de tipo más artesanal a una industria moderna. Hay un relativo incremento del personal ocupado; la relación personal/establecimiento pasa del 8,4% en 1913 al 12,9 en 1935. La tasa de absorción, para la década de 1935/46, fue en la industria del 62% del incremento total de la PEA (Población Económica Activa). La mayor parte de esos incrementos tuvo lugar en la industria manufacturera, cuya mano de obra pasó del 30% en 1936, al 50 % en 1946.El proceso de crecimiento de la clase obrera, como correlato de la industrialización, se relaciona íntimamente con otro fenómeno de orden demográfico: las migraciones internas. A partir de mediados de la década del 30 comenzaría a producirse con vigor el movimiento migratorio interno en el que convergerían dos factores causales: el estancamiento del empleo en el agro y la expansión de los puestos de trabajos urbanos en la industria y en los servicios, que también habían crecido a partir de 1930.Se ha calculado que entre 1935 y 1947, el total de migrantes internos en el Gran Buenos Aires habría pasado de 400.000 a más de 1,5 millones. En la segunda mitad de la década del 30, ese proceso migratorio interno estaba ya definitivamente encaminado. La ciudad y sus alrededores verían crecer

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su población con ese componente nuevo, que se incorporaba mayoritariamente al proletariado urbano. Muchos venían del NO o del Litoral, pero también del centro y sur de la provincia de Buenos Aires. En casi todos los casos se trataba de trabajadores expulsados por la declinación de la economía agroexportadora, con más experiencia de trabajo rural que industrial.Gino Germani ha estimado que hacia 1947 los migrantes internos representaban no menos del 73% de la clase trabajadora en el área integrada por Capital Federal y el Conurbano bonaerense. El 57 % serían “recientes” (llegados desde 1938) y el 16% restante habría arribado antes de esa fecha. Este autor estima un 62% del total de migrantes internos la proporción de quienes provenían de áreas atrasadas.

La base social del peronismo: clase obrera y migrantesEs ineludible vincular ese fenómeno migratorio, y su impacto sobre la composición del proletariado, con el surgimiento del peronismo. Gino Germani enfatiza el papel decisivo que habrían cumplido los migrantes internos “recientes” (menos de 10 años de asentamiento) y provenientes de zonas atrasadas, en la integración de la base social del peronismo en sus orígenes. El planteo de Germani se vincula íntimamente a su concepción acerca del carácter del nacionalismo popular y el tipo de adhesión que habría cosechado entre los “nuevos trabajadores”, caracterizados como “masas en disponibilidad”, anómicas, carentes de experiencia e inserción política y sindical y portadora de pautas tradicionales de conducta. Ello por oposición a los “obreros viejos”, con experiencia sindical, pautas modernas, actitudes políticas autónomas e ideológicas de cuño europeo, que se habrían mostrado reticentes en su apoyo a Perón.Murmis y Pontantiero, se apartan de la “visión clásica” para señalar el importante rol desempeñado por los obreros “viejos” y las organizaciones sindicales preexistentes, en el apoyo inicial a Perón. Este enfoque hace hincapié en el hecho de que no todos los migrantes eran recientes, ni eran tan distinguibles las actitudes de “nuevos” y “viejos” trabajadores: por encima de posibles diferencias culturales de origen, ambos grupos compartían –hacia 1946- la experiencia común de varios años de trabajo industrial y de intensa actividad reivindicativa, que no había alcanzado éxito en el terreno de las conquistas materiales en razón del clima político adverso imperante hasta 1943. Señalan el hecho de que la ocupación industrial crecía intensamente desde 1935, robusteciendo así la capacidad de movilización del sindicalismo, sin que ésta se viera coronada por el éxito ya que el salario real se mantenía estancado o aun tendía a descender. En esas condiciones, la inversión del signo de las políticas estatales hacia el sector laboral -producida desde 1944- habría generado la adhesión de “nuevos” y “viejos” trabajadores por igual.

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Para el autor, si la evidencia empírica aportada por Germani parece suficiente para reafirmar la importancia de los contingentes migratorios y su contribución a la clase trabajadora hacia 1946, no se desprende de ello que existiera un corte con la actitud de los obreros de origen no migrantes. Más bien parece que la clase obrera en bloque constituyó el ingrediente social básico del peronismo en las áreas urbanas. Lo que sí es indiscutible es que, hasta el surgimiento del peronismo, el crecimiento de la ocupación en la industria no había sido acompañado de un aumento correlativo en las afiliaciones sindicales, que entre 1941 y 1945 sólo incrementaron su número en 87.000.

Clase obrera y participación políticaMuchos menos esa clase obrera industrial en crecimiento hallaba canales de expresión política a través de los viejos partidos, en un sistema de poder estrechamente cerrado.El radicalismo había permitido resolver la crisis de participación que sucediera al primer impacto migratorio -el externo- y a la posterior ampliación de los sectores medios. La magnitud de la renta diferencial y el crecimiento económico posibilitaban que los nuevos aspirantes a compartir el poder político, pudieran propulsar una distribución más equitativa sin cuestionar la base del poder económico de la oligarquía agroexportadora. Pero esa posibilidad desapareció cuando la gran crisis acabó con la prosperidad de la factoría agropecuaria.En esas circunstancias, la elite tradicional recuperó el poder político mediante el golpe militar del 30. La restauración conservadora llevaba por objetivos sustraer el Estado a la presión de los sectores medios y populares y realizar en la economía los ajustes imprescindibles para retomar al perdido equilibrio. Tales ajustes fueron colocando al país en el camino de la industria. Y en la medida en que ese proceso de profundizaba, la clase obrera iba cobrando una centralidad económica y una capacidad potencial de movilización social contrastantes con su falta de expresión política. Esto planteará una nueva cursi política que no hallará respuesta en los partidos existentes. Pero además -y paralelamente- se ha desarrollado todo un sector de pequeños y medianos industriales dependientes por entero del mercado interno y de su preservación, al desaparecer la protección natural que estableció la guerra. Esta presencia planteará la posibilidad potencial de una alianza de clases, capaz de sustentar un proyecto político-económico que impulse y continué el proceso industrializador sustitutivo de importaciones. Esa alianza hallará expresión en un movimiento popular, el peronismo.El perfil obrero del peronismo no resultó excluyente: fue típico en los grandes centros urbanos. En cambio, en ciudades chicas y medio rural cosechó adhesiones más difusas: sectores de clase media, trabajadores rurales pobres y aun restos de aristocracias provincianas provenientes del conservadorismo.

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Sin embargo, el empresariado pequeño y mediano no prestaría su apoyo sino fragmentariamente a través de la CGE (Confederación General Económica). Resulta paradójico que esta institución no se sintiera más plenamente comprometida con el régimen peronista, siendo -junto a los sectores populares- el principal beneficiario de su política económica. Pero los empresarios recelaban de una política que les planteaba exigencias molestas: sueldos altos, cargas sociales, reglamentaciones laborales, etc. Más aún: una política que amenazaba la autoridad patronal dentro de la empresa.No obstante, en la medida en que las transferencias de ingresos desde el agro hacia la industria permitirían mitigar la puja entre obreros y empresarios, sería posible profundizar la primera etapa sustitutiva de importaciones a través de un desarrollo capitalista con control nacional del proceso de acumulación, haciéndolo compatible con la existencia de una clase trabajadora con salarios crecientes. Pero no sería la burguesía local quien lideraría ese proceso, siendo sustituida por el Estado en esa función.

El modelo económico del peronismoLa política económica desarrollada por el peronismo no fue uniforme a lo largo de sus casi diez años de gobierno. Son distinguibles dos etapas bien diferenciadas. Sin embargo, existe un conjunto de orientaciones e instrumentos que pueden considerarse como el núcleo de la economía justicialistas y que se mantuvieron relativamente vigentes durante toda la década del gobierno (1946/55)

La expansión: industria y distribución del ingresoCuando el peronismo llegó al poder, encontró por delante la doble tarea de:-En el aspecto económico: profundizar el proceso industrial sustitutivo de importaciones que hasta ese momento se había desenvuelto en forma espontánea-En el aspecto social: resolver la crisis de participación que planteaba la presencia creciente de la clase obrera, con su papel cada vez más central en la economía y con una serie de demandas postergadas.En cuanto a lo primero, el nuevo gobierno contaba a su favor con dos condiciones básicas: por un lado la tradicional base agroexportadora y el margen de maniobra que implicaba la renta agraria, estrecha e insuficiente para retornar al viejo esquema de equilibrio, pero capaz aun de proveer una ingente masa de recurso; por otro lado la base industrial ya existente y un mercado relativamente desarrollado para un país pacífico.Sobre estas bases el peronismo habría de plantear su política industrial, consistente en dotar de un impulso deliberado al proceso sustitutivo, sustentándolo en la expansión del consumo masivo de los sectores populares. Esto exigiría la adopción de una política de ingresos fuertemente distribucionistas.

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Para ello dispondría generosamente del crédito industrial, aplicaría controles de cambio, establecería protección arancelaria y restricciones a la importación destinada al consumo, facilitando en cambio la adquisición de bienes de equipo.Pero si el peronismo llevaría cabo la política económica del empresariado industrial, no lo haría en forma exclusiva: el principal sustento del régimen era la clase obrera y esta condición determinaría fuertemente todo su desempeño. El gobierno peronista impulsó una intensa redistribución del ingreso en beneficio de los sectores populares: principalmente hacia los asalariados urbanos. Esto se materializó a través de fuertes aumentos salariales (se establecería el régimen de convenios colectivos, que generalizaría los aumentos salariales por rama de actividad y daría al sindicalismo un peso inédito en las relaciones laborales y una gran fuerza institucional), el establecimiento del sueldo anual complementario, el congelamiento de alquileres urbanos y arrendamientos rurales, el establecimiento de precios máximos y el subsidio a los productos de consumo popular, además del creciente gasto estatal en la ampliación de servicios (salud, educación, vivienda, turismo) y la extensión del régimen previsional.La participación del salario en el ingreso nacional crecería rápidamente en esos años: del 39% de 1946 al 46% en 1950. Esto significaría una rápida ampliación del mercado interno por la expansión del consumo y la incorporación al mismo de sectores antes marginales, que obrarían como un poderoso estímulo adicional a la expansión industrial. El proceso sustitutivo de importaciones avanzaría con vigor, tendiendo a complementarse en su etapa inicial: alimentos, bebidas, textiles, metalurgia liviana, electrodomésticos, etc.El peronismo venía a cumplir las tareas que, en los países centrales, desempeñaron las socialdemocracias una vez madurado el capitalismo: distribución y promoción social. Pero en este caso no se trataba de distribuir lo ya consolidado y desarrollado sino de combinar ambos elementos: promover el desarrollo capitalista interno, con una mejor distribución y medidas tendientes a la justicia social.Para resolver la ecuación del desarrollo autocentrado combinado con una política de promoción de los sectores populares, era preciso captar el excedente agropecuario y aplicarlo a esa finalidad. Mediante el manejo de los cambios múltiples y del comercio exterior -a través del IAPI (Instituto Argentino para la Promoción del Intercambio)- el Estado tenía la posibilidad de retener una porción significativa de la renta agraria, que destinaría a financiar al sector industrial.En conjunto, se trataba de una transferencia de ingresos desde el agro a la industria, donde el primero soportaba el peso del desarrollo de los sectores urbanos en base a su elevada productividad natural.Esta política -con acento industrialista y distributivo- implicaba redefinir el papel del Estado en la economía. La nacionalización de los depósitos

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bancarios ponía en sus manos el control de la política crediticia y la del Banco Central le otorgaba el manejo del nivel de monetización de la economía, independizándolo de las fluctuaciones del sector externo. Asimismo, se emprendería la nacionalización de los servicios públicos y la repatriación de la deuda exterior, utilizando en parte los saldos de las exportaciones acumulados durante la guerra. El Estado asumía el control de un amplio sector industrial nacionalizado, convirtiéndose en productor directo de una variada gama de bienes.

Los límites del modeloPero el modelo de industrialización sustitutiva de importaciones basado en la expansión del consumo popular, resultaría funcional en presencia de una situación sumamente favorable del sector. La postguerra halló a la Argentina con importantes saldos favorables de su comercio exterior y los precios internacionales de los productos agropecuarios eran altos, al tiempo que la demanda se mantenía elevada.Por otra parte, el contexto de la Guerra Fría concentraba las energías de los Estados Unidos en Europa Central abriendo posibilidades políticas para que fructificaran los intentos de desarrollo independiente en las naciones periféricas. El gobierno peronista eludiría en cambio ceder a las presiones económicas emergentes del nuevo orden mundial y evitaría adherir a los organismos que -como el FMI- pudieran significar un recorte en sus márgenes de maniobra.Toda la política de nacionalizaciones, así como la repatriación de la deuda externa, fueron posibles mediante la utilización de los saldos acumulados durantes los años de guerra. Esas reservas y las diferencias obtenidas por el IAPI se utilizaron para importar vehículos, equipos, etc., requeridos por la actividad industrial. Se compró aceleradamente en el temor de que dichos saldos se devaluaran.La industrialización fue impulsada en el sector proveedor de bienes de consumo final y con miras a abastecer el mercado interno. Era, obviamente, la alternativa más cercana y rentable: pero sin duda poco previsora, porque trasladaba el eje de la dependencia externa a la energía y los bienes de capital, sectores cuyo desarrollo hubiera requerido inversiones muchos más cuantiosas.El peronismo cedió al mito de la prosperidad agropecuaria y a la facilidad con que se generaba el excedente económico. Apostó a que esa prosperidad se prolongaría y a que el esfuerzo industrializador destinado a modificar la estructura económica del país podría fundarse sine die sobre ella. No pudo ser: falló la hipótesis de una tercera guerra mundial que habría de convertir al país en el proveedor privilegiado de los contendientes y el costo político de no alineamiento fue la marginación de la Argentina en relación con las compras del Plan Marshall. Los precios externos bajaron. Para peor, la Argentina padeció las consecuencias de dos

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severas sequías, que afectaron las campañas agrícolas de los años 1949-50 y 1951-52.En ese contexto, se hizo posible seguir operando transferencias de recursos del agro a la industria para financiar la alianza de los sectores urbanos, puesto que el IAPI dejó de generar los excedentes que habían permitido subsidiar consumos, desarrollo industrial y créditos baratos. Por lo demás, el mismo crecimiento de la actividad manufacturera planteaba problemas energéticos y de equipamiento que repercutían sobre el sector externo debilitado. La segunda etapa de sustitución de importaciones, más intensiva en capital, requeriría mayores importaciones de insumos, equipos y combustibles, que no podrían ser compensadas con las solas exportaciones de origen agropecuario. Allí afloraba otro punto débil de una estrategia industrializadora exclusivamente mercadointernista, que al dejar de lado el intento de diversificar las exportaciones, haciendo participar en ellas crecientes proporciones de productos manufacturados, se condenaba inevitablemente al estrangulamiento externo.En la medida en que comenzaba a detenerse el crecimiento en el sector privado -y particularmente en la industria- tenderían a crecer rápidamente la ocupación y el gasto estatal. Pero con ello descendía la productividad en el conjunto de la economía y se resentía la capacidad inversora del Estado, por el incremento de sus gastos corrientes y la merma de sus ingresos. La obra pública tendería a perder el papel dinámico que jugara en los primeros años del régimen peronista.Las crecientes dificultades para continuar trasladando recursos desde del agro hacia el sector urbano condujeron a que el control de precios y el alza de los salarios resintieran la rentabilidad industrial, provocando el descenso de la inversión.

La estabilización y la industria pesadaMás allá de la presencia de factores coyunturales de perturbación se hacía patente que las insuficiencias afectaban el fundamento mismo del esquema adoptado. La renta diferencial era una base demasiado frágil para contar con ella a largo plazo: podía promover la acumulación inicial, el “despegue”, pero había que poner al país en la senda de la industria pesada para evitar que el proceso se bloqueara haciendo intervenir una creciente proporción de manufacturas en la venta externa.¿Cómo afrontar la crisis en lo inmediato? El sistema implementado hasta entonces -que recortaba al productor agropecuario una parte de sus beneficios- generaba contracciones en la producción como respuesta al empresariado rural. El gobierno de Perón eligió implementar una solución ortodoxa: aplicar un freno al gasto, al consumo y a la importación. Ese fue el camino que se siguió con el plan económico de estabilización aplicado a partir de 1952. Se buscó limitar el alza de salarios y precios, prorrogándose la vigencia de los convenios colectivos. Se procuró mejorar los precios agropecuarios para estimular las exportaciones, otorgando subsidios a fin

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de atenuar el impacto sobre los precios internos de los alimentos. Se restringieron importaciones a lo indispensable y también el crédito, que fue más selectivo, además de elevarse la tasa de interés para incentivar el ahorro. También se puso freno al gasto estatal y se limitó la inversión pública.El gobierno pudo, sin embargo, relativizar el costo político de las medidas correctivas aplicadas merced a dos circunstancias: por un lado, las mismas llegaban en un momento en que el nivel salarial era considerablemente elevado; por otro, resultaban parcialmente neutralizadas por el sistema de subsidios a los productos de primera necesidad.Desde 1953, el Segundo Plan Quinquenal se propuso poner énfasis en la industria pesada. Se intentaría encararla apelando parcialmente a la inversión externa, sancionado con esa finalidad la Ley de Inversiones Extranjeras.El Plan tenía como prioridades el desarrollo del sector energético, la tecnificación del agro y el desarrollo de ciertas industrias: la siderúrgica, química, mecánica y eléctrica. Se encaraba el objetivo de integrar de un modo más acabado el perfil productivo del país. Pero se limitaba el protagonismo del Estado y se concedía un papel más importante al capital privado, en especial externo. En esa etapa de la economía mundial caracterizada por la expansión de las empresas multinacionales, el riesgo era que éstas asumieran el liderazgo de las actividades que procuraba estimular. Si se considera que tales empresas realizarían el 80% de sus inversiones con crédito y ahorro, no parece muy beneficioso que se les cediera el mercado interno y la decisión estratégica en las nuevas actividades, a cambio de tan menguado aporte de capital.Por tales razones, aun cuando las medidas estabilizadoras permitieron conjurar parcialmente las crisis, es que puede hablarse de un relativo retroceso en los objetivos explícitamente planteados por el régimen de Perón, de afianzar la independencia económica del país. Aunque con retraso la industria pesada recibiría su impulso: se comenzaría a producir maquinaria agrícola, repuestos, automóviles y aviones. También tendría su inicio la petroquímica, se instalaría una planta de laminados y se tomaría un préstamo en el Eximbank para la construcción de un alto horno. Buena parte del esfuerzo lo llevaría a cabo el Estado, a través de IAME y Fabricaciones Militares, poniendo de manifiesto la insuficiencia del capital privado cierto tipo de emprendimientos. Las expectativas depositadas sobre la inversión externa no se verían justificadas en la realidad: en dos años de vigencia de la ley de radicación de capitales extranjeros, no excedió de 30 millones de dólares, de los cuales las tres cuartas partes correspondieron a la fábrica de automóviles Kaiser.

La encrucijada políticaCuando se produjo la Revolución Libertadora el gobierno peronista había logrado sortear el momento más crítico: en 1954 se recuperó un aceptable crecimiento, sin que el salario cayera en demasía. También se habían

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podido contener las presiones inflaccionarias, merced a la capacidad de gobierno para mediar en la puja por el ingreso.Pero no se trataba de una solución duradera. Si el peronismo había procurado constituirse en una alternativa de equilibrio entre distintos sectores sociales, ese equilibrio sólo sería posible en momentos de sostenida expansión. Al detenerse ésta, se debilitaba la coalición de fuerzas sociales que sustentaba al régimen y crecía la virulencia opositora de los grupos más lesionados por su política.Pero el retroceso implicaba un virtual empate de fuerzas que no deseaban ceder en las posiciones ganadas hasta el momento (obreros y empresarios industriales). Y el gobierno quedaba privado de la posibilidad de arbitrar en esa puja.

Economía y sociedad tras el peronismoDesarrollo y acumulación

Durante el periodo peronista, el mayor dinamismo de crecimiento económico se situó en la industria, a través del proceso sustitutivo de importaciones, que recibió un fuerte impulso por la expansión del consumo de los sectores populares. Este se vio dinamizado a su vez por el proceso de urbanización y el rápido aumento de la ocupación, conjuntamente con el incremento del salario real.En el proceso se acumulación del capital fue predominante el papel de las pequeñas y medianas empresas nacionales, así como de las empresas del sector público. La importancia del capital externo sobre la inversión total del país se redujo del 45% en 1945 al 5,4 en 1949, en gran medida debido a la nacionalización de los servicios públicos.Las ramas de la industria pesada que más crecieron, poco intensivas en capitales, no plantearon mayores exigencias en materia de importaciones: éstas se redujeron del 15% al 10% entre los quinquenios 1935-39 y 1945-49. Las inversiones -no demasiadas elevadas- pudieron ser afrontadas con la capacidad de ahorro nacional y los instrumentos dispuestos por el gobierno al efecto.Este estado de cosas tendió a modificarse al principiar la década del 50, cuando el mismo desenvolvimiento industrial planteó problemas de equipamiento e insumos, que repercutieron sobre el sector externo. Fue entonces cuando se inició una incipiente apertura a la inversión externa que prefiguraba las tendencias de la etapa posterior.

Empleo y distribución del ingresoLa industria manufacturera mostró una gran cantidad de creación de empleo hasta 1950. La ocupación creció sostenidamente hasta alcanzarse una situación de casi pleno empleo, y el sector manufacturero generó -entre 1945 y 49- el 40% de los nuevos puestos de trabajo. Más tarde, cuando el ritmo de absorción de mano de obra tendió a decrecer, el peso en la creación de nuevos empleos se fue trasladando a lo servicios y al Estado, lo que produciría un considerable incremento de la ocupación

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terciaria en general y de la estatal en especial. La población ocupada en el sector público pasó de representar el 12% de la población económicamente activa en 1947 al 16% en 1960.Toda la etapa estuvo caracterizada por un fuerte traslado de ingresos desde los sectores empresarios hacia los asalariados -particularmente los ocupados en el sector industrial- y hacia el Estado. El gobierno hizo esfuerzos para mantener altos los salarios, en tanto esa era una condición para el desarrollo del modelo industrial.

Estructura de clasesDurante la etapa más destacable fue el crecimiento numérico y organizativo de la clase obrera, cuya influencia política se acrecentó paralelamente a la expansión de la estructura sindical. Hacia 1946 había 885.000 obreros industriales, mientras que su número alcanzaba a 1.900.000 en 1954.Cabe destacar la tendencia a la concentración de una alta proporción de trabajadores en establecimientos de apreciable tamaño: hacia 1954 el 48% se desempeñaba en empresas de más de 100 ocupados.El tipo de organización sindical (sindicato único por rama de industria) y la existencia de una sola central obrera con una identidad política definida, contribuyeron a conferir una mayor homogeneidad a la clase trabajadora, al garantizar niveles de remuneración mínimos relativamente similares.Los sectores medios que se ampliaron fueron los vinculados a la expansión del pequeño comercio o al empleo estatal, pero resultaron menos beneficiarios en términos relativos que los obreros industriales, tendiendo a asimilarse sus niveles remunerativos.En cuanto a los sectores dirigentes, la elite agropecuaria perdió notoriamente influencia política y se vio privada de una porción de sus ingresos. Pero podría decirse que conservó intacta gran parte de su capacidad de presión, a través del manejo de la principal fuente de ingresos de divisas.La nueva burguesía industrial vinculada a la expansión de las pequeñas y medianas empresas, logró importante influencia sobre el rumbo de la política económica, paralela a su expansión en términos productivos. El sector industrial tradicional -nucleado en la UIA- también tuvo importantes réditos económicos.

El papel del EstadoEl Estado multiplicó y expandió sus funciones en el terreno económico. Creció su papel como prestador de servicios y productor de bienes, mediante las nacionalizaciones de empresas de servicios públicos y la participación en empresas industriales.Pasó a detentar el manejo monetario por intermedio del Banco Central (que fue nacionalizado), pero también un cuasi monopolio del crédito a través de la nacionalización de los depósitos bancarios. Asumió el papel de regulador de las relaciones obrero-empresarias, mediante su poder de

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homologación de convenios colectivos de trabajo. También dispuso del manejo del comercio exterior por intermedio del IAPI. Accedió a un alto manejo de las políticas de ingresos, mediante la captación de una parte del excedente económico, el Estado lo canalizó hacia los sectores de menores ingresos aumentando sus prestaciones en materia de salud, educación, vivienda, etc.

En conclusiónDurante la etapa, la estructura productiva se expandió y diversificó, aunque sin alcanzar -en promedio-tasas de crecimiento muy significativas. Mejoró la distribución del ingreso en el sentido de una mayor equidad. Hubo un crecimiento industrial con mínimos niveles de endeudamiento e inversión externa…….

Contradicciones internas del modelo peronistaEl autor considera que hay dos contradicciones del modelo: por un lado la incongruencia de esas políticas en términos de los objetivos manifiestos que se postuló el gobierno peronista; por otra, la viabilidad de los mismos objetivos (y aun de los caminos elegidos para concretarlos) dentro de los límites que el mismo peronismo se trazóEn el primer aspecto, ¿Cuáles serían los objetivos explícitos del peronismo? El gobierno justicialista se planteó un proyecto de desarrollo autosustentado, sobre la base predominante de los recursos y la inversión nacional y la ampliación del mercado interno, con eje en la industrialización sustitutiva de importaciones. Al mismos tiempo, una fuerte redistribución de la riqueza a favor de los sectores de menores recursos, que resultaba complementaria con lo anterior. Todo ello fue concebido dentro de los marcos del sistema capitalista, en tanto se mantuvo el régimen de la propiedad privada de los medios de producción y el salario como modo predominante de redistribución del trabajo. Es cierto que hubo, sí, una sustantiva ampliación de la esfera del Estado en la economía: no sólo en lo que respecta a controles sobre la actividad económica sino a prestación de servicios y producción de bienes. Esto último permite hablar de economía mixta, sin perder de vista la predominancia del modo de producción capitalista.La transformación peronista partió de una formación social que se puede caracterizar como capitalismo dependiente y periférico (predominancia de las exportaciones primarias como eje dinámico de la economía y de la inversión externa en el control de la acumulación) aunque no totalmente externalizada; ya había un relativo desarrollo industrial, cuya producción se orientaba al mercado interno. Y el intento consistiría en desplazar la inversión externa del papel dominante para sustituirla por capitales nacionales (control local del proceso de acumulación), en incrementar la importancia del mercado interno como impulsor del desarrollo

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(privilegiando el consumo popular) y en colocar a la industrial como eje dinámico de la economía en lugar de la actividad agropecuaria.En primer lugar, cabe preguntarse si resultaba consistente la estrategia de operar traslados de ingresos del agro a la industria con el objeto de impulsar la industrialización sustitutiva de importaciones basada en el aumento del consumo popular, sin resentir la rentabilidad empresaria. Esto era posible mientras los precios y la demanda externa eran altos y la renta diferencial lo suficientemente abultada. También en tanto el margen de maniobra externo hacía posible financiar las importaciones necesarias (de combustible y equipos). Finalmente, mientras las nuevas inversiones requeridas por el desarrollo industrial eran relativamente. Luego, alcanzados estos límites, el esquema hallaba obstáculos difíciles de superar, principalmente por el lado del sector externo.La alternativa podría haber consistido, hipotéticamente, en una profundización de la política iniciada, transformando de modo más radical las estructuras del agro para elevar la producción y poner al servicio del crecimiento la totalidad de la renta agraria, desahogando al sector externo y diluyendo la capacidad de presión de los propietarios rurales.No se trataba, sin embargo, de una alternativa sencilla: el régimen peronista no había alterado la estructura básica de la gran propiedad rural, cuyo núcleo de poder económico permanecía intocado. Se había convertido en propietarios a muchos arrendatarios, pero no se encaró una reforma agraria capaz de quebrar ese polo de poder, transformando la estructura de la explotación extensiva y elevando la productividad.Otra contradicción: cabe preguntarse si el pleno desenvolvimiento de los objetivos que se planteó el régimen peronista, así como algunos de los caminos elegidos para alcanzar estos objetivos, eran viables dentro de los límites de la economía capitalista.Podría afirmarse que la conformación social del peronismo -un régimen cuyo principal sustento era la clase obrera industrial- determinó fuertemente el modo en que fue encarada la industrialización, sin llegar a transgredir los marcos del capitalismo pero imponiendo restricciones a las modalidades de funcionamiento que tal sistema asume por lo común en la periferia (alta explotación del trabajo, apertura al capital externo, escasas regulaciones a sus modalidades operativas, limitaciones al desarrollo del mercado interno, etc.)Estas restricciones quedarían estructuralmente instaladas en el país tras la caída del peronismo. Es en esa medida que puede hablarse de un país resultante del ciclo peronista: la implantación y el funcionamiento “eficiente” de un modelo capitalista dependiente (propiciado por el núcleo más concentrado de los sectores dominantes: empresariado vinculado a la banca y la industria de capital externo, gran empresariado rural) encontraba dos tipos de obstáculos en la Argentina. Por un lado un Estado con fuerte presencia en la vida económica, que al centralizar la política monetaria a través del Banco Central y mantener ciertas áreas de la

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economía bajo su influencia directa -por lo tanto, cerradas a la penetración del capital externo y privado-, interfería en el control externo del proceso de acumulación. Por otro lado el movimiento obrero, fuertemente institucionalizado, cualitativamente importante y con una considerable capacidad de presión social, acumulaba “excesivo” poder y no permitía incrementar la tasa de plusvalía más allá de ciertos límites, así como tampoco la desocupación. Ambos elementos se potenciaban: un aparato estatal muy interpenetrado en la economía planteaba la posibilidad de su utilización como palanca de la transformación de la misma, en la medida en que el poder político fuera permeable a las demandas de esa sólida clase obrera, o fuera controlado por ella.Todo los intentos de “desperonizar” del país que sucedieran al golpe militar perpetrado en septiembre de 1955, tuvieron como objetivo acabar con esas “pervivencias estructurales” del régimen peronista, remover los obstáculos que impedían la plena inserción internacional de la Argentina en su papel de periferia capitalista

CIRIA, Alberto. Política y cultura popular: la Argentina peronista. 1946-1955. Buenos Aires, De la Flor, 1983

De comunicación, símbolos y mitos

Octubre, Plaza de Mayo, discursosHay dos elementos fundamentales que contribuyen a consolidar el acontecimiento-mito del 17 de octubre, más allá de los hechos reales. Ese día se mostró la profundidad de los cambios que estaban ocurriendo en Buenos Aires y el resto del país.1° elemento: la movilización, en buena parte espontánea, de las masas populares del cinturón industrial de Buenos Aires escéptico 2° elemento: la convergencia de las multitudes sobre la plaza de mayo, sede del ejecutivo y en sentido genérico del gobierno-poder militar.Para el revisionismo, el pueblo es el protagonista esencial. Para los peronistas, las versiones fueron cambiando. En ese momento se reconoció la participación de las F. A. y la policía. Ya en 1949, el 17 de octubre lo hicieron los descamisados, Domingo Mercante, el diario La Época y Eva Perón. La participación de esta última todavía está en entredicho.En 1951, Mercante desaparece de la explicación, para enfocase en el matrimonio Perón. De ahí en más, la mitología devora los hechos, apoyada por la maquinaria informativa y propagandística del régimen. El día del pueblo pasa a llamarse día de la lealtad, el monumento a los descamisados para a ser el mausoleo a Evita.El proceso se consolida definitivamente desde 1952: el homenaje ritual del Senado se concentra en el presidente y en la memoria de Evita, y en 1953 pasa lo mismo en Diputados. La historia se transforma en hagiografía. La Plaza de Mayo se convierte en el centro simbólico del movimiento

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peronista abarcando una pluralidad de significados: es la representación gráfica de la ciudad invadida por las multitudes adictas -migrantes internos, cabecitas grasas, descamisados-. Para las clases altas y medias representan la barbarie sarmientina lavándose las patas en la fuente de la civilización porteña.Asimismo, la Plaza de Mayo remite a cierta continuidad esencial en la historia patria: “el día 17 de octubre, el pueblo argentino volvió por primera vez a la Plaza de Mayo, después del 25 de mayo de 1810.” (Eva Perón). Y la Plaza se vuelve escenario de dos efemérides del peronismo: el 1 de mayo y el 17 de octubre. Para esta última Perón y Evita eran los oradores de fondo, y bombos y cánticos pasaron a formar parte del folklore peronista.La Plaza de Mayo representó entonces la presencia de las masas populares argentinas en la capital federal y siguió siendo, luego del golpe militar, símbolo del exiliado Perón y la directa comunicación con sus partidarios.Durante 1946-55 Perón cumplió la función de mantener unidos a los componentes de su colación o movimiento, a veces enfrentados entre si. En esos años, el movimiento abarcaba formalmente a la clase obrera organizada en torno a la CGT, a la burocracia del PP y a la rama femenina fundada por Eva.Además de estas ramas históricas, existen para la época otros sectores de la coalición peronista a los que su conductor se dirigía periódicamente de modo especial: productores agrarios, intelectuales, profesionales, integrantes de las F. A., etc. Perón pronunciaba tres tipos de discursos en diversas ocasiones:- el 1 de mayo, frente al congreso: remarca los logros alcanzados el año anterior, subrayando la obra de gobierno en el marco de profundos y pacíficos cambios revolucionarios ocurridos en el país.- el 1 de mayo, frente a los obreros en la Plaza de mayo: arenga a su base más sólida, la clase trabajadora. El sentido del acto es la “Fiesta del trabajo”.- el 9 de julio a las F. A. en la cena de camaradería: les recuerda su responsabilidad como soldados y argentinos, la necesidad defender la soberanía nacional, y sostiene que las F. A. son parte del pueblo y trabajan para el pueblo.

Paralelos, iconografía, cancionesLa conexión entre el régimen peronista y la historiografía tradicional implica paralelos con figuras históricas y hasta la adaptación de símbolos patrios para representar adhesiones partidarias.El 9 de julio de 1947 se promulga el “Acta de independencia económica” en la casa de Tucumán. En 1948 se nacionalizaron ferrocarriles y a cada uno se le da el nombre de un prócer (San Martín, Belgrano, Urquiza, Sarmiento, Roca y Mitre). En cuanto al revisionismo, practicó un equilibrio entre Rosas y Sarmiento y en cambio tuvo lugar la exaltación de la figura

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de San Martín. Pero no coartó las exigencias revisionistas y el Institutito Juan Manuel de Rosas congregó a historiadores revisionistas-peronistas.El 22 de agosto de 1951 tiene lugar el llamado “Cabildo Abierto del justicialismo” remisión al original del 22 de mayo.Pero el caso de San Martín es paradigmático. Se otorga a Perón el titulo de “Libertador de la Republica”. La identificación Perón-San Martín se divulgó en libros para escolares y en páginas de publicaciones de propaganda y difusión como “Mundo Peronista”.El distintivo más difundido de la primera época peronista fue conocido popularmente como “escudito”. Preserva las referencias al escudo nacional, pero se diferencia en la inclinación de las manos estrechadas. En el original están horizontales, mientras que en este están inclinadas, ello podía sugerir la relación de subordinación entre pueblo unido y organizado y su máximo conductor.Entre otras manifestaciones de la confusión entre movimiento y nación, el escudo cronista se convirtió en el símbolo oficial de la nueva provincia Presidente Perón.Dentro del folklore de la subcultura política peronista, la marcha “Los muchachos peronistas” ocupó y ocupa un claro lugar de preferencia desde aproximadamente 1948. La canción reforzó el hondo contenido emocional y simbólico de la relación líder-partidarios antes y después de 1955. Durante años se la prohibió, exhumó, reactivó o sirvió para despertar afinidades políticas en su tarareo.Las ideas manifiestas de Perón son expuestas desde el primer editorial bajo su firma. La escuela superior peronista apuntaba a crear una clase dirigente capaz e instruida, para transformar la masa inorgánica en un pueblo organizado, con alto nivel de cultura cívica y aun amplia conciencia social.Los textos se irán sacralizando, siendo recopilaciones de la revista mundo peronista de las clases de Perón y evita, en las obras “Conducción Política” (1951) e “Historia del peronismo” (1952).Los materiales de “Mundo Peronista” pueden dividirse en dos grupos:- Las secciones humorísticas, de apostillas, de circunstancias, poemas laudatorios y afines, además de información general. Los personajes humorísticos representaban a los tontos que se dejaban llevar por la oposición, los contreras, los vendepatrias, etc. Además se critica, parodia y ridiculiza a la oposición y sus dirigentes.Cabe destacar la escasa mención que la revista dedicó a otras figuras del movimiento y del partido. Siempre se identificó a Perón con la patria.- Textos doctrinarios dedicados a destacar la originalidad y superioridad del justicialismo frente al capitalismo individualista y al comunismo colectivista. El justicialismo se presenta como una filosofía integral de vida, de la que se derivan una doctrina y una teoría en lo económica, en lo político y lo social. También toma comparaciones gráficas o apologías entre sistemas económico-políticos, que incluyen otras variantes, como el

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nazismo o el fascismo. El justicialismo explicado para niños se convirtió en una sección de la revista, en forma de conversaciones sencillas, que exaltaban las figuras de Perón y Evita. También se incluían explicaciones de conceptos justicialistas como oligarquía, soberanía política, etc. también se incluyen cuentos de hadas con claras referencias a los líderes peronistas (hada Evita).

Sobre el liderazgo de PerónEl liderazgo de Perón ni el papel de evita no pueden aislarse del enfoque global del peronismo en el 40 y el 50.Perón no fue un mero “hombre fuerte” al viejo estilo latinoamericano, ni su mujer la ambiciosa esposa de un gobernante autoritario. Aparte de concretos y racionales motivos por los cuales grandes sectores populares creyeron quienes hicieron cosas por ellos, el nuevo estilo de conducción perfeccionado por Perón tiene mucho que ver con esa perduración de la fidelidad de las masas, y en su momento, en la memoria colectiva.Perón destacó siempre en deportes y por su brillante inteligencia. Los continuos asensos en su carrera lo confirman. Estudió en Polonia y Turín, y visitó muchos países de Europa. A partir de 1943 su figura tomó relieve nacional, al frente de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Al año siguiente fue vicepresidente, cuando la crisis de 1945 renunció a todos sus cargos en el régimen militar. Pasada la jornada triunfal del 17 de octubre, se volcó de lleno a organizar los dispersos grupos políticos que lo consagrarían presidente en 1946. Desde 1944 había compartido sus proyectos con Eva Duarte, con quien se casó en 1945.La concepción de líder carismático difundida por Max Weber, es útil para aproximarnos al estudio de Eva y Perón. Dos son los rasgos fundamentales: primero, el líder carismático obtiene y conserva su autoridad sólo mediante la demostración de su fuerza en la vida. Sin embargo debe probarse por la mejora en la vida de quienes se entregan a él. Segundo, la forma específicamente carismática de resolver disputas consiste en el arbitraje sabio y paternal.Esta aproximación debe permitir entender el análisis del líder carismático a las masas que lo aceptan como tal, y que le brindan renovada lealtad. Una situación carismática es directa e interpersonal. A su vez debe mirarse desde la perspectiva de los seguidores. No hay líder sin seguidores, el liderazgo no es unilateral ni arbitrario. Cuando el carisma se rutiniza, el movimiento tiende a burocratizarse, afectando principalmente al elenco que rodea al jefe. Esto aparece definir los últimos años del primer peronismo, sobre todo en cuanto al P. P.El líder es percibido como salvador de los débiles, calificado para sacarlos de su aflicción. También utilizaron la necropolitica, como el culto al líder desaparecido.El carisma es ante todo una relación, un vínculo de expectativa que conecta al líder con sus partidarios, por ende el análisis político debe

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estudiar el vacío que llena el líder antes que su personalidad. En consecuencia, las situaciones carismáticas típicas son las del colapso súbito de la autoridad establecida, o una amenaza profunda pero vaga al bienestar de un grupo humano. El liderazgo carismático es una forma de liderazgo en tiempos de crisis.En el estilo de liderazgo de Perón pueden hallarse ciertos rasgos propios de Mussolini, como la vocación deportiva. Principalmente en dos aspectos se puede comparar. Perón tenía capacidad para absorber información y volcarla procesada a su vez a un auditorio o interlocutor. Otra característica tiene que ver con el histrionismo que compartió con grandes políticos y líderes de masas. Esta distinción entre lo manifiesto y lo latente en el discurso de Perón no ha recibido suficiente atención. También debe tenerse en cuenta la particular estima que Perón mostró siempre por una faceta de Napoleón, la capacidad de manejar el desorden. Otro elemento que Perón compartió con otros líderes es lo que Ciria llama la “reescritura de la historia”, de acuerdo a las circunstancias, coyunturas o necesidades tácticas.

Eva Perón y sus funciones en el régimenNacida en la provincia de Buenos Aires en 1919, de una unión de hecho, se trasladó a la capital en 1935. Trabaja en radios, teatros y cine. A partir del golpe de 1943 se casa con Perón y se convierte en la compañera Evita y la señora Eva Perón a la vez.Se debe profundizar ena)- la insistencia en aliviar a desposeídos y marginados mediante la ayuda socialb)- la tarea política a través de la creación de la rama femenina del PPc)- la función de líder dependiente de Perón, con proyección y estilo propio, en el aspecto gremial y de masas del movimiento y con tendencia a la burocratización y el incondicionalismo.La fundación de ayuda social o Fundación Eva Perón fue duramente criticada por su organización y su dependencia del Estado. Sin embargo, continua siendo el instrumento operativo que más aviva el recuerdo de Eva.El peronismo trató de reemplazar la caridad por la ayuda social. Veía en la primera la generosidad discrecional de los afortunados, y en la segunda un remedio práctico a las desigualdades sociales. Atenuando los aspectos más agraviantes de esas diferencias, procuraba conciliar las clases en lugar de eliminarlas. Y, en el proceso, la ayuda social subrayaba un vínculo personalísimo de Eva Perón con los necesitados, como mediadora eficiente desde su despacho con el propio ministerio de trabajo y previsión.La rama femenina del PP fue el aparato elegido por Eva para cumplir sus objetivos políticos, limitados al voto de las mujeres, al apoyo incondicional a Perón y a cierta concientización social que no excluía valores tradicionales sobre el hogar y los hijos.

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La actividad gremial fue informal, pero contribuyó a la burocratización y al verticalismo en el campo laboral, así el peronismo evita los sindicatos. Ello la consolidó como líder “intermediaria” entre el conductor y las masas.La actitud pública de Evita frente al líder fue de religiosa adoración, sin preocupaciones doctrinarias o institucionales. Tuvo decisiva importancia en fomentar el culto a Perón, y también fue depositaria de un culto póstumo con fascinantes evoluciones.

El lenguaje de PerónEn sus mejores momentos, Perón practicó un estilo de comunicación verbal sumamente apropiado para establecer lazos directos entre su función o cargo y las masas no del todo homogéneas de sus partidarios.Esta habilidad expresiva era destacable, sus ideas eran claras y plenas de sentido. Además de ser sus objetivos concretos, ante cada auditorio expresa sus ideas poniéndolas al alcance de la respectiva mentalidad cambiante. Se colocaba a la altura de sus oyentes y parecía que conversaba con cada uno de ellos. Cuando habla de sus opositores los designa como “ellos”.Se ha estudiado el “nuevo estilo de lenguaje político” de Perón, que incluye formas de hablar populares, metáforas deportivas, refranes y dichos corrientes, anécdotas, citas del Martín Fierro, historias de humor y consignas o consejos casi paternales.Entre los aspectos clave de su discurso, debe apuntarse en Perón la relativa innovación de vocabulario que introdujo al léxico político argentino. Por un lado figuran los conceptos históricos que pierden vigencia con el correr del tiempo, pero importantes en su época original. Por ejemplo, contrera, grasa o grasita, cabecita negra, etc. la lista de términos popularizados rescatados del panteón lexicográfico, castellanizados, más algunos neologismos podrían incluir a justicia social, justicialismo, cegete, conductor, líder, tercera posición y muchos más. El término descamisado es un buen ejemplo de la dinámica peronista en cuestiones de vocabulario. Adoptado como orgullosa definición luego de haber sido usado despectivamente por la oposición, suponía un nuevo estilo de vida y llegó a transformarse en un símbolo.El mimetismo expresivo de Perón hizo que los distintos auditorios escucharan el eco de sus propias aspiraciones. De esta coparticipación en un lenguaje común pudieron haber surgido fuertes razones emotivas de solidaridad.

Final sobre el estilo peronistaEl vocabulario peronista formaba parte de un estilo político más general, al que se han referido de modo esclarecedor Félix Luna: “el estilo peronista era duro y al mismo tiempo alegre, prepotente y chabacano, pero sentimental, o mejor aun, sensibilero; sobrador, exclusivista y con algo de esa saludable barbarie que acompaña inevitablemente a todo movimiento

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popular vigoroso. No fue cruel, sin embargo. Fue ingenuo, crédulo e ingenioso.”En algunos aspectos, los dichos consignas o slogans del peronismo fueron muy importantes para la síntesis de valores o posiciones coyunturales. Piénsese por ejemplo en las formulas justicia social, independencia económica y soberanía política y en la flexibilidad que demostraron poseer con el correr del tiempo.Ese estilo popular no encontró contrapartida en las esferas oficiales. El triunfalismo, el culto a la personalidad de Perón, la glorificación de Evita eran rasgos distintivos de una catarata de publicaciones, folletos y afiches destinados a las dependencias burocráticas.Fuera de los discursos del líder y su esposa, la mayoría de la propaganda oficial hacía referencia a la tradición liberal, con un rasgo casi regresivo, nacionalista a ultranza. En consecuencia el estilo peronista se fue anquilosando con el tiempo, predominando siempre la repetición del nombre familiar: “¡La vida por Perón!”.

NAVARRO, Marysa, Evita. Buenos Aires, El Corregidor, 1981

Evita, el peronismo y el feminismoPocas figuras en la historia política argentina han producido tanto amor o tanto odio como Eva Perón. Hay dos irreconciliables imágenes construidas sobre ella y han permanecido igual a lo largo de los años (la generosa mujer que trabajó a favor de los desvalidos y la ambiciosa actriz ansiosa de poder). La mitificación, negativa o positiva, esconde a la verdadera Evita.Co-líder del movimiento peronista, enlace con las organizaciones obreras, presidenta de una organización de ayuda social. Y presidenta del PP Femenino, el cuarto brazo del PP. Sin embargo nunca tuvo un cargo oficial en el gobierno. Evita fue siempre la segunda persona más influyente en la jerarquía peronista. Existe entonces una necesidad de concentrarse sobre la figura política de esta y examinar su relación y su impacto sobre el peronismo durante la primera presidencia de Perón.Su participación se produjo por su relación personal con Perón, no fue premeditada. Sólo con Perón descubrió la política. Su única ambición era ser actriz. Cuando conoció a Perón, este era secretario de trabajo y previsión y estaba apoyando las demandas obreras para sindicalizarse, creando leyes laborales e implementando las ya existentes. Sus partidarios crecían constantemente y su éxito fue posible por las condiciones económicas favorables, a una numerosa masa obrera sin sindicalizarse y a un dividido y altamente burocratizado movimiento obrero. Los obreros no respondían sólo por los beneficios concretos, sino por su estilo personal también. La crisis previa y los sucesos del 17 de octubre marcaron una unión que perduraría 30 años entre la clase obrera y su líder.

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Evita no tuvo un rol crucial en la manifestación obrera, su participación política hasta ese momento había sido mínima. Cuatro días después se casaba con Perón en una discreta ceremonia civil.Tan pronto como comenzó la campaña por la presidencia, Evita comenzó a actuar en una forma inusual para una mujer argentina. Acompañaba a su marido a sus giras por el interior, asistía a sus reuniones políticas y organizó una manifestación femenina en el Luna Park. Después de asumir la presidencia, siguió acompañándolo y comenzó a actuar como sustituta de Perón y reunirse con los líderes obreros en su propia oficina. Para diciembre de 1946 ella se había transformado en el vínculo entre los obreros y Perón. Ninguno de los dos ha explicado satisfactoriamente las razones de esta participación. Es probable que Perón le permitiera a Evita actuar porque ella lo ayudó a solucionar uno de los dos mayores problemas.Por un lado, Perón quería retener y fortalecer la base social de su poder, no podía dejar que su relación carismática con los descamisados se deteriorara. Su elección ponía en peligro esta relación, porque mientras el triunfo electoral ratificaba su liderazgo, era también un mandato para ser presidente de todos los argentinos. Por otro lado, necesitaba crear una base política firme para su gobierno, que era muy débil. Sus opositores tenían la mayoría de las gobernaciones y mayoría en el congreso, tampoco tenía un partido fuerte detrás de el.La cruzada renovadora (rama de la UCR) y el partido laborista estaban unidos sólo por la persona de Perón, sus desacuerdos afloraron tan pronto como terminó la campaña. Es mas, este último era peligroso por sus resguardos de independencia. La existencia de un movimiento obrero independiente debía evitarse, especialmente en una época en que el número de sindicatos crecía constantemente y cuando los trabajadores continuaban ejerciendo un alto nivel de militancia. La mayoría lo apoyó cuando disolvió el partido laborista.La CGT fue un problema más delicado, pero Perón siempre la mantuvo bajo control. La peronización de sus líderes fue paralela a la peronización de los cuadros intermedios y de la organización de los nuevos sindicatos totalmente fieles a Perón.Evita, desde el ministerio de trabajo, escuchaba los requerimientos obreros y los trasmitía a Freire (ministro de trabajo) o a Perón, obteniendo rápidos resultados. Ayudaba a peronizar el movimiento apoyando sólo a los adictos. Sin embargo ella no fue aceptada totalmente hasta que Espejo, dirigente peronista, no se convirtió en secretario de la CGT.La incorporación informal de Evita a la estructura política permitía a Perón mantener contacto cercano con las jerarquías y miembros del movimiento obrero, reforzando su control sobre ellos, y continuar siendo responsable por los beneficios que ellos obtenían. Como mujer y como su esposa, Evita no representaba un peligro para él. Para 1948 Perón había consolidado su

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posición y Evita se había convertido claramente en un miembro influyente de su gobierno.Las elecciones para el congreso de ese año llevaron al cuero a peronistas entusiastas, algunos seleccionados por Evita. Su confluencia continuó creciendo en los siguientes dos años, especialmente después de la reforma de la constitución del 1949, que aseguraba a Perón la candidatura para una segunda presidencia y eliminaba toda posible competencia para ellos dentro de las filas peronistas. En agosto de 1951, Evita quiso formalizar su posición y trató de obtener su nominación para la vicepresidencia, con el respaldo del PP y de la CGT, pero tuvo que retirar su candidatura ante presiones militares. Casi de inmediato comenzó su batalla contra el cáncer. Llegó a dirigirse a la masa por última vez el 1 de mayo, muere en julio de 1952.La actividad principal de Evita entre 1948 y 1952 fue el trabajo que desarrolló con los sindicatos desde el ministerio de trabajo. Mientras Perón se reunía con los secretarios de la CGT sólo una vez por semana y se dirigía a los trabajadores sólo en ocasiones especiales, Evita los veía todos los días, la acompañaban en sus viajes al interior. Por ello, su contacto con los descamisados fue más cercano y directo que el de Perón.A pesar de que Evita ocasionalmente participaba en algunas negociaciones, no se puede decir que haya compartido con Perón la política laboral o que haya tenido un profundo impacto en los beneficios obtenidos por los obreros. Perón había demostrado su intención de continuar con la política favorable a los obreros, aprovechando las condiciones económicas favorables de Argentina después de la Segunda Guerra Mundial. Como estas condiciones seguían mejorando y los obreros mejoraban su calidad de vida, Evita era percibida tanto como Perón como responsable por estos beneficios.El impacto de Evita en la política laboral fue menor de lo que la CGT constantemente afirmaba, pero reforzó la alianza entre los trabajadores y Perón. Obtuvo todo esto a través de la Fundación Eva Perón, institución de ayuda social, la cual presidía y sobre cuyos fondos tenía control exclusivo.Organizada en 1948, el principal objetivo de la Fundación fue extender la política social de Perón a aquellos a que no se podían beneficiar de ella debido a su marginalidad (mujeres, niños, ancianos). Aparte de otorgar pensiones para ancianos, construir hogares para ellos, para mujeres y niños, organizar campeonatos de fútbol y cada navidad distribuir sidra y pan dulce, muñecas y pelotas de fútbol; Evita gradualmente fue ampliando los objetivos de la fundación, incluyendo la construcción de escuelas, sindicatos hoteles para trabajadores, hospitales, viviendas, etc. Mientras tanto, no abandonó el objetivo inicial de la Fundación y continuaba practicando “acción social directa”, como la llamaba, lo cual sus críticos insistían que era pura y simple demagogia. Cada día Evita recibía filas de personas con requerimientos de toda clase. Rodeada de los representantes del PP, miembros del congreso, ministros y visitantes extranjeros, Evita

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llevaba a cabo en su escritorio entrevistas personales con cada uno de los peticionantes y decidía cada caso sobre la marcha.Desde el punto de vista formal la Fundación Eva Perón era un institución privada, amentada autocráticamente por Evita. Tomaba todas las decisiones, supervisaba e inspeccionaba.Mientras su objetivo explícito era complementar los objetivos sociales de Perón, era bastante abierta acerca de la naturaleza política de su trabajo social. La fundación era entonces parte de la estructura política del gobierno, pero sin restricciones. Presionaba a sindicatos, ministerios, firmas privadas, para llevar acabo sus proyectos. Su poder había crecido casi sin restricciones, ya que Perón no la frenó. Para 1950 cuando la Argentina comenzaba a sufrir dificultades financieras, la fundación era la única agencia suficientemente rica para seguir trabajando, aunque los salarios reales hubieran decrecido.La fundación empezó con un presupuesto de 10.000 pesos y en 1955 manejaba mil millones de pesos.La cuestión de cómo Evita obtenía los fondos para la fundación ha sido uno de los temas más controvertidos. Los antiperonistas han sostenido que los obtuvo a través del chantaje a empresarios y contreras. Los informes dicen que se obtenían de: contribuciones (sin nombres), impuestos al juego (casinos y lotería nacional), un porcentaje de todos los aumentos salariales logrados por los convenios colectivos de trabajo. Los sindicatos competían entre si con las donaciones. La CGT donó todos los salarios producidos el 1 de mayo y el 17 de octubre. Evita veía a la fundación como su propia contribución a la nueva Argentina creada por Perón.A partir de 1949 también dedicó grandes esfuerzos a la organización del PP Femenino, dos años después de que las mujeres pudieran votar.Evita no jugó un rol significativo en la campaña por el sufragio femenino. De hecho, antes de que ella hiciese público por primera vez su apoyo al sufragio femenino, el senado ya había aprobado el proyecto de ley específico. La aprobación definitiva de la ley fue la culminación de una larga y complicada lucha entre las feministas argentinas durante las décadas anteriores y los conservadores que dominaban el senado. Con el apoyo total de Perón y la mayoría peronista en el congreso la ley se aprobó sin problemas. Evita fue juanete activa en la campaña para registrar votos femeninos lanzada por el gobierno, y fue la mayor fuerza detrás de la organización de las mujeres peronistas dentro de un partido político.El PPF no fue el primer partido integrado sólo por mujeres. El primero fue el partido feminista, fundado por mujeres socialistas, comunistas y anarquistas. Pero la participación política de las mujeres fue baja en las décadas del 20 y 30. A partir del golpe de 1943 las mujeres comenzaron a interesarse más en la política. El PPF fue fundado en 1949 con el principio de lealtad incondicional a Perón. Se formaron ramas en las provincias. Como en la fundación, Evita supervisaba todo el accionar.

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Durante dos años las censistas cruzaron la Argentina de lado a lado y trabajando arduamente fundaron células en todo el país, las elecciones de noviembre de 1951 demostraron que sus esfuerzos habían valido la pena. Perón recibió el 62,5% de los votos y de las mujeres que votaron 63,9% lo hicieron por el peronismo.Evita dirigió su partido como una organización paralela a la rama masculina, pero totalmente separada de esta. Ella sólo aceptaba órdenes de Perón. Imponiendo su autoridad bajo el nombre de Perón, dirigía el partido con mano de hierro. Su control fue total y nunca desafiado. Junto a la CGT y al PP la rama femenina fue el tercer componente del movimiento peronista. Estaban unidos no sólo por perón, sino también por Evita, su compañera. El liderazgo carismático de Evita sobre los descamisados no sólo se originaba en Perón y se legitimaba a través de él, sino que existía debido a él y ella.Evita ocupaba una posición de privilegio en la jerarquía peronista. En todas las ceremonias oficiales, excepto en las militares, ella permanecía al lado de Perón. Ella era sólo inferior a Perón dentro del movimiento peronista. Pero tenía por sobre todo el poder de influenciar decisiones, especialmente en las elección de los candidatos para el congreso, diplomáticos, autoridades del partido etc. no parece que haya tenido un gran impacto en las decisiones políticas referentes a los trabajadores, a las nacionalizaciones o a la política internacional, pero fue libre para actuar y usar su influencia hasta tanto Perón no le pusiese límite. Su aceptación de la decisión respecto a no irritar a los militares presentando su candidatura a la vicepresidencia es quizás el mejor ejemplo de la absoluta y definitiva autoridad de Perón sobre los actos de Evita.El liderazgo de Evita fue definido sobre la base de la superioridad de Perón no sólo como hombre, sino también como líder. Evita sólo se preocupaba por repetir las ideas de Perón e introducir innovaciones sólo cuando pudiesen servir a la causa de Perón. Manteniendo inequívocamente su fanatismo hacia Perón, ella demandó y obtuvo el mismo compromiso de sus seguidores. Haciendo esto, ella fue responsable por la creación de sus seguidores de un culto al líder que requería absoluta fidelidad, completa confianza, incondicional alianza y ciega obediencia su palabra. Creó una atmósfera en la cual la crítica y la discrepancia fueron exitosamente eliminadas y en donde el peronismo se transformó en un movimiento dirigido por lacayos totalmente sujetos a la voluntad del líder. El también lo quería así, no sólo fue obra de Evita. El culto a Perón fue continuado aun después de la muerte de su mujer. Cuando Perón regreso del exilio se le dio un nuevo nombre, verticalismo, el cual continuó siendo uno de los mayores soportes del movimiento peronista.La muerte de Evita fue una grave pérdida para Perón. Debido a que ella había acumulado tanto poder, aunque informal ninguna persona podía reemplazarla sola en todas sus actividades. Perón trató de convertirse en su sustituto, pero pronto abandonó la dirigencia de la Fundación y del PPF.

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Mantuvo la conexión con la CGT. El impacto de Evita sobre el peronismo fue sustancial, ella le permitió mantener su liderazgo carismático intacto. Fue le instrumento para ampliar y reforzar la base social del peronismo, consolidó la alianza con la clase trabajadora, extendió la política social y aseguró el apoyo de los sectores marginales.Con respecto a la mujer en general, Evita impulsó a las mujeres a que entraran en el ruedo político, a que participarán en la política como militantes activas, pero sin olvidar sus obligaciones como mujeres. Hizo de la política una actividad legítima de las mujeres, peronistas o no. Aunque su candidatura a la vicepresidencia se vio frustrada preparó el camino para Isabel Martínez de Perón.

NAVARRO, Marysa. Evita. Buenos Aires, Corregidora, 1981, Cáp. XI

LA FUNDACIÓN EVA PERÓN Casi todas las obras escritas sobre Evita, atribuyen el origen de su acción social al rechazo que sufrió por parte de la oligarquía argentina cuando Perón ascendió al gobierno. Según esta interpretación, que en ningún momento aparece debidamente documentada, las damas de sociedad se rehusaron a olvidar su pasado, se negaron a aceptarla como Primera Dama y no quisieron nombrarla presidenta honoraria de la Sociedad de Beneficencia de la Capital, como era costumbre. No obstante, nunca existió un proyecto por parte de Evita para atacar la Sociedad de Beneficencia.Desde el punto de vista legal, el siguiente paso, es decir la intervención, se originó en el Senado. El 6 de septiembre de 1946, por el decreto 9414, se intervenía la Sociedad, nombrándose interventor de la misma del Dr. Armando Méndez Martín. La Sociedad de Beneficencia de la Capital había sido fundada el 2 de enero de 1823 por Bernardino Rivadavia, siendo gobernador de la provincia el general Martín Rodríguez. “Las atribuciones de la Sociedad de Beneficencia”, decía el decreto de Rivadavia, “serán: A)- la dirección e inspección de las escuelas de niñas; B)- la dirección e inspección de la casa de expósitos, de la casa de partos públicos y ocultos, hospitales de mujeres, colegios de huérfanas, y todo establecimiento público dirigido al bien de los individuos de este sexo”. Comenzó a funcionar el 12 de abril de 1823 y en el mes de julio de ese año se instaló en el viejo convento de los Mercedarios en la Calle Reconquista, donde aun estaba en 1946.A través de los años, el número de establecimientos que dirigía la Sociedad de Beneficencia había aumentado considerablemente. Abarcaba varios hospitales, entre otros el Hospital Rivadavia, el Instituto de Maternidad “Alberto Peralta Ramos”, el Hospital de Niños y el Hospital oftalmológico, la Casa de Expósitos, un sanatorio en Mar de Plata y numerosos asilos. Sus fondos provenían de donaciones particulares y de

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instituciones como el Jockey Club y de la Compañía Sudamericana de Teléfonos, pero principalmente de las subvenciones que le daba el Estado. En 1935, sus recursos totalizaban 12.018.094 pesos, de los cuales 8.715.750 pesos le eran proporcionados por el Estado. Según lo informaba La Nación, en 1945, su presupuesto se había elevado a 22.232.280 pesos.A partir de 1946, la Sociedad de Beneficencia dejó de existir como tal y cuando se creó la Dirección Nacional de Asistencia Social es septiembre de 1948, junto con otras instituciones de beneficencia, sus institutos pasaron a depender de la misma. La Fundación Eva Perón surgió dos más tarde, no con el propósito de reemplazarla, sino como consecuencia de la amplitud que habían tomado las actividades de Evita en el campo social y de la necesidad de establecer un organismo con personería jurídica que centralizara y controlara las mismas.Desde el punto de vista formal, la Fundación nació el 8 de julio de 1948. En esta fecha, el decreto Nº 20.564, otorgó personería jurídica a la “Fundación Ayuda Social Maria Eva Duarte de Perón”. Por el decreto Nº 20.268 del 25 de septiembre de 1950, pasó a llamarse “Fundación Eva Perón”, nombre que conservó hasta poco después del levantamiento militar que puso fin a la segunda presidencia de Perón. Según lo establecían sus estatutos, la Fundación tenía los siguientes objetivos:a) Prestar ayuda pecuniaria o en especie, facilitar elementos de trabajo, otorgar becas para estudios universitarios y especializados a toda persona carente de recursos que así lo soliciten y que, a juicio de la fundadora merezca ser otorgadob) Construir viviendas para su adjudicación a familias indigentesc) Crear y/o construir establecimientos educacionales, hospitalarios, recreativos o de descanso y/o cualquiera otros que permitan mejor satisfacción a los elevados fines que persigue la instituciónd) Construir establecimientos benéficos de cualquier índole, los que podrán ser transferidos, con o sin cargo, al Estado Nacional, Provincial o Municipale) Propender, contribuir o colaborar para todos los medios a su alcance, a la realización de obras de interés general y que tiendan a satisfacer las necesidades esenciales para una vida digna de las clases sociales menos favorecidas. Sin embargo, ya a fines de 1947, o sea antes de que surgiera formalmente la Fundación, existía algo que la prensa peronista llamaba la Cruzada de Ayuda Social o la Obra de Ayuda Social Maria Eva Duarte de Perón, que repartía subsidios a ancianos, habilitaba hogares de Tránsito para mujeres desamparadas y donaba viviendas, realizando así muchas de las funciones que luego desarrollaría desde la Fundación.El contacto directo con la gente que requería su ayuda, primero en su oficina de Correos, luego en el Ministerio de Trabajo y continuaba llegando a la residencia presidencial, las visitas a lugares como el bañado de Flores y otros barrios tanto de Bs. As. como en el interior de la Republica, donde

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la gente se amontonaba en condiciones de vida miserables, acrecentaron en ella la necesidad de remediar las premuras inmediatas de los que solicitaban su amparo. En un principio la ayuda se llevó a cabo sin un plan determinado, es respuesta a los problemas que le planteaban. Así por ejemplo, como los pedidos de ropa y comida eran muchos, recurrió a sindicatos para que hicieran donaciones. En un garaje abandonado de la residencia presidencial, fue acumulando azúcar, telas, ropas, zapatos, etc. era un verdadero almacén y así fue bautizado: “Las Delicias”.El 14 de agosto viajó a Rosario donde distribuyó ropa y víveres; hizo lo mismo en ochos sindicatos cordobeses el 26 de octubre cuando fue a inaugurar dos hospitales ferroviarios. El 24 de diciembre por la mañana distribuyó sidra, juguetes y paquetes de ropa a 6.000 personas en el Parque Patricios, y por la tarde siguió haciéndolo en Vicente López.Los esfuerzos de Evita, desorganizados, espontáneos, exigían una estructura pues los pedidos de ayuda no cesaban. Llegaban de todos los rincones del país y pronto se vio en la necesidad de emplear más personal para procesar las cartas que recibía.En esta etapa, el dinero que Evita necesitaba para adquirir la ropa, comida o para distribuir en forma de subsidio, provenía de donaciones pero principalmente de un fondo instituido por el Ministro de Hacienda, Ramón Cereijo.A principios de 1948, era obvio que Evita no sabía todavía qué quería hacer exactamente en el campo de la ayuda social. Mientras tanto, como interventor de la Sociedad de Beneficencia, Méndez San Martín había ido reestructurando los institutos que dependían de esa entidad, con un criterio más acorde con los postulados del gobierno. Los internos ya no usaban uniformes, se ampliaban los servicios y los edificios eran remodelados. En el mes de marzo de 1948, todas las escuelas de enfermeras dependientes de los hospitales de la Sociedad eran absorbidas en una institución que pone bajo la regencia de Teresa Adelina Fiora, hasta entonces Secretaria de la Escuela de Enfermeras del Hospital Peralta Ramos. Tres meses más tarde, Fiora ya tenía la nueva Escuela de Enfermeras “Maria Eva Duarte de Perón” en funcionamiento. Fue inaugurada oficialmente bajo otro nombre “7 de mayo” y como parte de la Fundación, el 4 de septiembre de 1950.Para cuando Evita decide organizar la Fundación, había pues un equipo de gente con experiencia en el área asistencial y criterios próximos a los que ella quería impartir a sus proyectos y muy pronto se convirtieron en sus colaboradores. Hacia 1950, éstas son las principales personas que trabajaban con Evita en el campo social: el Contador Público, Alfredo Alonso, y el Ministro de Hacienda, Ramón Cereijo, son los encargados de la parte financiera, este último como administrador y apoderado de la Fundación; Armando Méndez San Martín, que a partir de 1948 pasó a ser el Director Nacional de Asistencia Social, es Director General de la Fundación;

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el cirujano Dr. Ricardo Finochietto es el asesor de Evita en lo que concierne al programa hospitalario, etc.Su preocupación en un primer momento fue colaborar con la política social del gobierno en aquellos terrenos donde ésta se hacía sentir con mayor dificultad o donde penetraba más lentamente o sea en los niños, las mujeres desamparadas y los ancianos. Estos eran sectores marginales por cuanto no podían beneficiarse directamente de toda legislación social que recompensaba a los obreros, empleados, peones del campo, etc., ya sea porque no tenían trabajo regular o porque como en el caso de los ancianos habían trabajado toda su vida, no tenía jubilación y por lo tanto necesitaban de pensiones o subsidios para no terminar sus días en la indigencia.La actividad de Evita en el campo de la ayuda social fue objeto de una intensa campaña de alabanzas por parte de la prensa peronista, especialmente claro está de Democracia. Evita siempre fue extremadamente sensible a las exclamaciones de admiración que desencadenaban sus actos. En múltiples instancias, ella buscaba y se prestaba muy gustosa a los montajes más aparatosos de la maquinaria de propaganda peronista pero también es verdad que no se dejó devorar por ella.Además de subsidios individuales para ayudar a ancianos, Evita propició la construcción de hogares, inaugurando el primero el 17 de octubre de 1948. También obtuvo que el Congreso sancionara una ley que acordaba pensiones a personas de más sesenta años que no tuvieran recursos o no estuvieran amparadas por regimenes de previsión.En el campo educacional, esta institución construyó un total de 1.000 escuelas y 18 hogares-escuelas en el interior del país donde unos 3.000 niños de 4 a 10 años, de padres sin recursos, estudiaban ya fuera como internos o externos, según las necesidades de la cada familia. La famosa “Ciudad Infantil Amanda Allen” y la “Ciudad Estudiantil”, ambas en la Capital Federal, integraban también el aspecto educacional de la Fundación. Las provincias de Córdoba y Mendoza también contaban con una ciudad infantil cada una.En el campo de la asistencia médica, la Fundación construyó un total de cuatro policlínicos solamente en Bs. As.: el de Ezeiza y los tres policlínicos gemelos de Avellaneda, Lanús y San Martín, cada uno con capacidad de 500 camas, equipos supermodernos, revestimientos de mármol, amplias ventanas, cuartos hospitalarios y atención totalmente gratuita. La Fundación construyó también policlínicos en Salta, Mendoza, Santiago del Estero, Jujuy, San Juan, Catamarca, Corrientes, Entre Ríos y Rosario. No llegó a inaugurar su policlínico de Niños en Baigorria (Catamarca) pues lo hizo la Revolución Libertadora.Cuando ocurría algún siniestro, la Fundación enviaba inmediatamente sus ambulancias, enfermeras y también ropa, comida y medicamentos, ya

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fuera a cualquier rincón del país como al exterior, Perú, Ecuador, Colombia, etc.En Bs. As, la Fundación mantenía tres Hogares de Tránsito, con una capacidad total para 1.150 personas. En estas instituciones, alegres y acogedoras, mujeres con hijos encontraban un refugio temporario, tratamiento médico si lo necesitaban, ropa, etc., mientras se les buscaba trabajo y vivienda permanente. Por otro lado, las muchachas solteras que trabajaban en la Capital Federal y que por cualquier circunstancia no tenían donde vivir, podían hacerlo en el Hogar de la Empleada “General San Martín”. El Hogar tenía una capacidad para 500 personas, un restaurante donde se podía comer a precios muy moderados.La Fundación mantenía cuatro Hogares de Ancianos. El de Buzarco inaugurado el 17 de octubre de 1948, era un conjunto de varios edificios: talleres, dormitorios, enfermería, gallineros, establos, proporcionaba casa, comida, recreo y trabajo a unos 200 ancianos. Además de tener colonias vacaciones para niños como la de Ezeiza, subvencionaba vacaciones de jubilados, obreros, estudiantes y niños en sus unidades de turismo de Uspallata (Mza), Chapadmalal (Bs. As.) donde había trece hoteles con una capacidad total de 4.000 personas y Embalse Río Tercero (Córdoba), un complejo de seis hoteles con capacidad para 3.000 turistas. Construyó asimismo viviendas para obreros como el barrio Presidente Perón (Saavedra) y “Ciudad Evita” que proporcionó vivienda propia de 25.000 familias.A partir de 1948, la Fundación comenzó también a patrocinar campeonatos infantiles y juveniles de foot-ball.Evita dedicaba todas sus tardes, hasta altas horas de la noche, a la “Ayuda Social directa”. Recibía largas filas de ancianos, hombres, mujeres con niños en los brazos y jóvenes que venían a pedirle trabajo, una pensión, materiales para construir una pieza, una máquina de coser, una casa en un barrio o unos gramos de estreptomicina. El procedimiento para llegar hasta ella era muy sencillo. Se pedía una audiencia en su oficina del Ministerio o le escribía una carta a la residencia presidencial, explicando el problema. Las cartas eran leídas en la calle Austria y allí se contestaban todas por igual, sin hacer cuestión ni por un momento de afiliación política. Cuando la persona empezaba a desesperar, venía la respuesta, conteniendo el día, la hora y el lugar, ya fuera por la tarde en el Ministerio o muy temprano en la residencia. Una vez en el despacho de Evita, la espera no terminaba pues por lo general ella debía interrumpir las entrevistas para cumplir con otras obligaciones. Pero siempre volvía, dispuesta a conversar pacientemente con todos los que la habían aguardado, preguntándole uno a uno que necesitaban. Enterada del problema, los varios secretarios que se movían a su alrededor, empezaban a cumplir sus decisiones y ella estampaba sus iniciales en las órdenes que debían ser llevadas a otras dependencias, según el caso concreto. A veces, ante una madre con un niño en los brazos y otros dos colgados de las

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faldas, le preguntaba qué medios tenía para ir a casa. Si no quedaba satisfecha con la respuesta, abría una carpeta en la que guardaba billetes y le daba unos cuantos. Otras veces, mandaba a su chofer que llevara a un viejito a su casa.Evita estaba convencida que su programa de ayuda social era esencialmente diferente a la caridad que se practicaba antes de ascender Perón al gobierno. Sus enemigos, tanto en la izquierda con en la derecha, han hecho hincapié en algunos de los aspectos de su trabajo, como la distribución de paquetes de ropa desde el último vagón de un tren, los “donativos” que realizó en Europa, o las entrevistas personales de Evita con los que venían a pedir ayuda en el Ministerio de Trabajo, para tacharla de paternalista y aun peor, de hipócrita. Ciertamente, la imagen de Evita, elegante, perfumada, haciendo milagros todos los días con su generosidad ilimitada y reinando incontestada en su salón de audiencias del Ministerio de Trabajo como un escenario teatral, no es totalmente falsa, pero está lo suficientemente deformada como para desvirtuar la realidad que vivían tanto ella como los que iban a pedir su ayuda.Para la gente que iba todas las tardes al Ministerio de Trabajo, la experiencia que representaba encontrarse con Evita tenía un sentido muy distinto al que le han dado sus críticos. Por empezar, sabía que ahora había una persona con poder e influencia a la cual podía recurrir para resolver sus problemas y eso significaba una diferencia notable con la situación que existía antes de 1946 cuando las instituciones de caridad eran demasiados escasas y sus fondos muy reducidos. En lugar de llenar formularios ante empleados cansados o aburridos, como sucedía antes de que ella comenzara a trabajar, la gente se encontraba dialogando con la esposa del Presidente de la Nación, el tiempo que fuera necesario, sin apuros. Pero en verdad, la gente no veía a la esposa del Presidente detrás del escritorio, sino a “Evita” y todo el mundo sabía que Evita era una mujer del pueblo, igual que todas las que se amontonaban en el recinto y que era precisamente por eso que estaba allí.Para Evita no se trataba de hacer caridad sino de hacer “justicia social”. Cumplía con su cometido en la Secretaría de Trabajo, “cuna de la justicia social”, de una forma parecida a su trabajo gremial por lo tanto no podía ser ni filantropía, ni caridad, ni lismona, ni beneficencia.Para los antiperonista, la acción social de Evita nada tenía que ver con el amor. Sus discursos y sus actos eran la prueba irrefutable que no pasaba de ser una “resentida”.Los actos de Evita demuestran que no era una resentida en el sentido que daban a la palabra sus “supercríticos”. Los que sus enemigos denominaban resentimiento tampoco era conciencia de clase. Siguiendo su división de la sociedad en el pueblo y oligarquía, su resentimiento era la expresión de su conciencia de pertenecer sin reserva alguna al pueblo.A su modo de ver, la Fundación era el medio que ella había puesto al servicio de Perón y por lo tanto del pueblo argentino para solucionar sus

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problemas más inmediatos. El principio que guiaba su acción era proporcionar a los descamisados los elementos necesarios para salir de la situación en que se hallaban y por su propio esfuerzo, integrarse a la comunidad, o atender aquellos grupos que “por razones de edad, por causas de enfermedad o por incapacidad física, no son aptos para el trabajo”. Por variadas que fuesen las necesidades de los descamisados, ella sentía la obligación de satisfacerlas, no solamente porque así demostraba su apoyo a Perón sino también porque el pueblo tenía derecho a ello.La Fundación desplegó su mayor actividad de 1948 a 1952, pues fue entonces que se construyeron casi todos los policlínicos, muchos de los hogares-escuelas, etc. No es que la Fundación se convirtiera a partir de 1952 en una entidad con espíritu burocrático, donde para conseguir una máquina de coser había que llenar formularios de todo tipo. Todo siguió funcionando, pero a ritmo más lento, y es que cuando falleció Evita, no sólo murió con ella el alma de la Fundación sino también la única persona con suficiente autoridad como para hacerla funcionar como lo había hecho hasta 1952. Muerta ella, nadie podía exigir de todos los que de alguna manera tenía que ver con la Fundación, un ritmo de trabajo agotador, una dedicación total, a la par de la que ella misma realizaba mañana, tarde y noche.Además, la muerte de Evita coincidió con el comienzo de un periodo en que se acentúan las dificultades económicas y ya no era tan fácil obtener recursos para los proyectos. Un consejo formado por un presidente y ocho vocales, cuatro designados por el secretario general de la CGT y cuatro nombrados por el Ministro de Trabajo y Previsión, tomó las riendas de la institución. Pronto se vio sin embargo que ésta no era la solución más adecuada y que el buen funcionamiento de la Fundación requería la presencia de un ejecutivo que pudiera tomar decisiones. Tanto Perón, que era el presidente del Consejo, como los otros miembros, Cereijo y Freire, aceptaron su responsabilidad pero no podían dedicarle el tiempo necesario y muchas veces las decisiones no podían esperar.En varias oportunidades el poder legislativo colaboró generosamente con la Fundación para adjudicarle recursos, pero la mayor fuente de ingresos provenía de donaciones. Estas eran las que hacían sindicatos, agrupaciones, empresas, organismos estatales y también individuos. Cada donante recibía un comprobante en general el Ministro de Hacienda era el que aceptaba la donación en nombre de la Fundación. Gran parte de las donaciones en efectivo provenían de sindicatos. Estos hacían contribuciones individualmente, a partir de 1948 acostumbraban a donar un porcentaje de los aumentos consignados en los convenios colectivos de trabajo.Durante el gobierno de Perón era corriente oír que los recursos de la Fundación provenían de donaciones forzosas y de chantajes que Evita hacía a las más variadas empresas. La resistencia a estos supuestos

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chantajes acarreaba muy duras sanciones y se citaba generalmente dos casos de empresas que se negaron a pagarlos y fueron perseguidas por el gobierno: los laboratorios Massone y la Fábrica de caramelos Mu-Mu.Es muy factible que colaboradores de Evita hayan ejercido presiones indebidas ante empresarios para obtener recursos o donaciones forzosas de mercadería. Es de pensar que esto sucediera sin su conocimiento, aunque no es imposible creer que si llegara a enterarse, hiciera la vista gorda pues “así los ricos se veían obligados a devolver lo que pertenecía a los pobres”.A principios de 1953, Perón pidió al teniente coronel Alberto F. R. Bolaños, en aquel momento presidente de la Lotería Nacional y Casino, que se hiciera cargo de la Fundación y fuera su gerente. Bolaños aceptó y nombró a su vez a un sub-gerente, Jorge S. Spotti. El Consejo siguió funcionando, reuniéndose con la gerencia periódicamente. Bolaños y Spotti fueron los encargados se proseguir todas las actividades de la Fundación, menos la ayuda social directa, que junto con los servicios asistenciales de urgencia, quedó en manos de Renzi.Cuando Evita creó la Fundación, lo hizo con un capital inicial de 10.000 pesos que ella aportó. Cuando el gobierno del general Lonardi se incautó de sus bienes, tenía un activo de 3.408.196.550,40 pesos. Sus inmuebles valían 1.598.538.102,12 pesos y su presupuesto anual era de unos mil millones de pesos (48).Sin dudar de los fines sociales que tuvo la Fundación Eva Perón, tampoco pudo ignorarse el sentido político implícito en cada obra de esta institución. Si bien parte de su actividad estuvo dirigida hacia los sectores marginales, la construcción de hospitales, clínicas, viviendas para obreros, hoteles donde pudieran pasar unas vacaciones baratas con sus familias y la ayuda financiera que proporcionaba a sindicatos para que pudieran ampliar sus obras sociales o adquirir sus sedes, tenía el claro propósito de complementar la política social del gobierno hacia un sector específico, los trabajadores. En ese sentido fue la herramienta política más poderosa con contó Evita, mucho más que el Partido Peronista Femenino o su relación con la CGT. Pudo utilizarla, porque para ese momento ya había creado una base dentro de la estructura de poder y por lo tanto podía hacer prevalecer sus decisiones, sus deseos y sus proyectos sobre muchos ministros. Además, en momentos en que el Estado veía mermar sus recursos, pero las expectativas de los trabajadores no disminuían, la Fundación por estar dirigida por Evita, contaba con los medios para sustituir algunas funciones que había cumplido anteriormente el Ministerio de Trabajo y los recursos para satisfacer dichas expectativas en las más remotas provincias. A partir de 1950, Evita usó la Fundación para extender, reforzar y ampliar la adhesión de los trabajadores a Perón y al mismo tiempo para establecer su propia identidad con las masas, aumentar su influencia y fortalecer su propia posición dentro del gobierno.

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Como presidenta de la Fundación, Evita no rendía cuentas de sus actos a nadie. Mientras éstos tuvieran resultados positivos para Perón, él no tenía por qué preocuparse. Como ningún funcionario se atrevía a pedir cuentas a Evita, ni tampoco un organismo estatal, estaba totalmente fuera de cualquier fiscalización.

PRIETO, Ramón, Treinta años de vida argentina

EL IAPIEl Instituto Argentino de Promoción del Intercambio fue el instrumento creado por la revolución para que el control estatal sobre el comercio exterior asegurara al país que al “comprador único”-representativo de todas las adquisiciones que realizaban los aliados occidentales en el periodo de guerra-también se le opondría un “vendedor único”, que al fijar los precios de nuestras exportaciones imposibilitara que el comprador que centralizaba todas las compras especulara con las necesidades, los compromisos o simplemente la diferencia de los costos de nuestros productores. Sin embargo, no constituyó una variedad de monopolio del comercio exterior. Las antiguas empresas que tradicionalmente acopiaban la producción de nuestro agro, de la misma manera que las que también tradicionalmente procedían a explotarlo al mercado internacional, mantuvieron su actividad durante los nueve años del primer gobierno peronista.Más claramente: la tarea de acopiar en las zonas de producción, de almacenar el producto, de embarcarlo en el ferrocarril lo cumplía el AIPI; llegado el producto al puerto, Bunge y Born, Dreyfus, Ridder, los exportadores tradicionales de nuestra producción destinada al mercado internacional cumplían la misma tarea que habían cumplido a través de décadas, pero liberadas de los engorros de acopiar, transportar y financiar. De ello se ocupaba el organismo nacional. Los viejos acopiadores y exportadores lo hacían por cuenta del IAPI, recibiendo un porcentaje determinado de beneficios de acuerdo con el precio logrado para los productos. Pero el IAPI, que absorbía buena parte de las ganancias, también absorbía las pérdidas. Y como en el intercambio de los países subdesarrollados, una de las fuentes del déficit crónico que genera el fenómeno de importación-explotación reside en el deterioro de los términos del intercambio, el IAPI resultó un canal que centralizaba una parte sustancial de nuestra descapitalización.La política de subvencionar el consumo de la explotación, a los fines de mantener el valor adquisitivo de los salarios e impedir el aumento del costo de vida, fue otra de las vías por las que se fue consumiendo lo acumulado durante la guerra en virtud de las dificultades para importar las máquinas, los repuestos, los insumos y los productos que mantuvieron activa nuestra incipiente organización industrial. Pero éstas también exigió ser subvencionada en el rubro del petróleo y sus derivados, so pena de

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elevar los costos y transferirlos al consumo. Y como el IAPI era también el vaso comunicante de esa fuente deficitaria, ya que las ganancias -cada vez menores- y las pérdidas- cada vez mayores- eran finalmente transferidas al estado, éste tenía que optar entre su privatización o su liquidación. Así que cuando el Perón, ante los dirigentes de las Federaciones Económicas provinciales, anunció la firme resolución de transferir a la actividad privada todas las empresas estatales es evidente que incluía al IAPI, que era el que mayor déficit le transfería.

El petróleoEn lo que se refiere a YPF, Perón le niega capacidad financiera, organizativa, técnica y operativa para encarar el autoabastecimiento nacional de combustibles líquidos, sugiriendo la intervención de compañías extranjeras para alcanzarlo. Esta fue la posición que adoptó cuando intentó concretar el contrato con la California, que la oposición fustigó junto al sector sectario del peronismo y que no se concretó porque sobrevino el golpe de 1955.Pero el convenio con California tuvo precedentes. Ya en 1952 y de acuerdo con el plan económico de estabilización y desarrollo, se habían iniciado tratativas con algunas empresas norteamericanas especializadas en la cuestión.Las tratativas con las compañías norteamericanas con vistas al aumento de la producción petrolera nacional sobre bases en contratos de explotación y exploración, se mantuvieron tres años con la Drilexco, la Glenn MacCathe, la O`Connor, la Odlun y otras, culminando finalmente en 1955 con el contrato firmado con la California Argentina S. A., una subsidiaria de la Standard Oil. El contrato con la California Argentina centralizó los debates parlamentarios más allá de lo previsible. La oposición centró su crítica argumentando que la zona prevista para la explotación petrolera de la California constituía un “cinturón de vasallaje”.En resumen: la política económica peronista no rebasó los moldes de la vieja política sostenedora del “statu quo” de la dependencia, pese a que proclama su voluntad de independizar económicamente al país. En consecuencia, como la autodeterminación en la materia es el punto de apoyo insustituible de la soberanía política y la justicia social, la primera se mantenía en las esferas de las posibilidades y la segunda en la temporalidad de un tonel al que alimentan dos y succionan cinco. Su agotamiento era inevitable y se dio a partir del tercer año de gobierno, allá por mediados de 1949.

La política exteriorEn lo que respecta a las relaciones internacional, ubicadas por el general Perón en los planos de la “tercera posición”, es en su aspecto positivo, la

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de cooperación y fraternidad, especialmente hacia los países hermanos de Hispanoamérica.Interpretando justamente la necesidad de abstenerse de intervenir, directa o indirectamente en los problemas de los demás países, se negó a retirar nuestra representación diplomática de Madrid cuando la totalidad de los demás países, europeos y norteamericanos, procedían a aislarla del contexto internacional. El estatismo deforma el papel que debe cumplir el gobierno. Le hace encarar actividades productivas empresarias para las cuales no está preparado, sea por su insuficiencia financiera –determinada por su déficit crónico-, sea por su incapacidad de gestión –determinada por una burocracia hipertrofiada que en realidad no es otra cosa que un subsidio encubierto a la desocupación-. Así ha ocurrido que el Estado ha querido hacer el arrabio y el acero con la práctica exclusión de la actividad privada y no tenemos no el arrabio ni el acero que necesitamos. Y así ha ocurrido que el Estado ha llegado a poseer 250 empresas productoras de los bienes y servicios más variados -no falta entre ellas fábricas de chorizos o de zapatillas-, que con su ineficacia pesan negativamente sobre el conjunto de la economía en forma de elevada presión tributaria, emisión monetaria sin respaldo y absorción de recursos financieros del mercado de capitales para enjugar déficit, recursos que podrían aplicarse a actividades más dinámicas si fueran accesibles para el sector privado.Las estatizaciones bajo el rotulo de “nacionalizaciones” siempre fueron una tendencia negativa del peronismo y llegaron a los niveles más absurdos con la restauración de 1973 y el equipo de Gelbrad a la cabeza. Una tendencia que sólo aboga a la actividad productiva privada -excluyéndola o aplastándola con cargas financieras-, sino que le impide cumplir adecuadamente al Estado su misión esencial de rector del proceso económico.

La ayuda socialLa Fundación de Ayuda Social que creó y dirigió Eva Maria Duarte de Perón complementaba, en beneficio de un amplio sector de necesitados, los postulados de justicia social que inspiraron las iniciativas de la Secretaría de Trabajo y Previsión en los tiempos de la Revolución del 4 de junio. En la práctica era la forma de ser de esa justicia en relación a los sectores populares no ligados aún al trabajo productivo por dos razones: por haber excedido los años que los habilitaban para producir en cualquiera de las ramas del trabajo nacional, y por no haber alcanzado la edad que les permitía hacerlo.Pero en el desarrollo de esa obra que la introdujo para siempre en el corazón del pueblo, no se limitó a mitigar las condiciones de vida de esos dos sectores de la población -los ancianos y los niños- marginados del trabajo y, por consiguiente, de usufructuar los derechos a la alimentación, la vivienda y el descanso reparador que la legislación social reconocía y hacía cumplir. Iba más allá, a la educación de la niñez y la juventud, al

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hospedaje de la mujer que para incorporarse al proceso productivo debía trasladarse del interior del país a la capital federal o a las de las provincias, así como la preservación de la salud con unidades móviles que recorrían la totalidad del país ofreciendo atención médica y medicamentos a millones de personas anualmenteQue Evita era peronista, más aun, apasionadamente peronista, eso es tan evidente que podría prescindirse de registrarlo. Para ella el peronismo constituía el medio en cuyo seno podría realizar la obra a la que se consagró, subordinando a ella la aparatosidad, los ceremoniales, la solemnidad. Para ella, la Ayuda Social desconocía las preferencias partidarias, las diferencias ideológicas, los antagonismos de clase, las peculiaridades de lo pueblos y las distancias que la podían separar de ellos.Que para Evita la Ayuda Social a la que dedicó su vida y en la que iba incinerando su salud nada tenía que ver con la política, en la acepción que la hace divisionista y discriminadora, atribuyendo todas las virtudes a un partidismos o una ideología y todos los defectos y las intenciones aviesas a los demás, no sólo se mostró como la norma de conducta que exigía a sus colaboradores/as, sino lo que ella practicó hasta las últimas consecuencias.Pero a la vez Evita era la abogada insobornable de los derechos sociales ante todas las instancias del gobierno y fundamentalmente ante el mismo Perón. Con esa actitud cumplía dos objetivos para ella fundamentales: el de atarse a la causa de los trabajadores que era su propia causa, y el de asegurarse los medios financieros que hacían posible la ampliación siempre sostenida de la Fundación. Los gremios, a partir del 47, destinaban obligatoriamente la mitad de los aumentos de salarios que percibían, así como parte del aguinaldo anual, al sostenimiento de la Ayuda Social que dirigía Evita. Fueron esa solidaridad y ese desprendimiento del movimiento obrero los que les permitieron construir los Hogares Escuelas que albergaban a millares de niños, los destinados a los ancianos cuyo ejemplo mejor era el de Burzaco, los Hogares de Tránsito, la Cuidad Infantil y, posteriormente, la Ciudad Estudiantil, la Escuela de Enfermeras, que iban a prestar servicios profesionales en los hospitales y clínicas y policlínicos de todo el país. Y las organizaciones sanitarias ambulantes que recorrían las provincias económicamente retrasadas, llevando asistencia médica, vacunas, productos medicinales a la totalidad de las poblaciones que carecían de medios, profesionales y elementos para cumplir esa necesidad popular.La variedad y la diversidad de los problemas de que se hacía cargo la Fundación, la masividad de los niños que estudiaban, se alimentaban, eran vestidos y médicamente cuidados en los Hogares-Escuelas de todo el país, la atención a los ancianos que habían encontrado un hogar en los Hogares que le correspondían, la atención a las mujeres y sus hijos dispensados en los Hogares de Tránsito, que incluía la búsqueda de ocupación para las primeras y de internación de los niños en los Hogares-Escuela, así como la

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Escuela de Enfermeras y los demás organismos que integraban la Fundación, eran objeto de una permanente supervisión ejercida por la misma Evita que, en la materia, no delegaba esa responsabilidad. Y a ella se sumaba la atención personal que dispensaba a cuantos se aproximaban a su despacho para exponerle casos de excepción que no estaban ni podían constituir la creación de otros organismos de ayuda, dada su condición excepcional.

SKIDMORE, Thomas, SMITH, Peter, Historia Contemporánea de América Latina. América Latina del Siglo XX. 2ª Ed. Barcelona, Crítica, 1999

El peronismo y PerónUna vez instalado como presidente, Perón procedió a poner en práctica los principios corporativistas adoptados por los oficiales del GOU. Ahora se organizaría Argentina según los grupos de ocupación: industriales, agricultores, trabajadores. En la cima de esta jerarquía estaría el Estado. El gobierno actuaría como el árbitro final en caso de conflicto entre los grupos. El nuevo gobierno expidió con rapidez un sinnúmero de estatutos reguladores de las organizaciones ocupacionales y Perón afirmó de inmediato para el Estado un papel intervencionista en la economía. Se dictó un Plan Económico de Cinco Años y se otorgó a un poderoso y nuevo instituto de comercio exterior (Instituto Argentino de Promoción del Intercambio o IAPI) el monopolio estatal sobre las exportaciones de los cultivos agrícolas clave. Perón estaba llevando a la práctica la visión corporativista de los años treinta del general Uriburu, pero con una diferencia vital: hizo de los trabajadores urbanos sus aliados políticos más importantes, flanqueados por los industriales y las fuerzas armadas. Uriburu habría reducido el trabajo a una fuerza menor. Perón creó una alianza política sin precedentes en la historia argentina un sindicato de trabajadores, empresarios y militares. Había hecho la campaña para la presidencia con una nota nacionalista y populista: «Argentina era un país de toros gordos y peones desnutridos». Prometió promocionar soluciones verdaderamente argentinas mientras canalizaba a los trabajadores la recompensa psicológica y material que se les había negado injustamente. Perón continuó las tácticas que había estado perfeccionando desde que ocupó la secretaría de Trabajo en 1943 la estimulación de huelgas que luego el gobierno resolvía en favor de los trabajadores. Las tarifas salariales por hora se incrementaron un 25 por 100 en 1947 y un 24 en 1948. La participación del trabajo en la renta nacional aumentó cerca de un 25 por 100 entre 1946 y 1950. Los trabajadores urbanos argentinos experimentaron una mejora pronunciada en su nivel de vida. Los perdedores en este drama populista fueron los propietarios de capital, de forma especial los terratenientes, ya que el

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monopolio del comercio gubernamental (IAPI) compraba la mayoría de sus productos a bajos precios fijos. Al principio, esta intrépida estrategia pareció funcionar bien. El PIB creció un 8,6 en 1946 y un sorprendente 12,6 por 100 en 1947. Este crecimiento fue incentivado en parte por el auge exportador argentino, que produjo saludables excedentes comerciales de 1946 a 1948. Perón también hizo buena su promesa de reducir la influencia extranjera en la economía. En 1946, el banco central fue reorganizado para aumentar el control sobre los activos monetarios de propiedad extranjera. En 1948, Argentina nacionalizó el ferrocarril de propiedad británica, que seguía siendo el corazón del sistema de transportes nacional. También fueron nacionalizadas la compañía de teléfonos (controlada por la ITT estadounidense) y las instalaciones del muelle que pertenecían a los franceses. En cada caso, los argentinos compensaron a los propietarios a unos precios que después los nacionalistas declararon que habían sido demasiado elevados y en julio de 1947, Perón saldó toda la deuda exterior argentina, y emitió una «Declaración de Independencia Económica». Eva Perón también surgió como una fuerza política por derecho propio. Rechazada por las matronas de la sociedad que siempre habían monopolizado las carreras políticas de las primeras damas anteriores, «Evita» constituyó su propia fundación en 1948. Distribuía dinero y ayudas en persona y rápidamente formó un cortejo fanático y leal. Su carisma complementaba al de su marido y juntos lograron levantar una maquinaria política imponente. Presidían un gobierno electo que sofocaba con firmeza cualquier disensión política abierta. En 1948 parecía que los peronistas tenían un camino fácil. Se estaba alcanzando con rapidez la justicia social y pronto el régimen pronunciaría su doctrina «justicialista», la etiqueta utilizada para describir las medidas de bienestar social dirigidas a ayudar a la clase trabajadora urbana. La economía continuaba en plena actividad. La oposición política había sido desmoralizada y humillada. Era la realización de la «Nueva Argentina» que Perón había prometido. Este éxito fue pronto ensombrecido por problemas económicos. El año 1949 trajo el primer déficit del comercio exterior desde la guerra y redujo las reservas de divisas a un peligroso nivel. Igualmente importante fue el repentino salto de la inflación a un 31 por 100, doble que la del año anterior. Una severa sequía disminuyó la producción de artículos exportables. Perón se topó con las realidades económicas que habían permanecido ocultas durante los primeros años de la posguerra. Los precios mundiales para las exportaciones argentinas estaban cayendo; los de las importaciones, especialmente los de los artículos manufacturados, subían. Además, la política peronista agravaba el problema. El IAPI había establecido para los artículos agrícolas unos precios reducidos irreales con

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el fin de mantenerlos bajos en las ciudades, pero el efecto fue también desanimar la producción, con lo que se dañaron las exportaciones. Perón reaccionó ante la crisis económica de 1949 aportando un nuevo ministro de Finanzas, que lanzó un programa de estabilización ortodoxo: crédito ajustado, reducción del gasto público y límites estrictos en los aumentos de salarios y precios. Perón estaba determinado a controlar la economía y reanudar lo antes posible su ambiciosa política social. El comienzo de la crisis económica coincidió con su decisión de estrechar su control político. Su primer problema era la Constitución argentina de 1853, que prohibía la reelección del presidente. Los peronistas enmendaron la Constitución no sólo para permitir la reelección del presidente, sino también para reiterar una ley de 1947 que daba el voto a las mujeres. En 1951 Perón fue reelegido con el 67 por 100 de los 6,9 millones de votos emitidos, con un fuerte porcentaje de las mujeres votantes. Entonces se fundó un Partido Peronista, que contó como uno de sus órganos centrales con un Tribunal Disciplinario del Partido. Desde entonces el gobierno recurrió con más frecuencia a medidas autoritarias, tales como la expropiación en 1951 de La Prensa, el principal periódico de la oposición. Sin embargo, Perón fue vencido en un frente político. Al hacer la campaña para la reelección en 1951, quiso que Evita fuera su candidata a la vicepresidencia. Su influencia política había aumentado considerablemente, ya que muchos trabajadores la habían identificado como el corazón del peronismo. Fue brillante en la promoción de su imagen, ayudada por inmensos (y en su mayoría no explicados) fondos gubernamentales. Pero los militares no cedieron: se negaron a aceptar la posibilidad de que una mujer pudiera acceder a la presidencia y convertirse en su comandante en jefe. A Evita le amargó la decisión, pero sugirió que había límites en el poder peronista. El veto militar a su candidatura presagió un golpe mayor. Evita cayó enferma y finalmente no pudo ocultar el hecho de que estaba muriendo de cáncer.Fue adelgazando de forma persistente, pero luchó contra la enfermedad y continuó su agotadora vigilia en la fundación, ante las filas infinitas de desafortunados que pedían ayuda. Murió en julio de 1952, privando a Perón de una compañera política que se había convertido en alguien tan importante como él. Una vez muerta, se hizo más grande que la había sido nunca durante su vida. El gobierno suspendió todas sus funciones durante dos días y la CGT ordenó a sus miembros observar un mes de duelo. La manifestación de pesar fue asombrosa. Muerta a los treinta y tres años, Evita se convirtió en un mito poderoso que unió a los fieles peronistas. Mientras tanto, el severo plan de austeridad del ministro de Finanzas Alfredo Gómez Morales comenzaba a producir resultados en 1952. Perón y sus consejeros optaron entonces por un segundo Plan de Cinco Años,

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mucho menos populista y nacionalista que la política de finales de los años cuarenta. Había una apelación directa al capital extranjero, que dio como resultado un contrato con la Standard Oil de California en 1954. Se dieron nuevos incentivos a la agricultura, cuya explotación ya era antes un objetivo importante bajo la estrategia de alimentos baratos. Se pidió a los trabajadores que aceptaran una congelación salarial de dos años, sacrificio dedicado a la financiación de la tan necesitada inversión. Las implicaciones políticas de este cambio de estrategia económica eran obvias. Para recuperar el crecimiento económico, Perón pensaba que tenía que invertir, al menos en parte, algunas de sus medidas nacionalistas y redistribucioncitas. Cuando la economía estaba en expansión, era fácil favorecer a un sector social; pero cuando se estancaba, los trabajadores sólo podían salir ganando a expensas de los sectores medios y altos. Los conflictos de clase amenazaban con desgarrar la coalición populista construida cuidadosamente por Perón. Quizá por esta razón, la estrategia política peronista parecía volverse más radical. Desde 1949, los escasos aristócratas que una vez estuvieran en las filas peronistas desaparecieron. Perón se propuso controlar el ejército y para ello dio preferencia en los ascensos a los favoritos políticos. También estableció un nuevo programa para adoctrinar a los cadetes con las enseñanzas del peronismo y para vestir a los grados inferiores con uniformes vistosos. Perón sabía que tenía adversarios dentro del ejército y en 1951 intentaron un golpe contra él. Los suprimió con facilidad, pero el germen del descontento permaneció vivo. Tras la muerte de Evita en 1952, su atención se desvió del ejército a los sindicatos, dirigidos por sus leales. A medida que la política económica se hacía más ortodoxa, la retórica peronista se volvía más estridente. Se hizo evidente un tono militante justicialista de la clase trabajadora. En 1953, una muchedumbre callejera peronista saqueó el Jockey Club, bastión de la aristocracia argentina. En 1954, los radicales peronistas tomaron otro pilar del orden tradicional: la Iglesia. Se legalizó el divorcio y todos los colegios parroquiales se pusieron bajo el control del Ministerio de Educación. El año de 1955 trajo consigo manifestaciones masivas contra la Iglesia. Sus multitudes quemaron varias iglesias de Buenos Aires. El Vaticano se desquitó excomulgando a todo el gabinete del gobierno, incluido Perón. El presidente prometió solemnemente movilizar sus masas contra los «conspiradores» que ponían en peligro la independencia argentina, amenazando con vengar con cinco adversarios cada peronista que cayera en combate político. De hecho, el gobierno peronista estaba fuera de control. La cruzada anticlerical no podía proporcionar bastante fruto político para justificar el efecto destructor en el público, incluidos algunos fieles peronistas y, la repulsiva batalla con la Iglesia había proporcionado una oportunidad a los enemigos de Perón dentro del ejército. Muchos oficiales que se habían

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sentido molestos por diversos aspectos del peronismo se convencieron entonces de que estaba dispuesto a destruir el país. En septiembre de 1955, los conspiradores militares movilizaron sus fuerzas y presentaron a sus antiguos compañeros un ultimátum: rendirse o enfrentarse a la guerra civil. Perón, a diferencia de Evita, nunca había querido armar a los trabajadores y ahora era demasiado tarde. Aceptó el ultimátum y se retiró, refugiándose en una cañonera paraguaya que lo condujo aun ignominioso exilio.

BORRO, Maria Laura

UNA PATRIA SOCIALMENTE JUSTA, ECONÓMICAMENTE LIBRE Y POLÍTICAMENTE SOBERANA

IntroducciónEn la concepción clásica, la economía es el estudio de cómo conseguir la mejor asignación posible de los recursos limitados. De la profunda crisis de 1929, emergió un nuevo concepto que ligaba la economía con sus efectos sociales y el papel del Estado: el estado de bienestar. En éste el estado intervenía en la economía regulándola: creaba empleo en su rol empresario, con el aumento del salario y beneficios sociales aumentaba el dinero en circulación, activaba el aparato productivo generando crecimiento económico y bienestar social.El estado de bienestar, alcanzó su mayor expresión en la Argentina con el modelo peronista: una "patria socialmente justa, políticamente soberana y económicamente libre".

Estatismo y nacionalismoEn 1945 terminó la guerra y la Argentina dispuso de dinero en abundancia. El estado creó empleos masivamente. La demanda mejoró los salarios; el pleno empleo y los altos salarios expandieron el consumo, lo que realimentó la industria; la economía en su conjunto se activó, beneficiando a todos los sectores sociales.

Primer plan quinquenalFarrell promulgó por decreto una serie de medidas económicas de importancia: la nacionalización del Banco Central, la garantía de la nación para los depósitos bancarios y la reforma a las cartas orgánicas de los bancos Centrales, de la Nación, Hipotecario Nacional y de Crédito Industrial. El estado pasó a manejar la promoción del agro y la industria, el crédito, los seguros y el comercio internacional.El Primer Plan Quinquenal de Gobierno fue aprobado por el Congreso a fines de 1946, tenía como objetivo explícito la justicia social, característica poca común en el planeamiento económico. Se incorporaron también objetivos reivindicados por el nacionalismo, como la repatriación de la

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deuda externa y la nacionalización de los transportes, las comunicaciones y las estratégicas áreas de petróleo, acero y finanzas, parcialmente iniciadas.El plan promocionaba las industrias mediante un sistema de arancel aduanero diferenciales y créditos baratos.En 1945 se inauguró el primer horno siderúrgico en Zapla (Jujuy), se creó la Sociedad Mixta Siderurgia Argentina.El estado fundaba y/o administraba numerosas empresas como: la Dirección Nacional de Industria del Estado, la Dirección Nacional de Fabricaciones e Investigaciones Aeronáuticas y Metalúrgicas del estado, la Empresa de Línea Marítima Argentina, la Flota Aérea Mercante Argentina, el Ferrocarril Argentino, la Empresa Nacional de Telecomunicaciones, el Gas del Estado, los Yacimientos Petrolíferos Fiscales. El plan tuvo éxito, el PBI creció alrededor del 29% entre 1945 y 1948.

Expansión y recesiónEl esquema de industrialización tuvo algunos puntos débiles:

La industria liviana se expandió favoreciendo el consumo masivo y mejorando en forma sustancial el nivel de vida en la clase media y baja.

Las obras de infraestructura fueron escasas. En síntesis: los costos fijos eran altos, problema que regía tanto para los empresarios como para el estado empresario.En 1949, el período de expansión económica se agotó y comenzó una etapa de estancamiento. La inflación se convirtió en un indicador preocupante que en 1952 se acercó al 40% anual.

Crisis y austeridadEn 1949, se acabó el dinero que el gobierno había acumulado durante la guerra como producto de sus ventas y se hizo necesario replantear la marcha de la economía.En 1951, los problemas se agudizaron ante la pérdida de cosecha y el descenso de las exportaciones. Perón se vio obligado a pedir un préstamo a los Estados Unidos. El déficit fue cubierto momentáneamente.En febrero de 1952, el gobierno lanzó un Plan Económico para ese año que volvió al país a los lineamientos de la economía clásica.Perón cambió su discurso a los obreros, alentándolos a "consumir menos y producir más" y, así, consiguió un aumento de productividad con los salarios congelados.

Segundo plan quinquenalEste difería del primero por su definición de prioridades que esta vez fueron obtener altos rendimientos en el sector agropecuario, el área energética y las industrias pesadas y mineras, acompañado por un mejoramiento en la infraestructura: transportes, caminos y obras hidroeléctricas.

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Perón buscó inversiones extranjeras autorizando la remesa de beneficios y otorgando créditos del Banco Industrial.Hacia 1955 el cumplimiento de las metas propuestas estaba lejano, la Argentina importaba el 90% del carbón, el 60% del petróleo y casi todo el arrabio. La agricultura no recuperó su nivel con respecto a 1940-1944 y la industria liviana permaneció estacionaria.

Riesgo políticoPerón debió afrontar el costo político del mismo. La promoción de inversiones extranjeras le valió la acusación de "entreguista" por parte de la oposición.Al mismo tiempo se jugó el apoyo obrero por la reducción del nivel de vida. El número de huelgas aumentó.También perdió consenso entre los comerciantes al hacerlos responsables de la inflación. Los industriales vieron que se desalentaba su actividad.Perón, respondió aumentando la represión y la propaganda política del justicialismo que llegó a las escuelas, las fuerzas armadas y los medios de comunicación masiva realimentando las reacción en su contra.

Coyuntura y programa de gobiernoNingún tema puede comprometerse aislado del contexto general de la época, menos aún un programa económico que tuvo como marco el nuevo orden mundial que siguió a la guerra de 1939 a 1945.Perón planificó la economía sobre la base de dos supuestos:1er. Supuesto: el estallido de una tercera guerra mundial.Había quienes pensaban, Perón entre ellos, que una tercera guerra mundial podía estallar en cualquier momento. Este pronóstico pareció confirmarse en 1948, cuando se produjo la primera crisis en Berlín y en 1950, cuando se inició la guerra de Corea.Durante las dos guerras el país pasó por una situación similar:

Abstención de alimentos y materia prima a un mercado que los demandaba.

Se impulso la industria local debido a la escasez de manufacturas porque las potencias afectaban toda su producción a la guerra.

Se activó el comercio con América dado que ese mercado fue desatendido por sus habituales proveedores. Perón también planifico:2do. Supuesto: la continuidad de la Argentina como habitual proveedora de Europa.En 1947 Estados Unidos lanzó el Plan Marshall. Este consistió en una ayuda de 72.500 millones de dólares para que los países afectados por la guerra repararan sus economías y así pudiesen ser una barrera efectiva frente a la propagación del comunismo.El plan contemplaba la provisión de alimento debido que los europeos tenían la comida racionada, en el límite de lo necesario para vivir.

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Siendo la Argentina un habitual proveedor de alimentos, se alistó a entrar en el plan. Sin embargo, la cuota asignada por el Plan Marshall al país fue de un 3% del total de sus ventas anteriores a Europa.En resumen, no se cumplió ninguno de los dos supuestos básicos del supuesto de Perón: la guerra no estalló y las órdenes de compras esperadas nunca llegaron.

Dificultades económicasAl comenzar el período el país disponía de unos 1.500 millones de dólares, resultado de las ventas durante la guerra. Era un capital considerable. Sin embargo, ya en 1949 surgieron dificultades. Los distintos sectores planteaban distintos puntos de vistas acerca de las causas:

Pronóstico erróneo como base de la planificación. Escasa rentabilidad económica de las inversiones. Razones aleatorias. Liberalidad en los gastos y corrupción. Inexistencia en una carrera en la administración pública. Boicot de Estados Unidos a la economía argentina. Progresivo deterioro de los términos del intercambio.

Sociedad y economía

Perspectiva opositoraEl peronismo planteó la justicia social como base de su programa de gobierno. La oposición reconocía la justicia implícita en obra social del peronismo, pues cuestionaba tres aspectos de su implementación:1. Rapidez en el otorgamiento de los beneficios. 2. Obtención de bienes sin relación con el esfuerzo hecho para conseguirlo. 3. Beneficios vinculados a las personas de Perón y su esposa. Desde esta perspectiva, el sistema aplicado acarreó algunos problemas.

Perspectiva peronistaEl peronismo sostuvo que el objetivo de gobernar para el total de la población, la atención de los sectores más débiles y la justicia en la distribución de los bienes, no volvió a ser bandera de ningún otro gobierno. Fue satisfecha en el período, circunstancia poco usual en la política del país.La perspectiva de este criterio economicista en las políticas anteriores y posteriores a Perón, explicaría la popularidad del gobierno que alteró las reglas del juego a favor de los sectores sociales más desfavorecidos.

Política y la economíaPerón escaló posiciones en virtud de un golpe militar, pero luego logró permanecer en el poder, creando un partido que lo sustentó. El camino que eligió fue asegurarse el apoyo del sector obrero, organizados en

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sindicatos. Al favorecer la industrialización del país, amplió la base obrera y la hizo más fuerte.Perón se reservó en manejo de las variables económicas y balanceó la inexperiencia de una carrera política corta con su habilidad, intuición y carisma personal.

PERON, Eva, La razón de mi vida. Buenos Aires, Pauser, 1952.V

ME RESIGNE A SER VICTIMA

Un día me asomé, por la curiosidad que derivaba de mi inclinación, a la prensa que de decía del pueblo.Buscaba una compañía… ¿No es acaso verdad que casi siempre, en los libros y diarios que leemos, buscamos más una compañía que un camino para recorrer o una guía que nos conduzca?Por eso tal vez leí la prensa de izquierda de nuestro país; pero no encontré en ella no compañía, ni camino y menos quien me guiase.Los “diarios del pueblo” condenaban, es ver, al capital y a determinados ricos con lenguaje duro y fuerte, señalando los defectos del régimen social oprobioso que aguantaba el país.Pero en los detalles, y aun en el fondo de la predica que sostenían, se veía fácilmente ka influencia de ideas remotas, muy alejadas de todo lo argentino; sistemas y formulas ajenas de hombres extraños a nuestra tierra y a nuestro sentimientos.Se veía bien claro que lo que ellos deseaban para el pueblo argentino no vendría del mismo pueblo. Y esta comprobación me puso de inmediato en guardia.Me repugnaba asimismo otra cosa: que la formula para la solución de la injusticia social fuese un sistema igual y común para todos los países y para todos los pueblos y yo no podía concebir que para destruir un mal tan grande fuese necesario atacar y aniquilar algo tan natural y tan grande también como es la patria.Quiero aclarar aquí que hasta no hace muchos años, en este país, muchos “dirigentes” sindicales (a sueldo) consideraban que la Patria y sus símbolos eran prejuicios del capitalismo, lo mismo que la Religión.El cambio que después hicieron es otra razón que me hizo desconfiar de la sinceridad de estos “ardientes defensores del pueblo”.La lectura de la prensa que ellos difundían me llevó, eso sí, a la conclusión de que la injusticia social de mi Patria sólo podría ser aniquilada por una revolución; pero me resultaba imposible aceptarla como una revolución internacional venida desde afuera y creada o hombres extraños a nuestra manera de ver y de pensar.Yo sólo podía concebir soluciones caseras, resolviendo problemas a las vías, soluciones simples y no complicadas teorías económicas; en fin

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soluciones patrióticas, nacionales como el propio pueblo que debían redimir.¿Para qué-me decía yo-aumentar, por otra parte, la desagracia de los que padecen la injusticia quitándoles, de ese mundo que estaban acostumbrados a completar, la visión de la Patria y de la Fe?¿Porque, en vez de atacar constantemente a la Patria y a la Religión, no trataban los “dirigentes del pueblo” de poner esas fuerzas morales al servicio de la causa de la redención del pueblo?Sospeché que aquella gente trabajadora más que por el bienestar de los obreros, por debilitar a la Nación en sus fuerzas morales.¡No me gustó el remedio para la enfermedad! Yo sabia poco pero me guiaban mi corazón y mi sentido común y volví a mis pensamientos de antes y a mis propios pensamientos, convencida de no tenía nada que hacer en aquella clase luchas.Me resigné a vivir en la íntima rebeldía de mi indignación.A mi natural indignación por la injusticia social se añadió, desde entonces, la indignación que habían levantado en mi corazón, las soluciones que proponían y la deslealtad de los presuntos “conductores del pueblo” que acababa de conocer.¡Me resigné a ser victima!

VI MI DÍA MARAVILLOSO

En todas las vidas hay un momento que parece definitivo.Es el día en que una creer que ha empezado a recorrer un camino monótono, sin altibajos, sin recodos, sin paisajes nuevos. Una cree que, desde es momento en adelante, toda la vidas ha de hacer ya siempre las mismas cosas, ha de cumplir las mismas actividades cotidianas, y que el rumbo del camino está en cierto modo tomado definitivamente.Eso, más o menos, me sucedió en aquel momento de mi vida.Dije que me había resignado a ser victima. Más aún: me había resignado a vivir una vida común, monótona, que me parecía estéril pero que consideraba inevitable. Y no veían ninguna esperanza de salir de ella. Por otra parte, aquella vida mía, agitada dentro de su monotonía, no medaba tiempo para nada.Pero, en el fondo de mi alma, no podía resignarme a que aquello fuese definitivo. Por fin llegó “mi día maravilloso”.Todos, o casi todos, tenemos en la vida un “día maravilloso”.Para mí, fue el día en que mi vida coincidió con la vida de Perón.El encuentro me ha dejado en el corazón una estampa indeleble; y no puedo dejar de pintarla porque ella señala el comienzo de mi verdadera vida.

Ahora sé que los hombres se clasifican en dos grupos; uno, grande, infinitamente numeroso, es el de los que se afanan por las cosas vulgares

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y comunes; y que no se mueven sino por caminos conocidos que otros ya han recorrido. Se conforman con alcanzar éxito. El otro grupo, pequeño, muy pequeño, es el de los hombres que conceden un valor extraordinario a todo aquello que es necesario hacer. Aspiran ya el aire del siglo siguiente, que ha de cantar sus glorias y viven casi en la eternidad.Hombres para quienes un camino nuevo ejerce siempre una atracción irresistible. Para Alejandro fue el camino de Persia, para Colón el camino de las Indias, para Napoleón, el que conducía al imperio del mundo, para San Martín el camino llevaba a la libertad de América.A esta clase de hombres pertenecía el hombre que yo encontréEn mi país lo que estaba por hacer era nada menos que una Revolución.Cuando la “cosa por hacer” es una Revolución entonces el grupo de hombres capaces de recorrer ese camino hasta el fin se reduce a veces al extremo de desaparecer.Muchas revoluciones han sido iniciadas aquí y en todos los países del mundo. Pero una Revolución es siempre un camino nuevo cuyo recorrido es difícil y no está hecho sino para quienes sienten la atracción irresistible de las empresas arriesgadas.Por eso fracasaron y fracasan todos los días revoluciones deseadas por el pueblo y aun realizadas con su apoyo total.Cuando la segunda guerra mundial aflojó un poco la influencia de los imperialismos que protegían a la oligarquía entronizada en el gobierno de nuestro país, un grupo de hombres decidió hacer la Revolución que el pueblo deseaba.Aquel grupo de hombres intentaba, pues, el camino nuevo; pero después de los primeros encuentros con la dura realidad de las dificultades, la mayoría empezó a repetir lo mismo de otras revoluciones… y “la Revolución” fue quedando poco a poco en medio de la calle, en el aire del país, en la esperanza del pueblo como algo que todavía era necesario realizar.Sin embargo, entre los gestores de aquel movimiento, un hombre insistía en avanzar por el camino difícil.Yo lo vi aparecer, desde el mirador de mi vieja inquietud interior. Era evidentemente distinto de todos los demás. Otros gritaban “fuego” y mandaban avanzar.El gritaba “fuego” y avanzaba él mismo, decidido y tenaz en una sola dirección, sin titubear ante ningún obstáculo.En aquel momento sentí que su grito y su camino eran mi propio grito y mi propio camino.Me puse a su lado. Quizás ello le llamó la atención y cuando pudo escucharme, atiné a decirle con mi mejor palabra: Si es, como usted dice, la causa del pueblo su propia causa, por muy lejos que hay que ir en el sacrificio no dejaré de estar a su lado, hasta desfallecer.El aceptó mi ofrecimientoAquél fue “mi día maravilloso”

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UNIDAD IV

ALTERNANCIA CIVICO MILITAR. AUTORITARIMOS Y DEMOCRACIA. 1955-1973. PROSCRIPCION Y CUSTODIA MILITAR

4. 1 La revolución Libertadora y su programa político, social y económico. Peronismo y antiperonismo en la sociedad argentina. Proscripción y resistencia obrera

SKIDMORE, Thomas, SMITH, Peter, Historia Contemporánea de América Latina. América Latina del Siglo XX. 2ª Ed. Barcelona, Crítica, 1999

La administración militarCuando el general Perón huía por el ancho río, cambió el talante de Argentina. ¿Dónde estaban los trabajadores ansiosos por proteger a su dirigente? ¿Qué había sido de la enorme maquinaria política? ¿Cómo pudo un puñado de militares bloquear tan fácilmente a la clase trabajadora? En realidad, Perón no había sido derrotado. Se había marchado. Partió bajo coacción, pero no hizo ningún esfuerzo por movilizar a sus seguidores contra los hombres de uniforme. El vacío repentino creado por su partida era indicativo: ni Perón ni el peronismo habían terminado. El general que se convirtió entonces en presidente fue Eduardo Lonardi, un moderado que quería evitar una política revanchista que mantuviera unidos a los peronistas. Pero los militares de línea dura se impacientaron con su planteamiento conciliatorio: demandaban medidas más severas. En noviembre, depusieron a Lonardi e instalaron al general Pedro Aramburu como presidente provisional. Los celosos antiperonistas tuvieron entonces la oportunidad de depurar todo lo peronista. El partido fue proscrito, los funcionarios peronistas, despedidos, y todo fragmento de propaganda peronista se convirtió en ilegal. Los militares de línea dura parecían creer que el peronismo podía erradicarse en un intervalo relativamente breve de gobierno militar. Los pilares conocidos de la Argentina preperonista se restauraron con rapidez. La Prensa, antiperonista vehemente, se devolvió a sus dueños, la familia Gainza Paz. Los propietarios azotados por las expropiaciones recobraron sus posesiones. El gobierno de Aramburu impulsó medidas enérgicas contra los dirigentes peronistas, en especial en los sindicatos, pensando que la represión invertiría su influencia. En junio de 1956, los peronistas devolvieron el golpe. En varias provincias se desencadenó una revuelta de militares pro Perón y el gobierno respondió con fuerza. Como consecuencia, unos cuarenta dirigentes, incluidos algunos oficiales del ejército, fueron ejecutados. El derramamiento de sangre era ominoso; por

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muy autoritario que hubiera sido el gobierno de Perón, nunca había recurrido a matar oficiales. Los estrategas políticos de Aramburu creían que podían remodelar el sistema político para pasar a una era postperonista. En octubre de 1956 crearon una Junta para la Defensa de la Democracia, que iba a inspeccionar a todos los partidos y movimientos «antidemocráticos». Se pidió a todos los partidos que se comprometieran con la democracia. Tener que establecer tal requerimiento era de por sí una prueba dramática de la fragilidad democrática. A comienzos de 1957 hubo un recrudecimiento de violencia peronista, combatida mediante la represión gubernamental. A pesar de este conflicto, los militares seguían pensando en transferir el poder a un gobierno civil capaz de manejar a los peronistas. En el frente económico, los gobiernos militares de 1955 a 1958 se encontraron con una economía inactiva que se hallaba muy lejos de poder extraer ganancias del comercio exterior. De hecho, los economistas políticos sumados a los militares tomaron pocas medidas arriesgadas. Hubo una devaluación y la renegociación de las muchas deudas externas bilaterales de Argentina. Los años 1955-1957 contemplaron una tasa de crecimiento del PIB buena, aunque la producción agrícola se detuvo. Los gobiernos militares no habían hallado el modo de crear incentivos convincentes para los latifundistas, aún traumatizados por las políticas discriminatorias peronistas. A pesar de su retórica, los militares siguieron una política salarial que dio como resultado unas tasas salariales reales por hora que no variaron en 1955 y 1956, y subieron un 7,2 por 100 en 1957. Por desgracia para Argentina, los políticos civiles antiperonistas estaban profundamente divididos. El mayor partido seguía siendo el de los radicales. En su convención de 1956, los radicales (UCR) se dividieron en dos. Una facción fue los «radicales populares» (UCR del pueblo: UCRP), encabezada por Ricardo Balbín, el hombre de Estado más veterano del partido, que había hecho campaña por la presidencia en 1951.La otra fue la de los «radicales intransigentes» (UCRI), encabezada por Arturo Frondizi, profesor de economía. La facción de Balbín era antiperonista fanática, mientras que la de Frondizi abogaba por la flexibilidad en el trato con los peronistas. Entre los militares había una división de opinión semejante. En julio de 1957, Argentina celebró sus primeras elecciones desde la caída de Perón. Las dos facciones radicales consiguieron un número casi igual de escaños en la asamblea constituyente, que de inmediato restauró la Constitución de 1853. Pero los diputados se peleaban y se marchaban tan a menudo que la asamblea fue finalmente disuelta. No obstante, los militares estaban resueltos a pasar a un gobierno civil. Celebraron una elección presidencial en febrero de 1958 y el vencedor fue Frondizi, que había montado una campaña abiertamente nacionalista. Su ala radical, la UCRI, seguía manteniendo como adversaria la de Balbín (UCRP), por lo que necesitaba votos de otras partes. Para lograrlos, hizo un

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trato con los peronistas, prometiéndoles algunas medidas de corte peronista y la disposición a trabajar para que su partido recobrara la legalidad. El ala de Frondizi obtuvo no sólo la presidencia y el Congreso Nacional, sino también la mayoría de los gobiernos provinciales. Parecía como si Argentina tuviera ahora un gobierno central fuerte que pudiera acometer la difícil tarea dejada por Perón y el poco concluyente gobierno militar de 1955-1958. El mayor nubarrón que se cernía sobre Frondizi era el alcance de su deuda con los peronistas y el modo de saldarla.

4. 2 La democracia condicionada. Presidencia de Frondizi e Illia.4.2.1 Las economías desarrollista y reformista. El movimiento obrero. Resistencia e integración. Una nueva dirigencia sindical. Los militares y el fin anticipado de estas presidencias.

SKIDMORE, Thomas, SMITH, Peter, Historia Contemporánea de América Latina. América Latina del Siglo XX. 2ª Ed. Barcelona, Crítica, 1999

El fracaso del reformismo desarrollistaEl gobierno de Frondizi (1958-1962) fue una prueba muy importante de la capacidad argentina para volver a las filas de los regímenes civiles electos. Tenía un ambicioso programa económico que pretendía acelerar la industrialización a la vez que estimular la producción agrícola para fomentar las ganancias por exportación. Gran parte de la financiación de la nueva industria había de llegar del exterior, mientras que la extensa intervención estatal en la economía iba a reducirse, comenzando por el reconocimiento de la negociación colectiva libre en la esfera laboral. Había un desafortunado cabo suelto en este plan: sólo podía tener éxito si se producía el cambio del consumo a la inversión, lo que significaba que los consumidores, a los que tanto había favorecido Perón, debían prepararse para hacer sacrificios inmediatos en favor del desarrollo nacional a largo plazo. Frondizi decepcionó a los nacionalistas con una de sus primeras decisiones de inversión: la firma de contratos de exploración y producción de petróleo con compañías extranjeras en un esfuerzo por corregir la dependencia argentina del 50 por 100 en la importación de petróleo.En potencia, podía ser autosuficiente y necesitaba mucho ahorrar las divisas gastadas en el petróleo importado. Sin embargo, los nacionalistas lo atacaron con acritud por haberse «vendido» al imperialismo, especialmente por la nota tan nacionalista que había imprimido a su campaña electoral. El resto del plan económico del nuevo presidente figuró pronto bajo una sombra más ominosa. A sólo unos meses de hallarse en la presidencia, se enfrentó con una aguda crisis en la balanza de pagos. Desde 1955, el gobierno militar se había movido en unos déficit consistentes en cuenta de

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capital y dejó al nuevo régimen civil en 1958 las reservas de divisas más bajas que había tenido ningún gobierno desde la guerra. Con Argentina en el FMI (el gobierno militar había hecho hincapié en su unión a él), Frondizi decidió aceptar su medicina para casos extremos una enorme devaluación, controles estrictos sobre el crédito, recortes en el gasto público, severos límites salariales, eliminación de los subsidios sobre los servicios públicos y despido de los empleados públicos sobrantes. Frondizi se vio ahora atrapado en una contradicción: estaba tratando de impulsar un programa de desarrollo económico importante a la vez que hacía recortes para satisfacer a los acreedores externos. Su presidencia truncada se convirtió en un ejemplo clásico de los costos políticos que conlleva la estabilización económica. La contradicción de su política económica se emparejaba con la existente en su estrategia política. Debía su elección al apoyo peronista y esperaba sin duda tener de su lado a sus votantes. No obstante, los militares, cuya aprobación era esencia para todo gobierno, se mostraban muy suspicaces acerca de esta política conciliatoria. Antes de un año le obligaron a despedir a su equipo económico y reemplazarlo con un grupo de libre empresa dogmático, encabezado por Álvaro Alzogaray, un rígido defensor del monetarismo al estilo del FMI. Frondizi estaba comprometido ahora a poner en práctica el tratamiento de choque prescrito por el FMI, que comenzó con una devaluación del 200 por 100 y la retirada repentina de los controles de precios y los subsidios. El objetivo era hacer que la economía ajustara los precios internos a los internacionales. Los defensores de tratamiento de choque sostenían que este proceso sería doloroso de todos modos, así que era mejor hacerlo rápido. Un importante objetivo sectorial era aumentar el precio de los productos agrícolas y de este modo promover el aumento de la producción para satisfacer tanto la demanda externa como el mercado interior. El efecto inevitable de esta política fue una aguda división en el ingreso. El ingreso real (o poder adquisitivo) de los trabajadores industriales cayó un 25,8 por 100 en 1959, mientras que el ingreso real por el aumento en la producción de carne alcanzó un 97 por 100 ese mismo año. Ya antes de que sus salarios reales hubieran descendido de forma significativa, los trabajadores urbanos comenzaron a batallar con el nuevo gobierno. Hubo huelgas generales en abril, mayo y septiembre de 1959, y una extensa huelga de ferrocarriles en noviembre. La última fue la más perniciosa, ya que las hinchadas listas de empleados del ferrocarril nacionalizado y deficitario era un blanco importante en la campaña gubernamental para reducir su déficit. Gracias al aparente apoyo público a los huelguistas, Frondizi se vio obligado a aceptar un acuerdo de compromiso en el que el movimiento obrero fue el vencedor efectivo. La política de estabilización también fue atacada por los hombres de empresa argentinos, en especial por los de firmas pequeñas. Denunciaban las restricciones crediticias y el tremendo aumento de los precios de

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importación por la devaluación masiva. Los empresarios de las firmas mayores, en particular los vinculados a capital extranjero, se sentían más felices, ya que la política gubernamental los favorecía. Los agricultores resultaron ser una de las decepciones mayores de Frondizi. Al habérseles garantizado precios más elevados, se esperaba que aumentaran la producción, pero eran suspicaces y se negaron a suscribir el compromiso a largo plazo necesario para conseguirlo. A pesar de la feroz oposición pública, algunas de las medidas presidenciales comenzaron a dar frutos. Al estancamiento de 1958-59 le siguieron unas tasas de crecimiento del 8 por 100 en 1960 y de17, 1 por 100 en 1961. La tasa de inflación, que se había disparado hasta un 113,7 por 100 en 1959, descendió al 27,3 por 100 en 1960 ya sólo el 13,5 por 100 en 1961. La producción industrial iba claramente en aumento y dos sectores claves mostraban éxito: el primer complejo de acero integrado se terminó en 1960 y la producción interna de petróleo se había triplicado, alcanzando casi la autosuficiencia. No obstante, el destino de la presidencia de Frondizi no dependería de los indicadores económicos, sino de la fortaleza de su apoyo político. Los sindicatos y la izquierda nacionalista nunca le perdonaron su política de estabilización ortodoxa, con sus recortes en el salario real y su aceptación del capital extranjero. Las elecciones al Congreso celebradas en marzo de 1960 hicieron resaltar el problema. Los radicales de Frondizi obtuvieron menos votos que la facción de Balbín; los peronistas votaron en blanco siguiendo instrucciones de su líder exiliado. Frondizi ya no era capaz de engatusarlos para que permanecieran a su lado y esta debilidad cada vez más evidente levantó a los militares. El clímax llegó en las elecciones locales y al Congreso de marzo de 1962. Entonces se permitió que los peronistas presentaran candidatos bajo su propia bandera (por vez primera desde 1955), al cumplir Frondizi su compromiso de devolver a la legalidad al Partido Peronista. El resultado fue un desastre para el gobierno.Los peronistas encabezaron a todos los partidos con un 35 por 100 del total de votos. Obtuvieron una serie de gobiernos provinciales y un gran bloque de escaños en el Congreso. Los radicales de Frondizi lograron el 28 por 100 y los de Balbín el 22 por 100; el resto fue a partidos menores. De inmediato los militares enfurecidos obligaron al presidente a anular las victorias electorales peronistas en las provincias. Entonces los radicales de Frondizi intentaron formar una coalición con los de Balbín lo que resultaba una salida obvia. Juntos representaban la mitad del electorado. Pero los seguidores de Balbín rechazaron las ofertas de Frondizi desechando al debilitado presidente por su política económica «antinacionalista». Los militares consideraron entonces que Frondizi estaba desacreditado. Había apostado por cambiar el peronismo y había perdido; no obstante se negó tercamente a dimitir. El 29 de marzo de 1962, los tanques del ejército rodaron por las calles y lo desalojaron de la Casa Rosada. Llegó a

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la presidencia su sucesor constitucional el presidente del Senado José María Guido. Guido fue presidente en funciones durante un año y medio, pero el poder real lo ostentaron los militares, aún profundamente divididos acerca de cómo tratar con los políticos civiles. Esta situación condujo a revueltas intra militares y a repetidos derramamientos de sangre a pequeña escala entre los hombres de uniforme. El hecho era que los militares no estaban nada unidos acerca de si era aconsejable o posible tratar de «reintegrar» las masas peronistas en el sistema político y lo complicaba el propio Perón en el exilio, al mandar constantemente instrucciones a sus lugartenientes en Argentina. Los militares acabaron decidiendo anular por completo los resultados de las elecciones de 1962 y celebrar una nueva ronda electoral en julio de 1963. El voto siguió un patrón conocido aunque esta vez los radicales de Balbín obtuvieron el total mayor con un 27 por 100 de los votos. El nuevo presidente fue Arturo Illia, un médico gris de provincias que iba a encabezar el segundo intento radical de gobernar la Argentina pos peronista.Su estilo político era decididamente moderado, lo cual parecía apropiado pues había obtenido sólo algo más de un cuarto del voto popular y se enfrentaría a un Congreso en el que la oposición ocupaba casi dos tercios de los escaños. A diferencia de Frondizi no había hecho ofertas a los peronistas. Sin embargo los militares de línea dura no dejaban de vigilar para sorprender cualquier signo de debilidad hacia el peronismo o la izquierda. Illia fue bastante afortunado con la situación económica que encontró. El año 1962 había contemplado una recesión, pero las buenas cosechas agrícolas mejorarían pronto la balanza comercial y aumentarían las reservas de divisas. Su gobierno comenzó a ocuparse de la economía de forma muy cautelosa y no anunció un programa general. Sin embargo, pronto fue evidente que sus políticos se basaban en la expansión, otorgando aumentos salariales generosos e imponiendo controles a los precios. Estas medidas ayudaron a catapultar a Argentina a la fase de «avance» del modelo económico de «detención y avance» (estimulando y contrayendo la economía de forma alternativa) que había exhibido desde la guerra. El PIB mostró pequeñas disminuciones en 1962 y 1963, pero apretó el paso para ganar un 10,4 por 100 en 1964 y un 9,1 por 100 en 1965. En el frente agrícola, el gobierno de Illia sufrió una tendencia decreciente en el «ciclo de la carne», cuando se retuvieron los rebaños agotados para su reproducción. La escasez resultante irritó a los consumidores urbanos y redujo la producción disponible para la exportación. Los ganaderos estaban airados porque el gobierno no permitía que los precios subieran a los niveles indicados por la demanda del mercado. IIlia, descubrió que era

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virtualmente imposible aprovechar el sector rural en beneficio de la nación. Los sindicatos peronistas se opusieron a Illia desde el momento en que ocupó el cargo, en parte debido a que se los excluyó de las elecciones de 1963. A pesar de todos los acuerdos salariales, la CGT dominada por los peronistas estableció un «plan de lucha», que incluía huelgas y ocupaciones. Illia esperaba que su política atrajera algunos votos peronistas. En las elecciones para el Congreso de marzo de 1965, el Partido Peronista legalizado obtuvo el 30,3 por 100 de los votos, contra el 28,9 por 100 de los radicales. Perón, en su exilio español, se sintió animado por los resultados y mandó a su tercera esposa, Isabel, a Argentina para negociar de forma directa con los grupos peronistas en disputa. La preocupación de los militares de línea dura aumentó por la aparente vuelta de los peronistas. IIlia había hecho la misma apuesta política que Frondizi y había obtenido resultados similares. La escena económica también había dado un giro inquietante. La inflación había brotado de nuevo, el déficit público estaba fuera de control y la confianza de los inversores caía en picado, con lo cual la Bolsa de valores casi tuvo que ser clausurada. En junio de 1966, los militares volvieron a intervenir. Illia fue expulsado de la Casa Rosada sin ceremonias. Una vez más, los oficiales se habían deshecho de un gobierno radical incapaz tanto de encandilar como de reprimir a las masas peronistas.

ROMERO, José Luis. Ideas políticas en la República Argentina.

En busca de una forma supletoriaTanto el problema de cómo conducir el proceso de cambio socioeconómico como el de la manera de encauzar la vida institucional, recibieron del gobierno de la Revolución Libertadora respuestas de inspiración liberal. Pero la continuidad de ciertos rasgos como la tendencia a la intervención en la economía y la proscripción del peronismo se opusieron a la plena instauración del liberalismo. La proscripción del PP fue atroz, se inhabilitaron sus dirigentes, disueltas sus organizaciones, prohibidos sus símbolos. El peronismo debía mantenerse alejado de la política.Hubo, pues, una ficción política fundada en la situación de hecho. Símbolo inminente de esta ficción política fue el establecimiento de una junta consultiva, con la que el gobierno quiso robustecer su autoridad e indirectamente limitar su poder. Formaban parte de ella representantes de todos los partidos menos el peronista y los de extrema izquierda o derecha. Un acuerdo generalizado sobre los problemas institucionales solía esconder los indicios de progresiva diferenciación de los partidos a los que sólo los vinculaba el antiperonismo.La diferenciación se acentuó cuando comenzaron a delinearse las candidaturas presidenciales. Frondizi precipitó la división de la Unión Cívica Radical esbozando una aproximación al peronismo que se

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concretaría más tarde. Pero entretanto el gobierno decretó la nulidad de la constitución de 1949 y llamó a elecciones para reunir una asamblea constituyente que debería reformar la constitución de 1953. Se adoptó el sistema de representación proporcional para dar cabida a los pequeños partidos. Resultados:Peronismo: dos millones de votos en blancoUnión Cívica Radical del Pueblo (Balbín): dos millonesUnión Cívica Radical Intransigente (Frondizi): un poco menos.Partidos menores: conservadores, socialistas, demócratas cristianos, comunistas, etc.: dos millonesLa UCRI se distanció del gobierno aun más y de la Asamblea. Se restableció la Constitución Nacional de 1853, con algunas reformas sociales.Avanzaba entretanto el proceso de elección presidencial. En 1956 se proclamó la candidatura de Frondizi por la UCRI, precipitando la escisión del radicalismo. Su actitud frente al gobierno y su programa desarrollista imprimieron los rasgos de nuevo político, capaz de hacerse cargo de los problemas suscitados en el país a través de los intensos cambios sociales y económicos. Pero no podía superar a Balbín, menos espectacular pero con gran autoridad moral. Negoció con Perón y obtuvo los votos necesarios, y en febrero de 1958 fue elegido presidente; y Aramburu, a pesar de las presiones, entregó el poder.Frondizi intentó reestablecer el esquema de Perón, buscando apoyo en sectores como el sindical, el militar, empresarios y eclesiásticos. Contaba además con la confianza de sectores convencidos por su elocuencia y su definido programa desarrollista. En el ejercicio de poder, Frondizi estimuló el crecimiento de las industrias básicas, promulgando una ley de radicación de capitales extranjeros. Esta política, junto con la petrolera, parecía contradecir las intenciones antimonopolio del gobierno. Y otras contradicciones se fueron advirtiendo: su política de estabilización encomendada a Álvaro Alzogaray, su tolerancia frente a Cuba, su apoyo a universidades privadas.Sin embargo cumplió con la normalización de la CGT. Pero la represión militar y cierto clima de la opinión pública le impidió cumplir con otros puntos menos importantes y a fines de 1958 se produjo la ruptura con Perón. En 1960 el líder volvió a ordenar el voto en blanco y comienzan las guerrillas en Tucumán. Hubo huelgas amenazantes y el gobierno, cada vez más presionado por los mando militares, en permanente intervención, instauró el Plan de Conmoción Interna del Estado, que aseguraba una enérgica represión. No satisfizo ni a unos ni a otros.El ensayo desarrollista había seguido su curso con cierto éxito práctico, pero empañado por la creciente influencia de los capitales multinacionales. El ensayo político se deterioraba día a día. En las elecciones de 1962 perdió en varias provincias derrotado por la UCRP, neoperonistas y

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peronistas declarados. El 29 de marzo de 1962 es depuesto por las FA. (FALTAN VARIAS HOJAS)Llevado al poder en 1963 por la UCRP, Arturo Illia tuvo que enfrentar en la lucha electoral a un nuevo partido, la Unión del Pueblo Argentino (UDELPA), que proclamó la candidatura del general Aramburu. Esta organización parecía asegurar el encauzamiento del poder militar, reivindicando la orientación del gobierno de Aramburu. El gobierno tenía un elenco honorable para gobernar, pero parecía no tener respuesta a la situación política cada vez más crítica. Adoptó una política económica prudente pero firme, con moderada influencia del nacionalismo económico. Anuló los contratos petroleros de Frondizi, estimuló el desarrollo industrial. Pero su línea política no ofreció cambio alguno. Fiel a los principios de la democracia formal y la institucionalización, no parecía atribuir demasiada atención a los reclamos de todos para que se encontrar una salida política. El país civil se dejó atrapar en una campaña de desprestigio y el país militar no parecía prestarse a arreglos que se basaban en un regreso del peronismo al poder. En muchas mentes estaba claro que el gobierno radical debía caer para que ocupara la dirección del país la alianza de los poderes que se había constituido en él como secuela de los que habían sostenido el régimen de Perón: el poder militar y el poder sindical.

El poder militar y el poder sindicalFue la base del poder de Perón y su disolución la causa de su crisis. Pero el modelo quedó en pie y se robusteció como esquema político, sin que los partidos políticos tuvieran solución para ofrecer.Esta crisis consistía en una renovación de las situaciones sociales con ribetes explosivos. Y un plan para canalizarlas a través de organizaciones convenientemente controladas, con un poder militar solidarizado con las clases populares, pareció eficaz para neutralizar las derivaciones ideológicas más peligrosas. Esta alianza fue otra fórmula aleatoria más, pues ninguno de los poderes era realmente eficaz mientras que Perón conservara el apoyo incondicional de una vasta masa mayoritaria.Las FA revisaron su apoyo al peronismo y se retrajeron hacia posiciones más tradicionales y liberales. Prevaleció una tendencia al orden y cierta convicción de que constituían el último bastión de defensa de la sociedad tradicional en crisis. Su antiperonismo creció y se enfrentó tanto al poder sindical y al poder político ideado por Frondizi. Este proponía poner los cuadros gobernantes y el peronismo los votos. Quizás el poder militar vio en esta decisión una maniobra destinada a vincular el poder político con el sindical y lo depuso en 1962.En el tormentoso periodo que siguió, durante la presidencia de Guido (1962-1963) el poder militar tuvo que esclarecer su pensamiento político. El resultado fue el desplazamiento del grupo más conservador y económicamente liberal (colorados), por la tendencia más compresiva de

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la realidad social y más abierta a una transacción con el poder sindical (azules). Había nacionalistas, desarrollistas, progresistas, socializantes y sobre todo, liberales.En medio de la contienda, el general Juan Carlos Onganía, jefe de los azules, definió su política: las FA armadas no deben gobernar, deben someterse al poder civil, pero deben asegurar el no retorno a “épocas ya superadas” impidiendo la participación democrática de los grupos peronistas.La contradicción es pues evidente. Pero el poder militar dejó en claro que no estaba dispuesto a avalar dictaduras conservadores antiperonistas, ni el retorno de Perón y de su régimen, y que deseaba hallar una fórmula para que los peronistas votaran algún grupo o partido que les diera satisfacciones. Pero la experiencia de Illia demostró que ni los más avezados tejedores de redes políticas podían hallar solución para el embrollo en que se encontraba el país. El espíritu azulista se fue disolviendo y se volvió a pensar en un régimen militar autoritario y conservador. Se dividió la CGT y las 62 organizaciones obreras, se excomulgó a los partidos políticos y se volcó a la política económica neoliberal o neocapitalista. Esta tremenda confusión neutralizó las posibilidades políticas del poder militar ya antes de que asumiera el gobierno en 1966.El poder sindical se mostró dispuesto a renovar el pacto con el poder militar, a través de uno de sus sectores. Muy debilitado después del 55, el poder sindical se había reagrupado en la época de Frondizi y habían aparecido nuevos dirigentes en las grandes huelgas de 1958 y 1959. Puesta en funcionamiento la CGT en 1961, su actividad se normalizó a principios de 1963. Pero la reorganización interna reveló la existencia de dos corrientes fundamentales: la ortodoxa, que sólo reconocía la autoridad de Perón y la representada por Augusto Vandor, que reconocía la autoridad de Perón, pero creía que la conducción debía estar en manos de quienes manejaban cotidianamente la política local. Y hasta llegó a inclinarse por una negociación con el poder militar, como queriendo reconstruir el esquema de Perón sin él.Las diferencias eran en primer lugar, políticas. Pero se fueron diseñando algunas variantes ideológicas. Entre los que rechazaban la política colaboracionista o participacionista creció un núcleo de tendencia revolucionaria que proponía la nacionalización de los bancos y sectores claves de la economía, el control estatal sobre el comercio, prohibición de la exportación de capitales y la importación de productos competitivos a los nacionales, expropiación de tierras, control obrero sobre la producción, planificación total de la economía. Los participacionistas eran mucho más moderados y hasta llevó a algunos dirigentes a entregar el poder en manos de los militares. La CGT pudo desencadenar el “Plan de Lucha”, que consistió en huelgas y ocupaciones de fábricas. Crecía la sospecha de que si el objetivo final era crear un ambiente favorable al golpe militar. El poder

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sindical y el militar estrechaban sus relaciones, con la condición de que el primero relegara la figura de Perón y su organización partidaria.

PRIETO, Ramón. Treinta años de vida argentina.

Los partidos políticosEn marzo de 1956 el radicalismo constituía un nuevo Comité Nacional. Se reeligió a Frondizi como presidente del mismo. Publica una declaración en la que se declaraba sostener el régimen democrático pero apoyaba al gobierno. Consideraba que el gobierno no debía tomar medidas de fondo, dejándoselas a los poderes constitucionales, exigía que el gobierno anunciara su plan político y fijara fecha a las elecciones.En el mensaje del 1 de mayo se manifestaron cambios fundamentales de posición en lo económico, lo político y lo social. Un pensamiento coherente que articulaba la legalidad y la democracia política con la expansión económica y la distribución equitativa de producto social, demostraba que Yrigoyen encontraba continuidad y se había enriquecido.En su discurso una nueva concepción de política se abría paso, superando la antinomia peronismo-antiperonismo. Este radicalismo se separaba del radicalismo con “galerita”, traidores y contubernistas, anunciando ya la separación de la Unión Cívica Radical. Y esta tendencia se fue acentuando a la luz de un pensamiento nuevo, integrador en lo político y social sobre la base de un interés común en el desarrollo de la economía, su diversificación y su progresiva independencia de los factores externos.Por un lado, el radicalismo intransigente (la UCRI) rescataba al pueblo peronista, fundamentalmente obrero, del inmenso “campo de concentración” en que se desconocían sus derechos como parte integrante de la comunidad nacional. Estas palabras exentas de los pecados de oportunismo, corresponden a la realidad del país y son válidas hasta la actualidad.Sus puntos principales:1)- El avance depende de obreros, empleados, trabajadores intelectuales y técnicos2)- La unidad sindical defiende mejor los intereses del obrero y asegura la estabilidad.3)- Los trabajadores tienen el derecho de asociarse libremente4)- Autonomía sindical5)- El poder público debe garantizar esta libertad y autonomía6)- Debe asegurarse una sólida base social y financiera para el movimiento obrero: instituciones sociales y de expresión7)- Asegurar la participación de todos los trabajadores en la dirección mediante asambleas y comicios, sin distinciones ideológicas, religiosas raciales, etc.8)- Asegurar el ejercicio del derecho a huelga

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9)- Las organizaciones obreras deben velar por el cumplimiento de las condiciones de trabajo (jornada humana, descanso semanal, salario digno, etc.)10)- Las organizaciones sindicales deben luchar por mejorar las condiciones de vida del pueblo: vivienda, salud, educación, recreación, etc.11)- Los trabajadores deben interesarse en el rápido desarrollo de la producción, asegurando que los resultados sean equitativamente distribuidos.12)- Los trabajadores no pueden desentenderse de otras formas de trabajo y de otros aspectos como la vida democrática y la lucha contra el imperialismo13)- Las organizaciones gremiales deben luchar también por la mejora de las condiciones de vida del trabajador rural14)- Los trabajadores deben defender sus conquistas sociales y las políticas también, sus derechos, garantías y libertades democráticas.15)- Deben interesarse por la vida de la nación en general, no sólo por los laborales.El discurso en sus aspectos explícitos e implícitos presentaba una propuesta superadora. Incluyendo al peronismo que, si en materia social había innovado profundamente y progresivamente y en política alcanzó a estructurar un frente común obrero-empresario en virtud de subsidio del común y la protección a la industria, lo estructuró sobre una economía que estaba tradicionalmente constituida para servir a los intereses antípodas a los que él se proponía.Este pensamiento nuevo se fue enriqueciendo ideológica y programáticamente, profundizando su diferenciación. El sector radical ligeramente mayoritario se mantuvo en su línea desde el 30 al 55, el sector de Frondizi giró en redondo. Reafirmó los derechos sociales de los trabajadores, exaltó la independencia económica, mostró los caminos del desarrollo económico a través del empresariado nacional y reavivó el sentido democrático.

-o-o-o-o-o-o-De la euforia con que recibieron la caída de Perón y la proscripción del peronismo, los partidos políticos centralizaron sus exigencias en la apertura del proceso electoral. En el partido radical se precipitó la división. El unionismo, que se caracterizó por diferenciarse de la mayoría intransigente mantenedora de la herencia yrigoyenista, luchó durante años por una apertura hacia los sectores conservadores. Nunca fueron mayoría, por eso el golpe les permitía tomar preponderancia.En marzo de 1957, ante la intención de reconstituir el movimiento obrero la minoría unionista rompió la unidad radical, de común acuerdo con el balbinismo, que hasta entonces revistaba dentro del sector intransigente.Pero el balbinismo terminó apoyando al gobierno “libertador”.

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Los resultados de la las elecciones para la Convención Nacional Constituyente fueron:Peronismo: 2.200.000Unión Cívica Radical del Pueblo (Balbín): 2.100.000Unión Cívica Radical Intransigente (Frondizi): 1.800.000Desde ese momento hubo dos radicalismos. El que iba a acrecentar su contenido conservador, sordo y ciego ante los cambios necesarios, servidor de la dependencia fue la UCRP. Las elecciones importantes eran las de 1958 y su resultado dependía de los electores peronistas. Así este sector se transformó en árbitro de la solución electoral.En el peronismo, la actitud de la UCRI frente al movimiento obrero y frente a la proscripción había conmovido la ortodoxia resucitando la capacidad de negociación. Los obreros creyeron que era el momento de usar el único derecho, el del voto para desalojar a los antiperonistas, descargándolo como un aluvión en el no-peronismo, representativo de un pensamiento nuevo, concebido no para dividir sino unificar, no para proscribir sino incorporar.Este pensamiento nuevo definía a la nación como integradora y armonizadora de todas las regiones, grupos sociales, actividades económicas y corrientes ideológicas y políticas, armonizados en un destino común: LA INDEPENDENCIA ECONÓMICA.Este pensamiento renovador era auténticamente nacional y popular. Los antagonismos y anhelos de clase se solucionarían dentro de la nación. La economía era el ámbito donde nacían estos antagonismos, por eso el desarrollo económico y la distribución equitativa de la riqueza eran los medios para suavizarlos.Era nacional porque anteponía la nación a las partes que la integran y era popular porque respondía al interés no sólo de las mayorías nacionales sino que exigía para los trabajadores los derechos de participar en el quehacer político.Ese planteo de integración, que implicaba la alianza de clases frente a la necesidad de común de acceder a la independencia integral, vale decir, en lo político, económico y social, correspondía con la colaboración de una doctrina novedosa que se adaptaba a la realidad argentina. La alianza entre la intransigencia radical y el peronismo, barrió el contubernio en las elecciones de febrero de 1958. La avalancha popular, eufórica por el triunfo, fue inconsecuente consolidarlos, fue incapaz de sostener el principio rentista inicial. Así se permitió con su inmadurez que la reacción renaciera luego con la violencia que mantienen sus gérmenes antinacionales y antipopulares. ¿Quiénes fueron los responsables? La UCRI no comprometió su presidente electo y sus colaboradores, el peronismo por instrucciones directas de Perón a través de la dirigencia sindical.Sin embargo el sector que más pesó para quebrantar la alianza, apoyado en la actitud de Perón, fue el que dirigía John Cook en el Comando

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Adelantado y su base principal fueron los sectores que mantuvieron el voto en blanco.Integrar la nación geográfica, económica y socialmente era la síntesis de ese pensamiento nuevo. Tales diferencias sólo se podían superar a través de una política económica coherente, diversificada y amplia.

BORRO, Maria LauraCRISIS Y ESTANCAMIENTO

IntroducciónEste período se caracterizó por:

La existencia de permanentes crisis políticas. La implementación de planes contrapuestos que variaron según los

diagnósticos de las diferentes administraciones. Como en los tiempos de la generación del 80, reapareció la idea de la modernización del país. Con ella se aludía la necesidad de racionalizar la administración del Estado y sus empresas, y lograr eficiencia en los préstamos de servicios, abrir industrias e incorporar tecnología; en síntesis: adecuar la estructura económica a los cambios mundiales.Ningún gobierno logró consensuar cómo lograr el crecimiento; no existió un proyecto coherente, ni respeto a reglas de juego para arribar al mismo.Al final del período, los principales exportadores del país eran las agroganaderas; la industria estaba parada, la inflación en niveles incompatibles con la gobernabilidad, el circuito financiero distorsionado, el ahorro destruido; la deuda externa comprometía el crecimiento y la credibilidad del país.

Cambios y subdesarrolloEl contexto económico internacional era por demás complejo:Europa no sólo cerró los mercados a la Argentina sino que empezó a producir alimentos competiendo con ella. Para compensar el mayor precio de la producción local, otorgaba subvenciones a sus campesinos. Los Estados Unidos también aumentaron las subvenciones a sus granjeros y a sus ventas internacionales para no quedar descolocados ante Europa. La Comunidad Económica Europea estrechó relaciones con los Estados Unidos y con Japón, alejándose de sus antiguos mercados. El precio de la materia prima bajó en forma sostenida debido a la creciente producción y competencia, a la par que subían los precios de las manufacturas. Los países pobres tendieron a compensar la caída de ingresos contrayendo deudas con organismos internacionales y Bancos privados. Argentina se vio notablemente afectada por la política restrictiva de los países centrales y comenzó a negociar en el marco del GATT (Acuerdo General de Aranceles y comercios).

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Creado en 1946, aspiraba a un acuerdo multilateral que adoptase un código de conducta común en el comercio internacional y arbitrase mecanismos tendientes a reducir y estabilizar los aranceles aduaneros. La Argentina reclamó sin éxito la disminución de las barreras aduaneras y la liberación de los mercados. Estados Unidos sostenía que no podía eliminar las subvenciones si Europa no lo hacía y esta se resistía.En cambio en política comercial y arancelaria y en países centrales, afectaba a todos, en particular a aquellos que ocupaban la periferia del sistema, dado que alteraba la división internacional del trabajo. Se abrió una brecha creciente entre los países industrializados y los productores de materia prima, que comenzaron a reconocerse como subdesarrollados. Los rasgos característicos de este sistema son: dependencia de las exportaciones de materia prima, bajo o nulo uso de tecnología, acentuada desigualdad en la distribución de la riqueza, alto índice de analfabetismo y mortalidad, inestabilidad política, reglas del juego confusas o inexistentes, habitantes con escasa capacidad de iniciativa, corrupción.

Subdesarrollo y comunismoLos Estados Unidos centraban su política exterior en torno al eje del conflicto este-oeste (democracia vs. Totalitarismo y capitalismo vs. Socialismo). Los países inamistosos o independientes eran considerados precomunistas o radiado de la ayuda económica.

Característica de la situación económicaLos problemas fueron enfrentados con diversos planes que tuvieron como prioridad el crecimiento global (PBI), la distribución del ingreso y del empleo y el control de la inflación. Se aplicaron dos tipos de planes:

De estabilización para contener la inflación De reactivación para reducir la desocupación y aumentar la

producción. El informe de Frondizi al Congreso a hacerse cargo de la presidencia (1958) presentó el estado de la situación del país en ese momento. Según ese mensaje se reflejaba que:

Los gastos administrativos no pueden ser cubiertos con las entradas normales.

La balanza de pagos estaba seriamente comprometida por los numerosos vencimientos de créditos, permisos de importación ya otorgados y una balanza comercial deficitaria en 764 millones de dólares en los tres años anteriores.

La deuda externa llegaba a 1.100 millones de dólares. La inflación era del 13% anual en 1956, pasó al 25% en 1957 y

preveía un aumento mayor para 1958. El deterioro de los salarios no seguía en incremento del precio. La producción por habitantes se mantuvo estacionaria.

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El desarrollismo: un proyecto coherente pero impolítico.Frondizi contó con el permanente asesoramiento de Rogelio Frigerio, secretario de Relaciones Económico-sociales.La coincidencia de Frondizi con Frigerio fue la clave del desarrollismo y del viraje dado por presidente a poco de asumir. Como también de las resistencias que lo enfrentaron con los militares y con su propio partido.

El proyectoEl desarrollismo aparecía como proyecto coherente. Según su óptica el nuevo esquema económico mundial daba cabida a los países periféricos que supieran ubicarse ventajosamente respecto a los polos este-oeste que habían establecido una competencia para ganar aliados y mercados.El 1° de Mayo de 1958, el presidente trazó los lineamientos de su acción de gobierno en el mensaje a la Asamblea Legislativa. Partió de un planteo político económico. En una línea de clara de filiación radical valorizaba la existencia de un estado de derecho que se comprometía a mantener con toda firmeza, reafirmaba la vigencia del federalismo y la vida municipal.

Acción de gobiernoLa fórmula "carne más petróleo" es igual a acero, o sea: aumento de las exportaciones más autoabastecimiento energético equivalía a la industria pesada. El cierre de mercados y de lucha de las potencias hicieron difícil la concreción de la primera parte de la fórmula.La "batalla de petróleo" comenzó el 24 de julio cuando el presidente informó que ya estaban firmados los contratos, con diferentes compañías para la explotación petrolera.Frondizi afirmaba que YPF era incapaz de asumir la tarea, cuando hasta entonces había mantenido la tesis inversa. Los contratos provocaron quiebre entre la línea radical y la desarrollista.En poco tiempo el autoabastecimiento petrolero se logró casi totalmente.Las autorizaciones anuales de radicación de capital extranjero mostraron el éxito de los objetivos de gobierno: en 1958 se autorizaron 12.860 millones de dólares y en 1962 aumentó a 25.903 millones.En 1959 los problemas se multiplicaron. La atención de la deuda externa requirió el pago de 200.000 millones de dólares, el Tesoro tenía reservas en oro y divisas por valor de 104 millones. El estrangulamiento financiero planteaba tres opciones: emisión monetaria, endeudamiento, mayores impuestos; el gobierno usó las tres. No se consiguió equilibrar el déficit comercial.

Plan de estabilizaciónEl año 1958 terminó con una inflación creciente y alarmante y el anuncio de la inmediata aplicación del Programa de Estabilización.Se establecía un mercado único de cambios, significando una devaluación de peso y colocando a un 20,40 y hasta un 300% a las importaciones

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evaluadas como no esenciales. Las exportaciones se hacían al cambio de mercado, aplicándose del 10 y20%.El déficit llevó a despido del personal, elevación de las tarifas de transporte y de los servicios prestados por empresas del Estado. El crédito se restringió y se redujo el plan de obras públicas.Ante la grave repercusión social del plan de estabilidad, el Congreso pidió someterlo a tratamiento; la situación económica quedó bajo control e inclusive comenzó a mostrar resultados positivos.La situación política desembocó en el golpe militar de marzo de 1962 que dio fin a la experiencia desarrollista. El efecto económico del golpe quedó evidenciado en las cifras de la inflación.

La economía radicalIllia volvió a adoptar la línea radical, con un discreto impulso a las industrias, control político de los resortes de la economía y una moderada recuperación del salario.De acuerdo con el compromiso durante la campaña, anuló los contratos firmados con compañías petroleras extranjeras.El agro se recuperó, con lo cual se mejoró la balanza comercial. El peso se devaluó en un 58%, lo que favoreció al sector agropecuario exportador. Las industrias acumularon productos importados, en prevención de nuevas devaluaciones y se desequilibró la balanza de pagos.La inflación bajó un 18.1% anual. El gobierno congeló los precios y aumentó los salarios y reactivó la obra y el gasto público; la suma de estos factores expandió el consumo interno, las industrias se recuperaron y la economía progresó.El Congreso sancionó la Ley Nacional del autoabastecimiento y la de regulación de precios de las drogas y productos para la medicina.La moderada y flexible economía radical obtuvo logros significativos; no obstante, tuvo una oposición poderosa en los sindicatos. La Sociedad Rural Argentina y la Unión Industrial Argentina se unieron en la Asociación de Cámaras Industriales de Empresarios Libres y atacaron el eterno déficit del Estado, los controles de precio y cambio, la protección a empresas públicas como YPF y en mantenimientos de los arrendadores agropecuarios congelados.

4. 3 La Revolución Argentina y el Estado burocrático-autoritario. Supresión de la democracia y la política. La irrupción de la Argentina violenta. Del Cordobazo al retorno de Perón

SKIDMORE, Thomas, SMITH, Peter, Historia Contemporánea de América Latina. América Latina del Siglo XX. 2ª Ed. Barcelona, Crítica, 1999

La solución burocrático-autoritaria

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Con la proclamación del advenimiento de la «Revolución argentina», el general Juan Carlos Onganía pretendió implantar un nuevo tipo de régimen: un Estado burocrático-autoritario. El objetivo era atacar de raíz las causas de los problemas argentinos, en lugar de tratar con los síntomas: la sociedad debía ser transformada. El gobierno de Onganía cerró el Congreso, expulsó a sus adversarios de la universidad y se propuso controlar (y supuestamente elevar) el tono de la vida social.Los líderes militares echaron a los políticos de los puestos de autoridad y forjaron alianzas con los tecnócratas e inversores extranjeros, cuyo capital buscaban como un medio de espolear el crecimiento económico. Una parte clave del plan general requería la supresión del movimiento sindical ya que el aumento de inversión iba a ser proporcionado parcialmente por un descenso de los salarios reales. El gobierno de Onganía intentó además otro programa de estabilización económica. Ni Perón, Frondizi e Illia habían logrado llegar a la raíz de los problemas argentinos: la falta de un crecimiento sostenido basado en un sector rural productivo capaz de satisfacer tanto la demanda de exportación como la interna. El gobierno de Onganía estaba determinado a realizar un programa económico profundo. Tras una pausa inicial, el ministro de Economía, Adalberto Krieger Vasena, anunció un plan de amplio alcance, programa que «combinaba la expansión de la producción, la estabilidad de los precios y la mejora de la balanza de pagos con un esfuerzo por aumentar el nivel de consumo agregado, aunque de forma muy gradual». Un rasgo clave fue la congelación salarial durante dos años en 1967, que pudo hacerse cumplir debido a los métodos autoritarios y al éxito relativo en mantener los precios bastante bajos. El gobierno tenía a su favor otro factor más. Un ala significativa del movimiento sindical, encabezada por el directivo de la CGT Augusto Vandor, acogió con satisfacción el golpe contra Illia y quiso colaborar con el nuevo gobierno militar. A su vez, los oficiales encabezados por Onganía paladearon la perspectiva de dividir los sindicatos y romper así la opresión peronista. Esta táctica tuvo un éxito parcial en 1967 y 1968, pero en 1969 fue absorbida por la explosiva oposición sindical. En ese año, se desarrolló un movimiento de oposición en la ciudad de Córdoba, corazón de la industria automovilística argentina de nueva creación. Había habido una serie de protestas contra el gobierno y paradas laborales. El comandante del ejército local se puso nervioso, sus tropas se asustaron y durante una protesta callejera abrieron fuego, matando a algunas decenas de manifestantes y espectadores. Se levantó en el país un alarido de protesta, a pesar del autoritario control gubernamental de los medios de comunicación.Los numerosos enemigos del programa económico del gobierno, incluidos algunos militares que se oponían a la congelación salarial, aprovecharon la ocasión para procurar la salida de Krieger Vasena. Onganía vacilaba,

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aumentaba la presión y por fin se obligó a Krieger Vasena a marcharse en junio de 1969. El gobierno de Onganía duró un año más, pero su credibilidad se había destruido. No fue sólo la oposición sindical la que perdió al régimen de Onganía. También hubo un aumento impactante de la violencia política en forma de tortura clandestina y ejecución por parte del gobierno militar y rapto y asesinato por parte de la izquierda revolucionaria. El golpe de Onganía empezó con violencia y los militares victoriosos aclararon de inmediato que se suspendían todas las garantías legales habituales. La política laboral, teñida de un aspecto conciliatorio en su exterior, pronto pasó a depender de la coerción. La izquierda decidió responder con su propia violencia. Brotaron grupos revolucionarios escindidos que secuestraron a hombres de empresa prominentes y los liberaron por sumas enormes. Los ejecutivos de las multinacionales extranjeras se convirtieron en blancos. Las firmas contestaron trasladando a su personal a Montevideo, desde donde viajaban a diario bajo vigilancia armada. En 1970, los terroristas de izquierdas secuestraron al ex presidente Aramburu, que había ordenado la ejecución de los conspiradores peronistas en 1956. Más tarde se le encontró asesinado. Ahora existía una izquierda revolucionaria, comprometida a traumatizar la nación mediante la violencia contra aquellos que identificaba como opresores: los militares y la policía, junto con sus colaboradores, los ejecutivos de las multinacionales. Y el gobierno devolvió el golpe con su propia violencia. Había estallado la guerra civil. El gobierno de Onganía fue un fracaso político desde todos los criterios. Aunque introdujo el plan de estabilización económica de más éxito desde la posguerra, no consiguió un reto más difícil crear una coalición política, amplia que pudiera proporcionar continuidad a la política y hacer positiva planificación genuina para el futuro. El régimen militar de Onganía nunca podría haber conseguido esa coalición porque se hizo con el poder teniendo en contra a los radicales, principal voz de la clase media, y a los peronistas, que seguían siendo la voz más fuerte de la clase obrera. Los oficiales de Onganía no pudieron forjar una alianza entre militares y civiles capaz de mantener el poder el tiempo suficiente para poner en práctica una política que proporcionara un crecimiento económico sostenido. El nuevo presidente fue otro general, Roberto Levingston, un inteligente militar poco conocido, destinado en Washington, D.C., desde 1968. De vuelta en Buenos Aires, Levingston se enfrentó a un problema económico traicionero: la inflación, que Krieger Vasena había hecho bajar al 7,6 por 100 en 1969, iba en aumento y alcanzó el 134, 7 por 100 en 1971. Levingston siguió un rumbo expansionista moderado, que pronto fracasó por la tendencia descendente del ciclo de la carne, que causó escasez y altos precios. Al carecer de prestigio militar, se encontró aislado. Las revueltas recurrentes de Córdoba en marzo de 1971 sellaron su destino y otro golpe militar lo expulsó e instaló en su lugar al general Alejandro

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Lanusse, que había sido el cerebro tras la deposición de Onganía ocho meses antes. Lanusse siguió una dirección nacionalista moderada en política económica. Poco inclinado a tomar decisiones arriesgadas, decidió funcionar con un déficit presupuestario en aumento. Como era predecible, aumentó la inflación hasta un 58,5 por 100 en 1972. Su gobierno no pretendía tener una respuesta para la economía. Su ambición real era lograr un nuevo acuerdo político. Lanusse optó por la legalización del peronismo, junto con un nuevo sistema electoral que esperaba que favorecería a los partidos pro gubernamentales. Hizo una apuesta aún mayor: decidió permitir el regreso de Perón. Se anunciaron elecciones para marzo de 1973. Perón regresó por breve tiempo a Argentina a finales de 1972 y presionó intensamente en apoyo de su sustituto, el doctor Héctor Cámpora, como candidato presidencial. Mientras tanto, continuaba la violencia, con secuestros de ejecutivos, cobros de rescates y asesinatos. Las guerrillas se volvieron más audaces y atacaban de forma directa a altos cargos militares, así como prisiones y cuarteles. Cámpora recibió el 49 por 100 de los votos populares, no la mayoría absoluta, pero muy por delante del 22 por 100 de Balbín. El presidente y los militares de ideas cercanas comenzaron a ver a Perón como la única esperanza contra la izquierda. Le consideraban una figura esencialmente conservadora que no tenía nada en común con las guerrillas izquierdistas, algunas de las cuales declaraban combatir en su nombre.

LA REVOLUCIÓN ARGENTINA1966-1973

INTRODUCCIÓN

Los acontecimientos de las décadas del 60 al 70 transcurrieron en el marco histórico, determinado por dos ejes de tensión que caracterizaron la política internacional tras la Segunda Guerra Mundial: la dialéctica bipolar de la Guerra Fría, cuyo paradigma en la época, sería la guerra de Vietnam; la tensión Norte-Sur, que emergía, simultáneamente a la descolonización y al despertar del Tercer Mundo, durante las décadas del 50 y 60.En el plano económico, se manifestó en el mundo capitalista claros síntomas de agotamiento en el ciclo expansivo de posguerra, erosionando las bases del Estado de Bienestar. La onda de crecimiento económico había favorecido un nuevo aumento demográfico y la extensión de las prestaciones educativas, entre ellas las de ámbito universitario. Asimismo la fisonomía del mundo entra en un profundo proceso de globalización a raíz de la revolución tecnológica, especialmente en los ámbitos de la comunicación y la información.

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A todo ello se suma, la efervescencia intelectual e ideológica de propuestas renovadoras de las formas vigentes, de gestión de poder, tanto a países del Tercer Mundo como a países socialistas y en las sociedades de consumo occidentales.Por otra parte, los acontecimientos de 1968, evidenciaron el incremento y la concentración de la masa estudiantil, estimulando su toma de conciencia como grupo social. Los estudiantes, ahora, conformaban un nuevo grupo social, que tiene poder sin responsabilidad, que puede ejercer sus derechos de ciudadanía, pero cuya opinión tradicionalmente ha tenido muy poco peso específico y se siente poco representado en las sociedades, como en el ámbito universitario.Considerando este panorama internacional, podemos decir que la Argentina, no fue ajena a estos acontecimientos. El sistema institucional del país estaba desde 1930 en crisis, poco a poco fue perdiendo legitimidad hasta convertirse en una fachada jurídica en la cual pocos creían y respetaban; existía una generalizado sentimiento de insatisfacción; una impaciencia apenas reprimida ante la falta de reacción adecuada por parte de los gobernantes y dirigentes políticos, un completo escepticismo sobre las posibilidades de autocorrección del sistema; el Estado de Bienestar había sido derrocado con Perón en 1955. Tal es la situación, que las Fuerzas Armadas tomaron el poder, bajo el nombre de Revolución Argentina (1966-1973)Una vez leída la bibliografía acerca de este periodo de la Historia Argentina, se nos plantearon los siguientes interrogantes: ¿Por qué Revolución Argentina? ¿Fue simplemente el golpe de militares o la unión de éste con distintos sectores para transformar la sociedad?Los objetivos del presente trabajo son dilucidar la situación económica, social y política de éste periodo. Asimismo a través de éstas variables responder a nuestra situación problemática.El presente consta de cinco capítulos. El primero de ellos es una explicación sobre la Revolución Argentina; mientras que en los siguientes capítulos se analizara los objetivos propuestos. Al final, daremos nuestras consideraciones finales acerca del tema y la correspondiente bibliografía consultada.

CAPITULO I

LA REVOLUCION ARGENTINA

Los HechosEl Golpe militar de 1966 pareció marcar una ruptura más aguda con el pasado, que cualquiera de las anteriores desde 1943. Cuando menos, fue él más represivo de los estadios militares.En junio de 1966, al celebrarse el Día del Ejército, Pascual Pistarini pronuncia un discurso en el cual, muy indirectamente, al hablar sobre el

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contenido de la democracia y el vacío de poder, atacaba al gobierno civil. El 28 de junio del mismo año, las fuerzas armadas depusieron al gobierno civil en un movimiento absolutamente incruento.Los tres comandantes en Jefe actuaron de común acuerdo. El brigadier General Benigno Varela, el teniente general Pascual Pistarini y el brigadier general Teodoro Álvarez. Dicha Junta de comandantes estableció el Estatuto de la Revolución, disolvió los partidos políticos, cambió la Corte Suprema de Justicia, disolvió el Congreso Nacional y las legislaturas Provinciales, relevó los poderes civiles y luego entregó el mando, como presidente la Nación a Juan Carlos Onganía, hombre fundamentalmente militar, no muy dotado de condiciones políticas, ni intelectuales.¿Quién era Juan Carlos Onganía, elevado al cargo de Presidente en 1966?Según Félix Luna2 era un hombre de mentalidad conservadora, un católico preconciliar anticomunista. Convertido Illia en presidente, era Onganía el comandante en Jefe del ejército. No faltaron pronto rumores de posibles levantamientos, que fueron permanentemente desmentidos por él, que efectivamente se mantuvo en la posición de no chocar con el poder civil. Su postura quedó clara con el discurso que pronunció en West Point.Aproximadamente en octubre de 1965, por haberse realizado un ascenso dentro del ejército y en actitud sobria y medida, Onganía pidió el relevo, asumiendo la Comandancia en Jefe el general Pascual Pistarini, su segundo. En ese momento, la figura de Onganía, era prácticamente conocida por todo el pueblo, que llegó casi, a creer que sería capaz de terminar con todos los males que aquejaban al país.Paradójicamente, con su relevo surgieron las posibilidades de un golpe militar contra el gobierno civil, acusado de negligente e incapaz de sacar a Argentina del atraso.En todo el país, se abrió una gran esperanza con la asunción de Onganía, bien visto por Washington, liberal en lo económico, poco amigo de las libertades sindicales, defensor de la estabilidad monetaria y del lema “ley y orden”. El sistema anterior con su corrupción política, ineficacia, división total del país en una treintena de partidos políticos en la Capital Federal y mucho más en el orden provincial, era una cosa repudiada por todo el pueblo, excepto por un grupo minúsculo de políticos profesionales, los más lucidos, veían venir el golpe como algo inevitable.El objetivo de la revolución era atacar de raíz las causas de los problemas argentinos, en lugar de tratar con los síntomas: la sociedad debía ser transformada.De acuerdo con Raúl Cardón3 los objetivos eran:

2 LUNA, Félix, Argentina de Perón a Lanusse 1943-1973. 2da. Ed. Buenos Aires, Planeta Argentina 1973.3 CARDON, Raúl Luis, Frente a los hechos “EN “UNIVERSIDAD DEL SALVADOR, La Revolución Argentina. Análisis y prospectiva. Buenos Aires, Depalma, 1996.

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Restauración del orden en los servicios públicos, relaciones laborales. La actividad política y económica, sin excluir siquiera al ámbito universitario.

La afirmación de unidad nacional y el fortalecimiento del sentido de comunidad; la unidad implicaba real participación de todas las regiones del país y de todos los sectores del pueblo en la vida de la Nación.

El reestablecimiento de la confianza del pueblo argentino en su propio país, en sus posibilidades y destino.

Dar una visión del pueblo argentino, o mejor dicho, darle una conciencia de cual es su misión, de cual pueden ser sus objetivos como nación, junto a aquellos que cada individuo o grupo puede legítimamente perseguir como tal.

En el documento “Objetivos Políticos” que integra el Acta de la Revolución Argentina se fijan los conceptos definitivos que han de regir al Nuevo Estado:

1_ Objetivos Generales a_ Objetivo último:Reencauzar al país por el camino de su grandezaProyectarlo hacia el exterior

b_ Objetivo próximo Reestablecer una auténtica democracia representativa (orden dentro de la justicia y el interés del bien común) 2_ Objetivos Particulares En el ámbito de la política externa e interna, económica, laboral, de hacienda, social, de seguridad.El 18 de junio de 1970, según Félix Luna, la Junta “releva” 4 al general Onganía y se designa como presidente a Roberto Marcelo Levingston, agregado militar en Washington y representante de la Junta Internacional de Defensa, por lo cual no se lo asoció con la caída de Onganía, suscitando un sentimiento de confianza en el pueblo. En su primer mensaje al país manifestó que “... como presidente de la Nación, tengo la total y exclusiva responsabilidad de los actos ejecutivos. Este poder no lo comparto; lo que ejerzo en su plenitud si surge de las condiciones bajo las cuales acepté el cargo... “yo no he hecho el sacrificio de retirarme del ejército... para ocupar un cargo que fuera limitado, significaría un menoscabo para la dignidad de la alta función que ejerzo, para el uniforme que visto y para mi propia persona”. Asimismo prometió desarrollar una política, que permitiera al pueblo ejercer sus derechos políticos, pero antes había que “... afianzar las bases de los objetivos revolucionarios de 1966”.

4 Durante la gestión de Onganía, el reemplazo de funcionarios civiles o militares solía denominarse “relevo” como para marcar que el cambio de una persona no suponía el cambio de la misión asignada. La Junta de Comandantes en Jefe, también definió el derrocamiento de Onganía como simple relevo, que no alteraba la continuidad del movimiento iniciado en 1966

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No tuvo tiempo para ello. En marzo de 1971 era derrocado Levingston y sustituido por un triunvirato militar que asumió el poder “en nombre de la alta representación que ostenta”. La caída de Levingston estuvo determinada por las revueltas en Córdoba, en marzo de 1971, por no tomar medidas oportunas para ello. Fue sustituido por el general Alejandro Lanusse, que había sido el cerebro tras la deposición de Onganía, ocho meses antes.Su ambición real era lograr un nuevo acuerdo político. Lanusse optó por la legalización del peronismo junto con un nuevo sistema electoral que esperaba favoreciera a los partidos pro gubernamentales. Hizo una apuesta aún mayor: permitió el regreso de Perón. Se anunció elecciones para marzo de 1973. Perón regresó por breve tiempo a Argentina a finales de 1972 y presionó intensamente en apoyo de su sustituto, el Doctor Héctor Cámpora, como candidato presidencial.Cámpora recibió el 49 por 100 de los votos populares, la mayoría absoluta, pero muy por delante del 22 por 100 de Balbín. Con este nuevo presidente, se inicia en la Argentina, un nuevo período conocido como el Tercer peronismo.

CAPITULO II

ECONOMIA

Caracterización GeneralCon el comienzo de la revolución “esperada”, como la llama Félix Luna5, la economía tanto en el orden exterior como interior entra en proceso de cambio.El mundo capitalista entra en una etapa de crisis, el Estado de Bienestar6 y las políticas Keynesianas7 ya no son bien recibidas. Comienza una etapa en la que los niveles de producción, no solventan los costos fijos (salarios, gastos de producción, etc.), mientras la inversión disminuye, por lo cual se

5 ? LUNA, Félix, Argentina de Perón a Lanusse 1943-1973. 2da. Ed. Buenos Aires, Planeta Argentina 1973.6 Estado de Bienestar: surgido en la segunda mitad del S. XIX. El Estado debe ejecutar políticas sociales que garanticen y aseguren el “bienestar de los ciudadanos, para cuyo fin se recurre al financiamiento con presupuesto nacional.7 De acuerdo a las políticas Keynesianas, la economía funciona de forma irregular, porque está sujeta a las sucesivas expansiones y depresiones que caracterizan los ciclos económicos. No obstante, la teoría de Keynes no logra explicar la problemática de las depresiones prolongadas, fenómeno para el que no existía respuesta en los entonces vigentes principios de la economía clásica, que consideraban que las recensiones se terminaban por corregir de manera automática. La tesis generalizada era que durante las recensiones aumentaba el ahorro, por lo que desciende el tipo de interés. Los Keynesianos, por su parte, sugerían que se fomentara la inversión empresarial, conduciendo a un nuevo periodo de crecimiento económico. Al no invertir se prolonga el estancamiento económico y las inversiones empresariales dependen de la creación de nuevos mercados, adelantos técnicos, etc.

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estaba llegando a un momento crítico por las décadas del ´60 y ´70. Cada país enfrentaría sus propios problemas económicos de la mejor manera posible. Es la época en que comienza a utilizarse la teoría del monetarismo8.Según Rapoport9, la crisis llevó, en un primer lugar, al quiebre del sistema fordista, que fue reemplazado por el toyotismo. En segundo lugar, se dio la orientación a las exportaciones en contraposición del sistema de sustitución de importaciones.Con la Revolución Argentina, los políticos fueron despojados de los puestos de autoridad y se forjaron alianzas con tecnócratas e inversores extranjeros, cuyo capital se buscaba como un medio para espolear el crecimiento económico.Una parte del plan general requería la supresión de los movimientos sindicales, ya que el aumento de inversión iba a ser proporcional al descenso de los salarios reales.El gobierno de Onganía intentó otro plan de estabilización económico. Perón había adoptado uno en 1949 y de nuevo en 1952, el cual controló la inflación y mejoró la balanza de pagos, pero el costo fue un estancamiento económico. En 1958, Frondizi lo intentó y obtuvo un éxito limitado en la inflación, y la balanza de pagos, pero sólo con el costo de deprimir la inversión y sacrificar su plan desarrollado a largo plazo. Illia sólo se había dejado llevar por la fase expansionista del ciclo económico, imponiendo políticas salariales y de precios casi peronistas. Ninguno de estos gobiernos había logrado llegar a la raíz de los problemas argentinos: la falta de crecimiento sostenido, basado en un sector rural productivo capaz de satisfacer tanto la demanda de exportación como la interna. Frondizi había adelantado la visión más coherente, pero se vio comprometido de inmediato por la necesidad de penosas medidas estabilizadoras a corto plazo.

Economía revolucionariaEl gobierno de Onganía se proponía realizar un programa económico más profundo. El primer ministro de economía fue el Dr. Ernesto Salimei, católico practicante. Leal al presidente, tenía buenas o supuestas relaciones con los sindicatos. Sus colaboradores fueron técnicos jóvenes, recibidos en el exterior sin experiencia en el gobierno. Una de sus medidas más importantes fue la Ley de Rehabilitación o Siam Di Tella, cuyo objetivo era determinar criterios objetivos y parejos para todas las empresas que tuvieran una gran deuda, es decir plazos flexibles de pago. Sin embargo, esta ley no la pone en práctica él sino su sucesor Vasena. De esta manera,

8 Monetarismo: teoría macroeconómica que analiza la oferta monetaria, aunque se identifica con la interpretación de la forma en que la oferta de dinero afecta a otras variables, como el pecio, la producción y el empleo9 RAPOPORT, Mario, Historia económica, política y social de la Argentina (1880-2000). 2ª Ed. Buenos Aires, Machi, 2003, Cáp. 6

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el Estado aportaba al sostenimiento selectivo de la empresa privada, con el argumento de la preservación de la fuente de trabajo.A fines de 1966, en un marco de incertidumbre y críticas, comienzan los rumores respecto al reemplazo del ministro de economía y trabajo. El 30 de octubre, se designa a Krieger Vasena al frente del Ministerio de Economía y Trabajo.Adalbert Krieger Vasena, anunció un plan de amplio alcance que Smith y Skidmore10 denominan “el programa antiinflacionista más equilibrado del periodo de postguerra”, programa que combinaba la expansión de la producción, estabilidad de los precios y la mejora de la balanza de pago con un esfuerzo por aumentar el nivel de consumo agregado, aunque de forma gradual.Algunas de las medidas llevadas a cabo fueron:

Devaluación del peso argentino en 40% Desprotección de toda actividad productiva poco eficiente Reducción de las inversiones públicas Reordenamiento del dispositivo productivo-administrativo (parte del

cual se había logrado ya la reestructuración de los trabajos en puertos y ferrocarriles)

Defensa de las exportacionesEstas medidas, en el pensamiento de Vasena, aparejarían la acumulación de divisas en magnitudes aptas para financiar las importaciones requeridas y reducir el endeudamiento externo y para promover la reactivación de la corriente de inversiones extranjeras.Un rasgo clave fue la congelación salarial durante dos años en 1967, que pudo hacerse cumplir debido a los métodos autoritarios y al éxito relativo en mantener los precios bastantes bajos.Según Rapoport11, los resultados del Plan de Estabilización fueron:

Control de la tasa de crecimiento Estabilización de la producción interna Dinamismo de la producción interna Crecimiento del PBI, alcanzando un pico de 8,5% Impulso de obras públicas, como programas de infraestructura

(caminos para impulso de la industria automotriz) Incentivo del sector de la comunicación y energía hidroeléctrica y

nuclear; a través de la ley 17.574 se crea la empresa hidroeléctrica Norpatagónica, en la zona de Comahue, las Centrales del El Chocón, Planicie y Banderita y la red nacional de interconexión con el Gran Bs. As. en 1968, la Comisión Nacional de Energía Atómica comienza a construir la Central Atucha I.

10 SKIDMORE, Thomas, SMITH, Peter, Historia Contemporánea de América Latina. América Latina del Siglo XX. 2ª Ed. Barcelona, Crítica, 1999

11 RAPOPORT, Mario, Historia económica, política y social de la Argentina (1880-2000). 2ª Ed. Buenos Aires, Machi, 2003, Cáp. 6

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Crecimiento de distintos sectores: minas y canteras, gas, agua, comercio, hoteles, restaurantes, transporte, almacenamiento finanzas, seguros y bienes inmuebles

Fuerte contracción en el sector agrícola ganadero y pesca, mientras que los otros sectores no experimentaron cambios importantes.Apropiándonos de las palabras de Rapoport12, el incremento de la inversión pública durante la gestión de Vasena fue moderada. Pensamos que su programa no fue a largo plazo como estaba estipulado, también se puede decir que las cifras presentadas no permiten una evaluación acertada, ya que la mayoría de los casos eran infladas de manera artificial por varios factores, como por el precio de los insumos muchos más elevados que en el mercado internacional, o sobreprecio proveniente de las “irregularidades” en las contrataciones.Con respecto a la política cambiaria, se evidenciaron resultados distintos de los esperados. Ello provoca una transferencia de paquetes accionarios a favor de las firmas extranjeras; este período se llamará “desnacionalización de empresas” (tabaco y cigarros)En cuanto al comercio exportador, se experimentó una tendencia inversa con respecto al resto de la economía; es decir: desconcentración y desnacionalización, con la aparición de productos claves de pequeñas y medianas firmas nacionales ocupando un lugar junto a los trust tradicionales.En lo que hace al sector de la carne, el pool frigorífico fue prácticamente eliminado a causa de la prohibición de Gran Bretaña de importar carnes.Gracias a este plan se vieron favorecidos terratenientes y trasnacionales, mientras que se perjudicó a los sectores agropecuarios. En cuanto a los asalariados, el plan produjo un quiebre en la curva ascendente registrada en 1963 y 1969.A pesar de la aclamación de Washington al plan se produjo una de las mayores rebeliones populares y obreras de la Historia Argentina: el Cordobazo.Según Skidmore y Smith13, este hecho forzó la salida de Vasena del gobierno, pero no implicó un cambio en la política económica.Con la llegada de Levington, se produjo la designación de Carlos Moyano Llerena, un economista que seguía los lineamientos de Vasena. Las nuevas medidas del nuevo ministro de economía fueron:

Incremento salarial del 7% Devaluación del peso argentino Reducción de los aranceles a la importación, con nuevos precios.

A pesar de los intentos del ministro por continuar la política estabilizadora, las condiciones ya no eran las mismas, por lo que fue reemplazado por

12 RAPOPORT, Mario, Ob. Cit. Pág. 613 SKIDMORE, Thomas, SMITH, Peter, Historia Contemporánea de América Latina. América Latina del Siglo XX. 2ª Ed. Barcelona, Crítica, 1999

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Aldo Ferrer, economista de corte nacionalista. Entre sus medidas económicas podemos citar:

Ahorro crediticio a las pequeñas y medianas empresas por parte del banco industrial

La sanción del lema “compre nacional”La política de Ferrer se enfrentaba a serias restricciones estructurales que hacían difícil su implementación. En cuanto al crédito local se transfirieron cargos a los proveedores, incrementando los plazos de pagos y también los precios finales, acentuando el proceso inflacionario.Otra medida fue la veda al consumo de carne, desestabilizando los valores locales.A pesar de que el plan contaba con buenas perspectivas, no tenía el apoyo político necesario como para llevarlo a cabo. Al tiempo, tanto el presidente con su ministro dejaron sus cargos.Con la asunción de Lanusse, quien encabezaba un gobierno de transición, ya que se convocaría a nuevas elecciones generales, el proceso económico estaba caracterizado por:

La inflación continuaba siendo un serio problema Los ingresos de los asalariados cayeron Aumentó el índice de desempleo de 2,3% en 1969 a 6,3% en 1927,

El nuevo programa de Lanusse, de corto plazo, intentó evitar la recesión, bajar el desempleo y modificar las expectativas económicas. El plan tenía cuatro aspectos centrales.

a) Política monetariab) Política fiscalc) Política para el sector externod) Política sindical

Para 1972, los precios subieron un 60%, hacia fines de ese año el gobierno tenía compromisos impagos por 100 millones de pesos; la deuda externa superaba los 5.300 millones de dólares.La transición política ocupaba el centro de la escena por lo cual el rumbo económico permaneció inalterado, sin posibilidad de estructurar una salida económica razonable.En general, y en cuanto a la economía, durante el periodo de la Revolución Argentina, el hecho más destacable fue la evolución económica de los últimos años, que estuvo determinado por la expansión de la inversión pública (inversión de infraestructura, equipamientos y transporte). En cuanto a los aspectos negativos, fueron generados por la espiral inflacionaria y el déficit interno, que conducía a maximizar ganancias a corto plazo. Esto repercutió en los patrones de consumo, aumentando el consumo de bienes durables, disminuyendo el de los no durables.Para 1973, se agudizaba el desequilibrio, la inflación llegaba al 6%, mientras que en el sector externo el balance era positivo para la Argentina, debido al aumento de los precios de los cereales y carnes, ofreciendo un respaldo ante la crisis del petróleo y el aumento de su

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precio. Esto constituyó un alivio, al menos a corto plazo para el gobierno constitucional.

CAPITULO III

SOCIEDAD

Unidos en la transformaciónCon la llegada de Onganía al poder la situación en un comienzo parecía en calma. Sin embargo, con el correr del tiempo comenzó a gestarse un malestar profundo en los distintos sectores de la sociedad, que culminaría en la crisis más profunda vivida hasta el momento: como fueron el “Cordobazo” y “La noche de los bastones largos”.Durante la presidencia del Dr. Illia, los sindicatos no tenían una participación activa en la política; es por tal motivo que llegado los rumores de un golpe militar, el movimiento obrero, a nuestro parecer, se unió a los militares. Creían que el nuevo régimen les daría la oportunidad de desarrollar sus planes políticos.Una vez establecida la Revolución Argentina, con Onganía a la cabeza, estas esperanzas cayeron totalmente14. Con la ley de Arbitraje Obligatorio, el Estado pudo intervenir en la relación obrero-patronal, favoreciendo a los empresarios, ya que se podía despedir sin derecho a indemnización. Estas nuevas medidas caldearon el ánimo obrero; por lo cual se decretó un paro por 48 hs, en marzo de 1967; sin embargo no se llevó a cabo debido a las amenazas perpetuadas por el gobierno.Con el nuevo ministro de economía (Krieger Vasena), se suspendieron las convenciones colectivas de trabajo. El movimiento obrero nuevamente era vapuleado por el mismo régimen que le había prometido participación.El gobierno intentó un acercamiento con la CGT, como en los mejores tiempos de Perón. Sin embargo, la situación no era la misma, se produjo una crisis interna dentro de la CGT, con los particionistas que pretendían un arreglo con el gobierno.En 1968, la crisis se hizo sentir en el Congreso de Normalización de la CGT, que pretendía las elecciones de autoridades. Como resultado, se produjo la separación entre los sectores combativos (Peronistas duros), que formaban la CGT de los Argentinos (CGTA), cuyo objetivo era enfrentar al gobierno, y estaban encabezados por Raimundo Ongaro. Mientras, otro sector que se unió al gremio metalúrgico conducido por Augusto Vandor, constituyó la CGT Azopardo.Simultáneamente a la crisis de la CGT, el país no era ajeno a las cuestiones internacionales, como fueron el “Mayo Francés” 15y las manifestaciones

14 Las expectativas optimistas de los sindicatos se diluyeron. RAPOPORT15 Sucesos que tuvieron lugar en Francia en el mes de mayo de 1968, debido al recorte presupuestario en las universidades; además se criticaba la incapacidad del anticuado

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contra la Guerra de Vietnam16. En especial, los universitarios, que como en los mejores tiempos de la Reforma Universitaria, salieron a manifestarse contra el imperialismo, contra Onganía y su política, en especial cuando ordenó la intervención de las universidades, ya que según él, la universidad daba lugar a una politización y a la infiltración de principios marxistas. Es por ello que se eliminó su autonomía, por lo que varios profesores de la UBA presentaron su renuncia y se exiliaron. Las casas de Estudios fueron desalojadas por la violencia, llevando a un enfrentamiento con la policía en la Facultad de Ciencias Exactas, que es conocido como “la noche de los bastones largos”17. Por otra parte, la suba de tarifas en Corrientes provocó una manifestación con la muerte de un alumno; las universidades se manifestaron en masa.En cuanto a la educación primaria, se produjo una disminución del número de escuelas oficiales, aumentando el número de las particulares, no gratuitas. A pesar de que se dictaron importantes leyes, era bien sabido que la educación no era un objetivo de la Revolución Argentina.Para este momento, la GCTA, había prendido filiales en el interior. En unión con los estudiantes de Córdoba se manifestaron en la “Marcha de Silencio”, en la cual muere un joven de 15 años. El 25 de mayo, el país estaba en suspenso ante la violencia. Tribunales militares juzgarán a los detenidos.El 29 de mayo tanto el movimiento obrero como los universitarios se manifestaron en Córdoba, toman barrios céntricos, derrotan las fuerzas de seguridad con la ayuda de vecinos; no se producen saqueos pero si destrucciones. El 31 de mayo, las fuerzas militares logran restablecer el orden, han muerto 14 personas. Este es el hecho conocido en la Historia Argentina como el Cordobazo.Personalmente, creemos que fue una respuesta violenta del pueblo cordobés contra el Plan Económico llevado a cabo por el gobierno militar. Después de esos hechos, el gobierno militar se vio presionado a reemplazar al ministro de economía; el gobierno de Onganía quedó tambaleante.Para junio uno de los líderes de la CGT, Vandor, moría asesinado, lo que llevaría a una escala de violencia que caracterizaría a esta Revolución; asimismo se declaró el estado de sitio y se impuso la Ley Marcial, que puso fuera de ley a la CGTA y encarceló a Ongaro.En julio de 1969, se produjo la intervención de la CGT para lograr su normalización y así llegar a un entendimiento. Sin embargo, las convenciones de trabajo no podían negociar cuestiones de salariales.

sistema universitario.16 Enfrentamiento militar que tuvo lugar desde 1959 a 1975, cuyo origen fue las guerrillas comunistas y la división Norte-sur, en la cual interviene Estados Unidos apoyando al sur y la URSS al norte17 Denominada así por que la policía utilizó para la represión bastones de goma

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También cabe destacar el accionar de la Unión Industrial Argentina (UIA), principal agrupación de la burguesía industrial. La mayoría de este grupo apoyó el golpe militar de 1966, incluso ocuparon posiciones en el gobierno de Onganía. Su principal representante fue Krieger Vasena, ex miembro de la Comisión de Estudios Económicos de la UIA. El gremio se alinea con el gobierno, respaldando su política de estabilización y congelamiento salarial y proponiendo la disolución de la CGT.En cuanto a la CGE ésta esperaba del golpe militar la representación y autoridad dentro del gobierno. Pese a esto, con la llegada de Vasena y sus políticas de desnacionalización de industrias y bancos cambiaron su posición con respecto al gobierno. Para 1968, se unieron a este grupo los empresarios de transporte (FATAP) y los pequeños y medianos productores rurales (FAA).Cabe destacar el accionar de la S. R. A. (Sociedad Rural Argentina), que también apoyó el golpe militar para luego volverse contra el gobierno realizando críticas, en especial a la política económica18.Se puede observarse, a través del desarrollo del accionar tanto de sindicatos como universitarios, que la Revolución Argentina tenía varios adeptos al momento de iniciarse.

Crisis sectorial y violenciaDurante el gobierno de Levingston, la actividad subversiva creció: dos semanas después de su llegada al poder un grupo extremista toma por asalto un pueblo cercano a Córdoba. El golpe fracasó parcialmente por un azar y algunos extremistas –jóvenes de tradicionales familias cordobesas convertidos al peronismo extremista- fueron detenidos. De allí salió un hilo de investigaciones que conduciría el 16 de junio al hallazgo del cadáver del ex presidente Aramburu en una pequeña localidad de la provincia de Bs. As.El secuestro y posterior asesinato del ex presidente Aramburu no fueron esclarecidos totalmente. Se sabía que el 29 de mayo fue sacado de su domicilio por supuestos oficiales del Ejército. Algunos comunicados difundidos días después por el grupo “Montoneros” daban cuenta de su juzgamiento y ejecución. La investigación policial sólo permitió la detención de cómplices menores del atentado y la ubicación del cadáver. Este hecho fue condenado por la opinión pública.Esos meses evidenciaron los picos más altos de violencia. Días después del entierro de Aramburu, un grupo extremista “copa” un pueblo cercano a Bs. S. sin inconveniente alguno, robando fodnos de sus bancos, más tarde un tren es asaltado con propósitos de robos y entre ambos hechos es asesinado José Alonso, ex secretario general de la CGT y líder moderado del Sindicato desvestido. Pero el aparato represivo consigue también

18 RAPOPORT, Mario, Historia Económica, Política y Social de la Argentina.(1880-200) 2ªEd. Buenos Aires, Mach, 2003, Capitulo 6

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algunos éxitos y un tiroteo suscitado en un suburbio de Bs. As. donde mueren dos de los implicados en el asesinato de Aramburu que eran buscados por la policía.Por otra parte, Córdoba, representa para Levingston un problema. El alejamiento del gobernador de esta provincia revestía cierta gravedad porque había sabido mantener un aceptable statu quo en los conflictos de la provincia, corazón de la industria automovilística Argentina de nueva creación, donde en el mes de febrero de 1971, un grupo subversivo había perpetrado el más grande robo de la Historia Argentina, hasta ese momento19. El reemplazo del gobernador cordobés fue desdichado: lo sustituyó un conservador que en su primer discurso desafió abiertamente a las fuerzas sindicales y estudiantiles embolsándolas en el mismo rótulo con las organizaciones extremistas calificándolas de “víboras de cien cabezas”.

Políticas conciliadoras y eleccionesCuando asumió Lanusse, lo primero que hizo en el gobierno fue reconciliarse con los líderes sindicales: “Yo comprendí desde el primer momento que no podía descuidar el movimiento obrero organizado…”Además se comprometió a seguir aumentando los salarios y regresar el cadáver de Eva Perón a la CGT. Parece que desde entonces, su política brindaba concesiones o castigos.En julio de 1972, le suspendió la personería gremial a la CGT, ya que el gobierno no estaba dispuesto a reconocer el papel político que tenía el movimiento obrero.Por si fuera poco, en octubre se rebelaron los Regimiento de Caballería Blindada d Azul y Olavarría, en la provincia de Bs. As., pero fracasó; eso si mostró nuevamente las disidencias entre las Fuerzas Armadas y el presidente.El presidente llamó “fascistas” a este levantamiento para demostrarle a la gente que él era el indicado, aun así la desconfianza generada crecía.El generalizado rechazo hacia el régimen militar, expone Liliana de Riz20, se combinaba con las acciones guerrilleras que provocaban la admiración por su audacia y conmovían la sensibilidad de muchos.Una muestra de equidad por parte del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), entregando ropa y comida hacía pensar al pueblo argentino si realmente el gobierno se acordaba de ellos.En vista de que los guerrilleros se levantaba cada vez más contra los militares, Lanusse expresa en Confesiones21: “…lo que importaba entonces era cómo los militares harían de represor a sus cuarteles para poder restablecer el Estado de Derecho que habían arrasado…”

19 Se robaron más de 100 millones de pesos de un banco20 DE RIZ, Liliana, Historia Argentina. La Política en Suspenso. 1966/ 1976. Buenos Aires, Paidos, 2000. T 821 DE RIZ, Liliana, Ob. Cit.

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Por otra parte, el líder exiliado (Perón), queriendo volver, hacía circular “mensajes”, “instrucciones”, “directivas” a través de distintos medios, a pesar de que se le había prohibido. La juventud peronista entusiasmada por las palabras del líder seguía sus palabras.La posición de Lanusse en la negociación con Perón estaba debilitada y su poder muy desgastado. Primera Plana, lo usaba siempre de primicia y aun más cuando publicó “Carta de Situación” para socavar su liderazgo en las Fuerzas Armadas.El 17 de noviembre, Perón regresó al país y las 62 organizaciones declararon a ese día “Día de Jubilo Nacional”. Por su parte, el gobierno tuvo que decretar feriado.

CAPITULO V

POLITICACaracterísticas generalesHablar de política durante este periodo es bastante complejo, como en la mayoría de los casos. Para tratar de justificar el accionar de las Fuerzas Armadas, en cuanto a la toma del poder, era mejor echarle la culpa a los partidos políticos, que con sus promesas demagógicas, fraude electoral, corrompían al país y beneficiaban a un sólo sector.El régimen “revolucionario” se caracterizaba políticamente por un gran concentración del poder (legislativo y ejecutivo estaban en manos del Presidente) y los poderes locales que la Constitución, de orientación federal de 1853, otorga a las autoridades nacidas de elecciones provinciales, también residían en el gobierno central.Estos rasgos centralistas, sin embargo, no llegaron a dar al sistema la forma de un régimen totalitario o autoritario, pues se mantenía la independencia del poder judicial en el orden nacional y provincial.Según el Estatuto de la Revolución Argentina: el Poder Judicial de la Nación lo ejercerá una Corte Suprema de Justicia y los demás tribunales inferiores que se establezcan en el territorio de la Nación (Constitución Nacional, Art. 94). La Corte Suprema de Justicia estará compuesta por cinco jueces y un procurador general. Tendrá su asiento en la Capital Federal y designará su presidente. Dictará reglamento interno y económico y el reglamento para la Justicia Nacional, estableciendo las facultades de Superintendencia de la Corte Suprema y Tribunales Inferiores (ley 16.895). Los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y los miembros de los Tribunales Inferiores de la Nación, son inamovibles en sus cargos mientras dure su buena conducta y conserve todas las garantías que les otorga la Constitución y sólo pueden ser removidos por enjuiciamiento legal ante un jurado integrado y que funcione según una ley que estatutariamente debe dictar el presidente (Art. 8)Igualmente, el poder constituyente que los jefes de las Fuerzas Armadas encarnaron al redactar el Estatuto de la Revolución Argentina no pasó al

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presidente, sino que seguía en estos jefes, únicos capaces de reformar las reglas básicas de la Revolución; esta sería una de las características del régimen, la cual explica la caída de Onganía y Levingston: los jefes de las Tres Fuerzas Armadas tenían atribuciones para designar un nuevo presidente, en caso de acefalía, o podía constituirse un Consejo de Regencia, o podía deponer al mandatario al considerar que las Fuerzas Armadas eran “un poder de reserva”, facultado para provocar la caída presidencial si se diera una situación similar a la que originó el derrumbe de Illia, por ejemplo.Las notas civiles del régimen podemos enumerarlas así:

El presidente encarnaba el poder político, el cual sometía a una dura disciplina a las Fuerzas Armadas

El régimen debía marchar hacia el sistema constitucional El presidente escogía libremente a sus colaboradores, la mayoría de

los cuales eran civiles. No faltaba la presencia de militares (muchos de los gobernadores de

provincias) en un deseo de equilibrio. La presencia popular en el gobierno era nula Las Fuerzas Armadas, a través de sus jefes, tenían la representación

del pueblo, hasta que éste, cuando llegase la restauración democrática, “retome el poder”.

Los gobernadores deben obedecer las instrucciones del poder nacional; son designados por él y están bajo lo que éste prevea. El sistema no les otorga ninguna garantía de estabilidad o forma especial de renovación, por lo que debe entenderse que quien tiene facultades para impartirles instrucciones tiene la de removerlos en caso de incumplimiento. El gobernador es un simple agente del gobierno nacional.En efecto creemos, que una serie de rasgos contradictorios definía o tipificaba el régimen revolucionario, que algunos consideraban como una autocracia limitada, mixta y transitoria, puesto que su fin confesado era alcanzar alguna forma de institucionalización democrática.

Acciones presidencialesEn particular Onganía pensaba que había que eliminar la actividad política y parlamentaria. Los políticos serían reemplazados por administradores y técnicos, los cuales actuarían conforme a la autoridad central, lo que llevaría a establecer “un orden” y no el avasallamiento que hasta ese momento se venía gestando con los distintos sectores, emergiendo así un Estado caracterizado por el orden, con un camino definido hacia la consecución de las metas, en este caso políticas.Con el exilio de Perón, el partido entró en un estado expectante, mientras que otros sectores apoyaban el golpe tendiendo la esperanza de poder intervenir en la política; incluso llegaron a asistir a la asunción de Onganía.

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Al momento del Cordobazo, tanto partidos políticos como sindicatos, vieron errores en sus actos; creemos que su ansia de lograr poder los llevó a dividirse. Esto sirvió a Onganía para poder dominarlos más fácilmente.A partir de esta subordinación, es cuando nuevamente se da lugar al accionar político, y al nacimiento de fuerzas como el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), dirigidos por Mariano Santucho, el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT); también emergen fuerzas menores, como las de la Fuerza Armada Revolucionaria (FAR) y por supuesto la de mayor trascendencia “Montoneros” o el brazo armado del Peronismo, liderado por Mario Firmenich22.La ideología de Montoneros comenzó con un nacionalismo de derecha para luego ir convirtiéndose en un movimiento de izquierda, influenciados por la Revolución Cubana. En sus acciones no faltaron el secuestro extorsivo y asesinato (hombres de negocios, jefes militares)Durante la presidencia de Levingston se intentó contactos políticos. Para 1970, tanto peronistas como radicales demandaron sus esfuerzos para formar la coalición “La hora del pueblo”, solicitando elecciones23.Es importante ver que en el trasfondo de esta coalición los radicales reconocían el poder de convocatoria de los peronistas, relegándose a un segundo lugar en beneficio de las elecciones. No lo hacían sólo por sus buenas intenciones solamente, sino que con un gobierno elegido de forma electoral tenían más posibilidades de participación, que en uno en el cual el partido político era tratado de subversivo.Al llegar Lanusse, el autoritarismo se estaba resquebrajando, sumado a esto el resurgir de los partidos políticos.El nuevo presidente opinaba que dando libertad a los políticos se terminaría o mejor dicho se encaminaban las acciones sindicales, dando lugar a una “política institucionalizada”24 y el retorno a la democracia con las elecciones de 1973.Ahora el desafío estaba en el campo peronista, ya que todos lo habían apoyado. Era necesaria una unión de distintos actores totalmente heterogéneos, además con ideologías contrarias, como el caso de Montoneros (socialistas)Debía disciplinar un sindicalismo efervescente que sabía que, unido a los estudiantes y particulares, podía contribuir al reemplazo de ministros, incluso de presidentes (Onganía con el Cordobazo y Levingston con el Viborazo)También era importante la Juventud Peronista junto con otros sectores que formaban el ala revolucionaria del partido. A su vez, movimientos guerrilleros con partidos menores, lucharon contra los “burócratas”.

22 LUNA, Félix, Argentina de Perón a Lanusse 1943-1973. 2ª Ed. Buenos Aires, Planeta Argentina, 1973.23 RAPOPORT, Mario, Historia Económica, Política y Social de la Argentina.(1880-200) 2ªEd. Buenos Aires, Mach, 2003, Capitulo 624 RAPOPORT, Mario, Ob. Cit

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Mientras que conservadores, populares cristianos, con el apoyo de Perón, formaron el FREJULI (Frente Justicialista de Liberación), logrando la caída del gobierno militar de 197325.En cuanto al accionar de los distintos partidos, durante estos dos años de gobierno militar -gobierno de Lanusse-, la UCRP, liderada por Balbín tuvo un doble juego que le permitió la unión con los peronistas contribuyendo a una democracia pluralista moderna. Por otro lado, surgió un grupo opositor al liderazgo de Balbín, conducido por Alfonsín, que seguía una línea más dura con el gobierno; para 1971, se sumó Storani. Para ellos “La hora del pueblo” era una estrategia de Lanusse; es así como se convirtieron en el Movimiento Renovador26.En cuanto a los desarrollistas apoyaron desde su comienzo a la Revolución Argentina; incluso la siguieron apoyando hasta el gobierno de Lanusse. Fue recién en 1970, cuando deciden cambiar y se unen con el FREJULI.Como se puede apreciar los partidos políticos que en un principio vieron el golpe militar como una salida, fueron luego declarados proscriptos, en algunos casos, perdiendo su derecho de participación en el gobierno, por lo cual podemos hablar que en un comienzo de la Revolución Argentina, distintos sectores apoyaron el golpe militar.

CAPITULO V

REVOLUCION ARGENTINA Y POLITICA EXTERIOR

En un primer momento de la política exterior el país se alinea con Estados Unidos, se distinguirá entre fronteras territoriales e ideológicas27, que eran las que primaban en el gobierno de Onganía. Durante la presidencia de este, se dicta la “Doctrina de Seguridad Nacional”, fundada en la lucha interna28.En 1967, se reúne la OEA, allí se hace una exposición de la misma, con la idea de institucionalización de un Comité Consultivo de Defensa. A pesar que en un principio tuvo cierto apoyo, al momento de la votación no apoyaron dicho proyecto.No sólo en cuestiones de fronteras se alinearon con los Estados Unidos, sino que también que se hizo con la implementación del Plan Económico de Krieger Vasena, se recibiendo las felicitaciones del país del norte, en cuanto a su implementación.

25 Los que separaban al pueblo con el pensamiento marxista provenientes de la Revolución Cubana26 RAPOPORT, Mario, Historia Económica, Política y Social de la Argentina.(1880-200) 2ªEd. Buenos Aires, Mach, 2003, Capitulo 627 Las que separaban al pueblo con pensamientos marxistas provenientes de la Revolución Cubana28 RAPOPORT, Mario, Ob. Cit. Pág. 6

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Pero las relaciones se volvieron tensas cuando Argentina firmó el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares en Hispanoamérica, lo cual le valió el no envió de armas militares solicitadas anteriormente. A partir de aquí comienza una etapa de reorientación, tratando de salir de la total dependencia de Estados Unidos, para volcarse en las relaciones con Europa, como es el caso de compras de vehículos de guerra a Francia. A demás es el momento en que la imagen de los Estados Unidos ha decaído por la Guerra de Vietnam.Para 1967, se inicia un contacto entre Campos de Brasil y K. Vasena de Argentina, con la intención de formar una unión aduanera. El proyecto debía llevarse a cabo en un lapso de cinco años, contaría además con la adhesión de otros países. También había planes de montar una siderúrgica internacional en Carabu (Brasil), conjuntamente entre Brasil, Argentina, Bolivia y Paraguay. Sin embargo, el proyecto no se pudo llevar a cabo.El acuerdo requería la inversión por parte de los Estados Unidos, lo cual significaría dar apoyo a la supremacía en el sur. Mientras que para Argentina era colocarse bajo la subordinación de Brasil, dueño del proyecto.Un problema eran los recursos hídricos de la Cuenca del Plata. Ambos países (Brasil y Argentina) se disputaban la utilización, uno río arriba y el otro río abajo, respectivamente.Durante el gobierno de Onganía, se consideró el proyecto como un instrumento más de rivalidad política. Cuando se anuncia la construcción de la represa Corpus se estaba tratando de equilibrar la represa de Itaipu29.Lanusse se tropezó con la negativa brasileña a acordar cualquier obra hidroeléctrica. Este tipo de problemática llevó Argentina a expandir sus relaciones diplomáticas con países como Perú, Bolivia y Chile. Su objetivo era la apertura de nuevos mercados. Ideológicamente se buscaba aliados para hacerse más fuerte y así poder negociar con Brasil desde otro plano.Por otra parte, el gobierno militar brasileño con su política nacionalista expandió sus relaciones hacia Paraguay, firmando el Tratado de Itaipu (1973). En palabras de Rapoport30, la política brasileña entró en colaboración con los golpes de Estados en Bolivia (1971), Uruguay (1973) y Chile (1973).Desde nuestro punto de vista, esta lucha entre dos países fuertes (Argentina y Brasil) significó una pérdida ya que unidos representaban un poder de importancia en el sur, por supuesto que Estados Unidos no lo iba a permitir.

29 BRA, Gerardo, El Gobierno de Onganía. Crónica. Buenos Aires, CEDAL, 1985, V 12830 RAPOPORT, Mario, Historia Económica, Política y Social de la Argentina.(1880-200) 2ªEd. Buenos Aires, Mach, 2003, Capitulo 6

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El canal de Beagle y las Malvinas.Desde 1981, con el Tratado de Límites y el de Arbitraje, en 1902, se había suscitado el problema de la limitación. Durante la Revolución Argentina, el Estado se pronuncia por la negociación política. Chile, por su parte, requería el arbitraje británico, por lo que se posterga el tema en 1967.Con Lanusse, se utilizó el arbitraje, firmando en 1971 un acuerdo donde se aceptaba el arbitraje británico, se designaría una corte para determinar los límites.Con respecto a Malvinas, durante el periodo de gobierno de la Revolución Argentina, se inicia una nueva etapa. Por primera vez, un canciller argentino, Zavala Ortiz, trata la cuestión con el gobierno británico, dando lugar a distintos encuentros formales e informales.Para agosto de 1968, termina las negociaciones con el “Memorandun de entendimiento”, mediante el cual se trataría de dar solución amistosa y conveniente a los habitantes de la isla, con el compromiso del Reino Unido a reconocer la soberanía argentina. Nuevamente la “demora argentina”31

prevaleció sin concretar una decisión. Cuando se buscó transformar la promesa en un hecho, el Reino Unido alegó que Argentina había dejado pasar el tiempo, interpretando esto como una falta de interés. Otra vez resultaban un fracaso las negociaciones. Recién sería en 1971, que se reiniciarían encuentros, donde se creó la Comisión Consultiva, con la finalidad de establecer relaciones y comunicaciones. Argentina, otorgaría documentación para transitar en el país. Por su parte, el Reino Unido tendría a su cargo el establecimiento del servicio marítimo.

La Revolución Argentina y el ComunismoDebido a la Doctrina de Seguridad Nacional, se llega a un paréntesis con la Unión Soviética; con la postura anticomunista y el propósito de alentar los lazos con Estados Unidos y Europa Occidental, se paralizan las relaciones.Con Levingston se cambia la postura hacia la Unión Soviética, incrementando sus relaciones. La razón de ello fue que Brasil ya lo había hecho, significando un problema con respecto a la cuenca del plata. Además, Argentina comenzaba a sufrir en el comercio, por ello era necesario un acuerdo con estos países, especialmente impulsado por el sector privado.En 1970 tuvo lugar un acercamiento, cuando una delegación científica visitó Moscú, con las posibilidades de adquirir maquinaria y productos químicos a cambio de la ventad de lana y cueros. En palabras de Rapoport32, el objetivo final era la firma de un tratado comercial

31 Según Rapoport, la estrategia era vincular las islas con la región continental, a pesar de que Londres reafirmaba su derecho de soberanía32 RAPOPORT, Mario, Historia Económica, Política y Social de la Argentina.(1880-200) 2ªEd. Buenos Aires, Mach, 2003, Capitulo 6

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A plantear la eliminación de las fronteras ideológicas con Lanusse se posibilita las relaciones diplomáticas con China (1972) y Cuba (1973). En tanto, que con Moscú, en 1971, se firmó un acuerdo de tratado comercial.

BIBLIOGRAFÍA

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1973-1989

5.1 El tercer peronismo. Sus distintos momentos políticos, sociales y económicos: Cámpora, Perón e Isabel Martínez. Enfrentamientos en el

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peronismo: Juventud Peronista y Sindicalismo. La violencia en las relaciones sociales y la caída del gobierno.

EL TERCER PERONISMO (1973- 1976) - CÁMPORA- PERÓN E ISABEL

INTRODUCCIÓNA fines del año 1972 nuestro país se vio envuelto en una ola de violencia con huelgas, manifestaciones estudiantiles, actividades terroristas; provocando de este modo una gran inestabilidad política, económica, social y con un presidente intentando volver a la estabilidad perdida.Es por ello que el siguiente trabajo trata sobre el periodo comprendido entre los años 1973 a 1976 conocido como TERCER PERONISMO. Con un fluir de sucesos importantes para nuestra historia argentina donde entraron en juego múltiples factores: fuerzas armadas, movimiento obrero, partidos políticos, sectores empresariales, intelectuales y la Universidad. Ante esto nosotras inferimos: ¿Por qué vuelve Perón? ¿Cuáles son sus objetivos? ¿Era consciente de la situación de la Argentina después de dieciocho años de exilio? ¿Seguía contando con aquel apoyo del pueblo? Su tercera presidencia ¿fue igual que las anteriores?Estos interrogantes serán respondidos en el desarrollo del trabajo después de un exhaustivo análisis de obras de autores que se han especializado en el tema como: Guido Di Tela, Félix Luna, Horacio Maceyra, Luís A. Romero y María Laura Sanmartino de Dromi.

CAPÍTULO I: LOS PRIMEROS CONTACTOS CON PERÓNTras el fracaso de Levingston en busca de mejorar la caótica situación por la que atravesaba el país, llega al escenario político Lanusse quien tratará de hacer frente a estos sucesos.Comenzó con una política conciliadora entre los partidos políticos para evitar que la violencia continuara desbordando el sistema. Esta política se vio reflejada en el GAN (Gran Acuerdo Nacional) cuyo objetivo era permitir una reservada participación de los grupos peronistas. Esto serviría para unir a todas las fuerzas políticas tras una alternativa continuista que quedaría asegurada; también diluiría así a la oposición ya que la incorporaría.Como consecuencia de ello se iniciaron las relaciones entre los militares y el peronismo. Lanusse inició la negociación en secreto con Perón, a espaldas de los sectores de las fuerzas armadas opuestas al ex presidente.Se llevaron a cabo viajes entre Buenos Aires y Madrid. Se puso como primera condición que el gobierno que iniciara sería de transición, con una duración de cuatro años. Esta fue aceptada.Lanusse tenía como objetivo eliminar la posibilidad de que Perón presidiera esa transición; es decir asegurarse de que el peronismo dentro del acuerdo fuera un ingrediente más.

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Perón no estaba dispuesto a aceptar esta imposición. Realizó duras declaraciones en Madrid que desnudaron el juego de Lanusse provocando de este modo una ruptura en las negociaciones.De esta manera Perón inició con habilidad un viraje brusco en la estrategia del presidente; obligando a Lanusse a un choque frontal. Lanusse lo desafió a regresar para forzar una definición con la esperanza de que no lo haría. Como respuesta al desafío se organizó el “operativo retorno”, en noviembre de1972 Perón se encontraba en Buenos Aires.Una vez en el país formó el FRECILINA e inició un acercamiento con el radicalismo, por medio de Balbín, dejando al presidente fuera de juego.Lanusse lo enfrentó por diversos medios: buscó contacto con los partidos políticos, el gremialismo y el neoperonismo pero no consiguió fisurar a su adversario. Entonces surgió un artilugio legal para vetar la postulación presidencial de Perón, por el cual “... los futuros candidatos debían residir en el país desde fecha previa al 25 de agosto de 1972. Como Perón vivía en Madrid y no había decidido retornar a Buenos Aires quedaba automáticamente descartado. El caudillo aceptó en silencio, pues sabía que sería él quien designaría al futuro presidente.”33

Poco tiempo después estaba formado el FREJULI (Frente Justicialista de Liberación.) Se pronunciaron distintos nombres en torno a la fórmula del frente, hasta que Perón anunció su decisión de que el candidato sería Héctor J. Cámpora, peronista, caracterizado por su absoluta lealtad al jefe del movimiento.

CAPÍTULO II: “CÁMPORA AL GOBIERNO, PERÓN AL PODER”Finalmente en 1973 se llevaron a cabo las elecciones donde se impuso la fórmula Cámpora – Solano Lima. No cabe ninguna duda que los millones de sufragios que habían obtenido constituían un voto de confianza a Perón. En su discurso ante las Cámaras el presidente expresó entre otros conceptos: “Durante toda mi vida política, no he sido otra cosa más que un modesto soldado de la causa nacional y peronista. Pretendo seguir siéndolo en el futuro durante el ejercicio del gobierno y después que concluya el mandato para el que he sido convocado...”34

La meta principal del presidente era la reconstrucción nacional la cual se veía expresada en cinco puntos fundamentales:

1- Consolidar definitivamente los objetivos de liberación y reconstrucción como fundamento de nuestra participación impostergable en el proceso de integración latinoamericana para alcanzar la independencia económica, justicia social y la vigencia auténtica cultura nacional.

33 MACEYRA, Horacio, Las presidencias peronistas. Cámpora, Perón e Isabel, Buenos Aires, CEDAL, 1983, p 17.34 SAN MARTINO DE DROMI, María Laura, Historia Política argentina (1955- 1988), Buenos Aires, Astrea, 1988, p 1, Tomo II, Capítulo V.

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2- Plena vigencia de las garantías y coincidencias suscriptas espontáneamente en la Hora del Pueblo, Frente Cívico de Liberación Nacional y en la Asamblea de la Unidad Nacional.

3- Convenir una suspensión política y social cuyos alcances en el campo socioeconómico serán trazados de común acuerdo con las organizaciones representativas de los trabajadores y del empresariado nacional.

4- Asegurar el respeto de la Constitución Nacional, asegurar los derechos de las mayorías y el respeto de las minorías, a fin de que las instituciones previstas en la ley primordial de la Nación funcionen sin que nunca más el orden jurídico argentino se vea sometido a hechos de fuerza.

5- Las fuerzas Armadas debían contribuir en el proceso de reconstrucción nacional, dentro de las normas constitucionales y del respeto de la tradición americanista y emancipadora de los ejércitos libertadores del General San Martín.

Hay que destacar que durante la presidencia de Cámpora las medidas que se tomaron fueron pocas. Entre las más destacadas se encontraron, la designación de funcionarios. Los miembros del nuevo gabinete eran: Esteban Righi (Interior), Ricardo Otero (Trabajo), José Gelbard (Hacienda y Finanzas), Juan Carlos Puig (Exterior), Jorge Taiana (Educación), Ángel Robledo (Defensa), José López Rega (Bienestar Social) y Antonio Benítez (Justicia.)Su plan de gobierno no era izquierdista más bien era nacionalista y distribucionista. Uno de los elementos esenciales de este plan era el llamado PACTO SOCIAL. El objetivo del mismo era lograr una correcta distribución del ingreso nacional entre trabajadores (sindicatos) y los empresarios. Proponiendo lo siguiente: aumento salarial del orden del 10 al 20 %, fijación de valores máximos para artículos de la canasta familiar, aumento de las tarifas de servicios públicos y transportes, suspensión de las paritarias por 2 años.Este pacto no fue bien recibido por los Montoneros y los grupos izquierdistas quienes consideraban que para lograr esto los que realizarían el mayor sacrificio serían los obreros.El mayor problema se centraba en el seno político donde se manifestaba un fuerte enfrentamiento entre los grupos opuestos entre sí dentro del movimiento peronista. Esto se evidenció con la llegada definitiva de Perón el 20 de junio de 1973. Durante el acto de bienvenida del general llevado a cabo en Ezeiza estalló un terrible tiroteo entre montoneros y el grupo liderado por López Rega provocando una gran cantidad de muertos y heridos.Dichos acontecimientos agudizaron la crisis en la que se hallaba inmersa la presidencia de Cámpora. De esta manera comenzaron a desarrollarse de manera precipitada los hechos que llevarían a Cámpora a presentar su renuncia.

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El 13 de julio el presidente Cámpora y el vicepresidente Solano Lima presentaron su renuncia ante el Congreso.En la nota de renuncia Cámpora expresaba que: “el anhelo profundo y enraizado en el alma del pueblo argentino no era ni es otro que el de restituir al general Perón el mandato que le otorgara años atrás y del cual fue injustamente desposeído... Ahora que el general Perón esta definitivamente en el suelo patrio, ese deseo del pueblo debe tener ocasión de manifestarse sin vallas, ni limitaciones de ninguna especie.” Por su parte el vicepresidente sostuvo: “Presento a vuestra honorabilidad mi renuncia indeclinable a la vicepresidencia de la República a efectos de que una nueva elección consagre la voluntad auténtica del pueblo argentino”35 quedando el país en acefalía.

CAPÍTULO III: LA TERCERA Y ÚLTIMA PRESIDENCIA DE PERÓNA consecuencia del vacío provocado por la renuncia de Cámpora y Solano Lima se aplicaron el artículo 75 de la Constitución Nacional y la ley de acefalía 252. “De acuerdo con el artículo primero de esta última norma, en caso de acefalía, por falta de presidente y vicepresidente, el Poder Ejecutivo sería desempeñado en primer lugar por el presidente provisorio del senado”36. Pero este funcionario, Dr. Alejandro Díaz Bialet había presentado su renuncia el día 13 de julio. De acuerdo con el orden establecido en la ley 252, correspondía desempeñar el cargo vacante al presidente de la Cámara de Diputados: Raúl Lastiri.Siguiendo con lo proscripto por la ley 252, Raúl Lastiri convocó a elecciones presidenciales; fijándose el día domingo 23 de septiembre para llevarlas a cabo: con las cuales Perón podría ser candidato. Eligiendo como compañera de fórmula a su esposa María Estela Martínez.La fórmula Perón- Perón obtuvo el 62% de los votos el 12 de octubre de 1973. Perón constituía de este modo por tercera vez la presidencia de la Nación.Después de 18 años que en un golpe de Estado lo había desalojado de la presidencia el país que recibía en 1973 era muy distinto al de 1945: la crisis económica endémica había erosionado la estructura productiva, los dirigentes políticos habían fracasado reiteradamente en la búsqueda de soluciones a los problemas nacionales, las Fuerzas Armadas habían institucionalizado su intervención en los poderes públicos a través del golpe de estado, una nueva camada de jóvenes y sindicalistas surgida al calor de las luchas populares contra la dictadura militar, se manifestaba indócil y dispuesta a llevar sus demandas mucho más allá del reformismo populista que había caracterizado las dos gestiones anteriores.Apenas asumió la presidencia Perón comenzó a desarrollar una estrategia centrada en el aspecto político y social.

35 Ibid, p. 736 Ibid p. 9

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En el plano político impulsó un acuerdo orientado a conseguir un consenso con la oposición. En este terreno obtuvo el respaldo del radicalismo, la principal fuerza opositora.En la materia social no tuvo la misma fortuna. Procuró anudar un acuerdo de cúpulas con la participación de la CGT que le era leal, un sector empresario adicto al Partido Justicialista, representado por la CGE, y el propio gobierno. Pero esta política no tardó en fracasar. Los obreros, con demandas largamente postergadas y salarios retrasados junto con los grandes empresarios nucleados en la Unión Industrial Argentina (UIA), aunque por motivos contrapuestos vieran con malos ojos estos arreglos.El enfrentamiento entre la izquierda y la derecha peronista terminó por desbordar la presidencia. La izquierda constituida por los sectores juveniles del movimiento, junto a importantes núcleos intelectuales que virtualmente controlaban las universidades y fracciones del Partido Justicialista y de la bancada justicialista en el Congreso, conformó un bloque que pretendió impulsar un proyecto al que denominaron patria socialista.Pese a que Perón había fomentado durante su exilio el crecimiento de la corriente mencionada, cuando volvió al gobierno no apoyó el ala izquierda sino que le otorgó mayor participación a sectores representantes de la tendencia de derecha. Este grupo, que recibió el nombre de entorno del jefe de estado, se componía principalmente de la esposa del presidente, María Estela Martínez, del ministro de Bienestar Social, López Rega, el diputado Raúl Lastiri y el secretario general de la CGT José Rucci.Ambos bandos contaban con un sector armado, que ya se habían enfrentado al producirse el retorno de Perón (20 de junio de 1973)Los atentados, las muertes, fueron una práctica constante ejercida tanto por la acción de los Montoneros, por el lado de izquierda, como por la Alianza Anticomunista Argentina, o Triple A, por la derecha.Entre las víctimas, se contaron políticos como Silvio Frondizi, Rodolfo Ortega Peña y el sacerdote Carlos Múgica, muertos por la Triple A. El ex ministro del Interior Arturo Mor Roig, los sindicalistas Rogelio Coria y José Rucci, y numerosos empresarios fueron eliminados por los Montoneros.El primero de mayo de 1974, frente a la Plaza de Mayo, en la que estaban presentes los dos bandos en que se había escindido el Partido Justicialista el presidente dijo lo siguiente: “El gobierno está empeñado en la liberación del país no solamente del colonialismo, sino también de estos infiltrados que trabajan adentro y que traidoramente son más peligrosos que los que trabajan afuera.Hoy resulta que algunos imberbes pretenden tener más méritos que los que lucharon durante 20 años”.

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Como respuesta los grupos juveniles se retiraron dejando un gran vacío.

Perón había terminado de definirse y su partido se había dividido

visiblemente.

El 12 de junio Perón volvía a encontrarse frente a los trabajadores donde dirigió un discurso al país en el que atacó a “irresponsables sindicalistas y empresarios que violan el Acta de Compromiso (Pacto Social) y algunos diarios oligarcas (Clarín) que estaban en el problema de la escasez y el mercado negro” 37

La CGT decretó un paro y movilización para esa tarde. Los manifestantes que concurrieron a Plaza de Mayo en apoyo del viejo líder escucharon de este su último discurso.El general Perón con 78 años de edad y con todas estas contiendas políticas lo habían llevado a un gran desgaste físico.Durante el comienzo de la enfermedad de Perón su esposa se encontraba ausente ya que estaba realizando una gira por Europa cuyo punto culminante sería el Congreso de la OIT. Su acompañante en el viaje fue el ministro de Bienestar Social: López Rega.Éste anunció el regreso de la vicepresidenta a Argentina negando que esto estuviera relacionado con la enfermedad de Perón. Al mismo tiempo elogiando a Isabel por su discurso en la OIT dejando al país con una dignidad y una altura muy superior.La salud del presidente comenzaba a empeorar cada vez más aunque López Rega negaba todo esto: “El general está bastante recuperado, gracias a Dios, pero esto todavía le va a durar una cantidad de días durante los cuales no podrá desempeñar las tareas normales, porque cualquier golpe de aire lo puede volver a afectar”38

El detonante final fue la muerte de Perón el 1° de julio de 1974 donde el

país quedó totalmente paralizado.

Isabel desde Olivos informó la muerte del General. Se anunció el duelo nacional durante tres días. Los restos fueron llevados al Congreso de la Nación para ser velados y a la vez visitados por el pueblo argentino.

CAPÍTULO Nº IV: EL PERONISMO SIN PERÓN: MARÍA ESTELA MARTÍNEZ

La muerte de Perón significaba un gran vacío político pero sobre todo una incertidumbre profunda sobre el futuro de los argentinos.

37 Ibid, 15 38 ROSSINI, Raúl Aníbal, 20 años de Historia Política Argentina 1966-1986, Buenos Aires, R.R, Revista Nº 13.

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Incluso dentro del partido manifestaban que era inevitable un golpe militar. Por eso era preciso darle a Isabel una oportunidad.Con pleno apoyo de López Rega y bajo su poderosa influencia asumió la presidencia en forma enérgica, con un programa de derecha, de línea muy autoritaria. El nuevo programa suponía otro tipo de alianza social. Los sindicatos, los pequeños empresarios y los partidos chicos que habían aportado su apoyo al gobierno dieron un paso atrás, a la vez se enfriaban las relaciones con los radicales y se tendían nuevas líneas con los militares y el sector empresarial más poderoso.El plan que llevaría a cabo consistía en cinco puntos fundamentales:- El primero era el compromiso de acabar con la subversión, consumado mediante el empleo de grupos civiles paramilitares, conocidos como la Triple A.- El segundo objetivo era la eliminación de la infiltración izquierdista en la educación en general y en la Universidad de Buenos Aires.- El tercer objetivo consistía en poner fin a las políticas económicas antiempresarias. Tenía que oponerse un vuelco hacia el capital extranjero, hacia la economía de mercado y la confianza en el capital privado como fuente de inversiones y desarrollo.- El cuarto objetivo era el sometimiento de los dirigentes sindicales, se destituyó a algunos de los más militantes y de opinión más independiente, vulnerables algunos de ellos a acusaciones de manejo indebido de fondos y se designó a una jefatura sindical obediente.- El quinto objetivo consistió en pedir a los militares que abandonaran su neutralidad política y pasaran a una actitud de apoyo tácito. Esto se logró en mayo de 1975 con la designación de un nuevo comandante en jefe, el General Numa Laplane39.Los antecedentes de Isabel Perón y López Rega no contribuyeron a aumentar la confianza y a creer en la autenticidad del cambio.La aplicación de las políticas económicas y laborales se tornó más difícil. El ministro de economía fue destituido y reemplazado por un miembro del llamado “grupo histórico”: Celestino Rodrigo.El problema esencial consistía en la lucha que libraban los sindicatos y el ala derecha encabezada por la presidenta. Ésta no deseaba otorgarles ningún papel importante.Este antagonismo afloró una vez más con motivo del retorno de los restos de Eva Perón al país. López Rega en secreto manejó este tema excluyendo específicamente toda participación sindical.A comienzos de 1975 la situación económica exterior empeoró. La devaluación precipitó demandas salariales, dando la impresión de que el Pacto Social había llegado a su fin. Celestino Rodrigo tomó medidas que incluyeron: una devaluación superior al cien por cien y un aumento de los precios del sector público de hasta un doscientos por ciento.

39 DI TELA, Guido, Perón, Perón 1973- 1976, Buenos Aires, Sudamericana, 1983, 73 p.

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La rapidez con que se impuso el programa fue extraordinaria. Los dirigentes sindicales se sintieron insultados y amenazados, comprendieron que debían luchar por su supervivencia.Los sindicatos vacilaron entre una tentativa por derribar a Rodrigo y López Rega y un plan más drástico encaminado a derribar al gobierno entero.El costo político de una estrategia más amplia y los riesgos que involucraba eran demasiado grandes. Isabel conservaba todavía un calor simbólico como líder del Partido Justicialista.La CGT llamó a una huelga nacional, la estrategia sindical consistía en organizar movilizaciones mientras se exigía un aumento salarial de alrededor del ciento sesenta por ciento. Esas decisiones resultaron políticamente explosivas y condujeron a la renuncia de López Rega y Celestino Rodrigo.La crisis se propagó dado hasta los más altos niveles del ejército. El comandante Numa Laplane fue sometido a fuerte presión por parte de los grupos más profesionales. Los sindicatos procuraron mantenerse al margen, no confiaban en Numa Laplane.La situación fue resuelta mediante la designación del General Jorge Rafael Videla como nuevo comandante en jefe. Para ese entonces el gobierno estaba perdiendo la mayor parte de su apoyo. Si bien la presidenta no había sido destituida toda su autoridad había desaparecido. No era más que una figura decorativa.Ángel Robledo fue nombrado ministro del Interior y Antonio Cafiero titular de economía.María Estela Martínez pidió una licencia que duró casi cinco semanas, fue reemplazada por Italo Luder titular del senado, pertenecía al ala política moderada. La imagen del gobierno mejoró significativamente.A finales de octubre se convino una nueva rueda de aumentos salariales, lo grave fue la serie de aumentos diferenciales, que los distintos sindicatos procuraron obtener por encima del nivel general.El poder incontrolado de los sindicatos, sus exageradas demandas y su conducta en muchos casos poco responsable aportaron una contribución significativa al clima previo al golpe. A comienzos de octubre Isabel volvió para analizar un segundo otorgamiento de licencia. Pero en un combativo discurso del 5 de noviembre afirmó que continuaría con su tarea hasta el final.A partir de entonces el gobierno quedó dividido entre el grupo moderado y el ala derecha, lo que hizo poco a poco se llegara a una situación anárquica sin autoridad clara, algunos opositores empezaron a proclamar públicamente la posibilidad de una revolución.Se dijo que los militares demorarían el golpe hasta que la situación se tornara imposible, con el fin de que su decisión fuese recibida por la gran mayoría de la población.El gobierno se dividió entre quienes querían intervenir la provincia, encabezados por Lorenzo Miguel y la línea más moderada y democrática,

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dirigida por el Ministro del Interior. El comandante en jefe General Videla acudió en apoyo del gobernador dando así la primera de las pocas indicaciones públicas de que los militares establecían contacto con sectores civiles. El gobierno debió además hacer frente a las acusaciones de corrupción lanzadas por el Congreso contra la presidenta.Los militares se inclinaron por el golpe, formularon varias advertencias al gobierno, varias declaraciones emitidas por altos jefes militares contribuyeron al clima que precipitaría el golpe.La principal exigencia era la de que se destituyese a la presidente y a los elementos más derechistas del gobierno.En diciembre estalló un frustrado golpe de la Fuerza Aérea el cual fue dominado.En enero la presidenta intentó recuperar su autoridad perdida y trató de obtener pleno apoyo militar sugiriendo una reforma. Rechazada su oferta, la presidenta destituyó a los líderes más prominentes de la alianza centrista, Robledo y Cafiero, designando personalmente a sus reemplazantes: “La nueva política económica fue más moderada que la de Rodrigo, pero mucho más rigurosa que la de Cafiero, recibió el nombre de Plan Nacional de Emergencia”40 Por primera vez un programa económico peronista incluía entre sus objetivos explícitos y públicos, una reducción del nivel de los salarios reales. Los dirigentes sindicales suspendieron la rueda de negociaciones salariales iniciada a comienzos de enero. La presidenta quería seguir adelante con su programa a pesar de la oposición pero para entonces, todos los sectores esperaban el golpe.El movimiento militar encontró el partido dividido y en pugna con su jefatura, incapaz de ofrecer lucha y nada dispuesto a ella, puso fin a los tres años y medio que duró la segunda experiencia populista argentina.

SKIDMORE, Thomas, SMITH, Peter, Historia Contemporánea de América Latina. América Latina del Siglo XX. 2ª Ed. Barcelona, Crítica, 1999

Vuelta al poder de los peronistasCámpora no había dejado duda acerca de que sólo era un sustituto hasta que Perón pudiera regresar y participar en unas nuevas elecciones. A pesar de su débil personalidad, su gobierno emprendió una política económica nueva y atrevida. Había sido diseñada en esencia por la CGE (Confederación General Económica), una asociación empresarial argentina, y su primer objetivo era estabilizar los precios para luego incrementar los salarios de los trabajadores hasta que supusieran la parte de la renta nacional que habían alcanzado en el primer periodo peronista. Se iba a hacer mediante 1) una subida salarial única; 2) una congelación de precios 40 Ob. cit , p. 146

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pactada por el gobierno, los sindicatos y la industria; 3) una congelación salarial de dos años; y luego 4) un conjunto de medidas destinadas a mejorar los ingresos reales de los trabajadores. Obviamente, esto requería una cooperación extraordinaria de todos los grupos de presión. El gobierno de Cámpora parecía haber negociado el acuerdo en el Pacto Social que proponía y que fue formalmente ratificado tanto por la CGT como por la CGE. Estableció un pacto paralelo con los productores rurales (excepto con los ganaderos antiperonistas) que ofrecía incentivos en precios, impuestos y créditos a cambio de la promesa de doblar la producción agrícola para 1980. Sorprende que el nuevo régimen peronista hubiera creado una coalición que incluía casi a todos los grupos de presión de la sociedad argentina. Fue posible, en parte, debido a que se había afianzado en los argentinos el agotamiento y el realismo. De hecho, más de un antiguo antiperonista contemplaba el nuevo gobierno de Perón quizá como la última oportunidad para el país de resolver sus problemas. Las posibilidades de éxito no eran elevadas. La violencia política aumentaba sin cesar pues las guerrillas rechazaron el nuevo régimen peronista y mediante los secuestros y asesinatos trataban de desestabilizar el frágil equilibrio político. Otra desventaja más eran la edad y salud de la antigua figura carismática, a cuyo alrededor debía edificarse el nuevo consenso social: Perón tenía sesenta y siete años y una salud menguada. Las nuevas elecciones presidenciales se programaron para el mes de septiembre. Ahora Perón tuvo éxito con una táctica política que había fracasado en 1951: consiguió que su esposa Isabel fuera nombrada para la vicepresidencia. Ambos barrieron en las elecciones con un 62 por 100 de los votos. Entonces Perón comenzó a ocuparse de la izquierda revolucionaria, a la que había animado a menudo en sus declaraciones desde el exilio. El Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) fue proscrito, en buena parte debido al asesinato repetido de mandos militares. Perón estaba demostrando ser el garante perfecto para presidir una ofensiva militar y civil contra la izquierda revolucionaria. A comienzos de 1973, hubo un auge económico alimentado por las altas ganancias de la exportación, ya que los precios mundiales de la carne subieron y la producción de grano aumentó. Durante ese año, la inflación cayó de forma considerable y los salarios reales crecieron un 13,3 por 100 en la segunda mitad. Pero 1974 trajo problemas. El incremento del precio del petróleo de la OPEP desequilibró la balanza de pagos, aunque sólo importaba el 16 por 100 de su petróleo. Además, algunos sindicatos no pertenecientes a la CGT consiguieron nuevos acuerdos salariales, en violación del «pacto social». Varios sindicatos de la CGT siguieron su ejemplo. Entonces, sometido a una presión creciente por parte de sus dirigentes, Perón accedió a conceder cuantiosas bonificaciones de fin de año a todos los sindicatos de la CGT, con la que socavó su programa antiinflacionista.

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No se sabe si su magia podría haberle valido de nuevo con los trabajadores, ya que murió en julio de 1974. La presidenta era ahora Isabel. Perón la conoció cuando era bailarina de un cabaré en Panamá, durante el viaje de recreo que emprendió tras su destitución en 1955. Isabel no era Evita, como su inseguridad e indecisión y habían hecho patente. La Presidente asumió el cargo mientras los peronistas disputaban agriamente. Unos querían conseguir influencia sobre la aterrorizada mujer que había accedido a los deberes presidenciales. El consejero con mayor influjo fue su ministro de Bienestar Social, José López Rega, una figura ambiciosa y atrevida. López Rega ayudó primero a convencer a Isabel para que retirara de su gabinete a los ministros más moderados en octubre de 1974; luego la persuadió para que tomara medidas enérgicas contra la izquierda, incluidos los peronistas de esa tendencia. Esto se convirtió en el rumbo de la política de 1975, mientras los sindicatos comenzaron a negociar nuevos contratos con incrementos salariales del 100 por 100 o más. Isabel organizó una contracampaña, anulando los pactos salariales y después, tras una serie de huelgas masivas, los restableció. Esta involución dramática, además de la cada vez más sangrienta batalla entre las guerrillas de izquierda y el ejército, llevó a la dimisión de López Rega. La presidenta también perdió su mayoría en el Congreso al escindirse la delegación peronista. La economía corría sin control. La inflación se disparó al 335 por 100 en 1975, mientras la espiral salarios-precios cogía velocidad. Ese año también resultó desastroso para las exportaciones, ya que la cosecha fue desilusionante y se complicó con una nueva traba del Mercado Común Europeo sobre la carne importada. Las reservas de divisas cayeron más de un 50 por 100. A comienzos de marzo de 1976, el gobierno de Isabel ya no tuvo más remedio que adoptar un plan de estabilización riguroso para volver a pedir ayuda al FMI. El deterioro de la economía se vio acompañado por el aumento de la violencia en la política. Las guerrillas continuaban sus deliberados ataques provocadores a la policía y el ejército, cometiendo algunos asesinatos. La derecha respondía a través de organizaciones igualmente violentas, como la Alianza Anticomunista Argentina. El «gran pacto» en el que iba a basarse la nueva era peronista parecía ahora una paradoja cruel. El valor del dinero menguaba a diario, casi por horas. El miedo a los terroristas, fueran de izquierda o de derecha, arraigó en la población, en especial en la clase media, urbana La presidenta estaba aterrorizada, era totalmente incapaz de ejercer. ¿Cuándo la expulsarían los militares? Si tomaban el poder, adquirirían la responsabilidad formal de encargarse del desorden económico. Era mejor que siguiera en su puesto, ya que además había dado carta blanca a las fuerzas de seguridad en su guerra contra las guerrillas. Al retenerla como presidenta, tenían la apariencia de la legitimidad civil y quizás hubiera otra motivación más. Puede que el ejército hubiera decidido dejar que la situación nacional se volviera tan

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violenta y la economía tan caótica que nadie dudara de la necesidad de que el ejército lo solucionara. Si era así, para marzo de 1976 ya lo habían conseguido. En el golpe mejor predecido de Argentina, los hombres de uniforme pusieron a La Presidente en detención domiciliaria (se la investigaría por corrupción).

UNAMUNO y otros. El peronismo de la derrota. Buenos Aires, CEDAL, 1984

Guido Di Tella

La regeneración peronistaEl autor se pregunta por las causas de la derrota del peronismo en 1974. Menciona eventos coyunturales, pero considera que el problema es de mayor gravedad.Episodios coyunturales:- Isabel Martínez de Perón. Demuestra la madurez del movimiento, lo asumió en el desconcierto y así perdió muchos simpatizantes. En un movimiento nacido en torno a la personalidad de un caudillo fuerte como Perón, el personalismo, tan tradicional en la política criolla era explicable. Sin el líder carismático no hubiera existido el movimiento, no se hubieran incorporado nuevas clases a la política. Con él no era posible institucionalizar el movimiento. Su sucesor debería ser un movimiento sin personalismos, con estructuras claras, con elecciones democráticas internas, con participación plena de las bases con grupos de estudios, con comisiones varias; en fin, con todo aquello que caracteriza un partido democrático moderno. Este proceso no es fácil, aun el radicalismo lo ha sufrido a la muerte de Yrigoyen. En el peronismo puede entenderse a la figura de Perón con cierto rol simbólico y unitivo. No tiene sentido que gente que pretende no sólo conducir el movimiento sino que aspira al voto de la ciudadanía, le otorgue a Isabel un rol efectivo en la conducción. Y esto se debe a dos razones. La primera, tiene que ver con su falta de experiencia y conocimiento, no tanto de la vida partidaria, como de la vida y la experiencia en nuestro país. La segunda, mucho más grave, es que apadrinó sin tapujos la línea lopezrreguista, la defendió a capa y espada, mostrando antagonismo frontal con la dirigencia sindical y su visión autoritaria del movimiento y de la sociedad.No puede ser símbolo de unidad y al mismo tiempo intervenir en la vida partidaria. Su ausencia total de la política Argentina contribuyó a su derrota, más cuando optaba por respaldar a la línea menos democrática del partido. El grupo ulraverticalista alimentó la ilusión en los fieles de que Isabel traería la luz, cuando en realidad no siquiera la respetaban.Otro aspecto, es que si bien el peronismo eligió como candidatos electorales a figuras de primer nivel, no ocurrió lo mismo en las provincias. No fueron inadecuados por su falta de educación formal, el justicialismo es

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un movimiento de masas, no de ilustrados, sino por su inadecuada actuación política. Herminio Iglesias es un ejemplo.En cuanto al avance sindical, la tensión entre peronismo y sindicalismo no era nueva, pero perón supo manejarla. En tiempos de Isabel se convirtió en un conflicto abierto, cuando el sindicalismo pretendió ser hegemónico en el partido. El sindicalismo agrega problemas innecesarios ejerciendo una conducción política. Ya es suficiente problema estar tan identificado con un movimiento como el peronista que cuando gobierna, como en el 73-76, obliga al sindicalismo a salir en su defensa del gobierno que inevitablemente no puede satisfacer todas las demandas de las bases. Pero el sindicalismo tiene otros problemas. Por un lado, produce líderes naturales con gran capacidad de conducción. Hay una tendencia a liderazgos fuertes. Este no es un sistema necesariamente democrático, pero puede no ser incompatible. Pero hay grados y grados. La organización sindical actual debe legitimarse por el voto de sus afiliados. El reclamo de democratización sindical se encuentra también en las bases mismas del movimiento sindical. Sólo una mucha mayor apertura hacia los nuevos grupos y hacia nuevos dirigentes, y una permanente validación de la conducción, puede crear esa mezcla entre conducción fuerte y conducción democrática, que distingue al sindicalismo de otras latitudes.Estas características se acentúan en periodos autoritarios, que congelan la vida partidaria y sindical, hay otros problemas, aun más graves. Uno es que en la percepción pública, el compromiso del peronismo con la democracia es insuficiente e incompleto. Esto en parte es cierto. No hay duda de que en el peronismo actúan sectores que simplemente no son democráticos, con simpatía con el fascismo, desconfiados de la democracia, defienden formas autoritarias como ideosincráticas, adoptan actitudes culturales católicas-integristas, como si fuera sinónimo de lo nacional.Estas tendencias fascistas se notan particularmente en el entorno de Isabel, aun después de desaparecido López Rega, gran representante del fascismo en la Argentina. Lo mismo debe decirse de lo que puede llegar a pasar con el retorno de grupos montoneros. No podemos olvidar la responsabilidad que tuvimos en cobijar a estos grupos en nuestro seno. El hecho de haberlos echado, ya en vida del general Perón, no nos exime de esta necesidad. En esto ni Isabel ni el ultraverticalismo ni los sindicatos vacilaran, pero pueden hacerlo estos grupos.Nuestra adhesión formal explícita y total a la democracia, a sus prácticas, a su espíritu de tolerancia, debe ser la característica del peronismo en el futuro. Se puede entender que un fenómeno como la incorporación de las clases trabajadoras en el proceso económico, social y político de nuestra nación no se haya echo de manera tumultuosa.Pero hoy el peronismo es libre de participar en la política, sino lo ha hecho, representando a sus sectores tradicionales de apoyo, es porque ha

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malgastado el extraordinario legado político recibido. Y no lograremos ser gobierno si nuestra identificación con la democracia no es total y completa.Un problema paralelo es el de las relaciones con los militares y con la violencia de derecha. La acusación de la existencia de un pacto militar sindical fue patentemente falsa. Lo que si es cierto es que los sindicales se sienten mas cómodos en conversaciones con los militares que con otros sectores democráticos. (FALTAN DOS HOJAS EN LAS FOTOCOPIAS)

Reflexiones finales:Ofrecer a nuestro país un peronismo actualizado, representando como siempre a los sectores marginales, con representación sindical, democrática, abierto a los sectores medios, comprensivo de las necesidades de una moderna economía de la producción de necesidades de la acumulación y del desarrollo económico. La bandera de la Justicia Social debe ser revitalizada, es hoy más necesaria que nunca.La independencia económica tiene hoy tanta vigencia como antaño. No hay duda de que pertenecemos a la zona de influencia de los Estados Unidos, pero podemos sacarle el mayor partido a nuestra posición, sin atar nuestros destinos a sus directivas. La autonomía de decisiones requiere un estado fuerte, que sepa tomar las decisiones fundamentales. No requiere, antes bien se opone a un estado gigantesco y amorfo que pretenda hacer todo.La soberanía política, otra de nuestra grandes banderas debe ser interpretada en términos de la soberanía del pueblo, que no es otra cosa que la soberanía de la democracia. Hoy significa respeto por el juego democrático, el ejercicio del derecho de las mayorías, y de manera consustancial, el religioso respeto –que a veces hemos transgredido en el pasado- a los derechos de las minorías.El radicalismo no es el enemigo del peronismo, pero hoy gobierna más por nuestras debilidades que por sus virtudes y aciertos. Los enemigos del peronismo son sus propias actitudes y ambivalencias y el continuo mirar hacia el pasado nostálgico, más que hacia el futuro nuevo.

5. 2. El tiempo del Proceso de Reorganización Nacional. Autoritarismo extremo. Subversión, Fuerzas Armadas y Derechos Humanos. El Neoliberalismo5.3 La guerra de Malvinas y el fracaso del proyecto militar. La Salida electoral

SKIDMORE, Thomas, SMITH, Peter, Historia Contemporánea de América Latina. América Latina del Siglo XX. 2ª Ed. Barcelona, Crítica, 1999

El regreso de los militares

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Cuando las fuerzas armadas decidieron movilizarse contra Isabel, estaban determinadas a imponer una solución burocrático-autoritaria que durase. Bajo el general Jorge Rafael Videla, el régimen emprendió una perversa campaña contra la oposición, conocida de forma alternativa como «guerra sucia» o «guerra santa». El gobierno comenzó a detener a los «subversivos» a discreción, reconociendo en un momento dado que mantenía cerca de 3.500 prisioneros y luego estaban los desaparecidos, aquellos que simplemente «desaparecían», quizás 10.000 o 20.000 en total. Estas personas eran secuestradas por hombres bien armados que se negaban a identificarse, pero que sin duda pertenecían a las fuerzas de seguridad y estaban «fuera de servicio», o se trataba de paramilitares que operaban con el conocimiento del gobierno militar. No se volvió a saber nada de casi ninguno de los secuestrados. Nunca sabremos cuántos de los «desaparecidos» eran totalmente inocentes y cuántos apoyaron activamente a los movimientos guerrilleros. Miles de argentinos estuvieron sin duda involucrados de una forma u otra, si contamos a los mensajeros, pistoleros, infiltrados, contrabandistas de armas y espías, a la vez que amplios sectores de la población compartían la antipatía de los rebeldes hacia la dominación derechista. Con los asaltos a bancos y los cobros de rescates las guerrillas acumularon un fondo de guerra de por lo menos 150 millones de dólares. El ejército y la policía se enfrentaban a un desafío. Los «desaparecidos» eran una táctica diseñada de forma consciente para aterrorizar al país. El embate con las guerrillas era brutal y hasta hubo una batalla convencional en la provincia de Tucumán. Al final triunfaron los generales, pero a un terrible precio. Pensaban que no tenían elección y rechazaban con brutalidad las críticas de cualquier procedencia. ¿Qué querían las guerrillas? Había varios grupos, pero todos buscaban el derrocamiento violento del gobierno y la instalación de un régimen socialista revolucionario de línea marxista-Ieninista. Sus miembros pertenecían en general a la clase media y muchos eran estudiantes universitarios o licenciados recientes. Idealistas hasta la desesperación y profundamente alienados por la política de carrusel argentina, se vieron atrapados en una rebelión apasionada contra una estructura socioeconómica que era, irónicamente, una de las más «modernas» de América Latina. Era una guerra a muerte. La guerra mostró, que un gobierno bien equipado y determinado, si impide cualquier escisión importante entre las elites dirigentes de la sociedad, puede vencer normalmente a un movimiento de guerrilla. Un factor clave fue el apoyo tácito (y a menudo explícito) de la clase media a la campaña antiguerrilla. En cuanto a su proporción dentro de la sociedad, la clase media argentina era la mayor de América Latina y por ello un actor crucial en el drama político. Había observado con desaliento la decadencia del orden bajo el mandato de Isabel de 1974 a 76 y la mayoría apoyó el golpe de 1976.

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Se pretendió que este golpe fuera el final de todos. Videla y sus colegas proclamaron que su objetivo no era sólo terminar con el caos de los años peronistas, sino también reestructurar la sociedad argentina. La junta prometió erradicar el terrorismo y con ello sacar a algunos potentes actores de la escena política. Planeaban revitalizar el sector público, captando capital extranjero e interno, reducirlo y como consecuencia reordenar la relación entre empresas, movimiento obrero y Estado. Declararon la alineación de Argentina con el «mundo occidental y cristiano» y, para mantener estos altos principios, prometieron «reeducar» al populacho enfatizando los valores de «la moralidad, rectitud y eficiencia». De este modo, los soldados pondrían los crecimientos para una “democracia” final que sería, «acorde con la realidad, las necesidades y el progreso del pueblo argentino.En la persecución de estas ideas, los militares no sólo se embarcaron en una guerra enérgica contra la oposición, sino que también penetraron en la sociedad argentina mucho más profundamente que nunca antes: además de abolir la CGT, acabaron con otras instituciones, como organizaciones deportivas o de caridad. En 1978 los generales obtuvieron una propaganda caída del cielo cuando se eligió al país como sede de la Copa Mundial de fútbol. Argentina fue la ganadora, para el éxtasis de las multitudes y el obvio placer de los generales de línea dura. Al menos durante unas cuantas semanas los argentinos comunes pudieron sentirse orgullosos de su país. Pero la euforia se disipó pronto por la realidad de su difícil situación. Entre las preocupaciones más graves estaba la economía. El ministro de esta cartera, José Martínez de Hoz, franco representante de las ideas neoliberales, impuso de inmediato un plan de estabilización para reducir la inflación y devolver la confianza a los acreedores extranjeros. La clase obrera se enfrentó a salarios reales en declive, mientras que a los empresarios cada vez les resultó más difícil obtener crédito. El sector más favorecido fueron los bancos y las instituciones financieras, que obtuvieron elevados beneficios debido a las altas tasas de interés real (con frecuencia del 20 al 40 por 100). El flujo de capital exterior aumentó de forma espectacular pero en gran parte era especulativo. Martínez de Hoz también pasó a nacionalizar una serie de empresas estatales, mientras que redujo drásticamente los aranceles de casi todos los artículos industriales. Estas medidas lograron disminuir la inflación a un 88 por 100 en 1980 y obtener una balanza de pagos excedentaria durante cuatro años sucesivos (1976-79). Sin embargo, en 1981 se había oscurecido el panorama. Una ola de quiebras bancarias provocó una enorme salida de fondos. De nuevo la inflación excedió el 100 por 100 y se instaló la recesión. A pesar de estos problemas económicos, las fuerzas armadas demostraron un grado notable de coherencia y unidad. Era un régimen institucional, no un asunto de un sólo hombre, y cuando Videla pasó la presidencia al general Roberto Viola en marzo de 1981, sólo fue la confirmación de este

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hecho. Viola carecía del vigor necesario para soportar la presión de ese puesto, por lo que lo cedió a comienzos de 1982 al general Leopoldo Galtieri, comandante en jefe del ejército. En marzo, Galtieri decidió jugarse el destino de su gobierno en las islas Malvinas, controladas por Gran Bretaña, pero reclamadas desde hacía mucho tiempo por Argentina. Durante su mandato de 1946 a 1955, Perón reavivó la pasión argentina sobre las islas, pero Gran Bretaña no le hizo caso. En 1965, las Naciones Unidas invitaron a ambos países a iniciar conversaciones para encontrar una solución pacífica a la disputa.El tema de la soberanía no se discutió formalmente hasta 1977, el mismo año en que el servicio de espionaje británico advirtió de una invasión inminente. Gran Bretaña envió una pequeña flota de guerra, sin hacer publicidad, y la amenaza se desvaneció. En 1982, los argentinos pensaron que los británicos habían cambiado de contraseña y que no se molestarían en defender las desoladas islas a más de 12.000 Km. de Inglaterra, pobladas por sólo 1.800 británicos y 600.000 ovejas. El 2 de abril, una gran fuerza argentina invadió las islas y aplastaron rápidamente a la guarnición de la marina real que contaba con pocas armas. La primera ministra conservadora inglesa, Margaret Thatcher, no estaba dispuesta a ver secuestrados la soberanía y los ciudadanos británicos por una dictadura militar latinoamericana. Los británicos denunciaron la invasión y movilizaron una importante fuerza operativa. Justificaron su intervención militar por la necesidad de evitar que el agresor usurpara el derecho a la autodeterminación de los isleños. A finales de mayo, desembarcaron miles de soldados en las cabezas de playa de las Malvinas. Todos los países latinoamericanos menos tres respaldaron a Argentina en una votación de la Organización de Estados Americanos y condenaron a Gran Bretaña como agresora. ¿Por qué había decidido la invasión el gobierno de Galtieri? Resultaba evidente que la economía argentina estaba de nuevo arruinada, con la inflación y la deuda externa disparadas. Unos días antes de la invasión del 2 de abril, había tenido lugar la mayor manifestación contra el gobierno desde que los militares tomaron el poder en 1976. Galtieri y los pocos seguidores a los que consultó consideraron sin lugar a dudas el aliciente de una rápida victoria militar en las islas Malvinas como un impulso a su popularidad en declive. Además, Galtieri creyó que contaría al menos con el apoyo tácito de la administración Reagan, con la que los generales argentinos habían desarrollado una cálida relación. A corto plazo, Galtieri estaba en lo cierto acerca de la reacción de los argentinos. La invasión produjo un desbordamiento de sentimiento patriótico, que se debió en parte a los reportajes hiperbólicos, controlados por el gobierno, que sólo hablaban de las victorias argentinas. Pero la población del país pronto sufrió un rudo retorno a la realidad. Las tropas británicas mejor entrenadas y con más experiencia barrieron las

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islas y sitiaron a los 7.500 soldados argentinos atrapados en la capital, Port Stanley. Tras consultas nerviosas con Buenos Aires y una resistencia esporádica, el comandante argentino se rindió de inmediato, la única opción sensata dada la pobre moral, condición y posición de sus tropas. Pero esta rendición repentina golpeó con dureza a Buenos Aires. La propaganda del gobierno se volvía ahora cenizas. Gran Bretaña, supuestamente debilitada e incapaz de defender esas islas distantes, había derrotado de forma decisiva a las tropas argentinas, muy superiores en número. Sólo las fuerzas aéreas argentinas parecieron haber contado con la habilidad y el valor necesarios para combatir de modo efectivo.

SAENZ QUESADA, Maria, Los caminos de la Democracia, 1973-1983. Buenos Aires, Tiempo de Ideas, 1992. Cáp. IV

UN PROCESO CON OBJETIVOS Y SIN PLAZOSEra un día miércoles; el golpe se anunciaba como inminente desde el lunes anterior, de modo que la noticia sorprendió a muy pocos. La Junta Militar decretó la caducidad de todos los mandatos otorgados por el pueblo, detuvo a Isabel Perón, hizo cesar la autoridad de los gobernantes provinciales y de los interventores, de los legisladores nacionales y provinciales, de los intendentes y los consejos deliberantes, removió a los jueces de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y a los integrantes de los tribunales superiores de las provincias.La Junta que se había atribuido el ejercicio del poder constituyente, como “órgano supremo de la Nación”, debía velar por el funcionamiento normal del Estado, ejercer el Comando en Jefe de las Fuerzas Armadas y designar al titular del Poder Ejecutivo, al que podría remover cuando lo considerase conveniente por razones de Estado.De acuerdo con el Estatuto que se publicó el 31 de marzo, la Junta ejercía las facultades que los artículos 67 y 68 de la Constitución otorgan al Congreso y al Poder Ejecutivo. También el Presidente de la Nación designado por ella gozaría de las facultades que la Constitución concede al Congreso. En cuanto a la integración del Poder Judicial, el nombramiento de los funcionarios de distintos niveles era atribución del presidente y de la Junta.

La sociedad en la Picota.Un clima de temor y de represión generalizada se instaló en la sociedad desde el principio de esta dictadura: aeropuertos cerrados al tráfico con el exterior, embajadas extranjeras cuidadosamente custodiadas, información anodina y visible censura de todos los medios de Prensa. En lo policial, se produjo una ola de allanamientos y de arrestos: desde las primeras horas del 24 de marzo quedaron detenidas centenares de personas en cárceles comunes y en sitios menos convencionales, por ejemplo, buques de la Armada. Allí fueron a parar ex funcionarios del gobierno peronista,

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gremialistas, militantes políticos, presuntos guerrilleros y hasta gente común sospechosa, porque usaba barba o estaba desaseada.El trato dispensado a los detenidos difería si se trataba de miembros de la derecha o izquierda del peronismo: estos últimos fueron maltratados y algunos asesinados el mismo día del golpe. Telegramas de despido se enviaron a las comisiones gremiales de las fábricas y un elevado número de activistas obreros quedaron detenidos. Algunos de estos presos no aparecerían más.Con respecto a los miembros de la Junta, se trataba de personalidades con prestigio en sus respectivas Armas, carreras intachables y escasos vínculos con el mundo civil.Los civiles que apoyaron el golpe, elogiaban al comandante Jorge Rafael Videla (Ejército) porque carecía de información política y de amigos en los partidos tradicionales. Se decía que no tenía ambiciones. Este militar, hijo de militares, de origen puntano, tenía fama de ser muy rígido en el cumplimiento del deber y no se había comprometido en las luchas entre azules y colorados, los enfrentamientos internos del Ejército en la década de 1960. Católico fervoroso, resultaba confiable para la jerarquía eclesiástica más conservadora.La personalidad del Almirante Eduardo Emilio Massera (Armada) era más enigmática, aunque por el momento sus compañeros de Armas estuvieran atrapados por su capacidad de seducción y por la habilidad con que se planteaba metas para si mismo y para el Arma, y las obtenía sin mayor esfuerzo. En este sentido, el propósito del Almirante era lograr los espacios de poder que nunca había tenido la Marina. De ahí la necesidad de participar con mayor amplitud en la represión, a la par del Ejército, y los vínculos que entabló con los poderes de turno, en los primeros tiempos, Perón, luego Isabel y López Rega. La relación con políticos, periodistas, empresarios e intelectuales, sacó a la Armada de su secular aislamiento. El otro miembro de la Junta Militar era Orlando Ramón Agosti de Aeronáutica.Por otra parte, la designación de Videla como presidente de facto y miembro de la Junta, tendía a ratificar que eran las Fuerzas Armadas los únicos referentes del poder.Dos importantes carteras habían sido encomendadas a civiles, la de Economía, al Dr. José Alfredo Martínez de Hoz, hacendado, profesor universitario y presidente de la empresa Acindar, vinculado al mundo de las finanzas y de los negocios internacionales. La de educación quedó en manos del profesor Ricardo Bruera, aunque el control de ese ministerio, de tanta importancia ideológica, correspondiera a los militares.Otras designaciones realizadas en los primeros días, fueron las de los integrantes de la Suprema Corte que presidiría el Dr. Adolfo Gabrielli, y la del intendente de la Ciudad de Bs. As., brigadier Osvaldo Cacciatore.Se fue creando una división subterránea de la administración del país, escindida en verdaderos compartimientos estancos cuyos efectos se

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advertirían después, especialmente en la represión clandestina, o cuando la guerra del Atlántico Sur.En los primeros días de la dictadura se impusieron restricciones a la circulación de personas, se suspendió la actividad política, gremial y empresaria, el derecho de huelga y cualquier manifestación de protesta, se intervino a la CGT, se declaró en comisión al Poder Judicial y se aprobó la ley de prescindibilidad de los empleados públicos. Entre los sindicatos intervenidos figuraban la Unión Obrera Metalúrgica, la Asociación Obrero Textil, entre otros.La sociedad se replegaba sobre si misma. La gente opinaba poco, convencida de la que la vida privada es el refugio más seguro. Los padres temían por sus hijos, sobre todo si manifestaban alguna rebeldía, incluso cierta compasión por los pobres.En cuanto a la prensa, las sanciones contra los grandes diarios y los apercibimientos por publicar noticias que no eran del agrado del gobierno, fueron la mejor advertencia.El control de la información y de los medios era rígido, casi sin matices. El tipo de declaraciones que se insertaban en las páginas de los periódicos de más circulación eran como estas: “Ni siquiera puede alegarse que derribaron un gobierno. El estado había quedado acéfalo desde el 1 de julio de 1974”Los objetivos del Proceso no admitían la más leve disidencia. Sólo La Opinión, el diario que dirigía Jacobo Timerman, se atrevió a publicar completo el documento enviado por Ricardo Balbín a sus correligionarios de la UCR, con reflexiones sobre la manera de afrontar la crisis política.El discurso de Videla, principal vocero del Proceso, insistía invariablemente en la unidad patriótica por encima de los particularismos, la defensa de los valores tradicionales que hacen a la esencia del ser nacional y la crítica de la demagogia electoralista, de la corrupción y la subversión. Honestidad, idoneidad y eficiencia, actos auténticos inspirados solamente en la verdad, integraban la limitada oferta política del Presidente de facto.El Proceso no limitaba sus aspiraciones a excluir el peronismo del poder, como habían procurado los golpes de 1955 y 1962. Pretendía, lo mismo que en 1966, pero más brutalmente, reformar la sociedad, reeducarla, disciplinarla y modelarla según sus criterios y propuestas. La idea de que se cierra un ciclo histórico y se abre uno nuevo, está presente en todas las declaraciones de la época. Para Liliana de Riz, la raíz del mal argentino estaba en la sociedad y sólo secundariamente en el Estado.De acuerdo con tal criterio, los partidos políticos, contaminados por la demagogia electoralista, la corrupción y algunos incluso por la subversión, no podían participar de esta etapa. Peronismo, radicalismo e izquierda democrática resultaban sospechosos porque escuchaban los reclamos populares. Para las Fuerzas Armadas, mejor dicho, para sus mentores civiles, la crisis argentina era crónica, y provenía del pertinaz populismo que inspiraba las políticas económicas, asistenciales, de bienestar social,

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etc. El Estado sobredimensionado de la postguerra se encontraba exhausto y sólo podía reformarse mediante una política fuerte, firme, implacable, ejecutada manu militari pero planificada y dirigida por intereses de empresarios y financistas nacionales e internacionales.

La guerra suciaEl principal aglutinante de la opinión en los primeros actos del Proceso fue la lucha contra la subversión. No había en este punto diferencias notables entre los responsables de la represión militar.Las actividades represivas apuntaban a dos objetivos. Uno de ellos procuraba la destrucción de la guerrilla armada y era la continuación ampliada de los objetivos iniciados en el periodo constitucional, pero profundizados gracias al control absoluto que los militares tenían del aparato estatal. El otro, mucho más amplio, intentaba reordenar a la sociedad.Para cumplir el primero objetivo, el gobierno contaba con los jefes y oficiales de las Fuerzas Armadas, la Policía Federal y las provinciales, y la colaboración con las fuerzas de seguridad de elementos parapoliciales o paramilitares reclutados a ese efecto, parte de los cuales había integrado los cuadros de la Triple A.El Proceso obtuvo rápidos réditos en materia de lucha antiguerrilla. Poco después de sus instalación pudo controlar el peligroso foco subversivo de la provincia de Tucumán, donde el ERP había intentado establecer una “zona liberada” según la estrategia recomendada por el “Che Guevara”. Como a partir del combate librado en Acheral en octubre de 1975, esta guerrilla se puso a la defensiva, las operaciones armadas en 1976 se limitaron a rastrillajes y escaramuzas que permitieron detectar uno a uno los campamentos de los subversivos y destruirlos. En julio se asestó el golpe definitivo a la cúpula del ERP cuando en Villa Martelli fue ultimado su jefe, Mario Roberto Santuchos, y otros importantes cabecillas.Reprimir a la guerrilla urbana fue más arduo. A lo largo del Proceso no habría acciones armadas comparables al ataque al cuartel de Monte Chingolo, perpetrado en diciembre del 75, pero los atentados, bombas especialmente, continuaron durante dos años más.Las mayorías de los atentados contra las fuerzas de seguridad, oficiales y empresarios, era responsabilidad de Montoneros, la organización peronista que aglutinaba a las FAR y a las FAP. La conducción de Montoneros no se amilanó antes del golpe del 24 de marzo. Por el contrario, sus analistas políticos lo consideraron “una respuestas a la crisis del movimiento peronista en la Argentina, a la traición de Isabel y López Rega, y a la crisis definitiva del capitalismo dependiente. Esta “ofensiva generalizada contra el campo popular”, tendía a inmovilizar la clase trabajadora y a aniquilar a las fuerzas revolucionarias. Al iniciar su ofensiva general, Montoneros supuso erróneamente que el Ejército concentraría sus actividades en el monte tucumano, y que en el

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ámbito urbano actuaría la Policía. Pero se equivocó: desde mediados del 75 el Ejército, que tenía bajo su control a las fuerzas policiales, obtuvo avances notables.La prensa de aquellos años aporta escasas noticias y ninguna interpretación acerca del carácter de esta lucha que los vencedores clasificaron de “guerra sucia”. Desde el 24 de marzo estaba prohibido publicar información no oficial sobre los acontecimientos armados, y sólo se conocían novedades escuetas relativas a la muerte de terroristas en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad. Los hechos tenían lugar en los principales centros urbanos del país: Bs. As., Bahía Blanca, La Plata, Rosario, Córdoba y Tucumán. Al comienzo era frecuente que, además de los guerrilleros, pereciera algún miembro de las fuerzas de seguridad, pero a medida que el tiempo pasaba, las víctimas sólo eran subversivos o simpatizantes de la izquierda. Más tarde se sabría que muchos de los supuestos enfrentamientos constituían formas de “blanquear” los fusilamientos ocurridos en los campos de detención clandestinos y que con ese objetivo se simulaban ataques contra comisarías y otros objetivos estratégicos.Entre los 400 atentados perpetrados por la guerrilla en 1976, se destaca la bomba que costó la vida al jefe de la Policía Federal, general Cesáreo Cardozo, y que fue colocada por Ana María González (17 años), quien era amiga de la hija del alto oficial. Otro golpe durísimo fue la bomba colocada en el comedor de Coordinación Federal el 2 de julio, que mató a 25 personas e hirió a otras 60.Más que demostrar la vulnerabilidad del gobierno, como se proponía la guerrilla, estos hechos contribuyeron a multiplicar los actos de violencia represivos y a acentuar la retracción de la población civil. A fines de 1977, según estimaciones de Alain Rouquié, las víctimas en las fuerzas de seguridad sumaban entre 500 y 1.500 personas y de 300 a 400 civiles. La guerrilla, en cambio, había perdido a 6.000 miembros ejecutados luego del 24 de marzo; tenía de 12.000 a 20.000 detenidos y entre 5.000 y 6.000 secuestrados sin que nada se supiera de su suerte. En abril la conducción de Montoneros consideró que era prudente salir del país, y buscó refugio en el exterior. El abandono del terreno de lucha por parte de sus jefes, que tenían su dinero colocado en bancos del exterior, desmoralizó a sus seguidores. A fines del 77 la guerrilla disponía del 40% del personal de dos años antes. Numerosas deserciones se habían producido en sus cuadros. En cuanto a la información, se había obtenido mediante métodos de tortura sistemáticos y feroces que el Informe de la Comisión de Derechos Humanos de la OEA resume en estos términos: picana eléctrica, “submarino”, violaciones, castigos diversos, simulacros de fusilamientos, suspensión por barras metálicas del techo, compañía de perros bravos, confinamiento en celdas de castigos, cadenas, etc.

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Montoneros pretendía que sus cuadros resistieran hasta la muerte. Esto, salvo excepciones, resultaba utópico. Moralmente quebrados no sólo por la deserción de sus jefes, sino también por la sensación de que su causa no era realmente popular, ni representaba al peronismo, los detenidos hablaban, “marcaban” a sus compañeros y algunos de ellos aceptaban colaborar con las fuerzas de represión en centros clandestinos (Campo de Mayo, Escuela de Mecánica de la Armada).Lo que allí sucedió se ha relevado a través de declaraciones formuladas en países europeos ante comisiones de derechos humanos y más tarde en publicaciones argentinas y en el juicio de la Cámara Federal a las Juntas Militares (1985)Los propios militares admitían entonces que la lucha “se realizaba más allá del bien y del mal” y que “el individuo que está comprometido en la subversión, que ha combatido, es un delincuente irrecuperable”Los métodos secretos utilizados para la represión y que comprometían a las Fuerzas Armadas en su conjunto, habían sido imitados de los que utilizó el Ejército francés en la guerrilla de Argelia, donde la subversión contaba con el amplio apoyo de la población civil.La rutina consistía en controles permanente y rastrillaje de barrios enteros, operativos en los que se cercaban algunas manzanas para entrar en una casa de departamentos donde había posibles sospechosos, pedido de “zonas francas” a la policía local para realizar un operativo antisubversivo, o el arresto de grupos familiares completos con el propósito de intimidar. Señala Rouquié que el aporte más original de los argentinos a los métodos ya conocidos, fue la descentralización de la represión, de hecho y de derecho, pues al compartimentarse, resultó más difícil de controlar.El problema de las patologías desencadenadas entre las fuerzas de represión, comenzaba a inquietar a los mismos responsables de los mandos militares. Porque como consecuencia de la interpenetración producida en las Fuerzas Armadas, y en especial en el Ejército, éste había aprendido procedimientos policiales, incorporado técnicas y argucias propias de la lucha contra la delincuencia, mientras los policías adoptaban modalidades y técnicas de combate propias de las Fuerzas Armadas.El caso “Timerman” se convirtió en uno de los más conflictivos para el gobierno argentino en los foros internacionales, hasta que la Corte Suprema de Justicia autorizó, en 1979, que el editor saliera del país. Otros periodistas sufrieron persecución con pretextos o sin ellos: Roberto Cox, el director del Buenos Aires Herald, periódico de habla inglesa que denunciaba las violaciones a los derechos humanos, fue detenido pero salió en libertad de inmediato.En el campo gremial la represión castigó especialmente a los miembros de los sindicatos clasistas, a los activistas de base de las empresas, a las ligas agrarias y a los líderes del sindicalismo peronista tradicional.La represión no perdonó a los políticos. Una larga lista de peronistas, pertenecientes a la ortodoxia, a la ultraizquierda y a la ultraderecha del PJ,

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fue incluida en el Acta de Responsabilidad Institucional dictada por la Junta Militar en junio de 1976. Por ella perdieron sus derechos políticos y gremiales y quedaron inhabilitados para ejercer cargos públicos, internados en el lugar que dispusiera del PEN y con prohibición de ejercer sus profesión y de administrar sus bienes, entre otros, Isabel Perón, Juan Manuel Abal Medina, José López Rega, Juan Carlos Basile, Héctor Cámpora, Raúl Lastiri, Eduardo Luis Duhalde, Carlos S. Menem, Carlos Ruckauf, Rodolfo Puiggrós, Jorge Alberto Taiana, entre otros.En el radicalismo los ex legisladores por Chubut, Mario Abel Amaya e Hipólito Solari Yrigoyen, fueron secuestrados y torturados primero, luego “blanqueados” y puestos a disposición del PEN. Amaya falleció meses después en la cárcel de Villa Devoto por el castigo físico, mientras Solari Yrigoyen que había sido víctima de atentados cuya autoría se atribuyó la Triple A, pudo salir del país.Varios militantes de la Federación Juvenil Comunista, algunos de los cuales eran conscriptos en el momento de secuestro, desaparecieron. Gremialistas uruguayos fueron asimismo víctimas de secuestros, tortura y muerte, incluso por manos de fuerzas de seguridad de la Republica Oriental del Uruguay. El ex presidente de Bolivia, general Juan José Torres, fue asesinado en junio de 1976 y el general Carlos Pratt, presidente encargado de Chile durante los viajes de Allende al Exterior, encabeza la nónima de líderes hispanoamericanos asesinados en la Argentina (1975)Sacerdotes, religiosas y catequistas católicos se cuentan entre las víctimas de este periodo dramático: la matanza de cinco religiosos palotinos de la parroquia San Patricio (Capital Federal); la muerte de los sacerdotes Gabriel Longueville y Carlos de Dios Murias, de Chamical (La Rioja) que había sido detenido por miembros de la Policía Federal, etc.¿A que motivaciones respondían estos actos? Tal vez la explicación sea la que dio uno de sus secuestradores al padre Orlando Yorio (SJ), sobreviviente de la ESMA. “Vos no sos un guerrillero, no estás en la violencia, pero vos no te das cuenta que al irte a vivir allí (en la villa miseria del Barrio de Flores) con tu cultura, te unís a los pobres y unir a los pobres es subversión”Numerosos niños capturados junto con sus padres en los operativos de las fuerzas de seguridad no fueron devueltos a sus parientes próximos. Esto generó el problema de las adopciones ilegítimas de menores cuyas secuelas desgarraron a tantas familias. Algo semejante ocurrió con los bebes nacidos en el cautiverio, entregados a parejas que cambiaron su identidad.En los dos primeros años del Proceso sumaban miles de detenidos/desaparecidos. Todo ocurrió al margen del sistema jurídico argentino, ya que las modificaciones introducidas por el Proceso en el Código Penal de la Nación, que incluían la pena de muerte por fusilamientos para los culpables de acciones terroristas, no se utilizaron ni siquiera en los casos de los capturados con las armas en la mano.

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La sentencia emanada de la Cámara Federal en diciembre de 1985 y confirmada por la Suprema Corte de Justicia, responsabilizó en primer término por estos abusos, a los integrantes de las dos primeras juntas militares.

CHITARRONI MACEYRA, Horacio. El ciclo peronista: apogeo y crisis. Avellaneda, Grupo Editor Universitario, 1997

El proceso militar y la reestructuración de la sociedad

El golpe y la normalizaciónLa crisis previa que desencadena y sirve de justificación a la intervención militar proviene de la desorganización de los mecanismos normales de apropiación de excedente económico y su acumulación por parte de quienes serían sus agentes naturales: las empresas y el sector monopólico.La función esencial de las intervenciones militares sería normalizar dichos mecanismos, implicando la exclusión del sector popular del poder político. Es decir, sustraer al estado de la influencia de organizaciones populares como sindicatos y partidos políticos, con su cuota variable de represión.La pregunta es ¿Qué motiva la disposición militar a actuar por cuenta de los grupos dominantes? La izquierda responde que es el brazo armado de la oligarquía y el imperialismo, pero el asunto es más complejo que esto. Si es evidente que desde la formulación de la “Doctrina de Seguridad nacional” los militares latinoamericanos se creyeron custodios del modo de vida capitalista (occidental y cristiano) frente a las amenazas comunistas. También se ha examinado la vinculación (familiar, comercial, etc.) de las capas superiores militares con la oligarquías capitalista.Pero la identidad de los militares con las clases dominantes no es un dato uniforme: se fortalece con el acceso al poder y se hace más borrosa en los periodos constitucionales. Subsiste entonces la pregunta. Cada intervención militar reconoce determinantes específicos y coyunturales, con continuidades como telón de fondo. Para el caso del golpe de 1976 parece provechoso analizar dos factores que entrelazan el apego al orden y la amenaza percibida.En esto obra la ideología militar, entendida como un conjunto de nociones más o menos difundidas acerca de su papel fundamental y sus relaciones con la sociedad civil, que definen su espíritu de cuerpo. No es uniforme, como señala Rouquié, hay cortes entre orientaciones liberal, corporativista e industriales. Pero hay cierto cuerpo central. Un componente fundamental es la idea de la sociedad civil como fragmentada, dominada por fuerzas centrífugas, con intereses de facciones por encima del interés general de la Nación, reflejados en gobiernos civiles, incapaces de situarse por encima de los intereses particulares. Visión integrista y estática es conservadora, mantener el status quo, las estructuras económicas y sociales, el modelo distributivo y el esquema de poder resultantes del capitalismo

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dependiente. El cuestionamiento de estos sectores es percibido como amenaza, percibida también como desorganización social, en tres dimensiones:Política: La pérdida de autoridad política o de capacidad de control de la situación por parte del gobierno. Vacío de poder. En 1976 existían evidencias concretas del debilitamiento del gobierno, de pérdida de consenso y de representatividad, jaqueado por distintos sectores sin lograr definir objetivos precisos.Social: alteración del equilibrio y la autoridad. Desborde sindical. Se habían roto los mecanismos de regulación de conflictos. Estaba cuestionada la autoridad social en su expresión básica: la empresa. El sector laboral tenía una desmesurada influencia en las decisiones políticas. La guerrilla era decisiva, expresión de violencia, y de “subversión de valor básico”, del que el gobierno peronista era responsable y que incluía a una parte de la sociedad (periodistas, intelectuales, sectores políticos y sindicales, sectores juveniles de la militancia peronista).Económica: la crisis de autoridad del gobierno y el desborde social tenían consecuencias precisas, inflación descontrolada, excesivo gasto público, desinversión, pérdida del crédito internacional.Estos aspectos estaban íntimamente entrelazados; si bien esta excepción se apoyaba en datos reales, fue exagerada por la prensa y por sectores económicos (nacionales e intencionales) interesados en un golpe militar. La prensa y las medidas de fuerza adoptadas por las entidades agropecuarias y el lock-out patronal a principios de 1976 contribuyeron no poco a la preparación del “clima” del golpe, y sin duda obraron sobre el ánimo militar. En cuanto al crédito externo, la Argentina vio canceladas las fuentes de financiamiento desde bastante tiempo antes (el crédito reaparecería “milagrosamente”, apenas asumida la nueva conducción económica encabezada por Martínez de Hoz).La verdadera “marea negra” de golpes militares que asoló América Latina en los años 70 no admiten dejar de contextualizar el problema desde un ámbito más amplio que el del espacio nacional. Es preciso conceder a la teoría conspirativa, afirmar la hipótesis del papel desempeñado por la política norteamericana en las interrupciones militares. La doctrina de seguridad nacional fue el marco ideológico que sustentó el accionar de las FA.Un aspecto adicional que conviene considerar es el factor militar como algo desgajado de la sociedad, sin nexos con ella y con motivaciones exclusivamente propias. En el seno de las FA y sus tendencias repercuten los conflictos sociales. La imposibilidad por parte de la alianza que sustentó el modelo industrializador vinculado al crecimiento interno (sectores populares y empresariado popular) de crear un alternativa de poder firme y estable, el debilitamiento de esa alianza y las dificultades del modelo para concretar sus objetivos, debían impulsar a los militares a

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visualizar al otro sector (empresariado monopólico, la banca y el agro) como única garantía del orden.Pero la amenaza había llegado tan lejos que se debía extirpar de raíz la subversión, para lo que era menester hacer uso de la represión en una medida tal que asegurara su exterminio.“Su función esencial –dice Perry Andersen- fue, pues, la de traumatizar a la sociedad civil en su conjunto con una dosis de terror suficiente para asegurarse de que no habría ninguna tentación ulterior a reincidir en desafíos revolucionarios contra el orden social vigente…”Además era necesario llevar a cabo una reestructuración de la sociedad tan profunda que eliminara la posibilidad de la reaparición del populismo y la demagogia. Se trataba de una intervención “transformadora”. En este sentido la convicción militar se mimetizó con el plan político de quienes accederían al manejo de la economía. Había una lógica política de la política económica que se encaminaría a la reestructuración de la sociedad de arriba hacia abajo, para hacer imposible el retorno del pasado.La reforma económica era una conducción necesaria de la reforma política que se proponía el gobierno.

La lógica políticaLos objetivos manifiestos y latentes del golpe militar

Objetivos explícitos:-combatir la subversión-eliminar la corrupción-reordenar la económica

Aspecto económico:-combatir la inflación-reducir el déficit público y la participación del estado en la economía-aumentar la eficiencia productiva y la competitividad externa-promover la inversión y el flujo de capitales extranjeros-restablecer el papel hegemónico del mercado en la asignación de recursos y la distribución del ingreso.-promover la apertura del comercio, transferir ingresos al sector primario y deprimir el consumo interno, las importaciones y la actividad industrial

Diagnóstico de los problemas económicos: la presencia de los sectores populares había institucionalizado la intervención del estado en la economía, que había industrializado artificialmente el país aislándolo del mercado interno.

Metas no explícitas en materia económica:-concentración de ingresos en los sectores tradicionales (agro exportadores), alterando la base de la alianza de clases (estructura industrial).Según José Mí, los objetivos económicos son:1)- disminuir el salario real y la participación obrera en el ingreso, debilitando la organización sindical y la capacidad de negociación de los trabajadores

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2)- limitar el papel del estado cuya activa intervención en la economía es condición para toda política de carácter nacionalista y popular.3)- reducir el peso económico de los sectores de la burguesía nacional interesados en la expansión del mercado interno y dispuestos a reeditar algún acuerdo con el movimiento obrero.4)- establecer una nueva relación con el capital internacional, garantizando el ingreso sin restricciones de la inversión extranjera y buscando una mayor apertura de la economía argentina al comercio y al movimiento del crédito a nivel mundial.Se trataba de imponer ciertas reglas en lo económico que aseguraran el no regreso del mapa social anterior.(FALTAN 4 HOJAS)A nivel internacional se vivió una extraordinaria liquidez, masas de dinero sin uso ni oportunidades rentables de inversión. Este capital hallaría salida por la vía de los préstamos a las naciones de la periferia, donde las tasas de retorno eran inusitadas. Esta “complementariedad” entre la proclividad a endeudarse de los grupos internos favorecidos por la concertación, y la generosa disposición a prestar sin reparar en garantías de la banca internacional, sería uno de los motivos del beneplácito de que gozó la conducción económica durante los años del proceso.El nuevo modelo neoliberal monetario fue un vehículo para que los países desarrollados transfirieran los efectos de la crisis y aumentaran las ganancias de la banca internacional privada.Las deudas externas pasarían a convertirse en el principal modo de drenaje de excedente económico desde la periferia hacia los centros en los años 80.

Doctrina monetaristaPrincipales expositores: Freedman y la escuela de Chicago. Sus supuestos teóricos constituyen el sustento teórico del rumbo económico adoptado en la Argentina a partir de 1976.- suposición de que la cantidad de moneda determina el nivel de los precios. La restricción monetaria sería la variable reguladora de la inflación por excelencia.- el mercado es el mecanismo natural en la asignación de los recursos e ingresos en la economía. La apertura comercial de la economía permite la asignación eficiente de recursos.- el nivel de los salarios debe ser fijado por el mercado, eliminando el factor distorsivo del sindicalismo.- existe una tasa de desempleo natural que en cada economía garantiza el equilibrio. La presión sindical tiene que disminuir la tasa de desocupación, con lo que se presionaría al alza general de los precios.- El exceso de la creación de moneda y la demanda agregada que provocan inflación se deben a la financiación del gasto público. Se impone reducir este sustancialmente.

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Estos postulados fueron traducidos en metas muy concretas: “… combinar control de salarios en libertad de precios, restringir la cantidad de dinero y de préstamos bancarios y mantener tasas de interés muy altas”.

Las etapas y los instrumentosEste es un esquema simplificado basado en los instrumentos utilizados y los resultados de cada etapa.

El reordenamiento: primer pasoLos esfuerzos se concentraron en reducir la inflación, eliminar el déficit fiscal y aliviar la presión sobre el sector externo. Simultáneamente se impulsaría la reasignación del ingreso en el sentido monetarista, modificando los precios relativos en perjuicio de la industria y a favor del sector agropecuario y desde el sector asalariado a la patronal (el exceso demanda causa inflación).Se redujeron los derechos de exportación y se elevó el tipo de cambio para incrementar la exportación agrícola. Los precios industriales fueron liberados y los salarios se estabilizaron, congelados prohibiéndose el aumento. Se sometió a severo control la actividad sindical. Se incrementó la recaudación impositiva, con ello se logró reducir el déficit. Las tasas de interés fueron elevadas al punto de tornarse positivas en relación con la evolución de los precios. También se redujeron las tasas de exportación con lo que se propiciaba la exposición de la industria a la competencia externa y la desaparición de las menos eficientesLos mayores éxitos serán en la refinanciación del sector externo, por la confianza en el nuevo ministro. El 31 de marzo las reservas aumentaron por un préstamo del FMI de 23 a 250 millones, en agosto se recibieron 260 más. El visto bueno del organismo al nuevo gobierno hizo posible una fluida corriente de crédito.Con todo esto, el sector externo alcanzó un desahogo impensable unos meses antes, lo que permitió al equipo económico afirmar su predicamento frente a los sectores del empresariado más vinculados a los círculos internacionales, así como ante las mismas FA.

Un primer balance: metas y logrosHacia fin de año el gobierno podía exhibir un relativo éxito en sus cometidos. El primer objetivo, del reordenamiento del sector externo, se había comprimido el gasto público a expensas del salario de los trabajadores sin producir despidos masivos.Tras una reducción inicial de la inflación los precios siguieron subiendo. Aunque la demanda disminuyera, los industriales producían menos y mayor precio. La lucha contra la inflación era, pues un pretexto. Las metas implícitas, el contexto inflacionario era adecuado para hacer posibles drásticas transferencias de ingresos sectoriales por vía de la alteración de precios relativos, conducente a una reestructuración sectorial de la economía.

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Los precios agropecuarios habían mejorado frente a los de la industria, afectados por la seria contracción del mercado interno, motivado por el descenso del salario real.

Disciplinar a la clase trabajadoraEl principal efecto buscado y logrado era la recomposición de los ingresos sectoriales a través de la reducción salarial. El salario real cayó más de un 30% durante 1976.La recomposición de la rentabilidad empresaria prioritaria para la dictadura significaba el incremento de la tasa de explotación del trabajo.El disciplinamiento de la clase trabajadora contemplaba: “hacer jugar las leyes del mercado, excepto en el mercado del trabajo, donde el control estatal para impedir aumentos de salario era totalmente rígido”. Se disolvió la CGT, se restringieron las actividades gremiales y el derecho a huelga, amen de represión salvaje dirigida a los sectores obreros y sus organizaciones, encaminadas sobretodo a reducir todo conato de resistencia: secuestros a sindicalistas, abogados laboristas, etc.Si se analiza la cuestión desde esta perspectiva, aparece claro que no se trató de distribución de ingresos con fines económicos, sino de una estrategia de poder destinada a limitar la clase obrera y a privarla de toda capacidad de respuesta.

La reforma financiera. El otro pivote estratégicoTras la reducción inicial la inflación seguía creciendo. La respuesta poco ortodoxa fue la “tregua de precios”. Las empresas fueron impedidas por cuatro meses a elevar los precios, pero los efectos de la medida fueron mínimos. La falta de incongruencia con la ortodoxia neoliberal la explicaron como situación coyuntural. La estabilización de los precios preparaba el terreno para la instrumentación de lo que sería una línea clave en la estrategia trazada: la reforma financiera, que se llevaría cabo en 1977, una medida que impediría cualquier tipo de retroceso. Esta apuesta fortalecería no sólo el poder del equipo económico, sino, esencialmente, del grupo social, en el que se apoyaba y al que pertenecía. El nuevo mercado financiero, libre, se irá convirtiendo en la valla más importante de cualquier intento de retroceso.El 1 de junio de 1977 comenzó a regir la nueva “Ley de Entidades Financieras”. Era un estatuto legal que disponía la liberación de las tasas de interés, que serían fijadas por el mercado, establecía la garantía del banco central por el 100% de los depósitos, facilitaba la creación de nuevas casas bancarias. Se favorecían la colocación de corto plazo. Esta reforma tendría dos efectos: rápido crecimiento de la actividad bancaria y financiera. Se abrieron nuevos bancos y se multiplicó el número de sucursales, aumentando los costos del sistema. Se liberaron las tasas de interés produciendo una fuerte suba del costo del dinero.

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La sobreexpansión del sistema financiero daría lugar al desarrollo de un sector marginal de bancos, con una creciente participación en el total de los depósitos. La competencia y la amplia demanda contribuyeron a elevar más las tasas. Las condiciones para una crisis financiera estaban dadas. Se trataba de un efecto buscado deliberadamente. Martínez de Hoz sostenía que las tasas de interés negativas servían para subsidiar a las empresas ineficientes, con altas tasas subsistirían las eficientes, vale decir, las grandes empresas ligadas a intereses bancarios, que se financiaban a si mismas. Por otra parte las tasas elevadas ofrecían una excelente oportunidad de inversión a los capitales extranjeros.

El remate recesivoLa inflación se disparó otra vez, pero el salario tendió a recuperarse. La conducción económica decidió dar un vuelco, doblegando la voluntad del sector industrial, a más de detener la modesta recuperación salarial. Se decidió desacelerar la economía induciendo una severa contracción monetaria que elevó las tasas de interés.Al comenzar 1978 la economía se contrajo, la producción cayó, la industria también. Se redujo la demanda y el desempleo se incrementó. Las tasas de interés llegaron al 30%, con lo que tuvo llegar un fuerte ingreso de capitales extranjeros, los precios siguieron aumentando y los salarios reales descendieron a la mitad.

Rebaja arancelaria y retraso cambiarioFaltaban algunos hitos decisivos para completar el cuadro de violenta recomposición del sector industrial (que había de completar el debilitamiento estructural de la clase trabajadora) y concentración del capital. Esto se lograría a través de una sobrevaluación del peso, combinada con rebaja arancelaria, que produciría un sostenido aumento de las importaciones.Se adoptó un nuevo esquema, supuestamente antiinflacionario, basado en la apertura externa (rebaja arancelaria) y el retraso cambiario. Los salarios, los precios públicos y el tipo de cambio debían ajustarse por debajo de la tasa de inflación. Una economía abierta, los precios y la tasa de interés deben converger con los internacionales. La sobrevaluación del peso y la reducción de aranceles al abaratar las importaciones habría de producir una sobreoferta de bienes importados que serviría para reducir los precios.Así se devaluó progresivamente el tipo de cambio. Si el objetivo perseguido era elevar el ingreso de capitales extranjeros se conseguiría plenamente, no con destino a las inversiones productivas, impensables en un país cuyo mercado se estrechaba y que otorgaba enormes réditos financieros. Los precios aumentaron menos y hubo un pequeño superávit. Pero las importaciones se incrementaron en un 80%. Un nivel

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extraordinario de reservas cumplía la función de garantizar el retiro de fondos externos.En 1980 serían someramente visibles las consecuencias de la política aplicada. La inflación retrocedió pero las importaciones crecieron vertiginosamente. La balanza comercial registró un déficit inmenso y el endeudamiento externo se incrementó tres veces en cuatro años. Las tasas de interés debieron mantenerse forzosamente altas, a fin de evitar el retiro de capitales externos, convirtiéndose en un asfixiante gravamen para la actividad productiva y en un factor adicional de inflación

Eclosiona la crisisLa combinación de retroceso del consumo, aumento de las importaciones y tasas de interés elevadas configuraban un contexto ruinoso para la industria tradicional, base, junto con la clase trabajadora de del acuerdo “desarrollista-populista”. Este era un efecto buscado, no una consecuencia marginal del plan.Pero no obstante el éxito político, la situación presentaba signos de inestabilidad creciente desde fines de 1979. Aumentaba el reclamo de exportadores agropecuarios e industriales acuciados por la competencia de productos extranjeros. .Los inversores temían un cambio brusco de política y exigían mayores beneficios para mantener sus depósitos, forzando a elevar aun más la tasa de interés, empeorando la situación de los sectores endeudados, relaizamentano¿do la inflación y perjudicando seriamente la actividad productiva.La hipertrofia del sector bancario constituía una bomba de tiempo. Bancas pequeñas prestaron a tasas elevadísimas de interés y cuando el sector industrial prestario quebró, la arrastraría consigo a esta banca marginal. El estado debió recurrir a fuertes emisiones monetarias para reintegrar los fondos a los ahorristas. La liquidez así generada y la desconfianza reinante intensificaron la presión sobre el dólar, las reservas cayeron fuertemente, lo que obligaba a elevar aun más la tasa de interés para contener la fuga de divisas. Si los tenedores de depósitos decidían salir del circuito el derrumbe sería total. Esta situación favorecía los planes de continuidad del gobierno, que parecía atado por una política económica que creaba sus propias condiciones de continuidad.La última etapa de la gestión de Martínez de Hoz estaría signada por medidas tendientes a profundizar los objetivos estructurales de su política: concentración del ingreso y reducción del margen de maniobra externo del país. A partir de julio de 1980 se pondría en vigencia una reforma impositiva tendiente a aliviar la situación del sector empresario. Se derogaron numerosos impuestos al tiempo que se extendía y generalizaba el IVS. Se reducen los aranceles de insumos productivos, se eliminan las restricciones al ingreso de capitales.

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Los resultadosA partir de la sustitución del presidente Videla por Viola y con el Ingreso de Lorenzo Sigaut al ministerio de economía se modificarían algunos aspectos relevantes de la política económica. Se haría más sensible a las demandas de los industriales. Pero lo esencial ya se había concretado.

La redistribución del ingresoLa drástica redistribución del ingreso con su correlato de concentración del capital fue uno de los aspectos más buscado y uno de los logros centrales del proceso. Las direcciones del movimiento fueron:- Sector asalariado sector empresarioPérdida de los salarios más bajos, mejoramiento de los más altos.- Estado sector privadoPrivatizaciones periféricas. Merma de salarios en el sector público y el incremento de los impuestos indirectos que gravan el consumo.- Sector productivosector financieroAlza sin precedentes de la tasa de interés. Perjudica a empresas nacionales con vinculación internacional. Las grandes sociedades crecen.- Empresas medianas y pequeñas orientadas hacia el mercado interno grandes grupos monopólicos nacionales y extranjeros.Selecto grupo de empresarios locales y transnacionales incrementó su participación en la producción y el excedente.

La deuda “eterna”El aspecto central del periodo, Aldo Ferrer ha señalado algunos factores a tenerse en cuenta:- liquidez internacional- liberalización de flujos de fondos entre las económicas industriales- crecimiento de las corporaciones transnacionales- expansión de los excedentes financieros- políticas restrictivas que frenan las posibilidades de inversiones rentables- aumento de los precios del petróleo excedente en los países exportadores.- retracción del comercio internacional, contribuyendo al deterioro de los términos de intercambio para las naciones exportadoras de materia primas.La convergencia entre la capacidad prestable excedente en la banca internacional y la mayor demanda de financiamiento externo en los países en desarrollo provocó un rápido incremento del endeudamiento de estos.Entre 1975 las deudas de Argentina y Brasil y México aumentaron, 7,5, 3,5 y 4 veces respectivamente.El 44% de la deuda Argentina total sirvió para financiar la exportación de capitales por parte de agentes privados nacionales o extranjeros, es decir, se evadió. Un 33% provendría de la refinanciación de intereses no pagados (deuda que generó más deuda). El 23% restante se explica por importaciones diversas y gastos de argentinos en el exterior.Subieron:

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- Los giros de capitales de sucursales extranjeras a las casas matrices- La importación de bienes (principalmente de consumo)- El turismoEl mecanismo más curioso y el que explica la mayor parte de la deuda es sin duda el que posibilita la evasión de capitales hacia el exterior. Las empresas públicas eran obligadas a buscar financiamiento externo como modo de ingresar divisas en el país. Por eso una importante proporción de la deuda aparece como pública. Luego estos dólares eran adquiridos en el mercado libre de divisas por aquellas personas o grupos empresarios que los sacaban del país y los depositaban en bancos extranjeros, utilizándolos como garantía para solicitar nuevos préstamos. Aprovechaban la diferencia entre la tasa de interés externa e interna: los dólares prestados eran convertidos en pesos y colocados a interés en el mercado financiero local. Como el ritmo de la devaluación era lento, al vencer el plazo se podían comprar más dólares de los que se tenían inicialmente, para sacarlos una vez más del país y repetir la maniobra. También deben tenerse en cuenta los autopréstamos, realizados por empresas o grupos bancarios extranjeros a sus subsidiarios locales.En cuanto a los beneficiarios del endeudamiento (dejando de lado a los acreedores), se trato de un concentrado grupo de empresarios y financistas que obtuvieron enormes réditos de sus maniobras especulativas. Otros beneficiarios menores fueron los argentinos que compraban dólares y los dejaban en el exterior a través del turismo y también los importadores.Poco más tarde la deuda privada sería estatizada, con ello el pago de intereses incrementaría el déficit público, que sería enjugado parcialmente a través del aumento de la presión impositiva indirecta: el conjunto de los argentinos debería afrontar la pesada carga del endeudamiento.La deuda además contribuiría a la continuidad de los lineamientos económicos trazados durante el proceso militar, y por lo tanto, la de los sectores dominantes entronizados en ese lapso. Su monto reduciría notablemente los márgenes de maniobra del país, aumentando la debilidad del sector externo. El mantenimiento de la confianza en los mercados y organismos de crédito internacionales sería presentado como requisito para asegurar el flujo de divisas para evitar una crisis. Se aseguraron las condiciones necesarias para el funcionamiento eficiente el modelo de acumulación propio del capitalismo dependiente.

Economía, sociedad y cultura política

La sociedad anestesiadaLa sociedad argentina afrontó con relativa (y forzosa) pasividad el impacto inicial de las políticas instrumentadas por la dictadura. La represión comenzó allí donde podía esperarse resistencia: activismo obrero, militancia juvenil, la guerrilla, etc., de manera de amordazar cualquier

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intento de oposición. Luego se extendió y sirvió para silenciar críticas y acallar protestas. Sin embargo, en amplio terreno de la clase media y alta, la dictadura fue apoyada entusiastamente. Además de los grupos económico, la “normalización” encontró expectativas favorables en la clase media, en la que el desborde inflacionario, la atmósfera de corrupción obran indefendiblemente, reavivan su ancestral apego al orden, preparan el terreno para el mesianismo militar. Después del manejo monolítico de los medios de difusión, la desinformación y el temor, contribuyeron a un rápido proceso de despolitización de la sociedad, que trocó velozmente los anhelos de liberación y justicia social que habían teñido el ambiente político pocos años antes, por un pragmatismo economicista de corto plazo. La racionalidad económica de la inmediatez sustituyó a la utopía política y al reformismo social.Hasta bien entrado el periodo de desgaste, gran parte de la sociedad decidió ignorar la represión, como un mecanismo de defensa por la negación y transferir culpabilidades; la “filosofía del proceso” logró mediante la propaganda indicionar en la sociedad la idea de la “perversidad” del estado, junto con un acendrado individualismo. El repliegue hacia lo privado, al abandono de ciertas formas de concebir la política que caracterizaron la etapa precedente, serían en buena medida el saldo del gobierno militar. El mercado desarticuló a través de la competencia las corporaciones, disciplinaba y resocializaba a los individuos. Generaría la disolución de los anteriores sistemas de reconocimiento, que eran colectivos y no individuales y que se alimentaban de la temática de la justicia social.

La resistencia de la sociedad: el movimiento obreroCon todo, el antagonista del gobierno militar fue el movimiento obrero.En abril de 1979, se produjo el primer paro general. Y se unió precariamente en la CUTA (Central Única de Trabajadores Argentinos). La huelga realizada por el grupo de los 25 sólo había obtenido un acatamiento limitado. No obstante se trataba de una manifestación de oposición social que hasta entonces, no había existido. Diezmados los cuadros intermedios e inhabilitada buena parte de su dirigencia, desmantelado organizativamente y bloqueados sus recursos económico el movimiento obrero se vio reducido a un sindicalismo de catacumbas. Estaba escindido en una rama dialoguista y otra combativa, pero eso no impidió que se erigiera a poco andas, en la casi única expresión opositora.Hacia marzo de 1980 quedó rota la unidad al profundizarse la tendencia del sector sindical. De los opositores surgiría ese mismo año la CGT. La recuperación de la sigla tradicional representaba un serio cuestionamiento a la legitimidad del régimen. La sociedad se recuperaba en parte, a través del movimiento obrero, la capacidad contestataria frente a la dictadura.

Descomposición del régimen militar

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El ajuste cambiarioCon la sustitución de Videla por Viola y de Martínez de Hoz por Sigaut, comenzaba la descomposición del régimen militar. Aunque algunos de sus objetivos básicos se mantuvieron, tendrían modificaciones en cuanto al modo de ejecución en parte impuesta por presiones sociales antes inexistentes. Quebrado el consenso con los empresarios, resurgida la CGT y visibles algunas consecuencias de la política económica, surgía la necesidad de hacer rectificaciones, para restablecer el sustento político del gobierno. Se tornaría más sensible las demandas obreras. Poco antes del recambio ministerial, Martínez de Hoz debió acceder a devaluar, operando un traslado de ingresos favorable a los exportadores y tenedores de divisas. Esta medida sin embargo convulsionó el mercado y creó expectativas de una mayor inflación, agudizando la fuga de capitales ya iniciada.Se trataba de una corrupción imprescindible a una grave distorsión. Los capitales se esfumaban desnudando la grave situación del mercado interno.

La estatización de la deudaHacia fines de 1979 el país se había endeudado fuertemente para acumular reservas. Pero duramente 1980 las reservas se evaporaron, para hacer frente a la demanda de divisas que eran trasferidas nuevamente al extranjero. Tomaron nuevos réditos para responder a las “requerimientos del mercado”. De esta suerte la deuda externa se incrementó de 8.100 millones durante 1890.La capacidad de maniobra del equipo económico estaba acotada.Malas maniobras especulativas y el endeudamiento consiguiente tenían pocos beneficiarios pero muchas víctimas. Se multiplicaron las quiebras. Se refinanció la deuda para empresarios ricos con empresas pobres, de manera que el estado era utilizado para transferir ingresos desde la mayor parte de la población contribuyente hacia una minoría de especuladores.

De Viola a GaltieriCon la Asunción de galtieri se retornó a los lineamientos iniciales en materia económica. El nuevo ministro alemán estableció el mercado único para la compra de divisas, congeló los salarios, incrementó el precio de los servicio y del IVA, extendió el impuesto a la renta y el impuesto inmobiliarios.Pero el proceso había sufrido un desgaste notorio. Tal política económica debía generar resistencia social, y esta sería encabezada por el movimiento obrero a través de la movilización del 30 de marzo de 1982. Pero la movilización ponía de manifiesto la orfandad política del régimen más que la existencia de una oposición articulada, que no existía.

La ocupación de Malvinas y el colapso del proceso

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La ocupación de las islas Malvinas y la guerra del Atlántico Sur significaron un paréntesis una situación indefinida. El régimen que había tenido éxito en su objetivo de más largo plazo –modificar radicalmente las relaciones de fuerza en la sociedad-, veía sin embargo disgregarse sus bases de sustentación. Las disconformidades de su política economía y social no se canalizaban por ningún lado. La guerra mostró las contradicciones, por un lado una rígido alineamiento pro-occidental y por otro el enfrentamiento con Gran Bretaña. Una política coherente habría requerido la ruptura de relaciones con Estados Unidos, la expropiación de bienes británicos, la suspensión del pago de la deuda y la reformulación de alianzas y de la inserción internacional de la Argentina. Todo ello implicaba apelar a fuerzas sociales que permanecían reprimidas y cuya movilización era incompatible con los lineamientos políticos del estado. La derrota militar eliminó toda expectativa de continuidad y puso al régimen en camino de la transición. Malvinas aniquiló al proceso. La euforia de la recuperación de las islas se tornó al conocerse la derrota en una profunda e indignada frustración.La guerra dio por tierra con toda posibilidad de volver a las fuerzas, incrementó la evasión de capitales y privó al régimen de apoyos externos. Las compras de armamento produjeron un nuevo y decisivo endeudamiento estatal. Este último, junto con la estatización llevada a cabo por inspiración del presidente del Banco Central Domingo Cavallo, hizo que la deuda pública creciera y la deuda total paso de 8.279 millones en 1976 a 43.634 a principios de 1983, pero además los elevados niveles de intereses complicaban la refinanciación. En 1983 se logró un nuevo préstamo, a condición de control de gasto e inversión pública, devaluación y restricciones salariales. El problema de la deuda continuaría planteado como un insuperable condicionante de la situación económica interna. El problema alcanzó tal magnitud que el mismo proceso militar que se había alineado firmemente con occidente y había promovido el endeudamiento debía concurrir a los foros de los no alienados para tratar el tema de la deuda de los países de tercer mundo.

Conclusiones de la etapa: la Argentina que emergió del procesoEl periodo militar puede ser caracterizado de ciertos lineamientos coherentes. La Argentina emergente reflejaba tanto los resultados de políticas económicas y sociales, como los efectos de tendencias precisas, elementos que conjugados permiten dar cuenta de importantes cambios socioeconómicos

Control de la acumulación y evolución de la estructura productivaLa evolución de la actividad productiva marca una profunda contracción y estancamiento, con el consecuente retroceso del ingreso per capita. También cayeron la inversión bruta interna y el consumo global. Esta es la

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impresión inicial más generalizada. Todo ello sugería un proceso global de desindustrialización en la Argentina.Sin embargo, datos actuales señalan que hay una mayor actividad industrial no registrada y también se habla de reconversión del sector manufacturero. La contracción industrial fue grave en las ramas del sector tradicional de la industria local, principal generador de empelo, muy afectadas por la caída del ingreso de los asalariados y expuestas a la competencia externa. Entre ellas, las industrias textiles y de calzado, de electrodomésticos y automotores, etc. También resultaron afectadas las industrias de bienes de capital.En cambio, tuvieron importante desempeño otras ramas dedicadas a la producción de ciertos insumos que fueron consolidando posiciones exportadoras y registraron aumentos en la producción y la productividad muy significativos: siderurgia, petroquímica, celulosa y papel.Pero además, el sector manufacturero mostró diferencias en función del tamaño de las empresas y el grado de concentración de las ramas. Las grandes empresas incrementaron el valor de su producción. El aumento de la importancia de los mercados oligopólicos se corresponde con el predominio de cierto tipo de empresas: los grupos económicos y las empresas transnacionales diversificadas o integradas y/o integradas.Podría decirse que se consolidaron aquellas ramas de la industria intensivas en capital, no exclusivamente dependientes de la demanda locales muy concentradas en condiciones oligopólicas. Ello, en desmedro del sector tradicional, mercado internista y que ocupaba mayor cantidad de mano de obra. Muchas empresas fueron absorbidas. Habrían tenido lugar entonces, una importante desconcentración en número de establecimientos y en el empleo resultante de una menor prestancia de las grandes unidades y un avance del sector informal. La actividad industrial se habría desplazado hacia unidades de muy pequeña dimensión y bajo nivel tecnológico, correlativamente con la desaparición de firmas de mayor tamaño, perteneciente al sector formal.Debe señalarse también cierto retroceso global de la presencia de capital extranjero en la industria especializada. Mientras la diversificada aumentó su participación.La actividad financiera y bancaria resultó obviamente uno de los sectores más dinamismo de la economía en todo el periodo, explicando gran parte de la expansión de los servicios pero se mantuvo una importante presencia del capital bancario extranjero ligado a grupos locales.El sector agropecuario fue uno de los escasos beneficiaros de la política económica, pero alcanzó a los grandes propietarios. Los pequeños vieron erosionada su rentabilidad.Las exportaciones se incrementaron un 16%, mientras que las importaciones un 163%= saldo negativo.

El sector público

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El peso del sector público no se redujo como se pretendía. La participación del estado se mantuvo y el gasto público creció, junto con la presión tributaria. El estado sirvió a los fines de la política económica como un mecanismo de reasignación de ingresos.Las maniobras de sobre y subfaturación producirían un gran incremento de la evasión fiscal, que forzaría al estado a aumentar la emisión monetaria y a endeudarse internamente para cubrir gastos corrientes, debilitando la capacidad de inversión esto último acarrearía un progresivo deterioro en la prestación de los servicios públicos esenciales.Así se debilitó insanablemente la capacidad del sector público para desempeñar el papel protagónico que le cupiera en el pasado.

El empleo y la distribución del ingresoLa participación del salario en el ingreso cayó al igual que el salario medio. Los ricos ganaron más, los pobre ganaron menos. Además tuvo lugar una heterogeneización entre los ingresos de los trabajadores en función de su nivel de calificación y del tamaño de las unidades productivas.La disminución de ingreso afectó principalmente a los trabajadores por cuenta propia no profesionales, a los del sector público y a los asalariados de la industria manufacturera pasaron a ser los “nuevos pobres”.Estructura del empleo:- incremento de la ocupación del comercio y los servicios en desmedro de la industria. Terciarización- crecimiento de las ocupaciones no manuales por sobre las manuales- aumento del empleo por cuenta propia frente a la ocupación asalariada, como salida frente a la desocupaciónSe trata de procesos interrelacionados, tanto vinculados a cambios de tipo tecnológico como a la pérdida de dinamismo de la industria como generador de ocupación. Fueron tendencias desde 1960 aumentadas por las políticas económicas.

Estructura social-Los sectores populares: la disociación del modelo, operante desde 1960, que combinaba el crecimiento industrial, la expansión del número de asalariados y la urbanización ocupacional, factores de base del desarrollo de ciertos actores sociales como la clase obrera.Hay una disminución relativa del peso de la clase obrera y una desconcentración tanto desde el punto de vista geográfico (a centros de promoción industrial en el interior) como en lo que hace a tamaño medio de los establecimientos. También hay una disminución de la masa de afiliados en los sindicatos industriales y constituye un factor de debilitamiento de la clase obrera como factor de poder y del sindicalismo como institución. Los sectores populares en su conjunto retrajeron su peso de la población activa y más grave aun resulta las segmentación. La diferenciación entre obreros por su cualificación y el aumento del peso

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creciente de trabajadores inestables y subocupados definen a la marginalidad como la ausencia de participación en las instituciones sociales.La pobreza aumentó sensiblemente, en especial en el ámbito urbano, creciendo los hogares sacudidos bajo la línea de pobreza.Todo ello contribuye a desvincular a estos grupos del crecimiento económico y les deja al margen del accionar colectivo y conduce a la atomización de los comportamientos políticos.-Los sectores medios: se registra un aumento de los trabajadores no manuales, tradicionalmente vinculados a la clase media (profesionales, docentes, técnicos, servicios, etc.); pero no significó un ascenso económico o una mejora en los niveles de vida. Por otro lado, aumentó la segmentación de un sector homogéneo, su base se ensancha y achata (descenso de los niveles de ingreso) y su extremo se aleja de la base (sector medio alto de profesionales y técnicos ligados a la banca y la gran industria).-Los sectores patronales: no hubo variaciones en el peso cualitativo de los sectores empresarios sobre el total de población activa. Si hay tendencia a la recomposición de su poder económico. Disminución de importancia de los sectores vinculados al mercado interno y crecimiento de los grupos integrados y diversificados, vinculados a la actividad financiera. Fuerte proceso de concentración de capital. En la actividad agropecuaria creció el gran empresariado rural en desmedro del pequeño productor.El retroceso relativo del capital externo en la industria debe ser interpretado como la imbricación de los grandes grupos locales con el capital externo. Transnacionalización de la burguesía nacional. Puede hablarse de una perdida de ciertas antinomias tradicionales como resultado de esta imbricación entre capital financiero, industrial y agropecuario.

En conclusiónEl conjunto de tendencias aquí señalados fueron potenciados por las políticas económicas y se combinaron con ellas para producir la concentración de los sectores de poder y la fragmentación de los sectores populares. La sociedad argentina emergió de la dictadura militar con una clase obrera dispersa, empobrecida y debilitada, una clase media heterogénea y también empobrecida en su base y sectores patronales mas concentrados.Ello significaba la alteración –la fortaleza de los sectores dominantes y la heterogeneidad de las clases dominantes- que había impedido el funcionamiento del capitalismo dependiente en forma plena. Y quebraba la base de la alianza populista (obreros empresarios mercado internistas) que había dado origen al peronismo. Desde la óptica liberal esta alianza era la responsable del estancamiento argentino. Tal, pues, el éxito político del régimen militar, contrastante con su fracaso económico al menos en

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cuanto a ciertas metas explícitas: eliminar la inflación, equilibrar el sector externo, expandir la producción.

CARDOSO, Oscar, KIRSGHBAUM, Ricardo, VAN DER KOOY, Eduardo. Malvinas, la trama secreta. 14 ed. Buenos Aires, Planeta/Sudamericana, 1984.

El pacto siniestroDesde las horas detención y vísperas de 1978, cuando la Argentina orilló un enfrentamiento bélico con Chile por el canal del Beagle, la guerra había vuelto a ser lo que siempre fue para las FA argentinas del siglo XX: apenas una hipótesis de trabajo recreada en la fantasía intima de los estados mayores.La sociedad había presenciado con indiferencia la caída del presidente Viola, que había estado nueve meses en el poder, y el ascenso a la presciencia de Galtieri. Los diarios especularon con la composición del nuevo gabinete que acompañaría al expansivo Galtieri; los fantasmas de un regreso a la dura ortodoxia monetarista, atenuado durante el “violismo”, flotaban sobre la castigada sociedad argentina.El vicealmirante Juan José Lombardo que había asumido el cargo de jefe de operaciones navales, fue el autor del trabajo que se convirtió en 1982 en columna vertebral del operativo del 2 de abril.Dos días antes de que Galtieri asumiera, Lombardo presentó su plan, a quien se lo había ordenado, el almirante Anaya, aclarando que eran imprescindibles dos factores: la sorpresa táctica y el secreto estratégico. Así era posible desembarcar sin derramamiento de sangre y sin que un refuerzo militar británico complicara la operación. Anaya esperaba conseguir la aprobación de Galtieri, su compañero de armas y amigo personal. Galtieri había asumido por cierto ascendiente entre sus compañeros, sin hablar del liderazgo al estilo de Onganía o Lanusse. Era un oficial mediocre, pero con presencia militar. En todo caso, a la hora de asaltar el poder, Galtieri tenía una visión lineal de la Argentina y del mundo. Era preciso restituir el poder político en el país y revitalizar el proceso militar, en sólida alianza con Estados Unidos. Había que asegurar el régimen, aun bajo fachada democrática.(TEXTO INCOMPLETO POR SER DEMASIADO ABURRIDO Y DENSO!!!!!!!)

5. 4 Retorno a la Democracia. La reconstrucción institucional. El Gobierno Radical y las corporaciones: militares, sindicatos y corporaciones económicas. Planes económicos y fracasos. Crisis de gobernabilidad y renuncia de Alfonsín

SKIDMORE, Thomas, SMITH, Peter, Historia Contemporánea de América Latina. América Latina del Siglo XX. 2ª Ed. Barcelona, Crítica, 1999

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La transición a la democraciaLa junta presidida por Galtieri había cometido un error mortal: como gobierno castrense, comenzó una aventura militar que no logró ganar. El fervor patriótico se tornó en peligrosas manifestaciones a las puertas de la Casa Rosada. Galtieri se convirtió en blanco de sus compañeros oficiales y renunció cuando la unidad militar comenzaba a resquebrajarse. Las fuerzas navales y aéreas abandonaron la junta y dejaron solo en el poder al ejército de tierra. El nuevo presidente fue un oscuro general retirado, Reynaldo Bignone, del cuerpo de ingenieros. Al asumir el cargo en julio de 1982, repitió valientemente la reclamación argentina sobre las islas Malvinas. Prometió elecciones en 1983 y el regreso del gobierno civil antes de 1984. Era como si los generales argentinos, por su incompetencia, hubieran restaurado la legitimidad a los políticos civiles. La economía pasó de mala a peor en 1982. La inflación se disparó hasta un 200 por 100, los trabajadores perdieron cerca de un cuarto de su renta real y el país entró de jacto en el incumplimiento de su deuda exterior privada.A comienzos de 1983, el valor nominal neto del salario mínimo era de un millón de pesos a la semana, que equivalían sólo a unos 19 dólares. Para obtener la financiación externa que se necesitaba con desesperación, el gobierno aceptó un austero plan esbozado en colaboración con el FMI. Pero existían dudas reales acerca de si sería capaz de organizar la transición aun gobierno civil. En diciembre de 1982, la oposición preparó la mayor protesta antigubernamental en siete años de mandato militar. Para sorpresa de casi todos, el líder del Partido Radical, Raúl Alfonsín, obtuvo un 52 por 100 de los votos en las elecciones presidenciales de 1983. Los radicales también lograron la mayoría en la Cámara de Diputados. Los peronistas, que no habían perdido una elección presidencial libre desde 1945, sólo alcanzaron el 42 por 100. Alfonsín había sido un valiente luchador por los derechos humanos durante el mandato militar. Además, su partido era el único grupo no peronista capaz de formar un gobierno viable. El nuevo gobierno se enfrentaba a problemas formidables. En primer lugar estaba el compromiso de perseguir al personal militar y la policía que habían matado o «desaparecido» a más de 10.000 sospechosos. La revulsión pública contra los perpetradores era profunda y había ayudado a Alfonsín a conseguir votos. Sin embargo, Argentina sería el primer país que procesara a su propio ejército por crímenes internos. ¿Cuántos debían juzgarse? ¿Dónde terminaba la responsabilidad criminal? ¿Y cómo afectaría este enjuiciamiento al esfuerzo de construir un nuevo ejército democrático? El segundo problema en importancia era la economía. La inflación había alcanzado el 400 por 100 en 1983 y Argentina no podía realizar los pagos de su enorme deuda exterior. Tampoco había logrado modernizar su economía para sobrevivir en el comercio mundial. Por último, Alfonsín se

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enfrentaba a la perenne lucha por la renta entre las clases y sectores competidores, con los grandes sindicatos de trabajadores ensangrentados pero no vencidos por la represión militar. El tercer problema era encontrar una base política viable. ¿Podían los radicales, partido minoritario desde 1945, retener la mayoría que había obtenido Alfonsín? En caso de no lograrlo, ¿era factible una coalición efectiva? Alfonsín batalló con todos estos retos. El procesamiento de los torturadores resultó una situación casi sin ganadores. Una comisión nombrada por el presidente documentó la muerte o desaparición de 8.906 argentinos. El gobierno presentó acusaciones contra los nueve comandantes en jefe del ejército por crímenes que iban del asesinato a la violación. Cinco fueron hallados culpables y condenados a prisión, mientras que tres de los cuatro absueltos fueron después procesados por la justicia militar y sentenciados a prisión. ¿Pero hasta dónde debía llegar el procesamiento? Una revuelta militar en 1987 protestando contra los enjuiciamientos inminentes forzó al Congreso a exonerar a todos los oficiales por debajo del rango de general. Hasta los procesamientos en curso se empantanaron, lo cual espoleó a los defensores de los derechos humanos y a los familiares de los «desaparecidos» a denunciar que no se juzgaran los cientos, si no miles, de otros casos. Mientras tanto, el cuerpo de oficiales estaba más bien poco arrepentido. Era evidente que la represión y la subsiguiente búsqueda de justicia dejarían una profunda cicatriz en la sociedad argentina. Cubrir los pagos de los 50.000 millones de dólares de la deuda exterior era un problema económico inmediato para el gobierno. Como las exportaciones no obtenían un excedente suficiente para el servicio de la deuda, AIfonsín tuvo que buscar nuevos préstamos. El precio de este dinero fue una política de austeridad interna diseñada por el FMI. Sin embargo, la inflación corrió hasta el 627 por 100 en 1984 y se acercó al 700 por 100 en 1985. El gobierno de Alfonsín develó el Plan Austral, una congelación de salarios y precios que creó una nueva moneda (el austral) con la esperanza de romper la Psicología inflacionaria. La inflación cayó a menos de un 100 por 100, pero también se produjo una recesión y una aguda bajada en los salarios reales. Sólo las medidas provisionales permitieron al gobierno evitar incumplir el pago de la deuda exterior, pero pocos creían que Argentina pudiera continuar sus pagos, que alcanzaban el 6 por 100 de su PIB. En la escena política, Alfonsín supo cómo mantener su terreno contra las desavenencias en ascenso. En las elecciones al Congreso de 1985, los radicales retuvieron su mayoría en la cámara baja, ya que los divididos peronistas continuaron perdiendo el apoyo de la clase media. Los sindicatos de trabajadores también estaban a la defensiva. Sin embargo, en las elecciones de 1987, los candidatos peronistas al Congreso aventajaron a los radicales con un 41 por 100 frente a su 37 por 100 y extendieron su dominio en los gobiernos provinciales de 16 a 22.

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Luego el Plan Austral se resquebrajó, en parte como resultado de la propensión negociadora de Alfonsín. La inflación subió y el tipo de cambio perdió el control. A comienzos de 1989, los precios subían más de un 30 por 100 al mes y alcanzarían más de un 100 por 100 al mes a mitad de año. La producción cayó en picado y disminuyó la renta. El producto interior bruto menguó un 3 por 100 en 1988 y un 6 por 100 en 1989 (en conjunto, la renta per cápita de los argentinos descendió cerca de un 25 por 100 durante la década de los ochenta). Los peronistas aprovecharon la oportunidad. En las elecciones presidenciales de mayo de 1989, el candidato del partido, Carlos Saúl Menem, gobernador de la provincia de La Rioja, obtuvo aproximadamente un 47 por 100 del voto popular -y una clara mayoría en el colegio electoral-, sobrepasando diestramente al candidato de UCR, Eduardo Angeloz, y a otros dos más. Esto marcó una divisoria potencial en la política argentina: era la primera vez que un partido de la oposición había triunfado en unas elecciones presidenciales en más de setenta años, y la primera vez también que los peronistas llegarían al poder sin el espectro de Perón. La crisis económica se intensificó. Los saqueos hicieron erupción en mayo de 1989, el mes de las elecciones. Argentina, el proverbial granero del continente, sufrió la humillación de contemplar disturbios en busca de alimentos. Un aturdido presidente Alfonsín declaró el estado de sitio y luego anunció que renunciaría a su cargo seis meses antes de lo previsto. Al tomar el poder en medio de estas sombrías circunstancias, Menem tenía las manos llenas. La inflación alcanzaba un 150 por 100 al mes. El país debía casi 4.000 millones de dólares en atrasos del pago de la deuda exterior, que por entonces había aumentado a 64.000 millones de dólares. Casi al acabar el año, Menem nombró aun nuevo ministro de Economía, Antonio Ermán González, que de inmediato impuso un estricto programa de austeridad: levantó el control de precios, permitió que el tipo de cambio flotara libre, redujo radicalmente los impuestos sobre las exportaciones y las importaciones, y suprimió un sinnúmero de restricciones sobre el comercio exterior. En enero de 1990, sorprendió a la población al transferir certificados bancarios con intereses a títulos a diez años, en la práctica, confiscando los ahorros de la clase media. Esta y otras medidas enérgicas acabaron provocando una recesión que puso fin a la hiperinflación. Violando apreciados principios del peronismo, Menem y sus ministros se embarcaron en un programa de «privatización» de compañías estatales, vendiéndoselas a inversores privados. En junio de 1990, el gobierno subastó Entel, la compañía telefónica nacional, a un consorcio de inversores españoles, italianos y franceses. En julio de 1990, vendió las líneas aéreas nacionales, Aerolíneas Argentinas, a Iberia de España. Asimismo, Menem anunció su intención de proceder a la privatización de la electricidad, el carbón y el gas natural, el metro y la flota. La doctrina económica neoliberal parecía salir triunfante.

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A comienzos de 1991 Menem nombró ministro de Economía a Domingo Cavallo, una fuerte personalidad y creyente en las reformas estrictamente orientadas al mercado. Cavallo amplió la campaña de privatización, que representó más de 9.000 millones de dólares para el gobierno en 1994, y centró su programa en una «ley de convertibilidad», que reducía el gasto público de acuerdo al ingreso, prohibía la emisión de más billetes, y establecía un tipo de cambio de uno por uno entre el peso argentino y el dólar norteamericano. La adhesión a este tipo de cambio se convirtió en la clave de la credibilidad económica, y estimuló una entrada sustancial de capital privado. Cavallo también ideó una reestructuración de la deuda externa argentina en 1993, mientras que el Banco Mundial y el FMI continuaban apoyando sus políticas drásticas. La inflación descendió del 4.900 por 100 en 1989 a menos del 4 por 100 en 1994, y el crecimiento económico alcanzó cerca del 6 por 100 anual.Había también aspectos negativos. Uno era la sobrevaluación del peso, que alentaba las importaciones y desalentaba las exportaciones, lo que llevó a un déficit comercial de más de 6.000 millones de dólares en 1994. Otro era el desempleo y el empobrecimiento de la clase media. Casi la mitad de la clase media del país descendió a la clase inferior a comienzos de los años noventa. A su vez, el desempleo declarado creció del 6,5 por 100 en 1991 a112, 2 por 100 en 1994. Las iniciativas de Menem causaron rupturas y discordia en el movimiento obrero. La CGT se dividió en dos alas, una presidida por Saúl Ubaldini, un firme crítico de la política de Menem, la otra encabezada por su seguidor, Guerino Andreoni. En septiembre de 1990 el gobierno derrotó un movimiento huelguístico de los trabajadores de la compañía telefónica en Buenos Aires que deseaban un incremento salarial que fue considerado como inflacionario. El creciente desempleo y los despidos gubernamentales también desataron protestas en las provincias del interior, especialmente en La Rioja y Santiago del Estero en 1993, y los disidentes organizaron una gran manifestación en Buenos Aires a mediados de 1994. Muchos encontraban irónico, y algunos, ofensivo, que un gobierno peronista frustrara huelgas de las organizaciones obreras y que hiciera frente a las protestas de la clase obrera. Las fuerzas armadas presentaron al comienzo a Menem un enojoso desafío. Varios meses después de asumir el poder, promulgó una amnistía general para -entre otros- los participantes en las revueltas militares en 1987 y 1989 cuyo propósito fue más bien la protesta política que la toma del poder. En diciembre de 1990 aún estalló otra rebelión militar realizada por los «carapintadas» en nombre del estridente nacionalista coronel Mohamed Ali Seineldín unos días antes de la llegada prevista a Buenos Aires del presidente de Estados Unidos, George Bush. La sublevación fue finalmente sofocada, pero representó un serio desafío a la autoridad de Menem. Pretendiendo que no había negociado con los rebeldes, Menem emitió el 29 de diciembre una nueva serie de indultos en favor de los

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antiguos líderes del gobierno militar y su campaña de represión política. La decisión provocó manifestaciones de protesta y algunas renuncias de principio, pero los militares ganaron el pleito: no habría sentencias o juicios subsiguientes por delitos contra los derechos humanos cometidos en la guerra sucia. En 1994, el gobierno obtuvo la aprobación del Congreso para la reforma de la Constitución del país redactada hacía 140 años. Siguiendo el acuerdo entre Menem y Raúl Alfonsín ahora líder del Partido Radical, las reformas reducirían el periodo presidencial de seis a cuatro años, pero permitirían una reelección; reducirían la autoridad del presidente para gobernar por medio de decretos de emergencia; crearían el cargo de jefe del gabinete, quien podría ser destituido con el voto de la mayoría en el Congreso (con esto se introducía una dosis de autoridad parlamentaria); se fortalecería el poder judicial; y se daría un grado de autonomía a la ciudad de Buenos Aires, promulgada en 1994. Los defensores insistían en que las reformas mejorarían la responsabilidad gubernamental descentralizarían el poder, e institucionalizarían un sistema de equilibrio y control del mismo. Los opositores, entre los que había muchos radicales, veían la reforma como una maniobra de Menem para perpetuarse en el poder. Menem se apresuró a proclamarse candidato para las elecciones presidenciales de 1995. Pese a los persistentes rumores de corrupción de alto nivel y el amplio resentimiento hacia el estilo autoritario del presidente, Menem obtuvo una sólida victoria con el 49,8 por 100 del voto. Dividida desmoralizada, representada por un candidato sin brillo, la antiguamente orgullosa UCR obtuvo sólo el 17, 1 por 100. La oposición más fuerte provino de José Bordón, un peronista disidente que encabezada una coalición de centro-izquierda conocida como Frepaso (Frente País Solidario) que consiguió el 29,2 por 100 de los votos. Consideraban algunos que la larga tradición argentina de política bipartidista estaba llegando a su fin. Parecía igualmente improbable que Bordón fuera capaz de convertir Frepaso en un partido duradero. En el campo internacional, Argentina dio dos pasos nuevos y decisivos. Uno fue promover el desarrollo constante del MERCOSUR (el Mercado Común del Sur), una asociación cuatripartita que incluye Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay. Fundada por el Acuerdo de Asunción de 1991, el esquema prevé la creación de una zona de libre comercio que podría finalmente convertirse en una unión aduanera, y en un «mercado común» pleno. Pese a las tensiones ocasionales entre sus miembros, el volumen de comercio e inversión en MERCOSUR creció rápidamente durante los inicios de la década de 1990. Su éxito aparente reforzó los deseos argentinos de liderazgo en América del Sur, aunque Brasil también reclamaría esta condición. En segundo lugar, Argentina bajo Menem adoptó una política exterior coincidente con la de Estados Unidos. Menem apoyó activamente las operaciones militares estadounidenses en la guerra del Golfo Pérsico en

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1991, y en Haití en 1994. Normalizó las relaciones con el Reino Unido, proclamando su dedicación a un arreglo pacífico del contencioso de las islas Malvinas, y trató de fortalecer sus contactos con la Unión Europea. También se convirtió en un ruidoso crítico de la Cuba de Fidel Castro, y abandonó las relaciones políticas con los países en vías de desarrollo en Asia y África.

CABALLO, Domingo, Economía en tiempos de crisis. Buenos Aires, Sudamericana, 1989.

La decisión del gobierno nacional de construir las autopistas de Buenos Aires-La Plata, 25 de mayo, Perito Moreno y 9 de Julio, ahora ascender la deuda externa avalada por el Tesoro Nacional a 1.900 millones de dólares, con pagos anules por intereses nominales de 350 millones. El ingreso por peaje no superara los 90 millones anuales.InversiónCon este dinero se podrían haber construido muchos más kilómetros de rutas pavimentadas en el interior, reconstruir rutas deterioradas, perforar nuevos pozos de petróleo, instalar potencia eléctrica adicional, crear toda la capacidad industrial necesaria para autoabastecernos de fertilizantes para el 100% de nuestras áreas cultivadas con granos.Esta transacción significa déficit para el sector público y un error conceptual desde el punto de vista económico. Es posible construirlos sin avales del Tesoro.Pero, para que obras como las autopistas sean rentables, se necesita que el país tenga previamente una estructura productiva capaz de generar los ingresos necesarios o que los habitantes puedan usarla, pagando un peaje que cubra los costos. Construir rutas pavimentadas en el interior, reconstruir rutas deterioradas, perforar nuevos pozos de petróleo, instalar potencia eléctrica adicional, crear toda la capacidad industrial necesaria para autoabastecernos de fertilizantes; significan inversiones productivas que llevaran a posteriori a generar ingresos suficientes como para que las autopistas se construyan y autofinancien sin la carga adicional del erario público.Pero los vales del tesoro son, precisamente, el mecanismo que hace que se inviertan los términos. Mientras se paralizan las inversiones productivas con el argumento de la disminución del déficit, y mientras el sector privado invierte cada vez menos, obras absolutamente deficitarias se llevan el capital a invertir.Este artículo no es una crítica a los constructores ni a los banqueros internacionales, ya que estos se comportan en función de sus intereses particulares.Avales

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Tampoco es una crítica a la decisión original de 1978. Por entonces se pensó que se trataba de una forma genuina de privatización de honra pública.Hoy se sabe que es una forma de aumentar el déficit público, y por consiguiente, una decisión que dificulta las ya complicadas metas presupuestarias sobre temas tales como los sueldos de los empleados públicos, las obras de energía atómica, los planes de YPF o la situación de las economías provinciales.ReflexiónLa única pretensión de este artículo es llamar a la reflexión a las personas que dan apoyatura ideológica a la política económica sobre el proyecto del país a que conducen estas inconsistencias.Los expositores del liberalismo de la cita demostraron tener un gran poder de persuasión sobre las autoridades y, por algún tiempo, sobre buena parte del empresariado para convencerlos de la ineficiencia de las nuevas reglas, de la inevitabilidad de bajar los salarios. Mi opinión es que los liberales de la city pierden tiempo en relaciones públicas y sociales y no analizan concienzudamente la realidad para adoptar mejores decisiones. Elaboran sus conclusiones en base a prejuicios ambientales y a lo que leen en la literatura económica destinada a la propaganda ideológica.ResultadosLos resultados ya obtenidos permiten visualizar el tipo de país a que conducen este tipo de inconsistencias.(No entendí nada)

SÍNTESIS DE HISTORIA ARGENTINA III

ESTADO ARGENTINO

El Estado IntervencionistaLa crisis económica internacional de 1929 produce efectos duraderos en todo el mundo. En Hispanoamérica y en Argentina se inicia un largo periodo de inestabilidad política y económica. Los autores suelen hablar de una crisis de hegemonía, pues no hay un sector social que logre imponerse legítima y duraderamente al resto de la sociedad.El 30 marca el inicio de una crisis profunda del Estado liberal el que no se presenta con condiciones apropiadas para responder a los nuevos desafíos que la coyuntura internacional plantea.Por otro lado, puede afirmarse que hay un aumento de la dependencia económica respecto de los países centrales (sobre todo Inglaterra)El Estado intervencionista va adoptando diferentes matices, diferentes grados de profundización. Algunas de sus formas de presentarse son: en la época del peronismo (al que algunos historiadores llaman populista), del desarrollismo y del gobierno militar de Onganía.

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¿Qué repercusiones económicas trajo la crisis a nuestro país? La drástica reducción de la demanda de bienes agropecuarios por parte de los países centrales implica la necesidad de abandonar el modelo exportador que había funcionado con éxito hasta la época. El desequilibrio de la balanza de pagos que generaba la disminución de las exportaciones agropecuarias y la retracción de capitales extranjeros, llevó a los sectores económicos dominantes, a la gran burguesía terrateniente, a probar otras formas de acumulación. Es así, sobre la base de una industria incipiente, se desarrolla un importante proceso de industrialización. El mercado interno, que se había construido gracias al modelo agroexportador, demanda productos manufacturados que antes se adquirían en el exterior. La nueva situación exige que sean elaborados en el país, por lo que asistimos a un proceso de “sustitución de importaciones”, que, a la postre, modifica todo el funcionamiento de la economía.El Estado es visto como la instancia idónea para superar la situación. Abandonando los declamados principios liberales, los sectores dominantes encuentran en el Estado su fuente de poder político y económico.Es allí donde se dirimen las cuestiones fundamentales. El Estado pasa a intervenir en la economía regulando la producción de granos, carnes. Se crea el Banco Central con la finalidad de controlar las finanzas y la moneda. Se protege con impuestos aduaneros la producción industrial, se otorgan créditos.En un primer momento se incentiva la elaboración de productos derivados de las materias primas locales. Más adelante, ya con el peronismo, se acentúa este proceso de sustitución de importaciones, desarrollando la industria metalúrgica, de productos para el hogar, etc. En los años 50 y 60 el Estado colabora con el desarrollo de la industria petroquímica, automotriz etc.El proceso de industrialización demanda mano de obra que proviene sobre todo del Interior. La concentración urbana y el desarrollo de un sector obrero importante expande el consumo interno y dinamiza la economía.El proletariado industrial buscará distintas formas de hacer oír sus reclamos. El sindicalismo se hace fuerte (nace la CGT) canalizando las demandas de mejores salarios y de favorables condiciones de trabajo.Sin embargo, aquel concepto de política restringida a unos pocos renació. El control de Estado debía estar en manos de unos pocosLa creación del Departamento Nacional de Trabajo, más tarde convertido en Secretaría de Estado, evidencia esta preocupación del Estado Nacional ante el problema que ocasionaba la presencia en la vida política, de los obreros industriales.En la época del Estado intervencionista y dirigista se observa una tendencia de la dirigencia a reducir el rol del Congreso y de los partidos políticos.

El Estado en la época del peronismo

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La profundización de la política de intervención estatal fue uno de los rasgos sobresalientes del Estado en la época de Perón.La protección industrial, la política de pleno empleo y de expansión del consumo interno contribuyeron a sentar las bases de apoyo político al nuevo gobierno. Se agrega a ello una generalizada nacionalización de las inversiones extranjeras (FFCC, Flota Mercante, teléfonos, producción de gas, empresas de electricidad), la creación de empresas industriales, la expansión de Fabricaciones Militares.El Estado de Bienestar se plasma en esta época con cambios en la legislación laboral (sistema jubilatorio, seguridad social, vacaciones pagas, etc.) y en la búsqueda de mejoras sustanciales en la calidad de vida de los secotes populares: políticas de vivienda, de salud pública, de protección de salarios, de control de precios.Entre quienes ocuparon un lugar destacado encontramos a las organizaciones de los trabajadores, a un sector del empresariado industrial (reunidos en la CGE) a sectores de las Fuerzas Armadas.El Estado, bajo la conducción de Perón, fue concebido como el ámbito adecuado para dirigir la economía, para velar por la seguridad del pueblo, y como el espacio donde se dirimen, se organizan y se negocian los conflictos de la sociedad.El Poder Ejecutivo, en esta visión, se erigía como la institución más importante del Estado. Progresivamente identificando el Partido como doctrina nacional, el peronismo, influido por las tendencias totalitarias de la época, supo llevar adelante una política estatal que tendía a disciplinar la sociedad civil.La caída de Perón viene a consolidar una situación ya existente y que había nacido en el 30: una larga sucesión de gobiernos electos por el pueblo y gobiernos de factos evidencian una profunda crisis política. Dicha crisis dificulta y obstaculiza la posibilidad de una política económica estable. Se trata de una crisis de legitimidad por cuanto todos los gobiernos, hayan sido electos por el voto o no, a poco asumir el poder, son juzgados como no representativos de la ciudadanía.Se asiste así no sólo a una sucesión de gobiernos, sino también a una sucesión de formas de concebir el Estado y sus funciones¿Porque se habla de una crisis de legitimad? Porque ninguno mecanismo de acceso al poder es juzgado legítimo.Los gobiernos de facto carecen, para los actores del momento, de legitimidad. Para los gobiernos elegidos en votaciones donde el peronismo está proscripto, la ilegitimad también parece obvia. Pero también es posible hablar de falta de legitimidad en momentos de apoyo masivo a graves del sufragio.El Estado así pasa a transformarse en un ámbito de confrontación social. De su posesión o no, del acceso a su control o no, dependerá en gran medida la suerte (política o económica) que los distintos sectores, o facciones dentro de los sectores, corran.

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El Estado en la ideología desarrollistaEl Estado para el desarrollismo hará su aparición en la escena política a mediados de la década del 50. El Estado debe intervenir más activamente, modernizando y transformando el aparato productivo y facilitando el ingreso de los capitales extranjeros. La tesis desarrollista se basaba en la idea de que el subdesarrollo se debía a la dependencia de la industria local, que para producir necesitaba algunos insumos básicos que en el país no se producían: acero, papel, productos químicos. La insuficiente extracción nacional de petróleo contribuía aún más a ello.Era necesario el ingreso de capitales para expandir más concorde con los intereses de la Nación (Frondizi) e interviene facilitando el ingreso de capitales, reorientando (por medio del crédito, los aranceles, el impuesto) las inversiones hacia aquello que se considera fundamental.En la década del 60 y gracias a una favorable coyuntura económica, el Estado de bienestar se sustenta en una activa política de intervención, de planificación económica, de control interno de la economía y de los precios, de incentivación del mercado interno, de protección al capital nacional, a los salarios. El gobierno de Illia procurará limitar (aunque sin hostilizar) la influencia del capital extranjero, adoptando medidas relativas a la producción de medicamentos y oponiéndose a la política petrolera creada por el frondizismo. Fuertemente criticado por los opositores, quienes veían en el desarrollismo una nueva forma de dependencia, este modelo entra en crisis en la década del 60.

El Estado en el periodo 1966-1973Guillermo O`Donnell llama “Estado burocrático autoritario” a aquél que en la Argentina aparece en 1966 y se cierra en 1973.Se trata de un Estado autoritario, propio de una dictadura militar, que se presenta ante la sociedad con la finalidad de cumplir dos tareas: reimplantar el “orden”. Luego, y como consecuencia de esto, “normalizar la economía”El “orden” supone la organización de un sistema de coacción política e ideológica que excluye a los sectores populares de la participación política. La exclusión es supresión de la ciudadanía y de la democracia política: supresión de los partidos políticos, del Parlamento, de otras formas de representación ciudadana, de la posibilidad de acceso al gobierno.El “orden” supone la posibilidad de que un sector social (una burguesía oligopólica y trasnacionalizada) ejerza una dominación sobre el resto de la sociedad. En el Estado burocrático hay una exclusión económica.Se despolitiza todo lo relativo a las demandas sociales, adoptándose criterios puramente técnicos en la resolución de conflictos. Sus representantes se autodefinen como portavoces de lo nacional. Hay un achicamiento del Estado de bienestar. Sin embargo, hay una expansión del

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Estado intervencionista (que por un lado beneficia a la burguesía y a sus intereses empresarios y, por otro daba mayor poder a las Fuerzas Armadas a través de las empresas militares orientadas a la Defensa)El gobierno de Onganía (y su modo de entender el Estado) comienza lentamente a perder legitimidad. Son ahora las demandas sociales, las presiones políticas, los levantamientos populares los que lo juzgan negativamente.

El Estado militarizadoDurante el periodo 1976-83, el Estado argentino sufre una profunda transformación de sus estructuras. En un nuevo intento por someter a la sociedad a un orden estable y con la excusa de reorganizar institucional, política y económicamente al país, se instaura una dictadura sangrienta que redefinirá el rol del Estado.Hay una escisión entre sociedad y Estado. Se trata de un Estado autoritario, en el que se observa una implicación de las Fuerzas Armadas en todas las funciones del Estado, incluso las administrativas. Las Fuerzas Armadas asumen la representación de la Nación porque se consideran por encima de la fragmentación política y con legítimo poder para imponer una ideología. La existencia de la guerrilla y los conflictos en los que la sociedad estaba inmersa, dieron una justificación sólida a su actuación e injerencia en todos los ámbitos individuales y sociales.En el Estado militarizado hay un predominio del ejercicio de la violencia y la fuerza que rechaza toda forma de participación social en las tomas de decisión y gestión estatales. El poder, político y administrativo, se centraliza fuertemente en pocas manos y se elimina toda forma de representación democrática. El objetivo es el disciplinamiento social que se ejerce sin límites, lo que incluye la desaparición, la tortura y la muerte (surge en esta época el concepto de “terrorismo de Estado”) sobre la oposición sindical política, intelectual.También hay una militarización de la economía que se hace evidente en la dimensión que alcanza las Fabricaciones Militares. Sin embargo, es la ideología del liberalismo económico la que sustenta el accionar del gobierno militar en el plano económico. Bajo el ministerio de Martínez de Hoz, esta ideología vuelve a irrumpir en la Argentina.Se trata de “achicar el Estado para agrandar la Nación” (la eficiencia por encima de todo), abrir la economía a la llegada de productos importados, llevar a cabo una reforma financiera, etc. Nuevamente se confía en la fuerza del mercado como regulador de lo social. En realidad hay un intento de disciplinar a los trabajadores y al empresariado, para lo cual el funcionamiento espontáneo del mercado era el mecanismo adecuado. El plan económico se transforma también en un plan político de disciplinamiento social.Hay una crisis del Estado de bienestar, del Estado intervencionista y del modelo Keynesiano. Es que se cree que el tamaño que éste había logrado

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limitaba sus propias posibilidades de funcionamiento y de control de las variables económicas. El Estado es observado como un elemento inhibidor de las relaciones capitalistas de producción, como el gran responsable del desorden social y económico.Sin embargo, al final de la trasformación que condujo Martínez de Hoz, el poder económico se concentró de tal modo en un conjunto de grupos empresarios, trasnacionales y nacionales, que la puja corporativa y la negociación ya no fueron posible. Esta transformación requirió de una fuerte intervención del Estado, para reprimir y desarmar a los actores del juego corporativo, para imponer las reglas que facilitaran el crecimiento de los vencedores y aun para trasladar hacia ello, por la clásica vía del Estado, recursos del conjunto de la sociedad que posibilitaron su consolidación.La eficiencia del Estado y su achicamiento quedaron como deseos. Los profundos desencuentros dentro de la misma cúpula de poder iban a impedir que diera sus frutos una política económica pensada a largo plazo.

MORALES PADRÓN, Francisco, Historia General de América. 2ª Ed. Madrid, Calpe, 1975. Cáp. LVIIIArgentina: etapa militarista (1930-1970). El movimiento de 1930 señala:

La expulsión de la clase media del gobierno El fin del predominio civil en el mismo Y el comienzo de la preponderancia militar

Desde 1930 se han producido golpes de Estado; se ha vivido un peligroso estancamiento económico; se han sufrido graves desajustes sociales, y se ha pasado por prolongados períodos de «anormalidad constitucional». El poder de los militares y su influencia en la vida pública del país comienza a gestarse en el siglo XIX. El Colegio Militar se fundó en 1870; dos años después se estableció la Escuela Naval, y en 1884 se reorganizó el Estado Mayor General. En los límites del siglo llegaron al país misiones alemanas y se creó la Escuela Superior de Guerra, de donde saldría una oficialidad que ya contaba con muchos miembros provenientes de los sectores medios. La modernización del ejército, su profesionalismo, su desarrollo, la creencia en la inutilidad de los partidos, el fracaso de la democracia, así como el nuevo nacionalismo integral, opuesto al liberal, esparció la idea de que las fuerzas armadas estaban llamadas a salvar el país. Uriburu, inspirado en Primo de Rivera, estableció un régimen que la mayoría repudió por considerarlo fascistoide. Su inexperiencia política no le permitió triunfar; pese a ello, destaca su esfuerzo por fortalecer el poder militar dándole buena parte del presupuesto nacional y premiando a los fieles (lo cual implicaba la existencia de una fracción no simpatizante) y por fortalecer la economía fomentando la industrialización y la independencia. En tal sentido mantuvo bajo el control de los Yacimientos Petrolíferos Fiscales (Y. P. F.) los extensos depósitos petrolíferos y añadió a

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su dominio la Tierra del Fuego. Unas elecciones celebradas en 1931 le apartaron del poder al ser ganadas por una coalición de nacionales demócratas (conservadores), antipersonalistas, radicales y socialistas independientes, acaudillados por el general Agustín P. Justo. Justo tenía la misma ideología que el viejo régimen oligárquico. Veneraba al capital extranjero y excluía de la política o de los comicios, mediante veto o fraude, a gran parte del pueblo. Difería del antiguo régimen en que el Partido Nacional Demócrata no detentaba el monopolio del poder como lo había tenido el Partido Nacional Autónomo en el siglo XIX. Justo, que intentó apartar a los militares del gobierno, sacó al país de la depresión económica que le afectaba. Para ello benefició al capital extranjero y a la oligarquía vinculada a él, dispuso el control estatal de la economía, favoreció el desarrollo industrial, estableció en el país el primer impuesto sobre la renta y realizó el primer gran programa de construcción de carreteras. Al favorecer al capital extranjero se acarreó la acusación de alianza inmoral con él. En tal sentido fue motejado de «vendepatria», y se le echó en cara a su gobierno el escandaloso negocio de la construcción de un moderno puerto en Rosario; la creación del Banco Central Argentino, controlado por el Estado, pero donde había intereses extranjeros; el tratado Roca-Runciman para proteger las carnes argentinas a cambio de concesiones a Gran Bretaña lesivas para la nación; y el acuerdo de 1935 para tratar benévolamente los intereses británicos en los tranvías de Buenos Aires en detrimento de los nacionales dueños de otros sistemas de transporte. El fraude que ayudaba a mantenerse al régimen, y la decadencia de la oposición, hacían pensar que ningún cambio vendría por la vía democrática; se imponía otro golpe de Estado, pese a que Justo se esforzaba por mantener a las fuerzas armadas alejadas de la política. El radicalismo, potente desde 1935, amenazaba con ganar las elecciones de 1937, aunque carecía de dirigentes. Pero Justo, mediante la fuerza y el fraude, escamoteó el resultado de las elecciones y dio el triunfo a su compañero Roberto M. Ortiz. Se había vuelto a las prácticas de la vieja oligarquía, dañando con ello la salud pública de la nación. Sin embargo, el país creyó que se iba a restablecer un gobierno constitucional y honrado, pese a su origen espurio. Y eso quiso el nuevo presidente, pero la II G. M. se lo impidió, y una enfermedad le obligó a entregar el poder al vicepresidente, Ramón S. Castillo (1940), que se mostró neutral primero y luego partidario del Eje, rechazando las presiones de los Estados Unidos en la Conferencia de Cancilleres celebrada en Río de Janeiro en 1942. Lo más importante que hizo fue declarar el estado de sitio a raíz del ataque a Pearl Habor. Un golpe de Estado militar en 1943 le derrocó. El golpe de Estado lo había dirigido un grupo de las fuerzas armadas, que implantó la dictadura militar, aunque pronto y sucesivamente dio cabida a los civiles (nacionalistas católicos, hombres de negocios, descamisados) .Inicialmente, los nuevos mandatarios mostraron deseos de

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fortalecer a las fuerzas armadas con el fin de ponerse al mismo nivel que el Brasil de Gertúlio Vargas, protegido de los Estados Unidos, y manifestaron que correspondía a las fuerzas amadas decidir cualquier crisis política siempre que los civiles se mostrasen incapaces de resolverla. Combinando el autoritarismo con la democracia, los militares con las masas, el nuevo régimen semejó una especie de fascismo argentino, de «nasserismo», atento a atraerse más a las masas populares que a la clase media. Buenos Aires, la mayor urbe de habla hispana, era también la mayor concentración de población obrera, mal pagada y resentida. Correspondería a Perón inyectarles la ilusión de libertad y de dignidad, y por eso Buenos Aires, como tantas otras veces, sería pieza clave en la evolución política del país, porque ella albergaba a muchos proletarios inmigrantes del interior que se unieron a Perón debido a que los partidos tradicionales habían perdido el contacto con la masa y no sabían cómo hacer frente a la nueva situación. En 1943 era Perón jefe del Secretariado del Ministerio de la Guerra, y jefe también del Departamento de Trabajo y Seguridad Social, dos puestos ideales para lograr una alianza militar y obrera. Perón había ofrecido a los trabajadores libertad, dignidad y salarios más elevados. Su campaña de reforma social contaba con el apoyo del presidente. Por el momento no atacaba al capitalismo, ni a la libre empresa, se mostraba nacionalista y defendía la unión de la Iglesia con el ejército. El nuevo régimen obtuvo el reconocimiento de la Suprema Corte, y ello le facilitó el acatamiento del pueblo. Nombrado presidente el general Pedro Pablo Ramírez, éste montó una dictadura militar que no realizaba las promesas del constitucionalismo, de rápidas elecciones y cumplimiento de las obligaciones internacionales. El régimen experimentó dos cambios: primeramente se identificó con el nacionalismo católico de ala derecha, debido a la inexperiencia de los militares, que necesitaban de la ayuda civil; pero tal régimen no podía durar. Si quería sobrevivir, tenía que unirse a la masa trabajadora, Y, esto no agradaba a muchos militares. No sin lucha, se cambió hacia el nacionalismo popular de ala izquierda, representado por los descamisados de Perón. El general Edelmiro J. Farrell sustituyó a Ramírez, y Perón pasó a ser vicepresidente y ministro de la Guerra. Su trayectoria se iba aclarando. Juan Domingo Perón era un militar procedente de la clase media, adiestrado en el ejército alemán, con experiencia en la revuelta de 1930 de Uriburu, que había viajado por España, Italia y otros países, acumulando observaciones y experiencias. Autor de libros y artículos, profesor del Colegio Nacional de Guerra, Perón poseía amplios conocimientos, estaba dotado de una gran retentiva, se mostraba elegante y oportunista, y hacía gala de buena oratoria y atracción personal. Perón había comprendido que la alianza con el catolicismo de ala derecha sería un obstáculo para lograr el amplio apoyo popular necesario para que

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el régimen se mantuviese. Dentro de su visión política, tenía también la convicción de que había que evitar el antagonismo entre obreros y militares, así como la alianza con alguna potencia que pudiera arrastrar al país, como a Italia la había arrastrado Alemania. En este caso pensaba en los Estados Unidos. El plan de Perón consistía en movilizar al sector proletario, en procurar que los militares los aceptasen como aliados, y en lograr así un régimen apoyado en la alianza de las fuerzas armadas y las fuerzas del trabajo. Esto explicará el éxito de su régimen, junto con la ayuda que le prestará Eva Duarte, una mujer de origen humilde, con gran experiencia como artista, dotada de un gran odio hacia la oligarquía y un gran amor hacia las clases desvalidas.Al terminar la II G. M., en mayo de 1945, la Argentina entró en crisis política. Los ataques contra el régimen arreciaron, tachándole de simpatizante del Eje y acusando a Perón de medidas económicas inaceptables y de instigador de la lucha de clases. Perón tenía en contra a la prensa, al sector de los negocios, a los viejos partidos y a la Universidad. En octubre de 1945 un golpe de Estado militar apresó a Perón y lo confinó en la isla de Martín García. Fue una desaparición fugaz, de días, que sólo sirvió para definir la figura política del futuro presidente, que salió triunfante de la prueba. Para muchos era Perón el defensor de la independencia nacional por su actitud frente a los Estados Unidos; para los trabajadores era su jefe, por lo cual en un amplio contragolpe lograron que los militares lo sacasen de su prisión. La transacción significaba que desde ahora el poder tendría que ser compartido por los militares y los trabajadores. Perón renunció a sus cargos en el gobierno ya su grado de coronel, se casó a los pocos días con Eva Duarte, y se presentó como candidato a las elecciones presidenciales. Unas elecciones que demostraron la división de los enemigos de Perón, que no supieron ofrecer un candidato de talla. Las elecciones de febrero de 1946 dieron el triunfo a Juan Domingo Perón, que obtuvo el 56 por 100 de los votos emitidos. Perón tomaba posesión de la presidencia en un momento de bonanza económica, que iba a desaparecer tres años más tarde. Esta prosperidad venía determinada por la demanda de productos argentinos después de la II G. M. y por la acumulación en el país de grandes cantidades de divisas, cuya descongelación se inició acabada la contienda. Durante los tres años siguientes la Argentina siguió viviendo esa prosperidad económica, salvo en el terreno agrícola; recuperó su prestigio internacional, y fue dominada por el régimen peronista. Precisamente poco después de las elecciones se fundó el Partido Único de la Revolución, pese a que Perón, como sus compañeros militares, estaba convencido del desprestigio de los partidos. Pero la necesidad de mantener una fachada de democracia le obligó a ceder, y así surgió el Partido, rebautizado luego con el calificativo de Peronista, con rama masculina y femenina. Sus afiliados no eran muchos, y su disciplina y centralización eran severos.

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Al año de subir al poder anunció Perón un Plan Quinquenal cuyos objetivos consistían en promover la independencia económica fomentando la industrialización, y elevar el poder y prestigio del país. La independencia económica, sin asustar a los inversionistas y socios, se quiso lograr mediante la nacionalización de los ferrocarriles, líneas fluviales de transportes y servicios públicos. En efecto, el gobierno compró los ferrocarriles, las compañías de teléfonos, de gas, los tranvías de Buenos Aires y varias instalaciones portuarias. La mayor parte de los ferrocarriles eran de propiedad británica, estaban en muy mal estado y el negocio como tal se hallaba en plena bancarrota. Se pagó al contado una buena cantidad por ellos, agotando unas reservas de divisas que habría sido mejor emplear en el programa de construcción de carreteras. Seguidamente, y para aumentar el mal, se saturaron de funcionarios peronistas tales servicios, y la Compañía de Ferrocarriles pasó a ser ejemplo de abandono e ineficacia. Para la industrialización se había creado desde 1946 el Instituto Argentino para el Fomento de la Industria (I. A. F. I.), que monopolizaba la compra de los productos agrícolas y ganaderos de acuerdo con precios fijados por el mismo, los vendía, y compraba productos y maquinaria extranjeros. Los precios, naturalmente, eran bajos, anulando con ello la iniciativa, y las ganancias habidas se despilfarraron. Al matarse el incentivo se dañó a la agricultura de tal manera, que en 1952 la Argentina tenía que importar trigo. Industrialmente se progresó en lo que a artículos de consumo se refiere, pero no se logró una planta siderúrgica, que constituía un gran deseo. Respecto al prestigio internacional, Argentina hizo frente a los Estados Unidos, por así decirlo, y aunque no logró implantar su hegemonía en Suramérica, logró influir en el Paraguay y Bolivia. Al terminar el año 1949 se había logrado, pues, el primer objetivo del Plan Quinquenal y algo de los otros. Internamente, y desde el punto de vista político, Perón había dominado la prensa, la radio, la organización del trabajo y la oposición. A los trabajadores se les atrajo junto con sus líderes mediante el aumento de salarios y la concesión de puestos en la C. G. T. (Confederación General del Trabajo), en los ferrocarriles o en el Partido. Asimismo se atrajo a una parte de los militares concediéndoles aumentos de sueldos, puestos en empresas estatales o mixtas y licencias de exportación. Se procuraba que todo el mundo estuviese en deuda con el régimen por los beneficios recibidos. La Corte Suprema y las Cortes del interior fueron expurgadas, así como las Universidades, que se «renovaron» y quedaron privadas de su autonomía. Mediante la Fundación Eva Perón se alzaron hospitales, campos de juegos y escuelas. Estos beneficios, igual que la concesión del voto a la mujer, producían gran impacto en la masa, un tanto huérfana hasta entonces de la atención gubernamental. Finalmente, dos cambios institucionales reforzaron la posición del régimen: la fundación del Partido Peronista y la

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reforma de la Constitución (1949). Por esta reforma se permitió la reelección, se legisló que la elección del presidente y el vicepresidente serían directas y mediante voto popular, se insertó el programa social del peronismo, se controló la economía por el gobierno, y se declararon propiedad del Estado todos los minerales y casi todas las fuentes naturales de riqueza.Con un partido, con una Constitución que permitía la reelección, con una declaración de independencia económica hecha en 1947 y con la formulación en 1949 de la doctrina justicialista y de la «tercera posición», Perón se encontraba sólidamente asentado. La independencia económica, gran caballo de batalla, se aspiraba obtenerla respecto a los poderes capitalistas extranjeros y respecto a los del país ligados a ellos. En cuanto a la «tercera posición», antecedente de la actitud de los países «no alineados», pretendía que el país no se comprometiese con ninguna potencia, desarrollase una política intermedia entre el totalitarismo y el capitalismo, y realizase la justicia social en el país (justicialismo). Con el tiempo hubo confusión entre peronismo y justicialismo, o se añadió al peronismo el calificativo de «justicialista».Su caldo de cultivo fue el desamparo social y cultural que sufrían las masas argentinas, correspondiendo al coronel Juan Domingo Perón -hombre carismático-darle vida a esta forma de autoritarismo basada en el poder de las masas, sin analogía con otros totalitarismos. Sus miembros fueron hombres de clase obrera, campesinos, «desclasados», y grupos de «cuello duro» pertenecientes al sector proletario o a los sectores medios proletarizados. Careció de doctrina definida; ésta se fue elaborando tras alcanzar el poder. El peronismo se mostró enemigo del liberalismo y del socialismo, partidario del sindicalismo corporativo y opuesto a la dictadura del proletariado, a la que opuso la dictadura nacional, identificando Estado con Nación. Su doctrina, enunciada en verdades, manifestaba que la verdadera democracia es aquella en la que el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende sólo el interés del pueblo, buscando el equilibrio entre el individuo y la sociedad. Para mantenerse en el poder contó con el apoyo del ejército, los obreros y la Iglesia católica. Tuvo analogías sobre todo con el fascismo y el bonapartismo. Como el fascismo, aparte de similitudes externas, el peronismo hizo preceder la acción a la doctrina, negó el socialismo y el liberalismo, repudió la lucha de clases y fomentó el corporativismo; como el bonapartismo, fue una dictadura personal conferida por las masas de acuerdo con las normas constitucionalesA partir de 1950 el peronismo marchó hacia el desastre, afectado por la mala administración y la mala suerte. En ese año se inició una depresión económica; al siguiente ocurrió una huelga y una revuelta militar; en 1952 murió Eva Duarte; un año después se inicia una política económica sana, cortando el chorro de dádivas a los descamisados y acercándose a los Estados Unidos; pero esto debilitó el fervor popular. En 1954 los ataques a la Iglesia católica, y en 1955 las concesiones hechas a la Standard Oil

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Company, de California, acabaron de colmar el vaso, que rebosó. Una revuelta militar, ayudada por civiles, liquidó al régimen en septiembre de 1955. La depresión económica iniciada en 1950 y la debilidad frente a la oposición fueron los principales factores del derrocamiento. ¿Qué había pasado? La vida económica argentina se resentía del hundimiento de las exportaciones, las sequías, la reducción de las cosechas de granos, la falta de una reforma agraria, la ausencia de materias primas y piezas de recambio para las maquinarias, la escasez de Energía eléctrica, el mal estado de los trenes, el descuido de las carreteras y la disminución de la producción petrolera. Con los tiempos malos aparecieron los fermentos políticos y el crecimiento de la oposición. Los dos pilares del régimen, militares y obreros, pusieron en entredicho su lealtad con una huelga y una revuelta que Perón afrontó deshaciendo la huelga y asumiendo el mando total de las fuerzas armadas. El Congreso le otorgó máximos poderes para retirar y ascender militares, se declaró el «estado de guerra interno» y se fijó la pena de muerte para los rebeldes. El régimen se endurecía y mostraba tendencia a dominar todos los aspectos de la vida argentina. La ausencia total de vida democrática quedó demostrada en las elecciones de 1951, ganadas mediante el acoso y el veto a la oposición. Para ella se había intentado presentar como vicepresidente a Eva Duarte de Perón, pero el ejército mostró su descontento y luego se rebeló en parte, sin éxito. Pero se había logrado la renuncia de Eva Duarte de Perón. En 1952 avanzó el proceso de peronización y siguió al año su desarrollo a costa de la Iglesia y de la Universidad. En cuanto a la Universidad, fue intervenida, con la supresión de la autonomía, que permitía la libre elección de cargos, y con una ley que señalaba la enseñanza de la doctrina justicialista. Con la Iglesia se chocó ya en 1952, a raíz de la muerte de la esposa del presidente, que se intentó canonizarla; pero no fue hasta 1954 cuando las diferencias se tornaron críticas. La Iglesia católica fue acusada de intentar formar un partido político (Demócrata Cristiano) y de intervenir en los asuntos laborales. Paralelamente el gobierno fue dando una serie de medidas que limitaba el poder e influencia de la Iglesia. Así, se nombraron «consejeros espirituales» seglares para orientar sobre la doctrina justicialista; se privó a los obispos del derecho de nombrar catequistas para las escuelas; se suspendió y abrogó la ley que hacía obligatoria la enseñanza religiosa ; se presentó un proyecto de ley para privar a la Iglesia de la exención de impuestos; se clausuraron editoriales y emisoras de radio católicas; se expulsó a seglares y sacerdotes católicos; se prohibió a la prensa dar noticias sobre los servicios religiosos; se prohibió a los bancos conceder créditos a instituciones católicas; y se suprimieron los crucifijos en las oficinas públicas. Con la Iglesia amordazada, por así decirlo, y dominando por completo a la radio y la televisión, el próximo paso se encaminaba a lograr el dominio

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mental del ejército. Para ello se le pidió juramento de lealtad a la «doctrina nacional» y se le exigió que recibiera instrucción sobre tal doctrina. Amenazadas las fuerzas armadas por esto y por la posible entrega de armas a los obreros, optaron por rebelarse para impedirlo y evitar que se les arrebatase totalmente el poder político que habían ganado en 1943. Nadie se explica por qué Perón, ante el aumento de la oposición y entibiamiento de sus seguidores, persistió en su campaña totalitaria y anticatólica. Tal vez fuera para desviar, según indicamos, la atención pública de la crisis económica y del contrato que iba a firmar, con la Standard. El contrato significaba un aumento de la producción petrolera argentina, la solución al déficit que ofrecía la balanza de pagos, la obtención de un préstamo por parte del Export-lmport Bank que permitiría construir la tan anhelada planta siderúrgica. Por lo menos así se veía desde el lado peronista; pero sus mismos seguidores lo consideraban como una hipoteca de la independencia económica, como una traición y una entrega al imperialismo yanqui. Tal vez, para desviar la atención y las críticas, intensificó el mandatario la campaña anticatólica, que hizo crisis en junio de 1955, al expulsar Perón a dos prelados. El presidente y todo su gobierno fueron excomulgados por el papa. Casi a la par surgía la segunda revuelta militar, que fracasó, pero que afectó a Perón, ya que dudó si retirarse o no, y dotó de cierta indecisión a su gestión futura. El presidente renunció a su política anticatólica, se mostró conciliatorio, dimitió de la presidencia del Partido Peronista y prometió una rápida vuelta a la constitucionalidad. La oposición pidió realidades, no palabras. Temiendo una nueva revuelta militar que le habían anunciado, acentuó el ataque a la oposición. El 16 de septiembre un tercer alzamiento militar, iniciado en el interior, derribó a Perón, que no se atrevió a usar de sus descamisados ni de buena parte del ejército que le era todavía fiel. Los militares alzados respondían políticamente a diversas tendencias, y algunos, como Lonardi, habían sido grandes colaboradores de Perón. Otros eran demócratas conservadores, como Pedro Aramburu, o demócratas liberales, como Isaac Rojas. Estos dos se unieron al grupo formado por Lonardi y Mario Amadeo, nacionalista católico, al que echaron por la borda a las seis semanas. La oposición no contó con la ayuda de la masa obrera, pese a su enfriamiento peronista, sino con el de los sectores medios de la clase superior. El gobierno provisional constituido a la caída de Perón lo presidió Eduardo Lonardi, retirado del servicio activo por el mandatario caído y que tornaba con otros compañeros igualmente separados de sus funciones. Quienes eran retirados ahora eran los militares peronistas. Ayudado por un Consejo Nacional Consultivo de Civiles, Lonardi se empeñó en que no hubiera ni vencedores ni vencidos, en lograr la reconciliación nacional. Pronto se le criticó su moderación o benignidad en la "desperonización" y se le acusó de favoritismo hacia los elementos católicos en el gobierno. En el ejército habían aparecido diversas corrientes

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a la caída de Perón, y Lonardi representaba no sólo la moderación, sino también el deseo de reintegrar el movimiento obrero al sistema político. Pero, por otro lado, el general Pedro Eugenio Aramburu, rodeado de un poderoso núcleo de masones enemigos del grupo católico de Lonardi, propugnaba una rápida y radical purga de peronistas entre civiles y militares. Aramburu pasó a presidir la Junta militar que en noviembre de 1955 sucedió a Lonardi, derrocado por la oficialidad joven. Entre los partidarios antiperonistas de Aramburu surgió el grupo de los «gorilas» (infantería, ingeniería), que pretendían gobernar duramente en tanto el país no quedara desembarazado totalmente de peronistas. Por eso el mandato de Aramburu, de intensa actividad antiperonista, fue testigo de hondas tensiones y luchas entre las fuerzas armadas. La marina adquiría una influencia política que no tenía antes, y la aviación ganó prestigio. La oposición de los partidarios de Lonardi, de los nacionalistas católicos y de los mismos descamisados no cesaba, y se expresaba en huelgas y sabotajes. Aramburu, sin contemplaciones, desperonizaba, purgaba a las fuerzas armadas, intervenía a la C. G. T., fusiló cuando fue preciso, restableció la Constitución de 1853 y llevó al país a las elecciones que dieron el triunfo a Arturo Frondizi. Lonardi con su reconciliación nacional y Aramburu con su desperonización fueron la bisagra entre Perón y Frondizi. Sin embargo, Frondizi le iba a deber la elección a Perón, enemigo suyo. En 1957 el Partido Radical se había dividido en Radical Intransigente, capitaneado por Frondizi, y Radical Popular, o del Pueblo. Cada uno contaba con una cuarta parte de los votos, por lo que quien desease triunfar tenía que atraerse los votos de los peronistas. Esto fue lo que hizo Frondizi, que dispuso también del apoyo comunista.Al ganar las elecciones y subir a la presidencia, Frondizi se encontraba con un grupo peronista tan grande como su Partido Radical Intransigente; con la hostilidad de las derechas, de los moderados y del ejército por su campaña demagógica, y con la oposición del Partido Radical Popular, o del Pueblo, que le acusaba de traidor y de haber dividido al Partido Radical impulsado por sus ambiciones personales. Sobre esta triple actitud se fraguó el gobierno y el fracaso de Frondizi. Al tomar posesión del cargo, Frondizi hizo especial hincapié en la política exterior, manifestando que eran precisas la identificación con los demás países hispanoamericanos, la permanencia en la O. E. A., la autodeterminación y soberanía, la necesidad de ventilar en la O. N. U. los conflictos internacionales, y la urgencia de impulsar la prosperidad de Hispanoamérica hasta convertirla en una potente comunidad de naciones. Siguiendo estas directrices, viajó mucho por el extranjero, buscó las inversiones privadas, quiso proteger a su país y a Hispanoamérica del Mercado Común Europeo, estableció estrechas relaciones con los Estados Unidos, pues creía que sin su ayuda no podría fomentar el desarrollo económico de su país, y formó la Asociación Latinoamericana del Libre

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Comercio con todos sus vecinos, el Perú y México. Tres medidas tomadas en el primer año de su gobierno afectaron al régimen: los contratos con compañías norteamericanas y europeas para la explotación de los yacimientos petrolíferos argentinos; el reconocimiento de los títulos expedidos por instituciones universitarias privadas, y el Plan de ESTABILIZACIÓN, que tropezó con la oposición de los nacionalistas y de los obreros, convencidos éstos de que sobre sus hombros recaería el mayor peso de la austeridad. Las masas no veían bien a la empresa privada ni al capitalismo, y deseaban aumentar sus conquistas sociales. Estas masas eran las que le habían dado el triunfo. La política económica de Frondizi produjo resentimiento y alejamiento. El grupo obrero del Partido Radical Intransigente se distanció, y los peronistas siguieron órdenes de Perón, de manera que en los sufragios de 1960, al votar en blanco, infligieron una derrota a Frondizi, que sólo obtuvo una cuarta parte del total. Frondizi quedaba presidiendo una minoría. Otro resultado de su política fue la intensificación de las huelgas y de los sabotajes, atribuidos al comunismo, castrismo y peronismo, y que no eran sino síntomas del hondo descontento reinante entre las masas. Pero fue entre los militares donde se produjo la reacción más fuerte y se cavó la tumba política de Frondizi. La crisis final vino dada por el caso de Rogelio Frigerio, la conferencia de Punta del Este y las elecciones de 1962. Frondizi venía haciendo equilibrios entre las fuerzas armadas y el peronismo; el movimiento obrero y el sector de la izquierda le interesaban, pero no podía volcarse o vincularse demasiado a ellos si no quería originar un movimiento militar. Los militares habían acusado al presidente más de una vez de llevar el país hacia el comunismo. También le acusaron de mantener el gerifalte peronista Frigerio como funcionario, por lo que Frondizi tuvo que destituirlo, aunque luego lo acogió en el círculo privado suyo. El ejército no cejaba y criticaba la infiltración comunista, el fracaso de las medidas estabilizadoras, la actitud en la conferencia de Punta del Este, en la que la Argentina no votó contra Cuba. Era un problema político el que hacía chocar a la residencia con el ejército. Desde 1958 el presidente venía haciendo esfuerzos, cediendo, haciendo concesiones, para conservar el equilibrio entre militares y obreros y Para mantenerse en el poder. Oyó las reclamaciones de los militares, a los que subió el sueldo y concedió equipos nuevos; por otro lado toleró que los peronistas controlasen los sindicatos y les prometió derechos políticos. El drama tuvo su desenlace en 1962: el 29 de marzo las tropas tomaron la Casa Rosada, arrestaron al presidente y lo confinaron en la isla de Martín García. Las razones de este golpe de Estado militar parecen estar en el triunfo peronista (35 por 100 del total) en las elecciones del 13 de marzo. En diez de las catorce gobernaciones habían ganado los peronistas, éxito que el ejército no estaba dispuesto a aceptar. Frondizi había creído que los peronistas votarían por el Partido Radical Intransigente -el partido de

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Frondizi-, pero se equivocó. Este error le costó el cargo. Terminaba una presidencia que había desilusionado porque el Frondizi autor de Petróleo y política (interpretación marxista-leninista de la historia argentina) , el Frondizi triunfador gracias ala unión de comunistas, peronistas, católicos, nacionalistas, conservadores y radicales de izquierda que le votaron, el Frondizi antiimperialista no era el mismo que luego redujo su antiimperialismo a enfáticas declaraciones, que optó por no innovar, que redujo su programa integracionista aun retorno del peronismo, que manifestaba no existían excedentes agropecuarios para exportar, que abandonaba su tesis sobre las inversiones extranjeras, base de su prestigio.La presidencia recayó provisionalmente en José María Guido, que tuvo que hacer frente a algunas sublevaciones militares con el apoyo de quienes le seguían siendo fieles. Éstos fueron los que exigieron a Guido la exclusión de los peronistas de las elecciones, celebradas el 7 de julio de 1963, que dieron el triunfo a Arturo Illía, líder de la Unión Radical del Pueblo, que algunos saludaron como el símbolo de la vuelta a los «resortes normales del régimen republicano, representativo y federal». El gobierno de Illía dio la sensación de lograr la reconciliación de los argentinos. Se estableció una corriente favorable hacia los peronistas, indicándose que los exiliados podían volver, incluso el mismo Perón. Con Guido los militares habían obligado al presidente a excluir de las elecciones a los peronistas, e incluso se prohibió por decreto el uso de las palabras «Perón» y «peronismo». Ante la aparente apertura, el mismo Perón se dirigió a Buenos Aires desde España, pero fue obligado a regresar en Río de Janeiro (diciembre de 1964). No obstante, «el peronismo sin Perón» seguía ganando batallas, y en las elecciones legislativas de 1965 los representantes de la Unión Popular (partido que encubría el peronismo) aumentaron su número en la Cámara de Diputados. Era claro que el gobierno había fracasado en su intento de detener el peronismo; también había fracasado en su política económica. Una vez más volvieron a intervenir los militares. Desde 1955 el papel de las fuerzas armadas venía siendo decisivo. Esta continua intromisión de ellas en la marcha política del país ha dado lugar a diversas interpretaciones o tesis sobre su papel institucional. Para unos, los civilistas, las fuerzas armadas deben limitarse a sus funciones específicas -a sus cuarteles-y abstenerse de intervenir en la vida política; para otros las fuerzas armadas están llamadas a cogobernar con las autoridades constitucionales y tienen pleno derecho para reemplazarlas si no cumplen con su cometido. Finalmente, hay quienes estiman que las fuerzas armadas deben concretarse a su mera actuación específica o profesional en tiempos normales, pero en caso de anormalidad pueden salir de los cuarteles para tomar el poder y entregarlo de inmediato a las autoridades civiles. Los choques habidos entre las diversas posiciones ilustran los acontecimientos que van de 1955 (caída de Perón) a 1966 (subida de Onganía). De 1955 a 1958 los llamados

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«continuistas » representaron dentro de las fuerzas armadas la teoría del cogobierno y, por lo mismo, de la continuidad política de los militares. Éstos fueron los que se resistieron a entregar el poder a Frondizi, y cuando éste lo asumió se convirtieron en «golpistas». Fueron los que de continuo presionaron sobre Frondizi e hicieron lo posible por recuperar el poder perdido en 1958. Un amplio sector de las fuerzas armadas se enfrentó a esta actitud, cuyo vocero principal fue Toranzo Montero, comandante en jefe del ejército de 1959 a 1961. Los que resistían a esta posición eran los civilistas y los partidarios de la tercera teoría o «de reserva». Estos dos grupos aunaron sus esfuerzos, y cuando se produjo la caída de Frondizi, desalojaron del poder al general Poggi, sucesor de Toranzo. Una violenta pugna dividió a las fuerzas armadas entre 1962 y 1963; los azules defendían la actuación profesional; los colorados, herederos de Toranzo, luchaban por imponer su criterio. Triunfaron los azules y se restauró el poder civil con Illía. Desaparecido el grupo dominante entre 1958 y 1962 (los colorados o partidarios del cogobierno), quedaron frente a frente civilistas y defensores del «poder de reserva». Al caer Illía se impusieron los defensores del «poder de reserva», las fuerzas armadas hicieron acto de presencia y se hicieron con el poder, que entregaron, no a un civil, sino aun militar: Juan Carlos Onganía. Éste dijo en su toma de posesión que «el país no retornará a las instituciones democráticas hasta que no se consiga poner en orden la situación económica y social». Su poder se lo había dado una Junta militar integrada por los tres jefes de las fuerzas armadas. Ellos fueron los que redactaron el Acta o Estatuto de la Revolución Argentina, donde hacían constar los motivos, objetivos e instrumentos de la revolución y sentaban la validez del «poder de reserva» al manifestar que las fuerzas armadas, a la vista del panorama nacional, tienen el derecho y el deber de intervenir si los grandes objetivos nacionales están amenazados. Esta doctrina quedó confirmada en el Mensaje al pueblo argentino que los jefes militares difundieron para justificar la decisión «revolucionaria».¿Quién era Juan Carlos Onganía, elevado al cargo de presidente en 1966? Convertido Illía en presidente, era Onganía el comandante en jefe del ejército. N o faltaron pronto los rumores de posibles levantamientos, que fueron permanentemente desmentidos por Onganía, que, efectivamente, se mantuvo en la posición de no chocar con el poder civil. Su postura quedó perfectamente aclarada con el discurso que pronunció en West Point como comandante en jefe. Aproximadamente en octubre de 1965, por haber sido realizado un ascenso dentro del ejército sin ser consultado, y en una actitud sobria y medida, Onganía pidió el relevo, y asumió la comandancia en jefe el general Pascual Pistarini, su segundo. En ese momento la figura de Onganía era prácticamente conocida por todo el pueblo, que llegó casi, diríamos, a creer que sería capaz de terminar con todos los males que aquejaban al país. Paradójicamente, con su relevo surgieron las

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posibilidades de un golpe militar contra el gobierno civil, acusado de negligente e ineficaz. Hasta este momento era Onganía el dique de contención de todas las presiones militares para derrocar al gobierno, y precisamente al ser relevado quedó roto el dique. En junio de 1966, al celebrarse el Día del Ejército, Pascual Pistarini pronunció un discurso en el cual, muy indirectamente, al hablar sobre el contenido de la democracia y el vacío de poder, atacaba al gobierno civil. El 28 de junio del mismo año, las fuerzas armadas depusieron al gobierno civil en un movimiento absolutamente incruento. Los tres comandantes en jefe actuaron de común acuerdo, y eran ellos el contraalmirante Benigno Valera, el teniente general Pascual Pistarini y el brigadier general (de Aeronáutica) Teodoro Álvarez. Dicha Junta de comandantes estableció el Acta o Estatuto de la Revolución Argentina, disolvió los partidos políticos, cambió la Corte Suprema de Justicia, disolvió el Congreso Nacional y las Legislaturas Provinciales, relevó los poderes civiles y luego entregó el mando, como presidente de la nación, a Juan Carlos Onganía, hombre fundamentalmente militar, no muy dotado de condiciones políticas ni intelectuales.En todo el país se abrió una gran esperanza con la asunción del mando por Onganía, hombre de mentalidad conservadora, furibundo anticomunista (bien visto por Washington), liberal en lo económico, poco amigo de las libertades sindicales, defensor de la estabilidad monetaria y del lema «ley y orden». El sistema anterior, con su corrupción política, ineficacia, división total del país en una treintena de partidos políticos en la capital federal y muchos más en el orden provincial, era una cosa repudiada por todo el pueblo, excepto por un grupo minúsculo de políticos profesionales, aunque parte de estos políticos profesionales, los más lúcidos, veían venir el proceso como cosa inevitable. El régimen «revolucionario» de Onganía se caracterizó políticamente por una gran concentración de poder (el legislativo y el ejecutivo estaban en manos del presidente), y los poderes locales que la Constitución, de orientación federal, otorga a las autoridades nacidas de elecciones provinciales, también residían en el gobierno central. Estos rasgos centralistas, sin embargo, no llegaron a dar al sistema la forma de un régimen totalitario o autoritario, pues se mantenía la independencia del poder judicial en el orden nacional y provincial. Igualmente, el poder constituyente que los jefes de las fuerzas armadas encarnaron al redactar el Acta o Estatuto de la Revolución Argentina no pasó al presidente, sino que seguía en estos jefes, únicos capaces de reformar las reglas básicas de la «Revolución». Una de las características claves del régimen, la cual explica la caída de Onganía, es: los jefes de las tres fuerzas armadas tenían atribuciones para designar un nuevo presidente en caso de acefalía, o podían constituirse en un Consejo de Regencia, o podían deponer al mandatario al considerar que las fuerzas armadas eran un «poder de

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reserva», facultadas para provocar la caída presidencial si se diera una situación similar a la que originó el derrumbe de Illia, por ejemplo. Las notas civiles del régimen podemos enumerarlas rápidamente señalando que Onganía encarnaba el poder político, el cual sometía a una dura disciplina a las fuerzas armadas; el régimen debía marchar hacia un sistema constitucional; el presidente escogía libremente sus colaboradores, la mayoría de los cuales eran civiles; no faltaba la presencia de militares (muchos de los gobernadores de provincias) en un deseo de equilibrar influencias entre unas y otras fuerzas. La presencia popular en el gobierno era nula. Las fuerzas armadas, a través de sus jefes, tenían la representación del pueblo, hasta que éste, cuando llegase la restauración democrática «retome» el poder. La «Revolución» quedaba legitimada, no por un consenso popular, sino en función del futuro, exigiendo para ello el sacrificio del pueblo, el cual seria notificado de lo que se hiciese y el cual debía colaborar. Una serie de rasgos contradictorios definía o tipificaba al régimen de Onganía, que algunos consideraron como una autocracia limitada, mixta y transitoria, puesto que su fin confesado era alcanzar alguna forma de institucionalización democrática. Como característica de la administración de Onganía cabe señalar la sistemática crisis, que le afectó más que al régimen constitucional depuesto. Diciembre de 1966, renuncia de todo el gabinete; marzo-abril de 1967, crisis militar; noviembre de 1967, crisis militar que obliga a Onganía a manifestar que la salida de la «Revolución» será política, pero sin aclarar la forma; marzo de 1968, crisis ministerial; junio de 1968; crisis militar; mayo de 1969, ocurre el «Cordobazo»; junio de 1969, renuncia del gabinete; septiembre de 1969, crisis militar…Casi una crisis, de uno u otro tipo, cada trimestre. Onganía dio, sin embargo, la sensación totalmente diferente a otros gobiernos en cuanto estilo, seriedad y falta de demagogia. El país le otorgaba su plena confianza. Las primeras designaciones ministeriales abrieron una enorme expectativa por ser hombres completamente desconocidos, alejados de la vida política, sin gran actuación en la vida pública. Este gabinete duró hasta fines de 1966, en que Onganía lo cambió por otro que, con algunas variaciones pequeñas, se mantuvo hasta mayo de 1969, en que los sucesos universitarios y obreros obligaron al presidente aun reajuste total. Estos sucesos fueron los que hirieron de muerte al régimen. Los hechos más destacables de estos años fueron la intervención armada dentro de la Universidad de Buenos Aires, que desarticuló la parte científica de un grupo numeroso de profesores, que se exiliaron voluntariamente. Este hecho, grave en países en vía de desarrollo, es un fenómeno de toda Hispanoamérica, que en la Argentina se venía acusando antes del arribo de Onganía y posterior intervención de la Universidad. Entre 1950 y 1963 se ausentaron del país hacia los Estados Unidos 863 ingenieros, 774 médicos, 191 químicos, 172 contables, 77

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dentistas, 76 abogados, 48 farmacéuticos, 42 arquitectos y 756 profesores o maestros. El terreno educacional en general no era satisfactorio, puesto que se observaba una disminución del número de escuelas oficiales de niños en edad de participar en ellas (Catamarca) .Esta disminución de escuelas estatales ocasionó un aumento de las particulares, no gratuitas. Aun admitiendo que para la organización y administración educativa se dieron importantes leyes, no parece que el capítulo educación haya sido fundamental objetivo del gobierno. Durante todos estos años mejoró algo la situación económica, se detuvo la inflación, se estabilizaron los precios y se realizaron obras de gran envergadura (presa de El Chocón), y pareció que la Argentina retomaba un ritmo de crecimiento económico aceptable dentro de sus posibilidades. No se puede, sin embargo, olvidar lo sucedido en Tucumán, cuyos ingenios fueron cerrados y destruidos sus edificios con intenciones de acabar con el monocultivo azucarero de la zona y establecer una diversificación. La medida originó escándalos, protestas, traslados de braceros a otras fuentes de trabajo que resultaron no ser tales, y una gran desocupación con la consiguiente miseria y emigración. Debido a las notas negativas de la economía, fue creciendo paulatinamente el descontento por la situación social, que no se resolvía, y cuya problemática quedaba postergada hasta el arreglo total del problema económico. Esto produjo un rápido deterioro del presidente por falta de algunas decisiones en ese campo, hasta que se produjeron gravísimos disturbios en Rosario, y en mayo de 1969 lo que se llamó el «Cordobazo», debido a que fue en Córdoba donde acaecieron los más cruentos actos de violencia, nunca vistos en la Argentina, repetidos luego en Buenos Aires y en Rosario, con atentados, explosiones, manifestaciones y hasta el asesinato político más importante de la Argentina de los últimos tiempos, que fue el de Augusto Timoteo Vandor, un líder gremialista peronista que prestaba su colaboración y su apoyo al gobierno de Onganía. Decretado el estado de urgencia y luego el estado de sitio, se formaron consejos de guerra, que dieron atribuciones especiales al ejército para reprimir todos los atentados contra el orden. El presidente pareció perder la serenidad en ese momento, reconsiderar muchos de sus puntos de vista y adquirir una más clara conciencia de la necesidad de solucionar el problema social hablando de nuevo de los famosos tres tiempos que debían resolverse sucesivamente: el tiempo económico, el tiempo social y el tiempo político. Desde entonces los ataques partieron de los políticos y de los líderes estudiantiles y gremiales, reclamando ya la salida política que tendría el régimen.Discursos posteriores del presidente, sus ministros y comandantes en jefe sirvieron para afirmar que una vez regularizada la situación, se volvería al sistema tradicional de partidos (lo que comenzaba a ser reclamado por la

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gente, pero que desilusionaba todavía al grupo original revolucionario). El estilo del presidente autoritario, el del hombre que escucha poco, parecía que cambiaba en los últimos meses de su mandato. Su figura era inatacable desde el punto de vista moral y personal, lo cual todo el mundo lo comprendía. Daba la sensación de una gran rectitud, incapaz de entrar en componendas o maniobras con cosas que no creyese absolutamente reales y capaces de ser expuestas en público, notas que no podían aplicarse a todas las fuerzas armadas, ya que dentro de sus cuadros se presentaban a menudo resquebrajamientos por declaraciones y actitudes de sus miembros que desentonaban con la línea del presidente. Este «estilo» de Onganía le otorgaba demasiada rigidez para conducir el país y obstaculizaba que sus colaboradores se animaran a tomar a veces decisiones para cambiar radicalmente las cosas; cada uno de los ministros que llegaba al cargo con grandes ideas semejaba que luego se diluía lentamente. Según opinión general, la figura del presidente y su autoridad moral les impedía una libertad de actuación y les inhibía poderosamente. En cuanto a las tensiones políticas, parece que el presidente trató durante el primer tiempo de buscar un equilibrio entre las dos líneas nacionales argentinas: la nacional y la liberal, integrando su gabinete con hombres de las dos posiciones. Así, pareció entregar la economía del país a los liberales, y la parte política a los nacionalistas. Según la opinión general, esto vetó al gobierno de tomar medidas eficaces y rápidas, porque se contrarrestaban las dos líneas entre sí. El cambio de gabinete en mayo de 1969 dio la impresión de que Onganía había terminado con esta posición, volcándose más a los técnicos ya una línea socialcristiana, dado que resultaba obvio que él creía que había llegado el tiempo social. Sin embargo, siguió con su tendencia de buscar gente apolítica y sin pasado político, o con pasado muy tibio de actuación, de muy segunda o tercera línea dentro de algún gobierno. Ninguna figura destacable colaboraba ya con el presidente en cargos públicos.En marzo de 1970 cambió totalmente la tónica al entregar el gobierno de Neuquén a un ex gobernador elegido constitucionalmente, de tendencia peronística (exactamente, neoperonista) al que desalojó la «Revolución Argentina" en 1966. Se le atribuía una apertura política para buscar hombres populares en cada una de las provincias, aun cuando éstos pertenecieran a distintos partidos, y lograr así el consentimiento del pueblo argentino por la suma de consentimientos locales más que por el de la gran opinión nacional. Pero ya entonces el régimen tenía los días contados. En enero de 1970, en el pleno nacional, las «62 organizaciones gremiales», (peronistas) decidieron separarse de la C. G. T., después de fracasar los intentos para lograr la unificación. La C. G. T. estaba totalmente frente al sistema, y se proponía alcanzar el poder en tres etapas, con el apoyo de los trabajadores y de la burguesía, explotados arribos, convirtiendo luego el Estado en instrumento revolucionario y realizando finalmente la revolución

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justicialista. En abril hubo una huelga general declarada por la C. G. T. y las «62 organizaciones gremiales», como protesta por la política económica del gobierno, que no aceptaba las peticiones de los trabajadores y había congelado los salarios. Al poco tiempo ocurría el secuestro del ex presidente Aramburu, enemigo declarado de Onganía, que mantuvo al país en vilo hasta que, finalmente, ya caído Onganía, se comprobó el asesinato del secuestrado. Se trataba de un secuestro más entre .los ya practicados (cónsul del Paraguay, diplomático ruso) .Estos hechos, achacados a diversas agrupaciones (Montoneros, F. A. R. O., o Frente Argentino Revolucionario Oriental, etc.), produjeron cierto disgusto en las fuerzas armadas, que no deseaban que se les achacase la falta de autoridad ni las duras represiones habidas. La situación era difícil, el país se encontraba metido en un callejón sin salida, debido a la política económica, ala situación universitaria, al papel de las fuerzas armadas, ala actuación de agrupaciones terroristas, a la división del sindicalismo. Onganía, que había dicho: «la era de los golpes y los plantes ha concluido y no volverá», al parecer había olvidado el origen de su poder. Los mismos militares que desde su cuarto de banderas le llevaron a la presidencia se encargaron de deponerlo en junio de 1970. Para ello se alegó que existía desacuerdo entre las directrices de la Casa Rosada –presidente- y sus propios puntos de vista (los de las fuerzas armadas) sobre la «Revolución». El secuestro de Aramburu, que poco antes había preconizado que se celebrarían elecciones libres para entregar el poder a quienquiera que ganase, cerró el compás de espera y lanzó a las fuerzas armadas a una nueva intervención, recordando al presidente caído que su poder había emanado de una Junta. Todos los ministros, salvo dos, rehusaron colaborar con los «golpistas», frustrando el deseo de la Junta de sólo efectuar el cambio de jefe de gobierno. Antes de que el nuevo presidente y los nuevos ministros tomaran posesión, la Junta declaró que iba a considerar la ley que; prohibía a los militares intervenir directamente en el gobierno y que las fuerzas armadas tenían la intención de compartir el poder legislativo con el nuevo presidente. Por ello se modificó el artículo 50 del Acta o Estatuto de la Revolución, que quedó redactado de la siguiente forma: «Las leyes y decretos de significativo trascendencia para los fines de la revolución Argentina requerirán el acuerdo de la Junta de comandantes en jefe.El pueblo no vio bien esta nueva actuación política de los militares, considerando que el golpe de Estado era un problema del régimen, no del pueblo. Reasumido, pues, el poder por la Junta militar, e invitado Onganía a hacer entrega del mismo (quedaba claro que era un mero «designado» por la Junta), hubo un intento de resistencia por parte de aquél, sin consecuencias, ya los diez días tomaba posesión de la presidencia Roberto Marcelo Levingston, agregado militar en Washington y representante de la Argentina ante la Junta Interamericana de Defensa. El nuevo general presidente, intelectual, en su primer mensaje al país manifestó que «como

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presidente de la nación, tengo la total y exclusiva responsabilidad de los actos ejecutivos. Este poder no lo comparto; lo ejerzo en su plenitud si surge de las condiciones bajo las cuales acepté el cargo... ; yo no he hecho el gran sacrificio de retirarme del ejército... para ocupar un cargo que, si fuera limitado, significaría un menoscabo para la dignidad de la alta función que ejerzo, para el uniforme que visto y para mi propia persona» Asimismo prometió desarrollar una política que permitiera al pueblo ejercer sus derechos políticos, pero antes había que «afianzar las bases de los objetivos revolucionarios de 1966».No tuvo tiempo para ello. En marzo de 1971 era derrocado Roberto Marcelo Levingston y sustituido por un triunvirato militar que asumió el poder «en nombre de la alta representación que ostenta». La caída de Levingston venía determinada por su orden de destitución del general Alejandro Lanusse, acusado de no haber tomado las medidas oportunas a raíz de los graves sucesos ocurridos en la ciudad de Córdoba en enero de 1971. Los nuevos mandatarios manifestaron su propósito de gobernar hasta alcanzar los objetivos revolucionarios. El nuevo gobierno declaró que -«se propone asegurar de la forma más rígida el cumplimiento de los objetivos de la Revolución Argentina, especialmente la obtención de la solución política que permita desembocar en una democracia representativa, eficiente y estable». El efímero mando de Levingston no fue sino un episodio más de la penosa marcha política Argentina, donde un ejército conservador se empeñaba en ignorar la existencia del peronismo. A este dilema político se unía la grave crisis económica, el terrorismo, la falta de estabilidad social, la carencia de una política de carácter nacional, el ejemplo de países vecinos... «Ni golpe ni elección: Revolución», era la consigna de algunos grupos. Consigna muy elocuente y que expresaba el sentimiento de unos pocos, que podía ser a la larga el de unos muchos que, dueños de una conciencia de contenido nacional, se plasmase en un movimiento político capaz de disputar el mando a los militares conservadores. Éstos, designado ya Lanusse presidente, reconocieron la fuerza y vigencia del peronismo, con el que entraron en tratos para la preparación de las elecciones a celebrar en 1973.

MARÍA LAURA BORRO

PROGRESO Y EXPANSIÓN ECONÓMICA. EL MODELO AGROPECUARIO EXPORTADOR

INTRODUCCIÓNLa Segunda Revolución Industrial contribuyó a afianzar la división internacional del trabajo. Así de mantuvo la división tácita del mundo en áreas productoras de manufacturas y áreas productoras de materia prima.

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Hacia fines del siglo XIX, dos países se preparaban para cuestionar este sistema: Estados Unidos y Japón. Ambos aceleraron o iniciaron sus respectivos procesos de industrialización con características propias.Las viejas potencias, Gran Bretaña y Francia, no estaban demasiados alertas a este proceso, les preocupaba mucho más la situación de Europa. En desafío afectaba su conexión con el Imperio Otomano, dueño de casi todo el Medio Oriente Productor de petróleo, insumo estratégico para las industrias.En el mundo se presentaban modelos económicos alternativos al de la vieja Europa.

EL MODELO AGROPECUARIO EXPORTADOREn la Argentina se discutía acerca del modelo económico de crecimiento a adoptar. La opción de no industrializarse suponía una complementación muy estrecha con Europa ya que implicaba la incorporación masiva de productos para abastecer el mercado interno. El modelo económico acentuaba la integración del país a la división internacional del trabajo: la Argentina vendía materias primas a Europa a cambio de manufacturas y de capitales. Cabe señalar dos características de este esquema: privilegiaban la producción de la pampa húmeda, sin asignar un espacio a las demás regiones del país. Esto llevó al crecimiento desigual y a la concentración de riquezas en del litoral. En ese momento y en esas circunstancias el modelo fue exitoso.

DEBILIDADES DEL MODELO.La situación se fue haciendo más compleja ante la vulnerabilidad del modelo de crecimiento, debido a diversos factores: 1-Europa fijaba el precio de las manufacturas, el precio del dinero al que colocaba el capital y e precio de las materias primas. El país no tenía control sobre ninguna de las variables de las que dependía su crecimiento. Aumentaba el precio de las manufacturas y la tasa de interés y disminuía el precio de las materias primas.En 1880-1916 en la Argentina hubo dos grandes crisis: la de 1890 y la de 1913-17. Se produjeron también crisis menores como la de 1885 y 1907.2-El aumento progresivo de los precios de las manufacturas y la baja paralela de los precios de las materias primas abrió, con el tiempo una brecha que afectó las posibilidades de crecimiento de los países dedicados a la producción primaria.3-El escaso número de bienes que el país podía ofrecer en el mercado internacional hizo que su prosperidad dependiera de unos pocos productos (carnes, cereales y lanas).

OTRAS ALTERNATIVAS DEL CRECIMIENTO ECONÓMICO

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Las alternativas exploradas en la segunda mitad del siglo XIX por países no europeos fueron:La complementación hacia adentro. La complementación con áreas con las que no se estaba previamente vinculada. Estados Unidos y Japón buscaron en la industrialización la manera de limitar en impacto de una economía tan poderosa como la del Viejo Mundo.

TRANSFORMACIONES DEL SISTEMA PRODUCTIVOLa transformación del sistema productivo fue notable en este período: Argentina pasó a ser agroganadero y comenzó en auge de la industria de la alimentación.1880 marcó un punto de inflexión en la economía. El campo se convirtió en una empresa en la cual convenía invertir cierto capital: alambrados, molinos de viento, nuevas pasturas como la alfalfa, mejoramiento de las razas locales con cruzas con sementales importados o reemplazados por otras razas. La costumbre de rotar los sembrados y los potreros dedicados a la agricultura y la ganadería, mejoró las tierras.Los mejores pastos de la Pampa Húmeda se reservaron para invernada y las áreas marginales se destinaron a la cría.La gran cantidad de tierras permitió que la actividad agropecuaria fuera extensiva.

GANADO OVINO Y GANADO BOVINOEn los primeros tiempos del frigorífico, las ovejas desplazaron el ganado bovino. Debido a que un animal más pequeño se congelaba más rápido que uno grande, los bovinos volvieron a predominar en la Pampa y las ovejas en el Paraguay.La carne congelada desplazó a la lana del primer puesto en las exportaciones. La industria de la carne incorporaba adelantos. Los grandes frigoríficos norteamericanos e ingleses, se desarrollaron a la par de los nacionales más pequeños.

TRANSPORTE Y COMUNICACIÓNLa disminución del precio de los fletes ferroviarios y fletes oceánicos, debido al uso del barco de vapor, contribuyeron a acentuar la perspectiva atlántica del país y la complementación con Europa.

PROGRESO Y FERROCARRILESEn ferrocarril fue sinónimo de progreso. Se confió la integración geográfica del país al tendido de líneas férreas; donde llegaba el tren, llegaban el progreso y la prosperidad.El gobierno nacional buscó atraer inversiones en esa área, otorgó franquicias impositivas y concesiones de tierras. El gobierno pagaba la garantía por adelantado a las empresas. El beneficio financiero era obvio

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ya que disponían del dinero antes de haberlo ganado y no asumía el riesgo empresario.En 1907, Emilio Mitre impulsó la ley por la cual se suspendía la garantía de rentas.Entre 1890 y 1913 en transporte mercancía por ferrocarril aumentó de 5 millones toneladas a 42 millones y los ingresos de los ferrocarriles pasaron de 8 a 52 millones de pesos en oro.

COMERCIO Y FINANZASEl comercio de exportación era manejado por unas pocas compañías. Los acopiadores fijaban los precios de compra de los cereales a los pequeños y medianos productores. Los frigoríficos ingleses y norteamericanos establecieron los precios de las carnes del mismo modo.La expansión del comercio posibilitó la transformación del país. Las importaciones llegaron a montos sin precedentes.

PATRÓN ORO Y UNIDAD MONETARIAEn el comercio internacional regía el patrón oro (hoy en dólares) y que la emisión de moneda estaba condicionada a la cantidad de oro que cada país tenía como reserva (hoy divisa).El sistema monetario era caótico: coexistía y se intercambiaban monedas inglesas, chilenas, bolivianas.Se iniciaron varios intentos para mejorar el sistema, hasta que las leyes de 1881 y 1883 dispusieron mantener el peso en plata, crear el peso oro y poner en circulación el peso billete con respaldo metálico. Establecieron, también, que la emisión quedaría a cargo de bancos especialmente utilizados al efecto: Banco Nacional, Banco de la Provincia de Buenos Aires, Banco de Santa Fe, Provincia de Córdoba y Otero y Cía.También se dispuso la convertibilidad des peso nacional en oro, lo que significa que la autoridad monetaria se comprometía a dar en oro lo equivalente a cada billete. La convertibilidad debió ser suspendida en 1885 debido a la crisis de ese año.

BANCOS EXTRANJEROS Y NACIONALESEl sistema financiero alcanzó su pleno funcionamiento. Importantes bancos extranjeros abrieron filiales en Buenos Aires: Banco de Italia y Río de la Plata (1872), de Londres y América del Sur –el mas importante, ya que Londres era en centro de las financias mundiales.En el área estatal, el Banco Nacional fue reemplazado por en Banco de la Nación Argentina (1891). Esta, funcionó como banco del Estado, regulando la economía y el crédito.El Banco Hipotecario Nacional fomento y respaldo el ahorro de sus clientes, pidiendo garantías hipotecarias sobres bienes inmuebles a quienes solicitaban préstamos. En caso de falta de pago, el banco se quedaba con la propiedad y la remataba.

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Los bancos provinciales se reorganizaron después de la crisis de 1890.

INVERSIÓN Y CONSUMOEl capital extranjero tuvo un lugar prominente en el esquema económico de este período. La tendencia al consumo por sobre la producción de bienes empezó a ser un dato importante en la economía del país, como así también el dinero que iba afuera por remesas al exterior y gasto de turismo.

CRISIS Y EXPANSIÓN DE LA ECONOMÍA EN LA ARGENTINALas crisis fueron recurrentes en la historia económica argentina (1885, 1890, 1913 a 1917). Diversos factores fueron los que incidían:Planificación insuficiente de las inversiones y los gastos. Las grandes obras que encaró la generación del 80 se emprendieron en forma masiva y en un lapso breve, no en forma escalonada. Esto no dio tiempo a que las inversiones fueran dando rentas.La propensión al gasto por sobre la inversión, aún a costa de endeudamiento externo. La presencia de grupos de presión que no tomaban como dato el perjuicio que podía causar a otros sectores, al país en su conjunto o a su propio grupo en un largo plazo. La creencia común en gobernantes y gobernados de que el manejo del Estado era de exclusiva incumbencia de los primeros.

CRISIS DE 1890Cuando Julio A. Roca dejó la presidencia en 1886, la administración pública contaba con instrumentos importantes para organizar la economía. En 1886, Miguel Juárez Celman asumió la presidencia, dispuesto a lanzar al país al progreso y la modernización.Para cumplir con tales objetivos, atrajo a los inversionistas extranjeros y los ferrocarriles se extendieron. Paralelamente se extendió el crédito y el consumo de bienes suntuarios aumentó en forma desproporcionada. Las importaciones de bienes de consumo ascendieron. Las especulaciones con las tierras y en la Bolsa llegaron a extremos nunca vistos. Los negociados y la corrupción en el gobierno también.Cualquier cosa se compraba y se vendía por el doble de su valor. Hubo una emisión indiscriminada de billetes sin respaldo. Todo esto provocó inflación. El sector financiero se sobredimensionó con respecto al aparato productivo que era su base real.

INFLACIÓN Y PRECIO DEL OROLa depreciación del peso y la suba del oro (inflación) llevaron a que el precio del oro aumentara como consecuencia de la Revolución del Parque.La inflación beneficiaba a quienes obtenía sus ingresos en oro, ya que canjeaban en oro obtenido por una cantidad en pesos cada vez mayor.

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Compraban, cancelaban préstamos, pagaban impuestos y sueldos. En cambio, la inflación perjudicaba a quienes recibían sus ingresos en papel moneda.En 1889 los obreros del ferrocarril Rosario-Buenos Aires hicieron una huelga pidiendo que sus salarios siguieran la prima del oro y lograron cobrar la mitad de su sueldo en ese metal.

PRÉSTAMOS Y COMERCIO EXTERIOREl gobierno debió afrontar el pago de la deuda externa con menores recursos. Cuando la economía esta en expansión el gobierno cobra muchos impuestos.La importación disminuyó significativamente en 1891 por la crisis.Con las exportaciones ingresó menos dinero por la reducción del precio internacional provocado por la crisis europea de 1889. La posibilidad de equilibrar el déficit a través de prestamos, se vio complicada por la dificultad primero y la imposibilidad después de la casa Baring Brothers de Londres de colocar de entre sus ahorristas un préstamo de 4 millones de libra esterlina destinado a financiar un pedido de Buenos Aires para compensar las pérdidas.

CRISIS POLÍTICALa crisis económica llevó a la crisis política. La Revolución del Parque organizada por la Unión Cívica, si bien fracasó en el plano militar, provocó la caída de Juárez Celman y la asunción del vicepresidente Carlos Pellegrini, en agosto de 1890. Pellegrini, llamado "piloto de tormentas" se hizo cargo del gobierno y adoptó con rapidez numerosas medidas. Viajó a Europa donde tuvo la consolidación de la deuda y a refinanció a un plazo mayor, lo cual dio margen al gobierno para instrumentar medidas sin la extrema presión de los pagos inmediatos. Redujo los gastos, disminuyendo los salarios y despidiendo empleados públicos. Obtuvo recursos mediante la venta de empresas públicas como el Ferrocarril Central Norte.El precio de la tierra bajó un 50% entre abril de 1890 y abril de 1899 lo cual llevó a la ruina a mucha gente.La recuperación de esta crisis demandó seis años. La ley de convertibilidad estabilizó el peso en $0.44 oro por cada peso en circulación.Esto, muestra la gran expansión económica y su costo en términos económicos, cabe apuntar un problema de distribución de la propiedad ya que el crecimiento fue desigual en las distintas regiones del país.

CRECIMIENTO DESIGUALMientras la pampa húmeda se transformaba aceleradamente, las regiones del interior del país lo hacían lentamente y bajo sistemas tradicionales de

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producción. Santa Fe, Córdoba y en menor grado Entre Ríos se vieron favorecidas por la extensión del Ferrocarril.En el nordeste argentino, se dedicaron a la producción de yerba mate, algodón y tabaco. También a la explotación forestal del bosque chaqueño, llevándolos a conflictos sociales. Los bosques de quebracho fueron talados en forma indiscriminada para utilizar la madera y extraer su tanino. La sostenida demanda y la ausencia de reposición de la especie llevaron a la casi extinción del quebracho y a la desertificación de amplios territorios.La industria del azúcar hizo prosperar el área tucumana y multiplicó su rendimiento.La zona cuyana quintuplicó las tierras dedicadas al cultivo de la vid entre 1895 y 1910. Numerosas bodegas que se instalaron allí lograron que la producción de la zona superara a la de California t a la de Chile.La minería no ha llegado a desarrollarse en un país que posee 5.000 Km. de cordillera.La importación masiva de manufacturas distribuida eficientemente por los ferrocarriles, terminó con la artesanía local.Resulta interesante el caso de los territorios patagónicos. Por encargo del ministro de Obras Públicas, el ingeniero norteamericano Bailey Willis realizó un exhaustivo estudio del norte de la Patagonia y sus posibilidades de desarrollo. En un informe recomendaba el establecimiento de una ciudad industrial cercana al actual emplazamiento de Bariloche, la realización de represas en ríos cordilleranos para obtener energía eléctrica, el aprovechamiento de las lanas en estancias cercanas para desarrollar la industria textil, y la madera de los bosques para la fabricación del papel. La aplicación del proyecto fue boicoteada en el Congreso y permanece en el olvido hasta hoy.

BUSQUEDA DE ALTERNATIVAS EN EL MODELO DE CRECIMIENTO

INTRODUCCIÓNEn la Argentina, Gran Bretaña puso en evidencia las debilidades de una economía que dependía estrechamente de Europa para su abastecimiento; la sustitución de importaciones y la consecuente industrialización se presentaron entonces como un simple problema de supervivencia.¿La pesadilla de la guerra era un recuerdo del pasado y todo volvía a ser como antes? ¿Era conveniente producir prioritariamente materia prima y abandonar la industrialización comenzada en la emergencia? Si la complementación con Europa se correspondía con la edad de oro de la economía argentina, ¿valía la pena continuar con el proyecto adoptado debido a la presión de las circunstancias?Lo que parecía no ser ya viable era el laissez faire ("dejar hacer"), al menos en el viejo estilo del liberalismo del XIX.

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MODELO PRIMARIO EXPORTADOR Y CRISISLa influencia de la I. G. M. (1914-1918) fue clave en la economía vinculada con Europa. A partir de ella se pueden distinguir dos etapas:

ETAPA 1913-1917Comenzó cuando en Banco de Inglaterra elevó los tipos de cambios para compensar el déficit de su balanza de pagos y frenar la incertidumbre financiera provocada por la guerra de los Balcanes. Los capitales extranjeros depositados en la Argentina volvieron a sus países de origen. En consecuencia se abrió una brecha financiera: el país tuvo que afrontar el pago de la deuda Externa.El problema se acentuó con la pérdida de cosecha en 1913 y1914.La brecha se cerró con la contratación de préstamos a corto plazo en Nueva York, gestión que mostró un giro en las relaciones financieras y políticas de la Argentina. Gran Bretaña empezó a ofrecer posiciones frente a la clara hegemonía norteamericana, lo cual trajo aparejado un problema: "La prosperidad argentina se había basado en una relación casi simbiótica con Gran Bretaña. La asociación había sido factible y lucrativa por el carácter complementario de ambas economías y por la capacidad mundial del Imperio británico. En cambio, con los Estados Unidos la Argentina había mantenido relaciones comerciales poco satisfactorias debido al carácter competitivo de ambas economías y a una historia diplomática conflictiva.En la Pampa húmeda los productores de carne y cereales de primera calidad entraron en crisis, a la par que prosperaron las de las zonas marginales, proveedores de materia prima de menor calidad.La crisis también paralizó la industria de la construcción y la extensión de nuevos ferrocarriles.

ETAPA 1917-1929Un poco antes de finalizar la guerra comenzó la recuperación de la economía argentina. Desde 1917 y hasta la crisis mundial de 1929, el crecimiento fue sostenido. Ello se debió a la introducción de algunas adecuaciones realizadas por el radicalismo: un comienzo de industrialización y el desarrollo de áreas estratégicas, como el petróleo.

DATOS DEL CRECIMIENTOEl PBI es un indicador económico que expresa el crecimiento, decrecimiento o estancamiento de los sectores de la economía de un país: sector primario (materia prima), sector secundario (manufacturas) y sector terciario (servicios).La tasa anual de crecimiento del PBI indicó algunas oscilaciones: 9.8% en 1818-1820 y 6% en 1927-1929. Las exportaciones aumentaron en una tasa media anual del 6.6%.Para 1929, la Argentina era el mayor exportador del mundo en carnes refrigeradas, maíz linaza y avena, y en tercero en trigo y harina.

PRODUCCIÓN Y PROPIEDAD DE LA TIERRA

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La Argentina era un país productor de materia prima. En 1880 y 1916 el crecimiento se produjo por la expansión del área afectada a la producción. En el período radical la causa fue la mecanización del agro que incorporó maquinaria diversa: tractores, trilladoras, etc. Paralelamente disminuyó la tierra destinada a la ganadería.Una característica de la explotación agropecuaria era la pronunciada concentración de la propiedad de la tierra.Los grandes productores se nucleaban en la Sociedad Rural Argentina; en 1926 los pequeños y medianos productores fundaron la Asociación de Cooperativas Agrarias Argentinas.

INDUSTRIALIZACIÓN Y SUSTITUCIÓN DE IMPORTACIONESEl vuelco de la economía de paz a la economía de guerra repercutió en la Argentina. La suspensión de manufacturas tuvo como efecto la falta en el mercado de varios productos, desde botones hasta petróleo, carbón, acero y los repuestos para el funcionamiento de los ferrocarriles.Dadas estas circunstancias, se inició un proyecto de sustitución de importaciones que puso en marcha una modesta industria nacional, disponible al margen de las oscilaciones del mercado externo y creadora de fuente de trabajo.En 1920 se estableció un aumento del 20% en los aranceles aduaneros de las importaciones y una reducción del 5% para la importación de materias primas requeridas por la industria.Se prosiguió la construcción de subterráneos en Buenos Aires. En 1926, se abrió en Córdoba una fábrica de aviones y en 1930 se inauguró un hidropuerto en Retiro, ya que los primeros viajes aéreos de pasajeros se realizaron en hidroaviones.

COMERCIO TRILATERALLa guerra también puso de manifiesto la estrecha dependencia del país con los proveedores. Resultaba beneficiosa la vinculación con Gran Bretaña, ya que no le era igualmente satisfactoria depender de Estados Unidos. En 1914, fue claro que ese país se proponía desplazar a Inglaterra de sus mercados: la guerra económica de capitales de ambos orígenes se traslada también a la Argentina.En efecto, capitales norteamericanos invirtieron en el desarrollo del transporte automotor, que iba aparejado con el de rutas y caminos.

PETRÓLEO: insumo críticoLa vulnerabilidad en el abastecimiento preocupó también al naciente sector nacionalista, sobre todo en insumos estratégicos como el carbón y el petróleo.Yrigoyen y Alvear asignaron gran importancia al tema del petróleo. En 1922, el coronel Enrique Mosconi fu nombrado al frente de la Dirección General de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), que se ocupó de la

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explotación, exploración, refinación y venta de nafta, querosene y otros derivados. El activo de YPF se duplicó entre 1922 y 1925. A fines de 1926 se inauguró en La Plata la primera refinería del país.También creció en sector petrolero privado destacándose la Standard Oil, de origen norteamericano y la Royal Dutch Shell, de capitales británicos y holandeses. Las inversiones norteamericanas en áreas críticas y el respaldo que su gobierno les daba, llevaron a crear desconfianza hacia la intervención de capitales de ese origen en la economía nacional.En 1927, el gobierno comenzó estudios para poner toda la producción a cargo del Estado. Esto culminó con la creación del Instituto Nacional del Petróleo en 1929. Yrigoyen presentó al Congreso el proyecto de ley, pero no fue aprobado.

INTERVENCIÓN DEL ESTADOLos créditos para la industria, la organización de YPF y la creación de una flota mercante en condiciones de independizar al país del transporte extranjero, dieron la pauta de una mayor intervención del estado en la regulación de la economía.Cuatro leyes propiciadas por el ministro de Agricultura de Alvear, marcaron la intervención estatal en la actividad ganadera; la construcción de un frigorífico, la venta del ganado sobre la base de precio del "kilo vivo" y el establecimiento de un precio mínimo para el ganado de exportación y un máximo para la venta local.

SECTOR FINANCIEROLos capitales extranjeros invertidos en el país mostraron la mayor participación norteamericana.La expansión económica moderada llevó a Alvear a reabrir la Caja de Conversión en 1927.

LA GRAN DEPRESIÓNEn déficit comercial de la Argentina con Estados Unidos equivalía al superávit que mantenía con Gran Bretaña, o sea que, el monto pagado por las importaciones norteamericanas equivalía al monto recibido por las exportaciones a Gran Bretaña.El Reino Unido empezó a estudiar la preferencia Imperial, sistema que excluía del sistema británico a los países que no pertenecían al imperio.En toda Hispanoamérica el poder de compra de las exportaciones cayó casi un 50% entre 1928 y 1932. Disminuyeron las exportaciones, lo cual acarreó pérdidas en las rentas del gobierno.El Estado restringió sus gastos, lo que significó desempleo y caída en los ingresos de los empleos, proveedores, contratistas y demás personas vinculadas ocupacionalmente con él. El golpe militar se vio facilitado por el descontento generado en un amplio sector afectado por las medidas de austeridad.

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LA CRISIS DEL MODELO ECONÓMICO TRADICIONAL

INTRODUCCIÓNLa extensión de la crisis económica de 1929-1930 puso en evidencia la apretada red de interrelaciones de la economía mundial. Los países respondieron con un "sálvese quien pueda".El "cualquier precio" incluyó abandonar los preceptos del liberalismo tal cual se lo aplicaba hasta entonces y entrar en el capitalismo reglamentario que puso una mayor intervención del estado en la economía y la industrialización.

CRISIS DE 1930 EN LA ARGENTINAEn la Argentina, la crisis presentó similitudes con las anteriores. Hubo una abrupta caída en los precios de la materia prima. Se paralizó la actividad económica con su secuela de desocupación y miseria, y se suspendieron importaciones, debido a la falta de divisa para pagarla.1930 registró una caída del 34% en los ingresos por exportación y la producción global cayó un 14%. Pero, a diferencia de las crisis anteriores, no se pudo contar con préstamos, refinanciaciones, ni inversiones extranjeras para contrapesar la pérdida.El gobierno adoptó una serie de medidas. Yrigoyen, había suspendido la conversión del peso en oro, para evitar las compras masivas. Se estableció un rígido control de divisas y se encaró una reforma del sistema impositivo.En 1933, el ministro de Hacienda introdujo una serie de innovaciones en las finanzas públicas y dispuso en cobro de impuestos a la renta. Los ingresos del estado pasaron a depender de los impuestos internos, en los que constituyó una revolución fiscal.

CAPITAL INGLES Y NORTEAMERICANOLa década del 30 se caracterizó por la lucha que entablaron capitales y empresas inglesas con sus pares norteamericanos, con el objeto de conquistar o retener los mercados.Entre 1914 y 1918 la producción industrial y agropecuaria norteamericana creció para abastecer a los clientes tradicionales de Gran Bretaña imposibilitada de hacerlo debido a la guerra. Estados Unidos no abandonó ese mercado. Los británicos trataron de recuperar espacio y comenzó así un enfrentamiento económico. Hispanoamérica se convirtió en uno de los principales campos de esa lucha. Después de la Gran Depresión, Estados Unidos tomó decisivamente la delantera.

COMERCIO BILATERAL Y TRIANGULARLa Primera Guerra había iniciado en triangular entre Estados Unidos, Gran Bretaña y la Argentina. La Sociedad Rural propició "comprar a quien nos

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compra", lo que equivalía a fortalecer los vínculos con Inglaterra. Las simpatías de los grandes productores hacia Gran Bretaña afirmaron el intercambio bilateral y acentuaron la desconfianza de Estados Unidos hacia Argentina. En 1932, los pactos de Ottawa aislaron a la Argentina de su principal comprador. La imposibilidad de buscar otros mercados llevó al gobierno a enviar con urgencia una misión comercial a Londres.

PACTO ROCA-RUNCIMAN: el bilateralismoLa misión encabezada por Julio A. Roca, llegó a Londres el 7 de febrero de 1933. El Príncipe, al recibir el mensaje, expuso el problema en estos términos: "Una vigorosa civilización ni puede existir sin una base material segura...", a lo cual el vicepresidente Roca respondió: "La geografía política no siempre logra en nuestros tiempos imponer sus límites territoriales a la actividad económica nacional, la Argentina, por su interdependencia recíproca, es desde el punto de vista económica, una parte del Imperio Británico".El 1° de Mayo de 1933 el Dr. Roca y Sir Walter Runciman firmaron un paco que el senado luego ratificó (Ley 11693).Los principales puntos de la convención y el protocolo sobre intercambio comercial estimulaban:

Gran Bretaña aseguraba a la Argentina la compra de carne equivalente a la adquirida en 1932.

Todo lo que Gran Bretaña pagara por compras a la Argentina, podía volver al país deduciendo un porcentaje para pagos de deuda externa.

La Argentina dispensaría a la empresa británica "un tratamiento que tienda a asegurar el mayor desarrollo económico del país.

El Reino Unido "estará dispuesto a permitir" la participación de hasta un 15% de frigoríficos argentinos.

La Argentina se comprometía a no aumentar los aranceles aduaneros a las mercaderías inglesas. Al caducar el pacto Roca-Runciman en 1936, se suscribió el pacto Eden-Malbrán, que ratificó sus términos. Este nuevo pacto otorgó a los británicos:

La opción de aplicar impuestos extras a las carnes argentinas. El aumento del monto de las remesas de libras esterlinas a Londres,

a cambio de una reducción en los fletes para el trigo. La organización de la Corporación de Transporte que otorgaba un

virtual monopolio, frente a los colectivos que acababan de surgir.

NEGOCIADOS DE LAS CARNESEn 1935-36 estalló un escándalo por el negociado de la carne. La denuncia de corrupción la realizó Lisandro de la Torre. En un informe sostuvo la connivencia del gobierno con los frigoríficos extranjeros y los grandes ganaderos para llevar a cabo una estafa en perjuicio de los pequeños

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productores y del Estado. Los principales frigoríficos mencionados en la maniobra eran: Anglo, Armour, La Blanca y Wilson.La maniobra habría consistido en exportar carne de primera calidad, pagándola a los pequeños y medianos productores como de segunda y haciéndola figurar como tal en los registros aduaneros, para disminuir los impuestos correspondientes.El escándalo culminó cuando el senador electo Bordabehere fue asesinado en el mismo recinto de la Cámara en plena sesión. De la Torre se suicidó poco tiempo después.

DESARROLLO DE LA INDUSTRIA NACIONALLa Argentina tenía desarrollado el sector primario y los intentos de industrializarse habían sido erráticos.La abrupta suspensión de las importaciones por la crisis promovió su sustitución por la industria local. La industria nacional también se vio favorecida por el control de divisa y el bilateralismo.En un primer momento el desarrollo se concentró en el área alimentaria, seguida por la industria textil y las que cubrían el consumo inmediato.El 1944, la industria representaba el 22.8% del PBI y la agricultura y ganadería el 20.1%, o sea que, la industria había sacado ventaja al sector primario. Esto suele considerarse positivo porque los bienes industriales tienen mayor valor agregado que los bienes primarios.La industria local proveyó los bienes de consumo necesarios, pero de manera espontánea e inconexa. Una de las falencias fue la ausencia de una industria de base ya que el desarrollo industrial de un país esta condicionado a ella. Si no hay industria de base, falta un eslabón que debe ser reemplazado por importaciones.

LOS CAMBIOS EN CIFRASEn 1935, el gobierno dispuso realizar un censo nacional de industria. Este aportó datos interesantes: en 1913 había 39.200 establecimientos industriales y en 1935, 40.600. En 1913 trabajaban 383.500 obreros y en 1935, 544.000. Estas cifras no muestran un gran crecimiento.Estos datos evidencian un proceso de mecanización y de concentración de las industrias. Las grandes empresas eran la mayoría y absorbían el 40% de la mano de obra empleada.En ese momento, la industria ocupó mano de obra y generó empleo, riqueza y bienestar.

PETRÓLEO Y SIDERURGIA: insumos críticosInsumos críticos o estratégicos son los que posibilitan el funcionamiento de la industria y las comunicaciones: petróleo, carbón, acero. El tema preocupaba especialmente a los militares. La importancia de contar con ella se puso en manifiesto no bien comenzó la Segunda Guerra.

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En el área petrolera, logró un precario equilibrio entre las presiones inglesas a favor de Shell, las norteamericanas a favor de Stándar Oil y los intereses nacionales a favor de YPF.En 1932 se exceptuó a YPF del pago de aranceles sobre los equilibrios que importaba a cambio de contribuir con un 10% de las ganancias para el tesoro nacional.A partir de 1930 la participación de YPF en el mercado cayó a un tercio del total, pero en 1943, durante la crisis de la Segunda Guerra, creció hasta tener los dos tercios del mercado.

RED VIAL Y FERROVIARIAEn la Argentina, si bien los acuerdos con Gran Bretaña favorecían a los Ferrocarriles y a la Corporación de Transportes en manos inglesas, el transporte automotor, se desarrolló sin pausa. Creció la presencia de Ford en el mercado, y la General Motors presentó sus Chevrolet, mientras Firestone fabricaba cubiertas. Los colectivos se multiplicaban y empezaban a competir con los tranvías.Justo apoyó con entusiasmo el programa de extensión de la red vial. Entre 1934 y1938 se construyeron 7.100 Km. de caminos (rutas nacionales y provinciales). Entre 1939 y 1943 se construyeron 4.200 Km. más permitiendo el acceso a lugares que no llegaba el ferrocarril.

CRECIENTE PODER DEL ESTADOEl gobierno creó entes reguladores: la Junta Reguladora de Granos, la Junta Nacional de Carnes, la Corporación Argentina de Productores de Carne y el Instituto de Vitivinicultura. Su función era estabilizar el mercado. A la vez se protegía a una gran cantidad de pequeños y medianos productores.El Estado intervenía dando créditos para financiar la producción, fijando un precio mínimo y comprando los excedentes, para regular el mercado a través de la oferta y la demanda.

REORGANIZACIÓN FINANCIERAEn 1934, Federico Pinedo creó el Banco Central. Su capital era mixto, integrado por el Estado y por capitales privados. Hasta entonces, el Banco de la Nación Argentina había sido el único instrumento para conducir la economía oficial, regular el crédito e intervenir en el mercado financiero, funciones que pasó a desempeñar el Banco Central.

DEUDA EXTERNALa crisis frenó los préstamos y las inversiones extranjeras; esto, si bien trajo aparejado serios problemas de financiación, luego redujo en igual proporción la deuda y los pagos de la deuda externa.Inglaterra, transfirió gran parte de la deuda externa argentina a Nueva York, como parte de pago de las compras en Estados Unidos. La Argentina empezó a pagar su deuda a este país, en consecuencia, la deuda externa

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empezó a contabilizarse en dólares. Al devaluarse el dólar en 1933, la Argentina empezó a repatriar la deuda en términos favorables. La baja de dólar permitió disponer de su mayor excedente para pagos al exterior. Por lo tanto, la deuda externa disminuyó y las reservas aumentaron.

UNA PATRIA SOCIALMENTE JUSTA, ECONÓMICAMENTE LIBRE Y POLÍTICAMENTE SOBERANA

INTRODUCCIÓNEn la concepción clásica, la economía es el estudio de cómo conseguir la mejor asignación posible de los recursos limitados. De la profunda crisis de 1929, emergió un nuevo concepto que ligaba la economía con sus efectos sociales y el papel del Estado: el estado de bienestar. En éste el estado intervenía en la economía regulándola: creaba empleo en su rol empresario, con el aumento del salario y beneficios sociales aumentaba el dinero en circulación, activaba el aparato productivo generando crecimiento económico y bienestar social.El estado de bienestar, alcanzó su mayor expresión en la Argentina con el modelo peronista: una "patria socialmente justa, políticamente soberana y económicamente libre".

ESTATISMO Y NACIONALISMOEn 1945 terminó la guerra y la Argentina dispuso de dinero en abundancia. El estado creó empleos masivamente. La demanda mejoró los salarios; el pleno empleo y los altos salarios expandieron el consumo, lo que realimentó la industria; la economía en su conjunto se activó, beneficiando a todos los sectores sociales.

PRIMER PLAN QUINQUENALFarrell promulgó por decreto una serie de medidas económicas de importancia: la nacionalización del Banco Central, la garantía de la nación para los depósitos bancarios y la reforma a las cartas orgánicas de los bancos Centrales, de la Nación, Hipotecario Nacional y de Crédito Industrial. El estado pasó a manejar la promoción del agro y la industria, el crédito, los seguros y el comercio internacional.El Primer Plan Quinquenal de Gobierno fue aprobado por el Congreso a fines de 1946, tenía como objetivo explícito la justicia social, característica poca común en el planeamiento económico. Se incorporaron también objetivos reivindicados por el nacionalismo, como la repatriación de la deuda externa y la nacionalización de los transportes, las comunicaciones y las estratégicas áreas de petróleo, acero y finanzas, parcialmente iniciadas.El plan promocionaba las industrias mediante un sistema de arancel aduanero diferenciales y créditos baratos.

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En 1945 se inauguró el primer horno siderúrgico en Zapla (Jujuy), se creó la Sociedad Mixta Siderurgia Argentina (SOMISA).El estado fundaba y/o administraba numerosas empresas como: la Dirección Nacional de Industria del Estado, la Dirección Nacional de Fabricaciones e Investigaciones Aeronáuticas y Metalúrgicas del estado, la Empresa de Línea Marítima Argentina, la Flota Aérea Mercante Argentina, el Ferrocarril Argentino, la Empresa Nacional de Telecomunicaciones, el Gas del Estado, los Yacimientos Petrolíferos Fiscales. El plan tuvo éxito, el PBI creció alrededor del 29% entre 1945 y 1948.

EXPANSIÓN Y RECESIÓNEl esquema de industrialización tuvo algunos puntos débiles:

La industria liviana se expandió favoreciendo el consumo masivo y mejorando en forma sustancial el nivel de vida en la clase media y baja.

Las obras de infraestructura fueron escasas. En síntesis: los costos fijos eran altos, problema que regía tanto para los empresarios como para el estado empresario.En 1949, el período de expansión económica se agotó y comenzó una etapa de estancamiento. La inflación se convirtió en un indicador preocupante que en 1952 se acercó al 40% anual.

CRISIS Y AUSTERIDADEn 1949, se acabó el dinero que el gobierno había acumulado durante la guerra como producto de sus ventas y se hizo necesario replantear la marcha de la economía.En 1951, los problemas se agudizaron ante la pérdida de cosecha y el descenso de las exportaciones. Perón se vio obligado a pedir un préstamo a los Estados Unidos. El déficit fue cubierto momentáneamente.En febrero de 1952, el gobierno lanzó un Plan Económico para ese año que volvió al país a los lineamientos de la economía clásica.Perón cambió su discurso a los obreros, alentándolos a "consumir menos y producir más" y, así, consiguió un aumento de productividad con los salarios congelados.

SEGUNDO PLAN QUINQUENALEste difería del primero por su definición de prioridades que esta vez fueron obtener altos rendimientos en el sector agropecuario, el área energética y las industrias pesadas y mineras, acompañado por un mejoramiento en la infraestructura: transportes, caminos y obras hidroeléctricas.Perón buscó inversiones extranjeras autorizando la remesa de beneficios y otorgando créditos del Banco Industrial.Hacia 1955 el cumplimiento de las metas propuestas estaba lejano, la Argentina importaba el 90% del carbón, el 60% del petróleo y casi todo el

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arrabio. La agricultura no recuperó su nivel con respecto a 1940-1944 y la industria liviana permaneció estacionaria.

RIESGO POLÍTICOPerón debió afrontar el costo político del mismo. La promoción de inversiones extranjeras le valió la acusación de "entreguista" por parte de la oposición.Al mismo tiempo se jugó el apoyo obrero por la reducción del nivel de vida. El número de huelgas aumentó.También perdió consenso entre los comerciantes al hacerlos responsables de la inflación. Los industriales vieron que se desalentaba su actividad.Perón, respondió aumentando la represión y la propaganda política del justicialismo que llegó a las escuelas, las fuerzas armadas y los medios de comunicación masiva realimentando las reacción en su contra.

COYUNTURA Y PROGRAMA DE GOBIERNONingún tema puede comprometerse aislado del contexto general de la época, menos aún un programa económico que tuvo como marco el nuevo orden mundial que siguió a la guerra de 1939 a 1945.Perón planificó la economía sobre la base de dos supuestos:1er. Supuesto: el estallido de una tercera guerra mundial.Había quienes pensaban, Perón entre ellos, que una tercera guerra mundial podía estallar en cualquier momento. Este pronóstico pareció confirmarse en 1948, cuando se produjo la primera crisis en Berlín y en 1950, cuando se inició la guerra de Corea.Durante las dos guerras el país pasó por una situación similar:

Abstención de alimentos y materia prima a un mercado que los demandaba.

Se impulso la industria local debido a la escasez de manufacturas porque las potencias afectaban toda su producción a la guerra.

Se activó el comercio con América dado que ese mercado fue desatendido por sus habituales proveedores. Perón también planificó:2do. Supuesto: la continuidad de la Argentina como habitual proveedora de Europa.En 1947 Estados Unidos lanzó un Plan Marshall. Este consistió en una ayuda de 72.500 millones de dólares para que los países afectados por la guerra repararan sus economías y así pudiesen ser una barrera efectiva frente a la propagación del comunismo.El plan contemplaba la provisión de alimento debido que los europeos tenían la comida racionada, en el límite de lo necesario para vivir.Siendo la Argentina un habitual proveedor de alimentos, se alistó a entrar en el plan. Sin embargo, la cuota asignada por el Plan Marshall al país fue de un 3% del total de sus ventas anteriores a Europa.

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En resumen, no se cumplió ninguno de los dos supuestos básicos del supuesto de Perón: la guerra no estalló y las órdenes de compras esperadas nunca llegaron.

DIFICULTADES ECONÓMICASAl comenzar el período el país disponía de unos 1.500 millones de dólares, resultado de las ventas durante la guerra. Era un capital considerable. Sin embargo, ya en 1949 surgieron dificultades. Los distintos sectores planteaban distintos puntos de vistas acerca de las causas:

Pronostico erróneo como base de la planificación. Escasa rentabilidad económica de las inversiones. Razones aleatorias. Liberalidad en los gastos y corrupción. Inexistencia en una carrera en la administración pública. Boicot de Estados Unidos a la economía argentina. Progresivo deterioro de los términos del intercambio.

SOCIEDAD Y ECONOMÍA

PERSPECTIVA OPOSITORAEl peronismo planteó la justicia social como base de su programa de gobierno. La oposición reconocía la justicia implícita en obra social del peronismo, pues cuestionaba tres aspectos de su implementación:1. Rapidez en el otorgamiento de los beneficios. 2. Obtención de bienes sin relación con el esfuerzo hecho para conseguirlo. 3. Beneficios vinculados a las personas de Perón y su esposa. Desde esta perspectiva, el sistema aplicado acarreó algunos problemas.

PERSPECTIVA PERONISTAEl peronismo sostuvo que el objetivo de gobernar para el total de la población, la atención de los sectores más débiles y la justicia en la distribución de los bienes, no volvió a ser bandera de ningún otro gobierno. Fue satisfecha en el período, circunstancia poco usual en la política del país.La perspectiva de este criterio economicista en las políticas anteriores y posteriores a Perón, explicaría la popularidad del gobierno que alteró las reglas del juego a favor de los sectores sociales más desfavorecidos.

POLÍTICA Y LA ECONOMÍAPerón escaló posiciones en virtud de un golpe militar, pero luego logró permanecer en el poder, creando un partido que lo sustentó. El camino que eligió fue asegurarse el apoyo del sector obrero, organizados en sindicatos. Al favorecer la industrialización del país, amplió la base obrera y la hizo más fuerte.

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Perón se reservó en manejo de las variables económicas y balanceó la inexperiencia de una carrera política corta con su habilidad, intuición y carisma personal.

CRISIS Y ESTANCAMIENTO

INTRODUCCIÓNEste período se caracterizó por:

La existencia de permanentes crisis políticas. La implementación de planes contrapuestos que variaron según los

diagnósticos de las diferentes administraciones. Como en los tiempos de la generación del 80, reapareció la idea de la modernización del país. Con ella se aludía la necesidad de racionalizar la administración del Estado y sus empresas, y lograr eficiencia en los préstamos de servicios, abrir industrias e incorporar tecnología; en síntesis: adecuar la estructura económica a los cambios mundiales.Ningún gobierno logró consensuar cómo lograr el crecimiento; no existió un proyecto coherente, ni respeto a reglas de juego para arribar al mismo.Al final del período, los principales exportadores del país eran las agroganaderas; la industria estaba parada, la inflación en niveles incompatibles con la gobernabilidad, el circuito financiero distorsionado, el ahorro destruido; la deuda externa comprometía el crecimiento y la credibilidad del país.

CAMBIOS Y SUBDESARROLLOEl contexto económico internacional era por demás complejo:Europa no sólo cerró los mercados a la Argentina sino que empezó a producir alimentos competiendo con ella. Para compensar el mayor precio de la producción local, otorgaba subvenciones a sus campesinos. Los Estados Unidos también aumentaron las subvenciones a sus granjeros y a sus ventas internacionales para no quedar descolocados ante Europa. La Comunidad Económica Europea estrechó relaciones con los Estados Unidos y con Japón, alejándose de sus antiguos mercados. El precio de la materia prima bajó en forma sostenida debido a la creciente producción y competencia, a la par que subían los precios de las manufacturas. Los países pobres tendieron a compensar la caída de ingresos contrayendo deudas con organismos internacionales y Bancos privados. Argentina se vio notablemente afectada por la política restrictiva de los países centrales y comenzó a negociar en el marco del GATT (Acuerdo General de Aranceles y comercios).Creado en 1946, aspiraba a un acuerdo multilateral que adoptase un código de conducta común en el comercio internacional y arbitrase mecanismos tendientes a reducir y estabilizar los aranceles aduaneros. La Argentina reclamó sin éxito la disminución de las barreras aduaneras y la

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liberación de los mercados. Estados Unidos sostenía que no podía eliminar las subvenciones si Europa no lo hacía y esta se resistía.En cambio en política comercial y arancelaria y en países centrales, afectaba a todos, en particular a aquellos que ocupaban la periferia del sistema, dado que alteraba la división internacional del trabajo. Se abrió una brecha creciente entre los países industrializados y los productores de materia prima, que comenzaron a reconocerse como subdesarrollados. Los rasgos característicos de este sistema son: dependencia de las exportaciones de materia prima, bajo o nulo uso de tecnología, acentuada desigualdad en la distribución de la riqueza, alto índice de analfabetismo y mortalidad, inestabilidad política, reglas del juego confusas o inexistentes, habitantes con escasa capacidad de iniciativa, corrupción.

SUBDESARROLLO Y COMUNISMOLos Estados Unidos centraban su política exterior en torno al eje del conflicto este-oeste (democracia vs. Totalitarismo y a capitalismo vs. Socialismo). Los países inamistosos o independientes eran considerados precomunista o radiado de la ayuda económica.

CARACTERISTICA DE LA SITUACIÓN ECONÓMICALos problemas fueron enfrentados con diversos planes que tuvieron como prioridad el crecimiento global (PBI), la distribución del ingreso y del empleo y el control de la inflación. Se aplicaron dos tipos de planes:

De estabilización para contener la inflación De reactivación para reducir la desocupación y aumentar la

producción. El informe de Frondizi al Congreso a hacerse cargo de la presidencia (1958) presentó el estado de la situación del país en ese momento. Según ese mensaje se reflejaba que:

Los gastos administrativos no pueden ser cubiertos con las entradas normales.

La balanza de pagos estaba seriamente comprometida por los numerosos vencimientos de créditos, permisos de importación ya otorgados y una balanza comercial deficitaria en 764 millones de dólares en los tres años anteriores.

La deuda externa llegaba a 1.100 millones de dólares. La inflación era del 13% anual en 1956, pasó al 25% en 1957 y

preveía un aumento mayor para 1958. El deterioro de los salarios no seguía en incremento del precio. La producción por habitantes se mantuvo estacionaria.

EL DESARROLLISMO: un proyecto coherente pero impolítico.Frondizi contó con el permanente asesoramiento de Rogelio Frigerio, secretario de Relaciones Económico-sociales.

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La coincidencia de Frondizi con Frigerio fue la clave del desarrollismo y del viraje dado por presidente a poco de asumir. Como también de las resistencias que lo enfrentaron con los militares y con su propio partido.

EL PROYECTOEl desarrollismo aparecía como proyecto coherente. Según su óptica el nuevo esquema económico mundial daba cabida a los países periféricos que supieran ubicarse ventajosamente respecto a los polos este-oeste que habían establecido una competencia para ganar aliados y mercados.El 1° de Mayo de 1958, el presidente trazó los lineamientos de su acción de gobierno en el mensaje a la Asamblea Legislativa. Partió de un planteo político económico. En una línea de clara de filiación radical valorizaba la existencia de un estado de derecho que se comprometía a mantener con toda firmeza, reafirmaba la vigencia del federalismo y la vida municipal.

ACCIÓN DE GOBIERNOLa fórmula "carne más petróleo" es igual a acero, o sea: aumento de las exportaciones más autoabastecimiento energético equivalía a la industria pesada. El cierre de mercados y de lucha de las potencias hicieron difícil la concreción de la primera parte de la fórmula.La "batalla de petróleo" comenzó el 24 de julio cuando el presidente informó que ya estaban firmados los contratos, con diferentes compañías para la explotación petrolera.Frondizi afirmaba que YPF era incapaz de asumir la tarea, cuando hasta entonces había mantenido la tesis inversa. Los contratos provocaron quiebre entre la línea radical y la desarrollista. En poco tiempo el autoabastecimiento petrolero se logró casi totalmente.Las autorizaciones anuales de radicación de capital extranjero mostraron el éxito de los objetivos de gobierno: en 1958 se autorizaron 12.860 millones de dólares y en 1962 aumentó a 25.903 millones.En 1959 los problemas se multiplicaron. La atención de la deuda externa requirió el pago de 200.000 millones de dólares, el Tesoro tenía reservas en oro y divisas por valor de 104 millones. El estrangulamiento financiero planteaba tres opciones: emisión monetaria, endeudamiento, mayores impuestos; el gobierno usó las tres. No se consiguió equilibrar el déficit comercial.

PLAN DE ESTABILIZACIÓNEl año 1958 terminó con una inflación creciente y alarmante y el anuncio de la inmediata aplicación del Programa de Estabilización.Se establecía un mercado único de cambios, significando una devaluación de peso y colocando una 20,40 y hasta un 300% a las importaciones evaluadas como no esenciales. Las exportaciones se hacían al cambio de mercado, aplicándose del 10 y20%.

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El déficit llevó a despido del personal, elevación de las tarifas de transporte y de los servicios prestados por empresas del Estado. El crédito se restringió y se redujo el plan de obras públicas.Ante la grave repercusión social del plan de estabilidad, el Congreso pidió someterlo a tratamiento; la situación económica quedó bajo control e inclusive comenzó a mostrar resultados positivos.La situación política desembocó en el golpe militar de marzo de 1962 que dio fin a la experiencia desarrollista. El efecto económico del golpe quedó evidenciado en las cifras de la inflación.

LA ECONOMÍA RADICALIllia volvió a adoptar la línea radical, con un discreto impulso a las industrias, control político de los resortes de la economía y una moderada recuperación del salario.De acuerdo con el compromiso durante la campaña, anuló los contratos firmados con compañías petroleras extranjeras.El agro se recuperó, con lo cual se mejoró la balanza comercial. El peso se devaluó en un 58%, lo que favoreció al sector agropecuario exportador. Las industrias acumularon productos importados, en prevención de nuevas devaluaciones y se desequilibró la balanza de pagos.La inflación bajó un 18.1% anual. El gobierno congeló los precios y aumentó los salarios y reactivó la obra y el gasto público; la suma de estos factores expandió el consumo interno, las industrias se recuperaron y la economía progresó.El Congreso sancionó la Ley Nacional del autoabastecimiento y la de regulación de precios de las drogas y productos para la medicina.La moderada y flexible economía radical obtuvo logros significativos; no obstante, tuvo una oposición poderosa en los sindicatos. La Sociedad Rural Argentina y la Unión Industrial Argentina se unieron en la Asociación de Cámaras Industriales de Empresarios Libres y atacaron el eterno déficit del Estado, los controles de precio y cambio, la protección a empresas públicas como YPF y en mantenimientos de los arrendadores agropecuarios congelados.

LA ECONOMÍA MILITARNuevamente se devaluó el peso y se aumentaron las tarifas y los servicios públicos para paliar el déficit fiscal. Esta devaluación trae aparejada inflación y la consecuente pérdida del poder adquisitivo de los salarios. La "suba" del dólar comenzó con un aumento de impuestos a las exportaciones.Se apuntó a un crecimiento de las obras públicas para absorber mano de obra y expandir la economía. Esto activó la construcción de la represa de El Chocón y el complejo ferrovial Zarate-Brazo Largo que unió la Mesopotamia con el resto del país.

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El plan tuvo éxito. La inflación bajó el 9,5% anual; la industria creció el 11%: nuevamente el plan fracasó. Estalló el cordobazo y todo cambió: los capitales se fugaron, el gobierno tuvo que devaluar el nuevamente, se disparó la inflación, el salario real disminuyó.

CRISIS DEL MODELO DISTRIBUCIONISTALos cambios en la política económica aspiraron a modelar las críticas en contra de la participación del FMI, las multinacionales y los inversores extranjeros en el país.Ferrer destrabó la construcción semiparalizada del complejo Zarate-Brazo Largo y replanteó las represas hidroeléctricas en la cuenca del Plata.Desde el ministerio de economía, donde permaneció seis meses, adoptó medidas como el aumento de salarios y el "Compre argentino". En 1973 los militares entregaron el gobierno a los civiles; esto coincidió con un ciclo de expansión en el comercio mundial: mejoraron los precios agropecuarios, aumentaron las exportaciones y las reservas de divisas.La economía del gobierno peronista siguió los vaivenes políticos del período.E plan de Perón era similar al de su primera presidencia: nacionalista, estatista y distribucionista. Se basaba en: empresas estatales en sectores claves, apoyo a la industria nacional, tipos de cambio múltiples; limitación de la influencia de las corporaciones extranjeras, control de los bancos por el Estado, control del comercio exterior, mayores impuestos al sector agropecuario.El plan era distribucionista a favor de los sectores de menores ingresos.

LA ECONOMÍA FUERA DE CAUCEEn 1974, quedó a cargo de la presidencia María Estela Martínez de Perón; la guerrilla volvió a actuar, la crisis política desembocó en el caos y arrastró la precaria estabilidad.Las circunstancias se tornaron desfavorables también en la internacional. Después de la guerra árabe-israelí de 1973, subieron los precios del petróleo; una epidemia de aftosa en Europa originó la prohibición de importar carne argentina. A fines de 1975 las ganancias por exportaciones cayeron el 25% y el déficit ascendió.La inflación se desbocó. Apareció el mercado negro donde se encontraban los productos faltantes pero a precio mayor. La inflación mensual llegó al 35%. Isabel nombró como Ministro de economía a Celestino Rodrigo.Este, resolvió un nuevo tratamiento de stock conocido como el "rodrigazo". La deuda externa trepó a los 7.000 millones de dólares. El golpe estaba en camino.

DISCIPLINAMIENTO SOCIAL Y DESINDUSTRIALIZACIÓN.El programa económico tuvo como objetivo: modificar la estructura de la economía eliminando posibilidades de inserción de la subvención.

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Los militares pasaron a administrar las empresas del Estado para su mejor control.Martínez de Hoz lanzó su plan el 2 de abril de 1976, en 1977 agregó la reforma financiera y en 1978 las rebajas arancelarias. Aplicó un liberalismo ortodoxo. Para disminuir el déficit redujo los aranceles aduaneros y suspendió la subvención a las exportaciones industriales. La industria nacional entró en una aguda recesión.En el verano 1976-1977 excelentes cosechas beneficiaron el agro. La industria decaía. Era el regreso al país agropecuario. En 1977 la participación de los salarios en la renta nacional descendió un 31%. Se transfirieron servicios estatales a las provincias sin aumentar las asignaciones de la coparticipación federal. Las economías regionales sufrieron un progresivo deterioro. La evasión impositiva era muy alta porque personas y empresas estaban en el simple nivel de supervivencia.

CIRCUITO FINANCIEROEl sector financiero comenzó a crecer debido al ingreso de capital extranjero que venía al país atraídos por el excelente negocio que representaban las tazas de interés muy alta. El gobierno comenzó a retrasar la paridad cambiaria y el peso quedó sobrevaluado. La solución que utilizó Martínez de Hoz ante esta situación fue traer más dólar de afuera, en forma de préstamos o de inversiones financieras, que se canalizaban hacia el sistema financiero, sin llegar a las áreas productivas. La producción tenía una taza de rendimiento mucho menor que la financiera. Las regulaciones bancarias favorecían el ingreso de capital golondrina. De ese modo el circuito se auto sostenía con fondos que llegaban desde el exterior.

INDEXACIÓN DE LA ECONOMÍALos préstamos a industriales y particulares se volvieron incobrables. La Circular de 1050 del Banco Central estableció la indexación de la economía: todos los precios se ajustaban por el índice de inflación del mes anterior, pero se le agregaba un plus llamado "expectativa inflacionaria".Se multiplicaron las quiebras de particulares y de empresas, dentro de un sistema perverso que no admitía críticas y era apoyado por la represión. Al final del gobierno militar, el Banco Central de la República Argentina llegó a tener una larga lista de deudores y a ser un curioso propietario de campos, departamentos, toros campeones y hasta un parque de diversiones, debido a la ejecución de garantías hipotecarias.

COLAPSO DE LA ECONOMÍAEn 1980 el sistema colapsó. Quebró el Banco de Intercambio Regional dejando a numerosos ahorristas en la calle. Se desató el pánico financiero, huyendo del país una cifra importante de dólares. Para compensar el

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drenaje el gobierno recurrió a más financiación externa a corto plazo, a tazas de interese altísimas, para compensar el riesgo.El 2 de abril de 1982 las fuerzas armadas invadieron las Malvinas. El mismo día Gran Bretaña adoptaron sanciones económicas contra el país. Estas fueron levantadas en septiembre de 1982.

 SÍNTESIS DE HISTORIA ARGENTINAEn 1910 subió al poder el doctor Roque Sáenz Peña, que promulgó la ley electoral con voto secreto, universal y obligatorio, y representación de las minorías. Fallecido el Presidente Sáenz Peña el 9 de Agosto de 1914, le substituyó el vicepresidente Victorino de la Plaza. En Abril del año 1916 fue elegido Presidente Hipólito Yrigoyen, jefe del partido radical, que tomó posesión el 12 de Octubre y mantuvo la política de neutralidad sostenida por sus antecesores durante la guerra mundial. En Enero de 1919 se declaró una huelga general revolucionaria en Buenos Aires. Al constituirse la Liga de Naciones, se apresuró la Argentina a ingresar en ella. El 12 de Octubre de 1922 fue elevado a la presidencia el doctor Marcelo Alvear; Yrigoyen fue reelegido presidente en 1928, pero por hostilidad manifiesta de la opinión pública se vio precisado a resignar los poderes en el Vicepresidente Enrique Martínez, que sin suficiente fuerza para resistir el movimiento revolucionario encabezado por el General Uriburu, hubo de dimitir, formándose un gobierno dictatorial, presidido por Uriburu, el 6 de Septiembre de 1930. Yrigoyen, que se había refugiado en el cuartel de La Plata, firmó su dimisión, las turbas saquearon su casa y el nuevo gobierno ordenó que lo trasladaran en calidad de prisionero a bordo del crucero General Belgrano. El 19 de Junio Uriburu sometió al pueblo un proyecto de reforma de la Constitución, que no prosperó, y el 20 de Febrero de 1932 fue elegido presidente de la República el General Agustín P. Justo para el período de 1932-1938.La presidencia de Agustín Justo fue sucedida por la del doctor Roberto M. Ortiz. Elegido en Noviembre de 1937, tomó posesión del cargo en febrero del año 1938. Por motivos de salud se apartó de la presidencia en julio 1940, y por fin renunció definitivamente en junio de 1942, siendo substituido por el vicepresidente Castillo, el cual había de ocupar el poder hasta febrero del año 1944, en que expiraba el mandato del doctor Ortiz. La situación económica del país se hacía difícil a causa de la baja de exportaciones por causa de la guerra y los obstáculos puestos al comercio exterior. En el interior también se hacía sentir la inquietud política, y la venalidad electoral hacía perder al pueblo la confianza en que unas nuevas elecciones mejorasen la dirección del país.  El 4 de Junio de 1943, una revolución militar, -dirigida por el ministro de la Guerra, Pedro Pablo Ramírez y el general Arturo Rawson, derribó al Vicepresidente Castillo. Se constituyó un nuevo gobierno, presidido por Rawson, el cual formó un gabinete sin contar con la anuencia de los otros jefes de la revolución. No quiso aceptar la modificación de su gobierno y

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dimitió el cargo el día 6. Los jefes ofrecieron entonces la presidencia al general Ramírez, que había sido el verdadero jefe del movimiento. Sus intenciones consistían en curar el país de los males acarreados por el sistema de venalidad, fraude y corrupción administrativa entronizado en las altas esferas administrativas. El poder ejecutivo se consideró investido de un mandato excepcional, disolvió el Congreso, anunció que no se permitía volver a los partidos políticos a la gobernación del país hasta que hubieran alejado de sus filas el fraude y la venalidad, depuró enérgicamente la magistratura, proclamando el respeto a la Constitución y prometiendo restaurar su imperio una vez terminada la acción renovadora de la revolución, y gobernó por decretos-leyes. El gabinete del general Ramírez desarrolló una intensa actividad: decretó la rebaja de alquileres de las fincas urbanas y de los arrendamientos agrícolas, creó las direcciones nacionales de Salud Pública y Asistencia Social y la Secretaría de Trabajo y Previsión (confiada al coronel Perón, quien llevó a cabo una intensa política social y apareció entonces en la escena política), incorporó la enseñanza religiosa a los programas de las escuelas primarias y secundarias, y mejoró los sueldos menores de la administración y los precios básicos de los productos de la agricultura.Al mismo tiempo trabajó con eficacia en la mejora de la economía, esforzándose en repatriar las deudas extranjeras. Una nueva revolución en marzo de 1944, en la que perecieron intervenir, en favor del general Ramírez, ciertos elementos adictos al general Rawson, tuvo como consecuencia la renuncia del general Ramírez y su substitución por el vicepresidente general Farrell, con el coronel Perón en la vicepresidencia y en el cargo de ministro de la Guerra. En lo que respecta a la política internacional, el Gobierno revolucionario argentino siguió las normas de solidaridad continental adoptadas por el Presidente Castillo, y después del ataque japonés a Pearl Harbour concedió la Argentina a los Estados Unidos los privilegios de no beligerancia. Las actividades alemanas perturbaron la vida interior del país, y el 26 de Enero de 1944 la Argentina rompió sus relaciones con Alemania y Japón, y poco después con los Gobiernos de Bulgaria, Francia, Hungría y Rumania. Dentro de esta tónica, el Gobierno argentino siguió manteniendo su derecho a desarrollar una política personal e independiente en lo que se refiere a la vida internacional, aunque haciendo protestas de solidaridad con las Repúblicas hermanas.Los Estados Unidos hicieron objeciones a esta actitud, y en marzo de 1944 negaron su reconocimiento al Gobierno Farrell y llamaron a su embajador en Buenos Aires. El Gobierno argentino propuso en 1944 una Conferencia panamericana de ministros de Asuntos Exteriores, para tratar de resolver el problema internacional que tenía planteado, a la vez que actuaba con decisión para hacer desaparecer los obstáculos que se opusieran a su revolución. El día 27 de Marzo de 1945 declaró la guerra a Alemania y al Japón, con lo que se situó al lado de las demás Repúblicas americanas; el 6 de Julio el presidente Farrell prometió convocar elecciones y restituir el

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país a la normalidad constitucional, y el 6 de Agosto fue levantado el estado de sitio, que regía desde Diciembre de 1941, con la declaración de que el régimen revolucionario entraba en una nueva etapa. Como la oposición al régimen, a pesar de esto, se fortalecía y hubo algunos movimientos sediciosos de carácter militar, fue restablecido a fines de septiembre el estado de sitio. La situación siguió confusa por unos días, y el 9 de Octubre de 1945 el coronel Perón, contra el cual iba dirigido el movimiento contrarrevolucionario, dimitió sus cargos en el Gobierno, y fuera de él desarrolló una campaña demagógica que le dio el dominio de las masas, con lo que logró que el poder, controlado por sus partidarios, adelantara las elecciones.El partido Laborista proclamó a Perón candidato en enero de 1946; frente a la fórmula Perón-Quijano se constituye la Unión Democrática, integrada por socialistas, comunistas, demócratas, progresistas y otros elementos, alrededor de Tamborini-Mosca. Las elecciones de 24 de Febrero fueron favorables a Perón, el cual el 4 de junio se posesionó de la presidencia, después de reingresar en el ejército con el grado de general. El nuevo presidente explicó en el mes de noviembre el alcance del Plan Quinquenal propuesto por su iniciativa. En el interior la oposición de la gran Prensa, de las minorías y de la Corte Suprema fue contestada con medidas muy severas. Un nuevo triunfo del Gobierno en las elecciones del año 1948 permitió a Perón convocar una Convención para la reforma constitucional, la cual fue impuesta y promulgada el 16 de Marzo de 1949.Ella autorizaba a Perón a sucederse a sí mismo y en Junio de 1952 prestó juramento para un nuevo mandato de seis años. El día 26 del siguiente mes moría la esposa del presidente, Eva Duarte, que tan profundamente había intervenido en la política y las reformas sociales de los últimos años. Mientras tanto, la situación financiera del país se agravaba, y aunque el año 1953 terminó con la aprobación por el Parlamento de una Ley de amnistía, el descontento había ya producido algunos estallidos. En 1954 y 1955 una situación de tirantez y finalmente de abierto conflicto con la Iglesia (firma de la Ley de Divorcio en Diciembre de 1954, supresión de ciertas fiestas religiosas en el calendario oficial y suspensión de la enseñanza religiosa en las Escuelas Públicas, en Marzo-Abril de 1955) provocó una seria tensión que se tradujo, el 16 de Junio, en incendios y otros desmanes y ocasionó el arresto de los obispos monseñores Tato y Novoa (con la consiguiente excomunión lanzada por el Vaticano). Dos días después estallaba una rebelión por parte de las fuerzas de Aire y de la Marina, que fue prontamente dominada. Nuevos y más graves incidentes ocurrieron durante el siguiente agosto; el día 31 Perón dimitía, pero a las pocas horas retiraba la dimisión. Finalmente, el 16 de Septiembre, habiéndose sublevado varias guarniciones, se trabaron combates en Buenos Aires y Córdoba donde se había constituido una Junta Provisional, y

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también se levantaba la mayor parte la Marina en Bahía Blanca y Puerto Belgrano. El movimiento se generalizó y las fuerzas navales apostadas en el Río de la Plata decidieron el triunfo al amenazar con un bombardeo de la capital. Por último se hizo pública, el día 19, la dimisión de Perón cuando ya el antiguo presidente se había refugiado en un cañonero paraguayo. Una comisión militar se puso en contacto con el comando de las fuerzas en oposición y el cese de las hostilidades no se hizo esperar. El día 22 fue designado presidente provisional el General Lonardi, que al día siguiente entraba en Buenos Aires. El 11 de Noviembre de 1955 fue substituirlo por el general Aramburu. La Confederación General del Trabajo fue intervenida por el Gobierno el 16 del mismo mes, y el día 30 fue disuelto el antiguo partido Peronista. En julio de 1957 las elecciones para el nombramiento de miembros de la Asamblea Nacional fueron favorables al Gobierno, pero en las elecciones presidenciales de febrero de 1958 triunfó Arturo Frondizi, liderando el M. I. D.

INDUSTRIALIZACIÓN EN LA ARGENTINA

Industrialización durante el auge del modelo agroexportador (antes de 1914)

A partir de la segunda mitad del S. XIX la Argentina, a través del modelo económico agroexportador, se insertó en la división internacional del trabajo como productor de alimentos y de materias primas para el mercado mundial. En esta etapa se priorizó la producción agrícola-ganadera para la exportación y se desarrolló la importación de bienes industrializados. En este marco, el desarrollo del sector industrial se orientó casi exclusivamente hacia la elaboración de productos primarios como complemento del sector agroexportador y en menor medida hacia el mercado interno en proceso de expansión.Ya en 1880 y 1890 podemos encontrar un número reducido de grandes establecimientos (frigoríficos, empresas aceiteras, curtiembres, molinos harineros, bodegas) con gran participación de capitales extranjeros. Junto a ellos una gran cantidad de pequeñas y medianas empresas productoras de bienes livianos cubrían espacios del mercado interno. La posibilidad de crecimiento y desarrollo de estos espacios estaba acotada por una amplia apertura a las importaciones.El Estado durante esta etapa favoreció con créditos al sector agroexportador y en consecuencia el sector industrial no contó con políticas crediticias ni aduaneras que favorecieran su desarrollo.Hay diferentes interpretaciones de la cuestión de quienes y de qué manera se vincularon con las actividades industriales. Por un lado, las lecturas de Germani, Bagú, Cortés Conde presentan a los industriales del periodo

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como mayoritariamente extranjeros, propietarios de pequeñas y medianas empresas y por consiguiente sin la capacidad económica ni el peso para promover la expansión de las actividades industriales.Eduardo Jorge, en cambio, destaca la presencia de un sector industrial fuerte y de gran envergadura económica pero circunscripto a las industrias dedicadas a la elaboraciones de las materias primas del agro y reconociendo en ellas el predominio del capital extranjero. También para el autor, entre los industriales no vinculados con el gran capital extranjero tuvieron un peso decisivo los pequeños y medianos propietarios en su gran mayoría extranjeros.Jorge Schavarzer discute estas tesis, la de la debilidad del empresariado industrial argentino en sus orígenes y la idea de un sector industrial dedicado exclusivamente a esta actividad. Este autor demostró que los industriales y los dirigentes de la Unión Industrial Argentina creada en 1887 surgieron de los grupos más poderosos del país que complementaron y diversificaron su producción agropecuaria incorporando actividades fabriles.

El impacto de la Primera Guerra Mundial (1914-1930)Muchos autores, como Aldo Ferrer y Ricardo Ortiz, veían un corte en el proceso de industrialización producido a partir del impacto de la crisis internacional de 1930. Según estas interpretaciones el alza del precio de los bienes importados habría dado impulso al desarrollo interno de industrias sustitutivas de importaciones. Sin embargo, otros estudios han encontrado cambios significativos en la estructura industrial ya a partir de la primera posguerra.Para Javier Villanueva el proceso de industrialización arranca en la década del 20, especialmente en los últimos anos de dicha década, periodo en el que se registra un elevado nivel de inversión industrial y de importaciones de equipos para el mismo sector y la entrada de numerosas empresas extranjeras. Sostiene que en 1935 el 78 de la producción industrial todavía se llevaba a cabo en firmas establecidas antes de 1930.La primera guerra mundial posibilitó el crecimiento de “industrias de emergencias”, es decir, de una producción interna que cubría las dificultades producidas por la desaparición de los productos importados. Si bien este proceso comenzó a revertirse cuando finalizó la guerra, durante la década del 20 ya de evidenció una diversificación de la estructura industrial a partir del empuje de ciertas ramas incipientes aún.En relación a los capitales extranjeros, hasta ese momento habían predominado las inversiones británicas, especialmente en los frigoríficos. En la década del 20 se inició la llegada de otras empresas internacionales y de capital, en su mayoría estadounidense, que introdujeron nuevos bienes y nuevas formas de producción y de organización. Se desarrollaron industrias farmacéuticas, químicas, de bienes eléctricos, la industria

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automotriz, la de refinamiento en gran escala del petróleo y la fabricación de neumáticos.Impulsó el crecimiento de las vías férreas y el desarrollo energético, especialmente el petróleo. Al mismo tiempo implementó algunas medidas aisladas de protección arancelaria.Los diferentes empresarios resultaron afectados de manera distinta por la guerra. Aquellos que tenían capacidad instalada suficiente ampliaron su producción y se fortalecieron. Uno de estos grupos empresariales, Bunge y Born, que en la década del 20 era el principal exportador de cereales, instaló empresas fabriles de mayor envergadura en esa época, Alba, Grafa y La Fabril. Otros que se iniciaron con los medios a su alcance tuvieron suerte parecida. En cambio, los empresarios que dependían de materias primas e insumos extranjeros se perjudicaron por el conflicto que se desarrollaba.La presencia de empresas extranjeras dio nacimiento a una clase de ejecutivos que compartiría más tarde junto con los empresarios argentinos la dirección de una parte de la industria local. En la década del 20 se instalaron IBM, que fabricaba equipos de contabilidad, Colgate, Palmolive, Silvana, RCA Víctor y otras como Ford y General Motors que se iniciaron en el país con el armado de automóviles. La presencia de establecimientos extranjeros alentó a empresarios locales a producir productos para abastecerlos. Este es el caso de los primeros fabricantes de repuestos para autos. La consolidación de empresas estatales como YPF también alentó a empresarios gracias a la fabricación de surtidores de nafta para la red de estaciones de YPF.

Expansión de la sustitución de importaciones (1930-1943)La crisis internacional de la década del 30, dio un impulso al proceso de sustitución de importaciones. La industrialización fue un elemento clave que permitió compensar los desajustes provocados por el quiebre del modelo agroexportador. En este periodo el producto industrial superó por primera vez al producto agropecuario, aunque predominaban todavía las industrias de origen agropecuario.En la década del 30 se produjeron transformaciones en la composición de las manufacturas: las empresas ya instaladas sumadas a las que se incorporaron en esta etapa se orientaron hacia las ramas textil, alimenticia y en menor medida, metalúrgica. Se desarrolló la industria liviana, con escaso riesgo y segura rentabilidad.Este proceso tuvo relación con la necesidad de elaborar insumos provenientes del agro que antes de la crisis internacional se exportaban como materias primas y ahora encontraban difícil colocación en el mercado mundial y con la necesidad de fabricar productos que antes se compraban afuera.

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La inversión de capitales transferidos del agro a la industria y de capitales extranjeros acompañó al nuevo modelo de crecimiento que se orientó primordialmente al desarrolló del mercado interno. La industrialización se facilitó, también, por la incorporación de un importante número de trabajadores del campo que emigraron a las ciudades empujados por la retracción de las actividades agrícolas y atraídos por la apertura de nuevas fábricas.Una de las cuestiones en debate para este periodo se refiere al papel del Estado en relación a la industria. Aldo Ferrer considera que el proceso de industrialización en este periodo surgió espontáneamente como consecuencia de medidas tomadas con otros fines, considerando que fue un efecto no deseado y su desarrollo se dio “a pesar del Estado”. Sin embargo, en esta década comenzaron a observarse políticas de crecimiento que compatibilizaban la actividad agraria con cierto desarrollo industrial. Gran parte de los autores coinciden en que estas medidas tienen una orientación claramente industrialista.Según Daniel Aspiazu, Eduardo Basualdo y Miguel Khavisse durante esta década se fueron delineando dos posiciones enfrentadas dentro de los sectores dominantes: por un lado los grandes productores pampeanos diversificados (agro, comercio y finanzas) y los capitales ingleses que no querían alterar el esquema vigente y, por otro, grupos económicos también diversificados, pero con intereses en la industria y vinculados a los capitales norteamericanos. En el marco de los dilemas planteados por el nuevo conflicto mundial en 1940, el gobierno propuso el “Programa Nacional” elaborado por Federico Pinedo, ministro de Hacienda. Este programa fue la primera planificación estatal de impulso al sector industrial. Con este fin se proponía conciliar la industrialización con la economía abierta, fomentar las relaciones comerciales con los Estados Unidos y con los países limítrofes y crear un mercado de capitales. Proponía que el Estado comprara los excedentes agrícolas que no podían venderse al exterior y que estimulara la producción industrial, en especial exportable, y la construcción. Por oposición de la Cámara de Diputados este plan no se aprobó y Pinedo fue obligado a renunciar. Sin embargo algunas medidas de las ideas básicas de su programa se aplicaron en los años siguientes durante los gobiernos justicialistas.A lo largo de esta década los empresarios comenzaron a percibir que se abrían nuevas posibilidades en la industria. La crisis había provocado desconfianza en las posibilidades del país como productor agropecuario. La empresa Bunge y Born instaló Molinos Río de la Plata y Compañía Química. A partir de 1935 la empresa Torcuato Di Tella desarrolló una nueva línea productiva, la de productos de uso masivo como la heladera domiciliaria, que le permitió a la SIAM proyectarse a nuevos modelos de mercados y llegar a ser la mayor empresa industrial de América del Sur.

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La mayoría de los que se iniciaron en esa época fueron empresarios pequeños que comenzaron operando en dimensiones muy reducidas, con los instrumentos disponibles. Otros empezaron como medianos o grandes. Entre ellos Boris Grafunkel dio origen a la empresa BGH y A. Fortbat pasó de las actividades agropecuarias a la implantación de Loma Negra, la principal empresa cementera del país.

Auge y crisis del modelo sustitutivo (1946-1955)Otro momento de cambios en el desarrollo industrial de la Argentina correspondió al primer gobierno justicialista. Así, durante esta etapa se expandió el mercado interno a través del aumento en la ocupación de mano de obra industrial, de alzas del salario real y del financiamiento estatal para inversiones en industrias de bienes de consumo masivo.Además, en el curso de estos años comenzó a desarrollarse el área de producción estatal directa en campos como la siderúrgica y en diversas ramas de la producción química, procesos acordes con la concepción estatal intervencionista que se sustentaba. El desarrollo industrial argentino comenzó a ser el eje dinamizador de la economía global.Durante esta etapa creció la intervención del Estado en el campo industrial, no sólo a través de instrumentos indirectos, control de cambios, permisos o cuotas de importación, financiamiento para proyectos industriales, la creación del Banco de Crédito Industrial sino a través de la producción estatal directa. Fabricaciones militares, SOMISA e Industrias Químicas ATANOR a las que se agregaron en 1947 treinta compañías de capitales alemanes que fueron nacionalizadas. El Estado pasó así a controlar un importante complejo industrial compuesto por empresas químicas, farmacéuticas, metalúrgicas, eléctricas, constructoras y textiles. El Estado se definió claramente como empresario.En 1946 se creó el Instituto Argentino para la Promoción del Intercambio (IAPI). Fue el organismo encargado de comprar las cosechas y otros productos agropecuarios a los productores y venderlas en el mercado internacional. Compraba a precios más bajos que los internacionales y esto le permitía generar un plus que transfería al sector industrial y a los trabajadores a través de políticas sociales de alto impacto.La política económica que quedó expresada en el “Plan Quinquenal del Gobierno, 1947-1951”, estableció la transformación de la estructura económico-social a través de la expansión industrial, de la nacionalización de los servicios públicos, de la elevación del nivel de vida de la población mediante una redistribución equitativa de la riqueza, de la amplia movilización de los recurso nacionales, de la aceleración de la capitalización industrial, de la creación de un importante mercado de consumo interno, entre otras medidas. A partir de los años 1952-52 comenzaron a producirse cambios profundos en la economía que afectaron también al desarrollo de la industria. El gobierno debió recurrir a inversiones de capital extranjero como fuente de

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financiación del desarrollo de la industria. Se firmaron convenios con empresas como Mercedes Benz, Standard Oil de California y Kaiser que afectaron el mercado y los precios internos, pero cuyo impacto en la economía recién comenzó a sentirse algunos años más tarde.En 1952, un nuevo Plan Económico destinado a resolver la crisis estableció un programa de inversiones estatales y privadas dirigidas a la producción industrial y agropecuaria.

Inversiones extranjeras y recuperación (1958-1962)En esta etapa la industria se consolidó como dinamizadora de la economía. Durante el gobierno desarrollista el crecimientos de la producción industrial se basó en la radicación de capitales extranjeros en las ramas química, petroquímica y principalmente automotriz, dedicadas en lo esencial para abastecer la demanda local. Las características de dichas inversiones fueron el predominio de capitales estadounidense que desplazó y subordinó a las pequeñas y medianas empresas. La gestión gubernamental de Arturo Frondizi (1958-1962) sostenía que el estancamiento económico se debía principalmente a un retardo en el crecimiento de las industrias de base y a la necesidad de aporte de capitales extranjeros. Dado que los recursos locales de capital eran insuficientes para lograr la expansión de los sectores industriales y de la infraestructura económica, el Estado promovió la incorporación masiva de capitales y tecnología extranjeros a la economía. En 1958 el gobierno sancionó una ley sobre Inversiones Extranjeras que junto a otra de Promoción Industrial fueron los instrumentos clave de la política industrialista del desarrollismo.Se instalaron empresas extranjeras, especialmente en la rama petroquímica y automotriz. Una de ella fue Renault que se asoció a IKA. Otra, la Ford, comenzó a producir automotores en el país. Este proceso de radicación permitió el surgimiento de un conjunto de empresarios y de establecimientos medianos dedicados a la industria mecánica, química, y farmacéutica. Por otra parte, durante esta etapa algunos propietarios de las ramas más antiguas de la producción encararon su modernización con equipamientos importado. Sin embargo, la incorporación de capital extranjero trajo también aparejados cambios tecnológicos que provocaron el desplazamiento de un conjunto de empresarios que realizaban sus actividades en nuestro país. Como consecuencia se produjo una reestructuración del empresariado pequeño y mediano: muchas de sus empresas perdieron su lugar en la economía, otras tuvieron que subordinarse a empresas más grandes.

Expansión sostenida (1964-1974)Estas tendencias de desarrollo industrial se afianzaron en el periodo 1964-74, que es considerado el de más largo y continuo crecimiento de la industria argentina.

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Entre 1966 y 1969 se produjo una gran afluencia de capitales extranjeros destinados a la ampliación de los establecimientos ya instalados y a la adquisición de firmas de locales lideres. Algunos economistas explican el éxito alcanzado por la economía argentina en este periodo en el fuerte aumento que registraron las exportaciones tanto primarias como no tradicionales, automóviles, maquinas-herramientas, de equipamiento agrícola.Desde el Estado se promovió el desarrollo de empresas de gran dimensión que debían cubrir las necesidades de expansión de los sectores básicos de la industria. Al mismo tiempo se estimuló a empresarios locales para que se hicieran cargo de esas nuevas actividades como medio para fortalecer el poder de decisión nacional. Surgieron así ALUAR, Papel Prensa, Soda Solvay. En los casos de Petroquímica Bahía Blanca y Petroquímica General Moscón el Estado asumió directamente la incitativa de desarrollar la industria básica y crear las condiciones para que aparecieran ofertas privadas. Estas de fueron concretando en la segunda mitad de la década del 70.Durante esta etapa se acentuó el proceso de concentración. Los censos de los años 64 y 74 señalan la sostenida desaparición de los establecimientos más pequeños- hasta diez obreros- y el fortalecimiento de los más grandes.Es importante señalar que comenzaron a desarrollarse los departamentos de ingeniería de diseños de productos, de producción y métodos y algunos años más tarde de organización y planeamientos de la producción consolidando un rápido crecimiento de la capacidad tecnológica interna, tanto de empresas de capital extranjero como nacional.La Argentina, al mismo tiempo que incrementó la exportación de manufacturas de origen industrial, exportó tecnología a través de la vetan de “plantas completas”, de la provisión de asistencia técnica y de la cesión de licencias técnicas a firmas de otros países. También crecieron las inversiones directas por parte de empresas industriales argentinas que se radicaron fuera de las fronteras nacionales.

Desindustrialización (1976-83)Durante esta etapa la industria dejó de ser el eje dinamizador de la economía. La liberación de los mercados y la apertura al exterior redundó en una caída de la producción industrial y en discontinuidades en el comportamiento de distintas ramas industriales. En esos años perdieron terreno relativo las ramas metal-mecánicas y ganaron participación algunas industrias intensivas en recursos naturales como la petroquímica, el cemento, el papel y el aluminio, sectores urgidos al amparo de regimenes especiales de promoción estatal. Se registró en este periodo un aumento de la concentración económica, especialmente en los sectores automotriz, siderúrgico, en diversas ramas productoras de bienes de capital y en el campo textil.

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La política económica implementada por el gobierno militar exigió de los empresarios competitividad con el exterior y asunción de los riesgos crecientes de las fluctuaciones del mercado. Como resultado muchos empresarios debieron vender sus empresas, otros invirtiendo la ruta iniciada en las primeras décadas -del comercio a la industria-comenzaron a dedicarse a la importación y al comercio, otros optaron por derivar sus activos directamente a la actividad financiera.Limitados grupos económicos diversificados que controlaban a la vez una gran cantidad de empresas industriales y no industriales incrementaron su producción. Uno de estos grupos económicos fue el de Pérez Companc. En 1954 se fundó la empresa Naviera Pérez Companac que se insertó en la actividad aseguradora y en 1952 comenzó a organizar empresas agropecuarias y de producción forestal. En 1954 se incorporó otra de sus actividades centrales, la explotación petrolífera y en los años 60 comenzó a elaborar manufacturas de plomo y estaño y se diversificó la actividad financiera. Sin embargo, el crecimiento más extensivo se registró a partir de 1976 sobre la base de los sectores petrolero, financiero, pesquero, minero, industrial (alimentos, petroquímica y comunicaciones), y construcciones.Las empresas trasnacionales diversificadas y/o integradas también aumentaron su participación en la producción industrial. En menor medida lo hicieron las empresas de Estado. Los restantes tipos de empresas, empresas nacionales independientes o empresas extranjeras especializadas decayeron en su importancia.

ALONSO, M., VAZQUEZ, E., La Argentina Contemporánea (1852-1999). Buenos Aires, Aique, 2006

La década de 1930: crisis económica y reorganización oligárquica (1930-1943)La década de 1930 fue un periodo en el que se produjeron importantes transformaciones en la estructura económica y social argentina. La crisis económica mundial de 1930 desorganizó las relaciones del comercio internacional vigentes, y esta desorganización afectó los términos del intercambio que Argentina, como periferia, mantenía con los países centrales exportando materias primas e importando manufacturas.A partir de 1930, algunos sectores de los grupos dirigentes económicos y políticos impulsaron un proceso de sustitución de importaciones de manufacturas industriales que originó la expansión de la industria nacional y el surgimiento de una nueva clase obrera.También se produjeron cambios en la composición de los diversos grupos sociales que conformaban la sociedad argentina y una profunda crisis en las formas de representación política. El Estado asumió un papel diferente del cumplido en etapas anteriores, interviniendo de manera cada vez más activa en las cuestiones económicas y sociales.

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El derrocamiento de Yrigoyen abrió una etapa en la vida política argentina. El golpe militar de 1930 interrumpió el lento proceso construcción de la democracia política que se había iniciado en 1912. Los avances hacia la legitimación del régimen político se vieron frenados por la reinstalación del fraude y la represión. Finalmente, los grupos conservadores buscaron la reorganización de una república oligárquica.

HISTORIA ARGENTINA IIIEn 1916 fue elegido presidente Hipólito Yrigoyen, representante de la clase media y candidato por la Unión Cívica Radical.Durante el gobierno de Yrigoyen y de su sucesor, Marcelo Torcuato de Alvear, la Argentina mantuvo una posición neutral durante la I Guerra Mundial, lo que la convirtió en una de las naciones más ricas del mundo.

La “Década Infame”La crisis económica mundial que estalló en 1929 tuvo serias repercusiones en la Argentina. El desempleo y otras dificultades provocaron una profunda inquietud social y política que llevó a que en septiembre de 1930, a dos años de que comenzara la segunda presidencia de Yrigoyen, los conservadores, aliados con los militares y dirigidos por José Félix Uriburu, dieran un golpe militar que interrumpió, por primera vez desde 1853, la continuidad constitucional argentina, poniendo a la oligarquía nuevamente en el poder.Este periodo, conocido como la “Década Infame” (aunque otros autores prefieren emplear la expresión, mucho más aséptica, de “Restauración Conservadora”), caracterizado por el fraude electoral y la corrupción. Las condiciones económicas mejoraron durante el mandato del general Agustín Pedro Justo, aunque se intensificó la agitación política, que culminó con fallidas rebeliones de la Unión Cívica Radical en 1933 y 1934. En 1938, en los comicios presidenciales convocados para renovar el cargo, resultaron electos Roberto María Ortiz como presidente y Ramón Castillo como vicepresidente, gracias al fraude electoral generalizado. Sin embargo, Ortiz tomó fuertes medidas para fortalecer la democracia: se reprimieron actividades subversivas de los agentes alemanes, que se habían incrementado tras la victoria del nacionalsocialismo en Alemania, y la corrupta maquinaria electoral del país fue desarticulada. Al estallar la II Guerra Mundial, Ortiz decidió mantener la posición neutral que Argentina había tomado durante la Gran Guerra.

La II Guerra MundialEn julio de 1940, Ortiz renunció a su cargo por enfermedad, asumiendo la presidencia Ramón Castillo, un conservador que abandonó la línea seguida en política interior y exterior por su predecesor, aunque mantuvo la neutralidad, y aún luego del ataque a Pearl Harbor se negó a romper relaciones con las potencias del Eje.

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Castillo fue depuesto de su cargo en 1943 por un grupo de militares encabezado por Arturo Rawson, partidario de la ruptura de relaciones con Alemania y Japón, y contrario a la designación de Robustiano Patrón Costas como sucesor de aquél. Sin embargo, y debido a las rivalidades internas dentro del grupo que había provocado el golpe, Rawson fue obligado a dimitir y la presidencia provisional fue asumida por el general Pedro Pablo Ramírez, otro de los líderes del golpe. Poco después, Ramírez disolvió los partidos políticos, cerró los diarios de la oposición y sofocó los últimos restos de democracia en el país. Debido al aislamiento económico por parte de Estados Unidos, en enero de 1944 el gobierno se vio obligado a declarar la ruptura de relaciones con Alemania y Japón.Temerosa de que Ramírez se dispusiera a declarar la guerra a Alemania por la presión de Estados Unidos, una Junta Militar, los llamados “coroneles” (integrados en una influyente logia militar denominada Grupo de Oficiales Unidos), le obligó a renunciar el 2 de febrero de 1944 (dada la simpatía que esta Junta Militar tenía por las fuerzas del Eje, el mantenerse neutral se debió a la inseguridad de sus miembros respecto al resultado de la contienda y al interés por sostener una relación óptima fuera quien fuera el ganador). Uno de los personajes centrales de esta Junta era el coronel Juan Domingo Perón, quien había ocupado el puesto de subsecretario de Trabajo durante el régimen de Ramírez, continuando en dicho cargo tras su sustitución por el general Edelmiro Julián Farrel, de quien era su vicepresidente. Además, Perón estaba a la cabeza del Ministerio de Guerra, lo que lo convertía en un hombre de muy amplio poder.A pesar de las alegaciones de solidaridad con la causa aliada, el gobierno siguió reprimiendo toda actividad democrática y protegiendo a los agentes alemanes. En julio, el gobierno estadounidense acusó a la Argentina de ayudar a las potencias del Eje. Finalmente, el 27 de marzo de 1945, cuando la victoria de los aliados en Europa estaba asegurada, Argentina declaró la guerra a Alemania y Japón. Al mes siguiente, el gobierno firmó el Acta de Chapultepec, un convenio de asistencia mutua de las naciones americanas contra la agresión extranjera. Argentina fue miembro fundador de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en junio de ese año.

La era peronistaEl trato que Perón tenía con los sindicatos argentinos, sumado a la constante lucha librada contra los comunistas, provocó que la corriente mayoritaria del sindicalismo en Argentina fuera principalmente católica y conservadora. Además, cuando el gobierno de Farrel intentó destituir a Perón con el fin de contrarrestar su creciente poder en la vida política, un gran número de trabajadores salió a la calle el 17 de octubre de 1945 a reclamar su restitución en el cargo. Esta fecha ha pasado a ser considerada el punto de arranque del peronismo en tanto que movimiento político de masas.

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Cuando a comienzos de 1946 el gobierno militar de Ramírez convocó elecciones, apareció en Argentina una nueva agrupación electoral, el peronismo, auspiciada por el gobierno. Organizado formalmente como Partido Laborista y con Perón como candidato a la presidencia, este grupo obtuvo sus principales apoyos entre los sectores más desfavorecidos de la clase trabajadora rural y urbana. Los peronistas realizaron una exitosa campaña entre estos trabajadores, conocidos popularmente como “descamisados”, con promesas de tierra, mayores salarios y el establecimiento de un sistema de seguridad social. Perón resultó electo con una amplia diferencia respecto a su opositor, José Tamborini.Meses antes, Perón había contraído matrimonio con una actriz, Eva Duarte, quien, como primera dama de la Argentina, dirigió las relaciones sindicales y los servicios sociales puestos en marcha por el gobierno de su marido, hasta su prematura muerte en 1952. Adorada por las masas, influyó para que se estableciera el sufragio femenino (logrando la integración de la mujer en la vida política argentina) y fue, más que nadie, la responsable de la popularidad del régimen de Perón (quien manejaba a las masas con consumada habilidad). En octubre de 1946, Perón promulgó un ambicioso plan quinquenal para la expansión de la economía, que consistía principalmente en utilizar el gasto público como medio para reactivar el mercado luego de la recesión por la que había pasado.

Nueva ConstituciónEn marzo de 1949, la Asamblea Constituyente convocada por Perón promulgó una nueva Constitución que permitía la reelección del presidente para un segundo mandato consecutivo e incluía novedosos artículos relacionados con los derechos de los trabajadores. Aprovechando la nueva ley fundamental, el Partido Justicialista (peronista) designó candidato a Perón para los comicios de 1952.Poco a poco, fueron creciendo las críticas contra el régimen por parte de los partidos y la prensa de oposición. La mayoría peronista en el Congreso tomó represalias en septiembre de ese año, aprobando leyes que contemplaban el encarcelamiento de personas que se mostraran “irrespetuosas” con los dirigentes gubernamentales, y durante los siguientes meses varios opositores al régimen fueron encarcelados. Poco después, el Congreso instituyó nuevas medidas de represalia, entre ellas la supresión de la Prensa opositora. La Prensa, el principal periódico independiente, fue cerrado en marzo de 1951; al mes siguiente, el Congreso aprobó una ley que expropiaba el periódico. Antes de las elecciones, que se celebraron en noviembre de 1951, en lugar de febrero de 1952 (la fecha inicialmente prevista), se impusieron severas restricciones a los partidos de la oposición. Perón fue reelegido por una amplia mayoría y sus candidatos obtuvieron 135 de los 149 escaños de la Cámara de Diputados.

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Segunda presidencia de PerónEn enero de 1953, el gobierno lanzó un segundo plan quinquenal que hacía hincapié en el incremento de la producción agrícola en lugar de la industrialización, objetivo del primer plan, y reducía muy considerablemente el gasto público. Durante 1953 Argentina formalizó importantes acuerdos económicos y comerciales con diversos países, especialmente con Gran Bretaña, la Unión Soviética y Chile. En 1953, el intercambio produjo una balanza comercial favorable por primera vez desde 1950. Sin embargo, la presión inflacionista, que desde 1948 había provocado un incremento de más del 200% en el costo de la vida, no cesó.Perón controlaba la prensa, las masas obreras, el Ejército y las empresas, pero no la Iglesia; por esta causa puede entenderse que en los meses siguientes se profundizara el abismo entre la Iglesia y el Estado, que durante la primera presidencia de Perón habían estado aliados, pero luego del cambio de actitud de Perón la Iglesia pasó a ser el baluarte de la dispersa oposición.

La “Revolución Libertadora”El 16 de junio de 1955, elementos disidentes de la Armada argentina y de la Fuerza Aérea lanzaron una rebelión en Buenos Aires. Sin embargo, el Ejército de Tierra se mantuvo leal al gobierno y el levantamiento fue pronto sofocado. A manera de venganza, durante la noche se produjo la quema de numerosas iglesias. En las semanas siguientes aumentó la tensión a medida que distintas facciones dentro del gobierno y de las Fuerzas Armadas tomaban posiciones; en un discurso pronunciado a fines de agosto, Perón, refiriéndose al asesinato de unos peronistas, dijo que por cada peronista que cayera, caerían cinco miembros de la oposición.Finalmente, el 16 de septiembre, grupos insurgentes de los tres ejércitos lanzaron una rebelión concertada, llamada la “Revolución Libertadora”, una serie de enfrentamientos que duraron tres días y en los que murieron unas 4.000 personas, lo que provocó la dimisión de Perón y su huida y refugio en una cañonera paraguaya anclada en el puerto de Buenos Aires. El 20 de septiembre, el líder de los insurgentes, el general de división Eduardo Lonardi, asumió la presidencia provisional, prometiendo restablecer la democracia. Perón se marchó al exilio, primero a Paraguay y posteriormente a Venezuela, República Dominicana y España.

Presidentes provisionalesEn poco menos de dos meses, el gobierno de Lonardi fue depuesto en un incruento golpe militar dirigido por el teniente general Pedro Eugenio Aramburu. El motivo alegado para la revuelta fue que Lonardi se negaba a suprimir las actividades de los peronistas en el Ejército y en los sindicatos.En junio de 1956 fue aplastada una rebelión peronista, tras la que fueron arrestadas miles de personas y fusilados 38 supuestos peronistas. En los

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meses posteriores, varios centenares de personas fueron encarceladas bajo la acusación de conspirar para derrocar al nuevo régimen.Bajo la influencia de Aramburu, en julio se convocaron elecciones para la Asamblea Constituyente que se encargaría de reformar la Constitución para eliminar los cambios hechos por la Asamblea anterior. La moderada Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP), encabezada por Ricardo Balbín, fue la agrupación más votada, seguida de cerca por la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), más izquierdista, dirigida por Arturo Frondizi. Estos partidos eran sectores escindidos de la antigua Unión Cívica Radical. Los peronistas, cuyo partido fue prohibido, votaron en blanco siguiendo instrucciones dadas por su líder desde el exilio, superando los votos en blanco a los conseguidos por cualquier otro partido, hasta el punto de constituir casi una cuarta parte de los votos emitidos.

Presidentes electosLa Asamblea Constituyente, que comenzó sus deliberaciones en septiembre en la ciudad de Santa Fe, volvió a adoptar la Constitución de 1853 (agregando únicamente un artículo sobre los derechos de los trabajadores) tras la retirada de la UCRI y de otros partidos. Cuando en febrero de 1958 se celebraron las elecciones presidenciales, Arturo Frondizi obtuvo la presidencia gracias al apoyo de los peronistas. En efecto, el líder radical había hecho un pacto con Perón, por el cual se comprometía a levantar las prohibiciones que estaban sufriendo los militantes peronistas y a permitir el regreso del general. El 1 de mayo de 1958 se restableció el gobierno representativo.A pesar de la intranquilidad sindical y de los continuos incrementos en el costo de la vida, a principios de 1959 se alcanzó cierta estabilidad económica gracias a la ayuda de sustanciales créditos y préstamos extranjeros. En 1960, los préstamos obtenidos de organismos públicos y privados de Estados Unidos totalizaban 1.000 millones de dólares. La participación de Argentina en la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) fundada en 1960, ayudó a promover el intercambio comercial con otros países de la región.La popularidad de Frondizi cayó en picado durante 1961, cuando Perón, descontento con su gobierno, le retiró su apoyo. En las elecciones provinciales y legislativas celebradas en marzo de 1962, los peronistas, a quienes se había vuelto a permitir la participación bajo distintas siglas (como Unión del Pueblo), se alzaron con el 35% de los votos, obteniendo la gobernación de la provincia de Buenos Aires. Aunque Frondizi vetó a cinco candidatos peronistas ganadores de otras tantas gobernaciones provinciales, los militares criticaban su indulgencia hacia el peronismo. Otro factor que debilitó su imagen fue la entrevista secreta con el Che Guevara. La política internacional fue decisiva en la caída del gobierno de Frondizi y uno de los aspectos más importantes de su presidencia. Debe recordarse el plan para el desarrollo latinoamericano (denominado la

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Alianza para el Progreso) lanzado por el presidente de Estados Unidos John Fitzgerald Kennedy y el problema respecto a las relaciones con Cuba. Cuando Guevara fue a Punta del Este para la presentación del plan, viajó (supuestamente en secreto) a Buenos Aires para entrevistarse con Frondizi; al día siguiente todo el país se enteró de esos hechos, despertando las reticencias en un sector del Ejército y la derecha.Frondizi fue entonces obligado a renunciar y, puesto que el vicepresidente había dimitido poco después de su asunción (según la Constitución, el vicepresidente es a la vez presidente del Senado), asumió la presidencia el entonces vicepresidente primero de la cámara de senadores, José María Guido.Su mandato fue manipulado por las Fuerzas Armadas, en cuyo seno se produjeron una serie de enfrentamientos entre los más acérrimos antiperonistas y anticomunistas (los colorados) y la facción constitucionalista (los azules), la cual se impuso y se convocaron nuevas elecciones en 1963, en las que se prohibió la participación de los peronistas. Con casi el 30% de votos en blanco y tan sólo poco más de 23% a su favor, resultó elegido presidente Arturo Umberto Illia, un moderado de la UCRP, quien anunció un programa de recuperación nacional y regulación de las inversiones extranjeras, intentando controlar el aumento de los precios, la especulación y la intranquilidad sindical, mediante la promulgación de leyes que establecían precios fijos y salarios mínimos.

Gobierno militarEn las elecciones de 1965 los candidatos peronistas obtuvieron considerables avances, aunque el partido de Illia mantuvo, con 71 escaños, la mayoría en la Cámara de Diputados. La intranquilidad sindical se incrementó en 1966, mientras los peronistas seguían ganando elecciones parciales. Como resultado, en junio de ese año se produjo un golpe militar y se estableció una Junta que nombró presidente en primer lugar a Juan Carlos Onganía, luego a Roberto Marcelo Levingston y, finalmente, al teniente general Alejandro Agustín Lanusse, que asumió su cargo en 1971, tras la grave crisis política ocasionada, entre otros factores, por el levantamiento popular conocido como el “Cordobazo”. En los primeros meses de su mandato, Lanusse adoptó una serie de iniciativas tendentes a restaurar el gobierno civil. Anunció un programa económico para controlar la espiral inflacionista y convocó elecciones nacionales para marzo de 1973.Sin embargo, en 1972 el país se vio envuelto en una ola de violencia, con huelgas, manifestaciones estudiantiles y actividades terroristas. Esta situación provocó una nueva crisis económica. Los peronistas, a los que se permitió participar en las elecciones, designaron a su exiliado líder candidato para la presidencia. Sin embargo, como permaneció en España tras la fecha estipulada para fijar su residencia permanente en Argentina y

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así poder inscribirse como candidato, se nominó a Héctor José Cámpora en su lugar.

Regreso y muerte de PerónLos peronistas, agrupados bajo las siglas del Frente Justicialista de Liberación (FREJULI), barrieron en las elecciones de marzo de 1973, asumiendo Cámpora la presidencia el 25 de mayo. La escalada terrorista, en la que ahora participaban grupos de extrema derecha, fue en aumento, con numerosos secuestros y asesinatos; también las divisiones entre peronistas de extrema izquierda, extrema derecha y moderados contribuyeron a generalizar la violencia. El 20 de junio, fecha en la que Perón regresó a la Argentina, en el camino hacia el aeropuerto de Ezeiza (Buenos Aires) estalló una batalla campal entre las facciones peronistas en la que murieron al menos 80 personas.Un mes más tarde, Cámpora presentó su dimisión y en septiembre Perón fue elegido presidente con más del 61% de los votos; su tercera esposa, Isabelita Martínez de Perón, tomó el cargo de vicepresidenta, ya que el elegir a un representante de cualquiera de las tres facciones peronistas como compañero de Perón hubiera provocado aún más divisiones.Sin embargo, la tensión fue excesiva para Perón, que estaba enfermo y débil. El 1 de julio de 1974 falleció, siendo sucedido por su esposa, la primera mujer que alcanzó la jefatura de Estado de un país latinoamericano contemporáneo. Durante su mandato (manejado totalmente por el peronista José López Rega), la situación política y económica se deterioró rápidamente.En 1975, las actividades terroristas de grupos de extrema izquierda y extrema derecha se cobraron las vidas de más de 700 personas. El coste de la vida se incrementó en un 335%, mientras las huelgas y manifestaciones eran frecuentes. Tras repetidas crisis gubernamentales y un fallido intento de rebelión de las Fuerzas Aéreas en diciembre de 1975, una Junta Militar dirigida por el comandante en jefe del Ejército, teniente general Jorge Rafael Videla, tomó el poder el 24 de marzo de 1976. La Junta Militar disolvió el Congreso, impuso la ley marcial y gobernó por decreto.

Dictadura militar y guerra de las MalvinasDurante los primeros meses posteriores al golpe militar se mantuvo la actividad terrorista de algunos grupos de izquierda, pero se aplacó después de que el gobierno de Videla lanzara su propia campaña terrorista contra los opositores políticos. En 1977, la Comisión Argentina de Derechos Humanos denunció ante la ONU al régimen militar, acusándolo de cometer 2.300 asesinatos políticos, unos 10.000 arrestos por causas políticas y la desaparición de entre 20.000 y 30.000 personas, muchas de las cuales fueron asesinadas y sepultadas en tumbas anónimas.

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La economía siguió siendo caótica. En marzo de 1981, Videla fue sucedido en la presidencia por el teniente general Roberto Viola, sustituido en diciembre del mismo año por el comandante en jefe del Ejército, el teniente general Leopoldo Galtieri, cuyo gobierno consiguió el apoyo casi unánime de la ciudadanía en abril de 1982 al ocupar por la fuerza las islas Malvinas, territorio reclamado por Argentina desde 1833. Gran Bretaña recuperó las islas en junio tras la breve guerra de las Malvinas y el desacreditado Galtieri fue reemplazado por el general de división Reynaldo Bignone, que se vio abocado, ante el descrédito internacional de la Junta Militar, a convocar elecciones y a entregar el poder a un gobierno constitucional.

El retorno a la democracia

Sacudida por la represión y el terrorismo de Estado, y con una deuda externa sin precedentes, Argentina celebró, después de una década, elecciones presidenciales en octubre de 1983. El ganador fue el candidato de la Unión Cívica Radical (UCR) Raúl Alfonsín, que derrotó al candidato peronista Ítalo Argentino Luder con un porcentaje de votos del 52 y el 40%, respectivamente. Bajo su mandato, la nación volvió a la democracia; se reorganizaron las Fuerzas Armadas, se enjuició a la antigua Junta militar (Videla, Massera y Agosti) por violación de los derechos humanos; se sancionaron las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, por las cuales no se realizarían más juicios a los militares de menor rango. Además, se aprobó un tratado para resolver una disputa fronteriza con Chile por tres islas del canal de Beagle.La Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), fundada en 1981, sustituyó a la ALALC como organismo para la reducción de aranceles en el intercambio comercial entre los países miembros. Entre 1986 y 1990 Argentina firmó una serie de tratados de integración previstos para reducir aún más las barreras aduaneras entre los países latinoamericanos. A finales del gobierno de Alfonsín ya comenzó a hablarse de lo que sería el Mercosur (Mercado Común del Sur) y de como permitiría la integración de las economías de la región. Así, el 26 de marzo de 1991, en la ciudad paraguaya de Asunción los mandatarios de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay firmaron el Tratado de Asunción, por el que se daba vía libre a su creación. Sus signatarios fueron Carlos Saúl Menem, Fernando Collor de Mello, Andrés Rodríguez y Luis Alberto Lacalle, respectivos presidentes argentino, brasileño, paraguayo y uruguayo. Bajo el gobierno de Alfonsín se renegoció la deuda externa, se instituyeron reformas fiscales y se estableció una nueva moneda (austral). Sin embargo, la inflación se mantuvo alta y en abril, mayo y junio de 1989, se produjo un periodo de hiperinflación sin precedentes en la Argentina llegando a más del 200% en el mes de junio. Las elecciones presidenciales celebradas en el mes de mayo dieron el triunfo al candidato peronista

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Carlos Saúl Menem. La grave crisis económica hizo que el traspaso de poderes fuera adelantado y Menem asumió la presidencia antes de lo esperado.Ante el rápido deterioro de la economía del país, Menem impuso un duro programa de austeridad. A principios de la década de 1990, su gobierno sofocó la inflación, equilibró el presupuesto, vendió empresas estatales a inversores privados y renegoció la deuda. En 1992 se restablecieron las relaciones diplomáticas plenas con el Reino Unido, lo que ayudó a reparar las heridas de la guerra de Malvinas. En 1994 la Argentina firmó el Tratado de Tlatelolco, por el que se declaraba país libre de armas nucleares. Además, por decreto presidencial, fueron indultados los militares que habían sido condenados durante la En diciembre de 1993, el presidente Menem alcanzó un acuerdo con su predecesor en el cargo para modificar la Constitución, reduciendo el mandato presidencial de seis a cuatro años y permitiendo la reelección presidencial, además de una serie de cambios de actualización de la Carta Magna que permanecía casi inalterada desde 1853. En las elecciones convocadas para la Asamblea Constituyente, el Partido Justicialista obtuvo la mayoría, y en 1995 Menem fue reelegido presidente de la Nación, debido al mantenimiento de las buenas cifras macroeconómicas.Las elecciones celebradas a finales de octubre de 1997 para la renovación parcial de la Cámara de Diputados, así como de los 60 legisladores de la ciudad de Buenos Aires —capital con capacidad de autogobierno—, y los más de 6.000 cargos provinciales y municipales, confirmaron el ascenso de la coalición de centro-izquierda Alianza por el Trabajo, la Educación y la Justicia, integrada por la Unión Cívica Radical (UCR) y el Frente para un País Solidario (Frepaso) en la Capital Federal, en la provincia de Buenos Aires y en buena parte del país. En el origen de este avance estuvo en el elevado índice de desempleo y el intento gubernamental de reformar la legislación laboral.En diciembre de 1998, Menem firmó con el presidente chileno, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, un tratado que resolvía el último conflicto fronterizo entre ambos países, el referido a la llamada zona de los Campos de Hielo (también conocida como de los Hielos Continentales), un área situada en el sur del continente americano.

CrisisEl 24 de octubre de 1999, el dirigente radical y candidato de la Alianza por el Trabajo, la Educación y la Justicia, Fernando de la Rúa, obtuvo la victoria en la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Su coalición logró el 48,50% de los votos emitidos, frente al 38,09, que fue a parar al Partido Justicialista, encabezado por Eduardo Duhalde. El 10 de diciembre siguiente, De la Rúa sustituyó en la presidencia de la República a Menem. Durante el año 2000, su primer año de mandato, tuvo que afrontar una doble crisis, política (culminada con las dimisiones, en octubre, del jefe del

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gabinete de ministros, Rodolfo Terragno, y del vicepresidente Carlos Chacho Álvarez, líder del Frepaso) y socio-económica (el anuncio presidencial de una serie de medidas de política económica, a las que el Fondo Monetario Internacional (FMI) condicionaba sus fondos de emergencia y entre las que figuraba la congelación del gasto público hasta 2005, generó una gran tensión social que tuvo su episodio más trascendente en una huelga general de 36 horas, iniciada el 23 de noviembre tras ser convocada por distintas centrales sindicales). Durante el mes de marzo de 2001 la crisis económica derivó en institucional. Tras dimitir el ministro de Economía, José Luis Machinea, De la Rúa reorganizó su gabinete y Ricardo López Murphy, hasta entonces ministro de Defensa, pasó a desempeñar la cartera de Economía. Éste anunció un plan de ajuste que implicaba un importante recorte del gasto público, lo que motivó el descontento social y la dimisión de los ministros del Frepaso e incluso de algunos de la UCR. Poco después, De la Rúa anunció el nombramiento como primer ministro de Domingo Cavallo (ministro de Economía con Menem y líder de Acción por la República), pero la dimisión de López Murphy determinó que finalmente Cavallo se convirtiera en titular de Economía. Cavallo derogó el plan de su predecesor, presentó el Proyecto de Ley de Competitividad al Congreso y recibió de la cámara poderes especiales para gobernar por decreto durante un año.La crisis económica y la política aplicada desde el ejecutivo fueron determinantes en los resultados de las elecciones legislativas del 14 de octubre de 2001 (en las que los ciudadanos renovaron 127 escaños de la Cámara de Diputados y designaron a los 72 integrantes del Senado). En estos comicios, marcados por los altos índices de abstención, votos nulos y en blanco, la Alianza sufrió un fuerte retroceso, mientras que el Partido Justicialista se convirtió en el grupo con mayor representación parlamentaria (con 40 senadores y 116 diputados). De la Rúa afrontó así el difícil reto de tener que gobernar con ambas cámaras del Congreso Nacional dominadas por la oposición.En diciembre de 2001 el Estado se encontraba en una situación cercana a la suspensión de pagos y los créditos del FMI se vieron comprometidos. El día 3 de dicho mes, el gobierno limitó a 250 pesos la cantidad que los ciudadanos podrían retirar de sus cuentas cada semana. Fue la primera de una serie de impopulares medidas tendentes a restringir la disposición de efectivo de los argentinos y a limitar los pagos públicos (pensiones y salarios funcionariales resultaron, por ejemplo, aplazados). Todo ello generó el pánico de la población y, a la postre, el estallido social. El día 13 tuvo lugar una huelga general convocada por la CGT, y seis después miles de personas hacían patentes sus protestas en las calles de todo el país. De la Rúa decretó el estado de sitio, lo derogó el día 20 y, ante la negativa peronista a formar un gobierno de unidad nacional, dimitió. Fue sucedido interinamente por el presidente del Senado, Ramón Puerta, hasta que el día 21 el Congreso otorgó la jefatura del Estado al peronista Adolfo

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Rodríguez Saá. Éste anunció la momentánea suspensión de pagos de la deuda externa y la entrada en circulación de una nueva moneda, el “argentino”, respaldada por el conjunto de bienes inmuebles estatales. Diferencias surgidas con algunos gobernadores provinciales de su propio partido motivaron que Rodríguez Saá dimitiera el 30 de diciembre. Le sustituyó durante horas el presidente de la cámara baja, Eduardo Camaño (Puerta renunció al desempeño de una segunda interinidad), y el 2 de enero de 2002, designado por el Congreso, el también justicialista Eduardo Duhalde juró el cargo de presidente de la República. Pocos días después de su acceso al poder, el nuevo primer mandatario dispuso sus primeras medidas para hacer frente a la crisis económica: abandono del tipo cambiario fijo, devaluación del peso y pesificación de la economía (incluidos depósitos bancarios).En abril de 2002, el ministro de Economía, Jorge Remes Lenicov, dimitió ante las protestas suscitadas por el denominado Plan Bonex, que preparaba junto a Duhalde para canjear por bonos de deuda pública los depósitos bancarios a plazo inmovilizados. Los demás miembros del gabinete pusieron también sus cargos a disposición del presidente, el cual aceptó, entre otras, la renuncia del jefe de gobierno, Jorge Capitanich, y designó titular de Economía a Roberto Lavagna. Éste anunció que no se produciría el retorno a un tipo de cambio fijo (siguiendo así las recomendaciones del FMI) y que persistirían las restricciones bancarias. El gobierno vio cumplidos algunos de sus principales objetivos en junio: el Senado derogó la llamada Ley de Subversión Económica, se acordó un pacto fiscal con los gobiernos provinciales para reducir en un 60% su déficit, y se dispuso un nuevo Plan Bonos. Pero el eje del programa gubernamental, cumplir las exigencias del FMI para recuperar su ayuda económica, generó todo tipo de actitudes opositoras y agudizó la conflictividad social. Pese a que la crisis continuó, el gobierno intentó normalizar progresivamente el sistema financiero; en noviembre de 2002, casi un año después de su implantación, finalizaron las restricciones para retirar efectivo de cuentas corrientes (acababa así el llamado corralito), y en marzo de 2003 se levantaron las limitaciones para retirar fondos de depósitos a plazo fijo (el denominado corralón).Esto ocurrió poco antes de la celebración de elecciones presidenciales, anticipadas por Duhalde al 27 de abril de 2003. El peronismo, dividido, estuvo representado por tres candidatos que no pudieron concurrir bajo las siglas justicialistas: los ex presidentes Menem (Alianza Frente por la Lealtad-Unión del Centro Democrático) y Rodríguez Saá (Alianza Frente Movimiento Popular-Partido Unión y Libertad), y el gobernador de Santa Cruz, Néstor Kirchner (Alianza Frente para la Victoria). Leopoldo Moreau fue el candidato oficial de la Unión Cívica Radical, en tanto que dos antiguos miembros de este grupo, López Murphy y Elisa Carrió, se presentaron por dos nuevas formaciones (Movimiento Federal para Recrear el Crecimiento, y Afirmación para una Republica Igualitaria,

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respectivamente). Tal fraccionamiento se dejó sentir igualmente en otras opciones políticas, lo que se materializó en un total de 18 candidatos. Los más votados fueron Menem (24,4%), Kirchner (22%), López Murphy (16,3%), Carrió (14,1%) y Rodríguez Saá (14,1%). Dados estos resultados, Menem y Kirchner deberían haber concurrido el siguiente 18 de mayo a una segunda vuelta electoral, pero ésta no llegó a tener lugar, pues Menem retiró finalmente su candidatura. Convertido de forma automática en presidente electo, Kirchner tomó posesión del cargo el 25 de mayo.

JUAN DOMINGO PERÓNIntroducción

Juan Domingo Perón (1895-1974), militar y político argentino, presidente de la República (1946-1955; 1973-1974), fundador del peronismo (movimiento político actualmente aglutinado bajo la denominación de Partido Justicialista), y una de las figuras latinoamericanas más destacadas del siglo XX, que influyó decisivamente en la historia política de Argentina.

La carrera hacia el poderNacido en Lobos (provincia de Buenos Aires) el 8 de octubre de 1895, desde 1911 hasta 1913 estudió en el Colegio Militar. En 1924 ascendió a capitán y entre 1926 y 1929 completó su formación en la Escuela Superior de Guerra. En 1930 participó a las órdenes del general José Félix Uriburu en el golpe de Estado militar que derrocó al presidente Hipólito Yrigoyen, y fue nombrado secretario privado del ministro de la Guerra (1930-1935). Más tarde impartió clases en la Escuela Superior de Guerra, pasó un año en Chile como agregado militar, publicó cinco libros sobre historia castrense y viajó a Italia para estudiar métodos militares para la alta montaña. A su regreso a Argentina en 1941 recibió el ascenso a coronel.Admirador del dictador fascista italiano Benito Mussolini, en marzo de 1943 participó en la creación del Grupo de Oficiales Unidos (GOU), que en junio de ese año protagonizó un golpe de Estado que depuso a Ramón Castillo. Desde su posición al frente del recién instituido Departamento Nacional de Trabajo (embrión del futuro Ministerio de Trabajo y Previsión) procedió a transformar el movimiento sindical, debilitando la influencia que ejercían sobre él los partidos de izquierdas, para lo que promulgó nuevas leyes, reformó las existentes y creó nuevos sindicatos. Cuando en febrero de 1944 el GOU formó la Junta Militar que llevó a la presidencia de la República al general Edelmiro Julián Farrell, Perón fue nombrado vicepresidente, además de ministro de la Guerra y de conservar el citado cargo en Trabajo.Alcanzó una enorme popularidad entre las clases obreras, pero según crecía su poder aumentaba la oposición entre las Fuerzas Armadas. El 9 de octubre de 1945 fue desposeído de todos sus cargos, detenido y finalmente confinado en la isla Martín García, en el estuario del Río de la Plata. Todo ello provocó una crisis de gobierno que fue resuelta el día 17

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de ese mismo mes, cuando sus seguidores sindicalistas, especialmente los miembros de la Confederación General del Trabajo (CGT), lograron su puesta en libertad y su regreso triunfal a Buenos Aires. Cuatro días más tarde, Perón, que era viudo, se casó en segundas nupcias con su compañera, María Eva Duarte, más conocida por el nombre de Evita, quien había colaborado en la campaña por su liberación.

Los dos primeros mandatos presidencialesTras una campaña electoral represiva y violenta, en la que se había presentado candidato de su propio movimiento político, aglutinado formalmente bajo la denominación inicial de Partido Laborista, fue elegido presidente en febrero de 1946 con el 56% de los votos emitidos. Creador de su propio movimiento, el peronismo, siguió políticas sindicalistas de carácter nacionalista y populista con la ayuda de su esposa, que pasó a ser un miembro influyente, pero informal, de su gobierno. Instituyó desde entonces un régimen político cercano al corporativismo fascista.En 1949 consiguió la aprobación de una reforma constitucional que amplió sus poderes al tiempo que le permitió optar a un segundo mandato presidencial. De hecho, en noviembre de 1951 logró ser reelegido presidente de la República, esta vez por una amplia mayoría obtenida por la aplicación de severas restricciones ejercidas sobre los partidos opositores. Sin embargo, a principios de la década de 1950 comenzaron a disminuir las ventajas de que gozaba la clase trabajadora de las ciudades. La muerte de Evita (ocurrida en 1952, el año en que Perón comenzó su segundo mandato presidencial), las dificultades económicas, la creciente agitación laboral y su excomunión por parte de la Iglesia católica debilitaron aún más su gobierno.

El largo exilio y el último mandato presidencialEn septiembre de 1955, un golpe de Estado encabezado por el general Eduardo Lonardi forzó su dimisión. Comenzó entonces un largo exilio que le llevó sucesivamente a Paraguay, Venezuela, República Dominicana y, finalmente, a España. Perón contó durante todos esos años con la adhesión de los sindicatos y ejerció su influencia en la política argentina apoyando a sus seguidores en su intento por alcanzar el poder. En 1961 contrajo en España terceras nupcias con María Estela Martínez. Once años más tarde se le permitió regresar a Argentina, pero de inmediato regresó a su exilio español.Una vez que los peronistas, agrupados en el Frente Justicialista de Liberación, lograron la victoria de la candidatura de Héctor José Cámpora en las elecciones presidenciales de 1973, Perón regresó definitivamente a su país en junio de ese año. Tras la renuncia de Cámpora, en junio de ese año fue nuevamente elegido presidente (obteniendo más del 61% de los votos emitidos), en tanto que su esposa lograba la vicepresidencia. Falleció en el ejercicio de ese cargo el 1 de julio de 1974, y su viuda le sustituyó al frente de la presidencia.

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CORDOBAZOCordobazo, denominación que recibieron los actos de violencia insurreccional acaecidos en la ciudad argentina de Córdoba durante mayo de 1969, que alcanzaron su máximo nivel el día 29 de dicho mes y acabaron por provocar el derrocamiento del presidente Juan Carlos Onganía, en junio del año siguiente.La actitud dictatorial del gobierno presidido por éste, unida a la fuerte crisis económica dio lugar a un movimiento huelguista conjunto de los estudiantes y los obreros de Córdoba que decidió llevar a cabo una gran manifestación el 29 de mayo. Los principales promotores del movimiento contrario a la política de Onganía fueron los miembros del sector izquierdista del peronismo, que supieron activar la capacidad de enfrentamiento de los numerosos obreros y la de la elevada población universitaria de la ciudad. La explosión de violencia se produjo tras circular la noticia de la muerte de un trabajador a manos de la policía. Sólo dos días más tarde, el Ejército puso fin a la revuelta, en cuyo transcurso, según fuentes oficiales, fallecieron 16 personas.

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