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IURIS ARS UNIVERSIDAD PANAMERICANA 21 1999

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IURISARS

UNIVERSIDAD PANAMERICANA

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ARS IURIS Revista del Instituto de Documentación e Investigación Jurídicas de la

Facultad de Derecho de la Universidad Panamericana

Consejo EditorialRafael Márquez Piñero. Presidente.

María Reyes Márquez García. Secretario.Jorge Adame Goddard

Juan Federico Arriola CanteroSalvador Cárdenas Gutiérrez

Oscar Cruz BarneyRodolfo Cruz MiramontesJaime del Arenal FenochioGuillermo Díaz de Rivera

Roberto Ibáñez MarielMiguel Ángel Lugo GaliciaAlejandro Mayagoitia StoneSalvador Mier y Terán Sierra

Horacio Rangel OrtizJacinto Valdés Martínez

Juan VelásquezHernany Veytia Palomino

Unidad GuadalajaraJuan de la Borbolla Rivero

Rigoberto Ortíz TreviñoIsaías Rivera Rodríguez

Ricardo Sepúlveda Iguiniz

Dora María Sierra Madero. Gerente General.María Fernanda González Ugalde. Asistente.

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RESPONSABLES POR SECCIONES

Manuel Morante Soria. Estudios Jurídicos.

Antonio Pérez Fonticoba. Actualidad Académica.

Gonzalo Uribarri Carpintero. Actualidad Legislativa.

Alejandro Mayagoitia Stone. Tradición Jurídica.

Antonio Pérez Fonticoba. El Foro.

INFORMES Y SUSCRIPCIONES

Mary Pou Bazán Ventas y Suscripciones

Universidad Panamericana Facultad de Derecho

Augusto Rodin 498, Col. Insurgentes Mixcoac, C.P. 03920, México, D.F. Tel. 5482.l600 ext. 5111

Fax: 5482.1618

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COLABORAN EN ESTE NÚMERO

MIGUEL CARBONELL SÁNCHEZ Instituto de Investigaciones Jurídicas Universidad Nacional Autónoma de México México, D.F.

SALVADOR CÁRDENAS GUTIÉRREZ Profesor de Teoría General del Estado y Ciencia Política Facultad de Derecho Universidad Panamericana México, D.F.

ÁLVARO CARRILLO PRETALIA Profesor de Derecho Penal Facultad de Derecho Universidad Panamericana México, D.F.

FRANCISCO JOSÉ CONTRERAS VACA Profesor de Derecho Internacional Privado Facultad de Derecho Universidad Panamericana México, D.F.

RODOLFO CRUZ MIRAMONTES Profesor de Comercio Internacional Facultad de Derecho Universidad Panamericana México, D.F.

CARLOS M. DÍEZ GARCÍA Profesor de Derecho Mercantil Posgrado de Derecho Universidad Panamericana México, D.F.

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HARRY B. ENDSLEY Árbitro Internacional especializado en Dumping en la OMC y en TLCAN Estados Unidos de Norteamérica

SANTIAGO GONZÁLEZ LUNA MARSEILLE Profesor de Competencia Económica e Inversión Extranjera Posgrado de Derecho Universidad Panamericana Guadalajara, Jalisco, México

EDWARD M. GRAHAM Miembro Senior del Instituto de Economía Internacional Washington, Estados Unidos de Norteamérica

JOSÉ ÁNGEL GUTIÉRREZ Abogado de Daimler Chrysler de México México, D.F.

MAUREEN IRISH Profesora de la Universidad de Windsor Facultad de Derecho Ontario, Canadá

MIGUEL ÁNGEL LUGO GALICIA Profesor de Derecho Internacional Público Facultad de Derecho Universidad Panamericana México, D.F.

ALEJANDRO MAYAGOITIA Profesor de Historia del Derecho Facultad de Derecho Universidad Panamericana México, D.F.

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ANTONIO CARLOS PEREIRA MENAUT Profeso Invitado Facultad de Derecho Universidad Panamericana México, D.F.

JAIME REYES ÁLVAREZ Investigador titular del Instituto Max Planck de Historia del Derecho Europeo Frankfurt Main, Alemania

JUAN MANUEL RINCÓN CORTÉSAbogado Asociado del Despacho Franck, Galicia, Duclaud y Robles, S. C. México, D.F.

HUMBERTO RUÍZ TORRES Profesor de Derechos Humanos y Amparo Facultad de Derecho Universidad Panamericana México, D.F.

ALBERTO SAID RAMÍREZ Profesor de Teoría General del Proceso Facultad de Derecho Universidad Panamericana México, D.F.

BEATRIZ TAMÉS PEÑA Profesora de Derechos Humanos Facultad de Derecho Universidad Panamericana México, D.F.

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JOSÉ MANUEL TORREBLANCA SENTÍES Profesor de Teoría General del Proceso y Amparo Facultad de Derecho Universidad Panamericana México, D.F.

GONZALO URIBARRI CARPINTERO Profesor de Derecho Laboral y Arbitraje Facultad de Derecho Universidad Panamericana México, D.F.

HERNANY VEYTIA PALOMINO Profesora de Comercio Internacional Facultad de Derecho Universidad Panamericana México, D.F.

CHRISTOPHER WILKIE Asociado Investigador del Programa de Investigación en Administración Internacional y Economía (PRIME) Universidad de Ottawa Ottawa, Canadá

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SUMARIO

ESTUdIOS JURídICOS

Francisco José Contreras VaCa Análisis de la Convención Interamericana sobre el derecho aplicable a los contratos internacionales .................................................................................... 12

rodolfo Cruz MiraMontesLa organización mundial de comercio: introducción,antecedentes, elementos fundamentales de suconstitución y su aportación a la solución de controversias .................................................................................. 31

santiago González luna Marseille Los derechos de retiro de los inversionistas en una colocación privada .............................................................. 44

edward M. GrahaM y Christopher WilkieAcuerdos económicos regionales y firmas multinacionales: las disposiciones en materia de inversión en el TLCAN (NAFTA).................................................... 59

Miguel ángel luGo GaliCia El doble voto simultáneo en México ............................................ 96

Jaime reyes álVarez y salvador Cárdenas GutiérrezLos derechos humanos: entre la memoria y el olvido ......................................................... 117

humberto ruíz torres Plazas y términos en el proceso de amparo ............................. 172

• Índice General§ Índice ARS 21

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harry B. endsley, Maureen irish y hernany Veytia PaloMinoStandard of review under the NAFTA ......................................... 227

harry B. endsleyUnited States standard or review ................................................. 229

Maureen irish NAFTA Chapter 19 and the Law of Judicial Review in Canada ............................................................................. 243

hernany Veytia PaloMino y José ángel GutiérrezEl criterio de revisión para México ............................................ 290

ACTUALIdAd ACAdÉMICA

Carlos M. díez GarCía «De la necesidad de reformar la legislación financiera conforme a los requerimientos de los mercados» ................................................ 322

antonio Carlos Pereira Menaut Rule of law y Estado de Derecho (una reflexión desde la Unión Europea) .................................... 333

alberto said raMírez Algunos procedimientos paraprocesales en materia administrativa bajo la perspectiva de la teoría del proceso ................................................................... 341

José Manuel torreBlanCa sentíes Reflexiones en relación con los conflictos familiares ............ 367

• Índice General§ Índice ARS 21

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ACTUALIdAd LEGISLATIvA

Miguel CarBonell sánChez La reforma judicial de 1999 ........................................................... 402

álvaro Carrillo PretaliaEl código penal vigente en el Distrito Federal ........................ 420

Beatriz taMés Peña Reforma al marco jurídico de la Comisión Nacional de Derechos Humanos .................................................. 425

Gonzalo uriBarri CarPinteroReglamento de procedimientos para la atención de quejas de la Comisión Nacional de Arbitraje Médico ....................................................... 433

TRAdICIóN JURídICA

alejandro MayaGoitia y haGelstein Aspirantes al Ilustre y Real Colegio de Abogados de México: extractos de sus informaciones de limpieza de sangre (1760‑1823) ................. 448

EL FORO

Miguel ángel luGo GaliCia Comentarios sobre la resolución de la sala superior del tribunal electoral del poder judicial de la federación sobre el recurso de apelación SUP‑MP‑013/99 interpuesto por el PRD ..................................................................... 594

• Índice General§ Índice ARS 21

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ESTUdIOS JURídICOS

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ANÁLISIS DE LA CONVENCIÓN INTERAMERICANA SOBRE DERECHO

APLICABLE A LOS CONTRATOS INTERNACIONALES

Francisco Contreras Vaca

Con todo el amor para mi padre, a quien agradezco ser retoño de su ser.

Descanse en paz.

Sumario: I. Introducción; II. Antecedentes; III. Análisis; IV. Conclusiones.

I. INTRODUCCIÓN

Cabe puntualizar que la finalidad de este acuerdo internacional, el cual sigue el sistema tradicional en la solución de los conflictos de leyes (convergencia de normas jurídicas), es el determinar la nor‑ma jurídica sustantiva aplicable a los contratos que son considerados como internacionales. Tradicionalmente, y dejando a salvo los requi‑sitos específicos que establecen los tratados suscritos en la materia, se considera que un contrato tiene carácter internacional cuando presen‑ta puntos de contacto con más de una nación, por lo que, en tal caso, es necesario determinar qué ley de fondo será la aplicable de entre aquellas que convergen en el acuerdo de voluntades, existiendo diver‑sos criterios, tales como: elegir al derecho del lugar donde se encuen‑tra el establecimiento permanente de la sociedad o el domicilio de la persona física obligada; utilizar la norma jurídica con la que existe el «vínculo más estrecho»; o el aplicar la legislación del lugar donde se debe cumplir la «prestación más característica», etcétera.

La convención analizada, también conocida como Convención de México, se encuentra sustentada, en gran medida, por las disposiciones

• Índice General§ Índice ARS 21

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de la Convención de Roma sobre la Ley Aplicable a las Obligaciones Contractuales, aprobada en 1980, la cual entró en vigor desde abril de 1991 en la Unión Europea y, asimismo, cabe destacar que busca fomentar la integración regional dentro del ámbito de los tratados de libre comercio suscritos por diversos países del área.

2. ANTECEDENTES

La ley aplicable a los contratos considerados como internacionales siempre ha sido un tema controvertido.

En América, el Primer Congreso Sudamericano de Derecho Inter‑nacional Privado (Primer Congreso de Montevideo) celebrado duran‑te los años de 1888 y 1889, en contra de la idea de dar juego a la au‑tonomía de la voluntad de los contratantes en la elección del derecho de fondo aplicable, implícitamente negó a las partes la facultad de escoger la norma jurídica que debe regir a su contrato y esta idea fue explícitamente reafirmada en el Segundo Congreso Sudamericano de Derecho Internacional Privado (Segundo Congreso de Montevideo), celebrado durante los años de 1939 y 1940, mediante la suscripción de diversas reformas al Tratado de Derecho Civil Internacional, el cual había sido suscrito en su primer encuentro (1889). Las razones para ello eran de carácter teórico, al considerar que las partes no de‑bían determinar la ley en los contratos, sino que la norma jurídica era quien debería regular la voluntad de las partes. Por su parte en Esta‑dos Unidos de América, el profesor Joseph Beale, relator del primer Restatement of Conflict of Laws, siguiendo el criterio anteriormente expuesto, opinó que la autonomía de la voluntad en la elección del derecho aplicable a los contratos era «teóricamente indefendible» y «absolutamente impracticable».

Cabe señalar que en Europa, el movimiento internacional para re‑gular los contratos internacionales se inició en 1926, con el estudio de la compraventa y, por tanto, excluyéndose a todos sus demás tipos, bajo el auspicio del Instituto de Derecho Internacional (IDI) en su

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FRANCISCO CONTRERAS VACA

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reunión celebrada en Viena. La importancia y las dificultades surgidas hicieron que esta asociación se dirigiera al gobierno holandés pidién‑dole que el tema relativo a los conflictos de leyes en la compraventa internacional se insertara en el orden del día de la Sexta Conferencia de La Haya de Derecho Internacional Privado 1 convocó a una reunión en la cual se pusieron a consideración dos tratados que establecían leyes uniformes y que, por tanto, evitaban que surgiera el problema de la elección del derecho aplicable al contrato de entre aquellos que mantienen relación con el mismo, los cuales son:

• La Convención relativa a una Ley Uniforme sobre la Formación de Contratos para la Venta Internacional de leyes mediante la elección del derecho aplicable de entre aquellos que tienen relación con la contro‑versia y prefiriendo adoptar el sistema de la uniformidad de la norma sustantiva aplicable, preparó el primer anteproyecto de ley uniforme sobre las ventas internacionales de mercaderías, el cual contó con las observaciones de diversos gobiernos, recibidas a través de la Sociedad de Naciones y dando origen a la elaboración, en 1939, de la «Deuxie-me Redaction», cuya discusión se vio interrumpida por la Segunda Guerra Mundial. El proyecto de 1939 fue nuevamente examinado por el Instituto de Roma (UNIDROIT) en el mes de octubre de 1950 y en virtud de que el gobierno holandés había invitado a la Séptima Con‑ferencia de La Haya de Derecho Internacional Privado a celebrarse del 8 al 31 de octubre de 1951 para desarrollar, entre otros temas, un proyecto de Convención sobre la Ley aplicable a las Ventas de Carác‑ter Internacional de Objetos Muebles Corporales 2, el cual seguía el sistema tradicional en la solución de los conflictos de leyes, aprovechó la oportunidad de proponer a dicho gobierno que convocara a una se‑gunda reunión, para trabajar a continuación de la primera y cuya mi‑sión fuera la de examinar el proyecto de Ley Uniforme sobre Ventas Internacionales preparado por el Instituto de Roma (UNIDROIT). El gobierno holandés conforme con dicha propuesta envió la invitación,

1 Celebrada del 5 al 28 de enero de 1928 en La Haya, Holanda.2 Esta convención fue concluida el 15 de junio de 1955 y ratificada por Bélgica, Dinamarca, Fin‑

landia, Francia, Italia, Noruega y Suecia.

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ANÁLISIS DE LA CONVENCIÓN INTERAMERICANA SOBRE DERECHO APLICABLE A LOS CONTRATOS INTERNACIONALES

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la cual fue aceptada por 20 países y para dicho fin se reunieron del 1 al 10 de noviembre de 1951. El proyecto del Instituto de Roma (UNIDROIT) fue aprobado en la conferencia y se desig‑nó una nueva Comisión de Trabajo para profundizar en el mismo, terminando sus estudios en 195�, los cuales fueron entregados al gobierno holandés para que los circulara entre los Estados intere‑sados. En tanto, en la Octava Sesión Ordinaria de la Conferencia de La Haya 3, se aprobaron dos tratados en esta materia, los cuales siguen el sistema tradicional en la solución de los conflictos de leyes (convergencia de normas jurídicas), y que son:

• La Convención sobre la Competencia del Foro Contractual en Caso de Venta de Carácter Internacional de Objetos Muebles Corporales 4, y

• La Convención sobre la Ley Aplicable a la Transmisión de la Pro‑piedad en Caso de Venta de Carácter Internacional de Objetos Muebles Corporales 5.

Durante los años siguientes se recibieron los comentarios enviados por diversos Estados al proyecto de ley sustantiva uniforme preparado por el Instituto de Roma (UNIDROIT), y debido al amplio consenso alcanzado para su aprobación, el gobierno holandés en 1964 y a tra‑vés de la Conferencia de La Haya de Derecho Internacional Privado, convocó a una reunión en la cual se pusieron a consideración dos tra‑tados que establecían leyes uniformes y que, por tanto, evitaban que surgiera el problema de la elección del derecho aplicable al contrato de aquellos que mantienen relación con el mismo, los cuales son:

• La Convención relativa a una Ley Uniforme sobre la Formación de Contratos para la Venta Internacional de Mercaderías, también

FRANCISCO CONTRERAS VACA

3 Celebrada del 3 al 24 de octubre de 1956, contó con la participación de 18 Estados y como ob‑servadores, Estados Unidos de América y Yugoslavia.

4 esta convención fue concluida el 15 de abril de 1958 y ratificada por italia.5 esta convención fue concluida el 15 de abril de 1958 y ratificada por italia.

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conocida como Convención de La Haya sobre Formación o por sus siglas en español LUFC, o en inglés ULFC 6, y

• La Convención relativa a una Ley Uniforme sobre la Venta Inter‑nacional de Mercaderías, también conocida como Convención de La Haya sobre la Venta, por sus siglas en español LUCI o en inglés ULIS 7.

De lo expuesto con anterioridad es importante destacar que la Con‑vención de La Haya sobre la Ley Aplicable a las Ventas de Carácter In‑ternacional de Objetos Muebles Corporales del 15 de junio de 1955, se adhiere al sistema tradicional en la solución de los conflictos de leyes, en su artículo 2° y, por primera ocasión, acepta a nivel internacional la plena autonomía de la voluntad de las partes para la designación de la ley de fondo aplicable a su contrato, de entre aquellas que mantienen vinculación con el mismo, y señala que sólo a falta de designación ex‑presa se debe aplicar la ley del país donde el vendedor reside habitual‑mente o tiene su establecimiento en el momento de recibir el pedido.

Influidos por las ideas anteriores y prefiriendo continuar con el sistema tradicional en la solución de los conflictos de leyes, en el Continente americano se ha retomado el estudio de la ley aplicable a los contratos y, en tal virtud, el tema de la contratación internacional fue nuevamente analizado a partir de la CIDIP II, celebrada en Mon‑tevideo, Uruguay, en 19�9, al discutirse el proyecto de la Convención Interamericana sobre Normas Generales de Derecho Internacional Privado, sin embargo, en aquel momento se consideró que el tópi‑co excedía en mucho los alcances de la conferencia. Posteriormente, en la CIDIP III, llevada a cabo en La Paz, Bolivia, en 1984, el tema volvió a ser discutido durante los debates de la Convención Interame‑ricana sobre Competencia en la Esfera Internacional para la Eficacia Extraterritorial de las Sentencias Extranjeras, al estudiar lo relativo a la prórroga de jurisdicción y la autonomía de la voluntad de las partes en

6 esta convención fue concluida el 1 de julio de 1964.� esta convención fue concluida el 1 de julio de 1964.

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los contratos mercantiles internacionales. En 1986 la Asamblea Gene‑ral de la OEA, debido al interés en profundizar sobre la contratación internacional, resolvió incluirlo en la agenda de la CIDIP IV, por ce‑lebrarse en Montevideo, Uruguay, en 1989, y la Secretaría General de la OEA, en cumplimiento a dicho mandato acordó constituir un Grupo Ad Hoc, que decidió que los documentos relacionados debe‑rían referirse a la contratación comercial internacional en general, enfatizando la compraventa internacional, y en donde se trataran los siguientes aspectos: el problema de ley aplicable, la cuestión relativa a la autonomía de la voluntad de las partes y el tema de la jurisdicción. Para delinear el marco jurídico sobre el que se consideraría el tema, y tomando en cuenta los puntos sugeridos, el citado Grupo Ad Hoc preparó un documento que entre sus Estados miembros y encargó al profesor Antonio Boggiano la elaboración del documento que sirviera de apoyo a la CIDIP IV. En sus conclusiones el especialista sugirió que durante la citada CIDIP IV se adoptara una resolución conforme a la cual se aconsejara a los países participantes adherirse a la Con‑vención de las Naciones Unidas sobre los Contratos de Compraventa Internacional de Mercaderías 8 y a la Convención relativa a una Ley Uniforme sobre la Venta Internacional de Mercaderías 9 y, asimismo, recomendó que los órganos competentes de la OEA estudiaran cues‑tiones relativas a la jurisdicción internacional y a la ley aplicable a los contratos internacionales teniendo como base para este último tópico la Convención de Roma sobre la Ley Aplicable a las Obligaciones Contractuales de 1980.

Por su parte, la Comisión Preparatoria de Instrucciones de la Delega‑ción Mexicana para la CIDIP IV 10, cuyos trabajos se iniciaron en abril

8 esta convención fue firmada en Viena en 1980 bajo los auspicios de la unCitral.9 esta convención también conocida como «Convención de la haya sobre Venta» fue concluida

el 1 de julio de 1964 en el seno de la Conferencia de la haya de derecho internacional Privado.10 esta comisión estuvo integrada por tres funcionarios de la secretaría de relaciones exteriores:

los licenciados diana lucero Ponce nava, rodrigo labardini y eduardo Miguel Flores; y por cinco destacados académicos de número de la academia Mexicana de derecho internacional Privado y Comparado: el licenciado José luis siqueiros, los doctores Víctor Carlos García More‑no, leonel Pereznieto Castro, y los licenciados Fernando alejandro Vázquez Pando y ricardo abarca landero.

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de 1989 y duraron casi dos meses, se manifestó en contra de la idea de que el Tratado se limitara al estudio de la compraventa internacional de mercaderías y consideró que debía analizarse el tema de manera amplia, tal como en materia de autonomía de la voluntad para la elección del derecho aplicable a todos los actos jurídicos, realizó nuestra legislación en la reforma del � de enero de 1988, entre otros, al artículo 13 fracción V del Código Civil para el Distrito Federal en Materia Común y para toda la República en Materia Federal, por lo que su relator el doctor Leonel Pereznieto Castro elaboró un anteproyecto para la Convención Interamericana sobre Derecho Aplicable a los Contratos Internaciona‑les, el cual fue discutido por sus integrantes y finalmente aprobado.

En la Primera Sesión Plenaria de la CIDIP IV, celebrada el 9 de julio de 1989 en Montevideo, República Oriental de Uruguay, se en‑comendó a la Comisión II el análisis de la contratación internacional, presentándose para su estudio el proyecto elaborado por la delegación mexicana y algunos otros puntos preparados por la delegación uru‑guaya pero, dadas las circunstancias, ambas se vieron en la necesidad de realizar un proyecto conjunto. Después de varios debates sobre tal proyecto, aduciéndose principalmente que el tiempo de discusión era corto para un tema de tal magnitud y debido a la manifiesta oposición de algunos países para aprobar un tratado sobre contratación interna‑cional, se propasó aceptar ciertas bases para la futura negociación de una convención en la materia, considerando la temática insuficien‑temente depurada y creyendo conveniente abordarla nuevamente en los trabajos de la CIDIP V. Por último, cabe destacar que en la citada CIDIP IV, siguiendo el sistema de norma material uniforme, se apro‑bó un tratado referente a un aspecto muy específico y limitado de la contratación internacional, la Convención Interamericana sobre el Contrato de Transporte Internacional de Mercaderías por Carretera.

El Comité Jurídico Interamericano, bajo la presidencia del profesor Boris Kozolchyk, incluyó el tema en la reunión celebrada en Río de Ja‑neiro, Brasil, en agosto de 1990, nombrándose al ilustre jurista mexicano licenciado José Luis Siqueiros como relator, haciendo notar que a dicho jurisconsulto previamente le había correspondido elaborar la exposición

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de motivos y el anteproyecto de la Convención Interamericana sobre Ley Aplicable en Materia de Contratación Internacional 11, el cual fue apro‑bado por el comité en su período de sesiones de julio‑agosto de 1991 12, constando de seis capítulos divididos en veintiséis artículos, siendo sus disposiciones más importantes: ámbito de aplicación de la convención (arts. 1° a 4°), determinación de la ley aplicable (arts. 5 a 10), ley apli‑cable a la existencia y validez del contrato (arts. 11 a 12) y materias que deben ser reguladas por la ley aplicable (arts. 13 a 1�). Es importante señalar que dicho proyecto refleja una tendencia avanzada que había sido ya incorporada en tratados internacionales de la materia, pero ubicándose dentro del contexto de la globalización e integración regional de merca‑dos, y de que siguen de cerca a la Convención de Roma sobre la Ley Apli‑cable a las Obligaciones Contractuales

13 y a la Convención de La Haya sobre la Ley Aplicable a los Contratos de Compraventa Internacional de Mercaderías 14, en cuya elaboración participaron varios países latinoame‑ricanos. El citado jurista José Luis Siqueiros, relator de tal proyecto, des‑taca tales circunstancias en su informe, así como la «dificultad de ensayar innovaciones en una temática tan explorada en el derecho internacional privado [... ya que] no hay mucho que adicionar o reformar a los textos citados, mismos que a su vez sirvieron como fuente de inspiración a las ocho “Bases” de la CIDIP‑IV».

Posteriormente, la Asamblea General de la OEA convocó a una Reunión de Expertos en Materia de Contratación Internacional, que se celebró en Tucson, Arizona, del 11 al 14 de noviembre de 1993, sirviendo de base para las discusiones el proyecto aprobado por el Co‑mité Jurídico Interamericano en la «Reunión de Río» y de sus trabajos emanó uno nuevo, el cual fue discutido durante la CIDIP V.

La Quinta Conferencia Especializada Interamericana sobre De‑recho Internacional Privado (CIDIP V), se celebró en la ciudad de

11 dicho anteproyecto se contiene en el documento CJi‑res.ii/10/90 del Comité Jurídico intera‑mericano, el cual fue suscrito en la ciudad de río de Janeiro. Brasil, el 27 de agosto de 1990.

12 Mediante el documento oea/ser.Q/CiJ/res.ii‑6/91 del 31 de julio de 1991.13 esta Convención fue firmada en 1980 y también es conocida como «Convención de roma».14 esta convención fue firmada el 22 de diciembre de 1986 y también es conocida como «Conven‑

ción de la haya».

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FRANCISCO CONTRERAS VACA

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México del 14 al 19 de marzo de 1995 15. Iniciados sus trabajos, a la Comisión I le correspondió negociar el tema de la contratación inter‑nacional y como resultado, el día 1� de marzo de 1994, en su Tercera Sesión Plenaria 16 se adoptó el texto de la Convención Interamerica‑na sobre Derecho Aplicable a los Contratos Internacionales, el cual fue firmado ad referéndum por México, el 26 de noviembre de 1995, aprobado por la Cámara de Senadores del Congreso de la Unión el 29 de abril de 1996. Depositado el instrumento internacional de rati‑ficación ante la Secretaría General de la Organización de los Estados Americanos el 15 de noviembre de 1996 y publicado su Decreto de Promulgación en el Diario Oficial de la Federación del 1° de junio de 1998, satisfaciéndose con este último suceso la exigencia contenida en el artículo 4 de la Ley para la Celebración de Tratados y proveyén‑dose en la esfera administrativa su exacta observancia, razón por la cual es derecho vigente en el país.

Cabe puntualizar que a últimas fechas, además de la CIDIP, otros foros internacionales han continuado con el estudio de la contratación internacional, algunos siguiendo el sistema tradicional en la solución de los conflictos de leyes y otros prefiriendo uniformar el derecho sustantivo aplicable, de sus esfuerzos han surgido importantes acuer‑dos, como:

• La Convención de Roma sobre la Ley Aplicable a las Obligaciones Contractuales de 1980, que sigue el sistema tradicional de solución a los conflictos de leyes, y parte de diversos principios estableci‑dos por la Convención de La Haya sobre la Ley Aplicable a las Ventas de Carácter Internacional de Objetos Muebles Corporales del 15 de junio de 1955, pero diferenciándose, entre otras cosas, por el punto de contacto que elige para la determinación de la ley

15 esta conferencia contó con la participación de 19 estados pertenecientes a la oea: argentina, Bolivia, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa rica, ecuador, el salvador, estados unidos de américa, honduras, México, nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, república dominicana, uruguay y Venezuela; asistiendo, además, observadores permanentes de italia, rumania, rusia y españa, así como funcionarios acreditados de organismos intergubernamentales, regionales y mundiales.

16 Mediante el documento oea/ser.k/XXi.5 CidiP‑V/

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aplicable a falta de designación de las partes, concluyendo en este caso, que el contrato se regirá por la ley del país con el que pre‑sente vínculos más estrechos, pero entendiéndose como tal la del Estado en el que las partes deben suministrar la «prestación más característica» del contrato;

• La Convención de las Naciones Unidas sobre los Contratos de Compraventa Internacional de Mercaderías, conocida también como «Convención de Viena», aprobada en el seno de la UNCI‑TRAL el 11 de abril de 1980 y que sigue el sistema de norma ma‑terial uniforme;

• La Convención de La Haya sobre la Ley Aplicable a los Con‑tratos de Compraventa Internacional de Mercaderías del 22 de diciembre de 1986, que integra los principios formulados en la Convención de La Haya sobre la Ley Aplicable a las Compra‑ventas Internacionales de Bienes Muebles Corporales del 15 de junio de 1955 y en la Convención de las Naciones Unidas sobre los Contratos de Compraventa Internacional de Mercaderías de 1980. Este tratado sigue el sistema tradicional en la solución de los conflictos de leyes, y

• Los Principios sobre los Contratos Comerciales Internacionales elaborados por el Instituto Internacional para la Unificación del Derecho Privado (UNIDROIT) con sede en Roma y que siguen el sistema de norma material uniforme. Cabe indicar que la UNI‑DROIT entre sus objetivos tiene el realizar estudios, proyectos de convenciones y propuestas para ayudar al desarrollo del derecho privado y desde 1980 confió el tema de la contratación internacio‑nal a una comisión para su estudio, publicando sus resultados en febrero de 1994 en la Universidad de Tulane, los cuales son cono‑cidos como Principios de Derecho Contractual o Principios UNI‑DROIT (Estudio L‑Doc 40, Rev. 13), mismos que se circularon entre los gobiernos de los Estados para que realizaran sugerencias y fueran finalmente aprobados.

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Por último, es importante destacar que la convención objeto de estudio es acorde con las tendencias emanadas en otros foros interna‑cionales, por lo que muchos doctrinarios han manifestado que sería mejor que los países americanos se adhirieran a alguna de las emana‑das con anterioridad, en especial a la Convención de La Haya sobre la Ley Aplicable a los Contratos de Compraventa Internacional de Mercaderías del 22 de diciembre de 1986, sin embargo, por las nece‑sidades imperantes ha sido necesario crear un instrumento específico para el área interamericana.

III. ANÁLISIS

a) Internacionalidad del contrato (art. 1°): este acuerdo establece dos criterios para determinar la supranacionalidad de un contrato y, por tanto, considera que el acuerdo tiene carácter de internacional, cuando:

• La residencia habitual o el establecimiento de las partes se encuen‑tre en naciones diferentes, o

• El contrato tenga contactos objetivos con más de un Estado parte, tales como: lugar de celebración, de ejecución, de pago, etcétera.

Es importante destacar que los criterios para determinar la inter‑nacionalidad de un contrato varían y, a manera de ejemplo, vale la pena indicar que: la Convención de las Naciones Unidas sobre los Contratos de Compraventa Internacional de Mercaderías (emanada de la UNCITRAL en 1980) en su artículo 1°, otorga tal carácter a aquellos celebrados entre personas (físicas o jurídicas) que tienen sus establecimientos en Estados parte diferentes o cuando las normas de derecho internacional privado prevean la aplicación de las leyes de un Estado parte. La Convención de Roma sobre la Ley Aplicable a las Obligaciones Contractuales de 1980, en su artículo 3°, les da tal carácter a aquellos contratos que entrañan un conflicto de leyes al existir elementos objetivos que lo vinculan con diversos derechos, y

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los Principios Aplicables a los Contratos Mercantiles Internacionales aprobados por la UNIDROIT en 1994, en su preámbulo, señalan que existe la presunción de la no internacionalidad de un contrato cuando carezca de puntos de conexión con más de una nación y, por lo tanto, no posea ningún elemento de internacionalidad.

b) Aplicación de la Lex Mercatoria (arts. 3°, 4°, 9° y 10). El tratado internacional analizado señala:

• Sus normas se aplicarán, con las adaptaciones necesarias y po‑sibles, a las nuevas modalidades de la contratación internacional utilizadas en el comercio mundial;

• Para su aplicación e interpretación deberá tenerse en cuenta su carácter internacional y satisfacer la necesidad de uniformidad que persigue;

• Cuando corresponda se aplicarán las normas, costumbres y prin‑cipios del derecho comercial internacional, así como los usos y prácticas comerciales de aceptación general, a efecto de realizar las exigencias de la equidad en el caso concreto, y

• El juez deberá tener en cuenta los principios generales del derecho comercial mundial aceptados por organismos internacionales.

En resumen podemos afirmar que la convención propugna por la aplicación de la conocida como Lex Mercatoria, la cual se inte‑gra por los usos, costumbres, prácticas y principios generados en el comercio internacional, ya sea que emanen de autoridades guber‑namentales, organismos internacionales o grupos no institucionales que crean reglas para regir sus relaciones comerciales. Conforme a la convención, esta Lex Mercatoria debe ser reconocida por los jueces nacionales y aplicada en la solución de los casos concretos, a diferencia del criterio seguido por la Convención de Roma que limita al derecho designado como aplicable, ya que considera que el mismo debe estar necesariamente contemplado por las legislaciones nacionales.

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c) Aspectos del acuerdo y contratos excluidos del alcance de la convención (arts. 1°, 5° y 6°). El tratado objeto de estudio señala que no se aplica para elegir el derecho de fondo en algunos aspectos del contrato o para los tipos de acuerdo de voluntades que a continuación se mencionan:

• Capacidad, estado civil y sus consecuencias en la invalidez del contrato;

• Cuestiones sucesorias, testamentarias, regímenes matrimoniales o relaciones de familia;

• Títulos de crédito;

• Títulos del mercado de valores;

• Acuerdos sobre arbitraje o elección de foro;

• Derecho societario, y

• Contratos con regulación internacional autónoma, vigentes entre los Estados parte.

• Contratos en que sea parte el Estado, entidades u organismos es‑tatales y en el que las partes hubieren excluido expresamente la aplicación del tratado, o cuando el Estado parte así lo hubiere declarado al momento de firmar, ratificar o adherirse a la convención.

d) La autonomía de la voluntad para la elección del derecho apli‑cable (arts. 2°, �°, 8°, 11, 12 y 13). Siguiendo el criterio adoptado por la Convención de La Haya sobre la Ley Aplicable a las Ventas de Carácter Internacional de Objetos Muebles Corporales del 15 de junio de 1955, establece que, en principio, el contrato se rige por el derecho elegido por las partes, con la única limitación de que el mismo no sea contrario a las disposiciones imperativas o leyes de aplicación

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inmediata del foro (lugar donde radica el juez que conoce del asunto). Asimismo, la convención señala:

• La voluntad de las partes debe ser expresa y en su ausencia debe desprenderse en forma evidente de su conducta y de las cláusulas del contrato;

• Las partes en cualquier tiempo pueden modificar la elección rea‑lizada, lo cual no afectará la validez del contrato original ni los derechos de terceros;

• La elección puede ser total o parcial, lo que permite a los contra‑tantes que puedan escoger varios derechos para cada una de las relaciones jurídicas acordadas, y

• Si el juez no puede desentrañar la voluntad de las partes o en caso de que la elección resulte ineficaz, éste deberá utilizar el criterio que fija la convención para poder elegir la norma sustantiva aplicable, la cual se analizará posteriormente.

• El derecho elegido se aplicará aunque sea de un Estado no parte del tratado.

Es importante destacar que un aspecto no resuelto con claridad en la convención es el relativo a si las partes pueden elegir cualquier derecho, sin importar que el mismo no presente ningún punto de contacto con el acuerdo de voluntades o si la normatividad elegi‑da necesariamente debe estar vinculada con el mismo. Recordemos que a este respecto la doctrina se encuentra dividida: hay quienes consideran que las partes pueden elegir el derecho de un Estado to‑talmente distinto, a efecto de que el mismo resulte «imparcial», y quienes creen necesario que el derecho elegido presente algún punto de contacto con el contrato. En lo personal considero que la libertad de las partes para la elección del derecho de fondo aplicable es abso‑luta y que debe ser invalidada únicamente cuando ha sido realizada de mala fe.

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Cabe indicar que nuestra legislación federal y del Distrito Federal, incorporó la tendencia de la autonomía de la voluntad como fuente para la elección del derecho aplicable en la reforma realizada al Có‑digo Civil para el Distrito Federal en Materia Común y para toda la República en Materia Federal, publicada en el Diario Oficial de la Federación del � de enero de 1988, relativa a diversas disposiciones en materia del derecho internacional privado y a partir de esa fecha su artículo 13 fracción V, indica:

Art. 13. La determinación del derecho aplicable se hará conforme a las siguientes reglas:

... V. Salvo lo previsto en las fracciones anteriores, los efectos jurídicos de los actos y contratos se regirán por el derecho de lugar en donde deban ejecutarse, a menos de que las partes hubieran designado válidamente la apli‑cabilidad de otro derecho.

e) El derecho con el que existan «vínculos más estrechos» como normatividad aplicable a falta de elección de las partes (art. 9°): en esta convención se abandonó el criterio de la «prestación más carac‑terística», que fue incorporado en la Convención de Roma, pero que con anterioridad había sido planteado por la doctrina y seguido por la jurisprudencia suiza, siendo que en dicho país es un criterio con‑solidado, ya que había mostrado problemas en casos de contratos bi‑laterales, tales como el mutuo, la permuta o la franquicia, prefiriendo centrar la atención en elementos más concretos, por lo que se designó, como derecho sustantivo aplicable, a la ley con la cual el contrato tiene los «vínculos más estrechos» (most significant relationship), de‑biéndose tener en cuenta para realizar tal elección todos los elementos objetivos y subjetivos que se desprendan del mismo, lo cual resulta adecuado.

Cabe destacar que si el contrato es separable y una parte tiene vín‑culos más estrechos con un Estado y otra con diversa legislación, el juez está facultado para aplicar, excepcionalmente, el derecho del otro Estado a esa parte del contrato (realizar el depecage).

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f) Ámbito de aplicación del derecho elegido (art. �° y 14): la norma sustantiva elegida regulará, principalmente:

• La interpretación del contrato, lo cual deberá realizarse teniendo en cuenta su carácter internacional, lo que implica que el tribunal no debe cerrarse a categorías locales, sino actuar de manera abierta y analizando incluso las tendencias utilizadas en otros países, a efecto de no desvirtuar el sentido y alcance del tratado;

• Los derechos y obligaciones de las partes;

• La ejecución de sus obligaciones;

• Las consecuencias del incumplimiento del acuerdo, incluyendo el pago de una indemnización compensatoria;

• La extinción de las obligaciones, incluyendo prescripción y caducidad, y

• La nulidad e invalidez del acuerdo.

g) Excepciones a la determinación del derecho aplicable (art. 11, 12 y 13). No obstante lo previsto con anterioridad, se aplicarán de manera necesaria las disposiciones del derecho:

• Del foro (lex fori) cuando tengan carácter imperativo;

• De la residencia habitual o establecimiento (lex domicili) de la par‑te interesada, cuando se discuta la falta del debido consentimiento para obligarse por el contrato;

• Fijado por la convención, o el del Estado en que se celebró (locus regit actum) o el del lugar de ejecución (lex loci ejecutionis), para regular la forma de los contratos celebrados entre partes que se encontraban en el mismo Estado al momento de su celebración, y

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• Fijado por la convención, o el de alguno de los Estados en que se ce‑lebró (locus regit actum) o el del lugar de ejecución (lex loci ejecutio-nis), para regular la forma de los contratos celebrados entre partes que se encontraban en distintos Estados al momento de su celebración.

h) La elección de foro no implica la determinación del derecho aplicable (art. �°): el tratado señala que el hecho de que las partes elijan al juez al que someterán un posible conflicto, no implica que se vaya a utilizar el derecho de ese foro, marcando de manera tajante la independencia entre la facultad de prorrogar la competencia terri‑torial del tribunal para evitar un conflicto de competencia judicial (convergencia de jurisdicciones) y la elección del derecho de fondo para dar solución al existente conflicto de leyes en el espacio (con‑vergencia de normas jurídicas).

i) Exclusión de las normas de conflicto en la elección del derecho de fondo aplicable (art. 1�). Cuando se elige el derecho aplicable para regular las relaciones derivadas de la celebración de un contrato con carácter internacional, es importante destacar que la convención analizada excluye las normas de conflicto existentes en la misma, a efecto de evitar la posibilidad de un reenvío. Debo indicar que éste surge cuando la norma de conflicto del derecho elegido no prevé para dicho caso la utilización de su derecho sustantivo, sino que remite a la norma jurídica sustantiva de otro Estado. La disposición anteriormente señalada difiere un poco lo dispuesto por el artículo 14 fracción II del Código Civil para el Distrito Federal en Materia Común y para toda la República en Materia Federal que permite la utilización de las normas conflictuales del derecho elegido cuando existen circunstancias especiales que lo justifican y, en tal caso, se faculta utilizar de manera excepcional las normas sustantivas mexi‑canas o las de un tercer Estado, es decir, de manera limitada acepta el reenvío simple o el de segundo grado, al indicar textualmente:

Art. 14. En la aplicación del derecho extranjero se observará lo siguiente:

... II.‑ Se aplicará el derecho sustantivo extranjero, salvo cuando dadas las especiales circunstancias del caso, deban tomarse en cuenta, con carácter

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excepcional, las normas conflictuales de ese derecho, que hagan aplicables las normas sustantivas mexicanas o de un tercer estado.

j) La excepción de orden público (art. 18). La convención estable‑ce que el derecho designado como aplicable para regir a un contrato internacional puede dejar de utilizarse cuando sea manifiestamente contrario al orden público del juez que conoce de la controversia. Se debe recordar que la función del orden público en el orden interno consiste en impedir la aplicación de instituciones ajenas, cuando se consideren perjudiciales a la colectividad y en sustitución de ellas uti‑lizar aquellas previstas en los ordenamientos jurídicos nacionales. Es importante destacar que el contenido del orden público a nivel inter‑nacional es más amplio que en el orden interno, y su determinación no deriva del legislador o del carácter de una norma jurídica que por su trascendencia social se vuelve irrenunciable para las partes, sino que este concepto debe ser entendido de manera amplia, como la relación que en su conjunto guardan las instituciones del derecho extranjero con los principios fundamentales del ordenamiento jurídico nacional, obtenida en la práctica de los tribunales al analizar los casos concre‑tos. Por último, vale la pena recordar que el artículo 15 fracción II del Código Civil para el Distrito Federal en Materia Común y para toda la República en Materia Federal, indica:

Art. 15. No se aplicará el derecho extranjero:

... II.‑ Cuando las disposiciones del derecho extranjero o el resultado de su aplicación sean contrarios a principios o instituciones fundamentales del orden público mexicano.

IV. CONCLUSIONES

Considero adecuado el sistema que establece la convención ana‑lizada para que el juzgador, respetando en gran medida la autonomía de la voluntad de las partes, esté en posibilidad de dar solución al conflicto de leyes (convergencia de normas jurídicas) que se presen‑ta en controversias relativas a los contratos internacionales y, en con‑secuencia, para que pueda realizar una adecuada elección del derecho

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sustantivo aplicable. Por lo anterior, es satisfactorio que la misma haya sido firmada ad referéndum por México el 26 de noviembre de 1995, aprobada por la Cámara de Senadores del Congreso de la Unión el 29 de abril de 1996, depositado el instrumento internacional de rati‑ficación ante la Secretaría General de la Organización de los Estados Americanos el 15 de noviembre de 1996 y publicado su Decreto de Promulgación en el Diario Oficial de la Federación del 1° de junio de 1998, satisfaciéndose con este último suceso la exigencia contenida en el artículo 4 de la Ley para la Celebración de Tratados y proveyéndose en la esfera administrativa su exacta observancia.

• Índice General§ Índice ARS 21

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LA ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE COMERCIO: INTRODUCCIÓN,

ANTECEDENTES, ELEMENTOS FUNDAMENTALES DE SU CONSTITUCIÓN

Y SU APORTACIÓN A LA SOLUCIÓN DE CONTROVERSIAS

Rodolfo Cruz Miramontes

Sumario: I. Introducción; II. Elementos fundamentales de la Organiza-ción Mundial de Comercio (OMC); III. La solución de diferencias.

I. INTRODUCCIÓN

El día 15 de abril de 1994, pocos meses después de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio para América del Norte, el TLCAN y no NAFTA como eventualmente se le llama, se firmó en la ciudad de Marrakesh, Marruecos, el acta final de la Ronda Uruguay, octava en su orden, de las reuniones formales del Acuerdo General de Aranceles y Comercio, cuya trascendencia es única.

Mediante la ronda en cuestión se crea la organización mundial de comercio (OMC) y se formalizan en un todo, diversos acuerdos, en‑tendimientos y declaraciones que constituyen los instrumentos jurí‑dicos regulatorios a nivel multilateral, de las relaciones de comercio internacional de ciento treinta y un países.

El marco legal ha desbordado en mucho, al que existía hasta el momento, estableciendo principios, criterios y sobre todo, una organi‑zación formal de carácter multilateral, que viene a ser el centro de las relaciones mercantiles de la comunidad internacional.

• Índice General§ Índice ARS 21

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LA ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE COMERCIO: INTRODUCCIÓN, ANTECEDENTES, ELEMENTOS FUNDAMENTALES DE SU CONSTITUCIÓN Y SU APORTACIÓN

A LA SOLUCIÓN DE CONTROVERSIAS

La vocación de la Organización Mundial de Comercio es universal como lo demuestra el hecho de que integrándose al mes de octubre de 199� por 131 países, haya ya treinta más negociando su ingreso.

La presencia de un organismo de esta dimensión acredita sin duda su acierto como respuesta a una necesidad general y su pasado consis‑tente en la historia del GATT que se ha incorporado, lo dota de gran fortaleza, pues la experiencia acumulada durante cincuenta años, está presente.

Para comprender lo dicho será pertinente tener presentes los siguientes antecedentes:

La Segunda Guerra Mundial, que estallara en 1939 y concluyera en 1945, provocó profundos desafíos a los países que se vieron en‑vueltos en ella; conflagración que con un corto espacio de veinte años, siguiera a la Primera Guerra concluida en 1918.

Errores múltiples fundamentalmente políticos 1 y de contenido económico 2, llevaron prácticamente a los mismos contendientes a en‑frentarse por segunda vez y no fue extraño ver a combatientes de la Primera, vestir el uniforme por segunda ocasión e ir, llevando de la mano a su joven hijo, de nuevo al frente de batalla.

Muy cerca ya del fin de los acontecimientos, se llevó a cabo la con‑ferencia de Breton Woods de la cual surgieran diversas instituciones y mecanismos para restaurar el orden mundial en lo económico y en lo financiero.

Así se establecieron el Fondo Monetario Internacional y el Ban‑co Mundial para la Reconstrucción y Desarrollo, que conformaron un sólido andamiaje para activar las relaciones entre vencedores y vencidos.

1 Bernard, Newman, La nueva Europa, Fondo de Cultura Económica, México 1994.2 John H, Jackson, The World Trade Organization, Chatham House, 1998 (en prensa).

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Lo paradójico del caso fue que de hecho sólo había un vencedor: Estados Unidos de América, y todos los demás eran los vencidos, in‑cluyendo a sus aliados, pues los estragos de la guerra no respetaron a nadie.

Esto significó que había —financieramente hablando— un solo acreedor y muchos deudores seriamente maltrechos. Basta recordar como quedaron Alemania, Inglaterra, Francia, Japón y los países de la Europa Central.

Ante el surgimiento de una polarización de las posturas antagó‑nicas entre dos sistemas filosófico‑políticos, fue urgente acelerar el fortalecimiento de los antiguos aliados alineados en las ideas del libre mercado y para ello era indispensable provocar un flujo comercial ágil y seguro que activase la circulación de dinero, ahorro de moneda y surgimiento de empresas fuertes.

Esto dio pie a las negociaciones de un acuerdo sobre comercio y desarrollo, habiéndose aprovechado las ideas de un funcionario norte‑americano del más alto nivel —el Señor William L. Clayton— expre‑sadas en un documento intitulado «Proposiciones para una expansión del comercio mundial y la ocupación».

El propósito fundamental era crear una Organización internacional de comercio; era el momento de las organizaciones internacionales, como sucedió con la organización de las Naciones Unidas amén de otras bien conocidas.

Para ello, con premura se celebran reuniones en Washington, D. C., Londres, Nueva York y Ginebra, rematando en Cuba; de ahí surgió la Carta de La Habana que constituyó el estatuto de la OIC.

La junta de trabajo de Ginebra fue sin duda la más importante pues se trataron tres grandes temas:

1. El cuerpo jurídico del estatuto de la organización.

RODOLFO CRUZ MIRAMONTES

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2. Un acuerdo para una reducción arancelaria multilateral.

3. La determinación de las cláusulas generales conteniendo las obli‑gaciones principales relativas a la desgravación arancelaria.

Las dos últimas se convertirán poco después en el Acuerdo Gene‑ral de Aranceles y Comercio (GATT).

Habiéndose concluido las negociaciones relativas a las partes se‑gunda y tercera en el mes de octubre de 194�, restaba sólo la parte institucional de la OIC para tener todo listo.

Siendo Estados Unidos el principal interesado en el éxito de las ne‑gociaciones, se enfrentó con un problema jurídico interno consistente en que las facultades otorgadas por el Congreso al poder ejecutivo, en la Reciprocal Agreements Act (1934) que habían sido renovadas en diversas ocasiones, expiraban a mediados de 1948.

Por otra parte varios países presentes en las negociaciones sufrían tam‑bién algunos problemas internos que les impedían acelerar el proceso, so‑bre todo cuando se pretendió que de inmediato se le diese vida solamente al Acuerdo arancelario y posteriormente a la Carta de la Habana.

Para salvar el escollo se acordó celebrar un protocolo de aplicación provisional que dio pie a un sinfín de negociaciones y consultas, termi‑nando felizmente con la adopción de la parte II original (artículos III al XXIII); previendo así los posibles conflictos internos entre los poderes ejecutivo y legislativo a través de la llamada, «cláusula del abuelo».

Se suponía que tan pronto fuera legalmente posible, se formaliza‑ría la carta de la OIC incorporándole de inmediato lo concerniente al GATT.

Por ende no se constituyó ningún organismo internacional, no se estableció un cuerpo administrativo ni se abordaron otros temas.

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Pocos años se necesitaron para que la OIC abortara al negarse en 1951, el Congreso Americano, a tratar más el tema.

El acuerdo general aprobado caminó desde entonces, ordenando el comercio mundial, y hubo de ser parchado para ir llenando sus huecos. Sin duda la enmienda más importante fue la adición en 1965 de la par‑te IV (artículos XXXVI al XXXVIII) que establece un trato especial adecuado para los países en vías de desarrollo al que he llamado el anti‑GATT pues contiene excepciones y dispensas a los grandes princi‑pios consagrados en 194�, como son los de la nación mas favorecida y el de la reciprocidad, a través de las preferencias arancelarias.

Debido a la actitud renuente de los grandes países para aplicar las disposiciones regulatorias de ciertas disciplinas, abusando de la «cláu‑sula del abuelo», la Ronda Tokio buscó, en 19�9, negociar acuerdos sobre ciertos temas, más que preocuparse de la desgravación aran‑celaria y así se firmarían varios códigos de conducta (subvenciones, antidumping, aviación civil, normas, etcétera).

Sin embargo no fue suficiente y por ello todas las partes contratantes —como se les llamaba, no miembros— del GATT, resolvieron iniciar una ambiciosa ronda en 1986, abordando temas nunca antes tratados ta‑les como las subvenciones a la agricultura y los llamados «invisibles».

Fueron negociaciones arduas, complejas y tardadas (siete anos) que curiosamente se agilizaron, en mi opinión, con el TLCAN pues, esos temas que habían atorado la carreta, fueron negociados en este acuerdo regional. No es pues coincidencia que casi cuatro meses des‑pués de la entrada en vigor del TLC se firmase el Acta de Marrakesh.

II. ELEMENTOS FUNDAMENTALES DE LA ORGANIZACION MUNDIAL DE COMERCIO (OMC)

Debemos consignar de inicio, que el Acta no constituye un estatuto constitucional complejo sino que es un corto documento con disposi‑ciones generales que permiten el enlace de un numeroso conjunto de

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textos conteniendo cerca de 200 protocolos, enmiendas, opiniones, rectificaciones, etcétera.

Esta minicarta, como se le ha llamado, se apoya en cuatro anexos que a su vez se dividen en:

Anexo I

IA. Contiene los principales acuerdos y códigos suscritos en el GATT, por ello se le llama el «GATT 1994».

IB. Acuerdo sobre el comercio de servicios y anexos, llamado tam‑bién «GATS».

IC. Acuerdo sobre diversos aspectos de la propiedad intelectual conocido como «TRIPS».

Anexo 2

Este documento contiene el entendimiento sobre solución de con‑troversias; en inglés se le conoce por sus siglas como DSU.

Anexo 3

Contiene el mecanismo de revisión de las políticas comerciales (TPRM).

Anexo 4

este anexo se refiere a diversos acuerdos cuya suscripción no es obligatoria sino opcional, que interesen a unos cuantos países y son:

a) El acuerdo sobre comercio de la aviación civil.

b) Acuerdo sobre compras de gobierno.

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c) Acuerdo sobre productos lácteos.

d) Acuerdo sobre carne de bovino.

México no suscribió este último anexo. Cabe señalar que con esta excepción, todos los anexos, son de aceptación obligatoria conforme al principio del «paquete único», de «todo o nada», regla que antes no prevalecía por lo que se decía que cada país podía tener un GATT cor‑tado a su medida. Esta condición podemos ubicarla como una primera característica de la OMC.

Una segunda nota propia de esta nueva organización, en opinión del profesor John H. Jackson, estriba en que al darle continuidad a las instituciones y prácticas consagradas en el GATT, se hace ahora de manera más accesible a los funcionarios del gobierno, abogados y académicos.

Establecer por vez primera una organización formal de naturaleza internacional que se ocupe de las transacciones comerciales, sería un tercer punto y constituye un gran avance, una superación a una si‑tuación híbrida y carente de la infraestructura necesaria para ordenar debidamente dichas negociaciones que facilitarán su futuro desarro‑llo. Por último, la suscripción de un entendimiento sobre solución de controversias, y el establecimiento de un mecanismo con decisiones obligatorias, es un logro de gran trascendencia.

Se ha superado —al menos así lo esperamos— la disculpa de los gran‑des países pero sobre todo, de Estados Unidos, de no acatar las recomen‑daciones del grupo de expertos, por basarse la existencia del GATT, en un «acuerdo ejecutivo» y no en tratado senatorial de observancia obligatoria, conforme, la práctica‑ y no al derecho norteamericano.

La OMC, por ser una institución jurídica, presenta un andamiaje burocrático original, que habiendo recogido la experiencia del GATT, pretende ser útil y eficiente (art. VIII).

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La máxima autoridad descansa en la «Conferencia ministerial» que se reúne en pleno cada dos años y que se compone por representantes de todos los miembros (art. IV, 1).

Le siguen en orden de importancia cuatro consejos:

a) El Consejo general.

b) El Consejo de comercio de bienes (GATT 1994).

c) El Consejo para el comercio de servicios (GATS).

d) El Consejo para asuntos relacionados con ciertos aspectos de los derechos de propiedad intelectual (TRIPS).

Se previene que el consejo general actúe también como el llamado «órgano de solución de diferencias» (OSD en español y DSU por sus siglas en inglés).

Se podrá observar que cada uno de los anexos esta cubierto por un consejo.

El Consejo general hará las veces de la Conferencia ministerial entre sesión bianual del mismo y se reunirá cuando sea preciso, esti‑mándose que al menos será cada dos meses.

Se han establecido también diversos comités como son:

a) El de comercio y desarrollo.

b) El de restricciones por balanza dE pagos.

c) Los asuntos presupuestarios, financieros y administrativos.

Se afianzó a la secretaría bajo la responsabilidad de un director general (art. VI).

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En cuanto a las decisiones se buscará que se tomen por consenso como sucedía en el GATT con la aclaración de que en una votación concreta, ninguno de los miembros se oponga expresamente a la de‑cisión objeto del voto.

Se le otorga gran relevancia al acervo histérico, ya que expresa‑mente se consigna que la OMC se regirá por «las decisiones, proce‑dimientos y prácticas consuetudinarias de las partes contratantes del GATT de 194� y los órganos establecidos en el marco del mismo» (art. XVI). Esto es lo que llaman «QUIS».

Es de señalarse, como ya se dijo, que la denominación de los in‑tegrantes de la OMC, es la de «miembros», en contraste con los del GATT, que por no constituir una organización jurídica, se denomina‑ban «partes contratantes»; cuestión en la que el gobierno norteameri‑cano fue muy puntilloso para prevenir cualquier enfrentamiento con su Congreso.

El articulado de la carta constitutiva es muy breve: sólo 16 artículos de lectura ágil, lo que facilita su comprensión. Empero, no dejan de plantear‑se múltiples interrogantes y cuestionamientos jurídicos en la vinculación entre el GATT y la OMC, así como en la interpretación del texto.

Un tema que cada vez es más constante, es el fenómeno de la crea‑ción de zonas de libre comercio y de uniones aduaneras, que surgen al amparo de las excepciones a la aplicación de los principios torales del GATT contenidas en el art. XXIV párrafos 3° y 4° del mismo.

Para algunos estudiosos, la globalización mundial en cierta forma le esta restando presencia a la OMC.

III. LA SOLUCIÓN DE DIFERENCIAS

En lo referente a este tema, el GATT fue siempre objeto de críticas al no contar con un sistema eficiente para resolver los diferendos que

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se presentasen entre sus integrantes. En la práctica como era 1ógico, no tuvo mayores resultados pese a que se fueron modificando las dis‑posiciones aplicables que solamente fueron dos: los artículos XXII y XXIII.

Quienes han lanzado comentarios duros por este concepto, no han tenido presente que el GATT fue sólo un acuerdo y no constituyó una organización plena pues como ya adelantamos, este aspecto estaba encomendado a la Organización Mundial de Comercio, y al nunca ver la luz, tampoco surgió este mecanismo.

Quienes han estado cerca del GATT opinan que se obtuvieron lo‑gros superiores a los esperados y se ha ido configurando un cuerpo de decisiones mediante las que se perfilaron y pulieron ciertos conceptos básicos.

Asimismo se han delimitado dos campos en las controversias:

• Casos en donde se han violado objetivamente ciertos preceptos del Acuerdo.

• Casos en los que sin violentarse alguno de ellos, se ha producido, por las acciones de una de las partes contratantes, nulidad o menosca‑bo de ciertas expectativas fundadas de beneficios comerciales.

Lo anterior es notable pues los preceptos que se ocupaban anterior‑mente de los conflictos, se referirán solamente a las consultas y nego‑ciaciones, así como ante su ineficacia, a formular recomendaciones a través de grupos de expertos a quienes se turnaba el caso para opinión y sugerencias. La parte responsable podía acatar o no la recomenda‑ción y bastaba su oposición para que no operase.

Los países en vías de desarrollo sufrieron particularmente, de estas actitudes prepotentes y el nuestro aún tiene un serio problema de dum-ping (el del cemento) que, pese a que fue declarado inexistente por el grupo de expertos del GATT en julio de 1993, los Estados Unidos se han rehusado olímpicamente a acatarlo alegando que jurídicamente

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no están obligados. Los daños causados a México son serios pero, sobre todo, el menosprecio al derecho es muy frustrante.

Éstas y otras experiencias sufridas por países de nuestro continente y desde luego, de otros, explica nuestra insistencia durante las nego‑ciaciones del TLCAN para lograr un capítulo sobre prácticas deslea‑les que acabó plasmándose en el XIX.

En el entendimiento sobre solución de diferencias de la OMC se previene que nadie podrá ya bloquear las decisiones del órgano de solución de diferencias, salvo que todo el Consejo general las rechace por unanimidad («consenso reversible»).

Ante tal condición se pretendió mitigar el alcance de tal obli‑gación estableciendo el recurso de apelación. El efecto de utilizar estos mecanismos es el restablecimiento del orden fracturado en las relaciones comerciales, bien evitando el daño suprimiendo lo que lo produce, bien compensándolo, o en el extremo, si no hay arreglo conveniente, retaliando en la medida y términos del efecto negativo.

El órgano de solución de diferencias será el encargado de darle seguimiento y vigilar que sus disposiciones se observen.

Del mes de enero de 1995 al 9 de diciembre de 199�, según un informe del secretariado para efectos internos, se había presentado un total de 51 casos y 110 consultas, habiéndose resuelto algunos, otros están en trámite y otros más inactivos.

México ha estado presente en varios problemas, bien con simples consultas o en páneles; como el de las exportaciones de tomate fresco a Estados Unidos, el de las exportaciones de cemento a Guatemala, la forma de valorar en aduanas las importaciones europeas, y el de las exportaciones norteamericanas de jarabe de maíz de alta fructosa a nuestro país, quien es el demandado.

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Cabe decir en este último caso que habiéndose promovido por el gobierno norteamericano una solicitud de consulta para el día 5 de septiembre de 199�, la cual aceptó México, no pasó nada trascendente después de la reunión en Ginebra de ambas delegaciones el día 8 de octubre siguiente.

Sin embargo ante la decisión definitiva dictada en este caso el pa‑sado 23 de enero, de nueva cuenta fuimos llevados al banquillo de los acusados y, el día 12 de junio, se reunieron ambas delegaciones nuevamente sin ningún resultado, por lo que se solicitará sin duda que el caso se turne al órgano de solución de diferencias.

Ahora, como nunca antes, contamos con un instrumental jurídico que debemos usar, tanto a nivel bilateral como puede suceder en los acuerdos entre México y otro país, como multilateral (v. gr. el G’3), o regional como el TLCAN, la OMC y los que surjan con MERCOSUR y con la Unión Europea.

Debemos usarlos cuando sea menester sin dilación ni temor, siem‑pre y cuando la razón nos asista. Nuestro país necesita que se le de‑fienda en todos los foros cuantas veces sea necesario. Para ello requie‑re de profesionistas capaces, bien preparados, sobre todo abogados que a su formación humanista aúnen conocimientos sobre estas insti‑tuciones jurídico‑económicas ajenas a nuestro sistema de educación por ocuparse fundamentalmente del lucro.

Sin embargo, lo más importante que debe guiar su conducta, sobre todo lo demás, es el respeto y la convicción de amor a México, a su pasado y lo que debe y puede ser en el futuro.

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• Índice General§ Índice ARS 21

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LOS DERECHOS DE RETIRO DE LOS INVERSIONISTAS EN UNA COLOCACIÓN

PRIVADA

Santiago González Luna Marseille 1

Sumario: I. Introducción; II. Meta de toda Colocación Privada: el in-cremento del valor de las acciones; III. Cláusulas de retiro o de salida; IV. Los derechos de retiro o separación bajo la ley de sociedades mer-cantiles; V. Limitación de los derechos de salida: a). La obligación de buena fe en el ejercicio de los derechos, b). Limitación convencional de los derechos de retiro, c). Conclusiones.

I. INTRODUCCIÓN

Una Colocación Privada de Acciones es básicamente una in‑vitación hecha a personas concretas para participar en el capital social de una empresa (la Sociedad Emisora) que requiere de ca‑pital y, más importante aún, del apoyo de inversionistas altamente calificados con experiencia en empresas del ramo al que perte‑nece la Sociedad Emisora. Aunque no es obligatorio que así sea, las personas concretas a quienes se invita, siempre son fondos de

1 Licenciado en Derecho por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente. Diplomado en Contratos por la Universidad Iberoamericana. Maestro en Derecho por la Lon‑don School of Economics, Londres, Reino Unido. Socio de la firma Barrera, González Luna y González Schmal, S. C., en Guadalajara, Jalisco.

• Índice General§ Índice ARS 21

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inversión (los Fondos). La Sociedad Emisora rara vez sabe cuáles Fondos podrían estar interesados en invertir en su capital social, por lo que contrata los servicios de un asesor financiero, quien tie‑ne los contactos y conocimientos necesarios para que la colocación sea exitosa.

Como condición esencial para su participación, los Fondos exi‑gen el derecho de retirarse de la Sociedad Emisora bajo ciertas hi‑pótesis. Los accionistas originales de la emisora 2, con frecuencia manifiestan inquietud acerca del riesgo de que el derecho de retiro produzca una descapitalización de su sociedad o que se utilice como instrumento de presión para apoderarse de ella o hacer que ésta ac‑túe en contra de los intereses de los accionistas originales y en be‑neficio de los Fondos. Este artículo analiza el referido derecho de retiro y los límites legales que pesan sobre el mismo, así como los límites convencionales que se pueden imponer para proteger a los accionistas originales de la Sociedad Emisora.

II. META DE TODA COLOCACIÓN PRIVADA: EL INCREMENTO DEL VALOR DE LAS ACCIONES

Ante todo, no debe perderse de vista que la intención de todas las partes involucradas en una colocación privada es la maximización del valor de las acciones materia de la colocación. Un Fondo, al igual que cualquier persona que adquiere acciones, invierte en una sociedad para lucrar (i) con la diferencia de valor de la acción entre el momento de su adquisición y de su venta posterior y (ii) a través de los dividen‑dos que pague la sociedad.

En principio, el valor óptimo de una acción se alcanza cuando exis‑te un mercado para la misma, de suerte que su valor se determina, no

2 Por accionistas originales entendemos no los fundadores, sino los tenedores de las acciones antes de que un Fondo participe en la Sociedad Emisora. Casi siempre son personas con fuertes víncu‑los personales entre sí (e.g. amigos o familiares).

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por la apreciación de un probable comprador, sino de todo un universo de compradores 3. Por ello, entre las metas de estas operaciones está la colocación de las acciones de la Sociedad Emisora en la bolsa. Toda conducta que mine el valor de las acciones es contraria a los fines de los accionistas y del Fondo y, por lo tanto, si suponemos que las partes involucradas actúan razonablemente, no debería realizarse 4.

III. CLÁUSULAS DE RETIRO O DE SALIDA

Aunque la intención de las partes es alcanzar la meta antes aludida, las cosas no siempre resultan como se planearon. Existen situaciones en las que la inversión en una sociedad puede dejar de ser atractiva para el Fondo: falsedad en la información que sirvió de sustento a la decisión de invertir en la sociedad, negativa de la administración de la sociedad a tomar medidas indispensables para el logro de los fines de la misma, disputa irreconciliable entre los accionistas, cambio en las circunstancias del entorno socioeconómico en que opera la sociedad. Ante tales circunstancias, el Fondo, como cualquier inversionista ra‑zonable, deseará tener la posibilidad de abandonar la sociedad y recu‑perar, en la medida de lo posible, su inversión y el costo financiero de la misma. Esto se logra a través del derecho de retiro o de salida, que se establece a través de pactos contractuales.

El derecho de retiro es celosamente cuidado por los Fondos, por‑que es su último recurso en caso de que las cosas no resulten como se planeó. El Fondo está invirtiendo una fuerte suma de dinero y, com‑prensiblemente, desea proteger esa inversión. Por ello, parece impen‑

3 Esto se debe a que el precio de venta se acerca más al valor real de la acción gracias a que la Sociedad Emisora tiene la obligación de publicar información periódicamente, por lo que las decisiones de compra y venta que fijan el precio son decisiones informadas, así como porque el proceso de venta es mucho menos costoso en una bolsa que fuera de ella.

4 La coincidencia de metas entre los accionistas de la sociedad y el Fondo no significa que no tengan intereses encontrados. El Fondo desea colocar su dinero con el menor riesgo y el mayor retorno posible, mientras que los accionistas desean recibir del Fondo los recursos a cambio del menor costo y el mayor control posible. Este conflicto de intereses subyace en las negociaciones entre los accionistas y el Fondo, negociaciones que, sin embargo, siempre deben tener como trasfondo el interés común de maximizar el valor de las acciones.

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sable una colocación sin pactos de esta naturaleza. Sin embargo, esto no significa que tales derechos no puedan ser negociados y adaptados para atender las inquietudes de las partes contratantes.

Los derechos de retiro varían según el momento en que se encuen‑tre la colocación. Podemos distinguir tres momentos: (i) del inicio de las negociaciones a la fecha en que el Fondo inyecta dinero a la Sociedad Emisora; (ii) del momento en que el dinero del Fondo entra a la Sociedad Emisora hasta la colocación de sus acciones en la bolsa; y (iii) a partir de que las acciones han sido colocadas en la bolsa.

En la primera etapa es común que el Fondo pida la inclusión de una cláusula MAC (material adverse change) 5, por virtud de la cual puede liberarse de su obligación de entregar los recursos económicos comprometidos si acaece un cambio drástico y negativo en las cir‑cunstancias socioeconómicas que afectan o pudieran afectar el des‑empeño de la sociedad y las proyecciones acerca de la misma, tales como un magnicidio, un golpe militar, etcétera. La justificación del pacto estriba en que el Fondo asumió la obligación de aportar recur‑sos, basado en un análisis de riesgos de una realidad concreta, por lo que el cambio de dicha realidad debe permitir al Fondo revisar su decisión.

En la segunda etapa, es decir, entre el desembolso de los re‑cursos por el Fondo y la cotización en la bolsa de las acciones de la Sociedad Emisora, las cláusulas de retiro o de salida tienen la función de permitir al Fondo desvincularse de la sociedad o, dicho coloquialmente, «desinvertir» o terminar con una situación de «atasco» de la administración de la sociedad por desacuerdo entre los socios mayoritarios y el Fondo 6. La salida se hace nor‑malmente mediante la enajenación de sus acciones a los demás accionistas o la compra de las acciones de éstos por el Fondo. Los

5 En español: cambio adverso de importancia.6 Para nombrar este fenómeno que yo llamo de «atasco», se usan también las palabras impasse y

deadlock.

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puntos más importantes en las cláusulas que regulan este tipo de derechos son: (i) el detonador del derecho de salida, (ii) el precio de salida, y (iii) el plazo para pagar el precio de salida. Cada uno de dichos puntos debe negociarse cuidadosamente para evitar si‑tuaciones de abuso por parte del Fondo o de los accionistas origi‑nales. Del análisis de documentos típicos de estas operaciones, se desprende que el detonador del derecho de salida puede ser muy amplio o restringido, subjetivo u objetivo. En uno de los contratos analizados, por ejemplo, bastaba un «desacuerdo de negocios» � para autorizar al Fondo a requerir de los accionistas mayoritarios la compra de las acciones de las que el Fondo era titular; si los accionistas mayoritarios no acataban ese requerimiento, entonces el Fondo podría adquirir todas las acciones de los accionistas ma‑yoritarios 8. Sin embargo, en otros casos el Fondo no tiene ese derecho o por lo menos no lo tiene así de amplio 9. Algunos Fon‑dos pueden exigir la inclusión de una cláusula MAC que tenga efectos después de que ha entregado los recursos a la sociedad, de tal suerte que si sucede un evento que en opinión del Fondo pueda frustrar las metas del mismo, aun sin culpa de la Sociedad Emisora y sus accionistas, el Fondo tiene derecho de retirarse de

� El cual estaba amplísimamente definido. Tan amplia era la definición que en ella se incluía un «etcétera».

8 Este tipo de pactos, conocidos como «camas», se celebran frecuentemente, pero se ejecutan sólo en casos extremos, ya que son muy gravosos para ambas partes. No obstante lo anterior, es posi‑ble, aunque remoto, que una «cama» se utilice para apoderarse de una sociedad, aprovechando la falta de liquidez de la contraparte. Sin embargo, el derecho bajo una «cama» debe ejercitarse de buena fe y no como instrumento oculto para un apoderamiento de la sociedad por un competidor. Esto último podría, bajo ciertas circunstancias, caer bajo la fracción VII del artículo 9° de la Ley Federal de Competencia Económica, que considera como práctica monopólica relativa todo acto que indebidamente dañe o impida el proceso de competencia y libre concurrencia en la produc‑ción, procesamiento, distribución y comercialización de bienes o servicios, o bajo el artículo 16 de dicha ley, que proscribe las concentraciones cuyo objeto o efecto sea disminuir, dañar o impedir la competencia y la libre concurrencia respecto de bienes o servicios iguales, similares o sustancialmente relacionados. Desde el punto de vista convencional, el plazo y el precio de ad‑quisición son fundamentales para evitar el mal uso de este tipo de cláusulas. Sugiero al lector leer la muy interesante discusión sobre las «camas» que se encuentra en Corcuera Cabezut, Santiago. «Las Protecciones a las Minorías en Asambleas de Accionistas y Sesiones del consejo de las So‑ciedades Anónimas», en la Revista de Derecho Privado del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, México, 1992, Año 3, Número �, páginas 34 a 3�.

9 Existe un caso en el que la única salida pactada era la venta de las acciones en la bolsa.

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la sociedad. Dicha pretensión reduce considerablemente el riesgo del Fondo, y equivale al otorgamiento de un seguro por parte de los accionistas en contra de riesgos políticos y económicos, por lo que de aceptarse una pretensión de esta guisa, debería verse reflejada de manera importante en el precio de las acciones paga‑do por el Fondo. El precio de compra también varía mucho de un contrato a otro: desde un precio razonable, hasta un precio que garantiza la devolución de lo invertido más el retorno esperado por el Fondo.

En la tercera etapa, es decir cuando las acciones de la sociedad cotizan en la bolsa, el derecho de retiro no es contractual, sino que se desprende de la posibilidad que tiene el Fondo de vender en cual‑quier momento las acciones de las que es titular.

IV. LOS DERECHOS DE RETIRO O SEPARACIÓN BAJO LA LEY DE SOCIEDADES MERCANTILES

Además de los pactos de retiro o de salida discutidos en el apar‑tado anterior, la Ley General de Sociedades Mercantiles (LGSM) otorga a los socios de sociedades mercantiles el derecho de separarse de éstas bajo ciertas circunstancias. Dos son las clases de separación que regula la LGSM: la separación por disidencia en materia grave y la separación en ejercicio del derecho de retiro que la ley otorga a los titulares de acciones representativas de la porción variable del capital social de una sociedad.

A. El Derecho de Separación por Disidencia en Materia Grave

Con independencia del derecho de retiro inherente a las ac‑ciones representativas de la porción variable del capital social de una sociedad, el cual se analiza en el siguiente apartado, la LCSM otorga a los accionistas el derecho de separarse de la sociedad cuando los socios de ella acuerden por mayoría y en contra del voto del accionista en cuestión, asuntos en materia grave. El de‑

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recho de separación se establece en los artículos 206 y 228 bis de la LGSM:

«Artículo 206.‑ Cuando la Asamblea General de Accionistas adopte resolu‑ciones sobre los asuntos comprendidos en las fracciones IV, V y VI del artí‑culo 182 10, y cualquier accionista que haya votado en contra tendrá derecho a separarse de la sociedad y obtener el reembolso de sus acciones, en propor‑ción al activo social, según el último balance aprobado siempre que lo solicite dentro de los quince días siguientes a la clausura de la asamblea.

»Artículo 228 BIS.‑ [...] La escisión se regirá por lo siguiente:

»VIII.‑ Los accionistas o socios que voten en contra de la resolución de esci‑sión gozarán del derecho a separarse de la sociedad, aplicándose en lo con‑ducente lo previsto en el artículo 206 de esta ley;

»Cuando un socio ejercita el derecho de retiro bajo los artículos 206 y 228bis, tiene aplicación el artículo 14 de la LGSM:

»Artículo 14.‑ El socio que se separe o fuere excluido de una sociedad, quedará responsable para con los terceros, de todas las operaciones pen‑dientes en el momento de la separación o exclusión».

El pacto en contrario no producirá efecto en perjuicio de terceros.

B. El Derecho de Retiro del Capital Variable

Lo más probable es que los Fondos inviertan en la porción variable del capital social de la Sociedad. En tal caso, independientemente de las cláusulas de salida que se pacten en los documentos de la coloca‑ción, el Fondo tendrá el derecho de retiro que le concede la LGSM en sus artículos 213 y 220:

«Artículo 213.‑ En las sociedades de capital variable el capital social será susceptible de aumento por aportaciones posteriores de los socios o por la admisión de nuevos socios, y de disminución de dicho capital por retiro parcial o total de las aportaciones, sin más formalidades que las estableci‑das por este capítulo.

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LOS DERECHOS DE RETIRO DE LOS INVERSIONISTAS EN UNA COLOCACIÓN PRIVADA

10 «Artículo 182.‑ Son asambleas extraordinarias las que se realicen para tratar cualquiera de los si‑guientes asuntos: IV. Cambio de objeto de la sociedad; V. Cambio de nacionalidad de la sociedad; VI. Transformación de la sociedad».

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»Artículo 220.‑ El retiro parcial o total de aportaciones de un socio deberá notificarse a la sociedad de manera fehaciente y no surtirá efectos sino hasta el fin del ejercicio anual en curso, si la notificación se hace antes del último trimestre de dicho ejercicio, y hasta el fin del ejercicio siguiente, si se hiciere después».

El derecho de retiro tiene limitaciones legales. En primer lugar, el plazo, que se menciona en el citado artículo 220 de la LGSM; en segundo lugar, dicho derecho no podrá ejercitarse si trae como con‑secuencia la reducción del capital por abajo del mínimo establecido en los estatutos sociales 11, que no puede ser menor a $ 50 000 en las sociedades anónimas 12, pero sí mayor 13.

La LGSM no establece cuál debe ser el precio al que deben reem‑bolsarse las acciones al accionista que ejercita su derecho de retiro bajo el artículo 213 de la propia ley 14. Sin embargo, la doctrina parece inclinarse a que debe ser el valor estipulado en los libros 15.

La doctrina 16 considera que en este caso de retiro también es apli‑cable el artículo 14 de la LGSM, que se citó anteriormente.

11 El artículo 221 de la LGSM establece que no podrá ejercitarse el derecho de separación cuando tenga como consecuencia reducir a menos del mínimo el capital social. El mínimo se pacta en los estatutos sociales, sin que pueda ser menor de $50 000.00 para las sociedades anónimas.

12 Artículo 89, fracción II, de la LGSM.13 Véase Barrera Graf, Jorge, Instituciones de Derecho Mercantil, Porrúa, México, 23 edición, p.

309, a contrario sensu y 641, por aplicación analógica del artículo 21� de la LGSM.14 El artículo 206 de la LGSM se refiere sólo a retiro por disidencia grave. En ese caso, el valor de

las acciones es el que resulte del último balance aprobado. Este valor muy probablemente sea desproporcionado, será muy alto si la sociedad tuvo un mal desempeño desde que se aprobó el balance; o muy bajo si tuvo un excelente desempeño desde entonces. Creemos que el artículo 206 de la LGSM debe aplicarse por analogía, pero la doctrina no es unánime al respecto (véase la siguiente nota al pie).

15 En ese sentido véase, Barrera Graf, op. cit., p. 641; Rodríguez Rodríguez, Joaquín, Tratado de Sociedades Mercantiles, Porrúa, México, 194�, tomo II, pp. 512 y 513; y Frisch Philipp, Walter, Sociedad Anónima Mexicana, Harla, México, 3ª. ed., p. 561. En contra, Mantilla Molina, Roberto L., Derecho Mercantil, Porrúa, México, 1�ª. ed., p. 426, en especial la nota pie número 3.

16 Véase Barrera Graf, op. cit., p. 649; Mantilla Molina, op. cit., p. 42�; Frisch Philipp, p. 561; y Rodríguez Rodríguez, op. cit., tomo II, p. 514.

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Conviene añadir que lo más común es que los Fondos inviertan en el capital variable de la sociedad, pero sería posible que lo hicieran en la porción fija 1�, en cuyo caso el riesgo analizado en este apartado se anularía, y quedaría solamente la posibilidad de retiro por disidencia grave analizada en el apartado A anterior.

V. LIMITACIÓN DE LOS DERECHOS DE SALIDA

No es infundada la inquietud de los accionistas originales de la Sociedad Emisora acerca de la posibilidad de que los derechos de salida antes analizados, es decir los contractuales y los que contempla la LGSM, pueden ser utilizados por los Fondos para dañar o presionar a los demás accionistas, o incluso, aunque sea mucho más remoto, como instrumento para apoderarse de la sociedad.

Sin embargo, los accionistas tienen medios para evitar eso. En primer lugar, la correcta selección del Fondo, es decir, los Fondos que no asuman el riesgo de la inversión o que exijan cláusulas abu‑sivas, pueden ser desechados. En segundo lugar, la propia ley limita el ejercicio de esos derechos, a través del principio de buena fe, que rige tanto en derecho mexicano como estadounidense y, finalmente, pueden incluirse en los documentos de la colocación de cláusulas que acomoden a los legítimos intereses de los inversionistas y de los ac‑cionistas actuales. A continuación se analizan las limitaciones legales que pesan sobre los derechos de salida de los inversionistas, y los pactos que pueden incluirse para limitar tales derechos.

A. La Obligación de Buena Fe en el Ejercicio de los Derechos

En derecho mexicano tiene vigencia el principio de buena fe, se‑gún lo ordenan diversas normas jurídicas y según ha sido confirmado

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1� En pláticas con los departamentos jurídicos de sociedades especializadas en este tipo de transac‑ciones, se me hizo saber que la variabilidad del capital no es un requisito sine qua non para que los Fondos decidan invertir en una sociedad.

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en múltiples ejecutorias dictadas por los tribunales federales 18. Según este principio, toda persona está obligada a actuar de buena fe en sus relaciones jurídicas. Obligación de actuar de buena fe significa la res‑ponsabilidad de conducirse honrada y concienzudamente en la forma‑ción y ejecución del negocio jurídico sin atenerse necesariamente a la letra del mismo 19. Buena fe no implica sólo no hacer algo dañino en perjuicio de otro, sino también la obligación de actuar:

Los contratos se perfeccionan por el mero consentimiento, excepto aquellos que deben revestir una forma establecida por la ley. Desde que se perfeccionan obligan a los contratantes, no sólo al cumplimien‑to de lo expresamente pactado, sino también a las consecuencias que, según su naturaleza, son conforme a la buena fe, al uso o a la ley 20.

18 Pueden citarse como ejemplo las siguientes tesis: (1) arrendamiento. El arrendatario que posee y disfruta del bien arrendado, carece de acción para demandar la nulidad del contrato basada en la falta de legitimación del arrendador, dictada por segundo tribunal colegiado del octavo circuito. Precedente: Amparo directo 30/95. Cervecería Modelo de La Laguna, S. A. de C. V. 23 de marzo de 1995. Unanimidad de votos. Ponente: Sergio Novales Castro. Secretario: José Elías Gallegos Benítez, localizable en el Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tesis VIII.2°.5 C, Tomo: I, Abril de 1995, p. 125, en donde el tribunal sostiene que el principio de buena fe es inspirador de nuestro derecho; (2) arrendamiento. Buena Fe de los contratantes (Legislación del estado de Jalisco), dictada por segundo tribunal colegiado en materia civil del tercer circuito. Amparo directo 118/90. Botas Michel, S.A. 2� de febrero de 1991. Unanimidad de votos. Po‑nente: Gilda Rincón Orta. Secretaria: Ana María Serrano Oseguera. Tribunales Colegiados de Circuito, Semanario Judicial de la Federación, Octava Época, Tomo VII‑Abril, p. 145 en donde se establece que «la buena fe es la base inspiradora de nuestro derecho, debe serlo también del comportamiento de las partes en todas sus relaciones jurídicas y en todos los actos del proceso en que intervengan»; (3) Contratos, condición resultoria en los de buena fe, Semanario Judicial de la Federación, Octava Época, Tomo: VI Segunda Parte‑2, p. 495, que establece que «Tratándose de una condición de carácter negativo consistente en que el vínculo obligatorio quedará resuelto en caso de que no se realice un acontecimiento en la fecha determinada por las partes, cuando el contratante que pretende beneficiarse por el cumplimiento de la condición ha ejecutado actos en‑caminados a que el acontecimiento no se verifique y por tanto a que la condición se cumpla, debe estimarse violado el principio de la buena fe y tenerse por no realizada la condición, a la inversa de como sucedería tratándose de una condición positiva, en cuyo caso se tiene por cumplida cuan‑do el obligado ha impedido voluntariamente su realización. La cual fue dictada por el segundo tribunal colegiado del cuarto circuito en el Amparo directo 56/90. Juan Alberto Martínez López. 22 de marzo de 1990. Unanimidad de votos. Ponente: Leandro Fernández Castillo. Secretario: Abraham S. Marcos Valdés.

19 Pérez Duarte, Alicia y García Moreno, Víctor Carlos. «Buena Fe» en Diccionario Jurídico Mexi-cano del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, Porrúa, México, segunda edición, p. 362, t. I.

20 Artículo 1�96 del Código Civil para el Distrito Federal en Materia Común y para toda la Re‑pública en Materia Federal. En idéntico sentido se expresa el artículo 1266 del Código Civil de Jalisco.

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El principio de buena fe inspira todo nuestro derecho, no sólo las normas de derecho privado 21, y obliga tanto a los particulares como a las autoridades, incluso aunque no haya ley que lo ordene expresamente 22.

El principio de buena fe en las relaciones entre los socios también es respetado bajo derecho americano 23, que será muy probablemente el que rija las relaciones contractuales entre los accionistas originales de la Sociedad Emisora y el Fondo. Este principio se ha establecido como defensa de las minorías en contra de los abusos de las mayorías, pero también ha habido casos en los que los tribunales han reconocido este principio para defender a las mayorías respecto de un socio mino‑ritario con derecho de veto 24.

21 Así, por ejemplo, el artículo 18 de la Ley Federal de Trabajadores al Servicio del Estado estable‑ce que el nombramiento aceptado obliga a cumplir con los deberes inherentes al mismo y a las consecuencias que sean conforme a la ley, al uso y a la buena fe; el artículo 13 de la Ley Federal de Procedimiento Administrativo ordena que la actuación administrativa en el procedimiento se desarrollará con arreglo a los principios de economía, celeridad, eficacia, legalidad, publicidad y buena fe, y el artículo 31 de la Ley Federal del Trabajo establece que los contratos y las relacio‑nes de trabajo obligan a lo expresamente pactado y a las consecuencias que sean conforme a las normas de trabajo, la buena fe y la equidad.

22 Remates. Automóviles importados. Conforme al principio constitucional contenido en la frac‑ción IV del artículo 31, todos los actos y cobros fiscales, que se efectúan por el procedimiento económico‑coactivo y que pueden privar al particular de sus bienes, deben estar presididos por la equidad, lo que implica necesariamente que deben estar presididos también por la buena fe. Por otra parte, es principio legal, aunque referido en el artículo 14� del Código Fiscal Federal de los inmuebles, que los bienes rematados pasarán al postor, libres de todo gravamen. Si las autoridades han de actuar de buena fe, es evidente que también los bienes muebles deben pasar libres de gra‑vamen, al comprador [...]. Primer tribunal colegiado en materia administrativa del primer circuito. Amparo directo 119�/80. Antonio Orendain Vallín. 1° de abril de 1981. Unanimidad de votos. Ponente: Guillermo Guzmán Orozco. Tribunales Colegiados de Circuito, Semanario Judicial de la Federación, Séptima Época, Tomo 145‑150 Sexta Parte, p. 234.

23 En Donahue V. Rodd Electrotype Co., 36� Mass. 5�8, 586‑59�, 328 N.E.2nd 505(19�5) los tri‑bunales sostuvieron que «stockholders in the close corporation owe one another substantially the same fiduciary duty in the operation of the enterprise that partners owe to one another» y esta‑bleció como estándar de conducta entre los socios «the utmost good faith and loyalty», e incluso sostuvo que los accionistas «may not act out of avarice, expediency or self interest in derogation of their duty of loyalty to the other stockholders and to the corporation». Principios similares fue‑ron sostenidos en Wilkes V. Springside Nursing Home, Inc. 3�0 mass. 842, 848‑852, 353 N.E.2d 65�(19�6).

24 Véase Smith v. Atlantic Properties, Inc. resuelto por la Court of Appeals of Massachusetts, 12 Mass. App. Ct. 201, 422 N.E.2d �98, en donde la Corte estableció que en una sociedad en donde se otorgaba el derecho de veto al socio minoritario (se requería el voto de 80% de los socios y la sociedad tenía tres socios con partes iguales cada uno) se revertían los papeles, y el socio minori‑tario pasaba a ser un socio controlador: «The 80% provision may have substantially the effect of

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B. Limitación Convencional de los Derechos de Retiro

Tanto el derecho de retiro otorgado por la LGSM a los titulares de acciones representativas del capital variable, como los derechos de salida contenidos en las cláusulas buy and sell son limitables por voluntad de las partes. En cambio, el derecho de retirarse de la sociedad por disidencia en materia grave no puede limitarse sino sólo ampliarse 25.

Las limitaciones en materia de retiro de la porción variable del capital social son válidas, pero no al grado de eliminar el derecho 26. La doctrina no abunda en cuanto a cuáles son esas restricciones, pero consideramos que pueden pactarse en cuanto a: (i) la causa de retiro (retiro por cualquier causa o sólo por ciertas causas); (ii) el tiempo a partir del cual puede ejercitarse el derecho de retiro (e. g. tres años a partir de que se haya hecho la aportación); (iii) el valor de la cuota de retiro (e. g. un valor castigado, para desalentar el retiro); y (iv) el plazo y forma del pago de la cuota de retiro (e. g. a los dos años de ejercerse el derecho, en especie o en efectivo).

reversing the usual roles of the majority and the minority shareholders. The minority, under that provision, becomes and ad hoc controlling interest». En dicho caso, la Corre condenó al socio minoritario a pagar los daños causados a la sociedad por el ejercicio indebido de su derecho de veto, por violar su deber de observar the utmost good faith and loyalty frente a los socios mayo‑ritarios.

25 Barrera Graf, op. cit., pp. 358 y 359; Mantilla Molina, op. cit., p. 435; Rodríguez y Rodríguez, op. cit., p. 546.

26 Barrera Graf, op. cit., p. 641: «Por otra parte, este libre derecho de retiro de los socios puede limitarse en la escritura social; pero no puede negarse del todo, porque ello contrariaría la índole y la naturaleza del sistema mismo de CV, que concede a los accionistas dicho derecho con exten‑sión más o menos amplia, para lograr una gran y fácil movilidad del capital social». En contra, sosteniendo que el derecho de retiro puede eliminarse del todo, Frisch Philipp, op. cit., p. 569: «El derecho de retiro podrá ser excluido en los estatutos de una sociedad con capital variable, de modo que para ella se queda solamente como elemento específico la simplificación de aumento de capital social (capital autorizado)...».

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A diferencia del derecho de retiro en las sociedades de capital va‑riable, que puede limitarse mas no eliminarse, el derecho contractual de salida podría, en teoría, pero no en la práctica, eliminarse del todo. En el caso del derecho contractual de salida no estamos ante el reem‑bolso de aportaciones con cargo al capital social o al patrimonio de la sociedad, sino frente a una compraventa forzosa de acciones. Por lo tanto, hablando estrictamente, la sociedad no enfrenta una descapita‑lización, porque la obligación de compra y pago de las acciones pesa sobre los accionistas 2�. Dado que el derecho de salida toma la forma de una compraventa forzosa de acciones, existe una variedad más amplia de formas para llevar a cabo su estructuración 28. De hecho, el derecho de salida del Fondo podrá limitarse, pero siempre en concordancia con los usos del mercado. Consideramos que las limitaciones a este derecho podrán referirse básicamente a los mismos aspectos que las limitacio‑nes al derecho de retiro del capital variable analizadas anteriormente, es decir: (i) la causa detonante de la compraventa forzosa (causas muy genéricas y subjetivas o sólo por ciertas causas expresa y rigurosamente enlistadas en el contrato); (ii) el tiempo a partir del cual puede ejercitar‑se el derecho de salida (e. g. tres años a partir de que se haya hecho la

2� La sociedad no puede obligarse a adquirir sus acciones, porque ello sería violatorio del artículo 134 de la LGSM, que prohíbe a las sociedades anónimas adquirir sus propias acciones, salvo por adjudicación judicial, en pago de créditos de la sociedad. En tal caso, la sociedad venderá las acciones dentro de tres meses, a partir de la fecha en que legalmente pueda disponer de ellas; y si no lo hiciere en ese plazo, las acciones quedarán extinguidas y se procederá a la consiguiente reducción del capital. En tanto pertenezcan las acciones a la sociedad, no podrán ser representadas en las asambleas de accionistas. El artículo 14 bis de la Ley del Mercado de Valores contempla la posibilidad de que una sociedad adquiera sus acciones, pero para nuestros fines esa posibilidad es ociosa, porque opera sólo en sociedades que cotizan en la bolsa: A las sociedades que hayan obtenido la inscripción de sus acciones en la Sección de Valores del Registro Nacional de Valo‑res e Intermediarios, les serán aplicables las siguientes normas: 1.‑ Podrán adquirir las acciones representativas de su capital social, previo acuerdo del consejo de administración, a través de las bolsa de valores, al precio corriente en el mercado, sin que sea aplicable la prohibición establecida en el primer párrafo del artículo 134 de la Ley General de Sociedades Mercantiles, siempre que la compra se realice con cargo al capital social y, en su caso, a una reserva proveniente de las utilidades netas, denominada reserva para adquisición de acciones propias [...].

28 Desde la compraventa forzosa para una de las partes, hasta esquemas de reciprocidad tales como la «cama» o transformación de la operación en un crédito (v. g. compraventa forzosa, pero con el otorgamiento forzoso de un crédito, ya sea por el Fondo o una subsidiaria de éste).

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aportación o cierto número de meses después de la fecha señalada como límite para que las acciones de la Sociedad Emisora coticen en bolsa); (iii) el valor de las acciones (e. g. un valor castigado, para desalentar la compra); y (iv) el plazo y forma del pago de las acciones (e. g. a los dos años de ejercerse el derecho, en efectivo o en especie).

VI. CONCLUSIONES

a) El derecho de salida es un uso razonable del mercado en materia de colocaciones privadas, tendiente a proteger al Fondo de un posible «atorón» administrativo o de la no consecución culpable de las metas económicas del Fondo, por lo que parece imposible lograr el cierre de una colocación sin su inclusión en los documentos legales.

b) Los Fondos tienen la obligación de ejercitar de buena fe los derechos de retiro que les concede la LGSM y los documentos de la colocación. El ejercicio abusivo o doloso de estos derechos puede ser combatido legalmente.

c) Aunque el derecho de retiro siempre está presente en este tipo de tratos, su contenido varía de manera importante de un caso a otro. Esto significa que existe campo para negociar las condiciones de dicho derecho, incluyendo pactos que eviten el uso abusivo del mismo por el Fondo.

d) Es posible lograr que los Fondos adquieran acciones representa‑tivas de la porción fija del capital social de la sociedad, en cuyo caso la LGSM elimina casi por completo el derecho de retiro del capital social, ya que lo limita a los casos de disidencia grave.

e) El derecho de retiro que por ley corresponde a los socios tene‑dores de acciones representativas de la porción variable del capital social puede limitarse válidamente de varias maneras, de tal suerte que su ejercicio no represente un riesgo de descapitalización para la sociedad ni un arma de presión indebida en manos de los Fondos.

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f) Conviene establecer con claridad lo que está dispuesta a aceptar la Sociedad Emisora, y lo que no aceptará por motivo alguno, en re‑lación con el derecho de retiro del Fondo. En principio deben quedar fuera de consideración todos los Fondos que pretendan pasar por alto que su participación es una inversión de capital de riesgo. En esa tesi‑tura, no parecen aceptables las cláusulas que pretendan otorgar a los Fondos un derecho de salida meramente subjetivo (e. g. cambio de condiciones económicas a juicio del Fondo) 29, detonado por causas no imputables a las partes, o en condiciones tan favorables que signi‑fiquen un incentivo a su ejercicio por parte del Fondo.

29 Sin olvidar que dichos términos pueden ser aceptables en la primera etapa de la colocación, i. e. antes del desembolso de los recursos por parte del Fondo.

• Índice General§ Índice ARS 21

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ACUERDOS ECONÓMICOS REGIONALES Y FIRMAS MULTINACIONALES: LAS

DISPOSICIONES EN MATERIA DE INVERSIÓN EN EL TLCAN (NAFTA) 1

Edward M. Graham y Christopher Wilkie 2

Traducción de Juan Manuel Rincón Cortés 3

Sumario: I. Las disposiciones de inversión del TLCAN y la apertura de inversiones; II. Trato nacional y disposiciones relacionadas del TLCAN; III. Solución de controversias en el capítulo sobre inversiones; IV. Reser-vas y excepciones del capítulo II; V. Disposiciones relativas a inversión directa que no figuran en el capítulo II del TLCAN o en sus anexos; VI. Conclusión; VII. Bibliografía seleccionada.

RESUMEN

A manera de complementación de la tendencia mundial hacia la desregulación económica en un contexto nacional, ha surgido una proliferación de acuerdos bilaterales y regionales que establecen un nuevo marco para la Inversión Extranjera Directa (IED). En este do‑

1 En The International Trade Journal, 8 1 (Primavera de 1994) apareció una versión anterior de este artículo. La presente versión está retitulada y sustancialmente modificada.

2 Edward M. Graham es Miembro Senior del Instituto de Economía Internacional (Institute for International Economics) en Washington. D.C. Christopher Wilkie es Administrador Principal en la Administración para Asuntos Financieros, Fiscales y Corporativos (Directorate for Financial, Fiscal and Enterprise Affairs (DAFFE) de la OCDE en París.

3 Juan Manuel Rincón Cortés es licenciado en derecho por la Universidad Panamericana, y miem‑bro del despacho de abogados Franck, Galicia, Duclaud y Robles, S.C. en México D.F.

• Índice General§ Índice ARS 21

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cumento examinamos las disposiciones de inversión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN‑NAFTA) desde la perspectiva de los tres signatarios: Canadá, México y los Estados Unidos. Estas disposiciones representan las reglas más globales ya instituidas en la creación de una nueva relación entre naciones‑estados y empresas multinacionales. Las disposiciones de inversión del TLCAN constituyen un logro considerable en su propio derecho y apuntan también a varias direcciones para posibles acuerdos multila‑terales de inversión 4.

I. LAS DISPOSICIONES DE INVERSIÓN DEL TLCAN Y LA APERTURA DE INVERSIONES

Las disposiciones formales de inversión del TLCAN, tal y como se articulan en el capítulo 11 de la parte V del acuerdo y en otras partes, se han instituido como las reglas más amplias en materia de inversiones creadas hasta la fecha para empresas multinacionales y naciones‑estados. Aunque incuestionablemente se trate de un elemen‑to de un acuerdo regional, las disposiciones en materia de inversión del TLCAN tienen repercusiones internacionales considerables, no sólo debido a que muchas de las disposiciones se extienden a partes que no son integrantes del acuerdo, sino también por el precedente que establecen para otros acuerdos regionales y de hecho multilatera‑les. Aunque al principio las metas de las partes negociadoras parecían distintas —el TLCAN fue el primer acuerdo global sobre inversión y comercio entre países desarrollados y en vías de desarrollo— las

4 Las opiniones expresadas en este artículo, son propias de los autores y no reflejan las políticas u opiniones del Instituto de Economía Internacional, de la OCDE o de ningún otro organismo o dependencia de los gobiernos de los Estados Unidos de América, Francia, Canadá o México.los autores quisieran agradecer a hernany Veytia y rob ready por su consejo y apoyo, como también a William Barreda, alonso de Gortari, alan nymark y emmy Verdun por sus comenta‑rios sobre un borrador anterior a este artículo. este artículo apareció en su lengua original en: hafiz Mirza (dir.) 1998, Global Competitive Stra‑tegies in the New World Economy‑Multilateralism, Regionalization and the Transnational Firm, (Cheltenham, inglaterra: edward elgar). también aparecerá en: thomas Brewer (ed.) 1999, tra‑de and investment Policy (2 vol.) en Mark Casson (dir. de la serie) The Globalization of the World Economy (próximo).

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actitudes convergentes por parte de los tres signatarios hacia muchos de los asuntos de inversión en consideración permitieron un resultado conjunto satisfactorio.

Es innegable que los elementos sustanciales de la antigua agenda oficial de Estados Unidos se incluyen en las disposiciones de inver‑sión. En particular, el gobierno de los Estados Unidos ha buscado por mucho tiempo un acuerdo sobre ciertos principios relacionados con inversiones en foros tales como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y el Acuerdo General sobre Aran‑celes Aduaneros y Comercio (GATT), que permitiera una mayor libe‑ralización de las actividades comerciales transfronterizas. Las metas de la política que fomentan esta liberalización incluyen el derecho de establecimiento, la libre transferencia de fondos, normativas acorda‑das en materia de expropiación, el trato nacional para entidades co‑merciales bajo el control de entidades extranjeras, las restricciones a requisitos gubernamentales obligatorios de actuación y la protección a la propiedad intelectual. Muchas de esas metas se hicieron realidad en el capítulo 11 del TLCAN, el cual trata exclusivamente asuntos en materia de inversión, y en otros capítulos que tienen relación con el comportamiento de la inversión internacional.

Sin embargo, lo que también es cierto es que a medida que em‑pezaba el decenio de 1990, Canadá, e incluso México, que habían prosperado gracias a las inversiones estadounidenses, pero que tra‑dicionalmente no se fiaban de algunas de las implicaciones de los al‑tos niveles de inversión extranjera en su economía doméstica querían que se aceptaran muchos de estos mismos principios. Canadá, por ejemplo, cambió su enfoque considerablemente hacia la IED durante la década de 1980. En 1985, la Foreign Investment Review Agency (FIRA [Agencia Revisora de la Inversión Extranjera]) de Canadá —la cual se encargaba de revisar la mayor parte de la inversión extranjera en dicho país con la idea de confirmar el «beneficio sustancial» para el mismo—, fue reemplazada por Investment Canada, cuyo principal man‑dato consistió en poner énfasis en la promoción de las inversiones, así como crear un procedimiento de revisión más moderno y racional. Por

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EDWARD M. GRAHAM Y CHRISTOPHER WILKIE TRADUCCIÓN DE JUAN MANUEL RINCÓN CORTÉS

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consiguiente, las metas de inversión canadienses se incluyeron también ampliamente en el TLCAN. Como todos los países, Canadá cuenta, por supuesto, con algunas particularidades que intentó incluir debido a priori‑dades de políticas nacionales, que en parte se trata de un deseo de cultivar (en términos internacionales) una ligera presencia cultural canadiense, lo cual fue protegido en el acuerdo del TLCAN como lo había sido en el Acuerdo de Libre Comercio entre los Estados Unidos y Canadá (ALC) pocos años antes. Con respecto a la mayoría de los asuntos de inversión mencionados en el párrafo anterior, las políticas de Canadá coinciden sin embargo en gran medida con las de los Estados Unidos.

Además, desde la perspectiva de Canadá, el TLCAN represen‑taba una oportunidad para negociar un acuerdo de comercio e inver‑sión regional que normalmente no podría haber tenido. La influen‑cia de negociación canadiense con respecto a México no era grande, acentuado este hecho por la pequeña cantidad de capital comercial invertido directamente por Canadá en México (justo por debajo de los $580 millones de dólares estadounidenses en 1992, frente a los $23.100 millones de dólares estadounidenses invertidos por los Estados Unidos) 5. Sin embargo, aún más importante es el hecho de que continuó siendo de vital importancia para Canadá consolidar los beneficios tanto en el área comercial como de inversión obtenidos bajo el Acuerdo de Libre Comer‑cio entre Estados Unidos y Canadá. Desde una perspectiva canadiense, era importante trilateralizar un acuerdo estadounidense‑mexicano aunque sólo fuera para reducir la tendencia hacia una serie de acuerdos bilatera‑les entre los Estados Unidos y sus socios comerciales y de inversión, los cuales, podría decirse, que podían comprometer dichas ventajas 6. Esto sigue siendo la principal razón de ser de la multilateralización de las

5 Esta asimetría se repite en la información comercial: de acuerdo con el Banco de México, en 1992 los Estados Unidos eran el destino del 81% de las exportaciones mexicanas y �1% de sus importaciones; las cifras comparables para Canadá fueron 2.2% y 1.�% respectivamente. Ver La Economía Mexicana, Banco de México, tabla 53 pág. 312, tabla 58 pág. 31�. Ver también Hus‑band et al. 1991 y Hufbauer y Schott 1992.

6 Hill y Wonnacott 1991, y Wonnacott 1991. En el sector privado, se reconocieron también temores de una pérdida de las ganancias establecidas bajo el ALCAN: ver ej. «Mexico‑U.S. Free Trade Talks: Why Canada Should Get Envolved» [«El Libre Comercio entre México y Estados Unidos, Pláticas: Por Qué Canadá Debiera Participar»], Econoscope edición especial, Royal Bank of Ca‑nada, septiembre 1990, pág. 8.

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disposiciones de inversión en otros foros, situación que se subrayó en los inicios del proceso de creación del TLCAN: de hecho, algunos crí‑ticos canadienses creyeron que los acuerdos bilaterales estadouniden‑ses podían debilitar todo el proceso multilateral. Se le concedió mucha importancia a garantizar que los Estados Unidos no se convirtieran en el «rin sin llanta» o que los acuerdos bilaterales estadounidenses no se conviertan en el máximo abuso de la exención del artículo XXIV del GATT, es decir, al principio de nación más favorecida. Desde el punto de vista del bienestar mundial, se podría decir que evitar esa circuns‑tancia es la razón más importante que tiene Canadá para querer dar un matiz trilateral a las negociaciones �.

El papel de la inversión desde la perspectiva mexicana era con‑siderablemente diferente al de Canadá o al de los Estados Unidos. Se puede ver al TLCAN como el elemento principal en la reciente apertura unilateral de la economía interna mexicana hacia una eco‑nomía basada en la libre empresa. Una meta principal de esa apertura fue atraer el capital extranjero necesario para modernizar la economía mexicana, y los funcionarios mexicanos vieron al TLCAN como un medio importante para alcanzar esa meta.

El grado de la apertura mexicana ante el TLCAN se debe calificar tomando en cuenta que México estaba liberalizando uno de los regíme‑nes de inversión más restrictivos del mundo. Los artículos 2� y 28 de la Constitución Mexicana de 191�, por ejemplo, permitían el acceso a vastas franjas de la economía, incluyendo tierras, recursos minerales y sectores estratégicos tales como las telecomunicaciones y la electrici‑dad, tan sólo a los ciudadanos mexicanos. Bajo el mencionado artículo 2�, México nacionalizó, a principios de este siglo, ferrocarriles y com‑pañías petroleras 8. Aunque podría decirse que algunos elementos de la citada liberalización comenzaron ya en 1965 (por ejemplo: la creación del programa de maquiladoras), las políticas de México en conjunto continuaron siendo menos que liberales hasta muy recientemente. En particular, en virtud de la Ley para Promover la Inversión Mexicana

� Wonnacott 1990, pág. 4.8 Carillo 1991, págs. 649‑650

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y Regular la Inversión Extranjera de 19�3 y la creación de la CNIE (Comisión Nacional de Inversión Extranjera), México continuó con la aplicación de políticas de inversión muy restrictivas.

La apertura actual comenzó realmente con las medidas tomadas por México en la preparación de su incorporación al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) en 1986. En 1984 se publi‑caron nuevas regulaciones de inversión que tuvieron el efecto de relajar las restricciones de 19�3 relativas a la inversión extranjera en industrias de «alta prioridad» tales como maquinaria pesada, equipo electrónico, productos de alta tecnología y turismo 9. Estas mismas medidas tuvieron como prioridad frenar la fuga de capitales y el decreciente flujo de in‑versiones directas. Para 1988, entonces, esa mayor apertura estaba mos‑trando señales de éxito; en particular, la IED (que empezaba entonces) alcanzó los $3.100 millones de dólares estadounidenses, llegando así al mismo nivel que en 1981, el año anterior a la moratoria de deuda 10.

En 1989 se incrementó unilateralmente la apertura a la inversión en México con la aprobación del Reglamento de la Ley para Promover la Inversión Mexicana y Regular la Inversión Extranjera (Reglamento de 1989) 11. Si bien la Ley de Inversión Extranjera de 19�3 permaneció en vigor, el Reglamento de 1989 tenía por objeto «incrementar el flujo de inversión extranjera proporcionando certeza legal y simplificando las reglas y procedimientos administrativos a los que está sujeto» 12. En varios otros lugares del Reglamento pueden encontrarse detalles de esa apertura a la inversión extranjera 13. El punto principal aquí es

9 United Nations Centre on Transnational Corporations (Centro de Empresas Transnacionales de las Naciones Unidas), 1992, pág. 14.

10 Carillo 1991, págs. 658‑659.11 Reglamento de la Ley para Promover la Inversión Mexicana y Regular la Inversión Extranjera,

16 de mayo de 1989.12 Banco de México, op. cit., pág. 216.13 Ejemplo: ver Carillo 1991; Banco de México, op. cit.; Ver también Ortiz, «NAFTA and Foreign

Investments in Mexico: Sectoral Impacts and the Financial Sector» [«TLCAN e Inversiones Ex‑tranjeras en México: Impactos Sectoriales y el Sector Financiero»], en Rugman 1993; «Foreign Direct Investment and Industrial Restructuring in Mexico» [«Inversión Extranjera Directa y Re‑estructuración Industrial en México»], UNCTC 1992, págs. 13‑20; también varios manuales de negocios, ejemplo: Doing Business in Mexico, Guía Informativa de Price Waterhouse, 1991, y una obra de título igual de Ernst & Young, 1992.

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que el TLCAN esencialmente codificó esta primera liberalización y ayudó a dar impulso en este respecto. En verdad, durante y después de las negociaciones del TLCAN, México continuó este proceso de apertura unilateralmente, siendo un ejemplo de ello la aprobación de la Ley para Promover y Proteger la Propiedad Intelectual del 28 de junio de 1991. Y en junio de 1993 se anunció que México incluiría en su legislación interna todas las reformas llevadas a cabo bajo el TLCAN y que las extendería a inversionistas de todas las naciones (es decir, éstas se iban a extender bajo el principio incondicional de «nación más favorecida»), aun si el TLCAN no entraba en vigor. La nueva legislación que formalizaba esto se introdujo a finales de 1993 (la Ley de Inversión Extranjera de 1993) 14. Por consiguiente, los be‑neficios de esta apertura han sido bien reconocidos por el gobierno mexicano 15.

De hecho, la apertura a la inversión que ha sucedido recientemente, y que se ha codificado en el TLCAN, podría decirse que está entre los aspectos más importantes del acuerdo desde la perspectiva mexicana. Desde luego su importancia dentro del TLCAN no se puede subesti‑mar, como la Conferencia de Canadá sencillamente declaró: «... para México, las principales razones del TLCAN estriban en la dimensión de la inversión quizá más que en la apertura comercial» 16. Si bien las

14 Ver Diario Oficial del 2� de diciembre de 1993. Para un resumen en inglés de la legislación, ver Abelardo L. Valdez, «The New Mexican Foreign Investment Law» («La Nueva Ley Mexicana de Inversión Extranjera») (marzo de 1994).

15 Por ejemplo, el Secretario de Comercio y Fomento Industrial, Jaime Serra, anunció también a finales de 1992 un «Programa para Estimular la Competitividad» el cual condujo a una ley so‑bre competencia económica (Ley Federal de Competencia Económica, ver Diario Oficial, 24 de diciembre de 1992 que crea una nueva Comisión Federal de Competencia Económica) y la cual tiende a favorecer la apertura. Así también, el gobierno mexicano ha reconocido la importancia de la apertura continua en sus actividades de promoción de inversión en el extranjero. Por ejem‑plo, junto con dos firmas canadienses SECOFI (la Secretaría de Comercio y Fomento Industrial) menciona: «Se ha atraído la inversión extranjera a México mediante el desmantelamiento de restricciones de inversión [lo cual ha precedido el TLCAN] y la recuperación económica del país. Es importante observar que no solamente el TLCAN ha atraído la nueva inversión...» («Mexico‑Canada‑Forging a New Relationship» [México/Canadá‑ Forjando una Nueva Relación]), pág. 26, columna 1 (publicado por la Embajada de México y la oficina representativa de SECOFI en Canadá).

16 Loizides y Rhéaume (Conference Board of Canada [Conferencia de Canadá]), 1993, pág. 1�.

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restricciones mexicanas consagradas por el TLCAN son todavía ma‑yores en alcance que las restricciones de los Estados Unidos o Canadá, no debiera subestimarse el precedente del TLCAN para acuerdos de inversión entre países desarrollados/menos desarrollados.

Es así que Canadá, los Estados Unidos y México pudieron fa‑vorecer prioridades de políticas de inversión. Cabe señalar también que una creciente congruencia de opiniones sobre inversión se de‑bió en cierto grado a aspectos estadounidenses relativamente nue‑vos de inversión extranjera directa: durante la década de 1980 los Estados Unidos se habían convertido tanto en huésped como hogar para IED 1�, lo cual podría decirse también que había conscientiza‑do a los Estados Unidos acerca de las mismas inquietudes de las que muchos de sus socios comerciales habían sido testigos en las décadas de 1960 y 19�0 18.

II. TRATO NACIONAL Y DISPOSICIONES RELACIONADAS DEL TLCAN (CAPÍTULO 11, SECCIÓN A)

La disposición central de acuerdos de inversión internacionales contemporáneos es el principio de «trato nacional», por medio del cual a las compañías o inversionistas extranjeros se les trata esencialmente igual que a las compañías nacionales. En una situación ideal, esto es cierto tanto para las compañías que buscan invertir por primera vez (pre‑establecimiento), como lo es para las compañías que buscan cam‑biar las operaciones existentes (después del establecimiento). La obli‑gación de trato nacional del TLCAN es global en este aspecto: incluye el derecho de establecimiento y una obligación de cada parte signata‑ria de conceder a los inversionistas (e inversiones de inversionistas) de las otras partes signatarias un trato «no menos favorable que el que concede, en circunstancias similares, a sus propios inversionistas con

1� Ver Graham y Krugman 1991.18 Ver Ahmad et. al., mayo de 1994.

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respecto al establecimiento, adquisición, expansión, administración, manejo, operación y venta u otra disposición de inversiones» (artículo 1102.1). Esta disposición va más allá que aquéllas de otros acuerdos internacionales. El código de inversión APEC recientemente negocia‑do también contiene una obligación de trato nacional; sin embargo, a diferencia del TLCAN, no es jurídicamente vinculante 19. También, en contraste con el principio de trato nacional que establece la OCDE, el artículo 1102 del TLCAN es jurídicamente vinculante y debido a eso, requiere que los signatarios concedan trato nacional a inversionistas e inversiones de inversionistas de las otras partes firmantes 20.

El trato nacional también es complementado y reforzado a me‑nudo por disposiciones de la nación más favorecida «most-favoured-nation» (mfn, a veces llamada también no‑discriminación) en acuerdos de inversión, y esto no es menos cierto que en el TLCAN. En las disposiciones mfn (artículos 1103 y 1104) y de estándar mínimo de trato (artículo 1105) del TLCAN, las partes signatarias deben otorgar a inversionistas e inversiones de otras partes signata‑rias trato no menos favorable que el que se otorga a inversionistas e inversiones de países no signatarios y aquél estipulado bajo el derecho internacional. Además, las disposiciones de trato nacional del TLCAN generalmente se aplican a inversionistas «de terceros» y sus inversiones. (Por ejemplo, si una subsidiaria canadiense de una compañía europea tiene una inversión en México, la subsidia‑ria canadiense sería un «inversionista de terceros» y su subsidiaria mexicana una «inversión de terceros»). Sin embargo, bajo el artículo 1113, existen circunstancias excepcionales en las que podrían negarse estas obligaciones.

Por último, las obligaciones de trato nacional del TLCAN se apli‑can a gobiernos estatales y provinciales, como también se aplican en

19 Ver «APEC Officials Agree on Code for Investors» [«Los Funcionarios del APEC Acuerdan un Código para Inversionistas»], Financial Times, 11 de noviembre, 1994.

20 Sin embargo, en sus deliberaciones preliminares recientes sobre un posible Acuerdo Multilateral sobre Inversión (AMI), la OCDE está considerando también hacer obligatoria la disposición de trato nacional. Ver Smith 1994, y UNCTAD‑DTCI 1994, pág. 280.

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principio a gobiernos regionales y municipales y a agencias estatales subnacionales (artículo 1108.1). Debido a que los tres signatarios son estados federales de jure, las consideraciones constitucionales fueron un factor importante en la solución de esta interrogante, pero en cada caso se exigió inicialmente a las entidades subnacionales, así como a sus contrapartes federales, que enumeraran las medidas internas (sub‑nacionales) que no cumplían la especificación dentro de un marco de tiempo de dos años 21. Sin embargo, en la práctica a las medidas sub‑nacionales existentes que no cumplían la especificación, al final sim‑plemente se les concedió la exención, limitando en efecto el incumpli‑miento de la especificación solamente a las medidas ya existentes (con respecto al Anexo 1). Por lo tanto, las reservas y excepciones que se aplicaban al nivel federal del gobierno se detallaron en los anexos del acuerdo que se tratan más adelante en este artículo.

Otra característica importante de los acuerdos de inversión ne‑gociados recientemente ha sido una prohibición o limitación en los requerimientos de actuación. Nuevamente, el TLCAN contiene una disposición muy firme para restringir estos límites al comportamien‑to de los inversionistas o inversiones en el territorio de los gobiernos signatarios (artículo 1106); curiosamente esta disposición va más allá de disposiciones similares negociadas en otros foros internacionales. En particular, el acuerdo de Medidas de Inversión Relacionadas con el Comercio (TRIM) de la Ronda de Uruguay para restringir ciertos tipos de requisitos de actuación es un instrumento más débil que el artículo 1106 del TLCAN. Si bien existe una prohibición en varios tipos de requisitos de actuación en el acuerdo TRIM, la lista modelo es más reducida que la que se especifica en el TLCAN, y, como ex‑presa el acuerdo TRIM, esencialmente codifica prácticas existentes

21 Es cierto que los gobiernos locales no son requeridos para enumerar sus excepciones. Por consi‑guiente, podría decirse que de facto será difícil hacer cumplir las obligaciones a este nivel. Una consecuencia es que la compra preferencial por parte de estas entidades (ejemplo: bajo varias leyes a nivel estado que favorecen la compra de productos hechos en Estados Unidos [«buy‑American laws»]) podría no considerarse violatoria de las disposiciones de trato nacional. Con respecto a un asunto relacionado, la adquisición del gobierno está regulada por reglas que se ex‑plican en detalle en el capítulo 10 del acuerdo TLCAN. Este capítulo requiere, entre otras cosas, más negociación sobre la adquisición del gobierno estatal, provincial y local antes de 1999.

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prohibiendo TRIM que son «incongruentes con las disposiciones del artículo III o artículo XI del GATT» 22.

Desde una perspectiva económica, las restricciones a requisitos de ac‑tuación son lógicas ya que dichos requisitos a menudo dan lugar a muchas de las mismas distorsiones que los dispositivos restrictivos del comercio tradicional 23. Por lo tanto, el artículo 1106 del TLCAN se puede consi‑derar un éxito en el sentido de que podría decirse que es más fuerte que la disposición equivalente del ALC entre Estados Unidos y Canadá, una medida lo bastante fuerte en sí para prohibir la mayoría de los nuevos requisitos de actuación y para retirar paulatinamente la mayoría de los antiguos. Las disposiciones del TLCAN van aún más allá en cuanto que la prohibición de nuevos requisitos de actuación (y retiro paulatino de los antiguos) abarca algunas categorías adicionales que se siguen permitiendo bajo el ALC. En particular, se han añadido a la lista de prohibiciones del ALC requisitos de transferencia de tecnología y «proveedor exclusivo», que abarcan requisitos de exportación, contenido nacional mínimo y re‑quisitos de origen nacional (artículo 1106.1) 24. Además, bajo el artículo 1106.3, la vinculación de subsidios con ciertos requisitos de actuación tales como contenido nacional, origen nacional, o balanza comercial también está prohibida, como también lo está la vinculación de ventas a requisitos de exportación y la ganancia cambiaria. No obstante, existen circunstan‑cias atenuantes. Están permitidos requisitos de actuación para promulgar normas medioambientales (artículo 1106.2; ver también artículo 1114), como también lo están los requisitos para la capacitación de empleados (artículo 1106.4). Asimismo, no existe prohibición de requisitos para la realización de investigación y desarrollo (artículo 1106.4), una disposi‑ción que puede tener repercusiones de trato nacional cada vez mayores en el futuro en sectores industriales de alta tecnología 25. Y por último,

22 La lista ilustrativa de TRIMs incluye requisitos de contenido nacional, requisitos de balanza co‑mercial, o restricciones a importaciones de productos usados en o relacionados con la producción local de una empresa propiedad de extranjeros. Solamente se aplica a bienes.

23 En Edward M. Graham y Paul R. Krugman, «Trade Related Investment Measures» [Medidas de Inversión Relacionadas con el Comercio], en Schott 1991, se incluye un examen de los efectos económicos de los requisitos de actuación y una bibliografía relevante.

24 Sobre esto, ver Rugman y Gestrin, «The Investment Provisions of the NAFTA» [«Las Disposi‑ciones de Inversión del TLCAN»], en Globerman y Walker 1993.

25 Ver Warner y Rugman 1994, págs. 945‑982.

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el TLCAN retira paulatinamente requisitos de actuación mexicanos esta‑blecidos para fabricantes de la industria automotriz a un ritmo más lento para los nuevos participantes que para las firmas ya establecidas, y por lo tanto está perjudicando a los primeros en favor de los últimos. (Aparente‑mente este arreglo se introdujo a fin de contrarrestar prejuicios que se dice existen por parte de productores afectados, que resultaban del hecho de que sus operaciones estaban históricamente sujetas a requisitos de actua‑ción mexicanos). Sin embargo, aún es más importante el hecho de que el artículo 1106 del TLCAN se aplica a requisitos de actuación establecidos en cualquier inversión, no solamente inversiones de un país del TLCAN; hasta ahora la importancia y posibles consecuencias de esto se ha ignora‑do relativamente en la bibliografía relevante.

El artículo 1110 del TLCAN se relaciona con la expropiación y compensación por las propiedades expropiadas. Las disposiciones tocantes a estos asuntos tienen sus orígenes en acuerdos de inver‑sión internacionales, en cuanto que la mayoría de los FIPA (Acuer‑dos para Protección de Inversión Extranjera [Canadá]) o de los BIT (Tratados de Inversión Bilaterales [Estados Unidos]) entre países desarrollados y países en vías de desarrollo han buscado crear condi‑ciones para garantizar que si no se pudiera asegurar estabilidad para los inversionistas, entonces, como segunda mejor alternativa, podría haber alguna forma de compensación 26. A pesar de su importancia en el contexto norteamericano, estos aspectos han sido polémicos, especialmente entre los Estados Unidos y México (y, recientemente, entre Canadá y ciertos países del Caribe y Sudamérica). El artículo 1110 básicamente prohíbe la expropiación excepto cuando se trate de una causa de utilidad pública, y entonces debe hacerse sin dis‑criminación y con el debido proceso. El resto del artículo 1110 del TLCAN está concebido para garantizar esta disposición, por ejem‑plo, declarando que los pagos de compensación deben reflejar el va‑lor de mercado (artículo 1110.2), y que los pagos deben ser puntuales

26 La División de Inversiones y Empresas Transnacionales de UNCTAD estimó que para enero de 1994 se habían negociado 5�0 tratados bilaterales para la promoción y protección de la IED. Ver UNCTAD‑DTCI 1994, págs. 2��, 2�9.

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y en una moneda G� (o completamente convertible a G�) (artículo 1110.2‑1110.6), evitando así el riesgo cambiario innecesario para el inversionista 2�.

Se puede considerar el artículo 1110 como un logro en el contexto de las relaciones de inversión con países latinoamericanos, quienes tradicionalmente han sido precavidos en cuanto a acuerdos de inver‑sión. Sin embargo, debe recordarse que en Latinoamérica las actitudes hacia la IED han estado cambiando, en parte debido a una compren‑sión creciente de que era necesaria una política sobre expropiación y compensación a fin de atraer el escaso capital extranjero. Asimismo, sobre transferencias de capital, una cuestión que históricamente ha sido también un asunto delicado entre los Estados Unidos y México ha predominado de nuevo una posición liberal en gran medida, sin duda, porque los negociadores mexicanos creyeron que para atraer ca‑pital extranjero México debía garantizar transferencias normales en materia de beneficios y otros asuntos de capitales. Por consiguiente, el TLCAN no permite restricciones a dichas transferencias excepto para aquéllas requeridas por razones de balanzas de pagos o donde existan asuntos relacionados con quiebras y derechos de acreedores, crimina‑lidad u otras circunstancias excepcionales (artículo 1109) 28.

III. SOLUCIÓN DE CONTROVERSIAS EN EL CAPÍTULO SOBRE INVERSIONES (CAPÍTULO 11, SECCIÓN B)

La Sección B del capítulo 11 del TLCAN (artículos 1115 al 1138), que establece una serie de procedimientos para resolver controver‑sias sobre inversiones, es una de las características más innovadoras de todo el acuerdo TLCAN. De hecho, estos procedimientos van más

2� Como cuestión técnica, cabe destacar que las disposiciones relevantes del TLCAN relativas a la expropiación de la propiedad de inversionistas y compensación de ésta (artículo 1110) no se relacionan con la propiedad intelectual; sin embargo, los derechos de propiedad intelectual se explican en detalle en el capítulo 1� del TLCAN (ver también la sección 5, más adelante).

28 Sin embargo, el artículo relevante (1109) no se aplica a transferencias asociadas con emisión, comercio u operación de valores.

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allá de aquellos propuestos en cualquier otro acuerdo internacional sobre inversión, y podría decirse que han establecido un precedente importante para cualquier acuerdo multilateral futuro sobre inversión. Al amparo de estos procedimientos en el TLCAN, la mayoría de los inversionistas (mas no las inversiones) pueden buscar arbitraje de una controversia contra una parte signataria del TLCAN. En otros mecanis‑mos de resolución de controversias internacionales, incluyendo los del ALC y del GATT, únicamente los gobiernos tienen «legitimidad», y en consecuencia un inversionista debe estar representado por un gobierno (por lo general el gobierno de su país) al buscar solución de cualquier queja que pueda tener en contra de otro gobierno. Sin embargo, con‑forme al TLCAN, un inversionista puede entablar una demanda por su propia cuenta (o en nombre de su inversión) contra una parte signataria si puede reclamar pérdida monetaria o daños que conlleven supuestos incumplimientos de obligaciones según la sección A del capítulo 11 (es decir, las disposiciones expuestas con anterioridad) u otros artículos relativos del TLCAN 29.

Se debe hacer un esfuerzo para resolver la disputa primero me‑diante consulta y negociación (artículo 1118). Si esto no da resul‑tado, se puede presentar la disputa a arbitraje obligatorio según las reglas del Banco Mundial (Convención del Centro Internacio‑nal para Dirimir Controversias de Inversiones, CIADI) o según las de las Naciones Unidas (Comisión de las Naciones Unidas para la Unificación del Derecho Mercantil Internacional, CNUDMI, tam‑bién conocida por sus siglas en inglés: UNCITRAL). Conforme a cualquiera de estas series de reglas, se establece un Tribunal (panel arbitral) facultado para ordenar medidas provisionales a fin de pro‑teger los derechos del inversionista demandante. Aunque el Tribu‑nal no puede ordenar a un gobierno que revoque una medida que se dice constituye un incumplimiento del TLCAN, puede ordenar que se paguen compensaciones al inversionista, incluso de carácter monetario (mas no punitivo) y/o restitución de la propiedad, más el

29 El inversionista claramente puede entablar demanda contra los gobiernos de Canadá, México o los Estados Unidos y aparentemente también gobiernos estatales y provinciales de estos signatarios.

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interés aplicable (artículo 1135.1). Si la demanda es entablada por un inversionista en nombre de una inversión, cualquier fallo del Tribunal dejará a salvo los derechos que pudiera tener el inversio‑nista o la inversión, de conformidad con el derecho nacional.

Además de los aspectos innovadores y el precedente que esta‑blecen potencialmente para otras negociaciones internacionales, estas disposiciones solucionan una antigua disputa sobre la «Doctrina Cal‑vo», conforme a la cual México y otras naciones latinoamericanas han sostenido que el único medio para resolver una disputa entre un estado soberano y una inversión dentro de su territorio deben ser juicios en tribunales locales. La razón exacta por la cual México acordó permitir el procedimiento del TLCAN para dirimir controversias, con el fin de reemplazar eficazmente la doctrina Calvo, no es completamente clara 30. No obstante, se puede observar que en la práctica, la doctrina Calvo ha actuado históricamente como un freno a la inversión extran‑jera directa en México como resultado de la percepción que tienen los inversionistas extranjeros sobre la falta de justicia e imparcialidad de los juicios mexicanos. Además, desde la perspectiva mexicana, la disposición del TLCAN podría servir para desviar las algunas veces torpes presiones diplomáticas provenientes de Washington, lo cual ha caracterizado a menudo las controversias entre inversionistas estado‑unidenses y el gobierno mexicano. Y por último, el acuerdo mexicano para el mecanismo de solución de controversias puede ser percibido también como una reforma de bienvenida que también tendrá repercu‑siones nacionales:

«... la opción para el inversionista de recurrir al arbitraje obligatorio entre inversionista y estado o a los tribunales nacionales del país a fin de obtener daños monetarios (...) es (...) una mejora considerable, ya que puede evitar a los inversionistas la compleja red de litigio mexicano, el cual es a menudo ex‑tremadamente largo y costoso. Más que una concesión a los Estados Unidos, ésta es una mejora en el régimen legal actual, donde los inversionistas (tanto extranjeros como nacionales) carecen de garantías de un proceso adecuado,

30 Sin embargo, in extremis, los artículos 1115 y 1138 permiten algo de flexibilidad tocante a con‑troversias de inversión con respecto tanto a la resolución tradicional de controversias entre esta‑dos según el capítulo 20 como disposiciones de seguridad nacional en el artículo 2102.

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ya que el Poder Judicial mexicano no es suficientemente independiente del Ejecutivo. Un ejemplo de mal arbitraje es la expropiación de la tierra llevada a cabo por el Presidente Echeverría en el noroeste de México en noviembre de 19�6, para la cual aún se estaba pagando compensación en 1991» 31.

Si bien los procedimientos de controversias de inversión son una influencia estabilizadora importante con respecto a la confianza del in‑versionista en el ambiente de inversión mexicano, quedan unos pocos puntos problemáticos menores. Pero éstos principalmente reflejan pro‑blemas con la CIADI y UNCITRAL, más que con el concepto en con‑junto. Por ejemplo, a diferencia de los mecanismos tradicionales para dirimir controversias que se incluyen en los capítulos 19 (impuestos contra la competencia desleal y compensatorios) y 20 (controversias entre estados) del TLCAN, ninguno de los mecanismos de arbitraje mencionados en el capítulo 11 (CIADI, Mecanismo Complementario del CIADI, o UNCITRAL) contiene límites de tiempo en cuanto al arbitraje real, aunque los artículos 1116‑1120 y 1126‑112� sí imponen límites de tiempo estrictos respecto a lo que las partes de una disputa deben hacer para iniciar y/o responder a procedimientos 32.

El mecanismo del TLCAN para dirimir controversias de inversio‑nes incluye también cambios importantes con respecto a la solución tradicional de controversias entre inversionista y estado. Conforme esta última, ambas partes deben aceptar normalmente la solución de la controversia, mientras que el artículo 1120 del TLCAN permite al inversionista iniciar procedimientos unilateralmente 33. Además, el ar‑tículo 1136.5 prosigue diciendo que en caso de que un signatario se rehusara a cumplir con una indemnización final, se podrá instituir un panel según el capítulo 20, con una solicitud de que la Parte cumpla finalmente con la indemnización 34. Ambas disposiciones tienen el po‑tencial de tener consecuencias de gran alcance, y si bien es demasiado

31 Rogelio Ramírez De la O, «The North American Free Trade Agreement from a Mexican Perspec‑tiva» [«El Tratado de Libre Comercio desde una Perspectiva Mexicana»], Globerman y Walker 1993, págs. �8‑�9.

32 Horlick y DeBusk 1993, pág. 53.33 Wisner 1993.34 Horlick y DeBusk 1993, pág. 56.

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pronto para un análisis, los procesos futuros merecen mucha atención. Por último, existe un número de excepciones en las que las disposicio‑nes para dirimir controversias de inversiones del TLCAN no pueden emplearse. Éstas se tratarán en la siguiente sección.

Al comienzo de las negociaciones, se sugirió como instituciones para arbitraje comercial al Banco Mundial (es decir, el CIADI) y la Cá‑mara de Comercio Internacional (CCI) 35. No obstante, fue únicamente el CIADI el que resurgió como parte del acuerdo, y la inclusión del CIADI pero no de la CCI parece extraña dados los registros compara‑tivos de las dos instituciones en la solución de controversias 36, ya que el CIADI se ha usado rara vez. Desde su comienzo en 1966, el CIADI ha resuelto solamente 26 casos y en 11 de éstos han transcurrido más de tres años antes de una decisión inicial 3�. En contraste con el CIADI, la CCI recibe cada año más de 300 solicitudes y aproximadamente la tercera parte de los casos se relacionan con alguna entidad estatal 38. Por último, la CCI ha tenido antecedentes mucho más interesantes que el CIADI para dirimir controversias de manera oportuna 39. Sin embar‑go, quizá un motivo de renuencia para estipular los procedimientos de la CCI sea una indecisión en cuanto a involucrarse demasiado en el arbitraje de controversias que no son estrictamente de naturaleza co‑mercial 40. No obstante, uno debe observar que no existe nada que evite

35 Inside US Trade [Dentro del comercio estadounidense], vol. 10, no. 5, 31 de enero, 1992, pág. 10.

36 Esto es particularmente cierto dada la flexibilidad de las Reglas de la CCI, las cuales se han usado para la solución tradicional de disputas comerciales, así como controversias entre inversionista y estado e incluso algunos conflictos entre estados estrechamente definidos. Ver Toope 1990, págs. 204‑215: ver también Lange y Born 198�.

3� Horlick y DeBusk, págs. 53‑54.38 Toope 1990, pág. 205. Ya existen también precedentes para que se estipule el arbitraje de la CCI

en contratos entre inversionista y estado. Ver ibid, pág. 213, fn 55; también W. Michael Reisman 1989, pág. �5�. De hecho, un abogado internacional afiliado a la CCI en la década de 1960, señaló que era común la participación de la CCI en la resolución de controversias entre inversionista y estado, y que así lo había sido desde 1922. Además, se observó un ejemplo de una cláusula de ar‑bitraje de la CCI en un contrato entre el gobierno nigeriano y una compañía petrolera canadiense en la década de 1960. Ver Böckstiegel 1965, pág. 581.

39 A. Redfern y M. Hunter, Law and Practice of International Commercial Arbritation [Ley y Prác-tica del Arbitraje Comercial Internacional] (1986), como se cita en Toope 1990, pág. 203.

40 Ver parte IV «Resolving Extraterritoriality Problems» [«Solución de Problemas de Extraterrito‑rialidad»] en Lange y Born 198�, págs. 44‑5�.

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que los signatarios sugieran otras instituciones para dirimir disputas comerciales de hecho, esto se estipula bajo el artículo 2022 y, con respecto a procedimientos de conciliación más que un arbitraje más formal, en el artículo 1118 del capítulo sobre inversiones.

A pesar de estos últimos puntos, pocos ponen en duda que el me‑canismo para dirimir controversias del TLCAN es un logro muy importante, y muchos lo han reconocido así en diferentes grados 41. Además, en el acuerdo mismo del TLCAN se incluyen mecanismos para la mejora del ya innovador mecanismo para dirimir controversias de inversión. El capítulo 20 establece los procedimientos más tradi‑cionales para dirimir controversias de estados soberanos para dispu‑tas similares a las del capítulo 18 del ALC, y éstos pueden invocarse como medios alternos para resolución de controversias de inversiones si ambas partes de la controversia coinciden en que es necesario (y, por supuesto, pueden usarse también los procedimientos del capítulo 20 para otras controversias que no sean de inversión).

El TLCAN también incluye un artículo sobre la resolución al‑ternativa de controversias (artículo 2022). Sujeto a la voluntad de los signatarios, este artículo también podría tener implicaciones para dirimir controversias de inversiones. El artículo 2022.1, por ejemplo, estipula que los signatarios «alentarán y facilitarán, en el mayor grado posible, el empleo de arbitraje y otros medios de resolución alterna‑tiva de controversias para dirimir disputas comerciales internaciona‑les entre intereses privados». Como hemos visto, a esta idea también se le dio impulso dentro del capítulo de controversias de inversiones bajo el artículo 1118. De esta manera se pueden alentar otros cauces y

41 Para los Estados Unidos, ver Hufbauer y Schott 1993. Para Canadá, ver Gestrin y Rugman 1993. En cuanto a México, ver Ortiz «NAFTA and Foreign Investment in Mexico» [«El TLCAN y la Inversión Extranjera en México»], en Rugman 1993. Ver también Horlick y DeBusk 1993, y Fasken Campbell Godfrey 1993. En México, es también evidente que el gobierno concede prin‑cipal importancia a la aprobación del TLCAN. Ver, por ejemplo, «Into the Spotlight» [En primer plano], The Economist-Survey of Mexico [la Encuesta de México] 13 de febrero, 1993, págs. 6‑8; también la encuesta especial del Financial Times sobre el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, 12 de mayo, 1993, «Impact on Mexico‑Overwhelming Importance Attached to Pact» [«Impacto en México‑Abrumadora Importancia que se Concede al Pacto»], pág. 28. Ver también fn. 11 anterior.

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vehículos más informales y supuestamente menos costosos para di‑rimir las controversias, entre ellos se podría incluir a la CCI, o cual‑quier número de los nuevos centros, desde Columbia Británica hasta el Cairo, que se han establecido recientemente para ayudar a dirimir controversias. En particular, también se ha contemplado esto en el TLCAN toda vez que el artículo 2022.4 menciona que se establecerá un Comité Consultivo de Controversias Comerciales Privadas, en este caso también, para fomentar la resolución de dichas disputas.

De hecho, para esta última categoría de disputas menos forma‑les, podría resultar que los procedimientos del artículo 2022 son utilizados con mayor frecuencia que los del capítulo 11 o los me‑canismos tradicionales del capítulo 20 para la resolución de con‑troversias entre estados. Bajo el artículo 2022, se pondría mayor énfasis en la conciliación que en el arbitraje. Sin la participación formal del estado, existiría la oportunidad de lograr la resolución de disputas comerciales de una manera rápida, discreta y a bajo costo. Sin embargo, esta opinión basada en conjeturas no debe des‑merecer lo que dijimos al principio: que el mecanismo para dirimir disputas entre estado e inversionista del capítulo sobre inversiones es una de las características más innovadoras del TLCAN, y que cualquier tratado internacional futuro de carácter vinculante sobre inversiones, ya sea a nivel regional o multilateral, deberá tomar en cuenta estos procedimientos.

IV. RESERVAS Y EXCEPCIONES DEL CAPÍTULO 11 (INCLUIDOS AQUELLOS SECTORES RESERVADOS AL ESTADO)

En virtud del Tratado de Libre Comercio tanto a Canadá como a Méxi‑co se les permite continuar la revisión de ciertas inversiones, y para to‑dos los efectos prácticos también puede decirse esto de los Estados Uni‑dos en lo tocante a las disposiciones de seguridad nacional. Por ejemplo, las decisiones que se tomen conforme al anexo 1138.2, según el cual las decisiones tomadas por Canadá con arreglo a la Ley de Inversiones Canadiense y en México por la Comisión Nacional de Inversiones Ex‑tranjeras, respecto a si debe permitirse llevar a cabo una adquisición,

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no están sujetas al mecanismo de controversias sobre inversiones 42. Bajo el artículo 1138, esta exclusión también se hace extensiva a las medidas «tomadas por una Parte de conformidad con el artículo 2102». El artícu‑lo 2102 es una reserva de seguridad nacional que permite también que las partes signatarias tomen medidas «que se estimen necesarias para la protección de sus intereses de seguridad esenciales», respecto al tráfico de materiales, tecnología y bienes y artículos militares, o que se tomen en tiempo de guerra u otra emergencia internacional, o relativas a la pro‑liferación nuclear. De esa manera, el artículo 1138 también hace que las decisiones tomadas por los Estados Unidos para obstruir las adquisicio‑nes de Canadá o México de empresas estadounidenses bajo la disposición Exon‑Florio de la Ley Comercial de 1988 no estén sujetas al mecanismo para dirimir controversias sobre inversiones, o por lo menos no si dicha obstrucción está acorde con el artículo 2102.

Hay otros campos en los que no se aplican o se aplican con reservas las disposiciones para dirimir disputas sobre inversiones del capítulo 11. Por ejemplo, el artículo 130� torna ambigua la situación del sector de las telecomunicaciones respecto al mecanismo para dirimir controversias en materia de inversiones del capítulo 11. Bajo el artículo 1415 corres‑pondiente a servicios financieros, el Tribunal en materia de inversiones debe consultar al Comité de Servicios Financieros (artículo 1412; anexo 1412.1) para que resuelva si este sector debe regirse por el mecanismo para controversias en materia de inversiones, lo que por lo menos pare‑cería desalentar el empleo del mecanismo en este sector 43. Por último, como reflejo de la mayor importancia relativa que tienen las empresas

42 Bajo el Anexo 160�.3 del Acuerdo de Libre Comercio (ALC), Canadá convino en aumentar el nivel de adquisiciones directas sujetas a revisión de inversionistas estadounidenses de $CDN 5 millones a $CDN 150 millones en cuatro años, y eliminar la revisión de adquisiciones indirectas de inversionistas estadounidenses en el mismo periodo. En el TLCAN, los niveles de México y Canadá probablemente convergerán con el tiempo; sin embargo, hubo también un cambio en el método de cálculo del ajuste anual para los niveles de revisión. La consecuencia de ello fue ajus‑tar los límites por el desarrollo económico y la inflación.

43 De manera importante, tanto el sector de las telecomunicaciones como el de los servicios finan‑cieros han estado tradicionalmente entre algunas industrias diferentes en cuanto a calidad, en parte debido a su carácter de industrias de servicios más que de mercancías. Pero con el acuerdo GATS (Acuerdo General de Comercio de Servicios) en la Ronda de Uruguay, hay más que una insinuación de que el comercio internacional de servicios estará también sujeto a otro acuerdo internacional que también repercutiría en la inversión internacional.

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estatales en la economía mexicana, las empresas estatales se tratan por separado en el capítulo 15 del TLCAN, mientras que en el ALC se tratan bajo una cláusula de excepción de trato nacional del capítulo sobre in‑versiones (ALC artículo 1602.5‑�). Aunque las empresas estatales están sujetas a resoluciones para dirimir controversias de inversiones (artículo 1503.2), las prácticas contra la competencia, por ejemplo (artículo 1501, también 1502.2 [d]), no lo están.

El TLCAN contiene muchas otras reservas y excepciones a las dis‑posiciones del capítulo 11, la mayoría de las cuales se explican en de‑talle en los anexos del acuerdo. México sigue excluyendo el sector del petróleo de la inversión extranjera directa. Con respecto a los Estados Unidos, se excluye todo el sector marítimo, y, con respecto a Canadá, las exenciones culturales continuas siguen siendo una espina que los Estados Unidos tienen clavada 44. El motivo de la exclusión mexicana es la Constitución Mexicana, conforme a la cual el sector del petróleo es y debe seguir siendo propiedad del estado. En la práctica, PEMEX ha sido un clásico ejemplo de un monopolio estatal ineficiente, a pe‑sar de que redujo su nivel de empleo a casi la mitad (a 120.000) entre 1988 y 1993 45. Es importante señalar que las restricciones en materia de inversión extranjera también se han debilitado recientemente con respecto a algunas de las jurisdicciones externas del imperio PEMEX, integrado tanto vertical como horizontalmente, tales como petroquí‑mica secundaria. PEMEX anunció en fechas recientes que las firmas extranjeras recibirían trato nacional con respecto a su programa de pri‑vatización de la petroquímica 46. Sin embargo, México ha conservado todavía varias restricciones con respecto a la inversión extranjera por

44 Sigue existiendo cierta controversia con respecto a si la exención cultural canadiense se puede haber ampliado en el TLCAN en comparación con el ALC debido a la inclusión de derechos de autor en el TLCAN. No obstante en la práctica, como señalan Hufbauer y Schott (1993), rara vez se invocan las exenciones de la industria cultural. Además, el artículo 1112.1 menciona que en caso de contradicciones entre el capítulo de inversiones y otro, el otro capítulo tendrá preceden‑cia. Por consiguiente, el artículo 2106 (y anexo 2106), el cual codifica la exención aplicable a las industrias culturales de Canadá como aparece en el ALC, parecería tener precedencia en este caso.

45 Fredell 1993, pág. 6.46 Ibid. págs. 4‑5, 8.

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mandato constitucional en otros sectores, los cuales se enumeran en el Anexo III (de hecho, México es el único signatario con excepciones del Anexo III). Las excepciones se basaron más en factores políticos que en económicos, y parece que los negociadores estadounidenses y canadienses creían que el haber presionado demasiado sobre el asunto del cambio constitucional mexicano para eliminar estas restricciones, podría haber deshecho toda la negociación.

Lo que no debe perderse de vista aquí es que en el campo de la inversión (así como en otras áreas) México se ha abierto mucho más que los Estados Unidos o Canadá. Se debe recono‑cer que estaba empezando de mucho más atrás, pero al menos el gobierno abrió parcialmente dos sectores anteriormente cerrados a la inversión: la generación y distribución de electricidad y la petroquímica secundaria. Por el contrario, los Estados Unidos no han liberado sectores que por razones históricas no se han abier‑to a propiedad extranjera (tal como el sector marítimo). Y esto, a pesar del hecho de que cualesquiera que pudieran haber sido históricamente las razones del cierre, muchas de estas razones han perdido gran parte de su fuerza con el paso del tiempo. Por lo tanto, Canadá y los Estados Unidos se rehúsan a permitir que los ciudadanos del otro o los de México sean dueños de servicios de transporte aéreo en sus territorios. México tiene una excepción similar. Canadá ha mantenido las reservas culturales del ALC (en el artículo y anexo 2106 del TLCAN), pero la apertura ha conti‑nuado de otra manera: en 1992 se anunció, por ejemplo, que la Ley Canadiense de Inversiones se liberalizaría aún más con el ob‑jeto de permitir a los inversionistas estadounidenses acceso a los sectores de petróleo y gas al mismo nivel de $150 millones que se aplica a otros sectores; al mismo tiempo se anunció también un marco de trabajo de nuevas políticas para la publicación de libros, y otros cambios de políticas culturales 4�.

4� «Amendment to the Investment Canada Act» [«Modificación a la Ley Canadiense de Inver‑siones»], Comunicado de Prensa Canadiense sobre Inversión, 18 de junio, 1992. El escrito que formaliza estas disposiciones se aprobó en junio de 1993.

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Los Anexos I‑IV del TLCAN contienen listas completas de re‑servas y excepciones relacionadas con inversiones, además de los sectores reservados al estado. Éstos ya se han resumido en otra parte 48. Sin embargo, cabe mencionar que las restricciones del Anexo I abarcan restricciones de inversiones en industrias que es‑tán «congeladas», es decir, no se pueden hacer más restrictivas de lo que ya son. Por el contrario, las restricciones del Anexo II es‑tán sujetas a restricciones crecientes. Éstas incluyen restricciones de inversión estadounidenses en la industria marítima, algo que se debe considerar como un éxito para el grupo de presión marítimo estadounidense pero una decepción para la apertura en conjunto. Las restricciones del Anexo III, como ya se ha observado, se limi‑tan a aquéllas a que obliga la Constitución Mexicana. Estos anexos no incluyen complejas reglas de origen, las cuales pueden tener el efecto de restringir o impedir la inversión, y de las que se trata más adelante.

Por supuesto aún existen otras cuestiones que ocasionan friccio‑nes además de las antes mencionadas: los asuntos relacionados con la extraterritorialidad, los consorcios tecnológicos, los subsidios, y en especial Exon‑Florio son ejemplos de cuestiones irritantes relati‑vas a Estados Unidos, que persisten desde la perspectiva canadiense e internacional. No obstante, pese a las fallas causadas por reser‑vas, excepciones y sectores reservados al estado, las disposiciones formales de inversión del TLCAN en el capítulo 11 constituyen un triunfo para acuerdos de inversión. Las reservas son reales pero se compensan con las características positivas de las disposiciones de inversión, ya sea que se valoren en función de los objetivos de los tres gobiernos o en función de criterios económicos 49.

48 Hay siete anexos. Los anexos I‑III se examinan en Gestrin y Rugman 1993, págs. 12‑19; ver también Hufbauer y Schott 1993. Los anexos IV‑VII abarcan principalmente reservas históricas en los tres países, tales como radiodifusión/televisión, aviación, pesca, servicios de correos, etc.

49 Ver especialmente Hufbauer y Schott 1993, capítulo 4. Hufbau and Schott califican las dispo‑siciones de inversión del TLCAN como «A‑» en una escala de A a F, en la cual A corresponde a excelente, en tanto que F es deficiente. La reacción de Canadá también ha sido sumamente posi‑tiva, aunque Gestrin y Rugman 1993 llaman la atención sobre aparentes argumentos de seguridad nacional estadounidenses en los Estados Unidos que han servido para restringir la IED.

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V. DISPOSICIONES RELATIVAS A INVERSIÓN DIRECTA QUE NO FIGURAN EN EL CAPÍTULO 11 DEL TLCAN O EN SUS ANEXOS

Existen algunas disposiciones en el TLCAN que tienen que ver con las inversiones pero que no se encuentran en el capítulo sobre la ma‑teria (capítulo 11). Entre ellas figuran las disposiciones en materia de propiedad intelectual. La parte VI del TLCAN, que contiene tan sólo el capítulo 1� (propiedad intelectual), está orientado en gran parte a alinear la legislación y prácticas relativas a la propiedad intelectual en los países en desarrollo con las de los países desarrollados.

Como sucede con otras disposiciones del TLCAN, gran parte del capítulo 1� está en realidad concebido para afianzar las reformas que México ya había llevado a cabo unilateralmente con la aprobación en 1991 de la nueva ley sobre propiedad intelectual, sólo que dando algunos pasos más para ampliar dicha ley 50. El principal objetivo de México al aprobar la ley en cuestión estaba acorde con su meta de atraer más flujo de inversión extranjera: concretamente, buscaba que dicha inversión trajera aparejada la transferencia de tecnología nece‑saria para modernizar la economía mexicana. Aun así, quedan algunos motivos de inquietud de Estados Unidos y Canadá sobre si se logrará el cumplimiento de las normas en México después de la ratificación.

El capítulo 1� también estipula el principio de trato nacional res‑pecto a la propiedad intelectual, pero con algunas excepciones. «Trato nacional» en este caso significa que a los nacionales de las partes sig‑natarias que operen dentro de la jurisdicción de otra parte signataria, y a las empresas bajo el control de dichos nacionales, se les otorgarán los mismos derechos y privilegios en materia de propiedad intelectual que a los nacionales de esa parte signataria. En el caso de México, la principal excepción radica en el propietario de los derechos de au‑tor (copyright) tratándose de actuaciones en vivo (bajo la legislación

50 Ampliaciones específicas se tratan en Hufbauer y Schott 1993, pág. 85.

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mexicana, automáticamente es el ejecutante o ejecutantes, pero no su‑cede así necesariamente conforme a las leyes canadienses y estadouni‑denses), y por lo tanto la categoría se encuentra sujeta a reciprocidad. En el caso de Canadá, las empresas estadounidenses que operan en las industrias afectadas siguen sosteniendo que la excepción de las «industrias culturales» de Canadá equivale a una negativa de trato na‑cional (sin embargo, ver nota 40 al pie de página). No obstante las excepciones y reservas, el capítulo 1� del TLCAN refuerza las dispo‑siciones sobre inversiones del capítulo 11, en cuanto a que las políticas sobre inversiones y propiedad intelectual deben ser complementarias. Respecto a lo que se ha negociado en el campo de la propiedad inte‑lectual en la reunión del GATT de Uruguay, concretamente el acuerdo TRIPS, el capítulo 1� es altamente satisfactorio desde la perspectiva de las partes negociadoras.

Un elemento necesario en cualquier tratado de libre comercio es un conjunto de reglas de origen, ya que éstas determinan si un producto del cual se afirma que es producido en el territorio de una parte del tratado, realmente reúne los requisitos para recibir trato preferencial al venderse en el territorio de otra de las partes. Esto, a su vez, puede tener consecuen‑cias importantes en materia de inversiones. Los economistas son procli‑ves a preocuparse por tales reglas, pues éstas tienden a crear «desviacio‑nes comerciales» que reducen el bienestar (como en realidad sucederá con el TLCAN, por lo menos al principio) 51. De hecho, las reglas de origen del TLCAN en este sentido son probablemente más preocupantes de lo que podían haber sido. Dichas reglas, contenidas en el capítulo 4, son complejas. En particular, se eliminan las disposiciones de simplificación de inversiones del ALC. Las reglas del TLCAN fueron claramente conce‑bidas para proteger los intereses de ciertas empresas iniciales interesadas, especialmente las de los sectores textil y automotor donde, para que un bien producido reciba la denominación de «estadounidense», debe de‑mostrarse que tiene un contenido regional muy alto.

51 «GATT Mexico Review Praises Reforms, Flags NAFTA, Dumping Concerns» [GATT Mexico Review elogia las reformas, identifica inquietudes sobre inundación de productos a bajo precio], Inside U.S. Trade, 23 de abril, 1993, pág. 1.

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Respecto a las actividades de las empresas multinacionales, estas reglas pueden favorecer a las empresas iniciales interesadas pues las nuevas operaciones que se establecen (por ejemplo, inversiones) de dichas empresas, tienden a surtirse de manera considerable de más in‑sumos de sus países, que en el caso de las empresas ya establecidas por largo tiempo. La evidencia sugeriría que con el tiempo, el contenido local de la producción de tales operaciones tiende a aumentar. Así, las operaciones de empresas multinacionales de países que no son partes integrantes tenderían a estar en desventaja comparadas con las empre‑sas originales interesadas, si inicialmente no pueden cumplir con los requisitos de las reglas de origen. Sin embargo, esto mismo puede no aplicarse a las operaciones recién establecidas de una empresa cuya oficina central esté en otra parte, y cuyos insumos muy probablemente procederían de un país integrante del TLCAN.

En consecuencia, las reglas de origen del TLCAN tácitamente discriminan a las nuevas inversiones de empresas que no están do‑miciliadas en la región. La magnitud exacta de dicha discriminación depende de cuán valiosas sean las medidas preferenciales. Esto, a su vez, depende de la puesta en práctica de la Ronda de Uruguay. En las industrias textiles y del vestido, por ejemplo, todas las cuotas deberán eliminarse en un lapso de diez años. Sin embargo, la magnitud exacta de la apertura comercial dependerá de los aranceles correspondientes a los productos textiles y prendas de vestir que sustituyan a las cuotas, y para la mayoría de los productos que se encuentran bajo cuotas, las mismas parecerían ser altas. De esta manera, las reglas de origen del TLCAN podrían tener efecto de discriminación contra nuevas inver‑siones en dichas industrias.

Otro efecto de la parcialidad de estas reglas de origen podría ser el crear un incentivo para que las empresas multinacionales no nor‑teamericanas establezcan sus operaciones dentro del territorio de su mercado nacional norteamericano más grande. En el grado en que esto sea verdad, las reglas de origen inducirían por tanto a tales empresas a preferir establecerse en los Estados Unidos y no en Canadá o México. Asimismo, las reglas de origen restrictivas también pueden ser discrimi‑natorias implícitamente contra algunos productores norteamericanos.

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Supóngase, por ejemplo, que una empresa mexicana es un competidor potencial para una empresa estadounidense, y que los Estados Unidos representan la mayoría de la demanda del producto de estas dos em‑presas. Supóngase también que ambas empresas se surten de un im‑portante componente procedente de fuera de Norteamérica cuyo valor es lo suficientemente elevado para que el producto final no satisfaga las reglas de origen. Por último, supóngase que no existen proveedores estadounidenses para dicho componente. Bajo estas circunstancias, la empresa mexicana podría encontrar que el no reunir los requisitos para obtener trato preferencial de conformidad con el TLCAN la hace poco competitiva respecto a la empresa estadounidense en el mercado de Estados Unidos.

Por tanto, de entre todas las reglas contenidas en los capítulos del TLCAN, las de origen son las menos orientadas hacia el libre comer‑cio, aun cuando sin duda cumplen el objetivo de proteger ciertos in‑tereses (generalmente estadounidenses). La finalidad de un tratado de libre comercio es, después de todo, estimular el comercio y hacer a las empresas más competitivas. Sin embargo, las parcialidades de las re‑glas de origen del TLCAN en favor de tales intereses van en contra de ello. En un contexto más amplio, las reglas de origen probablemente no estarán sujetas a acuerdo en ningún posible convenio de inversio‑nes. No obstante, es importante comprender que las reglas comerciales pueden tener repercusiones de trascendencia en materia de inversio‑nes, y viceversa.

Otra disposición más del TLCAN que afecta la inversión directa es el muy breve capítulo sobre política competitiva, monopolios, y empresas estatales (capítulo 15). El artículo 1501 de dicho capítulo in‑dica que cada signatario del TLCAN «adoptará o mantendrá medidas para proscribir conductas comerciales en contra de la competitividad y llevará a cabo las acciones apropiadas respecto a las mismas, reco‑nociendo que tales medidas fomentarán la consecución de los obje‑tivos del Tratado». Este significativo lenguaje permite la realización de una meta importante, la creación en 1992 por parte de México de una ley en materia de competencia económica (antimonopolios) y una

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comisión encargada de vigilar su cumplimiento. Dicha ley sin duda fue promulgada para satisfacer el requisito del TLCAN y, si bien es demasiado pronto para evaluar su impacto, al igual que la Ley de Pro‑piedad Intelectual, es posible que fomente los intereses mexicanos en cualquier caso.

No obstante, la política sobre competencia según se trata en el artículo 1501 del TLCAN continúa siendo relativamente débil, por lo menos si se compara con el ejemplo del otro tratado regional más importante, el de la Unión Europea. En contraste con el lenguaje más bien tentativo del TLCAN, el Tratado de Roma que establece el Mer‑cado Común Europeo contiene un lenguaje fuerte que prohíbe los monopolios, carteles y el abuso de posición de firmas dominantes. Dicho Tratado también estipula limitaciones muy estrictas sobre ayu‑da estatal a la industria, incluida la ayuda a las empresas de propiedad estatal y, lo que es más importante, el Tratado de Roma concede a la Comisión Europea poderes significativos para hacer cumplir estas disposiciones. En tanto que el TLCAN, por el contrario, va poco más allá de la exhortación 52.

El capítulo 15 también sanciona los monopolios estatales (artículo 1502) y las empresas de propiedad estatal (artículo 1503). Además, requiere la creación de un grupo de trabajo en materia de comercio y competencia (artículo 1504), responsable de hacer recomendacio‑nes para el «fomento del trabajo según sea pertinente» en un lapso de cinco años a partir de la fecha de entrada en vigor del TLCAN 53. Los problemas en el área de competencia económica son un ejemplo de ciertas disposiciones en materia de inversiones del tratado que no están totalmente resueltas. A pesar de lo anterior, han sido señaladas muchas de ellas para que se les preste mayor atención por parte de los

52 En Edward M. Graham y Mark A. Warner, «Competition Policy and North American Direct Investment and Trade» [«Política sobre Competencia e Inversiones y Comercio Directos Estado‑unidenses»], en Eden 1994 se encuentran algunas ideas para mejorar el TLCAN en este área.

53 Es sólo una serie de comités y grupos de trabajo resumidos en el anexo 2001.2, que se han insti‑tuido para atender algunas de las áreas más problemáticas que persisten en el tratado. En ellas se incluyen disputas de servicios financieros y comerciales particulares (comités), y cuestiones de reglas de origen y comerciales y de competencia (grupos de trabajo).

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negociadores, y los comités y grupos de trabajo indicados en el anexo 2002.2, considerarán muchas de estas cuestiones en el futuro, y, por supuesto, no hay nada que impida que tales cuestiones se traten en futuros acuerdos en otros foros.

VI. CONCLUSIÓN

En resumen, se deben juzgar como muy positivas las disposiciones de inversión del TLCAN. Dichas disposiciones crean las bases para un ambiente más estable para las actividades de inversión en Norteaméri‑ca. Este logro positivo es especialmente notable dadas las diferencias en las metas y prioridades de políticas de los tres signatarios, aunque el hecho de que éstas se resolvieran, demuestra que eran más aparentes que reales. Aunque la conclusión de un tratado de inversión entre un país menos desarrollado y dos países muy desarrollados no parecía probable al principio, la exitosa conclusión del TLCAN radicó en un cierto grado de convergencia tocante a actitudes con respecto a la IED, sin menospreciar las reformas a políticas que México estaba preparado a llevar a cabo unilateralmente.

Los mecanismos para dirimir controversias entre inversionista y

estado del capítulo sobre inversiones deben señalarse en particular como el elemento más innovador del acuerdo, y un precedente clave para otros acuerdos de inversión regionales y multilaterales. La ne‑gociación de esta sección del capítulo sobre inversiones podría verse como uno de los logros más notables de todo el acuerdo TLCAN ya que proporciona una posición nueva para firmas multinacionales en controversias con gobiernos. Esto debe proporcionar un ambiente de inversión más seguro, particularmente en México. Sin embargo, exis‑ten áreas de mejora en el mecanismo para dirimir controversias que se han tratado anteriormente y a las cuales ya se han adaptado los artículos 1118 y 2022.

Otra «innovación» en el área de inversión que puede surgir en ne‑

gociaciones de inversión futuras es la de los subsidios. El control de subsidios a las nuevas inversiones internacionales y otros incentivos

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de inversión no se menciona en el TLCAN, aun cuando los incentivos de inversión tienen efectos económicos potencialmente distorsionan‑tes. Una inquietud adicional y delicada en este sentido es que, con fre‑cuencia las entidades subnacionales otorgan los subsidios. Otras áreas de mejora prioritarias en las disposiciones de inversión del TLCAN incluyen reglas de origen y políticas de competencia económica. En particular, la política de competencia económica podría reemplazar algún día las disposiciones que ofrezcan un valor menos que equita‑tivo de la legislación comercial (es decir, medidas antidumping, anti‑subsidios, cuotas compensatorias) como medio para regular prácticas comerciales potencialmente en contra de la competencia económica, como es actualmente el caso de la Unión Europea.

Aunque resulta prematuro preguntar cuál será la influencia del TLCAN en otras negociaciones de inversión, parece que habrá más trabajo internacional en asuntos de inversión. Dicho trabajo continúa como parte de un posible Acuerdo de Inversión Multilateral (AIM) de la OCDE, por ejemplo, el cual ha ampliado sus términos de referencia más allá de sus instrumentos existentes a fin de incluir nuevos asuntos de inversión (sobre requerimientos de actuación, por ejemplo) y ex‑plorar disposiciones para dirimir controversias 54. Si bien el TLCAN no tuvo muchas repercusiones sobre la ahora terminada Ronda de Uruguay del GATT, la inclusión de medidas de inversión relacionadas con el comercio junto con un compromiso de examinar más amplia‑mente en el futuro cuestiones de inversión ha incorporado claramente a la inversión en la agenda de la OMC. Y por último, a una semana de la aprobación por el Congreso de los Estados Unidos del TLCAN a finales de 1993, los jefes de estado de los países APEC aprobaron en principio la idea de un acuerdo voluntario de inversión Asia‑Pacífico. Esto dio fruto en la exitosa negociación de un código de inversión no obligatorio en Yakarta en noviembre de 1994 55.

54 Ver Smith 1994, UNCTAD‑DTCI 1994, pág. 280, y OCDE 1994, pág. 26.55 Ver «APEC Officials Agree on Code for Investors» [«Funcionarios de APEC Acuerdan un Códi‑

go para Inversionistas»], Financial Times, 11 de noviembre, 1994.

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Por consiguiente, las disposiciones de inversión del acuerdo TLCAN apuntan a nuevas direcciones para los foros que han encontra‑do particularmente difíciles las negociaciones de inversión. Además, representan un paso más hacia una nueva lex mercatoria (derecho co‑mercial) y una posición legal internacional que los países‑estados y firmas cada vez más globalizadas están buscando 56. Más ampliamen‑te, las disposiciones de inversión del TLCAN han aprobado además un sistema internacional basado en reglas en el cual se reconoce de manera implícita la complementariedad de asuntos comerciales y de inversión. Esto es significativo aunque sólo sea porque refleja la im‑portancia continua de flujos de inversión internacional para el creci‑miento económico que se ha hecho particularmente evidente en los últimos veinte años. Aunque los siguientes pasos no están comple‑tamente claros, es imposible evitar que las cuestiones relativas a las inversiones figuren en el futuro del sistema de comercio mundial, sea cual sea éste. Además, dada la transposición en la relativa importancia del comercio mundial y los flujos de inversión desde 1950, se podría decir que a la larga un acuerdo de inversión multilateral global será tan importante para la economía mundial de los próximos cincuenta años como los acuerdos de comercio internacional lo han sido durante los últimos cincuenta años.

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56 Ver, por ejemplo, «Multinationals Seek Investment Treaty» [«Multinacionales Buscan Tratado de Inversión»], Financial Times, 9 de mayo, 1994, pág. 2.

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Nota Biográfica-Christopher Wilkie

Christopher Wilkie es graduado de Queen’s University en Canadá, de London School of Economics y de Oxford University en el Reino Unido. Actualmente es Administrador Principal en DAFFE (Admi‑nistración para Asuntos Financieros, Fiscales y Corporativos) en la

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OCDE en París, después de haber prestado sus servicios por varios años en la Administración de Política Internacional sobre Inversión y Servicios en Industry Canada en Ottawa. También es Asociado In‑vestigador (Research Associate) en el Programa de Investigación en Administración Internacional y Economía (PRIME) en la Universidad de Ottawa.

El Dr. Wilkie tiene publicaciones de comercio internacional en el Reino Unido, en los Estados Unidos de América y en Canadá.

Su particular interés en la investigación actualmente radica en el sistema de comercio de la Ronda de Uruguay, especialmente en temas de inversión internacional.

• Índice General§ Índice ARS 21

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EL DOBLE VOTO SIMULTÁNEO EN MÉXICO

Miguel Ángel Lugo Galicia

Sumario: I. La reforma político-electoral y la reforma del Estado; II. La democracia interna de los partidos en México; III. Razones en contra del doble voto simultáneo; IV. Razones a favor del doble voto simultáneo; V. Instrumentación del doble voto simultáneo.

I. LA REFORMA POLÍTICO-ELECTORAL Y LA REFORMA DEL ESTADO

Aparentemente ha concluido la reforma político‑electoral en Méxi‑co. Con la aprobación de una nueva distritación electoral por parte de los consejeros del IFE, parece que ya no existe aspecto electoral de trascendencia que no haya sido visto, implantado o analizado en México 1. Quizá se pueda decir en esta perspectiva que la última gran

• Índice General§ Índice ARS 21

1 Se ha dicho que el tema electoral está agotado, pero hay que revisar un parámetro que se ha consi‑derado legendario, los llamados «Diez puntos para una reforma electoral definitiva» o conclusio‑nes del Seminario del Castillo de Chapultepec, del 21 de agosto de 1994, encabezado por los otro‑ra consejeros ciudadanos Santiago Creel y José Agustín Ortiz Pinchetti. De las diez conclusiones hay muchas que todavía no se concretan, como la adopción de la cédula de identidad ciudadana, la prohibición del uso de los colores o símbolos patrios y la no identificación por ningún medio de los programas públicos con los programas partidarios, y mucho menos que se les utilice con fines electorales. Hay que recordar las dificultades del IFE para forzar una recomendación en el sentido de prohibir actos de obra pública en pleno proselitismo electoral, recomendación desechada por el Tribunal Electoral. También se puede agregar entre los pendientes el voto de los mexicanos en el extranjero, que por aspectos técnicos y de acuerdo político quizá no se logre concretar para el 2000.

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reforma que facilita es la sustitución de la credencial de elector tradi‑cional por la cédula de identidad ciudadana, con la consecuente polé‑mica que se ha desatado sobre si el nuevo documento es o no violatorio de derechos fundamentales y si la corresponde al IFE o a la Secretaría de Gobernación su instrumentación 2.

Con esta consideración, se puede argumentar que ya ha pasado la etapa de desconfianza para las autoridades electorales. Se puede ale‑gar también que ya hay un control tentativamente confiable del gasto de los partidos, y los medios de comunicación dan mayor apertura a los partidos de oposición.

En conclusión, se supone que está superada la etapa de reformas electorales. Se dejan como ideas tangenciales algunas, v. gr., la segunda vuelta electoral, que se plantea como una eminente posibilidad dado el porcentaje cada vez menor de votación que se viene registrando en las elecciones presidenciales, tan lejanas a aquel porcentaje espléndido que obtuvo Madero 3. También se perfilan otras ideas «tangenciales» como la de fomentar más la democracia interna y permitir que existan recursos judiciales contra las decisiones tomadas por las típicas comisiones de ho‑nor y justicia. Se puede decir que es descabellado permitir la injerencia judicial en resoluciones internas, sobre todo cuando no está claro que los partidos políticos sean entidades de interés público 4.

Sin embargo, en nuestro sistema se ha definido que los partidos son entidades de interés público, por lo que no sería insensato controlar

2 Hay que recordar que en este tema se perfila un eventual conflicto entre el IFE y la Secretaría de Gobernación, arrogándose el primero la competencia por ser la máxima autoridad electoral y el segundo por coordinar la política de población. Cualquiera que sea la definición de competencia, es evidente que la temática electoral sigue viva.

3 Según los expertos, cada vez será más difícil reunir porcentajes mayores a 50% y la segunda vuel‑ta aparece como remedio corrector de votaciones de escaso margen. Incluso en algunos sistemas reacios al cambio como el norteamericano se ha planteado la propuesta de la segunda vuelta si los contendientes no obtienen el 40% de votación. Vid. Time, 4, mayo de 19�0, p. 16.

4 Sobre la naturaleza jurídica de los partidos políticos, consúltese a Bastida Freijedo, Francisco. «La Relevancia Constitucional de los Partidos Políticos y sus diferentes significados. La falsa cuestión de la naturaleza jurídica de los partidos» en Derecho de partidos. Coordinador José Juan González Encinas, Espasa Calpe, Madrid, España, 1992, pp.6�‑92.

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con recursos judiciales determinaciones que afectan mucho el ejemplo de los partidos como supuestos garantes de la libertad democrática. Hay muchos casos que citar y sólo baste pensar en la historia de la Corriente Democrática en el PRI 5. También existen otras ideas tan‑genciales que nos indicarían que la temática de las reformas electora‑les no está agotada. Entre ellas está la del doble voto simultáneo, que desarrollaremos más adelante, pero existen buenas razones para dejar aparentemente cerrada la temática electoral.

Una de ellas es la sentencia del experto Alan Knight, que señaló en alguna ocasión que el proceso de transición a la democracia en México tomaría doscientos años, considerando parámetros de la his‑toria de la Gran Bretaña, como la revolución gloriosa que llevó a los Orange a la corona británica y el Acta del Parlamento. ¡Doscientos años sin duda es un tiempo largo que no está dispuesta la sociedad mexicana a aceptar, con justificada razón! 6. Acuerdos van, acuerdos vienen y es necesario apurar el paso. Por ello se suponen agotados algunos temas, pero bien vale la pena proceder con cuidado para no tener que regresar a puntos anteriores que se pueden considerar bagatelas. Las regresiones cuestan más que los procesos lentos pero llevados con cuidado.

5 Sobre la formación de la Corriente Democrática y la implicación en las elecciones de 1998 con‑súltese, Díaz Ábrego, Carlos, «El PRI ante el cambio político en México», tesis doctoral, Univer‑sidad Complutense, Madrid, 1991, pp. 191‑205.

6 Se puede hablar de una cifra de doscientos años, pero en realidad el período de la transición de‑mocrática es indeterminado, como lo señalan algunos autores que apoyan el cambio democrático: «Uno de los motivos principales de indeterminación en cuanto a la duración y desenlace de la transición, radica en que aquellos factores que fueron necesarios y suficientes para provocar el derrumbe o la autotransformación de un régimen autoritario pueden no serlo para asegurar la instauración de otro régimen —y mucho menos si se tratara de una democracia política— [ ...] el alto grado de incertidumbre e indeterminación que rodea a todos los que participan en la transi‑ción, tanto respecto de sus interacciones inmediatas como más aún, respecto de las consecuencias de mediano y largo plazos. No se trata sólo de que los actores se sientan inseguros respecto de la identidad, recursos y propósitos de aquéllos con los que están jugando la partida en el período de transición; también son (o deben ser) conscientes de que sus confrontaciones momentáneas, soluciones expeditivas y transacciones contingentes son, de hecho, reglas definitorias que pueden tener efecto duradero (pero en gran medida impredecible) sobre el modo en que se jueguen en el futuro el juego político “normal” y sobre quiénes habrán de jugarlo». O’Dononnell, Guillermo y Philippe C. Schmitter, Transiciones desde un gobierno autoritario. Conclusiones, Tentativas sobre las Democracias Internas, 4, Buenos Aires, México, 1986, pp. 105‑106.

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II. LA DEMOCRACIA INTERNA DE LOS PARTIDOS EN MÉXICO

Harto explorado es el tema de la oligarquía en los partidos polí‑ticos. Mosca, Michels y Ostragoski son los adalides teóricos de la ley del bronce que nos habla del desarrollo natural de la oligarquía, incluso en aquellos partidos que pretenden representar las causas po‑pulares �. Se puede tomar en cierta forma como natural este fenómeno considerado la recurrencia de las pasiones humanas y de los intentos por encontrar la mejor forma de gobierno, intentos que se renuevan constantemente y parece que no tienen fin 8. Lo que no parece sa‑tisfacer es la idea de soportar un dominio que no se justifica ni por autoridad ni racionalmente.

Así, en cierto momento de la historia de los partidos en México, se pudieran aceptar justificaciones de dirección, pero ya no son suficien‑tes. En el PRI se argumentaba la unidad revolucionaria y la disciplina de partido y ahora, recientemente, se tiene que cambiar el discurso para que según las circunstancias, el Comité Ejecutivo Nacional, los Consejos Políticos Estatales o las bases, decidan sobre la postulación de candidatos 9.

Hay que recordar en la trayectoria del PRI algunas variantes im‑portantes ensayadas para mejorar la democracia interna. En 198�, en vísperas de la elección presidencial del 88, se instaló la pasarela de los seis «presidenciables», que finalmente desembocó en el ungimiento de Carlos Salinas de Gortari como candidato. En 199�, para la con‑tienda a la gubernatura del Distrito Federal se llevó a cabo una especie

� Hay que recordar que el clásico estudio de Robert Michels sobre la oligarquía en los partidos tuvo como blanco principal la actividad de los partidos socialdemócratas.

8 Estas pasiones se condensan en la exacta observación de Norberto Lechner sobre el «eterno pro‑blema de reconstruir una forma de gobierno».

9 Sobre las estrategias que utiliza el PRI entre el Consejo Político Nacional, asambleas naciona‑les, etcétera, estrategias que han adquirido un matiz especial en el caso «Monreal», Zacatecas, consúltese Sirvent Gutiérrez, Carlos, La reforma del PRI con énfasis en el sistema de selección de candidatos y dirigentes en la reforma del PRI y el cambio democrático en México, Noriega Editores‑PRI, México, pp. 1��‑200.

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de «consulta popular», en la que contendieron Alfredo del Mazo, José Antonio González Fernández y Manuel Jiménez Guzmán, resultando ganador el primero 10.

Estos intentos de «democratización» se combinan con los antece‑dentes de las asambleas nacionales, como la V, y muy especialmente, la XIV y la XVII. En la XIV se señalaron requisitos especiales para la postulación de candidatos a las diputaciones y las senadurías, como la recopilación del número mínimo de firmas que respaldan a los as‑pirantes. Como es bien sabido, en la XVII se establece el requisito obligatorio de 10 años de militancia partidista para aspirar a puestos de elección popular 11. ¿Cuál ha sido el resultado de estos intentos?

Al parecer nada positivo, lo que no significa solidarizarse automá‑ticamente con la tesis de que el PRI pronto desaparecerá o que otros partidos políticos son más democráticos que el PRI. En teoría, Acción Nacional encarna la llamada «oposición leal y democrática». Cuando se habla de sus convenciones, raramente se señalan «vicios oligárqui‑cos» y se resaltan resultados «sorprendentes», como en la postulación del candidato blanquiazul a la gubernatura de Chihuahua, que final‑mente perdió ante el candidato priísta Patricio Martínez. Si se regis‑tran disensiones en el PAN generalmente se producen por «motivos ideológicos o de estrategia», como sucedió en el caso del Foro De‑mocrático o en el caso de la gestión del extinto José Ángel Conchello como presidente del partido.

10 Hay que recordar algunos vicios que se señalaron en el intento democrático con la nominación de Alfredo Del Mazo. Se manejó «una encuesta» sobre los candidatos, dos o tres días antes de la designación de Del Mazo, en contraposición de la regla básica que rige a cualquier elección en cualquier parte del mundo. Se habla también de que sólo un pequeño grupo de notables hizo la designación y no hubo amplia consulta con las bases. Como éstos, se pueden señalar también defectos similares en la pretensión de aplicar refrendos para resolver conflictos de los partidos.

11 Entre todas las ideas que se han manejado para la democracia interna del PRI, como el famoso acercamiento a las bases, el código de ética, el respaldo de un número representativo de firmas de apoyo al candidato, no hay duda de que la solución de los candados representa la solución más radical que puede ser tildada de injusta y arbitraria, si nos atenemos al análisis que hace Juan Lin‑dau sobre el comportamiento de la tecnocracia en el sistema político y a la posibilidad de eliminar los candados para una próxima Asamblea Nacional, tentativamente en marzo del 99.

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No obstante estos antecedentes, que no se pueden cuestionar gra‑tuitamente, se pueden encontrar algunas «fisuras democráticas». Una de ellas se notó en la selección del candidato del PAN para la guber‑natura de Sonora, elección en la que aparecía como selección 1ógica la de Adalberto Rosas y en la que el Comité Ejecutivo Nacional tomó una decisión que, según los expertos, le costó un triunfo claro para el PAN. En el caso de Vicente Fox, con su postulación anticipada a la presidencia de la República, también se notan brotes de una reacción anti‑oligárquica, ya que si bien Fox pretende sacar de «su madriguera» a sus oponentes para que «enseñen sus cartas», también se contempla que intenta librar oposición dentro de su mismo partido que lo califica de «advenedizo» o «calenturiento» 12.

Qué decir de otros partidos. En el PRD se plantea la inconformidad de sus militantes con el arribo de ex priístas a puestos de elección popu‑lar, como sucedió en el caso de Campeche y la inconformidad del sena‑dor Guillermo del Río Ortegón por la postulación de Layda Sansores.

El caso de otros partidos conlleva la permanencia de líderes «histó‑ricos» que presuntamente obstaculizan el paso de nuevas generaciones para renovar cuerpos directivos. En suma, no hay partido político, como lo advertían los teóricos de la ley del bronce, que escape a los efectos inexorables de la oligarquización. ¿Remedios contra ese desagradable

12 En la entrevista para la revista Voz y Voto, el dirigente nacional de Acción Nacional declaró lo siguiente: «Si llega Vicente Fox al escenario por su cuenta y por adelantado, ¡qué bueno!, porque entonces estará abriendo camino al partido, o probablemente lo encontraremos en una ladera del camino. La clave aquí es establecer reglas claras y plenamente entendidas de que lo importante es fortalecer al partido y compactarlo, y que en la 1ógica de muchas competencias, especialmente los deportivos de equipo, lo importante es que el grupo compacto pueda seguir adelante a lo largo de toda la carrera y que pueda haber una definición del ganador hacia el final de la misma; a veces las fugas son exitosas, y a veces son la mejor manera de reventar a un adversario o auto‑rreventarse. No tengo inconveniente en que ello se ejerza en un cargo como gobernador; ahora bien, dice el refrán que “al que madruga Dios lo ayuda”, pero también hay otro que me parece más contundente y realista: “no por mucho madrugar amanece más temprano” de tal manera que no soy de los que se preocupan porque diga alguien que quiere ser presidente de la República; por mí, que ejerza su liderazgo en beneficio del partido; creo que habrá muchos otros liderazgos, dentro del PAN y fuera de él». Entrevista de Jorge Alcocer, «Con nuestras propias cartas», en Voz y Voto, núm. 55, septiembre de 199�, p. 9. Abundando, hay que tener en cuenta que los resultados en las recientes elecciones de 1998, Aguascalientes, Veracruz, Oaxaca y Zacatecas, han planteado la posibilidad, no confirmada, de que el PAN abra un sistema tradicional de designación.

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fenómeno? El primero que se estila es la aplicación del referéndum para resolver disputas internas. Así, si algún militante de partido impugna la validez de un procedimiento de selección o de un acuerdo de sus dirigen‑cias nacional o estatal, la invocación al referéndum significa una alterna‑tiva para resolver problemas. En teoría, son «las bases» las que decidirán. Si se equivocan los dirigentes, tendrían que reconocer su error y ceder su paso al militante inconforme. Si acaso se equivocan «las bases», la diri‑gencia podrá reafirmar su primacía para siguientes ocasiones.

Esta mecánica se notó a nivel amplio, cuando algunos jefes de Es‑tado y de Gobierno en Europa sometieron a consulta la incorporación de sus respectivos gobiernos al Tratado de Maastricht. En algunos paí‑ses la incorporación a Maastricht sufrió sonados descalabros como en Inglaterra y Dinamarca, pero arrojó como resultado positivo la imagen de estadistas que aceptan el reto de someter a consulta popular po‑líticas que otros gobiernos podrían evaluar como no susceptibles de votación. En este sentido, los líderes de los partidos, al menos en teo‑ría, emergerían del referéndum con una imagen renovada, soterrando la opinión de que siempre desean concentrar los elementos técnicos y económicos de la organización política. El político derrotado o la facción vencida deberían, también en teoría, reconocer la derrota y tendrían el consuelo de que una nueva oportunidad les puede brindar, por fin, el triunfo anhelado.

No obstante, como lo hizo Robert Michels, se pueden poner muchas objeciones al uso del referéndum. Se puede decir, como ya aconteció a nivel mundial, que el padrón de electores se «rasura» por aquél o aquellos militantes que tienen el control en los partidos. Se puede argüir también que el referéndum no se debe cuando existan condiciones que ameriten una decisión rápida. Desde luego, también se puede argumentar que si la dirigencia del partido produce una decisión equivocada, los electores pueden sancionar, durante la elección formal, el proceder desatinado de la élite partidista.

Además se razona que el referéndum en lugar de unir, divide al partido y, ante todo, éste necesita de unidad, más en tiempos de alta competencia como los que vivimos. Finalmente que el cómputo de los resultados del

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referéndum exigiría una instancia imparcial, como ya ha sucedido con el IFE, ¿qué puede esperarse a nivel interno de partidos? 13.

Analizados los pros y los contras del referéndum, parece que hay más contras que se solidifican con dos razones:

1) El supuesto efecto educativo del referéndum se diluye en «pasio‑nes momentáneas» 14.

2) Los partidos políticos en México sostienen intermitentemente la propuesta del referéndum 15.

Si no es el referéndum, ¿qué remedios quedan? Uno es la meritocracia para defender los ascensos justificados dentro del partido. Llegarán a los puestos de elección popular sólo aquellos militantes que se distingan por su larga carrera partidista o por su «amplio contacto con la ciudadanía». La meritocracia, en teoría, inspira a las organizaciones políticas a profe‑sionalizarse y a eliminar el arribismo político. Esta proyección, sin duda, luce espléndida, pero en la práctica se quebranta. ¿Quién decide los méri‑tos partidistas de los militantes?, ¿esos méritos significan contar con una

13 Esta falta de control conlleva el punto más controvertido de la hipótesis de las «elecciones prima‑rias» en México, que algunos analistas ven tangible con una reciente declaración del presidente Zedillo en Nueva York y con los ensayos que está realizando el PRI en algunas entidades federa‑tivas, como Chihuahua y Puebla.

Hablar de «elecciones primarias» en México, supone aspectos positivos y negativos. El principal de los negativos es la imitación extralógica de copiar un sistema de marca predominantemente estadounidense, junto con la prevalencia de delegados en las convenciones nacionales, además de que algunas elecciones primarias, como la de New Hampshire, parece que indican de antemano el rumbo de los comicios.entre los positivos tenemos la posibilidad de que las autoridades nacionales y locales se involu‑cren más para proteger derechos políticos en los procesos de selección de candidatos, como ha sucedido con las mujeres y los negros en el Partido demócrata. también la posibilidad de que los llamados «candidatos amateurs» logren la victoria.

Para una comprensión de estos rasgos generales de las primarias consúltese Watson, Richard A., Democracia americana. Logros y perspectivas, Limusa, México, 1989, pp. 219‑255.

14 Sobre la relación referéndum‑conocimiento popular y su clásica objeción. Vid. Sartori, Giovanni, Teoría de la Democracia 1, El Debate Contemporáneo, Alianza Editorial, México, 1991, pp. 1 55‑161.

15 Sin duda que entre los partidos políticos en México el que invoca con más insistencia el referén-dum, entre sus propuestas, es el PRD. Consúltese a Curzio, Leonardo, La Oferta Electoral de los Partidos Políticos, rumbo a las elecciones de 1994, Triana, 1994, pp. 131‑1�9.

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diputación, con una senaduría al menos?, ¿o es suficiente que el militante luche en las trincheras como acontece con los seccionales del PRI?

Se puede llegar a puntos insolubles, como el tema de los famosos canda‑dos del XVII Asamblea, candados que aparentan tener una intención plausi‑ble, pero cuando se les analiza como inspirados por los «duros del sistema» o como conculcadores de las garantías individuales, en la hipótesis de que estén restringiendo el derecho de postulación de algunos militantes, enton‑ces la opinión positiva cambia y la proyección del mérito se esfuma 16.

¿Qué queda entonces? Buscando fórmulas para contrarrestar la ley del bronce se puede pensar en el recall es decir, la posibilidad jurídica y política que se tiene en algunos sistemas para destituir al funcionario o dirigente que no cumple con su deber legal, sin tener que esperar una nueva elección o designación 1�. Si un dirigente no cumple con los mandatos otorgados por una Asamblea Nacional se procede a su des‑titución. Lo mismo ocurriría con el candidato a un puesto de elección popular que es descubierto por presentar datos falsos en su postula‑ción... 18.

16 No cabe duda de que la idea de «los candados» tienen su lado positivo y negativo. Más que verlo por el lado de impedir una legítima candidatura, el autor de estas líneas cree que el riesgo del «candado», como toda medida de control, de sanción o de selección, es su posible aplicación autoritaria de parte de la dirigencia del partido y ante ella «¿qué juez estatal, qué autoridad imparcial puede determinar si ha habido o no apartamiento de esa voluntad popular y a qué grado?, ¿quién puede dirimir si el alejamien‑to de un programa electoral, de una doctrina o ideología lo ha cometido el representante individual o el partido político?», Vid. Santaolalla López, Fernando, «Partido Político, grupo parlamentario y Diputa‑do», en Derecho de Partidos, op. cit., p. 114. Ojalá que la dirigencia del partido, obrando sabiamente fuera quien y ante su posible deficiencia o insuficiencia el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, previa interposición del juicio de protección de los derechos políticos del ciudadano. Pero todavía la legislación electoral y el tribunal no llegan a este punto.

1� Sobre los posibles inconvenientes del recall y otros instrumentos de democracia semidirecta en Estados Unidos, consúltese a Zimmerman, Democracia Participativa, Limusa, 1992, pp. 169‑190. Un ejemplo práctico y reciente parece ser el del Presidente Municipal de Valle de Bravo, presuntamente destituido «por mando popular», quien busca su defensa jurídica y reinstalación en julio‑agosto de 1998, pero hasta no tener elementos suficientes y probados de este caso sólo tenemos las promesas de algunos candidatos de que si no hacen las cosas «bien» al primer año de su gestión se sujetarían al mandato popular para irse.

18 El asunto de las firmas para la postulación a un puesto de elección popular, que se ha puesto de moda en nuestro sistema político con el caso «Monreal», cuando algunos dirigentes del PRI ale‑garon que este político falsificó firmas para su lucha en Zacatecas, no es de poca monta. Para las elecciones al Parlamento Europeo, hay pensar que éste cambia con el ingreso de nuevos miem‑bros; se llegó a requerir el acreditamiento de la firma de quince mil electores, pudiendo sustituirse dicho requisito por las firmas de cincuenta cargos electos.

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Este panorama también lleva muchos inconvenientes y se prestaría a constantes impugnaciones que afectarían la normalidad de la vida de los partidos y, en el fondo, le seguiría prestando mucha ayuda a la tendencia oligárquica para perpetuarse. ¿Qué opciones quedan, en suma? Parece que sumarse a la tendencia oligárquica con naturalidad y aprender a convivir con ella como en su tiempo lo hizo Jesús Reyes Heroles cuando salió al paso contra las críticas sobre la «oligarquiza‑ción» del sistema político mexicano. ¿Qué respondería Reyes Heroles a estas críticas?

a) Que la objeción contra la filiación colectiva es burda toda vez que la individual es «anacrónica» en los partidos y que las organiza‑ciones típicas de defensa de los desprotegidos, como los sindica‑tos, utilizan la afiliación colectiva 19.

b) Que la ley de hierro permea a todos los partidos y todos los siste‑mas políticos; por lo tanto, es injusto calificar al PRI de sistema cerrado y antidemocrático.

c) Que la democracia directa, como alguna vez lo señaló Rousseau, sólo es posible en un «pueblo de dioses».

d) Que es insensato negar la existencia de una clase política dedica‑da a preservar el «bien de la nación».

e) Que es imprudente negar que México es un país de «permanente transición», toda vez que aquellos que piden cambios quieren que éstos operen en forma dramática, sin darles tiempo para madurar, con riesgo de subvertir el orden social 20.

19 Estas ideas de Reyes Heroles son recogidas por la dirigente del sector campesino del PRI Beatriz Paredes Rangel, en el mensaje que pronunció con motivo de la firma del Convenio Obrero‑Cam‑pesino en Materia de Abasto Alimentario entre la CTM y la CNC, el 15 de enero de 199�. Vid. Periódico de República. Órgano de difusión del PRI, Año XLVIII, núm. �15, 23/1/9�, pp. IV. Suplemento.

20 Cuando habla Reyes Heroles de transición permanente no cabe duda de que coincide, aunque con intención diferente, con los planteamientos de O’Donell y Schmitter que ya señalamos. Vid. supra nota �.

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Estas respuestas, para algunos muy ingeniosas en su tiempo, no pueden satisfacernos. Como lo señala John Mersel, el dogma de la clase gobernante es un mito y si se gradúan adecuadamente los reme‑dios anti‑oligárquicos, es posible contemplar la corrección de la ley de bronce 21. No hay que descartar totalmente la aplicación del refe-réndum, del recall y de la meritocracia, pero hay que pensar en otros instrumentos que les acompañen, como la interposición de recursos judiciales contra algunas determinaciones de las dirigencias partidis‑tas y el doble voto simultáneo.

Se puede pensar sobre la idea de los recursos judiciales, que re‑presenta una intromisión indebida de las autoridades en asuntos inter‑nos, pero paulatinamente se va demostrando tanto en México como en otras latitudes que los asuntos del partido dejan de ser «privados», como cuando se decide retirar el registro a partidos que realizan activi‑dades «subversivas», apoyando incluso actividades terroristas, sancio‑nando penalmente a los integrantes de estos partidos, o como cuando se resuelve sancionar a los partidos que no presentan en tiempo sus informes financieros 22.

Abundando en estos razonamientos, es bien claro que para que prospere la idea de los recursos contra determinaciones de democracia interna se tiene que cambiar la concepción tradicional del amparo, que en México sólo procede contra actos de autoridad 23. Se supone que los órganos de disciplina interna no son autoridades y no pueden afectar libertades políticas. Ni siquiera los modernos recursos que se contem‑

21 Sobre el mito de la clase gobernante consúltese a Mersel, John. El mito de la clase gobernante en Gaetano Mosca, Amorrortu Editores, Buenos Aires, pp. 352‑355. Asimismo, Dahl, Robert, «Una crítica del modelo de la élite gobernante», en American Political Science Review, junio de 1988, pp. 463‑469.

22 Sobre la intervención del Estado en asuntos «trascendentes de la organización partidista», véase a Del Castillo Vera, Pilar, La Financiación de Partidos y Candidatos en las democracias occiden-tales, Centro de Investigaciones Sociológicas, 1985, pp. 88‑9�.

23 Sin llegar a una crítica feroz sobre nuestro sistema judicial, sí hay que reconocer que es una grave limitante que sólo proceda el amparo contra actos de autoridad; sin embargo, hay que recordar que en algunos asuntos, respecto a los llamados organismos descentralizados, ya se va dejando a un lado esta cerrada concepción de autoridad y pueden prosperar los juicios de amparo. Ese lento paso también le espera a las ideas centrales que se desarrollan en este artículo.

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plan en la Ley del Sistema de Medios de Impugnación Electoral abar‑can la hipótesis de la democracia interna, ya que sólo comprenden las siguientes hipótesis:

a) La no obtención de la credencial de elector, a pesar de cumplirse los trámites correspondientes.

b) La no aparición del elector en la lista nominal correspondiente.

c) La exclusión del elector de esa lista nominal. d) La violación del derecho que tiene un ciudadano de ser votado

por la negativa indebida de su registro como candidato ha puesto de elección popular.

e) La negación indebida del registro del partido político 24.

Hay un inciso f) en ese artículo de la Ley de Medios de Impugnación Electoral, que puntualiza que el juicio para la protección de los derechos político‑electorales procede contra un acto o resolución de la autoridad violatorio de cualquier otro de los derechos político‑electorales que se refieren a la afiliación libre e individual a los partidos políticos. No cabe duda de que una posible determinación de expulsión de un partido, al igual que la decisión interna de no admitir una candidatura, amoldan perfectamente como hipótesis del inciso f), pero tampoco hay duda de que se presentarían fuertes resistencias de los propios partidos que, cuando es conveniente, se presentan como entidades de interés público si reciben financiamiento. Evidentemente, aunque se resisten, los parti‑dos no pueden resistir ya el escrutinio público.

Si no se admiten estos razonamientos, queda patente un grave vacío que si no se cubre puede dar origen a planteamientos de intervención de autoridades internacionales, como ya se dio el caso de una resolución emi‑

24 Art. 80 de la ley que se comenta.

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tida por las autoridades electorales del estado de Nuevo León 25. Se puede decir que de poco o de nada serviría esta perspectiva jurídica a candidatos desplazados, toda vez que en lugar de concentrar la unidad, dividen las fuerzas dentro del partido. También se puede alegar que decrece la habili‑dad de los militantes para sumar simpatías a su causa.

No se pueden negar estas observaciones. Sin embargo, no es desde‑ñable el efecto que puede causar el juicio de defensa de los derechos políticos, obligando a los partidos a tener cuidado de cometer viola‑ciones de derechos. En teoría, ya no sería tan fácil cambiar de parti‑do y los ciudadanos verían mayor permanencia en sus organizaciones preferidas.

Junto con esta idea del juicio de defensa de los derechos ciuda‑danos viene el planteamiento del doble voto simultáneo que ya se ha estilado en países como Uruguay. El doble voto significaría una posi‑bilidad de que el elector retenga en la boleta, incluso tres opciones de candidatos dentro del mismo partido, que le permitan determinar su auténtica preferencia.

Tradicionalmente, se escoge a un solo candidato por partido, lo que conlleva varios riesgos como sucedió en el caso de la postulación del candidato de Acción Nacional a la gubernatura del Distrito Federal, Carlos Castillo, quien fue un candidato bienhadado para la dirigencia del partido pero no para muchos simpatizantes del partido que evoca‑ban el estilo pintoresco de Fernández de Cevallos. Si hubiera existido la modalidad del doble voto, quizá la historia sería diferente 26.

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25 En los últimos años, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha estado muy receptiva con quejas sobre violaciones al artículo 25 de la Convención Americana de los Derechos Huma‑nos, que consagra el derecho a un recurso efectivo, rápido y sencillo ante tribunales competen‑tes. Si el tema de la democracia interna sigue sin atenderse en nuestro sistema, y si el juicio de protección de los derechos políticos no llegara a funcionar, es evidente que afloraría una sensible desprotección para los ciudadanos mexicanos en el ejercicio de sus derechos políticos.

26 Esta circunstancia se nota en las declaraciones del dirigente blanquiazul en la capital, Gonzalo Altamirano Dimas cuando trató de explicar la derrota del PAN en el D.F. La posibilidad de la mala elección del candidato apenas si la reconoció, aunque después ofrecía su renuncia por el descalabro electoral, y por el contrario, atribuyó los resultados a «las campañas de desprestigio contra el PAN», Vid. Díaz Montero, José, «La Resaca Azul», en revista Voz y Voto, núm. 53, ju1io,199�, p.30.

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III. Razones en contra del doble voto simultáneo

Cuando se habla de una «idea de introducción», siempre se miran sus ángulos negativos. El caso del doble voto simultáneo no es la ex‑cepción y es factible apuntar lo siguiente:

a) El elector se enfrentaría con mayores complicaciones en las boletas de elección, que de por sí son «laboriosas». Tienen que votar por diputados de representación, por diputados uninominales, por sena‑dores de representación... ¡y hasta por el presidente de la República! El doble voto simultáneo complicaría la elección sencilla de un can‑didato por partido. Quizá sembraría mayor confusión para escoger distintas opciones.

b) En el país que se ha ensayado el voto simultáneo, Uruguay, se han registrado períodos de amplio desarrollo democrático, pero también se han presentado períodos de involución a la dictadura militar 2�.

c) ¿Cuántas fórmulas se pueden postular en los partidos políticos?, ¿dos, tres, cuatro?, ¿ad infinitum? Por muy generosa que sea la legislación electoral, siempre quedarán facciones inconformes o candidatos desplazados que deben esperar «una nueva oportuni‑dad» del partido.

d) Dos, tres o cuatro fórmulas o candidatos significan más financia‑miento, y si bien se puede aprovechar la única administración de

2� Y no solamente en Uruguay se ensaya la idea del voto simultáneo. Hay que tener en cuenta estos razonamientos españoles al analizar variantes a su sistema electoral: «¿Cómo funcionarían unas listas cerradas y no bloqueadas en el sistema electoral español? Cabría considerar la hipótesis de que la actual configuración de las listas se modificara para implantar alguna modalidad del voto preferencial. Podría partirse del supuesto de que tuviese una estructura similar a la del italiano [...] según el procedimiento italiano vigente hasta el referéndum de 1991, las listas eran cerradas y no bloqueadas, pudiendo el elector indicar hasta tres nombres, en circunscripciones de hasta quince escaños y hasta cuatro nombres en las de mayor magnitud. Vid. Montero, José Ramón. «Sistemas Cerrados y listas “abiertas”. Sobre algunas propuestas de reforma del sistema electoral en España», en La Reforma del Régimen Electoral, debate celebrado en el Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 31 de enero de 1994, p. 45.

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fondos que se otorga a cada partido, tarde o temprano se requeriría de más fondos para cubrir necesidades lógicas de los partidos.

e) ¿Cómo manejar el problema de acceso a los medios de comunica‑ción?, ¿se dividiría el tiempo originalmente otorgado?, ¿se daría tiempo adicional?

f) ¿Cómo distinguir las ofertas de los candidatos del mismo partido?, ¿alguno de ellos se separará de la plataforma del partido?, ¿real‑mente el elector estaría votando por el mismo partido?

g) El registro de candidatos ¿cómo procedería?, ¿en la misma fe‑cha?, ¿podrían coaligarse algunos partidos con cualquiera de los candidatos promocionados por el partido?

h) Una objeción fundamental. Al momento de presentar la planilla, ¿no está escondida una decisión cupular como la de la planilla de los candidatos de representación proporcional? Muchas pregun‑tas con algunas respuestas.

IV. RAZONES A FAVOR DEL DOBLE VOTO SIMULTÁNEO

A. En relación con la objeción de que el elector se desorientaría con dos o más opciones dentro del mismo partido, hay que decir que todo se reduce al «acostumbramiento» del ciudadano. En un momento tam‑bién significó una innovación para el elector enfrentarse a las nuevas boletas de diputados de representación proporcional, pero paulatina‑mente se incorporó esta figura a la rutina de las elecciones y es lo que se esperaría con la introducción del voto simultáneo 28.

Además, hay que tener en cuenta que existen algunas propuestas que abogan por la conveniencia de «juntar» todo tipo de elección en una fe‑

28 Vid. Abad López, Miguel Ángel, «Dos consideraciones sobre la presentación de candidaturas y las papeletas de votación», en Debate..., pp. 125‑133.

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cha, estatal, municipal y federal, para que se ahorre dinero y no exista la clásica diferencia entre elecciones intermedias y elecciones presidencia‑les. El elector parece estar predestinado a manejar muchas papeletas y a ver muchos emblemas y nombres el día de la elección. Todo es cuestión de que ponga mucha atención y sólo marque la opción que prefiera sin cometer errores, para que no se anule su sufragio.

En torno a esta posible desorientación del elector se puede pensar que su «posible confusión» fragmenta el voto a favor del partido; sin embargo, la fragmentación ocurre más, cuando se le dan porciones de «blanco o negro», como sucede con el referéndum, y como no hay una salida alter‑nativa al elector cuando no es un votante convencido de un partido, no le queda otra alternativa más que mirar a otros bastiones partidistas que le presenten un candidato «más atractivo» o idóneo a sus intereses.

B. Por lo que concierne a la objeción de que el doble voto se ha practicado en Uruguay y no siempre ha garantizado democracia, nadie pretende que esta modalidad sea la panacea de la democracia. Es bien sabido que en Uruguay hicieron falta medidas más allá de la simple democracia electoral para allanar el terreno de la transición y en México también harían falta medidas de ese tipo; sin embargo, no es sensato descalificar una opción colocándola más allá de su estricto marco de acción 29. Si existe la suposición de que como en Uruguay se pretende construir un sistema bipartidista, hay que des‑terrar esa mentalidad estrecha. Las elecciones de julio de 199� y de julio de 1998 han demostrado que el electorado mexicano prefiere un tripartidismo, con algunas modalidades, pero al fin tripartidismo.

C. Sobre las fórmulas que se puedan registrar por el partido no hay que pensar al infinito. Todo se reduce a que los aspirantes y las diri‑gencias de los partidos cumplan con los requisitos exigidos por la ley electoral, tanto a título individual como de organización partidista, así como con los plazos marcados para cada elección, que indudablemente

29 Sobre las consideraciones de cómo la moral superó cuestiones procedimentales en la transición uruguaya consúltese a Sanguinetti, Julio María, El temor y la impaciencia. Ensayo sobre la tran-sición democrática en América Latina, FCE, México, 1991, p. 66 y ss.

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determinan la elaboración de papelería electoral y la posibilidad de que varias opciones figuren a la luz de los colores de un partido.

d. Sobre el financiamiento hay que reconocer que si de por sí con un solo candidato las administraciones públicas no alcanzan, menos lo sería si la asignación se tiene que repartir entre varios aspirantes; no obstante, hay que recordar que existe la alternativa del financiamiento privado, y si bien es cierto que esta clase de financiamiento despierta sospechas al momento de justificar gastos, lo cierto es que vivimos en una época de restricciones que motivan a los activistas de la política a tener imaginación para superar carencias.

E. Sobre el acceso a los medios de comunicación, es lógico suponer que los concesionarios dividirían el tiempo del partido que postulara dos o más candidatos según fuera el número de aspirantes. A simple vista, esto parece una enorme desventaja estimando que otros partidos postu‑len sólo a un candidato.

Pero más que desventaja en sí del doble voto simultáneo, la pretendida injusticia ocurriría por un defecto en la regulación del acceso de los partidos a los medios de comunicación, regulación que pone a los concesionarios un cartabón de una hipotética paridad de tiempo distribuido entre todos los partidos, cuando en la realidad es ampliamente conocido que la informa‑ción de algunos partidos acapara atención natural, que exclusivamente se debería graduar por la prudencia de cada empresa de comunicación.

F. Sobre la distinción de la oferta política, no es necesario que al‑guno de los posibles aspirantes abjure de los principios básicos del partido. Simplemente tiene que ser más constructivo en el momento de promover ideas de campaña.

G. Sobre esta objeción cabe señalar que el doble voto simultáneo no sería obligatorio para los partidos en contienda, sólo aquellos que lo consideran una estrategia pertinente la adoptarían. Evidentemente no debería ser procedente para una de las fórmulas o candidatos pos‑tulados establecer frentes, coaliciones o alianzas con otros partidos porque entonces sí se fracturaría la unidad.

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H. Y sobre la objeción ocho cabe aclarar que es obvio que las fór‑mulas postuladas contarían con asentimiento de la dirigencia de los partidos, las cuales evidentemente no pueden dar cabida a todas las postulaciones que pueden ser más de dos en cada elección. O hacen más restrictivo el acceso a las candidaturas, con el riesgo de ser tilda‑das de autoritarias y de favorecer presuntamente a sus «predilectos» o amplían hasta un máximo razonable el número de postulaciones, con el consecuente ejemplo para los correligionarios de que el juego democrático no está tan vedado, como a simple vista parece.

Desde luego, la dirigencia del partido puede estimar que existe un candidato que es claro favorito o que tiene más posibilidades. Siempre se dice que «es la mejor opción del partido», pero sabiamente se puede dar intervención a los representantes de una «corriente» menos cons‑picua dentro del partido, representantes que tal vez puedan confiar el riesgo que siempre entraña el factor X en cada elección 30.

En este sentido, la dirigencia del partido obra con sensatez. Cuando se juega al todo o nada y se pierde, el resultado es francamente deso‑lador y el panorama más benigno suele ser el ostracismo. Obrar con el doble voto significa no tener la amenaza, el día de mañana, de sufrir ve‑jaciones gratuitas por parte de los que controlan posiciones de partido.

Éstos han sido los principales argumentos de una idea que puede ser una para las elecciones de 2000. Hay que imaginarse qué es lo que sucederá en el seno de algunos partidos, por ejemplo, Acción Nacio‑nal, con el sistema de un candidato, un partido.

Hipótesis 1: Sale ungido Vicente Fox, ¿aceptarían su derrota in‑terna, Barrios, Medina Plasencia, el mismo Felipe Calderón Hinojosa y otros políticos aspirantes? Puede ser que formalmente sí, pero en el fondo se puede generar el mismo escozor como cuando Castillo Peraza resultó triunfador por encima de Paoli Bolio.

30 Es opinión muy particular del autor de estas líneas que en nuestro sistema se debería consagrar el derecho del ciudadano de formar «corrientes de opinión» en su propio partido. Tal vez sólo bas‑taría una precisión al Artículo 41 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

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Hipótesis 2: A pesar de su precampaña, Vicente Fox sale derrotado frente a otro candidato. Puede ser que acepte su fracaso como cuando se negoció presuntamente el caso de Guanajuato 31, pero también pue‑de ser que no se resigne y que decida buscar otro partido o «sabotear» votos del PAN.

Con el doble voto simultáneo, estas hipótesis se neutralizarían y la dirigencia no sólo de Acción Nacional sino de cualquier partido polí‑tico tendría menos tensiones.

V. INSTRUMENTACIÓN DEL DOBLE VOTO SIMULTÁNEO

Desde luego, no es fácil la instrumentación en nuestro sistema. Con todas las objeciones que hemos formulado sin duda se presentarían muchas resistencias, lo que aconsejaría iniciar la aplicación al nivel de algunas de las entidades federativas. Ciertas innovaciones electorales se ensayan, como la postulación de candidatos comunes. Baja Cali‑fornia Sur, Querétaro, Quintana Roo, San Luis Potosí y Sinaloa son las pocas entidades de instrumentación, a diferencia de los veinticinco estados que no incluyen la medida.

En este tenor de ideas, se puede decir que Guanajuato fue el pri‑mer estado en el país que hizo representar con exactitud el número de escaños con el porcentaje de votación de cada partido. Esto con el ob‑jetivo de confeccionar un congreso local de composición equilibrada. Asimismo, Chiapas, Chihuahua, Guanajuato, Nayarit, San Luis Potosí y Zacatecas son estados que han ido más allá del COFIPE en el tema de la validación y calificación, haciéndola plenamente jurisdiccional en todos los niveles de la competencia electoral 32.

31 Ante algunos medios de comunicación, Vicente Fox ha declarado que su candidatura siempre permanecerá en el PAN.

32 Sobre estos datos electorales al nivel estatal consúltese Becerra, Ricardo y otros, Así se vota en la República. Las legislaciones electorales de los estados, Instituto de Estudios para la Transición a la Democracia, México, 1996, p. 15� y ss.

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El año de 1998 es de muchas elecciones a nivel estatal. Diez esce‑narios en donde se postula elección de gobernador hubieran sido un excelente laboratorio para ensayar el doble voto, pero el tiempo se ha venido encima y tal parece que el año 2000 se quedaría sin buenas pruebas de ensayo. Urgiría, en suma, empezar desde ya, para adecuar el COFIPE y no tener problemas con la papelería de votación.

En países de vanguardia democrática, en su mayoría europeos, la flexibilidad para manejar por parte del elector las listas de votación es sensible. En Bélgica y Holanda, el partido o un candidato específico de la lista. En Islandia, el elector puede determinar el orden de sucesión de los candidatos punteando, tachando o numerando sus nombres. En Austria, Noruega y Suecia los votantes pueden modificar el orden de las listas confeccionadas por los partidos. En Irlanda existe un peculiar voto único transferible y en la otrora República Federal de Alemania se depositaban dos votos dirigidos al candidato de un partido para el escaño de una circunscripción uninominal y la lista de un partido en el ámbito de un land.

Incluso en algunos sistemas se logra un alto grado de creatividad; a pesar de que un elector no encuentre en la boleta electoral a su candi‑dato preferido, éste puede ser anotado en el papel sin que se llegue a la situación, como en México, de que el voto sea nulo.

¿Cuándo llegará la creatividad al sistema político mexicano? Se‑guimos siendo muy tradicionalistas y concebimos como inamovible la votación de un candidato, un partido. Mientras otros sistemas evolu‑cionan, el nuestro sigue estancado, aunque no hay que ser totalmente negativos.

Hace tiempo se concebía como imposible que se hiciera una repar‑tición más equitativa de los fondos públicos, pero paulatinamente ésta se va concretando y ahora es una de las principales preocupaciones de nuestro sistema electoral. Lo mismo se puede decir del acceso equita‑tivo de los partidos a los medios de comunicación.

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MIGUEL ÁNGEL LUGO GALICIA

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Si pasa el año 2000 sin considerar el doble voto se habrá perdi‑do una gran oportunidad. Se avecina, no como se dice comúnmente, la elección más competida de la historia, sino el punto central de la transición a la democracia, como es la posibilidad de que la oposición llegue al poder.

se presume que la elección de 2000 será muy competida. se desprenderá mucha energía social y política, y hay que buscar pararrayos para canalizarla.

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LOS DERECHOS HUMANOS: ENTRE LA MEMORIA Y EL OLVIDO

SOBRE EL TRATAMIENTO JURÍDICO DE LA VIOLACIÓN A LOS DERECHOS HUMANOS COMO MEDIO PARA SUPERAR EL PASADO

Jaime Reyes A.Universidad J-W-Goethe (Frankfurt / Main)

Salvador Cárdenas Gutiérrez Universidad Panamericana (México, D.F.)

SUMARIO: I. Introducción; II. Primera Parte: Superación del pasado y transicio-nes democráticas; 1. Por un mea culpa histórico: Goldhagen y la superación del pasado; 2. La memoria y el olvido; 3. ¿Qué es la memoria colectiva?; 4. Superar el pasado: una necesidad para la reforma del Estado; 5. Argentina y Chile: agravio y reconciliación en perspectiva comparada; III. Segunda Parte: La superación del pasado en Chile y Argentina; 6. Sobre la violencia y su tratamiento: 6.1. La lucha por la justicia: ¿Lucha por el poder?; 6.2. Agravios: raíz y razón; 6.3. Agravios: inicio y fin; 7. Militarismo y violación de derechos humanos; 8. Panorama de la guerrilla argentina y del extremismo chileno: 8.1. La «guerra sucia» en Argentina; 8.2. La «guerra irregular» en Chile; 9. La política de derechos humanos de Alfonsín; 10. La política de derechos humanos de Menem; 11. La política de derechos humanos de Aylwin: 11.1. Amnistía: ¿Perdón y olvido?; 12. La política de derechos humanos de Frei: 12.1. Balance provisional; IV. Conclusiones.

I. INTRODUCCIÓN

Este año de 1998 se cumplen cincuenta años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos adoptada por la Asamblea Ge‑neral de la ONU 1. Los derechos fundamentales de la persona ahora son incuestionables. A tal punto que en nuestros días no hay nación

1 Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, adoptada por la asamblea General de la onu en la resolución 217 a (iii), seguida en 1960 por la famosa resolución 1514 (XV) sobre la descolonización y autodeterminación de los pueblos.

• Índice General§ Índice ARS 21

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que proclame un régimen libertario y democrático, sin comprome‑terse previamente a establecer un sistema jurídico que garantice la promoción de estos derechos.

Sin embargo, la experiencia demuestra que no es suficiente con declarar un compromiso futuro. Es necesario que, tanto gobernantes como goberna‑dos, reconozcan las faltas del pasado guardadas en la memoria como agra‑vios por violación a tales derechos. Sólo así los países en vía de democrati‑zación podrán iniciar la reconciliación social, y con ello estar en condiciones de entablar ese diálogo franco y abierto que supone la vida democrática.

Como ya habrá advertido el lector, estamos ante una compleja trama

de índole histórica que desemboca en un problema ético, pues la verdad se asume en la memoria, esclareciendo el pasado para castigar o perdonar, o bien se borra en el olvido ya sea mediante el perdón, la impunidad o la mentira. Pero también es una cuestión política, ya que verdad y mentira sobre el pasado, orientan los criterios que se siguen tanto en los procesos de pacificación como en los de transición democrática. A la vez tiene re‑percusiones en la vida jurídica ya que, tratándose de la historia reciente, implica investigaciones de hechos y enjuiciamientos de personas.

II. PrImera Parte: SuPeracIón del PaSado y tranSIcIoneS democrátIcaS

1. Por un Mea Culpa HIStórIco: GoldHaGen y la SuPeracIón del PaSado

A partir del año pasado se ha desatado un enconado debate público en Alemania, debido a la publicación en Estados Unidos de un libro escrito por el profesor de Harvard, Daniel Jonah Goldhagen, que lle‑va por título Los ejecutores voluntarios de Hitler 2. El autor ganó el

LOS DERECHOS HUMANOS: ENTRE LA MEMORIA Y EL OLVIDO

2 GoldhaGen, daniel Jonah, Hitler’s Willing Executioners. Ordinary Germans and the Holo‑caust. Brown and Company. 622 pp. new york, 1996. el libro apareció también en alemania bajo el título Hitlers Willige Vollstreker. Ganz gewöhnliche Deutsche und Holocaust. siedler

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premio «Gabriel Almond» como reconocimiento a sus contribuciones para «una nueva comprensión del holocausto alemán» 3.

De este libro se desprende —como el título lo dice— que los ejér‑citos nazis no se formaron por reclutas forzados o embaucados por la propaganda, sino de ciudadanos alemanes comunes y corrientes, que estaban plenamente conscientes y convencidos tanto de los fines como de los medios que les ofreció Hitler. Los crímenes en los campos de concentración no serían por tanto, como ha querido presentarlos la his‑toriografía alemana reciente, el resultado de situaciones estructurales de presión psicológica o del dominio de una élite dirigente, sino obra

Verlag (Förlagsort) 1996. en noviembre del año pasado salió la edición en castellano: Los ver‑dugos voluntarios de Hitler. Los alemanes corrientes y el Holocausto (trad. Jordi Fibla). taurus. Madrid, 1997. la polémica fue recogida por los principales diarios de alemania: Die Zeit (14‑Vi; 13 y 27‑iX‑96) Frankfurter Allgemeine Zeitung (15‑iV‑96), Süd‑deutsche Zeitung, Frankfurter Rundschau (14‑V‑96) y Die Welt (2, 6, 23 y 24‑iX‑96); y en la revista Der Spiegel; así como en el debate televisivo de zdF 8.9.96. en los estados unidos: New York Review of Books (18‑iV‑96) y los artículos de daniel Jonah GoldhaGen «the evil of Banality» en New Republic 13 y 20 de julio de 1992 y omer Bartov «ordinary Monsters» en: New Republic 29 de abril de 1996, pp. 32‑38. sobre las repercusiones sociales de este libro véase: rieGer, Bernard,«daniel in the lion’s den? the German debate about Goldhagen´s hitler’s Willing executioners» en History Workshop Jo‑urnal (HWJ-43). university east london. essex, 1997, p. 226: las primeras semanas de abril de 1996 apareció en el semanario liberal alemán Die Zeit la reseña del libro de Goldhagen bajo este título: «¿Por qué los alemanes se volvieron asesinos?». de inmediato vino la respuesta de la opi‑nión pública y los programas de debate en televisión. el pasado alemán durante los siguientes me‑ses se colocó como prioridad en la agenda nacional. esta reacción en alemania, está recogida en andrei s. Markovits. «störfall im endlager der Geschichte: daniel Jonah Goldhagen und seine deutschen kritiker» en Blätter für deutsche und internationale Politik. nº 6, 1996, pp. 667‑674

3 la Capra, dominique. «revisting the historians’ debate (Mourning and Genocide)» en: History & Memory. Studies in representation of the past. Vol. 9, nos. 1/2, indiana university Press, 1997: en uno de los actos de premiación a Goldhagen, el filósofo alemán Jürgen habermas, reconoció en el autor, sus aportaciones para esclarecer el pasado, para asumirlo y con ello recuperar el valor social y político que tiene la historia dentro de los procesos de democratización. Más tarde este mismo filósofo escribió dos artículos publicados en Die Zeit. el mismo Golhagen en un artículo publicado recientemente en una revista francesa, bajo el título «respuesta a mis críticos» ha señalado que si bien, muchas de sus afirmaciones pueden resultar poco claras ya que no preten‑día ser un best seller, al menos, en la reacción del público (sobre todo alemán), se advierte un deseo de desmitificar la historia y por tanto la propia memoria nacional. Vid. GoldhaGen, daniel J.,«résponde à mes critiques» en: Le débat. Histoire, Politique, Societe. nº 93. Gallimard. Paris, 1997, p. 175.

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de alemanes normales que asesinaban y torturaban con entusiasmo y por iniciativa propia 4.

Si seguimos la lógica de los argumentos de Goldhagen, enton‑ces podríamos afirmar que el antisemitismo, la guerra de exter‑minio y el instinto aniquilador de los nazis, por su potencialidad casi congénita, podrían haberse dado medio siglo antes o, lo que es peor aún, medio siglo después. En ese caso, el pueblo alemán tendría que reconocer que su constitución real, su ser colectivo, es instintivamente genocida y racista, aun cuando su fachada consti‑tucional esté pintada en nuestros días con los colores del pluralis‑mo democrático.

Está claro que este libro resulta a todas luces exagerado, ya que Goldhagen pasó por alto cualquier documento que pudiera obstacu‑lizar su argumentación, como lo ha demostrado Julius H. Schoeps 5. Su publicación sin embargo, ha puesto en evidencia una vez más, que el problema del pasado y de la identidad social de los pueblos, no es asunto que concierne exclusivamente a una élite de historia‑dores que se debaten por erudiciones, o de juristas que buscan la autenticidad de documentos y esclarecimiento de hechos pasados. Es mucho más que eso. Es una toma de posesión de ese pasado que nos pertenece a todos y que debemos recuperar para construir un presente y un futuro sustentado sobre la reconciliación con la realidad.

Es precisamente en Alemania donde, a propósito del libro de Golhagen, así como de los Diarios 1942-1945 publicados por Víctor

4 Joffe, Joseph, «Goldhagen en allemagne» en: L’débat... cit., p.133. los críticos han considera‑do que la aportación más importante del libro de Goldhagen, es esencialmente metodológica e historiográfica, por cuanto pasa del análisis del tópico «máquina de exterminio», que solía ser de carácter abstracto y general, para descender a la búsqueda de actitudes de la «gente ordinaria» que participó en la Wehrmacht.

5 sChoeps, Julius h. uno de los principales críticos de Goldhagen ha publicado recientemente un libro para refutarlo desde sus fuentes, con el título Ein Volk von Mördern? Die Dokumentation zur Goldhagen‑Kontroverse um die Deutschen im Holocaust. hoffman & Campe Verlag, (pp.252), hamburg, 1996

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Klemperer 6, y de la exposición de abril de 199�, llevada a cabo en la histórica iglesia de San Pablo, en Frankfurt, acerca de «los crímenes de la Wehrmacht» (el ejército alemán) �, se ha puesto nue‑vamente en el candelero de la discusión «el pasado». El objetivo fundamental no ha sido el de despertar rencores y sentimientos de culpabilidad nacional ni el de resucitar agravios guardados en la memoria. Lo que se busca por principio, es llegar a una claridad de la conciencia que mueva a la reconciliación, al perdón, y a fomen‑tar la solidaridad social reconstituyendo las cosas a su estado si se ha cometido alguna falta. La primera tarea de esta revisión es, por tanto, asumir el pasado con un mea culpa histórico, es decir, con ánimo de superarlo.

Los alemanes han acuñado un término específico para referirse a este proceso de dominio de la memoria histórica: Vergangenheitsbewäl-tigung. La expresión es clara y está formada por dos palabras: Vergan-genenheit, que quiere decir «pasado», y Bewältigung, que significa «triunfo», «superación», «salir adelante de una dificultad», de donde el significado de la expresión es «superación del pasado» 8. Así pues, el pasado se presenta como memoria, como conciencia colectiva que demanda cuentas claras, resarcimiento, transparencia y verdad para, de este modo, olvidar y ordenar la memoria para construir el futuro.

En realidad, como lo ha señalado recientemente el publicista britá‑nico Thimoty Garton Ash, en un estudio que se titula «La conveniencia

6 kleMperer, Victor, Ich will Zeugnis ablegen bis zum letzten. Tagebücher, 1942‑1945, (Quiero dar testimonio hasta el final. Diarios 1942‑1945). aufbau, Berlin, 1995. Cit. por köhler, Jochen. «¿alemanes corrientes?» en Revista de Libros, nº 10. Fundación Caja de Madrid, Madrid, 1997, p. 7.

� köhler, Mochen, Ibid. p.12. la exposición se llamó «Guerra de exterminio. los crímenes de la Wehrmacht entre 1941 y 1944». hasta abril de 1997 esta exposición itinerante concebida por el instituto de investigaciones sociales de hamburgo, había recorrido 16 ciudades alemanas y austríacas, contaba más de 220,000 visitantes y había levantado olas que habían alcanzado al Bundestag alemán.

8 Cfr. sosë, lukas k., «l’etat nation. Quelle des historiens en allemagne et philosophie politi‑que» en: Etat et Nation. Cahiers de Philosophie Politique et Juridique. actes du Colloque de mai 1988. université de Caen, 1989, p.243; y sobre lo mismo véase la Capra, dominique. «revis‑ting the historians’ debate...», cit., p. 84.

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de un pasado gravoso/ Duelo y estrategia del olvido» (Lettre, Nº 40) 9, la idea de superar el pasado mediante una estrategia de olvido, ha estado presente en muchos lugares del mundo y en diferentes épocas a lo largo de la historia. Sólo dos días después del asesinato de César, por ejemplo, declaró Cicerón ante el senado romano, que «todo recuerdo de la mortal discordia tendría que ser puesto a disposición del eterno olvido». En la Edad Media, después de los Juramentos de Estrasburgo y el Tratado de Verdún en 843 d.C., firmado por los descendientes de Carlomagno para poner fin a las discordias y traiciones de los bandos, se exigía como condición para la paz futura, «el olvido».

En el mundo contemporáneo, a partir de 1945, podemos observar que gran parte de las democracias europeas de la posguerra se construyeron sobre el fundamento del olvido. Éste fue el punto de partida en Alemania, Japón, Francia y Austria. España siguió la misma estrategia después de la muerte de Franco en 19�5, renunciando las facciones y partidos a las acu‑saciones y enjuiciamientos de «culpables» para constituir un nuevo orden político y constitucional. El primer jefe del gobierno polaco no comunista, después de cuarenta años de régimen totalitario, Tadeusz Mazowiecki, habló de una línea divisoria entre el pasado y el presente de Polonia.

Es así como el mundo actual se acerca al tercer milenio con ánimo de olvidar el pasado gravoso para construir un nuevo orden de cosas sobre el fundamento de la verdad, el perdón y el olvido 10.

Sin embargo, en la mayoría de los casos, antes de perdonar se pide el esclarecimiento. De este modo, en nuestros días se destaca en los foros na‑cionales e internacionales, la necesidad de expiar la conciencia de los pue‑blos castigando a los que resulten culpables de sus traumas históricos, esto es, de restituir el agravio social producido por la violación a los derechos

9 reseña de arnulf Baring en: «la puesta al día, ¿una especialidad alemana?» en Frankfurter All‑gemeine Zeitung, nº 170, Frankfurt‑Main, 23‑07‑98, p. 6.

10 así lo advertía Juan Pablo ii en sarajevo, refiriéndose a las intolerancias religiosa, étnica y na‑cionalista potenciadas a lo largo de siglos por rencores históricos: «el instinto de la venganza —decía— debe dar lugar a la fuerza liberadora del perdón». Juan paBlo ii, «discurso durante la ceremonia de bienvenida en el aeropuerto de sarajevo»

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humanos y por la violencia, tanto militar como de los aparatos represivos del Estado, o por la corrupción administrativa de una «clase política» 11.

Todo esto, como condición para la transición hacia la democra‑cia, que exige claridad, verdad y olvido. No hay en las sociedades contemporáneas quien no repruebe con firmeza e indignación la impunidad. Así pues, tratar el tema de la memoria colectiva nos conduce inevitablemente al intrincado mundo de la psicología social donde entran en juego rencores, sufrimientos, odios, sentimientos de

L’Osservatore Romano. Ciudad del Vaticano, 18‑iV‑97, p. 5. Vid. aCCattoli, luigi. Quando il Papa chiede perdono. Tutti i mea culpa di Giovanni Paolo II. Mondadori. Milan, 1997, pp.7‑8. Como en sintonía, no pretendida, diversos gobiernos están reconociendo públicamente culpas pasadas de sus predecesores y pidiendo perdón a las víctimas. en alemania no pasa un día sin que la prensa informe de nuevos y serios esfuerzos por «tratar» las manchas oscuras en, por ejem‑plo, la historia de las fábricas Volkswagen, el deutsche Bank o la Compañía de seguros allianz (köhler, Mochen, «¿alemanes corrientes?»... cit.) en estados unidos el presidente Clinton ha hecho dos retractaciones públicas. en 1995 pidió perdón por experimentos secretos realizados durante la guerra fría para comprobar los efectos de la radiación en seres humanos. en junio del año pasado, la Casa Blanca anunció su apoyo a una iniciativa de doce parlamentarios —todos blancos—, que proponen que el país pida perdón a la población negra por la esclavitud. en Japón, el Parlamento aprobó una declaración oficial en que lamentaba la esclavitud a que el ejército sometió a miles de mujeres —en su mayoría coreanas y filipinas— durante la segunda Guerra Mundial. doMinGuez, Juan, «reparar injusticias y superar rencores». Aceprensa. año XXViii, num. 25, Madrid, 2‑Vii‑1997, p. 3. en Gran Bretaña el primer ministro Blair, ha reconocido la negligencia culpable de los gobiernos británicos en la gran hambruna irlandesa de 1845‑1849, en la que murieron quizá un millón de personas; quedan pendientes otras peticiones de perdón con su correspondiente restitución, de Blair a sus vecinos irlandeses.en los tiempos actuales sin embargo, nos encontramos con un atolladero no solo lógico, sino antropológico, ético y jurídico para superar el pasado pidiendo perdón y perdonando. la palabra «perdón» proviene del latín per que quiere decir «cabalmente», y donare que significa «dar». así pues, el perdón implica una donación y una comprensión del «otro». el problema es que si los derechos humanos no se entienden sino como autonomía de la voluntad, como coto cerrado de un individualismo radical, ¿cabrá en ese esquema la idea del perdón para superar el pasado? Vid. fernández Carrasquilla, Juan, «los derechos humanos como barrera de contención y criterio auto‑regulador del poder punitivo» en Los derechos humanos en Latinoamérica. anales de la Cátedra Francisco suárez, nos. 26/27, universidad de Granada, 1986/87, p. 139.

11 aMBos, kai, «straflosigkeit von Menschenrechtsverletzungen. zur impunidad in südamerikanis‑chen ländern aus völkerstrafrechtlicher sicht» en: eser, albin (ed.), Beiträge und Materialien aus dem Max‑Planck‑Institut für ausländisches und internationales Strafrecht‑Freiburg, Bd.s60. Friburgo, edition iuscrim. la violación a los derechos humanos no sólo afecta a la conciencia individual, tiene una dimen‑sión social e incluso nacional, y por ello incluimos aquí, siguiendo la tesis del doctor ambos, la corrupción administrativa y el despliegue de formas veladas de represión como la mentira política o la manipulación ideológica que se dan en varios países de américa latina, produciendo agravios a la memoria colectiva.

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culpabilidad, resistencias silenciosas, ofensas no saldadas, e inclu‑so, muertos no enterrados y lutos no guardados. En fin, todo ese cúmulo de pasiones que pueden llevar al ser humano y a la socie‑dad a perder la paz, no olvidando, sino alimentando el deseo de la venganza que restituye, el castigo que satisface al ofendido, o al menos el regusto de cobrarse bajo el principio de la Lex Talionis: «Ojo por ojo diente por diente» 12.

2. La Memoria y el Olvido

¿Que hacemos con el pasado? Mario Vargas Llosa ha sugerido que lo mejor es «sepultarlo para dedicarnos a construir el futuro». La idea resulta tentadora, basta con decidir ponerle el punto final a la historia, por acuerdo social o por decreto. Pero dejar al tiempo la función de borrar el pasado guardado como ofensa en la me‑moria colectiva, resulta peligroso por engañoso. Sin duda zanjaría muchos problemas sociales aplazándolos indefinidamente, pero no los solucionaría, y eso a la larga puede volver aun más complejo el resentimiento de grupos y comunidades como lo ha demostrado

12 la venganza o vindicta, como justificación del castigo, está fuertemente incorporada a la expe‑riencia instintiva del hombre. así lo considera Martí: «se suele hacer remontar las raíces de la venganza —dice— a la ley mosaica ya que la Lex Talionis aparece en efecto una y otra vez en el antiguo testamento. una neta formulación de ella la encontramos en éxodo 21, 22‑23 (leyes respecto a la vida y a la libertad): «si en riña de hombres, golpeare uno a una mujer encinta ha‑ciéndola parir y el niño pariera sin mas daño será multado en la cantidad que el marido de la mujer pida y decidan los jueces; pero si resultare algún daño, entonces dará vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, cardenal por cardenal». la Lex Talionis es en parte expiatoria pues retribuye por el dolor causado, y en parte es satisfacción vindicativa. la diferencia entre la venganza y la expiación radica en el sujeto activo. la primera corresponde al ofendido, la segun‑da al ofensor. la reivindicación que hoy se plantea en la mayoría de los países de tradición más o menos democrática, es la que sigue el modelo de Bentham y del utilitarismo de corte burgués. este modelo en realidad no se adecua propiamente al de la Lex Talionis pues sólo mide el castigo bajo el parámetro del ofendido. luego en tanto, es venganza pura, pues busca la satisfacción produciendo una pena al delincuente que conlleva un placer propiciatorio para el ofendido. el efecto en la masa es asombroso. los partidos populistas dividen a la sociedad en «amigos» y «enemigos» (inimicus) y la venganza como propaganda viene a inflamar la animadversión hacia el enemigo común: la «clase política», los militares y los propietarios. Vid. Martí, enrique eduar‑do, La problemática del castigo (El discurso de Jeremy Bentham y Michel Foucult). hachette. Buenos aires, 1983, pp. 95/100.

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la historia reciente. Así lo entendía Alexandr Solzhenitsyn cuando afirmaba que «el mal, enterrado, se reproduce; ventilado, se diluye en el viento». No resulta ocioso, por tanto, un trabajo de reflexión y análisis que busque alternativas al problema de la memoria co‑lectiva antes de echar tierra sobre la conciencia viva de los pueblos, incubando vindictas y dejando abierta la puerta a la fatalidad de posibles violencias.

La lucha contra el olvido en nuestros días ha comenzado por el rescate de los archivos judiciales donde se contiene el pasado próxi‑mo. La razón es obvia. El primer agravio reclamado por la sociedad no es el de las «falsedades» de las historias oficiales que han adul‑terado el pasado remoto. Es un agravio que aun está vivo entre fa‑milias, comunidades y países, y cuyo resarcimiento se plantea como conditio sine qua non para el restablecimiento del Estado de Dere‑cho: «la lucha contra el olvido y la impunidad —dice Viola Reca‑sens— en naciones que han sufrido sangrientas dictaduras militares constituye un requisito imprescindible para cimentar la legitimidad democrática» 13. Esta lucha es hoy convicción general y por ello el problema de la memoria se ha vuelto un tema prioritario en la agenda política mundial.

En América Latina el problema de la memoria colectiva cobra es‑pecial importancia desde aquel no lejano 20 de mayo de 1996 cuando un numeroso grupo de aproximadamente cincuenta mil personas lle‑varon a cabo una marcha silenciosa en Montevideo. Se trataba de un acto de rechazo al encarcelamiento de dos intelectuales uruguayos en Buenos Aires. El lema de esta marcha era «Verdad, memoria y nunca más», y ha cobrado tal entidad que se ha transformando en el lema de un movimiento que ahora es continental. El punto central de las

13 viola reCasens, andrew, «la política del olvido en un país sin memoria: la masacre del Valle (Cochabamba 1974) Veinte años después» en: Memoria, creación e historia. Lucha contra el olvido. iV encuentro debate sobre américa latina ayer y hoy. universidad de Barcelona, 1993, p. 387.

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demandas era el esclarecimiento de la violación a los derechos huma‑nos y el castigo a los culpables 14. Y éste es el leitmotiv que aparece en los orígenes de las innumerables «comisiones para la verdad» que han proliferado en gran parte de Latinoamérica 15.

En México, también hemos iniciado la «lucha contra el olvido im‑puesto» y con ello quizá, la «superación del pasado». En el período legislativo de 199�‑1998, los cinco partidos representantes en la Cá‑mara de Diputados decidieron integrar una «Comisión especial» para investigar los acontecimientos del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco. Esta Comisión pidió que fueran abiertos los archivos oficiales tanto militares como judiciales. Además a propuesta del Partido del Trabajo, se turnó a comisiones una iniciativa de ley de honor 16 para que se gra‑be con letras de oro en el muro central del salón de sesiones del palacio legislativo de San Lázaro, la leyenda «Mártires por la democracia del 2 de octubre de 1968», como un homenaje a los caídos 1�. En la misma

14 nolte, detlef, «Wahrheit und Gerechtigkeit oder Vergessen? Vergangenheitsbewältigung in lateinamerika» en: Vergangenheitsbewältigung in Lateinamerika. institut für lateinamerika‑kunde; Verbund stiftung deutsches Übersee‑institut. d.nolte (hrsg)‑ Frankfurt am Main, 1996 p. 20.

15 Cuya, esteban, «Wahrheitskommissionen in lateinamerika» en: nolte, d., Ibid. pp. 36‑37: este tipo de comisiones se han difundido sobre todo en los países que han salido de dictaduras y regí‑menes militares como argentina: «liga argentina para los derechos del hombre», «asamblea Permanente de derechos humanos», «Movimiento ecuménico de derechos humanos», «Centro de estudios legales y sociales (Cels)» y algunas organizaciones con fines mas prácticos como la «Comisión nacional sobre desaparición de personas (ConadeP)» o «Madres de Plaza de Mayo»; en Chile: «Vicaría de la solidaridad»; en uruguay: «servicio de Paz y Justicia» y la «asamblea Permanente de derechos humanos»; en Bolivia: «Comisión nacional de derechos humanos» y «defensa de la democracia»; en el salvador: «Comisión de derechos humanos» y en Perú: «servicio de Paz y Justicia». del mismo tipo aunque con diferencias de objetivos en Brasil se creó la organización propagandística «Brasil nunca Mais». este tipo de organizacio‑nes tienen sus publicaciones como la «Paraguay nunca más» cuyo objetivo es desenmascarar el terrorismo de estado en la dictadura de stroessner o la revista «uruguay nunca más» con fines similares.

16 una ley de honor es una disposición meramente formal, pues no contiene normas jurídicas. es esencialmente moral y busca la restitución de la memoria colectiva mediante la erección de mo‑numentos y también la oposición a que se erijan si la verdad histórica y la dignidad nacional lo exigen. en épocas de decadencia moral o crisis política este tipo de leyes pueden significar ver‑daderos actos de reconciliación nacional e histórica, o bien un simbolismo necio que más que el homenaje en sí, busca en la imagen del pasado un medio sensacional de legitimación plebiscitaria. Cfr. Bielsa, rafael, Derecho Constitucional. depalma. Buenos aires, 1959, p. 594.

1� La Jornada, México, d.F., viernes 3 de octubre de 1997, p. 50.

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sesión de la Cámara, un diputado del Partido de la Revolución De‑mocrática presentó una iniciativa de modificaciones a la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales con el fin de que la bandera sea izada a media asta cada 2 de octubre 18.

El diputado panista Santiago Creel, presidente de la Comisión, ha‑bía señalado en su intervención desde la tribuna, que la propuesta era «para que queden en la memoria de los mexicanos estos lamentables hechos con el fin de entender que el camino para salir adelante es la reconciliación» 19, y en la última sesión de la Cámara, añadió: «el izamiento de la bandera a media asta no reconoce ni a vencidos ni a vencedores, lo que plantea en el fondo son los primeros pasos de una reconciliación entre los mexicanos». El diputado Pablo Gómez, que había sido el portavoz de su partido (PRD) en esta propuesta, añadió: «No buscamos revanchas, la historia dictará finalmente su veredicto, no nos ahoguemos en un mar de olvidos, reivindiquemos nuestro de‑recho a la memoria histórica colectiva. No olvidemos nunca más un 2 de octubre» 20.

Estas propuestas son, en el contexto de la vida política nacional, algo más que pugnas por el pasado simbólico. Son parte del complejo e inacabado proceso de democratización y apertura. Los sucesos de 1968 han sido hasta ahora un tabú histórico y por ello un tapujo en la memoria colectiva de los mexicanos. El tabú es una censura sin

18 al finalizar el período legislativo en diciembre de 1997, una vez que la propuesta había sido es‑tudiada por la Comisión de Gobernación y Puntos Constitucionales de la Cámara, fue rechazada por no haberse logrado el consenso a pesar de que los coordinadores parlamentarios del Pan, Prd, Pt y PVeM, habían acordado un día antes votar en favor del proyecto de decreto. el grupo parlamentario del Pri y algunos diputados panistas con 212 votos, rechazaron la iniciativa. el argumento de la fracción priísta fue que «con esta medida se confrontaba al pueblo de México, no se revivía a los caídos en esa fecha ni se iniciaban las investigaciones al respecto». sin embargo, reconocieron que dentro de la fracción existían convicciones encontradas, y por ello, afirmó uno de sus representantes, que «ésta es una historia escrita a base de muchos agravios [por lo que] no podemos empezar a construir o reconstruir instituciones sin que este asunto quede plena, total y absolutamente aclarado». El Universal, México, d.F., lunes 15 de diciembre de 1997, p. 11.

19 Reforma, México, d.F., jueves 11 de diciembre de 1997, p. 6‑a. «Colocar la bandera a media hasta —dijo el diputado panista— es la expresión de la tristeza de que hayan muerto mexicanos, no importando si eran militares o estudiantes».

20 Reforma, México, d.F., lunes 15 de diciembre de 1997, p. 6‑a.

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fundamento racional que prohíbe hablar de algo. Se rompe por tanto, hablando. Pero las palabras con que se rompe el silencio pueden di‑rigirse a diversos fines. Una posible palabra a pronunciar ante el tabú que ha amordazado a la conciencia social, es «perdón y nunca más», la otra, «venganza». Todo depende de quien tome la palabra 21.

Las «comisiones de verdad» en todo el mundo rebasan, hoy en día, la dimensión puramente fáctica y se han visto implicadas en el mundo de la normatividad jurídica en varios sentidos: por una parte, el rescate de la «verdad» exige la apertura de archivos judi‑ciales y militares, y con ello la evidencia ante la opinión publica de violaciones a derechos humanos: torturas, ejecuciones extraju‑diciales, desaparecidos, malversación de fondos, presos políticos, impunidad solapada, fraudes electorales, etcétera. Y por otra, como consecuencia directa de la apertura, en varios países se ha planteado la necesidad de formar tribunales especiales para juzgar y castigar a quienes resulten culpables de esta violación una vez que haya sido descubierta, para después crear los mecanismos jurídicos adecuados para prevenir nuevas quiebras institucionales, tema sobre el que nos detendremos en la segunda parte, con el objeto de hacer un balance en perspectiva sobre las conveniencias e inconveniencias de estas posibles soluciones.

Todo esto desde luego, sin considerar la problemática de legiti‑midad de los gobiernos en el terreno del derecho internacional, que se genera con motivo del surgimiento de observadores internaciona‑les, organizaciones no gubernamentales de carácter supra‑estatal, y

21 desde luego en México todavía quedan casos de impunidad más reciente, cubiertos por una corti‑na de olvido y silencio que deben ser aclarados, como los asesinatos políticos de los últimos años, la matanza de aguas Blancas y la rebelión armada en Chiapas agudizada a finales del año pasado por la actuación de grupos paramilitares contra la comunidad acteal de Chenalhó, así como otros casos que se encuentran en la consideración de la Comisión interamericana de los derechos humanos (Cidh), la cual ha emitido sendas recomendaciones al gobierno mexicano para que «profundice en las investigaciones». Vid. Informe Anual de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos 1996. organización de los estados americanos, Washington, d.C., 1997, casos 11.411; 11.430; 11.479; 11.492; 11.509.

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declaraciones internacionales de derechos humanos suscritas por los Estados como compromiso de ius cogens.

3. ¿Qué es la Memoria Colectiva?

Para una mejor comprensión del complejo problema de la re‑lación pasado‑futuro durante los procesos de transición, debemos recordar algunos conceptos fundamentales que nos den luces para su análisis.

Definimos aquí la «memoria» en sentido amplio, como la facul‑tad de evocar consciente o inconscientemente las imágenes del pa‑sado. El acto de dicha facultad es precisamente el recuerdo, esto es, el conocimiento por el cual surgen en nuestra conciencia afecciones pasadas y reconocidas como propias y como pasadas. Dicho cono‑cimiento es siempre de carácter figural o sensible. Se distingue por tanto, del conocimiento intelectual, entendido como el acto del espí‑ritu de elaborar nociones e ideas. La memoria conoce las sensaciones pasadas como pasadas, y unida al conocimiento intelectual puede proceder de un modo gradual, relacionando recuerdos. A esta rela‑ción peculiar se llama «reminiscencia» 22.

La memoria viene a ser así una base importante para el progreso humano pues hace posible por medio de la reminiscencia, que las nue‑vas experiencias no se pierdan sino que se integren a las anteriores, engrosando el caudal de la experiencia con las nuevas aportaciones 23. «Sin memoria —dice Julián Marías— la imaginación es mínima; sin memoria histórica, la vida colectiva retrocede a niveles primitivos» 24.

22 aristóteles. De memoria et reminiscentia; santo tomás de aquino, In Arist. de Memoria et remi‑niscencia, cit. por antonio Millan puelles, Fundamentos de Filosofía. rialp. Madrid, 1972.

23 Como lo señala santo tomás de aquino, «de las cosas pasadas conviene sacar argu‑mentos para hechos futuros; por eso la memoria de lo pasado es necesaria para aconse‑jar bien en el futuro». Suma Teológica iia. iiae, q. 49, a.2, edic. de la B.a.C. Madrid, 1978.

24 Julián Marías, «la historia y el futuro» en Visión, 22 de mayo 1991, p. 5.

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Si tenemos en cuenta que la imaginación es una importante fuen‑te de creatividad para construir e inventar instituciones tanto sociales como políticas y jurídicas, entonces podemos advertir la conveniencia de que, en momentos de cambio y reforma del Estado, esta facultad se apoye en la memoria del pasado. De este modo, las nuevas insti‑tuciones tendrán raíces profundas en la realidad, ya que de lo contra‑rio, se corre el grave riesgo de crear instituciones a la medida de la imaginación sin memoria, es decir, de la ficción o fantasía, lo cual se retraduce en una crisis de institucionalidad, también llamada «crisis de gobernabilidad» 25.

Cabría ahora detenernos para hacernos aquí dos preguntas: ¿puede haber una memoria colectiva? Y si la hay, ¿cuál es su natu‑raleza? Las respuestas que demos a estas cuestiones redundarán en los planteamientos que hagamos para la «superación de l pasado».

El término «memoria colectiva» ha estado sujeto a usos y abusos por parte de historiadores y antropólogos. En ocasiones se le emplea como sinónimo de mito o leyenda, y a veces podemos encontrarla bajo el concepto de subconsciente colectivo impersonal 26.

Fue Emile Durkheim quien por primera vez intentó incluir esta no‑ción dentro las categorías sociológicas 2�. Definía la memoria colectiva

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25 el término «constitución» es bastante ilustrativo de lo que aquí estamos diciendo. la constitución histórica de un pueblo está plasmada en su memoria en forma de tradi‑ciones culturales, instituciones jurídicas, valores éticos, mentalidad y costumbres, y ésta es la que, en buena medida, debe orientar la elaboración y vigencia de la consti‑tución formal o escrita. el divorcio entre la realidad social y el discurso oficial, entre la historia y la ley, se inicia en una desavenencia entre la imaginación política de los gobernantes y la memoria histórica de los actores sociales periféricos.

26 noa, Gedi, «Collective Memory, What is it?» en: History & Memory. Studien in Re‑presentation of the past. vol. 8, indiana university Press, 1996, pp. 30‑31.

2� según durkheim la memoria colectiva se forma en una interacción constante entre la conducta social que produce «representaciones colectivas» y éstas a su vez actúan desde fuera para controlar la conducta social subsiguiente. entendía por tanto, que la memoria es una forma de socialización «viva». Vid. Gerard, harold B., «psicología social» en: Enciclopedia Internacional de Ciencias Sociales, vol. Viii, aguilar, Ma‑drid, 1979, sub voce.

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como el conjunto de las creencias y de los sentimientos comunes al término medio de los miembros de una sociedad 28. Sin embargo, Dur‑kheim creía que la memoria colectiva era una facultad propiamente psicológica, en el sentido de que las representaciones pasadas conser‑van una realidad psíquica 29.

En la acertada la opinión de Bergalli, la verdadera «socialización de la memoria» se debe a Maurice Halbwachs, pues fue él quien elaboró un esquema teórico más acorde con la sociología moderna. Para este autor, la solidaridad de los grupos tiene como constante, la búsqueda de cohesión. La memoria social juega en ello un papel fundamental, pues encuentra en el pasado acontecimientos que fomenten esa unidad 30.

A la luz de los estudios de Halbwachs, se desarrolló en la primera mitad de este siglo, la psicología colectiva, que averigua la forma en que los grupos configuran su memoria y los modos como las imáge‑nes construidas y guardadas como registro del pasado, influyen en el comportamiento de sus miembros 31. Esta nueva disciplina no parte del individuo aislado, sino que observa los factores exteriores que hacen que existan similitudes psicológicas entre los hombres, tales como el arte, la lengua, la ciencia y la técnica 32. Fue así como a partir de los años cincuenta se pusieron de moda los estudios sobre psicología de las masas, comportamiento en las organizaciones y las teorías de la imitación y del contagio social (Tarde, Le Bon, Ross, Mead, Lewin y otros). Pero lo que aquí nos interesa destacar es el hecho de haber puesto en el centro de los estudios psico‑sociológicos, el concepto de «conciencia social», pues ésta influiría más tarde en la noción de me‑moria, que es el tema que nos ocupa.

28 BerGalli, roberto, «Memoria colectiva y derechos humanos» en: Los derechos humanos en Latinoamérica. anales de la Cátedra Francisco suárez. nos. 26/27. universidad de Granada, 1986/87, p. 88.

29 halBwaChs, Maurice, «la psychologie collective d’après Charles Blondel» en: Classes Sociales et Morphologie (Le sens commune), les editions du Minuit, París, 1972, p. 120.

30 BerGalli, r., «Memoria...», cit., p. 91.31 halBwaChs, Maurice, La mémoire collective. Presses universitaires de France. París, 1968, p.

11 y sigs. el autor en este libro sostiene la idea de que la psicología colectiva tiene una entidad suficiente como para poder hablar de una disciplina autónoma.

32 sosoë, l.k., «l’etat‑nation...», cit., pp. 153‑155.

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4. Superar el Pasado: una Necesidad para la Reforma del Estado

Julio María Sanguinetti, protagonista de la transición democrá‑tica en el Uruguay, se preguntaba a propósito de las transiciones: «¿Qué se hace con el pasado? ¿Se investiga y juzga caso por caso, puntualmente, ejerciendo con pulcritud la justicia propia de una democracia en tiempos normales o se cubre todo con un gran manto de perdón, aunque no de olvido, para volcar la nación a la búsqueda de su presente y la cimentación de su futuro?» 33. En estas cues‑tiones se advierte más bien una preocupación por la memoria del pasado en cuanto condiciona el futuro que por el pasado en sí mis‑mo, pues la memoria colectiva cargada de pugnas y descontentos, repercute en la «gobernabilidad democrática» 34.

Pero si el pasado no está guardado en la memoria sino como pro‑tocolo de ofensas y resentimientos «imperdonables», reabrir casos de historias de corrupción, en lugar de liberación y experiencias útiles, podría traer en el futuro eso que los franceses llamaron en el siglo XVI, «cacería de brujas», que no es otra cosa que la histo‑ria puesta al servicio del revanchismo y la venganza de facciones, haciendo con ello más difícil los procesos de reconciliación, tan necesaria en muchos países para superar el pasado y restablecer el Estado de derecho.

Por ello resulta imperioso revisar, y si fuera necesario replantear desde sus fundamentos, los usos que le damos a esa memoria colec‑tiva, pues de lo contrario, de poco o nada servirán los dispositivos legales para el diálogo y las agendas democráticas, si no resolvemos antes problemas sustanciales. Es así que la memoria juega un papel fundamental en los momentos coyunturales de transición por los que están pasando tantas naciones en el mundo actual, pues viene a ser

33 sanGuinetti, Julio María, El temor y la impaciencia. Ensayo sobre la transición democrática en América Latina. FCe, México, 1991, p. 70.

34 entendemos aquí por gobernabilidad la capacidad de las instituciones políticas para dar respuesta a las necesidades reales de un país. esa capacidad está basada tanto en las propias características del gobierno como en las de la sociedad que se pretende guiar.

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como el quicio sobre el que gira la vida institucional de la sociedad, y un quicio de material deleznable se rompe con facilidad.

En las siguientes páginas nos referiremos específicamente a las ac‑titudes que han tomado, tanto la sociedad en general, como los grupos de poder, para resolver realmente o al menos aparentar resolver, el problema de la memoria colectiva del pasado reciente. Tomaremos dos casos específicos que ilustren los problemas y soluciones plantea‑das en Chile y Argentina para resolver los problemas de la memoria colectiva, con el objeto evitar la violencia que produce el agravio no resarcido, o la venganza.

A los autores del presente estudio les ha parecido conveniente pre‑sentar estas dos «experiencias» latinoamericanas, no porque sirvan como modelo para ser adoptadas, sino para señalar aciertos y errores que estos países han tenido en el momento de traer a la memoria la violación de los derechos humanos que algunos habían relegado al olvido.

Para el abordamiento de este tema, sugerimos un marco de análisis común, con aquellos hitos y elementos que han jugado un rol en la historia reciente de ambos países. Partiendo de la muestra de ambas situaciones, y de su eventual aptitud para un examen comparado, tra‑taremos de sacar algunas conclusiones, orientadas a proponer vías de solución al problema de cómo es que puede conseguirse una repara‑ción de los agravios en que se ha incurrido y, finalmente, una cierta superación del pasado. Quizás ellas ayuden asimismo a ilustrar otras realidades que se encuentran en análoga fase.

El supuesto del que se parte es el de que cada violación de derechos humanos es un acto cruel y grave, no justificable, aun cuando se trate de infracciones de número reducido. En el problema hay un princi‑pio en juego —la vida humana—, cuyo valor es absoluto y, por lo mismo, resulta particularmente difícil intentar un análisis que se sitúe por sobre perspectivas pseudo‑éticas, que terminan desembocando en conclusiones unilaterales interesadas, carentes de equilibrio y realismo.

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Éstas son, lamentablemente, demasiado frecuentes en la literatura dis‑ponible 35.

Al examinar los casos elegidos se intentará permitir apreciar la re‑lativización de ciertos valores de la convivencia social y la disposi‑ción, ideológica y/o fáctica, para infringirlos, generándose las causas que han llevado a la violación de los derechos humanos.

Ésta es, creemos, la única postura que permite, además, colocarse lejos de todos los que, en el pasado reciente, fueron capaces de usar la violencia para alcanzar fines políticos. No se pueden dejar tampoco de considerar las situaciones y condiciones estructurales, tanto de orden interno como externo, que constituyen en cada país atropellos a los derechos de las personas; o bien factores estimulantes de su infrac‑ción. Todas ellas explican igualmente —aunque sin justificar— que en países como los iberoamericanos se hayan dado estas situaciones de agravio social.

Se evitará en lo posible incurrir en aquellas argumentaciones que son las que inevitablemente conducen a parcializaciones en la recons‑trucción de la realidad. Igualmente, se evitan las de índole moral o ética, terreno en el que el problema está tan resuelto, como lejos de servir de ayuda para superar situaciones concretas.

35 una muestra de ello son, si bien con distintas orientaciones, los estudios de Pierre faillant de villeMast, Los estrategas del miedo: 20 años de guerra revolucionaria en Argentina. ed. Voxmundi, Ginebra, 1980; kletten, ingo, «durch terror zum modernen staat. der chilenische Geheimdienst» dina en: reeMtsMa, Jan Philipp (ed.). Folter. hamburgo, pp.37‑72; Moyano, José María, «the Dirty War in argentina: was it a war and how dirty was it?» en: toBler, hans Werner y waldMan, Peter (eds.). Staatliche und Parastaatliche Gewalt in Lateinamerika. Ver‑vuert. Frankfort‑Main, 1991, pp. 45‑74; peralta raMos, Mónica, «toward and analysis of the structural basis of coercion in argentina: the behavior of the major fractions of the bourgeoisie, 1973‑1976» en: peralta raMos, M., waisMan, Carlos h. (ed.), From military rule of libral de‑mocracy in Argentina, Westvieu Press. Boulder & london, 1987, pp. 39‑67; ruiz nuñez, hector y seoane María, Die Nacht der Bleistifte. schmetterling Verlag. styttgart, 1989; spitta, arnold, «Partisanen kann man nur auf Partisanenart bekämpfen. Über die ideologischen Wurzeln und rechtfertigungen der Guerra Sucia in lateinamerika (insbesondere in argentina)» en: toBler, hans Werner y waldMan, Peter (eds.), Staatliche..., cit., pp. 133‑162; zaMorano, Carlos, Indul‑to. La perversa impunidad. s. ed., Buenos aires, 1989.

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Analizando las cosas más bien desde la lógica del poder 36 pueden exhibirse aspectos que desde una visión meramente ética, jurídica 3�, o que mira la cuestión como una anomalía excepcional en el manejo de las relaciones de poder, son desechados sin más. Sin descartar la validez de los posibles enfoques que pueden ofrecerse 38, la compa‑ración entre casos entrega buenos elementos para la reflexión.

En los elegidos de Argentina y Chile, se vivieron situaciones de agravio social en tiempos relativamente paralelos; las experiencias de «reconciliación» o de «reparación» se sucedieron igualmente con una cierta sincronía. Pero hay también diferencias representativas: el caso de Chile ha constituido en este sentido la regla general, en cuanto la fase de confrontación con las violaciones de derechos humanos se ve‑rificó durante el tránsito hacia el nuevo gobierno civil, mediante una negociación entre los actores involucrados. El de la Argentina es, por el contrario, una excepción, pues allí las reglas del juego y del ajuste de cuentas corrieron, en principio, por cuenta exclusiva del gobierno civil post‑autoritario.

III. Segunda parteLa superación del pasado en Argentina y Chile

6. Sobre la Violencia y su Tratamiento

La violencia política en Iberoamérica, como tema, es de interés relativamente reciente, acentuándose particularmente desde la última

36 es por ejemplo, lo que también hace waldMan (1991) centrado en la idea del conflicto, aunque sin excluir la perspectiva ético‑normativa.

3� aMBos kai, Straflosigkeit... cit.; y del Mismo: «zur Verrechtlichung der repression und strafrecht‑lichen Vergangenheitsbewältigung in Chile» en nolte, detlef (ed.) Vergangenheitsbewältigung... cit., pp. 139‑151 y en otra parte: «zur rechtlichen struktur der repression und strafrechtlichen Vergangenheitsbewältigung in argentinien» en: nolte, d. (ed.), Vergangenheitsbewältigung..., loc. cit., pp. 86‑95.

38 Para una reseña de los mismos heinz, Wolfgang, Ursachen und Folgen von Menschenverlet‑zungen in der Dritten Welt: mit Fallstudien zu Afghanistan. Äquatorialguinea; Äthipien, Chile, Guatemala, d. Phiipinen, Uganda, u. Uruguay, saarbüchen‑Fort lauderdale, Breitenbach, 1986.

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ola de regímenes militares que surgieron en los años sesenta. La lite‑ratura se encuentra, sin embargo, bastante prejuiciada al respecto 39. Es necesario superar estos prejuicios, tanto por parte de aquellos que suponen que el Estado siempre actúa apegado al Derecho, como de quienes exculpan a los grupos subversivos de toda responsabilidad en las violaciones de los derechos humanos. El debate está enrarecido por las diferentes posiciones a priori de los involucrados, reveladoras de una lucha de poder, que impide separar adecuadamente lo que es la defensa de derechos, de las tácticas y estrategias tendientes a obtener o consolidar situaciones de hegemonía dentro de cada país.

En este contexto, se argumenta a menudo que las violencias prove‑nientes del Estado son mucho más graves, aludiendo implícitamente a su cuantía, pero exculpando de facto a los que adhiriendo a un progra‑ma ideológico previo, tomaron las armas para poner fin al Estado de Derecho 40, y a los cuales sólo ha faltado el tiempo necesario para al‑canzar dimensiones aniquiladoras comparables con las de los agentes del Estado. De los resultados tanto o más nocivos para la paz social y la sobrevivencia de las instituciones, que tales sectores y grupos pue‑den alcanzar, dan cuenta los extremismos subsistentes aun en Europa y en Centroamérica 41.

39 una muestra de ello es Waldmann para quien —si se excluyen del análisis los estudios sobre el totalitarismo y el fascismo— la violencia paraestatal ha sido mucho más analizada que la que proviene del estado y sus agentes. Vid., toBler, hans Werner y waldMann, Peter (eds.), Staat‑liche..., cit., pp. 21‑44.si bien numéricamente hablando, el número de víctimas causada por la violencia del estado supera en varias veces el de las originadas en actividades subversivas o guerrilleras, es necesario detenerse a considerar los medios con los cuales pueden causarse estragos. una guerrilla incipien‑te o larvada, por más que cuente con un alto grado de organización, no puede competir con los instrumentos que posee el estado.

40 no se conocen organismos internacionales de defensa de derechos humanos que ha afectado el terrorismo y la guerrilla, ni foro internacional que haya tenido las manos libres para fomentarlos.

41 eta en españa, ira en irlanda, por mencionar los más persistentes a lo largo de las últimas décadas. en Centroamérica, el crecimiento del salvadoreño FMln (Frente Farabundo Martí de liberación nacional) a dimensiones equiparables con un ejército, permitió el escalamiento del conflicto político hasta la guerra civil, que se prolongó por más de una década, con un costo altí‑simo de vidas.

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Es indispensable, igualmente, reconocer que no resulta tan fácil, y a veces ni siquiera es posible, plantear soluciones no sólo éticas, polí‑ticas o jurídicas, combinando prudencialmente todas las dimensiones en juego en el problema. Una solución realista choca casi necesaria‑mente con sensibilidades —e hiper‑sensibilidades—, reflejo ellas fre‑cuentemente de una nueva forma de irrealismo o de ideologismo.

El tratamiento actual de los derechos humanos continúa estando muy ideologizado. Es lo que se aprecia, por ejemplo, en las instancias internacionales de su defensa. Asimismo, en entidades europeas, así como a nivel gubernamental, resulta interesante constatar la existencia de una especie de «Realpolitik» interna, que se contrapone con una «Moralpolitik» exterior. Mientras en el interior de los países se actúa con cautela y escrúpulos al momento de otorgar beneficios a minorías o sectores de la sociedad amagados en sus derechos, por mencionar un caso, se apoya a los grupos defensores del ramo en el exterior con una actitud ética sin atenuaciones, que mucho tiene de retórica.

El surgimiento de organismos no gubernamentales de defensa de los derechos humanos en el área iberoamericana no ha estado tampoco exento de tales falencias. En no pocas ocasiones otros colectivos han aprovechado de la posición privilegiada de aquéllos para obtener dividendos de diverso género. En otros casos, los orga‑nismos de derechos humanos propiamente tales se han insertado en el esquema de lucha por el poder en el que están empeñados los diferentes sectores y grupos sociales.

Muchas de estas organizaciones se hallan hoy en una etapa de crisis de credibilidad ante la opinión pública internacional, así como

41 eta en españa, ira en irlanda, por mencionar los más persistentes a lo largo de las últimas décadas. en Centroamérica, el crecimiento del salvadoreño FMln (Frente Farabundo Martí de liberación nacional) a dimensiones equiparables con un ejército, permitió el escalamiento del conflicto político hasta la guerra civil, que se prolongó por más de una década, con un costo altí‑simo de vidas.

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en una fase de declinación —por análogas causas— en su orgánica, la que en la casi totalidad de los casos ha sido sustentada financie‑ramente desde el exterior 42.

Al desnaturalizarse y pasar a convertirse en grupos de presión con fines amplios de obtención del poder, muchos de estos organismos han tomado —debido a su origen ético— ya como entidades políticas pro‑piamente tales, un marcado tono extremista. Su significación actual dentro de los sistemas políticos del continente es marginal y observada con distancia, por los signos de fanatismo e irrealismo que exhiben. Puede decirse que están formando en la actualidad una «nueva subver‑sión», si bien no armada, al plantearse en rebeldía contra el sistema en su totalidad. Ya no concitan respaldo ni en presidencias ni parlamentos dentro de sus países, salvo el eco internacional que aún conservan, por las razones dadas más arriba.

6.1. Lucha por la justicia, ¿lucha por el poder?

Las más recientes dictaduras del área iberoamericana han servi‑do, además, de ocasión para hacer el debate sobre el resguardo de los derechos humanos, y su solución, más urgentes, y recordarnos que el respeto a las personas está demasiado olvidado en estos países, así como que trasciende al tipo de régimen de que se trate.

Ninguno de los nuevos regímenes civiles que hoy operan en el área ha conseguido distanciarse de tal manera del pasado, como para re‑solver el problema a través de un mecanismo satisfactorio para todos los sectores de la sociedad, y que vaya más allá de la sanción jurídico‑ penal a los responsables del último tiempo. Lo que para algunos se llama «verdad, justicia y reparación».

El fin de las dictaduras no ha significado el fin de los procedi‑mientos dictatoriales, con lo que no puede darse por garantizado

42 Cfr. nolte, d. (ed.), Vergangenheitsbewältigung..., cit., p. 117.

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el respeto de las personas con la mera inauguración o retorno a un gobierno civil. En muchos casos puede desligarse la violación de derechos humanos del tipo de régimen de que se trata. Suceden atrocidades también en los regímenes civiles. Tal vez es más pre‑ciso decir que algunas concretas infracciones se cometen más a menudo en un tipo de régimen que en otro, pero ya sabemos que en este asunto no se trata de cantidades. Se requiere el hallazgo del justo medio, en el cual ha de estar, sin duda, excluida la impunidad sin más, pero igualmente la vindicta encubierta bajo el afán de con‑seguir una reparación.

En los hechos, las investigaciones con propósitos de sanción han llevado hasta ahora, en los dos casos analizados, a la confrontación y no al establecimiento a la tan ansiada «verdad histórica» ni a la «re‑conciliación». Un castigo a las violaciones de derechos humanos en tales términos, ha querido significar paralelamente la disolución de las fuerzas armadas como factores de poder, transformando una lucha por la justicia, legítima, en una lucha por el poder. Es la dimensión política que lleva envuelto el abordamiento de este problema.

En cuanto la persecución de las violaciones de derechos huma‑nos ha adquirido esta dimensión social‑política que excede al ámbito penal, las sanciones adquieren igualmente esa dimensión social‑po‑lítica, lo que complica la determinación de la conveniencia de un castigo retributivo, por sus implicaciones para la estabilidad general de las instituciones.

Cabe aquí preguntarse sobre la conveniencia de tal solución en Ibe‑roamérica, donde las fuerzas armadas han cumplido en la mayoría de los países un rol de garantes de las instituciones establecidas, el cual no es posible eliminar o suplantar de un día para otro. Si ello se jus‑tifica o no, si es acorde con las situaciones que se presentan en otras regiones del mundo, es una cuestión que excede a estas líneas.

Según lo ha mencionado Julio María Sanguinetti, habría que man‑tenerse lejos de los «dos demonios»: el de la violencia social y el de

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la represión sin medida. El Estado debe cumplir la tarea de crear un clima de unidad y espíritu de hermandad, irrenunciable para el normal juego de la democracia y el respeto de las personas 43.

Otra opinión 44, sostiene que dejar sin castigo los crímenes del Es‑tado significa su tolerancia y el mantenimiento de las estructuras, así como no impide que los hacedores tiendan a repetir lo que una vez ya hicieron, lo cual representa un peligro serio para la estabilidad demo‑crática. Sin embargo, resulta igualmente claro que la mera retribución, o pena retributiva, no excluye la posibilidad de una reiteración de ma‑les; y la verdad es que si no cambian otras circunstancias sociales, se continuarán cometiendo crímenes bajo las estructuras que han perma‑necido. La pena no cambia de por sí las estructuras.

En cambio, el comportamiento del Estado y sus agentes tiene tam‑bién efectos pedagógicos. No exhibe sólo una dimensión, la de cas‑tigar. Muchas otras iniciativas y acciones educativas pueden llevar a modificar las condiciones de la sociedad para un mayor respeto a los derechos humanos.

Lo anterior lleva a abordar un punto extremadamente sensible: el de la amnistía, su legitimidad y aptitudes, que en un momento históri‑co determinado puede decretar el Estado. ¿Qué lugar ocupa y qué rol juega ella en este contexto?

En el caso de ofrecerse una solución de este tipo, ella no tiene por

qué significar olvido histórico; lo es sólo jurídico. El primero puede evitarse si se emplean otros medios para mantener esa memoria histó‑rica. El castigo jurídico no es un recordar, es una retribución al hecho cometido. No es la única forma de alcanzar, o conservar, la memoria de lo sucedido. La reconciliación supone que algo se dañó, y el perdón

43 esta tesis se opone a un ideologizado análisis «histórico‑genético», que concatena la violencia socio‑estructural, la violencia terrorista y el terrorismo de estado. V.g. Cfr. Moyano, J. M., «The Dirty War...», cit.

44 la sostiene el servicio Paz y Justicia (serPaJ) del uruguay.

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es lo que restituye ese orden dañado. No necesariamente el castigo, que no siempre moverá al arrepentimiento por la falta, ni al cambio, ni al restablecimiento de la situación anterior al agravio. El perdón a que el Estado llama, por ejemplo, con la amnistía, no es el individual, que por cierto no se puede decretar coactivamente; es el perdón del Estado, su renuncia a ejercer su monopolio del uso de la fuerza para castigar el daño, eligiendo una opción que a juicio de los titulares de la soberanía aparece como más adecuada para repararlo y garantizar la paz social y la reconciliación 45.

Históricamente ha sido la amnistía en Iberoamérica un factor de estabilidad política. En una región que ha experimentado los más disímiles regímenes, ha conferido además una cierta legitimidad a los amnistiados, ratificando la plausibilidad de su lucha, aunque para algunos ello resulta criticable. Insertada en un proceso de pacifica‑ción amplio 46, ha sido, y es aún, una solución para romper la cadena interminable del agravio y la venganza. Los reproches que pueda generar el modo cómo es que ella se elabora y dispone no pueden hacer perder la visión de fondo de su finalidad y beneficios. Además, ha de ser situada siempre en un contexto junto a otras medidas de reparación y educación, individuales y sociales.

6.2 Agravios: raíz y razón

Los diagnósticos y análisis que abundan en la literatura com‑parten, salvo algunas excepciones, una perspectiva unilateral y, por eso, parcializada, del problema; además de «penalizar» la solución

45 numerosos testimonios de víctimas de violaciones de derechos humanos, son exactamente mues‑tra de que los ofendidos no perdonan. la amnistía uruguaya, por ejemplo, cerró la posibilidad del perdón personal, reemplazándolo por el perdón social. allí fue sometida a referéndum el man‑tenimiento de la ley de amnistía y una mayoría del pueblo la ratificó. Para una descripción más detallada: Cfr. nolte, d. (ed.), Vergangenheitsbewältigung..., cit., pp. 11‑12.Pero la solución argentina dio esa posibilidad, y las Madres de la Plaza de Mayo no perdonaron ni se conformaron.

46 Como fue el de esquípulas, por mencionar uno.

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4�. Confunden de alguna manera causas y efectos. No existe tam‑poco en ellos un canon metódico uniforme para analizar las causas de las violaciones de derechos humanos. Sin perjuicio de lo ante‑rior, es posible mencionar dentro de los factores que condicionan fuertemente la aparición de situaciones de agravio social e indi‑vidual la falta de consolidación de las instituciones constituciona‑les, en cuanto marco regulador de una poliarquía 48 dentro de cada país; economías de desenvolvimiento deficiente que facilitan los estallidos sociales 49; estructuras educacionales no suficientemen‑te extendidas y adecuadas a cada realidad que impidan el auge del paramilitarismo; la mentalidad autoritaria de los agentes que actúan en los aparatos de gobierno, donde son dignos de men‑cionar los servicios policiales, los de seguridad; con normas, o prácticas, exceptuadas del ordenamiento jurídico regular 50; pero también otras instituciones y actores civiles 51; debilidad de las fuerzas sociales en comparación con el Ejecutivo 52; o carencia de la mínima autonomía de tales organizaciones sociales en relación con las agencias gubernamentales; la ampliación —en su época— del conflicto Este‑Oeste a países del Tercer Mundo, con el apoyo

4� son ellas, principalmente, las versiones «teórico‑imperialistas» o las «dependentistas», que ata‑can a los violadores de los derechos humanos como agentes protectores de los intereses del capi‑talismo mundial, que utilizarían uno de los muchos instrumentos violentos que ese capital utiliza en el tercer Mundo para defenderse. en este contexto la violación de los derechos humanos sería una dimensión del capitalismo periférico. Cfr. Chossudovsky, Michel, «the political economy of human rights» en: Bulletin of Peace Proposals, nº 2 (1979), pp. 172‑178.

48 dahl prefiere emplear este término para dar cuenta de la expresión histórica actual de lo que se entiende por democracia. Vid. dahl, robert, La poliarquía. Participación y oposición. tecnos. Madrid, 1989.

49 sin embargo, la hipótesis de que a mayor desarrollo económico habría un mayor respeto y avan‑ce en materia de derechos humanos, se ha demostrado como falsa. o de que a mayor grado de estabilidad, desarrollo económico y social per cápita, mayores derechos ciudadanos se hacen accesibles a las personas. Cfr. strouse, James y Claude, richard, P., «empirical comparati‑ve rights research: some preliminary tests of development hypotheses» en: Claude, richard, P. (ed.), Comparative Human Rights. the John hopkins university Press. Baltimore‑london, 1976, p. 54 y ss. Cit. heinz, Wolfgang. Ursachen... cit., p. 119.

50 lo que se ha dado en ciertos países, incluso en etapas de normalidad política. un ejemplo para‑digmático de ello es el caso Gal, en españa, donde escuadrones de la muerte fueron creados, fi‑nanciados y encubiertos por autoridades gubernamentales durante la época de apogeo del Psoe.

51 Piénsese aquellos gremios empresariales que parecen cerrados a la dimensión social de la ac‑tividad económica que sus integrantes ejercen, y profitan de un deficiente marco jurídico en el terreno de los derechos humanos, para imponer sus términos.

52 no aplicable en plenitud para los casos argentino y chileno, pero mencionable en general para iberoamérica. V.g., Perú. es este un aspecto de la debilidad de la sociedad civil

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—ya sea diplomático, o bien a través de la venta de armas a los dos lados en conflicto, con lo que se facilita la militarización de la política— a regímenes que violaron derechos humanos impu‑nemente; la instrucción de organizaciones paramilitares y fuerzas armadas en Estados Unidos, Francia, Inglaterra y en la ex‑URSS, todos ellos grandes exportadores de violencia 53.

6.3. Agravios: inicio y fin

Es ésta también una cuestión debatida. Unos sostienen que el comien‑zo es fácil de determinar: cuando advinieron las dictaduras; su fin: cuan‑do sean reparados todos los agravios cometidos por tales dictaduras y se juzgue a los culpables. Otros expresan que si se trata de buscar culpables, hay que decir que la adhesión a la idea marxista de tales derechos, con su aspiración a la revolución y a la subversión, resultaron hilos tensionantes que desvirtuaron el respeto por las personas, activando las reacciones que vinieron en tiempos de las dictaduras.

Estimamos que resulta más ajustado establecer como inicio, no la im‑plantación de un régimen en particular, ni la simple presencia de grupos «asistémicos» o críticos del orden establecido en un determinado hito his‑tórico, sino más bien aquel momento en que se empezó —por unos y por otros— a relativizar el respeto por los derechos de los demás mediante la legitimación de la violencia como medio para obtener fines políticos.

El fin de los agravios tendrá lugar cuando desde ningún sector de la sociedad se valide, aun con el pretexto de ejercer justicia, la ani‑quilación del adversario. Sólo esta posición permite un abordamiento global del problema 54. La constatación de violaciones a los derechos

53 heinz, Wolfgang, Ursachen..., cit., p. 121.54 Para un respecto absoluto de los derechos humanos, se requiere un fundamento absoluto de los

mismos, que sólo se encuentra en una dimensión metafísica. Vid. Massini, Carlos i., «la norma‑tividad de la naturaleza y los absolutos morales» en: Ars Iuris. Revista del Instituto de Documen‑tación e Investigación Jurídicas de la Facultad de Derecho de la Universidad Panamericana, nº 15, 1996, pp. 67‑78.Consecuencia de la disparidad de criterios fundantes de los derechos humanos es, precisamente, la utilización de estos para causas del más diverso tipo.

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humanos tanto en las dictaduras como en las poliarquías del continen‑te, nos dice que su causa está en la sociedad como un todo y no en un sector de ella exclusivamente; o sólo en un tipo de régimen 55.

7. Militarismo y Violación de Derechos Humanos

En este punto la investigación está dividida, y así como hay quienes consideran a la institución militar como agente de cambios y moder‑nización; otros la ven como el instrumento para mantener el orden de cosas existente, perpetuando las injusticias y la opresión respecto de amplios sectores de la población.

Tampoco aquí ha sido posible establecer un parámetro de alcance mundial acerca del efecto de lo militar sobre los derechos humanos 56: ni se han demostrado como agentes activos de cambio social; ni se ha podido establecer en un plano mundial una diferenciación sustancial entre regímenes militares y civiles en la materia 5�. Donde la diferencia es menor en este sentido es, precisamente, en Iberoamérica. Lo que significa que no puede decirse que la política del Estado, es decir, cómo en un país se gobierna o se discrepa, se diferencie aquí mucho en un régimen militar de uno civil; o que la diferenciación se dé automáticamente 58, por lo que ha de analizarse más bien el tipo de gobierno que se trata en cada caso.

8. Panorama de la Guerrilla Argentina y del Extremismo Chileno

Si se establece como marco temporal la década 1966‑19�5, en la cual recrudece la violencia en los países analizados y se produce el co‑lapso del régimen político, se aprecia en dicho lapso en Sud y Centro‑américa en general un considerable aumento de los efectivos y fuerzas paramilitares. Veamos:

55 nolte, d. (ed.), Vergangenheitsbewältigung... cit., p. 9.56 heinz, Wolfgang, Ursachen..., cit., p. 123.5� heinz, Wolfgang, Ibid. p. 12658 reMMer, karen l., «evaluating the policy impact of military regimes in latin america» en:

Latin America Research Review nº 2, 1978, pp. 39‑54

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Fuerzas armadas en miles de efectivos 59:

1966 1975

Variación % Serv. act.

Param. Serv. act. Param. Serv. act. Param.

Sudamérica 605 232 639 305 5.6 30.5

Centroamérica 149 51 239 58 +40.0 [1] 13.7

Esta cifra se reduce a 4,2% si se descuenta a Cuba.

A juicio de algunos 60, esto revela un cambio a nivel de las elites, no hacia objetivos más moderados y realistas, lo que se explica en el gran volumen de efectivos que se alcanza y en la mayor efectividad de los paramilitares. En la década de los sesenta se aprecia en diversos países un incremento de las medidas represivas como medio para garantizar la estabilidad del gobierno.

Los movimientos guerrilleros surgieron en Iberoamérica desde me‑diados de 1960 y hasta comienzos de los setenta, inspirados en las revoluciones de Cuba y de Argelia, esta última más bien una guerra de independencia o descolonización.

La revolución cubana había desmentido en cierta medida el esque‑ma de las «etapas» propuesto por los partidos comunistas del conti‑nente, haciendo simplemente la revolución y demostrando que ello era posible en la realidad. Los ejemplos cubano y argelino otorgaron a la vía armada el carácter de instrumento válido e, incluso, irrenunciable para alcanzar el poder en la zona 61.

Cobró importancia y se impuso la tesis del Che Guevara, en cuanto a que un requisito fundamental para la victoria del proletariado era la «aniquilación del aparato militar de la clase dominante», para lo cual la guerrilla, «vanguardia organizada del pueblo», era la portadora de

59 Fuente: heinz, Wolfgang. Ursachen..., cit.

60 Janowitz, Morris, Military institutions and coercion in the developing nation. University of Chi‑cago Press. Chicago, 19��, p. 43 y lo mismo en Heinz, Wolfgang, Ursachen..., cit., p. 135.

61 weBer, Gaby, Die Guerrilla zieht Bilanz. Focus Verlag s.e., 1989, p. 10.

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la revolución y fomentadora de los «focos» que podrían contribuir a crear las condiciones objetivas necesarias para ella. Con esto, un sector de la sociedad dio el paso de colocarse en posición de enfrentamiento frontal con las fuerzas armadas, y fue lo que efectivamente sucedió en muchos países 62.

Según algunas interpretaciones, el surgimiento de estos movimien‑tos guerrilleros habría sido una respuesta a la política intervencionista e imperialista norteamericana, conocida como del «big stick». Ésta habría pretendido vanamente una especie de «revolución desde arri‑ba», a través de un programa de alcance continental conocido como la «Alianza para el Progreso», con el fin de revertir las situaciones de injusticia, pobreza y marginalidad que campeaban por el continente, eliminando así causas y candidatos a una alianza alternativa con la revolución dirigida desde Cuba 63.

Mirada en visión retrospectiva, en cambio, no parece haber duda que el origen y desarrollo de la guerrilla en la generalidad de estos paí‑ses obedeció a un plan exterior, activo y en gran medida independiente de condiciones estructurales objetivas 64 y que, por ser tal, excedió la realidad y posibilidades que podían darse dentro de tales países. No puede entonces descartarse hoy día como equivocada la tesis que ori‑ginó, por su parte, la organización de la defensa contra esa amenaza, en cuanto diagnóstico de la realidad que se vivía en esos años.

62 Piénsese en la secuencia de crímenes contra oficiales de las fuerzas armadas cometidos por la guerrilla en la argentina en la primera mitad de la década de 1970.

63 en un solo año fluyeron ocho de los ochenta mil millones de dólares presupuestados por el go‑bierno estadounidense para ejecutar ese plan en diez años, pero todo se interrumpió con el asesi‑nato del presidente kennedy.

64 en noviembre de 1972 Miguel enríquez, líder máximo del Movimiento de izquierda revolucio‑nario chileno (Mir) llamaba a una «internacionalización de la lucha armada en el Cono sur», invitando a una reunión en santiago a tres miembros del Politburó del Partido revolucionario de los trabajadores (Prt) de argentina y el Movimiento nacionalista tupamaros (Mnt) del uru‑guay. también se iba a incorporar el ejército de liberación nacional boliviano (eln). tras los sucesos de 1973 en Chile, los contactos se hicieron más difíciles, pero luego se pudo fundar una escuela de cuadros, una revista y —a principios de 1974— la llamada «Junta de Coordinación de los revolucionarios». Cfr. weBer, G., Die Guerrilla..., cit., p. 7.

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Lo que es, sí, necesario distinguir, es si aquella fundamentación dada para defender a los países contra la guerrilla suponía la abroga‑ción del Estado de Derecho. Respondiendo negativamente, se estima empero que la pérdida de éste no fue más que la consecuencia de la evolución de los acontecimientos dentro de la arena del sistema de partidos en cada caso, sin que pueda atribuírsele a quienes combatie‑ron la subversión. La aparición de ésta polarizó los sistemas políticos, precipitando su descomposición, crisis y colapso.

Entre los movimientos guerrilleros argentinos puede mencionarse una nutrida gama: Montoneros; Ejército Revolucionario del Pueblo; Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR); Fuerzas Armadas Peronis‑tas (descamisados); Fuerzas Armadas del Pueblo (FAP); Comando Po‑pular de Liberación y otros menores.

En 19�0 se funda el Ejército Revolucionario del Pueblo. En el Con‑greso que fundamenta sus acciones hacia el futuro se declara que «el ejército (el ERP) es el brazo armado, la fuerza militar de la clase traba‑jadora y del pueblo, del cual se sirve [éste] en la lucha armada contra el ejército de la burguesía» 65.

En los inicios del segundo gobierno de Perón (19�3‑19�6), mu‑chos de los guerrilleros amnistiados que habían operado durante la fase anterior (1966‑19�3), pasaron a integrarse a las acciones del ERP 66. Por su parte, la guerrilla rural argentina tenía sus bases sociales en la populosa provincia de Tucumán. Su dominio de la zona permaneció hasta comienzos de 19�5, cuando —aun bajo la presidencia peronis‑ta— comenzó su aniquilación por la vía armada. Su eliminación completa quedó sellada en 19�6.

65 weBer, G., Die Guerrilla..., cit., p. 40.66 éste llegó a poseer, en su momento de máximo apogeo, más de cinco mil miembros y alrededor

de quince mil adherentes. Comenzaron a secuestrar políticos, militares, empresarios; a asaltar correos, bancos y transportes de alimentos, que repartían en centros miserables. uno de los episo‑dios más tristes fue el asalto a un oficial de las fuerzas armadas, causando la muerte a su hija de tres años de edad, e hiriendo a otra. los montoneros, por su lado, llegaron a tener cerca de cien mil seguidores, con más de seis mil cuadros permanentes. hoy la mayoría de sus miembros exiliados han permanecido fuera del país en su mejor época. Cfr. weBer, G., Die Guerrilla..., cit., p. 96.

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Un año después, el ERP decidió enviar a sus miembros al extranje‑ro. Allí, en 19�9 se organizó su VI Congreso, decidiéndose la disolu‑ción de la organización. En su «mea culpa» sólo se hacen descargos de carácter ideológico, sobre la estrategia utilizada, la subvaluación de la necesidad de graduar el ritmo de los cambios a realizar, de «subvalo‑ración» del «enemigo» (léase las fuerzas armadas) y en fin, nada que haya significado un verdadero abandono de la violencia como método de acción política.

El extremismo chileno reconoce dos puntos de partida, uno doctri‑nario y otro histórico, análogos a los del caso recién visto. En 196� una importante colectividad política de la izquierda, el Partido Socialista, optó por la vía armada en su lucha por alcanzar el poder. Paradigma de esta decisión fue, nuevamente, la revolución cubana. Dos años antes se había fundado el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), en la ciudad de Concepción, con cerca de seiscientos integrantes. Se muestran igualmente impresionados con los resultados de la referida revolución —de la cual llegarían a ser su concreción práctica en el país 6�— y con la guerrilla uruguaya, representada por el Movimiento Tupamaros 68.

Cuestionan los métodos parlamentarios de lucha política como meros instrumentos reformistas para resolver los problemas sociales. La izquierda en general partía, hasta entonces, de la idea de que la sociedad chilena era mitad feudal y que los cambios y, en definitiva, la revolución, debían realizarse, primero, a través de un frente con la burguesía nacional, para hacer una revolución democrático‑burguesa. Ésta crearía las condiciones, en un futuro, para implantar el socialis‑mo. Este concepto, que reconoce su fuente en el diagnóstico social del Partido Comunista, es el que rechaza el MIR para optar, así como el P.S., por la vía armada. Ello, pues consideraban que en Chile imperaba

6� andrés Pascal allende, uno de sus dirigentes fundadores, había participado en sus años juveniles de la experiencia del campo socializado cubano.

68 la imagen uruguaya trajo la posibilidad de hacer la guerrilla en las ciudades.

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más bien un capitalismo dependiente y que el dilema se presentaba directamente entre capitalismo o socialismo.

Para el MIR, la revolución tenía una cara anticapitalista y an‑tiimperialista, es decir, anti‑norteamericana. Su primer congreso ideológico tuvo lugar en 196�. Ese mismo año pasaron a la clan‑destinidad y, al siguiente, comenzaron con las acciones directas. Se fueron al campo, organizando «corridas de cerco» 69 y ocupaciones de predios. Paralelamente, se prepararon para el trabajo político‑militar de conspiración. Activaron contactos al interior de las fuer‑zas armadas. Trataron de generar división en el interior de éstas a través del enfrentamiento de clases entre oficiales, sub‑oficiales y soldados.

Tras la elección de Salvador Allende, en 19�0, al que habían apo‑yado con una cierta morigeración en sus actividades, no se allanaron sin embargo a dejar las armas, contribuyendo a la polarización que culminó con la caída del gobierno civil en septiembre de 19�3. El surgimiento de la guerrilla es, en la Argentina y Chile, el reflejo de una crisis de legitimación de las instituciones, en la que se desins‑titucionaliza la solución de los conflictos. Se encuentra hoy ante el desafío de una renovación ideológica y teórica que la adapte a la realidad cambiada en la que se halla. Allí está su desafío y se juegan sus posibilidades de reaparecer.

8.1. La «guerra sucia» en Argentina

Este término ha sido tradicionalmente usado para describir las ac‑ciones que los agentes del Estado realizaron en contra de la subversión desde 19�6 en adelante. Empero, mencionaremos así a las acciones seguidas, tanto por organismos del Estado desde esa fecha, como por grupos paramilitares independientes, aun anteriores, en contra de la

69 Modificación de los linderos de terrenos rurales, desconociendo de facto los derechos de los propietarios.

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guerrilla. A mediados de los sesenta comienzan a aflorar tales grupos en la escena argentina. Más de veinte escuadrones de la muerte ha‑brían operado entre 19�0 y 19�5 �0.

En una primera etapa, antes de 19�6, la acción en contra de la gue‑rrilla estuvo a cargo de la Triple A �1, con tolerancia y apoyo disimula‑do o encubierto del Estado. El gobierno constitucional habría sentado el precedente de avalar a un grupo como aquél. Luego, desde 19�6 en adelante, fueron las fuerzas armadas mismas quienes siguieron actuando �2.

El volumen de detenciones y desaparecimientos de 19�6‑19�� es sustancialmente más alto que en los años siguientes y, sin perjuicio de que en las directivas elaboradas por las fuerzas armadas argentinas para combatir a la subversión no existen referencias al uso de métodos ilegales, la represión habría sido organizada en torno a centros de de‑tención clandestinos, algunos existentes incluso antes de 19�6 �3.

Las fuerzas armadas actuaron en este sentido en un contexto de legitimación, debido al apoyo popular que se dio a su intervención del gobierno, lo que dificultó poner atajo a tiempo a los excesos que se cometieron en el período.

No es posible dar una cifra estimada del número de personas invo‑lucradas en esta represión; los centros clandestinos de detención debían permanecer aislados, como una estructura secreta. Unos hablan de unas mil personas, que habrían tomado parte en estas acciones �4. La única estima‑ción publicada al respecto, referida a la marina, habla de 314 personas,

�0 Moyano, J. M., «the Dirty War...», cit., p. 47.�1 las evidencias habrían demostrado que la existencia, formación y funcionamiento de la triple a

(alianza anticomunista argentina) fue conocida desde un principio por los mandos de las fuerzas armadas argentinas.

�2 según cifras oficiales se maneja en el caso argentino una de 8,961 víctimas (Comisión «nunca Más»). entre 1970 y 1975 los escuadrones de la muerte causaron alrededor de 841 muertes. la guerrilla entre 1,500 y dos mil.

�3 Moyano, J. M., «the Dirty War...», cit., p. 58.�4 entre 80 mil efectivos del ejército; 30 mil de la marina; 18 mil de la fuerza aérea y 35 mil de la

policía.

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representativo del 1,05% del total de los efectivos. Si se asume igual porcentaje para las demás ramas, se tendría que en el ejército estuvieron empleadas para tales fines �5 840 personas; 189 para la fuerza aérea y 36� para la policía, dando un total de 1.�10 personas, si bien se ha dicho que esta no fue la única parte de la guerra sucia. Si se toma como referencia el 2% �6, se tiene que no más de 3.260 personas estuvieron involucradas ��, lo que permite focalizar la observación. Se habría establecido, además, un sistema de rotación de personal y el llamado «pacto de sangre», para los oficiales, a fin de involucrar a todos en el combate contra la subversión. Sin embargo, la amplitud de estas prácticas es discutida.

8.2. La guerra irregular chilena

Luego de la intervención militar de 19�3 y ante la eficiencia operativa de las fuerzas armadas, más las dificultades logísticas y la falta de mayor consistencia militar, el MIR declinó hasta prácticamente desaparecer. Las acciones más reconocibles pertenecen al período 19�3‑19��, que es cuan‑do se registra la fase de mayor dureza en la lucha antisubversiva �8.

Entre 19�4 y 19�6 fueron desarticulados por los aparatos de inteli‑gencia, las dirigencias de los Partidos Socialista, Comunista y del pro‑pio MIR �9. Las acciones y organización de este último se reanudaron a partir de 19�8, pero no alcanzaron a colocar en verdaderas dificultades al gobierno.

�5 en los llamados grupos tareas.�6 sacado de una estimación relativa a la policía federal.�� Moyano, J. M., «the Dirty War...», cit., p. 63.�8 la expresión «guerra irregular» proviene de las tácticas utilizadas por el ejército francés en contra

de la guerrilla en argelia. es utilizada en Chile comúnmente en ámbitos castrenses para explicar el tipo de enfrentamiento que tuvo lugar entre las fuerzas armadas y los grupos extremistas.

�9 según cifras dadas por dirigentes miristas, desde 1973 en adelante habrían muerto entre 1500 y 2000 miristas activos, lo que si bien excede la cuantía establecida por organizaciones indepen‑dientes y organismos internacionales, permite apoyar sus asertos en el sentido de haber experi‑mentado en la época, un vacío de cuadros que acabó por debilitar a la organización. Para otros, entre 1974 y 1979 habrían muerto cerca de 800 miristas. Cfr. weBer, G., Die Guerrilla..., cit., p. 227. sobre el número de víctimas causados por el Mir y grupos similares no se dispone de estadísticas ciertas, pero se manejan —para igual período— cifras de entre los doscientos y cua‑trocientos muertos, en su mayoría uniformados.

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A diferencia del caso anterior, no existe aún suficiente distancia crítica ni información accesible como para establecer el rol histórico concreto jugado por los servicios de inteligencia en esos años. Empe‑ro, se ha sostenido que el aparato montado en aquel tiempo obedeció tanto a las necesidades de consolidar el poder, aunque también habría servido para apuntalar las reformas económicas que se impusieron 80.

En los primeros tiempos, y hasta que fueron unificados en un solo ente, habrían competido entre sí los distintos servicios de inteligencia de las diversas ramas de las fuerzas armadas para consolidar el poder de sus respectivos jefes, lo que habría llevado a la comisión de excesos y a os‑tensibles deficiencias en el control. El concepto aplicado en la creación de un servicio único habría sido reducir y terminar con tales desmanes pero, al mismo tiempo, prevenir una reacción de grupos armados de izquierda, en una lucha de contrainsurgencia según modelo norteamericano 81.

La focalización de las acciones de inteligencia respecto de la di‑rigencia del PC y del MIR, más la falta de información que entonces hubo, por la censura de los medios de comunicación, impidieron a amplios sectores de la población hacerse una idea aproximada de lo que sucedía, aunque percibiendo el clima de restricción de liberta‑des. Más aún, se habría conseguido crear durante años en extensos sectores sociales la sensación de una falsa seguridad, que identifica‑ba la diversidad ideológica como un entorpecimiento en la tarea de restablecer la normalidad institucional, lo que retardó o impidió re‑acciones frente a la autoridad 82. Hechos y circunstancias han salido

80 kletten, ingo, «durch terror...», cit., p. 39.81 kletten, ingo, «durch terror...», cit., p.42 Fue en los estados unidos donde la mayoría de los

oficiales realizó su entrenamiento en materia de contrainsurgencia. Para mayores detalles: fer-nández Baeza, Mario, Nationale Sicherheit in Lateinamerika. heidelberer dritte Welt studien. heidelberg, 1981.

82 sobre el concepto de «falsa seguridad» y el manejo de la opinión pública bajo dictaduras: Cfr. noelle-neuMann, elisabeth, «Falsche Geborgenheit. die doppelbödigkeit der öffentlichen Meinung in der diktatur» en: Frankfurter Allgemeine Zeitung (FAZ) nº 54: 05‑03‑98, p. 12.

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a la luz pública sólo en el último tiempo; otros sólo se pueden leer en investigaciones que se hallan en el extranjero 83.

Un cambio en la estrategia política del Partido Comunista 84, a co‑mienzos de los ochenta, buscó darle un nuevo impulso a las activida‑des guerrilleras del MIR, pero no prosperó. Las reformas económicas del régimen militar, que de paso provocaron una especie de reforma de tipo social, al cambiar la mentalidad y la forma de ver la realidad por una centrada en el éxito, la propiedad, la libertad individual, signi‑ficaron un golpe a la posibilidad de arraigo popular de las ideas de los grupos extremistas de izquierda 85.

Estos cambios no han podido ser reprocesados por estos sectores, a fin de permitirles recuperarse. La caída de la URSS les dio un golpe de muerte a los movimientos guerrilleros del continente, y en concreto a los actuantes en Chile, al cesar el sustrato ideológico y económico que hacía posible sus actividades.

9. La Política de Derechos Humanos de Alfonsín

La caída del régimen militar argentino significó, debido a la pér‑dida absoluta del prestigio profesional y del ascendiente social de las fuerzas armadas que siguió a la guerra de las Malvinas, la imposibi‑lidad para aquéllas de asegurarse un papel explícito de garantes de la institucionalidad que se inauguró con Raúl Alfonsín. Los aprestos para abandonar el poder y llamar prontamente a elecciones no fueron

83 un estudio paradigmático en este sentido es el de friedMann, reinhard, Chile unter Pinochet: das autoritäre Experiment (1973‑1990). arnold‑Bergstraesser‑institut. Freiburg i.Br., 1990.

84 en 1980 el secretario general del PC de Chile, luis Corvalán, anunció el fin de la política de «frente unitario antifascista» para reemplazarla por la de «todas las formas de lucha», lo que incluía la legitimación y empleo de la violencia. reconocía el PC, de paso, el fracaso de su línea anterior.

85 Para el Mir la revolución ha sido siempre un proceso de masas.

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el escenario que aquéllas hubiesen deseado para negociar su salida, lo que llevó a que el asunto más espinudo por resolver, los abusos en contra de los derechos humanos, se arrastrara durante los primeros años del nuevo gobierno, llenando de incertidumbre sobre el destino de la reinaugurada poliarquía.

Victorioso Alfonsín y elegido el parlamento, se encargaron ambos de declarar «insanablemente nula» la ley de amnistía que la última Junta Militar, presidida por el general Reinaldo Bignone, había dicta‑do con el fin de dar por concluido este capítulo 86.

Si se considera el discurso que había acompañado la campaña pre‑

sidencial alfonsinista, había que partir del hecho de que en el nuevo gobierno, no sólo se reiniciaría una época de mayor respeto por las personas, sino que serían castigados, sin miramientos, los responsa‑bles de arbitrariedades y abusos del último tiempo.

Este discurso producía en su momento, además, el efecto de dife‑renciar claramente —y en un plano ético— la candidatura Alfonsín de la peronista de Italo Luder. El hecho que los peronistas fueran vulne‑rables en este terreno habla por sí mismo de la magnitud y alcances que el problema había alcanzado en la Argentina, no limitado sólo a las fuerzas armadas o a un sector de ellas.

En la época ya eran conocidos los entretelones del inicio de la «gue‑rra sucia», por lo que el planteamiento de Alfonsín significaba, no sólo el fin del quiebre de la normalidad institucional, sino que también una renovación de la sociedad en un aspecto especialmente vapuleado en los años anteriores.

86 decreto‑ley 22.924 de 22 de agosto de 1983, publicado el 27 de septiembre del mismo año. se declaran expresamente no perseguibles aquellos delitos cometidos entre el 25 de mayo de 1973 y el 17 de junio de 1982. en virtud de la ley 23.040 de 22 de diciembre de 1983, y solo a cuatro meses de haberse dictado, fue declarada por el Congreso recién electo como contraria a la Cons‑titución y carente de todo efecto jurídico

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Prometía un buen resultado a estos afanes la extrema debilidad a la que la guerra contra Gran Bretaña había llevado a los militares.

Tras la derogación de la ley de amnistía, que produjo el curioso efecto de hacer «resucitar» la extinguida responsabilidad penal de los beneficiados por ella, se inició la activación de procesos respecto de los oficiales de mayor rango de la administración anterior, tomando en ello el gobierno un papel activo, tanto en la elaboración como en el ejercicio de las acciones.

Se puso en movimiento a la judicatura militar pero, al no obtenerse en ella la esperada condena de los imputados, se trasladó la competencia a la Corte Suprema. Así fue como, en este ámbito jurisdiccional, se con‑denó a los integrantes de las Juntas Militares. Sin embargo, la aplicación de esta justicia no llevó ni a la pacificación, ni a la reconciliación, sino que todo lo contrario. Mientras una parte de la opinión pública celebraba las condenas, se extendió la inquietud en los círculos castrenses, inicián‑dose una serie de sublevaciones de cuarteles y unidades, que el gobierno no fue capaz de aplacar, viéndose en la necesidad de restringir el círculo de los posibles sujetos de juzgamiento.

A fines de 1986, el gobierno dictó normas legales que establecie‑ron, con este fin, un plazo breve para la apertura de nuevos casos 8�. Paralelamente, se dieron instrucciones complementarias a los fiscales de la judicatura ordinaria, en orden a que los fiscales federales se su‑jetaran en las investigaciones subsiguientes al modelo representado

8� ley nº 23.492. Borra la responsabilidad penal de aquellas personas cuya comparecencia no sea ordenada por el tribunal dentro de los sesenta días siguientes a la promulgación de la referida ley, por su presunta participación en los delitos establecidos en la ley nº 23.049 (que incluye la conducta violatoria de los derechos humanos ejecutadas entre el 25‑05‑1973 y el 17‑06‑1982), así como la de aquellas personas que hasta el 10 de diciembre de 1983 hayan cometido delitos que estén vinculados con formas violentas de acción política (terrorismo).

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por el juicio a los ex‑comandantes en jefe, el primero de los que el gobierno impulsó 88.

Poco después, a mediados de 198�, se dictó la denominada «ley de obediencia debida», que estableció eximentes de responsabilidad fundadas en la no exigibilidad de otra conducta 89.

Con la dictación del primer cuerpo legal se redujo el número de procesos pendientes a cuatrocientos cincuenta; después del segun‑do, a sólo cincuenta. Estas cifras muestran, más allá de la validez de los argumentos jurídicos esgrimidos en las disposiciones legales pertinentes, el propósito del legislador de no ampliar las investiga‑ciones y los juzgamientos a un volumen tan alto de oficiales, que pudiera implicar un juicio global a las instituciones de la defensa como tales.

88 decreto 92/87 de 22‑01‑87; resolución 2/87 de 03‑02‑87. ellas eran: concentración de las próximas investigaciones en hechos que en el juicio de los ex‑comandantes hubiesen sido probados (por ello, sólo persecución de hechos que pudieran ser vistos como «suficientemente dignos de credibilidad»; investigaciones solo contra personas, respecto a las cuales hubiera «seguros indicios» en favor del levantamiento de la acusación (el subrayado es nuestro); limitación de las indagaciones a personas, que a causa de su elevado rango en la cadena militar tuvieron un efectivo espacio de decisión; o bien a personas de rango inferior, mientras hubiesen cometido estos crueles hechos; acortamiento de la prescripción extintiva cuando, en caso de concurso real de delitos, la prescripción comienza a correr no en forma independiente; y ella en caso de privación de libertad comienza , no con el término del delito, sino que cuando el «presunto responsable» (el superior jerárquico en el servicio) ha perdido un importante grado de influencia sobre el destino del arbitrariamente detenido o en tanto la persis‑tencia de la detención se ha hecho verosímil; realización preferente del procedimiento, respecto de quienes se tratan los hechos mencionados arriba, cometidos en contra de menores de edad.

89 esta ley estableció una ficción legal, en virtud de la cual los integrantes de las fuerzas armadas hasta el grado de general de brigada, no eran sujetos punibles de los delitos tipificados en la ley nº23.049, artículo 10, que hubieran cometido en cumplimiento del deber de obediencia.Más precisamente se entendió que las personas incluidas en esta norma se encontraban en posi‑ción de subordinación, obligados a ejecutar las órdenes que se les impartían, no pudiendo desobe‑decer, investigar u oponerse a las órdenes recibidas en cuanto a su procedencia y legitimidad.se distingue en esta ley según el rango de los oficiales que potencialmente pudieran verse invo‑lucrados, estableciéndose incluso que en ciertos niveles superiores la ficción de irresponsabilidad podía invertirse, si dentro de un breve plazo de días, anteriores a la promulgación de la ley, se hu‑biese establecido por el tribunal competente que tales personas sí habían tenido poder de decisión respecto de las órdenes recibidas y estaban además involucradas en la elaboración de aquellas. la ley debía ser aplicada por el juez a todos los procesos en curso, excluyéndose sólo los delitos de suplantación de personas, sustracción y ocultamiento de menores y usurpación.

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Complementariamente a las normas legales referidas se dieron ins‑trucciones a los fiscales encargados de llevar adelante las investiga‑ciones, para que las aceleraran y, si era posible, acumularan causas. Se pretendía con ello no abrir nuevos procesos y en lo posible, archivar prontamente los procesos en curso 90.

En este contexto, el juicio en contra de los integrantes de las Juntas Militares habría de servir igualmente de modelo de acción procesal en los siguientes casos que se presentaran; nuevas investigaciones relacio‑nadas con los mismos hechos no deberían continuarse; los fundamentos de la prueba y la respectiva sentencia tendrían que ser asumidos, ar‑chivándose los correspondientes fundamentos de hecho y de derecho. Según Kai Ambos, fue ordenado, en el fondo, aplicar en forma generosa a los sospechosos de crímenes la causal de «obediencia debida» 91.

10. La Política de los Derechos Humanos de Menem

Ante la paralización en la iniciativa de Alfonsín, provocada por los levantamientos militares, quedó a su sucesor, Carlos Menem, comple‑tar —si bien de manera modificada— la tarea que había quedado in‑conclusa. En octubre de 1989 fueron anunciados una serie de indultos, que alcanzaron no sólo a los procesados de las fuerzas armadas, sino que a los uniformados que se habían amotinado recientemente contra Alfonsín, así como a los jefes guerrilleros.

Estas medidas representaron en su momento un éxito para el go‑bierno, pues a causa de ellas los montoneros declararon su fracaso, pidiendo además la liberación de los generales procesados. Con los indultos, éstos y las fuerzas armadas en general, consideraron confir‑madas sus actuaciones en este terreno, sin mostrar arrepentimiento por

90 el 24 de abril de 1986 impartió el ministro de defensa de la época un conjunto de instrucciones al fiscal general del Consejo superior de las Fuerzas armadas (CFsa) en orden a que: a) se infor‑mara de los procesos pendientes y se efectuara la vinculación de esos con otros procesos en curso; b) se ordenaran los procesos según las ramas de las fuerzas armadas a la que correspondieran.

91 aMBos, kai, «zur rechtlichen...», cit., p. 92.

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los excesos cometidos. Decepcionados se mostraron, por el contrario, los representantes de organismos de derechos humanos.

En uso de sus facultades presidenciales, consagradas en el artículo 86, número 6 de la Constitución, fueron indultadas 2�� personas en total, en su mayoría militares, e incluyéndose en tales medidas a 64 ex‑guerrille‑ros, entre los cuales se encontraba su líder máximo. Hubo casos, entre los oficiales militares, a los cuales les fue levantado el cumplimiento de la condena que ya había sido dictada. Es decir, la aplicación de tales dis‑posiciones alcanzó tanto a condenados como a sometidos a proceso 92. La decisión fue fundamentada expresamente por el presidente Menem en la necesidad de propender a la unidad nacional, a la reconciliación entre los argentinos y a la pacificación social, no dando cabida a los posibles sentimientos de venganza.

Así, y de un cierto modo simbólico, la secuencia de los decretos de indulto mostró las dos caras de la medalla en materia de violaciones a los derechos humanos en la Argentina.

A lo anterior siguió una, ahora definitiva, sujeción a la ley de punto final, que terminó por concluir el episodio, al menos en el plano judicial. La experiencia argentina demostró la inviabilidad de un juzgamiento unilateral de las responsabilidades en esta materia, incluso encontrándo‑se el gobierno de la época con un panorama ampliamente favorable para una neutralización y reforma orgánico‑funcional de las fuerzas armadas. Durante el proceso de determinación de responsabilidades se estableció que tal propósito podía llevar a consecuencias peores para la estabilidad del país.

92 decreto 1002 para personal militar; decreto 1003 para civiles, del 6 de octubre de 1989, publica‑do el día 10 del mismo mes y año. el decreto 1004, publicado el 10 de octubre de 1989, indultó al personal militar y de seguridad que había participado en los connatos de golpe de estado regis‑trados entre abril de 1987 y diciembre de 1988. el decreto 1005, también publicado en la fecha anterior, indultó al personal participante en la guerra de las Malvinas. los decretos 2741 y 2746 del año 1900, publicados en 3 de enero de 1991, indultaron a numerosos militares, entre ellos los generales Videla, Massera, agosti, Viola, lambruschini, Camps, richeri, y suarez Mason, como a civiles colaboradores de los militares. el decreto 2742, específicamente indultó al jefe de los Montoneros, Mario eduardo Firmenich.

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11. La Política de Derechos Humanos de Aylwin

El primer gobierno de la coalición demócrata cristiana‑socialista (1990‑1994) practicó en Chile un tipo de política dual en materia de derechos humanos.

Por una parte, inició una normalización de las relaciones con las fuerzas armadas; por la otra, buscó activar el establecimiento de responsabilidades, tanto políticas como penales, de los militares. Cada una de ellas con sus medidas e iniciativas propias y bajo un concepto que el propio presidente enunció, en cuanto a ejercer «justicia en la medida de lo posible».

Así se fue apreciando cómo el desarrollo de esta estrategia fue ten‑sionando progresivamente las relaciones del gobierno con las fuerzas armadas. El gobierno siempre supo que no le sería posible, en la exis‑tente correlación de fuerzas y con la legislación entonces vigente, llevar a cabo una depuración de las instituciones armadas acorde con las aspi‑raciones de ciertos sectores de la coalición. Pero, parecía ser prioritario en la época el establecimiento de responsabilidades penales concretas, si bien el tiempo y las experiencias terminaron por decir lo contrario.

Las vinculaciones entre ambos se llevaron a efecto a través del Mi‑nistro de Defensa, quien tenía como interés primordial el dejar sentada la preeminencia civil. En ello no se ahorraron esfuerzos 93. Hacia el

93 a consecuencia del comportamiento hostil del Ministro de defensa, especialmente respecto al ejército —expresado tanto en sus declaraciones a la prensa como en una aparentemente deseada negligencia en el despacho de medidas y disposiciones reglamentarias para el gobierno de la insti‑tución militar— pareció en algún momento, que lo que importaba era dejar la impresión de habér‑sele infringido una derrota a los militares, hecho que justificaba una sumisión de éstos, ostensible e incondicionada. el tiempo mostraría cómo esta estrategia gubernamental, no sólo no produjo en la opinión pública tal sensación, sino que no generó otro resultado que la inhabilitación fáctica del Ministro, para seguir cultivando los vínculos con las fuerzas armadas. desde más o menos el comienzo de 1993, los nexos cívico‑militares se establecieron entre otros ministros del gabinete, como el de interior y secretaría General de Gobierno, con el Comandante en Jefe del ejército y sus subalternos.

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final de su período, y a la luz de los magros resultados obtenidos, el gobierno trasladó el tema de los derechos humanos a una posición marginal de su agenda. No había pretendido sólo un establecimiento de la verdad de carácter histórico, sino que mediante una serie de re‑cursos un real enjuiciamiento de las instituciones de la defensa, que a la postre no se verificó.

En cuanto a las medidas concretas adoptadas, el gobierno inició su período indultando a cuarenta presos «políticos», que se encontraban privados de libertad por infracciones a la ley de control de armas, de seguridad interior del Estado y antiterrorista 94.

Para proceder a la liberación paulatina de presos provenientes del régimen anterior, se hizo la distinción extralegal entre «presos de con‑ciencia» y presos de «sangre», manteniendo en parte el rigor de la sanción respecto de éstos últimos, en razón de haber mediado en sus delitos uno o más homicidios. Luego se abocó a la elaboración de una serie de leyes tendientes a modificar las penas y la competencia asignada a los delitos contemplados en las normas mencionadas más arriba 95. Su aprobación se consiguió luego de intensas negociaciones con la oposición, pues si bien el gobierno tenía mayoría clara en la Cámara de Diputados, no era ella tan amplia en el Senado, donde de‑bían ser también aprobadas. En esta etapa se modificó igualmente la disposición constitucional que impedía al presidente otorgar indultos en casos de delitos terroristas.

Las nuevas leyes disminuyeron la competencia de la judicatura militar, que había sido ampliada en el curso de los años anteriores. Si bien las figuras delictivas se mantuvieron, las nuevas normas propendieron a una reducción de las penas. También se tendió a otorgar mayores garantías a los detenidos durante el tiempo de su

94 el total de personas en esta situación al momento de asumir el nuevo gobierno era de 411.95 tarea llevada a efecto por el Ministro de Justicia, Francisco Cumplido, al que las normas final‑

mente dictadas deben su nombre.

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reclusión, como en lo referente a la comunicación con sus aboga‑dos y con otros reclusos, visitas 96 y, principalmente, se permitió a los procesados la posibilidad de hacer reabrir sus causas, ahora bajo una nueva jurisdicción, con la posibilidad de reducir sus pe‑nas, o de cambiarlas por otras como la libertad vigilada o el ex‑trañamiento, lo que resultó ser una salida para quienes no habían recibido el indulto gubernamental 9�.

El gobierno inició paralelamente un soterrado juego de medición de fuerzas, pues mientras públicamente decía aspirar a la normaliza‑ción de las relaciones de su sector con las fuerzas armadas, se acti‑vó —o se permitió hacerlo— procesos de exhumación de cadáveres de los años 19�3‑19�4, investigaciones por casos de corrupción del tiempo de la Junta Militar y modificaciones legales para alterar el estatus de las fuerzas armadas en la constitución y en la ley, especial‑mente en lo referente a disminuir el grado de autonomía que les fue asegurada en el ordenamiento jurídico en cuanto a nombramientos, ascensos y retiros de oficiales.

En abril de 1990 se creó la Comisión Verdad y Reconciliación, con carácter meramente testimonial y, por tanto, no dotada de com‑petencia judicial, la que en nueve meses recibió testimonios de víc‑timas y familiares de víctimas de violaciones a los derechos huma‑nos, publicando un informe con sus resultados 98 y propuestas. En su configuración se tuvo como modelo a la argentina Comisión Sábato (CONADEP), buscándose integrarla con personas que tuvieran ascendiente

96 un ablandamiento análogo de las medidas de seguridad, verificado poco antes, a fines del régi‑men militar, permitió en los inicios del año 1990 la organización de una importante fuga de este tipo de presos alrededor de una cincuentena, la más numerosa en la historia penal del país, desde el recinto de máxima seguridad en el que se encontraban.

9� según la nueva normativa, un día de prisión vivido bajo el régimen anterior, contaría ahora como si fueran tres días.

98 se acreditó el desaparecimiento de 2,100 personas aproximadamente durante el período 1973‑1990.

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moral en el país y prescindencia de intereses partidistas, lo que se logró parcialmente 99.

Una vez concluida la labor de la Comisión, en marzo de 1991, el presidente Aylwin presentó el informe a la opinión pública y pidió perdón, en nombre del Estado, por los abusos. Sin embargo, su gesto, con un valor simbólico, no fue entendido por muchos como la toma de una posición del Estado mismo respecto del problema, sino que como un acto de voluntad de un sector del país que tanta o más responsabi‑lidad que los militares habían tenido en lo sucedido. El gobierno había querido con ello establecer una verdad histórica, que amplios sectores de la oposición, así como los militares, rechazaron, objetando la ecua‑nimidad de la Comisión y sosteniendo su carácter inconstitucional, al asemejarse a un verdadero tribunal, al menos en lo que a la facultad de conocer se refiere.

A modo de respuesta, el Ejército elaboró su propio informe acerca de las causas justificatorias de la intervención militar de 19�3, inclu‑yendo la nómina de sus propias víctimas. El consenso mínimo obteni‑do por Aylwin en su coalición tras el trabajo de la Comisión, permitió despachar una serie de leyes de reparación. En virtud de ellas se es‑tablecieron organismos estatales para dar ayuda financiera a los afec‑tados y sus familiares; dar asistencia social y de salud; y para seguir investigando otros abusos 100.

99 su objetivo era investigar los casos de violaciones de derechos humanos, con resultados de muer‑te, ocurridas entre el 11 de septiembre de 1973 y el 11 de marzo de 1990. razones de tiempo hicieron excluir de la competencia de dicha comisión, los abusos que hubiesen afectado a otros derechos. ello comprendía tanto las violencias de organismos estatales, como de grupos privados. y consideradas como tales fueron los desaparecimientos, ejecuciones, torturas, con resultado de muerte por organismos del estado así como atentados y secuestros ejecutados por grupos priva‑dos. de estos últimos sin embargo, no se recibieron denuncias.

100 a la fecha el gobierno ha cancelado indemnizaciones mensuales a más de cuatro mil víctimas o parientes de las víctimas identificadas con el informe de la Comisión; 821 becas de estudio; 63 vi‑viendas para víctimas de la violencia. Cfr. ambos, k., «zur verrechtligung...», cit., pp. 145‑146.en febrero de 1992 se creó la Corporación nacional reparación y reconciliación, continuadora de la anterior. ésta investigó cerca de 3,200 casos que permanecieron abiertos en su cometido, que fue ampliado hasta 1995.

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Las acciones desde el gobierno, encaminadas a hacer efectiva la responsabilidad de penal de los oficiales durante el régimen militar, unido a las investigaciones de una comisión especial de la Cámara de Diputados por presuntas irregularidades financieras en las que estaba involucrado el Ejército y parientes del Comandante en Jefe, originó nuevas inquietudes en el gobierno. Un aumento del grado de alerta en las unidades militares causó conmoción en los medios gubernamenta‑les y abrió cauces de negociación para impedir que se siguiera buscan‑do establecer responsabilidades de miembros de las fuerzas armadas.

El episodio demostró en forma inequívoca que los militares no se dejarían juzgar y de que su posición luego de la transición estaba todavía muy fuerte. No había peligro real de golpe de Estado, pero se activó en el consciente, e inconsciente, de los dirigentes políticos la convicción de no ir frontalmente en contra de las fuerzas armadas en este tema, si no se quería generar problemas mayores. Para mal de contrariedades, todo ocurrió durante un viaje del presidente al exterior, y mostró con crudeza la fragilidad de las restauradas instituciones constitucionales 101.

11.1. Amnistía, ¿perdón y olvido?

Al comenzar el gobierno de Aylwin, se agudizó la discusión so‑bre la validez de la ley de amnistía de 19�8. Se argumentó por parte de quienes pertenecían a la coalición gobernante que, si bien esta ley estaba de acuerdo a derecho interno, si se entienden los delitos amnis‑tiados como delitos contra la humanidad o crímenes de guerra, ellos irían además contra el derecho internacional y no serían amnistiables. En razón de ello, el propio presidente Aylwin trató de hacer cambiar, a través de un oficio remitido a las autoridades de la Judicatura, la in‑terpretación que la Corte Suprema hacía hasta entonces de la amnistía, «sugiriendo» que frente a casos que pudieran estar cubiertos por ella,

101 BeCker, david, «soziale und Phychische Probleme der (nicht‑) aufarbeitung der Vergangenheit in Chile» en: nolte d., Vergangenheitsbewältigung..., cit., pp. 167‑181.

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la investigación debía continuar hasta dar con el paradero de la vícti‑ma y el establecimiento del causante y, sólo en ese momento, proceder a archivar los antecedentes en razón de encontrarse el delito expre‑samente amnistiado 102. Adicionalmente, y debido a la jurisprudencia en favor del sobreseimiento inmediato de los asuntos cubiertos por la referida ley, se intentó por parte de las organizaciones de defensa de familiares de las víctimas, acusar a la Corte Suprema ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos de denegación de justicia.

Hasta fines de 1994 se sobreseyeron definitivamente cien casos y ochocientos temporalmente, por la ley de amnistía; trescientos queda‑ron activos. Hasta mediados de 1995, sin embargo, las organizaciones de derechos humanos consiguieron mantener activos ciento ochenta juicios criminales.

Se ha dicho que el gobierno de Aylwin actuó con una cierta ambi‑valencia, pues jugó con una serie de ficciones 103 para dar paso al esta‑blecimiento de la verdad. En vez de juzgar se optó, sin sancionar, por establecer una verdad a nivel social. Aun así, su política desató una ola de activación de procesos por violaciones de derechos humanos en los tribunales, a los que comenzaron a ser citados numerosos militares.

Con todo, no se ha resuelto en definitiva castigar penalmente. La evaluación de esta política ha sido positiva, aunque haya sido parcial el establecimiento de la verdad, parcial el resarcimiento e inexistente el castigo.

12. La Política de Derechos Humanos de Frei

El candidato presidencial para el segundo período post‑autoritario planteó ya en su campaña la necesidad de «mirar hacia adelante» y dar vuelta la página de esta etapa de la historia chilena. Profitaba con

102 en una clara infracción al principio de separación de poderes.103 discusión sobre validez de amnistía, aplicación de hechos sin investigar.

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su planteamiento, no sólo de los dividendos del gobierno saliente sino que, sobre todo, de las experiencias que aquél había hecho con motivo de los conatos de levantamientos castrenses que se habían producido.

El punto de partida y núcleo de su política fue el programa econó‑mico, con cuya legitimidad pretendía alcanzar de paso la superación del insoluto tema de los derechos humanos. Con las fuerzas armadas buscó tener una vinculación de comunicación y entendimiento, para lo cual partió por elegir como Ministro de Defensa y, por tanto, en‑cargado de las relaciones entre aquéllas y el gobierno, a un político de espíritu conciliador, que no abriera, tanto en lo personal como en lo institucional, frentes de controversia. Sin embargo, ya en el poder, Frei no pudo evitar que nuevamente lo no resuelto se transformara en una espina en el ojo, pero —esta vez— no en razón de iniciativas directas de su propio gobierno, sino que debido a actuaciones del Poder Judicial.

La condena dictada en 1995 en el caso de tres militantes comunis‑tas muertos diez años antes por un grupo paramilitar integrado por miembros de la policía, no incluido en la ley de amnistía, exacerbó el conflicto 104.

El otro episodio, fue el enjuiciamiento al ex Jefe de Inteligencia del régimen militar, tras largos años de sucesivos intentos en tal sentido. Ello enrareció nuevamente el clima de entendimiento con las autori‑dades militares que se había propuesto desarrollar. En medio de anun‑cios más o menos velados de acuartelamiento y actos de desacato, el gobierno aminoró de alguna forma el impacto psicológico que en la oficialidad produjo la condena al ex‑jefe castrense, haciendo construir

104 al momento de la sentencia, fue acusado el director de la institución policial de haber obstruido en aquel tiempo la acción de la justicia, circunstancia que llevó al gobierno de Frei a solicitar la renuncia del alto oficial, quien sin embargo, gozaba a la sazón del privilegio constitucional de inamovilidad en su cargo. el jefe policial se amparó en su prerrogativa de permanecer al frente de su institución, generándose una fuerte tensión entre uniformados y autoridades civiles, que se resolvió en buena medida en contra de estas últimas.

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una cárcel especial para recibirlo. Con todo, y con explícita ayuda mi‑litar, aquél se negó durante meses a entregarse a la justicia y empezar a cumplir su condena.

Con motivo de los traspiés experimentados, Frei propuso un proyecto de ley con fines pacificadores, aparte de poner en marcha un plan es‑pecífico para hacer archivar los demás procesos pendientes en contra de oficiales. Su finalidad era, además, a largo plazo, modificar el sistema de pesos y contrapesos establecidos en la Constitución respecto de los diver‑sos poderes e instituciones superiores del Estado. El proyecto propuso, en lo esencial, propender al fin de los procesos judiciales en contra de milita‑res, entregando a cambio una serie de garantías y beneficios reparatorios a las víctimas y sus parientes, además de una serie de modificaciones a la Constitución tendientes a disminuir el peso de las fuerzas armadas y de los sectores civiles afines a ellas 105 dentro del sistema político.

12.1. Balance provisional

Una cosa ha quedado establecida en este segundo período: está excluida de momento la posibilidad de perseguir penalmente y de forma indefinida los abusos en contra de los derechos humanos del período 19�3‑90, respec‑to de miembros de las fuerzas armadas. Cómo ello ha sido posible, respon‑de a un proceso de mociones y negociaciones parlamentarias que se dio en 1995, cuando se llevaban a efecto las etapas finales del procesamiento del ex‑jefe de Inteligencia del régimen militar, en las cuales se ha buscado —tal como se había intentado antes— garantizar el futuro no juzgamiento a cambio de una modificación de diversos aspectos de la Constitución.

Si bien lo expuesto muestra que no ha sido posible fijar de mane‑ra formal una solución final del problema de los derechos humanos,

105 el gobierno consiguió ponerse de acuerdo con una parte de la oposición, específicamente con el Partido renovación nacional. las reformas alcanzaban entre otras materias, al sistema electoral que rige en Chile, de carácter mayoritario binominal, que favorece en cierta medida a la segunda mayoría en cada distrito, y con el cual se fomenta el equilibrio entre la coalición gobernante y su oposición, aunque ello no se refleje numéricamente en el caudal de votos que obtiene cada uno.

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las correlaciones de fuerzas existentes hoy en el país lo han hecho en cierta medida posible, aunque pueda discutirse si esa solución es la ideal o no. Iniciativas específicas en este sentido no han tenido bue‑nos resultados. Veamos: en agosto de 1993, Aylwin intentó acelerar los procesos respecto de militares y establecer un límite en el tiempo. Fracasó. Su proyecto terminó en un callejón sin salida.

En agosto de 1995, Frei propuso un proyecto de ley con normas ten‑dientes al esclarecimiento del destino final de los detenidos desapareci‑dos, así como de otros casos de violaciones de derechos humanos. Adi‑cionalmente, lo vinculó a su idea de avance en la democratización de las instituciones en la que tanto él como su antecesor se empeñaron. Con este proyecto, el presidente Frei se enfrentó con las fuerzas armadas.

Un último compromiso selló el gobierno con parte de la oposición, en noviembre de 1995. En virtud de él, la forma de proceder en los casos de desaparecidos del tiempo que señala la ley de amnistía se sometería a la regulación de cinco normas 106, en las cuales se vuelve a garantizar el mantenimiento de la reserva en las investigaciones, pero no se es tan claro en lo que se refiere al tratamiento que ha de darse a los imputados durante la tramitación, ni cuándo ni cómo ha de con‑cluir cada proceso.

Este compromiso, aprobado por la comisión de constitución del senado, ha sido rechazado por parte de la oposición, pero también por un grupo integrante de la coalición de gobierno 10�. Esta circunstancia

106 Ellas son: a) el imputado sólo puede ser citado pero no acusado ni limitado en su libertad; b) su testimonio debe permanecer secreto; c) debe garantizarse el sobreseimiento definitivo con el archivo de los antecedentes e impedirse la «total» aclaración de los hechos, haciendo excepción a las normas generales de procedimiento penal, que establecen la obligación del juez de conti‑nuar las indagaciones del sumario hasta agotarlas, (que aquí significaría la demostración de la víctima del hecho y del hacedor): Los procesos sobreseídos temporalmente pueden ser reabiertos si existen sospechas fundadas; d) el juez es nombrado por el presidente de la Corte Suprema, y dura un año en funciones. Se conserva la competencia de la judicatura militar, para aquellas diligencias que deben realizarse en recintos y a personal militares; e) cada juez está obligado a recibir información sobre desaparecidos y a derivarlas hacia alguno de los jueces nombrados para su verificación.

10� En el primer caso por la Unión Demócrata Independiente (UDI), uno de los dos partidos que forman este sector. En el segundo, por el Partido Socialista.

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hace pensar que en el diseño de la solución no han estado presentes, como medida rectora, las sensibilidades comprometidas en el problema.

A nuestro juicio, la oposición al acuerdo, tanto de la Izquierda como de las colectividades de la Derecha, es una demostración de que se tra‑ta de un asunto que no tiene solución ideal y que se sitúa en medio de una lucha, donde las relaciones fácticas de poder obligan a negociar.

IV. Conclusiones

Las dos experiencias expuestas han revelado la inviabilidad de las soluciones de principios o moralizantes que se han pretendido llevar a la práctica; más aún, su efecto es contraproducente para la estabilidad de las instituciones.

En la solución de este problema juegan un rol importante el trans‑curso del tiempo desde la comisión de los agravios; el estado en que se hallan las fuerzas armadas al momento de hacerse el «ajuste de cuen‑tas» con la historia 108; y la situación en que se encuentra el sistema de partidos restablecido tras el período autoritario.

La superación de los agravios cometidos y la llegada a una etapa de reconciliación entre las partes involucradas es —además de sus di‑mensiones éticas e históricas— una tarea de orden político, que debe resolverse sobre todo en este plano.

Aunque es deseable, el ascenso de los directamente ofendidos no ha de resultar un requisito sine qua non en esta tarea, precisamente

108 Mucho se ha especulado si en este contexto las fuerzas armadas disponen de un poder suprana‑cional que impide a los demás sectores de la sociedad actuar a su respecto. Ello puede responderse afirmativa o negativamente, según se quiera, pero lo que no puede negarse es que un estatus garantizador del funcionamiento de las instituciones constitucionales, que les ha hecho justificar —con razón o no— en el pasado sus actuaciones en el ámbito político, parece lo seguirán tenien‑do en el futuro inmediato. Ésa es la realidad.

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debido a su imposibilidad de comportarse «políticamente». Si bien es cierto que la verdad será tal en la medida que la verdad oficial se trans‑forme en la verdad aceptada por los ofendidos, de lo que se trata —en el fondo— es de buscar romper la cadena de los agravios para situar en otro plano las relaciones de los distintos miembros de la sociedad. Y esa no sólo es una solución política, como se ha visto, sino que parece ser en sí misma la única solución moral válida.

Falta una confrontación con el pasado de todos los actores involu‑crados, que sea capaz de reconocer las etapas oscuras que en materia de respeto a los derechos humanos se han vivido en estos países. En lo que a las fuerzas armadas se refiere, de quienes se espera un acto decidido en este sentido, sólo se aprecia un acercamiento en esta direc‑ción por parte de las argentinas, y el hecho de que ella se esté haciendo libre de presiones o condicionamientos externos al proceso que tales instituciones viven, le otorga un valor mayor y mantiene dentro de sus cauces la institucionalidad política del país.

Para un fomento efectivo de los derechos se requiere un marco mí‑nimo de vigencia real de ciertas instituciones fundamentales; así como la existencia de una sociedad civil capaz de respetar y hacer respetar sus derechos, y un grado básico de prosperidad económica. Esto últi‑mo resulta especialmente importante para países en vías de desarrollo, como son los iberoamericanos.

Otros ámbitos en los cuales ha de llevarse a cabo una tarea de fo‑mento en un sentido amplio, son la Judicatura, las propias organiza‑ciones de defensa de los derechos individuales y las instituciones de la defensa. Todo esto suponiendo —un tanto arbitrariamente— que todos estos objetivos pueden alcanzarse mediante una planificación, sin esperar a que las virtudes se desarrollen espontáneamente en el seno de la sociedad misma.

En lo referente a las instituciones políticas, los cambios habrán de afec‑tar rubros tan diversos como las elecciones, los partidos políticos, el par‑lamento, las instalaciones de educación cívica estatales, administración local; y centrarse en una adecuada información al ciudadano respecto de

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lo que son sus derechos y opciones partidistas; financiamiento objetivo y transparente de los partidos políticos; mejora de la educación en cuanto a cómo resolver los conflictos sociales; combate en contra de la corrupción y por servicios estatales eficientes y en beneficio de todos.

Una ampliación y fortalecimiento de la sociedad civil requiere de una nueva definición del Estado 109 y de su rol, en el plano de la econo‑mía, la seguridad, repartición de tareas entre éste y la sociedad.

Una reforma de la judicatura se ofrece como condición indispen‑sable para generar un cambio en la conciencia de lo que es el dere‑cho. Evitar el positivismo, los defectos de técnica legal que generan vacíos jurídicos, jurisprudencia uniforme y vinculante, son factores que pueden mejorar el nivel de seguridad jurídica. Profesionalizar la judicatura, desvinculándola del poder político es otra faceta de la misma reforma, así como el modernizar el derecho positivo, en especial los procedimientos 110.

Generalmente a una etapa de violación de derechos humanos ha precedido una de decadencia y quiebre del Estado de Derecho, con proliferación de organizaciones paramilitares, por lo que —respecto de la población— la tarea a emprender será fomentar en ella la reso‑lución de conflictos a través de las instancias judiciales previstas para ello, impidiendo que caiga presa del discurso extremista.

109 Heinz, Wolfgang. Positive Massanahmen zur Förderung von Demokratie und Menschen-rechte als Aufgabe der Entwiklungszusammenarbeit. Deutsches Institut für Entwiklungspolitik. Berlin, 1994, p.9

110 En ello las élites políticas no están a veces interesadas, pues de esa manera perderían sus privi‑legios. Se ha sostenido que en muchos países del continente, V.g., los órdenes económicos están marcados para que un cierto número de actores aumenten sus ingresos a través de privilegios y relaciones políticas que no podrían obtener en un orden jurídico efectivo y con una economía de mercado que funcionara de verdad. Cfr. Schönbohm, H. «Thesenpapier: Kerndefizite des Rechts und Justizweswns in Lateinamerika». Vortrag auf dem BMZ-Fachkolloquium Menschenrechte, Demokratie und Rechtsstaatlichkeit in Lateinamerika. Was kann die deutsche Entwicklungshilfe tun? Bad Honnef, 2�‑09‑1993.

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LOS DERECHOS HUMANOS: ENTRE LA MEMORIA Y EL OLVIDO

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El papel de las organizaciones de derechos humanos es fundamental pues ellas ejercen, en principio, una positiva influencia en la opinión pública que lleva en muchos casos a un cambio de actitud del Estado. En la actualidad requieren, no sólo de un acceso libre a las fuentes de información útiles para su trabajo, así como el igualmente libre acceso a los medios de comunicación para dar a conocer sus informes; sino que una depuración de prejuicios ideológicos que las haga servir al conjunto del cuerpo social, y no sólo a uno o más sectores interesados en la conquista del poder antes que en la defensa de los más débiles.

Respecto de las fuerzas armadas y la policía, su «democratización» se ha identificado hasta ahora con un amputamiento de facultades y el desvío de sus objetivos e intereses hacia roles que les han sido ajenos, como Vg., el combate a la droga, más que con un perfeccionamiento de lo que son sus funciones de defensa, el cual haga posible evitar en el futuro la reiteración de los excesos del pasado. Ha sido una forma de pretender derogarlas de facto, lo que puede tener otras negativas consecuencias en el plano político y social. Y, en todo caso, impedirá avanzar en la búsqueda de soluciones apropiadas.

En este plano, se necesita de modo urgente mejorar la relación —y comprensión recíproca— entre el mundo civil y el militar, para que ambos, en una adecuada ponderación recíproca de sus características, sean capaces de crear vínculos de colaboración armónicos en lo que son sus diversas tareas dentro del Estado.

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PLAZOS Y TÉRMINOS EN EL PROCESO DE AMPARO

Humberto Enrique Ruiz Torres

SUMARIO: I. Análisis de conceptos. II. Plazos y términos. III. Sistemas para el cómputo de plazos. III.1. Plazos para la presentación de la de-manda; III.1.1. Supuestos genéricos; III.1.2. Supuestos especiales. IV. Plazos durante la tramitación del proceso de amparo. V. Días y horas há-biles; V.1. Días hábiles; V.2. Horas hábiles; VI. Otros criterios relevantes del Poder Judicial de la Federación.

I. ANÁLISIS DE CONCEPTOS

Desde el punto de vista meramente gramatical no existe diferencia entre los vocablos «plazo» (del latín placitum que significa convenido) y «término» (del latín terminus), pues mientras el primero se refiere al «término o tiempo señalado para una cosa», o bien al «vencimiento del término», el segundo alude al «último punto hasta donde llega o se extiende una cosa», al «último momento de la duración o existencia de una cosa», a un «tiempo determinado», pero también a la «hora, día o punto preciso para hacer algo» 1.

Por su parte, la práctica forense de amparo no establece diferencia alguna entre ambas palabras. Así, se habla por igual de un «escrito de término» (para referirse a aquéllos respecto de los cuales el litigante

1 Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, Ed. Espasa‑Calpe, Madrid, (20ª. ed.), pp. 10�5 y 1031.

• Índice General§ Índice ARS 21

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se encuentra en el último día de un período que se le ha concedi‑do para realizar una actuación procesal»), de «tener un término» (cuando una actuación debe realizarse necesariamente dentro de un determinado período), o del «cómputo del término» (para contar el número de días en que debe producirse una actuación procesal), entre otros casos.

Para completar el panorama que venimos esbozando, es necesa‑rio mencionar que ni la jurisprudencia ni la vigente Ley de Amparo distinguen entre «plazo» y «término». Más aún, el vocablo «plazo» ni siquiera se utiliza en dicha Ley, en tanto que la palabra «término» es materia del capítulo III del título primero, libro primero, de la Ley, denominado «De los términos» y de una gran cantidad de referencias diseminadas a lo largo del propio ordenamiento.

Con lo que hemos dicho hasta el momento, parecería ocioso pre‑tender buscar diferencias donde, al parecer, de manera casi natural no existen. Sin embargo, estimamos que esto no es así. En materia proce‑sal, y el amparo no es otra cosa más que un proceso, la terminología propia aun está en proceso decantación, de precisión y de adaptación técnica en cada uno de los contextos específicos que plantea la propia disciplina. Dicho en los términos del lema de la Real Academia Espa‑ñola, el uso adecuado de los vocablos «limpia, fija y da esplendor».

En este sentido, es necesario reconocer que existen en el proceso de amparo (como en los demás procesos) dos situaciones distintas, en cuanto a la realización de actos en el tiempo, que bien vale la pena explorar. La primera de ellas, es la existencia de un período, que puede ser de horas o de un conjunto de días, dentro del cual puede realizarse válidamente una actuación procesal. La segunda, no implica un lapso como en el caso anterior, sino un punto específico en el tiempo a partir del cual puede desplegarse una actuación en el proceso.

Los ejemplos son sencillos. En cuanto al supuesto identificado en primer lugar, podemos referir, entre otros muchos casos, el del artículo 21 de la L.A., según el cual el quejoso o agraviado dispone, en forma ge‑nérica, de 15 días para la interposición de la demanda de amparo; aquí,

HUMBERTO ENRIQUE RUIZ TORRES

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es claro que dentro de ese período, el quejoso puede presentar el escri‑to respectivo el primer día, el segundo, el tercero, y así sucesivamente hasta el décimo quinto, de acuerdo con su elección, conveniencia o necesidades específicas. Tratándose del segundo supuesto, podemos considerar, también entre otros muchos, la hipótesis del artículo 14� de la L.A., de acuerdo con el cual si el Juez de Distrito no encontrare motivo de improcedencia debe señalar día y hora para la celebración de la audiencia constitucional; al respecto, resulta notorio que ninguna de las partes en el proceso puede presentarse ante el juzgador federal a fin de comparecer en la audiencia constitucional el día y hora de su elección, de su conveniencia o de sus necesidades específicas, sino que tiene que ser precisamente en el momento señalado para ello; no antes, ni después.

Sobre el particular, Eduardo Pallares cita a Manuel de Plaza y señala que:

«Aunque por término en general, se entiende la distancia que existe, dentro del proceso, entre un acto y otro, la doctrina marca una distinción entre plazo y término, en sentido estricto, puesto que aquél significa el lapso que se concede para realizar un acto procesal, y éste, en sentido estricto, es el momento en el cual ha de llevarse a cabo […]» 2.

Todavía con mayor precisión, José Ovalle Favela, apunta que las doctrinas alemana y española distinguen con toda claridad estos dos modos de medir o iniciar la medición del tiempo para la realización de los actos procesales:

«[…] Para [estas doctrinas], el plazo es un período de tiempo a todo lo largo del cual, desde el momento inicial y hasta el final, se puede realizar válidamente un acto procesal; el término, en cam‑

2 Pallares, Eduardo, Diccionario de derecho procesal civil, México, Ed Porrúa, 1984 (16ª. ed.), pp. �63‑�64.

PLAZOS Y TÉRMINOS EN EL PROCESO DE AMPARO

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bio el momento (día y hora) señalado para el comienzo de un acto procesal […]» 3.

Las referencias doctrinales anteriores nos son útiles para insistir en que en el proceso de amparo —al igual que en todos los procesos— efectivamente existen períodos o lapsos para la realización de una ac‑tuación judicial (es decir, plazos), como también existen momentos específicos para el comienzo de esos propios actos (esto es, términos), por lo que consideramos válido, desde el punto de vista conceptual, establecer tal diferencia, sobre todo si es útil para describir situaciones que ocurren en la práctica y que no obedecen a un simple afán de depuración académica.

II. PLAZOS Y TÉRMINOS

En materia de amparo, es sencillo discriminar entre plazos y térmi‑nos. La regla general es que tratándose de audiencias (o de compare‑cencias con día y hora fijo, cualquiera sea la causa que es dé origen) estaremos en presencia de un «término», y, por exclusión, hablaremos en los demás supuestos de «plazos». A continuación encontrará el lec‑tor sendos cuadros que contienen, a juicio nuestro, los casos más rele‑vantes respecto del tema que venimos analizando.

HUMBERTO ENRIQUE RUIZ TORRES

3 Ovalle, Favela, José, Teoría general del proceso, México, Ed. Harla, 1991, pp. 2��‑281. Este particular es abordado por Castillo Larrañaga y De Pina: «[…] Kisch distingue entre término y plazo. Término, según él, es el espacio de tiempo que se fija para la realización de una actividad conjunta del Tribunal con las partes o las personas, v. gr., los testigos o peritos; plazo, el espacio de tiempo que generalmente se fija para la ejecución de actos procesales unilaterales, es decir para actividades de las partes fuera de las vistas, v. gr., la interposición de un recurso […]». Cfr. Castillo Larrañaga, José y Rafael De Pina, Derecho procesal civil, México, Ed. Porrúa, 1963 (6ª, ed.), p.194.

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PLAZOS

Período de actuación

Supuesto Artículo de la L.A.

procesal

• Ratificación de demanda por el agraviado, cuando ésta se interponga por quien se ostente como defensor, sin serlo, en aquellos casos en que el acto reclamado emane de un procedi-miento penal.

Sin plazo expreso.

Aplicable el artícu-lo 2º L.A. y 297, fr. II, C.F.P.C.:

16 3 días.

• Ratificación de demanda por el agraviado cuan-do se trate actos graves en materia penal (pri-vación de la vida, ataques a la libertad personal fuera de procedimiento judicial, deportación o destierro o alguno de los actos prohibidos por el artículo 22 constitucional y la interposición se efectúe «por cualquier persona», incluso un menor.

17 3 días.

• Plazo genérico para la interposición de la de-manda de amparo.

21 15 días.

PLAZOS Y TÉRMINOS EN EL PROCESO DE AMPARO

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• Plazos específicos para la presentación de la demanda.

• Leyes auto-aplicati-vas: 30 días.

22 • Actos graves en ma-teria penal: no existe plazo.

• Extradición: 15 días.

• Contra resoluciones definitivas, laudos, o las que pongan fin al juicio, en las que el ausente no haya sido citado legalmente: 90 y 180 días (según el caso).

• Notificación de resoluciones. 27 A más tardar el día si-guiente en que se pro-nunciaron.

• Cuestiones de competencia. 48, 48 bis, 49,

51, 52 y 61

24 y 48 horas; 3, 8 y 15 días (según el caso).

• Impedimentos. 70 • Rendición de informe por el juzgador pre-suntamente impedi-do: 24 horas.

• Para celebración de audiencia si el juzga-dor niega el impedi-mento: 3 días.

• Sobreseimiento por inactividad procesal y ca-ducidad de la instancia.

74, fr. V Durante 300 días, incluyendo los inhá-biles (es decir «días naturales»).

HUMBERTO ENRIQUE RUIZ TORRES

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• Recurso de revisión. 86 10 días.

Su interposición.

• Recurso de revisión. 88 3 días.

Exhibición de copias faltantes requeridas.

• Recurso de revisión. 89 24 horas.

Remisión del expediente al superior, para reso-lución.

• Recurso de revisión. 90 15 días.

Su resolución.

• Recurso de queja. 97 y 97 in fine

24 horas; 5 días; 1 año; cualquier tiem-po (según el caso).Su interposición.

• Recurso de queja. 98 y 99 3 días.

Rendición de informe justificado por la autoridad contra la que se interpuso.

• Recurso de queja. 98 y 99 3 días.

Vista al Ministerio Público

• Recurso de queja. 98 y 99 3 días; 10 días (según el caso).Su resolución.

• Recurso de queja. 99 in fine

• Interposición: 24 ho-ras.

Caso de la resolución que conceda o niegue la suspensión provisional.

• Remisión al superior «de inmediato».

• Resolución: 48 horas.

• Recurso de reclamación. 103 • Interposición: 3 días.

• Resolución: 15 días.

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1�9

• Ejecución de sentencia que ampara y protege. 105, 106, 108 y 111

• Para que la auto-ridad responsable cumpla o informe que está en vía de cumplimiento: 24 ho-ras.

• En otros supuestos: 24 horas; 3 días; 5 días y 15 días (según el caso).

• Suspensión en A.I. 118 3 días.

• Ratificación de demanda y de solicitud de sus-pensión en A.I., cuando una y otra se efectua-ron por telégrafo.

• Suspensión en A.I. 129 6 meses.

• Incidente para hacer efectivas garantías y con-tragarantías.

• Suspensión en A.I. 131 24 horas.

• Informe previo. Su rendición.

• Suspensión en A.I. 136 • 48 horas; 96 horas (según el caso).

II. En caso de flagrancia o urgencia. (Esta previsión se re-laciona con el artículo 16 constitucional, pá-rrafos cuarto a sépti-mo).

Requerimiento del M.P. para que el quejoso sea puesto en libertad o se le consigne.

• Suspensión en A.I. 136 • Hasta antes de la celebración de la audiencia incidental (por la propia lógica del trámite).

Objeción del contenido del informe previo.

• Suspensión en A.I. 139 5 días.

Cumplimiento de los requisitos exigidos por el juzgador para suspender el acto reclamado (en-tre otros, el otorgamiento de garantías).

HUMBERTO ENRIQUE RUIZ TORRES

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• Trámite del A.I. 146 3 días.

Prevención.

• Trámite del A.I. 146 24 horas.

Vista al M.P. en caso de incumplimiento en el desahogo de la prevención. Cuando el acto re-clamado no sólo afecte el patrimonio o derechos patrimoniales del quejoso.

• Trámite de A.I. 148 24 horas.

Auto de admisión de la demanda o de desecha-miento.

• Trámite de A.I. 149 • 5 días (prorrogable por otros 5 días).

Rendición del informe justificado. • 8 días antes de la celebración de la au-diencia.

La anticipación su-ficiente para que el quejoso o el tercero perjudicado conozcan su contenido y aporten pruebas al respecto.

• Trámite de A.I. 151 5 días antes de la au-diencia sin contar el del ofrecimiento ni el de la audiencia (en realidad 7 días).

Anunciamiento de las pruebas testimonial y pe-ricial.

• Trámite de A.D. 164 24 horas.

Envío al T.C.C., de la certificación de: fecha noti-ficación de resolución; de presentación del es-crito; días inhábiles transcurridos entre ambas fechas (segunda oportunidad para enviar esa certificación).

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• Trámite de A.D. 168 5 días.

Prevención por la autoridad responsable cuando faltan copias.

• Trámite de A.D. 169 3 días.

Remisión de autos al T.C.C., por la responsable.

• Suspensión en A.D. 173 • 3 días, se resuelven de plano.Cuando se trate de resoluciones pronunciadas en

juicios del orden civil, la suspensión y las providen-cias sobre admisión de fianzas y contrafianzas.

• Trámite de A.D. 178 5 días.

Prevención por el T.C.C.

Caso en que no se satisfagan los requisitos del artículo 166 (demanda de amparo directo).

• Trámite de A.D. 180 10 días.

Plazo para que el tercero perjudicado y el M.P. formulen alegaciones.

• Trámite de A.D. 181 10 días.

Para que el M.P. devuelva los autos solicitados para formular pedimiento.

• Trámite de A.D. 182 • 10; 15 y 30 días (se-gún el caso).Cuando se ejercita la facultad de atracción.

HUMBERTO ENRIQUE RUIZ TORRES

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• Trámite de A.D. 184 y • Ante el T.C.C.: tur-no al relator: 5 días; pronunciamiento de resolución: 15 días (sic.)

Su resolución. 185 • Ante S.C.J.N.: re-solución: 10 días después de que el relator distribuyó el proyecto. En caso de aplazamiento, éste no puede exceder de 60 días hábiles.

NOTA: Por no ser de interés para los fines de este estudio se omite la relación de los plazos en materia agraria (libro segundo de la L.A.).

TÉRMINOS

Supuesto Artículo

• Suspensión en A.I.Audiencia incidental; su celebración.

131

• Trámite de A.I.Audiencia constitucional; su celebración.

147

• Trámite de A.I.Audiencia de falsedad de documentos; su celebración.

153

• Trámite de A.D.Audiencia de resolución ante la S.C.J.N.; su celebración.

186

NOTA: Por no ser de interés para los fines de este estudio se omite la referencia a los términos en materia agraria (libro segundo de la L.A.).

III. LOS SISTEMAS PARA EL CÓMPUTO DE LOS PLAZOS

De lo que hemos expuesto hasta aquí, puede obtenerse una con‑clusión casi inevitable: los términos no están sujetos a cómputo, los plazos sí. Ahora bien, la L.A. contiene, a saber, dos sistemas para el

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4 Semanario Judicial de la Federación, octava época, Tercera Sala, t. V primera parte, tesis XC/90, p. 16�.

5 Op. cit., supra nota 4, octava época, Primer Tribunal del Sexto Circuito, t. IX‑junio, p. 350.

cómputo de plazos. El primero de ellos es el referente a la interposi‑ción de la demanda de garantías, que se encuentra contenido, de modo fundamental, en los artículos 21 y 22.; en tanto que el segundo es el relativo a los plazos durante la tramitación del proceso de garantías, que se precisa en el artículo 24 del ordenamiento en cuestión. Esto ha sido planteado en diversas tesis del Poder Judicial de la Federación, entre las que podemos mencionar:

dEMANdA dE AMPARO. PARA COMPUTO dEL TERMI-NO dE SU PRESENTACIóN RESULTA INAPLICABLE EL ARTíCULO 24, FRACCIóN I, dE LA LEY dE AMPARO. Para el cómputo del término para la presentación de la demanda de amparo resulta inaplicable lo dispuesto por el artículo 24, fracción I, de la Ley de Amparo, pues éste regula el cómputo de los términos en el juicio de garantías, es decir, de términos dentro del procedimiento del juicio, mas no se refiere al cómputo del término para la presentación de la de‑manda, que está expresamente regulado por el artículo 21 de la misma ley, y para ciertos casos de excepción por sus numerales 22 y 218 4.

AMPARO. EL TÉRMINO PARA SU INTERPOSICIóN NO SE RIGE POR EL ARTíCULO 24 dE LA LEY dE LA MATE-RIA. Resulta inaplicable el artículo 24, fracción I, de la Ley de Ampa‑ro para estimar si la demanda de garantías se encuentra en presentada en tiempo solicitando el amparo de la justicia federal, ya que alude al cómputo de los términos en el juicio de amparo, es decir, dicho precepto regula los términos dentro del procedimiento en el juicio de garantías, pero de ninguna manera se refiere al plazo de 15 días para interponer la demanda, pues este término se encuentra establecido por el artículo 21 de la propia Ley que señala que se contará desde el día siguiente al en que se haya notificado la resolución o acuerdo que reclama el quejoso, conforme a la ley del acto 5.

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III.1. Los Plazos para la Presentación de la Demanda

III.1.1. Supuestos genéricos

El artículo 21 de la L.A. contiene tres hipótesis genéricas para com‑putar el plazo de presentación de la demanda de amparo. Ese plazo, como se sabe, es de 15 días contados a partir del día siguiente a aquél en que:

a) Haya surtido efectos, conforme a la ley de la que ha emanado el acto de autoridad, la notificación de la resolución o acuerdo que reclame el quejoso;

b) Haya tenido conocimiento de los actos reclamados o de su ejecución, o bien,

c) Se hubiere ostentado sabedor de los mismos.

Respecto del inciso a) nos encontramos en presencia de una ma‑yor seguridad para el afectado, pues existe una noticia formal del acto que puede traducirse en su perjuicio, lo que permite, al menos suponer, que tendrá a su alcance todos los elementos para su debida defensa en el proceso constitucional. En cambio, tratándose del cita‑do inciso b), priva verdaderamente una situación de incertidumbre, pues al no existir la comunicación formal al gobernado de los actos autoritarios, la noticia de ellos puede ser obtenida de muy diversos modos (información de personas cercanas a él o las que de algún modo estén relacionadas con la generación o ejecución de los actos de referencia; por información publicada por medio de prensa, ra‑dio, televisión, etcétera) y por tanto las posibilidades de que cuente con suficientes elementos para producir su defensa en el proceso son muy escasas. En la misma circunstancia precaria se encuentra la pre‑visión enunciada bajo el inciso c), dada la amplia gama de supuestos prácticos en los que puede considerarse que una persona se ha os‑tentado «sabedor» de un acto de autoridad que le perjudica, toda vez que, al no existir límites específicos en la L.A., puede estimarse que una persona se ha «manifestado», «mostrado» o «ha hecho patente»

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(tal es el significado literal de la voz «ostentar»), cuando ha compa‑recido ante la autoridad, aun sin haber sido notificada, para actuar precisamente en relación con el acto de autoridad que pretende ser reclamado, cuando en documentos consta que ya se ha mostrado sa‑bedora de la existencia de los propios actos, etcétera.

Sin embargo, en todos los casos, lo importante es que el presunto afectado tenga un pleno conocimiento pleno del acto de autoridad para poder combatirlo en forma eficaz, de manera que el conocimiento ge-nérico o superficial del mismo no sea el factor decisivo para resolver sobre la presentación en tiempo de la demanda de garantías. Sostener lo contrario pugnaría de modo evidente con lo previsto en el artículo 14 de la Norma Suprema, que determina que tratándose de actos priva‑tivos debe contar el gobernado con la garantía de debido proceso legal (el due process of law del sistema norteamericano), el cual implica, por principio de cuentas, noticia formal del acto de afectación para el quejoso. No obstante ello, algunos juzgadores de amparo suele sobre‑seer en el proceso de garantías por consentimiento tácito de los actos reclamados (con fundamento en la fracción XII del artículo �3 de la ley de la materia) cuando el quejoso apenas ha tenido, en primer mo‑mento, un conocimiento superficial, impreciso o ambiguo del acto de autoridad que le para perjuicio. Es necesario insistir ello, porque en un país como el nuestro en el que la inseguridad jurídica sigue siendo un fenómeno frecuente, el juzgador federal debe asegurarse que el que‑joso haya tenido un conocimiento cierto y lo más preciso posible del acto autoritario, a fin de evitar (lo cual es paradójico) que el amparo se convierta, en la práctica, en un instrumento más de violación de las garantías del gobernado.

Al respecto, es de interés citar los siguientes criterios sostenidos por el Poder Judicial de la Federación:

AMPARO TÉRMINO PARA PROMOvER EL. PERSONA EXTRAÑA A JUICIO, LE CORRE A PARTIR dE LA FECHA EN QUE CONOCIó CON TOdA CERTEZA LOS ACTOS RE-CLAMAdOS. Si de los autos aparece que el ahora recurrente fue des‑poseído del vehículo en cuestión en la fecha que indica, no es posible que

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esa fecha se tome como punto de partida para el cómputo del término a que se refiere el artículo 21 de la Ley de Amparo, máxime si el quejo‑so, ahora recurrente, adujo que a partir de ella, tuvo conocimiento del acto desposesorio del vehículo aludido, más no de todas las particu‑laridades del acto del juicio que motivó dicha desposesión, por tanto, para determinar el momento en que empezó a transcurrir el término a que se refiere el artículo invocado, es menester estar a la fecha en que el quejoso indicó que conoció con toda certeza los actos reclamados del juicio, fecha que debió tomar en cuenta el juez federal para que a partir de ella realizara el cómputo del término de quince días a que se refiere el artículo 21 de la Ley de Amparo, puesto que el conocimiento del acto reclamado debe constar de modo directo, o sea, con certeza, y no inferirse a base de presunciones 6.

ACTO RECLAMAdO, CONOCIMIENTO CIERTO Y PLE-NO dEL TÉRMINO PARA LA PRESENTACIóN dE LA dE-MANdA dE AMPARO. Cuando en una demanda de amparo presen‑tada ante un Juez de Distrito, el promovente de la misma se ostenta tercero extraño al juicio del que deriva el acto reclamado que combate en amparo y que hace consistir en el desposeimiento de un bien que se dice es de su propiedad, manifiesta que en un fecha determinada se lle‑vó a cabo tal acto por una autoridad ejecutora que simplemente le hizo de su conocimiento que el referido acto obedecía a un embargo que se había decretado sobre el bien del que sólo se le proporcionó el número; tal expresión por parte del quejoso si bien implica que supo de la eje‑cución del acto que reclama en su demanda de garantías, sin embargo no puede conceptuarse como un conocimiento cierto y pleno del acto reclamado para que el quejoso estuviere en condiciones a partir de esa fecha de acudir al juicio de amparo a reclamar la inconstitucionalidad del mismo, y que a la vez pueda tomarse como dato del inicio del juicio natural no conoce los antecedentes del acto que le afecta, por lo que resulta impropio jurídicamente estimar que la ejecución material de un acto de autoridad puede tenerse, en todos los casos, como punto

6 Op. cit., supra nota 4, novena época, Segundo Tribunal Colegiado del Décimo Séptimo Circuito, t. II‑septiembre de 1995, tesis XVII‑2º.4K, p. 51�.

PLAZOS Y TÉRMINOS EN EL PROCESO DE AMPARO

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� Op. cit., supra nota 4, novena época, Primer Tribunal Colegiado del Décimo Sexto Circuito, t. I‑junio de 1995, tesis XVI. 1º.1 k, p. 391.

de partida para efectuar el cómputo para la presentación de la demanda de garantías, pues la defensa de los intereses jurídicos del gobernado a través del juicio de amparo debe entenderse siempre con la condición de que al interesado se le hagan saber los datos necesarios que lo posi‑biliten para combatir el acto de autoridad, y por ello debe considerarse que no es sino hasta que, según la aseveración del quejoso bajo protes‑ta de decir verdad no desvirtuada con prueba alguna en el amparo, en una fecha posterior cuando conoció plenamente los antecedentes del acto reclamado que le permitieran estar en posibilidad de acudir al juicio de amparo a combatir el acto que estima viola garantías indivi-duales en su perjuicio, a partir de cuando debe computarse el término para la interposición de la demanda de garantías […] �.

También es de gran importancia destacar que para que pueda con‑siderarse válido el cómputo a que se refiere el artículo 21 de la L.A., la noticia del acto de autoridad debe estar en conocimiento del quejoso o de quien pueda representarlo en el proceso constitucional. Esto es, que no basta que cualquier persona que tenga relación con el quejoso esté enterada para que pueda iniciarse el cómputo respectivo, sino que es necesario que tenga plena noticia del acto autoritario quien precisa‑mente esté en aptitud legal de producir la defensa correspondiente:

AMPARO. TÉRMINO PARA LA INTERPOSICIóN dEL, CUANdO UNO dE LOS HEREdEROS CONOCIó LOS ACTOS RECLAMAdOS CON ANTERIORIdAd AL ALBACEA dE LA SUCESIóN dE LA QUEJOSA. La circunstancia de que uno de los herederos haya tenido conocimiento de los actos reclamados con an‑terioridad a la presentación de la demanda de garantías, no implica que se deba tener a la sucesión quejosa como sabedora de tales actos en ese momento, pues al mencionado heredero, quien no es único su‑cesor ni tiene el cargo de albacea, jurídicamente no le corresponde la representación de la sucesión; de ahí que es indebido que el cómputo del término a que se refiere el artículo 21 de la Ley de Amparo para

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la presentación de la demanda de garantías tenga como base la fecha en que el referido heredero haya conocido de los actos impugnados, supuesto que el punto de partida debe ser aquel en que el albacea supo de la existencia de los mismos 8.

Especial importancia tiene este particular, cuando se trata de perso‑nas morales, pues es ampliamente conocido que no cualquier persona puede representarlas, sino sólo quien por disposición de la ley o por previsión contenida en su acto constitutivo o en sus estatutos, goce de las facultades correspondientes, según dispone el artículo 2� del Código Civil para el Distrito Federal, en materia común y para toda la República en materia federal. Sobre el particular interesa citar la siguiente tesis:

«LEYES, AMPARO CONTRA. EL TÉRMINO PARA PRO-MOvER LA dEMANdA, TRATÁNdOSE dE PERSONAS MO-RALES, dEBE CORRER A PARTIR dE LA FECHA EN QUE SUS APOdERAdOS CONOZCAN EL PRIMER ACTO dE APLICACIóN. Si en la práctica de la visita domiciliaria respectiva, de la que se hace derivar el primer acto de aplicación de la ley recla‑mada, la persona con la cual se entiende cuenta con la personalidad suficiente para representar a la empresa visitada, y lo acredita con el documento correspondiente, resulta inconcuso que esa persona moral tiene pleno y cabal conocimiento del acto de autoridad contenido en aquella diligencia, ya que con el cúmulo de facultades que le confiere a su apoderado, en el poder para pleitos y cobranzas, debió conocerlo con plenitud, pues para el caso no se requieren mayores requisitos, porque de conformidad con lo dispuesto en los artículos 2546 y 2554 del Código Civil para el Distrito Federal, el poder general para pleitos y cobranzas legitima cabalmente al apoderado para actuar en nombre de su poderdante ante toda clase de autoridades, no debiendo confun‑dirse la capacidad que debe tener todo apoderado para conocer de un determinado acto de autoridad, que pueda ser reclamado en la vía de

8 Op. cit., supra nota 4, novena época, Segundo Tribunal Colegiado del Octavo Circuito, t. II‑agos‑to de 1995, tesis VII.2º. 11c, p. 463.

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9 Op. cit., supra nota 4, octava época, Tercera Sala, t. VIII‑diciembre, tesis 3ª CLVII/91, p. 52.

amparo, con las facultades necesarias para representar válidamente a una persona moral, en ese tipo de actos fiscales, pues en tanto que para la primera se requiere que únicamente cuente con el poder general para pleitos y cobranzas, en las segundas pueden exigirse otros requisitos, cuya omisión puede dar lugar a la nulidad del acto, pero no impide el conocimiento por parte de la empresa del acto concreto de aplicación de la ley de que se trata» 9.

Por último, en otro orden de ideas, a los supuestos genéricos ya abordados, debe agregarse el establecido en la parte final de la frac‑ción II del artículo 22 de la L.A., referente a la interposición del ampa‑ro en contra del acuerdo que dicte la Secretaría de Relaciones Exterio‑res favorable a la extradición de una persona reclamada por un Estado extranjero. En la L.A. se estableció enfáticamente que el plazo de in‑terposición «será siempre de 15 días» y sin embargo extrañamente se reguló este supuesto, en un artículo que en realidad contiene plazos especiales, como lo es el 22 de la propia ley. Más aún, la previsión que se menciona tiene incluso mayor afinidad con el resto de la estructura del artículo 21 de la L.A. en cuanto a la forma de computar el plazo correspondiente:

EXTRAdICION. RESOLUCIóN dE. EL TÉRMINO dE QUINCE dIAS PARA LA PRESENTACIóN dE UNA dEMAN-dA dE GARANTíA, dEBE COMPUTARSE CONFORME A LA SEGUNdA dE LAS REGLAS CONTENIdAS EN EL ARTíCU-LO 21 dE LA LEY dE AMPARO. En virtud de que en la Ley de Extradición Internacional no existe disposición legal que determine el momento a partir del cual deben surtir efectos las notificaciones que realicen dentro de un procedimiento de extradición, ni precepto algu‑no que remita a la aplicación supletoria de un ordenamiento jurídico federal o común; ello conlleva a la determinación de que el plazo de quince días hábiles que para la presentación de una demanda de am‑paro prevé el párrafo tercero de la fracción II del artículo 22 de la Ley

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de Amparo, debe observarse la segunda de las reglas que en un orden lógico prevé el numeral 21 de la ley de la materia, es decir, la relativa a que: «[…] Dicho término se contará desde el día siguiente […] al que haya tenido conocimiento de ellos o de su ejecución […]»; por lo que dicho cómputo debe efectuarse a partir del día siguiente al en que se hubiese realizado la notificación de la resolución de extradición re‑clamada, por haber sido ese acto procesal el medio por el que la parte interesada tuvo conocimiento de la misma 10.

III.1.2. Supuestos especiales

Los plazos especiales para la interposición de la demanda de garan‑tías, previstos en el artículo 22 de la L.A. son tres:

a) Tratándose de las leyes denominadas «autoaplicativas», que por su sola entrada en vigor causan un perjuicio al quejoso (como es el caso de un importante sector de las disposiciones fiscales), el plazo para la interposición de la demanda es de 30 días. No debe olvidarse, sin embargo, que fuera de este evento, cuando se presente el primer acto de aplicación de la ley (en el amplio sentido de «ley» que se contiene en la fracción I del artículo 114 de la L.A.), el quejoso dispone de un plazo de 15 días hábiles para presentar la promoción respectiva (conforme al artículo 21 de la L.A.) y si la ley del acto contempla un recurso o medio de defensa ordinario que el quejoso decide agotar en forma previa a la interposición del amparo, entonces dispone de 15 días contados a partir de que le sea notificada la resolución respectiva:

LEYES, AMPARO CONTRA. TÉRMINO PARA PROMO-vER LA dEMANdA. Los distintos términos para impugnar una ley que se estime inconstitucional, son: a) Dentro de los treinta días si‑guientes al en que entre en vigor la ley si es autoaplicativa (artículo 22, fracción I, de la Ley de Amparo); b) Dentro de los quince días a

10 Op. cit., supra nota 4, novena época, Segundo Tribunal Colegiado en Materia Penal del Primer Circuito, t. IV‑septiembre de 1996, tesis I.2º.P.4 p, p. 64�.

PLAZOS Y TÉRMINOS EN EL PROCESO DE AMPARO

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11 Op. cit., supra nota 4, novena época, Segundo Tribunal Colegiado en Materia Penal del Primer Circuito, t. IV‑septiembre de 1996, tesis I.2º.P.4 p, p. 64�.

12 Op. cit., supra nota 1, pp. 161, ��0, 8�5, 941 y 1000. Asimismo cfr. Burgoa, Ignacio, Las garan-tías individuales, México, Ed. Porrúa, 1985 (19ª ed.), pp. 653‑656.

partir del primer acto de aplicación (artículo 21 de la misma Ley), y c) Dentro de los quince días siguientes a la fecha en que se notifique la resolución del recurso o medio de defensa ordinario, si éste se agotó previamente a la interposición del amparo (artículo �3, fracción XII, tercer párrafo de la Ley invocada) 11.

b) Tratándose de actos graves en materia penal, la demanda puede presentarse «en cualquier tiempo», es decir que no existe plazo algu‑no. Aquí, estamos hablando de actos que importen peligro de priva‑ción de la vida, ataques a la libertad personal, deportación, destierro, la incorporación forzosa al servicio del ejército o armada nacionales (la denominada «leva», que se practicó de modo reiterado en nuestro país durante el siglo XIX y las tres primeras décadas del siglo XX). También se encuentran contemplados aquí los actos prohibidos por el artículo 22 constitucional: la mutilación (cercenamiento de algún miembro del cuerpo humano por la comisión de un delito), la infa‑mia (el deshonor o el desprestigio públicos), la marca (señal hecha en una persona para distinguirla de las demás), los azotes (castigo dado con instrumento de suplicio formado con cuerdas anudadas y a veces erizadas en punta), los palos (suplicio que se ejecuta con un instrumento de palo, como lo es la horca, el garrote vil, etcétera), el tormento de cualquier especie, la multa excesiva (es decir, la sanción pecuniaria que está en desproporción a las posibilidades económicas del multado), la confiscación de bienes (la aplicación o adjudicación que de ellos hace a su favor el Estado por la comisión de un deli‑to, sin realizar ninguna contraprestación en beneficio del afectado, con las salvedades previstas en el propio artículo 22 constitucional) y cualesquiera otras penas inusitadas (aquélla cuya sanción no está consagrada en la ley para un hecho delictivo determinado) o trascen‑dentales (las que no sólo afectan al autor del hecho delictivo, sino que su efecto se extiende a los familiares del delincuente que no participaron en la comisión del delito) 12.

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c) También el artículo 22 de la L.A. se ocupa de quienes se en‑cuentren ausentes del lugar donde se ha ventilado el proceso o proce‑dimiento ordinario. Además dichos ausentes deben tener la calidad de «terceros extraños a juicio», toda vez que la fracción III del propio ar‑tículo determina se ha de estar en presencia de sentencias definitivas, laudos y resoluciones que ponen fin al juicio (como es el caso de las de sobreseimiento) «[…] en los que el agraviado no haya sido citado legalmente para el juicio [...]».

Para el caso, la ley de la materia, otorga:

c.1) 90 días si el ausente reside fuera del lugar del juicio, pero dentro del país.

c.2) 180 días si reside fuera del país.

En ambos supuestos, de acuerdo con la L.A., el plazo se computa desde el día siguiente a aquél en que el agraviado hubiere tenido conocimiento de la resolución. Y no se tiene por ausentes a quienes tengan mandatario en el «lugar del juicio», a los que hubieren señalado para oír y recibir noti‑ficaciones en él, o de cualquier forma se hubiesen manifestado sabedores del procedimiento que haya motivado el acto reclamado.

IV. LOS PLAZOS DURANTE LA TRAMITACIÓN DEL PROCESO DE AMPARO

Conforme se expresó líneas arriba, en el artículo 24 de la L.A. se establecen las reglas para realizar el cómputo de los plazos durante la tramitación del proceso constitucional, a diferencia de los plazos para la mera presentación de la demanda, referidos en los artículos 21 y 22 del propio ordenamiento.

Así pues, para los primeros, debe considerarse que:

a) Los plazos corren desde el día siguiente a aquél en que surta efectos la notificación (insistimos, practicada durante el propio proceso

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de amparo) y queda incluido en ellos el día del vencimiento. Al res‑pecto, el artículo 34 de la L. A. establece que las notificaciones surten sus efectos: para las autoridades responsables, «desde la hora en que hayan quedado legalmente hechas» y para las demás partes «desde el día siguiente al de la notificación personal o al de la fijación de la lista en los Juzgados de Distrito, Tribunales Colegiados de Circuito o Suprema Corte de Justicia».

Con todo y que el sistema de cómputo de plazos que se menciona en el párrafo precedente se advierte como muy sencillo (para las auto‑ridades responsables el conteo comienza el día siguiente de la práctica de la notificación respectiva y las demás partes cuentan con un día más, es decir, no el segundo sino el «tercer día»), es necesario tener cuidado con los plazos especiales consignados en la L.A. y atender a la literalidad de los mismos, como ocurre, por ejemplo, con el relativo al plazo para interponer el incidente de inconformidad con el cumpli‑miento de la ejecutoria de amparo:

INCONFORMIdAd. INCIdENTE dE. TÉRMINO LEGAL PARA SU PRESENTACIóN. De acuerdo con lo dispuesto por el ar‑tículo 24, fracción I, de la Ley Reglamentaria de los Artículos 103 y 10� Constitucionales: «El cómputo de los términos en el juicio de amparo se sujetará a las reglas siguientes: I. Comenzarán a correr desde el día siguiente al en que surta sus efectos la notificación y se incluirá en ellos el día del vencimiento». Por su parte el numeral 34 de la misma Ley estable‑ce que: «Las notificaciones surtirán sus efectos: I. Las que se hagan a las autoridades responsables desde la hora en que hayan quedado legalmente hechas. II. Las demás, desde el día siguiente al de la notificación personal o al de la fijación de la lista en los Juzgados de Distrito, Tribunales Cole‑giados de Circuito o Suprema Corte de Justicia». Ahora bien, el artículo 105, párrafo tercero, de la Ley Reglamentaria en comento, señala que: «Cuando la parte interesada no estuviere conforme con la resolución que tenga por cumplida la ejecutoria, se enviará también a petición suya, el expediente a la Suprema Corte de Justicia. Dicha petición deberá presen‑tarse dentro de los cinco días siguientes al de la notificación de la resolu‑ción correspondiente; de otro modo, ésta se tendrá por consentida». Por tanto, el término de cinco días con que cuenta el quejoso para interponer

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el incidente de inconformidad debe computarse a partir del día siguiente «al de la notificación», pues donde el legislador distingue no cabe hacer distinción y es regla de lógica general que la norma especial excluye a la general. Esto es así porque la notificación es un acto independiente de la fecha en que surte sus efectos; de otro modo, no se explica la razón del porqué el legislador distinguió el término de la aludida inconformidad, al igual que también lo hizo para el recurso de queja en el artículo 9�, fracciones II y III, de la Ley de Amparo, que a la letra dice: «Los términos para la interposición del recurso serán los siguientes: II. En los casos de las fracciones I, V, VI, VII, VIII y X del mismo artículo, dentro de los cinco días siguientes al en que surta sus efectos la notificación de la reso‑lución recurrida; en los casos de las fracciones IV y IX del propio artículo 95, podrán interponerse dentro de un año contado desde el día siguiente al en que se notifique al quejoso el auto en que se haya mandado cumplir la sentencia, o al en que la persona extraña a quien afecte su ejecución tenga conocimiento de ésta… 13.

El anterior criterio pudiera ser considerado excesivamente forma‑lista, falto de un análisis sistemático de las diversas disposiciones que regulan los plazos en la tramitación del amparo y de muchas otras cosas más. Sin duda. Pero es muy útil para destacar que en materia de plazos es necesario efectuar, cada vez, en cada caso concreto, un análisis preciso y cuidadoso, evitar confianzas injustificadas y, por el contrario, redoblar las precauciones.

b) Los plazos se computan por días hábiles, con excepción hecha de los referentes al incidente de suspensión, los que se contarán de momento a momento. Por lo que hace a los días y horas hábiles para la promoción, sustanciación y resolución del proceso de amparo, en el numeral 5 encontrará el lector algunos comentarios. Así las cosas, ocupémonos del segundo aspecto enunciado.

La expresión «de momento a momento» no figura en el Diccionario

de la Lengua Española. Existe otra similar que es la de «por momentos»,

13 Op. cit., supra nota 4, novena época, Primera Sala, t. IV‑agosto de 1996, tesis 1ª./J.21/96, p.

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14 Op. cit., supra nota 1, p. 921.15 Op. cit., supra nota 4, novena época, Primer Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del

Primer Circuito, t. II‑octubre de 1995, tesis I.1º.A.3.K, p. 608.

que significa «sucesiva y continuadamente; sin intermisión en lo que se ejecuta o se espera; progresivamente» 14, lo que parecería significar, respecto del tema en cuestión, que para los efectos de dicho inciden‑te todos los días son hábiles. Más aún. Desde el punto de vista del análisis meramente gramatical, en la fracción II del artículo 24 de la L.A. el concepto contrapuesto al de conteo con «exclusión de los días inhábiles» es el de conteo de «momento a momento» (lo que parecería indicar que no existen, para ese fin, día inhábiles). Todavía más, en el artículo 26 de la L.A. se afirma que «no se computarán dentro de los términos a que se refiere el artículo 24 de [esa] ley, los días hábiles en que se hubiesen suspendido las labores del juzgado o tribunal en que deban hacerse promociones.‑ Se exceptúan de lo previsto en el párrafo anterior, los términos relativos al incidente de suspensión».

Sin embargo, el Poder Judicial de la Federación ha atribuido, en la ex‑presión «de momento a momento» un significado por completo diverso:

QUEJA PREvISTA EN LA FRACCIóN XI dEL ARTíCU-LO 95 dE LA LEY dE AMPARO. COMPUTO dEL TÉRMINO PARA SU INTERPOSICIóN POR LAS AUTORIdAdES RES-PONSABLES. De una interpretación conjunta de los artículos 9�, fracción IV, 99, último párrafo y 34 de la Ley de Amparo se advierte que, respecto del cómputo del término para la interposición del recur‑so de queja que hagan valer las autoridades responsables en contra de la resolución que conceda o niegue la suspensión provisional, resulta más benéfica la regla prevista en el último párrafo del artículo 99, que la que establece la fracción IV del artículo 9�, porque en el primer caso el término cuenta de momento a momento, es decir, a partir de la hora en que queda legalmente hecha la notificación y en el segundo comienza a correr un día después de practicada ésta […] 15.

no omitimos señalar que nos encontramos, en este caso, en presencia de una tesis cuya interpretación no corresponde ni al

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artículo 24, ni al 26 de la l.a.; sin embargo, dicho criterio sí se encuentra referido en el artículo 34 de la ley y es consistente con el que se menciona a continuación, en el cual también se atribuye a la expresión preposicional «de momento a momento» el sentido de que las notificaciones, para las autoridades responsables, surten sus efectos «desde la hora en que queden legalmente hechas»:

REvISIóN, TÉRMINO PARA LA INTERPOSICIóN POR LA AUTORIdAd RESPONSABLE. De acuerdo con lo que dispone el artículo 24 de la Ley de Amparo, en cuanto a las reglas generales para el cómputo de los términos, se señala con precisión que se con‑tarán por días naturales, con exclusión de los inhábiles, aludiendo al único caso de excepción en que los términos se contarán de momen‑to a momento, que es en el incidente de suspensión. En otra de las fracciones se establece, que para la interposición de los recursos, los términos se contarán para cada parte desde el día siguiente a aquél en que hubiera surtido sus efectos la notificación respectiva. Ahora bien, en el artículo 86 de ese mismo cuerpo legal, se expresa con toda clari‑dad, que el término para la interposición del recurso será de diez días, contados desde el siguiente, al en que surta sus efectos la notificación de la resolución recurrida. Por consiguiente, resulta jurídicamente in‑consistente el argumento que se aduzca fundado en lo que dispone la fracción I del artículo 34 de la Ley de Amparo, en cuanto a que las notificaciones que se hacen a las autoridades responsables, surten sus efectos «desde la hora en que hayan quedado legalmente hechas», con el fin de que se reconozca como caso de excepción, de las reglas gene‑rales a que se ha hecho referencia y con el propósito de que se admita en el caso que, para la autoridad responsable, corren los términos para la interposición del recurso de revisión de momento a momento inclu-yendo sábados, domingos y días en que suspendan las labores de los tribunales, porque no fue ésta la intención del legislador, al decir que las notificaciones surtirán sus efectos para la autoridad responsable, desde la hora en que hayan quedado legalmente hechas, lo cual sólo puede interpretarse en el sentido de que, a cualquier hora del día na-tural que se le notifique a la autoridad responsable, surte efectos la notificación, para que no se eluda el cumplimiento de las resoluciones que se le notifiquen y se cumplan de inmediato. En conclusión, los artículos

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16 Op. cit., supra nota 4, séptima época, Primer Tribunal Colegiado en Materia Penal del Primer Circuito, t. 21�‑228 sexta parte, p. 5�2.

1� Ovalle Favela, op. cit., supra nota 3, p. 2�9.

24 y 86 de la Ley de Amparo dan la correcta directriz de la forma de computar los términos para la revisión y, el reiterado empleo de la palabra días, que salvo casos excepcionales de la suspensión hace el legislador en ambos preceptos, impide considerar que esos términos deban contarse de momento a momento, pues se insiste que, en los términos judiciales, los días hábiles son y se han de entender naturales, comprendiendo las veinticuatro horas que los componen 16.

c) Para la interposición de los recursos, los plazos son individua-

les, lo que implica que corren para cada una de las partes desde el día siguiente a aquél en que para ella haya surtido efectos la notificación respectiva.

En este sentido, la doctrina ha elaborado diversas clasificaciones de plazos. Entre ellas se encuentra la que considera a la parte para la que corre el plazo. Afirma Ovalle Favela que atendiendo a este criterio: «[…] éste puede ser común o particular (“individual”, en la termino‑logía del artículo 290 del C.F.P.C.). El plazo es común cuando es se‑ñalado para que dentro del mismo las […] partes realicen determinado acto procesal […] En cambio, el plazo es particular cuando dentro del período correspondiente […] una de las partes puede llevar a cabo el acto procesal…» 1�.

Así, si en materia de recursos los plazos son individuales, es nece‑sario hacer el cómputo, en cada supuesto, atendiendo a las reglas de los artículos 24 y 34 de la L.A., aunadas a las específicas del recurso de queja, del de revisión o bien del de reclamación, según sea el caso, como puede observarse con claridad de la lectura de las tesis relevan‑tes que se transcriben en los incisos a) y b) de este apartado, a cuya lectura remitimos.

d) Los plazos pueden ampliarse en razón de la distancia, tomando en cuenta la dificultad o facilidad de las comunicaciones, sin que en ningún

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caso la ampliación pueda exceder de un día por cada 40 kilómetros. A este respecto, el artículo 289 del C. F. P. C. (supletorio este código de la Ley de Amparo) es más preciso al señalar que: «[…] Cuando la práctica de un acto judicial o el ejercicio de un derecho, dentro de un procedimiento judicial, deba efectuarse fuera del lugar en que se radique el negocio, y se deba fijar un término para ello o esté fijado por ley, se ampliará el término en un día por cada cuarenta kilómetros de distancia […] entre el lugar de radicación y el en que deba tener lugar el acto o ejercitarse el derecho. La distancia se calculará sobre la vía de trans-portes, más usual, que sea más breve en tiempo».

V. DÍAS Y HORAS INHÁBILES

V.1. Días Hábiles

De acuerdo con el artículo 23 de la L.A., para la presentación de la demanda, para la sustanciación y resolución del proceso de amparo se considera que todos lo días son hábiles, con exclusión de los sábados y domingos (en principio por razones de índole religioso y en la actualidad por cuestiones sociales y familiares), el 1º de enero (por motivos sociales), 5º de febrero (promulgación de la Constitución de 191�), 1º de mayo (en memoria de los mártires de Chicago), 5º de mayo (aniversario de la Batalla de Puebla, ocurrida en 1862), 14 de septiembre ( aniversario de la anexión de Chiapas a la República Mexicana, en 1824), 16 de septiembre (inicio del movimiento independentista, de 1810), 12 de octubre (aniversario del encuentro de dos razas, 1492) y 20 de noviembre (inicio del movimiento revolucionario de 1910). Este tema no ameritaría mayor comentario si no fuera por la viciosa costumbre del «legislador» 18 de modificar, reformar o derogar artículos permanentes de una ley, mediante artículos transitorios de otra muy diversa. Si se tratara de poner trampas legales, el método sería impecable, no cabe duda; pero como, al menos en teoría, las normas jurídicas

18 Entendiendo por tal no al Poder Legislativo, sino en términos reales, a la masa anónima de perso‑nas que suelen elaborar un proyecto de ley (sus modificaciones, reformas, adiciones, abrogacio‑nes o derogaciones); aunado a la masa también anónima que lo revisa una y otra vez, en ocasiones hasta transformarlo radicalmente; sumado a la masa de personas que lo aprueba, a veces sin conocimiento profundo del tema.

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deben ofrecer seguridad jurídica, dicho método es censurable. Y esto es precisamente lo que ocurre en relación con el artículo 23 de la L.A.

En efecto, el 2� de mayo de 1995 entró en vigor la nueva Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación, cuyo artículo Noveno Transitorio dis‑puso que: «A partir de la entrada en vigor de [esa] ley, los días hábiles a que se refiere el primer párrafo del artículo 23 de la Ley de Amparo serán los que señala el artículo 160 de [esa] ley». Sin embargo este último precepto no reguló propiamente los días hábiles, sino las vacaciones: «Los magistra‑dos de circuito y jueces de distrito disfrutarán anualmente de dos períodos vacacionales de quince días cada uno, en los períodos que fije el Consejo de la Judicatura Federal». En realidad el artículo que se ocupó del tema es el 163 de la propia L.O.P.J.F.: «En los órganos del Poder Judicial de la Fe‑deración, se considerarán como días inhábiles los sábados y domingos, el 1º de enero, 5 de febrero, 21 de marzo, 1º de mayo, 16 de septiembre y 20 de noviembre, durante los cuales no se practicarán actuaciones judiciales, salvo en los casos expresamente consignados en la ley».

Como se advierte, primero, el «legislador» modificó el párrafo ini‑cial del artículo 23 de la L.A. sin tocar ésta; segundo, lo efectuó a tra‑vés de un transitorio que quedó fuera de la L.A.; tercero, por si fuera poco equivocó el artículo permanente de la L.O.P.J.F. al que debía re‑ferirse, y cuarto, recogió al final la salvedad de los casos expresamente consignados en «ley» (¿se trata de la L.A.?). Fuera de estos detalles (alguien diría, sin importancia) en comparación con el artículo 23 de la L.A. agregó dentro del catálogo de los días inhábiles el 21 de mar‑zo (que ya había sido considerado como tal, en diversos criterios del Poder Judicial de la Federación) y suprimió los días 5 de mayo, 12 de octubre y el tan criticado 14 de septiembre.

Por fortuna, el Pleno de la Suprema Corte de Justicia, al pronunciarse sobre este problema consideró que el sistema establecido en los artícu‑los 160, 163 y Noveno Transitorio de la L.O.P.J.F. producía confusión, por lo que debían considerarse, junto con los previstos en éstos, los días inhábiles contemplados en el primer párrafo del artículo 23 de la L.A.:

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díAS INHÁBILES PARA LA INTERPOSICIóN dE RECUR-SOS EN JUICIO dE AMPARO. dAdA LA CONFUSIóN QUE PROdUCEN LOS ARTíCULOS 160, 163 Y NOvENO TRANSITO-RIO dE LA LEY ORGÁNICA dEL POdER JUdICIAL dE LA FE-dERACIóN, dEBEN TOMARSE COMO díAS INHÁBILES LOS SEÑALAdOS EN dICHO ARTíCULO 163 Y TAMBIÉN LOS ES-TABLECIdOS EN EL ARTíCULO 23 dE LA LEY dE AMPARO. Produce confusión la incongruencia existente entre los artículos noveno transitorio y 160 de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación vigente a partir del 2� de mayo de mil novecientos noventa y cinco, pues mientras el primero de esos preceptos dispone que a partir de su entrada en vigor, los días inhábiles a que se refiere el primer párrafo del artículo 23 de la Ley de Amparo serán los que señala el numeral 160, este precepto nada dispone acerca de los días hábiles o inhábiles; en cambio, el artículo 163 de la misma ley orgánica establece como días inhábiles los sábados y domingos, el primero de enero, cinco de febrero, veintiuno de marzo, primero de mayo, dieciséis de septiembre y veinte de noviembre , en los cuales no se practicarán actuaciones judiciales, «[...] salvo en los casos expresamente consignados en la ley», remisión que incrementa la duda, pues el artículo 23 de la Ley de Amparo señala como días hábiles para la promoción, sustanciación y resolución de los juicios de amparo todos los días del año, con exclusión de los sábados y domingos, primero de enero, cinco de febrero, primero y cinco de mayo, catorce y dieciséis de septiem‑bre, doce de octubre y veinte de noviembre. Por tanto, dada esta situación confusa que induce a error, debe estarse a lo más favorable al promovente del amparo o de los recursos correspondientes y, en su caso, tomar como inhábiles los días que como tales señalan ambos artículos —163 de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación y 23 de la Ley de Amparo—, para efectos del cómputo a que este último precepto se refiere 19.

Ahora bien, comentario aparte merece la previsión relativa a la suspensión de labores por parte del juzgador de amparo, contenida en el artículo 26 de la L.A. Conforme hemos dicho en el numeral 4

19 Op. cit., supra nota 4, Pleno, novena época, t.V, febrero de 1997, tesis de jurisprudencia. p. XXV/97, p. 122, materia común.

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precedente, la ley de la materia contempla dos sistemas para el cóm‑puto de plazos: uno relativo a la presentación de la demanda y otro concerniente a la sustanciación y resolución del amparo; el primero contenido en los artículos 21 y 22 de la L.A. y el segundo en el artículo 24 del propio ordenamiento.

En este sentido, el artículo 26 de la L.A. señala que: «No se computarán dentro de los términos a que se refiere el artículo 24 de [esa] ley, los días hábiles en que se hubiesen suspendido las labores del juzgado o tribunal en que deban hacerse las promo‑ciones.‑ Se exceptúan de lo previsto en el párrafo anterior, los tér‑minos relativos al incidente de suspensión». Como se advierte, el legislador sólo hizo referencia al artículo 24 (que considera los plazos en la sustanciación y resolución del amparo) y omitió la mención, por demás obvia, de los artículos 21 y 22 (que versan sobre los plazos de la presentación de la demanda), pues es claro que si por cualquier razón (vacaciones, movimientos de carácter social, siniestros, etcétera) no hay labores en el juzgado o tribunal ante el que deben realizarse las promociones, ningún plazo puede correr. Sobre el particular, el Primer Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Primer Circuito estableció la siguiente tesis:

AMPARO. TÉRMINO PARA INTERPONERLO. vACA-CIONES. Para el cómputo del término para promover el amparo, deben descontarse tanto los días en que tuvo vacaciones la auto‑ridad responsable, en que la quejosa no tuvo a su disposición el expediente del que emanó la resolución reclamada, como lo días en que tuvieron vacaciones los Tribunales Colegiados, ya que éstos resultaban inhábiles, porque durante ellos no pudieron tener lugar actuaciones (artículos 26 de la Ley de Amparo y 286 del Código Federal de Procedimientos Civiles). Y en caso de que ambos perío‑dos de vacaciones no coincidan, debe estarse a lo más favorable a la parte quejosa; es decir, descontar todos los días en que no laboró la autoridad responsable y en que no laboró el Tribunal Colegiado, independientemente de que la demanda de amparo se presente ante la autoridad responsable o directamente en la Oficialía de Partes de los Tribunales Colegiados de Circuito, ya que no puede haber dos

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términos legales para promover el amparo, según donde se presente la demanda 20.

Sobre este mismo tema, el Primer Tribunal Colegiado en Mate‑ria Administrativa del Primer Circuito se ha pronunciado en sentido opuesto:

dEMANdA dE AMPARO dIRECTO. EN EL CóMPUTO RESPECTIvO NO dEBEN EXCLUIRSE LOS díAS EN LOS QUE LOS TRIBUNALES COLEGIAdOS GOZAN dE vACA-CIONES POR SUSPENSION dE LABORES. En el término de quince días que el artículo 21 de la Ley de Amparo establece para promover el juicio de garantías uni‑istancial no deben descontarse los días que por vacaciones o suspensión de labores no desarrollen actividades los Tribunales Colegiados porque es a la autoridad res‑ponsable a quien los interesados acuden a la consulta de constan‑cias para preparar la acción constitucional y presentan la demanda de amparo en términos del artículo 163 de la misma ley. Sin que obste a lo anterior lo dispuesto por el artículo 26 de la ley de la ma‑teria, toda vez que éste remite expresamente a lo preceptuado por el artículo 24 de la propia ley, que en absoluto tiene que ver con la demanda de garantías, pues se refiere a los términos que rigen para la sustanciación del juicio de amparo 21.

Esta diferencia de criterios dio lugar a una denuncia de contra‑dicción, la cual se encuentra numerada bajo el 32/9� y no obstante que se listó como tal desde marzo de 1998, seis meses después no ha sido resuelta. Sin embargo es posible es que cuando el lector tenga en sus manos este material, ya se conozca cuál es el criterio que ha de prevalecer, en los términos previstos por el artículo 19�‑A de la L.A.

20 Op. cit., supra nota 4, séptima época, t.60 sexta parte, p. 57.21 Op. cit., supra nota 4, novena época, t. Vi, agosto de 1997, tesis Vi. 1º 9k, p. 703.

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22 Como es sabido, después de que han concluido las labores del órgano, las «demandas o promo‑ciones de término» suelen se presentadas en el local del juzgado, si el secretario respectivo se encuentra en él o bien es necesario acudir al domicilio personal de éste, lo cual presenta innu‑merables problemas en la práctica. Para resolver parte de esta situación, el 1º de abril de 1998, entró en vigor el Acuerdo 11/1998 del Pleno del Consejo de la Judicatura Federal que amplió el funcionamiento de la Oficialía de Partes de los Juzgados de Distrito en Materia Civil en el Distrito Federal, para recibir las demandas y promociones de término, en horario que comprende de las catorce treinta horas a las veinticuatro horas. Los considerandos y artículos del Acuerdo son los siguientes:

V.2. Horas Inhábiles

Señala el artículo 281 del CFPC que las que las actuaciones ju‑diciales deben ser practicadas en días y hora hábiles y más adelante agrega que son «horas hábiles las comprendidas entre las ocho y las diecinueve». También indica, en su artículo 282, que «el Tribunal pue‑de habilitar los días y horas inhábiles, cuando hubiere causa urgente que lo exija, expresando cuál sea ésta y las diligencias que [han] de practicarse.‑ Si una diligencia se inició en días y horas hábiles, puede llevarse hasta su fin, sin interrupción, sin necesidad habilitación ex‑presa».

Ésta es la regla que debe observarse, a falta de disposición expresa en la ley de la materia. En cuanto a las excepciones, una muy impor‑tante figura en el párrafo final del artículo 23 de la L.A., según el cual: «La presentación de demanda o promociones de término podrá hacer-se el día en que este concluya, fuera del horario de los tribunales, ante el secretario 22 y en los casos urgentes y de notorio perjuicio para el quejoso, los jueces podrán habilitar los días y horas inhábiles, para la admisión de la demanda y la tramitación de los incidentes de suspen-sión no comprendidos en el segundo párrafo del presente artículo».

La demanda e incidentes a que se refiere la parte final del párrafo precedente son, de acuerdo con disposición expresa de la ley, única‑mente los relativos a los actos graves en materia penal: «Puede pro‑moverse en cualquier día y a cualquier hora del día o de la noche, si se trata de actos que importen peligro de privación de la vida, ataques

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II. ACUERdO GENERAL NÚMERO 11/1998, dEL PLENO dEL CONSEJO dE LA JUdICA-TURA FEdERAL, QUE AMPLíA EL FUNCIONAMIENTO dE LA OFICIALíA dE PARTES dE LOS JUZGAdOS dE dISTRITO EN MATERIA CIvIL EN EL dISTRITO FEdERAL, PARA RECIBIR LAS dEMANdAS Y PROMOCIONES dE TÉRMINO, EN HORARIO QUE COMPRENdE dE LAS CATORCE TREINTA HORAS A LAS vEINTICUATRO HORAS.

CONSIdERANdOPRIMERO.- Que por decretos publicados en el Diario Oficial de la Federación el treinta y uno de diciembre de mil novecientos noventa y cuatro y el veintidós de agosto de mil novecientos noventa y seis, se reformaron, entre otros, los artículos 94, 99 y 100 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos;SEGUNdO.- Que dichas reformas modificaron la estructura y competencia del Poder Judicial de la Federación;TERCERO.- Que los artículos 99 y 100, párrafos primero y séptimo de la Carta Magna, 68 y 205 de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación en vigor, disponen que la administración, vigi‑lancia y disciplina del Poder Judicial de la Federación, con excepción de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y del Tribunal Electoral, estarán a cargo del Consejo de la Judicatura Federal y que éste es el órgano facultado para expedir acuerdos generales para el adecuado ejercicio de sus funciones, de conformidad con lo que establezca la ley;CUARTO.- Que el artículo 81, fracción XXXVIII, de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Fe‑deración otorga facultades al Consejo de la Judicatura Federal, para dictar las medidas que exijan el buen servicio y la disciplina en los tribunales de circuito, juzgados de distrito y órganos auxiliares del Consejo de la Judicatura Federal;QUINTO.- Que para solucionar los problemas que enfrentan los justiciables para la presentación de demandas y promociones de término fuera del horario de labores de los Juzgados de Distrito en Ma‑teria Civil en el Distrito Federal, derivados de las distancias que deben recorrer para que aquéllas les sean recepcionadas por los autorizados para ese efecto, que en muchos casos origina su presentación extemporánea, este Órgano Colegiado consideró necesario, en ejercicio de sus atribuciones, emitir el presente Acuerdo.En consecuencia, con fundamento en los artículos 100, párrafo séptimo, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, y 81, fracciones II y XXXVIII, de la Ley Orgánica del Poder Judi‑cial de la Federación, este Pleno del Consejo de la Judicatura Federal expide el siguiente:ACUERDOPRIMERO.- Se amplía el funcionamiento de la oficialía de partes de los Juzgados de Distrito en Materia Civil en el Distrito Federal, con un horario que comprende de las catorce treinta horas a las veinticuatro horas, el cual iniciará el día primero de abril de mil novecientos noventa y ocho.SEGUNdO.- La ampliación autorizada funcionará únicamente para recibir las demandas y promo‑ciones de término.Las demandas de amparo en las que se reclame orden de arresto decretada por autoridad judicial, deberán seguir presentándose ante el secretario del juzgado autorizado conforme al turno establecido por los Juzgados de Distrito en Materia Civil en el Distrito Federal.TRANSITORIOS:PRIMERO.- Este Acuerdo entrará en vigor el día primero de abril de mil novecientos noventa y ocho.SEGUNdO.- Publíquese este Acuerdo en el Diario Oficial de la Federación y en el Semanario Ju-dicial de la Federación y su Gaceta. Así como un aviso, por una sola ocasión, en tres de los diarios de mayor circulación nacional.

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a la libertad personal, deportación, destierro o alguno de los actos prohibidos por el artículo 22 de la Constitución Federal, así como la incorporación forzosa al ejército o armada nacionales, y cualquier hora

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del día o de la noche será hábil para tramitar el incidente de suspensión y dictar las providencias urgentes a fin de que se cumpla la resolución en que se hayan concedido.‑ Para los efectos de esta disposición, los jefes y encargados de las oficinas de correos y telégrafos estarán obli‑gados a recibir y transmitir, sin costo alguno para los interesados ni para el gobierno, los mensajes en que se demande amparo por alguno de los actos enunciados, así como los mensajes y oficios que expidan las autoridades que conozcan de la suspensión, aun fuera de las horas de despacho y aun cuando existan disposiciones en contrario de las autoridades administrativas […]».

VI. OTROS CRITERIOS RELEVANTES DEL PODER JUDICIAL DE LA FEDERACIÓN

Por la forma tan breve y poco precisa en que se encuentra regulada la materia objeto de estudio, es indispensable acudir a los criterios del Poder Judicial Federal, a fin de resolver un importante número de problemas que plantea la práctica forense de amparo. Por ello, además de los que hemos referido líneas arriba, a continuación encontrará el lector una selección de tesis que pudieran ser útiles para el análisis de los plazos en el proceso de amparo.

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ACTO NEGATIvO. CONTRA EL, NO CORRE EL TÉRMI-NO PREvISTO POR EL ARTíCULO 21, dE LA LEY dE AM-PARO. La negativa u omisión de la autoridad responsable de resolver el recurso de revocación, tiene el carácter de acto negativo y como tal es de tracto sucesivo, porque la violación se actualiza de momento a momento, por tratarse de hechos continuos que no se agotan una vez producidos, sino hasta en tanto cese la negativa u omisión de que se trata, por ende no están sujetos al término de quince días a que alude el artículo 21, de la Ley de Amparo, sino que pueden reclamarse en cualquier momento.

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PRIMER TRIBUNAL COLEGIADO DEL QUINTO CIRCUITO.

PRECEdENTES: Amparo en revisión 55/92. Laura Woolfolk viu‑da de Lozano. 20 de marzo de 1992. Unanimidad de votos. Ponente: José Enrique Moya Chávez. Secretario: Francisco Raúl Méndez Vega.

FUENTE: Semanario Judicial de la Federación, octava época, Tribunales Colegiados de Circuito, t. X‑julio, p. 332.

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REPRESENTANTE LEGAL. NO PUEdE IGNORAR HECHOS QUE CONOCIó EN LO PERSONAL. Si el quejoso, quien es repre‑sentante legal de la empresa codemandada, tuvo conocimiento de los actos impugnados, es evidente que también lo tuvo como representante de dicha empresa, pues es materialmente imposible que lo que sabe como persona física lo ignore como representante legal de la empresa, por lo cual si un emplazamiento a una negociación mercantil debe realizarse por conducto de una persona física, que al mismo tiempo, por la ficción legal del desdo‑blamiento de su personalidad, es apoderado o representante de esa persona moral, no es legalmente posible que el referido representante desconozca de la existencia del juicio origen del emplazamiento, si este último como codemandado fue emplazado al mismo juicio como persona física.

TERCER TRIBUNAL COLEGIAdO dEL CUARTO CIRCUITO.

PRECEdENTES: Amparo en revisión 2�6/94. Sanitarios y Co‑cinas Villarreal, S.A. de C.V. 9 de febrero de 1995. Unanimidad de votos. Ponente: Juan Miguel García Salazar. Secretario: Ángel Torres Zamarrón.

FUENTE: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, novena época, Tribunales Colegiados de Circuito, t. II‑julio de 1995, tesis: IV.3º 3K, p. 2�0.

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PERSONA EXTRAÑA A JUICIO; EL PLAZO PARA QUE PROMUEvA EL AMPARO NO SE COMPUTA SIEMPRE A PAR-TIR dE LA EJECUCIóN dE LA SENTENCIA, SINO A PARTIR dE CUANdO AQUÉLLA CONOCE EL PROCEdIMIENTO, SENTENCIA O ACTO QUE AFECTE SU INTERÉS. Una nue‑va reflexión sobre el tema del amparo promovido por las personas extrañas a juicio a que se refiere el artículo 114, fracción V, de la ley de la materia, lleva a este Pleno, por una parte, a reiterar las consideraciones generales de la resolución dictada en el expediente de contradicción de tesis 22/92 y que originó la jurisprudencia 359 (Compilación de mil novecientos noventa y cinco, Tomo VI, página doscientos cuarenta y uno a doscientos cuarenta y dos), esto es, que quien promueve amparo como persona extraña a juicio tiene la carga de acreditar la afectación que los actos reclamados causan a su inte‑rés jurídico; y que esta violación a los derechos de que el quejoso es titular, permite determinar la regla de que el plazo impugnativo debe computarse a partir de que tenga conocimiento de esos actos que le causan un agravio personal, actual y directo, de donde se infiere que si la afectación es causada desde el principio, en virtud de no haber sido emplazado y por todo el juicio, el plazo empieza a contar desde que tiene conocimiento de ello; asimismo, si lo que agravia al que‑joso es la sentencia, el cómputo empieza cuando tiene conocimiento de este fallo; o bien a partir de la ejecución, si sólo ésta lo perjudica. Por otra parte, sin embargo, este Pleno se aparta del criterio de dicha tesis jurisprudencial, en cuanto limitaba la causación de la afectación al extraño a juicio, sólo por los actos de ejecución, de donde deri‑vaba que el cómputo del plazo debía comenzar, en todos los casos, a partir de la ejecución. La separación respecto de esta parte de la tesis, deriva de su desarmonía con la regla fundamental de la primera parte, así como por la razón de que cuando dos personas litigan entre sí, sin llamar a quien es titular de los derechos controvertidos, ya el sólo procedimiento le causa perjuicio, tanto desde el punto de vista legal, como constitucional, en virtud de que se sigue el juicio sin darle la garantía de audiencia; además, si en los casos en que desde

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el procedimiento se causa perjuicio al quejoso extraño y tiene cono‑cimiento de ello, se tuviera que esperar hasta la ejecución, es claro que se apartaría de la regla prevista en el artículo 21 de la Ley de Amparo, acerca de que el plazo impugnativo debe contarse a partir de que haya tenido conocimiento de tal acto. El cómputo a partir de la ejecución se justifica, por tanto, sólo cuando ésta es la única que agravia al quejoso, o bien, cuando afectándole el procedimiento, tuvo conocimiento del mismo hasta la ejecución.

PRECEdENTES: Contradicción de tesis 11/95.‑ Entre las sus‑tentadas por el Primero y Segundo Tribunales Colegiados en Materia Civil del Tercer Circuito.‑ 18 de septiembre de 199�.‑ Unanimidad de diez votos (Ausente Sergio Salvador Aguirre Anguiano).‑ Ponen‑te: Olga María Sánchez Cordero.‑ Secretaria: Rosa Elena González Tirado.

Licenciado José Javier Aguilar Domínguez, Secretario General de Acuerdos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, certifica: Que el Tribunal Pleno, en su sesión privada celebrada el 13 de enero en curso, aprobó con el número 6/1998, la tesis jurisprudencial que antecede.‑ México, Distrito Federal, 13 de enero de 1998.

FUENTE: Semanario Judicial de la Federación, tesis de juris‑prudencia 6/1998. Modificación de la jurisprudencia 359, compila‑ción de 1995, t. VI.

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AMPARO, TÉRMINO PARA LA INTERPOSICIóN dEL. NO COMPRENdE LOS díAS NO LABORAdOS POR LA AU-TORIdAd RESPONSABLE. En el cómputo del término para pro‑mover el amparo, deben descontarse los días en que la autoridad res‑ponsable deja de laborar, los cuales resultan inhábiles porque durante ellos no pueden correr términos para la interposición de la demanda de garantías, pues de no ser así, se reduciría el término en perjuicio

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del quejoso; quien debe disfrutarlo en toda su plenitud para estar en aptitud de consultar el expediente del que emana el acto reclamado.

TERCER TRIBUNAL COLEGIAdO dEL SEGUNdO CIRCUITO.

PRECENdENTES: Amparo en revisión 36/89. Alejandro Bonfil Valle. 16 de marzo de 1989. Unanimidad de votos. Ponente: María del Carmen Sánchez Hidalgo. Secretario: Cuauhtémoc González Álvarez. Reitera el criterio sustentado en la Jurisprudencia 22. Apéndice al Se-manario Judicial de la Federación del año de 1985.

FUENTE: Semanario Judicial de la Federación, octava época, Tribunales Colegiados de Circuito, t. III Segunda Parte‑1, p. 103.

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dEMANdA dE AMPARO. EL CóMPUTO dEL PLAZO PARA PRESENTARLA dEBE HACERSE A PARTIR dEL díA SIGUIENTE AL QUE SURTA EFECTOS LA NOTIFICACIóN dEL ACTO RECLAMAdO CON ARREGLO A LAS dISPOSI-CIONES APLICABLES. La tesis que por mayoría de votos ha veni‑do sosteniendo la Sala en el sentido de que el cómputo del plazo para interponer el amparo, debe hacerse a partir del día siguiente en el que fue notificado el acto reclamado se funda en el siguiente razonamien‑to: El artículo 21 de la Ley de Amparo establece: «El término para la interposición de la demanda de amparo será de quince días. Dicho término se contará desde el día siguiente al que se haya notificado al quejoso la resolución o acuerdo que reclama [...]». El artículo 24 de la propia Ley determina en su fracción I que (el término en el juicio de amparo) comenzará a correr desde el día siguiente al que surta sus efectos la notificación si el legislador utilizó diversas expresiones: día siguiente al que se haya notificado al quejoso y día siguiente al que surtió efectos la notificación, debe suponerse que expresó dos diversos

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pensamientos o que fue distinta su voluntad respecto del término para pedir amparo y en relación con el término en el juicio de amparo; por ende, el término para pedir amparo debe contarse desde el día siguien‑te no al día en que surte sus efectos la notificación del acto reclamado sino al día siguiente del día en que la notificación fue materialmente practicada (mediante fijación de cédula, publicación en el Boletín Ju‑dicial, etcétera). Contra ese razonamiento pueden hacerse las siguien‑tes consideraciones: Los artículos que se aplican fueron adoptados en la Ley de Amparo de mil novecientos diecinueve y reproducidos en la que se encuentra actualmente en vigor. Antes de que se promulgara la Constitución de mil novecientos diecisiete que mediante el artículo 10� adoptó importantes reformas en la estructura del amparo, el jui‑cio de garantías se normaba por las reglas adoptadas, en el capítulo especial del Código Federal de Procedimientos Civiles y más concre‑tamente por el Código Federal de seis de octubre de mil ochocientos noventa y siete. Dicho ordenamiento preceptuaba: artículo �81: La demanda de amparo contra resoluciones judiciales del orden civil, de‑berá entablarse dentro de veinte días, contados desde la fecha de la notificación, se si tratare de sentencia definitiva y dentro de quince en los demás casos. El artículo 21 de la Ley de Amparo establece, según se ha dicho, que el término se contará desde el día siguiente al que se haya notificado al quejoso la resolución o acuerdo que reclame, por lo que parece derivar de la fórmula: (ligeramente cambiada) del Código Federal con el aditamento a que después se hará relación. El artículo 24 relativo a términos en el juicio de amparo es absolutamente nue‑vo puesto que en el Código Federal no era necesario, ya que existían disposiciones generales sobre cómputo de términos. Tampoco figu‑ra en el Código Federal de Procedimientos (como no figura en el de Procedimientos Civiles del Distrito Federal, vigente ni en múltiples ordenamientos procesales) un precepto que expresamente estableciera el momento en que surte sus efectos la notificación. La adopción del artículo 34 relativo se explica fundamentalmente por la necesidad de establecer normas diversas para la autoridad responsable y las demás partes en el amparo. Si la Ley de Amparo ha adoptado disposiciones especiales sobre el momento en que surte sus efectos la notificación, es obedeciendo principalmente a la preocupación de vincular inmediatamente

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a la autoridad responsable al cumplimiento de las resoluciones dicta‑das en el juicio de amparo, desde la hora en que se les entrega el ofi‑cio de notificación, para evitar procedimientos indebidos de la propia autoridad encaminados a eludir la resolución que concede la suspen‑sión, otorga el amparo o requiere para el cumplimiento de la senten‑cia, pretextando que no conoció el contenido de la repetida resolución sino hasta horas o días después. Es lógico que el artículo 24 relativo a términos en el juicio de amparo esté íntimamente vinculado con la estructura adoptada por la propia ley sobre efectos de la notificación, pues el cómputo de tales términos debe hacerse en forma congruente con el sistema. Mas la disposición que establece el término para pedir amparo tiene que adoptarse a todo el inmenso campo judicial y admi‑nistrativo, del que puede emanar el acto reclamado; la fórmula que se adopte debe ser genérica, flexible y adaptable lo mismo a aquellas legislaciones que adopten un precepto especial sobre el momento en que surte efectos la notificación, que a la que no resuelve en forma expresa el problema y lo deja a la libre interpretación jurídica. Es la ley que rige el acto a la que incumbe, dentro de su soberanía, regir la forma y efectos de sus notificaciones y no a la ley que organiza el procedimiento constitucional para impugnarlas. Por ende, el artículo 21 de la Ley de Amparo debe interpretarse como una disposición in‑dependiente de la contenida en el artículo 24 de la propia ley. La con‑secuencia de la aplicación de la tesis mayoritaria anterior, se advierte en proyectos de sobreseimiento en los que se considera como día de la notificación, el de su publicación en el Boletín Judicial. En tanto que el autor del Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal no tiene por hecha la notificación sino hasta el día siguiente, la Sala, para los efectos del amparo, adoptaba un precepto diverso cuyo efecto es restringir el término para ejercitar la acción constitucional; y conside‑raba como notificación la publicación en el Boletín Judicial que no es más que una indicación a las partes en el sentido de que se ha dictado una resolución en el juicio para que acudan al juzgado a enterarse de su contenido, puesto que en el Boletín sólo se expresan los nombres de las partes más no se transcribe el contenido del acuerdo. Fácilmente puede imaginarse un precepto de una ley administrativa que estable‑ciendo la notificación por edictos considere que no surte sus efectos

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sino quince días después de publicado el último edicto, tratándose de personas de domicilio desconocido. La tesis anterior consideraría que en el momento en que surtió efectos la notificación, conforme a la Ley del acto, se extinguió ya el término para impugnarla en amparo. En tal virtud la Sala por unanimidad considera que el cómputo del plazo para interponer el amparo debe hacerse a partir del día siguiente al en que surta efectos la notificación del acto reclamado. Finalmente, aun considerando que la cuestión fuera opinable o discutible, la más ele‑mental prudencia ha conducido a la Suprema Corte a optar, en casos similares, por entrar al fondo del amparo y no por el sobreseimiento porque un sobreseimiento injusto es una denegación de Justicia.

PRECEdENTES: Amparo directo 5385/63. Edmundo Díaz Esca‑milla. 31 de marzo de 1965. 5 votos. Ponente: José Castro Estrada.

FUENTE: Semanario Judicial de la Federación, sexta época, Tercera Sala, t. XCIII, Cuarta Parte, p. 51.

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AMPARO dIRECTO PLANTEAdO COMO INdIRECTO. PARA dETERMINAR LA OPORTUNIdAd EN SU PROMO-CIóN, dEBE ATENdERSE A LA FECHA dE PRESENTACIóN dE LA dEMANdA ANTE EL JUZGAdO dE dISTRITO. De conformidad con el artículo 49 de la Ley de Amparo cuando se presen‑ta ante un juez de Distrito una demanda de amparo contra alguno de los actos respecto de los cuales proceda el amparo directo, se declarará incompetente de plano y mandará remitir dicha demanda al Tribunal Colegiado de Circuito que corresponda, quien podrá imponer al pro‑movente una multa de diez a ciento ochenta días de salario si confir‑ma la resolución del juez. La interpretación de este precepto permite concluir que se refiere al caso en que la parte quejosa equivoca la vía, promoviendo amparo indirecto contra actos respecto de los actos que estima lesivos de sus garantías individuales, debe considerarse que se interrumpe el término legal de presentación de la demanda de garan‑tías y, por tanto, a fin de determinar la oportunidad de su presentación,

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debe atenderse a la fecha en que se presentó ante el juzgado de Distrito y no a aquélla en que la reciba el Tribunal Colegiado de Circuito co‑rrespondiente, sin que resulte aplicable a dicho caso lo dispuesto en el artículo 165 de la Ley de Amparo con respecto a que «la presentación de la demanda en forma directa, ante autoridad distinta de la respon‑sable, no interrumpirá los términos a que se refieren los artículos 21 y 22 de esta ley», toda vez que este último precepto no se refiere al caso de equivocación de la vía, sino al de una demanda de garantías planteada como amparo directo pero que se presenta ante autoridad distinta de la responsable, precepto que además corrobora que la falta de disposición expresa por parte del legislador en torno a la no inte‑rrupción del término en el artículo 49 significa que en el caso estable‑cido en este numeral sí se interrumpirá dicho término de presentación de la demanda de amparo, máxime que el propio numeral 49 establece la posibilidad de que el Tribunal Colegiado de Circuito imponga una multa cuando confirme la resolución de incompetencia del juez, que si se relaciona con el artículo 3º bis del propio ordenamiento, proce‑derá imponerse cuando se haya actuado de mala fe, es decir, cuando la promoción del amparo en la vía indirecta se haya hecho no por una verdadera duda en torno al ejercicio de la vía procedente.

PRECEdENTES: Contradicción de tesis 21/94. Entre las susten‑tadas por el Tercer Tribunal Colegiado en Materia Civil del Primer Circuito y el Tercer Tribunal Colegiado del Segundo Circuito. 2 de marzo de 1995. Unanimidad de once votos. Ponente: Mariano Azuela Güitrón. Secretaria: Lourdes Ferrer Mac Gregor Poisot.

El Tribunal Pleno en su sesión privada del jueves veintisiete de abril de mil novecientos noventa y cinco asignó el número 1/1995 (9ª) a esta tesis de jurisprudencia aprobada al resolver la contradicción de tesis número 21/94. México, Distrito Federal, a veintiocho de abril de mil novecientos noventa y cinco.

FUENTE: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, no‑vena época, Pleno, t. I, Mayo de 1995, tesis: P./J. 1/95, p. 43.

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dEMANdA dE AMPARO dIRECTO, SU PRESENTACIóN ANTE UNA AUTORIdAd dISTINTA dE LA ORdENAdORA NO INTERRUMPE EL TÉRMINO PARA PROMOvER EL JUI-CIO. El artículo 163 de la Ley de Amparo, determina que la demanda de amparo en la vía directa debe presentarse por conducto de la auto‑ridad que emitió el acto reclamado y el diverso 165 establece que la presentación ante autoridad distinta de la responsable, no interrumpe los términos a que se refieren los artículos 21 y 22 del propio orde‑namiento. De lo anterior se sigue que si en vez de presentar el escrito ante la autoridad ordenadora se presenta ante una diversa por más que ésta sea parte en el juicio, el término no se interrumpe y por tanto, para efectos del cómputo deberá estarse a cuando la primera de las mencio‑nadas, reciba el ocurso.

PRIMER TRIBUNAL COLEGIADO DEL SEXTO CIRCUITO.

PRECEdENTES: Recurso de reclamación �/88. Héctor Hernán‑dez Bravo y otro. 30 de agosto de 1988. Unanimidad de votos. Ponen‑te: Carlos Gerardo Ramos Córdova. Secretario: Hugo Valderrábano Sánchez.

Amparo directo 453/93. Rosario Pastrana Hernández. 10 de di‑ciembre de 1993. Unanimidad de votos. Ponente: Eric Roberto Santos Partido. Secretario: Manuel Acosta Tzintún.

Amparo directo 5�1/93. Margarito Suárez y Luna. 28 de enero de 1994. Unanimidad de votos. Ponente: Norma Fiallega Sánchez. Secre‑tario: Federico Jorge Martínez Franco.

Amparo directo 589/93. Agustín Cuautle Gregorio. 3 de marzo de 1994. Unanimidad de votos. Ponente: Eric Roberto Santos Partido. Secretario: Martín Amador Ibarra.

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Amparo directo 485/92. José Rojo Medina. 1� de agosto de 1994. Unanimidad de votos. Ponente: Rosa María Temblador Vidrio. Secre‑tario: Benito Andrade Ibarra.

FUENTE: Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, oc‑tava época, Tribunales Colegiados de Circuito, tesis: VI. 1º J/10�, t. 86‑2, Febrero de 1995, p. 53.

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ACLARACIóN dE SENTENCIA, CóMPUTO dEL TÉRMI-NO PARA LA INTERPOSICIóN dE LA dEMANdA dE AM-PARO EN CASO dE. El término legal para la interposición de la demanda de amparo, cuando existe aclaración de sentencia, se contará a partir del día siguiente al en el que surta efectos la notificación de dicha aclaración, ya que es hasta ese momento cuando la citada sen‑tencia tiene el carácter de definitiva; si bien la aludida aclaración no podrá modificar, nulificar o revocar la sentencia, conforme a lo dis‑puesto por el artículo 84 del código de Procedimientos Civiles, porque su finalidad es exclusivamente para esclarecer palabras o frases ambi‑guas, contradictorias u obscuras; sin embargo, no puede desligarse de la sentencia que le dio origen, por ser parte integrante de ésta.

NOvENO TRIBUNAL COLEGIAdO EN MATERIA CIvIL dEL PRIMER CIRCUITO.

PRECEdENTES: Amparo en revisión 16�9/94, Cuproquim de México, S.A. de C.V. 24 de noviembre de 1994. Unanimidad de vo‑tos. Ponente: Guadalupe Olga Mejía Sánchez. Secretaria: María Elena Rosas López.

FUENTE: Semanario Judicial de la Federación, octava época, Tri‑bunales Colegiados de Circuito, tesis: 19ºC.2 K, t. XV‑Febrero, p. 122.

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ACLARACIóN dE SENTENCIA, CóMPUTO PARA PRO-MOvER EL AMPARO EN CASO dE. Como la resolución que aclara una sentencia dictada en un juicio ordinario es parte integrante de ésta, debe estimarse que el fallo tiene carácter de definitivo hasta que se aclara; por tanto, el término legal para promover el juicio de amparo empieza a correr después de que se notifica la resolución de aclaración y, asimismo, la acción constitucional es improcedente si la aclaración intentada está pendiente de dictarse.

PRECEdENTES: Amparo en revisión 2966/96. Autos Saga, S.A. 12 de marzo de 199�. Cinco votos. Ponente: Guillermo I. Ortiz Maya‑goitia. Secretario: Juan José Franco Luna.

FUENTE: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, no‑vena época, Segunda Sala, tesis: 2ª LVII/9�, t. V, Mayo de 199�, p. 329.

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dEMANdA dE AMPARO dIRECTO POR CORREO, COMPUTO PARA INTERPONER LA. Los términos judiciales en el juicio constitucional están reglamentados por los artículos 24 y 25 de la Ley de Amparo, éstos establecen cuándo comenzarán a correr y cómo se contarán, asimismo prevén que si las partes resi‑den fuera del lugar del juzgado o tribunal que conozca del juicio o del incidente de suspensión, se tendrán por hechas en tiempo las promociones que se depositen, dentro de los términos legales, en la oficina de correos o telégrafos que corresponda al lugar de su residencia; empero, tratándose del término para la presentación de la demanda de garantías, éste se encuentra reglamentado de manera especial por el artículo 21 de la Ley de la materia, el cual precisa cuándo y cómo comenzará a contar dicho término, de modo que si

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este precepto no dispone que la demanda de amparo directo tam‑bién puede ser depositada en la oficina de correos, la fecha en que se reciba por parte de la autoridad responsable, y no la de su depó‑sito en el correo, es la que debe tenerse como la de su presentación para los efectos del cómputo del término.

SEGUNdO TRIBUNAL COLEGIAdO dEL SEXTO CIRCUITO.

PRECEdENTES: Octava Época: Recurso de reclamación 1/88. Bufete Industrial de Monterrey, S. A. De C.V. 1º de marzo de 1988. Unanimidad de votos.

Amparo directo 308/90. Constructora Tatsa, S.A. 4 de septiembre de 1990. Unanimidad de votos.

Amparo directo 139/90. Thomson Veracruz, S.A. de C.V. 18 de septiembre de 1990. Unanimidad de votos.

Amparo directo 528/90. Preesforzados Nacionales, S.A. de C.V. 8 de enero de 1991. Unanimidad de votos.

Recurso de reclamación 4/91. Constructora Tatsa, S.A. 12 de mar‑zo de 1991. Unanimidad de votos.

Nota: Tesis VI.2º.J/11�, Gaceta número 40, p. 135; Semanario Ju-dicial de la Federación, tomo VII‑Abril, p. 93.

FUENTE: Tribunales Colegiados de Circuito, octava época, tesis: �52, t. Tomo VI, Parte TCC, p. 50�.

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dEMANdA dE AMPARO. AMPLIACIóN. HIPóTESIS EN QUE RESULTA EXTEMPORÁNEA. Es verdad que el quejoso puede

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ampliar su demanda de amparo cuando de los informes justificados que rindan algunas responsables advierta que una autoridad distinta a las señaladas en la demanda emitió el acto impugnado; sin embargo, el término para hacerlo no es indefinido, sino que tal ampliación debe hacerse hasta antes de la celebración de la audiencia constitucional, siempre y cuando esté dentro del término que al efecto establece el artículo 21 de la Ley de Amparo, mismo que empezará a correr a partir de que el peticionario de amparo se imponga del contenido de los in‑formes justificados, sin que ello implique que el Juez de Distrito deba diferir la audiencia constitucional para que, en su caso, el peticionario de garantías goce del término de quince días para tal fin, porque de lo contrario pugnaría con lo que el legislador ordinario ha estimado prudente fijar para el ejercicio de la acción constitucional.

SEGUNdO TRIBUNAL COLEGIAdO dEL dÉCIMO CIRCUITO.

PRECEdENTES: Queja 4/9�. Guillermo Orozco González. 1� de abril de 199�. Unanimidad de votos. Ponente: Jesús Rodolfo Sandoval Pinzón. Secretario: Vicente Mariche de la Garza.

Véase: Semanario Judicial de la Federación. Octava Época, Tomo XV‑II, Febrero, tesis II.2º.C.T.6.K, página 302, de rubro: «DEMAN‑DA DE AMPARO. OPORTUNIDADES PARA AMPLIAR LA».

FUENTE: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, no‑vena época, Tribunales Colegiados de Circuito, tesis: X.2º 8 K, t. V, Junio de 199�, p. �41.

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dEMANdA dE AMPARO. OPORTUNIdAdES PARA AM-PLIAR LA. La Suprema Corte de Justicia en la Jurisprudencia nú‑mero 1�6 y cuarta tesis relacionada con la misma, publicadas en la Segunda Parte del último Apéndice del Semanario Judicial de la

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Federación y en otras más, ha sustentado criterios en el sentido de que la ampliación de la demanda de amparo puede llevarse a cabo en dos diferentes hipótesis: A). Hasta antes de que las autoridades res‑ponsables rindan los informes justificados, siempre que aún no haya transcurrido el término previsto por la ley para interponer el juicio de garantías; y B). Cuando después de recibirse los informes se tiene conocimiento de la intervención de otras autoridades o de la existencia de otros actos, caso en el que debe sujetarse al plazo legal para soli‑citar el amparo, computado a partir de que se le notifica al afectado la presentación de los aludidos informes, y hasta antes de que tenga verificativo la audiencia constitucional.

SEGUNdO TRIBUNAL COLEGIAdO EN MATERIAS CIvIL Y dE TRABAJO dEL SEGUNdO CIRCUITO.

PRECEDENTES: Queja 7/94. Gabriel díaz navarro. 13 de octubre de 1994. unanimidad de votos. Ponente: raúl solís solís. secretario: Joel alfonso sierra Palacios.

FUENTE: Semanario Judicial de la Federación, octava época, tribunales Colegiados de Circuito, tesis: ii.2º.C.t.6 k, t. XV‑ii Febrero, p. 302.

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AMPARO. TÉRMINO PARA SU INTERPOSICIóN, CUAN-dO SE RECLAMA EN EL LA FALTA dE EMPLAZAMIENTO. Si el quejoso afirma no haber sido legalmente emplazado porque la diligencia respectiva contravino las disposiciones legales que la rigen, es incuestionable que la fecha de esa diligencia no puede servir de base para computar el término de quince días que establece el artículo 21 de la Ley de Amparo, para promover el juicio de garantías; aun cuando en dicha diligencia se asiste que se entendió de manera perso‑nal con el reo, porque esto está precisamente sub judice; es decir, en tanto no se haya resuelto el problema legal planteado por el quejoso en

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su escrito de demanda de amparo, la citada diligencia debe estimarse que carece de valor jurídico, pues, si se entendiese de otra forma, se incurriría en el error técnico de otorgar previamente valor probatorio a una actuación judicial cuya validez se cuestiona en el fondo de litigio constitucional, lo que ocasionaría que no se resolviera el problema planteado por el quejoso.

PRIMER TRIBUNAL COLEGIAdO EN MATERIA CIvIL dEL TERCER CIRCUITO.

PRECEdENTES: Amparo en revisión 3�/96. Banca Promex, S.A. 1º de febrero de 1996. Unanimidad de votos. Ponente: Carlos Arturo González Zárate. Secretario: José Luis Fernández Jaramillo.

FUENTE: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, no‑vena época, Tribunales Colegiados de Circuito, tesis: III.1º.C.8 K, t. IV, Octubre de 1996, p. 490.

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díAS INHÁBILES. PARA LA INTERPOSICIóN dE LA dE-MANdA dE AMPARO, dEBEN EXCLUIRSE TANTO LOS QUE CONTEMPLA LA LEY dE AMPARO AUNQUE HAYAN SIdO LABORABLES PARA LAS AUTORIdAdES RESPON-SABLES, COMO LOS CONTEMPLAdOS COMO HÁBILES POR LA PROPIA LEGISLACIóN CUANdO LAS AUTORIdA-dES RESPONSABLES SUSPENdIERON SUS LABORES. Una correcta interpretación de los artículos 21 y 23 de la Ley de Amparo, conduce a estimar que del plazo para interponer la demanda respectiva, deben excluirse los días que expresamente se encuentran consignados como inhábiles en la citada ley, aun cuando hayan sido laborables para las autoridades responsables ante quienes deba hacerse la promoción, puesto que dichas disposiciones provienen de la ley reglamentaria de los artículos 103 y 10� constitucionales que por ser la especializada en la materia es de observancia obligatoria para el trámite del juicio

PLAZOS Y TÉRMINOS EN EL PROCESO DE AMPARO

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de amparo; lo cual no impide que en concordancia con el contenido de los diversos artículos 24 y 26 de la misma legislación, deban además excluirse de dicho término los días que aunque contemplados como hábiles por el citado artículo 23, hubiesen suspendido las labores el juzgado o tribunal en el que deba hacerse la promoción.

PRECEdENTES: Contradicción de tesis 16/94. Entre las susten‑tadas por el Tercero y Sexto Tribunales Colegiados en Materia Civil del Primer Circuito. 6 de octubre de 1994. Unanimidad de diecinueve votos. Ponente: Carlos Sempé Minvielle. Secretaria: María del Rosa‑rio Parada Ruiz.

El Tribunal Pleno en su sesión privada del jueves veintisiete de abril de mil novecientos noventa y cinco asignó el número 5/1995 a esta tesis de jurisprudencia aprobada al resolver la contradicción de tesis número 16/94. México, Distrito Federal, a veintiocho de abril de mil novecientos noventa y cinco.

FUENTE: Semanario Judicial de la Federación, octava época, Pleno, tesis: P./J. 5/95, t. 86‑2, Febrero de 1995, p. 11.

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TÉRMINO PARA INTERPONER AMPARO CONTRA LE-YES QUE SE RECLAMAN CON MOTIvO dEL PRIMER ACTO dE APLICACIóN, AUNQUE SE ALEGUE QUE LA NO-TIFICACIóN FUE INdEBIdA. Cuando se reclama la inconstitu‑cionalidad de la ley, el cómputo del término de la presentación de la demanda debe hacerse a partir de la fecha en que se notificó dicho acto de aplicación, aunque se alegue que carece de validez esa notificación, porque tal cuestión tendrá que hacerse valer en el medio de defensa procedente, puesto que mientras una notificación no es nulificada por decisión de autoridad competente, debe considerarse válida para todos los efectos, entre ellos el relativo al cómputo referente a la demanda de amparo en contra de la ley que se aplicó en el acto notificado.

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PRECEdENTES: Amparo en revisión 366/93. Andrés Torres Rocha. 19 de abril de 1993. Unanimidad de cuatro votos. Ponente: Mariano Azuela Güitrón. Secretaria: Ethel Lizette del C. Rodríguez Arcovedo.

FUENTE: Semanario Judicial de la Federación, octava época, Tercera Sala, tesis: 3ª XXVI/93; t.XI‑Mayo, p. 54.

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INFORME dE LAS AUTORIdAdES RELATIvO A LA dE-NUNCIA dE vIOLACION A LA SUSPENSION. EL TÉRMINO PARA RENdIRLO ES dE TRES díAS. El artículo 104 de la Ley de Amparo, el cual es aplicable para la ejecución y cumplimiento del auto de suspensión, por disposición expresa del numeral 143 de la misma ley, establece en su tercer párrafo «en el propio oficio en que se haga la notificación a las autoridades responsables, se les prevendrá que informen sobre el cumplimiento que se dé al fallo de referencia», en la práctica, tratándose de autos o resoluciones en los que se concede la suspensión a la quejosa, no se acostumbra prevenir a las autoridades para que informen de su cumplimiento, pues por regla general dichos acuerdos no tienen propiamente dicha ejecución, esto es, una obliga‑ción de hacer para las autoridades, sino por el contrario contienen una obligación de no hacer, de abstenerse, de mantener las cosas en el esta‑do que guardan al momento de decretar la medida suspensiva. Es sólo en los casos en que la autoridad realiza un acto suspensivo, cuando la parte afectada denuncia tal hecho ante el juez de Distrito y éste requie‑re a la autoridad para que informe del cumplimiento que está dando a la suspensión, sin embargo, el precepto legal citado, no establece un plazo para la rendición de dicho informe. Por tal motivo, los jueces de Distrito han optado por señalar un plazo de veinticuatro horas, para la rendición de dicho informe en el propio acuerdo en el que lo requie‑ren, seguramente inspirados en la importancia que reviste en conser‑var la materia del juicio de garantías, en el sumario del procedimiento en el incidente de suspensión, en lo previsto por el artículo 105, primer

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párrafo, de la Ley de Amparo (también aplicable por disposición ex‑presa para la ejecución y cumplimiento del auto de suspensión), rela‑tivo a que la ejecutoria debe estar cumplida o encontrarse en vías de ejecución, dentro de las veinticuatro horas siguientes a las en que se notifique a las autoridades responsables, pero este precepto se refiere a que en ese término debe estar cumplida cuando la naturaleza del acto lo permita o encontrarse en vías de ejecución la sentencia ejecutoria, pero no a que en dicho plazo la autoridad deba rendir su informe sobre el cumplimiento que le den a la misma. No obstante esto, es claro que el juez de Distrito, la autoridad que haya conocido del juicio o el Tri‑bunal Colegiado, en su caso, tiene facultades para exigir ese informe en el término de veinticuatro horas, cuando lo consideren necesario. Sin embargo, en la especie nos encontramos que, por un lado no existe disposición expresa de la ley de la materia, que señala un plazo para que la autoridad informe sobre el cumplimiento que le esté dando al auto de suspensión, y por otro, que la juez de Distrito fue omisa en señalarle a las responsables un determinado tiempo para informar, por lo cual, no siendo posible considerar que las autoridades cuentan con un plazo indefinido para informar el cumplimiento, y en atención a que la rendición de ese informe es una obligación de la autoridad, pero también lleva implícito un derecho de la responsable, toda vez que, pudiendo ser graves las consecuencias que se deriven de la vio‑lación que se le imputa, tiene derecho a defenderse antes de que se le sancione, por consiguiente, ante tal omisión legal, debemos observar lo dispuesto en el artículo 29� del Código Federal de Procedimientos Civiles, de aplicación supletoria a la materia, de conformidad con el artículo segundo de la Ley de Amparo, que dice: «Cuando la ley no señale término para la práctica de algún acto judicial o para el ejercicio de algún derecho, se tendrán por señalados los siguientes: I.‑ Diez días para pruebas y II.‑ Tres días para cualquier otro caso». De esta manera, considerando que la rendición del informe sobre el cumplimiento de la suspensión es un derecho de la autoridad de ser escuchada antes de condenársele, y en atención a que el hecho de que no rinda informe no significa que la denuncia de violación quede sin resolverse o se resuel‑va hasta que la autoridad tenga a bien cumplir con su obligación de informar, es de concluirse que el término para el ejercicio de ese derecho

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es de tres días, salvo cuando el juzgador por estimarlo necesario señale un plazo más breve para rendir dicho informe, en cuyo caso se estará a lo dispuesto por éste.

TERCER TRIBUNAL COLEGIAdO EN MATERIA AdMI-NISTRATIvA dEL PRIMER CIRCUITO.

PRECEdENTES: Queja 283/92. Marlene Mendoza Portillo. 24 de septiembre de 1992. Unanimidad de votos. Ponente: Genaro David Góngora Pimentel. Secretaria: Guadalupe Robles Denetro.

FUENTE: Semanario Judicial de la Federación, octava época, Tribunales Colegiados de Circuito, t. X‑Diciembre, p. 320.

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REvISIóN, TÉRMINO PARA LA INTERPOSICIóN POR LA AUTORIdAd RESPONSABLE. De acuerdo con lo que dispone el artículo 24 de la Ley de Amparo, en cuanto a las reglas generales para el cómputo de los términos, se señala con precisión que se con‑tarán por días naturales, con exclusión de los inhábiles, aludiendo al único caso de excepción en que los términos se contarán de momen‑to a momento, que es en el incidente de suspensión. En otra de las fracciones se establece, que para la interposición de los recursos, los términos correrán para cada parte desde el día siguiente a aquél en que hubiera surtido sus efectos la notificación respectiva. Ahora bien, en el artículo 86 de ese mismo cuerpo legal, se expresa con toda clari‑dad, que el término para la interposición del recurso será de diez días, contados desde el siguiente, al en que surta sus efectos la notificación de la resolución recurrida. Por consiguiente, resulta jurídicamente in‑consistente el argumento que se aduzca fundado en lo que dispone la fracción I del artículo 34 de la Ley de Amparo, en cuanto a que las notificaciones que se hacen a las autoridades responsables, surten sus efectos «desde la hora en que hayan quedado legalmente hechas», con el fin de que se reconozca como caso de excepción, de las reglas generales

PLAZOS Y TÉRMINOS EN EL PROCESO DE AMPARO

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a que se ha hecho referencia y con el propósito de que se admita en el caso que, para la autoridad responsable, corren los términos para la interposición del recurso de revisión de momento a momento inclu‑yendo sábados, domingos y días en que se suspendan las labores en los tribunales, porque no fue ésta la intención del legislador, al decir que las notificaciones surtirán sus efectos para la autoridad responsa‑ble, desde la hora en que hayan quedado legalmente hechas, lo cual sólo puede interpretarse en el sentido de que, a cualquier hora del día natural que se le notifique a la autoridad responsable, surte efectos la notificación, para que no se eluda el cumplimiento de las resoluciones que se le notifiquen y se cumplan de inmediato. En conclusión, los artículos 24 y 86 de la Ley de Amparo dan la correcta directriz de la forma de computar los términos para la revisión y, el reiterado empleo de la palabra días, que salvo el caso excepcional de la suspensión hace el legislador en ambos preceptos, impide considerar que esos términos deban contarse de momento a momento, pues se insiste que, en los términos judiciales, los días hábiles son y se han de entender naturales, comprendiendo las veinticuatro horas de que se componen.

PRIMER TRIBUNAL COLEGIAdO EN MATERIA PENAL dEL PRIMER CIRCUITO.

PRECEdENTES: Amparo en revisión 3/8�. Julieta Martínez de la Rosa. 24 de febrero de 198�. Unanimidad de votos. Ponente: Gui‑llermo Velasco Félix.

FUENTE: Semanario Judicial de la Federación, séptima época, Tribunales Colegiados de Circuito, t. 21�‑228 Sexta Parte, p. 5�2.

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AMPARO, TÉRMINO PARA LA INTERPOSICIóN dEL. NOTIFICACIóN POSTERIOR AL FALLECIMIENTO dEL IN-TERESAdO. La notificación, como lo indica la etimología del voca‑blo: notum facere, es el acto por el cual se da a conocer a una persona,

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alguna providencia o acuerdo, para que la noticia dada a la misma le pare perjuicio por la omisión de lo que se le manda o intima, o para que le corra término. En consecuencia, si no hay persona que deba ser notificada, por haber fallecido, si falta el destinatario de la notifica‑ción, ésta es imposible, y en tal caso no puede ser tomada en cuenta la actuación en se pretenda haberla realizado, para el efecto de computar el plazo de interposición de la demanda de garantías, sino que la si‑tuación debe considerarse equivalente a la que se presenta cuando no existe notificación, debiéndose, por tanto, atender a la fecha en que el representante de la sucesión tuvo conocimiento del acto reclamado, o a la que en que se ostentó sabedor del mismo, de conformidad con el artículo 21 de la Ley de Amparo.

SEGUNdO TRIBUNAL COLEGIAdO dEL dUOdECIMO CIRCUITO.

PRECEdENTES: Amparo en revisión 93/96. Manuela Palomino Salazar, sucesión de. 3 de septiembre de 1996. Unanimidad de votos. Ponente: Abraham S. Marcos Valdés. Secretaria: María Isabel Gonzá‑lez Rodríguez.

FUENTE: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, no‑vena época, Tribunales Colegiados de Circuito, tesis: XII.2º.8K, t. IV, Septiembre de 1996, p. 596.

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PLAZOS Y TÉRMINOS EN EL PROCESO DE AMPARO

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STANDARD OF REVIEW UNDER THE NAFTA

Harry B. Endsley Maureen Irish

Hernany Veytia Palomino

The handing down of the first several Mexican Chapter 19 panel decisions under the North American Free Trade Agreement (NAFTA), and the fundamental rewriting and restructuring of the dispute resolution mechanisms under the World Trade Organization (WTO), particularly in the area of antidumping, are beginning to put the spotlight on a little‑known justiciability doctrine known as the «standard of review». The importance of the doctrine cannot be gainsaid: it is fundamental to the work of both courts and Binational Panels, and appellate review of agency decisions in the antidumping or subsidy field can be won or lost at the very outset of the case depending on the form of standard of review constraint adopted or utilized by the court or Panel.

Central to much analysis of the standard of review doctrine (particularly in the United States but also in Canada) centers on the vocabulary of «deference»” A court which perceives its role as one of granting a significant amount of deference to the agency decision under review is unlikely to overturn that decision; however, a court which perceives its role otherwise is more likely to amend or reject the agency solution. The word «deference» itself, however, does not appear in the statutory law; it is judge‑made and at best descriptive, not normative, one largely incapable of precise usage.

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The limitations and inadequacies of the «deference» tool are now even more starkly presented in the context of a multiplicity of dispute resolution tools (i.e., Binational Panel review vs. judicial review) and a multiplicity of legal traditions (common law vs. civil law) such as is now the case with the addition of Mexico to NAFTA’s Chapter 19 process.

The authors of this article have all been active participants in the NAF’FA Chapter 19 process, involving the review of decisions issued by agencies in Canada, the United States and Mexico. The authors propose in this article to consider the standard of review in all three countries, examining the specific standards set out in the NAFTA for the three countries, but paying particular attention to the importance and the tensions surrounding the use of those three standards.

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STANDARD OF REVIEW UNDER THE NAFTA

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UNITED STATES STANDARD OF REVIEW

Harry B. Endsley

Summary: I. The Substantial Evidence Standard; II. Importance of the Agency Record; III. Deference; IV. Limitations on Deference; V. Chevron: Could the Pump Run Dry in Trade Cases?

The point of departure for a NAFTA standard of review analysis is NAFTA’s Article 1904 (3), which provides:

«The panel shall apply the standard of review set out in Annex 1911 and the general legal principles that a court of the importing Party otherwise would apply to a review of a determination of the competent investigating authority».

This language 1 was drawn without substantive amendment from Article 1904(3) of NAFTA’s predecessor, the Canada‑U.S. Free Trade Agreement («CFTA») 2:

1 The phrase «general legal principles», which also appears in NAFTA Article 1904(3), is defined in Article 1911 to mean «standing, due process, rules of statutory construction, mootness and exhaustion of administrative remedies».

2 The only difference between the original and successor provisions is the phrase «standard of review described in Article 1911», utilized in Article 1904(3) of the Canada‑U.S. Free Trade Agreement («CFTA»), as contrasted with the phrase «standard of review set out in Annex 1911», utilized in Article 1904(3) of the NAFTA. Article 1911 of the CFTA directly set out «definitions» for all relevant terms, including the applicable standards of review for Canada and the United Stares. In the NAFTA, the Parties limited the scope of Article 1911 to provide a set of general definitions only, utilizing Annex 1911 to provide various «country‑specific definitions». Thus, it is now NAFTA’s Annex 1911 that provides the specific standard of review definition for Canada, Mexico and the United States.

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As referenced in Article 1904(3), NAFTA’s Annex 1911 states:

«[...] standard of review means the following standards, as may be amended from time to time by the relevant Party:

(a) in the case of Canada, the grounds set out in subsection 18.1(4) of the Federal Court Act, as amended, with respect to all final determinations;

(b) in the case of the United States,

(i) the standard set out in section 516A(b)(1)(B) of the Tariff Act of 1930, as amended, with the exception of a determination referred to in (ii), and

(ii) the standard set out in section 516A(b)(1)(A) of the Tariff Act of 1930, as amended, with respect to a determination by the U.S. International Trade Commission not to initiate a review pursuant to section �51(b) of the Tariff Act of 1930, as amended; and

(c) in the case of Mexico, the standard set out in Article 238 of the Federal Fiscal Code («Código Fiscal de la Federación»), or any successor statutes, based solely on the administrative record.

The above language was itself a direct derivation from the predecessor language of the CFTA, with the two exceptions that a successor provision of the recently amended Canadian Federal Court Act was cited as the applicable Canadian standard of review and, of course, the applicable Mexican standard of review was added 3. There was no change, substantive or otherwise, in the United States standard of review between the version originally appearing in the CFTA and that appearing in the NAFTA.

3 article 1911 of the CFta referred to «section 28(1) of the Federal Court act», while annex 1911 of the naFta refers to «subsection 18.1(4) of the Federal Court act». the relevant amendments to the Federal Court act took effect on.

UNITED STATES STANDARD OF REVIEW

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Based on NAFTA Article 1904(3), it is Annex 1911 to which a Binational Panel must look for purposes of reviewing a determination of the relevant U.S. agency, which in this case is either the U.S. Department of Commerce («DOC») or the U.S. International Trade Commission («ITC») 4. The main standard of review required for U.S. Chapter 19 cases is dictated by § 516(b)(1)(B) of the Tariff Act of 1930 5, which requires the Panel to «hold unlawful any determination, finding, or conclusion found [...] to be unsupported by substantial evidence on the record, or otherwise not in accordance with law» 6. A subsidiary standard of review, set out in § 516A(b)(l)(A) of the Tariff Act, applies only to decisions by the ITC not to initiate a so‑called administrative review �.

As suggested above, the «substantial evidence» standard is actually one of two standards of review applied in U.S. antidumping and

4 Two agencies are involved in administering the antidumping and countervailing‑duty laws of the United States The U.S. Department of Commerce, International Trade Administration (DOC) determines whether or not the imports in question are being dumped (subsidized), and the U.S. International Trade Commission (ITC) determines whether or not they are causing material injury to the competing U.S. industry. As set out more fully below, each case goes through four determinations: a preliminary determination by the ITC of injury, a preliminary determination by DOC of dumping or subsidy, a final determination by DOC of dumping or subsidy, and a final determination by the ITC of injury.After being initiated by an industry petition or by DOC on its own, each case undergoes a preliminary determination by the ITC of injury. If the ITC finds no reasonable indication of material injury, the investigation is terminated. Otherwise, the case continues to the next stage, which is the preliminary determination by DOC of dumping (or subsidy). That determination does not affect the final outcome of the case. Its purpose is to determine whether duties must be deposited on the goods in question that are imported while the rest of the investigation continues, and if so, what the duty deposit rate should be.The case then proceeds to the final DOC dumping (or subsidy) determination. If the determination is negative —that is, if DOC determines that the imports are not being dumped (or subsidized)— the investigation is terminated and any duties that may have been deposited are refunded. If the determination is positive, the case proceeds to the final determination by the ITC of injury. If that determination is negative —that is, if the ITC determines that the dumped (or subsidized) imports are not causing material injury to the competing U.S. industry— then any duties deposited are refunded and no antidumping (or countervailing) duties are imposed on future imports. If the determination is positive, then antidumping (or countervailing) duties are assessed on future imports.

5 /19 U.S.C. § 1516a(b)(1)(B); see NAFTA Annex 1911.6 For purposes of Binational Panel review, the «law» consists of «relevant statutes, legislative history,

regulations, administrative practice and judicial precedents to the extent that a court of the importing Party would rely on such materials in reviewing a final determination of the competent investigating authority». NAFTA Art. 1904(2). The «substantial evidence» standard mandated by Annex 1911 is linked to that evidence which is «on the record». Correspondingly, NAFTA’s 1904(2) expressly limit the Panel’s review to the «administrative record» filed by the investigating authority.

� Annex 1911.

HARRY B. ENDSLEY

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countervailing duty cases, although it is the principal standard applied by Binational Panels 8. If has been asserted that the «substantial evidence» standard is more searching —allowing a lesser tolerance for error— than the more deferential «arbitrary and capricious» standard 9.

I. THE SUBSTANTIAL EVIDENCE STANDARD

The contours of the substantial evidence standard are by now well established in United States case law. Indeed, the multiplicity of U.S. cases —at all levels of appellate review— considering or interpreting the substantial evidence standard is a fact of great practical significance. Although there is a surface uniformity to the standard, based upon the binding Supreme Court pronouncements in the area 10, underneath

8 As noted in the text, the standards of review of antidumping and countervailing duty determinations in the United States are set out in Section 516A(b) of the Tariff Act of 1930, as amended, codified at 19 U.S.C. § 1516a(b). Two standards are established by that law, governing different categories of administrative determinations. First, determinations of DOC not to initiate an investigation, determinations of the ITC not to review an existing injury determination based upon changed circumstances, and negative determinations of the ITC in a preliminary injury investigation all will be held unlawful if they are arbitrary, capricious, an abuse of discretion, or otherwise are not in accordance with the law (the «arbitrary and capricious» standard). Second, final antidumping and countervailing duty determinations of either DOC or the ITC, including exclusionary orders, final determinations in any reviews of existing antidumping and countervailing duty orders, determinations by DOC to suspend an investigation, ITC determinations concerning the injurious effects of suspension, and «scope» rulings of DOC as to whether a particular type of merchandise is within the class or kind of merchandise covered by an antidumping or countervailing duty order all will be held unlawful if they are unsupported by substantial evidence on the record or otherwise are not in accordance with law (the «substantial evidence» standard). It will be apparent that the «arbitrary and capricious» standard applies to determinations not to take action or, in the case of the ITC, to terminate an investigation after only a preliminary investigation. In contrast, the «substantial evidence» standard applies to determinations made after an investigation has been conducted and an administrative record has been made. Since the latter situation is the context in which Chapter 19 Panels are called upon to carry out their work, the «substantial evidence» standard was selected to be the applicable U.S. standard of review for Chapter 19 purposes.

9 Koch, Administrative Law and Practice, § 9.6. See Citizens to Preserve Overton Park v. Volpe, 402, 416 (19�1).

10 For Chapter 19 purposes, it is recognized that decisions of the Supreme Court and the U.S. Court of Appeals for the Federal Circuit are binding on Binational Panels. NAFTA Article 1904(2)‑(3). In contrast, decisions of the U.S. Court of International Trade do not constitute binding precedent. See Rhone Poulenc v. United States, 583 F. Supp. 60�, 612 (Ct. Int’l Trade 1984) (A decision of the Court of International Trade is «valuable though non‑binding, precedent unless and until it is reversed»). Likewise, a decision of one Binational Panel is not binding on future panels. See Certain Corrosion-Resistant Carbon Steel Products from Canada, USA‑93‑1904‑03, at �8 note 254 (October 31. 1994).

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that surface uniformity lies the work of a myriad of courts detailing the specific contour lines of the standard, the effect of which is to promote deference by the reviewing court in certain situations or to limit deference by such a court in others.

Lower courts have applied their different formulations (or at least different points of emphasis) to practically every broad category of situation that can arise. Thus, government and private counsel in the United States have available to them significant and ample «hooks» upon which to rest their opposing appeal arguments. In keeping with their burden of defending the agency, Government counsel will cite and argue upon those formulations of the substantial evidence standard that invite the court or Binational Panel to afford a high degree of deference to the administrative determination. Private counsel, depending on their respective interests, may on the other hand cite and argue upon those formulations of the standard that creates exceptions for, or sets limits upon, the amount of deference due the agency. Thus, the Chapter 19 standard of review in the United States can be said to be context‑rich, to a far greater extent than the Canadian, and most particularly the Mexican, standards.

At its most basic level, substantial evidence has been defined by the Supreme Court as «more than a mere scintilla. It means such relevant evidence as a reasonable mind might accept as adequate to support a conclusion» 11. In a later case the Supreme Court elaborated on this standard, stating that substantial evidence can be «something less than the weight of the evidence» 12.

In assessing such «substantiality» courts and Binational Panels must consider «the record in its entirety», including «the body of evidence opposed to the [agency’s] view» 13. As noted by the Binational Panel in New Steel Rails from Canada, the Panel’s role is «not to merely look

11 Universal Camera Corp. v. NLRB, 340 U.S. 4�4, 4�� (1951) (quoting Consolidated Edison Co. v. NLRB, 305 U.S. 19�, 229 (1938)); Cf. Matsushita Elec. Indus. Co. v. United States, �50 F.2d 92�, 933 (Fed. Cir. 1984).

12 / Consolo v. Federal Maritime Commission, 383 U.S. 60�, 620 (1966).13 / Universal Camera, 340 U.S. at 488.

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for the existence of an individual bit of data that agrees with a factual conclusion and end its analysis at that» 14. Rather, the Panel must also take into account evidence that detracts from the weight of the evidence relied on by the agency in reaching its conclusions 15.

Courts and Binational Panels have a clear obligation under the subs‑tantial evidence standard not to reweigh the evidence or substitute their judgment for that of the agency 16. It is well settled that «the possibility of drawing two inconsistent conclusions from the evidence does not prevent an administrative agency’s finding from being supported by substantial evidence» 1�.l The reviewing authority therefore may not «displace the [agency’s] choice between two fairly conflicting views, even though [it] would justifiably have made a different choice had the matter been before it de novo» 18. As the Supreme Court has noted in context, the substantial evidence standard effectively «frees the reviewing [authority] of the time —consuming and difficult task of weighing the evidence, it gives proper respect to the expertise of the administrative tribunal and it helps promote the uniform application of the statute» 19.

II. IMPORTANCE OF THE AGENCY RECORD

The question on appellate review is whether the administrative record 20 adequately supports the agency’s determination 21, which

14 New Steel Rails from Canada, USA‑89‑1904‑09, at 9 (Aug. 13, 1990).15 See Universal Camera, 340 U.S. at 4��, 488; Atlantic Sugar, Ltd. v. United States,�44 F.2d 1556,

1562 (Fed. Cir. 1984); see also Suramerica de Aleaciones Laminadas, C.A. v. United States, 818 F. Supp. 348, 353 (Ct. Int’l Trade 1993) («In other words, it is not enough that the evidence supporting the agency decision is “substantial” when considered by itself »).

16 Fresh, Chilled and Frozen Pork from Canada, USA‑89‑1904‑11, at 8 (Aug. 24, 1990); see also Metallverken Nederland B.V. v. United States, �28 F. Supp. �30, �34 (Ct. Int’l Trade 1989).

1� / Consolo, 383 U.S. at 620.18 Universal Camera, 340 U.S. at 488; accord American Spring Wire Corp. v. United States, 590 F.

Supp. 12�3, 12�6 (Cr. Int’l Trade 1984), aff’d sub nom., Inc. v. United States, �60 F.2d 249 (Fed. Cir. 1985).

19 Consolo, 383 U.S. at 620.20 See NAFTA Art. 1904(2).21 Daewoo Electronic Company v. International Union, 6 F.3d 1511, 1520 (Fed. Cir. 1993), cert.

denied, 114 S. Ct. 26�2 (1994).

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must be adjudged only on the grounds and findings actually stated in its determination 22, not on the basis of post hoc argumentation of counsel 23. In carrying out its review of an agency determination, a court or Binational Panel must stay strictly within the confines of the administrative record already in existence 24, Binational Panels, therefore, may not engage in de novo review 25 and, as a consequence, may not make new factual findings that would amend the agency record. Indeed, the statutory requirement that review be «on the [administrative] record» means that the reviewing court or Binational Panel is limited to «information presented to or obtained by [the DOC]... during the course of the administrative proceeding...» 26.

III. DEFERENCE

In restating the applicable standard of review, the U.S. antidumping and subsidy cases freely adopt the vocabulary of deference and make clear that the substantial evidence standard requires the reviewing authority generally to accord such deference to an agency’s factual findings, its statutory interpretations, and its methodologies. With respect to fact‑finding, Binational Panels have noted that «deference must be accorded to the findings of the agency charged with making factual determinations under its statutory authority» 2�. Judicial decisions are clearly in accord with this view 28.

22 Hussey Copper, Ltd. v. United States, 834 F. Supp. 413, 42� (Ct. Int’l Trade 1993), citing SEC v. Chenery, 318 U.S. 80, 8� (1943).

23 Maine Potato Council v. United States, 613 F. Supp. 123�, 1245 (Ct. Int’l Trade 1985) («Counsel’s post hoc rationalization cannot substitute for a clear statement by the [agency] as to how it treated [a significant competitive factor]»).

24 See Florida Power & Light Co. v. Lorion, 4�0 U.S. �29, �43‑44 (1985) («[T]he focal point for judicial review should be the administrative record already in existence, not same new record made initially in the reviewing court... The task of the reviewing court is to apply the appropriate [ ] standard of review [ ] to the agency decision based on the record the agency presents to the reviewing court».) (citations omitted).

25 Cerámica Regiomontana, S.A. v. United States, 636 F. Supp. 961, 965 (Ct. Int’l Trade 1986), aff’d per curiam, 810 F.2d 113� (Fed. Cir. 198�).

26 19 U.S.C. § 15l6a(b)(2)(A)(i).2� Fresh, Chilled and Frozen Pork from Canada, USA‑89‑1904‑11, at 6 (citing Red Raspberries

from Canada, USA‑89‑1904‑01, at 18‑19 (Dec. 15, 1989)).28 See also N.A.R, S.p.A. v. United States, �41 F. Sup. 936, 939 (Ct. Int’l Trade 1990) («[D]eference

is given to the expertise of the administration agency regarding factual findings».).

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On issues of statutory interpretation, «deference to reasonable interpretations by an agency of a statute that it administers is a dominant, well‑settled principle of federal law» 29. The Supreme Court has stated that «when a court is reviewing an agency decision based on a statutory interpretation, “if the statute is silent or ambiguous with respect to the specific issue, the question for the court is whether the agency’s answer is based on a permissible construction of the statute”» 30. A reviewing authority need not conclude that «[t]he agency’s interpretation [is] the only reasonable construction or the one the [reviewing authority] would adopt had the question initially arisen in a judicial proceeding» 31. Moreover, the U.S. Court of Appeals for the Federal Circuit has emphasized that «[d]eference to an agency’s statutory interpretation is at its peak in the case of a court’s review of Commerce’s interpretation of the antidumping laws» 32.

It is also clear that deference must be given to the methodologies selected and applied by the agency to carry out its statutory mandate 33, which a court or Binational Panel may only review for reasonableness 34.

Deference to the agency’s interpretation and implementation of the antidumping laws can be seen to be grounded in express congressional intent. The United States Congress has stressed that in the antidumping field, it has «entrusted the decision making authority in a specialized, complex economic situation

29 National R.R. Passenger Corp. v. Boston & Maine Corp., 503 U.S. 40�, 41� (1992).30 Id., quoting Chevron U.S.A. Inc. v. Natural Resources Defense Council, 46� U.S. 83�, 843 (1984).

Despite the ostensible clarity of the Supreme Courts pronouncement in Chevron, the case has engendered a great deal of academic and judicial doubt and debate. See, e.g., Thomas W. Merrill, Judicial Deference to Executive Precedent, 101 Yale L. J. 969, 9�8 (1992), and Federal Mogul Corp. v. United States, 63 F.3d 15�2, 15�9 (Fed. Cir. 1995).

31 American Lamb Co. v. United States, �85 F.2d 994, 1001 (Fed. Cir. 1986), citing Chevron, 46� U S. at 843 note 11.

32 Koyo Seiko v. United States, 36 F.3d 1565, 15�0 (Fed. Cir. 1994), citing Daewoo Electronics, 6 F.3d at 1516.

33 See Brother Industries, Ltd. v. United States, ��1 F. Supp. 3�4, 381 (Ct. Int’l Trade 1991) («Methodology is the means by which an agency carries out its statutory mandate and, as such, is generally regarded as within its discretion»).

34 Koyo Seiko Co. v. United States, 66 F.3d 1204, 1210‑11 (Fed. Cir. 1995) («[O]ur inquiry is limited to determining whether Commerce’s model‑match methodology is reasonable».)

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to administrative agencies» 35. As a result, reviewing courts have acknowledged that «the enforcement of the antidumping law [is] a difficult and supremely delicate endeavor. The Secretary of Commerce... has broad discretion in executing the law» 36.

IV. LIMITATIONS ON DEFERENCE

Although review under the substantial evidence standard is, by Congressional intent and by law, limited, application of that standard clearly does not result in an abdication of the Panel’s authority to conduct a meaningful review of the agency’s determination 3�. Indeed, a contrary conclusion would eviscerate the function of the reviewing authority, rendering the appeal process superfluous. The deference to be accorded an agency’s findings and conclusions therefore is not unbounded 38.

It is well established, for example, that an agency’s determination must have a reasoned basis. The reviewing authority may not defer to an agency determination premised on inadequate analysis or reasoning. The extent of deference to be accorded depends on «the thoroughness evident in [the agency’s] consideration, the validity of its reasoning, [and] its consistency with earlier and later pronouncements...».

Furthermore, a rational connection must be present between the facts found and the choice made by the agency 39. Although room exists

35 S. Rep. No. 249, 96th Cong., 1st. Sess. 252 (19�9), reprinted in 19�9 U.S.C.C.A.N. 331, 638.36 Smith-Corona Group v. United States, �13 F.2d 1568,15�1 (Fed. Cir. 1983), cert. denied, 465 U.S.

1022 (1984); see also Consumer Prod. Div., SCM Corp. v. Silver Reed America, �53 F.2d 1033, 1039 (Fed. Cir. 1985).

3� See Al Tech Specialty Steel Corp. v. United States, 651 F. Supp. 1421, 1424 (Ct. Int’l Trade 1986) («This deference, however, should in no way be construed as a rubber stamp for the government’s interpretation of statutory provisions».). See also Smith-Corona Group, �13 F.2d at 15�1 («The Secretary cannot, under the mantle of discretion, violate these standards or interpret them out of existence»).

38 See Softwood Lumber from Canada (Injury), USA‑92‑1904‑02, at 15 (July 26, 1993).39 Bando Chem. Indus. v. United States, �8� F. Supp. 224, 22� (Ct. Int’l Trade 1992) (citing Bowman

Transportation v. Arkansas-Best Freight System, 419 U.S. 281, 285 (19�4), and Burlington Truck Lines v. United States, 3�1 U.S 156, 168 (1962)); Avesta AB v. United States, �24 F. Supp. 9�4, 9�8 (Ct. Int’l Trade 1989), aff’d., 914 F.2d 233 (Fed. Cit. 1990), cert. denied, 111 S. Ct. 1308 (1991).

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to uphold an agency’s decision of less than ideal clarity if its path of reasoning may reasonably be discerned 40, there must nevertheless be an adequate explanation of the bases for the agency’s decision in order for the reviewing authority to meaningfully assess whether it is supported by substantial evidence on the record. The DOC or ITC, therefore, must articulate and explain the reasons for its conclusions 41.

Deference to an agency’s interpretation of the statute it is charged with implementing also is not unlimited. A reviewing authority may not, for instance, permit an agency «under the guise of lawful discretion or interpretation to contravene or ignore the intent of Congress» 42. The Supreme Court itself has held that «no deference is due to agency interpretations at odds with the plain language of the statute itself. Even contemporaneous and longstanding agency interpretations must fall to the extent they conflict with statutory language» 43. Moreover, the Department’s efforts at statutory interpretation must, when appropriate, take into account the international obligations of the United States 44.

Even the methodology selected and applied by the agency to carry out its statutory mandate «still must be lawful, which is for the courts finally to determine» 45.

40 Cerámica Regiomontana, S.A., 810 F.2d 113�, 1139 (Fed. Cit. 198�) (citing Bowman Transportation, 419 U.S. at 286).

41 See, e.g., Mitsubishi Materials Corp. v. United States, 820 F. Supp. 608, 621 (Ct. Int’l Trade 1993); USX Corp., 655 F. Supp. at 490; SCM Corp. v. United States, 48� F. Supp. 96, 108 (Cust. Ct. 1980); Maine Potato Council, 613 F. Supp. at 1244‑45; Bando Chem. Indus., �8� F. Supp. at 22�.

42 / Cabot Corp. v. United States, 694 F. Supp. 949, 953 (Ct. Int’l Trade 1988).43 Pub1ic Employers Retirement System of Ohio v. June M. Betts, 492 U.S. 158, 1�1 (1989).

See also Texas Crushed Stone Co. v. United States, 35 F.3d 1535 (Fed. Cir. 1994), n.� at 1541 («Prior agency practice is relevant in determining the amount of deference due an agency’s interpretation. An agency’s interpretation of a relevant provision which conflicts with agency’s earlier interpretation is ‘entitled to considerably, less deference’ than a consistently held agency view. Citing INS. v. Cardoza-Fonseca, 480 U. S. 421, 446 n. 30, 10� S. Ct. 120�, 1221 n. 30, 94 L. Ed. 2d 434 (198�).

44 See Alexander Murray v. The Schooner Charming Betsy, 6 U. S. (2 Cranch) 64, 118, 2 L. Ed. 208 (1804); Weinberger v. Rossi, 456 U. S. 25, 32 (1982); Federal-Mogul Corp., 63 F.3d at 1581‑82; Section 114, Restatement (Third) of the Foreign Relations Law of the United States.

45 Brother Industries, ��1 F. Supp. at 381. See also Gifford-Hill Cement Co. v. United States, 615 F. Supp 5��, 582 (Ct. Int’l Trade 1985) («If the use of [a submarket] analysis was improper, then the Commission’s findings would not be supported by substantial evidence»).

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Finally, although there is a presumption of good faith and conscientious exercise of the Department’s responsibilities in an investigation 46, the Department has a legal obligation to observe the basic principles of due process and fundamental procedural fairness 4�, and to justify any departures it makes from settled practice with reasonable explanations that are themselves supported by substantial evidence on the record 48.

V. CHEVRON: COULD THE PUMP RUN DRY IN TRADE CASES?

In the United States, the landmark decision on deference to administrative interpretations of statutes is Chevron U.S.A., Inc. v. National Resources Defense Council, Inc. («Chevron») 49, which requires, in essence, that federal courts defer to any reasonable interpretation by an agency charged with administration of a statute, provided that Congress did not clearly specify a contrary answer 50. It is widely recognized that Chevron requires a two‑step analysis: at step one, the court will, using traditional tools of statutory construction, determine whether Congress has «directly spoken to the precise question

46 Saha Thai Steel Pipe Co. v. United States, 661 F. Supp. 1198, 1202 (Ct. Int’l Trade 198�); Librach v. United States, 14� Ct. Cl. 605, 612 (1959). See also Takashima U.S.A., Inc. v. United States, 886 F. Supp. 858, 861 (1995) («A presumption of regularity attaches to the actions and conduct of government officials in the performance of their lawfully executed duties») (citing Alaska Airlines, Inc. v. Johnson, 8 F.3d �91, �95 (Fed. Cir. 1993).

4� See Sigma Corp. v. United States, 841 F. Supp. 1255, 126�‑68 (Ct. Int’l Trade 1993); Usinor Sacilor v. United States, 893 F. Supp. 1112, 1141 (Ct. Int’l Trade 1995); and Creswell Trading Co. v. United States, 15 F.3d 1054, 1062 (Fed. Cir. 1994).

48 See Western Conference of Teamsters v. Brock, �09 F. Supp. 1159, 1169 (Ct. Int’l Trade 1989); see also National Knitwear and Sportswear Ass’n v. United States, ��9 F. Supp. 1364, 1369 (Ct. Int’l Trade 1991).

49 46� U.S. 83� (1984). 50 «When a court reviews an agency’s construction of the statute which it administers, it is confronted

with two questions. First, always, is the question whether congress has directly spoken to the precise question at issue. If the intent of congress is clear, that is the end of the matter; for the court, as well as the agency, must give effect to the unambiguously expressed intent of Congress. If, however, the court determines Congress has not directly addressed the precise question at issue, the court does not simply impose its own construction of the statute, as would be necessary in the absence of an administrative interpretation. Rather, if the statute is silent or ambiguous with respect to the specific issue, the question for the court is whether the agency’s answer is based on a permissible construction of the statute» (footnotes omitted). Chevron, 46� U.S. at 842‑43.

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at issue», and, if so, the court will enforce that result. However, if the court discovers that Congress has expressed no specific intention on the issue at hand, it will move on to step two, shifting into a deference mode. Particularly, the court will determine if the agency’s position is «a reasonable one» and, if so, defer to that position 51.

The language of Chevron is sweeping, revolutionary and, for some, controversial. One commentator has noted that «Chevron [] altered the distribution of national powers among courts, Congress, and administrative agencies» 52, putting it into tension with «deeply engrained» principles and ideas, such as the principle of Marbury v. Madison 53, which made it the function of judges to «say what the law is» 54. It seems clear that some courts have found Chevron’s stated rationale‑stressing the importance of the executive branch’s political accountability‑too slender a reed upon which to base such a revolutionary change 55. Most interesting of all, the Supreme Court itself appears to have difficulty in accepting or pursuing its own doctrine. As noted by another commentator 56:

It turns out that the Court does not regard Chevron as a universal test for determining when to defer to executive interpretations: the Chevron framework is used in only about half the cases that the Court perceives as presenting a deference question. Not have the multiple factors identified in the pre‑Chevron period disappeared; to the contrary, the Court continues to rely upon them in many cases, despite

51 Thomas W. Merrill, «Judicial Deference to Executive Precedent», 101 Yale Law J. 969, 9�6 (1992).

52 Cass R. Sunstein, «Law and Administration After Chevron», 90 Col. Law Rev. 20�1, 20�5 (1990).

53 5 U.S. (1 Cranch) 13� (1803).54 Id., at 1��.55 The Chevron principle was said by the Supreme Court to advance democracy and constitutional

government by providing that «federal judges —who have no constituency— have a duty to respect legitimate choices by those who do». Chevron, 46� U.S. at 866. The Supreme Court, in other words, is saying that if Congress has not made all the relevant policy choices, courts should uphold the discretion of the executive branch to fill in the policy gaps. This principle is based on the theory that the president is «directly accountable to the people», whereas judges are not. It may be speculated that the complex and arcane regulations cannot typically be justified on the basis of the president’s accountability to the people.

56 Merrill, supra note 54, at 9�0.

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their apparent irrelevance under Chevron. Perhaps most strikingly, in recent Terms the application of Chevron has resulted in less deference to executive interpretations than was the case in the pre‑Chevron era.

(Emphasis in original)

Other appellate courts, for example, the District of Columbia Circuit, have themselves shown considerable reluctance about the Chevron standard. For example, in Arent v. Shalala 5�, two of the judges on the panel wanted nothing to do with Chevron, finding it not even applicable, let alone controlling 58. The majority upheld a regulation of the Food and Drug Administration as not arbitrary or capricious, unreasonable, or a «clear error of judgment» 59. Judge Wald’s concurring opinion, on the other hand, argued that Chevron was certainly applicable. She reasoned that «[i]f this case falls totally outside Chevron, many other cases marching under its banner must be similarly exiled».

Cases in the Federal Circuit, however, which opinions bind the U.S. Court of International Trade and Binational Panels, have tended to re‑peat the Chevron language, or comparable language without apparent controversy, and apply the two‑step process strictly as stated 60. Only

5� Arent v. Shalala, Slip Op. No. 94‑52�1 (D.C. Cir. 1995 November 14, 1995).58 Arent involved an Administrative Procedure Act challenge to regulations of the Food and Drug

Administration (EDA) to implement the Nutrition Labeling and Education Act (NLEA), 21 U.S.C. 69 §§ 321 et seq. The majority avoided Chevron, applying instead the standard set out in Motor Vehicle Manufacturers Ass’n v. State Farm, 463 U.S. 29 (1983), to uphold the FDA regulation.

59 The Arent majority stated that «Chevron is principally concerned with whether an agency has authority to act under a statute. See Chevron, 46� U.S. at 842‑45. Thus, a reviewing court’s inquiry under Chavron is rooted in statutory analysis and is focused on discerning the boundaries of Congress’ delegation of authority to the agency; and as along as the agency stays within that delegation, it is free to make policy choices in interpreting the statute, and such interpretations are entitled to deference.... The only issue [in Arent] is whether the FDA’s discharge of [its] authority was reasonable. Such a question falls within the province of traditional arbitrary and capricious review under 5 U.S.C. § �06(23)(A) (1988)».

60 See, e.g., Timken Company v. United States, 3� F.3d 14�0, 14�4 (Fed. Cir. 1994) («In interpreting section 16��g(a), this court first consults the language of the statute itself [citation omitted]. If the statute is clear on its face, then this court’s review ends [citation omitted]. If the statute is not clear on its face, then this court reviews [DOC]’s interpretation to determine whether it is reasonable in light of the language, policies, and enactment history of the statute [citation omitted]. This court accords [DOC] considerable deference in its interpretations of these statutory provisions).

HARRY B. ENDSLEY

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in Federal Mogul Corp. v. United States has the court expressed any apparent criticism or concern about the reach of Chevron 61:

Chevron constitutes a significant inroad into traditional judicial power, and is not lightly to be applied to just any agency decision or litigation position made on behalf of an agency.

It remains for a future day whether the Supreme Court will itself alter its Chevron doctrine, or whether the Federal Circuit will develop a more deep‑seated concern about the doctrine than it has shown to date. In the meantime, Binational Panels and the Court of International Trade will most likely be continue to be satisfied with a recitation and following of the Chevron text.

The DOC and ITC, therefore, will most likely continue to enjoy the substantial discretion implicit in Chevron in antidumping and countervailing duty cases, although complainants will also have available to them a substantial number of «hooks» in existing law that will permit them to claim that the agency is not entitled to discretion in the circumstances at hand.

61 Federal Mogul Corp., 63 F.3d at 15�9. See also Lasko Metal Products v. United States, 43 F.3d 1442 (Fed. Cir. 1994), n. 3 at 1446 («Suramerica [de Aleaciones Laminadas, C.A. v. United States, 966 F.2d 660, 665 (Fed. Cir. 1992)] relied on the Supreme Court’s Chevron analysis. In Suramerica, the issue was whether the agency’s official interpretation of its organic legislation was a permissible reading of the statute. The policy underlying the Supreme Court’s grant in Chevron of special deference to agency regulations and similar official agency pronouncements does not extend to every agency action —it would not, for example, extend to ad hoc representations on behalf or the agency, such as litigation arguments. In this case the issue much like that in Suramerica— an officially mandated agency methodology considered by the agency to be within its statutorily granted discretion»).

• Índice General§ Índice ARS 21

UNITED STATES STANDARD OF REVIEW

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NAFTA CHAPTER 19 AND THE LAW OF JUDICIAL REVIEW IN CANADA

Maureen Irish 1

Summary: I. Administrative Agencies and Judicial Structure; A. Adminis-trative Agencies; 1. Revenue Canada-Dumping, Subsidization; 2. Cana-dian International Trade Tribunal-Injury; B. Judicial System; 1. Federal Court of Appeal; 2. Supreme Court of Canada; 3. Stare Decisis; II. NAF-TA, Dualism and Canadian Domestic Law; A. Description of Chapter 19 Panels; B. Effect of Panel Decisions; C. Dualism and Statutory Inter-pretation; III. Canadian Law and the Standard of Review; A. Legislative Background; B. Statutory Standard of Review; 1. Original Act; 2. Amend-ments to the Act; C. Content of the Standard of Review; I. Jurisdiction; 2. Questions of Law; 3. Questions of Fact; 4. Procedure; D. Remedies; IV. Conclusion.

This article discusses the Canadian law of judicial review and describes some aspects of the operation of dispute settlement panels reviewing Canadian decisions under Chapter 19 of the North American Free Trade Agreement. The panel system is a hybrid, involving both international and domestic elements as well as governmental and private parties. Pursuant to Chapter 19, decisions imposing anti‑dumping and countervailing duties can be reviewed by binational panels composed of five members appointed by the governments of the importing and exporting countries. Panels apply the domestic law of the importing

1 Professor, Faculty of Law, University of Windsor, Windsor, Ontario, Canada. I wish to express my appreciation to Mr. Jeffery D. Jenkins, LL.B. (Windsor), J.D. (Detroit Mercy) and Ms. Amy Reier (Law III, Windsor), for research on the Canadian law of judicial review while panel assistants on, respectively, NAFTA Panel CDA 94‑1904‑04 Corrosion Resistant Steel (July 10, 1995) and NAFTA Panel CDA 9�‑1904‑01 Concrete Panels (August 26, 1998). I am also grateful for comments on early versions of the article from Professor Christopher J. Wydrzynski and from Professor W.A. Bogart and his Judicial Review classes in 199� and 1998.

• Índice General§ Índice ARS 21

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country, including the principles of judicial review and the general legal principles that a domestic court would adopt. Panel reviews can be initiated by any involved NAFTA government. A government must call for a panel review if it is requested to do so by a private party who would be entitled to start proceedings for judicial review under the applicable domestic legal system.

Part I below explains in some detail the agencies and procedures involved in the imposition of anti‑dumping and countervailing duties to goods imported into Canada. Readers who do not wish this amount of detail could skip directly to Part II on the place of Chapter 19 panels in Canadian legal theory, which adopts British dualism concerning the relationship between international law and domestic law. Part III contains a summary of the Canadian law of judicial review, including the various review standards that apply to issues of jurisdiction, law, fact and procedure. Citations are provided to decisions of both domestic courts and Chapter 19 panels on review of Canadian determinations.

I. ADMINISTRATIVE AGENCIES AND JUDICIAL STRUCTURE

A. Administrative Agencies

1. Revenue Canada‑Dumping, SubsidizationIn Canada, the imposition of anti‑dumping duty and countervailing

duty is governed by the Special Import Measures Act 2 («SIMA»), a federal statute. Under that legislation, the Department of National

2 Special Import Measures Act, Revised Statutes of Canada 1985, c.S‑15, amd. R.S. 1985, c.23 lst Supp.); R.S. 1985, c.l (2d Supp.); R.S. 1985, c.4� (4th. Supp.); S.C. 1988, c.65; S.C. 1990, c.8; S.C. 1993, c.44; S.C. 1994, c.13; S.C. 1994, c.4�; S.C. 199�, c.14. This summary does not take into account amendments that might result from the following two legislative proposals under discussion at the time of writing: Bill C‑35, 1998, An Act to amend the Special Import Measures Act and the Canadian International Trade Tribunal Act, 1st reading March 19, 1998 Bill C‑43. An Act to establish the Canada Customs and Revenue Agency, 1st reading June 4, 1998. Among other changes, Bill C‑35 would give the Canadian International Trade Tribunal responsibility for preliminary determinations of injury. Bill C‑43 would transfer the functions of the Deputy Minister to a newly‑created position, the Commissioner of Customs and Revenue.

NAFTA CHAPTER 19 AND THE LAW OF JUDICIAL REVIEW IN CANADA

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Revenue is responsible for investigations of dumping and subsidization. Determinations of injury are made by the Canadian International Trade Tribunal, an independent quasi‑judicial body that reports to Parliament through the Minister of Finance 3.

The Deputy Minister of National Revenue may start an investigation of dumping or subsidization in response to a complaint from domestic producers or on the Deputy Minister’s own initiative 4. The investigation cannot proceed in either case without a reasonable indication that the domestic industry has suffered or is threatened with harm (SIMA, s.31). If the Deputy Minister decides not to go ahead with an investigation because of the absence of this reasonable indication, then the complainants or the Deputy Minister can refer the question to the Canadian International Trade Tribunal (SIMA, s.33, s.34) 5.

Once begun, an investigation can be terminated if the Deputy Minister concludes that the reasonable indication of harm is absent or that the evidence fails to disclose dumping or subsidization beyond insignificant amounts or negligible volumes (SIMA, s.35(1)) 6. If an investigation is not terminated, the Deputy Minister will make a preliminary determination of dumping or subsidization describing the goods and estimating the margin of dumping or amount of subsidy for each exporter under investigation (SIMA, s.38(1)). The final determination will then be made within ninety days if

3 Canadian International Trade Tribunal Act, R.S.C. 1985, c.4� (4th Supp.), as amd.4 Investigations may also be initiated in response to a notice from the Canadian International Trade

Tribunal concerning the adding of goods during the course of an inquiry (SIMA, s.46) or in response to an order by the federal Cabinet in cases where the WTO Subsidies Committee has authorized the imposition of countervailing duties (SIMA, s.�).

5 If the Tribunal finds the required reasonable indication, the Deputy Minister must proceed with the investigation (SIMA, s.31 (8), s.34(2)).

6 The issue of the reasonable indication may also be referred to the Tribunal (s.35(2)). «Insignificant» means a margin of dumping that is less than 2% of the export price or an amount of subsidy that is less than 1% of the export price. A «negligible» volume of dumped goods is less than 3% of the total volume released into Canada from all countries, but if three or more countries account for �% of the total volume then their volumes are not negligible even if each country accounted for less than 3% (SIMA, s.2(1)).

MAUREEN IRISH

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the Deputy Minister continues to find dumping or subsidization of goods from the country or countries of export beyond insignificant amounts or negligible volumes. A final determination describes the goods and sets out the margin of dumping or amount of subsidy for each exporter (SIMA, s.41(1)). The Deputy Minister gives notice of preliminary determinations and final determinations with stated reasons to the Secretary of the Canadian International Trade Tribunal (SIMA, s.38(3)(b), s.41(3)(b)).

2. Canadian International Trade Tribunal-Injury

On receipt of a preliminary determination, the Canadian International Trade Tribunal begins its inquiry into whether the dumping or subsidization of goods has caused or is threatening to cause injury to a domestic industry or has caused retardation of the establishment of such an industry (SIMA, s.42(1)(a)(i)). From the time of the preliminary determination, imports could be subject to provisional duty if the Deputy Minister of National Revenue considered this necessary to prevent injury, retardation or threat of injury (SIMA, s.8(1)). If provisional duties have been imposed, the Tribunal’s inquiry will examine whether the dumping or subsidization would have caused injury or retardation in the absence of such duties (SIMA, s.42(1)(a)(ii)).

The Tribunal will make its order or finding within one hundred and twenty days after receipt of the Deputy Minister’s preliminary determination (SIMA, s.43(1)). If the inquiry concerns goods of NAFTA origin, the Tribunal will make a separate order or finding for each NAFTA country (SIMA, s.43( 1.01)).

If the Tribunal makes a finding of injury, retardation or threat of injury, imported goods will be subject to anti‑dumping duty equal to the margin of dumping or countervailing duty equal to the amount of subsidy (SIMA, s.3). If the Tribunal concludes that imposition of anti‑dumping or countervailing duties, or imposition of the full amount of these duties, would be contrary to the public

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interest, the Tribunal will report this opinion to the Minister of Finance (SIMA, s.45).

Once the Deputy Minister of National Revenue has made a preliminary determination concerning goods, the Deputy Minister may accept undertakings from an exporter or an exporting country to eliminate the dumping, the subsidization or the harm (SIMA, s.49(1),(2),(4)). In such a case, the collection of any provisional duties ceases and proceedings are suspended (SIMA, s.50), unless the exporter or exporting country exercises the option to continue with the investigation and the Tribunal’s inquiry (SIMA, s.49(3)). To accept an undertaking, the Deputy Minister most believe that it would not cause the price to rise by more than the estimated margin of dumping or amount of subsidy (SIMA, s.49(2)(a)).

Undertakings are normally for five years, renewable for further periods of up to five years (SIMA, s.53). The Deputy Minister may terminate an undertaking and resume the investigation at any time in response to new information or changed circumstances or if the undertaking has been violated (SIMA, s.52(1)). Once an undertaking has been in effect for 30 days, it will be terminated if the importer, exporter, exporting government or complainant so requests, and the Deputy Minister will resume the investigation (SIMA, s.51). Should the Deputy Minister or Tribunal find an absence of dumping, subsidization or injury, any undertakings and other proceedings are terminated (SIMA, s.52(1.1),(1.2),(1.3)).

B. Judicial System

1. Federal Court of Appeal

Tribunal orders and findings may be reviewed before the Federal Court of Appeal (SIMA, s.�6(1)). The Deputy Minister’s final determinations of dumping and subsidization are also reviewable before the same court, as are the Deputy Minister’s decisions concerning the renewal of undertakings and the termination of investigations (SIMA, s.96.1(1)(a),(b),(c)).

MAUREEN IRISH

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Anti‑dumping and countervailing duties may apply to goods imported at any time after the Deputy Minister’s preliminary determination �. When goods are imported after a Tribunal finding of injury, a customs officer will decide whether they meet the description in the order imposing duties and will determine values for the margin of dumping or amount of subsidy (SIMA, s.56(1)). From these decisions, there are two levels of appeal within the Department, for re‑determinations first by a designated officer and then by the Deputy Minister (SIMA, s.5�, s.58, s.59) 8. A decision of the Deputy Minister may then be appealed to the Canadian International Trade Tribunal (SIMA, s.61). The Tribunal’s decision may be appealed on a question of law to the Federal Court of Appeal (SIMA, s.62).

The Tribunal may reconsider its orders and findings (SIMA, s.�6(2),(2.1)) 9. If there is no continuation, orders and findings expire in five years (SIMA, s.�6(5)).

2. Supreme Court of Canada

Judgments of the Federal Court of Appeal may be appealed to the Supreme Court of Canada, with leave from the latter court. The Supreme Court may grant leave to appeal if it decides that the case raises a question of public importance, a question involving important issues of law or mixed law and fact or a question that, for any other

� If the Tribunal finds only a threat of injury but not past injury, there are no duties on goods released prior to the finding (SIMA, s.3, s.4, s.55). In the case of a massive importation causing injury, duties may be made retroactive to the start of the investigation, up to 90 days prior to the preliminary determination (SIMA, s.55(2)(b), s.5(b), s.6(b)). See further Robert K. Paterson & Martine M.N. Band, International Trade and Investment Law in Canada. 2d ed. (Scarborough, Ontario: Carswell, 1994 (rev. 1998)) at 8.42.

8 New evidence may be presented on a re‑determination: Howmark v. Deputy Minister of National Revenue, Customs and Excise (1993), 13 T.T.R. 321 (C.I.T.T.) ; Direct Import DICO Corporation v. Deputy Minister of National Revenue, Customs and Excise (1992), 8 T.T.R. 20 (C.I.T.T.). The Deputy Minister and designated officers may also make re‑determinations in certain circumstances on their own initiative (SIMA, s.5�, s.59).

9 Tribunal decisions on reconsideration maybe reviewed before the Federal Court of Appeal (SIMA, s.96.l(l)(d),(e),(f)). In addition, in response to a recommendation or ruling of the Dispute Settlement Body of the World Trade Organization, the Minister of Finance may request a reconsideration by the Tribunal or by the Deputy Minister of National Revenue (SIMA, s.�6.1).

NAFTA CHAPTER 19 AND THE LAW OF JUDICIAL REVIEW IN CANADA

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reason, is of such a nature or significance as to warrant decision by the Supreme Court 10.

3. Stare Decisis

On anti‑dumping and countervailing duty questions, Canadian courts will apply the common law doctrine of stare decisis. The doctrine requires that lower courts follow rules of law as determined by higher courts. The Federal Court is therefore bound to apply roles of law decided by the Supreme Court. Decisions of the Supreme Court and the Federal Court are binding on the Canadian International Trade Tribunal and the Deputy Minister of National Revenue.

Common law courts are not necessarily bound by their own previous decisions. If a previous decision cannot be distinguished on its facts, the English House of Lords stated in 1966 that it might depart from one of its own precedents, in order to avoid causing injustice or unduly restricting the development of the law 11. Although appeals to the Privy Council from the Supreme Court of Canada were abolished in 1949, Canadian common law courts, like courts in other parts of the Commonwealth, are influenced by the House of Lords. The Supreme Court of Canada and probably also the Federal Court of Appeal would have similar power to over‑role their own previous decisions on a legal point, if they chose to do so in particular circumstances 12.

For inquiries on questions of injury, the Canadian International Trade Tribunal is not acting as a court. When the Tribunal acts in a more judicial capacity on appeals of re‑determinations by the Deputy Minister for goods imported after an injury finding, the Tribunal’s

10 Supreme Court Act, R.S.C. 1985, c.S‑26, as amd., s.40(1).11 Practice Statement (Judicial Precedent), [1966] 3 All E.R. ��, [1966] 1 W.L.R. 1234 (H.L.).12 Minister of Indian Affairs and Northern Development v. Rainville, [1982] 2 S.C.R. 518 at 52�‑28.

See: G.L. Gall, The Canadian Legal System, 3d ed. (Toronto, Calgary, Vancouver: Carswell, 1990) at 281‑91; S.M. Waddams, Introduction to the Study of Law, 4th ed. (Scarborough, Ontario: Carswell, 1992) at ��‑86; Gordon Bale, «Casting Off the Mooring Ropes of Binding Precedent» (1980) 58 Can. Bar Rev. 255.

MAUREEN IRISH

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decisions probably do not have the effect of setting precedents under the stare decisis system, as the Tribunal has only the jurisdiction assigned to it by statute. While the Tribunal’s decision is conclusive as to that particular dispute unless further appealed, it would not establish legal precedent binding on the Deputy Minister in the future 13. As a practical matter, however, the Tribunal is guided by its own previous decisions, which are cited in argument by counsel in both appeals and inquiries.

II. NAFTA, DUALISM AND CANADIAN DOMESTIC LAW

A. Description of Chapter 19 Panels

Article 1904 of NAFTA provides for binational panel review of anti‑dumping and countervailing duty determinations 14. Panels have five members —two appointed by each involved NAFTA country and a fifth appointed by agreement (NAFTA, Annex 1901.2). On its own initiative, each state may request formation of a panel. A state is required to call for a panel if asked to do so by a private party entitled to start judicial review proceedings under domestic law (NAFTA, Art. 1904(5)). Panels decide by majority vote, with concurring and dissenting panelists identified. The panel decision is binding for that particular dispute as a matter of international law between the two countries (NAFTA, Art.1904(9)). After a panel

13 The Tribunal’s role on appeals of redeterminations under SIMA is comparable to its role on customs tariff appeals. See: Javex Co. v. Oppenheimer, [1961] S.C.R. 1�0; Olympia Floor and Wall Tile Co. v. Deputy Minister of National Revenue, Customs and Excise (1983), 49 N.R. 66, 5 C.E.R. 562 (F.C.A.); Deputy Minister of National Revenue, Customs and Excise v. Unicare Medical Products Inc. (1990), 2 T.T.R. 38 (C.I.T.T.); Boneless Manufacturing Beef Originating in or Exported from the European Economic Community (1991), 6 T.T.R. 253 (C.I.T.T.).

14 For background, see Harry B. Endsley, «Dispute Settlement under the CFTA and NAFTA: From Eleventh‑Hour Innovation to Accepted Institution» 18 Hastings Int’l & Comp. L. Rev. 659 (1995); Jon R. Johnson, The North American Free Trade Agreement: a Comprehensive Guide (Aurora, Ontario: Canada Law Book, 1994); A.L.C. de Mestral. «The Resolution of Disputes between Japan and Canada and the United States: A Modest Proposal» in Michael K. Young and Yuji Iwasawa (eds.), Trilateral Perspectives on International Legal Issues: Relevance of Domestic Law and Policy (Irvington. N.Y.: Transnational, 1996) 235.

NAFTA CHAPTER 19 AND THE LAW OF JUDICIAL REVIEW IN CANADA

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decision has been issued, an involved state may take the matter to an Extraordinary Challenge Committee to deal with allegations of panel misconduct, conflict of interest, breach of fundamental rules of procedure or excess of jurisdiction (NAFTA, Art.1904(13)). An Extraordinary Challenge Committee is composed of three judges or former judges selected by the involved states. The Committee’s decision is binding for that particular matter as between the two countries (NAFTA, Annex 1904.13).

In Canadian legislation, Part I.1 of the Special Import Measures Act provides for panel review of anti‑dumping and countervailing duty decisions in accordance with Chapter 19 of NAFTA. Panel review is available from a «definitive decision». This phrase covers Tribunal orders or findings concerning injury, including reviews of previous Tribunal orders 15. The phrase also covers final determinations by the Deputy Minister, decisions by the Deputy Minister concerning renewal of undertakings and termination of investigations, and re‑determinations by the Deputy Minister in the Departmental appeal process for goods imported after a Tribunal finding of injury.

Any person entitled to apply for a review of a definitive decision before the Federal Court of Appeal or for an appeal of a definitive decision to the Canadian International Trade Tribunal after the Departmental re‑determinations (SIMA, s.61) can file a request for review before a NAFTA chapter 19 panel (SIMA, s.��.011(2)) 16.

15 SIMA, s.��.01(1), definition of «definitive decision», subparagraphs (c),(g),(h),(i),(i.1). Subparagraph (j) of this definition also includes Tribunal rulings on identification of the importer.

16 Note that the panels are directed to apply the judicial review standard to all cases, including the Deputy Minister’s re‑determination for goods imported after an injury finding. In domestic law, those re‑determinations at the end of the Departmental process would be subject to an appeal to the Tribunal. In this instance, the procedure and the grounds for questioning a decision may vary somewhat as between domestic law and the panel process, although judicial review of re‑determinations is also available in domestic law (Toshiba International Corp. v. Canada (Deputy Minister of National Revenue, Customs and Excise, [1994] F.C.J. No. 998 (T.D.)). Once a matter has gone through the Departmental process and the Tribunal has dealt with an appeal of the Deputy Minister’s re‑determination, it could not be sent to a Chapter 19 panel at that point, because the Tribunal’s decision in such a case is not a «definitive decision» under SIMA s.��.01(1).

MAUREEN IRISH

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Such a filing is deemed to be a request for panel review under Article 1904.4 of NAFTA by the Minister for International Trade (SIMA, s.��.011(3)) 1�. Once a request for a panel is made, then no application for review or appeal may be brought under SIMA sections 96.1 or 61, or under the Federal Court Act (SIMA, s.��.011 (�)).

The NAFTA panel will either confirm the decision or refer the matter back to the appropriate authority for reconsideration (SIMA, s.��.015(3)). If the matter is referred back, the authority must take action not inconsistent with the decision of the panel (SIMA, s.��.016(1)). Panel decisions and any Extraordinary Challenge Committee decisions are final and binding and not subject to further domestic appeal or review on any ground (SIMA, s.��.02).

B. Effect of Panel Decisions

In domestic law, while the panel decision is binding for that particular matter, it is unlikely to have precedential effect as stare decisis. Panels apply domestic Canadian law and use the same standard of review as would be applied by the Federal Court of Appeal and Supreme Court of Canada on judicial review. Canada follows the dualist British tradition of regarding international treaty law as a separate legal order distinct from domestic law. Decisions of panels established under NAFTA, therefore, would not be decisions by judicial bodies within the same legal hierarchy as the CITT and the Deputy Minister. While panel decisions could provide helpful discussions of particular points, they would not operate as precedent binding for future disputes.

A possible line of argument can be advanced to say that Chapter 19 panels have a certain existence as domestic institutions in addition

1� The Minister or the government of a NAFTA country may also, of course, request panel review independently (see SIMA, s.��.011(1)). In addition, the Minister may request panel review of determinations in other NAFTA countries. Any person entitled to commence proceedings for judicial review under the law of the other NAFTA country may file a request with the Canadian Secretary of the NAFTA Secretariat and this request is deemed to be a request by the Minister for panel review under Article 1904.4 (SIMA, s.96.2 1).

NAFTA CHAPTER 19 AND THE LAW OF JUDICIAL REVIEW IN CANADA

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to their international status. NAFTA panels are quite thoroughly described in Part I.1 of SIMA. Section ��.013(1) states that a panel «shall be appointed» in accordance with the relevant provisions of NAFTA. The panel «shall conduct a review», «shall determine whether the grounds on which the review was requested have been established» and «shall make an order confirming the decision or referring the matter back» (SIMA, s.��.015(1),(3)). The panel is to have «such powers, rights and privileges as are conferred on it by the regulations» (SIMA, s.��.015(2)) 18. It can be argued that the panels have thus been implemented as institutions in domestic law in addition to their international status 19.

Even if Chapter 19 panels do have a shadow existence in domestic law, this would not necessarily imply that panel decisions attract the common law principle of stare decisis. Domestic administrative tribunals can be given statutory jurisdiction to make judicial decisions in particular cases without creating precedent binding in future matters 20. Even if Chapter 19 panels were recognized as having some status in the domestic order, it is unlikely that their decisions would establish precedent binding as stare decisis in Canadian law.

The link between Chapter 19 panels and domestic law raises certain issues of constitutionality, since panel decisions are binding for the particular matter under review even if they do not have wider effect. The analysis centres on the statutory provisions blocking access to domestic courts once a panel review is underway (SIMA s.��.011(�)) and blocking

18 For the corresponding sections to the same effect concerning the appointment, powers and operation of Extraordinary Challenge Committees, see SIMA, s.��.018, s.��.019. See further: Rules of Procedure for Article 1904 Binational Panel Reviews, January 1, 1994, C.Gaz. 1994.I.23; Code of Conduct for Dispute Settlement Procedures under Chapters 19 and 20 of the North American Free Trade Agreement, January 22, 1994, C.Gaz. 1994.I.539; Rules of Procedure for Article 1904 Extraordinary Challenge Committees, January 29, 1994, C.Gaz. 1994.I.�18.

19 The description of Chapter 19 panels and Extraordinary Challenge Committees in the legislation is much more complete that the description of the dispute settlement mechanisms of the World Trade Organization in the implementing legislation for the results of the Uruguay Round. See: World Trade Organization Agreement Implementation Act, S.C. 1994, c.4�, s.11, s.13; SIMA, s.�6.1.

20 See Domtar Inc. v. Quebec (Commission d’appel en matière de lésions professionnelles), [1993] 2 S.C.R. �56.

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court access to question a panel or Committee decision once it has been received (SIMA s.��.02). It is clear that it is not be possible to oust all court review of the constitutionality of a federal statute or of entities created under a statute. Concerning Chapter 19 of NAFTA, the specific constitutional question raised would be whether ultimate supervision over the work of the Deputy Minister and the Tribunal under SIMA can be conducted by the panels and Extraordinary Challenge Committee rather than the Federal Court of Appeal and Supreme Court of Canada. In other words, is there a constitutionally guaranteed right of access to the ordinary courts to see that the executive and its administrative agencies stay within the jurisdictions assigned to them by statute?

Under the Canadian constitution, the provincial Superior Courts are the courts with general jurisdiction, including power to review governmental action 21. Judges for those courts are federally‑appointed (Constitution Act, 186�, s.96) 22. The federal government is also given power to create additional courts (Constitution Act, 186�, s.101). Canadian cases have held that s.96 restricts the provinces. Provinces cannot assign Superior Court judicial powers to provincial agencies unless those powers are necessarily incidental to other valid functions within provincial competence 23. As well, it has been held that provinces are unable to create administrative tribunals entirely shielded from jurisdictional review by s.96 judges 24. The federal government cannot re‑write the constitution through a complete transfer of the s.96 criminal law power to a provincial tribunal with provincially‑appointed judges 25, but it is unclear what other limits s.96 imposes on the federal

21 In the common law system, review powers were developed both in the Court of King’s or Queen’s Bench, a court of Law (certiorari, mandamus, prohibition, habeas corpus and quo warranto) and in the Chancery, a court of Equity (injunction, declaration). Provincial Superior Courts apply both Law and Equity.

22 Constitution Act, 186�, R.S.C. 1985, App. II, no. 5.23 MacMillan Bloedel Ltd. v. Simpson, [1995] 4 S.C.R. �25; Reference re Young Offenders Act (PE.

I.), [1991] 1 S.C.R. 252; Sobeys Stores Ltd. v. Yeomans, [1989] 1 S.C.R. 238; Re Residential Tenancies Act 1979, [1981] 1 S.C.R. �14; Attorney General of Quebec v. Farrah, [19�8] 2 S.C.R. 638.

24 Crevier v. Attorney General of Quebec, [1981] 2 S.C.R. 220.25 McEvoy v. Attorney General of New Brunswick, [1983] 1 S.C.R. �04.

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level 26. The federal government can create new tribunals and can give them powers previously held by the Superior Courts 2�, subject to the qualification that final review for constitutionality must remain with s.96 courts 28. The question is whether there is a constitutional limit based in the rule of law requiring that s.96 judges must have ultimate supervision of the actions of the Deputy Minister and the Tribunal under SIMA to see that statutory jurisdiction is respected.

The rule of law and judicial independence are fundamental principles in the Canadian constitution 29. At this point, it is not clear whether the two are so inextricably linked as to prevent the complete transfer of jurisdictional review functions to Chapter 19 panelists and Extraordinary Challenge Committee members whose appointments lack the permanence and security of independent judges. Since the panels apply the same law that would be applied by domestic courts, the concern would not be over the substance of the task assigned to panels, but rather over panel composition.

A related question is whether s.96 requires that all Chapter 19 panelists and Committee members be appointed by the federal government in some way, including a notional confirmation for persons selected by the other NAFTA governments. This question might be resolved through an interpretation of or, if necessary, amendment to SIMA s.��.013(1), which provides that the panel shall be appointed in accordance with the procedure in Chapter 19 of NAFTA. The issue concerning judicial independence and jurisdictional review is more complicated. As discussed below, judicial review of administrative action in Canada examines questions of jurisdiction, law, fact and procedure. It would be inconvenient to decide that while final review on law, facts and procedure can be assigned to non‑s.96 judges, there is a residue of

26 Canadian Imperial Bank of Commerce v. Rifou, [1986] 3 F.C. 486 (F.C.A.).2� Chrysler Canada Ltd. v. Canada (Competition Tribunal), [1992] 2 S.C.R. 394; Pringle v. Fraser,

[19�2] S.C.R. 821.28 Canada Labour Relations Board v. Paul L’Anglais Inc., [1983] 1 S.C.R. 14�.29 Reference re Secession of Quebec, [1998] S.C.J. No. 61 (S.C.C., August 20, 1998); Re Provincial

Court Judges, [199�] 3 S.C.R. 3; Cooper v. Canada (Human Rights Commission), [1996] 3 S.C.R. 854 (per Lamer C.J.).

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review on questions of jurisdiction that must remain within the purview of s.96 courts 30. Some of the reasoning concerning the provincial tribunal examined in the Crevier case 31 could lead to such a conclusion, however, if it is found applicable to the federal government. Clarification will have to await further developments 32.

C. Dualism and Statutory Interpretation

This section discusses the influence of international sources on domestic law in Canada. As Chapter 19 panels apply the general legal principles that a domestic court would follow, the discussion outlines the approach that panels are to adopt in their interpretation of Canadian law. The discussion also provides further background on the relationship between panel decisions and the domestic system.

The British tradition of dualism, followed in Canada, distinguishes treaties from other sources of public international law such as

30 Distinctions would be particularly difficult to establish, since a general concern for jurisdiction is at the base of all of judicial review. Procedural issues may be considered jurisdictional, as well as serious errors of law or fact.

31 Crevier, supra. See Pasiechnyk v. Saskatchewan (Workers’ Compensation Board), [199�] 2 S.C.R. 890 at 920 (L’Heureux‑Dubé J. dissenting).

32 See generally: Lucie Cauchon, «L’accord de libre‑échange Canada‑Etats‑Unis prévoit‑il un contrôle judiciaire binational?» (1991), 32 Cahiers de Droit �29 (arguing that the Chapter 19 system is constitutional); Stéphane Rochette, «Les institutions binationales prévues dans le chapitre 19 del’Accord de libre-échange entre le Canada et les Etats-Unis au regard de l’article 96 de la Loi constitutionnelle de 1867» (1992), 33 Cahiers de Droit 1151 (arguing that the Chapter 19 system is not constitutional); J.M. Evans et al., Administrative Law: Cases, Text and Materials, 4th ed. (Toronto: Emond Montgomery, 1995) at 9��‑84. See further Quintette Coal Ltd v. Nippon Steel Corp., [1988] B.C.J. No. 1354 (B.C.S.C.) on international commercial arbitration. Any constitutional challenge would probably be argued in the domestic courts. In the unlikely event that a party decided to raise a challenge before a Chapter 19 panel, the panel would have jurisdiction to deal with the issue as a matter of general Canadian case law, since it has authority over questions of law (Cuddy Chicks Ltd. v. Ontario (Labour Relations Board), [1991] 2 S.C.R. 5; Cooper v. Canada (Human Rights Commission), supra). On such a constitutional question, it is doubtful that SIMA s.��.02 would actually shield any panel decision from further review in domestic courts. Of course, if a Chapter 19 panel were faced with a constitutional challenge, the panel would have to decide whether it had jurisdiction to hear the matter under NAFTA.

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international custom, general principles of law and jus cogens 33. A ratified treaty binds Canada internationally, but its provisions do not apply to change domestic law unless the treaty is implemented into the domestic system. Even once implemented, the treaty provisions do not have independent effect; it is the domestic statute that has force of law.

Treaty provisions may be used for assistance in interpretation of the implementing statute, due to a presumption that Parliament does not intend to put Canada in breach of its international obligations. In this process, the meaning of the treaty will be determined in accordance with rules of interpretation contained in the Vienna Convention on the Law of Treaties 34.

Since the decision of the Supreme Court of Canada in National Corn Growers in 1990, it is no longer necessary to demonstrate an ambiguity in the domestic statute before an international source can be consulted. According to the judgment of Mr. Justice Gonthier in National Corn Growers:

In interpreting legislation which has been enacted with a view towards implementing international obligations, [...] it is reasonable for a tribunal to examine the domestic law in the context of the relevant agreement to clarify any uncertainty. Indeed where the text of the domestic law lends itself to it, one should also strive to expound an interpretation which is consonant with the relevant international obligations.

33 See Statute of the International Court of Justice, Article 38(1)(a),(b),(c). Concerning non‑treaty sources of international obligation, the British tradition is monist, viewing them as automatically part of the common law. The analysis in this section leaves aside a possible argument that some aspects of anti‑dumping and countervailing duty law are now so widely accepted around the world as to have become part of international custom.

34 Vienna Convention on the Law of Treaties, 23 May 1969, Can. T.S. 1980 No. 3� (in force 2� January 1980). See: Pushpanathan v. Canada (Minister of Citizenship and Immigration), [1998] S.C.J. No. 46; Thomson v. Thomson, [1994] 3 S.C.R. 551 Canada (Attorney General) v. Ward, [1993] 2 S.C.R. 689; Canada v. Seaboard Lumber Saks Co., [1995] 3 F.C. 113 (CA).

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[...] [M]ore specifically, it is reasonable to make reference to an international agreement at the very outset of the inquiry to determine if there is any ambiguity, even latent, in the domestic legislation. The Court of Appeal’s suggestion that recourse to an international treaty is only available where the provision of the domestic legislation is ambiguous on its face is to be rejected 35.

This decision reverses earlier thinking that had required finding an ambiguity in statutory language first before the treaty could be consulted, in line with the British tradition of cautious use of extrinsic sources such as Parliamentary debates in statutory interpretation. Parliament is still supreme, of course, and can legislate in contravention of a treaty if it chooses to do so. If the statute is unambiguous, then its meaning governs, whether that meaning conforms to or contradicts an international obligation 36.

One question still open is the possible use of a treaty to fill a silence in domestic legislation —in effect, a question of what is implicit in

35 National Corn Growers Assn. v. Canada (Import Tribunal), [1990] 2 S.C.R. 1324 at 13�1. The judgment of Mr. Justice Gonthier represents the opinion of four judges. A judgment by Madam Justice Wilson, concurred in by two other judges, agrees in the result of the decision but for different reasons. The case had to do with judicial review of an injury finding by the Canadian Import Tribunal, a predecessor of the Canadian International Trade Tribunal. The Tribunal had found causation in a countervailing duty matter based in part on potential imports. The Tribunal decision was upheld on review by both the Federal Court of Appeal and the Supreme Court of Canada. A GATT Panel acting under the Tokyo Round Subsidies Code, however, found that the Tribunal’s determination was in contravention of Canada’s obligations under the Code: Panel on Canadian Countervailing Duties on Grain Corn from the United States, GATT, Basic Instruments and Selected Documents 29S/411 (1991‑92). By the time of the GATT Panel decision, the countervailing duties had been in place for five years and were about to expire. The Canadian International Trade Tribunal heard representations and decided not to review the matter. The duties therefore expired. See C.I.T.T. Bulletin, Vol.3, No.�, at 10 January/ February/ March 1992). As the duties were imposed prior to 1989 when the Free Trade Agreement took effect between Canada and the United States, U.S. exporters did not have the option of taking the original injury finding to a Chapter 19 panel.

36 Canada (Deputy Minister of National Revenue, Customs and Excise) v. General Electric Canada Inc. (1994), 1�0 N.R 341 (F.C.A.); Australian Meat & Live-Stock Corp. v. Canada (Canadian International Trade Tribunal) (1993), 161 N.R. 14� (F.C.A.). For further discussion, see Ivan R. Feltham, «The Relationship between Domestic Law and International Law» in Ivan R. Feltham ed., International Trade Dispute Settlement: Implications for Canadian Administrative Law, (Ottawa: Centre for Trade Policy and Law, 1996) 165 at 1�1‑83.

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the statute. It might be argued that only treaty provisions explicitly implemented could draw on the treaty as an interpretative source. A strong argument can be made, however, for fairly extensive use of the treaty under a purposive approach reflecting the presumed intent of legislators in favour of implementation 3�, so long as there is some basis in the domestic statute. The Supreme Court of Canada has recently said that, when interpreting legislation that implements an international treaty, the court «must adopt» an interpretation consistent with the treaty obligations 38.

The federal statute implementing NAFTA provides especially strong support for the use of that Agreement. Section 10 of the North American Free Trade Agreement Implementation Act explicitly approves NAFTA and section 4 confirms that the purpose of the statute is to implement the Agreement 39. Section 3 states that the implementing legislation «shall be interpreted» in a manner consistent with NAFTA, and further provides that the same approach is to be used for interpretation of any other federal legislation that fulfils a NAFTA obligation 40. Section 3 was cited for support by the Federal Court of Appeal in the Eli Lilly case in which the court used the terms of NAFTA Article 1�09(11 to interpret a regulation under the Patent Act 41.

3� Canada v. Seaboard Lumber Sales Co., [1995] 3 F.C. 113 (C.A.).38 Pushpanathan, supra, para. 51. The presumption in favour of consistency with international

obligations will not be applied, however, so as to produce unconstitutional results such as a federal interference in provincial jurisdiction: Baker v. Canada (Minister of Citizenship and Immigration), [199�] 2 F.C. 12� (C.A.) (appeal pending to the Supreme Court of Canada at time of writing). The federal immigration legislation at issue in the Baker case was not implementing legislation for the treaty in question, the Convention on the Rights of the Child. 28 May 1990, Can. T.S. 1992 No.3 (in force for Canada 12 January 1992). See further Irit Weiser, «Implementation of International Human Rights Law in a Federal State» Proceedings of the 2�th Annual Conference of the Canadian Council on International Law, October 1998.

39 North American Free Trade Agreement Implementation Act, S.C. 1993, c.44. Comparable provisions are contained in the WTO implementing legislation: World Trade Organization Agreement Implementation Act, S.C. 1994, c.4�, s.8, s.3.

40 The statute implementing the WTO Agreement does not have a comparable provision. Use of GATT sources in statutory interpretation, therefore, depends only on the case law discussed above.

41 Eli Lilly and Co. v. Nu-Pharm Inc., [199�] I F.C. 3 (C.A.).

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Even a very strong argument in favour of consistency between domestic law and international commitments has limits. A treaty that has been implemented into domestic law remains only an interpretive aid, not an independent source of obligation in Canadian law. The statute implementing NAFTA provides that no private causes of action are to proceed without the consent of the Attorney General of Canada. In the English version, s.6 is as follows:

6. (1) No person has any cause of action and no proceedings of any kind shall be taken, without the consent of the Attorney General of Canada, to enforce or determine any right or obligation that is claimed or arises solely under or by virtue of Part I or any order or regulation made under Part I.

(2) Subject to Section B of Chapter Eleven of the Agreement, no person has any cause of action and no proceedings of any kind shall be taken, without the consent of the Attorney General of Canada, to enforce or determine any right or obligation that is claimed or arises solely under or by virtue of the Agreement.

Part I of the statute contains section 10 which explicitly approves NAFTA. The two paragraphs, therefore, refer to both the implementing legislation and the treaty itself 42. It should be noted that the words in English «no person has any cause of action» should not be read independently, but should be read as modified by the phrase «without the consent of the Attorney General of Canada». This interpretation would bring the English language section somewhat into line with the French version of the same provisions, which is as follows:

6. (1) Le droit de poursuite, relativement aux droits et obligations uniquement fondés sur la partie I ou ses règlements ou décrets d’application, ne peut être exercé qu’avec le consentement du procureur général du Canada.

42 The comparable provisions for the WTO legislation are World Trade Organization Agreement Implementation Act, supra, s.5, s.6. Section B of Chapter 11 of NAFTA, which does not have a counterpart in the WTO, allows private parties to initiate international commercial arbitration against NAFTA governments concerning investment disputes.

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(2) Sauf cas prévus à la section B du chapitre 11 de 1’Accord, le droit de poursuite, relativement aux droits et obligations uniquement fondés sur l’Accord, ne peut être exercé qu’avec le consentement du procureur général du Canada 43.

The meaning common to the two versions, thus, does not deny the existence of a cause of action but says only that it cannot be exercised without the consent of the Attorney General 44. This would be a logical interpretation, in any case; if the Attorney General were to consent, there must be something that could then go forward. As the two language versions are equally authoritative 45, there may be an argument that the right exists even if the remedy cannot be exercised independently. The issue could arise if the NAFTA —related claim were advanced as a defence, either in a private— party lawsuit or perhaps in response to a government enforcement proceeding of same sort. Federal Crown immunity is expressly waived in the implementing legislation 46.

Section 6 was mentioned in the Sanipan case before the Quebec Superior Court in 1995 4�. The applicant, les Enterprises de rebuts Sanipan, ran a landfill site in Quebec. It sought a declaration that a provincial regulation prohibiting landfills from accepting solid waste from outside Quebec was invalid. In rejecting the application, the court cited section 6 to reinforce a finding that NAFTA did not have direct application in Canadian law. The court held that while the implementing legislation

43 Literally: «6.(l) The cause of action relating to rights and obligations uniquely founded on Part I or its regulations or orders can only be exercised with the consent of the Attorney‑General of Canada. (2) Except for cases provided for in Section B of Chapter 11 of the Agreement, the cause of action relating to rights and obligations uniquely founded on the Agreement can only be exercised with the consent of the Attorney‑General of Canada». (Author’s translation).

44 The choice of the common meaning is an accepted method of interpreting bilingual legislation, although it is not the only method available. For comments on bilingual interpretation, see Pierre‑André Côté, The Interpretation of Legislation in Canada, 2d ed. (Cowansville, Quebec: Yvon Blais, 1991) at 2�2‑�9; Rémi Michael Beaupré, Interpreting Bilingual Legislation (Toronto: Carswell, 1986).

45 Official Languages Act, S.C. 1988, c.38, s.13.46 North American Free Trade Agreement Implementation Act, supra, s.5. Federal Crown immunity

is also waived in the WTO legislation: World Trade Organization Agreement Implementation Act, supra, s.4.

4� Entreprises de rebuts Sanipan c. Quebec (Procureur Général), [1995] A.Q. no. 105.

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for NAFTA approves the treaty in section 10, it does not give the treaty provisions force of law domestically. The statute was to be distinguished from implementing legislation for certain other treaties in which the treaty is specifically given domestic effect 48. The court was not convinced that NAFTA would have assisted the applicant even if available, but section 6 provided an additional reason, since there was no consent from the federal Attorney‑General.

It is quite correct that section 10 does not go as far as provisions in certain other statutes that implement treaties. The section is very brief and states only that NAFTA «is hereby approved». In contrast, the Manitoba legislation at issue in the Thomson case, for example, states that the treaty in question «is in force in Manitoba and the provisions thereof are law in Manitoba» 49. It could be argued that section 10 only gives Parliamentary approval for the ratification of NAFTA as an international obligation. Under the British tradition, treaty ratification is a prerogative act of the Crown (i.e. federal executive), without need of legislative consent. In Canada, there has been a practice of submitting major treaties such as NAFTA for Parliamentary approval 50. Such approval does not necessarily imply implementation of treaty provisions as domestic law, although section 10 could certainly be clearer if no domestic effect were intended 51. There remains the theoretical possibility of same effect for NAFTA beyond its use as an interpretive aid. If the Attorney‑General

48 To the same effect, see Antonsen v. Canada (Attorney General), [1995] 2 F.C. 2�2 (T.D.). See further Antonsen v. Canada (Minister of Fisheries and Oceans), [1995] F.C.J. No. 804 (T.D.).

49 Child Custody Enforcement Act, R.S.M. 198�, c.C360, s.1�(2). The treaty, the Convention on the Civil Aspects of International Child Abduction, 25 October 1980, Can. T.S. 1983 No.35 (in force for Canada 1 December 1982), was annexed as a schedule to the legislation. See Thomson v. Thomson, [1994] 3 S.C.R. 551.

50 See generally A.E. Gotlieb, Canadian Treaty-Making (Toronto: Butterworths, 1968) at 15‑19. For comments on recent practice, see Daniel Turp, «Le rôle du Parlement dans la conclusion et la mise en oeuvre des traités internationaux», Proceedings of the 2�th Annual Conference of the Canadian Council on International Law, October 1998.

51 Legislative authority for implementation of a treaty into Canadian domestic law is divided between the federal and provincial levels of government, depending on the subject matter involved: Attorney General for Canada v. Attorney General for Ontario, [193�] A.C. 326 (P.C.). For comments on the federal power over trade and commerce, see H. Scott Fairley, «Jurisdiction over International Trade in Canada: The Constitutional Framework» in Maureen Irish & Emily F. Carasco (eds.), The Legal Framework for Canada-United States Trade (Toronto, Calgary, Vancouver: Carswell, 198�) 131.

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were to consent, section 6 implies that there must be some way in which NAFTA would then become the basis for a cause of action that could proceed. It is not completely clear what would happen on the Sanipan facts, or perhaps in a federal matter, if the issue arose in an enforcement action and NAFTA were argued as a defence.

The question of possible private rights is particularly tied to Article 2020 of NAFTA:

Article 2020: Referrals of Matters from Judicial or Administrative Proceedings.

1. If an issue of interpretation or application of this Agreement arises in any domestic judicial or administrative proceeding of a Party that any Party considers would merit its intervention, or if a court or administrative body solicits the views of a Party, that Party shall notify the other Parties and its Section of the Secretariat. The Com‑mission shall endeavor to agree on an appropriate response as ex‑peditiously as possible.

2. The Party in whose territory the court or administrative body is located shall submit any agreed interpretation of the Commission to the court or administrative body in accordance with the rules of that forum.

3. If the Commission is unable to agree, any Party may submit its own views to the court or administrative body in accordance with the rules of that forum 52.

Article 2020 seems to contain a presumption that the NAFTA treaty could have independent effect before a domestic court or administrative

52 Article 2020 is based on Article 1808 of the Canada‑United States Free Trade Agreement, which provided for an agreed interpretation to come from the Parties (i.e. the two national governments), rather than the Commission. A NAFTA government intending to submit its views to a foreign court or administrative body under Article 2020(3) may want to consider whether it would thereby risk becoming an unwilling defendant. Article 2021 stipulates that no government is to create a domestic right of action against another government for breach of a NAFTA obligation; the effect of this provision in domestic law would need to be assessed.

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body. It would be consistent with Canadian dualism to say that an issue of interpretation of NAFTA might arise if NAFTA were being used to clarify the meaning of a domestic statute. It is more difficult to see how an issue of the application of NAFTA could arise under Article 2020(1), however, without stretching traditional notions of dualism. That particular wording might have been drafted with other NAFTA legal systems in mind.

The comparable provision for the European Union is Article 1�� of the Treaty of Rome:

Article 1��. The Court of Justice shall have jurisdiction to give preliminary rulings concerning:

(a) the interpretation of this Treaty;

(b) the validity and interpretation of acts of the institutions of the Community [...];

(c) the interpretation of the statutes of bodies established by an act of the Council, where those statutes so provide.

Where such a question is raised before any court or tribunal of a Member State, that court or tribunal may, if it considers that a decision on the question is necessary to enable it to give judgment, request the Court of Justice to give a ruling thereon.

Where any such question is raised in a case pending before a court or tribunal of a Member State, against whose decisions there is no judicial remedy under national law, that court or tribunal shall bring the matter before the Court of Justice 53.

53 Treaty Establishing the European Economic Community, 25 March 195�, as amended by Treaty on European Union, � February 1992, 31 I.L.M. 24� (1992). This will become Article 234 when the Treaty of Amsterdam comes into effect. See Consolidated Version of the Treaty on European Union and Consolidated Version of the Treaty Establishing the European Community, done at Maastricht, Rome and Amsterdam. � February 1992, 25 March 195�, 2 October 199�, 3� I.L.M. 56 (1998).

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In a landmark case in 1963, the European Court of Justice was faced with a reference from a Dutch tax court concerning a provision of the Treaty that prohibited increases in tariff duties. A Dutch importer, Van Gend en Loos, complained that chemicals it imported from Germany had been re‑classified in the new tariff schedule and subjected to an 8% duty. As the duty had been only 3% previously, Van Gend maintained that the increase in duty was illegal. The Court of Justice agreed and ruled that the Treaty had direct effect to give Van Gend a defence against its government’s demand for the increased tariff 54. The doctrine of direct effect has grown since then to become a major part of European Community law 55.

The reference procedure in NAFTA Article 2020 is obviously not the same as the procedure in the European Community. If, however, a Canadian court were faced with a litigant in the situation of Van Gend en Loos who could point to a provision of NAFTA that had not quite made its way explicitly into national law, section 6 of the North American Free Trade Agreement Implementation Act might leave some room for the use of NAFTA as a defence. The treaty would not trump conflicting national law as it did for Van Gend, but it could be used to assist with interpretation of any ambiguities. Since it was so clear that the government intended to implement NAFTA, there may be a very strong presumption in favour of the application of NAFTA to fill any silences.

The predecessor of NAFTA Article 2020, Article 1808 of the Canada‑United States Free Trade Agreement, was argued in one reported case, where the link to domestic procedure was problematic.

54 Case 26/62, Van Gend en Loos v. Nederlandse Tariefcommissie, [1963] E.C.R. 1.55 See Alexander J. Easson. «Article 1�� of the EEC Treaty and the Concept of “Direct Effect”» in

Irish and Carasco (eds.), supra, 59.

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In the Nestle Enterprises case, the defendant in a trademark action requested the Trial Division of the Federal Court to use Article 1808 to solicit the views of the Canadian government on the treatment of grey‑marketed goods under the Free Trade Agreement 56. The request was part of the defendant’s reply to the plaintiff’s motion for an interim injunction. As the injunction was denied for other reasons, the court did not have to decide whether the defendant had a defence based on the treaty. The court did, however, state that if it were to decide on the defendant’s request, the defendant would have to show how Article 1808 had become part of Canadian domestic law, as such a solicitation of governmental views would be an unusual step for a Canadian court to take. If a Canadian court in the future decides to use this reference procedure (now NAFTA Article 2020), it could be faced with the interpretive question of the filling of silences on issues of both procedure and substance. An administrative agency might be able to use the Article more easily, as administrative procedure can be more flexible than that of courts. It is not clear whether a Chapter 19 panel would qualify as a «court or administrative body» able to make an Article 2020 request should it wish to do so.

If a court or administrative agency were to take into account the answer from such a reference procedure or the result of an international dispute settlement mechanism such as a WTO panel 5�, it would be going beyond the use of the treaty itself as an interpretive aid. These are subsequent sources, not just the materials before Parliament when the legislation was adopted. That is not to say that those sources would be rejected, of course. Instead of being treated as evidence of direct

56 Nestle Enterprises Ltd. v. Edan Food Sales Inc., [1992] 1 F.C. 182 (T.D.).5� The WTO lacks a direct counterpart to the reference procedure in NAFTA Article 2020.

Concerning anti‑dumping and countervailing duties, SIMA s.�6.1 allows the Minister of Finance to request reviews by the Deputy Minister or the Tribunal in response to recommendations and rulings from the WTO dispute settlement process. Presumably the Deputy Minister and the Tribunal are to consider the views of Canada’s International obligations expressed in the WTO process, but the effect of those views on domestic law is not specified in the legislation. See: World Trade Organization Agreement Implementation Act, supra, s.13; Boneless Manufacturing Beef Originating in or Exported from the European Economic Community (1991), 6 T.T.R. 253 (C.I.T.T.). See further Denis Lemieux, «The Power of Administrative Agencies to Review Their Decisions», in Feltham ed., supra, 141.

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legislative intent, they may be seen as tools to further the general purpose of maintaining consistency between Canadian practice and international obligations. By analogy, they could be similar to court decisions from other Commonwealth and common law jurisdictions, which are often cited by Canadian courts as persuasive, but non‑binding, authority.

Chapter 19 panels are hybrid institutions involving both domestic and international legal orders, as well as private parties and governmental actors. They are not entirely like other international dispute settlement mechanisms since they interpret and apply Canadian domestic law. In domestic law, panel decisions are in a special category because SIMA makes them binding for the dispute in question 58. For future disputes, they are unlikely to have precedential effect as stare decisis, but, as with other international dispute settlement mechanisms, panel decisions could be potentially persuasive authority, depending on the quality of the reasoning in particular decisions. To date, it has not been common practice to cite Chapter 19 panel decisions in domestic proceedings 59, but panel decisions are often mentioned in the reasoning of subsequent Chapter 19 panels.

III. CANADIAN LAW AND THE STANDARD OF REVIEW

A. Legislative BackgroundThe main Canadian legislation concerning anti‑dumping and

countervailing duties, the Special Import Measures Act, was

58 SIMA, s.��.016(1). See: SIMA s.�6(2.2); NAFTA Art. 1904(9). The closest comparison is to international commercial arbitration panels, which can apply domestic Canadian law if the parties so choose. The decisions of such arbitral panels are recognized and enforced in Canadian provincial, territorial and federal law. See: Convention on the Recognition and Enforcement of Foreign Arbitral Awards, 10 June 1958, Can. T.S. 1986 No. 43 (in force for Canada 10 August 1986); J.G. Castel, et al., The Canadian Law and Practice of International Trade, with Particular Emphasis on Export and Import of Goods and Services, 2d ed. (Toronto: Emond Montgomery, 199�) at �21‑�52.

59 A Chapter 19 panel decision was mentioned in argument in Sunezco International Inc. v. Canada (Deputy Minister of National Revenue, Customs and Excise), [1994] F.C.J. No. 63� (F.C.A.).

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adopted in 1984 to implement Canada’s rights and obligations under the Anti‑dumping Code and the Subsidies Code from the Tokyo Round of GATT negotiations. Canada was party to both those Codes, as well as to the earlier Anti‑dumping Code from the Kennedy Round 60.

The Special Import Measures Act was amended to take account of the agreements on antidumping duties and subsidies concluded during the Uruguay Round of GATT negotiations 61. Under Article 1902.2 of NAFTA, members of NAFTA reserve the right to amend their anti‑dumping and countervailing duty laws, provided that the amendments will apply to goods from another NAFTA Party only if the amending statute so specifies. Section 189 of the World Trade Organization Agreement Implementation Act, accordingly, specifies that those amendments apply to goods from a NAFTA country.

B. Statutory Standard of Review

1. Original Act

The system of binational panel review for anti‑dumping and countervailing duties was first established in chapter 19 of the Canada‑United States Free Trade Agreement 62, and has been continued in substantially the same form in chapter 19 of NAFTA.

60 See generally: Castel et al., supra; Paterson and Band, supra; W.C. Graham, «Canada‑United States Trade and the General Agreement on Tariffs and Trade» in Irish and Carasco (eds.), supra, 19; Lawrence L. Herman, Canadian Trade Remedy Law and Practice (Toronto: Emond Montgomery, 199�); Michael J. Trebilcock and Robert Howse, The Regulation of International Trade (London and New York: Routledge, 1995).

61 World Trade Organization Agreement Implementation Act, supra, s.144‑s.189.62 Free Trade Agreement between the Government of Canada and the Government of the United

States of America, 22 December 198� and 2 January 1988, Can. T.S. 1989 No. 3 (in force 1 January 1989).

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Under Article 1904.3 of NAFTA, panels are to apply «the standard of review set out in Annex 1911 and the general legal principles that a court of the importing Party otherwise would apply to a review of a determination of the competent investigating authority». Those general legal principles «include principles such as standing, due process, rules of statutory construction, mootness and exhaustion of administrative remedies» (NAFTA, Art. 1911). For Canada, the standard of review in Annex 1911 is expressed as «the grounds set out in subsection 18.1(4) of the Federal Court Act, as amended, with respect to all final determinations».

The Canadian law of judicial review has undergone changes in both its statutory structure and applicable judicial decisions since 1989 when the Canada‑United States Free Trade Agreement entered into effect. That treaty referred to the grounds of review in s.28(1) of the Federal Court Act as it was at the time. Those provisions have now been replaced by the grounds contained in the current version of the same statute. As well, the evolution of legal principles through case law has effect under the common law doctrine of stare decisis. Chapter 19 panels established under the two treaties have thus had to consider these changes when dealing with reviews from Canadian determinations.

The grounds of review in the former s.28(1) of the Federal Court Act were as follows:

28(1) [...] the Court of Appeal has jurisdiction to hear and determine an application to review and set aside a decision or order [...] on the ground that the board, commission or tribunal

(a) failed to observe a principle of natural justice or otherwise acted beyond or refused to exercise its jurisdiction;

(b) erred in law in making its decision or order, whether or not the error appears on the face of the record; or

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(c) based its decision or order on an erroneous finding of fact that it made in a perverse or capricious manner or without regard for the material before it 63.

2. Amendments to the Act

The revised standard of review, from s. 18.1(4) of the current Federal Court Act, is as follows:

18.1(4) The Trial Division may grant relief [...] if it is satisfied that the federal board, commission or other tribunal:

(a) acted without jurisdiction, acted beyond its jurisdiction or refu‑sed to exercise its jurisdiction;

(b) failed to observe a principle of natural justice, procedural fair‑ness or other procedure that it was required by law to observe;

(c) erred in law in making a decision or an order, whether or not the error appears on the face of the record;

(d) based its decision or order on an erroneous finding of fact that it made in a perverse or capricious manner or without regard for the material before it;

(e) acted, or failed to act, by reason of fraud or perjured evidence; or

(f) acted in any other way that was contrary to law 64.

63 Federal Court Act, R.S.C. 1985, c.F‑�, s.28(1), since substantially altered on amendment.64 Federal Court Act, R.S.C. 1985, c.F‑�, as amd. These grounds of review are applicable to the

Federal Court of Appeal (Federal Court Act, s.28(2)). Section 18.1 was added by S.C. 1990, c.8, s.5, into effect on February 1, 1992 (P.C. 1991‑2512, SI/92‑6, January 1, 1992, C. Gaz. 1992.II.280).

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The standard of review in the earlier Free Trade Agreement between Canada and the United States was defined as «the following standards, as may be amended from time to time by a Party [...]» (Art. 1911). The reference to domestic legislation appeared to be ambulatory, requiring that the standard change with any changes in the legislation. After the Federal Court Act standard was amended, however, Chapter 19 panels reviewing Canadian decisions continued to apply s.28(1) as it had been in 1989, rather than using the newer list from s.18.1(4) 65. In public international law, principles of treaty interpretation can be found in custom, in general principles and in the Vienna Convention on the Law of Treaties 66. The static or non‑updating interpretation might be explained as a question of ordinary meaning under Article 31 of the Vienna Convention since the new s.28 was not just an amended version but a complete replacement of the earlier provision. With the changes to the Federal Court Act, the section setting out standards of review was no longer s.28, but rather the new provision in s.18.1(4). In domestic Canadian law, under the federal Interpretation Act, statutory references are normally deemed to be ambulatory, i.e. they refer to a particular provision as amended 6�, but this likely would not cover a revision that substantially changed the meaning 68.

The contrary argument in favour of updating to the new provision would say that it was not just the particular section that was incorporated into the treaty by means of the reference, but rather the whole review standard. On this view, when the standard changed for actions brought under domestic law, then it should have changed for the Chapter 19

65 The first panel initiated after February 1, 1992 was Final Determination of Dumping Made by Revenue Canada, Customs and Excise, Regarding Certain Machine Tufted Carpeting Originating in or Exported from the United States of America («Machine Tufted Carpeting, dumping»). CDA‑92‑1904‑01, May 19, 1993. The s.28(1) standard of review was used by all panels until the first panel initiated under NAFTA, Synthetic Baler Twine with a Knot Strength of 200 lbs. or Less, Originating in or Exported from the United States of America («Synthetic Baler Twine»), CDA‑94‑1904‑02, April 10, 1995, which switched to s.18.1(4).

66 Vienna Convention on the Law of Treaties, 23 May 1969, Can. T.S. 1980 No. 3� (in force 2� January 1980).

6� Interpretation Act, R.S.C. 1985, c.1‑21, s.40(2).68 See discussion in Pierre‑André Côté, The Interpretation of Legislation in Canada, 2d ed.

(Cowansville, Quebec: Yvon Blais, 1991) at �1‑�5.

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panels as well. In other words, it was not just «s.28(1) as amended» that was incorporated by reference but rather «the [...] standard [], as may be amended from time to time». On this argument, Chapter 19 panels should have used the amended standard in order to maintain consistency witch domestic judicial review. The same question may arise again under NAFTA if a government amends its domestic legislation. The NAFTA provision defining the standard of review refers to «the following standards, as may be amended from time to time by the relevant Party» (NAFTA, Annex 1911). A future panel may have to decide whether the reference is intended to be ambulatory or static.

Machine Tufted Carpeting (Dumping) was the first panel initiated after February 1, 1992 when the change became effective in Canadian domestic law. In its decision, the panel referred to two sections of SIMA to explain the continued use of the original standard 69. Section ��.11 (4) on requests for review mentions s.28 of the Federal Court Act and had not been amended when that legislation was changed. As well, s.��.29(c) covers the situation explicitly:

��.29 No provision.

(a) of an Act to amend this Act,

(b) of any other Act of Parliament respecting the imposition of an‑ti‑dumping or countervailing duties, or

(c) amending a provision of an Act of Parliament providing for judi‑cial review of a definitive decision or setting forth the grounds for

69 Machine Tufted Carpeting (Dumping), CDA‑92‑1904‑01, May 19, 1993, at 2. Reasoning to the same effect is contained in two subsequent panels: Final Determination of Dumping Made by the Deputy Minister of National Revenue, Customs and Excise, Regarding Gypsum Board Originating in or Exported from the United States of America, («Gypsum Board»), CDA‑93‑1904‑01, November 1�, 1993, at 5; Certain Cold-Rolled Steel Sheet Originating in or Exported from the United States of America («Cold-Rolled Steel Sheet (Injury)»), CDA‑93‑1904‑09, July 13. 1994, at 5. The analysis had also been mentioned in an earlier panel, initiated prior to February 1, 1992: Certain Beer Originating in or Exported from the United States of America by G. Heileman Brewing Company Inc., Pabst Company, and the Stroh Brewery Company for Use or Consumption in the Province of British Columbia («Beer (Dumping)»), CDA‑91‑1904‑01, August 6, 1992, at 9.

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such a review that comes into force after the coming into force of this section shall be applied in respect of goods of the United States, unless it is expressly declared by an Act of Parliament that the provision applies in respect of goods of the United States �0.

This clarifies the matter in domestic Canadian law, but it can be argued that s.��.29(c) was not consistent with the Free Trade Agreement. As the panels did not find an inconsistency, they did not have to decide whether their authority came from the treaty or from domestic legislation.

In application, the differences between the list in the former s.28(1) and the list in the current s.18.1(4) may not actually be significant, in any case. The main questions of judicial review that panels have had to address have related to the evolution of case law, rather than to differences between the two lists.

C. Content of the Standard of Review

1. Jurisdiction

In British common law, principles of judicial review of government action are largely based on notions of jurisdiction, historically as seen in the writs used by superior courts in England to review the actions of local justices of the peace. The writ of certiorari compelled the local tribunal to send up the record of its proceedings so that the superior court could determine if the tribunal had acted lawfully. If the superior court found that the local body had acted beyond jurisdiction, the court would quash the decision as ultra vires and return the matter to the Tribunal for a lawful decision �1. Lord Reid, in the Anisminic case in

�0 The amendments to SIMA to implement NAFTA are to the same effect. Similarly, they refer to the current review standard (SIMA, s.��.011(5)) and reject a change in the review standard unless NAFTA countries are mentioned specifically (SIMA, s.��.03�(c)).

�1 The same remedy would apply if the superior court found an error of law on the face of the record. For discussion, including an explanation of other royal prerogative writs, see David Phillip Jones and Anne S. de Villars, Principles of Administrative Law, 2d ed. (Scarborough, Ontario: Carswell, 1994) at 9‑14.

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1969, described certain instances in which a Tribunal’s decision would be found to be a nullity:

[...] [T]here are many cases where, although the tribunal had jurisdiction to enter on the inquiry, it has done or failed to do something in the course of the inquiry which is of such a nature that its decision is a nullity. It may have given its decision in bad faith. It may have made a decision which it has no power to make. It may have failed in the course of the inquiry to comply with the requirements of natural justice. It may in perfect good faith have misconstrued the provisions giving it power to act so that it failed to deal with the question remitted to it and decided some question which was not remitted to it. It may have refused to take into account something which it was required to take into account. Or it may have based its decision on some matter which, under the provisions setting it up, it had no right to take into account. I do not intend this list to be exhaustive. But if it decides a question remitted to it for decision without committing any of these errors it is as much entitled to decide the question wrongly as it is to decide it rightly [...]. If it is entitled to enter on the inquiry and does not do any of those things which I have mentioned in the course of the proceedings, then its decision is equally valid whether it is right or wrong subject only to the power of the court in certain circumstances to correct an error of law �2.

Judicial review, thus, is not an ordinary appeal in which a superior court determines whether the decision of a lower court is correct. In a review, the superior court shows deference to decisions of the lower tribunal made within jurisdiction. The superior court exercises a supervisory role to make sure that the administrative tribunal or agency does not exceed the jurisdiction delegated to it by the legislators. On jurisdictional questions, the tribunal or agency must be correct. For decisions within jurisdiction, however, the tribunal has a greater margin.

�2 Anisminic Ltd v. Foreign Compensation Commission, [1909] 2 A.C. 14� at 1�1.

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The Anisminic case illustrates the preliminary or wrong question doctrine of jurisdiction. Anisminic Ltd. submitted a claim to the Foreign Compensation Commission, a statutory body, for compensation for property confiscated by Egypt during the Suez incident. Although Anisminic was the original British owner, the Commission denied the claim because of certain dealings between the company and its «successor in title», the Egyptian organization to whom the property had been transferred after confiscation. The House of Lords disagreed with the Commission’s view of successorship and ruled that the error meant that the Commission was without jurisdiction. The Commission could not, by its misinterpretation, assume more power than had been delegated by the legislators. In Canadian case law, an example of the preliminary question doctrine is Bell v. Ontario Human Rights Commission, in which the Supreme Court of Canada quashed the decision of a human rights commission that had misinterpreted the phrase «self‑contained dwelling unit» and had therefore acted without jurisdiction on a complaint of illegal racial discrimination in residential renting �3.

The preliminary or collateral question doctrine was criticized as unpredictable in application and as allowing courts too much power to interfere in matters that the legislators had chosen to assign to specialized agencies. In a landmark decision in C.U.P.E. v. New Brunswick Liquor, Mr. Justice Dickson urged courts to exercise restraint before treating issues of statutory interpretation as jurisdictional and subject to a high level of scrutiny �4. In U.E.S. Local 298 v. Bibeault, the Supreme Court said that judges should consider instead whether the legislators intended a particular question to be within the jurisdiction

�3 [19�1] S.C.R. �56. See also Metropolitan Life Insurance Co. v. International Union of Operating Engineers, [19�0] S.C.R. 425. Not all common law countries in the Commonwealth use jurisdiction as a separate ground of review in this manner: see Michael Taggart, «Outside Canadian Administrative Law» (1996) 46 U. Toronto L.J. 649. It is possible that Canadian case law described infra is moving toward treating «jurisdictional questions» as simply questions of law that are reviewed without deference on a correctness standard.

�4 Canadian Union of Public Employees, Local 963 v. New Brunswick, Liquor Corporation, [19�9] 2 S.C.R. 22� at 233, 235‑36. See Cold-Rolled Steel Sheet (Injury), CDA‑93‑1904‑09, July 13, 1994, at 8.

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conferred. Analysis should not be formalistic, but rather «pragmatic and functional [...] [considering] [...] not only the wording [...] but the purpose of the statute creating the tribunal, the reason for its existence, the area of expertise of its members and the nature of the problem before the tribunal» �5.

An analysis of expertise and legislative intent has assisted the Court in subsequent cases in deciding when to show deference to an agency’s decision and when to review on a correctness standard. On trade matters, in the National Corn Growers case, the Supreme Court held that the determination of injury from dumping was within the jurisdiction of the Canadian Import Tribunal, a predecessor of the Canadian International Trade Tribunal �6. Jurisdictional questions could still arise, however, in reviews of C.I.T.T. findings. In Integral Horsepower Induction Motors, the first Chapter 19 panel decision, the panel used a correctness standard to affirm the C.I.T.T.’s timing for initiation of proceedings when anti‑dumping duties were about to expire ��. The panel in Beer (Injury) treated the determination of a regional market as jurisdictional and remanded, but a later panel in Malt Beverages disagreed, distinguishing the earlier decision on the basis of intervening case law �8.

Although jurisdictional problems are isolated in sub‑paragraph (a) of s.18.1(4) of the Federal Court Act, it can be argued that a jurisdictional

�5 Union des employés de service, local 298 v. Bibeault, [1988] 2 S.C.R. 1048 at 1088. More recently, in Pushpanathan v. Canada (Minister of Citizenship and Immigration), [1998] S.C.J. No. 46, the Supreme Court listed four categories of factors to be taken into account: privative clauses, relative expertise, the purpose of the Act as a whole and the provision in particular, and the nature of the problem as a question of either law or fact (para. 29‑38).

�6 National Corn Growers Association v. Canada (Import Tribunal), [1990] 2 S.C.R. 1324 at 1346.�� Certain Dumped Integral Horsepower Induction Motors, One Horsepower (1 HP) to Two

Hundred Horsepower (200 HP) Inclusive, with Exceptions, Originating in or Exported from the United States of America («Integral Horsepower Induction Motors»), CDA‑90‑1904‑01, September 11, 1991, at 20. See also Certain Malt Beverages from the United States of America («Malt Beverages»), CDA‑95‑1904‑01, November 15, 1995, at 10‑13.

�8 Certain Beer Originating in or Exported from the United States of America by or on Behalf of G. Heileman Brewing Company Inc. and Pabst Brewing Company and the Stroh Brewery Company, their Successors and Assigns, for Use or Consumption in the Province of British Columbia («Beer (Injury)»), CDA‑91‑1904‑02, August 26, 1992, (note concurring opinion by Chairman Greenberg); Malt Beverages, CDA‑95‑1904‑01, November 15, 1995, at 14‑16.

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analysis is at the root of the other grounds of review listed as well �9. A court on judicial review is not sitting on a simple appeal, but rather is supervising the actions of administrative actors to see that they remain within the jurisdiction delegated by the legislators.

2. Questions of law

When the record was forwarded to the superior court pursuant to a writ of certiorari, the superior court would review for errors of law on the face of the record even if those errors did not go to jurisdiction. To block this sort of review, legislators adopted the practice of inserting privative clauses in legislation. Privative clauses could be of various sorts, some saying that the agency’s decision was final and binding, some going further and specifically limiting the type of review available. In the Anti‑dumping Act of 1968, the Anti‑dumping Tribunal, a predecessor of the Canadian International Trade Tribunal, was protected by both a finality clause and a true privative clause. The legislation was as follows:

30.(1) Subject to section 31, every order or finding of the Tribunal is final and conclusive.

(3) An order or finding of the Tribunal is not subject to review or to be restrained, removed or set aside by certiorari, prohibition, mandamus or injunction or any other process or proceeding [...] On the ground

(a) that a question of law or fact was erroneously decided by the Tribunal: or

�9 Note that a refusal to exercise jurisdiction in the words of s.18.1(4)(a) might occur if an agency followed a policy it had previously decided instead of giving full consideration to the circumstances of the manner before it. If the agency has not been given jurisdiction to make rules, then such an approach could be an improper «fettering» of its discretion. See: Jones and de Villars, supra, at 168‑�3; Certain Hot-Rolled Carbon Steel Plate and High-Strength Low-Alloy Plate, Heat-Treated or not, Originating in or Exported from the United States of America («Carbon Steel Plate»), CDA‑93‑1904‑06, December 20, 1994, at 35.

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(b) that the Tribunal had no jurisdiction to entertain the proceedings in which the order or finding was made or to make the order or finding 80.

The effect of a privative clause, including a finality clause, was to block judicial review for error of law on the face of the record. Since the administrative agency still had to operate within the bounds of the power delegated, however, courts held that the privative clause only protected decisions made within jurisdiction. If the agency acted without jurisdiction, on this reasoning, any decision made was a nullity and there was nothing for the privative clause to protect. Jurisdictional review as outlined above would therefore continue. Even a strong privative clause such as s.30(3) would not block all review 81.

Although the ground of error of law on the face of the record would not be available in the presence of a privative clause, courts developed the doctrine that some errors of law were so serious as to become jurisdictional and cause the agency to lose jurisdiction. In C.U.P.E. v. New Brunswick Liquor, while counseling deference to an agency’s interpretation of legislation, the Supreme Court ruled that if the interpretation was «patently unreasonable», then courts should intervene despite the presence of a privative clause 82. The decision would not be judged on a correctness standard, but rather on a standard that demonstrated judicial deference so long as the agency’s interpretation could be rationally supported.

The privative clauses that had been part of the Anti‑dumping Act were modified in 1984 when the Special Import Measures Act was adopted to implement the Tokyo Round Anti‑dumping and Subsidies Codes. Under that legislation, the Canadian Import Tribunal, which replaced the Antidumping Tribunal, was protected only by the

80 Anti-dumping Act, R.S.C. 19�0, c.A‑15. Section 31 allowed the Tribunal to review its own orders and findings (legislation since repealed).

81 See Magnasonic Canada Limited v. Anti-dumping Tribunal, [19�2] F.C. 1239 (C.A.), in which the Anti‑dumping Tribunal was overturned for failing to conduct a hearing in accordance with the statute.

82 C.U.P.E v. New Brunswick Liquor Corp., supra.

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following finality clause:

�6. (1 ) Subject to this section and paragraph 91(1)(g), every order or finding of the Tribunal is final and conclusive 83.

The Supreme Court, in the National Corn Growers case, found that this was still a privative clause that called for the standard of patent unreasonableness for review of both errors of law and errors of fact 84. Several Chapter 19 panels applied that standard to review injury findings 85.

More recently, the Supreme Court has adopted a «spectrum» approach to the standard of review for errors of law that considers legislative intent and the expertise of the agency, similar to the «pragmatic and functional» approach to jurisdiction in the Bibeault case discussed above. Instead of depending solely on the presence or absence of a privative clause, the standard of review is on a spectrum ranging from «correctness» to «patent unreasonableness». At the correctness end of the spectrum, the procedure is a full appeal, no special deference is owed and the court can substitute its opinion for that of the agency. At the other end of the spectrum, the agency has special expertise to which the court must defer, review is limited by a privative clause and the patent unreasonableness standard will be applied. In the Pezim decision, the Supreme Court deferred to agency expertise and applied a standard of considerable deference even though

83 Special Import Measures Act, S.C., 1984, c.25.84 National Corn Growers Assn. v. Canada (Canadian Import Tribunal), supra.85 An Inquiry Made by the Canadian International Trade Tribunal Pursuant to Section 42 of the

Special Imports Measures Act Respecting Machine Tufted Carpeting Originating in or Exported from the United States of America («Machine Tufted Carpeting (Injury)»), CDA‑92‑1904‑02, April �, 1993 (see also dissenting opinion of Chairperson John D. Richard); Carbon Steel Plate, CDA‑93‑1904‑06, December 20, 1994; Certain Flat Hot-Rolled Carbon Steel Sheet Products Originating in or Exported from the United States («Hot-Rolled Carbon Steel Sheet», CDA‑93‑1904‑0�, May 18, 1994; Cold-Rolled Steel Sheet (Injury), CDA‑93‑1904‑09, July 13, 1994; Certain Solder Joint Pressure Pipe Fittings and Solder Joint Drainage, Waste and Vent Pipe Fittings, Made of Cast Copper Alloy, Wrought Copper Allay or Wrought Copper, Originating in or Exported from the United States of America («Solder Pipe Fittings»), CDA‑93‑ 1904‑11, February 13, 1995.

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the case involved an appeal with no privative clause 86.

When SIMA was revised in 1993 on the implementation of NAFTA, the finality clause was dropped 8�. The current provision is as follows:

�6.(1) Subject to subsection 61(3) and Part I.1 or II, an application for judicial review of an order or finding of the Tribunal under this Act may be made to the Federal Court of Appeal on any of the grounds set out in subsection 18.1(4) of the Federal Court Act.

Despite the absence of a privative clause, Chapter 19 panels established under NAFTA have applied a standard of considerable deference to decisions of the Canadian International Trade Tribunal on questions of law 88. To the extent that the expertise of the agency is relevant in determining the standard of review, the level of expertise is compared to that of a domestic court, rather than to the expertise of panel members 89.

For reviews of determinations of dumping, there never has been a privative clause. The first Chapter 19 panel reviewing a determination from the Deputy Minister, Beer (Dumping), had to decide on the level of scrutiny to apply to questions of law that were

86 Pezim v. British Columbia (Superintendent of Brokers), [1994] 2 S.C.R. 55�. See also Canada (Director of Investigation and Research) v. Southam Inc., [199�] 1 S.C.R. �48.

8� As the change was considered substantive rather than just procedural, panels followed Canadian rules of statutory Construction and declined to apply the amended version to matters already in progress: Carbon Steel Plate, CDA‑93‑1904‑06, December 20, 1994; Hot-Rolled Carbon Steel Sheet, CDA‑93‑1904‑0�, May 18, 1994; Solder Pipe Fittings, CDA‑93‑1904‑11, February 13, 1995.

88 Synthetic Baler Twin, CDA‑94‑1904‑02, 10 April 1995; Certain Corrosion Resistant Steel Sheet Products Originating in or Exported from the United States of America («Corrosion Resistant Steel Sheet (Injury)»), CDA‑94‑1904‑04, July 10, 1995; Malt Beverages, CDA‑95‑1904‑01, November 15, 1995; Certain Concrete Panels, Reinforced with Fiberglass Mesh, Originating in or Exported from the United States of America and Produced by or on Behalf of Custom Building Products, its Successors and Assigns, for Use or Consumption in the Province of British Columbia or Alberta («Concrete Panels»), CDA‑9�‑1904‑01, August 26, 1998. The Concrete Panels decision (at 6) stated that this standard for injury reviews was very close to «patent unreasonableness» and that there would be a remand only if the Tribunal’s finding could not be sustained on any reasonable interpretation of the law.

89 Synthetic Baler Twine, CDA‑94‑1904‑02, April 10, 1995, at 11; Concrete Panels, CDA‑9�‑1904‑01, August 26, 1998, at 5.

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not jurisdictional. Citing cases in favour of judicial deference to an administrative agency’s expertise, the panel adopted a standard of «reasonableness» and stated that it would not interfere so long as the Deputy Minister’s interpretation was reasonable 90. Subsequent panels have also used the standard of reasonableness for reviews of dumping determinations 91.

3. Questions of fact

On questions of fact, superior courts defer to lower courts and tribunals, even on an appeal. The superior court will not have had the opportunity to hear witnesses and receive the evidence. The superior court’s ability to re‑assess findings of fact is therefore limited. Courts are similarly limited in re‑assessment of fact‑finding by administrative agencies, particularly given the specialized contexts in which agencies may operate.

Prior to federal and provincial statutory reforms in the 19�0’s, even a complete absence of evidence to support an agency’s finding of fact would not have been a jurisdictional error in Canadian administrative law 92. A lack of evidence would have been an error of law, but a privative clause could block judicial review. The 19�0 Federal Court Act changed that system for federal agencies and introduced review of factual findings «made in a perverse or capricious manner or without regard for the material» before the agency (s.28(1)(c)). While there has

90 Beer (Dumping), CDA‑91‑1904‑01, August 6, 1992, at 18‑19.91 Machine Tufted Carpeting (Dumping), CDA‑92‑1904‑01, May 19, 1993; Gypsum Board,

CDA‑93‑1904‑01, November 1�, 1993; Final Determination of Dumping Regarding Certain Cold-Rolled Steel Sheet Originating in or Exported from the United States of America («Cold-Rolled Steel Sheet (Dumping)»), CDA‑93‑1904‑08, June 14, 1994; Certain Corrosion Resistant Steel Sheet Products Originating in or Exported from the United States of America («Corrosion Resistant Steel Sheet (Dumping)»), CDA‑94‑1904‑03, June 23, 1995; Final Determination of Dumping Regarding Certain Refined Sugar, Refined from Sugar Cane or Sugar Beets, in Granulated, Liquid and Powdered, Originating in or Exported from the United States of America («Refined Sugar»), CDA‑95‑1904‑04, October 9, 1996.

92 R. v. Nat Bell Liquors Ltd., [1922] 2 A.C. 128 (P.C.), a Privy Council decision on appeal from Alberta. See further: Re Keeprite Workers’ Independent Union and Keeprite Products Ltd. (1980), 114 D.L.R (3d) 162 (Ont. C.A.); J.M. Evans et al., Administrative Law: Cases. Text and Materials, 4th ed. (Toronto: Emond Montgomery, 1995) at 659‑63.

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been some question about the exact level of deference and whether the statutory standard is equivalent to «patent unreasonableness» 93, it is clear that a privative clause will not prevent review. In National Corn Growers, the Supreme Court stated that, despite a privative clause, it would interfere with an injury finding of the Canadian Import Tribunal if the Tribunal’s decision «cannot be sustained on any reasonable interpretation of the facts or of the law» 94.

In the Southam case, the Supreme Court dealt with a standard of reasonableness that was on the spectrum between correctness and the standard of patent unreasonableness. Mr. Justice Iacobucci explained this middle standard as follows:

I conclude that the third standard should be whether the decision [...] is unreasonable [...]. An unreasonable decision is one that, in the main, is not supported by any reasons that can stand up to a somewhat probing examination. Accordingly, a court reviewing a conclusion on the reasonableness standard most look to see whether any reasons support it. The defect, if there is one, could presumably be in the evidentiary foundation itself or in the logical process by which conclusions are sought to be drawn from it. An example of the former kind of defect would be an assumption that had no basis in the evidence, or that was contrary to the overwhelming weight of the evidence. An example of the latter kind of defect would be a contradiction in the premises or an invalid inference 95.

Whatever the exact level of deference, panels have reviewed the evidence to decide whether the statutory standard has been met.

93 Stelco Inc. v. Canada (Canadian International Trade Tribunal), [1995] F.C.J. No. 831 (F.C.A). See further: Cold-Rolled Steel Sheet (Dumping), CDA‑93‑1904‑08, June 14, 1994, at 13‑16; Carbon Steel Plate, CDA‑93‑1904‑06, December 20, 1994, at 20; Refined Sugar, CDA‑95‑1904‑04, October 9, 1996, at 5‑6.

94 National Corn Growers Assn. v. Canada (Canadian Import Tribunal), supra, at 1369‑�0. In the Lester, case, the Supreme Court stated that despite a privative clause in the Newfoundland Labour Relations Act, it would intervene «where the evidence, viewed reasonably, is incapable of supporting a Tribunal’s findings of fact, or where the interpretation placed on the legislation is patently unreasonable» (Lester (WW.) Ltd. v. United Association of Journeymen and Apprentices of the Plumbing and Pipefitting Industry, Local 740, [1990] 3 S.C.R. 644 at 699).

95 Canada (Director of Investigation and Research) v. Southam Inc., [199�] 1 S.C.R. �48 at ��6‑��.

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Injury findings have been subject to remands by Chapter 19 panels for analysis of the rational basis for certain conclusions by the Tribunal or for identification of evidence capable of supporting conclusions 96. Dumping determinations have also been remanded for identification and reconsideration of evidence and for explanations of reasoning 9�.

4. Procedure

For some time in the Canadian law of judicial review, the distinc‑tion between administrative decisions and judicial decisions was cru‑cial for procedural questions. If the matter involved a determination of rights of the claimant, the decision would be judicial and subject to the principles of natural justice, requiring a hearing before an unbia‑sed decision‑maker. If the question involved some other application of governmental discretion or policy to the claimant, the principles of natural justice would not apply and the claimant would not have pro‑cedural protection 98. In order to compel an administrative agency to provide a hearing and give reasons for its decision, a claimant would have to demonstrate that a decision was judicial or quasi‑judicial. Af‑ter the Magnasonic decision, in which the Anti‑dumping Tribunal was over‑turned for failure to provide a party with an opportunity to reply to certain confidential information, it was accepted that the Tribunal’s determinations of injury were in this category 99. The Deputy Minister’s determinations of dumping, however, were not viewed as affecting rights in the same way 100. This probably explains why no direct re‑

96 Machine Tufted Carpeting (Injury), CDA‑92‑1904‑02, April �, 1993; Synthetic Baler Twine, CDA‑94‑1904‑02, April 10, 1995.

9� Beer (Dumping), CDA‑91‑1904‑01, August 6, 1992; Machine-Tufted Carpeting (Dumping), CDA‑92‑1904‑01, May 19, 1993; Gypsum Board, CDA‑93‑1904‑01, November 1�, 1993; Cold-Rolled Steel Sheet (Dumping), CDA‑93‑1904‑08, June 14, 1994; Corrosion Resistant Steel Sheet (Dumping), CDA‑94‑1904‑03, June 23, 1995; Refined Sugar, CDA‑95‑1904‑04, October 9, 1996.

98 The classification of the decision‑maker and the scope of the prerogative writs were also important. For discussion and historical background, see Jones and de Villars, supra, at 1�8‑85.

99 Magnasonic Canada Limited v. Anti-dumping Tribunal, [19�2] F.C. 1239 (C.A.). The Court based its decision on a failure to follow statutory requirements and did not actually rule that there had been a breach of natural justice. See further: In re Sabre International Ltd., [19�4] 2 F.C. �04 at �06 (C.A.); Sarco Canada Limited v. Anti-dumping Tribunal, [19�9] 1 F.C. 24� (C.A.); DeVilbiss (Canada) Limited v. Anti-dumping Tribunal, [1983] 1 F.C. �06 (C.A.); Philip Slayton, The Anti-dumping Tribunal (Ottawa: Law Reform Commission of Canada, 1980) at 16‑19, 65‑6�.

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view was provided from the Deputy Minister’s determinations until the Free Trade Agreement was implemented in 1988 101. It was only once goods had been imported that the situation would have become sufficiently specific for a claimant to have procedural rights. At that point, the importer would be entitled to two Departmental re‑determi‑nations (SIMA, s.5�, s.58, s.59) followed by appeals to the Canadian International Trade Tribunal and the Federal Court of Appeal (SIMA, s.61, s.62).

In Nicholson v. Haldimand‑Norfolk, the Supreme Court abando‑ned the sharp distinction between judicial and administrative actio‑ns and decided that a duty of procedural fairness applied even in the case of administrative decisions 102. The exact nature of the duty would vary with the circumstances but it could not be said that only judicial decisions required fair procedures 103. This evolution of case law is now reflected in the wording of s.18.1(4) (b) of the Federal Court Act.

A breach of a procedural duty is jurisdictional and not protected by a privative clause. A breach will render the agency’s decision void.

100 In re Sabre International Ltd., supra; Mitsui & Co. of Canada Ltd. v. Minister of National Revenue (19��), 2 B.L.R. 281 (F.C.T D.).

101 When Chapter 19 panels first had to deal with reviews of determinations by the Deputy Minister concerning margins of dumping, they did not have direct precedents in previous domestic case law. See now SIMA s.96.1(1), for review of final determinations, first enacted in S.C. 1988, c.65.

102 Nicholson v. Haldimand-Norfolk Regional Board of Commissioners of Police, [19�9]. 1 S.C.R. 311. See further Martineau v. Matsqui Institution Disciplinary Board (No. 2), [1980] 1 S.C.R. 602. The Supreme Court in Nicholson relied on Ridge v. Baldwin, [1964] A.C. 40 (H.L.).

103 Concerning the Deputy Minister’s investigation, see: Chisholm (Ronald A.) Ltd. v. Canada (Deputy Minister of National Revenue, Customs and Excise) [1986], 5 F.T.R. 1 (T.D.); Electrohome Ltd. v. Canada (Deputy Minister of National Revenue, Customs and Excise), [1986] 2 F.C. 344 (T.D.); Hyundai Motor Co. v. Canada (Attorney General), [1988] 1 F.C. 333 (T.D.); Shaw Industries Inc. v. Canada (Deputy Minister of National Revenue, Customs and Excise) [1992], 51 F.T.R. 304 (T.D.); Shaw Industries Inc. v. Canada (Deputy Minister of National Revenue, Customs and Excise) [1992], 53 E.T.R. 15 (T.D.); Toshiba International Corp. v. Canada (Deputy Minister of National Revenue, Customs and Excise), [1994] F.C.J. No. 998 (T.D.).

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Procedural fairness questions have arisen in several Chapter 19 re‑views. Panels have ruled that participation of Chapter 19 roster mem‑bers in the hearing before the Tribunal did not give rise to a reasona‑ble apprehension of bias 104. One panel ruled that the Tribunal did not breach natural justice by doing a post‑hearing analysis, as the analysis was supported by information on the record 105. Another panel ruled that the Tribunal was not required to set out each step in its reasoning, so long as it provided a sufficient explanation to meet the duty to give reasons 106.

D. Remedies

Under NAFTA Art.1904.8, a panel may either uphold the agency determination or remand it for action not inconsistent with the panel’s decision. The panel’s decision is binding (Art. 1904.9) 10�. In Canadian domestic legislation, a reviewing court would have somewhat more specific power. Under SIMA s.96.1(6), when the Federal Court of Appeal reviews a determination by the Deputy Minister, the Court can refer the matter back for determination «in accordance with such directions as it considers appropriate». When the Federal Court of Appeal sits in review of a Tribunal order on injury, the Court can refer back with such directions as it considers appropriate and can also «order a federal board, commission or other tribunal to do any act or thing it has unlawfally failed or refused to do or has unreasonably delayed in doing» 108.

104 Hot-Rolled Carbon Steel Sheet, CDA‑93‑1904‑0�, May 18, 1994; Carbon Steel Plate, CDA‑93‑1904‑06, December 20, 1994.

105 Corrosion Resistant Steel Sheet (Injury), CDA‑94‑1904‑04, July 10, 1995. See further two oral judgments of the Federal Court of Appeal: Companhia Siderurgica Nacional v. Canada (Canadian International Trade Tribunal), [1996] F.C.J. No 54 (F.C.A.); Aciers Francosteel Canada Inc. v. Dofasco Inc., [1996] F.C.J. No. 52 (F.C.A.). Dumping duties on steel generated other oral judgments, in addition to concurrent Chapter 19 panel activity: Stelco Inc. v. Canada (Canadian International Trade Tribunal), [1995] F.C.J. No. 831 (F.C.A.); Stelco Inc. v. Canada (Canadian International Trade Tribunal), [1995] F.C.J. No. 832 (F.C.A.); A.G. der Dillinger Hüttenwerke v. Canada (Canadian International Trade Tribunal), [1995] F.C.J. No. 833 (F.C.A.); Canadian Klockner v. Stelco Inc., [1995] F.C.J. No. 9�3 (F.C.A.).

106 Cold-Rolled Steel Sheet (Injury), CDA‑93‑1904‑09, July 13, 1994. See further Gypsum Board, CDA‑93‑1904‑01, November 1�, 1993.

10� See SIMA, s.��.015, s.��.016.

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The differences in wording are probably not too significant, although panels have been fairly specific in their remand instructions 109. No panel has yet ordered that an investigation or inquiry start again from the beginning, but the Tribunal has been instructed to reopen the record to obtain further evidence if necessary 110.

Panels have had to supervise the process of the review and deal with interlocutory matters that came up prior to a panel hearing. Two panels have decided that the Canadian International Trade Tribunal can participate during the review, although an agency does not always have such standing in Canadian domestic law. The panels interpreted NAFTA Art. 1904(�) and the Panel Rules to give the Tribunal the right to appear and present argument 111. Panels have also disqualified a potential participant from presenting oral argument due to failure to file a brief 112, ordered certain paragraphs stricken from the pleadings 113, and, on two occasions, ordered disclosure of documents for which the Deputy Minister was claiming privilege 114. Enforcement of such interlocutory orders is not covered explicitly in NAFTA Art. 1904(9) or SIMA s.��.016(1), but presumably rests on the authority of the Panel Rules (NAFTA Art. 1904(14), SIMA s.��.015(2)).

108 Federal Court Act, s.18.1(3)(a),(b). When re‑determinations by the Deputy Minister were struck down in Toshiba International Corp. v. Canada (Deputy Minister of National Revenue, Customs and Excise), [1994] F.C.J. No. 998 (T.D.), the Court ordered that dumping duties be returned with interest from the date of the re‑determinations.

109 Beer (Dumping), CDA‑91‑1904‑01, August 6, 1992; Beer (Injury), CDA‑91‑1904‑02, August 26, 1992; Machine Tufted Carpeting (Dumping), CDA‑92‑1904‑01, May 19, 1993; Machine Tufted Carpeting (Injury), CDA‑92‑1904‑02, April �, 1993; Gypsum Board, CDA‑93‑1904‑01, November 1�, 1993; Cold-Rolled Steel Sheet (Dumping), CDA‑931904‑08, June 14, 1994; Corrosion Resistant Steel Sheet (Dumping), CDA‑94‑1904‑03, June 23, 1995; Refined Sugar, CDA‑95‑1904‑04, October 9, 1996.

110 Synthetic Baler Twine, CDA‑94‑1904‑02, April 10, 1995.111 Machine Tufted Carpeting (Injury), CDA‑92‑1904‑02, April �, 1993; Carbon Steel Plate,

CDA‑93‑1904‑06, December 20, 1994. See Hudson N. Janisch, «Standing of the Decision‑Maker in Proceedings for Judicial Review» in Feltham (ed.), supra, 11.

112 Concrete Panels, CDA‑9�‑1904‑01, August 26, 1998.113 Solder Pipe Fittings, CDA‑93‑1904‑11, February 13, 1995.114 Beer (Dumping), CDA‑91‑1904‑01, August 6, 1992; Gypsum Board, CDA‑93‑1904‑01,

November 1�, 1993.

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IV. CONCLUSION

As in the past, it can be expected that future Chapter 19 panels will respond to evolution in Canadian case law on principles of judicial review, even if the statutory standard remains unchanged. Panel decisions are not usually cited as persuasive authority before domestic courts, but they are often mentioned in the decisions of subsequent Chapter 19 panels. There have even been instances of panels citing decisions from other Chapter 19 panels that reviewed duties imposed under a different domestic legal system. The first Canadian Chapter 19 panel referred to two U.S. Chapter 19 panel decisions in dealing with an application to strike part of the pleadings 115. A U.S. Chapter 19 panel mentioned but did not follow a Canadian Chapter 19 panel concerning treatment of the same expense in a review of dumping duties that involved many of the same corporate parties 116.

All the Chapter 19 panels are firmly grounded in domestic law and, a few references aside, they are unlikely to develop common principles together. Differences among the three NAFTA legal systems and, in particular, differences between the common law and civil law 11�, should not be under‑estimated. The panel decisions may nevertheless promote knowledge of each other’s domestic legal systems among trade lawyers in the NAFTA countries. They could also serve as accessible examples of three systems of domestic administrative law operating in the common area of anti‑dumping and countervailing duties.

115 Integral Horsepower Induction Motors, CDA‑90‑1904‑01, September 11, 1991, at �, citing New Steel Rail, Except Light Rail, from Canada, USA‑89‑1904‑0�, June 8, 1990 and Replacement Parts for Self-Propelled Bituminous Paving Equipment from Canada, USA‑90‑1904‑01, May 24, 1991.

116 Certain Corrosion-Resistant Carbon Steel Products from Canada, USA‑93‑1904‑03, October 31, 1994, at 66, referring to Cold-Rolled Steel Sheet, CDA‑93‑1904‑08, June 14, 1994.

11� J.C. Thomas and Sergio López Ayllón, «NAFTA Dispute Settlement and Mexico: Interpreting Treaties and Reconciling Common and Civil Law Systems in a Free Trade Area» (1995) 33 Can. Y.B. Int’l L. �5.

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In trade law, the issue of deference in international dispute settlement mechanisms is likely to be of increasing importance. Under the Agreement on Anti‑dumping Duties from the Uruguay Round, dispute settlement panels are required to show deference to the decisions of national authorities, and negotiators during the Round considered proposals for similar deference in all WTO dispute settlement 118. If these negotiations are pursued in the future, administrative law in various domestic legal systems will be of interest, either as a source of inspiration or possibly as evidence of general principles of administrative law that would apply under Article 38(1)(c) of the Statute of the International Court of Justice.

British lawyers have increasing contact with civil law approaches to judicial review through decisions of the European Court of Justice. In the Council of Civil Service Unions decision, Lord Diplock listed the current grounds of review in English law as illegality, irrationality and procedural impropriety 119. In Canadian terminology, these grounds would more usually be called jurisdiction or correctness (illegality), reasonableness or patent unreasonableness (irrationality) and natural justice or procedural fairness (procedural impropriety). Lord Diplock also mentioned that, in the future, English law might adopt the ground of proportionality which applies in the administrative law of several other member countries in the European Union 120. Proportionality is not a ground currently recognized in Canadian administrative law. In the European Court of Justice, it was applied notably in Case 302/96,

118 Agreement on Implementation of Article VI of the General Agreement on Tariffs and Trade 1994, Annex 1A to the Marrakesh Agreement Establishing the World Trade Organization, 15 April 1994 (in force 1 January 1995), Article 1�.6. See Steven P. Croley and John H. Jackson, «WTO Dispute Procedures, Standard of Review, and Deference to National Governments», 90 Am. J. Int’l L. 193 (1996).

119 Council of Civil Service Unions v. Minister for Civil Service, [1985] A.C. 3�4 (H.L.) at 410‑11.120 See further Jeffrey Jowell and Anthony Lester Q.C. «Proportionality: Neither Novel Nor

Dangerous» in J.L. Jowell and D. Oliver (eds.), New Directions in Judicial Review (London Stevens & Sons, 1988) 51.

121 Commission v. Kingdom of Denmark, Case 302/86, [1988] E.C.R. 460� at 4632. See also p.4630 («The commission submits that the Danish rules are contrary to the principle of proportionality in so far as the aim of the protection of the environment may be achieved by means less restrictive of intra‑Community trade»).

NAFTA CHAPTER 19 AND THE LAW OF JUDICIAL REVIEW IN CANADA

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in which a Danish restriction on the quantity of beer that could be imported in non‑approved containers was struck down because it was «disproportionate to the objective pursued» 121. As attention is directed to the issue of deference in WTO dispute settlement, all trade lawyers may find themselves learning more about the administrative law of various countries around the world.

The panel system of Chapter 19 of NAFTA is an unusual dispute settlement mechanism that applies an international procedure to domestic rules. It has, in a sense, «internationalized» domestic law 122. The system is an intriguing hybrid that involves both levels of law and recognizes both governmental and private parties. Chapter 19 panel decisions will be of particular interest to trade lawyers seeking to understand principles of judicial review in the domestic legal systems of the three NAFTA countries.

122 Donald M. McRae, «Crafting Mechanisms for Settling International Trade Disputes WTO and NAFTA as Models», in Thomas J. Schoenbaum, Junji Nakagawa and Linda C. Reif (eds.), Trilateral Perspectives on International Legal Issues; From Theory into Practice (Ardsley, New York Transnational, 1998) 331.

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MAUREEN IRISH

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EL CRITERIO DE REVISIÓN PARA MEXICO

Hernany Veytia Palomino José Ángel Gutiérrez

Sumario: I. Jerarquía del TLCAN; II. Impugnación ante tribunales de la resolución definitiva emitida por SECOFI; 1. El artículo 238 del Código Fiscal; 1.1. Incompetencia de la autoridad que emite la resolución; 1.2. Omisión de los requisitos formales exigidos por las leyes, que afecten las defensas del particular y trascienda al sentido de la resolución impugnada, incluso la ausencia de fundamentación o motivación, en su caso; 1.3. Vicios del procedimiento que afectaren las defensas del particular y trasciendan al sentido de la resolución impugnada; 1.4. Si los hechos que la motiva-ron no se realizaron, fueron distintos o se apreciaron en forma equivocada, o bien si dictó en contravención de las disposiciones aplicadas o dejó de aplicar las debidas; 1.5. La resolución administrativa dictada en ejercicio de facultades discrecionales no corresponde a los fines para los cuales la ley confiera dichas facultades. II. Los principios generales del derecho; III. Consideraciones finales; III.1. ¿Quién resolverá?; 2. ¿Con qué criterio?

El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en su artículo 1904 y el anexo 1911 se refiere a la aplicación de criterios de revisión (traducción literal del inglés standard of review), para tratar lo que más bien debería llamarse el derecho aplicable o ley aplicable a la controversia. El propósito de este artículo es presentar un análisis de tal «criterio de revisión» mexicano, para que pueda ser comprendido por juristas extranjeros.

El criterio de revisión mexicano consta de dos partes:

A) La aplicación del artículo 238 del Código Fiscal de la Federación y

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1 TLCAN artículo 1904 (3).2 Firmada en Viena (publicada en el DOF del 14 de febrero de 19�5), artículo 2. Términos empleados: para los efectos de la presente Convención: a) Se entiende por «tratado» un acuerdo internacional celebrado por escrito entre Estados y re‑

gido por el derecho internacional, ya conste en un instrumento único o en dos o más instrumentos conexos y cualquiera que sea su denominación particular. Aunque los Estados Unidos no son parte, en este aspecto la Convención es meramente codificadora, por lo que el contenido de la disposición es aplicable a los tres Estados partes en el TLCAN. Cfr. artículo 4 de la misma Convención. La Convención de Viena sobre el derecho de los Tratados «es un tratado que versa sobre tratados y que tiene una concepción de los mismos, entendidos estos últimos, como otro procedimieuro técnico de formación de normas, en este caso convencionales». Tiene gran importancia porque es el régimen jurídico más completo que existe en la actualidad para regular tal clase de actos jurídicos, razón por la cual sus normas han sido reconocidas y aplicadas por la jurisprudencia internacional y por los propios Estados, aun antes del 2� de enero de 1980, fecha en que entró en vigor. César Moyano Bonilla, La interpretación de los Tratados Internacionales (Montevideo), 1985, p. 15.

3 Laura Trigueros Gaisman, «Tratados Internacionales» en Revista Mexicana de Derecho Interna-cional Privado, octubre 1996, p.101.

B) «Los principios generales del derecho que de otro modo un tribu‑nal de la Parte importadora aplicaría para revisar una resolución de la autoridad investigadora competente aplicable» 1.

I. JERARQUÍA DEL TLCAN

El TLCAN es un tratado internacional de acuerdo con el artículo 2°, inciso 1, subinciso a) de la Convención sobre el Derecho de los Tratados 2. El punto medular de la aplicación de los tratados es el relativo a su ubi‑cación en un sistema jurídico en particular; concretamente a su relación con la Constitución y, un sistema federal, con leyes federales y locales. El problema se complica especialmente por la mutua interferencia que ejercen sobre él los enfoques del derecho internacional público y del derecho constitucional. Hoy en día, dada la apertura de México a los mercados mundiales, coexisten estos dos puntos de vista que parecen irreconciliables. En cada uno de ellos se mantiene una posición precisa y cerrada, que atiende a los intereses de la materia en cuestión y atribuye consecuencias específicas que afectan a los sujetos de ambas áreas de manera indistinta 3. El derecho internacional insiste en la superioridad de los tratados frente a los derechos nacionales, cualquiera que sea la norma de que se trate, incluso, a veces, la Constitución. Ante el incum‑plimiento de un tratado o su aplicación inadecuada, recae la sanción internacional. El derecho constitucional comparado demuestra que,

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en la mayor parte de los sistemas jurídicos actuales, los tratados tienen una jerarquía inferior a la Constitución 4, por lo que, si sus preceptos la contrarían en algún punto, su aplicación puede resultar imposible, independientemente de la responsabilidad internacional que pudiera fincarse en contra del Estado 5.

Esta situación impide que el tema pueda abordarse desde ambas perspectivas a la vez. Dado que el problema de la aplicación de trata‑dos interesa sobre todo al derecho del Estado que los ha suscrito, es éste el enfoque que se aborda, sin que ello implique desconocer sus repercusiones en el ámbito internacional.

La materia del comercio internacional 6 en México encuentra su fundamento constitucional en los artículos 28, �3(x) y 131. En este último, por ejemplo, se establece que la materia de comercio es de índole federal y faculta al Ejecutivo a regular el comercio nacional e internacional. La ley que precisa los alcances de este artículo constitucional es la Ley de Comercio Exterior �, ésta, entre otras materias, detalla las facultades de la Secretaría de Comer‑cio y Fomento Industrial (SECOFI) y las disposiciones relativas al procedimiento de discriminación de precios, subvenciones y sal‑vaguardas en materia de investigaciones de dumping 8 también son relevantes el reglamento a la Ley de Comercio Exterior 9, la Ley

4 Los constitucionalistas suelen decir que la Carta Magna es el fundamento del orden jurídico y, por lo mismo, es fundamental: a) como garantía de perdurabilidad de dicho orden; b) como expresión de contenido esencial para que el orden pueda existir; y c) como principio, base o fundamento en el que descansan los restantes ordenamientos jurídicos. Ibidem.

5 Ibidem.6 La jerarquía de normas en México, como lo enunció el panel del Acero en Placa de Hoja

MEX‑94‑1904‑02 fue «(i) the Mexican Constitution; (ii) treaty law; (iii) statutes; (iv) legislative history; (v) regulations; (vi) administrative practice, and (vii) judicial precedent, all to the extent that the Fiscal Tribunal would have relied on such sourcers. Of course, not all of these sources of law, are of equivalent rank».

� (LCE) Ley publicada en el Diario Oficial de la Federación (DOF) el 2� de julio de 1993. Actual‑mente se encuentra en el Congreso una iniciativa de reforma.

8 Recuérdese que el artículo 1902 señala que cada una de las Partes se reserva el derecho de aplicar sus disposiciones jurídicas en materia de cuotas antidumping y compensatorias [...]. Se conside‑ran disposiciones jurídicas en materia de cuotas antidumping y compensatorias, según correspon‑da en cada Parte, las leyes pertinentes, los antecedentes legislativos, los reglamentos, la práctica administrativa y los precedentes judiciales».

9 Publicado en el DOF el 30 de diciembre de 1993.

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de la Administración Pública Federal 10, el Reglamento Interior 11, el Manual de Organización de la SECOFI, Secretaría que realiza la investigación de dumping, determina el daño y emite la resolución definitiva 12, también podrían llegar a ser relevantes los acuerdos delegatorios de facultades.

II. IMPUGNACIÓN ANTE TRIBUNALES NACIONALES DE LA RESOLUCIÓN DEFINITIVA EMITIDA POR SECOFI

El TLCAN en su artículo 1904 (1) establece que cada una de las partes reemplazará la revisión judicial interna de las resoluciones defi‑nitivas sobre cuotas antidumping y compensatorias con la revisión que lleve a cabo un panel binacional.

En el caso de México, un particular que desee impugnar la reso‑lución de SECOFI puede optar entre el recurso administrativo ante la propia SECOFI, el juicio de nulidad ante el Tribunal Fiscal de la Federación o el juicio de amparo ante los tribunales colegiados de circuito.

10 LOAPF entró en vigor el 29 de diciembre de 19�6 y a partir de esa fecha ha sido reformada en diversas ocasiones, modificando las atribuciones concedidas a las diversas Secretarías de Estado, como la SECOFI. El fundamento Constitucional de esta ley es el artículo 90 de la Constitución, las facultades y obligaciones se encuentran en el artículo 89 fracción I. Respecto a las atribu‑ciones de cada secretaría véase LOAPF artículo 14 a 19. El artículo 18 se refiere al Reglamento Interior de cada secretaría y el artículo 19 al Manual de Organización. Los tres primeros casos interpuestos ante el Secretariado del TLCAN en México presentaron problemas de competencia, dado que no se publicó oportunamente el Reglamento Interior de la SECOFI. En esta porción del artíulo no analizamos los argumentos dados por los páneles del acero particularmente, ya que hoy en día ya se encuentra en vigor el nuevo reglamento que dejaría sin objeto para futuros casos cualquier discusión sobre este punto. Independientemente de que ya habrán prescrito las acciones que sobre este argumento pudieran haberse hecho valer.

11 Estos documentos resultan muy importantes para determinar la competencia de la autoridad... «It’s a core principle of the Mexican juridical system that state organs and administrative autho-rities rnay do only that which they have been expressly authorized by law to do». Decisión de la mayoría del panel MEX‑94‑1904‑02.

12 Artículo 126 del Reglamento de la Ley de Comercio Exterior (RLCE).

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1. El Artículo 238 del Código Fiscal

El anexo 1911 del TLCAN señala que el criterio de revisión para México es el establecido en el artículo 238 del Código Fiscal de la Fe‑deración, o cualquier ley o disposición que lo sustituya, sólo tomando en cuenta el expediente.

El texto del artículo 238 del Código Fiscal de la Federación se transcribe a continuación:

Se declarará que una resolución administrativa es ilegal cuando se demuestre alguna de las siguientes causales:

I. Incompetencia del funcionario que la haya dictado u ordenado o tramitado el procedimiento del que deriva dicha resolución.

II. Omisión de los requisitos formales exigidos por las leyes, que afecte las defensas del particular y trascienda al sentido de la resolución impugnada, inclusive la ausencia de fundamentación o motivación, en su caso.

III. Vicios del procedimiento que afecten las defensas del particular y trasciendan al sentido de la resolución impugnada.

IV. Si los hechos que la motivaron no se realizaron, fueron distin‑tos o se apreciaron en forma equivocada, o bien si se dictó en contravención de las disposiciones aplicadas o dejó de aplicar las debidas.

V. Cuando la resolución administrativa dictada en ejercicio de facul‑tades discrecionales no corresponda a los fines para los cuales la ley confiera dichas facultades.

El Tribunal Fiscal de la Federación podrá hacer valer de oficio, por ser de orden público, la incompetencia de la autoridad para

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dictar la resolución impugnada y la ausencia de fundamentación o motivación 13.

Los órganos arbitrales o páneles binacionales derivados de meca‑nismos alternativos de solución de controversias en materia de prácti‑cas desleales contenidos en tratados y convenios internacionales de los que México sea parte, no podrán revisar de oficio las causales a que se refiere este artículo 14.

El criterio de revisión contenido en el artículo antes trascrito, supo‑ne que la resolución objeto de revisión no se habrá ajustado a derecho si adolece de alguno de los siguientes elementos:

1.1. Incompetencia de la autoridad que emite la resolución

Competencia, desde un punto de vista sociológico, es la facultad que la ley brinda al poder público a fin de satisfacer las necesidades sociales para las que fue creada. Sin embargo, la figura de la compe‑tencia puede estudiarse desde dos aspectos: a) con fundamento en la legitimidad del nombramiento del servidor público que representa al órgano del Estado, examinándose así la validez de los actos que dicta a nombre de la institución; y, b) con base en las atribuciones que deriven de la ley, relacionadas con el órgano de que se trate.

La primera de ellas, es denominada por la SCJN como incompe‑tencia de origen, consiste en el examen de la legitimidad de quien ocupa el cargo público y dicta los actos de autoridad que afectan la esfera jurídica de los gobernados. El argumento contundente de los que pregonaban la Teoría de la Incompetencia de Origen 15 y sus efectos, versa en la afirmación de que toda autoridad ilegítima es incompetente de origen, pues si no cumple con las formalidades que

13 Este párrafo fue adicionado en las reformas publicadas en el DOF del 15 de diciembre de 1995.14 Este último párrafo fue adicionado en las reformas del DOF del 30 de diciembre de 1996.15 Esta teoría fue creada por don José Ma. Iglesias, siendo presiente de la SCJN y al examinarse el

concepto «competencia» del artículo 16 de la Constitución de 185�.

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la ley exige para el desempeño de la función pública, sus actos, son sólo actos de particulares ya que no es representante del órgano del Estado 16.

La SCJN ha dictado jurisprudencia donde establece la interpreta‑ción jurídica del artículo 16 constitucional en relación con la incom‑petencia de origen diciendo:

Incompetencia de origen. La Corte ha sostenido el criterio de que la autoridad judicial no debe intervenir para resolver cuestiones políticas, que incumben constitucionalmente a otros poderes, en el amparo no debe juzgarse sobre la ilegalidad de la autoridad, sino simplemente sobre su competencia, pues si se declara que una au‑toridad señalada como responsable, propiamente no era autoridad, el amparo resultaría notoriamente improcedente. Sostener que el artículo 16 de la Constitución prejuzga la cuestión de legitimidad de las autoridades, llevaría a atacar la soberanía de los Estados, sin fundamento constitucional y por medio de decisiones de un poder que como el judicial carece de facultades para ello, convirtiéndose en arbitrio de la existencia de Poderes que deben ser independien‑tes de él 1�.

Como bien lo interpreta la Corte, el poder judicial de la Federación no tiene la facultad de examinar la legitimidad de quien ocupa un car‑go público, salvo que se trate de nombramientos dados dentro de ese mismo poder. Esto se desprende del estudio de los artículos 103 a 10� de la Constitución. La competencia, como requisito de validez cons‑titucional y licitud de los efectos jurídicos de los actos de autoridad, debe estudiarse al amparo de la figura del principio de legalidad y no en cuanto a la legitimidad de quien ocupa la titularidad del órgano público 18.

16 Jorge Alberto Mancilla Ovando, op. cit. p.6.1� Apéndice 191�‑1965 sexta parte, jurisprudencia común al Pleno y a las salas, tesis 113, p. 21�.18 Jorge Alberto Mancilla, Las garantías individuales y su aplicación en el proceso penal, p. 61

(1992).

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La segunda figura es denominada por la SCJN como competencia constitucional y consiste en el acatamiento del principio de legalidad. Como requisito formal de validez constitucional de los actos de autori‑dad, la competencia implica realizar la función pública en los términos que manda la ley. El examen de esta competencia se hace a la luz de los ámbitos de validez de la disposición legal por razón del territorio, por razón de la vigencia, por razón de la materia y fuero y por razón de la calidad jurídica de la persona a quien se aplica la ley 19.

La competencia del funcionario, es un requisito esencial para que un acto de autoridad sea constitucional. Es tan importante este punto que la SCJN ha llegado a afirmar que «las cuestiones de competencia son de orden público y ello implica que al plantearse una cuestión de esta índole, la Sala se encuentra obligada a examinarla exhaustiva‑mente» 20. También resulta de interés la siguiente jurisprudencia del Pleno del Tribunal Fiscal de la Federación:

Competencia. Su fundamentación es requisito esencial del acto de autoridad.‑ Haciendo una interpretación armónica de las garantías individuales de legalidad y seguridad jurídica que consagran los artí‑culos 14 y 16 constitucionales, se advierte que los actos de molestia y privación deben, entre otros requisitos, ser emitidos por autoridad competente y cumplir las formalidades esenciales que les den eficacia jurídica, lo que significa que todo acto de autoridad necesariamente debe emitirse por quien para ello esté facultado expresándose, como

19 Ibidem, «si el acto de autoridad se dicta para supuestos ocurridos fuera de la jurisdicción territo‑rial del órgano público, el acto es inconstitucional al ser formulado por autoridad incompetente; si el acto de autoridad se dicta con fundamento en una ley abrogada, que suprime las facultades del órgano público, el acto es inconstitucional al ser formulado por autoridad incompetente; si el acto de autoridad fue dictado para aplicarse en una materia o fuero distinto de los que integran la esfera de competencia del órgano del Estado, el acto es inconstitucional al ser formulado por autoridad incompetente; y si, el acto de autoridad pretende aplicar la ley a una persona que goza de inmunidad constitucional —como excepción al principio de igualdad jurídica que se encuentra consagrada en los artículos 108 y 109 de la Constitución— el acto es inconstitucional por ser incompetente la autoridad para aplicar la ley a quienes se encuentran en los casos de excepción del principio de igualdad jurídica».

20 Amparo Directo 226/89, visible en el Informe presentado a la Suprama Corre por su presidente al terminar el año de 1989, Tercera Parte, Tribunales Colegiados de Circuito, volumen II, p. 822.

HERNANY VEYTIA PALOMINO JOSÉ ÁNGEL GUTIÉRREZ

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parte de las formalidades esenciales, el carácter con que se suscribe y el dispositivo, acuerdo o decreto que otorgue tal legitimación. De lo contrario, se dejaría al afectado en estado de indefensión, ya que al no conocer el apoyo que faculte a la autoridad para emitir el acto, ni el carácter con que lo emita, es evidente que no se le otorga la oportuni‑dad de examinar si su actuación se encuentra o no dentro del ámbito competencial respectivo, y es conforme o no a la Constitución o a la ley, para que, en su caso, esté en aptitud de alegar, además de la ilega‑lidad del acto, la del apoyo en que se funde la autoridad para emitirlo, pues bien puede acontecer que su actuación no se adecue exactamente a la norma, acuerdo o decreto que invoque, o que éstos se hallen en contradicción con la ley fundamental o la secundaría» 21.

Para que un funcionario sea competente es necesario que la unidad administrativa a la cual se encuentra asignado haya sido formalmente establecida y que actúe dentro de la esfera de las atribuciones o fun‑ciones que le fueron conferidas.

«La garantía de la competencia» a que se refiere el artículo 16 de la Constitución Mexicana concierne al conjunto de facultades con que la propia Ley Suprema inviste a determinado órgano del Estado, de tal suerte que si el acto de molestia emana de una autoridad que al dictarlo o ejecutarlo se excede de la órbita integrada por tales facultades, viola la expresada garantía» 22.

Insistimos en que a la autoridad sólo se le permite realizar aquello para lo que ha sido expresamente facultada por la ley, y si sus actos tie‑nen repercusión ante terceros o afectan a un particular, necesariamente deben ser publicados, en el Diario Oficial de la Federación (o en la gaceta de los estados tratándose de autoridades locales).

El artículo 238 fracción I, se refiere a la incompetencia del funcio‑nario que haya dictado, ordenado o tramitado el procedimiento del que deriva la resolución.

21 Gaceta S.J.F. núm. ��. Pleno, mayo 1994. p. 12.22 Ibidem. Cirtndo a Burgoa Ignacio, Las Garantías Individuales, México, 1985. p. 595.

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Respecto a la interpretación literal de esta fracción, en el Dicciona-rio de la Real Academia de la Lengua Española se encuentra:

Ordenar (del lat. ordinare). Tr. Poner en orden, concierto y buena disposición una cosa.// 2. Mandar y prevenir que se haga una cosa.// 3. Encaminar y dirigir a un final.// 4. Conferir las órdenes a uno [...].

dictar (del lat. dictare). Tr. Decir uno algo con las palabras necesa‑rias o convenientes para que otro lo vaya escribiendo.// 2. Tratándose de leyes, fallos, preceptos etcétera, darlos, expedirlos, pronunciarlos.// 3[...].

Tramitar. Hacer pasar un negocio por los trámites debidos.

El caso más frecuente, nos dice Emilio Margain, «es el que se pre‑senta cuando el acto es emitido por quien no tiene atribuida la facultad que está ejerciendo. Ello se descubre examinando los preceptos en que la autoridad se apoya para expedir su acto, o bien cuando se acude al ordenamiento, generalmente el Reglamento Interior de la Secretaría o Departamento Administrativo que recoge las unidades administrativas y asigna las funciones de cada una de ellas, para observar que en efec‑to tiene la competencia que se atribuye» 23.

Recuérdese que también existe el criterio del Tribunal Fiscal de que es necesario fundar la competencia en el acto mismo de molestia 24.

23 Emilio Margain M., El Recurso Administrativo en México, Porrúa, segunda edición, México, 1992.

24 La garantía del artículo 16 constitucional, consiste en que todo mandamiento de autoridad se emita por autoridad competente, cumpliéndose las formalidades esenciales que les den eficacia jurídica, lo que significa que todo acto de autoridad necesariamente debe emitirse por quien está legitimado para ello, expresándose en el texto del mismo, el dispositivo, acuerdo o decreto que le otorgue tal legitimación, pues en caso contrario, se dejaría al afectado en estado de indefensión para examinar si la actuación de la autoridad se encuentra dentro del ámbito competencial respec‑tivo, esto es, si tiene facultad o no para emitirlo.sala superior del tFF en sesión del 11 de mayo de 1990. Firman, el Magistrado armando días olivares, Presidente del tribunal Fiscal de la Federación y la licenciada María Jesús herrera Martínez, secretaria General de acuerdos, que da fe.

HERNANY VEYTIA PALOMINO JOSÉ ÁNGEL GUTIÉRREZ

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Otro punto de interés es el principio de que «donde la ley no distin‑gue no tenemos por qué distinguir». La primera fracción del artículo 238 se refiere a la incompetencia del funcionario y no a la ilegitimidad de su nombramiento. La incompetencia del funcionario se refiere a que el órgano administrativo carece de facultades, sin importar quién sea su titular. Si la primera fracción del 238 se refiriera a la ilegitimidad, habría sido necesario que así lo hubiera expresado el legislador 25.

«Existe también la incompetencia por invasión de funciones ra-tione personne, cuando una autoridad administrativa ejerce funciones que corresponden a otra con la que no existe vínculo jerárquico; por invasión de funciones ratione loci, cuando la autoridad actúa fuera del área geográfica que legítimamente tiene asignada, y la incompetencia por invasión de ratione temporis», que para Aragañaras se presenta cuando se toman decisiones por funcionarios que han dejado de serlo o que deben cesar de inmediato en el cargo 26.

Finalmente señalaremos que el hecho de que un particular se so‑meta voluntariamente a la actuación de una autoridad incompetente no significa que con ello está convalidando el vicio de incompeten‑cia, sino que lo hace para evitar ser sancionado por no atender los requerimientos de dicha autoridad (se dice que lo hace ad cautelam). Si de la actuación de esa autoridad se origina un acto de molestia, al impugnarse a través del recurso administrativo es la oportunidad de exponer tal agravio 2�.

25 Cfr. Juicio Atrayente núm. 18�/91/451/91.‑ Resuelto en sesión del 6 de agosto de 1992, por una‑nimidad de � votos. Magistrado Ponente: Jorge Alberto García Cáceres.‑ Secretario: licenciado Mario de la Huerra Portillo.

26 Manuel J. Argañaras, Tratado de lo Contencioso Administrativo, TEA, p. 401, citado por Margain M., op. cit., p. 128.

2� COMPETENCIA, EL SOMETIMIENTO VOLUNTARIO DEL PARTICULAR A LA ACCIÓN DE UNA AUTORIDAD NO PUEDE, EN PRINCIPIO, CONVALIDAR LA FALTA DE.‑ En es‑tricto apego al Artículo 16 consritucional, la autoridad debe justificar cabalmente su competencia al emitir cualquier acto de molestia y salvo el caso de que por disposición de la ley dicha com‑petencia sea prorrogable, el sometimiento voluntario del particular no puede llegar a convalidar la falta de facultades, porque es responsabilidad grave e indeclinable de todo servidor público verificar si está actuando dentro del ámbito legalmente permitido.amparo directo núm. 612/88, visible en el informe rendido a la suprema Corre por su Presidente, al terminar el año de 1988, tercera Parte, tribunales Colegiados de Circuito, p. 95. (Citado por Margain M., op. cit., p. 129).

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2.1.2. Omisión de los requisitos formales exigidos por las leyes, que afecte las defensas del particular y trascienda al sentido de la resolución impugnada, incluso la ausencia de fundamentación o motivación, en su caso

Esta fracción consta de tres hipótesis que deben concurrir:

a) Que las leyes establezcan ciertos requisitos y éstos no se hayan satisfecho.

b) Se afecte las defensas del particular.

c) Que la omisión de los requisitos formales repercutan en la reso‑lución. Incluso si se trata de los requisitos de fundamentación y motivación.

Con relación al primer punto se hace referencia directa a la garantía del mandamiento escrito ya que en términos constitucionales, la vo‑luntad de los órganos del Estado adquiere la calidad de acto de autori‑dad siempre y cuando se consagre por escrito. Si el titular de la entidad pública no cumple con esta formalidad, su actividad sólo reflejará la existencia de anhelos personales, pero no dará nacimiento a acto de autoridad formulado por el órgano del Estado que representa 28.

El acto de autoridad constitucional produce efectos jurídicos cuan‑do se establece por escrito. Es su calidad de mandamiento escrito lo que le permite nacer a la vida jurídica. Si no se cumple este requisito, estaríamos en presencia de una expectativa de derecho, pero no de un acto de autoridad. Su explicación la encontramos en que las facultades del poder público consagradas en ley, son atribuciones abstractas, ge‑nerales, e impersonales, en tanto no se materialicen, y esto último sólo es posible cuando la autoridad formula el acto por escrito para hacer o dejar de hacer lo que la ley manda.

28 Jorge Alberto Mancilla Ovando, Las garantías individuales y su aplicación en el proceso penal, estudio constitucional del proceso penal, México, 1992, p. 56.

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La garantía individual que se estudia, se complementa con la interpre‑tación en el sentido de que todo acto de autoridad debe ser firmado por el titular del órgano que lo dicta; y la firma tendrá que ser auténtica, sin que su omisión pueda suplirse por la firma facsimilar, o por el notificador de la determinación o cualquier trabajador de la institución pública.

Esta interpretación jurídica la ha formulado el Primer Tribunal Co‑legiado de Circuito en materia Administrativa en la tesis que a conti‑nuación se cita:

Firma, Mandamiento escrito de autoridad competente. El Artículo 16 constitucional señala que nadie puede ser molestado en su perso‑na, familia, domicilio, papeles o posesiones, sino en virtud de manda‑miento escrito de la autoridad competente. De ese lenguaje se despren‑de que el mandamiento escrito debe estar firmado por esa autoridad competente, porque desde el punto de vista legal es la firma la que da autenticidad a los escritos (o la huella digital, con testigos, cuando ello procede) es decir, un mandamiento escrito sin firma no puede decirse procedente de la autoridad competente, ni de ninguna otra. Y así como no podría darse curso a una demanda de amparo carente de firma, de la misma manera no puede darse validez alguna a un oficio o resolu‑ción sin firma, aunque según su texto se diga proveniente de alguna autoridad. Por otra parte, para notificar un crédito fiscal al presunto deudor del mismo, es menester que el notificador le dé a conocer el mandamiento escrito y, por ende firmado, de la autoridad que tuvo competencia para fincarle el crédito, pues sería incorrecto pensar que la firma del notificador pudiera suplir la firma de la autoridad com‑petente de quien debió emanar el fincamiento de crédito ya que esto violaría el artículo constitucional a comento, al no ser el notificador autoridad competente para fincar créditos, sino sólo para notificarlos. Este tribunal no ignora que puede ser cómodo para algún organismo fiscal girar notificaciones y liquidaciones sin necesidad de motivarlas, fundarlas, ni firmarlas, pero también estima que un concepto de co‑modidad o eficiencia así concebido de ninguna manera es fundamen‑to legal bastante para derogar una garantía constitucional, de lo que surgiría, sin duda alguna, un mal social mayor. Pues es claro que las

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garantías constitucionales no pueden ni deben subordinarse al criterio de eficiencia de empleados o funcionarios administrativos 29.

El efecto jurídico de la firma en el mandamiento escrito, desde el punto de vista constitucional es darle autenticidad. Si el acto de auto‑ridad consta por escrito y no está firmado por el titular del órgano del Estado, carece de validez constitucional por adolecer de autenticidad y su contenido no obliga a los particulares 30.

Otra consecuencia de este principio es que el acto de autoridad establecido por escrito, permite al gobernado probar su existencia. Ello significa certeza jurídica, pues a través del documento podrá acreditar sus términos sin que se puedan variar sus dictados, estando consciente de los alcances de derechos y obligaciones que se mate‑rializan al aplicar la ley, lo que le brinda la oportunidad de defensa a través de los medios de impugnación previstos por ésta 31.

El segundo elemento, es sin lugar a dudas el que más atención re‑cibe, se refiere tanto a los requisitos establecidos por las leyes como a las formalidades exigidas por la Constitución. Conforme al artículo 238, fracción II, señala la jurisprudencia de la Suprema Corte, son causales de anulación, la omisión o el incumplimiento de las formali‑dades de que deben estar revestidos la resolución o el procedimiento impugnados. El tribunal de la materia está facultado para anular un acuerdo de la autoridad gubernativa tanto si no se llenaron los requi‑sitos previstos por la norma al correspondiente, como en el caso de

29 Ejecutoria visible en el volumen �6, sexta parte, p. 3�. Primer Circuito, Primero Administrativo, bajo el rubro: Amparo directo 141/�5. Tecnoplásticos S.A., 29 de abril de 19�5.

30 El Tribunal Colegiado del Noveno Circuito en la ejecutoria visible en los volúmenes 133‑138, sexta parte, p. 68, bajo el rubro Amparo en revisión 52�/�9, Andrés de Alba, 21 de febrero de 1980, unanimidad de votos, resolvió en el sentido de que si la firma es facsimilar y no original, no le da autenticidad al acto que se dicta y no tiene validez constitucional.

31 Jorge Alberto Mancilla Ovando, Las garantías individuales y su aplicación en el proceso penal, México, 1992 p. 59.

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que se hayan omitido las formalidades esenciales de procedimiento consagradas por la Constitución 32.

en cuanto a los requisitos constitucionales 33 que debe contener una visita domiciliaria se encuentran, según la jurisprudencia:

• Constar en mandamiento escrito;• Ser emitida por autoridad competente;• Expresar el nombre de la persona respecto de la cual se orden a la

visita y el lugar que debe inspeccionarse;• El objeto que persiga la visita;• Llenar los demás requisitos que fijan las leyes de la materia.

No es óbice a lo anterior lo manifestado, en el sentido de que las formalidades que el precepto constitucional de mérito establece, se refieren únicamente a las órdenes de visita expedidas para verificar

32 La jurisprudencia de la Suprema Corte se refería al artículo 202, inciso b del Código Fiscal, que corresponde al artículo 238, fracción II, del ordenamiento fiscal vigente.

Sexta época, Tercera Parte: Vol. XXXIII, p. 34. A. R. 2125/59. Antonio García Michel, 5 votos. Vol. LV, p. 54. A.R. 5�52/61. Antonio Pérez Martín, unanimidad de 4 votos. Vol. LV, p. 54. R.F. 4�/61. Eulalio Salazar Cruz, unanimidad de 4 votos. Vol. LXXIV, p. 55. R.F. 210/63. Samuel Nieto Enciso, 5 votos. Vol. CXXX, p. 80. R.F. 415/61. Hoteles Nacionales, S.A. 5 votos.33 El Código Fiscal cstablece aún mayores requisitos en sus artículos 42 a 4�; por no ser materia de este

memorandum no se analizan. Respecto al criterio interpretativo de estos artículos en relación con el artículo16 constitucional véase la siguiente tesis: VISITAS DE AUDITORÍA.‑ EN ELLAS DEBE ACTUAR SÓLO EL PERSONAL EXPRESAMENTE DESIGNADO EN LA ORDEN DE VISITA.‑ A efecto de resguardar la garantía de seguridad jurídica en favor de los gobernados que se encuentra establecida en el artículo 16 constitucional, en las visitas domiciliarias que se efectúen en el domicilio de los contribuyentes, sólo pueden apersonarse los visitadores que se encuentren expresamente desig‑nados en la orden de visita. Cuando alguno de ellos actúe sin estar comisionado por la autoridad, su gestión resultará violatoria de los artículos 43 fracción II y 45 del Código Fiscal de la Federación, sin que pueda considerarse como un error mecanográfico, el hecho de que por alguno de ellos, se hubiera asentado incorrectamente su nombre en la orden relativa, pues la violación en que se incurre lesiona la esfera jurídica del particular, en tanto que de la actuación ilegal de un visitador, puede originarse una liquidación, la cual lleva implícita una transgresión a las normas que rigen el procedimiento, trascen‑diendo hasta la resolución que se impugne en el juicio de nulidad.ss.392.Juicio atrayente no. 416/92/439/92.‑ resuelto en sesión de 18 de octubre de 1994, por mayoría de 5 votos a favor, 2 con los puntos resolutivos y 2 parcialmente en contra.‑ Magistrada Ponente: Ma. Guadalupe aguirre soria.‑ secretaria: licenciada Ma. eugenia rodríguez Pavón.

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el cumplimiento de las obligaciones fiscales, pero no para las emiti‑das por autoridad administrativa, ya que en la parte final del párrafo segundo de dicho artículo se establece en plural: «[...] sujetándose en estos casos a las leyes respectivas y a las formalidades prescritas para los cateos» y evidentemente se está refiriendo tanto a las órde-nes de visitas administrativas en lo general, como a las específica-mente fiscales, pues, de no ser así, la expresión se habría producido en singular 34.

2.1.3 Vicios del procedimiento que afecten las defensas del particu-lar y trasciendan al sentido de la resolución impugnada

En esta fracción del artículo 238 del CFF, nuevamente nos encon‑tramos con dos hipótesis que deben concurrir:

• La existencia de vicios en el procedimiento.

• La presencia de los vicios que afecten el resultado de la resolución 35.

34 Séptima época, Tercera Parte.Vols. 193‑198, r.F. 37/84. regalos encanto s.a., unanimidad de 4 votos. Vols. 193‑198, r.F. 76/84. Juan ley zazueta, unanimidad de 4 votos.Vols. 193‑198, r.F. 65/83. leopoldo González orejas, unanimidad de 4 votos. Vols. 193‑198, r. 29/84. Pedro espina Cruz, 5 votos.Vols. 193‑198, r.F. 18/84. Jorge Matuk rady, unanimidad de 4 votos.

35 Conforme al artículo 238, fracción III, del Código Fiscal de la Federación, es insuficiente para declarar la nulidad de una resolución administrativa la existencia de un vicio en el procedimiento del cual haya derivado, cuando tal vicio no afectó las defensas del particular y no trascendió al sentido de la resolución, de tal suerte que si el demandante en el juicio de nulidad se limita a plantear el vicio de procedimiento, sin demostrar que afectó sus defensas y que de no haberse cometido, el sentido de la resolución hubiera sido otro, debe considerarse insuficiente el agravio que se haga valer y reconocerse la validez de la resolución impugnada.Juicio No.�22/86.‑ Sentencia de 10 de diciembre de 198�, por unanimidad de votos. ‑ Magistrado Instructor Raúl Lerma Jasso.‑ Secretario: licenciado Alfredo Ortega Mora.VIOLACIONES DE PROCEDIMIENTO.‑ Sl NO AFECTAN EL RESULTADO DEL FALLO NO SON RECURRIBLES EN RECURSO DE REVISIÓN. El artículo 240 del último párrafo del Código Fiscal de la Federación vigente en 1981, establecía que sólo son recurribles las violaciones procesales cometidas durante el procedimiento que hayan afectdo el resultado del fallo, de donde se desprende que si la autoridad invoca como agravio una violación procesal que no afectó de manera alguna el sentido del fallo, dicho agravio debe ser desestimado de plano.Revisión No. 1326/81.‑ Resuelta en sesión de 2 de mayo de 1984, por unanimidad de 8 votos.Magistrado Ponente: Francisco Xavier Cárdenas Durán.‑ Secretaria: licenciada Rosa Ma. Corripio Moreno.

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No se actualizaría la fracción III del artículo 238 si el actor en un juicio ante el Tribunal Fiscal se limita a plantear el vicio de procedi‑miento, sin demostrar cómo afectó sus defensas y que de no haberse cometido dicho vicio, el sentido de la resolución hubiera sido otro.

Un punto interesante respecto a esta fracción es que, si el particular presentó pruebas en el procedimiento administrativo y la autoridad demuestra que sí analizó y desahogó la prueba ofrecida por el promo‑vente, entonces no se considerará violación al procedimiento 36.

2.1.4. Si los hechos que la motivaron no se rea1izaron, fueron distintos o se apreciaron en forma equivocada, o bien si dictó en contravención de las disposiciones aplicadas o dejó de aplicar las debidas

Respecto a esta fracción basta que se dé uno de los siguientes su‑puestos:

• Los hechos que dieron origen al procedimiento administrativo no se realizaron.

• Sí se realizaron, pero fueron distintos.

• Sí se realizaron los hechos como consta en el expediente, pero se apreciaron en forma equivocada.

• La resolución administrativa se dictó en contra de los preceptos le‑gales aplicados.

• Se dejaron de aplicar las normas debidas.

A continuación se transcribe textualmente el criterio jurispruden‑cial respecto a las órdenes de auditoría.

36 Revisión No. 12/83.‑ Resuelta en sesión de 30 de agosto de 1984, por unanimidad de 6 votos.Magistrado Ponente; Margarita Lomelí Cerezo.‑ Secretario: licenciado Raúl Armando Pallares Valdéz.

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Orden de auditoría. La sentencia fiscal que declara su nulidad debe ser lisa y llana y no para efectos.‑ El procedimiento de auditoría encuentra su origen en la orden de visita que tenga por objeto verificar el cumplimiento de las obligaciones fiscales, se inicia con la notifica‑ción de dicha orden y culmina con la decisión de la auditoría fiscal en la que se determinan las consecuencias legales de los hechos u omi‑siones que se advirtieron en la auditoría. Por tanto, si la nulidad de la resolución fiscal impugnada se suscitó a consecuencia de que la orden de auditoría que la antecedió contiene vicios, por haberse dictado en contravención de las disposiciones aplicadas o por haberse dejado de aplicar las debidas, tal nulidad debe ser lisa y llana, en términos del artículo 238, fracción IV, del Código Fiscal de la Federación, ya que al ser nula la orden de visita es nulo todo el procedimiento de fiscali‑zación desde su origen y, en estas circunstancias, válidamente puede decirse que la autoridad fiscal no ha iniciado sus facultades de com‑probación, pues éstas se inician con el primer acto que se notifique al contribuyente a fin de comprobar si ha cumplido con las disposiciones fiscales, como lo señala el artículo 42 del citado cuerpo legal. Luego, la ilegalidad en la orden de auditoría impide que la nulidad se declare para efectos, como si se tratara de vicios en el procedimiento de fisca‑lización, puesto que tal decisión sólo puede justificarse ante un proce‑dimiento que jurídicamente se inició, pero no respecto de aquel que no llegó a instaurarse por haber estado viciado desde su origen 3�.

El Código Fiscal de la Federación en su artículo 239, señala que se está en presencia de una nulidad lisa y llana, esto quiere decir que es como si nada hubiera sucedido en el procedimiento, es necesario rei‑niciarlo como si no se hubiese actuado previamente. En cambio, en las causales II, III y en su caso V, el Tribunal Fiscal de la Federación de‑clarará la nulidad para el efecto de que se emita nueva resolución 38.

3� Gaceta S.J.F. núm. �5 2° T.C. del ler. C., marzo 1994, p. 31.38 El Panel de Aceros Planos Recubiertos consideró que no debería seguir los criterios de los artícu‑

los del Código Fiscal 23� y 239, porque el TLCAN menciona como criterio de revisión solamente el 238.

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2.1.5. La resolución administrativa dictada en ejercicio de facul-tades discrecionales no corresponde a los fines para los cuales la ley confiera dichas facultades

Desde la Ley de Justicia Fiscal, así como en los Códigos Fiscales de la Federación de 1938 y 1966, esta causal de ilegalidad apareció como «desvío de poder, tratándose de sanciones».

Como afirmó el panel del poliestireno 39: «Una autoridad administra‑tiva está facultada para ejercer libremente sus facultades discrecionales con el fin de establecer y desarrollar criterios y parámetros que le per‑mitan alcanzar los fines establecidos en una ley o reglamento» 40. Por lo tanto, para que una autoridad administrativa realice un acto discrecional éste debe estar basado en una ley o reglamento. De este modo, una au‑toridad administrativa no puede exceder el límite fijado a su facultad discrecional 41, menos aún realizar actos que no tengan su base en una ley o reglamento 42.

Existen diversas circunstancias en que la ley confiere ciertas fa‑cultades discrecionales. Sin embargo puede darse el caso de que la resolución administrativa que emane de dicha facultad discrecional, no corresponda a los fines para los cuales se otorgó. El antecedente

39 Texto y nota de pie de p. 8�.40 El acto discrecional se presenta en el derecho administrativo derivado del ejercicio de una atribu‑

ción expresa. Es el acto administativo que tiene su fundamento en una ley o reglamento que deja al órgano ejecutor un poder libre y apreciación para decidir si debe obrar o abstenerse; cuándo debe obrar, cómo debe de obrar, cuál va a ser el contenido de su actuación. Como dice Bonnard: «el poder discrecional consiste en la apreciación que se deja a la administración para decidir lo que es oportuno hacer».el acto discrecional consiste en que los órganos del estado pueden decidir su actuación o absten‑ción, estableciendo los límites y contenidos de los mismos, debiendo tomar en consideración la oportunidad, la necesidad, la técnica, la justicia o igualdad o las razones para actuar de determi‑nada forma según el caso, y de conformidad con las restricciones por la ley.Véase Diccionario Jurídico Mexicano, instituto de investigaciones Jurídicas‑unaM‑Porrrúa, México, 1993. (Citado por el panel del poliestireno en la nota 87).

41 Véase ejecutoria: Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente: Semanario Judicial de la Federación, época: 8a.Tomo: VIII‑ Octubre, p. 181. Citado por el panel del poliestireno, nota 88.

42 Véase: Amparo en revisión 1214‑91. Justo Ortega Ezquerro, 13 de junio de 1991. Unanimidad de votos. Ponente: Hilario Bárcenas Chávez. Secretario: Fernando A. Ortíz Cruz.

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doctrinario de este artículo se encuentra en la teoría del desvío del poder 43 que comprende el también llamado desvío del procedimiento, lo cual se configurará, cuando al emitir un acto administrativo se persiga una finalidad diversa de la que conforme a la ley debió ser perseguida 44.

Facultades relegadas y Facultadas discrecionales.- Su distinción.‑ Cuando las facultades o poderes de que se encuentra investido el órga‑no administrativo se hallan establecidos en la ley, no sólo señalando la autoridad competente para obrar, sino también su obligación de obrar y cómo hacerlo, en forma que no deja margen alguno para la aprecia‑ción subjetiva del funcionario sobre las circunstancias del acto, se está en presencia de facultades o poderes totalmente reglados, vinculado su ejercicio por completo a la ley. En cambio, cuando el órgano administra‑tivo se encuentra investido de facultades o poderes para actuar cuando lo crea oportuno, o para obrar según su prudente juicio, buscando la

43 DESVÍO DE PODER Y OTRAS CAUSAS DE ANULACIÓN DE LOS ACTOS DISCRECIO‑NALES DE LA ADMINISTRACIÓN. APLICACIÓN DE LA FRACCIÓN V DEL ARTÍCULO 238 DEL CÓDIGO FISCAL DE LA FEDERACIÓN VIGENTE.‑ Los actos en cuya formación gocen de discrecionalidad las autoridades administrativas no escapan del control que ejercen los tribunales del pais: éstos, entre ellos el Tribunal Fiscal de la Federación pueden invalidarlos por razones de ilegalidad, por razones de inconstitucionalidad o por una causal de anulación que les es aplicable específicamente conocida como desvío de poder. Se anulará por razones de ilega‑lidad cuando en la emisión del acto no se haya observado el procedimiento previsto en la ley, los supuestos y requisitos establecidos en la misma, o no se cumpla con todos sus elementos de validez, como podría ser la competencia o la forma. Será declarado inconstitucional cuando la autoridad haya violado las garantías consagradas por la Constitución en favor de todos los gober‑nados, como la fundamentación, la motivación y la audiencia, entre otras. Igual sucederá cuando se contravenga alguno de los principios generales del derecho, porque la decisión de la autoridad aparezca ilógica, irracional o arbitraria, o bien que contraríe el principio de igualdad ante la ley. Por último, en esta caregoría de actos opera una causal específica de anulación denominada des‑vío de poder, regulada concretamente por la fracción V del artículo 238 del Código Fiscal de la Federación, que se produce cuando, a pesar de la apariencia de la legalidad del acto, se descubre que el agente de la Administración emplea un medio no autorizado por la ley para la consecuencia de un fin ilícito (desvió en el medio), o utiliza el medio establecido por la norma para el logro de un fin disrinto del perseguido por ella (desvío en el fin), en cuyos casos estará viciado de ilegiti‑midad el acto.amparo directo 297/86, visible en el informe presentado a sCJn al terminar el año de 1986, tercera Parte, tribunales Colegiados, p. 102 (citado por Margain M., op. cit., p, 151).

44 Opinión de Andrés Serra Rojas citada en la Memoria del Tribunal Fiscal de la Federación en su L Aniversario, p. 261.

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mejor satisfacción de las necesidades colectivas que constituyen el fin de su actuación, por cuanto la ley otorga cualquiera de esas posibilida‑des en forma expresa o tácita y con mayor o menor margen de libertad, entonces se habla del ejercicio de facultades discrecionales 45.

Aun cuando en la actualidad es más amplia esta causal de ilegali‑dad, se sigue invocando cuando se impugna una multa que no es fija. El sancionado admite haber cometido la infracción pero atendiendo a las circunstancias que dieron origen a la misma, el monto de la multa resulta excesivo. No se niega la comisión de la infracción, simple‑mente se alega que la autoridad abusó en el ejercicio de sus facultades discrecionales.

Dos años después de la firma del TLCAN, posiblemente a raíz de que los primeros paneles siguieron criterios contradictorios en la apli‑cación del artículo 238 del CFF se introdujeron en su texto las siguien‑tes reformas:

El Tribunal Fiscal de la Federación podrá hacer valer de oficio, por ser de orden público, la incompetencia de la autoridad para dictar la resolución impugnada y la ausencia de fundamentación o motivación 46.

Los órganos arbitrales o paneles binacionales derivados de meca‑nismos alternativos de solución de controversias en materia de prácti‑cas desleales contenidos en tratados y convenios internacionales de los que México sea parte, no podrán revisar de oficio las causales a que se refiere este artículo 4�.

El análisis de estas reformas exige contestar a la pregunta: ¿pue‑den los páneles desarrollar una jurisprudencia diversa a la del tribunal

45 Revisión No. 363/80. Resuelta en sesión de 20 de mayo de 1982, por mayoría de seis votos, uno más con los resolutivos y uno en contra.

Revisión No. 440/82. Resuelta en sesión de 25 de enero de 1983, por unanimidad de 8 votos. Revisión No. 226�/82. Resuelta en sesión de 29 de abril de 1983, por unanimidad de 6 votos.46 Este párrafo fue adicionado en las reformas del DOF del 15 de diciembre de 1995.4� Este último párrafo fue adicionado en las reformas del DOF del 30 de diciembre de 1996.

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local a quien reemplazan? La respuesta debe precisar que los páneles no establecen ninguna jurisprudencia, porque como se indicó en el TLCAN, las decisiones de los páneles sólo afectan a las partes involu‑cradas 48. Sin embargo, ¿sería posible que un panel decidiera de forma diferente a lo que resuelva un Tribunal local? El panel del Acero en Hoja 49 al tratar del criterio de revisión estableció que:

«[...] el Panel considera fundamental el pensamiento expresado en numerosas ocasiones por más de una de las partes del TLCAN, en el sentido de que los páneles binacionales no deben crear un cuerpo de precedentes diverso al creado por los tribunales locales. Es obvio que se desarrollaría un cuerpo de precedentes distinto, si los páneles bi‑nacionales estuvieran obligados a aplicar para los mismos hechos, un criterio de revisión diverso al que aplicarían los tribunales locales.

Un criterio totalmente diverso fue el adoptado por el Panel de Ace‑ros Planos Recubiertos 50 al afirmar que el «Panel no es el Tribunal Fiscal ni posee las mismas características, atribuciones y competencia de dicho tribunal» 51 el Panel tiene una competencia más específica y limitada, lo que puede tener por consecuencia que el resultado de la revisión por un panel difiera de la que llevaría a cabo el TFF.

Las reformas del artículo 238 señalan que el Tribunal Fiscal de la Federación podrá hacer valer de oficio, por ser de orden público, la incompetencia de la autoridad para dictar la resolución impugnada y la ausencia de fundamentación o motivación; sin embargo los páneles sólo lo pueden hacer a petición de parte. Esta reforma que induda‑blemente deseó otorgar una presunción de validez a las resoluciones de la SECOFI y evitar que el panel estudiara de oficio violaciones constitucionales, como lo hizo el Panel del Poliestireno 52 plantea un

48 Artículo 1904(9).49 MEX‑94‑1904‑02 texto y nota correspondientes al pie de p. 65.50 MEX‑94‑1904‑01.51 Tanto la Ley de Comercio Exterior como la Ley Orgánica del TFF señalan como facultad de este

tribunal la revisión judicial interna de las resoluciones definitivas en materia de cuotas compen‑sarorias.

52 Véase supra.

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problema, ¿los páneles no deben velar por el orden público ni se en‑cuentran sujetos a él?

La cuestión debe resolverse analizando el alcance del concepto de orden público. En sentido general Carboner 53 define al orden público como el mecanismo a través del cual el Estado (el legislador o, en su caso el juez) impide que ciertos actos particulares afecten los intereses fundamentales de la sociedad. En sentido técnico, la dogmática jurídi‑ca designa como «orden público» al conjunto de instituciones jurídicas que identifican o distinguen el derecho de una comunidad; principios, normas e instituciones que no pueden ser alteradas ni por la voluntad de los individuos ni por la aplicación del derecho extranjero 54. Baudry Lacantginerie 55 define el orden público como: «las ideas fundamentales sobre las cuales reposa la constitución social». Bernard 56 dice que el orden público funciona como un límite por medio del cual se restringe la facultad de los individuos sobre la realización de ciertos actos o se im‑pide que ciertos actos jurídicos válidos tengan efecto dentro de un orden jurídico específico. Al señalar el artículo 238 que el Tribunal Fiscal de la Federación podrá hacer valer de oficio, por ser de orden público, la incompetencia de la autoridad para dictar la resolución impugnada y la ausencia de fundamentación o motivación; podría pensarse que el orden público al que se refiere remite a cuestiones constitucionales (particu‑larmente los artículos 14 y 16) 5�, sin embargo esto no queda del todo claro, porque tradicionalmente la noción de orden público es propia de

53 Jean Carboner, Droit civil, T. I, «Introduction, Les personnes», 10a de., Paris, Presses Universi‑taires de France, 19�5 p.39.

54 Rolando Tamayo y Salmorán, «Orden Público», en Diccionario Jurídico Mexicano, op. cit., vol. III, p. 2281.

55 Ibidem.56 Ibidem.5� Gil Anav considera que los páneles del capítulo XIX del TLCAN no sólo pueden, sino que deben,

considerar los artículos 14 y 16 constitucionales por los siguientes cinco motivos: 1) El TFF los utiliza y al no permitirle a los páneles remitirse a ellos se desarrollarían dos cuerpos

de jurisprudencia sobre el TLCAN para casos de antidumping, que fue precisamente lo que los redactores del tratado intentaron evitar.

2) Se crearía una situación de inseguridad jurídica, pues en una revisión ante el panel, la SECOFI no sería sancionada por acciones que violaran las garantías constitucionales cuando tales accio‑nes, si se hubieran impugnado ante el TFF, ocasionarían una nulidad lisa y llana. Esto podría como consecuencia que las partes evitarían acudir a los páneles.

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la dogmática civil 58. El orden público parece estar constituido por re‑glas y principios de segundo orden (meta reglas o meta principios) que excluyen el uso de ciertas reglas para que no surtan efectos jurídicos cuando afecten o se «crea que afecten» las instituciones, «valores», «tra‑diciones» y «sentimientos» jurídicos 59.

De la lectura de las reformas antes transcritas queda claro que sólo si las partes lo solicitan, el panel puede estudiar cuestiones de compe‑tencia y de fundamentación o motivación. Joaquín Escriche en su fa‑moso Diccionario de Legislación y Jurisprudencia afirma que cuando

3) Los Páneles Binacionales no contarían con ninguna base legal que les permitiera interpretar el criterio de revisión del artículo 238 ya que: (i) los precedentes del TFF al aplicar el artículo 238 hacen constante referencia a los artículos 14 y 16 constitucionales, (ii) las decisiones judiciales referentes a principios similares a los expresados por el artículo 238 son sin lugar a dudas de na‑turaleza constitucional y, (iii) la doctrina que comenta los conceptos relativos al debido proceso legal protegidos por el artículo 238 tratan el tema desde una óptica constitucional. Por lo tanto, los páneles tendrían que revisar cualquier acto de la SECOFI restringiéndose a lo expresamente permitido o prohibido por la Ley de Comercio Exterior y su Reglamento, con una interpretación, que inevitablemente sería subjeriva, del texto literal del artículo 238. Como resultado de esto, las decisiones de los páneles no sólo serían diferentes de las emitidas por el Tribunal Fiscal, sino también serían diferentes en cada panel (como hasta ahora ha sucedido), respecto a las mismas controversias planteadas.

4) Como lo hizo notar el Panel del Acero en Placa de Hoja, sería inaceptable que un panel exa‑minara violaciones al debido proceso legal, protegido por las garantías constitucionales, pero sin tener facultades para corregir tales violaciones, aun cuando la parte afectada hubiera invocado tal violación.el comercio internacional, incluyendo la imposición de medidas compensatorias, se regula por el artículo 131 de la Constitución, que es la ley suprema reguladora de la materia objeto de revisión por parte de los páneles. si se excluyera la palabra «Constitución» de las fuentes del derecho que deben aplicar los páneles según el artículo 1904 (2), significaría excluir toda consideración de la Constitución, y bajo esta lógica el fundamento legal de la ley de Comercio exterior no podría ser considerado por los páneles. este resultado sería tan absurdo en sí mismo, que prueba lo incorrec‑to de aplicar tal interpreración.

58 El artículo 6 del Código Francés dice «On ne peut déorger, par des conventions particuli res, aux lois qui intéressent l’ordre public, et les bonnes moeurs». (Cursivas nuestras, que puede traducirse como que se ocupan del orden público. En la legislación mexicana se adoptó la expresión «interés público»).el artículo 31 del Código Civil italiano: «nonostante le disposizioni delgi articoli precedenti, in nessun caso le leggi e gli atti di uno stato stero, gli ordinamenti e gli atti di qualunque istituzione o ente, o le private disposizioni e convenzioni possono aver effetto nel territorio dello stato, quando siano contrari all’ordine pubblico o al buon costume».el artículo 8 del Código Civil Mexicano: «los actos ejecutados contra el tenor de las leyes pro‑hibitivas o de interés público serán nulos, excepto en los casos en que la ley ordene lo contrario» (nótese que no se habla de orden público sino de interés público).

59 Rolando Tamayo Salmorán, «Orden Público», en Diccionario Jurídico Mexicano, op. cit. vol. III p. 2281.

HERNANY VEYTIA PALOMINO JOSÉ ÁNGEL GUTIÉRREZ

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se dice que un juez u otro funcionario proceden o hace alguna cosa de oficio, se da a entender que obra por propia obligación, en virtud del deber que le impone su ministerio, y sin instancia ajena 60. Para el caso que nos ocupa, parece que queda claro que los panelistas no tienen este deber o facultad, porque el mismo criterio de revisión los limita 61. Sin embargo, es obvio que sí pueden estudiar la competencia y cues‑tiones de fundamentación y motivación cuando las partes piden así se haga. Esta reforma concuerda con lo opinado en El Panel de Aceros Planos Recubiertos en su punto 23: «Es un principio de derecho inter‑nacional que en todo arbitraje internacional, los miembros de un panel tienen una competencia estrictamente limitada a los términos según los cuales se ha sometido un asunto a arbitraje. Así en palabras de un comentarista: «Dado que sus facultades derivan del acuerdo arbitral, el árbitro debe, por tanto, sujetarse estrictamente al texto del acuerdo al momento de determinar las facultades con las que cuenta para re‑solver una determinada controversia [...]. El acuerdo arbitral puede usar una fórmula estricta o amplia, conferir competencia para clases específicas de reclamaciones o únicamente para otorgar cierto tipo de reparación [...]» 62.

Más adelante en su punto 25, este mismo panel cita a la Corte Internacional de Justicia 63: «La Corte no se aleja del principio, claramente establecido en el derecho internacional y aceptado por su propia jurisprudencia, así como por la de la Corte Permanente de Justicia Internacional, en el sentido de que un Estado no puede ser obligado a someter sus controversias a arbitraje sin su consentimiento».

60 Joachin Escriche, Diccionario Razonado de Legislación y Jurisprudencia, edición notablemente corregida y aumentada con nuevos artículos, notas y adiciones sobre el derecho americano por Juan B. Guim, doctor en ambos derechos y abogado de los tribunales del reino de España. Tomo IV, reimpresión, Editorial Temis S.A. Bogatá, Colombia 198�, p. 195.

61 Hasta el momento no se tiene noticia de que esta reforma ocasione que se constituya un panel binacional conforme a lo dispuesto por el artículo 1903.

62 El panel cita a S. Javin, «The Sources and Limits of the Arbitrator’s Powers», Arbitration Inter-national, vol. 2, 1986. pp. 140‑142. (En este artículo hacemos notar que los páneles del TLCAN no se pueden considerar para todos los efectos arbitraje privado).

63 Caso Ambatielos ( Grecia vs. Reino Unido), 1953, I.C.J., pp. 10, 19.

EL CRITERIO DE REVISIÓN PARA MEXICO

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Nosotros pensamos que esta última reforma exigirá a los abogados de las partes bastante cuidado, porque queda claro que no existirá, suplencia de la queja. Este principio ya se había contemplado en la regla � de las Reglas de Procedimiento 64 al establecer que la revisión del panel debe limitarse a los medios de defensa, tanto adjetivos como sustantivos invocados por las partes 65.

II. LOS PRINCIPIOS GENERALES DEL DERECHO

Otro de los puntos que pueden dar lugar a diferente interpretación, es lo que se considere para efectos del TLCAN principios generales del derecho.

Queda claro que los principios generales del derecho a que se re‑fiere el TLCAN en el artículo 1911 incluyen el principio de «debido proceso legal», que en el contexto mexicano incluye a las garantías de audiencia, legalidad e igualdad. Nuevamente cabría preguntarse: «Significa por esto que los páneles tienen facultad para acudir a los

64 Publicadas en el DOF el 20 de junio de 1994. Varios abogados mexicanos consideran que estas Reglas de Procedimiento carecen de validez constitucional, Luis Manuel Pérez de Acha con‑sidera que: «[...] las mismas no fueron convenidas por el Presidente de la República (tampoco hay evidencia de que hayan sido celebradas por algún ministro plenipotenciario, en términos del artículo �° de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, en relación con los artí‑culos 1°, fracción VI, y 30 de la LCT) ni aprobadas por el Senado de nuestro país (las Reglas de Procedimiento no estaban en el paquete del TLCAN aprobado por el Senado), lo cual trae como consecuencia, por un lado, que tales Reglas no valga considerarlas como tratado internacional para efectos del artículo 133 de la Constitución y, por ende, que no tengan el rango de ley interna en México (este argumento pudieran esgrimirlo ante los tribunales mexicanos aquellas partes inreresadas que, no habiendo comparecido anre un panel binacional, resulten agraviadas con la resolución emitida por SECOFI en cumplimiento de la decisión emitida por el panel». «Páneles Binacionales», en Revista de la Academia Mexicana de Derecho Fiscal, Memorias de Derecho Internacional Tributario, Año I, Junio de 1986, núm. I .

65 El haber añadido este párrafo al artículo 238 deja claro este criterio, porque el Panel del Poliesti‑reno, cuya decisión se publicó antes de la reforma, había concluido que la regla � no proscribía la posibilidad de que de oficio se conducieran análisis con sujeción a lo dispuesto al entonces último párrafo del artículo 238 del CFF.textualmente, la regla 7 establece que: la revisión de un Panel se limitará: (a) a los alegatos de error de hecho o de derecho, incluyendo la declinatoria de competencia de la autoridad investiga‑dora, comprendidas en las reclamaciones presentadas ante el panel: y (b) a los medios de defensa tanto adjetivos como sustantivos invocados en la revisión ante un panel.

HERNANY VEYTIA PALOMINO JOSÉ ÁNGEL GUTIÉRREZ

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artículos 14 y 16 constitucionales? Consideramos que debería haberse precisado un poco más qué se entendía como principios generales del derecho 66, porque de lo contrario podría llegar a considerarse como tales las decisiones emitidas en materia de prácticas desleales por tri‑bunales extranjeros y otros páneles binacionales» 6�.

Los principios generales del derecho actúan como: a) origen y fun‑damento del derecho, b) elementos comunes a varias civilizaciones, c) recurso de interpretación para colmar las lagunas que deja la ley, y d) valores que se protegen en un ordenamiento jurídico 68. En México se les suele definir como «los principios más generales de ética social, derecho natural o axiología jurídica, descubiertos por la razón humana, funda‑dos en la naturaleza racional y libre del hombre, los cuales constituyen el fundamento de todo sistema jurídico posible o actual» 69. Frecuente‑mente en foros de derecho comparado se suele decir que en el derecho anglosajón se refieren a otra cosa, como «a truth or proposition so clear

66 También coincidimos con la opinión de Jorge Adame en el sentido de que no es posible hacer una enumeración exhaustiva de los principios generales del derecho, pues el conocimiento de ellos se va perfeccionando poco a poco y por lo mismo su número y contenido han ido variando. Sin embargo, Jorge Adame por vía de ejemplo menciona algunos: la equidad, o sea la prudente aplicación de la ley al caso concreto, la buena fe o lealtad a la palabra empeñada, la obligación de cumplir los convenios, el derecho de legítima defensa, etcetera. En el derecho mexicano, el artículo 14 de la Constitución vigente señala que los juicios de orden civil deberán fallarse confor‑me a la letra de ley «[...] a falta de ésta se fundará en los principios generales del derecho». Este reenvío vincula nuestro derecho patrio, en opinión de Preciado Hernández, a la mejor tradición iusnaturalista de la civilización occidental. Véase Jorge Adame G., «Los Principios Generales del Derecho» en Diccionario Jurídico Mexicano, op. cit.

6� Luis Manuel Pérez de Acha así los considera véase, Páneles Binacionales en Revista de La Aca-demia Mexicana de Derecho Fiscal, Año I, Junio de 1996, núm. 1. p. 112.

68 Por su parte afirma Shcachter, International Law in Theory and Practice, 50‑55 ( 1991). «We can distinguish five categories of general principles that have been invoked and applied in internatio‑nal law discourse and cases. Each has a different basis for its authority and validity as law. They are (1) The principles of municipal law “recognized by civilized nations”, (2) General principles of law “derived form the specific nature of the international community”, (3) Principles “intrinsic to the idea of law and basic to all legal systems”, (4) Principles “valid through all kinds of so‑cieties in relationships of hierarchy and co‑ordination”, (5) Principles of justice founded on “the very nature of man as a rational and social being”. Although these five categories are analytically distinct, it is not unusual for a particular general principle to fall into more than one of the cate‑gories». Reproducido en Louis Henkins, Richard Crawfors Pugh, Oscar Shcacheter, Hans Smit, International Law, Cases and Materials (3ª. ed. 1993) p. 104.

69 Rafael Preciado Hernández, «El artículo 14 constitucional y los principios generales del dere‑cho», en Revista de Derecho de México, México, T. XIX, núms. �5‑�6, julio‑diciembre 1969.

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that it cannot be proved or contradicted unless by a proposition which is still clearer. That which constitutes the essence of a body or its cons‑tituent parts. That which pertains to the theoretical part of a science» �0. Por lo tanto, consideramos que sería muy difícil argumentar en favor de que las garantías individuales debieran ser consideradas como «princi‑pios generales del derecho», además el Tribunal Fiscal de la Federación, nunca se funda en ellos para aplicar las normas constitucionales, sino que cita directamente la Constitución.

III. CONSIDERACIONES FINALES

Dice un proverbio que «toda elección implica un riesgo». Si alguien recibe una resolución definitiva de la SECOFI tiene dos alternativas: los páneles binacionales o los recursos internos. Al ejercitar la opción seguramente se preguntará: ¿quien resolverá y con qué criterio?

1. ¿Quién Resolverá?

Todo aficionado al arbitraje internacional sabe que el arbitraje es tan bueno como bueno sea el árbitro. Éste debe tener la llamada «ha‑bilidad para juzgar» �1, capacidad de evaluar los puntos controvertidos de derecho y/o de hecho y tener sabiduría, valentía y experiencia para emitir un laudo que las partes —especialmente la parte que pierda— reconozcan y ejecuten.

El anexo 1901.2 del TLCAN menciona que «los miembros de cada panel serán en su mayoría juristas de buena reputación» y todos ellos «serán probos y gozarán de gran prestigio y buena re‑putación, y serán escogidos estrictamente sobre la base de su ob‑jetividad, confiabilidad, buen juicio y familiaridad general con el derecho comercial internacional». En la lista de candidatos debe

�0 Black Law Dictionary, op. cit., p. 1193.�1 Pierre Lalieve, Remarks at the CCPIT-ICC International Commercial Arbitration Series. Beijing,

June 1988, By Lexis.

HERNANY VEYTIA PALOMINO JOSÉ ÁNGEL GUTIÉRREZ

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incluirse «en lo posible, individuos que sean jueces o lo hayan sido». Como puede verse, el TLCAN no exige que quien actúe como panelista sea experto en derecho administrativo o derecho fiscal mexicano, aunque esto también es muy deseable, porque el criterio de revisión elegido es el criterio que suele utilizar un tribu‑nal administrativo para revisar un acto administrativo que impone cuotas compensatorias (que en México tienen el carácter aprove‑chamientos de naturaleza fiscal) �2. Por otro lado, entre las ventajas adicionales para optar por un panel binacional encontramos: a) El asunto tendrá una confidencialidad bastante bien protegida, b) los panelistas dedicarán el tiempo y esfuerzo necesario para el estudio completo del caso, c) la imparcialidad e independencia están sal‑vaguardadas con el requisito de que el panel lo integren nacionales de los dos países (el exportador y el importador), los panelistas se encuentran sujetos a un código de conducta muy exigente; d) los panelistas son expertos en comercio internacional, conociendo con la debida profundidad las prácticas desleales, el daño y en todo lo que es materia de lo arbitrable. Muchos de ellos cuentan con conocimientos contables y de economía (de los que en ocasiones carecen los jueces nacionales); e) se cuenta con un secretariado especializado para administrar el asunto; f) se tendrá la oportuni‑dad de presentar memoriales por escrito y tener por lo menos una audiencia pública.

Si se optara por los recursos locales, se seguiría la práctica adminis‑trativa y fiscal may conocida por abogados y jueces.

2. ¿Con qué Criterio?

El sistema de notificaciones aplicable a los páneles binacionales es incompatible con el sistema altamente formalista que impera en

�2 La Ley de Ingresos publicada en el DOF el 23 de diciembre de 1990 señala en su artículo 1°, fracción VII, como aprovechamientos (naturaleza jurídica similar a las multas) las cuotas com‑pensatorias, esperando recibir por este concepto 69.� millones de pesos durante 199�.los aprovechamientos son ingresos que percibe el estado por funciones de derecho público dis‑tintos de las contribuciones, de los ingresos derivados de financiamientos y de los que obtengan los organismos descentralizados y las empresas de participación estatal.

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los tribunales mexicanos, específicamente en el TFF. De acuerdo con la Regla 25 de las reglas de Procedimiento, las notificaciones en los procedimientos ante dichos páneles es inentendible e inaceptable �3 en la práctica judicial de México, pues la simple entrega de documentos en el domicilio señalado por los participantes para oír y recibir notifi‑caciones, o el envío de los mismos por facsímil o por servicio expedito de mensajería o de correo, no constituye prueba fehaciente e irrefuta‑ble de que los documentos fueron enviados y efectivamente recibidos por los demás participantes. En México, los tribunales federales y el TFF han sido bastante reticentes en admitir la entrega de documentos a las partes en los juicios y a los propios tribunales, a través de servi‑cios de mensajería �4.

Todo abogado mexicano recuerda que en los primeros días de es‑tudiante le dijeron que el fin del derecho es la justicia y la seguridad jurídica, incluso sus profesores le infundieron una fe absoluta en la certeza jurídica como un dogma incuestionable en el que debería ci‑mentarse todo el orden jurídico mexicano �5. Si se optara por el TFF quedaría seguro que se debería aplicar el criterio de revisión, inclu‑yendo los preceptos constitucionales y aplicar los artículos 23� y 239 del CFF. Hasta la fecha no queda claro con qué criterio revisarán los páneles �6. El texto del TLCAN ordena en el artículo 1904 (2) que al revisar una resolución definitiva para «determinar si esa resolución estuvo de conformidad con las disposiciones jurídicas en materia de cuotas antidumping y compensatorias de la Parte importadora». Para este efecto, las disposiciones jurídicas en materia de cuotas antidumping y compensatorias consisten en leyes ��, antecedentes legislativos,

�3 Luis Manuel Pérez de Acha, op. cit., p. 120.�4 En lo que hace a las notificaciones por facsímil, a partir del 1 de enero de 1996 se ha aceptado que

el TFF practique las notificaciones por este conducto, siempre que la parte que los recibe extienda el acuso de recibo por la misma vía.

�5 Un desarrollo de esta idea puede verse también en John Henry Merryman, The Civil Law Tra-dition, An Introduction to the Legal Systems of Western Europe and Latin America 48 (2nd ed. 1985).

�6 MEX‑94‑1904‑02 en texto correspondiente a la nota 11�.�� Énfasis nuestro. Nuevamente queremos mencionar que la Constitución es una ley, pues su mismo

artículo 133 la define como «la ley suprema».

HERNANY VEYTIA PALOMINO JOSÉ ÁNGEL GUTIÉRREZ

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reglamentos, práctica administrativa y precedentes judiciales per‑tinentes, en la medida en que un tribunal de la Parte importadora podría basarse en tales documentos para revisar una resolución defi‑nitiva de la autoridad investigadora competente.

Oscar Wilde decía que experiencia es el nombre que uno da a sus errores pasados; esperamos que con la experiencia de los primeros pá‑neles en donde se aplicó el criterio de revisión mexicano, en el futuro se logre la justicia y seguridad anhelada en todo sistema jurídico.

• Índice General§ Índice ARS 21

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ACTUALIDAD ACADÉMICA

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DE LA NECESIDAD DE REFORMAR LA LEGISLACIÓN FINANCIERA CONFORME A LOS REQUERIMIENTOS

DE LOS MERCADOS 1

Carlos M. Díez García

Primeramente quiero agradecer a Consultoría y Evaluación Corpo‑rativa, S.C. y especialmente a su Director General, el señor licenciado José Alberto López Valadez por la invitación a participar en éste tan interesante ciclo de conferencias que responde a la necesidad de re‑plantear el papel de los juristas en aras de pugnar por un mejor Estado de Derecho. No debe quedar la menor duda de que foros como éste coadyuvan en gran medida a lograr tal fin.

Antes de desarrollar la conferencia que me corresponde, no qui‑siera dejar pasar la oportunidad de compartir con ustedes; estimados colegas, algunos puntos de vista acerca del título de nuestro ciclo de conferencias, dado que éste invita por sí mismo a la reflexión.

El papel del Estado es de extrema importancia en la tarea de definir, aplicar y dar vigencia al Derecho Positivo. De tal forma encontramos que corresponde al poder legislativo discutir y aprobar, en su caso, leyes que regulen lo mejor posible la conducta de los gobernados en

1 Conferencia preparada por el licenciado Carlos M. díez, socio del despacho Martínez, algaba, estrella, de haro y Galván‑duque, s.C., dentro del cicio de conferencias «el abogado Frente a la recomposición Jurídica de México», organizado por Consultoría y evaluación Corporativa, s.C., impartida el 18 de febrero de 1999 en la Ciudad de México.

• Índice General§ Índice ARS 21

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sus diversos campos de actividad; al poder ejecutivo, que dichas le‑yes efectivamente se apliquen sin excepción alguna, y con ello hacer efectivo y vigente el orden jurídico; y al poder judicial, llevar a cabo una labor continua de interpretación, aplicación y sanción de las leyes, y con ello hacer reales y efectivas las notas de coercitividad de las normas jurídicas.

Lo expresado, aunque resulte obvio, no se actualiza en el diario devenir de la señalada actividad estatal básica. En efecto, encontramos que los poderes estatales al dejar de ejercer adecuada y puntualmen‑te su función, o al subordinar la misma a la satisfacción de intereses particulares o de grupo, merman sensiblemente la finalidad última del Estado que es la satisfacción del bienestar general o común. De lo anteriormente dicho, es donde ubicamos la necesidad de replantear el papel del abogado en el México de hoy. Es a dicha problemática a la que como juristas tenemos que responder con mayor compromiso y coadyuvar a detener tan indeseable dinámica que a veces pareciere no tener arreglo.

Vale la pena citar al respecto al maestro Rudolph Ihering que en su obra El Fin del Derecho nos dice: «Sólo donde el poder del Estado acata el orden por él establecido, adquiere el último su verdadera segu‑ridad; sólo donde el derecho domina, prospera el bienestar nacional, el comercio y la industria se vuelven florecientes; sólo ahí se desarrolla la fuerza moral y espiritual inherente al pueblo en su vigor pleno. El derecho es la política bien comprendida del poder, no la política miope del momento, el interés del instante, sino la política de larga visión, que mira al futuro y considera el fin».

Nos corresponde a nosotros ser garantes de que la función estatal re‑gulada en todo momento por el Derecho, se actualice en favor de las ne‑cesidades más urgentes y prioritarias de sus gobernados. No puede con‑cebirse a un jurista que se someta a un supuesto orden estatal y jurídico, que al alejarse de sus finalidades más elementales, pretenda imponerse a seres racionales y libres con el fin de ser acatado. Tampoco es dable a un jurista dejar de externar sus puntos de vista acerca de las fallas o vicios en

CARLOS M. DÍEZ GARCÍA

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los procedimientos utilizados por los Poderes Estatales para implementar sus funciones. De nada sirve un Estado de Derecho comprometido en lo sustancial con las necesidades de sus nacionales sin una adecuada funcio‑nalidad de los órganos que lo representan. Tan indeseable es un Estado apartado del bienestar general como uno disfuncional.

Habiendo externado las anteriores reflexiones, me corresponde tratar el tema de la necesidad de reformar la Legislación Financiera a las ne‑cesidades de los mercados, partiendo fundamentalmente de realidades conocidas empíricamente en el ejercicio de la profesión y de diversas reflexiones surgidas al impartir la cátedra de derecho financiero en la Dirección de Estudios de Post‑Grado de la Universidad Panamericana.

No cabe duda que uno de los campos de la actividad estatal donde más se ha cuestionado la eficiencia de la legislación y de la aplicación de la misma es el financiero. A diario, los medios de comunicación nos dan a conocer noticias acerca de la problemática que existe en el aumento de la cartera vencida, en detrimento de los intermediarios financieros. También somos sabedores de que muchos de los apoyos financieros que fueran otor‑gados antes de la crisis económica de 1994, no tuvieron el debido soporte de naturaleza contractual y de garantías para tratar de cobrar los mismos.

Entrando de lleno al tema que nos ocupa, definamos como punto de partida de nuestra exposición a la legislación financiera, en sentido lato, como el conjunto de normas jurídicas que regulan básicamente la constitución, organización y, sobre todo, las operaciones de los diver‑sos intermediarios financieros autorizados por el Estado. Las fuentes formales de la normatividad financiera las podemos encontrar funda‑mentalmente en la legislación, la jurisprudencia y en la normatividad de carácter general surgida de los órganos administrativos competen‑tes del Estado en la materia en cuestión (Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Banco de México, Comisión Nacional Bancaria y de Valores y Comisión Nacional de Seguros y Fianzas) 2.

2 la razón primordial de dicha regulación obedece en gran medida, al tema de esta conferencia, es decir, adecuar la normatividad a los requerimientos de regulación de los mercados financieros.

DE LA NECESIDAD DE REFORMAR LA LEGISLACIÓN FINANCIERA CONFORME A LOS REQUERIMIENTOS DE LOS MERCADOS

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La legislación financiera tiene su fundamento constitucional en la facultad que nuestra Norma Fundamental concede al Congreso de la Unión para legislar sobre aspectos comerciales y más específicamente en aspectos relacionados con la intermediación y servicios financie‑ros. El artículo �3, fracción X señala: «El Congreso de la Unión tiene facultad: [...] X. Para legislar en toda la República sobre hidrocarbu‑ros, minería, industria cinematográfica, comercio, juegos con apuestas y sorteos, intermediación y servicios financieros [...]».

La fracción antes transcrita en lo que al tema que nos ocupa con‑cierne es producto de la reforma constitucional contenida en el «De‑creto por el que se reforman los artículos 28, �3, y 123 de la Cons‑titución Política de los Estados Unidos Mexicanos» publicado en el Diario Oficial de la Federación, de fecha 20 de agosto de 1993 y en vigor al día siguiente de la citada publicación. Cabe señalar, asimismo, que en virtud de dicho decreto se derogaron las normas constitucionales derivadas de la expropiación bancaria de 1982 que consignaban la prestación del servicio público de banca y crédito como área estratégica a ejercerse exclusivamente por el Estado. Vale la pena señalar que el ordenamiento a comentario también estable‑ce el sustento constitucional respecto de la autonomía del Banco de México al dejar de ser ése un organismo descentralizado del Gobier‑no Federal y pasar a ser un órgano autónomo en el ejercicio de sus funciones y en su administración.

Por otra parte, en cuanto a la legislación se refiere, encontramos que básicamente la mayor parte de las relaciones jurídicas de índole financiero, se encuentra regulada por leyes especiales en la materia, y en lo no establecido por ellas se estará a lo previsto en la legisla‑ción mercantil de carácter general. También resulta importante señalar que los usos y prácticas mercantiles tienen un rol preponderante en la contratación financiera sobre todo en el ámbito bursátil. En lo que concierne a la supletoriedad de la legislación civil y no obstante que la propia legislación financiera la autoriza expresamente, debe tenerse mucho cuidado en la aplicación de dicha supletoriedad, debido a los criterios que con carácter de jurisprudencia fueran dados a conocer

CARLOS M. DÍEZ GARCÍA

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por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en ocasión del análisis de las contradicciones de tesis relacionadas con la capitalización de intereses en operaciones de apertura de crédito.

Nuestra doctrina aborda con especial detalle la circunstancia rela‑cionada con !a autonomía del Derecho Financiero respecto de la posi‑ción de considerar éste con el carácter de Derecho Mercantil Especial. Puede establecerse que a partir de los señalados criterios de nuestro Máximo Tribunal, si bien no puede hablarse de una completa autono‑mía respecto de la legislación común o mercantil, sí puede conside‑rarse el Derecho Financiero como una especialidad paralela influida por el Derecho Civil y el Derecho Mercantil en cuanto al contenido y alcance de las operaciones financieras, así como la forma de cons‑titución de los diversos intermediarios financieros; y por el Derecho Administrativo en cuanto a la constante elaboración de criterios de na‑turaleza general y particular por parte de los órganos estatales compe‑tentes, así como por las diversas normas que regulan la participación de las instituciones de banca múltiple en el mecanismo de protección al ahorro bancario previsto en la «Ley de Protección al Ahorro Ban‑cario» publicada en el Diario Oficial de la Federación de fecha 19 de enero de 1999 y en vigor al siguiente día de su publicación.

Partiendo de la dinámica de los mercados financieros, encontramos que la normatividad en la materia ha quedado en muchos aspectos rebasada por esa misma dinámica en perjuicio de un adecuado desa‑rrollo del sistema financiero mexicano en lo general. Como ejemplo de dicha problemática, podemos citar que la «Ley de Instituciones de Crédito» publicada en el Diario Oficial de la Federación del día 18 de julio de 1990, en vigor el 1 de agosto de dicho año, no estableció mecanismos de regulación propia de entidades privadas al establecer disposiciones que aplican propiamente a entidades de naturaleza pa‑raestatal. Recuérdese que la ley a comentario fue publicada en una época en que el Estado mantenía la propiedad de prácticamente todos los bancos del país.

Otro aspecto que aunque de naturaleza formal se mantiene a la zaga de la dinámica de los mercados financieros es una inade‑

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cuada dispersión normativa. En efecto, la normatividad financie‑ra aunque compuesta de diversas leyes, mantiene muchas notas en común al tener estructuras de los intermediarios similares, así como principios generales muy relacionados entre sí en cuanto al tenor y al alcance de las operaciones se refiere. Encontramos que la interpretación de las normas en la materia se complica al existir diversos ordenamientos que tratan respecto de una operación en lo particular. Como ejemplo, podemos citar la regulación aplicable al depósito bancario de dinero y de títulos a la «Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito» en su capítulo II, secciones I y II que trata acerca de los depósitos bancarios de dinero y de títulos, respectivamente. Por su parte, el Código de Comercio en su título cuarto, capítulo I, consigna diversas disposiciones que también le resultan aplicables a dicho tipo de depósitos al tener éstos la cali‑dad de mercantiles. Por último, la ley especial de la materia que es precisamente la bancaria, consigna normatividad en dicho aspecto. Por todas estas similitudes debe existir, en mi opinión, un código de carácter financiero que agrupe las operaciones y sólo dejar en el Código de Comercio los enunciados generales para que se permita la contratación de depósitos, préstamos o cualquier tipo de opera‑ción mercantil en lo general.

Por otra parte, encontramos que la regulación aplicable a las ope‑raciones activas de las instituciones de banca múltiple, debe ser sujeta a una permanente actualización, sobre todo en lo que concierne a los mecanismos de garantía previstos en la legislación positiva. En efecto, resulta increíble que nuestra normatividad en la materia todavía no pueda adecuarse a los estándares internacionales en lo que concierne a la creación y mantenimiento de garantías.

Para ejemplificar lo mencionado anteriormente, tenemos el caso de la constitución de garantía prendaria, donde encontramos que en términos de lo previsto en el artículo 344 de la Ley General de Tí‑tulos y Operaciones de Crédito ésta se reduce a la entrega de la cosa pignorada al acreedor prendario, es decir, a la transferencia misma de la posesión o «desposesión» de la cosa. Esta circunstancia por sí sola

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presenta serios problemas. Los más importantes derivan de la nece‑sidad de permitir la constitución de la prenda sin tener que privar al deudor prendario de la «cosa pignorada».

Se ha notado la creciente necesidad de que disposiciones que ex‑cepcionalmente permiten la constitución de prenda sin desposesión, como es el caso del artículo 329 de la ley antes apuntada que señala: «En los casos de créditos refaccionarios o de habilitación o avío, la prenda podrá quedar en poder del deudor. Éste se considerará para los fines de la responsabilidad civil y penal correspondiente, como depositario judicial de los frutos, productos, ganados y aperos y de‑más muebles dados en prenda», así como la prenda prevista en el último párrafo del artículo 69 de la Ley de Instituciones de Crédito que establece:

Se exceptúa de lo dispuesto en el primer párrafo de este artículo, la prenda que se otorgue con motivo de préstamos concedidos por las instituciones de crédito para la adquisición de bienes de consumo duradero, la cual podrá constituirse entregando la factura que acredite la propiedad sobre la cosa comprada, haciendo en ella la anotación respectiva. El bien quedará en poder del deudor con el carácter de de‑positario, que no podrá revocársele en tanto esté cumpliendo con los términos de los préstamos.

Ambas excepciones bien pudieran constituir ahora las reglas gene‑rales para la constitución de este tipo de garantía.

Efectivamente, se otorgarían elementos adicionales de garantía a los deudores que al encontrar que sus operaciones de crédito se están dentro de las normas de excepción que pasarían a ser generales, se‑gún lo que se propone, podrían ofrecer a las instituciones bancarias mayor posibilidad de constituir garantías respecto de bienes mue‑bles como soporte a las mismas. En la actualidad, al no estarse a las mencionadas normas de excepción entratándose de bienes mubles y al existir la necesidad de la desposesión de los mismos, se tiene que acudir a la institución del fideicomiso, en su modalidad de ga‑

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rantía, para llevar a cabo la transmisión fiduciaria de la propiedad de los bienes muebles y nombrándose al fideicomitente —que es el propietario mismo— como el depositario de los bienes afectos al fideicomiso.

En línea con lo anterior, otra creciente necesidad que los abogados con especialidad en la materia hemos notado, es la de establecer en la Legislación Financiera la posibilidad de que las entidades financieras del exterior, puedan otorgar préstamos o créditos con el soporte de la garantía prendaria para préstamos de consumo duradero como lo seña‑lado en el último párrafo del artículo 69 de la Ley de Instituciones de Crédito, anteriormente trascrito y con el soporte o apoyo en hipotecas industriales como lo apunta el artículo 6� de la citada ley bancaria.

En efecto, toda vez que se hacen cada vez más ineludible los re‑querimientos de créditos del exterior, en virtud de la falta de finan‑ciamientos en moneda nacional y en el caso de que los hubiere, lo oneroso que éstos resultan, las empresas tienden a solicitar apoyos de entidades extranjeras y dichos intentos se ven afectados por el muy reducido catálogo de garantías que éstas puedan otorgar a sus futuros acreedores. En mi opinión, la falta de legislación que permita la cons‑titución de dichos gravámenes como los previstos en la Legislación Bancaria a favor de las referidas entidades extranjeras, atenta contra el principio de trato nacional establecido en el capítulo de Apertura a Servicios Financieros de los distintos Tratados de Libre Comercio de los que México es parte.

Por lo que se refiere a los instrumentos de emisión de deuda respec‑to de proyectos de infraestructura, encontramos que los certificados de participación ordinaria a los que alude el capítulo V bis de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito, vienen considerándose como tales, no obstante que sólo dan derecho a una parte alícuota del derecho de propiedad o de la titularidad de los bienes constituidos o afectos al fideicomiso que emitió dichos títulos. En el sentido de efectivamente considerar a dichos certificados como instrumentos de deuda, a falta de otros instrumentos que permitan su colocación en los

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mercados, es que consideramos que la legislación debe modificarse para los efectos ya señalados.

Quizá la reforma más solicitada y requerida por los mercados finan‑cieros es la correspondiente a una modificación integral de la norma‑tividad que le resulta aplicable a nuestro sistema judicial es en verdad inverosímil que los procedimientos, así como los plazos que actual‑mente imperan, favorezcan indiscriminadamente la falta de recupe‑ración o reposesión de los bienes afectos a cualquier tipo de garantía. Debemos pugnar porque exista un adecuado equilibrio en el procedi‑miento, pero también porque justamente los acreedores puedan hacer efectivas sus garantías en forma pronta y expedita, una vez probadas ante los jueces competentes las acciones correspondientes.

Una vez señalados algunos ejemplos en lo particular, permítanme, estimados colegas, volver a ampliar más el tema de nuestra conferen‑cia. Coincido con Alonso Cuevas del Villar, que en su artículo «Ac‑tualización del Marco Regulatorio del Sistema Financiero», publicado por el Foro en el segundo semestre de 1994, nos dice que la reforma a la legislación financiera en un sentido más amplio debe comprender una tendencia a tres principios básicos: la desregulación; la autorregu‑lación; y aspectos sistemáticos.

Se entiende como desregulación a decir de Itzhac Swary y Barry Topf, en su obra La Desregulación Financiera Global a la tendencia en la que la supervisión y la regulación se centran en el nivel de riesgo general en el que operan los intermediarios, al mismo tiempo que se minimiza la interferencia operativa de las dependencias públicas en la actividad financiera.

La autorregulación consiste en la capacidad de las instituciones in‑tegrantes del Sistema Financiero de crear instituciones, mecanismos y normas que les permitan una coordinación adecuada para mejorar su participación en la actividad económica y para elevar los niveles de eficacia de las Operaciones, ello sin realizar acuerdos que alteren su competencia en perjuicio del público.

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Finalmente, como tercer principio, tenemos los aspectos sistemá‑ticos que se refieren a la necesidad de que las normas aplicables al sector financiero tengan la jerarquía necesaria para su validez, que estén exentas de contradicciones y de lagunas y que estén organizadas de manera que se facilite su consulta e interpretación.

En virtud de los principios expuestos, se presentan a continuación algunas propuestas para una normatividad futura de nuestro sistema financiero:

• Contar con un Código Financiero único, que regule congruente‑mente las instituciones y las operaciones de todos los intermedia‑rios financieros.

• Establecer en el Código Financiero el alcance, el objetivo y las ca‑racterísticas formales de las normas generales que podrán expedir los órganos federales competentes. Asimismo, establecer en el Có‑digo Financiero la institución de la afirmativa ficta para los trámites o requerimientos de permiso previo establecidos en la Legislación Financiera y, por último, fijar en él criterios para racionalizar y re‑ducir las demandas de información de las autoridades financieras, asegurando el respeto al secreto bancario (o financiero).

• Reducir, sistematizar y publicar las normas administrativas aplica‑bles al sistema financiero.

• Establecer mecanismos obligatorios de coordinación y de consulta previa en la preparación de normas generales por parte de las auto‑ridades financieras.

• Eliminar infracciones y tipos penales ambiguos que han dado lugar a la falta de aplicación de las normas tuteladas en los diferentes tipos penales, y simplificar los requisitos de procedencias de las acciones penales.

• Distribuir de manera eficiente las atribuciones de las distintas auto‑ridades financieras, partiendo de criterios de política financiera de

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largo plazo para que dicha distribución de atribuciones no responda a necesidades de la administración pública en turno.

• Reducir al mínimo justificado los actos sujetos al régimen de per‑miso previo.

• Modificar íntegramente el sistema judicial para hacer más expe‑ditos y eficientes los procesos en los que se vean involucrados los intermediarios financieros.

Otro aspecto que debe tomarse en cuenta en la modernización o reforma de la Legislación Financiera es el relativo al contexto de la globalización internacional. En este sentido, se señala que debido a la creciente interdependencia de los mercados financieros existe un cre‑ciente consenso en que la supervisión y regulación financiera deben ser armonizadas más allá del ámbito nacional.

La globalización por sí misma significa retos a los cuales hay que enfrentarnos. En este sentido, como ya se señaló anteriormente, nues‑tra legislación debe ser compatible con la normatividad internacional que nos resulte aplicable en virtud de la celebración de tratados o con‑venios internacionales por parte de México.

Por todo lo expuesto, podemos concluir que hay diversos aspectos de carácter general y particular que nos invitan a reflexionar sobre la necesidad de adecuar nuestra Legislación Financiera a los requeri‑mientos de los mercados. Resulta imprescindible que dicha reforma se lleve a cabo sobre el eje fundamental de cualquier régimen jurídico: el Estado de Derecho. Por su atención, les quedo muy agradecido.

• Índice General§ Índice ARS 21

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RULE OF LAW Y ESTADO DE DERECHO (UNA REFLEXIÓN DESDE LA UNIÓN EUROPEA) 1

Antonio Carlos Pereira Menaut

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Aunque muchas personas consideran ambas denominaciones 2 como equivalentes, están lejos de serlo. Y no se trata de una dificultad lingüísti‑ca sino de visiones jurídicas y constitucionales radicalmente diferentes.

Dentro del gran capítulo constitucional formado por el Imperio del Derecho o Estado de Derecho 3 suele admitirse la distinción entre Rule of Law y Régime Administratif aunque hoy estén ambos notablemente

1 Conferencia dictada en el curso Programa de doctorado de la universidad Panamericana en junio de 1999. se han añadido notas al pie y bibliografía.doy las gracias al maestro compostelano álvaro d’ors por haberme insistido en la necesidad de distinguir estos dos conceptos.

2 Rule of Law significa literalmente «regla del derecho», pero también «supremacía del derecho» o «gobierno conforme al derecho»; a falta de algo mejor se puede traducir por «imperio del dere‑cho». Con todo, para evitar confusiones, en esta ocasión no lo traduciremos. la expresión tiene poco más de cien años (diCey); la idea de la sumisión de gobernantes y gobernados a un derecho común a todos tiene su origen en la edad Media (Rex non debet esse sub homine sed sub Deo et sub lege) y puede verse con bastante claridad en el Segundo Tratado de locke. rechtsstaat, «estado de derecho», fue la contribución alemana a la superación del absolutismo y expresa, más que la sumisión al derecho, la regularidad e institucionalización del estado, que ya no gira sólo en torno a la persona del príncipe.

3 «imperio del derecho» es una expresión que ha penetrado mucho menos que «estado de dere‑cho» pero tiene las ventajas de subrayar la sumisión del poder al derecho y de no implicar la previa existencia de un estado. no se debe asociar con el imperium romano. el genérico imperio del derecho, de esta manera, cubriría tres modalidades: la Rule of Law, el estado de derecho y el régimen administrativo, si bien el último no sería, en su origen, una forma de sumisión del poder al derecho sino más bien la negación.

• Índice General§ Índice ARS 21

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evolucionados y se pueda hablar, desde hace tiempo, de un Derecho administrativo inglés. En cambio, no suele reconocerse diferencia al‑guna digna de mención entre el primero y el Estado de Derecho, como si no fuera más que una manera inglesa de designar de una forma diferente lo que los demás llamamos de otra manera. Incluso hay au‑tores que dicen expresamente que es lo mismo con distintas palabras. Acercando la lupa, lo más que se concede es la consabida diferencia genérica, tan corriente en el mundo jurídico, entre lo inglés y lo euro‑peo continental e hispanoamericano.

El propósito de esta breve intervención mía es someter a conside‑ración de ustedes que la Rule of Law es distinto no sólo del Régimen Administrativo sino también del Rechtsstaat.

Hay que admitir que la diferencia entre Rule of Law y Estado de Derecho no es hoy tan grande, comparando, por ejemplo a Inglaterra y Estados Unidos con Alemania, pero en el origen histórico y en el terreno conceptual, sigue siendo notable. En nuestros días las diferen‑cias son menores porque, por un lado, todos somos más judicialistas, como lo es, por ejemplo, el Tribunal Constitucional Federal alemán de Karlsruhe, y, por otro lado, en los países de la Rule of Law se ha producido una reducción del peso de sus contenidos historicistas o iusnaturalistas y una expansión del Derecho que no es de Common Law (el Statute Law o Derecho legislado) tanto en Inglaterra como en Estados Unidos.

Aun así, sigue siendo cierto que Rule of Law y el Common Law retienen la aceptación de un cuerpo jurídico anterior y exterior al Es‑tado o al titular actual del poder legislativo. También retienen la na-tural justice, si bien algunos replicarán que se ha convertido en algo meramente procesal, y el fair play. Conservan también la importancia de lo razonable, si bien algunos replicarán que los principios de la ra‑zonabilidad ya han sido admitidos y desarrollados, con ése o con otro nombre, en la jurisprudencia y la doctrina científica de otros países. No es ocioso notar que estas aproximaciones lo son más del Estado de Derecho hacia Rule of Law que al contrario, como lo es también la tendencia a desarrollar un Derecho del caso y de principios, que puede

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observarse en el Derecho público francés y en el nuevo Derecho de la Unión Europea. Al mismo tiempo, no puede negarse que la Rule of Law se ha acercado también al modelo contrario en distintos aspectos, notablemente subrayados por los autores continentales contrarios a la distinción que aquí se hace.

Aparte de que las diferencias históricas y conceptuales justificarían por sí solas que les dedicáramos nuestra atención, sobreviven aspectos en los que ambas figuras no coinciden. Comenzaremos esta reflexión que someto a la consideración de ustedes por uno de ellos, no el más notado pero sí uno de los que se conservan más visibles.

2

En 199� falleció la princesa Diana de Gales, en París, cuando su automóvil se estrelló a gran velocidad intentando huir de la indiscre‑ción de los reporteros gráficos. Se originó entonces un debate sobre cómo proteger la intimidad de las personas públicas. Muchos decían que hacía falta una ley más dura y una regulación que no dejase fisu‑ras a los periodistas desaprensivos. Sin embargo, en Inglaterra, Lord Wakeham, presidente de la Press Complaints Commission, defendió otra solución, pues en Francia, donde la princesa falleció, existía ya una ley muy estricta. La solución, según él, está en la autolimitación de la prensa y en llegar a un acuerdo con periodistas y fotógrafos para no invadir la intimidad de personajes públicos como la desaparecida princesa y sus hijos 4. Lord Wakeham dijo que el actual sistema britá‑nico, basado en la autorregulación de la prensa y la tramitación por la citada Comisión de las quejas que se planteen 5, es rápido y gratuito y funciona bien, y que, si se dictara una ley, en la práctica se privaría al ciudadano medio de la posibilidad real de defenderse, porque tendría que acudir a la justicia, cara y más lenta.

4 The Times, 10‑iX‑1997, p. 7. respecto de los hijos, el pacto de mantenerlos al abrigo de la indis‑creción periodística hasta que salgan de la universidad ya existía y ha venido funcionando con éxito.

5 esa Comisión no es un tribunal de justicia ni está formada por jueces.

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Éste es un caso en el que puede apreciarse cómo el Rule of Law se distingue del Rechtsstaat. La primera no lleva al extremo la re‑gulación legal de todo ni la perseguibilidad de toda queja ante los tribunales de justicia. Rule of Law se fija más en obtener buenos resultados reales, si bien para ello depende de que no sólo los tri‑bunales sino también la prensa (en ese ejemplo), actúen conforme a Derecho y cumplan la parte que les corresponda. En España, el Estado de Derecho después de 19�8 tiende a no dejar zonas im‑penetrables al escrutinio jurisdiccional: la teoría es defendible; la práctica da lugar a que todo se legisle. Y si todo se legisla, todo puede ser llevado ante los jueces, desde la provisión de una cáte‑dra universitaria hasta la permanencia de un equipo de fútbol en primera división, pasando por las decisiones de la administración penitenciaria sobre disfrute de permisos por los reclusos 6. Así, el Estado de Derecho, al no dejar áreas exentas de este tipo de con‑trol, termina por judicializar todo, queriéndolo o sin quererlo, por legalista que fuera su origen. Cuando eso se extiende a la política los efectos son negativos: la máxima judicialización de la política produce la politización de la justicia y puede acarrear el efecto no buscado de la irresponsabilidad política de los políticos. Éstos, ale‑gando que los conflictos están sub iudice, se sustraen a la responsa‑bilidad parlamentaria �. La experiencia muestra que este fenómeno también es negativo para los jueces, a los cuales se arrojan los casos difíciles políticos 8, con lo que se convierten en blanco de la

6 en españa, en el verano de 1998, al concederse un permiso al famoso recluso Mario Conde, el Presidente de las Cortes Generales, como otras personas, sostuvo que esa competencia de‑bía trasladarse a los tribunales. en este caso concreto, la judicialización tiene cierto fundamento porque compete a los jueces juzgar y hacer ejecutar lo juzgado (artículo 117.3 de la Constitución), y además porque la administración penitenciaria no puede desvirtuar de facto las sentencias, como si fuera un contrapoder judicial. Pero tampoco tiene sentido hacer intervenir a los jueces en todo permiso mínimamente discutible que se conceda a un recluso. la lucha contra las áreas de actividad administrativa exentas del control jurisdiccional fue uno de los grandes temas constitu‑cionales a partir de 1978, y todos reconocen que dio lugar a un progreso innegable en ese sentido. ahora se trataría de corregir la excesiva judicialización.

� ésta era poco menos que doctrina oficial del gobierno socialista de Felipe González, en españa, entre 1982 y 1996.

8 Por ejemplo, el procesamiento del ex ministro español Barrionuevo en 1998 por las actividades ilegales de los Gal (grupos armados creados desde el Gobierno, al parecer) en la lucha contra eta.

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acusación de carencia de legitimidad para resolver cuestiones po‑líticas y de activismo judicial excesivo. También es inevitable que los medios de comunicación intervengan: sumando todo ello a la intervención de los políticos, se puede dar lugar a una presión muy incómoda para un poder pasivo y en cierto modo débil como es el judicial 9. Y no hay que descartar que haya jueces que, con diversas argumentaciones, decidan dar curso a sus propias ideologías.

3

Efectivamente, aunque la Rule of Law y el Rechtsstaat comparten la idea general de la actuación de la potestad política conforme a De‑recho, examinados más de cerca muestran grandes diferencias, cuya raíz está en lo que se entiende por «Estado» y por «Derecho» en cada caso. Veámoslo.

En primer lugar, Rule of Law tiene una concepción más pluralista del Derecho, que comprende Common Law, jurisprudencia, leyes, principios de justicia natural, equidad y libros de autoridades 10. El Estado de Derecho identifica Derecho con ley escrita 11 y hace hin‑capié en el principio de legalidad. En cambio, si consultamos un diccionario jurídico de un país de Common Law es posible que el principio de legalidad no figure, o figure sólo como una cuestión de Derecho Penal.

En segundo lugar, en Rule of Law se presupone el Derecho; en el Rechtsstaat se presuponen el Estado, la soberanía y la concepción del Derecho como norma escrita.

9 recordaremos que el judicial no es un poder en el mismo sentido que los otros dos y no es ad‑ecuado para resolver conflictos políticos. en el fondo, sólo está cómodo cuando adjudica entre iguales y, mejor aun, entre particulares.

10 el Rule of Law fue un producto específico del Common Law.11 la Constitución alemana de 1949, y tras ella la española de 1978, abren la puerta a una distinción

entre ley y derecho y a una sumisión general al segundo. Pero puede objetarse que, en nuestros días, para la opinión dominante española no cabría un derecho que no fuera reconducible, directa o indirecramente, a la misma Constitución.

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En la tradición jurídica de Common Law la potestad política no monopoliza la producción del Derecho; en la tradición estatista, sí.

Cuarto, en el Rule of Law la sumisión del poder al Derecho es judicia‑rista por principio —en ese sentido es más personal—; en el Estado de Derecho es legalista —más impersonal—, se basa más en el imperio de la ley escrita 12 concebida como manifestación política de la voluntad ge‑neral, y en el principio de legalidad. A pesar de su legalismo oficial, la re‑lación del Estado de Derecho con el judicialismo es contradictoria: como en la práctica ninguna ley se interpreta sola, al final la decisión viene tam‑bién a reposar sobre los intérpretes. De hecho, cada paso en la expansión del Estado de Derecho ha supuesto una nueva ampliación del campo del control jurisdiccional. A pesar de ello, el Estado de Derecho no deja de acariciar la teoría, nunca llevada enteramente a la práctica en ningún país, de que las leyes son autosuficientes, el Derecho es una ciencia y los jueces meros aplicadores 13. La experiencia, en cambio, muestra que cuanto más extensa sea la regulación legal, más cauces se abrirán a la litigación, más normas tendrán los litigantes a su disposición, más conflictos entre leyes habrá y más se necesitará la intervención del intérprete judicial.

En quinto lugar, la Rule of Law tiene un contenido de derechos in‑natos, los birthrights; el Rechtsstaat concibe los derechos como poste‑riores al Estado y a su legislación. Para el Rechtsstaat de los tratadistas alemanes del siglo XIX las limitaciones son autolimitaciones del Esta‑do; para la Rule of Law las limitaciones son extrínsecas (derechos inna‑tos, justicia natural, judicatura independiente, existencia de un Derecho histórico anterior y exterior al positivo). El Estado de Derecho crea un

12 «“estado regido por leyes, no por Constitución”, dice Clavero» (p. 205) a propósito de alcalá Galiano, Lecciones de Derecho Político, 1843. y en 1963 el autor belga r. Wilkin hablaba de «dominio de la ley, incluso anticonstitucional» (voz «Pouvoirs», en Dictionnaire du Droit Public, Bruselas, 1963 cit. por Clavero, 186). este legalismo no impide que, al final, en españa como en otros estados, hayamos venido a parar al nuevo judicialismo sui generis de los tribunales constitucionales. así como el legalismo dio lugar, hace doscientos años, al nuevo judicialismo de las cortes de casación, así ahora el constitucionalismo normativista da lugar al judicialismo de los tribunales constitucionales. lo que es más: el positivismo legalista está desembocando en un nuevo positivismo, el de las sentencias constitucionales. en ambos casos, las paradojas lo son sólo en apariencia: después de lo ocurrido con la casación, no deberíamos esperar orra cosa.

13 Por cierto que si el derecho fuera una ciencia y su aplicación fuera automática, también sobraría el jurado.

RULE OF LAW Y ESTADO DE DERECHO (UNA REFLEXIÓN DESDE LA UNIÓN EUROPEA)

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sistema racional e institucionalizado de normas, y después admite actuar conforme a él.

Por otra parte, el Estado de Derecho también puede ser considerado como una actuación, a menudo positiva, del Estado; por eso se puede hablar del Estado de Derecho Social y Democrático. La Rule of Law pone su énfasis en la sumisión del poder al Derecho, por eso no tendría sentido un Social and Democratic Rule of Law, sino un gobierno que, aparte de someterse al Rule of Law, ponga en práctica el Welfare State.

Y la última diferencia importante es que se puede hablar de una Rule of Law internacional 14, pero nunca de un Estado de Derecho in‑ternacional o supra‑estatal. Como el primero no tiene que ver con los conceptos de Estado y soberanía no tiene inconveniente en superar las fronteras y adaptarse a un mundo sin estados y sin soberanía.

4

Para terminar señalaremos un interesante desarrollo que está tenien‑do lugar en nuestros días. Como los poderes de la Unión Europea están creciendo, tienen que sujetarse a Derecho. Pero como la Unión no es ni va a ser un Estado, no se puede hablar de «Estado de Derecho comuni‑tario europeo». Así, se hacen florituras lingüísticas como «Comunidad de Derecho» y otras denominaciones dudosas. Aparte del problema del nombre, que no es baladí, hay que notar que este nuevo fenómeno parece estar más cerca de la Rule of Law por tres razones al menos. La primera, porque al no ser un Estado, no es anterior al Derecho (por el contrario, la Unión admite abiertamente la tradición jurídica, los derechos humanos y los principios jurídicos anteriores), la segunda, que es un Derecho plura‑lista (contiene principios y jurisprudencia en abundancia), la tercera, que

14 dejamos de lado que sea fácil o difícil ponerlo en práctica. la idea dista de ser nueva, cf. Marsh, «the rule of law as a supra‑national concept» en Guest (ed.), Oxford Essays in Jurisprudence, oxford, oxford university Press, 1961. existe un tribunal penal internacional en la haya, que está ahora juzgando crímenes relacionados con los conflictos de la antigua yugoslavia. Últimam‑ente diversas personalidades, incluyendo el Papa, se han mostrado favorables a un tribunal inter‑nacional estable. otros desarrollos puntuales de esta internacionalización que ya ha comenzado son sobradamente conocidos en hispanoamérica y en españa.

ANTONIO CARLOS PEREIRA MENAUT

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es una forma de sumisión al Derecho abiertamente judicialista (protago‑nizada por jueces, incluso con excesivo activismo judicial).

Y, en fin, para terminar diremos que, nuestros dos conceptos res‑ponden a distintas visiones del Derecho, del Estado y del binomio auc-toritas-potestas, y que ello no debe pasarse por alto. Curiosamente, más útil para el siglo XXI parece viejo la Rule of Law que el moderno Estado de Derecho.

BIBLIOGRAFÍA

Para discutir la distinción entre Rule of Law y Estado de Derecho, la bibliografía disponible es poca, y más aún la que escapa a la general confusión. Aquí mencionaremos sólo la que sigue:

Clavero, Bartolomé, Happy Constitution, Madrid, Trotta, 199�. (Explora incisivamente la distinción.)

Pereira Menaut, Antonio‑Carlos, Lecciones de Teoría Constitucio-nal, Madrid, Colex, 199�, 4a ed.

— El ejemplo constitucional de Inglaterra, Madrid, Universidad Complutense, 1992.

Vid. además la voz «Rule of Law» en los siguientes diccionarios:Blackwell Encyclopaedia of Political Thought, Oxford, Blackwell,

198�, y la bibliografía citada allí.A Concise Dictionary of Law, Oxford, OUP, 1990 (como buen libro

inglés, dice poco sobre este tema).— Robertson D., Penguin Dictionary of Politics, Londres, Penguin

(puede decirse lo mismo).— Walker, D., The Oxford Companion to Law, Oxford, OUP, 1980.

(Demasiado pesimista y referido al momento en que los sindicatos dominaban la escena pública británica.)

• Índice General§ Índice ARS 21

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ALGUNOS PROCEDIMIENTOS PARAPROCESALES EN MATERIA

ADMINISTRATIVA BAJO LA PERSPECTIVA DE LA TEORÍA DEL PROCESO

Alberto Said Ramírez

Sumario: I. Procesos u procedimiento, 1. Distinción entre proceso y procedimiento, 2. Procedimientos jurídicos 3. Procedimientos pa-raprocesales en materia administrativa, 4. Procedimientos conten-ciosos (administrativos y jurisdiccionales); II. Las instancias en el derecho procesal y en los procedimientos para procesales, 5. Teoría de las instancias según el Dr. Humberto Briseño Sierra, 6. Algunas instancias paraprocesales —a título meramente ejemplificativo— en el Código Fiscal de la Federación que eventualmente desemboca en un proceso administrativo, 6.1. Forma y requisitos para instar ante las autoridades fiscales, 6.2. Consultas, confirmación de criterio, 6.3. Aclaración administrativa, 6.4. Solicitud de declaración de pres-cripción de créditos fiscales y solicitud de declaración de caduci-dad; III. Los medios de confirmación probatoria en el campo jurídico (en general, en los procedimientos paraprocesales y en los procesos jurisdiccionales), 7. Los medios de confirmación en el campo jurí-dico, 8. Algunos procedimientos comprobatorios de la autoridad en el Código Fiscal de la Federación, 8.1. Requerimientos, 8.2. Visitas domiciliarias; IV. Instancias o remedios atípicos, 9. La reconsidera-ción de la autoridad fiscal según el Artículo 36 del Código Fiscal de la Federación; V. Las resoluciones que recaen en los procedimientos paraprocesales, 10. El principio de legalidad, 11. Los principios de congruencia, motivación y exhaustividad de las resoluciones a la luz de la teoría general del proceso, 12. Las formalidades de los actos administrativos.

I

1. Distinción entre Proceso y Procedimiento

Antes de hablar sobre la relación y diferencia entre estos concep‑tos, es conveniente —así sea en volandas— nos ubiquemos dentro

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de la sistemática jurídica, para conocer el terreno donde pisamos. El doctor Cipriano Gómez Lara, en su tesis doctoral 1, desarrolla este importante tema: el de la sistemática, que tiene la gran utilidad prácti‑ca de ubicarnos. Es útil al hablar de cualquier tema jurídico, y el que ahora nos ocupa, Proceso y procedimiento, no es la excepción pues no es igual aludir a estos términos dentro de los tres grandes sectores de lo jurídico procesal. Estos tres sectores son:

a) El mundo conceptual;

b) El mundo normativo; y

c) El mundo fáctico.

El campo de la ciencia es el de los conceptos —representaciones mentales del conocimiento—. Es el campo de la doctrina, los textos, la docencia, celebración de congresos, simposia, seminarios, mesas redondas, y los cursos, como éste. El segundo sector es el normativo, es más amplio que el de las leyes, pues en él se encuentran también los tratados internacionales, las reglas, normas técnicas, los reglamentos y hasta la jurisprudencia. El tercer plano es el mayor, el más rico y mutable: son los hechos y los actos jurídicos que todos los días, y en todo lugar y momento ocurren.

Para efectos prácticos convendrán conmigo que no es lo mismo hablar del proceso y el procedimiento en los tres campos, pues si el sector académico los separa, el mundo normativo —como los códi‑gos— una y otra vez los hace sinónimos, y también en el mundo fácti‑co los confundimos. Encontraremos que en la práctica diaria, en lo que se conoce como Foro, se emplean indistintamente.

En el sector doctrinario sobre el vocablo procedimiento, el doctor Fernando Flores García 2 nos ilustra al decir: «Si en muchas de las

1 Sistemática procesal, México, unaM, 1988.2 «Voz Procedimiento», Diccionario Procesal, México, harla‑oxford university Press, 1996.

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instituciones jurídicas los pareceres son múltiples y hasta encontrados, probablemente en cuanto al significado de la voz procedimiento, el fenómeno se agudiza».

Pero acaso la confusión se produce por no ubicarnos sistemáticamente, pues en la doctrina, sí están diferenciados —con más o menos claridad— estos conceptos; que en las leyes, costumbre, tradición y usos forenses las más de las voces se emplean indistintamente, es otra historia.

Uno de los antiguos profesores que con mayor ahínco diferenció al proceso del procedimiento fue el jurista español —de inmensa impron‑ta en la doctrina hispanoamericana—‑, el doctor Niceto Alcalá Zamora y Castillo. Este tema ha sido retomado por el doctor Cipriano Gómez Lara, distinguido miembro de la Escuela Mexicana de Derecho Proce‑sal. Él en su muy conocido texto Teoría general del proceso 3 diserta:

«El proceso es, pues, un conjunto de procedimientos, entendidos éstos, como un conjunto de formas o maneras de actuar. Por lo ante‑rior, la palabra procedimiento en el campo jurídico, no debe ni puede ser utilizado como sinónimo de proceso. El procedimiento se refiere a la forma de actuar y en este sentido hay muchos y variados proce‑dimientos jurídicos; por ejemplo, los procedimientos administrativos, notariales, registrales [...]. En los procedimientos administrativos, en‑contramos las formas de actuación, las conductas por desarrollar en una situación particular frente al Estado como en los casos de solicitar una licencia o permiso, pagar un impuesto o solicitar que se determine el monto de éste [...]».

Resulta evidente que el proceso es un conjunto de procedimientos pero también es cierto que no todo procedimiento es procesal.

El mencionado maestro Alcalá‑Zamora en sus explicaciones meta‑fóricas y gráficas —sobre el proceso jurisdiccional—, aludió a estas diferencias.

3 México, 1996, harla, p. 291.

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Partía de una base, si el proceso jurisdiccional es el todo, el pro‑cedimiento es una de sus manifestaciones. En la metáfora del proceso dijo:

«Todo proceso tiene un presupuesto —un litigio—, esto es, una pretensión jurídicamente resistida; un inicio, que es una demanda; un camino, que es justamente el procedimiento y una meta: la sen‑tencia».

Se insiste, el proceso es un todo, el procedimiento es el ¿cómo? —y acaso el ¿cuándo?— de esa forma heterocompositiva de solucionar litigios. En el ya clásico hexágono procesal, Alcalá‑Zamora graficó así el proceso:

«Como se observa, el procedimiento, forma, secuencia u orden de etapas, es sólo un lado, o tal vez dos, pues entiendo que el cómo y cuándo, al ser sumandos nos dan al resultando: procedimiento. Un procedimiento sin tiempos es tan indefinido que no llega a ser un ver‑dadero procedimiento jurídico. Voy a un extremo burdo pero objetivo: de qué sirve que en un procedimiento para elaborar un platillo culina‑rio no se nos digan los tiempos, es una receta —con su procedimien‑to— pero incompleta».

En resumen, por proceso jurisdiccional 4 se entiende una suma com‑pleja de actos, del Estado soberano que ejerce la jurisdicción, de las partes, ambas poseedoras de la acción, como portadoras del derecho a la impartición de justicia, y de los terceros, auxiliares del juzgador, peritos, testigos y abogados. Todos estos actos tienden a un fin común: resolver un litigio a través de un acto de autoridad que aplica la ley general a ese litigio justamente para resolverlo. El proceso se define por su fin: solu‑cionar un litigio. Es pues una definición de carácter teleológico.

Ahora bien, los procedimientos judiciales son 5:

4 Gómez lara, Cipriano, op. cit., p. 132.5 Flores García, Fernando, Voz Procedimiento, ya citada.

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«Una serie de actos formales, progresivos (tienen un avance ha‑cia la meta de la solución procesal) con un triple orden. Primero, cronológico, son sucesivos en el tiempo, unos se realizan antes, y otros, se llevan a cabo después, no son simultáneos, no son coetá‑neos. Segundo, lógico, el enlace deriva de unos, los anteriores, son la causa de los que siguen con ulterioridad, que resultan ser efectos de los primeros. Tercero, teleológico, es decir, existe una conjugación de finalidades del procedimiento (parte formal del proceso) y del todo, el proceso mismo, que significa la justa composición del litigio planteado».

Cierro este apartado con una reflexión:

Podríamos preguntarnos —con cierto pesimismo— para qué distin‑guir doctrinariamente dos conceptos que las leyes y práctica confunden y lo emplean como sinónimos. Si lo hacemos, creo que es conveniente responder —esta vez con cierta dosis de optimismo—: La fuerza de la doctrina a veces llega al cambio legislativo y al mundo fáctico. Y las más de las veces, da así luz donde había sombras, certidumbre donde existía confusión, y sencillez para desterrar lo complicado.

En suma, para mejorar la procuración e impartición de justicia creo que el trabajo de un doctrinario alcanza su mayor grado de satisfac‑ción al ver que sus conceptos se trasminan en las leyes y mutan el mundo fáctico para mejorarlo.

Pongo como ejemplo la teoría de la clasificación de medios de con‑firmación probatoria del maestro Briseño que ha llegado al mundo de las sentencias y los ocursos de las partes.

Este caso lo refiere con gran ánimo el doctor Gómez Lara en sus cátedras y también en su texto Derecho Procesal Civil 6, en estos tér‑minos: «Esta tesis sobre los medios de confirmación [...] va cobrando, por su indudable rigor técnico, cada vez más adeptos, no sólo en el

6 México, harla, 1997, 6ª. edición, p. 100.

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campo de la especulación teórica, sino en el lenguaje forense y en los textos de las sentencias judiciales».

Respecto a los conceptos proceso y procedimiento, también hay ejemplos de su distinción —gracias a la influencia de la doctri‑na— en el mundo normativo (v. gr. al llamar códigos procesales a los que se conocen como de procedimientos) y en algún sector del Foro.

2. Procedimientos Jurídicos

Éstos son más amplios que los procedimientos judiciales que viven dentro del proceso y son una manifestación del mismo. Procedimien‑tos jurídicos —por ejemplo— son las formas de elaborar leyes, el lla‑mado procedimiento legislativo, ni más ni menos, o las tramitaciones ante autoridad competente para obtener un pasaporte, una licencia de manejo, una visa —ante autoridad extranjera— o presentar una decla‑ración de impuestos a través de Internet. Así, por cierto, comienzan a perfilarse los procedimientos jurídicos ya no sólo electrónicos sino virtuales.

En sentido restringido, los procedimientos jurídicos, son una serie de actuaciones frente a una autoridad para solicitar algo o bien para cumplir con un deber jurídico u obligación. El campo es amplísimo y en la medida en que se haga más fácil y accesible para todos estare‑mos —en el campo de la esfera del ejecutivo— de frente a la anhelada simplificación administrativa.

3. Procedimientos Paraprocesales en Materia Administrativa

Esta expresión «paraprocesal» relativa a determinados procedi‑mientos no contenciosos es de reciente cuño legal. Entiendo que fue en las reformas de 1980 a la Ley Federal del Trabajo cuando se le llamó así, por vez primera, a este tipo de procedimientos. El artículo 982 alude a ellos como:

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«Todos aquellos asuntos que por mandato de la ley, por su natura‑leza o a solicitud de la parte interesada, requieran la intervención de la Junta, sin que esté promovido jurisdiccionalmente conflicto alguno entre partes determinadas».

Como se observa, en estos procedimientos si bien se requiere de la intervención de la Junta en realidad no hay un litigio o conflicto entre las partes. Es una tramitación, sí, pero no tiene como finalidad la solución de un conflicto. Una tesis del segundo Tribunal Colegiado en Materia de Trabajo del Primer Circuito, datada en 1984, nos dice �:

«[...] el procedimiento paraprocesal puede ser utilizado en aquellas cuestiones que sin dar materia a conflictos jurisdiccionales requieran la intervención de las juntas como en los siguientes casos:

a) La recepción de declaraciones o exhibición de cosas o documentos.

b) E1 otorgamiento de depósito o fianza, así como la cancelación de ésta o la devolución de aquél.

c) La solicitud del patrón para suspender el reparto adicional de utilida‑des cuando la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, sin haber mediado objeción de los trabajadores, modifique el ingreso global gravable [...].

d) La aprobación y ratificación de los convenios o liquidaciones de los trabajadores formulados fuera de juicio.

e) La autorización para trabajar a los mayores de catorce años pero menores a dieciséis [...]».

El doctor Héctor Fix‑Zamudio ha propuesto que esta terminología: «procedimientos paraprocesales» sustituya a la tradicional de juris‑dicción voluntaria, porque en esencia la intervención del juez en estos

� trueba urbina, alberto y trueba Barrera, Jorge, Ley Federal del Trabajo, México, Porrúa, 1990, p. 835.

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casos, no ejerce jurisdicción, pues más bien actúa para otorgar una autorización de carácter administrativo que no resuelve un litigio.

Algunas voces —como la del doctor Ignacio Medina Lima— se han alzado para decir que estas tramitaciones paraprocesales, no de‑ben formar parte de los códigos de procedimientos civiles.

Ahora bien, hasta ahora hemos hablado de procedimientos parapro‑cesales con intervención de la Junta o del juez común en las diligen‑cias de jurisdicción voluntaria, pero cabe hacernos la pregunta, ¿son los únicos procedimientos paraprocesales o los hay con la interven‑ción de autoridad eminentemente administrativa?

Algún sector de la doctrina —por una interpretación extensiva— considera que toda una serie de tramitaciones ante autoridad admi‑nistrativa, o bien cuando ésta ejerce sus facultades comprobatorias, suelen calificarse como paraprocesales, pues como consecuencia de aquéllas se puede desembocar en un proceso administrativo. Por eso se dice que estos actos son prejudiciales, ya que hay posibilidades de desplazarse, explica el maestro Briseño Sierra, a un proceso adminis‑trativo, o incluso judicial, como en el caso de la averiguación previa.

Vamos a un ejemplo, en ejercicio de su derecho de petición, un contribuyente solicita —ésta es una instancia, concepto de la teoría del proceso— a la autoridad la confirmación de un criterio. Si la autori‑dad no lo confirma y el causante se siente agraviado puede en contra de esa resolución, desplazar su instancia ante el Tribunal Fiscal de la Federación. El desplazamiento es triple: de una instancia simple, con relación lineal: gobernante‑gobernado, pasa a una instancia proyectiva (a una relación triangular, juez en la cúspide y partes en los vértices in‑feriores); de lo prejudicial al juicio —entendido aquí como sinónimo de proceso jurisdiccional— y de lo no contencioso a lo contencioso.

Este fenómeno del desplazamiento de lo paraprocesal a lo proce‑sal, se da en muchas áreas; en materia penal adjetiva es muy evidente cuando de la fase administrativa de averiguación previa se pasa a la

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del juicio penal, o cuando en contra de la resolución de no ejercicio de la acción penal se interpone un amparo. En materia civil también existe esto.

El tema del desplazamiento de un procedimiento a un proceso (o de un proceso jurisdiccional a un incidente o incluso a otro proceso) ha sido abordado por el doctor Humberto Briseño Sierra en su texto Derecho Procesal 8. Sobre el desplazamiento de un procedimiento a un proceso ha dicho 9:

«No es exclusivamente del proceso que surge el desplazamiento; en lo civil como en lo penal, suelen anticiparse procedimientos de otra ín‑dole, que luego van a la serie proyectiva con diversos efectos. Bueno será recordar que, al menos por lo que respecta a las medidas cautelares, también llamadas providencias precautorias, medios preparatorios, y en el código distrital calificados como actos prejudiciales, en realidad se trata de procedimientos que están regulados con la intención de que tar‑de o temprano se reúnan documentalmente con el proceso».

Este complejísimo —por variado— tema del desplazamiento de lo paraprocesal a lo procesal no está lo suficientemente estudiado en una visión global y sistemática en todas las ramas del enjuiciamiento. Quiero decir que si bien el estudio del tránsito o desembocadura en un juicio, sí es un tema de estudio de la Teoría del Proceso, el cono‑cimiento de los procedimientos no contenciosos —y que sin llegar a controversia pueden tramitarse y concluir en santa paz para el go‑bernante y el gobernado—, para un amplio sector de la doctrina no es derecho procesal sino instrumental y de procedimiento de la rama sustantiva que se trate.

Sin embargo, lo reitero, la teoría del desplazamiento de lo preju‑dicial y paraprocesal a lo jurisdiccional, proyectivo y contencioso, sí es un tema de estudio de las disciplinas procesales. Estudio que,

8 México, harla, 1992, 2ª. edición.9 Ibidem, p. 1211.

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pienso, está por realizarse. Buena parte de estas pláticas versarán sobre los desplazamientos y ampliación de los actos procesales.

4. Procedimientos Contenciosos (Administrativos y Jurisdiccionales)

Un procedimiento será contencioso cuando tenga como finalidad la solución de un conflicto y para ello una de las partes acude ante un terce‑ro‑autoridad para que decida sobre la disputa aplicando una ley general a un caso concreto y litigioso, para solucionarlo o dirimirlo. En él se debe cumplir la estructura triangular de los actos procesales: dos partes en con‑tienda y un juzgador. Éstas son definiciones clásicas, mas al surgir una se‑rie de instituciones o figuras como el ombudsman nos encontraremos ante un procedimiento contencioso, con estructura triangular pero que no cul‑minará con la aplicación de una ley a través de una sentencia, sino a través de una recomendación, que por la fuerza moral del emisor, y por la difu‑sión de la mencionada recomendación, puede ser acatada por la autoridad que ha realizado un acto indebido o ilegal; de esta forma se soluciona un litigio. El maestro José Ovalle Favela 10 distingue al procedimiento ante el ombudsman, del arbitraje y lo señala como una forma heterocompositiva —autónoma— de solucionar conflictos en sociedad.

II

5. Teoría de las Instancias según el Doctor Humberto Briseño Sierra

— Concepto de instancia

El vocablo instancia en el campo jurídico cuenta al menos con dos acepciones. La primera de ellas —que es la que desarrollaremos en este epígrafe— la considera como una solicitud, un pedimento de

10 Teoría general del proceso, México, harla, 1998, p. 27.

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algo a alguien. La segunda entiende la instancia como cada una de las etapas o grados del proceso jurisdiccional. Así se habla de primera y segunda instancias 11:

La primera va desde la presentación de la demanda hasta la senten‑cia definitiva. La segunda instancia, desde la interposición del recurso de apelación hasta la sentencia que se dicte en el proceso.

El artículo 23 de la propia Constitución alude a este término en su acep‑ción de grados, al preceptuar que ningún proceso penal deberá tener más de tres instancias o que está prohibida la práctica de absolver la instancia.

En el campo que nos ocupa, las instancias ante autoridades fiscales, no se refiere a aquéllas como una serie de etapas o momentos procesa‑les, sino a una solicitud o petición. Así, por ejemplo, se habla de que se inicia un procedimiento a instancia de parte (no de oficio).

Aún más: en el Foro español es frecuente decir que se inicia o promueve una instancia cuando un sujeto de derecho realiza una so‑licitud o pedimento. En el fondo no es más que una petición, fundada o no, que se debe exponer ante la autoridad competente, para que resuelva. Es obvio que el pretendiente siempre espera obtener una respuesta obsequiosa, favorable a su pretensión o deseo.

En México, la ciencia del Derecho Procesal ha estudiado las ins‑tancias y las diversas maneras de instar: de pedir. Para Briseño Sierra 12 estas formas son: la petición, la denuncia, la querella, la queja, reacertamiento, y la acción como instancia proyectiva. Estos temas se estudian en el curso de Teoría General del Proceso.

En resumen, la instancia es una solicitud que realiza un sujeto de derecho —esté o no fundada jurídicamente— a una autoridad dentro de un procedimiento.

11 Voz Instancia, Molina González, héctor, Diccionario Jurídico Harla, Derecho Procesal, volu‑men 4, México, harla, oxford university, 1996.

12 Derecho Procesal, México, harla, 1995, pp. 460‑465.

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— Naturaleza jurídica de la instancia

En el Derecho constitucional mexicano existe un Derecho público subjetivo en favor de los gobernados conocido como el derecho de petición. Esta garantía se encuentra plasmada en el artículo 8°, de la Constitución. Ella entraña no sólo el derecho de pedir del gobernado, también comprende el deber jurídico de la autoridad, que recibe la solicitud, de responder al pretendiente. Este deber jurídico es trascen‑dente, pues el gobernado tendría un derecho incompleto si sólo tuviera la facultad de pedir y no existiera el deber de la autoridad de contestar su solicitud. Ella debe responder en cualquier sentido, obsequie o no la petición de fondo.

Podemos entender al derecho de petición como una garantía indi‑vidual de los gobernados que los faculta a solicitar algo a las autori‑dades, las que tienen el deber jurídico de responder —concediendo o negando lo pedido—. En caso de guardar silencio la autoridad, de no responder, aquél tendrá efectos jurídicos, que pueden ser la afirmativa o la negativa ficta.

6.1. Forma y requisitos para instar ante las autoridades fiscales

Los gobernados tienen la facultad de acudir ante los diversos nive‑les de autoridad fiscal para realizar sus peticiones o solicitudes. Las autoridades pueden ser federales, estatales, distritales o municipales. En cualquiera de esos casos se deben cumplir los requisitos, de carác‑ter general, que establece el artículo 8° de la Constitución. En el fondo se ejercita el derecho de petición.

El numeral mencionado preceptúa que las solicitudes deberán formularse:

• por escrito y

• de manera pacífica y respetuosa.

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Si se trata de una consulta o solicitud efectuada ante autoridad fis‑cal federal, se debe cumplir, además, con otra serie de extremos, tam‑bién de carácter general, establecidos en los artículos 18 y 18‑A del Código Fiscal de la Federación. Aquéllos son:

• Todas las promociones deberán estar firmadas por los interesados o sus representantes. Requisito natural, pues la firma de un sujeto de derecho es la expresión gráfica de su voluntad. En el caso que el promovente no pueda o no sepa firmar estampará en la promoción su huella digital, que es otra forma gráfica de exteriorizar la volun‑tad de una persona.

• Las promociones deberán presentarse en los «formularios» o for‑mas que al efecto apruebe la Secretaría de Hacienda y Crédito Pú‑blico. Cuando no existan formas aprobadas, el documento petitorio deberá:

‑ Constar por escrito;

‑ Contener el nombre, la denominación o razón social;

‑ Contener el domicilio fiscal manifestando a la autoridad fiscal, al momento de su inscripción en el Registro Federal de Contribuyen‑tes, con el fin de fijar la competencia territorial de la autoridad;

‑ Señalar la clave 13 que le corresponde al promovente en el Registro Federal de Contribuyentes;

‑ Señalar la autoridad a la que se dirige;

‑ Expresar el propósito y, en su caso, monto de la promoción, así como de los hechos y circunstancias relacionadas con la misma;

‑ Indicar el domicilio para oír y recibir notificaciones;

13 la clave u homoclave se forma por una combinación de números y letras, y la otorga la autoridad fiscal.

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‑ Indicar el nombre de la persona autorizada para recibirlas;

‑ Señalar los números telefónicos, en su caso, del contribuyente y las personas autorizadas;

‑ Señalar nombres, direcciones y RFC de todas las personas involu‑cradas en la consulta planteada.

Cabe aclarar que aunque no hay señalamiento legal expreso, las so‑licitudes deben fundarse y motivarse y así tener una mejor expectativa de obtener una respuesta favorable.

El propio artículo 18 del Código Fiscal de la Federación expresa que cuando no se cumplan los requisitos a que hemos aludido, la auto‑ridad fiscal hará una prevención al promovente, a través de un reque‑rimiento, para que en un plazo de diez días, se cumpla con el requisito que se ha omitido 14.

El mismo requerimiento señalará con claridad cuál o cuáles son los requisitos no cumplidos por el promovente. En caso que el contri‑buyente no subsane su omisión, la sanción jurídica será tener por no presentada la promoción.

Es importante distinguir entre el género promoción y la especie petición. Las promociones pueden o no ser solicitudes, por ejemplo la presentación de declaraciones fiscales o avisos de inscripción al Re‑gistro Federal de Causantes, de cambio de domicilio o denominación, o suspensión de actividades; pero toda petición es una promoción.

14 Como estamos frente a un plazo fijado en días, se aplican las reglas del artículo 12 del Código Fiscal de la Federación, que a la letra dice: «en los plazas fijados en días no se contarán los sába‑dos, los domingos ni el 1 de enero, el 5 de febrero, el 21 de marzo, el 1 y 5 de mayo, el 1 y 16 de septiembre, el 20 de noviembre, el 1 de diciembre de cada seis años, cuando corresponda a 6 transmisión del Poder y ejecutivo Federal, y el 25 de diciembre.tampoco se contarán en dichos plazos los días en que tengan vacaciones las autoridades fiscales federales...».las vacaciones generales de aquellas autoridades se dan a conocer mediante reglas de carácter general emitidas por la secretaría de hacienda y Crédito Público (resolución Miscelánea que se publica en el Diario Oficial de la Federación en el mes de marzo).

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— Clases de peticiones o instancias ante la autoridad fiscal

Las instancias en materia fiscal son de diversa índole, en ellas tene‑mos las consultas y las solicitudes. Si seguimos el criterio de Briseño Sierra también son instancias, tanto en lo general como en materia fiscal, las denuncias, las querellas y los recursos administrativos. Toda esta serie de derechos es dinámica pues al decir del mismo autor men‑cionado:

A diferencia de otros títulos jurídicos que portan los sujetos de de‑recho, la instancia es una pertenencia que sólo pueden tener cuando se ejerce. Se puede ser acreedor sin necesidad de propalarlo, menos aún de exigir el pago. Pero no se puede ser titular de una instancia sin instar 15.

6.2. Consultas en materia fiscal federal

El derecho fiscal sustantivo se caracteriza por su naturaleza compleja, dinámica y mutable. Estas características llevan al con‑tribuyente, y aun a sus más doctos asesores jurídicos y contables, a presentarse ante la autoridad fiscal federal para realizar consultas. Algunas, por su carácter informal —de asesoría— no entrañan el ejercicio del derecho de petición desde el punto de vista jurídico, pues se realizan en forma verbal ante los funcionarios que atienden «módulos de orientación fiscal al contribuyente». Es más, existe un servicio telefónico de orientación que ha establecido la auto‑ridad fiscal, pues en teoría el principal interesado que se cubran las contribuciones de carácter federal es el propio órgano estatal de recaudación. Otro género de consultas se realiza por escrito y en ese caso se deben cumplir tanto los requisitos del artículo 8° constitucional como los preceptuados en los artículos 18 y 18A del Código Fiscal de la Federación. Además, en algunos casos, deben

15 Derecho procesal fiscal. Regímenes federal y distrital mexicanos, México, Porrúa, 1990, p. 87.

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observarse otros extremos señalados en el artículo 34 del último cuerpo legal mencionado.

— Confirmación de criterio

Esta consulta, solicitud o instancia se fundamenta en el artículo 34 del Código Fiscal de la Federación que a la letra dice:

Las autoridades fiscales sólo están obligadas a contestar a las con‑sultas que sobre situaciones reales y concretas le hagan los interesados individualmente, de su resolución favorable se derivan derechos a los particulares, en los casos que la consulta se haya referido a circunstan‑cias reales y concretas y la resolución se haya emitido por escrito por autoridad competente para ello.

En estos casos el contribuyente busca que la autoridad otorgue una especie de visto bueno a un criterio que sostiene y piensa que es el correcto, pero como de la respuesta afirmativa puede derivar derechos en su favor busca la confirmación escrita.

Cuando la respuesta de la autoridad es afirmativa suele confirmar el criterio bajo algunas premisas, al insertar esta leyenda:

«La presente resolución se emite sin prejuzgar sobre la veracidad de la información proporcionada y se limita a las personas y cuestio‑nes que se mencionan, por lo que el Servicio de Administración Tri‑butaria se reserva el derecho a ejercer sus facultades de comprobación conforme a la legislación fiscal aplicable».

Además es común que cite en sus resolutivos al artículo 36 bis, primer párrafo, del Código Fiscal de la Federación que preceptúa:

«Las resoluciones administrativas de carácter individual o dirigidas a agrupaciones, dictadas en materia de impuestos que otorguen una au‑torización o que, siendo favorables a particulares, determinen un régimen fiscal, surtirán sus efectos en el ejercicio fiscal del contribuyente en el que

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se otorguen, o en el ejercicio inmediato anterior, cuando se hubiere solicitado la resolución, y ésta se otorgue en los tres meses siguientes al cierre del mismo».

En caso que el contribuyente no obtenga una confirmación sino una negativa, aquí puede surgir el problema, si el particular considera sus derechos conculcados en fondo o forma, y entonces podrá inter‑poner un recurso de revocación o bien acudir directamente al juicio de nulidad, así se da el mencionado fenómeno de desplazamiento de lo paraprocesal y prejudicial a lo procesal jurisdiccional. De la instan‑cia‑consulta se llega a la respuesta negativa, y ésta será materia de un juicio de nulidad.

6.3. Aclaración administrativa

El artículo 41‑A del Código Fiscal de la Federación preceptúa que las autoridades fiscales podrán solicitar a los contribuyentes, respon‑sables solidarios o terceros, datos, informes o documentos adiciona‑les, que consideren necesarios para aclarar, la información asentada en diversos tipos de declaraciones, siempre que se soliciten en un plazo no mayor de treinta días siguientes a la presentación de las propias declaraciones. Las personas requeridas deberán proporcionar la infor‑mación solicitada, y aclarar, en su caso al decir a través de una ins‑tancia «ya he presentado mi declaración como te pruebo, por ello, ten por atendido y aclarado tu requerimiento». Si la autoridad obsequia esa instancia, no hay problema, pero puede darse el caso de que la au‑toridad considere no atendido el requerimiento, a pesar de haber sido cumplido oportunamente, e imponer una multa. El particular puede entonces acudir al juicio de nulidad y de nuevo estamos ante el des‑plazamiento procesal, pues de un procedimiento lineal‑administrativo, terminamos en un juicio de nulidad, con proyectividad de la instancia, ante el Tribunal Fiscal de la Federación.

ALBERTO SAID RAMÍREZ

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6.4. Solicitud de declaración de prescripción y solicitud de declaración de caducidad de créditos fiscales

No es el momento de hablar in extenso sobre, las diferencias y se‑mejanzas entre las figuras de prescripción y caducidad, sólo diré, junto con Óscar González Hermosillo 16 que:

Por la caducidad, el Fisco pierde el derecho de comprobar el cum‑plimiento de las disposiciones fiscales, determinar las contribuciones omitidas y sus accesorios, e imponer sanciones por infracciones a di‑chas disposiciones, por abandono del ejercicio de ese derecho en el plazo de la ley, y el particular queda liberado de toda obligación ulte‑rior. Por la prescripción el Fisco pierde el derecho de hacer efectiva o cobrar una contribución ya determinada o una multa ya impuesta, por abandono también del ejercicio de ese derecho señalado por la ley, y el particular queda liberado de la obligación de pagarlas.

Así el particular puede solicitar la declaración o reconocimiento, más bien dicho, de la prescripción de un impuesto, recargo y multa o efectuar una solicitud de caducidad de las facultades del fisco para determinar y liquidar impuestos e imponer sanciones.

Ahora bien, en ambos casos, si la autoridad fiscal responde nega‑tivamente, el solicitante de la instancia podrá acudir ante el Tribunal Fiscal de la Federación a interponer su demanda de juicio de nulidad o bien interponer el recurso de revocación ante la propia autoridad fiscal. En el primer caso se pasaría de una instancia simple a una proyectiva.

16 Práctica de procedimientos fiscales, Formulario, México, ed. Fiscales, iseF, 1986, p. 51.

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III

7. Los Medios de Confirmación en el Derecho

Al referirnos a la actividad probatoria podemos hacerlo en varios niveles. Si lo graficamos 1�, en el círculo mayor —el más alejado del centro— tendremos toda la actividad de confirmación que realizamos en nuestra vida cotidiana: cuando decimos «creo que ya pasaron diez minutos» y vemos el reloj para saber si nuestra apreciación es cierta, estamos comprobando nuestro sentir con un instrumento de medi‑ción de tiempo. Lo mismo sucede cuando un médico nos solicita la realización de un análisis de laboratorio, ultrasonido o tomografía, pues debe confirmar, y verificar su diagnóstico, o prediagnóstico. Este tipo de valoraciones en principio no tiene un «alto contenido de lo jurídico», aunque como toda actividad humana lo pueda llegar a tener.

En un segundo término, tendremos un círculo más pequeño: el de la prueba jurídica. Son mecanismos de verificación que realizan las autoridades o las partes de una relación sustantiva, para obtener certidumbre sobre algún punto —acaso— dudoso. Aquí es donde encontramos las facultades verificativas de la autoridad fiscal, que se manifiestan en las temidas visitas domiciliarias o en los cuasi rutinarios requerimientos que realiza todos los días la autoridad fiscal. A veces, lamentablemente, a «tronchas y mochas». Aquí también se halla la actividad paraprocesal que se da en el mundo de las instancias no proyectivas. El tercer círculo es el más peque‑ño y es el mundo probatorio dentro del proceso jurisdiccional que, como ustedes saben, comprende toda una fase procesal, compuesta por varios momentos, que son: ofrecimiento, admisión, prepara‑ción y desahogo de pruebas. La valoración ocurre en otra fase, la del juicio.

1� en ello seguimos al doctor Cipriano Gómez lara.

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La prueba es una institución tan importante que algunos autores la consideran como concepto fundamental o categoría de la ciencia del derecho procesal. Otórguesele o no tal condición, se han empezado a perfilar no sólo textos enteros sino hasta cursos autónomos sobre derecho probatorio.

8. Algunos Procedimientos Comprobatorios de la Autoridad en el Código Fiscal de la Federación

8.1. Requerimientos

La facultad de requerir datos, informes, documentos adicionales se encuentra regulada en el artículo 41‑A ya comentado y en el artículo 42 del Código Fiscal de la Federación. Este procedimiento paraproce‑sal y no jurisdiccional puede desplazarse y convertirse en un juicio de nulidad. Piénsese en el caso que una vez desahogado un requerimiento la autoridad lo ignore y dicte una multa que —en justicia— el contri‑buyente combate en un juicio de nulidad.

8.2. Visitas domiciliarias

La facultad de la autoridad administrativa para realizar visitas domiciliarias con el objeto de comprobar si se han cumplido diver‑sas disposiciones fiscales tiene base constitucional. Sobre ella Hugo Carrasco Iriarte explica 18:

El artículo 16 constitucional ordena expresamente que la autoridad administrativa podrá practicar visitas domiciliarias únicamente para cerciorarse de que se hayan cumplido los reglamentos para; y exigir la exhibición de los libros y papeles indispensables para comprobar que se han acatado las disposiciones fiscales, sujetándose en estos casos a las leyes respectivas y a las formalidades prescritas para los cateos.

18 Derecho Fiscal Constitucional, México, harla, 1996, p. 20.

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Si se relaciona dicha parte del precepto legal en comento con la relativa a las formalidades que se exigen para los cateos, se obtienen los requisitos jurídicos mínimos que deben cumplir las autoridades fiscales al efectuar visitas domiciliarias a los contribuyentes, siendo éstos los siguientes:

a) La orden de visita debe ir por escrito.

b) Se debe mencionar el lugar que va a inspeccionarse, así como

c) la persona o personas con las que debe entenderse.

d) El objeto preciso de la visita.

e) Tienen que cumplirse los demás requisitos que al efecto señalan las leyes respectivas.

Las visitas domiciliarias son tan delicadas y de tal importancia que existe gran número de tesis y jurisprudencias del Tribunal Fiscal y del Poder Judicial, en sus respectivas esferas, que aluden a ellas desde muy diversos puntos de vista: los planteados por el justiciable gobernado 19.

Si bien es cierto que todas las actas parciales y aun la final no deter‑minan un crédito fiscal y por ello no son susceptibles de impugnarse, también lo es que, por diversas causas, de este procedimiento, visita domiciliaria, pueden surgir procesos, por ejemplo:

• Un amparo bi‑instancial promovido por el causante o un tercero que sienta perturbada su esfera jurídica con motivo de la visita, o bien

• una denuncia penal, que a su vez puede trascender en un juicio penal, realizada por un contribuyente al que soborne la autoridad visitadora.

19 al respecto véase Carrasco hiriarte, hugo, Derecho fiscal... y Martínez Bahena, José luis, Análisis jurídico de la visita domiciliaria como medio de comprobación fiscal, México, sista, 1994.

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Desde luego que como consecuencia de la visita se nos puede notificar una liquidación de un crédito fiscal que puede desembocar, por el famoso desplazamiento tantas veces mencionado, en un juicio de nulidad.

IV

9. La Reconsideración de la Autoridad Fiscal según el Artículo 36 del Código Fiscal de la Federación

A partir de 1996 20 se incorpora en el texto legal la facultad discre‑cional de las autoridades fiscales para revisar las resoluciones adminis‑trativas de carácter individual no favorables a un particular emitidas por sus subordinados jerárquicamente. En el supuesto de que se demuestre fehacientemente que las mismas se hubieran emitido en contravención a las disposiciones fiscales, podrán, por una sola vez, modificarlas o re‑vocarlas en beneficio del contribuyente, siempre y cuando los causantes no hubieran interpuesto medios de defensa y hubieran transcurrido los plazos para presentarlos, y sin que haya prescrito el crédito fiscal.

La resolución que se emita conforme a lo antes señalado no cons‑tituirá instancia —dice el Código Fiscal— y dichas resoluciones no podrán ser impugnadas por los contribuyentes.

En las disposiciones transitorias se establece que la facultad dis‑crecional citada únicamente se aplicará para resoluciones emitidas a partir del 1 de enero de 1996.

Como se observa es un remedio procedimental atípico pues sólo se puede iniciar una vez que hayan transcurrido los plazos para impugnar el acto por las vías ordinarias; es una última oportunidad que otorga la autoridad al contribuyente para demostrar que un acto le infiere un daño a su esfera jurídica, pero por ser una facultad discrecional

20 rojo Chavez, Juan José, Analice las reformas fiscales 1996, México, PaF, 1996, pp. 155‑156.

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la resolución que recaiga a esta instancia, que sí lo es por más que el Código Fiscal diga lo contrario, no es impugnable.

V

10. El Principio de Legalidad

Tal principio se traduce en lo que se conoce como garantía de le‑galidad que se encuentra consagrada en el artículo 16 constitucional. En realidad son varias garantías: de competencia, fundamentación y motivación. Además, esta garantía es muy extensa.

El doctor Ignacio Burgoa Orihuela 21 nos ilustra: «La eficacia jurídica de la garantía de legalidad reside en el hecho de que por su mediación se protege todo el sistema del derecho objetivo en México, desde la misma Constitución hasta el reglamento administrativo más minucioso».

La garantía de legalidad implicada en la primera parte del artículo 16 constitucional, que condiciona todo acto de molestia se contiene en la expresión fundamentación y motivación de la causa legal del procedimiento.

Es evidente que todos los actos que emanan del poder ejecutivo deben provenir de autoridad competente, y constar por escrito donde se funde y motive la razón de su emisión.

11. Los Principios de Congruencia, Motivación y Exhaustividad de las Resoluciones a la Luz de la Teoría General del Proceso

Aunque el origen de los principios sea procesal mutatis mutandis también se aplican a la esfera administrativa.

21 Voz Garantía de legalidad y de competencia constitucional, en Diccionario de Derecho Consti‑tucional, Garantías y Amparo, México, Porrúa, 1992.

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Por lo que hace al principio de congruencia, es uno de los requi‑sitos sustanciales de una sentencia, sobre el que Pedro Aragoneses 22 diserta:

«Por congruencia ha de entenderse aquel principio normativo di‑rigido a delimitar las facultades resolutivas del órgano jurisdiccional, por el cual debe existir identidad entre lo resuelto y lo controverti‑do, oportunamente, por los litigantes, y en relación con los poderes atribuidos en cada caso, al órgano jurisdiccional por el ordenamiento jurídico».

Cuando instamos en materia administrativa tenemos todo el dere‑cho de exigir congruencia entre lo que solicitamos y lo que se nos re‑suelve. Esto que es tan obvio, no siempre cumple la autoridad. Muchas veces al leer una resolución decimos:

«Pues esto está muy bien, lástima que no tenga nada que ver con lo que pedí; yo solicité una confirmación y me condonan una multa que nunca se me impuso».

Increíble: ¡Pero sucede! El principio de motivación ha sido anali‑zado por el poder judicial y por este Tribunal en muchas de sus reso‑luciones. Fundar un acto de autoridad es relativamente sencillo pues basta citar un precepto o una serie de preceptos legales en donde muy acusadamente se fundamenta la competencia y lo que la Constitución llama «la causa legal de un procedimiento».

Motivar, es otra cosa, es un acto más complejo pues consiste en decir las causas, razones y motivos legales por los que la autoridad aplica el derecho fundamentado a la causa que se aplica. Es señalar el porqué jurídicamente un gobernado ha actualizado una hipótesis o supuesto normativo, decir la razón del ejercicio de las facultades de la autoridad.

22 en Gómez lara, Cipriano, Teoría General del Proceso, p. 384.

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Dado el cúmulo de trabajo de las autoridades administrativas y ju‑diciales en muchas de las ocasiones fundamentan incorrecta o sólo parcialmente sus actos. Sostengo que no es un problema de impericia o negligencia de la autoridad, el problema es de tiempo y cantidad de actos que emitir, sean multas, autos o sentencias. Quien ha laborado como la autoridad o junto con ella sabe que ésa es la causa de la in‑debida motivación y no los estereotipos fáciles que por ignorancia o mala intención se presentan de parte de la autoridad.

Ahora bien, para explicar al requisito de exhaustividad recurro al saber de mi maestro, el doctor Cipriano Gómez Lara 23:

«Pensamos que el requisito de exhaustividad que debe reunir toda resolución, en la cual se sentencie un proceso, no es sino una conse‑cuencia de los otros dos anteriores ya citados. En efecto, una sentencia es exhaustiva en cuanto haya tratado todas y cada una de las cuestio‑nes planteadas por las partes, sin dejar de considerar ninguna. Es decir, el tribunal [por extensión podemos decir la autoridad administrativa] debe agotar todos los puntos aducidos por las partes y referirse a todas y cada una de las pruebas rendidas. La sentencia no será exhausti‑va cuando deje de referirse a algún punto, y alguna argumentación, a alguna prueba [...]».

Como se observa, dictar una resolución administrativa es una labor de ciencia, pero también de tiempo, cuidado y paciencia, pues debe cum‑plir con estos requisitos: congruencia, motivación y exhaustividad, de lo contrario el camino de las impugnaciones está allanado al solicitante.

12. Las Formalidades de los Actos Administrativos

Se encuentran en el artículo 38 del Código Fiscal de la Federación, y en cierta forma cumplen con los principios expuestos. El artículo en comento preceptúa:

23 Ibidem.

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Los actos administrativos que se deban notificar deberán tener por lo menos los siguientes requisitos:

I. Constar por escrito.

II. Señalar la autoridad que lo emite.

III. Estar fundado y motivado y expresar la resolución, objeto o propósito que se trate.

IV. Ostentar la firma del funcionario competente y, en su caso, el nombre o nombres de las personas a las que vaya dirigido. Cuando se ignore el nombre de la persona a la que va dirigido, se señalarán los datos suficientes que permitan su identificación.

He dicho que en cierta forma se cumple con los principios expues‑tos, pues el numeral de referencia no alude al caso de las instancias, las que deben ser contestadas por resoluciones exhaustivas, no sólo fundadas y motivadas.

• Índice General§ Índice ARS 21

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REFLEXIONES EN RELACIÓN CON LOS CONFLICTOS

José Manuel Torreblanca Sentíes

Sumario: I. Consideraciones generales en relación con la familia; II. Los juzgados de lo familiar; III. Procedimiento especial ante los tribunales de lo familiar; IV. Las controversias del orden familiar; V. Conclusiones.

I. CONSIDERACIONES GENERALES EN RELACIÓN CON LA FAMILIA

En materia de familia, la doctrina reconoce que la misma es la base fundamental de la sociedad y por ello una institución de orden público e interés social. La desintegración de la familia será causa de la des‑integración del Estado y tendrá como consecuencia la pérdida de los valores éticos, morales, culturales y religiosos de dicha sociedad. Es necesario recordar que los hijos se educan y desarrollan principalmen‑te en el seno de la familia, no obstante la gran influencia que reciben en la escuela y por conducto de los medios de comunicación. De igual forma el origen natural y legítimo de la familia es el matrimonio, aun cuando el legislador reconoce determinados efectos al concubinato y desde luego a la filiación, sea matrimonial o extramatrimonial.

El matrimonio, como unión legítima y permanente entre el hombre y la mujer, para perpetuar y educar a la prole, permite un adecuado desarrollo y formación de los hijos. En el matrimonio se decide el destino del mun‑do; en él se hace la historia; en él se encauzan las fuerzas del nacimiento,

• Índice General§ Índice ARS 21

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de la vida; en su fracaso se desencadenan las fuerzas de destrucción, de odio y de muerte. En su origen son las mismas fuerzas, depende del hom‑bre utilizarlas para bien o para mal. Junto al apoyo del mundo material, es el apoyo de los demás seres lo que hace al matrimonio un matrimonio abierto, dice Friederich Heer 1. En el matrimonio, cada uno de los cónyu‑ges tiene la oportunidad de mejorar como persona, al cumplir con los fines primarios y secundarios del mismo —la cohabitación, la procreación y la educación de los hijos así como el auxilio y ayuda mutua—. Esta ayuda y asistencia no son sólo en el aspecto material, sino también y más im‑portante, espiritual, necesario para soportar en conjunto las cargas de la vida. Recordemos que si bien es cierto que el ser humano es imperfecto, también es cierto que es perfectible, que puede vencer sus imperfecciones y procurar ser mejor. De tal modo, el matrimonio proporciona al varón y a la mujer un medio adecuado para alcanzar mayor grado de perfecciona‑miento, como pareja y como individuos.

También es cierto que la diferencia de sexos es un requisito esencial para la existencia del matrimonio. Hombre y mujer no son sexos opuestos sino complementarios. Este complemento es necesario dadas las diferen‑cias físicas, psicológicas y emocionales que existen entre el varón y la mujer. Desde luego, ambos son iguales frente a la ley, tienen los mismos derechos y obligaciones, y merecen el mismo respeto a su dignidad como personas. En su individualidad poseen toda la potencialidad para su desa‑rrollo integral. Pero nadie puede negar que esa diferencia y complementa‑ción sexual son básicas para cumplir con los fines matrimoniales y con la educación y formación de los hijos, quienes requerirán tanto de la figura paterna como materna el ejemplo para su adecuado desarrollo. Dada esta diferencia sexual, el varón entrega su virilidad a su mujer y ésta entrega su feminidad a su esposo, complementándose el uno al otro. En el matri‑monio, cada uno de los cónyuges, por un acto de amor, da a su pareja lo mejor de sí mismo, procurando la superación y felicidad de su consorte. Esta entrega recíproca servirá para cumplir cabalmente con los fines del matrimonio y para alcanzar la felicidad conyugal. Por ello implica la en‑

REFLEXIONES EN RELACIÓN CON LOS CONFLICTOS

1 Friederich heer. El matrimonio. Corazón del Mundo. ed. novaterra. Barcelona. 1966, p. 59.

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trega total de uno mismo en un acto de amor, que no puede estar sujeto a un plazo o condición alguna. Modestino define así al matrimonio: «El matrimonio es la unión del hombre y la mujer, unión para toda la vida, comunicación de los lazos divinos y humanos». En esta definición se re‑flejan algunos de los fines esenciales de la unión matrimonial. Ese vínculo jurídico y espiritual, permanente, entre marido y mujer.

Mencioné con antelación que en el seno de la familia, nacen, cre‑cen, se educan y se desarrollan los hijos. En el seno de la misma, éstos aprenden de sus padres la generalidad de los valores morales, reli‑giosos, éticos, culturales, etcétera, que conformarán su vida, es decir, aquellos valores trascendentes que dignifican a la persona humana. Los mismos se adquieren, no sólo por medio de la información que los hijos reciben de sus progenitores, sino principalmente por el ejemplo y experiencias que se viven en el hogar familiar. Su asimilación permite a los hijos comprender la importancia de la dignidad de la persona y el respeto a los demás seres, y los dotará de fuertes cimientos para ser personas de sólidos principios, honestas y rectas, es decir, para alcan‑zar el mejor de los éxitos.

Por lo anterior, tanto la doctrina como la legislación en general han considerado que las leyes en materia familiar deben ser de orden públi‑co, estableciéndose normas jurídicas imperativas que tienden a la tutela y conservación de la familia y a la protección de sus integrantes. Cuan‑do un litigio puede afectar a la familia, a sus miembros, a los intereses de los menores —así como en aquellos procesos que versen sobre el régimen de visitas y convivencia, los juicios de alimentos, de violencia familiar, etcétera—, el juez debe resolver el conflicto atendiendo al pri‑mordial interés de la familia y de los menores o incapacitados.

No obstante lo anterior, la aplicación de las normas materiales o sustantivas que regulan el Derecho de familia, en la práctica, presenta una serie de problemas de difícil solución, toda vez que en los litigios que se plantean en esta materia, el juzgador tiene generalmente un criterio rigorista y aplica la letra de la ley, sin reflexionar en los fines para los que la misma fue creada. Es decir, el juzgador muchas veces

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se olvida de considerar la ratio legis, no obstante que el Proceso Fami‑liar se ubica dentro del sistema conocido en la doctrina como derecho procesal publicístico 2 en el cual se otorgan al juzgador mayores facul‑tades para el impulso y dirección del proceso, y para fijar el objeto del mismo 3; así como para dictar medidas para mejor proveer. Por otra parte, en esta materia frecuentemente se permite amplia intervención al ministerio público en su calidad de representante social, quien tiene el deber de velar por los intereses primordiales de la familia y de los hijos, aun cuando su intervención resulte muchas veces molesta a al‑gunos litigantes, que obedece a la falta, de preparación y sensibilidad de los agentes del ministerio público quienes, en ocasiones, lejos de cumplir con su cometido, realizan pedimentos carentes de fundamento o ilógicos. Hace falta desde luego, una mejor preparación de los agen‑tes del ministerio público, a fin de que éstos cumplan plenamente con su misión.

He indicado que el objeto del Derecho de Familia debe dirigirse a la protección y preservación de ésta y a la tutela de sus integrantes,

2 José, ovalle Favela, Teoría General del Proceso, harla, México, 1991, pp. 55 a 75.el doctor ovalle Favela distingue entre el derecho Procesal dispositivo; derecho Procesal social y derecho Procesal Publicístico. el derecho Procesal dispositivo es producto de la ideología liberal e individualista. se trata de procesos de interés preponderantemente individual o privado, que se caracterizan por la iniciativa de parte y disponibilidad en el objeto del litigio, así como del objeto de la prueba, operando la autonomía de la voluntad. se ubican en este sector el derecho procesal civil y mercantil. el derecho Procesal social, es un sector en el cual se pretende obtener la igualdad por compensación. un nuevo derecho procesal, extraño a todos los principios tradi‑cionales, [...] para establecer, mediante una nueva desigualdad, la igualdad perdida por la distinta condición que tiene el orden económico de la vida, los que ponen el trabajo como sustancia del contrato, y los que se sirven de él para la satisfacción de sus intereses, afirma eduardo Couture. el derecho procesal del trabajo, el derecho procesal agrario y el derecho procesal de la seguridad social corresponden a este sector. el derecho Procesal Publicístico o de oficiosidad se caracteriza porque en él, el estado tiene una doble intervención a través de órganos distintos e independien‑tes; como parte, ya sea actora o demandada, y como juzgador. en este sector se ubica el proceso penal, los procesos administrativo y constitucional (en los cuales el estado puede ser parte de‑mandada o autoridad responsable a través de un órgano), y los procesos familiares y del estado civil de las personas, en los que existe una tendencia a dar intervención a un órgano del estado (el ministerio público o la Procuraduría de la defensa del Menor y la Familia). en este sector se otor‑gan al juzgador mayores facultades para el impulso y dirección del proceso, así como para fijar el objeto del mismo. Por regla general se establece una indisponibilidad en el objeto del litigio, con salvedades y modalidades en el proceso penal y familiar, afirma el doctor ovalle Favela.

3 Ibidem, p. 67.

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principalmente en asuntos que afecten los intereses de los menores o incapacitados; conflictos relacionados con el derecho de alimentos, violencia familiar, etcétera, regulando dichos intereses con normas de orden público que sean adecuadas a la protección de la familia. El De‑recho Familiar debe procurar el bienestar y prevalencia de los bienes superiores y trascendentes de la familia sobre los intereses personales y muchas veces egoístas de las partes en conflicto. Por ello, esa tutela jurídica no debe quedar confiada a normas permisivas o dispositivas ni al capricho de los interesados, de tal suerte que se debe limitar el objeto del litigio, otorgando al juzgador amplias facultades en este sentido. El Estado tiene gran interés en la preservación de la familia y del matrimonio, como base o sustento de aquélla. Por ello en materia familiar no debe regir el principio de la autonomía de la voluntad, toda vez que el mismo es de carácter eminentemente individualista y patrimonial. Por eso las normas sustantivas que regulan la familia son imperativas, de orden público.

En el proceso familiar tampoco debe prevalecer el principio dis‑positivo, en virtud de que el interés en juego es superior al interés particular de las partes litigantes que intervienen en el conflicto. En efecto, sabemos que en materia familiar existe una serie de relaciones patrimoniales, de carácter eminentemente patrimonial. Pero también se presentan otras muchas que no tienen un contenido económico o patrimonial. Estas últimas son, entre otras; las relaciones jurídico fa‑miliares derivadas de la filiación, del estado civil de las personas y del parentesco, en general las relaciones conyugales, las que por su naturaleza, por su importancia y trascendencia, requieren de una re‑gulación especial.

Obviamente, al ser la familia la base fundamental de la sociedad, el Estado ha establecido diversos sistemas para preservarla y regular las re‑laciones apuntadas en el párrafo que precede, por medio de normas jurí‑dicas de carácter irrenunciable. En aquellas cuestiones o litigios que afec‑tan las relaciones jurídico‑familiares antes mencionadas, en la legislación procesal se faculta expresamente al juzgador familiar para intervenir de oficio, sin necesidad de que haya instancia o petición de parte; se le con‑fieren mayores facultades para la dirección y conducción del proceso. De

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igual forma, el juez de lo familiar generalmente goza de amplísimas fa‑cultades y atribuciones para desempeñar la función jurisdiccional y dirigir el procedimiento, pudiendo rebasar los límites formales y rígidos que se imponen en el sistema dispositivo, toda vez que éste es de contenido emi‑nentemente patrimonial, en tanto que en el proceso familiar se pretende la tutela de los valores más trascendentes e importantes de la persona.

Por lo anterior se eliminan formalidades excesivas o innecesarias en el procedimiento, que pudieran entorpecer el curso del mismo, conser‑vándose únicamente aquellas formalidades esenciales del procedimien‑to indispensables para respetar las garantías constitucionales del Debido Proceso Legal y Seguridad Jurídica. Por ello, en el proceso familiar se eliminan también las cuestiones o incidentes que puedan dilatar su curso normal.

La instancia puede iniciarse en casos urgentes por comparecencia personal de la parte interesada ante el juez familiar, eliminándose la necesidad del libelo o demanda escrita. Se trata de una comparecencia personal en la cual la demanda se promueve verbalmente, sin forma‑lidad alguna y en comparecencia ante el juez, levantándose acta para constancia. En esa comparecencia, además de expresarse los hechos objeto de la litis, deben ofrecerse las pruebas de la actora o de la de‑mandada, en caso de que el demandado haga su contestación de la misma forma y de esta manera apreciamos la aplicación de los princi‑pios de economía procesal y de condensación de actuaciones.

El juzgador está obligado a suplir la deficiencia de cualquiera de las partes en sus planteamientos de derecho. Sin embargo, esta suplencia de la deficiencia de la queja debe encaminarse directa e inmediatamente a cumplir con las finalidades esperadas por el legislador al crear normas especializadas, preservar la familia y proteger a sus miembros 4. Resulta

4 la facultad de suplir las deficiencias de las partes en sus planteamientos de derecho contenida en el segundo párrafo del artículo 941 del ordenamiento legal estudiado, fue adicionada por decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación del día 27 de diciembre de 1983, por considerarse que el interés tutelado en el Proceso Familiar es de orden público. Por ello, esta suplencia debe aplicarse a cualquier litigio familiar, aun cuando el mismo se ventile en la Vía ordinaria Civil.

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claro que si el juzgador puede actuar de oficio y sin necesidad de ins‑tancia de la parte interesada, es evidente que por mayoría de razón está autorizado para suplir la deficiencia de las partes en sus planteamientos de derecho, pero ello dentro de los límites fijados en la ley y con objeto de realizar su función pública de hacer justicia, procurando cumplir con el espíritu de la ley en materia familiar, es decir, con la finalidad para la que fue creada, no limitándose a una interpretación simplemente grama‑tical o restrictiva de la norma jurídica. Considero que esta suplencia de la queja no se refiere exclusivamente al derecho invocado por las partes, ya que todo juzgador en nuestro sistema jurídico, es juez de derecho y debe aplicar la norma que corresponda al caso concreto, independiente‑mente de que la invoquen o no los interesados. Siguiendo en este orden de ideas, considero que la suplencia de la deficiencia de la demanda, puede abarcar cualquier error o inexactitud en la narración de los hechos o del planteamiento de la pretensión, con el objeto de buscar la mejor solución al conflicto mediante el conocimiento de la verdad material, procurando siempre la tutela y protección de la familia y de sus miem‑bros, lo cual debe ser tomado en cuenta por el juzgador al momento de suplir las deficiencias de la queja.

Estas amplísimas facultades que se otorgan al juzgador en materia familiar, imponen al mismo una función muy difícil de cumplir. Por una parte, tiene el deber de suplir la deficiencia en el planteamiento de las partes, pero también la obligación de mantener la mayor igualdad o paridad procesal 5 entre los litigantes. Además, debe ser imparcial, toda vez que no puede ser juez y parte, y debe respetar las formali‑dades esenciales del procedimiento, a fin de no afectar los derechos de cualquiera de las partes. Ello implica que el juez de lo familiar deberá usar con extrema prudencia las atribuciones que le ha confe‑rido el legislador, y en su caso auxiliarse del ministerio público y del

5 uno de los Principios Procesales comunes a todo proceso, es el de «igualdad procesal de las partes», que impone al juzgador el deber de mantener el mayor equilibrio o paridad entre las partes contendientes. así, en la fracción iii del artículo 398 del Código de Procedimientos Civiles del distrito Federal, se establece que los tribunales, bajo su más estricta responsabilidad, deben mantener la mayor igualdad entre las partes, de modo que no se haga concesión a una de ellas sin que haga lo mismo con la otra.

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defensor de oficio, para que éstos asistan y asesoren adecuadamente a la parte afectada. Resulta lógico que sea indispensable una adecuada preparación del juez de lo familiar, del ministerio público y de los defensores de oficio, quienes deben conocer y entender perfectamente la importancia y trascendencia del Derecho Familiar, además de tener una verdadera sensibilidad jurídica y vocación de servicio.

En materia familiar se otorga al juzgador la facultad de buscar me‑dios de prueba para mejor proveer, es decir, medios de acreditamiento que constituyan elementos para emitir una resolución no sólo justa, sino equitativa 6, procurando conocer la verdad real o material de los hechos, y no simplemente la verdad formal, que generalmente no co‑incide con la veracidad de los hechos. Por ello, establece la ley que el juez puede cerciorarse personalmente de la verdad de !os hechos, con auxilio de especialistas o instituciones especializadas en la materia, antes de la reforma de 30 de diciembre de 199� eran los trabajadores sociales los encargados de realizar estudios socioeconómicos, para co‑nocer directamente los hechos materia de la litis.

La solución a los conflictos, debe seguir los lineamientos previstos en los artículos 940 y siguientes del Código Distrital de Procedimien‑tos Civiles, buscando una decisión que debe ser más de equidad que de estricto derecho, facultándose expresamente al juzgador a apartarse de solemnidades excesivas o formalidades innecesarias, como se precisa en los artículos 942 y 943 del mismo ordenamiento legal consultado, con el objeto de obtener la justicia del caso concreto �. Es decepcio‑nante constatar que muchas sentencias que se encuentran formal‑mente apegadas a derecho, son legales, pero materialmente resultan

6 equidad, del latín aequitas‑atis. un antecedente directo de la equidad lo encontramos en aris‑tóteles, quien hace referencia a la Epiqueya como prudente adaptación de la ley general, a fin de aplicarla al caso concreto. Para aristóteles la equidad era una forma de la justicia. la equidad es un principio general del derecho que constituye el máximo de discrecionalidad que la ley concede al juez en algunos casos para desentrañar el sentido de la ley, la Ratio Legis. equidad significa la moderación del rigor de las leyes, atendiendo más a la intención del legislador que a la letra de ellas.

� eduardo Couture en su Decálogo del Abogado, dice: «lucha: tu deber es luchar por el derecho; pero el día en que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justicia».

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toralmente injustas e inequitativas, por haberse aplicado estrictamente la letra de la ley, sin que el juzgador meditara sobre la finalidad pri‑mordial para la que fue creada la norma jurídica. Nuestros tribunales no son tribunales de justicia, sino de legalidad, y esta idea se aplica no únicamente al proceso civil o mercantil en general, sino también al familiar. Así, las sentencias que se dictan se ajustan a derecho, son legales, pero no siempre justas.

Por lo expuesto con anterioridad, considero que las resoluciones que recaigan en toda clase de procesos familiares deben emitirse im‑poniendo al juzgador la obligación de averiguar la verdad material de los hechos, procurando la justicia y la equidad, y no simplemente la verdad formal, ya que ello iría en contra de la intención del legisla‑dor al crear normas especiales en el Derecho Familiar y en el proceso correspondiente. Esto desde luego requeriría de una reforma a la le‑gislación procesal, con el objeto de que el juez de lo familiar pudiera resolver la controversia aplicando la justicia, la equidad y los princi‑pios generales del derecho, por encima de la legalidad. Pienso que se debe establecer de manera expresa que el juzgador, en toda clase de conflictos que afecten a la familia, incluso el divorcio y la nulidad de matrimonio, debe contar con facultades discrecionales para resolver lo que mejor convenga a la familia y a sus miembros, dictando medidas provisionales y definitivas con objeto de que se cumpla con la finali‑dad buscada por el legislador, al crear normas especiales y tribunales especializados para resolver dichos conflictos, es decir, la protección de dicha institución y de sus miembros.

Sin embargo, en la práctica forense la resolución judicial no obe‑dece siempre a la observancia de las normas rectoras del procedi‑miento y a la interpretación jurídica de la ley, afirma el magistrado Manuel Bejarano y Sánchez 8. Frecuentemente los juzgadores aplican al Derecho Familiar principios jurídicos que fueron establecidos para

8 Manuel, Bejarano y sánchez, Las Controversias de Orden Familiar. Tesis Discrepantes, Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, publicación especial, dirección de anales de Jurispru‑dencia y Boletín Judicial, México, 1994, p. 15.

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regular el procedimiento civil dispositivo, de carácter eminentemente patrimonial, olvidándose de la ratio legis que inspiró la creación de normas especiales y privativas en materia familiar. Sostiene Bejarano y Sánchez que las resoluciones de los Tribunales Familiares se apoyan frecuentemente en tecnicismos ajenos a la materia familiar, que obsta‑culizan la justicia del caso concreto, soslayando la ley que fue creada específicamente para regirla 9.

Lo mismo acontece con las decisiones de los magistrados de los Tribunales Superiores y de los Tribunales Colegiados de Circuito, quienes frecuentemente interpretan literalmente la ley familiar y se apartan del espíritu de la ley considerado por el legislador y que ins‑piró su creación. Muchas veces se olvidan los juzgadores que en esta materia se debe desentrañar el espíritu de la ley, con objeto de alcanzar el fin para el que fue creada, es decir, la preservación de la familia y la protección de sus miembros, procurando una resolución justa y equitativa y no simplemente una sentencia formalmente legal, pero que resulta injusta al caso concreto y que puede afectar seriamente a la familia, a sus miembros y a los menores hijos.

Al abogado postulante, por su parte, generalmente no le interesa la materia familiar ni intervenir en controversias de esta especie. Fre‑cuentemente aquellos litigios que afectan a la familia, principalmente en materia de Controversias del Orden Familiar, son conflictos de di‑fícil solución, y no son negocios productivos desde ningún punto de vista, aun cuando hay excepciones. Olvidamos que la familia es la esencia de la sociedad y que la desintegración de la misma, a la larga provocará la decadencia del Estado. Olvidamos que la abogacía es una profesión eminentemente de servicio y que la mejor forma de pres‑tar ese servicio es salvaguardar los valores esenciales de la familia. A quienes se dedican al patrocinio de asuntos en materia familiar, se les tacha frecuentemente de idealistas, de seres que viven fuera de la realidad y que no buscan éxito profesional. Al abogado que interviene

9 Op. cit., p. 15. Ibidem.

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en juicios de divorcio, por el contrario, se le acusa injustamente de in‑moral o poco escrupuloso, sin pensar que en muchos casos, el litigante procura obtener los efectos del divorcio civil para proteger al cónyuge que no ha dado lugar a él y, con mayor razón, tutelar a los hijos, quie‑nes siempre resultan víctimas inocentes del fracaso matrimonial de sus padres.

II. LOS JUZGADOS DE LO FAMILIAR

Mediante Decreto de fecha 24 de febrero de 19�1, publicado en el Diario Oficial de la Federación el 18 de marzo del mismo año, se re‑formó la Ley Orgánica de los Tribunales de Justicia del Fuero Común del Distrito Federal —y Territorios Federales en aquella época—, con objeto de crear juzgados especializados para conocer las cuestiones relativas al Derecho de Familia, otorgándose a los jueces de lo fami‑liar la competencia que se precisaba en el artículo 58 de la propia ley. La nueva Ley Orgánica del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal 10 en su artículo 52 establece en general la misma competencia. Ésta puede sintetizarse en las siguientes cuestiones que son del cono‑cimiento de los jueces de lo familiar:

1. Procedimientos de jurisdicción voluntaria relacionados con el derecho familiar.

2. Todo tipo de litigios en asuntos matrimoniales como son los divorcios y la nulidad del matrimonio.

3. Aspectos patrimoniales del matrimonio.

4. Cuestiones relativas a los actos del Registro Civil.

5. Cuestiones relativas al estado civil de las personas y al parentesco.

10 Publicada en el Diario Oficial de la Federación de 7 de febrero de 1996.

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6. Cuestiones relacionadas con la paternidad, la filiación y la patria potestad.

�. Controversias del orden familiar.

8. Interdicción y tutela.

9. Declaración de ausencia y presunción de muerte.

10. Juicios sucesorios.

11. Cuestiones relacionadas con el patrimonio de familia.

12. Consignaciones y diligenciación de exhortos en todo lo concer‑niente a las cuestiones antes listadas.

Puede observarse que tanto en las sucesiones como en las cues‑tiones relativas al patrimonio de familia y administración de bienes comunes, el contenido es de naturaleza patrimonial, en tanto que las demás cuestiones o litigios que son de la competencia de los jueces de lo familiar, rebasan por mucho los aspectos simplemente patri‑moniales, al referirse a bienes superiores inherentes a las personas y a los valores que trascienden en las relaciones familiares, así como a los intereses primordiales de los menores o incapacitados. Asimismo observamos que desde la primera Ley Orgánica, el le‑gislador consideró que los asuntos relativos al Derecho de Familia debían ser del conocimiento de tribunales especializados, altamen‑te calificados en la materia de su especialización, por merecer estos conflictos un tratamiento diferente al establecido en el sistema del proceso dispositivo, de contenido eminentemente individualista que tiene aplicación en el Derecho civil y el mercantil. Así prime‑ro se crean tribunales especializados para conocer de la materia familiar, y posteriormente se establece un procedimiento especial para ventilar algunos de los conflictos domésticos, adicionándose un título especial al Código Distrital de Procedimientos Civiles, el Título Decimosexto que regula las Controversias Familiares.

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No obstante lo expuesto, actualmente existe una amplia corrien‑te que pretende eliminar los juzgados familiares, junto con los del arrendamiento inmobiliario, de lo concursal y de inmatriculación judicial, afirmando que todos deben convertirse en juzgados ci‑viles. Desde luego, estoy de acuerdo en la desaparición de todos ellos, excepto de los juzgados en materia familiar, por todos los motivos expuestos. Dada la importancia y trascendencia de la fami‑lia, considerando la naturaleza de las normas jurídicas que la rigen, es indiscutible que deben existir juzgados altamente calificados y especializados que puedan resolver los conflictos familiares, toda vez que los mismos generalmente rebasan los aspectos meramente patrimoniales. Los titulares de los mismos, además de su prepara‑ción especializada en la materia deben tener una especial sensibili‑dad y calidad humana, para comprender cabalmente la conflictiva de las relaciones familiares.

III. PROCEDIMIENTO ESPECIAL ANTE LOS TRIBUNA-LES DE LO FAMILIAR

Por Decreto de fecha 26 de febrero de 19�3, publicado el 14 de marzo del mismo año, se adicionó el Código de Procedimien‑tos Civiles del Distrito Federal, con el Título Decimosexto de‑nominado De las Controversias de Orden Familiar. Esta reforma es paralela a la supresión de los procedimientos sumarios 11 y

11 recordemos que el procedimiento puede ser plenario o sumario. la distinción entre ambos con‑siste en la plenitud o limitación del conocimiento que puede tener el juzgador respecto al objeto del litigio. en el proceso plenario, el conocimiento del litigio es completo (pleno), mediante la sentencia se llega a la composición toral y definitiva del mismo. en los procesos sumarios, el conocimiento del litigio se encuentra limitado a determinados aspectos del mismo, y por ello su resolución es parcial.el procedimiento puede ser además, plenario ordinario, que se desenvuelve en mayores plazas y etapas separadas, como es el juicio ordinario civil; o plenario rápido, que se desenvuelve en menores plazos y etapas concentradas, como ocurre en los juicios de mínima cuantía.en la doctrina y en la legislación mexicana se han confundido los juicios plenarios rápidos con los sumarios y erróneamente se consideran sumarios aquellos procedimientos que son rápidos y se desarrollan en etapas condensadas, independientemente de su plenitud en el conocimiento de la litis.

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sumarísimos 12 que hasta esa fecha regulaba el Código Distrital de Procedimientos Civiles.

El Título Decimosexto del Código de Procedimientos Civiles com‑prende únicamente 1� artículos, del 940 al 956, que desde su entrada en vigor han representado una nueva problemática en su aplicación. Los juzgadores en la práctica, y con gran influencia del Derecho pro‑cesal español 13, han sido formados con un criterio eminentemente formalista, por lo cual aplican exactamente la ley o su interpretación estricta, como si se tratara de procesos de estricto Derecho y contenido patrimonial, olvidando que en materia familiar las normas que la rigen deben procurar la tutela de los valores fundamentales de la familia y que trascienden a los intereses patrimoniales. Por ello es necesaria una adecuada preparación en los jueces familiares, a fin de que com‑prendan las amplísimas facultades que el legislador ha otorgado en esta clase de conflictos. En relación con lo expuesto, el maestro José Becerra Bautista 14 afirma: «este amplio criterio legislativo, obliga a quienes tienen el deber de designar a los jueces de lo familiar, a se‑leccionar y elegir sólo a hombres y mujeres que por su experiencia, ponderación, sabiduría y sentido humano, puedan preservar la familia, sin cometer abusos o iniquidades que perjudiquen a sus miembros», lo que en esta época me parece bastante difícil, toda vez que nuestra sociedad es cada día más materialista y hedonista; aunado a la pérdida de los valores morales, éticos y religiosos, que dignifican a la persona. Sin embargo, he tenido la oportunidad de conocer a gran número de jueces y magistrados que reúnen sobradamente los requisitos

12 antes de esta reforma, el artículo 430 del Código de Procedimientos Civiles establecía una serie de procesos sumarios, y el artículo 432 contemplaba además, un proceso sumarísimo, para re‑solver los problemas a los que se referían las fracciones Vi, Vii y XVi del numeral 430, o sea, calificación de impedimentos matrimoniales, responsabilidad por incumplimiento de promesa matrimonial, diferencias entre marido y mujer sobre administración de los bienes comunes, edu‑cación de los hijos, oposición de maridos, padres o tutores, y en general todas las cuestiones familiares que requirieran la intervención judicial. el procedimiento sumarísimo era verbal, no requiriéndose más solemnidades que el de oír a ambas partes, primero al actor y luego al de‑mandado, recibir en ese orden sus pruebas en el mismo acto, y dictar en el mismo momento la resolución. todo el juicio se haría constar en una sola acta, cuando terminara en un día.

13 aroca Juan Montero, La Herencia Procesal Española, unaM, 1994. 14 José, Becerra Bautista, El Proceso Civil en México, Porrúa, 4ª. ed. México, 1974, p. 516.

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mencionados y tienen, además, verdadero espíritu de servicio y gran calidad humana.

Siguiendo otro orden de ideas y no obstante que el Título Deci‑mosexto del Código de Procedimientos Civiles se denomina De las Controversias del Orden Familiar, él mismo no contiene una regula‑ción sistemática y completa de todas y cada una de las controversias o litigios que pueden surgir en materia familiar, sino que simplemente establece la regulación de un procedimiento especial, y que proce‑de exclusivamente en los supuestos previstos en el artículo 942 del mismo ordenamiento legal. En efecto, proceden las Controversias del Orden Familiar tratándose de alimentos; calificación de impedimentos de matrimonio; diferencias que surjan entre marido y mujer respecto a la administración de bienes comunes y educación de los hijos; opo‑sición de padres o tutores; violencia familiar y en general de todas las cuestiones familiares que reclamen la intervención judicial y que sean análogas a las anteriores.

Como lo indiqué con anterioridad, el Título Decimosexto del Códi‑go Procesal, se limita a establecer de manera general algunos principios básicos para la generalidad de todos los procedimientos concernientes a la familia 15. Crea y regula, además, un procedimiento especial, en el cual se tramitan exclusivamente las Controversias del Orden Familiar, mencionadas en el párrafo que antecede. Por ello, quedan excluidos los litigios referentes a divorcio, nulidad de matrimonio, investigación de la paternidad, etcétera, que se deben seguir ventilando en la Vía Ordinaria Civil, como expresamente se dispone en nuestra legislación procesal vigente.

Entre los principios básicos de todo procedimiento familiar conte‑nidos en las reformas de 19�3, y sintetizando lo expuesto hasta este momento, encontramos los siguientes:

15 Principios que tienen aplicación a cualquier tipo de litigio en que se involucre a la familia, de acuerdo con el contenido de la exposición de Motivos del decreto comentado, y no solamente tratándose de Controversias del orden Familiar.

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a) Se consideran de orden público todos los problemas inherentes a la familia. Considero este principio extensivo a cualquier litigio en materia familiar, al divorcio, a la nulidad de matrimonio, etcétera.

b) Se faculta al juez de lo familiar para intervenir de oficio en todos los asuntos que afecten a la familia, especialmente tratándose de menores, incapacitados, alimentos y violencia familiar. Es decir, prevalece el proceso publicístico.

c) Se impone al juzgador el deber para decretar las medidas que tien‑dan a preservar la familia y a proteger a sus miembros.

d) Se prevé la obligación de patrocinio de un defensor de oficio a la parte que no esté asesorada por licenciado en derecho, cuando la otra parte sí lo está.

e) Los jueces y tribunales en materia familiar, están obligados a suplir las deficiencias de las partes en sus planteamientos de derecho 16, con la observación hecha anteriormente.

Por lo que se refiere al procedimiento especial denominado Contro‑versia del Orden Familiar, el mismo se aplica únicamente en aquellos supuestos en que se solicite la declaración, preservación o constitu‑ción de un derecho, o se alegue la violación del mismo o el descono‑cimiento de una obligación, tratándose de alimentos, de calificación de impedimentos de matrimonio, o de las diferencias que surjan entre marido y mujer sobre administración de bienes comunes, educación de hijos, oposición de maridos, padres y tutores y en general todas las

16 esto implica la aplicación del principio jura novit curia, de acuerdo con el cual el juzgador con‑oce el derecho. Pensamos que la adición de diciembre de 1983, pretendió establecer la suplencia de la demanda en cuanto al planteamiento de hecho de las partes y no del derecho. dentro de las controversias de orden Familiar, predomina el Principio publicístico, por lo que el juzgador se sustituye en la voluntad de las partes en gran cantidad de actos procesales, por ejemplo, al fijar una pensión alimenticia provisional sin audiencia del demandado; cuando se auxilia de traba‑jadores sociales aun cuando las partes no lo hubieran solicitado; cuando las partes no se ponen de acuerdo sobre la educación de sus hijos o en la administración de bienes comunes.

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cuestiones familiares similares que reclamen intervención judicial. Por reforma del 30 de diciembre de 199�, tratándose de violencia familiar, a fin de que las partes convengan los actos para hacerla cesar o el juez determine las medidas para la protección de los menores y de la parte agredida. En estos casos, se establece un procedimiento especial y sin formalidades excesivas, no obstante que su tramitación, en la práctica, puede durar varios meses o años, por deficiencias en su regulación.

De conformidad con lo establecido en el artículo 942 del Códi‑go Procesal del Distrito Federal, !a vía o procedimiento denominado Controversias del Orden Familiar procede exclusivamente en los su‑puestos previstos en el artículo 942 del Código Distrital de Procedi‑mientos Civiles, es decir:

1. Cuando el litigio verse sobre alimentos. Constitución, pago y ga‑rantía de una pensión de alimentos, solicitada por los acreedores alimentistas o sus legítimos representantes; o la reducción, extin‑ción o cesación de la pensión respectiva.

2. Cuando se trate de calificación de impedimentos de matrimonio. En este supuesto se debe recordar que de acuerdo con lo previsto en la última parte del artículo 156 del Código Civil para el Dis‑trito Federal, los únicos impedimentos para contraer matrimonio que pueden dispensarse, son la falta de edad y el parentesco por consanguinidad en la línea colateral desigual. Ahora bien, cuan‑do alguno de los pretendientes es menor de 18 años, requiere del consentimiento de los padres o de los abuelos, en su caso, pero faltando éstos, suplirá el consentimiento el juez de lo familiar de la residencia del menor, atento lo dispuesto en el artículo 150 del Código Civil;

3. Cuando el litigio verse sobre diferencias que surjan entre marido y mujer respecto a la administración de bienes comunes. Puedo comen‑tar dos supuestos diversos: o los cónyuges se encuentran casados bajo el régimen de sociedad conyugal, o estando casados bajo el régimen de separación de bienes, son copropietarios de algún bien, y ha surgi‑do conflicto respecto a la administración de éste.

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4. Cuando el litigio surja entre marido y mujer con relación a la edu‑cación de los hijos —por analogía, se aplica también a los padres, aun cuando no estén casados pero ejerzan ambos la patria potestad y no se pongan de acuerdo sobre la educación de los hijos o la custodia de los mismos—. En estos casos puedo mencionar los conflictos que surgen por los motivos a que se refieren los artícu‑los 380, 381, 415, 416, 41�, 41 8 y 441 del Código Civil.

5. Oposición de padres o tutores. Estos supuestos se refieren a diver‑sos conflictos que surjan entre menores y quienes ejerzan la patria potestad o la tutela, relativa a dichas instituciones;

6. Violencia familiar, en los casos previstos en el artículo 323 bis del Código Civil, a fin de que el juez, en audiencia privada, exhorte a las partes involucradas, que convengan los actos para hacerla cesar, y en caso de que no lo hicieran, en la misma audiencia el juez determinará las medidas procedentes para la protección de los menores y de la parte agredida.

�. En general, cualquier cuestión familiar similar a las anteriores. En este supuesto podemos encontrar controversias que surgen en relación con la guarda y custodia de los hijos, al establecimiento de un régimen de convivencia y visitas a los hijos, cuando el pro‑genitor no tiene la custodia de los mismos, etcétera.

Como puede apreciarse, la vía especial denominada Controversias del Orden Familiar comprende única y exclusivamente aquellos con‑flictos familiares en los que el legislador consideró se requería un pro‑cedimiento más expedito y ágil, en el que se eliminaran formalidades excesivas, a fin de que el juzgador pudiera dirimir las cuestiones con‑trovertidas rápidamente y, en su caso, dictar las medidas provisionales o precautorias adecuadas en forma pronta y sin dilaciones, en un pro‑ceso sencillo y cuya tramitación se agotará en un plazo menor, dando gran importancia a la oralidad, aun cuando en la práctica esto no se cumple y la audiencia generalmente se difiere varias veces.

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Atento con lo expuesto en los párrafos que preceden, los litigios que versan sobre divorcio, nulidad de matrimonio, impugnación de la pater‑nidad, investigación de la paternidad o en general cualquier otra cues‑tión relativa al estado civil de las personas, deben tramitarse en la Vía Ordinaria Civil, toda vez que dicha vía corresponde al proceso plenario, con mayor número de trámites y formalismo procesal, en tanto que las Controversias del Orden Familiar establecen un proceso que se pretende menos formalista, más expedito y rápido, dada la naturaleza del litigio que podría plantearse en dicha vía procesal. Es conveniente mencionar que en la reforma publicada en el Diario Oficial de la Federación del 30 de diciembre de 199�, se reformó el artículo 942 del Código Procesal Civil, a fin de que expresamente se estableciera que dicha disposición no es aplicable a los casos de divorcio o de patria potestad. Olvidó el le‑gislador que tampoco es aplicable a los casos de nulidad de matrimonio, investigación de la paternidad, impugnación de la paternidad, etcétera.

V. LAS CONTROVERSIAS DE ORDEN FAMILIAR

En primer lugar debo aclarar que las controversias en los supuestos mencionados con anterioridad se tramitan en un procedimiento espe‑cial. Éste es diverso al Juicio Ordinario Civil, toda vez que el Título Decimosexto del Código Procesal Civil establece una serie de moda‑lidades específicas que lo distinguen del proceso ordinario, aunado al hecho de que únicamente se pueden sustanciar en ese procedimiento las cuestiones controvertidas que se analizaron anteriormente 1� y no la totatidad de los litigios familiares.

A continuación, realizo un breve análisis de las disposiciones correspondientes:

1. De acuerdo con lo previsto en el artículo 956 del Código Distrital de Procedimientos Civiles, para todo lo no previsto en el Título

1� un procedimiento es ordinario cuando en el mismo se conoce de la generalidad de los litigios, y es especial cuando únicamente se establece para determinado tipo de litigios. es decir, serán juicios especiales todos aquellos que no reúnen todas las características del juicio ordinario.

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Decimosexto, se aplicarán las reglas generales del mismo ordena‑miento legal, en todo lo no que se oponga a su contenido. Se prevé así una aplicación supletoria de las reglas generales contenidas en el propio ordenamiento estudiado.

2. En el artículo 940 del mismo ordenamiento se establece que todos los problemas inherentes a la familia se consideran de orden público, por constituir aquélla la base de la sociedad. Sobre el particular, me re‑mito a lo que he venido comentando desde el inicio de mi exposición.

3. El artículo 941 dispone que el juez de lo familiar estará facul-tado para intervenir de oficio en los asuntos que afecten a la familia, especialmente tratándose de menores y alimentos, y por ello deberá decretar las medidas que tiendan a preservarla y a proteger a sus miembros. Considero que ésta es una obligación procesal del juzgador y no simplemente una facultad discrecional o potestativa.

Que el juzgador pueda actuar de oficio, debe ser interpretado. Re‑sulta evidente que la instancia o petición de parte interesada —el ejer‑cicio de la acción— es indispensable para provocar la actividad del órgano jurisdiccional. Ningún juzgador puede por sí y ante sí iniciar un proceso jurisdiccional. Sin embargo, una vez iniciado el proceso, el juez podrá actuar de oficio, sin necesidad de instancia o petición de parte, toda vez que en esta clase de procesos debe imperar el principio publicístico o de oficiosidad, en el que se amplían las facultades del juez para la conducción y dirección del proceso.

4. Por otra parte, en el segundo párrafo del precepto legal comen‑tado se prevé que en todos los asuntos del orden familiar, los jueces y tribunales están obligados a suplir la deficiencia de las partes en sus planteamientos de derecho, y aquí el juzgador actuará oficiosamente.

5. En el tercer párrafo del precepto consultado, artículo 941, se faculta al juzgador para exhortar a las partes a un avenimiento, re-solviendo las diferencias mediante un convenio, a fin de concluir la controversia y dar por terminado el procedimiento, con la salvedad relativa a las prohibiciones en materia de alimentos.

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Esta facultad conciliadora otorgada al juzgador representó una no‑vedad en la reforma procesal de 19�3, que posteriormente se genera‑lizó a casi la totalidad de los litigios 18. Anteriormente dicha facultad existía únicamente en los juicios de mínima cuantía. Fue hasta el año de 1986 cuando se estableció en la legislación procesal local la Au‑diencia Previa y de Conciliación en el Juicio Ordinario Civil y en la Ley Orgánica se creó la institución del secretario conciliador.

6. En las Controversias del Orden Familiar se pretende eliminar toda formalidad excesiva o innecesaria para acudir ante el juez, en los casos previstos en el artículo 942. Nótese que en su contenido, se incluyen las cuestiones o litigios que hasta esa fecha eran materia del procedimiento sumarísimo. En este orden de ideas resulta inexacto que se eliminaran formalidades innecesarias para crear un procedi‑miento expedito, ya que en el último de los procedimientos mencio‑nado —el sumarísimo— se requería de menos formalidades que en la regulación vigente, por lo que ésta requiere de una sustancial reforma, a fin de que efectivamente el procedimiento sea expedito, rápido y sin formalismos innecesarios.

�. Obviamente, existen determinadas formalidades que no pueden eliminarse:

a) En virtud de que el juzgador no podrá iniciar el proceso jurisdic‑cional por sí y ante sí, siempre se requiere de una instancia o petición de la parte interesada que haga valer su pretensión litigiosa, aun cuan‑do se pueda acudir al juez de lo familiar por comparecencia personal, en los casos urgentes a que se refiere el artículo 942, exponiendo de manera breve y concisa los hechos de que se trate, y proponiendo las pruebas respectivas.

18 acorde con esta reforma, también se adicionó el segundo párrafo del artículo 55 del mismo Có‑digo, en el que se otorgaron facultades conciliadoras a magistrados y jueces, y posteriormente se establecieron los conciliadores.

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b) Con la copia respectiva de esa comparecencia personal —o en su caso de la demanda escrita— y de los documentos que se presenten, se correrá traslado a la parte demandada y se le emplazará para que dé respuesta en la misma forma dentro del término de nueve días, respe‑tándose así la Garantía de Audiencia del demandado;

c) Para la comparecencia personal, no se requiere formalidad al‑guna. Sin embargo, a fin de que la parte contraria pueda producir su contestación y defensa, es lógico que los hechos de la demanda se ex‑presen de manera clara, precisa y congruente, como se previene en la fracción V del artículo 255 del Código de Procedimientos Civiles, que se debe aplicar supletoriamente al procedimiento especial.

d) Tratándose de diferencias entre marido y mujer sobre adminis‑tración de bienes comunes, la educación de sus hijos, oposición de maridos, padres y tutores, alimentos y en general todas las cuestiones familiares análogas, tanto la demanda como la contestación podrán ser verbales —por comparecencia— o por escrito.

e) En cuanto a las formalidades que se establecieron para el Jui‑cio Ordinario Civil, en la reforma publicada en el Diario Oficial de la Federación del veinticuatro de mayo de 1996 —entre ellas la car‑ga impuesta a las partes de precisar en los hechos de la demanda los nombres y apellidos de los testigos y los documentos relacionados con cada hecho— considero que las mismas no deben tener aplicación en materia de Controversias del Orden Familiar 19, por tratarse de formalidades excesivas;

19 entre las nuevas formalidades de la demanda, de acuerdo con las reformas al Código de Procedimien‑tos Civiles del distrito Federal de 24 de mayo de 1996, encontramos la necesidad de que en los hechos de la demanda se indiquen el nombre y domicilio de los testigos a los que les consten los hechos, que en los hechos se mencionan y exhiban todos y cada uno de los documentos justifica‑tivos de la acción, así como aquellos que servirán de prueba; que al ofrecer pruebas se mencione el motivo de la prueba, es decir, las razones por las que se considera que la misma es pertinente o idónea, etcétera. sin embargo, pienso que esas nuevas formalidades no tienen aplicación en nuestra materia, ya que ello sería contrario a los artículos 942 y 943 del Código Procesal Civil.

REFLEXIONES EN RELACIÓN CON LOS CONFLICTOS

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9. En casos urgentes, el interesado está facultado para concu-rrir ante cualquiera de los jueces de lo familiar del Distrito Federal para formular su demanda verbal, sin requerir de la presentación de la demanda escrita por la Oficialía de Partes Común. Una vez que el juzgador dicte y ejecute las medidas cautelares que considere ne‑cesarias, deber remitir el expediente a la Oficialía de Partes Común, para que el mismo se turne al juez que deba seguir conociendo de ese conflicto, aun cuando ello no encuentra un fundamento en la ley, ya que la Oficialía de Partes Común fue creada con posterioridad al establecimiento del procedimiento especial que es objeto de nuestro estudio 20 lo que significa la existencia una laguna en la ley respecto a la comparecencia personal.

10. En materia de alimentos, por Acuerdo del Presidente del Tribu-nal Superior de Justicia, el interesado puede concurrir a la Oficialía de Partes Común, para el efecto de que le asignen juzgado, y una vez realizado el turno, el actor puede comparecer al juzgado correspon-diente a formular la demanda verbalmente. Tal vez sería conveniente que esta regla se aplicara a la generalidad de las Controversias del Orden Familiar, en casos urgentes.

11. Se puede observar que las partes tienen la carga de ofrecer prue-bas desde su comparecencia inicial. Ello implica que el legislador pro‑curó establecer un procedimiento simplificado, condensando en pocas actuaciones para el desarrollo de la totalidad del procedimiento, aun cuando en la práctica ello no hubiera funcionado con la celeridad que se pensó, ante la excesiva carga de trabajo en los juzgados de lo familiar.

20 en el distrito Federal, la oficialía de Partes Común existe desde 1987, ésta recibe y turna los es‑critos iniciales a los juzgados competentes. tratándose de comparecencia personal para formular la demanda en forma verbal, no se ha regulado la forma de establecer el turno, pero en la práctica debe realizarse como se indica; compareciendo ante cualquiera de los jueces de lo familiar com‑petente, para que éste admita la demanda y dicte las medidas cautelares, y hecho lo anterior el expediente se remite a la oficialía de Partes Común para que se asigne el turno.

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12. Al admitir la demanda y ordenarse el traslado, el juez debe señalar día y hora para que tenga lugar la audiencia de ley, que deberá realizarse precisamente dentro de los treinta días si-guientes. Cabe aclarar que en muchas ocasiones la audiencia se señala para dos o tres meses posteriores a partir de la admisión de la demanda, dado el cúmulo de trabajo en los juzgados de lo familiar.

13. En relación con lo anterior, se puede apreciar que la inten‑ción del legislador fue en el sentido de agilizar el procedimiento a fin de que en una sola audiencia pudiera desahogarse la totalidad de las pruebas, oírse los alegatos de las partes y pronunciar sentencia. Por ello, se impone a las partes la carga de ofrecer pruebas desde la demanda y la contestación, sin embargo, queda una laguna, ya que no se precisa en qué momento el juzgador dictará auto admisorio de pruebas, en el que ordene su preparación. Lo correcto sería que una vez fijada la litis, el juez dictara auto admitiendo aquellas prue‑bas que tengan relación con los hechos controvertidos. Recuérdese que en el artículo 956 del ordenamiento que es materia de nuestro estudio, se hace remisión a las reglas del procedimiento ordinario en todo lo que no se contraponga a las disposiciones del Título Decimosexto.

14. Al establecerse que las partes podrán o no acudir asesora‑das por licenciados en Derecho, pero si una de ellas se encuentra asesorada y la otra no, se solicitará de inmediato los servicios de un defensor de oficio, el que debería acudir a enterarse del asunto disfrutando de un término no mayor de tres días, difiriéndose la au‑diencia por un término igual. En la práctica ha sucedido que la par‑te demandada, con el único objeto de retardar el procedimiento se presenta a la audiencia sin estar asesorada y solicita el diferimiento de la diligencia. Dada la carga de trabajo que existe en los juzgados familiares, la audiencia se difiere, pero no por un término de tres días como lo señala la ley, sino de varios días, semanas o meses, dependiendo la diligencia del juzgador y el cúmulo de asuntos que esté conociendo.

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15. En el artículo 944 se precisa que en la audiencia las partes aportarán las pruebas que así procedan y que hayan ofrecido, sin más limitación, que éstas no estén prohibidas por la ley o sean contrarias a la moral. Sobre este particular el maestro Becerra Bautista considera que el legislador tal vez quiso significar desahogarán 21 con la palabra aportarán o incluso, en el sentido de imponer a las partes la carga de preparar oportunamente sus pruebas, con la finalidad de que las mis‑mas pudieran recibirse en la audiencia y que ésta no se difiera. En este sentido, pienso que también debe reformarse la ley, a fin de imponer a las partes la carga de preparar las pruebas que hubieren ofrecido, para que se puedan desahogar precisamente en la audiencia, y en caso de que alguna prueba no pueda desahogarse oportunamente por falta de interés jurídico de su oferente, se declare la deserción de la misma, a fin de evitar dilaciones en el procedimiento.

16. Tratándose de cuestiones relativas a alimentos se establece que el juzgador fijará a petición del acreedor sin audiencia del deudor y mediante la información que estime necesaria, una pensión alimenti‑cia provisional. Con relación a esta pensión provisional es necesario hacer las siguientes reflexiones:

a) Un primer comentario a la redacción de este precepto es la ex‑presión sin audiencia del deudor, lo cual en principio parecería una violación directa a la Garantía de Audiencia consagrada en el artícu‑lo 14 Constitucional, y por ende el precepto comentado resultaría in‑constitucional, lo que se ha planteado en diversas ocasiones. Se ha discutido mucho sobre la constitucionalidad del precepto comentado, llegándose a concluir que el mismo es constitucional, en virtud de que la pensión de alimentos es simplemente una medida cautelar o provi‑sional, como su nombre lo indica, y por ello se trata simplemente de un acto de molestia, que debe encontrarse adecuadamente motivado y fundado de acuerdo con lo que prevé el artículo 16 constitucional, pero no se trata de un acto privativo de un derecho. En efecto, por tratarse de un acto de molestia, se ubica dentro de las hipótesis contenidas

21 Becerra Bautista José, op. cit., p. 518.

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en el artículo 16 constitucional y, por ello, no se afecta la Garantía de Audiencia consagrada en el artículo 14 constitucional, por no ser un acto de privación de un derecho. El proveído que fija la pensión provisional de alimentos, puede ser impugnado o recurrido, y desde luego el deman‑dado tiene la oportunidad de defenderse en el proceso y de obtener una sentencia absolutoria. Por otra parte, se podría obtener la modificación de la pensión provisional a través de un incidente, de acuerdo con lo dispuesto en los artículos 88 y 955 del Código, sin tener que esperar la sentencia definitiva, siempre que el incidentista aporte al juzgador prue‑bas suficientes. Además, la pensión provisional se establece en un auto provisional de los que establece la fracción II del artículo �9 del mismo Código, que dada su naturaleza podrá ser modificado en la sentencia definitiva.

b) En otro orden de ideas, en el precepto comentado, el legislador está dando al actor la categoría de acreedor alimentista, y al demandado la de deudor, lo cual no siempre resulta exacto, en virtud de que la materia del litigio versa precisamente sobre el derecho o no a recibir alimentos del actor, así como el monto de los mismos y a la obligación del enjuiciado. Por ello no es propio que en la ley se prejuzgue a las partes, al referirse al acreedor y deudor alimentista, ya que debe ser hasta el momento en que se dicta la sentencia definitiva, cuando se decida si efectivamente el actor resultó ser acreedor alimentista y el demandado su deudor. Antes de ese momento, lo correcto es referirse simplemente a la parte actora o de‑mandada, no obstante exista una presunción a favor de la parte actora de tener necesidad de la pensión de alimentos y por ello promueva el proceso correspondiente.

c) La pensión provisional que regula el artículo 943 se fijará con la información que el juzgador estime necesaria. Generalmente esta infor‑mación se recaba, solicitando al titular del juzgado un informe por escrito, dirigido al patrón o al centro de trabajo en donde preste sus servicios el demandado, respecto al salario y demás percepciones del mismo. Cuando éste no es asalariado, la información se obtiene requiriéndolo para que manifieste bajo protesta de decir verdad, el monto y fuente de sus ingre‑sos, lo que representa un verdadero problema práctico, ya que el enjuicia‑do puede fácilmente ocultar los datos necesarios para fijar la pensión.

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1�. El artículo 945 establece que la audiencia de ley se practica con o sin asistencia de las partes. El juez, para resolver el litigio planteado, podrá cerciorarse personalmente, con auxilio de instituciones espe‑cializadas o trabajadores sociales, de la veracidad de los hechos. Del contenido de este precepto, podemos apreciar lo siguiente:

a) En primer lugar, el juez podrá ordenar oficiosamente la práctica de una prueba de inspección judicial para verificar personalmente la verdad de los hechos.

b) También podía auxiliarse de trabajadores sociales, hasta an‑tes de la reforma publicada en el Diario Oficial del día 30 de di‑ciembre de 199�, quienes presentarían su informe en la audiencia de ley y podrán ser interrogados por el juez y por las partes. En la práctica, los trabajadores sociales se limitan a presentar por es‑crito su informe, el cual generalmente adolece de deficiencias, en virtud de la falta de experiencia y una adecuada preparación de dichos trabajadores sociales. Los informes de éstos se elaboran normalmente con los elementos que obtienen de una entrevista personal con cada una de las partes y en su caso, con los hijos de la pareja, las cuales desde luego se limitan a manifestar su versión de los hechos controvertidos. Los informes se integran también, con aquellos elementos que los trabajadores sociales a simple vista pueden obtener, sin que se haga un exhaustivo estudio socioeco‑nómico de los interesados, sin su asistencia a la audiencia.‑ Sin embargo, resulta incuestionable que el informe que se rinda, en muchas ocasiones sirve al juzgador para normar su criterio res‑pecto a los hechos litigiosos. A partir de la reforma comentada, el juez se cerciorará de la veracidad de los hechos y los evaluará personalmente o con auxilio de especialistas o instituciones espe‑cializadas en la materia. Considero que estas instituciones pueden ser de asistencia pública o privada, toda vez que la ley no distin‑gue sobre el particular.

c) En el texto original de la ley, al informe de los trabajadores so‑ciales se le daba el valor de una prueba testimonial de calidad, por estar en aquella época regulado el sistema tasado de valoración de

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pruebas. Las reformas al Código de Procedimientos Civiles de 1986 a los artículos 402 y 403, establecieron el sistema de valoración razo‑nada de las pruebas, también conocido como sistema de valoración de la sana crítica 22. En consecuencia se reformó el artículo 945 a fin de que la valoración del informe se realizara de acuerdo con lo previsto en el artículo 402 del propio Código, es decir, bajo el sistema de libre apreciación de las pruebas o de la sana crítica.

18. La audiencia a la que me vengo refiriendo, debe llevarse a cabo dentro de los 30 días siguientes al auto que admita la demanda y orde‑ne el traslado artículo 94�) y si por cualquier circunstancia no puede celebrarse, se verificará dentro de los ocho días siguientes (artículo 948). Las partes tienen la carga procesal de presentar sus testigos y peritos, pero de manifestar bajo protesta de decir verdad, no estar en aptitud de hacerlo. Se impondrá al actuario del juzgado la obligación de citar a los testigos y de hacer saber su cargo a los peritos, citando a éstos para que en la audiencia respectiva rindan su dictamen.

19. La citación a los testigos y peritos se hará con apercibimien‑to de arresto hasta por 36 horas en caso de no comparecer sin cau‑sa justificada. Al promovente de la prueba se le apercibirá con multa equivalente a 30 días de salario mínimo general vigente en el Distrito Federal, en el supuesto de que el señalamiento del domicilio resulte inexacto o de comprobarse que se ofreció la prueba con el propósito de retardar el procedimiento.

22 tradicionalmente se exponía que los sistemas probatorios eran dos: el de apreciación legal o tasada de las pruebas, en el cual el propio legislador preestablecía que valor debería otorgar el juzgador a determinados medios de prueba, cumpliéndose los requisitos establecidos en la pro‑pia ley; y el sistema de libre apreciación razonada del juzgador. actualmente a este sistema se le conoce con el nombre de «sistema de sana crítica», en el cual el juzgador gozará de amplias facultades para valorar las pruebas aportadas por las partes en conjunto, y aplicando las reglas de la lógica y de la experiencia. en el artículo 402 del Código adjetivo Civil del distrito Federal, se estableció el sistema de la sana crítica, imponiéndose al juzgador la obligación de exponer cui‑dadosamente los fundamentos de la valoración jurídica realizada y de su decisión, cumpliéndose de esta forma con la adecuada motivación y fundamentación de la decisión. en los jurados popu‑lares así como en los procesos de equidad, existe otro sistema de valoración, conocido como de íntima convicción en el cual se otorga libertad absoluta para apreciar las pruebas en conciencia y equidad, siempre que las mismas íntimamente hubieran creado un estado de convicción, sin tener que motivar esa valoración.

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Antes de la reforma de 19�3, los testigos eran apremiados, es decir, el juez ordenaba su citación a la audiencia de ley con cualquiera de los apercibimientos previstos en el artículo �3 del Código Adjetivo Civil, incluso se les podía apercibir de ser presentados por la policía. En el mismo año comentado, se reformó también el artículo 35� del Código Distrital de procedimientos civiles, imponiendo a las partes la carga de presentar sus propios testigos, y sólo cuando realmente estuvieran imposibilitadas de hacerlo, lo manifestarán así bajo protesta de decir verdad y pedirán se les cite. El tribunal ordena la citación, con aperci-bimiento de arresto hasta por treinta y seis horas, o multa equivalente a quince días de salario mínimo general vigente en el Distrito Fede-ral, que aplicará al testigo que no se presente sin causa justificada. En el artículo 948 que regula el procedimiento especial, se contiene un sólo apercibimiento al testigo, en caso de que no concurra a la au‑diencia sin causa justificada, es decir, con arresto hasta por 36 horas. Pienso que el apercibimiento de arresto es una medida de apremio más efectiva, a fin de que el testigo ocurra oportunamente a la audiencia de ley. La razón para que el apercibimiento de arresto se limite a 36 horas, es en virtud de que en el artículo 22 de la Constitución Federal únicamente se permite el arresto administrativo hasta por dicho plazo, que se ha hecho extensivo a las medidas de apremio por desacato a una autoridad judicial. ¿Y qué sucede si algún testigo deja de presentarse a la audiencia, no obstante se le aperciba? Si el testigo prefiere los medios de apremio y no se presenta a declarar, no existe solución para presentarlo, pero algunos jueces, con fundamento en la fracción II del artículo �3 del Código Procesal Civil, solicitan auxilio de la fuerza pú‑blica para presentar al testigo a declarar a fortiori. Desde luego, nunca es conveniente para las partes forzar a sus testigos a declarar ya que ello resultaría contraproducente.

20. En lo que se refiere a la prueba pericial considero que el artículo 948 del Código debe reformarse para establecer la carga a cada una de las partes, de presentar sus peritos, para los efectos de la aceptación y protesta del cargo dentro del plazo de tres días, apercibiéndolas de que en caso de no hacerlo así, el juez nombrará perito en rebeldía, aplicán‑dose la regla establecida en el artículo 34� reformado del mismo orde‑namiento en consulta, que se aplica con éxito en el Juicio Ordinario.

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Este precepto podría aplicarse en las Controversias de Orden Familiar, con la salvedad de que al aceptar el cargo, se le hiciera al perito el apercibimiento de arresto correspondiente, a fin de evitar tácticas dila‑torias del oferente de la prueba.

21. De acuerdo con lo previsto en el artículo 945 in fine del Código de Procedimientos Civiles con relación con el numeral 949 de dicho ordenamiento, en el mismo momento de la audiencia, de ser posible, el juez deberá pronunciar sentencia definitiva. Sin embargo, de no emitir su fallo en la misma audiencia, gozará de un plazo de ocho días para ello. Nuevamente se aprecia la intención del legislador de establecer un procedimiento ágil que debería desarrollarse en pocas etapas con‑densadas y predominando el principio de la oralidad, como se regulaba en el antiguo procedimiento sumarísimo al que he hecho referencia con anterioridad. Sin embargo, frecuentemente la audiencia de ley se difiere en más de una ocasión por no encontrarse preparadas oportunamente las pruebas, de tal suerte que su resolución puede dilatar meses o años, dependiendo de diversos factores, entre ellos el impulso procesal de las partes, así como la eficiencia del jugador. Además, el juez nunca pro‑nuncia sentencia en la misma audiencia o al concluir la misma.

En este sentido podría reformarse la ley con el objeto de que la au‑diencia pudiera diferirse una sola vez, a fin de que se desahoguen las pruebas que hubieran quedado pendientes, dictando el juez las medi‑das pertinentes para su oportuna preparación, imponiendo a las partes la carga respectiva, y con la prevención de que aquellas pruebas que no se desahoguen a más tardar en la continuación de la audiencia, se dejen de recibir. Por otra parte no veo impedimento alguno para que al terminar la audiencia, el juez pueda pronunciar sentencia definitiva.

22. Por que se refiere a los alegatos, aun cuando sobre el particular no se regulan en el procedimiento especial, consideramos que tienen aplicación las reglas contenidas en los artículos 393, 394 39� del pro‑pio ordenamiento, de tal suerte que los alegatos deberán formularse verbalmente, por lo que al concluir el desahogo de las pruebas ofre‑cidas por las partes, se pasará al período de alegatos, en donde cada parte en su orden podrá alegar verbalmente durante 15 minutos, sin

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que esté permitido dictar los alegatos al momento de la audiencia, pero sí rendir conclusión por escrito;

23. Desde luego, debe imponerse la obligación del juez para que presida personalmente la audiencia, escuche los alegatos de las par‑tes, y de ser posible, en la misma diligencia pronuncie la sentencia definitiva. Esto sí es posible y lo podemos apreciar en los juzgados de arrendamiento inmobiliario en los cuales la sentencia definitiva se pronuncia precisamente al concluir la audiencia, la cual debe ser de pruebas, alegatos y sentencia.

24. En artículo 950 se establece que la sentencia podrá ser im‑pugnada mediante el recurso de apelación, en la forma y términos previstos en el artículo 691 del Código Distrital de Procedimientos Civiles. En todo caso, si la parte recurrente careciera de abogado, la sala solicitará la intervención de un defensor de oficio, quién go‑zará de un plazo de 3 días más para enterarse del asunto, a efecto de que haga valer los agravios o cualquier derecho a la parte que asesore. Este recurso se admitirá en el efecto devolutivo, salvo los casos previstos en el artículo �00 del mismo Código. Tratándose de resoluciones sobre alimentos que fueran apeladas, se ejecutarán sin necesidad de fianza.

25. Debemos recordar que tratándose del recurso de apelación or‑dinaria, el mismo puede admitirse en un sólo efecto —o efecto devo‑lutivo— sin suspensión de la ejecución de la sentencia, o en ambos efectos —efecto suspensivo— que impide la ejecución de la senten‑cia, hasta en tanto se resuelve el recurso. En el artículo �00 del Código Procesal del Distrito Federal se establecen aquellos supuestos en que la sentencia admitirá el recurso de apelación en ambos efectos, o sea, en los siguientes casos:

a) Cuando el recurso se promueve contra sentencias definitivas dic‑tadas en juicios ordinarios, salvo tratándose de interdictos, alimentos y diferencias conyugales, en los cuales la apelación será admitida en efecto devolutivo.

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b) De los autos definitivos que paralizan o ponen término a juicio, haciendo imposible su continuación, cualquiera que sea la naturaleza del juicio.

c) De las sentencias interlocutorias que paralizan o ponen término al procedimiento, haciendo imposible su continuación.

Como puede apreciarse, el recurso de apelación contra sentencias definitivas que resuelven cuestiones relativas a alimentos o diferen‑cias conyugales, se admitirá en el efecto devolutivo y sin suspensión del procedimiento. Sin embargo, de acuerdo con lo expuesto, el recur‑so de apelación en contra de las sentencias definitivas pronunciadas en juicios especiales, siempre procede en el efecto devolutivo y sin suspensión, de conformidad con lo previsto en el artículo �00 fracción I a contrario sensu, en relación con el 695, ambos del Código de Procedimientos Civiles.

Es importante hacer notar que en las reformas al Código de Proce‑dimientos Civiles publicadas en el Diario Oficial de la Federación del 24 de mayo de 1996, no se modificó ninguno de los artículos que regulan las Controversias del Orden Familiar. Esta observación es importante, toda vez que de acuerdo a las mismas, en la tramita‑ción actual del recurso de apelación, el apelante desde el momento en que lo interpone tiene la carga de expresar los agravios que le irroga la resolución recurrida y, de no hacerlo así, el juez dejará de admitir el recurso, de conformidad con lo establecido en los artículos 692 y 693 del Código de Procedimientos Civiles. Por ello, el texto del artículo 950 debió ser reformado para que se adecuara a la regulación vigente.

En lo que se refiere a los recursos de revocación y reposición, se aplican las reglas generales para la sustanciación de los mismos, sin modificación alguna.

La ejecución de la sentencia definitiva se deberá tramitar en la Vía de Apremio, siguiendo los lineamientos establecidos en los artículos 500 a 563 del Código Distrital de Procedimientos Civiles, pudiendo el

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juzgador utilizar las medidas de apremio que se establecen en el mis‑mo ordenamiento legal, para hacer cumplir sus determinaciones.

Con lo anterior he querido comentar brevemente algunos aspectos importantes en conflictos familiares y en especial el procedimiento establecido para el trámite de las Controversias del Orden Familiar, con las características especiales que lo distinguen del Juicio Ordinario Civil.

V. CONCLUSIONES

1. Debe establecerse un procedimiento especial que sea realmente expedito y sencillo, para que el juzgador conozca la totalidad de las controversias y conflictos familiares, que sea realmente plenario rá‑pido, con el objeto de que en materia familiar se dé cabal cumpli‑miento a la Garantía Constitucional consagrada en el artículo 1� de nuestra Carta Magna, pero otorgando al juzgador las más amplias facultades en materia de dirección y conducción del proceso y ob‑tención de la prueba, con la finalidad de que en las sentencias que se pronuncien en esta clase de conflictos, se reconozca la verdad material o real de los hechos, resultando así justa y equitativa. Hace falta un proceso realmente expedito, en el que se eviten dilaciones innecesarias en materia familiar.

2. De igual forma, en esta clase de controversias, no deberá ha‑ber días y horas inhábiles, estableciéndose un sistema de turno con el objeto de que los juzgados familiares laboren los 365 días del año y puedan atender diligentemente aquellos asuntos urgentes en que se requiera de su intervención.

3. Desde luego, por ningún motivo deben desaparecer los juzgados en materia familiar. El pretender que los conflictos familiares sean del conocimiento del juez de lo civil, implica un verdadero retroceso en nuestro sistema judicial.

JOSÉ MANUEL TORREBLANCA SENTÍES

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4. Se deben conservar y mejorar las normas jurídicas que regulan a la familia, especialmente aquellas que tienden a preservar la misma y tutelar a sus miembros.

5. Los juzgadores federales que conozcan del juicio de amparo, en materia familiar, deben ser especializados, o por lo menos, tener una preparación adecuada para cumplir con los objetivos de las leyes que regulan las relaciones familiares.

Con lo anterior he querido comentar brevemente algunos aspectos importantes en conflictos familiares y en particular el procedimiento es‑tablecido para el trámite de las Controversias del Orden Familiar, con las características especiales que lo distinguen del Juicio Ordinario Civil.

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REFLEXIONES EN RELACIÓN CON LOS CONFLICTOS

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ACTUALIDAD LEGISLATIVA

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LA REFORMA JUDICIAL DE 1999

Miguel Carbonell Sánchez

Sumario: I. Introducción; II. Antecedentes de la reforma; III. El nuevo texto; IV. El poder judicial hacia el siglo XXI.

I. INTRODUCCIÓN

En el Diario Oficial de la Federación del 11 de junio de 1999 se publicó el decreto de reformas a la Constitución por el que se modi‑fican los artículos 94, 9�, 100 y 10� de la Carta Fundamental. Dichas reformas constituyen, por su objeto, lo que podríamos llamar la «refor‑ma judicial de 1999». En las páginas que siguen se tratará de analizar el texto de tales modificaciones pero se intentará también ponerlas en un contexto determinado del cual, según creo, son herederas directas. También aprovecharé para mencionar algunos de los temas que siguen estando pendientes dentro de la agenda de reforma que necesitan los tribunales federales y que no fueron incluidos, por diversos motivos, en la reforma que ahora se comenta.

Las reformas al Poder Judicial de la Federación se han sucedido con bastante frecuencia en los últimos años 1. De hecho, la parte que corresponde al poder judicial federal dentro del total de las reformas que se le han hecho al texto de la Constitución de 191� es bastante

1 una excelente reseña de las mismas puede verse en Fix‑zamudio, héctor y Cossío díaz, José ramón, El poder judicial en el ordenamiento mexicano, México, FCe, 1996, pp. 154 y ss. y 547 y ss.

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alto (en torno a 21% del total), siendo superado solamente por las mo‑dificaciones que han afectado al poder legislativo federal (28%). Los artículos 94 y 10� constitucionales se encuentran entre los que más veces se han reformado, junto con el �3, 2�, 28 y 123 2.

Los motivos que han dado lugar a las modificaciones mencionadas son muy diversos, pero en todos los casos se puede observar un intento por encontrar en los jueces y tribunales un sucedáneo de las demandas ciudadanas que no han podido satisfacer los otros poderes. Por demás resulta mencionar que, por razones que tienen que ver con su estructura, su competencia y por los alcances posibles de su actuación, los encarga‑dos de la administración de justicia tampoco han logrado satisfacer las demandas de justicia social de la mayor parte de la población 3.

El contexto social en que se han producido los cambios de los últi‑mos años suministra cuando menos un par de datos que conviene tener en cuenta: a) en primer lugar cabe señalar que, si bien en algunos sectores sociales de México se han producido cambios importantes como resulta‑do de los procesos de transición democrática, éstos no se han traducido de forma inmediata y con la fuerza requerida en el sector de la justicia, en el que persisten graves déficits 4; la transición política todavía no se ha traducido en los correspondientes cambios dentro del ámbito jurídico 5; b) por otra parte, las modificaciones recientes no han podido revertir la gran desconfianza que existe entre la mayor parte de la población, no solamen‑te en México sino en casi todos los países de América Latina, respecto de

2 los datos de este párrafo se toman de lópez ayllón, sergio, «Globalización y transición del estado nacional» en González, Ma. del refugio y lópez ayllón, sergio (eds.), Transiciones y diseños constitucionales, México, iiJ‑unaM, 1999, pp. 332‑333.

3 Carbonell, Miguel, «Poder judicial y reforma del estado», en Diálogo y debate de cultura políti‑ca, número 7, México, enero‑marzo de 1999, p. 34.

4 al respecto puede verse, por ejemplo, rico, José Ma., Justicia penal y transición democrática en América Latina, México, siglo XXi editores, 1997.

5 de hecho, la mayor parte de los componentes de la llamada «reforma de estado» se refiere a o depende de elementos que guardan una relación directa con cambios constitucionales y legales. ésa es la etapa siguiente de la transición política: la recreación y el afianzamiento de la legalidad. al respecto véase silva‑herzog Márquez, Jesús, El antiguo régimen y la transición en México, México. Planeta/Joaquín Mortiz, 1999, pp. 116, 143 y 144, entre otras.

MIGUEL CARBONELL SÁNCHEZ

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la impartición y procuración de justicia 6. Como apunta Héctor Fix Fierro, «La imagen de la justicia en la prensa, la opinión pública o incluso en el medio de la profesión jurídica, es y ha sido, en general, desfavorable y pareciera reflejar una crisis persistente y difundida» �. Desde los propios órganos jurisdiccionales federales se habla del «oscuro panorama» de la justicia y se apunta que el poder judicial federal se enfrenta «al mayor descrédito popular de su historia» 8.

II. ANTECEDENTES DE LA REFORMA

La reforma de 1999 se puede dividir, para efectos de estudio, en dos partes claramente diferenciadas. Una, la que corresponde a la «re‑composición» del diseño, integración y funciones del Consejo de la Judicatura Federal; otra, la que comprende los cambios de la compe‑tencia jurisdiccional de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Ambos aspectos habían sido tratados por la importante reforma pu‑blicada el 31 de diciembre de 1994 y, de manera mucho más colateral por las modificaciones del 22 de agosto de 1996 en que se integra el Tribunal Electoral (antes Tribunal Federal Electoral) al poder judicial de la Federación.

6 Véase Buscaglia, edgardo, «Judicial reform in latin america. the obstacles ahead» en Justicia con eficiencia, México, aMde, 1996, p. 14. de acuerdo con un informe de 1994 el porcentaje de confianza de los ciudadanos en la justicia mexicana apenas rebasaba 20%, siendo uno de los más bajos de la región, por debajo de el salvador (25%), Colombia(26%), república dominicana (33%) o Costa rica (39%). en países desarrollados dicho porcentaje se ubica por arriba 60%, tal como sucede en Japón (68%), alemania (67%) o inglaterra (66%). los datos se toman de Mar‑tínez‑neira, néstor humberto, «de los diez pecados de la reforma judicial y algunos anatemas» en luders, rolf y rubio, luis (coords.), Estado y economía en América Latina. Por un gobierno efectivo en la época actual, México, CidaC, Cinde, Porrúa, 1999, p. 317.

� La eficiencia de la justicia (una aproximación y una propuesta), México, iiJ‑unaM, 1995, pp. 11‑12.

8 entrevista de agustín ambríz a Genaro Góngora Pimentel, Presidente de la suprema Corte de Justicia de la nación, Proceso, 10 de enero de 1999 (luego recogida en Góngora Pimentel, G., Encuentros con los medios, Poder Judicial de la Federación, 1999; las citas en páginas 30 y 31). Más adelante en el mismo libro se sostiene, por el contrario, que la confianza en los jueces mexi‑canos «no está a la baja» (p. 45).

LA REFORMA JUDICIAL DE 1999

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De hecho, quizá porque ambas reformas —la de 1994 y la de 1999 tratan en lo fundamental de las mismas materias, se ha llegado a decir que esta última «contradice los postulados centrales de las modifica‑ciones constitucionales que se llevaron a cabo en 1994» 9, por lo cual se trataría de una «contrarreforma». En otra versión se explica que, en realidad, a través de la reforma de 1999 se trata de hacer «ajustes» para «consolidar» la de 1994 10.

Como se sabe, la reforma de 1994 crea el Consejo de la Judicatura Federal para que sea el encargado de la administración, vigilancia y disciplina del poder judicial de la Federación, con excepción de lo relativo a la Suprema Corte 11. Uno de los puntos principales de esa reforma lo constituye la integración del Consejo. De acuerdo con el texto de 1994, de sus siete miembros uno era el presidente de la Su‑prema Corte, otros dos eran nombrados por el Senado de la República, uno por el poder ejecutivo federal y otros tres eran elegidos «por in‑saculación» de entre magistrados unitarios, magistrados de Tribunales Colegiados y jueces de Distrito.

Con la creación del Consejo se quiso quitar a la Suprema Corte la competencia en asuntos administrativos o no jurisdiccionales, los cuales, según se dijo entonces, requerían de demasiado tiempo de los ministros y los distraían de su función principal que era y es la de dic‑tar sentencias. Aprovechando la ocasión y seguramente en virtud de que se rebajó su número de 25 a 11, se determinó también remover a todos los ministros y nombrar nuevos 12.

9 salazar ugarte, Pedro, «Poder judicial. ¿hacia atrás o hacia adelante?», Nexos, número 259, México, julio de 1999, p. 22.

10 Véase el discurso pronunciado por el ministro Genaro Góngora Pimentel, presidente de la su‑prema Corte, el 21 de marzo de 1999, por el cual se propone públicamente al Presidente de la república que, a través de su facultad de iniciativa para presentar reformas constitucionales, se lleve ante el Poder reformador de la Constitución un proyecto elaborado por los señores minis tros de la propia suprema Corte.

11 Melgar, Mario, «artículo 100», Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos comen‑tada, 9ª. edic., México, iiJ‑unaM, Porrúa, 1997, tomo ii, p. 994 y ss.

12 algunas otras situaciones a las que también quiso poner fin la reforma de 1994 y que se referían al «aprovechamiento» que hacían los ministros de la suprema Corte de las atribuciones de nom‑bramiento que hasta entonces tenían, se mencionan en Cossío, José ramón, Jurisdicción federal y carrera judicial, México, iiJ‑unaM, 1996.

MIGUEL CARBONELL SÁNCHEZ

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Otra de las cuestiones fundamentales de la reforma de 1994, era el fortalecimiento del carácter de tribunal constitucional en el que, ya desde las anteriores reformas, se había querido perfilar a la Suprema Corte 13. Para ello, entre otras cuestiones, se introduce en la fracción II del artículo 105 de la Carta Fundamental un nuevo medio jurisdic‑cional de control de constitucionalidad (la acción de inconstituciona‑lidad) y se mejora sustancialmente la regulación de las controversias constitucionales (artículo 105 fracción I constitucional) 14.

La complejidad, novedad y trascendencia de ambos mecanismos de control de constitucionalidad también han influido para la reforma de 1999, puesto que se ha sostenido que la Suprema Corte no podía dedicarles el tiempo necesario ya que tenía muchos otros asuntos en los que intervenir, por lo cual parecía recomendable que —tal como asume el texto reformado de 1999 en los artículos 94 y 10� consti‑tucionales— se limitara la competencia de la Corte para conocer de juicios de amparo en revisión y otras cuestiones menores.

III. EL NUEVO TEXTO

La reforma de 1999 afecta, como ya se indicó, al texto de cuatro artículos constitucionales: 94, 9�, 100 y 10�. Vamos a examinar, así sea brevemente, cada uno de éstos.

A) Artículo 94

Este artículo se modifica en tres cuestiones. En su primer pá‑rrafo se quita al Consejo de la Judicatura Federal del elenco de órganos que son «depositarios» del Poder Judicial de la Federa‑ción. Dicha supresión, quizá, obedece a la confusión que se había

13 Véase Fix‑zamudio, héctor, «la suprema Corte de Justicia como tribunal constitucional» en Las nuevas bases constitucionales y legales del sistema judicial mexicano, México, Porrúa, 1987.

14 Brage, Joaquín, La acción de inconstitucionalidad, México, iiJ‑unaM, 1998; Cossío, José r., «artículo 105 », Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, comentada, cit., p. 1046 y ss.

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creado respecto de los alcances de las resoluciones del Consejo de la Judicatura Federal y que algunos otros integrantes de la ma‑gistratura federal habían sentido como claramente invasoras de la esfera estrictamente «jurisdiccional» de competencias, misma que entienden que les reserva en exclusiva la Constitución. En todo caso, y teniendo en cuenta el segundo párrafo del artículo 94 que se incorpora por la reforma de 1999, el Consejo «forma parte» pero no «ejerce» el poder judicial de la Federación 15.

Los alcances de las facultades disciplinarias del Consejo (por ejem‑plo, cuando verifica si un juez o magistrado pudo haber dictado con toda intención una resolución no apegada a derecho) no son fáciles de delimitar en la práctica y lo que debe buscarse es una gran responsa‑bilidad al momento de ejercer atribuciones que tienen notables conse‑cuencias. Igualmente, dicha responsabilidad puede pedirse a quienes, en su caso, podrían llegar a revisar las resoluciones del Consejo.

El segundo párrafo del artículo 94 —incorporado en la reforma de 1999—, se limita a trasladar hasta este precepto el texto que antes ocu‑paba el primer párrafo del artículo 100 y que define el ámbito material de competencia del Consejo. Su texto señala que:

«La administración, vigilancia y disciplina del Poder Judicial de la Federación, con excepción de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, estarán a cargo del Consejo de la Judicatura Federal en los términos que, conforme a las bases que señala esta Constitución, esta‑blezcan las leyes».

El tercer cambio en el artículo 94 afecta a su párrafo sexto —que pasa ahora a ser el séptimo— y se refiere a la competencia del Pleno de la Suprema Corte para dictar acuerdos generales con el fin de lograr una adecuada distribución de asuntos entre las Salas de la misma y para

15 Para una explicación de esta diferencia, en un contexto distinto aunque parecido, véase díez Picazo, luis María, Régimen constitucional del Poder Judicial, Madrid, Civitas, 1991, p. 139 y ss. este autor afirma, entre otras cosas, que el Consejo General del Poder Judicial en españa no forma parte del poder judicial, sino que este poder es «el objeto de gobierno [del Consejo]».

MIGUEL CARBONELL SÁNCHEZ

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poder remitir asuntos a los Tribunales Colegiados a fin de que sean estos órganos los que resuelvan. El texto anterior preveía que la Corte podría remitir a los Colegiados aquellos asuntos que trataran de temas sobre los que hubiera ya establecido jurisprudencia. Con el texto de 1999 se agrega un elemento adicional al señalarse que podrán también ser remitidos a los Colegiados, conforme a los acuerdos generales que se dicten para tal efecto, los asuntos que determine la Corte «para una mejor impartición de justicia». Quizá no sobre señalar la ambigüedad del término utilizado por el Poder Reformador de la Constitución: ¿en qué casos resultará que —para lograr una mejor impartición de justicia— sea necesario que la Corte no resuelva ciertos asuntos y éstos sean enviados a los Colegiados? Seguramente se trata de una más de entre las muchas escaramuzas ver‑bales a las que nos tiene acostumbrados el texto constitucional. La nueva disposición se traduce en una mayor amplitud de la facultad de la Corte para enviar asuntos a los Colegiados.

El mismo párrafo aclara que los acuerdos generales a los que se refie‑re surtirán efectos una vez que se hayan publicado, haciendo una obser‑vación no solamente obvia, sino innecesaria desde mi punto de vista.

B) Artículo 9�

Este artículo es el que presenta una modificación menor compara‑do con los cambios de los otros tres artículos de que trata la reforma de 1999. De hecho, solamente se modifica una cuestión formal que quizá ni siquiera debería de preverse en el texto constitucional y más bien debería ser objeto de regulación por la ley ordinaria. Se trata del órgano ante el que deben rendir protesta los magistrados de circuito y los jueces de distrito.

De acuerdo con la reforma de 1994, el último párrafo del artícu‑lo 9� establecía que «Los Magistrados de Circuito y los Jueces de Distrito protestarán ante el Consejo de la Judicatura Federal o ante la autoridad que determine la ley». Actualmente se sustituye dicha re‑dacción y queda así: «Los Magistrados de Circuito y los Jueces de Distrito protestarán ante la Suprema Corte de Justicia y el Consejo de la Judicatura Federal».

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El cambio, como se ve, es verdaderamente menor —por no decir, absolutamente inútil— por dos razones principales: se trata de una cuestión de tipo formal que de fondo en nada cambia la regulación anterior y, en segundo lugar, es una modificación innecesaria porque se habría logrado el mismo efecto previendo el texto actual en la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación, pues el texto de 1994 apuntaba que la autoridad ante la que debían protestar jueces y magis‑trados sería el Consejo o la que determine la ley.

Ésta es una muestra más del afán absurdo de querer que la Consti‑tución diga todo y prevea incluso los detalles, más irrelevantes. Pobre servicio le hacen a ésta los reformadores, que ven en ella un complejo normativo que —por su extensión y detalle— más bien parece un tex‑to legal o incluso reglamentario, en vez de una carta en la que se esta‑blece, como debe ser, la «regulación fundamental de la sociedad».

C) Artículo 100

El artículo 100 es el que mayores cambios sufre con la reforma de 1999. Ocho de sus párrafos resultan modificados, si bien en distinta proporción e intensidad.

El primero de ellos define la nueva «naturaleza jurídica» del Con‑sejo: se trata de un «órgano del Poder Judicial de la Federación con independencia técnica, de gestión y para emitir sus resoluciones». An‑tes de esta reforma el primer párrafo del artículo 100 estaba dedicado a definir el ámbito material de actuación del Consejo (que es la ad‑ministración, vigilancia y disciplina del Poder Judicial Federal, con excepción de la Suprema Corte), cuyo texto pasa ahora —como ya se ha señalado— al segundo párrafo del artículo 94.

La regulación de las modalidades de la independencia del Consejo era algo que ya estaba implícito en el texto anterior, de modo que el nuevo no agrega nada, aunque quizá se ha buscado subrayar, por si acaso, que su independencia es «técnica, de gestión y para dictar sus resoluciones» y no de cualquier otro tipo; también puede ser que se haya querido prever las críticas de quienes han visto en estas modificaciones

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una contrarreforma a los cambios de 1994, señalando de modo enfáti‑co, aunque vacío desde un punto de vista práctico, las tres variables de la independencia del Consejo.

El segundo párrafo al igual que el texto de 1994 se dedica a definir la composición del Consejo. El número de sus miembros no cambia, siguen siendo siete 16. Lo que varía es la forma en que se eligen. Uno de ellos es el presidente de la Suprema Corte, otro es designado por el presidente de la República y otros dos por el Senado de la Repúbli‑ca. Hasta aquí no hay novedad alguna. Los otros tres miembros, que de acuerdo con el texto de 1994 eran elegidos por insaculación de entre los magistrados de los tribunales colegiados, de los tribunales unitarios y de los jueces de Distrito —respectivamente—, ahora son designados por el Pleno de la Suprema Corte por mayoría de cuando menos ocho votos «de entre los Magistrados y Jueces de Distrito». De acuerdo con el nuevo texto, entonces, se sustituye el método —cierta‑mente un poco extraño— de la insaculación por la elección directa de una mayoría calificada del Pleno de la Corte de los Consejeros perte‑necientes al poder judicial.

El tercer párrafo del nuevo artículo 100 se refiere a los requisitos que deben reunir los consejeros. Antes, parte de dicho texto se reco‑gía en las últimas líneas del párrafo segundo del mismo artículo, aun‑que se refería solamente a los consejeros que no pertenecían al poder judicial, pues de los internos a ese poder ya se daba por hecho que (teóricamente), cubrían el perfil idóneo para ser consejeros. La nueva redacción los abarca a todos ellos; además de los mencionados en el artículo 95 constitucional (que contiene los requisitos para poder ser

16 Cabe anotar que el Consejo General del Poder Judicial español, que es el modelo que sirvió de inspiración para la reforma mexicana de 1994, tiene veinte miembros (artículo 122.3 de la Con‑stitución española de 1978); para futuras reformas al Consejo de la Judicatura quizá convendría meditar la conveniencia de elevar el número de sus integrantes. en la práctica de los años anteri‑ores a la reforma de 1999 se ha observado una sobrecarga de trabajo de los Consejeros —sobre todo de los externos al poder judicial— en las distintas comisiones del Consejo (el artículo 77 de la ley orgánica del Poder Judicial de la Federación dispone en su segundo párrafo que «Cada Comisión [del Consejo] se formará por tres miembros: uno de entre los provenientes del Poder Judicial y los otros dos de entre los designados por el Poder ejecutivo y el senado»).

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ministro), los consejeros —dice el texto reformado del párrafo terce‑ro— «deberán ser personas (obviamente) que se hayan distinguido por su capacidad profesional y administrativa, honestidad y honorabilidad en el ejercicio de sus actividades, en el caso de los designados por la Suprema Corte, deberán gozar, además con reconocimiento [sic, cur‑sivas mías] en el ámbito judicial».

Dejando de lado los lamentables y evidentes defectos de redacción que asoman sobre todo en la última parte del párrafo que se acaba de transcribir, la mención de los requisitos es, de nuevo, innecesaria puesto que —tal como han quedado recogidos— tienen un nivel de vaguedad tal que permite nombrar casi a cualquiera sin que sea posi‑ble determinar de modo cierto si cumple o no con ellos. ¿Qué significa la honorabilidad en el ejercicio de sus actividades?, ¿honorabilidad en todas sus actividades o solamente en las profesionales?, ¿quién tiene hoy la certeza de saber qué cosa significa el honor, la honorabilidad?, ¿qué significa el «reconocimiento en el ámbito judicial», cómo se mide, quién lo puede descifrar con claridad? Son términos muy bien intencionados, pero ingenuos, y desde luego impropios de un texto constitucional que quiere dejar de ser un recetario de buenos deseos para empezar a ser una verdadera norma jurídica.

El cuarto párrafo se refiere al funcionamiento del Consejo en Pleno y en Comisiones. Al Pleno se le reservan la designación, adscripción, ratificación y remoción de magistrados y jueces, así como los demás asuntos que la ley determine. La única novedad de este párrafo (que antes era el tercero del artículo 100) es la inclusión del término ratifi‑cación de entre las funciones reservadas al Pleno del Consejo.

El quinto párrafo no se modifica, por lo cual sigue previendo la duración del cargo de consejeros y la imposibilidad de que se reelijan, aunque los artículos transitorios, tanto de la reforma de 1994 como de la de 1999, todavía no han permitido que se haya aplicado el término de cinco años que se prevé para la función de consejeros.

El sexto párrafo se reforma para señalar que los consejeros no repre‑sentan a quien los designa, sino que son imparciales e independientes y

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de esa forma deberán ejercer su cargo. Durante éste, sólo podrán ser removidos en los términos del Título Cuarto de la Constitución, añade el mismo párrafo. Esta disposición no amerita mayor comentario pues se explica por sí sola.

El séptimo párrafo no tiene cambios, pero el octavo introduce di‑versas modificaciones importantes. En él se faculta al Consejo para dictar acuerdos generales a fin de asegurar un adecuado ejercicio de la función jurisdiccional federal, atribución que —en términos gene‑rales— ya existía desde la reforma de 1994. La novedad radica en que ahora dichos acuerdos podrán ser «solicitados» por la Suprema Corte, cuyo tribunal pleno también los podrá «revisar» y, en su caso, «revocar» con el voto de ocho de sus miembros. Los procedimientos y términos para el ejercicio de lo dispuesto en este párrafo serán seña‑lados por la ley.

Las consecuencias prácticas de esta regulación seguramente serán muy notables. La ponderación de cada supuesto y el buen juicio (el self-restraint dirían algunos) de los ministros, sin duda contribuirá al buen desarrollo de esta nueva facultad de la Corte.

El párrafo noveno no presenta mayor novedad y sigue previendo que las decisiones del Consejo son «definitivas e inatacables», salvo las que se refieran a la designación, adscripción, ratificación (este término se agrega) y remoción de jueces y magistrados, mismas que podrán ser revisadas por la Suprema Corte para verificar que hayan sido adoptadas conforme a las reglas que establezca la ley orgánica respectiva.

El párrafo siguiente, último del artículo 100, tampoco contiene cambios de fondo. La única variación es que se añade la salvedad de que el Consejo elabora el presupuesto del Poder Judicial Federal con excepción del de la Suprema Corte y —se agrega— «sin perjuicio de lo dispuesto en el párrafo séptimo del artículo 99 de esta Constitu‑ción». Dicho párrafo establece que el Tribunal Electoral elabora su propio presupuesto y lo propone al presidente de la Suprema Corte para su inclusión en el anteproyecto de presupuesto de todo el poder judicial Federal.

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D) Artículo 10�

En este artículo se modifica solamente su fracción LX para cam‑biar los supuestos en que una resolución dictada por los tribunales colegiados de circuito en un proceso de amparo directo puede ser re‑visada por la Suprema Corte. De acuerdo con el texto anterior, dicha revisión procedía siempre que los tribunales mencionados resolvieran sobre la inconstitucionalidad de una ley, o hicieran la interpretación directa de un precepto constitucional. Con el nuevo texto, la revisión procede siempre que la resolución de los colegiados «a juicio de la Suprema Corte y conforme a acuerdos generales, entrañe la fijación de un criterio de importancia y trascendencia», además de declarar la inconstitucionalidad de una ley o establecer la interpretación directa de un precepto constitucional.

El texto actual tiene dos consecuencias inmediatas; la primera es que la Suprema Corte aumenta sus facultades para «escoger» los casos que va a resolver, acercándose con ello al modelo de la Suprema Corte de Estados Unidos (en la competencia formal, por lo menos). La segunda consecuencia es que los tribunales colegiados potencian su papel de intérpretes constitucionales, incluso de intérpretes finales de la Constitución.

Las dificultades prácticas quizá puedan presentarse al momento de fijar en «acuerdos generales» qué tipo de decisiones de un cole‑giado entrañan la fijación de un criterio de importancia y trascen‑dencia y, en consecuencia, deben ser revisadas por la Corte. Quizá hubiera sido mejor que la propia Suprema Corte decidiera caso por caso aquellos asuntos de los que quisiera tomar conocimiento; tal parece que el instrumento elegido por el Poder Reformador de la Constitución para «ajustar» la competencia de la Corte no fuera el idóneo para la selección de casos, cuyas particularidades tal vez no puedan ser discernidas en los mencionados «acuerdos generales». En cualquier supuesto, lo cierto es que habrá que esperar al desarrollo que se haga de esta nueva regulación para poder evaluar cabalmente su oportunidad y acierto.

MIGUEL CARBONELL SÁNCHEZ

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E) Artículos transitorios

El decreto de reforma constitucional contiene cuatro artículos tran‑sitorios.

El primero de ellos se refiere a la entrada en vigor de la reforma, que se fija, como ya es tradición, a partir del día siguiente de su publi‑cación en el Diario Oficial de la Federación.

El segundo establece que, con excepción del presidente, todos los con‑sejeros de la Judicatura Federal cesan en sus funciones a la entrada en vigor de la reforma. La utilización de este método de remoción de funcio‑narios públicos del máximo nivel se ha venido observando en varias de las últimas reformas (o proyectos de reformas) constitucionales. Su uso no deja de ser preocupante porque —si se atiende al funcionamiento real del mecanismo de reforma constitucional en México 1�— los funcionarios de los órganos constitucionales de la mayor relevancia no cuentan con ninguna estabilidad en sus cargos, lo cual puede jugar en contra de su au‑tonomía de criterio y del correcto desempeño de sus funciones 18.

El mismo artículo segundo transitorio reitera uno más de los mu‑chos vicios ya arraigados de los procesos de reforma constitucional en México que consiste en —desde las propias normas de reforma— violentar la lógica que establece la misma Carta Fundamental. En su tercer párrafo señala que «por única vez», los consejeros designados por la Suprema Corte durarán en el cargo hasta el último día de no‑viembre de los años 2002, 2004 y 2006; los que designe el Senado lo harán hasta el mismo día de los años 2003 y 200� y el nombrado por el poder ejecutivo hasta el 2005.

1� sobre el tema cfr. Carbonell, Miguel, Constitución, reforma constitucional y fuentes del derecho en México, 2a. ed., México, iiJ‑unaM, Porrúa, 1999, p. 251 y ss.

18 Pedro salazar ha señalado que «la independencia del Consejo de la Judicatura les costó la cabeza a los consejeros y quedó limitada en adelante», Poder judicial ¿Hacia atrás o hacia adelante? cit., p. 24. el mismo autor añade que «la disposición constitucional que garantizaba la estabilidad en el cargo de los consejeros de la judicatura fue pisoteada por la Propia reforma constitucional [...] Por más que exista una norma en la Constitución que tiende a garantizar su independencia, los nue‑vos integrantes del Consejo de la judicatura deberán pensarlo dos veces antes de enfrentarse a los ministros de la Corte [...] no cabe duda que la política puede más que el derecho», idem, p. 25.

LA REFORMA JUDICIAL DE 1999

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Como se ve, de los seis consejeros solamente uno de ellos (el nom‑brado por la Suprema Corte hasta el año 2004) permanecerá en su cargo cinco años que es la regla general de duración prevista por el artículo 100. ¿Para qué, entonces, se establece la regla general, si a la primera oportuni‑dad no se respeta? Es obvio que no se puede perder de vista el mandato constitucional del mismo artículo 100 que prevé la renovación escalo‑nada de los consejeros, pero quizá sea excesivo nombrar a algunos de ellos hasta por ocho años 19. Lo más adecuado hubiera sido, desde mi punto de vista, hacer que la permanencia de los respectivos consejeros fuera lo más apegada posible a los cinco años. De hecho, lo mismo vale la reflexión de la desproporcionada extensión de los ocho años aplicada al revés, es decir, para los consejeros que tendrán períodos notablemente más cortos que el de cinco años (que se supone ideal). El primero de los elegidos con la nueva reforma por el Pleno de la Suprema Corte dejará su cargo con poco más de tres años de desempeño del puesto 20.

Los transitorios tercero y cuarto se refieren a la fase de transición entre las viejas y las nuevas disposiciones. El primero de ellos crea una «Comisión temporal» del Consejo que funcione para atender los asun‑tos de notoria urgencia en el período en que, cesados ya los antiguos consejeros, no se hubieran nombrado todavía los nuevos. El cuarto transitorio dispone que los procesos que se estuvieran tramitando a la entrada en vigor de la reforma, lo sigan haciendo conforme a las reglas vigentes en el momento en el que fueron iniciados.

IV. EL PODER JUDICIAL HACIA EL SIGLO XXI

Como se dijo al principio, han sido varias las reformas en los últi‑mos años que han modificado la estructura y competencia del poder judicial de la Federación. La que ahora se comenta es una más en este proceso de cambio.

19 tómese en cuenta, para ponderar la extensión de este mandato, que el Presidente de la suprema Corte solamente dura la mitad de ese tiempo en el cargo, es decir, cuatro años.

20 el mismo tipo de regulación también se dispuso para los actuales ministros de la Corte. en los transitorios de la reforma de 1994 se establecen duraciones muy variadas que poco o nada tienen que ver con la regla general de duración, establecida en quince años por el artículo 94 constitu‑cional puesto que van desde los nueve hasta los veintiún años.

MIGUEL CARBONELL SÁNCHEZ

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Sin embargo, a pesar de lo continuo y profundo de las modificacio‑nes referidas, todavía existe una agenda impresionante de reformas por aplicar a los órganos jurisdiccionales federales. No se trata solamente —aunque también— de pasar de la reforma de la «macrojusticia» a la de la «microjusticia», como bien señaló hace algún tiempo Sergio García Ramírez, sino de una cantidad de temas que todavía no se han abordado pero sobre los que hay muy buenas experiencias en el dere‑cho comparado y un cierto consenso teórico en torno a la necesidad de que sean introducidos en el ordenamiento jurídico mexicano.

En este contexto se ubican los aspectos de administración (el lla‑mado management) de los tribunales, el fortalecimiento de la inde‑pendencia judicial (inamovilidad, garantías económicas, sistema dis‑ciplinario, carrera judicial, etcétera), la capacitación legal de jueces y abogados y todo lo relativo al acceso a la justicia (verdadero talón de Aquiles de la administración de justicia) 21. En este último punto entran los temas de la asesoría legal gratuita, de los defensores pú‑blicos, los costos de acceso y el impacto de la función jurisdiccional en la sociedad.

En particular, parece que todavía queda un largo trecho por andar en lo que se refiere a la selección, formación y promoción de jueces y magistrados. En México ni siquiera se ha planteado la discusión del «modelo de juez» que se requiere a la vista de las nuevas necesidades del Poder Judicial 22, ni mucho menos la forma de capacitar a los juzga‑dores para dotarlos de las cualificaciones necesarias para desempeñarse dentro de los Estados constitucionales de derecho contemporáneos 23.

21 la temática enunciada ha sido expuesta, entre otros, por Buscaglia, edgardo, «los principales obstáculos de la reforma judicial en américa latina» en Joaquín, edmundo y Carrillo, Fernando (eds.), La economía política de la reforma judicial, Washington, Banco interamericano de de‑sarrollo, 1997; un comentario a la misma puede verse en Carbonell, Miguel, Poder judicial y reforma del Estado, cit. (con referencias bibliográficas adicionales).

22 Para un buen panorama de este tipo de problemas véase atienza, Manuel, «Virtudes judiciales», en Claves de razón práctica, número 86, Madrid, octubre de 1998, p. 32 y ss.

23 Véase andrés ibáñez, Perfecto, «Garantía judicial de los derechos humanos», en Claves de razón práctica, número 90, Madrid, marzo de 1999, p. 10 y ss., donde se señalan varios de los nuevos planteamientos que tienen que resolver los jueces para proteger los derechos humanos.

LA REFORMA JUDICIAL DE 1999

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A lo anterior habría que sumar todas las posibles modificaciones a la parte estrictamente jurisdiccional del poder judicial. En este sen‑tido, se debería ir pensando en la posible introducción de la llamada «cuestión de inconstitucionalidad», que ya se conoce en otros países y que podría mejorar sustancialmente el esquema actual de defensa de la Constitución que existe en México 24.

Por lo que hace al juicio de amparo, entre otras cuestiones, habría que avanzar hacia la declaración general de inconstitucionalidad que desde hace ya muchos años se ha defendido con excelentes argumen‑tos por juristas como Héctor Fix Zamudio 25. En lo referido a las ac‑ciones y controversias previstas por el artículo 105 constitucional, las modificaciones que se han sugerido luego de los primeros años bajo la regulación de 1994 son muy variadas e importantes; las propuestas de cambio abarcan temas que van desde la legitimación activa hasta los efectos de las sentencias, pasando por las votaciones supercalifi‑cadas de los ministros de la Corte que se necesitan para poder hacer algunas declaraciones de inconstitucionalidad 26. No hay que olvidar que, finalmente, ambos procesos son en cierta forma nuevos dentro del orden jurídico nacional y con toda seguridad requerirán de ajustes en el futuro inmediato.

24 Véase Corzo sosa, edgar, La cuestión de inconstitucionalidad, prólogo de Manuel aragón, Ma‑drid, CePC, 1998. en el prólogo de esta obra, el profesor aragón apunta que en México, «la coexistencia de un tribunal Constitucional y de un sistema de aplicación judicial de la Consti‑tución por todos los jueces y tribunales o lleva a la implantación de la cuestión o excepción de inconstitucionalidad o dará lugar a graves problemas de desajuste jurisdiccional y, lo que es más importante, de inseguridad jurídica» (p. 25). la evolución reciente del sistema judicial mexicano —dice en su obra edgar Corzo— habrá de terminar en la implantación de la cuestión de inconsti‑tucionalidad (p. 28).

25 Cfr. varios de los trabajos que componen su libro Ensayos sobre el derecho de amparo, 2ª. ed., México, iiJ‑unaM, Porrúa, 1999.

26 Véase Fix Fierro, héctor, «la defensa de la constitucionalidad en la reforma judicial de 1994», La reforma constitucional en México y Argentina, México, iiJ‑ unaM, 1996; id., «la reforma judicial de 1994 y las acciones de inconstitucionalidad», en Ars Iuris, número 13, universidad Panamericana, 1995; Carbonell, Miguel, «la nueva acción de inconstitucionalidad en México: régimen actual y posibles perspectivas de cambio», en Cuadernos constitucionales de la Cátedra Fadriqué Furió Ceriol, Valencia, números 14‑15, invierno‑primavera de 1996; id., «Breves reflexiones sobre la acción de inconstitucionalidad» en Indicador Jurídico, vol. i, número 3, México, mayo de 1997.

MIGUEL CARBONELL SÁNCHEZ

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Un aspecto adicional pendiente es el que se refiere a la incorpora‑ción al poder judicial federal de los diversos tribunales que están ubi‑cados fuera de su estructura formal. En dicha situación se encuentran las juntas de Conciliación y Arbitraje, el Tribunal Fiscal de la Fede‑ración, el Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje, los tribunales agrarios, etcétera.

El estudio de cada uno de los aspectos señalados, con toda seguri‑dad dará lugar a nuevas reformas en el futuro, puesto que la problemá‑tica de la administración de justicia sigue siendo una de las más arduas con las que México va a entrar en el siglo XXI. Lo ideal sería que, si se decide llevar adelante cualquier otra modificación, se haga con una visión omnicomprensiva, que se discuta ampliamente y se generen los consensos necesarios no solamente dentro del Poder Reformador de la Constitución sino también entre los demás sectores sociales invo‑lucrados 2�. Igualmente, sería deseable que las reformas se basaran en mediciones empíricas que demuestren el funcionamiento real de las instituciones y las necesidades verdaderas de los ciudadanos que acu‑den ante los órganos judiciales 28.

Como conclusión puede decirse, tal como se sostuvo al princi‑pio, que la reforma judicial de 1999 es un paso más en un camino emprendido hace ya varios años. Si para el futuro sería deseable que las reformas a los organismos judiciales fueran mucho más integra‑les, también sería mejor que los temas que se refieren en general al Estado de Derecho y al imperio de la ley se vincularan unos a otros para generar procesos estructurales de cambio, pues de otro modo seguiremos teniendo reformas parciales que no van a permitir avances sustanciales.

2� Para Martínez neira, uno de los «pecados» de las reformas judiciales en américa latina ha sido, justamente, la carencia de consenso sobre las mismas, De los diez pecados de la reforma judi‑cial..., cit., pp. 327‑329.

28 en este punto, Martínez neira destaca la falta de estudios sobre la demanda real de los órganos judiciales, lo cual lleva a olvidar las «particularidades relevantes que tipifican los desencuentros de la vida social en términos de actividades económicas diferentes, costumbres sociales diversas e intereses personales y colectivos autóctonos», op. cit., p. 332.

LA REFORMA JUDICIAL DE 1999

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Ante una problemática terriblemente compleja y frente a la nece‑sidad de dar respuestas eficaces en el mediano y corto plazo, las pro‑puestas deben ser igualmente complejas o de lo contrario van a estar condenadas a decorar los repertorios de leyes y constituciones, sin producir ningún efecto positivo para la población.

• Índice General§ Índice ARS 21

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EL CÓDIGO PENAL VIGENTE EN EL DISTRITO FEDERAL

Álvaro Carrillo Pretalia

Es frecuente encontrarse ante situaciones profesionales que requie‑ren de un mayor esfuerzo para resolver dificultades y se necesita acu‑dir a conocimientos y experiencia propios y ajenos, para discernir y lograr una opinión propia y tomar una posición compartida o no ante el problema.

El asunto relacionado con la vigencia de la legislación penal sus‑tantiva para el Distrito Federal a partir de la promulgación del Decreto del Congreso de la Unión por el que se reforman diversas disposicio‑nes en materia penal, publicado en el Diario Oficial de la Federación de fecha 18 de mayo de 1999, pareciera plantear una situación de au‑sencia de ley penal sustantiva en el Distrito Federal, cuya dificultad justificaría tener una opinión propia de solución, sin embargo ése no es el caso de las mencionadas reformas en materia penal por no pre‑sentar dificultad alguna que amerite siquiera opinión al respecto, y el planteamiento de esa no dificultad es el propósito de estas líneas.

La legislación penal sustantiva para el Distrito Federal y la legisla‑ción penal sustantiva federal, antes de la mencionada reforma que nos ocupa de mayo de 1999, compartían un mismo conjunto de normas de‑nominado Código Penal para el Distrito Federal en Materia de Fuero

• Índice General§ Índice ARS 21

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Común y para toda la República en Materia de Fuero Federal, sin que ese hecho eliminara su doble naturaleza y consecuentemente su divisi‑bilidad, esto es, la posibilidad de actuar sólo en una de sus facetas sin afectar la otra, siempre y cuando efectivamente se esté en el supuesto de tal posibilidad.

Así, desde el 1 de enero de 1999, cuando entró en vigor la refor‑ma constitucional publicada en el Diario Oficial de la Federación de fecha 26 de agosto de 1996, que reforma el artículo 122, en cuyos apartados A, fracción I y C, Base Primera, fracción V, inciso h), efec‑tivamente se posibilita la reforma independiente del aspecto local o federal del Código Penal para el Distrito Federal en Materia de Fuero Común y para toda la República en Materia de Fuero Federal, sim‑plemente por facultad legislativa, siendo a partir de ese momento el órgano competente para legislar en lo relativo a la materia penal en el Distrito Federal, la Asamblea Legislativa y reservándose la facultad legislativa en materia penal federal al Congreso de la Unión.

Por ello, las reformas legislativas a la ley sustantiva penal para el Distrito Federal y para toda la República, que pudieran haber apareci‑do entre el 1 de enero y el 19 de mayo de 1999, no obstante que fueran producto de la labor legislativa del Congreso de la Unión, afectarían también su naturaleza relativa al fuero común, en virtud de que no había sido reformado el artículo 1° del Código Penal para el Distrito Federal en Materia de Fuero Común y para toda la República en Ma‑teria de Fuero Federal y consecuentemente las dos facetas del Código Penal, la del fuero común del Distrito Federal y la federal invariable‑mente compartirían el mismo conjunto de normas.

En otras palabras, entre el 1 de enero y el 19 de mayo de 1999 existió una doble facultad legislativa respecto del cuerpo normativo denominado Código Penal para el Distrito Federal en Materia de Fue‑ro Común y para toda la República en Materia de Fuero Federal, la de la Asamblea Legislativa en materia del fuero común del Distrito Federal y la del Congreso de la Unión en materia del fuero federal en tanto no había sido reformado el artículo 1° de dicho código, lo que

ÁLVARO CARRILLO PRETALIA

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sometía a los dos aspectos del código a la reforma que formulara cual‑quiera de los dos órganos legislativos en uso de la respectiva facultad legislativa.

Por todo lo anterior, se puede afirmar que el Congreso de la Unión, con la reforma penal de mayo de 1999 no crea dificultad, y al reformar el artículo 1° del Código Penal para el Distrito Federal en Materia de Fuero Común y para toda la República en Materia de Fuero Federal, señala que ahora el ámbito de aplicación será exclusivamente para delitos del orden federal en toda la República, y acierta al separar defi‑nitivamente la naturaleza federal del Código Penal que además es, por facultad constitucional, la única en la que puede legislar, haciendo aún más patente tal separación al modificar su denominación para quedar como Código Penal Federal.

Resulta claro entonces que, a partir de la reforma penal de mayo de 1999 tenemos dos legislaciones sustantivas en materia penal en don‑de solamente había una y compartida, la primera denominada Código Penal para el Distrito Federal en Materia de Fuero Común y para toda la República en Materia de Fuero Federal, de aplicación exclusiva en materia del fuero común del Distrito Federal, y otra denominada Có‑digo Penal Federal de aplicación en materia de fuero federal, esto es, en toda la República para los delitos del orden federal.

También podemos agregar que ambos cuerpos legislativos no son idénticos, porque no se trató de un mero cambio de denomi‑nación, afirmamos que son realmente distintos y no solamente por su ámbito de aplicación, sino también por las normas que los com‑ponen, porque respecto de la ley sustantiva penal para el Distrito Federal denominada Código Penal para el Distrito Federal en Ma‑teria de Fuero Común y para toda la República en Materia de Fuero Federal, no aplica la reforma legislativa de mayo de 1999 por no provenir de la Asamblea Legislativa como órgano facultado para legislar en materia penal, y en cambio dicha reforma de mayo de 1999 sí es efectiva para la ley sustantiva penal federal denominada Código Penal Federal.

EL CÓDIGO PENAL VIGENTE EN EL DISTRITO FEDERAL

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Consecuentemente la legislación sustantiva penal vigente Penal para el Distrito Federal, de conformidad a lo establecido en nuestro sistema legal, está contenida en la legislación denominada Código Pe‑nal para el Distrito Federal en Materia de Fuero Común y para toda la República en Materia de Fuero Federal, promulgado por el presidente de la República, licenciado Pascual Ortiz Rubio en publicación del Diario Oficial de la Federación de fecha 14 de agosto de 1931 con las reformas legislativas anteriores al 19 de mayo de 1999 y aquellas que la Asamblea Legislativa aprobó el pasado 2 de septiembre y en vigor a partir del 1 de octubre de 1999.

Textos Relacionados

Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos:

Artículo 122.‑ Definida por el artículo 44 de este ordenamiento la naturaleza jurídica del Distrito Federal, su gobierno está a cargo de los Poderes Federales y de los órganos Ejecutivo, Legislativo y Judicial de carácter local, en los términos de este artículo.

Son autoridades locales del Distrito Federal, la Asamblea Legisla‑tiva, el Jefe de Gobierno del Distrito Federal y el Tribunal Superior de Justicia.

La distribución de competencias entre los Poderes de la Unión y las autoridades locales del Distrito Federal se sujetará a las siguientes disposiciones:

A. Corresponde al Congreso de la Unión:

I. Legislar en lo relativo al Distrito Federal, con excepción de las materias expresamente conferidas a la Asamblea Legislativa;

C. El estatuto de gobierno del Distrito Federal se sujetará a las siguientes bases:

ÁLVARO CARRILLO PRETALIA

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BASE PRIMERA: Respecto a la Asamblea Legislativa:

V. La asamblea Legislativa, en los términos del Estatuto de Gobierno, tendrá las siguientes facultades:

h) Legislar en las materias civil y penal;

Decreto mediante el cual se declaran reformados diversos artículos de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. (Publi‑cado el 26 de agosto de 1996 en el Diario Oficial de la Federación).

Artículos Transitorios

PRIMERO. El presente Decreto entrará en vigor al día siguiente de su publicación en el Diario Oficial de la Federación, con excepción de lo previsto en los artículos siguientes.

DECIMOPRIMERO. La norma que establece la facultad de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal para legislar en materias civil y penal para el Distrito Federal entrará en vigor el 1 de enero de 1999.

Código Penal para el Distrito Federal en Materia de Fuero Común, y para toda la República en Materia de Fuero Federal.

Artículo 1. Este Código se aplicará en el Distrito Federal, por los delitos de la competencia de los tribunales comunes; y en toda la Re‑pública, para los delitos de la competencia de los tribunales federales.

Código Penal Federal.

Artículo 1°. Este Código se aplicará en toda la República para los delitos del orden federal.

• Índice General§ Índice ARS 21

EL CÓDIGO PENAL VIGENTE EN EL DISTRITO FEDERAL

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REFORMA AL MARCO JURÍDICO DE LA COMISIÓN NACIONAL DE DERECHOS

HUMANOS 1

Beatriz Tamés Peña

El pasado junio de 1999, el Congreso de la Unión aprobó el dicta‑men que reforma y adiciona el artículo 102, apartado B de la Consti‑tución Política de los Estados Unidos Mexicanos con la finalidad de «precisar» a nivel constitucional el carácter autónomo de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) 2.

De esta forma, el 1 de junio la Cámara de Diputados aprobó el dictamen con 41� votos a favor y 8 en contra. Posteriormente, el 8 de junio, la Cámara de Senadores también lo aprobó en lo general por 104 votos a favor, y en lo particular, recibió 92 sufragios a favor y 12 en contra del tercer párrafo, emitidos por el grupo parlamentario del Partido de la Revolución Democrática, quedando pendiente satisfacer la aprobación de las legislaturas de los Estados al tenor de lo previsto por el artículo 135 constitucional.

El contenido de la reforma al apartado B del artículo 102 consti‑tucional, tuvo su origen en la iniciativa que envió la presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, doctora Mireille Rocca‑tti, a los poderes ejecutivo y legislativo en 199�, a fin de obtener la

1 el derecho por el que se reforma y adiciona el artículo 102, apartado B de la Constitución Política de los estados unidos Mexicanos, fue publicado el 13 de septiembre de 1999 en el Diario Oficial de la Federación y entró en vigor al día siguiente, 14 de septiembre.

2 se utiliza el término «precisar» toda vez que la autonomía funcional está contemplada en el artículo 5° del reglamento interno de la Comisión nacional de derechos humanos.

• Índice General§ Índice ARS 21

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consolidación y el fortalecimiento del Organismo. A esta acción de la Comisión Nacional se unieron posteriormente, las iniciativas de los grupos parlamentarios del Partido del Trabajo, Partido Acción Nacio‑nal y Partido de la Revolución Democrática, las cuales fueron turnadas para su estudio a la Comisión de Gobernación y Puntos Constituciona‑les de la Cámara de Diputados.

Por otra parte, el titular del ejecutivo federal, durante la presen‑tación del Informe de Actividades de la Comisión Nacional, el 5 de junio de 1998, también manifestó su simpatía por «cualquier reforma que pudiera emprenderse para que la Comisión Nacional de Derechos Humanos adquiera plena autonomía del poder ejecutivo federal, cui‑dando en esa decisión, por supuesto, todo aquello que le permita a la sociedad mexicana garantizar la neutralidad y cualquier cuestión de sesgo político, que, obviamente, no debe estar presente en una instan‑cia tan importante para la República» 3.

El texto del apartado B del artículo 102 constitucional (se destacan con cursivas las reformas y adiciones), es el siguiente:

El Congreso de la Unión y las legislaturas de las entidades fede-rativas, en el ámbito de sus respectivas competencias, establecerán organismos de protección de los derechos humanos que ampara el or‑den jurídico mexicano, los que conocerán de quejas en contra de actos u omisiones de naturaleza administrativa provenientes de cualquier autoridad o servidor público, con excepción de los del Poder Judicial de la Federación, que violen estos derechos.

Los organismos a que se refiere el párrafo anterior, formularán recomendaciones públicas, no vinculatorias y denuncias y quejas ante las autoridades respectivas.

3 intervención del doctor ernesto zedillo Ponce de león, Presidente Constitucional de los esta‑dos unidos Mexicanos, en la ceremonia en que la doctora Mireille roccatti V., presidenta de la Comisión nacional de derechos humanos, presentó el informe anual de actividades Mayo 1997‑Mayo 1998, en el salón Carranza de la residencia oficial de los Pinos, el 5 de junio de 1998, en Gaceta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, México, núm. 95, junio de 1998, p. 23.

REFORMA AL MARCO JURÍDICO DE LA COMISIÓN NACIONAL DE DERECHOS HUMANOS

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Estos organismos no serán competentes tratándose de asuntos elec‑torales, laborales y jurisdiccionales. El organismo que establezca el Congreso de la Unión se denominará Comisión Nacional de los De-rechos Humanos; contará con autonomía de gestión y presupuestaria, personalidad jurídica y patrimonio propios.

La Comisión Nacional de los Derechos Humanos tendrá un Con-sejo Consultivo integrado por diez consejeros que serán elegidos por el voto de las dos terceras partes de los miembros presentes de la Cámara de Senadores o, en sus recesos por la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, con la misma votación calificada. La ley determinará los procedimientos a seguir para la presentación de las propuestas por la propia Cámara. Anualmente serán sustituidos los dos consejeros de mayor antigüedad en el cargo, salvo que fuesen propuestos y ratificados para un segundo período.

El Presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, quien lo será también del Consejo Consultivo, será elegido en los mis-mos términos del párrafo anterior. Durará en su encargo cinco años, podrá ser reelecto por una sola vez y sólo podrá ser removido de sus funciones en los términos del Título Cuarto de esta Constitución.

El Presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos presentará anualmente a los Poderes de la Unión un informe de acti-vidades. Al efecto comparecerá ante las Cámaras del Congreso en los términos que disponga la ley.

La Comisión Nacional de los Derechos Humanos conocerá de las inconformidades que se presenten en relación con las recomendacio‑nes, acuerdos u omisiones de los organismos equivalentes en las enti-dades federativas.

Con la reforma, el primer párrafo del apartado B del artículo 102 constitucional sufre una corrección importante. Con anterioridad, este párrafo disponía que el Congreso de la Unión y las legislatu‑ras de los Estados establecieran organismos de protección de los derechos humanos que otorga el orden jurídico mexicano. Con la

BEATRIZ TAMÉS PEÑA

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reforma se sustituye la palabra otorga por ampara, lo que sin duda resulta afortunado, toda vez que es evidente que los derechos hu‑manos son inherentes a la naturaleza humana, por lo que la norma positiva no los crea o los otorga, sino que los reconoce y protege a través de diversos mecanismos de defensa, incluido el Ombuds-man, que fue incorporado a la Constitución como sistema novedo‑so de protección a partir del 29 de enero de 1992, con la adición del apartado B al artículo 102 4.

En materia de competencia de los organismos de protección de los derechos humanos (Comisión Nacional y comisiones locales), el de‑creto aprobado por el Congreso de la Unión no realizó modificación alguna, de tal suerte que los asuntos electorales, laborales y jurisdic‑cionales continúan exceptuados de la competencia de los citados orga‑nismos. Por lo que corresponde a los actos administrativos del poder judicial de la Federación, también quedan excluidos de la competencia de la Comisión Nacional.

Cabe señalar que cuando se presentaron las iniciativas de los diver‑sos grupos parlamentarios se propuso ampliar la competencia de la Co‑misión Nacional y de las comisiones locales para conocer de asuntos electorales, laborales y jurisdiccionales; sin embargo, durante el estudio y la discusión del proyecto se desechó tal propuesta, lo que generó el voto en contra del tercer párrafo por parte de los representantes del Par‑tido de la Revolución Democrática en el Senado, como ya se indicó.

El decreto adiciona un cuarto párrafo de indiscutible trascenden‑cia, pues en él se eleva a nivel constitucional el reconocimiento de la Comisión Nacional como un organismo con autonomía de gestión y presupuestaria, personalidad jurídica y patrimonio propios.

4 respecto del nuevo sistema de protección de los derechos humanos, véase las ideas que sobre el tema expone el ex presidente de la Comisión nacional de derechos humanos, Jorge Madrazo en su obra Derechos Humanos: el Nuevo Enfoque Mexicano, Fondo de Cultura económica, México, 1993, pp. 52 y ss.

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Con anterioridad, las características y la naturaleza jurídica de este Organismo Nacional sólo se encontraban previstas en el artículo 2 de la Ley de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. En este senti‑do, la disposición mencionada establece que la Comisión Nacional es un organismo descentralizado con personalidad jurídica y patrimonio propios sin sectorización alguna 5.

Aunado a lo anterior, es necesario apuntar que la Comisión Na‑cional efectivamente ha gozado de autonomía técnica de función y resolución en todos los actos que ha realizado 6, pero la adición consti‑tucional también la dota de autonomía presupuestaria, por lo que ahora la asignación anual de las partidas presupuestales estará a cargo de la Cámara de Diputados, lo que permitirá atender, desde el punto de vista financiero, con mayor celeridad las necesidades derivadas del desarro‑llo de sus funciones.

De esta manera, la adición al artículo constitucional fortalece a la Comisión Nacional y la consolida, pues en su evolución normativa, de una entidad descentralizada pasa a ser un organismo autóno‑mo con rango constitucional, lo que debe garantizar su actuación técnico‑jurídica.

Finalmente, la reforma establece que el presidente de la Comisión Nacional y los consejeros de la misma serán designados por el voto de las dos terceras partes de los miembros presentes de la Cámara de Senadores o, en sus recesos por la Comisión Permanente. Asimismo, se prevé que el presidente de la Comisión Nacional de Derechos Hu‑manos dure en su encargo cinco años, pudiendo ser reelecto por una sola vez, y se establece la obligación para el Presidente de presentar un informe anual a los Poderes de la Unión.

A este respecto, es necesario subrayar que la reforma incorpora a nivel constitucional el procedimiento de elección del presidente de la

5 artículo 3° de la ley Federal de entidades Paraestatales y 4° del reglamento interno de la Cndh.

6 Véase el Informe de Actividades enero‑diciembre 1998. Síntesis, Cndh, México, 1999, pp. 36 y ss.

BEATRIZ TAMÉS PEÑA

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Comisión Nacional y de los miembros del Consejo Consultivo (antes simplemente denominado Consejo), procedimiento que con anteriori‑dad sólo se encontraba regulado en el título II, capítulos II y III de la Ley de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.

Este nuevo mecanismo de designación excluye por completo al titular del ejecutivo federal (al que correspondía el nombramiento del presidente y de los consejeros de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, con la aprobación del Senado), de tal manera que desaparece el sistema mixto ejecutivo‑legislativo de designación del presidente y de los consejeros de la Comisión Nacional, que se había establecido por la Ley de la Comisión Nacional de Derechos Humanos en 1992. Sin duda la reforma pretende garantizar la autonomía del Organismo Nacional.

La reforma extiende de cuatro a cinco años la duración del presi‑dente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos en su encar‑go (no se modificó la forma de removerlo, ya prevista en la Ley de la Comisión Nacional de Derechos Humanos). Asimismo, obliga al presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos a presen‑tar un informe anual ante los Poderes de la Unión. Anteriormente los artículos 15, fracción V, y 52 de la Ley de la Comisión Nacional de Derechos Humanos sólo establecían este deber respecto de los poderes legislativo y ejecutivo.

A este respecto, cabe señalar que hasta la fecha, la presentación del informe de actividades de la Comisión Nacional se venía realizando en la residencia oficial del presidente de la República con la asistencia de los representantes del H. Congreso de la Unión y del Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

De ahora en adelante, el presidente de la Comisión Nacional com‑parecerá ante las cámaras del Congreso a fin de presentar el informe de actividades. La reforma deja a la Ley la regulación de la citada comparecencia.

Como ya se indicó, el decreto que reforma y adiciona el artículo 102, apartado B, de la Constitución Política de la República se está

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analizando en las legislaturas de los Estados, de conformidad con el artículo 135 de la propia Constitución. Una vez que el Constituyente Permanente lo haya aprobado, el decreto entrará en vigor al día si‑guiente de su publicación en el Diario Oficial de la Federación (según lo dispone el primer artículo transitorio).

De conformidad con el artículo tercero transitorio del decreto, se establece que en un plazo máximo de 60 días, contados a partir de su entrada en vigor, la Cámara de Senadores o, en su caso, la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, elegirá al presidente de la Co‑misión Nacional de Derechos Humanos.

Para tal efecto se realizará una auscultación entre las organizacio‑nes sociales representativas de los sectores de la sociedad, así como entre los organismos públicos y privados dedicados a la protección de los derechos humanos.

Dicha auscultación podrá conducir a la ratificación de la actual titular del Organismo Nacional o a la integración de una terna de candidatos.

En este sentido, no puede perderse de vista que, a fin de que la Co‑misión Nacional goce de plena autonomía, es importante que su titular sea apartidista, imparcial y con indiscutible capacidad técnico‑jurídi‑ca, con objeto que en el desempeño de sus funciones no sea sujeto de presiones políticas ni de instrucciones específicas �.

Por lo que se refiere a los actuales miembros del Consejo de la Co‑misión Nacional, éstos permanecerán en su encargo hasta concluir el período para el que fueron designados (artículo segundo transitorio).

La Ley de la Comisión Nacional de Derechos Humanos perma‑necerá vigente, en tanto el Congreso de la Unión expide las reformas

� Vid. Carpizo, Jorge, Derechos Humanos y Ombudsman, Cndh, instituto de investigaciones Ju‑rídicas, México, 1993, pp. 8 y 9.

BEATRIZ TAMÉS PEÑA

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8 actualmente los tratados de cooperación comercial y económica también se basan en el respeto a los principios democráticos y a los derechos humanos, como es el caso de los celebrados por la unión europea. Véase el acuerdo interino sobre comercio y cuestiones relacionadas con el comercio entre los estados unidos Mexicanos y la Comunidad europea, publicado en el Diario Oficial de la Federación el 31 de agosto de 1998.

correspondientes. En ese sentido es oportuno señalar que las dispo‑siciones opuestas al decreto de reforma y adición quedan derogadas, de conformidad con el artículo quinto transitorio y en observancia al principio de supremacía constitucional.

En conclusión, se puede afirmar que las reformas y adiciones al apartado B del artículo 102 constitucional consolidan a la Comisión Nacional de Derechos Humanos como un órgano del Estado, pero no del gobierno, esto es, un órgano establecido por la Constitución con funciones públicas, encargado de la protección, observancia, promoción, estudio y divulgación de los derechos humanos, que no está subordinado a ningún poder público. Un órgano autónomo que refleja el avance de la democracia y del respeto de las liberta‑des fundamentales en el país, temas inscritos necesariamente en la agenda de la globalidad 8.

• Índice General§ Índice ARS 21

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REGLAMENTO DE PROCEDIMIENTOS PARA LA ATENCIÓN DE QUEJAS DE LA COMISIÓN

NACIONAL DE ARBITRAJE MÉDICO

Gonzalo Uribarri Carpintero

Sumario: I. Antecedentes de la CONAMED; II. Análisis del Reglamento de Procedimientos; III. Conclusiones.

I. ANTECEDENTES

Antes de analizar este reglamento es indispensable comprender el alcance de la figura jurídica que corresponde a la Comisión Nacional de Arbitraje Médico (CONAMED), señalar los antecedentes de esta comisión, las razones por las que se creó, y describir su organización y funciones.

La CONAMED fue creada por Decreto Presidencial publicado en el Diario Oficial de la Federación el 3 de junio de 1996, y de acuerdo con los considerandos del mismo, responde para mejorar la atención de los servicios médicos que prestan instituciones pú‑blicas y privadas, y dirimir los conflictos que se susciten entre los usuarios y dichas instituciones en forma amigable y de buena fe, pretendiendo evitar grandes cargas de trabajo para los órganos ju‑risdiccionales, sin sustituirlos.

Así, el decreto de referencia, de catorce artículos y cinco transi‑torios, da origen a un organismo que forma parte de la tendencia a

• Índice General§ Índice ARS 21

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proteger los derechos humanos y sociales, junto con la Comisión Na‑cional de Derechos Humanos y las respectivas de las entidades fede‑rativas —donde las haya establecidas—, la Procuraduría Federal de Protección al Consumidor, la Procuraduría Social del Distrito Federal y la recién creada Comisión Nacional para la Protección a Usuarios de Servicios Financieros.

La CONAMED emplea, para la atención de las quejas de los usua‑rios, la conciliación, la transacción y el arbitraje, como instrumentos jurídicos que en otras áreas del Derecho, han demostrado su eficacia para resolver las controversias como los casos que se ventilan en la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje en materia laboral, el Ins‑tituto Nacional de Derechos de Autor (INDA) respecto de la mate‑ria autoral, la Junta de Resolución de Controversias Azucareras, la ya citada Comisión Nacional de Protección a los Usuarios de Servicios Financieros y los demás que contemplan diversas leyes mexicanas 1.

La CONAMED, dentro del marco al que nos referimos en estos comentarios, está organizada administrativamente por un consejo, un comisionado, dos subcomisionados y las unidades administrativas que su reglamento interno disponga.

En la organización de la comisión destaca la labor que realizan los subcomisionados: de acuerdo con el artículo 6° del reglamento interno, existen los subcomisionados A y B. Dentro del área de interés de este artículo, el subcomisionado A cuenta con cuatro unidades administra‑tivas que lo apoyan en tal labor: la Dirección General de Orientación y Quejas, la Dirección General de Coordinación Regional, la Dirección General de Conciliación y la Dirección General de Arbitraje.

Sin pretender hacer un juicio sobre la actividad de la CONAMED, estimamos que la existencia de este organismo es determinante. En

1 Cfr. Gonzalo uribarri, El arbitraje en México, oxford university Press, mayo, 1999.

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caso de haber irregularidades en la prestación del servicio médico, la evaluarán sus pares (es decir, médicos capacitados), para determinar con mayores elementos, tanto de causa como de conocimiento, si el dicho o afirmación del usuario es factible en la vida real. Es necesario destacar que la CONAMED investiga primero las quejas, antes de pro‑ceder a la citación del presunto responsable. Para realizar lo anterior, cuenta con personal profesional en las áreas médica y jurídica, el cual evalúa los dichos de los quejosos para que desde el punto de vista legal y médico, se determine si de los hechos narrados o con los documen‑tos presentados, es posible presumir que efectivamente se comete una irregularidad o una negativa de prestación del servicio.

Si bien la CONAMED es una instancia a la cual se acude para solicitar orientación y presentar una queja contra prestadores de servicios, etcétera, no hay ninguna norma que obligue a las partes a acudir a esta instancia. Cuando se trata de una posible responsabilidad civil, la comisión puede fungir como árbitro; sin embargo, si la queja conduce a la posible atribu‑ción de la responsabilidad penal por la comisión de algún presunto delito (ya sea perseguible a instancia de parte o de oficio), la CONAMED debe dar conocimiento a las autoridades competentes y abstenerse de arbitrar el caso, ya que está reservado a los tribunales ordinarios.

Debido a la insuficiencia normativa del Decreto creador de la CO‑NAMED y el Reglamento Interno, se hizo indispensable la elabora‑ción del Reglamento de Procedimientos para la Atención de Quejas que ahora se analiza.

II. ANÁLISIS Y COMENTARIOS AL REGLAMENTO DE PROCEDIMIENTOS PARA LA ATENCIÓN DE QUEJAS DE LA CONAMED

Con el conocimiento previo de la función primordial de esta Co‑misión, en este inciso precisamos algunos análisis y comentarios al Reglamento de Procedimientos para la Atención de Quejas, que, no obstante su importancia procesal, se publicó con retraso en el Diario Oficial de la Federación el día 29 de abril de 1999.

GONZALO URIBARRI CARPINTERO

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El Reglamento que nos ocupa se integra de seis capítulos distribui‑dos de la siguiente forma:

Reglamento de procedimientos para la atención de quejas de la comisión nacional de arbitraje médico

Capítulo Primero Del objeto y principios

Capítulo Segundo De la atención de las quejas

Capítulo Tercero De la conciliación y la transacción

Capítulo Cuarto De los actos procesales en general

Capítulo Quinto De los plazos y notificaciones

Capítulo Sexto Del procedimiento arbitral

Sección primera Disposiciones comunes

Sección segunda De la cláusula compromisoria y el compromiso arbitral

Sección tercera Del juicio arbitral

Sección cuarta De las resoluciones arbitrales

Transitorios

Haremos comentarios al reglamento de procedimientos, en aque‑llos artículos que más llaman la atención, por constituir una novedad o porque adoptan criterios procesales que se pueden considerar dife‑rentes, tanto a las normas procesales en general como a las normas procesales arbitrales que contemplan los códigos de la materia.

Capítulo Primero. Del Objeto y Principios.

1. Definición de instituciones jurídicas y organismos. Como viene siendo ya prácticamente una costumbre en los últimos años, la técnica de redacción de reglamentos incluye definiciones de figuras jurídicas que habrán de observarse en el texto del reglamento. El que ahora nos ocupa, no ha sido la excepción y sobre el particular comentamos las que más destacan y que prevé el artículo 2°:

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1.1. «Amigable composición: procedimiento para el arreglo de una controversia entre un usuario y un prestador de servicio médico oyen‑do las propuestas de CONAMED». En el presente caso creemos que el reglamento confunde la conciliación o la mediación, con el arbitraje de equidad, este último al que también se le llama de amigable com‑posición, por oposición al arbitraje de estricto derecho; o bien no dis‑tinguió con precisión los tipos de arbitraje que se pueden celebrar en la CONAMED, de equidad o de estricto derecho. En el de «amigable composición», el árbitro «aporta soluciones o propuestas de acerca‑miento entre intereses contrapuestos, propiciando fórmulas equitati‑vas cuya obligatoriedad es facultativa» para las partes que optan por dicho procedimiento arbitral 2. Pero la redacción del reglamento nos puede orillar a creer que la amigable composición se trata de una con‑ciliación o incluso de una mediación. Sería más conveniente precisar qué tipos de arbitraje pueden celebrar las partes en la CONAMED, como sí lo contemplan otros instrumentos legales que establecen el arbitraje como medio alterno de solución de conflictos.

1.2. «Cláusula compromisoria: la establecida en cualquier contrato de prestación de servicios profesionales o de hospitalización, a través de las cuales las partes designen competente a CONAMED para resol‑ver las diferencias que puedan surgir con ocasión de dichos contratos, mediante la conciliación o el arbitraje». El reglamento está en lo co‑rrecto cuando dicha cláusula compromisoria se refiere a la materia del propio reglamento y a la competencia de la Comisión, pero hubiera sido preferible que se definiera la cláusula en cuestión en general, y después en lo particular respecto a la materia del arbitraje médico. Ahora bien, la redacción de la definición de la cláusula compromiso‑ria nos da a entender que en estos contratos de prestación de servicios médicos y de hospitalización siempre se encontrará esta cláusula, o por lo menos que lo habitual es que en dichos contratos se pacte la misma, lo cual como sabemos no es lo acostumbrado, a menos que las instituciones públicas y privadas elaboren los contratos ya con la

2 El arbitraje en México, p. 47.

GONZALO URIBARRI CARPINTERO

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cláusula compromisoria y sobre todo que se designe competente a la CONAMED, pues en la práctica la mayor parte de los contratos pre‑elaborados por la parte que presta el servicio —no nada más en ma‑teria médica— no contempla el arbitraje como medio de solución de conflictos que se puedan generar con la aplicación, la interpretación o cumplimiento del contrato. En cambio lo que se acostumbra es encon‑trar una cláusula de sometimiento a alguno de los tribunales del fuero común de la República. Más aún, debido al general desconocimiento por parte del público de la figura arbitral, las instituciones deberían te‑ner a la vista de los usuarios información sobre la existencia tanto de la CONAMED como del arbitraje, para hacer efectivas las disposiciones que se comentan ahora.

1.3. «Compromiso arbitral: el instrumento otorgado por las partes capaces y en pleno ejercicio de sus derechos civiles por el cual de‑signen a CONAMED para la resolución del procedimiento arbitral; determinen el negocio sometido a su conocimiento; acepten las reglas del procedimiento fijadas en el presente Reglamento, o en su caso, señalen reglas especiales para su tramitación». Aun cuando el com‑promiso no es un instrumento (depende qué entiende el redactor del reglamento por instrumento), nosotros estimamos que el compromiso es un convenio, y tal es su naturaleza jurídica, que en esencia respeta el reglamento en la parte que ahora comentamos, es decir, respeta la naturaleza contractual del arbitraje al dejar a las partes en libertad de elaborar las reglas del proceso arbitral conforme al reglamento, o de acuerdo con las que ellas señalen. Creemos que esta parte del precepto es esencial, pues bien se pudo reglamentar estableciendo que las partes se someterían al arbitraje que dispusiese el reglamento nada más, lo cual contravendrá la naturaleza del arbitraje mismo.

1.4. «Laudo: es el acto por medio del cual CONAMED resuelve las cuestiones sometidas a su conocimiento a través del compromiso ar‑bitral». De nueva cuenta es preciso distinguir aquí qué es una cláusula compromisoria y qué es un compromiso arbitral, pues según el texto que comentamos, el laudo solamente se referiría a cuestiones sometidas en un compromiso arbitral y se dejaría fuera —si el caso lo ameritase— una controversia contemplada en una cláusula compromisoria, por lo

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que en definitiva creemos que la definición de laudo de este reglamento está incompleta y debiera abarcar ambas figuras: que el laudo resolviese cuestiones controvertidas, tanto en una cláusula compromisoria como en un compromiso arbitral. Para efectos ilustrativos, diremos pues, que el compromiso en árbitros ocurre cuando existe una controversia entre las partes y éstas celebran un convenio para someter su conocimiento y decisión a un arbitraje. A su vez, la cláusula compromisoria se pacta cuando aún no existe el pleito, pero sí una relación jurídica, de la cual podría derivar un litigio; en este caso, las partes celebran un convenio para someter cualquier diferencia que pueda surgir de ese contrato a la futura decisión de árbitros. Se trata de una cláusula accesoria del contra‑to principal, insertada en él y denominada «cláusula compromisoria» 3. Dicho de otra forma, la cláusula es accesoria a un contrato, no tiene vida propia si no está incluida en el clausulado del contrato, y el compromiso en árbitros es un convenio con vida propia que existe independiente y está documentado en forma separada.

1.5. «Principios científicos de la práctica médica». El reglamento en comento dispone que son «el conjunto de reglas para el ejercicio médico contenidos en la literatura aceptada, en las cuales se establecen los medios ordinarios para la atención médica y los criterios para su empleo». Nos encontramos ante un caso ciertamente especial cuando al resolver una controversia se tratan de aplicar estos principios: quie‑re decir que la doctrina médica —literatura, como le llama el regla‑mento— es una fuente específica del arbitraje médico. No encontra‑mos una explicación más llana a lo que quiere expresar el reglamento con «literatura aceptada» pero pensamos que, por seguridad jurídica de quienes acuden a CONAMED, obviamente los usuarios, deberían tener una idea por lo menos cercana de lo que quiere decir «principios científicos de la práctica médica».

3 El arbitraje en México, p. 53.

GONZALO URIBARRI CARPINTERO

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1.6. «Principios éticos de la práctica médica: el conjunto de reglas bio‑éticas y deontológicas universalmente aceptadas para la atención médica». De igual forma a lo comentado en el párrafo que antecede, el reglamento nos deja una tarea muy azarosa al no definir lo que se entiende por reglas bioéticas y más aún por reglas deontológicas, por lo cual creemos que la Comisión puede en un momento dado cometer alguna injusticia pues al parecer se deja la atribución a la misma y a sus árbitros, de definir en su momento —al dictar laudo— qué son estas reglas y qué contemplan. Te‑nemos que contemporizar en que las reglas bioéticas tienden a proteger la vida de las personas y las deontológicas tienen por objeto que la profesión se ejerza de manera ética, con lo cual todas aquellas prácticas tendientes a la privación de la vida o dirigidas a ocasionar alguna enfermedad o lesión al usuario de servicios médicos, deben estar proscritas y así advertirlo en su caso la Comisión al momento de dictar un laudo.

1.�. «Transacción: es un contrato otorgado ante CONAMED por virtud del cual las partes, haciéndose recíprocas concesiones terminan una controversia». De manera un poco sorpresiva —porque el Regla‑mento de Creación de la Comisión no la contempla— el reglamento de procedimientos para la atención de quejas desliza la figura de la transacción y la define empleando algunas de las palabras que se usan en el Código Civil en el artículo 2944. En estricto sentido, la tran‑sacción es «un medio autocompositivo bilateral, porque a través de ella las dos partes solucionan el litigio renunciando parcialmente a su respectiva pretensión y resistencia» 4. Más adelante, cuando el regla‑mento desarrolla la forma en que se ha de desenvolver la transacción, haremos los comentarios pertinentes.

1.8. «Irregularidad en la prestación de servicios médicos: todo acto u omisión en la atención médica que contravenga las disposiciones que la regulan, incluidos los principios científicos y éticos que orien‑tan la práctica médica». Ésta es propiamente la que llamaríamos mate‑

4 José ovalle Favela, Teoría general del proceso, 2a. ed., México, oxford university Press, 1994, p. 21.

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ria «arbitrable» que se puede ventilar en los procesos que lleve a cabo la CONAMED.

2. Atribuciones de la CONAMED: el artículo 5° indica que para el cumplimiento de su objeto, la CONAMED realizará las siguientes «acciones». En realidad el término es poco afortunado, si bien se trata de actividades que implican labor material e intelectual, jurídicamente pensamos que la denominación adecuada hubiese sido «atribuciones», dado el alcance de las «acciones» que el reglamento dispone, como: «I. Atender las quejas presentadas; II. Gestionar la atención inmedia‑ta de los usuarios, cuando la queja se refiera a demora o negativa de servicios médicos; III. Actuar en calidad de conciliador y árbitro... y IV. Intervenir de oficio en asuntos de interés general (el reglamento no precisa cuáles son dichos asuntos), propugnando por la mejoría de los servicios médicos, para cuyo efecto emitirá las Opiniones Téc‑nicas que estime necesarias». Bien miradas dichas atribuciones, en‑contramos más bien este precepto como una lista enunciativa de las «acciones» de la CONAMED pues sus atribuciones y actuaciones son muchas más, como lo demuestra el texto del propio reglamento, desde el punto de vista material, formal y procesal.

Capítulo Segundo. De la Atención de las Quejas.

Especiales comentarios, a nuestro juicio, ameritan los artículos 8° y 13.

1. El artículo 8° del Reglamento contiene los requisitos mínimos que deben contener las quejas que los usuarios pueden presentar ante la CONAMED y que en rigor se asemejan a los requisitos de una de‑manda en un juicio ordinario, excepto que no es necesario indicar los preceptos jurídicos en que se basa la queja, pero sí exige que se adjun‑ten documentos en que se soporten los hechos manifestados.

2. El artículo 13, por su parte, llama la atención porque contempla la posibilidad de que el quejoso subsane las deficiencias de su que‑ja, pues dispone el citado precepto que «si la queja fuere incompleta, imprecisa, obscura o ambigua, CONAMED requerirá por escrito al

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interesado para que la aclare o complete en un plazo no mayor de diez días...», precepto que es muy similar al que establece la Ley Federal del Trabajo en su artículo 8�3 en que se otorga un plazo al trabajador para que subsane su demanda. Pensamos que, en realidad, tratándose de una queja en que se pueden encontrar muchos términos científicos dada la especialidad en que debe versar el conflicto —la medicina—, la subsanación que el quejoso puede efectuar en su escrito de queja es una norma equitativa.

Capítulo Tercero. De la Conciliación y la Transacción.

Es de particular interés comentar los artículos 16, 18, 19, 20, 28 y 29 del reglamento.

1. El artículo 16 dispone en síntesis, que la Comisión hará del cono‑cimiento de los prestadores del servicio médico, el nombre del quejoso y un resumen del motivo de la queja y que requerirá de un informe que el prestador debe rendir. Si en verdad la Comisión no quisiera cometer una injusticia, debería más bien enviar copia de toda la queja, pues notificar un resumen conduciría a dejar hechos importantes que el prestador del servicio desconoce, o peor aún, que el quejoso haya inventado o exagerado. Pensamos que esta norma deja en estado de indefensión al prestador del servicio al no permitirle conocer el con‑tenido íntegro de la queja y de rendir un informe que a su vez puede estar incompleto.

2. Los artículos 18 a 20 establecen el procedimiento que seguirá el conciliador ante el quejoso y el prestador del servicio, pero, por la forma en que la hace consistir, más bien podría tratarse de un proce‑dimiento típico de una mediación, en que el mediador tiene una ac‑tuación más propositiva y eficaz; el texto de estos preceptos dan al conciliador la facultad de requerir pruebas, lo que no es propio, por su naturaleza, de un procedimiento conciliatorio, sino más bien de una mediación, y aun en este último caso se debe tener especial cautela por parte del mediador con el manejo de las pruebas. Con el anterior comentario, confirmamos nuestra preocupación en el sentido de que el reglamento confunde la conciliación con la mediación, puesto que

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en la primera, el papel del conciliador se reduce a pacificar sobre la cuestión litigiosa y simplemente sugiere posiciones sobre el objeto a debate, en cambio en la segunda, el mediador adopta un papel más activo, debiéndose centrar más en las personas que en el objeto del de‑bate 5. De la lectura de los artículos mencionados se desprende que el reglamento quiere darle mayores facultades al conciliador, pero de lo dicho hasta ahora no nos cabe duda que la desnaturaliza y la convierte en mediación.

3. Los artículos 2� a 29 señalan las reglas que se deben aplicar si las partes llegan a un arreglo, para lo cual, otorgarán el contrato de transacción, pudiéndose emplear en lo conducente los formatos de la Comisión. Tal como lo comentábamos arriba, al criticar la definición de transacción, corresponde ahora expresar los obligados comentarios que ameritan esclarecer la figura de la transacción. Ésta es un medio autocompositivo bilateral mediante el cual las partes solucionan el li‑tigio al renunciar parcialmente a su respectiva pretensión y resistencia, es decir, debe implicar una renuncia o concesión equilibrada y razo‑nable de cada parte 6. Tal como lo señalamos en nuestra obra citada, la calidad de contrato en sentido estricto es dudosa, ya que atendiendo a lo establecido en el artículo 1�93 del Código Civil, la transacción es más bien un convenio, porque se trata de un acto jurídico que trasmite o extingue obligaciones. Ahora bien, lo interesante del reglamento que hoy se comenta es que en el artículo 28 último párrafo, se reprodu‑cen textualmente los términos de la lesión como vicio de la voluntad que ya el Código Civil exige en su artículo 1�: «suma ignorancia, notoria inexperiencia o extrema miseria». Estos vocablos, hoy, gracias al avance de las comunicaciones y la tecnología pueden ser califica‑dos de obsoletos, pues actualmente es difícil encontrar a una persona que reúna los tres requisitos que exige el Código Civil para que opere la lesión, es decir, una persona «sumamente ignorante, notoriamente inexperta y extremadamente miserable».

5 El arbitraje en México, p. 9.6 Ibidem, p. 6.

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Capítulo Cuarto. De los Actos Procesales en General

En 16 artículos, el reglamento dispone las normas de carácter pro‑cedimental de rigor, desde el uso del idioma hasta las características de las oficialías de partes, que no merecen desde nuestro punto de vista mayores comentarios; de todo este articulado destaca únicamente el contenido de los artículos 44 y 45.

a) En el artículo 44 se determina que CONAMED podrá solicitar el auxilio judicial, en los términos de los artículos 631 y 634 del código de procedimientos civiles del D.F., es decir, para poder emplear los medios de apremio y ejecutar el laudo.

b) En el segundo artículo, el 45, para lo no previsto en el reglamen‑to, éste se remite, en cuanto al procedimiento, a lo dispuesto en el Có‑digo de procedimientos civiles del D.F. Lo malo de este precepto por así decirlo, es que no indica con exactitud si se trata del procedimiento ordinario o del arbitral. Nos inclinamos a pensar que serían supletorias las normas del juicio arbitral de dicho código, aunque no compartimos del todo la supletoriedad debido a las deficiencias de fondo y de forma de que adolecen esas normas arbitrales, como lo señalamos en nuestra obra ya citada � y a las que remitimos al lector.

Capítulo Quinto. De los Plazos y Notificaciones.

El reglamento en esta parte es muy preciso y delimita con excesiva acuciosidad los términos y las formas en que se ha de notificar a las partes, por lo que no creemos indispensable comentar algo.

Capítulo Sexto. Del Procedimiento Arbitral. Sección Primera. Disposiciones Comunes.

a) En realidad en esta sección lo que el reglamento dispone no son

REGLAMENTO DE PROCEDIMIENTOS PARA LA ATENCIÓN DE QUEJAS DE LA COMISIÓN NACIONAL DE ARBITRAJE MÉDICO

� El arbitraje en México, p. 65, ss.

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en stricto sensu reglas del procedimiento arbitral en curso, sino reglas comunes a las partes, como las de capacidad, representación común en caso de que haya varias personas quejosas y prohibición de la gestión de negocios; materias en las que no consideramos abundar. Sí en cam‑bio es indispensable destacar el artículo �2 del reglamento, que dispo‑ne que el proceso no se puede suspender; y lo estimamos importante, pues se debe tener en cuenta que el arbitraje debe ser más expedito que los procesos jurisdiccionales.

b) En la sección segunda, en que se contemplan la cláusula com‑promisoria y el compromiso arbitral, el reglamento indica cómo debe redactarse este último de manera que no queden dudas de la manifes‑tación de la voluntad de las partes de someterse al arbitraje.

c) En la sección tercera del capítulo sexto se señalan las normas procesales que habrán de seguirse en el juicio arbitral; de las mismas, destacan las que se refieren a las pruebas y la forma de su desahogo y que causan extrañeza por la manera en que se redactan los distintos artículos respectivos. En efecto, el artículo �6 sección segunda pro‑híbe los interrogatorios entre las partes con fines confesionales, pero posteriormente en el artículo 81, el reglamento dispone que las partes sólo puedan ofrecer la confesional cuando se refiera exclusivamente a las manifestaciones contenidas en autos, sin que se pueda admitir la prueba de posiciones. Esto puede confundir; hubiera sido preferible que ambos preceptos se concatenaran y aclararan la forma de ofreci‑miento y desahogo de la prueba confesional que antaño era la «reina de las pruebas».

En materia de pruebas, el reglamento deja traslucir la importancia que le otorga a los reconocimientos médicos, la prueba pericial y las fotografías; limita el ofrecimiento de la testimonial en que cada parte sólo puede ofrecer como máximo dos testigos.

d) Finalmente, en la sección cuarta, De las Resoluciones Arbitrales, el reglamento establece que pueden ser: I. Simples determinaciones de trámite o acuerdos; II. Determinaciones provisionales o definitivas que no resuelven el fondo de la controversia, o autos y III. Laudos.

GONZALO URIBARRI CARPINTERO

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Para la ejecución de este último estimamos aplicable en lo condu‑cente el artículo �4 fracción VIII del propio reglamento que se comen‑ta, mismo que indica que en el compromiso arbitral las partes deben acordar la determinación del juez competente «para la ejecución de la sentencia —aunque debiera decir laudo— y admisión de recursos». En el caso de los recursos, el reglamento da a entender que existe la apelación, pues el mismo artículo recién citado ordena que en el com‑promiso arbitral las partes puedan señalar si renuncian a la apelación. En este último aspecto, denostamos la posibilidad de que haya recur‑sos, pues se supone que el arbitraje debe ser un proceso más rápido y menos costoso. Pensar en la mera existencia de la apelación desmotiva a las partes que pueden llegar a confiar en las bondades del arbitraje y es o sería señal de volver a las «chicanas» procesales que se sufren en la jurisdicción estatal.

III. CONCLUSIONES

De los comentarios que hemos expresado al Reglamento de Pro‑cedimientos para la Atención de Quejas de la Comisión Nacional de Arbitraje Médico, podemos concluir que no obstante que en materia procesal se encuentra regularmente redactado, el criterio social de algunos de sus preceptos es evidente y destaca la función, también social, que posee esta Comisión. Repetimos nuestro deseo de que hu‑biera sido mejor que no se contemplase el código de procedimientos civiles del D.F. como supletorio en materia arbitral, dadas las deficien‑tes y anticuadas normas que en el arbitraje se contienen en el citado código, y en su caso haber procurado la mejor reglamentación para el supuesto de lagunas o huecos en el proceso arbitral.

• Índice General§ Índice ARS 21

REGLAMENTO DE PROCEDIMIENTOS PARA LA ATENCIÓN DE QUEJAS DE LA COMISIÓN NACIONAL DE ARBITRAJE MÉDICO

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TRADICIÓN JURÍDICA

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ASPIRANTES AL ILUSTRE Y REAL COLEGIO DE ABOGADOS DE MÉXICO: EXTRACTOS

DE SUS INF ORMACIONES DE LIMPIEZA DE SANGRE (1760-1823)

Alejandro Mayagoitia

Sumario: I. Acerca de la importancia histórica de las informaciones; II. Nómina.

I. ACERCA DE LA IMPORTANCIA HISTÓRICA DE LAS INFORMACIONES

El nuestro es un país curioso. No cabe duda que su historia está rebo‑zada de curas, militares y abogados, pero realmente sabemos muy poco sobre estos grupos. La mala situación de los archivos, su difícil o impo‑sible acceso, cuestiones de orden político, el prejuicio y los temores de celosos custodios de dizque la verdad histórica (¿quid est veritas?) han postergado su estudio. También es cierto que los trabajos acerca de élites no han gozado del favor de un sector muy numeroso de historiadores y que, para otros, su conexión con los estudios genealógicos, casi inexis‑tentes en México después del gran esfuerzo de Ortega y Pérez Gallardo, los han desprestigiado. Sin embargo, es tiempo de reconocer que sin este tipo de obras muy poco se logrará en otros campos íntimamente vinculados con ellas. Éste es un punto que los desvelos de autores como Brading y otros han puesto de relieve. Si ésta es la situación respecto de los miembros más ricos y privilegiados de la sociedad novohispana,

• Índice General§ Índice ARS 21

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ya el lector se imaginara cuál es la de los grupos de menos relevancia económica y política. Y es que alrededor de las élites de comerciantes, mineros y titulados gravitaban sectores más numerosos que formaban, en buena parte, las capas medias de donde salieron muchísimos de nues‑tros preteridos curas, abogados y militares.

Nuestro interés por los letrados de fines del período novohis‑pano nos ha llevado a ocuparnos en varios trabajos anteriores del ingreso en el Ilustre y Real Colegio de Abogados de México y, especialmente, de la probanza que sobre limpieza de sangre debían rendir sus pretendientes, como uno de los aspectos medulares para entender cómo la institución abordó el cumplimiento de una faceta fundamental de su fin: i. e. el elevar la dignidad del gremio. Los trámites acerca de la limpieza revelan, por un lado, lo que la cúpula del cuerpo esperaba de sus colegas. Estas expectativas se constru‑yeron a partir de idealizaciones recogidas por los panegeristas de la profesión y de la limpieza como Cabrera, Bermúdez y Escobar, y recicladas a la sociedad mediante sermones e imágenes de otro tipo. Al proyectarse estos paradigmas librescos sobre la realidad indiana de la segunda mitad del siglo XVIII, nacieron conflictos, dudas y, en fin, acomodamientos de los modelos europeos cuyas mejores expresiones son, precisamente, las corporaciones de letra‑dos indianos en tanto que actores de primera fila de una sociedad que se encontraba al punto de transformaciones radicales. Por otra parte, las pruebas de limpieza, sus exigencias y dispensas, el estira y afloja de la necesariamente elástica limpieza y blancura de los criollos, revelan tensiones no sólo intergremiales, sino que también sociales: frustraciones y éxitos en el camino del ascenso —o de evitar el descenso— de los grupos medios y medios altos a través del peregrinar de tres o cuatro generaciones. En este sentido hay pocos documentos tan interesantes como las informaciones de lim‑pieza del Colegio. Primero porque exigen, además de numerosas deposiciones (doce), siete partidas bautismales —del pretendiente, sus padres y cuatro abuelos— o de otro tipo de instrumentos para suplir su falta. Pocos estatutos de limpieza requerían en la Nueva Es‑paña tanto papeleo. Segundo, a veces existe un interesante contraste

ALEJANDRO MAYAGOITIA

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entre lo recogido en los documentos y lo declarado por testigos que generaba incertidumbre sobre el valor jurídico de lo consignado en constancias parroquiales y otros papeles más o menos oficiales y fidedignos, frente a la fuerza de la fama y voz públicas. Claro, también estaba la notoriedad de la limpieza, la facha del individuo, de su hermano, de su abuelo. Esta facha estaba, evidentemente, ligada al origen racial pero también, y creemos que una de nuestras conclusiones será que de modo más notable, a las condiciones eco‑nómicas y profesionales del pretendiente y su familia. No en balde la normatividad del Colegio exigía que en las informaciones se averiguara sobre que los abogados y sus padres no hubieran ejerci‑do oficios viles. El conjunto de nuestros expedientes son, por tanto, como una colección de pequeños cuadros de castas donde el énfasis no se hace tanto en el color de la piel —la mayoría de las figuras son de españoles light— sino en el traje, el trabajo, el mobiliario y los adornos personales.

Un punto interesante, y que desde ahora recalcamos, es el po‑der palpar cuáles eran los medios que se empleaban, especialmente fuera de la capital virreinal, para la promoción social. La perte‑nencia a los cabildos eclesiásticos o civiles, la intervención como oficial en los cuerpos de milicias provinciales, la participación en las órdenes terceras, la existencia de religiosos o sacerdotes en la familia fueron algunos de los mecanismos más socorridos. El estu‑dio de estas actividades, aunque no es nuestro propósito, sin duda resultará sumamente iluminador. Llevado al nivel local sorprende, por ejemplo, el peso asociado en la región de Taxco a la Orden Tercera de S. Francisco.

Las informaciones también completan nuestra visión de los le‑trados con algo sobre sus circunstancias personales: estudios, si‑tuación económica, parentela, abolengo, origen geográfico e inclu‑so aspectos relacionados con la práctica profesional. Con esto nos acercamos todavía más a la formación de una biografía colectiva del gremio entre 1�60 y 1823. Evidentemente también sirven a otros fines: desde aclarar aspectos poco conocidos o de plano igno‑rados de la vida de personas relevantes (v. gr. en esta entrega hay

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algo sobre el escritor Cabrera y Quintero y sobre el músico Zuma‑ya), hasta proporcionar datos fundamentales para la microhistoria familiar y comunitaria.

Nos hemos echado a cuestas un trabajo largo que seguramente ocupará las siguientes cuatro o cinco entregas de Tradición Jurídica. Queremos brindar, por primera vez, los extractos de todas las informa‑ciones de limpieza de sangre que se encuentran en el Archivo del Ilus‑tre y Nacional Colegio de Abogados de México 1. Esto significa que incluiremos tanto las de los sujetos que efectivamente ingresaron a la institución como las de otros cuyos expedientes no se completaron; también extractamos otros documentos, como solicitudes de ingreso, que contienen datos de relevancia para nuestro intento.

Antes de comenzar es necesario hacer algunas indicaciones. He‑mos procurado que los nombres geográficos españoles como mexica‑nos aparezcan con la mayor precisión posible. Por tanto, en algunas ocasiones hemos tenido que introducir ligeras modificaciones en los nombres de lugares o agregar alguna nota para que puedan ser fácil‑mente localizables en diccionarios o repertorios 2. Cuando en los ex‑pedientes han faltado los datos de la aprobación de las informaciones hemos acudido a los libros de juntas y de matrículas 3, al igual que a las

1 este obra se intentó antes y, al parecer no concluyó, véase Francisco Javier de Castaños y roberto Fernández del Valle, «archivo del ilustre y real Colegio de abogados de México» en Publi‑cación del Instituto de Investigación Histórica y Genealógica de México, año 1, núm. 1, México, mayo 1972, pp. 179‑186. el énfasis de este meritorio trabajo, que sólo abarca 21 expedientes, es puramente genealógico.agradecemos a los licenciados don Bernardo Fernández del Castillo y don Manuel torreblanca, presidente y vicepresidente del Colegio, sus gentilezas.

2 Para españa empleamos la tercera edición de Pascual Madoz, Diccionario geográfico‑estadísti‑co‑histórico de España y sus posesiones de ultramar, Madrid, imprenta del diccionario geográ‑fico‑estadístico histórico de d. Pascual Madoz, 1848‑1850, 16 ts. Para México principalmente tuvimos a la vista las obras siguientes: J. e. hernández y dávalos, Directorio para las oficinas del servicio público de correos de la República Mexicana, México, imprenta de José Ma. sando‑val, 1876. antonio García Cubas, Diccionario geográfico, histórico y biográfico de los Estados Unidos Mexicanos, México, antigua imprenta de Murguía‑oficina tipográfica de la secretaría de Fomento, 1888‑1891, 5 ts.

3 los libros de juntas que nos interesan son los de acuerdos o juntas secretas. el primero va de 1792 a 1809 y el segundo de 1809 a 1836; en adelante serán citados como liBJunseC i ó ii, según sea el caso. estos libros se encuentran, al igual que todos los expedientes de limpieza, en el archivo del iilustre y nacional Colegio de abogados de México. es importante hacer notar

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listas impresas que tenemos a la mano 4. Al referirnos a defunciones casi siempre lo hacemos a la fecha de las partidas de entierro.

En los casos de las informaciones de identidad, salvo por los padres de los pretendientes, hemos omitido duplicar entradas y datos; en las raras ocasiones en que aparece algún asunto novedoso, desde luego lo hemos recogido. Los aspirantes y el Colegio siempre se refieren a los

que tienen omisiones ya que, por ejemplo, remiten a acuerdos tomados en ciertas fechas que no aparecen o en donde no se tomaron. el único libro de matrículas que existe en el Colegio para el período 1760‑1823 es el Libro segundo donde se asientan las matrículas de los individuos de este IIlustre y Real Colegio de Abogados, que comenzó en el año de 1792 [a 1829] y en adelante nos referiremos a él como liBMat. sólo lo empleamos hasta el asiento del lic. Manuel díez de Bonilla (18/ii/1823, f. 93 fte.) y la razón de ello está en la siguiente nota que se encuentra ahí: «en 26 del próximo pasado octubre me entregó mi antecesor el sr. d. Mariano Fernández de arteaga el archivo del Colegio sin orden, método, ni inventario, según el papel de entrega que firmado de su puño conservo en mi poder; y los libros inconclusos lo mismo que [en] éste se advierte; de hay [sic ¿por ahí?] es que habiendo yo entrado al ejercicio de la secretaría en la citada fecha, desde ella deben comenzar mis operaciones, y de éstas será de las que deba responder a la confianza que he merecido al Colegio. y para que conste en todo tiempo, pongo la presente en el mismo día 26 de octubre de 1824. lic. José antonio Macías, prosecretario [rúbrica]» (liBMat: fs. 93 fte.‑vta.).estas elocuentes líneas se complementan con otras al final del libro que citamos (f. 100 vta.): «en este libro faltan las matrículas de los abogados que fueron admitidos en el tiempo que sirvió la secretaría del Colegio el difunto sr. lic. d. José Mariano Fernández arteaga, pero constan de f. 57 a 64 del libro 2° de informaciones que comenzó el año de 1809 y pasó en el de 1821. y para la debida constancia lo anoto en este libro hoy 15 de julio de 1836. lic. Villalva, secretario [rúbrica].el libro al que se refiere es liBJunseC ii. Pero las notas nada dicen además de los nombres de los abogados.

4 los citaremos sólo por el año que sirven y, claro, por la página y/o el número del letrado en cuestión. las fichas de las listas que empleamos son las siguientes:ilustre y real Colegio de abogados, Lista de los abogados matriculados en el... para el año de 1770, [México], s. i., [1770] (como se trata de una sola hoja en folio doble impresa por un lado y los letrados no están numerados, en el caso de citarla sólo lo haremos con el año que sirve).ilustre y real Colegio de abogados, Lista de los abogados que se hallan matriculados en el... sirve para este presente año de 1796, México, Mariano José de zúñiga y ontiveros, [1796].ilustre y real Colegio de abogados de México, Lista de los abogados que se hallan matriculados en el... con expresión del día de su examen o incorporación... sirve para el presente año de 1804, México, d. Mariano José de zúñiga y ontiveros, [1804]. ilustre y real Colegio de abogados de México, Lista de los individuos matriculados en el... sirve para este presente año de 1806, [México], Mariano de zúñiga y ontiveros, [1806].ilustre y real Colegio de abogados, Lista de los individuos matriculados en el... con expresión del día de su incorporación o examen... sirve para el año de 1812, [México], Casa de arizpe, [1812].ilustre Colegio de abogados de México, Lista de individuos matriculados en el muy... sirve para el año de 1824, México, imprenta a cargo del C. adrián reguelba, [ 1824].ilustre y nacional Colegio de abogados de México, Lista de los individuos matriculados en el... sirve para el año de 1837, México, impreso por ignacio Cumplido, 1837.

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individuos que aparecen en las probanzas con el tratamiento de don y doña pero, naturalmente, lo mismo no sucede con las partidas; lo he‑mos omitido del todo porque es clara la poca significación que tenía, especialmente, a partir de los setentas del siglo XVIII; hemos hecho notar algún caso en el que los comisionados del Colegio le han atri‑buido importancia. Como en otras ocasiones, nuestras conclusiones aparecerán al final de la serie.

II. NÓMINA

Abreviaturas más frecuentes: Ab./s.: abogado/s. Ags.: Aguascalientes. Arzob.: arzobispado. Aud./s.: audiencia/s. B.: bautismo. Br.: bachiller. CIII: caballero de la Rl. y Distinguida Orden de Carlos III. Ca.: circa. Cab.: caballero. Cap.: capitán. Cd.: ciudad. Cía.: Compañía. Col.: colegio. Def: defunción.Dgo.: Durango.Exp./s.: expediente/s.Fr.: fray.Gral.: general.Gto.: Guanajuato.Guad.: Guadalajara de Indias.Hda.: hacienda.Hmna/s.: hermana/s.Hmno/s.: hermano/s.Inf./s: información/es.

ALEJANDRO MAYAGOITIA Y HAGELSTEIN

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Juris.: jurisdicciónLic.: licenciado.M.: murió.Ma.: María.Mat.: matrimonio.Méx.: México.Mich.: Michoacán.Mtro.: maestro.N.: nació.Nat./s: natural/es.Nvo/a.: nuevo/a.Oax.: Oaxaca.Ob.: obispado.O. F. M.: franciscano/Orden de Frailes Menores.O. P.: Orden de Predicadores.O. S. A.: Orden de San Agustín.Part./s.: partida/s.Pue.: Puebla.Qro.: Querétaro.Rgmto.: regimiento.Rl./s.: real/es.S.: san.S. J.: Sociedad de Jesús/jesuita.S. L. P.: San Luis Potosí.Sag.: parroquia del Sagrario.Sag. Met.: Parroquia del Sagrario Metropolitano, Cd. de México.Sep.: sepultado/a.Stgo.: Santiago. Sto./a: santo/a. Tlax.: Tlaxcala. Tnte.: teniente. Vec.: vecino/a. Vecs.: vecinos/as. Ver.: Veracruz. Zac.: Zacatecas.

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ACOSTA, AGUSTIN DE: b. Xalapa 21/XII/1�59; hmnos.: José Joaquín, Antonio José y José Ma. de Acosta. PADRES: José Joaquín de Acosta, b. Xalapa, 28/IV/1�29; tnte. visitador de la Rl. Renta del Tabaco del ob. de Pue., tnte. de la Rl. Justicia en Naolinco. Juana de Jesús Blanco y García, b. Xalapa 19/I/1�26. ABUELOS PATERNOS: José Antonio de Acosta, b. Xalapa 4/XII/1690; tnte. gral. y justicia mayor de Xalapa, tío del Lic. José de Ulloa. Efigenia Díaz de Acosta, b. Xalapa 26/V/1�00; hmnos.: Pbro. José Nicolás, Pbro. Antonio y Pbro. Pantaleón Díaz de Acosta, el último cura de Sta. Inés Zacatelco. ABUELOS MATERNOS: Juan Martín Blanco, b. Xalapa 19/IV/1660. Catarina García, b. S. Mateo Naolinco 2�/XI/1694. Ambos vecs. de Xalapa. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Sebastián de Acos‑ta y Sebastiana de los Reyes, vecs. de Xalapa. BISABUELOS PATER‑NOS MATERNOS: Sebastián de Acosta (sic) y Sebastiana Pérez, vecs. de Xalapa. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Diego Blanco y Sebastiana Merino, vecs. de Xalapa. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Diego García y Catarina Pérez, nats. y vecs. de Naolin‑co. APROBADA: 13/XII/1�8�. NOTAS: incluye una inf. de limpieza y legitimidad a favor del pretendiente y de sus hmnos. levantada por su padre en Xalapa en 1��6. La abuela materna era pariente de los Lics. Francisco y Pedro García, éste cura de Tlacolula; también era prima del Lic. Miguel Pérez de Medina y del Dr. José de Olivares.

2

ACOSTA, LUIS DE: b. Rl. de Asientos de Ibarra, juris. de Ags., 28/VIII/1�62; ab. de la Aud. de Méx., vec. de S. L. P. PADRES: Domingo Cayetano de Acosta, nat. y vec. de Ags., regidor y alcalde provincial de la Sta. Hermandad de Ags.; hmno.: Dr. José Antonio de Acosta, cura de Ags. Ma. Manuela Palacio o Palacios, b. Rl. de Asientos de Ibarra 9/VI/1�42. ABUELOS PATERNOS: José Alejandro de Acosta, b. villa de Sta. Ma. de los Lagos, Nva. Galicia, 30/XII/1�15; alcalde ordinario de Ags. Juana Díaz Montañéz Lomelín, b. Ags. 6/IV/1�20. ABUELOS MATERNOS: José Antonio Palacio Calderón, nat. lugar

ALEJANDRO MAYAGOITIA

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de Polanco, valle de Piélagos, ob. de Santander; alcalde ordinario de Ags.; heredero de un vínculo fundado por sus abuelos paternos; dio poder para testar en Zac. 6/III/1�60. Ma. Francisca Ruiz de Esparza (también Esparza Gentil Gallardo Pulido y Enamorado), b. Ags. 21/V/1�05. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Félix de Acosta y Ma. Landeros, vecs. de la villa de Sta. Ma. de los Lagos. BISABUE‑LOS MATERNOS: Juan Díaz de Sandi yJuana de Lomelín y Men‑doza. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Francisco Antonio Palacio Calderón y Ana Josefa de la Torre; el primero poseedor del vínculo fundado por sus padres, Francisco de Palacio y Josefa Calde‑rón. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Cap. Nicolás Ruiz de Esparza y Ma. Carrillo (sic). APROBADA: 4/XII/1�92. NOTAS: el pretendiente era primo hmno. del Lic. Nicolás de Oláez y Acosta (véa‑se) por lo que se valió de sus infs. Para suplir la ausencia de las parts. bautismales de su padre y de su ab. mat. presentó el poder para testar de aquél y una inf. testifical especial. Es de notar que según el poder aludido José Antonio Palacio mat. en primeras nupcias con Ana Josefa González, con la cual no tuvo sucesión; en segundas con Margarita Fernández de Palos, hija del alférez Juan Fernández de Palos y de Ana Ruiz de Escamilla, con la cual procreó a Francisco Javier Palacio (es‑poso de Ana Ma. Romo de Vivar), a Fr. José Cristóbal Palacio (O. F. M. de Zac.) y a Ma. Josefa Palacio (esposa de Manuel Díaz de León, alcalde ordinario de Ags.); en terceras con la dicha Ma. Francisca de Esparza, hija de Pedro Esparza y de Nicolasa Gallardo (sic) con la cual sólo procreó a la madre de nuestro pretendiente; y en cuartas con Angela Díaz de León, hija de Vicente Díaz de León y de Catarina de Acosta, con quien tuvo a José Gregorio Palacio, colegial del seminario de Zac. y a la niña Ma. Josefa Palacio.

3

ADAME Y ORDOÑEZ, MIGUEL JOSE: n. hda. del Fresno, S. Francisco Angamacutiro, juris. de Pátzcuaro, ob. de Mich., b. Panindí‑cuaro �/X/1�53; br. colegial de S. Ramón de Méx., graduado en Filo‑sofía y Cánones, cursante en Leyes con práctica hecha en el despacho del Lic. Juan José Barberi. Se decía pobre. PADRES: José Antonio

ASPIRANTES AL ILUSTRE Y REAL COLEGIO DE ABOGADOS DE MÉXICO: EXTRACTOS DE SUS INF ORMACIONES DE LIMPIEZA DE SANGRE (1�60‑1823)

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Adame, n. hda. del Fresno, Zacapu; hmno.: Lorenzo Adame. Mariana de Ordoñez, b. Sag. de Dgo. de Nva. Vizcaya 8/II/1�22. Mat. en el Sag. de Dgo. de Nva. Vizcaya 13/II/1�53. ABUELOS PATERNOS: José Alejandro Adame, n. hda. del Fresno de la cual fue parcionero o dueño en parte, alcalde de Mesta de Pátzcuaro. Ma. Josefa Aguilar, nat. Sta. Ana Zacapu, juris. Cocupao. ABUELOS MATERNOS: Fran‑cisco Antonio de Ordoñez, nat. de los reinos de Castilla, vec. de Dgo. y luego de Angamucutiro de donde fue tnte. de alcalde mayor. Josefa Nicolasa de Salazar, b. Sag. de Dgo. de Nva. Vizcaya 11/IX/1699. Mat. en el Sag. de Dgo. de Nva. Vizcaya 30/VI/1�16. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Bartalomé de Salazar y Rosa de Soto. APROBADA: 26/I/1�88. NOTAS: admitido después de haber hecho diversas diligencias infructuosas para obtener las parts. que le faltaban; probó «imposibilidad inculpable».

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AGÜERO, MANUEL DE: b. Tulancingo 10/I/1�40. Luego fue cura y juez eclesiástico de Yautepec. PADRES: Antonio Lope de Aguirre, b. S. José de Toluca, 24/II/1�04. Ma. Andrea Guerrero, b. Tulancingo 1/XII/1�05. ABUELOS PATERNOS: Lope de Aguirre, n. pueblo de S. Andrés, b. S. José de Toluca 4/V/163�. Tomasa de Aguirre, ambos vecs. de Toluca. ABUELOS MATERNOS: Miguel Guerrero, b. Tu‑lancingo, 26/X/1666. Margarita de Aguilera Manzano, nat. y vec. de Tulancingo. Mat. en Tulancingo el 2/II/1699. BISABUELOS PATER‑NOS PATERNOS: Esteban de Aguirre (hijo de Lope de Aguirre) y Ca‑tarina Serrano. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Cap. Francisco Guerrero y Ma. de Torres. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Juan Fran‑cisco Manzano y Ana González. APROBADA: no consta cuándo en el exp., pero fue sin más trámites en la junta de 2/IV/1��2 5. NOTAS: no se

5 liBJun i: f. 258 fte.

ALEJANDRO MAYAGOITIA

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halló la part. de la abuela materna; faltan las deposiciones de testigos y los demás trámites.

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AGUILA E ICAZA, PEDRO DEL: b. Stgo. de Veragua 3/XI/1�82; ab. de las Rls. Auds. de Méx. y Lima, matriculado en el Col. de Abs. de Lima. PADRES: Cap. Joaquín del Aguila y Sebastiana de Icata, ambos nats. y vecs. de Stgo. de Veragua. ABUELOS PATERNOS: no los da. ABUELOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS PATER‑NOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATER‑NOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: en el exp. no consta cuándo, pero fue incorporado, sin más trámi‑tes en la junta de 11/IX/1809; se matriculó el 26/X/1809 6. NOTAS: Aguila pidió que se le matriculara en Méx. por ya estarlo en Lima (2�/VIII/1808) y no estar suspendido en el ejercicio de la profesión. Aduce la común filiación de Lima y Méx. a Madrid y la incorporación casi automática de los matriculados peninsulares en el Col. de Méx. El promotor opinó que no podía matricularse a Aguila sin más ya que en Lima sólo se exigía para probar la limpieza le sangre doce testigos, por lo que tenían que presentarse las parts. La junta (11/IX/1809), en atención a que era público y notorio que el padre del pretendiente era el Cap. del Aguila y que su madre era sobrina del CIII Isidro Antonio de Icaza y que la familia de éste lo trataba como pariente, lo admitió. Además, uno de los abs. del Col. había intervenido en las probanzas del dicho cab.

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AGUILAR Y BUSTAMANTE, JOSE MA. DE: b. Sag. Met. 28/II/1�86; hmnos.: Sor Ma. Guadalupe del Padre Eterno (en el Conven‑to de Sta. Inés de Méx.) y una niña que mió de colegiala del Col.

6 liBJunseC ii: fs. 6 fte.‑vta. liBMat: f. 67 fte.

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Convento de la Enseñanza. Vec. de la Cd. de Méx. Primer mat. con Ana Ma. Quintanilla, b. Sta. Catarina, Cd. de Méx., 29/VII/1���, hija de Francisco Quintanilla, nat. de Cádiz, y de Isabel Hidalgo, nats. de la Cd. de Méx.; nieta paterna de Juan Quintanilla, nat. de Sevilla, y de Dionisa Carrión de los Condes, nat. de Huelva; nieta materna de Juan Manuel Hidalgo y de Josefa Díaz de Rivera, ambos de la Cd. de Méx. Segundo mat. con Juana Ma. de Medina, hija del contador de resultas de Rentas de Primera Clase del Tribunal de Cuentas Luis de Medina y Salinas y de Ma. Josefa Gerardi. El Col. otorgó permiso para ambos enlaces. PADRES: José de Aguilar, b. Rl. de Sultepec 21/IV/1�58; def. antes de 1�90, administrador de la platería de José Ma. Rodallega. Ma. Josefa de Bustamante y Monzón, b. Tezontepec 21/X/1�64; cuando vda. se recogió en el Col. de S. Miguel de Belén de Méx.; hmnos: José Antonio (escribano y ex rector del Rl. Col. de Escribanos), Fr. Fran‑cisco (O. S. A.), Josefa Ma. Gertrudis (monja de la Enseñanza) y Ana (monja de la Enseñanza). Mat. antes de I/1�84. ABUELOS PATER‑NOS: Antonio de Aguilar, b. Compostela de Nva. Galicia 18/VI/1�30. Ana Josefa Navarro Gómez, nat. y def. en Sultepec (no apareció su part. bautismal). Vecs. y mat. en el Rl. de Sultepec 8/II/1�56. ABUE‑LOS MATERNOS: Francisco José de Bustamante, b. Pátzcuaro 22/II/1�36; def. antes de 1�8�, estuvo vinculado a la Secretaría de Cá‑mara del Virreinato; hmnos.: Sor Ma. Micaela (priora de la Enseñanza de Méx.) y Lic. José Ignacio de Bustamante (cura de Tezontepec). Tomasa Agustina Monzón y Villanueva, nat. de La Habana, def. Cd. de Méx. 22/I/1�84 (part. en la Sta. Cruz y Soledad), testó. BISABUE‑LOS PATERNOS PATERNOS: Pablo de Aguilar y Ma. de Castañeda. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Ignacio Antonio de Bustamante, alcalde mayor de Pátzcuaro y Antonia Fernández Vela. BISABUELOS MA‑TERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: 5/II/1810. NOTAS: parientes del padre: Br. Blas de Padilla y Aguilar (capellán de la Sta. Iglesia Catedral de Méx.), Br. Gabriel de Aguilar (capellán de la Sta. Iglesia Catedral de Méx.) y Br. Miguel Hidalgo. El exp. incluye una inf. de limpieza de su primera esposa y una inf. rendida por el escriba‑no José Antonio de Bustamante y Monzón para entrar como meritorio del Rl. Tribunal de Cuentas en donde prueba su legitimidad, limpieza,

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buenas costumbres e hidalguía; en ella se mencionan varios parientes de los Bustamantes: Francisco Payno de Bustamante (hidalgo ejecuto‑riado con el cual tenían «inmediato entroncamiento»), Anselmo Sán‑chez de Tagle (inquisidor fiscal y obispo de Valladolid), Gral. Sánchez de Tagle y Gregorio Alejandro de Bustamante (embajador en Siam). En otras partes se dice que son parientes del Lic. Aguilar, aunque no sé por dónde, Diego de Agreda CIII y Francisco de Cabezón.

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AGUILAR Y LOPEZ ARIAS, JOSE MA.: b. Sag. de Valladolid de Mich.18/III/1�86, era colegial de S. Ildefonso de Méx. y primo hmno. por línea materna del Mtro. Fr. José Agustín Parcero, O. S. A., provincial de Mich. y del Lic. Tomás Arias, ab. del Col. (véase). PADRES: José Antonio Aguilar, b. Valle de Stgo.20/II/1�60; escribano Rl. y Público y secretario de la Intendencia de Mich. Ma. Rafaela López Arias, b. Yuriria‑púndaro, ob. de Mich., 9/V/1�49; def. antes de IV/1814.; hmno.: Miguel Ambrosio López Arias. ABUELOS PATERNOS: Antonio Segundo de Aguilar y Gómez, vec. del Valle de Stgo. Ma. Andrea Bárbara Montene‑gro, nat. y vec. del Valle de Stgo. Mat. en el Valle de Stgo. 30/VIII/1�58. ABUELOS MATERNOS: Francisco López (sic) y Ana Ruiz, nats. y vecs. de Yuririapúndaro. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Ignacio de Aguilar, def. antes de VIII/1�58. Juana Gómez, def. antes de VIII/1�58. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Juan Montenegro, def. an‑tes de VIII/1�58. Ma. Gómez, def. antes de VIII/1�58. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MA‑TERNOS: no los da. APROBADA: 22/I/1816. NOTAS: se tramitó su in‑greso con la del ab. siguiente quien era su hmno. Se valió de las probanzas de su primo hmno., el Lic. Tomás Arias.

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AGUILAR Y LOPEZ ARIAS, JOSE MARIANO: b. Sag. de Valla‑dolid de Mich. 28/X/1�82, era colegial de S. Ildefonso de Méx. NO‑TAS: se tramitó su ingreso con la del ab. anterior quien era su hmno.

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AGUIRRE Y CASELA, JOSE MA.: b. Sag. Met. 30/X/1���; clé‑rigo de menores órdenes; hmno.: Lic. Mariano Luis Aguirre y Casela (véase). APROBADA: 14/X/1�99 se pospone su matriculación hasta que se examine. NOTAS: se agregan los datos siguientes: el padre, Lic. Isidro de Aguirre, def. antes de X/1�99; la abuela materna, Ma. Guadalupe de Salinas era hija del Lic. Juan de Salinas, ab. de la Aud. de Méx.

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AGUIRRE Y CASELA, MARIANO LUIS: b. Sag. Met. 22/VIII/1��4; ab. de la Aud. de Méx. 29/IV/1�96. PADRES: Lic. Isidro de Aguirre Ibarra, ab. de la Aud. de Méx., relator de lo Civil en ella (véase). Ma. Josefa Casela, b. Sag. Met. 15/I/1�53; hmno.: Lic. José Ignacio Casela, relator de la Rl. Sala del Crimen de la Aud. de Méx. (véase). ABUELOS PATERNOS: José de Aguirre Ibarra, nat. de Se‑villa, y Petra de Rivera y León, nat. de la Cd. de Méx. ABUELOS MATERNOS: Lic. José Lucio Casela y Miranda, nat. de Valladolid de Mich., ab. de la Aud. de Méx., relator de ella; hmnos.: Fr. Pedro Casela (provincial de la Merced), Fr. Miguel Casela (mercedario) y Lic. Manuel Casela (canónigo de la colegiata de Guadalupe). Ma. Guadalupe de Salinas y Hurtado de Castilla, nat. de la Cd. de Méx. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: sólo menciona a Josefa de Miranda. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: 4/V/1�96. NO‑TAS: su tío paterno era el Lic. Homobono de Aguirre (véase). Se apro‑vecharon las infs. de su padre y de su tío el Lic. José Ignacio Casela. Véase la nota del letrado anterior.

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AGUIRRE Y RIVERA, HOMOBONO: b. Sag. Met. 18/XI/1�44. NOTAS: tramitó su ingreso con su hmno. D. Isidro (véase) y fueron admitidos al mismo tiempo pero D. Homobono se matriculó hasta 1��3 ya que en ese año recibió su título.

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AGUIRRE Y RIVERA, ISIDRO: b. Sag. Met. 25/V/1�43. PA‑DRES: José de Aguirre, nat. de Sevilla, Andalucía, y vec. de la Cd. de Méx. Juana Petra de Rivera, b. Sag. Met. 20/VII/1�14; hmnos.: Ma. de Rivera (esposa de Luis de Aragón) y cap. de la Cía. de Plateros Matías de Rivera. Mat. en el Sag. Met. 9/VII/1�34. ABUELOS PATERNOS: Domingo de Aguirre y Andrea de Ibarra, nats. de Vitoria, Vizcaya. ABUELOS MATERNOS: Matías de Rivera, b. Sag. Met. �/III/1655; «patrón en el arte de tirador de oro». Ma. de Guadalupe de León, b. Sag. Met. 21/XII/168�. Ambos vecs. de la Cd. de Méx. BISABUE‑LOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATER‑NOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATER‑NOS: Melchor de los Reyes (sic) y Juana de Rivera. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Antonio de León y Juana de Santiago. APROBADA: 2/VIII/1��0. NOTAS: tramitó su ingreso con su hmno. Homobono Aguirre (véase). Incluye una inf. de limpieza y legitimidad a favor de ambos que fue levantada por su padre (Méx., 1�64). Una tía carnal del pretendiente era monja en las Dueñas de Sevilla.

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AGUIRREZABAL, JOSE ANTONIO: br. en IV/1�99. PADRES: Juan Domingo Aguirrezábal y Manuela Arriscorreta, vecs. villa de Se‑gura, Guipúzcoa. ABUELOS PATERNOS: Sebastián Aguirrezábal y Ma. Bautista de Azcué, nats. de Guipúzcoa. ABUELOS MATERNOS: Miguel de Arriscorreta y Ascencia de Aseinolaza, nats. de Guipúzcoa. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS

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PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: falta y en los libros de juntas y de matrícula no aparece, tampoco está en la listas impresas de 1804, 1806 y 183�. NOTAS: faltan las deposiciones de los testigos y las parts., sólo están la petición del preten‑diente y la orden de mandar un suplicatorio a Segura (22/IV/1�99).

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ALANIS Y CALDERON, FRANCISCO: b. parroquia de la Sta. Vera Cruz, Cd. de Méx., 21/IX/1�61; ab. de la Aud. de Méx. en 1�85; se crió en el Hospital Rl. de Méx. Hmno.: Br. Juan de Dios Alanís, pbro., tercero O. F. M. y ab. de la Aud. de Méx. (28/II/1��8). PADRES: Mi‑guel Rafael de Alanís y Calderón, b. Sag. Met. 6/IX/1�25; escribiente del mayordomo del Hospital Rl. de Méx. Ma. Antonia Gómez del Villar, b. Sag. Met. �/IV/1�20; hmnos.: José Mariano, Ma. Antonia, Francisco y Rosalía Gómez del Villar. Mat. en el Sag. Met. 2/VII/1�4�. ABUE‑LOS PATERNOS: Juan Manuel de Alanís, b. Sag. Met. 16/V/1�09; hmno.: Pbro. Joaquín de Alanís, capellán de la Santísima Trinidad de Méx. Teresa Mexía (también Pastrana o Mexía y Pastrana), b. Cuer‑navaca 1�/X/169�. Ambos vecs. de Méx. ABUELOS MATERNOS: Rafael Gómez del Villar, b. Rl. del Monte 3/VI/1694; oficial de far‑macopea. Ma. Manuela de los Reyes Sámano y Santa Ana, sep. en la iglesia del Hospital Rl. de Méx. �/IV/1�63 (part. en la Sta. Vera Cruz de Méx.). Ambos vecs. de Méx. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Geraldo de Alanís y Juana de Munguía. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Francisco Mexía y Ma. de los Santos. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Juan Gómez del Villar y Ma. Pérez. BIS‑ABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: 26/V/1�88 después de diligencias que probaron fehacientemente la limpie‑za de Alanís. NOTAS: un testigo dijo que alguien le había informado que la abuela materna anduvo con «saya de embrocar» y que por ello no pudo ordenarse el hmno. del pretendiente del que arriba se hizo men‑ción, pero que, luego, se «había saneado este defecto». Otro depuso que la madre anduvo de «despensera» del Hospital Rl. Todavía un tercero aseguró que la abuela materna era mulata y que había andado con la «saya de embrocar» que luego mudó por el hábito de tercera O. F. M. y

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que la madre de Alanís era «despensera» del Hospital Rl. El Col. desaho‑gó de oficio las citas de los testigos anteriores y descubrió que los abuelos maternos estaban tildados de mulatos y que la abuela fue cocinera. Todo se vio reforzado con un anónimo contra la limpieza del pretendiente donde se afirmaba que era mulato y con la observación de un consiliario del Col. que dijo que un hmno. era apuntador en el Coliseo. La inf. incluye la sentencia que absolvió al Br. Juan de Dios Alanís, hmno. de nuestro letrado, de la nota de calidad de sangre infame y que le declaró capaz para recibir las órdenes mayores (Méx., 13/XII/1��9) y testimonio de todo lo entonces actuado en el arzob. de Méx. (con las diligencias hechas para corregir la part. bautismal de la abuela materna que decía que era hija de padres no conocidos).

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ALARCON, JACINTO ANTONIO: nat. de Acayucan y vec. de Tlaco‑talpan, estudió en Pue., ab. de la Aud. de Méx. con dispensa de pasantía. PADRES: Manuel Antonio de Alarcón, nat. de Sta. Fe de Granada, co‑merciante, def. antes VI/1��5. Ma. Ana Hernández Palacios, casada en segundas nupcias con el Cap. Pedro Antonio Caldelas, nat. de La Coruña, cap. de milicias de Caballería de Tlacotalpan, comerciante. ABUELOS PATERNOS: Diego de Alarcón y Peña, nat. de Sta. Fe de Granada. Anto‑nia de Antibola, nat. del lugar de Chauchina, juris. de Sta. Fe de Granada. Ambos vecs. del Tau (sic). ABUELOS MATERNOS: Juan Hernández y Catarina Palacios, nats. de Tlacotalpan. BISABUELOS PATERNOS PA‑TERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: falta y en los libros de juntas y de matrículas no aparece, tampoco está en la listas impresas de 1�92, 1�96, 1804 y 1806. NOTAS: no están las parts.; los interrogarorios se llevaron a cabo en VI/1��5.

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ALBA Y GUZMAN, PASCUAL DE: b. parroquia de S. Marcos de Pue. 1�/V/1�59; colegial de S. Pedro y S. Juan de Pue., ab. de

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la Aud. de Méx. PADRES: José de Alba y Guzmán, b. parroquia de S. Marcos de Pue. 13/I/1�20; def. antes de I/1�83. Mariana Vázquez Mellado, b. parroquia de S. Marcos de Pue. 6/VII/1�35, def. antes de I/1�83. Ambos vecs. de Pue. ABUELOS PATERNOS: Cap. Antonio Domingo de Alba y Guzmán. nat. de Tlax., colegial que fue de S. Pedro y S. Juan de Pue. Josefa Ma. Gómez Gutiérrez, b. parroquia de S. Marcos de Pue. 3/X/1689 (hija póstuma). Ambos vecs. de Pue. ABUELOS MATERNOS: Miguel Rosendo Vásquez Mellado, b. Sag. de Pue. 12/III/1�05. Gertrudis de Astorga, b. parroquia de S. José de Pue. 12/XI/1�05. Ambos vecs. de Pue. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: José de Alba y Guzmán y Ma. de Ordaz y Langarica. El primero hijo de Juan Martín López de Alba y de Ma. de Guzmán; la segunda de Antonio de Robles (sic) y de Ma. de Ordaz y Langarica. Todos vecs. de Tlax. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: José Gómez y Ma Gutiérrez. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: regidor de Pue. Cap. Miguel Vázquez Mellado y Ma. Clara de Borja y Gandía, vecs. de Pue. La segunda def. antes de que fuera bautizado su hijo. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Felipe de Astorga y Ma. Conde, vecs. de Pue. APROBADA: 5/III/1�83. NOTAS: se pre‑sentó la inf. de colegial del abuelo paterno.

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ALBIS DIEZ BARROSO, MANUEL DE: b. villa de Salaman‑ca 9/VII/1�81. PADRES: Manuel de Albis, b. villa de Salamanca 4/VI/1�4�; alcalde ordinario de segundo voto y procurador gral. del Valle de Stgo.; hmnos.: Pbro. José Manuel y Pbro. José Ignacio de Albis. Manuela Díez Barroso, b. villa de Salamanca 30/IX/1�63; hmno. uterino: Br. Pablo Conejo, cura de Puruándiro. ABUELOS PA‑TERNOS: Francisco de Albis, b. Salvatierra 6/III/1�09. Ma. Josefa de Alba, no se halló su part. en Cuitzeo y Huango, def. en Salamanca 22/V/1�80; hmno.: Francisco de Alba, cura interino del Valle de Stgo. ABUELOS MATERNOS: Vicente Díez Barroso, b. villa de Salaman‑ca 25/XII/1�2�, alcalde ordinario de segundo voto y procurador gral. del Valle de Stgo; hmnos.: Cirilo (alcalde de segundo voto del Valle de Stgo.) y Lic. José Antonio Díez Barroso. Luis García de León, b.

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villa de Salamanca 1/VIII/1�44. BISABUELOS PATERNOS PATER‑NOS: Manuel de Albis y Ma. de Aguilar, vecs. de Salvatierra. BIS‑ABUELOS PATERNOS MATERNOS: Luis de Alba y Antonia Farfán de los Godos, nats. y vecs. de Cuitzeo de la Laguna. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Juan Barroso (sic) y Micaela García, vecs. de Salamanca. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Juan José García (sic) y Francisca García, vecs. de Salamanca. APROBADA: 1�/I/1806, sin más trámites. NOTAS: la madre era hija nat. y fue ex‑puesta en casa del abuelo materno. Parientes: Dr. Vicente Gallaga, pe‑nitenciario de Valladolid y el Br. José Antonio Gallaga, cura propio del Valle de Stgo.

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ALCANTARA, JOSE FRANCISCO DE: b. Sag. Met. 4/IV/1�98; hmnos.: Ma. Josefa (b. Sag. Met. 14/VI/1�88), Clara Ma. Guadalupe (b. Sag. Met. 13/VIII/1�89), José Ma. (b. Sag. Met. �/II/1800) y Ma. Guada‑lupe Josefa (b. Sag. Met. 4/XI/1801), dos de las mujeres fueron monjas profesas de La Enseñanza de Méx. PADRES: Juan Andrés de Alcántara, b. Celaya 5/II/1�5�; procurador y agente de negocios de la Aud. de Méx.; antes estuvo empleado en la fiscalía de lo Civil de la Aud. de Méx., en la Secretaría de Temporalidades, en la Casa de Moneda como interventor del guardametales y en el Apartado como oficial de libros. Ma. Antonia de Arroyo, b. pueblo de Coatlinchán, arzob. de Méx., 23/IV/1�61. ABUE‑LOS PATERNOS: Miguel de Alcántara, b. Sag. de Pue. 28/IX/169�. Ma. Matiana de la Cruz Saravia, b. Celaya 24/?/1�29; hmna.: Ma. de la Luz de la Cruz Saravia. ABUELOS MATERNOS: Luis Mariano de Arroyo, b. Texcoco 16/I/1�40; administrador de la hda. de S. Borja. Ma. Micaela Sanginés, b. Texcoco 12/V/1�39; hmnos.: Catarina (mujer de Francisco Ayerdi) y Antonio Luis José Sanginés (b. Texcoco 13/XI/1�59). BIS‑ABUELOS PATERNOS PATERNOS: Miguel de Alcántara Altamirano y Josefa de Pareja. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Manuel de la Cruz Saravia, cap. de Corazas y Caballos, fundador de la S. J. en Celaya. Ma. Francisca del Valle. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: José de Arroyo, cap. de Caballería (título de �/VI/1�41), y Ma. Agustina de Ys‑las; ambos vecs. de Texcoco. Hmnos. del primero: Pbro. Br. Miguel, Fr.

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José Joaquín (mercedario), Fr. Antonio (mercedario), Ana Josefa (esposa en primeras nupcias de Carlos Ma. Bucheli, con quien tuvo al Cap. José Ma. y a José Ma. Bucheli y Arroyo). BISABUELOS MATERNOS MA‑TERNOS: Tomás Sanginés, b. S. Pedro Galdames, Vizcaya, 28/III/1695; hmno. Francisco Sanginés. Micaela de Aldonati Venegas (también sólo Venegas, o Aldonati Robles y Lorenzana), n. en el mar. El primero hijo de Francisco de Sanginés y Ma. de Soberón; nieto paterno de Juan de Sangi‑nés y Santos de Urrutia; nieto materno de Juan del Campo (sic) y Ma. de Laya; todos vecs. e hidalgos de Galdames. La segunda fue hija de José de Aldonati y Venegas, def. antes de tomar posesión del gobierno de Campe‑che, y de Catarina Robles y Lorenzana (n. en Madrid y def. en Texcoco, esposa en segundas nupcias de Fulano Choperena con un hijo llamado José Choperena Robles y Lorenzana). Catarina Robles y Lorenzana era a su vez hija de Serafina de Yrbargoyan Goscosalba, nat. de Vizcaya, y de Agustín Robles Lorenzana. Éste fue gobernador de las Canarias y de S. Sebastián de Guipúzcoa; sus hmnos.: Alvaro (oidor de Méx.) y Alonso Robles Lorenzana (su hijo fue el arzobispo de Méx. Francisco Antonio de Lorenzana, CIII). APROBADA: 21/V/1821 y se reservaron las infs. hasta que hiciera constar que se había examinado. NOTAS: un medio hmno. del padre fue el Tnte. de Cap. José Javier de Alcántara, quien a su vez fue padre de: Pbro. José Ma. (capellán de Guadalupe y de Sta. Fe del Río), Pbro. Br. Pedro Ignacio (cura de Sta. Fe del Río, ob. de Mich.), Ana Ger‑trudis (esposa de Isidro Huarte, regidor de Valladolid), Ma. Josefa (esposa de Juan Jacinto Lanuza, procurador de Irapuato), José Manuel (esposo de Ana Dolores Espinosa) y tres monjas de Sta. Catarina de Valladolid, todos apellidados Alcántara y Arambide. Un primo hmno. del padre fue el Lic. José Antonio López Frías, ab. del Col., hijo de Lucas López Frías y de Ma. de la Luz Cruz Saravia (véase). Parientes de los Cruz Saravia: Juan Francisco de la Cruz Saravia (regidor depositario gral. de Salamanca, ob. de Mich.) y Francisco de MedinaTorres Cruz Saravia (cab. de Alcántara y conde de Medina y Torres, los hmnos. de éste fueron cabs. de CIII y Alcántara). Una hmna. de la abuela materna mat. con Francisco Ayerdi y varias hijas de este enlace emparentaron bien: una fue esposa de Juan Bulnes Villar (tnte. del Rgmto. Urbano de Méx.), y otra de Domingo de Castañiza (primo hmno. del marqués de Castañiza y de Antonio Basso‑co, CIII). Al parecer era hmno. entero del padre del pretendiente Fr. José Ma. de Alcántara (O. F. M., y lector de Teología en Stgo. Tlaltelolco). Se

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presentaron los documentos siguientes: 1. inf. de legitimidad y limpieza de los hmnos. Alcántara y Arroyo (1802); 2. un grabado de Villavicencio (Méx., 1�80), hecho a devoción del padre del pretendiente, que representa la imagen de S. José que se veneraba en la parroquia de Tacuba; 3. inf. sobre los Alcántara y Arambide (Angamacutiro, 1802); 4. testimonio de las infs. del. Col. de Abs. del Lic. José Antonio López Frías; 5. inf. de le‑gitimidad y limpieza de la madre del pretendiente (Méx., 1802); 6. inf. de Luis Antonio Sanginés, tío abuelo del pretendiente (Méx., 1��9).

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ALDAMA, JOSE MA.: b. Sag. de Guad. 14/V/1��3, dr., ab. de la Aud. de Guad., vec. de Guad. PADRES: Marcos Marcelino de Alda‑ma, esposo en primeras nupcias de Rosa Ma. Laris, def. 2�/V/1��9 en Guad. y sepultado en el Sag. (part. ahí). Ma. Teresa de Figueroa, nat. Ocotlán. Mat. en el Sag. de Guad. 3/V/1�66. ABUELOS PATERNOS: Francisco de Aldama, def. 25/VII/1�58 en Guad. y sepultado en S. Fran‑cisco (part. en el Sag.). Francisca Sánchez, def. 28/VII/1�46 en Guad. y sepultada en la catedral (part. en el Sag.). ABUELOS MATERNOS: Juan de Figueroa, b. Cocula 25/IX/1696, def. 23/IX/1�68 en Guad. y sepultado en la catedral (part. en el Sag.). Antonia de Gama Hurta‑do de Mendoza. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Gregorio de Figueroa y Ma. Martínez. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: falta la aprobación y lo único que consta en los libros de juntas es que a pesar de que le faltaban algunas parts. pidió comisión para sus infs. y que la junta de 1/VII/1802 dijo que acordaría cuando el pretendiente hubiera informado sobre haberlas solicitado y no encontrarlas y las hubiera suplido �. No aparece en las listas impresas de 1804 y 1812 8. NOTAS: faltan las deposiciones de los testigos.

� liBJunsiC i: f. 113 vta.8 sabemos que falleció años después, en la habana, de camino a españa para ocupar una curul

en las Cortes españolas. Juan B. iguíniz, Catálogo bibliográfico de los doctores, licenciados y maestros de la antigua Universidad de Guadalajara, México, unaM‑instituto de historia, 1963, p. 65.

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ALDAO, PATRICIO ANTONIO: dr., nat. de El Ferrol, Galicia, re‑sidente de Méx., ab. de la Aud. de Sto. Domingo. PADRES: Bernardo Antonio de Aldao y Josefa Piedrabuena y Piñeiro. ABUELOS PATER‑NOS: Domingo Tomás de Aldao y Teresa García Sucado. ABUELOS MATERNOS: José Piedrabuena y Ma. Piñeiro. BISABUELOS PA‑TERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MA‑TERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APRO‑BADA: falta y los libros de matrículas y juntas no dicen nada sobre él, no está en las listas impresas de 1�92, 1�96, 1804 y 1812. NOTAS: sólo está la solicitud de ingreso con el despacho suplicatorio a El Fe‑rrol (1/IV/1�90).

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ALDASOLO, JUAN NEPOMUCENO DE: b. parroquia de la Asunción de Ver. 29/IX/1��5; clérigo diácono, colegial de S. Ildefon‑so de Méx., ab. de la Aud. de Méx. PADRES: Juan José de Aldasoro, b. Sag. Met. 1/VIII/1�45; def. antes de IV/1�96. Ma. Soledad Laso de la Vega, b. parroquia de la Asunción de Ver. 20/XII/1�55; hmnos.: Cap. Pedro, Cap. Miguel, Cap. Rafael Laso de la Vega, todos cabs. de Stgo., el primero armado en S. Agustín de Pue. el 2/VII/1��2. ABUE‑LOS PATERNOS: Juan Bautista de Aldasoro, b. Sta. Ma. la Rl., villa de Plasencia, ob. de Calahorra, 4/V/1�12, alcalde ordinario de la Cd. de Méx., prior del Consulado de Méx., tnte. crnl. del Rgmto. de Co‑mercio de Méx. Ma. Gertrudis de Lucena Flores, b. Xalapa 14/I/1�21. ABUELOS MATERNOS: Miguel Laso de la Vega, b. parroquia de S. Miguel de Sevilla 1�/XII/1�12; alcalde ordinario de Ver. Josefa Bartola Brito, b. parroquia de la Asunción de Ver. 3/IX/1�19. BIS‑ABUELOS PATERNOS PATERNOS: Juan de Aldasoro y Ursula de Arizaga. El primero hijo de Isidro de Aldasoro y Agueda de Zavaleta; la segunda de Carlos de Arizaga y Josefa de Obiaga. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Cap. Luis de Lucena y Mariana de Flores Moreno, vecs. de Xalapa. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS:

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Pedro Laso de la Vega y Ma. Ana de Espinosa. BISABUELOS MA‑TERNOS MATERNOS: Francisco José de Brito y Ana Ma. de Zavala. APROBADA: 8/X/1�98. NOTAS: se sacó la part. del abuelo paterno de una ejecutoria de hidalguía (Plasencia, 5/VI/1�65) que se presentó a los comisionados y no está en el exp. Tampoco se encuentra en el exp. una inf. (Méx., 1��6) sobre la familia paterna para suplir la falta de conocimiento de los testigos de la abuela paterna.

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ALDAZABAL Y FERRARI, IGNACIO JOSE: b. S. Francisco An‑gamacutiro 14/VII/1�45. PADRES: Br. Juan Antonio de Aldazábal, b. S. Francisco Angamacutiro 8/VIII/1�29, comerciante de géneros de Castilla y hacendado, alcalde de Mesta de Pátzcuaro, cap. de la Cía. de Milicias del partido de S. Francisco, tnte. de alcalde mayor de Puruán‑diro, vdo. de segundas nupcias abrazó el estado, eclesiástico. Ma. Ana. Ferrari y Aguiar, b. Zamora de Mich. 6/I/1�41. Ambos vecs. de Anga‑macutiro. ABUELOS PATERNOS: José Felipe de Aldazábal y Zabala, nat. de Vizcaya, familiar del Sto. Oficio, mat. en primeras nupcias con Francisca Bocanegra y Rincón. Petronila Martínez de Hinojosa y Flo‑res, b. Petatlán, costa de Acapulco, 10/VII/1695; hmno.: Br. Tomás, cura de Puruándiro. Mat. en S. Francisco Angamacutiro 23/IX/1�22. Ambos vecs. de Angamacutiro. ABUELOS MATERNOS: Juan Igna‑cio Ferrari de Aguiar, b. Sta. Fe de Gto. 9/XI/1�11; tnte. de alcalde ma‑yor de Angamacutiro, notario receptor de su juzgado eclesiástico, vec. de Pénjamo desde 1�33 hasta al menos 1�39, luego de Angamacutiro y de Zamora. Ma. Martínez de Navarrete, vec. de Angamacutiro y Za‑mora. Mat. en Angamacutiro �/VII/1�39. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Tomás Martínez de Hinojosa y Teresa de Salas y Vargas (también Car‑bonel), ambos vecs. de Petatlán y de Valladolid. La segunda def. antes de IX/1�22. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Juan Vicente Ferrari y Juana Flores de Aguiar (también de Aguiar y Flores), ambos vecs. de Gto. y defs. antes de VII/1�39. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: José Martínez de Navarrete y Ma. Verduzco, ambos vecs. de la hda. de Urapóndiro y la segunda def. antes de VII/1�39.

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APROBADA: 2�/VIII/1�99 con término de tres meses para traer la part. de la abuela materna.

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ALDERETE Y SORIA, MANUEL JOSE DE: b. Rl. y Minas de Tlalpujahua 1�/IV/1�80; vec. de la Cd. de Méx. PADRES: José Ma‑riano de Alderete, b. Tlalpujahua 25/III/1�50; minero y beneficiador de metales. Ma. Francisca de Soria, b. Tlalpujahua 13/II/1�61. Am‑bos vecs. de Tlalpujahua. ABUELOS PATERNOS: José Antonio de Alderete, b. Tlalpujahua 12/VIII/1�18; hmnos.: Fr. Santiago Ignacio (O. F. M., regente de estudios y guardián en Celaya, def. cuando era custodio y se dirigía a Roma), Fr. Juan Francisco (O. S. A., provincial de Mich., prior en S. Francisco Angamacutiro, Tiripitío y Salamanca donde m.), Dr. y Mtro. Pedro Anselmo (O. S. A. de Mich., prior de Zirizícuaro, def. en Valladolid) y Br. José Manuel (clérigo pbro. del ob. de Valladolid, sacristán mayor de Sta. Fe de Gto., secretario del obispo de Pue. Biempica, cura de Sta. Isabel Cholula, ob. de Pue.). Ma. Josefa Ruiz de Aragón, b. Maravatío 20/III/1�31. Ambos vecs. de Tlalpujahua. ABUELOS MATERNOS: Cap. José de Soria, b. pa‑rroquia de S. Pedro, Alcalá de Henares, Castilla, 15/VI/1�10. Josefa Rafaela Ruiz, nat. de la Cd. de Méx. (no apareció su part. en el Sag. Met., 1�15‑1�25). Mat. en el Sag. Met. 6/II/1�45. Ambos vecs. de Tlalpujahua. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: José de Alde‑rete y Juana Carranza, vecs. de Tlalpujahua. El primero hmno. del cura de dicho mineral Dr. José Anselmo de Alderete. La segunda hmna. del Br. Manue Ignacio Carranza, cura interino de Sta. Fe de Gto. BIS‑ABUELOS PATERNOS MATERNOS: Juan José Ruiz de Aragón e Isabel Valdespino, vecs. de Maravatío. El primero hmno. del Lic. Juan Francisco Ruiz de Aragón, cura de Dolores, ob. de Mich. BISABUE‑LOS MATERNOS PATERNOS: Juan de Soria y Ana Ramón, nats. y vecs. de Alcalá. La segunda hmna. de Juan Ramón. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Ignacio Ruiz y Josefa Ramírez. APRO‑BADA: 18/XI/1806 y se reservaron las infs. hasta que el pretendiente hiciera constar ya estar examinado.

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ALONSO CAMIÑA LOPEZ DE LA FUENTE MENDEZ BAS‑CONZELOS, TIBURCIO: b. Acámbaro, ob. de Mich., 13/VIII/1�69; colegial de S. Ramón Nonato de Méx., pbro., ab. de la Aud. de Méx.; hmnos.: Ignacio (regidor de Salvatierra), cuatro sacerdotes y un diá‑cono. PADRES: Jacinto Alonso Camiña, nat. de Sta. Ma. de Tebra, ob. de Tuy, Galicia, tnte. de regidor y alcalde ordinario de Salvatierra, administrador de Tabacos, comerciante. Agueda Mónica López de la Fuente, nat. del Rl. y Minas de Ozumatlán, b. Indaparapeo 11/V/1�35. ABUELOS PATERNOS: Francisco Alonso y Feliciana Camiña, nats. de Tebra. ABUELOS MATERNOS: José Manuel López de la Fuente, b. Acámbaro 6/III/1686. Ma. Guadalupe Méndez Basconzelos, nat. del Rl. y Minas de Ozumatlán, b. Indaparapeo 2�/II/1�0�; hmno.: funda‑dor del convento de Acámbaro. BISABUELOS PATERNOS PATER‑NOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Pedro López (sic) y Ca‑tarina Gamiño. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Nicolás Méndez (sic) y Agueda de Aguado, vecs. de Ozumatlán. APROBA‑DA: 14/VII/1�95 con la calidad de que otorgara fianza de presentar las parts. que le faltaban en ocho meses; el fiador fue el Lic. Manuel Hidalgo y Costilla quien se comprometió a que si en el término ante‑dicho no estaban los documentos que él los traería a su costa. NOTAS: se presentó, y no está en el exp., una inf. de limpieza del padre para suplir «por ahora» las parts. de los abuelos.

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ALVA (también ALBA) Y ESTARRONA, IGNACIO: b. parroquia de la Sta. Vera Cruz, Cd. de Méx., 1�/XII/1��5; ab. de la Aud. de Méx. PADRES: Ignacio Javier de Alba, b. parroquia de S. Marcos de Pue. 28/XII/1�31; patrón de platería y luego escribano rl. y de guerra. Ma. Micaela Estarrona, nat. de S. Mateo Huichapa pero no se halló ahí su part. Mat. en la parroquia de S. Antonio de las Huertas, extra muros de la Cd. de Méx., 15/XII/1��3. Ambos vecs. de la Cd. de Méx. ABUELOS PATERNOS: Cayetano de Alva y Luna, nat. de Pue. pero no se halló su

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part. en las parroquias del Sagrario, S. José y S. Sebastián; dueño y pa‑trón de platería de la Cd. de Méx., def. 1/IX/1�62 Méx. (part. en la Sta. Vera Cruz). Josefa de Céspedes, nat. de Pue. pero no se halló su part. en las parroquias del Sagrario, S. José y S. Sebastián; def. 2/X/1�66 Méx. (part. en la Sta. Vera Cruz). ABUELOS MATERNOS: Juan Francisco Antonio Estarrona, b. Tula 24/XII/1�08; comerciante en Tula; hmno.: un fraile O. F. M. Juana de Urrutia y Jáuregui, nat. de S. Mateo Huicha‑pa pero no se encontraron ahí sus parts. bautismal y matrimonial, def. 20/V/1��6 en la Cd. de Méx. (part. en S. Antonio de las Huertas). BIS‑ABUELOS PATERNOS PATERNOS: Juan Alba y Luna y Rosa Ruiz Calero. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: José de Céspedes y Angela Villaseñor. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Félix Estarrona y Urbina y Ma. Antonia Espinoza. BISABUELOS MATER‑NOS MATERNOS: no los da. APROBADA: 1�/X/1803. NOTAS: pa‑rientes de los Estarronas: Tnte. Crnl. Antonio Callejo y Urbina, Juan Manuel de Estarrona (nat. de Tula y librero en Méx.). Parientes de los Alvas: varios caps. del Rgmto. de la Corona en Xalapa.

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ALVARADO, IGNACIO: b. S. Nicolás Actopan 9/I/1��5; labrador, ab. de la Aud. de Méx. (25/I/1812); hmnos.: Inés Micaela (b. S. Nico‑lás Actopan 21/IV/1��8, reclusa voluntaria en Ntra. Sra. de Valvanera de Méx.), Eugenia Gertrudis, Ma. Aniceta, Ma. Gertrudis, José Gabriel, Basilia Antonia, Ma. Manuela, Juana Manuela y Ma. del Carmen Alvara‑do. PADRES: Cristóbal de Alvarado b. S. Nicolás Actopan 2�/VII/1�38. Ma. Teresa de Caballero, nat. de S. Nicolás Actopan pero no apareció ahí su part., def. en S. Nicolás Actopan 9/I/1�98. Ambos vecs. de Acto‑pan. ABUELOS PATERNOS: José de Alvarado, b. S. Nicolás Actopan 14/VI/1�01 como hijo de padres no conocidos, su padrino fue Luis de Alvarado; mtro. de primeras letras, fue educado por Francisco de Alvara‑do, def. en S. Nicolás Actopan 2�/IX/1�66. Josefa Magdalena de Lugo, b. S. Nicolás Actopan 29/VII/1�01. Mat. en S. Nicolás Actopan el 1�/III/1�2�. ABUELOS MATERNOS: Gabriel José de Caballero, b. S. Ni‑colás Actopan 29/III/1�16. Josefa de Figueroa, nat. de S. Nicolás Actopan pero no se encontraron ahí sus parts. de b., mat. o def. BISABUELOS

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PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MA‑TERNOS: José de Lugo y Teresa Monter. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Hipólito de Caballero y Josefa de Rosas. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: 1�/XII/1812 con la calidad de que en seis meses cumpliera con «ciertas diligencias» que deben ser las sugeridas por el promotor. NOTAS: están en el exp. diversos documentos: 1. inf. de la hmna. para ingresar a Valvanera (Méx., 1805); 2. inf. de limpieza sobre sí y sus hmnos. (Actopan, 1805). Los reparos del Lic. López Matoso, promotor del Col., fueron muchos: 1. las infs. no fueron levantadas por comisionados del Col.; 2. faltaba la ratificación de los testigos, cosa que siempre debía hacerse cuando las infs. no fueron recibidas por miembros del Col.; 3. las infs. que se recibían en juzgados sólo servían parcialmente como prueba; 4. los testigos no depusieron se‑gún el interrogatorio del Col. por lo que se omitieron las declaraciones sobre oficios; 5. el abuelo paterno era hijo de padres no conocidos, en cuanto a este último punto el promotor afirmó que a los expuestos «que se conocen como huérfanos» se les debía considerar como nats. aunque no con la limpieza necesaria. Por tanto, se ordenó (8/XI/1811) al pretendiente que presentara seis testigos examinados por comsionados del Col. según el cuestionario acostumbrado y que además, se recogieran deposiciones sobre si el abuelo paterno fue hijo nat. y de quiénes, o expuesto. Cuando se llevó a cabo esta diligencia nada se dijo sobre la condición del dicho abuelo, por tanto, el 4/I/1812 se le ordenó al pretendiente cumplir con todo lo que antes se había mandado. Cuando al fin los testigos declararon sólo se averiguó que conocieron al abuelo cuando era muy viejo y que era español, pero nada sabían sobre su origen o natales. Alvarado entonces representó haber hecho todo lo que podía y que no estaba en su poder re‑sucitar a los muertos; también pidió saber si el Col. recelaba de él, ya que si alguien había dicho algo contra su calidad sería más fácil desvanecer una impostura que hacer un imposible. Alvarado estaba convencido de que ya había probado lo que necesitaba: todos los testigos habían dicho que el abuelo era español, y había que presumir su buen origen ya que si todos dijeron que era limpio, implícitamente también lo era el bisabuelo «siendo un principio indefectible y elemental en la materia que el hijo no es lo que es sino por sus padres». López Matoso contestó el 16/IX/1812 y dijo que lo único de lo alegado que le merecía alguna consideración era la imposibilidad de encontrar testigos tan ancianos que pudieran declarar

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sobre el abuelo, por ello y dado que sí quedó claro que había sido español, podía admitirse al pretendiente previniéndole que trajera enmendada la part. bautismal del caso. El 5/XII/1812 Alvarado obtuvo dispensa de la Aud. con término de seis meses para subsanar los defectos de la inf., sin decir precisamente cuáles.

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ALVAREZ, RUPERTO: b. Almoloya 2/IV/1��1; colegial del Semi‑nario Tridentino de Méx. PADRES: José Martín Alvarez, b. Almolo‑ya 1�/XI/1�3�; labrador de fincas propias y con tienda de comercio en Zinacantepec. Lucía Colín (también Colín y Estrada), b. Almoloya 9/III/1�34. ABUELOS PATERNOS: Alberto Alvarez, n. en Almoloya ca. 1�00, no se encontró su part. Victoria Eufemia de Arriaga, b. Almolo‑ya 14/XI/1�12. Mat. en Almoloya 8/X/1�31. ABUELOS MATERNOS: Juan Crisóstomo Colín, n. en Almoloya pero no se encontró la part. (era hijo de padres no conocidos). Josefa de Avila, n. en Almoloya pero no se encontró la part. Mat. en Almoloya 4/III/1�26. BISABUELOS PA‑TERNOS PATERNOS: Isidro Alvarez y Antonia de Vilchis, vecs. de Almoloya. La segunda def. antes X/1�31. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Antonio de Arriaga y Juana de Esquivel (también de los Santos), vecs. de Almoloya. BISABUELOS MATERNOS PATER‑NOS: desconocidos. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Lu‑cas de Avila y Antonia de los Santos, vecs. de Almoloya APROBADA: 16/II/1�98 sin más trámites. NOTAS: el pretendiente hizo constar la imposibilidad de encontrar las parts. que necesitaba. De cualquier modo faltan en el exp. papeles que nos permitan saber cómo fue admitido, sin calidad alguna, cuando uno de sus abuelos era hijo de padres no conoci‑dos; los libros de juntas tampoco han arrojado luz sobre este asunto.

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ALVAREZ DE GÜITIAN, MANUEL: b. Sag. Met. 11/IX/1�69; vec. de la Cd. de Méx. PADRES: Francisco Alvarez de Güitián, b. parroquia de Xalapa 20/VIII/1�3�; vista de la Aduana de Méx., administrador de

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las Rls. Rentas en Temascaltepec donde también fue alcalde mayor. Ma. Teresa Alarcón y Ocaña, b. parroquia de la Asunción, Ver., 10/VI/1�35. ABUELOS PATERNOS: Alejandro Alvarez de Güitián, b. parroquia de S. Nicolás, Villafranca del Vierzo, 9/VII/1�11; oficial de la Rl. Admi‑nistración de Ver. Ana de Yglesias, b. parroquia de Xalapa 29/XI/1�13. ABUELOS MATERNOS: Francisco de Alarcón y Ocaña, nat. de Ver. pero no se encontró ahí su part., oficial rl. en Ver., luego secretario interino del virreinato y superintendente de la Rl. Aduana con honores del Consejo de Hda. Ma. Ignacia Suárez de los Ríos, b. parroquia de la Asunción de Ver. 21/IV/1�12. Mat. en la parroquia de la Asunción de Ver. 5/IX/1�29. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Juan Alvarez y Antonia Díaz de Güitián, vecs. de Villafranca y mat. ahí en la parroquia de S. Nicolás 5/X/1�0�. El primero nat. de la villa de Monforte e hijo de Amaro Alva‑rez y de Ma. Núñez, vecs. de Monforte. La segunda nat. de Villafranca e hija de Francisco Díaz de Güitián y de Francisca de Monetagudo y Pol (def. antes de X/1�0�), vecs. de Villafranca. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Pascual de Yglesias y Gregoria Vázquez. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Diego de Alarcón y Ocaña y Ma. Feliciana Rendón (def. antes de IX/1�29). BISABUELOS MATERNOS MATER‑NOS: José Suárez de los Ríos y Tomasa de Frías, vecs. de Ver. APRO‑BADA: 15/XI/1�98 con la calidad de que haga constar haberse recibido. NOTAS: los testigos fueron, en gral., de la primera distinción: Pedro de Garibay, Francisco Maniau y Ortega, Pedro Ayes Díaz, el Marqués de Sta. Cruz de Inguanzo y otros.

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ALVAREZ DEL CASTILLO, DIEGO: clérigo subdiácono del ob. de Mich., sacristán mayor de la parroquia de La Piedad, colegial rl. de S. Ildefonso de Méx., protegido del oidor Dr. Pedro Padilla quien le pagó su estancia en S. Ildefonso. PADRES: José Alvarez del Cas‑tillo, dueño de hdas. y varias veces alcalde mayor de La Piedad, def. antes de X/1�66. Ana Francisca de Robles. Ambos vecs. de La Pie‑dad. ABUELOS PATERNOS: Nicolás Alvarez del Castillo y Catarina Texeda, vecs. de La Piedad. ABUELOS MATERNOS: Tomás de Ro‑bles y Jerónima Barba Coronado, vecs. de S. Francisco Angamacutiro.

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BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: falta pero consta que la junta de 6/XII/1�66 aprobó sus infs. con la calidad de que en dos meses trajera la compro‑bación que faltaba en algunas parts. 9. NOTAS: parientes: Dr. Pedro Alejandro de Texeda y su hmno. Antonio, (el primero cura de S. Pedro Piedra Gorda y luego de Gto., el segundo coadjutor de Pénjamo), Dr. Antonio Gil (tío paterno, cura de Irapuato, canónigo y luego chantre de Valladolid), Pbro. Br. Antonio de Robles (primo hmno. de la ma‑dre), Antonio de la Rabia (dueño de hdas. de Tecacho), José Francisco de Chávez (dueño de la hda. de Yrapeo), Nicolás de Texeda (dueño de hdas.) y Miguel de Alvarez (dueño de hdas.). Faltan las parts.

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ALVAREZ RUIZ DE LA MOTA, FRANCISCO JAVIER: b. Taxco 9/XI/1��6; br. en Cánones, más de cuatro años de pasante, ab. de la Aud. de Méx. (25/VI/1804). PADRES: Ignacio Alvarez Ayala, b. Taxco 5/VIII/ 1�51; familiar de pruebas del Sto. Oficio, minero y comerciante, diputado de Minería, mayordomo de la archicofradía del Santísimo Sacramento de la parroquia de Taxco, justicia de la juris. de Taxco; hmnos.: Juan de Dios (del Col. de Abs., fiscal y contador del Tribunal de Minería), José Ma‑riano, Gertrudis Josefa y Micaela Josefa Slvarez Ayala. Ignacia Ruiz de la Mota, b. Taxco 8/III/1�55. ABUELOS PATERNOS: Antonio Alvarez de Coria, b. Taxco 1�/VI/1�09 como hijo nat.; minero matriculado y dos veces diputado de Minería, mayordomo de la parroquial de Taxco, minis‑tro hmno. mayor de los terceros O. F. M., br. en Filosofía de S. Ildefonso de Méx., dos veces diputado de alcabalas, dueño de panadería; hmnas.: Josefa (b. Taxco l3/IV/1�08) y Teresa Alvarez de Coria. Ma. Francisca Guadalupe de Ayala. ABUELOS MATERNOS: Miguel Luis Ruiz de la Mota, b. Taxco 1/VII/1�22. Mariana de Villalobos, b. Tlatizapán 10/XI/1�32. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: José Alvarez de

9 liBJun i: f. 190 fte.

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Coria, republicano de Taxco, notario del Juzgado Eclesiástico de Taxco, tercero O. F. M., minero que trabajaba la mina «La Cuchillada» y la hda. de S. Marcos, mat. con Ana de Toledo (def. en Taxco 10/IV/1�02) con quien tuvo cuatro hijos. Ma. de Goicoechea, soltera; hmnos.: Juan (tercero O. F. M., ensayador y balanzario de Taxco, b. ahí 16/VI/16�1), Antonio, Gertrudis (tercera O. F. M.), Pedro y José de Goicoechea. José Alvarez de Coria era hijo de Francisco Alvarez de Coria (tercero O. F. M., minero, nat. de Taxco, hmnos.: Br. Luis de Coria, tercero O. F. M. en Taxco, y Diego de Coria) y de Ma. Vargas Machuca (tercera O. F. M. en Taxco; hmnos.: Bernardino, alguacil mayor de Taxco, y Leonor de Vargas, esposa de Andrés del Valle); nieto paterno de otro Francisco Alvarez de Coria (diputado de Minería en Taxco, 166�) y de Leonor Munguía y Lozano (tercera O. F. M. en Taxco), vecs. de Taxco; nieto materno de Bernardi‑no de Vargas (sic) y de Catalina Rodríguez; bisnieto paterno materno de Luis Martín Lozano (sic) y Catalina Martínez, vecs. y mineros de Taxco. La mencionada Ma. de Goicoechea era hija de Domingo de Goicoechea Anzuita Berroteaga (nat. de Luxua, Vizcaya, minero y tercero O. F. M. de Taxco) y de Juana de Toledo Grimaldo (sic, tercera O. F. M. de Taxco; hmnos.: Antonio, tercero O. F. M., y Pbro. Br. José); nieta paterna de Pe‑dro de Goicoechea Berroteaga y Josefa de Anzuita, vecs. de Luxua; nieta materna de Blas de Toledo Grimaldo (testó en Taxco, 29/V/1683, tercero O. F. M.; hmnos.: Francisco e Inés, ambos terceros O. F. M. en Taxco) y Antonia del Valle (tercera O. F. M. en Taxco); bisnieta materna paterna de Bartolomé de Toledo Grimaldo, vec. y minero de Taxco, tercero y hmno. mayor O. F. M., mat. antes de 1620 con Isabel de Merlo, también tercera O. F. M., hmna. del cura de Sta. Catarina de Méx., I.ic. Gonzalo Fernán‑dez de Merlo; bisnieta materna materna de Andrés del Valle, nat. de la villa de Cien‑Pozuelos, Castilla, y de Ana de Simbrón. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Juan de Ayala y Micaela de Pineda Grimaldi (sic). BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Miguel Ruiz de la Mota y Juana de Figueroa. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Luis de Villalobos y Lugarda Teresa de Carriso. APROBADA: 15/I/1813 y se le ordenó anotar la filiación nat. en la part. bautismal de su abuelo. NO‑TAS: se aprobó el 20/VI/1804 pero cuando se reconocieron las pruebas del Lic. Juan de Dios Alvarez y Ayala (véase) para sacar de ahí las parts. de los abuelos paternos se dio cuenta con que el abuelo era hijo de padres

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no conocidos. Por tanto quedó el ingreso del pretendiente sin giro ya que éste no volvió a presentarse ni para saber si había sido admitido. El error de haberle aprobado quizá fue lo que llevó a que su nombre apareciera en una lista impresa de miembros del Col. El 20/XI/1806 el pretendiente presentó varias infs. y la junta de 8/VII 180� no le admitió y ordenó que el exp. pasara al promotor con calidad reservada. Después fue admitido sin mayor problema. Los papeles adicionales que están en el exp. son: 1. títu‑lo de br. en Artes del abuelo paterno (1�34); 2. inf. de calidad y limpieza de los abuelos paternos y de sus hijos (Taxco, 1�5�); 3. inf. de limpieza de Ignacio Francisco José Alvarez de Coria (Taxco, 1�65); 4. testimonios de la inf. de hidalguía y limpieza de Antonio Alvarez de Coria (Méx., 1�62). Parientes: Dr. José Ma. de los Cobos Mojica, cura de S. Antonio de las Huertas; Antonio de Villanueva, diputado gral. de Minería; Lic. José Antonio de Villanueva, republicano de Taxco; todos «tíos».

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ALVAREZ VICEO, FRANCISCO JOSE: b. Sag. de Stgo. de Cuba 11/X/1�28; confirmado en Stgo. de Cuba 1/XI/1�32, ab. de la Aud. de Méx.; hmno.: Antonio, pbro., capellán rl. y sacristán mayor del hospital del pue‑blo de Stgo. del Prado, Minas de Cobre, Cuba. PADRES: alférez Diego Alvarez Viceo, b. Sta. Ana de Triana, Sevilla, 8/IX/1692. Jerónima Cario, b. Sag. de Stgo. de Cuba 9/XI/1�01; def. antes de I/1�50. Ambos vecs. y mat. en Stgo de Cuba. ABUELOS PATERNOS: José Alvarez Viceo, nat. de Sevilla, estuvo en Stgo. de Cuba en solicitud de su hijo; hmna.: monja en Sevilla. Francisca Antonia de Pineda Ponce de Léon, nat. de Sevilla. Ambos vecs. de Sevilla. ABUELOS MATERNOS: Jerónimo Silvestre Cario, nat. de Sevilla y def. antes I/1�50. Isabel Ximénez Palomeque, nat. de Stgo. de Cuba, def. antes de I/1�50. Ambos vecs. y mat. en Stgo. de Cuba. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUE‑LOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: 1�/I/1�65 con término ultramarino para presentar las parts. de sus cuatro abuelos. NOTAS: le faltaban cinco parts. y dos testigos y presentó una inf. de limpieza acerca de sí (Stgo. de Cuba, 1�50). Pidió el ingreso y término ultramarino para completar su exp. pero la junta

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de 20/I/1�64 le ordenó ampliar sus pruebas sin admitirle. Presentó otra part. y una nva. inf. testifical, ahora sí con doce testigos (Stgo. de Cuba, 1�64). Por sus necesidades y porque estaban a punto de llegar sus papeles, el 26/XI/1�64, antes de la aprobación de sus infs., se otorgó licencia al pretendiente para practicar por seis meses. Los bisabuelos maternos eran montañeses y a sus descendientes en Cuba les apodaban «los montañe‑ses». Dos testigos dijeron haber asistido a los trámites de la ejecutoria de hidalguía del padre y otros que habían visto tal instrumento.

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ALVAREZ Y AYALA, JUAN DE DIOS: b. Taxco 14/III/1�5�; ab. de la Aud. de Méx. (13/IX/1�80), vec. de la Cd. de Méx.; hmno.: Igna‑cio, tnte. gral. del alcalde de Taxco. PADRES: Antonio Alvarez Coria, b. Taxco 1�/VI/1�09 como hijo nat. Ma. Ayala de la Chica y Pocasangre, b. Taxco 25/X/1�21. Ambos vecs. de Taxco. ABUELOS PATERNOS: José Alvarez de la Vega y Coria (sic), b. Taxco 5/XI/1668; minero. Ma. Goi‑cochea y Berreteaga, b. Taxco �/XII/16�2. ABUELOS MATERNOS: Juan de Ayala de la Chica y Pocasangre, b. Taxco 24/III/1683. Micaela Pinedo y Grimaldo (sic), b. Taxco 5/X/1690. BISABUELOS PATER‑NOS PATERNOS: Francisco Alvarez Coria y Ma. de Vargas Machuca, vecs. de Taxco. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Domingo de Goicochea y Juana de Toledo, vecs. de Taxco. BISABUELOS MA‑TERNOS PATERNOS: Antonio de Ayala de la Chica y Pocasangre e Isabel Martínez Orejón. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Bartolomé Pinedo y Grimaldo y Antonia del Valle. APROBADA: 16/I/1�81. NOTAS: presentó y no están en el exp. tres infs. sobre limpieza y hidalguía de su padre (deben ser las mismos que están en el exp. del Lic. Francisco Javier Alvarez y Ruiz de la Mota, véase). Pariente: Fr. Bartolomé de Pineda Grimaldo, cura de Taxco.

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AMADOR Y GARCÍA, IGNACIO: b. S. Pedro Tepeyahualco 29/X/1�80: estudió en el Col. de S. Pedro y S. Juan de Pue., lic. en Cánones

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de la Universidad de Méx., pbro., ab. de la Aud. de Méx. PADRES: José Ignacio Amador, b. S. Agustín Acolman 14/XII/1�32. Ma. Josefa García Valdemora, b. capilla de la hda. de S. Roque, juris. de S. Juan de los Llanos, 10/II/1�5�. Ambos vecs. de la hda. de S. Roque. ABUELOS PATERNOS: Mateo Amador y Ana Gonzaga Cruzado, vecs. y nats. de Huamantla donde no se encontraron sus parts. Mat. en Huamantla 22/IX/1�26. ABUELOS MATERNOS: Cap. Miguel García de Valdemora, b. S. Mateo Naolinco 6/XI/1�12. Ma. Bernarda de Acosta, b. S. Mateo Naolinco 26/VIII/1�25. Ambos vecs. de S. Juan de los Llanos. BIS‑ABUELOS PATERNOS PATERNOS: José Amador y Rosa de Madri‑gal. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: José Cruzado y Juana Leonor González. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Antonio García de Valdemora y Catarina de Acosta, vecs. de Naolinco. BIS‑ABUELOS MATERNOS MATERNOS: Marcos de Acosta y Antonia Guerra, vecs. de Naolinco. APROBADA: 21/I/1811.

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ANAYA, JOSE MA.: nat. de Gto. y vec. de la Cd. de Méx., ab. de la Aud. de Méx. (ca. 1804). PADRES: Antonio de Anaya, nat. de la Cd. de Méx. y desde chico vec. de Gto. Ma. Guadalupe Casas, nat. del Rl. de Marfil. ABUELOS PATERNOS: Juan José de Anaya y Ma. Gertrudis Sánchez, nats. de la Cd. de Méx. y vecs. de Gto. ABUELOS MATERNOS: Francisco de las Casas, nat. de Castilla, y Angela Josefa Rodríguez, nat. de Gto. o de sus cercanías. BISABUELOS PATER‑NOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATER‑NOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: falta y los libros de matrículas y de juntas nada dicen sobre ello ade‑más de lo que abajo referimos 10. No está en las listas impresas de 1812, 1824 y 183� 11. NOTAS: sólo está la solicitud de ingreso y en ella se

10 liBJunseC i: f. 160 vta.11 debe ser el mismo lic. José Ma. anaya con def. en la Cd. de Méx. 15/iV/1836 y que fue sep. el

18/iV en s. Fernando; fue casado con Vicenta isasi (part. 410, f. 63 vta., libro de entierros cor‑respondiente a i‑Xii/1836 del sag. Met., Cd. de Méx.).

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afirma que el pretendiente tenía más de cuatro años de recibido y que no había buscado su matriculación por su pobreza y enfermedades. La junta de �/I/1808 dio comisión para levantar sus infs.

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ANZORENA Y FONCERRADA, JOSE: b. Sag. de Valladolid de Mich. 25/IX/1�85; ab. de la Aud. de Méx. PADRES: José Ma. Anzore‑na, b. parroquia de S. Salvador, Pátzcuaro, 13/II/1�42; cab. maestrante de Ronda, muchas veces alcalde ordinario y regidor de Valladolid; hmnos. uterinos: Miguel (prebendado), Antonio (cura) y Pedro de Al‑day y López Aguado. Ma. Ana de Foncerrada, b. Sag. de Valladolid de Mich. 19/IX/1�45; hmnos.: Bernardo (tnte. crnl., alférez rl. deVa‑lladolid, cab. de Alcántara), Melchor (oidor de Méx.) y Cayetano de Foncerrada (canónigo y ex rector del Col. de Abs., véase). ABUELOS PATERNOS: Martín de Anzorena Garayoa, b. Pátzcuaro 13/VII/1�00. Rosalía López Aguado, b. Indaparapeo 1�/IV/1�21. Ambos vecs. de Pátzcuaro. ABUELOS MATERNOS: Bernardo de Foncerrada y Mon‑taño, nat. de España y alcalde ordinario de Valladolid. Juana Ma. de Ulibarri. Ambos vecs. de Valladolid. BISABUELOS PATERNOS PA‑TERNOS: Martín de Anzorena y Petronila de la Paz y Alejandre, vecs. de Pátzcuaro. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Francisco López Aguado, vec. de Tlalpujahua, y Micaela Marín de Villaseñor, vec. y dueña de la hda. de los Naranjos. APROBADA: 2�/I/1809. NO‑TAS: se identificó con sus tíos maternos.

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APONTE, SANTIAGO: nat. de Sto. Domingo, Isla de la Española, colegial de Cristo de Méx., br. en Cánones, pasante de ab.; hmnos.: Dr. Juan José (canónigo de Sto. Domingo y Oax.), Dr. Martín (prebendado y racionero de la Catedral de Sto. Domingo, ab. de la Aud. de Sto. Do‑mingo), varias hmnas., una casada con el alcalde mayor de Stgo. de los Caballeros Pedro Arroyos, otra con el sgto. mayor del Batallón Fijo de Sto. Domingo, Andrés de Heredia. PADRES: Jaime Aponte (también

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Pont), b. Sta. Cruz de Palma de Mallorca 22/IV/1696; pasó a Indias ca. 1�10, comerciante por mar y tierra, tercero O. F. M. de hábito ex‑terior, vec. de Sto. Domingo. Rosa de Hinojosa, nat. de Sto. Domingo; hmnos.: Fr. José (mtro. y provincial de la Merced en Sto. Domingo), Nicolás (dignidad tesorero de Sto. Domingo) y Bartolomé de Hinojo‑sa (cap. de Artillería). ABUELOS PATERNOS: Pedro Pont, b. villa de Pollenza 15/XII/1658; marinero. Francisca Gra (también Guía), b. parroquia de Sta. Cruz de Palma. 6/IV/16�2. Mat. y vecs. parroquia de Sta. Cruz de Palma. ABUELOS MATERNOS: Cap. Manuel Ignacio de Hinojosa, nat. de Sevilla. Ma. Antonia Jobel, nat. de Sto. Domingo. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Juan Pont, dueño del pre‑dio de Son Pont de Pollenza, y Catalina Mas. BISABUELOS PATER‑NOS MATERNOS: Antonio Gra, dueño de barco, y Francisca Roset (también Roseta). BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Juan Jobel y Luisa Marín, vecs. de Sto. Domingo. El primero hijo de Marcos Rodríguez (sic) y Manuela Díaz; nieto materno de Manuel Díaz, portugués, y de Ma. de Vardecia. La segunda hija nat. de Melchor de Aybar (sic) y de Juana Marín; nieta materna de Juan Marín y Mariana Esquibel. APROBADA: 14/IX/1��3 con la calidad de que hiciera constar ya ha‑berse recibido; se incorporó �/V/1��4. NOTAS: se presentaron varios documentos: 1. ejecutoria de nobleza y parts. (se devolvieron); 2. inf. de limpieza de Ma. Antonia Jobel (Sto. Domingo, 1�0�) que está en el exp.; 3. inf. de legitimidad y limpieza de Jaime Pont (Palma, 1�39) que está en el exp.; 4. también está una carta de recomendación de Tomás de Heredia.

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ARAUJO, JOSE MARIANO DE: b. Tenancingo, juris. de Mali‑nalco, 19/XI/1�66; colegial de S. Ildefonso de Méx., pasante del Lic. Mariano José Cabrera; hmnos.: Ma. Josefa (n. ca.1�65) y José Ignacio Vicente de Araujo (n. ca. 1�69); medios hmnos.: José Ma. Antonio (n. ca. 1��4) y José Lorenzo de Araujo (n. ca. 1��5). PADRES: Lorenzo de Araujo, b. Tenancingo 12/VIII/1�38; comerciante y labrador, def. antes de IV/1�90, casado en segundas nupcias con Ma. Gertrudis de

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Alcocer y Salazar, hija de Nicolás de Alcocer y Montealegre y Ana Ma. de Salazar, con hijos. Ma. Teresa Gómez de Salas, b. Tenancingo 26/X/1�03 (sic, quizá por 33); def. antes de IV/1�90. Ambos vecs. de Tenancingo. ABUELOS PATERNOS: Manuel Méndez de Aranjo (sic), nat. de Tenancingo pero no se encontró su part. bautismal. Ma. Gertru‑dis Morales (también de Lara), b. Tecualoya 21/X/1�06 como hija de la Iglesia. Ambos vecs. y mat. en Tenancingo 4/XI/1�3�. ABUELOS MATERNOS: Juan Gómez de Salas, b. Tenancingo 4/VII/1�01. Ma. Teresa Millán de Figueroa, b. Tecualoya �/II/1�01. Ambos vecs. de Tenancingo. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: José Méndez de Araujo y Juana Quezada. BISABUELOS PATERNOS MATER‑NOS: Antonio Morales, español y soltero, y Juana Calderón, castiza y soltera. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Antonio Gómez de Salas y Ana Gómez de Salazar, vecs. de Tenancingo. BISABUE‑LOS MATERNOS MATERNOS: Manuel Millán de Figueroa y Ma. de Oscós. APROBADA: 20/XI/1�90 sin más trámites. NOTAS: se le mandó el 16/VIII/1�90 que ampliara sobre la abuela paterna; para ello presentó, y está en el exp., una inf. de limpieza acerca de ambos abue‑los (Tenancingo, 1��8).

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ARCE CASTILLA Y ARRIETA, ANSELMO JOSE DE: b. Sta. Ma. de los Lagos 25/IV/1�4�; ab. de la Aud. de Guad. incorporado a la Méx., estudió en la Cd. de Méx., un testigo dijo que fue tnte. de alcalde mayor de León, en 1�90 era relator propietario de la Aud. de Guad.; hmno.: Br. Mariano (pbro. del ob. de Guad.). Casado con Ma. Guadalupe de Espino, hija de Juan Francisco de Espino, vista de la Aduana de Guad., y hmna. de Isidro (cura de Totatiche) y de Mariano de Espino (ab. de la Aud. de Guad. y regidor de esa cd.). PADRES: Luis de Arce Castilla y Rincón Gallardo, b. Ags. 1/IX/1�20; hmnos.: Juana, Sebastiana y el Br. Vicente (éste def. en Sta. Ma. de los Lagos). Ana Manuela de Arrieta Martínez, b. S. Juan de los Lagos 28/V/1�22; hmnos.: Br. Joaquín (capellán del coro de la iglesia de Guad.) y Sor Ma. Micaela (abadesa de las capuchinas de Lagos). Mat. en Sta. Ma. de los Lagos. ABUELOS PATERNOS: Sebastián de Arce Castilla

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y Rincón Gallardo, b. Ags. 9/II/1691; vec. de Sta. Ma. de los Lagos desde ca. 1�38, def. ahí cuando era notario público eclesiástico. Jua‑na Gómez Calvillo y Marín, b. Ags. 24/IV/1693; vec. de Sta. Ma. de los Lagos desde ca. 1�38, def. ahí. ABUELOS MATERNOS: José de Arrieta, def. en Sta. Ma. de los Lagos. Francisca Martínez (también Martínez de Alarcón), b. Sag. de Guad. 1�/III/1�00; def. en Sta. Ma. de los Lagos. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Cap. Ventura Arce y Castilla y Ma. Rincón Gallardo. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Pedro Gómez Calvillo y Antonia Marín y Sotomayor. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Marcos de Arrieta y Leo‑nor Hurtado, vecs, de León. BISABUELOS MATERNOS MATER‑NOS: Clemente Martínez (sic) y Juliana Calleros. APROBADA: 28/VII/1�80. NOTAS: eran primos hmnos. del padre José Antonio, Igna‑cio, Cristóbal y Salvador Gutiérrez, los tres primeros pbros., el último alcalde ordinario y luego regidor capitular de Guad. La madre tenía tres primas hmnas. capuchinas de Lagos. El abuelo materno era deudo del Br. Fernando Martínez de Alarcón, pbro. de S. Sebastián de León. El pretendiente dio poder para que se llevara a cabo su matriculación diez años después de que su exp. fue aprobado.

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ARCE Y ACEVEDO, JUAN ANTONIO DE: b. Sag. Met. 15/I/1�82; ab. de la Aud. de Méx. PADRES Lic. José Mariano de Arce y Echeagaray, ab. de la Aud. de Méx. y del Col. de Abs. (véase), oficial mayor y contador gral. de la Rl. Aduana de Méx. Ma. Josefa Ramona de Acevedo y Calderón, b. iglesia auxiliar del Espíritu Sto. de Qro. 9/X/1�63; hmno.: Juan de Acevedo, padre del Lic. Luis de Acevedo, del Col. de Abs. (véase bajo AZEVEDO Y GURTUBAY). ABUELOS PATERNOS: Juan Antonio de Arce y Arroyo, contador y juez admi‑nistrador gral. de Alcabalas de Nva España, y Antonia de Echeagaray. ABUELOS MATERNOS: Cap. Pedro de Acevedo (también García de Acevedo) y Ana Felipa de Calderón y Herrera. APROBADA: 2/VIII/1808. NOTAS: se identificó con su padre y con su primo hmno.

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ARCE Y ECHEAGARAY, LUIS DE: vec. de la Cd. de Méx., cole‑gial de S. Ildefonso, br. en ambos derechos, tuvo dispensa de dos años de práctica. PADRES: Juan Antonio de Arce y Arroyo, nat. de Villar‑cayo, arzob. de Burgos, contador de las Rls. Alcabalas de Méx., figuró como regidor en propiedad por el estado hidalgo del ayuntamiento de Villarcayo (1�6�) y fue su tnte. su sobrino Ignacio Saravia de Rueda. Antonia de Echeagaray y Fernández, nat. de Ver., def. antes V/1�6�. ABUELOS PATERNOS: Lic. Diego de Arce, nat. de Villarcayo, ab. de los Rls. Consejos. Ma. de Arroyo y Valdivieso, nat. de Almiñe, arzob. de Burgos; hmnos.: un cura de Villarcayo y Manuel de Arroyo, cab. de Stgo. Ambos vecs. de Villarcayo. ABUELOS MATERNOS: Juan de Echeagaray, nat. de La Florida y contador de las Rls. Cajas de Ver, y Ma. Fernández Marín. Ambos vecs. de Ver. BISABUELOS PATER‑NOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATER‑NOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: falta, pero consta que en la junta de 1/IX/1�6� se aprobaron sus infs. sin más trámite 12. NOTAS: un «tío» llamado Manuel de Arroyo era cap. de Dragones en Ver. Faltan todas las parts.

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ARCE Y ECHEAGARAY, JOSE MARIANO DE: ab. de la Aud. de Méx.; hmno.: Luis de Arce y Echeagaray, ab. del Col. (véase). APRO‑BADA: 24/IX/1��2. NOTAS: se identificó con su hmno.

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ARCE Y ESPINO, GUILLERMO: b. Sag. de Guad. 30/VII/1�80; al parecer se examinó en 1803 en la Aud. de Guad. PADRES: Lic. José Anselmo de Arce Castilla y Arrieta, relator de la Aud. de Guad. (en

12 liBJun i: f. 197 vta.

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1803 tenía más de 20 años en este servicio), ab. del Col. (véase). Ma. Guadalupe de Espino y Rivera, b. Sag. de Guad. 10/IX/1�52. ABUE‑LOS PATERNOS: Luis de Arce y Manuela de Arrieta, vecs. de León. ABUELOS MATERNOS: Lic. Juan Francisco de Espino, b. iglesia mayor de Sanlúcar de Barrameda 19/IV/1689. Antonia Manuela de Rivera, n. en la hda. de Buenavista, b. Chapala 4/VI/1�19. Ambos vecs. de Guad. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Rafael López de Espino y Leonor Anto‑nia Núñez. El primero b. iglesia mayor de Sanlúcar de Barrameda 4/II/1666, hijo de Pedro López de Espino, procurador de Sanlúcar, y de Francisca Moreno de Prado. La segunda b. iglesia mayor de Sanlú‑car de Barrameda 10/III/1661, hijo de Esteban Núñez y de Catalina Mexía. El mat. Espino‑Núñez fue en la iglesia mayor de Sanlúcar de Barrameda 4/VI/1685, la novia era vda. de Francisco de León. BIS‑ABUELOS MATERNOS MATERNOS: Antonio de Rivera y Ma. de Islas y Urbina. APROBADA: 1�/XI/1803.

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ARECHAGA Y AYANEGUI (también ALLANEGUI), IGNACIO JOSE: b. Sag. de Manila, Filipinas, 15/I/1�45; estudió en el Col. de Cristo de Méx. PADRES: Cap. Luis de Aréchaga, b. parroquia de S. Nicolás de Bilbao, secretario de la Rl. Casa de la Misericordia de Ma‑nila, maestre de plata de la nao de la carrera de Filipinas. Micaela Josefa de Ayánegui, b. Sag. de Manila 1/X/1�22; hmno.: Mtro. Luis de Ayánegui, cura de la Ermita y antes capellán de la Encarnación de Manila. ABUELOS PATERNOS: Tomás Manuel de Aréchaga y Ma. Ventura de Aguirre y Asteita. ABUELOS MATERNOS: Gral. Miguel de Ayánegui, b. parroquia de Sta. Ma. de Tolosa; contador de Cuentas y Resultas de la Rl. Hda. y escribano de Gobernación y Guerra en Fi‑lipinas. Josefa de Avalos y Villaseñor, b. Sag. de Manila 2�/III/1686; hmno.: Mtro. Francisco Javier de Avalos, prebendado de Manila. BIS‑ABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PA‑TERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PA‑TERNOS: Miguel de Ayánegui y Ma. Juanis de Esquieta. BISABUELOS

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MATERNOS MATERNOS: alférez Agustín de Avila y Ma. de Flores. APROBADA: falta en el exp. pero consta que la junta de 1/IX/1�66 aprobó y mandó archivar las pruebas hasta que fuera pertinente al in‑teresado usarlas: no estaba recibido. La junta de 29 de agosto de 1�69 aprobó su matriculación sin más trámite 13. NOTAS: una Ma. Isabel Ponce de León y Avalos, esposa del Lic. Bernabé Antonio de Abeci‑llas, ab. de la Aud. de Manila y oficial de la Pl. Hda., dizque era hmna. de la abuela materna. El comisionado para las infs. en Manila, el oidor Simón de Anda, dio testimonio de haber visto los documentos siguien‑tes: 1. certificación de los bautismos del padre y del abuelo paterno; 2. un pleito de hidalguía de los hmnos. Francisco, Miguel y Martín de Ayánegui, hijos de Martín de Ayánegui y de Ana de Urquiza, litigado contra la villa de Tolosa (sentencia �/I/1661); 3. la ejecutoria de hidal‑guía del Gral. Miguel de Ayánegui.

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AREVALO Y GOMEZ, IGNACIO: b. S. Martín Alfajayucan 2�/XI/1�59; clérigo pbro. del arzob. de Méx.; hmnos.: Br. José (S. J.) y Fr. Antonio Arévalo (juanino de Méx.). PADRES: Domingo Arévalo, b. Ixmiquilpan 6/XI/1�2�. Antonia Gómez, b. Ixmiquilpan 9/IV/1�29. Ambos vecs. de Alfajayucan. ABUELOS PATERNOS: José Arévalo, nat. de Castilla, tercero O. F. M. de hábito exterior, minero. Juana Ma. de Avilés, b. Ixmiquilpan 22/II/1�02; tercero O. F. M. de hábito exterior. Mat. en Ixmiquilpan 29/XII/1�19, vecs. ahí. ABUELOS MA‑TERNOS: Bartolomé García, nat. de Castilla, notario del Sto. Oficio (24/XI/1�33). Rosa Beltrán, b. Tula 2/IX/1691; hmno: Br. Francisco Beltrán, juez eclesiástico de Ixmiquilpan. Mat. en Ixmiquilpan 25/XII/1�15, vecs. ahí. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Francisco de Avilés y Gertrudis de la Barrera. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Manuel Beltrán y Catarina de Acosta. APROBADA: �/II/1�89. NOTAS: un testigo fue

13 liBJun i: fs. 197 vta. y 225 vta.

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el pintor José Manuel Pérez, nat. de Actopan, español de 64 años de edad y vec. de Ixmiquilpan por 60 (en III/1�88), casado con Ma. Lu‑garda Rondón. Parientes: Br. Rafael de Apleza, juez eclesiástico de Ixmiquilpan y colector de diezmos; y el Br. Felipe de Arévalo, primo hmno. del pretendiente.

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ARGÜELLES, RAFAEL: b. Orizaba 20/XI/1�83; colegial con beca de paga de S. Ildefonso de Méx., ab. de la Aud. de Méx.; hmnos.: Manuel, regidor y alcalde ordinario de Orizaba, y Antonio, tnte. de Granaderos del Rgmto. Provincial de las Tres Villas. PADRES: Anto‑nio Montes Argüelles (sic), b. Orizaba 14/X/1�34; alcalde ordinario de Orizaba, tercero O. F. M., archicófrade del Santísimo Sacramento de Orizaba, boticario con tienda pública en Córdoba y Orizaba, abastece‑dor de carne de toro en ambos lugares, sembrador de Tabaco, notario familiar del Sto. Oficio (1�/XII/1���); hmnos.: José (cura de Oax. y secretario del obispo de Oax.) y Manuel de Montes Argüelles (regi‑dor perpetuo, alcalde ordinario, comisario de guerra, juez delegado del Tribunal de Media Anata y administrador de correos de Orizaba). Bernarda Rendón y Soto, b. Orizaba 2/V/1�52; mat. en segundas nup‑cias con Francisco del Puy y Ochoa, alguacil mayor del Sto. Oficio; hmno.: José Anastasio Rendón, ab. de la Aud. de Méx., alcalde ordi‑nario, regidor y subdelegado de Orizaba. Mat. en Orizaba 18/VI/1��1. ABUELOS PATERNOS: Pedro Montes Núñez (también Montes de Argüelles), b. Cabeza del Buey, arzob. de Toledo, 21/XII/1698; boti‑cario con tienda pública en Córdoba y Orizaba, def. antes de VI/1���. Luisa García Perea y Bohórquez, b. Ver. 20/X/1�01; def. antes de VI/1���. Mat. en Orizaba �/I/1�25. ABUELOS MATERNOS: Grego‑rio Rendón, mat. de Córdoba pero no se encontró ahí su part. bautis‑mal, regidor de Córdoba, alguacil mayor del Sto. Oficio, hacendado, def. antes de VI/1���. Ana Ma. de Soto Guerrero, b. Ver. 10/V/1�2�; def. antes de VI/1���; hmno.: Br. Manuel de Soto Guerrero, notario del Sto. Oficio en Córdoba. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Pedro Montes Pérez, b. S. Nicolás de la villa de Villahamete, ob. de León, 20/XI/1669; hijo de Alvaro Montes y de Teresa Pérez, vecs. de

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Villahamete. Isabel Rayo y Núñez, b. villa de Cabeza del Buey, Ex‑tremadura, 13/VII/16�3, hija de Juan Rayo y de Inés Núñez. El mat. Montes‑Rayo en la villa de Cabeza del Buey 9/I/1695. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Cap. Alonso Eugenio García, b. en la pa‑rroquia de Omnium Sanctorum, Sevilla, 12/IX/1666; hijo de Antonio García y de Ma. de Balbuena, ambos defs. antes de XI/1695. Ma. Lu‑crecia Bohórquez (también Perea y Bohórquez), b. Ver. 2�/X/16��; hija del Cap. Pedro Bohórquez de Cárdenas y de Ana de Perea, vecs. de Ver. El mat. García‑Bohórquez en Ver. 6/XI/1695. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Gaspar Rendón y Romero, b. iglesia ma‑yor de Sanlúcar de Barrameda, Andalucía, �/V/1698; hijo de Juan José Rendón y de Ma. Romero. Luisa Alvarez, b. Córdoba, provincia de Ver., 18/XII/16�0; hija de Marcos Alvarez y de Isabel Vázquez. El mat. Rendón‑Alvarez en Orizaba 8/IX/1693. BISABUELOS MA‑TERNOS MATERNOS: regidor de Ver. Manuel de Soto Guerrero, b. villa de Ribafrecha, ob. de Calahorra, 16/II/16�4; hijo de José de Soto y Catalina Guerrero, nieto paterno de Martín de Soto y de Francisca Ramírez de Jalón, y nieto materno de Juan Guerrero y de Ma. Camba‑ra, todos vecs. de Ribafrecha. Bernarda Manito, b. Ver. pero no dice cuándo, vec. de Orizaba, hija del Cap. Andrés Manito y de Inés de Huerta y Villarreal, vecs. de Ver. El mat. Soto Guerrero‑Manito en Ver. 31/XII/1�06; el contrayente era vdo. de Ana de Santiago (def. 1�02). APROBADA: 11/XI/180�. NOTAS: se presentaron: 1. testimonio de las infs. de limpieza y distinción de Antonio Montes y Argüelles para notario familiar del Sto. Oficio con facultad de vara (1���) y, 2. las infs. de Bernarda Josefa Rendón para mujer de familiar (1���). Pa‑rientes: Diego Nicolás Rendón (comisario del Sto. Oficio en Sanlúcar de Barrameda) y José Ma. Henestrosa (alguacil mayor del Sto. Oficio en Sanlúcar). Hubo duda en el comisario sobre si era obstáculo para ingresar en el Col. el que los ascendientes del pretendiente hubieran sido boticarios.

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ARIAS, TOMAS: b. Yuririapúndaro, juris. de Salvatierra, 21/XII/1��6. PADRES: Manuel Ambrosio Arias (también López Arias),

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b. Yuririapúndaro 8/XII/1�43; alcalde ordinario más antiguo y tnte. de justicia de Salvatierra, comerciante en Yuririapúndaro; hmno.: José Matías Arias, alcalde ordinario de Salvatierra, padre de Joaquín Arias, cap. del Rgmto. Fijo de Celaya. Ma. Felipa Núñez, b. Yuririapúndaro 3/V/1�36; hmnos.: Fr. Simón, Fr. Vicente, Fr. Cristóbal y Fr. Agus‑tín, todos O. S. A. ABUELOS PATERNOS: Francisco Arias (también Arias Maldonado), nat. de Yuriapúndaro y no se halló ahí su part. bau‑tismal pero sí las de sus hmnos. Ma. Gertrudis, Manuel Martín, Josefa y Agustín. Ana Ma. Ruiz, b. Yuririapúndaro 31/X/1�22. Ambos vecs. y mat. en Yuririapúndaro 9/XI/1�39. ABUELOS MATERNOS: José Núñez, no se halló su part. bautismal pero era hijo nat. Lucía Santo‑yo, b. Yuririapúndaro 12/VII/1�02. Mat. en Yuririapúndaro 1/VI/1�23. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: José Arias (sic) y Catarina Gutiérrez. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Simón Ruiz y Francisca de Calderón (también Guerrero), vecs. de Yuririapúndaro. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Antonia Núñez, def. antes de VI/1�23. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Salvador de Santoyo y Ma. Guerrero, vecs. de Uriangato. APROBADA: �/X/1802 con la calidad de que hiciera constar ya estar recibido. NOTAS: al pa‑recer la falta de padre conocido del abuelo materno no importó mucho. Parientes: Pbro. Br. Ramón Arias (sobrino del padre) y Pbro. Br. Pablo Aguilera (sobrino de la madre).

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ARIAS VILLAFAÑE, JOSE JOAQUIN: b. Sag. Met. 29/X/1�38; estudió menores en S. Pedro y S. Pablo de Méx., luego pasó a S. Il‑defonso donde cursó Artes, Cánones y Leyes, ab. de la Aud. de Méx.; hmnos.: Cristóbal José (S. J.), Sor Ma. Josefa de los Dolores (monja de S. Jerónimo de Méx.) y Pbro. Miguel. PADRES: Lic. José Arias Villafañe Fernández de Cuevas, b. Tarímbaro 22/III/1696; colegial de S. Ramón Nonato de Méx., ab. de la Aud. de Méx.; hmna.: Josefa de Villafañe, madre del obispo de Cebú Manuel Antonio de Ocio y Villa‑fañe. Peregrina Jerónima Frissero, b. Ntra. Sra. de la Concepción de Huelva 28/VIII/1�05; hmno.: Fr. Fernando, recoleto de S. Francisco. Mat. en el Sag. Met. 2�/XI/1�28. ABUELOS PATERNOS: Fernando

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Arias Villafañe, b. Celaya 25/IV/1640. Leonor Fernández de Cuevas, nat. de Tarímbaro; ambos vecs. de Tarímbaro. ABUELOS MATER‑NOS: Luis Frissero y Andrea Carli de la Puente, nats. de Cádiz. BIS‑ABUELOS PATERNOS PATERNOS: Pedro Arias Villafañe y Ma. de Aguilar, nats. del Valle de S. Miguel Tarímbaro y vecs. de Celaya. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Juan Fernández de Cue‑vas e Inés Valdovinos, nats. del Valle de S. Miguel Tarímbaro y vecs. de Celaya. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Cap. Fernando Frissero e Isabel de Valladolid. BISABUELOS MATERNOS MA‑TERNOS: Carlos Carli y Catarina de la Puente. APROBADA: 13/VI/1�62 con término ultramarino para las parts. de los abuelos mater‑nos. NOTAS: la madre era prima hmna. del tnte. de cap. de la Cía. del Comercio Urbano de Méx. José de Martos y Rivera; sobrina carnal de Fr. Jerónimo Frissero, predicador del Sr. D. Carlos II y obispo electo de Sigüenza; y sobrina carnal de Sor Ana Ma. de Jesús, monja en Cá‑diz. Como ya quedó dicho, el padre era primo hmno. de Manuel Anto‑nio de Ocio y Villafañe, obispo de Cebú. Otros parientes: Fr. Miguel de Ocio (guardián de S. Diego de Méx.), Fr. Francisco de las Llagas (dieguino que antes fue cura de S. Miguel el Grande y de S. L. P.) y P. José Carrillo (director de la Casa de Ejercicios de Méx.). Se tuvieron presentes las infs. del padre para ingresar a S. Ramón Nonato y los testigos declararon haber visto instrumentos auténticos de la nobleza y limpieza de los cuatro abuelos. Faltan las parts. bautismales de los abuelos paternos.

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ARIZPE, JUAN BAUTISTA JOSE: b. iglesia mayor de Monte‑rrey 28/IV/1�82; confirmado ahí 2�/XII/1�83, fue porcionista en el Seminario de Monterrey, obtuvo la tonsura clerical el 22/II/1�93, era descendiente de los primeros conquistadores de Monterrey. PADRES: José Francisco de Arizpe, b. Stgo. de Saltillo 5/II/1�58; procurador síndico gral. de Monterrey (1�89). Ma. Francisca Rodríguez, b. iglesia mayor de Monterrey 4/V/1�56. Ambos vecs. de Monterrey. ABUELOS PATERNOS: Juan Ignacio de Arizpe, b. Stgo. de Saltillo 13/IX/1�10; def. antes de VIII/1�89. Rosa Gómez de Zepeda, n. en Saltillo; def. antes

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de VIII/1�89. Mat. en Stgo. de Saltillo 5/II/1�42 con dispensa del cuar‑to grado de consanguinidad. ABUELOS MATERNOS: José Antonio Rodríguez, b. iglesia mayor de Monterrey 28/I/1693. Inés Ma. de la Garza, b. iglesia mayor de Monterrey 8/II/1�15. BISABUELOS PA‑TERNOS PATERNOS: Santiago de Arizpe, def. antes de II/1�42. Jua‑na de los Santos; ambos vecs. de Saltillo. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Pedro Gómez y Ana Ma. de Zepeda, vecs. de Saltillo. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: José Rodríguez y Antonia Guaxardo. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: José Floren‑cio de la Garza y Ma. de la Barrera. APROBADA: falta y no lo encon‑tramos en los libros que hemos revisado, sin embargo se matriculó el 4/I/1825 14. NOTAS: parientes del padre: Br. Vicente de Arizpe (primo hmno., capellán del presidio de Monclova), Br. Pedro de Esparza (pri‑mo hmno., cura y juez eclesiástico de Horcasitas y Lampazos), Br. Pedro José Quintín de Arizpe (cura de Monterrey, comisario del Sto. Oficio, subdelegado gral. de la Sta. Cruzada y prosecretario del ob. de Monterrey), Fr. Ambrosio de Zepeda (O. F. M., ministro provincial de Zac.), Br. Pedro José de Zepeda (cura de S. Esteban Tlax., juris. de Saltillo), Br. Tomás de Zepeda (pbro. en Saltillo), Br. Juan de Zepeda (cura de Guaxuco), canónigo José Miguel Sánchez Navarro (primo hmno. del abuelo paterno), y Tomás de Zepeda (comisario del Tribu‑nal de la Acordada de Monterrey). Se presentó la inf. del pretendiente para ingresar en el Seminario de Monterrey (Monterrey, 1�93) y una inf. de limpieza y nobleza del padre (Saltillo, 1�89, ampliada en Mon‑terrey, 1�91). Faltan los papeles de tramitación del Col.

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ARMENDARIZ, RAMON DE: b. capilla de S. Nicolás de los An‑geles, ayuda de parroquia de S. Matías Sierra de Pinos 13/VIII/1�65; ab. de la Aud. de Guad. (5/I/1801) incorporado a la de Méx., estudió en S. Ildefonso, luego trabajó en uno de los oficios de Cámara de la Aud. de Méx. y como oficial mayor ordenador de rls. provisiones y despachos

14 liBJunseC ii: f. 61 vta. según otra fuente (1837, p. 8) el 17/Vi/1825.

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de la Aud. de Méx., consta que para matricularse tuvo que dejar un oficio de cabildo que poseía en Qro. PADRES: Pedro de Armendá‑riz, b. lugar de Biurrom, villa de Tiebas, Navarra, 2�/X/1�36; dueño de una alquiladuría de coches en Méx., def. antes VIII/1801. Eusebia García, b. iglesia mayor de S. L. P. 30/III/1�40; def. antes VIII/1801. Ambos vecs. de la Cd. de Méx. ABUELOS PATERNOS: Pedro José de Armendáriz, b. Biurrom 22/III/1�08; labrador. Catalina deYzuza, b. Biurrum 26/XI/1�13. Mat. en Biurrum 19/X/1�34. ABUELOS MA‑TERNOS. Santiago García Díez, nat. de León, Castilla, vec. S. L. P. Andrea de Reyna, b. S. Matías Sierra de Pinos 1�/XII/1�13. Mat. en la iglesia mayor de S. L. P. 20/VII/1�36. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Alonso de Armendáriz y Francisca Juana Uriz, vecs. de Biurrum. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Bernabé de Yzu‑za y Ana Ma. Larrumbe, vecs. de Biurrum. BISABUELOS MATER‑NOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATER‑NOS: Antonio de Reyna y Juana Lisondo. APROBADA: 10/I/1802 con la calidad de que en un «término moderado» dejara el oficio de cámara menos antiguo de la Aud. y que no osara usar del oficio de escribano. NOTAS: el pretendiente fue hmno. político del Lic. Manuel Hidalgo y Costilla, ab. del Col. y, a su vez, hmno. del conocido cura de Dolores Miguel Hidalgo y Costilla. En el exp. están sus diligencias para incorporar su título a la Aud. de Méx.

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ARRESE, MANUEL DE: ab. de la Aud. de Méx., vec. de Mon‑terrey; hmno.: Lic. Juan de Arrese. PADRES: Cosme de Arrese, nat. de Echandiano (sic), Vizcaya. Nada dice sobre la madre. ABUELOS PATERNOS: no los da. ABUELOS MATERNOS: no los da. BIS‑ABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: falta y los libros de matrículas y juntas no lo mencionan, tampoco está en las listas impresas de 1804, 1806, 1812 y 183�. NOTAS: sólo está la solicitud de ingreso y la orden de librar suplicatorios a Saltillo y a la villa de Echandiano (26/X/1803).

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ARRIETA, MANUEL IGNACIO DE: b. Sag. Met. 29/V/1�94; fue porcionista desde la latinidad hasta terminar Cánones en el Rl. Col. de S. Juan de Letrán de Méx. PADRES: José Manuel de Arrieta, nat. de Alza, Guipúzcoa, comerciante. Petra del Barrio, b. Sag. Met. 4/VII/1�63. Mat. en Sag. Met. 22/IX/1��8. ABUELOS PATERNOS: Miguel de Arrie‑ta y Manuela Oteiza, nats. de Alza. ABUELOS MATERNOS: Aniceto del Barrio, nat. de Penilla de Trasmonte, ob. de Osma, factor del Rl. Tribunal de Minería de Méx. Ma. Sebastiana de la Vega, b. Coyoacán 23/I/1�40. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BIS‑ABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MA‑TERNOS PATERNOS: Pedro del Barrio y Ma. de Navedas, vecs. de Penilla. El primero hijo de Blas del Barrio Terán y de Catalina Ruiz, nats. y vecs. de la villa de Melgar de Fernamental. La segunda def. an‑tes de VII/1�3� e hija de Domingo Navedas y de Ana Gayuba, nats. y vecs. de Penilla. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Laureano de la Vega y Francisca Navarro, vecs. de Coyoacán. APROBADA: falta, pero sus infs. fueron aprobadas, previa dispensa de la Aud., en la junta de 26/III/1819 con la calidad de que en dos años trajera o supliera toda la documentación relativa a su línea paterna, so pena de ser borrado. Se matriculó el 24/IV/1819 15. NOTAS: está la inf. de soltería, filiación, limpieza y nobleza del abuelo materno (Gumiel de Mercado, 1�3�) don‑de se afirma que los del Barrio y Navedas obtuvieron oficios hidalgos en Melgar, Penilla y Gumiel. Un testigo declaró que en Nva. España la fa‑milia se dedicaba al comercio, a la labranza y a la agricultura. Se dieron al pretendiente, gracias a la intervención de la Aud. de Méx., dos años para exhibir las parts. bautismales del padre y de los abuelos paternos.

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ARROCHI Y PORTILLO (sic), JOSE MA.: b. Sta. Ma. del Oro 1�/XII/1�49; ab. de las Rls. Auds. de Méx. y Guad., agente fiscal de lo

15 liBJunseC ii: fs. 47 vta.‑ 48 fte. llBMat: f. 90 fte.

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Civil de la de Méx., alcalde ordinario de segundo voto de Guad. PA‑DRES: Antonio de Arrochi, b. Compostela de Nva. Galicia 4/II/1�0�; def. antes de VI/1�80. Francisca Lpez Portillo, nat. de la hda. de las Mojarras, Sta. Ma. del Oro, Nva. Galicia, n. ca. 1�21 (no se encontró la part. en Sta. Ma. del Oro). Mat. en Sta. Ma. del Oro 9/XI/1�38. ABUELOS PATERNOS: Nicolás Pérez Arrochi (sic), b. Compostela de Nva. Galicia el 16/XII/1658; def. antes de XI/1�38. Ana Banegas (sic) y Ovalle, b. Compostela de Nva. Galicia el 4/VIII/16�9. ABUE‑LOS MATERNOS: Nicolás López Portillo y Ma. de la Plaza y Ro‑mero, nats. de Tepic y no se encontraron sus parts. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Manuel de Arrochi (sic), alcalde ordinario de Compostela, y Ana de Ovalle. BISABUELOS PATERNOS MA‑TERNOS: Francisco Bermudo (sic) y Ana Banegas. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: 3/X/1�80 sin más trámites. NOTAS: los «tíos» del pretendiente eran Fr. Antonio López Portillo (obispo de Comayagua y Honduras), Francisco López Portillo (oidor de Guadalajara y Méx.), Nicolás López Portillo (tesorero dignidad de la iglesia de Guad.) y Antonio López Portillo (canónigo de Méx. y luego de Valencia).

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ARROYO, JOSE CRUZ DE: b. Pátzcuaro 19/IX/1�41; colegial que fue de S. Ramón Nonato de Méx., de Sta. Ma. de Todos Stos. de Méx., br. en Cánones (24/IV/1��6), practicó con los Lics. Ignacio Vi‑llaseñor y Juan de Estrada (V/1��6‑VII/1�80), ab. de la Aud. de Méx. (2�/VI/1�85); hmno.: Fr. Juan Antonio de Arroyo, O. S. A. de Mich., def. cuando era cura del pueblo de Sta. Ma., ca. 1��8. PADRES: Ca‑yetano de Arroyo y Chávez, nat. de Chucándiro, ob. de Mich., vec. de Pátzcuaro y luego de Valladolid, labrador y alquilaba mulas, def. en Valladolid ca. 1���. Josefa Bárbara de la Piedra y Brambila, b. en la parroquia de S. Salvador de Pátzcuaro 14/II/1�16; hmnos.: Ni‑colás (cura de Naranja), José Prudencio (S. J.) y Tadeo de la Piedra (pbro.). Mat. y vecs. de Pátzcuaro. ABUELOS PATERNOS: Bartolo‑mé Chávez y Arroyo (sic), nat. de Chucándiro, def. antes deVII/1�52,

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labrador. Catarina de Arroyo, n. y def. (antes de VII/1�52) en Chucán‑diro. ABUELOS MATERNOS: Francisco de la Piedra, nat. de Tacám‑baro, def. en Río Atoyac antes de VII/1�52, labrador; hmna.: Josefa de la Piedra, beata Agustina de Valladolid con su biografía escrita y su cuerpo estaba incorrupto. Margarita Brambila, nat. de Pátzcuaro, def. ahí ca. 1�56. Mat. en Pátzcuaro 3/IX/1�10. BISABUELOS PATER‑NOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATER‑NOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Diego de la Piedra, def. antes de IX/1�10, y Catarina Marmolejo. BISABUE‑LOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: no está, lo último que aparece en los libros es que el pretendiente insistió en algo —no sabemos en qué, ya que falta todo el año de 1�86— pero la junta de 20/I/1�8� se lo negó 16. No está en las listas impresas de 1�92, 1�96, 1804, 1806 y 1812. NOTAS: los testigos casi no sabían nada sobre los abuelos y uno cometió perjurio. Se presentó y está una inf. de limpie‑za del hmno. O. S. A. (Chucándiro, 1�42). Por insuficientes tuvo que ampliar sus infs.; el cura de Chucándiro certificó no encontrarse en su parroquia las parts. del padre y de los abuelos paternos. Dijo el pre‑tendiente que era sobrino de Juan de Escobar y Llamas, dignidad de Valladolid y deán de Campeche, y que éste era a su vez sobrino nieto de Diego de Escobar y Llamas, virrey de Nva. España. Otros parien‑tes: el padre era primo hmno. de Juana de Arroyo, esposa de Juan de Villafuerte, hombre rico de Irapuato; la madre era tía de Ma. Vicuña y Piedra, esposa del regidor de Valladolid Fulano de Pagola.

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AVILES QUIROS Y MORA, JOSE JOAQUIN JULIAN: b. Culiacán 25/X/1�58. PADRES: Ignacio Avilés, b. Culiacán 30/VI/1�28. Ma. Ger‑trudis Quirós y Mora, b. Culiacán 15/XI/1�59; hmno.: Santiago Quirós y Mora. Ambos vecs. de Culiacán. ABUELOS PATERNOS: Cap. José Nicolás Avilés, b. Culiacán 5/IV/1682. Ma. Gertrudis Amarillas, b. Cu‑liacán 19/V/1686. Ambos vecs. de Culiacán. ABUELOS MATERNOS:

16 liBJun ii: f. 109 vta.

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Nicolás Quirós y Mora, b. Culiacán 12/III/1691. Ma. Isabel Verdugo, b. Culiacán 12/II/1693; hmno.: José Verdugo. Ambos vecs. de Culiacán. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Francisco Avilés y Francisca González. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Gral. Diego de Amarillas y Leonor de Medina y Siqueiros. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Cap. Alvaro de Quirós y Mora y Francisca de Valenzuela. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Nicolás Verdugo y Josefa de Cavanillas. APROBADA: �/VII/1�86 con la calidad de que hiciera constar que estaba ya recibido, cosa que hizo y se matriculó el 4/IV/1�88. NOTAS: un testigo dijo haber visto papeles sobre la nobleza y armas de los abuelos paternos. El pretendiente descendía de conquistadores. Se certificó no hallarse la part. bautismal de la madre pero se consiguieron informes de cuándo y dónde recibió las aguas.

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AVILES Y PRUNEDA, JOAQUIN CLEOFAS: b. parroquia de S. Pablo, Cd. de Méx., 26/IX/1�95; colegial porcionista del Rl. Semina‑rio de Méx., en 1825 era ministro del Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Occidente. PADRES: Lic. José Joaquín Julián Avilés y Quirós, del Col. de Abs. (véase), colegial del Seminario de Méx. Clara Ma. Pruneda y Belendes, b. Cuautitlán 13/VIII/1�64. Mat. en la parroquia de S. Miguel, Cd. de Méx., 1/VIII/1�89. ABUELOS PA‑TERNOS: Ignacio Avilés y Ma. Gertrudis Quirós, ambos defs. antes de VIII/1�89. ABUELOS MATERNOS: Manuel Antonio de Pruneda, b. Cuautitlán 1/IVI/1�4�; estudió en el Seminario de Méx., ¿ab. de la Aud. de Méx.? Feliciana Belendes y Ramírez, b. parroquia de S. Mar‑cos de Pue. I/VI/1�46; en segundas nupcias fue esposa del contador mayor de la Aud. de Cuentas Manuel del Campo Marín; hmnas.: Bár‑bara, Guadalupe y Francisca Belendes. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Juan Manuel de Pruneda y Ma. Manuela Tresgallo. BIS‑ABUELOS MATERNOS MATERNOS: Antonio Belendes y Bárbara Ramírez. APROBADA: no viene pero en el mismo exp. consta que se matriculó el 11/XII/1825. NOTAS: se identificó con su padre y el exp. contiene la inf. para el ingreso del pretendiente al Seminario.

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AYALA Y TRAVIESO, ANTONIO: b. parroquia de S. Miguel Cd. de Méx., 4/XI/1��3; clérigo pbro. del arzob. de Méx., ab. de la Aud. de Méx. PADRES: Antonio Francisco Ayala Travieso, b. Sto. Domin‑go de Bornos, Ronda, Andalucía, 4/XI/1�25; mtro. examinado en las Nobles Artes de Albeitería y Herraduría, def. antes de IV/1800. Juana Ma. Josefa Salas y Pérez (también de Villa) b. Sag. Met. 19/XII/1�51 como hija nat. ABUELOS PATERNOS: Francisco Antonio Ayala Tra‑vieso (también Travieso de Ayala), b. Ronda 13/III/1682. Ma. Bernar‑da Ximénez de Piña y ¿Almario o Armario?, b. Bornos 31/XII/1684. Velados en Bornos 2�/XI/1�03. Ambos vecs. del Pto. de Sta. Ma. ABUELOS MATERNOS: Juan Salas, b. Sag. Met. 18/IX/1�1�. Ce‑ledonia Petra Pérez, b. Sag. Met. 4/III/1�22; vda. de José Villa. Am‑bos vecs. de la Cd. de Méx. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Francisco Ventura de Ayala y Martínez (sic), nat. de Arriate, y Fran‑cisca Vázquez Barea y Travieso, nat. de Ronda. Ambos vecs. de Bor‑nos. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Domingo Ximénez Salazar y Rivera e Inés Tomasa de Piña y Armario (sic), ambos nats. y vecs. de Bornos. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Juan Salas y Ma. Encarnación González, nats. y vecs. de la Cd. de Méx. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Pedro Cayetano Pérez y Ana Ma. de Riva de Neira, nats. y vecs. de la Cd. de Méx. APROBA‑DA: 5/VIII/1800. NOTAS: se presentó, y no está en el exp., una inf. sobre los Ayalas (Bornos, 1�34); un libro en donde se testimoniaba la cédula que declaraba los privilegios de los maestros examinados en la Albeitería y Herraduría. Como sólo se tenía como liberal el oficio de herrador si al mismo tiempo se ejercía el de albéitar, se ordenó al pretendiente exhibir el título de su padre donde se hiciera constar que profesaba ambos; también se le mandó ampliar la inf. sobre el cono‑cimiento de los abuelos paternos. El pretendiente cumplió con ambas cosas y, además, probó que su padre llegó a ser visto con distinción ya que se le autorizó a llevar uniforme y una insignia. En cuanto a la madre sucedió algo curioso, aparecía como hija legítima pero era nat., por lo que nuestro letrado tuvo que enmendar su part.

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AZCARATE Y LEZAMA, JUAN FRANCISCO: b. Sag. Met. 16/VII/1�68; br., colegial de S. Pedro y S. Pablo y S. Ildefonso de Méx.; hmnos.: Br. José Ignacio, cura de Alahuixtlán, y Fr. Manuel Diego de Azcárate, corista de S. Cosme de Méx. PADRES: José Andrés de Az‑cárate, b. Anzuola, Guipúzcoa, 18/XI/1�35. Ma. Manuela Lezama, b. Sag. Met. 30/XI/1�44; hmno.: Isidoro Antonio Lezama, comerciante. ABUELOS PATERNOS: Juan Bautista de Azcárate, b. Anzuola 26/VII/1�00. Ana Bautista de Aguirre Urreta, b. Anzuola 2�/X/1�? Mat. en Anzuola 25/IX/1�31. ABUELOS MATERNOS: Antonio de Leza‑ma, nat. Cd. de Santander, comerciante en la Cd. de Méx., tercero O. F. M. y fundador de los terceros de la Merced. Juana Teresa Meninde y Velarde, nat. Méx. Mat. en la parroquia de S. Miguel, Cd. de Méx., 5/I/1�33. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Miguel García de Azcárate y Ana Ma. de Lascurain, ambos nats. y vecs. de Anzuola, el primero hijo de Martín García de Azcárate y de Antonia de Zubía, la segunda de Francisco de Lascurain y de Mariana Pérez de Jáure‑gui. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Domingo de Aguirre Urreta y Manuela de Mendizábal, el primero hijo de Esteban de Urreta (sic) y de Ma. de Eguren, y la segunda de Antonio de Mendizábal y de Ma. de Azcárate, todos nats. y vecs. de Anzuola. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: 22/XI/1�90. NOTAS: no apa‑recieron las parts. bautismales de sus abuelos maternos; el pretendien‑te juró haber hecho todo lo posible por obtenerlas.

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AZEVEDO Y GURTUBAY, JOSE LUIS DE: b. Stgo. de Qro. 22/VI/1��9; colegial del Seminario de Méx. y clérigo pbro. PADRES: Juan Manuel de Azevedo, b. Stgo. de Qro. 21/VII/1�58; hmno.: Crnl. Pedro de Azevedo. Ma. Josefa Joaquina Gurtubay, b. Sag. Met. 1�/VII/1�54; cuñada del Lic. José Mariano de Zozaya (véase). Ambos vecs. de Qro. ABUELOS PATERNOS: Pedro Antonio García de Aze‑vedo, b. S. Cristóbal de Briallos, arzob. de Compostela, Galicia, 26/

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XII/1680 (sic); dueño de ranchos en Qro. donde dizque fundó mayo‑razgo. Ana Felipa Calderón y Herrera, b. Stgo. de Qro. 8/II/1�39; su yerno era el Lic. José Mariano de Arce y un hijo de éste fue el Lic. Juan Antonio de Arce y Azevedo (véanse). ABUELOS MATERNOS: Jerónimo de Gurtubay, b. Pátzcuaro 8/IX/1�25; asentista de los ga‑llos en Qro.; hmnos.: Juan Bautista y José Antonio de Gurtubay. Ana Ma. Josefa del Castillo, b. Sag. Met. 4/V/1�32. BISABUELOS PA‑TERNOS PATERNOS: José Lorenzo de Azevedo (sic) y Ma. García. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Julián Conejo Calderón y Rosa Ma. de Herrera (sic). BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Juan Bautista de Gurtubay, nat. de Elorrio, Vizcaya, alcalde mayor de Pátzcuaro. Ana Ma. Lugarda de Figueroa, nat. de Guad., hija de Anto‑nio Santos de Figueroa y de Magdalena de la Peña y hmna. del ab. y pbro. José Antonio y del pbro. Baltasar de Figueroa y de la Peña. BIS‑ABUELOS MATERNOS MATERNOS: Manuel del Castillo y Ma‑nuela Durán de Sicilia. APROBADA: 16/IV/1806. NOTAS: incluye una inf. de legitimidad e hidalguía levantada a favor de Jerónimo, José Antonio y Juan Bautista de Gurtubay y Figueroa por su padre, Juan Bautista de Gurtubay, en 1�42 en Guad.

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AZOÑOS Y QUINTANA, AGUSTÍN DE: b. Toluca 4/V/1���; ab. de la Aud. de Méx. PADRES: Nicolás de Azoños, b. S. Miguel Zinacantepec 21/II/1�42. Teresa Quintana, b. Toluca 22/XII/1�38. Ambos vecs. de Toluca. ABUELOS PATERNOS: Nicolás de Azoños, b. colegiata de Santander, España, �/XII/1692. Bárbara de Berra, b. Toluca 19/III/1�11. ABUELOS MATERNOS: Juan Manuel de Quin‑tana, b. Lerma, arzob. de Méx., 13/IX/1�0�. Ma. Teresa de Peñaloza, b. Lerma, arzob. de Méx., 20/X/1�08. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Antonio de Azoños Herrera Calderón y Manuela de Pa‑lacio. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Cap. José de Berra, cab. de Stgo., y Ma. Gutiérrez Martínez. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Juan de Quintana e Isabel de Uribe (también Fernán‑dez de Uribe). BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Sebastián de Peñaloza y Josefa Servín. APROBADA: �/X/1802. NOTAS: los ascendientes

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eran comerciantes y agricultores. Faltaban comprobaciones de tres parts. y se mandó a los comisionados cotejar los libros parroquia‑les, cosa que hicieron. Los Azoños y Berras tenían fama de nobles ejecutoriados.

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BANDERA Y FIGUEROA, MANUEL MAXIMO DE LA: b. Sag. Met. 6/VI/1�51; confirmado ahí 5/II/1�64, ab. de la Aud. de Méx., co‑legial que fue del Seminario Tridentino de Méx. PADRES: Francisco Javier de la Bandera y Amil, b. S. Mamed de Villar, ob. de Tuy, Gali‑cia, 3/XII/1�06; corredor de número del Comercio de Méx. y jubilado del Rl. Consulado. Manuela de Figueroa y Zúñiga (también Figue‑roa y Martínez), b. Sag. Met. 2�/XII/1�25. ABUELOS PATERNOS: Juan de la Bandera, b. S. Mamed 10/IX/16�0. Catalina de Amil, b. S. Mamed 4/XI/16�3. Ambos vecs. de S. Mamed. ABUELOS MATER‑NOS: Felipe de Figueroa y Zúñiga, nat. de Galicia. Ma. Ana Martínez de Castro, b. Cuernavaca 18/I/1�00. BISABUELOS PATERNOS PA‑TERNOS: Domingo de la Bandera y Ana Ferreyra. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Francisco de Amil y Ma. de Seoane. BIS‑ABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Antonio Martínez (sic) y Ma. Gertrudis Caballero. APROBADA: 16/III/1�81 con la calidad de traer la part. del abuelo materno en el término de dos años. NOTAS: se presentó una inf. sobre el padre (II/1�39). Los testigos no declararon sobre el conocimiento de los abuelos paternos y sólo dos afirmaron haber tra‑tado a los maternos.

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BARBERI, JUAN JOSE: estudió en el Col. de Cristo de Méx. PA‑DRES: Juan Jerónimo Barberi, nat. de Génova, Italia, comerciante de géneros y minero, por algún tiempo recaudador de las Rls. Alcabalas de Temascaltepec, tercero O. F. M. Ma. Ignacia de Ysla, nat. de la Cd. de Méx., tercera O. F. M. ABUELOS PATERNOS: no los da. ABUELOS

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MATERNOS: Juan Francisco de Ysla, nat. de Texcoco e hijo nat. re‑conocido, y Juliana Gertrudis de Trejo, nat. de Qro. Ambos vecs. de la Cd. de Méx. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: 4/V/1�64. NOTAS: presentó la autorización dada en 1�20 por la Casa de Contratación para que pasara su padre a Méx. con el propósito de llevar a cabo ciertos nego‑cios. También está una inf. de limpieza del abuelo materno con depo‑siciones de 18 testigos (ca. 1695). Ya no se hallan cuatro parts. cuya exhibición consta.

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BARBERI Y LLANO, MIGUEL MA.: b. Sag. Met. 3/X/1��4; br. en Cánones, pasante con dispensa de diez meses y medio de práctica, ab. de la Aud. de Méx. (26/V/1800); hmno.: un cadete del Rgmto. Fijo de Pue. PADRES: Lic. Juan José Barberi, ex rector del Col. de Abs. (véase). Ma. de Jesús Llano, b. Sag. Met. 3/I/1�56; def. antes de 1800. ABUELOS PATERNOS: José Jerónimo Barberi y Ma. Ignacia de Ysla. ABUELOS MATERNOS: Francisco de Llano y Urresti y Ma. Ignacia de Ibarra. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBA‑DA: falta, pero consta que sus infs. fueron aprobadas sin más trámites en la junta de 19/XII/1800 y se matriculó el 20/XII/1800; según una nota marginal en el LIBMAT falleció en 1808 1�. NOTAS: se presentó, y no está en el exp., la ejecutoria del abuelo materno. Se identificó con su padre y faltan las parts. de la línea materna del pretendiente; en cambio están otras que no sabemos cómo se relacionan con la fa‑milia de nuestro letrado: 1. def. de Juan Suárez de Ribera (Uruapan 14/VIII/1�80), dejó vda. a Ma. Antonia Mercado y tenía 55 años de edad; 2. b. Acámbaro 8/II/1�4� de Ma. Gertrudis, hija de José Alducin y de Ma. Rivera Valladares; 3. b. Sag. de Valladolid de Mich. de Ma.

1� liBJunseC i: f. 101 fte. liBMat: f. 26 vta.

ALEJANDRO MAYAGOITIA Y HAGELSTEIN

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de los Dolores, hija de José Pereda y de Ma. Teresa Loyola, vecs. de Valladolid.

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BARCENA Y MANZANO, FELIPE DE LA: catedrático del Semi‑nario de Méx., ab. de la Aud. de Méx.; hmno.: Lic. José de la Bárcena y Manzano, del Col. de Abs. (véase). APROBADA: 1�/X/1��1. NO‑TAS: se identificó con su hmno. y falta su part.

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BARCENA Y MANZANO, JOSE DE LA: nat. de Guad., estudió ahí en el Seminario y luego en el Tridentino de Méx., fue catedráti‑co propietario de Cánones; hmnos.: Fr. Pedro (O. F. M. en Jalisco) y Felipe de la Bárcena, luego ab. del Col. (véase). PADRES: Ildefonso de la Barrera, nat. de Carreña, concejo de Cabrales, ob. de Oviedo, comerciante grueso en Guad.; hmnos.: Cap. Alberto, vec. del valle de Banderas, provincia de Jalisco, y José de la Bárcena, clérigo pbro. del arzob. de Méx. y colegial del Seminario de Méx. Ana Ma. Manzano, nat. de Guad. ABUELOS PATERNOS: Francisco de la Bárcena y Ma. Magdalena de Noriega, nats. de Carreña. ABUELOS MATERNOS: Juan Martín Manzano, nat. de Sayula, y Micaela Ortiz de Velasco, nat. de Colima. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da.APROBADA: 19/VI/1��0. NOTAS: suplió la part. de su abuelo materno con una inf. recibida en la Secretaría de Cá‑mara del ob. de Guad. Faltan todas las parts.

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BARCO Y SOTO POSADA, JOAQUIN MARIANO DEL: nat. de Guad., vistió la beca rl. en S. Ildefonso de Méx. (1�80), br. en Artes y

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Cánones de la Universidad de Méx., practicó por más de tres años, ab. de la Aud. de Méx., pbro. PADRES: Domingo Hipólito del Barco y Landecho, b. parroquia de Stgo. de Bilbao 14/VIII/1�32; contador de las Cajas de Sombrerete, Guadalajara y Ver.; hmnos.: Francisco Am‑brosio (b. Stgo. de Bilbao 16/X/1�40, pasó a Indias), y Nicolás Vicen‑te (diputado gral. electo y regidor capitular de Bilbao). Ma. Rita Soto Posada y Ayala, nat. de Guad. ABUELOS PATERNOS: Domingo del Barco y Urquijo, b. parroquia de los Stos. Juanes 4/VII/1�05; diputado gral. y alcalde de Bilbao. Antonia Josefa Landecho Castaños, b. Stgo. de Bilbao, 12/VI/1�08; hmno.: Joaquín Antonio, diputado gral de Vizcaya y alcalde de Bilbao. Mat. en Stgo. de Bilbao 19/XI/1�25. ABUELOS MATERNOS: Antonio Soto Posada, nat. de Cocula, alguacil mayor de la Aud. de Guad. Joaquina Ayala y Natera, nat. de Cocula. BISABUE‑LOS PATERNOS PATERNOS: Juan Antonio del Barco, b. Stos. Jua‑nes de Bilbao 6/XII/16�3; cab. de Alcántara y diputado gral. de Bilbao; hijo de Nicolás Antonio del Barco, cab. de Alcántara y diputado gral., y de Francisca Antonia de Ocariz, vecs. de Bilbao; nieto paterno de Ga‑briel del Barco y de Antonia Ormaechea (también Hormaeche); nieto materno de Baltasar de Ocariz y de Antonia de Ceciaga (también Ze‑zeiaga). Juana Ventura de Urquijo, b. Ntra. Sra. de la Begoña de Bilbao 29/IX/1681 (part. en la parroquia de Stgo.); hmno.: Javier de Urquijo, regidor y diputado gral. de Bilbao. El mat. Barco‑Urquijo en Stgo. de Bilbao 21/X/1�03; la dicha Da. Juana Ventura fue hija de José de Ur‑quijo, regidor y alcalde de Bilbao, prior de su Casa de Contratación, y Mariana de San Martín (mat. en Stgo. de Bilbao 11/VIII/16�8; hmna. del cab. de Stgo. Antonio de San Martín); nieta paterna de Martín de Urquijo y de Ma. Cruz de la Cruz; nieta materna de Juan López de San Martín y de Agueda (también Angela) de Aguirre. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: José Pablo de Landecho y Aranguren, b. Stos. Juanes de Bilbao 2�/I/1681; segundo diputado gral. y varias veces regidor y alcalde de Bilbao; hmno.: Juan Martín de Landecho, diputa‑do gral. y varias veces regidor y alcalde de Bilbao; hijo de Agustín de Landecho, varias veces regidor y alcalde de Bilbao, y de Ma. Antonia de Aranguren (mat. en S. Antonio Abad de Bilbao 8/VI/1662); nieto paterno deJuan de Landecho y de Ma. Ortiz de Ormache; nieta mater‑na de Martín de Aranguren y de Angela de Guerra. Josefa Ignacia de

ALEJANDRO MAYAGOITIA Y HAGELSTEIN

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Castaños y Salzedo (sic), b. Ntra. Sra. de Begoña de Bilbao 2/IX/1685; hmno.: José Antonio varias veces regidor y alcalde de Bilbao. El mat. Landecho‑Castaños en Stgo. de Bilbao 29/I/1�03; la dicha Da. Josefa Ignacia era hija de José de Castaños, cab. de Stgo. y alcalde de Bilbao, y de Ursula Teresa de Salzedo (sic), mat. en Stgo. de Bilbao 5/VIII/1680); nieta paterna de Miguel de Castaños, cab. de Stgo., y de Ma. Antonia de Montaño y Castillo, vecs. de Bilbao; nieta materna de Francisco de Sierra Alta (sic), cab. de Stgo., y de Ma. Ventura de Yraurgue, vecs. de Castro‑Urdiales y Bilbao. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los conocemos. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los concemos. APROBADA: sin más trámites en la junta de 5/I/180� y se matriculó, mediante poder otorgado al procurador de la Aud. José Andrés Alcántara, el 2�/I/180� 18. NOTAS: lo único que se encuentra en el archivo del Col. es un libro encuadernado en terciopelo carmesí que contiene la rl. provisión de nobleza despachada por la Rl. Aud. y Chancillería de Valladolid en favor de Domingo del Barco y Urquijo el 24/V/1�64 (rl. cédula auxiliatoria 31/VII/1�64). Los demás datos los hemos obtenido de una relación de méritos y servicios del pretendiente (Méx., II/1801) 19. Todas las casas solares de los Barcos se encontraban en Vizcaya. Es de notar que además de los hábitos mencionados, tres hmnos. de Ursula Teresa de Salzedo, llamados Francisco Antonio, Ma‑nuel y Miguel, fueron, el primero, cab. de Calatrava, y los otros dos de Stgo.

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BARONA (también VARONA) MEDINILLA, ANDRES MARIA‑NO: b. Ocuilá 6/XII/1�68; colegial del Seminario de Méx.; hmno.: Angel Barona. PADRES: Carlos Jerónimo Barona Medinilla, b. S. Nicolás de las villas unidas de Pancorbo, montañas de Burgos, 11/XI/1�03; comerciante en Chalma. Ana Francisca de Mendoza, b. Ix‑tlahuaca 20/IV/1�33. Mat. en Malinalco. ABUELOS PATERNOS:

18 liBJunseC i: f. 151 fte. liBMat: f. 57 fte.19 archivo General de la nación, México. d. F.: ramo universidad, t. 131, s. fs.

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Jerónimo Barona Medinilla, b. villa de Sta. Ma. de Riba Redonda 16/IX/16�4. Juana Gómez de Fonseca. Mat. en la parroquia de las villas unidas de Pancorbo 22/I/1698. ABUELOS MATERNOS: Miguel de Mendoza, b. S. Francisco Ixtlahuaca �/X/1669. Ma. Francisca Gonzá‑lez de Aragón, b. Ixtlahuaca 3/V/1�11; comerciante en Tianguistengo. Mat. en S. Felipe el Grande 25/IV/1�31. Ambos vecs. del partido de S. Felipe el Grande en S. Juan de las Manzanas. BISABUELOS PA‑TERNOS PATERNOS: Gonzalo Barona Medinilla y Francisca Joven, vecs. de Sta. Ma. El primero hijo de otro Gonzalo Barona Medinilla y de Casilda González de Ayes, vecs. de Verzosa. La segunda hija del Dr. José Joven y de Casilda Jerónima de Bocanegra, vecs. de Sta. Ma. y de Pancorbo. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Alonso de Mendo‑za, hacendado, y Agustina de Bolaños. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Francisco Javier González (sic) y Gertrudis de Piña. APROBADA: 1�/X/1�9�. NOTAS: en el exp. está la inf. para ingresar en el Seminario de Méx.

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BARQUERA (también SANCHEZ DE LA BARQUERA), JUAN MA. WENCESLAO: b. Stgo. de Qro. 22/IV/1��9; inició sus estudios en el Col. de S. Francisco Javier de Qro. y los terminó en S. Ildefonso de Méx. PADRES: Francisco Sánchez de la Barquera, b. S. Mateo Hui‑chapan 16/IX/1�44; cuatro años después de haber enviudado profesó en Méx. como recoleto O. F. M. y fue varias veces guradián (en Topo‑yango y Huaquechula). Juliana Manuela Morales y Bocanegra, b. S. Juan del Río 12/I/1�53. ABUELOS PATERNOS: Manuel Barquera, b. S. Mateo Huichapan 8/V/1�18. Juana Ma. García de Anaya, b. S. Ma‑teo Huichapan 29/VII/1�28. Ambos vecs. de Huichapan. ABUELOS MATERNOS: Manuel Morales, b. S. Juan del Río 19/II/1698. Ana de Bocanegra, b. S. Juan del Río 21/I/1�16. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Miguel Sánchez de la Barquera y Francisca García de Avila. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Luis García y Efi‑genia de Anaya. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Juan de Morales y Ma. Enríquez. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS:

ALEJANDRO MAYAGOITIA

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Nicolás Rafael de Bocanegra y Ma. Rojo. APROBADA: 1�/I/1810. NOTAS: los testigos declararon que los Barqueras eran descendientes de una casa solariega en S. Vicente de la Barquera, Asturias. Parientes: monjas en los conventos de S. Juan de la Penitencia, La Enseñanza, S. José de Gracia, La Concepción y S. Bernardo de la Cd. de Méx.; un primo del padre era administrador de rentas en Huichapan.

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BARREDA, JOSE FRANCISCO: b. Sag. Met. 13/IX/1�89. PA‑DRES: José de Barreda y Yebra, nat. de Santillana, Santander, tnte. de las Milicias de Tlax. Ma. Josefa Delicado, b. parroquia de Sta. Cata‑rina, Cd. de Méx., 14/XI/1�52. ABUELOS PATERNOS: Antonio de Barreda y Yebra y Ma. de Quijano, nats. de Santillana. ABUELOS MATERNOS: José Delicado, nat. de Alcalá de Henares. Rita de la Fuente y Garnica, nat. de Toluca. Mat. en el Sag. Met. 2�/VII/1�50. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: 1�/II/1813 con la calidad de que en un año trajera las parts. que le faltaban, incluyendo una que estaba en Toluca. NOTAS: la Aud. dispensó el 6/XI/1812 las parts. del padre y de los cuatro abuelos con término de un año para presentarlas. De cualquier modo el promotor solicitó que se ampliaran las infs. porque los testi‑gos sólo depusieron de oídas respecto de los abuelos, y que se probara con tres testigos que el pretendiente efectivamente había tratado de conseguir la part. bautismal de la abuela materna ya que pretendía su‑plirla con la de mat. La junta le admitió sólo con la calidad establecida por la Aud.

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BARRERA Y ANDONEGUI, FRANCISCO JAVIER DE LA: b. Sag. Met. 4/VIII/1�66; vec. de la Cd. de Méx. PADRES: Antonio de la Barrera, b. Rl. y Minas de Zimapán 29/IX/1�28, recibido en el becerro

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de nobles de la Cd. de Méx. Catarina Andonegui, b. parroquia de la Asunción, Rl. y Minas de Pachuca, 15/XI/1�32. ABUELOS PATER‑NOS: Antonio de la Barrera, b. Zimapán 30/VII/1�01. Josefa Martínez Castañeda, b. Mixtepec, provincia de Oax., 3/IV/1�0�. Ambos vecs. de Zimapán. ABUELOS MATERNOS: Miguel Andonegui y Barreda, nat. Bilbao, Vizcaya. Bárbara Manuela de Umarán, b. parroquia de la Asunción de Pachuca, 20/VII/1�08; hmno.: Juan de Umarán, regidor de Méx., gobernador del Estado y Marquesado del Valle de Oax. Mat. en la parroquia de la Asunción, Pachuca, 26/VII/1�25. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Agustín de la Barrera y Antonia Muñoz, el primero hijo de Juan de la Barrera y de Agustina Ortiz de Hinojosa. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Francisco Castañeda (sic) y Josefa de Medina. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Pedro de Umarán y Catarina Ortiz. APROBADA: 1�/I/1�90. NOTAS: presentó una inf. de la Cd. de Méx. acerca de los méritos y nobleza del padre; seis par‑ts. bautismales y suplió una que le faltaba con otra de matrimonio; una inf. de hidalguía de su padre (Zimapán, 1�66); una inf. sobre la limpieza y legitimidad de su madre (Pachuca, 1�6�); testimonios de documentos sobre los méritos de sus ascendientes; una inf. concer‑niente a Agustín de la Barrera, levantada en Zimapán, y otra tocante a la hidalguía de José de la Barrera. Casi todo se devolvió. La abuela materna era sobrina del chantre de Méx. Fernando Ortiz.

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BARRERA Y TRONCOSO, MANUEL DE LA: b. Sag. Met. 25/IV/1�96; colegial de S. Ildefonso de Méx. PADRES: Ignacio de la Barrera y Andonegui, b. Sag. Met. 2�/IX/1��2; hmno.: Lic. Francisco Javier de la Barrera, asesor de Artillería y ab. del Col. (véase). Ma. Francisca Troncoso y Acosta, b. Sag. Met. 26/IV/1�64. ABUELOS PATERNOS: Antonio de la Barrera y Castañeda y Catarina Andone‑gui. ABUELOS MATERNOS: José Antonio Troncoso, b. Tacubaya 21/V/1�30; escribano rl. y público. Mariana de Acosta, b. Sag. Met. 24/X/1�32. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BIS‑ABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS

ALEJANDRO MAYAGOITIA

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MATERNOS PATERNOS: Claudio Troncoso y Josefa Sánchez, vecs. deTacubaya. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Diego de Acosta y Ma. Simona de Medina. APROBADA: no aparece en el exp. pero sus infs. fueron aprobadas, sin más trámites, el 19/XI/1818 y se matriculó al día siguiente 20. NOTAS: toma las parts. de sus abuelos paternos de la inf. de su tío carnal.

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BARRERO Y MIER, FRANCISCO: b. Stgo. de Cuba 22/III/1��3. PADRES: Francisco Barrero Peláez, nat. del lugar de Villaormes, con‑cejo de Llanes, b. S. Miguel de Hontoria, Llanes, 16/XI/1�41; fiscal de la Rl. Hda. de Stgo. de Cuba con honores de oidor de la Aud. de Sto. Domingo, promovido al Rl. Tribunal de Cuentas de Méx. como orde‑nador de segunda clase (1�93). Francisca de Mier, b. Stgo. de Cuba 8/X/1�43; hmna. entera del tesorero oficial rl. de Pue. Pedro López de Mier. ABUELOS PATERNOS: Gonzalo de Barrero Rotella, nat. de Vi‑llormes o Peñamellera, administrador gral. de Rentas Rls. y del Tabaco en Gijón. Ma. del Cueto, nat. y vec. de Villaormes. ABUELOS MA‑TERNOS: Toribio de Mier, nat. del lugar de Abandames, Montañas de Santander, vec. de Stgo. de Cuba. Ma. del Castillo, nat. y vec. de Stgo. de Cuba. Mat. en el Sag. de Stgo. de Cuba 5/VII/1�39. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MA‑TERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Pedro López de Mier y Ma. Caraves. BISABUELOS MATERNOS MATER‑NOS: Gregorio López del Castillo e Isabel Izquierdo. APROBADA: 19/I/1801. NOTAS: sólo presentó tres parts. de bautismo y una de mat., para suplir la falta de las de los abuelos paternos exhibió rl. cédula de 23/V/1�91 que concedió a su padre honores de oidor. Se aprobó con la calidad de que jurara haber hecho todas las diligencias necesarias para obtener los papeles que le faltaban. Fue pariente de los Barreros el in‑quisidor Juan de Barrero; y de los Mieres: el inquisidor decano Juan de Mier y Villar y el oidor Cosme de Mier Trespalacios.

20 liBJunseC ii: f. 45 vta. liBMat: f. 89 fte.

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BARRON Y PALACIOS, CARLOS: b. Rl. y Minas de Fresnillo 8/XI/1�64; confirmado ahí en 1�66, era br. y vec. de Méx. PADRES: Francisco Barrón y Palacios, b. Fresnillo 23/IV/1�49; síndico procu‑rador y alcalde ordinario de Fresnillo donde era minero y hacendado. Ma. Rafaela de Oliva (también Olivas), b. Fresnillo 31/III/1�54; def. antes VI/1�98. Ambos vecs. de Fresnillo. ABUELOS PATERNOS: José Barrón y Palacios, b. pueblo de Stgo. Tecozautla, Huichapan, 26/III/1�13; vec. de Fresnillo desde ca. 1�24, regidor, alcalde provincial, síndico procurador y alcalde ordinario de Fresnillo donde fue minero y hacendado. Brígida Rodríguez, b. Fresnillo 5/XII/1�14; vec. y def. Fresnillo 22/VI/1�82 bajo testamento (part. en la parroquia de Fres‑nillo). Mat. en Fresnillo 6/I/1�32. ABUELOS MATERNOS: Bernar‑do de Oliva, b. Fresnillo 30/VIII/1�24. Antonia Carrillo, b. Fresnillo 2�/IX/1�2�. Ambos vecs. de Fresnillo. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Francisco Barrón y Palacio y Lugarda Gertrudis de Pe‑rales. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: según b. de Brígida Rodríguez eran desconocidos, según su mat. era hija nat. de José Ro‑dríguez (def. antes 1�32), según su part. de entierro era hija légitima de Pedro José Rodríguez y de Ma. Petra del Castillo. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Miguel de Oliva y Rosa de Viterbo (sic). BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Onofre Carrillo y Ma. de Fleites. APROBADA: 2/VIII/1�98. NOTAS: presentó una inf. acerca de sus costumbres y limpieza (Fresnillo, 1�86).

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BASAIL Y VETANCURT, MANUEL LUCIO: b. Sag. Met. 9/VII/1�58, colegial de erección del Rl. Col. de S. Juan de Letrán, ab. de la Aud. de Méx. PADRES: Francisco Antonio Basail, b. de Dgo., Viz‑caya, 1�/V/1�29; oficial de la Secretaría del Virreinato y luego oficial segundo de la Contaduría de Alcabalas de Méx., vec. de Méx. Mariana Vetancurt, b. Cuernavaca 9/XII/1�34. ABUELOS PATERNOS: Juan Santos de Basail, nat. de Yurreta, juris. de Dgo. Ma. Nicolasa Masme‑la, nat. de Dgo. ABUELOS MATERNOS: Buenaventura Vetancurt, b.

ALEJANDRO MAYAGOITIA

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Cuernavaca 30/VII/1690 Mariana Gutiérrez García y Piedra, nat. de Pue., consiliaria de los terceros O. F. M. en Cuernavaca (profesó ahí 10/XI/1�26), se incorporó a los de Méx. el 4/V/1��1. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Juan de Basail, nat. de Axpe. Lorenza de Ugarte, nat. de Yurreta, ambos vecs. de ahí. BISABUELOS PATER‑NOS MATERNOS: Antonio de Masmela y Josefa de Lariz e Yturria‑ga, nats. y vecs. de Dgo. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: José Vetancourt y Juana de Hinojosa. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: 18/I/1�83. NOTAS: se apro‑baron las pruebas con término ultramarino para traer las parts. de sus abuelos paternos. Suplió la de la abuela materna con testimonios acer‑ca de su incorporación a la Orden Tercera O. F. M.

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BAZO YBAÑEZ, JOSE MANUEL FRANCISCO: b. Sag. Met. 18/VI/1�61; ab. de la Aud. de Méx. PADRES: Francisco Bazo Ybáñez, b. Sta. Ma. de la Asunción, villa de Viguera, Rioja, 6/IV/1�18; regidor y alcalde ordinario de Méx., elector, diputado y cónsul del Tribunal del Consulado de Méx. Clara de Arechaga, b. Sag. Met. 1�/IX/1�35; def. antes de XII/1�84. ABUELOS PATERNOS: Manuel Bazo Ybáñez, b. Viguera 4/I/1689; labrador, alcalde ordinario de Viguera. Ma. de San Martín, b. Viguera 18/IV/1692. Ambos vecs. de Viguera. ABUELOS MATERNOS: José Manuel de Arechaga, b. Bilbao 2/I/1692; vec. de Méx., comerciante y almacenero, cónsul del Tribunal del Consulado de Méx. Ma. Teresa Sáenz Rico, b. Ver. 18/X/1�13. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Juan Bazo Ybáñez y Angela Martínez Es‑cudero, vecs. de Viguera. El primero hijo de Pedro Bazo Ybáñez y de Mariana Lerdo; la segunda de Diego Martínez Escudero y de Isa‑bel Yniguez. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Juan de San Martín e Isabel de Madrid, vecs. de Viguera. El primero hijo de Roque de San Martín y de Ma. García Herrerías; la segunda de Pedro de Madrid y de Ana Fernández de Tejada. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Gaspar Sáenz (también Sáez) Rico, nat. Yanguas, Rioja, regidor y al‑calde ordinario de Ver., y Clara de Monterde, vecs. de Ver. APROBADA:

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1�/I/1�85. NOTAS: se vio la ejecutoria y certificación de armas de los Arechagas dada por el rey de armas Juan Alfonso Guerra y Sandoval (Madrid, 29/XI/1�52).

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BELTRAN, JOSE MANUEL: b. Sag. Met. 3/VII/1�54; ab. de la Aud. de Méx., luego lo fue de pobres de la Curia Eclesiástica, asesor del Rl. Tribunal del Protomedicato, tesorero del Monte Pío de Minis‑tros y ab. fiscal del Monte Pío de Animas. PADRES: Lic. Francisco Beltrán del Río, nat. Ahualulco de Nva. Galicia, estudió Gramática en el Seminario de Guad., relator del Crimen de la Aud. de Méx. Juana An‑tonia González de Elguizábal Olaeta Pérez Mendívil, b. parroquia de S. Miguel Arcángel, Cd. de Méx., 3/X/1�26; hmna.: Sor Ma. Manuela de la Sangre de Cristo, monja profesa de Regina en Méx. ABUELOS PATERNOS: Jacinto Atanasio Beltrán y Juana Petrona de San Juan, nats. y vecs. de Ahualulco. ABUELOS MATERNOS: Francisco Gon‑zález, b. parroquia de la Asunción de Ver. 16/XII/1694. Teresa Olaeta y Pérez, b. parroquia de S. Jacinto, S. Angel, 20/X/1692; hmnos.: Fr. José de la Santísima Trinidad (carmelita), Sor Teresa de Sto. Domin‑go (carmelita), Fr. José (O. F. M.) y Fr. Luis de Olaeta (dieguino). BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: alférez Miguel González Huidobro y Dionisia Ramos y Guines. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Gabriel de Olae‑ta y Ma. Pérez. APROBADA: 1�/I/1�80. NOTAS: no pudo presentar las parts. de sus abuelos paternos porque se quemó el libro donde esta‑ban, las suplió con la de matrimonio que ya no está en el exp.; tampoco está la del padre. Parientes de los Olaetas: Fr. Francisco Javier de S. Angel (carmelita); Cayetano Ignacio Jesús Ranero Pando y Olaeta, cura y juez eclesiástico de Chalco, recaudador de la Mitra de Méx., ca‑lificador y expurgador del Sto. Oficio; Br. Antonio Pando, proveedor del Sto. Oficio; Br. Ignacio Rendón, vicario de Mixcoac; e Ildefonsa Pérez, condesa de Sta. Ma. de Guadalupe del Peñasco. La madre era prima del cura de Chalco Br. Cayetano Ranero y Olaeta. Los Beltranes y San Juanes eran comerciantes de recuas y tenían tienda de ropa en

ALEJANDRO MAYAGOITIA

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Ahualulco; parientes de los primeros fueron: el Dr. Miguel Camarena, prebendado de Guad.; Dr. Antonio García; Pbro. Dr. Pedro Beltrán; y Francisco de Ubiarco, alguacil mayor de la Aud. de Guadalajara. Se presentaron trece testigos, más tres declaraciones certificadas.

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BERAZUETA, JOSE IGNACIO: b. Sag. Met. 24/VII/1��4; estu‑dió Leyes enValladolid (España) y se doctoró en Alcalá, tnte. letrado y asesor ordinario de la intendencia de Pue. PADRES: Pedro José de Berazueta, b. lugar de Oyéregui, valle de Bertizarana, Navarra, 23/I/1�44; sirvió en el Rgmto. Urbano de Méx. y se le concedió el retiro cuando era cap. de granaderos con el grado de tnte. crnl., diputado del Común de Méx. Ma. Gertrudis de Udías, b. Sag. Met. 6/IV/1�55; def. ca. 1804 en Méx. Mat. en el Sag. Met. 2�/VI/1��3. ABUELOS PA‑TERNOS: Pedro de Berazueta, b. parroquia de la Asunción de Aranaz 12/V/168�; dueño de la casa de Osimburua. Teresa Oarriz, b. lugar de Oronoz, valle del Baztán, 14/X/1�10; de la casa de Mugaeribexea (o Mugaeriberea); hmno.: Juan Francisco de Oarriz, vec. de Pamplona. ABUELOS MATERNOS: Román Antonio de Udías, b. parroquia de Ntra. Sra. de los Angeles, S. Vicente de la Barquera, ob. de Santander, 1�/X/1�28; vec. de Méx., miembro de la Cofradía del Sr. de Burgos, tesorero de la Rl. Casa de Moneda de Méx. Ma. Josefa de Arnedo, b. Sag. Met. 11/IV/1�39. Mat. en el Sag. Met. 1/XII/1�53. BISABUE‑LOS PATERNOS PATERNOS: Pedro de Berazueta, nat. del valle de Aranaz, vec. de Oyéregui y dueño de la casa de Osimburua. Ma. Mi‑caela de Yrigoyen, nat. y vec. de Oyéregui, de la casa de Yrigoyen. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Pedro de Oarriz, nat. y vec. de Oronoz, dueño de la casa de Mugaeribexea. Ana Ma. de Bor‑da, de la casa de Arrechea, villa de Maya, valle del Baztán, vec. de Oronoz. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: José de Udías y Francisca Fernández de Arbejal. El primero hijo de Diego de Udías y de Juana de la Madrid, nieto paterno de Diego de Udías Carrillo y de Catalina de Norena y nieto materno de Lorenzo de Madrid y Toribia Salas, todos vecs. de S. Vicente. La segunda fue hija de Gonzalo Fer‑nández de Arbejal y de Francisca de Udías, nieta por línea paterna de

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otro Gonzalo Fernández de Arbejal y de Ma. de la Vega, y por la línea materna de Román de Udías y de Francisca de Ruiloba, todos vecs. de S. Vicente. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Ambrosio de Arnedo y Marín, contador del Sto. Oficio de Méx. Antonia de Xayme y Ochoa (sic), b. Sag. Met. 11/VI/1�15; hija de Francisco Xayme y de Ma. Guevara (también Ladrón de Guevara) (sic). El mat. Arnedo‑Xay‑me en el Sag. Met. 15/VIII/1�33. APROBADA: 15/IX/1806. NOTAS: originalmente el apellido del pretendiente era Berrosueta. Presentó una inf. de limpieza, legitimidad e hidalguía de Pedro José de Berazueta (Méx., 10/II/1�89); una inf. de los Berazuetas (Bertizarana, 1�63); una inf. que incluye el mandamiento de amparo de la Aud. de Méx. a favor de Román Antonio de Udías (2�/VII/1��0) que se refiere a una rl. provisión de hidalguía que obtuvo éste de la Rl. Chancillería de Va‑lladolid (30/XII/1�6�), a la certificación de sus armas extendida por Francisco José de la Rua, y a las diligencias hechas para asentar todo lo anterior en el nobiliario de Méx.; testimonio del título de contador de la Inquisición a favor de Ambrosio Arnedo y Marín (4/IV/1�21); y numerosas parts. También viene la solicitud de matrimonio con Ma. Josefa Sandoval Zapata; es de notar que antes de pedir la autorización al Col. había obtenido la del Rey, por lo que la junta de 30/IV/1808, sin más, otorgó su venia.

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BEREGAÑA, JUAN MIGUEL DE: b. parroquia de S. Francisco del Rl. de S. Felipe de Chihuahua, 29/IX/1�86; ab. de la Aud. de Méx. (14/VIII/1813), vec. de Méx. PADRES: Domingo de Beregaña, nat. de la villa de Huarte, valle de Araquil, ob. de Pamplona, Navarra. Oficial rl. de la vi‑lla de Chihuahua, obtuvo ejecutoria para sí y para sus hijos. Ma. Micaela de Lope García y Beregaña, nat. de la villa de Huarte. Mat. en S. Sebastián de Madrid 12/II/1�81 con dispensa de consanguinidad de primero con segundo grado. ABUELOS PATERNOS: Juan Miguel de Beregaña y Ma. Catarina de Aizcorve y Ugarte, nats. de la villa de Huarte. ABUELOS MATERNOS: Juan Antonio de Lope García y Francisca de Beregaña, nats. de la villa de Huarte. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS

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MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MA‑TERNOS: no los da. APROBADA: 21/I/1815. NOTAS: presentó y se le devolvió una ejecutoria de la «Corte de Navarra» (28/V/1�90), las parts. propia y de mat. de sus padres. Presentó una inf. de identidad ya que pre‑tendía ingresar con sólo estos documentos pero la ejecutoria no compren‑día su línea materna. Por tanto, se le ordenó cumplir con el estatuto (24/IX/1814) para lo cual sólo produjo una inf. de 6 testigos; la Aud. dispensó las parts. (4/I/1815) y ordenó que se le asignara término para traerlas. La junta aprobó pero no señaló término.

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BERNAL Y MALO, UBALDO (WALDO) INDALECIO: b. S. Sal‑vador el Seco, Pue., 21/V/1�46; estudió Artes en el Col. de S. Pedro y S. Juan de Pue., Teología en el de S. Pablo de Pue. al mismo tiempo que enseñaba Filosofía. Ab. de la Aud. de Méx. PADRES: Juan Bernal Beja‑rano y Nieto, b. S. Agustín de Tlaxco 11/XI/1691; labrador, alguacil ma‑yor y notario del Sto. Oficio. Ana Josefa Malo de Molina, b. Zacapoax‑tla �/III/1�08. Ambos vecs. de Tlaxco. ABUELOS PATERNOS: Pbro. José Bernal Bejarano. Ma. Nieto de Almirón Muñoz de Urdaneta, b. S. Miguel Mimiahuapan, doctrina de S. Agustín de Tlaxco, 26/IX/1661. ABUELOS MATERNOS: Antonio Malo de Molina Marqués de Cam‑po Tejas (sic) 21. Ma. López de Espinosa. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Pedro Nieto de Almirón y Ma. Muñoz. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: en el exp. no consta cuándo, pero fue en la junta de 2/IV/1��2 con la calidad de que comprobara sus parts., de hacerlo así se le matricularía sin nva. junta; además, dentro del término de dos años debía exhibir las que le faltaban. Consta que cumplió 22. NOTAS: pidió término ultramarino para las tres parts. que le faltaban.

21 no debe ser Marqués de Campo texar ya que este título pertenecía a la familia Granada (José Berní y Catalá, Creación, antiguedad y privilegios de los títulos de Castilla, Valencia. en la im‑prenta del autor, 1769, p. 329).

22 liBJun i: fs. 257 vta.‑258 fte.

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BEYE DE CISNEROS, MANUEL AGUSTÍN: ab. de la Aud. de Méx.; hmnos: Dr. y Pbro. Francisco y Dr. José Ignacio Beye de Cis‑neros, ambos abs. del Col. PADRES: Dr. Manuel Miguel Beye de Cisneros, def. antes de I/1�82; hmnos.: Dr. Manuel Ignacio (doctoral de Méx.) y Lic. Angel (pbro. domiciliario de Méx., ab. de la Aud. de Méx. y del Col.). Gertrudis Gregoria de Prado y Zúñiga; hmno.: Manuel de Prado y Zúñiga, regidor de Méx. APROBADA: �/V/1�82. NOTAS: se identificó con sus hmnos. Francisco y José Ignacio y falta su part. bautismal 23.

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BLANCAS Y URIBE ESPELETA Y SANDOVAL, JOSE: b. Sag. de Guad. 20/I/1�43; ab. de la Aud. de Méx.; hmno: Cap. de Infante‑ría Martín Blancas. PADRES: Lic. Martín de Blancas y Espeleta, nat. Zaragoza, oidor decano de la Aud. de Guad. Juana de Uribe, b. capilla de la hda. de S. Cristóbal, S. Martín Texmelucan, 15/IV/1�2�. ABUE‑LOS PATERNOS: Jerónimo de Blancas, nat. de Zaragoza, corregidor de Zaragoza, intendente con grado de mariscal de campo de la cd. de Granada, partidario del Sr. D. Felipe V. Ma. Josefa de Espeleta, nat. de Zaragoza. ABUELOS MATERNOS: Dr. José Joaquín de Uribe Castejón y Medrano, nat. de Agreda, colegial mayor en Salamanca, cab. de Stgo., oidor decano de la Aud. de Méx., superintendente de las Rls. Alcabalas y Azogues, alcalde mayor y tnte. de Cap. Gral. de Pue. Micaela Muñoz de Sandoval y Caballero, b. Sag. Met. 22/XII/168�. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Pedro de Uribe y Yarza, nat. de Lequeitio, Vizcaya, oi‑dor de la Aud. de Sevilla. Isabel Ma. de Castejón y Medrano, nat. de Agreda, de la casa y señorío de S. Gregorio, juris. de la cd. de Soria.

23 no hemos encontrado las infs. de los miembros de la familia Beye de Cisneros arriba menciona‑dos. Consta que las de angel fueron aprobadas en la junta de 19/i/1770; y las de Francisco y José ignacio en la de 18/V/1773 (liBJun i: fs. 229 vta. y 268 vta.).

ALEJANDRO MAYAGOITIA

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BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Cap. Agustín Muñoz de Sandoval, nat. de la villa del Corral de Almaguer, provincia de la Man‑cha. Juana Francisca Caballero, nat. de Guadalajara, Castilla; hmno.: Juan Antonio Caballero, S. J. APROBADA: 20/IX/1�63 con calidad de traer en término ultramarino las parts. que le faltaban. NOTAS: sólo exhibió las parts. novohispanas y, por la situación de guerra y la reciente fundación del Col., pidió que así se le admitiera. La junta lo acepta con la calidad antedicha.

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BLANCO, IGNACIO: nat. de la villa de Córdoba de Nva. España, vec. de Méx., pasante teojurista. PADRES: Diego Antonio Blanco, b. Huelva, Andalucía, 24/I/1�46; del comercio de Córdoba, ahí notario del Sto. Oficio (inf. aprobada Méx., XI/1�69). Bárbara Francisca Contreras, b. S. Antonio Huatusco 2/XII/1�63; fue hija única. Mat. ¿S. Antonio Huatusco? 3/II/1�83. ABUELOS PATERNOS: Francisco Martín Blan‑co, b. Beas, arzob. de Sevilla, 10/VIII/1�11. Josefa Infante Ramos, b. Huelva 25/I/1�28. Mat. ¿Huelva? 30/VIII/1�44. ABUELOS MATER‑NOS: Cap. Reformado del Rgmto. de Milicias Provinciales de Córdoba y Xalapa José López de Contreras, n. Ecija, Andalucía, ca. 1�34; poder para testar en Córdoba 20/IX/1�83; hmno.: Miguel Ma. López de Con‑treras, vec. de Cádiz. Ma. Ignacia Sandoval, b. S. Antonio Huatusco 9/V/1�45; def. antes de 1�83. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Diego Martín Blanco, b. Beas, 24/I/16�5. Juana Martín, b. Beas 16�3. Mat. ¿en Beas? 24/I/1�06. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Tomás Infante, b. Huelva 2�/XII/1693. Ana Ramos, b. Moguel en 1�01. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: José López de Contreras y Agustina Martínez de Rivera, vecs. de Sevilla. BISABUELOS MATER‑NOS MATERNOS: Juan del Rosario Sandoval y Gertrudis de Aguilera. APROBADA: no dice cuándo, pero sucedió sin más trámites en la junta de 1�/I/1818 y se matriculó el 28/I/1819 24. NOTAS: suplió las parts. de la línea paterna con un testimonio del Sto. Oficio del nombramiento de

24 liBJunseC ii: f. 47 fte. liBMat: f. 90 fte.

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su padre que contenía un extracto de su genealogía. Presentó una inf. testifical levantada en Huatusco (III/1813) para suplir las parts. mater‑nas, juró y acreditó la imposibilidad de exhibirlas. También exhibió una relación impresa de méritos y servicios de su abuelo materno (Madrid, 24/IV/1�84) según la cual fue: alférez de la Cía. de Milicias de S. An‑tonio Huatusco (14/VII/1�68), tnte. de alcalde mayor de Huatusco (IV 1��0‑VII 1��1), cap. de la 5ª Cía. del Batallón del Nvo. Rgmto. de Mi‑licias de Infantería Provincial de Córdoba y Xalapa (13/VII/1��6), obtu‑vo la gracia de retiro con uniforme, fuero y el grado anterior (�/V/1�83), donó la casa y solar para el cuartel de la tropa de S. Antonio Huatusco. Es de notar que José López de Contreras también mat. con Ma. Ruiz de la Serna, nat. de S. Antonio Huatusco y def. antes de 1�83, con quien tuvo dos hijos que murieron niños. Falta la part. bautismal de Blanco ya que le fue devuelta y, al parecer, no se tomó testimonio de ella.

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BLANCO FERRON Y XIMENEZ, JOSE MAURICIO: b. cole‑giata de la villa de Guadalupe 1/X/1�80; colegial de S. Ildefonso de Méx. PADRES: Juan Antonio Blanco Ferrón, b. colegiata de la villa de Guadalupe 16/VI/1�58; pertiguero de la colegiata de Guadalupe. Mariana Ximénez, b. colegiata de la villa de Guadalupe 29/VII/1�56. Ambos vecs. de la villa de Guadalupe. ABUELOS PATERNOS: Ma‑nuel Blanco Ferrón, b. S. Juan de Berbió, Piloña, Asturias, 5/XII/1�30; empadronado como hidalgo en 1�33, guarda de la garita de Guadalu‑pe, vec. ahí. Ma. Antonia Hidalgo, b. Sag. Met. 29/X/1�36. ABUE‑LOS MATERNOS: Antonio Ximénez, b. parroquia de Sta. Catarina, Cd. de Méx., 15/X/1�2�; sirvió en la colegiata de Guadalupe. Ma. Josefa de Sumaya, n. Méx. ca. 1�34, sep. parroquia de la villa de Guadalupe 19/V/1�96 (part. ahí), no testó. Ambos vecs. de la villa de Guadalupe. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: José Blanco y Bernarda de Arenas Ferrón. El primero vec. del lugar de Lozana (sic), parroquia de S. Juan, Piloña, Asturias, labrador, empadronado como hidalgo en 1694, 1�04 y 1�33, hijo de Leonardo Blanco, alcalde de la Sta. Hermandad por el estado hijodalgo de la villa de Infiesto, empadronado como hidalgo en 16�0 y 1694, y nieto de José Blanco,

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empadronado como hidalgo en 16�0. La segunda def. antes de V/1�49 y fue hija de Juan de Arenas y de Mariana Ferrón, vecs. de la parroquia de S. Juan, Piloña. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Juan Francisco Hidalgo y Francisca de Espinosa y Garfias. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Antonio Manuel Ximénez y Ana Ruiz. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: 23/V/1808. NOTAS: presentó una inf. de hidalguía de su abuelo pa‑terno y suplió la part. de su abuela materna con la part. de entierro. No se extendieron las deposiciones en papel de oficio y para ya no perder tiempo, Blanco ofreció agregar los pliegos del sello correspondiente (solían añadirse rayadas o de algún modo inutilizadas para que el total del valor del papel fuera el adecuado y no se defraudara a las rentas rls.). Se aceptó esta solución.

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BORUNDA, JOSE IGNACIO: b. Stgo. de Qro., ab. de la Aud. de Méx., cursó menores en Celaya y mayores en S. Ildefonso de Méx. PADRES: Juan José Borunda y Avila, nat. de la villa de S. Miguel el Grande; hmnos.: dos frailes O. F. M., uno de Mich. y otro del Col. Apostólico de Zac. Gertrudis Rosa de Guzmán, nat. de la villa de Sta. Ma. de los Lagos, Nva. Galicia. ABUELOS PATERNOS: Nicolás de Borunda, nat. S. Miguel el Grande. Felipa de Avila, nat. de Tula. ABUELOS MATERNOS: Manuel Antonio de Guzmán y Josefa Ma. de Roa, ambos nats. de la villa de Sta. Ma. de los Lagos, Nva. Galicia. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: 4/I/1�66. NOTAS: no exhibió los bautismos de los abuelos paternos pero sí el mat. y dijo que la razón era que se había quemado el archivo de la villa de S. Miguel —hoy de Allende, Gto.— y pidió plazo para presentar la part. de su abuelo materno ya que estaba en Tula. Los testigos declararon haber visto una inf. de lim‑pieza y legitimidad del pretendiente levantada en Celaya. Faltan todos los papeles porque se devolvieron al interesado.

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BOUZA Y MONROY, JUAN JOSE: ab. de la Aud. de Méx. (28/VI/1��5), br. en Cánones (1�64) y en Filosofía, b. Sag. Met. 6/I/1�42 como hijo expuesto en casa de Alonso Fernández Bouza y de Josefa Ma‑nuela Paz Cortés y Monroy con quienes vivió hasta que ambos fallecie‑ron; Bouza les heredó y tenía fama de ser su hijo. Luego pasó a la casa del Lic. Andrés de Avila y Coto, ab. de la Aud. de Méx. con quien vivió y trabajó por 8 años. Era notoriamente español. Mat. en S. Miguel, Cd. de Méx., 11/IV/1�68 con Ma. Manuela de la Torre, con la cual tuvo al menos cinco hijos. PADRES: dijo que sus padres nats. fueron Pierre de Pemartin (conocido como Pedro Martínez Trucíos), mercader del Parián de Méx., cajero de José Tercero de Rosas, b. Oloron, Bearne, Navarra Baja, Fran‑cia, 5/XI/1�05; vec. Méx., def. soltero bajo poder para testar en Méx., 19/II/1�59 ante José Manuel de Ochoa (afirma no tener hijos); era primo hmno. de un O. F. M. de Murcia. Clara Contreras Villanueva, b. Sag. Met. 9/VIII/1�15; def. soltera en Méx. y se dijo que tuvo otros tres hijos nats. de padres distintos. Era hmna. de Juliana de Contreras, esposa de Manuel de Zúñiga, nat. y del comercio de Méx. También era cuñada del escribano rl. Antonio José Olaondo. ABUELOS PATERNOS: Pierre de Pemartin (conocido como Pedro Martínez), b. Oloron 29/III/16�3; sep. Oloron 2�/V/1�20. Gracia de Tovija Claverie (conocida como Gracia de Clavería o Ma. García de Ybañez), n. en Oloron ca. 16�8; sep. Oloron 9/VIII/1�61. Mat. en Oloron 15/VII/1�03. ABUELOS MATERNOS: Pedro Contreras, escribano rl. de Méx., nat. de Méx., def. en Méx. en 1�20 bajo testamen‑to. Ma. Teresa de Guerrero Villanueva, b. Sag. Met. 19/IX/1685. Mat. en 1�03. Ambos vecs. de Méx. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Pierre de Pemartin y Jeanne de Meilhou. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Gaspar de Guerrero Villanueva y Mariana de la Fuente. APROBADA: falta en el exp., la últi‑ma entrada que hay sobre Bouza en los libros de juntas es del 24/III/1�92 fecha en la que el exp. fue enviado al archivo; este abogado no está en el libro de matrículas 25. NOTAS: la abuela materna era pariente de los

25 liBJun ii: fs. 281 fte.‑vta.

ALEJANDRO MAYAGOITIA

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marqueses de la Villa del Villar. El pretendiente admitió en su escrito ini‑cial ser hijo nat. Inicialmente presentó las parts. propia, de su madre y de su abuela materna, una inf. levantada en Méx. en 1��5 sobre ser hijo nat., otra hecha en el Juzgado Eclesiástico de Méx. sobre su exposición y la limpieza de sus progenitores (1�62), dizque el testamento del abuelo ma‑terno (luego se perdió y entre el Col. y Bouza hubo dimes y diretes sobre el asunto), y el poder para testar de su padre; pidió término ultramarino para las parts. que le faltaban. La junta (5/VII/1��6) ordenó que se am‑pliaran las declaraciones de los testigos presentados para la inf. del Col. y en esta diligencia se averiguó que la madre nat. de Bouza había tenido varios hijos de distintos señores. Los comisionados informaron que ello hacía dudar sobre la «honestidad» de su oficio; la junta, entonces, decidió no dar el término solicitado, lo cual equivalía a cerrar las puertas del Col. Enseguida Bouza ofreció la fianza del Crnl. Juan José Pérez Cano y pidió que le dejaran litigar mientras se consiguieran los documentos faltantes, pero en nada cambió la actitud de la junta. Se desahogaron nuevas depo‑siciones en Tetela y Teloloapan. Ante el fracaso de las diligencias hechas para recabar las parts., en 1��9 Bouza pidió que, sin menoscabo de que seguiría tratando de encontrarlas, se le admitiese como si fuera ab. antiguo ya que se había matriculado en la Facultad de Cánones en 1�58. La junta de 26/VI/1��9 mandó que se diera cuenta y en la de 2�/VIII siguiente se rechazó tal pretensión. En IX/1�91, al fin, presentó parts. bautismales de su padre y abuelo, la del mat. de éste y de entierro de ambos abuelos paternos, pero por las variantes de apellidos, al parecer, tuvo que rendir nva. inf. que no está en el exp. Es de notar que exhibió el poder para testar de su padre nat. en donde éste declaraba no haber tenido hijos. Por tanto, la junta de 24/III/1�92 negó la admisión. La última pieza del exp. es una relación de todo lo actuado en donde el autor, al parecer el promotor o el secretario del Col., señaló las muchas contradicciones en las declaracio‑nes de los testigos, de Bouza y en lo contenido en los papeles. Es de notar que ahora la pretendida falta de «honestidad» de la madre fue considerada como cosa de poca monta.

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BRAMBILA, SALVADOR DE LA: dr. y ab. de la Aud. de Méx. (XII/1�65), nat. de Tecolotlán. PADRES: Francisco de la Brambila y Lugarda Teresa García de Alva. ABUELOS PATERNOS: Alejandro de la Brambila y Antonia Téllez de Quevedo. ABUELOS MATER‑NOS: Manuel García de Alva y Nicolasa Santana. BISABUELOS PA‑TERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MA‑TERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APRO‑BADA: no se dice nada sobre ello; el pretendiente no está en los libros de juntas ni en la lista impresa de 1�92 26. NOTAS: falta todo salvo la petición de que se despacharan las providencias para levantar la inf. al pueblo de Tecolotlán, juris. de Autlán, Nva. Galicia, a la que la junta de 4/VII/1��9 accedió.

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BRILLAN, MIGUEL JERONIMO: b. Sag. de Pue. 1/X/1�50; ab. de la Aud. de Méx., vec. de Pue. PADRES: Pietro Girolamo Bregliani (conocido como Pedro Jerónimo Brillán), b. S. Lorenzo de Faraldos, ob. de Albigan, Génova, 26/VIII/1�9�; tendero pero tuvo criados que le cuidaron el negocio, fue mayordomo del barco que condujo al Sr. D. Carlos III a tomar posesión del reino de Nápoles. Ma. Dionisia del Real e Yglesias, b. Sag. Pue. 19/XI/1�29. Ambos vecs. de Pue. ABUELOS PATERNOS: Pietro Bregliani y Ma. Baptista, ambos bs. en S. Lorenzo de Faraldos, ob. de Albigan, Génova, y labradores. ABUELOS MATERNOS: Bartolomé del Real, b. S. Miguel de Jerez de la Frontera, España, 12/IX/166�. Ma. Teresa de Yglesias, b. Sag. de Pue. 1/I/1�08. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS

26 Quizá nunca fue miembro del Col.: en 1780 regresó a nva. Galicia donde sirvió como juez ecle‑siástico de autlán: murió en 1803. Gabriel agraz García de alba, Dr. Salvador de la Brambila García de Alba rector de la Rl y Pontificia Universidad de México y fundador de la primera biblioteca (1777‑1778), México, Biblioteca tecolotlense, 1984, p. 11.

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MATERNOS PATERNOS: Benito del Real y Ma. Ana de Rojas. BIS‑ABUELOS MATERNOS MATERNOS: Ignacio García de Yglesias y Juana de la Cruz. APROBADA: 30/VII/1�81. NOTAS: se le dio término ultramarino para traer las parts. de los abuelos paternos o do‑cumentos para suplirlas.

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BRIONES, JUAN FRANCISCO IGNACIO: b. Sta. Fe de Gto. 1/IV/1�53; vec. de Méx., colegial que fue de S. Ildefonso, pasante teojurista, presidente de las academias de Teología, br. en Cánones (20/IV/1��4), hizo su práctica en los «estudios de José Antonio Chabarría y Martín deArámburu» (IV/1��4‑V/1��6, dispensado por el Virrey del tiempo que faltaba), ab. de la Aud. de Méx. (21/VI/1��6). PADRES: Juan Antonio de Briones, nat. de Valladolid, Castilla, alcalde ordinario y tesorero interino de oficial rl. en Gto. Ana Ma. de Riaño, b. Sta. Fe de Gto. 11/VIII/1�31; hmno.: Lic. Felipe Fernández de Riaño, del Col. de Abs. y regidor de Gto. (véase). Ambos vecs. de Gto. ABUELOS PATERNOS: Antonio de Briones, nat. de Briones, Rioja; hmno.: Pe‑dro de Briones, ayudante mayor del Rgmto. de Calatrava en España. Teresa de Yser. ABUELOS MATERNOS: Bernardo de Riaño, b. villa de Cerezo, arzob. de Burgos, Navarra, 28/VIII/1699; vec. y regidor de Gto. Andrea de Bustos y Alcocer, b. Sta. Fe de Gto. 15/I/1�13; vec. de Gto. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Juan Fernández (sic) y Angela de Ortega, vecs. de Cerezo, la segunda nat. de Belorado e hija de Custodio Ortega y de Francisca Alonso. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Andrés Antonio de Bustos y Ma. de Alcocer. El primero b. Sta. Fe de Gto. 4/II/16�9, hijo de Francisco de Bustos y de Francisca de Moya, vecs. de Gto. La segunda b. Sta. Fe de Gto. 12/XI/1684, hija de Fran‑cisco de Alcocer y de Juana de Casares, vecs. de Gto. APROBADA: 12/VI/1��� con término ultramarino para traer parts. NOTAS: se valió de la inf. de su tío, los papeles de su padre y abuelos paternos se per‑dieron en la inundación de Gto. por lo que pidió término ultramarino para presentarlos. La madre era prima hmna. del Crnl. de la Legión

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del Príncipe Tomás de Liceaga y Bustos (hijo del Cap. de Infantería José de Liceaga y de Ma. Gertrudis de Bustos y Alcocer). La abuela materna era pariente del Marqués de S. Clemente.

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BUCHELI Y VELASQUEZ, JOSE MA.: confirmado villa de Sta. Ma. de los Lagos, Nva. Galicia, 13/II/1�56, clérigo pbro., ab. de la Aud. de Guad., canonista, colegial que fue de S. Ildefonso y antes del Seminario de Guad., luego fue catedrático de Prima de Cánones en la Universidad de Guad. y prebendado de la colegiata de Guadalupe de Méx.; sólo una hmna.: Luisa Bucheli y Velásquez, b. Sag. de Guad. 29/VI/1�52; esposa de José de la Peña. PADRES: Bartolomé Bucheli, nat. del Marquesado de Final, Génova, con carta de naturaleza ex‑pedida por el Consejo de Indias, alcalde mayor del Rl. de Minas de Charcas, de la villa de Lagos, de Zac., Tepatitlán y Cuquío, def. 1��2 bajo testamento otorgado en Guad. 2�/X/1��2 ante el escribano Mi‑guel de la Sierra; dejó un hmno.: Juan Agustín Bucheli, vec. de Guad. Juana Ma. Velásquez, nat. de Juchipila, mat. en el Sag. de Guad. 25/VII/1�51. ABUELOS PATERNOS: Benito Bucheli y Ma. Margarita Goanonti. ABUELOS MATERNOS: Juan Velásquez Riquelme, nat. Méx., alcalde mayor y de la Sta. Hermandad de Juchipila, corregidor de Tequila, pasó a Guad. con la familia del Obispo Mimbela. Jose‑fa Bernal y Cayeros, nat. de Guad. BISABUELOS PATERNOS PA‑TERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: sólo menciona a Simón Velásquez Bonifaz, corregidor de S. Antonio Huatusco, cap. de Infantería Española, Artilleros y Gente de Mar. BISABUELOS MA‑TERNOS MATERNOS: Nicolás Bernal y Juana Cayeros, ésta des‑cendiente del Cap. Roque Díaz Cayeros quien fue chanciller registro de la Aud. de Guad. y su depositario gral. y receptor de penas de Cá‑mara, alcalde ordinario dos veces de Guad., mayordomo de propios y arbitrios de Guad. y su procurador gral., alcalde mayor de Acapone‑ta y Setispac (¿?). APROBADA: 16/VI/1�98. NOTAS: presentó sólo dos parts. y protestó traer las faltantes dentro del término ultramarino. También exhibió inf. sobre su limpieza y legitimidad (Guad., 1��6) y

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una inf. de nobleza italiana pasada por el Consejo de Castilla a favor Carlos Felipe y Antonio Ma. Bucheli, nats. de Tinal (sic), Noli, Géno‑va. Los testigos declararon haber visto su ejecutoria y las armas de los Buchelis. En el exp. faltan parts.

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BUEN ABAD Y PEÑA, MARIANO: b. parroquia de S. Miguel, Cd. de Méx. 29/VII/1�80; colegial de S. Ildefonso; hmno.: José Buen Abad, colegial de beca rl. en S. Ildefonso. Se declaró el 25/X/1816 que cumplió con el estatuto al pedir permiso para casar con Ma. Luisa Guerrero y Santillán, hija del Lic. Guerrero y Toro, ab. matriculado, y de Ignacia Santillán y Ortiz, a su vez hija nat. de Ignacio Santillán y de Petra Nolasco Martina Ortiz. PADRES: Antonio José Mariano Buen Abad y Valtierra, b. Orizaba 28/XI/1�55; vec. de la Cd. de Méx., mtro. del Noble Arte de Leer, Escribir y Contar (3/I/1��5). Ma. Gua‑dalupe (también Ma. Eusebia) de la Peña, b. S. Miguel, Cd. de Méx., 21/VIII/1�56. ABUELOS PATERNOS: Antonio Gaspar Buen Abad y Lafuente, b. 1�/I/1�10 iglesia prioral de Sta. Ma. del Puerto de Sta. Ma.; notario titulado del Sto. Oficio, mtro. mayor del Insigne y Supe‑rior Arte de Leer, Escribir y Contar (16/XI/1�62) con escuela pública en la calle de Tacuba, Cd. de Méx. Guadalupe Valtierra, b. Orizaba 14/XI/1�2�. Ambos vecs. de Orizaba y luego de Méx. ABUELOS MA‑TERNOS: José de la Peña, b. parroquia de la Sta. Vera Cruz, Cd. de Méx., 30/XII/1�36; def. en Méx. Manuela Lechuga Reales, nat. Api‑zaco juris. de Tlax., b. Stgo. Tetla 3/VI/1�3�. BISABUELOS PATER‑NOS PATERNOS: Francisco Antonio Buen Abad y Luisa de la Fuen‑te. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Bartolomé Valtierra y Micaela Saquero. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Cris‑tóbal de la Peña y Juan Rita de Coria. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: José Francisco Lechuga (sic) y Tomasa Muñoz, vecs. de Apizaco. APROBADA: 19/XII/1800 con la calidad de examinarse. NOTAS: presentó: 1. relación impresa de servicios y méritos literarios del Dr. Juan García y Valtierra (Pue., 4/IX/1�88); 2. títulos de mtros. del Arte de Escribir, Leer y Contar de su padre y abuelo paterno; 3. inf. de limpieza y legitimidad de su padre (Méx., 1��4); 4. inf. de limpieza

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y legitimidad de su abuelo paterno (Orizaba, 1�48) que incluye certi‑ficaciones de los documentos siguientes: título de alférez de la Cía. de D. Lorenzo Medrano en el Batallón de Nva. Ver. (9/XII/1�35, sirvió por 16 años), patente de tercero O. F. M. (Ver., 20/III/1�30), patente de hmno. del Sagrado Orden de la Caridad (Méx., 1/IX/1�3�) y patente de la Hermandad de Ntra. Sra. del Carmen (Orizaba, 6/XI/1�46).

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BUENROSTRO, AGUSTÍN: estudió en S. Ildefonso de Méx. y luego en la Universidad de Méx.; hmno. carnal del Lic. Francisco Ja‑vier Buenrostro (véase). APROBADA: 23/VII/1821. NOTAS: rindió inf. de identidad con su hmno. La junta se dio cuenta de que en las de éste faltaban las parts. del padre y de los abuelos paternos pero que había jurado no ser posible exhibirlas, cosa que la junta también exigió a Agustín. Presentó su part. bautismal que no está.

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BUENROSTRO, FRANCISCO JAVIER: estudió Gramática en el Se‑minario de Méx., ab. de la Aud. de Méx. (5/VI/1812). PADRES: Juan Pa‑blo Buenrostro (también Camargo Buenrostro), nat. Qro. Ma. Guadalupe Ocharte, nat. Méx. ABUELOS PATERNOS: Diego Camargo y Buenrostro, nat. de Jerécuaro. Ma. Josefa Buenrostro, nat. Qro. ABUELOS MATER‑NOS: José de Ocharte (también Barragán Ocharte), nat. Pachuca, n. ca. 1�30. Ma. Ignacia Ximénez, nat. Méx., n. ca. 1�29. Ambos vecs. de Méx. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PA‑TERNOS: José Barragán y Ocharte y Tomasa Ramírez. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Agustín Ximénez y Nicolasa del Horno. APROBADA: 3/X/1812. NOTAS: faltaban las parts. de su padre y abue‑los paternos que estaban en Qro. pero como los caminos estaban inter‑ceptados pidió término para traerlos. Los Camargos de Celaya eran «muy decentes». Obtuvo auto de la Aud. dándole dos meses para cumplir con el estatuto pero la junta de 3/X/1812 le permitió jurar que estaba

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imposibilitado para exhibirlas y le admitió. El único documento que hay en el exp. es la inf. de soltería del abuelo materno (Méx., X/1�55). Quizá la familia del pretendiente estaba vinculada a la platería ya que muchos miembros de este gremio declararon como testigos tanto para las infs. del Col. como para las dichas de soltería.

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BURILLO, JOSE ANTONIO: era hijo expuesto a Ma. Manuela de Yguerátegui; se examinaron testigos en Méx. y Gto. Falta todo el exp. y lo único que hay es un interesantísimo informe rendido por el Col. a la Aud. de Méx. con ocasión de que este tribunal solicitara su opinión sobre la matriculación de Burillo, ello debido a que una rl. cédula de 14/VI/1�94 ordenó que se recabara la opinión de los abs. sobre el per‑juicio que pudiera pararles admitir en su seno al dicho pretendiente, el cual, al parecer, ya ejercía como escribano. El Col. dijo que: 1. la lim‑pieza de sangre aseverada por Burillo carecía de base legal. 2. No se vio el asunto de la limpieza de Burillo cuando se examinó de ab. ya que entonces poseía el título de escribano y, por tanto, era de suponerse que su part. bautismal hubiera sido revisada cuando obtuvo este oficio. 3. Admitir a Burillo sería contra el rl. despacho del Consejo de Castilla que estableció la filiación del Col. respecto del de Madrid (6/XI/1�66, rati‑ficado en rl. cédula de 24/XII/1�66).4. Recibir a Burillo sería desairar el título de «Ilustre». 5. «La gracia de reputar a los expuestos legítimos no se extiende a calificarlos españoles, que es calidad más importante que aquélla en nuestro Col., que no excluye a los nats., pero sí a los de otros castas, y no sabiéndose cuál sea la del lic. pretendiente, que puede ser de alguna de ellas, se contraviene directamente con su recepción el estatuto que requiere por necesidad en el ab. la circunstancia de español». 6. Por ende, se pidió a la Aud. informar que el Col. pensaba que su admisión sería muy perjudicial. La única mención importante al asunto de Burillo en los libros de juntas fue en la de 3/X/1�95 en donde se decidió no aceptarle 2�. No está en en el LIBMAT.

2� liBJunseC i: fs. 50 vta.‑51 fte.

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BUSTAMANTE, HILARIO FELIX DE: b. Sag. Oax. 16/I/1��1; colegial del Seminario de Oax., empieza sus trámites como br., hmno. entero de Manuel Nicolás de Bustamante (véase) y medio hmno. del célebre Lic. Carlos Ma. de Bustamante. APROBADA: �/I/1808. NO‑TAS: se identificó mediante deposiciones de cinco testigos con el Lic. Manuel Nicolás de Bustamante. Su madre def. antes de 180�.

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BUSTAMANTE, MANUEL NICOLÁS DE: b. Sag. Oax. 11/IX/1�63; poseedor del vínculo Maldonado de Oax., lector que fue del curso de Artes en el Seminario Tridentino de Oax. y br. en Teología. PADRES: José Antonio Sánchez de Bustamante, b. Catedral de Gero‑na, Cataluña, 13/IV/1�29; cadete Rgmto. de Zamora, tnte. partido de Tectipac, tnte. gral. de la provincia de Villalta en Oax., administrador de la Rl. Lotería de Oax., regidor honorario de Oax., alcalde ordinario de primer voto (1�86) y tnte. de corregidor de Oax. (1�86), comer‑ciante y vec. de Oax. desde ca. 1�55. Ma. Josefa Vélez de Escalante, b. Sag. Oax. 16/IV/1�43. Mat. en el Sag. de Oax. 11/I/1�61. ABUELOS PATERNOS: Juan Sánchez de Bustamante, b. S. Andrés de Luena, valle de Toranzo, montañas de Burgos, 8/IV/1691; cap. del Rgmto. de Zamora; hmno.: de José Sánchez de Bustamante, regidor de Iguña, va‑lle de Toranzo. Lucía Paula de Acosta, b. parroquia de Sta. Ma. de Al‑mocobar, villa de Alcántara, 13/XII/1692. ABUELOS MATERNOS: José Vélez de Escalante, b. Sag. Oax. 10/XII/1�20. Manuela Ximeno de Bohórquez, b. Sag. Oax. 29/IV/1�23; hmno.: Joaquín Ximeno de Bohórquez, alférez rl. y regidor de Oax., poseedor del mayorazgo que sobre casas en Oax. y la hda. de Valdiflores fundó el obispo de Caracas y de Oax. Fr. Juan Ximeno de Bohórquez en favor de su sobrino José de los mismo apellidos, ascendiente directo del pretendiente. BIS‑ABUELOS PATERNOS PATERNOS: Juan Sánchez de Bustamante y Ma. de la Riva. El primero hijo de Lucas Sánchez de Bustamante y de Ana Sáenz de Collantes, nats. de Silio y Laserna, Iguña; nieto por línea paterna de Pedro Sánchez de Alvear, empadronador por el estado

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noble de Toranzo, y Ma. de Bustamante. La segunda hija de Simón García de la Huerta y Ma. de la Riva, vecs. de S. Andrés de Luena. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Antonio Hernández (sic), nat. de Velas de Ambo, ob. de la Guarda, Portugal. Isabel de Acosta, nat. y vec. de Alcántara. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Cap. Gabriel Vélez de Escalante, nat. villa de Treceño, montañas de Burgos, y vec. Oax.; cap. de Caballos Corazas de Oax. (1�3�), alcalde de la Sta. Hermandad por el estado noble de Treceño (1�15). Blasa Maldonado de Ovalle, nat. y vec. de Oax. Esta señora era hija del Cap. Alejo López Maldonado de Ovalle (primer poseedor del mayorazgo Maldonado) y de Bibiana Sariñana y Soto; nieta paterna de Diego Fé‑lix Maldonado y Guzmán y de Francisca Dávalos y Frías, quienes ade‑más del dicho Alejo procrearon al Lic. Francisco Maldonado, cura del partido de Río Hondo, Oax., fundador del mayorazgo que goza el pre‑tendiente sobre la hda. de Buenavista y casas en Oax.; nieta materna de Manuel de Sariñana y Cuenca, hmno. del obispo de Oax. Isidro de los mismos apellidos. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Juan Antonio Ximeno de Bohórquez y Micaela Becerra y Luján. El primero alcalde ordinario y regidor de Oax. e hijo del Cap. de Caballería Juan Manuel Ximeno de Bohórquez y de Manuela de Robles. APROBA‑DA: 30/VI/1�92. NOTAS: el exp. incluye una inf. de limpieza a favor del pretendiente y de su hmno. Tomás Mariano levantada en Oax. en 1�90 y un testimonio que contiene: 1. inf. de hidalguía levantada en Toranzo en 1�38 por el regidor José Sánchez de Bustamante a favor de su hmno. el Cap. Juan de los mismos apellidos y, 2. los servicios del dicho cap. al igual que noticias genealógicas de los Vélez de Escalante y sus entroncamientos oaxaqueños. Según estos papeles el antedicho Diego Félix Maldonado y Guzmán era hijo de Juan de Maldonado y de Magdalena de Zárate, ésta era a su vez hija del Cap. Rodrigo Enrí‑quez de Xérez, conquistador y poblador de Oax., y de Ana de Zárate, hmna. del primer obispo de Oax. Juan de Zárate, lo cual se justificó en la inf. que levantó en Oax. Juan Maldonado Zárate en 1�3� ante el alcalde mayor de Oax. Cap. Gregorio Altamirano; en este documento se contenían los méritos del conquistador Cap. Francisco de Maldo‑nado «tío suyo», quien recibió privilegio de armas del Emperador D. Carlos V el 18/IX/1538. Sobre los Ximeno de Bohórquez se dijo que

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descendían de Alonso Ximeno quien ganó ejecutoria de hidalguía en juicio contradictorio con la villa de Utrera en la Rl. Chancillería de Granada (18/V/1519) y que entroncaban con el cab. de Calatrava Juan Ximeno de Bohórquez, quien en un memorial impreso en Madrid en 1663 comprobaba la ascendencia de los Ximeno hasta la casa rl. de Navarra. Armas de los Ximeno de Bóhorquez: «un escudo azul con una banda de plata con dragantes de oro, y lenguas bermejas, y dos columnas cada una con su corona de oro, una en lo alto del escudo, y otra en lo bajo, con un rótulo en las columnas en la lengua latina que dice regia fortitudo y en castellano rl. fortaleza; demostrando las dos columnas los dos principios de los linajes de Ximeno y Bohórquez, y descendencia de la Rl. Casa de Navarra, orlando dicho escudo un coronel, o morrión, con bandas o plumaje muy vistoso, y a los lados del escudo este letrero “De la Casa de Navarra las fuertes columnas vienen y de ellas su fuerza tienen”» (así en la certificación de armas dada en Madrid, 3/III/1612, por el rey de armas Diego de Urbiña).

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BUSTAMANTE, TOMAS MARIANO DE: b. Sag. Oax. 23/XII/1�69, colegial que fue del Seminario de Oax., empieza sus trámi‑tes como br.; hmno. entero: Lic. Manuel Nicolás de Bustamante (véa‑se). APROBADA: 9/IX/1�9�. NOTAS: se identificó con su hmno.

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BUSTAMANTE BUSTILLO, ANTONIO DE: nat. de la Cd. de Méx., dr., catedrático de Latinidad y regente de las academias de ju‑risprudencia en el Seminario de Méx. PADRES: José Alejandro de Bustamante Bustillo, nat. de Sevilla, pasó a Méx. a los diez años de edad, estudió en el Seminario de Méx., def. antes de 1�6�. Bernardina Gertrudis Pablo Fernández, nat. Méx., def. antes de 1�6�, su sobrino nieto era José de la Cotera y Rivas Cacho, cab. de Stgo., colegial en el de Nobles de Madrid, y su hmno. el Cap. Francisco Marcelo Pa‑blo Fernández, vec. de Méx., quien ganó ejecutoria de hidalguía en la

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Rl. Chancillería de Valladolid (rl. cédula auxiliatoria de 8/IX/1�43). ABUELOS PATERNOS: Fernando Manuel de Bustamante Bustillo y Rueda, nat. valle de Toranzo, gobernador de las Filipinas y de la Cd. de Tlax., mariscal de campo de los Rls. Ejércitos, def. antes de 1�6�. Ma. Bernarda de Castañeda Vicente de Alfambra, def. antes de 1�6�. ABUELOS MATERNOS: Francisco Pablo Fernández, nat. de la Rio‑ja, def. antes de 1�6�. Juana de Arteaga Mexía de Vera y Mendizabal, nat. Méx., def. antes de 1�6�. BISABUELOS PATERNOS PATER‑NOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: sólo men‑ciona a Fernando de Castañeda, señor de Castañeda. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Luis de Arteaga Mendizábal y Ma. Mexía de Vera. APROBADA: 26/X/1�6�. NOTAS: faltan todos los documentos y/o testimonios de los presentados; consta que éstos fueron, además de las parts. del pretendiente de sus padres y de su abuela materna, los siguientes: 1. certificación del rey de armas José Alfonso Guerra sobre los Bustamantes, Vicentes y Castañedas; 2. ejecutoria de hidalguía del Cap. Francisco Marcelo Pablo Fernández, con las parts. de su abuelo materno y de sus ascendientes hasta el cuarto abuelo; 3. testamentos de sus abuelos paternos; 4. certificación del Arzobispo Virrey de Ara‑gón sobre que sus ascendientes sirvieron lealmente a la causa del Sr. D. Felipe V.

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CABEZA DE VACA, JOSE ANTONIO: b. Stgo. de Qro. 31/VIII/1�69; colegial del Seminario de Méx., pbro. del arzob. de Méx. PADRES: Antonio Cornelio de Rivera Soto Mayor Cabeza de Vaca (también sólo Cabeza de Vaca), b. Huichapan 18/IX/1�30; estudió Fi‑losofía, fue colector de Rentas Públicas y comerciante en Qro., def. antes IV/1�98. Felipa Antonia de Arriola, nat. de la villa de S. Mi‑guel el Grande donde no se encontró su part. Mat. en Stgo. de Qro. el 19/VII/1�61. ABUELOS PATERNOS: Pedro de Rivera Soto Mayor Cabeza de Vaca, b. Huichapan 2�/VII/1683; oficial de pluma en las Cajas Rls. de Huichapan. Ma. Dolores Ruiz Tagle y Bustamante, b. Huichapan 29/V/169�. Ambos vecs. de Huichapan. ABUELOS MATERNOS:

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Manuel de Arriola, b. Sag. Met. 1�/IV/1689. Ma. Guadalupe de Orte‑ga, nat. de la villa de S. Miguel el Grande donde no se encontró su part. Mat. en S. Miguel el Grande el 31/III/1�12. BISABUELOS PATER‑NOS PATERNOS: Antonio Vaca (sic) y Micaela Benítez. BISABUE‑LOS PATERNOS MATERNOS: Juan Antonio Ruiz (sic) y Juana de la Santísima Trinidad (sic). BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Bernabé de Arriola y Velasco y Luisa Cano Moctezuma, ambos defs. antes de III/1�12. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Sebas‑tián de Ortega y Teresa de la Puente. APROBADA: 23/V/1�98 con la calidad de que hiciera constar ya haberse recibido, presentó su título el 25/IX/1�98. NOTAS: los comisionados del Col. afirmaron que «todos los vecs. de esta cd. [Qro.] veneran la familia [del pretendiente] por considerar en ella la virtud como hereditaria».

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CABRERA Y ZUMAYA, MARIANO JOSE: b. Sag. Met. 28/VII/ 1�48; ab. de la Aud. de Méx. (I/1��3). En 1�84 era asesor del goberna‑dor militar y político de Pue., antes y hasta 1�80 lo fue del gobernador de Tlax. En 1�91 vec. de Ver. PADRES: Br. José de Cabrera y Zevallos, b. Sag. Met. 4/III/1�21 (como hijo de padres no conocidos); cursó Filo‑sofía y Gramática en S. Pedro y S. Pablo de Méx., médico examinado (4/II/1�49); medio hmno.: Br. Cayetano de Cabrera y Quintero, mtro. de escuela y luego clérigo ordenado con dispensa por ser mulato 28. Ma. Nicolasa de Zumaya y Estrada, b. Sag. Met. 16/IX/1�2�; hmna.: Pbro. Br. Manuel de Zumaya, mtro. de capilla de la Catedral de Méx. Ambos vecs. de Méx 29. ABUELOS PATERNOS: Francisco Cabrera, b. Sag.

28 este clérigo es un autor de importancia en la historia de nuestra literatura virreinal y sobre sus antecedentes familiares nada se sabía. sirvan los datos de esta inf. para en algo iluminar a los historiadores de las letras. Véanse: la nota introductoria de Claudia Parrodi a Cayetano Javier de Cabrera y Quintero, Obra dramática, teatro novohispano del siglo XVIII, México, unaM, 1976, especialmente pp. Xii‑XX; y el estudio de Víctor M. ruiz nufal que está al frente de Cayetano de Cabrera y Quintero, Escudo de armas de México, México, iMss, 1981, especialmente las pp. XXXiX‑XlV.

29 este Manuel de zumaya es uno de nuestros grandes músicos virreinales sobre el que tampoco se tienen muchas noticias. al igual que en el caso de la nota anterior, ojalá sirvan las que aquí se dan para el trabajo de los especialistas.

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Met. 1/X/168�; vinatero, def. en la Cd. de Méx. Antonia de Zevallos (también Soto y Zevallos), b. Sag. de Guad. 20/VI/1696; def. en la Cd. de Méx. 8/IV/1�69 (part. en el Sag. Met.). Ambos vecs. de Méx. ABUELOS MATERNOS: Miguel Antonio de Zumaya, nat. de la Cd. de Méx., pero no se halló su part. en Sta. Catarina, S. Miguel y en la Sta. Vera Cruz., comerciante, def. en la Cd. de Méx. 20/XI/1�3� (part. en el Sag Met.). Ana Anastasia de Estrada y Marcha, b. Sag. Met. l/II/1�00; hmno.: Francisco de Estrada, protomédico en la Cd. de Méx. Ambos vecs. de la Cd. de Méx. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Nicolás Cabrera y Tomasa González. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Antonio de Soto y Zevallos (también sólo Zevallos) y Micaela Gorozábal. El primero fue escribano de Cámara y Gobierno de la Aud. de Guad. BISABUELOS MATERNOS PATER‑NOS: Juan de Zumaya y Ana de Coca. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Pedro Fernández de Estrada y Manuela de Marcha. APROBADA: 1�/VIII/1�84 por pluralidad de votos en junta gral. ex‑traordinaria. NOTAS: al parecer el padre era hijo nat. y la mujer con la que casó el abuelo de mala calidad. Sea como fuere, varios testigos declararon que el padre no era legítimo, ya que el abuelo tras enviudar hizo vida maridable con la abuela. Se presentó una denuncia anónima sobre que el pretendiente era mulato conocido y que su abuelo fue cochero de la casa de los Medinas. Por ello se levantó una inf. secreta que arrojó interesantes datos: que Cayetano de Cabrera era hmno., no se sabía a ciencia cierta si entero o no, del padre; que la abuela paterna no fue Ana de Zevallos, sino una tal Antonia, pastelera que tenía su ex‑pendio en la calle del Arzobispado, frente de la vinatería de Francisco de Cabrera y, después, en la calle del Indio Triste; además, en la inf. reservada se negaron algunos testigos a deponer por no causar daño al pretendiente. Se buscó, sin éxito, la inf. del Pbro. Cayetano de Ca‑brera en el archivo de la mitra. En VI/1��3 el pretendiente salió para S. L. P. y se suspendieron las diligencias hasta su regreso en III/1��4. Entonces, un testigo que conocía bien a la familia del pretendiente y que era ab. del Col. dijo que no podía ser, dada las edades de los invo‑lucrados, que la madre del dicho Cayetano de Cabrera fuera Antonia de Zevallos. Luego otro testigo dijo que el pretendiente era hmno. sólo por línea paterna de Cayetano de Cabrera, que la madre de éste

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era una mulata dizque conocida como «la Quintero». También se ob‑tuvieron declaraciones sobre que era falso que el abuelo hubiera sido cochero; en efecto, el cab. de Alcántara Francisco de Medina y Torres aclaró que nada sabía sobre la existencia de tal criado en su casa. El pretendiente, finalmente, pudo probar que su abuela no era la madre del mentado Cayetano de Cabrera y que la de éste era una tal Juana Quintero. Se presentaron, y obran en el exp. una inf. sobre ser el padre hijo nat. (Méx., 1�41), el título de médico de éste, certificados de no poder hallarse la part. bautismal del abuelo materno, una inf. sobre el desempeño del pretendiente como asesor de Pue. (Pue., 1�83), y un notable escrito del propio Lic. Cabrera en su defensa (Méx., 1�84).

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CALERA ANDREU Y OLIVAN, RAFAEL JOSE: b. parroquia de Cuernavaca 1�/VII/1�63; colegial del Seminario de Méx. PADRES: Ra‑fael Calera, b. S. Pedro de Romaña, valle de Trucíos, Encartaciones de Vizcaya, 25/X/1�30; hmna.: Rosa Calera. Ma. Josefa Andreu y Oliván, b. Sag. Met. 23/IX/1�46. Ambos vecs. de Cuernavaca. ABUELOS PATER‑NOS: Francisco Calera y Simona de Llaguno, vecs. del valle de Trucíos. ABUELOS MATERNOS: sargento mayor Blas Andreu de Oliván (sic), b. Sag. Met. 30/XI/1�11. Ma. Claudia Balcarce, b. Sag. Met. 15/VII/1�23. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Lorenzo de Calera y Josefa Hernando, vecs. del valle de Trucíos. BISABUELOS PATERNOS MA‑TERNOS: Juan de Llaguno y Ma. Santos de Calera, vecs. del valle de Trucíos. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Blas Bruno Andreu y Felipa de Salazar, vecs. de la Cd. de Méx. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Ignacio Balcarce y Ma. Magdalena de Cartagena, vecs. de la Cd. de Méx. APROBADA: 26/III/1�89 con la calidad de que dentro de un año debían exhibirse las parts. de los abuelos paternos.

100

CALVETE Y PASTRANA, TOMAS JOAQUIN: nat. de Zacatlán y vec. de Pue., ab. de la Aud. de Méx. (2/III/1�68), br. en Cánones.

ALEJANDRO MAYAGOITIA

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PADRES: Francisco Calvete y Agustina Pastrana. ABUELOS PA‑TERNOS: Domingo Calvete y Dominga Rodríguez, vecs. de la Co‑ruña, Galicia. ABUELOS MATERNOS: Pedro de Pastrana y Tomasa de Vargas, vecs. de S. Juan Ahuacatlán. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BIS‑ABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: fal‑ta y tampoco está su nombre en los libros de juntas y de matrículas ni en las listas impresas de 1�92, 1�96, 1804, 1806 y 1812. NOTAS: sólo está el título de ab., la solicitud de ingreso y la orden (23/IV/1�82) de enviar un exhorto al justicia de Zacatlán para levantar la inf.

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CALLEJO Y SARAVIA, JOSE RAFAEL DEL: b. parroquial de Orizaba 24/III/1�65; estudió en el Seminario de Pue., canonista, ab. de la Aud. de Méx. y luego vec. de Pue., hmnos.: Ma. Josefa (monja de Sta. Mónica de Pue.) y Br. Antonio del Callejo (vicerector del Se‑minario de Pue.). PADRES: Bernardo del Callejo, b. parroquias uni‑das de S. Miguel de Aedo y S. Andrés de Vianes, lugar de Aedo, valle de Carranza, Encartaciones de Vizcaya, 14/XII/1�11; comerciante de tabacos, def. antes de VII/1�94. Angela Francisca de Melis y As‑torga, b. parroquial de Orizaba 5/XII/1�33. Ambos vecs. de Orizaba. ABUELOS PATERNOS: Manuel del Callejo; hmno.: Francisco del Callejo. Ma. de Saravia. Ambos nats. y vecs. de Aedo y defs. antes de X/1�43. ABUELOS MATERNOS: Salvador de Melis y Astor‑ga, b. Sag. de Cádiz, Andalucía, �/XII/1685; médico de los carmeli‑tas de Orizaba. Francisca Javiera Rodríguez Bello, b. Stgo. de Qro. 6/X/1�11. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Francisco del Callejo y Casilda de Rozas. El primero hijo de otro Francisco del Callejo y de Ma. Montañón. La segunda hija de Mateo de Rozas y de Santos de Gordon. Todos nats. y vecs. de Aedo. BISABUELOS PA‑TERNOS MATERNOS: Pedro de Saravia y Teresa del Zerro. BIS‑ABUELOS MATERNOS PATERNOS: Santiago de Melis y Marga‑rita de Astorga. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Antonio Rodríguez Bello y Ma. Ortiz. APROBADA: falta pero consta que

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se le admitió el 4/V/1�95 30. NOTAS: en el exp. está una inf. de tres testigos (Sevilla, 1�43) que acredita que un tío abuelo, Francisco del Callejo y Rozas, era vizcaíno hidalgo y podía pasar a Indias. Al parecer también se presentó una ejecutoria de hidalguía. Se suplie‑ron las parts. de los abuelos paternos con una inf. sobre que fueron empleadas para trámites de los hmnos. del pretendiente.

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CAMARGO E YRIARTE, CARLOS: b. S. Francisco Chamacuero 4/XI/1�81; colegial de S. Ildefonso de Méx. PADRES: José Mariano Camargo y Ramírez, b. Celaya 22/XI/1�53; cap. del Rgmto. de Infan‑tería de Celaya, comerciante y hacendado, dos veces alcalde ordinario de Celaya; hmnos.: Pbro. Br. Joaquín (vec. de Chamacuero), Fr. Car‑los (O. F. M.) y Fr. Pedro (O. F. M.). Juana de Yriarte y Bustamante, b. S. Francisco Chamacuero 24/VI/1�5�; def. antes de I/1804. ABUE‑LOS PATERNOS: José Camargo, b. Celaya 30/VIII/1�16; labrador. Mariana Ramírez, b. Valle de Stgo. 4/XII/1�18. Ambos vecs. de Cela‑ya. ABUELOS MATERNOS: Miguel de Yriarte, b. Roncesvalles, Na‑varra, 1�/III/1�09. Ma. Antonia de Bustamante, b. S. Francisco Cha‑macuero 28/VIII/1�2�. Ambos vecs. de Chamacuero. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: José Camargo, alcalde ordinario de Cela‑ya, y Juana López Aguado, vecs. de Celaya. Un hmno. del primero, llamado Agustín fue regidor de Celaya. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Cristóbal Ramírez y Ma. Ortiz, vecs. de Valle de Stgo. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Adán de Yriarte y Teresa de Aldasoro. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Juan Anto‑nio de Bustamante y Nicolasa García. APROBADA: 6/III/1804 con la calidad de que hiciera constar haberse recibido. NOTAS: pariente: Miguel Camargo, S. J.

30 liBJunseC i: f. 44 fte.

ALEJANDRO MAYAGOITIA Y HAGELSTEIN

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CAMARILLO, FRANCISCO MA. DE: b. Sag. Met. 29/XI/1�5�; ab. de la Aud. de Méx. PADRES: José de Camarillo, b. parroquia de S. Marcos de Pue. 11/X/1�18. Josefa Tomasa de Ayala, b. parroquia de S. Miguel, Cd. de Méx., 3/I/1�34. Ambos vecs. de Méx. ABUE‑LOS PATERNOS: José de Camarillo y Poblete, b. parroquia de S. Sebastián de Pue. 20/X/1692. Gertrudis García, b. parroquia de S. Marcos de Pue. 19/IV/1693. Ambos vecs. de Pue. ABUELOS MA‑TERNOS: Manuel de Ayala, dueño del obraje de la Palma, y Micaela de la Encarnación de Moctezuma, nats. y vecs. de la Cd. de Méx. BIS‑ABUELOS PATERNOS PATERNOS: Lorenzo de Camarillo y Juana Poblete. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Domingo García e Inés Chacón. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: 16/IX/1�88 con la calidad de exhibir en el término de seis meses las parts. de sus abuelos maternos. NOTAS: le faltaban parts. pero no te‑nía dinero para obtenerlas toda vez que no sabía en qué fechas ni en qué parroquias podrían hallarse.

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CAMPA, ALEJO DE LA: b. parroquial de Ags. 24/II/1�88; recibi‑do en 1814, era tnte. de Cazadores. PADRES: Anastasio de la Campa, b. parroquial de Ags. 2/V/1�6�; muchas veces alcalde ordinario de Ags. Ma. Josefa Ramos de Oviedo y Villalobos, b. hda. de la Purísima Concepción, Ciénega del Rincón, ayuda de Ags., 2�/II/1��1; hmno.: Lic. José Ma. de Ramos y Villalobos, del Col. de Abs. (véase). ABUE‑LOS PATERNOS: José de la Campa, nat. del lugar de Cos, ob. de San‑tander, llegó a Nva. España ca. 1�49, vec. de Ags. ca. 1�52. Manuela Díaz de León, b. parroquial de Ags. 10/VI/1�3�. Mat. en la parroquial de Ags.15/VII/1�63. Ambos vecs. de Ags. ABUELOS MATERNOS: Juan Ramos de Oviedo y Ma. Josefa de Villalobos. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Antonio de la Campa y Ma. Díaz de Santi‑báñez. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Félix Díaz de León y Micaela Rita Gallardo, vecs. de Ags. BISABUELOS MATERNOS

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PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: falta y tampoco está su nombre en los libros de juntas o de matrículas ni en las listas impresas de 1824 y 183�. NO‑TAS: faltan las declaraciones de diez testigos; sus trámites se iniciaron en VII/1821.

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CAMPO VERDE, MANUEL ANTONIO: b. León, ob. de Mich., 1�/VI/1�81; br. en Cánones, colegial de S. Ildefonso de Méx., clérigo diá‑cono del ob. de Mich. PADRES: José Antonio Campo Verde, b. León 10/I/1�34; tnte. gral., alcalde ordinario y procurador gral. de León, adminis‑trador de los Rls. Correos y mayordomo de la fábrica de la parroquia de León, def. antes de VII/1806. Petronila González de Alvarado, b. León 3/VI/1�55; def. antes de VII/1806. Ambos vecs. de León. ABUELOS PATERNOS: José Antonio (también Antonio Paulino) Chávez Campo Verde (sic), b. León 2�/VI/1�08. Josefa de Arriaga, b. León 2�/VI/1�08. Ambos vecs. de León. ABUELOS MATERNOS: Cap. Francisco Anto‑nio González de Alvarado, nat. de Aloños, montañas de Burgos, ob. de Carriedo, vec. de León desde ca. VII/1�50. Ma. Francisca Marmolejo, b. León 21/IX/1�23. Mat. en León el 14/X/1�51. Ambos vecs. de León. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Rodrigo de Chávez Campo Verde y Antonia de Ulloa y Oláez, vecs. de León. BISABUELOS PA‑TERNOS MATERNOS: Miguel de Arriaga y Francisca Xaviera (sic), vecs. de León. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Juan Gonzá‑lez de Castañeda (sic) y Ma. de Alvarado Fernández Villa, defs. antes de X/1�51. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Miguel Mar‑molejo y Francisca Ornate y Gaona. APROBADA: 18/XI/1806 con la calidad de que hiciera constar haberse examinado; presentó su título de ab. pasado por la Aud. de Méx. en VII/180�.

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CAMPOS, ANTONIO: b. S. Felipe Ixtlahuaca 8/XII/1��0; br. en ambos derechos, colegial del Seminario de Méx., ab. de la Aud. de

ALEJANDRO MAYAGOITIA

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Méx. PADRES: Enrique Campos, b. parroquia de Tlalpujahua 24/VII/1�31; comerciante. Rosalía Moreno y González, nat. de la hda. de S. Onofre, Ixtlahuaca, pero no se encontró su part. en dicho pueblo. Ambos vecs. de Ixtlahuaca. ABUELOS PATERNOS: Diego Campos (también del Campo) b. parroquia de S. Miguel, Cd. de Méx., 11/III/1696. Brígida de Guijosa, nat. del Rl. de Tlalpujahua. Ambos vecs. de Tlalpujahua. ABUELOS MATERNOS: Salvador Moreno de Avila (también Dávila), b. S. Felipe Ixtlahuaca 1/I/1�04; dueño de la hda. de S. Onofre. Francisca Rufina González Barreto (sic) (también Gon‑zález Varas de Valdés), b. pueblo de S. Miguel, juris. de Xocotitlán, 2/IV/1�05. Ambos vecs. de Ixtlahuaca. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: José de Campos y Juana de Palacios. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: José de Guijosa y su esposa, nats. y vecs. de Tlalpujahua. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Cristóbal Moreno (sic) y Catarina Carrillo. BISABUELOS MATERNOS MA‑TERNOS: Miguel González (sic) y Rosa Ma. de Valdés. APROBA‑DA: 28/VI/1�96. NOTAS: un primo hmno. de la abuela materna, lla‑mado Juan Gómez, fue familiar del Sto. Oficio. La part. de la abuela paterna se suplió con una inf.; la de la madre con una certificación del cura de Ixtlahuaca sobre sus condiciones y con una inf.

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CAMPOS, JUAN VICENTE: nat. de Parras, ab. de la Aud. de Méx. PADRES: Andrés Campos y Ma. Máxima Casas. ABUELOS PATERNOS: Francisco Campos y Ma. Claudia de Laó (sic). ABUE‑LOS MATERNOS: Santiago Casas y Dominga Baldiz o Baldriz. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: falta; no figura su nombre en los libros de juntas y de matrículas ni en las listas impresas de 1824 y 183�. NO‑TAS: sólo está su solicitud de ingreso y el acuerdo (25/X/1816) de librar un despacho a Parras para levantar la inf.

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CAMPOS Y DÍAZ (sic), MATEO FRANCISCO: ab. de la Aud. de Méx. PADRES: Francisco Javier de Campos, alquilaba forlones; hmnos.: Agustín y Ma. Teresa de Campos (esposa de José Miguel Igle‑sias, labrador nat. de Pue.). Ana Ma. de Erasso; ambos nats. y vecs. de Pue. ABUELOS PATERNOS: Gabriel de Campos y Ma. Redoma y Maldonado, nats. y vecs. de Pue. ABUELOS MATERNOS: Francisco de Erasso y Ma. de León Zapata, nats. y vecs. de Pue. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MA‑TERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APRO‑BADA: 9/I/1��3 con la calidad de legalizar unas parts. NOTAS: se presentaron las parts. del pretendiente y de sus padres, y dos cláusulas de los testamentos de la abuela paterna y del abuelo materno. Faltan en el exp. todas las parts. e instrumentos ya que fueron devueltos y, al parecer, no se tomó razón de ellos.

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CAMPOS Y GONZALEZ, JULIAN DE: b. parroquia de S. Cris‑tóbal de la Habana 11/II/1�48; confirmado en La Habana, dr. en Filo‑sofía y Leyes de la Universidad de La Habana, catedrático propietario de Vísperas de Derecho Civil y reelecto tesorero de la Universidad de La Habana, ab. de la Aud. de Cuba; hmno.: Dr. Nicolás de Campos y González (véase). PADRES: Manuel de Campos, b. parroquia de S. Cristóbal de La Habana 5/I/1�23; guarda mayor y alguacil mayor del puerto de La Habana. Ma. Candelaria González, b. parroquia de S. Cristóbal de La Habana 16/II/1�25. ABUELOS PATERNOS: Pedro de Campos, b. parroquia de S. Cristóbal de La Habana 11/V/1684. Josefa Flores, b. parroquia de S. Cristóbal de La Habana 12/VI/1680. ABUELOS MATERNOS: Domingo González del Alamo, b. parro‑quia de S. Cristóbal de La Habana 2/X/1686. Gertrudis de Soto, b. parroquia de S. Cristóbal de La Habana �/III/1694. Ambos vecs. de La Habana. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Juan de Campos, nat. de Coria, e Isabel de Ortiz, nat. de La Habana. BISABUELOS

ALEJANDRO MAYAGOITIA

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PATERNOS MATERNOS: José de Flores Esquivel y Catalina de Ta‑pia, nats. de La Habana. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Manuel González (sic) y Ma. Toledo. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Valeriano de Soto Maldonado, nat. de Extremadura, y Josefa de Santiago, nat. de La Habana. APROBADA: 21/XII/1��3 con la calidad de que en cuatro meses remitiese seis parts. de bautismo y que mientras no se le pondría en la lista de matriculados. Consta que cumplió. NOTAS: el pretendiente obtuvo la gracia de presentar seis parts. porque representó que antes de salir de Cuba no sabía que las necesitaba. La junta que se celebró para aprobar las infs. se verificó en un día festivo ya que al pretendiente le urgía dejar la Nva. España.

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CAMPOS Y GONZALEZ, NICOLÁS DE: b. parroquia de S. Cris‑tóbal de La Habana 8/X/1�52; dr. en Cánones y lic. en Leyes de la Universidad de La Habana, ab. de la Aud. de Méx.; hmno.: Dr. Julián de Campos y González, ab. del Col. de Méx. (véase). PADRES: Ma‑nuel de Campos, def. antes de XI/1�80. APROBADA: 13/XI/1�80. NOTAS: es una inf. de identidad.

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CANALIZO, ANTONIO RAMON: dr. y pbro, ab. de la Aud. de Méx. (6/III/1�69); hmno.: Br. Ramón, clérigo domiciliario de Pue. PADRES: Juan Domingo Gómez Canaliz (sic), nat. de Castilla, co‑merciante, vec. de Ver., def. antes II/1��6. Rosa Ana Marcelina Buen‑vecino, nat. y vec. deVer., def. antes II/1��6. ABUELOS PATERNOS: Juan Gómez Canalizo y Ma. Gómez del Corro. ABUELOS MATER‑NOS: Juan Francisco Buenvecino, nat. de Génova. Ana Ma. Espinosa de los Monteros, nat. de S. Antonio Huatusco. Ambos vecs. de Ver. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: falta y los libros de matrículas y de juntas

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nada dicen sobre él; tampoco está en las listas impresas de los años 1�96, 1804, 1806 y 1812. NOTAS: el pretendiente dijo que no se había matriculado cuando se recibió porque tuvo que ir a Pue. Presentó y se le devolvió una ejecutoria de su padre y abuelos paternos donde esta‑ban sus parts. Por tanto, sólo rindió inf. sobre su madre y sus abuelos maternos. Faltan las parts. del pretendiente y de su madre que sí se presentaron; pidió término ultramarino para la del abuelo materno y dos meses para la de la abuela y tampoco están en el exp. Sus trámites comenzaron en XII/1��5.

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CANO, FRANCISCO: ab. de la Aud. de Méx. APROBADA: fal‑ta y los libros de juntas y matrículas nada dicen sobre él; no está en ninguna de las listas impresas que tenemos a la mano. NOTAS: en el exp. sólo está la solicitud de devolución de su título de ab.; el Col. lo entregó el 14/III/1�66.

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CANTOS, JUAN NEPOMUCENO DE: b. Huejutla 28/XI/1��1; ab. de la Aud. de Méx., vec. de Méx. PADRES: Cap. José de Cantos, nat. de Zares, ob. de Estregonia, Hungría (los testigos lo hacen sevi‑llano), alcalde mayor de Huejutla, def. ahí. Rosalía Antonia Caro, b. Huejutla 6/I/1�46; vec. Huejutla y Méx.; hmno.: Br. Domingo, cura de Huejutla. Mat. en Huejutla 4/XI/1�6�. ABUELOS PATERNOS: Alonso Pablo de Cantos, b. Alhaurín 2/II/1686. Susana de Polohines, nat. de Zares. Mat. en Zares. ABUELOS MATERNOS: Juan Caro, b. Huejutla �/II/1�00. Josefa del Villar, b. Huejutla 1�/IX/1�10. Ambos vecs. de Huejutla donde su mat. 10/VIII/? BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Juan de Cantos, nat. de la villa de Alhaurín. Ana Ma. Narváez, nat. de Málaga. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Antonio Caro, residente en Tantoyuca. Antonia Prieto. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Juan Díaz del Villar (sic) y Ma. Velasco. Ambos vecs.

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de Huejutla. Mat. en Huejutla el 19/II/1�08. Ella era hija de Domingo Velasco y de Bernarda de Fuentes. APROBADA: 4/V/1�90. NOTAS: el padre del pretendiente mat. en primeras nupcias con Josefa Noli, nat. de la cd. de Cádiz, hija de Salvador Noli y de Teresa López de Haro; el enlace fue en la parroquia de Sta. Ma. Magdalena de Sevilla 19/IX/1�46. Se hizo constar la imposibilidad de exhibir las parts. bau‑tismales del padre y de la abuela paterna.

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CAÑEDO Y NUÑEZ, JOSE IGNACIO: b. Rl. del Rosario 23/III/1�48; ab. de la Aud. de Méx. PADRES: José Guadalupe Cañedo, b. Rl. del Rosario 31/XII/1�23; cap. comandante de milicias del Rl. de Rosario y S. Sebastián. Ma. Manuela Núñez, nat. del Rl. de Rosario, ambos vecs. ahí. ABUELOS PATERNOS: Ignacio Cañedo, nat. del Rl. de Rosario. Juana Ramones de Moncada, nat. de Compostela de Nva. Galicia. Ambos vecs. del Rl. de Rosario. ABUELOS MATER‑NOS: Francisco Núñez e Ignacia Ochoa, ambos vecs. de Compostela. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: 30/VI/1��3 con la calidad de que compruebe algunas parts. NOTAS: el pretendiente presentó una inf. de nobleza, méritos y servicios de sus ascendientes; lamentablemente se le devol‑vió junto con las parts. que tenía que comprobar. Parientes: José Ca‑ñedo, alférez y lugarteniente gral. de alcalde mayor político y militar del Rl. de Rosario.

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CARDENAS Y PRIEGO, PEDRO DIONISIO: b. doctrina de Te‑poscolula, ob. de Pue. 25/II/1��2; ab. de la Aud. de Méx.; hmno. ute‑rino: Dr. José Antonio de Tirado y Priego, del Col. de Abs. (véase); hmno. carnal: Domingo, oficial de la Contaduría Gral. de la Renta del Tabaco. PADRES: Lic. José Mariano de Cárdenas, ab. de los Rls.

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Consejos, alcalde mayor de Teposcolula, del Col. de Abs. Antonia de Priego. APROBADA: 21/XI/1�96. NOTAS: el pretendiente sólo se identificó con su padre y con su hmno. uterino.

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CARDOSO, JOSE MANUEL: b. S. Francisco del Rl. y Minas de Temascaltepec 2/VIII/1��2; ab. de la Aud. de Méx. (9/XI/1�95). PADRES: Carlos Ignacio Cardoso, b. Temascaltepec 1/VIII/1�30; la‑brador. Ma. Manuela de Osorio, b. Temascaltepec 14/II/1�40. Ambos vecs. de Temascaltepec. ABUELOS PATERNOS: Antonio Cardoso, b. Temascaltepec 14/XII/168�; labrador. Ma. Mercado, b. Temascaltepec 1/III/1693. ABUELOS MATERNOS: Juan Miguel Osorio, b. Temas‑caltepec 2/I/1�14; labrador. Ma. Josefa Esquivel, b. Temascaltepec 6/VII/1�1�. Ambos vecs. de El Rincón, Temascaltepec. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Juan Cardoso y Micaela (sic). BISABUE‑LOS PATERNOS MATERNOS: Diego de Mercado Garabita y Ma. de Mondragón. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Nicolás Osorio y Josefa de Carabajal. BISABUELOS MATERNOS MATER‑NOS: Nicolás de Esquivel y Juliana Medrano, vecs. de la hda. de S. Nicolás, Temascaltepec. APROBADA: 16/I/1�96. NOTAS: se presen‑tó una inf. (Temascaltepec, 1�51) sobre la calidad de Rosa Ferrara y Cardoso, hija de Félix Ferrara y de Micaela Cardoso, nieta paterna de Vicente Ferrara (peninsular) y de Luisa López de Cárdenas, nieta materna de Antonio Cardoso y de Ma. Ortiz (hija de Diego de Ortiz y de Ma. Benítez de Ariza). Rosa Ferrara y Cardoso era esposa de Fer‑nando Flores y Vega. Otro pariente: Br. José Manuel Cardoso Osorio, cura de Temascaltepec. Es de notar que a veces estos Cardosos son llamados Cerón Cardoso.

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CAREAGA, ANTONIO: b. Sta. Ma. de Palacio, cd. de Logroño, 23/VII/1��5; llegó a Nva. España con poderes de sus padres y tíos para tramitar la sucesión de Bernardo García de Texada, concluyó

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su carrera en la Cd. de Méx., ab. de la Rl. Aud. de Méx. PADRES: Domingo Careaga, b. anteiglesia de S. Miguel de Basauri 5/V/1�31. Nicolasa García de Texada, b. parroquia de Stgo. el Rl., cd. de Lo‑groño, 13/IX/1�42; hmnos.: José Joaquín (b. parroquia de Stgo. el Rl., cd. de Logroño, 25/III/1�40) y Ma. Antonia García de Texada (b. parroquia de Stgo. el Rl., cd. de Logroño, 28/III/I�41). Ambos vecs. de Sta. Ma. de Palacio. ABUELOS PATERNOS: Juan de Careaga, b. S. Miguel Basauri 1�/VI/1698. Josefa de Aperribay, b. S Miguel Basauri 1�/II/1�04. Ambos vecs. de S. Miguel de Basauri. ABUELOS MATERNOS: Manuel García de Texada, b. parroquia de Stgo. el Rl., cd. de Logroño, 8/IX/1�14. Sebastiana Llorente, b. cd. de Logroño 24/I/1�12. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Domingo de Carea‑ga y Ma. de Olea. El primero hijo de Juan de Careaga y de Ma. de Madariaga. La segunda de Juan de Olea y de Ma. de Artaras. Todos vecs. de la anteiglesia de Dima. BISABUELOS PATERNOS MATER‑NOS: Santiago de Aperribay y Josefa de Zubialdea. El primero hijo de Juan de Aperribay y de Ma. de Yragorri. La segunda de Andrés de Zubialdea y de Ma. de Aldama. Todos vecs. de S. Miguel de Basauri. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Juan Francisco García de Texada y Ma. Díez Zudairre. El primero nat. de Villanueva de Came‑ros e hijo de Juan Francisco García (sic) y de Ma. Jacob Pérez, de la misma naturaleza. La segunda nat. de Navarra e hija de Martín Díez (nat. de Barindano) y de Francisca Díaz (nat. de S. Martín del valle de Amescoa). BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Pedro Llo‑rente e Isabel Ruiz de Olalde. El primero nat. de Huercanos e hijo de Domingo Llorente (nat. de Tricio) y de Ma. Escasuli (nat. de Elciego). La segunda nat. de Lanciego e hija de Andrés Ruiz de Olalde (nat. de Oyón) y de Ma. Sáinz (nat. de Lanciego). APROBADA: 24/III/1803. NOTAS: inició su trámite con la presentación: 1. inf. de hidalguía de su padre levantada en Logroño, 2. inf. de la licencia de para pasar a Indias, 3. su fe de bautismo, la de su madre y la de sus tíos maternos. Pidió dos años si continuaba la guerra o un año si concluía pronto, para presentar las demás parts. La junta de 16/XI/1801 le ordenó exhibirlas ya que de otro modo no daría comisión. Como cumplió se levantó la inf. Faltan papeles en el exp.

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CARO DEL CASTILLO, IGNACIO Y RAFAEL: el primero b. Sag. Met. 8/IV/1�56; el segundo b. Sag. Met. 28/X/1�5� y ab. de la Aud. de Méx. PADRES: Manuel Caro del Castillo, b. Sag. Met. 2/1/1�28; agente de negocios titulado y del número de la Aud. de Méx., síndico de la Universidad de Méx.; hmnos.: Pedro (S. J.), Br. Guillermo (no‑tario oficial mayor del Juzgado de Capellanías de Méx.) y Pbro. Dr. Ignacio Caro del Castillo. Ma. Sebastiana (también Ma. Luisa Fran‑cisca) de Córdova Urruticoechea, b. parroquia de la Sta. Vera Cruz, Cd. de Méx., 16/XI/1�2�; hmno.: un fraile de la O. F. M. Ambos vecs. de la Cd. de Méx. ABUELOS PATERNOS: Francisco Antonio (tam‑bién Antonio Francisco) Caro del Castillo, b. Sag. Met. 11/X/16�4. Josefa Micaela de Sopeña Guinea y Conteras, nat. de la Cd. de Méx., no aparecieron sus parts. de bautismo y mat. en la parroquia de Sta. Catarina por faltar libros de 35 años. Ambos vecs. de la Cd de Méx. ABUELOS MATERNOS: Lorenzo de Córdova, nat. de la Cd. de Méx. Francisca de Urruticoechea, nat. de la hda. de S. Nicolás, juris. de Toluca, b. Toluca 9/III/1693. Mat. en Sag. Met. �/IV/1�24. Ambos vecs. de la Cd. de Méx. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Diego Caro del Castillo y Nicolasa de Córdova. BISABUELOS PA‑TERNOS MATERNOS: Miguel de Sopeña y Damiana de Contreras. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Diego de Urruticoechea y Antonia Fran‑cisca Canalexo. APROBADA: 2�/VIII/1��9 con la calidad de que se recibiera Rafael; Ignacio ya lo estaba. Rafael presentó su título el 12/I/1�81. NOTAS: se presentaron las diligencias matrimoniales de los abuelos paternos (parroquia de Sta. Catarina, Cd. de Méx., 5/III/1�0�) donde a los bisabuelos se les daba el tratamiento de don y doña lo cual, según los comisarios, «no fue frecuente» y «no se daba sino a los de calidad conocida». Es de notar que en este exp. se encuentra un informe muy circunstanciado de los comisarios del Col. donde se ana‑liza con cuidado la calidad de los testigos y se discurre sobre que los que tenían empleos o estaban constituidos en dignidad, especialmente, sacerdotal, eran los mejores y más fidedignos. Se ponderó mucho que todos los testigos, gracias a su edad, hubieran depuesto contestes y de conocimiento personal de los pretendientes y de sus ascendientes. Se

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explica qué significa para los letrados del Col. el que un testigo sea «español mayor de toda excepción»: además, de que tenga la calidad de español, que no le toquen los generales y sea fidedigno.

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CARRILLO BUSTILLO Y ZEBALLOS, JOSE MANUEL: b. Salti‑llo 15/I/1�88; confirmado ahí en 1�9�. PADRES: Manuel Carrillo, b. S. Pedro Teocaltiche, cap. comandante de patriotas. Ma. Josefa Bustillo, b. Saltillo 26/X/1�6� (hija nat.) Mat. en Saltillo el 24/VIII/1�84. ABUE‑LOS PATERNOS: Cap. Salvador Carrillo y Sandi, nat. de Nochistlán, vec. de Saltillo (no se encontró su part. bautismal en Nochistlán). Ana de Jesús Rodríguez, b. Nochistlán 24/I/1�1�. Mat. en Nochistlán 20/II/1�3�. ABUELOS MATERNOS: Cap. Manuel Antonio de Bustillo y Zeballos, nat. de Santander, cap. comandante de armas de la provincia de Coahuila, cab. de Stgo. Andrea Gil, b. Monclova 12/I/1�51. BIS‑ABUELOS PATERNOS PATERNOS: Ignacio Carrillo (sic) y Josefa Conrrigues (sic por Enríquez), vecs. de Nochistlán. BISABUELOS PA‑TERNOS MATERNOS: Marcos Rodríguez y Juana López de Lizalde, vecs. de Nochistlán. La segunda b. Mezticacán, Nochistlán 1/XI/1680, hija de Juan López de Lizalde y de Francisca de Yslas. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Juan Gil y Antonia de Luna. APROBADA: 14/XII/1812 con la calidad de traer dentro del término de ocho meses la part. bautis‑mal del abuelo materno. NOTAS: el padre del pretendiente mat. en pri‑meras nupcias con Ana Rosalía Siller. El Lic. Carrillo obtuvo dispensa de la Aud. de Méx. (4/XII/1813) para ser admitido sin la part. del abuelo materno y se le sujetó al término arriba dicho para exhibirla. Es de notar que las deposiciones fueron muy lacónicas y el promotor, que era el Lic. López Matoso, no por ello las consideró defectuosas.

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CARRILLO E YMITOLA, JOSE LORENZO: b. iglesia del pueblo de Tungareo, juris. de Maravatío 1/VIII/1�62; ab. de la Aud. de Méx.

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PADRES: José Carrillo Altamirano, b. Maravatío 8/V/1�10; dueño de la hda. de Sta. Ma. Paquisihuato. Ma. Manuela Ymitola, b. Maravatío 4/IV/1�36. Ambos vecs. de Maravatío. ABUELOS PATERNOS: An‑tonio Carrillo Altamirano, b. Maravatío 13/IV/1684. Ma. de Valdes pino, b. Maravatío 8/IX/1698. Ambos vecs. de la hda. de S. Nicolás, juris. de Maravatío. ABUELOS MATERNOS: Diego de Ymitola, b. villa de Elorrio, Vizcaya, 18/VIII/1�05; comerciante, labrador y justi‑cia de Maravatío. Gertrudis Gordiana de Pesquera, b. Maravatío 16/X ó XII/1�02. Ambos vecs. de Maravatío. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Juan Carrillo Altamirano y Mariana Ortiz de la Huerta y Villaseñor. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Fernando de Valdespino e Isabel de Mesa y Guzmán. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: José de Ymitola y Ana de Jainaga, el primero hijo de Domingo de Ymitola y de Elena de Lizaranzu, la segunda de Pedro de Jainaga y de Ma. de Bolungarai. BISABUELOS MATERNOS MA‑TERNOS: Ambrosio de Pesquera, vec. de Sevilla. Antonia Galindo de Figueroa y Vidal, vec. de Maravatío. APROBADA: falta pero consta que fue aceptado sin más trámites en la junta de �/II/1�89 31.

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CARRILLO Y VERTIZ, JOSE ANTONIO: nat. de la Cd. de Méx., ab. de la Aud. de Méx., clérigo subdiácono del arzob. de Méx. PA‑DRES: Juan Carrillo Moreno, nat. Cifuentes, Castilla, ministro de las rls. auds. de Sto. Domingo, Guad. y en la Sala del Crimen de la de Méx., ministro en la Casa de Contratación de Cádiz. Ma. Ana de Vértiz y Salcedo, nat. de Mérida de Yucatán. ABUELOS PATERNOS: Anto‑nio Carrillo y Losa y Ma. Moreno, ambos nats. de Cifuentes. ABUE‑LOS MATERNOS: Juan José de Vértiz, nat. de Tafalla, Navarra, cap. gral. y gobernador de Yucatán y Nva. Vizcaya, cab. de Stgo. Ma. Violante de Salcedo Enríquez de Navarra, nat. de la cd. de Valencia. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS

31 liBJun ii: f. 168 vta.

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PATERNOS: Juan de Vértiz, nat. de Oyéregui, valle de Bertizarana, Navarra. Josefa de Ontañón, nat. de Tafalla. BISABUELOS MA‑TERNOS MATERNOS: Bruno de Salcedo y Vives, cab. de Montesa, consejero de Castilla. Jerónima Enríquez de Navarra, ambos nats. de la cd. de Valencia. APROBADA: 26/VIII/1�68. NOTAS: parientes: brigadier Juan José de Vértiz, Lic. Rafael de Vértiz (prebendado de Méx.) y Crnl. Juan Miguel de Vértiz. Se presentaron todas las parts. menos una, mercedes de hábitos, rls. cédulas y otros documentos que no están en el exp.

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CASASOLA, JOSE MA.: b. colegiata de Guadalupe, villa de Gua‑dalupe 5/III/1�88; ab. de la Aud. de Méx. PADRES: Miguel Antonio Casasola Cortés y Moctezuma, nat. de la Cd. de Méx., cirujano titu‑lado por el Rl. Protomedicato (25/I/1��5), def. antes I/1814; hmnos.: Juan, Rafaela, Ramón y Ciriaco Casasola. Ma. Micaela Pérez, b. Sag. Met. 9/X/1�53. Ambos vecs. de la villa de Guadalupe y de la Cd. de Méx. ABUELOS PATERNOS: Miguel Casasola Cortes (también Cor‑tés Moctezuma), nat. de Ozumba, comerciante y dueño de panadería, def. 2�/VI/1�62 en la villa de Guadalupe (part. en la colegiata). Ana Cortés y Lozada, nat. de la Cd. de Méx., testó ante Ignacio Javier de Alba el 15/IX/1�6� en la villa de Guadalupe. Ambos vecs. de la villa de Guadalupe. ABUELOS MATERNOS: Manuel Pérez, nat. de Ce‑laya, comerciante de cerería, def. 23/I/1�61 en la Cd. de Méx. (part. en la parroquia de Sta. Catarina). Lorenza García Andrade, nat. de la Cd. de Méx., def. 9/II/1�62 en la Cd. de Méx. (part. en el Sag. Met. que la hace vda. de José sic Pérez). Ambos vecs. de la Cd. de Méx. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUE‑LOS PATERNOS MATERNOS: Simón Cortés y Josefa Lozada. BIS‑ABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: 24/IX/1814. NOTAS: el pretendiente intentó suplir las parts. bautismales con par‑ts. de entierro, con un título de médico y con un testamento, pero el promotor, no contento con estos documentos, le pidió que probara su falta o imposiblidad de obtención y que jurara haberlos diligenciado.

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Además, el promotor señaló que muy pocos testigos conocieron a los cuatro abuelos. Todo lo anterior hizo que el Col. pensara que el pre‑tendiente había demostrado poca «actividad» en el cumplimiento del estatuto y, por tanto, la junta de 20/VII/1814 ordenó que se hiciera lo que el promotor pedía. Casasola juró la falta de las parts. y entonces fue aceptado en la matrícula.

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CASELA, MARIANO: b. Sag. Met. 10/II/1��1; ab. de la Aud. de Guad. incorporado en la de Méx., pbro. del arzob. de Méx. PADRES: Dr. Francisco Casela, b. Sag. de Valladolid de Mich. 5/III/1�30; mé‑dico de la Universidad de Méx.; hmno.: Lic. José Lucio Casela, del Col. de Abs., a su vez padre del Lic. José Ignacio Casela, del Col. de Abs. (véase). Ma. Manuela de Jesús Camarena, b. Sag. de Valladolid de Mich. 5/III/1�30. ABUELOS PATERNOS: José Antonio Casela, nat. de Valladolid de Mich., pero su part. no se encontró en el Sag., def. 1/III/1�4� en la Cd. de Méx. (part. en el Sag. Met.). Josefa Ja‑viera de Miranda, nat. de Valladolid de Mich., pero su part. no se encontró en el Sag., def. 28/XII/1���, sep al día siguiente en Tacu‑ba (part. ahí). Ambos vecs. de Valladolid. ABUELOS MATERNOS: Esteban José de Camarena, nat. de Valladolid pero no se encontró su part.; hmno. José Manuel de Camarena. Ma. Lugarda Martínez Calvillo (también sólo Arriola), b. Sag. de Valladolid de Mich. 1�/I/1�05. Ambos vecs. de Valladolid. BISABUELOS PATERNOS PA‑TERNOS: Pedro José Casela y ¿Garnica? y Ma. Antonia Martínez y Aldana. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: José Francisco de Miranda y Ma. Rosa de Campuzano. BISABUELOS MATER‑NOS PATERNOS: Esteban de Camarena y Tomasa de Rosas. El pri‑mero hijo nat. de José de Camarena (def. antes de XI/1�2�) y de Leo‑nor Sánchez de la Palma, vecs. de Guad. La segunda nat. de Guad. e hija de Juan de Rosas y Juana de Zamora, de la misma naturaleza. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Antonio Martínez Cal‑villo y Ma. de Arriola, vecs. de Valladolid. APROBADA: falta en el exp., pero sus infs. fueron aprobadas en la junta de 1/VII/1802 y se matriculó, mediante poder concedido el Lic. José Ma. Aguirre y

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Casela, el 24/I/1803 32. NOTAS: las parts. de sus abuelos paternos debían estar en la inf. de su tío el Lic. José Lucio Casela, relator que fue de la Aud. de Méx., o en la de su hijo, quien también sirvió como relator en dicho tribunal, pero seguramente no se encontraron allí porque tuvo que certificar su ausencia en el Sag. de Valladolid. La junta de 14/I/1800 le ordenó presentar o suplirlas; también pidió lo mismo respecto de la de la abuela materna. Como se ve nuestro personaje cumplió. En el exp. está una inf. de nobleza y limpieza del abuelo materno. Parientes: Br. Pedro de Camarena (cura interino de Fresnillo), Lic. José de Camarena (cura de Fresnillo), Diego de Hie‑rro y Miranda (alguacil mayor de Guad., casado con una pariente), Br. Juan Pérez (pbro., pariente por lo Rosas), Fr. Miguel de Agundis (pariente por lo Rosas), Pbro. Br. Luis Cristóbal de Rosas, Nicolás Pérez de Zamora (alcalde mayor de Jala y Ahuacatlán), Fr. Miguel de Casela (presentado y secretario de la Merced de Méx., tío), Lic. Manuel Casela (canónigo de la colegiata de Guadalupe, tío) y Fr. Pedro Casela (provincial de la Merced, tío).

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CASELA Y SALINAS, JOSE IGNACIO: b. Sag. Met., Cd. de Méx., 19/II/1�55; colegial de S. Ildefonso de Méx. y estudió en el Seminario de Méx. PADRES: Lic. José Lucio Casela, b. Sag. de Va‑lladolid, ob. de Mich., 9/III/1�21; estudió en el Col. de Cristo de Méx., pasante de su suegro, ab. de la Aud. de Méx. y del Col. de Abs. donde fue consiliario 33, relator propietario de la Aud. de Méx.; hmnos.: Pbro. Br. Manuel (cura de Atotonilco el Chico y de Tacuba), Dr. Fr. Pedro (mercedario y del Claustro de la Universidad de Méx.), Dr. Francisco (del Claustro de la Universidad de Méx.) y Fr. Miguel Casela (merce‑dario y lector de Filosofía). Ma. Guadalupe de Salinas, b. Sag. Met. 19/XII/1�1�; def. ca. 1��3, ciertamente antes de X/1��9. ABUELOS

32 liBJunseC i: fs. 91 fte. y 113 fte. liBMat: f. 32 fte.33 debe haber sido abogado antiguo ya que no está su exp.; ya era miembro del Col. en 1770; en la

lista impresa de ese año figura como ab. de presos de la Curia eclesiástica de Méx., asesor de la Casa de Moneda y agente fiscal.

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PATERNOS: José Antonio de Casela, nat. de Valladolid de Mich., def. antes de III/1�59, «porque en ello tenía inteligencia» afinaba el órgano de la Catedral de Valladolid. Josefa Javiera de Miranda, nat. de Valla‑dolid de Mich. Ambos vecs. de Valladolid y luego de Méx. ABUELOS MATERNOS: Lic. Juan Manuel de Salinas, b. Rl. de Tlalpujahua 20/I/1692; ab. de la Aud. de Méx., vec. de la Cd. de Méx., sobre él un testigo dijo que «fue un letrado muy recomendable, así por su litera‑tura e integridad, como por lo festivo y salado de su genio, aun en los Rls. Estrados»; hmnos.: Pbro. Juan Antonio (cura de Silao y comisario del Sto. Oficio) e Isabel de Salinas (esposa de Sebastián Camacho de Morales —también Romero Camacho— ensayador y balanzario de Gto.). Gertrudis Hurtado de Castilla, b. Sta. Fe de Gto. 30/III/1681. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Felipe de Salinas y su segunda esposa Gertrudis Beltrán de la Cueva. El primero fue regidor perpetuo de Gto., alcalde ordina‑rio varias veces, ensayador y balanzario de sus Rls. Cajas, notario del Sto. Oficio, def. antes XII/1�22 en Silao. La segunda def. antes de XII/1�22. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Pedro Hurtado de Castilla y Antonia Sambrano Beltrán de la Cueva. APROBADA: 1�/I/1�80 con la calidad de que en dos meses presentara las diligen‑cias hechas para obtener las parts. de sus abuelos paternos. NOTAS: en el exp. están: 1. inf. de legitimidad y limpieza del Lic. Juan Ma‑nuel de Salinas (Silao y Cd. de Méx., 1�22); 2. inf. de legitimidad y limpieza del pretendiente para vestir la beca de colegial pensionista del Seminario de Méx. (Méx., 1�69); 3. inf. sobre los Hurtados de Castilla levantada por el Dr. Pedro Hurtado de Castilla, pbro. del ob. de Mich., ab. de la Aud. de Méx., defensor del Juzgado de Capellanías y Obras Pías de Méx. (Méx., 1�24). Según la anterior inf. el cuarto abuelo del dicho Pedro Hurtado de Castilla fue el Cap. Juan Hurtado de Castilla, alcalde mayor y tnte. de cap. gral. de Valladolid de Mich., cab. de Stgo. y visitador gral. de los cabs. de Stgo. de la Nva. España, vec. que fue de Madrid quien pasó a Méx. con el virrey Cerralbo; este personaje fue hijo de Pedro Hurtado de Castilla (de la casa y mayoraz‑go de su apellido en Madrid, def. ante de VI/1624) y Juana del Valle y Saavedra, vecs. de Madrid.

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CASSERTA DAENS STUART, GUILLERMO: nat. de Cádiz, co‑legial de S. Ildefonso de Méx., ab. de la Aud. de Méx. PADRES: Juan Francisco Casserta, nat. de Niza en los estados del Duque de Sabo‑ya, vec. y def. en Cádiz (antes de IV/1�68), tnte. del Rgmto. de la Corona. Catalina Polonia Daens Stuart, b. Sag. de Cádiz 24/II/1�43. ABUELOS PATERNOS: Tomás de Casserta, príncipe de Casser‑ta, nat. de Nápoles, vec. de Cádiz. Ma. Guinesi, nat. de Niza, vec. y def. en Cádiz. ABUELOS MATERNOS: Jacobo Guillermo Daens, nat. Adeghem, ob. de Brujas, Flandes, comerciante grueso y miembro de la Universidad de Cargadores de Cádiz, sirvió al Sr. D. Felipe V con un navío, vec. y def. en Cádiz. Rosa Stuart, nat. y vec. de Cá‑diz, su def. ahí. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Pablo Daens y Elena Blonde. BISABUE‑LOS MATERNOS MATERNOS: Esteban Stuart y Catalina Touhil. APROBADA: 2�/IV/1�68. NOTAS: faltan todas las parts. de la línea paterna, la del pretendiente y las de los abuelos maternos (consta que presentó la suya, las de los abuelos maternos y la de un bisabuelo ma‑terno). También se mostró, y no está, una inf. levantada en Cádiz sobre la madre. La abuela materna descendía del Rey Jacobo de Inglaterra; el abuelo paterno dejó su casa por una «travesura» y, después de dedi‑carse al comercio, heredó el principado.

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CASTAÑEDA Y CALDERON, JOSE MA. SOTERO DE: b. S. Francisco Etúcuaro, ob. de Mich., 22/IV/1�82; colegial de S. Ildefonso de Méx., estudió Cánones y Leyes, ab. de la Aud. de Méx. PADRES: Juan José de Castañeda y Oviedo, b. S.Antonio Urecho 12/VI/1�4�; hacendado. Ma. Catalina Crisóstoma Calderón y Navarro, b. Stgo. Co‑pándaro 29/?/? (f. 129 del libro de bautismos que comenzó en 1�28). Mat. en S. Francisco Etúcuaro 20/IX/1��6. Ambos vecs. de la hda. de la Concepción, juris. de Etúcuaro. ABUELOS PATERNOS: Nicolás Gregorio de Castañeda, b. S. Ildefonso Taretan 26/XI/1�24; hacendado.

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Juana Basilia de Oviedo, b. S. Antonio Urecho 28/VI/1�30. Ambos vecs. de la hda. de Sta. Efigenia, juris. de Urecho. ABUELOS MA‑TERNOS: José Cayetano Calderón, b. Stgo. Copándaro 10/VIII/1�36. Ma. Josefa Navarro, no se encontró su part. bautismal en Copándaro y en Pátzcuaro (aquí n.), def. 15/VI/1�6� en Sta. Ana Turicato. El mat. no se encontró en Copándaro. Ambos vecs. de Acámbaro. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Miguel Jerónimo de Castañeda y Mariana de Reyna, vecs. de la hda. de Tomendán. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Luis de Oviedo y Ma. Antonia Valdés. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: José Calderón y Agustina de Abrego, vecs. de Copándaro. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: 3/VII/1805. NOTAS: faltaban testigos de conocimien‑to de la abuela materna. Se le ordenó ampliar a doce las deposiciones y legalizar unas parts.; cumplió con todo. Es de notar que se encuentra en el exp. el permiso para casarse con Paula Rita Milla, hija de Pablo Nemesio Milla y de Ma. Josefa Tello de Meneses, todos nats. y vecs. de Ozumba, juris. de Chalco. Está la inf. de esta señora en donde tres testigos depusieron sobre su limpieza y sobre que en su familia nadie había ejercido oficios viles. La junta de 23/VI/1809 declaró que no había obstáculos para la alianza.

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CASTILLEJOS, JULIAN DE: b. villa de Guadalcázar, provincia de Tehuantepec, 12/I/1��5; ab. de la Aud. de Méx. (4/VII/1800), br. en Cánones; hmno.: Lic. Mariano de Castillejos, ab. del Col. (véase). PA‑DRES: Juan de Castillejos y Ma. de Caso, vecs. de la villa de Tehuan‑tepec. APROBADA: 5/VIII/1800. NOTAS: es una inf. de identidad que nada aporta a lo dicho en la entrada correspondiente al hmno., es de no‑tar que los comisionados no se refieren a los pleitos de éste con el Col.

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CASTILLEJOS, MARIANO DE: b. villa de Guadalcázar, provin‑cia de Tehuantepec, 19/VII/1�66; colegial del Seminario de Sta. Cruz

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de Oax. donde estudió Artes y luego pasó a Méx., ab. de la Aud. de Méx.; hmnos.: Lic. Julián (ab. del Col., véase) y Manuela Antonia de Castillejos (b. Tehuantepec, 19/I/1��3, esposa de Andrés Fernández de Castañeda). PADRES: Juan de Castillejos, nat. y vec. de Tehuante‑pec, tnte. provincial del Tribunal de la Acordada, administrador interi‑no del Tábaco, Pólvora y Naipes, administrador de Alcabalas de Te‑huantepec, alférez de la Cía. Española de Tehuantepec (juró al Sr. D. Carlos III), luego cap. de dichas milicias, varias veces tnte. del justicia mayor de Tehuantepec, comerciante, dueño de obrajes y de un trapiche y, al parecer, hombre muy rico.; hmna.: Josefa de Castillejos (según una declaración desestimada era mulata), esposa de Juan Gualberto Caso González con quien prohijó a Felipe de Caso Castillejos (posee‑dor de una capellanía). Ma. de Caso y Oyos, nat. y vec. de la villa de Tehuantepec, def. antes de V/1�92. ABUELOS PATERNOS: Patricio de Castillejos, labrador y dueño de hda., ayudante mayor de las mili‑cias de Tehuantepec. Margarita de Castro; ambos nats. y vecs. de Te‑huantepec. ABUELOS MATERNOS: Diego de Caso y Ma. de Cuevas (también Ma. de los Santos); ambos nats. y vecs. de Tehuantepec. Se‑gún una inf. eran mestizos puros de indio y español. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: José de Castillejos y Antonia de Cuadros. El primero b. Sag. de Cd. Rl. 23/III/1681 e hijo de José de Castillejos y de Ambrosia Barreto, españoles. La segunda, según una declaración desestimada, era huérfana de Antonio Margarino y de Isabel de Cabre‑ra, pardos libres, y en realidad hija de una hmna. de dicha Isabel de Cabrera. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BIS‑ABUELOS MATERNOS PATERNOS: Pedro de Caso y Oyos, euro‑peo, y Ma. de Cuevas. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: no está pero consta que se matriculó el 9/XII/1�93; sus infs. fueron aprobadas en la junta del 6/XII/1�93 34. NO‑TAS: el ingreso de este letrado fue uno de los que más problemas causaron al Col. Al iniciar sus trámites sólo presentó su propia part. de bautismo y una certificación, no jurada, del cura de Tehuantepec sobre que faltaban las demás parts. porque los libros parroquiales fueron devorados por insectos. Las doce deposiciones de rigor, terminadas en

34 liBMat: f. 5 fte.

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VII/1�92, fueron favorables a Castillejos quien pidió que la falta de parts. quedara suplida con los testimonios y la certificación del cura sobre la falta de los documentos. Alegaba que resultaba inicuo que quedase sin poder matricularse por la destrucción de un archivo, que en su caso sucedía lo mismo que pasaba cuando el documento en el que se consignaba una deuda perecía: los acreedores no perdían su derecho porque la obligación podía probarse con otros medios. Es de notar que en el escrito de Castillejos que seguimos, las parts. son teni‑das sólo como una prueba documental de la cristiandad del preten‑diente y que las deposiciones son consideradas como la esencia de la inf. de limpieza. La junta de 4/VIII/1�92 le ordenó que instruyera con‑cluyentemente sobre la imposibilidad de obtener las parts. por lo que produjo una inf. sobre la limpieza de sus ascendientes que sólo estaba jurada y comprobada en parte. La junta de 29/XI/1�92 pensó que los documentos no servían ya que el juramento sólo se refería a la part. del propio Castillejos y no al resto y, además, Castillejos no exhibió otros papeles que había ofrecido para suplir lo mucho que le faltaba; es cla‑ro que la junta sospechó que pudiera haber motivos por los cuales no cumplía con el estatuto ya que Tehuantepec era una zona «infecta de malas castas». El Col. encargó, no al justicia local que era amigo del padre del pretendiente, sino a otros sujetos abs. averiguar sobre la rea‑lidad de los libros parroquiales de Tehuantepec y sobre la calidad de la familia de Castillejos (I/1�93). Uno de estos informantes, un letrado no matriculado, Juan Bautista de Echarri, escribió a un par de religio‑sos amigos suyos que fueron vecs. de Tehuantepec y quienes le dijeron que era cierto que el archivo parroquial de dicha villa estaba en mal estado. Sobre las circunstancias de la parentela de Castillejos, Echarri dijo que eran españoles y que ello le constaba ya que había intervenido en ciertas diligencias hechas por un navarro, Sebastián de Larrán, tnte. de alcalde mayor, para casarse con una hmna. de Castillejos y que el enlace se verificó. También sabía Echarri que se habían realizado pruebas de limpieza para el matrimonio celebrado por el administra‑dor de alcabalas y rentas de Tehuantepec, el montañés Andrés Fernán‑dez de Castañeda, con otra hmna. de Castillejos y, por último, que otra de sus hmnas. estaba casada con un castellano llamado Lorenzo Rodríguez. Sin embargo, el otro ab. al que se dio comisión, Ignacio

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de Villaseñor y Cervantes, quien pertenecía al Col. y residía en Oax., tras haber llevado a cabo pesquizas con sujetos de distinción, informó que la familia de Castillejos era de mulatos e indios y que las hmnas. de éste que casaron con europeos lo hicieron porque el padre era rico; ademas, dijo que Echarri era corresponsal en el comercio de los Casti‑llejos y tenía en su casa a un hmno. del pretendiente y que era cierto lo de la destrucción del archivo de Tehuantepec (II/1�93). Ahora bien, la junta de 22/II/1�93 había pedido a Villaseñor juramentar a los testigos que le habían dado inf. y cuando procedió a esta diligencia las respues‑tas de estos sujetos «distinguidos» fueron mucho más suaves y mati‑zadas, con todo su dicho fue bastante negativo; así, en una carta de Villaseñor al Col. se insistió en que Castillejos no era digno de la ma‑trícula (VI/1�93). La junta de 6/VIII/1�93 rechazó de plano al preten‑diente. En IX/1�93 nuestro letrado apeló de esta decisión a la Aud. pero, quizá por recapacitar sobre el mal efecto que ello podría causar en el Col. o porque ya había demostrado su intención de litigar si así fuera necesario, se desistió «por ahora» de este recurso y volvió a di‑rigirse a la junta: ahora le solicitó que se le entregaran las infs. levan‑tadas para que pudiera defenderse. La junta de 20/IX/1�93 se negó a ello y Castillejos volvió a representar su asunto afirmando que le pare‑cía que debía existir un motivo oculto para no admitirle y que sin las infs. no podía desvanecerlo. Es de notar que Castillejos claramente sabía que Villaseñor había juramentado a testigos adversos a su causa y que blandía como arma la posibilidad de entablar un litigio contra el Col. Además, ya que era de justicia que el Col. le oyera antes de con‑denarle, ¿cómo podría él defenderse sin ver las inf.? Por lo pronto, atacó al autor más conocido sobre estatutos, el célebre Escobar 35, como hombre duro que prefirió las doctrinas rígidas a las suaves, las cuales, evidentemente, fueron puestas de relieve por Castillejos; tam‑bién tachó a algunos testigos señalando sus contradicciones y la va‑guedad de sus dichos, que sólo declaraban de oídas y llegaron a decir cosas del todo inverosímiles, que tenían enemistad con su casa y eran parciales (lo cual prueba que tenía ya algún conocimiento del contenido

35 se trata de Juan de escobar Corro; sobre él, véase la nota 53 de nuestro trabajo publicado en el número anterior de esta misma revista.

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de las infs.); por último, Castillejos criticó el proceder de Villaseñor y levantó la sospecha de que tenía afección en la causa. Castillejos pro‑dujo después diversos papeles: 1. autos sobre la provisión de cierta capellanía; 2. las diligencias hechas por su padre contra uno de los testigos (1�91); 3. una declaración del Seminario de Sta. Cruz sobre que Castillejos no había dejado esa institución por faltarle las prendas necesarias para estudiar ahí, sino porque quería cursar jurisprudencia y en Sta. Cruz no existían cátedras de esta disciplina; 4. la inf. de lim‑pieza dada por su hmna. para casarse con el dicho Castañeda (Guadal‑cázar, 1�90); una inf. sobre que la beca que vistió en el Seminario era de las llamadas de S. Bartolomé y que era de distinción y requería de limpieza. Con todo lo anterior la junta de 5/XII/1�93 desestimó las averiguaciones de Villaseñor por vagas y porque sus informantes, ante el juramento, se desdijeron y no estuvieron contestes; también aceptó que el pretendiente había probado la falsedad de algunos de sus testi‑monios. Para concluir, es interesante señalar que en uno de sus escritos Castillejos esbozó lo que le parecía debía hacer el comisionado de infs. del Col. descubrir la verdad, por lo tanto, no buscar a testigos que declararan de un modo o de otro, y sí cerciorarse de que éstos fueran probos y honestos que, además, pudieran declarar de ciencia cierta de modo que al verse estrechados por el juramento no se retractasen, que el comisionado también debía averiguar la razón de sus dichos y estar pronto para descubrir sus contradicciones e inconsistencias.

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CASTILLO ALONZO Y VALLE, BERNARDO DEL: b. iglesia mayor de Zac. 21/VIII/1�8�; ab. de la Aud. de Méx. (13/XII/1811). PADRES: Vicente del Castillo, b. villa de Cárdenas, ob. de Calahorra, 26/XII/1�46; a los cuatro años pasó a la casa de su tío Francisco Javier González de Andía, vec. de la villa de Grañón, luego fue a Calahorra a casa de otro tío, canónigo de esa iglesia, Juan Antonio Vicente. Ricarda Alonzo y Valle, b. iglesia mayor de Zac. 6/IV/1��1; esposa en segundas nupcias del contador mayor de las Rls. Cajas de Méx., José Monter. ABUELOS PATERNOS: Vicente del Castillo y Manuela Vicente, nats. de Cárdenas. ABUELOS MATERNOS: Lucas Rafael Alonzo y Valle

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(también Alonso del Valle), nat. de Castilla, cap. del Rgmto. Urbano de Zac., cab. de Stgo., def. 5/V/1�83 en la Cd. de Méx. (part. en S. Miguel Arcángel), testó. Manuela Porres Baranda y Villavicencio, nat. de Guad. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: 10/III/1812 con la calidad que abajo se indica. NOTAS: como el pretendiente tenía urgencia de ingresar, se dio comi‑sión a pesar de que faltaban todas las parts. Nuestro ab. presentó una dispensa de la Aud. de Méx. (26/II/1812) de las de los abuelos paternos y de la abuela materna, para cuya obtención se le dieron ocho y cuatro meses, respectivamente, a partir de que los parajes a los que tenía que acudir fueran abandonados por los enemigos. Antes de otorgar la dicha dispensa la Aud. recabó el parecer del rector del Col. el cual dijo que no tenía inconveniente en que se concediera.

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CASTILLO QUINTERO, JUAN NEPOMUCENO DEL: ab. de la Aud. de Méx., vec. de Pue. PADRES: no los da. ABUELOS PATER‑NOS: no los da. ABUELOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MA‑TERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APRO‑BADA: no está pero sus infs. fueron aprobadas, sin más trámites, en la junta de 18/I/1819 y se matriculó el 21/I/1819 36. NOTAS: sólo se encuentra la petición de mandar comisionados a Pue.

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CASTRO Y ARAGON, JOSE MA. DE: b. parroquia de la Sta. Vera Cruz, Cd. de Méx., 16/X/1��1; ab. de la Aud. de Méx., pbro.

36 liBJunseC ii. f. 46 vta. liBMat: f. 89 vta.

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del arzob. de Méx. PADRES: Alejandro de Castro, b. Xocotitlán 1�/III/1�32; hmnos.: Sor Ma. Josefa de S. Antonio (religiosa en Sta. Ca‑talina de Méx.), Br. Bartolomé (tnte. de cura de Teoloyucan), Vicen‑te, Ma. Agustina, José y Ana Ma. de Castro. Ma. Matiana Aragón, b. Acolmán 21/IX/1�46. ABUELOS PATERNOS: Francisco de Castro y Vega, nat. rancho de Chlila (sic), Concepción de Zumpango de la Laguna, testó en Tepozotlán 5/VIII/1�55. Juana Bernarda de Salas Za‑pata, nat. S. Luis de la Paz (no apareció su part. ahí), otorgó poder para testar en Cuautitlán 25/IV/1�64. Mat. en S. Luis de la Paz 19/II/1�16. Ambos vecs. de Zumpango. ABUELOS MATERNOS: Joaquín de Aragón, b. Xocotitlán 6/II/1�20. Ma. Josefa Durán de Huerta, b. Xocotitlán 10/III/1�1�. Ambos vecs. de la hda. de la Cadena. BISABUELOS PA‑TERNOS PATERNOS: Antonio de Castro, nat., dueño y vec. de la hda. de Chlila. Antonia Gómez (también Villagómez), nat. de la Cd. de Méx. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Antonio de Salas Zapata y Ma. Flores y Villanueva, ambos nats. de S. L. P., la segunda def. antes II/1�16. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Miguel de Aragón y Juana Gamé (sic), vecs. de Xocotitlán. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Bernardino Durán de la Huerta y Nicola‑sa de la O y Montes de Oca, vecs. de la hda. de Jurindo. APROBADA: 3/I/1805. NOTAS: se le pidió, y entregó, la part. matrimonial de sus abuelos paternos para acreditar la calidad de la abuela.

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CASTRO Y ELORZA, ANTONIO DE: b. Sag. de Valladolid de Mich. 26/VIII/1��9; estudió en el Seminario de Valladolid (Gramática, Filosofía y Retórica) y luego en S. Ildefonso de Méx.; una hmna. espo‑sa de José Antonio de Ybarrola, alcalde ordinario y regidor honorario de Valladolid. PADRES: José Ma. de Castro, b. Pátzcuaro 18/III/1�50; cap. de Caballería Provincial, alcalde ordinario y regidor honorario de Valladolid. Ma. Andrea de Elorza, b. Sag. de Valladolid de Mich. 3/XII/1�52. ABUELOS PATERNOS: Andrés Antonio de Castro y

3� no queda muy claro en el exp. pero así lo afirma Juan B. iguíniz, op. cit., p. 117.

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Varela, b. Sta. Ma. de Villafiz, ob. de Lugo, Galicia, 12/I/1�08; crnl. de Caballería, regidor alguacil mayor de Valladolid y Pátzcuaro, antes alcalde mayor de Tancítaro y Pinzándaro; hmno.: Agustín de Castro, vec. y alcalde ordinario de Pátzcuaro. Ma. Antonia de Yturria, nat. de Pátzcuaro, b. parroquia de S. Francisco ca. 1�33‑1�34, pero no se halló la part. Mat. en Pátzcuaro el 4/V/1�48. ABUELOS MATER‑NOS: Miguel de Elorza, b. S. Miguel de Oñate, Vizcaya, �/V/1�14; comerciante y vec. de Valladolid de Mich. Ma. Teresa de Ynchaurran‑dieta y Cabrera, b. Pátzcuaro 21/X/1�28. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Martín de Castro y Catalina Varela Rodríguez, vecs. de Villafiz. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Diego de Yturria, regidor y alcalde mayor de Pátzcuaro y Valladolid. Antonia de Yza‑guirre, deuda del Marqués de Villahermosa de Alfaro. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Francisco de Elorza y Angela de Umerez, el primero hijo de otro Francisco de Elorza y de Antonia de Olavarría y, la segunda, de Lázaro de Umerez y de Marina de Basauri. BIS‑ABUELOS MATERNOS MATERNOS: Gabriel de Ynchaurrandieta e Isabel de Cabrera, vecs. de Pátzcuaro. APROBADA: 14/XI/1804. NOTAS: pariente: Lic. Martín del Río, prebendado de Valladolid.

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CASTRO PALOMINO, CARLOS JOSE DE: b. S. Cristóbal de la Habana 22/XI/1�48; ab. de la Aud. de Méx.; hmno.: Dr. Felipe Ignacio de Castro Palomino, ab. del Col. (véase). PADRES: Dr. Juan Miguel de Castro Palomino, en 1��9 era provisor y vicario gral. de La Haba‑na. Josefa Florencia del Puerto. APROBADA: 2�/VIII/1��9. NOTAS: es una inf. de idoneidad y de identidad con su hmno.

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CASTRO PALOMINO, FELIPE IGNACIO DE: b. S. Cristóbal de La Habana 23/IX/1�43; vec. de Méx., br. en Cánones; hmno.: Carlos José de Castro Palomino, ab. del Col. (véase). PADRES: Dr. Juan Mi‑guel de Castro Palomino, clérigo presbítero y ab. consultor del Sto.

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Oficio, b. Sto. Cristo del Buen Viaje de La Habana 15/II/1�23. Josefa Florencia del Puerto, b. S. Cristóbal de la Habana 30/VI/1�25; def. an‑tes de X/1�63. Ambos vecs. de La Habana. ABUELOS PATERNOS: Juan de Castro Palomino, b. S. Cristóbal de La Habana 21/I/16��. Inés de Luna, b. iglesia mayor de la Nva. Ver. 13/VII/1688. Ambos vecs. de La Habana. ABUELOS MATERNOS: Miguel del Puerto (también Florencia del Puerto), b. Espíritu Sto. de La Habana 31/XII/1690. Ger‑trudis Ruiz de Tagle, b. S. Cristóbal de La Habana 9/X/1�02. Ambos vecs. de La Habana. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Agus‑tín de Castro Palomino, nat. de Sevilla, y Nicolasa de Herrera, nat. de La Habana. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Francisco de Luna y Petronila de Ugarte y Espinal. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Miguel del Puerto, nat. de Cádiz, y Ana Garaondo, nat. de La Habana. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Domingo Ruiz, nat. de Santillana, ob. de Santander, y Ma. González, nat. de La Habana. APROBADA: 5/XI/1�64.

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CAVADAS, MANUEL ANTONIO DE LAS: b. S. Andrés Tuxtla 21/VIII/1��9; colegial del Seminario de Méx., vec. de la Cd. de Méx. PADRES: Antonio de las Cavadas, b. puerto de Santander 28/I/1�40; comerciante, def. antes de IV/1806; hmno.: un fraile del Carmen. Jo‑sefa Antonia García, b. S. Andrés Tuxtla 1�/VIII/1�51; comerciante. ABUELOS PATERNOS: Antonio de las Cavadas, b. puerto de San‑tander 1�/IX/1�10. Manuela de Rubayo, nat. del puerto de Santander. Mat. en el puerto de Santander 21/IX/1�32. ABUELOS MATERNOS:Antonio García, b. Sag. de Cádiz, Andalucía, 30/I/1�13; cap. de mili‑cias. Ma. Nieves de la Cadena, b. S. Andrés Tuxtla 12/IV/1�18. Mat. en S. Andrés Tuxtla 8/XI/1�45. BISABUELOS PATERNOS PATER‑NOS: Antonio de las Cavadas y Ma. de Leza, vecs. de Santander. BIS‑ABUELOS PATERNOS MATERNOS: Juan de Rubayo y Ma. Diego Lienzo, vecs. de Santander. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Miguel García y Ma. Hidalgo. BISABUELOS MATERNOS MATER‑NOS: Pedro de la Cadena e Isabel de Toro. APROBADA: 20/V/1806. NOTAS: se suplió una part. bautismal con una de mat. Parientes: Fr.

ALEJANDRO MAYAGOITIA

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Juan Manuel de las Cavadas (O. F. M. de la provincia del Sto. Evange‑lio de Méx., primo del padre) y Juan Manuel de las Cavadas (fundidor mayor de la Casa de Moneda de Méx., primo del padre).

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CENDOYA, FRANCISCO ANTONIO DE: b. S. Juan Tamazun‑chale, juris. villa de Valles en S. L. P., 1�/II/ 1��6; ab. de la Aud. de Méx., dr. de la Universidad de Valencia. En 1809 era relator de la Sala del Crimen de la Aud. de Méx. PADRES: José Manuel de Cendoya, b. Sta. Ma. la Rl., villa de Plasencia, Guipúzcoa 2/X/1�39; viandante de ropa, minero y dueño de salitrera; hmnos.: Miguel (b. Vergara 29/IX/1�33, vec. de Sevilla), Juan Joaquín (b. Sta. Ma. la Rl. de Plasen‑cia 15/X/1�41, vec. de Xérez de la Frontera) y Juan de Cendoya (b. Sta. Ma. la Rl. de Plasencia 18/II/1�49, vec. de Sigüenza). Teresa de Aguilar y Cárdenas, b. S. Juan Tamazunchale 21/IX/1�49; def. antes de XII/1�98, sep. en el Convento del Carmen de S. L. P. Mat. en Tama‑zunchale 15/II/1�68. Ambos vecs. del Rl. de S. Francisco de los Po‑zos, Tamazunchale y S. L. P. ABUELOS PATERNOS: Juan Bautista de Cendoya, b. Sta. Ma. la Rl. de Plasencia 19/XII/1�09; hidalgo que concurrió al ayuntamiento gral. de Plasencia de 6/III/1�5�. Ignacia de Arizavaleta, b. Beasain 3/IV/1�09; hmno.: Francisco Javier de Ariza‑valeta, dueño de la casa de su apellido (1�68), procurador gral., tnte. de alcalde, juez ordinario y regidor de Vergara. Mat. en 22/II/1�32. Ambos vecs. de Plasencia. ABUELOS MATERNOS: Isidro de Agui‑lar, n. ca. 1�00 en el pueblo de Stgo. Tampamolón (no se encontró su part. bautismal), comerciante. Ma. Ana de Cárdenas, b. Sta. Catarina Chicontopec, ca. 1�1� (no se halló la part. porque se quemó la iglesia). Mat. en Tamazunchale 19/VII/1�43. Ambos vecs. de Tamazunchale. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Bartolomé de Cendoya, b. Azpeitia 14/IX/16�3; pariente de los dueños del solar de Cendoya de Azcoytia. Ma. de Jáuregui Arana, b. Elgoibar 25/V/1�00. Mat. en Sta. Ma. la Rl. de Plasencia 28/V/1�00. Ambos vecs. de Plasencia. El primero hijo de Juan de Cendoya y de Isabel de la Bastida. La segunda hija de Miguel de Jáuregui y de Ma. de Arana, nieta paterna de Antonio de Jáuregui y de Catalina de Ciarán y, nieta materna de

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Andrés de Arana y de Ma. de Echeverría. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: José Ignacio de Arizavaleta, b. Vergara 14/VIII/1683; ahí regidor, síndico procurador y propietario de la casa solar de su ape‑llido, def. antes II/1�32. Ma. Josefa de Goya, b. Beasain 20/VIII/1688. Mat. en Beasain 16/VII/ 1�08. Ambos vecs. de Vergara. El primero hijo de Juan Bautista de Arizavaleta, dueño del solar de su apellido, def. ca. 1683, y de Ma. Antonia de Aldaeta; nieto paterno de José de Arizavaleta y de Ma. Angela de Mecolalde; y, nieto materno, de An‑drés Sáenz de Aldaeta y de Marina Pérez de Lascurain. La segunda fue hija de Francisco de Goya, alcalde ordinario de Beasain, y de Ana Ma. de Minteguía (un hmno. de esta señora llamado Miguel fue alcal‑de y regidor de Beasain). BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Antonio de Aguilar Tamariz y Pino, nat. del Pto. de Sta. Ma., España, notario eclesiástico de Stgo. Tampamolón, y Ma. Teresa Terrazas, nat. de S. L. P. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: José Antonio de Cárdenas y Ma. Nicolasa Romero (no se presenta su part. de mat. porque se quemó la iglesia). APROBADA: 28/IV/1805. NOTAS: el pretendiente presentó, y se le devolvió, una ejecutoria y una inf. de su tío Miguel de Cendoya para ponerse el hábito de Stgo.; un testimonio de un pleito de hidalguía entre sus mayores y la provincia de Guipúz‑coa (aprobado por la provincia el 4/VII/1�68) que está en el exp.; y una inf. sobre su línea materna (Sta. Catarina Chicontepec, 1�98) que también está. Parientes: un cab. de Stgo. que fue prior del Convento de Vélez, Joaquín de Cendoya (tío paterno, flotista matriculado en el comercio de España), Juan Martín y Domingo de Goya (concejales de Ceraín), Celedón de Cendoya (en 1�68 dueño de la casa solar de su apellido, quien la heredó de su padre, también llamado Celedón; ambos fueron regidores de Azcoytia). La casa de Cendoya estaba en el barrio de Arrieta de Azcaytia; la de Arizavaleta en Vergara; la de Jáuregui en Elgoibar; y la de Goya en el barrio de Aizpear (sic ¿por Aizpea?) de Ceraín; todos en Guipúzcoa.

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CERQUERA Y BARRIONUEVO, MANUEL: b. Sag. Met. �/I/1��1; se le dispensaron dos años de práctica porque su madre

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viuda tenía necesidad (21/VI/1�93), ab. de la Aud. de Méx., en 1805 era agente fiscal del Crimen de la Aud. de Méx. PADRES: Nicolás Antonio Cerquera, b. Sag. de Santander, España, 29/X/1�25; secretario del Cap. Gral. de la Rl. Armada Andrés Regio, luego contador ordenador del Tribunal de Cuentas y dos veces superintendente interino del mismo cuerpo, luego contador de la Rl. Aduana de Méx., def. antes de V/1�93. Ma. Manuela de Ba‑rrionuevo, b. Sag. Met. 12/XII/1�46. ABUELOS PATERNOS: An‑tonio Cerquera y Silva, nat. de Portugal. Juana de Cavia, nat. de la cd. de Santander; ambos vecs. de la cd. de Santander. ABUELOS MATERNOS: Felipe Antonio de Barrionuevo y Góngora (sic), b. Sag. de Córdoba, España, 19/IX/1�05; contador del Rl. Tribunal de Cuentas de Méx.; hmno. uterino: Antonio Caballero y Góngora, arzobispo de Sta. Fe y de Córdoba, CIII. Ana Ma. de Cárdenas, b. parroquia de S. Miguel Arcángel, Cd. de Méx., 18/I/1�20. BIS‑ABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATER‑NOS PATERNOS: Bernardo de Barrionuevo (sic) y Francisca Ber‑nabela del Rosal (sic). BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Tomás de Cárdenas Guzmán y Flores (también José de Cárdenas), nat. de Madrid. Juana Espinosa de los Monteros (también Jua‑na Guzmán y Espinosa), nat. de la Cd. de Méx. APROBADA: 6/XII/1�93. NOTAS: casi todos los testigos estaban vinculados con el Tribunal de Cuentas y la administración fiscal de la Nva. Espa‑ña. Su pariente: Tomás de Cárdenas, tesorero de la Sta. Cruzada de Méx., mayordomo del Hospital Rl. y Gral. de Indios y contador mayor honorario del Rl. Tribunal de Cuentas. Es de notar que la part. bautismal del abuelo materno salió del libro de genealogías de los Barrionuevos que se presentó; se le admitió faltando dos parts. no suplidas (las de los abuelos paternos) en atención a que, por la falta de noticias, era imposible obtenerlas y constaba que el pretendiente había intentado diligenciarlas.

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CERVIÑO DE LOS RIOS (también CERVIÑO DE CASTRO/CERVIÑO Y CASTRO), MARIANO: nat. de Guad. 3�, vec. de la Cd. de Méx., ab. de la Aud. de Méx., fue oficial de pluma. PADRES: Ventura de Cervino de Castro, b. colegiata de Sta. Ma. de Iria Fla‑via, villa del Padrón, Galicia, 1�/VII/1�14; vec. y comerciante de Guad., tres veces alcalde ordinario de dicha cd., def. antes de 1801. Ma. de los Ríos; b. Sag. Met. 12/XII/1�31; vec. de Guad.; hmna.: Gertrudis, esposa de Nicolás Covián. ABUELOS PATERNOS: Miguel Cerviño y Estefanía Gregorio. ABUELOS MATERNOS: Juan de los Ríos, nat. de Castilla, cónsul del Trib. del Consulado de Méx. Ma. Ana de Obregón, b. Sag. Met. 18/VII/1�00. Mat. en el Sag. Met. 9/IV/1�19. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUE‑LOS MATERNOS MATERNOS: Juan de Obregón y Nicolasa de Negrón. APROBADA: 1�/I/1806, con las calidades de exhibir las parts. y la inf. sobre sus abuelos paternos y que deje el empleo de oficial de pluma del Juzgado de Naturales. NOTAS: falta la part. bautismal de nuestro ab. que sí fue presentada. Su primo hmno. era José Pascual Covián de los Ríos quien mostró un libro de genea‑logías con las parts. de los abuelos maternos. El pretendiente no sabía a ciencia cierta de dónde eran sus abuelos paternos y, como por la guerra, era difícil obtener sus parts., pidió que se le admitiera sin ellas, cosa que le fue negada. También se rechazó su intento de ser incorporado mientras las diligenciaba. Al recibir una carta de España en que se le avisaba que ya se habían hallado las parts. de marras y que también se había levantado una inf. de calidad sobre sus abuelos, volvió a gestionar su matriculación. Entonces se le admitió bajo las condiciones dichas; ni las parts. ni la inf. están en el exp.

39 liBJun i: f. 247 fte.‑vta.

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CHICO VALDES, JOSE MA. FELICITAS: b. Sta. Fe de Gto. 10/VII/1�86; ab. de la Aud. de Méx. PADRES: Bernardo Chico Valdés, regidor y alcalde provincial de Gto., b. Villada, ob. de León, Castilla la Vieja 29/VIII/1�45. Manuela de Linares y Aguilar, nat. Silao, b. Sta. Fe de Gto. 26/XII/1�54. ABUELOS PATERNOS: Domingo Chi‑co Valdés, b. Villada 28/VIII/1�05. Ma. Valdés, b. Villada 18/I/1�14. ABUELOS MATERNOS: Domingo Linares, b. Sta. Ma. de Herbón y S. Julián de Requejo, villa del Padrón, arzob. de Stgo., Galicia 14/VII/1�08. Antonia de Aguilar, nat. Silao, def. en Sta. Fe de Gto. 1�/IX/1�86. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Marcos Chico Ganges y Ma. Valdés, nats. de Villada. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Andrés Valdés y Ana de Salamanca Valdés; el primero hijo de Mateo Valdés y de Ana Fernández, la segunda de Antonio de Salamanca y de Juana Díez, todos nats. de Villada. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Ignacio Linares y Luisa García, vecs. de Requejo. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: falta y su nombre no aparece en los libros de juntas y matriculación y tampoco en las listas impresas que tenemos a la mano; quizá el inicio de la revolución de Independencia no se lo permitió. NOTAS: comenzó sus trámites en XII/1809 y los comisionados dieron su parecer favorable a la pretensión en VII/1810.

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CIENFUEGOS, JUAN DE: nat. de Guad., colegial de S. Juan Bau‑tista de Guad. donde vistió la beca de oposición por una que hizo en Teología, ab. de la Aud. de Méx. (falta su part.). PADRES: Juan José Cienfuegos, b. Ostotipaquillo 1/III/1�20. Ma. Josefa de Rivera, b. Sag. de Guad. 5/V/1�21; hmno. Br. Ignacio de Rivera. ABUELOS PATER‑NOS: José González de Cienfuegos, nat. de Asturias. Bernardina de la Cueva, b. Ostotipaquillo 2�/III/1681. ABUELOS MATERNOS: Juan de Rivera, nat. de Guad., no se halló su part. y se certificó su falta. Ma. Casillas de Arce (también Casillas de Cabrera, Arce Casillas y Arce Casillas y Cabrera). BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los

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da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Nicolás de la Cueva y Tomasina Herváez (o Hernáez). BISABUELOS MATERNOS PA‑TERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: 26/VIII/1�68 con la calidad de que en cuatro meses se exhibiera una certificación comprobada y que en un año la part. de bautismo del abuelo paterno; es de notar que sólo se cumplió con lo primero. NOTAS: trató de suplir la falta de parts. de los abuelos maternos con los autos de un pleito de capellanías. Se decía en una ejecutoria del abuelo paterno, que dijeron haber visto los testigos, que éste era primo del cardenal Alvaro de Cienfuegos.

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COLAS PARACUELLOS, JOSE: b. Sta. Ma. la Mayor y S. Gil, Molina de Aragón, ob. de Sigüenza, 12/VI/1�4�. Estaba graduado de br. en Cánones por Alcalá de Henares, fue profesor de ambos derechos y pasante en el estudio de Miguel Notario de la Vega, vec. de la villa de Molina. Pasó a Méx. cuando era clérigo de primera tonsura (la reci‑bió en 1�69) en la familia del obispo de Pue. López Gonzalo, ab. de la Aud. de Méx. PADRES: Antonio Colás, b. Sta. Ma. la Mayor y S. Gil, Molina de Aragón, 25/VII/1�1�; labrador. Francisca Paracuellos, b. lugar de Tordelpalo 15/III/1�18. Ambos vecs. de Molina. ABUELOS PATERNOS: Antonio Colás, b. iglesia de S. Miguel de Molina, 13/IV/16�2. Ma. Alquízar, b. iglesia de S. Miguel de Molina, 8/VIII/1680. Ambos vecs. de Molina. ABUELOS MATERNOS: Juan Antonio Pa‑racuellos, b. Tordelpalo 12/VI/16�1. Francisca Vázquez Barrientos, b. lugar de Cubillejo de la Sierra 25/IV/1688; hmno.: un canónigo de la Catedral de Sigüenza. Ambos vecs. de Molina. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Gregorio Colás y Ma. Navío. El primero bautizado en la parroquia de S. Miguel de Molina 2/VI/1639 e hijo de otro Gregorio Colás y de Ana Benito. La segunda b. lugar de Castellar 24/I/1641, e hija de Felipe Navío y de Isabel Sanz. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Antonio Alquízar y Angela Lorente Pérez. El primero b. Sta. Ma. la Mayor y S. Gil de Molina 18/IV/1658, e hijo de José de Alquízar y de Alfonsa de Herrera. La segunda b. villa de Alcoroches 18/III/1654, e hija de Juan Llorente Pérez y Francisca

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Barquero. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Francisco Pa‑racuellos y Ana Sanz. El primero b. villa de Castilnuevo �/VIII/1650 e hijo de Marcos Paracuellos y de Isabel Sanz, vecs. de Castilnuevo. La segunda b. Tordelpalo 20/VII/1650 e hija de Pedro Sanz, nat. de Ante‑quera, y de Isabel Calvo, nat. de Tordelpalo; hmno.: Juan Sanz, cura de Mochales. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Martín Váz‑quez Barrientos y Francisca de Inesa, vecs. de Cubillejo. El primero b. Cubillejo 10/II/1661, e hijo de Diego Vázquez Barrientos y de Ma. López, vecs. de Cubillejo. La segunda b. Cubillejo 30/IX/1659 e hija de Cristóbal de Inesa y de Ma. Moreno, vecs. de Cubillejo. APROBA‑DA: 3/X/1�80 sin más trámites. NOTAS: se presentó y está en el exp. una inf. del pretendiente (Molina, 1��4). Un primo hmno. de nuestro ab. estaba casado con una hmna. del obispo López Gonzalo. La inf. se aprobó a pesar de que sólo se pudieron presentar once testigos de los cuales uno era menor de edad, por lo que no se tomó en cuenta su deposición.

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CONCHA CASTAÑEDA, FERNANDO, FRANCISCO, Y JOSE MARIANO DE LA: el primero b. parroquia de Irapuato 24/VIII/1�69; colegial de S. Ildefonso de Méx., vec. de la Cd. de Méx. El segundo b. parroquia de Irapuato 23IVII/1�65; ab. de la Aud. de Guad. El tercero b. parroquia de Irapuato 18/I/1�66; ab. de la Aud. de Guad., clérigo diácono del ob. de Valladolid y vec. de Irapuato. PADRES: Antonio de la Concha Castañeda, nat. del lugar de Saro, ob. de Santander, b. igle‑sia de S. Lorenzo Mártir, lugar de Llerana, 4/VII/1�2�; tnte. de cap. de Caballería Española de Milicias Urbanas de Gto., administrador de la Estafeta de Irapuato, tnte. depositario gral. contador de la Rl. Aduana de Gto. Ma. Josefa de Septién y Montero, b. parroquial de Irapua‑to 16/VII/1�42. ABUELOS PATERNOS: Juan Manuel de la Concha Castañeda, b. iglesia de S. Tirso, lugar de Saro, 9/IX/1�05. Leonor de la Concha Castañeda, b. S. Lorenzo de Llerana 12/IV/1�06. Mat. en S. Lorenzo de Llerana 4/V/1�26. ABUELOS MATERNOS: Juan Fernando de Septién y Montero, b. S. Lorenzo de Llerana 30/XI/1�15; cap. de Granaderos de Milicias Urbanas de Gto., alcalde ordinario de

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Gto.; hmno.: Francisco de Septién y Montero, regidor y fiel ejecutor de Gto., padre de Sor Ma. de Jesús (en el Convento de Sta. Mónica de Guad.), de Sor Ma. Petra (en Sta. Clara de Méx.), de Sor Ma. Ignacia del Corazón de Jesús (concepcionista en S. Miguel el Grande), de Sor Ma. Lucía (en S. José de Gracia de Qro.) y del Lic. José Ma. de Sep‑tién y Montero (regidor de Gto., ministro contador interino de la Rl. Hda. en Gto., diputado de Minería, ab. de la Aud. de Méx. y del Col. de Abs.). Petra Domínguez de Belmonte (sic), b. parroquial de Irapua‑to 29/I/1�26; hmno.: Juan Francisco, cura vicario de Gto. y de S. Mi‑guel el Grande. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Diego de la Concha Castañeda y Tomasa del Solar de la Concha. El primero b. S. Tirso de Saro 8/IX/1668 e hijo de Francisco de la Concha Castañeda, cap. de Caballos Corazas de las Rls. Guardias Viejas de Castilla, y Ma. Rodríguez de Castillo, vecs. de Saro. La segunda b. S. Tirso de Saro 21/VIII/1668 e hija de Gaspar del Solar de la Concha y Arce de Allen‑de y de Jacinta Rodríguez de Castillo, nats. y vecs. de Saro. El mat. de D. Diego y Da. Tomasa en S. Tirso de Saro 6/X/1680. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Alonso de la Concha Castañeda y Leonor de Bustillo Liaño, vecs. de Llerana. El primero hijo de otro Alonso de la Concha Castañeda y de Mariana de Ruezga Arce y Campero. La segunda hija de Celedonio de Bustillo Liaño, cap. de Caballos Corazas y sgto. mayor de la Costa de Cantabria, y Francisca del Campo, vecs. de Pedroso. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Bernardo An‑tonio de Septién Montero, b. S. Lorenzo de Llerana 1/X/1692. Clara de la Concha Castañeda, b. S. Lorenzo de Llerana 19/XII/1689. El pri‑mero hijo de Pedro de Septién Montero y de Ana Ma. Ruiz del Castillo y Miera de la Concha, vecs. de Llerana. La segunda hija de Juan de la Concha Castañeda y de Margarita de Obregón Castañeda Puebla y Escobedo, vecs. de Llerana. El mat. de D. Bernardo Antonio y de Da. Clara en S. Lorenzo de Llerana l/X/1692. BISABUELOS MATER‑NOS MATERNOS: Cristóbal de Belmonte (sic) y Petronila de Aróste‑gui (al parecer def. con el parto de su hija). APROBADA: 21/VI/1�94. NOTAS: parientes: Br. Juan Ramón de la Concha Castañeda (Cura de S. Lorenzo de Llerana), Lic. Antonio de la Concha Castañeda (cura del lugar de Vega, valle de Carriedo), Juan Antonio de Bustillo (cab. de Stgo.) y Francisco del Castillo de la Concha (cab. de Stgo.).

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CONTRERAS Y BARRERA, FRANCISCO: b. Sta. Fe de Gto. 22/I/1��3; ab. de la Aud. de Méx., colegial y presidente de academias en el Col. de S. Ildefonso de Méx.; hmno.: Lic. José Ma. Contreras, del Col. de Abs. (véase). PADRES: José Simón Paulín de Contreras y Juana Vicenta Barrera. APROBADA: 15/XI/1�98. NOTAS: es una inf. de identidad con su hmno. y corre con la de éste.

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CONTRERAS Y BARRERA, JOSE MA.: b. Sta. Fe de Gto. 1�/V/1�6�; ab. de la Aud. de Méx.; hmno.: Francisco, colegial y presiden‑te de academias en el Col. de S. Ildefonso de Méx., luego del Col. de Abs. PADRES: José Simón Paulín de Contreras, b. Sta. Fe de Gto. 2�/III/1�36. Juana Vicenta Barrera, b. Sta. Fe de Gto. 4/IX/1�40; hmna.: Ma. Guadalupe, condesa consorte de Valenciana, cuyo hijo, Antonio de Obregón, CIII. Ambos vecs. de Gto. ABUELOS PATERNOS: Andrés de Contreras, b. Rl. de Stgo. de Marfil 16/XII/169�. Agueda Gertrudis Joaquina Campos, b. Sta. Fe de Gto. 1/IV/1�10. ambos vecs. de Gto. ABUELOS MATERNOS: Leonardo Lucio Barrera, b. S. Sebastián de León, ob. de Mich., 24/VI/1691. Ana Ma. Torrescano y Arias, b. Sta. Fe de Gto. 2/VII/1�00, vec. de Gto. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Agustín de Contreras y Felipa de Jesús (sic), vecs. del Rl. de Marfil. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Mateo de Campos y Antonia de Mendoza, vecs. de Gto. BISABUELOS MA‑TERNOS PATERNOS: Cap. José Leonardo Barrera, nat. de Castilla, y Teodora Navarrete. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Juan de Torrescano (también Torres Cano) y Nicolasa de Arias. APROBA‑DA: 2/VIII/ 1�98.

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CORRAL Y SOBERON, MANUEL DE: b. Potes, concejo de Castro, provincia de Liébana, 22/VIII/1�62; hmno.: Francisco An‑tonio, vec. Castro. PADRES: Manuel Gregorio del Corral, b. Castro

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16/V/1�28; def. antes XII/1�92. Ma. González de Soberón (también sólo Soberón), b. Bedoya, 4/VI/1�26; def. antes XII/1�92. Ambos vecs. de Castro. ABUELOS PATERNOS: Félix del Corral, b. Colio 2�/XI/1692. Manuela González de Soberón, b. Castro 8/VI/1698. Ambos vecs. de Castro. ABUELOS MATERNOS: Mateo González de Soberón, b. lugar de Salarzón, valle de Bedoya, 24/IX/16�9. Ana Morante de Salceda, b. Bedoya 20/VIII/1689. Ambos vecs. del va‑lle de Bedoya. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Toribio del Corral de la Riega y Catalina de la Bárcena, vecs. del concejo de Co‑lio. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Andrés González de Soberón y Ma. Gutiérrez de Cabiedes, vecs. de Castro. BISABUE‑LOS MATERNOS PATERNOS: Pedro de Soberón (sic) y Ma. de las Cuevas (también González de las Cuevas), vecs. de Pumareña, valle de Bedoya. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Miguel Mo‑rante de Salceda y Francisca González del Cuervo (¿o Cueto?), vecs. del lugar de Esanos. APROBADA: 6/VIII/1�93. NOTAS: como todas las diligencias se hicieron en España, en el exp. hay una inf. sobre la identidad del pretendiente hecha en la Cd. de Méx.

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CORTAZAR Y VARELA, MANUEL JOSE DE: b. parroquia de Celaya 2/I/1�81. PADRES: Santiago José de Cortazar, b. villa de Vi‑llafranca, Rioja, 29/VII/1�34; visitador gral. de la Aduana de Nva. España y antes administrador de alcabalas de Celaya. Ma. Ignacia Varela, b. Sag. Met. 24/IV/1�53. ABUELOS PATERNOS: Miguel de Cortazar y Josefa Ruiz de Gaceo, nats. de Rioja y vecs. de Vi‑llafranca. ABUELOS MATERNOS: Juan Valera y Otero (sic), b. pa‑rroquia del Sr. Stgo. de La Coruña, Galicia, 28/VIII/1�19; oficial rl. en Acapulco. Mariana (también Ana Ma. de la O) Ramírez, b. Sag. Met. 20/XII/1�32. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Juan de Cortazar y Juana García, vecs. de Poza. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Diego Ruiz de Gaceo y Ma. Sáenz, vecs. de Villafran‑ca. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Andrés Varela (sic) y Dominga Vázquez. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Fran‑cisco Ramírez y Ma. de Murga. APROBADA: 5/I/180� con la calidad

ALEJANDRO MAYAGOITIA

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de comprobar unas parts. NOTAS: presentó, y no está en el exp., una ejecutoria donde se testimoniaba la part. bautismal del abuelo paterno, tampoco se encuentra la de la abuela paterna que sí se exhibió.

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COVIAN, JOSE ANTONIO: nat. de la congregación de Silao, ab. de la Aud. de Méx. PADRES: Marcos Díaz Covián (sic), residente en Silao desde ca. 1�61, justicia mayor de Silao en ausencia del tnte. de alcalde mayor, comisario de alcabalas del partido de Silao y tesorero de bulas, mayordomo de la fábrica de la parroquial de Silao. Ma. Dio‑nisia de Jaso, vec. de Silao; hmno.: Jacinto, colegial de S. Nicolás de Valladolid de Mich. ABUELOS PATERNOS: Gregorio Díaz Covián, escribano público por más de 50 años y alcalde ordinario de hijosdal‑go del concejo de Caravia, Asturias. Ma. Francisca Victorera. Ambos vecs. de Caravia. ABUELOS MATERNOS: Rodrigo de Jaso y Feli‑pe de la Torre, vecs. de Silao. BISABUELOS PATERNOS PATER‑NOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: falta y el libro de matrículas no habla de él y tampoco las listas impresas que tenemos a la mano. NOTAS: se le devolvieron las parts. y, al parecer, no se testimoniaron. La inf. se levantó en V/1��5.

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CRESPO, JOAQUIN: b. Sag. de Pue. 3/X/1���; ab. de la Aud. de Méx., defensor de pobres presos, vec. de Pue.; hmno.: Lic. y Pbro. Mariano Jerónimo, ab. de la Aud. de Méx., cura interino de Tehua‑cán y luego propietario de Tilapan, del Col. de Abs. (véase) PADRES: Cap. Andrés Joaquín Crespo (también Vargas Crespo) y Ma. Manuela Sánchez de Rivera, def. antes de IV/1806. Ambos vecs. de Izúcar y de Pue. APROBADA: 19/VII/1806. NOTAS: es una inf. de identidad.

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CRESPO, MARIANO JERONIMO JOSE: b. Izúcar, ob. de Pue. 3/X/1�64; pbro. del ob. de Pue., fue colegial del Seminario de S. Juan de Pue. donde cursó Teología y Cánones, br. en Cánones (1�8�), empezó su práctica en 1�8�, al iniciar la inf. estaba a punto de recibirse en la Aud. de Méx.; hmnos.: dos religiosas, una de la Concepción de Pue. y, otra, capuchina de la villa de Guadalupe, y José Juan, subdiácono estu‑diante en S. Pedro y S. Juan de Pue. (también Joaquín quien luego fue ab. del Col., véase). PADRES: Cap. Andrés Joaquín Vargas Crespo, b. Izúcar 25/III/1�33. Ma. Manuela Sánchez de Rivera, b. Sag. Met. 8/VIII/1�3�. Ambos vecs. de Izúcar. ABUELOS PATERNOS: Pedro de Vargas Crespo, b. Izúcar 1/VI/16�8; tesorero de Bulas de la Sta. Cru‑zada, alférez de la Cía. de Milicias Urbanas de Izúcar, mat. en primeras nupcias con Efigenia Cheverría (sic). Sebastiana de Avila, b. parroquia de Sta. Cruz de Pue. 31/I/1698; esposa en primeras nupcias de Miguel de los Ríos Botello. ABUELOS MATERNOS: Cayetano Sánchez de Rivera, b. Sag. Met. 18/VIII/1�01; agente de negocios de la Aud. de Méx. Ma. Teresa Flores Bernal, b. Zacualpan de Amilpas 5/VII/1�03. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Andrés de Vargas Crespo y Josefa de Aragón. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Die‑go de Avila y Teresa de Velasco. BISABUELOS MATERNOS PA‑TERNOS: Miguel de Rivera (sic) y Catalina Cortez. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Miguel Flores Bernal y Ana Rodríguez. APROBADA: 14/IV/1�92. NOTAS: el exp. está en mal estado.

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CRISTO Y CONDE, JOSE ANTONIO DE: nat. de La Habana y vec. de Ver., br. en Filosofía, Teología y Cánones, colegial de beca rl. en S. Ildefonso de Méx., ahí presidente de las academias de Teología, ab. de la Aud. de Méx. PADRES: no los da. ABUELOS PATERNOS: no los da. ABUELOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS PA‑TERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MA‑TERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA:

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falta y los libros de juntas y matrículas nada dicen sobre él; no está en ninguna de las listas impresas que tenemos a la mano. NOTAS: pidió despacho para levantar las infs. en La Habana y se concedió el 26/IV1�90; luego presentó una inf. dada por su padre en La Habana y pidió que se hiciera otra en la Cd. de Méx., cosa que se acordó favo‑rablemente el l/VII/1�95. En el exp. sólo están estos dos documentos.

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CUERVO Y SILVA, JOSE GABRIEL E IGNACIO: el primero b. iglesia mayor de Zac. 25/III/1�51; canonista. El segundo b. 15/II/1�61 y confirmado 30/VII/1��0 en la iglesia mayor de Zac.; colegial de S. Ildefonso de Méx., canonista, en 1�85 era tnte. de oficial rl. y asesor del Ayuntamiento de Zac. PADRES: Francisco Antonio Cuervo y Val‑dés, nat. de la villa de Sta. Fe de Nvo. Méx. factor de la Rl. Caja de Zac. desde 1�11; hmno.: Alonso Cuervo, tesorero de Zac. Catarina Vicenta de Silva (también de Silva y Portillo), b. iglesia mayor de Zac. 19/II/1�33; def. antes de II/1�84; hmnos.: Manuel (cura del Valle de Valparaíso) y Vicente de Silva (S.J.). Mat. en la iglesia mayor de Zac. 9/II/1�49. Ambos vecs. de Zac. ABUELOS PATERNOS: Gral. Fran‑cisco Cuervo y Valdés, nat. de Asturias, oficial rl. en Guad., cab. de Stgo., gentilhombre de Cámara, gobernador de Nvo. Méx. Ma. Fran‑cisca García de las Rivas y Velasco, nat. de la Cd. de Méx. (aunque también se declara que era de Nvo. Méx.). Mat. en la Cd. de Méx. ABUELOS MATERNOS: Juan de Silva y Portillo, b. iglesia mayor del Puerto de Sta. Ma., Andalucía, 10/IX/1693; tercero O. F. M. de hábito exterior, def. en Zac. Guadalupe Cessati del Castellu, b. Jerez de Zac., 10/I/1�0�. Ambos vecs. de Zac. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Cap. Miguel García de las Rivas y Micaela de Velasco. BISABUE‑LOS MATERNOS PATERNOS: Baltasar de Silva (sic) y Catarina de Silva, vecs. de Jerez de la Frontera. El primero hmno. de un oficial rl. en Cuba y Sto. Domingo. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Cap. Manuel Cessati del Castellu y Rosa Vázquez Borrego. El primero hmno. de Francisco Javier, de un cura de Tlaltenango y de Pedro Cessati, lector de Prima de Teología y S. J.; todos hijos de Cristóbal Cessati

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del Castellu (alcalde mayor de varias jurisdicciones, alcalde ordinario de Guad. e hijo de un oidor) y de Ursula Rodríguez de Cabrera. Rosa Vázquez Borrego era hija de Diego Vázquez Borrego (cap. del pueblo de Colotlán, alcalde provincial de la Sta. Hermandad y escribano de la villa de Jerez de Zac.) y de Isabel de Figueroa. APROBADA: José Gabriel el 22/X/1�84 con la calidad de que en dos meses presentara la fe de bautismo de la abuela paterna. Ignacio el 15/VII/ 1�85 con la misma calidad que su hmno. ya que éste no había cumplido. NOTAS: se presentaron las parts. de la línea materna, la del padre no se pudo por la pérdida del archivo de Sta. Fe pero se suplió con la de su matri‑monio. Está una inf. de calidad de Catalina de Silva y Portillo (Zac., 1�52) y otra acerca de la filiación de Ignacio Cuervo y Silva (Zac., 1�82). Parientes: Juan Cessati (primo hmno. de la abuela materna, tnte. de cura) y Francisco Javier Cessati (clérigo secular).

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DAVALOS Y GAMARRA, DEMETRIO JOSE: b. Sag. Met. 22/XII/1�91; ab. de la Aud. de Méx., vec. de la Cd. de Méx. PADRES: Dr. José Vicente Dávalos, del Col. de Abs. de Méx. (véase), def. antes de II/181� con fama de haber sido uno de los mejores letrados de su épo‑ca. Juana Ma. Manuela Díaz de Gamarra, b. Zamora, ob. de Mich., 5/VI/1�61. ABUELOS MATERNOS: Juan Angel Díaz de Gamarra, nat. del lugar de Mandojana, Vizcaya, b. ahí en la parroquia de S. Esteban, 1(III/1�1�; regidor perpetuo de Zamora. Josefa Ochoa Abadiano, b. Za‑mora de Mich., 6/IV/1�40. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Juan de Gamarra y Domenja López de Letona, vecs. de Mandojana. El primero hijo de Juan de Gamarra y de Ma. Fernández de Retana, vecs. de la villa de Mendoza; la segunda de Carlos López de Letona y de Angela Sáenz de Astiquieta, vecs. de Mandojana. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Blas Ochoa de Abadiano y Ma. de Padilla. APROBADA: falta pero sus infs. fueron aprobadas, sin más trámites, el 18/VIII/1818 y se matriculó el 25/IX/1818 38. NOTAS: se identificó

38 liBJunseC ii: f. 44 fte. liBMat: f. 88 vta.

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con su padre. Los testigos afirmaron que los Dávalos se decían parientes del arzobispo de Méx. Alonso de la Cueva y Dávalos, y que los Moras, con los que estaban emparentados, eran descendientes del conquistador de la Florida Manuel de la Mora quien luego fue primer poblador de la villa de Zamora.

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DAVALOS Y MARQUEZ DE LA MORA, JOSE VICENTE: b. Zamora, ob. de Mich., 19/I/1�56; jurista de S. Ildefonso de Méx. PA‑DRES: Diego José Dávalos, b. Zamora 15/I/1�30; alcalde ordinario y procurador gral. de Zamora; hmnos.: Pbro. Br. Francisco Javier y Pbro. Br. Rafael Dávalos. Juana Márquez de la Mora, b. Zamora 1�33 (sic); hmnos.: Pbro. Br. Joaquín y Fr. Miguel Márquez de la Mora, O. F. M. ABUELOS PATERNOS: Agustín Dávalos y Munguía, b. Za‑mora �/IX/1�04; hmno.: Pbro. Br. Salvador Dávalos. Ma. de la Con‑cepción Pérez de Garfias, b. Zamora 21/XII/1�10; hmno.: Br. José Antonio Pérez de Garfias. ABUELOS MATERNOS: Miguel Márquez de la Mora, b. Zamora 2/X/1�02; regidor y alcalde ordinario de Za‑mora; hmno.: Lic. Cristóbal Joaquín Márquez de la Mora (ab. de la Aud. de Méx.). Ma. García Castrillón, n. en Zamora ca. 1�0� (no se encontró su part. bautismal ni la de su mat.); hmnos.: Fr. Antonio y Fr. Nicolás Castrillón, ambos O. F. M. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Diego de Abalos (sic) y Juana Bautista (sic), vecs. de Zamora. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Ascencio Pérez (sic) y Margarita Ruiz de Cárdenas, vecs. de Zamora. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: José de la Mora (sic) y Antonia de Béjar, vecs. de Zamora. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: regi‑dor Domingo García Castrillón y Antonia de Tapia Betancur, vecs. de Zamora. APROBADA: 29/V/1�80 sin más trámites. NOTAS: se suplió la part. bautismal y matrimonial de la abuela materna con las diligencias hechas para conseguirlas y con la inf. matrimonial del caso (Zamora, XI/1�25). Parientes: Dr. Juan Benito Díaz de Gamarra y Dá‑valos (oratoriano, comisario del Sto. Oficio y catedrático de Filosofía, tío del pretendiente) y Br. Joaquín García Castrillón (tío).

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DAVILA ZIAURRIS Y BARRIENTOS, BARTOLOME: b. Sag. Met. 14/VII/1�3�. PADRES: Manuel Dávila, comerciante con tienda de géneros en el Portal de Mercaderes de la Cd. de Méx., luego corre‑gidor de Qro., def. antes de VII/1��0. Antonia de Ziaurris Barrientos, nat. Cd. de Méx., def. antes de VII/1��0, falta su part. bautismal en el Sag. Met.; hmna.: Antonia, en religión Sor Lorenza Ma., capuchina de coro de S. Felipe de Jesús, Cd. de Méx. (28/X/1�24). ABUELOS PATERNOS: Baltasar Dávila, nat. del Pto. de Sta. Ma., España, vec. de la Cd. de Méx. Juana Tomasa Gutiérrez de la misma naturaleza. ABUELOS MATERNOS: José Carlos de Ziaurris, nat. de Vizcaya. Ma. Teresa de Barrientos, nat. de la Cd. de Méx., ambos vecs. ahí. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: falta pero consta que la junta de 1�/I/1��1 aprobó sus infs. con la calidad de que comprobara certificaciones, de que jurara no poder hallar ciertas parts. y que dentro del término ultra‑marino trajera otras 39. NOTAS: para acreditar la limpieza de la madre del pretendiente se presenta la certificación de que una hmna. de ésta entró en religión. Faltan casi todas las parts.

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DAZA Y ARTAZO, JOSE JULIAN: b. Sag. Met.10/I/1��3; cole‑gial del Seminario Pontificio de Méx., ab. de la Aud. de Méx.; hmno.: Juan Eugenio. PADRES: Eugenio Daza y Antúnez, b. villa de Trebuje‑na, arzob. de Sevilla 11/I/1�30; administrador gral. de las Rls. Alcaba‑las de Guad. Antonia Artazo y Torre de Mer, b. parroquia de Sta. Ma., S. Sebastián, Vizcaya 12/VI/1�49. Ambos vecs. de la Cd. de Méx. Mat. después de 1��1. ABUELOS PATERNOS: Pedro Daza y Guz‑mán, b. Trebujena 25/X/1690. Catalina Antúnez, b. iglesia mayor de

39 liBJun i: f. 247 fte.‑vta.

ALEJANDRO MAYAGOITIA

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Sanlúcar de Barrameda 9/VIII/1�00. Mat. en Trebujena 14/IX/1�18. ABUELOS MATERNOS: Manuel de Artazo, cap. de Fusileros del Rgmto. de Saboya, graduado de tnte. crnl. Rita Torre de Mer y Ba‑rral, b. parroquia de S. Jorge, La Coruña 16/X/1�32. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Alonso Daza y Guzmán y Ma. Meléndez Marín. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Jorge José An‑túnez y Ma. Teresa de Guzmán, vecs. de Trebujena. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Fermín de Artazo y Rosalía Santoño. BIS‑ABUELOS MATERNOS MATERNOS: Ignacio Torre de Mer, cap. de Inf. del Rgmto. de Murcia, y Ma. Francisca de Barral y Aguiar. APROBADA: 4/X/1�99. NOTAS: acreditó que el abuelo materno era efectivamente cap. con una certificación del pago de sus haberes y con ello suplió la falta de su part. bautismal.

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DÍAZ CALVILLO, JOSE IGNACIO: b. Sag. Met. 6/III/1�85; co‑legial del Rl. Seminario de Méx.; hmno.: un dr. y pbro. del Oratorio. PADRES: Francisco Díaz, b. Sta. Eulalia de Carranzo y S. Sebastián de la Borbolla, concejo de Llanes, Asturias, 13/VI/1�4�; def. antes de XI/180�; hmno.: José Díaz, juez por el estado hidalgo en Llanes (1���). Josefa Calvilla, b. S. Felipe, Carmona, Andalucía, 21/III/1�44. Ambos vecs. de la Cd. de Méx. ABUELOS PATERNOS: Sebastián Díaz del Valle, b. Sta. Eulalia de Carranzo y S. Sebastián de la Borbo‑lla, 3/III/1699. Justa Pérez de Zerecedo, b. Sta. Eulalia de Carranzo y S. Sebastián de la Borbolla, 10/VIII/1�08. Ambos vecs. del lugar de Borbolla. ABUELOS MATERNOS: Pedro Calvillo Barrera, quizá nat. de Carmona pero ahí no se encontró su part. Juana Moreno, b. en Ntra. Sra. Sta. Ma. la Mayor de Carmona, 2/IX/1�03; esposa en primeras nupcias de Miguel Rodríguez (def. en Carmona). Mat. en la parro‑quia de S. Felipe de Carmona 25/II/1�44. Ambos vecs. de Carmona. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Sebastián Díaz y Catalina del Valle, vecs. de Sta. Eulalia. BISABUELOS PATERNOS MATER‑NOS: Francisco Pérez y Ma. de Zerecedo, vecs. de Sta. Eulalia. BIS‑ABUELOS MATERNOS PATERNOS: Pedro Calvillo y Juana de la Barrera, vecs. de Sevilla. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS:

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Diego Moreno y Feliciana Ma. de Bohórquez. APROBADA: falta la aprobación pero se matriculó el 22/VIII/1808 con término de dos años para exhibir o suplir una part. Es de notar que cumplió. NOTAS: se presentaron en la Cd. de Méx. sólo nueve testigos con conocimiento nada más de los abuelos paternos y, además, le faltaba la part. del abuelo materno. Presentó papeles de hidalguía por la línea paterna. Los trámites de ingreso fueron bastante lentos: las deposiciones se rin‑dieron en I/1804 y los comisionados no dieron su informe sino hasta XI/1806. En XI/180� Díaz Calvillo informó que los despachos que había mandado a Sevilla y a Carmona para recabar deposiciones acer‑ca de los abuelos maternos y los papeles del caso no habían llegado y que, por la guerra, el asunto se complicaba bastante, por tanto ofreció tres testigos en la Cd. de Méx. La junta aceptó y se desahogaron los testimonios que fueron todos de oídas. Desde el principio el preten‑diente había ofrecido suplir la part. que le faltaba pero no le había lle‑gado con qué y por ello pidió su dispensa. La junta de 2/VIII/1808 se la negó. El 20/VII siguiente Díaz obtuvo de la Aud. una dispensa con término de dos años para presentarla o suplirla. Al poco tiempo llegó de España una part. y las deposiciones de los testigos de Carmona.

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DÍAZ COBOS MOXICA, MANUEL: nat. Taxco, ab. de la Aud. de Méx. PADRES: Br. Juan José Díaz Varela (sic), nat. Stgo. de Qro., dr. en Medicina, se ordenó pbro. del arzob. de Méx. (20/IX/1�83), no se encontraron ni su part. bautismal, ni su inf. para recibir el sacerdocio. Ana Ma. de los Cobos Moxica, b. Rl. de Taxco 13/XII/1�36; def. en Taxco; hmnos.: Dr. José Ma. (del Col. de Abs., cura de S. Antonio de las Huertas y canónigo electo de Guadalupe) y Vicente (alcalde mayor y diputado de Taxco, consultor del Tribunal de Minería). Mat. en el Rl. de Taxco 11/II/1�66. ABUELOS PATERNOS: Francisco Díaz, nat. de Stgo. de Qro. Gertrudis del Castillo, b. Stgo. de Qro., 25/VIII/1�05; hmno.: José, canónigo penitenciario de Méx. Mat. en Stgo. de Qro. 3/X/1�34. Ambos vecs. de Stgo. de Qro. ABUELOS MATERNOS: José de los Cobos Moxica, nat. Cd de Méx., dizque b. en la parroquia de S. Miguel pero no apareció la part. y se buscó de 1690 a 1�16;

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hmno.: Bernabé, oficial mayor de la Clavería de la Catedral de Méx. Josefa Alvarez de Coria (también Alvarez Goicochea), b. Rl. de Tax‑co 13/IV/1�08 (hija nat.); hmna.: Antonio, diputado del Rl. de Taxco. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Cap. Francisco Díaz y Jua‑na Franco, vecs. de Qro. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Francisco Javier del Castillo y Gertrudis Díaz Varela, vecs. de Qro. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: José Alvarez de Coria y Ma. de Goico‑chea. APROBADA: 29/V/1804. NOTAS: para suplir la part. bautis‑mal del padre del pretendiente se presentaron la constancia de haberse ordenado donde se decía que era hijo legítimo y la certificación de no estar su part. en Stgo. de Qro. Parientes: Dr. Díaz Vallejo (primo hmno. del padre, canónigo penitenciario de Valladolid de Mich.), P. Presentado Fr. Ignacio de Aróstegui, O. P. (primo hmno. del padre), Pbro. Dr. Varela, Lic. Juan de Dios Alvarez Ayala (primo hmno. de la madre, del Col. de Abs. y fiscal del Tribunal de Minería), Ignacio Alvarez (familiar del Sto. Oficio, diputado de Minería y primo hmno. de la madre) y Juan Ruiz de la Vega (ensayador y hombre muy rico, esposo de Antonia Moxica, una hija de este matrimonio mat. con el alcalde mayor de Taxco y, luego, con Esteban Villanueva, subdelega‑do de Cadereita). Se presentaron dos infs. que no están: una sobre el padre (Méx., 1��9) y otra sobre la madre (Taxco, 1�99).

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DIAZ CRUZ, IGNACIO: b. parroquia de S. José de Pue. 25/VI/1�3�; pbro., colegial de S. Ildefonso, br. en Cánones en la Universi‑dad de Méx. (22/IV/1�58); hmnos.: Eustaquio (voc. y del comercio de Pue., esposo de Ana Ma. López Milán y Alas), José Mariano (cura de Zitlalán, dr. teólogo), Sor Inés de la Presentación y Sor Manuela de S. Nicolás (ambas profesas de Sta. Inés de Pue.). PADRES: José Lorenzo Díaz Cruz, vec. de Pue., colegial de S. Jerónimo y S. Ignacio de Pue., vdo. se ordenó (1�/IV/1�46), def. antes XII/1�64. Ma. Manuela Ma‑chorro, vec. de Pue. ABUELOS PATERNOS: José Díaz Cruz y Juana Montes de los Ríos. ABUELOS MATERNOS: Juan Machorro y An‑tonia de Estrada. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: no los da.

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BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: 5/I/1�65 con plazo de dos me‑ses para traer las parts. bautismales de su madre y abuelos maternos. NOTAS: pidió que se le admitiera como ab. antiguo porque cuando se estableció el Col. ya había terminado sus estudios y sólo le faltaba recibirse, cosa que no había hecho por falta de dinero. El Col. negó la gracia y se nombraron comisionados ya que en lo privado Díaz había ofrecido dar las pruebas si así se lo exigía el Col. El interrogatorio fue propuesto por Díaz y, aunque casi idéntico, no era como el usado el Col. Sólo presentó su part. bautismal, dijo que le era difícil obtener las demás y que le urgía ser admitido para poder ocuparse. Como estaba pendiente el litigio sobre el estatuto del Col., Díaz Cruz quería ser aceptado sólo con su part., pero la junta le informó que cumpliera con la normatividad existente o que esperara la decisión de la Aud. Se pre‑sentó la constancia de que el padre recibió el orden sacerdotal.

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DÍAZ DE ESCANDON, PEDRO: nat. de la villa de Llanes, Astu‑rias, clérigo pbro. del arzob. de Méx., ab. de la Aud. de Méx. PADRES: Pedro Díaz de los Cuetos, nat. de Llanes. Mariana de Escandón, vec. de Sta. Eulalia de la Borbolla, concejo de Llanes. ABUELOS PATER‑NOS: Juan Díez de los Cuetos y Ma. Abad, nats. de Llanes. ABUE‑LOS MATERNOS: Domingo de Escandón y Francisca de Dosal, nats. de Sta. Eulalia de la Borbolla. BISABUELOS PATERNOS PATER‑NOS: no los da. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: falta, pero la junta de 1/IX/1�6� aprobó, sin más trámite, las infs. de un Pedro Díaz de Rendón el cual debe ser este mismo abogado 40. NOTAS: faltan las parts.; sólo están las deposiciones que se hicieron en la Cd. de Méx. en XI/1�66.

40 liBJun i: f. 197 vta.

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DÍAZ DE LEON, JOSE ILDEFONSO: b. Rl. de la Sierra de Pi‑nos 25/I/1��2; colegial de S. Ildefonso de Méx., ab. de la Aud. de Méx. PADRES: Agustín Miguel Díaz de León, b. iglesia mayor de Ags. 15/V/1�4� como hijo póstumo; hmno.: Cap. Cristóbal Antonio Díaz de León. Tadea Muñoz González de Hermosillo (también Mu‑ñoz de Hermosillo), b. iglesia mayor de Ags. 5/XI/1�43. Ambos vecs. del Rl. de Pinos. ABUELOS PATERNOS: Agustín Díaz de León, b. iglesia mayor de Ags. 5/IX/1�11. Ma. Antonia Fernández de Palos, b. iglesia mayor de Ags. 24/VI/1�1�. Ambos vecs. de Ags. ABUELOS MATERNOS: Juan González Muñoz de Hermosillo (sic), b. iglesia mayor de Ags. 24/II/1695. Mateana Teresa de Tiscareño, b. iglesia ma‑yor de Ags. 10/X/1�00; def. del parto de su hija Tadea. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Vicente Díaz de León y Catarina de Acosta. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: alférez Juan Fernández de Palos y Ana Ruiz de Escamilla. BISABUELOS MATERNOS PATER‑NOS: Melchor González de Hermosillo (sic) y Ma. Tiscareño. BIS‑ABUELOS MATERNOS MATERNOS: José Tiscareño y Francisca de Villalobos. APROBADA: 5/VII/1�9�, con la calidad de que haga constar que está examinado, se matriculó el 31/VII/1�9�. NOTAS: los testigos dicen haber visto papeles genealógicos de la familia del pre‑tendiente y que todos obtuvieron empleos honoríficos pero no dicen cuáles. Parientes: Agustín y Pedro Nolasco Díaz de León, curas del ob. de Guad.

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DIAZ DE LEON, JOSE MA.: b. S. Isidro de Peñuelas, juris. de la iglesia mayor de Ags. 24/IV/1�59; confirmado ahí VII/1�65, colegial de S. Ildefonso de Méx., ab. de la Aud. de Méx., estudió Filosofía en S. Miguel el Grande y Cánones y Leyes en Méx. PADRES: Francis‑co Díaz de León, b. hda. de S. Isidro de Peñuelas, 31/V/1�28. Petra Ma. Ana de Villalobos, b. capilla del Salitre, Xalpa, pero no se ha‑lló su part. ahí; hmno.: Antonio Doroteo, b. en Xalpa. Ambos vecs. de Ags. ABUELOS PATERNOS: Vicente Díaz de León, b. iglesia

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mayor de Ags. 22/IX/16�8. Catarina de Acosta, b. iglesia mayor de Ags. 6/VII/1693. ABUELOS MATERNOS: Ignacio de Villalobos, b. iglesia mayor de Ags. 2/V/1699. Feliciana López de Nava, b. Xal‑pa 24/III/1�03. Ambos vecs. de Xalpa y defs. antes de I/1�84. BIS‑ABUELOS PATERNOS PATERNOS: Jacinto León (sic) y Sebastiana Gil. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: Antonia de Acosta y Ursula Alvarez. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Isidro de Villalobos y Angela Díaz de la Huerta. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Gabriel López (sic) y Nicolasa Valenzuela. APROBA‑DA: 28/V/1�84, con la calidad de que haga constar que está examina‑do. NOTAS: se suplió la part. de la madre con una inf. (Xalpa, 1�84). Parientes: Dr. Agustín Díaz de León, cura de Temascaltopec; Dr. Pe‑dro Nolasco Díaz de León, cura de Bolaños y Jalostitlán; Lic. Juan José Díaz de León, alcalde mayor de Ags. y agente fiscal de la Sala del Crimen de la Aud. de Méx., del Col. de Abs. (véase); Manuel Díaz de León, regidor depositario de Ags. y tnte. provincial del Tribunal de la Acordada; Manuel Díaz de León, concejal de Ags.; y Dr. José Antonio de Acosta, cura de Ags.

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DÍAZ DE LEON, MARIANO: ¿nat. de Ags.? vec. de Méx., falta su part. PADRES: Lic. Juan José Díaz de León, del Col. de Abs. (véase), justicia mayor y alcalde ordinario de Ags., agente fiscal de las auds. de Guad. y Méx. Ma. Ximénez de Sandi, b. iglesia mayor de Ags. 2�/II/1�39. Ambos vecs. de Ags. ABUELOS MATERNOS: Gabriel Ximénez de Sandi, b. iglesia mayor de Ags. 5/IV/1�01. Manuela Ruiz de Esparza (sic), b. iglesia mayor de Ags. 29/VI/1699. Ambos vecs. de Ags. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Diego Ximénez (sic) y Antonia Ballín. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Nicolás de Esparza (sic) y Beatriz de Ayala. APROBADA: 10/V/1�91 con la calidad de que haga constar que se recibió. NOTAS: se identificó con su padre.

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DÍAZ DE LEON FERNANDEZ PALOS, AGUSTÍN: nat. de Ags., ab. de la Aud. de Méx., estudió en el Col. de S. Ildefonso de Méx. don‑de fue presidente de academias; hmno.: Pedro Nolasco Díaz de León, ab. de la Aud. de Méx., del Col. de Abs., colegial de los seminarios de Méx. y Guad. (véase). PADRES: Agustín Díaz de León y Ma. Antonia Fernández de Palos, vecs. de Ags. APROBADA: 1�/X/1��1 con la calidad de que hiciera constar ya haberse recibido. NOTAS: es una inf. de identidad a la que le falta la part. de bautismo del pretendiente.

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DÍAZ DE LEON FERNANDEZ PALOS, JUAN JOSE: b. en la iglesia mayor de Ags. 2�/IX/1�39; ab. y agente fiscal de la Aud. de Méx., fue alcalde ordinario de primer voto y alcalde mayor de Ags., vec. de Méx.; hmnos.: Dr. Pedro Nolasco (promotor fiscal del ob. de Guad. y luego cura de Bolaños, del Col. de Abs., véase) y Dr. Agus‑tín Díaz de León (del Col. de Abs., pbro., regenre de Cánones de S. Ildefonso de Méx., véase). PADRES: Agustín Díaz de León y Ma. Antonia Fernández de Palos, vecs. de Ags. APROBADA: 1�/VI/1��9. NOTAS: es una inf. de identidad.

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DÍAZ DE LEON FERNANDEZ PALOS, PEDRO NOLASCO: b. en la iglesia mayor de Ags. 8/II/1�42; ab. de la Aud. de Méx. PADRES: Agustín Díaz de León, b. en la iglesia mayor de Ags. 5/IX/1�11; co‑merciante. Ma. Antonia Fernández de Palos, b. en la iglesia mayor de Ags. 24/VI/1�1�; hmnos.: Dr. Palos (rector del Seminario de Méx.), Cristóbal Palos (clérigo pbro.) y Agustín Fernández de Palos (alférez rl. de Ags.). Ambos vecs. de Ags. ABUELOS PATERNOS: Vicente Díaz de León, b. en la iglesia mayor de Ags. 22/XI/16�8; alcalde or‑dinario de Ags., también mat. con Ma. Dolores Gallardo. Catarina de Acosta, b. en la iglesia mayor de Ags. 6/VII/1693. ABUELOS MA‑TERNOS: alférez Juan Fernández de Palos, b. en la iglesia mayor de

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Ags. 24/II/16�2; también mat. con Clara Ruiz de Esparza. Ana Ruiz de Escamilla, b. en la iglesia mayor de Ags. 6/VIII/16��. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Jacinto León (sic) y Sebastiana Gil. BIS‑ABUELOS PATERNOS MATERNOS: Antonio de Acosta y Ursula Al‑varez. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Francisco de Palos (sic) y Matiana Lozano. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Juana Ruiz de Escamilla y Margarita Gómez. APROBADA: falta pero consta que la junta de 20/IV/1�66 aprobó estas infs. sin más trámite 41.

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DÍAZ Y GALICIA, JOSE: b. en Tlax. 28/VI/1�53; estudió Artes en S. Juan de Pue. En 1�92 era capellán del Hospital Gral. de Indios de Méx. PADRES: Andrés Díaz Conti, b. en Tlax. 3/XI/1�24; comer‑ciante de ropa y mantas de la tierra con tratos en Pue., Méx. y otros lu‑gares, compraba para revender y tenía un almacen, luego fue labrador; hmno.: Juan Díaz, cura de la doctrina de Olinalán (sic ¿por Olinalá?). Ana Gertrudis Galicia, b. en Tlax. 3/I/1�31; hmna.: Ma. Antonia Gali‑cia, esposa de José Miguel Losada. Ambos vecs. de Tlax. ABUELOS PATERNOS: Antonio Díaz Conti, b. en Tlax. �/II/1698; barbero con tienda pública, def. en Tlax. 2�/VII/1�52 sin testar (part. en la parro‑quia de Tlax.). Ana Manuela Caballero, b. en Tlax. 2�/XII/1696. Am‑bos vecs. de Tlax. ABUELOS MATERNOS: Buenaventura Galicia (también Castilla y Galicia), b. en Tlax. 19/VII/1�02; cacique, sastre con tienda pública, def. en Tlax.23/VII/1�69 bajo testamento (part. en la parroquia de Tlax.). Rosa Ma. Rodríguez (también García) b. en Tlax. 16/IX/1�05. Ambos vecs. de Tlax. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Andrés Díaz Conti (también Condi), vec. de Tlax. BIS‑ABUELOS PATERNOS MATERNOS: Diego Caballero y Margarita de Ortega (def. antes del bautismo de su hija). BISABUELOS MA‑TERNOS PATERNOS: José Antonio Galicia y Agueda de Oyanguren. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no conocidos. APROBA‑DA: al parecer nunca fue admitido; su nombre no está en el libro de

41 liBJun i: f. 166 fte.

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matrículas; tampoco está en las listas impresas de 1�92, 1�96, 1804, 1806 y 1812. NOTAS: en las parts. bautismales del pretendiente y de toda su línea paterna su familia aparece como española y con el trata‑miento de don y doña; la madre y el abuelo materno están sólo como españoles. En cuanto a la abuela materna resultó que, según unos tes‑tigos, era mestiza, y según otros española, lo cierto es que era hija de padres no conocidos y expuesta en casa de Diego Rodríguez Amaro, terciario O. F. M., y su part. está en el libro de «españoles y gentes de razón». El abuelo paterno era hijo nat. y su part. no dice quién fue su madre. Un testigo dijo que el padre fue tejedor y que, después, se convirtió en comerciante. Según los comisarios del Col. se probó que la abuela materna era hija nat., se mostró una rl. cédula sobre honores concedidos al abuelo materno y el oficio de los abuelos no era óbice para el ingreso porque las normas del Col. no los contemplaban (es de notar que nada dicen sobre el del padre). Sin embargo, los testigos que se presentaron eran gente burda y vil y se sabía que el obispo de Pue. no dio la beca del Col. de S. Juan al pretendiente por tener parte de indígena. Con todo, los comisionados conocían lo ordenado en la rl. cédula de 11/IX/1�66 sobre los honores que se debían a los caciques incluso cuando se trataba del ingreso en corporaciones que exigen de la nobleza. La junta de 25/IV/1��� rechazó al pretendiente y enseguida éste presentó un interrogatorio para ampliar sus infs. en los puntos siguientes: 1. la calidad de su padre; 2. sobre que tenía parientes distinguidos; 3. sobre la exposición de su abuela materna; 4. sobre la clase de comercio que tenía su padre; 5. sobre que la razón por la que no recibió la beca en S. Juan de Pue. fue porque era descen‑diente de caciques pero que sí estudió ahí. También se presentó otra inf. sobre si el padre siempre se había dedicado al comercio de ropa (Méx., 1���). A pesar de todo la junta de 1�/I/1��8 no se dio por bien pagada y por tanto ratificó la decisión tomada en la de 25/IV/1���. En XI/1��9 el pretendiente preguntó qué era lo que le faltaba para para poder presentarlo ya que su no admisión, además de afectar su crédito, había impedido que una hmna. suya entrara al Convento de Sta. Inés de Atlixco. El Col. no respondió y entonces, al mes siguiente, Díaz Galicia ofreció nuevas pruebas con deposiciones de testigos de más calidad: de ocho que comparecieron, cuatro eran pbros., dos regidores

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y dos comerciantes. Hasta I/1�92 no hubo otra promoción ya que el pretendiente se encontraba fuera de la corte en actividades pastorales. La junta de 24/III/1�92 decidió no admitirle y sus razones fueron: los oficios de sus abuelos, que su padre fue tejedor y la abuela expósita; todo se mandó al secreto. Al final del exp. hay una relación de todo lo actuado. Este importante caso pone de relieve el que las afirmaciones de las parts. sacramentales no siempre eran más importantes que las declaraciones de testigos o que la notoriedad o la voz pública sobre los candidatos; también que el papel que los oficios considerados viles, incluso cuando eran ejercidos por quienes no estaban comprendidos en los estatutos del Col., era determinante. Es claro, por otra parte, que Díaz Calvillo no fue tan agresivo como otros y que, quizá por ello, no logró su cometido. Parientes: Lic. Lorenzo de Castilla Galicia (ecle‑siástico), Lic. Fernando González Galicia (eclesiástico), Lic. Tomás Díaz (tío abuelo, cura de S. Juan Quiscomatepec, sic) y Andrés Díaz (tío abuelo, escribano rl. y público y del cabildo de Tlax.).

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DOMINGUEZ, MANUEL: b. Sag. Met. 5/VII/1�51; ab. de la Aud. de Méx., vec. de Gto.; hmno.: Lic. Miguel Domínguez, vec. de la Cd. de Méx., del Col. de Abs. (véase). PADRES: Dr. Manuel Domínguez y Jose‑fa Alemán. APROBADA: 6/X/1�91. NOTAS: es una inf. de identidad.

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DOMINGUEZ, MIGUEL: b. Sag. Met. 20/I/1�56; ab. de la Aud. de Méx. (1�/IV/1�82), estudio en S. Nicolás de Valladolid y en Gto., canonista, al morir su padre mantuvo a su familia; hmno.: Lic. Manuel Domínguez, del Col. de Abs. (véase). PADRES: Br. Manuel José Do‑mínguez, b. Sag. Met. �/VI/1�16; médico aprobado por el Protomedi‑cato de Méx., ejerció en Gto. y en Méx., def. 1��4. Ma. Josefa Alemán Trujillo, nat. de Gto. pero no se halló su part., al fin de su vida vec. de Méx.; hmno.: Dr. Diego Alemán, b. parroquia de S. Miguel, Cd. de Méx., 23/VII/1�10; médico aprobado y del Claustro de la Universidad

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de Méx. Mat. en el Sag. Met. 9/VI/1�48. ABUELOS PATERNOS: Dr. Manuel Domínguez, b. Stgo. de Qro. 2/I/1684; médico aprobado y dr. de la Universidad de Méx. Ma. Josefa Xinuesio (también Ginuesio) y Florencia, nat. de la Cd. de Méx. ABUELOS MATERNOS: Juan José Alemán, nat. de Oax. pero no se halló ahí su part., def. antes de II/1�41. Micaela Trujillo, b. Sag. de Pue. 12/IV/16�6. Ambos vecs. de la Cd. de Méx. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Nicolás Domín‑guez y Gertrudis Picasso. BISABUELOS PATERNOS MATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: Jerónimo Ale‑mán, mtro. mayor de armas, y Ma. de Horta y Postigo. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: Sebastián de Trujillo, médico, e Isabel de Castilleja. APROBADA: 5/III/1�83. NOTAS: se presentaron las infs. de limpieza para el Protomedicato del padre, del abuelo paterno y del tío materno y, de los últimos dos, también las certificaciones de haberse doctorado expedidas por la Universidad de Méx. Parientes: Fr. Diego Gálvez, presentado de la Merced de Méx., tío del pretendiente; por línea materna varios mercedarios; Dr. Juan Ignacio de Castorena y Ursúa, obispo de Yucatán; Agustín Pérez de Villarreal, canónigo de Méx.; y el Mtro. Ayala, O. S. A. y provincial 42.

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DOMINGUEZ SAENZ MANSO (también MANZO), JOSE: b. pa‑rroquia de S. Miguel Arcángel, Cd. de Méx. 5/IX/1�84; ab. de la Aud. de Méx., vec. de Valladolid de Mich. PADRES: Vicente Domínguez, b. parroquia de la Concepción, Galaroza, arzob. de Sevilla 2�/X/1�52; con‑tador de la Renta del Tabaco en Ecija (España), factor de la Renta del Tabaco de Valladolid de Mich.; hmno.: Pbro. Isidoro, lector de Filoso‑fía en Málaga. Ma. Ana Sáenz Manso, b. Sag. Met. 25/V/1�63. Ambos vecs. de Valladolid. ABUELOS PATERNOS: Ignacio Domínguez Rol‑dán (sic), b. Galaroza 1/VIII/1�24; notario apostólico, diputado del común y síndico personero de Galaroza, donde también fue miem‑bro de varias cofradías y síndico gral. religioso de los Trinitarios.;

42 este ab. es el corregidor de Querétaro; como es bien sabido jugó un papel de cierta relevancia en la primera etapa de la revolución de independencia.

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hmno.: Pbro. Francisco, beneficiado de S. Salvador de Sevilla. Angela Plácida Vázquez de Tovar, b. Galaroza 13/X/1�24. Mat. en Galaro‑za 2/XI/1�48. ABUELOS MATERNOS: Diego Sáenz Manso, b. Sag. Met. 26/IV/1�22; oficial de la Contaduría Gral. de Méx., tesorero de la Administración de la Renta del Casco de Méx. Ma. Vargas Machu‑ca, nat. del barrio de Triana, Sevilla, esposa en primeras nupcias de Joaquín Rodríguez. Mat. en Sta. Ana de Triana, Sevilla, 14/IX/1�49. BISABUELOS PATERNOS PATERNOS: Ignacio Domínguez (sic), b. villa de Trigueros 9/VI/1680. Ma. Ortega (también Sánchez Ortega), nat. de Trigueros, b. Galaroza 29/VII/1690. Ambos vecs. de Trigueros. Mat. en Galaroza 11/VIII/1�08. El primero fue hijo de Miguel Domín‑guez Roldán (sic) y Ma. Ramos, nats. de Trigueros, mat. ahí en la pa‑rroquia de S. Antonio Abad 8/IX/1664; nieto paterno de Diego Roldán (sic) y de Marina Roldán; nieto materno de Esteban Martín y de Ma. Domínguez, todos nats. y vecs. de Trigueros. La segunda fue hija de Pedro Miguel (sic) y de Ma. Sánchez, vecs. de Trigueros. BISABUE‑LOS PATERNOS MATERNOS: Francisco Vázquez, b. en la parroquia de S. Salvador, villa de Cortegana, 15/I/1685. Isidora Ma. de Tovar, b. Galaroza 8/IV/1691; def. antes de XI/1�48. Mat. en Galaroza 14/II/1�14. El primero hijo de Juan Vázquez (def. antes II/1�14) y de Ma. Domínguez, vecs. de Cortegana. La segunda hija de Juan Martín de Tovar y de Angela Francisca (sic). BISABUELOS MATERNOS PA‑TERNOS: Diego Sáenz Manso, vec. de la Cd. de Méx., ca. 1�20; hm‑nos.: José Gregorio, Ana Ma., Francisca Dominga e Isabel Ma. Sáenz Manso. Gabriela Josefa Montalbo (también Pérez Montalbo), vec. de la Cd. de Méx., ca. 1�20. El primero hijo de otro Diego Sáenz Manso y de Francisca de Ibarra, vecs. de Torrecilla de Cameros, ob. de Calaho‑rra. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: José de Vargas (sic) y Mariana Portillo. APROBADA: 8/VI/180�. NOTAS: se presentaron dos inf.: una sobre el padre del pretendiente (Galaroza, 1�93) y otra so‑bre la filiación de su bisabuelo Diego Sáenz Manso (Méx., 1�34). Tam‑bién está un testimonio (Madrid, �/III/1608) en el que Diego Sáenz Manso y sus hmnos. son nombrados por Sebastián Pascual —a causa de la muerte de su hmno. el Cab. de Stgo. Juan Pascual— herederos de un vínculo fundado por otro Sebastián Pascual y Francisca Ruiz de Corral. Los Sáenz Manso eran parientes dentro del cuarto grado de los Pascuales.

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DOMINGUEZ SAENZ MANSO (también MANZO), PABLO: b. Sag. de Valladolid, ob. de Mich., 29/I/1�91; ab. de la Aud. de Méx.; hmno.: Lic. José Ignacio Domínguez Sáenz Manso, ab. del Col. (véa‑se). PADRES: Vicente Dóminguez Roldán, factor de las Rls. Rentas de Tabaco, y Ma. Ana Sáenz Manzo. APROBADA: falta pero sus infs. fueron aprobadas 21/II/1815 y se matriculó el 24/II/1815 43. NOTAS: es una inf. de identidad.

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DOMINGUEZ Y ORTIZ, MARIANO: b. Sag. Met. 23/IX/1�94. PADRES: Lic. Miguel Domínguez, del Col. de Abs. (véase), corre‑gidor letrado de Qro., oficial mayor de Gobierno. Josefa Ortiz, b. parroquia de S. Miguel, Cd. de Méx., 22/IV/1��3. ABUELOS MA‑TERNOS: José Ortiz, nat. de la Cd. de Méx., y tnte. de un cuerpo veterano. Manuela Téllez Girón, nat. de la Cd. de Méx. Mat. en el Sag. Met. 2/V/1��6. BISABUELOS MATERNOS PATERNOS: no los da. BISABUELOS MATERNOS MATERNOS: no los da. APROBADA: 19/V/1820 con la calidad de presentar las parts. que le faltan si puede encontrarlas. NOTAS: se identificó con su padre. Afirmó que, debido a que murieron sus abuelos maternos dejando a su madre de tierna edad, no sabía dónde fueron bautizados; exhibió la part. matrimonial y juró que lo dicho era cierto 44.

Continuará.

43 liBJunseC ii: f. 36 fte. liBMat: f. 84 vta.44 Para muchos detalles sobre esta genealogía, véase el trabajo de Gabriel agraz García de alba,

Los corregidores D. Miguel Dominguez y Da. María Josefa Ortiz y el inicio de la Independencia, México, edición del autor, 1992, t. i, pp. 17‑20. Fue una suerte que no haya aparecido la part. bautismal de la abuela materna porque entonces nuestro letrado hubiera tenido problemas serios para su ingreso: la dicha señora era hija natural de Francisco téllez Girón y de isabel Calderón, morisca libre.

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EL FORO

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COMENTARIOS SOBRE LA RESOLUCIÓN DE LA SALA SUPERIOR DEL TRIBUNAL ELECTORAL DEL PODER JUDICIAL DE

LA FEDERACIÓN SOBRE EL RECURSO DE APELACIÓN SUP-RAP-013/99 INTERPUESTO

POR EL PRD

Miguel Ángel Lugo Galicia

Estos términos técnicos son traducidos al lenguaje común seña‑lando que se trata del escándalo de los fondos supuestamente otor‑gados por Cabal Peniche y Gerardo de Prevosin a la campaña del PRI en 1994, tanto para la elección presidencial que ganó Ernesto Zedillo como para la elección local de Tabasco ganada por Roberto Madrazo.

Puntos muy interesantes se desprenden del expediente SUP‑RAP‑012/99 y acumulado SUPRAP‑013/99 Y SUP‑RAP‑014/99:

A) El primero que podemos destacar es que las gestiones del PRD ante la comisión de Fiscalización de los Recursos de Partidos y Agru‑paciones Políticas, del IFE, representa un intento de revivir el trámite de investigación que instó el PRD ante la Procuraduría General de la República sobre los fondos presuntamente ilícitos que recibió Roberto Madrazo en su campaña.

Hay que recordar que esta añeja investigación generó una contro‑versia constitucional que fue sobreseída por la Suprema Corte de Jus‑ticia debido a la falta de personalidad que acusaban los representantes del gobierno tabasqueño y a que la controversia constitucional no era el medio idóneo para defender derechos o intereses particulares, como

• Índice General§ Índice ARS 21

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1 sobre todos los antecedentes de este caso, como actor en el juicio, poder demandado, actos cuya invalidez se demanda, así como las causales de sobreseimiento, se puede consultar el ya clásico libro de elisur arteaga nava, La controversia constitucional y la acción de inconstitucionalidad. El caso Tabasco, México, Monte alto, 1996, pp. 335‑473.

2 sobre el choque entre formalismo jurídico y la dinámica, es interesante el punto de vista de david ramírez Bernal y de rocío Culebro. «el proceso Contencioso electoral» en Las Elecciones de 1991. La Recuperación Oficial, México, ediciones la Jornada, 1993, pp. 508‑513.

lo eran los de las personas físicas presuntamente implicadas en fraude, lavado de dinero y delitos electorales 1.

B) El segundo punto es que todavía queda en evidencia la falta de preparación por parte de los partidos políticos de los recursos y alega‑tos que presentan ante las instancias electorales, ya que del expediente de estudio se desprende que el PRD presenta copias simples de notas periodísticas, lo que sin duda no tiene justificación ya que más allá de que no se presenta copia certificada de documentos probatorios, el trámite que hace el PRD no se compara al recurso de queja que suele presentar en el proceso electoral, recurso que generalmente está mal planteado o es inconsistente debido a que es difícil recabar pruebas al calor de la jornada electoral.

En esas condiciones típicas se puede justificar, desde luego que no plenamente, la falta de una adecuada integración de los recursos de parte de los representantes partidistas. Pero en un asunto que implica consideraciones graves e importantes como el recurso de apelación SUP‑RAP‑013/99, se amerita exigir el cumplimiento riguroso de for‑malidades en la presentación de pruebas 2.

C) Si algunos analistas nacionales e internacionales han señalado que el planteamiento del juicio político, hecho por el PRI, a los con‑sejeros electorales Lujambio y Cárdenas Gracia es una gestión que debilita a las instituciones electorales, no menos puede decirse de los recursos que plantea el PRD a sabiendas de que la Comisión de Fis‑calización de los recursos asignados a los partidos tiene facultades limitadas.

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El PRD puso a prueba a la Comisión porque la obligó a considerar un caso aparentemente cerrado, que si bien no fue conocido directa‑mente por todos los consejeros actuales del IFE, si reflejaría impor‑tantes contradicciones en el Instituto Federal Electoral y una preocu‑pante desatención para «hechos nuevos». La pregunta, es, como en las elecciones de 1994 —aunque inequitativas, por el reconocimiento del propio presidente— ¿podría acontecer lo mismo para el 2000?, un lujo que no se pueden dar las autoridades electorales.

También puso a prueba a la Comisión forzándola a actuar como si fuera juez, pidiendo informes, instándola a realizar actuaciones. En una plática que tuvo el consejero electoral Alfonso Lujambio en la Universidad Panamericana, el pasado 18 de mayo de 1999, reconoció que ojalá el IFE contara con más facultades y elementos para la fisca‑lización de los recursos, pero actualmente no es así.

Con buen sentido jurídico, para evitar que tramitaciones como la del PRD se generalicen, la Comisión dilucidó muy bien que las notas periodísticas no pueden constituir pruebas si no están acompañadas de otro elemento probatorio.

También evaluó correctamente la solicitud del PRD de requerir a la Procuraduría General de la República para que informe sobre las averiguaciones previas que podrían tener una relación con la queja planteada por el PRD.

D) En estos términos queda claro que el asunto toma un carácter penal condicionado al desarrollado de todos los casos supuestamente relaciona‑dos con el financiamiento del PRI. Esto puede significar la comisión de un delito claramente tipificado por el Código Penal para el Distrito Federal. El artículo 406 de este ordenamiento en su fracción III, indica:

«Se impondrán de cien a doscientos días de multa y prisión de uno a seis años al funcionario partidista que:

»[...] Obtenga y utilice a sabiendas y en su calidad de candidato, fon‑dos provenientes de actividades ilícitas para su campaña electoral [...]».

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Aquí tenemos dos puntos. Uno es que se tiene que demostrar el pleno conocimiento del funcionario partidista o candidato que recibió fondos ilegales. Esto recuerda el reconocimiento que tuvo que hacer el ex presidente colombiano Ernesto Samper acerca del financiamiento de su campaña que estuvo contaminado por el nar‑cotráfico, aunque la responsabilidad fundamental no fue para él sino para un funcionario partidista. El segundo punto es que el tipo de responsabilidad que se va tratando es una responsabilidad a tí‑tulo individual, es de decir, de personas concretas, como lo señaló la Suprema Corte en el caso de Roberto Madrazo contra la Procu‑raduría General de la República.

En ese tenor de ideas hay que recordar que la revista Proceso llegó a publicar algunos reportajes en México sobre la posible infiltración del narcotráfico en la campaña de 1994, reportajes que tenían como eje central a Peter Lupsha, pero esta información no se confirmó y hasta ahora el único reconocimiento que ha realizado el presidente de la República es sobre la inequidad en los gastos de campaña, pero no sobre ilegalidad de esos gastos.

E) La Comisión puso el dedo en la llaga cuando señaló que el co‑razón del asunto estriba en determinar si los hechos imputados al PRI son ciertos o no. Fuera de esta consideración cualquier otro argumento queda como especulación.

F) Hay que señalar que los argumentos vertidos por el PRI en el expediente fueron muy puntillosos, sobre todo al considerar a la Co‑misión como un «Tribunal Extraordinario». Queda perfectamente de‑mostrado que la COFIPE constituye base suficiente para que la Comi‑sión tenga existencia previamente establecida.

G) Sobre la consideración del PRI de que los hechos que se in‑vestigan no son «nuevos» y que ya han sido juzgados, por un lado se estila el concepto de que no puede haber prescripción o caducidad en la investigación de los hechos que puedan constituir una violación de las reglas del financiamiento.

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Por otro lado, en la página �3 del expediente que comentamos se afirma que «aceptar la procedencia indiscriminada de recursos de ape‑lación contra todo acto o resolución, emitido dentro de un procedi‑miento de naturaleza especial, como es la queja, violaría el postulado constitucional de impartición de justicia pronta, ante el posible abuso de que se combatiera cada determinación del órgano sustanciador de‑teniéndolo y, por tanto, retrasando la solución de la problemática».

¿Cuál es el criterio aceptable?, ¿el de seguridad o el de «investi‑gación ilimitada»? Muy personalmente el autor de estas líneas piensa que mientras no se desarrolle una plena cultura institucional y demo‑crática en el país conviene ponderar más la seguridad.

H) El Tribunal Electoral, a mi juicio, resolvió bien la apelación del PRD cuando señaló que sí existía legitimación del partido para cono‑cer de los hechos del expediente.

El Tribunal va siendo consistente con resoluciones que anterior‑mente establece, como cuando reconoció interés jurídico al PRI para inconformarse con la recomendación del IFE de suspender obras pú‑blicas 30 días antes de las elecciones.

Hay que imaginarse qué sucedería si existiera una estricta conside‑ración del interés jurídico en materia electoral. Si hubiera una conside‑ración estricta, probablemente la vida electoral se deslizaría fuera de las instituciones. También el tribunal resolvió bien cuando al analizar los deberes que le correspondían a la Comisión, señaló que ésta debe‑ría ponderar si, de acuerdo con las circunstancias particulares concu‑rrentes en la queja, los hechos en ella relacionados y la época en que fue presentada, podría cumplirse a plenitud la garantía de seguridad jurídica. También es destacable la interpolación que hace del Artículo 14 constitucional señalando que no basta el acto exclusivo de enterar a determinada persona de interés público.

Por último, es correcta su interpretación de que la admisión de la queja del PRD por parte de la Comisión hubiera significado falta de respeto de la garantía de audiencia del PRI, ya que el llamado partido

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tricolor no tenía en su poder la documentación necesaria para compro‑bar sus obligaciones, toda vez que ya no estaba legalmente compro‑metido a conservarla.

De todo este asunto se desprende un hecho evidente: para el año 2000 todavía seguirá frágil el sistema para fincar responsabilidades por el financiamiento, y como parece que la oportunidad de reforma electoral se esfumó por el pleito partidista en el caso FOBAPROA y por el furor de la alianza contra el PRI, no es raro que se sigan presen‑tando quejas como la planteada por el PRD.

Esta posibilidad aumenta si pensamos en la multiplicación de los precandidatos, en cómo han realizado sus gastos y el escepticismo so‑bre los sistemas de autocontrol financiero que pueden establecer los partidos. Si no quedan bien con la autoridad electoral, ¿podrán quedar bien consigo mismos y con los electores?

A continuación reproducimos los argumentos que consideramos sus‑tanciales del Tribunal Electoral para desechar los argumentos del PRD:

«Son substancialmente infundados, pero a la postre inoperantes, aquellos agravios en los que el partido inconforme, de la Revolución Democrática, aduce, en síntesis, que la autoridad responsable realizó una interpretación equívoca de la normatividad atinente al trámite de la queja que formuló, al considerar que, como lo había apreciado la Comisión de Fiscalización de los Recursos de los Partidos y Agrupa‑ciones Políticas, los únicos medios de convicción que podía tomar en cuenta al resolver, eran los que aportó el denunciante en su escrito pri‑migenio, sin tomar en cuenta que, dicha Comisión está facultada para efectuar las investigaciones pertinentes que le permitieran allegarse de los elementos probatorios necesarios para determinar si el partido denunciado incurrió o no en las irregularidades que se le atribuyen; fa‑cultad que, tal órgano omitió ejercitar durante la tramitación de dicha queja, lo que originó que ésta se substanciara deficientemente.

Así es, para arribar a la anterior conclusión, se tiene presente que, el legislador ordinario determinó que la aplicación de los preceptos

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establecidos en el Código Federal de Instituciones y Procedimien‑tos Electorales, corresponde al Instituto Federal Electoral, al Tribu‑nal Electoral del poder judicial de la Federación y a la Cámara de Diputados, en sus respectivos ámbitos de competencia (Artículo 3, párrafo 1, del propio ordenamiento); asimismo, estableció en el pá‑rrafo 2 del precepto antes citado, que su interpretación se tendría que realizar conforme los métodos gramatical, sistemático y funcional, atendiendo a lo dispuesto por el último párrafo del Artículo 14 de la Constitución General de la República, que exige a la autoridad que dicte resolución en un proceso civil, administrativo o del trabajo, que tal decisión se ciña a la letra de la ley aplicable al caso de que se trate o se base en la interpretación jurídica de la misma; quehacer jurídico que, dicho sea de paso, juega un papel trascendente, en tanto que, mediante dicha labor se determina el significado de las normas. Em‑pero, en la especie, la ley no dispone alguna prelación entre las técni‑cas interpretativas que cita, por lo que, es dable aclarar que, ninguna obligación tienen los órganos encargados de desentrabar el sentido de la ley, de sujetarse al orden antes precisado; en consecuencia, de‑ben emplearse tomando en cuenta la que se estime más convincente para esclarecer el sentido de la disposición atinente, atendiendo las reglas que proporcionan la doctrina y la práctica cotidiana, aplicán‑dolas al caso concreto.

Cuando la norma es clara y precisa, debe interpretarse gramatical‑mente, esto es, debe extraerse su sentido atendiendo a los términos en que el texto está concebido, sin eludir su literalidad, con lo que el intérprete le otorga a todo el alcance que se desprende de su contenido. Lo anterior en virtud de que no es lógico que el legislador, para expre‑sar su pensamiento, se aparte de las reglas comunes del lenguaje.

Cuestión diferente acontece cuando una disposición parezca ser contradictoria o incongruente con otra providencia o principio perte‑neciente al mismo texto normativo, en cuyo supuesto se deberá em‑plear el criterio sistemático, conforme al cual, a una norma se le debe atribuir el significado que la haga lo más coherente posible con otras reglas del sistema o con un principio general de Derecho.

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Por último, cuando algún precepto genera dudas en cuanto a su aplicación, se tendrá que utilizar el método funcional, tomando en cuenta para tal efecto, los diversos factores relacionados con la crea‑ción, aplicación y funcionamiento de la disposición relativa.

Puntualizando lo anterior, deben tenerse presentes los artículos 2, 40, 49A 49B 86 párrafo 1, 131, 264 a 2�2 del ordenamiento electoral.

Es fácil advertir que, el numeral 49‑B, párrafo 4, prevé que las que‑jas sobre el origen y aplicación de los recursos derivados del financia‑miento de esas personas morales (los partidos) deben ser presentadas ante el Secretario Ejecutivo de dicho Instituto, quien las turnará a la Comisión de Fiscalización de los Recursos de los Partidos y Agrupa‑ciones Políticas, a efecto de que las analice previamente a que rinda su dictamen. Por otra parte, el precepto 2�2, párrafo 1, estatuye que, a quien viole las disposiciones del mencionado Código Electoral sobre restricciones relativas a las aportaciones para el financiamiento que no provengan del erario público, se le podrá sancionar, y para la determi‑nación de la multa que se deba imponer, «se seguirá en lo conducente el procedimiento señalado en los artículos anteriores»; tales preceptos (2�0 y 2�1), señalan que, el Instituto Federal Electoral conocerá de las irregularidades en que haya incurrido un partido o una agrupa‑ción política y establecen un procedimiento para ello; sin embargo, omiten precisar al órgano del Instituto ante quien se deben presentar las denuncias correspondientes, pero como quiera que, el Artículo 86, párrafo 1, inciso 1) atribuye a la Junta General Ejecutiva la facultad de integrar los expedientes relativos a las faltas administrativas y de imposición de sanciones, puede pensarse que es ante dicha autoridad, donde se deben presentar y tramitar las referidas quejas.

Eso por un lado y por otro, en cuanto a la sustanciación de las pluri‑citadas quejas, los artículos 40 y 49‑B, párrafo 4, ningún procedimien‑to establecen; por su parte, el numeral 49‑A, prevé un trámite para la presentación y revisión de los informes de los partidos y agrupaciones políticas, relativos al origen y monto de los ingresos que reciban por cualquier modalidad de financiamiento, así como su empleo y aplica‑ción, el cual se reduce a otorgar un plazo a la Comisión de Fiscalización

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para la revisión de los informes anuales y de campaña, teniendo en todo momento la facultad de solicitar a los entes revisados, la docu‑mentación necesaria para comprobar la veracidad de lo reportado en los informes; si durante la revisión de los informes, la mencionada Comisión advierte la existencia de errores y omisiones técnicas, lo notificará a la persona moral que hubiere incurrido en ellos, para que en un término de diez días, presente las aclaraciones o rectificaciones que estime pertinentes; al fenecer el tiempo con que cuenta la Comi‑sión para la verificación de dichos informes o, en su caso, el concedido para la rectificación de errores u omisiones, aquélla, dentro del térmi‑no de veinte días, deberá elaborar un dictamen consolidado y proyecto de resolución que presentará al Consejo General, dentro de los tres siguientes a su conclusión, para que éste resuelva en consecuencia.

Por otro lado, los preceptos 2�0 y 2�1 determinan que, una vez que se tenga conocimiento de alguna irregularidad, se emplazará al partido o agrupación política presuntamente responsable, para que en el plazo de cinco días conteste por escrito lo que a su derecho convenga y apor‑te las pruebas que considere pertinentes; acotando que sólo se podrán admitir las pruebas documentales (públicas y privadas), técnicas, peri‑cial contable, presuncionales e instrumental de actuaciones, las cuales deberán ser exhibidas junto con el escrito con el que se comparezca en el procedimiento, pues las aportadas fuera de tal plazo no serán toma‑das en cuenta. Para la integración del expediente, se observa, la autori‑dad sustanciadora puede solicitar la información y documentación con que cuenten las instancias competentes del propio Instituto; concluido el plazo otorgado al partido político para contestar las imputaciones que se le hacen, así como para ofrecer pruebas, se formulará el dic‑tamen correspondiente, el cual se someterá a la decisión del Consejo General del Instituto Electoral.

O sea que, como se dijo, tratándose de quejas presentadas por un partido político, a través de las cuales se denuncian presuntas irregu‑laridades relativas a los ingresos o egresos de los recursos financieros de dichas entidades, la normatividad atinente, en principio, omite pre‑cisar a la autoridad competente para sustanciarla, así como el trámite que se debe seguir. El primer problema ya fue dilucidado por esta Sala

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Superior, al resolver los recursos de apelación que se radicaron con los números SUP‑RAP‑023/98 y su acumulado, SUP‑RAP‑024/98, deter‑minando que la autoridad competente para conocer de quejas como la interpuesta, era precisamente la Comisión de Fiscalización de los Re‑cursos de los Partidos y Agrupaciones Políticas, por ser el órgano es‑pecializado que instituyó el legislador para conocer de las quejas sobre el origen y la aplicación de los recursos derivados del financiamiento de los partidos y agrupaciones políticas, que cuenta con facultades exclusivas en materia de fiscalización del financiamiento, tales como vigilar en el manejo de los recursos de los partidos y agrupaciones políticas, solicitando a los entes jurídicos mencionados, la rendición de informes detallados respecto de sus ingresos y egresos; ordenar la práctica de auditorías a aquéllos; formular los dictámenes respectivos y presentarlos al Consejo General, informando a éste las irregularidades en que hubiesen incurrido las personas morales de mérito. Todas esas atribuciones, se decidió, otorgan a la apuntada Comisión la naturaleza de órgano especializado del Instituto Federal Electoral con competen‑cia en materia de fiscalización, lo que justifica su competencia para conocer de la queja en cuestión; sin embargo, ningún pronunciamiento hubo respecto del procedimiento que debería seguirse para resolver quejas como la que se trata, porque en ese entonces no formó parte de la litis, de manera destacada la cuestión atinente, lo que origina que se haga necesario ahora dilucidar cuál debe ser el procedimiento por seguir, tratándose de ese tipo de quejas. En esa tesitura, se hace indis‑pensable interpretar las normas en cuestión, de manera sistemática y funcional, para atribuirles el significado que las haga lo más coherente posibles, tomando en cuenta los múltiples factores relacionados con su creación, aplicación y funcionamiento, y de esa manera determinar cuál es el procedimiento para sustanciarlas.

En lo que atañe al sistema disciplinario en materia electoral, cuyo tema es el que interesa, a su vez, puede subdividirse atendiendo al ente infractor, en cinco subsistemas: a) El primero, en el que están compren‑didos los partidos políticos, agrupaciones políticas nacionales, observa‑dores y organizaciones de observadores; b) El segundo, en el que están incluidos los extranjeros, ministros de culto religioso y notarios; c) El tercero, en el que están contempladas las autoridades encargadas de la

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organización de los procesos federales, o sea, los servidores del Instituto Federal Electoral; d) El cuarto, en el que están incluidos los servido‑res del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, y e) El quinto, que abarca las autoridades federales, estatales y municipales que sean distintas de las mencionadas en los dos incisos precedentes.

Ahora bien, en relación con el subsistema disciplinario, que se identificó como el atinente para los partidos y agrupaciones políticas nacionales, observadores y sus organizaciones, a su vez, se pueden identificar dos procedimientos distintos, que se distinguen por la materia o conducta que se estima susceptible de ser investigada y sancionada.

Un primer tipo de procedimiento es el denominado genérico, que, co‑rresponde a los sujetos mencionados en el párrafo que antecede y que está previsto, fundamentalmente, en el artículo 2�0, en relación con los nume‑rales 264, párrafos 1 y 2, y 269, todos del Código Electoral, por cualquier tipo de infracción administrativa que, en principio, no se relacione con alguna violación a las disposiciones jurídicas que regulan los recursos que reciban los partidos políticos y su destino; es decir, lo relativo a la fisca‑lización de los recursos de las citadas organizaciones, en principio, está excluido de este procedimiento genérico que, aclarado quede de una vez, comprende tres etapas; una primera sería la de integración del expediente, y comienza cuando se presenta una queja ante la Junta General Ejecuti‑va, sobre una presunta irregularidad o infracción administrativa que sea susceptible de ser sancionada; o cuando algún órgano del Instituto Fe‑deral Electoral tiene noticia, con motivo del ejercicio de las atribuciones constitucional y legalmente encomendadas, de que se ha cometido una irregularidad por parte de un partido o agrupación política, observador o agrupación de observadores, o bien, cuando el Consejo General requiera a la propia Junta General Ejecutiva, que investigue las actividades de al‑gún partido o agrupación política, cuando incumplan sus obligaciones de manera grave o sistemática en principio, siempre y cuando no se trate de la materia relativa a fiscalización de los recursos de los partidos o agrupa‑ciones políticas y concluye en el momento en que se formule el dictamen por parte de la Junta General Ejecutiva. La segunda etapa de este subsis‑tema disciplinario, inicia con el sometimiento del dictamen preparado por

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la Junta General Ejecutiva al Consejo General, para que éste determine lo que en derecho proceda y finaliza con el acuerdo del propio Consejo General que recaiga al mismo dictamen. Finalmente, la tercera etapa se resume en la ejecución o aplicación de la sanción que, en su caso, hubiere acordado imponer el referido Consejo General.

El segundo tipo de procedimiento, que se ha identificado como es‑pecífico, es aquél cuyos desarrollo, análisis y formulación del dicta‑men, corresponde a la Comisión de Fiscalización de los recursos de los Partidos y Agrupaciones Políticas, por infracciones en materia de fi‑nanciamiento y está previsto en el artículo 49‑A, párrafo 2, del Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales, a cuyo trámite se hizo referencia anteriormente. Sobre el particular cabe puntualizar que, la lectura de las sentencias que ha pronunciado esta Sala Superior sobre el tema, revela que este procedimiento se refiere exclusivamente a aquellos casos en que con motivo de la presentación de los infor‑mes anuales, y de campaña que están obligados a rendir los partidos políticos (las agrupaciones políticas únicamente están constreñidas a presentar los informes anuales), la Comisión de Fiscalización advier‑te alguna irregularidad, pero no cuando ésta es de su conocimiento a través de una queja.

Ahora bien, es de estimarse que el trámite por seguir para hacer efectiva la queja atinente debe obtenerse, en la medida que se expli‑cará, del procedimiento genérico establecido por el Artículo 2�0 de la ley de la materia, que es el que puede servir como punto de referencia para lograr uno que satisfaga las expectativas de la denuncia motivo de este recurso; aunque no como fue descrito dicho procedimiento en líneas anteriores, que se reduce, como se recordará a establecer que una vez que la autoridad tenga conocimiento de alguna irregularidad, se emplazará al partido o agrupación política presuntamente responsa‑ble, para que en el plazo de cinco días conteste por escrito lo que a su derecho convenga y aporte las pruebas que considere pertinentes; las que sólo podrán ser documentales (públicas y privadas), técnicas, peri‑cial contable, presuncionales e instrumental de actuaciones, las cuales deberán ser exhibidas junto con el escrito con el que comparezca ante

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la autoridad, pues las aportadas posteriormente no serán tomadas en cuenta; que para la integración del expediente, la autoridad sustancia‑dora puede solicitar la información y documentación con que cuen‑ten las instancias competentes del propio Instituto; y que concluido el plazo otorgado al partido político para contestar las imputaciones que se le hacen, así como para ofrecer pruebas, se formulará el dictamen correspondiente, el cual se someterá a la decisión del Consejo General del Instituto Federal Electoral.

Ciertamente, el procedimiento acabado de relacionar, limita a la auto‑ridad a solicitar la información y documentación con que cuentan las ins‑tancias competentes del propio Instituto, lo que impediría desahogar de‑nuncias como la formulada por el Partido de la Revolución Democrática, en cuanto afirmó que el Revolucionario Institucional recibió de diversas personas e instituciones bancarias del país, recursos económicos, razón por la que la investigación por parte de la autoridad competente no debe constreñirse a valorar las pruebas exhibidas, o a recabar las que posean sus dependencias, puesto que, cabe decirlo, su naturaleza pone de manifiesto que, en realidad, no se trata de un juicio en el que la autoridad resolutora sólo asume el papel de un juez entre dos contendientes, sino que, su que‑hacer, dada la naturaleza propia de la queja, implica realizar una verdadera investigación con base en las facultades que la ley le otorga para apoyarse en las autoridades federales, estatales y municipales, a fin de verificar la certeza de las afirmaciones contenidas en la queja; de ahí que se requiere de un procedimiento más abierto que el consignado en el Artículo 2�0, en los términos que se establecerá más adelante.

En efecto, una vez presentada la denuncia en los términos que auto‑rizan los preceptos legales citados, y recibida por la Comisión de Fis‑calización, se estima que, por la trascendencia que implica una queja como la que ahora nos ocupa, antes de emprender el procedimiento administrativo previsto por el Artículo 2�0, con los matices corres‑pondientes que luego se precisarán, la autoridad fiscalizadora debe analizar los hechos motivadores de la denuncia, con el fin de consta‑tar que sean razonables, verosímiles y susceptibles de constituir una irregularidad sancionada por la ley, así como para verificar, en caso de que hubieran adjuntado pruebas, su idoneidad y eficacia, para contar,

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cuando menos, con indicios suficientes que hagan presumir la reali‑zación de las conductas denunciadas; pues si se llegase a presentar una denuncia de hechos inverosímiles, o que siendo ciertos carecen de sanción legal, no se justificaría el inicio de un procedimiento, como tampoco cuando los hechos materia de la queja, carecen de elemento alguno, aun con valor indiciario, que los respalde.

Lo anterior sirve también para establecer que la frontera de la carga de la prueba que la ley atribuye al denunciante, consiste en satisfacer los requisitos mínimos enunciados; en otras palabras, no debe llegar al grado de atribuirle esa carga procesal para demostrar fehacientemente los extremos de su pretensión, pues por la naturaleza de gran parte de los hechos generadores de quejas como la de que se trata, sería prác‑ticamente imposible para un partido político acreditar dichos hechos en que sustenta su denuncia, en tanto que, las pruebas ofrecidas con su escrito inicial, en la mayoría de los casos, se encuentran en manos de autoridades o dependencias gubernamentales, como son, por citar sólo algunas: Comisión Nacional Bancaria y de Valores, Cámara de Dipu‑tados, Procuraduría General de la República y del Distrito Federal; por lo que siendo del conocimiento público que las dependencias o auto‑ridades mencionadas están impedidas legalmente para proporcionar documentos a particulares, atribuirle al denunciante la carga procesal de acreditar plenamente los hechos en que sustenta las afirmaciones atinentes, haría nulatoria la facultad atribuida por la ley de la materia a los partidos para denunciar presuntas irregularidades cometidas por sus similares; además de que iría en contra del espíritu de la ley de transparentar los ingresos y egresos de los entes mencionados.

Incluso en esta etapa previa que se comenta, en aras de la seguridad jurídica de que gozan los gobernados, incluidas las personas morales que pueden ser objeto de la denuncia, nada impide que con base en los elementos que se hubieren adjuntado a la queja, la autoridad fiscaliza‑dora, con las facultades que le otorgan los Artículos 49‑B, párrafo 2, en relación con el 2 y 131 del Código Federal de Instituciones y Pro‑cedimientos Electorales, indague y verifique la certeza de los hechos, para lo cual podrá requerir la información que le sea útil; de modo que, si como resultado de una investigación preliminar, llega a la conclusión

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de que los hechos y las pruebas no reúnen los requisitos mínimos anotados, es decir, que sean hechos creíbles y sustentados en algún elemento que revele su posible realización, proponga al Consejo Ge‑neral su desechamiento de plano; ello con independencia de que, en el supuesto de que estimara la configuración de la comisión de un ilícito que fuese competencia de autoridad diversa a la electoral, procediera a hacerlo de su conocimiento para los efectos conducentes, como lo puede hacer cualquier persona que tenga conocimiento de ello.

En cambio, si realizada la indagatoria descrita, la Comisión de Fis‑calización constata o reúne los indicios suficientes que hagan supo‑ner la probable comisión de la irregularidad imputada, entonces, válidamente, puede emprender el procedimiento disciplinario con‑templado en el Artículo 2�0 de la ley electoral, en el entendido de que para la integración del expediente, la autoridad sustanciadora no sólo puede solicitar la información y documentación con que cuenten las instancias del propio Instituto, sino que puede hacer uso de las facultades que le otorgan los artículos 49‑B, párrafo 2, en relación con el 2 y 131 de la ley de la materia, que establecen que las autoridades electorales, para el desempeño de sus funciones contarán con el apoyo y colaboración de las autoridades federales, estatales y municipales, quienes están obligadas a proporcionar los informes, las certificaciones y el auxilio de la fuerza pública para el cumplimiento de sus funciones y resoluciones, por lo que con base en estas facultades, la autoridad electoral puede requerir a dichas autoridades de los informes o certificaciones de hechos que puedan esclarecer la irregularidad denunciada, desde luego con irrestricto respeto a la garantía de audiencia del investigado, con lo que se colma la finalidad de la fiscalización de los recursos de los partidos o agrupaciones políticas que el legislador confió a la Comisión de Fiscalización, porque a través de ese control las normas jurídicas pretenden la transparencia del debido ejercicio de los recursos de los partidos e igualar las condiciones equitativas de competencia por el poder político; habida cuenta que, sobre tal temática, no está por demás dejar aclarado que las únicas pruebas que no podría ad‑mitir en el respectivo procedimiento, serían la testimonial y la de

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posiciones, así como las que fueran contra la ley, la moral y las buenas costumbres, cuya prohibición surge como un principio gene‑ral de Derecho en todas las legislaciones y que luego recoge el derecho positivo.

A pesar de lo anotado, es de precisarse que, no obstante que la mencionada Comisión de Fiscalización, efectuada la investigación preliminar en los términos supradichos, llegue a contar con indi‑cios suficientes que le permitan presumir que un partido o agru‑pación política inobservó la ley en aspectos relativos al origen y/o monto de los ingresos que reciban por cualquier modalidad de fi‑nanciamiento, o respeto a su empleo y aplicación, ya sea porque las irregularidades atinentes hayan sido de su conocimiento a tra‑vés de una queja o en el ejercicio de alguna de sus prerrogativas u obligaciones, es la propia Comisión la facultada para efectuar las investigaciones que sean necesarias, tendientes a comprobar feha‑cientemente si son verídicas o no las conductas ilegales atribuidas a un instituto político, para proceder en consecuencia. Conviene anticipar esa facultad investigatoria. En casos como el justiciable, no es perenne, sino que debe estar sujeta a un tiempo determinado que, en el caso, es igual al plazo durante el cual los partidos y agru‑paciones políticas están obligados a conservar la documentación comprobatoria de sus ingresos y egresos, conforme al lineamiento emitido por el Consejo General, que en la especie, fue de un año, por lo que, como en el caso, el inconforme interpuso su queja des‑pués del tiempo durante el cual el Partido Revolucionario Insti‑tucional tenía la obligación de preservar dicha documentación, la mencionada Comisión de Fiscalización, por este sólo motivo, se encuentra impedida para efectuar tal indagación. En consecuencia, los agravios que se han analizado en este considerado, devienen inoperantes, en razón de que resulta ocioso revocar la resolución reclamada, decretar la reposición del procedimiento y ordenar la realización de las investigaciones conducentes, si a final de cuentas la responsable se encontraría con un obstáculo insalvable.

Como se anotó en el considerando precedente, no obstante lo fundado de los agravios examinados en tal considerando, resulta ocioso revocar la

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resolución impugnada para que se reponga el procedimiento y se reca‑ben por parte de la Comisión de Fiscalización de los Recursos de los Partidos y Agrupaciones Políticas, ya que de todas suertes, su resultado, no podría cambiar, al final de cuentas, el sentido que legalmente debe identificar la resolución combatida, dado que como en seguida se pondrá de manifiesto, de reponerse el procedimiento respectivo, no sería factible satisfacer a cabalidad, al partido denunciado, los de‑rechos de audiencia y defensa, consagrados a favor de toda persona por el Artículo 14 constitucional; eso por un lado, y por otro, porque las pruebas que llegare a conseguir la citada Comisión, tanto las pro‑puestas por el partido denunciante, como las que decidiere allegarse, motu propio, no podrían constituir la totalidad de las que, en su mo‑mento, deberían integrar el acervo probatorio que revelara, sin lugar a dudas, si el partido denunciado incurrió o no en algunas o en todas las irregularidades que le atribuyó el denunciante en la queja origen del procedimiento respectivo.

«Por lo expuesto y fundado se RESUELVE:

»PRIMERO. Se sobresee en el recurso de apelación SUP‑RAP‑014/99, interpuesto por el Partido de la Revolución Demo‑crática en contra del acuerdo que aseveró fue emitido por el Presidente y por el Secretario Técnico de la Comisión de Fiscalización de los Recursos de los Partidos y Agrupaciones Políticas del Instituto Fede‑ral Electoral, el diecisiete de mayo último en el expediente Q‑CFR‑PAP‑01/98 PRD vs. PRI.

»SEGUNDO. Se modifica la resolución dictada el veinticin‑co de mayo de mil novecientos noventa y nueve, por el Conse‑jo General del Instituto Federal Electoral, dentro del expediente Q‑CFRPAP‑01/98 PRD vs. PRI, por la que determinó que la queja interpuesta por la representante del Partido de la Revolución De‑mocrática, sobre el origen y la aplicación del financiamiento del Partido Revolucionario Institucional en mil novecientos noventa y tres, y mil novecientos noventa y cuatro, resultó parcialmente improcedente e infundada; en consecuencia,

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»TERCERO. Se declara improcedente la queja a que se refiere el resolutivo anterior.

»CUARTO. Se sobresee en el recurso de apelación SUP‑RAP‑012/99, interpuesto por el Partido Revolucionario Institucional, en contra de la resolución precisada en el resolutivo segundo de esta sentencia.

»NOTIFÍQUESE personalmente al Partido Revolucionario Ins‑titucional en el domicilio ubicado en Insurgentes Norte 59, edificio 1, cuarto piso, Colonia Buenavista, Delegación Cuauhtémoc, C.P. 06359, en esta ciudad de México, Distrito Federal; al Partido de la Revolución Democrática en Viaducto Tlalpan número 100, edificio «A», colonia Arenal Tepepan, delegación Tlalpan, Distrito Federal; y por oficio a las autoridades responsables en igual domicilio que el del partido político citado en último término, acompañándoles copia de esta sentencia; ello en acatamiento a lo dispuesto por el Artículo 48 de la Ley General del Sistema de Medios de Impugnación en Ma‑teria Electoral. En su oportunidad, archívese el presente expediente como asunto concluido».

Así lo resolvió la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, respecto del primer punto resolutivo por unanimidad de votos y por mayoría de cuatro votos de los señores magistrados José Luis de la Peza, Alfonsina Berta Navarro Hidal‑go, quien fue la ponente; José Fernando Ojesto Martínez Porcayo y José de Jesús Orozco Henríquez, por lo que respecta a los puntos resolutivos segundo, tercero y cuarto, con el voto en contra del señor Magistrado Mauro Miguel Reyes Zapata. Ausentes los magistrados Leonel Castillo González y Eloy Fuentes Cerda, por encontrarse en el desempeño de una comisión oficial. Firman los Magistrados que integran la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, ante el Secretario General de Acuerdos que autoriza y da fe.

Para terminar estos comentarios, no hay que dejar pasar la mención del voto disidente del magistrado Reyes Zapata, quien señala que la

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posibilidad de ofrecer prueba depende de la autoridad y no de los go‑bernados, desde luego que habla de materia electoral.

No estoy de acuerdo. Esta idea es plenamente admisible cuando se alegan violaciones graves a los derechos humanos, como son la tortura, la desaparición de personas, homicidio, privación ilegal de la libertad, etcétera. Pero en un caso donde se ventilan argumentos de legalidad, que incluso parecen obrar de manera poco clara en poder de una de las partes, es sano que se exija a la parte que afirma su obligación de probar aseveraciones.

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