Arte Bizantino y la Iglesia de San Nicolás
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Disertación: “El Arte Bizantino y la Iglesia de San Nicolás”
Por: María Florencia Capellini y Edith Fiamingo (2002)
Durante más de mil años, el Imperio bizantino ejerció su dominio sobre
las tierras del Mediterráneo Oriental. Su capital, Constantinopla, fue una
ciudad espléndida que, hasta su caída en 1453, brilló como centro espiritual y
artístico. El arte bizantino pudo dar forma a la síntesis de las enseñanzas
griegas, romanas y cristianas y tuvo las siguientes características. En principio,
fue un Arte cristiano, al servicio de la Iglesia cuya finalidad fue ilustrar y
desarrollar la liturgia. Sin embargo, también fue un Arte imperial dado que el
emperador era el representante de Dios en la Tierra y la cabeza del Imperio
cristiano. Asimismo es un Arte oriental en dos sentidos: al buscar la sustitución
del relieve por las formas planas por lo cual la contribución bizantina se sitúa en
la ornamentación arquitectónica y por el gusto por lo decorativo, la pasión por el
ornamento, la búsqueda del esplendor, del color que se revela también en el
empleo de las piedras preciosas o los esmaltes, hallando en el mosaico su
símbolo más poderoso. Los mosaicos ayudarán a producir la impresión de que
se trata de un espacio en movimiento y en el que la vista no se fija en un punto
determinado.
En el Arte bizantino la figura humana es la residencia del espíritu y de la
fe. Los seres humanos son arquetipos, figuras alejadas de la realidad visual,
cuya definición formal y proporciones estaban previamente establecidas,
pudiendo definirse como prototipos. El paisaje, por su parte, es un elemento que
contribuye a ambientar una determinada escena y el fondo dorado actúa como
límite de personajes, naturalezas y arquitecturas que parecen acercarse al
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espectador diseñando una especie de perspectiva invertida. Más allá se extiende
lo absoluto.
Las iglesias bizantinas eran pequeñas para brindar un espacio más
reducido, íntimo y cercano posible a los fieles y se vio reflejado en la
denominada planta de cruz inscrita. Era un edificio pequeño y alto con una
gran unidad al espacio interior. La iglesia se consideraba como una especie de
microcosmos del mundo exterior en el cual la cúpula representaba el Cielo y el
cuadrado de la nave evoca las cuatro extremidades de la Tierra.
Cabe destacar que el posicionamiento de las imágenes dentro de la iglesia
no es en absoluto azarosa sino que responde a esta concepción del mundo y con
el desarrollo de la liturgia. Ahora veremos como ello se pone de manifiesto.
El busto de Cristo Pantocrátor, todopoderoso, domina desde la cúpula el
interior del templo y aparece ofreciéndose a los hombres y atrayéndolos hacia
Él. Mira hacia abajo, ya sea con benevolencia o con severidad y está
acompañado por la milicia angélica, los profetas y, en ocasiones, por los
evangelistas quienes simbolizan la palabra de Dios extendida por el mundo.
El segundo espacio en importancia en el interior del templo es el ábside y,
éste, corresponde a la Virgen o “Madre de Dios” quien eleva sus ruegos hacia
Cristo. En ocasiones, la Virgen aparece entronizada con el Niño Jesús en
compañía de los arcángeles Gabriel y Miguel.
El cuerpo medio del muro del ábside acoge la Comunión de los apóstoles:
detrás del altar donde oficia el sacerdote y donde se consagran las especies
eucarísticas, se ve a Jesús “a la vez sacerdote y víctima del sacrificio” que,
asistido por ángeles ostentando los atributos de los diáconos, da a los Apóstoles
la comunión bajo las dos especies –el pan y el vino- a izquierda y derecha del
altar.
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El ábside septentrional del templo que guarda las especies a bendecir en la
ceremonia litúrgica, llamado prótesis, acogía escenas relativas a los sacrificios
del Antiguo Testamento mientras que el diakonikon (ábside meridional del
templo donde se guardan los ornamentos litúrgicos y emplazado en el lado
opuesto a la “prótesis”) acogía efigies de los santos.
Fuera ya del bema, espacio del ábside que comprende el altar y su
entorno, y en las cercanías de la cúpula se emplazaban las escenas
correspondientes a las Doce Fiestas que resumen las enseñanzas de la Iglesia y
cumplimentan la Historia de la Salvación de la Humanidad. Inicialmente las
escogidas fueron las siguientes: Anunciación, Natividad, Presentación en el
Templo, Bautismo, Transfiguración, Resurrección de Lázaro, Entrada en
Jerusalén, Crucifixión, Anastasis, escena que representa la Resurrección de
Cristo y muestra a Jesús rompiendo las puertas del infierno y llevando consigo a
los justos, Ascensión, Pentecostés y Dormición de la Virgen.
Si bien la disposición de las imágenes no era siempre uniforme, el
Pantocrátor siempre estaba en la cúpula y la Virgen en el ábside como también
algunas escenas de la vida de Cristo en la nave: Natividad, Bautismo… También
ocupaba un lugar fijo la Hetoimasía, trono con los instrumentos de la Pasión
preparado para el Juicio Final, alojada en el arco triunfal y evoca la primera
venida de Cristo al mundo y anuncia la segunda. El tema del Juicio Final habría
de despedir a los fieles cuando abandonaban el templo por la puerta opuesta al
altar mayor: los teólogos les recordaban así las palabras del Señor cuando
anunció que no se sabría ni el día ni la hora de aquel temido suceso.
Los santos y mártires finalmente eran agrupados de acuerdo con la fecha
de su conmemoración y el espacio arquitectónico más adecuado en cada caso.
El esquema general descrito y su significado fueron aceptados por
doquier. El recinto de la iglesia y su decoración formaban una unidad con la
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liturgia que obedecía a reglas constantes. Ninguna de las partes podía
considerarse aisladamente. Sin embargo, el paso del tiempo hizo que las normas
firmes y austeras de los primeros tiempos fueran suavizadas. Se idearon
espacios diferenciados para que acogiesen los restos de los mecenas y otros que
sirviesen para conmemoración de algunos santos y de miembros destacados de
la comunidad monástica. Por este motivo el parekklesion, capilla auxiliar con
destino preferentemente funerario, el exonarthex, espacio que precede al narthex
o vestíbulo de la nave, se convirtieron en un elemento distintivo de la
arquitectura de la época y en última instancia hicieron de las iglesias intrincados
conjuntos llenos de sorpresas para el visitante y faltos de coherencia.
Los bizantinos designaban con la palabra icono a toda representación de
Cristo, la Virgen, un santo o un acontecimiento de la Historia Sagrada,
representación que podía ser pintada o esculpida, portátil o monumental. Pero la
Iglesia Ortodoxa moderna aplica con preferencia este término a las pinturas de
caballete y es el sentido que se le da hoy.
Para entender el éxito de los iconos hay que comprender que anuncian y
hacen presente a través de los colores lo que el evangelio afirma con la palabra,
estando presente en todos los acontecimientos importantes de la vida de los
creyentes –desde el bautismos éstos reciben un icono del santo cuyo nombre han
adoptado-. Por eso ocupan un lugar preciso en la liturgia y en la devoción
privada de los fieles como medio eficaz de conocer a los integrantes de la Iglesia
celeste y unirse a ellos imitándolos.
Tras el triunfo de la ortodoxia los iconos fueron multiplicándose; se fijaría
la iconografía de manera paralela a la pintura monumental, se impondría la
pintura al temple sobre tabla y maduraría la idea de un iconostasio amplio.
Veamos ahora una lista de los santos representados en la Iglesia de San
Nicolás y el santoral ortodoxo:
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Santa Bárbara, 4 de diciembre
San Nektarios, 9 de noviembre
San Blas, 11 de febrero
San Basilios, San Irisóstomos Ioanis y San Gregorios, los tres
jerarcas de la iglesia, 30 de enero
San Jorge, 23 de abril
San Teodoro, 8 de febrero
Santa Marina, 17 de julio
Santa Elena, 21 de mayo
Santa Paz, 9 de abril
San Andrés, 19 de agosto
San Demetrio, 6 de octubre
San Ioánis, el guía, 24 de junio
San Nicolás, 9 de abril
San Cosme, 1ro de noviembre
San Damián, 1ro de julio
San Fanurio, 27 de agosto
Santa Dominga, 7 de julio
Como se observará la disposición de los mismos dentro de la Iglesia de
San Nicolás no obedece a un ordenamiento cronológico. Comencemos por
señalar las características de la iconografía bizantina en los mismos. En
principio se observa el canon del cuerpo humano, en el cuál la cabeza entra
nueve veces. También vemos la distribución de los rasgos en el rostro, que
obedece a tercios. Todo esto tiene simbología religiosa puesto que se alude a la
Santísima trinidad. Podemos ver cómo los fondos ejemplifican los cánones de
carácter simbólico y no naturalista. Los mismos sirven para situar a cada santo
en su entorno y dar contexto a la escena. En los casos en que no hay paisaje el
fondo dorado nos conduce a lo absoluto.
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Las escenas de la vida de San Nicolás son de una singular belleza. Cuenta
el evangelio que Jesús llegó a una plaza muy plana. A su alrededor se reunieron
un gran número de discípulos y una multitud venida de Judea y Jerusalén.
Cristo le da la Biblia a San Nicolás mientras la Madre de Dios le tiende su
omoforion, emblema de su dignidad de obispo, con las dos cruces que él
sostiene. Las doce escenas de su vida son, el nacimiento y el lavado del niño, el
bautismo y los padres que confían al niño a la que lo educará y al sacerdote, su
consagración como sacerdote, su ofrenda de ducados de oro a tres jovencitas que
están en su cama para preservarlas de la vergüenza, cuando su padre cae de
rodillas en acción de gracias, la curación de los enfermos, cuando impide la
ejecución de tres inocentes, cuando entrega un hijo a sus padres, su muerte y el
traslado de sus reliquias a Bari.
La Santa Trinidad es la unión del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo,
representado por la paloma. Implican una trilogía de mucha fuerza espiritual
para el mundo cristiano. Hay muchas representaciones de ella, entre las cuales,
cabe destacar la de Andrej Rublej que representa la Santísima Trinidad según el
Antiguo Testamento. Aquí tres ángeles visitan a Abraham y Sara en Haïn
Mamré y reciben su hospitalidad. San Cirilo de Alejandría ve en esos tres
viajeros a la Trinidad revelada a la humanidad. Estos ángeles anuncias el
nacimiento de su hijo Isaac.
El Arcángel Miguel es un icono de singular belleza, su nombre significa
“que es como Dios”. Es considerado como el protector de Israel que, con su
“balanza para las almas”, juzga la gravedad de los pecados cometidos por los
hombres. También es representado con las alas de arcángel y blandiendo la
espada.
San Jorge y el dragón es una imagen muy difundida de la iconografía
bizantina. Su lanza afilada y delgada, la armadura y el caballo blanco
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simbolizan el Bien, que ha conseguido vencer en el combate. Su manto rojo que
ondea al viento recuerda que Jorge murió en el martirio durante las
persecuciones contra los cristianos. San Jorge logra romper la unión del
hombre al Mal gracias a una fe muy profunda y a una disponibilidad para el
sacrificio y el amor. El monstruo ensangrentado revela el triunfo del Bien sobre
el Mal y lo satánico. Jorge es el santo protector de los pobres, los guerreros y
los armeros, también es venerado por los pastores con sus rebaños. Tal como
describe la leyenda, San Jorge liberó a una ciudad de Libia de un dragón que
aterrorizaba a los habitantes del país, al que sólo podía apaciguarse por medio de
ofrendas de víctimas humanas. Como el rey y la reina no sabían qué hacer,
decidieron sacrificar a su hija Elisabeth al monstruo. Pero en el último momento
llegó San Jorge, montado en su caballo blanco, y mató al monstruo, salvándole
la vida a Elisabeth.
Los hermanos San Cosme y San Damián son “los que no tienen dinero” o
“los que cuidan de los demás sin provecho”. Eran curanderos y practicaban la
medicina que ya había utilizado Hipócrates mil años antes. La leyenda el culto
de estos dos santos se propagaron desde Siria hacia Constantinopla y de Roma a
todo Occidente. Al principio, fueron los pescadores y otras gentes de mar
quienes los tomaron como patronos, cediendo este papel más tarde a los médicos
y farmacéuticos. Como cristianos fieles, cayeron víctimas de las persecuciones
de Diocleciano, quien les hizo decapitar en 303. La leyenda asegura que en
virtud de un acuerdo, Damián aceptó tres huevos de una mujer que le estaba
agradecida. Su hermano se enfureció tanto que ordenó no ser enterrado en la
misma tumba. Se los representa de pie con un estuche de cirujano y una
espátula para extender el bálsamo. Hasta nuestros días se venera a estos santos
para honrar a los médicos siempre dispuestos a aliviar los males y a sacrificarse.
La Virgen aparece en diferentes imágenes en la iglesia. Una de ellas es
La Anunciación. Cuenta el evangelio que durante el sexto mes, Dios envió al
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Arcángel Gabriel a una población de Galilea llamada Nazaret, a la casa de la
joven prometida a un hombre de la casa de David, José. Esta joven se llamaba
María. En ángel entró en su casa y le dijo: “Bendita tú eres, llena de gracia, el
Señor es contigo. No temas, María, ya que has hallado gracia ante Dios.
Quedarás encinta y alumbrarás un hijo cuyo nombre será Jesús. Será grande y
conocido como el Hijo de la Alturas.” La Virgen muestra estupor ante
semejante anuncio inesperado y vemos cómo una paloma desciende
simbolizando al Espíritu Santo. Este anuncio marca el advenimiento de la
Salvación del hombre.
Otra manera de representar a la Virgen es sentada en el trono y
sosteniendo al niño. Esta imagen es denominada “Virgen en Trono”. Cuando
María sostiene con su brazo izquierdo al niño y éste bendice con su mano
derecha esta imagen recibe el nombre de “Virgen y el Niño”. Si además los
rostros de María y del Niño se ponen en contacto en un gesto cariñoso, esta
imagen es denominada “Virgen Eleusa o de la Ternura”. La Virgen Hodigitria
es aquella que muestra el camino. También hay imágenes de la Virgen y el
Niño jugando, también llamada Virgen Pelagonitisa. Otras veces la Virgen es
representada junto a su madre, Ana. En este caso es la Madre Ana quien
sostiene con el brazo izquierdo a María y ella, quien bendice con su mano
derecha. María también es representada dentro de la escena de su nacimiento y
de su muerte. Según el Evangelio, Ana no podía concebir y sólo lo logró
cuando Dios vino en su ayuda. Su padre, Joaquín, había ayunado cuarenta días
en el desierto cuando un ángel le anunció su nacimiento. La Asunción de María
es una imagen en la cuál María yace en su lecho , rodeada de el apóstol Pedro,
San Pablo y Juan el Teólogo. Sobre ella, planea Cristo quien tiene en sus brazos
su alma santa, revestida de blanco en medio de una gran claridad y rodeado de
ángeles. También es posible ver a María, de pie abrazando a Cristo en su ataúd
y llorando, esta obra se denomina “El llanto de María”.
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Finalmente, vamos a hacer referencia a las representaciones de Cristo.
Teniendo en cuenta la pose en que se presente la imagen, la misma recibirá un
nombre que representa su función. Veamos cuáles son. En principio, el Cristo
Pantocrátor aparece de medio cuerpo en la cúpula absidal llevando una aureola
que significa la gloria eterna y está acompañado de la milicia angélica y de los
profetas. Se pueden observar también los rollos alusivos a la Encarnación y los
cuatro Evangelistas en la cúpula central. Es una imagen de ubicación fija dentro
de la iglesia. Otras imágenes de Cristo son: Cristo Vencedor, Cristo en busto,
Cristo en trono y Cristo de piedad. También podemos mencionar el
Mandylion, o Santa Faz, que es una obra pintada por una mano que no es del
hombre. Esta leyenda se remonta a tiempos antiguos y, según la misma, Cristo
respondió a la solicitud del príncipe Abgar, sumamente enfermo, que quiso tener
una imagen de su rostro. Cristo, entonces, presionó su rostro contra un paño de
lino y así reprodujo sus facciones. Este motivo ejerce un efecto hipnótico ya
que está representado frontalmente y, aunque sus ojos no están dirigidos al
espectador, su mirada parece provenir del más allá y se posa en el creyente.
Les agradecemos su compañía en esta recorrida por el arte iconográfico
bizantino y su manifestación en la Iglesia de San Nicolás y esperamos haber
sentado las bases para un reconocimiento del arte iconográfico bizantino y goce
de su incomparable belleza y de su valor dentro de la liturgia.
Bibliografía
Bádenas, P., Bravo, A. y Pérez Martín, I. (ed.), El cielo en la tierra. Estudios sobre el monasterio bizantino, Col. “Nueva Roma”, 3, C.S.I.C. , Madrid, 1997.
Cortés Arrese, M., Lo mejor del Arte bizantino, Col “Historia del Arte”, 14, Historia 16, Madrid, 1997.
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Gibelli, N. El Museo Bizantino de Atenas, Col. El Mundo de los Museos, Codex, Madrid, 1969.
Gil, S. et al, Historia del Arte, Vol. 3, 63, Planeta-De Agostini, Barcelona, 1998.
Mango, C., Arquitectura bizantina, Aguilar, Madrid, 1975.
Rodley, L., Byzantine art and architecture. An introduction., Nueva York-Cambridge, 1994.
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Se deja constancia que la disertación “El Arte Bizantino y la Iglesia de
San Nicolás” que abarca del folio 1 al 10 es de autoría de María Florencia
Capellini y Edith Fiamingo . Fue presentada en la Colectividad Helénica
Panelinion, Avda. Francisco Ravanal 1418 de la Ciudad de Buenos Aires, el
sábado 7 de diciembre 2002 a las 19 horas.
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