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IMPLICACIONES DE LA TEORÍA DE LA RELEVANCIA EN EL ESTUDIO DE LA RETÓRICA Lic. Carlos Fabián Concha G. Dos visiones sobre el lenguaje retórico, una disyuntiva Durante varios siglos la retórica fue concebida como un simple artificio lingüístico que tenía como finalidad última provocar la adhesión de un auditorio determinado hacia las ideas pronunciadas por el orador. De acuerdo con esta visión, la ornamentación del discurso mediante el uso de las llamadas figuras retóricas, provocaba en los oyentes una reacción emocional de goce estético que garantizaba la persuasión de la audiencia. En este sentido, el contenido del discurso era encubierto por la forma del mismo, de tal suerte que un orador hábil podía convencer a sus oyentes de la verdad de una proposición enunciada, sin que importara mucho la pertinencia de los fundamentos en los que ésta se sostuviera. Las figuras retóricas eran vistas como un ropaje que hacia más vistosos y, por tanto, más atractivos los enunciados de un sermón cualquiera, pero que no obstante, no alteraban significativamente su contenido semántico. 1

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IMPLICACIONES DE LA TEORÍA DE LA RELEVANCIAEN EL ESTUDIO DE LA RETÓRICA

Lic. Carlos Fabián Concha G.

Dos visiones sobre el lenguaje retórico, una disyuntiva

Durante varios siglos la retórica fue concebida como un simple artificio lingüístico

que tenía como finalidad última provocar la adhesión de un auditorio determinado hacia

las ideas pronunciadas por el orador.

De acuerdo con esta visión, la ornamentación del discurso mediante el uso de las

llamadas figuras retóricas, provocaba en los oyentes una reacción emocional de goce

estético que garantizaba la persuasión de la audiencia.

En este sentido, el contenido del discurso era encubierto por la forma del mismo,

de tal suerte que un orador hábil podía convencer a sus oyentes de la verdad de una

proposición enunciada, sin que importara mucho la pertinencia de los fundamentos en

los que ésta se sostuviera.

Las figuras retóricas eran vistas como un ropaje que hacia más vistosos y, por

tanto, más atractivos los enunciados de un sermón cualquiera, pero que no obstante, no

alteraban significativamente su contenido semántico.

Las figuras retóricas eran una cosa más de forma que de fondo y se decía que

suscitaban reacciones sensoriales e irracionales, más que cognoscitivas e inteligibles.

Así, cualquier frase retóricamente elaborada podía ser parafraseada, sin que se

perdiera o sacrificara algún significado importante.

Esta concepción de la retórica se encuentra arraigada en la más pura tradición

del código lingüístico que ve la comunicación como un proceso de intercambio de

signos que deben ser debidamente codificados por el hablante y decodificados por el

oyente.

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En este tenor, la comunicación exitosa se da cuando el proceso de codificación-

decodificación permite al oyente hacer una reconstrucción literal de lo dicho por el

hablante; para que esto sea posible, tanto el oyente como el hablante, deben conocer y

respetar las normas sintácticas de la lengua, así como sus contenidos semánticos.

Por su misma naturaleza, esta línea de pensamiento otorga una importancia

central a la función referencial de la lengua, en la que los signos lingüísticos son

utilizados para referirse al estado de las cosas en el mundo real, es decir su uso es

meramente representacional.

Las palabras que conforman un sistema lingüístico constituyen así, una especie

de listado nominal cuya relación con los objetos del mundo real se determina a partir de

una convención aceptada por los miembros de una comunidad de hablantes.

Desde esta perspectiva, el sentido compartido implica pues, la aplicación de la

normatividad que rige el código lingüístico convencionalmente establecido, en donde las

palabras deben tener un significado preciso o unívoco y la estructura de las oraciones

debe poseer un número limitado de formas sintácticas.

¿Cómo es entonces que las figuras retóricas, que violan los significados

convencionales (literalidad) pueden ser reconocidas e interpretadas, sin que se les

considere un disparate?

La respuesta que los teóricos del código dan a esta interrogante es demasiado

simplista, pues señalan que la ironía, la metáfora, la hipérbole, la metonimia, etcétera

deben ser consideradas como desviaciones de la norma lingüística y que su

reconocimiento y posterior interpretación obedecen también a reglas (de excepción)

que son igualmente aprendidas y que varían de cultura en cultura.

Si se analiza cuidadosamente esta explicación, resulta muy poco plausible pues,

cuántas reglas y significados diferentes sería necesario aprender para comprender la

infinidad de interpretaciones que puede inspirar una metáfora, por ejemplo.

De igual forma la sutileza de algunas figuras retóricas — como la ironía verbal en

donde la violación de la norma no es tan evidente como en la metáfora— no permitiría

que el conocimiento de una regla específica fuera suficiente para que el oyente

consiguiera elaborar una interpretación satisfactoria (en el caso del enunciado irónico,

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su reconocimiento depende mucho más de componentes contextuales que del

contenido literal de la frase).

Asimismo, la imposibilidad de comprobar la veracidad de algunas hipérboles

hechas por un hablante cualquiera, evidencian la escasa probabilidad de que sea a

través de un grupo de reglas culturales como los individuos puedan distinguir entre el

uso figurativo del lenguaje y su uso convencional.

Además cabe preguntarse: ¿Por qué la necesidad de emplear expresiones

figurativas en un discurso, si de acuerdo con el principio de economía del lenguaje,

resultaría mucho más ventajoso y directo utilizar los significados convencionales, los

cuales garantizarían una mayor comprensión del mensaje, evitando esfuerzos inútiles al

oyente?

La respuesta reduccionista, de que lo único que se busca al emplear el lenguaje

figurado es el efecto persuasivo que se genera a través de la belleza del lenguaje, no

es una explicación satisfactoria pues: ¿Qué es lo que hace que la retórica resulte

estéticamente atractiva? ¿Será acaso la novedad y sorpresa que provocan la

creatividad de las resignificaciones retóricas?

Razonando en concordancia con la teoría del código, tal sorpresa y tal novedad

serían inexistentes debido a que anteriormente, dichas resignificaciones han sido

aprendidas mediante las normas culturales. Finalmente lo único que acontecería en el

oyente al enfrentar un discurso retórico sería un momento de duda y un posterior

proceso de reinterpretación (doble proceso).

Se puede observar así que la explicación que ofrece esta postura teórica resulta

insuficiente y superficial.

A diferencia de los teóricos del código, los románticos (llamados así por Sperber

y Wilson, 1990) rechazan que los tropos o figuras retóricas cumplan un rol meramente

decorativo, ya que consideran que es imposible parafrasear un enunciado retórico sin

afectar significativamente el contenido del mensaje.

Para los románticos “los tropos tienen un genuino contenido cognoscitivo el cual,

particularmente en las metáforas más creativas, no es parafraseable sin que haya

pérdida”1.

1 Sperber D. y D. Wilson (1990). Rhetoric and relevance, en D. Wellbery y J. Bender (eds.). The ends of rhetoric: history, theory, practice. Stanford University Press, Stanford CA. pp. 140-155. Referencia disponible en

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Cuando un poeta utiliza la metáfora ‘amo sus cabellos de oro’, es muy probable

que un oyente (o lector) pueda inferir que el emisor se está refiriendo al hecho de que la

persona de la que se habla en el poema, posee una cabellera cuya tonalidad se

asemeja al color del oro.

En este caso la metáfora podría ser parafraseada diciendo ‘amo sus cabellos

rubios’; sin embargo, al parafrasear el enunciado, éste pierde una serie de significados

incluidos en la oración original, pues existen muchos significados asociados a la palabra

‘oro’ además de su color; por ejemplo, su brillantez, su belleza, o el hecho de que sea

considerado por gran parte de la humanidad como un mineral precioso, una joya.

Aquí se puede observar cómo al parafrasear la metáfora, la nueva interpretación

es mucho más escueta y limitada que la primera y es muy posible que no refleje todos

los significados que el hablante deseaba transmitir en un principio. Además cuando el

poeta utiliza una metáfora como la anterior, no sólo está expresando un hecho

determinado, sino también una actitud exaltada ante éste.

Si bien los románticos aciertan al reconocer la riqueza de significados que se

logra con el uso de la retórica, renuncian por completo a la tarea de desarrollar un

modelo de análisis científico que arroje información sobre los significados que encierran

los discursos retóricos.

Para los románticos la ambición de encontrar el significado apropiado de una

metáfora es un mito, y afirman que la posibilidad de acercarse a la interpretación literal

de un mensaje retórico es prácticamente nula. De hecho, cuestionan seriamente que

exista algo tal como la literalidad y enfatizan la importancia de la creatividad en el uso

de la lengua.

Si bien la intuición de los románticos pone de manifiesto que el análisis de los

códigos lingüísticos y sus reglas no es suficiente para entender cómo se da el

fenómeno de la comunicación humana, su idea de que el lenguaje es algo

esencialmente vago acarrea serios problemas al estudio de la retórica en particular y de

la interacción verbal en general.

Partiendo de cualquiera de las dos visiones revisadas, el lingüista enfrenta una

gran disyuntiva: por un lado, la teoría del código, aunque limitada, representa para el

http://www.dan.sperber.com. Fecha de consulta 04/01/04.

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investigador un marco epistemológico mucho más articulado que su contraparte la

visión romántica, la cual proporciona un panorama mucho más rico y flexible que, sin

embargo, tiene la enorme desventaja de considerar a la comunicación como un proceso

primordialmente anárquico ¿Qué hacer ante esta situación?

La teoría de la relevancia, una alternativa

Sperber y Wilson (1990) consideran que su teoría de la relevancia puede

constituir un punto de partida para entender cómo trabajan los mecanismos que

subyacen a la interpretación del lenguaje figurado.

Estos autores afirman: “los retóricos clásicos y sus críticos románticos

consideran evidente que, si existe algo tal como el significado literal, entonces los

enunciados vienen con una presunción de literalidad. Nosotros discrepamos. Se puede

mantener una noción de significado literal, y su utilidad analítica, y abandonar la

presunción de literalidad, y su implausibilidad, siempre y cuando se introduzca una

presunción de relevancia"2.

Orígenes de la teoría de la relevancia (Grice)

La noción de relevancia, que es el eje rector de toda la propuesta formulada por

Sperber y Wilson, es un concepto teórico que surge del análisis profundo de las ideas

ofrecidas por Grice.

En su trabajo clásico titulado Logic and Conversation, Grice trasladó el centro de

atención de la investigación lingüística, llevándolo de los contenidos de los enunciados

hacia las condiciones en las que éstos se producen en el seno de una conversación

ordinaria.

Para Grice era evidente que durante una conversación los participantes de ésta,

llevaban a cabo una serie de operaciones inferenciales que les permitía subsanar

ciertas lagunas que se presentaban en el sentido literal de los enunciados.

Grice decía que si los enunciados emitidos por el hablante fueran comprendidos,

sólo mediante un proceso de estricta decodificación, todo lo que el oyente necesitaría

2 Ídem

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para entender a su interlocutor, sería conocer el mismo código que el emisor está

utilizando y así descifrar su contenido, obteniendo una especie copia o duplicado del

mensaje.

Sin embargo su experiencia, le hacía pensar que una frase determinada podía

ser entendida de diversas maneras, dependiendo tanto de sus implicaciones

semánticas como de las circunstancias en la que la oración fuera dicha.

Así cualquier enunciado tenía un contenido explícito-proposicional (básicamente

semántico) y uno implícito-comunicacional (semántico y pragmático) que obligaban al

oyente a desarrollar todo un proceso inferencial a partir tanto de lo dicho, como de lo

implicado.

Un ejemplo de esto sería un padre que orgullosamente dice: ‘mi hijo Ricardo es

un hombre de éxito, desde luego pues, es un López’. El contenido explícito es lo que de

manera estricta significa la frase: ‘Ricardo es exitoso por formar parte de la familia

López’; pero el contenido implícito que también comunica esta oración es: ‘todos los

López son exitosos’ o bien ‘el ser López implica ser exitoso’.

Si bien esta última conclusión no está contenida en la reproducción literal de la

frase original, sí se deriva de ella, de tal forma que un receptor competente sabría que

el hablante quiere comunicar más de lo que está diciendo.

El anterior es un ejemplo de lo que Grice denomina implicatura convencional, el

contenido implícito se extrae de la lógica misma de la proposición literal. Sin embargo,

existe otro tipo de implicaturas que no se pueden derivar sólo del significado literal del

enunciado.

Enunciemos tres ejemplos de este tipo de implicaturas:

Se tiene la oración: ‘Algunos diputados votaron a favor de la propuesta’. En una

conversación ordinaria la palabra ‘algunos’ dispara la conclusión ‘no todos’, no

obstante, desde la lógica del lenguaje ‘algunos’ está incluido en el concepto

‘todos’ por lo cual la implicatura ‘no todos’ no se deriva de manera natural del

contenido proposicional del enunciado.

Otro ejemplo, si le preguntáramos a una persona cuántos hijos tiene, ésta

contesta ‘tengo tres’ y posteriormente nos enteramos que en realidad tiene

cuatro, diríamos que no dijo la verdad. Sin embargo, nuevamente, desde la

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lógica estricta del lenguaje alguien que tiene cuatro hijos evidentemente tiene

tres, no es posible tener cuatro sin tener uno, dos y tres hijos. Aquí la conclusión

es producto de la implicatura conversacional ‘tengo sólo tres hijos’, la cual no

estaba contenida en el mensaje original sino que fue agregada por nosotros.

Finalmente cuando leemos en un restaurante o en una tienda un anuncio que

dice ‘abrimos los domingos’ concluimos que ese comercio abre de lunes a

sábado y ‘también los domingos’ otra implicatura que no se deriva de manera

natural del contenido semántico del mensaje (

¿Qué es entonces lo que permite inferir las implicaturas ‘no todos’, ‘sólo tres

hijos’ y ‘también los domingos’? De acuerdo con Grice son las condiciones pragmáticas

de la conversación, las que llevan al oyente a concluir que ‘no todos los diputados

votaron a favor de la propuesta’. A este tipo de implicatura Grice la llama implicatura

conversacional.

Para explicar cómo se origina el proceso de inferencia en las implicaturas

conversacionales, Grice echó mano de algunos conceptos, no claramente delimitados,

como son el principio de cooperación y las máximas conversacionales.

Para Grice la comunicación era el producto de un esfuerzo conjunto entre el

emisor y el receptor quienes se comprometían en la consecución de un propósito

común: “Nuestros intercambios verbales normalmente no consisten en una sucesión de

observaciones inconexas, sería irracional si así fuera. Característicamente hay, al

menos, un cierto grado de esfuerzos cooperativos; y cada participante reconoce en

ellos, en cierta medida, un propósito o una serie de propósitos comunes o, al menos,

una misma dirección mutuamente aceptada”3.

Este razonamiento llevó a Grice a postular lo que él llamaba el principio de

cooperación, el cual constituía una especie de norma socialmente aceptada, por los

participantes de un acto comunicativo, dicho principio se formulaba en los siguientes

términos: “Haga su contribución a la conversación tal como le sea requerido y en el

momento en el que ésta ocurra, aceptando el propósito o la dirección del intercambio

verbal en el que está usted involucrado”4.

3 Grice, H. P. 1975. Logic and conversation. En P. Cole y J. Morgan (eds.) Syntax and Semantics, vol. 3: Speech Acts. Reimpreso en Grice, P. 1989. Studies in the way of words. Cambridge, Ma. Harvard University Press, pp. 22-40 y en Davis, S. 1991 Pragmatics: A Reader. Oxford: Oxford University Press, pp. 305-315.4 Ídem

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La contribución hecha por los participantes de una conversación, según Grice, se

dividía en cuatro dimensiones o categorías, cada una de las cuales incluía una o más

máximas conversacionales que debían ser respetadas en todo momento para que la

comunicación exitosa tuviera lugar. No obstante, los participantes de cualquier

interacción comunicativa podían en un momento dado violar de manera accidental o

intencional tanto las máximas conversacionales como el principio de cooperación.

Las categorías y sus respectivas máximas son las siguientes:

1. Cantidad: Esta categoría se refiere a la cantidad de información que debe ser

proporcionada durante un acto comunicativo y contiene dos máximas:

a) Haga su contribución tan informativa como sea requerido para los

actuales propósitos del intercambio.

b) No haga su contribución más informativa de lo que es requerido

2. Calidad: Esta categoría se refiere a la calidad de la información que se ofrece e

incluye una súper máxima y dos máximas:

a) Intente que su contribución sea verdadera (súper máxima de veracidad)

b) No diga algo que usted crea que es falso

c) No diga algo de lo cual no tenga evidencia adecuada

3. Relación: Esta categoría se refiere a la pertinencia que debe tener la información

proporcionada de acuerdo con el propósito del intercambio e incluye una sola

máxima:

a) Sea relevante

4. Manera: Esta categoría, a diferencia de las anteriores no está relacionada con lo

que se dice sino con la forma en la que se dice e incluye una súper máxima y

cuatro máximas:

a) Sea claro (súper máxima)

b) Evite la oscuridad en la expresión

c) Evite la ambigüedad

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d) Sea breve (evite prolijidad innecesaria)

e) Sea ordenado

Con base en estas máximas es como Grice pretendía explicar el origen del

proceso inferencial que subyace a la comunicación; según él, las máximas funcionaban

como una clase de acuerdos tácitos entre el oyente y el hablante, que les

proporcionaban un marco referencial dentro del cual los mensajes eran interpretados.

Así, cuando un receptor escucha un enunciado, da por hecho que el emisor

tratará de respetar las máximas conversacionales, lo cual llevará al oyente a considerar,

no sólo el contenido explícito e implícito del mensaje, sino las condiciones pragmáticas

del diálogo; dando lugar a la formulación de una implicatura conversacional.

Por ejemplo: Juan llama por teléfono a María y le pregunta ‘¿te gustaría ir al

cine?’ y María contesta ‘hoy es el cumpleaños de mi padre’. En su interpretación María

toma la pregunta de Juan no como una duda legítima sino como una invitación, esto es

posible gracias a que María no considera únicamente el contenido explícito de la

cuestión, sino el contexto en general, así como las intenciones de Juan.

De la misma forma, si Juan no llevara a cabo el mismo proceso de inferencia que

hizo María, la respuesta de ésta parecería no tener relación alguna con la pregunta

expresada.

En este ejemplo el enunciado de María tiene un contenido explícito: ‘hoy es el

cumpleaños de mi padre’ y uno implícito, que ni forma parte de su significado literal, ni

se deriva de manera lógica de la proposición original y que es una implicatura

conversacional a la que debiera llegar Juan: ‘voy a pasar el resto de día con mi padre y

me es imposible ir al cine contigo’.

Para llegar a esta conclusión Juan debió tomar en cuenta que María conocía la

máxima de relevancia y que la respetó al momento de elaborar su respuesta, así que

inmediatamente Juan busca establecer una relación entre lo dicho por María y la

situación de conversación predominante.

Sin duda, las aportaciones de Grice significaron un paso importante en el

desarrollo de las teorías pragmáticas del lenguaje, no obstante, su explicación deja

muchas interrogantes sin respuesta, por ejemplo ¿de dónde surgen el principio de

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cooperación y las máximas?, ¿son un aspecto innato de la conducta verbal o se

establecen convencionalmente al igual que los contenidos semánticos de la lengua?

¿Son universales o varían de acuerdo a cada cultura?

Las deficiencias del modelo griceano en la explicación de la retórica

En el caso particular de la retórica, Sperber y Wilson (1981) señalan algunas de

las deficiencias que muestra la teoría griceana al tratar de explicar el mecanismo que

subyace a la interpretación del lenguaje figurado.

Estos autores apuntan: “Grice sostiene que la ironía, la metáfora, la lítote y la

hipérbole se pueden interpretar a partir de implicaturas conversacionales... todas ellas

resultan de la violación de la máxima: «No diga lo que crea que es falso». La

característica más destacada de los enunciados figurativos, como Grice los considera,

es que son patentemente falsos. El oyente concluye que el hablante debe haber tratado

de dar a entender una proposición estrechamente relacionada que no viola la máxima

de veracidad... La originalidad de este planteamiento reside en el intento de incorporar

las ideas de la retórica tradicional en una teoría moderna de pragmática. Sin embargo,

este intento plantea una serie de problemas nuevos”5.

Sperber y Wilson demuestran que existe una contradicción inherente en el

planteamiento hecho por Grice sobre la interpretación de las figuras retóricas: en una

conversación común, el oyente mantiene el supuesto de que el hablante respetará las

máximas conversacionales al momento de emitir su discurso de tal forma que, cuando

el contenido explícito del enunciado resulte insuficiente para interpretar lo que el

hablante dice, el oyente atenderá al contexto de la conversación para formular

diferentes interpretaciones hasta encontrar la que considere más pertinente, dando

lugar a una implicatura conversacional.

La principal función de esta implicatura es mantener en el oyente, el supuesto de

que el hablante conoce y respeta las máximas conversacionales, sin embargo, en lo

que se refiere a algunas figuras retóricas como la metáfora, los enunciados son

evidentemente falsos ¿Por qué entonces el oyente debe suponer que el hablante está

5 Sperber, D. y D. Wilson (1981). On Grice´s theory of conversation, en Werth, P.N. (ed), Conversation and discourse, Croom Helm, Londres, 1981, pp. 155-178.

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respetando las máximas conversacionales y no mejor sospechar que las está violando

de manera deliberada o incidental?

Otro problema que Sperber y Wilson encuentran en la explicación de Grice sobre

la retórica es que en la mayor parte de las implicaturas conversacionales, el contenido

explícito funciona como una clave inicial para el posterior desarrollo de la interpretación.

En el lenguaje convencional, las implicaturas y el significado literal forman un

complemento indisoluble de lo que se comunica, mientras que en el lenguaje figurado,

la proposición literal debe ser sustituida por completo por la implicatura, es decir lo que

se implica viene a anular lo que se dice.

Esto último coloca a Grice más cerca de los semánticos que de los pragmáticos,

pues finalmente su tesis, al igual que la de los retóricos clásicos, se encuentra anclada

en la sustitución del significado literal por un significado figurativo.

Además la única diferencia que existe entre la definición de retórica tradicional y

la que Grice propone, es que la primera afirma que las figuras retóricas constituyen una

desviación de las normas semánticas, en tanto que la de Grice las concibe como una

desviación (o violación) de las normas pragmáticas, en particular de la máxima de

veracidad: ‘intente que su contribución sea verdadera’.

Conceptos elementales de la teoría de la relevancia

Tal como se señaló anteriormente, la teoría de la relevancia se inserta

inicialmente en el enfoque inferencial propuesto por Grice, pero surge como un

planteamiento alternativo que intenta de llenar los vacíos teóricos heredados por éste.

Sperber y Wilson coinciden con Grice en señalar que el proceso de la

comunicación humana se da a través de una operación inferencial, en la que la

interpretación del mensaje recibido genera mayores significados de los que encierra el

contenido manifiesto del mismo, pero además, le dan un giro cognoscitivo a su

definición: “Nosotros definimos comunicación, no como un proceso de duplicación del

significado que va del comunicador hacia el destinatario, sino como una modificación,

más o menos controlada del paisaje mental —el «ambiente cognoscitivo» como

nosotros lo llamamos— del oyente por el comunicador, logrado de una forma

intencional y abierta”6.

6 Sperber D. y D. Wilson (1990). Rhetoric and relevance, en D. Wellbery y J. Bender (eds.). The ends of rhetoric: history, theory, practice. Stanford University Press, Stanford CA. pp. 140-155. Referencia disponible en

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De acuerdo con esta definición, lo que sucede durante la comunicación es que el

hablante, de manera abierta, pretende provocar en el oyente un efecto cognoscitivo que

le haga cambiar su esquema mental a través de la información que le proporciona.

Es necesario acotar que Sperber y Wilson convergen con Grice en que, durante

el proceso, el oyente desempeña un papel activo, pues es indispensable que éste

realice un conjunto de esfuerzos cognoscitivos que lo conduzcan a elaborar la

interpretación más afortunada. No obstante estos autores consideran que dichos

esfuerzos no son el producto de un convenio tácito de cooperación, sino que más bien

se trata de una disposición innata.

En este punto se produce la gran ruptura con la teoría griceana, pues estos

autores consideran que las máximas de Grice son innecesarias para explicar la

formación de implicaturas, ya que todo lo que se requiere es un solo presupuesto: la

búsqueda de relevancia.

La búsqueda de relevancia no se deriva de un convenio, ni de una regla

socialmente establecida, es más bien un principio cognoscitivo e universal, común a

toda la especie humana sin importar las diferencias culturales.

A diferencia de las máximas de Grice, la noción de relevancia de Sperber y

Wilson se refiere a una predisposición psicológica que se da de manera natural en el

individuo y de la que no se puede sustraer voluntariamente.

Según los teóricos de la relevancia, los seres humanos presentamos una

tendencia innata a orientar nuestra atención hacia aquella información de nuestro medio

que nos resulta relevante; esta tendencia constituye un principio cognoscitivo que

asegura la supervivencia del organismo.

La gran cantidad de información a la que al ser humano está expuesto, hace

imposible que éste pueda atender a todos los estímulos que le rodean, incluso

fisiológicamente se encuentra limitado en su capacidad sensoperceptual.

Esta situación hace que el hombre se vea obligado a utilizar todos los recursos

cognoscitivos con los que cuenta en el procesamiento de datos que sean significativos

para salvaguardar su integridad física, psicológica y emocional.

http://www.dan.sperber.com. Fecha de consulta 04/01/04.

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La propensión a buscar la información relevante guía la conducta de todos los

miembros de nuestra especie y, desde luego, esto tiene implicaciones medulares en el

desarrollo de la comunicación.

Cuando dos o más interlocutores se ven involucrados en un intercambio verbal,

transmiten diversas informaciones que tienen la pretensión de suscitar en el otro algún

tipo de efecto.

Sperber y Wilson señalan que los principales efectos que se generan durante la

comunicación son de índole cognoscitiva y para lograrlos es necesario que la

información que se transmita sea relevante tanto para quien la dice, como para quien la

escucha.

De aquí surge uno de los conceptos básicos de esta teoría que es conocido

como el principio de relevancia el cual indica que: “cualquier enunciado dirigido a

alguien, automáticamente comunica la presunción de su propia relevancia”7.

Así cuando alguien recibe un mensaje, de manera automática busca que sea

relevante de acuerdo con sus propias concepciones y con el contexto que prevalece en

ese momento.

La búsqueda de relevancia requiere un esfuerzo mental y culmina cuando el

oyente considera que ha conseguido desarrollar el mayor número de efectos

cognoscitivos o, en otras palabras, cuando cree que ha elaborado una interpretación lo

suficientemente plausible como para detenerse y pasar a otra cosa.

Para que la información se considere relevante, la naturaleza de ésta no debe

ser ni tan obvia que pase inadvertida para el receptor, ni tan compleja que lo desaliente

a continuar con el esfuerzo de interpretación.

El nivel de relevancia que posee una información se mide con base en el número

de efectos cognoscitivos que provoca y el grado de esfuerzo necesario para conseguir

dichos efectos.

En palabras de los propios autores: “El proceso humano de información requiere

cierto esfuerzo mental y tiene ciertos efectos cognoscitivos. El esfuerzo es de atención,

de memoria y de razonamiento. El efecto consiste en alterar el ambiente cognoscitivo

del individuo generando nuevas creencias, cancelando otras previas, o simplemente

7 Sperber, D. y D. Wilson (1986). Loose Talk. Proceedings of the Aristotelian society 86, 153-171.

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afectando la importancia o la fuerza de las creencias existentes. Nosotros podríamos

caracterizar una noción comparativa de relevancia en términos de efectos y esfuerzo de

la siguiente manera: (a) En igualdad de condiciones, entre mayor sea el efecto

cognoscitivo logrado mediante la transmisión de una información, mayor será la

relevancia para el individuo que la procesa. (b) En igualdad de condiciones, entre mayor

sea el esfuerzo involucrado en el proceso de una información dada, menor será su

relevancia para el individuo que la procesa”8.

Con estas nociones fundamentales, Sperber y Wilson ofrecen una explicación

sencilla y plausible sobre el modo en que trabaja la mente humana en el procesamiento

del lenguaje figurado. Sus aportaciones simplifican en buena medida las explicaciones

teóricas ofrecidas tanto por la retórica tradicional, como por el modelo de Grice.

Las soluciones que la teoría de la relevancia aporta en la explicación del lenguaje

retórico

Tal como se indicó en el inicio de este escrito, las diferentes visiones que

románticos y teóricos del código sostenían sobre la interpretación del lenguaje figurado,

acarreaba problemas importantes para el análisis lingüístico.

Por un lado cada vez era más notorio que la teoría del código resultaba

insuficiente en la explicación del proceso comunicativo; la evidencia apuntaba hacia una

concepción mucho más amplía y flexible del lenguaje.

Por otra parte, si bien la interacción comunicativa no se reducía a una operación

de codificación-decodificación, no parecía pertinente abandonar la noción de que

durante la conversación se transmitía un fragmento del significado literal que contenía

el mensaje.

Sperber y Wilson consideran que la aparente incompatibilidad de estas visiones

se deriva del presupuesto equivocado de creer que, si existe la literalidad en el lenguaje

los interlocutores automáticamente buscarán transmitir e interpretar el significado literal

del mensaje.

8 Sperber D. y D. Wilson (1990). Rhetoric and relevance, en D. Wellbery y J. Bender (eds.). The ends of rhetoric: history, theory, practice. Stanford University Press, Stanford CA. pp. 140-155. Referencia disponible en http://www.dan.sperber.com. Fecha de consulta 04/01/04.

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Este presupuesto tiene implicaciones decisivas para la retórica, pues si es la

literalidad lo que se persigue en la comunicación, ¿cuál es el mecanismo que permite la

interpretación del lenguaje figurado?

Para contestar esta interrogante se recurre a la hipótesis de las convenciones

lingüísticas, la cual ha sido seriamente cuestionada por razones de las que ya se habló

en la primera parte del presente trabajo.

La alternativa que proponen Sperber y Wilson abre la posibilidad de que se

mantenga la noción de significado literal y, al mismo tiempo, se renuncie a la

presunción de que lo único, o lo que más fuertemente se comunica en un mensaje es

su literalidad; reconciliando así el análisis teórico de la retórica tradicional con las

intuiciones pragmáticas de los románticos.

Esta reconciliación se logra introduciendo la noción de relevancia. La búsqueda

de relevancia obliga al oyente a realizar un proceso de razonamiento en el que debe

tomar en cuenta todos los aspectos lingüísticos y contextuales del mensaje para poder

construir una interpretación pertinente (no necesariamente literal).

Cuando el oyente se enfrenta a un mensaje cualquiera, el significado literal es

únicamente una parte de ese mensaje, que tiene que ser relacionada con otro tipo de

información paralingüística y contextual.

La conjunción de todos los elementos que rodean el acto comunicativo da origen

a una interpretación mucho más semejante a las intenciones del emisor, que si sólo se

tomara en cuenta algún aspecto específico del mensaje.

Si bien esta interpretación no es una copia fidedigna del significado que el

hablante desea transmitir, provoca los suficientes efectos cognoscitivos para que sea

considerada por los interlocutores como relevante.

En lo que respecta a la retórica, la sustitución de la idea de literalidad por el

principio de relevancia (anteriormente definido), libera a los teóricos tradicionales, de la

necesidad de establecer todo ese entramado de reglas culturales que, según ellos,

hacen posible la interpretación del lenguaje figurado.

Asimismo, se elimina de tajo la hipótesis poco plausible, de que el ser humano

utiliza dos mecanismos diferentes (pero paralelos) de interpretación; uno de ellos para

inferir los significados figurativos y el otro para inferir los significados literales.

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Page 16: artículo retórica

La búsqueda de relevancia es lo que guía el proceso de interpretación de

cualquier mensaje, retórico o no.

Cuando la interpretación literal de un mensaje parece carecer de sentido —como

en el caso de una metáfora— el oyente utilizará todos los medios disponibles para

encontrar la relevancia del mensaje, atendiendo a las condiciones contextuales, a los

significados asociados de los conceptos, a la información no-verbal que emita el

hablante (gestos, tono de voz, movimientos), a sus conocimientos previos, etc., dando

así lugar, a una interpretación no literal, pero plausible, de lo que el hablante quiere

comunicar.

En esta explicación, a diferencia de lo afirmado por los retóricos tradicionales, los

sentidos asociados de un concepto determinado, no sustituyen al sentido original, tan

sólo lo amplían, permitiendo al oyente generar un mayor número de implicaturas.

Dichos sentidos asociados no se adquieren únicamente de manera convencional,

es decir mediante reglas culturalmente fincadas; es también la búsqueda de relevancia

la que determina, en gran medida, las asociaciones creadas por los individuos de

cualquier comunidad, aquí se rescata un poco la idea de los románticos sobre el papel

que juega la creatividad en la formación del lenguaje.

A pesar de que pareciera que en el lenguaje retórico, el significado literal del

enunciado desempeña exclusivamente un rol de disparador de interpretaciones

diversas, Sperber y Wilson reconocen en la figura retórica la importante función de

enriquecer el número de implicaturas que comunica una oración.

Si bien es cierto que para que una información sea más relevante debe provocar

el mayor número de efectos cognoscitivos mediante el menor esfuerzo mental, y dado

que la interpretación de una figura retórica implica un esfuerzo significativamente mayor

que una interpretación literal, esto podría hacer parecer que el empleo del lenguaje

figurado es un artificio tendiente a disminuir la relevancia de un mensaje determinado.

Esto no es así, resulta importante recordar que Sperber y Wilson coinciden con

los románticos en afirmar que el contenido de una figura no es parafraseable sin que se

produzca una pérdida de sentido.

En el momento en que un hablante decide utilizar una figura retórica para

expresar una idea, lo hace con la intención de provocar implicaturas múltiples y, por

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Page 17: artículo retórica

ende, interpretaciones variadas, elaborando así un enunciado mucho más fértil en

sentido (como en la expresión metafórica ‘amo sus cabellos de oro’).

Las expresiones retóricas permiten también decir lo indecible, dan la oportunidad

de desarrollar significaciones fuera de las normas del significado literal para crear

enunciados que se ajusten de mejor manera a los pensamientos del hablante.

Incluso, existen algunas expresiones de uso corriente que en la actualidad se

interpretan de manera literal pero cuyo origen es absolutamente retórico.

En ciencia, por ejemplo, expresiones como: ‘los hechos hablan por sí mismos’ o

‘los datos nos dicen que...’, fueron construcciones inicialmente metafóricas que tenían

un propósito de significación muy particular.

Es evidente que los hombres de ciencia tenían la posibilidad de recurrir a

expresiones con un sentido menos figurativo como: ‘la interpretación de los hechos

apunta hacia...’ o ‘la interpretación que yo hago de los datos indica que...’.

Sin embargo, la metáfora arriba mencionada—consistente en hacer hablar a los

datos o eventos— comunica al oyente un sentido de “objetividad científica” que las

otras alternativas no consiguen transmitir; al emplearla no se busca disminuir la

relevancia del mensaje, sino sugerir implicaturas que de otra manera sería más

complejo insinuar.

Expresiones como la discutida en los párrafos anteriores, son conocidas como

metáforas muertas, las cuales se definen como: “Una metáfora que ha sido

frecuentemente usada en el habla común, cuya fuerza como figura retórica no se siente

más y por lo tanto es usada como una expresión literal”9.

No obstante esta definición, Sperber y Wilson acotan que las metáforas muertas

nunca pierden su calidad de figura retórica: “En términos más cognoscitivos, las

metáforas muertas han llegado a ser asociadas con rutinas interpretativas automáticas,

las cuales producen interpretaciones estandarizadas y empobrecidas. Cuando son

rutinariamente interpretadas, pierden su potencial metafórico. No obstante, mientras su

motivación original permanece transparente, su potencial metafórico puede ser revivido

colocándolas en un contexto apropiado o sujetándolas a un análisis concienzudo”10.

9 Preminger et. al. (1975), citado por Sperber D. y D. Wilson (1998). Irony and relevance: A reply to Drs Seto, Hamamoto and Yamanashi.10 Sperber D. y D. Wilson (1998). Irony and relevance: A reply to Drs Seto, Hamamoto and Yamanashi, en Cartson, R. y S. Uchida (eds.). Relevance theory: Applications and implications. John Benjamins, Amsterdam: 283-293.

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Page 18: artículo retórica

Aunque el sentido figurado causa interpretaciones múltiples y mayores

implicaturas que el sentido literal, no se debe pensar que en la retórica priva un caos

semántico y pragmático. Es verdad que la retórica presenta una mayor flexibilidad

significativa, pero esto no quiere decir que su naturaleza sea tan laxa que cualquier

interpretación, por disparatada que esta sea, tenga cabida o resulte relevante.

Debido a que en la interpretación de las figuras retóricas subyace el mismo

mecanismo que funciona para la interpretación del lenguaje literal, el contenido explícito

de los mensajes ocasiona la articulación de diversas implicaturas, pero algunas de ellas

son más fuertes que otras.

Así, los mensajes retóricos podrán generar muchas implicaturas, pero

previsiblemente un conjunto de éstas será más fuerte que el resto y servirá de marco

para diseñar una interpretación plausible que muestre una mayor semejanza con las

intenciones comunicativas del emisor.

El contexto social y cognoscitivo compartido por los interlocutores mantiene las

interpretaciones del lenguaje figurado dentro de un marco finito, pero ilimitado (como el

concepto del universo curvo de Einstein).

Una de las grandes críticas que se han formulado en contra de la teoría de la

relevancia es que su aproximación al fenómeno de la comunicación humana es más de

carácter psicológico que sociológico. Los mismos autores aceptan esta observación

pero apuntan que su teoría no por basarse en un principio cognoscitivo, no puede ser

aplicada en la investigación de fenómenos sociales.

Ahora que los sociólogos vuelcan su atención hacia el examen de la retórica y el

uso relajado de la lengua para comprender cómo se da la formación del sentido social;

la teoría de la relevancia sería un modelo de estudio mucho más apropiado que el

análisis intralingüístico que tradicionalmente han venido manejando.

El análisis intralingüístico enfatiza la importancia del código en la formación del

sentido social y prácticamente olvida a los miembros de la sociedad, limitándose a

estudiar una serie de significados y significantes al más viejo estilo del estructuralismo

clásico.

Referencia disponible en http://www.dan.sperber.com. Fecha de consulta 04/01/04.

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Page 19: artículo retórica

Es posible que la razón por la que algunos investigadores sociales ven con

recelo esta teoría, se deba a que parte de un principio psicológico y creen, que al igual

que otros modelos cognoscitivos, la propuesta de Sperber y Wilson tiene como

propósito reducir los fenómenos sociales a la simple suma de las mentes individuales,

diluyendo así su objeto de estudio. Nada más alejado de la verdad.

Si bien la búsqueda de la relevancia se considera un principio universal e innato,

todas las condiciones que rodean a los participantes de un acto comunicativo son

consideradas para llegar a una interpretación determinada; de tal forma que las

prácticas y los convenios sociales se incluyen en el contexto que proporciona a los

individuos el marco indispensable para decidir si una información es o no relevante.

La teoría de la relevancia se enclava de manera directa en la interacción social,

pues da cuenta de la comunicación ostensiva, es decir el intercambio verbal abierto y

directo mediante el cual los seres humanos tratamos de influir los unos en los otros, con

fines de entendimiento, manipulación, cooperación, etc.

Como se puede observar, la teoría de la relevancia constituye un cuadro

epistemológico que presenta diferentes ventajas para el análisis del lenguaje retórico. Al

tiempo que ofrece al investigador una herramienta teórica lo suficientemente dúctil para

ajustarse a las necesidades de su complejo objeto de estudio, le ayuda a mantener el

rigor y la abstracción necesarios para desarrollar un trabajo sistemático que resulte en

la producción de conocimiento científico.

REFERENCIAS

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Page 20: artículo retórica

GRICE, H. P. 1975. Logic and conversation. En P. Cole y J. Morgan (eds.) Syntax and

Semantics, vol. 3: Speech Acts. Reimpreso en Grice, P. 1989. Studies in the way

of words. Cambridge, Ma. Harvard University Press, pp. 22-40 y en Davis, S.

1991 Pragmatics: A Reader. Oxford: Oxford University Press, pp. 305-315.

SPERBER, D. y D. WILSON (1981). On Grice´s theory of conversation, en Werth, P.N.

(ed), Conversation and discourse, Croom Helm, Londres, 1981, pp. 155-178.

SPERBER, D. y D. WILSON (1986). Loose Talk. Proceedings of the Aristotelian society

86, 153-171.

SPERBER D. y D. WILSON (1990). Rhetoric and relevance, en D. Wellbery y J. Bender

(eds.). The ends of rhetoric: history, theory, practice. Stanford University Press,

Stanford CA. pp. 140-155. Referencia disponible en

http://www.dan.sperber.com. Fecha de consulta 04/01/04.

SPERBER, D. Y D. WILSON. (1992). On verbal irony. Lingua, 87, 53-76.

SPERBER, D. Y D. WILSON. (1997). Remarks on relevance theory and the social

sciences. Multilingua 16, 145-151. Referencia disponible en

http://www.dan.sperber.com. Fecha de consulta 04/01/04.

SPERBER D. Y D. WILSON (1998). Irony and relevance: A reply to Drs Seto,

Hamamoto and Yamanashi, en Cartson, R. y S. Uchida (eds.). Relevance theory:

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Page 21: artículo retórica

Applications and implications. John Benjamins, Amsterdam: 283-293. Referencia

disponible en http://www.dan.sperber.com. Fecha de consulta 04/01/04.

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