Atria - Estado Militares Democracia

8
 39 Fasoc, Año 15, Nº 1, enero-marzo, 2000  ANAL ISIS I. Marco teórico En su libro «Militares, Civiles y democracia», Felipe Agüero define «supremacía civil» como la capacidad de un gobierno civil democráticamen- te elegido para llevar a cabo una política general sin intromisión por parte de los militares, definir las metas y organización general de la defensa nacional, formular y llevar a cabo una política de defensa, y supervisar la aplicación de la política militar 2 . Desde el punto de vista de la relación civil-mi- litar, la consolidación democrática es el proceso de paulatina afirmación de esa capacidad y ésta, a su vez, es un factor relevante para la gobernabilidad del país: simplemente, la gobernabilidad es mayor bajo condiciones de ple- na afirmación de la supremacía civil; es decir, cuando se cumplen las siguientes condiciones:  Aceptac ión de que las esfera s de compete ncia son definidas por las autoridades representati- vas civiles (reduciendo, aunque no eliminan- do, la esfera de acción autónoma de los mi lita- res). Restricción de las funciones militares a las de participar en la formulación y aplicación de la política de defensa nacional, y  Acepta ción de las decision es del gobierno en áreas sensibles, especialmente el presupues- to de la defensa, el «objetivo de fuerza» y el ascenso de oficiales a graduaciones superio- res.  Agüer o concibe el proceso que conduc e a la afirmación de la supremacía civil como una cues- tión de poder entre civiles y militares, aunque esto no significa que se logre «exclusivamente, o in- cluso necesariamente, a consecuencia de una im- posición». Más bien, «los cambios institucionales se producen a consecuencia de una negociación respaldada por considerables recursos de poder que afectan de modo diferente los constreñimientos de los actores que persiguen el cambio o de los que se oponen al mismo». En este proceso son importantes 1) las condicio- nes iniciales; 2) la negociación mi sma y 3) los cri- terios para dar por completa la consolidación. 1. Condi cio nes ini cia les La importancia de las condiciones iniciales (bá- sicamente, la posición de la Fuerzas Armad as en el régimen autoritario y el carácter de la vía transicional) radica en que ellas contribuyen a con- figurar la distribución de poder entre las autorida- des militares salientes y las civiles entrantes; dis- tribución de poder que afectará la capacidad de ambas para rectificar su status relativo. 2. Ne go ci acn  A partir d e ese momen to, otros f actore s influ- yen durante el proceso postransicional, provocan- do el reforzamiento o la modificación de la distri- bución de poder y, en consecuencia, los cambios. Entre estos factores se cuentan, sobre todo: Estado, militares y democracia: La afirmación de la supremacía civil en Chile  Rodrigo Atria 1

description

articulo

Transcript of Atria - Estado Militares Democracia

  • 39Fasoc, Ao 15, N 1, enero-marzo, 2000

    ANALISIS

    I. Marco terico

    En su libro Militares, Civiles y democracia,Felipe Agero define supremaca civil como lacapacidad de un gobierno civil democrticamen-te elegido para llevar a cabo una poltica generalsin intromisin por parte de los militares, definirlas metas y organizacin general de la defensanacional, formular y llevar a cabo una poltica dedefensa, y supervisar la aplicacin de la polticamilitar2.

    Desde el punto de vista de la relacin civil-mi-litar, la consolidacin democrtica es el procesode paulatina afirmacin de esa capacidad y sta,a su vez, es un factor relevante para lagobernabilidad del pas: simplemente, lagobernabilidad es mayor bajo condiciones de ple-na afirmacin de la supremaca civil; es decir,cuando se cumplen las siguientes condiciones: Aceptacin de que las esferas de competencia

    son definidas por las autoridades representati-vas civiles (reduciendo, aunque no eliminan-do, la esfera de accin autnoma de los milita-res).

    Restriccin de las funciones militares a las departicipar en la formulacin y aplicacin de lapoltica de defensa nacional, y

    Aceptacin de las decisiones del gobierno enreas sensibles, especialmente el presupues-to de la defensa, el objetivo de fuerza y elascenso de oficiales a graduaciones superio-res.

    Agero concibe el proceso que conduce a laafirmacin de la supremaca civil como una cues-tin de poder entre civiles y militares, aunque estono significa que se logre exclusivamente, o in-cluso necesariamente, a consecuencia de una im-posicin. Ms bien, los cambios institucionalesse producen a consecuencia de una negociacinrespaldada por considerables recursos de poderque afectan de modo diferente losconstreimientos de los actores que persiguen elcambio o de los que se oponen al mismo.

    En este proceso son importantes 1) las condicio-nes iniciales; 2) la negociacin misma y 3) los cri-terios para dar por completa la consolidacin.

    1. Condiciones iniciales

    La importancia de las condiciones iniciales (b-sicamente, la posicin de la Fuerzas Armadas enel rgimen autoritario y el carcter de la vatransicional) radica en que ellas contribuyen a con-figurar la distribucin de poder entre las autorida-des militares salientes y las civiles entrantes; dis-tribucin de poder que afectar la capacidad deambas para rectificar su status relativo.

    2. Negociacin

    A partir de ese momento, otros factores influ-yen durante el proceso postransicional, provocan-do el reforzamiento o la modificacin de la distri-bucin de poder y, en consecuencia, los cambios.Entre estos factores se cuentan, sobre todo:

    Estado, militares ydemocracia:

    La afirmacin de la supremacacivil en Chile

    Rodrigo Atria1

  • 40 Fasoc, Ao 15, N 1, enero-marzo, 2000

    Estado, militares y democracia: La afirmacin de la supremaca civil en Chile Rodrigo Atria

    1) El carcter de la va transicional2) La unidad interna de los distintos actores, y3) La capacidad de la lite civil reformadora paragenerar su propia concepcin de la defensa.

    3. Criterios de completitud de la consolidacindemocrtica

    En relacin con los criterios para dar por com-pletado el proceso, lo que aqu interesa sealares que ellos configuran una suerte de test paramedir, en trminos concretos y no slo en rela-cin a la capacidad de influencia de los militares,el grado de supremaca civil. En este sentido,puede considerarse que se ha logrado la supre-maca civil cuando: Hay habituacin al liderazgo civil ejercido en

    las funciones de llevar a cabo una poltica ge-neral, definir las metas y organizacin generalde la defensa nacional, formular y llevar a cabouna poltica de defensa, y supervisar la aplica-cin de la poltica militar.

    Las prerrogativas civiles se han formalizado enla Constitucin u otras leyes especiales;

    No se ha producido ningn desafo abierto aninguno de los puntos anteriores por parte delas Fuerzas Armadas durante un cierto nme-ro de aos; y

    Los militares han tenido que aceptar de mane-ra manifiesta al menos una decisin importan-te tomada por las autoridades civiles, a la cualhaban expresado previamente su oposicin.

    II. El caso chileno

    Con este marco terico en mente, me pareceque, al tratar el caso de Chile, la pregunta quehoy interesa despejar es esta: cun completa oincompleta es la consolidacin democrtica diezaos despus de empezada?

    Para intentar esta evaluacin es imprescindi-ble conocer cul era el status de la relacin civil-militar al momento de iniciarse el proceso, es de-cir, marzo de 1990. Slo as es posible estable-cer bases de comparacin y determinar si ese sta-tus se ha modificado o no, y en qu sentido lo hahecho, si a favor o en contra de los reformadoresciviles.

    Una mirada retrospectiva revela que en la d-cada transcurrida desde 1990 a la fecha ha habi-do, a grandes rasgos, por lo menos tres fases enla relacin poltico-militar: una, entre marzo de1990 y junio de 1993; otra, que cubre desde me-diados de 1993 hasta mediados de 1998 y otra,en fin, entre octubre de 1998 y el presente.

    A) La primera fase: marzo de 1990-junio de 1993

    Cul era la situacin a marzo de 1990?

    En algn otro artculo he caracterizado la frac-tura civil-militar con que se llega al momento delrecambio entre autoritarismo y democracia comouna situacin de mutua-exclusin3. Esto signi-fica que durante aos se fue conformando unaconcepcin civil de la relacin con los militarescaracterizada por la segmentacin, que no slotenda a excluirlos de la arena poltica (como co-rresponde a condiciones democrticas), sino, engeneral, a minusvalorar la funcin de defensa y aexcluirlos tambin de las tareas del desarrollo (asimper hasta los aos 50) y de los problemas dela paz. Por su parte, las Fuerzas Armadas desa-rrollaron visiones complementarias a sas, quereforzaron las distorsiones de la segmentacin:por ejemplo, la tendencia a percibirse a s mis-mas como ltimas depositarias de tradiciones pa-triticas comunes a todos, y la subestimacin dela capacidad de los civiles para comprender la pro-fesin y los detalles del conocimiento poltico-es-tratgico.

    Lo importante es que, al trmino del perodoautoritario, la tradicional segmentacin propiade la visin civil estaba no slo reforzada -por lomenos en parte importante del estamento civil-, acausa del impacto de las violaciones a los dere-chos humanos, sino que fue contestada por elestamento militar con mecanismos de proteccinante la inminente instauracin de un gobiernodemocrtico.

    Estos mecanismos de proteccin apuntaban adotar a las Fuerzas Armadas de: grados significativos de autonoma en la confi-

    guracin del mando, para evitar el riesgo deser discrecionalmente intervenidas por el po-der civil;

  • 41Fasoc, Ao 15, N 1, enero-marzo, 2000

    ANALISIS

    autonoma financiera, que se fund sobre labase de un mecanismo de ajuste presupues-tario automtico ligado al aumento de la infla-cin;

    capacidad constitucional para desempear unpapel activo en ciertos mbitos del Estado, es-pecialmente lo relativo al funcionamiento delorden institucional, (a travs del Consejo deSeguridad Nacional);

    resguardo frente a acciones que apuntaran aabrir procesos de enjuiciamiento penal a miem-bros de las instituciones armadas, por la vigen-cia del decreto ley de amnista de 1978.

    Esta situacin era reforzada por las importan-tes dosis de continuidad institucional que supo-na el mando del general Pinochet en el Ejrcito,del general Matthei en la Fuerza Area y del ge-neral Stange en Carabineros, mximas autorida-des institucionales de sus respectivas ramas an-tes y durante el perodo de transicin. Slo la Ar-mada cambi su Comandante en Jefe en los dasprevios a la entronizacin del gobierno democr-tico, el 11 de marzo de 1990, aunque hay quedecir que el almirante Martnez Bush llegaba alcargo con la anuencia y respaldo del Comandan-te en Jefe saliente, almirante Merino.

    En sntesis, segmentacin, por un lado, y pro-teccin, por el otro, se constituyeron as en lostrminos de un modelo duro de mutua exclu-sin entre militares y civiles (al menos de los ci-viles reformadores), que fue reforzado por meca-nismos de control de las decisiones parlamenta-rias: sobre todo, la composicin del Senado, don-de un conjunto de miembros no elegidos puededesvirtuar la decisin mayoritaria de los senado-res elegidos, y el requisito de alto quorum paraaprobar ciertas reformas a la Constitucin y a le-yes orgnicas. Estos mecanismos impedirn des-de 1990, es decir, a lo largo de todas la fases delproceso de afirmacin de la supremaca civil, laaprobacin de modificaciones a las normas cons-titucionales, como la que da a las Fuerzas Arma-das la capacidad de garantes de la insti-tucionalidad a travs del Consejo de SeguridadNacional y la que hace inamovibles a los Coman-dantes en Jefe durante su perodo de mando, quees de cuatro aos.

    De este modo, las condiciones iniciales, des-critas por Agero como trascendentales por su

    impacto en la distribucin de poder entre las au-toridades militares salientes y civiles entrantes,fueron en el caso de la transicin chilena comple-jas y singulares, por decir lo menos.

    Todo lo anterior determin que los temas queprimaron en la primera fase de la dcada fueranlos de inmediata consecuencia del perodo auto-ritario, es decir, los relativos a derechos huma-nos, y los de un diseo constitucional que consi-deraba (junto a los mecanismos anteriores) ele-mentos orgnicos y funcionales para las FF.AA.ajenos a los fundamentos del rgimen democr-tico y a la tradicin de Chile hasta 1973.

    Ambos asuntos estaban contemplados en laagenda gubernamental (aparecan en el progra-ma de gobierno de 1989), pero la pretensin delos reformadores civiles fue limitada: en materiade DDHH, se apunt a promover la derogacino nulidad del decreto ley de amnista de 1978 ya hacer justicia en la medida de lo posible. Estose plasm en dos medidas importantes: una, lacreacin de la Comisin de Reparacin y Justi-cia (Comisin Rettig) y, otra, la configuracin dela llamada doctrina Aylwin (de interpretacin dela ley de amnista).

    A su vez, la disposicin del gobierno a refor-mar la Constitucin (bsicamente para cambiarel Consejo de Seguridad Nacional y recuperar laprerrogativa presidencial sobre los ascensos y re-tiros de oficiales) nunca prosperaron, a pesar deque los proyectos de reforma fueron cada vezmenos ambiciosos.

    En definitiva, estos temas quedaron circuns-critos a ser tratados, por unos, y estimados, porotros, como parte de una agenda gubernamentalms que estatal. Por el contrario, la poltica dedefensa (considerada, por cierto, en las basesprogramticas del primer gobierno de laConcertacin) era un tema de la agenda estatal,pero ocupaba un lugar secundario con relacin alos mismos.

    B) La segunda fase: fines de 1993 y marzo de1998

    Una primera caracterstica de la segunda fasees que en este perodo se consolid un enfoque

  • 42 Fasoc, Ao 15, N 1, enero-marzo, 2000

    Estado, militares y democracia: La afirmacin de la supremaca civil en Chile Rodrigo Atria

    realista respecto del status del general Pinochetcomo Comandante en Jefe del Ejrcito y de lasprerrogativas asociadas a ese cargo.

    Es interesante subrayar que en las negocia-ciones para modificar la Constitucin producidasentre el gobierno militar y los reformadores civi-les, despus del triunfo de las fuerzas democrti-cas en el plebiscito de octubre de 1988, no secontempl explcitamente la proteccin dePinochet4. Tras el retorno del general a Chile des-de Londres, donde permaneci detenido por msde un ao, partidarios suyos subrayaron que du-rante las negociaciones de 1989 se daba por des-contado que se aplicaba y respetaba la ley de am-nista de 1978 y, por tanto, que Pinochet no debaser sometido a proceso alguno en Chile, aunqueadmitieron que nunca hubo un acuerdo explcito,porque estas cosas son implcitas5. Respondien-do a estas afirmaciones, el ex Presidente PatricioAylwin declar que las negociaciones de 1989versaron exclusivamente sobre el contenido delas reformas constitucionales que la Concertacinreclamaba y que se haban concordado. Y agre-g: Ni en el curso de ellas ni en ninguna otra oca-sin se trat de las violaciones a los derechoshumanos ocurridos durante el gobierno militar, nide la aplicacin de la ley de amnista, ni se convi-no acuerdo alguno aparte de los que se hicieronpblicos. No hubo nada secreto, reservado, nitcito o implcito6.

    En sntesis, lo que los reformadores democr-ticos estuvieron dispuestos a aceptar fueron lasdisposiciones constitucionales que le daban aPinochet el derecho a continuar otros ocho aoscomo Comandante en Jefe del Ejrcito y, despus,a seguir como senador vitalicio

    7.

    Podran presentarse argumentos en el senti-do de que, sobrepasando los lmites institu-cionales propios del cargo de Comandante en Jefedel Ejrcito que la Constitucin reserv paraPinochet hasta 1998, intereses privados del ge-neral tambin fueron amparados por las prerro-gativas asociadas a su autoridad. De hecho, des-pus de un par de episodios anmalos, pero cla-ros desde el punto de vista del lenguaje de sea-les (uno ocurrido en diciembre de 1990 y otro,conocido como el boinazo, en mayo/junio de1993), la autoridad y las prerrogativas de Pinocheten tanto Comandante en Jefe del Ejrcito no fue-

    ron cuestionados hasta marzo de 1998, fecha enque abandon el cargo al frente de la institucincastrense y asumi como senador vitalicio de laRepblica.

    El hecho de que entre mediados de 1993 y mar-zo de 1998 no se haya intentado, desde el Go-bierno o el Parlamento, atacar o socavar la auto-ridad de Pinochet, no seala otra cosa que el Go-bierno y los partidos de la alianza gubernamentalacataron las reformas constitucionales negocia-das en 1989. Sin embargo, es perfectamente po-sible distinguir la campaa presidencial de finesde 1993 como el comienzo de una segunda faseen el proceso de afirmacin de la supremaca ci-vil (los meses que van de mediados del 93 hastafinales de ese ao son de mera inercia), al fundarla Concertacin su relacin con los militares -y dela defensa, en general- sobre la base de un enfo-que totalmente distinto.

    En efecto, la primera seal del nuevo enfoquequed plasmada en el programa de gobierno conque la Concertacin compiti en las presidencia-les del 93. En este documento, las ideas centra-les de la defensa aparecen presentadas en dosbloques: uno, dedicado a la definicin y naturale-za de la poltica de defensa y, otro, destinado aexpresar algunos contenidos de la misma. En elprimer bloque, pueden subrayarse los siguientespropsitos programticos: Que la poltica de defensa debe ser el reflejo

    de un amplio consenso. Que, como en la formulacin de la poltica de

    defensa deben converger apreciaciones tantodel estamento civil como del militar, resulta ne-cesario, por lo mismo, que el marco general enque ese proceso se inscribe sea el de la plenasubordinacin de las Fuerzas Armadas al po-der poltico legtimo.

    Que la poltica de defensa debe ser explcita.

    Como se ve, se hizo una opcin clara por trans-formar la poltica de defensa en el elemento cen-tral de la relacin poltico-militar. Este tema debaproporcionar un espacio de trabajo profesional conlas Fuerzas Armadas. A la vez, su explicitacinresponda tanto a la satisfaccin del derecho ciu-dadano de conocer una ms de las polticas p-blicas, como al hecho de que constitua el ejerci-cio prctico que poda facilitar mejor la nuevainteraccin buscada con los militares.

  • 43Fasoc, Ao 15, N 1, enero-marzo, 2000

    ANALISIS

    Es cierto que el problema del poder aparecemencionado cuando se seala que el marco ge-neral de la poltica de defensa debe ser la ple-na subordinacin de las Fuerzas Armadas al po-der civil legtimo. Pero el programa era claro encuanto a que el foco del nuevo gobierno de laConcertacin iba a estar puesto en el tema de lapoltica de defensa y no en el problema de poderdentro del sector.

    La primera tarea de Edmundo Prez Yoma, Mi-nistro de Defensa del nuevo gobierno de laConcertacin, inaugurado en marzo de 1994, fuetraducir los lineamientos del programa guberna-mental en un conjunto de coordenadas que orien-taran su gestin. Bsicamente, esas coordena-das fueron las siguientes: resituar el eje de la defensa; explicitar la poltica de defensa; y repotenciar las instituciones de la defensa ya

    existentes.

    Cada una de estas orientaciones tena algnimpacto en la relacin poltico-militar y a princi-pios del ao 95 se fortaleci el Comit Asesor delMinistro para comenzar a trabajar en una seriede iniciativas que las concretaran8. En mi opinin,el enfoque realista sobre el status del generalPinochet, una condicin necesaria de la relacincivil-militar establecida en el perodo de transicin(y as entendida, en todo caso, por los militares),as como el cambio en el enfoque para tratar lostemas de la defensa, fueron factores que contri-buyeron a superar situaciones complejas, de im-pacto nacional, que se presentaron en 1995: so-bre todo, el reemplazo del General Director deCarabineros Rodolfo Stange y el encarcelamien-to del ex director de la Direccin de InteligenciaNacional (DINA), general (r) Manuel Contreras.

    Las consecuencias del trabajo realizado entremarzo de 1994 y marzo de 1998 fueron variadasy, si se quiere, incipientes en algunos terrenos,pero no por eso menos relevantes. Me limito asubrayar los efectos ms significativos en la rela-cin civil-militar: Primero, surgi una nueva actitud civil hacia los

    asuntos de la defensa, correspondida por unamayor apertura militar hacia lo civil.

    Segundo, hubo una generalizada capacidad devariar percepciones y flexibilizar enfoques, y

    Tercero, se materializaron iniciativas de traba-jo donde confluyeron esfuerzos de ambos mun-dos.

    Todo ello se tradujo en ventajas inmediatas ynotorias: aumentaron los grados de confianza re-cproca y se lograron altos grados de consensosobre asuntos de la defensa, tal como lo demos-tr la elaboracin del Libro de la Defensa Nacio-nal.

    Sin los cambios impulsados, sin sus efectos ysus ventajas, no hubiesen sido posible iniciativasde confluencia civil-militar para abordar los temasque han marcado la tercera fase de esta dcada.

    C) La tercera fase: de marzo de 1998 a marzodel 2000

    La tercera fase estuvo marcada por la irrup-cin al primer plano de los temas iniciales, espe-cialmente los relativos a derechos humanos, a razde la detencin del general Pinochet en Londres.Sin embargo, hay una diferencia que quisiera des-tacar. Me refiero a que el tema pas a ser tratadode manera inclusiva, con la incorporacin de re-presentantes de todos los actores relevantes, ci-viles y militares, en torno a una Mesa de Dilogoy con el respaldo de los dems estamentos delEstado. De este modo, se lo traslad desde laagenda gubernamental a la agenda estatal. Sinduda, este hecho constituye una diferencia rele-vante respecto de la dos fases previas.

    Junto con lo anterior hay otros rasgos presen-tes en esta tercera etapa que paradjicamente,en vista de la dramtica alteracin del status delgeneral Pinochet, han hecho avanzar el procesode afirmacin de la supremaca civil en Chile. Porejemplo: El impacto del avance en la integracin, espe-

    cialmente con Argentina, logrado mientras elex ministro Prez Yoma fuera embajador deChile ante el gobierno de Buenos Aires (marzode 1998-junio de 1999) y que ha permitido,entre otros importantsimos logros, el inicio deejercicios combinados entre ambas fuerzas na-vales y ambas fuerzas areas, o el comienzode un programa chileno-argentino para la cons-truccin y reparacin de buques en los astille-ros chilenos de ASMAR.

  • 44 Fasoc, Ao 15, N 1, enero-marzo, 2000

    Estado, militares y democracia: La afirmacin de la supremaca civil en Chile Rodrigo Atria

    El impacto de la modernizacin de las FuerzasArmadas en las necesidades de financiamiento,lo que se ha traducido en la disposicin de lasinstituciones castrenses a revisar el mecanis-mo automtico de financiamiento vigente has-ta ahora.

    El impacto de la confianza como fundamentode la relacin civil-militar, traducida en la aper-tura de programas acadmicos para civiles ymilitares, en medidas de transparencia de lasinstituciones respecto de sus planes de moder-nizacin y en la citada Mesa de Dilogo civil-militar para abordar los problemas pendientesde derechos humanos.

    Respecto de esta ltima iniciativa se puedeaventurar, a falta de mayor reflexin, que ella fueposible por varios motivos; entre ellos, los siguien-tes: los actores relevantes, civiles y militares, han

    cambiado; los recursos de poder de los distintos actores

    se han alterado (el liderazgo socio-poltico sedistribuye de otra manera; todos los Coman-dantes en Jefe activos en la tercera fase hansido nombrados por el Presidente de la Rep-blica y ocupado cargos subordinados al Minis-tro de Defensa);

    en el contexto de la campaa presidencial de1999, los sectores polticos civiles que apoya-ron al gobierno militar comenzaron un claroproceso de distanciamiento de la figura dePinochet y adquirieron compromiso pblicopara facilitar las reformas constitucionales.

    III. Conclusiones

    En 1995, cuando public su libro, Agero sos-tena que el grado de xito en la afirmacin de lasupremaca civil en Chile, segn sus criterios decompletitud del proceso, era bajo9. Cinco aosdespus, sigue sindolo? Ha variado la distri-bucin de poder con que comenz el proceso apartir de las condiciones iniciales fijadas en el ao1989?

    La evaluacin de cada una de las reas en tor-no a las cuales las Fuerzas Armadas construye-ron su modelo de proteccin antes de entregar elpoder es reveladora. Veamos:

    Autonoma financiera: Como se sabe, lasfuentes de financiamiento de la defensa en Chileson, bsicamente, dos: la Ley de Fondos Reser-vados del Cobre y el aporte presupuestario fiscal.La Ley del Cobre fue promulgada en 1958, si bienel gobierno militar la modific para aumentar supiso de rendimiento e incorporarle un seguro es-tatal en caso de no satisfaccin de ese mnimode recaudacin. Complementariamente, los mili-tares fijaron como piso del presupuesto fiscal parael sector el presupuesto del ao 1989, excepcio-nalmente alto, y lig su crecimiento anual a la in-flacin. Sin embargo, a partir de 1990 la estructu-ra macroeconmica de la defensa se modific demodo importante. Como el ndice inflacionariocay sistemticamente y el gasto en el sector cre-ci por debajo del crecimiento del PIB, los fondosdestinados a defensa se han reducido. Tambinse modific la distribucin interna del gasto, aldecrecer el porcentaje de fondos aportados porla Ley del Cobre e incrementarse el gasto en per-sonal. De esta forma, mientras en 1990 el gastoen defensa representaba un 95 por ciento del gas-to en educacin, el 1997 pas a representar sloel 53 por ciento, y mientras en 1990 era un 270por ciento mayor que el gasto en salud, en 1997fue slo un 122 por ciento ms grande. Todo estoha puesto en cuestin el mecanismo automticode financiamiento de la defensa establecido porlos militares antes de entregar el poder, en 1990.Por lo mismo, hoy se plantea evaluar las fuentesde financiamiento de la defensa..., incluso desdelas propias instituciones armadas.

    Autonoma en la configuracin del mando:La Concertacin ha perseguido desde 1990 la mo-dificacin de las normas que, en la LOC de lasFuerzas Armadas, fijan el rgimen de ascensos yretiros de oficiales (as como la norma de la Cons-titucin que otorga inamovilidad a los Comandan-tes en Jefe por un lapso de 4 aos, perodo quedura su desempeo en el cargo). Esas normassujetan el ascenso y el retiro de los oficiales a laproposicin de los respectivos Comandantesen Jefe, de modo que si no existe esa proposi-cin, el Presidente no puede designar a ningnoficial en un puesto de mando superior ni llamara retiro por propia decisin. El primer proyectomodificatorio de estas normas se present enmarzo de 1992, y reclamaba la restitucin de lafacultad presidencial para ascender y retirar a

  • 45Fasoc, Ao 15, N 1, enero-marzo, 2000

    ANALISIS

    cualquier oficial de la lnea de mando con la nicacondicin de haber odo al respectivo Coman-dante en Jefe. En abril de 1993 se present unsegundo proyecto de reforma, donde se reclama-ba la facultad de pedir unilateralmente el retiro decualquier oficial de la lnea de mando, si bien elascenso se dejaba sujeto a la proposicin de losComandantes en Jefe. En fin, en agosto de 1995se envi al Parlamento un tercer proyecto de re-forma, en el cual se limitaba la capacidad del Pre-sidente para llamar a retiro slo a los generales.Todos estos proyectos fueron rechazados. Sinembargo, frente a la autonoma generada por lasnormas vigentes para las Fuerzas Armadas, lapotestad civil no es del todo inexistente. De he-cho, la facultad presidencial de disponer los as-censos propuestos por el respectivo Coman-dante en Jefe otorga al Presidente la capacidadpara congelar la carrera de un oficial por el sloacto de no disponer su ascenso, aunque haya sidopropuesto. Al afectar el ascenso, el oficial en cues-tin se enfrenta a una situacin de retiro obligadoa medida que oficiales de promociones subalter-nas quedan en condiciones de sobrepasarlo enel mando. Por lo dems, prescindir de la confian-za de la autoridad civil arriesga enajenar el apoyopoltico a las solicitudes de financiamiento eleva-das por la rama castrense de que se trate. Entodo caso, tal como lo ha subrayado el ex minis-tro Prez Yoma, entre marzo de 1994 y marzodel 2000 el Presidente Frei Ruiz-Tagle nombr alos Comandantes en Jefe de todas las ramas cas-trenses, en forma libre. Esto es significativo,porque jerarquiz todo el poder poltico y lasFuerzas Armadas10.

    Resguardo frente a procesos penales: En1997, a raz de la acusacin constitucional a unmiembro de la Corte Suprema, se aprob unareforma constitucional a ese tribunal mximo. Susmiembros son ahora obligados a renunciar al cum-plir los 75 aos de edad y junto con cambiar laintegracin de la Sala Penal, en enero de 1998,comienza a modificarse la jurisprudencia supe-rior frente a la amnista. En septiembre de eseao, un mes antes de la detencin del generalPinochet en Londres, la nueva sala penal aplicalos convenios de Ginebra para anular la amnistay ordenar abrir la causa por la desaparicin deun militante del MIR detenido en 197411. En opi-nin del abogado Hugo Gutirrez, querellante

    contra el general Pinochet en la causa conocidacomo Caravana de la muerte, hay avancessignificativos en cuanto a la cosa juzgada, sobrela amnista, que es un tema de fondo, al igual quela prescripcin. La amnista ya no es la protec-cin de los delincuentes antes de que se investi-gue y procese. (...) eso es un hecho bastante sig-nificativo que se debe en gran medida a la CorteSuprema. (...) el problema de los derechos hu-manos se ha judicializado, por cuanto durante losprimeros aos de la transicin el Poder Judicialsealaba que slo se dedicaba a aplicar la ley.La amnista era una ley y, en consecuencia, laaplicaba. Hoy, con una clase poltica incapaz dederogar esa ley, han asumido el problema de losderechos humanos y decidido darle una solucin.

    Capacidad de garantes del ordeninstitucional: Aparte de la voluntad de introducirmodificaciones a la norma constitucional que es-tablece el Consejo de Seguridad Nacional (CSN),rgano por medio del cual se hace efectiva la fa-cultad de las Fuerzas Armadas para garantizar elorden institucional, una revisin de sus sesionesdemuestra que desde el 17 de agosto de 1990 elCSN se ha reunido 15 veces por distintos moti-vos (desde la autorizacin de tropas extranjerasal territorio nacional hasta la situacin del generalPinochet a raz de su detencin en Londres). Lointeresante es que en ninguna sesin se ha recu-rrido al mecanismo de votacin para imponer unaresolucin y que nunca, ni siquiera alguna de lascuatro veces que se reuni despus de octubrede 1998, el Consejo ha sido citado por sus miem-bros militares, pese a tener la facultad para ha-cerlo.

    Sin duda, el grado de avance en el proceso deafirmacin de la supremaca civil es an relativo(quizs bajo) en funcin de una situacin plenade supremaca civil, pero claramente mayor al sta-tus relativo al reinstalarse la democracia en mar-zo de 1990.

    En su artculo Continuidad o cambio? Lasrelaciones cvico-militares en Argentina, Chile yPer democrticos, originado en 1997, WendyHunter explora la situacin chilena en tres aspec-tos: las salvaguardias institucionales diseadaspor las FF.AA. al abandonar el poder, las prerro-gativas presupuestarias y los derechos humanos.

  • 46 Fasoc, Ao 15, N 1, enero-marzo, 2000

    Estado, militares y democracia: La afirmacin de la supremaca civil en Chile Rodrigo Atria

    Como conclusin de su anlisis, Hunter sea-la que los polticos chilenos han disminuido lospoderes institucionales de las Fuerzas Armadasy han hecho decisiones polticas contra las prefe-rencias militares. Aunque pequeas y graduales,estas medidas constituyen un impresionante lo-gro a la luz de las extensas salvaguardiasinstitucionales que preservaron los militares en latransicin del rgimen12.

    En la cuarta fase de este proceso iniciada enmarzo del ao 2000, al regresar Pinochet a Chilee inaugurarse el tercer perodo de gobierno de laConcertacin bajo la presidencia de Ricardo La-gos, es posible que haya retrocesos o que el rit-mo de avance en la afirmacin de la supremacacivil se haga ms lento. Pero esto es as porque,en definitiva, el supuesto bsico del proceso deafirmacin de la supremaca civil es que las cues-tiones centrales en la relacin civil-militar soncuestiones de poder13, en un cierto contexto insti-tucional.Dicho en trminos de teora politolgica,este enfoque de la situacin chilena muestra, sinduda, el impacto de lo que Hunter llama la hip-tesis dinmico-electoral sobre el proceso de con-solidacin democrtica que sigue al trmino delrgimen autoritario.

    Notas

    1. Asesor del Ministro de Defensa Nacional de Chile.

    2. Agero, Felipe. Militares, Civiles y democracia. Ma-drid: Alianza Editorial, 1995.

    3. Atria, Rodrigo. Civiles y Militares: De la mutua ex-clusin a la cooperacin. No publicado, 1998.

    4. Vase Molina, Pilar: Qu se pact en la transi-cin, artculo en El Mercurio, de Santiago de Chi-le, marzo de 2000.

    5. Videla, Ernesto: declaraciones en El Mercurio deSantiago de Chile, 11 de abril de 2000.

    6. Aylwin, Patricio: No hubo pacto transaccional,artculo en El Mercurio de Santiago de Chile, 18 deabril de 2000).

    7. Molina, Pilar: artculo cit.8. El impacto de cada orientacin en las relaciones

    civil-militares se aborda en el mi trabajo ya citadoCiviles y Militares: De la mutua exclusin a la co-operacin.

    9. Vase el cuadro comparativo 2.1. Oportunidades/constreimientos de las lites civiles en las transi-ciones democrticas en Agero, Felipe: op. cit.,pgina 77.

    10. Declaraciones de Edmundo Prez Yoma, en la edi-cin del 2 de abril del 2000 del diario La Tercera, deSantiago de Chile.

    11. Declaraciones de Hugo Gutirrez en la edicin del2 de abril de 2000 del diario El Metropolitanio, deSantiago de Chile.

    12. Hunter, Wendy: Continuidad o cambio? Las re-laciones cvico-militares en Argentina, Chile y Perdemocrticos, en Revista Occidental, Nos. 1 y 2,1998, del Instituto de Investigaciones Culturales La-tinoamericanas, Mxico. Artculo extrado de Hunter,Wendy: Eroding Military Influence in Brazil:Politicians against Soldiers, 1997.

    13. Agero, op.cit.