Autocontrol. Gottfredson

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1 Páginas 333-345 en Derecho penal y Criminología como fundamento de la Política criminal. Estudios en homenaje al Profesor Alfonso Serrano Gómez (J.L. Guzmán Dálbora y A. Serrano Maíllo eds.). Madrid, Dykinson, 2006. UNA TEORÍA DEL CONTROL EXPLICATIVA DEL DELITO Michael R. Gottfredson Catedrático de Criminología, Derecho y Sociedad y Sociología Universidad de California 1. Introducción La teoría del control es una perspectiva en criminología que trata de explicar la distribución del delito y de la delincuencia entre personas, grupos y sociedades (Gottfredson y Hirschi, 1990). A diferencia de las teorías de las ciencias de la conducta, que tratan de descubrir lo que motiva a las personas a robar y a ser agresivas, las teorías del control comienzan por suponer que los motivos para el delito y la violencia son similares a los motivos para el resto de los comportamientos. Las teorías del control comienzan por suponer que el comportamiento conforme es problemático, y tratan de comprender las fuerzas que obligan a la mayoría de las personas, la mayor parte del tiempo, a comportarse de un modo no criminal. La teoría del autocontrol localiza la base del comportamiento conforme en las vinculaciones que se forman al principio de la vida entre los padres u otros cuidadores y los hijos. Estas vinculaciones, o vínculos sociales, se desarrollan hacia la tendencia a regular el comportamiento individual en función de las consecuencias negativas de las acciones (Hirschi, 1969; Gottfredson y Hirschi, 1990). Las diferencias en la educación y otras experiencias de la primera infancia crean diferencias entre las personas en cuanto a la capacidad de retrasar la gratificación procedente de deseos y necesidades a corto plazo, y de evitar consecuencias negativas a largo plazo. Estas consecuencias negativas incluyen la pérdida del respeto y afecto de otras personas, del rendimiento académico y del empleo. La teoría del autocontrol tiene conexiones con las teorías de la autoregulación (por ejemplo, Baumeister y Heatherton, 1996), y con los comportamientos problemáticos (por ejemplo, Donovan, Jessor y Costa, 1991). La teoría del control fue elaborada para explicar los hechos principales sobre las diferencias individuales relativas al delito y la delincuencia, tal y como se revela en la literatura empírica (Gottfredson, 2005). Puesto que una apreciación de estos hechos es decisiva para una apreciación de la teoría, antes de describir la teoría en una mayor

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Páginas 333-345 en Derecho penal y Criminología como fundamento de la Política

criminal. Estudios en homenaje al Profesor Alfonso Serrano Gómez (J.L. Guzmán

Dálbora y A. Serrano Maíllo eds.). Madrid, Dykinson, 2006.

UNA TEORÍA DEL CONTROL EXPLICATIVA DEL DELITO

Michael R. Gottfredson

Catedrático de Criminología, Derecho y Sociedad y Sociología

Universidad de California

1. Introducción

La teoría del control es una perspectiva en criminología que trata de explicar la

distribución del delito y de la delincuencia entre personas, grupos y sociedades

(Gottfredson y Hirschi, 1990). A diferencia de las teorías de las ciencias de la conducta,

que tratan de descubrir lo que motiva a las personas a robar y a ser agresivas, las teorías

del control comienzan por suponer que los motivos para el delito y la violencia son

similares a los motivos para el resto de los comportamientos. Las teorías del control

comienzan por suponer que el comportamiento conforme es problemático, y tratan de

comprender las fuerzas que obligan a la mayoría de las personas, la mayor parte del

tiempo, a comportarse de un modo no criminal. La teoría del autocontrol localiza la base

del comportamiento conforme en las vinculaciones que se forman al principio de la vida

entre los padres u otros cuidadores y los hijos. Estas vinculaciones, o vínculos sociales, se

desarrollan hacia la tendencia a regular el comportamiento individual en función de las

consecuencias negativas de las acciones (Hirschi, 1969; Gottfredson y Hirschi, 1990).

Las diferencias en la educación y otras experiencias de la primera infancia crean

diferencias entre las personas en cuanto a la capacidad de retrasar la gratificación

procedente de deseos y necesidades a corto plazo, y de evitar consecuencias negativas a

largo plazo. Estas consecuencias negativas incluyen la pérdida del respeto y afecto de

otras personas, del rendimiento académico y del empleo. La teoría del autocontrol tiene

conexiones con las teorías de la autoregulación (por ejemplo, Baumeister y Heatherton,

1996), y con los comportamientos problemáticos (por ejemplo, Donovan, Jessor y Costa,

1991).

La teoría del control fue elaborada para explicar los hechos principales sobre las

diferencias individuales relativas al delito y la delincuencia, tal y como se revela en la

literatura empírica (Gottfredson, 2005). Puesto que una apreciación de estos hechos es

decisiva para una apreciación de la teoría, antes de describir la teoría en una mayor

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amplitud, se expondrán brevemente en líneas generales algunos correlatos del delito y la

delincuencia que son centrales respecto al desarrollo de la teoría del autocontrol.

2. Hechos básicos sobre el comportamiento criminal

Los científicos conductuales interesados en explicar el delito tienen a su

disposición un cuerpo considerable de estudios de investigación de alta calidad, que han

dado lugar a un conjunto de correlatos impresionantemente sólidos respecto al tiempo y

al método de medida. Estos correlatos −o hechos clave sobre el delito− están tan

sólidamente documentados, que no puede decirse que los planes explicativos que no

atienden a éstos, o son incoherentes con cualquiera de ellos, sean válidos de conformidad

con la mejor ciencia empírica disponible. Con certeza, existen importantes

incertidumbres y argumentos en la literatura sobre algunos correlatos del delito, y existen

muchos más argumentos sobre el significado de tales correlatos que aquellos respecto a

los que existe acuerdo, pero los hechos fundacionales de una ciencia conductal del delito

deben al menos incluir los siguientes:

1. Existe una correlación sólida y esencial entre el mal comportamiento en las

primeras etapas de la vida, y la delincuencia y el delito durante la adolescencia y la edad

adulta. La correlación entre los comportamientos problemáticos durante la primera

infancia y el delito (incluido el comportamiento violento) cometido en etapas posteriores

de la vida, se comenta con regularidad en estudios longitudinales procedentes de una

diversidad de disciplinas (como resúmenes, véase Gottfredson y Hirschi, 1990; Loeber y

Stouthamer-Loeber, 1986; Loeber y Dishion, 1983). Los estudios que documentan este

efecto se hallan en la investigación psicológica (por ejemplo, Mischel et al. 1988), en la

criminología básica (por ejemplo, Glueck y Glueck, 1950; Sampson y Laub, 1995), y en

prácticamente todos los estudios criminológicos sobre reincidencia (por ejemplo, McCord

y McCord, 1959).

2. Existe una distribución característica del comportamiento criminal a lo largo

del curso vital, de tal modo que los incidentes relativos a delitos y violencia aumentan en

cuanto a frecuencia con la edad, hasta la adolescencia tardía o la primera edad adulta, y a

continuación disminuyen con rapidez y continuidad a lo largo de la vida. La curva

general «edad/delito» que ha sido estudiada durante bastante más de un siglo (Hirschi y

Gottfredson, 1983) se aplica a la mayoría de las formas de delito y violencia

interpersonales. La edad máxima para algunas formas de delito violento parece ser

modestamente superior a la correspondiente a algunas formas de delito contra la

propiedad, pero en general, las distribuciones son las mismas con independencia del tipo

de delito estudiado (Britt, 1994). La distribución general viene ilustrada en la Figura 1,

que reseña los índices de violencia estandarizados en función de la edad en California,

correspondientes a un año reciente y al homicidio y al robo (sustracción por la fuerza de

la propiedad de otro), dos formas destacadas de delito. A efectos de comparación, la

Figura 2 muestra los índices estandarizados en función de la edad correspondientes a los

accidentes con vehículos de motor y robos de vehículos de motor asociados al alcohol,

delitos que en general no se considera que entren dentro del concepto de violencia, pero

que tienen relaciones prácticamente idénticas con la edad a lo largo del curso vital. La

importancia teórica y práctica de esta relación fundamental son considerables. El

comportamiento criminal, como la mayoría de los comportamientos problemáticos, es un

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comportamiento desproporcionado cometido en la adolescencia y en la primera edad

adulta. Los índices de delincuencia se elevan mucho durante los años previos a la

adolescencia, y descienden rápidamente después de la adolescencia y con continuidad a

lo largo de la vida, con independencia del nivel inicial de delito. La investigación ha

mostrado que estos índices corresponden tanto a las personas como a los grupos (Hirschi

y Gottfredson, 1983; Sampson y Laub, 2003). Por ser esta relación tan omnipresente, el

nivel inicial de actividad determina en gran medida el nivel global de delito a lo largo de

la vida. Así, el delito, al igual que otros comportamientos problemáticos, debe tener

causas importantes en los primeros años de la vida.

Figure 1: Male Arrest Rates By Age, California 2000

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Robbery Rates Homicide Rates

Fuentes: Datos de edad procedentes del Departamento de Financiación de California. www.dof.ca.gov/

Datos de arrestos del Departamento de Justicia de California. //justice.hdcdojnet.state.ca.us/

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Figure 2: Motor Vehicle Theft Arrest and Motor Vehicle Alcohol Involved Injury Rates, Males,

California, 2000

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Motor Vehicle Theft Rates Male Drinking Injury Rates

Fuentes: Datos de edad procedentes del Departamento de Financiación de California. www.dof.ca.gov/

Accidentes ocasionados por el alcohol, Patrulla de Autopistas de California, Informe Anual SWITRS,

2000, Tabla 5j.

3. Existe una correlación sustancial entre la cantidad de comportamientos

problemáticos de los padres, y el nivel de delincuencia de sus hijos. Asimismo, existen

fuertes correlaciones entre la fuerza de la vinculación entre los hijos y sus padres y el

nivel de delito y violencia. El efecto de la familia sobre el delito y la violencia ha sido un

ingrediente básico de la criminología empírica durante décadas (Gottfredson y Hirschi,

1990; Loeber y Dishion, 1983; Loeber y Stouthamer-Loeber, 1986; Hirschi, 1969;

McCord y McCord, 1959; Glueck y Glueck, 1950; Brannigan et al., 2002).

4. Existen correlaciones fundamentales para las personas entre el nivel de

comportamiento violento y el nivel de otras formas de delincuencia y comportamiento

criminal; también existen correlaciones fundamentales entre el comportamiento violento

y otros comportamientos problemáticos, como la utilización de drogas, los accidentes, las

enfermedades, el rendimiento académico, y el empleo. En general, los delincuentes no

suelen especializarse en una u otra forma de comportamiento criminal, hecho validado

tanto en los autoinformes como en las estadísticas oficiales (Hindelang et al. 1981;

Osgood et al. 1988; Britt, 1994; Sampson y Laub, 1993; Wolfgang, et al., 1972).

5. Un hecho derivativo con considerables consecuencias prácticas es que existe

una previsibilidad significativa, aunque de bajo nivel, para las personas por actos

específicos delictivos o de violencia. Un hecho relacionado es que las medidas generales

del delito y la delincuencia, que incluyen la violencia, son más fiables y tienen una mayor

validez discriminatoria que las medidas específicas del delito y la delincuencia

(Gottfredson y Gottfredson, 1994; Hindelang et al., 1981). El hecho de que la predicción

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de la violencia a escala individual sea problemática, y de que la violencia no pueda

predecirse tan bien como el delito sugiere que los comportamientos violentos o agresivos

pertenecen a la construcción más amplia de los comportamientos problemáticos

(Gottfredson y Hirschi, 1994).

6. Una parte considerable, por no decir la mayor parte, del comportamiento

criminal es bastante mundano, corto de miras, y parece ser adventicio. Produce escasos

beneficios, y da lugar a considerables consecuencias negativas a largo plazo para el actor.

Tiende a no ser planificado con mucha antelación, sino que con bastante frecuencia

parece casi espontáneo (y a posteriori, inexplicable incluso para el delincuente). Con

bastante frecuencia, intervienen el alcohol u otras drogas (Boyum y Kleiman, 1995). En

resumidas cuentas, apenas puede decirse que sea utilitario. Desde luego, existen

excepciones, pero los estudios del homicidio, la violencia familiar, el comportamiento

agresivo de las bandas, y otras formas de violencia interpersonal ilustran la naturaleza de

los actos como frecuentemente no planeados, con intervención del alcohol, y sin

beneficio aparente para el delincuente (Gottfredson y Hirschi, 1990).

3. La teoría del autocontrol

Estos correlatos generales del delito y la violencia, y la naturaleza del delito que

suponen, ayudaron a modelar la teoría del autocontrol. Los teóricos del control suponen

que todas las personas están motivadas a perseguir el interés propio, y que el

comportamiento individual está motivado por la búsqueda del placer y por el hecho de

evitar el dolor. Con toda seguridad, existen incontables constelaciones de placeres y

dolores, desde los físicos a los emocionales, desde los que son a corto plazo a los que son

a largo plazo. La búsqueda incontrolada de estos deseos en la vida diaria dará lugar

inevitablemente al conflicto con los deseos y derechos de otros. Los actos agresivos, y de

intimidación pueden dar lugar a una satisfacción inmediata de los deseos únicamente si

no se tienen en cuenta los costes a largo plazo. En consecuencia, los controles vienen

establecidos por los grupos sociales (incluidos los padres, las comunidades y los estados)

para canalizar la búsqueda de estos deseos de modos que minimicen el daño a otros.

Los sociólogos han identificado diversas formas de control del comportamiento

criminal. Existe una variedad de tipos posibles de control. Por supuesto, el sistema

jurídico es el método formal, que trata de controlar el delito y la violencia a través del

miedo a las sanciones legales. Sin embargo, multitud de mecanismos no legales también

ayudan a controlar el comportamiento no deseado, como la aprobación, el respeto y la

afectividad de la familia, los profesores, y los amigos. La medida en que las personas son

«libres de desviarse» varía en función del hecho de que estos controles se ejerzan o no en

el entorno social, y del hecho de que las personas experimenten diferentes entornos

relacionados con estos controles. Cuando estos controles deben estar siempre presentes

en el entorno para ser eficaces, suelen denominarse controles externos o sociales. Cuando

el proceso de socialización durante los primeros años de la vida establece una tendencia a

preocuparse por los demás, y por los costes a largo plazo de los comportamientos, nos

estamos refiriendo al autocontrol. Así, la teoría del autocontrol postula una variación

importante entre las personas en sus tendencias a subordinar a un largo plazo los placeres

o satisfacciones momentáneos o inmediatos.

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Dicho de otro modo, el autocontrol es la tendencia a retrasar los beneficios

personales a corto plazo en aras de intereses personales y colectivos a largo plazo. El

delito y la delincuencia pueden proporcionar la satisfacción de deseos humanos

universales, aunque únicamente arriesgando objetivos a largo plazo (el hecho de evitar un

castigo, la capacidad de obtener logros convencionales como una educación y un empleo,

las relaciones interpersonales). Así, quienes tienen unos menores niveles de autocontrol,

en igualdad de circunstancias, tienen más probabilidades de comportarse violentamente,

cometer delitos o participar en actos delictivos que las personas con mayores niveles de

autocontrol. Y tienden a tener unos índices relativamente elevados de éxito escolar y en

el empleo, así como relaciones interpersonales duraderas.

El autocontrol ayuda a explicar el hecho de que multitud de delincuencias,

crímenes y otros comportamientos problemáticos parecen «ir de la mano», de que la

violencia interpersonal, el robo, la utilización de las drogas, los accidentes y el mal

comportamiento en el colegio están frecuentemente relacionados. Los actos relacionados

con estos problemas proporcionan un determinado beneficio inmediato al actor (dinero,

placer, el final de una controversia problemática), tal y como lo hacen muchos otros

comportamientos. Pero cada uno de ellos también lleva consigo la posibilidad de

consecuencias nocivas para el actor u otras personas. Lo que diferencia a las personas no

consiste en que tales actos puedan proporcionar beneficios, sino en que algunas ignoren

por rutina los costes potenciales y los lleven a cabo en cualquier caso. Así, la teoría del

autocontrol se considera en ocasiones una teoría de «restricción», teoría que se centra en

por qué las personas no participan en el delito y la delincuencia, más que en por qué lo

hacen (Hirschi, 1969).

La teoría del autocontrol está influida por la observación de que las diferencias

entre las personas en la tendencia a ignorar los costes a largo plazo parecen establecerse

en la infancia y, una vez establecidas, tienden a persistir toda la vida. La teoría del control

supone que la naturaleza humana incluye la tendencia general a obtener la satisfacción de

las necesidades y deseos individuales. Si se deja sin regular, la persecución de esta

naturaleza ocasiona un inevitable conflicto con otros y, debido a esta circunstancia,

consecuencias potencialmente nocivas para el actor. Como resultado, quienes se

preocupan por los intereses a largo plazo del niño, tratan de educar a éste para que

restrinja la persecución del interés propio, teniendo en cuenta las necesidades y deseos de

los demás. Para la teoría del autocontrol, este proceso es lo que conlleva la socialización.

A medida que el niño se desarrolla, sus cuidadores (padres, otros parientes, amigos y

vecinos, y el colegio) sancionan su comportamiento egoísta. Se enseña a los niños a

prestar atención a las consecuencias a largo plazo de su acción. Cuando un adulto

cuidador está presente en el entorno del niño que se está desarrollando, y desempeña un

papel activo en la socialización, se originan unos niveles elevados de autocontrol, que

parecen convertirse en una característica estable de la persona (Gottfredson y Hirschi,

1990). Sin embargo, en algunas ocasiones, estos cuidados tan tempranos no están

presentes en el entorno del niño. Asimismo, existen diferencias entre grupos e incluso

entre naciones en cuanto al nivel y duración de este proceso de socialización. Se cree que

estas diferencias dan lugar a las diferencias en los niveles de delito, violencia y otros

comportamientos problemáticos entre personas, comunidades, y en diferentes periodos de

tiempo. Es decir, es la naturaleza de la socialización en la primera infancia la que produce

las diferencias en los índices de delincuencia, no las diferencias entre las personas en

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cuanto a motivación para el delito, o en cuanto a valores, o creencias culturales sobre el

delito. Las teorías del control pueden distinguirse de este modo de la mayoría de las otras

teorías sobre el delito y la violencia.

Gottfredson y Hirschi (1990; 2003) describen el modo en que la socialización de

los jóvenes genera autocontrol: 1) El afecto de los padres por el niño establece un interés

a largo plazo en el éxito del niño; 2) Que permite un estilo de educación que se

caracteriza por los esfuerzos positivos por realizar un seguimiento del comportamiento, y

sancionar la desviación de un modo adecuado; 3) Que crea el autocontrol; 4) Que se

expresa mediante el afecto del niño al padre y, por extensión lógica, a otras instituciones

de socialización como los colegios y los amigos. Este modelo implica que los vínculos

sociales entre los padres y los niños, y el autocontrol en el niño van a ser muy difíciles de

separar empíricamente, y en determinadas circunstancias, pueden conducir a lo mismo.

Es importante poner de relieve que en la creación del autocontrol, la clave es el

afecto por el niño:

«Una premisa destacada del modelo expuesto en líneas generales es que el padre,

el cuidador, o el tutor deben preocuparse lo suficiente por el niño o por el

comportamiento del niño para dedicar las grandes cantidades de tiempo y de

energía que exigen el seguimiento y la disciplina …El interés en el resultado, con

independencia de su fuente, tiende a asegurar el seguimiento y la disciplina.

También limita gravemente la variedad de sanciones utilizables o aceptables»

(Hirschi y Gottfredson, 2003:156-7).

Gibbs et al. (2003:443) describen la teoría correctamente: «Para que sus hijos

desarrollen unos elevados niveles de autocontrol, los padres deberán efectuar un

seguimiento regular de éstos, reconocer el comportamiento desviado cuando tiene lugar,

y castigar el comportamiento por medios no corporales. El autocontrol está relacionado

con la aplicación coherente de estos principios durante el desarrollo temprano del niño.

La inversión en el niño, que con frecuencia adopta la forma de vinculación emocional, es

fundamental. Es una condición necesaria pero insuficiente para la implantación de

prácticas de educación de los hijos que aumentan el autocontrol».

Una cantidad considerable de pruebas sugieren que los padres u otros cuidadores

tempranos son cruciales para el desarrollo del autocontrol. Wright y Cullen (2001; véase

también Burton et al., 1995) estudiaron la relación entre los comportamientos de

educación de los hijos y la delincuencia autoinformada, a partir de los datos de la

Encuesta Nacional sobre la Juventud, que documenta importantes efectos de la educación

de los hijos:

«A partir de estos datos, parece ser que los padres que educan, que transmiten

fiabilidad, que están vinculados estrechamente a sus hijos jóvenes, y les

proporcionan directrices en forma de normas y supervisión, reducen la

delincuencia de sus adolescentes, aun cuando se controlen los efectos de los

amigos delincuentes y las fuentes de heterogeneidad parental….Nuestro análisis

empírico descubrió que la delincuencia quedó reducida en virtud de la vinculación

padre-hijo, de las normas del hogar, y de la supervisión parental... Nuestra

investigación refuerza y especifica la opinión de que el control es central respecto

a la etiología de la participación en la delincuencia» (2001: 693, 695; véase

también Feldman y Weinberger (1994) ).

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Los efectos de la educación de los hijos no necesitan operar completamente a

través del autocontrol, ya que la propia supervisión restringe la oportunidad de algunos

tipos de delincuencia.

Algunas pruebas experimentales procedentes de las intervenciones planificadas en

la educación de los hijos parecen coherentes con estas expectativas, y proporcionan un

soporte empírico para la teoría. Clarke y Campbell (1998) revisan estos estudios y

concluyen: «Está cada vez más claro que el enfoque más eficaz para la prevención de los

comportamientos problemáticos crónicos exige una intervención temprana antes de que

estos comportamientos surjan en la infancia tardía y en los primeros años de la

adolescencia» (1998: 319). Eckenrode et al. (2001: 876, 886) comentan que «Existen

muchas formas de apoyo familiar y programas de educación de los padres cuyo objetivo

es reducir el abuso y abandono de los niños, pero las intervenciones que han recibido la

mayor atención en los últimos años han incluido servicios de visita a los hogares para los

nuevos padres», y que «Estos hallazgos parecen extremadamente coherentes con la

investigación, lo que sugiere que es tan probable que los niños abandonados participen en

comportamientos antisociales, incluso en delitos violentos, como que lo hagan los niños

que son víctimas de abusos físicos». Olds et al. (1998:73-4) argumentan que las

diferencias en la educación de los hijos pueden explicar el efecto de prevención

descubierto en sus famosos experimentos de visita.

4. Autocontrol y oportunidad

De acuerdo con esta teoría, las diferencias en el autocontrol no son la única causa

de la delincuencia y el delito, pero casi siempre desempeñan un papel importante. Otra

característica de la teoría del autocontrol es que se centra en el concepto de oportunidad

como causa adicional del delito. La teoría del autocontrol estuvo influida por los

desarrollos de las teorías de la oportunidad o de la actividad rutinaria, que centraron su

atención en elementos de situación del delito tal y como suele suceder (Hindelang,

Gottfredson y Garofalo, 1978; Cohen y Felson, 1978). La teoría del autocontrol supone

que las diferencias entre las personas respecto al autocontrol también están relacionadas

con la distribución de las personas en entornos que varían en cuanto a oportunidades para

el delito y la delincuencia. Así, estar entre varones adolescentes en entornos no

supervisados, especialmente por la noche, y en presencia de drogas o alcohol disponibles,

aumenta las oportunidades de delinquir, y también da lugar a un escaso autocontrol. De

modo similar, la persistencia en el colegio y en el trabajo se vinculan a personas con

niveles más elevados de autocontrol, y también a oportunidades reducidas para el delito y

la violencia. A lo largo del curso vital, las diferencias entre personas en cuanto a

autocontrol influyen en las relaciones de amistad y familiares, en los modelos de empleo,

y en muchas otras experiencias de la vida, que a su vez afectan a las oportunidades de

violencia (Tangney et al., 2004).

5. Investigaciones sobre la validez de la teoría del autocontrol

Existen dos clases amplias de estudios relevantes respecto a la cuestión de la

validez de la teoría del autocontrol. La primera corresponde a la exactitud del retrato

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fáctico de la violencia ilustrado anteriormente. La segunda corresponde a los estudios que

han tratado de funcionalizar los conceptos de la teoría, especialmente el de «autocontrol»,

y que han aplicado la teoría de un modo predictivo. Ambos cuerpos de investigación

tienen fuertes implicaciones relativas a la utilidad de la teoría.

La investigación sobre los «hechos fundacionales» continúa apoyando la

afirmación de que la socialización en la primera infancia, en particular, los efectos de la

educación de los hijos, es un importante factor determinante del nivel de comportamiento

agresivo o violento (Brannigan et al., 2002; DeLi, 2004; Eckenrode et al., 2001;

Farrington, 2003; Gibbs et al., 1998; Maxfield y Widom, 1996; Olds et al., 1998; Perrone

et al., 2004). Asimismo, está claro que existe una estabilidad muy considerable en las

diferencias individuales en la tendencia a participar en el delito o en la violencia a lo

largo del curso vital (véanse, por ejemplo, los resúmenes en Farrington, 2003; Baumeister

y Heatherton, 1996; Laub y Sampson, 2004; Zhang et al. 2002). La distribución general

edad-delito se reproduce constantemente (Laub y Sampson, 2004 para revisiones, véase

Vold et al., 2002). El efecto de versatilidad se describe bien en el resumen reciente de

Farrington (2003:224):

«…la delincuencia es versátil más que especializada… los tipos de actos definidos

como delitos son elementos de un síndrome más amplio de comportamiento

antisocial, que incluye la bebida en exceso, la conducción temeraria, la

promiscuidad sexual, la intimidación y el absentismo escolar. Los delincuentes

tienden a ser versátiles no sólo a la hora de cometer diversos tipos de delitos, sino

también a la hora de cometer diversos tipos de comportamiento antisocial».

Con respecto al concepto de autocontrol, un cuerpo considerable de investigación

contemporánea ha descubierto un fuerte apoyo para la validez de la teoría del autocontrol

(véase, por ejemplo, Pratt y Cullen, 2000; Tittle, et al., 2003; Vold et al., 2002; Vazsonyi,

et al., 2004; Lanier y Henry, 2004). Los estudios han hallado efectos de autocontrol en la

violencia de hombres y mujeres, para una diversidad de grupos de edad, para muestras de

delincuentes, para diversas etnicidades, y en diversos países (Vazsonyi et al., 2001; 2003;

DeLisi, 2001a; b). Baron (2003) descubrió efectos del autocontrol en jóvenes sin hogar, y

en relación con los delitos contra la propiedad, la utilización de drogas, y los delitos

violentos. Una serie de estudios han puesto de manifiesto que el autocontrol predice la

delincuencia grave, (Junger y Tremblay, 1999), la violencia de género (Sellers, 1999), el

delito (Brownfield y Sorenson, 1993; Gibbs et al., 1998), una gran variedad de actos

delictivos y la utilización de drogas, en muestras canadienses de habla francesa (LeBlanc

y Girard,1997), y la delincuencia en general en una muestra nacional de probabilidad

practicada en adolescentes por DeLi (2004). La lista de demostraciones empíricas de los

efectos del autocontrol en Tittle et al. 2004:144 incluye:

«Se ha documentado una relación entre el escaso autocontrol y los

comportamientos criminales o análogos para adultos no estudiantes…; estudiantes

universitarios; jóvenes; hombres y mujeres; personas con antecedentes penales

oficiales y sin dichos antecedentes; y entre personas de diversos países y lugares.

Asimismo, muchos tipos de medidas de autocontrol predicen una variedad de

actos. Al menos algunas medidas de autocontrol predicen determinados malos

comportamientos en muestras representativas y longitudinales, así como en

sujetos experimentales».

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La relación entre el autocontrol y una amplia variedad de actos análogos al delito

está documentada por Perrone et al. (2004), con una lista que incluye las trampas, las

drogas, los accidentes, y los riesgos de tráfico; Keane et al. (1993) mencionan los

accidentes; Zhang et al. (2002), la bebida, la utilización de drogas y la delincuencia entre

adolescentes; Unnever y Cornell (2003), el déficit de atención, la hiperactividad, el

desorden y la intimidación.

Las teorías del control sitúan un considerable énfasis en el desarrollo de vínculos

afectivos entre padres e hijos en la creación del autocontrol (Hirschi y Gottfredson,

2003). Tanto la educación de los hijos que es demasiado dura (incluida la físicamente

abusiva), como la que es demasiado descuidada están relacionadas con comportamientos

problemáticos posteriores por parte de los niños (Hirschi y Gottfredson, 2003). Por

ejemplo, Maxfield y Widom (1996) comentan que tanto el abuso como el abandono en la

primera infancia se correlacionan posteriormente con la delincuencia. Eckenrode et al.

comentan resultados similares: «La mayor parte de los malos tratos experimentados por

los niños de nuestro estudio consistían en el abandono, y los niños objeto de abandono o

descuido mostraron tantos comportamientos problemáticos de inicio temprano como los

niños que experimentaron abusos físicos o sexuales» (2001:877).

6. Conclusión

En la teoría del autocontrol, los padres u otros cuidadores que prestan atenciones y

cuidados crean la tendencia en sus hijos a subordinar los deseos inmediatos a favor de

intereses a largo plazo. El autocontrol en los niños se crea al establecerse un vínculo

recíproco entre padres e hijos. Este vínculo inhibe la persecución de objetivos a corto

plazo que no se ven restringidos por preocupaciones a largo plazo, como el respeto a los

padres y a los amigos, las relaciones interpersonales, y el desarrollo de un capital social.

Una gran parte de los comportamientos criminales violentos ponen en peligro estos

intereses a largo plazo, y suelen impedirse mediante unos mayores niveles de autocontrol.

Las características generales de los actos inhibidos por niveles elevados de autocontrol

sugieren una causa para el efecto de versatilidad que suele mencionarse en la producción

escrita, y el desarrollo temprano del autocontrol en la infancia sugiere una razón para la

estabilidad de las diferencias individuales en la tendencia a los comportamientos

problemáticos que persiste a lo largo del curso vital.

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