Autocontrol. Gottfredson
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Páginas 333-345 en Derecho penal y Criminología como fundamento de la Política
criminal. Estudios en homenaje al Profesor Alfonso Serrano Gómez (J.L. Guzmán
Dálbora y A. Serrano Maíllo eds.). Madrid, Dykinson, 2006.
UNA TEORÍA DEL CONTROL EXPLICATIVA DEL DELITO
Michael R. Gottfredson
Catedrático de Criminología, Derecho y Sociedad y Sociología
Universidad de California
1. Introducción
La teoría del control es una perspectiva en criminología que trata de explicar la
distribución del delito y de la delincuencia entre personas, grupos y sociedades
(Gottfredson y Hirschi, 1990). A diferencia de las teorías de las ciencias de la conducta,
que tratan de descubrir lo que motiva a las personas a robar y a ser agresivas, las teorías
del control comienzan por suponer que los motivos para el delito y la violencia son
similares a los motivos para el resto de los comportamientos. Las teorías del control
comienzan por suponer que el comportamiento conforme es problemático, y tratan de
comprender las fuerzas que obligan a la mayoría de las personas, la mayor parte del
tiempo, a comportarse de un modo no criminal. La teoría del autocontrol localiza la base
del comportamiento conforme en las vinculaciones que se forman al principio de la vida
entre los padres u otros cuidadores y los hijos. Estas vinculaciones, o vínculos sociales, se
desarrollan hacia la tendencia a regular el comportamiento individual en función de las
consecuencias negativas de las acciones (Hirschi, 1969; Gottfredson y Hirschi, 1990).
Las diferencias en la educación y otras experiencias de la primera infancia crean
diferencias entre las personas en cuanto a la capacidad de retrasar la gratificación
procedente de deseos y necesidades a corto plazo, y de evitar consecuencias negativas a
largo plazo. Estas consecuencias negativas incluyen la pérdida del respeto y afecto de
otras personas, del rendimiento académico y del empleo. La teoría del autocontrol tiene
conexiones con las teorías de la autoregulación (por ejemplo, Baumeister y Heatherton,
1996), y con los comportamientos problemáticos (por ejemplo, Donovan, Jessor y Costa,
1991).
La teoría del control fue elaborada para explicar los hechos principales sobre las
diferencias individuales relativas al delito y la delincuencia, tal y como se revela en la
literatura empírica (Gottfredson, 2005). Puesto que una apreciación de estos hechos es
decisiva para una apreciación de la teoría, antes de describir la teoría en una mayor
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amplitud, se expondrán brevemente en líneas generales algunos correlatos del delito y la
delincuencia que son centrales respecto al desarrollo de la teoría del autocontrol.
2. Hechos básicos sobre el comportamiento criminal
Los científicos conductuales interesados en explicar el delito tienen a su
disposición un cuerpo considerable de estudios de investigación de alta calidad, que han
dado lugar a un conjunto de correlatos impresionantemente sólidos respecto al tiempo y
al método de medida. Estos correlatos −o hechos clave sobre el delito− están tan
sólidamente documentados, que no puede decirse que los planes explicativos que no
atienden a éstos, o son incoherentes con cualquiera de ellos, sean válidos de conformidad
con la mejor ciencia empírica disponible. Con certeza, existen importantes
incertidumbres y argumentos en la literatura sobre algunos correlatos del delito, y existen
muchos más argumentos sobre el significado de tales correlatos que aquellos respecto a
los que existe acuerdo, pero los hechos fundacionales de una ciencia conductal del delito
deben al menos incluir los siguientes:
1. Existe una correlación sólida y esencial entre el mal comportamiento en las
primeras etapas de la vida, y la delincuencia y el delito durante la adolescencia y la edad
adulta. La correlación entre los comportamientos problemáticos durante la primera
infancia y el delito (incluido el comportamiento violento) cometido en etapas posteriores
de la vida, se comenta con regularidad en estudios longitudinales procedentes de una
diversidad de disciplinas (como resúmenes, véase Gottfredson y Hirschi, 1990; Loeber y
Stouthamer-Loeber, 1986; Loeber y Dishion, 1983). Los estudios que documentan este
efecto se hallan en la investigación psicológica (por ejemplo, Mischel et al. 1988), en la
criminología básica (por ejemplo, Glueck y Glueck, 1950; Sampson y Laub, 1995), y en
prácticamente todos los estudios criminológicos sobre reincidencia (por ejemplo, McCord
y McCord, 1959).
2. Existe una distribución característica del comportamiento criminal a lo largo
del curso vital, de tal modo que los incidentes relativos a delitos y violencia aumentan en
cuanto a frecuencia con la edad, hasta la adolescencia tardía o la primera edad adulta, y a
continuación disminuyen con rapidez y continuidad a lo largo de la vida. La curva
general «edad/delito» que ha sido estudiada durante bastante más de un siglo (Hirschi y
Gottfredson, 1983) se aplica a la mayoría de las formas de delito y violencia
interpersonales. La edad máxima para algunas formas de delito violento parece ser
modestamente superior a la correspondiente a algunas formas de delito contra la
propiedad, pero en general, las distribuciones son las mismas con independencia del tipo
de delito estudiado (Britt, 1994). La distribución general viene ilustrada en la Figura 1,
que reseña los índices de violencia estandarizados en función de la edad en California,
correspondientes a un año reciente y al homicidio y al robo (sustracción por la fuerza de
la propiedad de otro), dos formas destacadas de delito. A efectos de comparación, la
Figura 2 muestra los índices estandarizados en función de la edad correspondientes a los
accidentes con vehículos de motor y robos de vehículos de motor asociados al alcohol,
delitos que en general no se considera que entren dentro del concepto de violencia, pero
que tienen relaciones prácticamente idénticas con la edad a lo largo del curso vital. La
importancia teórica y práctica de esta relación fundamental son considerables. El
comportamiento criminal, como la mayoría de los comportamientos problemáticos, es un
3
comportamiento desproporcionado cometido en la adolescencia y en la primera edad
adulta. Los índices de delincuencia se elevan mucho durante los años previos a la
adolescencia, y descienden rápidamente después de la adolescencia y con continuidad a
lo largo de la vida, con independencia del nivel inicial de delito. La investigación ha
mostrado que estos índices corresponden tanto a las personas como a los grupos (Hirschi
y Gottfredson, 1983; Sampson y Laub, 2003). Por ser esta relación tan omnipresente, el
nivel inicial de actividad determina en gran medida el nivel global de delito a lo largo de
la vida. Así, el delito, al igual que otros comportamientos problemáticos, debe tener
causas importantes en los primeros años de la vida.
Figure 1: Male Arrest Rates By Age, California 2000
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Robbery Rates Homicide Rates
Fuentes: Datos de edad procedentes del Departamento de Financiación de California. www.dof.ca.gov/
Datos de arrestos del Departamento de Justicia de California. //justice.hdcdojnet.state.ca.us/
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Figure 2: Motor Vehicle Theft Arrest and Motor Vehicle Alcohol Involved Injury Rates, Males,
California, 2000
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Motor Vehicle Theft Rates Male Drinking Injury Rates
Fuentes: Datos de edad procedentes del Departamento de Financiación de California. www.dof.ca.gov/
Accidentes ocasionados por el alcohol, Patrulla de Autopistas de California, Informe Anual SWITRS,
2000, Tabla 5j.
3. Existe una correlación sustancial entre la cantidad de comportamientos
problemáticos de los padres, y el nivel de delincuencia de sus hijos. Asimismo, existen
fuertes correlaciones entre la fuerza de la vinculación entre los hijos y sus padres y el
nivel de delito y violencia. El efecto de la familia sobre el delito y la violencia ha sido un
ingrediente básico de la criminología empírica durante décadas (Gottfredson y Hirschi,
1990; Loeber y Dishion, 1983; Loeber y Stouthamer-Loeber, 1986; Hirschi, 1969;
McCord y McCord, 1959; Glueck y Glueck, 1950; Brannigan et al., 2002).
4. Existen correlaciones fundamentales para las personas entre el nivel de
comportamiento violento y el nivel de otras formas de delincuencia y comportamiento
criminal; también existen correlaciones fundamentales entre el comportamiento violento
y otros comportamientos problemáticos, como la utilización de drogas, los accidentes, las
enfermedades, el rendimiento académico, y el empleo. En general, los delincuentes no
suelen especializarse en una u otra forma de comportamiento criminal, hecho validado
tanto en los autoinformes como en las estadísticas oficiales (Hindelang et al. 1981;
Osgood et al. 1988; Britt, 1994; Sampson y Laub, 1993; Wolfgang, et al., 1972).
5. Un hecho derivativo con considerables consecuencias prácticas es que existe
una previsibilidad significativa, aunque de bajo nivel, para las personas por actos
específicos delictivos o de violencia. Un hecho relacionado es que las medidas generales
del delito y la delincuencia, que incluyen la violencia, son más fiables y tienen una mayor
validez discriminatoria que las medidas específicas del delito y la delincuencia
(Gottfredson y Gottfredson, 1994; Hindelang et al., 1981). El hecho de que la predicción
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de la violencia a escala individual sea problemática, y de que la violencia no pueda
predecirse tan bien como el delito sugiere que los comportamientos violentos o agresivos
pertenecen a la construcción más amplia de los comportamientos problemáticos
(Gottfredson y Hirschi, 1994).
6. Una parte considerable, por no decir la mayor parte, del comportamiento
criminal es bastante mundano, corto de miras, y parece ser adventicio. Produce escasos
beneficios, y da lugar a considerables consecuencias negativas a largo plazo para el actor.
Tiende a no ser planificado con mucha antelación, sino que con bastante frecuencia
parece casi espontáneo (y a posteriori, inexplicable incluso para el delincuente). Con
bastante frecuencia, intervienen el alcohol u otras drogas (Boyum y Kleiman, 1995). En
resumidas cuentas, apenas puede decirse que sea utilitario. Desde luego, existen
excepciones, pero los estudios del homicidio, la violencia familiar, el comportamiento
agresivo de las bandas, y otras formas de violencia interpersonal ilustran la naturaleza de
los actos como frecuentemente no planeados, con intervención del alcohol, y sin
beneficio aparente para el delincuente (Gottfredson y Hirschi, 1990).
3. La teoría del autocontrol
Estos correlatos generales del delito y la violencia, y la naturaleza del delito que
suponen, ayudaron a modelar la teoría del autocontrol. Los teóricos del control suponen
que todas las personas están motivadas a perseguir el interés propio, y que el
comportamiento individual está motivado por la búsqueda del placer y por el hecho de
evitar el dolor. Con toda seguridad, existen incontables constelaciones de placeres y
dolores, desde los físicos a los emocionales, desde los que son a corto plazo a los que son
a largo plazo. La búsqueda incontrolada de estos deseos en la vida diaria dará lugar
inevitablemente al conflicto con los deseos y derechos de otros. Los actos agresivos, y de
intimidación pueden dar lugar a una satisfacción inmediata de los deseos únicamente si
no se tienen en cuenta los costes a largo plazo. En consecuencia, los controles vienen
establecidos por los grupos sociales (incluidos los padres, las comunidades y los estados)
para canalizar la búsqueda de estos deseos de modos que minimicen el daño a otros.
Los sociólogos han identificado diversas formas de control del comportamiento
criminal. Existe una variedad de tipos posibles de control. Por supuesto, el sistema
jurídico es el método formal, que trata de controlar el delito y la violencia a través del
miedo a las sanciones legales. Sin embargo, multitud de mecanismos no legales también
ayudan a controlar el comportamiento no deseado, como la aprobación, el respeto y la
afectividad de la familia, los profesores, y los amigos. La medida en que las personas son
«libres de desviarse» varía en función del hecho de que estos controles se ejerzan o no en
el entorno social, y del hecho de que las personas experimenten diferentes entornos
relacionados con estos controles. Cuando estos controles deben estar siempre presentes
en el entorno para ser eficaces, suelen denominarse controles externos o sociales. Cuando
el proceso de socialización durante los primeros años de la vida establece una tendencia a
preocuparse por los demás, y por los costes a largo plazo de los comportamientos, nos
estamos refiriendo al autocontrol. Así, la teoría del autocontrol postula una variación
importante entre las personas en sus tendencias a subordinar a un largo plazo los placeres
o satisfacciones momentáneos o inmediatos.
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Dicho de otro modo, el autocontrol es la tendencia a retrasar los beneficios
personales a corto plazo en aras de intereses personales y colectivos a largo plazo. El
delito y la delincuencia pueden proporcionar la satisfacción de deseos humanos
universales, aunque únicamente arriesgando objetivos a largo plazo (el hecho de evitar un
castigo, la capacidad de obtener logros convencionales como una educación y un empleo,
las relaciones interpersonales). Así, quienes tienen unos menores niveles de autocontrol,
en igualdad de circunstancias, tienen más probabilidades de comportarse violentamente,
cometer delitos o participar en actos delictivos que las personas con mayores niveles de
autocontrol. Y tienden a tener unos índices relativamente elevados de éxito escolar y en
el empleo, así como relaciones interpersonales duraderas.
El autocontrol ayuda a explicar el hecho de que multitud de delincuencias,
crímenes y otros comportamientos problemáticos parecen «ir de la mano», de que la
violencia interpersonal, el robo, la utilización de las drogas, los accidentes y el mal
comportamiento en el colegio están frecuentemente relacionados. Los actos relacionados
con estos problemas proporcionan un determinado beneficio inmediato al actor (dinero,
placer, el final de una controversia problemática), tal y como lo hacen muchos otros
comportamientos. Pero cada uno de ellos también lleva consigo la posibilidad de
consecuencias nocivas para el actor u otras personas. Lo que diferencia a las personas no
consiste en que tales actos puedan proporcionar beneficios, sino en que algunas ignoren
por rutina los costes potenciales y los lleven a cabo en cualquier caso. Así, la teoría del
autocontrol se considera en ocasiones una teoría de «restricción», teoría que se centra en
por qué las personas no participan en el delito y la delincuencia, más que en por qué lo
hacen (Hirschi, 1969).
La teoría del autocontrol está influida por la observación de que las diferencias
entre las personas en la tendencia a ignorar los costes a largo plazo parecen establecerse
en la infancia y, una vez establecidas, tienden a persistir toda la vida. La teoría del control
supone que la naturaleza humana incluye la tendencia general a obtener la satisfacción de
las necesidades y deseos individuales. Si se deja sin regular, la persecución de esta
naturaleza ocasiona un inevitable conflicto con otros y, debido a esta circunstancia,
consecuencias potencialmente nocivas para el actor. Como resultado, quienes se
preocupan por los intereses a largo plazo del niño, tratan de educar a éste para que
restrinja la persecución del interés propio, teniendo en cuenta las necesidades y deseos de
los demás. Para la teoría del autocontrol, este proceso es lo que conlleva la socialización.
A medida que el niño se desarrolla, sus cuidadores (padres, otros parientes, amigos y
vecinos, y el colegio) sancionan su comportamiento egoísta. Se enseña a los niños a
prestar atención a las consecuencias a largo plazo de su acción. Cuando un adulto
cuidador está presente en el entorno del niño que se está desarrollando, y desempeña un
papel activo en la socialización, se originan unos niveles elevados de autocontrol, que
parecen convertirse en una característica estable de la persona (Gottfredson y Hirschi,
1990). Sin embargo, en algunas ocasiones, estos cuidados tan tempranos no están
presentes en el entorno del niño. Asimismo, existen diferencias entre grupos e incluso
entre naciones en cuanto al nivel y duración de este proceso de socialización. Se cree que
estas diferencias dan lugar a las diferencias en los niveles de delito, violencia y otros
comportamientos problemáticos entre personas, comunidades, y en diferentes periodos de
tiempo. Es decir, es la naturaleza de la socialización en la primera infancia la que produce
las diferencias en los índices de delincuencia, no las diferencias entre las personas en
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cuanto a motivación para el delito, o en cuanto a valores, o creencias culturales sobre el
delito. Las teorías del control pueden distinguirse de este modo de la mayoría de las otras
teorías sobre el delito y la violencia.
Gottfredson y Hirschi (1990; 2003) describen el modo en que la socialización de
los jóvenes genera autocontrol: 1) El afecto de los padres por el niño establece un interés
a largo plazo en el éxito del niño; 2) Que permite un estilo de educación que se
caracteriza por los esfuerzos positivos por realizar un seguimiento del comportamiento, y
sancionar la desviación de un modo adecuado; 3) Que crea el autocontrol; 4) Que se
expresa mediante el afecto del niño al padre y, por extensión lógica, a otras instituciones
de socialización como los colegios y los amigos. Este modelo implica que los vínculos
sociales entre los padres y los niños, y el autocontrol en el niño van a ser muy difíciles de
separar empíricamente, y en determinadas circunstancias, pueden conducir a lo mismo.
Es importante poner de relieve que en la creación del autocontrol, la clave es el
afecto por el niño:
«Una premisa destacada del modelo expuesto en líneas generales es que el padre,
el cuidador, o el tutor deben preocuparse lo suficiente por el niño o por el
comportamiento del niño para dedicar las grandes cantidades de tiempo y de
energía que exigen el seguimiento y la disciplina …El interés en el resultado, con
independencia de su fuente, tiende a asegurar el seguimiento y la disciplina.
También limita gravemente la variedad de sanciones utilizables o aceptables»
(Hirschi y Gottfredson, 2003:156-7).
Gibbs et al. (2003:443) describen la teoría correctamente: «Para que sus hijos
desarrollen unos elevados niveles de autocontrol, los padres deberán efectuar un
seguimiento regular de éstos, reconocer el comportamiento desviado cuando tiene lugar,
y castigar el comportamiento por medios no corporales. El autocontrol está relacionado
con la aplicación coherente de estos principios durante el desarrollo temprano del niño.
La inversión en el niño, que con frecuencia adopta la forma de vinculación emocional, es
fundamental. Es una condición necesaria pero insuficiente para la implantación de
prácticas de educación de los hijos que aumentan el autocontrol».
Una cantidad considerable de pruebas sugieren que los padres u otros cuidadores
tempranos son cruciales para el desarrollo del autocontrol. Wright y Cullen (2001; véase
también Burton et al., 1995) estudiaron la relación entre los comportamientos de
educación de los hijos y la delincuencia autoinformada, a partir de los datos de la
Encuesta Nacional sobre la Juventud, que documenta importantes efectos de la educación
de los hijos:
«A partir de estos datos, parece ser que los padres que educan, que transmiten
fiabilidad, que están vinculados estrechamente a sus hijos jóvenes, y les
proporcionan directrices en forma de normas y supervisión, reducen la
delincuencia de sus adolescentes, aun cuando se controlen los efectos de los
amigos delincuentes y las fuentes de heterogeneidad parental….Nuestro análisis
empírico descubrió que la delincuencia quedó reducida en virtud de la vinculación
padre-hijo, de las normas del hogar, y de la supervisión parental... Nuestra
investigación refuerza y especifica la opinión de que el control es central respecto
a la etiología de la participación en la delincuencia» (2001: 693, 695; véase
también Feldman y Weinberger (1994) ).
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Los efectos de la educación de los hijos no necesitan operar completamente a
través del autocontrol, ya que la propia supervisión restringe la oportunidad de algunos
tipos de delincuencia.
Algunas pruebas experimentales procedentes de las intervenciones planificadas en
la educación de los hijos parecen coherentes con estas expectativas, y proporcionan un
soporte empírico para la teoría. Clarke y Campbell (1998) revisan estos estudios y
concluyen: «Está cada vez más claro que el enfoque más eficaz para la prevención de los
comportamientos problemáticos crónicos exige una intervención temprana antes de que
estos comportamientos surjan en la infancia tardía y en los primeros años de la
adolescencia» (1998: 319). Eckenrode et al. (2001: 876, 886) comentan que «Existen
muchas formas de apoyo familiar y programas de educación de los padres cuyo objetivo
es reducir el abuso y abandono de los niños, pero las intervenciones que han recibido la
mayor atención en los últimos años han incluido servicios de visita a los hogares para los
nuevos padres», y que «Estos hallazgos parecen extremadamente coherentes con la
investigación, lo que sugiere que es tan probable que los niños abandonados participen en
comportamientos antisociales, incluso en delitos violentos, como que lo hagan los niños
que son víctimas de abusos físicos». Olds et al. (1998:73-4) argumentan que las
diferencias en la educación de los hijos pueden explicar el efecto de prevención
descubierto en sus famosos experimentos de visita.
4. Autocontrol y oportunidad
De acuerdo con esta teoría, las diferencias en el autocontrol no son la única causa
de la delincuencia y el delito, pero casi siempre desempeñan un papel importante. Otra
característica de la teoría del autocontrol es que se centra en el concepto de oportunidad
como causa adicional del delito. La teoría del autocontrol estuvo influida por los
desarrollos de las teorías de la oportunidad o de la actividad rutinaria, que centraron su
atención en elementos de situación del delito tal y como suele suceder (Hindelang,
Gottfredson y Garofalo, 1978; Cohen y Felson, 1978). La teoría del autocontrol supone
que las diferencias entre las personas respecto al autocontrol también están relacionadas
con la distribución de las personas en entornos que varían en cuanto a oportunidades para
el delito y la delincuencia. Así, estar entre varones adolescentes en entornos no
supervisados, especialmente por la noche, y en presencia de drogas o alcohol disponibles,
aumenta las oportunidades de delinquir, y también da lugar a un escaso autocontrol. De
modo similar, la persistencia en el colegio y en el trabajo se vinculan a personas con
niveles más elevados de autocontrol, y también a oportunidades reducidas para el delito y
la violencia. A lo largo del curso vital, las diferencias entre personas en cuanto a
autocontrol influyen en las relaciones de amistad y familiares, en los modelos de empleo,
y en muchas otras experiencias de la vida, que a su vez afectan a las oportunidades de
violencia (Tangney et al., 2004).
5. Investigaciones sobre la validez de la teoría del autocontrol
Existen dos clases amplias de estudios relevantes respecto a la cuestión de la
validez de la teoría del autocontrol. La primera corresponde a la exactitud del retrato
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fáctico de la violencia ilustrado anteriormente. La segunda corresponde a los estudios que
han tratado de funcionalizar los conceptos de la teoría, especialmente el de «autocontrol»,
y que han aplicado la teoría de un modo predictivo. Ambos cuerpos de investigación
tienen fuertes implicaciones relativas a la utilidad de la teoría.
La investigación sobre los «hechos fundacionales» continúa apoyando la
afirmación de que la socialización en la primera infancia, en particular, los efectos de la
educación de los hijos, es un importante factor determinante del nivel de comportamiento
agresivo o violento (Brannigan et al., 2002; DeLi, 2004; Eckenrode et al., 2001;
Farrington, 2003; Gibbs et al., 1998; Maxfield y Widom, 1996; Olds et al., 1998; Perrone
et al., 2004). Asimismo, está claro que existe una estabilidad muy considerable en las
diferencias individuales en la tendencia a participar en el delito o en la violencia a lo
largo del curso vital (véanse, por ejemplo, los resúmenes en Farrington, 2003; Baumeister
y Heatherton, 1996; Laub y Sampson, 2004; Zhang et al. 2002). La distribución general
edad-delito se reproduce constantemente (Laub y Sampson, 2004 para revisiones, véase
Vold et al., 2002). El efecto de versatilidad se describe bien en el resumen reciente de
Farrington (2003:224):
«…la delincuencia es versátil más que especializada… los tipos de actos definidos
como delitos son elementos de un síndrome más amplio de comportamiento
antisocial, que incluye la bebida en exceso, la conducción temeraria, la
promiscuidad sexual, la intimidación y el absentismo escolar. Los delincuentes
tienden a ser versátiles no sólo a la hora de cometer diversos tipos de delitos, sino
también a la hora de cometer diversos tipos de comportamiento antisocial».
Con respecto al concepto de autocontrol, un cuerpo considerable de investigación
contemporánea ha descubierto un fuerte apoyo para la validez de la teoría del autocontrol
(véase, por ejemplo, Pratt y Cullen, 2000; Tittle, et al., 2003; Vold et al., 2002; Vazsonyi,
et al., 2004; Lanier y Henry, 2004). Los estudios han hallado efectos de autocontrol en la
violencia de hombres y mujeres, para una diversidad de grupos de edad, para muestras de
delincuentes, para diversas etnicidades, y en diversos países (Vazsonyi et al., 2001; 2003;
DeLisi, 2001a; b). Baron (2003) descubrió efectos del autocontrol en jóvenes sin hogar, y
en relación con los delitos contra la propiedad, la utilización de drogas, y los delitos
violentos. Una serie de estudios han puesto de manifiesto que el autocontrol predice la
delincuencia grave, (Junger y Tremblay, 1999), la violencia de género (Sellers, 1999), el
delito (Brownfield y Sorenson, 1993; Gibbs et al., 1998), una gran variedad de actos
delictivos y la utilización de drogas, en muestras canadienses de habla francesa (LeBlanc
y Girard,1997), y la delincuencia en general en una muestra nacional de probabilidad
practicada en adolescentes por DeLi (2004). La lista de demostraciones empíricas de los
efectos del autocontrol en Tittle et al. 2004:144 incluye:
«Se ha documentado una relación entre el escaso autocontrol y los
comportamientos criminales o análogos para adultos no estudiantes…; estudiantes
universitarios; jóvenes; hombres y mujeres; personas con antecedentes penales
oficiales y sin dichos antecedentes; y entre personas de diversos países y lugares.
Asimismo, muchos tipos de medidas de autocontrol predicen una variedad de
actos. Al menos algunas medidas de autocontrol predicen determinados malos
comportamientos en muestras representativas y longitudinales, así como en
sujetos experimentales».
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La relación entre el autocontrol y una amplia variedad de actos análogos al delito
está documentada por Perrone et al. (2004), con una lista que incluye las trampas, las
drogas, los accidentes, y los riesgos de tráfico; Keane et al. (1993) mencionan los
accidentes; Zhang et al. (2002), la bebida, la utilización de drogas y la delincuencia entre
adolescentes; Unnever y Cornell (2003), el déficit de atención, la hiperactividad, el
desorden y la intimidación.
Las teorías del control sitúan un considerable énfasis en el desarrollo de vínculos
afectivos entre padres e hijos en la creación del autocontrol (Hirschi y Gottfredson,
2003). Tanto la educación de los hijos que es demasiado dura (incluida la físicamente
abusiva), como la que es demasiado descuidada están relacionadas con comportamientos
problemáticos posteriores por parte de los niños (Hirschi y Gottfredson, 2003). Por
ejemplo, Maxfield y Widom (1996) comentan que tanto el abuso como el abandono en la
primera infancia se correlacionan posteriormente con la delincuencia. Eckenrode et al.
comentan resultados similares: «La mayor parte de los malos tratos experimentados por
los niños de nuestro estudio consistían en el abandono, y los niños objeto de abandono o
descuido mostraron tantos comportamientos problemáticos de inicio temprano como los
niños que experimentaron abusos físicos o sexuales» (2001:877).
6. Conclusión
En la teoría del autocontrol, los padres u otros cuidadores que prestan atenciones y
cuidados crean la tendencia en sus hijos a subordinar los deseos inmediatos a favor de
intereses a largo plazo. El autocontrol en los niños se crea al establecerse un vínculo
recíproco entre padres e hijos. Este vínculo inhibe la persecución de objetivos a corto
plazo que no se ven restringidos por preocupaciones a largo plazo, como el respeto a los
padres y a los amigos, las relaciones interpersonales, y el desarrollo de un capital social.
Una gran parte de los comportamientos criminales violentos ponen en peligro estos
intereses a largo plazo, y suelen impedirse mediante unos mayores niveles de autocontrol.
Las características generales de los actos inhibidos por niveles elevados de autocontrol
sugieren una causa para el efecto de versatilidad que suele mencionarse en la producción
escrita, y el desarrollo temprano del autocontrol en la infancia sugiere una razón para la
estabilidad de las diferencias individuales en la tendencia a los comportamientos
problemáticos que persiste a lo largo del curso vital.
BIBLIOGRAFÍA
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