Avión de Papel

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Avión de Papel Un viaje por la literatura en la escuela

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Proyecto académico Escritura I. Universidad del Valle, Primer Semestre de Comunicación Social.

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Avión de Papel

Un viaje por la literatura en la

escuela

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ÍndiceIntroducción........................ 5

Dossier: Aprender a volar... 7

Secuencias didácticas. Una apuesta a contracorriente... 9

Gusanito Lector. Criando al hábito de la lectura placente-ra......................................... 21

Un lugar para aprender ...... 37

Comicteca. Cuando la lectura se convierte en diversión.... 41

Avioncitos de imágenes...... 51

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Ficha TécnicaProyecto académico Escritura I. Dirigido por el pro-fesor Jorge Caicedo. Universidad del Valle, Primer Semestre de Comunicación Social. Diciembre de 2012.

Comité Redactor:Alexander Campos SandovalMaría Camila Cuenca OrtizErika Delgado SaavedraDaniela Ávila CalderónDirección General: María Camila Cuenca OrtizDirección Académica: Profesor Jorge CaicedoCoordinación Editorial: Ma. Camila Cuenca Ortiz y Erika Delgado Saavedra.Arte y Diagramación: María Camila Cuenca OrtizFecha de Publicación: Diciembre 20 de 2012

El libro “Avión de Papel” es una publicación única y creada como práctica dentro del proceso de apren-dizaje académico del Programa de Comunicación Social de la Universidad del Valle. Las opiniones expresadas en los textos de este libro son las de los autores, y no comprometen la posición institucional.

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Introducción“¿Puede enseñarse la literatura?”. Esta pregunta con la que co-mienza el artículo de Javier Navarro “Lectura y literatura”, es la razón de un debate que se inició en Colombia en la década de los ochenta y que en la actualidad sigue vigente, involucrando campos tan diversos como las teorías del discurso, la filosofía, el psicoanálisis, la pedagogía, entre otros.

La enseñanza de la lectura es un tema que concierne a toda la sociedad; en palabras de Miguel De Zubiría, “es el puerto por el cual ingresa la mayor parte del conocimiento”. Muchas escuelas emplean métodos e ideologías dominantes que crean una barrera entre el libro y el lector, impidiendo que sus estudiantes descu-bran lo placentero que puede llegar a ser el acto de la lectura.

Es importante inculcar el hábito de la lectura desde la infancia, y la lectura literaria en particular debe recibir especial atención pues, a diferencia de otros tipos de lectura, se destina a apreciar el acto expresivo del autor, desarrollar un imaginario personal e interpretar de manera profunda.

La literatura en la escuela debe encaminarse al objetivo de au-mentar la capacidad de comprensión de los estudiantes para que estos puedan hacer uso de los conocimientos obtenidos en las obras que posteriormente leerán por su cuenta. A través de libros de ficción dirigidos especialmente al público infantil y juvenil, muchas escuelas han logrado incrementar la lectura li-teraria en las actividades autónomas de sus estudiantes y crear en ellos una actitud más crítica; como bien afirma Rosemary Jackson, los jóvenes utilizan la ficción como un mundo virtual en el cual definen e “interrogan” al orden cultural. No obstante estos avances, el debate acerca de los métodos de enseñanza de la literatura en la escuela es aún un tema preocupante y, al paso que van la sociedad y la educación, puede que inclusive se comience a pensar en la lectura como una actividad “en vías de extinción”.

Este libro presentará los motivos de este debate, así como los puntos de vista de distintos agentes en variados escenarios educativos. En los artículos se encontrarán opiniones en gene-ral, tanto del agente consultado como del escritor que ordena y sintetiza las ideas que tiene a la mano. Esta gama de ponen-cias tiene como objetivo informar al lector acerca de las formas de promoción de lectura utilizadas por personas o entidades que le apuestan a una mejor formación literaria de los niños y jóvenes del país, a crear un vínculo estrecho entre el libro y el estudiante.

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Aprender a volar

El aeroplano surca la tarde, mimetizando su esqueleto entre la densidad del aire. Sin contratiempos ni turbulencias, aco-moda la piel en el suelo durante el aterrizaje. Un niño camina al encuentro, levantando con dificultad sus tempranos pies de plomo. Los habitantes de esta ciudad han aprendido a combi-nar en apariencia con el gris de las aceras; son rígidos, como postes de cemento y van de un lado al otro casi sin separar los pies del suelo, luchando en cada paso contra el peso de sus cuerpos.

El niño, con su mano de plomo, guarda las alas del avión su-jetándole por el lomo. Nunca antes había visto un aparato tan sofisticado. Se tarda un poco en descubrir el secreto funciona-miento del artefacto. Lo mira en todos los ángulos, fascinado de haberle visto flotar como un ave blanca por el cielo. Con cautela da un vistazo hacia adentro. Al ver las generosas le-tras que sobresalen de la piel cuadriculada del avión, se apre-sura a buscar en el interior, sin razonar que ignora la manera de volverle a armar.

En una cara del papel, está escrito un cuento acerca de un pequeño pájaro que intenta aprender el arte del vuelo. El niño se caracteriza y sufre cuando falla cada intento. Al final, cuan-do el pajarito se desprende de la rama, extiende las alas y emprende el vuelo, el niño se regocija como si en carne propia estuviese batiendo el plumaje y rasgando con aleteos el sal-vaje viento.

En la otra cara del papel, en un minúsculo párrafo, están las instrucciones para volver a armar la aeronave. Un doblez aquí y un doblez allá. Cuando tiene nuevamente el avión entre las manos, piensa en quedárselo. Luego piensa en los desafor-tunados niños que no han visto cosa semejante en sus vidas y no han sentido, como él, el vértigo de una página de vuelo. Entonces, en una deliberada muestra de clemencia con las demás personas de la ciudad, lanza el avión con todo el ím-petu que su aplomado brazo - ahora un tanto más liviano - alcanza a forzarlo. Lo ve alejarse con las alas extendidas y las entrañas llenas de letras hacia algún patio vecino, donde seguramente un niño lo abrirá con curiosidad y aprenderá a poner en vuelo una hoja de papel; en el mejor de los casos - si lee la otra cara - aprenderá a volar también.

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Secuencias didácticas

Una apuestaa contracorriente

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Por Alexander Campos Sandoval:“No hay algo”

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Sandra Milena baja de su carro blanco. Camina por el sende-ro de tierra del parqueadero hasta que sus pies encuentran el cemento que sube por la alameda del colegio. - ¡Buenos días, profe! - grita una niña desde la zona de juegos y, tras ella, otras tres niñas comienzan a gritar del mismo modo; sonríen y salu-dan con la mano derecha. Sandra esboza una sonrisa. - Bue-nos días, niñas - contesta levantando también su mano. Entra al aula de profesores, coloca sus pertenencias sobre una de las mesas y se sienta a revisar tareas mientras bebe del café que con anterioridad ha vertido en un vaso de icopor.

Continuamente entran profesores en el aula. Sandra responde a los múltiples saludos, levantando a veces la cabeza para co-rroborar la presencia del interlocutor. Se la lleva muy bien con todos sus colegas, sobre todo con sus compañeros de área; aunque lleva ya dos años trabajando aquí, sigue siendo la con-tratación más reciente. No ha tenido problema alguno con su método de enseñanza, pues en ambas promociones los resul-tados han sido bastante satisfactorios.

Cuando el timbre señala la quinta hora de clase, Sandra se diri-ge al salón del grado once-uno. Durante las dos horas anterio-res ha tenido una magnífica clase con el décimo grado. Como ha salido un poco antes tiene un tiempo considerable para lle-gar a su destino, de modo que camina despacio, disfrutando de la amplitud del colegio Freinet, atravesando a gusto la generosa naturaleza a los costados del camino.

Al llegar al salón, encuentra a los jóvenes ya dispuestos a re-cibirla. Si hay algo por lo que Sandra esté agradecida, segura-mente ese algo sea la educación de sus alumnos. En el tiempo que ha desempeñado la labor de la enseñanza , ha tenido que escuchar a infinidad de colegas que comentan los pleitos que tienen con estudiantes violentos o irrespetuosos que en algún

momento han intentado revelarse contra el maestro. En cam-bio, la situación de máxima confrontación que ella tuvo con un estudiante, la experimentó cuando un muchacho de grado once le contestó airado que no entraría a clase, luego de que ella le reclamara que el descanso había terminado. Aquello no tuvo mucho de trascendental; el muchacho se disculpó al día siguiente.

Sandra Milena desde hace más de un mes está trabajando con este grado Ensayo sobre la ceguera del Nobel portugués José Saramago. Sin embargo aún no han comenzado a leer el texto. Las dos primeras semanas recogieron toda la información con-cerniente a la vida del autor y tras indagar juiciosamente, varios compartieron datos como la fecha y el lugar de nacimiento, así como la fecha y el lugar de defunción; la primera esposa, la pri-mera hija, la primera obra; algunos citaron características de la personalidad del autor, sus inclinaciones políticas y religiosas, su origen humilde. Otros se centraron en la obra: frecuencia de publicación, cánones literarios, tendencias, etc. Unos pocos anotaron curiosidades como que “Saramago” era el apodo del padre del autor, que por una broma del notario terminó siendo el apellido del escritor. Cuando la profesora Sandra sintió que ya todos conocían suficientes datos de Saramago, les mandó a sus estudiantes indagar sobre la novela. Nuevamente se dio el fenómeno de información compartida: momento histórico de la obra, aceptación del público, reconocimientos, etc. Algunos estudiantes trajeron la síntesis de la historia y se atrevieron a señalarla como la mejor novela de Saramago y, otro pequeño grupo, anotó la importancia que el gremio literario le da a la obra y la acogida que ha tenido como objeto de estudio.

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Para la cuarta semana, la profesora Sandra pudo sentir ya las inquietudes de los muchachos frente al texto. Algunos decían haber “ojeado” la novela un par de veces porque no resistieron la curiosidad por conocerla. Entonces, se sintió en la obligación de orientar la clase a una lectura grupal de unas cuantas páginas. Al terminar la lectura reunió las preguntas que surgían - obtuvo una generosa cosecha - y casi todas estaban encaminadas a las patologías de la ceguera: ¿existía una ceguera blanca? ¿gente en el mundo la padecía?

Dos días después, con el visto bueno de la rectora, Sandra llevó a los estudiantes del grado once-uno a visitar el Instituto de cie-gos y sordos, donde conocieron una amplia variedad de casos de ceguera. Les presentaron pacientes de un considerable ran-go de edad que les hablaron de cómo era vivir sin poder ver los sucesos que acontecen a su alrededor. La profesora vio en sus alumnos una satisfacción parcial, pero a la vez una reacción ge-neralizada frente a la ausencia de casos de la dichosa ceguera blanca.

Para la siguiente clase, Sandra contactó a un padre de familia que ejerce la medicina y concertó una charla sobre la ceguera. El hombre habló durante unos treinta minutos acerca de las dis-tintas causas, de cómo responde el organismo, de las clases de ceguera que pueden presentarse. Después, en una suerte de plenaria, los muchachos le abordaron con todos los posibles escenarios de una ceguera blanca. Tras las respuestas del mé-dico, la profesora finalmente vio a sus estudiantes satisfechos.

Hoy Sandra les pide un recuento de todas las actividades que han realizado hasta la fecha, partiendo de la primera lectura del texto. Luego de hacer consciencia de lo aprendido a la fecha les pide que saquen nuevamente el texto. Los muchachos colocan sobre los pupitres sus radiantes ediciones del libro. Dirigidos por la profesora, releen el fragmento conocido de los primeros días. Al terminar la lectura, ya no está en los rostros juveniles el gesto de incertidumbre de la primera vez. Ahora es Sandra quien les pregunta “chicos, ¿existe una ceguera blanca?”. De boca de los estudiantes comienzan a emerger diversas interpretaciones; de pronto, una joven plantea que Saramago utiliza la ceguera como una analogía para retratar las extremas inclinaciones políticas de los habitantes de la ciudad. Los demás comienzan a inter-venir en torno a la hipótesis de la joven y a argumentar con lo aprendido previamente de los ideales del autor.

Antes de finalizar la clase, Sandra les recuerda que para la próxi-ma clase recibirán un taller de braille por parte de una profesora que estará de visita. Se despide de sus estudiantes. De camino a la salida se despide de la directora, de la coordinadora y de un par de compañeros. Baja por la alameda colocándose los lentes oscuros y aborda nuevamente su automóvil blanco.

En las tardes Sandra cursa una maestría en la Universidad del Valle. Casi al anochecer, cuando termina la respectiva clase del día, se sienta con una compañera en un café del centro comer-cial que está situado frente a la universidad.

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La compañera de Sandra se llama Clemencia; hace cinco años es profesora de lengua castellana en un colegio público. Ella pide un tinto sin azúcar, Sandra pide un granizado de café. Co-mienzan hablando de la clase que acaban de recibir, de cómo se desarrolló en relación a la clase anterior. Hablan del profesor, de las diferencias que hay entre sus métodos de enseñanza con respecto a los que utilizan los demás profesores de la maestría. En este punto la conversación gira hacia sus propias aulas; co-mienzan a aflorar comentarios menudos de ambas clases. San-dra narra paso por paso el trabajo que ha venido adelantando con los muchachos del Freinet. Mientras la escucha, Clemencia va reconociendo uno a uno los niveles de inmersión textual que también ella maneja en sus propias clases. “Secuencias didác-ticas” dice, antes de empezar a referir las similitudes que tienen en común ambas metodologías. Quizás la diferencia más pro-nunciada que tienen, es la facilidad económica que la institución de Sandra le ofrece al proyecto que ella adelanta, frente al des-entendimiento casi total en el que se mantiene sumida la institu-ción de Clemencia frente al propio proceso.

La única queja que Sandra tiene por ahora de su estrategia edu-cativa, es que no ha hallado la manera de hacer que sus estu-diantes sinteticen los conocimientos adquiridos y los utilicen para producir sus propios textos. Clemencia, por el contrario, anota que uno de los mayores logros del trabajo que ha realizado con los estudiantes del colegio Evaristo García, ha sido poder indu-cirles a ser productores más que sólo receptores. Le comenta a Sandra acerca del estudiante egresado que escribiendo poesía ha ganado ya dos premios municipales. Le comparte las expe-riencias de la época en que lo tuvo sentado como alumno, utili-zando entonces El Principito de Antoine de Saint-Exupèry como herramienta de sensibilización literaria, luego con Del amor y otros demonios de Gabriel García Márquez, para generar cerca-nía y apropiación de la literatura del país.

Sandra se emociona de pronto; le dice a Clemencia que invite al joven poeta a recitar en el marco de la celebración del día del idioma en el colegio Freinet. Clemencia acepta, meneando en el vaso los últimos restos del café. Promete ponerle en contacto con el muchacho lo antes posible. Mira la hora en el celular; se sobresalta levemente, dice que se le hace tarde. Ambas se levantan, van a la registradora y pagan las bebidas. Salen con-versando del centro comercial. Sandra ubica el carro oprimien-do el botón más grande en su llavero, le ofrece a Clemencia acercarle a casa; ella agradece pero resuelve que la ruta no le sirve. Se despiden, Sandra abandona el parqueadero a bordo del vehículo. Clemencia camina hasta la estación del MIO, com-pra el pasaje y toma el bus; llega a casa media hora después.

Son las siete en punto. Uno tras otro, los rápidos pasos de Cle-mencia se dirigen al salón número seis mientras atraviesan el patio central con su característico rumor. Al abrir la puerta, el crepitar de las bisagras logra amainar parsimoniosamente la algarabía al interior del salón.

- Buenos días niños – dice la mujer entrando sin mirar a los estudiantes- ¡Buenos días, Profe! – contestan ellos retornando a sus res-pectivos pupitres- ¿cómo están?

Sólo las tres niñas al costado derecho de la primera fila contes-tan el acostumbrado - ¡Bien! ¿y usted? -. Los demás alumnos estallan de nuevo en un implacable bullicio y señalan la esquina del fondo; intentan mostrarle a Clemencia la presencia del fo-rastero. - ¡Hay un niño nuevo, Profe! ¡Hay un niño nuevo! – Es la única frase comprensible que logra sobresalir entre el barullo. - No es un niño nuevo – dice Clemencia – siéntense ya, niños.

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Los niños vuelven a sus puestos sin apartar la mirada del joven que había intentado pasar desapercibido. - Ustedes ya lo conocen, ésta mañana lo presentaron en el patio central- ¡Sí, es el poeta! ¿cierto, profe? – se apresura a decir una voz desde la última fila- Ajá. Como dice Felipe, Alexander es un egresado del colegio que acaba de ganar un premio de poesía y hoy estará aquí acom-pañándonos en nuestra clase.

La mayoría de los estudiantes se disponen a incorporarse nue-vamente de cara a la profesora. Algunos siguen avistando con gracia al muchacho de vez en vez.Clemencia es la jefe del área de literatura en el colegio. Preocu-pada por el deplorable desempeño de la mayoría de los estudian-tes en el colegio, ha venido buscando durante los últimos años, nuevos métodos de enseñanza que resulten más efectivos - y más atractivos - para los alumnos. - ¿En qué tema quedamos la última clase?Los niños se miran unos a otros como buscando la respuesta- En la biografía de Gloria Cecilia Díaz - murmura la niña sentada en la mitad de la primera fila. - Ajá. Y ¿qué dijimos de ella?Los niños vuelven a detonar en el escándalo, intentando cada uno hablar antes que los demás. Clemencia les regresa al silencio y le da la palabra a una niña a la izquierda de la segunda fila que tiene la mano derecha en alto. La niña cita algunos apuntes biográficos de la autora. Antes de que ella termine, los niños a su alrededor levantan las manos, ansiosos por hablar también. Durante diez minutos hacen recuento de la vida y obra de la autora. Después hablan de la novela como tal: el año de publicación, el estatus de la obra frente a difusión y acogida del público, los premios y reco-nocimientos obtenidos con ella, etc.

Considerando las dos clases perdidas - una por una junta de maestros y otra por un lunes festivo - Clemencia les pide ha-cer recuento de lo leído hasta el momento. El salón queda en silencio. Sólo un par de niños cuchichean en la última fila y los murmullos resuenan en el espacio, totalmente audibles. Enton-ces las manos de los estudiantes de las tres últimas filas se levantan como los espléndidos mástiles de una flota de bajeles y, antes de que Clemencia, emocionada por las posibles res-puestas, pueda darle la palabra a alguno de ellos, el repique chirriante de la campana, les informa que es hora del recreo. Sin que la profesora pueda mediar palabra, los mástiles se des-ploman y las naves salen sin despedirse, hacia su descanso.

Tras el inminente naufragio, Clemencia se acomoda en su es-critorio, retirándose lo lentes. “Siempre es así, maguito.” - Dice cuando el visitante se acerca a ella, con los pasos largos y la espalda exageradamente erguida - “Siempre es así”.

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Clemencia empieza comentándole al forastero sobre la invi-tación de Sandra. Él contesta que mientras la hora no cruce con alguna clase de la universidad, no tiene problema alguno. Cuando el joven dice universidad, Clemencia recuerda la razón de la visita y se apresura a enseñarle los trabajos realizados por sus estudiantes de séptimo grado. La calidad de lo textos es bastante elevada. “Un pelao de once no es capaz de escribir una cosa de éstas” dice la mujer. El muchacho asiente; sabe que es cierto. Ella le explica que su deber frente al programa académico es enseñarles a los estudiantes reglas gramatica-les y ortografía. Sin embargo, confiesa que su rebeldía ha sido siempre involucrar la literatura y utilizarla como móvil de en-señanza; le confiesa que esa rebeldía le ha costado innume-rables riñas al interior del claustro, en especial con los demás profesores del área. Le explica la estructura de las secuencias didácticas; de cómo trabajar con los estudiantes los tres niveles textuales (intertextual, extratextual e intratextual), resulta radi-calmente más eficaz que trabajar con los métodos convencio-nales. Asegura además que los demás profesores lo saben, así como saben que los resúmenes que los estudiantes presentan de tarea, son copiados tal como aparecen en las plataformas de internet. “Los profesores saben que manejar esta estrategia les significa pensar” - dice Clemencia, enfatizando con rudeza en la última palabra” - “en el fondo ese es todo el problema, maguito”.

El alarido metálico y agudo de la campana notifica el final del descanso. El muchacho agradece a la profesora por la aten-ción y la información. Le abraza y le agradece nuevamente. Clemencia se despide y ve marcharse al muchacho que alguna vez, hace varios años, acudió a ella para mostrarle sus escri-tos. Ella recuerda los ojos expectantes e infantiles, el anhelo de una crítica; todo aquello infundado en una semilla de amor por la literatura. No es común; es más, es un caso excepcional. Será difícil volver a encontrar un personaje de ese estilo, mucho más en este sector, donde los padres encuentran descabellado comprarles a sus hijos un libro de tres mil pesos. “Pasará un largo tiempo” piensa Clemencia mientras ve a una niña entrar al salón en busca de su maletín.- Hola, profe - dice la niña como enhebrando al viento su voz de tierno azúcar- Hola, Sarita - contesta Clemencia sin alzar la miradaEscucha los pasos acercarse y el ligero golpe de una carátula con la madera de la mesa. Clemencia levanta la vista y encuen-tra un enorme cuaderno con flores y tras él, la niña que cierra el bolsillo más grande del maletín, diciendo:- Es mi cuaderno de poesías, profe. Quiero que usted lo vea.Clemencia busca con la mirada los ojos de la niña. Ve dentro de ellos una familiaridad remota, como sí reencontrase des-pués de años a un gran amigo. Una inmensa lágrima interna se le disuelve en el pecho y, colocándose los anteojos, toma el cuaderno con firmeza, aferrándose a aquel trozo de esperanza.

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El libro es una suerte de cofre donde la huma-

nidad ha depositado el resultado de sus indagaciones, de sus reflexiones y fantasías;

la lectura es la llave mágica que nos permite abrir ese preciado cofre y nutrirnos con los tesoros que

contiene en su interior.

(Sergio Andricaín y Antonio Orlando Rodríguez.

”La lectura: una forma de felicidad”)

Criando al hábito de la lectura placentera

Gusanito Lector

Por María Camila Cuenca Ortiz, alias ‘La Padrina’:“Dormirás con los peces”

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Esta mañana, Anita recibió a mis niños con uno de los cuentos de los Hermanos Grimm. Fue una maravilla ver cómo todos seguían con la mirada cada movimiento de la bibliotecaria mientras ella les narraba la historia desplazándose ágilmente por el salón, moviendo las manos, leyendo el libro y posando sus ojos elocuentes en los pequeños. Cuando la lectura terminó, sus caritas ensimismadas cambiaron drásticamente a unas de decepción, pidiendo de inme-diato que les leyera otro cuento.

Al volver al salón e introducirlos a la actividad del Gusanito Lector, se mostraron interesados. Repartí los círculos de cartulina con el nombre de cada uno y ellos le pegaron las antenas; esa sería la cabeza del Gusanito. A continuación les expliqué que por cada libro que leyeran yo les daría una bolita de cartulina (de distinto color según el tipo de libro –de cuentos, informativos, etc–) para que hi-cieran crecer a su Gusanito, y que habría premios para los más lar-gos. Se miraron entre ellos y la mayoría comenzaron a hablar emo-cionados por el nuevo juego: “¡Yo quiero, yo quiero!”, “¡Premios!”, “¡Qué chévere!”. La exaltación general aumentó cuando les dije que podían escoger el libro que quisieran del Banco de Libros –al que había surtido con más de cincuenta obras infantiles adaptadas a los niños en cuanto a lenguaje, formato, longitud, presentación e ilustraciones– o que podían comprar libros junto con sus papás, quienes les escribirían una dedicatoria. Los niños, encantados a más no poder, pegaron con cinta de enmascarar las cabecitas de sus Gusanitos a lo largo de tres de las paredes del salón, de tal manera que entre cada una quedó un espacio considerable para que los animalitos crecieran todo lo que quisieran.

Al terminar la jornada, todos salieron contentos a sus casas, al-gunos ya con libro en mano y otros con la intención de comprarlo. Espero que tengan un fin de semana agradable.

Genial, simplemente perfecto. A pocas semanas del ICFES y al profe le da por avisarnos que la fecha del examen del libro de plan lector, libro que según él teníamos que haber comenzado a leer el mes pasado, es para dentro de ocho días. Si tan solo las cosas fueran como cuando estaba en primerito… Hace horas, mientras organizaba mi biblioteca, encontré entre ‘El Padrino’ y ‘Cien Años de Soledad’ un libro pequeño de unas cuarenta páginas: ‘Tortugui-ta se perdió’, de Margarita Londoño. Mi primer libro. Al abrirlo me recibió la letra de mi mamá en mi nombre, mi curso y la dedicatoria: “Espero que pronto descubras la magia de la lectura. Tu mami.” Y lo hice, la descubrí ese año con la profe Socorro y el Gusanito Lector.

Al comenzar la primera clase del día los noté ansiosos. María del Mar fue la primera que se atrevió a pedirme que la dejara leer su libro, y el eco de la petición no se hizo esperar. Les di permiso y, minutos más tarde, tuve la amena sorpresa de verlos –a la ma-yoría– concentrados. Fue relajante y gratificante presenciar a mi clase sumida en esa intimidad, esa libertad y soledad que propor-ciona la lectura, mientras que los niños de otros grados disfrutaban de su recreo en el parque contiguo al salón. Estaban felices en sus mundos.

Al principio lo que me emocionó de comprar el libro no fue la histo-ria en sí, sino más bien el hecho de que podría recibir un premio. Pero comencé a leerlo, a seguir la pequeña aventura de la tortuga Nicolasa, y me emocioné mucho; así como Nicolasa había vivido en la selva y después había descubierto el bello mar, yo había des-cubierto un nuevo mundo.

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En el recreo varios se quedaron en el salón haciéndome compañía y comentándome emocionados sobre sus lecturas. Laura me habló con ensoñación acerca del romance vaquero entre Lucy y Pepe Ra-tón en el libro de Triunfo Arciniegas, ‘Pecas’. Jorge saltó emociona-do cuando me contó las hazañas de su héroe favorito, ‘Solomán’, de Ramón García Domínguez. Erika se deleitó contando la historia de ‘El nido más bello del mundo’, de Jairo Aníbal Niño. Alejandro me narró entre carcajadas las travesuras de ‘Cucufato y Pirurita’, de Alexandra Samper. Leían y aprendían sobre dinosaurios, ciu-dades y países lejanos, criaturas mitológicas, culturas antiguas y distantes, animales, familias, selvas y mares… de todo. Y lo más importante: disfrutaban.

Hoy ni Andrés Felipe ni Carlos Eduardo quisieron sacar su libro en la hora de clase que destiné para la lectura. Argumentaron con cier-ta molestia que no querían leer, que el libro era muy largo y estaban aburridos; yo lo entendí. Para algunos niños, que solían ir a la bi-blioteca o tenían padres que les compraban y leían libros, resultaba fácil el acto de la lectura. Para otros, sin embargo, era una actividad extenuante.

Durante el segundo recreo Alejandra estuvo llorando. Cuando le pregunté por la razón, me respondió entre sollozos que mientras que a muchos de sus amiguitos les encantaba leer, ella no sentía ese entusiasmo cuando leía. Le expliqué que no pretendo que todos desarrollen el placer por la lectura; mi objetivo es únicamente crear los instrumentos necesarios para guiarlos por el camino del hábito placentero de la lectura. Cada uno de mis estudiantes disfruta de la lectura de manera distinta, así que la educación lectora no debe forzar a que surja un placer que puede no sentirse.

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Una cosa es leer algo que a uno le guste, y otra muy distinta es leer un libro para pasar una materia. Aunque hay que admitir que la lectura de esos libros y gran parte de lo que nos enseña el profe de Lengua al final sirve para cuando estoy leyendo uno de mis libros. Lo otro es el asunto de los exámenes... nunca me han gustado, pero por lo menos cuando hacíamos el Gusanito la cosa era más dinámica, más entretenida.

La clase de hoy no la di para leer; era hora de la primera evalua-ción. Todos los libros que los niños estaban leyendo o iban a leer, yo los había leído también, tanto los del Banco de Libros como los que eran comprados por los padres de familia y que luego eran prestados al Banco. Tengo varias ideas para evaluar de forma más divertida. Hoy hice el examen de manera oral, preguntándole a cada uno qué era lo que más le había gustado del libro (por esto algunos alumnos que todavía intentaban terminar de leer el libro escondiéndolo bajo el pupitre pudieron responder con lo que ya sabían). La próxima evaluación que les haga puede ser escribir tres oraciones sobre el libro o responder oralmente una pregunta que les haga sobre la historia.

Una de las grandes virtudes de la infancia es que la felicidad lle-ga hasta con las cosas más sencillas. Hoy llegué a la clase con ganchitos para el cabello, moñas, carritos, pelotas, muñequitos… cositas compradas en el centro. Las repartí entre todos –incluso a los que habían leído solo dos libros– como premio por sus avances con el Gusanito. Casi suelto algunas lágrimas al ser testigo de la alegría que embargó a sus caritas inocentes y luego por el caluroso abrazo grupal que me regalaron.

Recuerdo también las codiciadas bolitas de “1 decena de libros”, que además de servirnos para aprender matemáticas eran el rem-plazo de diez bolitas normales. El Gusanito se hacía más pequeño físicamente, pero por dentro había crecido tanto como mi mundo imaginario.

En la reunión de padres de hoy los papás de Christian, uno de mis alumnos más competitivos, me pidieron que hablara con el niño. Dijeron que el pequeño estaba tan entusiasmado con sus libros y con el Gusanito, que leía en todas partes, incluso en la buseta. Le habían explicado que en un vehículo no era recomendable leer, que se le podían dañar los ojitos, pero él había hecho caso omiso.

Esas veces en las que ando con él para un lado y para otro son las mejores, porque si lo tengo siempre conmigo significa que en reali-dad me gusta. En esos momentos el libro es mi amigo inseparable, y ni siquiera los profes pueden detenerme de abrirlo en cualquier lugar. Ahora que me acuerdo, creo que en primaria siempre me regañaban por leer en cualquier parte… pero ni entonces ni ahora eso me importa. Leo lo que me gusta, donde me gusta y cuando me gusta, y punto final. Así es mucho mejor.

Hoy fue el Día del Libro. Me encantó ver cómo mis niños exponían uno de los libros de su Gusanito con tanta pasión, e igualmente recibir las peticiones de quienes aún no habían leído esos libros y que ahora estaban ansiosos por hacerlo.

Recuerdo que al principio el ritmo de lectura era un problema. Aho-ra, a finales de Mayo, desafortunadamente debo terminar la acti-vidad ya que tengo que hacer inventario de todos los libros, tanto del Banco como de los estudiantes, antes de que se acabe el año lectivo. A estas alturas del año la gran mayoría ha mejorado su lectura, y eso me llena de orgullo, sobre todo con aquellos casos de niños que ya no veo nunca sin un libro a la mano.

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Hoy, en la biblioteca, Anita les organizó el espacio acomodando so-bre las mesas varios libros. Uno por uno, ella fue explicando de qué se trataban y diciendo cuáles eran los más populares entre los chicos y chicas de primaria. Algunos escogieron un libro de su agrado y lo leyeron ahí mismo, otros lo pidieron prestado para leerlo en casa. Afortunadamente, todos se interesaron por alguna lectura. Es bueno saber que aunque el Gusanito ya no está, el espíritu que los niños crearon durante todo el año aun sigue ahí.

Aprender a leer no es tan fácil para los niños como a veces se cree. Yo, ya adulta, intenté aprender un nuevo idioma y entendí que la di-ficultad es la misma para mí y para ellos. Yo solamente trabajo con ellos lo que es la lectura fonética (en voz alta) y la decodificación primaria (conceptualizar). Aunque sé que con eso no es suficiente, ni siquiera agregándole el sentido de lectura autónoma que les he enseñado todo el año con el Gusanito Lector; lo que viene no de-pende ya de mí. Cuando pasen a segundo comenzarán a aprender comprensión de lectura y asuntos más complicados. Mi misión este año era iniciarlos, crear el hábito de leer, plantar las semillas. Hice mi parte, una de las más importantes en mi opinión; solo espero que los siguientes profesores los alimenten bien, los dejen germinar, crecer y florecer.

Con todo lo que tengo que hacer ahora en las últimas etapas de mi vida escolar, mi ritmo de lectura placentera se ha reducido; pero me alegra saber que cuando tengo tiempo de leer algo que me gusta aun me siento bien, aun me puedo sumergir en ese mundo tan maravillo-so. Mi Gusanito continúa creciendo.

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Un lugar para aprender

Ángela llegó al edificio donde la tan ansiada reunión se daría. Saludando al vigilante y explicando el motivo de su llegada en-tró dirigiéndose a la sala que se le había indicado; dentro de la sala sentada entre las sillas vacías una mujer movía un pie an-siosamente y entre sus manos movía con nerviosismo un lápiz; Ángela después de ver a la mujer se adentro en la sala y le dijo:-Buenos días, soy Ángela, mucho gusto--Buenos días, mi nombre es Yolanda- dijo la mujer cordialmen-te mientras se levantaba para saludarla de un apretón de ma-nos, gesto que aceptó Ángela amablemente. Después de va-rios minutos de pequeños silencios y pláticas triviales, ambas mujeres se dieron cuenta de que la hora acordada para el en-cuentro había pasado y ninguno de los invitados, a excepción de ellas dos, estaba presente, así que decidieron comenzar a hablar del tema de la reunión.

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Por Daniela Ávila Calderón, con la colabora-ción de sus simpáticos álter egos.

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-Bien yo empiezo- dijo Ángela notando el, todavía presente, nervio-sismo de su compañera, y viendo que esta aceptaba haciendo un gesto con su cabeza prosiguió- en nuestra escuela hemos animado a los estudiantes con prácticas donde ellos tengan que escribir un final alternativo u otra historia a partir de la lectura que hicieron--Eso es interesante y no solo practican la lectura sino también la escritura- expresó Yolanda dejando de un lado el nerviosismo- en nuestra escuela hubo un tiempo en el que intentamos usar el méto-do de la ficha técnica, los estudiantes debían escribir el nombre del libro, el autor, un pequeño resumen de la trama, algo de la biografía del autor, entre otras cosas, pero este método no funcionó ya que se volvió de hacer memoria y los chicos se aburrían de escribir tanto--Ya veo, otra cosa que también he utilizado es el método de con-tar la historia para que los chicos se interesen antes de que em-piecen a leerla, claro que algunos estudiantes caen, otros no. La verdad hay algunos que les gusta leer, pero a otros no les agrada y eso siempre es porque lo ven como una obligación o como una tarea aburrida, y también en las casas no toman muy en cuenta la práctica de la lectura, lo cual no ayuda mucho a que los chicos se interesen en esta-Ya había pasado media hora desde que las mujeres habían lle-gado y el vigilante se había dado cuenta que, aparte de esas dos personas, nadie más había llegado a la reunión, pensó que con el mal clima que se había dado ese día no seria extraño que llegaran tarde y dejando a un lado este pensamiento siguió con su trabajo.

Ya cansada de estar sentada Yolanda se levanta de su puesto y empieza a caminar alrededor de la sala, mientras que Ángela la observaba tranquila; después de ver fuera de la ventana volvió a ver a su compañera, que le dio una sonrisa, retomando su cami-nata dijo: -Pero los estudiantes no son los únicos a los que les aburre la lectura; en nuestra institución intentamos hacer media hora de lectura diaria, pero los profesores no prestaban atención a los alumnos y estos no leían, cuando el profesor los miraba hacían como si estuvieran leyendo y cuando no simplemente cerraban el libro, prácticamente la usaban para descansar.--Hay muchos profesores que piensan que no es su obligación el enseñar lectura ya que no son los maestros de español, no llegan a entender que la lectura es necesaria en todos las ma-terias; claro que hay veces que los maestros sí tienen en cuenta ese detalle y ayudan en lo que es necesario para que los chicos le cojan aprecio a la lectura, un ejemplo es nuestra hora lectora, que es una vez por semana, todos los alumnos deben estar en los salones y los maestros ayudan a que ellos se comporten, por así decirlo- dijo Ángela.-Tiene razón, cuando nos dimos cuenta que ya era una situación inaceptable decidimos hacer un cambio en nuestra metodología, ahora utilizamos un método a partir de temas y talleres, los pro-fesores eligen un tema en base a sus materias y al grado de los estudiantes, para crear una serie de talleres que incluyen leer textos o libros y exponer opiniones en mesas redondas, entre otras cosas; con esto los maestros se interesan un poco más en que los chicos aprecien la lectura y la media hora de lectura les proporciona algo de tiempo para que ellos preparen estos talle-res, de esa forma nuestra carga se alivianó ya que los maestros se volvieron más atentos- explico Yolanda, decidiendo volver a sentarse.

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Mientras hacia un rápido recorrido por el edificio el vigilante obser-vo el salón donde las dos mujeres charlaban animadamente, ya había pasado una hora desde que habían llegado, les vio en una conversación tan amena que decidió dejarlas tranquilas un rato más y de este modo siguió su camino por los pasillos del edificio.En el salón Ángela y Yolanda seguían conversando algunas veces desviándose de su conversación original y otras veces con unos cortos silencios para organizar sus pensamientos, entretenidas la una con la otra seguían hablando de las metodologías que usaron o usan; después de uno de estos silencios Ángela empezó a ha-blar:-Nosotros decidimos pensar en algo más para que los chicos se sientan a gusto en su lectura: como en nuestro colegio hay bastan-te espacio tenemos un proyecto de hacer el jardín lector, un lugar donde ellos tranquilamente puedan leer mientras están rodeados de la naturaleza, creo que eso puede ser de ayuda ya que estar en-cerrados en los salones puede ser algo molesto para los alumnos.--Pienso exactamente lo mismo, pero nosotros hacemos excursio-nes a lugares donde los estudiantes puedan leer e integrarse con otras personas que estén en el campo lector y también damos un porcentaje extra de la nota final por la lectura que realicen y la par-ticipación que tengan en las excursiones.-

-Todo lo que hemos dicho en cierta medida es muy importante, pero no debemos olvidar que se debe empezar a hacer un seguimien-to de la lectura desde que los niños están en transición, porque muchos chicos llegan a bachillerato con apenas los conocimientos básicos de la lectura y eso dificulta mucho su aprendizaje- expreso Ángela.-Sí, cuando llegan así es mucho más difícil que comprendan las clases y además llegan prevenidos con la lectura lo cual dificulta que le tomen aprecio a ella, prácticamente llegan con un trauma por la lectura--Así es, por eso incentivar la lectura cuando están pequeños es muy recomendable; una metodología que creamos en nuestra ins-titución fue el rincón del libro, es un lugar del salón de clase donde están los libros a la mano de los niños, en ese lugar se les lee y mu-chos terminan emocionándose tanto por las historias que muchas veces apenas llega la profesora a la clase ya están preguntando si pueden leer algún libro--Yo no tengo experiencia con los niños pequeños, pero me parece que esa forma de inducirlos a la lectura es muy interesante, ¿y que más hay en el rincón de libro?--Pues se ponen figuras de personajes de libros y también hay libros para colorear, con éstos ellos se apropian más de la historia; le recomendamos mucho a los padres de los alumnos que compren estos libros ya que son bastante baratos y fáciles de conseguir; de esa forma buscamos hacer que ellos no vean los libros como solo un montón de hojas con algunos dibujos y muchas letras, sino que también vean que con un libro pueden viajar y conocer muchas cosas que sin ellos no podrían, como por ejemplo la magia o las criaturas fantásticas o los castillos que están en reinos muy leja-nos, incluso también otros países-Ya había pasado hora y media desde que las mujeres llegaron al edificio, el vigilante había decidido pedirles que se marcharan pero en ese momento un inesperado llamado de su jefe lo hiso desistir de ir a buscar a las dos chicas que seguían charlando ajenas a las acciones de este hombre.

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Después de haber escuchado la descripción de los libros que dio Ángela segundos antes Yolanda decidió expresar:-Yo pienso que los libros son pequeños mundos realmente, in-cluso en el lugar más recóndito, oscuro, frio y solitario, un libro puede volverlo el más cálido, luminoso y colorido del mundo; eso es lo que deberíamos pensar primero para que los chicos se interesen en las lecturas que pueden hacer que sus corazo-nes bailen de emoción y magia, aunque también podrían bailar de oscuridad y maldad, espero que no sea lo último--Eso me recuerda que tuve una alumna de primero de primaria que aprendió a leer muy bien con los cuentos de hadas, tanto que en una izada de bandera leyó el programa; recuerdo como sus ojos se iluminaban cuando estaba leyendo una historia en el rincón, aunque sus padres también ayudaron bastante por que le compraban libros que ella leía en casa- mencionó Ángela con una amplia sonrisa.- Sí, es fantástico cuando se ve que un chico le apasiona tan-to la lectura. Yo también recuerdo que hubo un chico ya ma-yor como de unos 15 años, que le apasionó tanto la lectura que prácticamente leía todo el tiempo; ahora que recuerdo una de nuestras metodologías consistió en un separador de libros, cada alumno tenía un separador y cuando leían algo de la bi-blioteca lo dejaban en la pagina donde habían quedado, nadie podía quitarlo o cambiarlo de lugar y eso les ayudó mucho en lo que es el respeto; una vez vi a ese chico con su separador y con un libro de la biblioteca cuando ya se iba para la casa, realmente fue emocionante notar su entusiasmo--Hay muchos tipos de alumnos, están los rebeldes, los estudio-sos, los deportistas, los galanes y muchos otros; a veces algu-nos dan las más grandes sorpresas, como encontrar a alguien que siempre tachan de nada romántico leyendo una novela romántica, o alguien demasiado realista leyendo una aventura mágica; hay cosas en este mundo que simplemente son impre-decibles-expresó Ángela.

- Sí, hay muchos libros que mencionan que las personas tienen muchas máscaras y declaran que las apariencias engañan, aun-que también es interesante ver que un chico tenga un libro que va en contra de su personalidad, aunque por lo general uno ve que ellos eligen sus libros de acuerdo a ésta--Sí, pero he notado que algunos de mis alumnos empiezan el año con libros que van de acuerdo a su personalidad y terminan con libros totalmente distintos-En ese momento sienten que alguien abre la puerta y poniendo atención a la persona que aparece, se dan cuenta que es el vi-gilante que tiempo antes las había dejado entrar, antes que ellas pudieran preguntar que hacia él allí, el hombre dice:-Disculpen la intromisión, pero es hora de que se vallan, han pa-sado dos horas desde que llegaron y no puedo permitir que se queden más tiempo--está bien, muchas gracias- dice Ángela levantándose y caminan-do hacia la salida siendo seguida por Yolanda.- ¿Y los demás no se dignaron a llegar?, ya que, al igual fue en-tretenido- dijo Yolanda después de salir del salón donde estaban y de dejar tras de sí al vigilante que revisaba que no se quedara nada y después cerraba el salón.-Pero seguramente con los demás hubiéramos tenido más meto-dologías para poder hablar--¿Quién sabe?-

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-Fue un gusto en conocerla señorita Yolanda- dijo Ángela mien-tras llegaba a la salida del edificio.-el placer fue mio, señorita Ángela- expresó Yolanda mientras agarraba el pomo de la puerta y antes de abrir preguntó- dis-culpe ¿de que colegio viene usted?--Del Alberto Mendoza Mayor ¿y usted?- respondió Ángela.-Yo del José María Córdoba, no estamos tan alejadas realmen-te--Tiene razón-Y de esta forma después de una sutil despedida las profesoras salieron del edificio y se fueron por caminos separados, pero sin olvidar las palabras que dijeron y escucharon sabiendo que iban a ser importantes en el futuro.

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ComictecaCuando la lectura se

convierte en diversión

Por Erika Delgado Saavedra:“Padrina, ¿lo mandamos a dormir con los peces?”

Era una fría tarde de noviembre y yo estaba ahí, parada frente a la entrada del Centro Cultural Comfandi de la ciudad de Cali. Mi misión: encontrar allí iniciativas que busquen fomentar la lec-tura en los niños.

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Nunca antes había estado en aquel lugar; se trata de un edificio bas-tante grande ubicado en una zona muy concurrida de Cali –y a tan solo una cuadra de la pintoresca plazoleta de San Francisco–. Al entrar, me dirigí rápidamente al quinto piso –en donde está ubicada la división de bibliotecas del lugar–. Allí encontré a la señora Aida Mercedes Zafra, directora de la unidad de bibliotecas, quien amable-mente me puso en contacto con algunos de los talleristas encarga-dos de realizar actividades relativas a la lectura. El primer lugar que visité fue la Sala de Poesía en donde una menuda mujer de mediana edad recitaba poemas a un grupo de niños.

Estaba haciendo mucho frío y, como mi mamá tenía que tra bajar hasta la noche en la plazoleta de San Francisco, estaba muy aburrido. Siempre me ha gustado leer y, como este año no pude ir al colegio, voy casi todos los días a la biblioteca de Comfandi; mi mamá dice que es seguro estar allí. Fui al quinto piso y en un salón había muchos niños, todos tenían puesto uniforme y les estaban leyendo una historia muy graciosa sobre una ranita desobediente; yo quería entrar, pero me daba mucha pena. En ese salón, había una mucha-cha tomando fotos con una cámara muy grande; le pregunté si yo podía entrar, ella le preguntó a una señora y me dejaron pasar, me sentí muy alegre.

Un niño se acercó a la Sala de Poesía y me preguntó si podía entrar, una de las talleristas encargadas no dudó en dejarlo pasar; ahí me convencí de que estas actividades en realidad son para toda la socie-dad caleña, no solo para unos cuantos. Aún me pregunto de dónde era ese niño, su ropa estaba bastante gastada y venía solo, pero a él parecía no importarle y se veía muy feliz de poder participar en las actividades junto a los otros niños. Después de un rato, los niños fue-ron trasladados de la Sala de Poesía a la Comicteca; ése será el eje principal de este escrito, pues se trata, en mi opinión, de una apuesta muy atractiva.

Cuando terminaron de leer poesía nos llevaron a otro salón. Era un lugar muy chistoso; había muchísimos comics, muchas figuras enormes con algunos de mis dibujos favoritos, muchas mesas para que los niños pudiéramos leer ¡y también muebles en forma de globito de dialogo! Mi héroe favorito es “Superman”, así que ese fue el primer comic que cogí.

Mientras algunos de los niños leían u observaban admirados la llamativa decoración del lugar, tuve la oportunidad de conversar con Salomón Paz, asesor de la Comicteca, iniciativa que tiene como objetivo invitar a los niños a la lectura desde el comic y después dirigirlos a otro tipo de literatura. Según él, “la Comicte-ca inició con una actividad de lectura en la biblioteca infantil de Comfandi y en este momento ya tiene un espacio propio porque se llegó a la conclusión de que es posible motivar el hábito lec-tor en los niños desde la historieta, la cual posee dos tipos de lenguaje: escrito y visual”. La propuesta nació en el año 2010 como una pequeña colección que poco a poco fue creciendo hasta tener su lugar propio y, actualmente, se pretende aumen-tar la colección y el espacio físico para dar cabida a más intere-sados en el comic.

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La muchacha que había visto antes también entró al salón en el que estábamos y empezó a tomar fotos; luego se puso a hablar con un señor que un ratico antes nos había explicado que estábamos en un lugar llamado Comicteca. Varios niños se senta-ron en la mesa en la que yo estaba, uno de ellos dijo que su papá decía que los comics eran malos y que no deberíamos de leerlos; yo creo que está equivocado, los comics son divertidos.

La Comicteca seduce a grandes y pequeños. Se encuentra do-tada de gran cantidad de material, entre los que figuran el comic tradicional, el manga e incluso hay una parte dedicada a la con-textualización y producción para aquellos que desean empezar a crear su propio material. La decoración del lugar resulta bastante llamativa y está muy bien pensada; las mesas están rodeadas de coloridas figuras de gran tamaño, éstas representan a varios de los personajes más emblemáticos del comic y están situadas en las paredes colindantes; también hay una sala dedicada a los au-tores de los comics y en ella se realizan proyecciones.

Cuando terminé de leer “Superman”, fui por otra historieta. No sabía cual coger, eran demasiadas. Me di cuenta de que entre los libritos había muchos que no eran las historietas que a veces leo en el periódico, pude ver algunas series de televisión de Japón convertidas en comics, como InuYasha, Ranma ½ y Dragon ball. Uno de los niños que estaba uniformado me dijo que una que se llama “Calvin y Hobbes” era muy chistosa y que ya la había termi-nado de leer, entonces me la pasó y empecé a leerla y a ver los dibujitos.

En cuanto al contexto histórico, él asegura: “El término Comicteca se desarrolló en España y se empezó a implementar en Colombia en el año 2010. En el país se tiene una dificultad, pues cuando se escribió la Ley del Libro –en el año 1993–, el congreso decidió que el comic no era un elemento importante para la sociedad y que no aportaba elementos pedagógicos o críticos a las perso-nas, por ende, para poder producirlo se debe pagar IVA (los libros no pagan IVA); eso ha provocado que aquí el comic resulte caro de producir e importar –de ahí sus altos costos–. Nuestro objetivo es generar un patrimonio cultural y crear un espacio para la libre lectura; también estamos tratando de que en la Ley del Libro sea modificada en ese aspecto, pues hemos descubierto que el comic le permite a los chicos acceder a la literatura.”

A mí me gusta mucho leer. Cada domingo, cuando mi mamá compra periódico me gusta buscar los muñequitos de la parte de atrás, las historias me hacen reír. También me gusta leer otras cosas; por ejemplo, hay un libro que se llama “¿Quién se ha llevado mi queso?” y me gusta mucho. ¡Nunca imaginé que exis-tiera un lugar como éste!

Al preguntarle sobre las actividades que se realizan en el marco de la Comicteca, respondió: “Todos los viernes tenemos un even-to a las 4:00pm llamado “Entre viñetas e historietistas”. Es una actividad en donde preparamos un comic, manga o historieta y lo leemos en voz alta. Allí también hablamos de los elementos que la historieta contiene –globos, planos, etc–. El objetivo de ese tipo de ejercicios es generar un dialogo desde el material leído”.

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El centro Cultural Comfandi también cuenta con otros espacios. Cada dos años se realiza el Carnaval del Libro Infantil, el cual es efectuado en varias ciudades del país. Para éste se abren dis-tintas salas con el fin de fomentar la lectura. Algunas de éstas se convierten en permanentes. Una bastante popular es la Sala de Arrullos, dirigida a niños de primera infancia –de cero a cuatro años–; está ambientada para que los niños hagan sus prime-ros contactos con los libros. También está la Sala de Segundos Lectores, es una colección para niños que ya saben leer; éstos vienen a poner en práctica todo lo que han visto en la escuela. Para la población con discapacidades visuales o auditivas se creó la Sala Consentidos (también está dirigida a personas con Síndrome de Down). Así, queda demostrado que la Comicteca no es la única iniciativa, existe variedad de propuestas dirigidas a distintas clases de públicos, siendo el libro el eje principal de cada una de ellas.

¡Cuando terminé “Calvin y Hobbes” empecé a leer “Con-dorito”! Esa me gusta muchísimo. No sabía qué hora era, pero ya casi no había sol y mi mamá solo me había dado permiso hasta las cinco y media de la tarde, entonces tuve que ver me-nos tiempo los dibujitos de la historieta. Vi que la muchacha ya no estaba hablando con el señor, ella también fue a buscar uno de los libritos y se sentó a leerlo.

Recuerdo que una vez mi hermano llevó a la casa un libro de historietas que compró en un paseo del colegio. Yo nun-ca antes había leído uno de esos, pero cuando lo hice me gustó mucho. Me hacían reír mucho y además los dibujos eran tan bonitos… me pregunto qué sucedió con ese libro.

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Finalizada la conversación con el señor Salomón Paz, no pude evitar la tentación de sentarme a leer uno de mis mangas favo-ritos, Ranma ½, para vivir en carne propia la experiencia; pero la tarde se terminaba y yo ya debía partir. Así que guardé mi cámara, mi cuaderno de apuntes y me dirigí rumbo a la salida; aquel niño que había visto hace unas cuantas horas se apresura-ba también para salir, pero con una gran sonrisa reflejada en su rostro, la cual me hizo reflexionar en que la Comicteca no es solo un espacio de cultura, también es un espacio de diversión.

¡Cuando la muchacha se levantó de la mesa en la que es-taba me di cuenta de que ya era muy tarde y de que ya casi todos se habían ido! Corrí muy rápido para salir del salón y llegar con mi mamá; no quería que me regañara, pero soy tan de buenas que no lo hizo, ¡solo llegué diez minutos tarde! No podía esperar para contarle todo lo que había hecho ese día, estaba muy feliz.

Mi mamá me prometió dejarme ir a las lúdicas de los vier-nes siempre y cuando no hiciera travesuras a mis hermanos… ¡ya quiero que sea viernes!

La Comicteca es un espacio de entrada libre lleno de color y di-versión en el que podrá encontrar una historieta para cada gusto, si usted tiene hijos o simplemente disfruta de la lectura de comics seguramente disfrutará su visita. ¿Le interesa? Está ubicada en el quinto piso del Centro Cultural Comfandi. Para la magia de la Comicteca no existe edad, o mejor, ¡vaya y compruébelo usted mismo!

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