Azqueta (1998) Valoracion Económica Calidad Ambiental Caps 1 al 3

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    VALOUCI6N ECONOMICl

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    Una gran cantidad de actividades humanas, tanto en el cam-po de la produccin y distribucin de bienes y servicios como en el de su consumo, afectan de una u otra forma ai medio ambiente. La creciente sensibilidad social al respecto ha obligado a conside rar estos impactos, incorporandolos en el proceso de toma de decisiones con respecto a la inversin (pblica o privada). los patrones de distribucin y consumo, etctera. La EVALUACIN OE IMPACTO AMBIENTAL y, en trminos generales, el ANUSIS CosTE BENEFICIO, constituiran el marco adecuado para incorporar esta informacin. Para el lo se requiere, sin embargo, conocer cmo afectan las decisiones analizadas a la calidad del m edio ambiente (su capacidad para desarrollar las funciones que le son propias) y valorar econmicamente este impacto.

    Este libro, escrito en un lenguaje accesible a los no eco-nomistas, analiz los mtodos que proporciona el analisis econmico para llevar a cabo esta valoracin econmica del medio ambiente y sus recursos naturales. Tras una intro-duccin terica, que sita el problema, se analizan en deta !le los mtodos tradicionales de valo racin, ilustrados en cada caso con una aplicacin determin ada: parques natura-les. acuferos, infraestructuras viarias, etc . Finalmente, el auto r concluye con una r~ visi n de los resultados que ha arrojado la aplicacin de la metodologa presentada a la valo-racin econmica de los costes de la contaminacin atmos-frica, del ruido y de los efectos de la contaminacin sobre la salud.

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    VALORACION ,

    ECONOMICA DE LA CALIDAD

    AMBIENTAL

    DIEGO AZQUETA OYARZUN Catedrtico de Teora Econmica

    UNIVERSIDAD DE ALCAL DE HENAKES

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    CONTENIDO

    Introduccin . .... .. .... .. .. .. .. . . . . . ..... .... . . :. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . xiii

    PRIMERA PARTE FUNDAMENTOS TERICOS

    1 l. Valoracin econmica del medio ambiente: algunas consideraciones previas 3

    l. l. El problema : mercado, valor y precio . . ...... . 1..... . .......... . . .. 3 1.2. El paradigma de los derechos de propiedad . . . 1 9 1.3 . La valoracin econmica del medio ambiente: algunos presupuestos

    ticos .. . ... .. .. .. . . .. . .. . ............ .. ... .. . ... .. . .... . . .. ..... . 11 1.3.1. lQu da valor al medio ambiente? ... . . .. . . . . . .. . . .. .. .. .. 12

    1.3.2. lQuin expresa estos valores? . . . . . . . . . . .. . . . . .. .. . .. .. .. . 13 1.3 .3. lCmo se expresan estos valores? . . . . . .. .. ,, . . ... .. . . . .. . . 18

    1.4. Los lmites del anlisis ... . .. . ......... ..... .. .... :.. . . . . .. . . .. . .. 21 Lecturas complementarias .. . . . . . . . .. .. . .. .. .. .. . . .. . . . . . . . .. .. . . . . .. . . . 22

    2. Medicin de los cambios en el bienestar individual ... ... .. . ..... . .. ! ... . . 2.1. El consumidor y la ma.ximizacin de utilidad . . .. ..... .. . ... , .... .

    2.1.1. El consumidor y la ma.ximizacin de utilidad .. . .. ... 1 .... . 2.2. La monetizacin de los cambios en el bienestar individual: distintas

    medidas ........ ... . ......... ... .. ..... .. .. . .. . ..... , ... . .. . . 2.2.1. El excedente del consumidor (EC) .. . . .. . . .. . . . . . . . .. .. . 2.2.2. La variacin compensatoria (VC) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ... . 2.2.3. La variacin equivalente (VE) . .... .. . . .. .. . . .. ...... . . . . . 2.2.4. El excedente compensatorio (ECP) . . . . . . . .. . ....... . .. .. . 2.2.5. El excedente equivalente (EE) ....... . . . . .. . ... ..... . ... .

    2.3 . cul de las medidas elegir? .... .. .. . . ... ... . . .......... . .... . . . . 2.3.1. Facilidad de clculo .... .. . . .... ... .. . ... . . . .... ... . . .... . 2.3.2. Ventajas y desventajas operativas . . ..... .. .. . ... ... . .... . . >.l .J. ~~ difocoooi" '" lo ''"" .~~"."~'m'."'.' "" impl '":

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    CUNli:.NlUV ( 2.3.4. Variacin compensatoria y variacin equivalente: un signifi-

    cado distinto ................................. . ....... .... . 2.4. Conclusin ....... ..... ..................... .................... . Lecturas complementarias ........ ...... . .... ....... ...... ... ... . ..... . . APNDICE. Un ejemplo de las divergencias existentes entre la disposi-

    cin a pagar y la compensacin exigida .. ..... ............ .

    Del bienestar individual al bienestar colectivo ....... . ...... .... .. ... .... . 3.1. Derechos individuales sobre el medio ambiente ................. .

    3.1.1. Valor de uso ...... . ...... ...................... ......... . 3.1.2. Valores de no-uso .... ....... ......... ........... ...... ..

    a) Valor de opcin .......... 00 ... 00 ................. 00. b) Valor de existencia ..... 00 .................... 00 .... .

    3.2. Del bienestar individual al colectivo: el problema de la agregacin 3.2.1. La funcin de bienestar social ...... 00. 00 ..... 00 .. 00 00. 00. 3.2,2. A:rrow y la regla de agregacin de las preferencias individua-

    les ....... . .......................... .. ...... . .... ...... . . 3.2.3. La mejora potencial de Pareto: el criterio de compensacin

    de Kaldor-Hicks .. . 00 00 00. 00 00 00 ..... . ... 00 00 Lecturas complementarias ............................................. .

    SEGUNDA PARTE MTODOS DE VALORACIN

    El mtodo de los costes evitados o inducidos 00 00 00 ...... 00 00 ......... . 4.1. Funciones de produccin, medio ambiente 'y factores productivos.

    4.1.1. Costes evitados, o incurridos, a partir de las funciones dosis-respuesta .......... 0000 00 ............................... .

    4.1.2. Limitaciones del mtodo: las medidas defensivas .... 00 0 .. 4.1.3. Funcin de produccin y maximizacin de beneficios .. 00

    4.2. Medio ambiente y funciones de produccin de utilidad .......... . 4.2.1. Funciones de produccin y sustituibilidad . o 4.202. Limitaciones del me todo .. o o

    Lecturas complementarias 00 , 00 ........ . ........ ... ........ . APNDICE. Un caso ilustrativo de la metodologa de los costes evitados:

    los acuferos ....................... . . .... ... ... ... ....... .

    5. El mtodo del coste de viaje. Irreversibilidad y bienes singulares ......... . 5.1. Funcin de produccin de utilidad y complementariedad dbil ... 5.2. El mtodo del coste de viaje .... 00 .. 00 .................. 00. 00 ... .

    5.2.1. Datos sobre la utilizacin del bien ambiental ............ . 5.2.2. El coste de viaje .... ... ..................... ......... ... . 523 . Algunos problemas operativos ........... 00 . .......... 00 o

    5.3. El valor econmico del tiempo . 00 ............. 00 .............. : ..

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    5.3.1. Valor econmico del tiempo de trabajo ... . ... . .... . .... 5.3.2. Valor econmico del tiempo libre . ...... . . . . ........ . ... . 5.3.3. El valor econmico del tiempo en Espaa . . . . . . . . . . . . ..

    5.4. Bienes nicos e irreversibles: el modelo K.rutilla-Fisher .... 5.4.1. Un caso hipottico: la construccin de una gran presa 5.4.2. El modelo K.rutilla-Fisher .................. . .... ..

    Lecturas complementarias ........................... . APNDICE. Aplicacin del mtodo del coste del viaje a la valoracin de

    La Pedriza.>>, en el Parque Regional de la Cuencia Alta del Manzanares, en la provincia de Madrid (A. Garrido, J. Gmez Limn, J . V. de Lucio y M. Mgica.) ............... .

    El mtodo de los precios hednicos ............ 00 ................. .. . 6.1. Los precios hednicos: presentacin general ..................... .

    6.1.1. Estimacin de la funcin de precios hednicos . . .... . 6.1.2. Estimacin de las funciones de demanda individuales .... 6.1.3. El comportamiento de la oferta .................... .

    6.2. Los salarios hednicos .......................................... . 6.3. La validez del mtodo de los precios hednicos: supuestos necesarios

    y limitaciones ... 00 ............... , . ... . ......... .... ...... . ..... . 6.3.1. El supuesto de la movilidad ................ . . , . ... . ..... . 6.3.2. El papel de la renta per cap ita ........................... . 6.3.3. Valor de uso y valores de no-uso .................. .

    6.4. La funcin de precios hedoicos en la prctica: algunos problemas operativos .... ... .... . ......... ....... .... ... ... ... ... .- .......... . 6.4.1. El mercado inmobiliario y el precio hednico de la vivienda. 6.4.2. La medicin de la variable ambiental . .... . . ............. .

    Lecturas complementarias .............. . ...................... . ....... . APNDICE. Una aplicacin de la tcnica de los precios hednicos: el caso

    de la vivienda ................................ . . . . . ... ... .

    El mtodq de la valoracin contingente ............................. . 7.1. Presentacin general del mtodo: principales alternativas ........ .

    7.1.1. Mecanismos de encuestacin ........................ . .. . . 7.1.2. Formato de las preguntas ................ . .............. .

    7 .2. Algunos problemas de diseo del ejercicio ....... .. ..... . . . .. .. . . 7.2.1. La informacin de partida ............................... . 7.2.2. El problema del tiempo ............. . ................. . .. 7.2.3. Las respuestas negativas ............. . ..... . ............ .

    7.3. Los sesgos en la respuesta ... . ............... . ... . . . .. .. ... .... . 7.3.1. Los sesgos instrumentales .............................. . .

    A) El sesgo originado por el punto de partida ...... . B) El sesgo del vehculo .... ... ..... ... ... .... ... .. . .. . C) El sesgo de la informacin ...................... . D) El sesgo del entrevistador ............. . . . . ... .. . . . . . E) El sesgo del orden ................................. .

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    INTRODUCCIN

    Cuentan que Maurice Chevalier, cuando un joven periodista le pregunt sobre lo que supona llegar a viejo, respondi : hombre, es una lata. Las piernas fla-quean, duelen las articulaciones, te quedas dormido en las reuniones, la memo-ria ya no acompaa. Pero bueno, a la postre, tampoco est tan mal... si tiene usted en cuenta la alternativa. Parafraseando a Maler, probablemente algo parecido pueda decirse en favor de las tcnicas que el anlisis econmico ha propuesto para la valoracin de intangibles en general, y de la calidad ambiental en particular. En efecto, los supuestos de partida, as como el anatisis aplicado a los mismos, son discutibles; el contenido tico de los procesos de valoracin que se proponen no es siempre fcilmente aceptable; la ausencia r e datos obliga muchas veces a tomar atajos peligrosos. Todo esto es cierto. La esperanza radica, sin embargo, en que, aun tenindolo en cuenta, el anl is econmico proporcione algn .tipo de informacin all donde no exista, qu sea relevante (y no excluyente). Al fin y al cabo, los supuestos, una ve,; hechos explcitos, son modificables; el anlisis se puede aplicar de distintas formas; 1 informacin, poco a poco, se va obteniendo; y sobre tica se puede discutir, analizar hacia dnde lleva cada planteamiento. Y no olvidemos que la alternat va bien puede ser dejar abierta de par en par la puerta a la arbitrariedad, en un p oceso de toma de decisiones en cualquier caso ineludible.

    ste es pues, el sentido del presente libro: presentar la citribucin del anlisis econmico a la valoracin de algunos de los aspectos r levantes de la calidad ambiental, de manera que sea un poco ms fcil discut sobre la que queremos para nosotros y para nuestros hijos, y el precio que es mas dispues-tos a pagar por ella.

    Conscientes de los problemas que tienen las propuestas q4e se van a pre-sentar a lo largo de este texto, y del grado de controversia que d~spiertan, con-viene comenzar por precisar bien sus lmites, para no sobrecargar un fardo ya de por s pesado: los mtodos que se van a analizar en estas pginas tienen un

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    xiv INTRODUCCIN

    campo de aplicacin restringido, y constituira un grave atrevimiento intentar llevarlos ms all, por importantes que sean los problemas que quedan fuera.

    El medio ambiente, como veremos en el primer captulo, cumple toda una serie de funciones que afectan al bienestar de la sociedad. Cambios en la calidad del mismo, por lo tanto, tienen un efecto directo sobre l. No puede olvidarse, sin embargo, que por encima de todas estas funciones derivadas, el medio ambiente es esencial para la vida misma y su continuidad. En este sentido, el medio introduce una serie de restricciones, unos lmites, que no se pueden tras-pasar. No se puede elegir si se respetan o no. En este sentido , es la eco logia la encargada de delimitar los estados de la naturaleza viables. Al anlisis econ-mico le quedara la no desdeable tarea de discutir, entre otras cosas, la compa-tibilidad de los distintos modelos de C[ecimiento (de organizacin social) con esos lmites ecolgicos; analizar las vas ms adecuadas para respetarlos; los cambios econmicos e jnstitucionales que habran de introducirse, en su caso, para lograrlo; y los efectos macro y microeconmicos que la adopcin de estas medidas supondran. No es tarea despreciable, pero en ella el estado del medio ambiente aparece como una restriccin : delimita lo que es viable y lo que no. No tiene mucho sentido plantearse su valoracin econmica, ya que no es posible elegir entre distintos estados posibles.

    Problemas como el calentamiento de la atmsfera, la degradacin de la capa de ozono, o el cambio climtico, que estn en primera lnea de actualidad, pertenecen a este grupo: hacen referencia a la necesidad de encontrar un equili-brio sostenible. Este libro no se ocupa, pues, de ellos. Podra parecer incluso una frivolidad preguntarse por el valor econmico de la capa de ozono, o de la estabilidad climtica.

    No lo es, sin embargo, hacerlo con respecto a la calidad del agua de un ro a su paso por un ncleo urbano; el nivel de ruido que soportamos; la proteccin de un determinado espacio natural; la apertura de nuevas zonas para el disfrute de la naturaleza, incluida la pregunta sobre el valor de cada una de las posibili-dades alternativas de utilizacin de la zona; o sobre la calidad del paisaje (urbano o rural). Todos ellos tienen algo en comn: la capacidad de eleccin. El estado viable de la naturaleza no es nico. Y tiene sentido, por tanto, pregun-tarse por el valor econmico de cada uno de ellos: por el bienestar que la socie-dad deriva de la calidad ambiental que los define. Sin olvidar, adems, que la calidad ambiental sobre la que se decide, es el resultado de la propia actividad de la sociedad. Prcticamente toda la produccin, distribucin e incluso en muchos casos el consumo de bienes y servicios, es contaminante (agresora del medio) en mayor o menor medida. No existe forma de producir y distribuir energa elctrica, o de construir una carretera, que no altere el medio. Sin embargo, como no parece que la sociedad est dispuesta a prescindir del trans-porte o la energa, sera conveniente conocer cul es el coste ambiental que estas actividades suponen, para poder decidir hasta dnde valen la pena. Teniendo en cuenta adems, que este coste debe reflejar el valor de la calidad ambiental para nosotros, y para los que vienen detrs.

    La ecologa y las ciencias bsicas, en general, informan ahora sobre las caractersticas de cada uno de los estados de la naturaleza viables: su posible

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    ( INTRODUCCIN XV

    evolucin e interrelaciones. A partir de ah, la sociedad decide lo que quiere. El anlisis econmico que presentaremos en estas pginas pretende contribuir a facilitar este proceso de decisin, intentando descubrir cmo valora la sociedad cada uno de estos posibles estados de la naturaleza. Llevando a cabo, en defini-tiva, un proceso de valoracin econmica de la calidad ambiental.

    Con ese objetivo, el libro se encuentra dividido en tres partes. En la pnmera de ellas se introducen dos tipos de problemas esenciales. En

    primer lugar (Captulo 1), la afirmacin de que el medio ambiente tiene un valor econmico para la sociedad, que es el que se intenta descubrir, obliga a definir previamente quines componen dicha sociedad, y qu tipo de relaciones esta-blecen con el medio. La respuesta que se d a esta doble cuestin condiciona de forma esencial no slo la posible valoracin que se obtenga, sino la aceptabili-dad misma de la operacin. Se trata de una problemtica que transciende el campo estricto del anlisis econmico para adentrarse en los terrenos de la tica, pero que es en cualquier caso inevitable. En segundo lugar (Captulos 2 y 3), una vez definidos los aspectos anteriores, se hace necesario expresar el cambio en el bienestar experimentado por los miembros de la sociedad (como quiera que se haya definido), en una unidad comn de medida que permita la agregacin y las comparaciones. El lector encontrar aqu, pues, un recordato-rio de algunos temas esenciales de la economia del bienestar, aunque sin olvidar las disyuntivas ticas que, de nuevo, se presentan en el camino.

    La segunda parte puede considerarse como el ncleo central del libro. Los captulos anteriores analizan las dificultades que presenta la valora-

    cin de cambios en el bienestar, desde un punto de vista terico. No se plantea en ellos el problema de cmo averiguar el valor que la persona le concede a la calidad ambiental en un contexto en el que no revela directamente sus preferen-cias con respecto a la misma. El estudio de los mtodos propuestos para descu-brir esta informacin es el objeto de los cuatro captulos que componen esta segunda parte, de un contenido, pues, ms aplicado.

    Los mtodos que han sido utilizados para abordar esta cuestin podran ser clasificados en dos grandes grupos :

    a) En primer lugar, los mtodos indirectos u observables. que analizan la conducta de la persona, tratando de inferir, a partir de dicha observa-cin, la valoracin implcita que le otorga al bien objeto de estudio: en este caso, algunas caractersticas del medio ambiente. Forman parte de esta familia, fundamentalmente tres : el mtodo de los costes evitados o inducidos (Captulo 4); el mtodo del coste de viaje (Captulo 5); y el mtodo de los precios hednicos (Captulo 6).

    b) En segundo lugar los mtodos directos o hipotticos que buscan, senci-llamente, que la persona revele directamente esta valoracin, mediante encuestas, cuestionarios, votaciones, etc. En trminos amplios, nos estamos re'tiriendo al mtodo de la valoracin contingente, en sus diver-sas modalidades (Captulo 7).

    Cada uno de los captulos en que se analizan estos mtodos viene acompa-ado de un apndice en el que se ilustran los problemas de su puesta ,en

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    prctica, as como los resultados obtenidos, alrededor de un caso .. tcreto. Hasta muy recientemente no hubiramos tenido ms remedio que referimos a aplicaciones llevadas a cabo en otros pases. Todava ello es cierto para dos de los captulos contemplados en esta parte. En los otros dos, sin embargo, ya hemos podido acudir a estudios realizados en nuestro pas: la valoracin de las mejoras realizadas en las Rondas de Barcelona, llevada a cabo por Pere Riera con ayuda del mtodo de la valoracin contingente; y la valoracin que estn haciendo Alberto Garrido, Javier Gmez Limn, Jos de Lucio y Marta Mgica, del Parque de la Pedriza, en la provincia de Madrid, aplicando el mtodo del coste de viaje. A ellos se une, ya en la tercera parte, el clculo de la funcin hednica de los salarios para nuestro pas, que han llevado a cabo Ceci-lia Albert y Miguel ngel Malo. Son tre.s trabajos absolutamente pioneros, de una gran calidad, y que ilustran muy bien sobre la importancia creciente de estos mtodos en Espaa. Aprovecho la ocasin para agradecer a los autores el inters con que acogieron la sugerencia de incorporar un resumen de los mis-mos al presente texto.

    Finalmente, la tercera parte busca profundizar en este aspecto aplicado del libro. Si los apndices de los captulos tericos pretendan ilustrar sobre la puesta en prctica de cada uno de los mtodos, en esta ltima parte se ha bus-cado seleccionar algunos problemas ambientales que requieren, para su valora-cin econmica, de un enfoque integrado que combine varios de los mtodos expuestos. Se han escogido tres de ellos. El primero, la valoracin del impacto de la calidad ambiental sobre la salud de la persona (Captulo 8, con el mencio-nado apndice sobre el valor de los salarios hednicos en Espaa), porque trata de temas tremendamente delicados, pero inevitables, y que sirven como recorda-torio del sentido y las limitaciones del anlisis econmico en este campo. Los otros dos, porque tenamos la posibilidad de ilustrarlos con experiencias relativas a nuestro pas: los perjuicios causados por el ruido, y su medicin, en algunas ciu-dades andaluzas (Captulo 9); y los costes de la contaminacin atmosfrica en el Principado de Asturias (Captulo 10). A pesar de que, con toda seguridad, se hubieran podido encontrar ilustraciones ms slidas, buscando en la literatura de pases con una mayor tradicin y riqueza de datos, se ha considerado ms rele-vante analizar problemas ms cercanos al lector, y poner de relieve las dificulta-des con que se tropieza en Espaa al intentar aplicar estas tcnicas.

    Un libro de esta naturaleza, cuya gnesis ha sido ciertamente larga, adquiere por el camino una serie considerable de deudas intelectuales.

    El origen del mismo est en el I Master en Hacienda Pblica ofrecido por el Instituto de Estudios Fiscales de Madrid en 1988-89. Las notas de clase del curso de Evaluacin Social de Inversiones, en la parte referente a la evaluacin de impacto ambiental, son el embrin de estas pginas. Notas que se fueron puliendo en los cursos de doctorado de la Universidad de Alcal, as como los ofrecidos por el Instituto Nacional de Administracin Pblica para funcionarios latinoamericanos. Vaya, pues, mi agradecimiento a los estudiantes que participa-ron en ellos y cuya huella ha quedado reflejada; aunque sea annimamente, en las pginas que siguen.

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    Es indudable que tambin habr quedado reflejado en ~ . ~ .-.to el hecho de haber trabajado sobre estos temas a lo largo de los ltimos aos, con una serie de personas, dentro del mbito acadmico, de una gran calidad humana y profe-sional; Jon Conrad, de la Universidad de Comell (EE.UU.); Maureen Cropper, de la Universidad de Maryland; Rick Freeman, del Bowdoin College, en Maine (EE.UU.); Per Johansson, de la Universidad de Estocolmo; Michael Redclift, de la Universidad de Londres; y Bill Reed, de la Universidad de Victoria (Canad).

    Mi agradecimiento muy especial a Carmen Gallastegui, de la Universidad del Pas Vasco; Carlos M. Gmez, de la Universidad de Alcal; Pere Riera, de la Universidad Autnoma de Barcelona; y Antonio Ferreiro, de Anlisis Estadis-tica de Datos, que leyeron detenidamente una versin preliminar de este tra-bajo, aportando valiosos comentarios y sugerencias.

    Finalmente, haber compartido durante muchos aos el trabajo acadmico y profesional en este campo con Antonio Ferreiro, colaborador del Centro de Estudios de Economa Pblica de la Universidad de Alcal, y director de Anlisis Estadstico de Datos, me ha permitido completar el anlisis terico con una implicacin directa en la problemtica de su aplicacin, lo que ha representado, qu duda cabe, una inestimable ayuda.

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    PARTE 1 FUNDAMENTOS TERICOS

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    l. Valoracin econmica del medio ambiental: algunas con-sideraciones previas.

    2. Medicin de los cambios en el bienestar individual. 3. Del bienestar individual al bienestar colectivo.

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    CAPTULO 1 Valoracin econmica

    del medio ambiente: algunas consideraciones previas

    Las relaciones entre economia (administracin de la casa) y ecologia (conoci-miento de la casa), no han sido lo equilibradas que hubiera sido deseable. Es ms : son abrumadoras las razones que llevan a pensar que el crecimiento eco-nmico se ha conseguido a costa del entorno ambiental. El anlisis econmico ofrece incluso una explicacin de por qu han ocurrido las cosas de es ta ma-nera.

    En efecto, vivimos en una sociedad en la que el problema de decidir qu es lo que se produce, cmo se produce, y cmo se distribuye lo producido, ha sido dejado en manos de eso que llamamos el mercado. No es ste el mome nto de analizar en profundidad las razones que han podido llevar a ello, y los resulta-dos, en trminos generales, de proceder de esa forma. Pero s q ue vale la pena destacar algunas caractersticas de la solucin que ofrece el sistema de mercado al mencionado problema de la asignacin de recursos (qu, cmo, dnde y cundo producir).

    1.1. EL PROBLEMA: MERCADO, VALOR Y PRECIO Uno de los problemas econmicos bsicos de los que ha de ocuparse una socie-dad es el de la asignacin de recursos. Planteado en trminos muy s implistas esto querra decir, sectl!arente, que la sociedad tiene que tomar una decisin so-bre cmo distribuir unos recursos escasos (capital, trab ajo, recu rsos naturales, etctera) en la pror' --sn de unos bienes cuya demanda 'parece superar siem-pre las posibilidad

  • 4 VALORACIN ECONMICA DE LA CALIDAD AMBIENTAL

    de una u otra forma, desde el inicio mismo de la vida organizada. Y lo ha hecho de mil maneras diferentes. Pensemos en las organizaciones tribales, los grandes imperios de la antigedad, los gremios medievales, las plantaciones esclavistas, las monarquas absolutas, las sociedades llamadas socialistas, etc. De todas ellas, si.n.embargo, una parece haberse impuesto, para bien o para mal, en la so- . ciedad actual: el sistema de mercado. Es de hecho la forma recomendada por los primeros economfstas teoncos como la mejor1 Su funcionamiento es sencillo: en un mercado idealmente competitivo, confluyen toda una serie de agentes econmicos (productores, trabajadores, consumidores) quienes, actuando de manera racional (es decir, tratando de maximizar unas funciones-objetivo, previamente defmidas en el modelo), generan, a travs de su interaccin, unos precios. Estos precios, estas seales, son aScj''edeterminan finalmente, la solu-ciO al problema de la astgnacin de u r e s escas s: En efecto: los cori-surrit ore.s mues ran ast sus preferencias (y la intensidad de las mismas) por una serie de bienes y servicios; muestran, idealmente, su disposicin a pagar por ellos. as empresas recogen esta informacin y organizan el proceso productivo en consecuencia. La competencia entre ellas, as como entre los propios consu-midores, y entre los oferentes de los servicios de los factores productivos, garan-tiza en principio la optimalidad del resultado. Veamos un ejemplo: la decisin sobre si una parcela de tierra (uri recurso escaso) se cultiva, as como la relativa a qu se produce (dentro de lo que es factible), depender de los precios espera-dos del trigo, la cebada, el maz, etc. (que dependen a su vez de las preferencias que muestre la gente por uno u otro producto). Por otro lado, el cmo se pro-duce, depender a su vez del precio de la hora de la cosechadora en relacin al jornal de los trabajadores agrcolas, del precio del agua de regado, de los fertili-zantes y pesticidas, etc. El problema se resuelve, por tanto, gracias a las indica-ciones que el merca.do proporciona sobre el valor econmico de los distintos bienes (lo que no quiere decir que dichas indicaciones hayan de ser aceptadas como buenas: de ello trataremos ms adelante).

    Ahora bien, eso si la sociedad funcionara como el modelo descrito. Lasco-sas no son as, y el mercado de la vida real se parece poco al ideal del modelo: tiene imperfecciones.

    En primer lugar, porque lo que caracteriza el funcionamiento del sistema no es la competencia perfecta, sino un amplio abanico de formas de competencia imperfecta, tanto en los mercados de bienes y servicios como en el de los facto-res productivos: presencia de monopolios, oligopolios y monopsonios; rigide-ces en los mercados de trabajo y capital; la existencia de diversas formas de ra-cionamiento en este ltimo; la intervencin del gobierno a travs deimpuestos, subsidios, control de precios, etc.

    1 : En trminos ms formales, esto quiere decir que la solucin del mercado de competencia perfecta al problema de la asignacin de recursos conduce a un ptimo paretiano insesgado. iQu quiere decir esto? Pues, sencillamente, que por un lado, no hay forma ms eficiente de hacer las ca', sas (es un ptimo de Pareto: no se puede mejorar a nadie sin empeorar por lo menos a una per

    . sana) y~por otro, qes compatible con c'uaiqui.era qe.sea;uestros[iticod lajustida distribu . tiva: con cualquier distribucin de la renta (es insesgadci, no se 'as'' an ninguna).

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    1 (

    ( VALORACIN ECONMICA DEL MEDIO AMBIENTE S

    En segundo lugar, por la incompletitud de muchos mercados, los proble-mas de la falta de informacin, etc.

    Finalmente, y ste es el punto que ms interesa aqu, porque existe todo un conjunto de bienes (y males) que, por carecer de un mercado en' el que inte'r:''' cambiarse, carece asimismo de precio: es el caso d los llamados bienes pblico'!; los recursos comunes, o las externalidades en trminos generales: Quiz valga la pena recordar algunas de sus caractersticas ms importantes:

    a) Externalidades, economt'as y deseconomas externas

    Se dice que estamos en presencia de una externalidad (economa externa), cuando la actividad de una persona (o empresa) repercute sobre el binestar de otra (o sobre su funcin.de produc-cin), sin que se pueda cobrar un preCio po( ello, en uno u otro sentido. Un ejemplo tpico es el del ruido: cuando a una persona se le ocurre poner la radio a todo volumen en una playa, por ejemplo, disminuye el bienestar de todos los que estn tomando el sol, o leyendo tran-quilamente en los alrededores, sin que (en ausencia de una intervencin guber-namental) puedan exigir al causante una compensacin (precio) por ello. Exis- . ten externalidades negativas (deseconomas externas), y positivas (economas ' externas): el ejemplo que suele aparecer en los libros de texto es el de un jardn bien cuidado (si su vecino lo mantiene en estas condiciones genera una externa-lidad a su favor, ya que hace ms agradable a la vista todo el entorno)3 Lo esen-~ cial en cualquier caso, es que quien genera una externalidad negativa no tiene que pagar por ello en un sistema de mercado, a pesar del perjuicio que causa; y que quien produce una externalidad positiva no se ve recompensado moneta-riamente. El resultado es, en definitiva, que el sistema de mercado produce de-masiadas externalidades negativas, y menos externalidades positivas de las deseables. ,. ..

    b) Bienes pblicos Un caso paralelo al anterior es el de los bienes pblicos. Vienen stos caracteri-. zados por dos propiedades fundamentales:

    No exclusin: lo que quiere decir que cuando el bien en cuestin se ofrece a una persona, se ofrece a todas. En otras palabras, no puede excluirse a nadie de su disfrute, aunque no pague por ello: lo que indica que el coste marginal de

    l De hecho los bienes pblicos y los recursos comunes pueden ser contemplados como un caso particular de las externalidades (Comes y Sandler, 1986, pg. 4).

    3 Tambin suelen distinguirse en la literatura las externalidades tecnolgicos (que modifican la funcin de produccin, o de produccin de utilidad del agente afectado), de las externalidades pecuniarios (que afectan los precios a los que ha de enfrentarse: cuando una empresa constructora, por ejemplo, demanda tal cantidad de cemento que eleva los precios del mismo, y ello repercute negativamente en las dems empresas del ramo).

  • r 6 VALORACIUN J:.t;UNUM1t;A U e LA t;ALIUAU AMIHJ::l~ l AL

    ofrecrselo a una persona adicional es cero. Los bienes pblicos no pueden ser racionados, por tanto, a travs del sistema de precios.

    No rivalidad en el consumo: cuando alguien consume el bien, lo disfruta o lo sufre, no reduce el consumo potencial de los dems. En otras palabras, el he-cho de consumir el bien no reduce su disponibilidad.

    Ejemplo tpico de bienes pblicos son las emisiones de televisin (no codi-ficadas) o de radio, la informacin meteorolgica, el alumbrado pblico, lps

    1 parques, la sealizacin de calles y carreteras, etc.' Los bienes pblicos pueden ser, como es obvio, opcionales (la radio) o no opcionales (la defensa nacional).

    . Pueden ser tambin males pblicos: a todos se nos ocurre enseguida algn pro-grama de televisin candidato a engrosar esta categora. Sea como. fuere, el he-cho es que su caracterstica fundamental es la de la no exclusin. Lo que implica que, al no ser bienes susceptibles de apropiacin privada y exclusiva, o bien el mercado no los producira, simple y llanamente, al no poder cobrar un precio por ellos; o bien, si lo hace, los producira en cantidades subptimas, ya que las personas tendern a ofrecer un precio muy bajo por ellos (sabiendo como saben que el costo marginal de ofrecercrselo es cero, y que una vez que el bien se pro-duce nadie puede privarles de su disfrute). Cabra aadir que muchos bienes que en teora seran pblicos puros, como las carreteras por ejemplo, pierden parte de este carcter debido a la congestin, y se convierten en bienes pblicos impuros: el consumo del bien por parte de una persona puede reducir el disfrute de los dems.

    e) Recursos comunes

    Los recursos comunes estn caracterizados por la libertad de acceso. Ello im-.plica que su uso y disfrute no tiene ningn coste pero, a diferencia de lo que

    ocurre con los bienes pblicos, en muchos casos exlste la rivalidad en el con-sumo. Es probable que, en ausencia de congestin, 1~ contemplacin de un pai-saje por parte de una persona no reduzca la posibilidad de que otras lo disfruten igualmente. Pero cuando se pesca una trucha en un rfo (consumiendo pues uno de los servicios del mismo) se impide que otro pescador lo haga. Es costumbre distinguir entre aguellos recursos comunes globales (como la capa de ozono, por ejemplo) cuya gestin requerira de un acuerdo internacional, de los recur-sos comunes locales (un lago, o un bosque comunal) que tienen mayor seme-janza con los llamados bienes de club (Comes y Sandler, 1986, Parte IV) y que son, por tanto, sustancialmente ms fciles de gestionar. El problema con los re-cursos comunes es que, en ausencia de una regulacin con respecto a su utiliza-cin, hace su aparicin la ley de captura, con el correspondiente riesgo de agota-miento o desaparicin.

    4 El hecho de que sean pblicos no quiere decir que tengan que ser necesariamente produci-dos por el Est.ado (aunque sea lo normal). Su produccin depende de factores institucionales Y, de hecho, algunos, como los programas de radio o de televisin, lo son por empresas privadas.

    1

    El medio ambiente y muchos recursos naturales compartet. .i triple ca-racterstica. Por un lado, porque la calidad del aire, por ejemplo, tiene todas las propiedades de un recurso comn (global o local). Por otro, porque cuando al-guien utiliza un cauce de agua para verter en l sus desechos, pongamos po r caso, est generando una extemalidad negativa para los dems, por la que, si no media una intervencin estatal, no tiene que pagar. Debido a ello, el sistema de mercado no proporciona ninguna indicacin con respecto al valor de los mis-mos, lo que lleva a que sean considerados gratuitos, a que su uso o co nsumo no tenga ningn coste, y a que se produzca la sobreexplotacin correspo ndienlc. Cuando un empresario tiene que adquirir un terreno para instalar su planta, o contratar unos trabajadores, paga por ello : son insumas productivos que tienen un valor, y ello viene reflejado en el precio que hay que pagar para adquirirlos. La empresa que, como decimos, utiliza un curso de agua, o el ai re, corno red-

    . pi ente de sus desechos no incurre, por el contrario, en ningn cos te. La pe rsona que quiere protegerse del fro, puede comprar un abrigo: al hacerlo emite uua informacin sobre el valor que pani. ella tiene el ir abrigada, o cmoda o ele-gante. Si esta misma persona quisiera mejorar su nivel de bienestar elevando la calidad del aire que respira, o reduciendo el nivel de ruido que tiene que sopo r-tar, no encontrara un mercado explcito en el que adquirir directamente estos bienes y servicios: no hay un mercado ea el que comprar calidad del aire ni, po r tanto, un precio explcito para ella. De ah que produccin y degradacin del medio ambiente hayan ido muchas veces de la mano ; y que no observe mos em-presarios dedicados a ofrecer estos bienes ambientales que la gente desea.

    Por todo ello, el anlisis econmico tiende a identificar el problema de la degradacin medioambiental como un ejemplo ms de los llamadosfa//ou/e/ mercado. Una caracterizacin un tanto equvoca, en cualquier caso: el fallo no es tanto defmercai'1o , que no puede hacer otra cosa, SI!) O de una forma de o~iU ntzacwn soctil q ~ ,':.lega en quien no debe la reSolcin de demas1allos p-ro -blemas1. -----pero, sigamos. El hecho es que nos encontramos con un mecanismo de

    asignacin en el que el medio ambiente, y muchos r~msos Qaturllli:~.Qa_!".licular, no tienen precio. Un sistema, por tanto, que opera con una informacin incorrecta sobre su vlflor: que funciona como si careciesen de valor (co mo si su precio fuese cero). Hardin (1968), en un archiconocido texto, caracteriz hace ya bastantes aos este problema como el de la tragedia de los recursos comunes (The Tragedy of the Commons). ~

    No parece, por tanto, descaminado el intento de encontrar precisamente ese valor, desde una perspectiva econmica, para actuar en consecuencia : para integrar esa informacin en un proceso de toma de decisiones que le afectan, de forma que cuando se utiliza el medio ambiente (sus funciones), por ejemp lo, se conozca (y se pague) el coste que ello representa. O de forma que cuando se

    l Argumentacin criticada asimismo por autores como por eje mplo Bo wers ( 1990): el mer cado tiene como funcin , entre otras, la de distribuir info rmaci n, y no so le pue de cri ticar por ll distribuir una informacin que no existe.

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    8 VALORA~IN ECONMICA DE LA CALIDAD AMBIENTAL

    adopta alguna medida que mejora la calidad ambiental de un deteminado en-tomo, se sepa qu valor tiene el cmbio para la poblacin afectada.

    Planteado as el problema, podemos comenzar reiterando lo que es obvio: el medio ambiente carecer de precio, pero tiene valor.

    --t:n efecto, como recordaba Davc!Pearce (1976, pg. l) hace ya bastantes aos, el medio ambiente cumple al menos cuatro funciones~ valQradas positivamente en la soctedad :

    (!'\ Forma parte de la funcin ae producci11.de gran cantidad de bienes eco-" nmicos (procesos productivos que consumen agua de una determi-

    nada calidad, aire, etc.). El medio ambiente, y los recursos naturales en general form an la base sobre la que se apoyan muchos procesos produc-tivos, que seran impensables en su ausencia. Ahora bien, el medio am-biente no slo participa en los procesos de produccin, distribucin y consu mo de bienes y servicios econmicos ofreciendo unos insumas muchas veces esenciales: tambin recibe como retorno muchas cosas que en estos procesos se generan. sta es su segunda funcin.

    2. El medio ambiente acta, en efecto, como un receptor de residuos y des-ecF10s de todas clases, producto tanto de la activtdad producttva como consuntiva de la sQcjedad. Hasta un cierto lmite, y gractas a su capaci-dad de asimilacin, puede absorber estos residuos (que de esta manera son liberados sin coste), y transformarlos en sustancias inocuas o, in-cluso, beneficiosas: es el caso de algunos fertilizantes orgnicos, por ejemplo.

    3. Proporciona, en tercer lugar, bienes naturales (paisajes, parques, entor-nos naturales ... ), cuyos servicios son demandados oor la sociedad. En-tra a formar parte, pues, de la funcin de produccin de utilidad de las economas domsticas.

    4. Finalmente, conSfit\:iyeun sistema integrado que proporciona los me-dios para sostener toda clase de vida!}. Esta funcin es tan esencial que muchos autores la constderan parte integrante de la propia definicin de medio ambiente.

    Aceptado pues que el medio ambiente tiene ciertamente valor desde una perspectiva incluso estrictamente econmica, el siguiente paso es intentar descu-brirlo. Antes de adentramos, sin embargo, en el anlisis de las dificultades que supone tratar de encontrar este valor, vale la pena detenerse en una posibilidad, de cierta actualidad, que ahorrara gran parte del trabajo. En efecto, si fuera posi-ble crear un mercado en el que los bienes ambientales fueran objeto de compra-venta, el problema se simplificara notablemente. No sera necesario siquiera ini-ciar el proceso de definir y buscar un valor en cualquier caso elusivo: el mercado se encargara de ponerle un precio. El problema se centrara ahora en analizar las condiciones que hanan acptable tal precio como un exponente del valor del me-dio ambiente, pero ste es ya un problema comn a todos los bienes y servicios producidos en la sociedad, y del que nos ocuparemos ms adelante.

    Co mencemos pues analizando esta posibilidad.

    VALORACIN ECONMICA DEL MEDIO AMBIENTE 9

    1.2. EL PARADIGMA DE LOS DERECHOS DE PROPIEDAD

    Mucho.s recursos naturales y bienes ambientales carece~--d~ .P!'ecio, potR_ue no, {;.se. P-fo.rriladctesp'ontne.amente. un:mercada.alrededor de:ellos;enJlLe Sean :- o o objeto de tni.nsaccin: cul es, sin embargo, la razn de que no haya sido as?

    Una respuesta que goza de creciente aceptacin, sobre todo a raz de la apari-cin del llamado Teorema de Coase, pone el nfasis en la ausencia de unos derechos de propiedad bien definidos y protegidos, como la verdadera responsa-ble de la falta de un mercado: no olvidemos que los precios de mercado han sido car~cterizados como los precios de los derechos de propiedad (Burrows, 1980, p~ . 47). Slo aquello sobre lo que se tiene un derecho de exclusin puede ser objeto de compraventa. Ahora bien, si esto es as, bastara con definir estos de-rechos de propiedad sobre el medio ambiente en favor de alguien, para que el problema estuviera solucionado: ya se encargara este alguien de cobrar el pre-cio correspondiente. Esta lanza en favor de la privatizacin del medio ambiente y los recursos naturales, a pesar de contar con el inestimable apoyo terico del ya mencionado Teorema de Coase, es, sin embargo, ms endeble de lo quepa-rece6. Y ello, aun en el caso de que fuera institucionalmente posible, por tres razones :

    l. En primer lugar, una matizacin ;.ecesaria sobre el tipo de rgimen de propiedad que causa el problema: no es la propiedad comn del recurso sin ms la que est en el origen de las dificultades . La ausencia de precio no tiene por qu representar un problema: la evidencia histrica y la propia experiencia muestran que son muy abundantes los casos de co-lectiv-os que han cuidado sus recursos comunes sin llevarlos, ni mucho menos, a la degradacin y al agotamiento. Como sealan Dasgupta y Miiler (1991), la caracterizacin de Hardin fue ciertamente desafortu-nada, y los ejemplos mencionados por l hacen refttencia, en la mayora de los casos, a recursos mantenidos durante siglos por sus dueos co-munales. La historia es prdiga en ejemplos que muestran ms bien lo contrario: que la apropiacin privada de rec.ursos previamente comuna-les ha sido la que ha llevado a su ruina y desaparicin. Es ms bien un determinado tipo de propiedad comn de Jos recursos naturales globa-les (es decir, recursos caracterizados por la libertad de acceso para cual-quiera), en contraposicin a recursos comunes locales (y por tanto ges-

    6 Teorema que nunca fue fonnulado como tal por su autor. Sin embargo, y a pesar de ello, existe un amplio consenso sobre su contenido. El teorema>> afinna que, desde la perspectiva de la eficiencia econmica, la adscripcin de derecho~ de propiedad con respecto a un recurso comn'" en una detenninada direccin es irrelevante:' la asignacin final de rcursos, un ptimo de Pareto, ser en cualquier caso la misma. La asignacin inicial de derechos de propiedad es irre!evante, desde el punto de vista de la eficiencia: ''

    l. siempre y cuando puedan ser intercambiados libremente; 2. sj~mpre y ~uando los costes de transaccir, s-~~ll.l}l!!Q.s; J. siempre y cuando puedan ser intercambiados en un mercado perfectamente competitivo>

    (Cooter, 1991).

  • 10

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    VALORACIN ECONMICA DE LA CALIDAD AMB IENTAL

    tionados por un colectivo de personas definido, en su propia inters: lo que en ocasiones se conoce como bienes del club), la que mejor se adaptara a la tragedia mencionada por Hardin.

    2. En segundo lugar, es probable que la privatizacin se quede a mitad de camino, al no poder el dueo explotar todos los beneficios de su recin adquirido recurso. Supongamos, por ejemplo, que para preservar un bosque se concede la propiedad del mismo en favor de una determinada persona. Cuando esta persona se plantee la explotacin econmica-mente ptima de su bosque, no tardar en descubrir que, desde un punto de vista financiero, es probable que lo mejor sea talarlo entero, vender toda la madera, e invertir los beneficios resultantes en cualquier otro lado, olvidndose de su posible repoblacin (Reed, 1993). Con lo

    5 que se acab el bosque. Esto ocurrir, en sntesis, cuando la tasa espe-rada de crecimiento biolgico del volumen de madera (la tasa de creci-miento de los rboles), multiplicada por los precios esperados de la ) misma, que es lo que le est rentando el dinero invertido en el bosque,

    ~1 sea inferior a la tasa de inters de la economa (que refleja la rentabili~ dad de las inversiones alternativas: lo que le daran por ese dinero en un banco?. La privatizacin, por tanto, de los recursos naturales, sobre , todo de aquellos de crecimiento lento, no es una solucin al problema. La razn, como acabamos de comprobar, es bien sencilla: para su dueo, el bosque no es ms que unap/antacinjoresta/ que, como cual-quier otro activo (una casa, por ejemplo), le representa dos fuentes de rendimiento financiero: el flujo originado por los beneficios netos de las ventas de la madera (el alquiler de la casa), y las posibles ganancias de capital producto de su revalorizacin en el mercado. Un bosque, sin embargo, es mucho ms que un deijsito de madera. Cumple muchas otras funciones, algunas de las cuales su dueo no va a poder capitalizar por la dificultad de encontrar un interlocutor con el que negociar su va-lor: previene la erosin, el aterramiento de los embalses, fija el carbono atmosfrico, mantiene la biodiversidad, etc. Ello lleva a que el valor so-cial del bosque sea algo muy distinto al valor privado de una plantacin forestal, lo que impide una utilizacin y una gestin ptima, desde un punto de vista econmico, del mismo. La privatizacin por tanto, no e~

    .garanta de una mejor gestin: r' 3. En tercer lugar, se encuentran los propios problemas tericos del Teo-

    rema de Coase . Por un lado, su validez depende de unos supuestos tre-mendamente restrictivos, casi imposibles de encontrar en la prctica: ausencia de costes de transaccin, nmero pequeo de agentes, etc. Por otro, el hecho de que toda una serie de autores, basndose en la teora de la perspectiva de Kabneman y Tversky, as como en el efecto titu-laridad o propiedad (endowment effect) de Thaler, han mostrado que una de las conclusiones fundamentales de Coase (la que afirma que

    7 Sin tener en cuenta los riesgos que suponen los incendios, las plagas, etc.

    t~ '1.

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    es irrelevante en favor de quien se de terrniue e l derecho ( no es correcta (Azqueta, 1993)1.

    Jpiedad),

    Con independencia, po r tanto, de la validez del Teorema de Coase, no es de esperar que la institucionalizacin de unos derechos privados de propiedad sobre el medio ambiente, y la consiguiente creacin de un mercado en el que in tercambiar sus servicios, resuelva el problema. Lo que nos sita en el punto de partida: en la necesidad de valorar es tos servicios, para poder actuar en wnse cuencia.

    1.3. LA VALOHA:'" lN ECONMICA DEL MEDIO AMBIENTE: ALGUNOS PRESUPUESTOS TICOSY

    , Valorar econmicamente el medio ambiente significa pod~r co ntar COJCI_~_Y.i caaor de su Importancia en el bienestar de la sociedad, que permita compararlo con otros componentes del mtsm_o.Portanto, lo normal sed. utilizar pra ello un denominador comn, que ayude a sopesar unas cosas y otras y que, en gene ral, no es otro que el dinero. Para algunos autores esto constituye ya un anatema; p_roponer una v4\loracin monetaria, crematstica, de algo que, por de finicin, es invaluable: Argumentar as, sin embargo, supone incurrir en una confusin de concepto-s vale ' mon etaria no quiere decir valoracin de mercado u pone, como decimos, la eleccwn e un enon11na or com un m SI

    ULera e un numerario), que se considera conveniente, para ref1ejar cambios heterogneos en el bienestar de la sociedad, que es lo que realmente cuenta10 Tendra que probarse, para descalificar es te tipo de medida del bienestar (lamo-netaria), que el denominador comn elegido (el dinero), condiciona has ta ha-cerla inaceptable la funcin de bienestar social ut ilizada, o las vas empleadas para encontrarla. El tema es pues bas tan te ms complicado que lo que una descalificacin apresurada invita a pensar. La sospecha est fundada , como ten dremos ocasin de comprobar enseguida, pero el objetivo est desenfocado . Es-peramos arrojar alguna luz sobre el particular en los captulos que siguen.

    Entrando ya de lleno en este proceso de valoracin eco nmica, analicemos las disyuntivas ticas que se plantean , y c mo tiende el anlisis econmico a re

    8 En el captulo siguiente analizare mos co n ms detaUe las im plicaciones de la teora de la perspectiva sobre la val idez de l teo rema de Coase.

    9 Algunas de las ideas exp ues tas en este epgrafe han sido tomadas dd Ca~itulo 4 de Az

  • 1 l 1 !

    l2 VALORACIN ECONMICA DE LA CALIDAD AMBIENTAL

    solverlas. Podramos distinguir tres encrucijadas fundamentales, cada una de las cuales podra resumirse en una de las siguientes preguntas:

    1.3.1. Qu da valor al medio amb.iente? La primera interrogante es, en efecto, elemental: por qu tienen valor el medio

    : ambiente y los recursos naturales? La respuesta, sin embargo, no es tan-sencilla como a primera vista pudiera parecer, y el abanico de posibilidades existente lo demuestra claramente:

    l_;::::En un extremo se sitan todas aquellas posturas derivadas de 1 tica de la tierra de Aldo L~ para las que la naturaleza no humai1il1le

    un valor intrinseco inheregte y posee oor tanto derechos morales y naturales (Pearce y Tumer, 1990, Captulo 15). De acuerdo a esta afir-macin, por tanto, el m b. ente tiene valor er se: no necesita de 1 nada ni de nadie que se lo otor u e'. Es ms o dra llegar a afirmarse que as cosas mc ut a a v a humana) tienen valor, en tanto en cuanto con-tribuyen a la integridad, estabilidad y belleza de la comunidad bitici/ Esta nueva filosofia naturalista, compartida curiosamente por algunos de los primeros economistas neoclsicos11 , desemboca, pues, en el re-conocimiento de los derechos de los animales, y otros seres vivos, lo que plantea problemas filosficos bastante serios. No es el menor de ellos el derivado de la necesidad de responder a la cuestin de qu es precisamente lo que les hace susceptibles de poseer estos derechos: cul de sus caractersticas es la que confiere esta titularidad (Kneese y Schulze, 1985). Como bien saben los estudiosos de la filosofia del dere-cho, sta no es una cuestin de fcil respuesta. En cualquier caso, lo cierto es que para los defensores de esta postura, el medio natural y los _.--~ recursos naturales tienen valor en sf mismos. Gi)En el otr~ extremo, encontramos las posturas que comparte~ un~ca

    antropocentrica. Para ellas, lo que confiere valor a las cosas, mclutdo el mediO ambtente, es su relacin: con el ser huma :las cosas tienen va-lor en tan o n o, y en a me 1 a en que se lo dan las personas.

    El anlisis econmico, en general, se encuentra en la rbita de la se~unda de estas opciones, aunque con algunas matizaciones 12 Comparte lo que podra denominarse una tica antropomfica excendida, en la que la naturaleza tiene una serie de valores instrumentales para el ser humano, incluidas las genera-

    11 Seria el caso, por ejemplo, del Edgeworth de New andO Id Methods ofEthics, as como, dentro de la economa clsica, de los mximos exponentes del utilitarismo: Jeremy Bentham y John Stuart Mili (Newman, 1991, pg. 90).

    y-- -ll Recientemente Col by ( 1991) caracterizaba cinco paradigmas diferentes en el estudio de la relacin entre el hombre y la naturaleza:

    J-La economa de frontera. - La proteccin ambiental.

    ~ " -~ "1

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    VALORACIN ECONMICA DEL MEDIO AMillENTE 13

    ciones futuras. Planteamiento, por otro lado, no muy ajeno al dvalgunas pro-puestas institucionalistas (vase, por ejemplo, Swaney y Olson, 19 2), y que pre-tende garantizar una cierta equidad intergeneracional (Pearce y umer, 1990, Captulo 15). . . ,

    Esta sera, pues, la primera de las opCiones aludidas, y la primra respuesta. Una postura antropocntrica y no ecocntrica: es el ser humano e que da valor a la naturaleza, a los recursos naturales, y al medio ambiente en ge eral. Si no se comparte este planteamiento, es intil seguir buscando la resp esta al pro-blema planteado de la mano de los mtodos que vamos a presenta a lo largo de este libro: habra que intentarlo por otro camino. Pero es que aun aceptndolo, las dificultades no han hecho sino comenzar.

    1.3.2. lQuin expresa estos valores?

    En efecto, admitido el punto anterior, la siguiente cuestin es obvia. El medio ambiente tiene valor porque cumple una serie de funciones que afectan positi-vamente al bienestar de las personas que componen la sociedad. Ahora bien, qujn da valor al medio ambiente? Planteado de forma ms precisa: se trata de delimitar el colectivo de personas que pueden exigir que las potenciales modifi-caciones de su bienestar que supone un cambio de calidad ambiental sean teni-das f!n cuenta a la hora de tomar decisiones. En el Captulo 2 tendremos ocasin de discutir ms en detalle el tipo de derechos sobre el medio ambiente contem-plados y respetados: derechos de los usuanos, por ejemplo, frente a los derechos de los no usuarios. Existe, sin embargo, una cuestin previa que es la que aqu interesa: dnde se traza la frontera que separa a quienes tienen un derecho (usuarios o no usuarios), de quienes no estn investidos de l?

    El tema es doblemente complicado, ya que cada vez st1n ms frecuentes los casos en los que la actividad nociva (o positiva) para el medio ambiente, se o .;_ gina en un grupo social determinado (un pas por ejemplo), mientras que las consecuencias negativas las padecen otrosu.

    Podemos desdoblar la pregunta sobre dnde trazar la lnea de demarca-cin en dos direcciones claramente diferenciadas: en el espacio, y en el tiempo.

    G La administracin de los recursos.

    - El ecodesarrollo. . . - La ecologa profunda.

    u es bien, de estos cinco paradigmas, que cubriran el especlro existente entre la economa neoclsica y las posiciones ecologistas extremas, los tres primeros seran antropocntricos, el cuarto seria dudoso (lecocntrico?), y slo el quinto resultara, de acuerdo al autor, abierta-mente biocntrico. La misma conclusin se obtiene del anlisis que sobre el particular presentan Pearce y Turner (1990, pg. !4).

    ll Un ejemplo bien conocido es el de la llamada contaminacin transnacional o transfronte-riza (la lluvia cida, por ejemplo), emanada de detenninadas actividades productivas: un pas o re-gin disfruta de los beneficios (generacin de energa elctrica), mientras que otro paga las conse-cuencias.

  • 14 VALORACIN E.Cll N0!-1!CA lJI:. LA CALlUAU AM.tm.N tAL

    La frontera en el espacio .----

    La primera parte de la cuestin tiene el sencillo plahteamiento ya enunciado con anterioridad: de quin son el medio ambiente y los recursos naturales? son, por ejemplo, patrimonio nacional o local? o son, por el contrario, patri-monio de la humanidad?

    El problema, dado el valor creciente del medio ambiente y los recursos naturales, es dificil de tratar desde una perspectiva tica: no parece justo, en efecto, que quienes son por definicin los menos culpables de que las cosas ha-yan llegado al extremo al que lo han hecho (los pases y regiones poseedores de estos recursos naturales), tengan que renunciar al disfrute de los rendimientos econmicos que les podran proporcionar (tremendamente necesarios, por otro lado) . Y ello porque se lo demandan, en nombre de la humanidad, quienes no tuvieron ningn reparo en acabar con los que les haban correspondido y que, probablemente gracias en parte a ello, se encuentran hoy en una situacin eco-nmica ms desahogada t. No es del todo evidente, sin embargo, que si la utili-zacin de estos recursos corno patrimonio particular ha sido la causante de los problemas, repetir ia experiencia sea la mejor forma de evitarlos.

    Aunque la respuesta a este problema tico no sea fcil, ya que en el fondo conecta con la problemtica de los fundamentos del concepto de nacin, el an-lisis econmico permite desdoblar la cuestin de una forma, a mi modo de ver positiva: qu rgimen de propiedad es el ms eficiente a la hora de garantizar el objetivo propuesto (una utilizacin sostenible del medio ambiente)? qu repercusiones econmicas tiene, y cmo podran ser compensados, si se consi-dera de justicia, los perjudicados por l? En el fondo no se trata sino de una aplicacin del viejo criterio de la compensacin de Kaldor-Hicks, del que ha-

    blaremos en el Captulo 3. Un excelente ejemplo de lo anterior, basado en el reconocimiento de que un recurso natural determinado (la atmsfera) es patri-

    14 En la Cumbre de la Tierra, celebrada en Ro de Janeiro enjulio de 1992, se present una propuesta para considerar los bosques tropicales patrimonio de la humanidad. que fue rechazada debido a la oposicin de los pases subdesarrollados. El motivo aludido era bien simple: siendo es-tos pases poseedores de un activo cada vez ms escaso y valioso, no estaban dispuestos a hipote-car las posibilidades econmicas que ello les confiere. Contaban, adems, con el apoyo de algunos economistas que comparten la opinin de que si se concedieran derechos de propiedad sobre es-tos bosques a los pueblos indgenas que los habitan, la preservacin del medio ambiente quedara garantizada, ya que no estaran dispuestos a cambiar por dinero su cultura, su modo de vida. Des graciadarnente, y a pesar de algunas experiencias en contrario, la tstoria reciente de bastantes pa-ses subdesarrollados, que no han tenido inconveniente en alquilar parte de su territorio como ver-tedero de basuras txicas y altamente contaminantes, o de vender parle de su patrimonio natural (bosques) para equilibrar el presupuesto del estado, no hace fcil compartir este optimismo. Sin necesidad de llegar tan lejos, no es dificil observar que el tratamiento que estn dando algunos pa ses a sus recursos naturales no es precisamente el ms adecuado. Indonesia representa, en este sentido, un caso espectacular, aunque lejos de ser nico. Las exportaciones de madera se han con vertido recientemente en una de las principales fuentes de divisas del pas. Sin embargo , si se in cl1Jyeran los costes medioambientales que la explotacin maderera conlleva, probablemente deja-ran de ser econmicamente rentables (Azqueta, 1992).

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    monio comn Y, por tanto, todas las personas tienen el mismo u .ho a utili-zarlo, ha sido planteado ya por muchos autores (vase, por ejemplo, Dasgup ta y Mii.ler, 1991). Todo el mundo es consciente, en efecto, de la necesidad de reducir drsticamente las emisiones de C02 a la atmsfera. El desacuerdo aparece a la hora de decidir el cmo. No parece justo, sin embargo, ap licar un tratamiento uniforme a todos los pases, y obligarles a una misma reduccin porcentual de sus emisiones, pongamos por caso, hasta alcanzar el obje tivo fijado . Sin atender por tanto al hecho de que no todos son igualmente respo nsa-bles: las emisiones per capita difieren de forma abrumado ra ent re los ms industrializados y los ms pobres 15 No seria ms justo calcular el monto de emisiones que permita frenar el deterioro, traducirlo a trm inos per capita, y permitir a cada pas emitir de acuerdo a este resultado? (El clculo debera hacerse en trminos netos : tomando en cuenta tamb in lo que cada terri torio, gracias a la preservacin de masas forestales por ejempl o, contribuye a fijar el carbono atmosfrico, y sumndoselo a su cuota de emisin). As, algunos pases, los ms atrasados, estaran muy lejos de alcanzar el monto que les sera asignado, en tanto que otros, los industrializados, se ve ran obligados a reduc ir sus emisiones de forma dramtica. Y aqu es donde podran intervenir los instrumentos econmicos derivados del Teorema de Coase: . si es tas cuotas fueran transferibles, los pases con sobrante, podran vende rlas a los paises obligados a reducir sus emisiones, que estaran dispuestos a pagar por ellas, en el lmite, los costes econmicos a que la reduccin les fu erza (in troduccin de nuevas tecnologas, cierre de empresas, etc.). Se ha calc ulado que las transferencias que recibiran los pases subdesarrollados por este motivo no slo permitiran pagar la totalidad de la deuda externa, sino que supe rar an con mucho el monto actual de la ayuda al desarrollo (Goodland y O al y, 1992) 16 El reconocimiento del medio ambiente como patrimonio co mn no tiene porqu conllevar siempre unas consecuencias redistributi vas inaceptables. En cualquier caso, puede que valga la pena no mezclar las cosas (s i es que se puede), tratar de resolver el problema de fondo, y luego buscar la fo rma de pa liar las consecuencias ms negativas que para los perjudicados tenga la solucin adoptada.

    tl Para poner un ejemplo: mientras que en los Estados Un idos las emisio nes de gases que causan el efecto invernadero eran en 1992 de 4,2 tm por perso na y ao; en Suecia esta cifra era de 1,7; y en China o la India, de 0,3 (Goodland y Daly, 1992, pg. 36).

    16 Una solucin, sin embargo , que tampoco escapa a las consideraciones ticas. Por un lado, en efecto, porque estos mecanismos pueden no ser ticamente acep tabl es para todo el mundo, ya que podran reconocer un derecho a contaminar. rechazabl e para muchas pe rso nas: e l caso ms pa radigrntico es el de los

  • ( 16 VALORACIN ECONMICA DE LA CALIDAD AMBIENTAL

    La frontera en el tiempo

    La segunda parte hace referencia al problema en el tiempo: a los eventuales de-rechos de las generaciones venideras.

    El problema es bastante similar al anterior: muchas de las decisiones que tomamos hoy con respecto al medio ambiente, van a tener unas consecuencias que afectarn a quienes todava no han nacido. Hasta qu punto han de ser te-nidos en cuenta sus intereses? y cmo, si por definicin no estn aqu para ex-presarlos?17

    En este terreno, adems, el marco tico de referencia tradicional de la eco-noma no facilita precisamente las cosas. Reposa ste, implcitamente, en lo que podramos llamar el utilitarismo neoclsico: cada persona busca maximizar su propio bienestar y debemos aceptar este egosmo porque, al actuar as, y dada la distribucin de la renta, lleva a la sociedad a una situacin ptima. Se trata por tanto de una adaptacin del utilitarismo benthamita de la economa clsica (se-gn el cual de lo que ~e trataba era de garantizar el mayor bienestar colectivo, suma de los niveles de bienestar individuales), a una situacin en la que ya no se aceptan ni las comparaciones interpersonales de utilidad, ni que sta se pueda medir cardinalmente (Kneese y Schulze, 1985). La adopcin de este principio, sin embargo, supone, con respecto a los grupos afectados pero sin poder de de-cisin, que sus intereses sern tenidos en cuenta, siempre y cuando su bienestar forme parte de la funcin de utilidad de los agentes que deciden, y en la medida en que la afecten: es decir, en la medida en que los que deciden sean altruistas y se preocupen por el bienestar de los dems. En este punto nos encontramos con un doble dilema:

    Por un lado, si aceptramos el supuesto de independencia de las preferen-cias individuales (mi bienestar no depende, ni para bien ni para mal, de lo que te ocurra), como tiende a hacer la teora econmica tradicional, no dejamos mu-cho sitio para una conducta altruista (ni envidiosa).

    Por otro, puede, no obstante, que las personas sean altruistas, y, por tanto el modelo se haya equivocado al suponer esta independencia. En este caso tendramos una posible va de salida: como el bienestar de los dems se toma en cuenta, sus intereses sern defendidos por quienes votan (que influyen sobre las decisiones finalmente adoptadas). Vale la pena recordar, de todas formas, que pueden distinguirse dos tipos bien diferenciados de altruismo:

    a) El que podramos llamar altruismo puro, que se da cuando el bienestar de la persona 8 entra a formar parte del bienestar de la persona A (la al-truista).

    b) El altmismo paterna lista, que se da cuando el consumo de determinado bien por parte de la persona 8 es el que entra a formar parte del bienes-

    17 El problema desaparecera si las funciones de utilidad contemplaran un horizonte lempo ral innnito: una posibilidad terica ms bien remota.

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    VALORACIN ECONMICA DEL MEDIO AMBIENTE 17

    tarde la persona A, que interpreta que el bienestar de 8 ha mejorado. El altruista se pronuncia, pues, sobre lo que le conviene al otro 18

    En trminos estrictos, slo el primero de ellos sera realmente vlido, pero sea del tipo que sea, el hecho es que, por desgracia, es probable que las circuns-tancias no permitan expresar este altruismo. En efecto, el bie~estar de los dems, bajo el supuesto del altruismo, forma parte

  • 20 VALORACIN ECONMICA DE LA CALIDAD AMBIENTAL

    guiente alternativa. Dentro de un limite, sin embargo, porque en el juego del mercado, en efecto, no es de aplicacin el principio de una persona-un voto, sino que cada cual vota de acuerdo a su poder adqui-sitivo. Dado que las preferencias se recogen siempre y cuando vengan acompaadas de una disposicin a pagar solvente por el bien o servicio en cuestin, sera ms correcto hablar del principio de una peseta-un voto. Y las pesetas, como ,es bien sabido, no estn igualitariamente re-partidas en la sociedad, de tal manera que cada persona tiene un poder de voto diferente: sus preferencias no cuentan lo mismo. El mercado ref1eja, por tanto, las preferencias de la sociedad, en funcin de cmo est repartido en ella el poder adquisitivo. Lo que puede plantear un se-rio problema de equidad porque no.olvidemos que, aunque el ptimo al que nos llevara el sistema de mercado es insesgado, no existe meca-nismo de redistribucin de renta que no viole alguna de las condiciones de primer orden de eficiencia (vase Azqueta, 1985, pgs. 74-76).

    El anlisis desemboca, por tanto, en un tipo de valoracj: ecQnmica ffi!JY discutible. Por eTTo se han mtentado evitar los aspectos ms negativos de la rrlisma (sin lograrlo completamente), como tendremos ocasin de ver con deta-lle en los captulos que siguen, a travs de dos matizaciones complementarias:

    a) En primer lugar, y para evitar la excesiva dependencia de las valoracio-nes encontradas con respeCtO a la distribucin de la renta, procediendo a normalizaren esta vanable el resultado de los estudtos empricos. Con ello se evita la conclusin de que, dado que un medio ambiente de ma-yor calidad es un bien superior, desde un punto de vista econmico, to-das las medidas de mejora del mismo deberan dirigirse hacia las zonas de alto poder adquisitivo (las que expresan una mayor disposicin a pa-gar por ellas), mientras que el deterioro se concentrara en las ms de-primidas.

    b) En segundo lugar, combinando esta forma itldi.llidYal-ista-desa[Qracin, ;,de expresin de .n.ret:er.enciaS, c.on una segunda va que tiene en cuenta Jaspreferencias colectivas. -

    Existe, en efecto, toda una serie de cuestiones sobre el medio am-biente y los recursos naturales, cuya solucin sera tremendamente arriesgado dejar en manos de un proceso de expresin de preferencias individuales, como el apuntado en el apartado anterior. Y ello, entre otras cosas, porque involucran a otros colectivos que no pueden expre-sar su opinin: incluyendo, por supuesto,.Ias generaciones futuras, ya mencionadas. De ah que hace ya muchos aos, algunos autores distin-guieran entre el comportamiento de la persona como consumidor (indi-vidualista), y su comportamiento como ciudadano (miembro de un grupo social). Este ltimo canalizara sus preferencias a travs de las lla-madas normas sociales. En este caso, no son las personas como tales las que toman las decisiones, sino un colectivo que, aun con base en las preferencias de sus componentes, trasciende el individualismo ms es-

    VALORACIN ECONMICA DEL MED!O AMBIENTE 21

    tricto14 De esta forma, cuestiones fundamentales para el proceso de va-loracin econmica del medio ambiente, tales como la equidad, tanto en su aspecto personal o espacial (factores de ponderacin distributi-vos), como en su aspecto temporal (tasa social de descuento), se abs-traen de este proceso individualista;y se contemplan bajo esta perspec-tiva de la normativa social. Y as, tanto los factores de ponderacin dis-tributivos, como la tasa social de descuento, se determinan atendiendo no a las preferencias individuales, como quiera que hayan sido expresa-das, sino a la opinin de los representantes sociales.

    No est de ms, en cualquier caso, ser consciente de los supuestos ticos que se encuentran detrs de los mtodos que vamos a presentar a lo largo de las pginas que siguen, porque su validez no puede ir ms all de la que les otorga la aceptacin de los mismos.

    1.4. LOS LMITES DEL ANLISIS Vale la pena, finalmente, ampliar de algn modo la ref1exin hecha en la intro-duccin a este libro sobre los lmites del anlisis propuesto, el ca m ro de aplica-bilidad de los mtodos de valoracin en que vamos a concentrailjlOS, porque, paradjicamente, la claridad con respecto a los mismos es la mejor !defensa que de ellos puede hacerse.

    Hemos visto, en efecto, que se trata de valorar lo que supone p ra el bienes-tar de la persona contar con un un medio ambiente ms atractivo y impo. Con ello, se intenta proporcionar una informacin relevante (y por supue tono exclu-yente), que puede ser de utilidad a la hora de asignar unos recursos casos: bien sea teniendo en cuenta el impacto ambiental de determinadas in ver iones, las l-neas prioritarias de esfuerzo en la mejora del medio ambie;nte, o la subvencin implcita en aquellas esferas de produccin (energa elctric'a, agricul ura) que no suelen incorporar el coste ambiental en el precio de sus producto .

    Ahora bien, utilizando la metfora de Kenneth Boulding, es p o bable que los modelos econmicos basados en fa parbola del lejano oeste usencia de fronteras para el desarrollo del sistema) no resulten vlidos para la

  • J. J. V J\.LU.t\.1'\L.lUl't C.\....Vl'tVlYU\..1"\ lJL. .L.,.n. '-1'\.J....u,Jru .. ru.~.,.~ ..... .... .....

    ciencia de las limitaciones que presenta un sistema de esta naturaleza, y de tos peligros de seguir trabajando como si los problemas no existieran: nos encon-tramos en un sistema cerrado desde el punto de vista de la materia, aunque abierto desde el punto de vista de la energa, en el que las leyes de la termodin-mica y de la entropa suponen finalmente una limitacin al crecimiento . El aporte que la ecologa, el enfoque del balance material, ha proporcionado no slo a la comprensin y caracterizacin de estos problemas, sino a la toma de conciencia con respecto a los mismos, es fundamental , y est obligando a re-plantear elementos esenciales del anlisis econmico.

    Hasta qu punto es vulnerable, sin embargo, el anlisis que vamos a pre-sentar a continuacin (los distintos mtodos de valoracin) a la crtica de que no toma en cuenta el hecho de que nos encontramos en un sistema cerrado y limi-tado? La respuesta depende de los lmites que se fijen al mismo. Como apunt-bamos en la introduccin, el elemento clave en este caso es la capacidad de ele-gir, los grados de libertad existentes. Estos mtodos pueden aplicarse (dentro de sus propias limitaciones), cuando son varios los estados de la naturaleza (grados de calidad ambiental) entre los que se puede optar: cuando no se han alcanzado todava los lmites que marca la ecologa en trminos de sostenibilidad. Premisa que es cierta casi por definicin cuando se trata de volver atrs, de mejorar el medio. No tendra mucho sentido tratar de aplicarlos all donde ya no hay posi-

    b~lidad de eleccin, donde los lmites del sistema han sido traspasados. Plantear la conveniencia de valorar implica la posibilidad de elegir. Quiere

    decir que se est ante un problema e1 el que las leyes de la entropa, o de la ter-modinmica, no suponen una restriccin insalvable. Adoptar estos mtodos no supone afirmar la validez del paradigma del lejano oeste sino, simplemente, constatar que existen muchos problemas ambientales para los que se puede plantear su posible utilizacin. Que haya otros para los que esto no sea posible,

    J no los descalifica: descalifica a quien lo intenta. Tener presente este punto puede que no haga ms aceptables los mtodos

    de valoracin que proporciona el anlisis econmico, pero evita muchas crticas innecesarias.

    LECI'URAS COMPLEMENTARIAS Cualquier libro de microeconoma intermedia es una buena referencia para analizar las caractersticas de la solucin del mercado al problema de la asigna-cin de recursos, sus propiedades de optimalidad, as como sus fallos e imper-fecciones. Los Captulos 18, 19 y 20 del libro de Frank (1992), recomendable en cualquier caso, pueden constituir una buena introduccin al problema. Lo mismo puede decirse de Cuervo-Arango y Trujillo (1986, Parte IV). Si el lector est interesado en un tratamiento ms riguroso y formalizado, las referencias podran ser Layard y Walters (1978, Captulo l) y Varan (1986, Captulo V). Con respecto a los problemas especficos de los bienes pblicos y las externali-dades en general, el texto de Comes y Sandler (1986) ofrece un buen trata-

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    CAPTULO 2 Medicin de los cambios en el bienestar individual

    Presentamos en este captulo una discusin sobre ~mo valorar econmica-mente las modificaciones que se producen en el bienestar de una persona al cambiar la calidad del medio ambiente, de forma tal que se facilite la compara-cin con cambios producidos por cualquier otro motivo.

    As planteado, el problema puede descomponerse en tres : u e

    io en el bienestar individual? ~- _. - _..- --- 1 -

    El presente captulo intenta abordar la primera de las cuestioAes enuncia-das, mientras que dejaremos para el siguiente la discusin relativa ~las dificul-tades que entraa la agregacin, y para una serie de captulos p~steriores el intrincado problema, quiz ms aplicado y menos terico, de cmo 1averiguar la verdadera 'valoracin que la persona otorga a dichos cambios.

    2.1. EL CONSUMIDOR Y LA MAXIMIZACIN DE UTILIDAD 1

    Podemos plantear la cuestin mencionada en trminos generales, 1 que no es especfica del campo del medio ambiente (un bien pblico, o un ecurso co-mn), sino que surge ante cualquier modificacin que involucre 1 bienestar

    1 El lector no interesado en la formalizacin del anlisis econmico puede preScindir de este apartado .

    25

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    26 VALORACIN ECONMICA DE LA CALIDAD AMBIENTAL ( individual. Se trata, en definitiva, de averiguar cmo puede traducirse en trmi-nos monetarios, el cambio en el bienestar que supone la modificacin en las condiciones de oferta (precio, cantidad) de un bien cualquiera, pblico o pri-vado. Para ello nos introducimos brevemente en el campo de la microeconoma convencional, lo que no forma parte de los objetivos de este texto: el hecho de que el problema mencionado adquiera unas caractersticas particularmente re-levantes en el caso del medio ambiente, justifica la excepcin.

    2.1.1. El consumidor y la max:imizacin de utilidad El problema de la eleccin ptima por parte del consumidor puede plantearse,

    Mx U (X) 1-'\c.xoM ,-ar u 1::1 \ \o ttco en trminos generales, como:!~ , _, s. a: '1- Set"- +-e (2.1)

    )l.- P' X= O ~ -1> rc..""\:o . 0 1 ':t

  • 28 VALORACIN ECONMICA DE LA CAUDAD AMBIENTAL

    Funciones de utilidad no separables Finalmente, si no se establece ninguna restriccin en cuanto a estas relaciones marginales de sustitucin, es decir, si no se cumple ninguna condicin de sepa-rabilidad, la funcin de utilidad es no separable con respecto a dicha particin. Lo que quiere decir que dichas relaciones dependen de las cantidades de todos los dems bienes, y no es posible analizar la demanda de un bien sin tener infor-macin sobre la de todos los dems.

    La razn de que nos hayamos detenido un momento en recordar estas pro-piedades de la funcin de utilidad es bien simple: la posibilidad de que los bie-nes ambientales (pertenecientes a una de las familias) estn relacionados de al-guna de estas formas con bienes que s tienen precio, permite explorar hasta qu punto se podra inferir el valor que tienen, observando lo que la gente hace en el mercado de los segundos. Este punto ser esencial a la hora de disear me-canismos que permitan descubrir la demanda implcita de los bienes ambienta-les. No se trata pues de un alarde de rigorismo terico innecesario.

    Hechas pues estas precisiones, podemos proceder a analizar el problema de cmo monetizar los cambios en el bienestar.

    2.2. LA MONETIZACIN DE LOS CAMBIOS EN EL lliENESTAR INDMDUAL: DISTINTAS MEDIDAS

    El problema que se plantea ahora es el siguiente: ante la mejora en la calidad de un bien ambiental, el agua, pongamos por caso, suponemos que la persona ex-perimenta un aumento en su bienestar. Se siente mejor. Ahora bien, sta es una sensacin puramente subjetiva, y de lo que se trata es de exprsarla en algn tipo de unidad de medida que resulte fcil de entender y, adems, que permita comparar lo que le ocurre a una persona con lo que est experimentando otra cualquiera. El empeo no es sencillo, pero el anlisis econmico ofrece algunas alternativas para ex resar en dinero estos cambiOS SUb etlVOS e el bieneStar persona . ..

    ~cardando algunos conceptos elementales de microeconoma, sabemos que se contemplan al menos cinco formas de expresar, en termmos monetanos, estas modfcacwnes en algo tan sub1et1vo como el bienestar personal:

    ( 2.2.1.) El excedente del consumidor (EC) \...___--/ -

    Podra, en efecto, utilizarse para medir el cambio producido la modificacin que ello supone en el excedente neto del consumidor. El excedente del consu-midor es el rea que queda entre la curva de demanda de una persona por un bien cualquiera (su disposicin a pagar por l), y la lnea del precio del mismo: la diferencia en trminos jntuitjvos entre lo que la persona estara dispuesta a p!-

    ~ar por cada cantidad consumida de un bien, como mximo, y lo que realmente

    MEDICIN DE LOS CAMBIOS EN EL BIENESTAR IND!VIDUAL 29

    l'!_ga_: En la Figura.2.1, en la que se ha representado la demanda del bien X como 'iilnea recta, en funcin de su precio, el excedente del consumidor en el punto A vendra dado por el rea del tringulo AP0D. Ante una cada del precio del bien X. hasta P1 por ejemplo, el beneficio que obtendra por ello la persona, que ahora se sita en el punto B. vendra dado por el rea ABP1P0 Obsrvse que la superficie indicada viene medida eri dinero, que es al fin y al cabo lo que intere-saba: traducir el cambio en el bienestar a unidades monetarias.

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    Figura 2.1.

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    El problema de utilizar las variaciones en el excedente del consumidor como medida de cambios en el bienestar estriba en que, como es de sobra cono-cido, al no haber neutralizado el efecto renta que tambin produce la cada del precio, la utilidad marginal de la renta cambia al variar sta, y, por tanto, se mo-difican, asimismo, las utilidades marginalt

  • JU VALU~\..lVl'! .C.\..Vi,VI.Hl .... n. ..., ................. ~ ............. ~ - --- - -

    /'2.2.2. La variacin compensatoria (VC) (

    La variacin compensatoria viene dada por la cantidad de. dinero que, ante el cambio producido, la persona tendra que pagar (o recibir), para que su nivel de bienestar permaneciera inalterable.

    Pongamos un ejemplo. Supongamos que el ayuntamiento de una localidad est analizando la viabilidad de un plan que haga potable el agua distribuida en el municipio. Se sabe que la potabilizacin del agua aumenta el bienestar de sus habitantes, pero se quiere precisar cunto, de forma que se pueda tener una aproximacion monetaria de estos beneficios, comparable con los costes de construccin y funcionamiento de una planta de tratamiento.

    El problema puede plantearse con ayuda de un grfico. Aceptemos, para facilitar la ilustracin, que las preferencias de las personas pueden representarse mediante las bien conocidas curvas de indiferencia. Tenemos pues, en la Figu-ra 2.2, la situacin enunciada: en el eje horizontal medimos la cantidad consu-mida de agua potable (X); en el vertical, la cantidad consumida de todos los de-ms bienes (Y), medida en trminos de un numerario (unidades monetarias de utilidad constante). Dada la restriccin presupuestaria de la persona, y el precio relativo del agua potable con respecto al resto de los bienes, representado por la pendiente de la recta V0 V0 (a) la persona se sita en el punto A. alcanzando el ni-vel de bienestar representado por la curva de indiferencia / 0 .

    El abastecimiento municipal de agua potable abarata el precio de la misma, con lo que la recta de restriccin presupuestaria pivota alrededor del punto V0 en el eje vertical (que mide el poder adquisitivo en trminos del numerario), en sentido contrario al de las agujas del reloj: la pendiente de dicha recta mide los precios relativos del agua potable con respecto a los dems bienes, que ahora pasan a ser p. En la nueva situacin pues, la persona se sita en el punto B. al-

    _.. canzando el nivel de bienestar4 represep.tado por la curva de indiferencia / 1 cmo podra medirse esta mejora del bienestar, en trminos monetarios? Una posibilidad consiste, precisamente, en preguntarse por la cantidad de

    dinero que, restada de la renta de la persona ante los nuevos precios del agua, le permitira mantener inalterable su nivel de bienestar original (1). sta seria la cantidad V0 V1: la variacin compensatoria.

    En efecto, si le privramos de esa cantidad, manteniendo los nuevos pre-cios relativos del agua, se situara en el punto C, alcanzando el nivel de bienestar

    El argumento de que, dada la incidencia del coste del agua en la estructura del presupuesto familiar, es muy improbable que se produzca un cambio significativo en la estructura del con-sumo, no puede generalizarse a todos los casos. En muchos pases subdesarrollados, una de lasta-reas ms penosas que, normalmente, suele corresponder a la mujer es, precisamente, el acarreo de agua a grandes distancias. De acuerdo a los clculos de Naciones Unidas, en muchos pases africa nos la mujer consume alrededor del85 por 100 de sus energas en procurar agua. En este caso, libe rara la mujer de esta servidumbre puede modificar sustancialmente las posibilidades de consumo del grupo, por el trabajo que entonces podra desempear dentro de la propia unidad familiar, o fuera de ella. La productividad marginal de las horas de trabajo as liberadas no tiene por qu ser despreciable.

    J

    Vo

    V ....___ ___ ,!

    {3 o V o X

    Figura 2.2.

    original: / 0 Parece, por tanto, tambin un buen indicador monetario del cam-bio en el bienestar producido : otra forma aceptable de mo netizarlo.

    ~;.3 La variacin equivalente {VE) Podramos, alternativamente, haber preguntado a la persona por la cantidad de dinero que tendramos que darle para que alcanzara el mismo nive l de bienestar que si el agua del grifo fuera potable, cuando sta no lo es: si la po tabil izacin no se lleva a cabo. En otras palabras: el aumento de renta que tendra que experi-mentar para poder alcanzar la curva de indiferencia 11, si el precio del agua se mantene en su nivel original (tga), es decir, si no se potab il iza.

    sta es la variacin equivalente . Volviendo la Figura 2.2, puede observarse que esta medida ve ndra dada

    por la distancia V0 V2 En efecto, si a partir de la si tuacin original (p recios relati-

  • ,_ VALORACIN ECONMICA DE LA CALIDAD AMBIENTAL

    vos igual a tga, y la persona situada en A), aumentamos su renta en dicha canti-dad, manteniendo los precios constantes, se trasladar al punto E. alcanzando, por tanto, el nivel de bienestar reflejado por la curva de indiferencia [1: el que se habra obtenido despus del cambio propuesto.

    Dos medidas alternativas, pues, que intentan reflejar lo mismo: el incre-mento de bienestar que le supone a la persona el hecho de que las autoridades municipales potabilicen el agua, y que podran ser aplicadas, asimismo, en el caso de un empeoramiento de la situacin.

    Podra ocurrir, siguiendo con el ejemplo anterior, que el ayuntamiento es-tuviera contemplando la posibilidad de permitir nuevos asentamientos de po-blacin, un incremento de la produccin agrcola con el consiguiente consumo de fertili zantes y pesticidas, o determinadas obras pblicas de infraestructura, que tuvieran como consecuencia la necesidad de un suministro alternativo de agua, en este caso no potable. El perjuicio causado a la poblacin podra intentar medirse, de nuevo, a travs de dos vas alternativas:

    - Qu cantidad de dinero tendramos que pagar a cada familia para que aceptara el cambio? lpara que se declarara indiferente entre tener el agua potable y el nivel de renta original, o el agua no potable y una renta que ha aumentado en esa cuanta?

    En la Figura 2.2, esta situacin vendra ilustrada por el paso de B (situacin original) a A (cuando el agua corriente ha dejado de ser potable~ el agua potable ----se hace pues ms cara). La respuesta a la pregunta anterior vendra dada por la cantidad V0 V2: dndosela, la persona alcanzara, en E. la curva de indiferencia original (en este caso l 1). sta sera, pues, la variacin compensatoria.

    - lQu cantidad de dinero estara dispuesto a pagar para evitar el cambio, de tal forma que se declarara indiferente entre no tener agua potable en el grifo, o tenerla pero con una renta que se ha reducido en esa cuanta?

    En la Figura 2.2, esta cantidad seria V0 V1: si le privamos de la misma, y mantenemos los precios originales (pendiente de V0B, en este caso), la persona pasara de B a C. con lo que alcanzara el nivel de bienestar a que le lleva el cam-bio propuesto (!0) . sta es, pues, la variacin equivalente.

    En cualquier caso, ambas medidas tienen en comn el hecho de que per-miten una reasignacin en las cantidades consumidas de todos los bienes. Como se observa en la Figura 2.2, al pasar de A a B. o deBa C,la persona modi-fica la cantidad consumida de agua potable y de todo lo dems.

    Podra darse el caso, sin embargo, de que esta reasignacin no fuera posi-ble para el bien objeto de la modificacin: que la persona no pudiera elegir libre-mente la cantidad consumida del mismo. Es una situacin bastante frecuente en el terreno de los bienes pblicos: Misham (19