bALANcE dE LA JMJ y MirAdA AL futuro · Rica en un largo pasado, siempre vivo en ella, y marchando...

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PLIEGO La JMJ Madrid 2011 nos ha dejado huellas imborrables de un gran acontecimiento eclesial vivido en comunión. Pero no ha de quedar solo en eso. Ahora es tiempo de consolidar una Pastoral Juvenil seria y madura que impulse la tarea de la Nueva Evangelización. BALANCE DE LA JMJ Y MIRADA AL FUTURO 2.766. 3-9 de septiembre de 2011

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PLIEGO

La JMJ Madrid 2011 nos ha dejado huellas imborrables de un gran acontecimiento eclesial vivido en

comunión. Pero no ha de quedar solo en eso. Ahora es tiempo de consolidar una Pastoral Juvenil

seria y madura que impulse la tarea de la Nueva Evangelización.

bALANcE dE LA JMJ y MirAdA

AL futuro

2.766. 3-9 de septiembre de 2011

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Pliego

Es la hora del balance con mi-rada al horizonte porque las

lágrimas de la emoción pueden ocultar el sol. Todas las fiestas, parafraseando a Camilo José Cela, tienen sus “Vísperas, Solemnidad y Octava”. No lo iba a ser menos la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Madrid desde el 16 al 21 de agosto, y que tuvo sus vísperas en los actos celebrados en las diócesis españolas con mo-tivo de la recepción de la Cruz y el Icono de las Jornadas. Diferen-tes congregaciones religiosas y diversos movimientos laicales también llenaron sus agendas de actos. Pasadas las Vísperas, llegó la Solemnidad con todo el lujo de detalles que hemos vivi-do, disfrutado y contado en las páginas de Vida Nueva y a través de nuestra nueva apuesta digital. Fueron días de alegría y esperan-za, confirmadas por la presencia de Benedicto XVI, que nos dejó un mensaje altamente significativo y alentador. Toca ahora celebrar la Octava, la reflexión, el balance, la mirada al futuro. Vida Nueva quiere detenerse en el análisis con esa perspectiva y ha recogi-do una gavilla de opiniones con este objetivo, ayudando así a la reflexión serena. Este artículo, que abre en forma de pórtico las reflexiones, quiere indicar varias claves que, a la vista de lo vivido y celebrado, debieran servir para lograr una “armoniosa y sinfó-nica” tarea evangelizadora con los jóvenes y desde los jóvenes, apoyando la necesidad y urgen-cia de la Nueva Evangelización. En el Mensaje que el Vaticano II lanzaba a los jóvenes se decía: “La Iglesia os mira con confianza y amor. Rica en un largo pasado,

siempre vivo en ella, y marchando hacia la perfección humana en el tiempo y hacia los objetivos últimos de la historia y de la vida, es la verdadera juventud del mun-do. Posee lo que hace la fuerza y el encanto de la juventud: la facultad de alegrarse con lo que comienza, de darse sin recom-pensa, de renovarse y de partir de nuevo para nuevas conquistas. Miradla y veréis en ella el rostro de Cristo, el héroe verdadero, humilde y sabio, el Profeta de la verdad y del amor, el compañero y amigo de los jóvenes”. Esta es la invitación y el reto, recordado por Benedicto XVI en su visita con motivo de la JMJ 2011. Veamos algunas claves de cara al futuro: La fe nace de un encuentro per-sonal con Jesucristo y toda ma-nifestación pública tiene aquí su más genuino marco de referencia. Lo decía el mismo lema elegido para la JMJ 2011: “Arraigados y

edificados en Cristo, firmes en la Fe”. Los eventos masivos, como el vivido, no deben ocultar este paso previo; de lo contrario, que-darían reducidos a un mero efecto epidérmico que no sea capaz de mover a la respuesta libre y per-sonal. Los actos masivos ayudan a esa respuesta personal; nunca la suplantan. La fe, aunque se vive en comunidad, nace de una respuesta personal. Para muchos, no obstante, que quizás hayan llegado con cierta tibieza, ha podido servir el evento para cuestionarse su vida desde la fe y prepararse para una respuesta adecuada. Los ecos, las voces y la algarabía no debieran acallar la nítida voz de Jesucristo que habla al corazón de cada joven. Dijo el Papa al llegar a Barajas: “Llego como Sucesor de Pedro para (…) exhortar a los jóvenes a encontrarse personalmente con Cristo Amigo y así, radicados en

su Persona, convertirse en sus fieles seguidores y valerosos testigos.”En estos días se ha vivido una intensa experiencia eclesial. Es la Iglesia el marco de referencia de esta experiencia. El Papa lo ha recordado en alguno de sus dis-cursos. Se ha podido ver en estos días cómo la fe ha sido compar-tida por los más diversos grupos dentro de la comunión eclesial.Esta riqueza que se ha puesto de manifiesto no solo en la diversi-dad de procedencias geográficas, sino también de sensibilidades eclesiales, no debiera dilapi-darse, sino que debe continuar de forma lenta y armoniosa para ofrecer la sinfonía eclesial ade-cuada. Ha sido una experiencia eclesial rica, plural y abierta. No se debiera, bajo ningún concepto, capitalizar por grupos interesa-dos el rico patrimonio de estos días, sino servir para potenciar

Claves para una pastoral juvenil llena de armonía

Juan Rubio Director de Vida Nueva

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en las Iglesias locales un auténti-co trabajo de armonía al interior de la comunión eclesial, com-partiendo la misma fe, el mismo entusiasmo, las mismas preocu-paciones y problemas, aunque las respuestas en las formas sean variadas. En estos días, más que en ningún otro momento, se ha vivido la riqueza de la comunión eclesial en el ámbito juvenil. De-cía también Benedicto XVI: “Los jóvenes tienen aquí una ocasión privilegiada para poner en común sus aspiraciones, intercambiar recíprocamente la riqueza de sus culturas y experiencias, animarse mutuamente en un camino de fe y de vida, en el cual algunos se creen solos o ignorados en sus ambientes cotidianos. Pero no, no están solos. Muchos coetáneos suyos comparten sus mismos pro-pósitos y, fiándose por entero de Cristo, saben que tienen realmen-te un futuro por delante y no te-men los compromisos decisivos que llenan toda la vida.”La vivencia de la fe en un mundo plural, con mensajes alejados del catastrofismo, con palabras llenas de sentido, con las manos abier-tas y con un trabajo de la mano de quienes buscan el bien común, es otro reto al que los jóvenes son sensibles por naturaleza. La juventud no debiera replegarse a una presencia militante simple-mente, haciendo de la fe una ideo-logía en confrontación con una sociedad a veces agresivamente laicista. La respuesta ha de darse con armas distintas. El Papa lo decía en su discurso de despedi-da: “La gracia de Cristo derrumba los muros y franquea las fronte-ras que el pecado levanta entre los pueblos y las generaciones, para hacer de todos los hombres una sola familia”. Los jóvenes, en diálogo con quienes van de camino, han de proponer la fe con la fuerza de la convicción, pero con la mansedumbre de la cari-dad. Un perfil de juventud con una militancia agresiva y apologética pudiera emerger en momentos de tensión. Es posible vivir la fe

con fortaleza, pero es necesario vivirla en el marco de la serenidad y el compromiso con la tarea de reconciliación y caridad para con el mundo en el que vivimos y al que hay que comenzar a amar de forma apasionada, como primer paso de la propuesta evangélica. Estos días han enseñado tam-bién a valorar el contingente juvenil de la propia Iglesia y los muchos trabajos que se vienen haciendo desde diversos lugares. La riqueza de carismas, formas y trabajos es grande. Las expe-riencias recogidas y que se han conocido en un ambiente de sana alegría debiera llevarnos a consi-derar la importancia del trabajo conjunto en las Iglesias locales. En este sentido, cabe reseñar la necesidad de que las conferen-cias episcopales trabajen para vigorizar sus departamentos de Pastoral Juvenil. En España, sin ir más lejos, no deja de ser una pequeña cenicienta en el conjunto de su actividad. Haría falta elevar el rango y dotar de más medios al departamento pertinente para

que pueda trabajar con una ma-yor libertad y riqueza. En este sentido, sería conveniente que la Conferencia Episcopal, dentro el Plan de Pastoral, pusiera acento especial en la Pastoral Juvenil y que, incluso, animara y alentara la realización de un plan de traba-jo con los jóvenes de las Iglesias locales españolas. El Sínodo de la Nueva Evangelización que el año próximo se celebrará en Roma puede ser una fecha importante en la agenda de este plan, que podría tener en la JMJ su arranque e inicio.Toda fiesta acentúa algunos aspectos, como es el celebrati-vo, pero no debe ocultar otras realidades. La Pastoral Juvenil seria no debiera quedarse en las celebraciones litúrgicas, que, a veces, por solemnes, pierden cercanía. La juventud necesita una aproximación al verdadero sentido de la Liturgia y no dejarse arrastrar tan solo por el specta-culum admirabilis que todo rito litúrgico lleva consigo, sino que ha de profundizar aún más en su

sentido sagrado, con todas sus implicaciones y compromiso para que no quede el acto litúrgico reducido a un acto de rito vacío. Por eso, un programa serio de formación litúrgica es prioritario. También el compromiso con la Justicia y la pasión por los pobres y por las nuevas y emergentes formas de pobreza con las que conviven deben forjar a jóvenes cristianos atentos a estas necesi-dades. En muchas ocasiones, los más pobres son sus compañeros de camino, a los que les falta la presencia de Dios y la oferta evan-gélica. En el Vía Crucis, el Papa decía: “Que el amor de Cristo por nosotros aumente vuestra alegría y os aliente a estar cerca de los menos favorecidos. Vosotros, que sois muy sensibles a la idea de compartir la vida con los demás, no paséis de largo ante el sufri-miento humano, donde Dios os espera para que entreguéis lo me-jor de vosotros mismos: vuestra capacidad de amar y de compade-cer”. La clave de la pasión por los pobres será el mejor termómetro para una Pastoral Juvenil seria.La experiencia de estos días ha supuesto un caudal fuerte que ahora necesita estructuras para canalizarlo. De lo contrario, se puede desbordar y perder, que-dándose todo en un salón vacío con los restos de la fiesta. Cana-lizará en el ámbito de las voca-ciones sacerdotales y a la Vida Consagrada. También en las fa-milias cristianas, en las diversas ocupaciones profesionales y en los diversos ambientes. La fiesta será tal fiesta si el recuerdo va acompañado del compromiso. Es posible. Ahora toca testimoniar la fiesta. Decía el Papa en la Euca-ristía de Cuatro Vientos: “No os guardéis a Cristo para vosotros mismos. Comunicad a los demás la alegría de vuestra fe. El mundo necesita el testimonio de vuestra fe, necesita ciertamente a Dios”. El futuro no es solo preparar Bra-sil 2013, que también, sino po-tenciar nuestro compromiso con la tarea con los jóvenes.

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Pliego

BenediCto Xvi, de la CariCatura al retrato

Joaquín Luis ortegaSacerdote y periodista

tendrá que pasar tiempo para evaluar lo ocurrido en Madrid

entre el 16 y el 21 de agosto. Dejémoslo, de momento, en un magno acontecimiento religio-so, pero también de alto relieve humano, cívico e internacional. En todo caso, y al margen de som-bras y de máculas –que existie-ron–, creo que la JMJ de Madrid ha merecido una nota muy alta. Han sido muchos y muy diversos los protagonistas de tal evento,

pero resulta inevitable reconocer los méritos tanto de los jóvenes como de Benedicto XVI. Ante la complejidad de lo ocurrido, me quedo en un leve análisis sobre la presencia y la figura del papa. Era para él, el tercer viaje a Es-paña. El de esta vez ha sido, en realidad, al entero mundo de los jóvenes, pero con parada y fon-da en Madrid. El viejo Ratzinger –ahora Benedicto XVI– no tenía, en un amplio sector de la opinión española, un perfil demasiado favorable. Cuando se hablaba de él salían a relucir epítetos como “Torquemada”, “Inquisidor” o “Pastor alemán”. Los medios lai-cos se ocupaban de difundir esa caricatura. A la hora de su elec-ción papal, saltó la misma can-ción. Luego, en diversos momen-tos de su pontificado, han vuelto a proliferar tales caricaturas. En estos días de la JMJ hemos tenido la oportunidad de contemplar el

verdadero retrato de Benedicto XVI. Con la mayor naturalidad, ha capitaneado un buque que fletó ya Juan Pablo II, dando a la travesía su propio y personal rumbo. Aquí han descollado la firmeza de sus principios y la mansedumbre de su persona. Ni el cansancio de los compromisos, ni el ir y venir del papamóvil, ni la severidad de los calores madri-leños han sido capaces de borrar su sonrisa afable y permanente. Escaso, si se quiere, en gestos, ha sabido trasmitir la hondura de su pensamiento y el frescor de su estilo de comunicador. He-mos comprobado largamente su inefable “saber estar”, arrebolado por la venerable ancianidad que le confieren sus 84 años.La valiosa herencia de su palabra ha quedado registrada y dispo-nible en los abundantes textos de sus saludos y homilías a los jóvenes, a los seminaristas, a las

consagradas, a los discapacitados y a cuantos se han cruzado con él en la JMJ. Todo un florilegio de ese maestro en el pensar, en el sentir y en el decir que viene siendo Be-nedicto XVI. De tantas imágenes que sobre él se nos han brindado en estos días, yo me quedo con la serenidad y la sonrisa con que aguantó el vendaval que le dejó sin solideo y sin papeles en la celebración eucarística de Cua-tro Vientos. En él tiene la Iglesia un seguro timonel. La JMJ nos ha regalado su mejor retrato.

moChilas

DoLores aLeixanDre, rscJ

Pasados los días de apoteo-sis, entusiasmo y desmesura,

toca ahora invertir creatividad y energías en aprovechar eclesial-mente lo vivido en la JMJ. Usando la imagen de la mochila que se repartió a los jóvenes, empeza-ría por sacar de ella el evangelio de Mateo y pensar estrategias para conocer más a Jesús e irse haciendo “adictos a la Palabra” y lectionautas si se tercia. Y leer despacio los discursos del Papa, que son una joya.Dialogaría también sobre lo que vivieron en el Vía Crucis, usan-do los textos de cada estación e invitando a recorrer sus calles cotidianas, atentos a descubrir las cruces más o menos visibles con las que carga la gente. Contemplarlos con más atención aún que a las imágenes que des-filaron y no olvidar la recome-dación del Papa: “No paséis de

un verdadero Camino de fe

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largo ante el sufrimiento”. Si se confesaron en el Retiro, comentar qué les ha dejado la experien-cia y recordar que, además de la confesión individual, existe también la celebración comuni-taria y preparar una, por ejemplo en Adviento.En la Vigilia, el momento de la adoración de la Eucaristía y el silencio que la rodeó fueron so-brecogedores: preguntarnos con los jóvenes cómo prolongar ese movimiento de adoración para que, de tanto mirar a Jesús, nos entre el deseo de vivir como él una vida “ex-puesta”. Porque su Presencia, tan accesi-ble y disponible en la simplicidad del pan, contagia su pasión por el derecho de cada ser humano al pan y a la vida. Ocasión opor-tuna para sensibilizar hacia la hambruna de Somalia, avergon-zarnos de que esté ocurriendo algo así e indignarnos por las desigualdades remediables del mundo. Ese mundo al que hay que anunciar el Evangelio usando los mismos medios que usó Jesús, el del “corazón manso y humilde”, como rezaba la oración final de la Vigilia. Reflexionar sobre la diferencia entre “no avergonzarse de confe-sar la fe” y “ser arrogantes”. Ver algún vídeo de enfrentamientos en Sol y escuchar testimonios de católicos que en estos días reconocían estar “en el kilómetro 0”, a la vez “manifestantes” y “peregrinos”. No se sentían “del Papa”, pero sí miembros de la misma Iglesia: tratar de entender las razones de cada grupo.Y puestos a ensanchar el corazón, alegrarnos de las “muchas habi-taciones” de la casa del Padre y de que haya espacio en ella para los que añoramos otros modos de presencia eclesial y también para otros muchos, aunque estén lejos: desde los jóvenes sirios que lu-chan por su libertad a los de los barrios de Londres a quienes la pobreza y la violencia han vuelto violentos. Aunque no lleven mochila.

el fenómeno de la JMJ puede interpretarse como resultado de la confluencia de tres

factores determinantes: la realidad de los jóvenes, la presencia del papa Benedicto XVI y el mensaje que se ha transmitido y vivido.¿Qué jóvenes son los de la JMJ? Los jóve-nes de la JMJ no son exactamente los de generaciones pasadas, ni los reflejados en los estudios sociológicos al uso, aunque participan de algunos rasgos comunes con ellos. En contraste con los de generaciones pasadas, no necesitan situarse radicalmente en contra de un tiempo pasado, sino que son capaces de asumir positivamente, sin prejuicios, mensajes y formas de aquel tiempo, que para la generación anterior resultaban absolutamente rechazables. Con esta generación anterior tienen en común el ser jóve-nes y, por tanto, comparten la necesidad de vivir algo nuevo. Frente a la mayoría sociológi-ca, estos jóvenes están abier-tos a la trascendencia y son sinceramente creyentes. Con la mayoría sociológica compar-ten aquel estilo postmoderno de rechazo a las ideologías, la hipersensiblidad, la insta-lación en el mundo afectivo y simbólico, la atención a lo concreto… El resultado es una juventud creyente, con-fesante, sensible a lo simbólico litúrgico, comprometida en lo visible cotidiano e in-tegrada en la Iglesia concreta (comunidad, grupo, movimiento e Iglesia universal), que ellos ven como lugar de identificación.La presencia el papa Benedicto XVI nos lleva a la pregunta por el tipo de liderazgo que él ejerce sobre estos jóvenes. Estamos lejos de una visión de la jerarquía opresora, intere-sada, contraria al Evangelio. Ciertamente, el liderazgo del Papa poco tiene que ver con un liderazgo de tipo personal (asentado, por ejemplo, en su biografía). Más bien, la sintonía que puede haber entre él y los jóvenes viene de lo que él significa, en tanto que representación de la Iglesia que ellos

viven como lugar de identificación, y –se-cundariamente– en tanto que altavoz de una manera de entender la fe coincidente con sus aspiraciones.Asimismo, el mensaje transmitido y vivido no es el de la crítica agria y sistemática, sino el de la reafirmación de la alegría de creer positivamente, sin silenciar el contras-te con otras maneras de entender la vida (fundamentalmente, las que están cerradas a la trascendencia). Es un mensaje de iden-tidad gozosa. Las llamadas a la relevancia social de la fe han consistido en la invita-ción al testimonio explícito y dialogante y

a la colaboración en la construcción de “la civilización del amor” (Pablo VI).Desde hace más de cuarenta años se vive en la Iglesia una manera de ser joven que con-trasta con lo que era general en tiempo del Concilio y en el inmediato postconcilio. La JMJ de Madrid, junto a otros signos, demues-tra que esta manera ya no es minoritaria, sino que se está consolidando y representa, quizá, la mayoría de los jóvenes creyentes de hoy. Sería una temeridad no ver en ello un signo del Espíritu, aun sabiendo que ninguna situación histórica de la Iglesia es sin más “canonizable”. Conscientes de los riesgos, discernimos y secundamos la llamada del Espíritu que nos viene a través de las voces de estos jóvenes, para que actuemos en consecuencia.

una mirada pastoral a la jmj

+ agustín cortés sorianoObispo de Sant Feliu de Llobregat

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una fe viva

FernanDo sebastián aguiLar Arzobispo emérito de Pamplona y Tudela

acabamos de volver a casa. Cansados y contentos. Dando

gracias a Dios. La JMJ de Madrid ha resultado muy bien. Hay que felicitar a los organizadores. Y hay que felicitar a los asistentes. Los chicos católicos del mundo entero han dado un testimonio admirable de las posibilidades y valores del cristianismo en el momento presente. Ellos son los verdaderos protagonistas. Lo han dicho las mismas fuerzas de segu-ridad: “Es increíble, dos millones de muchachos circulando por Ma-drid durante cuatro días y no ha habido ni una bronca, ni un coma etílico, ni rastro de drogas, solo lipotimias”. Sencillamente, es “otra juventud”. Es la juventud cristiana y sana que nosotros teníamos y que hemos perdido en pocos años. En la noche del sábado, los “jóvenes del Papa” demostraron que son fuertes y

saben lo que quieren. Aguanta-ron la tormenta y el vendaval con alegría, sin moverse de su sitio.En estos días, se nos ha hecho visible la verdad de la Iglesia de Jesucristo que crece por todas partes. La JMJ ha sido como una Gran Feria Internacional de la fe, en la que hemos podido ver de golpe lo que hay de fe viva y de firme esperanza por el mundo entero. No vienen solo por ver al Papa; vienen porque creen en Jesucristo, porque quieren ser for-talecidos en su fe con la palabra y el testimonio del Papa. Y con el calor de la fe de sus compañeros de todo el mundo. Por otra parte, el Papa se cui-da muy bien de no presentarse como el centro de atracción de los jóvenes. Él les habla de Cristo como salvador, como camino para encontrar a Dios, para alcanzar la salvación de su humanidad y del mundo. Este año, los discursos del Santo Padre han sido cortos pero muy bien trabajados. Si hubiera que escoger alguno, me quedaría con los dos que tocan el tema del sufrimiento visto y vivido desde la fe (Vía Crucis y Fundación Instituto San José) y el dedicado a los seminaristas. También el que ofreció a los profesores universitarios. Son verdaderas joyas de sabiduría, de

espiritualidad y de humanidad. Pautas importantes para la vida de toda la Iglesia.Estas Jornadas han estado cen-tradas en la pastoral de la fe y en la Nueva Evangelización. Los temas, la manera de tratarlos, tanto en las catequesis como por el Papa en todas sus intervencio-nes, nos han pedido la renovación espiritual de la Iglesia entera, el acercamiento a los que no creen en Jesucristo, el anuncio claro y fiel del Evangelio de Jesús a los que no esperan la salvación de Dios. Poco a poco, con su ejemplo, el papa Benedicto nos va llevan-do hacia la primera línea de la evangelización de nuestro mundo, relativista y descreído.

triste contrastreEn contraste con estas maravi-llas, hemos visto también el triste espectáculo de unos pocos espa-ñoles (¿eran todos españoles?) intolerantes y agresivos que han dejado al descubierto lo más triste de nuestra España de hoy, gente descreída, intoleran-te, amenazadora. Son los frutos amargos de la campaña contra la religión y contra la misma cultura que venimos padeciendo en Es-paña desde hace bastantes años. Y hemos tenido que soportar también la atrevida ignorancia

de algunos ministros dando al Papa consejos de democracia o jactándose de haber reconocido el aborto como un derecho, el triste y cruel derecho de poder matar impunemente a personas inocentes e indefensas. Terminadas las Jornadas, el Papa nos deja la gran tarea de seguir anunciando el Evangelio de Jesús a nuestros jóvenes, uno por uno, pacientemente, serenamente, para que todos crean y vivan el gozo de conocer la verdad de Dios y de construir un mundo diferente cimentado en el amor de Cristo. Los hechos demuestran que la fe es posible, que la Iglesia renace donde hay apóstoles fervorosos y diligentes. Ahora nos toca con-tinuar en el trabajo silencioso y perseverante de cada día, en-trar a fondo en la dinámica de la evangelización de nuestro mundo laico, relativista y desentendido.

un presente y tantos mañanas…

José María roDríguez oLaizoLa, sJExperto en Pastoral Universitaria

supongo que si dejo pasar unas semanas o un par de meses la

memoria habrá fijado con un poco más de finura lo que “queda” des-pués de la JMJ (o, en mi caso, de los días previos del MAGIS igna-ciano y la JMJ). En cambio, ahora, cuando aún es inmediato, cuando se agolpa en la memoria lo escu-chado, lo celebrado y lo intuido, cuando aún se resiente el cuerpo de las noches de mal dormir y los días de mucho hacer, cuando las emociones están frescas, es difícil intentar sintetizar o destacar algo

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como “lo importante”, “lo funda-mental” o “lo esencial”.Prefiero, entonces, centrarme en una única imagen: el gentío en Cuatro Vientos. No por la muche-dumbre. Tampoco por convertir la foto panorámica en una bandera con la que sentir que no estamos solos. No por presumir de haber estado allí –o por lamentar ha-ber estado, si a uno le ha tocado padecer el calor, las apreturas y algunos cálculos insuficientes que también ha habido–. No por la vaga sensación de que es que en este tipo de eventos hay que estar, para poder contarlo después. Tampoco es por haber participado en una Vigilia o una Eucaristía que hayan dejado una huella imborrable –a mí, perso-nalmente, sin quitarles un ápice de seriedad, me hubiera gustado un tono más juvenil, más musical y estético acompañando ambos momentos, pues tengo la sen-

sación de que se optó por una propuesta demasiado clásica–. Ciertamente, las palabras de Be-nedicto XVI fueron sensacionales, y uno se quedaba con ganas de más… Pero tampoco eso es lo que quisiera resaltar.Entonces, ¿qué? ¿Qué es lo que valoro de ese gentío? La sensación de que es el punto de encuentro de millón y medio de historias distintas. Donde otros puedan querer ver una masa amorfa, yo pienso que lo que había era un millón y medio de itinerarios personales, preguntas, búsque-das diferentes. Cada uno de los que estaba allí tiene su propia trayectoria vital. La tenía hasta converger en Cuatro Vientos, y la seguirá teniendo ahora que los caminos vuelven a separarse. Y en dicha trayectoria la fe tie-ne un papel tan importante que nos lleva a todos a ponernos en marcha, viajar, afrontar algunas

dosis de incomodidad, hacernos preguntas, orar y buscar, en el si-lencio y en el encuentro, un poco de luz. Una gran mayoría de los que estaban allí son jóvenes. Gen-te en la edad de las posibilidades. Conscientes de que importa tomar las riendas de la vida, y de que la fe necesita opciones y pasos personales. Gente seria, lúcida, capaz, vitalista, diversa, creyen-te. Gente que tiene en sus manos un presente y muchos mañanas.Y ahora, cuando pienso en toda esa muchedumbre de nuevo dis-persa por el mundo, en diferentes continentes, ciudades y pueblos, no puedo evitar sentir que esta es la levadura que puede hacer fermentar la masa. Y eso me llena de esperanza.

sus palaBras… al Corazón y a la vida

siLvia rozasPeriodista

Hay palabras que solo sirven para entretener, y pasan

como el viento; otras instruyen la mente en algunos aspectos; las de Jesús, en cambio, han de llegar al corazón, arraigar en él y fraguar toda la vida”, así decía Benedicto XVI a los miles de jóvenes que le esperaban en la Plaza de Cibeles al llegar a Madrid. Porque, real-mente, el baño de multitudes es bueno de vez en cuando para ex-perimentar que no estamos solos y que en la barca de Cristo somos muchos y aún caben muchos más. Pero lo importante de la JMJ no es el número de jóvenes (que es bien alto), ni el civismo demos-trado (que es claro y visible), ni la alegría que corría por las calles (que también). Lo importante es

el encuentro de cada joven con Cristo en la calle o en la cate-quesis o en el concierto, o en la Eucaristía… en cualquier lugar y en cualquier momento. Que cada joven haya abierto el corazón a la presencia de la Palabra de Dios. Y esto no es cuantificable, pero es lo importante. Y este es el fin de las JMJ. Por eso, eventos así pue-den ayudar a que las Palabras de Jesús lleguen al corazón… ahora, en cada lugar de origen, en las diócesis, en las parroquias, en las congregaciones religiosas, en los institutos, en los movimientos es urgente ayudar a estos jóvenes a que, como decía Benedicto XVI, las palabras de Jesús “lleguen a arraigar en el corazón y fraguar toda la vida”. Es urgente una pastoral en la que el verdadero destinatario sea el joven del siglo XXI que ha sido tocado por Cristo y que busca radicalidad y coherencia. Una pastoral de proceso y no de actividades y actividades. Una pastoral que ayude a cada joven que ha participado en la JMJ a sosegar su corazón en Jesús, a desear identificarse más y más con Él para ser capaz de acoger su amor, que transforma la vida de cada día.Pero, a la vez, la JMJ no solo ha llegado al corazón de los jóve-nes; también al de los adultos. Porque en la Iglesia hemos sido capaces de hacer algo juntos, en comunión, más allá de las ves-timentas, de los carismas y de los ministerios. Las Palabras de Cristo nos han unido a la que lleva hábito y a quien viste un vaquero, al de la sotana y al de la corbata. Por eso, es importante que aho-ra nuestras parroquias, nuestras comunidades y hasta nuestras redes sociales (dígase @jmj o @madrid11) sigan siendo lugares de encuentro, porque ¡PODEMOS y porque ES POSIBLE! Nuestras diferencias, que sean motivo de más comunión por Cristo y por tantos jóvenes que buscan en no-sotros una ayuda para encontrar el sentido de sus vidas.

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ParaDoJas suPeraDas

+ raúL berzosa Obispo de Ciudad Rodrigo

la vida religiosa seguirá aCompañándolos

JuLia garcía MongeSecretaria General de CONFER

resulta difícil hacer una eva-luación de lo que ha signifi-

cado la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), qué queda después de estos días vi-vidos con tanta intensidad. Será necesario dejar que todo repose en el corazón. Sin duda que para muchos jóvenes será un nuevo punto de partida y, a partir de él, su vida tendrá otro sentido y sabor. Benedicto XVI decía que “en la Jornada Mundial de la Juventud sucede algo que no lo hacemos nosotros mismos”. ¿Habrán aprovechado nuestros jóvenes estos días para conocer mejor a Cristo, para enraizarse en Él, para dejarse llevar por el Espí-ritu? La Palabra ha sido sembrada en la tierra de su corazón y dará a tiempo su fruto. Si esto ha sucedi-do, su entusiasmo y alegría ten-drán un futuro porque la semilla del Evangelio se ha aposentado

dentro de su ser. La Vida Religiosa ha vivido con intensidad la JMJ Madrid 2011. Ha hecho con los jóvenes una larga peregrinación, les ha acompañado en su prepa-ración y ha gozado con ellos en esta celebración de la fe y, ahora, asume el compromiso de seguir a su lado para que esta larga jor-nada dé frutos abundantes. Con el Papa, sentimos que la JMJ ha

sido “como una brisa de aire puro y juvenil, con aromas renovado-res que nos llenan de confianza ante el mañana de la Iglesia y del mundo”. También para cada una de nuestras congregaciones ha sido un tiempo de profundizar con los jóvenes la riqueza de nuestros carismas. Miles de jóvenes se han acercado en esta peregrinación a los lugares fundacionales y han

bebido el agua fresca que nos regalaron nuestros fundadores y fundadoras. Esta riqueza de carismas –“cada carisma es una palabra evangélica que el Espíritu Santo recuerda a su Iglesia”– ha ayudado a nuestros jóvenes a vi-vir arraigados en Cristo. El Papa reconocía agradecido la generosa contribución de la Vida Consagrada a esta JMJ. Además de las muchas actividades en cada congregación, ha sido la primera vez que en estas Jornadas se pre-sentaba a los jóvenes el don de la Vida Consagrada. El Macrofestival organizado por la CONFER convo-có a más de 15.000 jóvenes. Fue una fiesta gozosa de la comunión de carismas que testimonió el gozo de seguir sin condiciones a Jesucristo. El Papa, en todas sus intervencio-nes, ha ido a lo esencial. Constan-temente nos ha invitado a todos a vivir arraigados en Cristo y a proponerlo con coraje y humil-dad como salvador de todos los hombres y fuente de esperanza para nuestra vida, a descubrir la propia vocación y a perseverar en ella con alegría y fidelidad. No ha habido grandes novedades en sus mensajes, sino un nuevo acercar-nos a lo esencial del Evangelio y a vivirlo con mayor pasión. Hemos quedado impresionados por la capacidad de entrega y ser-

no voy a referirme directa-mente al rico magisterio

que el Papa nos ha regalado y dejado como legado permanen-te durante estos vibrantes días. Tampoco deseo expresar mis im-presiones subjetivas o, desde mi Diócesis de origen, sobre la JMJ. Voy a realizar una especie de discernimiento “ignaciano”

en una perspectiva de “catolici-dad o de complementariedad de contrarios”. De ahí el título. Es sana y tradicional doctrina que, en el cristianismo, la ortodoxia es la integración de contrarios. Lo unidimensional, el subrayado radical y parcial, se convierte en heterodoxia. Así, en Cristo, lo humano y lo divino se comple-

mentan. En la Iglesia, el misterio y la visibilidad. Y, en cada per-sona, lo material y lo espiritual forman una unidad. Desde estas premisas se puede afirmar que la JMJ, una vez más y sobre todo, ha sido un ejercicio “colectivo” de madurez. Enu-meramos algunas de estas pa-radojas “entrelazadas”: un Papa

mayor –a veces cansado– y unos jóvenes entusiasmados e inago-tables; un Episcopado español en pleno y una presencia universal de obispos; una España “papis-ta”, en el mejor sentido, y una España “recelosa y anticlerical”; un amor palpable a Jesucristo e, inseparablemente, un amor a la Iglesia; una sana y positi-va laicidad junto a un laicismo beligerante; un acomplejado e infundado miedo político a los discursos del Papa y una satisfac-ción más que notable al final del viaje; unos titulares de periódico

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vicio de tantos jóvenes volunta-rios, por la alegría y aguante que han manifestado los más de dos millones en Cuatro Vientos, por el testimonio de la joven brasileña en su despedida al Papa y por tantos gestos que manifestaban el gozo del encuentro con Jesu-cristo y con jóvenes de tantas y tan diversas culturas. La alegría explosiva y el recogimiento han hecho posible la fiesta de la fe que se vivió en toda la Jornada.Los frutos no podremos medirlos en términos estadísticos. Eso nos puede llenar de gozo o dejarnos insatisfechos cuando no respon-den a nuestras expectativas. Ten-dríamos que aprender a mirar y leer cuanto acontece con los ojos de Dios y no poner la fuerza en los números, sino lo que Dios ha despertado en el corazón de cada joven. Para todos son una llamada las palabras que el Papa ha dejado escritas para los jóvenes. “No tengáis miedo al mundo, ni al futuro, ni a vuestra debilidad. El Señor os ha otorgado vivir en este momento de la historia, para que gracias a vuestra fe siga resonan-do su Nombre en toda la tierra”.Los religiosos y religiosas quere-mos caminar con todo el Pueblo de Dios y seguir acompañando a los jóvenes en esta peregrinación de la fe, testimoniando que vale

la pena acoger en nuestro interior la llamada de Cristo y seguir, con valentía y generosidad, el camino que Él nos proponga.

jmj: Certezas, dudas y preguntas

Luis FernanDo víLcHez MartínProfesor en la Facultad de Educación de la Universidad Complutense

ante tantos datos, es forzo-so elegir perspectivas para

compartir. Estas surgen de la fe, del análisis sociológico y de una ya larga trayectoria profesional, dedicada a la docencia univer-sitaria.Algunas certezas: la “juventud del Papa” no es homogénea, como no lo es la juventud en general. Además, la JMJ incluye jóvenes y niños, adolescentes, adultos y “veteranos”. Aquí se ha dotado de elasticidad al término “joven”, para ciertos aspectos, aunque

los jóvenes estrictamente dichos hayan sido el núcleo. La contun-dencia sociológica de la JMJ debe hacer pensar a los cultivadores de tópicos sobre los jóvenes y la fe hoy. Cuando nos pregunta-mos “qué está pasando” con ellos, aquí hay respuestas y datos que, cuando menos, muestran “otros” estilos y talantes. No comparto la utilización de la sociología como apologética (“somos creyentes, ergo somos los mejores”), pero hay datos en la JMJ que entran por los ojos.Entre las dudas, está la del ¿ahora qué y cómo? También la respues-ta a la pregunta del Papa en su primera intervención, los motivos para acudir al evento. Una inves-tigación cualitativa ayudaría a encontrar respuestas de interés, pues no son iguales las motiva-

ciones de un adolescente de 14 años que las de un joven de 25, por ejemplo.Admiro la fe expresada alegre-mente por estos jóvenes. En el hábitat juvenil actual resi-de una clamorosa búsqueda de sentido para la vida. Me quedo también con un Papa que ha en-contrado su lugar, sin ser centro del mensaje, sino mensajero, invitando a la reflexión, la inte-rioridad, la coherencia, el cultivo de valores, la recuperación de la ética, el acercamiento a los demás con amor. Con el Papa-persona, al que no le van determinadas ocurrencias, admitidas con bon-homía, con gestos de ternura sin pasarse, sensible y observador. Entre las preguntas, cabe interro-garse sobre todo por la ausencia de quienes, pudiendo estar y sin

eufóricos y unos editoriales fríos y ambiguos; una llamada a vivir el cristianismo de forma personal y una invitación a no separarnos de la experiencia comunitaria y eclesial; un encuentro con sacerdotes y seminaristas y, al mismo tiempo, con consagrados y laicos; un mensaje muy claro para los jóvenes y las personas sanas y no menos esperanzador para enfermos y discapacitados; un subrayado sobre la crisis eco-nómica, sin olvidar su dimensión ética y deshumanizadora; una pe-tición de profesionalidad y com-

petencia a los intelectuales sin olvidar la búsqueda sincera de la verdad y la moral; el ruido de lo exterior y la madurez vocacional más interior; un madridismo y españolismo notables junto a un universalismo sobresaliente; una aportación económica pública y un desembolso privado y empre-sarial; la grandiosidad del espec-táculo junto a gestos sencillos y admirablemente humanos; la belleza de personas de carne y hueso y el valor secular de las imágenes procesionales; impre-sionantes muestras de silencio y

el protagonismo insuperable de la Palabra; la presencia visible de una Iglesia joven y dinámica y la retaguardia de miles de co-munidades orantes y ocultas; la fuerza evangelizadora de los nuevos movimientos y la perse-verancia de instituciones clási-cas; el colorido y calor de una música clásica y el guiño acerta-do a innovaciones orquestales; la eficacia y rigidez de los servicios de seguridad y la espontaneidad e improvisación inteligentes; un calor de bochorno y una tormenta de verano inesperada; y, en el

horizonte, la vieja Europa –cen-tralizada en Madrid– que deja paso a la joven América con protagonismo brasileño dentro de dos años en Río de Janeiro.En resumen, el mosaico estuvo bien logrado: la gracia de Dios y el esfuerzo humano, el miste-rio de lo sagrado y la visibili-dad de la Iglesia, lo joven y lo más añejo, han caminado de la mano y han abierto horizontes de esperanza y de futuro. La JMJ en Madrid ha sido mucho más que una JMJ. Por sus frutos nos daremos cuenta de ello.

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dejar de considerarse creyentes, no han acudido, jóvenes en la frontera, en otras orillas. Tam-bién, aunque sea secundario, por ese histerismo multitudinario a veces, el estado de “levitación” en los gestos de algunos, genu-flexiones exageradas y extem-poráneas, o los criterios para la selección de “jóvenes” profesores en El Escorial. Una última pregun-ta: ¿qué tal un euro per cápita de los asistentes para ayudar a paliar la hambruna en Somalia?

una refleXión eduCativo-pastoral soBre la jmj

P. PascuaL cHávez viLLanueva, sDbRector Mayor

He dejado Madrid hace un par de días después de haber

vivido una de las experiencias

más entusiasmantes en mi vida de educador y pastor en medio de los jóvenes participantes en la Jornada Mundial de la Juventud. Era mi tercera experiencia, así es que había ido a España con el recuerdo de las anteriores y convencido del valor de este tipo de eventos.Si hay una expresión que puede sintetizar lo vivido estos días del 16 al 21 de agosto del 2011 es la que ha sido usada desde el prin-cipio para definir lo que estaba sucediendo: un festival de la fe.Me ha gustado descubrir que, fi-nalmente, la prensa –nacional e internacional– leyó honestamente el evento, superando la tentación de ofrecer lecturas hechas desde lugares comunes o, peor aún, nu-tridas de prejuicios.Había que estar en medio de esos jóvenes, y no desde la distancia –sin que esto significara desem-peño en descifrar los comporta-mientos, gestos, actitudes, can-tos, celebraciones– para valorar justamente esta Jornada Mundial de la Juventud.Y me refiero concretamente a esta porque –como ya la anterior de Sidney, Australia– había sido precedida de circunstancias y juicios negativos, casi auguran-do o preludiendo un fracaso; a ‘esta’ porque –como ninguna de

las precedentes, incluidas las de París o Roma– había contado con una cantidad y calidad tan sobre-salientes de los participantes.Venidos de todos los continentes, prácticamente de todos los ángu-los de la tierra, de razas, lenguas, culturas y contextos tan variados, el perfil que los unía era el de ser una nueva generación, constitui-da por jóvenes normales, alegres, pacíficos, generosos, soñadores, entusiastas, portadores de es-peranza y futuro, preparados, convencidos de estar llamados a ser no meros consumidores de productos, sensaciones o expe-riencias ni simples espectado-res de este escenario del mundo, sino protagonistas en el actual proceso de transformación de la humanidad, seguidores de Jesús y orgullosos de proclamar su fe y su pertenencia a la Iglesia.Que el elemento determinante de estos jóvenes sea la fe, no hay duda. Ciertamente puede haber –y de hecho las hay– otras moti-vaciones para emprender largos y fatigosos viajes, para soportar la inclemencia del tiempo (calor, viento, lluvia), las incomodidades de alojamiento o las costumbres alimenticias diversas, y para confrontar otras sensibilidades culturales o sociales y otras op-ciones personales, pero la energía

que permite afrontar con señorío todos estos desafíos es el amor de Jesús y el amor a Jesús y a los demás. Por todo ello, es justo ca-lificar esta JMJ como un festival de la fe. El contexto en que se ha realizado la JMJ de Madrid no es irrelevante, pues está caracterizado por la globalización que estamos vivien-do, marcado por la preocupante crisis económica y financiera que está golpeando duramente a to-dos los países, teniendo siempre delante el fantasma de una nueva recesión, que parece estar al ace-cho. En una palabra, el contexto actual es el de un proceso pro-fundo de transformación social y cultural. La así llamada prima-vera árabe, ese movimiento que en sus inicios se caracterizó por su autonomía de toda afiliación política o religiosa, que comenzó en Túnez y que se extendió a todo el norte de África, a los países del Golfo y el Medio Oriente exi-giendo respeto por la dignidad y libertad de la persona, oportu-nidades de educación y trabajo, derechos humanos y capacidad de autodeterminación política, ha sido seguida por otros signos de malestar social, como el caso de los “indignados”. Pues bien, sin indicar explícitamente este escenario mundial y regional, “las alegrías y las esperanzas, las angustias y las tristezas” que vive la humanidad estuvieron presentes y se convirtieron en oportunidad para el crecimiento y el compromiso, con la invitación a no tener miedo al futuro y llenar de esperanza este mundo.

Programas de vidaAsí entendí el mensaje del Santo Padre, que en Madrid ha vivido una de las experiencias de su vida más significativas. Mucho se ha hablado de la diferencia entre las personalidades de Juan Pablo II, iniciador y pionero de las JMJ, y Benedicto XVI, por lo que no me parece que valga la pena añadir nada al respecto. Sí, en cambio, respecto a la forma de interpretar

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su rol de sucesores de san Pedro, llamados a confirmar la fe de sus hermanos, en este caso, de los jóvenes. Mientras el primero, precisamente por la incompara-ble capacidad de comunicar que tenía, podía favorecer –aun sin pretenderlo– un culto a la per-sona, el segundo explícitamente busca disminuir su imagen para que Cristo crezca en la mente y en el corazón de los jóvenes. Su indiscutible calidad teológica y de profesor le permite anunciar el Evangelio en un lenguaje que lo hace comprensible y relevante para la persona de hoy, buscando suscitar aquellos interrogantes de la existencia humana que abren caminos de búsqueda ha-cia Dios, para hacer luego ver cómo en Jesús Dios se ha reve-lado y entregado totalmente al hombre. Las intervenciones que el Papa ha tenido a su llegada a Madrid, su mensaje de apertura de la JMJ en Cibeles, los encuen-tros con los diversos grupos de personas, comenzando por el de los universitarios y terminando con el de los voluntarios que tan

generosamente sirvieron durante todo el evento, siguiendo con el de las religiosas y el de los semi-naristas, las homilías durante el Vía Crucis o en la Vigilia euca-rística –aunque haya tenido que interrumpirlo y cortarlo cuando llegó un vendaval y una tormenta de agua que puso en riesgo la continuidad de la celebración– o en la Eucaristía de clausura, han sido todos cuidadosamente preparados, sin dejar nada a la improvisación y sin reducirlos a saludos meramente formales. De allí la necesidad de que sean estudiados y transformados en programas de vida. La JMJ de Madrid ha demostrado ser una auténtica manifestación de la fe y de la Iglesia y una vía significativa de nueva evangeliza-ción, justamente porque la Jorna-da Mundial de la Juventud ya no es un evento, tal vez espectacular, sino un verdadero camino de fe, con una increíble fuerza de con-vocatoria. Ella representa el des-cubrimiento cada vez más grande del valor de la sinergia, no solo para vencer el aislamiento en que

podemos encontrarnos viviendo la vida o testimoniando la fe, sino sobre todo para encaminar a los discípulos del Señor Jesús hacia objetivos comunes, en modo tal de hacer verdad la identidad dada por Jesús a sus discípulos: “Ser sal de la tierra”, “ser luz del mundo”, “ser ciudad construida sobre el monte”. Esto será posible en la medida que hagan de las bienaventuranzas su auténtica carta de identidad y sean pobres de espíritu, hambrientos de jus-ticia, misericordiosos, puros de corazón, amantes de la paz. Es obvio que tanto las personas en su singularidad como los grupos y movimientos en cuanto tales tienen su propia sensibilidad, su visión de la realidad, de la fe y su espiritualidad, y, por lo tanto, su manera de entender y realizar la nueva evangelización hoy. Sin ne-gar la importancia y necesidad de la vía kerigmática, especialmente en las sociedades poscristianas, estoy convencido de que sin edu-cación no hay evangelización que dure y que sea capaz de dar razón de la propia esperanza, que hoy

no se puede ayudar a madurar cristianos sin inculturación del Evangelio, que el lenguaje reli-gioso debe responder a la cultura juvenil de hoy para evitar que sea incomprensible e irrelevante, y, por ende, estéril.

experiencia espiritualConcluyo confirmando el valor de las JMJ, que tienen en los jóvenes la base de entusiasmo, gratuidad, profecía, valor y alegría que hoy necesita cualquier sociedad que alimente el sueño de ser capaz de generar sentido de la existencia y calidad de vida. Reafirmo igual-mente las perspectivas pastorales que ofrece una Jornada Mundial de la Juventud como esta de Ma-drid: al mundo de hoy no se lo puede evangelizar sino asumien-do el modelo de la Iglesia primi-tiva de Jerusalén, formada por personas que habían tenido una fuerte experiencia espiritual que había cambiado sus vidas, que habían experimentado la gracia de la comunidad hasta el punto de ser un solo corazón y una sola alma, pues todo lo ponían en co-

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mún, alimentados por la Palabra y la Eucaristía, y sostenidos por la oración, hasta en convertirse en un auténtico modelo cultural alternativo.

el poder de la esperanza

Jesús sáncHez aDaLiDSacerdote y escritor

La JMJ ha trastocado las previ-siones y los prejuicios. El Papa

ha hablado en positivo. De este modo, el clima de contestación previo al viaje se ha disipado e incluso se ha dado la vuelta. Mientras que el encuentro de Benedicto XVI con los jóvenes fue precedido de vivas discusiones, la realidad ha tenido poco que ver con lo que anunciaban algu-nos, presentando al Papa como un hombre autoritario, sermo-neador e imperioso, cuya visita era el punto de partida de una reconquista del ‘orden moral’ en medio de un despliegue fastuoso y abrumador. Nada de eso. Hemos asistido a un acontecimiento magnífico, sobresaliendo por encima de las polémicas, desbaratando las trampas tendidas a su paso y que invitaba a España a seguir siendo ‘acogedora’.Desde el acto de bienvenida, Benedicto XVI quiso clarificar el carácter pastoral del viaje, que no se planteaba contra nadie. En ningún momento el Papa ha propugnado el retorno a un or-den antiguo fundado en la reli-gión –por otra parte, a menudo idealizado–; por el contrario, ha querido repetir con fuerza que la comunidad de creyentes en Cristo tiene siempre algo que decir a la sociedad y debe decirlo.

Es bueno que los jóvenes cristia-nos puedan celebrar los valores que siguen siendo a la vez un fundamento de su vida actual y una orientación para su futuro.La guerra de las dos Españas, laica y católica, que algunos querían resucitar, ha fracasado. La polémica era un globo que se desinfló enseguida ¿Había que hacer tanto ruido? Al cabo de cuatro semanas de pre-sencia audiovisual permanente y una campaña muy activa, las organizaciones laicas, los “indig-nados” y los cuatro “despistados” de Evaristo Villar solo lograron reunir menos de 5.000 manifes-tantes en Madrid, degenerando en una violencia injusta y desmedida que ha vuelto en su contra a la opinión pública. Los cantos, la alegría, las plegarias y el precio-so color de la esperanza de esta JMJ han acabado cautivando a los españoles.

eXperienCia eClesial CatóliCa

Juan María Laboa Sacerdote e historiador

Mientras reflexiono sobre el multitudinario encuentro

eclesial de jóvenes del mundo entero movidos por el impulso de su fe personal y por la llamada del Obispo de Roma, no puedo por menos que corroborar el persistente atractivo de Cristo y la capacidad de convocatoria de una Iglesia presente en todas las tierras, al tiempo que consta-to, una vez más, la necesidad de transparencia y sencillez en las

manifestaciones que organiza-mos. No olvidemos que es el Papa quien convoca y los jóvenes quie-nes acuden. El resto es tramoya, medios, colaboradores, siervos inútiles, con palabras del Señor. Cualquier intento de utilización del evento, de usurpación de fun-ciones, de autobombos varios, aunque resulten humanamente comprensibles, no dejan de des-virtuar y confundir.El que el Papa llegue como jefe de Estado complica innecesariamen-te un encuentro entre el padre que llama y unos hijos que acuden para hablar con sencillez sobre el Evangelio y comprometerse con Cristo. El protocolo estatal permite muchas variantes de pre-sencia de autoridades sin que en ninguna se pierda su autoridad y prestigio. Este es un encuentro familiar, en el corazón de la co-munidad eclesial, que adquiere todo su significado en sí mismo.

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Por otra parte, el programa se desarrolla con una sabia progre-sión lógica. Se encuentran festi-vamente en la Plaza de Cibeles, rezan un solemne Vía Crucis en la Castellana, celebran una vigilia fraterna de diálogo y adoración al Señor y culmina en una eucaristía solemne con mensaje pontificio y con el envío a anunciar el Evan-gelio con el que se clausura el encuentro. Durante algunas ma-ñanas, por grupos lingüísticos, los jóvenes reciben unas cateque-sis que les ayudan a centrarse y a comprometerse.

estridenciasTodo es católico, universal, una experiencia de Iglesia católica que trasciende las diócesis y las naciones. Fundamentalmente se siguió el programa, pero no faltaron estridencias y egoísmosDos días antes de que llegara el Papa, a modo de bienvenida, el cardenal Rouco celebró en Cibeles una misa desmedida y dislocada, con docenas de obispos con mi-tra, ocupando el sillón papal, con una homilía programática aunque de interés local. Todo en español, poco apropiado para las decenas de millares de jóvenes presentes, aunque descolocados. ¿Por qué no se utilizó un esquema litúrgi-co sencillo o simplemente una

acogida festiva y fraterna que hubiera cumplido muy bien con el propósito de hacerles sentirse cómodos y acogidos en una ciu-dad que desconocían?Tuve la sensación de sobredosis en la presencia de Rouco, de pala-bra y de obra, casi un monopolio representativo distorsionante. Sus palabras iniciales en todos los actos pontificios resultaron sorprendentes y su tono, descon-certante. Parecían pronunciadas para encauzar el acto y señalar al Papa su sentido. Además, sus reiteradas afirmaciones sobre las raíces cristianas de España, que compartimos sin duda, parecieron más para consumo interno que para los destinatarios y actores reales del evento, los jóvenes del mundo. Ese acaparamiento del obispo madrileño resultó en de-mérito de los demás obispos es-pañoles y fue magnificado por los presentadores de 13TV, a pesar de tratarse de una cadena del epis-copado español. Por otra parte, aunque comprendo la satisfacción de invitar al Papa a su casa con motivo de su 75º cumpleaños, me pregunto si no hubiera sido más eclesial y justo invitar, también, a todos los obispos españoles.Llamativo el uso casi exclusivo del español en todos los actos. En Roma dosifican perfectamente

los idiomas en las diversas litur-gias y ceremonias. Aquí se perdió la ocasión de una presencia de obispos y jóvenes que hablasen y rezasen en voz alta en sus res-pectivos idiomas, dando voz a su universalidad y a su diversidad. No se trataba tanto de compren-sión cuanto de signos repetidos de catolicidad y fraternidad.¿Me equivoco si señalo una cierta marginación de los religiosos, muchos de cuyos superiores ge-nerales participaron en las ce-remonias? Decenas de millares de jóvenes vinieron en grupos organizados por religiosos, pero, tal vez, su cotización actual es bastante inferior a los de los movimientos.Dicho esto, hay que reconocer una eficaz organización y una dedica-ción y creatividad admirable de muchas personas. Me pregunto, en este tema, sobre los criterios para elegir a los obispos que die-ron las catequesis. Las diferencias resultaron im-portantes y resultaría altamente pedagógico estudiar los méto-dos empleados y las razones del éxito o del fracaso. En cualquier caso, sigo creyendo que el paso de los jóvenes por las distintas comunidades diocesanas, su contacto con familias y comuni-dades de vida, constituyó una de

las facetas más importantes del encuentro.El Papa ha mantenido un talante de sencillez y cercanía atrayente y convincente. Verle con los jóve-nes atravesando los cinco arcos de la Puerta de Alcalá, admirar en silencio y conmoción el Vía Cru-cis de la Castellana, soportar con simpático desconcierto la lluvia y el viento y participar con los jóvenes en la Eucaristía de Cuatro Vientos han constituido momen-tos admirables e inolvidables.

esporas de heleCho y elefantes en la jmj 2011

Francisco Juan Martínez roJasDeán de la Catedral de Jaén

no había tenido contacto directo con una Jornada

Mundial de la Juventud desde el año 2000, en que trabajé en la acogida pastoral a los peregrinos españoles que fueron a Roma en agosto de ese año y pasaron por la iglesia española de Santiago y Montserrat de la Ciudad Eterna. La impresión que tuve hace once años la he vuelto a ratificar en estos intensos y calurosos días madrileños compartiendo fe y experiencias con los jóvenes de Jaén, a los que he acompañado con otros miembros de la Dele-gación Episcopal de Juventud.Sin duda, la JMJ es una experien-cia de gracia, una intuición profé-tica de Juan Pablo II que conecta perfectamente con su imagen de la Iglesia como Iglesia de pueblo, no de masa anónima, sino de co-munión de personas capaces de movilizarse en todos los sectores de la sociedad, para ofrecer la

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novedad del mensaje cristiano más allá de los habituales ca-nales pastorales eclesiásticos, que, a todas luces, se muestran insuficientes para hacer llegar el Evangelio a todas las capas de un tejido social cada vez más secularizado. En ese sentido, las palabras de Benedicto XVI en la misa de clausura, recordando que vivir la fe es caminar con otros, y alertando sobre el riesgo de vivir la relación con Cristo de modo individualista, iluminan la dinámica pastoral que dimana de la JMJ, que no pretende volver a una sociedad de cristiandad, uniformemente cristiana, sino crear comunidades auténticas, donde la vivencia transformadora de la fe sirva para hacer más pre-sente el Reino de Dios en nuestro mundo, desde un compromiso de fe confesante, que deje de lado el cristianismo vergonzante que paraliza con sus miedos y respe-tos humanos a tantos cristianos en la vida pública.

valoraciones y argumentosPor ello, algunas valoraciones que se han hecho desde los medios de comunicación de siempre, terrible-mente irritados por la respuesta masiva, entusiástica y sanamente provocadora de los jóvenes ante la llamada del Papa, me recuerdan que ante los hechos palpables y evidentes no hay argumentos en contra que valgan, como decían los clásicos (Contra facta non va-lent argumenta). O, como escribió magistralmente C. S. Lewis en su artículo Esporas de helecho y ele-fantes, cuando afirmaba que cierta investigación bíblica y teológica, empeñada en un criticismo ex-haustivo, pretendía ver las esporas de los helechos –invisibles para el ojo humano–, pero era incapaz de ver un elefante situado a diez metros de distancia. Aquí las es-poras pueden ser el presunto ser-vilismo del Estado ante la Iglesia, los costes para la Administración Pública –sin tener en cuenta los ingresos originados por los dos millones de peregrinos–, la esca-

sa incidencia pastoral que tienen los acontecimientos de masas y otras varias conclusiones que se muestran incapaces de ver ese elefante de esperanza, formado por los jóvenes de todo el mundo, que han inundado con su alegría estos días la capital de España.Habrá que aprovechar pastoral-mente el tirón de la JMJ, seguir trabajando en el día a día con los jóvenes y no resignarse ante los inevitables contratiempos que siempre surgen ante cualquier movimiento de renovación. Pero quien no quiera ver todo lo posi-tivo que trae una Jornada Mundial de la Juventud, y esta de Madrid en particular, se autocondena a alejarse de una realidad que se impone por sí misma. Una rea-lidad que es la propuesta libre y gozosa del Evangelio, desde la mansedumbre evangélica, que en estos días en Madrid, frente a los vociferantes de siempre, ha vuelto a mostrar, con la dignidad que Dios ha puesto en el corazón de sus hijos, que la Iglesia sigue siendo maestra de verdadera humanidad.

¿Qué has visto por el Camino?

José MigueL núñez, sDbConsejero Regional para Europa Oeste de los salesianos

He estado en Madrid con los jóvenes de todo el mundo en

una fiesta multicolor de fe y de alegría. Una experiencia única, irrepetible, de las que te ensan-chan el corazón porque respiras una bocanada de aire fresco, aire evangélico, aire de comunión eclesial.He visto jóvenes venidos de to-dos los rincones del mundo en un movimiento armónico y serpen-teante, en una ciudad amable y acogedora que los ha hecho par-te de sus plazas y sus calles, de sus avenidas y sus parques sin estridencias.He visto el rostro de una Iglesia joven, comprometida y audaz-

mente creativa. Una Iglesia res-petuosa y abierta, acogedora y plural. Una Iglesia encarnada en miles de peregrinos que traían entre sus manos la realidad de sus contextos y en su corazón el anhelo de una humanidad nueva.He visto jóvenes que buscan autenticidad, con los pies en el suelo y la mirada esperanzada. Jóvenes comprometidos con su fe, con las manos abiertas en un gesto simbólico de solidaridad universal. Jóvenes portadores de un mensaje transformador, pen-dientes de los labios de su Maes-tro, atentos a su Palabra, abiertos a su gracia, siguiendo sus pasos por caminos de libertad.He visto la mirada transparente de muchos de ellos con los que compartí la fiesta del perdón. He palpado la fuerza de la misericor-dia en la vida de las personas. Los jóvenes cristianos están por la luz, la que ha vencido defini-tivamente a la noche y ha hecho añicos la tiranía del pecado y de la muerte. He visto reír y llorar, estremecerse y emocionarse a muchos de ellos cuando han li-

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esta es La JuventuD DeL PaPa+ Francisco cerro cHavesObispo de Coria-Cáceres

He asistido a casi todas las Jornadas Mun-diales de la Juventud como delegado de

Pastoral Juvenil, y debo confesar que en esta se han alcanzado cotas de participación, de emoción y, sobre todo, de cuidar momentos claves, aun sabiendo que algunas cosas se nos pueden ir de las manos, que la hacen sin lugar a dudas una de las mejores. He venido impactado, y todavía perdura en mí un inmenso agradecimiento al Señor por esta fiesta de la Iglesia joven, que una y otra vez como lema repetía: “Esta es la juventud del Papa”.Podemos preguntarnos: ¿cuál es la juven-tud del Papa? ¿Es una juventud distinta a los chicos y chicas que acuden a nuestras parroquias? ¿Es una juventud distinta a la que viven precisamente hoy los jóvenes, de momentos difíciles, de crisis, de paros, de futuro incierto? El Papa ha constatado que lo más importante es querer a los jóvenes; si no, no habrá Pastoral Juvenil ninguna. Amar a los jóvenes, que son los que tenemos, los que no están, los que viven con gozo su fe, los que se alejan de la Iglesia. Se puede destacar en esta juventud del Papa que es la juventud perenne de la Iglesia, que ama profundamente al Corazón de Cristo. Cuando cayó la tormenta en Cuatro Vientos, percibí que se acercaron al Papa para comentarle que podría marcharse de allí porque la cosa

se estaba poniendo fea, y el Papa dijo que se quedaba con los jóvenes y permaneció en medio de la tormenta. Después, en todas sus intervenciones, se percibió su preocu-pación y afecto por vivir la preocupación de los jóvenes en medio de la noche, cuando arreciaba la lluvia y la tormenta. El Papa presentó a los jóvenes la novedad de Cristo, con tres claves que hacen fecunda la Pastoral Juvenil:1. Dejar a Cristo que hable al corazón del joven. Ni siquiera el Papa quiso ser prota-gonista, se hizo presente solo lo necesario y, en su profunda humildad, ha convencido y ha conmovido a los jóvenes. A Juan Pablo II se le venía a ver, a este hombre se le viene a escuchar y, sobre todo, se percibe que como padre quiere a los jóvenes, como “humilde obrero de la viña del Señor”.2. La Iglesia es siempre joven, santa y peca-dora. No se calla el Papa al expresar las di-ficultades que tiene el ser cristiano, si hubo alguna vez que fue fácil ser cristiano, cosa que dudo. Muchos jóvenes han percibido en el mismo corazón de la JMJ las dificultades y el ataque a su propia fe; sin embargo, el Papa ha presentando el rostro vivo de Cristo en la Iglesia, sin fisuras, un Evangelio que no está descafeinado, y ha animado a todos en la Iglesia a plantearse la santidad, con el convencimiento de que los santos son “los mejores hijos de la Iglesia” y hacen creíble el Evangelio a toda la humanidad.3. Contar a los jóvenes lo que hemos visto y oído: hemos comprobado y visto a tan-tos jóvenes sin complejos en su fe, que no quieren vivir en las sacristías esa fe, que tiene derecho de ciudadanía porque no quita nada al hombre, sino que todo lo enriquece. ¿Existe otra realidad como la fe que haya creado tanta cultura, servicio, amor a los desfavorecidos? Benedicto XVI ha convenci-do. No ha venido a vencer, sino a convencer, y lo ha logrado con mayoría absoluta, con su profunda humildad.Tenemos una juventud en estos momentos en la Iglesia sorprendente, bella, que ha unido fe y obras, oración y vida, amor a la Iglesia y servicio a los pobres. Esta es la juventud del Papa, de la Iglesia, de Cristo.

berado el corazón y la ternura de Dios los ha envuelto con su potencia sanadora.He visto la riqueza carismática y ministerial de mi Iglesia, com-prometida con los pobres, en la frontera de la miseria humana, en el terremoto y en la hambru-na, en los sueños estrechos de quienes buscan un paraíso que no existe y ahogan su anhelo en una mala travesía; presentes en los arrabales de la historia, en la periferia del sistema, en los barrios y en los pueblos, en todos los rincones del mundo. La Vida Religiosa, profética y audaz, ha tomado también la palabra por las calles de Madrid estos días.He visto una Iglesia evangeliza-dora, fiel al mandato de su Señor de llevar la Buena Nueva a todos los confines de la tierra. Una Igle-sia portadora de buenas noticias para la vida y la esperanza de las personas, a la que no le interesan el poder ni los poderosos. Una Iglesia que quiere tener voz en el mundo de hoy como una minoría creativa, respetuosa y constructi-va al servicio de los últimos, de los más vulnerables, de los que no importan a nadie.He visto a un Papa joven. Un an-ciano que expresa en su palabra y en su sonrisa toda la fuerza de la debilidad. Un Papa cercano y sabio, con mirada serena y manos ▶ ▶

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Llevo años escuchando –casi desde que profesé– sobre

la crisis de la Vida Religiosa. Y, sin embargo, en Madrid he podido ver otra cosa. Cientos de religiosos jóvenes comandando a grupos de chavales, vestidos bien con piratas y camisetas, bien con hábitos multicolores. El calor, los largos tiempos de colas para entrar en los actos más des-tacados, la fatiga y la sed… no eran óbice para que todos estos religiosos fueran siempre por las calles animosos, sonrientes y con tanta o más ilusión que los otros jóvenes peregrinos.Muchos terminaban cada tarde sus pasos en el Retiro. Allí se podía descubrir una verdadera explosión de carismas, al reco-

rrer cada una de las casetas que las congregaciones e institutos habían engalanado con lo mejor de su carisma y su trabajo en fa-vor de los demás. Uno de los días que pasé por la Feria Vocacional le comentaba a mi acompañante: “Aquí está el trabajo callado de cada día, la verdadera Iglesia que trabaja en el anonimato todos los días del año”.

Fiesta del agradecimientoMe hacía estas reflexiones el jueves 18, el mismo día en que se celebraba el Macrofestival VEN+ ID. Reconozco que he ido a pocos conciertos de música, pero aquello le hacía sombra al más pintado. ¡Yo me lo pasé en grande! El Palacio de Deportes

hervía con más de 15.000 jó-venes que bailaban, cantaban, se emocionaban con los testi-monios que iban saliendo al escenario y sobre las pantallas gigantes, junto a los religiosos que todos los días están con ellos, en ese lento dar la vida, gotita a gotita, que es la Vida Consagrada. Fue una verdade-ra fiesta del agradecimiento y una invitación a todos a seguir a Jesús radicalmente.Hablando de radicalidad… Solo unas mil religiosas –benditas ellas– pudieron acercarse al monasterio de El Escorial para vivir el especial encuentro del Santo Padre con las jóvenes con-sagradas. Mujeres que intentan vivir la radicalidad evangélica,

que no es otra cosa sino “estar arraigadas en Cristo, firmes en la fe”. “Frente al relativismo y la mediocridad –les dijo Bene-dicto XVI–, surge la necesidad de esta radicalidad que testimo-nia la consagración como una pertenencia a Dios sumamente amado”.Todo esto está muy bien. Pre-visible, incluso. Pero me que-do con una imagen con la que me encontré ya en la primera noche: dos Hermanitas del Cor-dero, en plena Puerta del Sol, en cuclillas, consolaban y daban conversación a un indigente. Yo mientras, con mis muchachos y mi vale de comida en mano, iba buscando un McDonald’s donde cenar…

buscanDo un McDonaLD’s DonDe cenarMigueL ángeL M. nuño, sDb Director de la Casa San Juan Bosco en La Línea de la Concepción (Cádiz)

que bendicen, que dicen bien de Dios, que alientan y acarician el alma porque están llenas de santidad en su gesto amable y afectuoso. He visto a un Papa que camina con decisión, que propo-ne horizontes que alcanzar, que señala nuevos caminos que reco-rrer. Benedicto XVI quiere a los jóvenes y los jóvenes lo quieren. Será porque les habla de Dios y su hablar es creíble. He visto también a algunos que desprecian a quienes no pien-san como ellos y con ideológica miopía vulneran la libertad que exigen. Pero ese es otro sol que no nos calienta y ante el que nos encontrarán respetuosamente indignados.He vivido una gran fiesta de fe. Como aquel discípulo que llegó al sepulcro, he visto y he creí-do: Jesucristo resucitado sigue llenando el corazón de muchos jóvenes y la Buena Noticia de Dios sigue resonando en el mundo de

hoy como un mensaje liberador para la vida y la esperanza de los pequeños y los pobres.

Cuestiones litúrgiCas al hilo de la jmj

Jesús-anDrés vicenteSacerdote y delegado de Apostolado Seglar de Burgos

conjugar en la celebración cris-tiana sacralidad y humanidad

no siempre es fácil. Pero tal es el imperativo ineludible del miste-rio de la Encarnación. Las masas de jóvenes de la reciente JMJ de Madrid nos han demostrado una

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vez más –¡y a lo grande!– que si hay fe auténtica y se expresa con naturalidad, la síntesis del misterio cristiano es realizable.Ante un testimonio tan rotundo, cuán mínima y hasta artificial nos aparece, por ejemplo, la cuestión sobre la forma deseable de co-mulgar en la misa: si de pie o de rodillas, en la mano o en la boca. ¿A qué santo remover viejas po-lémicas? ¿Por qué estrechar unas prácticas que la propia Iglesia ha dejado legítimamente abiertas? El sensus fidei ha hablado en una manifestación tan universal de jó-venes cristianos, poniendo en su sitio esos persistentes escrúpulos que tanto parecen obsesionar a nuestros jerarcas. En cambio, resaltan nuevos interrogantes que no pueden taparse con el triunfalismo final.Una celebración de la Eucaristía con la presencia de más de un mi-llón y medio de fieles constituye un desafío no solamente logístico y mediático, sino teológico y, en todo caso, litúrgico. Al desbordar-se todos los parámetros, queda tocada la naturaleza misma de la celebración sacramental. La cantidad afecta a la calidad. ¿Qué sucede cuando el altar y los celebrantes se hallan a varios kilómetros de muchos miles de fieles, y las lecturas y los ritos se perciben necesariamente a través de grandes ingenios electrónicos? ¿Cuáles pueden ser las disposicio-nes de aquellos que llevan más de medio día prisioneros en unos pocos metros cuadrados, viviendo a la intemperie en un simpático y caótico camping, en el que, sin solución de continuidad, van a celebrar el sacramento de la Eu-caristía? ¿Cómo se sitúan unos grupos de jóvenes cuyos presbí-teros, que les han acompañado hasta entonces, “desaparecen” en el momento en el que más necesaria es su visibilidad? No, no pido normativa, sino reflexión ante unos nuevos formatos cele-brativos, cada día más frecuentes, y que no estaban previstos en la Última Cena.

“de lo Que hemos visto y oído”

José María avenDaño PereaVicario General de la Diócesis de Getafe

La voz, el oído rehabilitado y la mirada de Antonio, joven

discapacitado, que gracias a la ayuda samaritana de los Her-manos de San Juan de Dios ha recobrado la alegría de vivir, sa-ludaba al Papa: “El amor de mis padres, de mis compañeros… me quitan la soledad. Gracias a Dios por darnos la fortaleza necesaria para seguir adelante. Gracias a la Virgen María. Gracias, Santo Padre, por ser tan cercano. Su presencia nos indica que el ca-

mino a seguir es Jesucristo”. La Jornada Mundial de la Juventud, una multitud de jóvenes de todo el mundo en compañía del papa Benedicto XVI, ha sido una creí-ble experiencia de la vitalidad de la Iglesia de Jesucristo, muerto y resucitado. Una sincera y humilde manifestación de fe.Días intensos donde se ha he-cho concreta la preparación, la acogida, la disponibilidad de vo-luntarios, familias, parroquias, instituciones… ante los miles de rostros en peregrinación al en-cuentro con Cristo.

Luz, paz y corajeTestimonios de los discípulos de Jesucristo, insertos como le-vadura en la masa del mundo e impulsados por el compromiso de construir el Reino de Dios, entre nosotros, sin separar el amor a Dios y al prójimo. La Iglesia po-niendo luz, paz, coraje y respon-sabilidad desde el Señor.

La brisa suave del Espíritu, en medio del calor, del viento, de la lluvia y la tormenta, animando en esperanza a los jóvenes que miran preocupados por lo difícil que resulta encontrar un empleo dig-no, a los que están atrapados por las diferentes y asesinas drogas (hoy han muerto dos jóvenes en Getafe), o sufren discriminación o persecución por causa de su fe. Fraternidad de hermanos, venidos de latitudes, culturas e Iglesias distintas, motivados por la misma fe; hijos del mismo Padre, convo-cados y enviados a anunciar el Evangelio, la belleza de Jesucris-to, que es el Camino, la Verdad y la Vida. Jóvenes con sus ojos abiertos a los desafíos del mundo en que viven, vigilantes para que se respete la dignidad humana, a los que el Papa les ha dicho: “Que nada ni nadie os quite la paz; no os avergoncéis de Cristo”.Jóvenes y adultos, presentes en persona y presentes en el cora-

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zón, en sobrecogedora experien-cia de silencio, oración, escucha de la Palabra, Eucaristía, Peniten-cia, alegría, fiesta y cantos, nos han dejado el mensaje de que creer en Jesucristo es sentirse miembro de su Iglesia en unidad, pluralidad y responsabilidad.El eje diamantino ha sido el en-cuentro con Jesucristo, y la misión de Benedicto XVI ha prestado ros-tro, palabra y voz a Él para que aparezca la realidad divina de Dios. Ahora nos queda la realiza-ción personal e institucional de la JMJ. Las ideas y las propuestas del Papa nos animan y guían como estrellas. “No se puede encontrar a Cristo y no darlo a conocer a los demás. Comunicad a los demás la alegría de vuestra fe. El mundo necesita el testimonio de vuestra fe, necesita ciertamente a Dios”.Gracias, Trinidad Santa, por el en-cuentro contigo, alentados por el Sucesor de Pedro y los hermanos y hermanas.

el papa no aCoge Bien la dimensión soCial del vía CruCis

José ignacio caLLeJa Sacerdote

Las palabras del Papa en la JMJ han constituido una muy bue-

na relación de mensajes morales y religiosos, pensados con mucho tino y criterio comunicador, en este tiempo de frases cortas y fáciles de memorizar. La Iglesia está aprendiendo mucho en los modos de contar su mensaje. Pero es evidente que el Papa, y la ma-yoría de la Iglesia, ¡lo denuncio!,

se resiste con uñas y dientes a referirse a las estructuras so-ciales de pecado. Jesucristo, en este mensaje de la Iglesia, salva de todo, hasta de tener que de-nunciar las estructuras sociales injustas que, ¡hechura humana, en gran medida!, someten a los sencillos a injusticia insuperable. Esas situaciones y estructuras, de hecho, hacen de la vida de mu-cha gente sencilla un vía-crucis, y si la Iglesia se limita a hablar de salvación moral y espiritual del sujeto individual en Cristo, manipula a Jesucristo en favor de los poderosos del mundo, de sus estructuras de poder, y se suma a ellas como una más. Y esto hay que corregirlo. El vía crucis de mucha gente es “social”, con fuertes causas sociales de injusticia, y si no se dice claro, se aliena la mejor fe de los senci-llos. Los sabios y fuertes ya saben por qué callan en lo social. Y esto ocurre aquí.

La Iglesia, el Papa, está acertan-do en el mensaje, pero se queda fuera del escenario que denuncia, deja fuera la red de estructuras sociales que multiplican la in-justicia humana por mil, y “el mundo” más poderoso recoge su mensaje como un servicio moral para la gente de bien; por supues-to, a nivel personal o familiar; la propuesta es muy insuficiente: una revolución religiosa y moral de las conciencias que deja intangible la estructura social. La promesa de que eso caerá por su propio peso, una vez cambiados los corazones y actitudes de la gente, es una ilusión; son los autoengaños de la virtud que alguien dijera. El vía crucis de la gente es moral, espiritual y social, y mientras no se acoja también y en igualdad esta dimensión social de la injus-ticia humana, ¡el vía crucis para millones y millones de personas!, lo que el Papa hace, y muy bien por cierto, es anuncio del Evange-

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lio a la medida de los problemas de sentido del mundo rico en crisis. Y la Iglesia tiene que verlo, y de verlo, sabe que ella misma es una institución social, ¡también so-cial! que tiene mucho que corregir en estructuras y relaciones de po-der. Pero, ahora y a la vez, lo que importa ya es acoger la denuncia de la estructura social tan injusta para tantos, ¡estructura de peca-do!, como parte sustancial del vía crucis de millones de personas y, por tanto, de la fe y la salvación. A lo mejor esto no gusta tanto a los nuevos movimientos eclesia-les, o a la Curia romana, o a los patrocinadores de la JMJ, o a mí mismo, pero, ¡ay!, quién dijo que Jesús fuese tan selectivo en sus palabras. Paz y bien.

la jmj, un impulso a la pastoral juvenil

KoLDo gutiérrezDirector de ‘Misión Joven’

Me he sentido impactado por el testimonio de alegría y

vitalidad de la multitud de jó-venes que se han dado cita, en torno a sus pastores y al papa Benedicto, en la gran fiesta reli-giosa que es la Jornada Mundial de la Juventud.Ser joven y ser cristiano no está reñido. Los jóvenes que hemos visto estos días en Madrid son chicos y chicas de su tiempo. Vi-ven los mismos problemas que los otros jóvenes, hablan su mis-mo lenguaje, buscan un mundo mejor…, pero para ellos la fe, Jesucristo, la vida espiritual, la fuerza de los sacramentos, la voz de la Iglesia… son importantes.

Estos jóvenes son rostro joven de la Iglesia. No es extraño que la Iglesia se sienta orgullosa de los jóvenes católicos.Quiero escribir unas breves lí-neas valorando pastoralmente el acontecimiento planetario que hemos vivido en Madrid, capital por una semana de los jóvenes del mundo entero.La Jornada Mundial de la Juven-tud, junto con otras iniciativas, hace visible el empeño evange-lizador de la Iglesia, la “Nueva Evangelización”. El magisterio de los últimos papas (Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI) ve en la evangelización una urgencia y una prioridad. Decía Juan Pablo II que estamos viviendo “nuevos tiempos”, que necesitan “nuevo ardor” y “nuevos métodos”.Los tiempos nuevos que nos toca vivir son tiempos de posmoder-nidad, con sus dificultades, retos, desafíos y oportunidades. Este tiempo pide hacer inteligible y

posible la relación entre fe y cul-tura, fe y razón. El papa Benedic-to ha hablado estos días de este vínculo. Para poner esta cultura en relación con el Evangelio es preciso quitar impedimentos y aclarar malentendidos, dialogar con serenidad y buscar puntos de encuentro, anunciar el Evangelio y ser testigos creíbles. Para esta tarea, el Papa propone el camino de la humildad como la mejor sen-da para hacer visible la verdad.Este tiempo nuevo necesita un “nuevo ardor”. La evangeliza-ción es un proceso complejo, es un proyecto de conversión del corazón y de renovación espiri-tual de la vida. El encuentro con Jesucristo lleva a una crisis de conversión y a un cambio de vida. El nuevo ardor solo es posible si es sostenido por “discípulos y misioneros”. Quizás los jóvenes sienten la necesidad de encontrar discípulos de Cristo que les lleven hasta Él, precisamente porque

están siempre con Él, y no an-teponen nada al amor de Cristo.Este tiempo pide nuevos métodos. Cuando nos preguntamos cómo evangelizar, nuestra primera mi-rada debe ir dirigida a Jesús. Él es el evangelizador. La Iglesia, fruto de su Espíritu, continúa la misión del Señor y debe evange-lizar como lo hacía Jesús, buen pastor y samaritano.En su despedida, en Barajas, el papa Benedicto decía: “Enco-miendo, pues, de modo particular a los obispos, sacerdotes, reli-giosos y educadores cristianos, el cuidado de la juventud, que desea responder con ilusión a la llamada del Señor”. La Jornada Mundial de la Juventud puede ayudarnos a dar un nuevo im-pulso a la Pastoral Juvenil. Esta es nuestra nueva oportunidad.

un nuevo doCtor para la nueva evangelizaCión

+Juan DeL río Martín Arzobispo castrense

cuando, en la Catedral de la Al-mudena en Madrid, Benedicto

XVI anunciaba la gozosa noticia de la próxima declaración de san Juan de Ávila como Doctor de la Iglesia Universal, alguien a mi lado exclamó: ¡Por fin, después de cinco siglos se reconoce el gran mérito de nuestro Patrón! La emoción y algunas lagrimas en los rostros de sacerdotes jóvenes y mayores eran la mejor rúbrica a los trabajos emprendidos hace años por la Conferencia Episcopal Española.¿Qué modelo sacerdotal nos pre-senta el Maestro Ávila? ¿Qué tiene que ver un sacerdote del siglo XVI español con uno del siglo XXI?

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El Apóstol de Andalucía (1500-1569) es preclaro exponente de síntesis y armonía entre la pas-toral inmediata y la constante necesidad del estudio, sustentado en una sana vida espiritual. El sacerdote, según S. Juan de Ávi-la, se define por ser el hombre que testimonia el amor divino, lo celebra y lo proclama, de tal manera que “sienta como propios suyos los trabajos y pecados aje-nos, representándolos delante del acatamiento de la misericordia de Dios con afecto piadoso y pa-ternal corazón1”. Toda la vida sacerdotal arranca del significado que tiene la encar-nación del Verbo. Es aquí donde el sacerdocio de Cristo aparece como unos desposorios con la humanidad para que, por “amor y sacrificio”, esta sea agradable al Padre. Los sacerdotes, por la participación en el sacerdocio de Cristo, se han desposado con la misión de “encaminar las ánimas para el cielo. Sicut misit me Pater, et ego mitto vos2. Con razón, la espiritualidad sacerdotal avilista puede ser llamada “espiritualidad de la encarnación”, ya que el sa-cerdote es “un desposado con las almas” a imitación de la entrega del Verbo humanado.En la contemplación de la dona-ción de la interioridad sacerdotal del Hijo en el acontecimiento de su encarnación, hay una criatura privilegiada que es María. Ella es considerada, por el Apóstol de Andalucía, como Madre y Es-posa de Cristo Sacerdote y a la vez aparece como Madre de los sacerdotes. Es el modelo espiri-tual de respuesta y colaboración en el sacrificio redentor de Cristo. La misión de ser coadiutores Dei se aplica tanto a María como a los sacerdotes3. De aquí se deriva la fuerte nota mariana que impregna toda vida sacerdotal.Todo el misterio de Cristo Sacer-dote lo proyecta en el obrar y en el vivir de aquellos que han sido constituidos sacerdotes por el “único Pontífice4”.La misión de Cristo Sacerdote era la gloria de

Dios y la salvación de las almas. Esto mismo queda impreso en el ministro de la Iglesia mediante el carácter sacerdotal que recibe en la Ordenación.

entrega a la misiónLa repraesentatio Christi no es un privilegio personal, sino que ha de estar integrada en el cuerpo social de la Iglesia. Es así que “la clerecía ha de ser la principal hermosura de toda la Iglesia5”. Y ello porque “oficio público tenéis, no tengáis corazón particular... [porque]… no es el pueblo orde-nado para vuestro provecho, mas vosotros para el del pueblo6”. De aquí se deriva que el tan tratado tema de la dignidad sacerdotal

no lo entienda como sinónimo de privilegio de clase, sino todo lo contrario: es un reclamo a la san-tidad de vida y a una entrega a la misión encomendada. Quienes ol-vidaron la dignidad que conlleva el ministerio sacerdotal “muchos males han traído a la cristian-dad”... Estos tales entendieron que la dignidad era “apacentarse a sí mesmo, buscando sus intere-ses y regalos, sin tener cuidado de curar las ovejas enfermas... dice que no había pastor; porque, para el pueblo, todo es uno no haberlo y ser descuidado7”.Por el sacramento del Orden, el sacerdote ha quedado todo en-tero consagrado al Señor, tanto en el ser, como en el obrar y en el sentir, de manera que la vida de un presbítero ha de ser “un holocausto quemado en honor de Dios8”. De ahí, el ser sacer-dote no es “hoy sí, pero maña-na no”, o algo accidental en un determinado momento pastoral, sino que deviene de la acción del Paráclito que opera en el sacra-mento recibido e introduce en el corazón del ordenado “la forma y similitud suya, que es la caridad y gracia, con que nos enciende y santifica9”. Aquellos que han sido sacramentalmente configurados con Cristo Sacerdote han de llevar una vida semejante a la de Él, de tal manera que sean “carta de Cristo”, “buen olor suyo”, “hermosura de la Iglesia”. Como Dios se entregó totalmente a la

humanidad, del mismo modo el sacerdote ha de estar consagrado todo entero a “las cosas santas” y “al bien de las ánimas”. Todo esto revela una idea del sacer-dote es básicamente dinámica. Así, en la doctrina avilista encon-tramos el axioma de que “según el sacerdote, así el pueblo10”. El testimonio de vida es, para Ávila, casi un munus sacerdotal, ya que el presbítero con la honestidad y santidad en su ministerio ha de “provocar a otros servir a Dios11”. Además, ese testimonio pase por la unión y cooperación con el “sucesor de Pedro” y con “los sucesores de los apóstoles”. El Patrón del clero español afirmará que no basta decir que seguimos a Cristo, sino que es menester ir detrás del hombre señalado por Él, puesto para “confirmar la fe a todos los otros12”, para “fun-dar leyes y mandar costumbres, que con los tiempos se mudan13”. “Quién de los eclesiásticos osa-rá vivir como quiere viendo a su príncipe vivir vida de cruz por bien de la Iglesia14”. En conclusión, la revitalización de la Iglesia y la vida cristiana en el siglo XXI pasa por la santidad de sus pastores. El próximo Sínodo sobre la Nueva Evangelización, que se celebrará en el año 2012, encontrará en la vida y doctrina del nuevo doctor un modelo de sacerdote evangelizador que se sitúa en lo esencial y perenne del sacerdocio católico.

1. Tratado sobre el sacerdocio, III, 502.2. Pláticas, III, 438; Cf. Carta 35, V, 219.3. “Mirémonos, padres, de pies a cabeza, ánima y cuerpo, y vernos hecho semejables a la sacratísima Virgen María, que con sus palabras trujo a Dios a su vientre... Y el sacerdote le trae con las palabras de la consagración...”: Pláticas, III, 370. “Ella engendró a Cristo pasible, mortal y que venía a vivir en pobreza, humildad y desprecio; y ellos consagran a Cristo glorioso, resplandeciente, inmortal, impasible... se viene a encerrar en la pequeñez de la hostia y a las manos del sacerdote por medio de las palabras de la consagración”: Tratado sobre el sacerdocio, III, 493.4. Pláticas, III, 384.5. Tratado sobre el sacerdocio, III, 502. Su concepción del sacerdote está fuertemente vinculada a la eclesiología, cosa que para algunos autores falta en Trento a la hora de abordar el sacramento del Orden.6. Obsérvese que este texto dirigido a los gobernantes de Utrera (Sevilla) encierra tal visión teológica que se puede

aplicar a los eclesiásticos: Carta 86, V, 402.7. Causas y remedios de las herejías, VI, 87. Véase la influencia clara de san Agustín: Sermo 46,3-30: PL 38, 273-288. Todo lo más lejos de la concepción medieval que acentúa el sistema beneficial: “offitium-benefitium”. Para Ávila, como para Domingo de Soto, el “offitium” era lo sustancial y nunca debería ocupar el primer plano del pastoreo sacerdotal el “benefitium” de la grey.8. Pláticas, III, 380.9. Dialogus inter confessarium et paenitentem, VI, 424. “¿De qué manera? Vive en mí Jesucristo por humildad, por caridad y por gracia, y donde esta gracia llega, hace mudar al hombre al revés de como estaba”: Sermón 32, II, 470.10. Cf. Pláticas, III, 367.11. Ib., 438.12. Lecciones sobre la epístola a los Gálatas, IV, 44.13. Pláticas, III, 448.14. Causas y remedios de las herejías, VI, 133

n o t a s