Balance Sobre la Participación de las Mujeres Indígenas en la CSW58

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Balance Sobre la Participación de las Mujeres Indígenas en la Sesión 58° de La CSW sobre la Agenda Post 2015

Una vez finalizada la sesión 58° de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, cabría hacer un balance del proceso. Desde el movimiento global de mujeres indígenas, mucho hicimos, para poder llegar preparadas. Con la base de algunas décadas de aprendizaje, construyendo un diálogo con diferentes actores y actoras, realizamos reuniones preparatorias y coordinaciones con otras redes internacionales, redactamos documentos de posicionamiento desde el Foro Internacional de Mujeres Indígenas, FIMI, y el ECMIA y participamos activamente con intervenciones en la Sesión. Ahora bien, detrás y después de todo este esfuerzo, ¿qué podemos rescatar? Indudablemente, se propiciaron un conjunto de aspectos positivos, pero también una serie de obstáculos que han quedado reflejados en vacíos dentro del documento final presentado por la Comisión. Rescatamos positivamente el diálogo, las alianzas, coordinaciones y esfuerzos colectivos realizados con el movimiento amplio de mujeres, que nos permite seguir avanzando y fortaleciéndonos. También las reflexiones y propuestas expuestas desde la cosmovisión indígena sobre la implementación de los ODM y la definición de la Agenda Post-2015. ¿Qué exigíamos? Exigíamos, y exigimos, de forma general, el reconocimiento de que las mujeres indígenas hemos quedado relegadas en la consecución de los ODM y que enfrentamos desventajas adicionales a las de género, que recrudecen nuestra situación en todos y cada uno de los ODM. Señalábamos, y señalamos, que la discriminación que sufrimos por el hecho de ser mujeres, adolescentes y niñas, se cruza forzosamente con la variable étnica. Igualmente nuestras reivindicaciones como mujeres pertenecientes a pueblos indígenas recogen demandas tanto individuales, como colectivas. De manera más concreta, en nuestros documentos de posicionamiento expusimos

reivindicaciones vinculadas principalmente con: La necesidad de que se haga efectivo y se respete nuestro derecho a la Consulta Libre, Previa

e Informada; El derecho a una salud sexual y reproductiva y a una educación no discriminatoria, de calidad y

con enfoque intercultural; La eliminación del impacto de las industrias extractivas que generan graves consecuencias en la

vida de las mujeres indígenas y de sus pueblos; El reconocimiento y la revalorización de nuestros conocimientos ancestrales; La lucha contra las violencias, destacando las sexuales, las que se relacionan con la mutilación

genital femenina y casamientos forzosos, así como las institucionales y las que van contra la Madre Naturaleza;

La lucha contra el tráfico de personas;

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La toma de medidas contra una migración involuntaria que amenaza la extinción de idiomas y la pérdida de formas culturales;

Planteábamos, y planteamos, la necesidad de recoger datos que evidencien nuestra realidad específica y de desarrollar indicadores que contemplen la variable étnica y un enfoque intercultural, contribuyendo a plantear metas para cambiar aquellas situaciones que nos relegan a niveles de desarrollo en mayor desventaja. Planteábamos también, estratégicamente, la designación de fondos para desarrollar programas específicos para superar estas situaciones. Todo ello se recogía en nuestras declaraciones. En definitiva, un conjunto de demandas viables y compatibles, que no entraban en contracción y conflicto con las reivindicaciones globales de las mujeres, para armar una Agenda post 2015 inclusiva. ¿Qué quedó? Con nervios seguimos la redacción de los diferentes borradores de la Comisión. Con esperanza leímos el primero, en donde, en diferentes momentos, se prestaba una mención específica a nuestra situación. Con decepción leímos posteriormente los sucesivos borradores y el documento final, en donde quedó menos de lo inicialmente esperado. No cabe duda de que existen todo un conjunto de reivindicaciones comunes con el resto del movimiento amplio de mujeres y en este sentido celebramos que el borrador final recoja los mismos. Algunas de ellas, sin ánimo de ser exhaustivas, serían; eliminar prácticas tradicionales que suponen una vulneración de nuestros derechos como mujeres, tales como la mutilación genital, los crímenes de honor o los matrimonios forzados y a temprana edad; trabajar en el tráfico de personas; aumentar la atención en enfermedades como VIH-SIDA; considerar la mayor vulnerabilidad de las personas migrantes, especialmente aquellas que son consecuencia de desplazamientos forzados; seguir trabajando para mejorar las estadísticas en materia de salud sexual- reproductiva, nutrición y educación; tomar medidas sobre las situaciones de violencia que experimentan mujeres, adolescentes y niñas en situaciones de conflictos armados; señalar la importancia del empoderamiento económico de las mujeres y la necesidad de diseñar medidas al respecto; considerar y revalorizar la contribución de las mujeres rurales a la agricultura, entre otros. Igualmente, del borrador final resaltamos el hecho de que se dedique un párrafo a las mujeres indígenas, en el que se promueve asegurar la plena participación de las mujeres indígenas en la IV Cumbre Mundial de Pueblos Indígenas. También el hecho de que se mencione la necesidad de analizar las situaciones de pobreza, planteando propuestas de acción desde la interseccionalidad. Sin embargo, en el primer borrador, al referirse a la situación de pobreza, se hacía una mención específica a la discriminación étnica y el hecho de ser mujer indígena, como agravante de la situación de pobreza y causa de avances más lentos en el cumplimiento de los ODM. No obstante, al margen de estas reivindicaciones comunes y la alusión concreta mencionada, en el documento final existen importantes vacíos. Entre aquellos más evidentes, destacan la ausencia de una mención a las mujeres indígenas, en el papel relevante que tienen que ocupar en la participación de las negociaciones relacionadas con la industria extractiva, especialmente si se considera que es en territorio indígena en donde esta industria predominantemente invade, militariza, explota, contamina, usurpa, destroza y violenta sexualmente, con el consiguiente impacto en el ambiente, en nuestra salud, en nuestra cultura y la violación de nuestros derechos como

pueblos indígenas.

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El documento, igualmente desconoce el reconocimiento invaluable de las mujeres indígenas en relación con nuestros saberes ancestrales que mucho pueden aportar en asuntos relacionados con el cambio climático y el desarrollo de una agricultura sostenible. También se aprecian claros vacíos en las partes del texto en donde se demanda la creación de un sistema de monitoreo y evaluación. Más allá de la desagregación por sexo, edad y discapacidad, es fundamental exigir que ésta considere la desagregación por etnia. Insuficiente nos resulta quedar relegadas dentro de las variables “otros factores relevantes”. Si hay algo que hemos aprendido en la lucha por nuestros derechos es que aquello que no se menciona de manera específica, suele quedar arrinconado en el olvido. En este sentido, también, decir “todas las mujeres y niñas”, puede no ser suficiente. En este balance, y considerando la evolución que tomó el borrador en las sucesivas semanas, nos queda reflexionar sobre el hecho de que las mujeres indígenas tenemos que seguir aprendiendo en cuanto a estrategias efectivas de incidencia en el ámbito internacional. Sin duda estos conocimientos facilitarán y asegurarán que nuestro trabajo previo y una gran parte de nuestras demandas se vean materializados en mayor medida en los documentos finales de las Comisiones.

Lima, 07 de Abril de 2013.