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Revista Estudios. Universidad de Costa Rica. o. 18-19. pág. 57-60. ISSN: 1659-1925/200-1-2005 BALLOTAGE DESDE LA HISTORIA DE LAS INSTITUCIONES EN COSTA RICA: creatividad jurídica y oportunidades democráticas para el futuro Las instituciones jurídicas del derecho costarricense son, básicamente, importaciones de otros ordenamientos de vanguardia, destaca- dos históricamente como lugares de constante reflexión jurídica. Sobre la base del derecho romano, franceses, alemanes e italianos, entre otros, han creado las legislaciones y doctrinas que informan nuestros ordenamientos latinoame- ricanos. Lo que pretendo destacar en este artícu- lo es un caso de inteligente aprovechamiento de ese insumo trasatlántico. Un caso en el que un instituto jurídico fue repensado a la luz de las muchas di mensiones de la real idad costarricense y, en consonancia fue, más que incorporado, encarnado en nuestro ordenamiento. Se trata del ballotage, mejor conocido en nuestro país como segunda ronda electoral. Consiste, grosso modo, en la técnica de reque- rir un porcentaje mínimo para resultar ganador en elecciones populares de cargos públicos, y disponer la realización de una segunda votación popular entre los candidatos más votados en la primera ronda cuando en esta ninguno alcance ese porcentaje. Es una institución creada en el siglo diecinueve en Francia. Su reaparición defi- nitiva es con ocasión del nacimiento de la Quinta República en 195R; régimen semipresidencialista en el que el Presidente se desempeña a lo interno del parlamento. En esta época se dio una proli- feración sin precedentes de partidos poI íticos, facciones que se esci nden de otros partidos para multiplicarse cada vez más. La fragmentación del poder fue tal que, en promedio, los gabinetes Lic. Gustavo Román Jacobo duraban menos de un año, con los consiguientes problemas de gobernabilidad. Luego el instituto se difundió en otros semipresidencialismos euro- peos, y en América Latina se empezó a incor- porar -en general- con la ola dernocratizadora, pero trasplantado sin mayor ajuste a lo interno de regímenes presidencial istas, con lo que quedó. en cierta medida, desnaturalizado. No hay un concepto único de ballotage, sino uno clásico y muchas variables que no es necesario Ilamarlas de otro modo. Su razón de ser se halla en la historia, pero a nivel doctrina- rio deriva del principio de que la forma legítima de acceder al poder público, por representación popular, es por la mayoría absoluta de sufragios. No obstante en esencia es la disposición de hacer, dentro del mismo proceso electoral, una nueva votación popular tras considerarse insuficiente el apoyo recibido por el candidato más votado en la primera vuelta (el umbral costarricense del cua- renta por ciento de los votos válidamente emiti- dos niega que, al respecto, suficiencia y mayoría absoluta sean sinónimos) entre los candidatos más votados (que podrían ser más de dos, pero no todos, ya que tornaría al instituto ineficaz para i ncidi r en el sistema de partidos). Pero más allá de la justificación doctrina- ria, el instituto obedece a lo que llamo "funda- mentos políticos del ballotage". El horizonte del instituto es la gobernabilidad, la capacidad de gobierno, y para ello se focaliza en: a. Obtenerle al electo una suerte de superlegiti- midad que lo invista frente a la población y

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Revista Estudios. Universidad de Costa Rica. o. 18-19. pág. 57-60. ISSN: 1659-1925/200-1-2005

BALLOTAGE DESDE LA HISTORIADE LAS INSTITUCIONES EN COSTA RICA:

creatividad jurídica y oportunidades democráticas para el futuro

Las instituciones jurídicas del derechocostarricense son, básicamente, importacionesde otros ordenamientos de vanguardia, destaca-dos históricamente como lugares de constantereflexión jurídica. Sobre la base del derechoromano, franceses, alemanes e italianos, entreotros, han creado las legislaciones y doctrinasque informan nuestros ordenamientos latinoame-ricanos. Lo que pretendo destacar en este artícu-lo es un caso de inteligente aprovechamiento deese insumo trasatlántico. Un caso en el que uninstituto jurídico fue repensado a la luz de lasmuchas di mensiones de la real idad costarricensey, en consonancia fue, más que incorporado,encarnado en nuestro ordenamiento.

Se trata del ballotage, mejor conocidoen nuestro país como segunda ronda electoral.Consiste, grosso modo, en la técnica de reque-rir un porcentaje mínimo para resultar ganadoren elecciones populares de cargos públicos, ydisponer la realización de una segunda votaciónpopular entre los candidatos más votados en laprimera ronda cuando en esta ninguno alcanceese porcentaje. Es una institución creada en elsiglo diecinueve en Francia. Su reaparición defi-nitiva es con ocasión del nacimiento de la QuintaRepública en 195R; régimen semipresidencialistaen el que el Presidente se desempeña a lo internodel parlamento. En esta época se dio una proli-feración sin precedentes de partidos poI íticos,facciones que se esci nden de otros partidos paramultiplicarse cada vez más. La fragmentacióndel poder fue tal que, en promedio, los gabinetes

Lic. Gustavo Román Jacobo

duraban menos de un año, con los consiguientesproblemas de gobernabilidad. Luego el institutose difundió en otros semipresidencialismos euro-peos, y en América Latina se empezó a incor-porar -en general- con la ola dernocratizadora,pero trasplantado sin mayor ajuste a lo interno deregímenes presidencial istas, con lo que quedó.en cierta medida, desnaturalizado.

No hay un concepto único de ballotage,sino uno clásico y muchas variables que no esnecesario Ilamarlas de otro modo. Su razón deser se halla en la historia, pero a nivel doctrina-rio deriva del principio de que la forma legítimade acceder al poder público, por representaciónpopular, es por la mayoría absoluta de sufragios.No obstante en esencia es la disposición de hacer,dentro del mismo proceso electoral, una nuevavotación popular tras considerarse insuficiente elapoyo recibido por el candidato más votado en laprimera vuelta (el umbral costarricense del cua-renta por ciento de los votos válidamente emiti-dos niega que, al respecto, suficiencia y mayoríaabsoluta sean sinónimos) entre los candidatosmás votados (que podrían ser más de dos, perono todos, ya que tornaría al instituto ineficazpara i ncidi r en el sistema de partidos).

Pero más allá de la justificación doctrina-ria, el instituto obedece a lo que llamo "funda-mentos políticos del ballotage". El horizonte delinstituto es la gobernabilidad, la capacidad degobierno, y para ello se focaliza en:

a. Obtenerle al electo una suerte de superlegiti-midad que lo invista frente a la población y

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lo posicione a lo interno del parlamento delsistema semipresidencialista en función delcual está pensado el instituto. Lo consigueal rodear al presidente con un vigorosoapoyo mayoritario que certifique su elevadaautoridad.

b. Modelar un sistema de partidos que favo-rezca la acción de gobierno, reduciendo lacantidad de partidos, haciéndolos más dis-ciplinados, y constriñéndolos a la formaciónde alianzas políticas para coaliciones elec-torales y de gestión de gobierno. Siendo elsistema electoral el factor más determinantedel sistema de partidos, el ballotage -entanto técnica del sistema electoral- tiene unafuerza modeladora del sistema de partidos.

Ahora bien, desde los umbrales de su vidaindependiente Costa Rica practicó la doble ronda,pero parlamentaria, era el Congreso el que corre-gía aquella elección en la que no se alcanzaba lamayoría absoluta. Es con la reforma de 1926, alinciso 2 del artículo 73, Constitución de 1871,que nace el ballotage costarricense. Este exigemayoría absoluta en la primera vuelta y se lagarantiza en la segunda votación popular, (cuyafecha se establece para el primer domingo deabril), restringiéndola a los dos candidatos másvotados. Pero en 1932, dadas las condiciones quelo hacían necesario, no se lleva a cabo por renun-cia de candidatos. Luego en 1936 se disponeque, en vez de exigirse mayoría absoluta, opereumbral del cuarenta por ciento de los sufragios,barrera que de no ser superada, remita a la segun-da ronda entre los tres candidatos más votados.En la constituyente de 1949 prevalece una fór-mula transaccional, según la cual el umbral delegitimidad se fija en el cuarenta por ciento, perode los sufragios válidamente emitidos.

Costa Rica posee entonces un sistemauninominal de elección por mayoría simple con-dicionada por la superación del umbral. Y poseeun ballotage que, si bien no es el clásico, no hayrazón para Ilamarlo de otra forma. La gran inno-vación del 138 constitucional es la adjetivaciónde válidamente emitidos a los sufragios tenidosen cuenta para el cálculo de los porcentajes. La

mayor virtud del 138 constitucional es la pro-hibición de renunciar para los candidatos queaccedan a la segunda vuelta.

Con este marco podemos entrar en elfondo del artículo. Ciertamente el ballotagees un instituto pensado en función del sistemasemipresidencialista, y puede ser disfuncionalen el presidencialismo; pero Costa Rica tieneun ballotage modificado, que responde bastantebien a las necesidades de su también peculiarsistema presidencialista. Es decir, en nuestro paístenemos un presidencialismo atenuado, que norecarga funciones en el Ejecutivo, y una segundaronda electoral modificada en consonancia. Losefectos negativos del instituto se han visto enpaíses en los que la figura, ya de por sí promi-nente del presidente en el presidencialismo, seve encumbrada por la superlegitimidad cuasi-plebiscitaria que otorga el instituto. El resultadoha sido el choque frontal con el Legislativo, conlo cual las distancias entre poderes devienen enabismos insalvables. Pero más grave aún son lasposibilidades de convulsión social que se gene-ran cuando el instituto crea dos enormes masasde electores contrapuestos en el ínterin de ambasvueltas, esto alrededor de un ambiente de ines-tabilidad política y vacío de poder. Las proba-bilidades de un conflicto social detonado por elinstituto, (pensado en aras de la gobernabilidad),no son simples conjeturas.

Frente a esto es donde nuestro constituyen-te muestra su sapiencia. El ejecutivo del sistemapresidencialista no requiere de la superlegitimi-dad que sí reclama su par galo para posicionarsecon fuerza dentro del parlamento. Pero tampocosería conveniente que la pri mera magistratura dela república recayera sobre alguien con escasoapoyo popular. Es a partir de este dilema que seosa cambiar un elemento esencial del instituto,cual es el requerimiento de mayoría absoluta.Ese es históricamente el motor del ballotage ysu horizonte. Es, ni más ni menos, el porqué yel para qué del instituto. Por eso es destacableque nuestros legisladores no tuvieran reparos enmodificarlo: pasarlo al cuarenta por ciento delos votos emitidos en 1936 y, con ese camino desabiduría y atrevimiento nacional abierto comoprecedente, el constituyente del cuarenta y nueve

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pudiera con mayor libertad darle al instituto lafisonomía que mejor respondiera a las necesi-dades específicas de la coyuntura y del sistemapolítico del país. En las actas constituyentestrasluce la nula importancia que los diputadosconceden a la doctrina o a la forma original delinstituto en otras latitudes. Todo su razonamien-to, y entonces su decisión final. transpira unalto sentido de pragmatismo, visión de conjuntorespecto al sistema político, y previsión de lasconflictividades coyunturales.

Por otro lado se dice que el instituto creauna legitimidad espuria, ficticia, toda vez queen las urnas de la segunda votación lo que semanifiesta no es una voluntad libre sino forzada,constreñida a algunas opciones. Ergo se duda lavalidez de la legitimidad creada por el ballotage,en tanto supone una traición al principio demo-crático de decisión por mayorías: serán las mino-rías las que en la segunda votación decidirán laelección al inclinar la balanza en un sentido uotro. Lo primero que debe decirse es que, desdeque en la primera votación el elector se enfrentaa una papeleta cerrada, la libertad de su voluntadjamás es ilimitada, siempre está circunscrita a lasreglas del proceso electoral democrático. En lasegunda ronda su voto podrá ser más reflexivo ypanorámico, no menos libre. Pero la objeción delfalseamiento del principio mayoritario da pie a laconsideración final del artículo: la articulación delas virtudes del instituto en función de la democra-cia con el papel que eventualmente podría desem-peñar en los próximos comicios presidenciales. Elballotage, lejos de traicionar el principio mayorita-rio más bien lo resguarda. Un candidato más vota-do en la primera vuelta podría ser repudiado poruna amplia mayoría coyuntural mente diluida en laprimera ronda entre varios candidatos, pero con laoportunidad de unirse en la segunda votación entorno a quien, no siendo su preferido en la primeravuelta, sí presenta un proyecto de gobierno afín asus convicciones políticas.

Pareciera que en el proceso electoral del2006 el colegio electoral tendrá en sus manosuna decisión de mayor alcance que la solaelección de Presidente, toda vez que el procesoelectoral ha coincidido temporal y políticamentecon un momento de explicitación de posturas

político-ideológicas en Costa Rica, así como deopción definitiva por un modelo de desarrollo.No pudiendo ser de otro modo, las fuerzas políti-cas se han alineado en torno a dos posturas bási-cas respecto a la conveniencia o inconvenienciaspara el país de ratificar el llamado TLC. Ciertoes que las fuerzas con una misma postura en proo en contra del tratado mantienen importantesdiferencias entre sí. además de estar fragmenta-das en el apoyo de distintas' personalidades. Perotambién es cierto que las une el trascendente "sío no" en relación con el TLC. También es ciertoque el sector de oposición al mismo muestramayor fragmentación personal ista que la quepresentan los grupos a favor. Yesos mismos per-sonalismos, así como la escasa cultura política ypartidaria del costarricense explican la inexisten-cia, a la fecha, de al ianzas electorales.

Esto hace que la presión del drama aumen-te a cada escena, reservándose para el acto final.Porque en una eventual segunda ronda estos per-sonalismos deberían ceder paso al debate sobre elproyecto concreto de desarrollo nacional. Y bienpudiera suceder que el candidato más votado enla pri mera vuelta resulte vencido en la segundapor el arte del ballotage, por la operación de sumecanismo, en tanto técnica electoral en aras dela democracia. Así vistas las cosas, el candidatomás votado en la primera vuelta no vería frus-trada su elección por una traición al principiomayoritario sino por el esfuerzo de la técnicaelectoral por garantizarlo. En otras palabras, conel instituto de la seginda ronda electoral no sesomete a las mayorías, se les pregunta dos veces.¡Una inteligente utilización de los insumos jurí-dicos foráneos, en el desarrollo histórico de lasinstituciones en Costa Rica, podría tener un pesodeterminante en el futuro del país!

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