BALUE, Violeta. Y Fui Maestra Como Tu

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    Violeta Balu Iserte

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    Edita

    Edicin: Francisco Gimnez RubioDiseo grfico y maquetacin: Esther Amig Marset

    Aula7activa-Aeguae

    Apartado de Correos 20.145

    08080 BarcelonaTel.: 616 754 880

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    Los textos publicados expresan exclusivamente las opiniones de sus autores.

    2005, Violeta Balu Iserte 2006, Aula7activa-AEGUAE, en espaol para todo el mundo

    Depsito Legal: B-24.239-2006

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    Dedico esta obra a mis hijosAlba, Hctor y Arturo,

    a quienes amo entraablemente.

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    PRLOGO

    ...Y fui maestra como Tes un ttulo muy significativo para la pro-fesora Violeta Balu Iserte. Desde una profunda admiracin y res-peto hacia el ms grande de los Maestros, Jess de Nazaret, laautora evoca la complicidad de esta frase identificativa para si-

    tuar al lector en el escenario de toda una vida entregada a la vo-cacin docente.A travs de su lectura descubrimos que su contenido va ms

    all de la simple relacin de recuerdos nostlgicos o profesiona-les. Tiene simultneamente toda la fuerza del testimonio y toda lafrescura de los relatos atravesados por lo autobiogrfico, y las ex-periencias cotidianas. El contexto histrico va jalonando la narra-cin y se observan detalles de las fuentes de su inspiracin yfortaleza.

    Cabe destacar las fuertes convicciones, y los valores que en-

    sancharon los lmites que rodearon a la autora en su niez y ju-ventud. Tambin, la capacidad de abrirse camino en un medio hos-til hasta conseguir que los tres sueos de su infancia se hicieranrealidad. Tres sueos tuve en mi infancia, muy difciles de al-canzar, por las circunstancias que me rodearon. El primero poderser maestra, el segundo trabajar en un colegio en el que no exis-tiera discriminacin alguna y el tercero ser maestra de maestros.Los tres los he visto realizados. Qu ms puedo pedir?.

    Algunas de las mejores enseanzas de la vida se recuerdan conms facilidad mediante las historias que nos contaron durante la

    infancia y la juventud. La profesora Violeta Balu ha cautivado du-rante dcadas la atencin de sus alumnos y alumnas, con relatosllenos de momentos intensos y sorprendentes. Ha sembrado suscorazones de verdades universales, y de consejos sabios para re-cordar. Nunca se sabe cundo las emociones, y unas pocas pa-labras oportunas, pueden tener influencia en una vida.

    Al leer este libro se descubre con facilidad que la autora noesconde la dimensin personal de su propia experiencia, unida in-trnsecamente a la vida colectiva de todas las instituciones edu-

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    cativas en las que ha ejercido durante 45 aos como docente.Cabe destacar, con profundo agradecimiento, los 28 aos de ser-vicio al Collegi Urgell de Barcelona del que fue su primera maes-

    tra y fundadora, juntamente con el Sr. Avell Sez, y donde sejubil siendo maestra de maestros.

    Finalmente, le agradezco a la profesora, y excelente compaerade trabajo, Violeta Balu la oportunidad de dedicarle este prlogo.Su testimonio como profesional y su calidad humana nos esti-mulan a seguir educando en los valores de la educacin cristia-na y el escrupuloso respeto a la libertad de conciencia en nues-tras escuelas. Estoy seguro que el contenido de sus relatos llenarde emocin y gratos recuerdos a todos sus ex-alumnos.

    Antonio Polo i PochDirector Collegi Urgell

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    INTRODUCCIN

    El da 31 de octubre de 2002, son mi despertador a la mis-ma hora de siempre, pero mi despertar fue completamente dis-tinto; ese da iba a ser el ltimo de mi tarea educativa, cumpla65 aos y el trmino de mi vida laboral haba llegado. Una ex-traa sensacin se apoder de m a medida que iba cumpli-mentando las tareas rutinarias de cada maana, un sentimientode nostalgia, de tristeza invada todo mi ser. Recordaba con ni-tidez aquel primer da que trabaj como maestra y en un bre-ve balance record los momentos ms emocionantes de mi tra-yectoria educativa. S, estaba satisfecha de toda ella!. Habasido muy feliz!.

    Me preguntaba cmo afrontara ese ltimo da. Sin duda se-ra muy duro dejar las aulas y despedirme de mis queridos alum-nos y compaeros.

    Al mirar por la ventana pude comprobar que haca una ma-ana soleada, un da otoal en el que no haca ni fro ni calor,

    as que decid vestirme con un traje ms bien veraniego de co-lores alegres que me animara, ya que mi deseo era dejar en lamente de mis nios la imagen de una maestra feliz tal comolo haba sido siempre.

    31 de octubre(8:45 h), unaspalabras dedespedidaa miscompaeros.

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    Me mir al espejo: Estaba bien! Ech una mirada a la casay me dispuse a salir. Todo lo que vea era igual a lo que tan-tos aos haba visto, pero durante mi trayecto hasta el autobs,las tiendas, los escaparates, el jardincillo de la esquina... Luegoen el autobs rojo y blanco que me transportaba, los pasaje-ros... Todo me pareca diferente a los otros das, sin duda al-guna a consecuencia de mi estado de nimo que me originabauna sensacin no vivida hasta el momento.

    Al llegar al colegio y ya en la sala de profesores en donde ca-da da tenamos la sana costumbre de reunirnos antes de ini-ciar nuestra labor, para llevar a cabo una sencilla meditacinen la Palabra de Dios y mediante una oracin pedir al Seorque bendijera nuestro trabajo en ese da, compart algunasancdotas de mi vida y entre sonrisas y bromas trat de elu-dir la exteriorizacin de mis sentimientos al pensar que este ac-

    to de excelente camaradera y de unidad sencilla, de amor fra-terno entre todos nosotros, para m sera, a partir del dasiguiente, el pasado.

    A las nueve en punto el bullicio de los nios que suban porlas escaleras a sus respectivas aulas nos indic que la tareadel da deba comenzar.

    Durante el transcurso de la maana, al pasar por los dife-rentes cursos, pude comprobar el cario de los nios manis-

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    Con unasonrisa en miltima clase

    de Biblia.

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    festado de diferentes formas. Una gratitud que me fortalecien momentos tan especiales como aquellos.

    La gran sorpresa me la ofreci el colegio por la tarde, todoslos alumnos junto con sus profesores, me haban preparadouna fiesta en el saln de actos, en donde me expresaron deuna forma emotiva y cariosa sus sentimientos hacia m.

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    Promocin 2002-2003, junto al Director A. Polo y el jefe deestudios M. Lpez.

    El mejor regalo, el cario de los nios.

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    Reconozco que me llen de emocin y lo expres en la si-guientes palabras:

    Los pequeos me habis enternecido, los medianos mehabis emocionado y los mayores me habis rejuvenecido. Osaseguro que no me marcho, hoy no ser mi ltimo da de cla-se, porque en mi mente y en mi corazn os tendr siempre pre-sentes. Confo que Dios, que as como a m me ayud para queme dedicara a la enseanza, os ayude a vosotros a conseguir

    todas vuestras aspiraciones.

    Una vez en mi domicilio, rodeada de tan gran cantidad de flo-res que expresaban tanto afecto, los mltiples obsequios, lasdedicatorias, escuchando ya ms serena la msica y los can-tos grabados en el CD, aquella soledad con tantos recuerdos,emocionada y agradecida al Seor tom la decisin de hacerrealidad lo que en tantas ocasiones me haban sugerido alum-

    Los alumnos de 4. de ESO se emocionan y con ellos toda laescuela.

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    nos, padres, compaeros, familiares, amigos ntimos y sobretodo mis hijos: que escribiera mis memorias como maestra,plasmando en ellas las ricas experiencias en las que he vistosiempre la direccin divina que me ha conducido paso a pasohasta el momento de mi jubilacin.

    As pues, amigos lectores, en este libro queda reflejada mi hu-milde vida de estudio, de trabajo, de siembra, de dedicacin ala enseanza de nios y jvenes que ha llenado mi vida de mssatisfacciones que desagrados, con la confianza de que us-ted tambin se goce con las experiencias que relato.

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    CAPTULO I

    Familia y nacimiento

    En su juventud, mi padre, que se llamaba Manuel, haba sidoebanista, un buen profesional de la madera, mas a la saznera colpoltor, es decir vendedor de libros de la Editorial Adven-tista.

    Como consecuencia de haber conocido la fe cristiana ad-ventista a sus diecinueve aos y tambin por naturaleza, pues

    desde nio siempre le haba gustado todo lo relacionado contemas religiosos, era un hombre de condicin espiritual, ve-hemente, de gran sensibilidad y bondad exquisita y delicada.Era una persona que disfrutaba con la lectura de las SagradasEscrituras y cuantos libros de tipo religioso cayeran en sus ma-nos, tratando de aplicar las enseanzas entresacadas a su vi-da personal.

    Tuvo el privilegio, no sin grandes esfuerzos econmicos, derealizar los estudios de Teologa en el Seminario de Collonges-sous-Salve de la vecina Francia, lo que hizo de l un hombreconsagrado, que aprovechaba cualquier coyuntura de la vidapara predicar la Palabra de Dios.

    Mi madre, que se llamaba Noemi, tambin cristiana adven-tista (de tercera generacin) era una mujer alta, vigorosa, detez morena, nariz un tanto aguilea sin exageracin, ojos gran-des negros y expresivos, con una sonrisa agradable y caminarcadencioso.

    Sus padres, Salvador y Aquilina, procedentes del pueblo deRubielos de Mora en la provincia de Teruel, le haban dado estu-dios de contabilidad y piano, lo que haca de ella toda una seo-rita educada y distinguida. Adems, y con gran esfuerzo, habanlogrado que estudiara Teologa en el Seminario de Collonges-sous-Salve, en el mismo en que estudi mi pap.

    Mis padres se casaron un 25 de enero de 1932 en el pue-blecito de Jrica y se trasladaron a Valencia, instalndose en

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    una vivienda de la calle Plasencia en el barrio La Fonteta.Once meses ms tarde, en diciembre, naci mi hermana Luz,a la que todos llamamos siempre Lucecita, y dos aos despusmi hermana Noemi, que llamamos Mimi de forma familiar y ca-riosa.

    Siempre tuve entendido que pap deseaba ardientementetener un descendiente varn, bien fuera con el nimo de pro-longar su apellido o porque estimara que un nio compensaralos sexos en la familia. Posiblemente, una o ambas intencionesdeterminaron que el matrimonio se atreviera a desear un nue-vo hijo.

    Mi nacimiento acaeci a los diecisis meses de iniciada lacontienda de la Guerra Civil espaola. Esa noche fue de de-sasosiego y verdadera angustia para mis paps, pues el ulularde las sirenas fue casi continuo, mientras el haz luminoso delos reflectores se cruzaban en el cielo por sectores, tratando delocalizar a los aviones bimotores y trimotores Junkers de pro-cedencia alemana. Los caones antiareos mandaban sus pro-yectiles a lo alto, transmitiendo al explotar un ruido seco, comolas carcasas de los fuegos artificiales, con gran potencia so-nora.

    Mi mam le indic a pap que yo vena de camino, y aunqueatemorizado por lo que estaba sucediendo en el exterior, fue abuscar a la comadrona. Andando arrimado a las paredes de lascasas y tratando de cubrirse bajo las repisas de los balcones,prosigui su camino. La oscuridad era completa en la ciudad,slo la luz difusa que se desprenda de los haces luminosos delos reflectores y el conocimiento de las calles por donde tran-

    sitaba le permitieron, con gran sobresalto que rozaba el pni-co, llegar hasta la calle del Turia, cerca de las Torres de Cuarte,donde habitaba doa Asuncin, esposa del pastor adventistadon Isidro Aguilar. Era esta mujer, comadrona de profesin, re-suelta y hasta cierto punto osada, pues a pesar de la hora tanavanzada de la noche y del pavoroso bombardeo a que esta-ba sometida la ciudad, se arrebuj con su abrigo, tom el ma-letn y acompa a mi padre hasta nuestra casa.

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    Entre el zumbido de sirenas, de aviones, de las explosionesde los antiareos y de las bombas, que en ocasiones hacan tem-blar los edificios, nac yo, a la pobre iluminacin de unas velas.

    Una nia morenita, de pelo negro, de rostro rojizo, llorando condesespero como diciendo: a qu mundo me habis trado?.Mi pap, como ya he dicho anteriormente, esperaba un ni-

    o. En principio pareca un tanto decepcionado, pero cuandome arreglaron y vistieron, me cogi en sus brazos y segn mehan contado exclam: Alabado sea el Seor, porque nos haconcedido el privilegio de que nos haya nacido esta nia paranuestro gozo!

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    Luz y Noemi.

    Violeta enValencia a los5 aos.

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    An no tena dos aos cuando termin la contienda blica.Durante este tiempo, mis padres y mis hermanas sufrieron mu-cho porque escaseaban los alimentos y pap apenas ganabalo justo, quiz mucho menos de lo justo, para poder subsistir.

    Algunas amistades y miembros de la comunidad adventista sehaban dispersado, la mayor parte se haba desplazado a pe-queas ciudades o pueblos, as que poca ayuda podamostener.

    Jrica, un pueblecito de la provincia de Castelln, en dondevivan mis abuelos y donde tenan algunas tierras, haba sidoel frente en la guerra, estaba prcticamente destruido y

    los campos totalmente arrasados. No haba comida por nin-gn sitio.

    Cuando mi abuelo Salvador Iserte junto con mi ta Anita y mipap volvieron al pueblo para hacerse cargo de sus pertenen-cias, pues de lo contrario se consideraban propiedad del Estado,encontraron toda la vivienda en ruinas, slo una habitacinen la entrada de la casa estaba en pie.

    Los primeros das tuvieron que comer los nabos que habanquedado dentro de la tierra y que los soldados no se haban po-dido llevar. Todo lo dems haba sido saqueado, incluso losutensilios y aperos de labranza. Esto hizo que los nabos queantes he mencionado los tuvieran que sacar con las manos,araando la tierra con las uas.

    Una de las cosas que me han contado de estos momentostan difciles, y que nunca he podido olvidar, es cmo Dios lesinfundi nimos y la fuerza necesaria para soportarlo todo.Tenan hambre; todo el pueblo tena hambre. Nadie posea co-

    mida y como era invierno no haba en los campos nada paracomer.Lo inslito fue que durante esos primeros das de descon-

    cierto general, en los que si alguien consegua algn alimentose lo guardaba para s o para sus familiares ms allegados, pe-ro en todo caso nunca para compartir con los que llamaban losprotestantes en tono despectivo, de una forma milagrosa seencontraron todas las maanas en la puerta de la habitacin

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    que anteriormente he mencionado un pan recin hecho un po-co de aceite y un puado de lentejas que hicieron las deliciasa sus hambrientos estmagos.

    Ms tarde, cuando el pueblo se organiz ya pudieron comerun plato caliente de legumbres cada da en el llamado AuxilioSocial, despus de largas colas y cantar varias veces con elbrazo en alto, el famoso Cara al Sol himno lema del partidopoltico Falange. Desde este momento, los alimentos no vol-vieron a encontrarse en la puerta nunca ms.

    A pesar de todos estos acontecimientos y otros muchos ms,

    mis padres salieron adelante, con la ayuda del Seor, con laesperanza puesta en que ocurriera lo que ocurriese podramosen un tiempo futuro ser una familia acogida en los cielos de-lante de Dios.

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    Retrato de familia Balu-Iserte, Manuel, Noemi, Violeta, Luz yLuz Noemi.

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    CAPTULO II

    Tiempos difciles

    El recuerdo que tengo de los primeros aos de mi infancia esun poco el conjunto de lo que realmente fij en la memoria y delo que me han contado, formando una amalgama perdida en-tre la niebla del pasado, sin diferenciar una cosa de la otra.

    Me veo en muchas ocasiones correr, jugar y esconderme en-tre muchas sillas amontonadas en una gran sala con una tari-

    ma de madera en el fondo y una especie de mesa estrecha yalta con un atril en el centro. Y es que cuando se inici la GuerraCivil espaola, mis padres se trasladaron a otra casa situadaen el centro de Valencia, en calle Cirilo Amors nmero 21,en donde yo nac.

    Era el local que la Iglesia Adventista tena en la ciudad paracelebrar sus cultos y que, cuando empez el conflicto blico,fue necesario habitarla con el fin de que el Comit que dirigalos alojamientos de los refugiados no cediera el local a desco-nocidos y para que la vivienda no fuera utilizada por personasajenas a la comunidad y poder guardarla de esta forma para sufutura reapertura.

    La casa era muy grande, con cinco balcones, pero nosotrosdisponamos de muy poco espacio pues como ya he dicho lamayor parte la ocupaba el gran saln, utilizado como iglesia.

    En el vestbulo haba colocada una cortina que lo divida endos partes, una como dormitorio de mis paps y la ms cer-

    cana a la puerta de entrada se usaba como sala de estar yrecibir a las amistades; en el interior, atravesando toda la salase llegaba a la cocina de reducidas dimensiones y al fondo uncomedor con unas ventanas que daban a un gran patio interior.Frente a esas cristaleras se ubicaba otra pequea habitacin,sin luz exterior, que era el dormitorio de las tres hermanas.

    La situacin econmica, tanto durante la guerra como luegoen la posguerra, fue muy penosa. Mi padre tuvo que dejar su

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    trabajo como vendedor de libros, pues era impensable que unapoblacin hambrienta, tuviera inters por comprar literatura.

    Haciendo uso de su oficio de ebanista y con las pocas he-rramientas de que dispona, se lanz a construir unas fresquerasde madera y tela metlica que las familias situaban en puntosestratgicos de mayor frescor de las viviendas para mantenerlos comestibles ms fros y libres de las picaduras de los in-sectos.

    De esto si que me acuerdo, del constante repiqueteo del mar-tillo sobre los clavos y de cmo yo me quedaba admirada dever cmo mi padre de unos simples trozos de madera sacaba

    aquellas casitas, que me hubiera gustado tener para jugarcon mis muecas.

    Tengo recuerdos muy entraables de mi infancia, tales co-mo los de estar toda la familia reunida, a ltima hora de la tar-de, y durante el invierno alrededor del brasero, nica cale-faccin que se poda tener en familias econmicamente humildescomo era la ma. Una manta cubra nuestras rodillas para con-centrar el poco calor que aquel cuenco lleno de piol encen-dido pudiera dar; pero eso s, que nos tena a todos ms uni-dos y que en ocasiones compartamos con las personas quenos venan a visitar.

    Cuntas historias comentbamos en aquellos momentos!Mientras las mujeres hacamos punto, ganchillo, remendba-mos sbanas o zurcamos los calcetines y otras labores que mimam nos enseaba, pap lea libros religiosos o la Biblia, oca-sin que aprovechbamos para aprender versculos de me-moria, que tantas veces me han ayudado en momentos difci-

    les de la vida.Haca fro en la casa, pero en el corazn de cada uno ardala llama del cario y de la verdadera comunicacin, palabra queest muy de moda en nuestros tiempos pero que, en realidad,es la gran ausente en los hogares.

    Otros recuerdos hermosos que tengo en mi memoria es lailusin de los regalos que tenamos en ocasin de Reyes. Nos cmo lo hacan mis padres, pero nunca nos faltaron algu-

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    nos juguetes, sencillos, pero para nosotras maravillosos. Muchosde ellos los haca mi pap de madera y luego los pintaba, puestena mucha traza para ello.

    Tambin guardo recuerdos desagradables, que incluso slocon pensarlos me hacen estremecer an ahora, tales como lavisita en varias ocasiones de cuatro o cinco policas vestidoscon sus gabardinas grises y sus amplios sombreros, que irrum-pan en el domicilio sin previo aviso y que nada ms abrir la puer-ta se repartan por toda la casa. Lo registraban todo, hasta de-bajo de los colchones, y lo ponan como se suele decir patasarriba. Sobre todo registraban el material que haba en el gran

    saln, las Biblias, himnarios, revistas y dems pertenencias dela iglesia. Tambin registraban minuciosamente todos los librosde la biblioteca de mi padre, supongo que buscaban propagan-da subversiva o algo relacionado con poltica, que nunca en-contraron porque no la haba, pero que tanto a mi madre comoa mis hermanas y a m nos hacan pasar un mal rato.

    ***La Iglesia Catlica espaola, muchos de cuyos sacerdotes

    fueron muertos y sus iglesias y de templos cerrados, respaldel Alzamiento llevado a cabo contra el Gobierno de la Repblica.Sujetos a una persecucin masiva, sus telogos elaboraron unadefensa de la insurgencia como guerra justa y sus obispos loconsagraron como una Cruzada, o sea, una expedicin mili-tar contra los infieles.

    La Iglesia Catlica recuper su influencia, los jesuitas fueronreadmitidos en 1938 y, sobre todo, acogieron con gran reco-nocimiento su control de la educacin y del pensamiento. Se

    prest una gran atencin a la intensa recatolizacin de Espaa,iniciada ya en la zona nacionalista durante la guerra. La IglesiaCatlica volvi a ocupar una posicin predominante con unacensura amplia, dedicada a combatir el sexo, el marxismo co-munista y el liberalismo disolvente, as como todo cuanto ha-ca mencin al cristianismo protestante.

    Esta posicin de la Iglesia Catlica, que asuma las directri-ces de la enseanza en todos sus grados, afect a mi educa-

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    cin, por cuanto mis paps, los abuelos y los bisabuelos, pro-venan todos del sector evanglico y aunque ramos cristianospracticantes, cuando las personas se enteraban que no bamosa la Iglesia Catlica y no participbamos de su dogmas, nos lla-maban despectivamente protestantes, mirndonos como sidel mismo diablo se tratara.

    Tena seis aos, cuando fui por primera vez al colegio. La ver-dad es que no guardo buen recuerdo de mi maestra.

    Tengo en la memoria a Doa Conchita, con porte seorial ypeinado recogido en un moo como era entonces propio de lasseoras de su edad, que le daba un aire de superioridad. Era

    severa, injusta, desabrida y disciplente, y haca que me sintie-ra atemorizada de forma constante, escondida en mi peque-o pupitre. Era una persona preocupada ms por su salario quepor la enseanza. Cuando se acercaba finales de mes, le pre-guntaba constantemente a su compaera, la profesora de laclase contigua: Cundo cobramos Julita?, frase que quedtan grabada en mi mente y en la de mis hermanas que an hoyla repetimos en tono de mofa.

    Recuerdo con dolor el da que me quit una pelotita de go-ma maciza que me haba comprado con mucho esfuerzo, aho-rrando cntimo a cntimo lo que una vecina llamada Doa Lolame daba por hacerle algunos recados, como ir a comprar elpan, el peridico, el caf, etc.

    Era mi primera pelota y tena tanta ilusin que llevndolaen la cartera, no pude resistir la tentacin de tocarla y rete-nerla un poco en mi mano, como acariciando aquel preciadotesoro que haba conseguido. En esos momentos y con la ex-

    cusa de que yo estaba jugando en clase, cosa que no era cier-to, me la arrebat, para nunca ms devolvrmela.Transcurrieron unos pocos aos y mis paps me llevaron a

    otro colegio. La experiencia fue peor que en el primero. Tuveun profesor ms severo, injusto e intransigente que la profe-sora anteriormente citada.

    Tal es la amargura de mi recuerdo que hasta el nombre seme ha olvidado.

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    bamos a la misma clase mi hermana Noemi y yo; supongoque, aunque el colegio era graduado, en algunas clases ha-ban cursos juntos. Nosotros le llambamos Don Oso se-guramente porque su actitud y su aplastante intolerancia nosrecordaba a este animal.

    El colegio era del Ayuntamiento y estaba cerca de nuestro do-micilio. Como he dicho, vivamos en lo que era la Iglesia Ad-ventista, que en aquel tiempo ya haba iniciado de nuevo suactividad y poda celebrar los cultos, eso s con mucho controly vigilancia por parte de la polica. Por esta razn, todo el barriosaba que nosotros ramos protestantes y esto haca que nues-

    tras compaeras de colegio no quisieran ser nuestras amigas nijugar con nosotras. Muchas veces nos encontrbamos las treshermanas en el patio, aisladas, rechazadas y ridiculizadas portal hecho, cosa que como es comprensible, daaba nuestra in-fantil sensibilidad y nos haca muy desgraciadas.

    Todos los das salamos de casa con el temor al castigo, noporque nuestro comportamiento fuera malo y merecedor de l,sino porque el profesor se burlaba abiertamente de nosotras,nos pegaba sin razn alguna y nos humillaba, pues era cono-cedor de nuestra religin. Entonces haba colegio los sbadospor la maana y nosotras faltbamos a clase, pues como cris-tianas adventistas guardbamos el sbado como da de reposodedicado al Seor, tal y como est escrito en el cuarto manda-miento de su Ley, y ese da asistamos al culto en la Iglesia.

    Los lunes era el da que ms temamos que llegara, ya quesu crueldad era todava mayor. Nada ms entrar en la clase,entre burlas y chanzas suyas y de las compaeras, nos obli-

    gaba a ponernos de rodillas, cara la pared, en algunas ocasio-nes hasta dos horas.Slo tena nueve aos, pero esta injusticia cal hondo en mi

    vida. En esos momentos, con las rodillas hincadas en aquelfro y duro suelo, con la cara pegada a aquella mugrienta y en-negrecida pared que de tan sucia no recuerdo ni el color quetena, me sent tan desgraciada y tan indignamente tratada quedecid ser maestra para poder ensear con cario y tratar a los

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    nios con bondad. Una maestra buena, a la que quisieran susalumnos y siempre la recordaran con dulzura y amor. Tambinpens en lo hermoso que sera poder tener un colegio en elque no se hiciera distincin alguna entre religin, raza, situa-cin social o econmica. Dos sueos maravillosos, pero im-pensables de que se pudieran hacer realidad en mi vida, da-das las circunstancias polticorreligiosas que haba en aquelmomento.

    Esta vocacin que surgi en m, desde mi ms tierna infan-cia, hizo que todos mis juegos infantiles tuvieran relacin conella. Recuerdo que, en mis ratos libres, me suba en la tarima

    que haba en el gran saln de mi casa y, sentando en las sillaslas muecas que tena, hiciera de maestra explicando y ha-blando con ellas como si de una clase se tratara. As pasabamuchas horas y el tiempo, en aquellos momentos, era como sino contara para m.

    Como en varias ocasiones haba manifestado el deseo de sermaestra, cuando llegu a los diez aos, mis paps me matricu-laron en una academia para empezar a estudiar el Bachillerato.

    Esta vez tuve la suerte de tener tres maestras maravillo-sas, verdaderamente vocacionales, que me trataron con mu-cho cario, afianzando mi vocacin y despertando en m nue-vas ilusiones.

    Recuerdo que las clases se impartan en su propio domici-lio, alrededor de una larga mesa en el comedor.

    Era una habitacin que daba a unpatio interior pequeo y por lo tantobastante oscura, pero mi estancia en

    ella era placentera, estudiando latn,matemticas, castellano, etc. Por pri-mera vez me trataban sin discrimina-cin alguna, por lo que yo era y no porlo que creyese!

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    Valencia 1947, ingresoal Bachillerato.

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    Se notaban que eran unas personas que haban sufrido mu-cho por causa de sus convicciones polticas. La mayor de las tresera licenciada en ciencias y haba sido catedrtica de la Universidaden Valencia pero, destituida de su cargo por el nuevo rgimen po-ltico, haba tenido que establecer junto con sus dos hijas, queeran maestras, una pequea academia para poder subsistir.

    Siempre recordar con gratitud el detalle que tuvieron conmis padres, al rebajarles la cuota mensual de mi enseanza ala mitad de precio, a pesar de que ellas tambin lo necesita-ban. Seguramente se dieron cuenta de mi gran inters por elestudio y de la precaria economa de mi familia. S, eran muy

    humanas, yo lo senta y me hicieron mucho bien!Con ellas aprend a tratar con amor y dulzura a los alumnos,

    mtodos maravillosos de enseanza que nunca fallan. Me lle-n de su sabidura y de su bondad! Y dese con fuerza y comonunca ser maestra como ellas.

    Desde estas lneas rindo un verdadero homenaje a esas tresmujeres, que supieron dar a mi vida el impulso que yo necesi-taba para seguir con firmeza mi inclinacin innata hacia estahermosa vocacin.

    Cuando termin el tercer curso de Bachillerato, mis padresse trasladaron a Barcelona, a la calle Consejo de Ciento n-mero 370 principal, y de esta forma tuve que terminar elBachillerato en esta ciudad.

    De mis aos vividos en la calle anteriormente citada, mientrascursaba los estudios, recuerdo algo que me impresion, ya queafianz en gran manera mi confianza en el Dios todopoderosoque guarda nuestras vidas, si es que verdaderamente las po-

    nemos en sus manos.El hecho ocurri una tarde en que mi hermana Luz y mimam estaban cosiendo, pues trabajaban de modistas. Yome encontraba con ellas haciendo algunos deberes escola-res y estudiando, cuando llamaron a la puerta y un hombrede unos treinta y cinco aos irrumpi en nuestro hogar has-ta el lugar donde estbamos trabajando haciendo algunaspreguntas relacionadas con el trabajo y, sobre todo, de las

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    personas que en aquellos momentos se encontraban en lacasa.

    Rpidamente nos dimos cuenta de cules eran sus inten-ciones y de lo poco prudentes que habamos sido al dejarle en-

    trar, ya que nos encontrbamos solas e indefensas.De pronto el hombre levant la vista y se fij en un cuadroque tenamos en la pared que representaba a un hombre col-poltor, es decir vendedor de libros, tal como era mi padre, conun ngel que tena los brazos abiertos como protegindolo.

    Al momento su rostro cambi de expresin y levantndosedijo:

    No puedo llevar a cabo el propsito que tena.

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    Ilustracin delcolportor conel ngel de laguarda.

    Taller de costura.

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    Nosotras no comprendamos bien lo que quera decir pero lprosigui.

    Este cuadro me ha recordado mi infancia y las historias quemi abuela me contaba de la Biblia y que yo haba olvidado porcompleto. Perdonen y adis.

    Despus de estas palabras se levant y march.Nosotras, todava profundamente impresionadas por los acon-

    tecimientos, dimos gracias a Dios por la proteccin que nos ha-ba dado a travs de un sencillo cuadro y que tal vez, al mismotiempo, haba hecho recapacitar a aquel hombre y posiblementemoverle a cambiar la vida que llevaba.

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    CAPTULO III

    Superando obstculos

    Concluidos los estudios oficiales de Bachillerato en el Institutode Segunda Enseanza Maragall, me desplac a la Escuela deMagisterio para tener un conocimiento de los estudios a rea-lizar para ser maestra y de los trmites previos necesarios pa-ra la matriculacin, muy especialmente el coste de la matrcu-la. Todo esto estaba dentro de los clculos que habamos hecho

    en casa, con lo que no contbamos era con el requisito que seexiga: la presentacin de un certificado del prroco de la pa-rroquia que ejerca su jurisdiccin espiritual en el territorio odistrito de la ciudad en el que estaba enclavado mi domicilio.

    En esta poca ao 1953 la preeminencia de la IglesiaCatlica se haca sentir en todos o casi todos los mbitos so-ciales. Haban acaparado el poder, obraban con las exigen-cias propias del dueo absoluto de todo cuanto se relacionabacon el aspecto espiritual y educativo. Eran el filtro que deba de-

    jar pasar lo bueno y separar lo malo segn sus propios con-ceptos de la vida y de la conciencia humana.

    Cualquier persona que optara a la obtencin de un empleoo los estudiantes que se matriculasen en alguna Facultad, de-ban aportar una certificacin en la que constara su adscripcina una determinada parroquia.

    En el caso de Magisterio todava eran mayores las exigen-cias, pues se tena que acreditar ser persona de buena con-

    ducta y, sobre todo, afn a las enseanzas de la Iglesia, por tra-tarse de una profesin en la que se supone que el maestrotransmite muchos valores a sus alumnos, con los que compartela mayor parte de su tiempo. Sin este requisito, no era admiti-da el resto de la documentacin.

    Haban sacerdotes que demoraban la expedicin del certifi-cado durante unos das para informarse, por medio de otros fe-ligreses, si la persona que haba solicitado el certificado y a la

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    que no conocan de forma personal por no ser asiduo a las ce-remonias religiosas, se mereca la documentacin solicitada.Haba, sin embargo, algn que otro prroco, que ms liberal oquizs comprendiendo las situaciones especiales de los de-mandantes, extendan los certificados sin preguntar ms queel nombre y la direccin del que solicitaba el documento.

    Las dudas surgieron en mi pensamiento. Las deliberacionescon mis paps duraron varios das. Yo pensaba: Ya no po-dr ser maestra y razonaba con mi madre:

    Cmo van a extenderme un certificado en la parroquiasi todo el vecindario sabe que somos adventistas?

    Pues tambin en esta ocasin vivamos en lo que haba si-do la iglesia en Barcelona, trasladada despus a la calle Urgel.Todava se celebraban cultos los viernes por la noche.

    La intranquilidad y el desasosiego invadieron de tristeza mialma, mis esperanzas e ilusiones se derrumbaban por mo-mentos.

    Una maana, mi madre me dijo: Ven hija, no debes entristecerte tanto. En esta vida tene-

    mos que ser fieles y luchar como lo hicieron otros jvenes cu-yos relatos estn en la Biblia: Josu, Jos, Daniel, la reina Ester...Ven, vamos a arrodillarnos y pedir a Dios que abra el caminopara que si es su voluntad, t puedas ser maestra.

    A continuacin, arrodillndonos, mi madre elev al Altsimouna sentida plegaria que confort mi alma. Luego al levantar-nos me dijo:

    Ahora te vas a la parroquia y solicitas al cura el certificado,el No ya lo tienes pero vas a por el S frase que en mu-

    chas ocasiones era muy propia de ella.El trayecto desde mi casa a la parroquia fue un verdaderosuplicio: dos ideas contradictorias surgan en mi pensamien-to; por un lado, la idea de solicitar el papel sin decir nada ypasar como catlica, pero por otro lado mi conciencia, sensibi-lizada por la oracin, me impeda admitir un silencio o una men-tira con la que obtener mi propsito. Qu har cuando estdelante del cura?.

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    Mi pensamiento se debata entre estas dos ideas antagni-cas. Tomando aliento y con esfuerzo que no era simplemen-te fsico sino mental entr en el templo y busqu la sacrista.

    Buenos das, seor cura, vena a...El sacerdote me haba visto entrar y continu la frase por m.

    S, por un certificado para la Escuela de Magisterio. Un mo-mento que enseguida te lo extiendo.

    El prroco era un hombre de unos sesenta aos, alto y de com-plexin bastante fuerte. A la escasa luz del recinto pude apreciarsus facciones, un rostro de tono saludable, de pelo rubio entrecano, nariz recta, pmulos sonrosados, sonrisa agradable. Por

    la falta de luz solar no poda ver bien la tonalidad del color quepredominaba en sus ojos, pero por sus movimientos al guardarlos documentos en los cajones de su escritorio y al archivar loslibros que haba sobre la mesa, apreci a un hombre diligente yenrgico de tipo asctico, sin embargo conmigo estuvo muy ama-ble. Sentndose en el silln que tena ante la mesa dijo:

    Bueno, as que quieres ser maestra eh! Bonita profesin.Bien, ahora enseguida te hago el certificado. Vienen muchosestudiantes para solicitar lo mismo.

    El sacerdote sac unas hojas del cajn de la escribana,iniciando su cumplimiento y preguntando:

    Cul es tu nombre?Entonces le dije:

    Seor cura, yo le quiero decir que no soy catlica.El sacerdote levant su rostro y se qued observndome du-

    rante unos momentos; dichos segundos me parecieron muy lar-gos, tan largos que me dio tiempo de pensar que en ese mo-

    mento se acababa mi ilusin de ser maestra. Al fin dijo: Sabes que has sido muy valiente? Te lo podas haber ca-llado ya que no conozco a todos mis feligreses y prcticamen-te ya tena el certificado hecho. Por qu me lo has dicho?

    Con mucho aplomo y pensando que ya estaba todo perdido,como si la oracin que haba realizado mi madre me hubieradado una fuerza interior que yo desconoca, de los pensamientosantagnicos que me haban torturado durante el camino has-

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    ta all haba desaparecido el primero y contest de la siguien-te manera con voz clara, armoniosa, como si me encontraraante un gran auditorio porque al igual que en la historia deDaniel y sus tres compaeros que usted sin duda conoce hayun Dios en los cielos y l conoce todas las cosas, y si l mequiere maestra yo lo ser.

    El sacerdote reflexion durante algunos segundos sin dejarde observar mi rostro y mi delgado cuerpo. Ignoro qu con-clusiones debi sacar de la atenta observacin de mi insignifi-cante persona, pero inquiri:

    Eres buena persona? Has matado a alguien o robado...?

    Verdaderamente eran preguntas extraas para m. Cmopoda pensar el cura que una joven de diecisis aos comoyo hubiera realizado acciones de tal magnitud? Respond cla-ramente:

    No, seor, no he robado ni matado a nadie y pienso quesoy buena persona.

    T, quieres ser maestra? demand. S, seor, es mi vocacin desde nia.De nuevo, la penetrante mirada del sacerdote me observ

    durante unos segundos y aadi: Pues lo vas a ser. No te voy a poner en el certificado que

    eres catlica, porque no voy a mentir, pero voy a indicar queeres una persona de valores morales muy elevados. Te servi-r lo mismo.

    El sacerdote extendi el certificado de buena conducta y alentregrmelo an aadi:

    Espero que seas una buena maestra.

    Me desped agradecindole su bondad y al regresar a casase reflejaba en mi rostro el gozo por haber obtenido el papelcon el cual ya poda matricularme en la Escuela de Magisterio.

    Mi madre, al verme entrar, dijo: Te das cuenta cmo te ha ayudado el Seor? As ser

    siempre, si confiamos nuestras vidas a l.Cuando al anochecer regres mi pap y le di la noticia de

    que ya tena toda la documentacin para matricularme dijo:

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    Alabado sea el Seor.De esta forma y una vez iniciado el curso es como pude rea-

    lizar mi primera ilusin de la infancia, estudiar para ser maestra.

    ***Ao tras ao, con mucho tesn por mi parte y sacrificio eco-

    nmico de mis paps, pude ver cumplidos mis sueos, cosaque me pareca casi imposible, dadas las circunstancias an-teriormente citadas.

    El edificio en donde estudi era un antiguo y viejo casernque en la actualidad ya no existe, situado al final de la Ramblade Catalua, cerca ya de la Diagonal. Tena amplias aulas, mu-

    chos pasillos interiores y un gran patio en la parte trasera, endonde hacamos las clases de gimnasia. Los despachos de laDirectora y secretara estaban en el primer piso.

    No fue nada fcil permanecer en el anonimato en lo referentea mis creencias religiosas, que de ser descubiertas hubieranterminado con la posibilidad de ser maestra. Eso s, procur nomentir ni rebajar mis principios; por eso trataba siempre de sor-tear como buenamente poda los obstculos que frecuente-

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    Promocin de Magisterio 1953-1956, Barcelona.

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    mente se presentaban, como los exmenes en sbado quehablando con los profesores consegua cambiar, la asistenciaa las misas que en ciertas festividades se celebraban en el cen-tro, el mes de Mara en mayo, etc.

    El estar siempre como se dice con la espada de Damoclessobre la cabeza me result mucho ms gravoso que los estu-dios en s, en los que me deleitaba y dedicaba a fondo.

    Tenamos muchas asignaturas para estudiar, pues pareceser que una maestra lo tiene que saber todo.

    Recuerdo que estudi hasta Agricultura, por aquello de queal principio las plazas que se concedan era en los pueblecitos.

    Me gustaba mucho esta materia, pues desde nia pasaba to-dos los veranos en el pueblecito de Jrica y acompaaba a loscampos a mi to Gabriel, que era agricultor, y l me explicabatodo lo relacionado con los cultivos.

    Seguramente es por esto que recuerdo perfectamente al pro-fesor que imparta esta asignatura. Un seor que haba reba-sado con creces los cincuenta aos, era de mediana estaturay en extremo delgado. La nariz recta bajo una frente despeja-da, el cabello un tanto grisceo escaso, las manos un poco rs-ticas pero cuidadas transmitan un aire de serena dignidad.Explicaba la materia con mucha vehemencia, como si forma-ra parte de su vida. Ahora diramos que era un buen ecologis-ta amante de la naturaleza. Al final del curso me dio un sobre-saliente que me hizo mucha ilusin.

    Labores era otra de las asignaturas ms fuertes de estudiar,que me hizo sufrir mucho. En poco tiempo se tena que apren-der a hacer toda clase de bordados, puntos, labores tpicas de

    Espaa, etc. Son muchas y es verdad que muy bonitas, perotambin complicadas como los bolillos, que ms de una vezme hicieron llorar delante de aquellos endiablados palillos quecon tanta frecuencia se enredaban unos con otros como que-rindose burlar de mi falta de habilidad, y no digamos las ma-llas, como para hacer redes, que casi sin darte cuenta multi-plicaban los nudos de tal manera que te obligaban a empezarla labor de nuevo.

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    Recuerdo tambin el famoso filtir, bordado granadino,el lagarterano y una lista interminable que pasaron por mismanos a la vez del estudio de las otras asignaturas. Fue tantomi desasosiego con esta materia que mis pesadillas de algunanoche en la actualidad se remiten a ese tiempo, teniendo queentregar un trabajo y no habiendo hecho nada de l.

    Otra asignatura en la que se trabajaba mucho era Cocina.Aprend a confeccionar casi todos los platos tpicos de cadauna de las regiones de Espaa. Esta materia me result fcil yagradable.

    No faltaba tampoco el estudio de Poltica, asignatura obliga-toria en aquellos tiempos. Consista en aprender todo lo con-cerniente a los postulados de Falange Espaola Tradicionalistay de las J.O.N.S. El Estado se cuidaba de la formacin de la ju-ventud por medio de estos postulados del Movimiento Nacionalque los alumnos debamos conocer.

    El conocimiento de todas estas normas y organizacioneseran para algunos profesores primordial, aunque en realidad

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    Violeta con sus cuatro mejores compaeras de estudio.

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    a m no me sirvieron absolutamente para nada, pero habaque estudiarlo y conocerlo para obtener el aprobado del cur-so.

    Doa A. Roig era la profesora de Geografa e Historia, seria,rgida, pero muy sabia. Saba cmo llevar una clase y cmo in-teresar a sus alumnas en la materia que imparta. Era toda unaseora, elegante, justa e imparcial. Yo dira enamorada de suprofesin, que tambin contribuy mucho en mi formacin co-mo maestra.

    Las clases de Dibujo me resultaron un tanto aburridas, pe-ro era debido, lo tengo que reconocer, a mi falta de habilidad

    para reproducir aquellos complicados croquis en el dibujo tc-nico o plasmar en mis lminas los hermosos paisajes que elprofesor nos entregaba en dibujo artstico. Para m, hubiera si-do todo un suplicio esta asignatura a no ser por la ayuda quemi pap me proporcionaba retocando, con su mano maestra

    pues l si que estaba dotado para ello las mltiples imper-fecciones que yo cometa.

    La Religin Catlica me result muy interesante estudiarla y,como es de suponer, tanto en mis preguntas en clase como enlas respuestas de mis exmenes, dejaba entrever mi condicinde protestante, pero que nunca fueron causa de problemas.

    En mltiples ocasiones puse en aprietos al pedir explica-ciones sobre ciertos puntos, que el bueno de don Jaime trata-ba de explicarme salindose por la tangente, como se sueledecir, lo que me haca afianzarme ms y ms en mis creenciasy en la maravilla del Evangelio puro y sencillo, tal y como noslo ofrecen las Sagradas Escrituras.

    Aunque me consta que mis profesores saban que yo no eracatlica, pues segua faltando los sbados a clase, nunca mepusieron impedimentos. En este mundo siempre hay personascomprensivas, abiertas y tolerantes, algunas de las cuales Diospuso en mi camino, cosa que agradec y agradezco mucho.

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    CAPTULO IV

    Indecisin

    Durante unos aos llev a cabo los estudios de Magisterio, queel programa del Ministerio de Enseanza tena previsto.

    El ltimo curso fue emocionante, puesto que deseaba ar-dientemente concluir el ao escolar con buenas notas y, ade-

    ms, por estar rozando la cumbre de mis ilusiones y de mi vo-cacin: ser maestra!

    No fue necesario repetir ninguna asignatura, tampoco quepasara el verano estudiando alguna materia suspendida. Todoel curso lo llev muy bien, la verdad es que me haba esforza-do en estudiar de tal modo que no tuviera ningn fallo. Mi ex-pediente era excelente, por lo que al concluir el curso, con to-das las papeletas de las diversas asignaturas en mi mano, fuia casa llena de gozo para transmitir la noticia a mi familia.

    Despus les dije que para obtener el ttulo y ejercer, segninforme de la Secretara de la Escuela, deba realizar, duranteun mes, el Servicio Social, sin cuya acreditacin no me exten-deran la titulacin.

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    Al finalizarMagisterio en1956.

    Mi pequeo rincn de estudio.

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    En Espaa, el Servicio Social de la mujer, era una prestacinimpuesta por Decreto de octubre de 1937 y declarada debernacional de todas las espaolas comprendidas en edad de die-cisiete a treinta y cinco aos. Consista en el desempeo de va-rias funciones mecnicas, administrativas o tcnicas precisaspara el funcionamiento y progresivo desarrollo de las institu-ciones sociales establecidas por la Delegacin Nacional de

    Auxilio Social de la Falange Espaola o articulados en ella.Me inscrib, para realizar este ltimo requisito, en el albergue

    de la Seccin Femenina de Vallvidrera. El da que deba pre-sentarme fui con mi pap, ya que, de acuerdo con las instruc-

    ciones que nos haban dado, tenamos el privilegio de poderestar un da de fin de semana con la familia, con la obligacinde regresar al albergue por la tarde.

    Mi pap habl con la Directora y solicit que me dejaran li-bre desde el viernes tarde hasta el sbado tarde que regresa-ra de nuevo. La Directora accedi, tom nota en la ficha delexpediente y de esta forma qued el asunto solucionado.Durante las cuatro o cinco semanas que dur el cursillo, los s-bados estaba en mi casa y de esta forma pude asistir a los ser-vicios de culto en la Iglesia.

    En este sentido no tuve ningn contratiempo. Desde el pri-mer da y durante toda mi estancia trat de comportarme bien,de aplicarme en el estudio y en todo lo que tena que aprendery realizar. Mi expediente tena buenas notas.

    Las semanas transcurrieron normalmente y pasaron con re-lativa rapidez, entre risas y bromas propias de la edad.

    El penltimo da de mi estancia fue sbado y lo haba pa-

    sado con mi familia. Al atardecer, regres al albergue y la com-paera que haca de responsable aquella noche en el dormi-torio, nada ms verme me dijo que me presentara ante la jefa,lo cual hice con premura.

    En su despacho se encontraban dos compaeras ms.Solicitando el permiso para entrar, la Directora me indic queesperase junto a las otras dos jvenes que en un momento nosatendera.

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    Durante los minutos de espera, por mi cabeza se deslizaronentre brumas pensamientos de desasosiego: pens en el por-qu de aquella llamada y en qu podra haber fallado. Se ha-bran enterado de algo? Pero, en tal caso, qu hacan aque-llas compaeras esperando tambin? Una y otra vez mir connerviosismo a aquella seora uniformada con la camisa azul,con un bolsillo en donde estaban bordadas en rojo el yugo ylas flechas. Me preguntaba si el esfuerzo econmico de mispadres, y los mos en el estudio, no iban a servir para nada, siaquella seora me comunicaba que no era merecedora del tandeseado certificado.

    En breves momentos mi pensamiento se desbordaba. Claro,me deca, eso es que se han informado de mis ausencias ensbado y mi relacin con la Iglesia Adventista. Ya no podr sermaestra como es mi vocacin.

    Aquellos breves momentos de espera junto a las otras chi-cas, fueron verdaderamente angustiosos. Al fin la Directora sedirigi a nosotras. Pude observar que entre sus manos soste-na los expedientes de cada una de nosotras, nos mir atenta-mente y dijo:

    Vosotras sois las que habis obtenido las mejores notasentre todas las alumnas del cursillo. Por lo tanto, os hemos es-cogido porque maana domingo, en la clausura, se llevar acabo un acto especial, misa incluida y a cuyo acto asistirnaltas autoridades de Barcelona y Vallvidrera, jefes de la Falangey otras personalidades. Deseo que vosotras, como las mejoresalumnas del curso, participis en el acto ayudando al sacerdo-te a celebrar dicha misa. Maana a primera hora os dar las

    instrucciones pertinentes.La noche fue terrible para m; mientras mis compaeras sehacan bromas mutuamente como era costumbre, ya que erala ltima noche en el albergue, mis pensamientos estaban cen-trados en otro asunto. Cul sera mi actitud en los aconteci-mientos del da siguiente? La tarea que se me encomendabano formaba parte de los principios que yo crea, pero si me da-ba a conocer sera el final de mi carrera.

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    Fue una terrible lucha en el fondo de mi alma. Record la lu-cha de Jacob con el ngel, que tantas veces haba ledo en laBiblia, y decid dormir todo lo tranquila que pudiera, poniendotodo el asunto en manos de Dios.

    Efectivamente, el domingo por la maana, despus del desa-yuno, nos hicieron formar a todas en el patio. Una de las ins-tructoras nos llam a las tres y nos situaron en primera fila.

    A la hora convenida segn el programa de actos para clau-surar el cursillo, fuimos en formacin hasta una ermita situadaaproximadamente a un kilmetro del albergue.

    Era un da soleado, luminoso, y aunque no caminbamos

    muy deprisa, la mayora de las jvenes sudbamos bastante,ms an las instructoras y las jefes de seccin que iban uni-formadas con vestidos de gala.

    Reconozco que iba muy asustada, al contrario que mis doscompaeras que iban contentas por tal alta distincin.

    Las piernas me temblaban a medida que nos bamos acer-cando y pareca que quisieran caminar hacia atrs en lugarde hacia delante, al igual que cuando pequea me llevaba mimam al mdico, al dentista o para hacerme un anlisis desangre.

    La ermita se divis desde el camino, ya estbamos a pocadistancia observando el campanario, que pareca de estilo ro-mnico y sobresala desde el lateral en el cuerpo del edificio.Era una torre robusta, cuadrada, con tres series superpues-tas de aberturas en pequeos arcos, que le daban un aspectocomo de una obra de arquitectura militar. Los muros de la ca-pilla deban tener mucho espesor pues las ventanas eran muy

    reducidas de tamao. Era una curiosa iglesia, posiblemente delsiglo XII o XIII, en la que probablemente no se fijaba nadie de losasistentes al acto que se iba a celebrar.

    En la explanada frente a la iglesia y en los laterales pudimosobservar, al acercarnos, que estaban aparcados varios cochesque nos parecieron de lujo, casi todos de color negro y algu-no de ellos portador de un pequeo estandarte fijado al guar-dabarros del vehculo.

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    Los mandos del Servicio Social nos detuvieron en la puertay nos hicieron entrar en fila de a cuatro.

    Al entrar pude observar que algunas personas ya haban to-mado asiento en los vetustos bancos a partir de la cuarta fila.En las primeras se aposentaran las autoridades, luego todaslas seoritas que clausuraban el curso.

    En el lugar que ocupaba la mesa o altar en donde se lleva-ra a cabo la ceremonia religiosa, a su derecha, se haban si-tuado tres sillas tapizadas de un damasquino rojo oscuro.Destacaban tanto por su forma como por su colorido austero yelegante, que contrastaba con el resto del mobiliario de la pe-

    quea capilla.Estbamos las jvenes estudiantes aposentndonos cuan-

    do se present la Directora con su uniforme de la Falange,que a no ser por el escudo que llevaba en el bolsillo supe-rior izquierda hubiese pensado que era de un comandante deaviacin.

    Se acerc hasta nosotras dndonos las pertinentes instruc-ciones. A cada una nos entreg una cuartilla con un escrito quedebamos recitar en el momento que se nos indicara. Al leerel que me haba correspondido me alegr pues era la lecturadel Salmo 23. Luego nos mand ocupar aquellos sillones queestaban en el lugar ms visible.

    Cuando nos sentamos, observ que todos los bancos es-taban ocupados. No saba qu hacer, dudaba si quedarme allsentada o levantarme y marchar, mas no poda arruinar mi ca-rrera. En esos momentos de duda me acord de la historia delos tres compaeros de Daniel. No era la primera vez que ve-

    nan a mi memoria estos hechos. Ellos no se arrodillaron an-te la imagen o estatua que mand adorar el rey, permane-ciendo de pie en medio de toda la multitud. Lo de ellos erams difcil que lo mo, pues el castigo era el horno de fuegoardiendo.

    Se inici el acto y me correspondi ser la primera en reci-tar el Salmo 23. Puse mucho el nfasis que pude y declamcompletamente de memoria, pues me lo conoca desde nia.

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    El silencio era total y mi sonora voz, elevada conveniente-mente a un tono adecuado, se oa perfectamente desde todoel mbito, debido a las buenas condiciones acsticas de aque-lla iglesia.

    Empec diciendo: El Seor es mi Pastor, nada me falta-r. Estas palabras ya me impresionaron, es como si me loestuviera diciendo a m misma. Mi propia voz resonaba enel interior de mi pensamiento diciendo: Te das cuentaVioleta, Dios es como un carioso pastor que har que no tefalte nada?

    Continu con los otros prrafos del Salmo, pero cuando lle-

    gu al que dice: ... aunque ande en valle de sombra de muer-te, no temer mal alguno, pues T estars conmigo... Todo miser se estremeci como si una corriente elctrica lo hubiera re-corrido. Yo estaba en ese valle de muerte, pues cuando la con-ciencia tiene que lidiar semejante batalla, bien cierto que unose encuentra en esa situacin. Yo quera ser maestra, lo habadeseado desde aquellos terribles das de mi infancia, pero...qu precio estaba dispuesta a pagar? Ese T estars con-migo me infundi el nimo que estaba necesitando y continurecitando hasta el final.

    Luego, las otras dos compaeras leyeron sus correspon-dientes notas que les haba proporcionado, en las que se exal-taban los valores morales en una y los espirituales en la otra,as como la formacin cvica y patritica que se haba imparti-do en el albergue durante el Servicio Social.

    La verdad que esta primera parte no me preocupaba en ab-soluto. El objeto de mi intranquilidad estaba en la segunda par-

    te, que era la celebracin de la misa.Como cristiana adventista conoca bien los Mandamientosde la Ley de Dios que encontramos en xodo captulo 20. Enel segundo Mandamiento, dice bien claro: No te hars ima-gen, ni ninguna semejanza de cosa que est arriba en el cielo,ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No teinclinars a ellas ni las honrars, porque yo soy Tu Dios. Yoconoca y crea en esto. Cul sera mi respuesta? Si era fiel

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    a mis principios, demostrara pblicamente mi condicin de nocatlica y si prescinda de ellos, mi conciencia me lo repro-chara.

    El acto de la ceremonia religiosa sigui su curso, dividida encuatro partes. Durante las dos primeras todos estbamos sen-tados, pero en el momento de la Consagracin todos se pu-sieron de pie, yo tambin, pero inmediatamente, cuando el sa-cerdote elev la Forma, los feligreses se arrodillaron, tambinpor supuesto todas las autoridades que ocupaban la primera fi-la y mis compaeras que estaban a mi lado.

    En esos momentos, mis piernas se pusieron a temblar.

    Estaba all delante, bien visible, de buena estatura, al lado delsacerdote y al fin y al cabo nadie de mi iglesia ni de mi fami-lia estaba presenciando aquella situacin. Sera fcil hacer loque todos hacan, con eso me evitara muchos problemas,conseguira el certificado y con l la expedicin del tan de-seado ttulo de maestra. Luego todo se olvidara y asunto con-cluido.

    Reconozco que s que fueron estos pensamientos los quetuve durante unos breves segundos pero luego vinieron a mimente las palabras: pero hay un Dios en los cielos, que s loest presenciando y entonces supliqu:

    Seor, Dios mo, dame fuerzas para mantenerme de pie,que mi actitud sea igual a la de los compaeros de Daniel y quepase lo que deba pasar! Si no soy maestra, tendr otra profe-sin, pero no quiero pagar este precio.

    Me mantuve de pie, con los ojos cerrados, intuyendo todo loque los dems estaran pensando.

    Concluida la ceremonia, yo esperaba las primeras reaccio-nes y con ellas las consabidas preguntas, pero nadie me dijonada. Ni las altas autoridades, ni mis profesoras, ni tan siquie-ra mis compaeras que estaban a mi lado.

    Ignoro si alguien me vio de pie o si fue Dios quien ocult dela vista de los dems mi actitud, la realidad fue que yo estabamuy contenta y agradecida al Seor que me haba permitidomantenerme fiel a sus principios como la brjula es fiel al Norte

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    y ponerme de parte de sus Mandatos aunque los cielos se des-plomaran.

    El mismo da, despus de la comida, nos extendieron los cer-tificados y marchamos cada una a nuestros hogares.

    Esta experiencia, ahora con el transcurso de los aos la re-lato probablemente con cierta naturalidad pero, en el momen-to de suceder estos hechos, la persona pasa por una combi-nacin de lucha y tensin interna, una sensacin de inquietudy desasosiego a la espera de sucesos que pueden ser dolo-rosos; una afliccin y un desmayo que, en ocasiones, nos pa-recen ser cruciales en nuestra vida y que tambin pueden desa-

    nimar a la juventud que no tenga una firme conviccin en queDios puede ayudarles si saben tomar la decisin correcta:Obedecer a Dios antes que a los hombres.

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    CAPTULO V

    Al fin maestra!

    Una vez concluidos mis estudios en la Escuela de Magisteriode Barcelona se me presentaron dos oportunidades para ejer-cer: una, la de una amiga y compaera que me propuso quetrabajara en la escuela de su futuro esposo y la otra fue la deentrar a formar parte del cuerpo docente en la escuela que donIsidro Aguilar maestro tambin y telogo de la Iglesia Adven-

    tista diriga en Madrid.En el edificio de la calle Alenza nmero 6 se haba organi-

    zado una especie de academia o colegio para la preparacinde los jvenes que por vocacin deseaban entrar en el minis-terio pastoral y que necesitaban los estudios previos de Ba-chillerato, para luego ingresar en el Seminario Adventista deCollonges-sous-Salve (Francia).

    Estaba claro que no poda rechazar esta segunda invita-cin porque era la enseanza que deseaba hacer ardientementedentro del ambiente adventista. As que prepar una pequeamaleta de cartn, forrada de una especie de lmina de papelencerado y unas bisagras y cierre metlicos cromados, y medesplac a Madrid, despus de varias conversaciones y co-rrespondencia mantenidas con el Director.

    La academia se llamaba Excelsior. Era todo un edificio decuatro plantas y la iglesia se encontraba en los bajos. En la pri-mera planta se encontraban las clases de msica; en la se-

    gunda la biblioteca, la cocina, el comedor y el despacho delDirector; en la tercera las aulas, y en la ltima planta el inter-nado de las chicas y las dependencias y despacho de la pre-ceptora doa Purificacin Bellido.

    Me instal en una habitacin junto con las alumnas, pues ra-mos todas de la misma edad, alrededor de los diecinueve oveinte aos, y prefer tener la compaa de ellas ms que es-tar aislada en otras dependencias. Por cierto, que guardo muy

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    buenos recuerdos de todas y en especial de Rosa Mari Salvadorcon la que comparta la habitacin.

    La primera semana de trabajo estuve bastante ocupada. Erala primera vez que me encontraba viviendo fuera del hogar pa-terno y en una ciudad desconocida para m. Una cosa s quela tena clara y era la de dar de mi persona como muestra todolo que me fuera posible y el de impartir una enseanza llena detica y moral cristiana.

    Recuerdo que apenas llevaba unos diez das en la escuela,cuando recib una llamada telefnica de mi mam interesn-dose por mi salud, preguntando por el trabajo y todas esas co-

    sas que las madres suelen preguntar. Luego me comunic quehaban recibido una carta de la Escuela de Magisterio en la queme convocaban para optar a un concurso-oposicin, dotadocon dos premios sustanciosos en metlico, indicando la fechay hora en el que se iba a celebrar.

    Mis paps, que conocan perfectamente el aprovechamien-to que haba realizado durante mis estudios y las excelentesnotas que haba obtenido, me instaron y animaron a que mepresentase. Si ganaba uno de los premios en metlico, su-pondra un alivio econmico que paliara un poco los dispen-dios que mis padres haban realizado durante tantos aos conmis estudios. No estaba del todo segura en llevar a cabo el des-plazamiento de Madrid a Barcelona otra vez, pues pensaba quesi no obtena ninguno de los dos premios, cosa que era casi se-gura, habra hecho un gasto intil y me habra ausentado unosdas lectivos de mi trabajo. Sin embargo lo consult con Purita,que as llambamos a la preceptora y profesora anteriormente

    mencionada, y ella me anim mucho para llevar a cabo dichoexamen.Apoyada por todos, realic el desplazamiento en un tren ex-

    preso nocturno que sala de Madrid-Atocha a las diez y llega-ba a Barcelona entre las siete o las ocho de la maana.

    Apenas dorm aquella noche entre el traqueteo del tren y laatmsfera cargada en el compartimento con diez personas sen-tadas en los bancos, con iluminacin exigua; algunos char-

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    lando y relatando sus pequeos problemas de trabajo o fami-liares, otros silenciosos, con la mirada perdida en el infinito yotros con los ojos cerrados como si durmieran, pero con a sa-ber qu pensamientos bullendo en su interior.

    Yo estaba sumergida en el problema que me haba inducidoal viaje. Quizs mis padres tuvieran razn. Podra ser un exa-men que fuera fcil para m. Cuntos alumnos se presenta-ran? Quiz habran alumnos que dispusieran de alguna in-fluencia con algn miembro de los examinadores. Tena miedoy pensaba en lo intil de aquel viaje.

    A veces, las luces de alguna estacin alumbraban el depar-

    tamento rudamente y la corta contemplacin de los rostrosadormilados de los viajeros que tena en frente me distraan demis ntimos pensamientos. Otras veces era una parada breveen alguna estacin del trayecto, pero luego, al momento, re-gresaba a mis disquisiciones sobre lo que poda suceder silograba una de las dos sustanciosas cantidades que confor-maban el premio.

    Al da siguiente, segn la convocatoria, me present al exa-men. En el pasillo, ante el aula en donde se iba a realizar la prue-ba slo estbamos dos compaeras a las que salud con afec-to y yo. Apenas si tuvimos tiempo para preguntarnos algunacosa, cuando el bedel nos indic que podamos pasar dejandola puerta abierta. Entramos y me di cuenta de que el Tribunal,todos sentados en sus respectivos sillones situados en unasola hilera, estaba formado por diez personas. En el centro dela fila estaba la Directora de la escuela, doa Adela, y a su de-recha la secretaria, doa Mercedes, que nos dio la bienvenida

    y nos asign el pupitre donde debamos sentarnos para desarro-llar los temas que nos entregaran a continuacin.El examen estaba dividido en tres partes y cada una tena un

    tiempo predeterminado.Recuerdo que cuando le la primera parte, el tema era bas-

    tante conocido para m, cosa que me anim mucho. Comenca escribir desarrollando de forma ordenada la introduccin, elcuerpo y el eplogo del tema. Estaba concentrada, cuartilla so-

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    bre cuartilla y me fue tan bien que dej mi manuscrito antes deltiempo convenido.

    El segundo tema a desarrollar me record inmediatamentelo que habamos estudiado en el ltimo curso, as que lo tenafresco en mi memoria. Lo desarroll con firmeza y sabiendobien lo que escriba. Tan entusiasmada estaba que llegu jus-to al final cuando sonaba precisamente el toque del timbre elcual indicaba el fin del tiempo para la prueba.

    Por ltimo, el tercer tema era algo ms complicado que losanteriores, pero yo haba hecho una investigacin especial du-rante mis estudios de esta materia y me acordaba con claridad.

    Escrib pgina tras pgina, sin levantar la cabeza ni dejar unsolo momento de trasladar al papel la coordinacin y desarro-llo del tema. El final del tiempo se acerc inexorable, firm elexamen y lo entregu al igual que mis dos compaeras, quetambin haban estado muy concentradas durante la prueba.

    Al salir nos indicaron que, el da siguiente, los resultados es-taran expuestos en el tabln de anuncios.

    Cuando regres a mi casa, me encontraba serena y bastan-te satisfecha del examen que haba realizado. Lo expliqu a mifamilia y todos me animaron, seguros de que me sera entre-gado el premio. Cenamos algo y me acost, pero no poda dor-mir. Fui repasando mentalmente los tres temas por si haba fa-llado en alguna cosa pero en realidad consideraba que me habaexpresado bien y me dije: Quiz uno de los premios sea parati. Y con esta sensacin me qued dormida.

    La maana estaba templada, no haca fro aunque un sol ca-si invernal era el mes de octubre apenas transmita su calor,

    pero el aire soplaba del sur. Las calles de la ciudad estaban yaen plena actividad cuando sal de mi domicilio para dirigirmea la Escuela de Magisterio.

    No tena prisa, andaba lentamente como queriendo inmor-talizar aquellos momentos. Cuando estuve delante del edificiosub los primeros escalones y fue entonces cuando mi coraznse puso a latir con fuerza. Inspir profundamente, hice un pe-queo mohn en mi cabeza apartando una mecha de pelo que

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    se haba cado sobre mi cara y termin de subir la escalera queme conduca a la primera planta donde estaba el tabln de anun-cios y, sin duda alguna, la decisin del jurado sobre la pruebadel da anterior.

    Me detuve delante de un montn de papeles expuestos yefectivamente all estaba, sujeto por cuatro chinchetas, el im-preso en el que notificaba la calificacin. Mi nombre no estaba.No me haban concedido premio alguno. Me qued unos mo-mentos perpleja y sin saber cmo reaccionar.

    Ignoro si fue casualidad o si el bedel tena orden de avisara la Directora, pero lo cierto es que sta sali de su despacho

    cercano a donde yo estaba y me salud, a lo cual correspon-d atentamente. Tomndome por el hombro, me dijo:

    Ven, entra un momento que quiero mantener unas pala-bras contigo.

    El despacho formaba parte del vetusto casern que lo con-tena. Era amplio, quiz demasiado grande y fro para que unapersona como doa Adela trabajara a gusto, mas al parecer ellaestaba bien, rodeada de dos grandes armarios con finas ta-llas escultricas caractersticas de una combinacin del pero-do Renacentista y del arte Barroco.

    Sobre una amplia mesa, grupos de expedientes, carpetas dearchivos y algunos libros. Doa Adela se sent en el amplio si-lln y me invit a sentarme enfrente. Era una seora de unossesenta aos, con pelo cano muy bien recogido en el moo queera propio de las seoras de su edad, porte seorial y elegan-te con una delicadeza extrema y remarcada.

    Estuvo muy agradable y comunicativa, hablando de diferen-

    tes temas, mientras yo no acertaba a entender bien el porqude la conversacin. Finalmente me dijo: Quiero decirte, para tu completa satisfaccin, que desa-

    rrollaste un examen excelente. Yo saba que podras ser unade las acreedoras de uno de los premios y no me defraudaste.He de decirte que tanto el desarrollo de tu prueba como el delas otras compaeras fueron excelentes. El jurado estuvo du-dando mucho antes de decidir. Para ello hubo que examinar los

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    tres expedientes acadmicos y claro, tu faltaste muchos das,precisamente los sbados y sabes bien porqu. Esto influymucho en el nimo del jurado. No obstante, voy a realizar lasgestiones oportunas para que, como una compensacin moral,en el ttulo que te expida el Ministerio de Educacin y Culturafigure la nota de Sobresaliente en lugar de Apto que sue-le llevar.

    Ya tienes trabajo? me pregunt. S, estoy trabajando en una escuela en Madrid. Espero que tengas xito en tu vida, te lo mereces.Me desped amablemente, sal de la Escuela y camin len-

    tamente en direccin a mi casa.Meditaba en las palabras que me haba dicho. S, ellos sa-

    ban que yo no era catlica y la preferencia del jurado se incli-n por las estudiantes que se haban formado anteriormenteen colegios religiosos catlicos. No cabe duda, mi examen ha-ba sido bueno pero... haban motivos religiosos muy podero-sos. Esto era una expresin discriminatoria del trato distinto queen la Espaa de aquellos tiempos, donde convivamos catli-cos y evanglicos, donde los primeros ocupaban una posi-cin predominante, se haba establecido en contra de los se-gundos. Sin embargo el detalle de tener un sobresaliente en elttulo me satisfizo y me compens, porque era una distincinque quedaba para el resto de mi vida.

    Mientras caminaba pens que todo esto pudiera significar unaaplicacin de restricciones que afectaran a los cristianos adven-tistas, en lo que respecta al pleno ejercicio de sus derechos ci-viles. Pero yo me propuse trabajar intensamente en la formacin

    de nios y jvenes que el da de maana, tanto si empeoraranlas cosas como si mejoraran, desde un punto de vista religioso,supieran mantener firmes sus convicciones y sus ideales.

    Como era lgico, regres a Madrid para impartir mis clases.Trabaj durante tres cursos enseando las materias de Ma-temticas, Ciencias Naturales y Fsica y Qumica.

    En los tiempos libres que tena, segn el programa, estudia-ba Teologa, Historia de la Salvacin, Evangelios, Daniel y

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    Apocalipsis y alguna otra materia sobre moral cristiana, todo locual me proporcionaba una gran satisfaccin ya que tanto donIsidro como la profesora doa Purificacin eran consideradosde gran competencia en estas materias. Estos estudios que lle-v a cabo fueron una ampliacin complementaria de las en-seanzas que haba recibido en mi hogar y en mi iglesia.

    Me encontraba en Madrid a mis diecinueve aos como pro-fesora de alumnos que eran de la misma edad e incluso ma-yores, pero esto no me arredraba; al contrario, me fue simp-

    tico y agradable, ya que fue causa de algunas ancdotas detipo sentimental que alegraron unas veces y entristecieron otrasmi estancia all.

    Durante las horas lectivas la consideracin y atencin quese impona en las clases permitan mantener el respeto ade-cuado a la profesora a pesar de mi juventud. No obstante,como resida en el mismo internado de las seoritas en ha-bitaciones que se haban habilitado en la planta superior

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    Paseo al parque del Retiro con los alumnos de la AcademiaExcelsior, 1957.

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    del edificio, me daba la impresin que era una alumna ms,y la buena amistad y camaradera existente nos permita man-tener una gozosa vivencia, pasando momentos felices al com-partir conversaciones, bromas y travesuras propias de la edad.

    Los alumnos que no eran de Madrid estaban alojados en pen-siones o en casa particulares cercanas al colegio, pero la ma-yor parte del tiempo lo pasaban en la escuela.

    El proceso didctico de don Isidro inclua entre los estudiostericos de las diversas materias, la realizacin de excursionesy visitas culturales tanto en el propio Madrid como en los alre-dedores: Toledo, vila, Segovia, Aranjuez, El Escorial y otros,

    guardando en mi memoria agradables recuerdos tanto por lasenseanzas culturales, histricas y artsticas como por el com-paerismo entre profesores y alumnos.

    Al finalizar el segundo curso de mi estancia, las autorida-des cerraron el colegio, posiblemente por su cariz religioso opor no reunir todas las exigencias establecidas, as que en mitercer ao no tuvimos acceso a las instalaciones habilitadas,tanto para las aulas como para el internado de seoritas. Dejaronde funcionar la cocina y el comedor, y tuvimos que dispersar-nos en domicilios particulares.

    Me recomendaron alojarme en la vivienda de una ancianitamiembro de la iglesia de Alenza y all que fui, con mis maletasy pertenencias.

    Me sorprendi mucho el alojamiento, no tanto por la seorade ms de ochenta aos, si no por el estado de la vivienda engeneral y de la habitacin que deba ocupar. La seora Victoria

    as se llamaba la anciana no quera que se limpiara, ni se

    modificara la posicin de ningn mueble, silla o cualquier ob-jeto que tena, ya que deca: As estaban las cosas cuando viva mi esposo y deben que-

    dar as.No obstante solicit la ayuda de algunos jvenes estudian-

    tes que amablemente me ayudaron a limpiar mi habitacin delas telaraas que colgaban en gran cantidad del techo as co-mo el balcn, con la persiana que tena para evitar que el sol

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    entrara durante el caluroso verano, con lo cual me pareci unpoco ms agradable.

    La precariedad de aquella casa era tal, que faltaba el aguacaliente, no tena bao ni calefaccin; adems careca de gas,lo que haca que cada vez que tena que prepararme la comi-da, tuviera que encender el hornillo con carbn vegetal y avi-varlo con el tpico soplillo, cosa que me haca perder muchotiempo. Para calentarme encenda cada da un brasero con cis-co, que situaba debajo de una mesa camilla que tena en mihabitacin, en la que preparaba mis clases y correga los ejer-cicios.

    En general la suciedad reinaba por todas partes, pero laseora no me dejaba limpiar salvo en mi habitacin.

    Los alumnos venan cada da y hacamos las clases en el co-medor. Slo tena a los alumnos que estudiaban el curso su-perior de Bachillerato por lo que les enseaba las materias per-tinentes.

    Las clases de Teologa se impartan en el domicilio de donIsidro; as que una vez concluidas las clases en mi casa, ba-mos todos juntos a seguir estudiando.

    Dadas las circunstancias, tena mucho trabajo y poco tiem-po para ocuparme de mis asuntos personales, en especial dehacerme las comidas y de comprar los alimentos.

    Esta situacin dur todo el curso.Mis paps, a quienes relataba algo de mi situacin, me acon-

    sejaron que para el prximo curso dejara mi residencia en Madridy solicitara una plaza de profesora en el colegio adventista deCollonges-sous-Salve, donde ellos haban estudiado antao.

    ***Siguiendo el consejo, cosa que me haca mucha ilusin puesdesde muy nia haba odo hablar de dicho colegio, contandoancdotas e historias y diciendo que era un lugar maravillosoen donde haban sido inmensamente felices, remit una solici-tud acompaada de mi currculo. Pocos das despus, termi-nado el curso en Madrid, encontrndome ya en el domiciliofamiliar, recib la respuesta a mi demanda: aceptaban mi peti-

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    cin y me contrataban como profesora de espaol. Me alegrmucho, as como mi familia.

    Como he dicho anteriormente, el colegio de Collonges-sous-Salve haba formado parte de mi infancia. Mis paps relata-ban muy frecuentemente muchas incidencias hablando de losprofesores que haban tenido, de las excursiones que habanrealizado, as como de los estudios. Tambin de los trabajosmanuales, mam como ayudante de cocina en donde habaaprendido a cocinar muchos platos franceses y suizos, y pa-p como carpintero, trabajo que llevaba a cabo para compen-sar econmicamente los gastos de su estancia en el internado.

    Realmente estaba convencida, quera ir al colegio y tener unanueva experiencia en mi vida.

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    CAPTULO VI

    Un inslito suceso

    En el mes de octubre tuve que ir al colegio de Collonges paraocupar la plaza como profesora de espaol.

    Durante unos das fui aprovisionando ropa especialmente deabrigo, aconsejada por mi mam, as que iba llenando una granmaleta con todo lo que creamos necesario e imprescindiblepara paliar el fro y las nevadas que, durante el invierno, se pro-

    digaban en aquel lugar.Lleg la fecha de mi partida. Adems de la maleta con mi ro-

    pa y efectos personales, llevaba una gran bolsa repleta tam-bin con pertenencias necesarias, el bolso con la documenta-cin y una bolsa con bocadillos para el viaje. Adems de todoesto, mi hermana Luz y su esposo Miguel, que eran modistospeleteros, me haban confeccionado un chaquetn de piel demoutn, que no tena cabida en ningn sitio por su volumen ydeba llevar colgado en el brazo.

    Mi padre me acompa a la estacin de Francia, por lo queen un principio gracias a la ayuda prestada me dio la impresinque cuanto llevaba conmigo no era ni tan pesado ni dificulto-so de transportar. Me aposent en el vagn, una vez llegadosa la estacin, y me coloc todo el equipaje en los soportes quepara ello haba en el departamento.

    Viajaba en lo que se llamaba tercera clase, cuyos asientoseran de madera forrados de gutapercha o algo similar. Me ha-

    ba aleccionado mi pap sobre el itinerario que deba recorrery proporcionado por escrito los transbordos que deba llevar acabo: en la frontera de Port-Bou, primero la espaola, luegola francesa, tomar el tren con direccin a Genve (Ginebra) yluego bajar en Belgarde para tomar el tren que me dejara enla estacin del pueblecito de Collonges, all tendra que lla-mar por telfono a las oficinas del colegio y el preceptor o lapreceptora bajaran con la furgoneta a recogerme.

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    Todo estaba controlado y bien memorizado, a pesar de quecomo he dicho anteriormente lo llevaba por escrito, pues mi pa-dre era un hombre meticuloso y bastante detallista.

    El silbato de la mquina de vapor y la seal del jefe de es-tacin dieron a conocer la inminente partida del tren que, trasun pequeo empujn, se fue deslizando lentamente.

    A travs del cristal de la ventanilla, entre dos personas msque se despedan de sus familiares, observ a mi pap en elandn y le hice un gesto de despedida con mi mano al cual ltambin correspondi.

    El tren aument su velocidad y en pocos segundos se haba

    alejado del andn. Entr en el compartimento y me sent.Aunque estaba ocupado por otras personas, me entr un sen-

    timiento de soledad al alejarme de mi hogar y de los mos porvez primera a un pas extranjero, pues en aquellos tiempos nose tena tanto dinero, por lo menos en mi familia, como para quelos hijos viajaran de un lugar a otro con la facilidad como se ha-ce hoy en da.

    Un matrimonio, a quienes mi pap les haba recomendadoque tuvieran a bien ayudarme con el equipaje en la frontera pa-ra el cambio de andn, me habl y su conversacin me dis-trajo un poco de la nostalgia que senta y de la opresin que te-na en mi pecho al alejarme de Barcelona.

    No haban transcurrido todava dos horas de trayecto, cuan-do notamos que se inici una fuerte lluvia, pues aunque ya eracasi de noche y no podamos ver muy bien el exterior, el aguaque caa sobre la techumbre del vagn semejando un tambo-rileo permanente y bastante sonoro nos lo indicaba.

    A medida que el tren avanzaba, la lluvia era ms abundan-te y el eco dentro del vagn era ms sonoro e intenso.En esos momentos, los viajeros tomamos de nuestras bol-

    sas los respectivos bocadillos, que ms o menos discretamentefuimos comiendo.

    La lluvia no cesaba, los cristales de la ventanilla estaban em-papados, no se vea absolutamente nada del exterior y la es-casa iluminacin que prodigaba la lmpara del compartimen-

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    to tampoco haca muy visibles las cosas y personas que com-partamos el viaje.

    Hubo una estacin donde el tren se detuvo ms tiempo; mi-raba por la ventana pero no observ nada, posiblemente fuerala estacin de Gerona, pero yo, obsesionada con mis pensa-mientos, repasando las instrucciones de mi viaje, estaba des-preocupada de lo que pudiera ocurrir en el exterior.

    El convoy prosigui la marcha, al fin, despus de esta largaparada y sobre las diez de la noche llegbamos a la frontera.

    Las personas se fueron levantando de sus asientos, toma-ron sus brtulos y yo juntamente con ellos nos afanamos por

    salir al pasillo para descender del tren. Los seores que iban ami lado me ayudaron con las maletas y todos descendimos.

    En el andn reinaba un desorden y confusin indescripti-ble, por la cantidad de personas que trasegaban sus maletas yporque no cesaba de llover torrencialmente. Debamos pasarpor la aduana y llegar hasta la estacin francesa donde estabasituado el tren que iba a Ginebra.

    El matrimonio que me acompaaba dijo: Esprate aqu, ir con mi seora hasta el otro tren, dejar

    mis maletas con ella y volver para ayudarte con el equipaje.En cuanto se separaron un poco de donde yo estaba, las

    gentes que llevaban la misma direccin y se arremolinaban pa-ra mantenerse unidos a sus familiares, separaron al matrimo-nio, quiz a ellos tambin uno por cada lado desapareciendode mi visin y dejndome en el andn a la espera.

    Pas el tiempo y como no regresaba, como pude, pues eltiempo pasaba y el horario previsto para que saliera el tren se

    acercaba, arrastrando la pesada maleta con el pie y llevandolos otros bultos en las manos, me fui acercando al puesto decontrol francs, donde present el pasaporte que sellaron deinmediato y me hicieron pasar. Con mucha dificultad y gran es-fuerzo por mi parte, llegu hasta el convoy que indicaba Genve.

    Estaba completamente lleno de viajeros amontonados has-ta en las plataformas de entrada, pues al parecer y debido a lasinundaciones producidas por las fuertes lluvias varios trenes

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    anteriores no haban podido realizar sus trayectos y toda la gen-te estaba all acumulada.

    Un seor me ayud a subir la maleta y los bolsos procuran-do un hueco entre las personas all establecidas; yo me situcomo pude apretujada contra todos los dems. Poco antesde la salida del tren, un interventor de la compaa ferroviaria,con uniforme azul, abrochado con botones dorados, gorra decopa con una cinta roja y visera negra, nos increp en su idio-ma que yo no entend muy bien, pero otras personas dijeronque no podamos viajar as. Nadie pareca responder a las in-dicaciones de aquel hombre y menos yo, que asustada que-

    d junto a mi equipaje esperando pasar inadvertida; pero depronto el interventor empez a empujarnos a todos y toman-do las maletas, incluso las mas, las fue tirando al andn.

    El tren empez a moverse, pues el jefe de estacin ya habadado la salida, as que no tuve ms remedio que descender delnico tren que poda llevarme a mi destino.

    El andn estaba casi a oscuras, la lluvia no cesaba y la ma-leta ms grande con el golpe se abri y algunas prendas se mo-

    jaron con el agua de los charcos que haba en el suelo.Rodeada de otras gentes que trataban de solucionar sus pro-

    blemas y por lo tanto no estaban para solucionar los mos, vicomo el tren se alejaba y el farolillo rojo del ltimo vagn desa-pareca en la lontananza entre la lluvia. La maleta sin cerrar, yosin saber qu hacer y sin dinero o muy poquito puesto que nose esperaba tales acontecimientos, pues llevaba mi pasaje yse supona que era suficiente.

    Para comprender mejor la situacin angustiosa en la que me

    encontraba, dir que eran otros tiempos muy diferentes a losactuales en los que ya desde nios se viaja mucho, en el pro-pio pas y por otros ms lejanos. No haban los telfonos m-viles tan tiles que ahora poseemos y que de tantos apuros nossacan. Tampoco mis padres tenan telfono para poder comu-nicar mi situacin. Era la primera vez que viajaba al extranjero,pues los viajes que haba hecho con mis padres se haban li-mitado a Barcelona y a Jrica a donde bamos en verano a pa-

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  • 7/27/2019 BALUE, Violeta. Y Fui Maestra Como Tu

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    sar las vacaciones. A todo esto se tena que aadir el concep-to de temor que los padres inculcaban a los hijos en relacincon las personas extraas, y sobre todo siendo una mujer enrelacin a los hombres, a los cuales se les vea como peque-os o grandes monstruos dispuestos a devorarte a la primeraocasin.

    Todo era descorazonador. Por otra parte, la lluvia me habaempapado los cabellos, las gotas de agua junto con las desudor resbalaban por mi frente, por el rostro, por el cuello, lablusa estaba hmeda, toda yo pareca un pollito mojado.

    No tuve ms remedio que procurar cerrar la maleta, pero mis

    fuerzas no alcanzaban. Al momento observ, a travs de la llu-via, que muy cerca de m se detenan unas botas altas, levan-t el rostro y vi a un gendarme francs que me observaba. Confrases en espaol, en cataln y en francs le expliqu lo queme ocurra y el gendarme se inclin, apret la tapa de la ma-leta y entre los dos la cerramos; luego me dijo que haba unasolucin para el problema de mi desplazamiento a Ginebra:

    Mire, aquel tren, saldr en breve. Se dirige a Roma, perodentro de dos horas, justo en dos horas me repiti llegar aNarbona, y all enlaza con otro que se dirige a Ginebra. No hayotra solucin posible.

    De momento, no me agrad mucho la idea, pues me pre-guntaba cmo poda saber exactamente cundo llegaba el trena dicha estacin. Pero el tiempo apremiaba, pues el tren tam-bin estaba anunciando su salida y el seor me insista en quetena que subir.

    Me acompa hasta el tren y me ayud a si