Bases ideológicas de la independencia del Poder Judicial

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Bases ideológicas de la independencia del Poder Judicial Jorge Chaires Zaragoza Asesor jurídico Sumario: 1. Introducción. 2. El Estado Liberal. 3. La administración de justicia en el Antiguo RØgimen y la transición al Estado Liberal. 4. La división de poderes de John Locke. 5. El concepto de poder judi- cial de Montesquieu. 6. La independencia del Poder Judicial en el Es- tado Liberal. Conclusiones. Bibliografía 1. INTRODUCCIÓN Al poder judicial como tercer poder dentro del Estado no lo concebi- mos sino hasta la aparición del Estado liberal de Derecho. Sin embar- go, hoy en día esa función no sólo no termina por consolidarse, sino que sigue siendo tema central del debate jurídico-político del Estado. En efecto, pues como afirma Mosquera, aparte de la evidente trascen- dencia política de su función, es menester compatibilizar su democrati- zación con su independencia y separación, cuyas exigencias son, en general, diferentes y, en ocasiones, contradictorias, provocando entre ellas una permanente tensión (Mosquera, 1981: 721). La conceptualización del poder judicial que surge en las postrime- rías del Antiguo RØgimen ha sido objeto de diversos anÆlisis de acuer- do al momento histórico y al país determinado, de ahí que no exista Esta revista forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM www.juridicas.unam.mx https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv https://revistas.juridicas.unam.mx DR © 2003. Revista del Instituto de la Judicatura Federal Instituto de la Judicatura Federal - Consejo de la Judicatura Federal

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Jorge Chaires ZaragozaAsesor jurídico

Sumario: 1. Introducción. 2. El Estado Liberal. 3. La administraciónde justicia en el Antiguo Régimen y la transición al Estado Liberal.4. La división de poderes de John Locke. 5. El concepto de poder judi-cial de Montesquieu. 6. La independencia del Poder Judicial en el Es-tado Liberal. Conclusiones. Bibliografía

1. INTRODUCCIÓN

Al poder judicial como tercer poder dentro del Estado no lo concebi-mos sino hasta la aparición del Estado liberal de Derecho. Sin embar-go, hoy en día esa función no sólo no termina por consolidarse, sinoque sigue siendo tema central del debate jurídico-político del Estado.En efecto, pues como afirma Mosquera, �aparte de la evidente trascen-dencia política de su función, es menester compatibilizar su democrati-zación con su independencia y separación, cuyas exigencias son, engeneral, diferentes y, en ocasiones, contradictorias, provocando entreellas una permanente tensión� (Mosquera, 1981: 721).

La conceptualización del poder judicial que surge en las postrime-rías del Antiguo Régimen ha sido objeto de diversos análisis de acuer-do al momento histórico y al país determinado, de ahí que no exista

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una concepción unívoca sobre su papel dentro del Estado liberal deDerecho. No obstante, se puede afirmar que desde su aparición ha sidouna constante la obcecación de no darle el mismo status constitucionalque el de los otros dos poderes del Estado.

Así, por ejemplo, al poder judicial en Estados Unidos se le concibiócomo el control judicial sobre la propia eficacia del Estado constitucio-nal. Es decir, de acuerdo a una particular interpretación de la idea de ladivisión de poderes de Montesquieu y sobre la base de una supremacíaconstitucional, el poder judicial en Estados Unidos aparece como elmáximo protector de la ley fundamental y, en consecuencia, de los de-rechos de los ciudadanos frente al Estado. En tanto que, por otro lado,sobre la base de otra forma de interpretar la división de poderes y, prin-cipalmente, a causa del concepto de Estado configurado por Napoleón,gracias en gran parte a las ideas de Sièyes (Máiz, 1990: XIX-XL), aquellaidea no prosperó de igual forma en Europa continental;1 el revolucio-nario francés si bien concibió al poder judicial como un tercer poderdentro del Estado, lo hizo sobre la base de que éste sólo se encargaría deaplicar las leyes �civiles�.2

En Francia y en los países que recibieron su influencia jurídica, al po-der judicial se le vio como una delegación del ejecutivo, en donde eljuez era concebido como un autómata del Derecho, un mediador entre

1 Así lo hace saber Duguit, y afirma que la Asamblea Nacional tomó prestada dela Constitución americana de 1787 la idea de un tercer poder del Estado, distintoe independiente al igual que los otros dos: el Poder Judicial. Pero este sistema, diceDuguit, que respondía en América a las necesidades especiales nacidas del régimenfederal, no tenía razón de ser en un país unitario y centralizado como Francia. (Duguit,1996: 86).

2 Para Duguit, los hombres de 1789-91 se equivocaron haciendo del orden judi-cial un poder independiente, pues según Duguit, no es más que una rama del poderejecutivo. No obstante, precisa el autor, comprendieron y utilizaron claramente suverdadero objeto. �Captaron la distinción entre interés colectivo e interés individual.Afirmaron muy justamente que el orden judicial es siempre el encargado de aplicar lasleyes, en tanto que afecten más directamente al interés individual�. Y concluye dicien-do Duguit, �Comprendieron que, al contrario, la autoridad administrativa, subordi-nada al poder ejecutivo, estará encargada de aplicar las leyes en la medida en queafecten directa y principalmente al interés colectivo.� De esta forma, los jueces estáncreados para aplicar las leyes civiles y las leyes civiles son las que afecten a la libertad, ala seguridad, a la propiedad de los ciudadanos (Ibídem: 82-85).

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la norma y la realidad (García, 1996: 15). El poder judicial estaba so-metido al dictado de la ley y no podía, por lo tanto, rebasar los precep-tos del legislador; el juez era un mero aplicador de la norma sin poderhacer ningún pronunciamiento sobre ella. Para Cappelletti, en Europa,principalmente en Francia e Inglaterra, la supremacía parlamentaria hasido durante mucho tiempo su credo político. �El Parlamento nacional,como personificación de la voluntad democrática, se pensaba inmuneal control judicial. Esta ha sido la tradición y también el mito de Ingla-terra desde la gloriosa revolución de 1688, y de Francia desde la revolu-ción un siglo después, mito no compartido por la revolución americana�(Cappelletti, 1986: 15). Por otro lado, al poder judicial se le prohibióhacer pronunciamientos sobre las actuaciones del gobierno, además deque su estructura organizativa fue controlada por el mismo ejecutivo.3

No fue sino hasta mediados del siglo XIX cuando en Europa el pro-blema de la posición del poder judicial en el Estado de Derecho comoun poder independiente comienza a adquirir nuevas perspectivas. Elprimer paso fue la necesidad de una interpretación normativa por partedel poder judicial, que sucedió con la desaparición del référé legislativoen 1837,4 situándolo, en cierta medida, en una posición de igualdad en-tre el legislativo y el ejecutivo. Para finales del siglo XIX la doctrinaalemana comienza a hablar del control judicial de la actividad discre-cional de la administración pública (Sánchez, 1994: 52 y ss.). Poste-riormente, Kelsen replanteó el problema del juez como creador dederecho y no sólo como aplicador de las normas establecidas. Final-mente, y a mediados del presente siglo, surge la idea de sustraerle alpoder ejecutivo la función de gobierno sobre el poder judicial, paraatribuirla a un órgano especial: órgano de gobierno del Poder Judicial(Mosquera, 1981: 722; Fraile, 1986: 90-92; Terol, 1990: 14), limitando

3 Fraile Clivillés nos explica que el resultado de la combinación de la teoría de ladivisión de poderes, que está presente en la mente de los revolucionarios hasta el puntode considerarla básica en la Declaración de Derechos del Hombre y el Ciudadano,junto con la teoría de la voluntad general de Rousseau, va a producir modificaciones enla aplicación práctica de la teoría y, ante todo, una cierta devaluación de uno de lospoderes, el Poder Judicial, en beneficio del Poder Legislativo. (Clivillés, 1986: 86).

4 La institución del référé législatif fue creada para resolver el problema de una leyque ya no sea adecuada o cuando sea imposible determinar la relación de los hechoscon la ley; entonces, interviene el poder legislativo (García, 1996: 105).

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así la acción de control por parte del ejecutivo sobre el poder judicial,concediéndole mayor autonomía y, por consiguiente, mayor posicióndentro del Estado de Derecho.

La reivindicación del poder judicial en el Estado constitucional vaacompañada de su concepción como un poder individual o difuso. Enefecto, la doctrina ha diferenciado al poder judicial de los demás poderesdel Estado, entre otras características, por ser un órgano difuso yorgánicamente múltiple en tanto que radica en todos los jueces y magis-trados que ejercen funciones jurisdiccionales. El poder judicial lo com-ponen, por lo tanto, cada uno de los jueces y magistrados integrados enun cuerpo único, por lo que se puede hablar de una unidad estructural delpoder judicial, pero difuso en cuanto a su función jurisdiccional que sedesintegra en un conjunto de órganos que actúan separadamente. Deesta forma, la función jurisdiccional se ejerce del mismo modo por cual-quier juez, ya sea del tribunal superior o por un juez menor, pues sóloestán sujetos a las disposiciones de la ley. Por lo tanto, afirma Pizzorusso,cualquier titular de una función jurisdiccional es igualmente indepen-diente de todo otro sujeto, pertenezca al poder judicial o a cualquier otropoder (Pizzorusso, 1995: 65; Mosquera, 1981: 734; Díez-Picazo, 1991;Álvarez, 1993, t. II: 236; De Esteban, 1994, t. III: 689; Pérez, 1994: 555).

Ahora bien, en la reivindicación constitucional del poder judicialsu elemento esencial será su independencia frente a los demás poderesdel Estado, en donde, según señalan Andrés Ibáñez y Movilla Álva-rez, dentro de la función del poder judicial como tercer poder del Es-tado, la situación de independencia sería su forma específica de sersoberano (Andrés, 1986: 29). De tal forma, la independencia del po-der judicial entendida como independencia frente a los otros pode-res del Estado y a los centros de decisión de la propia organizaciónjudicial, pero no como cuerpo aislado del control democrático, se con-virtió en la obsesión de la doctrina jurídica liberal para conseguir sureivindicación constitucional (Mosquera, 1981: 725).

Bajo esta perspectiva, en la que el problema de la división de pode-res, la independencia del poder judicial y la autonomía de los jueces ymagistrados sigue levantando fuertes debates y, más aún con la apari-ción de los órganos de gobierno del Poder Judicial que pone en evi-dencia el dogma de la división de poderes, es donde se presenta laimportancia de ubicar las bases doctrinales del Poder Judicial.

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Para realizar un estudio aproximado del papel que le ha tocado jugaral poder judicial dentro de la configuración del Estado constitucionaldemocrático y, en consecuencia, la independencia judicial como reivindi-cación política, es necesario ubicarnos dentro del contexto histórico de latransformación del Estado absolutista al Estado liberal. Para esto, hare-mos un breve recuento de la función de la administración de justicia en elAntiguo Régimen, así como de las principales conceptualizaciones quede dicha función se realizaron durante ese tiempo.

2. EL ESTADO LIBERAL

Hablar del Estado liberal, es hablar de una doctrina práctica resultantede tradiciones europeas no sólo políticas, jurídicas, económicas o detendencias religiosas, sino también, de conductas, usos y costumbres;más que un sistema político se le ha considerado una actitud. El libera-lismo, resultado de un proceso histórico sin fecha de nacimiento deter-minado, representó la postura de una clase media en ascenso que renegóde los abusos del poder despótico del monarca. Será finalmente el pro-blema del control y el límite del poder la cuestión nuclear de la teoríadel Estado liberal.

El pensamiento liberal de John Locke, Montesquieu, Rousseau, laobra literaria de Voltaire, la participación de los enciclopedistas comoDiderot entre otros, constituyeron la antítesis de la doctrina absolutistadel Antiguo Régimen, de una doctrina cristiana representante de un de-recho teológico pasando por la escolástica de Santo Tomás de Aquinoy de los absolutistas como Maquiavelo, Bodino y Hobbes partidariosdel poder soberano del Estado. Serán aquéllos, los teóricos liberales,los que se enfrenten a una doble realidad histórico-política: la puestaen evidencia de la decadencia del sistema anterior y la construcción deun nuevo Estado político social.5

5 El movimiento político liberal va a exigir hacer frente a una doble realidadhistórica-política: por las resistencias del pasado, la necesidad de derribar la monar-quía absoluta y disolver la constitución social sobre la que aquélla se asentaba, comode los retos del futuro, la paralela necesidad de construir sobre las ruinas de la mismaun Estado liberal y constitucional que habría de estructurarse y funcionar sobre losprincipios del todo diferentes (Blanco, 1994: 24).

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Uno de los principios fundamentales en los que descansa la doctri-na del liberalismo fue su identificación con el individuo (Lucas, 1984[Vol. I ]: 224), en donde es revalorado como tal, que decide su destinosin ninguna fuerza externa, de tal forma que el respeto al ciudadano indi-vidual significó la igualdad civil de todos ante la ley. El liberalismo reco-noció la idea de unos derechos naturales e imprescriptibles anteriores alEstado (Rousseau, 1993: 19-20). De esta manera el Estado debía ga-rantizar a todos por igual, de forma que ninguno resultara privilegia-do pues el Estado, decía Locke, nace para asegurar la libertad y laigualdad para todos (Locke, 1991: 295-297). Dentro de este contextode ideas, y respetando estrictamente la división de poderes, el Estadopor medio del poder judicial sería el llamado a garantizar los derechosdel individuo.

El liberalismo parte de unos principios que se han constituido enuna afirmación pacífica generalizada, y que están constituidos sobrela necesidad de controlar, frenar y dividir el poder (Blanco, 1994: 23).La división de poderes aparece, pues, como un elemento indispensablepara la teoría política liberal, en donde el poder judicial ha jugado, enmenor o mayor medida según el país concreto, un papel importantepara su consagración. Por lo que, en definitiva, no se puede entender elconcepto de poder judicial sin antes entender el contexto político yjurídico, además del económico y social de donde se afianza el Estadoliberal. De igual forma no se puede entender al Estado liberal sin laparticipación del poder judicial.

En el campo político, la idea del Estado liberal parte de la garantíade los derechos del individuo y del control del poder por parte de otropoder, pero sobre la base de las leyes previamente establecidas; leyesfundamentales, leyes constitucionales. Así se consagraría en el artículo16 de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 26de agosto de 1789, �Toda sociedad donde la garantía de los derechosno está asegurada ni determinada la separación de poderes no tieneConstitución�. Será esta idea la que lleve al constitucionalismo liberal acontrolar al monarca absoluto de acuerdo a una división de poderesobra de Locke y Montesquieu, con el fin de garantizar la libertad delciudadano. Aunque la obra de Locke no le otorgue la calidad de poderdel Estado a la administración de justicia y el libro De l� Esprit des Lois deMontesquieu, tan discutido dentro del ámbito jurídico, le confiera al

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poder judicial sólo un control entre particulares, es decir, la no inter-vención del poder judicial en las decisiones del gobierno, las bases paraque el poder judicial tomara un papel preponderante dentro del Estadoestaban dadas. Así lo entendió el constitucionalista norteamericano yconstituyó al poder judicial, como lo haría saber Tocqueville, como labase de su funcionamiento político y constitucional.6

En el ámbito estrictamente jurídico-estructural, que es el que nosinteresa, el Estado liberal pretendió darle al poder judicial mayor fuer-za y autonomía a través de una serie de garantías jurídicas que permiti-rán contar con jueces probos y capaces, a quienes el ciudadano confíesus libertades y sus derechos. Así se empieza a hablar de jueces elegidoscon bases democráticas, inamovilidad de jueces y magistrados, de jura-dos populares, responsabilidades de los jueces, etc.

Estas ideas, que surgen como reivindicaciones frente al monarca,han tenido la oportunidad de demostrar su eficacia dentro de una rea-lidad jurídico-política. En tanto que unas han fracasado otras se hanafianzado por diversos medios. Así, para garantizar la independenciade los jueces se han tenido que estructurar diversos mecanismos jurídi-cos, como la profesionalización de la carrera judicial y la creación deórganos de gobierno del Poder Judicial.

3. LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA EN EL ANTIGUO RÉGIMENY LA TRANSICIÓN AL ESTADO LIBERAL

El Antiguo Régimen se caracterizó por el poder individual y absolutodel rey trasmitido de forma exclusiva por la voluntad divina. El origendivino del poder fue una constante del pensamiento medieval, ya quese consideraba que el poder radicaba último y mediatamente ante Diospor cuanto creó la naturaleza humana, de manera que no resultaba po-sible una convivencia racional sin una autoridad común.

El rey asumía en su persona todas las funciones del Estado; rey-legislador, responsable de todas las leyes que se aplicaban en el reino;rey-ejecutivo, pues está al frente de la administración del Estado, repre-

6 Diría Tocqueville a mediados del siglo XIX: �No hay, por así decir, acontecimientopolítico en el que no oiga invocar la autoridad del juez� (Tocqueville, 1985: 66).

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senta el reino, concierta la guerra o la paz y es el jefe militar; rey-juez, laadministración de justicia era ejercida personalmente por él rey o dele-gada a oficiales nombrados por éste, pero siempre como juez de máxi-ma instancia. Era obligación del rey como representante del poder divinoen la tierra el que se haga justicia, preservar la paz y el orden en sureino con la sola responsabilidad ante Dios.7 El monarca era la princi-pal fuente de creación de Derecho y jefe supremo de la administraciónde justicia; el Derecho real consistía en leyes, era Derecho legal. En defi-nitiva, nos dice Tomás y Valiente, en el rey se personificaba el Estado,�El príncipe es columna y cabeza del Estado, corazón y alma de larepública� (Tomás, 1986: 263-264).

De esta forma, la administración de justicia era distribuida de ma-nera jerárquica a través de organizaciones e instituciones subordinadasa la jurisdicción real. Le correspondía al monarca como tal, conocer detodos los asuntos de justicia apoyado por su Corte. Posteriormente, ydebido a la imposibilidad del monarca y de su Corte de atender perso-nalmente todos los asuntos, se crean los tribunales reales que conocíande los asuntos de menor importancia. Junto a estos tribunales realesaparecen los tribunales de los territorios presididos por un representan-te de la corona o por los señoríos: jurisdicción de los señores o señorial, queimpartían justicia �por la gracia de Dios y del respectivo rey�. Era unafacultad que les otorgaba el monarca a los señores para administrar jus-ticia en sus territorios constituyendo sus propios tribunales, pero siem-pre conservando el rey los asuntos de mayor importancia como últimainstancia con el poder de decisión. En resumen, la justicia emanaba de

7 Un ejemplo claro del pensamiento absolutista lo encontramos en los escritos deBodino de 1575 y Hobbes de 1651. El primero escribiría: �Pves no ay mayor cosa enla tierra después de Dios que los príncipes supremos, que son establecidos por sudiuina prouidencia como sus lugartenientes para mandar a los otros, couine tener enmucho su calidad y respetar con grande obediencia la magestad dellos, sentir y hablarde sus cosas honrradamente, porque el que menosprecia a su príncipe supremo, me-nosprecia Dios, cuya ymagen es en la tierra.� (Bodin, 1992: 347). Por su lado, ThomasHobbes y siguiendo la misma línea opinaba: �La misión del Soberano (sea un monar-ca o una asamblea) consiste en el fin para el que fue investido con el soberano poder,que no es otro sino que procurar la seguridad del pueblo, a ello está obligado por la leyde la naturaleza, así como a rendir cuentas a Dios de esta ley y a nadie sino a El.�(Hobbes, 1991: 181).

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Dios, se administraba en nombre de Dios por el rey, delegada a suCorte, señoríos y demás tribunales dependientes siempre del monarca.

El Antiguo Régimen finalmente sucumbió por diversas causas re-lacionadas todas entre sí (Sánchez, 1993: 88). Un factor tan importan-te como la crisis de la Iglesia católica consecuencia de la intoleranciareligiosa y causa de la ruptura de la unidad de la fe cristiana,8 ocasionóque el concepto de Estado absoluto perdiera una de sus razones de ser.Otro factor determinante fue la tendencia moderna de buscar una ex-plicación material del mundo y del origen de la humanidad, cuestio-nando así el origen Divino del poder. Estas ideas despertaron el interésde filósofos y científicos quienes separaron de sus antecedentes teológicossus nuevas teorías.

Frente a la suprema autoridad que era el poder absoluto y perpetuode una República, como lo describiría Bodino (1992: 267), y al relacio-narse al poder absoluto del monarca con poder arbitrario y al Estadocomo una entidad abstracta de poderes ilimitados, nace la idea de bus-car una explicación racional de la superioridad de los gobernantes; seconcluye que la soberanía reside en el pueblo, que a su vez la delega enotros poderes pero prescindiendo de su carácter teocrático. Nadie pue-de ejercer su autoridad sobre cualquiera sino es mediante la fuerza o lavoluntad del ciudadano, por lo tanto y sólo mediante un pacto entregobernantes y gobernados se transfiere la autoridad a los gobernantes,y sólo como mandatarios que representan la voluntad del pueblo, queen definitiva, se le reconoce su soberanía. Así lo entendió Rousseau aldecir que, �el poder soberano no esta formado más que de los particu-lares que lo componen� (Rousseau, 1993: 18), y afirma, �que no es másque el ejercicio de la voluntad general, por lo tanto no puede enajenarsenunca� (Ibid: 25).

De esta conceptualización de la soberanía popular, se conduciráirremediablemente a replantear la función del poder del Estado, paradar paso a la idea democrática que encontrara su proyección en las dosgrandes revoluciones de finales del siglo XVIII, la americana y la france-

8 Influencia predominante tuvieron las doctrinas del alemán Martín Lutero y delfrancés Juan Calvino para la ruptura de la doctrina cristiana medieval (Fassó, 1982,vol. II: 36 y ss.).

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sa (García de Enterría, 1997: 24). Así, el concepto de poder judicialderivado de las ideas liberales de la separación de las funciones del Es-tado que surgen como un intento para contrarrestar el poder absolutodel Antiguo Régimen, lo encontramos en su forma embriónica prime-ro con John Locke (1632-1704), que no nos habla de un poder judicialconcreto, y posteriormente lo hallamos ya debidamente conceptualizadocomo un poder del Estado en la obra de Montesquieu (1689-1755).9

4. LA DIVISIÓN DE PODERES DE JOHN LOCKE

Considerado como el filósofo político por excelencia de la Revolucióninglesa en 1688, John Locke incorporó, según nos dice Blanco Valdés,una doble contribución fundamental en la teoría política del Estadoconstitucional. �En primer lugar, la explicitación de la incompatibili-dad entre la concentración absoluta del poder y la constitución de lasociedad política� (Blanco, 1994: 37). La filosofía política de Locke su-puso una verdadera revolución en el pensamiento europeo continental.Sus ideas se encuentran inmersas en las convulsiones políticas de In-glaterra, pues su vida transcurre en los momentos en que finaliza enInglaterra la dinastía de los Estuardos y se entroniza la casa de Orange.

La doctrina política de Locke se basa en el análisis de la naturalezahumana y está expuesta en los Dos Tratados o Ensayos Sobre el GobiernoCivil que escribiría en 1689 y 1690, cuando los efectos de la gloriosarevolución todavía estaban presentes. En el primer ensayo, Locke criti-ca las teorías sobre la libertad y el poder hereditarios de los reyes. En elsegundo, Locke trata de demostrar la imposibilidad de que el poderpolítico proceda de la herencia y expone lo que él considera que es elverdadero origen de la autoridad. Locke considera al pacto social comoorigen del Estado y éste como protector de los intereses y libertades delos ciudadanos (García Sánchez, 1995: 26, 43).

9 Para Fraile Clivillés, la razón de que sea fundamentalmente a través de la obrade Montesquieu como se recibe la clasificación de funciones del Estado, es por laagresividad que tiene como proyecto al servicio de una finalidad claramente políti-ca: la defensa de la libertad (Fraile, 1986: 85).

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La idea de Locke de encontrar un poder legítimo en el Estado,parte de la necesidad que tiene el hombre de constituirse en sociedad,sometiéndose voluntariamente a un gobierno para la salvación de sulibertad y sus propiedades. De esta manera, el pacto social será el mediopara que el Estado establezca las leyes y salvaguarde los derechos de losindividuos (Locke, 1991: 273 y ss.). Por su parte, el poder del Estadono es ilimitado, ni absoluto, ni arbitrario y los gobiernos no deben ac-tuar sino como mandatarios del pueblo, de quienes proviene el poder.Los que ejercen dicho poder político tienen un mandato popular y, porlo tanto, son responsables ante el pueblo del desempeño de su misión(García Sánchez, 1995: 46). Para que esto se cumpla, Locke consideranecesario separar los poderes con la finalidad de limitar el poder abso-luto. Esto sobre la base de la fragilidad de los hombres que, según Locke,�tienden a acumular poder�. La separación del poder absoluto es, por lotanto, la garantía de la conservación de la libertad y de la propiedad.

En su segundo ensayo sobre el Gobierno Civil (1690), Locke nos de-muestra los limites del poder soberano, por lo que distingue tres fun-ciones en la república: el poder legislativo, �que es aquel que tiene elderecho de dirigir la fuerza de la república�; el poder ejecutivo, �necesarioque exista un poder permanente que mire por la ejecución de las leyesvigentes� y, por último, Locke reconoce la existencia de otro poder den-tro de la república el cual lo considera como neutral y que lo denominafederativo, �que contenga el poder de declarar la guerra y firmar la paz,de constituir ligas y alianzas y el de llevar a cabo cualquier tipo de nego-ciaciones con las personas y comunidades ajenas a la república� (Locke,1991: 310-312).

Si bien distingue ya una necesaria separación entre el poder legisla-tivo y el ejecutivo que sirva de contrapeso para el abuso del poder, no lohace con respecto al ejecutivo y el federativo pese a que éstos son dis-tintos, pues el primero se ocupa de la ejecución de las leyes municipalesde la sociedad, mientras que el otro, se ocupa de la gestión de la segu-ridad e interés del ámbito externo de la vida pública. Ambos poderesrequieren de la fuerza de la sociedad para su ejercicio, siendo práctica-mente imposible, dice Locke, �colocar la fuerza de la república en ma-nos distintas y no subordinadas la una de la otra así se evitaría que sellegue a que alguien pudiera traer el desorden y la ruina a la sociedad�(Ibid.: 312).

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Definitivamente para Locke el poder legislativo es el más impor-tante de los poderes del Estado, pues no hay poder más alto que el dedictar leyes. El poder legislativo debe ser supremo y elegido y renovadoen el tiempo por el voto popular. El poder legislativo será el reguladorde la conducta social, el encargado de formular y dictar leyes que obli-garán a todos los miembros de la sociedad sin excepción. Inclusive,Locke considera que mientras el gobierno subsista, el poder supremoserá el legislativo, y todos los demás poderes que residan en cualquierparte de la sociedad, son derivación de él y están subordinados a él(Ibídem, 314; Blanco, 1994: 44).

Sin embargo, Locke también considera de gran importancia alpoder ejecutivo para la estructura del Estado y en el mantenimiento dela libertad, por lo que justifica la existencia de un poder ejecutivo fuer-te, funcionalmente definido y separado del poder legislativo. De estaforma, y considerando que no es conveniente que el poder legislativoesté siempre en activo, Locke estima que es necesario que el ejecutivo silo esté y que vigile la puesta en práctica de esas leyes y la aplicación delas mismas. De ahí que los poderes legislativo y ejecutivo suelan estarseparados (Locke, 1991: 316).

El gran ausente dentro de la obra de John Locke es el poder judi-cial. No obstante, el autor reconoce la necesidad de contar con juecesrectos e imparciales. Locke nos habla de una sana separación entre losencargados de hacer las leyes y los encargados de resolver los litigiosque de ellas se produzcan. �Aquel que detente el poder legislativo osupremo de cualquier república ha de gobernar según las leyes vigentesestablecidas, promulgadas y conocidas por el pueblo, y no por decretosextemporáneos; mediante jueces imparciales y rectos que decidan las con-troversias a la luz de dichas leyes; y empleando la fuerza de la comuni-dad en el ámbito interno únicamente para ejecutar esas leyes, y en el exteriorpara prevenir o rechazar cualquier daño foráneo, así como ofrecer laseguridad necesaria a la comunidad frente a las incursiones e invasionesenemigas. Todo lo cual ha de ser encaminado al único fin de obtener lapaz, seguridad y bien público del pueblo.� (Locke, 1991: 296-97; GarcíaPascual, 1997: 44 y ss.). Pero en definitiva, Locke no considera toda-vía al poder judicial como órgano dentro del Estado y menos comoórgano de contrapeso de los otros dos poderes. De esta forma, JohnLocke, en su segundo ensayo sobre el gobierno civil, no establece clara-

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mente una diferenciación entre la función del legislativo para hacerleyes e interpretarlas y aplicarlas al caso concreto (Blanco Valdés, 1994:48, 49 y 61; Cappelletti, 1986: 31).

5. EL CONCEPTO DE PODER JUDICIAL DE MONTESQUIEU

Poco más de cincuenta años después de que John Locke publicara susDos ensayos sobre el gobierno civil, Carl L. de Secundat, Barón de Montes-quieu, retomaría sus ideas y junto a la teoría de Aristóteles sobre las trespartes del Estado,10 pero sobre todo, en su particular forma de entenderel sistema de gobierno inglés, formulará su muy conocida y polémicadivisión tripartita de los poderes del Estado.

Frente a una constante, como lo considera el autor Del espíritu delas leyes, �que es una eterna experiencia que todo hombre que tienepoder propende al abuso, pues no se detiene sino cuando encuentralímites; es necesario que el poder frene al poder�, es donde Montesquieubasará su teoría de división de poderes. Para éste, el control de los po-deres será el medio para garantizar la libertad de los ciudadanos; por-que si un Estado quiere lograr esa finalidad es necesario que los podereslegislativo, ejecutivo y judicial no queden reunidos en una sola mano.

La muy discutida obra de Montesquieu, Del espíritu de las leyes, publi-cada en 1748 y convertida en dogma para el constitucionalismo liberal,11

10 Se ha dicho que la teoría de la división de poderes ya la encontramos en elmundo griego de la polis, y para confirmar la aseveración se cita al Estagirita en unpárrafo de La Política �En todo Estado hay tres partes de cuyos intereses debe ellegislador, si es entendido, ocuparse ante todo, arreglándolos debidamente�. Y másadelante se señala que, �El primero de estos tres elementos es la asamblea general, quedelibera sobre los negocios públicos; el segundo, el cuerpo de magistrados, cuya natu-raleza, atribuciones y modo de nombramiento es preciso fijar; y el tercero, el cuerpojudicial. (Aristóteles, 1989: 182). Lo que Aristóteles se propuso, nos dice Jorge Carpizo,no fue otra cosa que una descripción de la Atenas clásica (Carpizo, 1969: 183; Valletde Goytisolo, 1986: 358).

11 Más aún, la doctrina de la división de poderes, como señala García Pelayo, pasa-ría a ser parte integrante del Derecho constitucional liberal. A juzgar por el anunciadodel art. 16 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano: �toda socie-dad en que no está asegurada la garantía de los derechos ni determinada la separación depoderes, no tiene Constitución� (García Pelayo, 1983: 7-11; Fraile, 1986: 84, quienconsidera a la división de poderes como la clave del arco de todos los sistemas).

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no sólo abrió fuertes debates dentro de las sesiones de la AsambleaNacional de 1790 (Duguit, 1996: 12-17; Blanco Valdés, 1994: 61), sinoque sigue siendo de las obras más polémicas en el campo de la teoríajurídico-política.12 En efecto, la teoría de la división de poderes deMontesquieu se ha convertido en obsesión por parte de los juristascontemporáneos para demostrar su ineficacia en la realidad política delEstado. Algunos autores, consideran la imposibilidad de ejercer con ladebida separación las funciones asignadas a cada uno de los poderes;para otros, se trata de la improcedencia de limitar la división a sólo trespoderes; finalmente, para otros se trata de una cuestión meramenteoperativa o de eficacia. Es por eso que la obra de Montesquieu es aho-ra, sobre todo, considerada como utópica y fuera del problema prácticojurídico-político (Díez Moreno, 1986: 28).

La teoría política de Montesquieu está basada, al parecer, en unamala interpretación del sistema constitucional de Inglaterra (Duguit,1996: 15-17; Blanco, 1994: 61 y ss.). La preocupación de Montesquieupor la protección de libertad política, la cree haber encontrado en laConstitución inglesa (Hariou, 1980: 37). Para Duguit, se limita a re-producir las reglas de la Constitución inglesa, que no admite la separa-ción de poderes más que en la medida en que se practica en Inglaterra,que estima que una división absoluta desemboca fatalmente en la con-centración de todos los poderes en uno solo (Duguit, 1996: 14).

Si bien la obra El espíritu de la leyes ha sido fuertemente criticada, elmérito de Montesquieu, y que es lo que ha nosotros nos interesa en estemomento, consiste en haber reconocido al poder judicial o, mejor di-cho, a la actividad judicial, ya no como parte del poder ejecutivo sinocomo un poder independiente de los otros dos. Así lo consideraMontesquieu pues afirma que, �Tampoco hay libertad si el poder judi-cial no está separado del legislativo ni del ejecutivo. Si va unido al po-der legislativo, el poder sobre la vida y la libertad de los ciudadanos seráarbitrario, pues el juez sería al mismo tiempo legislador; si va unido alejecutivo, el juez podría tener fuerza de opresor� (Montesquieu, 1993:

12 Al respecto Blanco Valdés, considera que nunca tan pocas páginas de un librohan tenido tan decisiva influencia en el devenir histórico que las dedicadas por elbarón de Montesquieu a la �Constitución de Inglaterra� (Blanco, 1994: 60; GarcíaPascual, 1996: 34; García Pelayo, 1993: 11).

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107). Sin embargo, su idea del poder judicial se aparta del concepto quehoy tenemos de él, sobre todo, en su papel dentro del poder público. Enefecto, si Montesquieu hablaba de un poder que se encargue de aplicarlas leyes, éste sólo debería actuar entre los particulares: �De los trespoderes de que hemos hablado, el de juzgar es, en cierto modo, nulo.No quedan más que dos que necesiten de un poder regular para atem-perarlos. La parte del cuerpo legislativo compuesta por los nobles esmuy propicia para ello� (Ibid.: 110). De aquí, que se interprete que ladivisión de los poderes no es triple sino dual y que el poder judicial deMontesquieu no se considere como órgano regulador de las funcionesde los otros poderes (Vallet, 1986: 415 y ss.; García Pascual, 1997: 53).

Será éste el fundamento jurídico para que la Ley francesa de 16-24de Agosto de 1790 prohibiera a los tribunales tomar parte directa oindirectamente en el ejercicio del poder ejecutivo, así como el de impe-dir o suspender la ejecución de los decretos del cuerpo legislativo san-cionados por el rey bajo pena de prevaricación. Del mismo modo, en elartículo 13 de la citada ley, se dispuso que las funciones judiciales erandistintas y permanecerían siempre separadas de las funciones adminis-trativas, prohibiendo a los jueces, bajo pena de prevaricación, perturbarde cualquier manera las operaciones de los cuerpos administrativos,negándoles en consecuencia, la posibilidad de citar para su compare-cencia a los administradores por cuestiones relacionadas con sus funcio-nes. A consecuencia de esta disposición, el poder judicial se vioconvertido en un poder nulo; en un instrumento limitado a ser la bocaque pronunciaba las palabras de la ley (Tero, 1990: 14).

Tratando de resumir el Capítulo VI del Libro XI Del espíritu de lasleyes, Montesquieu preconiza la existencia de una necesaria división delos poderes dentro del Estado, pero, a diferencia de Locke, divididossobre bases de igualdad entre ellos para así asegurar la libertad del ciu-dadano. El poder legislativo, �el príncipe, o el magistrado, promulgan lasleyes por cierto tiempo o para siempre, y enmienda o deroga las exis-tentes�; El poder ejecutivo, �dispone de la guerra y de la paz, envía orecibe embajadores, establece la seguridad, previene las invasiones�; Elpoder judicial �castiga los delitos o juzga las diferencias entre particula-res� (Montesquieu, 1993: 107).

Para garantizar la libertad que es un derecho natural y, por lo tanto,el objeto del Estado, es indispensable una división de los tres poderes

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estatuidos para que se cumpla la máxima de frenos y contrapesos.Montesquieu considera que no hay libertad si se reúnen en la mismapersona o mismo cuerpo el poder legislativo y el ejecutivo, y que no haylibertad tampoco si el poder de juzgar no está bien deslindado del po-der legislativo y del poder ejecutivo (Montesquieu, 1993: 107-08).

Considerado como terrible el poder de juzgar entre los hombres, nodebe ser exclusiva de una clase o una profesión, por lo que Montesquieu,y siguiendo a Aristóteles (Terol, 1990: 11), afirma que no debe darse a unsenado permanente sino ejercido por personas salidas de la masa popular,periódica y alternativamente designadas de la manera que la ley dispon-ga, formando un tribunal que dure poco tiempo no más del que exija lanecesidad, convirtiendo al poder judicial, por decirlo así, en un poderinvisible y nulo (Montesquieu, 1993: 108). Montesquieu rechaza, en de-finitiva, la profesionalización de la justicia que acabaría por consagrarseen Europa continental (García Pascual, 1997: 61).

Sin embargo, Montesquieu consideraba que si los tribunales nodeben ser fijos, sí deben de serlo las sentencias, hasta el punto que de-ben corresponder al texto expreso de la ley. �Si fueran una opinión par-ticular del juez, se viviría en la sociedad sin saber con exactitud loscompromisos contraídos con ella� (Montesquieu, 1993: 109). El juez,para el autor, no podía hacer ninguna interpretación de la ley, pues laaplicación exacta de las leyes es la garantía única y suficiente de justicia.De aquí la expresión: �los jueces de la nación no son más que el instru-mento que pronuncien las palabras de las leyes, seres inanimados queno puedan moderar ni la fuerza ni el rigor de las leyes.13

Finalmente, Montesquieu no habla de una separación de los pode-res del Estado en el estricto sentido de la palabra, es más, como nos lohace saber García Pascual, la expresión separación de poderes no seencuentra en la obra Del espíritu de las leyes; el término expresado por elautor es siempre el de división de poderes, en donde existe una estrecha

13 Para la solución de problema práctico de una interpretación legislativa,Montesquieu propone al mismo legislativo, en especial, a la aristocracia que formaparte de cuerpo legislativo. �La parte del cuerpo legislativo que consideramos comotribunal necesario [...], lo es también en esta ocasión: a su autoridad suprema le co-rresponde moderar la ley en favor de la propia ley, fallando con menos rigor que ella�(Montesquieu, 1993: 112).

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colaboración de los mismos. Lo que nos permite sostener que Montes-quieu no defendía una teoría de separación estricta de los poderes comomuchas veces se le ha atribuido y que se ha convertido en un mitodentro de las obras de teoría política.14 Si realmente los poderes estu-vieran separados, el Estado se debilitaría y propiciaría su desintegra-ción, como sostenía Hobbes,15 o como asegura Duguit, �una divisiónabsoluta desemboca fatalmente en la concentración de todos los pode-res en uno solo�;16 pues el significado histórico del principio llamadoseparación de poderes, afirma Kelsen, radica precisamente en que talprincipio va contra la concentración de los poderes, más que contra laseparación de los mismos (Kelsen, 1988: 334). Este será el punto de refe-rencia para nuestro estudio ya que el órgano que pretendemos estudiarrompe con toda la idea de una separación de los poderes del Estado.

6. LA INDEPENDENCIA DEL PODER JUDICIAL EN EL ESTADO LIBERAL

La idea de la independencia del poder judicial nace con el conceptomismo del poder judicial y aparece, como ya vimos, como antítesis delpoder absolutista en el Antiguo Régimen e incorporada al constitu-cionalismo liberal como un elemento fundamental en la idea democrá-tica de todo Estado de Derecho,17 La independencia del juez fue un

14 Se sugiere la lectura de García Pascual (1997: 47); y de Blanco (1994:70); elprimero nos dice que la separación orgánico-funcional que preconiza Montesquieuno opera sino en su construcción como una condición previa para el equilibrio depoderes que habrá de conseguirse a través de su recíproco control, mediante la dispo-sición de toda una serie de mecanismos de coordinación, o, lo que es lo mismo, defrenos y contrapesos.

15 Dividir el poder del Estado, sostenía el autor, no es otra cosa que disolverlo,porque los poderes divididos se destruyen mutuamente unos a otros. Este será otro delos fundamentos para el Estado absolutista que defendía Hobbes (Hobbes, 1987: 178).

16 Duguit critica la Asamblea Nacional francesa de 1791, pues considera queconfiada en su omnipoder, no leen en el Espíritu de las leyes más que las formas gene-rales y sintéticas; que no ven la continuación del capítulo VI en donde Montesquieumuestra con claridad meridiana que una intima solidaridad, que una colaboraciónconstante debe unir a los diferentes poderes del Estado (Duguit, 1996: 14)

17 La idea de la independencia del juez, nos dice Simon, va indisolublementeunida a la concepción del Estado constitucional. �Entre todas las instituciones denuestra vida jurídica la idea del Estado de Derecho celebra su máximo triunfo en la

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elemento indispensable para asegurar el problema político-práctico dela separación de poderes.18

Para llegar a identificar la función independiente del juez, fue ne-cesaria la conceptualización del poder judicial como tercer poder del Es-tado basado en una división tripartita de poderes; el poder judicial comoparte integral del Estado y consecuentemente de la soberanía nacionalque debería ser una emanación del pueblo y no de una sola persona(Duguit, 1996: 89-100). De la misma forma, fue necesario el reconoci-miento de un juez sometido únicamente al imperio de la ley conforme ala expresión de la ley nacida de la voluntad general (Rubio, 1990: 103).

Así, en el constitucionalismo liberal los jueces y magistrados recla-maron la independencia para garantizar que la actuación interpretativade sus leyes, aplicándolas al caso concreto fuera libre y no sometida aninguna otra autoridad que la representada objetivamente por el respe-to y acatamiento de dicha ley (Almagro, 1993: 67). En otras palabras, siel juez era jurídicamente independiente es porque se le quería total-mente dependiente de la ley.19

independencia de la decisión del juez�; Al respecto véase Loewenstein (1976: 294),para quien �la independencia de los jueces en el ejercicio de las funciones que les hansido asignadas y su libertad a todo tipo de interferencias de cualquier otro detentadordel poder constituye la piedra final en el edificio del Estado democrático constitucio-nal de derecho.� También García de Enterría, (1995: 120). No hay Derecho sin juez,afirma García de Enterría. �El juez es una pieza absolutamente esencial en toda orga-nización del Derecho.� Véase también Duverger (1980: 51), quien nos dice que elsentido político del modelo liberal (democracia liberal), significa que las institucionespolíticas descansan, entre otras, en la independencia de los jueces. Finalmente a SáinzMoreno (1976: 65), el autor nos dice que la justicia es democrática, entre otras cosas,porque responde a la creencia hondamente sentida por el pueblo, mantenida a lo largode los siglos, de que la justicia debe ponerse en manos de jueces rectos, independien-tes, imparciales y conocedores del Derecho, porque con todos su posibles defectos, nose conoce mejor método para resolver �en justicia� los conflictos singulares que seproducen en la comunidad (Simon, 1985: 11).

18 Blanco Valdés nos dice, citando a Gaetano Silvestri, que el problema de laseparación de poderes no se iba a plantear como un problema lógico-jurídico sinocomo un problema político-jurídico (Blanco Valdés, 1996: 11).

19 Para Ferrajoli en el modelo paleoliberal y paloepositivista de la jurisdicción, elfundamento de la independencia de los jueces residía en la legitimidad de las decisio-nes judiciales, asegurada a su vez por la verdad jurídica y fáctica, si bien en sentidonecesariamente relativo y aproximativo, de sus presupuestos (Requejo, 1989: 170;Ferrajoli, 1995: 6).

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En efecto, el constitucionalismo liberal estructuró una serie de ga-rantías jurídicas de carácter fundamental con la finalidad de asegurar lafunción independiente del juez. Así, por ejemplo, el constituyente delos Estados Unidos de 1787, basándose en la división de poderes, esta-bleció la inamovilidad de los jueces y la remuneración estable y perma-nente para los jueces. Por su parte, el constituyente francés de 1791dispuso como medidas de garantías la inamovilidad y el nombramientode los jueces por medio de elecciones.20

Mas en Francia el poder de juzgar, que Montesquieu considerabaterrible por lo que no debería recaer en una clase o profesión y muchomenos en un jurado permanente (Montesquieu, 1993: 108), prontoquedó sometido al ejecutivo, convirtiéndose de nuevo la justicia en puraadministración alejada de un verdadero poder (Tomás, 1990: 20). Noobstante, la idea de la independencia del poder judicial no fue formal-mente negada sino que permaneció pero como mero valor ideológico(Senese, 1996: 51), sin proyección real en la articulación de la justicia.

Tanto el nombramiento de los jueces por medio de elecciones, comola institución del jurado popular, se vieron con gran escepticismo por elpueblo francés. El constituyente francés de 1799 suprimió esta formade nombramiento de los jueces al considerar que el juez no debería detener ninguna participación política, por lo que se optó por aislar aljuez de la sociedad, presentándolo como una instancia neutra de solu-ción de conflictos individuales sin trascendencia general (Montero, 1990:57). Se decidió el nombramiento de los jueces por el jefe del gobierno,se reorganizó la estructura de los tribunales de acuerdo con el modelode los funcionarios de la administración, concentrando en el ejecutivolos mecanismos de selección, ascensos y régimen disciplinario (Andrés,1986: 41). De esta forma, el juez funcionario es más el fruto de un Esta-do profundamente burocrático que auténticamente liberal (GarcíaPascual, 1997: 112). Por otro lado, la institución del jurado popular de

20 Después de la permanencia en el cargo, decía Hamilton, nada puede contribuirmás eficazmente a la independencia de los Jueces que el proveer en forma estable a suremuneración; Duguit, 1996: 89; Constant, 1989, 192, quien consideraba que un juezamovible o revocable es más peligroso que un juez que ha comprado su cargo. �Habercomprado una plaza es menos corrupto que estar siempre temiendo perderla�(Hamilton. 1994: 336).

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tradición anglosajona que se desarrolló perfectamente en Norteaméricapor causas históricas, no arraigó en Francia donde no existía esta prácti-ca.21 En definitiva, el instrumento fundamental para mantener al poderjudicial en situación de independencia real frente a los detentadores delpoder político ha sido la pretendida apoliticidad de la función de juzgar yel carácter neutral del juez en la vida de la sociedad (Montero, 1990: 56).

De todo lo anterior podemos deducir que en el aspecto práctico elconstitucionalismo liberal hizo dogma de la independencia del poderjudicial, sin incluir dentro de ella el status del juez en su dimensiónindividual, incorporándola a un cuerpo estructurado burocráticamentey con un elevado índice de jerarquización (Andrés, 1986: 119). Sinembargo, en el aspecto teórico se quería un respeto absoluto a las sen-tencias del juez sobre la base de su sometimiento estricto a la ley, �hastael punto que debe corresponder siempre al texto expreso de la ley�, enpalabras de Montesquieu, que consideraba a los jueces seres inanima-dos, �el instrumento que pronuncia las palabras de la ley�.22 Se pre-tendía, en consecuencia, la relativa independencia �personal del juez�,23

21 Decía Constant respecto al jurado �Ya sé que entre nosotros se ataca a la insti-tución del jurado con argumentos basados en la falta de interés, en la ignorancia, en ladespreocupación, en la frivolidad francesa. Pero no es a la institución, es a la nación ala que se acusa. Mas, ¿quién no comprende que una institución pueda parecer, en losprimeros momentos, poco conveniente para una nación, a causa de la falta de costum-bre, y convertirse en conveniente y saludable, si es buena intrínsecamente, porque lanación adquiere a través de la propia institución la capacidad que antes no tenía?�(Constant, 1989: 193).

22 Conocidas son las premisas de Montesquieu quien consideraba que los juiciosno deben ser más que el texto preciso de la ley, no debiendo representar el punto devista particular del juez, por lo que el juez no es más que �la boca que pronuncia laspalabras de la ley�. (Montesquieu, 1993: 108) al respecto véase a Duguit (1996: 83),quien, sobre esta base y citando a los parlamentarios de la Asamblea Nacional de1789, nos cita a Bergasse que expone: �puesto que una sociedad no puede subsistir sinleyes, para el mantenimiento de la sociedad son necesarios los tribunales y jueces, esdecir, una clase de hombres encargados de aplicar las leyes a las distintas circunstan-cias para las cuales son hechas� (Duguit, 1996).

23 Para quien la independencia interna y externa están interrelacionadas cuandolos titulares de las funciones gubernativas dentro del poder judicial eran nombradosdesde fuera del mismo, esto es, por alguno de los otros poderes. Es así evidente, ase-vera, que si los presidentes de las Audiencias, el del Tribunal Supremo y los integran-tes del Consejo Judicial, u organismo similar, eran nombrados por el Poder Ejecutivo

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ya que éste no debería moderar ni el rigor ni la fuerza de la ley sujetán-dolos, de esta forma, al dictado del legislador.24

7. CONCLUSIONES

La aparición del Estado constitucional liberal supuso la desapariciónde las instituciones del Antiguo Régimen y la entrada de las ideas de laIlustración, que encontraron eco en las Constituciones de EstadosUnidos y Francia. Para la administración de justicia la aparición delEstado liberal significó su reivindicación institucional y, por consiguiente,su consolidación constitucional como un poder, en el nivel de los pode-res legislativo y ejecutivo. Junto a esta valoración constitucional del poderjudicial, surge también la conceptualización de su necesaria indepen-dencia para su eficaz funcionamiento. De tal manera que poder judiciale independencia son dos conceptos inseparables consecuencia del Es-tado constitucional liberal, hasta el punto que no puede entenderse lafunción judicial sin una conveniente independencia.

El Estado constitucional liberal consagró la independencia del poderjudicial a través de diversos mecanismos jurídicos, como la legitima-ción popular de la justicia mediante la elección de los jueces por elmismo pueblo, el establecimiento de jurados populares, la inamovilidadde los jueces y magistrados, las garantías económicas, así como de la

de modo discrecional existiría una mezcla de dependencias, que a la postre se resolve-ría en la debilidad, si no en la supresión, de la independencia personal de juez (Montero,1990: 74).

24 Montesquieu consideraba que si en general el poder judicial no debe estarsujeto a ninguna parte del legislativo, hay tres excepciones basadas en el interés parti-cular del que ha de ser juzgado: 1. Los nobles deben ser citados ante la parte dellegislativo compuesta por nobles y no ante los tribunales ordinarios de la nación; 2.En el caso de que la ley sea demasiado rigurosa, a la parte del legislativo le correspon-de moderar la ley en favor de la propia ley, fallando con menos rigor que ella; 3. En elcaso de que un ciudadano viole los derechos del pueblo y que los magistrados nopudieran o no quisieran castigar, el legislativo, como representante de pueblo lo pudecastigar pues representa a la parte interesada, que es el pueblo. Es necesario, diceMontesquieu, que la parte del legislativo del pueblo acuse ante la parte del legislativode los nobles, la cual no tiene los mismos intereses ni las mismas presiones que aquélla(Montesquieu, 1993: 112).

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consecuente responsabilidad, entre otras. Sin embargo, las circunstan-cias históricas, ideológicas y sociales de cada país en concreto han de-terminado que dichos mecanismos se hayan interpretado y aplicado demanera diferente y con resultados muy diversos; por ello se hace confrecuencia necesario encontrar nuevas fórmulas para lograr la efectivi-dad del principio de la independencia judicial.

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