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4 27 BRÍGIDA VON MENTZ : Centro de In�estigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social-Distrito Federal, México [email protected] Desacatos, núm. 34, septiembre-diciembre 2010, pp. 27-60 Recepci�n: 31 de agosto de 2009 / Aceptaci�n: 7 de enero de 2010 * Agradezco sus comentarios críticos a �ersiones anteriores de este ensayo a los amigos de siempre Yolanda Montiel y Da�id Na�arrete, y a los dos dictaminadores an�nimos. Bases sociales de la insurgencia en las regiones mineras y azucareras del sur de la capital novohispana (1810-1812)* Brígida von Mentz Siempre ha sido difícil para el historiador tener evidencias de la manera de vivir y de pensar de las clases subalternas en el pasado. En este estudio se pretende mostrar la riqueza de los testimonios de algunos reos (resumidos en dos cuadros) para documentar las circunstancias en las que partici- paron en la guerra civil de 1810-1812 en la zona minera de Taxco-Sultepec y en los valles del actual estado de Morelos. A partir de la historia económica y social, se mencionan también las profundas tensiones sociales en esas regiones para explicar las bases sociales del movimiento insurgente. PALABRAS CLAVE: lucha armada 1810-1812, sectores trabajadores, latifundistas azucareros, oligarquía minera, violencia, sociedad estamental Social Bases of the Insurgency in the Mining and Sugar South Regions of New Spain Capital (1810-1812) It has been always difficult for historians to cull evidence about the ways of life and ideas of the subaltern classes. This study attempts to show the wealth of information from the testimonies of some inmates (summarized in two charts) in order to document the circumstances in which they were involved during the civil war of 1810-1812 in the mining area of Taxco-Sultepec and the valleys of what is now the state of Morelos. Based on economic and social history, we learn of cases of deep social tensions that explain the social basis of insurgent movements in these regions. KEYWORDS: armed struggle 1810-1812, workers sectors, sugar plantation owners, mining oligarchy, violence, hierarchical society

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BrÍGIDA VoN MeNtz : Centro de In�estigaciones y estudios superiores en Antropología social-Distrito federal, Mé[email protected]

Desacatos, núm. 34, septiembre-diciembre 2010, pp. 27-60

recepci�n: 31 de agosto de 2009 / Aceptaci�n: 7 de enero de 2010

* Agradezco sus comentarios críticos a �ersiones anteriores de este ensayo a los amigos de siempre Yolanda Montiel y Da�id Na�arrete, y

a los dos dictaminadores an�nimos.

Bases sociales de la insurgencia en las regiones mineras y azucareras

del sur de la capital novohispana (1810-1812)*

Brígida von Mentz

Siempre ha sido difícil para el historiador tener evidencias de la manera de vivir y de pensar de las clases subalternas en el pasado. En este estudio se pretende mostrar la riqueza de los testimonios de algunos reos (resumidos en dos cuadros) para documentar las circunstancias en las que partici-paron en la guerra civil de 1810-1812 en la zona minera de Taxco-Sultepec y en los valles del actual estado de Morelos. A partir de la historia económica y social, se mencionan también las profundas tensiones sociales en esas regiones para explicar las bases sociales del movimiento insurgente.

PAlAbRAS ClAvE: lucha armada 1810-1812, sectores trabajadores, latifundistas azucareros, oligarquía minera, violencia, sociedad estamental

Social Bases of the Insurgency in the mining and Sugar South Regions of New Spain Capital (1810-1812)It has been always difficult for historians to cull evidence about the ways of life and ideas of the subaltern classes. This study attempts to show the wealth of information from the testimonies of some inmates (summarized in two charts) in order to document the circumstances in which they were involved during the civil war of 1810-1812 in the mining area of Taxco-Sultepec and the valleys of what is now the state of Morelos. Based on economic and social history, we learn of cases of deep social tensions that explain the social basis of insurgent movements in these regions.

KEywoRdS: armed struggle 1810-1812, workers sectors, sugar plantation owners, mining oligarchy, violence, hierarchical society

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la pregunta central que se plantea este estudio es: ¿por qué se adhirieron numerosos indígenas de pueblos pequeños y trabajadores rurales de las

regiones de Cuerna�aca y taxco a la lucha iniciada en septiembre de 1810 en Dolores? A partir de algunas decla-raciones de los reos y, sobre todo, a partir de la historiogra-fía regional, se sostiene la hip�tesis de que su participaci�n en las primeras contiendas responde a una animad�er-si�n que se gest� desde fines del siglo XVIII contra quie-nes detentaban el poder político y econ�mico en estas zonas ricas en plata, azúcar, aguardiente y ganado. Aun-que las e�idencias proporcionadas por los combatientes aprehendidos no pueden ser contundentes —¿quién de-clararía, ante el peligro de ser fusilado o exiliado a la Ha-bana, que fue insurgente por con�encimiento?—, los contrastes sociales en estas regiones cuyas empresas des-tacan por su riqueza y las tensiones al interior de las élites regionales permiten, a nuestro modo de �er, lanzar la hi-p�tesis de una participaci�n popular entusiasta en los primeros días y meses de guerra.

se presentarán primero las experiencias de distintos sectores sociales de las montañas mineras de taxco-sulte-pec y posteriormente las de otros en los �alles azucareros de Cuerna�aca en los primeros años de insurrecci�n. Con los tes timonios de algunos participantes se combina la menci�n de la estructura producti�a de esas zonas, cuyo desarrollo ya se ha estudiado. en contraste con las nume-rosas obras hist�ricas sobre la Guerra de Independencia1, aquí el enfoque es econ�mico y social, así como regional y puntual. sin embargo, al final se a�enturan interpre-taciones más generales sobre cambio y continuidad en nuestra historia, es decir, sobre la dialéctica entre el cam-bio re�olucionario y el parteaguas que fue esa guerra —tesis que se sostiene en este trabajo— y la continuidad

de la desigualdad social y de los conflictos socioecon�mi-cos arraigados en ciertas zonas, durante largos periodos.

Partimos de análisis realizados pre�iamente sobre las profundas di�ergencias étnicas y sociales en las zonas de estudio2. también usamos las declaraciones menciona-das porque en las a�eriguaciones sobre los prisioneros aprehendidos se tomaban con exactitud las palabras del declarante, por lo que reflejan sus expresiones y en algu-nos casos su forma de �i�ir y de pensar, así como sus ideas, dudas y decisiones3. Aunque los testimonios de los protagonistas estén sesgados por tratarse de declaracio-nes ante la autoridad, con un claro énfasis en que su par-ticipaci�n en el bando insurgente había sido casual, éstos expresan su �isi�n de los hechos. se trata de testimonios de personas que el historiador escucha en raras ocasiones, como barberos, carpinteros, silleros, tejedores, operarios de minas e ingenios azucareros, carboneros, agricultores e indios campesinos, así como de gobernadores indíge-nas de pueblos cercanos a taxco, zacualpan, sultepec, tepecoacuilco, Iguala o Cuerna�aca, entre muchos otros más. también se incluyen algunas opiniones de religio-sos y de estratos urbanos medios que nos permiten ha-blar de conspiradores y de los moti�os de un espectro social relati�amente amplio de la participaci�n en la gue-rra4. A pesar de la riqueza de esos relatos, por la bre�edad de este ensayo no se analizan con la profundidad que merecen, sino que s�lo se pretende llamar la atenci�n so-bre fuentes que deben explotarse mucho más, en futuros trabajos.

1 entre las obras más recientes es importante el estudio de eric Van Young (2006), que abarca toda la década de guerra y todo el territo-rio de la Nue�a españa. Hace énfasis en aspectos culturales, religio-sos y psicol�gicos. según el propio autor, se trata de una “etnografía densamente descripti�a”. Véase también Hernández Jaimes, 2002; ortiz escamilla, 1997. Para una interpretaci�n de los orígenes de la insurrecci�n a partir de las especificidades regionales es excelente el análisis de Hamnett, 1990. obras clásicas son, además, Alamán, 1972; Bustamante, 1988; Chá�ez orozco, 1976; Guedea, 1995a; le-moine, 1990; De la torre Villar, 1966.

2 Véase sánchez santir�, 2001; Mentz, 1988; Martin, 1985; Mentz y Pérez l�pez, 1998; Mentz et al., 1989, entre otros.3 estamos de acuerdo con la crítica que de estas fuentes ha hecho eric �an Young, quien ha explicado, en su monumental trabajo sobre la guerra, los problemas metodol�gicos relacionados con las decla-raciones que los aprehendidos como insurgentes dieron en la cárcel. Van Young, 2006, capítulo 2 y apéndice A. 4 los reos mencionados en este capítulo pasaron por Cuerna�aca �iniendo de los poblados cercanos o bajando de las montañas de taxco, zacualpan o sultepec. eran cientos de presos que habían se-gui do a los insurgentes en gran medida por �oluntad propia, o que de manera accidental se habían encontrado en los lugares donde se desa-taron batallas y fueron conducidos a la cárcel de Cuerna�aca. Véan-se los cuadros 1 y 2.

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INSURgENTES TOmAN CENTROS mINEROS Y fABRICAN CAñONES

Como consecuencia de la promesa hecha por el cura Mi-guel Hidalgo de que con el triunfo de la re�oluci�n cesaría el pago de tributos, el endeudamiento con “gachupines” y el gobierno de los “europeos”, grandes contingentes de indios y gañanes se mo�ilizaron después del 16 de sep-tiembre de 1810 para “componer el reino”, “poner al cura en su trono” y derrocar a los mentados “ga chupines”, co-mo se expresaban los mismos protagonistas5. en los días y meses posteriores, mientras en el Bajío y en la zona de toluca se le�antaban en armas indígenas, rancheros y al-gunos hacendados, otros contingentes de insurrectos se organizaban bajo las �rdenes de propietarios mineros o hacendados en los centros mineros de Amatepec, tlatla-ya, sultepec y zacualpan (�éase mapa 1). estos reales abiertamente apoyaron a los insurgentes, y durante años esa amplia zona rica en plata permaneci� parcialmente en manos de los insurrectos. se trata de poblados encla-�ados en las sierras y alejados de las grandes rutas comer-ciales —es decir, de los caminos hacia tierra adentro, Veracruz o Acapulco—. en cambio, en el real minero de taxco, bien comunicado con la capital y donde �i�ían las autoridades y las familias más poderosas de la zona, los bandos en lucha se alternaron en el poder.

el 20 de no�iembre de 1810 un pequeño grupo insur-gente entr� a taxco bajo el mando del propietario mine-ro Manuel de la Vega. en ese momento, el temor y la confusi�n de las autoridades fueron grandes, como pue-de apreciarse en el relato de un funcionario subalterno, que años más tarde sería un reconocido literato: José Joa-quín fernández de lizardi. la llegada de los rebeldes pro�oc� la huida del subdelegado llamado Villegas de Bustamante, y qued� como encargado de Justicia fer-nández de lizardi, famoso posteriormente como poeta y escritor. en ese momento, sin embargo, nada más lejano había para este modesto funcionario que las letras o la poesía. su papel era muy complicado, pues como confe-saría después en su declaraci�n (a inicios de 1811), Vega

lo impuso como “justicia” de taxco, cargo que él no de-seaba, pero como se orden� que lo decidiera el �e cindario y se organiz� una junta general: “result� que desde el cu-ra párroco hasta el último plebeyo me eligieron a mí, a pesar de mis muchas resistencias”, y así tu�o que asumir el cargo6.

sin embargo, una �ez que sali� el comandante insur-gente, toda�ía en 1810, fernández de lizardi se �io en gra�es aprietos. según su informe, la población de taxco estaba francamente a favor de los insurrectos, pues con trabajo impidi� que se repicaran las campanas a la entra-da de los insurgentes, pero no podía e�itar que los habi-tan tes barrieran y regaran las calles. “Así estaba, señores, la plebe de taxco”, decía en su defensa cuando se le acu-saba de no haber apoyado suficientemente a los realistas en la lucha y de no haber mandado las siete cargas de p�l-�ora existentes en taxco a la hacienda de san Gabriel, des-de donde el comandante realista Andrade le había exigido que las remitiera bajo la custodia de algunos taxqueños. fernández de lizardi explicaba que no había podido en-�iar la p�l�ora porque los “plebeyos” de taxco no eran de confianza y la entregarían de inmediato a los insurgentes. Cuando recibi� la orden de en�iar la p�l�ora, ley� ante escribano la orden frente a los taxqueños, pero:

aquella plebe decidida, luego que entendi� a qué se dirigía, se march�, sin quedar uno delante; sin embargo, de mis pú-blicas insinuaciones y persuasi�as instancias, ¿qué hombre de juicio atribuirá señores, a defecto mío, la insurgencia de la plebe? […] ¿debía yo creer que los indios de los pueblos, que habían de transitar los conductores de dicho efecto, los dejarían pasar pacíficamente, cuando lo que a mí me cons-taba era que el correo semanario no llegaba a taxco, no me-nos el mandatario de tepozotlán? Y si un hombre con una �alija y otro con un libro no se atre�ían a pasar por semejan-tes pueblos, ¿c�mo debía yo creer pasarían… con seis o siete cargas de p�l�ora?7

Agregaba que en la junta “los pocos decentes se excu-saron unos con su edad a�anzada, otros con sus enfer-medades, otros con no poder desamparar a sus familias”.

5 Quiénes eran estos “gachupines” será tema que abordaremos más adelante.

6 Archi�o General de la Naci�n (AGN), Criminal, �olumen (�.) 204, folio (f.) 305 �.7 AGN, Criminal, �. 204, f. 303.

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Mapa 1

fuente: elaboraci�n propia.

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Dos indi�iduos se ofrecieron, y “no hallándolo por nin-gún dinero, temieron que los insurgentes supiesen su oferta y se fugaron”. Como después Vega regres�, la p�l-�ora qued� en manos de los insurrectos. Posteriormente, las tropas del rey recobraron taxco y entonces, ya en 1811, se enjuici� a fernández de lizardi y se le encarcel� en la ciudad de México. Algunos curas de taxco y el subdele-gado, que efecti�amente habían abandonado el real de minas en no�iembre del año anterior, confirmaron la �e-racidad de las declaraciones del preso. Además, como el mismo Manuel Villegas de Bustamante fue su fiador, el futuro poeta y escritor sali� de la cárcel8.

Independientemente del destino particular de esta au-toridad de taxco en aquellas turbulentas semanas, tam-bién a los funcionarios indígenas les fue difícil lidiar con ambos bandos en guerra, que imponían sus exigencias y castigos sin misericordia. en tepecoacuilco se libr� una batalla a inicios de diciembre, triunfaron los realistas y los gobernadores indígenas de Huitzuco y tepecoacuilco fueron pasados por armas e incluso mutilados. la pobla-ci�n y las autoridades enfrentaban momentos cruciales y difíciles, como puede apreciarse en �arias declaraciones que se refieren al teniente de Justicia en tenancingo o en tlaquiltenango (�éase cuadro 1, núm. 13; cuadro 2, núms. 46, 47, 82) y a la “república” o los gobernadores de algu-nos pueblos de indios como Axuchitlan, Iguala, zacual-pilla, Xochitepec, Jiutepec y Jerécuaro, entre otros (�eáse cuadro 1, núms. 13, 14, 27, 28, 44; cuadro 2, núms. 63, 86, 88, 90).

Así, aunque el ejército realista march� a taxco y recu-per� el real minero, en los alrededores se siguieron li-brando combates durante no�iembre y diciembre. Para ello, los mineros insurgentes apro�echaron sus conoci-mientos y habilidades. Bajo la direcci�n del propietario y minero José romero, fundieron cañones en zacualpan —como relatan los participantes, cuyas declaraciones re-unimos en el cuadro 1— y atacaron �arias �eces tanto el real de taxco como las poblaciones de Iguala y tepecoa-

cuilco. Incluso, en algunas confesiones se habla de un “cas-tillo” fabricado en Iguala desde donde se dispararon los cañones y en el cual habían colocado una �irgen (�éase cuadro 1, núm. 44). Hay que subrayar las ca pacidades metalúrgicas de los técnicos y operarios mineros, pues contrastan con la escasez y prácticamente ausencia de herramientas de metal entre los habitantes de los pue-blos del agro no�ohispano. A diferencia de los campesi-nos, los operarios de minas y haciendas de metales tenían práctica en el manejo de explosi�os, metales y herra-mientas9.

las élites regionales estaban di�ididas y fueron nume-rosos los curas y propietarios o administradores de em-presas mineras cercanas a taxco, y los �ecinos instruidos como lizardi, que simpatizaban con el mo�imiento, en contraste con algunos propietarios de taxco, que trataban de que el real fuera un basti�n leal al �irrey. ese contraste al interior de la clase de propietarios se explica por las profundas ri�alidades entre los dueños de minas, ya que algunos —probablemente la familia Anza— recibían un trato preferencial de las autoridades y con frecuencia es-taban exentos de impuestos y erogaciones que para otros empresarios menores significaban mermas sustanti�as10. el real qued� en manos realistas hasta fines de 1811, cuando llegaron las tropas insurgentes de Hermenegildo Galeana, quien retom� el poblado. el mismo José María Morelos entr� a taxco en enero de 1812 y mand� fusilar al defensor de la zona y de la plaza, Maria no García y ríos, y a los realistas y grandes propietarios. solamente se sal�� José Vicente de Anza, quien a cambio de su �ida tu-

8 un año y medio más tarde, Villegas solicit� que se le cancelara la fianza. en 1812 se le �ol�i� a abrir proceso a fernández de lizardi por un artículo en la Gaceta, pero otra �ez fue puesto en libertad en diciembre de ese año. Véase Miquel i Vergés, 1969: 195.

9 expertos mineros insurgentes como Casimiro Cho�ell, administra-dor de la mina de Valenciana, y Bernardo Chico, hijo de propietarios de minas y haciendas, fueron de gran importancia para conducir los pri-meros combates en Guanajuato. técnicos mineros como el experto Valencia, citado por Humboldt, y alumno predilecto de Andrés del río, los hermanos ray�n en la zona de tlalpujahua y luego sultepec y temascaltepec, así como Dá�alos en Guanajuato, fueron los que pudieron fundir cañones para los insurgentes. fue el arma de fuego más rele�ante en todos los años de lucha. Así, también es compren-sible que el batall�n de Guanajuato del ejército “grande” de Miguel Hidalgo tu�iese a su cargo la artillería.10 ese trato desigual de grandes y poderosas compañías mineras de “gachupines” está claramente documentado para zacatecas (�éase más adelante, en el tercer apartado de este artículo, c�mo Calleja percibe el descontento en ese real), pero la historia econ�mica y mi-nera deta llada de taxco aún está por escribirse.

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�o que dar al “Generalísimo” y a su causa toda su riqueza (al parecer cerca de 200 000 pesos). en un escrito, Anza relat� a sus herederos que fue con un operario minero y un mozo a colocar explosi�os con la intenci�n de pro�o-car un gran derrumbe, para que las ricas �etas de sus mi-nas, que empezaba a explotar, quedaran sepultadas para sus herederos, a la espera de mejores tiempos11.

Muchos habitantes del medio rural alrededor de taxco probablemente apoyaban a los insurgentes, pero estaban entre dos fuegos y en sus declaraciones se puede apreciar que ambos bandos usaron el método de le�a forzosa de manera �iolenta e indiscriminada; por tanto, es difícil sa-ber lo que pensaban los indios, mulatos y mestizos pobres de poblados pequeños. sin embargo, los momentos en los que fueron aprehendidos nos pintan un cuadro �i�o de las fortuitas circunstancias que condujeron a que final-mente se les considerara sediciosos. Por ejemplo, un teje-dor de taxco llamado José tomás se�illa, al declarar en la cárcel, relata su experiencia en zacualpan y taxco en fe-brero y marzo de 181112. explica que fue a �ender a za-cualpan unas mantas y que el teniente de insurgentes de ese pueblo, llamado don José romero, lo mand� aprehen-der para que no di�ulgara que había �isto que estaban fa-bricando unos seis o siete cañones. Aunque logr� salir de la cárcel, no podía irse del poblado “porque no tenía pa-saporte, ni había por d�n de huir”. otro declarante apre-hendido se refiere a uno de esos cañones —al parecer no muy efecti�o, pues su carga de plomo y cla�os no hiri� a nadie— y las siete cargas de p�l�ora que mencionaba fernández de lizardi en taxco, al hablar sobre la guerra desde el “castillo” de Iguala (�éase cuadro 1, núm. 44).

Cuando los insurgentes marcharon de zacualpan ha-cia taxco para atacar el real, dejaron arrestado al tejedor en casa de don José romero; luego del ataque lo �ol�ie-ron a encarcelar. Posteriormente, lo lle�aron a un cam-pamento del cual logr� escapar, y regres� a taxco porque

ya no había guardia en los caminos. en taxco se present� ante el subdelegado y don José á�ila, comandante de las tropas reales, y les explic� que había estado preso en zacualpan, pero lo encarcelaron y lo mandaron en la cuerda de reos a Cuerna�aca y a México, sin moti�o.

Diferente fue el destino del jo�en de 16 años felipe de Jesús Méndez, minero mestizo que acompañ� a su ma-dre a �er a su marido (su padrastro), que se hallaba con los insurgentes en Iguala; que fueron “con el ánimo de �ol�erse prontamente” pero como no le quisieron dar pasaporte, se dirigi� a sultepec, donde permaneci� dos meses; que estu�o en casa de su madre, a la que �isitaba cada dos o tres días Vega, el capitán de los insurgentes; y que lo único que le daban eran 2 reales, cuando Vega iba con la Molina; que de sultepec huy� para presentarse con las tropas del capitán don Juan de Dios Villanue�a, pero al llegar al real lo aprehendieron. Pero que “él no portaba arma ni era soldado. s�lo conoci� de los principales in-surgentes al capitán don Manuel de la Vega, al capitán Manuel ortiz y a los sargentos Villalba y Aguilar”13.

Algunos de los personajes aprehendidos sin duda fue-ron combatientes del lado insurgente y sus historiales son largos, pues después de algún tiempo de militar por esa causa —recibir soldada y conocer distintos lugares— muchos decidieron regresar a su tierra natal. también es probable que a muchos indígenas monolingües no les hayan tomado declaraciones en un momento tan com-plicado como 1811. un tratante de Metepec, español de 31 años, relata los �ericuetos por los que pas� al �iajar por tierra caliente de la comarca de sultepec, donde se le acab� el “principal” (su dinero), por lo que se meti� “de esquelero” en el pueblo de san Juan tetitla. De ahí los in-surgentes lo mandaron lle�ar al pueblo de Amatepec, donde tenían su cuartel y donde estu�o dos días, y le da-ban 2 reales diarios. Al tercer día huy�, pero lo mandaron seguir y aunque trat� de llegar a su tierra (Metepec), un capitán con 10 hombres lo aprendi� en el camino, antes de llegar a zacualpan, el domingo 3 de marzo, y lo lle�a-ron al campamento cerca de taxco; allí le dieron una lan-za y lo pusieron de centinela. Ad�ierte el declarante que

11 Relación histórica del mineral de taxco, 1925. Copia del informe ori-ginal del señor don José Vicente de Anza de las minas del cerro de Compaña, taxco (1814). en: Sociedad científica “Antonio Alzate”, Me-morias, t. 46, (1925) (documentos presentados por el ingeniero luís Híjar y Haro, M. s. A. en la sesi�n de 6 de octubre de 1924, 40 ani-�ersario de la fundaci�n de la sociedad Alzate), pp. 57-63.12 AGN, Criminal, �. 45, expediente (e.) 12, f. 344-362. 13 AGN, Criminal, �. 45, e. 12, f. 355-355 �.

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“lejos de tener un real de ellos, antes sali� perdiendo una mula ensillada y enfrenada que traía y se la cogieron”.

en términos generales, si se obser�an los cuadros 1 y 2, resaltan dos moti�os de los combatientes de sectores po-pulares para participar en la lucha: el atractivo salario diario de 2 reales o de 4 reales para los de a caballo (o el peso diario que les pagaban en el Bajío), y la obediencia a sus patrones (hacendado o empleador minero) o a los gobernadores del pueblo de indios, obediencia que deno-minaré lealtad �ertical (�éase, por ejemplo, cuadro 1, núms. 3, 4, 13, 14, 18, 27, 52 y 87). esta lealtad está rela-cionada con la organizaci�n y la pretensi�n de una socie-dad estamental de origen medie�al, en la que las personas se consideraban, por naturaleza, de diferente“calidad”, y estaban jerarquizadas por �oluntad di�ina, debiendo los grupos trabajadores subalternos total obediencia y su-misi�n a sus señores o patrones, quienes a su �ez los protegían y eran los únicos que podían portar armas. Al mediar entre Dios y los hombres, los religiosos gozaban de especial prestigio y eran quienes sabían distinguir en-tre el bien y el mal. efecti�amente, en la insurrecci�n en la zona de sultepec el papel de los curas fue especialmen-te rele�ante14.

Además de la obediencia, la le�a, las amenazas y el te-rror fueron las prácticas comunes para reclutar adeptos por parte de ambos partidos. De manera que, sin duda, hay algo de �erdad en la declaraci�n de un cura de taxco sobre los delitos de los reos indios de su zona (en manos de las autoridades de la ciudad de México), y concreta-mente sobre la conducta de los habitantes del pueblo de tlaxmalaca cuando llegaron los insurgentes:

No es fácil descubrir la �erdad; pero lo que puedo informar a Vuestra señoría con toda la sinceridad que el caso exige, es, según me hallo instruido: que cuando una ga�illa de éstos se acerca, o acaso intempesti�amente sorprende algún pueblo

de aquéllos [indios], los amedrenta con las más terribles amenazas si no se prestan a seguir su inicuo partido; y aun-que hay muchos que lo hacen gustosa y �oluntariamente; pero estoy en el concepto de que en la mayor parte entran compelidos del temor: con cuya consideraci�n soy de sentir que tanto cuanto son acreedores al castigo los re�oltosos, lo son a la piedad de Vuestra señoría los miserables indios; porque a más de su natural pulsaminidad, me parece los dis-culpa en gran parte su conocida rusticidad: en esta inteli-gencia la bondad de Vuestra señoría resol�erá lo que en el particular es time con�eniente que será lo más justo. Nuestro señor santifique la �ida de Vuestra señoría, real de Minas de tasco, junio 10 de 1811. Miguel Pacheco solís15.

Durante dos años, toda la regi�n se con�irti� en zona de guerra, pues los insurgentes tomaban ciertas plazas, para luego perderlas, recuperarlas, y así sucesi�amente. en enero de 1811 el capitán realista Cosío inform� que lo habían atacado los insurgentes de tepecoacuilco. éste era el poblado de mayor importancia para toda la zona indí-gena nahua hablante desde las montañas de Huitzuco hasta el río Balsas, y el jefe insurgente de esa regi�n era Hilario estrada. se trat� de una de las numerosas batallas que tu�ieron lugar en esta zona. el capitán realista tam-bién tom� Iguala y permiti� una hora de saqueo16.

A fines de 1811 los insurgentes, bajo el mando de Ga-leana, �ol�ieron a tomar el poblado, defendido por Pedro Quijano. los fusilamientos, los saqueos y las �iolaciones a las mujeres sin duda contribuyeron a profundizar el an tagonismo entre la poblaci�n y las tropas del �irrey, así como el odio entre los partidos combatientes. todo ello muestra c�mo, a pocas semanas de estallar la re�oluci�n armada, iba escalando la �iolencia. Por ejemplo, los rea-listas empezaron a exhibir los cuerpos o las cabezas de los insurgentes derrotados para escarmiento de la pobla-ci�n. Así sucedi� con la cabeza del dirigente insurgente

14 también había trabajadores que por su cuenta buscaban persuadir a la poblaci�n, como en Cacalomacan, toluca, donde un operario minero llamado José María l�pez le�antaba a los habitantes de los pueblos a fa�or de la rebeli�n. los domingos los exhortaba a “�er si salían de la iglesia algunos gachupines para cogerlos”, pero en un combate contra las tropas del rey qued� gra�emente herido de una cuchillada que le cort� la nariz y el labio, y fue hecho prisionero. AGN, Criminal, �. 168, s. n., f. 249.

15 AGN, Criminal, �. 45, 12, f. 367 �.16 los días 3 y 12 de marzo los insurgentes atacaron nue�amente tax-co, pero logr� sostenerse el defensor del real, Mariano García y ríos. se informa que los atacantes �enían bajo el mando de francisco (pro-bablemente félix) rodríguez, quien junto con los hermanos ortiz dirigía a los insurgentes de la zona de sultepec y zacualpan. en esos días de marzo las tropas del rey hicieron expediciones por parte de los realistas hasta teloloapan y tomaron a numerosos prisioneros. los aprehendidos (�éase cuadro 1) precisamente son testigos de lo suce-dido en taxco en los primeros días de los combates en ese real.

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Ignacio rubalcaba, que había tomado los pueblos al po-niente de Cuerna�aca en no�iembre de 1810. Posterior-mente, los insurgentes también exhibieron cabezas de “gachupines”.

en marzo de 1811 entraron los soldados realistas a te-mascaltepec, donde operarios mineros, labradores y car-boneros habían apoyado a los insurgentes. se cometi� todo tipo de atrocidades. Por ejemplo, el alcalde del pue-blo de san Mateo fue fusilado y colgado de un árbol en medio del camino con un cartel al pecho que decía: “Por traidor a Dios y al rey” (ortiz escamilla, 1997: 218-219). el historiador conser�ador lucas Alamán relata que en to luca, a fines de 1811, el comandante realista Porlier man d� fusilar a cien indios, “puestos en fila en la calle prin cipal de toluca, no dejando �i�o más que uno solo, para que fuese a contar esta terrible matanza a sus compa-ñeros” (Alamán, 1972, �ol. 2: 252). Ya en 1812, la crueldad de ambos bandos era tal que francisco Ayala, quien fue

capitán de la Acordada y se había unido a los insurgentes en tepecoacuilco, mandaba a Morelos las cabezas de sus prisioneros europeos. esta práctica fue desaprobada por el jefe, quien le orden� que las colocara en las poblacio-nes para escarmiento de los enemigos y para e�itar que los habitantes se pasaran al bando realista (Hamnett, 1990: 191). Así, con la �iolencia, la incle mencia y la cruel-dad de las contiendas militares, cundía el terror. los in-surrectos mataban a “gachupines” y en algunos casos los descuartizaban; las tropas del rey fusilaban a colaborado-res de los insurgentes y los ahorcaban en las plazas de los poblados o castigaban a todos los habitantes, como suce-di� en el pueblo de Huajintlan, al sur de Cuerna�aca, cu-yos habitantes, niños y mujeres incluidos, fueron ahogados en el río Amacuzac (�éase cuadro 2, núm. 87).

el sustento de las tropas rebeldes al mando de José María Morelos, quien para 1812 había retomado taxco y sus alrededores, se explica por la gran cantidad de nume-

A vuelta de rueda.

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rario y de plata que existía en los reales de minas no�ohis-panos. Veamos por ello algunas de sus características y, en especial, las relaciones sociales que entablaban con sus alrededores.

lOS REAlES dE mINAS Y lAS REdES SOCIAlES QUE lOS vINCUlABAN CON SU ENTORNO

la escasez de numerario en la Nue�a españa era muy gran de. No hay que ol�idar que, parad�jicamente, en este reino, donde abundaba el mineral de plata y cuya moneda circulaba por �arios continentes, en �erdad era apremiante la falta de dinero contante y sonante. entre los trabajadores de muchas regiones el trueque era común, y era frecuente también el endeudamiento de los sectores subalternos en las tiendas y en las empresas agrogana-deras o mineras.

en la economía no�ohispana, los reales de minas ju-gaban un papel central. eran ciudades desde donde ope-raban recaudadores de impuestos y siempre había numerario, ya sea en dinero o en barras de plata. Asi-mismo, mantenían un arsenal importante de p�l�ora —como �imos en el caso de taxco— y había dinero y plata labrada en casa de los ricos propietarios (o de sus administradores). es con el dinero de esos centros mine-ros (además del botín de los saqueos) que se pudo finan-ciar la guerra de los insurgentes. recuérdese que la toma de Guanajuato por los rebeldes fue de gran trascenden-cia, pues así pudieron hacer un mayor acopio de alimen-tos, de pertrechos como p�l�ora, acero y herramientas de hierro, así como de plata labrada y en moneda. se repor-taba que en esa ciudad minera los insurgentes encabeza-dos por el cura Hidalgo habían obtenido como botín 160 000 pesos en moneda de plata, 32 000 pesos en onzas de oro y 309 barras de plata. Cada una contenía 135 marcos y �alía 1 100 pesos, cantidad equi�alente, por ejemplo, al salario anual de un director de una empresa minera, o al salario de cuatro años de un operario minero. Aparte, de los fondos que tenía la ciudad para adminis trar la pro�incia obtu�ieron 38 000 pesos, y del Cabildo de la ciudad 33 000. Por último, de la minería y de los dep�si-tos consiguieron 20 000 y 14 000 pesos, respecti�amente;

de la renta de tabacos, 14 000, y algo más de 1 000 pesos de la renta de correos. o sea, aproximadamente 620 000 pesos (Alamán, 1972, �ol. 1: 265). Guanajuato era una de las ciudades más pobladas de la Nue�a españa, pues contaba con más de 30 000 habitantes, s�lo precedida en todo el reino por Puebla, Guadalajara y la capital (Ala-mán, 1972, �ol. 1: 262)17. Concentraba a muchos propie-tarios de minas y haciendas, a comerciantes, a numerosos artesanos y arrieros, y a grandes contingentes de asalaria-dos.

Para explicar el odio generalizado de la poblaci�n ru-ral hacia los propietarios de minas más poderosos, como en taxco, es importante el hecho de que este centro mi-ne ro se �inculaba estrechamente, como todos los demás, con un hinterland agrario, así como con los pueblos ale-jados de donde pro�enían los indios de “repartimiento” (esto explica, por ejemplo, la íntima relaci�n de Guana-juato con los pueblos de Michoacán). el “repartimiento” de indios para la minería había causado gran desconten-to en el medio rural durante todo el siglo XVIII. se trata-ba de un reclutamiento forzado: en época de bonanza, y con los pri�ilegios otorgados por el �irrey a ciertos in�er-sionistas mineros, se obligaba a los pueblos designados a man dar un porcentaje de trabajadores temporales a las mi nas de esos propietarios o de una compañía fa�oreci-da. Gene ralmente realizaban las faenas, el trabajo en obras muertas o en el desagüe (Mentz, 1997). en estas relacio-nes con su hinterland de productos agrarios y de fuerza de trabajo se daban todo tipo de conflictos por retri-buci�n injusta de productos (maíz, carb�n, sal, jarcia, maderas, etc.) y por retenci�n de operarios debido a su endeudamiento. el descontento �enía de décadas atrás, y se expres� en cuantiosas quejas y numerosos tumultos, como puede apreciarse en el mapa 2, en el que se resu-men algunos de estos e�entos. el mapa muestra el gran descontento acumulado contra los reales de minas, don-de tenían sus empresas los ricos “gachupines” que logra-ban obtener pri�ilegios y que, además, habían impuesto a su propio �irrey en 1808.

17 Alamán incluye todos los campamentos mineros alrededor e in-forma que Guanajuato tenía más de 70 000 habitantes.

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Hay que subrayar que eran los “gachupines”, como Pe-dro romero de terreros o el ya mencionado José Vicente de Anza y sus socios en taxco, los que habían reci bido de los �irreyes exenciones de impuestos y demás pri�ilegios, a diferencia de los propietarios menores (An za, además, era socio de los fagoaga en el real de Huautla). las minas de Anza en taxco acababan de iniciar su bonanza. esas exenciones se autorizaban s�lo al grupo más podero so y rico de la oligarquía, lo cual mostraba la inequidad del sistema político y fiscal, y exacerbaba rencores de los dis-tintos sectores sociales contra los pri�ilegiados, que a su �ez e�adían impuestos y sobornaban a los oficiales reales. Para colmo, un grupo de ellos había dado un golpe de esta do. Así lo percibía con indignaci�n la mayoría de los propie tarios menores de las pro�incias. si consideramos los pueblos del hinterland de los reales de minas y la can-tidad de personas in�olucradas en la minería, el número de inconformes era grande, pues éstos no eran s�lo quie-nes �i�ían en un real, en una mina o en una hacienda de bene ficio, sino que la industria in�olucraba a amplios círculos sociales —muchos de ellos indígenas de las zo-nas más apartadas— que de una u otra forma estaban sujetos, en especial en las empresas de los “gachupines” pri�i legiados por el �irrey18.

Así, los gritos de “¡Muera el mal gobierno y �i�a el rey!” y “¡Vi�a el rey de los cielos y muera el rey de españa y los gachupines que echan a perder la tierra” se habían escuchado ya �igorosamente en la segunda mitad del si-glo XVIII en distintos reales. Como reporta feli pe Castro, en esos tumultos participaron conjuntamente miles de operarios y �arias personas “de respeto”(Castro Gutié-rrez, 1996: 159). esto nos muestra que había pugnas al interior de la clase dominante, así como antagonismos cla-sistas, desde �arias décadas antes de 1810, y que lejos de �i�ir el reino una paz idílica, como quiere hacernos creer

lucas Alamán, las tensiones sociales en estos centros in-dustriales eran frecuentes. Quizá quienes no habían gri-tado “mueras al mal gobierno” por temor a re presalias, o sus descendientes, fueron probablemente quienes en 1810 se le�antaron en armas o simplemente obedecieron a sus patrones insurgentes o a los gobernadores de sus pueblos, y los siguieron con cierta con�icci�n de hacer lo correcto.

en el mapa 2 se puede apreciar que el hinterland de fuerza de trabajo reclutada por medio de la coerci�n de los reales mineros era extenso. los lugares de abasto de maíz, sal, cueros y carb�n cubrían un área bastante amplia. sin embargo, no estaban tan distantes de los reales por los altos precios del transporte. De tal forma que, en nuestra zona de estudio de taxco-sultepec, por ejemplo, los que abastecían de maíz eran las haciendas cercanas y los pue-blos de indios de Iguala y tepecoacuilco, hasta del río Bal-sas y sus afluentes al norte. los pueblos de Ala huistlan y san Miguel Ixtapan eran pro�eedores de sal; los de Coa-tepec-Ixtapan proporcionaban la harina de trigo necesa-ria, mientras cueros, carne, quesos, azúcar y todo tipo de ganado pro�enían de los �alles de teloloapan y de las ju-risdicciones de Cuautla y Cuerna�aca (�éase mapa 1). Por eso, los habitantes de esas regiones mantenían rela-ciones comerciales y sociales intensas. Hay que considerar por otra parte las redes que se tejían específicamente entre los grandes propietarios de minas, haciendas, ranchos y bienes urbanos. Por lo general, ellos residían en la ciudad de México y no donde operaban sus empresas, y como tenían numerosos administradores y sir�ientes, los man-daban de un lugar a otro con frecuencia. entre la élite de taxco, por ejemplo, figuraban en 1810 Gregorio de Aramburu, Juan del Corral, Manuel de á�ila, José de te-llechea y José Vicente de Anza. el último explotaba en ese momento con éxito las �etas Compaña y Archuleta y, como se dijo, fue el único que qued� con �ida después de entrar Morelos en el real. Al analizar a esas familias in�er-sionistas en la minería, simultáneamente hay que estu-diar a sus “a�iadores”, los comerciantes-banqueros que los financiaban. Aparte, se encuentra uno a menudo a sus parientes o socios en otros reales mineros. Así, los An za sobresalen no s�lo en taxco, sino también en Huautla y zacatecas; Antonio de Bassoco en zacatecas y Durango;

18 se repiten con frecuencia las cifras estimadas de máximo 28 000 a 51 000 personas ocupadas en la minería no�ohispana (Brading, 1975: 39; Humboldt, 1966: 48), pero necesariamente habría que in-cluir a todos aquellos que temporalmente tenían que trabajar en las minas, a los que abastecían con sus productos a minas y haciendas de metales y también a los amplios círculos de personas que estaban de manera indirecta relacionadas con la producci�n de plata y depen-dían de su coyuntura.

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los fagoaga, con sus ricas minas de sombrerete, tenían in�ersiones en zacatecas, pero también en sultepec o en Huautla, y así sucesi�amente. los in�ersionistas en el ra-mo minero muchas �eces lo eran en distintos y distantes reales de minas19.

Diferentes eran las redes sociales tejidas por los secto-res medios o altos, entre los que encontramos dueños de unas minas y una hacienda de beneficio, o solamente de unas minas, o s�lo de una fundici�n o de una pequeña hacienda de beneficio, transportistas —dueños de re-cuas de mulas, como el padre del cura Mariano Ma-tamoros—, comerciantes menores y rescatadores de plata (comerciantes del mineral), dueños de pr�speras hacien-

das de labor o de ganado, y de ranchos grandes. los hijos de este grupo por lo común encontraban ocupaci�n en las empresas de sus padres y algunos ingresaban al sacer-docio, por lo que no sorprenden las amplias redes que existían entre los religiosos, jóvenes y viejos, ya sea del clero secular o regular20.

los hijos de propietarios mineros de nuestra zona de estudio se formaron en colegios de las capitales pro�in-ciales, en la uni�ersidad de la capital o en los seminarios regionales, como el de san Nicolás, en Valladolid, desde donde el cura Miguel Hidalgo había ejercido gran in-fluencia como maestro y rector. Además existían amplias redes de parentesco, lo que tal �ez explique el gran tejido

Mapa 2

20 Algunos ejemplos de las clases intermedias —no los más ricos, ni los más pobres— en la Nue�a españa, sus propiedades y familias se analizan en Mentz, 2003. en esos estudios de caso se percibe con claridad la importancia de las carreras eclesiásticas de los �ástagos de esas familias.

fuente: elaboraci�n propia.

19 sin embargo, entre la oligarquía no�ohispana ligada a esos nom-bres había profundas diferencias políticas desde 1808. J. M. fagoaga y el Marqués de rayas, por ejemplo, participaban acti�amente en las conspiraciones proindependentistas. los �ínculos conspiratorios del último llegaban hasta Mérida.

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de curas proinsurgentes, en especial en las zonas de tolu-ca, temascaltepec, sultepec y zacualpan. esto se comprue-ba en el caso del mismo cura Hidalgo, quien por par te materna tenía numerosos familiares en sultepec, donde fungieron como líderes locales sus primos hermanos Mariano y tomás ortiz. otro religioso de la zona era José Antonio Gutiérrez, originario de Metepec y cercano a los hermanos ortiz, quien había sido “insurgentísimo” —se-gún rezan informes an�nimos encargados por el gobierno realista— desde los primeros días de la rebeli�n. Como reporta Van Young, se decía que Gutiérrez era “declarado enemigo de los europeos”, había ganado a mucha gente para la causa insurgente y tenía a su mando una fuerza de indios. Años más tarde, fue párroco en Alahuistlan mien-tras �i�ía en toluca y un �icario se encargaba de su parro-quia. Con la fuerza del lenguaje de denuncia del momento, se afirmaba en el informe an�nimo sobre Gutiérrez que su per�ersidad era tal que sus arengas pú blicas contra el régimen anulaban los esfuerzos de diez cu ras leales: “en suma este cura, en odio a los europeos y afecto a la re�olu-ci�n, es otro Hidalgo [o] Morelos… capaz de destruir mil reinos” (cit. en Van Young, 2006: 469-470)21.

también destacaban como partidarios del mo�imien-to re�olucionario en 1811 los mercedarios del con�ento de san Antonio, en sultepec. el fraile Pedro flores se des-cribía como “afectísimo a la insurrecci�n”, y como insur-gentes “tímidos” se define a los padres Pérez y salazar, del mismo con�ento (Van Young, 2006: 464-465)22. Vemos así la relati�a capacidad de persuasi�n de los familiares o curas cercanos a Hidalgo, misma que apro�ech� el diri-gente de Dolores desde épocas de la conspiraci�n de Querétaro, pues mand� cartas a gran cantidad de religio-sos de ciudades y pueblos, anticipando la re�oluci�n y planeando que tomaría la ciu dad de México el 1 de no-�iembre. De este modo, llegaron men sajeros indígenas (los otomíes del Bajío deben haberse encargado de la difusi�n de las cartas) a muchos lugares ale jados, inclusi�e a Cuer-na�aca, como �eremos más adelante.

la personalidad del cura Hidalgo atrajo a un número considerable de religiosos hacia su causa, por sus redes de parientes, exalumnos y colegas en lugares lejanos. todos ellos eran figuras de autoridad en esta sociedad estamental: intelectuales del medio rural no�ohispano, los que sabían leer y escribir, y que cada domingo podían difundir en misa sus ideas, tanto religiosas como polí ti-cas. en ese sentido, eran las personas más respetadas conforme a la �isi�n estamental-medie�al predominan-te: mediaban entre la sociedad y Dios, sabían lo que eran pecados y �irtudes, eran los expertos en distinguir entre el bien y el mal.

Para comprender el hecho de que comandantes insur-gentes se hayan �alido de numerosos religiosos como sus asistentes, es fundamental señalar que en el medio rural escaseaba la gente que sabía leer y escribir. Hermenegildo Galeana, por ejemplo, rico hacendado de zacatula, en la costa, y excelente militar y estratega de José María More-los, no sabía leer ni escribir. también eran analfabetos muchos comerciantes, rancheros y operarios calificados, o tenderos, como los de san francisco teteca la. la im-portancia que adquirieron los sastres o barberos alfabeti-zados, o un jo�en de zinapécuaro de 19 años sin oficio entre las huestes del ranchero rubalcaba sin duda se de-be a que sabían escribir y se les podía dictar cartas y ofi-cios (�éase cuadro 2, núms. 64 y 89, y 48 y 63). Durante la guerra, esa habilidad era fundamental para lle�ar el re-gistro de la gente, los pertrechos y el botín adquirido; y para los comunicados con otros comandantes, s�lo por enumerar unos ejemplos23.

en zonas mineras alejadas también se hizo sentir rápi-damente la insurrecci�n contra los “gachupines”, como sucedi� en tlatlaya, donde destac� la participaci�n del cura local, y cerca de Amatepec, donde los insurgentes te-nían campamento en 1811, como lo informa un declaran-te. el párroco suplente de tlatlaya, José l�pez Cárdenas, oriundo de sultepec, cuando comenz� la insurrecci�n de Dolores ley� desde el púlpito de su iglesia un edicto del

21 Posteriormente Gutiérrez fue tesorero de los insurgentes y dipu-tado en el Congreso Insurgente de Chilpancingo.22 también relata este historiador c�mo el mercedario José Monte-negro había “alucinado” a los j��enes de ese lugar.

23 José María Morelos se refiere mucho a la necesidad de contar con gente en los ejércitos que supiera leer y escribir, en una carta a ray�n, septiembre de 1812, en Guedea, 1995b: 82. sobre los Galeana, �éase Hernández Jaimes, 2002.

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padre Miguel Hidalgo en el que se ordenaba a los parro-quianos construir una trinchera o cerco para defender al pueblo de un posible ataque realista. Posteriormente, es-te entusiasta cura reuni� públicamente fondos para cele-brar algún triunfo del cura insurgente Morelos. es de cir, en este alejado pueblo había un gran entusiasmo por la causa rebelde, lo que explica que en sultepec y los pue-blos al sur (Amatepec y tlatlaya) se establecieran campa-mentos insurgentes24.

Muchos j��enes recién reclutados en el Bajío se sintie-ron animados para unirse a la re�oluci�n por el hecho de que, en octubre de 1810, las autoridades religiosas ru-rales en Malinalco y zumpahuacan aprobaron la insu-rrecci�n, como leemos en sus declaraciones, al igual que los religiosos de toluca. el entusiasmo rural a fa�or de la rebeli�n en esas zonas debe explicarse también por los conflictos entre los indígenas y las grandes empresas agrícolas y mineras25. las declaraciones mencionan tam-bién a la “santísima Virgen” y las alentadoras palabras de sacerdotes (�éase cuadro 1, núms. 13 y 44). Informan los decla rantes que habían seguido desde el Bajío al insur-gente rubalcaba, que en toluca los habían tratado muy bien en el con�ento donde se hospedaron e igualmente un religioso en Malinalco (�éase cuadro 2, núm. 74). un jo�en de Jerécuaro, de 17 años, decía en su declaraci�n, por ejemplo, “que no le parecía que era malo [marchar con los insurgentes], respecto a que por los más lugares donde transit�, como fue Acambay, le replicaron” (�éase cuadro 2, núm. 64). Pero no debemos ol�idar que había tanto religiosos prorrebeldes como prorrealistas (�éase cuadro 1, núms. 13, 28; cuadro 2, núms. 47, 56, 63, 74).

CAmpESINOS CON HONdAS Y pAlOS SE SUmAN A lA lUCHA. ¿QUIéNES ERAN “gACHUpINES” EN lOS vAllES dE TOlUCA Y CUERNAvACA?

A pesar de la retirada hacia el norte de Miguel Hidalgo y el “ejército grande” (como decían los participantes en la guerra), y de la represi�n por parte de las tropas del rey en los pueblos que habían apoyado a los “trozos” insur-gentes en su paso durante el año de 1811, el apoyo abierto o clandestino a la re�oluci�n en nuestra zona de estudio, incluyendo los �alles de toluca, no decay�. entre enero y junio de 1811 los informes del comandante realista Gu-tiérrez al �irrey mostraban desesperaci�n: por ejemplo, al referirse a los enemigos en Cacalomacan, donde se en-frentaban los ejércitos, decía que “en los pueblos inme-diatos comenzaron los indios a tañer las campanas, con gritería incomparable”; o hablaba de la inseguridad que se �i�ía en las cercanías de santiago tianguistenco, de Ca-limaya o de Metepec26. el comandante siempre hacía re-ferencia a la falta de armas de los agricultores, artesanos y operarios insurgentes que luchaban s�lo con garrotes, palos y azadones. especial menci�n debe hacerse de las hondas, sin duda el arma más socorrida en el campo. Datos etnográficos podrían sostener su amplio uso aún en la actualidad. elaboradas de manera casera con fibras �egetales, las hondas formaban parte desde la niñez de los ape ros de la gente del campo, aun de la más pobre. Con ayuda de ellas y con piedras cazaban conejos, derribaban a�es, sacaban al ganado de sus milpas. Así, las piedras eran una �erdadera arma y jugaron un papel �ital en los motines, tumultos o rebeliones de la época. obsér�ense para nuestra zona de estudio las frecuentes menciones de piedras o garrotes, y la ausencia de armas entre los insurrectos —o los acusados de serlo— en el cuadro 1 (núms. 9, 24, 43), así como en el cuadro 2 (núms. 55, 77 y 85). solamente en el caso excepcional de que hubiera hierro en una hacienda o rancho, se elaboraban precipi-tadamente unas lanzas para los gañanes, de tal manera que sí había impro�isados “lanceros”, sobre todo en las tropas preparadas por hacendados.

24 Van Young describe ampliamente las distintas actitudes de los curas proinsurgentes de esta zona. sin embargo, en su interpretaci�n general subraya que ellos no fueron más de 30% e inclusi�e menos, del total de sacerdotes no�ohispanos. Más que incitar a su feligresía, dice, la mayoría más bien la siguieron o pretendieron cierta postura fa�orable para conser�ar su control en localidades abiertamente re-beldes. Véase Van Young, 2006: 460-466 y 479.25 Desde antaño zumpahuacán fue obligado a ser�ir en las zonas mineras y en la segunda mitad del siglo XVIII en Malinalco se habían exacerbado los conflictos por agua entre los pueblos y la hacienda de Jalmolonga. ésta también era propiedad del in�ersionista y gol-pista Gabriel J. de Yermo. 26 AGN, operaciones de Guerra, �ol. 402, f. 15, 19 y 20.

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Aunque el “ejército grande” de Hidalgo contaba con armamento e incluso artillería, los pequeños contingen-tes dispersos que luchaban en el centro y sur del país por la causa insurgente padecían la escasez de armas, como se comprueba en las declaraciones posteriores de muchos participantes (ortiz, 1997: 47-48)27. en nuestra zona de estudio es e�idente que miles de flecheros y honderos acompañaban a Morelos en diciembre de 1811 cuando atac� Chiautla o Izúcar, o después, cuando defendi� Cuautla. flechas, garrotes, hon das con piedras, o sola-mente piedras, fueron sus armas en las contiendas. In-cluso lleg� a ser impresionante, la habilidad de los protagonistas pueblerinos para elaborar parapetos de piedras y para atacar, desde el techo de sus casas, a las tro-pas realistas, como fue el caso de Izúcar, a fines de 1811,

donde fueron rechazadas por una “multitud de gente ar-mada de piedras, hondas y flechas” que coronaba las azo-teas de todas las casas circun�e cinas (Alamán, 1972, �ol. II: 276)28.

la falta de hierro en los pueblos —y su abundancia relati�a en empresas mineras o en haciendas que conta-ban con fraguas (herrerías) y cobre para los cazos (si eran azucareras)— se reflej� cuando los insurgentes llegaron a los poblados ubicados al poniente del actual estado de Morelos. Por las declaraciones de los reos sabemos c�mo llegaron del Bajío �arios grupos de insurgentes bajo las �rdenes de Allende. Aunque este dirigente march� en otra direcci�n, un grupo se separ� y lleg� por tetecala a la hacienda de san Gabriel y a los demás pueblos y empre-sas azucareras del �alle de Cuerna�aca. este grupo estaba

27 ortiz (1997: 47-48)opina que no hubo escasez de armas, pero en su estudio sobre todo sigue al ejército más importante de Hidalgo, en el que participaban numerosos soldados pertrechados.

28 sobre los indios honderos en Cuautla, �éase ortiz, 1997: 326 y ss. sobre la importancia que Morelos daba a los honderos y a la estra-tegia de subir la mayor cantidad posible de piedras a las azoteas �éa-se Chá�ez orozco, 1976: 77.

Venustiano Carranza, Chiapas, 2005.

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encabezado por el ranchero de Jerécuaro Ignacio rubal-caba, quien perdi� la �ida al entrar a esa �illa (�éase cuadro 2, núms. 46, 48, 50, 62, 63 y 64).

Aunque en Cuerna�aca amigos de Miguel Hidalgo ha-bían conspirado en fa�or de la insurrecci�n entre sep-tiembre y octubre de 1810 —sobre todo el cura y doctor estanislao segura, junto con algunos principales de la república de Indios—, en no�iembre, en el momento del enfrentamiento abierto, cuando llegaron los “trozos” del ejér cito con “plebeyos” armados, el subdelegado de Cuerna�aca Manuel de fuica huy� pero el �ecindario ce-rr� filas en contra de los rebeldes29. Así, en la primera y única batalla abierta de este grupo insurgente en la entra-da del sur de la �illa, en Chipitlán, entre temixco y Cuer-na�aca, muri� el ranchero de Jerécuaro. según se lee en las declaraciones, los “soldados de a caballo” que llegaban del Bajío con Ignacio rubalcaba recibían un peso y los demás 4 reales diarios. Pero no tenían como armas sino palos, garrotes y hondas. en tetecala, en los demás pue-blos grandes y en las haciendas se saquearon las tiendas, que eran �erdaderos paraísos para la gente humilde. en un caso s�lo se rob� la mitad de las mercancías, pues es-taba en “compañía”: una mitad era de un “gachupín” y la otra no. N�tese c�mo era complejo para los mismos par-ticipantes distinguir entre los americanos y los gachupi-nes. sin embargo, en el pueblo Xochitepec, donde había una tienda de un europeo, la principal meta fue el hierro que ahí se guardaba, para labrar unas lanzas. Para ello un tendero local, simpatizante de los insurgentes, pri mero hizo una muestra de tejamanil, misma que luego copi� el herrero del pueblo (�éase cuadro 2, núm. 85). según este artesano, cuando termin� de fabricar las lanzas casi se las arrebatan, pero él le entreg� las tres que acababa de hacer al hijo del gobernador del pueblo.

en este pueblo de Xochitepec fueron tres los indi�i-duos que organizaron a los habitantes y participaron en

el intento de tomar la ciudad de Cuerna�aca y la hacien-da de temixco: el tendero, el gobernador Pascual de los reyes y su hijo Cirilo. terminaron apre hendidos después de la batalla de Chipitlán, junto con los demás. en su declaraci�n, explicaban que un indígena principal de Cuerna�aca, probablemente miembro del Cabildo (la república de Indios) fue notificado por rubalcaba de su llegada. también había precisado al gobernador de Xo-chitepec a no obedecer si los llamaban de parte del Juzga-do de Cuerna�aca. Que los insurgentes �enían “destruyendo a los gachupines y dando tierras y aguas a los naturales”. Por esa raz�n el gobernador obedeci� y apoy� a los insurgentes (�éase cuadro 2, núm. 86). los re-yes, el herrero y el tendero fueron condenados a presidio en la Habana.

obsér�ese c�mo la promesa de adquirir tierras y aguas anim� a los indígenas de los pueblos de esta zona a par-ticipar en la guerra; también se unieron sectores medios, como administradores, y aun hacendados azucareros que eran ri�ales del acaparador de aguas y tierras de la zona, Gabriel J. de Yermo. Pascual reyes menciona en su declaraci�n que el teniente de Justicia de tlaquiltenango lleg� con muchos indios de dicho pueblo; que participa-ban asimismo el gobernador de Atlacholoaya, los de Jo-jutla y alguna “gente de raz�n” de la hacienda de treinta Pesos, entre otros muchos. es decir, en ese momento ha-bía numerosas personas de sectores sociales muy hetero-géneos con�encidas de la bondad de la causa de buscar un gobierno “criollo”, de los americanos, y combatir a los “gachupines”30.

Cabe subrayar las complejas relaciones sociales en el �alle de Cuerna�aca. sus fértiles tierras irrigadas termi-naron acaparadas por las haciendas azucareras, con las que los pueblos tenían gra�es conflictos por límites, por aguas, por montes y leña, como ha mostrado amplia-mente la historiografía31. en Cuerna�aca, los conflictos

29 Mayores detalles en Mentz, en prensa. el doctor estanislao segura, en una tertulia en todos santos, dijo que los insurgentes querían un gobierno criollo, que el �irrey era un traidor y Yermo un pícaro, que hacía dos años que estaba gobernando el reino, “pues él ponía y qui-taba �irreyes, y que europeos habían dado ejemplo a los americanos para hacer lo mismo”. AGN, Criminal, �. 39, 3, f. 143. Al doctor se le hizo un juicio de infidencia y termin� preso en la ciudad de México.

30 Mariano Valdo�inos, enemigo de Gabriel J. de Yermo y su �ecino, dueño de las haciendas de treinta Pesos y san Miguel, apoy� a los rebeldes, como harían otros de la zona de Yautepec, quienes le en�ia-ron a Morelos a Cuautla una porci�n de cobre en febrero de 1812. 31 Durante el siglo XVIII, cuando la poblaci�n había aumentado en las comunidades, también crecieron algunos ingenios azucareros. A fines del siglo, los miembros del consulado de comerciantes de la

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se dirigían sobre todo contra los intereses del latifundio temixco-san Gabriel en manos de Gabriel J. de Yermo, pues desde 1803 proyectaba un gran canal de irrigaci�n y los perjudicados, pueblos y hacendados menores, ha-bían manifestado sus quejas y protestas en múltiples do-cumentos (Mentz y Pérez, 1998: 11-44).

los líderes insurgentes supieron apro�echar la necesi-dad de tierras y aguas de los habitantes de estos �alles y su odio hacia los nue�os in�ersionistas modernizadores. Hay que mencionar la enorme diferencia existente entre los grandes emporios ganaderos-azucareros (también productores de aguardiente, cuyos impuestos eludían) en manos de comerciantes-in�ersionistas —como temix-co-san Gabriel en Cuerna�aca y santa Clara Montefalco-tenango en Jonacatepec— y las haciendas menores o ranchos pr�speros. Por eso hay que hilar los argumen-tos con cuidado para explicar, en general, la so lidaridad en la guerra contra los “gachupines” que se dio entre los grupos rebeldes y los hacendados menores, los adminis-tradores y empleados de ingenios azucareros, y los due-ños de empresas mineras menores32.

Probablemente el término “europeo” o “gachupín”, �isto desde el punto de �ista de los re�olucionarios, deba ajustarse a personajes distintos según la zona. en general designa a los funcionarios reales de mayor rango, los re-caudadores de impuestos, los in�ersionistas más ricos de la ciudad de México y los administradores europeos de sus grandes y ricas empresas. sin embargo, en cada re-gi�n hay que obser�ar las �ariaciones locales, pues el nombre tiene que �er, sobre todo, con la postura política

que asumieron en ese momento. en la zona de taxco proponemos que también lo eran los propietarios mine-ros y comerciantes más ricos, y en los �alles azucareros, las familias de los ingenios más grandes (simultáneamen-te fábricas de aguardiente y empresas ganaderas), como en la zona de Cuautla-Jonacatepec la familia sal�ide-Icazbalceta-Musitu o la familia Michaus; o en Cuerna�a-ca, la familia Yermo o el mismo gobernador del estado del Marquesado del Valle o sus administradores33.

Hay que tener presente que en los últimos años del si-glo XVIII se había acelerado la concentraci�n de la rique-za en manos de grandes comerciantes-in�ersionistas. Para ellos, los ingenios azucareros, las fábricas de aguardiente, las haciendas cerealeras o ganaderas y las empresas mi-neras y demás bienes urbanos formaban parte de un conjunto mayor del total de sus in�ersiones. Además, en-tre esa oligarquía se encontraba el grupo que perpetr� en 1808 el derrocamiento del �irrey y que impuls�, a su �ez, negocios propios muy jugosos. sus ri�ales fueron, como obser�amos en nuestra zona de estudio, los propietarios de empresas menores, haciendas y ranchos, con raíces lo-cales, y los sectores de profesionistas y religiosos, dirigen-tes a ni�el pro�incial, que se oponían a aquel grupo de la oligarquía (los “gachupines”), el cual controlaba el nu-merario, los créditos, los pri�ilegios y, desde el golpe de 1808, el poder político. Como decía el propio cura de Cuer na�aca en una tertulia, los europeos mostraron c�-mo quitar y poner �irreyes, y ahora eso mismo harían los americanos.

en ese sentido coincidían los intereses de los sectores medios de taxco-sultepec con los de Cuerna�aca y, pro-bablemente, de otras zonas no�ohispanas. el mismo comandante realista félix María Calleja escribía desde zacatecas al �irrey el 20 de enero de 1811:

Voy a hablar a V{uestra}e{xcelencia} castellanamente, con to da la franqueza de mi carácter. este �asto reino pesa de-

ciudad de México concentraban en sus manos más de 60% de la pro-ducci�n de azúcar de Cuerna�aca-Cuautla. Modernizaron la indus-tria, establecieron fábricas de aguardiente y dominaron los canales de comercializaci�n interregional e internacional. Como necesitaban tierras, aguas, leña, maderas y pasturas para hacer producti�as sus empresas, su �oracidad sobre los recursos fue notable. Aunque la resistencia de muchos pueblos y el apoyo legal recibido sin duda les permiti�, en algunos casos, conser�ar sus antiguos territorios o re-cursos, en muchos otros, sobre todo en Cuautla-Jonacatepec, los perdieron. Véase sánchez santir�, 2001; Mentz, 1988; Martin, 1985; entre otros.32 Mariano Matamoros era cura de Jantetelco, pueblo rodeado precisa-mente por comunidades en conflicto contra el emporio “gachupín” de las haciendas santa Clara y tenango. esa experiencia explica, quizá, que haya tomado el partido contra los europeos. Mayor discusi�n sobre el papel de los curas en Van Young, 2006: 460.

33 Aunque M. ángel Michaus era ad�ersario político de Yermo, es de interés su participaci�n en la guerra, armando a los operarios de sus haciendas, y también su a�idez por tierras en plena guerra, al expresar su exigencia “que se le satisfagan, si no en reales, en tierras realengas, los daños que han sentido sus haciendas de Buena�ista y santa Inés durante el sitio de Cuautla”, en AGN, Indiferente de Gue-rra, �. 401a, s. f. (1812).

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masiado sobre una metr�poli cuya subsistencia �acila: sus naturales y aun los mismos europeos están con�encidos de las �entajas que les resultarían de un gobierno independien-te, y si la insurrecci�n absurda de Hidalgo se hubiera apoya-do sobre esta base, me parece, según obser�o, que hubiera sufrido muy poca oposici�n. Nadie ignora que la falta de nu-merario la ocasiona la península; que la escasez y alto precio de los efectos, es un resultado preciso de especulaciones mercanti-les que pasan por muchas manos, y que los premios y recom-pensas que tanto se escasean en la colonia, se prodigan en la metrópoli34.

lOS OpERARIOS dE HACIENdAS AZUCARERAS Y lOS CAmpESINOS HABlANTES dEl mExICANO. “gAllETA” Y pAN dE TRIgO versus totopos dE TORTIllAS dE mAíZ

si bien en las jurisdicciones de Cuerna�aca y Cuautla el contraste entre pueblos y hacendados era profundo, por

sus conflictos por los recursos, también en las empresas la situaci�n laboral enfrentaba a los operarios con los ad-ministradores y dueños, aunque el control ejercido por los últimos podía ser férreo y el dominio absoluto: en cier-tas zonas aún había escla�os (sobre todo en los emporios del oriente) y por ello las relaciones se han caracterizado como escla�istas y feudales, a la �ez que específicas de una industrializaci�n colonial35. Durante la guerra fue muy frecuente que los sir�ientes siguieran a sus patrones, ya sea en batallones realistas o en grupos insurgentes, pero también se dio el caso, como en Izúcar en diciembre de 1811, de que los trabajadores de un ingenio azucarero terminaran por abandonar a sus patrones y se incorpo-raran al bando de los insurgentes. Muestra esa regi�n azu-carera del sur de Puebla un antagonismo entre pueblos y grandes ingenios similar al de Cuerna�aca o Cuautla. Precisamente la captura de Izúcar fue de gran importan-cia para la lucha de José María Morelos, pues consolid� tempo ralmente su poderío en esa zona. sobre el proce-

Hornos de fundici�n, Mineral de Pozos, Guanajuato, 2008.

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34 AGN, operaciones de Guerra, �. 8, f. 142, también citado en Alamán, 1972, �ol. 2: 138, y en Chá�ez orozco, 1976: 43. subrayado mío.

35 Véase sánchez santir�, 2001; Mentz, 1999, así como la bibliogra-fía de la nota 2.

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der de estos grupos subalternos, gañanes y empleados en las haciendas, en los álgidos primeros momentos de lu-cha, es difícil lanzar generalizaciones.

se sabe que el mencionado in�ersionista en la regi�n de Cuerna�aca, Gabriel J. de Yermo, contaba con un gru-po de “lanceros” especializados, mismo que particip� en los combates al poniente de la ciudad de México en octu-bre de 181036. Pero aunque los gañanes de sus haciendas de temixco y san Gabriel (muchos exescla�os) habían mostrado lealtad hacia su patr�n en las luchas de 1810 y 1811, un año más tarde, al inicio de 1812, algunos de te-mixco fueron encarcelados como insurgentes. esto se ex-plica por la desconfianza que pre�alecía en la zona. la tensi�n social era grande, dado que tropas rebeldes con-trolaban la regi�n (entre diciembre de 1811 y finales de 1812) y se concentraban en Cuautla. A 12 operarios del in-genio de temixco, entre ellos el indio José l�pez (40 años), el mulato francisco Antonio (machetero de 16 años), el mulato arriero eustaquio reyes (22 años), Bernardo de Carpio, mulato cortacañas (16 años) y a Nicolás Bocardo (20 años) se les acus� de haber intentado liberar a un in-surgente de la cárcel. los testimonios de los operarios permiten remontarnos a octubre de 1810 y obser�ar de cerca c�mo estos trabajadores de la empresa de Yermo tu�ieron que participar en la guerra. Así relata el maestro de azúcar Juan l�pez, a quien se le denomina en el docu-mento “indio de la hacienda de temixco”, que había sido nombrado “cabo” en la operaci�n militar de las Cruces. también participaron en esa batalla los otros acusados. Al ser aprehendidos a inicios de 1812, la indignaci�n de los operarios fue grande. se les acusaba de ser c�mplices de aquellos que querían liberar al insurgente Juan, alias “el Pel�n”, pero Juan l�pez explicaba que, al contrario, él había apoyado a “los gachupines” en las “guerras de las Cruces, temixco, taxco, zacualpan, Iguala y últimamen-

te de resguardo en san Gabriel”37. estas declaraciones nos permiten �er la forma en la que combati� el ejército particular de Yermo con las tropas realistas en esos pun-tos entre diciembre de 1810 y marzo de 1811.

A pesar de haber mostrado lealtad al patr�n en ocasio-nes anteriores, en los primeros meses de 1812 pes� el an-tagonismo laboral y social, que delimitaba las �erdaderas fronteras de clase entre los trabajadores y los dueños de la hacienda, y por ello los propietarios no dejaron de sos-pechar de los 12 trabajadores. Al buscar la autoridad de Cuerna�aca a los posibles c�mplices en la liberaci�n del insurgente preso, aprehendieron a estos operarios. final-mente, fueron condenados al “ser�icio de la zanja”, una gran obra pública de fortificaci�n de la ciudad de Méxi-co, ca�ando un foso alrededor de ella. el foso no lleg� a concluirse pero en su exca�aci�n se ocuparon cientos de presos. De los remitidos en esa ocasi�n de Cuerna�aca, murieron siete. Meses después del supuesto acto de sedi-ci�n, en septiembre de 1812, de los que permanecían �i-�os, se dio libertad a tres y uno tu�o que entrar al ser�icio de las armas realistas38.

Hemos �isto que la guerra coloc� a las autoridades de los poblados del medio rural en una situaci�n muy em-brollada y comprometida. si bien unos gobernadores de indios se sumaron a los insurgentes, otros, como el de Jiutepec, pueblo cercano a Cuerna�aca, huían al igual que los peninsulares con cargos altos. Cuando los insur-gentes tomaron Cuerna�aca, en enero de 1812, rosalino José, gobernador de ese pueblo, huy� “con los señores” a México; es decir, acompañ� a las autoridades de Cuerna-�aca a la capital del reino y luego al sitio de Cuautla. Pero regres� a su pueblo. entonces, el comandante insurgente de Cuerna�aca, el cura Herrero, encarcel� al gobernador realista, quien sin embargo sali� con permiso de no au-sentarse de la �illa. Ahí lo �io el padre �icario de Jiutepec, llamado G�mez, y le dijo:

las cosas están muy malas, “porque �es que Calleja no ha podido entrarle a Morelos desde a los principios, ya no le entra… que los gachupines ya no volverán a sus casas”, que 36 Decía un informe militar de octubre de 1810 de Cuajimalpa que

“como los lanceros que traen los insurgentes �ienen �estidos poco más o menos como los del señor Yermo, nos ha parecido con�e-niente que para que se distingan, mande dicho señor Yermo una especie de banda encarnada o amarilla, de cualesquiera género or-dinario”. AGN, operaciones de Guerra, �ol. 402, s. n.

37 AGN, Criminal, �. 46, e. 19.38 AGN, Criminal, �. 46, e. 19, f. 476. sobre las relaciones de produc-ci�n y de clase en estas zonas, �éase sánchez santir�, 2001: 307-308.

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estaban cercados, porque Villagrán tenía 7 000 hombres y estaba acampado en Chalco, cuyo camino de comunica-ci�n con México se lo tenían cortado al señor Callejas: “que habían abierto los puertos a los franceses, quienes venían en defensa de los americanos, y que el señor Porlier con s�lo 50 hombres se había quedado, estaba para pasarse con ellos a fa�or de los insurgentes…”, que luego el declarante oy� al padre tan apasionado por los rebeldes, sin reiterarle su sú-plica ni hablarle más sobre ella, se despidi� y se �ino para esta �illa39.

lejos de permanecer ajenos a lo que sucedía en el mundo, los líderes indígenas y los religiosos pueblerinos reci bían toda clase de informaci�n y de rumores esperan-zadores sobre el panorama político. eran conscientes de que les podía fa�orecer un régimen francés emanado de la re�oluci�n de 1789 (que destituy� una monarquía); y también se hablaba entre los rebeldes de manera fa�ora-ble sobre sus contactos con los norteamericanos, quienes les �enderían armas. De tal forma que el antes nombra do “diab�lico” Napole�n (enemigo de su Majestad Cat�li-ca) o los “herejes” norteamericanos habían adquirido en 1812 tintes muy positi�os, incluso para algunos sectores pueblerinos tradicionales de la Nue �a españa. en esta re-�oluci�n los dogmas, el lenguaje y los conceptos del régi-men monárquico y estamental se iban resquebrajando, a la �ez que en todo el reino se le�antaban armas y garrotes contra los funcionarios y algunos patrones europeos.

Con independencia del papel de las autoridades polí-ticas, los contrastes de clase en los �alles del actual estado de Morelos (entre operarios y dueños, agricultores de pueblos y empresas) se agudizaban por las discordancias lingüísticas y culturales40. los pueblos de indios de la zo-na, aunque muy diferenciados internamente y formados en gran medida —sobre todo en las cabeceras— por mulatos y mestizos, mantenían una noci�n clara de lo propio y el contraste econ�mico y cultural de su mundo y el de habla castellana de las haciendas. esto se manifies-ta en la rele�ancia de la lengua náhuatl o “mexicana” para comunicarse. Aunque quizá no se tom� declaraci�n

a los indígenas monolingües aprehendidos, y no tene-mos muchas e�idencias documentales de ellos y de su participaci�n en la lucha, sabemos que ocho pueblos in-dígenas de Jojutla pidieron en enero de 1812 a Nicolás Bra�o, comandante rebelde de su zona, que quitara a Mi-guel de figueroa, encargado del distrito, y que en su lugar pusiera a Juan de oli�án, residente y nati�o de Jojutla, pues decían que “entendía el idioma mexicano”, asunto esencial para las comunicaciones con los pueblos. según los indios, figueroa era alti�o y desdeñoso con ellos41. la importancia de la poblaci�n indígena de esta zona para los insurgentes se ad�ierte toda�ía en 1813, en el caso del regidor de Jojutla Juan Antonio tlascoapan —probable-mente de linaje de antiguos dirigentes de lengua “mexi-cana” de la zona—, quien permiti� que en su casa se reunieran Vicente Guerrero y Nicolás Bra�o en no�iem-bre de ese año (o tal �ez antes), preparando las conferen-cias sobre la instalaci�n del primer congreso nacional (l�pez, 1994:13). Juan Antonio tlascoapan fue fusilado en tlaquiltenango el día 6 de no�iembre por ser partida-rio de la insurrecci�n y por haber alojado a los jefes in-surgentes.

otro ejemplo de los contrastes en la zona de estudio entre el mundo castellano y el indígena, entre las tropas del rey y los rebeldes, son las armas y los alimentos de am-bos bandos en esos años. Aunque sin duda esto no puede generalizarse, si obser�amos los informes proceden tes del sitio de Cuautla, entre los primeros predominan las espadas y las armas de fuego, sobre todo la artillería. la co-mida se basaba en galleta, o sea, la dieta estaba basada en pan de trigo y carne. en cambio, con los insurgentes se encuentran grandes cantidades de flechas y hondas co-mo armas principales, y totopos “como los usan los arrie-ros”, o sea una alimentaci�n basada en tortillas de maíz42.

finalmente, cabe mencionar lo peligroso y aterrador que era para la poblaci�n rural la in�asi�n de sus regio-nes por parte de las tropas rebeldes, que exigían apoyo y

39 AGN, Criminal, �. 44, e. 11, f. 291�. subrayado mío.40 Véase bibliografía especializada mencionada en las notas 2 y 35.los contrastes podían ser menores en zonas de campesinos pr�spe-ros y haciendas menores, como en Yautepec. Véase Martin, 1885.

41 este incidente lo reporta Hamnett, 1990: 173, basado en una carta de Nicolás Bra�o al coronel Vicente Bra�o, del 26 de enero de 1812. 42 ob�iamente los rebeldes también contaban con armas como los realistas, pero resaltan las sencillas del hombre de campo. Véase in-formes de marzo de 1812 sobre el consumo del ejército: galleta o pan, sal, manteca, arroz, frijol y carne de res en Chá�ez orozco, 1976: 74,

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amenazaban con matar a quienes no obedecían. Ni los líderes ni los pobladores comunes y corrientes sabían si gritar “¡Vi�a el rey!” o “¡Vi�a la Virgen de Guadalupe!”; si “¡Vi�a españa!” o “¡Vi�a América!” un artesano �elero, aprehendido por las tropas realistas en Jojutla, decía que era falso que hubiese estado en la batalla de temix co, que:

s�lo lo aprehendieron porque le dieron la �oz de quién �i�e, y se turb� en responder, pensando que si respondía “espa-ña” podían matarlo los insurgentes, y si respondía “Nuestra señora de Guadalupe”, lo mataban los de acá, y pues, no res-pondi� nada43.

los cuadros 1 y 2 muestran una gran heterogeneidad en la composici�n de los grupos rebeldes de 1810 a 1812. era alto el porcentaje de indios y el de españoles44. en este caso, la muestra utilizada se tom� al azar, pues se trata de un total de 172 reos que fue ron aprehendidos en la zona de estudio y que rindieron su declaraci�n en Cuerna�aca o en la ciudad de México. el predominio de indios, 51% del total, seguido de españoles, 26%; mestizos, 17%; mu-latos 4%, y un asturiano45, entre otros, es congruente con los cálculos basados en estadísticas sumamente amplias de eric �an Young. sin embargo, las designaciones “espa-ñoles”, “indios”, “mestizos” y “castas” en realidad reflejan una �isi�n estamental, colonial, administrati�a y, sobre todo, fiscal. recuérdese que, para la real Hacienda del reino no�ohispano, el rubro de la contribuci�n del tribu-to que pagaban los “indios” era fundamental y ocupa ba el tercer lugar después de los impuestos sobre la plata y el comercio (exceptuando “estancos”). Además, la “cali-dad” de las personas, como se expresa en el lenguaje de

esa sociedad estamental, con frecuencia no proporciona mayor informaci�n social, ya que “español” podía ser un jo�en recién llegado de la Península Ibérica que trabajaba con un tío muy acaudalado o podía ser un arte sano po-bre —como los de los cuadros 1 y 2—, cuyos ancestros radicaban desde hacía siglos en la Nue�a españa. Por tanto, la designaci�n no debe confundirse con la actual �isi�n de “español” como ciudadano del estado nacional español. en el lenguaje de la época, el mo�imiento insur-gente tu�o un gran componente de “españoles” de secto-res sociales medios y bajos (profesionistas, rancheros, artesanos, labradores), lo que no significa que estu�ieran relacionados con lo que después fue el estado nacional de españa, sino que así se designaban en la sociedad es-tamental a la que pertenecían. en contraste, ser “indio” significaba, ante todo, tener que pagar un discriminato-rio y oneroso impuesto, el tributo.

en cuanto a sus oficios, eran labradores, 22%; opera-rios de campo o gañanes, 19%; arrieros, 7%, seguidos de �a rios artesanos, como tejedores, sastres o �eleros, entre mu chos oficios más. un 4% del total eran operarios de minas o haciendas de beneficio, lo que se explica por las caracte rísticas socioecon�micas de la zona que estudia-mos. Aunque la muestra es aleatoria y no puede ser numé-ricamente representati�a, lo que merece destacarse es el carácter rural y subalterno de estos reos y del mo�imien-to en esta zona, así como el peso de los que lle�aban para combatir solamente herramientas de trabajo, garrotes, ar-cos, flechas y hondas. en los primeros días de combate, es-tos grupos sin duda tu�ieron una sensaci�n de éxito, ante repiques de campanas, comidas con los gobernado-res de los pueblos, exhortaciones de curas a fa�or de la causa insurgente y participaci�n en el botín —del que obtenían zapatos, trozos de telas, azúcar, etc.—. Algunos curas les regalaban estampas de la Virgen y los mismos dirigentes procuraron persuadirlos hábilmente de la bondad de su causa, con promesas, ritos religiosos, ser-mones, misas o proce siones con la imagen de la Virgen46.

y en AGN, operaciones de Guerra, �. 200, f.111, comentarios sobre totopos, tortillas de maíz, tomates encontrados después de la batalla de Moyotepec. se mencionan unos 1 500 infantes con alguna fusi-lería e indios con hondas y f lechas.43 Pablo ruiz, �elero de sultepec, aprehendido en Jojutla. AGN, Cri-minal, �. 48, e. 11. f. 210-212.44 Al respecto es fundamental la obra de Van Young, 2006, capítulo 2, pues ofrece estadísticas muy completas. la muestra presenta da acá solamente se refiere a una pequeña parte de los combatientes que se acercaron desde el Bajío a la zona de estudio o que fueron aprehen-didos en ella. 45 Para su historia como insurgente �éase cuadro 2, núm. 55. Al pa-recer estaba más bien interesado en la riqueza de las tiendas y ha-ciendas que se saqueaban, que en política.

46 en los cuadros se mencionan curas “gachupines”, o que “no sa-lieron”, al igual que entusiastas insurgentes. Véanse números 56 y 74. tanto insurgentes como realistas dejaron “correr su �erba con las más extra�agantes declaraciones”. Como precisa Alamán, “la religi�n ser�ía así de instrumento a uno y a otro partido, y el pueblo no sabía a quién

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Diferentes relatos confirman que los insurgentes se ha-bían puesto en las presillas de las charreteras unos cordo-nes de plata con borlas y que lle�aban en el sombrero la estampa de la Virgen de Guadalupe47. Pero hay que insis-tir en que se trat� de una re�oluci�n en la que los pobres probablemente luchaban, sobre todo, por dejar de ser po-bres (adquiriendo dinero y parte en el botín), por elimi-nar injusticias como el pago del tributo (es decir, “ya no ser indios”), por obtener tierras, por obediencia a un pa-tr�n o autoridad o, simplemente, por temor a represalias �iolentas.

A mANERA dE CONClUSIONES

este ensayo sostiene la tesis de que los primeros dos años de guerra ci�il tu�ieron consecuencias trascenden-tes que, en cierta manera, marcaron el de�enir de la his-toria social mexicana. De las bre�es escenas trazadas resulta e�idente c�mo participaron en la lucha armada sectores sociales muy di�ersos. lejos de estar ante gru-pos sociales con claridad política “autonomista” o con un sentimiento “nacio nalista”, estamos ante grupos so-ciales sumamente heterogéneos, decididos a luchar en común contra “gachupines” por distintas razones.

Como ha explicado muy bien Hernández Jaimes, las causas del descontento social fueron desiguales en cada regi�n y subregi�n no�ohispana, por ejemplo, en rela-ci�n con las reformas borb�nicas (Hernández Jaimes, 2002: 246 y ss). los cambios ocurri dos en las últimas décadas del siglo XVIII se dieron en fun ci�n de las carac-terísticas socioecon�micas de cada zo na. en algunas, los efectos sobre los intereses de los grupos de poder locales fueron menores; en cambio, en otras la presi�n fiscal y las políticas econ�micas oficiales contribuyeron a que una parte de las élites locales optara por la insurgencia en 1810. ése fue el caso, por ejemplo, en la zona costera de zacatula, patria chica de los Galeana.

Para nuestra zona de estudio resultaron e�identes los profundos sentimientos en contra de ciertos grandes la-tifundistas en los �alles de las jurisdicciones de Cuau tla y Cuerna�aca; que en taxco y la zona minera fue grande el descontento rural contra la oligarquía minera, a la �ez que existían intensas ri�alidades interclasistas, y que ha-bía tupidas redes sociales entre los sectores sociales inter-medios (sobre todo curas) y los líderes insurgentes del Bajío. en estas comarcas ricas, cercanas a la ciudad de México y con empresas poderosas, al parecer los distin-tos grupos sociales proinsurgentes compartieron el odio a los funcionarios que representaban el régimen refor-mista borb�nico (y que fueron los primeros en huir), y a los grandes comerciantes-in�ersionistas de la capital del reino. ellos controlaban el numerario, se enriquecían con el intermediarismo comercial, obtenían pri�ilegios injustos y podían sobornar a los oficiales reales. Incluso, algunos habían usurpado el poder �irreinal en 1808.

Además de una guerra ci�il y de un mo�imiento de disputa por el poder en el reino entre sectores econ�mi-camente dominantes, la guerra iniciada en septiembre de 1810 también fue —al menos en nuestra zona de estu-dio— un conflicto re�olucionario espontáneo y popular, expresi�n de la gran pobreza y la profunda desigualdad social. las bases sociales del mo�imiento fueron muy he-terogéneas. Para los líderes de clase media y alta, sin duda fue muy difícil considerar las fronteras entre “europeos” y “americanos”, pues ante todo eran fronteras políticas. en tanto propietarios, estaban lejos de querer fomentar la “guerra de castas”; o sea, el conflicto racial, étnico-cul-tural48.

Pero desde el punto de �ista de los grupos subalternos, aquellos que lucharon con hondas, piedras, arcos y fle-

creer, oyendo in�ocar tan respetable nombre a fa�or de las dos causas, y se le ponía en riesgo de no creer a ninguno”. Alamán, 1972, �ol.II: 26.47 Véase a este respecto Alamán, 1972, �ol. II: 283 y Van Young, 2006, caps. X y XI.

48 esto fue e�idente en la zona de Acapulco, donde el contraste entre la poblaci�n mulata y la élite no�ohispana-mexicana siempre condujo a profundos resentimientos, como explican Hernández Jaimes, 2002: 234-239 y Hamnett, 1990: 173. el término “criollo” se usaba en la épo-ca �irreinal simplemente como lugareño, nati�o, local, o “de acá”. Por eso, a mi modo de �er, debe usarse con mucho cuidado y sin proyectar al pasado “nacionalismos” o significados posteriores relacionados con los estados nacionales del siglo XIX. esos nue�os significados los ad-quiri� el término en la Guerra de Independencia y en la interpreta-ci�n republicana, cuando se contrast� a los americanos o “criollos” de la república Mexicana, con los “españoles” de la monarquía es-pañola.

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chas, machetes y garrotes, resultaba bastante claro quié-nes se incluían en el “nosotros” y quiénes eran los “otros”. ellos eran la “plebe” (como decían los que se considera-ban “decentes”), eran los “plebeyos”, como decía en no-�iembre de 1810 el autor del Periquillo Sarniento, al referirse a aquellos que “no eran de confiar” en taxco. sus rei�indicaciones estaban moti�adas sobre todo por agra�ios locales y por la pobreza, aunque en términos militares seguían a líderes regionales de clases acomoda-das, a sacerdotes y propietarios de haciendas y ranchos. Muchos agra�ios no se resol�ieron pronto, pero el hecho de que los sectores populares tomaran las armas es signi-ficati�o: la re�oluci�n de 1810 resquebraj� un orden es-tamental que se había presentado durante siglos como

inamo�ible e instituido por Dios. en esa toma de armas generalizada de los grupos subalternos en todo el reino consiste el acto re�olucionario. ocurría algo equi�alente a las guerras campesinas en época de lutero en europa central: se armaron los pobres contra los señores.

Así, podemos concluir subrayando el peso que tu�ie-ron los sectores de agricultores, trabajadores y artesanos en la guerra. Muchos sentían, por primera �ez en su �ida, los efectos de su actuaci�n colecti�a y armada contra la clase dominante. Aunque no fueron pocos los que estu-�ieron in�olucrados s�lo unas semanas en la rebeli�n y luego regresaron a sus labores cotidianas, en general la �ida de muchos participantes cambi� profundamente. en los años reseñados bre�emente, las �i�encias de mu-

Venustiano Carranza, Chiapas, 2005.

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chos combatientes fueron atroces. Vieron a sus parientes y compañeros morir, sus casas arder, a sus esposas “tusa-das”; a la �ez, presenciaron el fusilamiento de algunos de los hombres más ricos e influyentes del reino, que mo-rían en combate señores y condes; también fueron testi-gos de c�mo sus poblados eran destruidos por el saqueo y el fuego, como ocurri� en zitácuaro, tenango, Cua utla e Izúcar. en el caso del pueblo de Huajintlan, al sur de Cuerna�aca en el camino a taxco, por ejemplo, pre sen-ciaron c�mo sus mujeres y niños se ahogaban en el río Amacuzac. Cientos murieron presos, hacinados en las cárceles o realizando trabajos forzados; otros terminaron en el destierro en la Habana o trabajando en la zanja que se ca�aba alrededor de la ciudad de México; otros más se escondieron en parajes y montañas que antes no cono-cían, lejos de su tierra natal, o fueron obligados a comba-tir en el bando contrario. Pero a todos ellos se deben en buena medida las transformaciones políticas y los cam-bios que pro�ocaron al tomar sus palos, machetes, hon-das y piedras, pues con eso soca�aron, de manera generalizada en muchas regiones de la Nue�a españa, el principio de autoridad.

si éstos fueron años de ruptura por esos trabajadores armados por primera �ez en casi todo el reino, también lo fueron por la alianza con las oligarquías regionales, deseosas de la autonomía de una metr�poli que había caído en manos de los franceses, y que había sido indife-rente a los intereses de sus �asallos en la Nue�a españa. las oligarquías regionales (los De la Vega y Benítez de taxco, los romero en zacualpan, los estrada de tepe-coacuilco, o los Bra�o, Galeana, Guerrero o ál�arez, por ejemplo) sentían que tenían el derecho de incidir en el rumbo político que debía tomar la “naci�n”, término di-

fundido por José María Morelos y sus capitanes en la guerra, y acuñado en el sentido liberal del nue�o estado nacional. lo ocurrido en Cuerna�aca en octubre y no-�iembre de 1810 confirma esta indignaci�n “americana” ante los “gachupines que ponían sus �irreyes”.

sin embargo, el descontento rural en la zona azucarera o minera rebasaba las ilusiones de los grupos medios ur-banos. ese descontento de los trabajadores del campo era profundo, añejo, y no se resol�ería fácilmente. el jú-bilo con que se recibi� la promesa del reparto de aguas y tierras es reflejo de una larga historia de profunda desi-gualdad social en la zona y de conflictos agrarios, espe-cialmente agudos desde el siglo XVIII. Al considerar el peso de los reclamos ante agra�ios regionales específicos, obser�amos que tiene raz�n el historiador Brian Ham-nett al enfatizar las continuidades locales muy duraderas en la historia de México (Hamnett, 1990: 123). según la propuesta de este estudioso, en lugar de interpretar las luchas independentistas como el inicio de un nue�o pe-riodo, éstas deben unirse al periodo del siglo XVIII. las e�idencias aquí mostradas, en cuanto al moti�o de mu-chos participantes populares en la guerra de las zonas mineras y azucareras al sur de la capital, señalan, efecti-�amente, en esa direcci�n. Pero incluso también hacia el futuro, si por lo que toca a los �alles de haciendas azuca-reras pensamos en la guerra que estall� con la re�oluci�n zapatis ta en 1910. en ese sentido, en las escenas aquí re-señadas aflora la lacerante desigualdad social por el pe-so de la pobreza, el conflicto agrario entre pueblos y haciendas y, en especial, la indignaci�n ante los grandes in�ersionistas de la ciudad de México. todo ello apunta cla ramente tanto hacia el pasado colonial como hacia la re�oluci�n de 1910.

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Cuadro 1. algunos aprehendidos acusados de ser insurgentes en zonas mineras (continúa en la sig. página)

NoMBRe y edad del reo || oficio, “calidad”y origen || Declaración (se destacan en negritas cuestiones de interés para este artículo)

José luCIo Bustos, 28 años || operario de minas español de tzicapan || 1. Lo aprehendieron en zacualpan, sin haber estado en la guerra. Por ser de parte de acá, lo aprehendieron los insurgentes, lo pusieron en la cárcel con dos pares de grillos. Después de la guerra lo ech� un insurgente, que fue cuando lo aprehendieron las tropas del rey.

José INés sotelo, 25 años || operario de minas, mestizo de zacualpan || 2. estando en su casa lo perseguían continuamente los insurgentes… bajando a deshoras de la noche a sorprenderlos, tu�o que emboscarse en el monte, pero apretándole el hambre, tu�o que solicitar bastimentos y entonces lo aprehendieron las tropas del rey.

JACoBo, 30 años || Gañán, indio de la hacienda de Acayacuala || 3. Que como su amo es don Francisco benítez, y ser éste capitán de insur gentes, se lle�� a todos sus sir�ientes con direcci�n a tepecoacuilco para la guerra que ahí hubo. Que s�lo un día acompañ� a los insurgentes, no le dieron nada, ni aún ni comi�.

José BAYNA || trabajador en hacienda de beneficio, castizo en el rancho san Pedro, taxco || 4. Trabaja en la Hacienda de Pregones. lo aprehendieron entre los pueblos de san Andrés e Iguala por andar con los de la compañía de Francisco Hernández. Que tres �eces éste había ordenado a los de la hacienda a unirse y la cuarta fueron unos comisionados y a fuerza los lle�aron a tetipaque, a Cuitlapan y de ahí a Iguala. Que se escap� hacia Coatepec, pero otros guardas de los insurgentes lo atraparon. Que no le dieron reales, s�lo de cenar.

frANCIsCo XAVIer, “como de” 30 años || operario de minas, indio de taxco || 5. yendo a comprar maíz a la plaza lo apre-hendieron el domingo, día de la guerra, sin lle�ar arma alguna, ni haberse metido en dicha guerra.

JuAN sáNCHez, “más de” 50 años || operario de minas, mestizo de temascaltepec || 6. fue criado en tecualoya. lo aprehendieron en zacualpan, no sabe por qué. lleg� ahí mismo el día de la batalla con los insurgentes, pero después de ella y andando en la plaza en solicitud de una mula que se le había perdido, supo que la habían cargado para el tianguis del domingo, entonces llegaron los soldados de san Gabriel y lo aprehendieron, pero nunca andu�o con los insurgentes, ni los �io, porque cuando lleg�, ya no estaban allí.

José MANuel CArrANzA, 34 años || Barbero, español de Puebla || 7. Fue a sultepec a vender un poco de queso, pas� a cobrar unos reales a Mariano Pereyra por encargo de su hermano a zacualpa. estaba comiendo en la orilla del pueblo cuando oy� el ruido de la batalla y sali� en solicitud de su mula que había dejado amarrada en un palo ensillada y enfrenada y con su manga sobre la silla. Pero no hall� dicha mula y antes por el contrario, encontrándolo un güero y otros lanceros de taxco que llaman de los Pregones, teniéndolo por insurgente lo aprehendieron y lle�aron a la cárcel, donde hizo �arias diligencias para probar lo que lle�a referido como el dinero del queso y la carta de Pereyra, pero nada le �ali� y lo lle�aron a la cárcel de taxco y de ahí a ésta.

José GuADAluPe, 50 años || Carbonero, indio de Nochtepec || 8. en zacualpan, yendo a �ender su carb�n el domingo, no �io la guerra, pues estaba distante cosa de una legua.

MIGuel JeróNIMo, “como de” 30 años || Carbonero, indio de Chontalcoatlan || 9. estando en su casa cayeron de noche los in-surgentes y lle�aron al declarante y a otros compañeros forzados al campamento. Que en prue ba tiene en el brazo las señales de la fuerza con que lo amarraron para lle�arlo. Que así amarrado lo tu�ieron en dicho campamento dos días, hasta el domingo de la guerra de Taxco, que lo lle�aron así. Y ya estando, lo desataron para que peleara pero sin darle arma alguna, sino ad�irtién dole que lo hiciera con las manos o con piedras, pero el declarante no lo hizo, ni alz� piedra alguna, antes se huy� luego que pudo. Y se fue a su casa de donde fue a sacarlo su capitán del pueblo, que llaman Almonte y lo lle�� preso a taxco, de donde lo remitieron aquí. Que los dos días que estu�o con los insurgentes no le dieron ni un real, ni tam poco qué comer y se mantu�o con el poco itacate que lle�� de su casa y le dio su mujer. Que no sabe c�mo se llama el capitán o principal.

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Cuadro 1. algunos aprehendidos acusados de ser insurgentes en zonas mineras (continuación)

NoMBRe y edad del reo || oficio, “calidad”y origen || Declaración (se destacan en negritas cuestiones de interés para este artículo)

José ANtoNIo MáXIMo, “mayor” de 20 años || Carbonero, indio de taxco || 10. Que no ha andado con los insurgentes y no sabe por qué lo aprehen dieron, porque aunque es de taxco, está viviendo en el monte donde hace carbón y s�lo bajaba a entregarlo en las fundiciones, particular mente la de Cantarranas, sin haber entrado a taxco hace más de un mes. Que estaba en el dicho monte cuando los de taxco fueron a aprehenderlo.

José frANCIsCo DIoNIsIo, “como de” 20 años || Carbonero, indio de la jurisdicci�n de taxco || 11. Que estaba en el monte haciendo carb�n y que el sábado que pasaron por el camino, que está inmediato, los insurgentes para el real de taxco, baj� también el que declara con ánimo de irse a presentar al gobierno, pero no lo logr�, porque antes de llegar lo �ieron los alguaciles, lo aprehendieron y lle�aron a la cárcel, de donde lo trajeron a aquí, sin haber dado moti�o alguno.

José MArIANo ortIz, 46 años || Carbonero, mestizo de taxco || 12. Que �i�e en las orillas de taxco, lugar o sitio de Cantería, donde estaba el campamento de las tropas del rey, con las que se junt� en el trozo de Nue�a españa, y le dieron una lanza para que ayudara el día de la batalla. Vio poco de la batalla porque huyeron los insurgentes. Que después se qued� en su misma casa, asistiendo a su familia y allí estaba el �iernes, después de la batalla, cuando mand� por él don José zárate y don Manuel G�mez, que son capitanes del rey en taxco, lo mandaron poner en la cárcel y de ella lo en�iaron aquí.

JuAN ANtoNIo VerA, 80 años || castizo de taxco || 13. Que insurgentes bajo Francisco Hernández y M. de la Vega, que am­bos son mineros, lo obligaron pena de la vida unírseles… los acompañ� hasta Huizuco, no hubo, ni �io guerra de balazos… que s�lo �io un robo de cargas de ropa que serían como 40 y una carga de dinero que sacaron de tepecoacuilco… que ahí lo aprehendieron cuando hubo guerra… Que el cura de Iguala se huy�, que s�lo el gobernador y el teniente cuyos nombres no sabe, los salieron a recibir y les replicaron… que un clérigo de Valladolid, apellidado tala�era, decía que creyeran todos que traían a Nuestra señora de Guadalupe y al rey fernando 7º en una �idriera, que estaban en Querétaro, y no creyeran en las leyes de los gachupines, porque iban matando a mujeres y criaturas y por eso estu�o el declarante con ellos dos meses.

GutIérrez, s. a. || sillero, español de Axuchitlan || 14. se unió al capitán Hernández, llevaba la bandera con una cruz en­carnada al frente. Tomó diez vacas. Menciona al gobernador de indios de axuchitlan, que encerr� a 300 indios para que entraran como insurgentes.

José MArIANo roJAs, “como de” 20 años || Carpintero, indio de la jurisdicci�n de taxco || 15. Que no ha andado con los in-surgentes ni los ha �isto. fue cuando pasaron por texcaltitlan solamente que los �io, pero que cuando éstos entraron a taxco, toda�ía el declarante estaba en su tierra y después fue cuando vino al dicho Taxco a partir texamanil con un primo suyo, y en este trabajo estaban en el monte, cuando fueron los soldados del rey y los aprehendieron.

MIGuel sorIANo, 18 años || Pe�n de hacienda, indio de taxco || 16. lo aprehendieron bañándose en el río de tecuanapan al cuarto día de la guerra de zacualpan, que no la vio por estar en su casa.

José CrIsPÍN, “como de” 20 años || operario de campo, indio de taxco || 17. en Ixtlahuacan lo aprehendieron al sexto día de la guerra de zacualpan, no vio la guerra, quiere saber el moti�o por el que lo han traído.

JulIáN ANtoNIo, 26 años || labrador, indio de taxco || 18. Que don Ildefonso Mengal de la Hacienda de san Gabriel lo despach� con una carta para su esposa que estaba en el mismo san Gabriel y dicho Mengal en taxco. Mas en el camino lo aprehendieron los insurgentes, le rompieron la cabeza y le rompieron la carta, lle�ándolo preso a su cam pamento de ellos, metiéndolo ama rrado hasta las cuatro de la tarde que lo remitieron con seis hombres a otro trozo de gente distante; pero habiendo logrado las tropas dispersar el mont�n, lo aprehendieron. Pero que él en nada se meti�. Que los cabecillas fueron don Dionisio toledo y don Mariano toledo, que únicamente traían dos cañones.

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Cuadro 1. algunos aprehendidos acusados de ser insurgentes en zonas mineras (continuación)

NoMBRe y edad del reo || oficio, “calidad”y origen || Declaración (se destacan en negritas cuestiones de interés para este artículo)

José ANtoNIo Cruz, 28 años || Arriero, mestizo de Cocula || 19. se vino de Cocula para Taxco a vender una carguita de maíz y habiéndola �endido y estando comiendo, lo aprehendieron sin moti�o, que no se ha metido con los insurgentes.

José De los sANtos, 25 años || operario del campo de la hacienda de Coixtlahuaca || 20. Que no andu�o con los insurgentes ni los ha visto. Que una �ez que pasaron por la hacienda por el mes de Nochebuena, estaba el declarante pizcando en una barranca. Que el domingo de la guerra de zacualpan estaba el declarante en su casa en la hacienda, y estando bañándose en el río por la hacienda, lleg� Juan luis que dicen que es capitán en taxco, y lo aprehendi� sin moti�o.

sANtos MAteo, 60 años || operario del campo Cuatepeque, jurisdicci�n de zacualpan || 21. Que el domingo de la guerra de zacualpan, antes de ella, estaba en la plaza vendiendo una fanega de maíz, y �inieron unos soldados lanceros y lo aprehendieron, que él nunca ha andado con los insurgentes.

JuAN PeDro, “mayor de” 25 años || Arriero, indio de Mamatla || 22. Que el domingo de la guerra de zacualpan había ido su madre a la plaza y yendo él a encontrarla, lo aprehendieron los soldados del rey. Nunca ha �isto a los insurgentes.

PAsCuAl sáNCHez, “mayor de” 25 años || labrador, indio de Mamatla || 23. Que había acudido a la plaza a �ender plátanos y cuando �ol�ía a las tres de la tarde, con recaudo de cocina, lo encontraron con su muchacho las tropas del rey y le quitaron su caballito, su machito y el recaudo.

NAzArIo José, 40 años || labrador, indio de Iguala || 24. Que nunca �io a los insurgentes. Que el miércoles después de la guerra, estando en su casa, llegaron unos lanceros de don José Carmona y lo lle�aron a la cárcel. Que no encontraron arma, ni resisti�.

José VAleNtÍN, 40 años || labrador, indio de Iguala || 25. en su casa en Iguala lo aprehendieron. estaba dándole de comer a sus animalitos. Que cuando la guerra, estaba también en su misma casa, como lo testificaría el gobernador de su pueblo.

José seVerINo ArellANo s. a. || Arriero, indio de tepantla, jurisdicci�n de tepecuacuilco || 26. Que �iniendo el jue�es después de la batalla de taxco del río de Agueguepa para Iguala, con dos pares de zapatos que había ido a comprar, lo encontraron unos lanceros del comandante don José Armona [¿Carmona?] y lo amarraron y lle�aron a la cárcel. Que el día de la guerra de taxco, estaba en su tierra acarreando maíz para tepecoacuilco [hubo por tanto una batalla en la plaza y otra en el río].

José HerNáNDez, “como de” 30 años || operario del campo, indio de Iguala || 27. Que no sabe el moti�o de su prisi�n, pues estaba recogiendo su maíz de sus milpas y mudándolo a su casa hace más de un mes, y el �iernes, después de haber pasado la batalla, estaba en su casa almorzando, cuando llegó la república [las autoridades del pueblo] prendida de su gobernador y sin saber por qué, lo mandaron lle�ar a la cárcel, de la que lo pasaron a la de taxco y de ésa a ésta.

JosefINo De Jesús, 29 años || Albañil, indio de tenancingo || 28. en zacualpan, las tropas del rey [lo aprehendieron], estando en su casa, su hermano se estaba muriendo. La guerra duró una hora, pero no la vio. Que uno de los cabecillas en zacualpan era un tal Carmona, que decían era de sultepec. otro era romero. Que un don lucas tenía correspondencia con insurgentes en za cualpan, que también el gobernador de zacualpilla. Que el cura no se meti� en cosa alguna.

IsIDoro VICeNte, “más de” 50 años || operario del campo, indio de tenango del Valle || 29. en la plaza de zacualpan, cuando iba a a�iarse de su recaudo, lo aprehendieron. él estaba en su casa, no �io la guerra. s�lo oy� mentar a un tal toledo por principal de la guerra.

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Cuadro 1. algunos aprehendidos acusados de ser insurgentes en zonas mineras (continuación)

NoMBRe y edad del reo || oficio, “calidad”y origen || Declaración (se destacan en negritas cuestiones de interés para este artículo)

José CIrIACo MArtÍNez, 40 años || Curtidor, indio de Coatepec, jurisdicci�n Ixtapa || 30. en sultepec los insurgentes lo cogieron por fuerza para que andu�iera con ellos, como lo hizo, dándole por ello 4 reales diarios. Que habiendo parado a zacualpan a comprar un corte de jerguetilla, lo �ieron los insurgentes de quienes antes se había ausentado, y le precisaron a �ol�erse a ser�irles, y como se resisti� lo pusieron preso. Al retirarse de la guerra de zacualpan para tecomatepec, lo aprehendieron las tropas del rey.

HerMeNeGIlDo ANtoNIo, “como de” 40 años || operario del campo, indio de ostotitlan || 31. en zacualpan, estando �endiendo chile [lo aprehendieron]. Cuando fue la guerra estaba en la plaza.

luCAs BerNABé, “como de” 30 años || operario del campo, indio de Alahuistlan || 32. en zacualpan [lo aprehendieron] es-tando �endiendo maíz. estaba en la plaza a la hora de la guerra. Ni en ella se meti�, ni la �io.

oNofre ANtoNIo, 20 años || labrador, indio de Mamatla || 33. lo aprehendieron en el camino a taxco el sábado, un día antes de la guerra, sin saber por qué delito.

José MANuel, “como de” 40 años || Gañán frutero, indio de Mamatla || 34. Viniendo a placear con un caballito con cuatro canastos de chirimoyas para �ender a taxco, el sábado lo encontraron los demonios de los insurgentes y lo amarraron. A la hora de la guerra se desat� él mismo y se fue a esconder a una barranca, donde lo prendieron las tropas del rey.

MANuel MIGuel, 30 años || frutero, indio de Mamatla || 35. estando vendiendo maíz lo aprehendieron las tropas del rey sin dar moti�o, le quitaron 1 peso que traía en la bolsa, un costalito de sal y un cot�n.

ANAstAsIo De lA Cruz, “como de” 15 años || Milpero, indio de Mamatla || 36. Yendo para su casa, lo aprehendieron las tropas del rey y le quitaron un caballo y un machito, no sabe qué es guerra.

José MANuel, 25 años || operario del campo, indio de Coatepec || 37. lo aprehendieron el jue�es antes de la guerra en el camino de zacualpan, donde iba a traer un queso, y le quitaron un macho, su queso y un manojo de cebollas. Ni aun siquiera conoci� a los insurgentes.

tIBurCIo BAsIlIo, 40 años || labrador, mestizo del rancho de Metlalpa || 38. estando pescando en el río de Agueguepa junto con otros, los aprehendi� don Juan luis de Iguala, creyendo ser sus compañeros insurgentes, por traer una lanza, lo que no es cierto. Ni los ha �isto a los insurgentes.

José ANtoNIo, 25 años || labrador, indio de tomatal, jurisdicci�n de tepecuacuilco || 39. Viniendo del río de Agueguepa a donde fue a �er a un hermano suyo, lo encontr� en el camino Juan luis, que �enía con una punta de lanceros, y sin más a�eriguaci�n, lo aprehendieron. Que cuando la guerra, estaba en su casa, desgranando maíz, que ni conoce a los insurgentes ni los ha tratado.

José luCIANo, 25 años || labrador, mestizo de Acayahualco || 40. Que �iniendo de su pueblo para Iguala a comprar maíz, lo aprehendieron, que cuando la guerra estaba en su casa sumergido en ella de temor.

José MAurICIo, 30 años || labrador, indio de la tenería, jurisidicci�n de taxco || 41. saliendo de la tenería, lo aprehendieron y se lo lle�aron los insurgentes a taxco, pero logr� fugarse y ocultarse en una barranca, donde lo encontraron unos soldados con lanzas y lo condujeron preso, remitiéndolo en cuerda. Cuando la guerra, él estaba en una barranca y s�lo oy� los truenos del cañ�n.

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Cuadro 1. algunos aprehendidos acusados de ser insurgentes en zonas mineras (continuación)

NoMBRe y edad del reo || oficio, “calidad”y origen || Declaración (se destacan en negritas cuestiones de interés para este artículo)

José frANCIsCo MeNDes, “como de” 29 años || Arriero, mestizo de Acayahualco || 42. Que �iniendo de tepecoacuilco para Iguala con su hermano, lo encontraron los lanceros de don José Carmona, lo amarraron y condujeron preso a Iguala. Iba a buscar una yegua en el llano. Que cuando fue la guerra él estaba en san Gabriel donde trabajaba, por lo que es inocente.

José N. sAlGADo, “como de” 35 años || Arriero, indio de zumpango del río || 43. Que los insurgentes fueron a su casa y lo amarraron y lle�aron a tepecoacuilco a la guerra, dándole para ella un garrote.

r. truJIllo, 50 años || Matador de cerdos, mestizo de Valladolid, �ecino de talchapa || 44. lo sacaron de talchapa como lo hi cieron con otros cincuenta o más y llegando al real de tetepatitlan se desert�… fue entregado luego por el teniente de Justicia de axuchitlan, don Miguel Quezada, y andu�o tres días en el castillo de Iguala, y en la guerra. Que asisti� el declarante sir�iendo un cañón, en lle�ar las municiones para que lo cargasen con plomo de herraduras y cla�os, con p�l�ora, como libra y media, que dicho cañ�n s�lo dos descargas hizo, pero no mat� a ninguno… que era de cinco cuartas, según hace memoria… que las balas estaban en el cerro de Iguala donde tenían formado el castillo y se hallaba la santísima Virgen de Guadalupe, que en el castillo tendrían unas siete cargas de pólvora… los [capitanes] eran don francisco Hernández y don Manuel de la Vega, que no los conoce.

José rAfAel PoPotA, 30 años || Botero, español de Xochimilco || 45. Que siendo patriota de la Compañía de don José Carmona, tuvo una riña en Taxco con otro soldado, sobre de quién era un trabuco, por lo que se arm� disputa y le dio un cañonazo, por lo que lo metieron a la cárcel. Pero que él lejos estaba de ser insurgente, pues se alist� �oluntariamente para defender la Patria.

fuente: AGN, Criminal, �. 45, e.12, f. 344-362. reos remitidos el 21 de marzo de 1811 en calidad de insurgentes de la cárcel de taxco o Cuerna�aca a México. AGN, Criminal, �. 204, f. 263 y ss. Declaraciones de reos insurgentes procedentes de Iguala y Cuerna�aca, enero 14 de 1811, núms. 3, 4, 13, 14, 43 y 44. selecci�n y destacados míos.

Cuadro 2. algunos aprehendidos acusados de ser insurgentes en el Valle de Cuernavaca

NoMBRe y edad del reo || oficio, “calidad”y origen || Declaración (se destacan en negritas cuestiones de interés para este artículo)

José fAustINo flores, 45 años || Panadero, pero se mantiene de labrador, español de sultepec, �ecino de san Mateo tetecala || 46. Que el domingo que hubo una guerra en temixco, estando sentado en la puerta de su casa, como a las 9 de la mañana, lleg� un hombre a caballo de pantalones azules, chaqueta listada de canícula, unos galones en el sombrero y otros en el hombro, diciéndole que era capitán del comandante, que había salido a dejar �rdenes a los pueblos. Y así que le sir�iera de guía, para enseñarlo los que había, que en efecto lo lle vó a Jojutla, Panchimalco y Tlatenchi… que estando en tla quil tenango, le mand� dicho teniente al alguacil mayor fuera a juntar a los indios, y habiendo como 100 hombres, …fueron buscar al capitán, pero no estaba en la hacienda de 30 pesos… siguieron para Xo chite pec, de donde se escap� el que habla. Que el miércoles siguiente por la tarde lo mandaron llamar a su casa los gachupines de la hacienda de Chiconcoac y preguntándole si había sido guía de un capitán, les dijo que sí, y que entonces lo prendieron.

José BoNIllA fIGueroA, 30 años || Alguacil mayor de tlaquiltenango, español de la ciudad de México || 47. Que el domingo 11 del corriente [no�iembre 1810], lo mand� llamar el teniente del pueblo, don Ignacio ursúa, y al ir a su mandado le sali� al encuentro el tendero nombrado don Ga briel de Arce, diciéndole que lo había comisionado don Igna cio para que fuese a recibir al ejército de insurgentes, y ya don Gabriel �enía con otro, y al irse para Jojutla se encontraron con uno que traía una bandera encarnada y porci�n de gente, y yéndose para tlaquiltenango con la gente que se había juntado, de suerte que el de la banda encarnada le dijo al que habla, que de no darle auxilio, le �olaba la tapa de los sesos, y por esto lo acompañ� una tarde y logr� retirarse… Que el teniente del pueblo, don Ignacio ursúa está dudoso si se fingi� enfermo o en la realidad lo estaba, por no dar auxilio a los insurgentes. Que don Gabriel por mero cumplimiento fue a hacer que los recibía, pero luego se escondi� y no �io los acompañara, y que ni el cura, ni el teniente de tlaquiltenango se metieron en cosa alguna.

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Cuadro 2. algunos aprehendidos acusados de ser insurgentes en el Valle de Cuernavaca (continuación)

NoMBRe y edad del reo || oficio, “calidad”y origen || Declaración (se destacan en negritas cuestiones de interés para este artículo)

CAYetANo sAAVeDrA, 20 años || labrador, español de Cuerna�aca || 48. Que estando en Cocoyotla, donde su padre tiene hacienda, se le presentaron los insurgentes y lo precisaron para que los acompañase, pena de �ida, pidiéndole relaci�n de los eu ropeos. Dijo no haber ninguno, aunque sabía d�nde había algunos, y lle�ándolo a san francisco tetecala, impuesto el comandante rubalca ba de que padre tenía hacienda, le entreg� en dep�sito cuatro tiendas, tres que saquearon y la otra que por arbitrio del declarante la libert� a su dueño que lo es don José Huerta. Igualmente le entregaron dos haciendas que fue la de santa Cruz y la de san Miguel Cuautla, mandándolo al efecto s�lo con ocho hombres, y cuando lleg� rubalcaba, le dijo que ya estaban saqueadas, arriesgándose a que lo hubiera mandado matar… como serán testigos… se ausent� el ejército… puso un esta do al exmo. sor virrey por mano de don Francisco Gabino, que no sabe su paradero, y yéndole a dar raz�n al comandante que fue de acá, sin oírlo lo mand� preso y remitieron a esta cárcel… que no tu�o medio real de los insurgentes y antes se le ha perjudicado en una tienda que tiene en Malinalco…[tiene tiendas, pero no sabe escribir].

José De lA Cruz, 30 años || Gañán, indio de tetecala || 49. Que cuando hubo el tumulto en temixco, digo, en san francisco, que abrieron y robaron las tiendas sacando mantas, s�lo estaba mirando el que declara, sin haber robado ningunas, ni tampoco acompañ� a los que robaban.

JuAN José leDesMA, 22 años || labrador, español �ecino de la hacienda de Barajas, Celaya || 50. Que cuando estu�o el comandante don Ignacio rubalcaba en su pueblo, por instancias de un amigo suyo, se apuntaron en aquel ejército con el que anduvo 19 días, recibiendo 1 peso cada uno, porque era de a caballo… que en el saqueo de una hacienda que está delante de Jerécuaro s�lo le dieron un pil�n de azúcar, dos piloncillos de panocha y como dos libras de algod�n. en el [saqueo] de Actopan tu�o un rebozo ordinario, como cuatro �aras de ralladillo y un corte de cambadas. en el de la hacienda de san Gabriel de lo que tira ron s�lo cogi� una pieza de manta. en el de la hacienda de san Gaspar le dio el comandante una casaca o chaqueta de ralla dillo, unos calzones, medias pardos de paño y una solapa de colonia. Que es la que trae puesta, porque lo demás lo �endi�. Que lo prendieron al entrar a Cuerna�aca, cuando mataron al comandante. No tu�o ningún cargo… al llegar a la orilla de Cuer navaca por Chipitlan, se encontraron una cuadrilla de hom bres de aquella �illa, que los recibieron tirándoles de balazos, y aunque se hincó don Ignacio rubalcaba, diciéndoles a los que iban con él que no hicieran resistencia, le dispararon un trabucazo y lo mataron, casi al lado del declarante, y a éste lo prendieron en compañía de otros. Que estando preso, lleg� su amo a Cuerna�aca, a hablarle por la azotea de la cárcel, diciéndole que por qué no se había huido de aquéllos, aun le tir� 4 reales.

AGustÍN Núñez, 25 años || operario de campo, mestizo de tetecala || 51. Que s�lo un día andu�o con ellos [los insurgentes] que le dieron dos piezas de manta pintada.

CrIstóBAl CeBAllos, 40 años || Albañil, indio de tetecala || 52. lo aprehendieron porque el gobernador lo mandó llamar para que fuera a san Francisco, como fue, con el teniente que mandaba a los soldados, y a este tiempo lo aprehendieron pero el declarante no ha andado con ellos.

PeDro GoNzález, 23 años || español de san francisco tetecala || 53. se le aprehendi� por haber dicho a los insurgentes d�nde estaba un poco de ropa guardada, y esto lo hizo porque le impusieron pena de la �ida, pero no los acompañ� para cosa alguna, ni le dieron nada por el soplo.

José IGNACIo MIrAlVIo, 29 años || Mestizo de san francisco tetecala || 54. Que lo aprehendieron en el mismo pueblo, por el tendero don Juan de lizarriturri por acusarle de que había expresado que se alegraba que entrasen los insurgentes, pero ni ha andado con ellos, ni tampoco lo ha dicho y que cuando los aprehendie ron, después lo fueron a sacar de su casa.

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Cuadro 2. algunos aprehendidos acusados de ser insurgentes en el Valle de Cuernavaca (continuación)

NoMBRe y edad del reo || oficio, “calidad”y origen || Declaración (se destacan en negritas cuestiones de interés para este artículo)

MANuel ArGüelles, 20 años || labrador, asturiano || 55. Que lo aprehendieron en san francisco tetecala porque anduvo en la guerra de Temixco con los insurgentes dos días y medio, y esto fue porque lo querían prender como europeo, y por súplicas de su mujer, le dijo rubalcaba que lo perdonaba, y que fuera en su compañía, como lo hizo, y por eso lo nombr� segundo tesorero de la plata labrada que traía y 1 500 pesos, dándole al declarante 1 diario, por raz�n de sueldo… entregó los baúles de san Gabriel, porque el médico le pusiese la espada a los pechos, el cual se llamaba don Miguel Altamirano, pues éste no se apartaba del lado del comandante… Careado dicen dos testigos… que qué gana tenía de andar con esas mentiras de que estaba por fuerza en el ejército, cuan do él fue el que alborotó el pueblo de san Francisco Tetecala y mand� a los declarantes [de apellido Cortés y sánchez] que echaren mano a la espada, mandando también repicar para que se juntasen los indios, porque ya los gachupines habían ganado la hacienda de temixco y ya �enían cerca, diciéndoles también a los declarantes sánchez y Cortés, que les ase guraba 12 fusiles y se arriesgaba a hacer cañones aunque sea de ba rro que entendía de ello… Pena de horca al que no lo acom pañara… Contestando Argüelles que sus dos careados le pusieron los trabucos en sus pechos, y por lo mismo mand� repicar, y que dijo que se podían hacer cañones aun de cobre, porque la había en la hacienda de san Gabriel… se manifest� confeso, con la excepci�n de que fue de temor de ellos [los insurgentes].

José ANtoNIo teJeDA, 23 años || Velero, mestizo de san francisco tetecala || 56. Que s�lo medio día andu�o con los insurgentes, y s�lo recibi� 1 peso. Que su cura es gachupín, que lo llamaba el comandante, y no quiso ir, hasta que lo sorprendi�. Y s�lo el teniente fue el que lo acompañ� [al comandante insurgente].

MArIANo orteGA, 33 años || tratante de aguardiente, indio de tetecala || 57. lo aprehendieron por haber comprado 18 �aras de man ta a 1 real y estando en el saqueo, mucha gente que �ino de fuera, se hall� el declarante una pieza de ralladillo y un frasco de cristal �acío, así lo aprehendieron. se lo entreg� al teniente. No estu�o en el tumulto.

José IGNACIo MANzANAr, 26 años || talabartero, indio de Izúcar || 58. es �ecino de tetecala. un tal Pepe Cázares le �io cuatro pie zas de manta y le le�ant� testimonio falso, que s�lo estu�o des pués del saqueo.

ProQuINto MorAles, 34 años || Pintor, mestizo de taxco || 59. Que en el saqueo que hubo en tetecala en la tienda de don José ri�era, tom� dos tablas y un cuart�n que estaba tirado afuera y por esto lo redujeron a prisi�n.

José ANtoNIo De Jesús, 20 años || operario del campo, indio de Cuautla || 60. lo aprehendieron en su milpa que está en el camino de san Gabriel, sin que haya cometido delito alguno.

AleJo eNrIQue, 40 años || Yuntero, indio de san felipe Xoxocotla || 61. expres� por medio de florentino roldán que hizo oficio de intérprete… que habiendo herido a su hijo otro, llamado Gua dalupe francisco, por una riña que tu�ieron en el pueblo, y bajado ambos a Cuerna�aca, vino el declarante a este lugar en busca de su hijo y dos leguas antes de llegar lo prendieron unos gachupines. Preguntado d�nde �io a los insurgentes… dijo que en ninguna parte.

PeDro José orteGA, 35 años || sastre, español de Jerécuaro || 62. Que habiéndose listado voluntariamente de soldado de a caballo en el ejército de Allende, en la compañía que traía a su cargo un capitán, nombrado don Gregorio, cuyo apellido ignora, lo hizo por interés de percibir 1 peso diario que daban para mantener a su familia por ser muy pobre cargado de ella. en la hacienda de Jalmolonga �io el declarante que extrajeron de ella mucha ropa de la tierra, gamuzas y calzones ya hechos… en la hacienda de Actopan había ropa… Que �enido para la hacienda de san Gabriel fueron bien recibidos y los efectos de la tienda, esto es la mitad de ellos, porque decían la tenía en compañía, la tiraron, a que escogieran quien quisiera, y la otra mitad se la dejaron a un don ramón, porque éste era criollo. Que del mismo san Gabriel lo trajeron preso a esta capital.

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Cuadro 2. algunos aprehendidos acusados de ser insurgentes en el Valle de Cuernavaca (continuación)

NoMBRe y edad del reo || oficio, “calidad”y origen || Declaración (se destacan en negritas cuestiones de interés para este artículo)

IGNACIo esQuIVel, 40 años || labrador, mestizo || 63. Asistente que fue del comandante rubalcaba. Dijo que le sir�i� al dicho comandante desde el 15 de septiembre, que era de un lado de salamanca, y tiene un ranchito en Acambay. Y que yendo para Guanajuato, dicho rubalcaba, tu�o noticia de que un hermano suyo �enía de médico con el ejército insurgente, y que estaba en Acámbaro, adonde se fue a incorporar. Y le dieron el empleo de comandante y entonces comenz� a reclutar gente en san Mi guel Jerécuaro, valiéndose del gobernador nombrado Lázaro Lizalde, que le daría como 150 hom bres. Y de ahí pasaron a Acambay, donde se le presentaban muchas gentes, �iniéndose para toluca, donde ya había esta do el ejército grande [de Hi dalgo]. Que todo el dinero que se había quitado a las haciendas y lugares donde habían estado, que serían como 7 000 pesos, la plata labrada y unos baúles, quedaron en la hacienda de san Gabriel. Que como el declarante no conoce los pueblos, no puede decir qué justicias y curas lo recibieron bien, pero todos éstos los recibían bien… que el hermano que �iene con el ejército tiene una tienda a un lado de salamanca en Irapuato. Que al declarante le daban 4 pesos y medio mensuales, sin que le haya tocado más que unos calzones.

MIGuel sáNCHez, 17 años || oficial barbero, español de Jerécuaro || 64. Que �iniendo el comandante rubalcaba de Jerécuaro con porci�n de gente, estando el declarante inmediato a don de él pas�, dijeron se alistasen, que darían 1 peso al que tuviera silla de montar y 4 reales al que no tu�iere, que era para defender la patria y la ley. Por lo que el declarante lo acompañ�, dándole plaza de cabo, y pasaron a Acambay, a Atlacomulco, luego a toluca, a Jalmolonga, tenancingo, zom pahuacan y después a Actopan y de allí a san Gabriel, que fue donde se qued� el declarante. Que en los más lugares, donde había europeos mandaba robar carne, caballos y demás bienes con dinero. Y daba orden de pena de vida al soldado que robase alguna cosa, cuando llegaba a alguna hacienda o tien da, donde entraba él solo con su bast�n y espada, con cuatro lanceros, sacaba el dinero, indianas y demás de �alor, y después mandaba que entraran los criollos y sacaran lo que había. Que el deponente no sabe c�mo lo mataron… que no le parecía que era malo, respecto a que por los más lugares donde transit�… le replicaban.

José luIs MoreNo, 18 años || tejedor, español de Calimaya || 65. Cinco días acompañ� a los insurgentes y s�lo le dieron 12 reales.

JuAN José luz, “como de” 18 años || Gañán, indio de zinacantepec || 66. Que s�lo dos días estu�o con los insurgentes y s�lo le die ron 4 reales.

PolINArIo HerNáNDez, 25años || Mediero || 67. Que andu�o tres días con el ejército y s�lo le dieron 1 peso.

ANtoNIo DÍAz, 33 años || Gañán, mestizo de Calimaya || 68. Que s�lo seis días andu�o y le dieron 5 pesos.

PIoQuINto MArtÍN, 30 años || tejedor, indio de toluca || 69. estu�o con los insurgentes tres días y le dieron 4 reales.

lAureANo José, 30 años || tejamanilero, indio de san Pedro tzitepeque || 70. s�lo tres días andu�o con ellos y le dieron 12 reales.

ANtoNIo toBAr, 25 años || Gañán, mulato de Jerécuaro || 71. tres semanas andu�o con ellos y le dieron 5 pesos porque los engañan.

esteBAN Muñoz, 24 años || Carpintero, de ucareo || 72. Andu�o ocho días con ellos y s�lo le dieron 1 peso, reser �ándole lo demás. Que era asistente de un tal don Gregorio que era capitán. Que no sabe su paradero… ignora de d�nde era �ecino, pues él eligi� al declarante sin tener conocimiento de él.

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Cuadro 2. algunos aprehendidos acusados de ser insurgentes en el Valle de Cuernavaca (continuación)

NoMBRe y edad del reo || oficio, “calidad”y origen || Declaración (se destacan en negritas cuestiones de interés para este artículo)

José CrIstóBAl VelásQuez, 30 años || sastre de Jerécuaro || 73. s�lo cinco días andu�o con el ejército y le dieron 20 reales.

José frANCIsCo GArCÍA, 20 años || Vaquero, español del rancho de lara en temascalcingo || 74. Cinco días andu�o con los insurgentes y le dieron 5 pesos, y esto fue porque un padre agustino predicó en el pueblo de Malinalco, en la hacienda de Jalmolonga, que tenía un hábito blanco, diciendo que él había de acompañar el ejército hasta derramar la última gota de su sangre.

PIoQuINto CeBAllos, 18 años || tejedor, mestizo de tenancingo || 75. Cinco días andu�o con el ejército y s�lo le dieron 12 reales.

MáXIMo AlDerete, 24 años || sastre, español de Xerez || 76. s�lo cuatro días [andu�o con el ejército], le dieron 2 reales por-que no estaba el comandante.

José GerMáN AVIlez, 25 años || sillero, español de tenancingo || 77. Cuatro días [andu�o], no le dieron ni blanca [arma], por que le iba sir�iendo al colector de tenancingo, que lo lle�aban preso, y por encargo de la familia de éste, es que está en dicho pueblo. fue a los fines dichos. Y como en la hacienda de san Gabriel los prendieron a todos de mont�n, lo hicieron con el declarante, porque lo �ieron en el ejército. Que el dicho colector qued� en la hacienda de san Gabriel libre.

José ANtoNIo MArtÍNez, 36 años || Gamucero, indio de tenancingo || 78. s�lo cinco días [andu�o], le dieron 20 reales.

frANCIsCo De lA Cruz, 13 años || Gañán, indio de tepostepeque || 79. Cuatro días andu�o, ellos le dieron 1 peso. No rob� nada.

José VICeNte, 16 años || Gañán, indio de tepostepeque || 80. s�lo tres días [andu�o], y le dieron 1 peso.

José QuIrINo roMero, 28 años || Cardador, mulato de Purúas || 81. Andu�o con el ejército 11 días, con 4 reales diarios, ha-bién dole tocado dos gamuzas que le dio el comandante y lo que rob�, cuatro �aras de tripa, una pieza de manta y cuatro y media de cordobanes y una bolsita de café, quedando todo en san Gabriel.

MArIANo BruNo, 27 años || tejedor, indio de toluca || 82. Andu�o con los insurgentes tres días, le dieron 12 reales. De los robos le tocaron cinco �aras de manta que le dieron y que don Ignacio torres, Justicia de tenancingo, andaba con el co man-dante.

PAsCuAl De los reYes, “no sabe, como de” 14 o 16 años || Arriero, indio de tetipaque || 83. Bastante ladino en el idioma castellano. Que desde la hacienda de san Gabriel, que está a un lado del camino del puerto de Acapulco, se introdujo con los del ejército de allen de, y andu�o con ellos dos días, hasta que lo prendieron un domin go, cuya fecha no tiene presente, y sí que habrá como 15 días.

sIlVero José, “representa ser mayor de” 25 años || Calero, indio de zumpahuachan || 84. Que el lunes después de la semana de muertos llegaron a su pueblo los insurgentes y al otro día martes salieron. Que el sábado los fue a alcanzar el declarante y esa noche se alistó con ellos, andando juntos hasta el domingo siguiente, como a las tres de la tarde, que los prendieron.

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NoMBRe y edad del reo || oficio, “calidad”y origen || Declaración (se destacan en negritas cuestiones de interés para este artículo)

PeDro sáNCHez || tendero y fabricante de aguardiente, español de Xochitepec || 85. Que el lunes 12 de no�iembre llegaron los insurgentes a Xochitepec con muchos indios forasteros que no conocía y el que mandaba tenía “un bastoncito al lado iz-quierdo del chaquet�n y en una mano una espada y era el que mandaba”. Con su llegada se alborot� el pueblo y junto con Pascual de los reyes mandaron hacer unas lanzas al herrero.

PAsCuAl De los reYes, 40 años || Gobernador, indio de Xochitepec || 86. Que recibi� a�iso el lunes 5 del corriente [no�iembre]… que aunque lo llamaran al Juzgado [de Cuerna�aca] no viniera, aunque lo pusieran en la cárcel y que había de obe decer al señor Allende… y el �iernes le dieron un papel dicién dole que era cordillera para citar a los pueblos y que inmediata mente lo llevase a atlacholoaya… que cerr� la tienda para tenerla a disposici�n de Allende… que habiendo llenado un chiquihuite de fierro de la tienda lo dio el comandante y dijo que aquello era para hacer lanzas.

MAtÍAs, 68 años || labrador, indio de Huajintlan || 87. lo aprehendieron porque el gobernador [de su pueblo de Huajintlan] no acudió al llamado que le hizo el teniente de tetecala, por tercer oficio, de modo que cuando lleg� la tropa del rey ech� al río a la gente del pueblo, las mujeres con las criaturas, de modo que se ahogó mucha gente y además quemaron el pueblo, lle�ándose las tropas todo el ganado pa ra la hacienda de san Gabriel.

rosAlINo José, 35 años || Gobernador, indio de Jiutepec || 88. Que a pocos días de haberse ido para México el señor alcalde mayor [subdelegado] don Manuel de fuica [enero 1812], estando esta jurisdicción inundada de insurgentes se �io el declarante obligado a salirse de su pueblo… march� con los señores a Cuautla, regres� después y lo encarcelaron los insurgentes en Cuer na�aca… el padre �icario de Jiutepec le habl� con entusiasmo que los gachupines ya no �ol�erán a sus casas… que habían abierto los puertos a los franceses que venían en defensa de los americanos.

José rAMóN Cortés, 19 años || sin oficio, español de Valladollid, �ecino de zinapécuaro || 89. se introdujo desde el pasado 27 de octubre [de 1810] en el ejército del comandante rubalcaba, por instancia de éste… que lo ocupaba de escribiente por lo que le daba 1 peso diario y el día 11 o 12 lo prendieron en tetecala, al tiempo que se iba de retirada a su tierra… que s�lo una carta le escribi� para el cura Hidalgo, dándole raz�n de los reales que había sacado de los estancos, y lo que había ejecutado por donde había caminado. Cuya carta le dirigi� a la ciudad de México, porque pensaba ya estaban en ella, y lo demás que escribi� eran los recibos que entregaba en los mismos estancos, resguardos que daba y demás que se le ofrecía a la mano.

JuAN ANDrés, 40 años || labrador, indio de Jiutepec || 90. Que retirado el gobernador de su pueblo [enero de 1812]… se qued� el pueblo sin más gobierno que los pocos oficiales de república que tiene, y entonces los viejos y demás hijos de él, nombraron al declarante de gobernador… cuyo empleo aceptó y después a�isaron al �icario de su pueblo Bachi ller don Pedro G�mez… que a pocos días un coronel insurgente que le decían sánchez, le dio al declarante mandamiento… saliese con sus avanzados… a a�isar si �enían gachupines, para que diesen a�iso a esta �illa de Cuerna�aca. Que por no tener armas, mand� el padre Herrero, que estaba en esta �illa, que ya no saliesen.

fuentes: AGN Criminal, �ol. 48, e. 11, f. 198-212. AGN, Criminal, �. 204, f.235-238, 282�. Declaraciones 85, 86 y 87. AGN, Criminal, �. 44, exp. 11, f. 287-302. “A�eriguaci�n y causa que se hizo en junio de 1812 al cura de Jiutepec”, núms. 88 y 90.

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