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SUCRE, BURDETT O’CONNOR Y LA BATALLA DE TUMUSLA egún Humberto y José Vásquez Machicado (1987) el General José Antonio de Sucre, una vez terminadas las batallas de Junín (6 de agosto de 1824) y Ayacucho (9 de diciembre de 1824), se dirige hacia el sur en pos del General Pedro Antonio de Olañeta, quien mantenía en el Alto Perú “la caduca bandera del absolutismo español, a pesar de no ser el dueño sino del terreno que pisaba”. S Pedro Antonio de Olañeta, cabe aclarar, nació en Elgueta, provincia de Vizcaya. Se avecindó en Salta, donde llegó a ser un próspero comerciante. Sirvió al ejército realista durante toda la guerra de la independencia (1810 a 1825). Fue ascendido a general en la Batalla de Viloma y se hizo famoso por sus tres entradas a la ciudad de Salta (1817, 1820 y 1821); ultimando, en su postrero ataque, a Martín Güemes, gaucho y héroe sin par de la “frontera norte de la Argentina”. En 1824, ya fallecido, fue designado Virrey de Buenos Aires. Asimismo, su adhesión a ultranza al régimen despótico de Fernando VII, le enfrentó al Virrey del Perú José de La Serna y a los generales de la talla de José Canterac y Jerónimo Valdés, que se consideraban liberales, ya que eran partidarios de la Constitución Española de 1812. El Gran Mariscal de Ayacucho, siguiendo las instrucciones de su “superior y entrañable amigo”, Simón Bolívar, inició su periplo en pos del general español, sin intuir –quizás- la trascendencia de todos y cada uno de sus actos, ya que a la distancia, en el tiempo y en el espacio, le esperaba una nueva nación, que se ubicaba entre los sueños de José de San Martín y de Simón Bolívar, libertadores de América. 1

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SUCRE, BURDETT O’CONNOR Y LA BATALLA DE TUMUSLA

egún Humberto y José Vásquez Machicado (1987) el General

José Antonio de Sucre, una vez terminadas las batallas de Junín (6 de agosto de 1824) y Ayacucho (9 de diciembre de 1824), se dirige hacia el sur en pos del General Pedro Antonio de Olañeta, quien mantenía en el Alto Perú “la caduca bandera del absolutismo español, a pesar de no ser el dueño sino del terreno que pisaba”.

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Pedro Antonio de Olañeta, cabe aclarar, nació en Elgueta, provincia de Vizcaya. Se avecindó en Salta, donde llegó a ser un próspero comerciante. Sirvió al ejército realista durante toda la guerra de la independencia (1810 a 1825). Fue ascendido a general en la Batalla de Viloma y se hizo famoso por sus tres entradas a la ciudad de Salta (1817, 1820 y 1821); ultimando, en su postrero ataque, a Martín Güemes, gaucho y héroe sin par de la “frontera norte de la Argentina”. En 1824, ya fallecido, fue designado Virrey de Buenos Aires.Asimismo, su adhesión a ultranza al régimen despótico de Fernando VII, le enfrentó al Virrey del Perú José de La Serna y a los generales de la talla de José Canterac y Jerónimo Valdés, que se consideraban liberales, ya

que eran partidarios de la Constitución Española de 1812. El Gran Mariscal de Ayacucho, siguiendo las instrucciones de su “superior y entrañable amigo”, Simón Bolívar, inició su periplo en pos del general español, sin intuir –quizás- la trascendencia de todos y cada uno de sus actos, ya que a la distancia, en el tiempo y en el espacio, le esperaba una nueva nación, que se ubicaba entre los sueños de José de San Martín y de Simón Bolívar, libertadores de América.Llegó a Cusco en los primeros días del mes de diciembre de 1824. Lugar desde el cual, solicitó a Bolívar instrucciones y normas a las que debía sujetarse en relación al Alto Perú. Así, el 8 de Enero de 1825, le recordaba que tenían que “trabajar en un país que no es del Perú ni parece que quiere ser sino de si mismo”. Palabras premonitorias, que según los hermanos Vásquez Machicado (1987), se adelantan a las gestiones que se le adjudican a Casimiro Olañeta en Puno, sobre la fundación de Bolivia. Por ello afirman: “Esta frase de Sucre es definitiva. ... ya estaba en la conciencia del Gran Mariscal, la realidad precisa y exacta de la

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voluntad altoperuana por la independencia”.

El 3 de febrero de 1825, cruza el río Desaguadero y se dirige a La Paz. En el trayecto realizaría dos importantes actos administrativos, ambos de gran trascendencia para nuestro país. El primero, se manifestaría, al pasar por Tiwanaku. José María Rey de Castro, secretario de Sucre recuerda que el general recomendó encarecidamente su preservación. Encargando, además, “que se diera a una piedra grande y cuadrada [la Puerta del Sol], en cuya faz principal se veía esculpidos jeroglíficos a semejanza de las egipcias una posición adecuada para preservarla de todo daño para que no dificultase la indagación de aquellos grabados”. Acto singular, en el que el Libertador, reconoce su admiración por el significado y el aporte de las civilizaciones precolombinas de América del Sur.

El segundo, en la ciudad de La Paz, el 9 de febrero de 1825, convoca, a una Asamblea General, a realizarse el 29 de abril en Oruro, para que los representantes de Charcas, Potosí, La Paz, Cochabamba y Santa Cruz deliberen sobre su destino y su futuro gobierno. Comprometiéndose, además, respetar los acuerdos a que se arriben, siempre y cuando “se

conserve el orden, la unión y la concentración del poder para evitar la anarquía”. A pesar de que dicho congreso fuera objetado por Bolívar, ya que contradecía sus planes sobre la Gran Colombia, éste tuvo que ratificarlo y, como es conocido, en Sucre el 6 de agosto de ese año, la República de Bolívar surgía plena y soberana.

Este significativo entreacto político, fue

interrumpido por noticias del General Francisco Bourdett O’Connor (1869), quien le informó, que cerca de Oruro se le aproximó un hombre de alta estatura y puso en sus manos unos papeles y un bulto del “tamaño de un

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Francisco Burdett

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huevo de perdiz”. Una vez revisado éste, se constató que era veneno y que el portador de las cartas, suscritas por el general Olañeta, se apellidaba Ecles y que era de origen alemán. Su comisión era de “introducirse en la casa en el que el general Sucre pasara la noche, ganar la cocina y echar el veneno en la chocolatera en que se hacia chocolate para el general.” Este atentado que no llego realizarse, recordó una vez más a Sucre la importancia de la tarea militar que le fuera encomendada. Razón por la cual, reinició su viaje hacía Potosí.O’Connor, en sus memorias, señala que la presencia de los vencedores de Ayacucho, incrementó la defección de numerosos jefes realistas. Este fue el caso del regimiento Dragones Americanos, acantonado en Oruro, compuesto por “seiscientos hombres bien montados y con sables hechos en Potosí”; quienes influidos por el coronel chileno Saturnino Sánchez, se pronunciaron, en Cochabamba, en favor de la patria.Así, también, el ex Jefe de Estado Mayor Realista, Francisco del Valle, en una carta enviada el 25 de febrero de 1825, comunica a Sucre, acerca de las fuerzas y el plan de campaña del General Olañeta, en el que aconsejaba “hacer una guerra de recursos y no hacer más que ataques

de sorpresa, tener mucha actividad y llamar la atención por repetidas y violentas marchas”. Numéricamente estaba constituido por 1.360, infantes; 30 artilleros y 360 de caballería todos ellos, al parecer, eran “chicheños”. Entre sus jefes estaba el coronel Carlos Medinaceli.El 29 de marzo de 1825, Sucre y su ejercito entran a la ciudad de Potosí, obligando a Olañeta, a desocupar la plaza y dirigirse a la Provincia de los Chichas.Dada la proximidad de las fuerzas enemigas, Francisco Bourdett O’Connor (1869), quien estaba a la cabeza de la vanguardia del Ejercito Libertador, decidió salir en su búsqueda. Llevaba bajo su brazo el acta de capitulación de Ayacucho, para demandarle su rendición. No había caminado ni siquiera 3 leguas, relata, “cuando recibí un parte del teniente coronel Medinaceli, en el que me comunicaba que el 1º de abril, día Jueves Santo, dos días antes de recibir yo aquel parte, había muerto el general Olañeta en Tumusla, en un motín ocurrido en su tropa. Hice alto allí mismo con mi división y me regrese a la ciudad de Potosí...”

El parte recibido decía lacónicamente: “Fuimos 26 Jefes y Oficiales con 1.300 clases y soldados, los vencedores en la Batalla de Tumusla, efectuada frente al río

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Tumusla y sobre el camino real y adyacencias del cerro, la tarde del Jueves Santo [el] 1º de abril de 1825, de las 3 de la tarde a las 7 de la noche.”

Al revisar las fuentes históricas disponibles y las diferentes opiniones de historiadores -bolivianos y argentinos especialmente- acerca de la Batalla de Tumusla, se constata la presencia de datos ambiguos y poco consistentes.Así para Alcides Arguedas (1959), siguiendo a O’Connor, relata que parte de las tropas del General Pedro Antonio Olañeta habrían defeccionado a la cabeza del Teniente Coronel Carlos Medinaceli y que estos, posteriormente, lo habrían victimado; opinión compartida por los investigadores José, Teresa y Carlos de Mesa (2003). Es más, ellos indican taxativamente “Este hecho facilitó la penetración de las tropas colombianas a todo el Alto Perú, sin que se disparase un solo tiro”

En tanto que el coronel Juan Carlos Jones T. (2003) de nacionalidad argentina escribe: “Horas antes había abandonado la ciudad [de Potosí] el Comandante realista [Olañeta], para

unirse al resto de sus fuerzas acantonadas en Tumusla. Allí comprobó que sus soldados se habían pronunciado por la causa americana, encabezados por su segundo, el Coronel Carlos Medinaceli. Por el deseo de restablecer su autoridad y continuar las acciones bélicas contra los americanos, el 1 de abril de 1825, Olañeta ordenó a la tropa que lo acompañaba, que atacaran a los rebeldes y en esa acción se produjo el Combate de Tumusla, donde el General Olañeta perdió la vida.”

En resumen, la Batalla de Tumusla se habría efectuado frente al río Tumusla, cerca de un cerro adyacente y sobre el camino real que unía a Buenos Aires con Potosí. El pronunciamiento de Medinaceli en favor de la patria, desencadenaría un motín o un encuentro armado al interior del último ejercito realista en América, ocasionando la muerte -o quizás el asesinato- del General Pedro Antonio de Olañeta. Siguiendo, a Jones T. (2003), es

plausible pensar que el ejercito realista estaría acantonado tanto en Potosí como en Tumusla. Al momento de retirarse Olañeta hacia la provincia

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Río Tumusla en Nor Chichas.

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de los Chichas, sus soldados acampados en Tumusla y liderizados por Medinaceli, se habrían levantado contra el Rey, la tarde del 1º de abril de 1825 (Jueves Santo). La batalla habría durado cuatro horas, cegando la vida de Olañeta.Si se quiere, por último, aclarar este último hecho de armas, se debe revisar acuciosamente la documentación histórica existente; como a estudios arqueológicos, para reunir evidencias fehacientes en el campo de batalla, que aclaren de una vez por todas uno de los postreros momentos del Imperio Español en Bolivia y en América del Sur.Carlos Ostermann Stumpf, antropólogo. 2005

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