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( Bautislno y neocatecumenal CARLOS ELORRIAGA Salamanca I. ¿QUÉ ES EL CAMINO NEOCATECUMENAL? El camino neocatecumenal recibe ese nombre, en primer lu- gar, porque es una experiencia cristiana gradual en la que poco a poco se dan sucesivos pasos tendentes a desembocar en la vi- vencia de una espiritualidad bautismal con todos sus elementos. Esto es precisamente lo que se intentará explicar aquÍ dentro de la brevedad que necesariamente marca el espacio disponible. La expresión neocatecumenal hace referencia a un verdadero cate- cumenado, que es de adultos. Al camino neocatecumenal pueden pertenecer personas, desde unos dieciséis años aproximadamente, de cualquier clase o condición. Al menos en un principio no se requeriría necesariamente siquiera estar bautizado, puesto que el bautismo puede recibirse más tarde (de ello existe, por ejem- plo, experiencia en países como el Japón). Estadísticamente, sin embargo, la inmensa mayoría de los integrantes del camino neo- catecumenal son, hoy por hoy, cristianos bautizados que poste- riormente intentan viven ciar la eficacia del bautismo que reci- bieron un día. Todo esto se irá entendiendo mejor en el curso de las presentes páginas. De entrada vale la pena subrayar la semejanza entre la ex- periencia neocatecumenal y los catecumenados de la Iglesia en los siglos III y IV. Que en aquella época se tratase de catecume- nados de adultos que se preparaban al bautismo y que, por tan- REVISTA DE ESPIRITUALIDAD, 46 (1987), 369-388.

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Bautislno y neocatecumenal

CARLOS ELORRIAGA

Salamanca

I. ¿QUÉ ES EL CAMINO NEOCATECUMENAL?

El camino neocatecumenal recibe ese nombre, en primer lu­gar, porque es una experiencia cristiana gradual en la que poco a poco se dan sucesivos pasos tendentes a desembocar en la vi­vencia de una espiritualidad bautismal con todos sus elementos. Esto es precisamente lo que se intentará explicar aquÍ dentro de la brevedad que necesariamente marca el espacio disponible. La expresión neocatecumenal hace referencia a un verdadero cate­cumenado, que es de adultos. Al camino neocatecumenal pueden pertenecer personas, desde unos dieciséis años aproximadamente, de cualquier clase o condición. Al menos en un principio no se requeriría necesariamente siquiera estar bautizado, puesto que el bautismo puede recibirse más tarde (de ello existe, por ejem­plo, experiencia en países como el Japón). Estadísticamente, sin embargo, la inmensa mayoría de los integrantes del camino neo­catecumenal son, hoy por hoy, cristianos bautizados que poste­riormente intentan viven ciar la eficacia del bautismo que reci­bieron un día. Todo esto se irá entendiendo mejor en el curso de las presentes páginas.

De entrada vale la pena subrayar la semejanza entre la ex­periencia neocatecumenal y los catecumenados de la Iglesia en los siglos III y IV. Que en aquella época se tratase de catecume­nados de adultos que se preparaban al bautismo y que, por tan-

REVISTA DE ESPIRITUALIDAD, 46 (1987), 369-388.

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to, propiamente hablando, no eran todavía cristianos, y que, por otro lado, en las comunidades neocatecumenales se haga una experiencia fundamentalmente pos bautismal, es en realidad algo secundario. En su inconfundible estilo personal lo expresó per­fectamente Pablo VI: «Vivir y promover este despertar es con­siderado por vosotros como una forma de catecumenado pos­bautismal, que podrá renovar en las comunidades cristianas de hoy aquellos efectos de madurez y de profundización que en la Iglesia primitiva eran realizados en el período de preparación al bautismo. Vosotros lo hacéis después: el antes o después, diría, es secundario. El hecho es que vosotros miráis a la autenticidad, a la plenitud, a la coherencia, a la sinceridad de la vida cris­tiana» l.

Puesto que en {¡ltimo término el camino neocatecumenal no persigue otra cosa que la profundización en la espiritualidad bautismal, y ello es lo propio de todo cristiano, no debe ser considerado como «movimiento», aunque tal vez, puestos a cla­sificar desde un punto de vista jurídico u organizativo, hubiese que encuadrarlo ahí. Pero, en rigor, no forma parte de los que se han solido llamar movimientos, porque no comporta ninguna idea de especialización apostólica o pastoral. No es un movi­miento, porque no es para algo (no tiene como tal una finalidad de carácter asistencial, de formación religiosa, teológica, cate­quética, etc.). El camino neocatecumenal busca simplemente que los cristianos sean verdaderamente tales. Los que llegan así a una madurez cristiana -aunque aquí la palabra madurez tiene un sentido muy relativo, pues la plenitud del hombre sólo se alcanza en el {¡ltimo encuentro con Dios- no intentarán otra cosa que vivir como cristianos en su circunstancia personal. El camino neocatecumenal no busca asociarse para hacer algo de manera más o menos organizada, sino más bien que sus miem­bros lleguen a vivir la fuerza del evangelio en sus circunstancias cotidianas, humanas, sociales y eclesiales.

1 Palabras de Pablo VI a las comunidades neocatecumenales en la audiencia general del 8 de mayo de 1974. Texto tomado de El neocatecu­menado en los discursos de Pablo VI y Juan Pablo II (el subrayado está en el original), publicado por el Centro Neocatecumenal Diocesano de Madrid, 1986, pág. 20.

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La bibliografía sobre el camino neocatecumenal es más bien es­casa, pero pueden verse diversos artículos de Giorgio Zevini 2 y Ri­cardo Blázquez 3. Tal vez la razón de la escasez de esta bibliografía se debe a la importancia que, como se verá, reviste en las comu­nidades neocatecumenales la palabra hablada, o mejor, la palabra predicada. Por otra parte, la andadura del camino no ha obedecido ni se debe a un plan previo cuidadosamente elaborado, sino que su desarrollo vital y concreto se ha ido haciendo más de modo prác­tico. Desde un punto de vista teórico puede decirse, sin embargo, que la marcha seguida responde a pautas que pueden entenderse perfectamente desde una seria visión teológica, asunto que también aquí se habrá de analizar dentro del tema propuesto 4.

El camino neocatecumenal ha estado marcado desde el co­mienzo por toda una impronta cristocéntrica y soteriológica más fuerte de lo que pueden dar a entender una primera observación superficial o las impresiones de quien haya tenido con él sólo algún contacto ocasional. En el comienzo y en el núcleo del pro­ceso se encuentran el anuncio o kerigma de Jesucristo resucitado que quiere hacerse presente con toda viveza en la realidad del que escucha y acoge ese anuncio. La predicación que allí se efectúa tiene características señaladamente paulinas en la cristo­logía y en la antropología teológica subyacentes. Todo ello es de alguna manera previo a la experiencia de la espiritualidad bautismal. Sin embargo, y por otra parte, es también caracte­rístico del camino el intento de vivir en él toda la Escritura como unificada. Es importante aquí el leít motiv de que la pa-

2 En castellano, el artículo «Experiencias de iniciación cristiana de adul­tos en las comunidades neocatecumenales», Concilium, febrero 1979, 240-248. Es bastante preciso, del mismo autor, aunque sólo se encuentra en la versión original italiana, «Neocatecumenato», Nuovo Dizionario de Spiritualita (dir. por St. de Fiores-T. Goffi) , Roma, 21979, 1056-1073 (con bibliográfia italiana muy completa hasta la fecha).

3 R. BLÁZQUEZ, «Comunidades neocatecumenales: un camino de ini­ciación cristiana», Teología y Catequesis, 4 (1984), 603-641. Por mi par,te, me he referido al 'tema en la revista Comunidades, n. 55, octubre-diciem­bre 1986, 199-208. Todos los trabajos mencionados aquí y en la nota 2 contienen indicaciones bibliográficas suficientes.

4 En cuanto a datos estadísticos, si bien naturalmente éstos no pueden ser muy precisos, cabe citar los que menciona el arzobispo P. Cordes en un artículo reciente, «Nouveaux mouvements spirituels dans I'Église», Nouvelle Revue Théologique, 109/1 (1987), 49-65, pág. 52: «Le Chemin du néo-catéchuménat, commencé a Madrid par Kiko Argüello (né en 1939) vers le milieu des années 60. Il est implanté aujourd'hui dans 2214 paroisses de tous les continents avec 5118 communautés, dont chacune comprend de 30 a 40 membres; on peut donc estimer a 200.000 les adhérents du mouvement».

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labra múltiple de la Biblia encuentra su plenitud y su sentido total en Jesús. Pues, en último término, la multiplicidad de si~ tuaciones encuentra su más auténtica realidad en Jesucristo, «quien fue entregado por nuestros pecados y fue resucitado para nuestra justificación» (Rom 4,25), de lo cual cobran su sentido más auténtico los cantos del Siervo de Yahvé en el Deutero~

isaías. Este Siervo es percibido así como una elocuente imagen profética del Mesías, pero expresa que el cristiano está llamado a que se realice en su vida esa imagen del Siervo. Para ello se verá convocado a cumplir la palabra evangélica: «El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sí~ game», sabiendo que «quien quiera salvar su vida, la perderá; pero -según la palabra de Jesús- quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará» (cf. Mc 8,34-35). Si en Rom 4,25 se menciona a Jesucristo como «resucitado para nues­tra justificación», y el cristiano cree a su vez que «a quien no conoció pecado, Dios 10 hizo pecado por nosotros para que vi­niésemos a ser justicia de Dios en El» (2 COl' 5,21), la justifi­cación, tema eminentemente paulina, se convierte en algo vital para el cristiano. Puesto que, de acuerdo con Pablo, es el hom­bre justificado el que merece el calificativo de hombre nuevo (cf. Ef 4,24), Y la justificación se recibe por la fe (cf., de ma­nera amplísima, las epístolas a Gálatas y Romanos), esta escucha de la predicación (cf. Rom 1O,17a), es decir, la escucha que lleva a la fe (cf. Rom 1,5), es la que motiva el ministerio de la predicación en la Iglesia. El hombre es hecho nuevo al acoger a Dios en la fe que el mismo Dios le da. Pero la escucha re­quiere el lento proceso de una Palabra de Dios constantemente proclamada.

Es precisamente ahí donde el camino neocatecumenal se con­vierte en un camino de fe. Pero esa es igualmente la razón por la que sea un camino bautismal. Teológicamente, la cuestión puede también exponerse de este modo:

1) El acontecimiento central de la historia universal, pero también de la historia y de la vida de cada hombre concreto, es el acontecimiento de Jesucristo. No es necesario documentar esto ahora bíblicamente, sino que es legítimo suponerlo como dato previo con que el lector cuenta.

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2) El anuncio del acontecimiento J esucl'Ísto es en las pri­meras comunidades cristianas el anuncio de la salvación y el perdón de los pecados en su resurrección tras el paso por la muerte. El anuncio de la resurrección de Cristo como victoria sobre la muerte se convierte inmediatamente en un anuncio que se hace al hombre: su pecado ha sido destruido y en la resurrec­ción de Jesucristo ha aparecido una posibilidad de vida nueva (el «hombre nuevo»: cL toda la espiritualidad bautismal que refleja Rom 6,3-11).

3) Esto es objeto de la palabra anunciadora de la Iglesia. En el kerigma, que, con este u otro término, predicó la Iglesia desde su comienzo ~en la práctica, kerigma significa tanto el hecho del anuncio, sentido primario de la expresión, como su contenido~, reside la fuerza y el sentido de la misión de la Iglesia. Cuando las comunidades neocatecumenales señalan la im­portancia del «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nue­va a toda la creación» (Mc 16,15), tienen conciencia de estar realizando, de acuerdo con el mandato de Jesús, 10 que siempre fue razón de ser de la Iglesia.

4) La gradación, prolongando el esquema aquí latente, es: a) el acontecimiento Jesucristo; b) el anuncio kerigmático del acontecimiento Cristo como anuncio de su muerte y resurrec­ción; e) el despertar de la fe en el oyente que escucha la palabra de la predicación (Rom 10,17); d) el bautismo, como signo y sello eficaz de la fe suscitada. La carta a los Efesios, tras el himno al plan de salvación de Dios, que comienza en 1,3 y cen­tra el proyecto divino en Cristo, desemboca en la afirmación de que «en él también vosotros, tras haber oído la Palabra de la verdad, el Evangelio de vuestra salvación, y creído también en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa ... » (Ef 1,13). El sello es la realidad y la «marca» que Dios coloca en quien por la fe ha acogido la salvación. Desde el punto de vista teo­lógico, todas las afirmaciones de la historia del cristianismo sobre el «carácter» sacramental, cuando éstas se refieren al bautismo y confirmación, no hacen más que resaltar que Dios deja en el hombre una constancia de su «eficacia» al introducirse en la vida de un hombre para hacerle partícipe de su salvación que le ofre­ce en Cristo.

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Ahora bien, todo ese proceso por el que Dios entra en una existencia individual es un proceso catequético, en el que por el interior del hombre resuena y produce constantemente su eco la palabra que la Iglesia tiene siempre que proclamar. Puesto que estadísticamente, sobre todo por los datos que hasta ahora se tie­nen de Europa y América (Norte y Sur), parece que se trata ma­yoritariamente de cristianos ya bautizados, la espiritualidad bau­tismal del camino neocatecumenal es de hecho posbautismal, aun­que esta circunstancia de anterioridad o posterioridad sea, tal como ya se ha dicho, secundaria. Es más acertado decir simple­mente que es una espiritualidad bautismal. Si hubiese de vivirse el bautismo como un sello que concluyese todo un proceso de predicación, fe y experiencia y prueba de esa fe, la espiritualidad de ese proceso sería la que corresponde a lo que es ya hoy el camino neocatecumenal en la Iglesia. Vale la pena añadir tam­bién que con esta «metodología» no se pretende en modo alguno hacer cualquier clase de competencia a cualquier otra forma le­gítima de entender la espiritualidad o la acción pastoral de la Iglesia. Al fin y al cabo, este camino no es más que un carisma entre otros muchos, independientemente de que, como se mencio­nará, también dentro de él hay posibilidad de que surja otra va­riada multitud de carismas.

II. EL CAMINO NEOCATECUMENAL COMO VIVENCIA

DE LA ANTIGUA EXPERIENCIA BAUTISMAL DE LA IGLESIA

Debe quedar claro, para no caer en la estrechez de miras, que la vivencia de la antigua praxis catequética prebautismal puede experimentarse de maneras bastante diferentes, puesto que los mismos catecumenados de la Iglesia de los Padres tenían matices diversos 5. Es además importante, a mayor abundamiento, el he­cho de que exista un nuevo Ordo ínítíatíonís christianae adulto­rwn desde hace quince años 6. El camino neocatecumena1 y sus

5 Son, en este sentido, importantes los dos libros recientes de M. DUJA­RIER, Breve historia del catecumenado e Iniciación cristiana de adultos, Bilbao, DDB, 1986. Cfr. también el más antiguo, pero valioso libro de A. LAURENTlN-M. DUJARIER, Catéchuménat, Paris, 1969.

6 La versión latina en Typis polyglottis vaticanis, 1972. La versión castellana corresponde a la Comisión Episcopal Española de Liturgia, Madrid, 1976.

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comunidades, cuyos comienzos concretos pueden situarse en 1964 7

, contIene muchos de los ricos elementos que se encuen­tran en el mencionado ritual. Este, por otra parte, en la distri­bución del material que ofrece se concibe a menudo mucho más como fuente de inspiración pastoral o espiritual, y no sólo frente a los adultos, que como conjunto de prescripciones taxativas 8. De hecho, lo que sucede es que las múltiples fuentes bíblicas, histó­ricas y patrísticas sobre el catecumenado son el material que uti­liza el ritual y en el que se inspiran las comunidades neocatecu­menales u otras realidades más o menos similares de la Iglesia actual.

A) Los principios básicos

Desde ese acervo de datos de la tradición el camino neoca­tecumenal se establece segtm unos principios básicos que pueden detallarse como sigue:

1) El hombre necesita snlvación a todos los niveles de su existend:::t. «Lograr» la propia vida suele ser una dificultad para el hombre. Cuando una persona lleva en sí la marca del «triun­fador», a menudo suele ir acompañado el triunfo de otros as­pectos no tan brillantes o de frustraciones paralelas. Ello sin ol­vidar que con frecuencia personas que «triunfan» lo consiguen a veces a costa del fracaso de otros, indirecto u otras veces provo­cado por quienes consiguen vencer. Son, sin embargo, bastantes

7 Cfr. G. ZEVINI, arto cit., p. 240. 8 En la presentación de la edición española reconoce el cardenal

N. Jubany que la práctica bautismal en España es «casi exclusivamente con niños», y que el bautismo de adultos apenas ocupa espacio en la pas­toral de nuestro país. Pero señalando que «este Ritual no es exclusiVH­mente para bautizar adultos», porque incluso «los catequistas y párrocos tienen en este Ritual un buen instrumento para su misión a la hora de preparar a los niños para la primera comunióll». Y añade: «Además será útil para cuantos quieran ahondar en su vida cristiana, bien individual­mente o por medio de reuniones periódicas en las que, a modo de neoca­tecumenados, se plantean los compromisos de su fe y de su bautismo». y anota que «precisamente ahora proliferan en todas partes movimientos que tienden a recuperar para la formación cristiana la dimensión catecu­mena!» (p. 5). La misma nota remite al C. IV del Ritual como pista orientativa (= «Preparación para la confirmación y la eucaristía de los adultos bautizados en la primera infancia y que no han recibido cateque­sis», pp. 151-153).

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más los que se encuentran insatisfechos de cómo les han ido unas u otras dimensiones de la vida. En todas las facetas de su vida necesita el hombre liberación de sus esclavitudes.

2) En el camino neocatecumenal se vive intensamente la convicción de que el hombre puede confiarse en Dios, tener fe 'en El para que sea El quien realmente, el único que puede ha­cerlo de modo pleno, le sacie. La fe, hecha posible por el mismo Dios, mediante la cual el hombre se entrega a El, se convierte así en la actitud más radical del que cree en la salvación que se le ofrece en Jesucristo.

3) «Padre de los creyentes» llama la Escritura a Abraham (Rom 4). Según Gén 15,6, «creyó él en Yahvé, el cual se lo repu­tó por justicia». Tal como se señala en Gén 12,lss, al comienzo de la historia de Abraham, éste es alguien que se pone en ca­mino, situación itinerante que será característica de toda la es­piritualidad del Exodo. La actitud de Abraham y la de Israel en el camino hacia la tierra de la promesa son las actitudes típicas de fe del pueblo que busca su salvación en la liberación de una esclavitud que es punto de partida.

4) Pero tras la salida inicial de Egipto, el paso del mar Rojo es typos o figura del bautismo. No es necesario explicar ahora cómo la Iglesia ha vivido esto siempre en la liturgia bau­tismal. Basta decir, como realidad más importante, que en el agua bautismal está llamado a morir lo que esclaviza al hombre, que es el pecado. Cuando el hombre, viviendo la espiritualidad del bautismo, se ve mucho más libre de la tenaza del pecado, expe­rimenta también que las realidades de su vida que se le presen­taban como destructoras, enfermedad, fracaso, frustraciones de cualquier tipo, etc., ya no lo son, puesto que, si lo eran, ello su­cedía por el pecado 9, que va siendo destruido en el hombre. Pero esta destrucción progresiva del pecado implica un «vaciamiento» de sí mismo (F1p 2,7), que es, en primer lugar, un conocimiento y reconocimiento de la propia realidad en el hombre que, desde el desierto, quiere entrar en la «tierra prometida» de una nueva vida en Cristo.

9 En esta línea debe entenderse «el aguijón de la muerte es el pecado», en 1 Cor 15,56a. Cfr., al respecto, los diccionarios y manuales de teología bíblica.

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Este autoconocimiento del hombre como don de Dios se con­sigue en el neocatecumenado a través de una serie de fases, lo suficientemente lentas como para que los miembros de estas co­munidades puedan penetrar adecuadamente en su realidad per­sonal, lo cual iluminará y fortalecerá la espiritualidad bautismaL

B) El camino neocatecumenal es un camino por etapas

En el Ritual del bautismo ele niños y en el ya mencionado de la iniciación de adultos, así como en el de la confirmación, aparecen distintos momentos que en gran parte correspondían a los pasos de unas a otras etapas de la iniciación cristiana en la época clásica de los Padres. Todo ello, además, dentro del con­texto vital que era especialmente perceptible en la Iglesia local como expresión de la Iglesia universal 10.

Según esto, se dan «pasos» entre etapas. Teniendo en cuenta, además, la forma de comenzar en una comunidad concreta el ca­mino neocatecumenal, éste puede describirse a través de las si­guientes etapas y pasos:

1) El anuncio general y las primeras catequesis

El Camino se introduce siempre a través de las parroquias. Cuando un párroco solicita unas catequesis neocatecumenales para los miembros de una parroquia, acude a ella un grupo de catequistas que, durante un domingo, anuncian en la iglesia los elementos básicos del kerigma cristo1ógico e invitan para días sucesivos a escuchar unas catequesis que se prolongarán, dos veces por semana, durante poco menos de dos meses. En rea­lidad, estas catequesis no hacen más que multiplicar, bastante ampliamente, el anuncio de Jesucristo que en la parroquia se hizo para todos el domingo inicial. No se excluye a ninguna clase de personas que quieran acudir a estas catequesis. Es im­portante hacer notar que nunca se requieren tampoco ningunos requisitos morales previos. Durante este tiempo no se hará fun­damentalmente otra cosa que procurar que el kerigma resuene

10 Para una breve visión de conjunto, cfr. la 1esis doctoral de E. FE­RENT, Il mistero della Chiesa locale nella Iniziazione Cristiana degli Adulti e nello Ordo della Confermazione, Roma (Urbaniana, extracto), 1979 (bibl.).

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ampliamente sobre las personas que libremente quieran acudir a las catequesis. La eficacia de esta palabra, que sólo puede otorgar y medir Dios mismo como don de su gracia, es la única a la que se confiará, si es necesario, cualquier posible cambio ético en la vida de las personas. El camino neocatecumenal es moralmente exigente, pero desde la convicción de que quien viene a él, sólo en la medida en que su hombre viejo se va transformando en hombre nuevo, puede, en consecuencia a esta novedad, actuar con decisión y del modo adecuado en el ten'e­no moral. Los catequistas suelen observar cómo personas que aparecen estas primeras semanas desde las más diversas expe­riencias encuentran más fácilmente el sentido de su propia rea­lidad. Al final de este período de catequesis una celebración de la Penitencia, para los que quieran, y de la Palabra les prepa­ran también para que, igualmente si lo desean, acudan a una convivencia en la que se constituirá una nueva comunidad. To­dos los años se hace esta experiencia en la parroquia, y así pueden surgir sucesivamente diversas comunidades. Todas ellas comienzan un camino bautismal porque a lo largo de años irán lentamente reviviendo todos los ritos y pasos que conducen al bautismo. Es obvio que los bautizados no repetirán el bautis­mo. En las comunidades se tratará simplemente de revivir todos los ritos previos a él, como en la antigua catequesis bautismal patrística.

2) Comienzo del precatecumenado

La comunidad, si sus integrantes aceptaron formarla, cami­nará desde ahora fundamentalmente escuchando la Escritura en celebraciones de la Palabra y participando en la eucaristía do­minical, que por primera vez se celebró en la convivencia que siguió a las catequesis. Los miembros de la comunidad se ha­bitúan así a una Palabra que se continúa proclamando sobre ellos como un goteo lento. Más intensamente se hace presente todo lo vivido en las convivencias breves que se celebran en días adecuados. Este período dura unos dos años.

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3) Paso al catecumenado

En el tiempo anterior, la Escritura, el trato frecuente de unos con otros, etc., les ha hecho a todos conocerse más per­sonalmente y entre sí. Habría que pasar al catecumenado bau­tismal propiamente dicho, pero el paso es lento, pues tendrá reflejos importantes en la propia vida. Por eso este paso se da en un período que aproximadamente dura otros dos años y se abre con el acto y la liturgia de un primer escrutinio bautismal. Con él comienza un período de tránsito que se cerrará con un segundo escrutinio. En este tiempo se parte de la convicción de que el hombre vive siempre esclavizado por una deteriorada vi· vencia e interpretación de sus relaciones con el mundo afectivo, la realidad del trabajo y la fuerza que para él representa el di­nero. El conjunto de todo esto debe empezar a ser sanado para que el aspirante a catecúmeno esté en condiciones, si da el paso al catecumenado, de practicar más estrechamente el seguimiento de Cristo. La catequesis que se recibe insiste en este tiempo en la importancia de la cruz como fuente de vida. La cruz se per­cibe como algo que siempre está presente de forma muy espe­cífica en la vida de cada uno. La concreción con que en este período de tránsito comienzan a aparecer algunas llamadas con­cretas al seguimiento de Cristo y la mayor iluminación que se experimenta sobre el amor de Dios a cada uno, reflejado en su propia historia personal, hacen de esta etapa un período clave en el camino neocatecumenal, en el que el individuo comienza a descender hacia 10 que puede llamarse realmente la kénosis de cada vida cristiana. El segundo escrutinio cierra la etapa examinando 10 que Dios ha hecho en cada uno.

4) El neocatecumenado propiamente dicho

Cuando los miembros de las comunidades neocatecumenales tienen ya un conocimiento más objetivo de sí mismos comienza la tarea más honda de que Dios penetre más auténticamente en la propia vida y la transforme. Quienes conocen ya de modo más realista su propia personalidad, con sus posibilidades y sus límites, y tienen siempre presente en sus vidas la fuerza de la cruz, saben que necesitan clamar cada día al Dios que quiere venir siempre en su auxilio. Los neo catecúmenos se han dirigi-

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do ya en muchas ocasiones a Dios, desde el principIO del ca­mino, probablemente con mucha mayor fuerza y entrega de 10 que nunca antes lo habían hecho. Sin embargo, necesitan hacer la experiencia de que la oración es un don de Dios, y por ello ahora la Iglesia, por medio de los catequistas, se la «entrega», abriéndoles el sentido de los Salmos y entregándoles la Liturgia de las horas.

Más tarde, siempre sostenidos por la oración, se hace en­trega del Credo a los catecúmenos (la antigua traditio symboli) para que verifiquen en su vida si realmente creen. Tiempo des­pués será examinada la actitud de fe, tras lo cual, de manera pública, se devuelve la fe (redditio symboli) , profesando el Cre­do ante quien quiera escucharlo. La publicidad de esta confe­sión de fe culmina, por otra parte, en una procesión que se organiza un Domingo de Ramos y que acaba en la Eucaristía de ese día.

Para situar todo esto dentro de la liturgia bautismal conviene recordar algo sobre fijaciones de etapas y tiempos en el catecume­nado de la época patrística. Por su claridad es destacable, además de por su deseo vulgarizador, el libro de J. DanieIou, La catequesis en los primeros siglos 11. Recuerda Danielou los testimonios de Ter­tuliano, Orígenes y de la Tradición apostólica de Hipólito sobre el catecumenado 12. Como todos los autores que han estudiado el tema en las fuentes, expone Danielou que, tras las etapas anterio­res, la preparación inmediata al bautismo se hacía, desde el si­glo III, durante ,toda la cuaresma a pal'tir del primer domingo 13.

La duración de las distintas fases en el camino neocatecumenal es mucho más amplia y, al extenderse, mucho menos intensa en cada momento puntual, aunque no en conjunto. Hay un año en que el tiempo de cuaresma se emplea, antes de las etapas finales, en la redditio Symboli 14.

11 Transcrito y redactado según sus clases por R. du Charlat, Madrid, 1975, en el fondo de la hoy desaparecida Editorial Studium. Contiene bibliografía hasta la fecha.

12 lb., p. 38. Cfr. ~ambién S. MOVILLA, Del catecumenado a la comu­nidad, Madrid, 1982, 53·96.

13 J. DANIELOU, op. cit., 45. 14 En los catecumenados clásicos de Oriente la traditio ,tenía lugar

después de cinco semanas de instrucción en cuaresma (Danielou, 52-53). «Durante los quince días que siguen a la entrega del Símbolo lÍÍene lugar la explicación, explanatio symboli; el obispo lo va comentando artículo por artículo. Esta enseñanza es intensiva y dura a veces ~res horas cada día» (p. 53). En la antigua redditio ésta tiene lugar, para todos los cate­cúmenos, el Domingo de Ramos. Estas observaciones sobre la distribu­ción del tiempo dan idea bastante exacta de la diferencia de intensidad

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Tras la devolución del Credo, más tarde los neocatecúme~ nos serán introducidos a la intimidad del Padrenuestro. Un nue­vo escrutinio les conducirá hacia la electio, la elección de quie­nes se encuentren maduros para renovar el compromiso bautis­mal que la Iglesia contrajo por ellos cuando eran niños. El ob~ jetivo de todo el camino ha sido llegar a una madurez cristiana. Desde entonces será más plena una activa participación en la vida y en la misión de la Iglesia, aunque esa participación ya se daba germinalmente en momentos anteriores. De hecho, las pri~ meras comunidades que han terminado, en Roma y en Madrid, desal'1'ollan una gran actividad en tareas eclesiales. De ello se hablará al final de este trabajo.

lB. ELEMENTOS DE LA ESPIRITUALIDAD Y DE LA PRAXIS

NEOCATECUMENAL

1) Palabra, liturgia y sentido comunitario

Ya se ha hablado de la importancia en las comunidades neo­catecumenales de la Palabra, tanto de la palabra de la Escritura como de la palabra catequética y de la predicación. A esto hay que añadir la importancia de la liturgia, muy especialmente la eucaristía dominical, que se celebra siempre en las primeras ho­ras de la noche del sábado. La eucaristía y otras celebraciones (por ejemplo, de vez en cuando, celebraciones de la Penitencia, oración de Laudes en común, etc.) se hacen siempre con el má· ximo despliegue posible de todos los elementos y signos litúr­gicos: lecturas bien preparadas, introducciones a las mismas o a cada celebración en general, cuidado de los cantos y del mi­nisterio de los cantores, de las homilías, con participación de los presentes en la comunicación libre del eco que la palabra proclamada produce en cada uno, cuidado de los signos litúr­gicos, etc.

Todo ello se realiza, además, dentro de un sentimiento y ambiente comunitarios muy fuertes, que se manifiestan progre­sivamente con mayor intensidad en el interés de todos por todos

en cada momento entre los antiguos catecumenados y el modo de proce­der en el camino neocatecumenal.

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aun en medio de las dificultades y limitaciones reales que pue­den surgir. Por supuesto, no se trata de una vida físicamente en común. Todos conservan e incluso ven potenciada su vida familiar propia, etc.

Los tres elementos descritos: Palabra, liturgia y sentido de la comunidad no son otra cosa que la realidad, desde la pers­pectiva de la Iglesia como nuevo pueblo de la nueva alianza, de las tres grandes funciones y carismas existentes en el Israel de la antigua alianza: la palabra profética, el ministerio litúr­gico-sacerdotal y la realeza (o equivalente) como servicio. Los tres elementos son, sobre todo, en la perspectiva neotestamenta­ria, el reflejo, en esta expresión de la Iglesia como comunidad local, de Cristo profeta y evangelizador, sacerdote y pastor. Todo ello formará un trípode sobre el que cada comunidad se apoyará durante todo el camino y del que nunca podrá pres­cindir.

2) La Pascua

Un elemento clave de la espiritualidad bautismal de estas comunidades es el sentido de la Pascua, tanto en el aspecto kerigmático y catequético como litúrgico. Desde el punto de vista catequético, porque el anuncio de la resurrección de Cristo sobre la muerte es su pascua o paso por en medio del pueblo de los bautizados y llamados al bautismo. El núcleo de la cate­quesis neo ca tecumen al es siempre el anuncio de la victoria de Cristo en la resurrección, en el paso de la muerte a la vida, con lo que siempre se invita al que escucha a que se incorpore al tránsito a la nueva realidad del señorío de Jesucristo. En este sentido, el anuncio de Cristo resucitado como pascua para el hombre forma parte esencial de las ya mencionadas catequesis del comienzo. Los miembros de las comunidades celebran des­pués cada año la liturgia pascual con un extraordinario desplie­gue litúrgico. La celebración, a la que se incorporan bautismos, si los hay, es brillantísima y siempre exige una preparación muy cuidada por parte de todos. Es una de las ocasiones en que se reúnen todas las comunidades que pueda haber en una parro­quia.

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3) Los carismas

El camino neocatecumenal es, a través de sus comunidades, un medio de vivificación de las personas. La afirmación de Rom 3,23 de que «todos pecaron y están privados de la gloria de Dios», por otra parte tan ampliamente elaborada en la más extensa de las cartas paulinas, es, en la práctica, uno de los puntos de partida de la antropología cristiana. En la medida en que cada hombre recupera su realidad más honda a través de la acción interior de Cristo y el Espíritu, su realidad pasa a ser cada vez más un cuerpo espiritual (cf. 1 COl' 15,44, aunque la expresión «cuerpo espiritual» haga aquí referencia más bien a la resurrección definitiva). Pero el «cuerpo» que es cada hom· bre es en realidad miembro del cuerpo más amplio que forman todos los cristianos tanto en la Iglesia universal como en la Iglesia local y en cada comunidad que sea expresión de esta última. El cristiano, regenerado por Cristo (cf. Jn 3,3-8), es dentro del cuerpo que es la Iglesia un miembro que, al recibir vida, desempeña una función o funciones determinadas según el carisma determinado que Dios le da. En la comunidad neo­catecumenal aparecen ya desde el principio algunos carismas que más tarde se consolidarán o serán completados por otros nuevos y más ricos. De hecho, toda comunidad debe tener un presbítero que realice en ella los servicios que le competen, es­pecialmente la presidencia de las celebraciones de la Eucaristía y de la Penitencia. Pero una de las características más sobresa­lientes de las comunidades neocatecumena1es, en el terreno de los carismas, es su abundancia entre los seglares. Algunos se manifiestan con claridad desde el primer momento, especialmen­te el carisma de responsable, siempre un seglar, que realiza una necesaria labor de coordinación de tareas sin que ello plantee ningún conflicto de competencias con otros carismas. Al respon­sable ayuda un equipo de varios cOl'1'esponsables y del que tam­bién el presbítero forma parte. Responsable y cOl'1'esponsables laicos son elegidos desde el comienzo de la comunidad. Otro carisma o carismas que se suelen manifestar también en los co­mienzos es el de cantor/salmista. Será competencia suya cui­dar, ensayar y dirigir los cantos, cuyo repertorio en las comuni­dades es actualmente de un largo centenal'. Muchos de ellos tienen letra bíblica o se inspiran en los más diversos fragmentos

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de la Escritura. La función del cantor, más allá del aspecto téc­nico, es facilitar con el canto la oración de todos, especialmente en el campo de la liturgia. Por otra parte, en las comunidades se van despertando los carismas de lector, acólito, ostiario, etc. También se suscita, por ejemplo, el carisma de las viudas como servicio de acogida, etc.

Con el tiempo, además, surgen carismas que pueden referir­se más a servicios fuera de la comunidad o bien tener una ma­yor estabilidad eclesial. Entre los primeros es muy importante el carisma de catequista. Son siempre catequistas los que hacen el anuncio del kerygma o imparten las primeras catequesis. Sin ellos, el Camino neocatecumenal no podría extenderse, tanto dentro como fuera de la misma parroquia. El grupo de cate­quistas, al que siempre acompaña un presbítero, es elegido entre quienes se ve que pueden tener cualidades para ello, 10 cual exige también algo de disponibilidad para emplear tiempo en esta función. Existe igualmente, dentro de la misma parroquia y de la misma comunidad, el carisma de catequista de niños, fundamentalmente hijos de los miembros de las comunidades. Por último, entre los carismas de catequista debe mencionarse de modo especial el de catequista itinerante, que se traslada, con la debida autorización eclesiástica y siempre en un pequeño grupo, a realizar tareas de evangelización en donde sea preciso. Gracias a esta itinerancia el camino neocatecumenal se ha abier­to hoy paso en todos los continentes.

De modo general, sin quedarse reducido al ámbito de la propia comunidad, la· experiencia neocatecumena1 aporta al in­dividuo, además de la revitalización personal, una posibilidad de mejor auto1'l'ealización en Cristo en todos los ámbitos de la vida. Antes se habló de que las personas tienen a menudo difi­cultades de uno u otro tipo en su relación con la realidad del ' trabajo, afectiva o con el mundo del dinero. La acción de Dios en el hombre sana siempre todos los ámbitos de su existencia y hace que cada uno, a modo de carisma, encuentre su lugar y su auto1'l'ealización de manera adecuada en su vida personal y en su trabajo. Desde una perspectiva eclesial, es también muy no­table el número de vocaciones a la vida consagrada y al pres-

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biterado surgidas de la vivencia de la espiritualidad bautismal, cada vez más intensa en cada uno 15.

4) Los niños y las comunidades neocatecumenales

Cuando un matrimonio madura cristianamente en las co­munidades sus hijos experimentan benéficamente la influencia de sus padres. Pero más allá de esto, sin formar expresamente parte de una comunidad mientras no tienen una edad adecuada, son introducidos a la vida cristiana de maneras propias de su edad. Según les es posible, participan en la plegaria que se hace en familia cuando sus padres van experimentando el don de la oración. En general, puede decirse que unos padres en camino de ser más profundamente cristianos son, muchas veces a través del nuevo ambiente que se crea a su alrededor, el má­ximo estímulo para que sus hijos lleguen a un contacto con la fe y a un crecimiento en ella. En determinados momentos -por ejemplo, en la celebración de la Pascua- la presencia de los niños será para ellos mismos un medio de sentir la experiencia de sus padres, que en este caso les puede guiar a ellos. En éste y en otros momentos cobran toda su fuerza episodios como el que se prevé en Dt 6,20-25:

«Cuando el día de mañana te pregunte tu hijo: '¿Qué son estos estatutos, estos preceptos y estas normas que Yahvé nuestro Dios os ha prescrito?', dirás a tu hijo: 'Eramos esclavos de Faraón en Egipto, y Yahvé nos sacó de Egipto con mano fuerte. Yahvé reali­zó a nuestros propios ojos señales y prodigios grandes y .terribles en Egipto contra Faraón y toda su casa, y a nosotros nos sacó de allí para conducirnos y entregarnos la ·tierra que había prometido a nuestros padres bajo juramento. Y Yahvé nos mandó que pusié­ramos en práctica todos estos preceptos, temiendo a Yahvé nuestro Dios, para que fuéramos felices siempre y nos permitiera vivir como el día de hoy. Tal será nuestra justicia: cuidar de poner en práctica Itodos estos mandamientos ante Yahvé nuestro Dios, como él nos ha prescrito'.»

En realidad, el padre creyente no hace otra cosa ante su hijo que narrar la aventura de liberación que él ha vivido y vive de la mano de Dios. De hecho, la fe en el camino neocatecu-

15 Cfr. la breve reseña, sin mención de autor, «Miles de jóvenes del camino neo-catecumenal descubren su vocación sacerdotal y religiosa», en Vida Religiosa, Boletín Informativo, 59 (1985), 240-241.

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menal es una fe histórica, que, como en Israel, brota de la his­toria personal que Dios hace, además de con el pueblo, con cada uno de sus miembros. En esta circunstancia, que se hace especialmente presente en la Pascua, juegan un papel importan­te en las comunidades los catequistas de niños. Por otra parte, en las parroquias en que por el tiempo transcunido y por la experiencia cristiana acumulada han prendido fuertemente las comunidades, éstas suelen tener parte activa importante en los distintos niveles de catequización de niños en la parroquia. Casi espontáneamente se crea un clima pastoral que favorece la in­corporación de niños y preadolescentes a la vida panoquial. Todo este ambiente es adecuado para garantizar suficientemente el bautismo de niños, en cuyo crecimiento en la fe se deben tener siempre esperanzas cuando un bautizo se realiza en una panoquia que es comunidad de comunidades cristianas.

IV. PRESENCIA DE LA IGLESIA EN EL MUNDO.

CUESTIONES ECUMÉNICAS

1) Se pretende aquí, por último, abordar muy brevemente varias cuestiones bastante diferenciadas entre sí. La primera se refiere al hecho de que el cristiano está llamado a ser sal de la tiena y luz del mundo (cf. Mt 5,13-14). Lo dicho hasta aquí se ha referido especialmente al mundo interno de las comunida­des neocatecumenales o, en general, a la Iglesia. Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que el cristiano, por el hecho de estar llamado a ser «hombre nuevo», proyectará, muchas veces sin pretenderlo a propósito, el rostro de Cristo en el mundo, tanto en sus relaciones con los demás como en su trabajo profesional. La realidad de Jesucristo profeta, sacerdote y pastor, que se re­fleja también en cada cristiano como persona individual, hace que cada uno deba ser también anunciador del Evangelio, al­guien por quien el mundo sea consagrado a Dios (1 Pe 2,9s; Vat. II, Lumen gentium, n. 9), y, en definitiva, servidor de to­dos los hombres. En cuanto a esto último, conviene especificar que en la espiritualidad del camino neocatecumenal destaca tam­bién la figura del Siervo en el sentido cristológico, y en esa medida, antropológico, que tienen los conocidos cantos del Deu­iel'oisaías (42,1-9; 49,1-6; 50,4-9; 52,13-53,12). El cristiano

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deberá ser reconocido en el mundo, además de en la Iglesia, por su capacidad para dedicarse al servicio de los demás. El sentido de la kénosis o auto despojamiento de sí mismo es am­pliamente cultivado en las comunidades neocatecumenales.

2) Junto a esto debe también decirse que la realización por este camino del seguimiento bautismal no sólo es ordinaria­mente de por sí compatible con la vida religiosa y con el estado propio del ministerio ordenado (obispos, presbíteros y diáco­nos), sino que favorece sensiblemente esos u otros carismas ecle­siales que algunos ya poseen cuando comienzan su andadura neocatecumenal. De hecho, se podrían presentar testimonios nu­merosos de cómo muchos han visto muy potenciada su dedica­ción ya existente a la Iglesia. Pero, además, cuando alguien arroja toda su realidad concreta sobre la cruz de Jesucristo para experimentar la fuerza de la resurrección en la concreción pro­pia de su vida, proyecta sobre el misterio pascual su realidad completa, es decir, con todo lo que le pertenece. En el caso de la persona casada, su vida matrimonial. En el caso del reli­gioso/a, presbítero, etc., su especial consagración eclesial. Todo puede experimentar la eficacia de la acción de Dios. Por ese motivo es planteamiento equivocado el que cree ver dilemas artificiosos entre la experiencia neocatecumenal y muchas otras vocaciones de especial consagración.

3) Es obligado señalar también la relevancia de este mo­delo de espiritualidad ante la tarea ecuménica. Puedo, por mi parte, señalar aquí una experiencia personal. De manera un tanto inesperada, la enseñanza de la teología me llevó hace ya algunos años a ocuparme con mucha frecuencia de cuestiones relacionadas con la acción de Dios en el hombre por la gracia y también de la realidad del pecado del hombre. J ntentando es­tudiar los posibles acuerdos ecuménicos en el campo de la an­tropología cristiana, me pareció observar después, a partir de 1980, que las catequesis y la espiritualidad neocatecumenal eran una expresión exacta de 10 que podría ser esa convergencia ecu­ménica en ese terreno, especialmente con las Iglesias surgidas de la Reforma en el siglo XVI 16. Creí comprender que, salvo matices teológicos accesorios que no pueden exponerse aquí, la

16 Sin entrar, por otra parte, ahora en las divergencias que pueden existir en otras áreas y que son objeto del diálogo ecuménico.

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concepción católica y protestante sobre la justificación por la fe eran en esencia idénticas, pese a que esta cuestión fue la chispa que originatiamente había hecho encenderse la discordia entre luteranos y católicos. Por 10 demás, ahora no es necesario ex­plicar la trascendencia que la cristología, la pneumatología, la liturgia y la iniciación cristiana, todas las cuales se viven con setiedad en las comunidades neocatecumenales, tienen de cara al diálogo con las Iglesias ortodoxas 17.

4) Una última observación: la radicalidad del seguimiento de Ctisto plantea en los últimos tiempos en la vivencia neo ca­tecumenal la necesidad de la tarea de evangelización. Algunas de las comunidades más avanzadas realizan esta misión en lu­gares difíciles del centro y norte de Europa. Pero últimamente también se ha acrecentado ese esfuerzo en diversos lugares de Amética latina, aunque allí ya estaba presente este camino desde hace años. Dar detalles de todo esto desbordaría el proyecto del presente número de la Revista. Se puede terminar, sin embargo, concluyendo que todo este esfuerzo evangelizador no es más que la consecuencia de una espiritualidad bautismal que no hace otra cosa que introducir a las comunidades cada vez más en el corazón mismo de la Iglesia de la que han surgido.

17 Escribiendo estas líneas, avanzado el mes de junio de 1987, aparece en la prensa la noticia del acuerdo ecuménico enh'e comisiones católica y ortodoxa sobre «Fe, sacramentos y unidad de la Iglesia», El documento no es todavía plenamente accesible, pero revestirá sin duda importancia notable de cara al ,tema al que aquí se alude, En cuanto a todas las cuestiones ecuménicas aludidas es necesario mencionar aquí, en castellano, el importante Enchiridion oecumenicum (dir. por A. González Montes), que ha editado la Universidad Pontificia de Salamanca a finales de 1986.