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SAMUEL BECKETT Selección, traducción y nota de Pura López Colomé U  NIVERSIDAD  NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO COORDINACIÓN DE DIFUSIÓN CULTURAL DIRECCIÓN DE LITERATURA MÉXICO 2008

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    SAMUEL BECKETT

    Seleccin, traduccin y nota de

    Pura Lpez Colom

    UNIVERSIDADNACIONAL AUTNOMA DE MXICO

    COORDINACIN DE DIFUSIN CULTURALDIRECCIN DE LITERATURA

    MXICO 2008

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    NDICE

    NOTA INTRODUCTORIA 3

    PRIMER AMOR 7

    DE UNA OBRA ABANDONADA 26

    IMAGINACIN MUERTA IMAGNATE 35

    CRONOLOGA LITERARIA 38

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    NOTA INTRODUCTORIA

    Samuel Beckett (1906) naci en Foxrock, cerca de

    Dubln, en el seno de una familia protestante de clasemedia. Se puede decir que fue miembro del mundoacadmico durante los aos que precedieron a lo quehasta hoy ha sido su vida literaria: fue a la misma es-cuela que Oscar Wilde de nio, despus de lo cualhizo su carrera y maestra en lenguas modernas enTrinity College; fue profesor en la cole NrmaleSuprieure en Pars y regres posteriormente a su pa-tria con objeto de terminar sus estudios doctoralesalrededor de la filosofa de Descartes y la escuelacreada por l. En 1931 abandon la academia y deci-

    di viajar por Europa (Inglaterra, Francia, Alemania).Finalmente, en 1937 se estableci en Pars donde ra-dic hasta su muerte en 1989, y no fue sino hasta1969 cuando le fue otorgado el Premio Nobel de Lite-ratura. De la obra de Beckett, que abarca poesa, cuen-to, novela, ensayo y teatro, es este ltimo gnero elque posiblemente le haya dado mayor reconocimientoy, dentro de su literatura dramtica concretamente laobra Esperando a Godot. La presente edicin incluyesu cronologa literaria.

    Beckett escribi en ingls y en francs. Sus dos

    primeras novelas Murphy

    yQu

    fueron redacta-das en ingls y se desarrollan en un ambiente decidi-damente ingls. Pero he aqu que poco despus co-menzara a asociarse a una forma continental de verlas cosas tanto desde el punto de vista literario comofilosfico, para lo cual el francs le resultaba msadecuado; en filosofa, rechaza el racionalismo y lalgica ingleses en favor de la divisin cartesiana entrecuerpo y alma y, en literatura, se encuentra prximo aProust, Cline, Sartre, Camus, as como a escritoresexperimentalistas como Robbe-Grillet y Nathalie Se-rraute. Aunque la novela Tropismes de Serraute habaaparecido en 1938, se considera a Beckett el iniciadorde ese impulso conocido como antinovela o nou-veau romn que va en contra de la novela aceptadao tradicional. Las dos primeras muestras de lo anteriorson Molloy y Malone meurt escritas en francs y tra-ducidas al ingls por Beckett al principio de la dcadade los cincuenta. As, Beckett establece los principiosde este nuevo arte que ataca las formas anteriores de

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    argumentacin, personificacin, estructura, estilo,significado, cronologa, anlisis del pensamiento yde los sentimientos, etctera, descomponiendo larealidad, haciendo flotar el tiempo. Tal como seevidenci entonces, el resultado fue un tipo de no-

    vela que, adems, declar abiertamente que la comu-nicacin directa entre el lector y el novelista era sloun tab. En cuanto a la literatura inglesa, slo muestracierta afinidad con Joyce, y esto menos por el conte-nido que por ciertos patrones y tcnicas que se repitenen sus obras. A continuacin doy un ejemplo de loanterior.

    Uno de los comunes denominadores de la obra na-rrativa de Beckett es el hacer hincapi en las cosas, enlos objetos. Esto, por un lado, tiene la funcin de re-ducir la relacin entre persona y objeto a los estadios

    primigenios en cuyo mbito el problema de la pazcon los elementos podr resolverse. Por otro lado,este aspecto tiene la funcin de aportar firmes racesal mundo de la realidad, con el fin de ofrecer consuelofrente a la tortuosa corriente que es la conciencia delos protagonistas. Segn apunta Frederick R. Karl,Joyce (por ejemplo) ataj la fuente verbal de Bloomintercalando hbilmente en la narracin numerosasreferencias a Dubln, de forma que Bloom qued do-tado de sustancia, al mismo tiempo que de espritu, atravs de lo que le rodeaba. Beckett opera de forma

    parecida. Sin valerse de Dubln como teln de fondo,emplea los puntales corrientes de la vida cotidianapara infundir una dimensin espacial a sus novelas.

    Sin embargo, veamos lo que el propio Beckett de-clar en una entrevista con Israel Shenker, publicadaen elNew York Times en 1956, al respecto de Joyce:

    Joyce era un magnfico manipulador de material,tal vez el ms grande. Haca que las palabras rindiesenal mximo; no hay una slaba de ms. El tipo de traba-jo que yo hago es un trabajo en el que no soy dueode mi material (...) Joyce tiende a la omnisciencia y laomnipotencia, en tanto artista. Yo trabajo con impoten-cia, con ignorancia. Efectivamente, nada ms alejadode Joyce que Beckett. Entre uno y otro media el abis-mo que separa el intentar que las palabras lo diganTODO y el mostrar que las palabras no pueden decir

    NADA, a no ser su imposibilidad de decirlo. Por lotanto, vemos que las novelas de Beckett son cortaspues intenta demostrar la insuficiencia del lenguajepara expresar la condicin humana. Esto indica una

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    clara vena expresionista, ya que en sus textos todoest subordinado a la imagen central de una criaturatotalmente despojada y resentida con un Dios en elque no cree: este destronamiento del hombre comopreocupacin primordial, dentro de la narrativa repre-

    senta una de las pocas rupturas autnticas con la tc-nica tradicional que la novela del siglo XXha experi-mentado.

    En esta breve seleccin de tres cuentos de Becketttomados de Collected Shorter Prose, el lector podrapreciar los elementos que caracterizan, en general, ala obra beckettiana. Primero que nada, el absurdoexistencial transformado en un ingenio metafsico queservir para explorar la existencia adoptando diversasformas. As, en Primer amor, los sentimientos delprotagonista con respecto a su mujer, a un jacinto, a

    un apio, son el horror de la vida ante la gran posibili-dad de la muerte, su propia caverna interior que lohace estar siempre eludiendo los disparatados contac-tos que el mundo espera de l. Para Beckett, tal comolo afirma Karl, al contrario de lo que sucede enFaulkner, el sufrimiento carece de connotacionesheroicas. Ergo, al no tener sentido, el sufrimientoresulta cmico:

    Yo no entenda a las mujeres por entonces. Lo que esms, an no las entiendo. A los hombres menos. Tam-poco a los animales. Lo que mejor entiendo, que no es

    mucho decir, son mis dolores. Pienso en ellos a diario,no me lleva mucho tiempo, el pensamiento es tan rpi-do. S, hay momentos, particularmente en la tarde, enque me vuelvo todo sincretismo, la Reinhold. Quequilibrio! Pero aun a mis pensamientos los entiendomal. Seguro es porque no soy slo dolor, eso ni hablar.He ah el problema: A veces se aquietan, o yo, y me lle-nan de sorpresa y fascinacin, se ven como de otro pla-neta. No muy seguido, pero no puedo pedir ms. Ay,qu vida tan de esto y lo otro! Ser slo dolor, eso sque facilitara las cosas. Omnidoliente!...

    (de Primer amor)

    Por tanto, sus narraciones niegan la vida y encuentrangraciosa esta negacin. Cmo? Su recurso ms im-portante es el uso que hace de la lengua, que se burla,injuria, hostiga y exaspera, sin dejar de ser en todasocasiones la lengua manejada por las manos de unexperto. Emplea tambin la parodia, la comedia grose-

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    ra, el chiste de efecto retardado, la yuxtaposicin dedesemejantes, la equiparacin de lo familiar con lo nofamiliar, todo ello encaminado a la creacin de unarealidad fantstica a la vez que grotescamente real.

    En suma, la desesperanza que puede sentirse en es-

    tos textos para nada, llenos de reiteraciones y lneasabstractas, es el aspecto dominante en Beckett que nosdice que lo nico que tiene sentido es la supervivenciainmediata; el hombre sigue vivo slo porque su cuer-po sigue funcionando:

    Qu cosas tan duras son estos helechos gigantes, comoalmidonados, como de madera, con unos tallos terribles,le arrancan a uno el pellejo de las piernas a travs de lospantalones y luego esos hoyos que esconden, rmpete lapierna si no tienes cuidado, qu espantoso lenguaje esste, cete y desaparece del mapa, podras quedarte ti-

    rado ah semanas enteras sin que nadie te escuchara,pensaba en esto muy a menudo all arriba en la monta-a, no, qu tontera, slo segu mi camino, el cuerpohaca todo de su parte sin m.

    de De una obra abandonada

    PURA LPEZ COLOM

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    PRIMER AMOR

    Tiendo a asociar mi matrimonio, para bien o para mal,con la muerte de mi padre en el tiempo. Que existan

    otros nexos, en otros planos, entre estos dos asuntoses muy posible. Como estn las cosas, suficiente ten-go con tratar de decir lo que creo saber.

    No hace mucho fui a visitar la tumba de mi padre,eso s lo s, y me percat de la fecha de su muerte,solamente la de su muerte, ya que la de su nacimientono me interesaba ese da en particular. Sal en la ma-ana y regres al anochecer, habiendo tomado un al-muerzo muy ligero en el panten. Pero unos das mstarde, deseando saber la edad que tena al morir, tuveque regresar a sutumba paraanotar su fecha de naci-

    miento. Entonces escrib como pude las dos fechaslmite en un papel que ahora llevo conmigo. As puestengo ahora derecho de afirmar que debo haber tenidounos veinticinco aos cuando contraje matrimonio.Mi fecha de nacimiento, repito, la ma, nunca se meolvida, nunca tuve que anotarla, permanece cinceladaen mi memoria, el ao cuando menos, en nmeros quela vida no borrar fcilmente. Es ms, el da regresa am cuando me lo propongo, y con frecuencia lo cele-bro, a mi modo, no digo que cada vez que me viene ala cabeza porque sucede muy a menudo, pero s fre-

    cuentemente.En lo personal no tengo nada en contra de los pan-teones, puedo respirar el aire fresco ah a mis anchas,tal vez con ms ganas que en ningn otro lado, cuan-do de tomar el aire fresco se trata. El olor de los cad-veres, claramente perceptible bajo los del pasto y delhumus mezclados, no me resulta desagradable, es de-masiado dulce tal vez, un poco impetuoso, pero infini-tamente mejor que el que emiten los vivos, sus pies,sus dientes, sus sobacos, sus frentes pegajosas y susvulos frustrados. Y cuando los restos de mi padreson parte, aunque humilde, de estos dulces olores, casipodra derramar lgrimas. Los vivos se lavan en vano,en vano se perfuman, apestan. No cabe duda, si deelegir un lugar se trata, digo, si he de salir de todosmodos, denme mis panteones y ustedes qudenses con sus parques pblicos y bellos panoramas.Un sandwich, un pltano, me saben ms dulces cuan-do me siento en una lpida, y cuando es hora de orinarde nuevo, como suele suceder, lo hago ah mismo. O

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    paseo por ah, con las manos entrelazadas sobre laespalda, entre las losas, inclinado o enderezado, le-yendo los epitafios. Estos ltimos no me apuran, haysiempre por ah tres o cuatro de una chocarrera tal,que me veo obligado a sujetarme de una cruz, o de

    una estela, o de un ngel para no caer. Yo compuse elmo hace ya mucho y todava me agrada, siquiera eso.Los otros textos que he escrito ms tardan en secarseque yo en inquietarme, pero mi epitafio an merecemi aprobacin. Desafortunadamente hay pocas posibi-lidades de que pudiera esculpirse sobre la calaveraque lo concibi, a menos que el Estado se hiciera car-go de ello. Pero para ser desenterrado, primero deboser hallado, y me temo que esos caballeros se las ver-an negras para encontrarme vivo o muerto. As pues,me apresurar a dar cuenta cabal de su contenido aqu

    y ahora que an hay tiempo:Aqu yace el interfecto que all arriba falleciTan puntualmente que hasta hoy sobrevivi.

    El segundo y ltimo verso es algo cojo quizs, perono tiene mayor importancia, se me perdonar eso ymucho ms cuando se me haya olvidado. Y luego, conun poco de suerte, uno puede darle en el blanco a unentierro genuino, con dolientes reales y vivos y unaextraa viuda hacindose para atrs con la intencinde lanzarse al agujero. Y casi siempre el encantadorasunto de convertirse en polvo, aunque segn yo nohay nada menos polvoriento que los hoyos de estetipo, se asocia con el estircol aunque no haya ni unabrizna de polvo alrededor de los difuntos, a no ser quehayan muerto vctimas del fuego. No importa, la pe-quea artimaa del polvo es encantadora. Sin embar-go, el terreno de mi padre no era de mis favoritos.Para empezar estaba demasiado lejos, all por el cam-po silvestre en uno de los costados de una colina, yera demasiado pequeo adems. Lo que es ms, esta-ba casi lleno, unas cuantas viudas ms y listo. Yo pre-fera Ohlsdorf de plano, en particular la seccin Lin-ne, en tierra prusiana, con sus novecientos acres decadveres bien empacaditos, aunque yo no conoca anadie ah, salvo, por su reputacin, a Hangenbeck, eltipo que atrapaba animales salvajes. Si mal no recuer-do, hay un len grabado en su lpida; para Hagenbeckla muerte debe haber posedo la contencin de unlen. Los carros van de aqu para all, hasta el tope de

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    viudas, viudos, hurfanos y gente por el estilo. Arbo-ledas, grutas, lagos artificiales con cisnes, vaya unconsuelo para el inconsolable. Era diciembre, nuncahaba tenido tanto fro, la sopa de anguila me habacado mal, tena miedo de morir, me volte para vomi-

    tar, los envidiaba.Pero, pasando a cuestiones menos melanclicas, almorir mi padre tuve que irme de la casa. Era l quiendeseaba que yo estuviera ah. Era un hombre extrao.Un da dijo Djenlo en paz, no est molestando a na-die. No saba que yo lo estaba oyendo todo. Se tratabade una opinin que debe haber externado con frecuen-cia, slo que las dems veces yo no andaba por ah.Nunca me dejaron ver su testamento, simplemente medijeron que me haba dejado equis cantidad. Entoncesyo crea, y todava lo creo, que haba estipulado en su

    testamento que se me dejara en el cuarto que siempreocup cuando l viva y que se me llevaran los ali-mentos ah como antes. Incluso pudo haberle dado aesto la caracterstica fuerza de lo precedente. Se intuaque le gustaba tenerme bajo su techo, de no ser as nose habra opuesto a mi desalojamiento. Tal vez le dabalstima. Pero no creo. Deba haberme dejado toda lacasa, entonces s que me habra sentido bien, los de-ms tambin, los habra convencido dicindoles:Qudense, qudense, por favor, sta es su casa. S, mipobre padre lo logr, si es que su intencin era real-

    mente seguir protegindome desde la tumba. En rela-cin con el dinero, en justicia debo admitir que me lodieron de inmediato, al da siguiente de la inhuma-cin. Tal vez se sintieron legalmente obligados a ello.Yo les dije Qudense con el dinero y djenme seguirviviendo aqu, en mi recmara, como en vida de pap.Y aad Dios lo tenga en su gloria, todo esto esperan-do que se conmovieran. Pero se negaron. Les ofrecponerme a su disposicin unas horas todos los daspara realizar los trabajitos de mantenimiento que todacasa requiere pues, si no, se viene abajo. Resanar anes posible, no s por qu. Les propuse en particularencargarme del invernadero. All me habra encantadoquedarme las horas, en medio de ese calor, hacindo-me cargo de los tomates, los jacintos, los claveles ylos distintos retoos. Slo mi padre y yo, en aquellacasa, entendamos de tomates. Pero se negaron. Unbuen da, al regresar del bao, encontr mi cuarto ce-rrado con llave y mis pertenencias amontonadas frentea la puerta. Esto podr darles una idea de lo estreido

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    que estaba durante esta coyuntura. Ahora estoy total-mente convencido de que se trataba de un estrei-miento ansioso. Pero, me encontraba realmente es-treido? De alguna manera creo que no suavemente,suavemente. Y aun as debo haber estado mal, pues de

    qu otro modo se pueden explicar esas largas y crue-les sesiones en el lugar al que todo el mundo va. Porentonces nunca lea, no ms que en otros momentos,nunca me instalaba en la ensoacin o en la medita-cin, slo miraba fijamente el almanaque que colgabade un clavo ante mis ojos, con su portada de un joven-cito de barba recin salida con su rebao, Jess sinduda; tena las manos en las mejillas y me dieron nu-seas, ay, ay, ay, ay, haca los mismos movimientos dealguien que se aferra al remo y tena un solo pensa-miento en la cabeza, ir a mi cuarto de nuevo y acos-

    tarme boca arriba. Qu pudo haber sido aquello msque estreimiento? O lo estar confundiendo con ladiarrea? Estoy hecho bolas, entre lpidas y bodas y lasdistintas variedades del movimiento. Con mis escasaspertenencias haban hecho un montoncito en el suelo,frente a la puerta. Parece que estoy viendo el monton-cito en el pequeo descanso muy sombreado entre lasescaleras y mi cuarto. Fue en este angosto sitio, limi-tado slo por tres paredes, donde tuve que cambiarme,quiero decir quitarme la ropa de dormir y ponerme laropa de viaje, o sea, zapatos, calcetines, pantalones,

    camisa, saco, abrigo y sombrero, no puedo pensar msque en eso. Intent abrir otras puertas, le daba vuelta ala chapa y empujaba o jalaba antes de irme de la casa,pero ninguna cedi. Creo que de haber encontrado unaabierta me habra atrincherado en el cuarto, me habr-an tenido que anestesiar para sacarme. Senta la casallena como de costumbre, con la gente de todos losdas, pero no vea a nadie. Me los imagin a cada unoen su cuarto, con las luces apagadas, absolutamentealertas. Luego, la carrera hacia la ventana, todos sedetienen un poco antes de llegar, quedan cubiertos porla cortina, esto, ante el sonido de la puerta principalcerrndose tras de m, deb dejarla abierta. Luego laspuertas se abren y salen todos, hombres, mujeres ynios, y las voces, los suspiros, las sonrisas, las ma-nos, las llaves en las manos, el bendito alivio, las pre-cauciones ensayadas, si esto pues aquello, pero siaquello entonces esto, todo paz y felicidad en los co-razones, vengan a comer, dejemos la fumigacin params tarde. Desde luego que todo esto me lo imagino,

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    yo ya me haba ido, todo pudo suceder de otra mane-ra, pero a quin le importa cmo ocurren las cosassiempre y cuando ocurran. Todos esos labios que mehaban besado, esos corazones que me haban querido(es con el corazn que uno quiere, no es as? o, aca-

    so lo estoy confundiendo todo?), esas manos quehaban jugado con las mas y esas mentes que casi seapropiaron de la ma! Los seres humanos son verdade-ramente extraos. Pobre pap, se le habra hecho unnudo en la garganta si me hubiera visto aquel da, sinos hubiera visto, a menos que en su gran sabiduradesprendida de lo humano, hubiera visto ms all desu hijo cuyo cadver todava no estaba listo para cavarla fosa.

    Pero, pasando a cuestiones menos melanclicas, elnombre de la mujer con la que pronto contraera ma-

    trimonio era Lul. As pues, ella al menos me dio se-guridad y no puedo imaginarme qu inters podahaber tenido en mentirme al respecto. Bueno, por su-puesto que uno nunca sabe: Hasta me revel su ape-llido, pero ya se me olvid. Deb apuntarlo en un pa-pel, me choca olvidar los nombres propios. La conocen una banca a la orilla del canal, de uno de los cana-les ya que en nuestro pueblo hay dos, aunque nuncallegu a saber cul era cul. Era una banca bien ubica-da detrs de la cual haba un montculo de tierra sliday basura que ocultaba mi espalda. Mis costados slo

    se vean parcialmente gracias a dos venerables rbo-les, ms que venerables, muertos, que estaban a cadalado de la banca. Sin lugar a dudas fueron estos rbo-les los que un buen da, en el esplendor de su follaje,crearon la idea de una banca en la imaginacin dealguien. Al frente, a unas cuantas yardas de distancia,flua el canal, si es que los canales fluyen, no me lopregunten, as que desde esa parte tambin, el riesgode una sorpresa era mnimo. Y aun as, ella me sor-prendi. Yo estaba echado ah, qu noche tan agrada-ble, mirando por entre las ramas desnudas que se en-trelazaban all arriba, donde los rboles se unen unoscon otros buscando apoyo, y por entre las nubes quepasaban en un boquete de cielo estrellado, iban y ve-nan. Hazte para all, dijo. Primero pens en irme pe-ro, como estaba fatigado y no tena a dnde ir, mequed. Entonces encog un poco las piernas y ella sesent. Nada ms pas entre nosotros aquella tarde y alrato ella decidi irse sin decir una palabra ms. Todolo que hizo fue tararear desarticuladamente, sotto vo-

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    ce, como para sus adentros y afortunadamente sin laletra, algunas canciones populares, brincando de una ala otra sin terminar ninguna, de tal modo que hasta am me pareci extrao. Su voz, aunque desentonada,no era desagradable. Tena el aliento de un alma de-

    masiado fastidiada para concluir algo, era tal vez lavoz menos adolorida del mundo. La banca pronto seconvirti en algo ms de lo que ella poda soportar yen cuanto a m, echarme un vistazo haba sido msque suficiente para ella. Sin embargo, en realidad erauna mujer muy tenaz. Regres al da siguiente y alsiguiente y todo fue ms o menos como la primeravez. Quiz se intercambiaron algunas palabras. Al dasiguiente estuvo lloviendo y yo me senta muy seguro.Mal hecho. Le pregunt si estaba decidida a moles-tarme tarde con tarde. Te molesto?, pregunt. Sent

    sus ojos encima de m. No poda haber visto gran co-sa, dos prpados a lo sumo, con un indicio de nariz yceja, ensombrecido, pues era de noche. Pens que nosllevbamos bien, dijo. Me molestas, dije yo, no puedoestirarme si te pones all. El cuello del abrigo me cu-bra la boca pero de todos modos me escuch. Tienesque estirarte a fuerza?, dijo. No hay error ms crasoque hablar con la gente. Pues pon los pies sobre misrodillas, dijo. No esper a que me lo dijera dos vecesy pronto, bajo mis flacas corvas, sent sus gordosmuslos. Comenz a sobarme los tobillos. Pens en

    patearle el coo. Uno habla con la gente de que deseaestirarse y luego luego ven un cuerpo completito. Loque importaba en mi reino despoblado, en el cual ladisposicin de mi cadver era el ms simple y ftil delos accidentes, era la negligencia de la mente, el abu-rrimiento del ser, ese residuo de frivolidad execrableconocido como el no ser y, hasta el mundo, en unapalabra. Pero un hombre de veinticinco aos siempreest a merced de una ereccin, es algo fsico de cuan-do en cuando, es la herencia comn, ni siquiera yo erainmune, si es que eso puede llamarse una ereccin. Nopude escapar de ella naturalmente, las mujeres huelenun falo rgido a diez millas de distancia y se preguntanCmo demonios pudo l distinguir mi presencia des-de tan lejos? Uno ya no es uno mismo en ocasionesas y es doloroso no ser uno mismo, an ms dolorosoque cuando uno lo es. Pues cuando uno es, uno sabequ hacer para ser menos eso, mientras que cuandouno no es, uno es como cualquier viejo, no tiene re-medio. Lo que recibe el nombre de amor es un destie-

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    rro con una que otra tarjeta postal desde la tierra natal,esa es mi respetable opinin, hoy en la tarde. Cuandoella hubo terminado y mi ser pudo recuperarse, miquerido amigo, el inmitigable, con ayuda de un brevetorpor, se qued solo. A veces me pregunto si todo

    esto no es un invento, si en realidad las cosas no to-maron un rumbo bastante diferente, algn rumbo queno me qued otra ms que olvidar. Y aun as su ima-gen permanece asociada, para m, con la de la bancaen la tarde, de tal modo que hablar de la banca, talcomo se me present a m aquella tarde, equivale ahablar de ella. Eso no prueba nada, pero no hay nadaque yo desee probar. Para hablar del tema de la bancadurante el da, no es necesario desperdiciar palabras,no me conoci jams, me iba en la madrugada y re-gresaba al atardecer. S, durante el da hurtaba mi co-

    mida y cosas as. Si ustedes llegaran a preguntar,como sin duda lo harn por curiosidad, qu hice conel dinero que mi padre me dej, la respuesta sera quelo nico que hice fue dejarlo en mi bolsillo. Saba queno sera joven eternamente y que el verano no duraeternamente tampoco, ni siquiera el otoo, mi almamezquina me lo ha dicho. Finalmente le dije basta ya.Me molestaba en exceso, aun con su ausencia. Dehecho todava me molesta, pero no ms que entonces.Y ya no me importa que me molesten, o casi no, por-que qu quiere decir molestar? y qu hara conmigo

    mismo si no se me tratara as? S, he cambiado desistema, este es el bueno, por novena o dcima oca-sin, eso sin mencionar que no hace mucho que secorrieron las cortinas de los molestantes y los moles-tados, no hay que chismosear ms al respecto, al res-pecto de todo eso, de ella y los dems, la mierda y lassublimes estancias celestes. As que no quieres quevuelva ms, dijo. Es increble, cmo repiten lo que lesacaba uno de decir, como si arriesgaran la vida dandocrdito a sus odos. Le dije que viniera en el momentoequivocado. Yo no entenda a las mujeres por enton-ces. Lo que es ms, an no las entiendo. A los hom-bres menos. Tampoco a los animales. Lo que mejorentiendo, que no es mucho decir, son mis dolores.Pienso en ellos a diario, no me lleva mucho tiempo, elpensamiento es tan rpido. S, hay momentos, particu-larmente en la tarde, en que me vuelvo todo sincre-tismo, la Reinhold. Qu equilibrio! Pero aun a mispensamientos los entiendo mal. Seguro es porque nosoy slo dolor, eso ni hablar. He ah el problema. A

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    veces se aquietan, o yo, y me llenan de sorpresa yfascinacin, se ven como de otro planeta. No muyseguido, pero no puedo pedir ms. Ay, qu vida tande esto y lo otro! Ser slo dolor, eso s que facilitaralas cosas. Omnidoliente! Vaya un sueo impo. Les

    contar el sueo de todos modos, si me acuerdo, sipuedo de mis extraos dolores, en detalle, haciendodistinciones entre los distintos tipos, por el bien de laclaridad, los dela mente, losdel corazn o emociona-les, los del alma (ninguno, ms bello, por cierto) yfinalmente aqullos de marco permitido, primero losinteriores o latentes, despus aquellos que afectan a lasuperficie, comenzando por el pelo y el cuero cabellu-do y deslizndose metdicamente hacia abajo sin pri-sa, todo hacia abajo hasta los pies amantes del maz,el clico, la llaga, el juanete, el dedo hinchado, la ua

    enterrada, el arco

    cado, la ampolla comn y corrientepies zambos, los pies de pato, los pies torcidos, lospies planos, el pie de atleta y otras curiosidades. Ydentro del mismo tema viene al caso platicarles aaquellos que tengan la gentileza de orme, de acuerdocon el sistema cuyo interior siempre se me olvida, deaquellos instantes en que, ni drogado, ni borracho, nien xtasis, uno no siente nada. Lo que ella quera sa-ber a continuacin era lo que yo quera decir con esode a veces, ste es el justo pago que uno recibe porabrir la bocota. Una vez a la semana? Una vez cada

    diez das? Una vez a la quincena? Yo replicaba conmenor frecuencia, con la mnima, hasta que ya no, siella pudiera llegar a eso, y si no, pues aunque fuera lomenos frecuentemente posible. Y al da siguiente (loque es ms) abandon la banca, debo confesar quemenos por ella que por la banca, ya que la vista ya nosatisfaca mis necesidades, por ms modestas que s-tas fueran, ahora que el aire se estaba volviendo msfro, y por otras razones, ms vala no desperdiciarseen estupideces como sa, as que me fui a refugiar enun establo desierto. Se ergua en la esquina de uncampo con ms ortigas que pasto en la superficie, ytodava ms lodo que ortigas, pero cuyo subsuelo qui-z posea cualidades excepcionales. Fue en este para-so, lleno de mierda de vaca seca y hueca y con el sub-siguiente dolor en la yema del dedo, cuando porprimera vez en la vida, y no dudara un segundo endecir que la ltima, de no haber tenido que adminis-trar con cuidado mi dosis de cianuro, tuve que enfren-tarme a un sentimiento que gradualmente fue adop-

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    tando, ante mi sorpresa, el deleznable nombre deamor. Lo que constituye el encanto de nuestra provin-cia, aparte desde luego de su escasa poblacin, y estosin la ayuda del ms mnimo de los anticonceptivos,es que todo tiene su truco, excepcin hecha exclusi-

    vamente de las inmundicias que ha dejado la historia.A stas se les busca constantemente, se les arregla yse les lleva en procesin. En cualquier lugar en que elnauseabundo tiempo haya dejado un bonito recodo,cualquiera podr toparse con patriotas que respirancon las narices bien abiertas y las caras al rojo vivo.El Elseo de los sin-techo. Y he aqu mi felicidad fi-nalmente. Acustate, todo parece detenerse, acustatey qudate quieto. No veo nexo alguno entre estas dosafirmaciones. Pero aqulla existe, la he visto ms deuna vez sin duda. Pero qu? Cul? S, la amaba, es

    el nombre que le daba y que an le doy a lo que sentapor entonces. No tena ninguna otra razn para seguirmi camino; nunca antes haba amado, bueno, por su-puesto que me haban hablado del asunto en casa,enla escuela, en el burdel y en la iglesia; tambin habaledo novelas y poemas bajo la gua de mi tutor, enseis o siete idiomas vivos y muertos, en los cuales seabundaba en el tema. Por lo tanto, tena la posibilidad,a pesar de todo, de poner una etiqueta a los terrenosen que me mova cuando me sorprend escribiendo elnombre de Lul en el viejo corral o con la cara metida

    en el lodo bajo la luna tratando de arrancar las ortigasde raz. Eran ortigas gigantes, algunas de hasta trespies de altura, arrancarlas aminoraba mi dolor, y sinembargo yo nunca fui de los que cortan la hierba, alcontrario, la cubra de estircol ms bien. Las floresson muy otro asunto. El amor hace surgir lo peor delhombre y sin errores. Pero qu clase de amor era steexactamente? Amor pasional? La verdad no creo.Ese es el amor pripico, no es as? O es que se tratade una variedad distinta? Hay miles de tipos, no escierto? Todos igualmente deliciosos o ms, no? Elamor platnico, por ejemplo, he ah un tipo que se meacaba de ocurrir. Es desinteresado. Acaso la amabaplatnicamente? La verdad no creo. Habra estampa-do su nombre en la mierda de vaca de haberse tratadode un amor puro y desinteresado? Y lo hice con eldedo, he?, y por si fuera poco, despus me lo chupcon gusto. Vamos, vamos! Mis pensamientos estabanllenos de Lul y si eso no les da una idea de lo quesenta, entonces nada lo har. De cualquier manera,

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    estoy hasta la coronilla del nombre Lul, le voy a po-ner otro, Ana, por ejemplo; no la describe, pero quimporta. Entonces comenc a pensar en Ana, yo, quehaba aprendido a no pensar en nada ms all de misdolores, y esto con rapidez, y en qu pasos dar para no

    morir de hambre o de fro o de vergenza, pero porningn motivo pensaba en los seres humanos comotales (me pregunto qu quiere decir loanterior en rea-lidad), dijera lo que dijera o diga lo que diga en contrao a favor del tema. Pero yo siempre he hablado, y sinduda hablar, de cosas que nunca han existido, o ques existieron si as les place, siempre dirn que s, perono se estarn refiriendo a la existencia de que hehablado. Los kepis, por ejemplo, existen sin duda al-guna, de hecho hay pocas probabilidades de que des-aparezcan, pero personalmente yo nunca he usado un

    kepi. En alguna parte escrib Me regalaron un...sombrero. Ahora bien, lo cierto del caso es que nun-ca me dieron un sombrero, yo siempre he tenido mipropio sombrero, el que me regal mi padre, y nuncahe tenido un sombrero que no sea se. Es ms, hastapodra decir que me lo llevar a la tumba. Entoncespensaba en Ana, durante ratos muy muy largos, veinteminutos, veinticinco minutos y hasta media hora todoslos das. He obtenido estas cifras al sumarles otrascifras menores. Ese debe haber sido mi modo de amar.Podremos concluir entonces que la amaba con ese

    amor intelectual que hizo que se me cayera la baba?La verdad no creo. Pues si mi amor hubiera sido deeste tipo, me habra detenido acaso a escribir elnombre de Ana en la mierda de vaca, a cincelarlo enla ptina del tiempo? Urtica plenis manibus? Yhabra sentido sus muslos balancendose como pndu-los demonacos bajo mi cabeza atolondrada? Vamos,vamos! Para ponerle fin, para intentar ponerle fin aeste compromiso, una tarde regres a la banca a lahora en que ella sola ir all a encontrarse conmigo. Niel menor indicio de ella, esper en vano. Ya era el mesde diciembre, quizs enero, y el fro era el propio de laestacin, como todo lo que pertenece a una estacin.Pero una cosa es la estacin para dejar huella, otra lade los cambios de aire y cielo, y otra muy distinta ladel corazn. Gracias a este pensamiento, de vuelta a elqutame estas pajas, pas una noche excelente. Al dasiguiente fui ms temprano a la banca, mucho mstemprano, cuando acababa de anochecer, qu nochede invierno, y aun as era demasiado tarde, pues he

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    aqu que ella ya estaba ah en la banca, bajo las ramas,dale y dale con el sonsonete, de espaldas al montculo,mirando el agua congelada. Antes dije que era unamujer muy tenaz. No sent nada. Con qu objeto mepersigues de esta manera?, le pregunt, sin tomar

    asiento, balancendome para adelante y para atrs. Elfro haba realzado la vereda. Ella contest que no losaba. Le dije que tuviera la amabilidad de decirme, sipoda, qu vea en m. Respondi que no poda. Pare-ca estar calientita, con las manos envueltas en unafrazada. Mientras miraba esa frazada, recuerdo que seme llenaron los ojos de lgrimas. Pero no me acuerdode qu color era. Qu barbaridad, qu mal estaba yoentonces! Siempre haba podido llorar a mis anchas,sin sentirme un poco mejor por ello, hasta hace poco.Si tuviera que llorar en este instante, sin embargo,

    podra exprimirme hasta ponerme morado y ni unagota me saldra, de eso estoy seguro. Qu mal estoyahora! Las cosas me hacan llorar. Pero no senta lamenor tristeza. Cuando se me salan las lgrimas sinmotivo aparente, eso quera decir que haba percibidoalgo desconocido. As que me pregunto si habr sidola frazada o a lo mejor la vereda, dura como el fierro yrealzada, tanto que yo senta como un empedrado bajolos pies, o tal vez otra cosa, alguna cosa azarosamentevista bajo el umbral, tpico de mi persona. En cuanto aella, tal vez ni siquiera haba puesto los ojos en ella

    antes. Estaba toda encogida y cubierta por la frazada,con la cabeza hundida, la frazada y las manos sobrelas piernas, las piernas muy juntas y los pies lejos delsuelo. Sin forma, sin edad, casi sin vida, podra haber-se tratado de cualquier cosa o persona, una vieja o unaniita. Y el modo en que repeta No lo s, No puedo,yo era el que no saba y no poda. Viniste por m?,dije. A duras penas dijo que s. Bueno, pues aqu es-toy, dije. Y yo? No haba yo ido por ella? Henosaqu, dije. Me sent junto a ella pero de un salto mepuse de pie nuevamente como si me hubiera quemado.Quera irme lejos, saber que todo haba terminado.Pero antes de partir, para no tener ni el menor asomode una duda, le ped que me cantara una cancin. Alprincipio pens que se negara, digo, que simplementeno cantara, pero no, un ratito despus comenz a can-tar y cant un buen rato, todo el tiempo la misma can-cin segn yo, sin cambiar para nada de actitud. Yono conoca esa cancin, nunca antes la haba escucha-do y nunca ms la volver a escuchar. Tena algo que

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    ver con limoneros o naranjos, no me acuerdo, eso estodo lo que me viene a la cabeza, y para m eso no esnada malo en realidad, recordarla tena algo que vercon limoneros o naranjos, no me acuerdo, ya que detodas las dems canciones que he escuchado en la

    vida, y he escuchado bastantes, resultaba imposibleaparentemente, fsicamente imposible, como estarsordo, atravesar el mundo, aun a mi manera, sin escu-char canciones, no he retenido nada, ni una palabra, niuna nota, o tan pocas palabras, tan pocas notas que...,que qu, que nada, esta frase ya se alarg demasiado.Luego me fui caminando y conforme avanzaba co-menc a escuchar que cantaba otra cancin, o tal vezms estrofas de la misma, ms dbil el sonido y msdbil mientras ms lejos me hallaba, luego ya no, bienporque haba terminado o porque yo ya estaba dema-

    siado lejos para escucharla. Dar asilo a una duda deeste tipo era algo que prefera evitar en ese entonces.Viv desde luego en duda, pero una duda de tal trivia-lidad, puramente somtica como dicen por ah, eramejor aclararla sin ms demora, podra azotarse co-ntra mcomo un mosquito durante semanas, y sema-nas. As pues, di unos pasos para atrs y me detuve.Al principio no o nada, luego de nuevo aquella voz,apenas la o tan dbil era. Primero no la o y luego s,por tanto debo haber comenzado a orla en un puntoequis, pero no, no haba principio, el sonido emerga

    tan suavemente del silencio que se le pareca. Cuandoal fin ces la voz, me acerqu otro poquito para asegu-rarme de que en verdad haba cesado y no que hababajado de volumen nada ms. Luego, en el colmo dela desesperacin y diciendo No con conocimiento decausa, no con conocimiento, al sentir que estabas jun-to a ella, me inclin, me di la media vuelta y me fui;para siempre, atormentado por la duda. Pero unascuantas semanas despus, aun ms muerto que vivoque de costumbre, regres a la banca, por cuarta oquinta vez desde que la haba abandonado, casi a lamisma hora, digo, casi bajo el mismo cielo, no, mien-to, pues el cielo es siempre el mismo y nunca el mis-mo, no hay palabras para describirlo, no que yo sepa,y punto. Ella no estaba ah, y de pronto s estaba, nos cmo, no la vi llegar, ni la o y eso que era todoodos y ojos. Digamos que estaba lloviendo, no habacambios reales, slo en cuanto al clima. Ella tenaabierto el paraguas, naturalmente, vaya un atuendo.Le pregunt si vena todas las tardes. No, dijo, un da

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    s y un da no, a veces. La banca estaba empapada,caminamos de all para ac, sin atrevernos a tomarasiento. La tom del brazo, por simple curiosidad,para ver si senta algn placer, pero no, as que la sol-t. Pero, a qu vienen tantos detalles? Para ahuyentar

    la hora malhadada. Vi su rostro con algo ms de clari-dad, me pareci normal, un rostro como tantos otros.Era bizca, pero eso no lo supe sino hasta despus.Aquel rostro no pareca ni joven ni viejo, estaba comovarado entre lo primaveral y lo marchito. Encontrabadifcil sobrellevar tal ambigedad en ese entonces.Ahora, que si era hermoso aquel rostro, o si haba sidohermoso alguna vez, o si podra llegar a serlo, he deconfesar que no poda formarme una opinin al res-pecto. Haba visto rostros en fotografas y los habraconsiderado hermosos de haber tenido una remota

    idea de aquello en lo que supuestamente consista labelleza. Y el rostro de mi padre, en su caja mortuoria,daba ciertos indicios de alguna forma esttica relevan-te para el hombre. Pero el rostro de un muerto, todogesto y rubor, acaso puede describirse como objeto?Yo admiraba, a pesar de la oscuridad, a pesar de miaturdimiento, el modo quieto o escasamente fluyenteen que el agua alcanzaba, como sedienta, a aquellaotra agua que caa del cielo. Me pregunt si queraque cantara algo. Le contest que no, que quera quedijera algo. Pens que dira que no tena nada que de-

    cir, habra sido tpico de ella, as que qued agrada-blemente sorprendido cuando me dijo que tena uncuarto, muy agradablemente sorprendido, aunque melo sospechaba. Quin no tiene un cuarto? Ay, escu-cho el clamor. Tengo dos cuartos, dijo. Bueno por fincuntos cuartos tienes?, dije. Me dijo que tena doscuartos y una cocina. Los elementos se iban expan-diendo rtmicamente, as que a su debido tiempo re-cordara el bao. Escuch bien o dijiste que tenasdos cuartos?, dije. S, me contest. Adyacentes?,dije. Por fin, una conversacin cual debe de ser. Lacocina est en medio, dijo. Le pregunt por qu no melo haba contado antes. Debo haber estado fuera de men ese momento. No me senta tranquilo cuando esta-ba con ella, pero al menos con la libertad de pensar enalgo que no fuera ella, en las viejas cosas cotidianas, yas poco a poco, como descendiendo las escalerashacia lo profundo de nada, comenc a tener la certezaque, lejos de ella, perdera la libertad.

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    En efecto, haba dos cuartos y la cocina estaba enmedio, no me haba engaado. Dijo que deba haberllevado mis cosas. Le expliqu que no tena cosas.Los cuartos estaban en el ltimo piso de una casa vie-ja con vista a las montaas, para los interesados. En-

    cendi una lmpara de aceite. No tienes electri-cidad?, le pregunt. No, contest, pero tengo agua ygas. Ja, dije, conque tienes gas. Comenz a desves-tirse. Cuando en el colmo de su perspicacia se desvis-te, sin duda llevan a cabo el ms sabio de los hechi-zos. Se quit todo con una lentitud tal que inflamaraa un elefante, todo menos las medias, calculadas talvez para hacer que mi concupiscencia hirviera. Fueentonces cuando not que era bizca. Por fortuna, noera la primera mujer desnuda que se cruzaba en micamino, as que poda quedarme, saba que ella no

    explotara. Le pregunt si poda ver el otro cuarto, elque no haba visto todava. De haberlo visto ya, habrapedido volver a verlo. No te vas a desvestir?, dijo.Ah, eso, bueno es que casi nunca me desvisto. Eracierto, nunca fui de los que se desvisten indiscrimina-damente. Con frecuencia me quitaba las botas antes deirme a la cama, digo, cuando me dispona (dispona!)a dormir, eso sin mencionar esta o aquella prenda deacuerdo con la temperatura exterior. Por lo tanto, ellase vio obligada, por simple savoir faire, a echarseencima un chal y a mostrarme el camino. Pasamos por

    la cocina. Podramos haber ido por el pasillo, tal comose me ocurri despus, pero fuimos por la cocina, nos por qu, tal vez porque era el camino ms corto.Estudi el cuarto con horror. Tal densidad en losmuebles vence a la imaginacin. No cabe duda, debohaber visto ese cuarto en alguna parte. Qu es esto?,grite. La sala, contest. La sala! Comenc entonces asacar los muebles por la puerta hacia el pasillo. Ellaobservaba, con tristeza supongo, pero no necesaria-mente. Me pregunt qu estaba haciendo. No podahaber esperado una respuesta. Saqu los muebles unopor uno, hasta de dos en dos, y los amonton en elpasillo, pegados a la pared. Eran cientos de cosas,grandes y pequeas, al final bloquearon la entradaimposibilitando la salida as como a fortiori la entradahacia y rumbo al pasillo. La puerta poda abrirse ycerrarse ya que abra para adentro, pero no se podapasar a travs d ella. Qu raro todo. Al menos qutateel sombrero, me dijo. Tratar el tema del sombreroms adelante quiz. Finalmente el cuarto qued vaco

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    salvo por un sof y algunos tramos pegados a la pa-red. Llev el primero al fondo del cuarto, cerca de lapuerta y al da siguiente quit los segundos y los puseen el pasillo con lo dems. Cuando los estaba quitan-do, qu curioso recuerdo, escuch la palabra fibroma

    o broma, no s cul, nunca lo supe, nunca supe lo quequera decir y nunca tuve la curiosidad para averiguar-lo. Las cosas que uno recuerda! Y las que memori-za! Cuando todo estuvo en orden al fin, me dej caeren el sof. Ella no haba movido un dedo para ayu-darme. Voy por las sbanas y las cobijas, dijo. Peroyo no soportaba las sbanas. Podras correr la corti-na?, le dije. La ventana estaba congelada. El efecto noera blanco porque era de noche, pero s luminoso almenos. Aquel dbil fro del resplandor, aunque yoestaba acostado con los pies en direccin a la puerta,

    era demasiado, de plano. De pronto me levant y movel sof, es decir, le di la vuelta, de modo que el res-paldo, que antes estaba pegado a la pared, quedaraafuera y consecuentemente lo dems, el asiento pro-piamente, quedara adentro. Despus me volv a echaren l como un perro en su canasta. Te dejo la lmpara,me dijo, pero le supliqu que se la llevara. Bueno,supn que necesitas algo a media noche, dijo. Claro,iba a comenzar con sus argucias de nuevo. Sabes elpor qu de la conveniencia?, me dijo. Tena razn, meolvidaba, orinarse en la cama es relajante y placentero

    al principio, pero luego se vuelve una fuente de inco-modidad. Dame una bacinica, le dije. Pero no tena.Tengo un banquito hueco para guardar hielos, dijo. Viclaramente a la abuela sentada muy derecha y muytiesa cuando lo acababa de adquirir, perdn, de conse-guir en un bazar de caridad o cuando se lo acababa deganar en una rifa, era una pieza de coleccin que aho-ra estaba estrenando y que deseaba lucir a como dieralugar. De eso se trata, de demorarse en las cosas.Cualquier viejo recipiente, dije, no tengo flujo. Alpoco rato regres con una especie de sartn, no unasartn en serio porque no tena mango, era ovalada ytena tapa y dos asas. Mi sartn consentida, dijo. Paraqu quiero la tapa, dije. Ah, no la necesitas?, contes-t. Si hubiera dicho que necesitaba la tapa, ella habradicho necesitas la tapa? Met este utensilio debajo delas cobijas, me gusta tener algo en la mano cuandoduermo, me da seguridad, y mi sombrero todava es-taba empapado. Me puse de cara a la pared. Cogi lalmpara de encima del mantel donde la haba puesto,

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    de eso se trataba, cada detalle, proyectaba su ondulan-te sombra sobre m, pens que se haba ido pero no,vino hacia m agachada por el respaldo del sof. Sonherencia de la familia, dijo. Yo en su lugar habra sa-lido de puntitas, pero ella no lo hizo as, ni el menor

    intento. Mi amor se estaba apagando ya, eso era lonico que importaba. S, ya me senta mejor, sabaque pronto me levantara y volvera a los lentos des-censos, los largos hundimientos que me haban estadovedados durante tanto tiempo por su culpa. Y eso queme acababa de instalar ah! Ahora intenta sacarme deaqu, le dije. Yo pareca no captar el significado deestas palabras, ni siquiera oa el breve sonido que pro-ducan hasta unos segundos despus de pronunciarlas.Estaba tan poco acostumbrado a hablar que a veces miboca se abra sola y llenaba de vaco alguna frase o

    varias, gramaticalmente correctas pero totalmentevacas si no de significado, ya que ante una inspeccincuidadosa lo revelaran a uno, s de fundamento. Peroyo no poda escuchar la palabra hablada. Mi voz nun-ca haba tardado tanto en alcanzarme como en estaocasin. Me puse boca arriba para ver qu estaba pa-sando. Ella sonrea. Al rato se fue y se llev la lmpa-ra. O sus pasos en la cocina y luego o que la puertade su cuarto se cerraba detrs de ella. Por qu detrsde ella? Al fin me encontraba solo, en la oscuridad alfin. Bueno, basta ya de esto. Pens que estaba listo

    para pasar una buena noche, a pesar del ambiente tanenrarecido, pero no, pas una noche muy agitada. Medespert a la maana siguiente con la ropa desarre-glada y la cobija tambin, y con Ana a mi lado, des-nuda naturalmente. Me pongo a temblar slo de pensaren sus jadeos. An tena la sartn en la mano. De nadahaba servido. Mir mi miembro. S slo hubiera podi-do hablar! Basta ya. Fue una noche de amor.

    Gradualmente me fui quedando en esa casa. Ella metraa de comer a las horas previamente establecidas; seasomaba de vez en cuando para ver si yo estaba bien ypara asegurarse de que no necesitaba nada, vaciaba lasartn una vez al da y haca la limpieza del cuarto unavez al mes. No siempre poda resistir la tentacin dehablar conmigo, pero en general no daba motivo dequeja. A veces la oa cantar en su cuarto, la cancinatravesaba la puerta, luego la cocina, luego mi puerta,y as me ganaba dbil pero indisputablemente. A me-nos que viajara por el pasillo. Esto no me incomo-daba gran cosa, digo, el sonido ocasional de una can-

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    cin. Un da le ped que me trajera un jacinto vivo, enun frasco. Lo trajo y lo puso en el mantel que ya era elnico lugar aparte del suelo donde se poda poneralgo. No le quit los ojos de encima un slo da aaquella flor. Al principio todo iba muy bien, hasta dio

    una o dos flores, luego dej de dar y seconvirti enun tallo desnudo con hojas desnudas. Su protu-berancia, medio sacando la cabeza en busca de oxge-no, ola a podrido. Ella se lo quera llevar, pero le dijeque lo dejara. Quera conseguirme otro, pero le dijeque no quera otro. Me molestaban mucho ms otrossonidos, risitas tiesas y gruidos que llenaban la habi-tacin a ciertas horas de la noche y a veces hasta delda. Ya haba renunciado a pensar en ella, casi total-mente, pero de todos modos segua; necesitando elsilencio para vivir mi vida. En vano intent prestar

    odos a los razonamientos que dicen que el aire sehizo para acoger los clamores del mundo, incluso lasmuchas risitas y gruidos, fue intil, no pude encon-trar alivio. No haba manera de averiguar si siemprese trataba de la misma gente o de otros. Los gruidosde todos los amantes se parecen tanto, hasta en lasrisitas. Senta un horror tal entonces por estas mez-quinas perplejidades, que siempre cometa el mismoerror, es decir, tratar de aclararlas. Me llev muchotiempo, digamos que la vida entera, darme cuenta deque el color de un ojo visto a medias, o el origen de

    un cierto sonido distante, tienen ms que ver con Gui-decca en el infierno de la ignorancia que con la exis-tencia de Dios, los orgenes del protoplasma, la exis-tencia del ser, y son an menos dignos que todo estode preocupar a los sabios. Una vida no alcanza parallegar a esta consoladora conclusin, no le queda auno tiempo para gozar de sus resultados. As que fueun gran alivio cuando, despus de plantearle a ellaesta cuestin, se me dijo que se trataba de unos clien-tes a los que reciba en rotacin. Obviamente podahaberme levantado e ido a espiar por el ojo de la ce-rradura. Pero, qu puede uno ver, pregunto, a travsde ojos como esos? As que vives de la prostitucin,le dije. Vivimos de la prostitucin, dijo ella. No po-dras pedirles que no hicieran tanto ruido?, dije, comosi le estuviera creyendo. Y aad, o al menos diles quehagan otros ruidos. No pueden ms que pujar y jadear,dijo. Pues me tendr que ir, dije. Encontr unos viejoscuadros en el bal de la familia y colg uno en mipuerta y otro en la suya. Le pregunt si sera posible,

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    de vez en cuando, que me consiguiera un apio. Unapio!, dijo, como si le hubiera pedido algo nunca vis-to. Le record que la temporada de apio estaba termi-nando y le dije que le agradecera que me diera decomer, al menos hasta el fin de la temporada, exclusi-

    vamente apio. Me gusta el apio porque sabe a violetay la violeta porque huele a apio. De no haber apio enal tierra, las violetas me importaran un comino y deno haber violetas, me dara igual comer apio, nabo orbano. Y aun en el actual estado de su flora, digo, eneste planeta donde los apios y las violetas luchan porla convivencia, todapodra vivir sin ambos con todatranquilidad, de veras, con tranquilidad. Un da ellatuvo la imprudencia de anunciarme que estaba encintay que tena ya cuatro o cinco meses as, y que yo erael culpable, habrse visto! Me permiti ver su barriga

    de lado. Incluso se desvisti, sin duda para que yo nopensara que se haba metido una almohada bajo elvestido, bueno, y tambin por el puro placer de des-vestirse. Tal vez es puro aire, le dije, en tono de con-suelo. Se me qued mirando con sus grandes ojoscuyo color ya no recuerdo, con su gran ojo ms bien,ya que el otro pareca riveteado por los restos del ja-cinto. Mientras ms desvestida estaba, ms bizca. Mi-ra, me dijo, dejando colgar sus senos, el jacinto se estoscure-ciendo. Trat de recuperar las pocas fuerzasque me quedaban y dije, Aborta, aborta, y te juro que

    florecer de nuevo. Ella haba abierto las cortinas paraque sus redondeces pudieran verse con claridad, y vila montaa, impasible, cavernosa, secreta, donde de lanoche a la maana no se oa ms que el silencio, loschorlitos, el tintineo del distante metal de los martillosde los picapedreros. Yo sala en la maana con rumboa los brezales, todo calor y esencia, para contemplaren la noche las distantes luces de la ciudad si se meantojaba y las dems luces, las de los barcos y de losfaros, cuyo nombre mi padre me haba enseado,cuando era chico, y cuyo nombre poda hallar en mimemoria cuando se me antojaba, con toda seguridad.A partir de aquel da, las cosas fueron de mal en peor,de mal en peor. Y no porque ella me rechazara, nuncasu rechazo me habra satisfecho, sino por la manera enque insista con eso de nuestro hijo, exhibiendo subarriga y senos y diciendo que nacera ya de un mo-mento al otro, que senta que ya estaba pateando. Siest pateando, le deca yo, pues no es mo. Yo podahaber estado mucho peor en esa casa, eso jrenlo,

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    ciertamente no era lo que se dice mi ideal, pero tam-poco iba a negar sus ventajas. Pens irme pero lo dudmucho, las hojas haban comenzado a caer y me dis-gustaba el invierno. Uno no debera odiar el invierno,tambin tiene sus bondades, la nieve da calor y mata

    el tumulto, y sus plidos das se van volando. Perotodava ignoraba por entonces, cuan tierna puede re-sultar la tierra para aquellos que slo la tienen a ella ycuntas tumbas ofrece para los vivos. Lo que dio altraste con todo fue el nacimiento. Me despert. Quduras las ha de haber pasado ese niito! Supongo quela acompao una mujer porque me pareca or pasosen la cocina que entraban y salan. Me dola en el al-ma irme de una casa sin que me hubieran echado.Trep por el respaldo del sof, me puse el saco, elabrigo y el sombrero, slo en eso puedo pensar, me

    puse las botas y abr la puerta del pasillo. Un montnde porqueras me impeda la salida, pero me escabully pude salir de ah ileso, sin importarme el ruido quehaca. Utilic la palabra matrimonio, era una especiede unin, despus de todo. Debe haber sido primeriza.Las precauciones habran sido algo superfluo, nadapoda compararse con aquellos gritos que me persi-guieron por las escaleras hasta la entrada. Me detuvefrente a la puerta principal y escuch. Todava podaescucharlos. De no haber sabido que haba gritos en lacasa, no los habra escuchado. Pero como lo saba,

    prest odos. No estaba muy seguro de dnde me en-contraba. Entre las estrellas y las constelaciones bus-qu a las Osas, pero no las vi. Y sin embargo, seguroestaban ah. Mi padre fue el primero en mostrrmelas.Me mostr muchas otras tambin, pero solo, sin l ami lado, solamente poda encontrar a las Osas. Co-menc a jugar con los gritos, como jugaba con lascanciones, de aqu para all, de aqu para all, si a esose le puede llamar un juego. Siempre que estuvieracaminando no los escuchaba, debido a los pasos. Peroeso s, si me detena los volva a escuchar, cada vezmenos he de admitirlo, pero qu importa, menos oms, un grito es un grito y lo nico que importa es quecese. Por aos pens que cesaran los gritos. Ahora yaperd las esperanzas. Podra haberme conseguidoamantes tal vez, pero as es la cosa, uno ama o no amay punto.

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    DE UNA OBRA ABANDONADA

    Me levant tempranito ese da, era joven entonces,sintindome psimo y sal, mam estaba asomada a la

    ventana en camisn llorando y despidindose de m.Qu maana tan bonita y fresca, todo brillaba comosuele suceder a esas horas. Me sent psimo de veras,muy violento. El cielo se oscurecera muy pronto yllovera y seguira lloviendo todo el da hasta la tarde.Luego, en un segundo, todo azul y el sol, luego lanoche. Sintiendo todo esto, qu violento y qu da, medetuve y volte. As, con la cabeza agachada, porqueestaba buscando un caracol, un baboso o un gusano.Cunto amor haba en m por todas las cosas estticasy enraizadas, los arbustos, las piedras y cosas as, de-

    masiado numerosas para mencionarlas, hasta las floresdel campo; no senta lo mismo por el mundo cuandoen mis cinco sentidos llegaba a tocar algo as, o a co-gerlo. Pero ahora un pjaro o una mariposa que flota-ba por ah metindose en mi camino, un gusano quese me meta debajo del pie, no, ahora ni siquiera sen-ta piedad por ellos. No que cambiara de camino paradirigirme hacia ellos, no, a cierta distancia de hechoparecan estticos, luego, un rato despus, estabanencima de m. Una vez vi, con estos mis penetrantesojos, unos pjaros que volaban tan alto, tan lejos, que

    parecan estar en reposo, y luego un minuto ms tardeestaban todos a mi alrededor; esto me ha sucedido conlos cuervos, por ejemplo. Los patos tal vez son lospeores, cmo patalean y pierden el equilibrio entre losotros patos, o las gallinas, cualquier tipo de ave decorral, casi no hay nada peor. Y no me voy a salir demi camino para esquivarlos, verdad?, cuando sonesquivables, no, simplemente no me da la gana desalirme de mi camino, aunque nunca en la vida heseguido un camino hacia algn lado, slo he estado enmi camino. Y de esta manera he cruzado grandes ma-torrales, con los pies sangrando y me he metido en lospantanos tambin, en el agua, hasta en el mar cuandohe estado de humor y me he salido de mi camino o heregresado, para no ahogarme. Y muy posiblementemorir as si no me descubren, digo, ahogado, o enllamas, s, quiz eso me ocurrir al final, furioso, meechar un clavado al fuego y morir quemado cachitopor cachito. Despus alc la vista y mir a mi madreque segua despidindose de m desde la ventana, agi-

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    taba la mano para que me fuera o para que volviera,no lo s, o slo estaba agitando la mano as nada ms,llena de amor triste o desolado, y escuch sus gemidosleves. El marco de la ventana era verde plido, losmuros de la casa grises y mi madre blanca y tan del-

    gada que se transparentaba ante mis ojos (muy pene-trantes por entonces) que la atravesaban rumbo a laoscuridad de la habitacin, y en toda aquella integri-dad, el sol casi recin salido, todo se empequeecapor la distancia, todo era realmente bonito, me acuer-do bien, el viejo gris y luego el delgado verde roden-dolo todo y el delgado blanco contra lo oscuro, si slose hubiera quedado quieta y me hubiera dejado mirar.No, por nica vez en la vida quera pararme y ver algoque no poda porque ella agitaba la mano y se mova ysala y entraba de la ventana como si estuviera

    haciendo ejercicio, capaz que lo estaba haciendo y yoera lo que menos le importaba. La falta de tenacidadfrente al objetivo, sa era otra cosa que no me gustabade ella. Una semana haca ejercicio por ejemplo, y lasiguiente rezaba y lea la Biblia, y la siguiente arre-glaba el jardn, y la siguiente tocaba el piano y canta-ba, era espantoso, y luego slo andaba por ah o des-cansaba, siempre algo distinto. No me importaba grancosa, yo siempre estaba fuera. Pero bueno, voy a se-guir con lo del da que escog para empezar, podratratarse de cualquier otro, s, para all y para ac, en

    fin, basta de mi madre por ahora. Bueno, luego todoandaba sobre ruedas, sin problemas, sin pjaros enci-ma de m, nada estorbaba en mi camino salvo, a unadistancia considerable, un caballo blanco y un nioque lo segua, o tal vez era un enano o una mujer. Estees el nico caballo completamente blanco que recuer-do, al que los alemanes llaman Schimmel creo, ah, erayo muy rpido de nio y absorba un montn de cono-cimientos difciles, Schimmel, bonita palabra paraalguien que habla ingls. El sol lo cubra completa-mente, como antes cubra a mi madre, y pareca teneruna banda roja o un lazo a un lado, a lo mejor era uncincho, tal vez el caballo iba a algn lado para que lepusieran el freno, a una trampa o algo as. Cruz pormi camino all a lo lejos, luego se esfum, detrs dela hierba me imagino, lo nico que not fue la repen-tina aparicin del caballo, luego su desaparicin. Erade un color blanco muy brillante, el sol lo envolva,nunca antes haba visto un caballo as, aunque mehaban platicado, y nunca volv a ver uno como aqul.

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    He de admitir que el blanco siempre me ha afectadoprofundamente, todas las cosas blancas, las sbanas,las paredes y dems, hasta las flores, y el blanco asnada ms, el pensamiento de lo blanco, sin ms. Perovoy a terminar el relato de ese da de una vez por to-

    das. Todo iba perfectamente, slo la violencia y luegoeste caballo blanco, cuando de pronto me puse furio-so, furia enceguecedora. En realidad no s ni por qume entr tal rabia, estas furias repentinas hacan de mivida algo miserable. Muchas otras cosas me enfurec-an tambin, el dolor de garganta por ejemplo, nuncahe sabido lo que se siente no tener ese dolor, pero lopeor era la rabia, como un viento inesperado que so-plaba a mi alrededor, no, no puedo siquiera describir-lo. No era la violencia en s lo que empeoraba, eso notiene nada que ver, a veces me senta violento todo el

    da y no me daba rabia, a veces estaba tranquilo y meentraba la rabia cuatro o cinco veces. No, no hay mo-do de decirlo, no hay modo de decir nada con unamente como la que tengo, siempre alerta para ir encontra de s misma, creo que retomar el tema cuandome sienta menos dbil. Hubo una poca en que tratabade calmarme dndome golpes en la cabeza contra al-guna cosa, pero al poco tiempo renunci a ello. Lomejor que poda hacer era correr. Por cierto, dicho seade paso, era muy lento para caminar. No me iba que-dando ni andaba de flojo, slo caminaba muy lenta-

    mente, daba pasos cortitos y mis pies cruzaban el airelentamente, En cambio, debo haber sido uno de loscorredores ms rpidos del mundo, siempre y cuandolas distancias fueran cortas, cinco o seis yardas, en unsegundo las recorra. Pero no poda continuar a lamisma velocidad y no por problemas respiratorios, eraalgo mental, todo es mental, fragmentario. Y en cuan-to al trote, por otro lado, me resultaba igual que volar.No, conmigo todo era lento y de pronto estos relm-pagos o giseres, hecho la raya, esta era una de misexpresiones favoritas, una y otra vez, cuando andabapor ah deca hecho la raya. Afortunadamente, mi pa-dre muri cuando yo era nio, porque de otro modoyo podra haberme convertido en todo un profesor, ami padre le iba el corazn en ello. Adems yo era unbuen estudiante, no pensaba pero eso s, qu memoriatena. Un da le cont lo de la cosmologa de Milton,estbamos all arriba en la montaa descansando enuna roca enorme que daba al mar, se qued muy im-presionado. El amor tambin, frecuentemente apareca

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    en mis pensamientos cuando era nio, pero no tantocomo en otros nios, esto me mantena despierto se-gn pude observar despus. Nunca am a nadie creo,porque me acordara. Slo en sueos, all haba ani-males, animales de sueo, no como los que se ven

    sueltos por ah en el campo, no poda describirlos,eran adorables criaturas, la mayora blancos. De algu-na manera esto del amor es una pena, una buena mujerpodra haber estado conmigo y ahora yo podra estarechado al sol fumando mi pipa y dndole nalgadas a latercera generacin que me mirara con respeto y admi-racin, preguntndome qu habra de cenar, esto envez de vagar por los mismos caminos en todos losclimas, nunca fui bueno para la tierra nueva. No, nome arrepiento de nada, slo lamento haber nacido,siempre he pensado que morir es un asunto demasiado

    largo y cansado. Pero ahora voy a retomar el asuntoque me ocupaba en un principio, el caballo blanco yluego la furia, no hay entre ellos ninguna relacin,supongo. Pero por qu continuar con todo esto, no los, algn da terminar, por qu no ahora. Estos sonpensamientos ajenos, qu cosa, vergenza me deberade dar. Ahora estoy viejo y dbil y en medio de midolor y debilidad murmuro por qu y medetengo, yaquellos pensamientos vienen a m y se me meten enla voz, los viejos pensamientos que nacieron conmigoy crecieron conmigo y se mantuvieron ocultos, debe

    haber otros. No, de vuelta a aquel da lejano, a cual-quier da lejano, y desde el tenue suelo regalado hastasus cosas y su cielo, los ojos suban y volvan despusy volvan una y otra vez, y los pies no iban a ningunaparte, slo, de alguna manera, a casa, en la maanasalan de casa y en la tarde regresaban a casa, y elsonido de mivoz todo el da murmurando las mismascosas viejas que no oigo, ni siquiera las que me con-ciernen, mi voz, como un changuito sentado en mihombro con la cola hacindome compaa. Bla, bla,bla, en voz alta y rasposa, con razn tena dolor degarganta. Tal vez debera mencionar aqu que nuncahablaba con nadie, creo que la ltima persona conquien habl fue mi padre. Mi madre era igual, no vol-vi a hablar ni a contestar desde que mi padre muri.Yo le pregunt por el dinero, no puedo mencionaraquello ahora, tal vez esas fueron las ltimas palabrasque le dirig. A veces me gritaba o me rogaba algopero slo un momentito, slo unos cuantos gritos;luego, si yo volteaba los pobres labios delgados se le

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    tensaban y su cuerpo se daba la media vuelta y slome miraba por el rabillo del ojo, pero era raro. De vezen cuando por la noche la escuchaba, estaba hablandosola me imagino, o rezando en voz alta, o leyendo envoz alta, o canturreando sus himnos, pobre mujer.

    Bueno, despus del caballo y la furia, yo qu s, seguy segu y luego supongo que di la vuelta lentamentedejando caer la mano izquierda o la derecha hastavislumbrar la casa e ir rumbo a ella. Ay, mi padre ymi madre, y pensar que a lo mejor estn en el paraso,eran tan buenos. Yo debera irme al infierno, es todolo que pido, para poder continuar maldicindolos ahy que ellos bajen la vista desde arriba y me escuchen,eso s que le quitara un poco de resplandor a su beati-tud. S, creo que todo el ruido que hacan acerca de lavida futura me sube los nimos nada ms pues no hay

    nada que aniquile una infelicidad como la ma. Estabafurioso desde luego y todava lo estoy, pero era dcil,pasaba por dcil, qu buen chiste. No es que realmen-te estuviera furioso, slo era raro, algo raro, y cadaao que pasaba me haca ms raro, pocas criaturas haytan raras como yo en la actualidad. Mi padre, lohabr matado tal como lo hice con m madre?; tal vezde alguna manera lo hice, pero no puedo hablar deello ahora, estoy demasiado dbil y viejo. Las pregun-tas se ponen a flotar mientras me desplazo y me dejanmuy confundido, estoy a punto de decir basta. De re-

    pente estn ah, no, flotan, emergen de una profundi-dad muy vieja y se mecen y se quedan un rato antesde desvanecerse, preguntas que cuando yo estaba enmis cinco no habra sobrevi-vido ni un segundo, no,habran sido aniquiladas antes de haber tenido cuerposiquiera, aniquiladas. Venan de dos en dos a veces,una dominaba a la otra, as, cmo podr continuar unda ms?, es ms, cmo pude continuar un solo da?O, habr matado a alguien? En ese tono, de lo parti-cular a lo general digamos, estas preguntas y respues-tas son bastante vacas. Las llevo a cuestas lo mejorque puedo, acelero el paso cuando vienen, muevo lacabeza de un lado al otro para arriba y para abajo, mequedo con la mirada fija y agonizante en eso y aquellohaciendo de mi murmurar un grito, as me voy ayu-dando. Pero esto no tendra por qu ocurrir, algo andamal, si fuera el final no me importara gran cosa, perocuntas veces en la vida he dicho antes de que algograve sucediera Es el final y no era, y aun as, el finalno puede estar lejos, seguro me voy a caer y me voy a

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    quedar tirado o enroscado esperando a la noche comode costumbre entre las rocas y antes del amanecerestar en otro lado. S que yo tambin dejar de ser yser como cuando an no era, slo que todo entero,eso me hace feliz, frecuentemente ahora mi murmu-

    rar se quiebra y se esfuma y lloro de felicidad cuandosigo mi camino y de amor por este mundo que me hallevado sobre sus espaldas tanto tiempo y cuya faltade quejas pronto ser ma. Estar justo bajo la superfi-cie, todo entero al principio, luego desmembrado y ala deriva, circulando a todo lo largo de la tierra y talvez al final una parte de m caer por un acantiladohacia el mar. Una tonelada de gusanos en un metrocuadrado, esto s que es un pensamiento maravilloso,una tonelada de gusanos, ya lo creo. De dnde lo sa-qu, de un sueo o de un libro que le en mi escondite

    cuando era nio, o de una palabra oda tras la puertapor ah o que haba estado dentro de m todo el tiempoy se haba mantenido oculta hasta el momento debrindarme alegra, estos son los horribles pensamien-tos con los que tengo que luchar del modo que vengomencionando. Ahora bien, qu se puede agregar res-pecto de este da despus del caballo blanco y de lamadre blanca en la ventana? Por favor lean de nuevolas descripciones que de ellos he dado antes de que yopase a otro da, tiempo despus; no hay nada queagregar antes de que me desplace en el tiempo brin-

    cndome cientos o tal vez miles de das de un modoque no podra haber utilizado en el momento en cues-tin porque tena que seguir y seguir rumbo al mo-mento en que me encuentro ahora, no, nada, todo seha ido menos la madre en la ventana, la violencia, lafuria y la lluvia. As que pasemos al segundo da yterminemos con l, quitmoslo del camino y pasemosal siguiente. Y he aqu que de pronto me hall entre, yperseguido por, una familia o una manada, no lo s,de armios, algo verdaderamente extraordinario, creoque eran armios. Ciertamente, si se me permite de-cirlo, creo que tuve la suerte de salir vivo, qu extraodecirlo, no suena bien, en fin. Cualquier otra personahabra salido mordisqueada y se habra desangrado ytal vez habra quedado blanca como un conejo, y dalecon el blanco de nuevo. S que no se me habra ocu-rrido, pero de haber podido y haberlo hecho, simple-mente me habra recostado y me habra dejado despe-dazar como lo hacen los conejos. Bien, pero voy acomenzar como siempre con la maana y luego la

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    salida. Cuando un da regresa, por cualquier motivo,entonces su maana y su tarde tambin estn ah, aun-que en s mismas bastante comunes y corrientes, lasalida y el regreso a casa, hay algo digno de mencio-narse en ello. Y de nuevo hacia la gris madrugada,

    muy dbil y tembloroso despus de una noche atroz ycon pocos sueos almacenados dentro y fuera. En qupoca del ao, realmente no lo s, qu importanciatiene. No estaba mojado en realidad sino chorreando,todo chorreaba, el da poda comenzar, s?, no, cho-rreando y chorreando todo el tiempo, sin sol, sin cam-bios de luz, nublado todo el da, y aun as, ni una bri-sita hasta la noche, luego oscuro y un poco de viento,vi unas estrellas al acercarme a casa. Mi bastn desdeluego, por una misericordia de la providencia, ah, nolo vuelvo a mencionar porque cuando no me refiero a

    l es porque est en mi mano, y sigo mi camino. Sinmi abrigo, slo con la chamarra, nunca pude soportarel abrigo revoloteando entre mis piernas, o ms bienun da me disgust de pronto, me brot un repentinodisgusto. Con frecuencia cuando me arreglaba parasalir lo sacaba y me lo pona, luego me paraba al cen-tro de la habitacin sin poder moverme hasta que alfin me lo quitaba y lo colgaba de nuevo en el armario.Y acababa de bajar las escaleras y de tomar una boca-nada de aire fresco, cuando el bastn se me cay y cade rodillas y luego de cara al suelo; algo realmente

    fuera de lo comn y despus de un ratito me puse bo-ca arriba, nunca logr permanecer acostado boca aba-jo durante mucho tiempo, aunque me fascinaba; mesenta tan mal y me qued ah, media hora tal vez, conlos brazos sobre los costados y las manos encima delas piedritas y los ojos bien abiertos vagando por elcielo. Ahora bien, se trataba de mi primera experien-cia de este tipo?, esa es la pregunta que le viene a unoa la cabeza de inmediato. Cadas haba tenido bastan-tes, del tipo despus del cual, a menos de haberse rotola pierna, uno se levanta y sigue su camino, maldi-ciendo a Dios y al hombre, muy otra cosa que en estaocasin. Con tanta vida desperdiciada en el conoci-miento, cmo saber cundo comenz todo, cules sonlas variantes que lanzan su veneno toda la vida hastaque uno sucumbe. As pues de alguna manera las co-sasviejas son las primeras, no hay dos bocanadas deaire iguales, todo es un repetir y repetir y todo es slouna vez y nunca ms. Pero voy a levantarme y a con-tinuar y terminar con este da de una buena vez. Pero

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    qu sentido tiene seguir con todo esto, no hay nada.Da olvidado tras da olvidado hasta la muerte de mimadre, luego en un sitio distintoque pronto envejece-r hasta la hora de la hora. Y cuando llegue a esta no-che, aqu, entre las rocas con mis doslibros y la inten-

    sa luz de las estrellas, esta noche se me habrescapado de las manos y tambin el da antes, mis doslibros, el chico y el grande, o tal vez slo quedarnmomentos aqu y all muy quietos, este pequeo so-nidoque no entiendo, as que mejor voy a juntar miscosas y a regresar a mi agujero, todo es ya tan pasadoque hasta se puede contar. Ya pas, ya pas, hay unlugar en mi corazn para todo lo que ya pas. No,porquepasan, me encanta estapalabra, unas palabrashan sido mis nicas amantes, y no son muchas. Fre-cuentemente lo he dicho todo un da, al irpor ah, y a

    veces he dicho vero, s, vero. Ay, pero por esas terri-bles inquietudes que siempre he tenido, debera habervivido en una gran habitacin con eco y con un relojde pndulo grandsimo, slo escuchandoy cabecean-do, con la ventanilla abierta para poder observar elbalanceo, moviendo los ojos para all y para ac, y lospesos deplomo colgando ms y ms abajo hasta te-nerme que levantar de la silla para izarlos de nuevo,esto una veza la semana. El tercer da fue la miradaque me ech el caminante aqul, de pronto me doycuenta ahora, el harapiento viejo brutose inclin en la

    zanja donde se encontraba, recargndose con la espal-da o lo que fuera la cosa sa, y mirndome de reojodesde el borde de su postura flojay descuidada, con laboca colorada, cmo es posible, me pregunto, que mehubiera percatado de su presencia; lo que s, es el daque vi la mirada de Balfe, entonces s que me aterrori-c como un nio. Ahora que est muerto comienzo aparecerme a l. Pero continuemos, dejemos esas viejasescenas y quedmonos en stas, y en mi recompensa.Ya no ser como ahora, da tras da, afuera, a los la-dos, por arriba, por atrs, adentro, como hojas que sevoltean, o que cayeron por ah arrugadas, sino untiempo largo y de una pieza, sin antes ni despus, ilu-minado u oscuro, desde o hacia o en el viejo conoci-miento a medias del cundo y el dnde se ha ido, ydel qu, y an as algunas cosas quietas, todas a lavez, todas en movimiento, hasta que ya no haya nada,nunca hubo nada, slo una voz soando y zumbandopor todas partes, eso es algo, la voz que alguna vezestuvo en tu boca. Bueno, y una vez afuera en la calle

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    y libre de toda posesin, entonces qu, realmente nolo s, de repente ya estaba dando golpes por ah conmi bastn, haciendo volar a las gotitas y maldiciendo,puras malas palabras, las mismas palabras una y otravez, ojal y nadie me haya escuchado. Me dola la

    garganta, era un tormento tragar, y senta algo en elodo, me la pasaba apachurrndome la oreja y no sen-ta alivio alguno, tal vez erapura cerilla lo que mepresionaba el tmpano. Extraordinariamente quietosobre el suelo y dentro de m todo bastante quieto, qucoincidencia, por qu me salan esas palabrotas de laboca, no lo s, no, qu tontera, y dando golpes al airecon el bastn, qu cosa tan suave y dbil me estabaposeyendo mientras luchaba por seguir adelante. Se-ran los armios, no, primero voy a hundirme otra vezy a desaparecer entre los helechos, me llegaban a la

    cintura cuando andaba por ah. Qu cosas tan durasson estos helechos gigantes, como almidonados, comode madera, con unos tallos terribles, le arrancan a unoel pellejo de las piernas a travs de los pantalones yluego esos hoyos que esconden, rmpete la pierna sino tienes cuidado, qu espantoso lenguaje es ste,cete y desaparece del mapa, podras quedarte tiradoah semanas enteras sin que nadie te escuchara, pen-saba en esto muy a menudo all arriba en la montaa,no, qu tontera, slo segu mi camino, el cuerpo hacatodo de su parte sin m.

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    IMAGINACIN MUERTA IMAGNATE

    Ningn signo de vida por ningn lado, dices, caray, yqu tiene, la imaginacin no ha muerto an, s, qu

    cosa, la imaginacin muerta, imagnate. Islas, mares,azul celeste, verdes, un chispazo y desaparecen, infi-nitamente, se omiten. Hasta que un blanco en la blan-cura hace la rotonda. No hay puerta, entra, mide. Trespies de dimetro, tres pies del piso al techo de la crip-ta. Dos dimetros en los ngulos precisos AB CDdivi-den el suelo blanco en dos semicrculos ACB BDA.Tirados en el suelo, dos cuerpos blancos, cada uno ensu semicrculo. Blancos son la cripta y el muro redon-do, de dieciocho pulgadas de alto, del cual emerge.Salte de nuevo, qu rotonda tan lisa, todo blanco en la

    blancura, entra una vez ms, toca, un sonido slido atodo lo largo, un anillo como en la imaginacin elanillo de hueso. La luz hace de todo lo blanco unafuente invisible, todo brilla con el mismo brillo blan-co, el suelo, el muro, la cripta, los cuerpos, sin som-bra. Qu calor, las superficies estn hirviendo pero noqueman al tocarlas, los cuerpos sudan. Salte de nuevo,hazte para atrs, la delgada cortina se esfuma, se le-vanta, se esfuma, todo blanco en la blancura, cae, en-tra una vez ms. Vaco, silencio, calor, blancura, espe-ra, la luz se vuelve tenue, todo se oscurece al mismo

    tiempo, el suelo, el muro, la cripta, los cuerpos, diga-mos en unos veinte minutos, todos los grises, se va laluz, todo se esfuma. Al mismo tiempo la temperaturabaja hasta alcanzar su mnimo, digamos su punto decongelacin, en el mismo instante en que se instala elnegro, lo que parecer extrao. Espera; ms o menoslargos, el calor y la luz vuelven, todo se hace blanco ycaliente a la vez, el suelo, el muro, la cripta, los cuer-pos, digamos en unos veinte segundos, todos los gri-ses, hasta alcanzar el nivel inicial en que comenz lacada. Ms o menos larga, ya que puede intervenir, laexperiencia muestra, entre el final de la cada y el co-mienzo del ascenso, pausas de amplitud variable, des-de la fraccin de segundo hasta lo que podra parecer,en otros tiempos, en otros lugares, una eternidad. Elmismo comentario respecto de la otra pausa, entre elfinal del ascenso y el principio de la cada. Los extre-mos, mientras duran, son perfectamente estables, locual en el caso de la temperatura podra parecer ex-trao, al principio. Es posible tambin, la experien-

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    cia lo demuestra, que el ascenso y la cada se detenganen cualquier punto y marquen una pausa, ms o me-nos larga, antes de reanudarse o de revertirse, el as-censo ahora cada, la cada ascenso, que a su debidotiempo se completarn o se detendrn y marcarn una

    pausa, ms o menos larga, antes de reanudarse o derevertirse de nuevo, y as sucesivamente hasta que alfin se alcance uno de los extremos. Dichas variacionesde ascenso y cada, combinndose en incontables rit-mos, por lo comn asisten al paso de blanco y calientea negro y fro, y viceversa. Slo los extremos son es-tables y esto se nota en la vibracin que se observacuando ocurre una pausa en alguna etapa intermedia,sin importar su nivel y duracin. Entonces todo vibra,el suelo, el muro, la cripta, los cuerpos, ligeros o pe-sados o las dos cosas, da lo mismo. Pero en conjunto,

    la experiencia muestra que dicho paso incierto es algofuera de lo comn. Y con mayor frecuencia, cuando laluz comienza a fallar y con ella el calor, el movimien-to contina ileso hasta que, en un periodo de unosveinte segundos, el negro agudo se instala y, en elmismo instante, digamos que tambin se instala elpunto de congelacin. La misma afirmacin vale parael movimiento al revs, hacia el calor y la blancura.Lo que sigue en cuanto a frecuencia es la cada o as-censo con sus pausas de extensin variable en estosgrises febriles sin que el movimiento se revierta nun-

    ca. Pero no obstante las inherentes incertidumbres, elregreso tarde o temprano a una calma temporal, pare-ce ser seguro, por el momento al menos, en la oscuri-dad negra o en la gran blancura, con una temperaturaatenta, y el mundo es la evidencia en contra del tumultoconstante. Al descubrirse esto despus de, digamos,una ausencia en vacos perfectos, ya nada es exacta-mente lo mismo, desde este punto de vista, pero nohay otro. En el exterior, todo est como siempre y eldescubrimiento de la delgada cortina es como produc-to del azar, su blancura sumergida en la blancura cir-cundante. Entra y vers que hay momentos de calmachicha ms breves y nunca la misma tormenta. La luzy el calor permanecen ligados como si hubieran emer-gido de la misma fuente, de la cual no hay todava niel menor indicio. Quieto en el suelo, doblado en tres,con la cabeza contra el muro en B, el culo contra elmuro en A, las rodillas contra el muro entre Cy A, esdecir, inscritas en el semicrculo ACB, sumergido en elpiso blanco salvo por el cabello largo de una blancura

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    extraamente imperfecta, finalmente, el blanco cuerpode una mujer. Similarmente inscrito en el otro semi-crculo, con la cabeza contra el muro en A, el culo enB, las rodillas entre Ay D, los pies entre Dy B, el com-paero. Ambos, por lo tanto, estn sobre su costado

    derecho, espalda con espalda, con la cabeza y el culopegados. Coloca un espejo frente a sus labios, se es-fuma. Con la mano izquierda toman su pierna izquier-da un poquito ms abajo de la rodilla, y con la manoderecha su brazo izquierdo un poquito ms arriba delcodo. Bajo esta luz tan agitada, cuya calma blancaresulta ahora tan rara y breve, la inspeccin no es nadafcil. Haciendo a un lado el sudor y el espejo, bienpasaran por seres inanimados salvo por sus ojos iz-quierdos que a intervalos incalculables repentina-mente se abren y miran afocando, sin el menor parpa-

    deo, mucho ms all de lo humanamente posible. Azulplido penetrante; el efecto es sorprendente, al princi-pio. Las miradas no coinciden ms que en una ocasin,cuando el comienzo de una queda sobrepuesto al finalde la otra por espacio de unos diez segundos. Ni gruesosni delgados, ni grandes ni pequeos, los cuerpos pare-cen enteros y en buenas condiciones, si juzgamos porlas superficies expuestas a simple vista. Los rostros, sise toman en cuenta los dos lados de una pieza cual-quiera, tampoco parecen requerir nada esencial. Entresu absoluta quietud y la luz convulsiva el contraste es

    sorprendente, al principio, para aquel que an recuerdahaber sido sorprendido por lo contrario. Resulta claro,sin embargo, debido a miles de pequeos signos dema-siado largos para imaginarlos, que no estn dormidos.Slo murmuran, ah, nada ms, en este silencio, y en elmismo instante, para el ojo de rapia, el estremeci-miento infinitesimal instantneamente se suprime.Djalos ah, sudando fro, hay cosas mejores en otraparte. No, la vida termina y no, no hay nada en otra par-te, y no cabe duda ahora de que no se volver a encon-trar aquella mancha blanca perdida en la blancura, paraver si an estn acostados, muy quietos en la tensin dela tormenta o del huracn, o en la negra oscuridad parasiempre; tal vez la gran blancura es invariable y, s no esas, quin sabe qu estn haciendo.1

    1Cuentos tomados de Collected Shorter Prose, Grove Press Inc.,Nueva York, 1974.

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    CRONOLOGA LITERARIA

    NARRATIVA

    1934Ms punzadas que golpes

    1938

    Murphy1942-44 Qu (publicada en 1953)1946Mercier y Camier1951-53 Triloga originalmente escrita en francs y traducida por

    Beckett al ingls:MolloyMalone muere

    El innombrable1955Novelas y textos para nada1945-66El cuchillo de No: seleccin de textos cortos en prosa1961Cmo es1967Cabezasmuertas

    TEATRO

    1952-54Esperando a Godoy1957-58 Final del juego

    Acto sin palabras

    Todo lo que cae (enLa ltima cinta de Krappy otraspiezas dramticas; obra en un acto paran radio)

    1959Pavesas (para radio)1961-63Das felices1964-66 Comedia (en Comedia y actos diversos)1964 Palabras y msica (para radio: msica y voces)

    Cascando (para radio: msica y voces)1966-67 Va y viene

    Oye, Joe (guin para televisin)Film (guin de cine)

    POESA

    1930 Prostiturscopo1935Los huesos del eco1961Poemas en ingls

    ENSAYO

    1929

    Dante Bruno. Vico Joyce. (enNuestro examen alrede-dor de su falsificacin)1931 Proust1965 Proust: Tres dilogos