Benedicto16 oracion(12 )salmo3

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BENEDICTO XVI AUDIENCIA GENERAL Plaza de San Pedro Miércoles 7 de septiembre de 2011 Orar con el Salmo 3 SALMO 3 1 Salmo de David cuando huía de su hijo Absalón 2 Señor, ¡son tantos mis enemigos, Tantos quienes se alzan contra mí! 3 ¡Tantos los que me dicen: «No tiene salvación en Dios»! 4 Pero tú Señor, eres mi escudo, mi gloria, quien me enaltece. 5 Cuando clamo al Señor, él me responde desde su monte santo. 6 Me acuesto y me quedo dormido, me despierto porque el Señor me sostiene. 7 No temo a esa ingente multitud, Que me ha puesto cerco por doquier. 8 ¡Ponte en acción, Señor! ¡Sálvame, Dios mío! tú que golpeaste la mejilla de mis enemigos, Tú que rompiste los dientes de los malvados. 9 La salvación viene del Señor, ¡que tu bendición descienda sobre tu pueblo! El color amarillo en letras o de fondo indica texto de la catequesis. http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2011/index_sp.htm Adaptación a diapositivas, 13 mayo 2012. Emilio Perucha Herranz

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BENEDICTO XVI

AUDIENCIA GENERALPlaza de San Pedro

Miércoles 7 de septiembre de 2011

Orar con el Salmo 3

SALMO 3

1 Salmo de David cuando huía de su hijo Absalón

2 Señor, ¡son tantos mis enemigos,

Tantos quienes se alzan contra mí!

3 ¡Tantos los que me dicen:

«No tiene salvación en Dios»!

4 Pero tú Señor, eres mi escudo,

mi gloria, quien me enaltece.

5 Cuando clamo al Señor,

él me responde desde su monte santo.

6 Me acuesto y me quedo dormido,

me despierto porque el Señor me sostiene.

7 No temo a esa ingente multitud,

Que me ha puesto cerco por doquier.

8 ¡Ponte en acción, Señor! ¡Sálvame, Dios mío!

tú que golpeaste la mejilla de mis enemigos,

Tú que rompiste los dientes de los malvados.

9 La salvación viene del Señor,

¡que tu bendición descienda sobre tu pueblo!

El color amarillo en letras o de fondo indica texto de la catequesis.

http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2011/index_sp.htm

Adaptación a diapositivas, 13 mayo 2012. Emilio Perucha Herranz

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Queridos hermanos y hermanas:

Reanudamos hoy las audiencias en la Plaza de San

Pedro y,

en la «escuela de oración» que estamos viviendo

juntos en estas catequesis de los miércoles,

quiero comenzar a meditar sobre algunos Salmos,

que, come dije el pasado mes de junio,

forman el «libro de oración» por excelencia.

El primer Salmo sobre el que me detendré es un

Salmo de lamentación y de súplica lleno de una

profunda confianza,

donde la certeza de la presencia de Dios es la

base de la oración que brota de una condición de

extrema dificultad en la que se encuentra el

orante.

http://www.google.es/imgres?q=salmos+libro+de+oracione

s.http://philharmoniadelasesferas.blogspot.com/2011/03/el-

rey-david.html

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Se trata del Salmo 3,

referido por la tradición judía a David en el momento en que huye de su hijo Absalón (cf. v. 1):

es uno de los episodios más dramáticos y sufridos de la vida del rey,

cuando su hijo usurpa su trono real y le obliga a abandonar Jerusalén para salvar su vida (cf. 2 Sam15ss).

La situación de peligro y de angustia que experimenta David hace, por tanto, de telón de fondo a esta

oración y ayuda a comprenderla,

presentándose como la situación típica en la que puede recitarse un Salmo como este.

Todo hombre puede reconocer

en el clamor del salmista

aquellos sentimientos

de dolor,

amargura y, a la vez,

de confianza en Dios que,

según la narración bíblica,

acompañaron a David al huir de

su ciudad.

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El Salmo comienza con una invocación al Señor:

«Señor, cuántos son mis enemigos, cuántos se levantan contra mí; cuántos dicen de mí: ―Ya no lo protege Dios‖» (vv. 2-3).

La descripción que el orante hace de su situación está marcada por tonos fuertemente dramáticos

Tres veces se subraya la idea de multitud —

«numerosos», «muchos», «tantos»—

que en el texto original se expresa con la misma

raíz hebrea,

de forma repetitiva, casi insistente,

con el fin de recalcar aún más la enormidad del

peligro.

Esta insistencia sobre el número y la magnitud de

los enemigos sirve para expresar la percepción,

por parte del salmista,

de la absoluta desproporción que existe entre él y

sus perseguidores,

una desproporción que justifica y fundamenta la

urgencia de su petición de ayuda:

los opresores son muchos,

toman la delantera,

mientras que el orante está solo e inerme,

bajo el poder de sus agresores. David maldecido y apedreado por Semeí (II Samuel 16, 5-13,

David, a caballo, reprime a sus seguidores de responder a

Semeí con violencia, y a uno de ellos, Abisaí, le dice: «Dejadle

que me maldiga, pues el Señor ha dispuesto el que maldiga a

David».

http://www.moleiro.com/es/libros-de-horas/breviario-de-isabel-

la-catolica/miniatura/869

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Sin embargo, la primera palabra que pronuncia el salmista es «Señor»;

su grito comienza con la invocación a Dios.

Una multitud se cierne y se rebela contra él,

generando un miedo que aumenta la amenaza haciéndola parecer todavía más grande y aterradora.

Pero el orante no se deja vencer por esta visión de muerte,

mantiene firme la relación con el Dios de la vida y en primer lugar se dirige a él en busca de ayuda.

Cuando Israel toma la palabra ante Dios,

lo hace con dos actitudes fundamentales y

otras complementarias:

alabanza o agradecimiento y

petición o súplica son las dos primeras,

que se acompañan de júbilo, dolor y confianza

http://www.eltestigofiel.org/lectura/publicaciones.p

hp?idu=133

Oración de súplica.

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Me parece que aquí el Salmo nos toca muy personalmente:

en numerosos problemas somos tentados a pensar que quizá incluso Dios no me salva, no me

conoce, quizá no tiene la posibilidad de hacerlo;

la tentación contra la fe es la última agresión del enemigo, y a esto debemos resistir;

así encontramos a Dios y encontramos la vida.

Nota en:

http://www.odisea2008.com/2012/01/libro-de-horas-de-

catherine-de-cleves.html

En la imagen, el conocimiento,

quinto don del Espíritu Santo,

es representado por la paloma,

el estudiante mayor de rodillas lee en un libro ofrecido

por su maestro.

La leyenda en la cinta sobre el joven revela su

inspiración,

cita del Salmo 2, versículo 12,

dice que la clave del conocimiento es el aprendizaje de

la disciplina.

[Esta traducción del versículo 12 está cuestionada, en

diapositiva siguiente se expone la traducción literal].

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SOLEMNE Y TRADICIONAL BESAPIE DE

NUESTRO PADRE JESÚS CAUTIVO Y RESCATADO

MEDINACELI

Viernes 4 de Marzo 2011

Como es tradicional, muchas asistencias de fieles

que cumple con le tradición de el primer viernes de

marzo; …

Un hermano de la Junta limpia con sumo cariño los

pies de nuestro Cristo del beso del hermano.

http://juliojcordero.blogspot.com.es/2011/03/tradisi

onal-besapie-de-nuestro-padre.html

En la Biblia traducción interconfesional (BTI), VV

editoriales. Madrid 2008,

en nota al versículo 12 [besad al hijo], dice: es

traducción literal de un texto hebreo oscuro].

Quien no tiene estudios teológicos, ni sabe, se

atreve a decir que

puede interpretarse como profecía del

Mesías, reflejándolo con H mayúscula (besad al

Hijo).

Son muestra de veneración los ósculos o besos que

se dan a las imágenes y otros objetos sagrados.

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El Catecismo de la Iglesia Católica nos da

conocimiento para mejor resistir la

tentación; como en los artículos siguientes:

2847 El Espíritu Santo nos hace discernir

entre la prueba,

necesaria para el crecimiento del hombre

interior (cf Lc 8, 13-15; Hch 14, 22; 2 Tm 3,

12) en orden a una ―virtud probada‖ (Rm 5,

3-5),

y la tentación que conduce al pecado y a la

muerte (cf St 1, 14-15).

También debemos distinguir entre ―ser

tentado‖ y ―consentir‖ en la tentación.

Por último, el discernimiento desenmascara

la mentira de la tentación: aparentemente

su objeto es ―bueno, seductor a la vista,

deseable‖ (Gn 3, 6), mientras que, en

realidad, su fruto es la muerte.

«Dios no quiere imponer el bien, quiere

seres libres…

En algo la tentación es buena.

Todos, menos Dios, ignoran lo que nuestra

alma ha recibido de Dios, incluso nosotros.

Pero la tentación lo manifiesta para

enseñarnos a conocernos, y así,

descubrirnos nuestra miseria, y obligarnos

a dar gracias por los bienes que la tentación

nos ha manifestado» (Orígenes, De

oratione, 29, 15 y 17).

2848 ―No entrar en la tentación‖ implica una

decisión del corazón: ―Porque donde esté tu

tesoro, allí también estará tu corazón…

Nadie puede servir a dos señores‖ (Mt 6, 21-

24). ―Si vivimos según el Espíritu, obremos

también según el Espíritu‖ (Ga 5, 25)… Jesús en Getsemaní, Mateo 26, 41:Velad y

orad, para que no caer en la tentación.

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Pero los enemigos tratan también de romper este vínculo con Dios y de mellar la fe de su víctima.

Insinúan que el Señor no puede intervenir, afirman que ni siquiera Dios puede salvarle.

La agresión, por lo tanto, no es sólo física, sino que toca la dimensión espiritual:

«el Señor no puede salvarle» —dicen—, atacan el núcleo central del espíritu del Salmista.

Es la extrema tentación a la que se ve sometido el creyente, es la tentación de perder la fe,

la confianza en la cercanía de Dios.

Jeremías 38

4 Los dignatarios dijeron al rey; ―Ese hombre debe

morir, porque al hablar de tal modo, está debilitando el

ánimo de los soldados… y del resto de la gente…

6 Entonces ellos tomaron a Jeremías y lo arrojaron al

pozo de Malaquías, hijo del rey, que estaba en el patio

de la guardia, descolgándolo con cuerdas.

En el aljibe no había agua sino sólo barro,

y Jeremías se hundió en el barro

Jeremías 1, 18-19 Mira te he convertido desde hoy en plaza fuerte, serás columna de hierro, igual que muro de bronce,

enfrentado a todo el país, a los reyes y príncipes de Judá. Sacerdotes y pueblo de la tierra

Te atacarán, pero no te podrán, pues estoy contigo para ayudarte –oráculo del Señor–.

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El justo supera la última prueba, permanece firme en la fe y en

la certeza de la verdad y en la plena confianza en Dios, y

precisamente así encuentra la vida y la verdad.

El orante de nuestro Salmo está llamado a responder con la fe

a los ataques de los impíos:

los enemigos —como dije— niegan que Dios pueda ayudarle;

él, en cambio, lo invoca, lo llama por su nombre, «Señor»,

y luego se dirige a él con un «tú» enfático,

que expresa una relación firme, sólida,

y encierra en sí la certeza de la respuesta divina:

«Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria, tú mantienes alta mi cabeza. Si grito invocando al Señor, él me escucha desde su santo monte» (vv. 4-5).

Arcángel san Miguel,

Se lo representa con el traje de Guerrero como Príncipe de Milicia

Celestial que es.

Ya desde el Antiguo Testamento aparece como el gran defensor del

pueblo de Dios contra el demonio y su poderosa defensa continúa en el

Nuevo Testamento.

http://www.corazones.org/santos/miguel_arcangel.htm

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Ahora desaparece la visión de los enemigos, no han vencido porque quien cree en Dios está seguro de

que Dios es su amigo:

permanece sólo el «tú» de Dios; a los «muchos» se contrapone ahora uno solo,

pero mucho más grande y poderoso que muchos adversarios.

Evangelio según San Juan 8,3-11

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El Señor es ayuda, defensa, salvación; como escudo protege a quien confía en él, y le hace levantar la cabeza, como

gesto de triunfo y de victoria.

El hombre ya no está solo, los enemigos no son invencibles como parecían,

porque el Señor escucha el grito del oprimido y responde desde el lugar de su presencia, desde su monte santo.

El hombre grita en la angustia, en el peligro, en el dolor; el hombre pide ayuda, y Dios responde.

Este entrelazamiento del grito humano y la respuesta divina es la dialéctica de la oración y la clave de lectura de toda la

historia de la salvación.

El grito expresa la necesidad de ayuda y

recurre a la fidelidad del otro;

gritar quiere decir hacer un gesto de fe en la

cercanía y en la disponibilidad a la escucha

de Dios.

La oración expresa la certeza de una

presencia divina ya experimentada y creída,

que se manifiesta en plenitud en la respuesta

salvífica de Dios.

…le siguieron dos ciegos gritando: ―¡Ten

piedad de nosotros, ¡Hijo de David!‖… les

tocó los ojos diciendo: ―Hágase en vosotros

según vuestra fe‖. Mateo 9, 27-29.

Imagen cuadro de James Tissot.

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Esto es relevante:

que en nuestra oración sea importante, presente, la certeza de la presencia de Dios.

De este modo, el Salmista, que se siente asediado por la muerte,

confiesa su fe en el Dios de la vida que, como escudo,

lo envuelve a su alrededor de una protección invulnerable;

quien pensaba que ya estaba perdido puede levantar la cabeza, porque el Señor lo salva;

el orante, amenazado y humillado, está en la gloria, porque Dios es su gloria.

La respuesta divina que acoge la oración dona al Salmista una seguridad total;

se acabó también el miedo, y el grito se serena en la paz, en una profunda tranquilidad interior:

«Puedo acostarme y dormir y despertar: el Señor me sostiene. No temeré al pueblo innumerable que acampa a mi alrededor» (vv. 6-7).

366 La Iglesia enseña que cada alma espiritual es directamente creada por

Dios (cf. Pío XII, Enc. Humani generis, 1950: DS 3896; Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 8) —no es "producida" por los padres—, y que es inmortal (cf.

Concilio de Letrán V, año 1513: DS 1440): no perece cuando se separa del

cuerpo en la muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final.

303 El testimonio de la Escritura es unánime:

la solicitud de la divina providencia es concreta e inmediata;

tiene cuidado de todo, de las cosas más pequeñas hasta los grandes

acontecimientos del mundo y de la historia.

Las sagradas Escrituras afirman con fuerza la soberanía absoluta de Dios en

el curso de los acontecimientos:

"Nuestro Dios en los cielos y en la tierra, todo cuanto le place lo realiza" (Sal115, 3);

y de Cristo se dice: "Si Él abre, nadie puede cerrar; si Él cierra, nadie puede

abrir" (Ap 3, 7);

"hay muchos proyectos en el corazón del hombre, pero sólo el plan de Dios se

realiza" (Pr 19, 21).

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Y al despertar,

encuentra a Dios todavía a su

lado, como custodio que no duerme

(cf. Sal 121, 3-4),

que le sostiene, le toma de la mano, no

le abandona nunca.

El miedo a la muerte está vencido por

la presencia de aquél que no muere.

Precisamente la noche,

poblada de temores atávicos,

la noche dolorosa de la soledad y de la

angustiosa espera,

ahora se transforma:

lo que evoca la muerte se convierte en

presencia del Eterno.

El orante, incluso en medio del peligro y la batalla, puede dormir tranquilo, en una inequívoca actitud de

abandono confiado.

En torno a él acampan los adversarios, le asedian, son muchos, se levantan contra él, le ridiculizan y

buscan hacerle caer, pero él en cambio se acuesta y duerme tranquilo y sereno, seguro de la presencia

de Dios.

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A la visibilidad del asalto enemigo, violento, imponente, se contrapone la presencia invisible de Dios,

con todo su poder invencible.

ND Teología bíblica, Editorial San Pablo 2ª edición 1990. voz:

Génesis III La historia de José: …

En esta historia aparece un nuevo concepto típicamente

sapiencial de la presencia de Dios y su acción en la historia.

Dios no interviene con gestos poderosos; su obrar no puede

separarse de la trama normal de la existencia y de las

opciones humanas.

Sólo para el que mira los acontecimientos con fe el obrar

divino es visible y descifrable. En definitiva su presencia

reside en el corazón humano.

La historia, incluso individual, que a menudo se presenta

como un amasijo de contradicciones y amarguras, adquiere

entonces una dimensión de esperanza y una lógica más

profunda.

Mural de la Sagrada Familia, en la casa de José, en Nazaret.

http://www.palabracubana.org/TierraSanta/index.htm

Y es a él a quien, después de sus expresiones de confianza, nuevamente el Salmista dirige su oración:

«Levántate, Señor; sálvame, Dios mío» (v. 8a).

Los agresores «se levantaban» (cf. v. 2) contra su víctima;

quien en cambio «se levantará» es el Señor, y será para derribarlos.

Dios lo salvará, respondiendo a su clamor.

Por ello el Salmo concluye con la visión de la liberación del peligro que mata y de la tentación que puede

hacer perecer.

Después de la petición dirigida al Señor para que se levante a salvar, el orante describe la victoria

divina:

los enemigos que, con su injusta y cruel opresión, son símbolo de todo lo que se opone a Dios y a su

plan de salvación, son derrotados.

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Golpeados en la boca,

ya no podrán agredir con su destructiva violencia

y ni podrán ya insinuar el mal de la duda sobre la

presencia y el obrar de Dios:

su hablar insensato y blasfemo es definitivamente

desmentido y reducido al silencio de la

intervención salvífica del Señor (cf. v. 8bc).

De este modo, el Salmista puede concluir su

oración con una frase de connotaciones litúrgicas

que celebra, en la gratitud y en la alabanza,

al Dios de la vida:

«De ti, Señor, viene la salvación y la bendición

sobre tu pueblo» (v. 9).

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Queridos hermanos y hermanas, el Salmo 3 nos ha presentado una súplica llena de confianza y de

consolación.

Orando este Salmo, podemos hacer nuestros los sentimientos del Salmista, figura del justo perseguido

que encuentra en Jesús su realización.

En el dolor, en el peligro, en la amargura de la incomprensión y de la ofensa, las palabras del Salmo

abren nuestro corazón a la certeza confortadora de la fe.

Dios siempre está cerca —incluso en las dificultades, en los problemas, en las oscuridades de la vida—

, escucha, responde y salva a su modo.

Pero es necesario saber reconocer su presencia y aceptar sus caminos,

como David al huir de forma humillante de su hijo Absalón,

como el justo perseguido del Libro de la Sabiduría y, de forma última y cumplida,

como el Señor Jesús en el Gólgota.

Cirilo de Escitópolis Año †560

Sabiduría 3, 1, La vida de los justos

está en manos de Dios y ningún

tormento los ha de afectar.

David huye de su hijo Absalón

Dejen que Semeí me maldiga, porque

se lo ha ordenado el Señor. 2Samuel :

16, 10.

Jesus crucificado en el Gólgota

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Y cuando, a los ojos de los impíos, Dios parece no intervenir y el Hijo muere,

precisamente entonces se manifiesta, para todos los creyentes, la verdadera gloria y la realización

definitiva de la salvación.

Que el Señor nos done fe, nos ayude en nuestra debilidad y nos haga capaces de creer y de orar

en los momentos de angustia, en las noches dolorosas de la duda y en los largos días del dolor,

abandonándonos con confianza en él, que es nuestro «escudo» y nuestra «gloria».

Gracias

Evangelio de San Juan 21, 1-14.

Aparacición de Jesús junto al lago

Tiberiades.

13 Jesús se acercó, tomó el pan y se lo

dio, e hizo lo mismo con el pescado.

14 Esta fue la tercera vez que Jesús

resucitado se apareció a sus discípulos

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Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española,

en particular a los fieles de la parroquia de San Francisco Javier, de Oviedo;

a la Coral Médica Pedro Pérez Velásquez y al Coro Juvenil Cultural, de la Universidad Central de

Venezuela;

a la Orquesta Sinfónica Juvenil ―Batuta‖, de Bogotá,

así como a los demás grupos provenientes de España, Costa Rica, El

Salvador, Venezuela, Argentina, México y otros países Latinoamericanos.

Invito a todos a vivir, ante cualquier adversidad, una absoluta confianza en Dios de quien procede toda

bendición.

Muchas gracias

Bencion de los alimentos por el Padre Pío

Oh Jesús,

tú que provees y

alimentas a las aves del aire,

provee y aliméntanos también a nosotros,

que no sabemos ni sembrar,

ni segar, ni recoger.

Ven, bendice nuestro alimento

y dáselo también a los que no lo tienen.

Amén