BERMEJO BARRERA Qué Debo Recordar Los Historiadores y La

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 ¿Qué debo recordar? Los historiadores  y la configuración de  l a  memoria José Carlos Bermejo Barrera Universidad  de  Santiago Resumen En este trabajo partiendo de  l a  teor ía de  lo s  actos  de l  habla se  plantea  el problema  de la  memoria colectiva. Dentro  de  este campo  se  analiza  más específicamente cómo  los  historiadores contribuyen  al  proceso social  de  creación  de la memoria il ustrándol o en diferentes épocas. Palabras clave Mem oria cole ctiva Historiadores H istori ografía. Abstract In this paper starting from the speech acts theory I raise the problem  of the colective memory.  I n  that field  I  analize more specifically  how the  historians contr ibute to the social process of memoryproduction explained in different ages. Key words Colective Memory Historians Historiography. ¿Qué debo recordar?  En un  principio esta pregunta podría parecer un poco banal, puesto  que la  memoria parece funcionar  de un  modo espontáneo,  y  únicamente podría utilizarse  en dos  supuestos.  En primer lugar cuando  la  propia memoria falla  y  consecuentemente decido  que no  debo olvidarme  de  hacer alguna cosa,  y en  segundo lugar cuando  se  trata  de una  cuestión moral  o  jurídica  y es  necesario entonces mantener presente  en la  memoria algún deber  de uno de estos  dos  tipos.  A  estos  dos  supuestos podríamos añadir  un  tercero,  e n el cual  un  determinado tipo  de  personas: sacerdotes, políticos, militares  o  historiadores, deciden dirigirse  a una  colectividad para recordarle  un  conjunto  de  hechos: religiosos, políticos  o  militares,  que no deben caer  en el  olvido, intentando,  por lo  tanto, contribuir  a  crear una determinada configuración social  de la  memoria. Este  es el  caso e n  el que  entrarían  en  acción  los  historiadores,  y en el que  vamos  a fijar nuestra atención. [Memoria y Civilización MyC),  5 2002 191-218]

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Qué debo recordar Los historiadores. bermejo Barrera

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    Qu debo recordar? Los historiadoresy la

    configuracin de

    la

    mem oria

    Jos Carlos Bermejo Barrera

    Universidad

    de

    Santiago

    Resumen

    En este trabajo partiendo de

    la

    teora de

    los

    actos

    del

    habla

    se

    plantea

    el

    problema de la memoria colectiva. Dentro de este campo se analiza ms

    especficamente cmo

    los

    historiadores contribuyen

    al

    proceso social

    de

    creacin

    de la

    mem oria ilustrndolo en diferentes pocas.

    Palabras clave Mem oria colectiva Historiadores Historiografa.

    Abstract In this paper starting from the speech acts theory I raise the problem of

    the colective memory.

    In

    that field

    I

    analize more specifically

    how the

    historians

    contribute to the social process of memoryproduction explained in different ages.

    Key words Colective Memory Historians Historiography.

    Qu debo reco rda r?

    En un

    princip io es ta preg unta pod ra p arec er

    un poco bana l , pues to que la mem or ia pa rece func ionar de un m o d o

    espon tneo , y nicamente podra u t i l izarse en dos supues tos . En

    pr imer luga r cuando

    la

    propia m em oria fa lla

    y

    c o n s e c u e n t e m e n t e

    dec ido

    que no

    debo o lv ida rme

    de

    hacer a lguna cos a ,

    y en

    segundo

    lugar cuando

    se

    trata

    de una

    cuest in moral

    o

    ju r d i ca

    y es

    necesa r io

    en tonces man tener p resen te en la me mo r ia a lgn deber de uno de

    estosdost ipos .A estosdossupues tos podr amos aad i runt e rce ro ,en

    el cual un determinado t ipo de perso nas: sace rdotes , po l t icos ,

    mi l i ta res

    o

    his tor iadores , deciden d i r ig i rse

    a una

    colec t iv idad para

    recorda r l e

    un

    conjunto

    de

    hec hos: re l ig iosos , pol t icos

    o

    mi l i ta res ,

    que

    no deben caeren el olv ido , in tentando,por lo tanto , co nt r ibui r a crear

    una determinada configuracin socia lde la m e m o r i a . E s t e es el caso

    en el que ent rar an en accin los his tor iadores , y en el quev a m o s a

    fi jar nuestra atencin.

    [Memoria y Civilizacin MyC),5 2002 191 - 218 ]

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    192 Jos Carlos Bermejo Barrera

    El es tudio de la memoria puede l levarse a cabo desde ml t ip les

    perspect ivas: neurolgica , c ibernt ica , ps icolgica y socio lgica ,

    siendo estas dos l t imas las que van a ser ahora objeto de nuestro

    inters.

    Desde un punto de v is ta ps icolgico , la memoria , cuyo

    funcionam iento n o pue de expl icarse si pres c indim os de su base

    neuronal , es un componente bsico del funcionamiento de nuest ra

    mente , en la que ac ta conjuntamente con toda una ser ie de o t ras

    facul tades . La memoria podra considerarse , en pr imer lugar , como

    una caracter s t ica propia de todos los seres v ivos , puesto que en los

    programas gent icos de todos e l los es tn grabadas una ser ie de pautas

    de reaccin y de conducta que garant izan tanto la supervivencia como

    la reproduccin de es tos seres . Dicha memoria se t ransmi te

    fundamenta lmente a t ravs de los cdigos gent icos y cont r ibuye a

    del imi tar lo que podramos l lamar las carac ter s t icas propias de cada

    ser vivo, sea unicelular o pluricelular. En el caso de los animales

    plur ice lu lares en los que se ha desarro l lado un complejo s i s tema

    nervioso , como es e l de la especie humana, los pat rones de conducta

    se combinan con o t ras pautas de comportamiento que se pueden

    desarro l lar tan to indiv idualmente como a n ivel co lec t ivo con e l f in de

    consegui r , de l mismo modo, tan to la supervivencia del indiv iduo

    como la reproduccin de la especie .

    S i nos s i tuamos dent ro de es te campo en una perspect iva

    psicolgica tendramos que destacar cmo la memoria ac ta a t res

    niveles : en pr imer lugar s iguiendo las pautas de conducta

    gen t i camen te con d ic ionadas , en segundo lugar regu land o l a con duc ta

    a t ravs del hbi to -una pauta conductual que por su carcter

    repet i t ivo se nos presenta como una segunda natura leza- , y en tercer

    lugar a n ivel cogni t ivo , en e l cual e l funcionamiento de la memoria es

    inseparable de la aparic in de la conciencia y consecuentemente de la

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    Qu debo recordar?

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    configuracin de nuest ra ident idad , com o ya hac e a lgn tiem po seal

    W . J a m e s

    1

    .

    Una de las carac ter s t icas propias de los seres humanos es que

    poseen conciencia , es deci r , que coordinan todas sus operaciones

    cognosci t ivas en una ins tancia que rec ibe cuenta de e l las , y que , a

    par t i r de la informacin que rec ibe , es capaz de p lani f icar y coordinar

    sus movimientos , sus acciones y su conducta en genera l . Esa

    conciencia, que en la fi losofa europea ha adquirido desde el siglo

    XVII la forma del cogito est a su vez indiso lublemente asociada a la

    percepcin del t iempo. Es e l t iempo lo que autores como Kant

    consideran como e lemento fundamenta l de l sent ido in terno , es deci r ,

    como aque l lo med ian te lo cua l podemos pe rc ib i rnos a noso t ros

    mismos, l legando a hablarse , en o t ros autores como Husser l , de la

    exis tencia de una conciencia del t iempo inmanente , es deci r , de un

    fluir temporal propio del ego, que entrara a formar parte de la

    const i tuc in del mismo, y que permi t i r a es tablecer una d is t inc in

    ent re e l t iempo de la conciencia y e l t iempo del mundo, a l que

    corresp onde ran los proce sos as t ronm icos, f s icos y b io lg icos

    2

    .

    Sea o no c ier ta es ta cont raposic in ent re t iempo de la conciencia y

    t iempo del mundo, lo que resul ta evidente es que no podemos v iv i r ,

    hablar o pensar a l margen del t iempo, y que lo que nos hace

    permanecer en e l t iempo es nuest ra conciencia , que der iva de nuest ra

    cont inuidad como seres v ivos , y que cont r ibuye a mantener esa

    cont inuidad mediante la const ruccin de nuest ra ident idad .

    La conciencia perc ibe todos los ac tos en e l t iempo, coordina todas

    nuest ras acciones en l , s iguiendo las pautas de la anter ior idad y la

    poster ior idad , y de acuerdo con e l las perc ibe e l mundo, expresando

    1

    William JAMES Principios de psicologa, Mxico, Fondo de Cultura

    Econmica, 1989.

    2

    Paul RlCOEUR

    La mmoire, l histoire, l oubli,

    Pars, Editions du Seuil,

    2000.

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    194 Jos Carlos Bermejo Barrera

    sus percepciones a t ravs del lenguaje, en el que la expresin del

    t iempo const i tuye uno de sus aspectos fundamenta les a t ravs de la

    u t i l izac in de los verbos. La exis tencia del lenguaje es t n t imamente

    unida a l fenmeno de la comunicacin y es por lo tan to inseparable de

    la exis tencia de los grupos socia les que hacen de l un ins t rumento

    bsico de su funcionamiento . Toda lengua es t compuesta por un

    conjunto de reglas , que pueden ser formal izadas mediante la

    gramt ica , y que ac tan en e l hablante a un n ivel inconsciente , puesto

    que no es necesar io tener las presentes en la mente para poder hablar .

    Pero tambin es c ier to que , aunque la lengua le venga dada a l

    hab lante , s in hablantes n o exis t ir an len guas .

    Un hablante puede produci r enunciados a d i ferentes n iveles que , a

    su vez , pueden es tar superpuestos ent re s . En un pr imer n ivel e l

    hablante se expresa -por e jemplo mediante un gr i to de dolor- , en un

    segundo n ivel e l hablante pre tende comunicar a lgn s igni f icado, con

    lo que tambin puede es tar expresndose , en un tercer n ivel descr ibe

    un acontecimiento mediante un enunciado, y en un l t imo nivel e l

    hab lante se ref iere a los propio s enun ciados , l levand o a cabo una labor

    de anl i s is de los mism os.

    En lo que se ref iere a l funcionamiento de la memoria , e l hablante

    s iempre hace referencia a a lgn acontecimiento , que para l suele

    tener un valor afec t ivo o expres ivo po r es tar dotado de un determ inado

    signi f icado. Cuando desea comunicar ese acontecimiento a o t ro

    hablante se ver obl igado a produci r un enunciado, pero eso s , un

    enunciado que poseer una natura leza problemt ica . Tanto la

    gramt ica como la lgica , que son las d isc ip l inas que han t ra tado de

    formalizar el uso del lenguaje, han desarrol lado teoras de la

    enunciac in en las que casi s iempre se pr iv i leg ia e l t iempo presente .

    El m ode lo bsic o del ju ic io ar i s to t lico es s iempre Sc ra tes es un

    hombre . La lgica ha menospreciado e l pasado y e l fu turo , de modo

    que ha sido necesario esperar a la teora de los actos del habla de

    Austin y Searle para darle toda su importancia a ese t ipo de

    enunciados que configuran e l fu turo : los enunciados rea l iza t ivos .

    [AfyC,

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    Y o, com o hab lante , pue do formular un enun ciado del t ipo: e l ga to

    est sobre la a l fom bra y d i r ig i rme a o t ro hab lante , que podr

    comprobar la veracidad de mi enunciado observando s i de hecho e l

    gato est o no sobre la alfombra. Pero si el enunciado se refiere al

    pasado esa comprobacin no ser nunca posib le , ya que los hechos

    pasados, por su propia natura leza , es tn ms a l l de nuest ra capacidad

    de obse rvac in , po r l o que n icamen te podr comunica rme con mi

    dest ina tar io de dos maneras , o b ien porque e l hecho que yo recuerdo

    tambin es t presente en su memoria , porque posee para l

    resonancias afec t ivas que le o torgan un s igni f icado, o b ien mediante

    un proceso complejo en e l que a par t i r de indic ios mi dest ina tar io

    deduce la posib le exis tencia de ese hecho en un t iempo remoto . En

    este caso el manejo de indicios le l levarn a concluir que una si tuacin

    que ahora se da en e l t iempo presente pudo haber s ido s imi lar en e l

    pasado. S i no es capaz de concebi r esa s i tuacin en e l t iempo actual

    jams podr imaginarla en e l pasado, ya que e l razonamiento que

    ut i l iza es un razonamiento por analoga .

    Por es ta razn podramos af i rmar que cualquier conversacin

    acerca del t iempo pasado nicamente ser posib le a par t i r de la

    pos esin de un m ism o Le bens we l t en t re e l hablan te y e l oyen te .

    Son necesar ias una ampl ia ser ie de experiencias compart idas y e l

    conoc imien to de un mundo comn pa ra que dos pe rsonas puedan

    entenderse a l hablar de l pasado, lo cual es fc i lmente comprobable

    cuando obse rvamos soc io lg icamen te como cada generac in

    configura un pasado que le es propio . Del mismo modo que la

    asuncin de un pasado es la c lave de nuest ra ident idad , y de que las

    di f icu l tades para nuest ra as imi lac in del mismo son la c lave de

    muchas enfermedades menta les en las que se l lega a la dest ruccin de

    la ident idad -como por e jemplo en las ps icosis- , t a l y como seal K.

    Jaspe rs

    3

    , podramos af i rmar que a n ivel co lec t ivo un grupo socia l

    exis te en tan to que posea un pasado comn, o por lo menos una

    3

    Karl

    JASPERS Psicopatologia general,

    Mexico, Fondo de Cultura Eco

    nmica, 1970.

    [AfyC, 5,2002,191-218]

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    Jos Carlos Bermejo Barrera

    experiencia comn del pasado, como ha sealado I . J rwin-Zarecka

    4

    .

    El lo ocurre as en el caso de una pareja, una famil ia, un grupo de

    amigos o una comunidad re l ig iosa y pol t ica .

    Podr amos a f i rmar , pues , que ex i s t en muchas memor ias . La ms

    bsica ser a la memoria gent ica , que se p lasma en e l indiv iduo, que

    es su portador, a el la seguira la memoria individual y sobre el la se

    const ru i r an las d i ferentes memorias colec t ivas

    5

    , cuya p lura l idad debe

    ser ten ida s iempre en cuenta , puesto que e l es tudio de la memoria

    debe ser s iempre abordado desde una perspect iva in terd isc ip l inar ,

    como ha sea lado M. Warnock

    6

    , en la que han de coordinarse los

    aspectos psicolgicos con los fi losficos, anal izados por W. Von

    L e y d e n

    7

    o socio lgicos , anal izados por P . Connerton

    8

    .

    Par t iendo de es ta p lura l idad de perspect ivas deberemos afrontar a

    cont inu acin e l pap el de los h is tor iadores com o configurado res de la

    memor ia , un t ema a l que se han ded icado obras monumenta l es , como

    los famosos L ieux de la mmoire una ser ie en var ios volmenes

    coordinada por P ierre Nora en la que se anal izan todos los aspectos

    del pasado de Francia y su recuerdo a t ravs de los lugares , los tex tos

    y los monum entos , a s como l a s co nmem orac iones .

    S in embargo es te esfuerzo descr ip t ivo no ha s ido acompaado de

    un esfuerzo anal t ico equiparable . Normalmente los h is tor iadores , un

    4

    Iwona IRWIN-ZARECKA Frames of Remembrance. The Dynamics of

    Collective Mem ory,

    N ew Brunswick (N.

    J.),

    Transaction Publishers, 1994

    5

    Ver sobre esta superposicin los trabajos recopilados por Jos M

    a

    Ruiz

    VARGAS (ed.), Claves de la memoria, Madrid, Trotta, 1997, y Richard

    TERDLMAN Present Past: Modernity and the Memory Crisis, Ithaca, Cornell

    University Press, 1993

    6

    Mary

    WARNOCK

    Memory, Londres, Faber & Faber, 1987.

    7

    Wolfgang

    VON LEYDEN Remembering. A Philosophical Problem,

    Lon

    dres,

    Duckworth, 1961.

    8

    Paul

    CONNERTON HOW Societies Remember,

    Cambridge, Cambridge

    University Press, 1989.

    [MyC,

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    Qu debo recordar?

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    gremio que es muy aficionado a ut i l izar las palabras sin reflexionar

    sobre su s igni f icado, han pasado a hablar de la memoria o de la

    memoria h is tr ica as imi lndola s in ms a la h is tor ia , cuando hay

    au to res , com o A. Garc a Ca lvo

    9

    , que creen , con mayor o menor razn,

    que la h is tor ia es e l pr incipal enemigo de la memoria popular , lo que

    muchas veces es c ier to .

    Por e l lo , y para evi tar caer en genera l izaciones abusivas , ser a

    conveniente es tablecer una t ipologa , ac larar los modos en los que los

    his tor iadores pueden hablar de l pasado.

    Tendramos que es tablecer un punto de par t ida . Y es que la forma

    ms ant igua de hablar de l pasado, y por lo tan to de configurar

    socialmente la memoria, no ha sido la historia, sino el mito y la

    re l ig in . La h is tor iograf a es una invencin rec iente : o b ien podemos

    si tuar su nacimiento en Grecia , o b ien , en lo que a nuest ro mbi to

    cul tura l se ref iere , en e l Prximo Oriente , pero en ambos casos

    cont inu conviviendo con e l mi to .

    S i cons ide ramos e l m i to como un enunc iado

    1 0

    t endr amos que

    afirmar que los acontecimientos a los que se refiere no t ienen lugar en

    el t iem po presen te , s ino en un t iempo pre tr i to : e l t iemp o del s ueo de

    los indgena s aust ra l ianos, la Edad de los Hro es hesidica o e l t iempo

    de los antepasados y de los or genes en genera l . Los enunciados del

    mi to no pueden ser ver i f icados, por es tar s i tuados en e l pasado. Puede

    haber indic ios que nos l leven a poder imaginarlos , huel las dejadas por

    los pro tagonis tas en e l pa isa je u obje tos provin ientes de ese t iempo,

    pe ro , como ya hab amos sea lado , e sos ind ic ios s lo encuen t ran

    sent ido dent ro de una t rama, dent ro de una h is tor ia que nos expl ique

    cul es su sent ido.

    5

    Agustn GARCA CALVO Historia contra tradicin: tradicin contra

    historia, Zamora, Lucina, 1998.

    1 0

    Jos Carlos BERMEJO BARRERA Grecia arcaica: la mitologa, Madrid,

    Akal, 1996.

    [MyC, 5 2 0 0 2 1 9 1 - 2 1 8 ]

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    Jos Carlos Bermejo Barrera

    P e ro ,

    quin habla? Normalmente e l mi to es narrado por una

    persona que posee a lgn t ipo de autor idad: un anciano, un guerrero ,

    un chamn. Pero esa autor idad no es la nica fuente de su

    credib i l idad , s ino que esa credib i l idad se logra porque e l mi to , que a l

    f in y a l cab o pos ee la es t ructura de un br icolag e , com o ha se alado

    C . Lvi -S t rauss , se const ruye a par t i r de una t rama de s igni f icados

    que son compart idos por e l hablante y sus oyentes , s igni f icados que se

    refieren a su percepcin del mundo fsico, del orden social y a sus

    experiencias psicolgicas , es deci r , a todo aquel lo que Husser l l lam

    el Le ben sw el t , e l m und o de la v ida de cada m om ento h is tr ico . Es

    la inserc in en una comunidad lo que da credib i l idad a l mi to . En es te

    sent ido e l mi to , aunque sea un meta lenguaje segn e l propio Lvi -

    S t rauss , es inseparable de una lengua compart ida por una comunidad,

    en t an to que cada l engua , como sea l Ludwig Wi t tgens t e in

    1 2

    es una

    conc epcin del mun do media nte e l ma nejo de los jue go s del lenguaje

    que comparten sus hablantes .

    No vamos a ent rar ahora a debat i r la conocida h iptes is de Sapi r-

    Wolf segn la cual el lenguaje condiciona totalmente el desarrol lo del

    pensamiento , puesto que parece c laro que exis te una forma de pensar

    prepredica t iva , como seal e l propio Husser l y como han puesto de

    man i f i e s to ps i c logos como Lev Vygo t sky

    1 3

    . Pero s tendramos que

    afi rmar que en e l caso del pensamiento m t ico hay bastante de verdad

    en e l lo , puesto que inc luso la experiencia prepredica t iva es una

    experiencia compart ida a t ravs del desarrol lo de la infancia y del

    contacto con e l mun do ma ter ia l y socia l que nos rodea . En es te sent ido

    Claude LVI-STRAUSS El pensamiento salvaje, Mxico, Fondo de

    Cultura Econm ica, 1964.

    1 2

    Ludwig WITTGENSTEIN Investigaciones filosficas, Barcelona, Crtica,

    1988.

    1 3

    Lev S. VYGOTSKY Pensamiento y lenguaje, Barcelona, Paids Ibrica,

    1995.

    [MyC,

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    Qu debo recordar?

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    sigue p lenamente en v igor la tes i s de M. Halwbachs

    1 4

    segn la cual la

    m em oria hum ana es , por def in ic in , una me mo ria colec t iva .

    Un mi to no es una idea , s ino ms b ien una creencia , en e l sent ido

    del t rmino acuado por J .Ortega y Gasset

    1 5

    ; en el mito se est, del

    mismo modo que se es t en e l mundo. Yo puedo tener una idea , pero

    no puedo tener un mi to , un mi to nicamente ser ta l s i es compart ido

    por una comunidad. Para que surja la historia a part i r del mito

    necesi taremos que pueda l levarse a cabo una ref lexin , o b ien sobre e l

    pasado indiv idual , como courre en e l caso de Mesopotamia , en e l que

    una de las primeras formas de reflexin histrica pudo ser la lectura

    de una inscr ipcin funerar ia

    1 6

    que nos revela e l recuerdo de una

    persona que v iv i en o t ro t iempo, o b ien a n ivel co lec t ivo , en e l que

    tanto en e l caso mesopotmico como en e l caso gr iego o e l eg ipcio , la

    ref lexin h is tr ica a n ivel co lec t ivo se configura c om o una genea loga

    del poder . Los pr imeros tex tos h is tr icos cunei formes sern las l i s tas

    rea les , y lo mismo ocurre en Egipto con las d inast as faranicas o en

    Grecia con Acusi lao y sus genealogas de magis t rados o sacerdotes y

    sacerdot i sas que proporcionan la t rama cronolgica de la h is tor ia .

    No es un hecho en modo a lguno casual que la sucesin del t iempo

    histrico est marcada por el flujo de las dinast as. Son los reyes y los

    magis t rados los que se apropian del t iempo his tr ico y los que lo

    configuran a t ravs de su deveni r en e l t iempo. Un acontecimiento

    adquiere s igni f icado en tanto que pueda inc lu i rse en e l marco de un

    re inado o de una d inast a , quedando carentes de sent ido todos aquel los

    que permanezcan ms a l l de sus l mi tes . En es te sent ido la

    credib i l idad del cronis ta ya no v iene dada nicamente por un s i s tema

    1 4

    Maurice HALBWACHS La mmoire collective, Pars, Albin Michel,

    1997.

    1 5

    Jos ORTEGA Y GASSET Ideas y creencias, Madrid, Espasa-Calpe,

    1986.

    1 6

    Gerdien J O N K E R The Topography of Remembrance. TheDead, Tradi

    tion and Collective memory in Mesopotamia, Leiden, E.

    J

    Brill, 1995.

    [AfyC 5 2002 191-218]

  • 5/19/2018 BERMEJO BARRERA Qu Debo Recordar Los Historiadores y La

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    200

    Jos Carlos Bermejo Barrera

    de valores y creencias compart idas , s ino tambin por e l lugar desde e l

    que habla . El cronis ta es un le t rado, un escr iba , en e l caso del P rx imo

    Oriente, y la escri tura es inseparable del ejercicio de la

    adminis t rac in . La autor idad del enunciado ya no s lo se der iva del

    consenso ent re los hablantes , s ino de la posic in de autor idad del

    enunciador . El escr iba configura e l t iempo y crea o t ra forma de

    memoria colec t iva , la que v iene dada por la per tenencia a un re ino o

    un imp erio , o en e l caso gr iego por la per tene ncia a una c iudad .

    Sin embargo la ref lexin h is tor iogrf ica in t roduce a lgo ms. El

    h is tor iador no es nicamente e l portador de la pa labra dotada de

    auto ridad q ue configura el pa sad o, y con l el pre sen te y el futuro,

    puesto que ya se sabe que quien cont ro la e l pasado cont ro la e l

    presente y quien cont ro la e l presente cont ro la e l fu turo El h is tor iador

    tambin posee credib i l idad porque narra porque cuenta lo que ha

    vis to ,

    sobre todo en e l caso gr iego. As nacer a o t ro paradigma

    l ings t ico , e l de l h is tor iador como tes t igo. El h is tor iador posee

    credib i l idad para descr ib i r un hecho porque lo ha v is to , porque ha

    estado a l l . Este ser e l caso de Herdoto y Tucd ides y de la

    historiografa clsica en general , una historiografa orientada hacia el

    presente y en la que e l pasado como ta l desempea un papel

    secundario , ya que nadie puede narrar lo s i no ha es tado en l . El

    pasado ent ra en e l dominio de lo conje turable , acerca de l puede

    haber opin iones , pero no verdades , y s i hay opin iones necesar iamente

    t iene que introducirse la diversidad y por lo tanto se pierde el

    consenso que posea e l mi to . El mundo de la doxa es e l mundo de la

    plural idad, en l puede surgir el confl icto y el enfrentamiento verbal ,

    pero precisamente por e l lo es tambin e l mundo de la l iber tad , e l

    m un do de la pol i s dem ocrt ica qu e tanto d isgustaba a P la tn , un f irme

    defensor de la ep i s teme del saber cierto, frente a la plural idad de

    opiniones de la mayora .

    U n tes t igo pued e resolver un l i tig io judic ia l , y tam bin pu ed e

    resolver lo una prueba: un obje to que s i rve como indic io de la

    exis tencia de un hecho, con lo cual tendramos abier ta la posib i l idad

    de la exis tencia de un mtodo para conocer e l pasado a t ravs de los

    res tos provin ientes de l . Pero los gr iegos consideraban muy

    [MyC,

    5 2 0 0 2 1 9 1 - 2 1 8 ]

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    Qu debo recordar?

    201

    secundario e l va lor de una prueba en un proceso judic ia l , t en iendo

    prior idad s iempre e l tes t igo presencia l . Quizs esa poca importancia

    a t r ibuida a las pruebas expl ique la escasa preocupacin de los

    his tor iadores gr iegos por los documentos , que nicamente manejan en

    reducidos casos . El tes t igo cuenta lo que v io y se lo cuenta a a lguien

    que podra imaginarlo . S i e l tes t igo y e l oyente no comparten un

    conjunto de conocimientos e l va lor de l tes t imonio ser nulo . Test igo y

    oyen te son miembros de l a misma comunidad l i ng s t i ca y poseen un

    mundo en comn en e l que los acontecimientos t ienen determinados

    significados: un asesinato es, al fin y al cabo, un asesinato. No existe,

    p u e s , d is tancia ent re ambos, y por e l lo la h is tor iograf a c ls ica carece

    muchas veces de profundidad temporal . La h is tor ia es la h is tor ia de la

    pol i s . La h is tor ia de Roma es la h is tor ia de una c iudad. Para que

    aumente la profundidad temporal ser necesar io que a lguien escr iba la

    h is tor ia desde afuera , com o Pol ib io , un gr iego, nar rand o la asce nsin

    del poder romano y su conquis ta del Medi terrneo, o como e l au tor

    del Libr o de Da nie l , un jud o que es capaz de conceb i r la h is tor ia

    como una sucesin de imperios , prec isamente porque se hal la s i tuado

    fuera de el los. Ser esa perspect iva la que luego asuma la

    historiografa crist iana, en la que Orosio intentar escribir la historia

    no ya Ab urbe condi ta como Ti to Liv io , s ino Ab orbe condi to

    desde la fundacin del mundo. Tenemos aqu , pues , un nuevo

    e lemen to en ju eg o : e l ex t raamien to de l pasa do . La h is to r ia no es ya

    nicamente la repet ic in de lo semejante , s ino tambin la descr ipcin

    de a lgo que nos resul ta a jeno, pero tambin de a lgo que , a pesar de

    resul tarnos a jeno, puede es tar en las ra ces de nuest ra ident idad . La

    comunidad de hablantes a la que per tenecemos no ha s ido s iempre la

    misma, pudo formarse a par t i r de lo d i ferente , de lo ext rao, y es en

    esa re lac in d ia lc t ica ent re lo ext rao y lo propio en donde ha de

    resid i r la c lave del conocimiento h is tr ico , aunque s iempre podremos

    caer en la ten tac in de reaf i rmar lo semejante proyectndonos

    narc is s t icamente en nuest ro pasado en e l que esperamos ver ref le jada

    nues t ra imagen .

    Ser a par t i r de es te parad igm a l ings t ico y dent ro de es ta re lac in

    dialct ica entre lo propio y lo extrao como se forjar en Europa el

    nacimiento del d iscurso h is tr ico . Pero par t iendo de es tas ra ces se va

    [MyC,

    5 2 0 0 2 1 9 1 - 2 1 8 ]

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    202

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    a generar tambin una s i tuacin nueva, y es que e l h is tor iador ya deja

    de ser el portavoz de las palabras de la t ribu o el test igo fiel que

    presenci el pasado. El historiador se va a configurar a part i r del siglo

    XLX como e l gran narrador ausente . Al historiador le gustara

    anularse a s m ism o, com o deca L. Vo n Ra nke a sus oyen tes : cua ndo

    yo hablo Uds no me escuchan a m , s ino a la voz del pasado . La

    his tor iograf a s igue compart iendo un paradigma visual , pero ya no

    ser el del test igo m s o m en os l im itado por sus circu nsta ncia s fsicas,

    s ino una perspect iva panpt ica , ta l y como la ha anal izado Michel

    F o u c a u l t

    1 7

    . El historiador es, en cierto modo, similar al dios del

    judaismo y e l c r i s t ian ismo: lo ve todo, por lo menos todo lo que

    merece contarse , ya que posee una v is in g lobal de l pasado (n ingn

    his tor iador reconocer que su v is in es parc ia l y l imi tada) Cmo

    expl icar semejantes pre tensiones?

    Mediante dos recursos . En pr imer lugar e l h is tor iador ya no

    necesi ta ser tes t igo del pasado porque posee unos ins t rumentos que le

    dan acceso a l , y esos ins t rumentos son las

    fuentes:

    documentos y

    monumentos , que s se or ig inaron en e l pasado y que pueden ser

    le dos e in terpre tados. Y, a su vez , es to es posib le porque exis te un

    m t o d o el mtodo h is tr ico , que es un mtodo compart ido por la

    comunidad de los h is tor iadores y que permi te generar un consenso .

    Los h is tor iadores forman una nueva comunidad l ings t ica , de l imi tada

    en cada caso por las lenguas nacionales , comparten unos valores: e l

    valor de verdad del re la to , e l respeto a los documentos y e l manejo de

    un mtodo para es tablecer los hechos y anal izar su s igni f icado, que los

    vuelve a convert i r de nuevo en una pequea banda que narra sus

    his tor ias a l anochecer en torno a una hoguera . Los h is tor iadores

    forman, pues , una comunidad, hoy se d i r a una comunidad c ient f ica ,

    pero v iven en un marco ms ampl io , v iven en una sociedad y dent ro

    de los l mites de un estado, que a part i r del siglo XLX ha pasado a

    financiarlos; po r el lo ya no sern tan l ibres com o los m iem br os de la

    1 7

    Michel FOUCAULT Surveiller et punir. Naissanc e de la prison, Paris,

    Gallimard, 1975.

    [MyC, 5 2 0 0 2 1 9 1 - 2 1 8 ]

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    Qu debo recordar?

    203

    comunidad que se ar t icu laba en torno a unos mi tos compart idos . S i se

    les da una remuneracin ser a cambio de a lgo: e l monje que escr ib a

    la crnica de su mona ster io , e l h is tor iador gen ealogis ta de un a fami l ia

    noble , e l c ronis ta de una c iudad o e l h is tor iador ul ico -pagado por un

    rey para que narre la h is tor ia de su re ino o de su monarqua- i rn

    desapareciendo progresivamente y frente a e l los surge e l h is tor iador

    nacional , que puede, o no , ser un profesor y un miembro de una

    inst i tuc in acadmica .

    Ese nuevo h is tor iador tendr una perspect iva ms ampl ia que todas

    estas figuras historiogrficas en ext incin. En primer lugar su objeto

    es ms ampl io , ya no se t ra ta de un rey o una d inast a , s ino de una

    colect iv idad , de un pueblo que se ident i f ica con una nacin y un

    estado. A la ampl i tud del obje to debe corresponder la ampl i tud de su

    pbl ico . El h is tor iador no escr ibe ya nicamente para los miembros de

    su gremio, aunque s iempre los tendr presentes , s ino que aspi ra a

    poseer un pbl ico ms ampl io , e l formado por los miembros de su

    nacin , que pueden rec ib i r sus h is tor ias d i rec tamente , mediante la

    lec tura de sus obras , como ocurr i en e l caso de los grandes

    h i s to r i adores nac iona les de l s ig lo XIX -Miche le t , Ranke , Droysen . . . - ,

    o b ien mediante la d ivulgacin de sus invest igaciones en l ibros de

    texto ms o menos e lementa les que ahora , en un s ig lo que crea la idea

    de educac in nac iona l , debern genera l i za rse - a l men os com o

    ideal - a la to ta l idad de los c iudadanos.

    Pero e l h is tor iador es ahora un profesional , un especia l i s ta . No

    todo e l mundo pude ser su propio h is tor iador , l v ive en su

    comunidad, y es desde esa comunidad desde donde habla a l res to de

    su sociedad, y con e l lo tenemos una importante novedad. El mi to

    configuraba e l pasado del grupo t r iba l , de l mismo modo que e l

    h is tor iador c ls ico entendido como tes t igo . El nuevo h is tor iador

    tambin va a configurar e l pasado de su nacin , pero lo va a

    configurar desde fuera de e l la . El h is tor iador posee un lugar propio ,

    desde el que habla y desde el que escribe. Se t rata de un lugar social ,

    pero tambin de un conjunto de lugares f s icos: a rchivos, museos,

    b ib l io tecas y univers idades . Y ese lugar es tablece una d is tancia ent re

    e l h is tor iador y la sociedad a la que per tenece . El h is tor iador es t

    [AfyC 5 2 0 0 2 1 9 1 -2 1 8 ]

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    204

    Jos Carlos Bermejo Barrera

    dentro de el la , pero desea a la vez estar por encima de el la . El

    h is tor iador es e l que sabe rea lmente lo que una nacin es , ya que las

    naciones no t ienen natura leza s ino h is tor ia . En tanto que conocedor

    del secreto aspira, en el fondo, a algn t ipo de privi legios, quiere que

    se le reconozca su saber, desea tener influencia, e incluso

    inconscientemente gustar a de aconsejar a los gobernantes . La

    sociedad le da a lgn medio para e l lo , como la implantac in de la

    enseanza de la h is tor ia , pero en raros casos le de ja i r ms a l l , pues

    los gobernantes tambin aspi ran a ins t rumenta l izar lo , confi r indole

    mis iones de p ropaganda (po r e j emplo en l a s dos Guer ras Mund ia l es

    en ambos bandos, o en numerosas guerras c iv i les) .

    Tanto e l h is tor iador como los gobernantes consideran , y quizs

    consideraron aun ms, que la h is tor ia posee una importante misin

    que cumpl i r en e l marco del es tado nacin y es la de crear un re la to

    uni tar io que def ina lo que la nacin e s a t ravs de su dev eni r tem pora l .

    Ese re la to ha de es tar basado en las fuentes y deber ser desarro l lado

    mediante e l mtodo h is tr ico para que pueda a lcanzar garant as de

    credib i l idad y poseer valor de verdad. S i no fuese verdadero no podra

    ser implantado a t ravs de la educacin , y por lo tan to perdera su

    eficacia, una eficacia que se le va a exigir en tanto que de l deber

    surgi r la ident idad pol t ica del c iud adan o.

    Es evidente que cada uno de nosot ros posee ml t ip les ident idades ,

    lo que puede ocurr i r en condic iones normales o en s i tuaciones

    pato lgicas en las que se desarro l lan personal idades ml t ip les ,

    e s tud iadas po r Ian Hack ing

    1 8

    . Poseemos una ident idad asociada a l

    gnero, otra asociada a la famil ia y otras unidas a los grupos de

    t rabajo , de re l ig in , de ocio . . . Pero sobre todas e l las debera re inar

    nuest ra ident idad pol t ica , de acuerdo con los ter icos del es tado

    nacin , en tan to que es ta ident idad puede es tar asociada en e l caso de

    los varones , los nicos que en un pr incip io poseen los p lenos derechos

    1 8

    Ian

    HACKING Rewriting the Soul. Multiple Personality and the Sciences

    of Mem ory, Princeton, Princeton University Press, 1995.

    [MyC, 5 2 0 0 2 1 9 1 - 2 1 8 ]

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    Qu debo recordar?

    205

    de c iudadana -y no todos en e l s ig lo XLX- a la necesidad de poner en

    riesgo la vida al servicio de la nacin durante el desarrol lo de alguna

    guerra . Recordemos que e l serv ic io mi l i ta r , ms o menos universa l , es

    o t ra creacin del es tado nacin del s ig lo XLX. Dado que no puede

    haber ident idad s i no exis te la v ida , quizs por es ta razn se pr ima la

    ident idad pol t ica sobre todas las res tantes ident idades . Esa ident idad

    debe ser asumida por los c iudadanos, y s i no lo h ic ieren hay medios

    coerc i t ivos para obl igar los a hacer lo , an te sus negat ivas a pagar

    impuestos o a pres tar e l serv ic io mi l i ta r . Pero esos medios coerc i t ivos

    debe n i r aco mp aa dos po r una teor a que los jus t i f ique , y e sa teor a ,

    que deber desarrol lar la historiografa, intentar explicar esas

    negat ivas como un proceso de a l ienacin , de negat iva por par te de los

    c iudadanos a asumir su verdadera natura leza .

    En e l s ig lo XLX tendi a desarro l larse una concepcin

    sustancial ista de la nacin que pervivi a lo largo del siglo XX y

    todava s igue hacindolo . Una de las carac ter s t icas fundamenta les de

    esa concepcin es e l buscar un e lemento en e l conjunto del pueblo que

    si rva como expresin de la ident idad colec t iva , recurr indose de es te

    modo a la u t i l izac in a n ivel g lobal de una metonimia , ya que se

    identifica la parte con el todo. As , por ejemplo, J .G. Fichte en sus

    Discursos a l a Nac in a l emana

    1 9

    establece una d i ferenciac in ent re

    dos c lases de Volk o pueblo , e l pueblo en s que posee bs i camen te

    esencia , pero que carece de conciencia , y e l pueblo para-s que

    estar a formado por los in te lec tuales , que poseen conciencia nacional ,

    pero que carecen de densidad onto lgica , s i tuacin que se corresponde

    bastante b ien con la de los es tados a lemanes de comienzos del s ig lo

    XLX. El exponente mximo del pueblo en s es e l campesino a lemn,

    portador de la lengua y de una cul tura popular que erudi tos como los

    hermanos Grimm t ra tan de rescatar en sus l ibros Deutsche Sagen

    1 9

    Johann Gottlieb

    FICHTE

    Discursos a la nacin alemana, Madrid,

    Editora Nacional, 1977.

    [ A f yC 5 2002 191 - 218 ]

  • 5/19/2018 BERMEJO BARRERA Qu Debo Recordar Los Historiadores y La

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    206 Jos Carlos Bermejo Barrera

    acerca de la mi to loga popular , o Kinder- und Hausm archen sobre los

    cuen tos popu la res

    2 0

    .

    Es necesar io que se produzca una fusin ent re esencia y

    conciencia, entre el en-s y el para-s , para que surja la nacin en

    sent ido p leno. El lo ser posib le cuando se logre recomponer su unidad

    y cuando se cons t i t uya como

    e s tado

    un es tado que es capaz de

    superar las tensiones entre los diferentes grupos sociales y en el que

    todos los c iudadanos aparecen configurados bajo e l mismo arquet ipo:

    e l de l germano, invariable desde la descr ipcin que de l h ic iera e l

    h is tor iador romano Tci to hasta e l Reich de Bismarck o Hi t ler . Ese

    estado es adems una unidad autosufic iente , que t iende a la au tarqua

    en e l propio F ichte

    2 1

    , puesto que e l in tercambio comercia l con es tados

    ajenos, la comunicacin , sea del t ipo que sea , pone en pel igro la

    ident idad tan costosamente sa lvaguardada.

    La concepcin f ich teana no es excepcional , y s in sus impl icaciones

    filosficas, pe ro en sus ras go s bs icos , po dr am os decir qu e es co m n

    a la historiografa del siglo XIX, sea francesa, inglesa, i tal iana, rusa o

    espaola . Lo que nos in teresa destacar en todas e l las es es te conjunto

    de ideas . Pr imero exis te un pueblo , que es uni tar io , que const i tuye la

    base de la nacin , obje to de es tudio de la h is tor ia . Ese pueblo que se

    ident i f ica con su e lemento ms d i ferenciado, ms bsico , es t

    asoc iado a un de t e rminado t ipo humano , cuando no rac i a l , cuyo

    modelo de conducta se repi te una y o t ra vez a lo largo del deveni r

    h is tr ico , que a veces se concibe como unido a un determinado t ipo de

    2 0

    Jacob GRTMM - W ilhelm GRIMM Deutsche Sagen, Darmstadt,

    W issenschaftliche Gesellschaft, 1982; dem , Kinder- und Hausmrchen,

    Darmstadt, 1987

    2 1

    Johann Gottlieb

    FICHTE El estado comercial cerrado,

    Madrid, Tecnos,

    1991.

    [Mj

    >C

    5,

    2002 191-218]

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    Qu debo recordar?

    207

    carcter, el espaol , por ejemplo, tal y como lo describe en el siglo

    X X M e n n d e z P i d al

    2 2

    .

    Todo c iudadano debe recordar una ser ie de acontecimientos del

    pasado en los que sus pro tagonis tas , hroes indiv iduales , o e l pueblo

    como colec t ivo , dan muest ras de sus pat rones de conducta , conducta

    que e l c iudadano debe imi tar , ya sea como soldado, o b ien como

    trabajador , como f ie l miembro de una ig les ia o como l i te ra to y como

    art i s ta . El recuerdo de esos hechos, normalmente g lor iosos , o por lo

    menos he ro icos , aunque sea pa ra mos t ra r e l he ro smo de una honrosa

    derro ta , debe ser in ter ior izado y reproducido por e l c iudadano, so pena

    de perder su identidad e incurrir en una fal ta , o un del i to de escaso

    pat r io t i smo, por negarse a asumir la ident idad nacional que le

    co r responde .

    En es te s ig lo , pue s , la h is tor iograf a a parece com o la configura dora

    de la ident idad nacional , de cuya memoria son custodios los

    his tor iadores que es tablecen un ca t logo de hechos, fechas y

    persona jes que es necesa r io reco rda r . N ingn c iudadano puede t ene r

    un recuerdo personal , n i fami l iar , de acontecimientos t ranscurr idos

    hace c ien , quin ientos o dos mi l aos. Esos acontecimientos parece que

    no deberan afec tar le ; s in embargo, en nuest ro caso , e l lo no es as , y

    todos e l los deben conservarse en la memoria colec t iva como una

    obl igacin , deben ser asumidos e in ter ior izados, ya que son la c lave de

    nuest ra ident idad pol t ica , ident idad que se concibe s iguiendo un

    pat rn comuni tar i s ta , prec isamente cuando, t ras la revolucin

    indust r ia l y e l desarro l lo del capi ta l i smo las sociedades se hacen ms

    complejas , se f ragmentan en c lases y surgen grupos en confl ic to ,

    c rendose as una concepc in de l a nac in com o com unidad

    2 2

    RamnMENNDEZ PIDAL LO S espaoles en la historia, Madrid, Espasa

    Calpe, 1982.

    [MyC, 5,

    2002 191 - 218 ]

  • 5/19/2018 BERMEJO BARRERA Qu Debo Recordar Los Historiadores y La

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    208 Jos Carlos Bermejo Barrera

    imag ina r i a , u t i l i zando e l conoc ido t rmino de Bened ic t Anderson

    2 3

    .

    La nac in , conceb ida como una comunidad de l engua , un ida a una

    determinada v is in del mundo, asentada en un paisa je , a l que se

    iden t i f i ca -como ha sea lado S imn Schama

    2 4

    - resuc i ta e l m od elo de

    la comunidad pr imi t iva es t ructurada en torno a l mi to , mi to que ser

    re iv ind icado por de t e rminados pensadores conse rvadores , como

    O s w a l d S p e n g l e r

    2 5

    como un e lemento esencia l en la def in ic in de una

    cul tura o de una nacin , s iendo inseparable de la ident idad de un

    pueblo , que ahora aparecer def in ido como un grupo socia l que

    comparte en comn sus mi tos , es deci r , que posee unas bases

    i rrac ionales sobre las que se fundamenta , rompiendo as con las

    teoras del cont ra to socia l que en la I lus t rac in haban pre tendido

    asentar las sociedades sobre una base rac ional .

    Estas concepciones esencia l i s tas , muy unidas a v is iones

    his tor iogrf icas re la t ivamente senci l las , por es tar cent radas en los

    acontecimientos pol t icos y mi l i ta res , y que por lo tan to manejan una

    nocin de la memoria muy uni la tera l , como ha sealado P .H. Hut ton

    2 6

    ,

    se v ieron debi l i tadas por e l propio deveni r h is tr ico del s ig lo XX en e l

    que , a par t i r de la revolucin rusa , e l movimiento obrero pas a

    in terveni r como protagonis ta de pr imera magni tud en la h is tor ia , lo

    que tendr sus impl icaciones h is tor iogrf icas .

    Si la concepcin esencial ista reduca al ciudadano a la figura del

    cont r ibuyente , y sobre todo del so ldado, ex ig indole bsicamente

    2 3

    Benedict

    ANDERSON

    Comunidades imaginadas: reflexiones sobre el

    origen y la difusin del nacionalismo, Mxico, Fondo de Cultura Econmica,

    1993.

    2 4

    Simon S C H A M A Landscape and Memory, Nueva York, A . A . Knopf

    1996.

    2 5

    Oswald

    SPENGLER La decadencia de Occidente: bosquejo de una

    morfologa de la historia universal, I-II,M adrid, Espasa-Calpe, 199 8,2 vols.

    2 6

    Patrick H.HUTTON History as an Art of Memory, Hanover, University

    Press of New England, 1993.

    [A/yC, 5,2002,191-218]

  • 5/19/2018 BERMEJO BARRERA Qu Debo Recordar Los Historiadores y La

    19/28

    Qu debo recordar?

    209

    valor y sacr i f ic io , las nuevas rea l idades pol t icas van a imponer un

    nuevo t ipo de memor ia co lec t iva , un ida a nuevas concepc iones

    his tor iogrf icas en las que la h is tor ia ya no aparecer configurada

    com o crnica d e la nacin , s ino com o c iencia de la rea l idad socia l .

    Pa ra comprender e s t a s concepc iones vamos a tomar como

    referente, al igual que habamos hecho con Fichte, a otro fi lsofo de

    l engua a l emana , Georg Lukcs

    2 7

    en su l ibro Historia y Con ciencia de

    clase. En l se recogen una ser ie de t rabajos re lac ionados con la

    concepcin marxis ta de la ideologa , as como con las impl icaciones

    filosficas y pol t ic as que dicha con cep cin pue de traer cons igo .

    Marx y Engels desarro l laron embrionariamente una teor a de la

    ideologa de acuerdo con la cual un indiv iduo depende de su lugar en

    el proceso socia l de la produccin a la hora de perc ib i r la rea l idad

    socioeconmica . La sociedad capi ta l i s ta -y todas las sociedades en

    ge ne ra l - c rean una fa lsa conc ienc ia que hace que sus mie mb ros

    perc iban la rea l idad socia l en su apariencia , y no en su esencia , puesto

    que si se si tan en el lugar de las clases explotadoras contemplaran el

    proceso de produccin no ta l como es , es deci r , como un proceso de

    apropiacin de la p lusval a generada por las c lases t rabajadoras , s ino

    como un proceso natura l en e l que , por e jemplo , e l capi ta l produce

    in tereses , ese deci r , genera r iqueza por s mismo, cuando en rea l idad

    el nico ins t rumento generador de valor es e l t rabajo humano.

    Para poder anal izar la rea l idad socia l , y consecuentemente la

    h is tor ia , debemos e legi r nuest ro lugar (no e l de l h i jo de un banquero

    mul t imi l lonario del imperio aust rohngaro , en e l caso de Lukcs , s ino

    el de un mi l i tan te comunis ta compromet ido , en o t ra fase de su v ida) .

    Esa e leccin del lugar vendr dada por un proceso psicolgico , como

    el que l lev a Marx y a Engels a d is tanciarse de las c lases socia les de

    las que eran or ig inar ios , pero ese proceso psicolgico (ya que no se

    2 7

    Gyorgy LUKCS Historia y conciencia de clase, I-II, Barcelona,

    Grijalbo, 1969.

    [MyC,

    5 2 0 0 2 1 9 1 - 2 1 8 ]

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    210 Jos Carlos Bermejo Barrera

    t ra ta de que para entender e l capi ta l i smo haya que t rabajar como

    prole tar io en una fbrica) no posee val idez s i no va unido a un

    compromiso pol t ico con la c lase t rabajadora , con e l pro le tar iado en e l

    caso del capi tal ismo, o lo que es lo mismo con la mil i tancia en el

    par t ido de los trabajadores , en e l par t ido com unis ta .

    En e l l ibro de Lukcs , condenado por izquierd is ta en la URSS, no

    es la academia, desde la que escribe el historiador, el lugar natural en

    el que se nos revela la verdad h is tr ica , y no es e l mtodo h is tr ico ,

    basado en el comentario fi lolgico de las fuentes, el instrumento que

    no s da acce so a e l la , s ino que ese lugar ideal es e l par t id o y e l m tod o

    es e l mater ia l i smo his tr ico . Es en e l par t ido en donde surge la

    conciencia no a l ienada, la conciencia que no contempla las re lac iones

    socia les como cosas , y que es capaz de ver t ras las apariencias ,

    penet rando en la esencia del ser socia l . Los que d i r igen ese par t ido

    deberan ser en tonces quizs los in te lec tuales ms destacados, por

    estar en e l cent ro del lugar de la verdad y porque adems, como

    decamos antes , cont ro lando e l pasado cont ro lan e l presente , y

    mediante s te e l fu turo . Las carreras de Lenin y S ta l in como

    inte lec tuales no acadmicos y las de o t ros tan tos l deres comunis tas

    que pre tendieron imi tar los con mucha menor a l tura de miras ser an

    una buena muest ra de es ta teor a .

    Hasta ahora e l h is tor iador apareca como un ser un tanto inocente .

    Perdido en el polvo de los legajos de los archivos, instalado en el

    pasado, dedicaba todos sus esfuerzos a imaginarlo , y s lo rea l izaba

    una labor pol t ica poniendo su razn y su imaginacin a l serv ic io de

    una causa nacional , en la que otros, los pol t icos y los mil i tares, se

    encargaban de configurar e l fu turo a par t i r de l presente , compart iendo

    sus imgenes del pasado. El nuevo t ipo de in te lec tual lukcsiano no

    vive a l margen del mundo, no es lo que se l lama un in te lec tual

    l ibremente flotante, sino que, inmerso en l , acta en su seno

    compromet ido con una determinada causa , no por creer la jus ta , eso

    ser a una ingenuidad moral , s ino por ser la nica que puede es tar

    asociada a la poses in de la verdad so bre e l presen te y e l pas ado .

    [MyC,

    5 2 0 0 2 1 9 1 - 2 1 8 ]

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    Qu debo recordar?

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    Marx, cuya v ida es in in te l ig ib le s in un compromiso t ico ,

    pre tendi dejar de lado la moral como saber , por ser s lo ideologa , y

    quiso const ru i r una c iencia que nos d iese la nica v is in posib le del

    mundo socia l , y que or ientase nuest ra accin pol t ica . El compromiso

    t ico que se exiga al patriota soldado deber ser sust i tuido por una

    nuevo compromiso de c lase no basado en valores , s ino en la verdad

    cient f ica , y quizs por e l lo mucho ms opresivo , por ser inapelable .

    S in embargo ese compromiso an te r io r no desaparec i , l a URSS

    asumi e l nacional i smo ruso , ex ig i e l sacr i f ic io de sus so ldados en su

    ejrci to y mezcl dos retricas, dos concepciones de la historia: la del

    h i s to r i c i smo dec imonn ico y l a de l p rop io Marx , nunca p l enamen te

    desarro l lada en sus escr i tos .

    M arx fue , c ronolgica me nte , un pen sado r del s ig lo XLX, pe ro su

    pensamiento condic ion todo e l s ig lo XX. En nuest ro caso su

    aportac in ser decis iva , en pr imer lugar porque, como af i rma e l

    M anif ies to Co m unis ta , a l sealar la pr im aca del ser sobre la

    conc ienc ia -p r imac a no s i empre reconoc ida en l a p rc t i ca -

    cont r ibuy a concebi r la h is tor ia no como un proceso voluntar i s ta ,

    unido a las decis iones tomadas por los grandes personajes que parecen

    protago nizar la , s ino com o un jue go de fuerzas rea les que en m uc ho s

    casos se s i tan ms a l l de la conciencia de sus pro tagonis tas .

    Esa concepcin de la h is tor ia hubiera podido es tar dest inada a

    acabar con la v is in h is tor ic i s ta de la misma, que pr imaba los

    e lementos espi r i tua les , las ideas y las decis iones , o lo que es lo

    mismo, la conciencia, en la configuracin del devenir histrico, tal y

    como pensaba Hegel , pero e l lo no fue as por dos razones . En pr imer

    lugar porque, como habamos d icho, la URSS y luego los res tantes

    pases socia l i s tas as imi laron e l nacional i smo anter ior , y en segundo

    lugar porque la conciencia , expulsada por la puerta , se col por la

    ventana . En efec to , la teor a de Lukcs es p lenamente hegel iana , en

    ella el Geis t el Espri tu, es sust i tuido por la conciencia del

    prole tar iado, y e l voluntar i smo s igue presente , a l asociarse d icha

    conciencia a un rgano de toma de decis iones pol t icas como es un

    part ido comunis ta .

    [AfyC 5,2002,191-218]

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    Jos Carlos Bermejo Barrera

    Pero esa concepcin, con su mezcla de e lementos nuevos y v ie jos ,

    cre un nuevo t ipo de h is tor iador . Se t ra ta del h is tor iador

    compromet ido , que quiere sa l i r a l a i re y par t ic ipar de la v ida rea l , en

    la que se cree l lamado a desempear un papel d i r igente , y que puede

    uti l izar prof usam ente la teora de la falsa con cien cia. El histo ricista

    decimonnico apelaba a l va lor de l c iudadano-soldado exig indole e l

    sacrificio y pidindole que antepusiese su valor mil i tar a sus intereses

    ego stas, qu e estuv iese dispue sto a sufrir fsicamente, e inclu so a

    mori r , por una causa que se ent roncaba con sus ms hondos

    componentes afec t ivos: la pa t r ia como madre , los lazos de sangre , la

    comunidad s imbl ica de los conciudadanos, e l amor a la t ie rra . . . Se

    trataba de un proceso moral en el que el espri tu deba t riunfar sobre la

    mater ia , en e l que , de acuerdo con la expresin que p lasm Leni

    Riefe nstal , se logr ase el t r iunfo de la vo lun tad . El viejo histo riad or

    his tor ic i s ta , reencarnado en e l nazismo y en e l fasc ismo -en es te caso-

    actuaba como un predicador que peda e l sacr i f ic io , como un

    sacerdote que prepara a a lguien para e l mart i r io . El nuevo h is tor iador

    penet rar en un n ivel ms profundo. Su u t i l izac in de la teor a de la

    fa lsa conciencia y su escasa consideracin de los e lementos morales le

    ha rn ac tua r no como un p red icador ms o menos an t i cuado , s ino

    como un c ient f ico deposi tar io de la verdad, conocedor de la esencia

    de la rea l idad socia l desde su observator io pr iv i leg iado de c ient f ico

    soc ia l compromet ido no mora lmen te -e so se r a sub je t ivo - s ino

    objet ivamente con la clase social l lamada a protagonizar la historia.

    Ante es te nuevo h is tor iador desf i lan mi les de fantasmas del pasado

    y del presente en es tado de a l ineacin: fellahs eg ipc ios que nunc a

    comprendieron e l modo de produccin as i t ico , esc lavos gr iegos y

    romanos nunca consc ien tes de l e sc l av i smo y s i e rvos med ieva les

    a l ienados por e l pen sam iento re l ig ioso cr i s t iano, jun to con todos

    aquel los que en e l pasado rea lmente los explo taron . Del mismo modo

    en e l momento presente se encont rarn ante l burgueses que creen en

    el carc ter e terno del capi ta l i smo, ar i s tcra tas rent i s tas ignorantes de

    donde procede rea lmente su b ienestar y todas aquel las personas que

    por no s i tuarse en e l lugar en e l que mora la conciencia no a l ienada

    son incapaces de perc ib i r la rea l idad socia l . En es te l t imo caso ya no

    se t ra tar de que no sean capaces de tomar una decis in moral que los

    [ A f y C 5 2 0 0 2 1 9 1 - 2 1 8 ]

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    Qu debo recordar?

    213

    lleve al sacrificio, decisin que, al fin y al cabo, se toma anteponiendo

    unos in tereses a o t ros en un proceso en e l que e l su je to es p lenamente

    conscien te de lo que es t en jue go , s ino de que es tn tarados po r u na

    defic iencia onto lgica . Vive n en e l m un do d e la apariencia y del error ,

    es tn ext raviados, recuperar los ser a una cuest in moral , pero las

    decis iones morales no son lo fundamenta l ; ya no se t ra ta de convert i r

    a nadie . De lo que se t ra tar a es de dominarlos , puesto que e l

    h is tor iador , como conocedor de la rea l idad socia l , debe tener un

    puesto privi legiado a la hora de configurar el futuro, o en todo caso de

    cons ide ra r los como menores de edad . Habr que reeducar los

    pol t icamente y sacar los de su a l ienacin , para lo que inc luso se l leg

    en la URSS a ut i l izar la psiquiatra .

    La negacin de los componentes morales que es tn impl c i tos en la

    configuracin del saber h is tr ico

    2 8

    t raer consigo en es te nuevo t ipo de

    his tor iadores la descal i f icac in de todos aquel los que no compartan su

    sis tema de valores , que pasarn a ser considerados como seres

    imperfec tos , como menores de edad men ta l . Pe ro no por e l hecho de

    que se n ieg uen los valores mo rales s tos l legan a desap arecer , pue sto

    que ya he m os v is to que es e l ser lo que determina la conciencia y no a l

    revs .

    Este nuevo t ipo de h is tor iador compromet ido y c ient f ico socia l

    los ut i l izar de un modo al ienante. Se identificar con la causa del

    prole tar iado, de un campesino medieval , de l emigrante o de la v c t ima

    de un genocid io , pero no por razones t icas - lo cual es evidente- , s ino ,

    cree l , porque es entre el los en donde se hal la el lugar de la verdad,

    verdad de la que no son e l los , s ino l , los deposi tar ios . Esta verdad

    parecer l igada a una nueva imposic in de la ident idad , ident idad

    cuyos verdaderos pro tagonis tas desconocen, por es tar dotados de una

    falsa conciencia. Lo que en el siglo XLX se haca a un solo nivel , el

    pol t ico-mi l i ta r , ex ig iendo la par t ic ipacin del c iudadano en la guerra ,

    ahora se ha r en muchos ms reg i s t ros . Hombres , muje res y n ios ,

    t rabajadores y burgueses , c lr igos , in te lec tuales , a r t i s tas . . . , todos e l los

    2 8

    Jos Carlos BERMEJO BARRERA Fundamentacin lgica de la historia,

    Madrid, Akal, 1991.

    [MyC, 5,2002 191-218]

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    Jos Carlos Bermejo Barrera

    caminarn errados si no se si tan en el lugar de la verdad, aquel en el

    que el historiador est y en el que slo es posible la nica opcin

    pol t ica rea lmente correc ta , con ms o menos mat ices .

    La d ivers i f icacin de la h is tor ia t rae consigo la necesidad de crear

    ident idades ml t ip les , y a e l lo ha efec t ivamente cont r ibuido , pero esas

    ident idades van a es tar todava condic ionadas por la v is in de la

    h is tor ia como c iencia de la to ta l idad . La verdad es t en e l todo, deca

    Hege l y repe t a Marx , y lo mismo con t inuarn hac iendo nues t ros

    his tor iadores . Todas las c lases socia les , y las f racciones de c lase , de l

    presente y del pasado, todos los t ipos socia les , las ins t i tuc iones , las

    creencias y las ideas , todos los problemas del gnero , las re lac iones

    personales y los sent imientos del pasado y del presente deberan ent rar

    en un esquema uni tar io que les de sent ido , no s lo s incrnicamente ,

    s ino tambin en sus cambios en e l t iempo, ya que la h is tor ia es la

    c iencia del deveni r . Deberan ent rar en un esquema uni tar io y ser

    par t c ipes de un sent ido nico , pudiendo ser expl icados mediante e l

    m ism o m tod o : el de la ciencia d e la historia, del que el histo riado r es

    deposi tar io y que nos permi te a la vez conocer e l pasado y or ientar e l

    futuro. Como el mtodo lo es todo, todo aquello que se salga de l

    quedar condenado a d ispersarse en e l mundo del error y de la

    apariencia , cayendo progresivamente en e l agujero negro del

    desinters, que es capaz de absorber todo aquello que cae fuera de la

    a tencin de los h is tor iadores , todo aquel lo que , por no poder ser

    expl icado por su mtodo, de ja de formar par te de la rea l idad , cuya

    esencia e l los tan b ien conocen.

    Las ansias to ta l izadoras de los h is tor iadores han l legado en los

    l t imos t iempos a pasar de l campo del mtodo a l de l de l i r io , puesto

    que e l propio deveni r h is tr ico confi rma cada vez ms que es muy

    difci l dar cuenta de l como una total idad dotada de sent ido, y que,

    desde luego, en e l proceso de toma de decis iones e l h is tor iador ac ta

    mucho ms como palafrenero de quien lo l leva a cabo que como su

    orientador espi r i tua l o ideolgico . El ser t iene pr imaca sobre la

    conciencia , e l mundo f s ico y socia l es independientse bsicamente de

    nuest ra voluntad . El mundo es a lgo ms que nuest ra representac in de

    l . S i e l h is tor iador pre tende conocerlo debe renunciar a reduci r lo a un

    [MyC,

    5,2002,191-218]

  • 5/19/2018 BERMEJO BARRERA Qu Debo Recordar Los Historiadores y La

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    Qu debo recordar?

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    esquema uni tar io y debe aceptar su complej idad y su p lura l idad . La

    his tor ia es una invencin rec iente , la especie humana ha pasado la

    mayor par te de su exis tencia sobre la t ie rra s in necesi tar de e l la para

    dar cuenta de su pasado y para configurar sus ml t ip les ident idades:

    indiv iduales y colec t ivas . Nosot ros , s in embargo, no podremos

    presc ind i r de e l l a , pues to que es nues t ro modo -en e l momento

    presen te - de da r cuen ta de e sos p rob lemas . No obs t an te , po r razones

    m orale s , pol t icas y epis tem olgicas ser a nece sar io reform ular

    nuestra visin del historiador orientndola hacia el futuro.

    Para todo e l lo creo que ser a necesar io en pr imer lugar abandonar

    la perspect iva del h is tor iador como narrador ausente y omnisc iente en

    el sent ido s iguiente . Deberemos dejar a un lado la omnisc iencia y

    reconocer que no hay c iencia n i conocimiento a lguno de la to ta l idad ,

    s ino nicamente saberes f ragmentar ios y provis ionales , que no son

    ms que formas en las que las sociedades humanas in tentan

    representarse a s mismas, regular su conducta y adaptarse a l medio

    fsico en el que viven. El narrador ha de dejar de ser omnisciente y

    pasar a contar una h is tor ia ent re var ias posib les en d is t in tos

    momentos , que quizs pueda ser la ms conveniente , pero no la nica .

    Lo que no podr abandonar del todo es su papel de narrador ausente ,

    pues es grac ias a l como podemos configurar imaginariamente e l

    pasa do que ya no pod em os obse rva r n i reco rda r .

    S in embargo esa f igura del narrador ausente es compat ib le con la

    del tes t igo . Y en es te sent ido e l h is tor iador tampoco debe ser e l

    usurpador de la memoria colec t iva . Hay pueblos que cul t ivaron la

    memoria colec t iva durante s ig los y s in embargo no han escr i to

    his tor ia . Este es e l caso de los jud os , com o ha pue sto de man i f ies to

    Y .H . Y e ru s h a l m i

    2 9

    . La historiografa juda exist i en la ant igedad

    mient ras exis t i a lgn t ipo de organizacin pol t ica que in tegrase a l

    pueblo de Israe l . Desde la dest ruccin del Segundo Templo hasta e l

    2 9

    Y os e f H ay i m Y E R U S H A L M I

    Zakho r. Histoire juive et mm oire juive,

    P a r s

    E d i t i o n s l a D c o u v e r t e 1 9 8 4 .

    [MyC,

    5 2 0 0 2 1 9 1 - 2 1 8 ]

  • 5/19/2018 BERMEJO BARRERA Qu Debo Recordar Los Historiadores y La

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    216 Jos Carlos Bermejo Barrera

    desarro l lo del s ionismo esa h is tor iograf a desaparecer , y s in embargo

    se conservar la memoria fami l iar , co lec t iva y cul tura l , mediante e l

    es tudio de tex tos sagrados, la prc t ica de los ritos y la con me m ora cin

    de las f ies tas . Un judo sefard que en e l s ig lo XX conserva las l laves

    de la casa de sus antepasados en Toledo es un gran cul t ivador de la

    memoria , aunque no de la h is tor ia .

    Per o ese no es un caso a is lado . La h is tor ia ms rec iente , a t ravs de

    acon tec imien tos mas ivos , como e l ho locaus to , numerosas guer ras y

    genocid ios , ha venido a dar la voz a quienes los han sufr ido , a las

    vc t imas, y esa voz y esa memoria , la voz del tes t igo , es tambin o t ra

    de las voces del pasado, que e l h is tor iador no debe in tentar suprimir ,

    cambindola por la de l narrador ausente . El desarro l lo de la h is tor ia

    ora l y hechos como que e l es tudio del holocausto haya logrado sus

    cumbres en las obras de t res autores que no son h is tor iadores: R.

    Hi lberg , un pol i t logo, C. Lanzmann, un c ineasta y P . Levi , un

    qumico met ido a escr i tor , son un buen e jemplo del va lor que s igue

    teniendo la voz del test igo, as como de que la historia no slo ha de

    expresarse a t ravs del tex to escr i to , s ino que tambin podra hacer lo a

    t ravs de la voz , mediante la en t revis ta y la imagen (en e l caso de

    Lanzmann y su Shoah) , que apa recen como ins t rumen tos

    cognosci t ivos fundamenta les .

    Incluso podra tener val idez la voz del narrador m t ico , puesto que

    la l i te ra tura , e l re la to comprendido por una comunidad a par t i r de un

    conjunto de valores compart idos , puede ser un ins t rumento t i l , y que

    en muchas ocasiones no puede ser reducido a la voz del narrador

    ausente .

    S i ex is te es ta p lura l idad de perspect ivas es porque no hay un

    mtodo uni tar io que d cuenta del todo, nicamente quedan

    apro xim acion es , esbozos acerca de fragmentos de la rea l idad , de una

    real idad p lura l en la que funcionan ident idades ml t ip les , inc luso

    den t ro de un mismo g rupo soc ia l . Consecuen temen te habr t ambin

    ml t ip l es formas de mem or ia . La me mo r ia pe r t enece a cada pe rsona , a

    cada grupo o a cada ins t i tuc in . Las memorias se superponen, se

    ent recruzan y a veces ent ran en confl ic to . Nadie t iene derecho a

    [MyC, 5,2002,191-218]

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    Qu debo recordar?

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    intentar imponer una nica memoria colec t iva , como han pre tendido

    hacer los h is tor iadores , c reando la memoria nacional o de c lase . Los

    his tor iadores del pasado lo han hecho y los del presente todava

    con t inan hac indo lo , pe ro de una manera bas t an te t ramposa . Ape lan

    a la memoria de las v c t imas de las guerras , de los oprimidos, de las

    mujeres , en genera l de todos aquel los que han venido quedando fuera

    de lo que podramos l lamar la memoria oficial : la de la clase

    dominante , la nacin dominante o e l gnero dominante , pero no para

    reconocerla como una memoria d i ferente , s ino para manipular la , para

    in tegrar la en su memoria , la de l narrador omnisc iente que

    compasivamente mira a esos grupos concedindoles un lugar en su

    proy ecto pol t ico , en e l que segui r s iendo la f igura dom inan te .

    Como ese t ipo de h is tor iador no admite que en la h is tor iograf a

    desempean un pape l dominan te lo s va lo res mora les , no reconoce en

    consecuencia que la memoria re legada de esos grupos es in teresante

    porque han s ido obje to de explo tac in , dominio o inc luso exterminio ,

    es deci r , por ser la memoria de las v c t imas. Para l esa memoria es

    in teresante porque es ms verdadera que la of ic ia l . S i su verdad es

    ms in teresante no es s lo porque tenga ms valor gnoseolgico , s ino

    porque saca a la luz aspectos de la rea l idad h is tr ica que e l d iscurso

    anter ior mantena ocul tos .

    Pero en e l fondo l s igue considerando que es quien en rea l idad

    ent iende a las v c t imas, sean del t ipo que sean . Las v c t imas tambin

    son presas de la fa l sa conciencia , por no conocer e l mtodo que nos da

    acceso a l conocimiento de la rea l idad socia l . Sean del pasado o del

    presente , e l h is tor iador aparece como su redentor . Al inc lu i r las en su

    re la to cree que ya con eso les da una sa t i sfaccin condigna, puesto

    que ,

    al fin y al cabo, entrar en un relato histrico es un gran honor, no

    en vano s iempre han protagonizado es te t ipo de re la tos personas

    honorables : reyes , guerreros , d ignatar ios ec les is t icos o l deres

    s indica les y pol t icos revolucionarios , cuya h is tor ia muchas veces

    tambin es concebida bajo un paradigma pico , en e l que la guerra del

    honor es sust i tuida por las victorias de la guerra de clases.

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    Jos Carlos Bermejo Barrera

    Es evidente que ser v c t ima no es n ingn pr iv i leg io , que tampoco

    lo es el entrar en la historia y que la inclusin de las vct imas en la

    misma no ha de hacerse a par t i r de la memoria del h is tor iador

    nicamente , s ino par t iendo de la memoria de los propios in teresados,

    que ha de serv i r como reguladora de la memoria h is tr ica y no como

    un instrumento t i l para el la .

    El nivel ms bajo del lenguaje es la expresin sin significado: el

    gri to, por el lo deca Walter Benjamn que si las vct imas de la historia

    hablasen lo pr imero que o i r amos ser an sus gr i tos , gr i tos que han de

    servi rnos para darnos cuenta de lo l imi tado que es nuest ro

    conocimiento h is tr ico , un conocimiento que durante la mayor par te

    de su exis tencia ha in tentado precisamente apagar esos gr i tos y

    produci r un d iscurso l leno de armona , que ha in tentado configurar la

    memoria colec t iva , monopol izar la e in tegrar la en un re la to dotado de

    sent ido , que s iempre ha es tado asociado a un proyecto de dominacin .

    La prol i ferac in de las memorias , indiv iduales y colec t ivas , no

    debera serv i r para reforzar ese proyecto , que posee una gran

    capacidad de absorc in y as imi lac in , s ino para reformular lo

    hacindolo ms l imi tado, ms to lerante y , por lo tan to , ms capaz de

    cont r ibui r dent ro de sus cada vez ms es t rechos l mi tes a la gnesis de

    una soc iedad m s jus t a .

    [MyC,

    5 2002 191 - 218 ]