BERMEJO BARRERA Qué Debo Recordar Los Historiadores y La
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5/19/2018 BERMEJO BARRERA Qu Debo Recordar Los Historiadores y La
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Qu debo recordar? Los historiadoresy la
configuracin de
la
mem oria
Jos Carlos Bermejo Barrera
Universidad
de
Santiago
Resumen
En este trabajo partiendo de
la
teora de
los
actos
del
habla
se
plantea
el
problema de la memoria colectiva. Dentro de este campo se analiza ms
especficamente cmo
los
historiadores contribuyen
al
proceso social
de
creacin
de la
mem oria ilustrndolo en diferentes pocas.
Palabras clave Mem oria colectiva Historiadores Historiografa.
Abstract In this paper starting from the speech acts theory I raise the problem of
the colective memory.
In
that field
I
analize more specifically
how the
historians
contribute to the social process of memoryproduction explained in different ages.
Key words Colective Memory Historians Historiography.
Qu debo reco rda r?
En un
princip io es ta preg unta pod ra p arec er
un poco bana l , pues to que la mem or ia pa rece func ionar de un m o d o
espon tneo , y nicamente podra u t i l izarse en dos supues tos . En
pr imer luga r cuando
la
propia m em oria fa lla
y
c o n s e c u e n t e m e n t e
dec ido
que no
debo o lv ida rme
de
hacer a lguna cos a ,
y en
segundo
lugar cuando
se
trata
de una
cuest in moral
o
ju r d i ca
y es
necesa r io
en tonces man tener p resen te en la me mo r ia a lgn deber de uno de
estosdost ipos .A estosdossupues tos podr amos aad i runt e rce ro ,en
el cual un determinado t ipo de perso nas: sace rdotes , po l t icos ,
mi l i ta res
o
his tor iadores , deciden d i r ig i rse
a una
colec t iv idad para
recorda r l e
un
conjunto
de
hec hos: re l ig iosos , pol t icos
o
mi l i ta res ,
que
no deben caeren el olv ido , in tentando,por lo tanto , co nt r ibui r a crear
una determinada configuracin socia lde la m e m o r i a . E s t e es el caso
en el que ent rar an en accin los his tor iadores , y en el quev a m o s a
fi jar nuestra atencin.
[Memoria y Civilizacin MyC),5 2002 191 - 218 ]
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El es tudio de la memoria puede l levarse a cabo desde ml t ip les
perspect ivas: neurolgica , c ibernt ica , ps icolgica y socio lgica ,
siendo estas dos l t imas las que van a ser ahora objeto de nuestro
inters.
Desde un punto de v is ta ps icolgico , la memoria , cuyo
funcionam iento n o pue de expl icarse si pres c indim os de su base
neuronal , es un componente bsico del funcionamiento de nuest ra
mente , en la que ac ta conjuntamente con toda una ser ie de o t ras
facul tades . La memoria podra considerarse , en pr imer lugar , como
una caracter s t ica propia de todos los seres v ivos , puesto que en los
programas gent icos de todos e l los es tn grabadas una ser ie de pautas
de reaccin y de conducta que garant izan tanto la supervivencia como
la reproduccin de es tos seres . Dicha memoria se t ransmi te
fundamenta lmente a t ravs de los cdigos gent icos y cont r ibuye a
del imi tar lo que podramos l lamar las carac ter s t icas propias de cada
ser vivo, sea unicelular o pluricelular. En el caso de los animales
plur ice lu lares en los que se ha desarro l lado un complejo s i s tema
nervioso , como es e l de la especie humana, los pat rones de conducta
se combinan con o t ras pautas de comportamiento que se pueden
desarro l lar tan to indiv idualmente como a n ivel co lec t ivo con e l f in de
consegui r , de l mismo modo, tan to la supervivencia del indiv iduo
como la reproduccin de la especie .
S i nos s i tuamos dent ro de es te campo en una perspect iva
psicolgica tendramos que destacar cmo la memoria ac ta a t res
niveles : en pr imer lugar s iguiendo las pautas de conducta
gen t i camen te con d ic ionadas , en segundo lugar regu land o l a con duc ta
a t ravs del hbi to -una pauta conductual que por su carcter
repet i t ivo se nos presenta como una segunda natura leza- , y en tercer
lugar a n ivel cogni t ivo , en e l cual e l funcionamiento de la memoria es
inseparable de la aparic in de la conciencia y consecuentemente de la
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configuracin de nuest ra ident idad , com o ya hac e a lgn tiem po seal
W . J a m e s
1
.
Una de las carac ter s t icas propias de los seres humanos es que
poseen conciencia , es deci r , que coordinan todas sus operaciones
cognosci t ivas en una ins tancia que rec ibe cuenta de e l las , y que , a
par t i r de la informacin que rec ibe , es capaz de p lani f icar y coordinar
sus movimientos , sus acciones y su conducta en genera l . Esa
conciencia, que en la fi losofa europea ha adquirido desde el siglo
XVII la forma del cogito est a su vez indiso lublemente asociada a la
percepcin del t iempo. Es e l t iempo lo que autores como Kant
consideran como e lemento fundamenta l de l sent ido in terno , es deci r ,
como aque l lo med ian te lo cua l podemos pe rc ib i rnos a noso t ros
mismos, l legando a hablarse , en o t ros autores como Husser l , de la
exis tencia de una conciencia del t iempo inmanente , es deci r , de un
fluir temporal propio del ego, que entrara a formar parte de la
const i tuc in del mismo, y que permi t i r a es tablecer una d is t inc in
ent re e l t iempo de la conciencia y e l t iempo del mundo, a l que
corresp onde ran los proce sos as t ronm icos, f s icos y b io lg icos
2
.
Sea o no c ier ta es ta cont raposic in ent re t iempo de la conciencia y
t iempo del mundo, lo que resul ta evidente es que no podemos v iv i r ,
hablar o pensar a l margen del t iempo, y que lo que nos hace
permanecer en e l t iempo es nuest ra conciencia , que der iva de nuest ra
cont inuidad como seres v ivos , y que cont r ibuye a mantener esa
cont inuidad mediante la const ruccin de nuest ra ident idad .
La conciencia perc ibe todos los ac tos en e l t iempo, coordina todas
nuest ras acciones en l , s iguiendo las pautas de la anter ior idad y la
poster ior idad , y de acuerdo con e l las perc ibe e l mundo, expresando
1
William JAMES Principios de psicologa, Mxico, Fondo de Cultura
Econmica, 1989.
2
Paul RlCOEUR
La mmoire, l histoire, l oubli,
Pars, Editions du Seuil,
2000.
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sus percepciones a t ravs del lenguaje, en el que la expresin del
t iempo const i tuye uno de sus aspectos fundamenta les a t ravs de la
u t i l izac in de los verbos. La exis tencia del lenguaje es t n t imamente
unida a l fenmeno de la comunicacin y es por lo tan to inseparable de
la exis tencia de los grupos socia les que hacen de l un ins t rumento
bsico de su funcionamiento . Toda lengua es t compuesta por un
conjunto de reglas , que pueden ser formal izadas mediante la
gramt ica , y que ac tan en e l hablante a un n ivel inconsciente , puesto
que no es necesar io tener las presentes en la mente para poder hablar .
Pero tambin es c ier to que , aunque la lengua le venga dada a l
hab lante , s in hablantes n o exis t ir an len guas .
Un hablante puede produci r enunciados a d i ferentes n iveles que , a
su vez , pueden es tar superpuestos ent re s . En un pr imer n ivel e l
hablante se expresa -por e jemplo mediante un gr i to de dolor- , en un
segundo n ivel e l hablante pre tende comunicar a lgn s igni f icado, con
lo que tambin puede es tar expresndose , en un tercer n ivel descr ibe
un acontecimiento mediante un enunciado, y en un l t imo nivel e l
hab lante se ref iere a los propio s enun ciados , l levand o a cabo una labor
de anl i s is de los mism os.
En lo que se ref iere a l funcionamiento de la memoria , e l hablante
s iempre hace referencia a a lgn acontecimiento , que para l suele
tener un valor afec t ivo o expres ivo po r es tar dotado de un determ inado
signi f icado. Cuando desea comunicar ese acontecimiento a o t ro
hablante se ver obl igado a produci r un enunciado, pero eso s , un
enunciado que poseer una natura leza problemt ica . Tanto la
gramt ica como la lgica , que son las d isc ip l inas que han t ra tado de
formalizar el uso del lenguaje, han desarrol lado teoras de la
enunciac in en las que casi s iempre se pr iv i leg ia e l t iempo presente .
El m ode lo bsic o del ju ic io ar i s to t lico es s iempre Sc ra tes es un
hombre . La lgica ha menospreciado e l pasado y e l fu turo , de modo
que ha sido necesario esperar a la teora de los actos del habla de
Austin y Searle para darle toda su importancia a ese t ipo de
enunciados que configuran e l fu turo : los enunciados rea l iza t ivos .
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Y o, com o hab lante , pue do formular un enun ciado del t ipo: e l ga to
est sobre la a l fom bra y d i r ig i rme a o t ro hab lante , que podr
comprobar la veracidad de mi enunciado observando s i de hecho e l
gato est o no sobre la alfombra. Pero si el enunciado se refiere al
pasado esa comprobacin no ser nunca posib le , ya que los hechos
pasados, por su propia natura leza , es tn ms a l l de nuest ra capacidad
de obse rvac in , po r l o que n icamen te podr comunica rme con mi
dest ina tar io de dos maneras , o b ien porque e l hecho que yo recuerdo
tambin es t presente en su memoria , porque posee para l
resonancias afec t ivas que le o torgan un s igni f icado, o b ien mediante
un proceso complejo en e l que a par t i r de indic ios mi dest ina tar io
deduce la posib le exis tencia de ese hecho en un t iempo remoto . En
este caso el manejo de indicios le l levarn a concluir que una si tuacin
que ahora se da en e l t iempo presente pudo haber s ido s imi lar en e l
pasado. S i no es capaz de concebi r esa s i tuacin en e l t iempo actual
jams podr imaginarla en e l pasado, ya que e l razonamiento que
ut i l iza es un razonamiento por analoga .
Por es ta razn podramos af i rmar que cualquier conversacin
acerca del t iempo pasado nicamente ser posib le a par t i r de la
pos esin de un m ism o Le bens we l t en t re e l hablan te y e l oyen te .
Son necesar ias una ampl ia ser ie de experiencias compart idas y e l
conoc imien to de un mundo comn pa ra que dos pe rsonas puedan
entenderse a l hablar de l pasado, lo cual es fc i lmente comprobable
cuando obse rvamos soc io lg icamen te como cada generac in
configura un pasado que le es propio . Del mismo modo que la
asuncin de un pasado es la c lave de nuest ra ident idad , y de que las
di f icu l tades para nuest ra as imi lac in del mismo son la c lave de
muchas enfermedades menta les en las que se l lega a la dest ruccin de
la ident idad -como por e jemplo en las ps icosis- , t a l y como seal K.
Jaspe rs
3
, podramos af i rmar que a n ivel co lec t ivo un grupo socia l
exis te en tan to que posea un pasado comn, o por lo menos una
3
Karl
JASPERS Psicopatologia general,
Mexico, Fondo de Cultura Eco
nmica, 1970.
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experiencia comn del pasado, como ha sealado I . J rwin-Zarecka
4
.
El lo ocurre as en el caso de una pareja, una famil ia, un grupo de
amigos o una comunidad re l ig iosa y pol t ica .
Podr amos a f i rmar , pues , que ex i s t en muchas memor ias . La ms
bsica ser a la memoria gent ica , que se p lasma en e l indiv iduo, que
es su portador, a el la seguira la memoria individual y sobre el la se
const ru i r an las d i ferentes memorias colec t ivas
5
, cuya p lura l idad debe
ser ten ida s iempre en cuenta , puesto que e l es tudio de la memoria
debe ser s iempre abordado desde una perspect iva in terd isc ip l inar ,
como ha sea lado M. Warnock
6
, en la que han de coordinarse los
aspectos psicolgicos con los fi losficos, anal izados por W. Von
L e y d e n
7
o socio lgicos , anal izados por P . Connerton
8
.
Par t iendo de es ta p lura l idad de perspect ivas deberemos afrontar a
cont inu acin e l pap el de los h is tor iadores com o configurado res de la
memor ia , un t ema a l que se han ded icado obras monumenta l es , como
los famosos L ieux de la mmoire una ser ie en var ios volmenes
coordinada por P ierre Nora en la que se anal izan todos los aspectos
del pasado de Francia y su recuerdo a t ravs de los lugares , los tex tos
y los monum entos , a s como l a s co nmem orac iones .
S in embargo es te esfuerzo descr ip t ivo no ha s ido acompaado de
un esfuerzo anal t ico equiparable . Normalmente los h is tor iadores , un
4
Iwona IRWIN-ZARECKA Frames of Remembrance. The Dynamics of
Collective Mem ory,
N ew Brunswick (N.
J.),
Transaction Publishers, 1994
5
Ver sobre esta superposicin los trabajos recopilados por Jos M
a
Ruiz
VARGAS (ed.), Claves de la memoria, Madrid, Trotta, 1997, y Richard
TERDLMAN Present Past: Modernity and the Memory Crisis, Ithaca, Cornell
University Press, 1993
6
Mary
WARNOCK
Memory, Londres, Faber & Faber, 1987.
7
Wolfgang
VON LEYDEN Remembering. A Philosophical Problem,
Lon
dres,
Duckworth, 1961.
8
Paul
CONNERTON HOW Societies Remember,
Cambridge, Cambridge
University Press, 1989.
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gremio que es muy aficionado a ut i l izar las palabras sin reflexionar
sobre su s igni f icado, han pasado a hablar de la memoria o de la
memoria h is tr ica as imi lndola s in ms a la h is tor ia , cuando hay
au to res , com o A. Garc a Ca lvo
9
, que creen , con mayor o menor razn,
que la h is tor ia es e l pr incipal enemigo de la memoria popular , lo que
muchas veces es c ier to .
Por e l lo , y para evi tar caer en genera l izaciones abusivas , ser a
conveniente es tablecer una t ipologa , ac larar los modos en los que los
his tor iadores pueden hablar de l pasado.
Tendramos que es tablecer un punto de par t ida . Y es que la forma
ms ant igua de hablar de l pasado, y por lo tan to de configurar
socialmente la memoria, no ha sido la historia, sino el mito y la
re l ig in . La h is tor iograf a es una invencin rec iente : o b ien podemos
si tuar su nacimiento en Grecia , o b ien , en lo que a nuest ro mbi to
cul tura l se ref iere , en e l Prximo Oriente , pero en ambos casos
cont inu conviviendo con e l mi to .
S i cons ide ramos e l m i to como un enunc iado
1 0
t endr amos que
afirmar que los acontecimientos a los que se refiere no t ienen lugar en
el t iem po presen te , s ino en un t iempo pre tr i to : e l t iemp o del s ueo de
los indgena s aust ra l ianos, la Edad de los Hro es hesidica o e l t iempo
de los antepasados y de los or genes en genera l . Los enunciados del
mi to no pueden ser ver i f icados, por es tar s i tuados en e l pasado. Puede
haber indic ios que nos l leven a poder imaginarlos , huel las dejadas por
los pro tagonis tas en e l pa isa je u obje tos provin ientes de ese t iempo,
pe ro , como ya hab amos sea lado , e sos ind ic ios s lo encuen t ran
sent ido dent ro de una t rama, dent ro de una h is tor ia que nos expl ique
cul es su sent ido.
5
Agustn GARCA CALVO Historia contra tradicin: tradicin contra
historia, Zamora, Lucina, 1998.
1 0
Jos Carlos BERMEJO BARRERA Grecia arcaica: la mitologa, Madrid,
Akal, 1996.
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P e ro ,
quin habla? Normalmente e l mi to es narrado por una
persona que posee a lgn t ipo de autor idad: un anciano, un guerrero ,
un chamn. Pero esa autor idad no es la nica fuente de su
credib i l idad , s ino que esa credib i l idad se logra porque e l mi to , que a l
f in y a l cab o pos ee la es t ructura de un br icolag e , com o ha se alado
C . Lvi -S t rauss , se const ruye a par t i r de una t rama de s igni f icados
que son compart idos por e l hablante y sus oyentes , s igni f icados que se
refieren a su percepcin del mundo fsico, del orden social y a sus
experiencias psicolgicas , es deci r , a todo aquel lo que Husser l l lam
el Le ben sw el t , e l m und o de la v ida de cada m om ento h is tr ico . Es
la inserc in en una comunidad lo que da credib i l idad a l mi to . En es te
sent ido e l mi to , aunque sea un meta lenguaje segn e l propio Lvi -
S t rauss , es inseparable de una lengua compart ida por una comunidad,
en t an to que cada l engua , como sea l Ludwig Wi t tgens t e in
1 2
es una
conc epcin del mun do media nte e l ma nejo de los jue go s del lenguaje
que comparten sus hablantes .
No vamos a ent rar ahora a debat i r la conocida h iptes is de Sapi r-
Wolf segn la cual el lenguaje condiciona totalmente el desarrol lo del
pensamiento , puesto que parece c laro que exis te una forma de pensar
prepredica t iva , como seal e l propio Husser l y como han puesto de
man i f i e s to ps i c logos como Lev Vygo t sky
1 3
. Pero s tendramos que
afi rmar que en e l caso del pensamiento m t ico hay bastante de verdad
en e l lo , puesto que inc luso la experiencia prepredica t iva es una
experiencia compart ida a t ravs del desarrol lo de la infancia y del
contacto con e l mun do ma ter ia l y socia l que nos rodea . En es te sent ido
Claude LVI-STRAUSS El pensamiento salvaje, Mxico, Fondo de
Cultura Econm ica, 1964.
1 2
Ludwig WITTGENSTEIN Investigaciones filosficas, Barcelona, Crtica,
1988.
1 3
Lev S. VYGOTSKY Pensamiento y lenguaje, Barcelona, Paids Ibrica,
1995.
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sigue p lenamente en v igor la tes i s de M. Halwbachs
1 4
segn la cual la
m em oria hum ana es , por def in ic in , una me mo ria colec t iva .
Un mi to no es una idea , s ino ms b ien una creencia , en e l sent ido
del t rmino acuado por J .Ortega y Gasset
1 5
; en el mito se est, del
mismo modo que se es t en e l mundo. Yo puedo tener una idea , pero
no puedo tener un mi to , un mi to nicamente ser ta l s i es compart ido
por una comunidad. Para que surja la historia a part i r del mito
necesi taremos que pueda l levarse a cabo una ref lexin , o b ien sobre e l
pasado indiv idual , como courre en e l caso de Mesopotamia , en e l que
una de las primeras formas de reflexin histrica pudo ser la lectura
de una inscr ipcin funerar ia
1 6
que nos revela e l recuerdo de una
persona que v iv i en o t ro t iempo, o b ien a n ivel co lec t ivo , en e l que
tanto en e l caso mesopotmico como en e l caso gr iego o e l eg ipcio , la
ref lexin h is tr ica a n ivel co lec t ivo se configura c om o una genea loga
del poder . Los pr imeros tex tos h is tr icos cunei formes sern las l i s tas
rea les , y lo mismo ocurre en Egipto con las d inast as faranicas o en
Grecia con Acusi lao y sus genealogas de magis t rados o sacerdotes y
sacerdot i sas que proporcionan la t rama cronolgica de la h is tor ia .
No es un hecho en modo a lguno casual que la sucesin del t iempo
histrico est marcada por el flujo de las dinast as. Son los reyes y los
magis t rados los que se apropian del t iempo his tr ico y los que lo
configuran a t ravs de su deveni r en e l t iempo. Un acontecimiento
adquiere s igni f icado en tanto que pueda inc lu i rse en e l marco de un
re inado o de una d inast a , quedando carentes de sent ido todos aquel los
que permanezcan ms a l l de sus l mi tes . En es te sent ido la
credib i l idad del cronis ta ya no v iene dada nicamente por un s i s tema
1 4
Maurice HALBWACHS La mmoire collective, Pars, Albin Michel,
1997.
1 5
Jos ORTEGA Y GASSET Ideas y creencias, Madrid, Espasa-Calpe,
1986.
1 6
Gerdien J O N K E R The Topography of Remembrance. TheDead, Tradi
tion and Collective memory in Mesopotamia, Leiden, E.
J
Brill, 1995.
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de valores y creencias compart idas , s ino tambin por e l lugar desde e l
que habla . El cronis ta es un le t rado, un escr iba , en e l caso del P rx imo
Oriente, y la escri tura es inseparable del ejercicio de la
adminis t rac in . La autor idad del enunciado ya no s lo se der iva del
consenso ent re los hablantes , s ino de la posic in de autor idad del
enunciador . El escr iba configura e l t iempo y crea o t ra forma de
memoria colec t iva , la que v iene dada por la per tenencia a un re ino o
un imp erio , o en e l caso gr iego por la per tene ncia a una c iudad .
Sin embargo la ref lexin h is tor iogrf ica in t roduce a lgo ms. El
h is tor iador no es nicamente e l portador de la pa labra dotada de
auto ridad q ue configura el pa sad o, y con l el pre sen te y el futuro,
puesto que ya se sabe que quien cont ro la e l pasado cont ro la e l
presente y quien cont ro la e l presente cont ro la e l fu turo El h is tor iador
tambin posee credib i l idad porque narra porque cuenta lo que ha
vis to ,
sobre todo en e l caso gr iego. As nacer a o t ro paradigma
l ings t ico , e l de l h is tor iador como tes t igo. El h is tor iador posee
credib i l idad para descr ib i r un hecho porque lo ha v is to , porque ha
estado a l l . Este ser e l caso de Herdoto y Tucd ides y de la
historiografa clsica en general , una historiografa orientada hacia el
presente y en la que e l pasado como ta l desempea un papel
secundario , ya que nadie puede narrar lo s i no ha es tado en l . El
pasado ent ra en e l dominio de lo conje turable , acerca de l puede
haber opin iones , pero no verdades , y s i hay opin iones necesar iamente
t iene que introducirse la diversidad y por lo tanto se pierde el
consenso que posea e l mi to . El mundo de la doxa es e l mundo de la
plural idad, en l puede surgir el confl icto y el enfrentamiento verbal ,
pero precisamente por e l lo es tambin e l mundo de la l iber tad , e l
m un do de la pol i s dem ocrt ica qu e tanto d isgustaba a P la tn , un f irme
defensor de la ep i s teme del saber cierto, frente a la plural idad de
opiniones de la mayora .
U n tes t igo pued e resolver un l i tig io judic ia l , y tam bin pu ed e
resolver lo una prueba: un obje to que s i rve como indic io de la
exis tencia de un hecho, con lo cual tendramos abier ta la posib i l idad
de la exis tencia de un mtodo para conocer e l pasado a t ravs de los
res tos provin ientes de l . Pero los gr iegos consideraban muy
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secundario e l va lor de una prueba en un proceso judic ia l , t en iendo
prior idad s iempre e l tes t igo presencia l . Quizs esa poca importancia
a t r ibuida a las pruebas expl ique la escasa preocupacin de los
his tor iadores gr iegos por los documentos , que nicamente manejan en
reducidos casos . El tes t igo cuenta lo que v io y se lo cuenta a a lguien
que podra imaginarlo . S i e l tes t igo y e l oyente no comparten un
conjunto de conocimientos e l va lor de l tes t imonio ser nulo . Test igo y
oyen te son miembros de l a misma comunidad l i ng s t i ca y poseen un
mundo en comn en e l que los acontecimientos t ienen determinados
significados: un asesinato es, al fin y al cabo, un asesinato. No existe,
p u e s , d is tancia ent re ambos, y por e l lo la h is tor iograf a c ls ica carece
muchas veces de profundidad temporal . La h is tor ia es la h is tor ia de la
pol i s . La h is tor ia de Roma es la h is tor ia de una c iudad. Para que
aumente la profundidad temporal ser necesar io que a lguien escr iba la
h is tor ia desde afuera , com o Pol ib io , un gr iego, nar rand o la asce nsin
del poder romano y su conquis ta del Medi terrneo, o como e l au tor
del Libr o de Da nie l , un jud o que es capaz de conceb i r la h is tor ia
como una sucesin de imperios , prec isamente porque se hal la s i tuado
fuera de el los. Ser esa perspect iva la que luego asuma la
historiografa crist iana, en la que Orosio intentar escribir la historia
no ya Ab urbe condi ta como Ti to Liv io , s ino Ab orbe condi to
desde la fundacin del mundo. Tenemos aqu , pues , un nuevo
e lemen to en ju eg o : e l ex t raamien to de l pasa do . La h is to r ia no es ya
nicamente la repet ic in de lo semejante , s ino tambin la descr ipcin
de a lgo que nos resul ta a jeno, pero tambin de a lgo que , a pesar de
resul tarnos a jeno, puede es tar en las ra ces de nuest ra ident idad . La
comunidad de hablantes a la que per tenecemos no ha s ido s iempre la
misma, pudo formarse a par t i r de lo d i ferente , de lo ext rao, y es en
esa re lac in d ia lc t ica ent re lo ext rao y lo propio en donde ha de
resid i r la c lave del conocimiento h is tr ico , aunque s iempre podremos
caer en la ten tac in de reaf i rmar lo semejante proyectndonos
narc is s t icamente en nuest ro pasado en e l que esperamos ver ref le jada
nues t ra imagen .
Ser a par t i r de es te parad igm a l ings t ico y dent ro de es ta re lac in
dialct ica entre lo propio y lo extrao como se forjar en Europa el
nacimiento del d iscurso h is tr ico . Pero par t iendo de es tas ra ces se va
[MyC,
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a generar tambin una s i tuacin nueva, y es que e l h is tor iador ya deja
de ser el portavoz de las palabras de la t ribu o el test igo fiel que
presenci el pasado. El historiador se va a configurar a part i r del siglo
XLX como e l gran narrador ausente . Al historiador le gustara
anularse a s m ism o, com o deca L. Vo n Ra nke a sus oyen tes : cua ndo
yo hablo Uds no me escuchan a m , s ino a la voz del pasado . La
his tor iograf a s igue compart iendo un paradigma visual , pero ya no
ser el del test igo m s o m en os l im itado por sus circu nsta ncia s fsicas,
s ino una perspect iva panpt ica , ta l y como la ha anal izado Michel
F o u c a u l t
1 7
. El historiador es, en cierto modo, similar al dios del
judaismo y e l c r i s t ian ismo: lo ve todo, por lo menos todo lo que
merece contarse , ya que posee una v is in g lobal de l pasado (n ingn
his tor iador reconocer que su v is in es parc ia l y l imi tada) Cmo
expl icar semejantes pre tensiones?
Mediante dos recursos . En pr imer lugar e l h is tor iador ya no
necesi ta ser tes t igo del pasado porque posee unos ins t rumentos que le
dan acceso a l , y esos ins t rumentos son las
fuentes:
documentos y
monumentos , que s se or ig inaron en e l pasado y que pueden ser
le dos e in terpre tados. Y, a su vez , es to es posib le porque exis te un
m t o d o el mtodo h is tr ico , que es un mtodo compart ido por la
comunidad de los h is tor iadores y que permi te generar un consenso .
Los h is tor iadores forman una nueva comunidad l ings t ica , de l imi tada
en cada caso por las lenguas nacionales , comparten unos valores: e l
valor de verdad del re la to , e l respeto a los documentos y e l manejo de
un mtodo para es tablecer los hechos y anal izar su s igni f icado, que los
vuelve a convert i r de nuevo en una pequea banda que narra sus
his tor ias a l anochecer en torno a una hoguera . Los h is tor iadores
forman, pues , una comunidad, hoy se d i r a una comunidad c ient f ica ,
pero v iven en un marco ms ampl io , v iven en una sociedad y dent ro
de los l mites de un estado, que a part i r del siglo XLX ha pasado a
financiarlos; po r el lo ya no sern tan l ibres com o los m iem br os de la
1 7
Michel FOUCAULT Surveiller et punir. Naissanc e de la prison, Paris,
Gallimard, 1975.
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comunidad que se ar t icu laba en torno a unos mi tos compart idos . S i se
les da una remuneracin ser a cambio de a lgo: e l monje que escr ib a
la crnica de su mona ster io , e l h is tor iador gen ealogis ta de un a fami l ia
noble , e l c ronis ta de una c iudad o e l h is tor iador ul ico -pagado por un
rey para que narre la h is tor ia de su re ino o de su monarqua- i rn
desapareciendo progresivamente y frente a e l los surge e l h is tor iador
nacional , que puede, o no , ser un profesor y un miembro de una
inst i tuc in acadmica .
Ese nuevo h is tor iador tendr una perspect iva ms ampl ia que todas
estas figuras historiogrficas en ext incin. En primer lugar su objeto
es ms ampl io , ya no se t ra ta de un rey o una d inast a , s ino de una
colect iv idad , de un pueblo que se ident i f ica con una nacin y un
estado. A la ampl i tud del obje to debe corresponder la ampl i tud de su
pbl ico . El h is tor iador no escr ibe ya nicamente para los miembros de
su gremio, aunque s iempre los tendr presentes , s ino que aspi ra a
poseer un pbl ico ms ampl io , e l formado por los miembros de su
nacin , que pueden rec ib i r sus h is tor ias d i rec tamente , mediante la
lec tura de sus obras , como ocurr i en e l caso de los grandes
h i s to r i adores nac iona les de l s ig lo XIX -Miche le t , Ranke , Droysen . . . - ,
o b ien mediante la d ivulgacin de sus invest igaciones en l ibros de
texto ms o menos e lementa les que ahora , en un s ig lo que crea la idea
de educac in nac iona l , debern genera l i za rse - a l men os com o
ideal - a la to ta l idad de los c iudadanos.
Pero e l h is tor iador es ahora un profesional , un especia l i s ta . No
todo e l mundo pude ser su propio h is tor iador , l v ive en su
comunidad, y es desde esa comunidad desde donde habla a l res to de
su sociedad, y con e l lo tenemos una importante novedad. El mi to
configuraba e l pasado del grupo t r iba l , de l mismo modo que e l
h is tor iador c ls ico entendido como tes t igo . El nuevo h is tor iador
tambin va a configurar e l pasado de su nacin , pero lo va a
configurar desde fuera de e l la . El h is tor iador posee un lugar propio ,
desde el que habla y desde el que escribe. Se t rata de un lugar social ,
pero tambin de un conjunto de lugares f s icos: a rchivos, museos,
b ib l io tecas y univers idades . Y ese lugar es tablece una d is tancia ent re
e l h is tor iador y la sociedad a la que per tenece . El h is tor iador es t
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dentro de el la , pero desea a la vez estar por encima de el la . El
h is tor iador es e l que sabe rea lmente lo que una nacin es , ya que las
naciones no t ienen natura leza s ino h is tor ia . En tanto que conocedor
del secreto aspira, en el fondo, a algn t ipo de privi legios, quiere que
se le reconozca su saber, desea tener influencia, e incluso
inconscientemente gustar a de aconsejar a los gobernantes . La
sociedad le da a lgn medio para e l lo , como la implantac in de la
enseanza de la h is tor ia , pero en raros casos le de ja i r ms a l l , pues
los gobernantes tambin aspi ran a ins t rumenta l izar lo , confi r indole
mis iones de p ropaganda (po r e j emplo en l a s dos Guer ras Mund ia l es
en ambos bandos, o en numerosas guerras c iv i les) .
Tanto e l h is tor iador como los gobernantes consideran , y quizs
consideraron aun ms, que la h is tor ia posee una importante misin
que cumpl i r en e l marco del es tado nacin y es la de crear un re la to
uni tar io que def ina lo que la nacin e s a t ravs de su dev eni r tem pora l .
Ese re la to ha de es tar basado en las fuentes y deber ser desarro l lado
mediante e l mtodo h is tr ico para que pueda a lcanzar garant as de
credib i l idad y poseer valor de verdad. S i no fuese verdadero no podra
ser implantado a t ravs de la educacin , y por lo tan to perdera su
eficacia, una eficacia que se le va a exigir en tanto que de l deber
surgi r la ident idad pol t ica del c iud adan o.
Es evidente que cada uno de nosot ros posee ml t ip les ident idades ,
lo que puede ocurr i r en condic iones normales o en s i tuaciones
pato lgicas en las que se desarro l lan personal idades ml t ip les ,
e s tud iadas po r Ian Hack ing
1 8
. Poseemos una ident idad asociada a l
gnero, otra asociada a la famil ia y otras unidas a los grupos de
t rabajo , de re l ig in , de ocio . . . Pero sobre todas e l las debera re inar
nuest ra ident idad pol t ica , de acuerdo con los ter icos del es tado
nacin , en tan to que es ta ident idad puede es tar asociada en e l caso de
los varones , los nicos que en un pr incip io poseen los p lenos derechos
1 8
Ian
HACKING Rewriting the Soul. Multiple Personality and the Sciences
of Mem ory, Princeton, Princeton University Press, 1995.
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de c iudadana -y no todos en e l s ig lo XLX- a la necesidad de poner en
riesgo la vida al servicio de la nacin durante el desarrol lo de alguna
guerra . Recordemos que e l serv ic io mi l i ta r , ms o menos universa l , es
o t ra creacin del es tado nacin del s ig lo XLX. Dado que no puede
haber ident idad s i no exis te la v ida , quizs por es ta razn se pr ima la
ident idad pol t ica sobre todas las res tantes ident idades . Esa ident idad
debe ser asumida por los c iudadanos, y s i no lo h ic ieren hay medios
coerc i t ivos para obl igar los a hacer lo , an te sus negat ivas a pagar
impuestos o a pres tar e l serv ic io mi l i ta r . Pero esos medios coerc i t ivos
debe n i r aco mp aa dos po r una teor a que los jus t i f ique , y e sa teor a ,
que deber desarrol lar la historiografa, intentar explicar esas
negat ivas como un proceso de a l ienacin , de negat iva por par te de los
c iudadanos a asumir su verdadera natura leza .
En e l s ig lo XLX tendi a desarro l larse una concepcin
sustancial ista de la nacin que pervivi a lo largo del siglo XX y
todava s igue hacindolo . Una de las carac ter s t icas fundamenta les de
esa concepcin es e l buscar un e lemento en e l conjunto del pueblo que
si rva como expresin de la ident idad colec t iva , recurr indose de es te
modo a la u t i l izac in a n ivel g lobal de una metonimia , ya que se
identifica la parte con el todo. As , por ejemplo, J .G. Fichte en sus
Discursos a l a Nac in a l emana
1 9
establece una d i ferenciac in ent re
dos c lases de Volk o pueblo , e l pueblo en s que posee bs i camen te
esencia , pero que carece de conciencia , y e l pueblo para-s que
estar a formado por los in te lec tuales , que poseen conciencia nacional ,
pero que carecen de densidad onto lgica , s i tuacin que se corresponde
bastante b ien con la de los es tados a lemanes de comienzos del s ig lo
XLX. El exponente mximo del pueblo en s es e l campesino a lemn,
portador de la lengua y de una cul tura popular que erudi tos como los
hermanos Grimm t ra tan de rescatar en sus l ibros Deutsche Sagen
1 9
Johann Gottlieb
FICHTE
Discursos a la nacin alemana, Madrid,
Editora Nacional, 1977.
[ A f yC 5 2002 191 - 218 ]
-
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acerca de la mi to loga popular , o Kinder- und Hausm archen sobre los
cuen tos popu la res
2 0
.
Es necesar io que se produzca una fusin ent re esencia y
conciencia, entre el en-s y el para-s , para que surja la nacin en
sent ido p leno. El lo ser posib le cuando se logre recomponer su unidad
y cuando se cons t i t uya como
e s tado
un es tado que es capaz de
superar las tensiones entre los diferentes grupos sociales y en el que
todos los c iudadanos aparecen configurados bajo e l mismo arquet ipo:
e l de l germano, invariable desde la descr ipcin que de l h ic iera e l
h is tor iador romano Tci to hasta e l Reich de Bismarck o Hi t ler . Ese
estado es adems una unidad autosufic iente , que t iende a la au tarqua
en e l propio F ichte
2 1
, puesto que e l in tercambio comercia l con es tados
ajenos, la comunicacin , sea del t ipo que sea , pone en pel igro la
ident idad tan costosamente sa lvaguardada.
La concepcin f ich teana no es excepcional , y s in sus impl icaciones
filosficas, pe ro en sus ras go s bs icos , po dr am os decir qu e es co m n
a la historiografa del siglo XIX, sea francesa, inglesa, i tal iana, rusa o
espaola . Lo que nos in teresa destacar en todas e l las es es te conjunto
de ideas . Pr imero exis te un pueblo , que es uni tar io , que const i tuye la
base de la nacin , obje to de es tudio de la h is tor ia . Ese pueblo que se
ident i f ica con su e lemento ms d i ferenciado, ms bsico , es t
asoc iado a un de t e rminado t ipo humano , cuando no rac i a l , cuyo
modelo de conducta se repi te una y o t ra vez a lo largo del deveni r
h is tr ico , que a veces se concibe como unido a un determinado t ipo de
2 0
Jacob GRTMM - W ilhelm GRIMM Deutsche Sagen, Darmstadt,
W issenschaftliche Gesellschaft, 1982; dem , Kinder- und Hausmrchen,
Darmstadt, 1987
2 1
Johann Gottlieb
FICHTE El estado comercial cerrado,
Madrid, Tecnos,
1991.
[Mj
>C
5,
2002 191-218]
-
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carcter, el espaol , por ejemplo, tal y como lo describe en el siglo
X X M e n n d e z P i d al
2 2
.
Todo c iudadano debe recordar una ser ie de acontecimientos del
pasado en los que sus pro tagonis tas , hroes indiv iduales , o e l pueblo
como colec t ivo , dan muest ras de sus pat rones de conducta , conducta
que e l c iudadano debe imi tar , ya sea como soldado, o b ien como
trabajador , como f ie l miembro de una ig les ia o como l i te ra to y como
art i s ta . El recuerdo de esos hechos, normalmente g lor iosos , o por lo
menos he ro icos , aunque sea pa ra mos t ra r e l he ro smo de una honrosa
derro ta , debe ser in ter ior izado y reproducido por e l c iudadano, so pena
de perder su identidad e incurrir en una fal ta , o un del i to de escaso
pat r io t i smo, por negarse a asumir la ident idad nacional que le
co r responde .
En es te s ig lo , pue s , la h is tor iograf a a parece com o la configura dora
de la ident idad nacional , de cuya memoria son custodios los
his tor iadores que es tablecen un ca t logo de hechos, fechas y
persona jes que es necesa r io reco rda r . N ingn c iudadano puede t ene r
un recuerdo personal , n i fami l iar , de acontecimientos t ranscurr idos
hace c ien , quin ientos o dos mi l aos. Esos acontecimientos parece que
no deberan afec tar le ; s in embargo, en nuest ro caso , e l lo no es as , y
todos e l los deben conservarse en la memoria colec t iva como una
obl igacin , deben ser asumidos e in ter ior izados, ya que son la c lave de
nuest ra ident idad pol t ica , ident idad que se concibe s iguiendo un
pat rn comuni tar i s ta , prec isamente cuando, t ras la revolucin
indust r ia l y e l desarro l lo del capi ta l i smo las sociedades se hacen ms
complejas , se f ragmentan en c lases y surgen grupos en confl ic to ,
c rendose as una concepc in de l a nac in com o com unidad
2 2
RamnMENNDEZ PIDAL LO S espaoles en la historia, Madrid, Espasa
Calpe, 1982.
[MyC, 5,
2002 191 - 218 ]
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imag ina r i a , u t i l i zando e l conoc ido t rmino de Bened ic t Anderson
2 3
.
La nac in , conceb ida como una comunidad de l engua , un ida a una
determinada v is in del mundo, asentada en un paisa je , a l que se
iden t i f i ca -como ha sea lado S imn Schama
2 4
- resuc i ta e l m od elo de
la comunidad pr imi t iva es t ructurada en torno a l mi to , mi to que ser
re iv ind icado por de t e rminados pensadores conse rvadores , como
O s w a l d S p e n g l e r
2 5
como un e lemento esencia l en la def in ic in de una
cul tura o de una nacin , s iendo inseparable de la ident idad de un
pueblo , que ahora aparecer def in ido como un grupo socia l que
comparte en comn sus mi tos , es deci r , que posee unas bases
i rrac ionales sobre las que se fundamenta , rompiendo as con las
teoras del cont ra to socia l que en la I lus t rac in haban pre tendido
asentar las sociedades sobre una base rac ional .
Estas concepciones esencia l i s tas , muy unidas a v is iones
his tor iogrf icas re la t ivamente senci l las , por es tar cent radas en los
acontecimientos pol t icos y mi l i ta res , y que por lo tan to manejan una
nocin de la memoria muy uni la tera l , como ha sealado P .H. Hut ton
2 6
,
se v ieron debi l i tadas por e l propio deveni r h is tr ico del s ig lo XX en e l
que , a par t i r de la revolucin rusa , e l movimiento obrero pas a
in terveni r como protagonis ta de pr imera magni tud en la h is tor ia , lo
que tendr sus impl icaciones h is tor iogrf icas .
Si la concepcin esencial ista reduca al ciudadano a la figura del
cont r ibuyente , y sobre todo del so ldado, ex ig indole bsicamente
2 3
Benedict
ANDERSON
Comunidades imaginadas: reflexiones sobre el
origen y la difusin del nacionalismo, Mxico, Fondo de Cultura Econmica,
1993.
2 4
Simon S C H A M A Landscape and Memory, Nueva York, A . A . Knopf
1996.
2 5
Oswald
SPENGLER La decadencia de Occidente: bosquejo de una
morfologa de la historia universal, I-II,M adrid, Espasa-Calpe, 199 8,2 vols.
2 6
Patrick H.HUTTON History as an Art of Memory, Hanover, University
Press of New England, 1993.
[A/yC, 5,2002,191-218]
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valor y sacr i f ic io , las nuevas rea l idades pol t icas van a imponer un
nuevo t ipo de memor ia co lec t iva , un ida a nuevas concepc iones
his tor iogrf icas en las que la h is tor ia ya no aparecer configurada
com o crnica d e la nacin , s ino com o c iencia de la rea l idad socia l .
Pa ra comprender e s t a s concepc iones vamos a tomar como
referente, al igual que habamos hecho con Fichte, a otro fi lsofo de
l engua a l emana , Georg Lukcs
2 7
en su l ibro Historia y Con ciencia de
clase. En l se recogen una ser ie de t rabajos re lac ionados con la
concepcin marxis ta de la ideologa , as como con las impl icaciones
filosficas y pol t ic as que dicha con cep cin pue de traer cons igo .
Marx y Engels desarro l laron embrionariamente una teor a de la
ideologa de acuerdo con la cual un indiv iduo depende de su lugar en
el proceso socia l de la produccin a la hora de perc ib i r la rea l idad
socioeconmica . La sociedad capi ta l i s ta -y todas las sociedades en
ge ne ra l - c rean una fa lsa conc ienc ia que hace que sus mie mb ros
perc iban la rea l idad socia l en su apariencia , y no en su esencia , puesto
que si se si tan en el lugar de las clases explotadoras contemplaran el
proceso de produccin no ta l como es , es deci r , como un proceso de
apropiacin de la p lusval a generada por las c lases t rabajadoras , s ino
como un proceso natura l en e l que , por e jemplo , e l capi ta l produce
in tereses , ese deci r , genera r iqueza por s mismo, cuando en rea l idad
el nico ins t rumento generador de valor es e l t rabajo humano.
Para poder anal izar la rea l idad socia l , y consecuentemente la
h is tor ia , debemos e legi r nuest ro lugar (no e l de l h i jo de un banquero
mul t imi l lonario del imperio aust rohngaro , en e l caso de Lukcs , s ino
el de un mi l i tan te comunis ta compromet ido , en o t ra fase de su v ida) .
Esa e leccin del lugar vendr dada por un proceso psicolgico , como
el que l lev a Marx y a Engels a d is tanciarse de las c lases socia les de
las que eran or ig inar ios , pero ese proceso psicolgico (ya que no se
2 7
Gyorgy LUKCS Historia y conciencia de clase, I-II, Barcelona,
Grijalbo, 1969.
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t ra ta de que para entender e l capi ta l i smo haya que t rabajar como
prole tar io en una fbrica) no posee val idez s i no va unido a un
compromiso pol t ico con la c lase t rabajadora , con e l pro le tar iado en e l
caso del capi tal ismo, o lo que es lo mismo con la mil i tancia en el
par t ido de los trabajadores , en e l par t ido com unis ta .
En e l l ibro de Lukcs , condenado por izquierd is ta en la URSS, no
es la academia, desde la que escribe el historiador, el lugar natural en
el que se nos revela la verdad h is tr ica , y no es e l mtodo h is tr ico ,
basado en el comentario fi lolgico de las fuentes, el instrumento que
no s da acce so a e l la , s ino que ese lugar ideal es e l par t id o y e l m tod o
es e l mater ia l i smo his tr ico . Es en e l par t ido en donde surge la
conciencia no a l ienada, la conciencia que no contempla las re lac iones
socia les como cosas , y que es capaz de ver t ras las apariencias ,
penet rando en la esencia del ser socia l . Los que d i r igen ese par t ido
deberan ser en tonces quizs los in te lec tuales ms destacados, por
estar en e l cent ro del lugar de la verdad y porque adems, como
decamos antes , cont ro lando e l pasado cont ro lan e l presente , y
mediante s te e l fu turo . Las carreras de Lenin y S ta l in como
inte lec tuales no acadmicos y las de o t ros tan tos l deres comunis tas
que pre tendieron imi tar los con mucha menor a l tura de miras ser an
una buena muest ra de es ta teor a .
Hasta ahora e l h is tor iador apareca como un ser un tanto inocente .
Perdido en el polvo de los legajos de los archivos, instalado en el
pasado, dedicaba todos sus esfuerzos a imaginarlo , y s lo rea l izaba
una labor pol t ica poniendo su razn y su imaginacin a l serv ic io de
una causa nacional , en la que otros, los pol t icos y los mil i tares, se
encargaban de configurar e l fu turo a par t i r de l presente , compart iendo
sus imgenes del pasado. El nuevo t ipo de in te lec tual lukcsiano no
vive a l margen del mundo, no es lo que se l lama un in te lec tual
l ibremente flotante, sino que, inmerso en l , acta en su seno
compromet ido con una determinada causa , no por creer la jus ta , eso
ser a una ingenuidad moral , s ino por ser la nica que puede es tar
asociada a la poses in de la verdad so bre e l presen te y e l pas ado .
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Marx, cuya v ida es in in te l ig ib le s in un compromiso t ico ,
pre tendi dejar de lado la moral como saber , por ser s lo ideologa , y
quiso const ru i r una c iencia que nos d iese la nica v is in posib le del
mundo socia l , y que or ientase nuest ra accin pol t ica . El compromiso
t ico que se exiga al patriota soldado deber ser sust i tuido por una
nuevo compromiso de c lase no basado en valores , s ino en la verdad
cient f ica , y quizs por e l lo mucho ms opresivo , por ser inapelable .
S in embargo ese compromiso an te r io r no desaparec i , l a URSS
asumi e l nacional i smo ruso , ex ig i e l sacr i f ic io de sus so ldados en su
ejrci to y mezcl dos retricas, dos concepciones de la historia: la del
h i s to r i c i smo dec imonn ico y l a de l p rop io Marx , nunca p l enamen te
desarro l lada en sus escr i tos .
M arx fue , c ronolgica me nte , un pen sado r del s ig lo XLX, pe ro su
pensamiento condic ion todo e l s ig lo XX. En nuest ro caso su
aportac in ser decis iva , en pr imer lugar porque, como af i rma e l
M anif ies to Co m unis ta , a l sealar la pr im aca del ser sobre la
conc ienc ia -p r imac a no s i empre reconoc ida en l a p rc t i ca -
cont r ibuy a concebi r la h is tor ia no como un proceso voluntar i s ta ,
unido a las decis iones tomadas por los grandes personajes que parecen
protago nizar la , s ino com o un jue go de fuerzas rea les que en m uc ho s
casos se s i tan ms a l l de la conciencia de sus pro tagonis tas .
Esa concepcin de la h is tor ia hubiera podido es tar dest inada a
acabar con la v is in h is tor ic i s ta de la misma, que pr imaba los
e lementos espi r i tua les , las ideas y las decis iones , o lo que es lo
mismo, la conciencia, en la configuracin del devenir histrico, tal y
como pensaba Hegel , pero e l lo no fue as por dos razones . En pr imer
lugar porque, como habamos d icho, la URSS y luego los res tantes
pases socia l i s tas as imi laron e l nacional i smo anter ior , y en segundo
lugar porque la conciencia , expulsada por la puerta , se col por la
ventana . En efec to , la teor a de Lukcs es p lenamente hegel iana , en
ella el Geis t el Espri tu, es sust i tuido por la conciencia del
prole tar iado, y e l voluntar i smo s igue presente , a l asociarse d icha
conciencia a un rgano de toma de decis iones pol t icas como es un
part ido comunis ta .
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Pero esa concepcin, con su mezcla de e lementos nuevos y v ie jos ,
cre un nuevo t ipo de h is tor iador . Se t ra ta del h is tor iador
compromet ido , que quiere sa l i r a l a i re y par t ic ipar de la v ida rea l , en
la que se cree l lamado a desempear un papel d i r igente , y que puede
uti l izar prof usam ente la teora de la falsa con cien cia. El histo ricista
decimonnico apelaba a l va lor de l c iudadano-soldado exig indole e l
sacrificio y pidindole que antepusiese su valor mil i tar a sus intereses
ego stas, qu e estuv iese dispue sto a sufrir fsicamente, e inclu so a
mori r , por una causa que se ent roncaba con sus ms hondos
componentes afec t ivos: la pa t r ia como madre , los lazos de sangre , la
comunidad s imbl ica de los conciudadanos, e l amor a la t ie rra . . . Se
trataba de un proceso moral en el que el espri tu deba t riunfar sobre la
mater ia , en e l que , de acuerdo con la expresin que p lasm Leni
Riefe nstal , se logr ase el t r iunfo de la vo lun tad . El viejo histo riad or
his tor ic i s ta , reencarnado en e l nazismo y en e l fasc ismo -en es te caso-
actuaba como un predicador que peda e l sacr i f ic io , como un
sacerdote que prepara a a lguien para e l mart i r io . El nuevo h is tor iador
penet rar en un n ivel ms profundo. Su u t i l izac in de la teor a de la
fa lsa conciencia y su escasa consideracin de los e lementos morales le
ha rn ac tua r no como un p red icador ms o menos an t i cuado , s ino
como un c ient f ico deposi tar io de la verdad, conocedor de la esencia
de la rea l idad socia l desde su observator io pr iv i leg iado de c ient f ico
soc ia l compromet ido no mora lmen te -e so se r a sub je t ivo - s ino
objet ivamente con la clase social l lamada a protagonizar la historia.
Ante es te nuevo h is tor iador desf i lan mi les de fantasmas del pasado
y del presente en es tado de a l ineacin: fellahs eg ipc ios que nunc a
comprendieron e l modo de produccin as i t ico , esc lavos gr iegos y
romanos nunca consc ien tes de l e sc l av i smo y s i e rvos med ieva les
a l ienados por e l pen sam iento re l ig ioso cr i s t iano, jun to con todos
aquel los que en e l pasado rea lmente los explo taron . Del mismo modo
en e l momento presente se encont rarn ante l burgueses que creen en
el carc ter e terno del capi ta l i smo, ar i s tcra tas rent i s tas ignorantes de
donde procede rea lmente su b ienestar y todas aquel las personas que
por no s i tuarse en e l lugar en e l que mora la conciencia no a l ienada
son incapaces de perc ib i r la rea l idad socia l . En es te l t imo caso ya no
se t ra tar de que no sean capaces de tomar una decis in moral que los
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lleve al sacrificio, decisin que, al fin y al cabo, se toma anteponiendo
unos in tereses a o t ros en un proceso en e l que e l su je to es p lenamente
conscien te de lo que es t en jue go , s ino de que es tn tarados po r u na
defic iencia onto lgica . Vive n en e l m un do d e la apariencia y del error ,
es tn ext raviados, recuperar los ser a una cuest in moral , pero las
decis iones morales no son lo fundamenta l ; ya no se t ra ta de convert i r
a nadie . De lo que se t ra tar a es de dominarlos , puesto que e l
h is tor iador , como conocedor de la rea l idad socia l , debe tener un
puesto privi legiado a la hora de configurar el futuro, o en todo caso de
cons ide ra r los como menores de edad . Habr que reeducar los
pol t icamente y sacar los de su a l ienacin , para lo que inc luso se l leg
en la URSS a ut i l izar la psiquiatra .
La negacin de los componentes morales que es tn impl c i tos en la
configuracin del saber h is tr ico
2 8
t raer consigo en es te nuevo t ipo de
his tor iadores la descal i f icac in de todos aquel los que no compartan su
sis tema de valores , que pasarn a ser considerados como seres
imperfec tos , como menores de edad men ta l . Pe ro no por e l hecho de
que se n ieg uen los valores mo rales s tos l legan a desap arecer , pue sto
que ya he m os v is to que es e l ser lo que determina la conciencia y no a l
revs .
Este nuevo t ipo de h is tor iador compromet ido y c ient f ico socia l
los ut i l izar de un modo al ienante. Se identificar con la causa del
prole tar iado, de un campesino medieval , de l emigrante o de la v c t ima
de un genocid io , pero no por razones t icas - lo cual es evidente- , s ino ,
cree l , porque es entre el los en donde se hal la el lugar de la verdad,
verdad de la que no son e l los , s ino l , los deposi tar ios . Esta verdad
parecer l igada a una nueva imposic in de la ident idad , ident idad
cuyos verdaderos pro tagonis tas desconocen, por es tar dotados de una
falsa conciencia. Lo que en el siglo XLX se haca a un solo nivel , el
pol t ico-mi l i ta r , ex ig iendo la par t ic ipacin del c iudadano en la guerra ,
ahora se ha r en muchos ms reg i s t ros . Hombres , muje res y n ios ,
t rabajadores y burgueses , c lr igos , in te lec tuales , a r t i s tas . . . , todos e l los
2 8
Jos Carlos BERMEJO BARRERA Fundamentacin lgica de la historia,
Madrid, Akal, 1991.
[MyC, 5,2002 191-218]
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caminarn errados si no se si tan en el lugar de la verdad, aquel en el
que el historiador est y en el que slo es posible la nica opcin
pol t ica rea lmente correc ta , con ms o menos mat ices .
La d ivers i f icacin de la h is tor ia t rae consigo la necesidad de crear
ident idades ml t ip les , y a e l lo ha efec t ivamente cont r ibuido , pero esas
ident idades van a es tar todava condic ionadas por la v is in de la
h is tor ia como c iencia de la to ta l idad . La verdad es t en e l todo, deca
Hege l y repe t a Marx , y lo mismo con t inuarn hac iendo nues t ros
his tor iadores . Todas las c lases socia les , y las f racciones de c lase , de l
presente y del pasado, todos los t ipos socia les , las ins t i tuc iones , las
creencias y las ideas , todos los problemas del gnero , las re lac iones
personales y los sent imientos del pasado y del presente deberan ent rar
en un esquema uni tar io que les de sent ido , no s lo s incrnicamente ,
s ino tambin en sus cambios en e l t iempo, ya que la h is tor ia es la
c iencia del deveni r . Deberan ent rar en un esquema uni tar io y ser
par t c ipes de un sent ido nico , pudiendo ser expl icados mediante e l
m ism o m tod o : el de la ciencia d e la historia, del que el histo riado r es
deposi tar io y que nos permi te a la vez conocer e l pasado y or ientar e l
futuro. Como el mtodo lo es todo, todo aquello que se salga de l
quedar condenado a d ispersarse en e l mundo del error y de la
apariencia , cayendo progresivamente en e l agujero negro del
desinters, que es capaz de absorber todo aquello que cae fuera de la
a tencin de los h is tor iadores , todo aquel lo que , por no poder ser
expl icado por su mtodo, de ja de formar par te de la rea l idad , cuya
esencia e l los tan b ien conocen.
Las ansias to ta l izadoras de los h is tor iadores han l legado en los
l t imos t iempos a pasar de l campo del mtodo a l de l de l i r io , puesto
que e l propio deveni r h is tr ico confi rma cada vez ms que es muy
difci l dar cuenta de l como una total idad dotada de sent ido, y que,
desde luego, en e l proceso de toma de decis iones e l h is tor iador ac ta
mucho ms como palafrenero de quien lo l leva a cabo que como su
orientador espi r i tua l o ideolgico . El ser t iene pr imaca sobre la
conciencia , e l mundo f s ico y socia l es independientse bsicamente de
nuest ra voluntad . El mundo es a lgo ms que nuest ra representac in de
l . S i e l h is tor iador pre tende conocerlo debe renunciar a reduci r lo a un
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esquema uni tar io y debe aceptar su complej idad y su p lura l idad . La
his tor ia es una invencin rec iente , la especie humana ha pasado la
mayor par te de su exis tencia sobre la t ie rra s in necesi tar de e l la para
dar cuenta de su pasado y para configurar sus ml t ip les ident idades:
indiv iduales y colec t ivas . Nosot ros , s in embargo, no podremos
presc ind i r de e l l a , pues to que es nues t ro modo -en e l momento
presen te - de da r cuen ta de e sos p rob lemas . No obs t an te , po r razones
m orale s , pol t icas y epis tem olgicas ser a nece sar io reform ular
nuestra visin del historiador orientndola hacia el futuro.
Para todo e l lo creo que ser a necesar io en pr imer lugar abandonar
la perspect iva del h is tor iador como narrador ausente y omnisc iente en
el sent ido s iguiente . Deberemos dejar a un lado la omnisc iencia y
reconocer que no hay c iencia n i conocimiento a lguno de la to ta l idad ,
s ino nicamente saberes f ragmentar ios y provis ionales , que no son
ms que formas en las que las sociedades humanas in tentan
representarse a s mismas, regular su conducta y adaptarse a l medio
fsico en el que viven. El narrador ha de dejar de ser omnisciente y
pasar a contar una h is tor ia ent re var ias posib les en d is t in tos
momentos , que quizs pueda ser la ms conveniente , pero no la nica .
Lo que no podr abandonar del todo es su papel de narrador ausente ,
pues es grac ias a l como podemos configurar imaginariamente e l
pasa do que ya no pod em os obse rva r n i reco rda r .
S in embargo esa f igura del narrador ausente es compat ib le con la
del tes t igo . Y en es te sent ido e l h is tor iador tampoco debe ser e l
usurpador de la memoria colec t iva . Hay pueblos que cul t ivaron la
memoria colec t iva durante s ig los y s in embargo no han escr i to
his tor ia . Este es e l caso de los jud os , com o ha pue sto de man i f ies to
Y .H . Y e ru s h a l m i
2 9
. La historiografa juda exist i en la ant igedad
mient ras exis t i a lgn t ipo de organizacin pol t ica que in tegrase a l
pueblo de Israe l . Desde la dest ruccin del Segundo Templo hasta e l
2 9
Y os e f H ay i m Y E R U S H A L M I
Zakho r. Histoire juive et mm oire juive,
P a r s
E d i t i o n s l a D c o u v e r t e 1 9 8 4 .
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desarro l lo del s ionismo esa h is tor iograf a desaparecer , y s in embargo
se conservar la memoria fami l iar , co lec t iva y cul tura l , mediante e l
es tudio de tex tos sagrados, la prc t ica de los ritos y la con me m ora cin
de las f ies tas . Un judo sefard que en e l s ig lo XX conserva las l laves
de la casa de sus antepasados en Toledo es un gran cul t ivador de la
memoria , aunque no de la h is tor ia .
Per o ese no es un caso a is lado . La h is tor ia ms rec iente , a t ravs de
acon tec imien tos mas ivos , como e l ho locaus to , numerosas guer ras y
genocid ios , ha venido a dar la voz a quienes los han sufr ido , a las
vc t imas, y esa voz y esa memoria , la voz del tes t igo , es tambin o t ra
de las voces del pasado, que e l h is tor iador no debe in tentar suprimir ,
cambindola por la de l narrador ausente . El desarro l lo de la h is tor ia
ora l y hechos como que e l es tudio del holocausto haya logrado sus
cumbres en las obras de t res autores que no son h is tor iadores: R.
Hi lberg , un pol i t logo, C. Lanzmann, un c ineasta y P . Levi , un
qumico met ido a escr i tor , son un buen e jemplo del va lor que s igue
teniendo la voz del test igo, as como de que la historia no slo ha de
expresarse a t ravs del tex to escr i to , s ino que tambin podra hacer lo a
t ravs de la voz , mediante la en t revis ta y la imagen (en e l caso de
Lanzmann y su Shoah) , que apa recen como ins t rumen tos
cognosci t ivos fundamenta les .
Incluso podra tener val idez la voz del narrador m t ico , puesto que
la l i te ra tura , e l re la to comprendido por una comunidad a par t i r de un
conjunto de valores compart idos , puede ser un ins t rumento t i l , y que
en muchas ocasiones no puede ser reducido a la voz del narrador
ausente .
S i ex is te es ta p lura l idad de perspect ivas es porque no hay un
mtodo uni tar io que d cuenta del todo, nicamente quedan
apro xim acion es , esbozos acerca de fragmentos de la rea l idad , de una
real idad p lura l en la que funcionan ident idades ml t ip les , inc luso
den t ro de un mismo g rupo soc ia l . Consecuen temen te habr t ambin
ml t ip l es formas de mem or ia . La me mo r ia pe r t enece a cada pe rsona , a
cada grupo o a cada ins t i tuc in . Las memorias se superponen, se
ent recruzan y a veces ent ran en confl ic to . Nadie t iene derecho a
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intentar imponer una nica memoria colec t iva , como han pre tendido
hacer los h is tor iadores , c reando la memoria nacional o de c lase . Los
his tor iadores del pasado lo han hecho y los del presente todava
con t inan hac indo lo , pe ro de una manera bas t an te t ramposa . Ape lan
a la memoria de las v c t imas de las guerras , de los oprimidos, de las
mujeres , en genera l de todos aquel los que han venido quedando fuera
de lo que podramos l lamar la memoria oficial : la de la clase
dominante , la nacin dominante o e l gnero dominante , pero no para
reconocerla como una memoria d i ferente , s ino para manipular la , para
in tegrar la en su memoria , la de l narrador omnisc iente que
compasivamente mira a esos grupos concedindoles un lugar en su
proy ecto pol t ico , en e l que segui r s iendo la f igura dom inan te .
Como ese t ipo de h is tor iador no admite que en la h is tor iograf a
desempean un pape l dominan te lo s va lo res mora les , no reconoce en
consecuencia que la memoria re legada de esos grupos es in teresante
porque han s ido obje to de explo tac in , dominio o inc luso exterminio ,
es deci r , por ser la memoria de las v c t imas. Para l esa memoria es
in teresante porque es ms verdadera que la of ic ia l . S i su verdad es
ms in teresante no es s lo porque tenga ms valor gnoseolgico , s ino
porque saca a la luz aspectos de la rea l idad h is tr ica que e l d iscurso
anter ior mantena ocul tos .
Pero en e l fondo l s igue considerando que es quien en rea l idad
ent iende a las v c t imas, sean del t ipo que sean . Las v c t imas tambin
son presas de la fa l sa conciencia , por no conocer e l mtodo que nos da
acceso a l conocimiento de la rea l idad socia l . Sean del pasado o del
presente , e l h is tor iador aparece como su redentor . Al inc lu i r las en su
re la to cree que ya con eso les da una sa t i sfaccin condigna, puesto
que ,
al fin y al cabo, entrar en un relato histrico es un gran honor, no
en vano s iempre han protagonizado es te t ipo de re la tos personas
honorables : reyes , guerreros , d ignatar ios ec les is t icos o l deres
s indica les y pol t icos revolucionarios , cuya h is tor ia muchas veces
tambin es concebida bajo un paradigma pico , en e l que la guerra del
honor es sust i tuida por las victorias de la guerra de clases.
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Es evidente que ser v c t ima no es n ingn pr iv i leg io , que tampoco
lo es el entrar en la historia y que la inclusin de las vct imas en la
misma no ha de hacerse a par t i r de la memoria del h is tor iador
nicamente , s ino par t iendo de la memoria de los propios in teresados,
que ha de serv i r como reguladora de la memoria h is tr ica y no como
un instrumento t i l para el la .
El nivel ms bajo del lenguaje es la expresin sin significado: el
gri to, por el lo deca Walter Benjamn que si las vct imas de la historia
hablasen lo pr imero que o i r amos ser an sus gr i tos , gr i tos que han de
servi rnos para darnos cuenta de lo l imi tado que es nuest ro
conocimiento h is tr ico , un conocimiento que durante la mayor par te
de su exis tencia ha in tentado precisamente apagar esos gr i tos y
produci r un d iscurso l leno de armona , que ha in tentado configurar la
memoria colec t iva , monopol izar la e in tegrar la en un re la to dotado de
sent ido , que s iempre ha es tado asociado a un proyecto de dominacin .
La prol i ferac in de las memorias , indiv iduales y colec t ivas , no
debera serv i r para reforzar ese proyecto , que posee una gran
capacidad de absorc in y as imi lac in , s ino para reformular lo
hacindolo ms l imi tado, ms to lerante y , por lo tan to , ms capaz de
cont r ibui r dent ro de sus cada vez ms es t rechos l mi tes a la gnesis de
una soc iedad m s jus t a .
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