Bienaventurada

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¡Bienaventurado el hombre que tiene en Ti sus fuerzas …! Cuando pasa por el valle de lágrimas, lo convierte en fuente. Salmos 84:5-6 Amado Dios como ayer, vuelvo a transitar el valle del dolor y la con- goja. Pero también como ayer recibo de ti “Mi Dios de toda Consola- ción”, el confortante rocío celestial, porque conoces el tamaño de mis lágrimas. Después de un tiempo que las herramientas estuvieron colgadas, hoy las vuelves a usar para podar mis ramas, “Mi Dios Jardinero”, que sabes, que los cortes profundos darán como resultado mejores frutos. Otra vez me has puesto en el crisol, “Mi Dios Purificador de plata”, y se que ahí estaré hasta que la imagen de Tu Hijo se vea en mí, refleja- da. Mientras viajo por mi valle del pesar y de la pérdida, “Mi Dios que guardas tus secretos”, los manantiales de Tu Gracia que brotan a mi paso me dicen que algún día sabré, para que esto pasa. Es por eso, “Mi Dios, el Soberano”, que andaré por la senda que me marques, en gozo o en tristeza, alegría o quebranto. Sabiendo que nunca me has dejado, que siempre caminé sostenida de Tu Mano y en Tus Brazos apoyada. Hoy la noche sea hecho más larga, “Mi Dios de toda Dádiva”, pero en medio de la oscuridad en que transito, Tu Amor, que nunca me ha faltado, ha puesto himnos de alabanza entre mis labios. Carmen

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¡Bienaventurado el hombre que tiene en Ti sus fuerzas …! Cuando pasa por el valle de lágrimas, lo convierte en fuente. Salmos 84:5-6 Amado Dios como ayer, vuelvo a transitar el valle del dolor y la con-goja. Pero también como ayer recibo de ti “Mi Dios de toda Consola-ción”, el confortante rocío celestial, porque conoces el tamaño de mis lágrimas. Después de un tiempo que las herramientas estuvieron colgadas, hoy las vuelves a usar para podar mis ramas, “Mi Dios Jardinero”, que sabes, que los cortes profundos darán como resultado mejores frutos. Otra vez me has puesto en el crisol, “Mi Dios Purificador de plata”, y se que ahí estaré hasta que la imagen de Tu Hijo se vea en mí, refleja-da. Mientras viajo por mi valle del pesar y de la pérdida, “Mi Dios que guardas tus secretos”, los manantiales de Tu Gracia que brotan a mi paso me dicen que algún día sabré, para que esto pasa. Es por eso, “Mi Dios, el Soberano”, que andaré por la senda que me marques, en gozo o en tristeza, alegría o quebranto. Sabiendo que nunca me has dejado, que siempre caminé sostenida de Tu Mano y en Tus Brazos apoyada. Hoy la noche sea hecho más larga, “Mi Dios de toda Dádiva”, pero en medio de la oscuridad en que transito, Tu Amor, que nunca me ha faltado, ha puesto himnos de alabanza entre mis labios.

Carmen