Blog Viaje Flandes

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BLOG VIAJE FLANDES [Subtítulo del documento] [FECHA] [NOMBRE DE LA COMPAÑÍA] [Dirección de la compañía]

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Descripción de un viaje a Flandes (Bélgica) realizado por un apareja. En idioma castellano.

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BLOG VIAJE FLANDES [Subtítulo del documento]

[FECHA] [NOMBRE DE LA COMPAÑÍA]

[Dirección de la compañía]

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PRIMER DIA EN BRUSELAS

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El avión tomo tierra suavemente en el aeropuerto de Bruselas. Justo en ese momento mi mujer empezó a soñar despierta con las maravillas que nos esperaban: los canales de Brujas, los muelles de Gante, la Grand Place de Bruselas…. Yo, sentado a su lado, también dejé volar libre mi imaginación: las cervezas, los bombones, la carne estofada, las patatas fritas…. Hasta que un codazo de mi doña me sacó de mis ensoñaciones, avisándome de que era hora de apearnos.

Y así, cada uno con sus sueños y su maleta, fuimos en busca del tren que nos llevaría desde el aeropuerto hasta la estación central de Bruselas. El tren se toma en la planta -1 del mismo aeropuerto y al ir a sacar los billetes en la maquinita nos encontramos con un par de problemas: el primero que sólo aceptaba monedas o tarjeta y el segundo que no daba posibilidad de visualizar el texto en castellano. Un amable señor belga que pasaba por allí tuvo la bondad de echarnos una mano.

Tuvo bondad y poco acierto el buen hombre , ya que nos sacó unos billetes que tan sólo costaban 4,5 euros por cabeza cuando yo había leido en nuestro foro que el tren aeropuerto-Bruselas costaba unos 8 euros. Pensé yo que el belga aquel, habitual usuario de trenes y expendedoras, tendría más razón que el foro pero días más tarde, en el viaje de vuelta, comprobamos que nos había sacado un billete erróneo. Afortunadamente no pasó el interventor en el viaje que transcurrió sin incidencias.

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En un corto trayecto en tren de unos 20 minutos, nos plantamos en la estación central y desde allí, 5 minutos andando hasta nuestro hotel (del que hablaré más adelante). Hicimos el check in, dejamos las maletas en la habitación y salimos escopeteados a presentar nuestros respetos a la capital belga. Todavía no era ni mediodía (nuestro avión despegó de Bilbao a las 6:45 de la mañana) y teníamos todo el día para patear sus empedradas calles). El esfuerzo del madrugón merecía la pena!!

Salimos del estrecho callejón en el que estaba el acceso a nuestro hotel (callejón llamativo como pocos por el precioso mural basado en el Manekin Pis que lo adorna). Un poco más abajo encontramos el primer mural que veíamos relacionado con el comic y a unos 60 metros más allá una horda de gente arremolinada en torno a un punto concreto. Estaba claro hacia donde teníamos que caminar. Allí, sin duda, tenía que estar la fuente del niño meón, del Maneken Pis, que sabíamos que quedaba a tiro de piedra del hotel.

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Una fanfarria de animosos ancianetes uniformados con algo parecido a trajes militares atacaban con mucho impetu e ilusión distintas piezas frente a la fuente. La gente no les hacía mucho caso, pero parecía darles igual. El meoncete estaba vestido ese día, como ocurre en ocasiones, y un grupo de señores empezaban a cubrir la estatuilla para, supusimos, momentos después hacer una especie de descubrimiento oficial de la misma.

La zona era un poco locura. Cientos de personas agolpados frente a la fuente, con sus cámaras y sus palos de selfie haciéndose fotos, la charanga atacando una pieza tras otra, por diferentes calles aparecían guías con banderolas al frente de pelotones de obedientes japones….. y todo aromatizado con un intensísimo y penetrante olor a gofre. Y es que, allí mismo, en la Rue ´de L´Etuve, además de tiendas de bombones, de souvenires y de cervezas, hay unos cuantos

establecimiento que venden gofres a razón de varias toneladas por minuto .

Todo el mundo en la dichosa calle llevaba la cámara de fotos en una mano y un gofre en la otra. Así que nos sumamos a la moda y nos zampamos un par de gofres. Ojito!! que los carteles de todas las tiendas anuncian gofres a un euro, pero a nada que le eches chocolate,

fresas, caramelo o lo que te apetezca el precio aumenta considerablemente . Un euro es lo que vale el gofre limpito, sin aditamentos.

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De repente, rompió a llover y nos metimos bajo un toldo a comer el gofre. Ello nos dió la oportunidad de contemplar el segundo de los muchos murales dedicados al comic que adornan las calles de Bruselas. Frente a nosotros, Tintín, Milú y el Capitán Haddock bajaban por unas escaleras de incendio pintadas en la fachada azul de la casa. Apuramos el gofre contemplando el mural y la tormenta se fue tan rápido como había llegado.

Seguimos nuestro camino hacia la cercana Grand Place. La plaza resultó tan espectacular como esperábamos, pero tristemente todos los edificios de uno de los lados de la plaza aparecían

cubiertos por andamios y por unos toldos en los que aparecían dibujados los edificios que tapaban y que atenuaban bastante el feo efecto. Pasamos un buen rato paseando por la plaza, sacando fotos y contemplando las fachadas de las sedes gremiales y del ayuntamiento.

Pero sabíamos que, dada la ubicación de nuestro hotel, íbamos a pasar muchas veces por la plaza, de día y de noche y decidimos no entreternos demasiado. Salimos de la plaza por la Rue des Harengs, al fondo de la cual lucía un enorme mural que pretende concienciar de la lucha

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contra el sida.

Sabíamos que por allí quedaba el Theatre Royal de Toone, un teatro de marionetas que también es bar y en seguida encontramos el callejón a través del cual se accede, pero dejamos la visita para un poco más tarde. Es curioso que casi siempre que organizas un viaje, sobre el plano, parece que va a ser complicado enlazar un punto con otro y luego, una vez en el destino, casi vas encontrándote los objetivos sin querer.

Pasillo de acceso a Theatre Royal de Toone

Así nos pasó una vez más en Bruselas, allí estaban, pegaditas, las galerías St Hubert, un lujoso corredor con techo de cristal y abovedado inaugurado en 1.847 por el rey Leopoldo I y que hoy alberga elegantes tiendas de bombones, algún café, joyerías y alguna que otra tienda de postín. Las bombonerías eran sencillamente tentadoras y empecé a echar de menos no haber preparado el viaje como es debido y no haberme traido esas orejeras que ponen a caballos y burros para que sólo miren hacia delante y no se distraigan con lo que haya alrededor.

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Las galerías se dividen en dos tramos y justo desde el punto en que se separan, vimos a la izquierda una estrecha calle que parecía más estrecha aún por los toldos de los restaurantes y los carteles que anunciaban los menús. No había duda: ahí estaban la Rue y la Petite Rue des Bouchers, conocidas por sus restaurantes que ofrecen menús económicos con el mejillón como estrella y también platos de pescados y mariscos.

Así que, despúes de recorrer la galería hasta el final, retomamos nuestros pasos y nos metimos por la conocida calle de restaurantes. Pero no era el hambre lo que nos guíaba, era la sed. Yo sabía que por aquella zona está el conocido Delirium Tremens, un local de tres plantas y que presume de tener una carta de más de 2.000 cervezas diferentes. Así que entramos directos al sotano del local, que habíamos leido que era la zona más animada. Era prontito, algo más de mediodía y, aunque había bastante gente, no era la vorágine que nos encontramos en posteriores visitas nocturnas al local.

Tomamos asiento y en la mesa encontramos una carta en la que se ofrecían una selección

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normal de cervezas, no tan enorme como nos habían dicho (más de 2.000). Al acercarme a la barra a pedir, vi allí apoyada otra carta tipo listín de teléfonos que desafiaba a los cerveceros más sedientos con una infinita selección de birras. Allí estaba el Larousse cervecero!! Cuando se me acercó el barbudo camarero de la barra le pedí un par de cervezas de una marca de la que había leido maravillas en el foro, una que muchos foreros recomendaban: la Tripel Karmeliet. Siendo sincero diré que me defraudó la birra en cuestión.

Posiblemente por haber leido tantas alabanzas mis expectativas eran enormes y ni a mi mujer ni a mí nos pareció para tanto. Es una cerveza de las llamadas de Abadía, de 8,4º y que se elabora con tres granos diferentes (avena, trigo y cebada) y que, de hecho, vienen dibujados en su etiqueta. Pero a pesar del chasco de la cerveza, el ambiente del garito era agradable y la música animada y a buen volumen, adecuado. Nos animamos a picar algo y quedarnos un ratito bien a gusto en el Delirium. Refrescados con la cerveza y con fuerzas retomadas por el picoteo que nos sirvió como comida, salimos al estrecho callejón del Delirium Tremens.

Allí mismo encontramos, casi al fondo del callejón, arrinconada, y encerrada tras unas verjas y mucho menos visitada que su pariente el Maneken Pis a la Jeanneke Pis, una fuente que figura una niña meando y que data de 1.987. Desde luego, no le buscaron una ubicación preferente a la pobre Jeanneke! Fuimos hacia la Rue Neuve, pero antes de llegar a ella pasamos junto al Teatro Real, ubicado en la Plaza de la Monnale y hoy en día gran sala de ópera. En la explanada frente al teatro había un par de centros comerciales y un poco más adelante se extendía la Rue Neuve,

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seguramente la calle más comercial de Bruselas, pero la dejamos para un ratito después.

Teatro Real

Antes caminamos hasta la Eglise de St Nicholas, un templo donde lo primero que llama la atención es que su fachada aparece cubierta por tiendas. No me refiero a que haya tiendas en sus bajos o soportales, sino que adosados a las fachadas de la iglesia hay pequeños edificios que semi ocultan la iglesia, dándole un aspecto exterior francamente curioso. Esa zona es muy bonita y animada, con el cercano e imponente edificio neoclásico de la Bolsa. Entramos a la iglesia pero lo que vimos dentro no nos entretuvo demasiado.

La iglesia semi oculta tras las tiendas

Optamos entonces por ir hacia la Rue Neuve que habíamos atisbado antes (la calle más comercial). He de confesar que para estas alturas ya habíamos entrado a más de una tienda de bombones, pero de momento, tan sólo a curiosear, seguíamos resistiéndonos a las tentaciones. La Rue Neuve es una larga calle con un par de centros comerciales (uno de ellos, la Galería INNO, con género de calidad) y muchas tiendas de conocidas marcas como Zara, Primarkt, H&M, Foot Locker, etc.

La Bolsa

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Vimos entre calles una plaza a la que nos acercamos y resultó ser la Plaza de Los Mártires. Y en la misma Rue Neuve una iglesia de la que no teníamos constancia, Notre Damme du Finisterre y en la que nos llamó tremendamente la atención un abigarrado y precioso púlpito tallado en madera (el primero de los muchos y espectaculares púlpitos que íbamos a ver en Bélgica). Recorrimos integramente la muy larga calle Neuve y volvimos hacia atrás por una calle paralela, el Boulevard Adolphe Max, sin nada digno de reseñar.

Santa Catherine

Caminando, caminando, fuimos llegando hasta la zona de Santa Catherine, una zona tranquila y con menos bullicio que las que habíamos visitado hasta entonces. Íbamos disfrutando del paseo y de la tranquilidad de la zona cuando de repente el grito de Tarzán sonó a un volumen

tremendo . Nos miramos extrañados y sin comprender. ¿qué pinta el grito de Tarzán en Bruselas?…”no habremos oido bien”, pensamos….. y en ese momento lo volvimos a oir más claramente. Y os prometo que sólo llevábamos una cerveza hasta entonces. Y otra vez el grito. Cada cierto tiempo se repetía y cada vez más alto a medida que llegábamos a la iglesia de Santa Catherine. Vimos que junto a la iglesia estaba el Centro de Arte Contemporáneo, situado junto a la Torre Negra y de unos altavoces allí instalados salía de vez en cuando el grito del rey de la selva, algo surrealista!!. Según investigamos después, parece ser que los alaridos tienen que ver con una exposición allí ubicada (ya me extrañaba a mí que Tarzan a estas alturas se

mudase desde la jungla a la capital de Europa ).

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Aún sin reponernos de la impresión del grito de Tarzán, decidimos que no hay dos sin tres y que dos meones (Maneken y Jeanneke Pis) eran pocos para una ciudad tan populosa. Así que buscamos y dimos con el tercero, el Zinneke Pis, que con la pata levantada se quedaba a gusto en la Rue des Chartreux. Por esa misma calle hay alguna curiosa tienda de ropa vintage donde mi mujer se entretuvo un ratito. De allí fuimos hasta el Halles St Gery, un antiguo mercado reconvertido en centro de exposiciones, con un gran bar y donde varios señores se entretenían en el gran patio jugando al ajedrez. Daba la impresión de ser un gran espacio un tanto desaprovechado. Eso sí, tan digno de verse por fuera como por dentro.

Partida de ajedrez en Halles St Gery

Sabíamos que muy cerca de este mercado hay unas verjas negras que llevan hasta uno de los pocos puntos en los que se puede aún ver el soterrado rio Senne. En seguida encontramos las verjas y el patio desde el que se ve el rio, pero un grupo de un viaje organizado y su guía tenían tomada la margen del rio. No nos quedamos mucho tiempo porque tampoco la vista merecía demasiado la pena y porque vimos que otro guía, paraguas en alto, aparecía en el patio capitaneando otro grupo de obedientes turistas dispuestos a tomar la orilla en cuanto el otro pelotón marchase tras su guía. Así que como ya teníamos vistos practicamente todos los puntos marcados en el planning del día, decidimos ir a tomar algo.

Le Cirio

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Elegimos el bar Le Cirio, junto al monumental edificio de la bolsa. Un bar señorial, elegante y que tiene pinta de mantenerse tal y como se inauguró en 1.886. Ambiente muy tranquilo (al igual que los camareros, que no se matan precisamente por atender deprisa). Los baños son dignos de verse, auténticas antiguedades y esos seguro que no han sufrido remodelación alguna en la historia del local.

Mi mujer se pidió un refresco y yo opté por la especialidad del local: half & half, una copa mitad vino espumoso, mitad vino blanco. Estaba realmente bueno el brebaje en cuestión, pero aguanté las ganas de pedirme otro que aún quedaba mucho de la tarde y había que dosificar las fuerzas. Callejeamos sin rumbo un poquito más, pasamos de nuevo por la Grand Place, descubrimos la ubicación del Petit Delirium (aunque no entramos en esa ocasión). Y seguimos vagabundeando sin rumbo y pasamos junto a la Plaza de España, con la estatua de Quijote y Sancho.

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Llevábamos demasiado visto y muy poco bebido y eso que uno de mis objetivos principales en este viaje era el de hacer una concienzuda y variada cata de cervezas belgas, así que calculamos que por la zona en donde estábamos, no podía quedar muy lejos la afamada cervecería A la Mort Subite, que sabíamos se ubicaba cerca de la salida de las Galerías St Hubert, así que para allí nos fuimos. Casi en frente del local una curiosa y colorida estatua representa a una gata en bicicleta.

Pasamos a la cervecera, un local alargado, de techos muy altos, columnas claras y ambiente relajado y formal. Nos sentamos en una mesa y en seguida se presentó un simpático camarero con las cartas de bebidas. Yo lo tenía claro, queria pedir una cerveza de la casa, así que opté por una Mort Subite Gueuze Sur Lie y mi mujer prefirió una Chimay Rouge. Tampoco fue muy bueno este nuevo contacto con las cervezas belgas (recordad el primer chasco en Delirium). Mi cerveza no me gustó en absoluto, templada, amarga y con poco gas. Me enteré después que A la Mort Subite es especialista en elaborar cervezas lambic, un tipo de cerveza que se elabora sólo en Bélgica y cuya principal característica es la de que se producen por fermentación espontánea (no se le añade levadura).

A la Mort Subite

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Supongo que será cuestión de gustos pero me quedó claro que yo no soy de lambic. La Chimay Rouge no estaba mal, pero mas adelante las probamos mejores. Para intentar quitarnos el mal sabor de boca que nos había dejado nuestro segundo encuentro con las birras belgas entramos en una de las tiendas de bombones de las galerías St Hubert, concretamente en Mary, proveedora de la casa real. Compramos una bolsita con 8 o 10 bombones que elegimos a dedo y paseamos un ratito catando con gusto cada bombón. Estaban realmente ricos!!

Elijas el que elijas acertarás!

En Bruselas hay infinidad de tiendas de bombones y de todo tipo: artesanales, industriales…. Los bombones de Mary (como los de Pierre Marcolini, por ejemplo) sólo se venden en las tiendas de la casa, no los encontrareis en supermercados, ni en otras tiendas ni en el dutty free del aeropuerto (lo digo por si pensais dejar la compra para última hora). Nuestros pasos nos llevaron hasta las inmediaciones del Theatre Royal de Toone, esa mezcla de teatro de marionetas y bar que os he comentado antes que habíamos ubicado a la mañana. Así que nos metimos en el callejón que conduce hasta el Toone.

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Estaba muy tranquilo en ese momento, nos sentamos en una mesa frente a un pequeño escenario de marionetas y tras de nosotros estaban lo que parecían unas gradas para ubicar espectadores. Esta vez acertamos de pleno con las cervezas!! Para mí una Rochefort 10, una cerveza trapense de 11º (ojito con la graduación!!), con un sabor fuerte que me encantó. Mi mujer se tomó una La Trappe Dubbel, una cerveza oscura de 6,5º y también le gustó. Mientras estábamos de charleta y saboreando las cervezas, entró un grupo grande de gente (más de 20 personas), con bastantes niños entre ellos y que pasaron directamente hasta el fondo del local. Supusimos que acudían a ver una representación de marionetas. Ah, por cierto, en el Toone teneis wifi gratis así que aprovechamos la ocasión para saludar vía whatsapp a amigos y familiares.

Al salir del local atravesamos la Grand Place y pensamos que era una hora buena para cenar eran ya sobre las 21:00 y además habíamos comido poco. Así que pusimos rumbo a Rue des Chartreux 9, la dirección del restaurante Fin de Siecle, tan recomendado en el foro. Entramos y estaba a tope. Y no sólo eso, había gente haciendo cola junto a la barra, esperando a que les diesen mesa. Un camarero nos dijo que tendríamos como 20 minutos de espera. Buf, qué rollo!!! Aún así, optamos por quedarnos en vez de empezar a buscar otro restaurante. Curiosamente, no llevábamos ni cinco minutos en cola cuando nos tocó el turno de sentarnos. Qué bien!

El restaurante es de decoración muy modesta, luz tenue y no hay separación entre la barra y el comedor lo que hace que sea un poco bullicioso. El camarero que nos acompañó hasta la mesa nos dijo que en seguida nos iba a atender una compañera suya española que no tardó en aparecer por allí con la carta. Una chica muy maja, por cierto. Mi mujer pidió codillo la mostaza

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(cocido, no asado) y yo opté por carbonade (carne estofada a la cerveza belga).

Para beber, una Palm blonde para ella (muy sencillita, ni fu, ni fa) y una Leffe Brune para mí (una dubbel de 6,5º que me gustó y caté varias veces más en mi estancia). Cenamos muy bien y no nos pareció excesivamente caro para todo lo que habíamos oido de los precios de Bruselas (algo menos de 40 euros).

Con la tripa llena y la chispa que aporta la cerveza contemplamos la Grand Place iluminada y

caminamos muy despacito hasta nuestro hotel (que queda a 10 minutos de la plaza). Pasamos

junto al Maneken Pis, ahora mucho más tranquilo y con menos barullo alrededor, así que

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aprovechamos para sacarnos un par de fotos.Y el día no dio para más y nosotros, bastante

molidos ya, tampoco.

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DIA EN GANTE

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Martes, nos levantamos sin prisa y desayunamos tranquilos. En el hotel compartimos mesa de

desayuno con un par de chicas zaragozanas muy majas. Salimos sin mucha prisa, la estación

central de tren quedaba a 5 minutos de nuestro hotel y el viaje hasta Gante sólo lleva media

hora.

Al llegar a la estación nos acercamos a la taquilla a comprar una rail pass. La rail pass es una

tarjeta que te permite hacer 10 viajes en tren. La tarjeta tiene marcadas diez líneas en las que

se ha de apuntar la fecha del viaje, el origen y el destino. La tarjeta cuesta 76 euros y según

nuestros cálculos, los viajes que hicimos con ella, comprando billetes sueltos habrían sido

117,6 euros (un ahorrillo considerable).

Tomamos sobre las 10:30 un tren de dos pisos que no venía muy lleno y que en media hora

nos dejó en la estación de Sint Peters, en Gante. Al salir de la estación, a mano izquierda queda

la parada de tranvía que según habíamos leido en 8 paradas nos dejaría en el centro de Gante.

El ticket se compra en la máquina que hay en la propia parada del tranvía. El sol salía y se

ocultaba a ratos.

El viaje del tranvía transcurría con normalidad cuando, antes de cumplirse las 8 paradas que

distaban hasta el centro, el chofer se levantó, gritó algo y todo el mundo bajó obediente del

tranvía. Y nosotros con ellos. Algún problema en la vía o una avería imaginamos.

Según nuestro planning, nos teníamos que haber bajado cerca del castillo Gravensteen, pero

debido al imprevisto con el tranvía aparecemos de repente frente a la Catedral, la iglesia de

San Nicolás y el puente de San Miguel. Nos quedamos con la boca abierta ante el conjunto de

edicios, impactados. Contábamos con que Gante iba a ser una ciudad monumental y digna de

verse, pero no esperábamos tanto.

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Caminamos hacia el puente mientras mirábamos hacia todos lados. Y ya en el puente…. el

summum!!! Una vista increible: a nuestras espaldas quedaban la catedral, la iglesia y las casas

que las flanquean y mirando hacia la derecha, los muelles del grano y de las hierbas. Una vista

preciosa en su conjunto .

Vistas desde el puente

Seguíamos alucinando con Gante y su grandiosidad. Impresionados con la ciudad.

Bajamos hasta los muelles a pasear junto al canal, sin poder quitar la vista de tanta torre, tanto

edificio monumental y tanta belleza. Allí mismo vimos que se podían coger los barcos que

recorren los canales, pero de momento, decidimos seguir con el paseo.

En muy poco tiempo llegamos hasta el castillo de los condes de Gante, Gravensteen, situado

justo a la orilla de un canal y, al parecer, que data del siglo XII. Un edificio francamente

fotogénico, y no menos fotogénica es la placita que se ubica frente al castillo. Por cierto, en esa

misma plaza hay una oficina de turismo (a la que no entramos).

Plaza frente al Castillo

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Nos acercamos a la entrada del castillo y allí nos encontramos con un grupo de chicas que nos

habían sacado unas fotos en el puente de San Miguel y nosotros les devolvimos el favor. Les

preguntamos si habían entrado al castillo por si merecía la pena, pero no habían pasado al

interior. Dejamos la opción de entrar al castillo para más adelante si nos apetecía.

Volvimos hacia la zona de los muelles del grano y de las hierbas, dos muelles medievales,

escoltados por hileras de edificios gremiales adosados que proporcionan una estampa

inolvidable. Al llegar al puente de San Miguel, nos acercamos a la iglesia del mismo nombre

pero estaba cerrada, así que cruzamos el puente hacia la margen de la catedral, sin dejar de

hacer fotos ni un segundo.

Iglesia de San Nicholas, al fondo Catedral y Belfort

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Entramos en la iglesia de San Nicholas, de enormes dimensiones. Tan grande es que pensaba

yo que estábamos en la catedral y desorientado que estaba, le pregunté a un vigilante donde

estaba el cuadro de la adoración del cordero de Van Eyck, a lo que el amable señor sonrió

condescendiente y contestándome en un muy decente castellano me explicó que para verlo

tendríamos que ir a la catedral, que aquel templo era la iglesia de St Nicholas. Se me quedó

cara de tonto (más de la habitual, quiero decir ) y me acerqué a contárselo a mi mujer que

volvió a toda prisa al libro de dedicatorias del templo donde había escrito unas cariñosas

palabras sobre la catedral (otra que no se entera!! ). Más o menos consiguió "arreglar" la

dedicatoria.

Belfort

Por cierto, un inciso. Es increible la cantidad de gente que habla castellano en Bélgica , no

sólo gente relacionada con atención al público (camareros, dependientes, taquilleros, etc) sino

también gente que encuentras por la calle, a decenas son las personas que hemos encontrado

que chapurrean más que decentemente el castellano.

Bueno, sigamos con el relato. Nos dirigmos hacia el campanario o belfort, que data del siglo

XIV y que tiene 91 metros de altura. La entrada cuesta 6 euros por cabeza y, afortunadamente,

un ascensor te lleva a lo más alto (creo que es la primera vez en nuestros viajes que nos pasa

esto en una torre o campanario).

La vista desde arriba es espectacular pero los pasillos son terriblemente estrechos y resulta un

poco incordiante tener que andar cediendo el paso y esperando para que pasen otros (muchas

veces no caben dos personas a lo ancho del pasillo y hay que esperar en las esquinas a que

pasen los que vienen).

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En los pisos inferiores se pueden ver sucesivamente el cilindro del carillón de la torre, la gran

campana Roeland, el museo de las campanas y una peli sobre el tema y finalmente, en el piso

inferior unas maquetas del campanario a lo largo de los siglos.

Y no te fastidia que cuando estamos a punto de salir ya del Belfort nos encontramos con unos

conocidos que están también por allí de turismo. Intercambiamos unas informaciónes y

consejos y cada uno marcha por su lado. El mundo es un pañuelo, cada día más pequeño.

Salimos del campanario junto a él y a St Nicholas está la catedral. Resulta muy curioso que

estén tan próximas las dos iglesias, practicamente seguidas, no suele ser muy habitual.

Entramos en la vecina catedral. Tuvimos la suerte de encontrar un coro juvenil ensayando

frente al altar y lo cierto es que no lo hacían nada mal aunque el pelma del director les corregía

una y otra vez para pulir sus defectos. No había manera de escuchar una pieza completa, qué

pesado!! Preguntamos por el cuadro de Van Eyk y entrar a verlo costaba 4 euros por cabeza,

así que cambiamos de idea rapidamente.

Tras estar un ratito oyendo a los chavales del coro (o lo que nos dejaba oir el dire) salimos de

la catedral. Pasamos junto al Ayuntamiento y llegamos al Werrengarensteeg (el callejón del

grafitti, para que me entendais). Un callejón destinado a que los jóvenes artistas den rienda

suelta a su arte, completamente cubierto por grafittis y donde encontramos a unos chicos con

sus sprays y su equipo de música.

Desde el callejón no tardamos mucho hasta Vrijdagmarkt, la plaza más antigua de Gante, una

amplísima plaza de mercado, donde aún hoy se celebra los viernes (de hecho, Vrijdagmarkt

significa mercado de los viernes). La plaza está presidida por una estatua en honor a Jacobo

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Van Artevelde, un político que en tiempos solventó los problemas entre Bélgica e Inglaterra y

al parecer, su brazo señala en dirección a Inglaterra.

Tras contemplar un ratito la plaza y los vistosos edificios que la rodean, fuimos hasta nuestro

siguiente objetivo que estaba allí mismo: la cervecera Dulle Griet. Un local añejo y con solera.

Comentarios de algunos foreros me habían advertido de cierta peculiaridad de este local y

seguí sus consejos. Pedimos dos cervezas Kwak de litro, una clara y otro oscura. Las cervezas se

sirven en unos vasos espectaculares (y supongo que caros). En locales de Bruselas vimos que

para estos vasos de litro pedían una fianza de 10 euros (para los de las Kwak de 33 cl no la

pedían).

Pues en este bar, en vez de pedir fianza económica, te piden que te quites un zapato y se lo

entregues al camarero, quien introduce los zapatos en una especie de cesta o jaula que queda

colgada del techo del local . Mi mujer, que no sabía nada de esta práctica, se moría de risa

cuando se tuvo que quitar el zapato. 9,80 euros nos cobraron por cada Kwak de litro (buen

precio) y lo cierto es que la cerveza nos encantó.

Entra un grupo de argentinos que se queda mirando nuestros llamativos vasos y nosotros les

enseñamos nuestros calcetines. Les explicamos la historia del zapato y les hace mucha gracia.

Seguido entra un grupo de 4 chicas aragonesas que también se quedan mirando nuestros

vasos, mi mujer les explica por qué estamos descalzos (de un pie) y las chicas que se sientan en

la mesa de al lado, se piden una Kwak de litro para cada una.

El camarero y nuestros zapatos confiscados

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Cuando llega el camarero y beben los primeros tragos de cervezas, ya descalzas y entre risas,

una de las chicas dice “me encanta la vida!”. Y es verdad. Hay momentos en los que uno está

tan a gusto y tan bien acompañado que puede firmar sin dudarlo frases como esa.

El rato fue pasando y la cantidad de cerveza en el vaso mermando. Finalmente, llamamos al

camarero, le pagamos y recuperamos nuestros zapatos. A pocos metros del bar encontramos

junto a un canal el enorme cañón Dulle Griet (Margarita la Loca) que data del siglo XV y que da

nombre al establecimiento del que veníamos.

Nos dedicamos un ratito a pasear sin rumbo fijo por las animadas calles de Gante. Así llegamos

hasta la lonja de la carne (Groot Vleeshuis), un antiguo mercado de carne hoy en día

convertido en bar y mercado. De las vigas de madera del techo colgaban un montón de

jamones (jamón de Ganda se llama el que se elabora por aquí).

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Estábamos empezando a curiosear dentro pero entró un grupo enorme de turistas y nos

fuimos echando chispas. Volvimos a la zona de la catedral, a los muelles de las hierbas y el

grano…. Decidimos que era un buen momento para ir a catar las ginebras artesanales que

elabora el dueño de T´Dreupelkot, un pequeño local a orillas del canal y que ofrece más de 200

ginebras elaboradas por el orondo dueño. Cogimos la amplísima carta que ofrecía copas y

medias copas de ginebra y yo opté por una ginebra de limón y mi mujer por una de higos (que

en vez de servirse desde una botella, nos la sirvió con un cazo de un bote en el que había

varios higos flotando en la ginebra).

Muy buena la de limón (…y la de higos también, que me la tuve que beber yo también ya que a

mi mujer le parecía un poquito fuerte. Que abnegación la mía! ). El bar era pequeñito y

los parroquianos estaban de charleta con el dueño en la barra, un ambiente muy familiar.

Seguimos paseando sin un destino fijo y compramos unos bombones que, aunque no estaban

tan buenos como los de Mary de la víspera, se dejaban catar.

Aparecemos de nuevo en Vrijdagmarkt y vemos un puesto de patatas fritas, Frituur Josef.

Nos ponemos a la cola y lo cierto es que la cola va lenta ya que frien las patatas en dos fases

(dicen que es el secreto de que estén tan buenas) y las frien a medida que las vamos pidiendo

(no las tienen ya hechas). Por fin nos toca el turno y pedimos un cucurucho con mayonesa. Si

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nuestro primer contacto con la cerveza belga no fue satisfactorio, esta primera cata de las

famosas patatas fritas belgas fue toda una delicia. Estaban buenísimas!!! La ingesta de patatas

fritas a palo seco nos anima a tomar alguna cervecita más y vamos hasta Het waterhuis aan de

Bierkant, un bar junto a la ginebrería de antes y donde sabemos que ofrecen cervezas

artesanales.

Cuando se acerca el joven camarero, mi mujer pide un botellín de agua y yo en mi precario

inglés le explico que quiero una cerveza de las que elaboran ellos. El chico afirma convencido,

como que me ha entendido y me trae una Augustijn Donker que no tiene nada de artesanal.

Pensé que mi inglés es aún mucho peor de lo que creía, pero la semana siguiente a nuestro

viaje estuvieron en el mismo local mi hermana y cuñado y les pasó lo mismo con el joven

camarero con pinta de no muy espabilado. No les entendió ni jota y les llevó la cerveza que le

dio la gana.

Así que, poco dispuesto que estaba yo a quedarme con el antojo de las cervezas artesanas del

local, agarré la carta y le indiqué claramente al chaval la cerveza que quería: una Kokke

Roeland que elaboran ellos y que en la carta ponen que como máximo sirven 3 por persona

(supongo que será por tener existencias muy limitadas). Aunque no tiene mucha burbuja,

resulta una cerveza excelente. Me gusta!!!

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Lo cierto es que si al llegar Gante me pareció precioso, ahora ya me parecía el no va más con la

cerveza de litro, las ginebras, las otras cervezas…. todo me parecía maravilloso en ese

momento todo menos el camarero zoquete , que aparte de no enterarse no se estresaba

precisamente atendiendo las mesas (me costó un triunfo que se acercase para la 2ª ronda).

Dimos nuestros últimos pasos por Gante y cogimos el tranvía rumbo a la estación del tren.

Llegamos a Bruselas en media hora y nos fuimos directamente a cenar, al Amadeus de la Rue

St Catherine 28. Un local muy amplio y muy bonito, con tres comedores de luz tenue y con las

paredes cubiertas por estanterías repletas de libros.

Mi mujer no tiene apetito y prefiere no cenar. Yo me pido la especialidad del local, costillas a la

brasa. Lo bueno de la cuestión es que puedes repetir costilla cuantas veces quieras (o puedas).

La costilla está impresionante y la acompañan con un par de salsas a cual más ricas. La ración

de costillas cuesta 15,95 euros en abril de 2.015, cuando fuimos. Para acompañar la carne me

inclino por una Leffe oscura.

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Los camareros del restaurante resultan muy atentos, simpáticos y serviciales (incluso a un nivel

sorprendente para un local que podíamos llamar económico). En las mesas hay unos magnum

de vino tinto con el nombre de la casa y según dice la carta, se puede beber lo que se quiera y

los camareros cobran lo que estimen conveniente. Miro la contraetiqueta de la botella y tan

sólo pone que está embotellado en Señorío de Jucar, ni denominación de origen ni nada por el

estilo. Ni lo huelo. Vade retro. Veo que el bebedizo se puede también pedir por copas (2,25 la

copa) o botella (24,75 euros), sin lugar a dudas, precios disparatados para ese vino.

Acabamos de cenar (o acabo yo, mejor dicho) y nos perdemos por las calles de Bruselas.

Pasamos junto al Delirium y entramos al piso del sotano. Mucho ambiente, mucha gente.

Chicas con elefantes rosas en la cabeza (no estoy alucinando aún, son gorros con el elefante

emblema del local), chavales con visera se mezclan con tipos encorbatados, gente de todo tipo

y sobre todo, muy joven, y todos trasegando cerveza.

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Me pido una Delirium Nocturna que resulta muy buena. Estiramos un poquito más la noche

por algún otro bar (siento no dar referencias, pero estaba yo ya más a disfrutar que a apuntar

nombres en la libreta) y poco después marchamos hacia el hotel, bien agarradito del brazo de

mi mujer que el día había sido muy intenso.

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DIA EN BRUJAS

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Mañana tormentosa, y no me refiero al clima …. Las cervezas del día anterior pasan factura

y me cuesta bastante arrancar. Pero bueno, tampoco queremos ir con prisas, tenemos la

estación de tren a 5 minutos del hotel y el viaje hasta Brujas es sólo de una hora. Nos

arreglamos y desayunamos tranquilos. Salimos del hotel y el fresquito mañanero me espabila

un poco.

Tomamos el tren con destino final Knokke a las 10:55 (más tarde de lo que habíamos previsto

en el planning, pero es que en el planning tampoco salían las incontables y malditas birras de

la víspera! ). El tren va practicamente a tope de gente y eso que es largo y de dos pisos.

Minnewater

Al llegar a Gante son pocos los viajeros que se apean y es que toda la marabunta tiene como

objetivo Brujas a la que llegamos sobre las 12:00. Al salir de la estación todo el mundo sigue las

señales que marcan centro de la ciudad, pero nosotros nos desviamos hacia la derecha para

empezar por la zona de Minnewater o lago del amor, una zona muy tranquila, con poca gente

(no como el resto de Brujas!), con árboles a las orillas del agua (sauces muchos de ellos),

puentes… Una zona bucólica y tranquila como no volveríamos a ver en el centro de Brujas,

siempre “tomada” por centenares de turistas.

Beguinaje

Tras pasear por Minnewater entramos en el colindante Beguinaje. Los beguinajes son grupo de

casas habitados en su día por una comunidad religiosa femenina, las beguinas, y que se

encuentran tanto en Bélgica como en Holanda. Al parecer el de Brujas data del siglo XIII y, al

Page 36: Blog Viaje Flandes

igual que el Minnewater, estaba muy tranquilo, una zona pintoresca. Mientras paseábamos,

nos acordamos del beguinaje que vimos años atrás en Amsterdam, aunque aquel era más

cerrado en su estructura y algo más pequeño.

Beguinaje

Y dejamos la paz de esta zona para encaminarnos hacia el centro. A medida que avanzamos

vemos que aumenta la marea humana, empiezan a aflorar comercios con productos típicos,

cervezas, camisetas y souvenirs. Coches de caballos transportan visitantes ciudad arriba y

ciudad abajo. Las calles están tomadas por regueros de visitantes.

Aprovecho para comentaros que antes de emprender el viaje solicitamos a través de la

web www.flandes.net información y folletos y en menos de una semana teníamos en casa

planos de casi todas las ciudades que visitamos (exceptuando Dinant y Namur, pertenecientes

a Valonia), unas fotocopias con información muy práctica, folletos variados, etc. Información

muy práctica!

Page 37: Blog Viaje Flandes

Bueno, sigamos por Brujas. Llegamos por fin hasta el siguiente punto trazado en nuestro

planning, la Vrouwekerk o Basílica de Nuestra Señora (s. XII). Entramos y rapidamente nos

llamó la atención la extraña disposición de las naves de la basílica, era muy raro, como situada

a la ancho en vez de a lo largo como suelen ser las iglesias. Hasta que nos dimos cuenta que

estaba en restauración y gran parte de las naves del templo estaban tapadas, por eso parecía

tener una planta tan rara. Vaya par de cazurros que somos!!

Justo en frente de la basílica, y a orillas del canal, se ubica el Sint Janshospitaal, el medieval

hospital de San Juan, hoy en día reconvertido en museo, pero preferimos continuar

conociendo Brujas en vez de visitar el museo y llegamos hasta el Gruuthuse, un palacio gótico

del siglo XV que perteneció a la familia del mismo nombre y que hoy alberga un museo.

Gruuthuse

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Caminanos paralelos al canal, contemplando las vistas y llegamos hasta el que seguramente

será el punto más fotografiado de Brujas: la vista que se contempla desde la terraza del café ´T

Klein Venetie. Posamos, hacemos selfies, sacamos fotos a una familia, ellos nos sacan a

nosotros. Muy chulas las fotos desde esa esquina.

Volvimos sobre nuestros pasos para cruzar el puente y caminar por la estrecha y corta calle

Blinde Ezelstraat (asno ciego). Al fondo de la calle, aparece un alco culminado con la misma

decoración que la del vecino edificio Brugse Vrije. Pues bien, la estrecha calle nos lleva hasta

una preciosa plaza en la que se situan el Ayuntamiento (Stadhuis) de Brujas, del siglo XV, con la

fachada cubierta por las imágenes de los condes de Flandes y el antes citado Brugse Vrije, un

edificio barroco con su fachada adornada con elementos dorados.

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También en esta plaza, y pasando casi desapercibida está la Basílica de la Santa Sangre, donde,

según cuentan, se guarda una ampolla con la sangre de Jesucristo. Nos acercamos pero estaba

cerrada y no abría hasta las 14:00. Así que seguimos camino pensando en volver más tarde y

llegamos hasta la espectacular Grote Markt, la plaza principal de Brujas, pero había mercado y

estaba atestada de camiones, tenderetes y trastos que afeaban un poco la vista. La verdad es

que muchos estaban recogiendo ya y nos imaginamos que si volvíamos un poco más tarde

íbamos a disfrutar mejor la belleza de la plaza, así que para hacer tiempo nos fuimos hasta los

canales para dar un paseo en barquito.

Stadhuis

Aunque habíamos leido que cerca del 34 de Wollestraat había un embarcadero donde en

ocasiones hacían el paseo en castellano, optamos por tomar un barquito en el primer muelle

que vimos. 8 euros nos cobraron por cabeza (nos dio la impresión de que era precio estándar

en todos los embarcaderos). El paseito dura algo así como media hora y está bien obtener otra

vista de Brujas, desde los propios canales, lo malo es que no entendimos ni jota de lo que

contaba el barquero (coincidimos en el barco con un grupo formado basicamente por belgas y

dió en su idioma todas las explicaciones sobre lo que íbamos viendo).

Desembarcamos en el mismo punto donde habíamos tomado el barco (junto al puente que

conduce al Blinde Ezelstraat y nos encontramos con una manifestación pacífica de los que

parecían ser trabajadores de alguna empresa (es que todos llevaban los mismos anoraks).

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Miramos el reloj y como ya pasaba de las 14:00 entramos en la Basílica de la Santa Sangre que

ya estaba abierta. No cobran entrada. Encontramos en la planta baja una capilla muy sencilla,

casi austera. Subimos después al primer piso y encontramos otra capilla más llamativa,

profusamente decorada.

En una esquina vimos una religiosa subida en un pequeño alto y unas pocas personas haciendo

cola frente a las escaleras. Era allí donde se mostraba la ampolla con la Santa Sangre. Nos

pusimos a la cola y en seguida nos tocó el turno. En la ampolla aparecía lo que se supone que

es la sangre de Jesucristo y presentaba un aspecto como medio solidificada en parte, una

matería como apelmazada. Una sensación un poco rara sentimos.

Salimos de la basílica y llegamos de nuevo hasta Grote Markt, donde ya no quedaba ni rastro

de los camiones y tenderetes, daba gusto verla así.

Impresionante plaza, presidida por la imponente torre del campanario, el Belfort del siglo XIII

de 83 metros de altura. Nos planteamos la posibilidad de subir más tarde (aunque finalmente

no lo hicimos... me estoy dando cuenta al escribir el diario que dejamos un montón de planes

en el aire ).

También en la plaza está el Landhuis, Palacio de la Provincia y varios edificios con frontones

triangulares y coloridas fachadas que acogían en tiempos sedes gremiales.

En el centro, una estatua en honor a Pieter de Coninck y Jan de Breydel, líderes de las revueltas

contra los franceses.

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La verdad es que toda la plaza es muy fotogénica y está muy animada, mucha gente paseando

y también sentada en las terrazas de los bares y restaurantes.. De repente, nos encontramos

con una cuadrilla de chicas que nos hicieron algunas fotos en Gante y con las que charlamos

algo e intercambiamos impresiones.

Vimos que desde la plaza partía una calle, Steenstraat con mucho movimiento de gente,

empezamos a avanzar por la calle y en seguida reparamos en que aquella tenía que ser la

principal arteria comercial de Brujas. Muchas y muy buenas tiendas. También pasamos junto a

San Salvators Cathedral.

Compramos unos bocadillos y unos refrescos y nos sentamos en una plaza que se abría en la

misma calle comercial para zampárnoslos. A veces un bocadillo rico en una plaza bonita sienta

mejor que una buena comida. Continuamos después caminando por Steenstraat hasta llegar a

´T Zand, una plaza muy amplia presidida por la fuente y esculturas de Stefaan Depuydt y Livia

Canestaro (1985/86). Nos dio la impresión de que más allá de esa plaza empezaba la Brujas

más moderna y menos típica así que volvimos hacia Grote Markt por una calle paralela a la que

habíamos venido. También había tiendas pero nada que ver en nivel ni cantidad con la

anterior.

Al llegar al Grote Markt vimos que había gente tomándose algo en los balcones o terraza de

uno de los imponentes edificios de la plaza, así que decidimos que ya era hora de tomar la

primera cerveza del día (además, los efectos secundarios de las cervezas del día anterior hacía

tiempo ya que había dejado de notarlos). Al entrar en el edificio había un muñeco que hablaba

y se movía e invitaba a pasar a una exposición o experiencia multimedia llamada Historium

(museo, película, espectáculo, etc).

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Lo cierto es que el muñeco en cuestión era increiblemente real, impresionaba verle y oirle

hablar, pero preferimos ir en pos de la birra en vez de entrar al espectáculo. Nos tomamos un

par de cervecitas Duvel en la terraza del bar Duvelorum, con estupendas vistas a la Grote

Markt.

Abierta ya la veda de la cerveza nos fuimos a buscar el bar De Garre, del que habíamos leido

que elaboran su propia cerveza. Nos costó bastante dar con el bar. En el plano lo teníamos

señalado en una calle perpendicular a la calle Breidestraat, pero atravesamos varias veces la

calle y no veíamos perpendicular alguna. Pensamos que el plano de la Lonely Planet sería

erróneo y nos fuimos hasta un gran plano de la ciudad expuesto en un panel y que parecía

puesto allí precisamente para aclararnos el tema. Pero el plano coincidía con el de nuestra

guía. Qué cosa más rara!!

Volvimos a atravesar la calle muy despacito y reparamos en un callejón, tras una puerta de

aspecto gótico. Allí estaba!! Más que una calle parecía la entrada a un establecimiento, por eso

no lo veíamos. Nos metimos por el callejón, llegamos al bar y nos sentamos en una de las

mesas de la planta baja (creo que tiene dos pisos más el local). El camarero, en un castellano

muy aceptable, nos recomendó la cerveza del local y le contesté que a por ella íbamos (aunque

mi mujer optó por un refresco).

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Y llegó la cerveza, servida en copa de balón, como si fuese un cognac y sobre una bandejita de

madera. La cerveza era rubia. La espuma resulta ser super cremosa (qué buena primera

impresión!!), pego el primer trago y pruebo una de las mejores cervezas que he tomado en mi

vida. Qué rica está!. Gloria cervecera! A pesar de que el camarero me había comentado que

la cerveza tiene 11º, también me dijo que no se notan y que la cerveza tiene un sabor muy

suave. Y así resulta.

Me gusta el sitio, ambiente muy tranquilo y en todas las mesas se ve la cerveza de la casa. Me

acabo la cerveza y me pido otra. Le pregunto al camarero si venden cerveza para llevar. Me

contesta que sí, en botellas de litro y medio pero que en estos momentos tienen agotado el

stock. Qué pena!! .

La 2ª cerveza me sabe aún mejor que la primera (supongo que la euforia producida por sus 11º

algo tendrá que ver en esa percepción). De verdad que no os podeis perder esta cerveza si

algún día visitais Brujas. Visita y cata obligada en el De Garre.

Volvemos hacia Grote Markt y nos compramos unas patatas fritas que degustamos en la

terraza del local, en la misma plaza. Tras reparar fuerzas, seguimos callejeando por la ciudad y

llegamos hasta ´T Poatersgat (el agujero del monje) un pub al que se accede por una diminuta

puerta y bajando unas escaleras.

Puerta e interior de T Poatersgat

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Me pido una cerveza elaborada en Brujas, una Fort Lapin Tripel que se deja beber, sin más.

También es un local tranquilo, con música suave, techos abovedados. Estamos allí un ratito y

salimos a la calle. La puerta que nos hizo tanta gracia al entrar no me hace ninguna gracia al

salir y es que me pegué un golpe en toda la cabeza que incluso estuvo a punto de hacerme

perder el equilibrio. Qué leche me dí!!!! Un buen trastazo. Mi mujer que se creía que estaba

haciendo el tonto (como casi siempre, según ella) no me hizo ni caso cuando me di el

coscorrón, tropecé y casi caigo hacia adelante.

Marchamos de allí, ella convencida de que soy un comediante y yo frotándome la cabezota.

Aprovechamos en ese momento para comprar una camiseta del equipo de futbol del Brujas

para nuestro sobrino (es la costumbre, allá donde vamos, camiseta del futbol de equipo local

para el chaval).

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Va anocheciendo sobre Brujas y se nota que muchos de los visitantes han marchado ya. Ya no

hay el bullicio y el ajetreo que había antes por las calles. Brujas se ve mejor sin las hordas de

japoneses que aparecían por todas las esquinas.

Nuestra idea era quedarnos a cenar en Brujas para verla iluminada por la noche y tomar el

último tren de regreso a Bruselas (a las 23:22). No teníamos claro donde cenar así que el

primer sitio que vimos con buena pinta fue nuestro objetivo, el restaurante T´Mozarthuys, un

sitio muy bonito y en el que sólo queda una mesa libre. Para nosotros!! Cenamos bien:

ensalada, lasagna, espaguetis….

Todo rico y también rica la Leffe oscura que me meto entre pecho y espalda.

Salimos después de cenar y encontramos otra Brujas, mágica!! Las calles iluminadas y

solitarias, los canales tranquilos, la ciudad silenciosa…. Alucinamos!!! Nos alegramos un

montón de habernos quedado hasta tarde. Tras pasear por sus calles iluminadas y sacar ni sé

cuantas fotos, encontramos en los alrededores de Grote Markt un pub que está animadísimo.

Entramos a tomar algo, se llama Des Amis y está a tope!!

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Se está muy a gusto en el pub pero no podemos liarnos que si no perdemos el tren, así que

tomamos una más y nos vamos. En todo el camino desde el centro hasta la estación no nos

cruzamos con nadie por las estrechas y solitarias callejuelas. Aparecemos con tiempo en la

estación donde apenas hay viajeros esperando y tomamos el tren que viene puntual y medio

vacio. Tras una horita de viaje, llegamos a Bruselas y nos vamos directamente al hotel (son las

00:30 y el día, otra vez, ha sido intenso!!).

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AMBERES Y LOVAINA

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Hoy, a diferencia de los dos días anteriores cuando fuimos a Gante y Brujas, no utilizamos la

tarjeta Rail Pass para abonar el viaje en tren. Recordad que la tarjeta es de 10 viajes y ya

llevábamos 8 (ir y volver dos personas a las ciudades ya visitadas). Los dos viajes que nos

restaban en la tarjeta los guardábamos para ir hasta Dinant. Así que sacamos en taquilla 2

billetes para Amberes, 7,30 euros por persona, ida. Hay máquinas expendedoras de billetes

también, pero en las taquillas nunca encontramos cola y preferíamos hacerlo así. Tomamos el

tren a las 10:00 y en cuarenta minutos estábamos ya en Amberes. Qué viajes más cómodos y

cortos estábamos haciendo hasta la fecha!!

El primer punto en nuestro planning de Amberes era la propia estación de tren, un edificio

neoclásico espectacular que empezó a edificarse en el s. XIX y al que la revista Newsweek la

incluyó en su día entre las 5 estaciones de tren más bonitas del mundo.

Hay ajetreo en la estación, mucho viajero y mucho visitante mirando embelesado el interior de

la cúpula.

Salimos de la estación y enfilamos por la calle De Keyserlei, muy animada con cafeterías y

tiendas de diamantes y joyerías. Es bueno recordar ahora que aproximadamente el 80% de la

producción mundial de diamantes en bruto del mundo pasa por esta cosmopolita ciudad.

En un momento dado visionamos la estatua que representa a David Teniers, y a partir de ese

momento la calle se vuelve peatonal. Es la calle Meir, zona comercial a tope, yo aprieto el paso

mientras veo que mi mujer comienza a distraerse mirando a izquierda y derecha y a caminar

en zigzag de un lado a otro de la calle, de escaparate en escaparate. La cojo de la mano, pero

no por dar un paseo romántico, sino para que no se me escabulla en algún comerció . Aún

así, entramos en alguna que otra tienda, pero preferimos dejar la mayoría para más tarde.

Page 49: Blog Viaje Flandes

Se repite en Amberes una curiosa situación que hemos vivido también en Bruselas y las otras

localidades visitadas. Durante la jornada nos encontramos con un montón de grupos escolares,

de diferentes edades, lo mismo grandes que pequeños, de viaje de estudios o de excursión,

pero todos los días vemos muchos grupos de colegiales. Es algo muy curioso, parece que los

niños belgas están todo el día de excursión .

En la calle nos encontramos la estatua de la mano del gigante y es que cuenta la leyenda que el

gigante Druon Antigoon controlaba el rio Escalda y cobraba peaje a todos los capitanes de

barcos que quisiesen pasar por allí. Esto lo arregló Silvio Brabo, un soldado romano que mató a

Druon, le cortó la mano al gigante y la arrojó al rio.

Y dicen que de ahí viene el nombre de la ciudad, hand werpen sería lanzamiento de mano,

Antwerpen es el nombre belga de Amberes.

En fin, nosotros seguimos a lo nuestro y llegamos a Groenplaats, con la estatua de Rubens en

el centro (el pintor tuvo su casa taller en esta ciudad y por cierto, puede visitarse). Desde la

plaza se obtiene una bonita vista de la catedral (a pesar de los andamios), tapada en su parte

inferior por casas que albergan bares y comercios.

Entramos en la catedral y tenemos que hacer un ratito cola ya que tenemos delante, ¿cómo

no?, un nutrido grupo de escolares, una auténtica plaga en Bélgica! La entrada al templo vale 6

euros. Catedral gótica edificada entre los s. XIV y XVI, destaca dentro de él la existencia de 4

cuadros de Rubens.

Salimos de la Catedral y fuimos hasta la cercana Grote Markt, donde nos volvemos a encontrar

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con la historia del gigante y es que la plaza está presidida por una grupo escultórico en cuya

parte superior aparece Silvio Brabo en el momento de lanzar al rio la mano del gigante.

A espaldas de la estatua del heróico soldado Silvio Brabo se alza el imponente edificio del

Stadhuis (Ayuntamiento) mientras que en derredor vemos bonitas y pintorescas casas

gremiales con frontón triangular.

Pasamos un buen rato en la plaza posando y sacando fotos hasta que decidimos encaminarnos

hacia Het Steen, un castillo a la orilla del rio Escalda y que data del siglo XIII. Frente a la cuesta

de entrada vemos una estatua de un gigante que mira desafiante a dos pequeñajos y que

pensamos que es el de la leyenda que da nombre a la ciudad, pero resulta que no, que

Amberes debió ser una ciudad muy visitada por los gigantes ya que el aquí representado es

Lange Wapper que, al parecer se dedicó en tiempos a perseguir a niños y a borrachos (curiosos

objetivos!! ¿sería porque según dicen son los que dicen las verdades? Vaya usted a saber!).

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Subimos hacia el interior del castillo pero no hay mucho que ver. El patio, un pozo, y ya dentro,

una zona de talleres para niños y una amplia cafetería en su interior.

Salimos del castillo y atravesamos la carretera, sabemos que por allí está el Vleeshuis, la que

fue casa gremial del los carniceros. Cuentan que el arquitecto diseñó la fachada de tal forma

que recordase a las vetas del bacón. No digo yo que no lo haga, pero hay que saber de qué va

el tema primero y, sobre todo, tener mucha imaginación después .

Volvemos hacia el centro, los alrededores de Grote Markt y nos compramos unas patatas fritas

que degustamos tranquilos en una especie de cobertizo cerrado con mesas y sillas ubicado

junto al puesto de patatas.

Nos internamos después por la animada calle Suikerrui y caminamos hacia St Carolus, una

iglesia barroca del XVII y en cuya construcción Rubens tomó parte, al parecer diseñando la

fachada y algún otro elemento, además de aportar varios cuadros para su interior (aunque

éstos acabasen años después en Viena).

No nos demoramos demasiado tiempo en la iglesia que nos defrauda un poquitín en relación a

todo lo que habíamos leido sobre ella.

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Nos perdemos por las calles de la zona vieja de Amberes y una tasca de aspecto rancio, típica y

vieja se cruza en nuestro camino. Es hora de una cervecita y qué mejor sitio que un bar con un

aspecto tan auténtico . Se trata del café Pelikaan, unos señores charlan apoyados en la

barra con la guapa señora que atiende en el bar. Mi mujer pide un refresco y yo una cerveza

originaria de Amberes y, al parecer, con bastante predicamento en la zona, la Koninck. No es la

mejor cerveza que he bebido en el viaje pero en el bar suena “Have I told you lately?” de Van

Morrison y el ambientillo es muy agradable. Disfrutamos de un ratito de descanso, de la birra y

del local.

Con las fuerzas recuperadas, volvemos poco a poco hacia la estación. Pero, desdichadamente,

volvemos muy poco a poco.

En la cosmopolita Amberes hay centenares de tiendas y de mucha calidad algunas y mi mujer

parece querer visitarlas todas. En algunas perpendiculares a la antes citada calle Meir (muy

comercial) encontramos tiendas más pequeñas pero con un género de mucha calidad a la

venta (y no siempre barato). Mi mujer desenfunda la cartera que es como las pistolas de Clint

Eastwood, esas que nunca vuelven a la funda sin víctimas una vez que han salido de ella. Así

que caen las primeras compras del día. Y las visitas a tiendas continuaban, una tras otra. Yo

empecé a murmurarle timidamente a mi mujer que ya era hora de ir hacia la estación para

acercarnos a Lovaina, pero casi me fulmina con la mirada y me mantuve un ratito más calladito

y a distancia prudencial.

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Seguimos de tienda en tienda pero se acercaban las 16:00 que era la hora que, tras la prórroga

dada por el tema comercial, nos habíamos fijado como tope para tomar el tren hacia Lovaina.

Llegamos a la estación, ella enfadada por no haber podido dedicar más tiempo a las tiendas y

yo tratándome de armar de paciencia. Cogemos en taquilla billetes hasta Lovaina (7,30 euros

por cabeza).

Al llegar a Lovaina, tomamos la calle Bondgenotelaan que nos ha de llevar directos hasta el

centro, pero antes, tomamos una desviación para ver la biblioteca universitaria, un edificio

renacentista que luce esplendido a pesar de haber sido semi destruido 2 veces en las guerras

mundiales.

Biblioteca

Unas crías muy majas se prestaron voluntarias a hacernos unas fotos frente al edificio,

mientras nosotros posábamos peor que ellas sacaban las fotos. Tras un ratito allí, atravesamos

la enorme explanada frente a la biblioteca para volver a buscar la calle Bondgenotelaan.

Enseguida empezamos a ver a lo lejos las torres del ayuntamiento de Lovaina, uno de los

edificios más curiosos, llamativos y abigarrados que he visto jamás. Enclavado en la Grote

Markt de la ciudad (recordad: plaza del mercado), data del siglo XV y toda su recargada

fachada aparece cubierta por estatuas de personajes históricos, santos y nobles de la época. Es

sencillamente espectacular.

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A pocos metros del original edificio consistorial encontramos la iglesia de San Pedro, Catedral

de Lovaina y de estilo gótico. Después de los templos que ya llevábamos vistos en este viaje

esta catedral nos dejó un poco frios. Ni por dentro ni por fuera nos pareció digna de reseñar

así que seguimos buscando objetivos trazados en nuestro planning y nos encaminamos hacia

el Beguinaje de Lovaina del que habíamos leido maravillas.

El camino entre el centro de la ciudad y el recinto del beguinaje es poco atractivo, sin

alicientes. A pesar de no llevar mucho tiempo (menos de 15 minutos) y de haber algún edificio

universitario poco reseñable por el camino, lo cierto es que el tramo no nos gustó nada

(además, a mi mujer todavía le duraba el “rebote” por no haber podido ver más tiendas en

Amberes y de vez en cuando soltaba alguna carga de profundidad en torno a lo fea que era esa

parte de Lovaina…. ay…. qué cruz!!).

Finalmente llegamos al beguinaje, aunque en realidad parecía que habíamos viajado a otro

siglo. Da la impresión de ser un pequeño pueblo de otra época situado en el corazón de la

ciudad universitaria. Dentro del beguinaje no se oye ni una mosca y tan sólo a veces nos

cruzamos con algún estudiante de los que ahora viven en esta antigua comunidad religiosa que

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sale de su casa o algún otro que llega en bici de la uni.

Atravesamos algún puente, contemplamos los jardines y pateamos las empedradas calles en

un ambiente de absoluta paz.

Es de dimensiones considerablemente mayores que otros beguinajes que hemos visto (el de

Brujas en este mismo viaje o el de Amsterdam hace unos añitos).

Decidimos volver hacia el centro. Por el camino el trasiego de estudiantes en bicicleta es

continuo. En ninguna ciudad belga hemos visto tanto ciclista (la economía del estudiante y la

edad tendrá mucho que ver con ello).

Vista parcial de Oude Mark

Nos plantamos en la Oude Markt, una antigua plaza de mercado y que hoy es una plaza de

planta rectangular atestada de bares. Habíamos visto fotos de las terrazas de la plaza llenas de

gente hasta la bandera pero ese día estaban practicamente vacías. Hacía fresco, pero no frio,

creo que una temperatura llevadera para los acostumbrados a ese clima y a pesar de estar

todas las mesas y todas las sillas instaladas en la plaza, sólo había algo de gente en las terrazas

al sol. Nos llevamos un chasco, esperábamos ver todo el ambiente universitario y el día

(jueves) y la hora (en torno a las 19:00) eran propicios para ello, pero no tuvimos suerte.

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Elegimos uno de los bares de la plaza, De Rector, para tomar algo. Mi mujer un refresco y yo

una cerveza trapista, una Westmalle Trapist Dubbel, con toques de café, algo amarga y muy

rica. Estuvimos un ratito en el interior del bar rodeados de un público eminentemente juvenil y

nos fuimos hacia la estación de tren. El billete hasta Brusela cuesta 5,30 euros y llegamos a la

capital en 25 minutos.

Gran Place (Bruselas)

Mi mujer me propone ir a cenar al Amadeo, el restaurante de las costillas en el que estuvimos

el martes (ella no cenó por no encontrarse muy bien, pero pasó una envidia tremenda), así que

para allí que nos fuimos. La vez anterior nos dieron mesa nada más llegar pero este día, jueves,

una chica nos recibe tras un atril en la entrada y nos reserva mesa para 30 minutos después.

Hay gente fuera haciendo tiempo a que le toque el turno pero nosotros, en vez de esperar en

la calle, optamos por tomarnos algo en el pub de al lado que está a tope y hay muy buen

ambiente. Reparamos que se llama Des Amis, como en el que estuvimos en Brujas a última

hora y descubrimos que es una cadena con pubs en Amberes, Gante, Bruselas y Brujas.

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A pesar de la cantidad de gente que hay (muchos toman mojitos, parece ser la especialidad de

la casa) los camareros son rápidos y en un pis pas nos estamos trasegando una Stella Artois

rubia de caña y una trapense Orval rubia también. Aceptables, sin más.

Los 30 minutos pasan sin enterarnos y volvemos al restaurante, nos sientan en otro comedor

distinto al del primer día (el enorme local tiene 3 comedores) y las costillas están tan buenas

como el otro día.

Acabamos con la barriga bien llena (se puede repetir costilla tantas veces como quieras) y nos

vamos a estirar las piernas y a intentar hacer bajar la comida con el paseo y alguna cerveza

más. Pasamos junto al pub Le Cercueil, en Rue des Harengs, una calle que sale de la Grand

Place y recordamos que unas chicas con las que coincidimos desayunando en nuestro hotel

nos habían comentado que estuvieron en este bar y se lo pasaron bomba.

Sabíamos algo del local, habíamos leido que era un local gótico y pretendidamente tétrico.

Entramos al local por el oscuro pasillo. El local es tranquilo, suena música rock y hay adornos

supuestamente siniestros, como los esqueletos que se ven bajo los cristales de los ataudes que

hacen de mesa. Me tomo una Barbar de grifo que me gusta bastante. Tanta cerveza me hace

subir al piso superior a visitar el baño y lo cierto es que no entiendo como un local tan céntrico

y conocido de una capital puede tener aquella porquería de baños. Están asquerosos, con un

inodoro tapado con una bolsa de basura, el lavabo roto, todo sucio y pintarrajeado. Una

guarrada.

No nos demoramos mucho en el local, no nos va este estilo tan artificial del pub y encima, para

colmo, entra una cuadrilla cuyo problema no es que haya bebido más de la cuenta, sino que no

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saben llevarlo como es debido...

Se nota muchísima más gente por la calle que las noches anteriores. El jueves y la afluencia de

los turistas que viajan los festivos de Semana Santa tendrán mucho que ver con el asunto. La

Grand Place está atestada y eso que es ya de noche avanzada. Salimos de allí y encontramos

una zonita muy animada casi pegadita a la plaza, con varios bares y grupos de personas a las

puertas. Uno de los grupos está formado por estudiantes españoles que miran hacia el bar con

mucho interés. De repente sale la que supongo que es la profesora y les informa de la oferta

de mojitos que ha conseguido (se ve que ha estado regateando con los camareros duramente).

Los chavales gritan de entusiasmo y avanzan hacia el bar. No pasan por encima de la profesora

aplastándola por un pelo. Qué tiempos!! A nosotros los profes nos vigilaban en los viajes de

estudios para que no hiciésemos el bárbaro y a éstos la profe les consigue un 2x1 en mojitos (o

lo que fuese) . Y espero y supongo que serían mayores de edad porque si no la cuestión

sería más surrealista aún.

La calle en cuestión es Rue du Marché aux Fromages y vemos un local que ostenta el símbolo

del Delirium (un elefante rosa) nos acercamos y resulta ser el Little Delirium Café. Un local muy

tranquilo (nada que ver con su hermano mayor a esas horas que es una auténtica locura) y con

varias mesas libres, así que tomamos asiento en una de ellas. Me acerco a la barra a pedir y

cuento ni más ni menos que 31 cañeros que escancian otras tantas cervezas diferentes y pido

una Chouffe Blond, que está bien.

Intentamos hacernos unos selfies con la cámara con efectos desastrososo y la pareja de la

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mesa de al lado se ofrece a sacarnos unas fotos. Una pareja española muy maja con la que

charlamos un buen rato e intercambiamos informaciones y experiencias sobre la ciudad y

alrededores.

Little Delirium

Frente a nosotros una pareja de japoneses están tomando una desgustación de cervezas que

ofrecen en el local. Catan con minuciosidad cada cerveza, paladean y comentan cada trago.

Seguimos hablando con los recién conocidos, pero el reloj no estaba para charlas y cuando

consulto la hora, me indica que es mejor que vayamos recogiendo que mañana hay que

madrugar. Así que nos despedimos de la pareja y vamos paseando tranquilos y despacito hasta

nuestro cercano hotel (una gozada que esté tan bien ubicado!).

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DIA POR BRUSELAS

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Hoy despierta el día muy gris y encapotado. Desayunamos a nuestro aire, como cada mañana,

en el hotel y vamos a la estación central a coger el metro, linea 6 hasta la parada Heizel (4

euros ida y vuelta por persona). Nuestra idea es empezar la jornada visitando el Atomium. No

se tarda mucho y antes de llegar a la estación de Heizel, vemos la imponente estructura

metálica desde el metro. Ya sabemos hacia donde hay que caminar y por si fuera poco, la riada

humana que sale del metro va toda en la misma dirección.

Nos dejamos llevar. En menos de 5 minutos estamos en la explanada frente al Atomium.

Sacamos unas cuantas fotos y nos acercamos después hasta su base. Lo cierto es que no

tenemos idea de entrar ya que casi todos los comentarios que hemos leido afirman que no

merece la pena. Aún así, vemos que hay una cola más que importante de gente para comprar

entradas.

Nos acercamos después a curiosear en el Bruckparck, una especie de pequeño parque de

atracciones, donde destaca por su fama Mini Europa, unas maquetas de los edificios más

conocidos del viejo continente. También hay restaurantes, cines, alguna otra atracción…

El Atomium desde el Bruckparck

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Pero el parque en cuestión no nos retiene mucho tiempo y volvemos en metro hacia el centro

de Bruselas. Nos bajamos en las inmediaciones de la Catedral, que aún no hemos visitado.

Como en casi todos los templos que vemos en este viaje, nos llama aquí también

poderosamente la atención el púlpito de madera tallada.

Nuestra siguiente etapa era mucho más colorida, y es que íbamos en busca del Museo del

Comic. El plano nos iba ayudando a encontrarlo cuando una enorme estatua de Gaston Lagaffe

(o Tomás el Gafe) y su gato (personajes de comic) nos indicaron que teníamos que estar ya

muy cerca del objetivo. Francamente simpática la estatua.

El museo estaba alli mismo así que pasamos a echar un vistazo en la planta baja que es de

acceso gratuito. En el gran hall de entrada del edificio diseñado por Victor Horta vimos el

cohete de Tintin, estatuas de Spirou, los Pitufos, Bollie y Bill, Asterix (que no es belga, por

cierto!), un busto de Tintin, el citroen de Bollie & Bill…

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Subimos al primer piso pero ya había que pagar 10 euros para acceder a las exposiciones. Allí

había alguna estatua más de Lucky Luke o de Tintin y sus compañeros vestidos de astronautas.

Entramos a la tienda donde se vendían infinidad de productos relacionados con los más

famosos personajes de los tebeos belgas (además de comics, evidentemente). Me llamaron la

atención algunas pequeñas figuras muy bonitas y que constaban como exclusivas y de edición

limitada que costaban un pastón….imaginaros: dos figuritas de pitufos y una seta 250 euros!!!

Hay que tener mucha pasta o ser muy loco de los comics para pagar esa pasta.

Bueno, visto el museo, nos dirigimos hacia la zona de Sablon, que áun no hemos pisado. Pero

por el camino nos damos cuenta de que tenemos que estar pasando muy cerca del bar La Fleur

en Papier Dore, un lugar célebre porque, entre otras cosas, se suelen celebrar periodicamente

encuentros poéticos. Un local clásico y muy chulo, con las paredes cubiertas de cuadros, fotos,

pasquines…. En el patio interior que precede a los baños hay un mural de estilo comic muy

simpático.

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Para reponer fuerzas nos tomamos dos Leffes (una rubia y una oscura) y nos tiramos un ratito

de charleta.

En este bar, como en varios otros, los grifos de cerveza no coinciden con las cervezas de caña

que aparecen en la carta. Otro misterio belga , como la manía de poner en muchos bares

los baños en el piso de arriba e instalar una retorcida escalera de caracol como modo acceso (y

no es tarea fácil subir y mucho menos bajar cuando la carga de cervezas comienza a ser

respetable ).

De allí nos internamos en el barrio de Sablon a través de Rue de Rollebeek, una calle muy

animada, con tiendas y restaurantes.

Es muy bonita la zona de Sablon, no me digais por qué, pero me da la impresión de que se

respira un ambiente distinto al del centro de Bruselas. Tal vez no hay tanto turista (aunque lo

hay) y me da una impresión de barrio más tranquilo y más “auténtico”.

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Vemos la iglesia gótica Notre Dame de Sablon y a sus pies se levantan una especie de rastro.

En los puestos se venden basicamente antigüedades. Curioseamos un ratito entre los puestos

y entramos a visitar la iglesia después.

Junto a la iglesia hay un jardin precioso, el Jardín Le Petit Sablon, muy cuidado, con una fuente

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central y estatuas en torno a ella. Francamente bonito. 48 estatuas de bronce rodean el jardín,

son estatuas que representan a cada uno de los gremios medievales. Hay más estatuas que

reprentan a insignes científicos o personajes históricos belgas. Y sobre todos destaca el

monumento dedicado a los condes de Egmont y Homes, que lideraron una revuelta contra

España en el s. XVI y por ello fueron ejecutados en al Grand Place.

Un poco más allá encontramos la mole del Palacio de Justicia, un edificio colosal y cubierto en

parte por andamios que produce en nosotros sensaciones encontradas. A mi mujer le encanta

y a mí me parece un auténtico horror, un mazacote sin gracia.

Al lado del Palacio de Justicia hay un mirador pero las vistas que se contemplan no valen

mucho así que no nos quedamos mucho por allí.

¿es feo o no es feo?

Caminando llegamos en poquito tiempo hasta la Place Royale, una amplísima plaza presidida

por la estatua ecuestre de Godofredo de Bouillon y rodeada de museos. Y a la vuelta de esta

plaza descubrimos el Palacio Real, aunque en realidad, hace años que dejó de ser residencia

real.

Optamos por bajar hacia el centro de Bruselas y pasamos junto al célebre edicio Old England,

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una de las cumbres del Art Nouveau de la capital belga y que actualmente alberga el museo de

instrumentos musicales.

Llegamos a Monts des Arts pero los colores de las flores de los jardines lucen muy tristones, el

cielo sigue encapotado y la luz no los ilumina como debiera. Pensamos en volver al día

siguiente si es que hace mejor tiempo.

En ese momento mi mujer se da cuenta que le hemos comprado al sobri la camiseta del Brujas

pero que no hemos comprado nada para la sobrina. Horror!! Vamos a la calle Neuve, la más

comercial, pero no conseguimos encontrar nada que nos guste (bueno, seamos sinceros, que

le guste a ella, a mi todo me parece bien con tal de acabar pronto con las compras!).

calle Neuve

Por fin, en un gran centro comercial de la citada calle compramos una camiseta preciosa para

la niña (y volviendo a la sinceridad…. ahora soy yo el que se lía con las compras –eso me pasa

por hablar- y me hago con una cazadora deportiva bien chula).

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Y ya que hemos cogido carrerilla con las compras, decidimos seguir. Tenemos que comprar

bombones para familia y compromisos y en nuestras coincienzudas catas casi diarias,

habíamos decidido que los que más nos gustaban eran los de Mary, casa que tiene varias

tiendas repartidas por la capital. Nosotros los compramos en una que queda muy cerca del

Maneken Pis y a tiro de piedra de nuestro hotel. Compramos 6 cajas de bombones, y mi mujer

que se mueve por las tiendas como el tigre en la espesura, le regatea unos euritos a la

dependienta.

Exitoso artista callejero

Ella nos dice que no es la encargada y que lo máximo que nos puede hacer es un 5% de

descuento. Bueno… menos es nada!!

Después, en una casi contigua tienda de bombones Leonidas, compramos una caja más grande

para compartir en algún bar a la vuelta del viaje con los amigos (como así hicimos; bombones y

vino, gran combinación!).

Aprovechando que tenemos el hotel allí mismo, vamos a dejar las compras (ropas y

bombones). Al regresar reparamos en que tenemos allí el pub Poechenellekelder al que cada

vez que pasamos por delante (a diario) pensamos en entrar pero no entramos nunca. Ese es el

momento.

Poechenellekelder

El pub es precioso!!! Está lleno de gente y muy animado. Nos damos cuenta que muchos pubs

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o bares en Bruselas tienen un aspecto muy poco atractivo en su fachada y luego algunos por

dentro son francamente bonitos. Éste tiene dos pisos y del techo cuelgan infinidad de títeres y

marionetas. Mi mujer se fija en una chica que se está tomando una cerveza de botella de 75 cl,

Lupulus se llama la birra y por gestos la chica le indica que está muy buena.

El camarero nos acompaña al piso de abajo y es que arriba no hay sitio. No es tan bonito como

el piso superior pero está bien. Nos sientan en una mesa junto a una biblioteca donde el tema

de todos los libros es el mismo: la cerveza!!!. Qué cultos estos belgas!!

Emblema de los bombones Mary y la Hopus

Mi mujer pide una Kwak y yo veo en la mesa de al lado que el camarero sirve una cerveza y la

última parte de la cerveza la sirve en un vaso de chupito. Me pica la curiosidad y pido una de

esas, una Hopus (8,3º) y le pregunto al camarero a qué viene el vasito de chupito. Me explica

que lo último de la cerveza es más amargo, tiene más grado y más lúpulo y me recomienda

que tome el chupito después de la cerveza y que apreciaré que sabe distinto. Obediente que

soy, sigo sus instrucciones.

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La verdad que el pub es muy agradable y estamos muy a gusto. Vemos que en las mesas de al

lado empiezan a sacarse unos platos con una pinta estupenda y nos empieza a entrar un

hambre que no veas. Decidimos cenar allí. Pedimos una lasagna y unos spagetis al chef y para

beber… habeis acertado… compartimos una cerveza Lupulus blonde de 75 cl y 8,5 º que está

realmente buena! La Lupulus es turbia y según leo, de refermentación en botella y procede de

las Ardenas.

El joven camarero es todo un artista sirviendo las cervezas, escancia cada una de la manera

más apropiada, incluso se adorna en el momento de abrirlas (es un poco comediante, pero

hace bien su trabajo, la verdad).

Murales y comic, un referente en Bruselas

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Salimos de allí un poco “animaditos” ya y entramos en el Deliriums. Empieza a llenarse pero

aún está transitable. Me pido una Bersalis Triple Blond de 9º y mi mujer opta por agua (es la

sensata de la pareja). Me dedico a contar los cañeros de la barra (estamos en la planta baja) y

si no me equivoco hay 26. Curioseamos en el piso superior y el ambiente es bastante más

tranquilo. Echamos un vistazo al sotano y aquello parece una jauría humana moviéndose al son

de la música y regada por la cerveza. Nos quedamos en la planta baja (el término medio).

El piso superior y más tranquilo

Veo chavales que pasan con unos vasos gigantescos de cerveza. Investigamos un poco y

resultan ser de 2 litros (en todos los casos que vemos los comparten entre varios…. Se ve que

no son de Bilbao). Sigue entrando gente y aquello se va poniendo a tope. Tenemos la suerte de

que una cuadrilla de chavales se levantan y muy amables nos indican que nos sentemos.

Estamos un ratito más y decidimos ir al bar de la noche anterior, A L´Image Nostre Dame,

donde estaba el músico animando el cotarro (el día anterior vimos un cartel que indicaba

actuación jueves, viernes y sábado). Esta vez hay suerte y pillamos sitio en el reservado donde

está el guitarrista. Voy donde las guapas camareras (yo creo que están todavía más guapas que

la noche anterior) y pido una Palm Home Select para ella y una Rochefort 10 para mí (me

encanta esta cerveza, aunque es fuerte).

El pub a través del espejo

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El tio engancha una canción con otra, aunque el público no es tan animado como el de la

noche anterior (que no paraba de cantar y dar palmas).

En un momento dado, el artista entona “Hasta siempre” la canción de Carlos Puebla dedicada

al Ché Guevara. La cosa, a pesar del acento castellano macarrónico del cantante, no va mal

hasta que saca unas castañuelas para acompañar el tema. No las toca mal, pero no le van a la

canción, no le pegan ni con cola. Para pasar el disgusto me pido una Kwak (tras dura pugna con

los moscones que atosigan a las camareras).

Salimos de allí y, como diría el gran Dinio, la noche me confunde. Cae alguna que otra cerveza

más. Muy traidora la cerveza belga. Muchas tienen bastante grado y, aún siendo uno

consciente de ello, piensa que no deja de ser cerveza y que no perjudica tanto como otras

bebidas. Craso error. A la mañana siguiente lo comprobaría.

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ULTIMO DIA EN BRUSELAS

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Duro despertar. A la pena de que es el último día se suma el dolor de cabeza que he de

“agradecer” a las cervezas de la noche. Puf…. Qué desastre!! .

No tenemos un planning muy claro para este último día, iremos decidiendo sobre la marcha.

Desayuno unos analgésicos con croissant y nos ponemos en funcionamiento.

Mi mujer me propone ir a ver un mercadillo en Gare du Midi del que ha leido algo en la guía.

Doy un vistacillo a la Lonely y aquello tiene pinta de ser el típico mercado sin ningún atractivo

especial. Pero no hay quien la convenza. Yo refunfuñando y ella contenta, montamos en el

metro. Al llegar me tiene que dar la razón. Es un mercadillo de ropa y alimentos sin ningún tipo

de interés, damos una vueltita rápida y nos evaporamos de allí. No pongo ni una foto del

mercado porque no merece la pena.

Palacio Real

Nos apeamos del metro cerca de la estación central y, aprovechando que el día está precioso,

vamos a la zona de Mont des Arts. El sol ilumina hoy con fuerza los vivos colores de las flores y

las plantas de los jardines y la zona resulta considerablemente más bonita que el día anterior.

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Caminamos hacia la Gran Place, en cuyo centro hay hoy un pequeño mercadillo de flores y

plantas. Paseamos por la ciudad sin rumbo y sin prisas, da gusto caminar sin un objetivo fijo.

Pasamos junto a Fritland, establecimiento famoso por sus patatas fritas y vemos la cara de

aburridos que tienen los que están haciendo una enorme cola para comerse unas patatas

fritas. Un poco más allá vemos un bar con una agradable terraza al sol. Rompo una promesa. A

la mañana, mientras desayunaba con tremendo dolor de cocorota, me había prometido no

tomar ni una cerveza ese día, pero el dolor ha pasado y con él, mis propositos de enmienda.

Mercadillo de flores en Grand Place

Mi mujer se toma un Martini y yo pido una Grinbergen. Tienen el barril vacio y la chica me

propone una cerveza que no sale en la carta, una Pater Lieven Blonde. Le hago caso y acierto,

la cerveza está buena. Se está de maravilla al sol y picamos unas raciones en esa misma

terraza. Después, buscamos unos murales relacionados con los comics que vimos alguna noche

anterior, para verlos a la luz del día. Nos da la impresión de que esas calles cercanas a la bolsa

es zona de ambiente, vemos muchas parejas de chicos y bares con banderas arco iris.

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Como curiosidad, comentar que el mural de Frank Pe que representa a Broussaille y su novia

(hay foto en el capítulo anterior de este diario) leí en su día que en principio los personajes que

pasean abrazados aparentaban ser dos chicos. Pero restauraron el mural y añadieron algunos

toques a uno de los personajes (más pecho, peinado más femenino…), no sé hasta qué punto

será verdad esto que cuento, pero lo leí.

Seguimos con nuestro paseo y la ciudad, a pesar de ser domingo, estaba muy animada, con

muchos de sus comercios abiertos y regueros de gente por todas las esquinas. De repente

pasamos frente a un bar con una entrada llamativa y me fijo en un chico que le está sacando

unas fotos.

Moeder Lambic

Reparo en el nombre del local y resulta que es el Moeder Lambic, una celebradísima cervecera

de Bruselas, aunque no se trata de la Moeder Lambic Original sino de otro local ubicado en la

calle Fontainas. Como su nombre indica son especialistas en cervezas Lambic y procuran

comercializar cervezas (y otras bebidas) menos vistas en otros locales, marcas de producción

limitada. Se lo comento a mi mujer y le aviso de que por lo que he leido sobre el local, por no

tener, no tienen ni Coca-cola. Y claro, ella que siempre me hace mucho caso, se pide una Coca-

cola. El camarero le dice que no la sirven y le ofrece otros refrescos y zumos. Yo me pido una

cerveza Troubador Magma que no me gusta nada de nada. Muy amarga.

Animación dominguera en las calles de Bruselas

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Curiosamente me traen para acompañar la birra un cuenquito de cebada. El bar es grande y

está semi vacio, muy poco animado y con decoración de esa que llaman minimalista (otros

dicen que simplemente es que está sin decorar). En la barra cuento hasta 46 grifos distintos de

cerveza.

No nos dilatamos mucho en el bar y pensamos que ya va siendo hora de ir a por las maletas y

poner rumbo al aeropuerto. Por el camino no podemos evitar entrar en una de las tentadoras

tiendas de Mary y compramos 10 bombones para ir picando y que nos cuestan 15 euros.

Atravesamos por última vez la preciosa Gran Place y aprovechamos para despedirnos de la

estatua de Everard´t Serclaes, ubicada en la calle Charles Buls, en los bajos de uno de los

edificios que constituyen la Grand Place. Es una de esas estatuas que uno se encuentra en mil

ciudades y que hay que frotar no se sabe muy bien por qué (para volver a Bruselas, para tener

suerte, para que se cumplan tus deseos, para….). El caso es que la figura humana esta brillante

y pulida. Frotamos y le pedimos al bueno de Everard volver a Bruselas, tener mucha suerte,

que se cumplan nuestros deseos y ya por pedir, también que nos toque la lotería.

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Vamos al hotel y pasamos frente al Maneken Pis. Nos damos cuenta de que no le hemos hecho

mucho caso en nuestra estancia. Al estar al lado de nuestro hotel y pasar tantas veces junto a

él, no le hemos hecho mucho aprecio (lo cierto, es que tampoco entiendo la desmedida fama

que tienen la fuentecilla y el meón en cuestión).

El Maneken Pis, siempre acorralado por centenares de visitantes

Antes de ir a la estación pasamos por la galería de arte a entregar las llaves a Daniel y

Catherine. En realidad nos dijeron que las echásemos al buzón, pero al ver que estaban allí

aprovechamos para despedirnos. Qué simpáticos y agradables son!

Compramos billete al aeropuerto 8,5 euros por cabeza (esta vez si que no hubo error en el

precio del billete), el tren nos llevó al aeropuerto y el avión a casa, sin mayores contratiempos.

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Nos queda en la boca un gusto muy dulce por este viaje, y no es tan sólo debido a los

bombones belgas. Íbamos ilusionados y suponíamos que Bélgica nos iba a gustar pero,

francamente, no tanto como lo ha hecho. De Gante esperábamos una ciudad bonita e

interesante, pero su monumentalidad nos dejó con la boca abierta desde el primer minuto. De

Brujas uno ha leido tanto que es tal y como la espera, preciosa (aunque cuesta verla entre las

hordas de disciplinados turistas japoneses). Amberes muy cosmopolita, comercial y animada.

Lovaina, la coqueta, vive a otro ritmo. Dinant, a pesar de pillarnos lejos y ser pequeñita nos

gustó, cosa que no pasó con Namur, el único lunar del viaje.

Jacques Brel, el mito en las paredes de Bruselas

Y Bruselas…. Rompió todas las ideas que teníamos de ella. Pensábamos que su centro histórico

sería la Grand Place y poco más y no es así. Sus callejuelas, siempre animadas, rebosan

encanto y animación. Toda la vida llevábamos oyendo del carácter soso de los belgas pero la

noche de Bruselas y el ambiente de sus bares y cerveceras tiró por tierra desde el primer día

esta idea.

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Y ha resultado un viaje francamente cómodo. Salvo el viaje a Dinant, siempre hemos cubierto

distancias cortas en los desplazamientos y luego, una vez llegados a las ciudades a visitar, todo

lo más destacable se encontraba en un entorno muy facilmente abarcable caminando.

Y voy acabando… No quiero terminar el diario sin agradecer a todos los foreros que me

ayudaron a montar el itinerario y a organizar el viaje, bien con sus consejos directos, bien con

sus mp-s o bien a través de sus diarios. Seguramente se me olvidará alguno y por ello pido

desde ya mil perdones, pero prefiero correr el riesgo y dar, de todo corazón, gracias a

Espolonista, Bibiana1, Marimerpa, Aisak, Sloth, Spab y Rodei. Sabed todos que teneis unas

birritas pagadas en el Delirium. Salud!!!

Cartel en un pub de Bruselas

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