Boletin de La conversacion del miercoles - febrero 2012

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Boletín febrero La conversación del miércoles De la cultura que tenemos a la cultura que queremos Ciclo 2012 Seducciones y desengaños de la cultura moderna

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Conferencia: Seducciones y desengaños de la cultura moderna

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Boletín febrero

La conversación del miércoles De la cultura que tenemos a la cultura que queremos

Ciclo 2012

Seducciones y desengaños de la

cultura moderna

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Grupo de estudio

Conferencia preliminar

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Lunes 30 de enero de 2012 *Auditorio CorpoZULETA

ajenos en vocación al periodismo y comenta que «no hay periodismo posible al margen de la relación con los otros seres humanos». Ahí va la cuestión que no le interesa a lo posmoderno: rescatar la dignidad de los seres humanos. ¿En qué medida como sociedad global podemos tolerar el continuo e inevitable perjuicio de la mayoría tanto espiritual y físicamente? ¿Cuál es el proyecto cultural común que defiende ante el mundo la dignidad y la vida y busca un futuro mejor?

Libertad, igualdad y fraternidad¿De qué manera es posible sostener los ideales

de libertad, igualdad y fraternidad en un tiempo de la

Culturan el prólogo a La Historia del arte, Gombrich afirma radicalmente que «no existe, realmente, Eel Arte. Tan sólo hay artistas.» Esa tesis permite

en nuestro tema realizar análoga construcción: no existe "La Cultura", hay sujetos culturales. En el texto estudiado de Josep Picó la definición es tanto ambigua como muy amplia. Al ligarnos a un marco de la cultura que establece una enunciación tan extensa, que contiene todas las posibles expresiones, comportamientos, creencias, representaciones, entornos simbólicos, etc., sin restricción alguna, sí podemos empezar a preguntarnos por los cambios acontecidos en los últimos cincuenta años los cuales definen una situación tanto social como singular en este mundo. Esta noción de cultura que es tan vasta se convierte a la vez en algo informe, necesario de enmarcar. Y por eso cabe una revisión inicial a las lógicas del mundo en que vivimos, llamado, con frecuencia, Posmoderno.

PosmodernidadPodríamos comenzar con el juego inicial: no

existe la posmodernidad, existen los posmodernos. Si la posmodernidad es una transformación del proyecto Moderno, fracasado o venido a menos, entonces ésta parece no ofrecer promesas, sólo desengaños en lo que se refiere a un proyecto social común. Antes recordemos que en otras épocas esas decepciones se percibieron con el tiempo, en análisis posteriores, ocurre con la modernidad o con la democracia griega que al fin de cuentas fue imperfecta. En cambio, de la posmodernidad vemos los desengaños y los horrores en el presente y proyectados hacia el futuro. Uno de los rezagos de los que no se ha liberado es el de mostrar valores absolutos culturales y hegemónicos como el dinero, la fama, el crecimiento económico, el gusto... ¿Es la posmodernidad amoral, cínica? ¿Es eso reprochable? En caso de responder afirmativamente a la segunda pregunta hay qué especificar en qué radica su cinismo y en qué no. En un bello texto de Riszard Kapuscinski, Los cínicos no sirven para este oficio, el escritor critica cómo los medios de comunicación están quedando en manos de ejecutivos o de profesionales

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http://blogs.elpais.com/trending-topics/2010/10/guapas-francesas-revolucionarias.html

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desmesura? En los planteamientos posmodernos los medios de comunicación en masa y la masa determinan las construcciones de la identidad, una identidad figurativa, de la forma, de la velocidad y el cambio. Sin ética. Por ende no hay relación con seres humanos sino con sistemas: sistemas electrónicos, sistemas de representación o sistemas empresariales. Pero esto no es de antaño. Lo que damos por sentado tuvo origen en múltiples y lentas transformaciones. Se nos ofrece el trabajo y el consumismo. La desmesura. Hay que sacar aquéllos ideales y darles un contexto concreto ideológico y político ya que sueltos son informes. Se debe cuestionar la idea del crecimiento económico, aquella que dice, más es necesariamente mejor. La libertad, la igualdad y la fraternidad no se circunscriben a la burguesía, pero tampoco a los inicios de la Revolución francesa. ¿Cómo recuperarlos y actualizarlos en beneficio de la dignidad y de la vida?

EsperanzasEl 2011 no pasó desapercibido, el malestar

prende sus llamas, lo que alimentará tal vez nuevas ilusiones y nuevos desengaños. Recordemos a los indignados en España, Occupy Wall Street, los acontecimientos en Túnez o en Egipto, el surgimiento de un tipo nuevo de movimiento estudiantil, la propuesta del decrecimiento —hemos alcanzado los límites del planeta, se debe propender por decrecer las desigualdades sociales, reconectar la sociedad con la cultura, con el medio ambiente, con la política—, entre otros. Creo que la mejor enseñanza que todos ellos han recuperado es que es posible pensar en la transformación positiva de la sociedad, en un mundo digno para la mayoría, en que las cosas no están bien. De todos modos cualquier cambio para bien, e incluso para mal, será gradual y generacional, por lo tanto no

alcanzaremos a ver si llega algún día "un mundo mejor".

ColombiaTeniendo en cuenta que los

conceptos y contextos de la modernidad que usualmente estudiamos tienden a ser generalmente europeos, no sobra la pregunta ¿Cuáles son los alcances de aquéllos ideales, igualdad, libertad y fraternidad, en una sociedad como la nuestra, en un país políticamente dividido, sometido a intereses privados, que desecha paulatinamente lo público y con la idea del crecimiento económico, más mercado es prosperidad para todos? ¿Cómo aplicar esos ideales en un país sometido a un largo conflicto y que se debate entre la codicia, el resentimiento y la indiferencia? Finalmente recordemos que nuestro contexto no es el europeo o el norteamericano pero tampoco podemos olvidar ni descartar las herramientas filosóficas que esas culturas del norte nos han dejado para pensarnos en esta esquina de Latinoamérica.

Eduardo CanoMiembro Fundador Corporación

Cultural ESTANISLAO ZULETA

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* Por cuestiones logísticas, sólo por este mes, el grupo tuvo sesión un lunes en lugar de un miércoles.

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DiscusiónLunes 30 de enero de 2012Auditorio CorpoZULETA

iendo esta nuestra primera reunión del año, que nos recibe con un nuevo ciclo y Stambién con el compromiso de construir

otro año haciendo presencia en la ciudad, nos reencontramos en ese lugar ya familiar para todos que es el auditorio Luis Antonio Restrepo de la Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA para aprestarnos a la conversación amable y seria.

Luego de una inteligente conferencia a cargo de Eduardo Cano, la discusión no se hizo esperar, dejándonos, como lo hace usualmente, con más preguntas que certezas.

Dijo primero alguien que al nombrar el ciclo “de la cultura que tenemos a la cultura que queremos” estamos ofreciendo la interpretación de un sentido que cambia, un concepto que se inscribe en un contexto material, filosófico e histórico: la cultura. Algunas dudas se manifestaron respecto a lo que es la cultura moderna y sus implicaciones en nosotros, quienes no sólo nos reconocemos como humanidad sino también como latinoamericanos, y más precisamente, como ciudadanas y ciudadanos colombianos.

La modernidad trae consigo varios conflictos —así lo afirmó quien tomó la palabra en seguida—. Uno de ellos es la forma de situarse ante la historia, pues es propio de la modernidad el hecho de que nos hagamos la pregunta: ¿estamos en un momento de cambio? Si es así, ¿qué es lo que cambia y a qué nos lleva? Algunas y algunos pensadores ya afirman que la humanidad se encuentra en la época de la posmodernidad, caracterizada por predicar el fin de la posibilidad de crear ideales pues ya estos parecen haberse agotado por completo. También implica una superficialidad en las ideas que ya no determinan ideologías desde las cuales explicarse y apostarse al mundo; pero, ¿no es acaso curioso predicar a todos que se han terminado los tiempos de las prédicas y las ideologías? Puede ser que, como señaló un asistente ofreciéndonos una interpretación de su lectura del texto de referencia, el “pos” en la palabra posmodernidad tenga que ver con una superación de los ideales modernos. Pero dicha respuesta arroja más cuestiones: ¿aquellos ideales están superados porque hemos salido victoriosos en su alcance o porque ya se han convertido en obsoletos para la actualidad? Si respondiésemos que los hemos alcanzado vale la pena analizar la situación económica, pues en este aspecto lo que se le adjunta a la palabra modernidad es el preciso adjetivo “capitalista”. ¿Un continente poblado de seres

en la miseria absoluta como es África o una seguidilla aterrorizadora de crisis monetarias alrededor del mundo son la prueba fehaciente de que hemos logrado igualdad, fraternidad y libertad? Si por otro lado dijésemos que ya son ideales obsoletos e incluso ingenuos, ¿qué de ingenuidad hay en pensar que la libertad o la igualdad siguen siendo banderas que alzar en un mundo que cada vez más nos muestra la infamia de las tiranías o la brecha que paulatinamente se hace más insalvable entre los ricos y los pobres?

Otro análisis bastante interesante emergió en el grupo: este tiene que ver con una revisión crítica a esos ideales modernos, pues la humanidad ya ha presenciado catástrofes humanas que abanderan las causas mencionadas. Es fácil pensar en la Unión Soviética, China, lo que ahora es Cuba, etcétera; pero sería una conclusión apresurada y quizás muy errada afirmar que igualdad, fraternidad y libertad son tres palabras con su lugar en el olvido, más bien habría que reflexionar el cómo es que se labra el camino hacia dichos ideales, y también pensar si algo en ellos trae de por sí la catástrofe en que han terminado.

En este punto de la conversación se plantearon varias ideas en un contexto más local, estas se relacionan con la pregunta ¿qué es la modernidad en Latinoamérica y en Colombia? Los ideales occidentales, o mejor, europeos del siglo XIX planteaban ya la tensión entre la conservación y el cambio, enmarcada en el ideal de la revolución y la independencia, y si bien lo más importante había ocurrido en Francia y Norteamérica, estos sucesos movieron ideas, ideas que nos llegaron hasta aquí, hasta Latinoamérica y Colombia, al tiempo que, gracias a esas ideas, forjamos ideales. ¿O qué decir de nuestros pensadores de mitad de siglo XX?

Terminamos de esta forma la primera sesión del grupo de estudio de este año, recordando por lo demás que nos sabemos hijos de Occidente y del ideal moderno, al cual le debemos las herramientas y posibilidades con las que pensamos y existimos: el psicoanálisis, la filosofía, la lógica, la racionalidad, la teoría marxista, la crítica, etcétera, asuntos estos que nos dan la esperanza de que un día, no se sabe cuándo, empecemos todos y todas a sentirnos habitantes de una universalidad que realmente nos recoja a todos los seres humanos y no nos discrimine por raza, religión o capacidad adquisitiva.

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Vincent RestrepoCorporación Cultural ESTANISLAO ZULETA

Grupo de estudio

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Miércoles 1 de febrero de 2012Auditorio Comfama San Ignacio

Conferencia central

SEDUCCIONES Y DESENGAÑOS DE LA CULTURA MODERNA

promesa fundamental nos sedujo la Modernidad desde sus albores en el siglo XVII? Con que la vida, con tal de que se desplegara por los caminos de la racionalidad, nos proveería con las luces de ésta la emancipación en lo individual y en lo colectivo, lo que equivaldría a la conquista de la autonomía personal y la igualdad social. En general que, vía la racionalidad, lo humano llegaría a ser más justo, más digno, más solidario y más culto. Sin embargo, hoy por hoy, estas promesas han conducidoen algunos casos a lo contrario, mostrando supuestamente que la racionalidad deriva hacia lo totalitario.

Así las cosas, en lugar de un individuo autónomo hoy se nos ofrece uno inmerso en la masa y dócil prisionero de los mandatos del mercado; en vez de una sociedad que gane en igualdad, tenemos en ella una avanzada creciente de la desigualdad; y en lo concerniente a lo humano propiamente dicho, asistimos a un peligroso extravío de la noción de justicia, a una caída en picada de la valoración de la vida, a un preocupante triunfo de la insolidaridad y a la tontería haciendo su agosto. ¿Será esto señal suficiente para abandonar el proyecto moderno y, por tanto, para declinar de la racionalidad? Dejando de lado el problema de cuál sería y cómo se organizaría una sociedad pos-racional (y, por tanto, pospolítica y posética), la que en su delirio invoca el discurso

a Modernidad, ese gran ideal que promovió Occidente desde el siglo XVII, no ha resultado Lcomo prometía y en muchos aspectos, tanto de la

vida individual como de la social, no sólo muestra un inocultable fracaso sino que ha dejado un profundo malestar. Frente a las promesas hechas en los siglos XVII y XVIII y lo que tenemos en el siglo XXI, la realidad ofrece marcadas diferencias con respecto a aquel ideal: las cosas no resultaron como se nos prometieron, las promesas con las que nos sedujo la Modernidad, en alguna medida han derivado a desengaños. ¿De la constatación de esta frustración hemos de colegir que se impone abandonar el proyecto moderno, tal como a coro proclaman los posmodernos? ¿O más bien lo que corresponde es persistir en él, introduciendo las correcciones necesarias en los puntos donde ha fallado, y todo esto en la perspectiva de un proyecto que nunca será concluso y que, por ende, siempre estará llamado a una labor de revisión?

Nunca está de más recordar que esta época que llamamos Modernidad está signada por la hegemonía que sobre ella ha ejercido el capitalismo, advertencia ésta que no se hace en clave peyorativa, sino como indicación de la fuerza forjadora de la civilización que ejerce el modelo burgués de sociedad, el cual, como no podía ser de otra manera, ha incidido de forma decisiva en los destinos del ideal moderno. Ahora, ¿con cuál

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posmoderno, lo que es más sensato es examinar el relativo fracaso moderno, contando con el reconocimiento de valiosos e innegables logros suyos que sería absurdo abandonar. En esta línea, lo que corresponde es volver al asunto clave: los principios sustentadores de ese centro de gravedad de la Modernidad que constituye la racionalidad. Antes de enunciar esos principios en los que se funda ésta y que la hacen bastión de la Modernidad, conviene recordar que dicha racionalidad es un invento cultural de Occidente —anclado en la misma Antigüedad griega— que opera esencialmente como un recurso para erosionar y desmontar toda pretensión dogmática. En pocas palabras, decir racionalidad es decir antidogmatismo.

Mencionados someramente los

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Carlos Mario GonzálezProfesor Universidad Nacional – sede Medellín

Departamento de Estudios Filosóficos y CulturalesMiembro Fundador Corporación Cultural ESTANISLAO

ZULETA

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principios que fundan una actitud racional, siendo ésta una invaluable conquista que ha logrado Occidente, son los siguientes: 1. La duda, lo que es tanto como decir que ninguna verdad colma; 2. La crítica, que señala que toda proposición es objetable; 3. La universalidad, que apunta a destacar lo común que nos hace reconocernos como humanos; 4. La pluralidad, que advierte que lo humano se realiza en formas singulares y disímiles; y 5. El diálogo, que indica que el lenguaje es el recurso supremo con el que contamos para desplegar nuestra singularidad en comunidad. Pero, y esto es esencial, de estos principios deriva un gran precepto: nada es todo, ni siquiera la misma racionalidad. Más aún, la racionalidad es el instrumento de refutación de la pretensión de cualquier enunciado de presentarse como todo, como único, como absoluto, como exento de la duda, como ajeno a la crítica.

Lo anterior se puede traducir diciendo que el proyecto moderno erige a la racionalidad como lo opuesto a todo aquello que no permite objeción o que se quiere imponer per se, de tal manera que ni siquiera los mismos frutos suyos escapan al ejercicio interrogativo y cuestionador que ella despliega. Ningún producto de la racionalidad está exonerado de la crítica racional, ninguno de sus logros es concluyente y absoluto, de forma que cuando alguno pretende esto, antes que estar ante un defecto de la racionalidad, por ejemplo el de hacerse totalitaria, se está ante una negación de ella. Los fracasos de la Modernidad –esos que encarnan tanto el capitalismo

como el socialismo real, los dos grandes modelos sociales que hemos tenido- nacen de la traición a sus principios y del olvido de su precepto, principios y precepto que señalan que el proyecto moderno será eternamente inconcluso, pues la racionalidad es la disposición por la cual todo es susceptible de ser puesto en duda y sometido a crítica, o, dicho de otra manera, la racionalidad es la que nos previene contra cualquier expresión de lo absoluto y su dogmatismo, contra cualquier manifestación de lo concluyente y su totalitarismo. Que la racionalidad advierta que nada es todo ni siquiera ella misma, traza un camino de acción que lejos de invocar su abandono más bien reclama evitar traicionarla, es decir, un camino que postula que ella debe seguir siendo el instrumento por excelencia para erosionar todo lo quiera presentarse como único y concluyente. Para terminar no está de más decir, frente al irresponsable delirio del discurso posmoderno, que si bien la racionalidad no es todo –cosa que, como he dicho, la misma racionalidad acata—, no es posible que abdiquemos de ella, pues que no sea todo no equivale a decir que sea nada.

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Miércoles 8 de febrero del 2012Deck del Claustro de San Ignacio

Tertulia

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sta cultura que tenemos, en este mundo en que v iv imos E(expresión esta que acoge dos

de los cinco nombres con que este proyecto, que ya comienza su quinto ciclo, ha expresado sus más hondas interrogaciones), atiende ahora a una gran incertidumbre. La modernidad, término tan complejo a la hora de reconocerse o no en él, de pretenderse superado como proyecto de mundo para ser y estar en él, de sentirse

desengañado o complacido el ser humano por ella, por sus promesas, está en el centro de la discusión: ¿Por qué ha sido que, estando cobijados por sus ideas, acogida como fue para organizar las sociedades a la luz de sus propósitos e ideales, hemos llegado a habitar en estas particularidades de este tiempo nuestro?

La contradicción que en este presente no sólo vemos, sino que además encarnamos, padecemos, sentimos, se expresa –con cuánto enmascaramiento, insertos como estamos en un sistema con las características del modelo capitalista- en aquello que tiene que ver con la libertad y la igualdad, ideales éstos que fueron protagonistas del proyecto moderno de la mano de la razón, la autonomía y la fraternidad, y que ahora, en un encuentro como esta conversación y de la

mano de las tesis de la conferencia que le precedió, se encuentran en interrogación dadas la miseria, la injusticia, la desigualdad, la prisión del mercado, el dogmatismo, la intolerancia, el individualismo hoy vigentes, ante lo cual, por fortuna, existe una creciente inconformidad.

Y entonces, las preguntas no tardaron en concretarse así en la voz de los tertuliantes: ¿cuál es el lugar del capitalismo en estas condiciones con las cuales nos dispone hoy la realidad que atendemos para encarar la vida? ¿Tienen vigencia aún los ideales anteriormente mencionados o es menester hacerse a unos nuevos? ¿Qué pasó con el proyecto moderno, hay continuidad de él o estamos necesitando un nuevo modelo? De ser así, ¿cuál sería, de qué características?

A partir de estas interrogaciones la conversación transitó, a la manera de una revisión, por el reconocimiento y la valoración de los avances del proyecto moderno tales como la apertura a la diversidad y sus posibilidades, la racionalidad como conquista perdible del ser humano y, asumiendo la incertidumbre como constitutiva del trasegar humano, se propuso el difícil diálogo entre lo que ya está construido y lo que queremos construir, esto es, una reformulación de los ideales que como horizontes se propone –exclusivo de su especie- el ser humano en una brega por mantenerlos en apertura a la crítica y el cambio (lo cual no puede

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Diana M. Suárez A.Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA

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hacerse sino de la mano de la razón) y por que encuentren posibilidades reales y efectivas de expresión en el seno de las sociedades, cualesquiera que sean sus contextos particulares.

Lo anterior nos obligó a los asistentes, unos que ya nos encontrábamos maravillados ante el poder enriquecedor del diálogo, a construir, vía la reflexión, las precisiones que a continuación resumiré y que son expresión misma de las diferencias que emergen al darse cita con la interpretación y el pensamiento: 1. Principios como el de la libertad y la igualdad deben ser tanto defendidos como adjetivados en aras de lograr su concreción en el marco de posibilidades reales con que hoy contamos para que, entonces, tenga lugar el anhelado transito de una bella formulación a la expresión real suya; 2. De la mano de lo anterior, una tarea: la de apostarnos tanto a la construcción del modelo de humanidad que queremos como, con las luchas que ello implica, a avanzar en el establecimiento de los escenarios que esa humanidad más justa y, valga decir, más humana, exigen como condición (donde cada región del planeta, cada cultura, se expresa en su pluralidad y sus necesidades); 3. Posicionarnos y encarar esos ideales

que construyamos, si bien no garantiza su consecución, nos dispone a la acción, a la búsqueda de alternativas a los poderes que hoy gobiernan y, a sabiendas de los peligros que la idealización de los mismos conllevan (la absolutización y el dogmatismo), nos abre una grandiosa posibilidad, que es también un gran reto: hacernos cargo de nuestra existencia, una que, de no ser así, transitará por caminos que desde otros ideales sean trazados e impuestos.

Tras una muy nutrida conversación nos levantamos, una vez más, convencidos de que estos ejercicios de interrogación, pensamiento y suspensión para volver la mirada al mundo del cual hacemos parte y en el cual desenvolvemos nuestra existencia, se amplían, potencian y enriquecen cuando se hace contando con la palabra de otros. Convencimiento que nos complace estar cultivando con ciudadanos tan diversos como apostados y comprometidos con la vida.

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Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETAWeb: www.corpozuleta.org e-mail: [email protected]

Tel: 234 36 41 Dirección: Cll 50 No. 78a - 89

Próxima conferencia: Apremiantes preguntas de nuestro tiempo en torno a la

experiencia afectiva y a la vivencia de lo social Texto de referencia:

La sabiduría de los modernosAndré Comte Sponville - Luc Ferry

Miércoles 7 de marzo 6:30 p.m. Auditorio Alfonso Restrepo MorenoComfama San Ignacio (cuarto piso)

Informes:

Apoya: Organiza:

Boletín de La conversación del miércoles

Edición del 15 de febrero del 2012Revisión editorial:Alejandro LópezDiana SuárezVincent RestrepoDiagramación:Vincent Restrepo

«Vemos pues que el desarrollo cultural de la modernidad ha sido acompañado por momentos seductores y por grandes desengaños, y el periodo actual no se libra de esta dialéctica a la que vamos ya acostumbrándonos. La primera crisis de la cultura moderna se produce cuando la lógica ilustrada que vincula el desarrollo de la ciencia con el progreso de la razón y la realización de la libertad fracasa en su empeño de emancipación al observar que al ansia de dominar la naturaleza subyacía la inevitabilidad de la dominación de unos seres humanos sobre otros y la razón se convertía de liberadora en instrumental. El progreso unilineal y la representación única del mundo se rompen y se pone de manifiesto su paradójica multiplicidad. (…) Así, la cultura moderna nos pone de manifiesto de manera cada vez más insistente las formas básicas de su dialéctica, ese dilema insoluble entre individuo y sociedad, libertad y necesidad, Eros y Tánatos, que viene acompañado siempre de seducción y desengaño, dos formas imprescindibles de vivir y recorrer los caminos de la cultura que nosotros mismos nos vamos trazando.»

Cultura y modernidad

Josep Picó

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Pensador o pensadora de referencia

Joseph Picó: Doctor en Sociología de Universidad de Valencia. Actualmente es Catedrático de Sociología en el Departamento de Sociología y Antropología Social de la misma universidad. Ha publicado libros como: Los años dorados de la sociología (1495-1975) (2003), Cultura y modernidad: seducciones y desengaños de la cultura moderna (1999), Modernidad y postmodernidad (1988), El protagonismo de las fundaciones americanas en la institucionalización de la sociología (1945-1960), entre otros.