BRIGITTE Y LA METAFÍLMICA - el Decálogo - Javier OTK

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Brigitte y la Metafílmica (obra literaria primigenia) Núm. Reg. INDAUTOR: 03-2003-062013253500-01 México, D. F., 4 de julio, 2003 © Francisco Javier Ortiz Tirado Kelly (Oteka) Brigitte, el Cine y la Belleza (obra literaria derivada) Núm. Reg. INDAUTOR: 03-2010-043013381200-01 México, D. F., 20 de mayo, 2010 © Francisco Javier Ortiz Tirado Kelly (Oteka) Se prohíbe la reproducción parcial o total de esta obra —por cualquier medio— sin el permiso previo y por escrito del autor.

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Oteka Javier Ortiz Tirado Kelly

Decálogo de capítulos o cortometrajes

publicado por la revista CONSPIRATIO,

en sus primeros diez números, en la columna titulada Metafílmica de Oteka.

Es una obra derivada del ensayo de novela “Brigitte y la Metafílmica”,

del mismo autor, y que es el manifiesto de

su estética cinematográfica.

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A Manzana y Almendra

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Cortometraje de una joven llama-da Brigitte ( 1 )

rigitte, símbolo femenino de belleza, ¡cuánto he soñado tus ojos verdes y rasgados!

B Voz en off:

Brigitte proviene de "bright", y tan bri-llante es su origen como su manifestación espléndida de belleza. Platónico amor, ideal que surgió de lo real, de una experiencia semejante al opacamiento que en los mitos imponían los antiguos dioses a los mortales, en este caso, un atrevido niño, que llegaría a convertirse en maestro de Metafílmica.

Corte a:

Brigitte, la santa patrona de Irlanda, siente la necesidad de implorar a Dios:

— ¡Quítame la belleza!…

Corte a:

Al descender de las nubes de sus evoca-ciones, Oteka, el maestro de Metafílmica, con tierno aplomo sostiene de los hombros

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a Eva, su joven discípula, admirando sus bellísimos ojos verdes y rasgados.

Oteka:

— Desde hoy te llamarás Brigitte, por-que mientras el mundo siga reteniéndote debido a tu inescondible belleza, no podrás entregarle a Dios lo que de ti quiere. No te preocupes, porque al final de cuentas el Creador devolvió a santa Brigitte su belle-za… eso sí, una vez que la transformó a su antojo.

Corte a:

Eva, la bella estudiante de Metafílmica, por ahora ajena al mundo interior de su maestro, no comprende, en ese atrevimien-to, los alcances del acto de cambiarle de nombre, y mucho menos sospecha la clase de experiencias que habrá de vivir en ese liceo mexicano de arte.

Brigitte (reclama a su maestro):

— Si lo único que yo quiero es algo muy simple, que me ayudes a descubrir qué película quiero hacer.

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Oteka:

— Veo que estás ansiosa de encontrar la luz. Ésta siempre aparece al final, cuando la persona sedienta de ella está perdida en la oscuridad. Así que partiremos desde tus tinieblas… Te espero aquí, a las doce de la noche, en punto.

Voz en off:

Cuántos pensamientos se agolpan en la mente de Brigitte: ¿Por qué su maestro la ha citado a media noche? ¿Qué intenciones tendrá? ¿Podrá confiar en él?... En su dor-mitorio se conecta a Internet y busca in-formación relacionada con Brigitte. Halla dos cosas que la maravillan: La imagen de un hermoso vitral que no puede dejar de admirar, en donde la santa sostiene una lar-ga y luminosa antorcha que simboliza su propio nombre: la luz, la brillantez ("bright"), la belleza.

La segunda maravilla que descubre, es un párrafo que confirma la anécdota que le ha anticipado su maestro:

Nacida en el año 453 D.C., Brigitte fue conocida por su belleza. Cuando alcanzó la edad apropiada, su padre pensó que era hora de que

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se casara, pero Brigitte no estaba contenta con la idea. Ella se había entregado a Dios, y no quería dar su amor a ningún otro. Entonces rezó a Dios pidiéndole que le quitara su be-lleza, y Él así lo hizo. Cuando el contrariado padre de Brigitte vio que su belleza se había ido, la dejó hacerse monja, como era su deseo. Santa Brigitte fue la primera religio-sa mujer en Irlanda. Con otras jóve-nes fundó un convento. Cuando finalmente pudo consagrarse entera-mente a Dios, un nuevo milagro ocu-rrió, y su belleza le fue devuelta.

La nueva Brigitte (enojada):

— ¡Pero si yo no quiero ser monja! ¡En qué rayos estará pensando ese mocho!

Corte a:

Una vez que se tranquiliza, su vista es atrapada de nuevo por la bellísima imagen de la santa. La contempla por varios minu-tos, sumergida en una profunda comunica-ción entre silencios que la atrae, que no la deja escapar… hasta que vuelve a reaccio-nar con rebeldía.

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Brigitte:

— ¡Ni tampoco santa! Pero, ¡en qué malditos rayos estará pensando ese idiota! La santidad en definitiva no es para mí. Yo soy una chava, la neta, super alivianada.

Corte a:

Brigitte descarga su enojo sobre los bo-tones de la computadora, pero el monitor no quiere apagarse. Como una misteriosa señal sigue proyectando la colorida imagen de la joven santa irlandesa. Vuelve a recetar un golpe sobre el botón del monitor, pero parece que éste no tiene la voluntad de apa-garse.

Brigitte (grita):

— ¡Demonios, o te apagas o…! (Jala del cable y la imagen sólo baja de intensi-dad)…. ¿Será necesario invocar a los mis-mísimos demonios para que me obedezca ese maldito aparato?… El que sí es un de-monio es ese profesor que me quiere in-quietar con sus anacrónicas propuestas de misticismo metafílmico. Yo no sé qué esta-ba pensando cuando se le ocurrió ese nom-brecito… Y para acabarla de fregar, tengo que aprobar su curso… ¿Y qué tal si me hago la enferma?... No, tarde o temprano

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tendría que aliviarme y cumplir sus capri-chitos… Tengo que ir… a media noche… ¡qué flojera!… ¿Qué querrá?… ¿De qué tinieblas me quiere sacar?… ¿No tendrá la intención de recetarme el catecismo?… No, creo que no es su estilo. En honor a la ver-dad, tengo que reconocer que es nada abu-rrido, sobre todo si lo comparamos con la sarta de natas y tecnócratas que hoy abun-dan… La neta, me tiene super intrigada el hombre… ¿Por qué a media noche?… Ya no resisto más la curiosidad. ¿Qué trata de enseñarme? Disolvencia a:

La cámara de la Metafílmica continuará su viaje… cuando la conspiración la cargue con otro rollo.

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Cortometraje de un misterio que se proyecta luminoso ( 2 )

a cámara observa que casi todas las luces están apagadas en el liceo. El reloj del pasillo marca las doce en

punto. No se escucha ruido alguno. Brigit-te llega al fondo del pasillo. Sobre la puerta del cubículo de su maestro cuelga un grue-so cuadro de madera con un letrero piro-grafiado en latín que reza: "Veni, Creator Spiritus". Brigitte toca tres veces, pero na-die contesta. Abre entonces la puerta. El cubículo está vacío, sólo una vela ilumina otro letrero escrito sobre papel:

L

Sal de tu oscuridad bergmaniana, y busca el eje de luz que comenzará a clarificar el misterio de tu próximo filme.

Brigitte (piensa):

— ¿Se referirá el maestro al salón de proyecciones?

Corte a:

Cuando Brigitte llega al salón, el eje lu-minoso del proyector invade la pantalla. Una raya blanca se va pintando, de izquier-

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da a derecha, sobre la negra superficie. Eso es todo. La bellísima joven observa con atención esa imagen tan simple. Ninguna otra cosa sucede. A lo largo de varios minu-tos, sólo una raya blanca va fluyendo al centro de la pantalla negra, de izquierda a derecha.

Oteka (el maestro de metafílmica, transmite su voz impostada y profunda, a través de las bocinas del auditorio):

— Hipnotizante, ¿verdad?

Brigitte (gritando):

— ¿Eres tú? ¿Dónde estás? — ¡Acaso te importa eso!: ¿Dónde es-

tás?… ¿De dónde vienes?… ¿A dónde vas?… ¿Quién eres?… Sigo esperando tu respuesta, Brigitte.

— ¿Cuál respuesta? Aquí estoy. No he faltado a la cita. ¿No es eso lo que querías?

— Has cumplido, sí, y ¿no te parece hipnotizante lo que ves?

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— Sí, pero no le encuentro el chiste, tanto tiempo sólo para ver una insignifican-te raya blanca que avanza en línea recta.

— Fíjate bien.

Corte a:

Por más que lo intenta, Brigitte no logra encontrar interesante lo que ve reflejarse sobre la pantalla.

Oteka:

— ¡Es una imagen cautivadora!… Cada segundo se proyectan veinticuatro cuadros fijos que, gracias a la retención que de ellos va haciendo tu retina, obtienes la sensación de un movimiento continuo. ¿No es mara-villoso?

Brigitte:

— Sí… por supuesto… ¡es maravilloso!

Oteka:

— Es el movimiento… es el tiempo… es… ¡es la imagen de la vida visible que flu-ye desde lo invisible!

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Corte a:

Los ojos rasgados de Brigitte se abren al máximo, como si esas palabras se los hubiesen agrandado. No puede dejar de admirar la simplicidad y belleza de esa sín-tesis visual perfecta que impacta su mente y su corazón.

Oteka:

— ¡Esa imagen es, nada menos, la eter-nidad que penetra en tu tiempo!

Corte a:

La frase retumba, como si proviniese de trompetas apocalípticas, en el ser entero de la avispada discípula. Aunque de momento no comprende los alcances científicos, filo-sóficos y teológicos del contenido de esas palabras, su forma la excita. De pronto, la luz se hace en la sala y el proyector es apa-gado. Brigitte está sentada en una butaca en medio del pequeño salón. Oteka sale de la cabina de proyección, camina por el pasillo hacia el frente, jala un rotafolios que coloca al centro y comienza a dibujar una raya horizontal que divide en tres partes. Sobre la primera parte escribe la palabra "pasado", al centro: "presente" y, por último, sobre la sección derecha escribe "futuro".

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Oteka:

— Una visión lógica, pero anacrónica. Así habrían imaginado el tiempo mis abue-litos. (Brigitte ríe y sigue escuchando a su maestro). ¿Por qué darle el mismo espacio al presente? La humanidad habrá dado un gran paso el día en que aprenda a percibir el tiempo no como si fuera espacio, y el espa-cio no como si fuera tiempo. ¿Te has pues-to a pensar cuánto dura el presente? ¿Puedes, como en esta raya, representarlo gráficamente del mismo tamaño que el pa-sado y el futuro? ¿Existe en realidad ese tiempo llamado presente?

Corte a:

Brigitte aún no encuentra una respuesta que le parezca confiable, por eso guarda silencio.

Oteka:

Mira Brigitte, sólo la belleza nos permi-te apreciar todo eso que es el presente… ¿Y tú crees que importa de dónde procede la Belleza?, porque por ejemplo a Charles Baudelaire, en "Las flores del mal", parecía no importarle:

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¿Qué importa que procedas del cielo o del infierno, Belleza, mons-truo enorme, ingenuo y espantoso, si tus ojos, tu risa, tu pie, me abren la puerta de un Infinito que amo y no conocí nunca? De Dios o de Satán, ¿qué importa?, Ángel, Sirena, ¿qué importa, si por ti —hada con las pupilas de terciopelo, ritmo, fulgor, mi única reina—, el mundo es me-nos feo y el tiempo menos largo?

Pero para nosotros, en la Metafílmica, nos resulta fundamental la cuestión de dónde procede la Belleza. Ahí se finca toda nuestra estética.

Escucha este fragmento del prólogo del Evangelio según San Juan:

"Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Este vino para un testimonio, para dar testi-monio de la luz, para que todos cre-yeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz".

La posición que asume el cineasta de la Metafílmica se fundamenta en la función profética asumida por Juan el Bautista. Pues no es él la luz, sino que da testimonio de la Luz… La Metafílmica propugna por un cine

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de autor, pero del Autor de los autores, en dónde estos últimos son fieles instrumentos fílmicos de la Palabra que está sobre toda palabra. Disolvencia a:

La imagen meditabunda de los bellísi-mos ojos verdes de Brigitte, abiertos al máximo, se congela. Voz en off:

La cámara de la Metafílmica continuará su viaje… cuando la conspiración la cargue con otro rollo.

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Cortometraje del Cruzado jugando ajedrez con la Muerte ( 3 )

l maestro de Metafílmica proyecta a Brigitte “El Séptimo Sello”, película bergmaniana fundamental, que ini-

cia en el misterio apocalíptico de un con-trastado cielo, cuyas nubes en vano intentan esconder la magnificencia del sol, porque su presencia se anuncia con “trompetas” de sonoridad carminoburanesca, profetizando que pronto dará a luz. Y al intimidar al pre-sagio de la tormenta, una Paloma aparece dominando las alturas con su pacífico vue-lo.

E

Voz en off:

— “Y cuando el Cordero abrió el Séptimo Se-llo, en el cielo se hizo un silencio que duró el espacio de media hora”. Corte a:

Bajo el silencio del cielo y frente a un mar en tregua junto a los peñascos, un ca-ballero que regresa a su antigua Suecia des-pués las Cruzadas, va de camino a casa, a enfrentarse no sólo con la temible peste, sino con aquel mítico encapuchado que se le presenta como la Muerte. El cruzado,

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para ganar tiempo a su vida, los reta (a la Muerte o al Diablo, según la invocación), a una partida de ajedrez. El maestro de Metafílmica explica a Brigitte:

— Ese desafío que el personaje plantea a la Muerte, es también la audaz estrategia que, como realizador, Ingmar Bergman uti-liza para robar al Juez Implacable (el espec-tador), el precioso tiempo que requiere para dar a luz —como el sol tras las nubes— su película… sin afectarle que la Muerte ter-mine venciendo al cruzado; pues, al fin de cuentas, como director y maestro ajedrecis-ta, al avanzar sobre el cuadrante del tablero y proyectar el último cuadro de su película, habrá logrado el triunfo en la partida narra-tiva que él considera la definitiva. Corte a:

Entre jugada y jugada, el cruzado se confiesa ante quien supone es un cura tras el claustro. El maestro de Metafílmica:

—Aquí, Bergman se apodera de la aten-ción en virtud del diálogo fundamental que dramatiza el cuestionamiento de su meta-fílmica.

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Antonius Block (el cruzado):

— Quiero confesarme con la mayor honestidad, pero mi corazón está vacío… Corte a:

Los ojos verdes y rasgados de Brigitte, en la oscuridad de la sala, brillan. El cura en la oscuridad bergmaniana:

— A pesar de eso, no quiere morir… Antonius Block:

— Sí, quiero hacerlo.

El cura en realidad es la Muerte quien confiesa a Block, sin que éste lo advierta.

— ¿Y qué espera?

— Quiero conocimiento. (Block se arrodilla de espaldas a su confesor)… No fe, ni conjeturas, sino conocimiento. Quie-ro que Dios alargue su mano, descubra su rostro y me hable.

— Pero permanece en silencio.

— Lo llamo en la oscuridad. Pero es como si no hubiera nadie.

— Tal vez no haya nadie.

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— Entonces la vida es un absurdo horror. Ningún hombre puede vivir enfren-tando la Muerte, sabiendo que todo es na-da.

— Casi nadie piensa en la Muerte ni en la nada.

— Pero un día uno está en la orilla de la vida y enfrenta la oscuridad… Debemos hacer un ídolo de nuestro miedo… y lla-marlo Dios…

— Por eso juegas ajedrez con el Diablo.

— Es un táctico difícil y hábil, pero hasta ahora no he rendido una sola pieza.

— ¿Cómo puedes engañar al Diablo en tu juego?

— Juego una combinación de “obispo” y “caballero” que aún no ha descubierto. Expondré su flanco en la siguiente jugada.

El Diablo se vuelve y le muestra su ros-tro.

— Voy a recordar eso.

Block se pone de pie, mostrándole su enojo.

— Eres un traidor. Me engañaste. Pero nos volveremos a ver. Y descubriré un ca-mino.

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— Nos veremos en la posada…

El Diablo se retira y Block se autocon-templa, inflándose de soberbia.

— Esta es mi mano. Puedo moverla. Mi sangre brota de ella. El sol aún está alto en el cielo. Y yo, yo Antonius Block, juego ajedrez con el Diablo. Brigitte a su maestro:

— La cámara de Bergman sintetiza to-do el diálogo de Block con el Diablo, en una imagen a la vez simple y muy compleja. El maestro de Metafílmica:

— En efecto, pero pone en duda la efi-cacia del desafío que el cruzado plantea. ¿Qué puede ganarle Antonius al artífice del engaño y progenitor de la mentira? Brigitte:

— ¡Poco!, porque al final, logre lo que logre el cruzado, el encapuchado se lo lleva-rá —en su danza bufonesca— hacia su des-tino mortal. El maestro de Metafílmica:

— Quien sí está interesado en que su eficacia trascienda, es Bergman. Porque

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más allá de hacer que su personaje entre-tenga al mañoso encapuchado, él mismo lo logra con el Juez Implacable (el especta-dor). Acaso prefiere, en vez de aclararle el sentido de la Vida, estremecerlo con la gra-vedad de sus representaciones simbólicas y enmarañarlo en las redes del vacío, las du-das y la oscuridad, como esas nubes que no abren el espacio suficiente para parir al sol… Aunque, para ser justos, la luz del sol sí alcanza a filtrar algunos brillos en las “vi-siones” que el sencillo juglar comunica a su joven, bella y algo escéptica esposa… Lo que es imprescindible reconocerle a Berg-man, es que mediante su técnica metafílmi-ca… Brigitte:

—… me recuerda a la que usa Shereza-da para ganarle tiempo de vida al sultán. El maestro de Metafílmica:

— Sí, con su artilugio, Bergman alcanza a demostrar la relatividad del tiempo y de la duración de la vida, cuando logra parir los noventa y dos minutos pantalla que dura la versión de su Séptimo Sello, en ese apoca-líptico silencio que dura el espacio de media hora.

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Disolvencia a:

La cámara de la Metafílmica continuará su viaje hacia el interior de los verdes ojos de Brigitte… cuando la conspiración la car-gue con otro rollo.

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Cortometraje desde el interior de una lágrima de Dios ( 4 )

l maestro de Metafílmica proyecta a Brigitte otra película que comienza en las alturas. Nubes oscurecidas

por el azul profundo de una luz que refleja la luna llena, son envueltas por un fondo musical que conecta con el misterio. La cámara desciende, atraviesa las nubes y liga con otra visión de las alturas, en el Huerto de los Olivos, cuando en la noche oscura el sudor y el temblor extremos se apoderan de la naturaleza humana de Jesús que suplica: “Padre, si es posible aparta de mí esta co-pa… pero hágase tu voluntad… no la mía”.

E

Corte a:

Hacia el final de la película, una gota desciende desde las alturas, presintiendo que presenciará el momento más terrible de la historia. El maestro de Metafílmica:

— Es el instante en que, para algunos, todo parece llegar a su fin; pero, para otros, el punto donde la Vida está por iniciar. Es el punto crucial que se vive en el incon-mensurable dolor que experimenta el Hijo

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al exclamar a su Padre: “¿Por qué… por qué me has abandonado?” Corte a:

La cámara sigue a la gota durante su caí-da, profetizando que será aplastante, como sangre cayendo sobre la tierra árida de un monte a punto de ser testigo de la más cruel matanza. Sangre inocente de la Vícti-ma también ha comenzado a derramarse sobre el árido testigo, como tantos otros en el mundo que continúan impávidos ante el inagotable gemido del Hijo en abandono.

El maestro de Metafílmica:

— Es la escena que más artistas han pintado. Desde abajo, como Tintoretto; desde arriba, como Dalí, y desde el plano astral que dominan los ángeles, como Ger-mán Novoa. 1 Es el instante plasmado que siempre parece que está por venir, pues aún con la consumación de su sacrificio, y con

1 Germán Novoa Palacios, pintor mexicano que creen extranjero en México, y mexicano en el extranjero, nacido al comenzar el siglo XX, creador de la escuela ideológica de pintura clási-ca moderna. Su pintura titulada “La Crucifixión” forma parte de su serie “La Historia del Hom-bre”.

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la fe en Su resurrección, la humanidad cre-yente no logra mitigar su creciente pena. Corte a:

Brigitte imagina que la cámara penetra el corazón humano para revelarle que su mayor debilidad es su ventrículo penitente. Brigitte:

— ¿Cómo no penar, si las imágenes de los artistas siguen insistiendo en desgarrar al corazón, eternizando la aflicción? Corte a:

La cámara vuelve a su caída libre. Allá abajo, las tres cruces. La del centro, con el Hijo cuyo grito sigue increpando a la eter-nidad: “¿Por queeé?” Brigitte:

— Es terrible lo que nos hacen los ar-tistas… que nos sigan haciendo padecer así. Corte a:

La cámara, por fin, ve caer la gota sobre la tierra árida del monte. Brigitte y su maes-tro pueden ver, en el clímax de su caída, su reventar al pie de la Cruz.

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El maestro de Metafílmica:

— En este caso, querida Brigitte, el ar-tista ha querido ofrecernos una visión dis-tinta, complementaria a la del Hijo que se duele por el abandono de su Padre. La au-dacia de Mel Gibson, realizador de La Pa-sión de Cristo, sin duda un arte de la Metafílmica, lo ha dispuesto a seguir la caída de la gota desde el Cielo hasta la Tierra. Pe-ro la imagen resulta aún más estremecedora cuando se nos revela que no es una simple gota la que está cayendo, sino una lágrima, ¡sí, una lágrima que derrama el Padre! Corte a:

Por fin, una lágrima brota de los tiernos ojos verdes de Brigitte.

El maestro a Brigitte:

— La cámara de Gibson enfatiza el momento cuando Jesús agonizante, cubier-to por innumerables marcas de sangre, en una lucha entre la divina comprensión del acontecimiento y la pena de un hijito ator-mentado por el dolor, voltea hacia lo alto para preguntar a su Padre: “Dios mío… Dios mío… por qué me has abandonado?” Ante el abrumador silencio del Padre, Jesús –exhausto- inclina su cabeza y alcanza a ver

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a su Madre acompañada por Juan. Ve tam-bién a los soldados que con miedo reveren-cial aguardan el fin. El Hijo exclama: “Todo está cumplido”. Mira a su madre y, después de aspirar todo el aire que puede, logra re-cuperar fuerza para volver de nuevo su ca-beza hacia lo alto. Sin asumir la perspectiva única de Dios (porque Gibson le guarda profundo respeto); pero sí desde un punto de vista cercano al Padre, vemos el rostro del Hijo que, más que maquillado, ha sido dibujado sobre la propia piel del actor, en una perfecta síntesis de las infinitas conno-taciones que expresa en ese momento cuando se ofrece: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Y, al exhalar su último aliento, la visión del Padre desde las alturas, se humedece, se nubla y hace brotar la lágrima más plenamente comunicadora de la historia de la Metafílmica.

Alguna vez imaginé esa escena desde un punto de vista subjetivo. No sé por qué, en vez de mirar la escena tal como está filma-da, creí verla todo el tiempo como si Gib-son hubiese dejado su cámara dentro de aquella lágrima del Padre, mostrándonos desde el interior, Su dolor extendido a lo largo de esa infinita caída, aproximándonos -por un lado- al rasgo más amoroso del Padre y -por otro- al colosal temor que Su lágrima reventando provoca en aquellos

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que atentaron y, aún hoy, siguen contra-conspirando en contra de su amado Hijo. Disolvencia a:

La cámara de la Metafílmica continuará su viaje… cuando la conspiración la cargue con otro rollo.

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Cortometraje al interior de las tres Personas de un solo Dios ( 5 )

a cámara, ahora, va a sumergirse al fondo de un océano de contenidos reales, simbólicos, icónicos y con-

ceptuales.

LEl maestro de Metafílmica:

— Mi querida Brigitte, para aproximar-nos a una leve comprensión de la semejan-za que los seres humanos tenemos con el Dios trinitario y eterno, debemos aprender a nadar en aguas profundas, donde las imá-genes sólo son posibles para la Metafílmica. Corte a:

La cámara inicia su apasionante viaje de autoinmersión contemplativa y reflexiva. El maestro de Metafílmica:

— No se trata de un típico psicoanálisis freudiano, sino de una terapia de renaci-miento y potenciación espiritual. Corte a:

La cámara descubre que la teoría del análisis transaccional, propugnada por Eric

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Berne, hace una analogía con la teoría de Freud, relativa al Ego, al Super Ego y al Ello. Estas tres entidades o estadios de nuestra psique, son visualizadas y simboli-zadas en este cortometraje, desde la pers-pectiva de Berne, en las figuras interiores de un Padre, un Adulto y un Niño. Brigitte:

— ¿Es gracias a esta teoría que a cada rato escuchamos decir que todos llevamos a un niño dentro de nosotros mismos? El maestro de Metafílmica:

— Así es, en importante medida. Corte a:

La cámara continúa con la fase digital de su viaje, en el que podemos percatarnos de que nuestra semejanza con Dios es nuestra dimensión trinitaria. El maestro de Metafílmica:

— Como Él que es un solo Dios, noso-tros somos un solo ser; y también como Él, estamos integrados por tres “personas” in-teriores o entidades distintas: la del PA-DRE; la del ADULTO (como la persona de Jesús que, siendo verdadero Dios y ver-

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dadero Hombre, ha conducido su naturale-za humana a su mayor plenitud); y la del NIÑO (como la persona del Espíritu San-to, lleno de alegría, dinamismo, creativi-dad...). Corte a:

Una voz nos aconseja que si aceptamos mirarnos así y, en forma simultánea, con-templamos las tres Personas del único Dios, podremos bucear dentro del flujo de abundantes torrentes de agua viva que cir-culan en el interior de la Comunión divina... El maestro de Metafílmica:

— Este momento es suficiente para contemplar sin límite de tiempo, en pro-funda oración, el mayor acontecimiento que pueda jamás existir: la VIDA COMU-NITARIA DE DIOS. Corte a:

La cámara nos hace evidente que hemos sido concebidos a Su imagen y semejanza, cuando nos visualiza como una comunidad entre nuestro Padre, nuestro Adulto y nues-tro Niño interiores...

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Brigitte:

— Pero como estamos dañados inter-namente, debido a que nos hemos alejado de Dios, nuestras tres “personas” interiores no se relacionan sanamente. Padecemos una especie de esquizofrenia. Corte a:

La cámara ilustra el comentario de Bri-gitte, al descubrir cómo nuestro Padre opri-me a nuestro Niño, éste se vuelve malcriado y agresivo contra nuestro Padre, éste lo regaña, el Adulto trata de imponer normas, reglas y leyes de toda índole a fin de crear un marco legal y político para la convivencia pacífica... El maestro de Metafílmica:

— ¡Cuánto nos falta para restablecer in-tra-relaciones sanas!... así como las de nues-tro Amado Modelo Trino, quien no se basa en legalismos impuestos, sino en la única ley que religa... ¿Sabes, Brigitte, cuál es esta Ley? Brigitte:

— Obvio, ¡el Amor!

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El maestro de Metafílmica:

— Ni tan obvio; pero me alegran tus avances. Déjame que la cámara de nuestro cortometraje te sorprenda. Imagina que te muestra el momento en que tu Padre inte-rior se dispone a ofrecer a tu Adulto, en un sacrificio que ambos voluntariamente acep-tan, y que consiste en entregarte como re-hén a cambio de que unos terroristas perdonen la vida a otra persona secuestra-da, a quien no conoces, y a sabiendas de que ese intercambio implicará necesaria-mente tu sacrificio de muerte... Brigitte:

— ¡¿Cuánto necesitaríamos amar a nuestro próximo para dar nuestra propia vida para salvarle la suya?! El maestro de Metafílmica:

— Sí, ese es el ángulo que “rompe” la relativamente “fácil” y “placentera” vida intra-trinitaria. Brigitte:

— Y otro ángulo que la rompe, es que yo tenga que imaginar a mis personas inte-riores de género masculino y no femenino, como yo.

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El maestro de Metafílmica:

— ¡Ahí tienes otro ángulo a analizar!… Pero es todo un rollo que quizá podríamos filmar en otro corto. Corte a:

La cámara casi enceguece al espectador cuando muestra la incandescente Luz que emana del pecho del Padre al rasgarse a Sí mismo, como el velo de un Templo que ansía mostrar todo lo que hay dentro de Sí… Y, desgarrándose interiormente, abrir-se a que participemos de su Amor infinito, formando con Él una Comunidad eterna y maravillosa. El maestro de Metafílmica:

— A cambio de todo eso que Dios hace, nosotros podemos corresponderle: creyendo y viviendo en Él, desgarrándonos en nuestras tres entidades o “personas” in-teriores, para trascender a la plenitud de la vida humana que sólo se logra en una co-munidad de hermanos y hermanas que vi-vimos amándonos, y creyendo-viviendo según nos invita Jesús a formar con Él, con nuestro Padre y con el Espíritu Santo, la comunidad del DIOS-CON-NOSOTROS,

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que ya ha comenzado en la historia de este nuestro cielo. Brigitte:

— Sí, querido Oteka, un cielo tan al-to… y tan bajo y profundo como nuestro propio océano. Disolvencia a:

La cámara de la Metafílmica continuará su viaje… cuando la conspiración la cargue con otro rollo.

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Cortometraje de la Belleza que sal-va (6)

rigitte tardará un tiempo en regresar al liceo. Las primeras enseñanzas de su maestro de Metafílmica le calaron

hondo. Él se enteró de su partida por la primera de las cartas que ella le envió. Pero, ¿por qué y adónde fue?

B

Voz en off:

Lo que le sucedió a Brigitte, es que no supo cómo manejar su enamoramiento y lo único que se le ocurrió fue poner distancia entre ella y su maestro casado. No quería cometer alguna imprudencia que la hiciera arrepentirse para siempre. Por el amor que en verdad le tenía, debía guardar sus senti-mientos sólo para ella y tratar de olvidar… o por lo menos reenfocarlos a fin de poder rescatarse y recuperar la relación con su maestro que tanto valoraba.

Corte a:

Brigitte conoce a una mujer excepcio-nal, Rosa, indígena chiapaneca que ofrece unas pláticas sobre la terrible situación por

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la que pasan sus paisanos, y que a nivel mundial ha sido difundida por Marcos, el ya legendario subcomandante encapuchado del Ejército Zapatista de Liberación Nacio-nal. La forma de ser de Rosa, así como su enfoque del problema indígena, hace que Brigitte se entusiasme con su labor. Así que la sigue a Chiapas, junto con otras dos chi-cas norteamericanas, una llamada Charity y otra Beauty, quien por cierto también estu-dia artes.

Casi todo un año colabora con ellas en varias comunidades indígenas. Eso la cam-bia… Pero lo que en verdad la transforma, es el encuentro personal que, por medio de Rosa, Brigitte tiene con nuestro Señor Jesu-cristo. Las cartas que van describiendo este proceso de conversión son hermosísimas. Por ahora, la que tiene cautivado a Oteka, especialmente, es una carta en la que Brigit-te resume y comenta los primeros apuntes que él le proporcionó.

Corte a:

La cámara contempla los verdes ojos de Brigitte en el momento de concebir y escri-bir esta carta a su maestro.

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Voz en off de Brigitte:

— En síntesis, mi querido Oteka, me parece que tu Metafílmica parte de estas premisas:

1.- La vida y la materia tienen su origen en el pasado, y constituyen un continuo en evolución que sólo puede existir físicamente en el presente.

2.- A la luz de la semiótica experimental del tiempo, el presente no tiene la duración física nece-saria para poder existir.2 Sin embargo, el presente no sólo se nos abre a nuestras dimensiones espiri-tual, imaginaria y existencial, sino que nos prueba de infinitos modos científicos su presencia en noso-tros que lo experimentamos sensiblemente en nues-tra materia.

3.- Lo pasado persiste en las memorias de la humanidad y la cultura; pero la vida y la materia no pueden existir -físicamente- en el pasado.

4.- Lo futuro -sin existir físicamente-, en cierta forma y medida ya está presente en la humanidad-de-Dios-que-espera-viviendo; pero no toca a ella vivir la plenitud de lo futuro en el presente.

Pero… hay que poner en crisis estas premisas:

Si la vida y la materia sólo pueden existir físi-camente en el presente, pero el presente no tiene en

2 Esto lo demuestra el autor en su ensayo titulado “La Sexta Dimensión”, publicado en la revista Istmo, no. 207.

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apariencia la duración física necesaria para poder existir, tal como lo muestra tu cortometraje de la raya blanca que se va pintando sobre la negra su-perficie, no por ello debemos caer prisioneros en la cárcel de un pensamiento paradójico o nihilista, en donde nos deprimiría el no tener respuesta a la pre-gunta: ¿cómo puede existir el todo en la nada?; sino que -si en verdad somos hijos de la Luz- nos hace felices aceptar la alternativa científica de que el mi-lagro existe. Y en este caso, el milagro de la mate-ria en el espacio, que muestra el esplendor de la vida humana, se ha producido a lo largo de la his-toria, se produce a cada instante en la Chispa Vi-tal, en el umbral del tiempo sin tiempo, en la Sexta Dimensión de la que tanto me has hablado.

Corte a:

La cámara, ahora, revela el alma em-briagada del maestro de Metafílmica, cuyos ojos castaños parecen fundirse con los ver-des de Brigitte, quien tan lejos y tan cerca continúa escribiendo.

Voz en off de Brigitte:

— Estas podrían ser algunas conclusiones:

Durante nuestra pascua en la Tierra, quienes pertenecemos a la humanidad-de-Dios-que-espera-viviendo, transitamos en la Sexta Dimensión, don-

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de sólo se puede vivir despierto, converso, alerta y amando… ¡amando y luchando por la justicia!… sin tener nuestra esperanza puesta en un futuro incierto, que no nos toca conocer, ni nuestra memo-ria anclada en la nostalgia de un pasado ideal; sino experimentando a cada instante el milagro del pre-sente, viajando dentro del túnel de la Sexta Dimen-sión que nos liga con la eternidad, gozando la comunión que ya podemos vivir desde ahora con nuestro Dios y nuestros hermanos, y confiando -en lo que nos asegura san Juan-, que ¡no moriremos jamás!

¿Qué opinas Oteka, te parece que ahora sí es-toy comprendiendo un poquito más?

Te quiere y ansía verte de nuevo en el liceo:

Tu Brigitte. Corte a:

Oteka sólo alcanza a emitir un suspiro.

Corte a:

Brigitte camina rumbo a la oficina de correos, mientras termina de revisar su posdata. Voz en off de Brigitte:

— Olvidaba agradecerte que me hayas enviado la "Carta a los Artistas", de S.S. Juan Pablo II.

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La frase que ahí retoma el Papa del gran Dos-toievsky: "La Belleza salvará al mundo", me ha hecho reflexionar mucho. Por estos rumbos, todo es belleza: las selvas, las cascadas y ríos, los cielos tan azules… pero, sobre todo, los indígenas… su bon-dad, su nobleza, su sabiduría, su hospitalidad, su humildad… Por otro lado, es insoportable que no se haga justicia… Cuando iba a comentarles a unos amigos indígenas esa frase de Dostoievsky, me asombró lo que me dijo uno de ellos, Juan Diego: "En medio de tantas injusticias, y con todo y que nos van echando de nuestras tierras, la Belleza que salva, jamás nos la podrán quitar… es gratis".3 Disolvencia a:

La cámara de la Metafílmica continuará su viaje… cuando la conspiración la cargue con otro rollo.

3 Este tema lo desarrolla Oteka en el guión para su película “La Belleza es Gratis”, escrito en colaboración con Sergio Román Armendáriz.

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Cortometraje de la “Belleza es gra-tis” (7)

l maestro de Metafílmica respondió a la carta de Brigitte:

Querida m

E ía:

Tu posdata sugiere el título y el tema de esa pe-lícula que tanto has buscado realizar: "La Belleza es gratis". Pero el tema no se desarrollaría en base a cualquier concepción de la belleza, sino en la Be-lleza que salva.

Dios, el Logos, el Verbo, la Palabra, es la Be-lleza que siempre ha existido, que encarnó en Jesús el Cristo, murió y resucitó para salvarnos. Él es la Belleza que salva, fundamento de la estética meta-fílmica.

Corte a:

Los verdes ojos de Brigitte se abren al máximo para dejarnos ver lo que está pen-sando. Le encanta que Jesús sea “Él” y, al mismo tiempo, sea “La”… La Belleza que salva… Después de todo —reflexiona— el tema de los géneros parece que se nos sigue impo-niendo mediáticamente como un conflicto artifi-cial… como una trampa del eterno machismo y que

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hoy exacerba, para invertir el beneficio, el feminis-mo ramplón… el racionalismo fundamentalista…

Corte a:

Las olas embravecidas de ese océano que son los ojos verdes de Brigitte, vuelven a su estado de serenidad. Puede así concen-trarse de nuevo en la lectura de la carta de su maestro:

Para dimensionar la magnitud de La Belleza que salva, se me ha ocurrido un ejercicio: el de susti-tuir, en el prólogo del Evangelio según San Juan, la noción de "Verbo" o de "Logos", por el de "Be-lleza":

“En el principio existía (la Palabra) la Belleza y la (Pala-bra) Belleza estaba con Dios, y la (Palabra) Belleza era Dios.

Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuan-to existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hom-bres, y la luz brilla en las tinie-blas, y las tinieblas no la vencieron.

Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Este vino para un testimonio, para

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dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz.

La (Palabra) Belleza era la luz verdadera que ilumina a to-do hombre que viene a este mun-do.

En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nom-bre; el cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que na-ció de Dios.

Y la (Palabra) Belleza se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contem-plado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad”.

¿Te das cuenta, Brigitte, de las implicaciones que tiene el hecho de aplicar la palabra Belleza en vez de la palabra Verbo, Logos o Palabra?

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Corte a:

Las olas vuelven a elevar sus crestas en el verde de los ojos de Brigitte. Se advierte su triunfo de concentración cuando, sin dejar de leer, en el verde se apacigua su océano interior.

Voz en off de Oteka:

Lo que busco, Brigitte, es reenfocar lo que, en perjuicio de San Juan y del Evangelio, ha hecho la asociación del logos con el gnosticismo y el raciona-lismo, al grado de haber penetrado y adulterado varias de las posturas teológicas hasta nuestros dí-as. Y, por otro lado, dar énfasis a la Belleza que, como la Palabra creadora, se asocia a la Verdad en una gama muy amplia de signos, lógicos e ilógi-cos, inteligibles y sensibles, visuales, auditivos, tácti-les, olfativos y degustativos… Dios se comunica de modos infinitos, pero el concepto del logos, que San Juan tomó prestado de los griegos, a pesar de que lo vació de sus connotaciones paganas y lo dotó de la semántica sagrada del Verbo, no obstante, sigue asociándose a la gnosis, al racionalismo y a las mentalidades doctas que no suelen alcanzar lo que ven y sienten los sencillos y pobres de espíritu. Por-que, cuando se manifiesta la Belleza, es captada por el espíritu en forma más cercana a su realidad, como una sinfonía que armoniza todas las facetas del Bien y la Verdad.

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Todavía hay muchos que piensan que el cris-tianismo es una estructura de conocimientos filosófi-cos y teológicos que requiere de gran preparación y cultura para poderlos procesar con la computadora mental. A los sencillos, la Verdad de Dios se les manifiesta en el asombro por la Belleza… la Be-lleza que es gratis.

Bien-Verdad-Belleza son inseparables. No puede haber un bien que no sea verdadero y bello, como una verdad que no sea buena y bella, o una belleza que no sea buena y verdadera. No puede haber una mentira bella… aunque sí existen mu-chos intentos por darle a la mentira una apariencia de belleza. Esos artífices de la mentira, que abun-dan en el mundillo de la mercadotecnia, por más que se afanan, sólo son capaces de crear máscaras, envoltorios, contenedores cuya naturaleza no corres-ponde a sus contenidos. En cambio, cuando uno explora el interior de las cosas bellas, como por ejemplo tus verdes ojos, mi querida Brigitte, uno descubre que su interior concuerda con su exterior: en ellos hay bondad, verdad y belleza.

La belleza, entonces, no es un puro contenedor, o una simple forma que se cuelga o envuelve a un contenido. La belleza no es un adjetivo que, al añadirlo a un sujeto u objeto, lo califica; o algo así como un cosmético que se sobrepone a un cutis mal-tratado...

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La belleza es el valor o cualidad esencial de los se-res y las cosas capaces de transparentar —sensible y/o inteligiblemente— el bien y la verdad que hay en ellos.

De este modo, lo que resplandece no es la belle-za en sí, sino que, gracias a ésta, el que resplandece es el ser (o la cosa), dotado de bien, verdad y belle-za.

El cine de la metafílmica será bello, por tanto, si es capaz de transparentar el bien y la verdad que hay en él. El anti-cine será el que esté inspirado en la maldad y la mentira y, consecuentemente, jamás podrá ser bello, aunque lo aparente.

La Belleza no deja de soplar… y los artistas podemos alimentamos de ese Soplo maravilloso... ¡que es gratis! Disolvencia a:

La cámara de la Metafílmica continuará su viaje… cuando la conspiración la cargue con otro rollo.

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Cortometraje de la “Belleza es gra-tis” – parte II ( 8 )

ntes de regresar a la ciudad de México, Brigitte, ejercitando su ca-pacidad crítica, desde Chiapas, res-

pondió a esta carta.

AQueridísimo Oteka:

Permíteme hacer una crítica a tu planteamiento estético. Supongamos un film bello. Según tu estéti-ca, es bello porque transparenta el bien y la verdad que hay en él… Resulta que el supuesto film es aburrido, lento, sin creatividad en sus visualizacio-nes, pues todo el tiempo se dirige a la cámara un "padrecito" de sotana, con voz gangosa, que no para de hablar. Eso sí, no hay duda, todo lo que dice es bueno y verdadero. Pero ni siquiera el cama-rógrafo ha sabido afocarlo y la iluminación es exce-siva, el rostro del sacerdote se ve pálido y descolorido, y hasta sus lentes reflejan todas las lámparas que cuelgan de la tramoya. ¿Podemos, en tal caso, hablar de un film bello?

Yo más bien pienso que ese concepto tuyo de belleza, que es como un cristal transparente cuya única función es dejar ver, a través de él, al bien y a la verdad, es un concepto insuficiente. Propongo que

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ese cristal transparente sea, mejor, una especie de filtro -o cualidad- que además de transparentar al bien y a la verdad, los presente en una forma bella. Siendo así, lo que tendríamos que respondernos es:

¿Qué es una forma bella?

Te quiere, tu Brigitte.

Mi querida Brigitte:

¿Te gustaría que te respondiera que tú, Brigit-te, eres una forma bella? Dime que eres más que eso, ¿no es así? Déjame intentar una respuesta:

Cuando el libro del Génesis utiliza el símbolo de la desnudez de los seres que habitaban el jardín en Edén, quiere significar que eran seres transpa-rentes; que teniendo cuerpos, por cierto bellísimos, éstos no eran obstáculo para que se manifestara su bien y verdad espiritual.

De lo anterior no debe inferirse que la belleza sea lo corporal, y el binomio de bien-verdad sea lo espiritual. Para comprender con mayor claridad este símbolo, sigamos revisando el Génesis.

Ellos eran felices en comunión con Dios. Todo lo podían hacer, salvo comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. Cuando por fin lo hicieron —y nos estamos saltando toda una serie de enseñanzas intermedias—, se percataron de su desnudez. Pero no fueron capaces de ver la belleza de sus cuerpos, sino que su desnudez los avergonzó. Tan es así que,

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en vez de seguir transparentándose, desnudos, opta-ron por cubrirse.

¿Qué significa esto?

Quiere decir que renunciaron a los parámetros de su Creador, a Su Verdad y Sus Valores. Eli-gieron sus propios parámetros, sus propios juicios sobre lo bueno y lo malo. Y, conscientes de su des-obediencia, de su apartamiento de Dios, atrofiada su voluntad y capacidad de discernir, vieron el mal donde no lo había: en sus cuerpos desnudos; y no vieron el mal donde sí lo había: en el Tentador y Progenitor de la mentira, y en el fin y el objeto de su seducción.

Sabemos que, en el lenguaje del Evangelio, cuerpo y carne no significan lo mismo. Pero hay quienes siguen confundiendo los términos. Carne (el conjunto de Cuerpo y Alma) y Espíritu son crea-ciones sagradas de Dios. La carnalidad, en cambio, es una perversión del hombre que actúa al margen o en contra de Dios, tentado por el Maligno. Cuando el Génesis narra que Adán y Eva comieron del árbol de la ciencia del bien y del mal, quiere decir que perdieron su transparencia de seres espirituales y se volvieron carnales, lo cual abarca su actitud y conducta integrales, y no sólo sus aspectos físicos.

¿Y todo esto cómo se relaciona con la estética de la belleza?

Para poder saber dónde está presente el bien y la verdad, no basta la ciencia ni el juicio de la ra-

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zón pura o la razón práctica. Es necesaria la vo-luntad y la capacidad de discernimiento. El hombre carnal tiene atrofiadas esas capacidades. El don del hombre espiritual, que perdieron nuestros antepasa-dos del jardín en Edén, Jesús lo rescata para noso-tros. Al despojarnos de nuestro hombre viejo y revestirnos del nuevo, según lo explican Jesús y los apóstoles, gracias a la fe y al Espíritu que nos asis-te, llegamos a ser capaces de discernir.

La Metafílmica entonces ¿se basa en una esté-tica en la que sólo pueden participar los hombres y mujeres pneumáticos o espirituales?

La plena participación sólo es posible lograrla a este nivel. No obstante, se trata de una estética dirigida a que todos puedan irse integrando; no está reservada a una élite de iniciados, y mucho menos es una práctica esotérica, gnóstica u ocultista… Todos estamos invitados a aprender y gozar del esplendor de su Verdad, Bien y Belleza..

Por cierto, Brigitte, respecto al ejemplo de tu supuesto film bello, le faltó una parte a mi respues-ta. Evidentemente, por lo que describes de ese su-puesto filme, no se trata de uno bello, aunque digas que transparenta todo lo bueno y verdadero dicho por el "padrecito". El problema de tu ejemplo, es que ese supuesto filme, con todos sus desatinos y calamidades, no posee la cualidad de la transparen-cia. En vez de transparentar, lo que hace es opacar o, cuando menos, filtrar lo bueno y verdadero que

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expresa el conductor. Por lo tanto, creo que mi defi-nición sigue siendo correcta. Te la repito:

La belleza es el valor o cualidad esencial de los se-res y las cosas capaces de transparentar —sensible y/o inteligiblemente— el bien y la verdad que hay en ellos.

El filme de tu ejemplo no tiene la cualidad esencial de hacerlo capaz de transparentar el bien y la verdad. Por el contrario, sus defectos lo hacen capaz de distorsionar, opacar o distraer… ¿De acuerdo?

Jesucristo, siendo la Belleza mayúscula, solía no dar testimonio de Sí mismo. Por ello, y en virtud de lo antes dicho, podríamos afirmar que, así como la belleza no tiene la misión de dar testimonio de sí misma, sino de transparentar el bien y la verdad de su ser, asimismo los profetas de la metafílmica no tienen por misión dar testimonio de su propia luz, sino de la Luz que transparentan.

En nuestra estética, los temas de la Luz y la Transparencia están íntimamente relacionados. Aquel que obra mal no puede transparentar bien y verdad en sus obras y, por tanto, éstas no pueden ser bellas. Veamos lo que Jesús revela:

“Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque

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sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censu-radas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios.” Jn (3, 19-21).

En esta interpretación nuestra del prólogo de San Juan: “Y la Belleza se hizo carne”... (es decir, que asumió la naturaleza humana), encontramos la clave para comprender el asunto de la forma.

Desde un punto de vista antiguo, debido a la confusión lamentable que había entre el cuerpo y el alma, la forma podía equivaler al cuerpo y, el fon-do, al alma. En consecuencia, lo que percibía el hombre de modo sensible, resultaba inferior que lo que captaba de modo inteligible. Esa fue, por ejem-plo, la herencia que el platonismo y el neoplatonis-mo introdujeron al pensamiento cristiano, pues la belleza ideal desplazaba en importancia y significa-ción a la belleza real y concreta. Y esto, hasta la fecha sigue causando graves confusiones.

En la Metafílmica, no encontramos la belleza sensible inferior a la inteligible. Ambas son valores sagrados, porque nos religan con la suma Belleza. El ser humano es carne (la suma de cuerpo y alma) y espíritu. Y no sólo resucitará lo espiritual, sino también la carne, el cuerpo glorioso. La Palabra

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nos dice que veremos a Dios, no sólo nos será inteli-gible. Y nos deslumbrará su Luz y Transparencia.

"Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios." Mt 5, 8

Entonces, ¿cuál es la Belleza que se ve, si nues-tra definición dice que la belleza es una cualidad transparente? Entendamos que sólo Dios es esa Belleza que se ve, porque transparenta al sumo Bien y a la suma Verdad.

Y si la belleza se transparenta, ¿qué sentido tiene reinvindicar la belleza sensible? Hagamos mayor claridad. La belleza en sí, con minúscula, no se ve, porque es un valor, una cualidad que permite al ser (o a la cosa) transparentar el bien y la verdad que hay en él. He ahí que resulta vital reinvindicar la belleza sensible, porque viendo al ser bello, podemos gozar del bien y la verdad. Pero la Belleza, con mayúscula, que se ve, sólo es Dios, porque únicamente en Él, el Valor coincide con el Ser.

“Jesús les habló otra vez dicien-do: Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuri-dad, sino que tendrá la luz de la vi-da.” Jn 8, 12.

Parafraseando la cita anterior, con amor y res-peto, podríamos decir que:

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Jesús es la Belleza del mundo; quien viva y crea en Él, no camina-rá en el horror del mal y la mentira, sino que encontrará la Belleza de la Vida eterna.

Y es así que ¡la Belleza salva!

Me alegrará darte la bienvenida la próxima semana.

Te quiere: Oteka Disolvencia a:

La cámara de la Metafílmica continuará su viaje… cuando la conspiración la cargue con otro rollo.

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Cortometraje de la cópula onírica de Brigitte ( 9 )

os verdes ojos de Brigitte, bajo las tiernas sabanitas de sus párpados, se agitan en el momento húmedo y

climáctico de su ascensión onírica. Sueña que la Metafílmica es como un tálamo de piel, de pelos blancos, largos y sedosos, que envuelve su efímera desnudez, alivia su or-fandad y la dispone al inevitable y humani-zante encuentro con su amado. Por fin, ha reconocido que se ha enamorado, hasta la locura, de su maestro. Ya no puede, no quiere evitarlo, aunque él sea, todavía, un hombre casado. En la lejana selva chiapa-neca, ella ha estado consciente de que, de día, podría pecar; pero, ahora, en la inconciencia de su estado nocturno, supone que si ahí consuma el acto amoroso, ningún confesor debería catalogarlo como una mortal fornicación…

L

Y es que no puede expresarle más su amor de otra manera, lo quiere manifestar ya no sólo con el lenguaje de su alma, sino con el de su cuerpo que también es parte de ella y que, de seguir negándolo y mortifi-cándolo, estaría prolongando una ofrenda inútil y errónea que la haría pecar aún más,

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Brigitte y la Metafílmica: el Decálogo - 64

como quien elige el camino del suicidio… y porque además sabe que su maestro, hace años que no vive ni intima con su esposa, y por ello Brigitte cree que, al regresar, no habría culpa alguna en hacerle sensible, y no sólo inteligible, su amor tan femenina-mente humano.

Corte a:

Pero mientras Brigitte se sueña en los cielos de su genuina y plena humanización como mujer, el televisor portátil de antena satelital que por descuido ha quedado en-cendido, en lo recóndito de la selva repite el insoportable martilleo de esa serie de co-merciales de condones que hostilizan con su inclemente repetición del concepto “womanizer”. 4

4 El concepto “womanizer”, de condones “M”, pretende trasladar el término “humanizador” al género femenino, porque su traducción es seme-jante a “feminizador” o “mujerizador”. Esta campaña (2009-2010), esgrime una estúpida de-fensa a ultranza del género representado por un tipo de “mujer” moderna, cosmética e hipersen-sual, reducida sólo a responder a los íntimos es-tímulos metrosexuales que aseguran proporcionar esos condones “cosquilludos”.

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Corte a:

Los verdes, brillantes y rasgados ojos de Brigitte, a cientos de kilómetros de distan-cia, en una espléndida fotografía, son el punto de partida desde donde la cámara se abre para descubrir al maestro de Metafílmi-ca, sentado frente a su escritorio en el cubí-culo del liceo al que dedica parte de su tiempo para impartir su cátedra y sus talle-res, y que en este momento, aun cuando es un cineasta con múltiples ocupaciones, está absorto en esa foto que revela la belleza encarnada en su discípula. Sabe que pronto regresará de su viaje a Chiapas. Y él no puede seguir engañándose, pues está cons-ciente de lo que siente por Brigitte. Su be-lleza, que Alguien tuvo que haber encarnado en ella, le dice que no puede ne-garse más a intimar… a comulgar con ella.

Corte a:

Brigitte continúa soñándose sobre el blanco tálamo. Está ansiosa de ofrendar su virginidad a ese hombre que le ha abierto los ojos a la luz y al calor que ahora expe-rimenta en su persona entera. No com-prende, ni puede aceptar, sintiendo lo que siente, y pensando lo que piensa, que al-guien pudiera juzgar su anhelado acto, una

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vez consumado, aun en sueños, como algo sucio y pecaminoso. ¡No, no puede creerlo y mucho menos aceptarlo! Para ella, realizar su sueño sería alcanzar el éxtasis, donde la infinita comprensión de Dios compartiría con ella este sentido tan humano de felici-dad extrema.

— ¿Podría existir un cielo mejor? —se cuestiona Brigitte—, ¿valorará Jesús resuci-tado, en el contexto de hoy, de igual modo que san Pablo, hace dos mil años, esos “pe-cados” de la carne… sobre todo cuando lo que mueve es el amor?

Corte a:

El maestro de Metafílmica, en el salón de proyecciones, muestra su antiguo cortome-traje “Alegorías de la ciega y el sordomudo” 5 a sus alumnos.

5 “Alegorías de la Ciega y el Sordomudo”, filme en 16 mm., blanco y negro, 29 mins., dirigido y cofotografiado por Javier OTK; coguión y coedi-ción de él mismo y de Sergio Román Armendá-riz. Nominado al Ariel de 1978 que concede la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cine-matográficas, en la categoría de cortometrajes de ficción.

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Antes les ha pedido que lean el post-guión 6 que él mismo ha escrito, treinta y tres años después de haber filmado la pelí-cula.

— Cosa curiosa, ¿no? —les comenta—, pues lo que se acostumbra en el mundo del cine es lo contrario: que se hagan las pelícu-las con base en las novelas y sus guiones, y no al revés, los guiones sobre la base de sus películas.

Corte a:

Una parte de la secuencia de aquella obra metafílmica del maestro, penetra en el presente cortometraje de Brigitte:

La Ciega lleva la flauta a su boca y comienza a tocar una melodía algo misteriosa y triste, parecida a la que la fuente de agua le tocaba como un preludio del provocativo tema de su trauma.

El Sordomudo la mira, sin po-derla escuchar, y la interrumpe qui-tándole, con suavidad y con respeto, la flauta de la boca. Ella acepta esta

6 El postguión de esta película, en su versión electrónica, puede descargarse en el sitio www.oteka.com.mx/javierotk

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acción y se mantiene a la expectati-va. Él coloca la flauta sobre el piso, a un lado del tálamo, y se acerca de nuevo a ella. La toma de los brazos, con delicadeza, por atrás, y la lleva a recostarse a su lado. Ella le responde con una pequeña caricia en el ante-brazo. Él sigue sujetándola y ahora le toma la mano y se la lleva a su boca, para besársela. Enseguida le besa la mejilla y procura hacer lo mismo en la boca. Ella se deja be-sar, mas no en su boca, sino que se recoge sobre sí misma, tendida sobre el tálamo. Pero no se le ve cómoda con sus negativas; y, sin embargo, el Sordomudo la respeta, no la fuerza, le da su tiempo, mientras mira el fuego, como esperando que éste le co-munique su don y encienda a su pa-reja.

Ella voltea hacia él y le pone la mano en la mejilla, como pidiéndole un beso. Él se acerca y se lo da en la boca. Se acarician suavemente; ella le tienta el cabello y el rostro; él, la cintura, y sube la mano hacia su seno, acariciándoselo con ternura, por encima del vestido. Pero ella está inquieta, no puede seguir; le retira

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con dulzura el rostro, y como mirán-dolo en son de paz, le dice con fran-queza.

— No, no puedo…

Entonces, ella se recuesta de es-paldas a él, como si sintiera la nece-sidad de encontrar el ancestral refugio, recogiéndose en una posición fetal, y repitiendo, con voz cada vez más baja:

— No puedo… no puedo.

Corte a:

Brigitte, recostada sobre el tálamo de piel, en su propio sueño, se sobresalta al recordar la escena de “Alegorías…”, y no está dispuesta a que le suceda lo mismo que a la Ciega. Brigitte, aunque también ciega al comenzar sus estudios en el liceo, ya no lo es, al menos ella lo cree así, pues ahora ve algo de luz y quiere que su maestro, como el Sordomudo de aquel cortometraje, con sus “lindas” manos de escultor, no sólo le modele el alma, sino que la acaricie en todo su cuerpo; pero sin que vuelva a manifes-tarse el fatal complejo de aquel Pigmalión que modeló a su mitológica Galatea, encar-nando en ella solamente su sueño ideal, pla-tónico, de belleza. Lo que Brigitte exige, es

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realismo… Y tras el orgasmo onírico, y me-tafílmico, la chica de los ojos glaucos, aun en sueños sobre el tálamo de piel, vuelve a cuestionarse:

— A los ojos del juez implacable, 7 o de mi confesor, ¿será éste un “mal sueño” del que deba arrepentirme por haber entregado en él mi virginidad?

Corte a:

El maestro de Metafílmica ha acudido a la estación para recibir a Brigitte. Hoy llega de Chiapas y está convencido de que ella, al igual que él y sus mutuos amigos conspira-dores, no sólo han soñado y fantaseado con realizar películas y con que se respeten los Acuerdos de San Andrés… Disolvencia a:

La cámara de la Metafílmica continuará filmando los verdes, rasgados y brillantes ojos de Brigitte, y toda la belleza corporal que jamás podrá opacar su cuestionada vir-ginidad… cuando la conspiración la cargue con otro rollo.

7 El juez implacable es, para Oteka, el espectador activo, el cinéfilo. (Véase la columna de Meta-fílmica en el no. “3” de Conspiratio).

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Cortometraje del éxtasis de los comulgantes ( 10 )

rigitte, por fin, ha regresado de su viaje a Chiapas. Por más que lo in-tentaron, ella, sus amigas y amigos

no encontraron un terreno en el cual cons-truir una casita para vivir en comunidad. En el país ya todas las tierras han sido reparti-das y a los nuevos pobres que no las pue-den comprar, ni rentar, ni las quieren invadir, sólo les queda peregrinar, sin cartu-jas ni monasterios, por los caminos comu-nes… aunque nadie les dé limosna por dejar escritas las huellas de su sacrificio…

B

Voz en off:

A lo que recordaba Juan Pablo II, de que sobre toda propiedad privada grava una hipoteca social, podríamos añadir: ¡cuánto más gravará sobre la vía pública!…

Corte a:

Brigitte, lejos de desanimarse, ha encon-trado un nuevo sentido a su vida. Su fe se ha fortalecido, ya no la asalta aquel senti-miento de orfandad, y ha encontrado ale-

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gría, libre de cargas, vive cada instante de su vida como si fuera el único que le queda… amando, siempre amando. No sabe si algún día reunirá los fondos para hacer su pelícu-la. Lo que sí espera es conservar su beca para seguir aprendiendo.

Corte a:

El maestro de Metafílmica, sumergido en el oleaje de la mirada de su amada discípula, vuelve a musitarle que la belleza es el va-lor o cualidad esencial de los seres y las cosas capaces de transparentar —sensible y/o inteligiblemente— el bien y la verdad que hay en ellos.

Brigitte:

— ¿Esto quiere decir —le murmura la chica ojiverde— que la belleza es un valor o cualidad objetiva del ser o la cosa, y no de-pende en lo absoluto de la subjetividad de quien la percibe o deja de percibirla? El maestro de Metafílmica:

— Buenísima pregunta, querida Brigit-te, en un mundo tan relativista, porque en efecto hay quienes dirigiendo sus ojos y sus oídos hacia la belleza, no la ven ni la escu-chan. Esto se debe a que la subjetividad de esos perceptores, por múltiples razones, se los impide.

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Brigitte:

— ¡Ah!, ya voy comprendiendo. ¿¡Esto podría llegar a derrumbar el mito de que “en gustos se rompen géneros”!? El maestro:

— Quizá algún día sí, Brigitte. La belle-za, como valor o cualidad objetiva de los seres y las cosas que la poseen, llegará a ser reconocida por todos, aunque algunos, ejercitando su libertad, opten por rechazar-la. Brigitte:

— Entonces, cuando cierta gente no reconoce ni gusta de la belleza que existe en ciertos seres y cosas, no significa, obvia-mente, que la belleza no exista ahí, en for-ma objetiva, sino que las funciones receptivas de su alma y sus sentidos están incapacitados, ya sea por cuestiones educa-tivas, ideológicas o ¿podría ser por falta de fe… o por la acción obnubiladora del de-monio?

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El maestro:

— Desde luego, ¿pero podrías cabalgar más despacio? ¿Por qué te apresuras con semejantes saltos cuánticos? Brigitte:

— Perdona, es que estoy imaginando el momento en que el velo del templo se rasga y la Belleza se muestra tal como es… pero es tan intensa su Luz que nos enceguece… nuestros ojos, tan humanos como son aho-ra, aún no logran verla tal cual es… ¿Cómo será el rostro de Dios?... Cuando lleguemos a vérselo, si es que llegamos, ¿cada quien percibirá el mismo rostro?… ¿O acaso ve-remos caras tan distintas como muestra la incontable iconografía del Padre y del Hijo que imaginan, pintan y filman los artistas? El maestro:

— Sigues saltando, rebotando como onda y partícula de luz. Brigitte:

— Es que no puedo coger, como tú, la filosofía con la huevez de la lógica… estoy más hecha para intuir, escanear y formarme imágenes inmediatas, aunque demasiado pixeladas…

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El maestro:

— Exacto, Brigitte, esa es una forma muy actual de definir las precipitaciones, agitaciones y vaivenes de tu digitalidad. Brigitte:

— Creo que la Belleza, aunque objetiva, se nos revela aún en forma incompleta, cu-bierta por un velo de misterio… ¡Eso sí, un misterio que es, objetiva y subjetivamente, extasiante! El maestro:

— Como tus ojos, Brigitte, como tus ojos… que son, a la vez, cámaras y proyec-tores de belleza. Corte a:

— El oleaje de la mirada de Brigitte, re-cuperándose de su reciente cresta, va disol-viéndose en la tranquila superficie de un lago transparente… Oteka, entonces, puede mirar hacia el fondo de sus ojos y recordar el momento en que Luminita y Rayo 8, atendiendo las indicaciones de la Voz inte- 8 Luminita y Rayo son los niños protagonistas de “El Mensaje de la Estrella”, primer largometraje en multimedia que se produce a nivel mundial, dirigido por Oteka.

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rior que ambos escuchan, levantan una enorme roca y la avientan hacia el centro del lago. Conforme la roca se sumerge, van apareciendo, en la superficie, ondas en forma de círculos concéntricos, desde el centro hasta la orilla del lago… Y esa Voz, de timbre masculino y profundo, de un pa-dre lleno de ternura, les dice que Él es co-mo esa roca firme que está en lo profundo, y que las ondas que emana les quieren decir que los ama… Brigitte (interrumpiendo a Oteka en sus ensueños, le exhibe toda su desnudez):

— ¿Y tú, Oteka, me amas? Oteka:

— ¡Cómo no voy a amarte, Luminita… Beauty 9… Brigitte!... Siempre he tenido sed de ti. ¿¡Qué sería de mí, si no amara la belleza!? Brigitte (colocándose cuerpo a cuerpo, lo reta):

— Pero a mí, a mí en lo personal, ¿me amas, Oteka?

9 Beauty es la joven protagonista del guión fílmi-co de Oteka y de Sergio Román, titulado “La belleza es gratis”.

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Oteka:

— ¿A ti… mujer de carne y hueso… a ti, Eva, a quien di el nombre de Brigitte? Brigitte:

— Sí, a mí, a este ser que según tú es bello porque, despojado de toda vestidura, en su natural desnudez, es capaz de traspa-rentar el bien y la verdad… ¿me amas a mí, Oteka?... ¿o sólo soy para ti un símbolo, o la arcilla que modelas como un Pigmalión... o acaso el producto artesanal del barro o una de tus costillas… o como si le creyeses al tentador que no somos artífices, sino creadores, y que seremos como dioses? Oteka:

— ¡Oh no, Eva, no caigas en su juego, no me entregues tu belleza como un ins-trumento del demonio!… ¡Por Dios, Brigit-te, te amo, con todo mi corazón, por todo lo que eres y representas!… Y es necesario que sepas que, antes de llamarte Brigitte, ya te conocía y te amaba… Brigitte:

— ¿Quieres decir que siempre me has amado por lo que soy y no por lo que qui-sieras que fuera?

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Oteka:

— Tú bien sabes que, si no te amara por ambas razones, amada mía, ¿cómo po-dría justificar el que haya sido tu maestro? Brigitte:

— Calla ya, maestro mío, déjame que perfume tu cuerpo con la valiosa esencia que he rociado sobre mis dorados y rizados cabellos… ¡y sigue haciéndome el amor! Házmelo por siempre, no pares jamás. Oteka:

— Espero que así sea, mientras sigamos peregrinando por la fugacidad de nuestros caminos comunes, aprendiendo a cantar los nuevos cantares y, sobre todo, a comulgar, amada belleza mía… Corte a:

El blanco tálamo de los comulgantes va siendo inflamado por tal resplandor que, si los excitados y extasiados cinéfilos no dejan de mirar la pantalla, corren el peligro de enceguecer… Voz en off:

Así concluye la secuencia de cortome-trajes o capítulos del decálogo de Brigitte…

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La cámara de la Metafílmica podría continuar filmando, si Oteka reencuentra la luz de un nuevo amanecer, y si la conspiración carga su cámara con otro rollo.

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Índice

( 1 ) Cortometraje de una joven llamada Brigitte

7

( 2 ) Cortometraje de un misterio que se proyecta luminoso

13

( 3 ) Cortometraje del Cruzado jugando ajedrez con la Muerte

21

( 4 ) Cortometraje desde el interior de una lágrima de Dios

29

( 5 ) Cortometraje al interior de las tres Personas de un solo Dios

35

( 6 ) Cortometraje de la Belleza que salva 43

( 7 ) Cortometraje de la “Belleza es gratis” 49

( 8 ) Cortometraje de la “Belleza es gratis” – parte II

55

( 9 ) Cortometraje de la cópula onírica de Brigitte

63

( 10 ) Cortometraje del éxtasis de los co-mulgantes

71

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Colofón de

imprenta.