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Lenz

Lenz comienza como un informe: El 20 de enero Lenz caminaba por la sierra. No dice de dnde viene ni por qu ni a qu y no lo dir nunca porque Lenz es un Bartleby, mejor dicho, un precursor de ese personaje que preferira no hacerlo.

Sntesis densa y expresionista del alma de un poeta escrita por otro poeta, en la compasin por Lenz, Bchner se funde con su personaje y encuentra su propia voz, una de las ms bellas y originales de la Historia de la Literatura as como un camino radicalmente nuevo de entender el arte, ajeno a toda convencin y norma.

Un texto precursor del expresionismo, que no en vano fascin a autores como Kafka o Walser y, ms all del lenguaje, el Lenz de Bchner comienza a prefigurar una nueva sensibilidad que, con el tiempo, Friedrich Nietszche llam nihilismo.

Lenz es una novela basada en la vida del poeta del Sturm und Drang Jakob Michael Reinhold Lenz.

Georg Bchner

Lenz

Ttulo original: LenzGeorg Bchner, 1839

Traduccin: Mara Teresa Ruiz Camacho

Ilustraciones: Alfred Hrdlicka

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

Juzgar el lenguaje de GEORG BCHNER con imparcialidad es una completa osada, yo slo puedo intentar reconstruir el argumento. He confrontado la obra literaria con la realidad, ya que Lenz no es un personaje de ficcin ni una invencin del escritor. Lenz es un precursor de Bchner de igual genialidad, con fuerza expresiva, extremadamente sensible, acometedor y apasionado y, si utilizamos trminos de psiquiatra clsica, cercano a la hebefrenia[1], a la locura de juventud. Georg Bchner ha analizado a Lenz, con mucha compasin, desde un fro punto de vista cientfico, ha utilizado el estudio de fuentes y, de un alma tan cercanamente anloga a la suya, sin que fuera un revolucionario como l, ha intentado hacer un monumento a un revolucionador, no una estatua, sino una cadencia de imgenes de una auto destruccin sin salida. Der Hofmeister (El Preceptor), de Jacob Michael Reinhold Lenz, es un autorretrato, el idealismo de la juventud y la necesidad sexual son dos polos que se atraen y se repelen, y destruyen con fatalidad a los personajes del drama.

ALFRED HRDLICKA

LENZ

El da 20 iba Lenz por la montaa. Las altas cumbres y las cimas cubiertas de nieve; valle abajo, rocas parduscas, llanuras verdes, peascos y abetos. Haca un fro hmedo, el agua murmuraba en su descenso por las rocas y salpicaba el camino. Las ramas de los rboles se vencan por el peso en el aire acuoso. Unas nubes negras avanzaban por el cielo, sin embargo todo tan denso y, adems, la niebla desprenda vapor y atravesaba pesada y hmeda entre los arbustos, tan lenta, tan torpe. Continu andando indiferente, no le importaba nada del camino, ya fuera subir, ya fuera bajar. No senta el cansancio, lo nico que a veces le resultaba molesto era no poder andar cabeza abajo. Al principio le daba un vuelco el corazn cuando las piedras caan rodando de tal manera que el grisceo bosque temblaba bajo sus pies y la niebla ora engulla las formas, ora dejaba entrever la grandiosidad de sus componentes. Algo le inquietaba, buscaba algo, quiz sueos perdidos, pero no encontraba nada. Todo le resultaba tan insignificante, tan prximo, tan mojado, que habra deseado poner la tierra al calor del hogar, no comprenda que le llevara tanto tiempo descender una pendiente para alcanzar un punto a lo lejos; crea que habra podido recorrerlo todo en unos cuantos pasos. Slo a veces senta una opresin en el pecho cuando la tormenta llevaba las nubes al valle y el vapor ascenda al bosque y las voces se despertaban en las rocas, como si fueran truenos extinguindose a lo lejos y, despus, bramaban con fuerza en alabanzas como si quisieran cantar a la tierra en su espontneo regocijo y las nubes cabalgaban como corceles salvajes relinchando y los rayos del sol se abran camino y llegaban y desenvainaban su reluciente espada en la superficie nevada, de modo que una luz brillante y cegadora cruzaba desde las cumbres al valle; o cuando la tormenta empujaba las nubes hacia abajo y se abra un mar azul claro y, entonces, el viento iba extinguindose y desde lo ms profundo de los barrancos, desde las copas de los abetos, ascenda vibrando como una cancin de cuna o un tintineo de campanas y al intenso azul le iba invadiendo un rojo suave y unas nubecillas de alas plateadas lo atravesaban y todas las cumbres de las montaas resplandecan ntidas y slidas sobre la llanura; entonces se detena, jadeando, el cuerpo curvado hacia delante, los ojos y la boca muy abiertos, pensaba que tena que atraer la tormenta hacia l, atraparlo todo en s mismo, se estiraba, se tumbaba en el suelo, escarbaba para adentrarse en el universo, era un placer que le haca dao; o bien, se quedaba inmvil y con la cabeza apoyada en el musgo y los ojos entrecerrados y entonces todo iba alejndose de l, la tierra desapareca bajo sus pies, se haca pequea como una estrella errante y se sumerga en un torrente estrepitoso, cuya corriente cristalina tiraba de l por debajo.

Pero slo eran unos instantes y entonces se levantaba sereno, seguro, tranquilo como si unas sombras chinescas hubieran desfilado ante l, no recordaba nada ms. Hacia la media tarde lleg a la cima de la montaa, a la parte nevada, desde donde se volva a bajar a la llanura por el oeste, all arriba se sent. La tarde se fue quedando ms apacible; las nubes se estancaron en el cielo, todo lo que la vista alcanzaba no era ms que cumbres montaosas, desde las que se extendan vastas laderas hacia abajo y todo tan tranquilo, plomizo, crepuscular; se senta terriblemente aislado, estaba solo, completamente solo, quera hablar consigo mismo, pero no poda, apenas se atreva a respirar, sus pisadas retumbaban como truenos bajo l, tuvo que sentarse; un miedo superior a sus fuerzas se apoder de l en esa nada, estaba en medio del vaco, se levant de un salto y baj la ladera volando. Haba oscurecido, cielo y tierra se fundan en uno. Era como si algo le persiguiera, como si algo horrible quisiera alcanzarle, algo que el hombre no puede soportar, como si la locura a caballo le diera caza. Por fin oy voces, vio luces, se sinti ms tranquilo, le dijeron que an le quedara una media hora hasta Waldbach. Cruz el pueblo, las lmparas desprendan luz a travs de las ventanas, al pasar por delante vea en su interior nios a la mesa, ancianas, muchachas, todo en calma, rostros serenos, pareca como si la luz emanara de ellos, sinti alivio, pronto estara en Waldbach, en la casa parroquial. Haba gente sentada a la mesa, entr; los rizos rubios caan por su plida cara, esto haca que contrajera involuntariamente los ojos y la boca, su ropa estaba destrozada. Oberlin le dio la bienvenida, le tom por un artesano. Sea usted bienvenido. Aunque no le conozca. Soy un amigo de y le traigo recuerdos de su parte. Su nombre, si hace el favor. Lenz. Ja, ja, ja. No est publicado?, no he ledo alguna obra atribuida a un caballero con ese nombre?. S, pero tenga usted a bien no juzgarme por ello. Siguieron hablando, buscaba las palabras y se expresaba con soltura, aunque como sobre un potro de tortura; poco a poco fue tranquilizndose, la acogedora habitacin y los rostros sosegados que destacaban desde la sombra, la mirada luminosa de los nios, en la que pareca concentrarse toda la luz, se alzaba confiada y curiosa hasta la madre que, serena como un ngel, estaba sentada detrs, en la sombra. Empez a contar cosas de su tierra natal; dibujaba toda clase de trajes regionales, todos estaban a su alrededor prestando inters, se senta como en casa, su plida carita de nio ahora sonrea por lo animado de su relato; se haba tranquilizado, era como si viejas figuras, rostros en el olvido volvieran de lo ms recndito, canciones antiguas renacieran, se senta lejos, muy lejos. Finalmente lleg el momento de marcharse, le acompaaron al otro lado de la calle, la casa parroquial era muy pequea, le dieron una habitacin en la escuela.

Subi, arriba haca fro, era un cuarto amplio, vaco, con una cama alta al fondo, puso la lmpara en la mesa, fue de un lado para otro, volvi a hacer un repaso del da, cmo haba llegado, dnde estaba; el comedor de la casa del pastor con sus lucecillas y sus rostros afables le pareca una visin, un sueo, se senta vaco otra vez como en la montaa, pero ahora ya no poda llenarlo con nada, la luz se haba extinguido, la oscuridad lo envolva todo; un miedo indescriptible se apoder de l, de repente dio un salto, atraves la habitacin corriendo, baj las escaleras, se par delante de la casa; pero fue en vano, todo estaba a oscuras, l mismo era un sueo, recuerdos aislados le pasaron por la memoria, los retuvo, pareca que tuviera que estar diciendo a cada momento Padrenuestro; ya no era capaz de orientarse, un instinto oculto vino a salvarle, dio puntapis a las piedras, se ara con sus propias uas, el dolor comenz a devolverle la razn, se tir al piln pero el agua no era profunda, chapote en ella. Entonces lleg gente, le haban odo, le llamaron a voces. Oberlin lleg corriendo; Lenz haba vuelto en s, ya era consciente de su situacin, se sinti aliviado, ahora estaba avergonzado y entristecido por haber asustado a esa buena gente, le dijo que estaba acostumbrado a baarse en agua fra y volvi a subir; finalmente el agotamiento le dej dormir.

Al otro da todo fue bien. A caballo por el valle con Oberlin; amplias superficies montaosas, que desde mayor altura se concentraban en un estrecho y sinuoso valle que se abra en mltiples direcciones monte arriba, grandes masas rocosas, que se extendan hacia abajo; poco bosque, mas todo con un solemne tono gris; un vistazo hacia el oeste tierra adentro y por la sierra que en lnea recta se prolongaba de sur a norte y cuyas cimas, como en un sueo entrevelado, permanecan poderosas, solemnes o silenciosamente serenas. Potentes masas de luz que, a veces, suban desde el valle como una corriente dorada; luego, de nuevo nubes que se estacionaban en el pico ms alto y entonces bajaban lentamente por el bosque hasta el valle o ascendan y descendan entre los reflejos del sol como un fantasma volador plateado; sin ruido, sin movimiento, sin pjaros, nada ms que, ora de cerca, ora de lejos, el soplar del viento. Tambin aparecan puntos en un riguroso color negro, armazones de cabaas, tablones cubiertos de paja. Las gentes, cuando pasaban a caballo, se saludaban con calma, silenciosa y formalmente, como si no se atrevieran a romper la paz del valle. En la cabaa todo era actividad, se agolpaban alrededor de Oberlin, quien reprenda, daba consejos, consolaba; por doquier plegarias, miradas confiadas. La gente contaba sueos, presentimientos. Despus, rpidamente se pasaba a la vida prctica, trazado de caminos, cavado de acequias, asistencia a la escuela. Oberlin era incansable, Lenz le acompaaba a cada paso inmerso tanto en la conversacin, como en sus ocupaciones del trabajo, como en la naturaleza.

Todo esto produca en l un efecto sedante y benfico, a menudo tena que mirar a Oberlin a los ojos, y esa enorme paz que nos invade con lo sosegado de la naturaleza, lo intrincado del bosque, lo encantador de una noche de verano con luna llena, le resultaba todava ms cercana en esos ojos tranquilos, en ese rostro serio y venerable. Era tmido pero haca observaciones, hablaba, su conversacin agradaba mucho a Oberlin y la graciosa carita aniada de Lenz le alegraba. Pero slo le resultaba soportable en tanto haba luz en el valle; al anochecer le invada un extrao miedo, le habra gustado ir tras el sol; cuando los objetos se volvan cada vez ms oscuros, todo le pareca tan irreal, tan adverso, que le entraba el miedo que entra a los nios cuando duermen sin luz; era como si estuviera ciego; y entonces el miedo creca; la pesadilla de la locura estaba a sus pies, ante l se abran pensamientos desesperados, como si slo se tratase de un sueo, se agarraba a todos los objetos, las personas que le pasaban con rapidez por delante, se arrimaba a ellas, eran sombras, la vida se sala de l y sus miembros estaban totalmente rgidos. Hablaba, cantaba, recitaba pasajes de Shakespeare, se aferraba a todo aquello que hiciera que su sangre fluyera ms deprisa, lo intent todo, pero slo frialdad, indiferencia. Tuvo que salir al aire libre, la poca luz que quedaba se desvaneca en la noche, cuando sus ojos se hubieron acostumbrado a la oscuridad se sinti mejor, se tir al piln, el efecto excitante del agua le haca estar mejor, tambin tena la esperanza secreta de que fuera una enfermedad, esta vez se dio el bao con menos ruido. Sin embargo cuanto ms se aclimataba a aquella vida, ms tranquilo estaba, ayudaba a Oberlin, dibujaba, lea la Biblia; viejas esperanzas afloraban en l; y es as como vino a encontrar el Nuevo Testamento y una maana sali. Oberlin le cont cmo una mano irrefrenable le haba sujetado en el puente, cmo un resplandor desde lo alto le haba cegado, cmo haba odo una voz, cmo le haba hablado por la noche, cmo Dios se haba alojado en su interior por completo, de modo que puerilmente haba echado a suertes para saber qu deba hacer, la fe, el cielo eterno en la vida, la existencia en Dios; slo entonces se le revelaron las Sagradas Escrituras. Cuando la gente se acerca tanto a la naturaleza, todo son misterios divinos; pero no con una majestuosidad impuesta, sino ms bien con confianza! Sali por la maana, haba nevado por la noche, en el valle luca un sol resplandeciente pero el paisaje continuaba con neblina. Pronto abandon el camino y subi por una suave pendiente, ya sin huellas de pisadas, junto a un bosque de abetos, el sol picaba, la nieve era ligera y blanda, aqu y all ligeras huellas de corzo por la nieve que se perdan monte arriba. Ni un movimiento en el aire ms que un leve soplo o el aleteo de un pjaro que se sacude suavemente la nieve de la cola. Todo tan tranquilo y, a los lejos, los rboles con sus plumas blancas balancendose en el azul oscuro del aire. Poco a poco se fue sintiendo ms a gusto, las inmensas, las montonas superficies y lneas ante las que a veces se encontraba como si le hablasen con potentes voces, parecan esconderse, un ntimo sentimiento navideo le iba invadiendo, a veces pensaba que su madre aparecera de detrs de un rbol, elevada, y le dira que ella le haba regalado todo aquello. Cuando descenda, vio que un aura se pona en torno a su sombra, le pareci como si algo le rozara la frente, el ente le habl. Lleg abajo. Oberlin estaba en la habitacin, Lenz se dirigi hacia l de buen humor y le dijo que le gustara mucho predicar un da. Es usted telogo?. S! Bien, el prximo domingo.

Lenz se fue complacido a su habitacin, pens en un texto para el sermn, medit y las noches pasaron tranquilamente. Lleg el domingo por la maana, el deshielo haba empezado. Las nubes se alternaban con el azul. La iglesia estaba en lo alto junto a la montaa sobre un saliente, el camposanto dispuesto alrededor. Lenz ya estaba arriba cuando son la campana, desde diferentes lugares, subiendo y bajando por angostos senderos llegaban los feligreses, las mujeres y las jvenes con sus rigurosos trajes negros, el pauelo blanco doblado sobre el libro de cantos y los ramilletes de romero. A veces el sol brillaba sobre el valle, el aire templado se mova lentamente, el paisaje nadaba en aromas, el repique de campanas a lo lejos, era como si todo se diluyera en una ola de armona.

La nieve del pequeo cementerio se haba derretido, haba musgo oscuro debajo de las cruces negras, un rosal tardo asomaba por el muro del cementerio, tambin flores tardas debajo del musgo, algn rato sol y de vuelta las nubes. La misa comenz, las voces de la gente eran de un sonido limpio y ntido; una impresin como de quien se mira en las aguas puras y transparentes de la montaa. El cntico ces, Lenz hablaba, se senta inseguro, el aturdimiento se le haba pasado por completo con el sonido de las voces, ahora lo que se le despert fue un gran dolor y se le puso en el corazn. Una dulce sensacin de infinito bienestar le invadi. Habl a la gente con sencillez, todos ellos sufran con l, era un consuelo para l llevar el sueo a unos ojos cansados por el llanto y la tranquilidad a un corazn atormentado, poder dirigir hacia el cielo este sufrimiento ahogado, esta existencia torturada por las necesidades materiales. Se sinti ms seguro cuando termin, entonces las voces empezaron de nuevo:

Deja en m ese dolor sagrado,

Hondos pozos han reventado;

Que mi beneficio sea padecimiento,

Y mi servicio a Dios sufrimiento.

La agitacin interior, la msica, el dolor, le estremecan. Para l el mundo estaba herido; senta un profundo e indescriptible dolor por ello. En ese momento, otro ser, unos labios celestiales, palpitantes, se inclinaron sobre l y se pegaron a sus propios labios; subi a su solitaria habitacin. Estaba solo, muy solo! Corran manantiales, brotaban torrentes de sus ojos, se retorca como una serpiente, se convulsionaban sus rganos, era como si se desmembrara, no poda encontrar fin a la lujuria. Finalmente se hizo la luz en l, sinti una suave y profunda compasin de s mismo y llor por l, la cabeza se le hundi en el pecho, se qued dormido, haba luna llena en el cielo, los rizos le caan por las sienes y por la cara, las lgrimas se descolgaban de las pestaas y se secaban en las mejillas, as de solo se encontraba l all ahora y la luna brill sobre la montaa toda la noche.

A la maana siguiente baj y muy tranquilo le cont a Oberlin cmo se le haba aparecido su madre por la noche, destacaba en la oscuridad del muro del cementerio con su vestido blanco y llevaba sujetas en el pecho una rosa blanca y otra roja; entonces ella se dej caer en una esquina y las rosas crecieron lentamente sobre ella, definitivamente haba muerto; se lo tom con mucha calma. Acto seguido Oberlin le cont que l estaba solo en el campo cuando su padre muri y entonces oy una voz, de modo que supo que su padre haba muerto y cuando volvi a casa, as haba sido. Esto les llev a que Oberlin siguiera hablando de las gentes de la montaa, de muchachas que sentan el agua y el metal bajo la tierra, de hombres que a veces haban sido atacados en las cumbres y haban luchado con un espritu; tambin le cont que una vez en el monte qued sumido en una especie de sonambulismo por mirar en una profunda charca de montaa vaca. Lenz dijo que el espritu del agua se haba posado sobre l y que entonces haba sentido algo de su propio ser. Continu: la naturaleza ms pura y sencilla est estrechamente unida a lo elemental, cuanto ms sutiles son la vida intelectual y los sentimientos del hombre tanto ms se atrofia este sentido elemental; no lo consideraba un estado superior, no era lo suficientemente independiente, pero pens que tendra que ser una sensacin absolutamente deliciosa sentirse tocado de ese modo por la vida propia de cada forma; tener el alma de las piedras, de los metales, del agua y de las plantas; absorber as, como en un sueo, a cada ser de la naturaleza, como las flores toman el aire con el crecer y decrecer de la luna.

Continu dando su propia opinin de cmo en todo exista una inefable armona, un matiz, una dicha que en las formas superiores se seleccionaba, se matizaba y se conceba con ms rganos, y sin embargo estaban muy profundamente afectadas y de cmo en las formas inferiores todo se acotaba, se limitaba, y sin embargo su paz interior era mayor. Llev esto todava ms all. Oberlin le interrumpi, le apartaba demasiado de su naturaleza sencilla. En otra ocasin Oberlin le mostr unas tablillas de colores, le explic en qu relacin estaba cada color con el hombre, sac doce apstoles, cada uno de ellos representado por un color. Lenz pens en ello, estuvo dando vueltas al tema, tuvo sueos angustiosos y como Stilling[2] comenz a leer el Apocalipsis y ley mucho la Biblia.

Por esas fechas lleg Kaufmann[3] con su prometida a Steintal. A Lenz, el encuentro le result desagradable desde el principio, dispona de un rinconcito, un poco de tranquilidad haba sido muy valiosa para l y ahora alguien se le pona enfrente para recordarle tantas cosas, tena que hablar y charlar con alguien que conoca su situacin. Oberlin no saba nada de todo aquello; le haba recogido, le haba cuidado; haba visto como una providencia que Dios le hubiera enviado a aquel infeliz, le quera con todo su corazn. Era esencial para todos, era parte de ellos como si llevara all mucho tiempo, ya nadie preguntaba a dnde iba ni de dnde vena. En la mesa, Lenz volvi a estar de buen humor, se habl de literatura, estaba en su terreno; por entonces haba comenzado el Idealismo, Kaufmann era partidario de ello, Lenz lo rebata vehementemente. Dijo: los poetas de quienes se dice que reproducen la realidad, ni siquiera la conocen, sin embargo siguen siendo ms soportables que aquellos que quieren idealizar la realidad. Dijo: el amado Dios ha hecho el mundo como debe ser y nosotros no podramos ni garabatear algo mejor, nuestro nico afn debera ser perfeccionarlo un poco. Reclamo para toda forma de vida la posibilidad de existencia y, en este caso, est bien; entonces no tenemos que preguntar si el sentimiento que lo ha creado es bonito o es feo, tener vida est por encima de ambos y es el nico criterio en temas de arte. Adems nos ocurre en contadas ocasiones, lo encontramos en Shakespeare y nos llega por completo en las canciones populares, por el contrario, en Goethe a veces. Todo lo dems puede tirarse al fuego. La gente no podra ni dibujar una caseta de perro. Se quiere figuras idealistas, pero todo lo que veo en ellos son muecos de madera. Este idealismo es el ms ignominioso desprecio por la naturaleza humana. Intntelo una vez y smase en la vida de una persona humilde, interprtelo en sus espasmos, los indicios de las ms delicadas y apenas notadas expresiones del rostro. l haba intentado lo mismo en Hofmeister[4] y en Die Soldaten[5]. No hay gente ms prosaica bajo el sol; pero los sentimientos son iguales en casi todos los hombres, slo el envoltorio que tienen que traspasar es ms o menos denso. Para ello slo hay que tener odo y vista. Ayer, cuando iba ascendiendo junto al valle, vi a dos muchachas sentadas en una roca, una se soltaba el cabello, la otra la ayudaba; y la rubia melena colgando, y un rostro serio y plido, y sin embargo muy joven, y el vestido negro, y la otra ayudndola con esmero. Ni el cuadro ms bello y entraable de la vieja escuela alemana dara la ms mnima idea de ello. A veces a uno le gustara ser Medusa, para poder convertir en piedra a un conjunto as y llamar a la gente. Se levantaron, el bello conjunto se haba echado a perder; pero cuando bajaban, entre las rocas se estaba volviendo a formar otro cuadro. Las imgenes ms bellas, las notas ms sublimes, se componen, se descomponen.

Slo una permanece, una enorme belleza que pasa de una forma a otra, en constante apertura, en constante cambio, pero bien es verdad que no se la puede retener eternamente, ni poner en museos, ni en notas musicales, y despus llamar al viejo y al joven, y hacer que muchachos y ancianos se embelesen y banalicen sobre ella. Hay que amar a la humanidad para adentrarse en el propio ser de cada uno, nadie debera resultarnos demasiado simple, demasiado feo, slo entonces podremos entenderla: el rostro ms insignificante causa una impresin ms profunda que la mera sensacin de la belleza y se puede dejar que las formas salgan de s mismas, sin tener que copiar en ellas nada del exterior donde, por el contrario, ni fluye la vida, ni se inflaman los msculos ni el pulso late. Kaufmann le ech en cara que en la vida real no encontrara ningn modelo para un Apolo de Belvedere o para una Madonna de Rafael. Y qu importa eso, replic, debo admitir que me dejan totalmente fro aunque cuando me esfuerzo puedo llegar a sentir lo que tienen de bueno y hago lo posible para que as sea. Mi poeta o artista preferido es aquel que me presenta la naturaleza de la forma ms real, de modo que sienta su creacin, todo lo dems me sobra. Los pintores holandeses son para m mejores que los italianos, tambin son los nicos comprensibles. Slo conozco dos cuadros, y precisamente de artistas holandeses, que me hayan impresionado tanto como el Nuevo Testamento; uno de ellos, no s a quin pertenece, es Cristo y los Discpulos de Emmaus[6]. Si alguien lee de dnde salieron los discpulos se encuentra de inmediato con toda la naturaleza en un par de palabras. Es un atardecer gris, una franja roja uniforme en el horizonte, casi oscuridad total en el camino, entonces viene un desconocido hacia ellos, le hablan, l parte el pan, entonces le reconocen en simple forma humana y los rasgos de Dios sufriente les hablan con claridad, y se asustan, pues ha oscurecido totalmente y se enfrentan a algo inexplicable, pero no es un miedo espectral; es como cuando a uno se le pone enfrente un difunto querido en su aspecto anterior, as es el cuadro, con ese tono uniforme y marrn por arriba, con esa tranquila tarde encapotada. Ahora, el otro. Una mujer est sentada en su habitacin, el devocionario en la mano. Se ha realizado la limpieza dominical, se ha esparcido arena por el suelo, todo tan agradablemente limpio y clido. La mujer no ha podido ir a la iglesia y cumple los ejercicios religiosos en casa, est sentada vuelta hacia la ventana abierta y es como si los sonidos de la campana del pueblo se acercaran a la ventana flotando a travs de la vasta y llana campia y a lo lejos se oyera el cntico de los feligreses de la cercana iglesia, y la mujer siguiera el texto en el libro. Continu hablando de esta forma, le escuchaban atentamente, de acuerdo con l en muchas cosas, se haba puesto rojo de tanto hablar y, ya sonriente, ya serio, sacuda sus rubios rizos. Haba perdido el control por completo. Despus de comer, Kaufmann se lo llev aparte. Haba recibido cartas del padre de Lenz, su hijo deba volver para ayudarle. Kaufmann le dijo que ah estaba desperdiciando su vida, perdindola innecesariamente, que deba fijarse una meta y otras cosas por el estilo. Lenz le habl con brusquedad: Irme de aqu, irme! A casa? Enloquecer all? T sabes que no puedo soportar otro lugar que no sea esta regin, sus alrededores, no aguantara sin poder subir de vez en cuando a la montaa y ver el paisaje; y entonces bajar de nuevo a la casa, caminar por el jardn y mirar a travs de la ventana. Me volvera loco, loco! Djeme en paz! Slo un poco de tranquilidad, aqu, donde ahora me siento mnimamente bien! Irme? No entiendo, con estas dos palabras el mundo se ha echado a perder. Todo el mundo necesita algo; si se puede estar tranquilo, Qu ms podras pedir! Siempre subiendo, luchando y, de este modo, tirando de por vida todo lo que el momento da, y estando siempre en la miseria para disfrutar una sola vez; pasando sed mientras uno ve claros manantiales manando por el camino. Ahora la vida me es llevadera y aqu quiero quedarme; por qu?, por qu? Justamente ahora, que me siento bien; qu quiere mi padre?, qu puede darme?, imposible!, djeme en paz! Se puso furioso, Kaufmann se fue, Lenz estaba disgustado.

Al da siguiente Kaufmann quera marcharse, persuadi a Oberlin para ir con l a Suiza. Le llev a tomar la decisin el deseo de conocer personalmente a Lavater[7], con quien se carteaba haca tiempo. Acept. Haba que esperar un da ms por los preparativos. A Lenz esto le lleg al alma, se haba agarrado angustiosamente a todo para librarse de su interminable tortura; en algunos momentos l senta en lo ms profundo de su ser que todo era fruto de su imaginacin. Se trataba a s mismo como a un nio enfermo, slo con grandes miedos se deshaca de algunos pensamientos, de intensos sentimientos, para que luego le volvieran con mucha fuerza, temblaba, el pelo se le pona casi de punta hasta que esto le dejaba extenuado por la inmensa tensin. Se salvaba con una figura que siempre flotaba ante sus ojos y con Oberlin; sus palabras, su rostro, le hacan un enorme bien. Por eso aguardaba angustiado su partida.

Ahora a Lenz le inquietaba quedarse solo en casa. El tiempo se haba suavizado, decidi acompaar a Oberlin a la montaa. Se separaran al otro lado, donde el valle acababa en un llano. Volvi solo. Atraves la montaa por diferentes caminos, vastas planicies se extendan valle abajo, poco bosque, nada ms que potentes lneas y ms all, la enorme y humeante llanura. Fuertes rfagas de viento en el aire, por ningn lado la huella del hombre, salvo alguna cabaa abandonada al borde de la ladera, donde los pastores pasaban el verano. Se senta tranquilo, acaso casi soando, se le juntaba todo en una lnea como una ola que sube y baja entre el cielo y la tierra, era como si se encontrara en un mar inmenso que ondeaba suavemente. A veces, se sentaba, luego volva a andar, pero pesadamente, adormilado. No buscaba ningn camino concreto. Era ya de noche cuando lleg a una cabaa habitada en la bajada a Steintal. La puerta estaba cerrada, fue a la ventana por la que se vislumbraba luz. Un candil iluminaba nada ms que un punto, su luz caa sobre el plido rostro de una joven que, con los ojos entreabiertos y los labios movindose en voz baja, reposaba all detrs. Ms all, en la oscuridad, estaba sentada una anciana que cantaba del libro de misa con una voz ronca. Le abri despus de llamar mucho rato. Era medio sorda, sirvi a Lenz algo de comer y le mostr un lugar donde dormir mientras que prosegua con su cntico incesantemente. La muchacha no se haba movido. Poco despus entr un hombre, era alto y enjuto, indicios de pelo cano, con un desconcertado rasgo de preocupacin en la cara. Se fue hacia la joven, ella dio un respingo y se agit. l cogi unas hierbas aromticas de la pared y le puso sus hojas en la mano, de modo que ella se tranquiliz y murmur algunas palabras comprensibles en unos tonos de voz que se prolongaban y cortaban lentamente. Cont cmo haba odo una voz en la montaa y cmo despus haba visto relmpagos en el valle, cmo adems algo le haba agarrado y contra lo que, como Jacob, haba luchado. Se postr y or con fervor en voz baja mientras la enferma cantaba pausadamente en un tono prolongado, que se extingua con suavidad. Despus se fue a descansar.

Lenz se qued dormido y durante el sueo oa el tic-tac del reloj. Al tiempo del apenas perceptible canto de la muchacha y de la voz de la anciana, resonaba el silbido del viento ora de cerca, ora de lejos; y la luna, a veces brillante, a veces oculta, iluminaba el cuarto con su cambiante y ensoadora luz. En una ocasin las voces subieron de volumen, la joven hablaba claro y alto, deca que en el risco de enfrente haba una iglesia. Lenz levant la vista, ella estaba sentada erguida detrs de la mesa con los ojos muy abiertos y la luna proyectaba su apacible luz sobre sus rasgos, que parecan irradiar un lgubre resplandor, al tiempo que con la voz ronca de la anciana, y por la alternancia y disminucin de la luz y las voces, Lenz se qued profundamente dormido.

Se despert temprano, todos dorman en el cuarto, estaba amaneciendo, tambin la muchacha se haba tranquilizado, estaba reclinada, las manos juntas debajo de la mejilla izquierda; lo sobrenatural de sus rasgos haba desaparecido, ahora tena la expresin de un sufrimiento indescriptible. Se dirigi a la ventana y la abri, el fro viento de la maana le sacudi en la frente. La casa se encontraba al final de un profundo y angosto valle que se abra por el este, los rayos rojizos penetraban por el plomizo cielo matutino en el penumbroso valle con neblina y relucan en las grisceas piedras y alcanzaban las ventanas de las cabaas. El hombre se despert, sus ojos hallaron un cuadro iluminado en la pared, se quedaron fijos y con la mirada absorta en l, entonces comenz a mover los labios y a rezar en voz baja, luego en voz alta y cada vez ms alta. Entretanto lleg gente a la cabaa y se postraron en silencio. La muchacha estaba tendida con convulsiones, la vieja cantaba su cancin con voz ronca y charlaba con los vecinos. La gente le cont a Lenz que el hombre haba llegado a la comarca haca mucho tiempo, nadie saba de dnde; tena fama de santo, vea el agua debajo de la tierra y saba conjurar a los espritus, y se hacan peregrinaciones para verle. Lenz supo enseguida que estaba muy alejado de Steintal, parti con algunos leadores que iban a aquella zona. Le hizo bien encontrar compaa. Ahora le asustaba el hombre prodigioso que, a veces, pareca hablar en un tono aterrador. Tambin tena miedo de s mismo en la soledad.

Lleg a casa. Desde luego, la noche transcurrida le haba causado una fuerte impresin. Pudo ver el mundo con claridad y percibi interiormente una agitacin y una inquietud hacia un abismo, al que una violencia despiadada le arrastraba. Ahora escarbaba en su interior. Coma poco; se pasaba la mitad de la noche entre rezos y sueos febriles. Un ansia brutal y despus, extenuado, caa rendido. Lloraba a lgrima viva y de repente, recobraba la fuerza y se levantaba fro e indiferente y entonces sus lgrimas le parecan como el hielo, tena que rerse. Cuanto ms arriba estaba, ms hondo caa. Todo volva a agolparse. Le sacudan presentimientos de su estado anterior que iluminaban con rfagas el desolado caos de su espritu. Generalmente pasaba el da sentado en la habitacin de abajo, Madame Oberlin iba a ratos, l dibujaba, pintaba, lea, se aferraba a cualquier distraccin, pasando con rapidez de una a otra. Sin embargo, ahora buscaba la compaa de Madame Oberlin cuando estaba all, sentada con el libro negro ante ella, junto a una planta que creca en la habitacin y con el ms pequeo en sus rodillas, l tambin se daba buena maa con el nio. Una vez que estaba sentado en tales circunstancias, le entr miedo, dio un salto y fue de ac para all. La puerta estaba abierta y oy cantar a la sirvienta, al principio no se entenda bien, luego se fue aclarando la letra,

Aqu no tengo alegra,

Mi amor est en la lejana.

Aquello le impresion, casi se desvanece con la meloda. Madame Oberlin le mir. Cobr nimo, no poda callar ms tiempo, tena que hablar de ello. Querida Madame Oberlin, no podra usted decirme qu le pasa a la sirvienta, cuyo destino me oprime el corazn?. Pero Sr. Lenz, yo no s nada.

Volvi a quedarse callado e iba muy deprisa de un lado a otro por la habitacin. Entonces comenz de nuevo. Ver usted, voy a marcharme; Dios mo, ustedes siguen siendo las nicas personas entre las que yo podra soportar la vida, sin embargo, sin embargo, tengo que ir a verla pero no puedo, no debo. Estaba terriblemente emocionado y sali.

Volvi a media tarde, haba oscurecido en la estancia; se sent junto a Madame Oberlin. Ver usted, comenz de nuevo, cuando ella andaba por la habitacin, y medio canturreaba para s misma y cada paso era msica, haba tanta felicidad en ella, que me llegaba a m, yo estaba siempre tranquilo cuando ella me miraba o cuando apoyaba la cabeza en mi hombro, y Dios!, Dios, llevo tanto tiempo sin estar tranquilo! Tan nia, era como si el mundo le resultara demasiado grande, se meta en s misma buscando el rinconcito ms pequeo de toda la casa y all sentada, era como si su alegra se concentrara solamente en un pequeo punto y entonces, tambin me pasaba a m; y habra podido jugar como un nio. Ahora todo me resulta tan reducido, tan limitado, ver usted, a veces me parece que toco el cielo con las manos; Ay, me ahogo! Adems, a menudo me sucede, que siento un dolor fsico, aqu, en el lado izquierdo, en el brazo, con l yo sola agarrarla. Sin embargo, ya no puedo retenerla en mi cabeza, su imagen se me escapa y eso me atormenta, slo cuando algunas veces se hace completamente ntida, es cuando yo vuelvo a sentirme realmente bien. A menudo, hablaba de ello con Madame Oberlin, pero la mayora de las veces solamente con frases entrecortadas. Ella apenas saba qu contestar, sin embargo, a l le haca bien.

Mientras tanto segua con sus torturas religiosas. Cuanto ms vaco, ms fro, ms moribundo se senta por dentro, tanto ms se afanaba en que se le despertara la pasin, le llegaban recuerdos de tiempos en los que todo le enfervorizaba, en los que le costaba respirar con todas aquellas emociones, y ahora tan muerto. Se desesperaba consigo mismo, entonces se tiraba al suelo, se retorca las manos, todo dentro de l se excitaba; sin embargo inerte!, muerto! Entonces imploraba que Dios le hiciera una seal, y rebuscaba en su interior, ayunaba, yaca en el suelo en trance. El tres de febrero oy que un nio haba muerto en Fouday, se convirti para l en una obsesin. Se fue a su habitacin y ayun un da entero. El cuatro entr de repente en la habitacin de Madame Oberlin, se haba embadurnado la cara con ceniza y le pidi un saco viejo; ella se asust, le dio lo que exiga. Se envolvi en el saco como un penitente y tom camino a Fouday. La gente del valle ya estaba acostumbrada a l; se contaban toda clase de rarezas sobre l. Lleg a la casa donde yaca el nio. La gente se dedicaba a sus quehaceres con indiferencia; le mostraron una habitacin, el nio yaca con una camisa, sobre paja, encima de una mesa de madera. Lenz se estremeci al tocar las fras extremidades y ver los vidriosos ojos entreabiertos. El nio le pareci muy desamparado y l mismo, a su vez, muy solo y apartado; se ech sobre el cuerpo sin vida; la muerte le asustaba, un dolor agudo se apoder de l, esos rasgos, ese rostro tranquilo se descompondra, se postr y pidi con toda la desolacin de la desesperacin que Dios le hiciera una seal y el nio reviviera, ya que l era dbil e infeliz; entonces se sumi por completo en s mismo y concentr toda su voluntad en un punto, as sentado, estuvo sin moverse durante mucho rato. Entonces se puso en pie y cogi las manos del nio y dijo alto y claro: Levntate y anda! Pero las palabras rebotaban en las paredes con indiferencia pareciendo hacerle burla y el cadver permaneci fro. De repente, cay al suelo medio enloquecido, algo le hizo ponerse en pie, sali hacia la montaa. Las nubes pasaban con rapidez por la luna, tan pronto lo dejaban todo a oscuras, como mostraban a la luz de la luna el paisaje oculto por la neblina. Iba corriendo de all para ac. En su pecho se alojaba un himno triunfal al infierno. El viento resonaba como un canto de titanes, era como si pudiera alargar un enorme puo hasta el cielo, agarrar a Dios y llevarle a rastras entre sus nubes; era como si pudiera triturar el mundo con sus dientes y escuprselo al Creador en la cara; juraba, blasfemaba. Lleg as a la cima de la montaa, y la inestable claridad se distenda hacia abajo, hacia las masas de piedra blanca, y el cielo era un absurdo ojo azul y, en su interior, la luna haca ingenuamente el mayor de los ridculos. Lenz se ech a rer con gran estrpito, y con aquella risa el atesmo se estableci en su interior y le atenaz con mucha seguridad, serenidad y firmeza. Ya no saba lo que le haba agitado de semejante modo minutos antes, le entr fro, en ese momento pens que quera irse a la cama y camin fro e impvido en la inquietante oscuridad todo le pareca tan vaco y hueco, ech a correr y se fue a la cama.

Al da siguiente sinti un enorme pavor por lo sucedido, ahora se encontraba al borde de un abismo hacia el que un absurdo deseo le impulsaba a mirar una y otra vez y repetirse ese tormento. Entonces se intensific su miedo, y el pecado y el Espritu Santo estaban ante l.

Unos das ms tarde volvi Oberlin de Suiza, mucho antes de lo que se le esperaba. A Lenz le sorprendi. Sin embargo, se puso contento cuando Oberlin le habl de sus amigos de Alsacia. Oberlin iba de un lado a otro de la habitacin deshaciendo el equipaje y ponindolo en su sitio. Mientras tanto hablaba de Pfeffel[8] alabando con alegra la vida de un pastor rural. Y tambin le amonestaba para que cediera al deseo de su padre de vivir con arreglo a su profesin y volver a casa. Le dijo: Honrars a tu padre y a tu madre y cosas semejantes.

La conversacin fue poniendo a Lenz muy inquieto; daba profundos suspiros, se le saltaban las lgrimas, hablaba a trompicones. No ve que no lo resistir; Es que quiere echarme? Slo en usted est el camino a Dios. Pero para m ya no hay salvacin! He apostatado, condenado eternamente, soy el Judo Errante. Oberlin le dijo que por eso muri Jess, que si volviera a l con fervor, participara de su misericordia.

Lenz levant la cabeza, se frot las manos y dijo: Vaya, vaya! Consuelo divino. Y de repente pregunt amablemente qu haca la mujer, Oberlin le dijo que no lo saba, sin embargo quera ayudarle y aconsejarle en todo y para ello tendra que indicarle el lugar, las circunstancias y la persona. Apenas respondi con palabras entrecortadas: Est muerta! Vive an? Ay, mi ngel me amaba yo la amaba! Ay ngel mo, merecas mi amor! Malditos celos, yo la sacrifiqu ella amaba tambin a otro yo la amaba, mereca mi amor - Virgen Santa!, ella tambin me amaba. Soy un asesino. Oberlin respondi: quiz esas personas vivan an y quiz felices. Fuera como fuere, si l volviera su mirada hacia Dios, ste, con sus lgrimas y sus plegarias, podra y hara tanto bien a esas personas, que el beneficio que ellos obtendran de l, quiz fuera mayor a los daos que pudiera causarles. Despus de esto se fue tranquilizando poco a poco y volvi a su pintura.

Regres a media tarde, llevaba un trozo de piel al hombro izquierdo y un puado de varas en la mano, que haban entregado a Oberlin junto con una carta para Lenz. Ofreci las varas a Oberlin para que le golpeara con ellas. Oberlin le quit las fustas de la mano, le bes varias veces en la boca y dijo que sos seran los golpes que l le dara, que deba tranquilizarse, arreglar a solas sus asuntos con Dios, que ni todos los golpes del mundo borraran ni uno slo de sus pecados; Jess se ocupara de ello, a l deba acudir. Se fue.

En la cena, como de costumbre, estuvo un tanto pensativo. Sin embargo habl de esto y aquello, aunque con una precipitacin angustiosa. Hacia media noche un ruido despert a Oberlin. Lenz corra por el patio gritando con una voz grave y hueca el nombre de Friederike de una forma extraordinariamente rpida, confusa y desesperada, luego se tir al piln, chapote en el agua, sali y subi a su habitacin, volvi a bajar al piln y as varias veces, finalmente se tranquiliz. Las sirvientas que dorman en el cuarto de los nios debajo de l haban odo a menudo, aunque sobre todo esa misma noche, un zumbido, que slo sabran comparar al silbido de una flauta de pastor. Quizs fueran sus gemidos en un tono cavernoso, espantoso y desesperado.

A la maana siguiente Lenz tardaba mucho en bajar. Por fin Oberlin subi a su habitacin, estaba tranquilo e inmvil en la cama. Oberlin estuvo preguntando durante un buen rato antes de obtener respuesta.

Finalmente dijo: S, seor pastor, ver usted este hasto!, este aburrimiento! Ay!, es tal el aburrimiento, que no s ni qu decir, ya he dibujado todas las figuras en la pared. Oberlin le dijo que podra volver al seno de Dios; entonces se ech a rer y dijo: Ojal, fuera yo tan afortunado como usted de encontrar un entretenimiento tan agradable y de esa manera poder matar el tiempo. Todo por ociosidad. La mayora rezan justo por eso, por aburrimiento; unos se enamoran por aburrimiento, otros son virtuosos, aquellos pervertidos y yo nada en absoluto, nada de nada, ni siquiera he querido suicidarme una vez: es demasiado aburrido:

Oh Seor en tu onda luminosaEn tu celda de medioda fervorosa

La vigilia tiene mis ojos enrojecidos

Volver la noche para los olvidos?

Oberlin le mir indignado e hizo intencin de marcharse. Lenz le sigui sigilosamente mientras le miraba con ojos temerosos; ver usted, ahora se me est ocurriendo algo, cuando apenas puedo distinguir si estoy dormido o despierto. Mire usted, es bastante bueno, tendramos que analizarlo; entonces se volvi a meter en la cama sigilosamente. Por la tarde Oberlin quera hacer una visita cerca de all; su mujer ya se haba ido. Estaba a punto de marcharse cuando llamaron a la puerta y Lenz entr con el cuerpo doblado hacia delante, la cabeza colgando hacia abajo, con ceniza por toda la cara y algunas partes de la ropa, la mano derecha sujetando el brazo izquierdo. Le pidi a Oberlin que tirara del brazo, lo tena dislocado, se haba tirado por la ventana y puesto que no le haban visto, tampoco quera decrselo a nadie. Oberlin se asust muchsimo, sin embargo no dijo nada, hizo lo que Lenz le haba pedido, al tiempo que escriba al maestro de Bellefosse para que bajara si era posible y le diera instrucciones. Despus se fue a caballo. El hombre lleg. Lenz le haba visto a menudo y tena buen trato con l. Hizo como si tuviera que hablar algo con Oberlin y se dispuso a marcharse de nuevo. Lenz le pidi que se quedara y as se haran compaa. Incluso Lenz propuso un paseo a Fouday. Visit la tumba del nio al que haba querido resucitar, se arrodill varias veces, bes la tierra de la sepultura, pareca rezar con gran turbacin, arranc alguna de las flores que estaban sobre la tumba como recuerdo, de regreso a Waldbach, dio media vuelta y Sebastian le sigui. De pronto empez a andar despacio y a quejarse de mucha debilidad en las piernas, despus comenz a caminar desesperadamente rpido, el paisaje le angustiaba, era tan estrecho, que tema ir chocando con todo. Le invadi un sentimiento de indescriptible desagrado, en resumidas cuentas, su acompaante le resultaba un fastidio, adems poda adivinar sus intenciones y busc la manera de alejarse de l. Sebastian pareca haber cesado en su empeo, sin embargo encontr la forma de avisar disimuladamente a sus camaradas y ahora Lenz tena dos vigilantes en lugar de uno.

Continu vagando con ellos a la zaga, finalmente se dirigi a Waldbach y cuando ya estaban cerca del pueblo, se dio media vuelta como un rayo y saltando como un gamo tom camino a Fouday. Los hombres le persiguieron. Cuando ellos le buscaban en Fouday, vinieron dos tenderos que dijeron que en una casa haba un desconocido atado que deca ser un asesino pero la verdad era que no pareca ser ningn asesino. Corrieron a la casa y tal cual se lo encontraron. Un joven le haba atado por miedo a su violenta insistencia. Le desataron y le llevaron a Waldbach sano y salvo, donde entretanto ya haba regresado Oberlin con su mujer. Pareca confuso, pero entonces se percat de que le reciban con cario y amistad, recobr el nimo, su expresin fue mejorando, dio las gracias amable y cordialmente a sus dos acompaantes y la tarde transcurri con tranquilidad. Oberlin le pidi encarecidamente que no se baara, que pasara la noche relajado en la cama y que si no poda dormir hablara con Dios. Se lo prometi y as lo hizo esa noche, las sirvientas le oyeron rezar casi toda la noche. A la maana siguiente entr en la habitacin de Oberlin con una expresin de satisfaccin. Despus de hablar de diferentes cosas, dijo con una amabilidad fuera de lo comn: Mi querido seor pastor, la mujer de la que yo le habl est muerta, s s muerta, angelito. De dnde ha sacado usted eso? Jeroglficos, jeroglficos y despus mirando al cielo, de nuevo: Sin duda, muerta. Jeroglficos. Y ya no se consigui ms de l. Se sent y escribi algunas cartas, luego se las dio a Oberlin pidindole que aadiera algunas lneas. Vanse las cartas[9].

Entretanto su situacin era cada vez ms desesperada, toda aquella serenidad junto a Oberlin y todo aquel sosiego del valle haban desaparecido; el mundo del que l haba querido sacar provecho tena una grieta enorme, no senta odio, ni amor, ni esperanza; se rellenaba de un vaco tremendo y una inquietud que le atormentaba. No tena nada. Lo que haca, lo haca conscientemente, aunque, sin embargo, obligado por un instinto interior. Cuando estaba solo, se encontraba tan horriblemente aislado, que hablaba sin parar en voz alta consigo mismo, gritaba, y entonces, volva a sentir pavor y era como si una extraa voz hablara con l. A menudo se quedaba estancado en medio de la conversacin, le invada un miedo indescriptible, haba perdido el hilo de la frase; entonces crea que tena que quedarse con la ltima palabra pronunciada y repetirla una y otra vez, slo con mucho esfuerzo subyugaba aquel deseo. A aquellas buenas gentes les daba mucha pena cuando en los momentos de tranquilidad estaba sentado junto a ellos y hablaba con total naturalidad y, de pronto, se detena y en sus facciones se perfilaba un miedo inexpresable, agarraba convulsivamente por el brazo a los que estaban sentados junto a l y luego poco a poco volva en s.

Cuando estaba solo o leyendo, todava era peor, toda su actividad mental quedaba a veces suspendida en un pensamiento; cuando pensaba en un desconocido o se lo imaginaba vivo, era como si fuera l mismo, se desconcertaba por completo y le haca tener un impulso irrefrenable de manejar todo lo que le rodeaba a su voluntad; la naturaleza, los hombres, a excepcin de Oberlin, todo en sueos, impasible; le diverta poner la casa boca abajo, vestir y desnudar a la gente, imaginarse las farsas ms absurdas. A veces senta unas ganas irresistibles de hacer una cosa y entonces haca unos gestos aterradores. Un da estaba sentado junto a Oberlin, el gato enfrente en la silla, de repente sus ojos se quedaron fijos mirando sin parpadear al animal, entonces se dej caer lentamente de la silla, el gato tambin, estaba como hechizado por su mirada, el miedo se apoder de l erizndose esquivo. Lenz haca el mismo bufido con el rostro terriblemente desencajado arremetiendo uno contra el otro desesperadamente, al final tuvo que levantarse Madame Oberlin para separarlos. Despus de esto volvi a sentirse muy avergonzado. Los incidentes nocturnos eran cada vez ms espantosos. Consegua dormirse con el mayor de los esfuerzos al tiempo que primero intentaba llenar ese horrible vaco que ah segua. Entonces cay en un terrible estado entre el sueo y la vigilia; se topaba contra algo horripilante y aterrador, la locura le atrapaba, se despert sobresaltado entre gritos espeluznantes y empapado en sudor, se levant y poco a poco comenz a saber quin era. Tuvo que empezar por las cosas ms sencillas para volver en s. En realidad no lo hizo l mismo sino un poderoso instinto de conservacin, era como si l fuera doble, y una parte buscara a la otra para salvarla llamndose a s mismo. Narraba y recitaba poesa con la peor de las angustias hasta volver en s.

Estos episodios llegaron tambin durante el da y fueron an ms horribles; hasta entonces la luz le haba preservado de ellos. Entonces era como si nicamente existiera l, como si el mundo estuviera slo en su imaginacin, como si no hubiera nada ms que l, era Satans, maldito por toda la eternidad; estaba a solas con esas ideas que le torturaban. Con asombrosa rapidez haca un recorrido por toda su vida y entonces deca: consecuente, consecuente; si alguien comentaba algo: inconsecuente, inconsecuente; era el abismo de una locura incurable, de una locura para toda la vida; el instinto de conservacin de su mente le sacaba de su agujero; se echaba a los brazos de Oberlin, le abrazaba como si quisiera meterse dentro de l, era el nico ser por el que viva y a travs del que la vida se haca patente de nuevo. Las palabras de Oberlin se abran camino paulatinamente hasta l, se pona de rodillas delante de Oberlin, sus manos en las manos de Oberlin, el rostro cubierto de un sudor fro que le resbalaba por el pecho, todo l temblaba y tiritaba. A Oberlin le daba mucha pena, toda la familia se arrodillaba y peda por el desdichado, las sirvientas huan y le tomaban por un posedo.

Cuando se quedaba ms tranquilo, sollozaba con el desconsuelo de un nio y senta una enorme y profunda lstima de s mismo; tambin eran stos sus momentos ms felices. Oberlin le hablaba de Dios. Lenz se alejaba con toda serenidad, le miraba con una expresin de infinito sufrimiento y finalmente deca: es que yo, si yo fuera todopoderoso, ver usted, si yo fuera as y no pudiera soportar el dolor, yo salvara, salvara, no quiero ms que tranquilidad, tranquilidad, slo un poco de tranquilidad y poder dormir. Oberlin dijo que aquello era un sacrilegio. Lenz sacuda la cabeza desconsoladamente. Los intentos a medias de quitarse la vida que constantemente haba hecho no haban sido completamente en serio, tena muy pocos deseos de morir, para l la muerte no era ni tranquilidad ni esperanza; era ms bien un intento de provocarse a s mismo un dolor fsico en el momento de los miedos ms horribles o de la tranquilidad al borde de la aptica inexistencia. Los momentos ms felices seguan siendo aqullos en los que su espritu de antao pareca cabalgar sobre cualquier idea desvariada. Sin embargo, haba un poco de tranquilidad y su confusa mirada no era tan aterradora como esa angustia sedienta de salvacin, la eterna tortura de su desasosiego! A menudo se daba cabezazos contra la pared o se causaba otro tipo de violento dolor fsico.

El da 8 por la maana se qued en la cama, Oberlin subi; estaba acostado medio desnudo y muy agitado. Oberlin quiso taparle, pero l se quejaba de lo pesado que era todo, tan pesado que ni tan siquiera crea que pudiera andar, acab sintiendo el enorme peso del aire. Oberlin le infunda nimos. Sin embargo, permaneci en su postura anterior y pas as la mayor parte del da, tampoco tom ni un solo alimento. Al anochecer llamaron a Oberlin para que visitara a un enfermo en Bellefosse. El tiempo era apacible con claro de luna. De vuelta a casa se encontr con Lenz. Pareca muy sensato y habl serena y amablemente con Oberlin. ste le pidi que no se alejara demasiado, l se lo prometi. Se estaba yendo cuando, de repente, se dio media vuelta y comenz a andar muy cerca de Oberlin y con mucha rapidez dijo: Ver, seor pastor, el simple hecho de no tener que or ms esto me ayudara. El qu, querido amigo?. Es que usted no oye nada, no oye esa voz espeluznante que grita por todo el horizonte y que habitualmente se la conoce por silencio, desde que estoy en este silencioso valle, la oigo constantemente, no me deja dormir, s, seor pastor!, si tan slo pudiera volver a dormir una sola vez. Entonces sigui camino negando con la cabeza. Oberlin volvi a Waldbach e iba a enviar a alguien para que le siguiera cuando le oy que suba por las escaleras a su habitacin. Un segundo despus algo estall en el patio con semejante estruendo que a Oberlin le pareci imposible que pudiera provenir de la cada de un hombre. La niera lleg lvida como un muerto y muy temblorosa.

Iba sentado en el coche con una resignacin impasible cuando salan del valle en direccin al oeste. Le daba igual dnde le llevaran. Muchas veces cuando en el coche se corra peligro por lo dificultoso del camino, l permaneca sentado con toda calma. Estaba totalmente aptico. Hizo todo el recorrido por la montaa en ese estado. A media tarde estaban en el valle del Rin. Poco a poco se iban alejando de la montaa que ahora se alzaba como una ola de cristal azul marino en el crepsculo y los rayos rojos del atardecer jugaban sobre su clido ondular; por encima del llano que da al ro de la montaa se vislumbraba un tejido azulado. Estaba oscureciendo, cuanto ms cerca estaban de Estrasburgo ms brillaba la luna llena, todos los objetos lejanos eran confusos, slo la montaa lindante perfilaba una fina lnea, la tierra era como una copa dorada, por la que corran espumeantes las ondas doradas de la luna. Lenz, serenamente, miraba absorto hacia fuera, sin pensamientos, sin deseos; slo creca en l un miedo sofocante cuanto ms se perdan los objetos en la oscuridad. Tuvieron que hacer noche; all volvi a hacer ms intentos de suicidio, pero estaba demasiado vigilado. A la maana siguiente entraron en Estrasburgo con un cielo plomizo que amenazaba lluvia. Pareca totalmente razonable, hablaba con la gente; haca lo que los dems hacan, sin embargo haba un vaco espantoso en su interior, ya no senta miedo, ni anhelos; su existencia era un lastre inevitable. Y as vivi en adelante.

Johann Wolfang GoetheExtractos De mi vida. Literatura y verdad TRES EXTRACTOS

Sobre Jacob Michael Reinhold Lenz y el Movimiento Sturm und Drang de EstrasburgoSi alguien quiere saber directamente lo que antao se pensaba, hablaba y discuta en esta sociedad viva, que lea el artculo de Herder sobre Shakespeare, en el fascculo Del arte y la cultura alemana; y adems Anotaciones sobre el teatro de Lenz, en el que se aada una traduccin de Loves labours lost. Herder se introduce en lo ms profundo de la esencia shakesperiana y le presenta grandioso; Lenz se comporta de una manera ms iconoclasta con el tradicionalismo del teatro y justamente por eso intenta seguir el estilo shakesperiano en todo y por todas partes. Puesto que aqu he provocado la mencin de este hombre tan genial como extrao, es un buen lugar para intentar decir algo sobre l. Le conoc casi al final de mi estancia en Estrasburgo. Nos vimos en contadas ocasiones; su crculo de amigos no era el mo, pero aun as buscbamos la ocasin para encontrarnos y hacernos confesiones el uno al otro con mucho gusto porque, al ser jvenes de la misma edad, abrigbamos ideas parecidas. Pequeo, pero de figura agradable, una cabecita graciosa, cuya delicadeza corresponda totalmente a unos bonitos rasgos algo ablicos; ojos azules, pelo rubio, en pocas palabras, una personita como la que alguna vez me he encontrado entre los jvenes nrdicos; de paso ligero pero cauteloso, de habla agradable no muy fluida y de comportamiento, que oscilando entre reservado y tmido, sentaba muy bien a un hombre joven. Lea muy bien en voz alta pequeas poesas, especialmente las suyas propias, y escriba con mano gil. Para su manera de pensar slo se me ocurre la palabra inglesa, whimsical, la cual, como el diccionario registra, recoge en un concepto una gran cantidad de extravagancias. Justamente por ello, quiz nadie fuera tan hbil como l para sentir y reproducir las locuras y desvaros del genio shakesperiano. La traduccin a la que arriba se hace referencia da testimonio de ello. Trata a su autor con gran libertad, es nada menos que conciso y fiel, pero sabe adaptarse a la armadura estupendamente o ms bien a la chaqueta de bufn de su antecesor, sabe equipararse a sus gestos con tanto humor, que gana el aplauso de aquel que simpatiza con semejantes cosas.

[Parte III, libro 11]

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Ahora, con este movimiento, que se extenda entre el pblico, se demostraba otro, quiz de significado mayor para el autor porque aconteca en su entorno ms prximo. Los viejos amigos, que ya haban conocido en manuscritos estas obras que ahora causaban tan gran sensacin y que por eso las consideraban en parte como suyas, triunfaban del buen xito que con mucho atrevimiento haban profetizado de antemano. A stos se les unan nuevos participantes, especialmente aquellos que perciban en s mismos una fuerza productiva o que deseaban estimularla y alimentarla.

Lenz sobresali entre los primeros de la forma ms viva y absolutamente inusual. Lo exterior de este curioso hombre ya est esbozado, su talento humorstico mencionado con cario; ahora quiero hablar de su forma de ser ms con hechos que con narraciones, porque sera imposible seguirle a travs de las divagaciones de su paso por la vida y transmitir su peculiar carcter con descripciones.

Uno conoce ese tormento de s mismo, que por no tener necesidad del exterior ni de otros, era algo cotidiano y precisamente inquietaba a las mentes ms sobresalientes. Lo que atormenta, slo de forma pasajera, a los hombres corrientes que no se observan a s mismos, lo que intentan quitarse de la cabeza, eso los mejores lo conciben con perspicacia, lo tienen en consideracin, lo guardan en escritos, cartas y diarios. Pero ahora, las exigencias ms rigurosamente ticas de uno mismo y de los dems se asociaban con una mayor culpa en la conducta y una vanidad basada en ese insuficiente autoconocimiento, induca a los hbitos ms raros y a las malas costumbres. No obstante, la emergente psicologa emprica, que no quera declarar pernicioso ni reprochable exactamente todo lo que nos preocupaba en nuestro interior, pero que sin embargo tampoco poda dar todo por bueno, autorizaba a semejante exceso de trabajo en la auto-observacin; y de este modo se produca un eterno conflicto nunca concluido. Al mantener y acarrear con ste, Lenz superaba ahora a todos los dems, poco o nada ocupados, que corrompan su interior y as l sufra en general del sentimiento de la poca, que con la descripcin de Werther deba haber terminado; pero su carcter individual le diferenciaba de todos los otros, a los que haba que tomar enteramente por almas sinceras y honradas. Es decir, l tena una profunda tendencia a la intriga, e incluso a la intriga en s misma, sin que por otra parte hubiera tenido objetivos propiamente dichos, objetivos razonables, egostas, alcanzables; ms bien sola proponerse siempre algo ridculo y por eso mismo le serva de entretenimiento constante. De este modo fue toda su vida un pcaro en su imaginacin, su amor y su odio eran imaginarios, actuaba caprichosamente con sus fantasas y sus sentimientos para andar teniendo siempre algo en lo que estar ocupado. Intentaba hacer realidad por los medios ms errneos sus deseos y sus aversiones y siempre estaba autodestruyendo su obra; y por eso nunca le haba sido til a nadie a quien amara, jams haba causado dao a alguien a quien odiara y, en suma, slo pareca pecar para castigarse, slo liar las cosas para poder solapar una vieja fbula con una nueva.

Su talento provena de una fuerza genuina, de una productividad inagotable. En l rivalizaban una con otra, la sensibilidad, la agilidad y la sutileza, pero un talento, con toda su belleza, completamente enfermizo y justamente estos dones naturales son los ms difciles de enjuiciar. No podemos ignorar las grandes caractersticas de su trabajo; una dulce ternura pasa delicadamente por entre los gestos ms ridculos y los ms barrocos, a los que apenas se les puede otorgar un humor tan minucioso y sencillo, una facultad verdaderamente cmica. Sus das se compusieron de un gran vaco, al que supo dar un significado a travs de su actividad y pudo permitirse vagar durante muchas horas en el tiempo que l dedicaba a la lectura y que, junto a una memoria prodigiosa, tantos frutos le haba dado siempre y enriqueca su original manera de pensar con un variopinto material.

Le haban enviado con caballeros livonios a Estrasburgo y no haban podido elegir tan a la ligera un mentor ms infeliz. El mayor de los Barones volvi por un tiempo a su patria dejando una novia a la que haba estado muy unido. Para ocupar el valioso corazn de su amigo ausente y mantener al margen al segundo barn, que tambin cortejaba a la muchacha, y a los otros pretendientes, Lenz decidi ahora hacerse l mismo el enamorado de la beldad o, si se prefiere, enamorarse. Con la fidelidad ms obstinada, l puso stas sus conclusiones en la imagen que se haba formado de ella, sin querer darse cuenta de que l, al igual que los dems, slo le serva a ella para la chanza y el entretenimiento. Tanto mejor para l!, ya que para l tambin era slo un juego que poda durar tanto tiempo como ella le correspondiera jugando de igual modo, atrayndole, rechazndole, provocndole, menosprecindole. Uno est convencido, de que cuando le volva la razn, cosa que sola ocurrirle alguna que otra vez, se felicitaba con sumo gusto por semejante hallazgo.

Por lo dems viva, al igual que sus pupilos, la mayor parte del tiempo con oficiales de guarnicin, de donde podran haberle venido esas particulares ideas que ms tarde expuso en el sainete Los Soldados. Sin embargo, esta familiaridad anterior con lo militar tuvo para l unas singulares consecuencias, como que se considerara un gran conocedor del mundo de las armas; de hecho, tambin haba ido estudiando poco a poco los pormenores de esta materia, de modo que unos aos ms tarde redact un gran memorando para el ministro de la guerra francs, del que l se prometi el mayor de los xitos. Los defectos de aquella disposicin se vean con bastante claridad, los remedios, por el contrario, ridculos e irrealizables. Pero segua convencido de que con l podra obtener un gran prestigio en la corte y no se lo supo agradecer a los amigos que le detenan, bien con motivos, bien con resistencia activa, para que cesara en su empeo y en consecuencia quemara aquella fantstica obra que ya estaba pasada a limpio, acompaada de una carta, metida en un sobre y con la direccin debidamente escrita.

De viva voz, y ms tarde por escrito, me haba confiado todos los laberintos de sus movimientos en todas direcciones con referencia a aquella muchacha. La poesa que saba poner en el lenguaje ms comn, a menudo me asombraba, por eso le ped con insistencia que diera forma al ncleo de esa prolija aventura tan ingeniosa y construyera una pequea novela de ella; pero eso no era de su incumbencia, no se encontraba a gusto a menos que pudiera entrar en detalles sin limitacin alguna y seguir la trama de un hilo interminable sin fin concreto. Quiz llegue el da en el que, segn estas premisas, sea posible explicar de alguna manera el paso de su vida hasta el momento en que l se perdi en la locura; hoy por hoy me cio a lo ms cercano, que pertenece expresamente al momento actual.

Apenas haba aparecido Goetz von Berlichingen, cuando Lenz me envi una extensa disertacin escrita en un papel borrador de mala calidad, que l acostumbraba usar, sin dejar el ms mnimo margen ni arriba, ni abajo ni a los lados. Estas pginas iban tituladas: Sobre nuestro matrimonio y, si todava existieran, nos aclararan en el presente ms de lo que a m en el pasado, puesto que yo estaba an completamente a oscuras en cuanto a l y su existencia. El principal objetivo de este extenso escrito era poner uno junto a otro, su talento y el mo; a veces pareca ponerse por debajo de m, otras a mi altura; pero esto lo haca con unas expresiones tan humorsticas y elegantes, que yo aceptaba por muy amable la opinin que l quera darme cuando yo alababa verdaderamente sus dotes y, siempre y cuando, slo insistiera en que se dejara de divagaciones sin forma definida y utilizara su imaginacin innata en construcciones ms artsticas. Correspond a su confianza muy gustosamente y, puesto que en sus hojas haca hincapi en una relacin de lo ms ntima (como ya se da a entender en el curioso ttulo), en adelante compart todo con l, tanto en lo que ya haba trabajado como en lo que proyectaba; a cambio, l me iba enviando paulatinamente sus manuscritos, El Preceptor, El Nuevo Mendoza, Los Soldados, copias de Plauto y esa traduccin de la obra inglesa como suplemento de Anotaciones sobre el teatro.

De esta ltima me llam la atencin en cierto modo, que en un lacnico informe preliminar se expresara como si el contenido de ese artculo, dirigido con violencia contra el teatro metdico, se hubiera dado a conocer haca ya algunos aos en una conferencia de un crculo de amigos de aficionados a la literatura en el tiempo en el que Goetz an no haba sido escrita. Un crculo literario que yo no conociera, en la situacin de Lenz en Estrasburgo, pareca algo extrao; lo dej pasar sin ms y le consegu rpidamente un editor tanto para ste como para sus otros escritos, sin tener ni la ms remota idea de que me haba elegido como argumento perfecto de su odio imaginario y como objeto de un acoso aventurero y extravagante.

[Parte III, Libro 14]

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Por mucho que escritores y oradores se sirvan gustosamente de los contrastes, teniendo en cuenta el gran efecto que stos producen, deben ir primero en su busca y hacerlos venir; de este modo es muy agradable para el escritor que se le ofrezca un contraste tan rotundo en el que tenga que hablar de Klinger despus de Lenz. Ambos fueron contemporneos, se esforzaron a la par en su juventud. Sin embargo Lenz, como un meteorito fugaz, pas slo momentneamente por el horizonte de la literatura alemana y desapareci de repente sin dejar huella tras de s en la vida; Klinger, por el contrario, contina hasta nuestros tiempos como un escritor influyente y un activo hombre de negocios.

[Parte III, Libro 14]

GEORG BCHNER (Goddelau, 1813-Zurich, 1837). Escritor alemn. A pesar de la brevedad de su vida y de su obra, est considerado como uno de los ms importantes escritores en lengua alemana. En 1834 tuvo que partir hacia Hesse a causa de sus ideas liberales. Escribi el drama La muerte de Danton (1835), en el que expuso sus convicciones revolucionarias, la comedia Leoncio y Lena (1836), la tragedia Woyzeck (1836) y el relato Lenz, publicado pstumamente en 1839.

Notas

[1] Hebefrenia. (Del griego hebe, juventud, y phren, mente). Complejo de sntomas considerados una forma de esquizofrenia, caracterizados por manierismos salvajes o tontos, afecto impropio, quejas hipocondracas frecuentes, y delirios y alucinaciones transitorios y no sistematizados. Tambin se le llama esquizofrenia desorganizada.