Burke y Briggs-De Gutenberg a Internet - Cap 7

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7/25/2019 Burke y Briggs-De Gutenberg a Internet - Cap 7 http://slidepdf.com/reader/full/burke-y-briggs-de-gutenberg-a-internet-cap-7 1/58  CONVERGENCIA nque trillado, «convergencia» es un término útil que Pool había empleado libremente antes de que se pusiera de moda. Desde la últi ma década de los noventa se ha aplicado sobre todo al desarrollo de la tecnología digital, la integración de texto, números, imágenes  y  so nido, elementos diferentes de los medios que en los capítulos ante riores se han abordado por separado. Sin embargo, hacia 1970 la pa labra se empleaba para referirse a muchas otras cosas, en particular a lo que Alan Stone llamaba «un matrimonio celestial» entre ordena dores  computers)  —que también tenían otros matrimonios— y teleco municaciones (telecommunications).  Para describir esto se intentó una palabra con suerte menos afortunada:  compunications  («infocomuni- caciones»). El término «convergencia» se aplicó luego tanto a organizaciones como a procesos, en particular a la reunión de los medios y las indus trias de las telecomunicaciones. También tuvo usos distintos  y más am plios en relación con sociedades  y  culturas enteras, incluidas la sociedad y la cultura británicas durante la década de los treinta. D. L. LeMahieu, que examina el concepto de una cultura común y sus límites en su re velador libro  A Culturefor  Democracy  (1988), incluye en éste un capítu lo titulado «Vista y sonido: estudios en convergencia». Jeremy Black utilizó «Convergence» en el título de un libro sobre Gran Bretaña y Europa: ConvergenceorDivergence,  Britainand  the Continent  (1994).Ypor otro lado Boorstin, en su fascinante pero ya anticuado  La  república  tec nológica  (1989), usó el término en su sentido más general («la tenden cia de todo a parecerse más a todo») y agregó, primero, que «la tec nología diluye y disuelve la ideología» y, segundo y de modo más esclarecedor, que «aunque la comunicación fue otrora un sustituto in ferior del transporte, hoy es a menudo la alternativa preferida». Tal vez Boorstin tuviera en mente el transporte por ferrocarril. Pero a medida que la sociedad se hizo más «móvil», el término favorito del A 299

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CONVERGENCIA

nq ue tr il lado, «convergencia» es un tér m ino út i l qu e Pool hab ía

em plead o l ib rem ente a n tes de que se pusiera de mo da. Desde la ú l ti

m a déca da de los nov enta se ha apl icado sobre to do al desarrol lo de

la tecnología digi tal , la integrac ión d e texto, núm ero s, imágen es y so

n ido ,

  elementos diferentes de los medios que en los capítulos ante

r iores se ha n ab or da do p or sep arad o. Sin em bar go , hacia 1970 la pa

labra se emp leab a pa ra referirse a m uc has otras cosas, en p ar t icular a

lo que Alan Stone l lamaba «un matr imonio celest ial» entre ordena

dores  computers) — que también tenían otros matr im onios— y teleco

mun icac iones

  (telecommunications).

  Para descr ibir esto se inte ntó un a

palabra con suer te menos afor tunada:

  compunications

 («infocomuni-

caciones») .

El término «convergencia» se aplicó luego tanto a organizaciones

com o a procesos, en pa rticular a la reun ió n de los m edios y las indus

trias de las telecom unicac iones. T am bién tuvo usos distintos y más am

plios en relación con sociedades

 y

 culturas enteras , incluidas la sociedad

y la cultura británicas du ran te la déc ada de los treinta. D. L. L eM ahieu,

que exam ina el con cep to de u na c ul tura co m ún y sus l ímites en su re

velador libro A Culture for Democracy  (1988), incluye en éste un capítu

lo ti tulado «Vista y son ido: estudios en convergen cia». Je rem y Black

utilizó «Convergence» en el t í tulo de un libro sobre Gran Bretaña y

Europa:

  ConvergenceorDivergence,

  Britainand the Continent (1994) .Ypo r

otr o lado Boorstin, en su fascinante p er o ya antic uad o

  La

 república tec

nológica   (1989), usó el tér m ino en su sen tido más ge nera l («la tend en

cia de tod o a parece rse m ás a todo») y agreg ó, pr im ero , qu e «la tec

nología diluye y disuelve la ideología» y, segundo y de modo más

esclarecedor, qu e «au nqu e la com unic ació n fue otro ra u n sustituto in

ferior de l transp orte , hoy es a m en u do la alternativa preferida».

Tal vez Boorstin tuviera en m en te el transpo rte p o r ferrocarril. P er o

a m ed ida qu e la sociedad se hizo más «móvil», el tér m in o favorito del

A

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D E

  GUTENBERG A INTERNET

m un do del t ransporte qu e se fue abr ie ndo cam ino en la retór ica de la

conve rgencia d e los años n oven ta fue «autopista». Se decía q ue socie

dad es y culturas diferentes y qu e ha bía n co m enz ado su viaje po r sepa

rad o viajaban e nto nce s ju nt as p o r la m isma «s uperautop ista de la in

formación». Ya en 1972, el per iodista ind ep en die nte Ralph L ee Sm ith

vio en innovacion es tales com o la televisión po r cable un a m an er a de

proporcionar una «autopista de comunicaciones electrónicas» por la

qu e se po drí a sum inistrar tod o tipo d e servicios a dom icilio, ya fuera

el ho ga r, la oficina o la fábrica.

En los años sesenta el desarrol lo de tecnologías para suministrar

esos servicios todavía se halla ba en etap a ex pe rim en tal, y en los año s

ochenta , década dec is iva en que se comenzó a aprec iar su posib le

alcance, no hab ía aú n cer teza acerca de qu é tecnologías term ina r ían

por imponer se . Pa rec ía p robab le , pe ro no seguro , e l p redomin io

de la tecnología digi tal en la mayoría de las ramas de la comunica

ción o en todas. El térm ino «superautopista» o var iantes del m ism o,

como «autopista de datos» o lo que la revista

 Wired,

  que de inmedia

to fue u n

  bestseller,

 l l amaba  Infobahn  ( febrero de 1994) , sólo despegó

en rea l idad en 1993 cu an do Cl in ton y G pre , p res id ente y v icepres i

dente de Estados Unidos rec ién e lec tos , lo in t rodujeron en pol í t i

ca . Pe ro muy pro nt o a lcanzó su n ive l m áxim o, de mo do q ue a fina

les de la déc ada apare c ía en la pre ns a con m en os f recuencia qu e al

comienzo .

Eso no sólo se deb ió a qu e, con el crecimien to d e interne t , com en

zaron a encontrar su lugar una pa labra más an t igua ,  network ( red ) ,

junto con la más vieja aún

  web

  (telaraña), sino también al colapso de

las fusiones de tele com unica cione s estratégicas, en particu lar la qu e se

hab ía pro du cid o e ntr e Bell Atlantic y Telecom mu nications Inc., colap

sos bien publicitados e n la pre nsa en c ada fase de su desarro llo. P ero

las fusiones desafortunadas tuvieron consecuencias tan importantes

com o las exi tosas. Y lo mismo oc urr ió po r cier to co n la quiebra de los

monopol ios nor teamer icanos ba jo la ley an t imonopol io . El p r imer

presidente de Clinton en la FCC, Reed Hundt, tuvo que afrontar las

consecuencias del fracaso de la fusión de Bell Atlantic y Telecommu

nications Inc., del q ue ciertos críticos lo respon sabilizaron. E scribió u n

valioso relato autobiográfico de las políticas que e n m ateria de com u

nicaciones se apl icaron du ran te el per iod o q ue p uso la tecnología en

el lugar que le cor respon día . M uchos eran los jug ad ore s y H un dt , de

modo abiertamente «teatral», escribió lo siguiente acerca de una si

tuación en permanente t ransformación:

Cuando la revolución digital

 y

 de datos se hinchó como una ola gigan

tesca que se dirigía a la costa rocosa de la regulación, y la computación

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A S A B R I G G S Y P E T E R B U R K E

convergió con la comunicación, o la Comisión cambiaba o se la acusaría

de n eg ar a la especie hu m an a la actualización d e su polí tica.

Raramente quedaba el «espíritu humano» fuera de la retórica. Una

fórm ula favorita era «la conv ergencia hu m an iza nte ».

U na nueva ley nortea m erican a, la Ley de R eforma de las Com uni

caciones de 1996, aprobada en forma de compromiso, «atasco polít i

co»,

  tras la amenaza de veto presidencial, reflejaba la acción de los

grup os d e presión y los proclam ados f ines polí ticos nortea m erican os

en este per iod o d e rápid o cam bio. Los pr im eros intento s de actual izar

la últim a ley d e 1934 ha bía n fracasado inv aria ble m en te, y la nue va ley,

con su doble propósi to de aumentar la competencia y est imular la

nueva inversión m edia nte desregulación, venía a añadirse a la ma raña

de regulación sin ampliación de la competencia.

Más segu ro era el simbolism o, y el gran aco ntec im iento simbólico

de 1996 fue el «Día de la Red» de California, el 4 de m arz o, «día d e la

metáfora», e n qu e Clinton y G ore, ju n to con o tros, inclu ido el presi

dente de la FCC, instalaron la l ínea telefónica que conectaba a inter

net las aulas de California. El presidente prometió que para el próxi

m o siglo todas las aulas de Estados U nid os estarían con ectad as a través

de la National Information Infrastructure (NII) . Esto ocurr ía en un

momento en que el Secretar io de Educación de Clinton descr ibía in

tern et — tem a de la última sección de este capítulo— , com o «la pizarra

del futuro». No se m en cio nó el entre tenim iento .

La palabra «convergencia» sobrevivió, pero se aplicó a la tecnolo

gía digital, tema difícil de asimilar para m uc ha ge nte , al m en os e n pri

m era instancia. La form idable capa cidad de la tecno logía de base in

formát ica para presentar todos los problemas de información en

forma digi tal , procesar los, t ransmit ir los, comprimir los y almacenar

los,

  tendió a desplazar la atención del público del t ipo de informa

c ión que se t ransmite —su conten ido— a la capacidad para repre

sentar la me dia nte la informática en form a digital co m o ceros y un os,

proc eso qu e Nicholas N eg rop on te descr ibió en el M assachusetts Ins-

titute of Tec hnolo gy co m o «radiación de bits». En ad ela nte , el con te

nido no determinar ía los modos de t ransmisión. Negroponte fue un

visionario seguro d e sí m ismo qu e c olabo ró al lanz am iento de la revis

ta virtual  Wiredy escribió u n artículo en su prim era entre ga.

La breve palabra «bit» había sido «concatenada» — térm ino más feo

aún que

  compunication

— en 1946 po r J o h n Stukey, estadístico d e Prin-

ce ton , de las m ás largas binary y digiP, p er o las prim eras referencias a la

tecnología digital aparecen en las revistas técnicas especializadas de

los años cin cue nta. Las ma temáticas h ab ían sido establecidas po r G eor-

ge Boole (1815-1864) en la Gran Bretaña victoriana y p o r

 W

Weaver

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y C. Sh an no n e n Estados Un idos después d e la II G ue rra M undial . Sin

em bargo, fue dura nte la década de 1980 cua ndo  se m ultiplicaron las refe

rencias a la «convergencia» e n la pre ns a d e todo s los países y en el deb a

te polít ico y educacional en torno a la «sociedad de la información».

Los problemas que se p lan teaban —económicos , po l í t icos y cu l tu

rales— tenían que ver con los individuos, las inst i tuciones, incluso

m edio s e instituciones m ultimed iáticas, la familia y el E stado-nación.

La mayoría de esos debates se centraba en el control: ¿cuál era la

base del poder, que evide ntem ente se hallaba en algo más que en la tec

nolog ía, y có m o afectaba al G obiern o? ¿ Qu é relación ten ía con el Go

bie rno autoritario? ¿Estaba hac iend o imposible el G ob ierno en los paí

ses democrá t icos? Lyn don Jo hn so n tuvo esa sensac ión c ua nd o t ra tó

de escapar a la repercu sión que las controversias sobre Vietnam tenía n

en la polít ica in ter na en q ue apoyaba él sus priorid ade s. Y lo mism o le

ocu rrió a su sucesor republican o, pese a que ten ía otras prioridade s. En

su histórica visita a C hin a d e  1971, tema de un a ópe ra de Jo hn Adams,

el presidente Richard Nixon, impertérr i to ante las insinuaciones de

W atergate, envidiaba el po d er de Zh ou Enlai (1898-1976) pa ra co rregir

la pr im era plana d e un per iódico. La m ane ra en que los medios «me

diaban» tanto en asuntos internacion ales com o en cuestiones naciona

les se plan teab a en ton ces c on ta nta frecuencia co m o a fines de los no

venta.

  The

 Whole World

 is W atchingfue

  el t í tu lo de un estud io de Tod d

Gitlin de gra n influencia, cuyo subtítulo rezaba : «Los m edios d e co mu

nicación de masas en la formación y destrucción de la nueva izquier

da».

  Había voces conflictivas. Samuel Huntington, impopular entre

los estudia ntes radicales d e los añ os sesenta, pens ab a (despu és de Wa

tergate) qu e lo qu e él l lamab a ton o «opositor» de la pre ns a con tribuía

a la desestabilización del Gobierno constitucional. En los años inme

diatamente anteriores a 1980 había signos de «decadencia de la defe

rencia» a am bos lados del Atlántico.

Era n m uch os los inte rrog ante s relativos a los m edios e n sí mism os.

¿Estaba cam bia nd o la relación en tre la masa

 y

 el individuo? E n verda d,

en u na sociedad y un a cul tura que otorg aba la m áxim a impo rtancia a

la pa lab ra «elección», ¿estaba la pa lab ra «masa» llega nd o a la obsoles

cencia, com o algunos decían, especialmente en G ran Bretaña, que es

taba o cu rrie nd o c on la palabra «clase»? ¿Estaba la sociedad fragmen

tándose , perd iend o coherencia?

A un qu e la digitalización d e todas las formas de co nte nid o hizo po

sible muchas cosas, no eliminó los viejos problemas relativos al conte

n ido .

  ¿Era cierto qu e m ás canales ofrecían más posibilidades d e elec

ción? ¿No estaban suministrando simplemente más de lo mismo? El

co nte nid o im po rtab a y la exp ansión de la radio d e FM y la televisión

por cable se centró en esos problemas. Pero también los cambios de-

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A S A B R I G G S Y P E T E R B U E K E

m o g r á f i c o s c e n t r a r o n l a a t e n c i ó n e n e l l o s. L a m ú s i c a d e l o s a d o l e s c e n

t es y l o s p r e a d o l e s c e n t e s n o e r a l a ó p e r a , c uy a r e c e p c i ó n , j u n t o c o n l a

d e l a m ú s i c a d e c á m a r a y l a o r q u e s t a l fu e m o d i f i c a d a p o r e l e s t é r e o y

la alta fidelidad

  (hi-fi),

  s i n o e l r o c k , e l r o c k c o m e r c i a l m e n t e t r a t a d o

p a r a i m p r i m i r l e p e rf il e s d e m o g r á f i c o s . T a m b i é n H o l l y w o o d h a c í a p e

l íc u l as q u e a t r a í a n p r i m o r d i a l m e n t e a l o s j ó v e n e s o a a d u l t o s q u e se s e n

t í a n j ó v e n e s :

  Supermán

  ( 1 9 7 8 ) a b r i ó c a m i n o e n e s t e c a m p o . S u e n t u

s i a smo por l os g r andes éx i t os de t aqu i l l a , con u t i l i zac ión de «e fec tos

e s p e c i a l e s » c a d a v e z m á s c o m p l i c a d o s , d e m o s t r ó s e r r e n t a b l e .

  Tiburón

y La guerra de las galaxias,  d i r i g i d a s p o r d o s d e l o s g r a n d e s n o m b r e s d e l

c in e de finale s de l s ig lo xx , S t even S p i e lbe rg y G eo rg e Luca s , r e spec t i

v a m e n t e , r e a n i m a r o n e l p ú b l i c o d e c i n e d e m a s a s .

L o s e s t u d i o s o s d e d i c a r o n m e n o s a t e n c i ó n a l e n t r e t e n i m i e n t o q u e a

l a e d u c a c i ó n . L o s p r o g r a m a s se p r o d u c í a n p a r a u n iv e r s i d a d e s s in m u r o s

y pa ra e scue la s s in m aes t ros . I n f o rm ar s e co ns id e ró ca da vez m ás p ro b l e

m á t i c o . P a r a m u c h o s r e s p o n s a b l e s p o l í t i c o s , q u e r e c o n o c í a n s u i m p o r

t anc i a , la c l ave e s t a ba en e l acce so a l a i n f o r m ac ión , q u e W. H . D u t t o n

d e f i n i ó c o m o « t e l e a c c e s o » . ¿ P o r q u é n o h a b í a g e n t e a p r o p i a d a m e n t e

in fo rm ad a en t o do l o r e la t ivo a l a «soc i edad de la i n fo rma c ión»? H ab ía

p e r s o n a s q u e p a r e c í a n m e n o s in f o r m a d a s q u e e n g e n e r a c i o n e s a n t e r io

res .

  « E s l a e r a d e la i n f o r m a c i ó n — o b s e r v a b a B e n S t e in e n 1 9 8 9 — y n a

d i e s a b e n a d a » . E n c o n s e c u e n c i a , ¿ n o d e b í a p r e s t a r s e a t e n c i ó n a « i n

fo rm ar a l a soc i edad»? ¿Cóm o pod ía ayuda r l a t ecno log í a a cu m pl i r e se

ob j et ivo con l os m ed ios d i spon ib l e s o co n l o q ue su t r ans fo rma c ión p r o

me t í a? E n 1989 , a ñ o de l b i c en t en a r io d e l a Rev o luc ión Franc esay de l co

l apso de la U n i ón Sov ié ti ca — colap so a l q u e no fue ron a j enos los cam

b i o s e n l a s c o m u n i c a c i o n e s — , l a s c á m a r a s d e t e l e v i s i ó n e x h i b i e r o n a l

m u n d o e l d e s t i n o d e l M u r o . T r e s a ñ o s m á s t a r d e se l a n z ó e n M o s c ú u n a

c a d e n a d e te le vis ió n i n d e p e n d i e n t e ( N T V ) , p a r t e d e u n c o n g l o m e r a d o

d e m e d i o s c r e a d o p o r u n n u e v o m a g n a t e , V l a d i m i r G u sin sk y .

E n 1 9 89 , la A m e r i c a n M a r id e F o u n d a t i o n , m á s p r e o c u p a d a p o r l o s

m e d i o s n o r t e a m e r i c a n o s q u e p o r l o q u e o c u r r í a e n e l r e s t o d e l m u n

d o ,  a f i r m a b a e n s u

 Annual Report

 q u e :

la convergencia de los medios ha transformado las comunicaciones

[. . .] . A m ed ida qu e los nuevo s servicios son m ás accesibles, transform an

nue stras m an eras de vivir y de trabajar, a la vez qu e alteran nue stras p er

cepciones, creencias e insti tuciones. La comprensión de estos efectos es

esencial a f in de desarrollar nuestros recursos electrónicos en beneficio

de la sociedad .

E s t e p á r r a f o , c o n c i e r t o r e f u e r z o , s e c o n s e r v ó e n l a F u n d a c i ó n d u

r a n t e l a p r e s i d e n c i a d e L lo y d M o r r i s e t t , q u e t e r m i n ó e n 1 9 9 5 .

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D E  GUTENBERG A INTERNET

Sin em bargo , la Fu ndac ión dejó de lado la palabra «conocimiento»,

heredada de la era anterior en investigación de las comunicaciones y

qu e lueg o se hizo en gra n pa rte oficial en Finlandia, C ana dá e incluso

Gran Bretaña, mientras que «tecnologías» fue significativamente sus

tituida p o r «servicios». Y ta n significativo co m o eso fue la am plia ció n

de la seg un da ora ción, de tal m od o qu e dijera: «Es nece sario qu e com

pr en da m os estos efectos a f in de explo tar nuestros recu rsos electróni

cos en ben eficio de los m últip les y diversos sectores de la socied ad».

N o ha bía cons enso acerca de la m an era d e me di r «estos efectos» o

de explorar los en el ámbito nacional o mundial . En cine era mucho

más fácil sacar provecho de los «efectos especiales», aun cuando fue

sen ca ros. La referen cia a los «diversos sectores d e la socied ad» , ta nto

a «minorías» como a «los múltiples sectores de la sociedad», daba por

supuesta la necesidad de «instrumentos de una polí t ica de comuni

caciones», ideada, después de investigar, para orientar el desarrollo.

Po r supues to, quiene s creían e n el libre ju eg o d e las fuerzas del m er

cado rechazaban ese supuesto, mientras que ya en los años ochenta

era im po rtan te el tem a de la desregu lación de los m edios y de las te

lecomu nicac iones , convergentes co m o se d i ría más ta rde . Lo m ismo

oc urr ía co n la crea ción d e alternativas a la radio y la televisión púb li

cas.  En 1994, los republicanos de Newt Gingrich quisieron abolir la

FCC,

 qu e, a l igual que Clinton y G ore, pujaba vigorosa m ente a favor

de la de sregulació n.

Con el avance de la globalización, tanto del sistema de com unica

ciones co m o de la ec on om ía, en g ran p ar te a través de las fuerzas del

mercado, se planteó con mayor vigor entre los supuestos responsa

bles polít icos la cues tión d e si la polít ica o la estrategia d e las co m un i

cacion es po día o deb ía ser de carác ter global antes que n acional, cues

tión  q u e , en otro c onte xto , se ha bía pla nte ad o ya en los deb ates de la

UN ESC O de los años setenta y que , au nq ue aho ra más urgen te a cau

sa del desarro llo de la m icroelectró nica  y la tecnología digital qu e en

sanchara el abismo entre países y entre individuos y grupos en cada

país,

 no tenía su origen en la tecnología de las com unicaciones , sino e n

la economía. Luego, también hubo de reconocer la la pol í t ica. En el

caso de Ca nadá, un adm inistrador de la emisora canadiense, Paul Ra-

cine, sostenía en 1994: «Nuestras políticas deb en alen tar el desarrollo

de un conten ido canadiense capaz de compet i r con lo mejor que se

ofrece en el m u n d o , incluso prod uc tos cu lturales, educativos y de en

tretenim iento». Racine hablaba en F inlandia, país qu e anunciar ía que

su objetivo era convertirse en «la principal sociedad del conocimiento

del m un do ». Su pod erosa vecina, Rusia, que dab a de trás de ella.

Cuando se consideró te rminada la Guer ra Fr ía , la Organizac ión

Mundial del Comercio, que en los noventa se convertir ía en un orga-

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A S A B R I C G S Y P E T E R B U R K E

nism o muy discutido, em pe zó a adq uirir un pap el al m en os tan signifi

cativo c om o la W orld W ide Web, y en 1997 era n setenta y nuev e los paí

ses qu e acord aron ado ptar un a polí t ica de comunicacion es com petit i

va. Gore había anunciado el tema en Buenos Aires, con ocasión de

un a alocución a la Intern at ion al Telecom mu nicat ions Un ion que pro

nu nc ió e n 1994, en la qu e retro ced ió al telégrafo d el siglo xrx

 y

 citó al

novelista Victoriano Nathaniel Hawthorne, para quien el mundo está

envuelto p o r un «gigantesco nerv io de inteligencia». Las rede s digita

les,

 profetizaba G ore , ha rá n real esa visión.

En la década de 1970 la mayoría de las discusiones oficiales sobre

política nacional d e co mu nicaciones, incluso las telecomu nicaciones y

la radiotelevisión (que todavía se trataban en gran medida por separa

d o y a cada un a con su prop ia cultura o culturas), se hab ía centra do más

en las estruc turas y en las m etas qu e e n las tecnologías. Es no tab le qu e

el A nn an Com m ittee on the Fu ture of British Broadcasting, lo mism o

q ue las dec isione s jud icia les relativas a la radi o y la televisión e n Italia y

en E spaña, tuvieran en 1977 tan poc o qu e decir acerca de las tecnologías,

m ientras qu e recon ocía n d e forma muy general q ue «hacia el siglo xxi

[...] se podrá suministrar una multiplicidad de servicios de entreteni

miento y de educación por una multitud de medios». Estados Unidos

m arcab a el paso. En verdad, Wilson Dizard, com pro m etido en la elabo

ración p olítica

 y

 au tor de  The Corning Information Age, lib ro q ue vio la luz

en 1982 y se inspiraba e n la obra de Dan iel Bell, hab ía dich o m ás acerca

de tecnología en 1966 qu e A nn an en las prime ras páginas de su  Televi

sión a Wolrd

 View.

 Lu ego sugirió que hac ia 1975 — antes del informe del

Comité Annan—, la televisión sería «parte integral de una red interna

cional de com unicaciones construida alrededo r de los orde nad ores y

los satélites espaciales». Las máquinas podían transportar «cualquier

clase de datos de forma ins tantáne a a todas partes del m u n d o pa ra satis

facer las nece sidad es de la nuev a explosión de inform ación ».

CORNUCOPIA, ELECCIÓN  Y CRISIS

Al comienzo, esa «explosión», que en primera instancia era un de

safío sobre todo para la televisión, en tanto que medio de comunica

ción de masas, tenía menos relación con la convergencia que con la

multiplicidad («conglomerado complejo») de nuevas tecnologías de

comunicación, que en sus primeras discusiones incluyó otras tres  C:

«cornucopia», «capacidad de elegir» y «crisis». Pronto hizo su apari

c ión un a  no

 C,

  «interactividad», qu e se utilizó con m ás frecuen cia qu e

un a quin ta C: «creatividad». La palab ra «interactividad» se em ple ab a e n

con exión con aparatos qu e se util izaban en m useos y en aulas, así com o

305

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D E G U T E N B E R G A I N T E R N E T

en la televisión dom éstica y las posibilidades exten dida s d e «com pra

electrónica». Para un biógrafo in te rn o d e «los arquitectos d e la web»,

Robert H. Reid, la televisión interactiva era «la última intriga de la

Gra n Convergencia todavía a comienzos d e los noventa. Traería la de

m an da de vídeo de tam año natural po r millones» y su infraestructura

ser ía «integrada con la m erc ad ote cni a y el s istema de t ransaccion es

qu e hab ría de coge r po r la yugular a u na indu stria con un catálogo de

m uc ho s miles de m illones de dólares».

Cornucopia o abundancia, palabras que tradicionalmente se apl i

can a prod uc tos y recursos, se contras taron con la escasez en relación

con los propios medios de comunicación y con lo que éstos podían

ofrecer. Lo qu e A nth on y Sm ith llam ó «la có m od a lógica d e la escasez»

volviendo a los inicios de las transmisiones s onoras, ah ora deb ía aban

do na rse. Las nuevas tecnologías traería n consigo más posibilidades de

elegir qué ver y qué oír, y cuán do ver lo y

 oírlo.

 Al m ismo tiem po, las mi

norías empe zarían a tene r más influencia cua nd o se reu nie ran al otro

lado de la fron tera.

La «crisis» se refería a las finanzas y, m ás en ge ne ral , a la a ut or id ad ;

y prec isam ente u n a de las instituciones m ás antiguas de las dedica das

al servicio universal, la Oficina d e Co rreo s, ha brí a de enfren tarse con los

mayores prob lem as financieros a la ho ra d e adap tarse al cam bio. En Es

tados U nidos , un a Comisión Presidencial inform aba en 1970 de q ue

La Oficina de Correos de Estados Unidos afronta un a crisis. Cada año

queda po r de trás de la economía en servicio, eficacia y cumplimiento de

sus responsabilidades como empleador. Cada año opera con gigantescas

pérdidas financieras.

De acuer do con los com promisos del Congreso, se m on tó un nue

vo servicio postal, pe ro los prob lem as financieros n o de sap arec ieron y

a finales de los años setenta ya se tenía en consideración las alternati

vas electrónicas, qu e finalmente adq uirir ían la form a de l co rreo elec

trónico o e-mail.  U n ar t ículo de He nry Geller y Stuar t Bro tma n sobre

el tema cubría los ordenadores, los vínculos digitales, los satélites, la

televisión por cable, las fibras ópticas y el facsímil. El fax, originaria

m en te u n de rivado de la telegrafía, sería — sugerían con raz ón los au

tores—

  «el pu en te a los futuros sistemas com ple tam en te electrónicos

que ut i l icen al ime ntación

 y

 pro du cto digitales».

En radio y televisión era p er m an en te el análisis al qu e se sometía el

m arco institucional en el qu e los progra m as eran p rodu cido s tanto po r

agencias públicas co m o privadas qu e tenía n qu e enfrentarse a nuevas

formas de com petencia, o en Estados U nidos po r las grande s c adenas

de televisión (en 1992 se agr egó u n a cua rta, la

 Fox) .

 El cable, al qu e se

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A S A B R I G G S Y P E T E R B U R K E

t ra taba como com petidor , era por tado r de la «promesa de com odidad,

entretenim iento y abun danc ia en m ucho s otros notables usos del tu bo

de rayos catódicos», y Henry Geller, personaje influyente entre bam

balinas en la formación de actitudes respecto de las comunicaciones

en W ashington, vio en las perspectivas de «ab undanc ia» u n incentivo

a la desregulación. La competencia, aunque darwiniana, abr ir ía una

nueva era de las comun icaciones.

El futuro parecía prometedor para ciertos comentaristas de Esta

dos Unidos, comprendido Neil Hickey, asiduo colaborador de la  TV

Guide. A Hickey le atraía la ide a d e u n Goíterdarammfng par a las cad e

nas.

 «Es segu ro que q uien es tiene n hoy veinte años gozarán de un am

bien te de com unicaciones más sensato y más var iado qu e tod o lo qu e

hoy se conoce [ . . .] . El público recibirá mensajes en toda esta varie

dad, potencial idad y dignidad y n o co m o si se t ratase de u n inm ens o

reb añ o de c orderos ton tos para entreg ar al mejor po stor». Veinte años

más tarde, al menos un historiador de los medios, Brian Winston, al

mirar hacia atrás, pensaba lo contrario. Los canales por cable habían

fracasado casi por completo a la hora de modificar significativamente

los gé ne ros y las form as ya establecidos d e las em isione s d e televisión,

po r n o hablar de agregar les na da.

Sin em ba rgo , el optim ism o n o se limitaba a Estados U nido s, pu es el

Economist  de Londres describía en 1982 una decisión del gabinete de

cubrir el país entero con fibra óptica, que permitir ía «a Gran Bretaña

entra r en el s iglo pró xim o con la mism a potencial idad q ue el ten did o

de las l íneas férreas le dio en el anterior» . Estaba enton ces e n el p od er

el pr im er go biern o de Thatcher , tan o casi tan com prom etido a favor

de la competencia como los Estados Unidos de Reagan y poderosa

mente influido por el informe de un Information Technology Advisory

Panel (n inguno de cuyos miembros ten ía exper iencia en rad io n i

en televisión) que le fuera entregado a finales de 1981 —«Cable Sys

tems»—  y qu e no c ons iderab a necesa ria la f inanciación púb lica de la

em presa de cable . S in emb argo , los gobiern os , po r muy com pro m e

tidos q ue pu dier an estar con la desregulación —y algunos eran conver

sos de mala gana— encontraron dif icul tades para quedar al margen.

En cualquier discusión sobre «futuros» hacía su aparición otra pala

bra clave del vocab ulario, «infraestructura», a la qu e p ro nt o se le agre

garía «herencia»; y en G ran Bretañ a, d on de el tran spo rte se convertía

en un tóp ico de l Par lam ento

 y

 los m edio s, gran pa rte d e la infraestruc

tura interna siguió siendo victoriana, como la prensa se apresuró en

señalar. H abía pu es ma rge n p ara crisis inm ediatas

 y

 futuras.

A me nu do se conside ró qu e la pro pia pre nsa estaba en cr isis a am

bas orillas del Atlántico. En ese caso, el ordenador acudió en última

instancia en su ayuda, com o dijo A ntho ny Sm ith en 1980 en u n l ibro

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D E

 GUTENBERG

 A

 INTERNET

que llevaba el llamativo título de

  Goodbye

 Gutenberg,  tras ven cer las re

sistencias de editores y periodistas. Con su propia experiencia como

guía, tanto en radio y televisión co m o en el cine, Smith retro ced ía en

la historia de Gran Bretaña

 y

 Estados Un idos, com o tantos otros auto

res hicieron a este lado de l Atlántico. Las sugerencias q ue se hacían en

Estados U nid os de q ue la pre nsa seguiría «el m ism o cam ino q ue el fe

rrocarril» d escansa ban más en la «lógica» q ue en la historia. La pre nsa

no se apar tó más de su camino al l í que en Gran Bretaña, donde au

m en tó el po de r del tabloide . Ni des apa recie ron la ma yoría de las insti

tuciones emisoras del servicio público en otras partes del mundo. Sin

em barg o, se vieron obligadas a volver a enunc iar (a m en ud o d e m ane

ra e locuente , au nq ue defensiva en un pr im er mom ento) e l a rgum en

to a favor de l servicio púb lico de rad io y televisión. N o bas taba c on las

iniciales PSB (Public Service Broa dca sting ).

En Gran Bretaña fue el British Film Institute, hoy centro de estu

dios de los m edio s, el qu e, «com o pa rte princ ipal d e su trabajo» editó

en 1993 u n a serie de opúscu los de C ha rter Review de la BBC, tres años

antes d e la renova ción de la Carta Real de la BBC; y el au tor d e un o de

ellos,

  Chr is topher Hood, comenzaba con es te

 juicio:

  «como institu

ción, la BBC tiene t an to de pieza de é poc a co m o el ap ara to d e cristal o

la rad io de válvulas». Y agreg aba q ue «una co rpo ració n de ra dio

 y

 tele

visión en régimen de "trust público" no es la única manera, ni la me

jor, de producir controles para los que ocupan altos cargos públicos».

Anthony Smith, autor del pr imer capítulo del pr imer opúsculo,  All

OurFutures,

  ad op tó otra act i tud. «A la BBC le resul ta rep ent ina m en te

extraño el ambiente que la rodea. Los programas de televisión se han

convert ido en m ercancías y el servicio público, de m om en to, en un a

ano m alía. P ero, ¿es tam bién un a necesidad?». Sm ith creía qu e sí, y lo

mism o decía Andrew G raham en u n op úsculo d e 1999 escri to por va

rios auto res con el título

 Public Purposes in

 Broadcasting.

En u n m un do de co m unicación global, televisión de pago , cable e

in te rn e t , e l m ercad o no pu ed e p rod uc i r po r sí mism o — dec ía Gra

ham— «todos los beneficios de la nueva tecnología para la sociedad

en su conjunto». Era menester que «una fuerza positiva» actuara como

«contrapeso de la concentración privada de la propiedad», ofreciera

cobertura nacional a f in de contrarrestar la fragmentación de las au

diencias, suministrara un «centro de excelencia» que produjera y di

fund iera p rogra m as, fuera «lo suficientem ente gra nd e e influyente en

el m erca do c om o para actuar co m o garantía de calidad» y «ensancha

ra la elección, tanto hoy com o en el futuro, al co m ple m en tar el merca

d o con la per sec uc ión de los fines del servicio público ».

Precisamente los mismos criterios había expuesto el año anterior el

presidente del Conseil Supérieur de l 'Audiovisuel en Francia, quien en

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A S A B R I G G S Y P E T E R B U R K E

1999 plane aba reun ir — a través de la UNE SCO — a «todos los que tie

nen un papel que cumplir en la regulación audiovisual». Para él —que

co ntó co n el apoyo del pres iden te d e la RAÍ italiana—, po r gran de qu e

fuera el pro gres o tecnológ ico en la televisión (o radio ) digital terrestre

 y

po r vasta qu e fuera la desregu lación qu e se consiguiera en las telecomu

nicaciones, seguiría siend o necesaria «la regulación horizontal»: ha bría

que tratar po r sepa rado el conten ido y el continen te. Al volver a en un

ciar u n e nfoqu e francés tradicional en ma teria de desarrollo de los m e

dios, sabía que con tinuaría con un apoyo considerable de sus pun tos de

vista en África y Asia, cu an do n o ta m bién en A mérica Latina.

La or ientación norteamericana se diferenció más que nunca. Su

primera expresión tuvo lugar en la pr imera subasta mundial del es

pe ctro q ue realizó la FCC en ju lio de 1994, ocasión en qu e un a p eq ue

ña parte del espectro electromagnético de la telefonía sin hilos ganó

más de mil millones de dólares. Gran Bretaña siguió su propio cami

n o ,

 con m ás argu m ento s qu e nu nc a acerca de las dimen siones sociales

y culturales de la convergencia. En 1996 la BBC se había asegurado

un a nueva C arta , pr incipal objetivo d e su preside nte, sus go ber nad o

res

 y

 su direc tor gen eral, per o, dad a la can tidad d e nuevos escritos q ue

tenía so bre la m esa y el volum en d e nueva tecnología qu e había d e te

ne r en cuen ta, sus proble m as no q ue da ron en absoluto solventados.

El m ismo añ o, un a n ueva Ley de Radio y Televisión estableció u n

m arc o pa ra la gestión del proceso de digitalización, incluso el recurs o

a la subasta en 1977 para operar la televisión digital terrestre en Gran

Bretaña . La BBC ace ptó co n en tusiasm o el desafío d e la tecnología di

gital , qu e se enc arga ría e n los año s nov enta  y qu e incluiría tan to ra dio

co m o televisión. Su prim er canal d e televisión digital, BBC Choice, fue

lanzado a com ienzos de l o to ño d e 1998 y u t il izó com o po r ta do r e l

BSkyB, lo qu e no dejaba de ser un a ironía. En un a dem ostració n ante

rior —y las h ub o en g ran can tidad, a cargo de la m ultitu d de c om peti

dore s qu e particip aba n en el ju eg o d e la digitalización—

 se

 hab ía utili

zado la palabra «convergencia» en d ocu m ento s que circulaban en tre

los asistentes: «la demostración ilustra algunos aspectos de la conver

gencia». Se exhibió ta nto la televisión com o los or de na do res person a

les,

 agentes poten cialm ente r ivales del desarrol lo , y hu b o tam bién re

ferencias a intern et . Pe ro el G obie rno d e Blair rechazó un a propu esta

del pane l asesor, encab ezado po r un econom ista qu e éste hab ía desig

na do en 1999, de im po ne r un a tasa extra en co ncep to de l icencia a los

espectadores que compraran nuevos receptores de televisión digital a

fin d e ay uda r a la BBC a sufragar los costes d e capital de la co nversión

a la tecnología digital . En cam bio, dio a la BBC un p eq u eñ o incre m en

to de la tasa de licencia general y le pidió que cubriera la diferencia

con ahor ros y el au m en to d e sus ingresos com erciales.

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D E

  GUTENBERG A INTERNET

Fue BSkyB, prove edor internac ional , e l que introdujo en sept iem

br e d e 1998 el pr im er servicio de satélite digital de 200 cana les. Mien

tras,

  diferentes países europeos —y algunos, como Canadá, de fuera

de E uro pa— iniciaron esfuerzos pa ra fijar los datos pa ra la futura digi-

talización. En Italia, como demostraba en 1999 el prometido semina

rio organ izado p ara u n a cantid ad lim itada de «jugadores de digitaliza-

ción» d e Italia y Fran cia, la planificación nac ion al er a m ás lenta, y en

Italia se m enc ionó el 2006 com o añ o del lanzam iento. Se reconocía qu e

el m un do digi tal era u n m u nd o nuevo , «no un m ero agregado» al an

tiguo,

 y se airea ron los difíciles p rob lem as y «dilemas» d igitales, inclu

so acuerd os sobre licencias, reglas de pub licidad y, sob re to do , la fija

ción de precios de los apa ratos de TV digi tal . Pe ro h ub o ac ue rd o en

que la TTD (televisión digital por vía terrestre) era un «cambio que

m arca ba u n a épo ca y qu e n o sólo im po rtab a a la indu stria de la televi

sión, s ino a tod o el m un d o e n el G obie rno y en el Par lamento» y que ,

como dijo un funcionario italiano, era «la mejor manera de preservar

nuestra identidad cul tural europea ».

Veinte años antes, cu an do ese enfoq ue era imposible , lo destacado

era la pluralid ad de las nuevas tecnologías, com o todavía lo es en 2000

pa ra la mayoría de los usuarios y n o u suarios. Las tecnologías ha bían

f igurado de mo do pro m ine nte , pe ro por separad o, en dos reveladoras

colecciones de artículos, la prim era co m pilada p or Ji m Richstad con

el título New Perspectives in International Communications (1976) y edita

da po r el East-West Co m m unic ation Institute de H on olu lú, al qu e Te-

her ani an se había m ud ad o (vía UN ESCO ) tras la revolución de I rán , y

la segunda, titulada  Com munications for Tomorrow (1979), editada co n el

apoyo d e As pen y revisión de Glen O . Robinso n. Se trata sólo de dos

colecciones de un gigantesco con junto de escritos sobre tem as mediá

ticos,  de los que se enc on trará m uch os de los mejores en fragmentos

tópicos en  Intermedia,  qu e cu bre u n a serie de investigaciones especia

les qu e abarca un esp ectro muy am plio de países sobre tem as com o la

televisión de alta definición, el espectro de frecuencias y el teletexto.

Co nten ía en par t icular información sobre el «m und o árabe».

En tre los colaborado res qu e reu nió Richstad se destacó un o en espe

cial, W ilbur Schra m m (1907-1987), qu e escribió «Co m unicación inter

cultural: sugerencias para la construcción de pu entes», tan im portan tes

en la historia de las com unicacione s c om o las autopistas. Sch ram m ha

bía escrito alocucion es p ara Roosevelt, hab ía sido concertista y había

jugado en la l iga menor de béisbol antes de dedicarse a las comunica

ciones. En 1961 había producido un estudio en colaboración,

  Televi

sión in the Lives of Our Children,

  y t res años después

  Mass Media and

National

 Development.

  A través de su experiencia personal , incluido

un per iodo de enseñanza en la Univers idad China de Hong Kong,

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A S A B R I G G S Y P E T E R B U R K E

Schramm estaba tan familiarizado con radio y televisión en el este

como en el oeste y, en verdad, tanto con lo que entonces se entendía

po r «Norte» com o po r «Sur»: en u n libro editad o en 1956 hab ía escri

to u n capítulo sobre teo ría com unista de la prensa.

El volumen de R obinson,  Com munications for

  Tomorrow,

  que tuvo en

Po rat su prim er colabo rador, enfatizaba m ás la pluralida d d e las diferen

tes tecnologías qu e su convergencia. C om o dijo el pro pio R obinson , «el

núc leo de los prob lem as de política de las com unicac iones es u n progra

m a de con trol social de la estruc tura  y el com portam iento de las indus

t rias de la com unicac ión: por tadore s com unes , por tado res com unes

especializados, redes de valor agreg ado , instalaciones y servicios de saté

lites, equip o de telecom unicacion es, transmisión p or ra dio y televisión,

TV po r cab le, TV de p ago , etcétera» . El etcé tera era significativo. L a

transmisión se colocaba en un nuevo contexto técnico antes de que la

digitalización se convirtiera en palabra clave. Las apuestas, añadía Ro

bins on, e ran altas. En 1977, los ingresos bru tos de AT&T supe raro n el

pro du cto interior bruto d e 118 de los 145 Estados m iemb ros de la ON U.

Como siempre, los economistas del desarrol lo implicaron en pr i

m er lugar el in ten to de hacerse con un a paten te, com o ocurr ió con el

invento del c ircuito integrado , y po ste rior m en te con las batallas de pa

tentes

 y

 negociaciones sobre ellas. La necesidad de asegurarse la inver

sión inicial y la siguiente planteó cuestiones tan espinosas como las

tecno logías m ismas. Era alto el riesgo y fuero n m ás las quie bra s qu e las

desagreg aciones, la mayor d e las cuales fue la de AT&T el 1 de en er o

de 1984 com o consec uencia del mayor juicio ant im ono polio de la his

tor ia . Para el histor iador d e los m edios fue tan im po rtan te com o lo se

ría veinte años des pués el juic io co ntra Microsoft. Sin emb arg o, p ara

entonces habían cambiado por completo tanto el escenar io como los

actores en el ju e g o d e las comu nicac iones, algunos d e los cuales se ha

llaban en escena co n pe rm iso de Wall Street sólo por u n lapso breve.

La escena de las com unicaciones cam bió —en el m om en to se tuvo

la impresión que de modo dramático— en una sola noche, la úl t ima

de diciem bre de 1983. Antes de su división, AT&T, a la que du ra nte

años la política y la ley hab ían forzado a nego ciar e n o tros m ercad os,

llegó a dominar los cuatro mercados principales de telefonía, incluso

la telefonía para la m anu factura de centrales informatizadas, m erc ad o

pu en te que un e directam ente los me dios de t ransmisión

 y

 las agen cias

de telecomunicaciones, pero que durante mucho t iempo había esta

do bajo la m irad a hostil de la FCC y de la División Antitrust. T am bién

se había visto forzada a afrontar una gran cantidad de procesos judi

ciales an tim on op olio p rivados y u n flujo m ixto de co m enta rios de los

me dios, com o el de

 Businessxveek

 en n oviem bre d e 1974: «el proce so de

regulación ya no era capaz de con ten er el po de r de AT&T».

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D E G U T E N B E R G A I N T E R N E T

Era el m es en q ue e ntr ab a en el tr ibu nal del distr ito federal de Co-

lumb ia el ju icio United States v. ATT T  (cuya par te de m an da da forma

ba n AT&T, W estern Electric y Bell La bs), que se prolon ga ría du ra nt e

año s. En agosto de 1982, cu an do el juicio estaba finalmente a pu nt o

de terminar, se produjo un acuerdo extrajudicial por el cual el «siste

m a Bell» , que se había desarrol lado d ura nte más de u n siglo, qued aba

ro to .

 El pre sid ente de AT&T describió la reorganiza ción co m o la «re

estructuración del em pleo más compleja que hub iera tenido lugar en

ningu na o t ra em presa».

Un estudio detal lado de Alan Stone sobre este caso sugiere que

«pocos, si acaso alguien [antes de m edia dos de los se ten ta] , se percata

ron de qué extraordinar ias mane ras converger ían m uy pr on to las tec

nologías». Su rasgo distintivo era entonces la pluralidad, como ocu

rr ió con Rob inson, y com o consecuencia de esa plural idad, un sent ido

de que una mult i tud de opciones separadas ser ían consideradas no

sólo po r los distintos juga dor es del ju eg o de las com unicaciones — uno s

cua ntos de ellos, jóv en es y nuevos—, sino tamb ién po r millares de usua

r ios que a menudo encontraban las opciones desconcer tantes. Sin

embargo, tenían a su disposición un abanico enormemente extendi

do d e periódicos a veces altam ente especializados — cuyo nú m er o iba

en aumen to—

 y

 algunos de ellos se hicieron tam bién jug ad ore s. Co m o

dijo en 1979 J o h n Howkins, po r enton ces director d e Intermedia, «cada

pocos días aparecía una nueva publicación o se relanzaba una anti

gua, para informar sobre empresas de comunicaciones en constante

crecim iento». M ientras, las secciones económ icas d e los periódico s se

dedicab an cada vez más a com enta r la si tuación. H abría n de cambiar

casi po r com pleto de ca rácter en todos los países a m ed ida q ue se lan

zaban n uevos valores en te cnolog ía y aum enta ban las opciones de ne

gocios. Se generalizaron los suplementos sobre comunicaciones, y

con ellos u n lenguaje c om ún . Incluso en un s up lem ent o deportivo ita

liano se po día lee r  «AlFuturshow di Bologna i gol sifanno sul com puter».

Había gente que, por razones ocupacionales, creía necesario se

guir cuidad osam ente los acontecim ientos en un nivel m eno s dom ina

do po r los m edios . Así, en

  1985,

 Jo h n Black, qu e n o exam inaba la cues

tión des de la perspectiva jurí dic a ni desd e la de u n la borato rio, sino

desde u n o d e los centros más ant iguos de com unicaciones, un a bibl io

teca, la de la Universidad d e G uelf en Can adá, a gr up ó las nuevas tec

nologías en nueve categorías: satélites; transmisión basada en láser

(acrónim o inglés de  light amplification by) stimulated emission of)

 radia-

tion

 [amplificación de la luz m ed ian te em isiones de radiación induci

das]

 ),

  ten ía un a larga historia detrás y se hab ía inven tado en 1960; f i

bra óptica; sistemas termina les digitales de mic roon da; red es de áreas

locales; otro s vínculos de b an da an ch a (CATV, televisión d e an te na co-

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A S A B R I G G S Y P E T E R B U R K E

munitaria, por ejemplo); nuevos usos de redes de teléfono ya existen

tes;

 radio celular ( inicialmen te pa ra voz

 y

 en el futuro pa ra datos

 y

 m u

chas otras cosas); y nuevas formas de d istr ibución offline.

Black, u n o d e los bibliotecarios me jor inform ados en tre los qu e se

enfrentab an a las nuevas tecnologías y t ransformaba n de m ane ra pio

ne ra la organizació n d e sus bibliotecas en respue sta al desafío q ue ellas

repre senta ban , util izó la palabra «superposición», pe ro n o «convergen

cia». Lo mismo que cualquier otro comentarista, reconoció que los

desarrollos en microelectrónica y, en particular, «el inmenso creci

m ien to del po de r inform ático», fueron lo qu e hizo posibles la may oría

de los cambios.

En Lo ndre s, e l inform e anu al del N ational Electronics Council re

organ izado descr ibía el añ o tran scu rr ido ent re jul io d e 1984 y jul io

de 1985 «entre los más activos» en sus escasos quince años de histo

ria. D ur an te el curso d el m ism o se ha bía d esp lazad o el énfasis al «es

tím ulo d e los niñ os a que escojan e n la escuela cursos qu e pu ed an diri

gir los a una carrera en electrónica y teor ía de la información». Un

art ículo adjunto de Basi l de Ferrant i , presidente de la compañía in

formática Ferranti, se titulaba «Electrónica, Energía y Supervivencia».

En 1950, Fe rrant i hab ía cons truido y ven dido los pr im eros orde na

dores que se comercial izaron en el mundo: diez Manchester Mark I .

N o había entonc es en ni ng ún país indicios claros de la m an era e n qu e

los ordenadores afectar ían a los medios, su estructura y su produc

c ión de p rogram as.

ORDENADORES

Aunque la historia de la tecnología no sea el único aspecto de la

historia de los m edios e n el siglo xx, los ord en ad ore s de be n o cu pa r el

pr im er lugar en cua lquier análisis histórico, pu es un a vez qu e se dejó

de concebirlos en general com o m eras m áquinas de calcular—lo qu e

no o cur r ió an tes de comienzos de los se ten ta— perm it ie ron la adop

ción de nuevas formas a tod o tipo de servicios y n o sólo a los de com u

nicación. Sin em barg o, para el lo tuvieron qu e redu cir su tam año y su

precio.

 Y en esa tarea Estados Un idos, no G ran Bretaña — ni E uropa— ,

do m inó el curso de los acontecimientos.

Los prim ero s ord en ad ore s digitales electrónicos operativos fueron

idea dos a am bos lados del Atlántico con fines militares, pa ra la g ue rra

y la Gu err a Fría. C om o e n la historia anterior, el estímu lo fue la gue

rra , no el benef icio , au nq ue lo hu bo . Colossus y ENIAC eran má qui

nas gigantescas, mo nstruosos según algunos, que d ep en día n d e miles

de válvulas no siempre fiables a las que en Estados Unidos se llamaba

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D E

  G U T E N B E R G A I N T E R N E T

Figura 27. El descodificado r electr ónico Colossus se utilizó en Bletc heiy Park, Bucking-

ham shire, para ayudar a Gran Bretaña y sus aliados a ganar la II Gu erra M undial.

tubos al vacío. En 1950, Alan Tu ring, brillante pio ne ro britán ico en ma

ter ia de computación, las descr ibía acer tadamente como «máquinas

universales», lo que hacía «innecesario diseña r diversas m áqu inas nu e

vas pa ra realizar diversos procesos informáticos», pe ro su diseño cam

bió rad ica lm en te cu an do los transistores sustituyeron a las válvulas. En

la primera fase de su desarrollo, los transistores eran menos fiables in

cluso que las válvulas, p er o a largo plazo pos ibilitaron u n a revoluc ión

im prescind ible e n la escala.

La fabricación de los prim eros transistores de pe nd ía d e los prog re

sos en la física de los sem icond uctore s qu e derivaron d e ex perim ento s

realizados e n los Bell La bora tories  y en otro s sitios. En  1947, Jo h n Bar-

de en , Walter Brattain y W illian Shockley (que tres años desp ués recibi

rían el pre m io No be l) , inven taron ap aratos de amplificación del esta

do sól ido que se construía n con ge rm anio y tenían el aspecto de dos

dete ctor es d e bigotes de gato . Sólo en 1959 las ventas de transistores

(los prim eros clientes fueron fabricantes de apa ratos par a sordos) su

pe ra ro n a las de válvulas. El no m br e p oc o familiar d e «transistor» qu e

le dieron sus inventores fue adoptado desde el pr imer momento por

el público para referirse no a los aparatos propiamente dichos, sino a

las peq ueñ as radios portát iles de bater ía q ue los inco rpora ban y que

se comercializaron por primera vez siete años más tarde y tuvieron

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A S A B R I G G S Y P E T E R B U R K E

com o pr im er m ode lo la Am er ican R egency TRI (a Barde en le asom

br ó q ue el interés princip al de los usuarios fuera la mú sica roc k).

A me nu do , la cuestión de po ne r nom bres es un tema in teresante y

revelador, y lo es sobre tod o e n la historia de los m edio s, plagada de

acró nim os, o en la historia de la tecno logía sub yacente. A

 veces,

 la elec

ción imaginativa de no m bre s se im po ne a la descripción funcional de

objetos. Sin embargo, en este caso par t icular , es menos interesante

que los desarrollos posteriores en tecnología, de los que fueron res

pons ables u n a ca ntida d d e físicos y de in gen ieros inform áticos. El pri

m er o de ellos, G or do n Teal, sustituyó el ge rm an io c on silicio en lo q ue

pr on to d io en llamarse «chip». Se ha bía traslada do d e los Bell Labora

tories a u n ám bito m uy distinto, el de u n a firma «marginal», Texas Ins

t rum ents , que había em peza do co m o prove edora d e serv ic ios pe t ro

leros y en oc tubre de 1954 comenzaba a vender pequeños ch ips de

silicio del tama ño de la uñ a de u n de do de u na m an o. Tras otros avan

ces tecnológicos en la Fairchild Sem i-Cond uctor C om pany, qu e intro

dujo la fotolitografía en el pro ce so de pr od uc ció n d e chip s, la m inia-

turización resultó más barata y los transistores más fiables, pero, lo

mism o qu e sucedió con la invención d e los transistores, la de m an da no

fue suficiente co m o par a inspirar confianza en el negoc io.

La confianza ta m poc o surgió de inm edia to cua nd o se supo que u n

ingenie ro q ue trabajaba en Texas Instrum ents, Jack

 Kilby,

 ha bí a solici

tado e n 1959 la pa ten te pa ra un circuito integrado , esto es, «un cue rpo

de material semiconductor [ . . .] en el que todos los componentes del

circuito electrónico están com pleta m ente integrados»: en ju lio de 1958

había escr i to en su cuaderno de notas que «mediante la producción

de los resistores, capacitadores, transistores y diodos en una sola lámi

na de si lic io se po dría lograr la extre m ada miniatur ización de m uch os

circui tos eléctr icos». Ya se había concedido una patente a Robert

Noyce, u n o d e los fundado res de Fairchild y lueg o de Intel, quie n escri

bió u n o de los prim ero s y más co nocid os artículos acerca d el significa

do de la microelectrónica en un número especial de Scientific American

de 1977 en el qu e usó la pala bra «revolución». El pr im er artícu lo ínte

gram ente ded icado al tem a había ap arecido d os años antes en la revista

Fortune. Esta y otra revista de em pre sa son bu en as fuentes pa ra el histo

riador, a un qu e sus pred iccion es de ba n som eterse a lectu ra crítica.

Con el advenimiento del circuito integrado, un chip de sil icio de

un sexto po r un octavo de pulg ada co n 2.250 transistores m iniaturiza-

dos en su interior, tenía a ho ra el m ism o pod er q ue el ENIAC, qu e ocu

pab a tod a un a habitación . Con circuitos lógicos incorp orad os, el nuevo

chip hizo posible el desarrol lo de ordenadores con cualquier f inal i

dad. Sus minúsculas unidades centrales de procesamiento recibir ían

instrucciones de ROM (memoria de sólo lectura) especialmente es-

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D E  GUTENBERG A INTERNET

cr itas. N o obs tante, sus pr im eros usos m ostr aron serias l imitaciones.

En 1963, sólo el 10 p or c ien to de los circuitos en venta er an circuitos

in tegrados .

La idea d e un circui to int eg ra do era d e un f ísico inglés, G. W. A.

Dummer, a quien se le había ocurrido ya en 1952, pero incluso antes

de qu e fuera pa tenta da, la reacción d e la industria inform ática del la do

de la oferta fue un desg anad o « hum .. .» (según Noyce): e l apara to n o

llamó de inm ed iato la atenció n a los especialistas establecidos. Y cuan

do p or fin, en

 1971,

 M arcian (Ted) Hoff ideó el m icroproces ador, qu e

sería luego descr i to com o el corazón m ismo del orden ado r , su pr ime

ra apl icación, lo mism o que hu biera o curr ido con u n invento mec áni

co francés del siglo

 XVIII,

 tuvo lugar en un reloj que po día sonar com o

un piano. No obstante, cuando Intel se encargó de su producción y

comercial ización, no sólo fue posible aumentar extraordinar iamen

te el po de r de los ord en ad ore s, sino tam bién descentralizar su uso. El

ch ip de RAM (m em oria d e acceso aleatorio) d e Intel, qu e se introdu jo

en 1970, redujo sustancialmente el coste de la memoria, y de allí en

adela nte ha bría «generaciones» d e orden ado res: los japo nes es, en p ar

ticular, se entu siasm aron co n este co nc ep to.

Noyce, cuya hab ilidad con las palabras c orría pa reja c on su capaci

dad de invención, comparó el minúsculo microprocesador con el au

tomóvil, casi siempre de gran tamaño: era «el modo más simple de ir

de u n sit io a otro». U n m icroproce sador po día l levar centen ares y mi

llares de c om po ne nte s, y cu an do se reco no ció su versatil idad, ésta fue

u n estím ulo para po n er la tecnolo gía digital po r encim a de la analógi

ca en todos los medios, que no tardarían en ser sus principales usua

rios: im pr en ta, cine , grab ació n, ra dio y televisión y todas las form as de

telecomu nicaciones, qu e cada vez má s se conce bían com o par te d e u n

complejo. Lo que dio en llamarse «compresión digital», con elimina

ción d e datos de u n archivo, incluso datos de au dio , con el f in de aho

rra r espacio, resultó part icu larm en te útil en re lación co n la rad io y la

televisión.

Ya en 1964, G ord on M oore, químico, otro de los cofundadores de

Intel y pre side nte d e esta em presa , hab ía formu lado lo qu e pasó a lla

m arse la ley de M oore, que desde e ntonc es se ha m an ten ido más o me

nos cier ta , según la cual cada d iecioc ho m eses se duplicar ía la cant i

dad de transistores que era posible colocar en un chip. Moore, como

Shockley, Teal, Kilby, Hoff y muchos otros físicos semiconductores,

trabajaron en Silicon Valley, California, hasta poco an tes u n bo squ e d e

frutales, que co m enzab a ya a destacarse en un nuevo m apa de comu

nicaciones globales de modo tan prominente como la Torre Eiffel, la

Broad casting H ous e y el Televisión C en tre de Lo nd res, los Bell Labo

ratories o — más cerca— Hollywood.

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A S A B R I G G S Y P E T E R B U R K E

Para la historia de las com unica cione s revistió particu lar im po rtan

cia el he ch o de qu e fueran las nuevas em presas —m ás innovadoras d e

estructura más informal, más «de abajo arriba» y menos jerárquicas

que las ya establecidas— las que abrieran el camino en el

  desarrollo

informático de riesgo financiero, desarrollo más lento del lado de la

de m an da qu e del de la oferta. En la pri m era fase de la historia de la in

formática, IBM (International Business Machines) contó con una in

m ens a ventaja. Pr od uc to de u n a fusión de 1924, qu e incluía al sucesor

de la Tabulating Machine Company de tarjetas perforadas fundada

po r H er m án H oller i th en 1896, tenía un a cul tura corporativa caracte

rística qu e le fue muy útil a la ho ra d e trata r con lo qu e Brian W inston

llamó «periodo de incunables» en la historia del ordenador, que cul

m inó en 1952 con la dem ostrac ión, n o clasificada, de 701 aparatos de

IBM, llamados al principio «calculadoras de defensa», junto con los

M ark I de F erran t i . Hacia 1961, IBM no comercial izaba m en os d e sie

te l íneas dist intas de ordenadores, pero ninguna de el las apuntaba a

lo que el microprocesador hizo posible , esto es, e l ordenador perso

nal (PC).

En esa época había una marcada divergencia entre la historia de la

informática en Estados Unidos y en Gran Bretaña, historia en la que

Ja pó n estaba l lamad o a des em peñ ar u n papel cada vez más im portan

te en la escena internacional . Los pr imeros ordenadores del mundo

qu e se construy eron

 y

 se com ercializaron e n 1950 era n británicos, pe ro

au nq ue su fabr icante, la Ferran t i Company, siguió con la pro duc ción

de un gran ordenador Atlas que atrajo gran interés, tanto el la como

sus sucesores británicos e n la corpo ración , incluso ICL (1980), carecían

del seguro que ofrecía la m agn itud del m erca do no rteam erica no para

co ntin ua r su desarrollo . Ta m poc o tuvieron acceso al masivo estableci

m ien to m ilitar , naval

 y

 espacial de Estados U nido s. M ientras, Ja pó n no

sólo se convirtió en productor de chips o microprocesadores, sino en

un gran ju ga do r en to do el ju eg o de las com unicaciones. Un pano ra

m a interesante de la implicación jap on esa apareció en u n estudio de

con junto de la m icroelec trónica e dita do en 1985 po r el Na tional Insti-

tute for Research Ad vancem ent (NIRA) de Ja pó n.

Al desplegar la historia de las comunicaciones japonesas después

de la restauració n imp erial d e 1868 y distinguir en ella seis period os,

el NIRA com ienz a su rela to de la cu arta fase (1955 a 1964) con el boom

econ óm ico d e la pos gue rra de Co rea y la instalación de u na Agencia

Científica y Tecnológica gu be rna m en tal en 1956. El sexto pe riod o, «los

diez últim os año s», fue ron testigos de otr o avan ce, con el país ya listo

para «contrarrestar las iniciativas estadounidenses». En ese momento

había algo más que un mero toque de orgullo. Los videocasetes y  los

videodiscos era n «casi u n m on op oli o jap on és» .

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D E

  GUTENBERG

 A

 INTERNET

El estudio seguía diciendo con modestia que «no es tarde para la

en tra da ja po ne sa e n el ca m po de la investigación inform ática evalua

da con cr i ter ios mundiales [ . . . ] mucho dependió de la cooperación

de los fabricantes no rteam erican os de o rden ado res, sobre todo IBM».

El ad ve nim ien to d e los transistores l levó a la pro du cc ión , en 1964, de

un aparato de televisión transistorizado de Sony. El nombre de esta

co m pañ ía nueva, qu e se hizo famoso en tod o el m un d o , fue f ruto de

un acto de inspiración. Sony también introdujo el

  walkman,

  estéreo

persona l por tá t i l , qu e t ransformó la m an era de escuchar sobre to do

música grabada. Era un instrumento móvil , y la movil idad personal

(a pie por la calle o en coche) habría de influir en la orientación de

gran pa r te del desarrol lo tecnológ ico futuro, e n par t icular del teléfo

no portát i l .

U n trabajo n orteam erica no de 1977 titulado «Comunicaciones p ara

u n a socie dad móvil» se refería a «los largos viajes en tre el lug ar d e resi

dencia y el lugar de trabajo en el marco de la expansión de las áreas

m etropolitanas», «una amplísima util ización del viaje int eru rba no qu e

utiliza un sistema avanzado de autopistas» y «un alto gra do d e de pen

denc ia de los cam iones para el transp orte d e mercancías». H abía ap ro

xim ada m ente 105 mil lones de automóviles y 25 mil lones de camiones

y autob uses , la ma yoría de los cuales estaban equ ipad os c on «radio es

tándar que recibía unidades para los servicios de entretenimiento».

La pon en cia se refer ía al «sistema celular» qu e inc rem en tab a la capa

cidad d e c om unica ción móvil, a la tecnología celular de FM y al em

pleo de «sistemas de voz digitalizada de banda angosta». Todavía no

se hab ía co m en zad o a pro m oc ion ar con en ergía los «teléfonos móvi

les» — au nq ue ya hab ía 100.000 en uso— , pe ro la radio Citizens' B and

hab ía dem ost ra do ser tan popu lar que en e ne ro de 1977 cerca de un

millón de personas habían solicitado a la FCC licencias de CB. Para

el autor de la ponencia, Raymond Bowers, «el uso creciente de CB

tuvo implicaciones qu e trasce ndie ron el do m inio del servicio propia

m en te d icho» .

Entre los «factores sociales y culturales que sostenían el desarrollo

tecnológico» en Ja pó n, co ncluía el estudio ja po né s, se hal laban «una

sociedad b asada en la igualdad», «tecnología especializada en com pa

ñías pequeñas y medianas», «una tradición de respeto de las relacio

nes human as» y, lo que n o es m eno s im po rtante , «el respeto cul tural

po r la tecnolog ía», evidente a f inales del siglo xix en la tem pr an a in

troducción del teléfono (1890) y el telégrafo (1893) — obsérv ese el or

de n— a m edida qu e los servicios del Gob ierno se expa ndían y se hacía

evidente la «voluntad cultural d e ad op tar ideas nuevas». «La habilidad

para miniaturizar» venía en último término. Estos factores operaron

en un contexto del Pacífico que se comparó favorablemente con Eu-

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A S A B R I G G S Y P E T E R B U R K E

rop a. Un últim o factor fue el desa rrollo e ntr e 1965 y 1973 de u na im

po rtan te industr ia autom otr iz jap on es a que ráp idam ente alcanzó es

cala m und ial .

Este breve resu m en deja claro que , s in caer en u na g rosera sobre-

simplificación, es imposible presentar una historia de la evolución del

ordenador desde el punto de vista de la oferta capítulo por capítulo,

paso a paso o incluso «página» a «página». Lo m ismo q ue la historia de

la evolución del ferrocarril , abarca diferentes aspectos —diseño, me

moria, lenguaje, circuito lógico, software— y diferentes nuevos arülu-

g ios com o e l mód em

  (modulator/demodulator),

  necesario para transmi

tir datos inform áticos po r la l ínea telefónica, y el rató n, pa ra con trolar

un puntero sobre una pantal la de ordenador . Diferentes personas y

distintos lugares han tenido un papel en la historia en diferentes mo

m ento s. Es un a historia de evolución, no de revolución, q ue es la pala

bra que emplea Noyce; pero Noyce tenía razón en insistir en que la

historia no es «lineal». El diseñ o siem pre fue decisivo, com o reco no

cieron todos los qu e estuvieron alguna  vez involucrados en algu na em

presa de informática.

Los comienzos de la «memoria» se remontan a la década de 1940,

antes incluso de qu e Jay Forrester , del MIT, pr eo cu pa do po r la estabi

l idad del avión, com enz ara a t rabajar e n el proyecto

  Whirlwind.

  Fue

Fo rrester quien aseg uró en 1953 la inco rpora ción de la m em oria nu

clear magnética a los ordenadores. Los lenguajes de los programas te

nían un a historia más breve

 y

 más compleja; fue J o h n Backus, que traba

jab a en IBM, qu ien des arrolló en 1957 u n nuev o lenguaje informático

de «programa interno», FORTRAN (fórmula del s istema de t raduc

ción) . El pr im ero d e los m uc ho s lenguajes d e este t ipo, Plankalku, fue

idead o po r un in ingen iero alem án, Kon rad Zuse, t res años antes del

invento del pr imer ordenador electrónico. Este ingeniero ha queda

do práct icam ente olvidado. Pero no ocu rr ió lo mism o con Jos eph Lic-

klider, psicólogo del MIT, co m o ta m po co se ha o lvidado su visión de

«cerebros hu m an os y m áqu ina s inform áticas [ .. .] un ida s [ .. .] sólida

m ente ». Tamp oco se ha olvidado el t rabajo d e un g rup o de pione ros

informáticos que trabajaban en Xerox Palo Alto Laboratory, fundado

en 1970 p or ot ro ps icólogo , Bob Taylor, y dirigid o p o r Alan Kay. Fue

ro n ellos los qu e desarro llaron el rató n, que orig inaria m ente se llamó

«indicado r de p osición X-Y pa ra u n sistema d e exh ibición». X erox,

empresa a la que sólo le interesaba la copia, no optó por explotar co-

m ercia lm ente los esfuerzos de estos pio ne ros , cuyas ideas fueron cogi

das po r otras com pañías, incluso Apple

 y

 M icrosoft.

Los proveedores de software se habían multiplicado tras el invento

del microprocesador, conscientes de que representaban el «lado crea

dor» d e la nuev a tecnología . Fu ero n ellos los qu e die ro n n uevo signifi-

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D E

  GUTENBERG A INTERNET

ca do a la pa lab ra «software», qu e ya se usaba po r entonces , en oposición a

hardware, los componentes físicos de un sistema de comunicaciones.

Su papel, ellos lo sabían, era fundamental. Ningún ordenador podría

funcionar sin cierto tipo de software de program as. Com o dijo H un dt ,

sin programadores de software los ordenadores serían «criaturas iner

tes,

 a la espera d e qu e el C rea do r les infund iera vida».

Pen sar e n hitos cronológicos precisos en la historia de la informáti

ca puede resul tar engañoso. Aunque en condiciones de Guerra Fr ía

los pe did os militares, navales y espaciales suelen justificarse en térm i

nos de acontecimientos públicos que cambian constantemente los

procesos d e m erc ad o y en los qu e los usuarios académ icos y comercia

les t ienen qu e identif icarse o ser identif icados, su pro gram ació n es di

feren te. Aun a ntes de los gran des inc rem ento s d e venta, ya a f inales de

los años setenta, época en que se hacían y se perdían fortunas, se ha

bía em pez ado a reco noc er que la histor ia de las com unicaciones, en la

que estaba inserta la de los medios, había entrado en una nueva era.

Para entonc es, los ord ena dore s no sólo servían com o instrum entos de

empresa, sino como «motivo principal de todo un espectro de activi

dades mediáticas». A veces afectaban a los medios tradicionales, in

cluida la pren sa. «Cada vez más , los libros, las revistas y los p eriód icos

se pre pa ran , diseñan, im prim en y distr ibuyen de acu erdo co n rut inas

informáticas». A veces permit ían una act ividad completamente nue

va. En «los variados sistemas de com unic ación de d atos», era n los qu e

«m arcaban el r itmo», expre sión q ue e n 1978 sirvió co m o titular de u n

n ú m e r o d e Intermedia.

Q ue ese ritmo fuera más o m en os veloz n o sólo de pe nd erí a del pro

greso en el cono cim iento tecnológico, s ino tamb ién d el impulso em

presar ial en el marco de un cl ima económico siempre cambiante. El

mayor progreso tecnológico fue la introducción del ordenador perso

nal. Sin em barg o, en u na colección d e ensayos publicados en Gran Bre

taña e n 1979 con el título de From Televisión to Home

 Computer,

 el orden a

do r personal sólo se m encion aba com o un elem ento m ás en el abanico

de aparatos electrónicos de consumo, por detrás de los videocasetes

(VCR [video cassette recorder]).  A veces, muchos artilugios informatiza-

dos se desp reciaba n com o «pura paja», «parafernalia de las comun ica

ciones». U n adjetivo m uy distinto de esas expre siones fue «inteligente»,

calificativo que pronto se comenzó a aplicar más a cosas que a perso

nas,

 des de tarjetas h asta casas.

N o obstante, en lo qu e respecta a G ran Bretañ a, el au tor del capítu

lo sobre el or de na do r person al de la colección de 1979 con sideró qu e

era más necesar io un mensaje t ranqu i l izador que u no ex ci tan te : un

ord en ad or personal podía costar apenas un poco más qu e un aparato

bara to d e televisión en color. En u n a sección llamada «una m irada al

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A S A B R I G G S Y P E T E R B U R K E

software» explicaba que au nq ue los or de na do res fueran «piezas com

plicadísimas de electrónica», eso no quería decir que «para aprove

char las deb a usted saberlo todo al respecto». Un o rde na do r personal

—y a u n o d e los prim ero s se lo llam ó «La M ascota»— era ta n «sencillo

de us ar com o un eq uip o de alta fidelidad, o más sencillo aún ». «Lo mis

m o que cu an do usted co m pra un e qu ipo de alta f idelidad, vale la pe na

busc ar fabricantes y com ercia ntes de confianza». La indu stria se desa

rrol laba rápidamente y «su conocimiento como usuar io» también se

desarrollará. «Sus necesidades están llamadas a ampliarse a medida

qu e tenga más experiencia».

Es ilustrativo co m pa rar esta perspectiva desd e el hog ar co n las pers

pectivas desd e el lab ora tor io, la bibliotec a o, en verd ad, d esd e la ofici

na, donde el «procesamiento de texto» se convirtió en una actividad

informatizada fundamental , a l punto de que la máquina de escr ibir ,

que en esa época era un objeto enormemente sof ist icado, cayó rápi

da m en te en desuso. Sin emb argo , el proces am iento d e texto, con dis

cutibles efectos so bre el co nt en id o y el estilo de la red ac ció n, se conci

bió a menudo como par te del mismo complejo que el fax y no tanto

com o par te de un complejo tecnológico informatizado; y cuan do apa

recieron los pr im eros o rden ado res personales, fueron, según el juicio

[retrospectivo] d e Eli N oam , «los pro du cto s de con sum o más antipáti

cos qu e jam ás se hab ían cons truido desde el m onociclo».

En 1963, W ill iam Olsen hab ía llevado al m erca do u n m iniorden a-

dor , e l PDP 8, cuya de m an da q ue dó de m ostrada p or el au m en to de las

ventas de la Digital Equipment Corporation de Olsen en nueve veces

en tre 1965 y 1970 y po r el a um en to de sus beneficios en veinte veces.

Sin em barg o, la com pañía, fundada en  1957 y no establecida en Silicon

Valley, sino en M assachusetts, n o previo el cam bio qu e ex pe rim en taría n

los m erca dos , m ientras q ue otras com pañ ías sí lo prev ieron. Vio en los

usuar ios educativos sus cl ientes más prom eted ores en u n m om en to en

que com pañías más recientes tenían en m en te a grupos d e entusiastas

del ord en ado r. Sabían qu e sus filas crece rían ráp ida m en te.

La pr ime ra t iend a de o rde nad ores se abr ió en Los Angeles en jul io

de 1975, y u n m es despué s aparec ió la pri m era revista de informá tica

del hogar, Byte. N o era el lenguaje técnico la única a tracción. Ya el en

tretenim iento o cupa ba tan to lugar com o la educación en la perspecti

va de empresarios como Nicholas Bushnell , uno de los responsables

del desarrol lo del videojuego, qu e e n 1974 em pezó a ven der u n jug ue

te l lamado P ong, impulsad o po r un microprocesador , q ue se pod ía fi

ja r a u n a pa rato d e televisión. H acia 1980, su co m pa ñía , Atari , ven dió

al po r m en or videojuegos y simples orde nad ores de ho gar p or valor de

100 millones de dólares. Los adultos, lo m ismo q ue los niños, se con

ver t ir ían en hábiles jug ado res de los jueg os d e ord enad or , p ero había

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D E

  GUTENBERG

 A

 INTERNET

razones de m ercad otecn ia para conc entrarse en los niños  y adultos

 jó

venes,

 com o para hacer lo tam bién en la industr ia del c ine.

Una generación antes se había dicho que «el niño que ha nacido

con la televisión, la da por supuesta a tal punto que no puede pensar

en u na époc a anterior. Piensa en ella com o en la

 actual».

 Ylo m ismo

 va

l ía para los niños nacidos ju n to con el pr im er ju eg o d e ord enad or , a l

gun os d e ellos m uy precoces . En 1996, The Times informaba de que un

niñ o holand és, W outer Couzijn, había creado un robo t qu e cam inaba,

char laba  y se autolocalizaba, hec ho de piezas de L ego am arillo con u n

sistema de m icro ord en ado r instalado. A los trece años hab ía construi

do su pro pio or de na do r portát i l con doce procesado res paralelos qu e

po dían funcionar sim ultánea m ente o comp art ir un a tarea ent re el los.

A la prens a y la televisión les gusta dar a co noc er prod igios, de m o do

qu e tam bién p resta ron aten ción crítica a los videojuegos.

La relativa «priorización» (pala bra nuev a) de los apa rato s de televi

sión y los orden ado res personales e n el hog ar n o se había establecido

aún en el momento de comenzar a escr ibir este l ibro. Sin embargo,

para u na m irada retrospectiva está claro qu e el e lem ento de ju eg o en

la popu lar izac ión de la l lama da nueva tecnología fue tan po de ros o

en la tem pra na histor ia del ord en ad or com o lo había sido en la histo

ria del teléfono, y hu b o en rea lidad u n a ura de asociación. Un o de los

pr imeros juego s fue  Space War,  del que se dijo que era creación de un

estudiante del MIT de los años sesenta. A principios de los noventa,

u n o d e los pr im eros jue go s qu e ut i lizó la tercera dim ensió n se l lama

ba Doom.

En u n a pub licación d e la BBC del añ o 1982 ti tulada  Televisión in the

Eighties:

  The Total Equation,  se describía n los ju eg os , po r sofisticados

qu e fueran técnicam ente —y en los años noventa sólo eran u n apar ta

do del progreso del ordena dor— , com o «los descen dientes naturales

de las máquinas electrónicas en las salas comerciales de diversión»,

qu e con taban con u n ant igu o linaje . Pero lo que dem ostró ser diferen

te fue su papel e n el hogar , don de reem plazaro n a otros jueg os. En

1983, se ju ga b a co n videojuegos e n las pantallas d e televisión d e q uin

ce millones de hogares norteam ericano s, de los que sólo u no de cada

quinc e poseía u n o rd en ad or pe rsonal . Los jue go s de pelota con efec

tos sonoros y el tanteo en pantalla se hicieron populares de inmedia

to,

 y el microproc esado r, al abaratarlos y hacerlos in tercam biables, ex

ten dió m ás aú n el gé ne ro . La violencia fue u n ing red ien te tan familiar

co m o el de po rte . D ado el elevado nivel de organizac ión del «m ercado

del ocio», en el que los m edios estuvieron implicados dire ctam ente o

po r me dio d e fusiones, era inevitable que ese neg ocio busc ara nuevas

opo rtunid ade s. Bushnell vendió su com pañ ía Atar i a la W arne r Com

municat ions.

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A S A

  B R I G G S Y P E T E R B U R K E

En lo relativo a los efectos probab les d e ju ga r con videojuegos, en

especial para los niños, se empleaba un argumento típico del descon

cierto. Video Fever era el t í tulo de u n libro de C. Beam er, editad o en

rúst ica en 1982, que l levaba como subtí tulo

  Entertainment, Educa-

tion,

  Addiction.

  Esta obra, a l mismo t iempo práct ica y especulat iva,

es par t icularm ente interesante desde el pu nt o de vista histórico debi

do al contraste en tre sus dos breves apénd ices. El pri m ero , «Breve his

toria de los videojuegos», era dem asiad o breve y dem asiad o po br e en

detal les cronológicos como para tener mucho valor . El segundo,

«Cóm o funcionan los jueg os» , qu e trataba d e la tecno logía subyacen

te ,

  estaba escrito con claridad y concisión mucho mayores que la ma

yoría de los pr imeros manuales de ordenador personal . El capí tulo

del tex to princip al q ue r esu m ía las cues tiones d e valor se titulaba «Ac

tividades familiares: u n a m irad a nueva» .

Po dría agregarse otras diferentes observaciones relativas a la publi

cidad o la crít ica de la cultura del or den ad or.  Radio Electronics presen

taba en jul io d e 1974 un ord en ad or ju n to con u n m anu al bayo el titu

lar «Su miniordenador personal», mientras que

  Popular Electronics

 d e

en ero de 1975 anu nciab a un nuevo prod uc to propio com o «El pr im er

equ ipo de min iord en ad or del m un do qu e r ival iza con los mo delos co

merciales». El pri m er m od elo com ercial de éxito estuvo dispon ible e n

jul io de 1976, cu an do Steve W ozniak, qu e hab ía trabajado p ara Bush-

nell y Steven Jobs ,  ambos oriundos de Silicon Valley, lanzaron el Ap

ple ,

 m o nt ad o e n fábrica, qu e en u n prin cipio se ven dió a los entusias

tas del or de na do r e n clubes locales. En el mism o añ o se lanzó Ap ple II,

con cap acidad p ara realizar u n a variedad d e tareas. U no d e sus valedo

res fue Mike Markutta , ex gerente de mercadotecnia de Intel que

cu an do se retiró de la em presa , a los treinta

 y

 dos año s de e dad , ya era

mil lonar io .

En 1980 Apple Macintosh se convirtió en empresa pública, eva

luad a en 1.200 m illones de dó lares. Sólo u n a ño m ás tar de , IBM, len

ta para captar las posibilidades, como otras firmas establecidas, entra

ba en liza con su pro pio o rd en ad or pe rsona l , del qu e ese pr i m er añ o

vendió 35.000 unidades. En 1980 se volvió a una firma pequeña, Mi

crosoft, para ofrecer un sistema operativo; en el término de tres años

— otra vez el fatídico 1984—, el 40 p or c ien to de los or de na do re s per

sonales ut i l izaban programas de Microsoft . Cuando, dos años des

pués , Microsoft c om en zó a cotizar en bolsa, Bill Gates, que ten ía die

c inueve años en e l m om en to de fundarla , se h izo ins tan tá neam ente

mil lonar io .

En 1984, cu an do faltaba muy po co pa ra llegar al m illón de ord ena

dores en uso en todo el m un do , muc hos de el los incompa tibles y to

dos en vías de quedar obsoletos en poco tiempo, era evidente que el

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D E G U T E N B E R G A I N T E R N E T

software constituía la clave pa ra a um en tar el uso de tod os los ord en a

dores , personales y de o rganizac iones , peq ue ño s y grand es . En es te

proc eso , Microsoft p ro nt o fue la em pre sa más gran de , pu es su sistema

operat ivo Windows l legó a todo el mundo. Sin embargo, aunque do

minaba e l m ercado , hu bo comp et idores tempranos , sobre todo Nets

cape, cuyo iniciador, Marc Andreessen, había desarrollado el software

de navegación «Mosaic», que puso en venta en 1993, cuando todavía

no se hab ía gra du ad o. El 7 de d iciem bre d e 1995, aniversario de Pearl

Harbor , cu and o Gates anu nció q ue Microsoft era «un núcleo du ro en

internet» y que estaba introd ucie ndo u n servidor de informac ión de

internet, el Internet Explorer, ya estaba en producción el Navigator

de Netscape.

Tres años antes de ese anuncio, y tras grandísimos cambios polít i

cos y sociales en el m u n do , en o ctu bre de 1992 el Financial Times d e

Londres publicaba una encuesta con el t í tu lo «Ordenadores y Comu

nicaciones», que empezaba afirmando que «la lenta pero inevitable

conve rgencia [obsérvese tanto el adjetivo co m o el sustantivo e m plea

dos] de la inform ática y las com unicac iones» , y agregaba que debía pro

po rcio na r la «fuerza m otivadora» de «u na im plosión d e nuevas prácti

cas y tecnologías del pro ces am iento de la inform ación». En tre ellos se

podría mencionar los discos compactos con memoria (CD-Rom, me

moria de sólo lectura) , capaces de almacenar para recuperar en casa

n o sólo el co nte nid o d e los archivos de p eriódicos, sino de enc iclope

dias en teras ( tam bién se po día ju ga r co n e llos). Al prin cipio su capaci

dad para mostrar películas era limitada, pero pronto estuvieron en el

m er ca do los DVD (discos d e vídeo digital) con u n a capacid ad d e alma

ce na m ien to seis veces superio r a la de los CD-Rom.

Sin em ba rg o, en 1992, el optim ism o acerca de las posibilidade s d e

venta de los productos de la nueva compañía era menor que e l que

habría dos años más tarde. La industr ia informática, como muchas

otras industr ias, pasaba por una etapa de inestabi l idad en un per io

do de dep res ión económica pos te rio r a l t r em end o hun d im ien to de

Wall Street en 1987: las nuevas tecnologías red ucía n m árge nes de b e

neficio y de costes; y m ientra s los prec ios de ven ta se de sp lom ab an , el

dese m pleo estructural alcanzaba sus cifras m ás altas. N o ob sta nte , el op

t imismo a largo plazo parecía justi ficarse en la m ed ida en q ue cada

vez se hablaba más de «interactívidad» y de «red». Un cambio de ta

lante fue obvio diez años desp ués, cu an do Pe ter Schwartz y Pe ter Ley-

den, en una breve «historia del futuro, 1980-2020», editada en  Wireden

1997,

 pu do escribir con ánim o agitado acerca de un a nueva «on da lar

ga»,  «el mayor  boom  de la histor ia mundial». Lo que comenzara con

la expansión de los ordenadores personales y la i r rupción del s iste

m a Bell había ad quirid o nu evo imp ulso. Los «titanes de la industria»,

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A S A B R I G G S Y P E T E R B U R K E

con el respaldo del Go biern o, estaban decididos a em pujar la ola. La in

flación estaba controlada y todo el tiempo se forzaba hacia delante la

globalización. En el siglo xxi podrían darse nuevas rupturas innovado

ras, incluso la energ ía alternativa y el desem barco en M arte.

SATÉLITES

La capacidad p ara llegar a M arte dep en de ría de los avances qu e se

realizara n en las co m un ica cio ne s espaciales y esto ya en 1960 ten ía su

historia propia, te m a sobre el qu e volveremos. Por un breve period o de

la historia mundial, los satélites de comunicaciones, los «comsats»,

qu e era imposible lanzar sin orden ado res, a trajeron más atención qu e

los orden ado res pro pia m en te dichos. Los satéli tes eran las expresio

nes con más enca nto (h ub o quienes dijeron co n más «atractivo sexual»)

de la tecno logía tras el lanz am iento d el Sputn ik po r la U ni ón Soviética

en o ctubre d e 1957, acontecim iento so rpren den te que llevó al Gobier

no no rteam ericano a tratar de respo nde r lo más pro nto posible . Y tam

bién l levó a una explosión del interés popular nor teamericano en el

espacio, que la televisión a prov ech ó y magn ificó.

En la ya famosa pred icció n qu e apa reció e n 1945 en  Wireless World,

Arthur C. Clarke, a la sazón tesorero de la British Interplanetary So-

ciety y futuro escritor de ciencia ficción, habí a previsto un a ca de na de

tres satélites radiales geoestacionarios tripulados. En 1961, siete años

antes de que Stanley Kubrick llevara al cine la novela de ciencia fic

ción de Clarke titulada  2001, una odisea del espacio, la NASA, q ue er a la

nueva National Aeronautics and Space Agency, estuvo de acuerdo en

lanzar el Telstar, capaz de circundar el globo en menos de 275 horas.

C on te ní a m ás de 2.500 transistores, pe ro no circuitos integra dos. Los

Correos de Gran Bretaña y de Francia acord aron construir estaciones

relacionadas en tierra, un a d e ellas n o lejos del sitio desd e do nd e, dé

cadas antes, M arconi ha bía enviado sus mensajes transatlánticos.

U na posterior estación terrestre en B ahrein, que co nstruiría la Mar

coni Company, no era pr opie dad del G obie rno d e este país , s ino de la

Cable and Wireless con base en Gran Bretaña, que ganó vigor empre

sarial cuando estuvo claro que, pese a todo su encanto —y la caída del

coste a me did a q ue se introd uc ían nuevos sistemas— , los satélites n o

reemplazar ían al cable en el que Gran Bretaña había tenido un inte

rés a largo plazo. La fibra óptica garantizaba la con tinua ción del cable,

y en 1976 se colocó en Sussex, Inglaterra, el primer enlace de cable

óptico que transportó tráfico comercial, a saber, dos canales de televi

sión en color. El pr im er sistema de televisión po r cable de fibra óp tica

de Estados Un idos emp ezó a opera r en B irmingham , Alabama, en 1984.

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D E  GUTENBERG A INTERNET

Cu atro a ños d espu és, la AT&T y sus socios tend ían u n cable de fibra

óptic a a través del Atlántico ,

 y

 un añ o después t reinta com pañías inau

guraban un cable óptico a través del Pacífico. Los océanos todavía

im po rtab an tanto com o los cielos. Entre

 1996 y

 1999 se de cup licar ía la

capa cidad de los cables transatlánticos.

Las primeras transmisiones experimentales a través del Telstar se

intercam biaron en 11 de jul io de 1962, op ortu nid ad e n que se produ

jo un diálogo familiar de inauguración, esta vez escuchado por millo

nes de personas. U n pre sen tado r de televisión norteam erica no dio co

mienzo a un «drama» para declarar que Gran Bretaña estaba «lista

para devolver un programa por Telstar». A continuación los especta

dores vieron y oyeron a los bri tánicos sentados alre ded or de u na mesa

al otr o lado del Atlántico.

 «A

 mi dere ch a está el adu sto escocés Rob ert

White. A mí izquierda, Jon Bray, encargado de nuestra planificación

en el ca m po espacial. Son las tres y media de la maña na. B uena suer te».

Fue un prog rama m enos m em orable q ue m uchos de los que se t rans

m itiero n lue go vía satélite, en tre ellos la acep tación po r Ch urchill de

la c iudadanía nor team er icana honoris

 causa.

El Telstar fue el prim er o d e un a g ran c antida d d e ese tipo de satéli

tes móviles, de costosa constru cción , q ue hacía n las veces de pree m i-

soras de ra dio en sustitución del cable, así com o de la transm isión de

televisión. AT&T ocu pa ba el lugar más im po rtan te en la r ivalidad po r

entonces familiar entre compañías y sistemas, pero a la administra

ción Kennedy, com prom etida con el prog ram a «hombre-en-la-Luna»,

no le preocupaba depender por comple to de AT&T; y mient ras la

U nió n Soviética creaba u n sistema planificado c on órb ita de veinticua

tro horas

  (Órbita),

  en Washington se exploraban otras opciones. El

marco de control se instaló en la primera Ley de Satélite de Comuni

caciones de 1962, qu e llevó a mo nta r un a nueva com pañía, la Com mu

nications Satellite C orp ora tion , la m itad de cuyas acciones pe rten ec ían

a AT&T y otros po rta do res de c om unic acio nes , y la otra m itad esta

ba abierta a la compra pública. No era un monopolio privado ni una

agencia pública, pe ro hab ía un m erc ado p ara sus acciones, qu e p ron

to se valorizaron.

Syncom I y II fuero n lanzad os en 1963, lo m ism o qu e Telstar II, y el

añ o siguiente Syncom III transm itió los Jue go s O límpicos de Tok io.

Los partid os de fútbol de la Copa de l M un do de 1966 atrajeron seis sa

télites de televisión trans atlántico s pa ra cub rirlos. Sin em ba rg o, la tele

visión era un cliente intermitente, no continuo: las «imágenes instan

táneas» que los espectadores ve ían dependían de las pr ior idades

periodísticas ... y financieras. Tam bién la pre nsa tuvo opo rtun ida de s sin

pre ced en tes; en efecto, en 1962 se p ud o lanzar u n nu evo diario norte

amer icano ,  USA Today, sim ultán eam ente en diecisiete ciudad es vía sa-

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A S A B R I G G S Y P E T E R B U R K E

télites internos de escaso poder. Se lo dividió en secciones plegadas

po r sepa rado : los m edios p od ían ocu parse de la «vida» y de los «nego

cios» y, en especial, de los «deportes», así co m o dis po ne r d e m an era

inte rm iten te de la sección d e noticias. En todos los países la pren sa se

volvía «a los medios» a m o d o de m ateria prim a, con inform ación acer

ca de program as regulares acom paña dos de chismo rreos y a veces de

cr ít icas. Era un nuevo m u n d o d e los medios.

Nunca en la historia de los satélites había sido posible ignorar las

posibil idades —ni los obstáculos— internac ionales, de m od o q ue en

agosto de 1964, cinco año s antes de qu e la FCC anun cia ra un a p olít ica

inte rior de «cielos abiertos», se estableció un a Inte rna tion al Telecom-

munications Satelli te Organization (Intelsat) bajo acuerdos intergu

bern am enta les, qu e se consolidó definitivamente en 1973. Inicialmen-

te,  el uso del teléfono era lo que determinaba la propiedad: en 1964,

Estados Unidos tenía el 61 po r ciento a través de Com saty Gran Bretaña

el 8,4 p o r

 ciento.

 La U nión Sovié tica no par t ic ipab a— era e l m om en to

culm inante d e la G uerra Fr ía—  y en 1968 hab ía cread o un cue rpo in

ternac iona l al ternat ivo, e l Interspu tnik, q ue , no ob stante, sólo atrajo

a siete países. Intelsat, en cambio, atrajo una gran cantidad de países,

m uch os de el los n o al ineados, y hacia 1975 contab a con n o m eno s de

ochen ta

 y

 nueve m iem bros, gra ndes y peq ueñ os y con diversas necesi

dades en telecomu nicaciones.

El prim ero de los satélites, el Intelsat I (1965), que sólo pesaba un os

cuare nta y cinco kilos, aprox im adam ente, fue encarg ado po r la NASA,

prod ucido p or Hu ghes Corpo ra t ion y baut izado como  Early Bird o Pá

ja ro m adruga dor. Tuvo el éxito suficiente com o para asegurar a H ugh es

más co ntratos pa ra la gen erac ión siguiente d e satélites Intelsat. Vinie

ron entonces los Intelsat III. Estaban localizados sobre el litoral atlán

tico, un o sobre el oc éan o Pacífico y otro sob re el índ ico . Cad a ge nera

ción de satélites ofrecía m ayor capacidad, fiabilidad y po de r a m en ore s

costes de servicio. Early

 Bird,

 tenía c apac idad sólo para circuitos de 240

voces o u n can al de televisión: los Intels at IV, el últi m o d e los cuales fue

lanzado e n mayo de 1975, era capaz d e pro po rcio na r circuitos de

 3 000

a

 9 000

 voces o do ce canales d e televisión.

Los éxitos técnicos no ga rantizaro n el sostén del Go bie rn o ni de la

FCC, de m od o q ue Comsat no pu do establecer su liderazgo en la trans

misión directa po r satélite ni lograr u na licencia pa ra un sistema int er no

de satélite, solicitada p o r pri m er a vez en 1965. Esta licencia fue ret en id a

du ran te s ie te años po r la FCC, que c onside ró al Com sat ú n ica m en te

com o por tado r de po rtado res. El pr im er satéli te nacional de bajo po

der qu e se lanzó en Estados Unidos en 1974 no fue propie dad de Com

sat, sino de la W estern Un ion . Un a ño a ntes, Ca nad á hab ía lanzado el

pr ime r sa té li te domést ico de l m un do , Anik (H erm an o) , nom bre inu i t

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D E

  G U T E N B E R G A I N T E R N E T

(esquimal), pero fue construido en Estados Unidos y util izado por la

RCA antes de q ue se pus iera en ó rbita el satélite de la W estern U nio n.

Era una época de revaluación al mismo tiempo que de planifica

ción del futuro. En un número especial de agosto de 1975,

 Intermedia

in formaba de problemas  y de entusiasmos, problem as d e índo le inter

na cio na l — no se utilizaba la pala bra «globales»— similares a los de «me

dio ambien te, energía, desarm e, fondos m arinos

 y

 océano s»: «Los análi

sis del significado de las comunicaciones por satélite proporcionan

tantas interp retac ione s [ .. .] com o teorías acerca del pap el, la función

y el efecto d e las com uni cac ion es sob re la socied ad y los individuos».

Era grande la cantidad de temas tratados. Por ejemplo, se observaba

qu e Argelia era el prim er país africano qu e utilizaba u n sistema de sa

télite con fines nacionales y qu e estab an m uy avanzadas las finalidades

del SITE (Satellite Instructional Televisión Experirnent) asiático de

em isiones educativas a difundir en seis regio nes distintas

 y

 en cuatro len

guas. La transmisión a través de un satélite de la NASA empezaría en

1975 y cubriría temas d e salud, higie ne  y agric ultura . El éxito d el SITE

fue real , pe ro l imitado, y con p oster ior idad ha o cup ad o u n lugar des

tacado e n todas las exposiciones de historia educacion al recien te.

En Estados Unidos, sólo después de la convergencia del satélite y

los intereses del cable, ya éste des regu lado po r e nte ro bajo la adminis

tración Reagan, comenzó el uso efectivo del satélite nacional. Mien

tras,

 el de sarr ollo d e la televisión p o r satélite en E uro pa , a pesa r de sus

al tos costes, avanzó de m od o ind ep en die nte e imp idió que u n proyec

to Coron et , con apoyo nortea m erica no, lanzara satéli tes de com unica

ción y operara desde una base en Luxemburgo. Iniciaba su proceso

un acu erdo franco germ ano de 1974 para la construcción de un siste

ma de satélites cooperativo y de finalidad múltiple, llamado Sinfonía,

que pro porc iona ra la t ransmisión de sonido

 y

 circuitos telefónicos en

tre Europa y regiones de África y luego de América Latina, proceso

q ue c ulm ina ría en 1988 co n los lanz am iento s fallidos de u n TV-Sat ale

m á n

 y

 u n TDF-1 francés. Diez año s antes se hab ía cre ado un a A gencia

Espacial Eu rop ea «para explorar el espacio y lanz ar y op er ar satélites»,

qu e lanzó su pr im er satélite en 1983.

En 1982 la Comunidad Europea había declarado que la proyec

ción d e la cultura eu ro pe a a través de la polít ica euro pe a d e televisión

—que poster iormente, como hemos visto , incorporar ía la digi tal iza-

ción— ofrecía la clave de la integrac ión eu rop ea :

El hec ho de co mp artir imágenes e información será el med io más

eficaz d e increm entar la com prensión mu tua e ntre los pueblos de Eu

ropa

 y

 les dará m ayor sentido de p ertenen cia a una u nidad social

 y

 cul

tural común.

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A S A

  B R I G G S Y P E T E R B U R K E

Por tanto, en el mismo año se creaba el primer sistema operativo

eu ro pe o d e televisión p o r cable vía satélite (SATV) y la E ur op ea n B ro-

adcast ing Un ion dab a com ienzo a un ambicioso y experim ental Servi

cio Europeo, Eurikon, más tarde rebautizado Europa, que empleaba

el satélite de prueba de la European Space Agency OTS (orbital test

satellite)-2. Los prim ero s prog ram as vespertinos incluían c harlas, un a

ho ra y m edia d e «alta cul tura» (sobre todo H ay dn ) , u n episod io del

culebrón inglés Coronation Street, e l p rogram a de  World

 in

 Action, y cin

cue nta m inutos de m úsica po p. Po r una vez, e l con tenid o parecía m e

rece r la mism a apro bac ión qu e la tecnología.

No era proba ble qu e todos los países de una C om un idad Eu rope a

expandida aceptaran de lleno el principio de integración a través de

la televisión euro pe a, a la qu e se dio nueva form ulación en u na direc

tiva, Televisión sin

 fronteras,

 qu e se ado ptó en 1989 y se aplicó en 19 91,

fundamental aunque el pr incipio parecía para paneuropeos. El mer

cado comercial , en cambio, parecía en 1989 haberse impuesto, aun

que ,

 pe se a la pa lab ra «conv ergencia», er an significativas las diferenc ias

entre lo que sucedía en radio y televisión y lo que ocurría en teleco

municaciones. En lo concerniente a éstas, abrió el camino el Gobier

no b r i tánico, qu e en 1980 hab ía designado su pr im er m inistro para la

Tecnología de la Información. Depositó su confianza en el sector de

los negocios , y en 1984, tras ve nd er sus acciones en Cable a nd W ireless,

privatizó British Telecom en la cree ncia d e q ue c on la privatización m e

jo ra ría la eficiencia (lo que pa ra algun os era un prin cip io), se moviliza

ría la inversión y se estim ularía la com petitivid ad. P ero e n 1988 fracasa

ron los plane s relacionad os c on el desa rrollo d irecto de la em isión vía

satélite a través de un consorcio que compartiera los riesgos, a pesar

de qu e en el conso rcio com pre nd ía socios pod eros os com o British Te

lecom , Brit ish Aerospace, GE C/M arco ni y la Banca Rothsc hild.

En 1990, un nuev o consorcio, la BSB (British Sateüite B road casting ),

formado por varias com pañía s d e televisión y Pea rson, los editores (con

un negocio de libros qu e en parte — Lon gm an— se rem onta ba a 1724),

tuvo éxito en el lanzam iento de u n satélite construido p or H ugh es Com

m unica tions. Sin em ba rgo , fueron tan altos los costes de ope ración  y de

suministro de programas, que ese mismo año se vio forzada a una fu

sión, BSkyB, co n su c om petid ora la Sky Televisión, prop ied ad de Mur-

doch, figura a la sazón tan poderosa en televisión como en la prensa.

M urd och hab ía utilizado el satélite Astra de Lux em bur go, del que se ha

bía dicho a la BBC, prim era p articipante en la apuesta —antes de q ue se

m onta ra el consorcio— q ue no ten dría el po de r suficiente.

Hacia 1993-1994, Murdoch, con amplios intereses en los medios

internacionales, había demostrado que la transmisión vía satélite co-

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D E  GUTENBERG A INTERNET

m ercial po día ser u na e m pres a renta ble capaz de pujar más alto que la

BBC,

  par t icularmente en deporte , y de desaf iar la en la presentación

de n oticias. Tres millones de hog ares británicos, un o d e cad a siete, se

susc ribieron en ton ce s a sus servicios,

 y

 más d el 30 po r cien to d e las ca

sas co n televisión d e d iecisiete países eu ro pe os veían televisión vía sa

télite, con la mayor prop orció n (92 po r ciento) en H oland a, que com o

Bélgica, Dinamarca, Suecia

 y

 Suiza, estaba ya muy pe ne tra da po r el ca

ble (la mitad de los hogares holandeses ya habían sido cableados en

1939 pa ra la rad io) .

La relación e ntr e la cantidad de us uarios de satélite y de cable re

quiere análisis y revisión. En Finlandia, p or e jemp lo, qu e se enorgu lle

cía de su ad op ción sin reservas de la nueva tec nología, la audiencia vía

satélite er a d e sólo el 1  po r ciento, p er o la de cable era del 40 po r cien

to .

 El Reino U nid o, don de el cable se había des arrol lado lenta m ente ,

tenía a principios d e los nove nta un a aud iencia vía satélite m uc ho m e

nor que Holanda, probablemente porque la BBC y la LTV ofrecían

gratuitamente un servicio en general más aceptable. La BBC se había

opu esto a la radio p or cable antes d e 1939 sobre la base de q ue , fuera

de control, «podría ser perjudicial al espíritu y las intenciones de la

Carta d e la BBC». A ho ra se op on ía vigorosa, pe ro in útilm en te, a la te

levisión po r cab le.

Las diferencias en los enfoques nacionales del satélite y el cable

eran tan significativas como las anteriores variaciones en los sistemas

de transmisión y las preferencias de la aud iencia qu e las mismas refle

ja ba n. Por tan to, tam bién so n interesante s las cifras generales en cada

país, en pa rticular c ua nd o se las estudia a lo largo del t iem po . La pro

po rci ón de h og are s británico s qu e se suscribían a los servicios vía saté

li te l legaba en 1993 a cerca del 6 po r cie nto d e los espe ctado res: tres

años más tarde superab a el 11 po r ciento. En Ja pó n, d on de se decía

qu e el satélite experim enta l lanzado en 1978, el Yuri, era el prim ero qu e

se «dedicaba» a las com unica cione s, NH K encabez aba en 1991 el nu e

vo desarrollo en programación por cable y emisiones directas al ho

gar, seguida más tarde, en el mism o añ o, por lajap ane se Satellite Broad-

casting, qu e em pez ó a op era r un canal de 24 hora s. En 1996 tenía m ás

de dos millones de suscriptores.

En 1997, Murdoch, por entonces ciudadano norteamericano, ven

dió su neg ocio no rtea m eric an o de satélites, ASkyB, qu e hab ía c read o

en e ne ro d e 1996, con la prom esa d e 200 canales norteam ericano s. El y

su com pañía News Corp orat ion hab ían abo rdad o esta cuest ión com o

un ele m en to capital en la estrategia global. En 1993 se hab ía asegura

do el control de Star TV en H on g Kong  y en diciemb re d e 1996 había

lanzado JSkyB en Ja pó n com o sociedad co njunta con la em presaja po-

nesa Soft Bank. Poco después se sumó Sony. Por tanto, cuando Mur-

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A S A B R I G G S Y P E T E R B U R K E

d o c h a b a n d o n ó

 ASkyB,

 u n ejecutivo de televisión de scribió el ne goc io

del satélite como «delicia del teórico y pesadilla del práctico». Pero

eso era cier to sólo en p ar te , incluso después de q ue M urdo ch vendie

ra su parte de control de Star TV. A mediad os de los años noventa ha

bía once millones de espectadores asiáticos unidos entre sí por Asia

Sat-2.

  Cuatro años antes, la BBC lanzaba la World Service Televisión,

que pronto afirmó contar con millones de espectadores en Asia, Aus-

tralasia, A m éric a y África.

CABLE

En las listas de nuevas tecnologías elaboradas en la década de los

sesenta, «otros enlaces de banda ancha», la CATV (Cable Televisión)

apa recía m uy po r debajo de los satélites. Al princ ipio, las estacion es

de televisión por cable, op era ran d on de ope rasen , eran locales y uni

direccionales y ofrecían a los espec tadores u na g am a de op ciones de

hasta doce programas. La promesa de mejor recepción impor taba

enton ces al m eno s tanto com o la mayor cantidad de opc iones. En m u

chos países la historia del cable se re m on tab a a la rad io po r cable, qu e

hab ía m ejorad o la recep ción sin ofrecer en ge nera l a los especta dores

un amplio espectro de programas pa ra que el igieran. En ese m om en to,

con el desa rrollo d e la tecno logía de l cable du ran te la década de los se

tenta, hubo entusiastas que creyeron que era el corazón de una revolu

ción en las telecom unicacion es.. .

 y

 en radio

 y

 televisión .

El pr im er verdad ero en tusiasmo respecto de la te levisión po r cable

se produ jo con el recon ocim iento de qu e podía ofrecer m ayor canti

dad d e canales (al pr incipio, po r lo general , doce que lueg o a um enta

ro n a 100 o más) q ue las ond as aéreas. Un o d e los entusiastas n ortea

m ericano s de ello fue R alph Lees Sm ith, qu ien a cu ñó el eslogan «W ired

Nation» («Nación cableada») y lo utilizó en un artículo m uy leído qu e

publicó

  The Nation

 en mayo de 1970. Sin em ba rgo , los prim eros pasos

fueron vacilantes y la predicción de Smith, menospreciada en ciertos

círculos com o dudo so pron óst ico m eteorológico. En la no muy larga

ca rrer a hu b o escépticos (los qu e habla ba n de «Cable Fable» («Fábula

del Cable»), cuyo error, o al m en os su er ro r parcial, qu ed ó dem ostra

do cu an do el cable se exp and ió d e las áreas rurales y ciudades p equ e

ñas a las gra nd es ur be s. En 1970 ha bía 2.639 sistemas po r cable en Es

tados Unidos, con 5,3 millones de suscriptores, 8,7 por ciento de las

casas norteam erica nas con televisión; en 1975 había 3 506 sistemas, c on

9,8 m illones de suscriptores, el 14,3 po r cie nto de los hogares ; y cinco

años m ás tarde, las cifras com parab les era n de 4.300,17,2 m illones

 y

 el

23 po r ciento, respect ivamente.

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D E  GUTENBERG A INTERNET

El desarrol lo del cable planteó im portantes problem as d e polít ica

a la FCC, que , s in nin gu na or ientación del Congreso, no se ocu pó de

afrontar dire ctam en te. En 1959, la FCC decidió qu e si el cable no era

emisora ni comunicación con un po rtad or co m ún, carecía de jur isdic

ción sob re él. Más tarde , tras la exp resió n d e tem ores e n círculos de la

re d en el sentid o de qu e el desarro llo del cable podí a dejar fuera del

ne go cio a la televisión «libre» de la re d o elim ina r de ella los acon teci

m ientos pop ulares, com o W orld Ser ies, en 1968 intervino directam en

te en el neg ocio d el cable y llegó a restrin gir la im po rtac ión de «seña

les distantes» a las estaciones de cable, esto es, señales que estaban

fuera del área de servicio que tenían asignada. Esa «liberación» re

sul tó im po pu lar e n un a var iedad de am bien tes, y en 1972, a m od o de

com prom iso n ad a có m od o y a consecuencia de las d iscusiones en t re

diferentes intereses, la FCC decidió qu e los sistemas po r cable po día n

importar al menos dos señales distantes. Sin embargo, todavía esta

r ían somet idas a regulac ión , com pre nd ido e l requ er im iento d e de jar

de lado ciertos cables para educación, «gobierno local» y «público

general».

Tras otros cua tro años —y un a cantidad de d em and as judiciales—

se levantaron muchas de estas restricciones, aunque no todas. Pero ni

siquiera esto bastó para el creciente número de creyentes en la desre

gulación . En 1977, tres jue ce s del Trib una l d e Ap elaciones d el D istrito

de C olum bia de clara ron la invalidez de todas las restricciones p rotec

toras sob re cable y qu e n o hab ía «distinción cons titucional en tre el ca

b le y los periódicos», así com o qu e en térm inos de la Pr im era Enm ien

da la televisión po r cable n o era em isión. Po r en ton ce s se e xpre saron

otro t ipo de tem ores: los de q ue, con el aum en to d e la con vergencia

de la electrónic a y los m edios impresos, la prens a qu ed ara t rabada po r

regulacio nes similares a las qu e la FCC aplicaba a la emisión d e rad io

 y

televisión. En esas circun stancias , con el Con gre so todav ía reacio a in

tervenir o incapaz de hacerlo, hubo abogados constitucionalistas que

instaron qu e n o se siguiera util izando la escasez del espe ctro co m o ar

gu m en to para regular la emisión de radio y televisión.

En la práct ica, más imp orta nte q ue ese argu m en to legal era el cre

cimien to de uso del cable nor team erica no . Entre los pr im eros años de

la décad a d e 1960 y los últimos d e la siguiente, la pene trac ión del ca

ble en los hogares a um en tó d el 2 al 20 po r ciento, con espectadores

que en ciertos lugares de Estados Unidos podían mirar veinte y des

pué s treinta canales. Más tarde, en áreas urba nas im po rtante s, esta ci

fra se elevó a cincuenta. La elección parecía auténticamente abierta

des de el pu nt o de vista local, cu an do el cable, si bien fragm entaba la

aud iencia masiva, pe rm itía q ue ciertos canales se util izaran p ara algo

más que el m ero en treten im iento . Había pues un sit io , com o en la e d k

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A S A

  B R I G G S Y P E T E R B U R K E

ción, para dar abrigo a canales de contenido, como los Canales de la

Historia o del Descubrimiento, ya que en adelante las audiencias loca

les limitadas po dr ía n sum arse un as a otras. N o todo s esos canales resul

tar on ex itosos o rentab les. Ni la m ayor posibilidad d e elección pro ve

yó la var iedad que h ub iera po did o propo rcionar . P ara Brian Winston,

que escribía en 1998, los canales norteamericanos por cable habían

«fracasado casi por completo en alterar los géneros y las formas esta

blecidos de transmisión de televisión de un modo significativo». Sin

embargo, en términos financieros, la televisión de pago se había insta

lado

 y

 constituía u n a lucrativa fuente de ingresos par a los prop ietario s

del cable. Incluso abrió las op ort un ida de s para la «telecom pra».

El pr im er ca mb io im po rtante en la or ientación d el cable y en los

beneficios en Estados U nidos se prod ujo en 1976, cu an do H om e Box

Office, u ni da a Tim e Inc., decidió atar su futuro al de Satcom I de RCA.

En consecuencia, obtuvo capacidad de distr ibución local comparable

a las de las tres grandes cadenas de televisión con sólo una fracción

del coste. Otras com pañ ías siguieron rápid am en te tras el l iderazgo d e

H B O ,

  a lgunas de las cuales se convir t ie ron pronto en operadoras

de mu lt iservicio especial izadas en «películas» y en d ep or te . L ueg o

vino un proceso bien conocido de concentración del negocio, en el

que ciertas estaciones se hicieron «superestaciones» por cable, entre

las cuales estab an WO R-TV (Nueva York) y W TBS (A tlanta). Fu e co

m ú n q ue la mism a pro pie da d ab arcara dist intos m edios . Así era n los

tratos con Hollywood, que ofrecían beneficios mayores que los que

jam ás po drí a ofrecer la mayo ría de los nichos de m edios . Sin e mb ar

go,

 algunos canales de prog ram as locales era n «tirados» y m uch os no

de pe nd ían d e la publ ic idad .

En las zonas más activas de las grandes ciudades, los suscriptores

del área del cable podían acceder a un amplio espectro de canales,

po r restr ingido q ue fuera su co nte nid o, y el apet i to creció. En co nse

cuencia, e l Na tional Cit izens 's Co m m itee for Broadcast ing, organiza

ción bendecida por el gurú de los consumidores Ralph Nader , sugi

rió q ue los ciu dad ano s pidi era n el do ble de cana les locales de los que

ofrecía una compañía de cable a su comunidad y extrajeran de el lo

u n elevado ingreso en co nc epto de licencias. D ebían bus car lo qu e es

tuviera disponible p ara f inanciar las mejores com pañía s de cable ya

existentes, y luego pe dir m ás. Las cargas par a los con sum idore s era n

variables, y al com ien zo la con struc ción de los sistemas d e cable solía

ser cara. Eso formaba par te de la economía. Se calculaba que en la

ciudad de D allas, po r ejemp lo, con 400.000 hogares, e l des peg ue cos

taría 100 millones de dólares. Las perspectivas financieras, sin em

barg o, era n lo suficientem ente atractivas com o pa ra que n o men os de

seis grupo s pujaran po r la l icencia, y cu an do el A yuntam iento se la

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D E  GUTENBERG A INTERNET

conced ió a W arner Am ex , un a em presa local , Samm ons Com muni

cat ions Inc. , p idió un refe rén du m .

En ese m om en to Dallas, ciudad cono cida en tod o el m u n d o gracias

a la televisión, tenía el do ble d e co m pañ ías de televisión de p ag o q ue

cualquier otra ciudad de Estados Unidos. Encabezaba la l ista. A me

diados de los años ochenta, cerca de la mitad de los hogares nortea

me ricanos tenían televisión po r cable. Algunas com pañías norte am e

r icanas de cable se habían convert ido por entonces en empresas de

cientos de millones de dólares y a escala nacional. Los diez mayores

op era do res d e sistema múltiple servían en ton ces a casi la m itad de los

suscriptores de cable del país. La cifra com parativa can adien se era del

60 po r cie nto.

Fu era de Estados U nido s, a m ediad os d e los años oc he nta la distribu

ción d e cable era desigual. En Italia, d on d e el cable se conceb ía simple

m en te com o un a versión de transmisión, hu bo un a com pañía, Tele Bie-

Ua,

 ya en

  1971.

 En Ho landa , los municipios eran propietarios de m ás de

la m itad d e los sistemas de cable. Francia n o a do ptó u n a ley general rela

tiva al cable ha sta el añ o 1982. En Ale m ania  y en Suecia, el prog reso fue

lento.

 Tam bién e n G ran B retaña fue le nto el desa rrollo del cable, inclu

so después que el Go bierno, en n om bre de la competencia y la ele cción,

con ced ió en 1983 on ce licencias de cable de pag o. Siete de ellas com en

zaron a operar en 1985 y trece seguían operativas diez años después,

aunque algunos a tiempo parcial. Algunos formaron consorcios transa

tlánticos con impo rtantes com pañías no rteame ricanas.

Tanto por razones de programación com o de empresa, era f recuen

te qu e, adem ás de la nacio nal , se diera un a dime nsión inter nac iona l

del desarrollo de l cable. La CNN d e Ted Tu rner, C able News Network,

con base en Atlanta, era del iberadamente de alcance global , y des

pué s de su fusión c on Tim e/ W ar ne r en 1985, de perspect iva interna

cional , e l nuevo co ng lom erad o alcanzó los 36.000 mil lones d e dóla

res de capital. T im e/ W ar ne r ya era a su vez pro du cto d e un a fusión en

1990. La ines per ada n ueva fusión con la CNN t en dría u n movim ien

to comercial anu al mayo r que la Walt Disney Com pany, cono cida en

todo e l m un do , que acabab a de com pra r Capita l Ci t ies /ABC, propie

taria de lo que era a la sazón la mayor cade na norte am erican a. T im e /

W arne r ya poseía el 18 po r ciento d e la CN N y se dice qu e T ur ne r in

ten tó m ás de un a vez co m pra r la CBS. Bajo la en señ a de la CNN en

1995,

  dirigía dos canales de noticias y dos de cine, uno de los cuales

era la Cartoon Network. También era propietar io del archivo cine

matográf ico d e MGM de Hollywood, que ya po día po ne rse ju n to al

archivo de W arner . Segú n la prens a, M urd och hab ía sido el pr incipal

pr ete nd ien te d e Turn er : en 1995 se un ió a la al ianza am erican a de la

«ba nda d e los cuatro» con G lobo d e Brasil , Televisa de M éxico y Tele-

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A S A

  B R I G G S Y P E T E R B U R K E

com m un icaü on Inc . de Estados Un idos . Pero es to no era convergen

cia tecnoló gica, sino de neg ocio s.

V l D E O D A T O S

Evidentemente, e l cable era un  gran negocio . Sin em bargo , com o

dijo Timothy Hollins en su bien inform ado estudio titulado

 BeyondBroad-

casting:

 into the C able Age

 (1984), antes de 1982 n o hab ía en G ran B reta

ña más gente que en Italia que «tuviera la menor idea de que "cable"

era algo más que otro no m bre del te legrama o un trozo de alam bre».

A med iados de los noventa, m uc ha g ente a ambos lados del Atlánt ico

creía que sería la «vanguardia de una revolución tecnológica, el sis

tem a nervioso de un a sociedad cen trada en la información». Richard

Hog gart , en su nuevo pape l de presidente d e un a Broadcast Research

Unit, escribió un prefacio al estudio de Hollins, en el que observaba

qu e la discusión pública sobre esos pro blem as en G ran Breta ña no ha

bía ido mucho más allá de las «especulaciones semiutópicas por un

lado,

 y las profecías catastróficas al estilo de Ca sand ra, p or o tro» . Po r

el con trario , en Estados U nido s, agreg aba Ho llins, hab ía «abu nda ncia

de superlativos», pe ro po co sentido d e la pro po rció n.

El co m en tario tenía aplicaciones más generales n o sólo en relación

con el cable pro pia m ente dicho, sino tamb ién con un am plio abanico

de lo qu e en g ene ral se describía com o «videodatos», co n la intro du c

ción del «teletexto» en lo que por entonces se llamaba «familia» de

«nuevos desarrollos desasociados del receptor de televisión». El tele

texto era un sistema de páginas de transmisión con inform ación (pa

labras y gráficos) en una pantalla de televisión, que util izaba líneas

sobrantes qu e hasta entonc es no se hab ían em plead o en la emisión re

gular. El videotex to, térm ino más gen eral, era el sum inistro, po r l íne a

telefónica o por cable, de información alm acena da informáticam ente

para que se exhibiera en una pantalla de televisión o una terminal de

videotexto especializada.

Da dos el acceso a los datos informatizados qu e el videotexto perm i

tía y la manera en que era suministrado por las agencias de servicios

de información, gran p arte de lo qu e se hab ía dicho de sus ventajas — y

sus problem as— ant ic ipaba lo qu e se d i r ía luego acerca de in te rne t

y la W orld W ide W eb. En 1979, un cola bora dor se pre gu nta ba en Inter

media:  ¿se convertirán los videodatos en «medio de comunicación de

masas, en un m edio individual, o, com o dicen los japo nes es, en u n m e

dio individual de masas?». Uno de sus eslóganes era «tienes ahora el

m un do de la información en la yema de los dedos», pe ro la tecnología

en la qu e se apoya ba era analóg ica, no digital, la tecn olo gía d e hoy, no

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D E G U T E N B E R G A I N T E R N E T

la de mañana. El interés en el videotexto se centraba en gran parte, a

juic io del autor, en su pro bab le «evolución de identid ad» . C ua nd o los

diferentes servicios electrónicos crec ieron , él y otros ob servad ores es

pe rab an qu e «llevaran poc o a po co al equilibrio».

Pe ro ese equilibrio n o hab ría de llegar. En ca m bio, hu b o otra r ac ha

de nuevas tecnologías, no todas las cuales despegaron en lo que ya a

comienzos de los setenta se llamó «sociedad basada en datos». Algu

nas se que da ro n sin com pleta r su desa rrollo, incluso en la fase del pro

totip o. U na en particular, la televisión de alta definición (H D TV ), q u e

ofrecía mejor color y claridad de imagen a través de 1.125 líneas (en

lugar d e 525 o 625) y un a pantal la más ancha, m ás parecida a la de u n

cine, se exhibió c on éxito en Estados U nido s

 y

 otros sitios, pe ro pa ra des

gracia de los japon eses, qu e trabajaron du ram en te y dur ante m uc ho

tiemp o para desarrollarla, por un a variedad de razones no p rospe ró.

El que la HDTV fuera capaz de ofrecer videoimágenes portadoras

de cinc o veces más inform ación qu e las conven cionales n o sirvió p ara

nad a. Hu bo h echo s más imperiosos. U n cam bio de sistema no sólo ha

bría implicado grandes inversiones, sino también una nueva distr ibu

ción de l espectro. Los pa tron es técnicos en distintos países eran dife

rentes; y lo más importante era que la tecnología que se ofrecía era

analógica, no digital . El climax se prod ujo en 1997, cu an do el Gobier

n o británic o, en sus plane s para la emisión digital, prefirió seguir ade

lante con el suministro de más canales a introducir televisión de alta

definición.

La digi tal ización ya se cons ideraba com o la pro ba ble base de mu

cha nueva tecnología dura nte los años ochenta, au nq ue e ra un proce

so acumulativo q ue se anu ncia ba todavía a finales d e la déc ada de 1990

en titulares como «Go Digital, Cable vs Satellite vs Terrestrial»

  (Home

Entertainment,

 dic iem bre de 1999). C ua nto AT&T se dividió en 1984, la

m ayor pa rte del servicio de teléfono todavía se pres taba co n un sistema

de red form ado po r torres de m icroond as y alambres de cobre, mien

tras qu e la televisión p o r cable utilizaba cables coaxiales y las emisoras

se limitaban al espe ctro d e la radio . Fue d ur an te los diez años siguien

tes cu an do lo que , n o sin exagerac ión, se dio en l lam ar revolución de

la fibra óptica, la elec trón ica

 y

 la com presió n de la señal digital em pe

zaron a transform ar la im agen . El últim o aspecto d e esta «revolución»

per m itió d ecup licar c on creces la capacida d d e la radio o de los siste

mas radiales. No obstante, al comienzo del siglo xxi seguían todavía

en us o millones de rec epto res analógicos de televisión y la mayoría d e

las em isoras de rad io del m u n d o n o era n digitales.

Antes de esta «revolución» había un sistema de telecomunicacio

nes f ragmentado, en q ue las te lecomun icaciones p or u n lad o y la ra

dio y la televisión p or otro tenía n culturas m uy diferentes, qu e cre ó la

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A S A B R I G G S Y P E T E R B U R K E

familia d e los video datos . Y en Eu ropa , sobre tod o, los Correo s, a ve

ces en c oo pera ción con em presas privadas, eran los pa dres ambiciosos

de la familia. En palabras del Correo Británico, la familia que estaban

criand o se exten día y estaba som etida al constante ex am en de la pren

sa. En 1979, el C orr eo B ritánico, qu e pr on to pe rde ría de su nego cio el

teléfono, pu so en oferta el prim er sistema de videodatos operativo de l

mundo, Prestel , t ras un per iodo experimental común a otros nuevos

desarrollos tecnológicos. Fue «el año del videotexto», en que los ob

servado res desc ribieron los nuevos servicios com o «una d e las prim e

ras manifestaciones d e la tan anun ciada convergencia de ord en ad or

 y

tecnologías de la com unicación». Se discut ieron en Lo ndre s en m arzo

de ese añ o en lo qu e se describió co m o «p rime r foro intern acio nal so

br e videodatos».

Prestel se hab ría l lam ado

 Viewdata

 de h ab er conseg uido C orreos el

copyright del nom br e, per o n o era el únic o sistema de videodatos qu e

estaba po r enton ces e n d esarrol lo . El IBA de Gran Bretaña ten ía O ra

cle, los franceses T eltel, Fin land ia Telset, CBS de E stados U nid os Tele-

text y Canadá Telidon. En todos estos casos, la marca de los sistemas

«no era brujería, sino utilidad social»;

 y

 Prestel «el pion ero» , que no in

corporó microprocesadores en sus terminales, no era el único que no

exp lotaba las nuevas tecnologías.

La crono logía p oste rior del d esarrollo de los videodatos n o es fácil

de distinguir , pu es hu bo desfases ent re las dem ostracio nes

 y las

 instala

ciones, y abismos en tre la retórica y el rendim iento. A me nu do se hicie

ron y se difund ieron anu ncio s ambiciosos cu an do se estaba todavía en

etapas m uy precoc es de u n plan . Los aparatos e ran caros y los mo do s

de calcular su coste, comp licados y discutibles. En F rancia h ab ría sub

venciones, pero en Gran Bretaña no. En Estados Unidos fue dif íci l

desp ertar el interés popular. U n ex pe rim en to local, co m o el del

 L os An

geles

 Mirror,

  qu e com enz ó e n C alifornia en 1984, se detuv o tras varios

años de pérdidas .

H abía dos tipos de sistema de videodatos: el de base telefónica, co m o

Prestel y Te lidon , o el de base televisiva, com o el Ceefax de la BBC o el

O racle d e IBA; y estaban tam bién los comités consultivos de ITU qu e

elegían videotextos co m o no m br e ge néric o para ellos. El pri m er siste

ma, que reivindicaba su simplicidad, dependía, para los datos que

ofrecía, de proveedores de información que adquirían «páginas»: no

hab ía edi tor central ni coo rdina dor de con tenid o. Po r tanto, e l papel

del C orreo se asemejaba al de u n po rtad or com ún, y en ese y otros as

pectos había anticipaciones de internet tanto en el lenguaje util izado

com o en los proced imien tos.

«El pr im er pro blem a que p lan tea e l m éto do de Pres te l al p rovee

do r d e información — observa un o de los gerentes— es cóm o or ientar

337

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D E

  GUTENBERG A INTERNET

al usua r io a la inform ación lo más ráp ido posible». Lo m ism o p od ía

haber dicho el gerente de una compañía de software de internet. Sin

em barg o, al mism o t iemp o, los prove edore s de inform ación , cor teja

dos por el Correo, trazaban viejos paralelismos. Prestel, que era en po

tencia «un med io de masas», estaba m uc ho m ás cerca de la im pre nta

y la edic ión , se argu m en tab a, q u e la rad io y la televisión. Ésta fue un a

de las razon es qu e se adu jeron pa ra explicar q ue a veces los intere

ses de los periódicos, el  Financial  Times y  The Economist  entre ellos,

adoptaran la act i tud defensiva de convert i rse en proveedores de in

formación . Algunos se opusieron . En par t icu lar , la p rensa a lema

na mantuvo una enconada host i l idad al s istema que introdujo el Co

rreo alemán en 1984.

Un proveedor de información br i tánico temprano, uno de 160,

qu e n o estab a a la defensiva y qu e veía nuevas oportu nida des de neg o

cio en la aventu ra, señaló enfáticam ente dos punt os . En prim er lugar,

no había «tiranía de la hora punta en el t iempo de transmisión», ni

para el prove edor d e información ni para el usuar io . En seg undo lu

gar, el usuario tenía qu e ser activo. A m eno s qu e tom ara decisiones y

apreta ra botones en un a página de control , la misma página per m an e

cería en la pantalla para siem pre. Sin em barg o, la cantidad de páginas

de datos era e strictam ente limitada, y requ ería al proveed or d e infor

mación la iniciativa de introducir «gráficos simples» además de texto.

En Canadá, Telidon, desarrollada por especialistas agregados al Cen

tro de Invest igación del D epa rtam ento de Com unicaciones Canadien

se,  estimuló la iniciativa pública al asignar gran importancia al ofreci

m ien to de informa ción visual ade m ás de verbal.

O tro t ipo de aparatos de videocom unicaciones, sin nin gu na de ud a

para con los respect ivos correos ni gobiernos, han sido el videoca-

sete (o sim plem ente vídeo) (VCR)

 y

 el videodisco. Las tecnologías er an

diferentes —la del segundo estuvo muy pronto basada en el láser—,

pero su uso planteó problemas de copyright y de pirater ía que, aun

que en u n contex to social y econó m ico c om pletam ente dist into , ya se

ha bía n ventilado e n el siglo xvin. Am bos apa ratos pe rm itían a los indi

viduos grabar programas de televisión que podían ver en la pantalla

de su televisor con p oster iorida d a su em isión. Sin em ba rgo , en la prác

tica, su uso principal fue el de pasar películas comerciales pregraba-

das, com prad as o alquiladas, fuente de beneficio pa ra los intereses del

cine, sobre tod o de H ollywood. Lue go se desarrolló el vídeo de pro du c

ción casera, que finalmente se abrió paso como forma de entreteni

m ien to en la red y los canales po r cable. Las estadísticas er an pasm o

sas.

  Hacia 1985 había en Estados Unidos más tiendas de vídeo que

cines.

 Entre

 1980 y

 1995,

 la cantidad d e vídeos au m en tó en Estados Uni

dos de 1,8 m illones a 86 millones, la más im pre sio nan te de las estadís-

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A SA

  B R I G G S Y P E T E R B U R K E

t icas de los m edios . En 1990, el seten ta po r ciento d e los hog ares nor

teame ricanos tenía n un o. Fuera de Estados Un idos, la de m an da d e los

británicos se había elevado mas rápidamente que la de Estados Uni

dos;

 y

 fuera d e Eu rop a, en 1985 el 85 po r cien to de los hog ares de Ara

bia Saud í tenía u n VCR.

Los vídeos dom ésticos se em pe za ron a ven der e n 1972, tras años de

experimento con cintas y con discos, cuando compañías norteameri

canas, holandesas, suecas y japo nes as se emb arcaro n en u na carrera

po r la captación d e nuevos mercad os de c ons um o. En 1969 Sony intro

dujo un a cinta ma gnética en  sus vídeos, mien tras qu e RCA, plenam en

te familiarizada con el uso de la cinta, mantuvo los discos hasta 1984.

En 1978 Philips de H olan da hizo un a dem ostración d e la tecnología

del vídeo c on láser. En Estados U nid os , el pr im er disco láser salió a la

ven ta a t iem po pa ra la Navidad d e 1980.

Los efectos sociales de la difusión de l víde o h a n sido ob jeto d e m e

nos atención q ue la tecnología — hu bo u na batalla de m odelos— y la

economía, que implicó grandes inversiones en investigación. Puesto

que en muchos países las cintas podían alquilarse o comprarse, las

t iendas de vídeo se convir t ieron en u n rasgo más pro m ine nte  y ub icuo

en el paisaje urbano que las l ibrerías. También muchos nuevos agen

tes se hallaba n en el neg ocio del alquiler. Los grup os étnicos, algunos

de ellos muy lejos de su lugar de n acim ient o, ten ían ya accesos separa

dos al vídeo e n su pr op ia len gua . La familia re un ida ju n to a la televi

sión da nueva vida al hogar. En From Televisión to Home

 Computer,

  edita

do en 1979, A drián H o pe preveía u n día en que «el ho ga r de nue vo

rico d el futuro [ .. .] se jactaría» d e ten er u n vídeo y u n videodisco.

Agregaba que esa gen te lo bastante afor tunada com o para poseer u no

y otr o de be rían aferrarse a ellos incluso tras qu ed ar obso letos, pue s se

convertirán en «valiosas antigüedades en vida de sus propietarios,

com o ocurr ió con el fonógrafo original de Edison».

Hollywood, que en un principio se resistía al vídeo como lo había

he ch o a la televisión, obtuvo gran des gananc ias gracias a las ventas d e

vídeos. Lo m ismo s ucedió c on las industrias musicales de a ud io y de

 ví

deo cua ndo se pu do o í r

 y

 grab ar mú sica. El registro de larg a d ura ció n

resul tó tan obsoleto como la máquina de escr ibir . Las videocámaras

tam bién pasa ron a ser pa rte d el equ ipo familiar. El má s exitoso de los

con ocido s com o «derivados del vídeo» fue la video cám ara d e Sony de

1984, «versión televisiva de la Polaro id». Y aú n estaba p o r llegar el d ía

de la cá m ara d igital.

H ub o un invento factible que n o despeg ó, el videófono, m uc ho más

llamativo que un teléfono exclusivamente de voz, au nq ue AT&T com en

zó a com ercializar un P ictu rep ho ne analógico en los año s sesenta, con

la proyección de has ta el u n o po r ciento de los teléfonos dom ésticos ha-

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D E  GUTENBERG A INTERNET

cia la déc ada d e 1980. Pe ro bastante antes d e

 eso,

 en

 1973,

 decidió aban

donar la fabr icación de ese aparato. Sin embargo, la idea no perdió

atractivo y se la re to m ó e n los años nov enta, cu an do , según u n a inves

tigación europea realizada durante dieciocho meses de 1992-1993,

qu e cubrió Gran B retaña, Francia, Alemania, Ho land a y N orueg a, las

l lamadas po r videófono, fastuosamente anunciad as, eran más prolon

gadas qu e las l lamadas por te léfono y a m en ud o req ue rían u na ba nd a

diez veces más anc ha.

Los videófonos e ran m uc ho m ás caros qu e los teléfonos móviles ce

lulares y de calidad poco fiable, pero era indudable que tenían un

mercado l imitado, como lo tenía también la videoconferencia. En

en ero d e 1994, ImagiN ation, un a em presa conjunta de AT&T

 y

 Sierra

On-Line, registró 40.000 suscripciones familiares que pagaban men-

sualmente por encima de 400.000 libras esterlinas. Se predijeron las

«cabinas telefonoscópicas», au nq ue era evidente qu e, para abrirse ca

m in o en las calles, co m o harí an más tard e los bares  y cafés de inte rne t,

necesi tar ían otro nombre.

D ado el gran futuro del teléfono móvil, qu e hab ría de asimilar usos

no ant icipados en un pr imer momento, mirando hacia atrás se com

prueba que los expertos en comunicaciones que se centraron en la

movilidad fueron los más clarividentes. Citizens' Ba nd Ra dio, u n o de

los desarrollos q ue llam aron la aten ción , pasó del folclore a la historia

po r ofrecer u n e nlace especial ent re la historia del tra nsp orte y la his

toria de los me dio s. Tras la hu ella d e la crisis del pe tró le o d e 1973, se

introdujo en Estados Unidos la velocidad máxima de 88 kilómetros

(55 millas) po r ho ra , lo qu e llevó a los ca m ion ero s del O este a instalar

un sistema no profesional d e radio con recep tor y emisor para propo r

ciona r advertencias. Nacía así u n n uev o m edio , que m ás tarde utiliza

rían los navegantes y los cazadores norteamericanos —en ellos con

ce ntr aro n la aten ción los aficionados a la Citizens' Ban d— ade m ás d e

los cam ione ros. Ilegal en la mayo ría de los países, incluid a G ran Breta

ña , la pro pie da d d e Citizen's Ba nd era más u n ind icad or social y cultu

ral,

  como la propiedad del automóvil, que un mero presagio de cómo

serían las cosas en el futu ro.

El pri m er sistema d e teléfono móvil obtuvo su licencia en Estados

Unidos en  1983, y a pesar d e la m ala acogida q ue tuvo, en 1989 hab ía

en este país un m illón de usua rios de teléfonos celulares. El gran boom

del teléfono móvil fue posterior. A pes ar de la frecuen te ma la recep

ción y de la falta d e intim idad (había usuarios a los que esto n o les im

portaba o que incluso hacían abierta ostentación de sus llamadas) las

cif ras siguieron aumentando en Europa

 y

 en Asia tanto com o e n Esta

dos Un idos . Así, en 1996 ha bía e n G ran B retaña m ás de seis millones

de us uarios de teléfonos m óviles

 y,

 cuatro a ños más tard e, entre abr i l y

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AS A

 BRICGS y PETE R BUREE

ju ni o d e 2000, se ven diero n n o m eno s de t res mil lones y m edio d e te

léfonos, «uno cada dos segundos». Fue un fen óm eno de distribución

qu e inspiró un t i tular de po rtad a de

  The

 Times qu e de cía: «M edio país,

loco p o r el móvil».

Pe ro un comen ta r i s t a de

  Times

 pref i r ió de scr ib i r lo que suced ía

com o «am or al móvil». En ese m om en to, G ran Bretaña iba po r delan

te de Estados U nidos , do nd e siemp re había habid o más teléfonos en

los hog ares, y en Eu rop a, Finland ia e I talia aventajaban a Gra n Breta

ña . En Jap ón , do nd e después de 1996 se produjo un gran increm ento

en la difusión de teléfonos móviles, el grupo principal de comprado

res se hallaba en tre los veinte y los veinticuatro año s d e ed ad y util iza

ba los aparatos sobre todo para mante nerse en contacto con un pequ e

ñ o gru po d e amigos, qu e en jap on és se describía com o «compinches

celulares». El m erca do, qu e se exp and ió con la colaboración de un a

pub licidad masiva, se construyó so bre la base de u n solo servicio — co

m un icac ión po r la voz—, per o ha cia 2000 se sostuvo qu e esto cam bia

r ía muy pronto. El protocolo de las apl icaciones de la radio (WAP)

ha ría d e los datos m óviles

 y

 los m ul t imedia un a imp or tan te fuente de

ingresos p ar a las com pañ ías. Ya hab ía nuevos servicios, com o breves

servicios de mensajes q ue se ju zg ar on «transicionales», té rm in o anti

gu o en la historia de la tecnología d e la radio . Pr on to fueron otra cosa.

En lo que se t rató como «moda», término igualmente ant iguo en la

histor ia d e la tecnología, los adolesce ntes «se eng an cha ron » al envío

de mensajes d e texto. Sólo en G ran Bretaña, en m arzo d e 2000 se trans

m i t ie ron a l red edo r de 400 mensajes . En ma rzo de

 2001,

 e l Sunday Ti

mes descr ibía (con fotograf ías) a u n a adoles cente q ue enviaba más d e

mil mensajes de texto po r mes. Esos mensajes, que n o pod ían ten er

m ás de 160 caracteres, co m pr en día n u n a var iedad de «caras sonrien

tes» y símbolos. La gramática y la ortografía no tienen nada que ver

con esto.

A pr incipios de 2000 había cuatro gran des com pañías de teléfonos

móviles en Gran Bretaña : Vodafone, BT Cellnet, O n e 2 0 n e y O rang e,

la últim a de las cuales registró 1,2 m illones d e clientes e n el breve lap

so d e abril aj un io de 2 000, nue va pa rte significativa del total de 7,2 mi

llones de su cartera total de clientes. Una recién llegada a este campo,

Ir idiu m , red telefónica po r satél ite , qu e había afrontad o gigantescos

costes de instalación, realizó un a salida espectacular en m arzo d e 2000.

Las com pras de em presas y las fusiones transoceánicas, co n participa

ción de Ja pó n y de E stados Unidos, fueron muy publici tadas. Cu and o

Vodafone, a la qu e e n  The T imes de en ero de 2001 se describía com o «el

hambriento gigante del móvil» , adquir ió Air Touch de Estados Uni

dos y (en me dio de una to rm enta po l ít ica) e l g ru po M annesm ann de

Alem ania, cuadruplicó su volum en d e negocios. Pe ro los acuerd os con-

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D E GUTENBERG A INTERNET

t inuaron. El mercado global todavía no estaba saturado y había mu

chos intereses nacionales e intern acio nale s implicado s.

Las finanzas acapararon gran parte de los t i tulares, pero algunos

d e éstos (y em isoras de rad io

 y

 televisión) p lan tea ba n los posibles efec

tos colaterales de la nueva tecnología. ¿Era saludable la proximidad

de las on das de radio al oído? ¿D ebían los niño s usar teléfonos m óvi

les? ¿Debían las com pañ ías de teléfonos móviles p od er levantar torre s

de transm isión sin perm iso? ¿H abía qu e con trolar a los usuarios de te

léfonos m óviles en los vago nes de ferro carri l c om o en los aviones? En

todos los países, los no usuarios se queja ban. La colu m na de cartas d e

lectores de los periódico s, ju n to co n las l lamadas d e oyentes y especta

dores a la radio y la televisión, casi siempre en respuesta a las eternas

preg unta s d e los locutores y prese ntado res — «¿qué piensa usted?» o

«¿cómo íe cae?»—, daban ocasión a las quejas. El hecho de que los

«expertos» difir ieran animaba a los interrogadores  y, tal vez co n m e

nos frecuencia, tam bién a los inte rrog ado s.

Pero había tan to margen para la queja como para la pred icc ión .

C ua nd o, en ju l io de 2000, O ran ge a nu nc ió los recor tes de prec ios

— mien tras se conc re taba la com pra de la em presa po r France Tele

com—, el propósi to de esa medida, ta l como declaró su director co

m ercial britán ico, era que los con sum idor es dejaran de usar sus teléfo

no s fijos tradic iona les. Eso, pro seg uía el ejecutivo, «pod ía ser el fin de

la l ínea telefónica fija». Pa ralelam ente , se hab laba d e la de saparición

del teléfono del escritorio de la oficina: se pro du ciría u n cam bio «del

espacio del escritorio al ciberespacio». En el m u n d o d e los m edios, en

1999 la BBC empezaba a usar teléfonos móviles para la recogida de

noticias; ya se los utilizaba en tod o el m u n d o en las entrevistas de pre n

sa y de radio y televisión. La rad io estab a volviendo p o r sus fueros, co m o

lo de m os tra ba e l us o de la inicial «W» en WAP. U n a

 vez

 más, m uch o se

hizo con los jue go s. En el periód ico d e distr ibución gratuita de L on

dres  Metro,  O wain Bennalleck informaba en jul io de 2000 que WAP

pod ía ofrecer interacción de m ucho s juga do res, cr ía de peces y guerra

con enfrentamiento de tanques.

En u n folleto d e publicidad llam ado «La Biblia de los co m pra do res

de móvil», se ofrecía un amplio espectro de servicios además del co

rre o de voz y el corr eo e lectrón ico. La «Biblia» fue pr od uc ido po r Vir

gin Company, de R ichard Bra nson — el tono religioso es manifiesto—,

qu e estuvo implicada en todas las formas de t ran spo rte, incluso, en el

caso de Bran son, los globos. La «Biblia» tam bién tenía im ágene s. Ha

bía imág enes d e teléfonos d e to do tipo y de to dos los precios, incluso

m ode los d e lujo, «conscientes d e la m oda », «para él y pa ra ella». Ésta

er a la «llamada d el Futu ro» . Los móviles del futuro

  3-G,

 tercera gene

ración)

 

se pro m etía , l levarán inc orp ora da u n a ran ur a par a las tarjetas

3 4 2

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A S A B R I G G S Y P E T E R B U R K E

de crédito. Habrá teléfonos de información y teléfonos de entreteni

m ien to, y, no obsta nte su de cep cio na nte registro previo de fracaso fi

nanciero, videófonos. El director del grupo de redes personales de

Motorola, cuando hablaba de un futuro en el que los teléfonos móvi

les pu die ran unirs e a inte rne t , nu nc a usaba las palabras «transición»

ni « mo da», sino «em ergencia». Esta f irma ya está com ercializando un

teléfono con activación de voz, qu e pod ría m ani pu lar tan bie n el espa

c io como e l t iempo. «Dondequiera que te encuentres en e l mundo,

basta con que digas el no m bre y m arcará automáticam ente el n úm ero .

M otorola, lo mism o que Vodafone, conte m pló un futuro e n qu e los

usuarios de internet , cuyo nú m ero había aume ntado considerablemen

te ,

 se con ectaría n a int ern et — tem a de la sección siguiente de este ca

pí tulo— p or te léfono y no p or un ord en ad or ni un rec epto r de televi

sión. Y la cant idad de usuar ios de in tern et s iguió aum en tan do . En

en ero de 2000, más del 20 po r ciento de la población del Reino U nid o

tenía acceso a internet . Pero Noruega tenía más del 40 por ciento y

Finland ia casi el 50 po r cien to. En Ja pó n, el 12 po r cien to de los hoga

res estaban conectados a intern et , un a «co mu nidad electrónica», que

superaba, se decía —no por primera ni por última vez—, las «limita

ciones de espacio y de t iempo».

INTERNET

Todavía en 1991, un libro escrito po r f iguras im po rtan tes d e la in

formática ti tulado Technology 2001: TheFutureofComputingand  Commu

nications,

 ed itado p or el MIT, n o hacía referencia alg una a int ern et. Ni

figuraban en el índice expre siones tales co m o «W orld W ide Web» o «ci-

berespacio». Sin em barg o, ese mism o año David Ge lernter edi taba un

libro pa ra tecnólogos,  Mirror

 W orlds,

  extenso trabajo de investigación

en el qu e, sin utilizar la palab ra, pre de cía la red; y a finales de los noven

ta, E. M. N oam , po r en ton ces d irecto r del Institute for Tele-Informa-

tion d e la Universidad de Colum bia, podía aventurar este juicio : «cuan

do se escriba la historia de los medios del siglo xx, se considerará a

inte rne t com o su mayor contr ibución» .

La ir rupc ión se produ jo en tre sept iembre de  1993 y m arzo d e 1994

cuando una red que hasta entonces se había dedicado a la investiga

ción académica se convirtió en red de redes abierta a todo el mundo.

En ese m ismo pe riod o, el acceso público al software de b úsq ued a (Mo-

saic),  que la sección de negocios del

  New

 York Times  de diciembre de

1993 describía co m o «la pri m era ve nta na al ciberespacio», hizo posi

ble atra er a usuar ios , a los qu e en ton ces se l lamab a ada ptad ore s, y a

prov eedo res, pio ne ros del software.

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D E G U T E N B E R G A I N T E R N E T

En u n p er io do d e aceleración d e la tecnología de las comunicacio

nes,

  internet desafiaba la predicción y traía muchas sorpresas. «Más

bien fe nó m en o qu e hec ho », se dijo. Y tam bién se dijo que e ra «la fron

tera del oeste salvaje» de las comunicaciones. Dejando rápidamente

atrás la física, desplegó su psicología característica, como lo había he

ch o la frontera, y lo qu e dio en llamarse su «ecología», nuev o térm ino

de los estudios sobre comunicaciones. Más significativo es que hacia

1977 se lo em pezara a considerar u n paradigm a. Sin emb argo , sus orí

gen es se halla n en la física y la política de defensa. Fu ncio nó po r prim e

ra vez en 1968/9, con el indispensable sostén financiero del Gobier

n o a través de ARPA, la A dm inistració n de Investigación de Proyectos

Avanzados del Departamento de Defensa de Estados Unidos, que se

había fundado en 1957 com o par te de la respuesta gu bern am enta l a l

Sputnik.

\ Al com ienzo , se trataba de un a red limitada (ARPANET) q ue com

partía información entre universidades «de alta tecnología»  (hi-tech,

otra expre sión nueva) y otras instituciones de investigación, y da da la

natura leza de esa inform ación era esencial qu e la red p ud iera sobrevi

vir a la elimin ación o destru cció n d e cualqu iera de

 los

 ordenadores que

form aba n pa rte d e ella e incluso a la destru cción nu clea r de todas las

«infraestructuras» (otra pala bra nueva) de las com unica cion es. Ése era

el p u n to de vista del Pen tág on o. El de las universidades era q ue la Red

ofreciera «libre acceso» a los usu arios ac adém icos e investigado res, y

qu e los com unican tes fueran precisam ente el los.

Cualquiera fuera el pu nt o de p artida, desde arriba o desd e abajo, lo

decisivo, tan to de m o do inm edia to co m o a largo plazo, era qu e la «ar

qu itectu ra del sistema» (expresión u sada con frecuencia) se distinguie

ra de la de la red telefónica. Hab ía en ello un orgullo m utu o. Cualqu ier

ord en ad or pod ía acceder a la Red e n cualquier si tio e intercam biar la

información «troceada» en «paquetes». El sistema de envío fragmen

taba la info rm ació n en piezas codificadas: el sistema de re ce pci ón vol

vía a reunirías después de su viaje al destinatario. Fue el primer siste

m a de datos en paq uete s de la historia.

La idea de fragm entar los mensajes en «p aquetes de información »,

«bloques de mensaje», habí a estado en la m en te d e los investigadores

informáticos desde mediados de los años sesenta, entre ellos Donald

W att Davies del Nationa l Physical Labo ratory británic o, qu ien utilizó la

expre sión «centralita de paque tes». Tam bién valoró qu e, con el fin de

con ectar a la red ord en ad ore s de diferentes «faces» y con d iferentes len

guajes informáticos, sería necesario el uso de microordenadores para

que actuaran como «interfaces», que en Estados Unidos se conocían

como IMP, procesadores de mensaje de interfaz. El primero llegó al

cam pus de Los Angeles de la Universidad de California e n en ero de

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A S A

  B R I G G S Y P E T E R B U R K E

1969, y jen el térm ino de d os años ARPANET estuvo en ple no funcio

namiento. En 1975, rebautizada como DARPA, tenía 2.000 usuarios. '

Los mensajes de co rreo electrónico era n la m ater ia pr im a de su m od o

de comunicac ión

 y

 n o todos tení an q ue ver co n cuestiones de defensa.

Entonces entra en escena la National Science Foundation (NSF).

En un informe de 1974 emplea lo que pronto se convert i r ía en len

guaje familiar, pues habla de crear un «ámbito de frontera que ofrez

ca com unicac ión avanzada , co laborac ión y par t ic ipac ión c om ún en

los recursos entre investigadores geográficamente separados o aisla

dos».

  Tenía en mente un espectro más amplio de invest igadores que

los qu e usab an ARPANET. En 1979 se cre ó otr o gr u po sin fines de lu

cro, Co m pu ter Science Resea rch Network (CSNE T), con asistencia fi

nanc iera de la

 NSF; y

 hacia

 1983,

 con cinco centros informáticos co m o

nú cle o, la re d fue financieramente estab le. En 1985, DARPA se vincu

ló a ella.

Para q ue la Red incre m enta ra su escala , s iempre p roba ble e n Esta

dos Unidos, tenía que adquir ir un a nueva infraestructura comercial

prop ia. El prim er pro veed or d e servicio com ercial

 online,

 Com puServe,

em pezó a ope rar en 1979, en un pr im er mo m en to com o servidor de lo

qu e se l lamaba «un club pr ivado», en pa r te propie dad de Tim e/W ar

ner. Lu eg o apa reció un rival form idable, Am erican O n-Line, con ecta

do con grup os alem anes y f ranceses. Y hu bo incluso u n tercero, Pro-

digy. Los tres, grandes rivales, tenían sin embargo en 1993 una base

com bina da de suscriptores que e n dos años se duplicó a 3,5 millones.

D ada su fuerza, es posible trazar, al m en os d e m an er a retrospectiva, lo

qu e parec e u n proce so lógico en la comp leja historia de inter net, co m o

lo fue en la may oría de las ramas d e la historia de las com unica cion es,

con la nueva fase qu e se ab re en el m om en to e n q ue la Red atrae a in

tereses del m un do de los negocios

 y

 sus usos se ex tien de n.

A finales de la déc ad a d e 1970, el especialista del M IT Ithiel de Sola

Pool causó cierta sorpresa al menc iona r el papel d e ARPA o de CSNET

en la discusión interna cion al e n u n escrito en el qu e decía qu e las uni

versidades y otras instituciones implicadas en la primera fase propo

nía n «establecer redes qu e cub ran E stados U nidos y E uro pa toda vez

que e l vo lum en d e negocio sea ade cua do para pagar e l equipam ien

to

 y los

 servicios»;

 y

 aun qu e, en su opinión, «ninguna com pañía comer

cial en co ntra r ía just i f icado ex ten de r su red par a cu brir los países de

sarrollad os del m un do », el coste del sistema sería bajo, pe nsa ba, si se

instalaba de acu erdo c on u n «plan sistemático mundial», mientras qu e

su autofin anc iación resultaría fácil un a vez qu e alcanza ra «un a escala

gen era l de cob ertura» (se destaca la pala bra «escala») El NSF no quer ía

ni pod ía embarcarse en u na tarea empresar ial , de m od o qu e tras com

plejas discu sion es, en 1995 pu so fin a su financiación.

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D E

  G U T E N B E R G A I N T E R N E T

Po r enton ces , la ecología de u n a World W ide W eb (www) se hab ía

transformado, n o a partir de un a base norteam ericana, sino del CERN,

u n institu to eu ro pe o d e investigación de física de las partícu las, escon

dido en Suiza entre montañas, donde un inglés, Tim Berners-Lee,

ideó e n 1989 lo que él m ismo bautizó com o « telaraña global». «Supón

gase que pudiera programar mi ordenador para crear un espacio en

el qu e cualqu ier cosa pu die ra cone ctarse co n cualqu ier cosa», especu

ló .

 «Supóngase que toda la información alma cenad a en los ord ena do

res de cu alquier sit io estuviera cone ctada ». Esto era estim ulante, pe ro

no era lo que ten ían en la cabeza ARPA, CSNET o NSFNET. Ni tam po

co,

  por cierto, los fabricantes de ordenadores aislados, personales o

de otro tipo. Berners-Lee no sabía entonces que Vannevar Bush, del

MIT, que había estado estrechamente implicado en la histor ia tem

prana del ordenador y había encabezado la US Off ice of Scient if ic

Research Dev elopm ent du ran te la I I G ue rra Mu ndial , hab ía ref lexio

nado en esa misma l ínea en un ar t ículo publicado en 1945 en  Atlan

tic Monthly,

 cua nd o proyectaba un a máq uina fo tomecánica l lamada

«el Mem ex».

Para Berners-Lee, «tejer» la Red (Web) —verbo y sustantivo de

Thomas Hardy— no era ante todo una tarea de al ta seguridad ni de

producción de benef ic ios , s ino un medio de ampl iar las opor tuni

dad es. Trató de m an te ne r a la Red sin propieta r io , abier ta y gratuita.

S in emba rgo , com o los em presar ios nor team er icano s q ue desarro lla

ron internet con fines lucrativos, se vio impulsado por una ferviente

creencia en su uso global potencial: podía y debía ser «World Wide»

(m un dia l) . Su desa rrol lo de los hiperv ínculos — palabras o símbolos

destacados en los documentos— simplemente p inchándolos con e l

rató n, fue la clave de tod o el pro gre so futu ro. La revista  Time,  que lo

ensalzó co m o pa dr e ún ico de la Re d, calif icó su logr o de «casi guten -

berguiano ». Ha bía cogido un « poderoso s is tema de com unicac iones

qu e sólo un a él ite podía usar y los hab ía convert ido e n un m ed io de

masas».

No todos deseaban esa transformación. Para algunos usuarios pio

neros de ARPANET o CSNET, la forma adjetiva «de masas» llevaba

consigo las mismas con nota cion es q ue c ua nd o se lo un ió a la radio y

la televisión. Cuantos más numerosos fueran los usuarios de inter

net, más desierta sería la t ierra que se tuviera delante. Esas crít icas,

sin embargo, eran minori tar ias, pues había muchos más signos de

euforia qu e de alarm a. La ma yoría de los prov eedo res pion ero s de soft

ware consideraban que internet l iberaba y potenciaba a los indivi

duos y ofrecía ventajas sin pre ce de nt es a la socied ad. Lo m ism o hicie

ron entusiastas de u n in ter ne t sin con trol . En su  Twüight ofSovereignty

(1995) , Wil l iam Winston sostenía con más confianza aún que  Pool

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A S A B R I G O S Y P E T E R B U R K E

qu e a través de la conve rgen cia te cno lógica viajaríamos hacia «un a li

be r tad más hum ana », «más po de r para el pueblo» y más co operación

in ternacional .

N o obstan te, había o tros, incluso ciertos estudiosos de las com uni

caciones de Estados U nidos y de Ja pó n, q ue af irmaban que inte rne t

era un «contaminador de l espí ri tu hum ano» ,

 y

 qu ienes predecían que

aumentar ía la concentración del poder . En consecuencia, los enfo

ques del futuro de inte rne t presen taban abru ptos contrastes. Lo mis

m o qu e el ferrocarri l , reun ir ía gente extraña: nun ca sabías a quié n te

enc ontr arías allí . Lo m ismo q ue los m edios  —y a través de ellos— ofre

cer ía información, entr eten im iento y educa ción. Sin em barg o, a dife

renc ia de todos ellos, crece ría desde abajo, sin la dirección del Gobier

n o ,

 lo cual era atractivo incluso pa ra los críticos. Pe ro, ¿po dría int ern et

permanecer así? Para Benjamín Parker , escr i tor nor teamericano con

decla rada «pasión p or la dem ocracia», estaban surg iendo los nuevos Ti

tanes de las telecom unicaciones, ansiosos p or ejercer «el con trol m on o-

pólico no sólo sobre bienes materiales como el carbón, sino también

sobre instrumentos esenciales de poder en una civilización basada en

la información».

La tercera fase de la histor ia de internet comenzó cuando el Go

bie rno de Estados Un idos , que respaldab a p len am ente la comercia li

zación, convir t ió internet en símbolo polí t ico. Al igual que la Open

Universi ty br i tánica, que acer tadamente otorgó el t í tu lo honorar io a

Berners-Lee, también él sería abierto: «abierto a cualquier f inalidad

privada o pública». «Cerra do, ma lo; abie rto, bu en o» . Este eslogan te

nía un a resonanc ia orwell iana  Rebelión en la

 granja,

  n o  1984), pe ro el

guió n n o era orw elliano en a bsolu to. Se abriría «un círculo virtuoso»;

predominar ía la glasnost  (otras asociaciones). Era cierto que junto a

int ern et había u n am plio espectro de «intranets» exclusivos de u na em

presa o una institución, con una cantidad limitada y un espectro res

tr ingido d e par t ic ipantes, y m ientras las intranets se cerraba n, un a de

las prim eras com pañ ías en co nstruir su éxito en int ern et, Netscape , se

asegu raba c on ellos más d e la m itad d e sus ingresos.

Antes d e Berners-Lee ya se ha bía n establecido algunas d e las con

venciones de internet . Los usuar ios redactaron protocolos. La @ d e

las direcciones de correo electrónico  e-mail) se introdujo cu and o éste

circulab a sólo en tre aca dém icos. En 1986 se intr od uje ron las abrevia

tura s «com» par a com ercio, «mil» pa ra militar y «ed» apara edu cac ión.

U na década después , cua ndo , de acu erdo con un a es timación , había

más de medio mil lón de norteamericanos conectados a «la Red», la

tecnología de sof tware se desarrol ló para cualquier uso imaginable.

En 1995, Sun Microsystems introdu jo u n nu evo lenguaje program áti

co , Java, qu e en teoría hizo po sible qu e u n a pág ina web se util izara

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D E

  G U T E N B E R G A I N T E R N E T

con cualquier f inalidad. En el término estricto de seis meses, el pre

cio de las accione s de S un se dup licó .

Uno de los pr incipales usos de internet , como lo había sido para

ARPANET, fue el envío de men sajes de

  e-mail

 en

  lenguaje «real», mu

chos de ellos de pe rson a a person a. Fue tema de u na en trega del New

Yorker,  «The Digital Age», en d iciem bre d e 1999, qu e incluía tam bién

u n artícu lo titulado «Sm art Cars, Tech nology in M otion». El artículo te

nía m uc ho m ás de capricho qu e de fantasía , no tanto po rqu e el auto r

describiera el

 e-mail como

  «el reg reso de la palabra» tras u n a larga e ra

visual, sino po r la sug eren cia d e qu e el regresivo e-mailno se limitab a a

m irar ha cia atrás, sino qu e se rem on tab a incluso a Swift, Po pe y lord

Chesterfield, a cada uno de los cuales se había concedido una página

web.

 Dejando de lado el capr icho, el

 e-mail

 tuvo evidente imp ortancia

en la relación d e pers ona a person a en el seno de la familia, sobre tod o

en el caso de familias de sperdiga das, a las qu e ayudab a a m an ten ers e

reun idas m uc ho m ás ef icazmente q ue el corre o postal .

 Y

 esto o cu rría

en u n m om en to e n q ue se oían quejas acerca del imp acto qu e la adic-

ción a internet , «verdadera enfermedad mental» que podía afectar a

los más jóve nes , pro du cía en la familia co nce ntra da.

CONCLUSIONES

El rápido crecimiento de la red ensombrece la mayoría de los

otros asp ectos de la historia de los m ed ios y dificulta la captac ión de

su significado en perspectiva. En 1997, la nueva y vital revista

 Wired,

icon o del m un d o de in ter ne t , h izo de esto vir tud al af irmar qu e «los

polí ticos [y po día h ab er a greg ado "los histor iadores"] ni s iquiera de

ber ían soñar con hablar [a los ciudadanos digi tales] del pasado ni

del pre sen te. A los ciud ada nos digitales no les pre oc up a el hoy: su de

seo es saber sobre el mañana». Sin embargo, estas af irmaciones no

ha n inhib ido a los pol í t icos — algunos d e los cuales se ha n m ostra do

igualmente indiferentes a la histor ia— de real izar comparaciones

con si tuaciones pasadas, como Al Gore cuando dir igió la mirada re

t rospectivamente a H aw thorne .

El gra n ac onte cim iento simbólico de 1996 fue el «Día de la Red»,

celebrado en California el 4 de marzo; «día de la metáfora», en que

Clinton y G ore, ju n to con otros, incluid o el preside nte de la FCC, ins

talaron la l ínea telefónica que conectaba a internet las aulas de Cali

fornia . El Pres idente p rom etió q ue p ara el pró xim o siglo todas las aulas

de Estados Unidos estarían conectadas a través de la National Infor

mation Infrastructure (NII) . Esto ocurr ía en un momento en que el

Secretar io de Educación de Clinton descr ibía internet —tema de la

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A S A B R I G G S Y P E T E R B U R K E

sección anterior de este capítulo— como «la pizarra del futuro». En

esta ocasión no se m en cio nó el en tret en im ien to. Ni la televisión.

A los histo riad ore s cuyo oficio es ex plo rar el pa sa do , y a los geógra

fos, qu e exp loran el espacio y hac en m apas de nuevas rutas comercia

les en el sistema de la red , la historia de los me dio s les ofrece nue vo es

tímulo para rastrear las autopistas del pasado y explorar viejas rutas

comerciales, como las que se describe en capítulos anteriores de este

libro. «Com ercio» es el tér m ino c orre cto , y m ás ant iguo qu e «tecnolo

gía», qu e hoy tie nd e a do m ina r la l i teratura de los m edio s. Para los his

toriadores, los geógrafos y los ciudad anos digitales, el com ercio electró

nico puede const i tuir la culminación de la revolución del consumo,

cielo de los com prad ores qu e, en palabras de Bill Gates en su libro

 Cami

no al futuro

  (1995), har á posible qu e « pueda usted examinar, com parar y

a menudo personalizar todos los bienes del mundo». Pero también se

pu ed e ver en lo que Gates decía —y hacía— la culminación d e un a

 revo

lución más antigua de la produ cción . Hem os de retroceder, com o se ha

he ch o e n los capítulos anteriore s de este libro, a Boulton y W att.

Sería útil com pleta r el círculo. N o obstan te, algun os h istoriado res

han cuest ionado acer tadamente que se ponga e l poder en e l cen t ro

de la historia de las com unicaciones — así com o la ecuación tan co m ún

en tre con ocim iento y pod er— en lugar de cen t rar és ta en e l cont ro l ,

tem a qu e se anal iza al com ienz o d e este capítulo . Así, pa ra Geoffrey

M ulgan, que e n 1991 escribía en  Communication

 and Control

 sobre «una

celosía de redes m undiales», abierta y cerrad a, antes de l paso de inter

ne t a l pr i m er pla no , era esencial exam inar d e qué m an er a «las infra

estructuras de control» prece diero n a lo que en el per iodo q ue cubre

este libro se ha lla m ad o «los m edios ». Este auto r incluye en su exposi

ción tanto el con tenid o com o el conte xto, pue s prosigue diciendo qu e

«las técnicas de inundación, el control de la interpretación, la f i l tra

ción inatribuible y la mentira imposible de responder», todo ello par

te del proceso de me diación  y — sugiere— se desarrolla «junto con las

tecnologías q ue son sus portado ras» . Significativamente, el pape l de la

prensa en estos procesos fue objeto de atención más crít ica durante

los año s nove nta a am bos lados del AÜántico qu e el de otros m edios y

las nuevas tecnologías en las que descansaba; más, en verdad, que el

efecto d e int er ne t en los periodistas y el perio dism o. A un qu e sólo fue

ra po r esta razón, deja nd o d e lado toda exag eración, n o es posible co

locar internet en el climax del periodo más reciente de la historia so

cial de los med ios. Po r el contra r io , es, com o siem pre, un per io do en

qu e se die ron distintas tend enc ias.

En un a sociedad mult imediát ica, a am bos lados del Ad ántico preo

cupaba lo que David Halberstam l lamó «surgimiento de una cul tura

de alegación y de aserción a expensas de una cultura más antigua de

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D E

  G U T E N B E R G A I N T E R N E T

verificación» en la introducción a Warp Speed  (1999), estudio nortea

m eric an o cuyos capítulos llevaban, en tre otros, tí tulos com o «El surgi

m ien to d e la fuente anó nim a», «Aquí n o hay guardianes» y «La cultu

ra del a rgu m en to» . Sus auto res, Bill Kovach y Tom Rosenstiel, citaban

un com entar io d e Lipp m an de 1920: «Tanto la razón pública com o la

pr ivada dependen de [ la importancia de disponer de una versión r i

gurosa y fiable de los aco ntec im ien tos]. No lo que algu ien dice qu e es

verda d o de sea qu e lo sea, sino lo que es verdad , más allá de nue stra

opinión: eso es lo que constituye la piedra de toque de la sensatez».

H aberm as habr ía estado de ac uerdo .

Estos juicios, com o los que se cent ran en el exceso de confianza de

la pre ns a en fuentes políticas an ón im as o en las trivialidades implícitas

en ope racio nes m ediáticas bie n provistas de fuentes, o lo qu e se ha des

crito como «la masa de desperdicios» en internet, deben ser insertos

en u n con tex to histórico; y es esencial volver de tallad am ente a situa

ciones históricas específicas en las qu e los m edios de se m pe ña ba n pa

peles discutibles no sólo en la presentación y en la interpretación de

acontecimientos, sino también (no sin controversia) en su producción:

p or e jem plo, el asesinato del presid ente Ken nedy; W atergate y la con

secu ente d imisión del pre side nte N ixon; la crisis de Suez, co incid ente

—y, para una mirada retrospectiva, en convergencia— con la repre

sión soviética de la revuelta hún gar a; la G ue rra d e Vietna m ; la G ue rra

de las Malvinas; la caída del Muro de Berlín y el hundimiento de la

U nión Soviética; la G uer ra del Golfo; e l bo m ba rde o no rteam erica no

de Libia; el desmembramiento de Yugoslavia, Bosnia y el ataque de

OTA N a Serbia y la caíd a d e M ilosevic.

Cad a un o d e estos episodios de la historia ha sido relata do e inter

pretado de dist inta manera por los histor iadores y descr i to , también

de m an era s diversas, po r per iodistas de p rensa

 y

 televisión, «en el m o

m en to mismo». Enton ces y en ade lante, con in dep en den cia de la tec

nología, que hizo posible llevar a los hogares palabras —y, lo que es

más im porta nte, imágenes— , pareció am enazada, aun qu e en absoluto

por primera vez en la historia, la veracidad como valor necesario de

trás del periodismo de prensa y de televisión. Las líneas divisorias en

tre información, entr eten im iento y educa ción fueron más borrosas

qu e nu nca . Era regular el suministro de «infotretenimiento»  (infotain-

ment), hu bie ra o no u n aco ntec im iento clave de la historia, y en la pan

talla cinem atográfica, co m o e n la televisión y el cable, er a difícil sepa

rar en tre he ch o y ficción.

Para coger un ejemplo d e la G uerra de Vietnam, a veces m eno s dra

máticamente llamada «conflicto de Vietnam», que dejó una huella pro

funda en E stados U nido s —y qu e tien e su lugar en u n a historia más lar

ga de la Gu erra Fría—, en sus inicios la pre nsa n o dio ple na informac ión

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A S A

  B R I G G S y P E T E R B U R K E

de ella. Pocos periódicos tenía n oficina en Saigón. La mayoría  confiaba

en agencias telegráficas, c om o Associated Press. Ú nic am ent e e l

 New

  ork

Times envió un repo rtero de su equip o a H anoi, la capital de Vietnam del

No rte, en  1966.

 Time

 n o cub rió el conflicto con la mism a veracidad

 o

  la

misma vivacidad que

  Newsweek

— adquirida en 1961 p o r

  The Washin

gton Post— que sacaría a luz Watergate y en 1966 se atrevería a form ular

dos preg unta s clave:

 «¿Es

 Vietnan u n lugar aprop iado p ara la presencia

de E stados Unidos?» y «¿Es posible sacar la gu er ra a flote?».

El sorp ren den te a nun cio qu e en 1968 realizó el presid ente Lyndo n

Jo hn so n de qu e se ret i raba de la pol ít ica hizo tan me m orab le esa pre

sentación televisiva com o m em orab le h abía h ec ho el asesinato de Ken

nedy un ejem plar atesorado de

 Life,

 asesinato que llevó a jo h n so n a la

presidencia. Jo hn so n, imp aciente po r concentrarse en los problem as

inte rno s d e de rec ho s civiles, creía qu e los periodistas de televisión qu e

enviaban imágenes de la guerra eran responsables de la desgraciada

suerte de ésta. Para u n crít ico de televisión, M ichael Arlen, preo cup a

do p or lo qu e, n o po r prim era vez, se da ba en llam ar «nuevo periodis

mo », éste hab ía ten did o a trivializar lo qu e estaba oc ur rie nd o. Ésa pre

cisam ente era la tesis de su libro Living-Room War, editado en 1969. Q ue

la televisión pudiera estar dando una mala representación de la gue

rra era ya claro pa ra un a can tidad d e periodistas

 y

 de h istoriadores. La

diferencia estaba en la exten sión d e la respon sabilidad qu e atribuían a

los m edio s, ju n to co n los pres iden tes d e Estados Un idos y sus conseje

ros,

 en la derro ta nortea m erican a en Vietnam.

En la década poster ior a la ret i rada norteamericana de Vietnam,

con el desa rrollo d e la com unica ción vía satélite y po r orde na do r (fac

tor tecno lógic o), las noticias viajaron m ás ráp ido q ue n un ca , y la m ani

pulación que la CNN hizo de la Guerra del Golfo atrapó la atención

del mu nd o. C uan do S addam Hussein invadió Kuwait en 1990, la CNN

tenía me no s de un m illón de espectadores. En  1991, en e l m om ento en

qu e los aviones al iados bo m ba rde ab an Bagdad todas las noches, esa

 ci

fra se elevó a siete millones . El Pe ntá go no trató d e m ane jar el suminis

tro de n oticias me dia nte la util ización del vídeo y de la inform ación es

cr i ta —y en buena medida consiguió su propósi to—, pero también

M arga ret T hatc her , Boris Yeltsin y el coron el G addafi, y n o sólo el pre

sidente George Bush o Saddam Hussein, observaron su cobe rtura. La

sensación era de inm ediatez , pe ro co n ayuda de los vídeos los especta

dores pu die ron coger lo qu e sucedía cada vez que lo deseara n, esto es,

fuera del «t iempo real». También había retroal imentación. La CNN

«odiaba el correo electrónico». Para m ucho s espectadores, cuand o Pe

ter A rne t t inform ó d esde «el terr i tor io enem igo de Bagdad», fue un

villano. Se dijo q ue la victoria sobre Sa dd am era «vacía», pe ro p ara los

m edios sí qu e h abía sido un a victoria sin m ás.

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D E  GUTENBERG A INTERNET

Po r tan to, es un error, al escribir sobre la historia de los m edios del

periodo posterior a los años setenta, centrarse exclusivamente en la

«convergencia», t í tulo de este capítulo. Lo que ha venido ocurriendo

en los m edio s en tre las crisis ha de ser ex am ina do a la luz de las cam

bian tes re lac iones en t re in formación , educación y en t re ten im iento .

Éste era siempre el elemento principal, incluso en países con tradi

ción de servicio público en rad io y televisión. La educa ción , el tercer

elemento de la tr inidad de los medios, fue en general objeto de exa

m en . Siem pre pareció que la conv ergencia digital ofrecía op ortu nid a

des educativas únicas, a pesar d e q ue en todas las sociedades y culturas

se temía a «abismos digitales», internos e internacionales, entre los

educa dos en la nueva tecnología

 y los

 que n o lo estaban. Sin e m bargo ,

a veces los mism os críticos qu e atacaban el en tre ten im ien to degrad a

do se quejab an tam bién d e qu e la familiaridad co n el or de na do r fuera

un sustituto y no sólo un complemento de la cultura verbal y visual.

A un que no todos lo anal izaban, el abismo se relacionaba directamen

te ,

 com o tenía qu e ser, con las desigualda des econ óm icas.

Cu and o, en la décad a de los cincu enta  y sesenta, el Estado de cid ió

intervenir directamente para ampliar el acceso a la educación supe

rior no sólo en inte rés de los individuos, sino tam bién , tal com o lo veían

sus respectivos dirigentes, en interé s de las sociedades, su in terv enc ión

coincidió con el surg im iento de la televisión, de m o do q ue po r en ton

ces la pala bra «convergencia» se utilizó con e speranz a, con el mism o

tipo d e evidente esp eranza q ue se dio en los prim ero s años de la rad io.

Al m ismo tiempo se prod ujo u n cam bio alenta dor en el lenguaje, pu es

se comenzó a u t i l izar de un modo más genera l , aunque nunca uni

versal, la palab ra «apre nde r» en lugar «enseñar», y a persegu ir seria

m en te objetivos tales co m o «a pre nd er a ap ren der » y «aprendizaje per

m an en te» . Se hab laba incluso de un a «sociedad de aprendizaje», frase

que empleó el segundo rector de la nueva Universidad de Naciones

Unidas, el indonesio Soejatmoko, quien invitó a Edi Ploman a Tokio

para que se integrara en el equipo como vicerrector y dirigiriera una

nueva «división de conocimiento». Con posterioridad, la expresión

«sociedad de aprend izaje» se utilizó en 1995 en el título de un per iódi

co oficial de la C om un ida d Eu rope a.

La British O pe n University, meticulosa, per o imag inativam ente pla

nificada durante la década de los sesenta, abrió el camino en la ense

ñan za a distancia, al princip io p or iniciativa política del pri m er m inistro

H aro ld Wilson, tan dec idido a am pliar el acceso a la edu cació n supe

rior co m o a em ple ar nuevas tecnologías: habló , y fue el pr im er polít i

co británico en hacerlo, de una excitante revolución tecnológica, ple

na m en te co nsciente de que la mism a ya se estaba pro du cie nd o fuera

de Gran Bretaña. La Open University no impuso ninguna calificación

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A S A

  B R I G G S Y P E T E R B U R K E

Figura 28a . La educa ción t iene un a a l iada en la tecnología de las comun icacione s :

a lum nos del Wem bley School escuchan u na t ransmis ión rad iofónica e n 1933.

formal como requisi to de ingreso. En palabras de su pr imer rector ,

Geoffrey Crowther, ex director de  The

 Economist,

  quien saludó la ini

ciativa de W ilson, era un a univ ersidad ab ierta a los estud iantes , a las

ideas y a los m étod os. En 1971 inscribió a sus prime ros estudiantes d e

licenciatura

 y

 en 1989 otorga ba la centesimomilésima gradu ación. Du

rante los años ochenta extendió enormemente su t rabajo de educa

ción informal y durante los noventa su área de operaciones, incluso

con la inaugu ración d e un a ram a norteam erican a en 1999.

El aprendizaje a distancia ten ía sus orígenes ante s de 1971, en Ca

nad á, Australia y Nueva Zelanda. En 1989 se creó un a «Co mm onw ealth

de Aprendizaje», con se de cen tral en Vancouver, para fom enta r «la ca

nalización de los recursos hacia proyectos y program as en educación a

distancia en los países de la Co m m onw ealth». El inform e q ue cond ujo

a su establecimiento fue pedido por un secretario general de la Com

mo nwe alth , «Sonny» Ram phal , car ibeño co m o su pr im er director eje

cutivo, Ja m es M araj. Los recu rsos financieros era n limitad os, p er o la

em pre sa era d e escala global. Po r enton ces tam bién vieron la luz otras

univers idades ab ier tas , en t re e l las la Ind i ra G and hi Na t ional O pe n

Uniwersity, establecida en India en 1985, y la Israeli Open University,

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D E

  G U T E N B E R G A I N T E R N E T

ju n t o con las l lamadas «mega» en T ailandia y China , con ingente s can

tidades de estud iantes. En Ja pó n, un a Universidad del Aire, fund ada

en 1984 según el modelo de la Open Universify, utilizó el segundo ca

nal educativo de la NHK. Hubo en ello más que institucionalización:

hu bo cambios impo r tan tes de percepción .

Co n la l legada de inte rne t se ex tendieron las posibilidades de a pren

de r de la vida, formal e info rm alm ente , tod a vez qu e la exp erienc ia o

la expectativa lo requ iriera, y hab ía quien es afirmab an qu e, con tal de

qu e el acceso fuera abie rto, para m uc ho s la W orld W ide W eb ha ría las

veces de «universidad sin muros» e incluso q ue se elimina rían las au

las.

 Sin em bar go, en la publicación de 1995 de la C om un ida d Eu ropea ,

distr ibuida en vísperas del «Año [europeo] del aprendizaje perma

nente » —y en países miem bros, sobre todo Gran B retaña— , se abor

da ba n m en os las tecnologías de la sociedad d e la inform ación a la luz

d e sus efectos sob re el aula o la univ ersida d qu e en el lugar de trabajo.

Mientras, Cisco Systems, una de las compañías más eficaces de inter

net, funda da en 1984, pro fun dam ente involucrada en educación y con

intereses com erciales en h ardw are, software y servicios, bus cab a c on el

mism o entusiasmo — se decía—, ayudar a cam biar «el m od o de t raba

jar, de vivir, de ju g a r

 y

 de aprend er» .

U n especialista en in te rn et utilizó u n leng uaje m ás vivaz y provoca

tivo. En 1991, David G ele rnte r e ditó  Mirror

 W orlds,

  donde preveía la

web, y en 1992 su foto aparec ía pu blicad a e n la po rta da de la sección

económica de l dominica l de  New York  Times.  Desgrac iadamente , en

junio de 1993 resu l tó gravemente her ido por una bomba ter ror is ta .

Por eso , au nq ue se refi r ie ra a l o r de na do r y no a s í mism o, The Second

Comingfue  un tí tulo adecuado para su manifiesto del año 2000. En él

sostenía que m ientras en la pr im era era de los ord ena do res los temas

principales h ab ían sido la em erge ncia del pode r, la caída de precios y

la disponibi l idad de ordenadores para todo el mundo, el tema de la

seg und a, qu e ya se apro xim aba , ser ía «la inform ática t rascien de los

orde nad ores» . En esta segu nda era, «toda la vida electrónica de un a

persona» ser ía compar t ida en un «c ibercuerpo». Una «cor r ien te de

vida» reem plaza ría el PC. Los lenguajes de pu blicidad y de edu cació n

convergían, tal com o ocu rr ía en un c om unica do de prens a qu e anu n

ciaba la publicación por Eurydice, la «red de información sobre

educación» de la Com isión Eu ropea , de

  Two

 Decades

 ofReform in Hig-

her Education

 Europe,

  2000. El comunicado de prensa se titulaba: «La

conve rgencia a través de los sistemas euro peo s de ed uca ción sup erior

a la luz de los hech os» .

A Ge lernter, co m o a los auto res de este l ibro, le interes aban las m e

táforas tanto como los hechos. Para Gelernter, la imagen del PC era

un a im agen erró nea , basada en un a falsa analogía ent re ord ena do res

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A S A B R I G G S Y P E T E R B U R K E

• ^ i * * * * *

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í.w .

;-v

Figura 28b. W alter Perry, pr im er vicerrector de la O pe n Universi ty , en la inau gura

ción de su pr im er es tudio de prod ucc ión (BBC) en Alex andra Palace, 1970.

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D E GUTENBERG A INTERNET

y archivadores, sobre y debajo del escritorio. Los ord en ad or es «se dife

renc iaban fun dam entalm ente de los archivadores» en qu e po dían l le

var a la «acción». Volar ha cia el co m ien zo d e la co rrie nt e e ra «"viajar

por el t iempo" hacia el pasado». Las metáforas marinas han parecido

en g enera l más per t ine nte s en la h is tor ia de l desar ro l lo de in te rne t

—y a la ho ra de dar no m bre a las com pañ ías de software— qu e las m e

táforas d e vuelo. «Navegar» (y en inglés tam bié n  surfing), o «m area d e

de m an da » y a veces «rocas a la

 vista».

 Sin em bargo , hablam os más bien

de  landscapes  (paisajes terrestres) que de  seascapes  (paisajes marinos)

—y de red es más bien qu e de c ronóm etros— y de ciberespacio o in

cluso Ciberia, qu e será el tem a del capítu lo conclusivo de esta historia.

Por momentos el histor iador de los medios t iene la sensación de

qu e la m ejor m etáfora en relac ión co n el pasa do recie nte es la de «ma

torral» . La tecnología cambia tan rápidamente y su presencia es tan

pe ne tran te q ue la histor ia más amplia qued a olvidada

 y,

 cu an do se la

exa m ina, no t od o converg e. Por esta razón, el t í tulo del último capítu

lo de este l ibro, como de cualquier estudio serio sobre los medios, es

un a in ter rogación .