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Créditos:Primera edición digital: enero 2016

Código: COD 9785400038635050065

Ilustración de portada: Martín de Diego SádabaMaquetación y diseño: Miguel Puente y Kachi Edroso

Corrección de estilo: Juan Ángel Laguna EdrosoPrólogo (cortesía de Nocte): Andrés Díaz Hidalgo

Editor: Juan Ángel Laguna Edroso

Autores: Andrés Abel, Magnus Dagon, Luis Guallar, Juan José Hidalgo Díaz, Fernando Lafuente,

Juan Ángel Laguna Edroso, Sergio Mars, David Marugán,Ricardo Montesinos, Ana Morán Infiesta,

Óscar Pérez Varela, Santiago Sánchez Pérez y Aitor Solar

Edición: Saco de huesosPaseo Fernando el Católico, 59. ED 5A, 50006 Zaragoza

Más información: www.sacodehuesos.com

Un proyecto de la asociación cultural La BibliotecaFosca

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública otransformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus

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El horror cósmico

n muy diversas ocasiones se utiliza terror comosinónimo de la palabra horror. Sin embargo,

como veremos, esto es de todo punto inexacto. Elterror se define como un miedo muy intenso o, si sehace sustantivo, es una persona o cosa que produceterror. El horror, sin embargo, es un sentimientointenso causado por algo terrible y espantoso, quesuele proporcionar cierta aversión por lo atroz,monstruoso o enorme de su naturaleza. Así pues, elterror es un miedo hacia algo que asusta a los seresvivos, cualquiera que sea su naturaleza, provocadopor algo que realmente es susceptible de provocarlo.El horror es, por tanto, una emoción emparentadacon el miedo pero de naturaleza más personal,típicamente humana, perteneciente a la esfera de loíntimo y propio que, si bien puede tener unanaturaleza real, no es un requisito imprescindiblepara notar sus desagradables y perturbadoresefectos.

E

Aquí considero importante anotar mentalmenteesas características mencionadas sobre el horror:

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monstruoso y enorme, porque volveremos prontosobre ellas. Regresando al terror, podemos encontrarrelatos y películas acerca de monstruos susceptiblesde causar ese sentimiento: fantasmas, licántropos,vampiros, zombis, alienígenas, robots asesinos y unaamplia caterva de criaturas que a lo largo de lostiempos se han ido sucediendo una tras otra comolos máximos exponentes del terror. La gran mayoríade ellos, incluso la criatura de moda por excelencia,el muerto viviente, tienen un reinado de terror quese limita al momento en el que el protagonista logradeshacerse de ellos o su impacto sobre el lector oespectador (aunque a partir de este mismo momentovoy a referirme solo al primero de ellos por meracomodidad) desaparece. Son criaturas que sobrepa-san lo natural, es cierto, pero se encuentran sujetas amuchas de las leyes que a todos nos rigen.

Y aquí es donde entra en juego el horror cósmicomaterialista. El ser humano se cree la cúspide de laevolución, la criatura suprema elegida por Dios para,algún día, gobernar el universo y todos sus secretos.Nuestra inteligencia es insuperable, nuestro espírituindomable y nuestras convicciones imbatibles…¿verdad? Qué sorpresa supuso la aparición de laobra de Howard Phillips Lovecraft, el máximo expo-

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nente del horror cósmico, que daba la vuelta a todasestas ideas de un plumazo. En un puñado de maravi-llosos relatos no relegó del trono de la creación a lasuciedad que se esconde debajo de la alfombra. Elser humano no era la cúspide de nada; antes bien erasolo una de las numerosísimas razas que han habi-tado nuestro planeta y, de hecho, no precisamente lamás reseñable: somos blandos, degeneramos con losaños a gran velocidad, nuestra capacidad de sana-ción de cualquier herida es penosa y, para colmo demales, somos mortales.

La inteligencia humana puede resultar algo extra-ordinario, pero no representa nada cuando la com-paramos con seres cuyos movimientos a través deltiempo, el espacio y las dimensiones que rodean a lanuestra sobrepasan nuestra pobre imaginación. Suinteligencia se ha forjado a lo largo de incontablesgeneraciones o, incluso, poseen la habilidad de com-partir recuerdos y sensaciones, convirtiendo al serhumano en poco menos que una isla desierta aisladode sus semejantes. Nuestro espíritu indomable sequiebra con facilidad cuando contemplamos lo queciertas criaturas, o seres de los que no sabemossiquiera su nombre, son capaces de hacer: conquis-tan el espacio, dominan el tiempo, transfieren sus

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mentes a otros cuerpos, construyen ciclópeas ciuda-des más allá de la más fértil imaginación de unarquitecto loco y existen pocas cosas capaces dehacerles retroceder cuando se deciden, tras inconta-bles siglos, a hacer un movimiento.

Aunque lo peor está por llegar, como suele suce-der, y resume un poco todo lo anterior: nuestrasconvicciones imbatibles. No ocurre cosa tal: todoaquello que creemos se transforma en fibras de sabi-duría lanzadas al caos. Somos la última mota depolvo que habita sobre la Tierra y nuestra presenciasolo es permitida por el momento. No existe el Cielo,ni el Infierno, Dios o Satanás y, lo que es aún peor,no encontramos nada como el bien o el mal, no hayasomo de ética ni noción de la justicia. El universo esuna jungla implacable en la que el ser humano estádestinado a su rápida extinción como el insectomolesto que está resultando ser. Nuestros enemigosson a veces sutiles e insidiosos, pero siempre mons-truosos y enormes, sobrepasan nuestra capacidad deconvicción, hostiles a nuestra mera existencia. Esteuniverso cósmico materialista, opuesto al terrorgótico, basa su capacidad de horrorizar en la espan-tosa sensación de indefensión.

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Y bien podría haberse titulado la presente antolo-gía de Calabazas en el Trastero "Especial Lovecraft",pues los relatos que a continuación se presentancogen la esencia de ese universo despiadado e inhu-mano, poblado por seres abominables (muchos delos cuáles ni siquiera han oído hablar de la razahumana). Los autores elegidos dan otra vuelta másde tuerca a ese concepto blasfemo, adimensional,arcaico, extraño, ateo, atroz, oscuro, febril, ciclópeo,desasosegante, profano, estremecedor, monstruoso,espantoso, fatal, horrendo, impío, incomprensible,siniestro, inconcebible, infernal, innombrable, indes-criptible, ominoso, preternatural y prohibido de uni-verso no euclidiano de horror cósmico y materia-lista, heredado fugazmente de otros, pero gestado ensu parte más importante por aquel que quiso que ensu lápida figurase "I am Providence".

Andrés Díaz Hidalgo

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La Teaghonía de Heráclito

Por Juan José Hidalgo Díaz

Corriente de sangre coaguladaNavega la nave de los locos

Propicias estrellas que observanNecios mortales y sus cuitas

Teaghonía. Libro Tercero. Decimotercer Cantar,La Sangbelada

Versos 13, 14, 15 y 16

—Creo que está completamente loco y que no tengotiempo para estas estupideces.

Se acababa de quitar las gafas y se sujetaba elpuente de la nariz con los dedos. El ceño tiraba tantode la piel de su frente como de sus belfos. En cambio,su interlocutor parecía lleno de una energía serena,todo él pose regia y espalda recta dentro de lasotana, rostro sereno y sonrisa beatífica sobre elalzacuellos.

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—Entiendo su escepticismo, señor presidente —ha-blaba un correcto español con cierto acento del estede Europa.

—Mire, padre, no es momento para supersticionesy supercherías. Accedí a esta reunión porque creíaque me venía a hablar de los disturbios.

—Es que también vengo a hablar de los disturbios,señor presidente. —El sacerdote se había inclinadolevemente hacia adelante, subrayando sus palabras.

El presidente de la República se colocó de nuevolas gafas, apresuradamente.

—Pues haber empezado por ahí, hombre. Antes decontarme todas esas sandeces satanistas.

—No lo comprende. Pero no es su culpa.—Mire, padre, guárdese la condescendencia para

su rebaño —amenazó señalando al sacerdote con undedo.

Este alzó las manos, de dedos largos y delicados,en un gesto conciliador.

—Intento hacerle entender algo que pocoshombres son capaces de imaginar, señor presidente.No soy condescendiente.

—Lo que yo entiendo es que tengo a medio paísen armas contra el otro medio. Que solo hace faltauna chispa para mandar todo esto al carajo. Y usted,

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en vez de hablarme del problema, me cuenta unahistoria ridícula de una secta.

—Ambas cosas están relacionadas, señorpresidente. Íntimamente relacionadas.

—Ilústreme.—Hemos causado esos disturbios como parte de

nuestra batalla contra el Mal del que intentoadvertirle.

Manuel Azaña alzó las cejas, mandó todo su pesocontra el respaldo de su sillón y cruzó las manossobre la barriga. Muy lentamente, dijo:

—¿Me está diciendo que el Vaticano es el que haordenado la quema de iglesias y el asesinato de curasy monjas? ¿Cree que soy idiota?

El sacerdote se miró el hábito de repente, como silo viera por primera vez. El fruncimiento de su ceñomanchó por un instante la blancura de su ampliafrente. Enseguida se recompuso.

—Discúlpeme, señor presidente. A veces olvidoque llevo estas ropas. No. No es el Vaticano a quienrepresento, aunque es útil para nuestros fines queellos lo piensen.

—¿Los fines de quién?—De mi Orden, por supuesto.Azaña negó con la cabeza violentamente.

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—Está intentando confundirme, y es el peormomento para hacerlo, créame. Vuelva cuando noestemos de mierda hasta las cejas.

—En otro momento será tarde, señor presidente.Los acontecimientos se precipitan a una velocidadimparable y su intervención será la que cambiará elcurso de los siglos que están por venir.

El presidente de la República se levantó con laspalmas de las manos sobre su mesa. Las gafasresbalaron por su nariz hasta la punta.

—Mire, padre Mijaíl, España se acerca a su horamás oscura. Si esto no lo para nadie, el país entero seconvertirá en un polvorín.

—Y la Guerra Civil más sangrienta y horrible desu historia azotará el país. Lo sé, eso es a lo que hevenido.

Manuel Azaña se dejó caer en su sillón, derepente muy cansado, con la mano ocultando susojos desesperados.

—Pues si tiene una solución a la guerra, dígamelaahora o váyase.

—No, no es eso lo que he dicho. Digo que vengo apedirle que comience la Guerra Civil.

Los ojos de Azaña se clavaron incrédulos en laserenidad del falso sacerdote. Este mantenía las

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manos sobre las rodillas, la sonrisa beatífica y unhalo de tranquila santidad tales que el presidentedeseó destrozarle la cara a puñetazos.

—Pero está usted completamente desquiciado. Esun loco, un loco peligroso.

El visitante se aproximó a la mesa de Azaña. Ensus ojos de hielo brillaba una oscuridad desconocidapara su anfitrión. Su voz, cuando habló, estabapreñada de escalofríos y de vellos erizados.

—Si usted hubiera visto las cosas que yo he visto,perder la cordura sería la última de suspreocupaciones, señor presidente.

—Váyase ahora mismo de mi despacho —res-pondió con una ira que no estaba exenta de temor.

El falso sacerdote recuperó su postura en la silla.Nada en su gesto presagiaba que fuera a obedecer.

—Señor presidente, solo quiero hacerle unapregunta: ¿qué harán los izquierdistas cuando Josédel Castillo sea asesinado? Y cuando Calvo Sotelomuera, ¿qué harán los derechistas?

—Está amenazando de muerte a un militar de altorango y a un diputado. ¿Se da cuenta de la gravedadde sus delitos?

—No estoy amenazando a nadie: estoy relatandolos hechos que ocurrirán pronto.

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—¿Pronto?El falso sacerdote sacó de su sotana un reloj de

bolsillo. Lo contempló unos instantes.—De hecho...Un portazo interrumpió la conversación. En otras

circunstancias, Azaña habría lanzado una severareprimenda al joven secretario que irrumpía en eldespacho. Pero la palidez del muchacho y la miradaenigmática del Padre Mijaíl le hacían presagiar lopeor.

—Señor presidente. Es José del Castillo. Lo hantiroteado en Augusto Figueroa. Está...

—Gracias —dijo Azaña.—Pero, señor...—He dicho gracias. ¡Fuera!El secretario murmuró una disculpa y abandonó

el despacho. Azaña miró a Mijaíl. Este parecíacomplacido.

—Deme una razón, una sola, para que no loentregue a las Juventudes Socialistas.

—Porque usted es un hombre íntegro, señorpresidente.

Este asintió con las comisuras de los labios tensashacia abajo.

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—Y porque nada que haga conmigo detendrá lamaquinaria que hemos puesto en marcha.

—¿Por qué? —preguntó el presidente, con congojaen la garganta—. ¿Qué les ha hecho España a ustedespara que quieran destruirla?

—Salvarla, señor presidente. Salvarla.—Y viene a restregarme por la cara su triunfo. ¿No

es así? «Vamos a destruir su país, y no puede hacernada para evitarlo», ¿verdad?

—La Guerra Civil no tiene marcha atrás. Ya no. Sinosotros no asesinamos a Calvo Sotelo, la izquierdabuscará otra cabeza que cercenar. O varias. Ya queva a suceder, preferimos tener el control sobre ella.Preferimos que usted nos dé el control sobre ella.

—No me ha respondido. ¿Por qué? ¿Por esasuperchería satanista que me intentaba venderantes? Maldita sea. Cuántas vidas inocentes van acercenar en su loca cruzada. Y eso no es lo peor.Después de esto, la cicatriz en España será tangrande que en un siglo no habrá curado.

—Satán no tiene nada que ver en esto, señorpresidente. Nuestra cruzada es una locura porque situviéramos nuestro juicio nos habríamos suicidado.Y si tenemos que sacrificar a medio país por salvar ala humanidad, no vamos a dudar.

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—¿Salvarla de qué?—Del Culto Teaghónico, como le he intentado

explicar.—Nunca he oído hablar de esa idiotez.—Ni de la Orden de la Última Luna, a la que

represento, claro que no. Hay que pertenecer aciertos círculos, hay que hacer una serie de...sacrificios, antes de alcanzar este conocimiento.

—¿Merece la pena que sacrifique España por eseconocimiento?

—No lo sé. ¿Merece la pena que sacrifique a unaparte de los españoles por España, por el Mundo?

Las manos del presidente acariciaban su calva,intentando limpiar los oscuros pensamientos que searremolinaban bajo el cráneo. No estaba teniendomucho éxito.

—¿Por qué España?—Por culpa de Heráclito, por supuesto.—¿El filósofo griego?—No. Su nombre completo es Heráclito Expósito,

un indigente malagueño sin familia ni hogar. Habríamuerto sin pena ni gloria, pero en algún momentode la década pasada comenzó a escribir laTeaghonía, la primera traducción a un idiomahumano del Du'um-A-Khay. Y ha sido al español.

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—No entiendo nada de lo que me está diciendo.El falso sacerdote permaneció en silencio unos

segundos. Azaña tenía los ojos fijos en la sotana,pero la mirada puesta en el abismo que se abría antesus pies.

—Señor presidente, necesito que comprenda loque está en juego. Necesito que conozca la historia.No tengo tiempo para sus dudas ni para las mías.

—¿Para las suyas?—Mi Orden es muy estricta con este

conocimiento. No todos están preparados pararecibirlo. Estoy dispuesto a arriesgarme con usted.¿Está usted dispuesto a arriesgarse conmigo?

—Padre Mijaíl o como quiera que se llame, ¿quéquiere de mí?

—Quiero que escriba a Francisco FrancoBahamonte y le avise del futuro levantamiento delas tropas de Marruecos, de que debe prepararsepara liderar el bando nacional.

Azaña parpadeó, negó con la cabeza y boqueó unpar de veces.

—¿Y por qué iba a hacer eso?—¿Puedo confiar en usted, señor presidente?—Más de lo que yo puedo confiar en usted.

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—Entonces escuche mi historia, y si no la juzgaconvincente, me iré de aquí y no volveré amolestarle.

—No sé por qué tendría que darle ni eso.—Porque sabe tan bien como yo que en unos días

la guerra va a estallar, y soy la única oportunidadque le queda de tener algún control en el conflicto.

El silencio de Azaña duró varios minutos. Todoese tiempo, su mirada erraba por los papeles que seacumulaban en su mesa. Al final, miró al padreMijaíl a los ojos, y eso fue todo lo que hizo falta.

—Para entender el peligro que representaHeráclito y su traducción, hay que conocer elMundo antes de que apareciese la Teaghonía. Lasección uno del dossier le dará suficienteinformación.

El presidente tardó unos instantes en abrir lacarpeta y sumergirse en la lectura del dossier. Entrelas fotografías, los testimonios y las notas fueformándose una historia en su mente.

1917Una niña sale corriendo. Las calles estánresbaladizas de aguanieve, el cielo nublado. Laslágrimas que recorren su rostro infantil y pálido se

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convierten en puñales. Se aleja, se aleja todo loposible de la escuela. Ha conseguido zafarse de losprofesores que pretendían hacerla entrar en razón abase de regla y disciplina.

Querían arrancarle lo más precioso que lequedaba, el recuerdo de su madre, a base dementiras impuestas que no comprendía. Se harebelado, claro que sí. No podía hacer otra cosa querebelarse. Cada nueva lección que intentaban queaprendiese era un clavo más sobre la tumba de sumadre y su linaje.

Aquella niña jamás comprendió lo que el Reinode Hungría intentaba hacer con ella, con toda suherencia eslovaca.

Porque en su huida se encontró con una mujerhermosa y sonriente que le dijo: «Ven», que le dijo:«No tengas miedo». Que le dijo: «Aquí hay másniños.» Y ella cogió su mano, se enjugó las lágrimasy la siguió.

Aquel padre jamás comprendió por qué su hijahabía desaparecido, el último recuerdo de su esposamuerta arrancado. Culpó al Reino de Hungría. Y elReino respondió con pólvora y silencio.

Fue el último niño desaparecido.

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En un recóndito paraje, en el fondo de un valletan profundo que el sol no lo rozaba más que unashoras al día, allá en los Urales, unas ruinasdescoloridas e invadidas por la hiedra esconden laentrada de un complejo de catacumbas. Las paredesde los túneles están combadas en ángulos extraños,los ladrillos están marcados con signos ajenos.Cualquier susurro se magnifica tanto en laresonancia alterada de aquel lugar que en algunospasillos se transforma en rugido intolerable.

Por eso era tan desquiciante el cántico constantede quinientas voces desgañitadas que recorríaaquella arquitectura como martillazos de sonidosólido.

Agh-Okra Du’um-A-KhayDu’um-A-Khay Agh-Okra

En el centro de un laberinto sin sentido, dándosela mano en mitad de un trance, trece niñosrodeaban a una figura encapuchada. Y el resto de lacaverna vibraba bajo la luz de las velas con loscánticos de centenares de personas.

Agh-Okra Du’um-A-KhayDu’um-A-Khay Agh-Okra

La figura se llevó las manos a la capucha, y loscánticos se detuvieron, ahogados por la respiración

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agitada que precede a un acontecimientoextraordinario. Parecía que la Tierra entera sepreparaba para un orgasmo.

Bajo la capucha estaba el horror. Las setasvenenosas mantuvieron a los niños ajenos a lo quehabía en el centro de la sala, porque sin su ayudaestos habrían salido corriendo, llorando, llenos sussueños de pesadillas para siempre. Un pobrehombre, enfermo, mostraba un rostro tan deformeque hubiera sido herético llamarlo humano. Cuandocomenzó a recitar el poema, los sonidos queproducía su garganta iban más allá de la gama quecualquier persona podría usar, que cualquiercriatura consciente del planeta podría usar.

Y al recitar Du’um-A-Khay, Ella se manifestó. Ycomo era el Cantar adecuado, los niños empezaron asufrir espasmos. Pues estaban siendo imbuidos deAgh-Okra, la Plaga-Legión. Contaminados paratransformarse en los sacerdotes de Du’um-A-Khay.

Una detonación rompió la armonía de Du’um-A-Khay. La sangre bañó a los niños. El deforme habíamuerto, el último Cantante Humano había sidoasesinado. El horror de la escena, el vínculo roto, fuetan espeluznante y doloroso para el culto que los

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agentes que entraron después no encontraronapenas resistencia.

—Los niños no sobrevivieron —añadió Mijaíl.—Asesinaron a los niños secuestrados.—Ya no había esperanza para ellos. Estaban

contaminados por Agh-Okra, por Du'um-A-Khay,para siempre. Eran la última forma que habíatomado Ella en la Tierra, y su muerte era la purganecesaria para eliminarla de una vez por todas.

El falso sacerdote se detuvo unos instantes.—O eso creíamos.Azaña frunció el ceño.—Si voy siguiendo bien el hilo de sus cuentos, la

única forma de que esa cosa...—Du'um-A-Khay, la Lengua de las Esferas.—Eso. La única forma de manifestarse en nuestro

planeta es que alguien hable su idioma...—Que la hable a Ella. Ella es el idioma, es la

música y es la que produce la música y el idioma.El presidente negó con la cabeza.—Es muy tarde para estos juegos...—Le advertí que esto no era fácil de comprender.

No piense en los dioses a los que hemos adoradonosotros. Ella es distinta. Ella es corpórea cuando

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alguien la pronuncia, cuando alguien la canta; ycuando ella es corpórea, es cantada y espronunciada.

—Pero para pronunciarla es necesario tener unadeformidad muy particular, ¿no? Como ese pobredesdichado al que asesinaron.

—Así era, hasta que alguien la tradujo.—Heráclito.—Heráclito. En la sección ocho se encuentra el

caso de Carlota Jáimez Torres. Nuestro primercontacto con la Teaghonía. Quizás así le queden lascosas más claras.

1929Como exorcista, el padre Mijaíl tenía acceso anumerosos casos que quedaban ocultos para la luzpública. Era de gran provecho para la Orden supresencia en la Iglesia Católica y la utilización de susrecursos para distinguir casos de fraude o sugestiónde verdaderos intentos de Entidades Malignas deentrar en nuestro plano.

Habitualmente, Mijaíl se enfrentaba conentidades menores, criaturas de las Esferas máscercanas a la Tierra que eran fácilmente selladas yalejadas.

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Pero el caso de Carlota era especial. Repasó eldossier de la niña a duras penas en el coche que letrasladaba hacia Málaga. Se encontraba enDespeñaperros, un paso en Sierra Morena tanestrecho y difícil de practicar como peligroso. Y apesar de la belleza del paisaje, todo colinas verdes, ydel mareo producido por las innumerables curvasde su camino, Mijaíl no podía levantar la vista delpapel.

Carlota Jáimez Torres había nacido en el seno deuna familia humilde de pescadores y se había criadocon normalidad. Pero desde poco después decumplir los ocho años había empezado a presentarun comportamiento extraño. Una especie deenfermedad de tipo comicial que se manifestaba enausencias cada vez más habituales, junto conmovimientos de manos y boca que se asemejabanmás a una corea. Los médicos estabandesconcertados, e incluso fue trasladada a Madridpara ser examinada por algunas de las mentes másreputadas de su tiempo. Incluso el ya retiradoRamón y Cajal se interesó por el caso de Carlotadejando escrito en su Historia Clínica: «El cerebrotiene misterios que se escapan a la vista del

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microscopio, y esta niña es la demostración viva deello.»

Aquello no satisfizo a los padres, que tuvieroncomo único consuelo el fenobarbital, droga dereciente aparición que parecía aplacar las crisis, cadavez más frecuentes y violentas, de su hija. A cambio,la niña se convirtió en una muerta en vida,permanentemente en cama y bajo una sedaciónfuerte que, para colmo de males, cada vez parecíamenos efectiva.

En ese momento entra la Iglesia Católica. Elobispo de Málaga, Manuel González y García,alertado por el párroco local, pone en conocimientode Roma el caso. El padre Mijaíl, recién adquirido elpoder de practicar exorcismos, es enviado pararevisar el caso.

Cuando el padre Mijaíl llegó a la casa de losJáimez, un escalofrío espantoso recorrió su espinadorsal. Allí, las paredes resonaban con una cadenciaparticular, el aire hedía a putrefacción vegetal y loscolores parecían confundirse en un gris iridiscente ycaleidoscópico. Aquella sensación no le era ajena,era lo que traía Du’um-A-Khay. Ella estaba en esacasa.

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Los padres no tuvieron que acompañar alsacerdote, este podía sentir las palabras que sefiltraban por debajo de la puerta. Podía olerlas.Podía palparlas en su paladar. Al entrar allí,encontró una muñeca rota. Una muchacha pequeña,escuálida y consumida. Todo su cuerpo estaba laxopresa de las drogas y su cuello torcido hacia atrásintentando obtener algo del aire. Quizás oxígeno,quizás alimento.

En cuanto entró, el padre Mijaíl supo qué debíahacer. Tomó una almohada, aplicó laextremaunción a la pequeña y luego cubrió surostro, apretando con fuerza. La niña no opusoresistencia: estaba demasiado drogada.

Los padres lloraron su muerte, pero en suslágrimas había cierto alivio a causa de la tortura quehabía resultado el último año. Aceptaron que suenfermedad se la había llevado y que ahora estabasentada a la derecha del Padre.

Fueron tanteados. Los expertos de la Ordenestudiaron en secreto si recordaban las palabras desu hija. Los salvó su ignorancia y su estulticia, queles hacía cerrar los oídos ante los delirios de la niñay huir de sus palabras como si fueran la peste. Y eso

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que la niña no paraba de repetir las mismas, una yotra vez, desde hacía dos meses.

Las palabras más peligrosas jamás recitadas,jamás escritas.

—¿Qué era lo que repetía?—El Primer Cantar de la Teaghonía, la

Nadhusixión. Se encuentra en la sección tercera deldossier que tiene delante. La que está titulada «LibroPrimero».

El Presidente abrió maquinalmente la carpeta yseleccionó el documento del que hablaba el falsosacerdote. Era una copia a máquina acompañada deuna fotografía donde se observaba un libro abierto,evidentemente el original del que salían aquellaspalabras.

—Nada exis...—¡No!La serenidad de Mijaíl se había esfumado. Antes

de darse cuenta, Azaña lo tenía abalanzado sobre elescritorio con una mano encima de la hoja que habíaintentado leer.

—No lo lea en voz alta —había perdido su calma, yel acento era más evidente.

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Azaña crispó los puños pero terminó por dar unsuspiro y asentir.

—Gracias —jadeó el falso sacerdote, que serecuperó muy lentamente.

El presidente lo miró unos momentos más yterminó por enfrascarse en la lectura.

Nada existía en constancia de un Ciclo Infinito sinsentido

Era sin tiempo ni estancia carente de Música,muerta,

Hízose Música entonces allí que la Nada era yertaElla nos trajo las voces de gargantas del gris del

olvido

Trajo la Música tiempo en la Nada y espacio envacío

Forja que vibra en el Templo Sin Centro de RostrosMalditos

Altas columnas corintias sostienen frontonesescritos

Lengua de Estrellas extintas y soles de mundosimpíos

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Hízose en Música un culto en su honor que es legióny es la Plaga

para extenderse en lo oculto y cantar la venida deAquella

Voz que da cuerpo y materia consciente a la MúsicaBella

Canta el esclavo de histeria y despierta la HoraAciaga

Perdido, despierta de hastíoContrito, embriagada estrellaMancia de ejemplo e insulto

Conoces las fintas de Eria

—Esto es la obra de un loco.—De un loco y de un imbécil —añadió el padre

Mijaíl.—No... —respondió de repente Azaña—. Un loco,

sin duda. Pero ningún imbécil.Mijaíl lo miró con una sonrisa enigmática. El

presidente le sostuvo la mirada.—Heráclito fue un niño abandonado en la puerta

de un convento, del que se escapó a los doce años.Apenas sí sabía encadenar dos frases coherentes, ysu inteligencia estaba muy por debajo de la media.

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Créame, tuvimos ocasión de conocerle muy biendurante su proceso.

—Pues esto no lo escribió él.—Tenemos informes de testigos que lo vieron

redactando los Capítulos finales de su Tercer Libro.Agentes nuestros, de fiar. Justo antes de asesinarlo yquemar toda su obra. Pero dígame, ¿por qué lecuesta tanto creer que un imbécil escribiese esepoema? Acaba de decir que es obra de un loco.

—Sí. Pero un loco culto. Es casi un hexámetrodactílico castellano, pero...

—Pero la rima interna no coincide con la cesura.Lo sabemos. ¿Y ha notado como los errores métricosdel primer verso y del duodécimo se compensan?

—Sé qué es lo que intenta demostrarme con todoesto. Pero solo tengo su palabra. Esto podría haberloescrito cualquier erudito de la curia romana.

—Es más de lo que aparenta a simple vista. Es unconjuro de evocación, señor presidente.

Hazaña apartó el papel con una mano, entrelazólas manos delante de su mentón y miró al falsosacerdote con resignación.

—Ilústreme, ya que tanto interés tiene.—Las primeras tres estrofas tejen el conjuro.

Cuentan cómo aparece Du'um-A-Khay de la nada y

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su presencia hace crecer a su alrededor su cultoimpío. Pero no es solo lo que dice. Ese ritmo dehexámetro de cesura alterada es Du'um-A-Khaytraducido, esa musicalidad que está un paso lateralde la armonía humana. Al pronunciarlo en voz altauno da forma musical a Du'um-A-Khay. Finalmente,los cuatro versos sin rima son el sello, que entrelazatodas las rimas de los dáctilos rotos y de los troqueosdando forma definitiva al Cantar.

Azaña se levantó. Tomó el dossier de su mesa y selo extendió a Mijaíl. Se mantuvieron las miradasdurante unos minutos eternos. Su interlocutor sepuso en pie mientras se desabrochaba la sotana.

—Hubiera preferido no tener que recurrir a estopor su propio bien, pero comprendo que es difícilcreer sin ver.

—¿Qué está haciendo? —Azaña se encontrabaentre escandalizado y confuso.

El falso sacerdote se arrancó el alzacuellos ymostró sus hombros blancos a través de la aperturade su sotana. Parecía de repente tímido de mostrarsu torso.

—Le he de advertir, señor presidente, que lo queva a contemplar ahora ha conducido al suicidio amuchos hombres.

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—No sé de qué está hablando pero deténgase, porlo que más quiera. No quiero ver lo que me va aenseñar.

Mas el padre Mijaíl no se detuvo, sino que dejócaer la sotana. En contra de lo que había pensado,Azaña no lo encontró totalmente desnudo, mas concalzones largos. Mostraba un torso de espaldasamplias y tórax ancho, fibroso, en el que semarcaban las prominencias óseas. En el centro delpecho portaba un tatuaje, un círculo contorneadopor ocho líneas quebradas que nacían radiales deeste.

—No sé qué quiere demostrar con esto.—Abra el dossier por la sección cuatro. Libro

Segundo, Tercer Cantar. La Reptolomía.—No voy a entrar en su juego.De repente, una pistola apuntaba al entrecejo del

presidente.—Hágalo —dijo Mijaíl.—Si levanto la voz, quince hombres entrarán y lo

coserán a tiros.—Pero antes de eso usted estará en el suelo con

una bala humeante en la frente.Azaña apretó los labios. Miró la sección que se le

indicaba y comenzó a leer.

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—En voz alta.—Antes no parecía que eso le hiciera tanta gracia...—Antes estaba leyendo el Libro Primero; de

habérselo permitido habría entrado en un estado detrance alucinatorio y ahora no sería distinto de lapobre Carlota. Este Cantar es distinto, este habla deAgh-Okra, la legión-plaga.

—Sabe que todo lo que dice no son más que unasarta de necedades para mí, ¿no?

—Por ahora.Lo que había en los ojos del falso sacerdote instó

al presidente a leer.

Nacen de Música henchidos y Música quieren loslascivos

—Espere —dijo Mijaíl entregando la pistola aAzaña—. La va a necesitar.

El presidente iba a protestar, pero de repente unamelodía ajena y discordante comenzó a recorrer lascircunvoluciones de su cerebro y, antes de darsecuenta, estaba pronunciando las palabras en vozalta.

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Nacen de Música henchidos y Música quieren loslascivos

Orbes que en Ella han nacido por Gracia y Desgraciaexudados

Clavan sus garras vacías en almas humanascolmados

Beben cordura tardía con álgido ardor, incisivos

Un retumbe grave, como de flauta percutora, sedejó notar en las entrañas del presidente.

Cánticos cósmicos nacen de pérfida sima aberranteForman sus cuerpos procaces los bailes en Luz de

AgoníaLunas extrañas desnudan la argéntea beldad que

existíaGélidas língulas mudan conjuntas en voz discor-

dante

La inquietud de mil criaturas en extraño baile desus miembros recorrió la espalda de Azaña.

Ábside córneo destaca en la cúspide horrísona ymagra

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Magna corona es la estaca que portan en testas des-nudas

Brazos que acaban en puertas a Música plácida ycruda,

Alzan sus voces despiertas en forma de Luz-Bisagra

La respiración de Azaña se aceleraba de tal formaque cuando el duodécimo verso se volvió más cortode lo que debiera se quedó sin aire durante unsegundo eterno.

No-vivos alzados y amantesVacía onagra muda

Perdidos haces se aplacanServían las dudas ciertas

Azaña alzó la vista. Mijaíl no lo miraba. Su rostrohabía pasado del blanco pálido al amarilloceniciento. El sudor pegaba los escasos cabellosrubios a la piel. Los párpados, entrecerrados,temblaban al mismo ritmo que fasciculaban losmúsculos de su cara.

Y la música estalló.El presidente se cubrió los oídos por reflejo, pero

eso solo sirvió para que las vibraciones de la melodía

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se transmitieran de sus manos a su cráneo. Era uncompás de métrica ajena, una sonoridaddescabellada. Tan familiar que dolían las diferenciascomo clavos en el sentido de la armonía y puñales alrojo blanco en la matemática. Una sinfonía que nohabía sido compuesta por un músico, sino que habíacompuesto al músico a su imagen y semejanza, quemodificaba al instrumento hasta ajustarlo a supartitura y penetraba en el cerebro modificando susconexiones a medida de sus alteraciones.

Un crujido hizo que Azaña centrase su atenciónen Mijaíl, en su pecho desnudo. Allí, el tatuajecomenzaba a brillar. Parecía desprender una luzcálida y dolorosa, blanca. La piel debajo del tatuajese enrojeció a gran velocidad para luego llenarse deampollas que, al reventar, derramaban un trasudadosanguinolento.

—¿Pero qué coño... ?Acertó a decir Azaña antes de que el torso de

Mijaíl se rompiera. No podía definirlo de otra forma.Habían aparecido fracturas en el contorno deltatuaje que se extendían hasta los hombros y elabdomen hasta formar la imagen de un extrañoequinodermo. De la boca abierta del sacerdoteempezó a emerger una estructura ósea y afilada,

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como cuerno de animal. Los pseudomiembros seliberaron de su lugar habitual con el crujido delhueso y el manar de una sangre marrón coagulada.Al principio muy lentos, desperezándose,comprendió Azaña. Luego, como látigos queparecían vibrar de furia ante el tatuaje. En losextremos puntiagudos se abrieron espacios queparecían ansiar alimento cual bocas y, al mismotiempo, atisbar cual ojos. Miraban con la curiosidaddel hambre cada rincón del despacho hasta que secentraron en Azaña.

Solo entonces Azaña comprendió qué era Du'um-A-Khay porque Du'um-A-Khay, la que es Música yLengua y Diosa, lo miraba a través de Agh-Okra, laLegión-Plaga.

Sonó un disparo. Por instinto, el presidente habíausado el arma que aún estaba en su mano contraaquella mirada que desnudaba sus pecados y sorbíasu juicio, que llamaba a la lengua de Azaña a volvera pronunciar el Du'um-A-Khay ahora y siempre.

El padre Mijaíl cayó en la butaca, con un agujerode bala humeante en el pecho. El tatuaje habíadejado de brillar, su cuerpo parecía no haber sufridomás cambios, y la música había cesado con tanto

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dolor como había llegado. El presidente se dejó caer,agotado, en su asiento.

—Sabía que le dispararía.—Era el precio a pagar, el sacrificio por su

colaboración.Azaña asintió.—Usted era uno de esos niños.Mijaíl lo miró con una sonrisa.—Agh-Okra está dentro de mí desde hace tanto

tiempo que no recuerdo un día en mi vida sinescuchar Du'um-A-Khay en mi cabeza.

—¿Y eso no lo ha vuelto loco?—Claro que sí, por eso sigo luchando en lugar de

haberme suicidado.Azaña sonrió, Mijaíl hizo lo propio. El presidente

tomó papel y pluma y comenzó a escribir. Mijaílcontempló lo que hacía mientras la muerte pintabasu piel del color de la cera. Cuando Azaña terminó lacarta parecía mucho más viejo y cansado. Loshombros le pesaban.

—Y la guerra es la solución.—¿Qué mejor forma de buscar y asesinar a los

herederos de Heráclito que bajo el disfraz de unaguerra?

—Ya, bueno. ¿Y si escapa alguno?

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—Habrá una purga. Franco la encabezará.Combatirá a un fantasma durante toda su vida, yentre todos los que cace estarán aquellosteaghonistas que sobrevivan a la guerra.

—Lo que me está diciendo es que van a morirmuchos inocentes. Miles de inocentes.

—Van a salvarse más.Una lágrima recorrió la mejilla cansada de Azaña.

Tragó saliva con dificultad.—Mi pobre España, qué va a ser de ti —susurró

para sí mismo.Mijaíl le sonrió no sin cierta dulzura. Azaña

volvió a encararlo.—Esto acaba aquí, ¿no? La única traducción de

Du'um-A-Khay a un idioma humano destruida, suculto cazado. Habremos salvado al Mundo.

—De hecho tenemos pruebas de que circula unatraducción al francés y posiblemente otra al polaco.Tenemos que confirmar nuestras sospechas, peropodría haberse extendido mucho.

El presidente de la Segunda República guardósilencio durante una eternidad.

—¿Cuánto?—Polonia, Alemania, Francia, Italia... Algunas

pruebas nos llevan incluso a Japón.

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—¿Y qué van a hacer —preguntó socarrón Azaña—,una Guerra Civil por cada país afectado?

—Si se confirman nuestras sospechas, tendremosque organizar algo a mayor escala.

—¿Mayor que una guerra?—Mayor que la Gran Guerra. Una Segunda Guerra

Mundial...

Dedicado a la memoria de todos los queperdieron las guerras: los inocentes que murieronsolo por estar en el sitio equivocado.

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Sobre el autor de «El alma de la empresa»:

Juan José Hidalgo Díaz nació en 1984, en Málaga, yse crió en Torremolinos. Ha participado en variasantologías, entre ellas varias ediciones de Calabazasen el Trastero (Entierros, Arañas, Especial: Barker yEmpresas), así como en el Karma Sensual IV:Amores que matan, Tierra de Leyendas V, Te locuento y Más cuentos para sonreír.

Además, forma parte de las asociaciones Nocte yESMÁTER, con estos últimos acaba de publicar 200Baldosas al Infierno. Ha formado parte, además, delos colectivos Señor Bufforson (con los que hapublicado Sopa de Sapos) y La Logia del Anto (conlos que ha publicado Quiero Ser).

Fue ganador de los certámenes «IV Tierra deBardos», «I Concurso FANCINE UMA», «IVConcurso de Relatos Aullidos.com». Además, fuefinalista en el «I Nereidas de Microrrelato erótico», el«I Concurso de Barcelona de Microrrelato» y en el«2º Concurso Navidades Alternativas», entre otros.

Fue ganador de una de las ediciones de «El Reto»de asshai.com y organizador de otra de ellas. Porotro lado, fue el fundador del Concurso Teseo deMicrorrelato.

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En otro orden de cosas, ha ilustrado las páginasinteriores de «Forastero en cuerpo extraño» de ed. elParnaso y el relato «El Último Legionario» de Tierrade Leyendas V, ha visto su colección de dibujos «ElCirco del Dr Trecavlof» expuesta en la tetería «ElRefugio de los Condenados», en Málaga, e ilustró elpóster «Mosaicoplastia, acerca de tres casos» que élmismo presentó al congreso de la SEROD de 2009 y«Hip fracture and blood transfusion» presentado alcongreso EFORT 2012.

Finalmente, ha guionizado varios cortos, como«El Club del Tápper», «Supuestamente Vanessa» o«Hemos robado las estrellas», de Sergio SánchezCano; y ha visto adaptar a corto dos relatos suyos(colaborando eventualmente como coguionista), enparticular «Gilipollas», dirigido por Fran Bravo, y«En el hospital a las tres de la mañana», dirigido porel citado Sergio Sánchez Cano.