Calendario 2012, Alineaciones Arquitectónicas, Teotihuacán

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Orientaciones arqueo-astronómicas en Teotihuacán y la Pirámide del Sol. Espejo del cosmos y escalera rumbo al cielo.

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ARQUEO-ASTRONOMÍA Y CALENDARIOS MESOAMERICANOS

Las investigaciones arqueo-astronómicas sobre Teotihuacán, han acumulado un volumen importante de evidencia científica de

que el trazo urbano-arquitectónico de las Pirámides, está regido por orientaciones a fenómenos astronómicos cíclicos muy

significativos para la cosmogonía y cosmovisión mesoamericana. Sobre ello existe abundante literatura académica, aunque

lamentablemente esos estudios aún no gozan de la difusión que merecen. Como ninguna otra disciplina, han venido a develar el

vasto conocimiento astronómico de las culturas que formaron la civilización mesoamericana: Olmecas, Toltecas, Mayas, Mixteco-

Zapotecas, Huasteca-Tenek, Culturas de Occidente, Purépechas y Mexicas, principalmente. Sus conocimientos fueron aplicados

y plasmados no sólo en la orientación de sus construcciones (hoy denominadas „zonas arqueológicas‟), sino también mediante

iconografía, epigrafía y proporciones geométricas, en obras de arte (esculturas, ornamentos), cerámica, monumentos (estelas),

en sus mitos cosmológicos (Popol Vuh) y en varios códices, entre otras manifestaciones, incluso poéticas.

Durante miles de años, los habitantes del México antiguo escudriñaron el espectáculo majestuoso del firmamento, como lo

hicieron todas las grandes civilizaciones. Sus astrónomos, a simple vista, descubrieron que además del Sol y la Luna había otros

cuerpos –los planetas visibles- que se desplazaban sobre el fondo de las constelaciones. Siguiendo métodos de observación a

simple vista, registraron las cuentas de días –o noches-, entre sus apariciones y movimientos, así como ciclos de otros

fenómenos tales como solsticios, equinoccios, pasos cenitales, eclipses, tránsitos, salidas y puestas de las Pléyades y Orión,

entre otros.1

En algún momento debieron detectar, seguramente con gran gozo y exaltación, que entre los diferentes ciclos que medían (29,

117, 365, 584, 780 días) había relaciones de multiplicidad, conmensurables mediante submúltiplos integradores de aquellos

(13, 18, 20, 52, 65, 73, 173, 260). Ese pudo ser un principio de sus calendarios y su numerología sagrada, y de los

sistemas de notación vigesimal que rigen, principalmente, la matemática mesoamericana.

Los ciclos astronómicos fueron abstraídos en dos diferentes calendarios, que forman engranajes de tiempo en base a cuentas

cíclicas de 365 días (calendario solar xiuhpohualli en nahuatl o haab en maya, con 18 meses de 20 días, más 5 días rituales) y

de 260 días (calendario ritual tonalpohualli en nahuatl o tzolkin en maya, con 13 cuentas de 20 signos-día). Caso aparte es la

cuenta larga maya, también con el 18 y 20 cómo números base y el 13 como límite ritual: Y existe otro calendario más, de

819 días, en general poco conocido.

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Los calendarios son uno de los rasgos más sobresalientes de identificación entre las culturas que formaron la civilización

mesoamericana; el culto a Quetzalcóatl, el panteón religioso, el maíz como alimento y mito cosmogónico, la iconografía, la

estilística arquitectónica, con sus variantes, son otros rasgos culturales comunes, estudiados por largo tiempo. Más

recientemente, los atributos arqueo-astronómicos y los principios de diseño geométrico, son áreas de conocimiento que han

develado nuevos patrones culturales comunes.

En general, a todas las obras arquitectónicas, escultóricas, pictóricas y artísticas mesoamericanas, las caracterizan complejos

códigos de diseño en los que siempre subyacen la astronomía y los números calendáricos, con un sofisticado sistema de

proporcionamiento que las dota de una armonía y belleza de orden geométrico-matemático, antes intuido por muchos pero

apenas recientemente decodificado,2

formado por proporciones armónicas que superaban en variedad y refinamiento a las que

los europeos emplearon en su tiempo.

La alineación astronómica con que se planificaron pirámides, plazas y calzadas (denominada orientación arqueo-astronómica),

para fines de observación, registro y celebración de eventos celestes con formidable precisión, es uno de los atributos más

estudiados de la astronomía mesoamericana. La orientación de los basamentos hacia la salida y puesta del Sol en solsticios y

en fechas rituales, tenía como propósito básico actualizar los calendarios y “marcar” el tiempo, para computar ciclos más

sofisticados. Pero había además un propósito ritual, para la representación y conmemoración de fechas y fenómenos míticos.

En la planificación urbanística y el diseño arquitectónico mesoamericano nada era dejado al azar; eran resultado de una

cosmovisión sagrada del espacio y del tiempo, que buscaba consagrar sus obras al orden y armonía celeste y terrestre que

habían desentrañado de los periodos astronómicos y de la geografía sagrada en que habitaban. Así, en las urbes se han

confirmado tres “familias” de alineaciones arquitectónicas, cuyos rumbos señalan fenómenos solsticiales, equinocciales y fechas

rituales que dividen al año solar en: a) 5 periodos de 52 días; b) 4 periodos de 65 días más dos periodos de 52 días, y; c) 5

periodos de 73 días.3

Los periodos de 52, 65 y 73 días, son múltiplos de 13, números rituales todos, junto con el 20, y en

sus combinaciones siempre concatenan el 260 y 365, y estos a su vez periodos mayores, como el de 52 años: 18,980

días=365x52=260x73 días.

Por otra parte, varios observatorios y alineamientos fueron construidos para señalar las fechas de paso cenital solar, días de

gran importancia ritual en que el sol a mediodía queda exactamente en el cenit, brillando en todo su esplendor, iluminándolo

todo: “desapareciendo las sombras”. Xochicalco, Monte Albán, Teotihuacán, Tulúm, entre otras urbes, tienen observatorios u

orientaciones cenitales. En Copán e Izapa los pasos cenitales dividen al año en 260 y 105 días; todo apunta a que éste es el

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principio astronómico del que surgió el calendario ritual, en este último sitio,4

que tiene una peculiar concentración de

esculturas y basamentos. A partir de ese calendario sagrado, la ubicación y orientación de los centros ceremoniales se

resolvieron en cada lugar5

en relación a fenómenos astronómicos, marcadores arquitectónicos y/o relieves montañosos, para

engranar ciclos de 260 días y el año solar.

Son diversos los fenómenos y manifestaciones elocuentes que pueden citarse del conocimiento astronómico y su aplicación

urbanístico-arquitectónica en múltiples sitios. El más conocido es tal vez la incidencia de los rayos solares sobre la alfarda para

representar el descenso de la Quetzalcóatl, en la pirámide de Chichen-Itzá. Sin embargo, se ha llegado a la conclusión de que

la totalidad de las urbes mesoamericanas,6

presentan orientaciones astronómicas, entre otros muy variados atributos.

En ese sentido, la zona arqueológica de Teotihuacán, “la ciudad donde los hombres se hacen dioses” tiene una variedad

extraordinaria, tal vez inigualable, de fascinantes atributos arqueo-astronómicos y arquitectónicos, descubiertos poco a poco a

lo largo de décadas de paciente y dedicada investigación científica. También durante décadas, muchos han buscado

dimensiones celestes “ocultas” en las piramidales o la unidad de medida que rige sus construcciones, con frecuencia forzando

las deducciones; nada de ello hasta hoy puede enunciarse de forma rotunda, ni siquiera la medida de 82.5 cm propuesta

desde hace mucho, que debería ser adoptada como unidad de proporción, no de medida. Lo validado es que los atributos de

Teotihuacán se basan en sus alineamientos astronómicos, sus proporciones geométricas, su estética monumental y su fusión

arquitectónica al paisaje, que se han estudiado y sustentado sólidamente. Por lo anterior y su enorme influencia en todas las

culturas adyacentes, Teotihuacán es la metrópoli más importante y extraordinaria de cuantas hay en Mesoamérica.

ARQUITECTURA DE CONSAGRACIÓN ASTRONÓMICA

La urbe presenta una orientación de 15.5° noreste que rige su trazo, y junto con la disposición de sus construcciones más

importantes, conjuga simultáneamente varios atributos astronómicos, calendáricos y geodésicos. Para empezar, la fachada de la

Pirámide del Sol está orientada hacia el poniente, en cuyo rumbo se pone el sol cada 13 de agosto, fecha conmemorativa del

día de la „creación‟ de acuerdo a la “cuenta maya”, que conforme a la conversión de fechas a nuestro calendario actual, inició el

13 de agosto de 3114 ac. Por otra parte, la línea que va de la cúspide de la Pirámide del Sol a la cúspide de la Pirámide de la

Luna, apunta al norte astronómico. Aun más: las cúspides de ambas pirámides se encuentran a la misma altitud respecto al nivel

del mar, a pesar de la diferencia de alturas entre sí y de la diferencia de niveles en el desarrollo urbanístico de Teotihuacán, lo

cual indica un formidable dominio topográfico altimétrico y planimétrico de los constructores mesoamericanos.

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En el horizonte de Teotihuacán, desde la Pirámide del Sol puede observarse la salida solar al amanecer en los solsticios, que

coincide en crestas o esquinas de la serranía oriental y con la cima del Cerro Colorado en los equinoccios, dividiendo al año en

fechas que según nuestro calendario son el 29 de abril, el 13 de agosto (inicio de la cuenta larga), el 12 de febrero, el 29 de

octubre, y los solsticios del 21 de diciembre y 21 de junio. En la división del año en esos periodos, quedan implícitos los dos

calendarios mesoamericanos, el ritual de 260 días y el civil solar de 365 días, todo en base a los periodos solares en esa

latitud y a la orientación de la pirámide, según detalla Sprajc.3

En otro aspecto, Ponce7

detectó un fenómeno sobresaliente en el sitio: el alineamiento del eje arquitectónico de las escaleras

de la Pirámide del Sol, su ángulo de inclinación, y el ángulo de incidencia de los rayos solares en los días de equinoccio, lo que

produce una hierofanía consistente en la aparición del Sol en el cue (base-altar de la cúspide) y el descenso de los rayos

solares por las escalinatas del templo, fenómeno conocido como Sol rasante. Está documentado el descenso rasante del sol

en solsticios o equinoccios, en las escaleras en las pirámides de Quetzalcóatl y de las Estelas en Xochicalco, en la del Sol en

Tula, en la del Castillo de Chichen-Itzá y en la del Castillo de Tulúm, entre otras. En la Pirámide del Sol en Teotihuacán, el

fenómeno se cumple en las escaleras del segundo cuerpo, debido a que fue objeto de una reconstrucción errada en la época

porfiriana, que alteró parcialmente sus dimensiones. Sin embargo, el fenómeno de Sol rasante acontece.

Otro hallazgo se detectó mediante un análisis geométrico y proporcional de las distancias entre las pirámides del Sol, la Luna y

la ciudadela en Teotihuacán. En un mapa, si se trazan órbitas tomando la Pirámide del Sol como centro cósmico, establecen

que la Pirámide de la Luna tiene una distancia que está en proporción aurea respecto a la distancia a la Ciudadela. Las órbitas

que se forman respecto a la Pirámide de la Luna y la Ciudadela -de las que la Pirámide del Sol es el centro- están en

correspondencia a proporciones astronómicas reales. Estas cualidades fueron detectadas por Martínez del Sobral (ibid2

),

luego de decodificar los patrones geométricos que rigen en las obras de arte mesoamericano (esculturas, pirámides,

desarrollos urbanísticos, etc.) en base a unidades de proporción consistentes, no así de medida.

Por otra parte, Teotihuacán aparece como parte de un ordenamiento planificado geométrico-radial de centros de población o

cerros perimetrales. En su investigación, Tichy8

elaboró un mapa para la zona de Teotihuacán, en donde salta a la vista la

distribución radial de poblados respecto de poblaciones y montañas destacadas y antiguos marcadores astronómicos,

mediante líneas de orientación (azimuts) que tienen ángulos de 4.5° entre sí, de lo que resulta que la circunferencia está

dividida en 80 rumbos u orientaciones. Se trata de una concepción planimétrica regida por trazos geométricos planificados.

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El autor referido también detectó el alineamiento de la cúspide del Citlaltépetl (el Pico de Orizaba, la montaña más alta de

Mesoamérica) a la Pirámide del Sol, justamente en el amanecer del solsticio de Invierno.

En otro análisis, Roldán9

detectó en Teotihuacán -y varias ciudades mesoamericanas más- que la disposición de sus ejes,

calzada, plazas y edificios son un reflejo geométrico-simbólico del mapa celeste en el momento de la creación (según el Popol

Vuh), la noche del 13 de agosto de 3114 a.c. En esta lectura, la vía láctea, la constelación de Géminis y el cinturón de Orión,

corresponden a la Calzada de los Muertos y a un eje arquitectónico transversal con dos plazas y basamentos perimetrales a

ambos lados de la calzada; el ave celestial del mito corresponde a la constelación de la Osa Mayor, que se mueve sobre la

Pirámide de la Luna, y ciertos montículos que están localizados al sur de la metrópoli presentan un trazo coincidente con la

constelación del Escorpión. Según los cálculos de ese autor, la disposición geométrico-urbano-arquitectónica de Teotihuacán,

coincide con la posición de los cuerpos celestes referidos en el firmamento aquella noche, de lo que resulta un reflejo

simbólico del cosmos, un espejo del cielo en la fecha mítica de su creación.

A la fecha son muy numerosos los fenómenos de alineamiento urbanístico, arquitectónico y celeste que se han documentado

por la arqueo-astronomía para numerosas pirámides; aquí se mencionan algunos de los relevantes en Teotihuacán, que

trascienden a los “calendarios de horizonte para fines religiosos y agrícolas”. Esta concepción no sólo se observa en las

pirámides sino también en el ordenamiento en las plazas; al respecto Ponce (ibid5

) propuso:

“En cambio, podría decirse que sus grandes espacios abiertos, sus grandes plazas, crean lugares armónicos con la bóveda

celeste; es decir, los espacios urbano-arquitectónicos enmarcan o se conjugan con los acontecimientos de su cosmovisión, pues a

través de esta arquitectura relacionan los eventos celestes, tanto al oriente como al occidente, las apariciones, ocultamientos y

posiciones del Sol, en los días significativos de su movimiento anual, con los pasajes mítico-religiosos. Conceptualmente podría

decirse que los entornos de estos espacios, hacen las veces de piedra riñón de una gran bóveda en donde se va plasmando

evangélicamente la historia sagrada de su cosmovisión.”

Así, la traza de la Calzada de los Muertos, el eje arquitectónico de la Pirámide del Sol, y las salidas y ocasos astronómicos

que apunta, ordenan el plano horizontal en los cuatro rumbos y cuatro cuadrantes del cosmos mesoamericano, cada uno

consagrado a un Dios, como lo ilustra p.e. la primera página del códice Féjervéry Mayer. En el plano vertical, el ordenamiento

arquitectónico delimita tres niveles principales, el inframundo, el plano terrenal y el cielo. En este espacio tridimensional se

engranan las varias ruedas del tiempo que los cuerpos celestes marcan, en un devenir sincronizado, armónico y cíclico,

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conformándose así un espacio-tiempo cuatridimensional de carácter espiral, morfismo que prevalece en la iconografía y que

subyace en los principios de geometría mesoamericana ya estudiados (ibid 2

).

En síntesis, Teotihuacán es el resultado de una cosmogonía, cosmovisión y conocimientos qué, abstraídos en el trazo, la

disposición, la proporción y los alineamientos arquitectónico-astronómicos, convierten simbólicamente a la metrópoli en un

EEssppeejjoo ddeell CCiieelloo, consagrándola al espacio-tiempo del cosmos, al tiempo que, por los mismos atributos, funciona también

como un RReelloojj CCóóssmmiiccoo que marca ciclos celestes.

Esos atributos son aplicaciones extraordinariamente refinadas bajo una concepción de sincronía espacio-temporal, astronómica-

mítica y geométrico-arquitectónica, que implican un conocimiento profundo de los ciclos astronómicos y las trayectorias

celestes, de sistemas de proporción, del dominio de la geometría y las matemáticas, aplicado todo al diseño urbano-

arquitectónico y a la construcción, para la representación y consagración al orden cósmico-divino. Por lo demás, parece claro

que los mesoamericanos conocían el carácter heliocéntrico del sistema, cuando además en las esculturas y piedras

calendáricas, el Sol aparece siempre en el centro de las mismas (Dra. Martínez del Sobral, 2011).

Sin los conocimientos para incursionar en el análisis geométrico o astronómico y sus posibilidades significantes, los atributos

detallados de Teotihuacán habían sido intuidos por Laurette Sejourné10

en 1957, cuando escribió:

“Reducidos a la pureza de esquemas, estos edificios tan sobrios e incoloros como cuerpos de ascetas de los que todo rasgo de

pasión hubiera desaparecido, exaltan ahora la fórmula que los engendró con un rigor inhumano. Despojada de la poesía de los

símbolos que, con la ayuda de formas y colores, cantaba su verdad oculta, esta fórmula puesta al desnudo aparece como el

resultado de cálculos matemáticos elaborados a partir de la rígida ley de los números, dictada a los hombres por los astros… El

orden que presentan los espacios y los monumentos sugiere que la misma ley de los números determinó un estricto sistema de

planos… es fácil persuadirse de que esta geometría contiene un significado que sería importante descubrir”.

Expresiones como la anterior son resultado, en principio, de la experiencia estética que produce esa magnificencia

arquitectónica en el observador atento. Y explica también que visitantes sin conocimientos de arquitectura, de astronomía o de

las civilizaciones mesoamericanas, sean conmovidos por la monumentalidad y la elegante belleza de sus construcciones, como

sucede también en otras urbes mesoamericanas.

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ARQUITECTURA DE PAISAJE

La experiencia estética en urbanizaciones mesoamericanas se origina por varios atributos deslumbrantes y notables, que pueden

ser observados por cualquier visitante, y que pueden denominarse „arquitectura de paisaje‟, es decir, la integración armónica

de las construcciones al paisaje natural –montañas, topografía, etc.- que las rodea. Pero en Teotihuacán, esa integración va

más allá de la armonización estética entre edificios y naturaleza, pues se observan simultáneamente tres propósitos

convertidos en disciplinas de diseño arquitectónico: la fusión ritual de las construcciones a montañas, cuevas y manantiales; el

alineamiento de cuerpos arquitectónicos en diálogo para perspectivas hierofánicas o epifánicas; y la mimetización

arquitectónico-geométrica de las pirámides a las montañas. Una muestra de lo anterior puede apreciarse en las fotografías de

este documento.

Fusión Ritual al Paisaje: La ubicación y/o alineamiento de pirámides en relación a montañas, cuevas y manantiales (que guardan un

complejo simbolismo y carácter sagrado en su cosmovisión), documentado para todos los grandes asentamientos

mesoamericanos, es a tal punto relevante que actualmente en muchas poblaciones las peregrinaciones a montañas y cuevas, en

fechas que suelen coincidir con el calendario mesoamericano, son una de varias prácticas rituales que sobreviven a la

“modernidad” y señalan la vitalidad de tradiciones con raíces culturales muy antiguas.

En Teotihuacán, la existencia de una cueva bajo la Pirámide del Sol, los manantiales que existían en el Cerro Gordo ubicado

detrás de la Pirámide de la Luna, y la alineación arquitectónica de la calzada y las pirámides a las montañas prominentes, fueron

determinantes en la urbanización y arquitectura del sitio, incorporando a las montañas dentro del paisaje ritual,11

lo que también

se ha denominado culto a los cerros.

De estos alineamientos, es notable el eje Ciudadela-Pirámide del Sol-Cúspide del Cerro Gordo, montaña que mantiene una

preeminencia paisajística y simbólica, como altar supremo en el eje sur-norte, y que sólo la Pirámide de la Luna trasciende -en

perspectiva- durante la peregrinación a lo largo de la Calzada de los Muertos.

Este es ya ejemplo de otra disciplina que ejercieron en el diseño urbanístico: el alineamiento de cuerpos en diálogo para

Perspectivas Arquitectónicas Hierofánicas o Epifánicas. El proceso en el cual la Pirámide de la Luna se ve crecer

monumentalmente a medida que se avanza en su dirección por la Calzada de los Muertos, es una de las perspectivas más

gozosas para los visitantes atentos. Inicialmente la pirámide se ve pequeña ante el Cerro Gordo; al avanzar crece un poco y

aparece como escalera que permitiera ascender al cerro-altar supremo; pasos más adelante se monumentaliza cada vez más

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mientras el Cerro Gordo va empequeñeciendo hasta desaparecer, en tanto que los vértices de sus plataformas y taludes –no

obstante una reconstrucción errática, en la que se distorsionaron los ángulos originales de algunos taludes- van intercalándose

gradualmente con los escalonamientos de los basamentos laterales, en una sinfonía de geometrías simétricas.

Una vez al centro de la plaza, donde un aplauso puede rebotar en ecos amplificados y profundos, la pirámide se ve

intersectando sus taludes y plataformas con los basamentos laterales, como un ave celestial que despliega sus alas. Luego,

sólo unos pasos más adelante, alcanza la mayor perspectiva epifánica y sagrada que buscan las pirámides mesoamericanas: la

de una EEssccaalleerraa RRuummbboo aall CCiieelloo,, un altar-observatorio para alcanzar el cielo e invocarlo. Mismo propósito que puede observarse

y gozarse frente a la Pirámide del Sol, pero en una escala más colosal y majestuosa.

De hecho, en varios sitios de Teotihuacán también pueden observarse alineamientos arquitectónicos de diversos basamentos

respecto a las pirámides del Sol o la Luna, formando perspectivas con gran profundidad de campo, que integran plataformas

y/o escaleras de un cuerpo a otro sucesivamente, lo que desde sitios lejanos señala o „permite‟ el ascenso visual a la cúspide

de las pirámides… visión epifánica también.

Es notable que dichas perspectivas resaltan por la combinación bien resuelta de complejos aspectos de diseño arquitectónico:

el alineamiento de ejes y planos entre cuerpos diferentes; los niveles de escalonamiento entre plataformas distantes; los

ángulos de inclinación de escalinatas y taludes; y la proporción geométrica que guardan entre sí pirámides, basamentos,

plataformas y escalinatas. Más notable es que dichos alineamientos entre cuerpos lejanos, frecuentemente suelen detectarse

cuando el observador se sitúa en los ejes o bordes de escalinatas, alfardas o basamentos, lo que reitera una fabulosa

conjugación de volúmenes arquitectónicos en el espacio, que a la distancia mantienen entre sí total armonía.

Más aun, en Teotihuacán los volúmenes arquitectónicos se conjugan también con el paisaje de un modo singular, para la

Mimetización Arquitectónica a las Montañas. En numerosos sitios se observa el paralelismo de los taludes, escalinatas y niveles

de las pirámides respecto al escarpio y accidentes topográficos de las serranías de fondo; un paralelaje de la geometría

arquitectónica respecto a las montañas –nuevamente-. Así, desde la plaza de la Pirámide de la Luna, avanzando hacia el sur por

la Calzada de los Muertos, se observa contantemente la correspondencia de ángulos y requiebres entre la Pirámide del Sol y

el Cerro Patlachique. Conjugaciones similares pueden observarse en sentido opuesto para ambas pirámides respecto al Cerro

Gordo, desde el inicio de la Calzada de los Muertos.

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Esta mimetización geométrica, que a la luz de las demás alineaciones difícilmente podría considerarse una „coincidencia‟, es

indicio de que los ángulos de los taludes y escalinatas fueron en principio diseñados para armonizar a las pirámides con las

montañas, dotándolas así del carácter de “Altepetl”: Montaña Sagrada o “Cerro de los Mantenimientos”, como se les

denominaba en Mesoamérica.

IXIPTLA

Esta búsqueda de representación y armonización necesariamente debió estar conceptualizada en Mesoamérica; y en efecto

existe un concepto, Ixiptla en Náhuatl, cuyo significado es “relación de semejanza”, materializada en la sincronía,

representación, consonancia, armonía o semejanza que la obra terrenal debía satisfacer respecto del orden cósmico-divino. A

través de esas cualidades, las obras adquirían los atributos del Dios “representado”, que así „encarnaba‟ en ellas. Esa

cosmovisión y forma de concebir sus obras, sus “ídolos”, las imágenes e incluso la palabra, señala una diferencia cultural

absoluta respecto a los españoles -y las concepciones occidentales en general-, pues estos veían en las imágenes cristianas

sólo una “representación”, sin que la imagen poseyera los atributos del ente. Gruzinsky12

hace extensos análisis respecto de

que el objeto del Ixiptla es manifestar la presencia divina, y resume:

“También se podría decir del Ixiptla que es el producto de un código secreto, que constituye un repertorio cifrado y exhaustivo de

elementos y de combinaciones…”

DESTRUCCIÓN Y DISTORSIÓN DE UNA CIVILIZACIÓN

Teotihuacán alcanzó su esplendor con todos sus atributos de exquisita sofisticación entre los años 0 y 200 de nuestra era,

según la bibliografía ortodoxa... Su influencia y herencia cultural, alcanzó a las demás culturas mesoamericanas contemporáneas

y posteriores. Sin embargo, ahora se sabe que la aplicación del conocimiento astronómico para la consagración ritual del

paisaje y de las urbes, se observa ya desde Cuicuilco13

600 años ac, así como también se ha confirmado que los patrones

geométricos mesoamericanos eran empleados por los olmecas y que en La Venta, desde 1,000 ac, se usaban las

orientaciones astronómico-calendáricas,14

por lo que muchas „verdades absolutas‟ de la arqueología tradicional resultan

contradictorias, incluyendo los periodos históricos y algunas dataciones dudosas que en deberán ser replanteadas.

Independientemente de los procesos antropológicos que dieron lugar a ese desarrollo civilizatorio, e independientemente de

los marcos conceptuales y de investigación en que se basan las hipótesis arqueológicas que pretenden explicarlos, parece

claro que diseños arquitectónicos, construcciones monumentales y aplicaciones de conocimiento que alcanzaron tal

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sofisticación, tuvieron que realizarse por arquitectos y astrónomos que planificaron las obras, dirigiendo el esfuerzo colectivo

genuinamente devocional de sus pueblos.

Es por lo tanto inverosímil que en su esplendor, semejantes obras se hubieran realizado sólo para “verificar ciclos agrícolas” o

para plasmar mensajes del “poder de los sacerdotes”, como simplifican convencionalmente algunos investigadores, cuando

además de la obra arquitectónica esos pueblos participaron en guerras rituales, en ofrendas de sacrificio, y en la producción

de un gran volumen de obra de arte de exquisita variedad, en la que plasmaron y representaron una cosmovisión compartida,

consagrada al orden celeste que les fascinaba y observaban cada noche en el firmamento.

Si bien los ciclos astronómicos-agrícolas fueron el germen de su religión y cultura, encasillar a esas convenciones las obras

mesoamericanas es negar la evolución del pensamiento y conocimiento, y estereotipar el desarrollo y refinamiento cultural que

alcanzó esa civilización, aun cuando haya sobrevenido una posterior decadencia, como ha sucedido con todas las culturas.

Sin embargo, el racismo cultural que caracteriza al pensamiento occidental, se manifiesta en algunas escuelas e instituciones de

investigación de las que han surgido arqueólogos que replican ese modelo de pensamiento, pretendiendo explicar los hallazgos

sobre las culturas mesoamericanas a partir de ideas básicas petrificadas en que simplemente los “sacerdotes empleaban sus

conocimientos astronómicos para atemorizar y dominar a sus pueblos”. Así, las dinámicas del imperialismo colonizador

occidental, sus gobiernos corruptos y tiránicos, y sus instituciones religiosas, que a lo largo de la historia y hasta la fecha

obnubilan y depredan a pueblos y naciones, se utiliza frecuentemente como modelo forzoso de referencia para el estudio de las

culturas mesoamericanas. O en otros ámbitos, se les enajena con ocurrencias new-age que suponen su esplendor como

“herencia de extraterrestres”.

Mesoamérica fue objeto de la destrucción cultural más atrabiliaria y fanática de la historia, por parte de “conquistadores”

españoles provenientes de la nación europea más decadente en su momento, quienes encarnando los dogmas de la institución

religiosa más corrupta y oscurantista que ha existido en la historia humana, usaron la evangelización católica -con los aztecas

eclipsados en plena declinación-, como pretexto para un saqueo brutal de riquezas, en tanto realizaban la destrucción masiva y

sistemática de códices, estelas, construcciones y obras de arte, así como el genocidio y explotación de los pueblos

originarios. ¿Cuanto más se sabría si no se hubiesen destruido cientos de códices, según los cronistas?

En el extremo de las aberraciones, los últimos regímenes que han gobernado México practican sistemáticamente la

depauperación de la historia “pre-hispánica”, recortando las materias de estudio en los planes de educación básica y media,

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como si la tradición cultural y el devenir de México hubieran comenzado a partir de la conquista-depredación española -que

gobiernos neo-cristeros desean único referente „civilizatorio‟-, no viendo en las zonas arqueológicas más que “polos de

atracción turística” para hacer negocio mediante concesiones o eventos aberrantes carentes de contenidos educativos sobre

la cultura mesoamericana, en reptante búsqueda de la gradual privatización de dichos sitios, como sucede en Tajín. Así también

fue que se pretendió establecer en Teotihuacán un vejatorio negocio privado de luces nocturnas, que sólo fue abortado por la

reacción de repudio social sostenida durante varios meses.

Todo lo anterior es ejemplo de los prejuicios, racismo cultural, vocaciones lucrativas amafiadas sobre el patrimonio histórico-

arquitectónico y natural, además de ignorancia y desatención de lo que la ciencia ya ha validado respecto a Mesoamérica,

consolidado en un racismo amalgamado con aberraciones ideológicas de origen judeo-cristiano, que ha permeado durante

generaciones como principio subyacente en las relaciones sociales, políticas y económicas.

Es el mismo racismo que hasta la fecha padecen los pueblos indígenas contemporáneos, objetos de explotación y despojo por

imperios decadentes y corruptos, primero el español, ahora el sionismo anglosajón con los EUA como verdugo-cancerbero, así

como sus trasnacionales y nuestros gobiernos parásitos. Un ejemplo es la embestida contra el cultivo de las variedades

locales de maíz para esclavizar a los campesinos mexicanos -la mayoría indígenas- mediante la intromisión forzada del maíz

transgénico patentado por parte las trasnacionales agroindustriales (con la sumisión de autoridades federales abyectas),

verdadero veneno y arma de destrucción biológica, económica y cultural, que pone en peligro de desaparición a las semillas

originarias por la feroz contaminación transgénica, al tiempo que se lucra y se sabotea contra el potencial auto-alimentario de

México y la salud de la sociedad, en la cuna de la civilización del maíz…

En contrapartida, la conservación de nuestra cultura requiere necesariamente de políticas públicas de revaloración de las raíces

histórico-culturales de México, de la educación sobre la riqueza y complejidad de la civilización mesoamericana, de la

conservación del patrimonio cultural tangible e intangible que sobrevivió al holocausto español-católico, y de la protección de

sus recursos naturales. Es notable que muchos investigadores de Mesoamérica que han ayudado a construir el conocimiento

actual, sean de nacionalidades distintas a la mexicana, y que el turismo internacional tenga en los vestigios arqueológicos de

México un polo de admiración. En plena globalización, el pueblo mexicano y sus autoridades deben voltear a sus orígenes

históricos y revalorarlos en base al conocimiento disponible, para fortalecer sus raíces hacia el futuro.

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CONOCIMIENTO Y ARTE EN MESOAMÉRICA

A pesar de la severa destrucción de edificios, esculturas, obras de arte y códices -son poquísimos los que se salvaron-, los

vestigios mesoamericanos han permitido numerosos, importantes y elocuentes descubrimientos que la arqueo-astronomía ha

documentado en los últimos 40 años, develando una civilización que floreció a partir de abstracciones intelectuales complejas y

códigos culturales extraordinariamente refinados, sustentados en sus conocimientos astronómicos, matemáticos y geométricos

-entre otros-, su convivencia mística con la naturaleza, y su idealización mitológico-devocional de la vida y la creatividad

humana, consagrándolas al mismo propósito.

Desde el trazo urbano orientado astronómicamente hasta la geometría de detalle arquitectónico, la obra edificada en

Mesoamérica es la materialización de una concepción de armonización, representación y semejanza respecto al cosmos y la

naturaleza, para la sacralización del espacio y el tiempo.

Teotihuacán, metrópoli concebida como espejo-mapa celeste en donde la Pirámide del Sol es el axis mundi, es no sólo la más

monumental de las urbes mesoamericanas, sino aquella “donde los hombres se hacen dioses” justamente porque fue creada

simbólicamente “a imagen y semejanza” del orden celeste-divino, resultado de abstracciones y proezas intelectuales y

creativas que colocan a su arquitectura como representante de una fusión naturaleza-conocimiento-simbolismo-arte, única en su

tipo, que ninguna otra tradición cultural en el mundo aplicó en sus edificaciones. Esto atañe también a las demás obras de arte

de esa civilización, hermanadas por códigos de extraordinaria complejidad estética y los mismos principios de representación-

consagración que se observan en la obra edificada.

La diferencia entre Mesoamérica y el resto del mundo puede sintetizarse así: En general, las diferentes tradiciones

arquitectónicas y artísticas de la historia se han basado en la proporción humana; en ellas “el hombre es la medida de todas las

cosas”. En la arquitectura y el arte mesoamericano, la concepción creativa sintetizada en sus patrones geométricos y

proporcionales, fue “el cielo es la medida de todas las cosas”.

El arte suele ser una representación del orden estético de la naturaleza. Pero Teotihuacán, como otras urbes mesoamericanas,

es una creación de representación más que estética: de representación cósmica, no por el sistema de creencias –religión- que

la subyace, sino por el conocimiento de la naturaleza manifestado en ella.15

Luis Fernández

México, 2012

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BIBLIOGRAFÍA DE REFERENCIA:

1. “Anthony F. Aveni, OBSERVADORES DEL CIELO EN EL MÉXICO ANTIGUO; FCE, México, 2ª Ed. 2005”

2. “Martínez del Sobral, Margarita, GEOMETRÍA MESOAMERICANA; FCE, México, 2000”.

3. “Jesús Galindo Trejo, “Del Cielo al Muro; La visión astronómica del hombre mesoamericano”, en: De la Fuente, Beatriz (Coordinadora), MUROS QUE

HABLAN, ENSAYOS SOBRE LA PINTURA MURAL PREHISPÁNICA EN MÉXICO; El Colegio Nacional, México, 2004”

4. “Víncent Malmstrom, CYCLES OF THE SUN, MYSTERIES OF THE MOON; University of Texas Press, 1ª edición, EUA, 1997”.

5. “Daniel Flores G. Signos Astronómicos en Mesoamérica; en: Daniel Flores, Margarita Rosado y José Franco, coordinadores; LEGADO ASTRONÓMICO;

Instituto de Astronomía, UNAM, 1ª Edición, México, 201”.

6. Para consulta, ver: ”Iván Sprajc, ORIENTACIONES ASTRONÓMICAS EN LA ARQUITECTURA PREHISPÁNICA DEL CENTRO DE MÉXICO; Colección

Científica, Serie Arqueología; INAH, 1ª edición, México, 2001”. En esta investigación, después de estudios de campo exhaustivos, se concluye que la

totalidad de las zonas arqueológicas del altiplano mexicano presentan orientaciones astronómicas, para diversas aplicaciones. En el caso de la zona maya, y

de las culturas de occidente, los estudios son múltiples y de diversos autores, pero la conclusión es similar.

7. “Arturo Ponce de León H. Propiedades Geométrico Astronómicas de la Arquitectura Prehispánica, en: Johanna Broda, Stanislaw Iwaniszewsky, Lucrecia

Maupomé. ARQUEOASTRONOMÍA Y ETNOASTRONOMÍA EN MESOAMÉRICA; UNAM, 1ª Edición, México, 1991”

8. “Franz Tichy, Los Cerros Sagrados de la cuenca de México en el sistema de ordenamiento del espacio y de la planificación de los poblados. ¿El sistema

Ceque de los andes en Mesoamérica?, en: Johanna Broda, Stanislaw Iwaniszewsky, Lucrecia Maupomé. ARQUEOASTRONOMÍA Y ETNOASTRONOMÍA EN

MESOAMÉRICA; UNAM, 1ª Edición, México, 1991”

9. “Víctor Torres Roldán, CIUDADES ESTELARES, Cosmología y simbolismo de las pirámides; Plaza Janés, 1ª edición, México, 2005”.

10. “Laurette Sejourné, PENSAMIENTO Y RELIGIÓN EN EL MÉXICO ANTIGUO; FCE, México, 1957”.

11. “Johanna Broda, Stanislaw Iwaniszewsky y Arturo Montero, coordinadores; LA MONTAÑA EN EL PAISAJE RITUAL; Instituto de Investigaciones

Históricas, UNAM; ENAH, 2ª Edición, México 2007”

12. “Serge Gruzinsky, LA GUERRA DE LAS IMÁGENES, De Cristóbal Colón a Blade Runner; FCE, México, 1994”.

13. “Johanna Broda; La percepción de la latitud geográfica y el estudio del calendario mesoamericano; Estudios de cultura Náhuatl, ISSN 0071-1675, Nº.

35, 2004”

14. “Jesús Galindo Trejo, Orientación calendárico-astronómica en el Preclásico: el caso la Venta; en: Daniel Flores, Margarita Rosado y José Franco,

coordinadores; LEGADO ASTRONÓMICO; Instituto de Astronomía, UNAM, 1ª Edición, México, 2011.

15. Luis Fernández (inédito), Memoria Metodológica para la Investigación: “Margarita Martínez del Sobral; NUMEROLOGÍA ASTRONÓMICA

MESOAMERICANA EN LA ARQUITECTURA Y EL ARTE. Facultad de Arquitectura; UNAM, 1ª Edición, México, 2010”.