Camino a Nuestra Identidad

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    SÁBADO 30 DE ABRIL DEL 2016 | 23:10

    Algo ocurrió camino a nuestra identidad.

    por A. Huerta-Mercado

    Las críticas hacia las preferencias populares suelen preceder a los juicios despectivos, la

    desconfianza y la agresividad.

    Alexander Huerta-Mercado  Antropólogo y profesor de la PUCP

    La cultura es todo lo que el ser humano hace, piensa y tiene siempre que sea como miembro deuna sociedad. Así nos podemos entender y podemos, sobre todo, convivir y comunicarnos de

    manera relativamente fácil. No llega a nosotros a través de la herencia genética sino que esaprendida en procesos de socialización que nunca terminan y que pueden ser transmitidos através de mitología o educación escolar, de cantares de gestas o programas televisivos, depadres a hijos, como de maestros a discípulos. La cultura sirve para vivir y entendernos ensociedad y un error común es clasificarla en superior o inferior, un error que ha justificado todotipo de discriminación y violencia.

    La cultura occidental acepta un amplio espectro de tonalidades y una de ellas articula a lasmanifestaciones que dan lugar a la denominada “cultura popular” y particularmente a una

    “cultura popular urbana” que en el caso de Perú por un tiempo se denominó cultura chicha (en

    alusión a la cumbia peruana que funcionó como banda sonora de todo un proceso social) y cuyo

    consumo, si bien exitoso, ha sido sumamente criticado asociándola a brutalidad e ignorancia.

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    ¿Qué es cultura popular urbana? Para sentido de este artículo se define primero por no serconsiderada de élite, le pertenece “al otro” y es usualmente mirada de forma despectiva. A suvez, es consumida por un número importante de personas y, como su nombre lo indica, goza dela llamada popularidad que genera identificación. El hecho que ocurra en la ciudad la asocia alos medios masivos y al intercambio económico y simbólico que genera comunidades de

    consumo.

    Descartemos la idea simple que sostiene que es una cultura “promovida por el poder” para tener

    a las personas pasivas y distraídas. La historia reciente muestra que los medios popularespueden ser usados por el poder político (incluso se ha bautizado estos casos con el extrañonombre de “psicosociales”), pero el camino es inverso, el poder político no podría usar a la

    cultura popular si esta previamente no fuera aceptada y seguida. Por otro lado, la perceptiva dela manipulación maquiavélica de la cultura popular sugeriría que las personas son pasivas a loque se les ofrece en los medios masivos. De ser esto cierto, no habría necesidad de estudios demárketing, de nuevos actores sociales en los medios de comunicación ni del constante temor alfracaso por falta de ráting.

    En el siglo XXI se plantea una revalorización artística y académica de la cultura chicha de losochenta, en cuanto a su valor documental y su particularidad estética, por lo queconstantemente tenemos homenajes a los pioneros de la cumbia peruana y a los afiches que losanunciaban. Pero este reconocimiento no se actualiza hacia la cultura popular actual (afincadahoy en día en la denominada televisión basura) y las críticas hacia las preferencias popularessuelen preceder a los juicios despectivos que nos han venido dividiendo como nación.

    ¿Por qué no nos animamos a bailar y aprender las cosas buenas que la cultura popular nosenseña? Como la cultura chicha, hagamos contrastable lo incontrastable, busquemos respuestasingeniosas y aproximémonos amistosamente a su colorido desborde. Busquemos, pues,entendernos entendiendo qué puede gustar de la cultura popular pues somos en alguna medidaparte de ella. Prendamos el televisor y antes de horrorizarnos, observemos y reflexionemos.Partamos de la premisa de que el nuevo panorama social peruano ha incrementado un consumode la ilusión más que de solo objetos. Veamos:

    Un canal puede estar transmitiendo un programa de chismes, invadiendo inexcusablementevidas privadas, pero el éxito en la popularidad del mismo puede revelarnos la necesidad de unpúblico históricamente anónimo a integrar el universo de personas que son reconocidas en losmedios, las distancias entre una estrella y un ciudadano de a pie parecieran haberse acortadoen estos espacios televisivos.

    Por otro lado, una telenovela puede ser vista como un melodrama simple, sin embargo,podríamos descubrir que su éxito radica en devolver catárticamente el protagonismo a nuestrasemociones. Además, como los mitos antiguos, las telenovelas nos actualizan la eterna luchaentre el bien y el mal con la esperanza de la victoria del primero.

    Los programas cómicos desde hace cinco décadas suelen ser vulgares e incluso han promovidoracismo y homofobia, sin embargo, han evidenciado qué es lo que nos da risa o, lo que es lomismo, según Freud, qué es lo que nos da miedo, aquellos sentimientos que como sociedadreprimimos y que solo pueden escapar a través del Caballo de Troya de la risa.

    Finalmente podemos ver qué puede decir el popurrí de concursos juveniles donde se hace galade habilidad deportiva más que de conocimientos. Los jóvenes se convierten en celebridades,llenan titulares en los tabloides, particularmente por sus historias románticas que parecen muycercanas a su audiencia. Podríamos escuchar de los chicos que aman estos programas, qué es lo

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    que disfrutan más al consumirlos. Es posible que la separación entre grupos sociales se hayarelativizado y estas nuevas estrellas no aparezcan como inalcanzables o, en todo caso, los jóvenes encuentren que sus propios dramas amorosos no son distintos a aquellos que gozan depantalla. A su vez, como mencioné, el consumo de ilusión encaja perfectamente con la idea casiimpuesta del emprendedor que todos parecen querer y que los guerreros y combatientes

    simbólicamente parecen encarnar.

    Este zapping simbólico que acabamos de hacer no busca justificar o juzgar la calidad de losprogramas populares de la televisión sino entenderlos como un barómetro de nuestrasilusiones, frustraciones y esa agresividad latente que parece no abandonarnos y que tanto nosha distanciado.

    Creo, con ternura, que hay algo muy bueno de la cultura popular y es que mantiene viva unailusión que si es bien encaminada nos lleva a buen puerto. Bailemos con nuestra sociedad estebaile, como debe ser: mirándonos a los ojos y sonriendo al ritmo de la popular canción deChacalón que bien reza “Junto a ti mi amor feliz seré” 

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