Campaña por la descolonización en américa latina de puerto rico a las malvinas

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Para la comunidad internacional la auto-determinación es el derecho de un pueblo a decidir sus propias formas de gobierno, perseguir su desarrollo económico, social y cultural, estructurarse libremente, sin inje-rencias externas y de acuerdo con el princi-pio de igualdad. Acertadamente se le añade el adjetivo libre, lo cual significa que no bas-ta que un pueblo sometido al colonialismo, en el cual se reprime a los que luchan por la independencia y se menosprecia a través de la educación y la propaganda, el idioma y la cultura de ese pueblo, vote por opcio-nes supuestamente descolonizadoras.

Para que una votación al respecto pueda considerarse como un ejercicio del derecho a la libre determinación, el país antes tiene que ser libre.

Este derecho a la libre determinación de los pueblos se ha recogido en varios de los documentos más importantes del derecho internacional, entre ellos la Carta de las Na-ciones Unidas de 1945 y los Pactos Interna-cionales de Derechos Humanos, así como en numerosas resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas. La autode-terminación tiene carácter inalienable y ge-nera obligaciones para todos los Estados.

Este folleto es parte del trabajo conjunto del Movimiento por la Paz, la Soberanía y la Solidaridad entre los Pueblos (MOPASSOL) y la Confederación de Trabajadores de la Edu-cación de la República Argentina. En este marco buscamos difundir, reflexionar y debatir sobre la situación colonial de Puerto Rico, país sometido a la subordinación política de los Estados Unidos desde principios del siglo XX.

Para ello, consideramos que es necesario leer el rol de los Estados Unidos en Puerto Rico en el marco de la geoestrategia imperialista, pues, es claro que la presencia colonial tensiona permanentemente el objetivo de la integración latinoamericana. En ese mismo marco entendemos la presencia colonial del Reino Unido en las Malvinas, archipiélago que fue convertido en base de operaciones de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

En este sentido, el accionar de los Estados Unidos en la región consistió en intervenir, limitar y condicionar la soberanía de los países en materia de política económica, exte-rior, energética, etc. Algunas veces mediante la presión o extorsión, y otras mediante el anexionismo o la intervención militar. Otra metodología incluye el espionaje, infiltración, vigilancia, persecución y detención de los miembros de las de organizaciones políticas puertorriqueñas. Algunas cifras pueden darnos una idea de ello: el gobierno de los Esta-dos Unidos tiene en su territorio más de 350 presos políticos, cifra que, si sumamos a los más de 150 presos en la Cárcel de Guantánamo, supera los 500. En esta larga lista debemos mencionar el nombre del patriota boricua, Oscar López Rivera.

Desde CTERA comprendemos que la denuncia de las injusticias del imperialismo y la pelea por la libertad de los luchadores populares, son dos caras de una misma moneda. Porque así como es insostenible e injusto el colonialismo al que los Estados Unidos some-ten al pueblo puertorriqueño, lo son la persecución y el confinamiento al que someten a Oscar.

Rogelio De LeonardiSecretario de Derechos Humanos de CTERA

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El patriota puertorriqueño, Oscar López Rivera, nació en San Sebastián, Puerto Rico, el 6 de enero de 1943. Su familia se mudó a Estados Unidos cuando Oscar tenía 9 años. Fue reclutado en el ejército y sirvió en la Gue-rra de Vietnam. Le fue conce-dida la Medalla de Bronce. Al salir del ejército, se dedicó al trabajo comunitario para mejorar las condiciones de vida de sus compatriotas en Chicago. Conoce de primera mano la opre-sión y la represión que sufre su patria bajo el sistema colonial que padece, lo que lo lle-va a unirse a una organización clandestina que llevaba acciones de propaganda arma-da en los Estados Unidos. Estas organizaciones que luchan por la liberación de países que no han logrado la independencia, son reconocidas como legítimas en el Derecho Internacional ya que combaten el colonialismo- que es considerado un crimen contra la humanidad. Oscar y otros compañeros y compañeras fueron arrestados y acusados de conspiración sediciosa. Fue condenado a 70 años de prisión, una pena mayor que la estable-cida para muchos asesinos y violadores. Al presente Oscar ha cumplido 33 años como

prisionero en cárceles de Estados Unidos.En 1999, el Presidente Clinton concedió

libertad condicionada a varios de los com-pañeros de Oscar, prisioneros políticos y de guerra. A Oscar López Rivera le ofrecieron su excarcelación en 10 años, pero rechazó la oferta en solidaridad con dos compañeros a quienes no le ofrecieron liberarlos. Des-de entonces han transcurrido 15 años y sus dos compañeros

fueron excarcelados hace ya varios años. Oscar es el puertorriqueño que más tiempo ha pasado en prisión por luchar por la libe-ración de su patria. El reclamo por la liber-tad de Oscar López Rivera ha contado con el

apoyo de amplios sectores ci-viles, políticos y religiosos del pueblo, dentro de Puerto Rico y en la diáspora. Internacional-mente también crece el clamor por su excarcelación, inclu-yendo a ganadores del Premio Nobel de la Paz. Personajes de las artes y los deportes también expresaron su apoyo y solida-ridad con Oscar, son los casos de la banda Calle 13, el rape-ro Tego Calderón, el boxeador boricua Miguel Angel Coto y el

boxeador argentino Sergio “Maravilla” Mar-tínez.

Oscar ha cumplido 33 años como prisionero, siendo uno de los presos políticos con más años de prisión en los

Estados Unidos.

Gerardo Hernández, Antonio Guerrero, Ramón Labañino, Fernando González y René González, son los cinco luchadores antiterroristas cubanos presos en EE.UU. desde sep-tiembre de 1998, con largos meses en confinamiento solitario. Fueron detenidos por obte-ner información sobre las organizaciones terroristas que aún operan en Miami; se los juzgó en un proceso arbitrario con jurados tendenciosos y se los condenó sin pruebas directas ni circunstanciales que los incrimine como espías. Rene y Fernando regresaron a Cuba en 2013 y 2014, respectivamente. Pero aún tres hermanos antiterroristas cubanos continúan en prisión, se les sigue negando la condición de presos políticos y demoran en responder los Habeas Corpus, como el que Gerardo presentó en el 2010.

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Por años, el gobierno estadounidense presentó a Puerto Rico como un ejemplo de desarrollo económico y de progreso. Asimismo, mediante presiones y su poder económico, quiso engañar a la comunidad internacional, cuando en 1954, en la Organi-zación de las Naciones Unidas, logró que se sacara a la isla borincana de la lista de paí-ses bajo un régimen colonial. Hoy, la cruda realidad ha pulverizado ambos mitos.

La economía de puerto Rico se encuen-tra en una clara ban-carrota imposible de reflotar bajo las condi-ciones opresivas de la dominación colonial. El desempleo real re-basa el 25 por ciento, mientras que, de toda la población en condiciones de trabajar la tasa de participación es apenas del 40 por ciento, su nivel mas bajo desde que se lleva registro de la misma. En tales condiciones, crece como la espuma el trabajo informal y la economía subterránea. Mientras tanto, las políticas neoliberales de la actual adminis-tración colonial han propiciado un proceso acelerado de empobrecimiento de los tra-bajadores, precarizando sus condiciones la-borales y derogando derechos adquiridos.

El cuadro es dramático. En Puerto Rico, el trabajo comienza a ser una actividad en peligro de extinción. Nada mas favorable resulta la quiebra del sistema económico como excelente caldo de cultivo para el

crecimiento de las actividades delictivas y particularmente para el “florecimiento” del narcotráfico. Cifras recientes destacan como la “economía”, vinculada al trasiego de los carteles de la droga representa el 10% de la economía formal. Las propias estadísti-cas de la Policía de Puerto Rico revelan la existencia de al menos 1600 lugares (puntos de drogas, como se les conoce en la jerga puertorriqueña), que son centros ilegales de venta de drogas. Lo que equivale a re-

gistrar que, en todo el territorio boricua, hay más “puntos de dro-gas” que escuelas.

Lo anterior se agra-va con la enorme des-igualdad social. El 20 por ciento más rico de

la población posee el 55,3 por ciento de los ingresos, mientras que el 20 por ciento más pobre es dueño de apenas el 1,7 por cien-to. El ingreso anual del 20 por ciento más pobre de los puertorriqueños es de 2.455 dólares, mientras que el ingreso promedio del 20 por ciento más rico es de $ 78.679. Se estima, además, que en 2014 la economía no crecerá por sexto año consecutivo.

Ante una realidad tan desesperante, se-gún los datos recientes del Censo de Pobla-ción, 300 mil puertorriqueños se han visto obligados a emigrar desde el año 2000, siendo Puerto Rico uno de los pocos países en el mundo donde se ha experimentado una reducción absoluta de su población.

El 20 por ciento más rico de la población posee el 55,3 por ciento de los ingresos, mien-tras que el 20 por ciento más pobre es dueño

de apenas el 1,7 por ciento.

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Desde que el imperio del Norte invadió Puerto Rico en 1898, desplazando al Impe-rio Español, construyó en la isla bases mi-litares. Y los luchadores por la independen-cia desplegaron grandes esfuerzos contra la presencia militar extranjera que consoli-daba la ocupación. Mu-chas de esa luchas his-tóricas trascendieron al mundo y permitieron a otros pueblos entender el papel que Washing-ton asignaba a Puerto Rico en sus proyectos imperiales de interven-ción militar y domina-ción del continente.

Pero, hacia fines del siglo XX, una serie de cambios en la doctrina, la estrategia mi-litar y los planes concretos de los EE.UU. en la región –y en particular el acuerdo entre los gobiernos de Estados Unidos y Colombia que permitía al Pentágono (1) el uso generalizado de bases e instalaciones militares colombianas- modificó en parte el inte-rés de Washington por la utilización del territorio puertorriqueño con fines militares. Y hubo también modificaciones en la es-tructura de las fuerzas emplazadas en la isla.

En 2003 se produjo el cierre de la conocida base naval de Roosevelt Roads, así como el Area de Tiro y el Area de Ma-niobras de la Flota del Atlántico en Vieques; varios comandos de operaciones del Comando Sur fueron trasla-dados a Estados de la Costa Este estadouni-dense. Estos y otros cambios, por cierto “al-teraron la importancia militar estratégica hasta entonces adjudicada a Puerto Rico. Sin

embargo, lo anterior no significa la pérdida de importancia militar de Puerto Rico en los planes de dominación geopolítica de Esta-dos Unidos en la región” (2).

Dicha afirmación, que surge del análisis de estudiosos puertorriqueños, se ve confir-

mada en los hechos, es decir por la presencia activa de por lo menos 12 bases e instalaciones militares del Pentágono en una isla cuya super-ficie es de 9.104 kilóme-tros cuadrados con una población de 3.725.789 habitantes, según el Censo Federal del año

2010.Tales emplazamientos comprenden ba-

ses de operaciones, radares, sistemas de control aéreo y submarino, centros de in-

vestigación militar, se-des de organismos de seguridad e inteligencia, centros de comunicacio-nes, cuarteles para alojar a miles de efectivos, etc. Los cuales se encuen-tran localizados en Lajas, Aguada, Borinquén, Isa-bela, Sabana Seca, Fuerte Buchanan, El Yunque, Na-guabo, Roosevelt Roads, Isla Piñero, Vieques y Sa-linas, entre otros, y abar-can prácticamente toda la extensión de la isla, sus costas y el mar que la circunda.

Más información so-bre dichas instalaciones

puede encontrase en el trabajo antes citado y también en el libro de Telma Luzzani “Te-rritorios vigilados” (3).

Las 12 bases e instalaciones militares del Pentágono en una isla cuya superficie es de 9.104 kilómetros cuadrados con

una población de 3.725.789 habitantes, demuestra la importancia geoestratégica

de Puerto Rico.

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Al fundarse la Organización de las Nacio-nes Unidas (ONU), tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, 750 millones de personas -casi una tercera parte de la población del mundo- vivía en territorios sujetos al colo-nialismo.

Quince años después y en el marco de un notable proceso histórico en el que 80 antiguas colonias obtienen su independen-cia, la ONU aprueba, el 14 de diciembre de 1960, la Resolución 1514 (XV), conocida como la Carta Magna de la Descolonización. Y establece además un Comité Especial de Descolonización el cual se reúne anualmen-te para evaluar la situación de los territorios que todavía padecen la dominación colo-nial.

En el caso de Puerto Rico, ya en 1953 Estados Unidos había maniobrado ante la ONU preten-diendo demostrar que no se trataba de una colonia pues en 1952, al aprobarse su constitución como Estados Libre Aso-ciado (ELA) habría ejercido su derecho a la autodeterminación. Esto era y es falso, pues sigue siendo el Congreso de los Es-tados Unidos, y no el pueblo puertorrique-ño, quien tiene el poder de decidir sobre aspectos fundamentales relacionados con la soberanía del país como la justicia, la de-fensa nacional, la moneda, las fronteras, las elecciones, las migraciones y otros. Como resultado de la maniobra la ONU había reti-rado el nombre de Puerto Rico de la lista de pueblos sujetos al dominio de otro país. Sin embargo desde 1973 y como resultado del trabajo internacional del movimiento inde-pendentista, el Comité de Descolonización asume el caso de Puerto Rico.

La Resolución 1514 fija los criterios para eliminar el colonialismo, en base al “respe-to de los principios de la igualdad de dere-chos y de la libre determinación de todos

los pueblos, y de asegurar el respeto uni-versal de los derechos humanos y las liber-tades fundamentales para todos sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión”. A la vez “proclama solemne-mente la necesidad de poner fin, rápida e incondicionalmente al colonialismo en to-das sus formas y manifestaciones” y agrega además: para que “los pueblos dependien-tes puedan ejercer pacífica y libremente su derecho a la independencia completa, de-berá cesar toda acción armada o toda me-dida represiva de cualquier índole dirigida contra ellos, y deberá respetarse la integri-dad de su territorio nacional.”

Como se ve, la Resolución no deja dudas en cuanto a su propó-sito que es acabar con la opresión colonial. Y aunque hoy las tres potencias coloniales subsistentes (Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia) pretendan desconocerlo, tales recomendaciones se

aplican claramente a Puerto Rico, y tam-bién a nuestras Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur, así como a la Guayana Francesa y otras posesiones coloniales en la región y en el mundo.

Es importante registrar que, en sus sesio-nes del año en curso, el Comité de Desco-lonización adoptó, el 23 de junio, una nueva resolución ratificando el derecho de Puerto Rico a la libre autodeterminación e inde-pendencia. Se trata del trigésimo tercer do-cumento aprobado en esa instancia por el caso de Puerto Rico, donde se ratifica, ade-más el carácter latinoamericano y caribeño de un país cuyo pueblo, como resultado de su actual status de subordinación política, se encuentra privado del derecho de tomar decisiones soberanas para atender sus ne-cesidades y desafíos, entre ellos los graves problemas económicos y sociales de la isla.

El pueblo portorriqueño como resultado del status de subordinación política de su paìs, se encuentra privado del derecho de tomar

decisiones soberanas para atender los graves problemas económicos y sociales de la isla.

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En nuestro continente, con el respaldo del derecho internacional y en el marco del actual proceso de integración regional, existen condiciones más favorables para derrotar definitivamente al colonialismo. Las decisiones de los países del ALBA, de la UNASUR y la CELAC fortalecen esas po-sibilidades.

En la primera cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), celebrada el 27 y 28 de enero de 2013, en Santiago de Chile, se aprobó por primera vez una Declaración que contiene un pronunciamiento sobre Puerto Rico, des-tacando “el carácter latinoamericano y ca-ribeño de Puerto Rico” y tomando nota “de las resoluciones sobre Puerto Rico adopta-das por el Comité especial de Descoloniza-

ción de las Naciones Unidas”, la Declaración considera que se trata de “un asunto de in-terés del CELAC” . En correspondencia con tal interés en la segunda cumbre de Jefes y Jefas de Estado de la CELAC, celebrada re-cientemente en la Habana, Cuba, es invitada y participa una nutrida representación del independentismo de Puerto Rico.

Vivimos pues un momento especial para desplegar una amplia campaña en solidari-dad con el pueblo puertorriqueño, así como para afirmar nuestra soberanía en Malvinas y denunciar la militarización del Atlántico Sur, todo ello apuntando al objetivo de po-ner fin al colonialismo en nuestro continen-te.

NOTAS(1) Ministerio de Defensa de los Estados Unidos.(2) Alejandro Torres Rivera, “Las bases militares estadounidenses en Puerto Rico”, artí-

culo en la Web(3) Telma Luzzani, “Territorios vigilados”, Editorial Random House Mondadori, Buenos

Aires, 2012.

Septiembre de 2014, Buenos Aires, Argentina.Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argen-

tinaMovimiento por la Paz, la Soberanía y la Solidaridad entre los Pueblos

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