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    Canelo, Paula.El futuro atado al pasado. Polticos y militares frente al nuevo rolde las Fuerzas Armadas argentinas (1995-2002) . Informe final del concurso: Elpapel de las fuerzas armadas en Amrica Latina y el Caribe. Programa Regional deBecas CLACSO. 2005

    Disponible en:http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/becas/semi/2003/papel/canelo.pdf

    Red de Bibliotecas Virtuales de Ciencias Sociales de la Red CLACSO http://www.biblioteca.clacso.edu.ar

    [email protected]

    El futuro atado al pasado.Polticos y militares frente al nuevo rol de las Fuerzas Armadas argentinas (1995-2002).

    Paula Canelo

    Introduccin 1

    Las Fuerzas Armadas han sido actores centrales de la escena poltica argentina desde que sonarapor primera vez, la Hora de la Espada. A partir de all, e invocando permanentemente una leapoltica , de encarnacin de la unidad nacional y de representacin del inters general, los argentinos ejercieron el rol de tutores del sistema poltico, instaurando una crnica dinmica de alcvico-militar. Pro-oligrquicas o industrialistas, liberales o nacionalistas, restauradoras o modesiempre elitistas y conservadoras, las Fuerzas Armadas impusieron su fuerza con el fin de restaestabilidad de lo que perciban como una sociedad desquiciada, imprimiendo al sistema argentino uno de sus rasgos ms perdurables: el de una recurrente inestabilidad.

    En pos del cumplimiento de este rol arbitral, las Fuerzas Armadas se dotaron de dos fundamentales: de una doctrina que las proveyera de una misin trascendente, y de una amenazotorgara cohesin e identidad. As, la postulacin de un enemigo de peligrosidad inmediata o pcuyos rasgos principales eran dictados por la doctrina militar, fue una constante en la justificacigolpes militares argentinos y en la creciente injerencia de las legiones militares en cuestiones (Canelo, 2001): el nacionalismo aristocrtico uriburista se declaraba partidario del restablecimie jerarquas sociales perturbadas por la chusma radical, los coroneles y generales de la Revo1943 se proponan recomponer la paz social alterada por la agitacin comunista, los gorilLibertadora buscaban volver a las condiciones del preperonismo y el autoritarismo burocrtRevolucin Argentina le declaraba la guerra al enemigo marxista.

    Objeto de una febril indagacin intelectual durante dcadas, la pregunta acerca del rol jugadFuerzas Armadas en el sistema poltico recorri sistemticamente la produccin sociolgica, hpolitolgica. La presencia militar no se agotaba en los golpes de Estado, o en la interminable suconatos, pronunciamientos y levantamientos castrenses, sino que se extenda, en virtud de una compleja red de relaciones cvico-militares, para posicionar a las instituciones militares cverdadero factor de poder, una variable fundamental a tener en cuenta no slo para los integr

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    entre otras cosas, la crisis de la ciudadana y de los lazos de representacin poltica, las nuevaexcluyentes de la democracia, las nuevas modalidades y potencialidades de la protesta social, laconcentracin del ingreso y centralizacin del capital, etc. De all que, lejos de involucrarse en uriguroso y sistemtico de la cuestin militar, la reflexin acadmica se embarcara en otros impe

    Aquel actor social cuya recurrente intervencin en la escena poltica haba sabido motivar una aliteratura del ms variado cuo dej de suscitar el inters y la preocupacin que la reflexin inhaba sabido otorgarle antao. Sin embargo, su anulacin como alternativa gubernamental no psu desaparicin como grupo de presin, ni la prdida de su prestigio como vocero autoriorden para vastos sectores sociales, ni la resolucin de su crtica situacin presupuestaria y prni su sometimiento definitivo a las reglas del juego democrtico y, en particular, a la justicia cprecisamente, las Fuerzas Armadas se encontraron sometidas a un profundo malestar internindefinicin recurrente de su rol como instituciones de la democracia y a los vaivenes de las polticas militares de las sucesivas gestiones de Menem y, posteriormente, la del presidente D(1999-2001).

    Este marcado desconocimiento acerca de un actor central de la vida poltica argentina, signadoominosa -e impune- herencia de crmenes contra la humanidad y por una larga tradiintervencionismo poltico, resulta cuanto menos inquietante. Y lo es sobre todo en escenarios comla Argentina vivi desde mediados de la dcada del noventa en los cuales, a una creciente confsocial, portadora de un nuevo potencial contestatario, se le sum la crisis econmica, el deteriorode las capacidades estatales y un imparable proceso de debilitamiento de la autoridad poltconfluir en los acontecimientos de diciembre de 2001, los que fueron sucedidos por un perodoagona institucional durante el cual llegaron a orse voces que reclamaron, una vez ms, intervencin de los custodios del orden.

    Por todo ello, entendemos que el debate acadmico y poltico actual debe reconocer una verdadela pregunta acerca del nuevo rol de las Fuerzas Armadas en la Argentina.

    Estado del conocimiento

    Luego de los abundantes debates que fueron alumbrados por los imperativos de la trdemocrtica, y del ocaso de los sucesivos levantamientos militares carapintadas a principinoventa, la reflexin alrededor de la cuestin militar dio por confirmada la subordinacin de laArmadas al poder constitucional y su neutralizacin como actor poltico, en particular a partimirada regional que distingue a la Argentina de otros pases latinoamericanos donde el peligropor sobre las instituciones democrticas es mayor. En este marco, se afirma que la Argentindentro de los pases con mayor grado de estabilidad democrtica, dentro del tipo back-to-the-(Koonings y Kruijt, 2003), que las relaciones cvico-militares se encontraran en un estado de e

    (Pion-Berlin, 1997) o de cooperacin (Norden, 1996), y que las Fuerzas Armadas argentinasms subordinadas al poder poltico de Sudamrica (Fraga, 1997).

    Una vez establecido ese punto de partida, la mirada de los observadores abandona el estudiposicionamientos poltico-institucionales de las Fuerzas Armadas para dirigirse a analizar crticapoltica militar, de defensa y de seguridad de las sucesivas administraciones de Menem y Desealando un conjunto de factores que indicaran una o bien la necesidad de una- ptransformacin del rol de los militares argentinos. En primer lugar, los analistas destacan las ptransformaciones operadas en el escenario internacional: la disolucin de amenazas proveni

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    bloque comunista, que habra erosionado uno de los argumentos fundamentales empleadointervencin militar en cuestiones polticas; el debilitamiento de las hiptesis de conflicto esthacia los pases limtrofes, que habran resultado en la transformacin de antiguos enemigos poen aliados o socios comerciales (Flores, 1996; Lpez y Cosse, 1991; Varas y Johnson, 1993); loen la poltica exterior del Estado argentino sobre todo durante los tempranos noventa- centraalineamiento con la poltica de seguridad de los Estados Unidos (Fraga, 1991; Russell y Zuvanic,ausencia de una poltica de defensa integral como poltica pblica fundamental de un Estado dem(Diamint, 1999 y 2001); las transformaciones en la agenda de seguridad internacional bajo los imde la nueva agenda de seguridad norteamericana y el surgimiento de las denominadas amenazas (Lpez y Sain, 2004; Montenegro, 2001; Sain, 2001; Sain y Barbuto, 2002; Ugarte, reduccin del podero econmico de las Fuerzas Armadas mediante el ajuste presupuestario y la rde los gastos militares (Acua y Smith, 1995; Centro de Estudios Nueva Mayora, 2004; Fraga1997), etctera.

    En segundo lugar, y nutridos por estos estudios de contexto internacional, en otros trabajos se arol que la poltica militar de las sucesivas administraciones de Menem y De la Ra le habran olas Fuerzas Armadas. Por un lado, se sostiene que la poltica militar del presidente Menemreservado para las Fuerzas Armadas una suerte de status quo nebuloso basado en la no-definicin demisin estratgica (Scheetz, 1993), encomendndoles tareas de contenido errtico y consecuentalineamiento de su poltica exterior en torno a la hegemona mundial de los Estados Unidos y sde seguridad global es decir, como un instrumento de poltica exterior- (Acua y SmuloviFontana, 2001; Llenderrozas, 2000). Por otro, se seala la apertura de un espacio de cinvolucramiento de las Fuerzas Armadas junto a las fuerzas policiales y de seguridad en tseguridad interior (Lpez y Sain, 2004; Sain, 2001; Sain y Barbuto, 2002; Ugarte, 2003). Toestudios comprueban las limitaciones y deficiencias de los gobiernos de Menem y De la Ra en definicin de polticas militares, de defensa y seguridad.

    As, en el estado del conocimiento predominan dos comprobaciones un tanto contradictorias entun lado, se afirma que las Fuerzas Armadas argentinas estn efectivamente subordinadas al podesin embargo, por otro lado se reconoce que ninguno de los gobiernos democrticos ha podido implementar polticas integrales en el tema, acordes a las profundas transformaciones operadescenario nacional e internacional.

    Para aumentar la incertidumbre que arrojan a los ojos del observador estas dos comprocontradictorias, un tercer conjunto de trabajos incorpora an parcialmente- una serie de elemsugieren la presencia al interior de las Fuerzas Armadas de una fuerte crisis interna producto de ldurante la ltima dictadura militar, fundamentalmente en torno al terrorismo estatal y a la derrguerra de Malvinas, y la de una profunda crisis de identidad dada por la incertidumbre derivausencia de polticas militares integrales. En primer lugar, se sostiene que, si bien la actitugobiernos de Menem y De la Ra habra sido la de resistir cualquier intento de revisin de las

    perdn las Leyes de Punto Final y de Obediencia Debida de 1986 y 1987-, este tema continuarorigen de crecientes malestares al interior de las Fuerzas Armadas, no slo porque la demanda dse canalizara por otras vas reapertura de causas por apropiacin de bebs, intervencin dextranjeras, etc.-, sino tambin, y sobre todo, porque por primera vez durante los noventa, dmismsimas conducciones castrenses se habran encarado sendas autocrticas institucionales2000; Mazzei, 2004; Tibiletti, 1995). En segundo lugar, y en torno a los efectos que la ausencpoltica militar integral habra tenido sobre los cuadros militares, se sugiere la presencia de un autonomizacin de los mismos en relacin con el poder poltico (Beltrn, 1996; Scheetz, 199una tendencia a su constitucin en actor poltico larvado, susceptible de reactivacin (Ugarte, 2

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    Es cierto, tal y como seala Diamint (2001), que la mirada de los analistas de la regin se ha confuertemente, durante las ltimas dos dcadas, ms que en los estudios en defensa, en el anlisrelaciones cvico-militares. Sin embargo, no es menos cierto que dicha preocupacin se ha conms en la indagacin sobre el primero de los trminos -las polticas estatales, militares y de defenlimitaciones, que en el anlisis del actor militar, al menos durante la dcada de los noventa. Esiguiendo a Huntington entendemos que las relaciones cvico-militares son entabladas entre losy el medio civil que dirige una Nacin [...] como un sistema de elementos interdependientes (Hu1957), la mayora de los trabajos existentes sobre la cuestin militar en los ltimos aoconcentrado en el anlisis de la poltica militar de los gobiernos de Menem y De la Ra, y exissignificativo silencio alrededor de lo que llamaremos posicionamientos poltico-institucionales de lasFuerzas Armadas. En resumidas cuentas, muy poco se sabe acerca del rol jugado por las Fuerzascomoactor poltico durante el perodo.

    Marco conceptual

    An cuando el caso argentino fue durante dcadas uno de los ejemplos ms acabados de ir

    inestabilidad institucional, la injerencia en cuestiones polticas de las Fuerzas Armadas fue central de la mayora de las sociedades latinoamericanas. Esta persistencia del millatinoamericano o intervencionismo militar, si bien alcanz distinta intensidad, naturaleza y fde acuerdo a los diferentes casos, constituy una preocupacin central y creciente- de la intelectual, en la que comenzaron a gestarse distintas pticas analticas que intentaron dar cuencausas de dicha intervencin. Un posible ordenamiento de los numerosos trabajos existentes sclasificacin en dos grandescorrientes : mientras que la primera enfatiza el anlisis de dinmhistricas impersonales osistmicas , la segunda centra la explicacin en la perspectiva de losactoressociales , fundamentalmente en los intereses, valores y principios internos o externos- que constituyen alas Fuerzas Armadas en protagonista central, activo y consciente de esos procesos histricos5.

    Por un lado, la que podramos llamarcorriente sistmica o funcional-teleolgica, supone la postulacde un imperativo o lgica de funcionamiento societal que debe por fuerza cumplirse por mediomecanismo impersonal e independiente de los designios o voluntad de los actores involucradosaparecen como portadores o elementos funcionales a esa meta-racionalidad impersonal. Esta peest presente, por ejemplo, en los anlisis influidos por la Teora de la modernizacin (JohnsODonnell, 1972; Pye, 1967) y en los anlisis de la Teora de la dependencia, fundamentalmetrabajos sobre los regmenes burocrtico-autoritarios (ODonnell, 1982; ODonnell, SchWhitehead, 1986), los fascismos dependientes (Born, 1977; Briones, 1978), el nuevo autor(Cardoso, 1985; Collier, 1985; Cheresky y Chonchol, 1985; Linz, 1975) o bien los estudios nuevo profesionalismo, sobre la expansin militarista, sobre los Estados de Seguridad Naci(Lpez, 1986; Rouqui, 1984; Stepan, 1988; Varas y Agero, 1978).

    Por el contrario, la segunda corriente enfatiza el anlisis delactor militar , cuya accin sera el producto determinados valores, intereses y objetivos internos o externos-; en dicho marco, es posible idenconjunto de perspectivas que pueden ser ordenadas de acuerdo al acento que coloquen en las dvariables que, segn esta corriente, son consideradas como explicativas del activismo militar.

    En primer lugar, la que podramos denominar perspectivaorganizacional , deudora de los avances de sociologa y la psicologa social conductista posteriores a la segunda posguerra, consideraactitudes polticas de los oficiales son producto de determinado tipo de socializacin res

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    (Adorno, 1965; Stouffer et. al., 1949), donde las interacciones sociales bsicas de los indivrealizan al interior de un solo grupo o institucin, caracterizada por una significativa carinteracciones extraorganizacionales. Esta perspectiva organizacional presenta asimismo dos de acuerdo a si se enfatizan los intereses o los valores internos. En el primer caso, la corporatista concibe a los militares como un grupo de presin ms dentro de la sociedad civil,en pos de intereses propios, definidos por aspiraciones, valores y necesidades exclusivos de laArmadas; en esta mirada los uniformados seran agentes maximizadores de beneficios, raciegostas, dispuestos a establecer alianzas con los civiles siempre y cuando el aliado sea percibidomejor socio a la hora de maximizar la satisfaccin de intereses corporativos y la acumulacin decorporativo-profesional acceso a mayores recursos econmicos y de poder, aumento de su pinfluencia, etc.-, en un simple clculo de costo-beneficio (Lievwen, 1960; Varas, Agero y Bu1980). En el segundo caso, y cercana a las miradassistmicas de la Teora de la modernizacin,variante profesionalista reduce la importancia del anlisis del clculo costo-beneficio para encarcter profesional de las Fuerzas Armadas como portadoras de valores modernizatecnicidad, especializacin, apoliticidad, eficiencia- que se veran impulsadas a intervensociedad atrasada que no les otorgara los mrgenes adecuados para su desarrollo como prof(Huntington, 1990 y 1957; Pye, 1967; Stepan, 1988).

    La segunda perspectiva explica la intervencin de las Fuerzas Armadas en poltica de acuerdo a uinstrumental -en cierta forma similar a lacorriente sistmica , aunque en este caso se responda, ms qula dinmica de un proceso impersonal, a intereses de grupos sociales concretos-. El nfasis est las relaciones que las instituciones militares entablan con la sociedad civil, formada por un cogrupos en competencia entre s, con intereses contrapuestos. En este marco, las intervenciones apuntaran a resolver esos enfrentamientos, favoreciendo los intereses de uno u otro sector, jugande instrumento o brazo armado de intereses que les son ajenos; de all que lo que resulta rrelevante para entender el poder militar sea el desentraamiento de los intereses civiles que, en allos uniformados, intentan imponerse por la fuerza a los de otros grupos en competencia (NuODonnell, 1972; Portantiero, 1977)

    La tercera perspectiva desplaza la atencin que las anteriores centran en los intereses oparticulares de los actores para orientarse a la comprensin del rol militar a partir de la defennters general o de un ideal universal: el del Estado. En esta versin, tanto el inters corpolas Fuerzas Armadas como los intereses particularistas de la sociedad civil se ven subordinprimaca de un bien mayor, universal, cual es el del Estado o la Nacin. Esta perspectiva, estatista , concibe al rol poltico de las Fuerzas Armadas como orientado por la definicin y defensmxima suprema los intereses nacionales, el bienestar general, el destino de la Nacipostulada como idntica al inters profesional, por lo que las Fuerzas Armadas se transforman enintrpretes y guardianes de este inters de Estado y en artfices y ejecutores de su traslado a lAs, los militares no deberan ser entendidos como un grupo social ms, sino como parte fundaactiva del aparato estatal, como una elite de funcionarios o burcratas pretendidamente car

    intereses personales distintos a los del Estado, y portadores de un proyecto tico-poltico cuya leexcede los particularismos (Finer, 1969; Rouqui, 1982 y 1983).

    En el presente trabajo nos proponemos recuperar la perspectiva delactor militar. Intentamos superar apor un lado, las limitaciones de la miradasistmica, que resta especificidad y contenido poltichistrico al anlisis al prescindir de las particularidades nacionales, de las relaciones de fuerza imentre los distintos grupos de la sociedad civil, y de la naturaleza, organizacin, valores e interesFuerzas Armadas; y por otro, las de la miradainstrumental , que nos enfrenta a caer en una visconspirativa de la historia, generalmente orientada por un economicismo sin matices que re

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    relaciones sociales a una simple colusin de intereses materiales, minimizando la importaalcanzan los componentes organizacionales ideologa, intereses corporativos, valores, trayectoen el accionar de las Fuerzas Armadas.

    Para ello, y teniendo en cuenta la necesidad de analizar a las relaciones cvico-militareinterdependientes, abordaremos la problemtica bajo estudio alrededor de dos ejes centrales. Eser el de la poltica militar de los gobiernos de Menem y De la Ra, entendiendo por tal al conjudecisiones gubernamentales y los mecanismos y procedimientos institucionales tendientes a adtanto el comportamiento cotidiano, burocrtico-profesional, de la institucin militar, cocomportamiento poltico-institucional (Fontana, 1987). El segundo ser el delcomportamiento poltico-institucional de las Fuerzas Armadas, entendido como las acciones y tomas de posicin de las misrespecto a cuestiones polticas, en la medida en que tales acciones y tomas de posicin sean deacatadas a travs de la cadena de mandos con arreglo a normas y procedimientos que refuncionamiento interno de la institucin -lo cual hace al concepto de cohesin institucionacoordinadas o, al menos, aceptadas por las tres Fuerzas -lo cual hace referencia a la unidad inlas mismas- (Fontana, 1987); o bien sean acciones o pronunciamientos por parte de miembrFuerzas Armadas que se realicen independientemente del aval institucional -lo que indica la preconflictos internos-.

    El comportamiento poltico-institucional de las Fuerzas Armadas es la combinacin de lasituacin en laque se desempean -es decir, el contexto de la accin poltica- y su propialgica como actores (Lpez1986). Y esta lgica de la accin militar resulta inseparable de la especificidad de las Fuerzas dada por un lado por determinados componentesorganizacionales , tales como los conflictos ideolgicinstitucionales o jerrquicos (Canelo, 2004 B)- y solidaridades internas, los aspectos doctrinaconstruccin de la amenaza, las relaciones mantenidas entre los grupos y los sub-grupos que conconjunto militar -agrupaciones funcionales e informales (Potash, 1994; Rouqui, 1981)-, los ointereses y valores especficos, y las actitudes poltico-ideolgicas defendidas por sus miembros 1981); y por otro, por la pertenencia estatal , rasgo que distingue a las Fuerzas Armadas de cualquiergrupo social, mantenindolas bajo la necesidad de mantener sellada la cohesin institucional y sal mismo tiempo, a las luchas sociales, polticas y econmicas que se desarrollan en los escenaaccin (Finer, 1969; Rouqui, 1982 y 1983).

    As, en las pginas que siguen nos proponemos analizar elcomportamiento poltico-institucional de lasFuerzas Armadas argentinas durante el perodo 1995-2002 y la poltica militar de la segunda presidencde Carlos Menem y de la presidencia de De la Ra, entendiendo que en el encuentro entre ambposible identificar los rasgos principales del nuevo rol de las Fuerzas Armadas argentinas. Indsobre el comportamiento poltico-institucional militar en torno a tres ejes principales: el aumeprotesta social, el frente de los derechos humanos y la crisis presupuestaria, cuestiones alrededcuales se gestaron las mayores tensiones internas durante el perodo bajo anlisis. Asimismo, y ela poltica militar, analizaremos las decisiones y mecanismos institucionales desarrollados

    dirigencia poltica hacia las Fuerzas Armadas en torno a dichos ejes. Finalmente, indagaremos so jugado por las Fuerzas Armadas en los escenarios previos y posteriores a la profunda crisis ecsocial y poltica de diciembre de 2001, bajo el supuesto de que en los perodos de crisis se revque en cualquier otro perodo, los fundamentos de la normalidad (Canelo, 2005).

    El presente artculo consta de dos grandes secciones que se suceden segn un orden cronolprimera corresponde a la segunda presidencia de Carlos Menem (1995-1999), y se halla divididapartados, cada uno de ellos centrado en alguno de los tres ejes temticos principales del trabajosocial, derechos humanos y crisis presupuestaria. Asimismo, la segunda parte corresponde a la p

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    de De la Ra (1999-2001) y fue separada en cinco apartados, conservando el mismo criterio de lseccin; la misma concluye con un Eplogo donde se analizan los escenarios post-19 y 20 de dic2001. Finalmente, en las Conclusiones, se presenta una sntesis de los resultados alcanzadinvestigacin y algunas reflexiones acerca del nuevo rol de las Fuerzas Armadas en la Argentina.

    La segunda presidencia de Carlos Menem (1995-1999)

    La poltica militar del gobierno menemista se inscribi dentro de su estrategia mayor de encontundentes seales polticas, consolidacin de un fuerte liderazgo personalista y clausura deA diferencia del presidente Alfonsn, que en el pasado no haba logrado evitar el jaque al que fuesu gobierno por las tensiones militares, Menem anunci tempranamente su intencin de benefimilitares enjuiciados con un perdnpresidencial -el Indulto, que concretara la mayor dereivindicaciones polticas de los militares6-, para posteriormente sentar las bases de lo que sera su afrente a la insubordinacin, al reprimir exitosamente el ltimo levantamiento carapintada de dde 1990. Ahora bien, estos componentes de su poltica militar, que beneficiaban a las Fuerzas Arel sentido de permitir neutralizar al menos temporariamente- el debate interno alrededor deinstitucional, recomponiendo asimismo la cadena de mandos, se veran acompaados por otro

    auspiciosos para los uniformados: en particular, la contundente disminucin del podero econoperacional de las Fuerzas Armadas argentinas, mediante la fuerte reduccin del presupuesto degastos militares (Acua y Smith, 1995; Scheetz, 1995), la eliminacin del servicio militar obligatLey N 24429 de enero de 1995-, y la privatizacin de la casi totalidad de las empresas integrimperio industrial-militar fundamentalmente, la Direccin General de Fabricaciones Milita(DGFM)- (Azpiazu y Nochteff, 1994; Azpiazu y Schorr, 2001)7.

    Las profundas transformaciones que se producan en el escenario internacional hacia comiendcada del noventa, tales como la disolucin de amenazas provenientes del bloque comufundamentalmente a partir de la cada del Muro de Berln-, o el debilitamiento de las hiptesis deasociadas con los pases limtrofes -a partir del avance en la integracin econmica con Bra

    acuerdos limtrofes alcanzados con Chile- modificaron significativamente la forma en la cual laArmadas argentinas haban definido sus posiciones estratgicas en dicho escenario (Flores, 1996Cosse, 1991; Varas, 1993). En este marco, el rol de las Fuerzas Armadas fue conceptualizadadministracin menemista como un verdadero instrumento de su poltica exterior (Acua y S1993; Llenderrozas, 2000), claramente alineada en torno a la hegemona mundial de los Estado(Fraga, 1991; Russell y Zuvanic, 1990). Las prioridades norteamericanas en la regin pasaban pola transferencia de tecnologa nuclear y misilstica a pases extra-continentales, la lucha cnarcotrfico, el accionar del terrorismo ideolgico y el control de las situaciones de desbordproducto de la implementacin de polticas de ajuste, entre otros factores (Fraga, 1991; Vil1991)8. El alineamiento argentino con estas prioridades se expresara claramente en torno al temamediante el abandono del Movimiento de los Pases No Alineados, el desmantelamiento de im

    proyectos militares -como el del misil CONDOR II en 1991-, la adhesin al Tratado de TlatelolcProscripcin de Armadas Nucleares, la firma de un acuerdo de salvaguardas con Brasil y el OInternacional de Energa Atmica, la adhesin al tratado de No Proliferacin Nuclear (AcuAcua y Smulovitz, 1993) y el envo de tropas a la Primera Guerra del Golfo y a Hait, y de otras fuede paz bajo la bandera de las Naciones Unidas9.

    En cuanto al escenario interno, el rol de las Fuerzas Armadas se encontraba encuadrado dentro dco legal establecido durante el gobierno de Alfonsn por la Ley N 23554 de Defensa Nacional10,posteriormente ampliado por la Ley N 24059 de Seguridad Interior11; ambas reflejaban un extendi

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    consenso poltico en favor de la no intervencin de las mismas en cuestiones de seguridad inteexcepto en ciertas circunstancias excepcionales12 (Sain, 2001). Sin embargo, ante situaciones coyuntude alta conflictividad social, el poder poltico tanto durante la presidencia radical como dumenemista- no haba dudado en disponer la intervencin de las Fuerzas Armadas en el control, po represin de amenazas contra la seguridad interna, sin importar si sta violaba el marco leamplio13.

    Durante la primera administracin menemista (1989-1995), la combinacin de una profuninstitucional dada no slo por las crecientes limitaciones presupuestarias sino, y sobre todoconflictos internos producto del pasado- con las contradicciones entre las leyes marco que limintervencin militar a cuestiones de seguridad externa y los decretos puntuales que las vulnerabasometido a las Fuerzas Armadas a una situacin de status quo nebuloso basado en una flagranindefinicin de su misin estratgica (Scheetz, 1993). En ese marco, las Fuerzas Armadaencontrado en el alineamiento de poltica exterior con los Estados Unidos y las distintas funcionello se derivaban, un cierto paliativo para la crisis interna: en efecto, la participacin efectiva enfuerzas multinacionales de paz de las Naciones Unidas14 haba resultado no slo acorde con la concepde instrumento de poltica exterior sino, adems, ampliamente satisfactoria en trminos salarembargo, el relativo agotamiento de dicha participacin haba coincidido con la revitalizacin dinternacional alrededor del involucramiento militar en el combate contra las denominadas amenazaso amenazas no tradicionales. Dicho debate evidenciaba el vasto proceso de reconfde las prioridades de la agenda de seguridad internacional, regional y domstica operado durantenoventa donde las fronteras entre seguridad externa e interna comenzaban a diluirse (LutterbecDichas amenazas se distinguen de las tradicionales por no estar generadas por los conflictos intederivados de cuestiones limtrofes-territoriales, y por no estar sujetas a una resolucin de carctetravs del empleo o de la amenaza de empleo de las Fuerzas Armadas de los pases involucrados 2001; Montenegro, 2001; Sain, 2001). En este marco, y dentro de la nueva agenda de seguridadal calor de los cambios operados a nivel internacional durante los noventa, el enemigo intersubversin marxista propio de la DSN era crecientemente reemplazado por fenmenos tan didifusos como el narcotrfico, el fenmeno guerrillero, el terrorismo, el crimen organizado, el conde armas, los conflictos tnicos, raciales, nacionalistas o religiosos, la proliferacin de altas tecon potencial uso blico, etc., todos ellos peligrosamente inscriptos dentro del mbito de la sinterior (Koonings y Kruijt, 2003). En la Argentina, los intentos ms contundentes por involucFuerzas Armadas en el combate contra estas nuevas amenazas se daran a travs de la lucha narcotrfico: su involucramiento prometa, asimismo, un ingente aumento de los a esa alturarecursos presupuestarios y la consolidacin de su rol dentro de la agenda democrtica, al tieafianzaban su alineamiento con el poder poltico, y el de ste con la administracin norteamerican

    Durante la segunda presidencia de Menem, la disminucin de las misiones internacionales, nuevpresupuestarios, las crecientes presiones del gobierno norteamericano en torno a la intervencinnarcoterrorismo, la revitalizacin de las causas por violacin a los derechos humanos y la apa

    un complejo escenario de conflictividad social, llevaran a un aumento de las tensiones militarinternas como en su relacin con el poder poltico.

    Las autocrticas institucionales de 1995 y el liderazgo de Balza

    El 25 de abril de 1995, breves meses despus de que el capitn de la Armada Adolfo Scilingo confirmaante la opinin pblica argentina la existencia de los vuelos de la muerte15 y tan slo dos das luego dque el sargento primero Victor Ibez brindara tenebrosos detalles acerca de su propia participac

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    centro clandestino de detencin El Campito, el jefe del Estado Mayor del Ejrcito, general MartnBalza16, realizaba la primera autocrtica institucional en torno al terrorismo de Estado17. La ruptura depacto de silencio en torno a las aberraciones cometidas durante la ltima dictadura militar podos miembros arrepentidos de las Fuerzas Armadas contena, al igual que en otras oportunidfuerte amenaza no slo para las instituciones que haban encontrado en el respeto a este pacto mnima de cohesin interna, sino adems para el propio gobierno, que haba basado su poltica ede derechos humanos en el indulto, la reconciliacin y la clausura del pasado.

    El liderazgo de Balza sobre el Ejrcito se construira sobre dos pilares fundamentales. En primmediante el reconocimiento de cierta responsabilidad institucional que le permitiera blanqimagen de su Fuerza en un contexto que no presentaba riesgo alguno en trminos judiciales colocaba a tono con la poltica de derechos humanos del gobierno nacional; en segundo lugar, mconstruccin de un principio de delimitacin jerrquico que permitiera separar a los culpableinocentes, esto es, la ya clsica oposicin entre quienes tenan responsabilidades de conddecisin y quienes no haban tenido ms alternativa que obedecer rdenes, a quienes no cabra responsabilidad18. En este marco, y tal como haba sucedido durante los aos de Alfonsn (Canelola asuncin de responsabilidades por parte de los primeros permitira a los segundos dejar atrs elibrarse de una herencia ominosa que les impeda integrarse con el orden democrtico.

    Ambos pilares sostenan la autocrtica del general Balza, estrategia polticamente redituableuniformados que, si bien no presentaba riesgos jurdicos, resultaba sin embargo extremadamenteen trminos de cohesin y estabilidad institucional, dada la contundencia del que llamaremos antisubversivo,ersatz indiscutido al interior de las Fuerzas. El consenso antisubversivo haba ocomo la base fundamental de cohesin institucional de las Fuerzas Armadas argentinas no slo ddictadura militar, sino tambin a partir de la llegada de la democracia y el sometimiento a juiccpulas militares por el gobierno constitucional de Alfonsn. Durante la dictadura, dicho conhaba basado en un diagnstico comn acerca de la naturaleza del enemigo subversivo y acermtodos excepcionales que deban ser empleados en su aniquilamiento, inseparable de la inflla DSN y de ciertos rasgos presentes en el clima poltico imperante en la Argentina desde mediadcada del sesenta. Posteriormente, este frreo consenso interno se haba articulado alrededor deconviccin de que la actuacin de las Fuerzas Armadas en la masacre represiva (Vezzetti, 200sido necesaria, y poltica y moralmente legtima, y que lo actuado haba consistido en un verdadde servicio a la sociedad; y esta extendida creencia haba operado como un factor de institucional fundamental a la hora mantener la unidad interna necesaria para enfrentar el repudlos juicios y la crisis generalizada de las instituciones militares. En este marco, la naturalezcrmenes cometidos slo resultaba compatible, tal y como lo haban anticipado sus splanificadores, con un inmutable pacto de silencio o pacto de sangre (Vezzetti, 2002) que inva las Fuerzas Armadas en su totalidad y cuyo cumplimiento deba colocarse por encima de cualqconsideracin moral o conveniencia poltica.

    Con un relato que rearticulaba los postulados bsicos de la teorade los dos demonios en torno a identificacin de una difusa pero contundente responsabilidad social19, Balza propona a la ciudadanentablar un dilogo doloroso sobre el pasado:

    Nuestro pas vivi una dcada, la del setenta, signada por la violencia, el mesianismo y la ideologa. Uviolencia que se inici con el terrorismo [...] y que desat una represin que hoy estremece. [...] Las FuerzArmadas, dentro de ellas el Ejrcito, por quien tengo responsabilidad de hablar, creyeron errneamente quecuerpo social no tena los anticuerpos necesarios para enfrentar el flagelo y, con la anuencia de muchos, tompoder, una vez ms, abandonando el camino de la legitimidad constitucional. El Ejrcito instruido y adiestrapara la guerra clsica, no supo cmo enfrentar desde la ley plena al terrorismo demencial. Este error llev

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    privilegiar la individualizacin del adversario, su ubicacin por encima de la dignidad, mediante la obtencin,algunos casos, de esa informacin por mtodos ilegtimos, llegando incluso a la supresin de la vidconfundiendo el camino que lleva a todo fin justo, y que pasa por el empleo de medios justos. Una vez mreitero: el fin no justifica los medios. Algunos, muy pocos, usaron las armas para su provecho personal. Sesencillo encontrar las causas que explicaron estos y otros errores de conduccin, porque siempre el responsablquien conduce, pero creo con sinceridad que ese momento ha pasado y es la hora de asumir las responsabilidaque correspondan (Pgina/12, 26/4/1995).

    La responsabilidad que asuma Balza como jefe de Estado Mayor del Ejrcito le era reclamadaa tono con su estrategia de liderazgo, a quienes haban tenido las ms altas responsabilidconduccin durante el terrorismo de Estado: las cpulas militares procesistas. Asimismo, elintentaba ampliar contundentemente las responsabilidades: la primera y ms importante segusegn Balza, la del terrorismo demencial, cuyo accionar habra provocado la respuesta equivolas Fuerzas Armadas, que no habran sabido encontrar los medios justos; pero finalmenfrentamiento entre compatriotas haba sido responsabilidad de casi todos en otros trmhaba sido responsabilidad de nadie-.

    Han pasado casi veinte aos de hechos tristes y dolorosos; sin duda ha llegado la hora de empezar a mirarlos ambos ojos. Al hacerlo, reconoceremos no slo lo malo de quien fue nuestro adversario en el pasado sino tambnuestras propias fallas. Siendo justos, miraremos y nos miraremos; siendo justos reconoceremos sus errorenuestros errores; siendo justos veremos que del enfrentamiento entre argentinos somos casi todos culpables, paccin u omisin, por ausencia o por exceso, por anuencia o por consejo. Cuando un cuerpo social compromete seriamente, llegando a sembrar la muerte entre compatriotas, es ingenuo intentar encontrar un sculpable, de uno u otro signo, ya que la culpa en el fondo est en el inconsciente colectivo de la Nacin toaunque resulta fcil depositarla entre unos pocos, para liberarnos de ella. (Pgina/12, 26/4/1995)

    Si bien Balza reconoca que, y a pesar de los esfuerzos realizados por la dirigencia poltica aran no haba llegado el momento de la reconciliacin, para lo que se necesitarn generacipaso, sostena, largamente meditado pero que seguramente dejara a sectores disconformesde la conviccin de que si no logramos elaborar el duelo y cerrar las heridas, no tendremos fdebemos negar ms el horror vivido y as poder pensar [...] hacia adelante (Pgina/12, 26/4/1esta forma, y a tono con la estrategia de clausura del pasado impulsada desde el poder poltipropona una asuncin de responsabilidades amplia que permitiera avanzar en la reconcconstruyendo su liderazgo en el interior de la Fuerza en la separacin entre quienes haban graves errores en el pasado aqullos que haban conducido equivocadamente la guerra aqullos que simplemente haban obedecido, que hoy trabajan en condiciones muy duras mantenan respetuosos de las instituciones republicanas.

    El fuerte impacto producido por las declaraciones del general obligara a sus colegas de la ArmaFuerza Area a pronunciarse al respecto. En mayo, el jefe del Estado Mayor de la Armada, Enrique Molina Pico, propona enfrentar el pasado sin visiones parciales:

    Como argentinos hemos vivido un largo perodo de desencuentros y violencia y queremos, nosotros tambcomo todos, contribuir a cerrarlo definitivamente. No podemos olvidar que esa violencia adquiri una intensicualitativa muy distinta cuando las bandas guerrilleras atacaron a la sociedad argentina [...] tratando [...] cambiar la esencia de nuestra nacin [...] Todo fue un huracn de sangre y fuego [...] El pas reaccionadecundose para ello. Se promulgaron leyes, y se organizaron tribunales y las fuerzas de seguridad y armadas cumplieron su cometido poniendo a disposicin de la justicia independiente los implicados en violencia; pero luego se dio un paso atrs de enormes consecuencias, no importa aqu analizar las causas qllevaron simultneamente a liberar a los condenados y a desmantelar el aparato jurdico que permita eficazmeluchar contra el flagelo. Pero ello ocurri y fue el hecho que desarm a la sociedad y a lo que es quizs el ltibastin de la ciudadana agredida: una justicia eficaz y segura [...] A partir de ese momento rigi la justicia demano propia, era matar o morir [...] La Nacin fue atacada y se defendi. (Desembarco, N 155)

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    El relato del almirante, que al igual que Balza colocaba la principal responsabilidad de la trageagresin de las bandas guerrilleras, pareca atribuir al fracaso de las vas legales centralmente, a lasmedidas tomadas por el gobierno de Cmpora en relacin con los presos polticos en 197320- la necesidadde hacer justicia por mano propia, olvidando que la masacre represiva, lejos de haberse macomo un fenmeno difuso de ajusticiamiento, haba sido ejecutada centralizadamente, en fterrorismo estatal. Pero ms all de los hechos del pasado, el almirante reconoca la existencia una demanda social central, la del reconocimiento:

    Un reconocimiento, qu es un reconocimiento?, es acaso la aceptacin de una humillacin pblica?, es acla aceptacin de un sentimiento de culpabilidad que nos abata para el futuro?. Desde ya que no: lo que tenemque hacer es reconocer la realidad, toda la realidad, terminar la instalada Guerra de Mentiras pues se acus aFuerzas Armadas de cumplir exclusivamente un plan de exterminio de una mayora de inocentes y nosotros militares respondimos que no hicimos otra cosa que combatir segn las leyes de la guerra. La realidad es otexisti un ataque masivo contra la sociedad argentina y nosotros tambin reaccionamos en forma y con umetodologa que no respet el orden legal vigente y las leyes de la guerra. (Desembarco, N 155)

    Para el jefe de la Armada, era necesario reconocer toda la realidad para poder atriresponsabilidades correspondientes: las que le correspondan a las instituciones, y las que invol

    los hombres. Entre las primeras, la destruccin del orden legal vigente; entre las segundas, los equivocados.

    La interrupcin del orden constitucional no es justificable, ni aun por haber sido una constante cultural enhistoria previa, ni por las circunstancias de excepcin que se vivieron [...]. A las instituciones debe imputrsela responsabilidad histrica y a los hombres las culpas. Ante ello, cul es la responsabilidad del Jefe de EstaMayor? Reconocer, abiertamente, que hubo mtodos equivocados que permitieron horrores inaceptables, anel contexto de crueldad propio de la guerra. Por eso hoy los rechazamos y los excluimos como posibilidad acualquier accin futura. Pero la accin la hacen los hombres, pues fueron los hombres, cuyos temores y euforcompart, los que combatieron al enemigo, la mayora de quienes [...] cumplieron lealmente planes y rdencreyendo en la causa justa por la que se luchaba. [...] No obstante la sociedad, despus, cuestion el mtodo yconducta de muchos de los hombres de armas y estos lo aceptaron, y ese fue el primer paso para el reencuennacional. Y la sociedad juzg a esos hombres [...] Para los hombres que cumplieron con su deber, ya finaliztiempo de rendicin de cuentas ante la ley. Ahora contina la etapa de rendicin de cuentas ante la propconciencia. (Desembarco, N 155)

    Mientras que Balza separaba a los hombres segn un criterio jerrquico, entre quienes tresponsabilidad de la conduccin y cometan errores y quienes obedecan, Molina Pico intentaba las responsabilidades personales ya saldadas por la justicia- de las institucionales. Ambcompartiendo un diagnstico que identificaba a la agresin subversiva como la principal cterrorismo de Estado -este ltimo siempre reaccin equivocada pero necesaria- intentaban arreconocimiento institucional acerca de los errores y los horrores del pasado, buscando en preconocimiento de una sociedad que habra pecado de una memoria parcial.

    Das despus, el jefe del Estado Mayor de la Fuerza Area, brigadier Juan Paulik, completaba laautocrticas. Reconociendo los errores y horrores cometidos, procurando cimentar una reconciliacin, el brigadier se encontraba sin embargo bastante lejos de sus colegas del EjrArmada, dado que su inters estaba estrechamente relacionado con cierta justificacin de losbasada o bien en el contexto de violencia de entonces o bien en la actitud del oponente:

    El accionar de las Fuerzas Armadas en ese trgico perodo no puede extraerse del mismo y analizarse comohubieran sido los nicos partcipes de la escena. Los terroristas actuaron, entonces, con violencia sin lmiempeados en lograr el poder a toda costa y alimentados por ideologas extremistas que sacudan la geografa mundo entero [...] Las Fuerzas Armadas fueron un factor ms en un pas dominado por una escalada de violen

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    [...] No es mi intencin justificar lo injustificable, pero tambin es cierto que no resulta equitativo enjuicnuevamente a un solo actor sin vincularlo con el contexto en el que estaba inmerso (La Prensa, 4/5/1995)

    La postura del brigadier apuntaba, ms que hacia una autocrtica institucional, basadreconocimiento de responsabilidades, en demandarle a la sociedad toda una actitud ms justaenjuiciamientos desde visiones parciales de la historia. El impulso inicial de las declaracionesse haba ido diluyendo progresivamente, hasta llegar a las declaraciones de quien, como Paulik,

    idea de responsabilidad en cierta justificacin dada por el contexto.Haba sido realmente la ocasin de un captulo de sinceras autocrticas institucionaleprecisamente, las tres Fuerzas, an desde posiciones distintas, haban intentado no slo cecaptulos recientes de arrepentimiento protagonizados por oficiales aislados y no por espeligrosos-, sino, y sobre todo, contribuir con la poltica gubernamental de clausura del pasreconciliacin nacional21. Sin embargo, tal era la potencia del consenso antisubversivo al interiorfilas militares, que las autocrticas de 1995 tendran un fuerte impacto sobre la cohesin instperjudicando las posibilidades polticas de quienes, como Balza, intentaban clausurar el pasavanzar hacia el futuro. Asimismo, abriran la puerta para la generacin de intensos conflictosconduccin de las Fuerzas y los oficiales en situacin de retiro, mayoritariamente entusiastas partic

    de la masacre represiva22

    .

    La Segunda Reforma del Estado y las controversias en torno a la lucha contra el narcotrfico

    El ao 1996 slo deparara tribulaciones para los militares argentinos. Luego del escndalo por laarmas a Ecuador y Croacia y el estallido de la Fbrica Militar de Ro Tercero en 1995 queadems del sometimiento a proceso de varios funcionarios ligados al rea de Defensa, el pFabricaciones Militares a la rbita del Ministerio de Economa con miras a su privatizacin-, dura los uniformados les resultara claro que, a pesar de todas las seales conciliadoras, desde poltico se los conceba fundamentalmente como parte de un Estado que deba ser reestructuradoese sentido no posean ms privilegios que otras dependencias del aparato estatal. En este contemes de febrero de sancionar laLey N 24629, de Segunda Reforma del Estado, posteriormimpulsada por el Decreto N 55823, que continuaba con la poltica de reduccin presupuestaracionalizacin administrativa encarada en toda la Administracin Pblica Nacional, en eeliminando organismos y desafectando personal. La reaccin castrense ante estos avances dpoltico sera inmediata, y los militares denunciaran el riesgo de indefensin que generaran nurecortes presupuestarios y de personal24. El jefe de la Armada, Molina Pico, expresaba que de seguel camino de las reducciones se est hipotecando el futuro defensivo de la Nacin [...] si hay uahora podemos responder de la mejor manera dentro de nuestras posibilidades pero no es sta laideal (La Nacin, 24/5/1996). Por su parte, el ministro de Defensa, Oscar Camilin, aceptaba reduccin de los cuadros es difcilmente pensable sin comprometer el mnimo estndar de defeNacin, 24/5/1996) y que no hay duda que los sueldos militares estn atrasados y que el preoperativo de las Fuerzas Armadas no es el deseable [...] lo que s hay que redistribuir es el gastpara que sea ms efectivo (La Nacin, 25/5/1996).

    Si bien en trminos concretos, y ms all de los malestares militares, las nuevas normas no imreducciones presupuestarias significativas, tampoco contemplaban los aumentos que los jefes dMayor venan reclamando haca tiempo. En el aniversario del 25 de mayo, el presidente Menemque no hay acuerdo con las Fuerzas Armadas. Tienen que pasar por el mismo trmite por el pasando las reparticiones del Estado. Aqu no hay privilegios para nadie (La Nacin, 26/5/19

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    despus, en el aniversario del Da del Ejrcito, Balza continuaba advirtiendo que la defensa no dsujeta a los vaivenes de una coyuntura que nos proporcione tranquilidad hoy y pueda lamentarse(La Nacin, 30/5/1996), y que nadie puede olvidar la especificidad de las instituciones militarorganizaciones pueden sufrir graves restricciones hoy y recuperarse cuando la situacin lo perocurre lo mismo con el Ejrcito, ya que los generales del futuro estn hoy frente a nosotroshagamos incidir indirectamente sobre el Ejrcito que ellos comanden [...] slo pedimos lo ju justo es poco (Soldados, 6/1996). Menem le responda reconociendo el sacrificio que vienen sonuestras Fuerzas Armadas aunque, sostena, estn totalmente convencidas que para reinsertambito de todas las fuerzas armadas del mundo es fundamental, conveniente y necesario llevar aprofundo proceso de transformacin (La Nacin, 30/5/1996)

    Los coletazos del escndalo del trfico de armas a Ecuador y Croacia se sintieron con fuerza cuaDomnguez quien vena de desempearse como Intendente de laCiudad de Buenos Aires- reemplace24 de julio, a Oscar Camilin al frente de la cartera de Defensa25. Descartando relevos en las cpumilitares, el nuevo ministro afirmaba que su principal misin era dar todos los pasos de racionque permitan una capacidad operativa en un marco de austeridad (Clarn, 11/8/1996). En el colas prioridades del nuevo funcionario apuntaban al tema de los presupuestos 1996 y 1997, a fin dlos problemas operativos de las Fuerzas Armadas y habilitar su participacin en las ejercinternacionales UNITAS y misiones de paz-; en el largo plazo, se orientaban a la reestructuraciy a la realizacin de algunas privatizaciones aeropuertos y Fabricaciones Militares, entre otroscontexto, en el mes de octubre de 1996 se emitirn el Decreto N 1116 Directiva para la realizaciPlaneamiento Militar Conjunto26, y en el mes de noviembre el Decreto N 1277 de reducciMinisterio de Defensa, que modificaba lo previsto en el Decreto N 660 del mes de junio27. Ambasnormas respondan a la poltica gubernamental de reduccin del aparato estatal y de reasignfunciones y recursos a fin de volver ms eficiente al sector, an cuando esta reestructurrealizaba exclusivamente en torno a imperativos de orden fiscal, sin que las mismas estuviesenpor ningn tipo de contenido doctrinario. En este sentido, la amplia reforma encarada se realizacontexto de ausencia de definicin de un rol preciso para las Fuerzas Armadas, contribuyendforma a incrementar el malestar existente al interior de las mismas.

    Mientras avanzaba en estas cuestiones tcnicas relacionadas con el redimensionamiento delmilitar-estatal, el gobierno menemista se debata en torno a la necesidad de definir un rol para laArmadas sobre todo, por el inminente agotamiento de la participacin de las mismas en misioneDicho debate se enmarcaba dentro de dos frentes: por un lado, el de las crecientes presionesdel gobiernonorteamericano en torno al involucramiento de las mismas en la lucha contra el narcotrfico28, y por otroel de las insistentes demandas de los jefes de Estado Mayor, que sostenan que una reestrucadministrativa sin una definicin paralela de nuevas misiones slo llevara al fracaso. Este doblepresiones incida en el desacuerdo existente al interior de los cuadros polticos: mientras que Menem proclamaba partidario del involucramiento de las Fuerzas Armadas29, Camilin se pronunciabcontrario30; y en ese contexto, las controversias comenzaron a atravesar tambin a los altos

    militares, en especial a los del Ejrcito, sobre todo porque frente a la grave crisis presupuestaamenazas provenientes de la Segunda Reforma del Estado, la aceptacin de las propuestaEstados Unidos se perciba inseparable del arribo de seductoras partidas.

    Mientras que Balza se mostraba prescindente, el secretario general del Ejrcito, general Ernestoposicionaba como partidario de la militarizacin de la seguridad interior, advirtiendo sobre la necavanzar en cuestiones de inteligencia interior, ya que la prohibicin taxativa que impone lDefensa [...] en materia de inteligencia relativa a poltica interna constituye una seria limitaciconduccin de las operaciones, especialmente en caso de un empleo integral de la Fuerza

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    restablecimiento de la seguridad interior [...] No se pretende incursionar en cuestiones que nincumbencia de la Defensa Nacional, slo se plantea la necesidad de disponer de la informacin para poder enfrentar, cuando as sea ordenado, a flagelos como el terrorismo, el narcotrfi(Pgina/12, 3 y 10/10/1996). Posteriormente, el general avanzaba en su postura recomendando naturaleza del narcotrfico. Es decir, si se trata de un asunto de ndole policial o si constituye,serlo, una amenaza para el Estado mismo. No parece conveniente que el Estado se autolimite legtimo del monopolio de la fuerza, violencia que detenta, ya que no pueden predecirse las sique se podrn producir en el futuro (Clarn, 8/12/1996).

    En este contexto, el 5 de diciembre de 1996, y en el marco de una gira que intentaba revacredenciales gubernamentales ante los Estados Unidos luego de la renuncia del superministro que sera sucedido por Roque Fernndez-, Menem expresara formalmente su intencin de involuFuerzas Armadas argentinas en tareas de inteligencia, apoyo logstico y control areo dentro del la lucha contra el narcotrfico (Clarn, 6/12/1996); mientras que el vicealmirante Jorge EnricoEstado Mayor Conjunto, sostena que las Fuerzas Armadas no deban permanecer pasivas narcotrfico, dado que representaba una verdadera amenaza extraterritorial, lo que podra hrealizacin de tareas de inteligencia y la realizacin de tareas de coordinacin y el ejercicio dely control de la operacin en su conjunto (Clarn, 17/12/1996; cit. en Sain, 2001). Durante los meses de 1997 el tema continuara agitando las aguas: el ministro de Defensa Domnguez, rompila postura de su antecesor, sostena que la intervencin de las Fuerzas Armadas resultaba jucuando el narcotrfico se convierte en narcoterrorismo, y que en todo caso el narcotrfico consamenaza externa (Clarn, 20/1/1997), al tiempo que se incrementaban las presiones del norteamericano, esta vez por parte del Comando Sur de las Fuerzas Armadas de los Estados Unititular Wesley Clark, manifestaba su inters por convertir a las Fuerzas Armadas en pieza cecontrol estratgico en la lucha contra el narcotrfico.

    Los avances de los partidarios del involucramiento llevaran a los opositores a pronunciarse pblCuando, durante el mes de marzo, elSouthCom establezca un acuerdo con el Ministerio de Defensa la integracin de dos oficiales argentinos en la sede del Comando en Panam, los jefes de EstadBalza por el Ejrcito, y ahora Marrn por la Armada y Montenegro por la Fuerza Area, sealarariesgo es muy grande [...] las Fuerzas Armadas pueden verse envueltas en un peligroso contactnarcotraficantes o ser arrastrados a una lucha en territorio ajeno [...] si es tanta la preocupacombatir al narcotrfico [...] por qu el Ejrcito de los Estados Unidos se mantiene ajeno o por no interviene de un modo directo dentro de sus propias fronteras? (La Nacin, 30/3/19vicepresidente primero de la Comisin de Defensa en Diputados, Horacio Jaunarena futuro mDefensa de la gestin De la Ra- comparta los argumentos de los jefes de Estado Mayor, afirmhay aspectos que van ms all de lo legal [...] el peligro de la corrupcin [...] no se puede dejaen cuenta que las Fuerzas Armadas estn entrenadas para un determinado tipo de conflicto en enemigo no est adentro de las propias fronteras y debe ser destruido [...] trasladar esto al plano embarcar a las Fuerzas Armadas en un enfrentamiento que tiene caractersticas que se ajustan

    formacin de las fuerzas de seguridad que a las Fuerzas Armadas (La Nacin, 30/3/1997) AJaunarena adverta que utilizando razones ideolgicas, en los aos 70, se estableci la dendoctrina de seguridad nacional, que desemboc en una lucha interna que an hoy se trata depolticamente. El riesgo es que en nombre de enfrentar al narcotrfico se lleve a las Fuerzas Auna situacin similar o parecida a la de aquellos aos y la lucha sea con connacionales (La30/3/1997).

    Las controversias en torno al involucramiento de las Fuerzas Armadas en la lucha contra el nadefinan bandos antagnicos. Por un lado, las posturas reticentes se amparaban tanto en la le

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    vigente esto es, en la prohibicin expresa de intervencin incluida en las Leyes de Defensa NacSeguridad Interior-, que sealaba a las fuerzas de seguridad como las indicadas para tal tarea, argumentos relacionados con los riesgos que dicho involucramiento conllevara entre corrupcin, la desjerarquizacin de las Fuerzas hacia tareas policiales, y hasta la posibilidadrearticulacin de los principios de la DSN-. Por otro, las posturas proclives, lejos de pronunciarsde una modificacin del marco legal, explotaban los intersticios del mismo, intentando dnarcotrfico como una amenaza externa, y de all pasible de ser conjurada por las Fuerzas Armcontradicciones separaban tanto al poder poltico como a las mismas Fuerzas Armadas: mientrprimero se encontraba dividido entre posturas contrarias como las de Camilin, Jaunarena y la mlos dirigentes de la oposicin, y favorables como las de Menemy Domnguez, los mandos militares debatan entre las posturas proclives del Estado Mayor Conjunto31 y las reacias de los jefes de EstaMayor.

    El Foro de Generales Retirados o la conformacin de un nuevo actor poltico- y el Crculo Militar o la reedicin de unclsico antagonista-.

    Los malestares que haban ido acumulndose entre 1995 y 1996, dados fundamentalmente

    autocrticas institucionales, la crisis presupuestaria y la indefinicin de un rol militar que suparticipacin espordica en misiones de paz, haban cristalizado en la formacin del Foro de GRetirados el 4 de diciembre de 1996. Dicha agrupacin, en la que se reunan ms de doscientos en situacin de retiro sobre un total de alrededor de trescientos veinte-, se haba creado siguiverdadera tradicin en las Fuerzas Armadas argentinas, que durante dcadas le haba otorgamilitares que haban concluido con el servicio activo la posibilidad de agruparse en organizaciones en muchos casos, de carcter cvico-militar- que se transformaban en verdaderapolticas de defensa de los intereses de la institucin en su conjunto, al tiempo que constituan vgrupos de presin con capacidad para influir sobre las conducciones de las Fuerzas y sobre poltico.

    La agrupacin estaba presidida por el general de brigada (RE) Augusto Alemanzor y su vicepresel general (RE) Miguel Chaselon, ambos ingenieros militares, y el primero de ellos ex dirproduccin de la DGFM; pero sin dudas lo ms relevante del caso era que dentro de los adheprimer documento pblico se encontraba un sinnmero de ex altos funcionarios del ProReorganizacin Nacional, entre ellos -y entre ex gobernadores, ex presidentes de facto, ex coman jefe, jefes y subjefes de Estado Mayor, etc.32-, varios generales duros, que haban tenido ampresponsabilidades operativas en la masacre represiva33, y numerosos funcionarios ligadosFabricaciones Militares y al Comando de Institutos Militares, entre los cuales se combinaban un profundanticomunismo y antiperonismo con concepciones desarrollistas e industrialistas34. La presencia doficiales ligados a las expresiones industrialistas del Ejrcito, ms la trayectoria de los dos directagrupacin en particular, su pertenencia al arma de ingenieros y a la DGFM- resulta particu

    sugerente a la hora de explicar varios de los contenidos de las declaraciones iniciales de la agrupespecial el profundo malestar originado por las privatizaciones de empresas militares, las reducel presupuesto de Defensa y la primaca de criterios economicistas en los procesos de tomdecisiones del gobierno nacional35.

    La declaracin fundante del Foro sostena su intencin de fortalecer la presencia de las Fuerzascomo instituciones fundacionales de la Repblica, y revitalizar la imagen de sus integrantes [..grave crisis por la que actualmente atraviesa la Defensa Nacional, cuya magnitud afecta el

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    histrico del pas y nuestra identidad como Nacin (La Nacin, 7/3/1997). El principal addeclarado de los longevos generales era el poder gubernamental, en trminos amplios:

    [ el deterioro de la Defensa Nacional ] ha alcanzado proporciones alarmantes a raz de decisiones poltico-institucionales, de dos gobiernos de distintos signos partidarios, que luego de trece aos han colocado al pasun virtual estado de indefensin[...] El 10 de diciembre de 1983 las Fuerzas Armadas hicieron entrega del podera un gobierno constitucional, luego de ejercerlo durante ocho aos, situacin anmala, ajena a su misi

    especfica, que produjo graves daos al ejercicio de la actividad profesional militar.[...] se impona que el nuevogobierno implementara un tratamiento especial con el objeto de que[ las Fuerzas Armadas ] se restablecieran en elmenor tiempo posible, para poder cumplir con eficiencia el rol que legtimamente les corresponde. Lejos de eel gobierno instrument un accionar agresivo de corte ideolgico, montando una formidable campaa desprestigio hacia todo lo que tuviera vinculacin con lo militar (La Nacin, 7/3/1997)

    Los generales criticaban duramente varias medidas tomadas durante el gobierno de Alfonsn, talesupresin de los Comandos en Jefe de las Fuerzas Armadas -provocando un vaco en el sirelaciones poltico-institucionales-, la transferencia de la DGFM al Ministerio de Defensa -un adespojo-36, el enjuiciamiento de los comandantes -desconociendo que las acciones de una gupueden ser juzgadas y penadas con la legislacin de tiempos de paz-, la modificacin del CJusticia Militar -que no evalu los efectos negativos que producira a la organizacin militar, ade un valiossimo pilar de la disciplina- y la modificacin del rgimen de remuneracdesvinculndolo del Poder Judicial de la Nacin y del Servicio Exterior, al que estaba equipaley-. A continuacin, identificaban una fuerte continuidad de dichas polticas con decisiones tomel gobierno menemista, como la modificacin del Servicio Militar Obligatorio, -aprovechando circunstancial y desgraciado, en vsperas de un acto eleccionario37 [que] origin una grave fisura a estructura de Defensa Nacional, por haberse desmantelado su imprescindible sistema de [privndose] a la Nacin de un importante factor integrador-, la decisin de reestructurar a laArmadas sin que se consideren eventuales hiptesis de conflicto, la desarticulacin del integrado de produccin de material blico que constitua un valioso y eficiente patrimonio dlos bajos salarios que han obligado a que gran cantidad de sus integrantes ejerzan un segundo edetrimento de una actividad especfica que, como la militar, exige dedicacin exclusiva, egenerales observaban, finalmente, que se habra resuelto la participacin de las FFAA en la lucel narcotrfico. No se han explicado los alcances que tendra dicha intervencin, que en el caso dla ejecucin de tareas muy puntuales y limitadas, atentara contra la esencia y razn de ser de las(La Nacin, 7/3/1997).

    As, para los generales retirados, los dos gobiernos democrticos posteriores a la dictadura, ms adiferencias, compartan un objetivo comn: destruir a las debilitadas instituciones militaresobjetivo recurrente encontraba sus causas, en primer lugar, en el accionar de ciertos sectores depoltica que con un enfoque corporativista, siguen considerando a las FFAA ms como resabseudo partido militar, que como instituciones de la Repblica, y de quienes conducen tcnicaeconoma [que] consideran a las FFAA como elementos retrgrados para los tiempos en que razn por la cual no se deben satisfacer sus necesidades econmicas, por constituir inversrentables. Con el agravante de aplicar incondicionalmente ajustes impuestos por intereses extranjNacin, 7/3/1997). La accin conjunta de la clase poltica y los tecncratas haba conducido,Foro, a que las Fuerzas Armadas se encontraran sin una clara definicin de su misin, inmerutopa de que no necesitan hiptesis de conflicto, sin estmulos profesionales, descapitalprogresivamente en la calidad de su personal, sin reservas, sumidas en la estrechez econmcuestionadas, agredidas y sealadas como responsables de todos los males del pasado (La7/3/1997).

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    El Ejrcito ya contaba con una agrupacin de defensa de sus intereses ante la opinin pblica, cmuy particulares. En primer lugar, estaba mayoritariamente conformada por activos participltimo gobierno militar, tanto de la fraccin dura del Ejrcito defensora acrrima del cantisubversivo- como de la industrialista partidaria de concepciones desarrollistas y estatistaresultaba poco auspicioso en un contexto donde las autocrticas institucionales se combinvastas reformas estructurales. En segundo lugar, sus integrantes haban tenido una importante cde decisin durante la dictadura, dato poco favorable para un jefe de Estado Mayor que bliderazgo dentro de la Fuerza en la defensa de quienes slo haban recibido rdenes. Por ltimla condicin de retirados de sus miembros, la nueva organizacin se encontraba libre para discutpoltica de defensa del gobierno nacional como los posicionamientos del Estado Mayor en su relel poder poltico. La combinacin de estas particularidades sera explosiva en el futuro, como ver

    Pero adems del novel Foro de Generales Retirados, tribuna poltica en formacin, la crisis que aEjrcito no pasaba desapercibida para una de las instituciones militares ms tradicionales, que nacimiento en 1881 bajo el nombre de Club Militar haba operado como una suerte de resonancia de los conflictos que atravesaban a las Fuerzas Armadas: el Crculo Militar. Si acuerdo a sus reglamentos el Crculo desempeaba actividades relacionadas con la promociunidad de la gran familia militar, realizando eventos culturales, recreativos y brindando servisus asociados oficiales del Ejrcito retirados y en actividad y algunos de las otras Fuerzas y sus haba operado tradicionalmente como un verdadero foro poltico en el cual no slo era posiblelos debates, conflictos y luchas intestinas (Rouqui, 1981) sino tambin el clima de opredominante en el Ejrcito (Potash, 1994).

    Hacia 1997, el presidente del Crculo Militar era, sugerentemente, el general de divisin (REGenaro Daz Bessone, uno de los ms acrrimos defensores del consenso antisubversivo, partcipe de la masacre represiva y ejemplar ampliamente representativo de la fraccin dura deal igual que gran parte de los integrantes del Foro de Generales-. General del arma de aperteneciente a la promocin 74 del Colegio Militar, Daz Bessone haba actuado durante el gobgeneral Ongana en la Secretara de Seguridad, dedicada a la planificacin estatal, y durante eldel general Lanusse haba sido designado en la Secretara de Estado de Planeamiento y AGobierno. Asimismo, haba sido uno de los creadores de la Fundacin Argentina Ao 2000 y lode Estudios Prospectivos (Quiroga, 1990), integrados por un equipo multidisciplinario de oficiales retirados dedicados al mbito de la planificacin estatal. Entre mayo y diciembre de 1973 hasido jefe de la Brigada de Infantera de Montaa VIII de Mendoza, luego haba sido designado Operaciones- del Estado Mayor General, entre mayo de 1975 y agosto del mismo ao haba sidocomandante y jefe de Estado Mayor del Cuerpo de Ejrcito V, para pasar luego a desempeacomandante del Cuerpo de Ejrcito II al frente de las actividades antisubversivas a la parseores de la guerra como Carlos Guillermo Suarez Mason, Osvaldo Azpitarte, Luciano BeMenndez y Santiago Omar Riveros-. Mantendra ese cargo hasta el 20 de octubre de 1976, cuanombrado por el gobierno de Videla como fugaz ministro de Planeamiento del rgimen milit

    desde el cual haba elaborado el primer plan poltico del gobierno militar, denominadoProyecto Nacional ,documento que expresaba las convicciones polticas ms mesinicas, elitistas y recalcitrantconvicciones econmicas ms marcadamente industrialistas del pensamiento militar argentino; real cargo de ministro el 30 de diciembre de 1977 y pasara a retiro, tras ser desplazado por la primque,por entonces, presentaban los imperativos econmicos para el rgimen de Videla (Canelo, 2004 A38.

    A pesar de su lamentable gestin al frente de una cartera ministerial y del tibio apoyo que haba an dentro de las filas militares su propuesta poltica durante la dictadura, hacia 1997 el generacontinuaba ejerciendo un cargo de altsimo poder e influencia al frente del Crculo Militar, l

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    brindaba la posibilidad de ser el portavoz pblico de una ideologa vetusta y anacrnica que laArmadas se negaban a abandonar. El 29 de mayo, en ocasin del Da del Ejrcito, Daz Bessonedesde las tribunas del Crculo a la hueste ejemplar -el Ejrcito-, alertndolo acerca de las ensela historia y de los riesgos contenidos en la ausencia de un gran Proyecto Nacional, frente a lodel economicismo:

    No hay hueste ejemplar sin un proyecto convocante que servir [...] En una poca en que los gobiernos die

    gran impulso al desarrollo econmico, sus grandes gobernantes nos ensearon que el inters nacional no se lima concepciones economicistas. Que es falsa la antinomia caramelos o caones. Es preciso tener los caones resguarden el inters nacional [...] La Generacin del 80 nos dio una leccin que las actuales generacionparecen empeadas en olvidar [...] no dudaron en invertir considerable cantidad de dinero en muchos aspecque con cerrado criterio economicista hoy se los tildara de improductivos. Entre esos aspectos estuvieroneducacin y la Defensa Nacional [...] Es preciso recordar las experiencias y enseanzas de nuestra historia y desor sus advertencias. Llevar tiempo reconstruir nuestra Defensa Nacional y la hueste ejemplar tconmovidas, debilitadas y olvidadas, mientras observamos un mundo cargado de amenazas [...] Se requieesfuerzos sostenidos para que se cumpla el mandato constitucional: La Defensa Nacional es un derecho y deber de todos los argentinos. Tambin para superar la desinformacin y vencer la despreocupacin fruto depacifismo y un economicismo que disimulan y minimizan todos los peligros existentes (Palabras pronunciapor el Presidente del Crculo Militar, Gral. Div. Ramn Genaro Daz Bessone, conmemorando el 187 aniversadel Ejrcito Argentino, 29/5/1997, Crculo Militar: 6 y ss.).

    La preocupacin colocada por el Foro de Generales Retirados en la grave crisis que afecestructuras de la Defensa Nacional era ampliamente compartida por el presidente del Crculo lo era, como vimos, por los jefes de Estado Mayor-. Asimismo, los generales retirados compaDaz Bessone un fuerte desprecio por la primaca de criterios de orden economicista en ladecisiones, que descuidaban irresponsablemente el inters nacional. Pero ms all de estas rcoincidencias, lo que verdaderamente continuaba uniendo con un lazo de hierro al Foro autoridades del Crculo Militar era la defensa del consenso antisubversivo.

    La Argentina fue el teatro de un guerra revolucionaria, que ya nadie se atreve a desconocer sin falsa. Esa gucomenz a gestarse a partir de 1956 [...] y fue derrotada en 1978. La guerrilla impuso las condiciones, el climaambiente, el teatro de operaciones y el campo de combate en que se desarroll esa guerra. [...] El intento contener a la subversin con la polica y la justicia fracas [...] Las FFAA fueron empeadas en 1975 porgobierno constitucional, que les prescribi aniquilar a la subversin. A partir de aquel momento, las FFAA, yparticular el Ejrcito, entr en operaciones, y en poco ms de dos aos cumpli la misin impuesta. La victomilitar en la guerra contra la subversin es una pgina de gloria para el Ejrcito Argentino [...] Gracias avictoria fue posible retornar a las instituciones constitucionales, como lo ha reconocido el propio presidente deNacin (Palabras: 18-19).

    En las palabras de Daz Bessone permanecen dos de los aspectos centrales del discurso justtradicional en torno a la masacre represiva que haba sido, incluso, empleado por los jefes dMayor en las autocrticas: en primer lugar, que dado que la orden de aniquilamiento haba sidoun gobierno constitucional, las Fuerzas Armadas habran simplemente acatado rdenes; y enlugar, que la principal responsabilidad en la guerra haba residido en el accionar del terrorissubversin, y que el terrorismo de Estado habra sido simplemente una reaccin necesembargo, un punto no menor distingue la postura de Daz Bessone de la de los jefes automientras que estos ltimos aceptaban que la adopcin de determinados mtodos ilegales en la haba sido un grave error institucional, elseor de la guerra crea ms pertinente continuar sostenienla teora de los excesos de los subordinados:

    La izquierda verncula y sus aliados internacionales, admiradores de Castro y del Che Guevara, no han cesde reclamar por las violaciones a los derechos humanos durante la guerra, aunque silencian todos los crmenesLpez Rega, y los propios crmenes de los subversivos. Con respecto a estas acusaciones, es preciso tener

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    cuenta tres situaciones bien diferenciadas: 1) En todos los tiempos hubieron y hay delitos comunes y crmenabyectos. Tambin durante el tiempo de aquella guerra ocurrieron, pero fueron totalmente ajenos a la guerranadie en su sano juicio puede confundirlos, excepto como arma destructiva de la subversin [...] 2) Delitoexcesos que ocurrieron y ocurrirn en todas las guerras de la historia, perpetrados por personal militar. Debiery deben ser penados. En esta guerra fueron sentenciados y encarcelados ms de 300 transgresores, hecho poconocido. 3) La guerra, con sus particularidades caractersticas de extrema violencia (Palabras: 18-19)

    El general retirado no dudaba al reactualizar uno de los puntos ms conflictivos del discurso decpulas militares, que desplazaba la responsabilidad de las atrocidades cometidas durante ldictadura a los excesosde subordinados transgresores que se habran mantenido por fuera del de los mandos superiores39. De esta forma, y a pesar de las similitudes que guardaba el presidenCrculo tanto con los integrantes del Foro como con los jefes de Estado Mayor en particular enconsenso antisubversivo y a la preocupacin por la profunda crisis de la defensa-, Daz Becolocaba como antagonista fundamental de Balza quien, como vimos, construa la base de su lidinterior del Ejrcito en la defensa de los oficiales jvenes que slo haban recibido rdenes.

    El enfrentamiento estallara pblicamente tan slo un mes despus. El 24 de junio, Balza enradiograma a todas las unidades con motivo de los conflictos gestados alrededor de la propascenso del teniente coronel Carlos Villanueva, propuesto por la Junta de Calificaciones y avalaEstado Mayor y Defensa, pero acusado por los organismos de derechos humanos de haber partisesiones de tortura a detenidos durante la dictadura en el centro clandestino de detencin La P jurisdiccin del Cuerpo de Ejrcito III. En el radiograma se perciba claramente la intencin deamparar al militar contra el silencio del entonces jefe de dicho cuerpo, el general Menndelamentaba que quienes entonces tuvieron jerarqua y control sobre esa instalacin militar [...] cara y permitan que [su] responsabilidad se transfiera a quien entonces era un joven oficial qucometi ni consinti violaciones a los derechos humanos. Paradjicamente, leyes como la de ODebida y Punto Final eximieron de dar cuenta de sus responsabilidades a quienes las tuvieroperjudicaron a jvenes oficiales y suboficiales que, sin haber cometido actos aberrantes, sufrenefectos de una sospecha por no haber tenido la posibilidad de demostrar su inocencia. [Esolicitaron leyes que los eximieran de hechos aberrantes que no haban cometido (Soldados, 7/1

    La fuerte declaracin de Balza, quien en su apetito de liderazgo no titubeaba ni en acusar a los jhaber presionado por las leyes del perdn, ni en vulnerar la incuestionada legitimidad qguardaban al interior de los cuarteles, provocara una reaccin en cadena de varios de efectivamente haban tenido jerarqua y control. Menndez, ex comandante del III Cuerpo deintegrante de la fraccin de losseores de la guerra a la que tambin perteneca Daz Bessone, y unlos firmantes de la primera declaracin del Foro de Generales Retirados, sera el primero en coBalza, recordando que nunca haba dudado en asumir las responsabilidades que le correspond jefe ya que, en la filosofa militar, el comandante es el nico responsable de lo que su fuerza hade hacer [...] a nadie se puede inculpar por debajo mo [...] Durante los cinco aos que permprisin preventiva, repet esa postura [...] lo que vali que ningn subalterno mo fuera deten

    Nacin, 2/7/1997). El general retirado aprovechaba la oportunidad para dejar clara su posturautocrtica del jefe del Ejrcito, sosteniendo que en la misma [Balza] abandona la terminologubica los acontecimientos en una falsa dimensin y adopta los dichos de la subversin marxNacin, 2/7/1997).

    Si bien Menndez realizaba estas declaraciones a ttulo personal, los reflejos del Foro de GRetirados se activaron de inmediato contra el radiograma del jefe del Ejrcito. Segn los lgenerales, la descalificacin al Ejrcito [...] provoca el grave riesgo de la dispersin, ya que gralos cuadros que hoy revistan en actividad, como ocurre con el propio jefe, participaron institucio

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    de esa guerra (La Nacin, 5/7/1997). De acuerdo con los retirados, el radiograma immenospreciar las calidades profesionales de los involucrados, ya que admita que se haban lobedecer rdenes: la referencia que hace el radiograma a las leyes de obediencia debida y pu[podran haberse incluido los indultos] no es correcta, ya que fueron abarcativas para todas las jTampoco es correcta y resulta agraviante la afirmacin de que fueron promovidas por los mandoen verdad fueron decididas por razones polticas de un gobierno constitucional (La Nacin, 5/7/

    Ambas reacciones le costaran tanto a Menndez como a Alemanzor mdicos arrestos domiciliael conflicto estaba planteado, y se revitalizara con crudeza cuando, gracias al accionar impertulos organismos de derechos humanos, en 1998 se reabran varias causas por violaciones a los humanos, comience a tambalear el edificio legal de las Leyes de Obediencia Debida y Punto Finaencare un nuevo captulo de autocrtica institucional.

    El rearme subversivo y la irrupcin de la protesta en la agenda de la seguridad

    Si bien durante la primera presidencia de Carlos Menem el modelo de reestructuracin social, econmica haba podido ser implementado exitosamente en un contexto de escasa resistencia p

    traspaso a la segunda presidencia haba estado signado por las primeras seales de crisis delmomento indiscutido modelo de paridad cambiaria, base fundamental del amplio consenso que aal proyecto menemista. Entre ellas, la devaluacin del peso mexicano a fines de diciembre denominada efecto Tequila, que constituy un claro sntoma de agotamiento de los productivos alcanzados por los mercados emergentes latinoamericanos que haban aplicado lortodoxas sugeridas desde los centros del capitalismo mundial, los crecientes enfrentamientospresidente y su ministro de Economa, Domingo Cavallo, que concluyeron con la renuncia del sesobre todo, el crecimiento exponencial del desempleo, que alcanzara el rcord histrico de 18,6%de 1995, y de la pobreza, en un contexto de creciente recesin.

    Coincidiendo con la segunda asuncin presidencial de Menem, a mediados de la dcada haba co

    a gestarse un panorama heterogneo y complejo de protestas sociales, inauguradas por estallidel Santiagueazo de 1993 (Cotarello, 1999; Farinetti, 2000), la organizacin de las pmovilizaciones en demanda de ayuda alimentaria en el conurbano bonaerense, ollas populares ymarchas (Svampa y Pereyra, 2003) y, fundamentalmente, los cortes de ruta y puebladas d1997 que daran origen al movimiento piquetero (Garca Vargas, 2000; Klachko, 2002; LapegnOviedo, 2001). Inicialmente, estos movimientos haban estado conectados con el feroz crecimdesempleo en las zonas marginales del pas y, sobre todo, con la creciente exclusin social que las zonas relegadas y empobrecidas donde la poltica de privatizaciones haba destruido los mede empleo e integracin que haban sido sostenidos por las empresas pblicas; sus protagonigrupos de desocupados heterogneos, an cuando los principales casos haban alcanzado la dimpuebladas, con la participacin de mltiples sectores sociales, apoyo de asociaciones inter

    presencia de mujeres, jvenes y docentes en las rutas. Su principal modo de manifestacin habobstruccin de las rutas nacionales, y en contraste con los estallidos sociales, en los cortes ruta represencia de formas organizadas de coordinacin de la accin y de un mecanismo de toma de dbasado en asambleas, lo que haba permitido que estas protestas devinieran algunas veces en promisorias formas de organizacin.

    El primer gran corte de ruta se producira entre el 20 y el 26 de junio de 1996 en Cutral CHuincul, localidades petroleras de la Provincia de Neuqun, en rechazo a la cancelacin por gobernador de la provincia, Felipe Sapag, de un proyecto industrial que prometa crear ms de

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    fuentes de trabajo (Pgina/12, 23/6/1996). El corte sera llevado adelante por un heterogneo grupo de manifestantes, entre los que se encontraban desde profesionales hasta jvenes de barrioopositores al gobierno provincial. Ante la persistencia del corte de la ruta 22, el ministro deCarlos Corach dispondra, el da 24, la movilizacin de 400 efectivos de la Gendarmera para dlos manifestantes, lo que slo contribuira a radicalizar la protesta y a multiplicarla. Ante el deslas fuerzas de seguridad, la jueza interviniente, Margarita Gudio de Argelles, se declarara incoante lo que describira como una rebelin popular. Si hay que calificarla penalmente, esto es seme supera. Es un levantamiento contra el gobierno provincial (La Maana del Sur, 26/6/199Klachko, 2002: 184), disponiendo el retiro de los efectivos, momento en el cual se producirn incvarios heridos. El levantamiento del piquete se realizara finalmente tras una negociacin gobernador quien rpidamente pareci comprender que resultaba ms redituable polticamente del lado de la protesta- y los lderes del movimiento, y de la intervencin del gobierno nacional el envo de alimentos (Pgina/12, 27/6/1996). Das despus de solucionado el conflicto, el pMenem le solicitaba al secretario de Inteligencia del Estado, Hugo Anzorreguy, la investigaestado de nimo social de las regiones ms pobres del pas, al tiempo que le ordenaba al orgainteligencia y al Ministerio del Interior poner en accin a los organismos de seguridad paraposibles focos y poner en marcha planes de emergencia en esos lugares (Pgina/12, 4/7/1996)

    La experiencia de Cutral C y Plaza Huincul, contundente seal de que los tiempos haban cdejara una clara leccin para el gobierno, que marcara la actitud posterior ante la protestacapacidad represiva de las fuerzas de seguridad poda ser desbordada y que la protesta pcriminalizada (CELS, 2003), esto es, calificada y perseguida- penalmente. En trmigenerales, dentro de la concepcin poltica del gobierno menemista, marcada por aspiraciones aude una armonizacin social desde arriba, el conflicto slo poda ser producto de una conspiraco deun sabotaje (Sidicaro, 1995), surgidos de intereses egostas que se negaban a asumir la reali40.

    El segundo gran corte de ruta se producira nuevamente en Cutral C, el 9 de abril de 1997, perola protesta, encabezada por gremios docentes y estatales nucleados en la Central de los TrabArgentinos (CTA), observara un perfil ms marcadamente opositor al gobierno provincial. A ddel corte anterior, esta vez el juez a cargo, Oscar Temi, decidira no negociar y ordenara el desperutas a la Gendarmera y la Polica provincial; las fuerzas de seguridad actuaran brutal e inmediprovocando duros enfrentamientos entre policas, gendarmes y pobladores, los que culminaramuerte de Teresa Rodrguez y numerosos heridos y detenidos (Svampa y Pereyra, 2003). Retifuerzas de seguridad por el juez para evitar una masacre (La Maana del Sur, 13/4/1997Klachko, 2002: 190), el conflicto concluira con un acuerdo con la gobernacin, an cufinalizacin no impedira la masificacin de la protesta, que se ampliara a otros sectores requiriendo la intervencin del gobierno nacional mediante la promesa de entregar fondos, supuestos de trabajo. Una vez ms, el conflicto demostraba no slo la ineficacia de la represipaliativo, sino adems las insuficiencias de las reservas de efectivos y equipo de las fuerzas de se

    El desborde de la protesta que llegara a generar serios disturbios en la Casa de Neuqun enFederal- provocara una dura reaccin del gobierno. Mientras que el gobernador Sapag denunciaconflicto docente haba sido desbordado por grupos ideolgicos armados que volvieron a corta(Clarn, 13/4/1997), y el jefe de gabinete Jorge Rodrguez acusaba a la agrupacin Frente porSolidario (FREPASO) por los hechos de violencia (La Nacin, 14/4/1997), el da 16, el prMenem no titubeaba a la hora de calificar a la protesta neuquina como un rearme subversivo de [...] una gimnasia presubversiva que est en estado de germinacin [...] estn resurgiendo los prodio en la Argentina [...] dirigentes polticos que han participado activamente para que volvamen democracia estn avalando este tipo de movilizaciones (La Nacin, 16/4/1997). El secr

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    Desarrollo Social, Eduardo Amadeo, acusaba al FREPASO de haber conseguido el muerto qubuscando, y distintos informes de inteligencia sealaban a militantes de las organizaciones Qy Patria Libre (La Nacin, 16/4/1997).

    Pocos das despus, los mismos funcionarios intentaban moderar sus propios desbordes. Corachque es cierto que en la Argentina la palabra subversin tiene una connotacin especial. Pepregunto: Qu quiere decir subversin? Alterar el orden en un Estado de derecho. Cmo cuando grupos organizados agreden a las fuerzas de seguridad con armas de fuego, bombas saqueos de comercios, comisaras tomadas e incendiadas, cortes de ruta nacionales, atemorizacpoblacin civil? (La Nacin, 19/4/1997). El ministro del Interior realizaba asimismo una fuertde las fuerzas de seguridad, sosteniendo que hay falta de solidaridad de la sociedad hacia las fseguridad. Nosotros tenemos que ser duros para exigir fuerzas de seguridad incorruptibles. Peroque ser firmes en [su] defensa institucional [...] Cuando [...] estn obligadas a reprimir sonrepresoras, cuando no reprimen, son ineficientes (La Nacin, 19/4/1997).

    El mes de mayo traera nuevos conflictos, esta vez nuevos cortes de ruta en la provincia de Sallocalidades de Tartagal y Mosconi, protagonizados por una multitud extremadamente heteroginclua tanto a trabajadores desocupados como a dirigentes polticos y empresariales localesoportunidad, sin embargo, y an ante la falta de disposicin del gobernador, Juan Carlos Romnegociar, la intervencin del obispo de Orn impedira la represin de Gendarmera y la negpermitira el levantamiento del corte el da 15 (Svampa y Pereyra, 2003). La solucin pacficasera aprovechada por Corach, quien sostendra que desde el