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1 CAP. 2: EL CONSULADO DE BUENOS AIRES EN EL RÉGIMEN INDIANO A) EL RÍO DE LA PLATA EN EL SIGLO XVIII § 1. CONTEXTO HISTÓRICO. § 2. CREACIÓN DEL VIRREINATO. § 3. REGLAMENTO PARA EL LIBRE COMERCIO. § 4. RÉGIMEN DE INTENDENCIAS. § 5. REAL AUDIENCIA DE BUENOS AIRES. B) CONSULADO DE BUENOS AIRES 1) CUESTIONES COMUNES § 6. LA PREVIA. § 7. LA REAL CÉDULA. § 8. LA ERECCIÓN. § 9. EL SOLAR Y LA SALA PRINCIPAL (UNA MIRADA INTERTEMPORAL). § 10. LAS PRIMERAS SESIONES. 2) EL TRIBUNAL § 11. CONSIDERACIONES GENERALES. § 12. RESPETO A LOS MAGISTRADOS. § 13. PROCEDIMIENTO. § 14. TRIBUNAL DE ALZADA. § 15. PARTICIPACIÓN DE LETRADOS. § 16. EXCUSACIONES Y RECUSACIONES. § 17. JURISDICCIÓN Y COMPETENCIA. § 18. SENTENCIAS Y VOTACIONES SECRETAS. 3) LA JUNTA DE COMERCIO § 19. COMPOSICIÓN Y MISIÓN. § 20. FORMA DE SUS DECISIONES. § 21. FONDOS. § 22. CARGOS ELECTIVOS. § 23. CARGOS PERPÉTUOS. A) EL RÍO DE LA PLATA EN EL SIGLO XVIII § 1. CONTEXTO HISTÓRICO. Con la muerte, en el año 1700, de CARLOS II, el “hechizado”, último monarca Habsburgo, se inauguró en España la denominada “etapa borbónica”, cuyo poder estuvo en manos de FELIPE V (duque de Anjou, nieto de LUIS XIV) y de CARLOS III (hermano de FERNANDO VI, rey de las dos Sicilias), durante casi todo el siglo (1701-1788). A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, fue con CARLOS III, “genuino representante del despotismo ilustrado” 1 , rodeado de ministros de la talla de ARANDA, FLORIDABLANCA, CAMPOMANES y JOVELLANOS, que se produjeron las más notables reformas, al impulso de las nuevas teorías fisiocráticas, que se manifestaron abiertamente en Francia después de la revolución y en Inglaterra luego de la independencia de sus colonias americanas. Ese contexto resultó a todas luces beneficioso para Buenos Aires, poblado que hasta entonces se encontraba prácticamente sumida al sistema del trueque de mercaderías, pues si bien durante el siglo XVII aparecieron algunos vinos y aguardientes de Cuyo, tejidos toscos provenientes de manufacturas caseras del norte y se propagó el ganado vacuno, criándose mulas para abastecer al Perú, eran inexistentes la agricultura y las exportaciones, y había fuertes impuestos y varias otras 1 TAU ANZOÁTEGUI – MARTIRÉ, Manual de Historia de las Instituciones Argentinas, cit., p. 162.

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CAP. 2: EL CONSULADO DE BUENOS AIRES EN EL RÉGIMEN INDIANO

A) EL RÍO DE LA PLATA EN EL SIGLO XVIII § 1. CONTEXTO HISTÓRICO. § 2. CREACIÓN DEL VIRREINATO. § 3. REGLAMENTO PARA EL LIBRE COMERCIO. § 4. RÉGIMEN DE INTENDENCIAS. § 5. REAL AUDIENCIA DE BUENOS AIRES.

B) CONSULADO DE BUENOS AIRES 1) CUESTIONES COMUNES § 6. LA PREVIA. § 7. LA REAL CÉDULA. § 8. LA ERECCIÓN. § 9. EL SOLAR Y LA SALA PRINCIPAL (UNA MIRADA INTERTEMPORAL). § 10. LAS PRIMERAS SESIONES.

2) EL TRIBUNAL § 11. CONSIDERACIONES GENERALES. § 12. RESPETO A LOS MAGISTRADOS. § 13. PROCEDIMIENTO. § 14. TRIBUNAL DE ALZADA. § 15. PARTICIPACIÓN DE LETRADOS. § 16. EXCUSACIONES Y RECUSACIONES. § 17. JURISDICCIÓN Y COMPETENCIA. § 18. SENTENCIAS Y VOTACIONES SECRETAS.

3) LA JUNTA DE COMERCIO § 19. COMPOSICIÓN Y MISIÓN. § 20. FORMA DE SUS DECISIONES. § 21. FONDOS. § 22. CARGOS ELECTIVOS. § 23. CARGOS PERPÉTUOS.

A) EL RÍO DE LA PLATA EN EL SIGLO XVIII § 1. CONTEXTO HISTÓRICO.

Con la muerte, en el año 1700, de CARLOS II, el “hechizado”, último monarca Habsburgo, se inauguró en España la denominada “etapa borbónica”, cuyo poder estuvo en manos de FELIPE V (duque de Anjou, nieto de LUIS XIV) y de CARLOS III (hermano de FERNANDO VI, rey de las dos Sicilias), durante casi todo el siglo (1701-1788).

A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, fue con CARLOS III, “genuino representante del despotismo ilustrado”1, rodeado de ministros de la talla de ARANDA, FLORIDABLANCA, CAMPOMANES y JOVELLANOS, que se produjeron las más notables reformas, al impulso de las nuevas teorías fisiocráticas, que se manifestaron abiertamente en Francia después de la revolución y en Inglaterra luego de la independencia de sus colonias americanas.

Ese contexto resultó a todas luces beneficioso para Buenos Aires, poblado que hasta entonces se encontraba prácticamente sumida al sistema del trueque de mercaderías, pues si bien durante el siglo XVII aparecieron algunos vinos y aguardientes de Cuyo, tejidos toscos provenientes de manufacturas caseras del norte y se propagó el ganado vacuno, criándose mulas para abastecer al Perú, eran inexistentes la agricultura y las exportaciones, y había fuertes impuestos y varias otras

1 TAU ANZOÁTEGUI – MARTIRÉ, Manual de Historia de las Instituciones Argentinas, cit., p. 162.

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restricciones, tanto en la circulación de la moneda como en la libertad para comerciar2.

Recuérdese que hasta la creación del Virreinato del Río de la Plata Buenos Aires formaba parte del Virreinato del Perú, dependencia que en el pasado había tenido su razón de ser: el anterior descubrimiento y colonización del Perú, sus grandes riquezas en oro y plata, su numerosa población de indios y habitantes españoles, la mayor importancia y antigüedad de Lima con respecto a otras ciudades de nuestro territorio (entonces casi enteramente despoblado y falto de recursos) y el comercio, que se realizaba por costas peruanas. Con el correr del tiempo, esa sujeción se fue perdiendo, creciendo las ciudades de Buenos Aires, junto con las de Santa Fe, Corrientes, Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, Catamarca, La Rioja, San Luis, Mendoza y San Juan3.

Varios factores determinaron la creciente importancia de Buenos Aires durante el siglo XVIII que la condujeron a ser la “provincia metrópoli”4 del Virreinato del Río de la Plata, fundado en provisoriamente en 1776 y definitivamente en 1777. Se trató de una compleja evolución producida en todos los órdenes: “político, intelectual, social, y también económico”5.

2 TJARKS, Germán O. E., El Consulado de Buenos Aires y sus proyecciones en la Historia del Río de la Plata, t. I, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Bs. As., 1962, p. 17 y 18. Peor aún el interior, entonces bajo un orden feudal y paternalista, alimentado de pequeñas industrias que servían mediocremente a sus necesidades inmediatas; p.ej., Cuyo elaboraba alcoholes y frutas secas; Tucumán, azúcar; Santiago del Estero, minerales y algodón; productos que eran el doble más caros que sus similares ingleses, de modo que el monopolio oficiaba como un proteccionismo en su favor, y el contrabando era intenso, pues sólo por esa vía existía alguna competencia (SANGUINETTI, Horacio, Curso de derecho político, 4ª ed., Astrea, Bs. As., 2000, p. 278). 3 ROMERO CARRANZA, Ambrosio – RODRÍGUEZ VARELA, Alberto – VENTURA, Eduardo, Manual de Historia Política y Constitucional Argentina 1776-1976, 3ª ed., AZ Editora, Bs. As., 1981, p. 29 y 30. Remarcaron los autores que “las mercaderías procedentes de Europa sólo podían llegar a Buenos Aires en forma legal por medio del recorrido impuesto por un sistema inicuo y disparatado: debían embarcarse, únicamente, en el puerto español de Cádiz, y no podían venir directamente al Plata atravesando el Atlántico, sino que debían ir primeramente a Panamá, allí ser desembarcadas y llevadas a lomo de mula hasta el océano Pacífico, donde nuevamente eran embarcadas y transportadas hasta el puerto de Callao primero y a Lima después, siguiendo luego por tierra, atravesando la cordillera de los Andes y las pampas argentinas pobladas de indios peligrosos, para llegar, al fin, a Buenos Aires. Todo lo cual insumía un viaje de muchos meses y encarecía inmensamente las mercaderías, dificultando su llegada a destino. Por eso, sin el contrabando estas tierras del Plata hubieran estado imposibilitadas de progresar al no haberse podido surtir sus habitantes de los elementos necesarios para vivir en forma civilizada”. 4 PÉREZ CALVO, Eduardo Ricardo, Análisis histórico – jurídico del proceso de nacionalización de la ciudad de Buenos Aires, Dunken, Bs. As., 1995, p. 17. 5 LEVENE, Ricardo, Investigaciones acerca de la Historia Económica del Virreinato del Plata, t. II, 2ª ed., El Ateneo, Bs. As., 1952, p. 23. Para tener un panorama exhaustivo de esa evolución, ver RAVIGNANI, Emilio, “El Virreinato del Río de la Plata (1776/1810)”, en ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA, Historia de la Nación Argentina (desde los orígenes hasta la

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Plano de la Ciudad de Buenos Aires de fines del Siglo XVIII Por otra parte, fue determinante para ese cambio la rivalidad entre

España y Portugal (aliada con Inglaterra). En América, luego de varias ocupaciones y desocupaciones que se remontan a 1680, España recuperó la posesión de la Banda Oriental, especialmente, la estratégica Colonia del Sacramento6, con las campañas de don Pedro de CEVALLOS (1762/1763) y de don Juan José de VÉRTIZ (1773), lográndose un provisional cese de hostilidades en julio de 1775. De allí que el virreinato haya sido, primordialmente, una cuestión estratégica: era necesario oponer un fuerte conglomerado político a las desmedidas ambiciones lusitanas y al latente peligro británico7.

Además de lo militar, el virreinato era clave en lo económico y en lo político, pues daba cuenta de la salida por el Atlántico que estratégicamente significaba el puerto de Buenos Aires y a la vez lo unía con sus geografías afines, por ejemplo, Tucumán y Cuyo (aunque con

organización definitiva en 1862), t. IV, 3ª ed., 1ª sección, El Ateneo, Bs. As., Lima, Río de Janeiro, Caracas, Montevideo, México, Barcelona, 1961 (colección publicada bajo la dirección general de Ricardo LEVENE), p. 11 a 195. Especialmente, ver parte titulada: “Causas externas e internas de la creación del Virreinato del Río de la Plata”, p. 37 a 99. En otros órdenes, v.gr., regional, cultural o profesional, ver GIANELLO, Leoncio, “Aspectos regionales de la creación del Virreinato”, BRUNO, “Cayetano, Aportes culturales del Virreinato del Río de la Plata a los países hermanos de América”, y TAU ANZOÁTEGUI, “El Abogado del Cabildo de Buenos Aires durante el Virreinato”, en ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA, Bicentenario del Virreinato del Río de la Plata, t. I., Bs. As., 1977, respectivamente. 6 Al respecto, puede verse: ROSA, Historia Argentina, t. I, Juan C. Granda, Bs. As., 1965, cap. XI.1, “La cuestión de la ‘Colonia del Sacramento’ y el reparto de Utrecht”, p. 345 y siguientes. 7 ZORRAQUÍN BECÚ, Ricardo, La organización política en el período hispánico, Emecé, Bs. As., 1959, p. 231. El carácter militar del nuevo virreinato queda claramente marcado si se tiene en cuenta que el primer virrey (Pedro de CEVALLOS) no vino precisamente acompañado de jurisconsultos y magistrados, sino con 9.000 soldados que fueron prontamente empleados en los menesteres de la guerra (FERNÁNDEZ ARLAUD, Historia 4. Institucional y Americana. Hasta 1810, cit., p. 263).

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otras la unión era artificial y precaria, como sucedía con el Alto Perú, estrechamente vinculado a Lima)8.

Y dentro del territorio americano, fueron de “hondo y dilatado curso” las rivalidades producidas desde el siglo XVII entre Lima y Buenos Aires; tanto así que supo afirmarse que “la señal de desmembramiento fue contra Perú antes que contra España”; puesto que el “impetuoso avance de los intereses de Buenos Aires y de su puerto” fue la progresión de una lucha entre los intereses del comercio limeño y peninsular, por una parte, y las protestas de los habitantes de Buenos Aires, por otra9.

El Consulado de Lima tenía diversos objetivos tendientes a evitar el desarrollo de Buenos Aires como centro de comercio, lo que logró eficazmente hasta el final del siglo XVIII, época a partir de la cual esos objetivos, esa influencia, fueron mermando hasta ser resignados10. § 2. CREACIÓN DEL VIRREINATO.

El tiempo que ocurrió a partir de la instalación de este último -y tardío- virreinato de América, ha sido catalogado como la “época constitucional del Plata: el período de su organización”. Durante esta última etapa de dominación española se organizó la administración (en cuyo medio el Virrey figuraba como una entidad moderada pero no absorbente), definiéndose los límites del futuro Estado Argentino, pues ya en este tiempo “se exteriorizaron las resistencias del Alto Perú, Chile y la Banda Oriental, a subordinarse a Buenos Aires, como Buenos Aires había resistido durante dos siglos la dominación económica y política del Perú”11.

8 ZORRAQUÍN BECÚ, Ricardo, La organización política en el período hispánico, Emecé Editores, Bs. As., 1959, p. 237 y 238. 9 LEVENE, Investigaciones acerca de la Historia Económica del Virreinato del Plata, cit., t. II, p. 8. Acota el autor que es difícil interpretar la historia de las gobernaciones del Tucumán y Buenos Aires hasta la fundación del Virreinato, sin tener presente tales hechos. 10 V.gr, prohibiciones de introducir mercaderías de origen español en el Perú vía Buenos Aires, de comerciar oro y plata, interdicción del correo, traslado de la Aduana de Córdoba a Salta, instalación de Delegados del Consulado, de Jueces Comisos, de Apoderados, cobro de derechos en concepto de privilegios y pago de capital e intereses de préstamos hechos a la Corona en beneficio de la Gobernación [ver, p.ej., pedimentos de la Junta de Comercio limeña del 22/7/1723, del 2/11/1723, y del 22/3/1724, planteando “celo” contra Buenos Aires, en DOCUMENTOS PARA LA HISTORIA ECONÓMICA DEL VIRREINATO PERUANO, El Tribunal del Consulado de Lima. Cuaderno de Juntas (1721-1727), t. II, Instituto Histórico del Perú, Lima, 1959, p. 114, 119 y 130, n° 23, 25 y 32, respectivamente]. Recursos todos que dieron hasta cierto punto resultado, pues representaban un serio estorbo para el comercio legítimo, debiendo Buenos Aires recurrir al contrabando (conf. NORTMAN, Irene, “Aspecto de la evolución de la jurisdicción comercial en el Río de la Plata hasta la erección del Consulado”, en Boletín de la Academia Nacional de la Historia, t. XXVI, p. 492). Para ampliar el tema, puede verse, además, CÉSPEDES DEL CASTILLO, Guillermo, “Lima y Buenos Aires, repercuciones económicas y políticas de la creación del Virreinato del Plata”, en Anuario de Estudios Americanos, t. III, Sevilla, 1946, p. 669 y siguientes. 11 LEVENE, “Virreinato del Río de la Plata”, en LEVENE (Dir. Gral.), Historia de América, t. III, Jackson, Bs. As., 1940, p. 404.

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A la creación del Virreinato del Río de la Plata (1776/1777) -que abarcaba desde los 15° latitud hasta el extremo sur del continente, ocupando los actuales países de Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia, y parte del Brasil y de Chile-, le siguieron disposiciones reales de auténtica relevancia para la región, que modificaron grandemente las estructuras jurídicas que habían sido mantenidas, básicamente, por más de dos siglos.

Sucintamente serán reseñadas en los apartados que siguen.

§ 3. REGLAMENTO PARA EL LIBRE COMERCIO. El “Reglamento y aranceles reales para el comercio libre de

España e Indias”12, del 12/10/1778, indudablemente constituyó “el jalón más importante”, pues –amén de la implantación forzosa de las aduanas en todos los puertos habilitados– contribuyó a un incremento enorme en el comercio y la navegación española13. Tal es así que en 1789 los diputados de comercio informaron al Virrey LORETO que “el libre comercio trae consigo el beneficio de la abundancia de ropas y frutos a precios muy equitativos, excita en los ánimos la evolución y el amor a la industria y a la economía; aumenta los poblaciones, las civiliza, contribuye al fomento de la agricultura, y facilita últimamente el expendio de todo fruto”14.

Por cierto que, con el despertar económico del virreinato, empezó a sentirse el bienestar general y se formó una clase dirigente e ilustrada15. El impacto fue enorme: “en poco tiempo, pudo advertirse un crecimiento del comercio hispano-indiano del orden del 700%”16. 12 Ver FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS, Documentos para la Historia argentina, t. VII, Compañía Sud-Americana de Billetes de Banco, Bs. As., 1916, p. 3 y siguientes. 13 TJARKS, El Consulado de Buenos Aires y sus proyecciones en la Historia del Río de la Plata, cit., t. I, p. 33 y 35. Hasta 1778 sólo unas cuantas casas comerciales, estrictamente ligadas a Cádiz tenían el monopolio del comercio, lo que les permitía imponer los precios en el mercado, pero a partir de allí el cuadro sufre profundas alteraciones, por cuanto al arribar mercaderías en abundancia el número de comerciantes aumentó [conf. SEGRETI, Carlos S. A., Temas de historia colonial (Comercio e injerencia extranjera), Bs. As., Academia Nacional de la Historia, 1987, p. 230] 14 LEVENE, Investigaciones acerca de la Historia Económica del Virreinato del Plata, cit., t. II, p. 30. Cuenta el autor que en 1785 la Aduana necesitó trasladarse porque su edificio no daba cabida a los innumerables efectos que se importaban de la Península. 15 LEVENE, “Funciones económicas de las instituciones virreinales”, en ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA, Historia de la Nación Argentina, 3ª ed., vol. IV, 1ª sección, p. 302. 16 Disertación del doctor Eduardo MARTIRÉ, “A doscientos años de la creación del Consulado de Buenos Aires (1794/1994) -Una experiencia que no debe desaprovecharse-“, en CÁMARA NACIONAL DE APELACIONES EN LO COMERCIAL, Consulado de Comercio de Buenos Aires. Bicentenario de su creación, Bs. As., 1994, p. 23. Lo dicho no obsta a que haya habido ulteriormente períodos en que hubo sinuosidades mercantiles, destacándose una contracción en el comercio a consecuencia de la guerra naval, y produciéndose una especie de crack en 1797, lo que determinó la “quiebra del comercio colonial” [NAVARRO FLORIA, Pedro, Manuel Belgrano y el Consulado de Buenos Aires, cuna de la revolución (1790-1806), Madrid, 1988, Bs. As.,

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Las restricciones fueron casi radicalmente derogadas a raíz de este Reglamento de 55 artículos, entre los cuales se establecía la posibilidad de que trece puertos españoles, además de los de Mallorca y Canarias, podrían comerciar con América (art. 4°), y de que veinticuatro puertos americanos, entre ellos Buenos Aires, podrían comerciar con los de la península (art. 5°). En los puertos mayores, los productos españoles pagaban un impuesto del 3% y los productos extranjeros un 7% (arts. 16 y 17), aunque ciertos productos españoles fueron eximidos de impuestos, con el objeto de que su precio les permitiera competir con los extranjeros (art. 22).

Años después, se autorizó el comercio con las colonias extranjeras, bajo ciertas condiciones, por ejemplo, que podrían conducirse de Buenos Aires a éstas los frutos y producciones que no fuesen de retorno para España, y que no podrían introducirse géneros y efectos similares a los producidos en España, lo que no incluía negros, azúcar, café y algodón (Real Orden del 4/3/1795).

Pero a los fines que aquí importan, cabe destacar la importancia de lo dispuesto en el Reglamento de 1778, que mandó a que se formen consulados donde no los hubiese, con arreglo a las leyes de Castilla e Indias, por considerar tal instituto “importante y utilísimo” (art. 53). Tan relevante fue esta norma que determinó la creación, desde ese año, de trece Consulados más, cinco en el viejo continente y ocho en América17, entre ellos el nuestro18. § 4. RÉGIMEN DE INTENDENCIAS.

La “Real Ordenanza para el establecimiento e instrucción de

Intendentes de Ejército y Provincia en el Virreinato de Buenos Aires”, del 28/1/1782 (de 276 artículos), conjuntamente con las “Declaraciones”, del

1989, Neuquén, 1990-1999, p. 27]. El autor expresa que desde la llegada al trono de CARLOS IV “la crisis fue permanente”. Dice que las “guerras derivadas de las alianzas y contraalianzas resultantes de la lucha por los mercados coloniales y la crisis del absolutismo en Francia, dañaron en forma irreversible los circuitos legales de comercialización entre España y sus colonias de América. Los gastos de defensa crecían, la situación del tesoro español se agravaba, la presión fiscal se hacía insoportable y esto deterioraba seriamente los lazos de fidelidad que tradicionalmente habían ligado a la Corona con los grupos mercantiles dominantes” (p. 37). Por cierto, la paz de Basilea, concertada con Francia en 1795, suscitó contra España y sus colonias la enemistad de Inglaterra, y dos años después éstas no podían comerciar con la metrópoli, produciéndose en ellas el doble fenómeno de la abundancia y el estancamiento de los frutos naturales y absoluta escasez de géneros europeos. “La miseria comenzó a exteriorizarse con signos alarmantes” (LEVENE, Funciones económicas de las instituciones virreinales, cit., p. 298). 17 SOUTO MANTECÓN, Matilde, “Los Consulados de Comercio en Castilla e Indias: Su establecimiento y renovación (1494-1795)”, en Anuario Mexicano de Historia del Derecho, vol. II, UNAM, México, 1990, p. 235. 18 Para ampliar sobre el reglamento, pueden verse los trabajos de: BRAVO LIRA, Bernardino, “Notas sobre el Reglamento de Comercio libre de 1778 y el régimen jurídico de comercio indiano”, en III Congreso del Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano, Madrid, 1973, p. 1013; y de VALBUENA GARCIA, María A., “La aplicación del Reglamento de Libre Comercio en Galicia, 1778”, en Revista de Indias, nº 171, t. XLIII, p. 203, 1983.

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5/8/1783 (17 normas), que entraron en vigor a fines de ese mismo año19, fue un nuevo sistema gubernamental estructurado como consecuencia de las nuevas ideas imperantes, provenientes de Francia, producto de la actividad de José de GÁLVEZ, quien desde 1776 fue gobernante y secretario de Indias20.

Este ordenamiento, que dividió al territorio del virreinato en ocho distritos (la Superintendencia General de Ejército y Provincia de Buenos Aires, las Intendencias de Asunción del Paraguay, Córdoba del Tucumán, Salta del Tucumán, Cochabanca, La Paz, Potosí y la Intendencia o Presidencia de Charcas o Chuquisaca -hoy Sucre, así llamada porque su autoridad superior era el Presidente de la Audiencia allí ya erigida-) y cuatro gobiernos fronterizos o “político-militares”21 (Montevideo, Misiones, Moxos y Chiquitos)22, dio a los intendentes importantes atribuciones en las cuatro ramas del gobierno: policía, justicia, hacienda y guerra.

Se implantó aquí un régimen de jerarquías administrativas, de suma rigidez, tendiente a centralizar el gobierno en torno al rey y sus secretarios de Despacho. En España significó quitarle el protagonismo al Consejo Supremo de Indias, aunque éste hasta la revolución siguió siendo el máximo tribunal en lo jurisdiccional, y especialmente, en lo mercantil.

En Buenos Aires se dispuso la instalación de un Superintendente General Subdelegado (cuyo cargo se fusionó, por la interferencia de funciones, con el de Virrey, por Real Cédula del 9/5/1788), que dependía de la Junta Superior de Real Hacienda, cuya función principal fue polarizar las funciones de gobierno, hacienda y justicia, ya sin mando militar.

En suma, este régimen de Intendencias impuso en el Virreinato del Río de la Plata las orientaciones del Despotismo Ilustrado, es decir, un riguroso centralismo, que quitaba a los gobernadores locales la relativa autonomía que habían tenido, subordinando a la Iglesia y a los cabildos, al controlar sus rentas y su actividad23. En Buenos Aires, el choque entre el Cabildo y el Virrey fue casi permanente durante toda esta época24.

19 ZORRAQUÍN BECÚ, Historia del Derecho Argentino, cit., p. 136, n° 48. 20 TAU ANZOÁTEGUI - MARTIRÉ, Manual de Historia de las Instituciones Argentinas, cit., p. 189. 21 ZORRAQUÍN BECÚ, Historia del Derecho Argentino, cit., t. I, p. 136, n° 48. 22 Estos gobiernos estaban subordinados directamente a la autoridad central, que los proveía de los recursos militares necesarios dada su condición de fronterizos (FERNÁNDEZ ARLAUD, Historia 4. Institucional y Americana. Hasta 1810, cit., p. 279). 23 ZORRAQUÍN BECÚ, Historia del Derecho Argentino, cit., t. I, p. 137. “Se quiso además modernizar el gobierno de las Indias orientándolo más hacia aspectos materiales (finanzas, desarrollo económico, adelantos edilicios), y fomentando también la enseñanza con cierto sentido práctico, tal como lo deseaban los filósofos del Iluminismo. Y en efecto, los primeros virreyes e intendentes lograron implantar algunas reformas útiles y promovieron ciertos adelantos que mejoraron la riqueza y el bienestar de las poblaciones; pero más tarede desapareció el impulso inicial al declinar la capacidad de los gobernantes” (p. 138). 24 LEVENE, Manual de Historia del Derecho Argentino, cit., p. 231.

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Uno de los fines primordiales e inmediatos de la Ordenanza fue de carácter fiscal, lo que se comprueba en su propio texto25, del que surge la conminación del Rey a los vasallos, para que “por esta Instrucción, cuiden de su policía, y recauden los intereses legítimos de mi Real Erario con integridad, zelo y vigilancia”.

En lo que a justicia atañe, en la capital de cada intendencia su administración era ejercida -amén de los alcaldes- por un teniente letrado, nombrado por el rey, quien además era el asesor “en todos los negocios de la Intendencia”. Las apelaciones de aquellos fallos se sustanciaban ante la Audiencia. Correspondía a los intendentes vigilar la forma de administrar justicia en su jurisdicción y el cumplimiento de las leyes correspondientes26.

Digno es remarcar que la Ordenanza de los Intendentes introdujo en nuestro territorio diversas modificaciones en la administración de justicia que alteró, en ciertos puntos esenciales el ordenamiento judicial existente hasta ese momento27.

§ 5. REAL AUDIENCIA DE BUENOS AIRES.

La Real Cédula Ereccional de la Audiencia de Buenos Aires, del

25/7/1783, fue la consecuencia natural de la creación del virreinato. Su instalación, que se demoró hasta el 5/8/1785, estaba presidida por el Virrey (en ese entonces VÉRTIZ), a diferencia de la Audiencia de Charcas donde estaba subordinada a su autoridad28.

Las disposiciones judiciales tan importantes contenidas en esta Real Cédula creadora de la Audiencia, deben ser estudiadas conjuntamente con la relevante Real “Instrucción de lo que deben observar los Regentes de las Reales Audiencias de América: sus funciones, regalias, cómo se han de haber con los Virreyes, y Presidentes, y estos con aquellos”29.

Dijo el doctor Eduardo MARTIRÉ: “Si en 1776 se buscaba mediante diversas medidas poner sobre nueva planta a los tribunales indianos, en 1782 y 1786 la nueva estructura intendencial ajustaba las

25 IBAÑEZ FROCHAM, Manuel, La organización judicial argentina, E. Bolentini, La Plata, 1938, p. 22. 26 TAU ANZOÁTEGUI - MARTIRÉ, Manual de Historia de las Instituciones Argentinas, cit., p. 192. Agregan que el sistema de los tenientes de gobernador y de corregidores fue modificado, estableciéndose subdelegados con dos categorías: en los pueblos de indios cabeceras de partido, los subdelegados ejercían las cuatro causas señaladas, por delegación de los intendentes; mientras que en villas y ciudades subalternas ejercían atribuciones de hacienda y guerra. 27 ZORRAQUÍN BECÚ, La organización judicial argentina en el período hispánico, Librería del Plata SRL, Bs. As., 1952, p. 98, n° 4. Es imperioso recurrir a este trabajo para aprehender el complejo entramado jurisdiccional de nuestro territorio, anterior y posterior, no ya de los intendentes, sino de todo el sistema. 28 LEVENE, Historia del Derecho Argentino, cit., t. II, p. 405. Luego, por Real Cédula de 2/4/1789 se le confirieron al Virrey ARREDONDO facultades extraordinarias para castigar los delitos cometidos en estas Provincias, avasallando la autoridad de la Audiencia (cit. en ARCHIVO HISTÓRICO DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES, Cedulario de la Real Audiencia de Buenos Aires, vol. I, p. 274). 29 Ver portada en LEVENE, Historia del Derecho Argentino, cit., t. II, p. 249.

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clavijas del vetusto sistema hacendístico y administrativo del vasto imperio, incursionando también en la administración de justicia al conferir a los Tenientes Letrados de los Intendentes el manejo de las causas judiciales que antes substanciaban los gobernantes y virreyes. Ambas medidas, por lo demás, iban en desmedro de la alta magistratura virreinal, que veía recortadas sus tradicionales atribuciones, no sólo al tener que ceder el gobierno económico y administrativo de las Audiencias a un nuevo funcionario, el Regente, y la sustanciación de las causas judiciales a otro, el Teniente Letrado, sino al serle cercenadas otras importantes facultades”30.

Desde su establecimiento, la Real Audiencia porteña “adquirió un poder preeminente en los conflictos con los Virreyes. Este ascendiente se explica por el juego de diversas circunstancias históricas, pero sobre todo por la autoridad judicial de que estaba investida y que ejerció con ecuanimidad e independencia”31.

Su erección (que fue la segunda, pues la primera Audiencia estuvo entre 1661 y 1671), pocos años antes que el Consulado, “generó un notorio crecimiento de la actividad judicial en el Río de la Plata que redundó en el aumento de juicios”32, para lo cual fue adecuado el dictado del “Arancel general de los derechos de los oficiales de esta Real Audiencia, de los jueces ordinarios, abogados, y escribanos publicos, y reales de provincia, medidores y tasadores, y de las visitas y examenes del Proto-medicato de este Districo”, del 18/5/1786 (aprobado por el virrey el 17/3/1787)33.

Además de lo prescripto por la Real Cédula Ereccional de la Audiencia y por las sucesivas disposiciones del monarca que se dictaron al efecto, era supletoriamente aplicable la Recopilación de las Leyes de Indias, de 1680, cuyo Libro II, Título XV (“De las Audiencias y Chancillerías Reales”), contiene una numerosa y atinente reglamentación, expresada en 183 leyes34.

30 MARTIRÉ, Los regentes de Buenos Aires. La reforma judicial indiana de 1776, Colección del IV Centenario de Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, 1981, p. 14. 31 LEVENE, Manual de Historia del Derecho Argentino, p. 237. La intervención de la Audiencia, a su juicio,”fue eficiente en la normalización de la vida judicial”. En el mismo sentido, otro autor destacó especialmente “el espíritu humanitario de los oidores, al no aplicar la pena de muerte sino en casos excepcionales, y en caso de que los jueces ordinarios dictaran sentencias de pena capital, la Audiencia la revocaba, aplicando diez o más años de presidio” (ALONSO CARRIQUIRY, Historia del Derecho Argentino, p. 193). 32 PESARESI – PASSARÓN, Honorarios de profesionales. Historia y Legislación Presente, p. 50. 33 Sobre este documento da noticia Ricardo LEVENE, en Historia del Derecho Argentino, t. II, p. 454 y ss., y “La historia de los abogados en el Río de la Plata y su intervención en la Revolución de Mayo”, Revista Jurídica La Ley, t. 41, p. 917. 34 Al final de la última ley (CLXXXIII), de los mismos Libro y Título, a nombre de CARLOS II, se agregan los encabezados y la ubicación de otras tantas leyes dispersas en el conjunto de la Recopilación: del Libro I, los Títulos VI (Leyes 39 y 47), XV (Ley 31), y XIX (Ley 23); del mismo Libro II, los Títulos I (Leyes 15, 25 y 26), XVI (Ley 15), XVIII (Leyes 42 y 45), XXII (Ley 61), y XXXI (Leyes 18 y 27); del Libro III, el Título XIV (Leyes 5 a 8), y del Libro VII, Título VII (Ley 1). Asimismo, Autos 9 y 30, ref. Libro II, Títulos I y II (cfr. Recopilacion de

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Las Ordenanzas proyectadas por la propia Audiencia en 1786 fueron desaprobadas por la corona mediante Real Cédula de 1790, la cual mandó a que no se incluyera en ellas lo que ya estaba resuelto y ordenado por otras leyes, entre otras por la Ordenanza de Intendentes ya mencionada35.

Explicó ZORRAQUÍN BECÚ que la Real Audiencia de Buenos Aires estaba compuesta de un Presidente (el Virrey), Oidores letrados, Fiscales, Alguacil Mayor, Canciller, Escribano y otros funcionarios de menor jerarquía, tenía competencia para entender, en grado de apelación (segunda o tercera instancia, según el trámite dado al litigio), en toda causa civil y criminal fallada por los jueces inferiores de su distrito (alcaldes ordinarios, asesores letrados de las intendencias -establecidos desde hacía poco tiempo-, y gobernadores político-militares de Montevideo, Misiones y Malvinas)36.

Entendía, además, en los conflictos de competencia y en los recursos de fuerza interpuestos contra las decisiones de los jueces eclesiásticos, y ante ella podían apelarse las resoluciones del virrey y de los intendentes expedidas en asuntos de gobierno. Sin embargo, no intervenía en los pleitos del fisco ni en los juicios contencioso-administrativos (que desde 1783 corrían a cargo de los intendentes con apelación a la Junta Superior de la Real Hacienda). Tampoco tuvo intervención en las causas pertenecientes a los fueros de guerra y de marina, “y a los pocos años dejó de ser competente en los pleitos mercantiles”37.

El cúmulo de actuaciones de la Real Audiencia es riquísimo y sin dudas su historia tiene varios puntos de contacto con el Consulado de Buenos Aires, puesto que el Presidente de aquélla era el Decano del Tribunal de Alzada de éste.

B) CONSULADO DE BUENOS AIRES

1) CUESTIONES COMUNES § 6. LA PREVIA.

Leyes de los Reynos de las Indias, 4ª ed., 1791, edición facsímil de la Imprenta Nacional del Boletín Oficial del Estado, Madrid, 1998, t. I, p. 369 y 370). 35 Cfr. LEVENE, Manual de Historia del Derecho Argentino, p. 236. 36 ZORRAQUÍN BECÚ, La organización judicial argentina en el período hispánico, p. 169 y 170. Excepcionalmente -explica el autor- la Audiencia entendía en primera instancia en los casos de Corte, y en los asuntos criminales que ocurrieran en Buenos Aires o en cinco leguas a su alrededor; pero esta competencia originaria en los asuntos criminales no privó a los alcaldes ordinarios de la que hasta entonces habían tenido, pues ambas magistraturas podían entender a prevención, siguiendo el sistema de la jurisdicción acumulativa. Sin embargo, el virrey dispuso por orden del 8/2/1800, reiterada el 30/9/1805, que los reos detenidos en la campaña bonaerense que no gozaran de un fuero privilegiado, debían ser remitidos a la Audiencia para ser juzgados, con inhibición de los jueces ordinarios. 37 ZORRAQUÍN BECÚ, La organización judicial argentina, cit., p. 169 y 170.

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El auge del comercio bonaerense determinó las gestiones encaminadas a la fundación de un tribunal análogo en el Plata38, produciéndose un “largo y trabajoso expediente”39, iniciado el 7/7/1985, tiempo en el que la Junta de Comercio de Buenos Aires otorgó poder a favor de Manuel RODRÍGUEZ DE LA VEGA, Bernardo Sancho LARREA y Martín de SARRATEA para la gestión del Consulado ante el virrey, aquí, y ante el rey, en España40.

Sucintamente, el proceso, en su fase americana, fue el siguiente: se elevó un petitorio al Virrey, MARQUÉS DE LORETO, el 12/9/1785, quien solicitó la opinión de varios organismos estatales. Así, evacuaron la consulta, los fiscales en lo Civil, MÁRQUEZ DE LA PLATA (24/3/1786 y 25/6/1790)41, y en lo Criminal, HERRERA (16/4/1790)42; el ministro general de la Real Hacienda, MEDRANO (9/11/1786)43; el Tribunal de Cuentas, CÁRDENAS (10/2/1787)44; el Gobernador Intendente, PAULA SANZ (1/10/1787)45; el Cabildo (22/7/1786)46 y la Real Audiencia (11/3/1790 y 12/8/1790)47.

En España, luego de nombrados nuevos apoderados, LAVIANO, PANIAGUA y PÉREZ DE ARROYO (constan diferencias e incidentes entre los dos primeros), es presentado, el 7/6/1791 un proyecto de estatuto y ordenanzas, en 48 artículos48; informándose la buena marcha del expediente, en manos entonces del ministro GARDOQUÍ (10/10/1792)49. § 7. LA REAL CÉDULA.

En seguimiento de la línea política de los borbones y su diagrama indiano, conforme ya se vio, se arribó al instrumento legal deseado, cual

38 ZORRAQUÍN BECÚ, Historia del Derecho Argentino, t. I, p. 211. Para ampliar, ver: KRASELSKY, Javier Gerardo, “De las Juntas de Comercio al Consulado. Los comerciantes rioplatenses y sus estrategias corporativas, 1779-1794”, en Anuario de Estudios Americanos, t. 64, nº 2, p. 145/170, Sevilla, julio-diciembre, 2007. 39 TAU ANZOÁTEGUI - MARTIRÉ, Manual de Historia de las Instituciones Argentinas, p. 193. 40 “De un acuerdo y conformidad convenimos todos y decimos, que nra. voluntad libre y determinada es, que se promueba, y solicite la referida fundación del Tribunal y Consulado en esta Capital, que desde aora y para en todo tiempo la aceptamos y concentimos, y queremos, y a este efecto, por nos y en nombre de todo este Comercio” (cfr. ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN, Consulado de Buenos Aires. Antecedentes-Actas-Documentos, t. I, Bs. As., Kraft Ltda SA, 1936, p. 12 y 13). Compulsar las variadas e interesantes alternativas ocurridas hasta 1794, puntillosamente transcriptas en esta obra, dirigida por Héctor G. QUESADA. Estas son repasadas por TJARKS, El Consulado de Buenos Aires, cit., t. I, p. 47 a 57. 41 AGN, Consulado..., t. I, p. 18 a 20 y 72 a 81. 42 AGN, Consulado..., t. I, p. 53 A 71. 43 AGN, Consulado..., t. I, p. 32 a 37. 44 AGN, Consulado..., t. I, p. 38 y 39. 45 AGN, Consulado..., t. I, p. 44 a 50. 46 AGN, Consulado..., t. I, p. 22 a 26. 47 AGN, Consulado..., t. I, p. 51, 52 y 82. 48 Copiado en AGN, Consulado..., t. I, p. 124 a 140. 49 AGN, Consulado..., t. I, p. 155 y 156.

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fue la “Real Cédula de erección del Consulado de Buenos Aires”, mandada a observar por Carlos IV en Aranjuez el 30/1/1794.

En este documento -continente de 53 artículos- el monarca pone en marcha el Consulado, compuesto por dos órganos claramente diferenciables: uno judicial (el Tribunal), y otro político, de fomento económico (la Junta). En lo que genéricamente les atañe a ambos, cabe decir que el staff completo del Consulado era un Prior, dos Cónsules, nueve Consiliarios y un Síndico, todos con sus respectivos Tenientes; un Secretario, un Contador y un Tesorero (art. 1); aunque la administración solo se componía del Prior y Cónsules (art. 2).

Para su gobierno y dirección, tanto el Tribunal como la Junta debían entenderse con el “Secretario de Estado y del Despacho universal de Hacienda por el Departamento de Indias”, y habrían de ver, cumplir y ejecutar lo dispuesto en la Real Cédula, y hacer “cumplir y executar en todas sus partes”, bajo “pena de incurrir en mi desagrado, porque así es mi voluntad”. Y relevantemente finalizaba la cédula expresando que “qualesquiera leyes, ordenanzas, decretos ó resoluciones anteriores, que quiero no valgan, y en caso necesario revoco y anulo en quanto se opongan á lo expresado en esta Cédula” (art. 53).

El Consulado también cumplía las funciones de juzgado de registro (antecedente de la actual Inspección General de Justicia), debiendo inscribir, por escritura pública, y con expresión de los socios, fondos y partes de cada una, a las “compañías de comercio, y las que se construyan ó compren embarcaciones para traficar fuera de los puertos de dicho distrito” (art. 20).

Toda vez que se dedican varios de los parágrafos que vendrán a referenciar tantos aspectos del Tribunal y la Junta, corresponde a ellos remitir para encontrar sus rudimentos. § 8. LA ERECCIÓN.

Para el gremio de los mercaderes, contar con un tribunal

compuesto por sus iguales, que juzgara los conflictos que entre ellos pudieran surgir por razón de su oficio, según las simples reglas del nuevo derecho, además de facilitar sus negocios, les permitía una más eficaz defensa de sus intereses50. De allí que, indudablemente, haya sido bien recibida la esperada institución.

A mediados de mayo de 1794, el Virrey, Gobernador y Capitán General de las Provincias del Río de la Plata, Nicolás de ARREDONDO,

50 NORTMAN, “Aspecto de la evolución de la jurisdicción comercial en el Río de la Plata hasta la erección del Consulado”, cit., p. 476.

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recibió del paquebote el pliego correspondiente, conteniendo la Real Cédula.

Procedió de inmediato a citar a los individuos designados en el artículo 39 a prestar juramento en el Cabildo, el 28/5/1794, a las 9:30 horas.

Según surge de las Actas del ayuntamiento porteño, ese día -que amaneció gris y lluvioso- la ceremonia se dilató, puesto que el Prior designado en la Real Cédula, Manuel RODRÍGUEZ DE LA VEGA, mandó informar por el escribano NUÑEZ que le era imposible hacerse cargo de las funciones con que fuera honrado, en atención a “sus notorias enfermedades, abanzada edad de Setenta y tres años, y falta de Vista” (además, estaba en cama “oprimido de sus Achaques”). Tras lo que se acordó prestarle juramento al “Theniente” [suplente] de Prior, José Blas de GAINZA, aunque sin admitir las excusas por no ser ello facultativo del cabildo, pese a lo justas y notorias51.

El acta continúa así: “I haviendo concurrido en virtud de la Zitación echa a todo los nombrados en la Real Zedula que son vibos y existentes en esta Ciudad entraron en la Sala de este Ayuntamiento (los que iban a dar su juramento)... Se leyo de verbo adverbum la Real Zedula de ereccion del referido Tribunal del Consulado, y impuestos todos los individuos de su tenor se les recivio por el señor (Decano)... Juramento que se prebiene en el Articulo quarenta y quatro de la citada Real Zedula a los que han de Servir actualmente los empleos... y una Señal de Cruz, de usar vien y fielmente de sus respectibos empleos, guardando Secreto el Prior y Consules en los votos quando resuelban puntos de Justizia”.

Finalmente, el alcalde de primer voto hizo entrega de dos pliegos conteniendo cincuenta ejemplares de la cédula ereccional y una copia de la real orden del 6/2/1794 en la cual se instaba a los flamantes jueces a proceder con rectitud y “dar el primer exemplo, y animar a los demas con su zelo a favor de la causa publica”52.

Dos días después, el 30/5/1794, prestaron juramento de estilo el conciliario que faltaba, su teniente, y los dos funcionarios recién llegados de España: el contador y el futuro primer hombre de nuestra patria, el Secretario, abogado Manuel BELGRANO GONZÁLEZ53 (ver último parágrafo de este capítulo).

Quienes juraban se comprometían a usar “con rectitud y lealtad de sus oficios; hacer justicia; y procurar siempre el pró del comercio, y evitarle los daños: y en fin, que con todo su saber y entender á fuer de rectos jueces, procederán según su ciencia religiosamente y de conformidad á las leyes y ordenanzas”54 (arg. Libro IX, Libro LXVI, Ley XII, Recopilación de Leyes de Indias)55.

51 AGN, Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires, Serie III, t. X, G. Kraft Ltda, Bs. As., 1932, p. 346 a 350. Los dos Cónsules, anótase, eran importantes hombres de negocios: Juan E. de ANCHORENA y Juan A. LEZICA. 52 AGN, Consulado..., t. I, p. 173. 53 AGN, Acuerdos..., Serie III, t. X, p. 351. 54 ESTEVES SAGUÍ, Miguel, Tratado elemental de los procedimientos civiles en el foro de Buenos Aires, Imprenta Americana, Bs. As., p. 34, n° 99. 55 Cfr. Recopilacion de Leyes de los Reynos de las Indias, t. III, p. 545.

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El Consulado, que “fue “modelo de innovación y progreso legislativo y judicial”56, obtuvo en los meses posteriores, numerosas adhesiones y salutaciones de las gobernaciones, cabildos y otras autoridades de las Indias y de sus pares consulares de la Península.

Saludaron los cabildos de Asunción (19/6), Cochabamba (15/8), Córdoba (11/7), Corrientes (3/7), Mendoza (14/8), Montevideo (9/6), Oruro (18/8), La Paz (14/10), La Plata (25/7), Potosí (26/8), Tucumán (9/7), Salta (1/8), San Juan (11/7) y Santiago del Estero (11/7); los gobernadores intendentes de Paraguay (24/7), Cochabamba (4/8), Córdoba (3/7), La Paz (17/8), La Plata (25/8), Potosí (26/7) y Salta (1/10); el gobernador de Montevideo (9/6); la Real Audiencia de La Plata (25/8); el Ministro principal de Marina de Montevideo (9/6), y el Arzobispo de La Plata (17/8); así como los consulados de Barcelona (14/1/1795), Bilbao (23/12/1794), Cádiz (7/1/1795), Coruña (13/12/1794), Santander (20/2/1795), San Sebastian (6/2/1795) y Sevilla (27/12/1794)57.

§ 9. EL SOLAR Y LA SALA PRINCIPAL (UNA MIRADA INTERTEMPORAL).

Desde el primer momento el Cabildo le asignó una “Sala donde haian de Zelebrar la primera Junta y las Subsesibas mientras el Consulado Alquila o compra una Casa dezente y Comoda”58. Lo hizo cumpliendo cortésmente con la voluntad de su majestad, informada por GARDOQUÍ mediante Real Orden del 6/2/1794, solicitando que Ayuntamiento y Consulado encuentren la forma de “conciliar los dias y las horas de ambos Cuerpos, u alguna otra pieza proporcionada y capaz, donde el tribunal y la Junta puedan estar con el decoro que corresponde”59.

Sobre el lugar donde luego se asentó físicamente el Consulado se ocupó pormenorizadamente TJARKS, analizando incluso los planos antiguos de la ciudad. Indagación de la que surge que hasta el año 1805 se alquiló el inmueble de la sucesión de AZCUÉNAGA (pagándose la suma $ 750, e iniciando allí sus actividades el 22/7/1794), sito en el solar de la esquina Sudoeste de las actuales calles Bartolomé Mitre y Reconquista. Luego, en el año indicado, compró la finca ubicada en la calle San Martín n° 135 (hoy Banco de la Provincia de Buenos Aires), a Benito de OLAZÁBAL, lugar que -mientras se mantuvo en pie- fuera escenario de tantos acontecimientos militares y políticos en el devenir histórico del país60. 56 Monseñor MUSTO, en el Tedeum del 14/9/1994 (CÁMARA NACIONAL DE APELACIONES EN LO COMERCIAL, Consulado de Comercio de Buenos Aires. Bicentenario de su creación, p. 11). 57 AGN, Consulado..., t. I, p. 200 a 214). 58 AGN, Acuerdos..., Serie III, t. X, p. 353. 59 FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS, Documentos para la Historia argentina, t. VII, p. 78 y 79, n° 37. 60 Ver TJARKS, El Consulado de Buenos Aires, cit., t. I, cap. VII, “El solar histórico”, p. 257 a 288. Según Manuel BILBAO (Buenos Aires. Desde su fundación hasta nuestros días. Especialmente el período comprendido en los siglos XVIII y XIX, Imprenta de Juan A. Alsina, Bs. As., 1902, p. 30), “cuando el Congreso de Tucumán se trasladó a Buenos Aires, el recinto donde celebró sus reuniones fue en una parte del edificio del Consulado”; asimismo, el Congreso Nacional de 1826 y 1827 funcionó en el local del Consulado hasta que “se

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La vieja mansión alquilada contaba con una sala principal y ocho ambientes más, constatación que fue realizada e informada en la sesión del 18/11/1795 por los conciliarios61. En la amplia sala principal, cenefas, hábilmente labradas por el artista criollo Tomás SARAVIA, orlaban puertas y ventanas. Los cortinados y el pesado dosel que cubría la pared del fondo eran de rico terciopelo carmesí. Una alfombra del mismo color conducía a una balaustrada de madera, que separaba el estrado de los magistrados, del lugar destinado a los litigantes. Sobre la mesa del tribunal se veía una campanilla de plata de 15 onzas, un juego de tintero y palmatorias del mismo metal, un reloj de péndulo y los consabidos libros, útiles y papeles legales; más atrás, bajo el dosel coronado por un escudo de armas del Consulado, pintado a mano, los retratos del monarca reinante y su consorte. Tal el ambiente suntuoso y severo en que se expedía el tribunal del Consulado62.

En la actualidad (2009), la Sala de Acuerdos de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial está ubicada en el 9° piso del edificio de la avenida Diagonal Presidente Roque Sáenz Peña, número 1211 (inmueble que si bien posee desde la década del setenta, fue construido en 1942). Ocupa un local de 16 mts. de largo por 8 mts. de ancho, con tres amplias ventanas, dos de las cuales abren sobre la mencionada avenida. Presenta un sobrio amoblamiento: una amplia mesa, con tapa de cedro y patas metálicas, y quince sillones, línea Buró, tapizados en cuero color borravino, correspondientes a cada uno de los vocales; sobre la mesa luce una pieza, con tintero y campanilla, en bronce con base de madera, de fines de siglo XIX; y completa el amoblamiento de la Sala (que está iluminada con tres arañas de bronce) tres bibliotecas de líneas rectas y dos sillones de estilo provenzal. Asimismo, los cortinados de tela de crepe blanco con los bandeau de tela gross de color gris azulado combinan con el alfombramiento de igual color. La decoración se completa con un reloj de pared, un importante crucifijo, un mástil con la bandera nacional y sobre todo el largo de una de las paredes se dispusieron los retratos de los presidentes del tribunal fallecidos63.

Parece que no en todas las épocas el sitio donde se impartía justicia estaba impecable, habida cuenta que el 2/7/1834, estando reunidos los señores prior y cónsules propietarios en el salón de justicia, advertían que las sillas que ocupaba el tribunal estaban “completamente asquerosas y hechas pedazos”, que “la carpeta de la mesa del despacho se encontraba en peor estado”, que el techo “estaba sumamente ennegrecido con el humo, que por la mala colación del caño, despedía la chimenea”, que ni el salón ni en la puerta de la casa consular existía ningún signo o escudo que lo indicase, lo que “indudablemente era degradante al País”, teniendo en cuenta que “era un Tribunal perteneciente a una clase tan distinguida como la del Comercio, puesto que su nombramiento no emanaba del Gobierno sino directamente de la

trasladó al local de la calle Perú, después de desalojada la Sala de Representantes por Rivadavia”. 61 AGN, Acuerdos..., Serie III, t. X, p. 353. 62 TJARKS, El Consulado de Buenos Aires, cit., t. I, p. 65; íd., MARTIRÉ, “A doscientos años de la creación del Consulado de Buenos Aires”, p. 26. 63 Informe descriptivo efectuado gentilmente, por pedido del suscripto, por la Sra. Intendente de la Cámara, arquitecta Susana BARANDIARÁN, el 28/6/2004.

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clase mercantil”, acordaron unánimemente que era de indispensable necesidad acudir a su limpieza y decencia y en atención a que el tribunal no contaba con fondos ni recursos, se oficiase al Superior Gobierno, manifestándole el estado, pues, decoroso en que se encontraba dicho salón no tanto ya por los individuos que componían el Tribunal sino por el honor del país, por ser un Tribunal que diariamente concurrían extranjeros de todas clases y naciones y acompañándole en consecuencia el correspondiente presupuesto64.

Casi veinte años después (11/6/1851) el escribano Francisco RIVADEMAR practicaba un puntilloso inventario de los muebles, con presencia del alguacil portero Gerbacio ARMERO. Entre los objetos existentes, se encontraban una mesa grande de cedro con una carpeta de paño punzó y tres carpetas con tres tinteros de plomo, trece sillas de brazos pintados de caoba con almohadones negros (estropeados), tres sillas con sus brazos pintadas de colorado (rotos sus forros), siete faroles (viejos, hechos pedazos). En la biblioteca de la Secretaría se encontraban, entre otros ejemplares, tres tomos en folio mayor de las Leyes de partida, dos diccionarios en folio mayor, un tomo de las Ordenanzas de Bilbao, tres tomos leyes de Indias, tres tomos de la Nueva recopilación, un libro de la Gaceta Ministerial, un tomo de Práctica forense de Antonio de Castro, veinticinco libros Registro Oficial y tres tomos Registro Nacional.

Seis años después (1/8/1857), considerando el estado de progreso y ornato en que se hallaba la ciudad de Buenos Aires, profirieron los magistrados que no correspondía “la situación en que se halla esta casa, y muy particularmente en escalera de entrada y techos”, por lo acordaron se haga presente al Superior Gobierno por medio de oficio de esta necesidad de reparación en que se encontraba la casa, para proceder a su refacción por el encargado de las obras públicas. § 10. LAS PRIMERAS SESIONES.

El 2/6/1794 se realizó la primera sesión. Lo primero que se hizo fue

“manifestar gratitud” por “tan distinguido beneficio”, invocando “la

64 Libro de Actas del Tribunal del Consulado, f. 21 vta./22.

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proteccion del poder divino por la intercesion de Nuestra Señora de la Virgen Maria en su Purisima é Inmaculada Concepcion, como Patrona de los Reynos de España y las Indias para que inspirando á su limitada suficiencia lograsen el mexor acierto en la dirección y justificacion de todas sus opraciones actuales y succesivas con que pudiesen desempeñar la honorifica confianza que S. M. les conferia”65.

Luego, se resolvió: 1) la distribución de los ejemplares impresos de la Cédula, 2) hablar con el administrador de la aduana para arreglar el pago del trabajo adicional que importe la recaudación del fondo de avería; 3) buscar casa apropiada para el normal desempeño de las funciones consulares; 4) dar el visto bueno al pago de la impresión de la Real Cédula y las gratificaciones para el agente ante la corte, Diego de PANIAGUA y su amanuense; 5) designar los días 14 y 28 de cada mes para la reunión de la junta de gobierno, conforme al art. 21, y 6) ordenar una misa en acción de gracias, para que el Todopoderoso ilumine “é inspire los mejores sentimientos á fin de cumplir exactamente nuestras obligaciones”66.

En la segunda sesión, del 4/6/1794, se acordó “pasar Oficio á S.E. proponiendole las Ciudades donde se combiene poner Diputados de este Consulado”, y fueron: puertos de Montevideo, Santa Fe, Corrientes y “Paraguai”; ciudades de “Cordova”, Mendoza, San Juan “del Pico”, Santiago del Estero, San Miguel “el Tucumán”, Salta, “Jujui”, Chuquisaca, La Paz y Cochabamba, y la villas de Oruro y Posotí67.

Y en la tercera sesión, del 6/6/1794, dieron parte el Prior y Cónsules de haber tratado con Gaspar SANTA COLOMA sobre el alquiler de la casa de los herederos de Vicente AZCUENAGA, “y dixeron pedia por el, setecientos veinte pesos, y se conformaron los S. S. de la Junta”. Asimismo, se acordó verbalmente tratase el Prior con los alcaldes ordinarios para que “manden franquear las armas de la Ciudad, que es el distintibo, que S. M. concede á este Consulado, orlando con figuras alusivas a su instituto”. Finalmente, se determinó la compra de “Libros para la Secretaria”68.

2) EL TRIBUNAL

§ 11. CONSIDERACIONES GENERALES. Es de señalar que la función primigenia de los consulados es,

precisamente, la de administrar justicia, apareciendo sus funciones económicas y generales, recién en el siglo XVIII69.

En las causas entre comerciantes, la jurisdicción mercantil, si bien parte y emanada de la ordinaria, era sin embargo “absolutamente privativa. Ningún otro juez, tribunal, ni autoridad puede arrogársela”70. 65 AGN, Consulado..., t. I, p. 197 y 198. 66 TJARKS, El Consulado de Buenos Aires, cit., t. I, p. 61. 67 AGN, Consulado..., t. I, p. 215. 68 AGN, Consulado..., t. I, p. 218. 69 TJARKS, El Consulado de Buenos Aires, cit., t. I, p. 62. 70 ESTEVES SAGUÍ, Tratado elemental de los procedimientos civiles en el foro de Buenos Aires, cit., p. 35, n° 104.

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La administración de justicia estaba a cargo de un Prior y dos Cónsules; quienes debían reunirse los martes, jueves y sábados, de ocho a diez de la mañana (“ó hasta mas tarde si fuere menester”)71. Eran asistidos por un Escribano que autorizaba los juicios y dos Porteros Alguaciles para cuidar los estrados y para las citaciones y diligencias que ocurran (art. 3)72.

El Tribunal era, en rigor, juez de primera instancia (jurisdicción primaria), pues la “Alzada” (compuesta por un Camarista –Presidente y Decano de la Real Audiencia- y dos comerciantes -cólegas-) era la que resolvía los recursos.

Ni el Prior ni los Cónsules (ni ningún integrante del Consulado, salvo el Asesor) debían necesariamente ser letrados (conf. Libro IX, Título VI, Ley XLIV, Recopilación de leyes de Indias)73. Sí se exigió desde 1812 que para conformar el tribunal de Alzada, se debía turnar entre los tres Jueces Letrados de la Cámara de Apelaciones, turno que comprendió a los cinco miembros, al suprimirse los jueces legos del tribunal74.

La ley aplicable era la misma Real Cédula; luego las Ordenanzas de Bilbao servirían de regla para la sustanciación y determinación de los pleitos en todo lo que no estaba previsto en la Real Cédula ereccional75. En subsidio y supletoriamente, “lo que ni en ella ni en dichas Ordenanzas esté prevenido, se decidirá por las Leyes de Indias, ó en su defecto por las de Castilla” (art. 2)76.

71 Si algún día era festivo, se reunían al día siguiente. 72 El Escribano era el encargado de notificar a las partes en litigio las resoluciones del Tribunal, las que se hacían constar en las actas, consignando también la fecha de la notificación [GUILLAMONDEGUI, Julio César, “La Justicia Consular en Buenos Aires (1794-1810)”, en Boletín de la Academia Nacional de la Historia, vol. XXXIII (1962), Segunda Sección, p. 813]. El Tribunal tuvo originalmente un Escribano; luego dos, sirviendo alternativamente uno para el Consulado y otro para la Alzada; hasta que finalmente volvió a tener uno solo (ESTEVES SAGUÍ, Tratado elemental de los procedimientos civiles en el foro de Buenos Aires, cit., p. 38, n° 112). 73 Esta ley (cuyo título dice: “Que el Juez Oficial, y el Prior, y Cónsules puedan tomar parecer de Letrado”) prescribía que en el conocimiento y determinación de los negocios del Consulado “y lo demas que se tratare no intevengan Letrados, y el Prior, y Cónsules determinen, y resuelvan, conforme á estilo de entre Mercaderes, y no permitan dilaciones. Declaramos que nuestra intencion no es impedir por esto, que si quisieren consultar, y tomar parecer particularmente de algun Letrado, ó Letrados, lo dexen de hacer” (ver Recopilacion de Leyes de los Reynos de las Indias, t. III, p. 76). La concordancia resulta del estudio de ESTEVES SAGUÍ, Tratado elemental, cit., p. 463, n° 911, nota 1 y p. 528, n° 1072. 74 ZORRAQUÍN BECÚ, Historia del Derecho Argentino, t. II, p. 174. 75 Estas Ordenanzas fueron sin duda las más utilizadas en la justicia consular, y es a través de ellas que la costumbre se manifiesta como fuente del derecho de fondo de este Tribunal de Justicia (GUILLAMONDEGUI, La Justicia Consular en Buenos Aires, cit., p. 819). 76 Al referirse a las Leyes de Indias, la Cédula aludía “á la ley civil, pues este era el carácter que ellas tenían” (HUERGO, Enrique L. – GOÑI, Gabriel, Apuntes de Derecho Comercial, Cesáreo García, Bs. As., 1899, p. 21). Después de la legislación comercial, “viene como supletorio el enmarañado enjambre de leyes civiles de Castilla, en que pretende introducir orden la famosa pauta de Toro, contenida en la ley 3ª, título I°, libro 2°, de la Recopilación Castellana”. El orden de prelación era: 1°) Nueva Recopilación, 2°) leyes de Toro, 3°)

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Los cargos de Prior y Cónsules eran gratuitos, no así los del asesor letrado y demás auxiliares de la jurisdicción, como alguaciles y porteros. § 12. RESPETO A LOS MAGISTRADOS.

Declaraba la Real Cédula que el Prior, Cónsules y Diputados

debían ser mirados por todos como “Jueces puestos por mí para administrar justicia: y contra qualquiera que se atreva á faltarles al debido respeto se procederá conforme se previene por la ley 47, tít. 46, lib. 9 de la Recopilacion de Indias” (art. 19).

Esa norma, dictada por FELIPE III, y que fue tomada de los arts. 16 y 26 de las Ordenanzas de México y Lima, respectivamente, justificaba ese respeto en que para su cargo “siempre se eligen personas honradas”; por lo que era prohibido que se ose “decirles palabras injuriosas, ni mal sonantes, ni los amenazar en el Consulado, ó Ciudad, ó fuera de ella, usando sus oficios”, bajo pena de proceder contra el ofensor civilmente, pudiendo ser condenado hasta doscientos pesos. Además, “si lo que Dios no quiera, fuere el exceso mas que de palabra, hagan información, y la remitan á los Alcaldes del Crímen de nuestra Real Audiencia, para que procedan conforme á derecho, como contra personas, que injurian, y afrentan á quien administra justicia por Nos”77.

Por otra parte, al Consulado se le concedía el tratamiento de “Señoría”, y usaba por blasón las armas de la cuidad, orladas con figuras alusivas a su instituto. Estaba sujeto a la real autoridad y bajo su soberana protección, y se encontraba expresamente inhibido de entender en sus asuntos todo otro juez o jefe político y militar (art. 53, Real Cédula)78. § 13. PROCEDIMIENTO.

Por regla general, en los juicios se debía proceder “siempre á estilo

llano, verdad sabida y buena fe guardada” –“sola faci veritate attenta”79- (arg. Libro IX, Título LXVI, Ley XXX, Recopilación de Leyes de Indias).

En 1850 se dijo que se trataba de “términos vagos é insuficientes, para guiarse el litigante ó el juez... términos en fin que por lo mucho que dicen y comprenden se vé por la experiencia que nada dicen, ó mas bien, que para nada sirven. ¿Y cuales son esos estilos? ¿Serán acaso los que

Ordenanzas Reales de Castilla, 4°) Ordenamiento de Alcalá, 5°) Fuero Juzgo, 6°) Fuero Real, y 7°) Partidas (ACEVEDO, “Estado de la legislación y la administración de justicia antes de la sanción del Código de Comercio”, cit., p. 275; en igual sentido: ACEVEDO, Ensayo Histórico sobre la legislación comercial argentina, cit., p. 42). 77 Recopilacion de Leyes de los Reynos de las Indias, t. III, p. 555 y 556. 78 Al Consulado de Nueva España se le concedió tratamiento de “señoría” por Real Orden del 16/2/1777 (conf. CRUZ BARNEY, Óscar, “Para una historia de la jurisdicción mercantil en México”, cit., p. 411, quien referencia a BENTURA BELEÑA, Eusebio, Recopilación sumaria de todos lo Autos Acordados de la Real Audiencia y Sala del Crimen de esta Nueva España y Providencia de este Superior Gobierno, México, 1787, t. I, núm CCXIV, p. 146 y 147, 3er fliaje). 79 SMITH, Historia de los Consulados de mar, p. 33; PARRÓN SALAS, De las Reformas borbónicas a la República, cit., p. 58, nota 153.

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quieran formarse los comerciantes ó los jueces á su capricho? No ha sido por cierto esa la mente del Legislador”80.

El procedimiento era, por principio, oral: “Presentado el litigante en audiencia pública expondrá breve y sencillamente su demanda, y la parte contra quien la intenta. Luego se hará comparecer á esta por medio de un Portero”. Una vez oídas verbalmente ambas partes, más “los testigos que traxeren, y los documentos que presentaren si fueren de fácil inspeccion”, se pasaba a una fase en la que los magistrados intentaban “componerlas buenamente proponiéndoles ya la transacción voluntaria, ya el compromiso en arbitradores y amigables componedores”81; de lo contrario, extendían “la diligencia de comparencia y juicio verbal, que firmarán ambas partes, y luego se les hará salir, y quedándose los Jueces solos votarán, empezando siempre por el mas moderno. A ese fin, dos votos conformes hacían sentencia, la que debía ser firmada por los jueces y el escribano (art. 5).

La naturaleza sumaria de los procedimientos fue, sin hesitación, uno de los rasgos fundamentales de la justicia en la “lex mercatoria”82.

Pero el desideratum no fue alcanzado en la realidad, por cuanto si bien la Real Cédula refiere plazos brevísimos, la inmensa mayoría de los expedientes duraba entre 10 y 14 meses, y si mediaba instancia de apelación ese tiempo se extendía a varios años83.

Excepcionalmente, si el negocio era de difícil prueba84, se admitía el procedimiento por escrito (“memorial firmado, con los documentos que presente”), debiéndose obtener la respuesta en los mismos términos de la otra parte, fallando el tribunal dentro de los ocho días, “ó antes si fuere posible” (art. 6).

80 ESTEVES SAGUÍ, Tratado elemental de los procedimientos civiles en el foro de Buenos Aires, cit., p. 453, n° 885. 81 Para lograr la conciliación se acudía a personas de experiencia, en muchos casos amigos o deudos del litigante (RODRÍGUEZ VICENTE, El Tribunal del Consulado de Lima en la primera mitad del siglo XVII, p. 133). 82 ANAYA, Bicentenario del Consulado de Buenos Aires, p. 35. 83 GUILLAMONDEGUI, “La Justicia Consular en Buenos Aires”, cit., p. 810. Ofrece las pruebas de seis expedientes que en la primera década de 1800 tardaron un mínimo de seis y un máximo de ocho años (cita el autor, en notas 60 a 65: ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN, Concentración de Fondos Documentales. Archivo de Tribunales Comerciales, Sala VI, legajos 95, 228, 247, 310 y 401). En la jurisdicción de Lima ocurrió otro tanto, donde la administración de justicia breve y sumaria se fue deteriorando con el tiempo hasta tal punto que los pleitos se seguían por vía ordinaria: “una manera de dar esquinazo a la justicia durante algún tiempo” (PARRÓN SALAS, De las Reformas borbónicas a la República, cit. p. 58, con mención de RODRÍGUEZ VICENTE, El Tribunal del Consulado de Lima en la primera mitad del siglo XVII, p. 134 a 139). Añadío aquella autora: “Si uno de los fundamentos para erigir el Consulado había sido la demanda de justicia rápida y sin complicados trámites, con el paso del tiempo la propia institución se había convertido en una verdadera rémora para los que entraban en pleito, un suplicio” (p. 59). 84 En la justicia consular el medio probatorio más usado fue el instrumental, empleándose también el pericial, y en mucha menor proporción, la prueba por testigos. Si bien la recepción probatoria no implicó desvirtuar en forma absoluta el principio de este artículo quinto (estillo llano, verdad sabida y buena fe guardada), en la práctica sirvió para retardar el procedimiento (GUILLAMONDEGUI, “La Justicia Consular en Buenos Aires”, p. 813).

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Se admitía el beneficio de litigar sin gastos, tal como lo prueba el expediente: “Juan Sorrilla presenta una información para acreditar insolvencia”85, habiéndosele tomado declaración a tres testigos, los que testimoniaron (juramentando y haciendo la señal de la Cruz) que el peticionante de la carta de pobreza era notoriamente pobre e insolvente, y que vivía de la misericordia de su suegro, don José BARELA, quien le proveía casa y comida para él y su mujer.

De la ejecución de la sentencia, breve y sumariamente se encargaban el Portero Alguacil y demás Ministros nombrados por el Prior y Cónsules, despachándose los mandamientos exhortos necesarios (art. 14)86. El Consulado podía castigar con penas pecuniarias, que se distribuían entre la Corona y sus arcas; incluso podía prender a los procesados hasta que hubieran pagado las deudas de sus acreedores87.

§ 14. TRIBUNAL DE ALZADA.

En los juicios de mayor cuantía, esto es, superiores a los mil

pesos88, se admitía el recurso de apelación, solamente contra sentencias definitivas o con fuerza de tales, ante el “Tribunal de Alzadas”, el cual se componía del Decano de la Audiencia y dos Cólegas; siendo éstos últimos nombrados por el mismo Decano en cada apelación, “escogiendo uno de dos que le propondrá cada parte: y han de ser hombres de caudal conocido, prácticos é inteligentes en las materias de comercio, y de buena opinion y fama” (art. 9).

85 Presentación inicial y las tres audiencias testimoniales fueron transcriptas por GUILLAMONDEGUI, “La Justicia Consular en Buenos Aires”, p. 831 y 832. Cita: AGN, División Colonia, Sección Gobierno, Sala IX, Consulado de Buenos Aires, tomo 8, Jujuy (1794-1810), Cajón 4, Anaquel 6, n° 8, f. 55. 86 Conforme Capítulo I, Ley XIV, Ordenanzas de Bilbao (RIVADENEYRA, Los Códigos Españoles concordados y anotados, t. XII, p. 448), y Libro IX, Título XLVI, Leyes XLII y XLIII, Recop. Indias (Recopilacion de Leyes de los Reynos de las Indias, t. III, p. 554). 87 RODRÍGUEZ VICENTE, El Tribunal del Consulado de Lima en la primera mitad del siglo XVII, p. 139. Según la autora, “a estos presos por orden del Consulado no podía ponerlos en libertad ninguna otra justicia de Lima, ni siquiera los oidores de la Audiencia” (Provisiones del 30/9/1633 y del 9/12/1639). 88 Por Real Orden del 21/9/1796, que el Consulado tomó nota en reunión del 14/1/1797, eran permitidas las apelaciones contra sentencias menores a mil pesos, en los casos en que se viera comprometido el honor, interés u otras circunstancias de gravedad, como lo eran “las penales, aflictivas u ofensivas” (ver AGN, Consulado..., t. II, p. 299 y 300). Sin embargo, por los abusos cometidos, una Real Cédula del 7/3/1800 limitó los casos establecidos en la Real Orden anterior, aclarando que sólo debía admitirse apelación en los casos de multa y demás incidencias de gravedad que ocurran en los pleitos de menor quantía en que se compromete el honor y estimación de algún comerciante, “entendiendose esto quando el incidente resulte convencimiento de fraudulenta y otra infamia civil, pero que en los demás casos o intereses no se admita recurso alguno en dichos pleytos de menor cuantía, ni el Juez de Alzadas pida los autos con informe o sin el” (GUILLAMONDEGUI, “La Justicia Consular en Buenos Aires”, p. 815).

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Posteriormente, por Real Cédula del 17/1/1804, se dispuso que el cargo de Juez de Alzada debía turnar entre todos los oidores cada dos años89.

Los pleitos apelados se sustanciaban mediante un traslado, “sin alegatos ni informes de Abogados, en el término preciso de quince días, haciendo sentencia dos votos conformes” (art. 11). Si la sentencia dada en primera instancia era confirmada por la Alzada, se ejecutaba sin recurso alguno; en cambio, si se revocaba total o parcialmente, podía interponerse recurso de súplica ante ésta; remedio que debía resolverse dentro de los nueve días, nombrándose otros dos Colegas (art. 12). Finalmente, la última posibilidad era el recurso de nulidad o injusticia notoria ante el Consejo Supremo de Indias (art. 13).

El Prior y Cónsules eran bien concientes de que entendían en primera instancia, y por ello se ocupaban de respetar la jurisdicción del tribunal superior, como lo era la Alzada, órgano con el cual el Consulado mantuvo relaciones catalogadas como “excelentes”, salvo algunos pocos años90. § 15. PARTICIPACIÓN DE LETRADOS.

Conviene distinguir que los abogados sólo podían intervenir en el

juicio asesorando al Tribunal, más no a las partes. En efecto, para decidir los magistrados podían valerse de un

Asesor Letrado, o bien, de los Conciliarios (entre ellos: los “mas justificados y expertos”), en los casos en que “por alguna grave dificultad de derecho” o contable “crean los Jueces que no bastan su conocimiento y experiencia”. Estos auxiliares debían asistir a las audiencias que el tribunal convocase, y dar su dictamen de palabra o por escrito, según se lo indicase (arts. 7 y 8)91.

Pero reiteradamente la cédula prohibía la participación profesional a favor de las partes intervinientes (p.ej., arts. 6 y 11), expresando que “quando en los Tribunales de primera ó de segunda instancia se presenten escritos, que aunque firmados solo por las partes paresca á los Jueces estar dispuestos por Letrados, no se admitirán; á ménos que las mismas partes afirman baxo juramento no haber intervenido en ellos Letrado alguno: y aun en este caso se desechará todo lo que huela á sutilezas y formalidades de derecho, y se atenderá solo á la verdad y 89 ZORRAQUÍN BECÚ, La organización judicial argentina en el período hispánico, p. 203, nota 31. 90 TJARKS, El Consulado de Buenos Aires y sus proyecciones en la Historia del Río de la Plata, t. I, p. 70 y 71. 91 Cuando el Asesor “no le haya ó quede inpedido, se nombra otro abogado particular: regulándose y satisfaciéndosele honorario; pues el titular tiene oficio y sueldo propio” (ESTEVES SAGUÍ, Tratado elemental de los procedimientos civiles en el foro de Buenos Aires, p. 30, n° 85, nota a). Desde 1794 a 1821 sirvió ese cargo el doctor Francisco Bruno de RIVAROLA, aunque tuvo una jubilación transitoria entre 1814 y 1816 (TJARKS, El Consulado de Buenos Aires y sus proyecciones en la Historia del Río de la Plata, t. I, p. 75). En determinados asuntos donde el Tribunal no quería darle intervención buscaba secretamente otros profesionales; y esa práctica escandalizaba a este asesor, quien la denunció ante la corona, la cual la suprimió por Real Cédula del 6/8/1796 (MARTIRÉ, “A doscientos años de la creación del Consulado de Buenos Aires”, cit., p. 28).

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buena fe” (art. 16). En similar sentido, las Ordenanzas de Bilbao procuraban que, si excepcionalmente se admitían escritos, a fin de evitar malicias, “si se presumiere, que la demanda, respuesta, ú otra Peticion, y Libelo fuere dispuesta de Abogado, no la admitirán hasta que baxo juramenteo declara la parte no haverla hecho, ni dispuesto Abogado” (Capítulo I, números VI y XVI, coincidentes con el art. 1205, Cód. de Comercio español de 1829)92.

Esa prohibición no fue demasiado respetada, tal como lo evidencian varios documentos y escritos hábilmente redactados por profesionales del derecho93; de hecho, como la violación a esa norma fue cada vez más acentuada, resistida por los litigantes y soslayada por los jueces, se procedió a su formal derogación el 19/10/1857 mediante ley de la Provincia de Buenos Aires94.

En este sentido, se dijo en 1850: “en nuestro Consulado vemos tolerada en el juicio comercial ordinario la mas completa plenitud de trámites como en la jurisdicción común”; diciendo -en otra parte de su obra- que los pleitos ante la jurisdicción mercantil son todos sui generis, sin que sea dable hacer la distinción que se efectuaba en la jurisdicción común entre ordinarios y sumarios: “Aquellos otros son todos breves y sumarios; aunqué unos mas que otros”95.

Y en 1913 se expresó que la norma que permitió el dictamen de un Asesor Letrado fue “el germen de la desnaturalización de la justicia del estilo llano y la verdad sabida”, porque “el influjo del asesor es vez fue mayor y la pereza intelectual del tribunal lo lleva á pedir y á adoptar el dictamen en caso todos los casos, y no sólo ya en las graves dificultades de derecho. De no ser así se reconocerá que esos tropiezos insalvables estaban ab initio, en la multitud de leyes confusas. Agreguemos á más un tribunal lego, juzgando según ordenanzas de derecho y cuyas decisiones se hallaban sometidas á la opinión jurídica del letrado que dominaba en la Alzada. Un paso más y el abogado se coló en el tribunal”96.

Por nuestra parte, observamos que la dureza prohibitiva de la Real Cédula era menos estricta en su antecedente la Recopilación, su fuente supletoria. En efecto, si bien mediante Libro IX, Título LXVI, Ley XXIX se les inadmitían escritos de letrados, “sino que las partes ordenen sus demandas, y respuestas, para que los pleytos sean mas breves”, lo cierto es que “se les permite, que para ello se puedan aconsejar con un Letrado, que los instruya, y funde su causa por claras, y buenas razones, no alegando leyes, ni derechos, sino con estilo de Letrado, llano, y la verdad 92 Cfr. Los Códigos Españoles concordados y anotados, tomo duodécimo, p. 447 (nota a) y 448. 93 Al estudiar los expedientes judiciales del Consulado es frecuente encontrar escritos que denotan profundos conocimientos en materia jurídica, difícilmente imputables a los comerciantes, firmantes de sus propios alegatos (GUILLAMONDEGUI, “La Justicia Consular en Buenos Aires”, p. 817). Situación que también se produjo durante toda la etapa del derecho patrio no codificado [GUILLAMONDEGUI, “La Justicia Consular patria”, p. 226]. 94 MARTIRÉ, “A doscientos años de la creación del Consulado de Buenos Aires”, p. 27. 95 Tratado elemental de los procedimientos civiles en el foro de Buenos Aires, p. 475, n° 937, y p. 453, n° 887, respectivamente. 96 ACEVEDO, “Estado de la legislación y la administración de justicia antes de la sanción del Código de Comercio”, p. 296; íd., Ensayo Histórico sobre la legislación comercial argentina, p. 62.

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del caso, y si alguno presentare escrito de Letrado, no se le reciba, y se le dé término competente para que trayga otro en la forma referida”97.

También es relevante, en esta visión atemperada de la prohibición, lo dicho por la Ley LI, en virtud de la cual, si las partes pedían un Asesor Letrado, y si además el Prior y Cónsules advertían que podía ser necesario, “nombre el que les pareciere, y si lo recusaren, nombren otro; y así pueden nombrar hasta ocho: y si todos fueren recusados, pidan informes en derecho, y con ellos, ó sin ellos, si no los dieren, determinen secretamente la causa con el Asesor, que les pareciere, como no sean ninguno de los ocho recusados: y si esto sucediere en el Juzgado de Alzadas, habiendo sido recusados los que pueden ser Asesores, proponga el Juez uno al Virey, el qual nombrado, determinará con el secretamente la causa, conforme á las leyes, y ordenanzas”98. § 16. EXCUSACIONES Y RECUSACIONES.

Si los miembros del tribunal no podían asistir, debían mandar

excusación; caso contrario (ausencia de excusas o de excusas legítimas) debía pagar una multa de cuatro pesos por cada falta (art. 3, in fine).

Si alguno de los tres jueces tenía una incompatibilidad con alguno de los litigantes (“compañía ó parentesco..., ó interés en el pleyto”) debía abstenerse de asistir y votar; bastando que asistan los otros dos para hacer audiencia. Aunque también decía la ley que “si qualquiera de los tres enfermare ó se ausentare, ó por otra causa hubiere de tardar mucho tiempo en volver á asistir, suplirá por él su Teniente mientras dure su falta” (art. 4).

Asimismo, podía recusarse “con causa legítima y probada al Prior y Cónsules y Colegas del Decano de la Audiencia y Diputados, y suplirán por el Prior y Cónsules sus respectivos Tenientes ó qualquiera de ellos, y por los Colegas los que á propuesta de las partes se nombraren de nuevo. Y así se proveerá en las discordias que ocurran, y en estos casos de inhabilitación de Prior y Cónsules por parentesco ó interes con los litigantes” (art. 15).

Estas normas han provocado en la práctica numerosos planteos recusatorios, contradictoriamente resueltos en la práctica99; polémica que no fue patrimonio único de Buenos Aires, pues también los hubo en Lima100. 97 Recopilacion de Leyes de los Reynos de las Indias, t. III, p. 550. 98 Recopilacion de Leyes de los Reynos de las Indias, t. III, p. 557. 99 Según LEVENE hubo contradictorias cédulas reales, envíadas al Río de la Plata el 18/9/1800 y el 27/12/1802, vinculadas a las recusaciones de los jueces de alzadas (cfr. Historia del Derecho Argentino, t. II, p. 429 y 430). 100 El 27/4/1758 se envió una Real Cédula a la Audiencia de Lima indicándose que se debían admitir las apelaciones contra las “causas propuestas para la recusación de los jueces de Alzadas, siempre que la interpusieren las partes”, en cuyo caso el Virrey debía nombrar a “otro Ministro habil” [MATRAYA y RICCI, Juan Joseph, “Catálogo cronológico de pragmáticas, cédulas, decretos, órdenes y resoluciones reales (1819)”, en Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, Bs. As., 1978, p. 322]. Las recusaciones del “Juez de Apelaciones, y sus acompañados, y terceros”, no podían ser “sin causas bastantes, y probadas, en la forma, y con las penas que se contiene en la ley que trata de la recusacion del Prior, y Cónsules” (conf. Libro IX, Título XLVI, Ley XXXIX, Recopilacion de Leyes de los Reynos de las Indias, t. III, p. 553).

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§ 17. JURISDICCIÓN Y COMPETENCIA.

El distrito de la jurisdicción del Consulado era todo el Virreinato del

Río de la Plata, aunque, “para mayor comodidad de los litigantes”, debían nombrarse “Diputados en aquellos puertos y lugares de mas comercio donde parescan necesarios”, quienes debían juzgar acompañados por dos Colegas (escogidos del mismo modo en que lo hacía el Decano de la Audiencia en la Alzada) y por el Escribano del Cabildo del Pueblo “ú otro acreditado”. En los demás pueblos el Consulado era suplido por “los Jueces ordinarios á quienes ocurran los demandantes, si así les conviniere” (art. 10).

El Tribunal conocía “privativamente de todos los pleytos y diferencias que ocurran entre comerciantes ó mercaderes, sus compañeros y factores, sobre sus negociaciones de comercio, compras, ventas, cambios, seguros; cuentas de campaña, fletamientos de naves, factorías, y demás de que conoce” (art. 2, Real Cédula; ver Libro IX, Título II, Ley V, de la Novísima Recopilación)101.

El 31/7/1795 se agregó el conocimiento de las causas de avería de mercaderías y contratos de los capitanes de naves mercantes, con los comerciantes interesados en sus fletes y cargamentos, otorgándose ante cualquier escribano las protestas del mar (o reclamos de avería)102.

Su jurisdicción era privativa y no acumulativa, lo que implicó una minoración de otras jurisdicciones que, como es natural, tuvieron tensiones con el Consulado al resistirse al nuevo estado de cosas. Y no prosperaron los varios intentos hechos en el siglo XVII, en Lima, para que se restrinjan sus atribuciones a la menor cuantía103.

Si se suscitaba algún conflicto de competencia, se debía procurar “terminar amigablemente en una ó dos conferencias, o por medio de mutuos oficios dictados siempre con la debida urbanidad y moderacion, suspendiéndose entre tanto todo procedimiento por una y otra jurisdicion”. Y si estos medios no resultaban, se pasaban los autos de ambas jurisdicciones al “Regente de la Audiencia en el mismo dia quarto, ó en el siguiente lo mas tarde, para que con vista de ellos y de los fundamentos que dada una exponga, declare en el preciso término de tres días la jurisdicció que deba conocer; y esta sea tenida por competente” (art. 17).

Entre los problemas que surgieron en la práctica, destacase el del fuero militar, pues muchos comerciantes estaban afectados al servicio de milicias militares o cívicas y aprovechaban la coyuntura para librarse de la jurisdicción mercantil. Ello motivó que la corona dictara la Real Cédula del 27/12/1802 donde expresó que los milicianos no gozaban del fuero en causas de comercio, a pesar de estar en servicio activo y que en todos

101 Ley dictada por Felipe V, en diciembre de 1737 (ver Novisima Recopilacion de las Leyes de España, 1805, Madrid, 2ª ed., 1992, t. IV, p. 222 y ss.). 102 TJARKS, El Consulado de Buenos Aires y sus proyecciones en la Historia del Río de la Plata, t. I, p. 63. 103 Reales Cédulas del 14/6/1632, del 6/4/1638 y del 22/1/1648, citadas por RODRÍGUEZ VICENTE, El Tribunal del Consulado de Lima en la primera mitad del siglo XVII, p. 122 y 123, notas 34, 40 y 41.

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esos casos de competencia debía guardarse la jurisdicción consular104. Empero, los roces continuaron produciéndose en los años sucesivos, mediando planteos de personas que en su condición castrense se creían con derecho a ser juzgados por el fuero que más los favorecería105. § 18. SENTENCIAS Y VOTACIONES SECRETAS.

Contrariamente a cómo se concibe la función judicial hoy, en aquél

entonces las sentencias dictadas por todo juez o tribunal no eran fundadas ni se salvaban los votos en disidencia, por lo que únicamente se consignaba el veredicto. Es más, el Prior y Cónsules, además del juramento común a todos, hacían uno “especial de guardar secreto en las cosas de justicia, y no revelar á persona alguna los votos que se den en los pleytos” (art. 44, Real Cédula; en similar sentido, Libro IX, Título XLVI, Ley XLVIII, Recopilación de Leyes de Indias).

Esta costumbre española arraigada se mantuvo en nuestra práctica forense durante todo el derecho patrio106.

Conjeturamos que, en gran medida, la íntima vocación de justicia de los integrantes del Consulado fue la que los condujo a llevar periódicamente un registro de actas denominado: “Libro de votación secretas del Tribunal de Justicia del Real Consulado”107 (llevado entre el 23/6/1795 y el 12/11/1862), documento donde constan los considerandos de sus sentencias, en contraria violación al mencionado art. 44 de la Real Cédula.

104 TJARKS, El Consulado de Buenos Aires y sus proyecciones en la Historia del Río de la Plata, t. I, p. 64; GUILLAMONDEGUI, “La Justicia Consular en Buenos Aires”, p. 808; ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN, Consulado de Buenos Aires. Antecedentes-Actas-Documentos, t. II, Bs. As., Kraft Ltda SA, 1937, p. 12 y 13. 105 GUILLAMONDEGUI, “La Justicia Consular patria”, p. 227. Los conflictos de competencia entre el fuero militar y el mercantil fueron moneda corriente en los virreinatos de Nueva Granada y Nueva España desde la década de 1780 (PARRÓN SALAS, De las Reformas borbónicas a la República, p. 63 y ss.). 106 Conforme se detalla en los tres capítulos (17 a 19) que le dedica Luis MÉNDEZ CALZADA, La función judicial en las primeras épocas de la independencia, Losada SA, Bs. As., 1944. 107 Este libro, cuyo original fue facilitado gentilmente por el doctor Luis MARTÍN Y HERRERA, sobrino de Félix, juez en las primeras décadas del siglo XX, fue reproducido parcialmente por LEVENE, en Historia del Derecho Argentino, tomo III, p. 175 a 207, hasta el año 1807.

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Este libro es de un extraordinario valor por tratarse –según lo ha

deslizado el propio Tribunal– de un “descargo” de la “conciencia”108, por cuanto allí se supieron asentar las opiniones, los fundamentos, los motivos (los votos contestes y también los disidentes), de varias de las corrientes decisiones jurisdiccionales del Tribunal.

De las cincuenta actas existentes en el libro mencionado, las primeras treinta y cinco pertenecen a este período, siendo la última (del 22/10/1807) una larga disertación, de varias fojas, en un complejo asunto vinculado a una disolución societaria. Estas han sido trascriptas por Ricardo LEVENE en el tomo III de su Historia del Derecho Argentino (11 tomos), y por tal razón cabe remitir para su examen.

Las quince restantes se inscribieron entre el 4/8/1821 y el 12/11/1862, y como se dijera supra, permanecieron hasta hoy inéditas, y serán reseñadas en el capítulo siguiente. Existe un silencio entre período y período de casi catorce años.

Estas auténticas sentencias, se fundan los motivos de decisiones jurisdiccionales hoy frecuentes, por ejemplo, nulidad de una ejecución (por “notabilisimos defectos que resultan de las operaciones judiciales de la via executiba”)109, temeridad al demandarse en exceso el cumplimiento de un contrato (por “sesenta y tantas mil varas de Lienzos Tucuíos de Cochabanba de síete octabo”)110.

Entre otras resoluciones, acordes con la télesis del libro, puede mencionarse aquella donde se mando a guardar en reserva ciertas cuentas presentadas por un contador hasta que sea presentado algún cargo, con el fin de “evítar articulos”111; o el acta secreta en la que se votó por “desaparecer el Señor Prior que no se hiciece novedad con consideracion al tenor del Oficio de S. Ex.a”112 (lo que podría leerse como una excusación, máxime si se confrontan los antecedentes del caso, muy 108 Consulado de Buenos Aires, 23/1/1800, Libro de Votacion Secretas del Tribunal de Justicia del Real Consulado, f. 12 vta. y 13, sentencia dictada en autos “Manuel de las Carreras contra Juan Antonio Moldes s/cumplimiento de una contrata de Tucuíos de Cochabanba”, voto impersonal de los tres jueces. 109 Resolución en el caso: “Bentura Castañeda c/Lorenzo Martínez de Olalla y su fiador, Félix Álvarez s/cobro de intereses”, del 10/9/1796. 110 Veredicto en instancia verbal in re: “Manuel de las Carreras c/Juan Antonio Moldes s/cumplimiento de una contrata de Tucuíos de Cochabanba”, voto del Cónsul Francisco CASTAÑON, del 15/10/1799. 111 Decisorio en autos: “Contador Gazeta de la parte de Gil al otro”, del 22/12/1796. 112 Sentencia en el caso: “Indalecio Gonzales de Socasa”, del 20/8/1796.

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espinoso por cierto, relacionado con la rica diputación de Potosí)113; o bien, la constancia del porqué el prior y los cónsules firmaban un oficio dirigido al Excelentísimo Señor Virrey, en representación del síndico del Consulado, quien no quiso firmar por sí, en un asunto de cueros orejanos y de vaca, caso en el cual la Junta de Gobierno había tenido intervención y otorgaba vista de lo actuado a los representantes de los comerciantes de cueros, Francisco de la PEÑA FERNANDEZ y Miguel Antonio CORNET114. Asimismo, el 12/8/1800 discutieron en secreto lo conveniente sobre pasar o no un oficio al juzgado de alzadas, conviniendo en que careciendo de jurisdicción, su envío sería una especie de “atentado insultante”, que podría provocar al tribunal “sufrír vn desayre bochornoso, ó del Soberano, ó del Superior mas ínmediato aquien pueda ocurrír”115.

En otra acta el cónsul Miguel de RIGLOS, dejaba constancia de su disidencia con lo resuelto por los restantes miembros del Tribunal, quienes no admitieron los escritos de cierto representante, por revestir la condición de abogado (cuyo asesoramiento era prohibido para las partes, conforme se verá); entendió que “debían admitírsele sus exentos”, ya que además de letrado estaba matriculado, pagando los derechos de averías, empréstitos y demás contribuciones116.

Para el registro cabe hacer mención del primer Acuerdo secreto, de diecinueve renglones; fue en apariencia un simple despacho de un escrito, pues se trataba de proveer uno presentado el 23/9/1795 por los síndicos del concurso de acreedores de Esteban de AVELLANEDA, señores Don Josef FERNÁNDEZ DE CASTRO y Esteban VILLANUEBA: “Fue el voto del Señor Primer Cónsul Don Juan Esteban de Anchorena: que se agregase á los autos, incertándose el escrito en eltestimonio mandado sacar para dar Cuenta á su Magestad, guardandose elauto proveydo en dies y nuebe del corriente en todas sus partes”.

De su lado, la segunda cuestión volcada, del 5/1/1796, fue ardua y extensa. Allí básicamente se discutió la conducta que debía seguir el Consulado ante un pedido de la Real Audiencia tendiente a que le sea enviado un expediente consular “ad efecto videmdi”, a lo que el Tribunal accedió.

113 TJARKS, El Consulado de Buenos Aires y sus proyecciones en la Historia del Río de la Plata, t. II, cap. XVI: “Otros acontecimientos en las diputaciones”, sección II: “Potosí y los situados de comercio”, p. 812 y siguientes. 114 LEVENE, op. cit., t. III, p. 184 y 185. 115 Consulado de Buenos Aires, 12/8/1800, Libro de Votacion Secretas, f. 15 vta. y 16 vta., despacho de la petición hecha por Benito Iglesias, voto del segundo Cónsul, Roman Ramon DÍAZ (conf. LEVENE, Historia del Derecho Argentino, t. III, p. 192). 116 Consulado de Buenos Aires, 4/8/1821, Libro de Votacion Secretas, f. 27/27 vta., veredicto en el caso: “Felipe Arana, en representación de Francisco A. Beláustegui, su padre político, contra don Julián Viola”. El 18/8/1798, en otra causa (“Josef Vicente Chilabert contra Lucas Fernández por el valor de una partida de Arínas”), otro ARANA, en este caso Manuel, en su carácter de cónsul segundo, dejaba constancia de su voto en disidencia respecto de las costas del perdidoso, proponiéndola distribuirlas en el orden causado atento el quebranto que había experimentado el negocio de la harina en la ciudad del Paraguay.

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La presente votación secreta fue trascripta en forma exquisita por Ricardo Levene, en su tercer tomo

de Historia del Derecho Argentino, editorial Guillermo Kraft Ltda, Bs. As., 1946.

Destacar o recordar más resoluciones en este parágrafo relativas al

período objeto de estudio en este capítulo (Consulado indiano o virreinal), sería abundar innecesariamente, permitiéndose entonces la remisión al aporte documental editado en la obra magna de LEVENE, ya mencionada.

3) LA JUNTA DE COMERCIO

§ 19. COMPOSICIÓN Y MISIÓN.

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Se hallaba compuesta por el Prior, Cónsules, Conciliarios, Síndico, Secretario, Contador y el Tesorero. Se congregaba dos veces por mes (“ó mas si pareciese necesario”) en los “días y horas que se fixen por acuerdo de los vocales en la primera sesion”, quienes, se vio supra, dispusieron los que caigan en fechas 14 y 28 de cada mes. Los individuos de la Junta estaban “libres de cargas concejiles miéntras exerzan los oficios de ella, y será acto distintivo su buen servicio y desempeño” (art. 21).

Proteger y fomentar el comercio era “el cargo principal de esta Junta”, la cual debía procurar por todos los medios posibles el adelantamiento de la agricultura, la mejora en el cultivo, la introducción de máquinas y herramientas, facilitar la circulación interior y todo cuanto sea conducente al mayor aumento y extensión de todos los ramos de cultivo y tráfico. Para ello debía cuidad de averiguar periódicamente el estado de dichos ramos en las provincias de su distrito por medio de sus diputados, dando ulteriormente cuenta al monarca y proponiéndole “las providencias que le dicte su zelo en beneficio de la agricultura industria y comercio del pais” (art. 22).

Asimismo, se le encargaba construir buenos caminos, establecer rancherías en los despoblados (“para la mutua comunicación y comodidad de los transportes, sin lo qual no puede florecer el comercio”), limpiar y mantener limpio el puerto de Montevideo, y construir en sitio proporcionado un muelle o desembarcadero en Buenos Aires (art. 23)117.

Conforme la Real Orden del 31/3/1797 el Consulado debía proponer anualmente “algunos premios sobre los objetos mas utiles de comercio, y Agricultura, y Artes, atendidas las circunstancias de essas Provincias, y que se repartan en la Junta de Gobierno despues de examinadas las obras para animar por este medio á los que trabajen”118.

En los hechos, la actividad realizada por la Junta fue notable. Bien se dijo que, con sólo acudir a la fuente que proveen las actas

consulares se observa una “enorme variedad difícil de apreciar a primera vista”119. Basta con observar los títulos de varios de los 18 capítulos en los que organiza su obra de dos volúmenes TJARKS, para comprobarlo; temas tales como la composición de la Junta de Gobierno y su dote de 117 “Si pareciese á la Junta necesario poner algunos repuestos de anclas cables y demas aparejos en los puertos de su distrito, para socorro de las embarcaciones que peligren en ellos, me lo hará presente, con el método que piense observar en el acopio conservación y administracion de dichos efectos, indemnizacion de sus gastos y demas que conduzca á la completa inteligencia del proyecto; y esperará mi resolucion” (art. 24). 118 Finaliza estipulando “que el dia que el Secretario haia de leer la memoria, que por el Articulo treinta de la Real Cedula de ereccion se le manda escribir todos los años sobre alguno de los objetos del instituto consular, se convide al Virrey, y demas Tribunales, y cuerpos de essa Capital, para que concurran á la Junta de Gobierno, y que se publique por carteles para que asistan los sugetos que quieran, sentandose estos indistintamente en los lugares que encuentren, y finalmente que qualquiera de los concurrentes pueda manifestar por medio de una memoria alguno objeto que concetue util á qualquiera de dichos ramos, para que V. S. Lo tenga presente en sus operaciones” (FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS, Documentos para la Historia argentina, t. VII, p. 128). 119 NAVARRO FLORIA, El Consulado de Buenos Aires, cit., p. 70.

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funcionarios, su relación con el comercio interno y externo, los medios económicos y las contribuciones, la defensa del estuario del Plata, la política portuaria y el muelle de Buenos Aires, los caminos y puentes, la industria, la agricultura, la educación y las artes, así como los varios acontecimientos producidos en las diputaciones120. Cuantitativamente, fue encarado por NAVARRO FLORIA un interesante estudio que arrojó útiles resultados. Así, como “cuestiones dominantes” destaca el comercio en general, con extranjeros y con España, y en especial el comercio de negros; el armamento organizado en defensa del comercio (lo hizo en 165 oportunidades, entre 1800 y 1805); la obra del muelle porteño (93 veces, entre 1802 y 1805), y la circulación interior (39 veces, entre 1803 y 1805); la función cultural (las escuelas de náutica y dibujo, entre 1798 y 1801 suman 59 referencias), y la función social (que con 602 ocupó el 26% del total de sus actuaciones)121. § 20. FORMA DE SUS DECISIONES.

La Junta era presidida por el Prior, “ó en su defecto por uno de los Cónsules por el órden de su antigüedad: y si todos estos tres faltare, presidirá uno de los Tenientes guardando el mismo órden; mas no podrá celebrarse sin la asistencia de uno de los tres Prior y Cónsules, ó sus Tenientes, y seis Consiliarios” (art. 25). Quien presidía exponía brevemente los asuntos a tratar, dándole luego la palabra al vocal que quisiera exponer “libremente lo que se le ofrezca”, oyéndosele sin interrupciones, luego de lo cual podía ser replicado, pero “con moderacion y buen órden”. Finalmente, “quando al Presidente le paresca que la Junta debe estar ya bien enterada”, se procede a la votación de cada participante. La decisión que se adoptaba era la que correspondía a la mayoría (arts. 26 y 27). Las atribuciones de la Junta eran amplias, pues para su buen gobierno y para la correcta ejecución de lo prevenido en la cédula, podían tratar y determinar qué hacer en cualquier asunto, pidiendo informes y encargos a quienes fuese menester (art. 51). § 21. FONDOS.

Tenía fondos propios, provenientes del derecho de averías (“medio

por ciento sobre el valor de todos los géneros, frutos y efectos comerciables que se extraigan é introduzcan por mar en todos los puertos de su distrito”) y del producto de las multas y penas pecuniarias impuestas por el Tribunal, sus diputados o jueces de alzadas (art. 31). Había un “arca segura con tres llaves, las quales estarán a cargo del Prior primer Cónsul y Tesorero, donde se depositen todos los

120 Ver TJARKS, El Consulado de Buenos Aires y sus proyecciones en la Historia del Río de la Plata, caps. III a VI, y VIII a XVII. Según el autor, también “fue ocasionalmente organismo investigador, de lucha contra el agio y la especulación, de información mercantil; creó reglamentos gremiales, estudió envases para los productos del interior, veló por la provisión sanitaria de agua para la ciudad y, en todos estos aspectos, buscó el fomento y progreso de nuestra economía” (t. I, p. 103). 121 NAVARRO FLORIA, El Consulado de Buenos Aires, p. 70 y siguientes.

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caudales correspondientes al Consulado; y no se podrá abrir sin la asistencia precisa de los tres Llaveros” (art. 33)122. Esos fondos no podían emplearse en “demostraciones ó regocijos públicos, ni en otras funciones de ostentación y lucimiento, aunque parescan pías y religiosas, so pena de restitucion que se impondrá irremisiblemente á los contraventores” (art. 34). Con vista en lo que se produjera con el primer año de lo cobrado por derecho de avería, la Junta debía arreglar “los salarios moderados que deban señalarse á los Oficiales y dependientes del Consulado: y formando el plan, me lo remitirá para su exámen y probacion” (art. 35). El Tesorero era el encargado de recaudar los caudales y ponerlos en el arca a fin de cada mes, reservando en su poder la cantidad que juzgue suficiente para los gastos ordinarios, para lo cual tenía dadas “competentes fianzas”. Debía pagar los salarios mensualmente según las nóminas formadas por el Contador. Tanto el Prior como los Cónsules podían hacer libramientos no superiores a los cien pesos, sin acuerdo formal de la junta, trámite en el cual intervenía necesariamente el Contador, quien debía anotar las erogaciones en el libro correspondiente (art. 36). Finalmente, corresponde apuntar que el Contador debía confeccionar balances anuales, debidamente fundamentados, los cuales estaban sujetos a auditoría, a ser realizada por dos vocales de la Junta (arts. 37 y 38). § 22. CARGOS ELECTIVOS.

La Real Cédula dedica ocho meticulosos artículos a la forma en que se debían renovar los cargos de Prior, Cónsules primero y segundo (antiguo y nuevo), Consiliarios y Síndico, rotándose con los tenientes (arts. 40 a 47).

El sistema, “en el que participaba la cooptación y el sorteo”123, básicamente, era así: a los dos años de la erección del Consulado debía salir el segundo Cónsul, los cuatro últimos Consiliarios y el Síndico, con sus respectivos Tenientes. El segundo Cónsul entraba en lugar de un Consiliario y se elegían otro Cónsul, tres Consiliarios y un Síndico que servían por dos años, reemplazándose del mismo modo los Tenientes. Al tercer año de la erección, saldría el Prior, el primer Cónsul (ambos entraban a ser Consiliarios) y los cinco primeros Consiliarios con sus Tenientes (art. 40). La convocación a la Junta general se debía hacer dos días antes “por voz de pregonero, ante Escribano, en los parages públicos y mas concurridos del comercio, con señalamiento de dia hora y lugar”, y podían asistir a ella todos los comerciantes o mercaderes actuales, los cargadores por mar que estuvieran pagando avería por sí mismos, los

122 “Que las llaves no se junten por ningun caso en una, ni en dos personas, y el ausente, ó impedido que las tuvieren, las envien con personas de satisfacion, que en su lugar asistan al entrar, y salir del dinero, y puedan hacer lo que los propietarios, y en Lima se guarde la costumbre” (Libro IX, Título LXVI, Ley XXII, Recopilación de Leyes de Indias). 123 ANAYA, Bicentenario del Consulado de Buenos Aires, p. 38. “Se combinaba el azar con el voto directo” (SOUTO MANTECÓN, “Los Consulados de Comercio en Castilla e Indias, cit., p. 243).

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capitanes y maestres de naves. Debían ser mayores de edad, naturales, vecinos y domiciliados en Buenos Aires y Montevideo (al menos cinco años de residencia). Por el contrario, no podían asistir, los que se hallen en actual servicio de otra persona, los que no tengan casa propia, los que tengan “oficios de Escribanos, Abogados, Procuradores, Médicos, Boticarios, y otros de esta clase, miéntras se mantengan en ellos”, ni los que hayan quebrado, mientras no hayan satisfecho completamente a todos sus acreedores (art. 45). Las elecciones no podían llevarse a cabo sino con una cantidad mínima de 16 “vocales para entrar en el sorteo de electores; y en caso de no estar completo este número, saldrá el Escribano con un Portero, y traerán los primeros que encuentren de las calidades que quedan prevenidas hasta completarlo; aunque para ello sea menester usar de algun apremio, imponiendo además cincuenta pesos de multa al que requerido así no viniere”. Los electores no podían proponerse a sí mismos, ni a sus familiares (art. 46).

Por Real Orden del 31/3/1797, teniendo en consideración uno de los principales objetos que se propuso en el establecimiento del Consulado, cual es que se procure por todos los medios posibles el adelantamiento de la agricultura y la mejora en el cultivo, introduciendo a ese fin las máquinas y herramientas más ventajosas, se resolvió que este cuerpo se componga en lo sucesivo de igual número de comerciantes y hacendados instruidos en sus respectivos ramos: “que alternen las dos clases en los Empleos de Prior y Sindico por bienios, y que se repartan los de Consules y conciliarios en la forma mas conveniente á evitar toda especie de superioridad entre dos profesiones, que contribuien igualmente á la prosperidad del Estado”124.

La legislación referida a este tema ha sido pasible de sucesivos cambios, de los que se da cuenta en el capítulo siguiente.

§ 23. CARGOS PERPÉTUOS.

Eran los de Secretario, Contador, Tesorero, Asesor, Escribano y Porteros. Salvo estos últimos (que debían ser personas blancas honradas y de buena conducta), los demás no podían ser sino personas “limpias y honradas, del talento é instruccion convenientes” (arts. 49 y 50). De esos cargos, quien descolló desde su erección en 1794 y hasta la Revolución de Mayo de 1810 fue el abogado, economista y periodista, don Manuel BELGRANO, cuyo cargo de Secretario, a contrario sensu de lo que ocurría con los demás funcionarios e integrantes perpetuos (sobre los cuales poco dice la Cédula), estaba meticulosamente reglamentado en tres normas125.

124 Ver FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS, Documentos para la Historia argentina, t. VII, p. 127. 125 A complementarse con las cinco normas contenidas en el Capítulo IV de las Ordenanzas de Bilbao (“Del nombramiento de Secretario, archivero, veedor, contador de descargas, Alguacil, Portero, Guardaría de Olaveaga, Piloto Mayor de la Barra, Barquero, y Agente de Madrid”). Cfr. Los Códigos Españoles concordados y anotados, tomo duodécimo, p. 452.

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Cuadro de Belgrano, realizado por Francois Casimir Carbonnier, durante la estadía del prócer en Londres

En principio, tanto al Secretario como al Contador y Tesorero se les permitía informar y proponer lo que les ocurra en el seno de la Junta, o sea, en todo asunto relativo al gobierno del Consulado y al bien común del comercio, oyéndoselos y atendiéndolos como a los demás vocales, pero “sus votos no se contarán ni tendrán fuerza para la decision” (art. 28). El Secretario debía tomar “breve razon por escrito en la misma Junta de lo que se acordare sobre cada punto, y la leerá allí de modo que todos la oigan, para que se pueda emendar si hay algo equivocado. Con arreglo á esta razon extenderá despues el acta en un libro que tendrá á propósito, con estilo claro y corriente, y la leerá en la sesion inmediata para que se vea que está conforme, y allí mismo la firmen con él el Prior y Cónsules” (art. 29). Por si fuese poco, tenía la “obligacion de seguir las correspondencias, y extender los oficios informes y representaciones que se le encarguen por la Junta, quedándose con copias de todo”. Asimismo, debía extender “todas las órdenes citaciones y oficios del Prior y Cónsules, en lo que no sea contencioso y propio del Tribunal, sino del gobierno del Consulado”, cuidando de “ordenar desde el principio un archivo, de cuyos libros y papeles, conforme los vaya colocando, irá formando cédulas que expresen brevemente su contenido, por el método que mejor le paresca, para hacer á su tiempo los índica con la debida claridad”. Y finalmente debía escribir “cada año una memoria sobre alguno de los objetos propios del instituto del Consulado, con cuya lectura se abrirán anualmente las sesiones”. Según TJARKS, ésta tarea es la que sin dudas produjo mayores satisfacciones en el prócer: “la misma corona puso en sus manos un arma, destinada a divulgar las nuevas ideas que estaban produciendo una transformación económica, comercial y financiera del mundo, encaminándolo hacia la revolución liberal”126. No es lugar -este trabajo- para recordar sobre la vida de nuestro prohombre, General BELGRANO, pero puede apuntarse que sus 126 TJARKS, El Consulado de Buenos Aires y sus proyecciones en la Historia del Río de la Plata, t. I, p. 138.

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memorias, así como sus valiosos artículos publicados en “El Correo de Comercio”, constituyen un “manantial prácticamente inagotable de ideas e iniciativas. Si confeccionaramos un índice de las materias en ellos abordadas, estamos ciertos que el lector hoy preocupado por estos asuntos no dejaría de manifestar su justa sopresa tanto por la amplitud de los objetivos como por la increíble modernidad de sus miras”127.

En sus impecables, agudas e ingeniosas memorias, de las cuales hoy día se hallan dos perdidas128, abordó todos los temas económicos, explicando los medios para fomentar la agricultura, animar la industria, proteger el comercio, estimular el cultivo de lino y cáñamo, ventajas que resultarían de la unión de propósitos entre hacendados y comerciantes, desarrollo de la fábrica de curtiembres; etcétera129. Además, entre sus ponderables iniciativas se cuentan las academias de náutica (1799) y de dibujo (1903) y la escuela de matemáticas (1807).

Uno de los tantos temas que fue ardoroso para él (lo que le valió una tenaz lucha), ha sido el netamente comercial: al fundarse el Consulado la mayoría de sus miembros era monopolista, y defendía en primer término sus intereses personales que eran los intereses de sus compatriotas residentes en Cádiz a quienes representaban muchos de ellos.

Es así que se trabó una lucha encarnizada entre éstos y los que representaban los intereses del virreinato. En los primeros años, lucharon contra la concesión real de permisos para introducir negros al Río de la Plata desde el Brasil, para exportar cueros (tratando de demostrar que no eran frutos del país), y para el comercio con colonias extranjeras130. Al respecto, son célebres las frases dejadas por Manuel BELGRANO, escritas en su “Autobiografía”, en ocasión de comentar la “sorpresa” que le causó venir de España en aquel año de 1794, impregnado de las ideas de libertad, igualdad, seguridad, propiedad, y de libre comercio, y conocer “a los hombres nombrados por el Rey de la Junta, que había de tratar la agricultura, industria y comercio, y propender a la felicidad de las Provincias que componían el virreinato de Buenos; todos eran comerciantes españoles; exceptuando uno que otro, nada sabían más que su comercio monopolista, a saber, comprar por cuatro para vender por ocho con toda seguridad; para comprobante de sus conocimientos y de sus ideas liberales a favor del país”131. 127 WEINBERG, Gregorio, “Introducción”, en BELGRANO, Manuel, Escritos económicos, Raigal, Bs. As., 1954, p. 42. 128 Pertenece al investigador Pedro NAVARRO FLORIA el notable hallazgo en el Archivo de Indias, aparentemente a fines de 1988, de una de las tres memorias que se hallaban perdidas de BELGRANO, confeccionada durante su desempeño como Secretario Perpetuo del Consulado de Buenos Aires: la de 1809 [ver Manuel Belgrano y el Consulado de Buenos Aires, cuna de la revolución (1790-1806), Instituto Nacional Belgraniano, Madrid, 1988, Bs. As., 1989, Neuquén, 1990-1999; íd., “Belgrano sostuvo que el contrabando es corrupción”, Revista Todo es Historia, nº 290, p. 36/43, agosto 1991]. 129 LEVENE, Manual de Historia del Derecho Argentino, p. 240. 130 LEVENE, Funciones económicas de las instituciones virreinales, p. 295 y 297. 131 BELGRANO, Escritos económicos, p. 49. En este sentido, un par de décadas a posteriori se expresaba: “Cuando se considera el comercio como el medio de sociabilidad entre las diferentes naciones, no puede dejar de tributarsele toda aquella veneracion que su beneficencia merece. De esta

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MITRE expuso que si al instituir el Consulado la Metrópoli hubiese tenido en vista poner un obstáculo insuperable al desarrollo del comercio marítimo de las colonias, no habría podido adoptar medida más acertada. El fue la cabeza de columna del monopolio, y hasta 1810 no cesó de combatir por los privilegios de los comerciantes peninsulares, con una tenacidad digna de la mejor causa. Las ideas económicas de BELGRANO, aunque hallaron acogida en aquello que no hería sus intereses, se estrellaron en lo demás contra este obstáculo invencible, en el cual se había figurado encontrar un auxiliar de sus plantes para la felicidad y engrandecimiento de su patria132.

Vindicativamente se expresó que los comerciantes que integraron el Consulado hicieron honor a la responsabilidad que se les atribuyó, con capacidad y empeño, pareciendo un tanto injusto el pobre concepto que de ellos dejó asentado Belgrano, que ha sido inspirado más que nada en las posiciones políticas antagónicas que algunos de ellos mantuvieron que el prócer133. Ciertamente, el hecho de que la defensa de los intereses comunes se haya visto opacada, en general, por falta de cierta coherencia y por las discrepancias entre grupos los distintos individuos del gremio en esta difícil época de cambio, no hace perder de vista el que éstos no perdieran la conciencia de clase y no dejaran de asumir el partido de lo que cada uno consideraba lo mejor para el comercio como cuerpo134. Y justo es decir que algunos años después el Consulado había evolucionado en un “sentido liberal”, formando parte de él no pocos hacendados que representaban los intereses del país. Así, por ejemplo, en las sesiones de octubre de 1798 se pronunciaba a favor del administrador de la Aduana y del Cabildo que pedían la apertura del puerto de Buenos Aires al comercio extranjero, para salvar la colonia de la afligente situación en que había caído135. Mas lo cierto es que la Corte, el gobierno y los miembros del Consulado frenaron varios de los propósitos de BELGRANO,

entidad es de la que puede decirse que es ventajosa á todos los pueblos, é indistintamente entre todos. Pero este comercio es muy diferente del trafico, ó el arte mercantíl, que busca con ansia el ídolo de oro en todas las partes del munto; y que empezando por alterar, y acaso mejorar, concluye por corromper, y con destruir. Si el comercio ensancha las comodidades de la vida, y aumenta los gastos de los pueblos, el tráfico asimila todas las naciones en los vicios, y no en las virtudes. Si en pos de aquel marchan las luces y cultura, éste arranca las semillas del patriotismo, destierra la sinceridad, y entroniza el fraude afortunado. Si por el primero se han establecido relaciones de benevolencia y justicia, que reunen á toda la especie bajo el respecto de una grande, y única familia; por el segundo se han armado hermanos contra hermanos para venderles los instrumentos de la guerra; por él se ha especulado en carne humana; y cuando distribuia sus mercancias, repartia tambien con una misma mano la peste, la syphilis, y mas que todo la corrupcion moral” (SIN FIRMA, “Continúa la vista político-económica de la provincia de Buenos Aires”, La abeja argentina, del 15/5/1822). 132 MITRE, Bartolomé, Historia de Belgrano y de la independencia argentina, t. I, Eudeba, Bs. As.,1967, p. 79. 133 MARTIRÉ, A doscientos años de la creación del Consulado de Buenos Aires, p. 26. 134 NAVARRO FLORIA, El Consulado de Buenos Aires, p. 74. 135 LEVENE, Funciones económicas de las instituciones virreinales, p. 297.

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especialmente entre 1794 y 1806. Se ha expresado que luego de las invasiones inglesas, “el descalabro de la estructura institucional española hizo que sus deliberaciones y decisiones ya no trascendieran como antes. Su alma mater, el secretario Belgrano, viendo cómo los grandes comerciantes que se rasgaban las vestiduras defendiendo el ‘comercio nacional’ juraban sin chistar su fidelidad al rey Jorge de Inglaterra, dejó en el cargo a su suplente –su primo Castelli- y se dedicó a cuidar los campos de su familia y a conspirar contra España”136. Pero eso ya casi no importaba. Faltaba poco tiempo para que guardara su distinguida pluma y desenvainara la espada para glorificar a nuestra patria137.

136 NAVARRO FLORIA, “Los doscientos años del Consulado de Buenos Aires, cuna de la revolución”, Revista Todo es Historia, nº 323, p. 82/91, junio 1994. 137 LUNA, Félix (Dir.), Manuel Belgrano, Planeta, Bs. As., 2000, p. 26.