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    Jos An ton io Co rde rch , de l mar a l a c iudadAntn Capi te l

    ,i

    las pompas y atr ibutos de aquel la ceremonia. In tuy bien, por tanto, que de un autntico entierro setrataba; que con la histor ia, con los grandes valores del sign i f icad o, c on sus atr ibutos tradicionales,se enterraba para siempre a la Arquitectura, sicon mayscula la entendemos. Y el arquitecto como intelectual, como idelogo que convierte enforma valores y cual idades, quedara sacr i f icadocon ella.El el ige entonces marginarse , ret irarse a un mu ndoobl igadam ente personal en el que desaparecidoslos contenidos, de la distancia y la abstraccin,de la renuncia en f in a aquel la Arquitectura, harsu p la ta forma de t rabajo .Pero este acto de salvacin personal ser al mismotiempo un acto de nueva fundacin de la arquitectura moderna en Espaa. Pues si , por un lado,inaugura con l un oficio que querr basar en lanatural idad, en la adecuacin, en el confort, en lalgica cons truct iva, en la esttica del espacio a gradable, etc. (nuevos valores con los que su acti tudmoral susti tuir a los antiguos contenidos), por elo t ro , abre un campo ms general en el que la arqui tectura como insti tucin cvica no t iene ya cab ida, pero en el que otra insti tucin, la de los arqu i tectos com o cuerpo p rofesional , va a ocupar su

    Si pensamos que en 1945 fecha elegida por elprotagonista de este l ibro para iniciar la autobiografa que su preparacin supone estaba construyndose en Madrid el Minister io del Aire, podemos percibir la gran distancia que Jos AntonioCoderch y de Sentmenat ti tu lado en Arqu i tectura cinco aos antes decidi f i jar entre s mismo y lo que entonces era la cul tura arquitectnicaoficial .Y dado que l trabaj antes en Madrid en contactocon algunos aspectos de aquel la cul tura (1), elolvido de su prehistor ia profesional madri lea nospermite entender que esa distancia no fue algonaturalmente surgido, sino, por el contrar io, algodirectamente buscado: una base premeditada parasu trabajo, para establecer el papel que elega jugarcomo arquitecto. Y no porque en aquel episodioexist iera algo que ocultar: solamente se trataba delcontacto con una pesada carga la histor ia quedeba ser lavada en las aguas del Mediterrneopara poder real izar despus, ya l impio, sus proyectos iniciales, de los que Las Forcas el primero que en este l ibro se presenta, puede servirnos para comprobar lo intenso de aquel la l impieza.Hubo, pues, gran lucidez en percibir que si la arqui tectura con aquel la exhibicin histor icista cele

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    pero sin entrar en el otro entre aquella destruidaArquitectura y e l campo profesional moderno,que enseguida ocuparn los nuevos profesionalesms atentos mientras l persigue una especie desolitaria tercera va. Es muy revelador de esetensionado equilibrio el que, si bien la primera reunin del Grupo R se celebra en su estudio con loque se le reconoce su categora de fundado r , seniega poco ms tarde a pertenecer al Grupo y aparticipar en su exposicin (2), rechazando as latentacin a penetrar a fondo en el campo profesional que con el nuevo grupo se institucionaliza yse ensancha y del que, aunque no lo pensara nilo pretendiera, fue de algn mo do inventor . Quiz adivinando en lo que este campo se iba a convertir cuando se dilatara hasta su lmite, admitiendo a todo s los profesionales, nuevos y vie jos, incluso a aquellos que se apresuraron a sacudirse elpolvo del funeral que se celebraba cuando Co-derch decide abandonar M adrid y volver a l mar.El problema que se le plantear en su aislamientoser, pues, la fund aci n de su arquitectura casi exnovo. Ya que no quiso relacionarse con la culturaespaola de la poca y no pudo con la exterior,qued obligado a emprender la gran tarea querecorre su vida profesional: la creacin lenta ycont inuada de un lenguaje propio, personal, en e lque las influencias se buscan entre aquellas quepermiten reaf irmar su lenguaje precisamente com opropio. Y tan gran voluntar ismo habr en Coderchen la busca de su elenco lingstico, en la f i jacinde unos invariantes, en establecer, en definit iva,un modo suyo de entender y de hacer las cosasy al que, al menos en lo que de apariencia t iene,ser siempre muy f iel que nos permite pensarcunto en aquel aislamiento, en aquella distanciaestablecida, hubo no slo de obl igaci n, sino t ambin de voluntad expresa en ser pionero, en partirde la nada.Pero habr influencias. Y la primera, como es biensabido, ser e l e jemplo considerado ms cercano,menos contaminado: la arquitectura popular. Elproyecto de Las Forcas (1945) es el resultado deesta inf luencia en su estadio ms pr imit ivo, msingen uo, pero no por e l lo me nos bs ico, pues estaeleccin primera de lo popular impregnar parasiempre, en uno y otro sent ido, su produccin.Al buscar esta influencia se sita en paralelo conotras experiencias nacionales. Algunas son mscercanas a su posicin; otras, las ms ligadas al

    cdigo capaz de alterar el signif icado de operaciones proyectuales a jenas a la cultura autctona(de corte acadmico, racional ista o, incluso, neo-luminista). Esto es, dividiendo el proyecto segndos planos autno mo s: por un lado la organizacint ipolgica y funcional, desde supuestos profesionales cultos, y por otro e l mater ia l f igurat ivo, quees aqul que normalmente se ha entendido comopopular, pero que en otro caso podr ser cual quier lenguaje que la circunstancia aconsejara. Enestas reas oficiales lo f igurativo, el estilo, eraconvencional, y como ta l convencin poda serempleado.Nada ms lejos del primer Coderch que este planteamiento, pues l ((asumiendo sin saberlo el papelde Boulle en el cierto eco que aqu llega de lapolmica con Perrault en la que se negaba a admit ir los rdenes clsicos como material abstracto ypor tanto convencional) entender en pr incip io lopopular como lenguaje de contenido propio queslo en una util izacin coherente y totalizadora dela operacin proyectual t iene sent ido .En Las Forcas, pues, y en algn otro proyectoprimit ivo, est ese sent ido completo de lo popularen el que la coherencia buscada ha impedido eliminar incluso los defectos: hasta las perspectivasde la urbanizacin ofrecen la apariencia de espontaneidad y desorden de lo que se construye sinplan y a lo largo del t iempo.A partir de este proyecto se inicia un campo deexperimentacin que demostrar cuan r ico y seguro era el camino elegido al ser capaz de ofrecerslo seis aos despus (y a pesar de la f i l iacingardel l iana) un producto inequvocamente maduro : la casa de viviendas de la Barceloneta delao 1951.Desde Las Forcas a ella ocurrieron muchas cosas. Aquella primera inspiracin en lo popular basada en un ingenuo sentido de la coherencia, serya slo mero marco de referencia, casi ancdotafigurativa, en la casa racionalista que es la Garri-ga-Nogus (1947), y se convertir en lenguaje absolutamente abstracto que permite experimentarcon el p lano como soporte de la f igurat iv idad espacial en el ejercicio informalista de la casa Ugal-de(1951) .No slo ocurre esto. En 1949 Coderch emprendeuna experiencia ms inslita: volver al territoriomadri leo presentndose al concurso del edif ic iode Sindicatos en el paseo del Prado, donde tantoel lugar como el tema, como cualquier connota

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    sicismo. Coderch elegir (acaso sin saberlo) aquelracional ismo obtenido por simpli f icacin acadmica tan experimentado en la Italia de preguerra y,en otro sent ido, tambin por Perret y consistente en imponer la estructura reticulada de hormig n co mo mater ia l f igurat ivo que altera y ordenael sistema composit ivo t radicional sin e l iminarlo,conf igurando con el lo una piel , una apariencia,capaz de revest ir un programa muy complejo yconvert ir lo en una forma de extrema clar idad urbana. Francisco Cabrero ganar el concurso conuna propuesta cercana en el sentido descrito. Locurioso es que Coderch reaccione al trabajar eneste tema of ic ia l , madri leo, ponindose en fasecon lo que fue, a l menos parcia lmente, su or igen,alinendose con la posicin ms signif icativa desus ant iguos compaeros: Cabrero, Aburto,Abaurre. Dentro de su trayectoria ello es, en apariencia en la imagen propuesta para el edif icio,un retroceso, pero metodolgicamente, como veremos, es un avance, un paso ms en su lnea debsqueda.Dos aos ms tarde se har el edif icio de la Bar-celoneta que a pesar de la diferencia de imagenrepresenta una operacin arquitectnica similar, osi se quiere, la conf irmacin del mismo mtodo:una propuesta de gran clar idad y def in icin cmovolumen urbano (compuesta mediante un lenguajeneutro y opaco que pasa a ser uno de sus invariantes ms precisos) esconde un complejo interioren el que las exigencias de un programa difcil seresuelven util izando el plano como soporte de unaf igurat iv idad abstracta.Parece que a partir de este momento el lenguajemaduro, aquella forma personal de entender lascosas nacida de la nada, de la ruptura, es unhecho. Al menos, en esta casa tenemos ya, aveces formalizado, otras en germen, e l sent ido detoda su evolucin poster ior.Pero esta posicin de madurez alcanzada es yamuy distinta de la coherencia observada en LasForcas. Coderch, a medida que avanza a travs desus experiencias y que domina los instrumentosproyectuales (y condicin de instrumento tendrntambin las influencias elegidas) va rompiendoaquella coherencia al dividir el proyecto en dosplanos dist intos, separados: b ien dist inguiendo laorganizacin t ipolgica del aspecto visual de lacasa, que quedar libre y se resolver segn lasexigencias del entorno (como bien observa Pinal comparar las casas Catass 1956 y Ballv 1957) (3), eliminando el signif icado interno de

    un determinado lenguaje formal y ut i l izndolo como mater ia l abstracto de una comp osicin ajena al; o bien encerrando la organizacin interior en unclaro volumen urbano def in ido mediante texturasneutras que no hacen referencia a esa organizac in, que son opacas respecto a su legibilidad.Este lt imo m todo de com posicin , anunciado enel proyecto de Sindicatos con una versin mstradicional, pero fundado en realidad en la Barce-loneta, se llevar tambin a otros edif icios urbanos, como la casa de la calle Compositor Bach (de1958), aunque en este caso su sencilla dispo sicininterior disminuya la intensidad del mecanismoempleado. Pero el arquetipo de esta actitud es lacasa Tapies (T960), imagen urbana abstracta en laque lamas y guas forman una textura rayada queniega toda posible referencia a elementos cotidianos y legibles e imposibilita adivinar el interior;acaso hacindonos ver cmo el amor de Coderchpor lo popular era paralelo o hijo de su posicin dei enemigo de la ciudad, de la que defiende a susedif icios cuando en ella debe realizarlos. Posicinque le llevar, como veremos, a proponer desde lavivienda una alternativa a la idea comn de ciudad.De la obligacin, pues, de insertar en lo urbanoedif ic ios residencia les obtuvo un mtodo de proyecto muy preciso. Pero siendo este mtodo negativo para las viviendas, en el sentido de buscarsu defensa, empezar a aplicarlo de una manerssistemtica no en ellas, sino en los edif icios eminentemente urbanos: los de uso terciario, no residencial. Son as primeros ejemplos el anteproyecto para el Banco Trasatlntico (1956) y el dila Hoescht (1960), pero ms claramente el edif icii

    N Trade (1965) y el ms reciente Instituto Franc(1974), pu es a pa rtir de la casa Tapies To residenciey lo no residencial quedarn habitualmente dividdos por la aplicacin de instrumentos proyectuaieradicalmente d ist intos.^ Habr entonces una rectif icacin del planteamierto que culmina en la Barceloneta y cuyo paradigrres la casa Tapies, y para ello ser de nuevovivienda unifamiliar la que sirva de campo de eperiencia, de tubo de ensayo. Lo rural, el mevolver a ser para Coderch el mbito propicio aref lexin, siendo las casas Uriach (1961) y Roz(1962) en las que se plasma la c onsciente o nomed itacin del autor a travs de dos aspectos fudamentales. Por un lado la clara estructura meldica empleada en las casas Catass y Ballvrompe dos veces: una, porque la organizacinplanta se fractura, inaugurando los dientes de srra, esquema sobre el que el propio Coderch d