CAPITULO III COLORADOS Y RADICALES EN EL ESPEJO DE LA...
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CAPITULO IIICAPITULO IIICAPITULO IIICAPITULO III
COLORADOS Y RADICALES EN EL ESPEJO DE LA HISTORIACOLORADOS Y RADICALES EN EL ESPEJO DE LA HISTORIACOLORADOS Y RADICALES EN EL ESPEJO DE LA HISTORIACOLORADOS Y RADICALES EN EL ESPEJO DE LA HISTORIA
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1) Los dilemas de la comparación1) Los dilemas de la comparación1) Los dilemas de la comparación1) Los dilemas de la comparación
Todo ejercicio de comparación entraña una cuota de
arbitrariedad. En primer lugar, porque en la vida de las
sociedades se registra un vastísimo juego entre lo general y lo
particular. Luego de cierto proceso inductivo, el investigador
sabe que puede arriesgar sus hipótesis legaliformes, mientras
que las interpretaciones son siempre provisorias. En segundo
lugar, cuando se comparan dos países no solamente hay que
preocuparse por el problema de sus magnitudes, sino además por
los ritmos, los contornos y las articulaciones internas, por
los tiempos históricos y sus impactos sobre los actores
sociales. La comparación de una serie estadística puede querer
decir tanto como el cotejo de una percepción.
De todas formas, la arbitrariedad se convierte en excusa,
y con ello inmediatamente se adquiere la certeza de transitar
por espacios infinitos, los cuales son delimitados por la
colocación de adjetivos a los rasgos de la realidad social que
se nos presentan como arquetípicos. Con sus distintos énfasis,
los adjetivos otorgan sentido y connotación, poseen elasticidad
simbólica y admiten un sinfin de puntualizaciones; por el
contrario, el arquetipo o la matriz explicativa pueden ser
arrancadas de cuajo, sustituidas por otras y coronadas por una
multiplicidad de nuevos adjetivos. En última instancia,
comparar es readjetivar y reexplicar.
Verifiquemos: en el año 1916, el triunfo en la arena
electoral de la convergencia político-social antibatllista,
clausura toda una etapa de profundidades reformistas. En el
mismo año, y también en la arena electoral, las estrategias
políticas del régimen oligárquico argentino se desvanecen ante
la irrupción triunfadora de la Unión Cívica Radical. Semejante
contrapunto podría continuarse ad infinitumad infinitumad infinitumad infinitum, y en cada caso
señalar un antes y un después, advertir precocidades y
retrocesos. Diagnosticar comparativamente sobre la base del
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adjetivo, sin más. ¿Experiencias prematuras o experiencias
tardías con relación a qué?, ¿es acaso la propia comparación la
que genera un ordenamiento temporal?, ¿o bien al comparar
eliminamos el tiempo y la historia?.
Comparar es demostrar, y demostrar es eliminar una o
varias posibilidades. En los estudios socio-políticos se
compara permanentemente, se quiera o no, ya sea con otros, ya
sea con nuestro propio pasado. Y en ese reflejo siempre hay una
pretensión: de verdad o de verificabilidad. Más allá de las
magnitudes, nos preocupan los tiempos que están ínsitos en los
fenómenos y en las explicaciones. Y no precisamente porque los
tiempos de una serie cronológica no coincidan, antes bien lo
que hay que determinar -para que el estudio comparado pegue un
salto cualitativo- son las pautas específicas de evolución, los
recorridos de las subjetividades sociales, los márgenes de
normalidad y las tendencias a la crisis. Comparar, para
comprender hermenéuticamente y para achicar la distancia -nunca
salvable- entre el concepto y la realidad. Pero para comparar
hay que poseer una excusa y sustentarla arbitrariamente.
2) Coexistencia y sucesión2) Coexistencia y sucesión2) Coexistencia y sucesión2) Coexistencia y sucesión
Explicitemos la arbitrariedad: los procesos de transición
democrática en la Argentina y en el Uruguay -en 1983 y en 1984
respectivamente- jerarquizaron el accionar de los partidos
políticos, fundamentalmente de aquellos con responsabilidad
gobernante. Luego de los correspondientes mandatos, el Partido
Colorado y la Unión Cívica Radical -como se demuestra en el
capítulo electoral- son severamente castigados por el voto
ciudadano. Sin dudas, y por encima de los detalles, una
experiencia relativamente similar. Incluso, muchos han
reforzado esa semejanza por los perfiles y por los arraigos de
los liderazgos, por los alcances restauradores de las figuras
de Sanguinetti y Alfonsín. Los desafíos de la transición y los
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de la gobernabilidad han generado una seducción comparativa.
Sin embargo, los paralelismos parecen estar fundados
simplemente en variables de contexto, en coincidencias
cronológicas y externas.
Caminemos por la senda: lo que en el Uruguay ha sido más o
menos obvio hasta 1973 -luego retomado en 1984- ha carecido de
toda realidad en la Argentina, al menos hasta 1987(1), esto es,
la existencia de un auténtico sistema político competitivo, en
clave integradora. Fruto de ello quizás, son los distintos
acentos de la literatura politológica en ambas márgenes:
mientras en la Argentina se ha reparado en las funciones de
cada uno de los partidos, en el Uruguay ha predominado la
visión funcional del sistema en su conjunto. En el caso
argentino, la competencia interpartidaria aparece solapada y
reprimida por el enorme peso de las sucesiones hegemónicas: la
oligárquica, la radical, la peronista, la militar. Variable
partidaria y variable corporativa, heterogeneidad del
subsistema partidario, inestabilidad institucional: en
cualquier caso, la dinámica partidaria nunca se ha extinguido,
ha jugado su rol y se ha vinculado en múltiples y sinuosas
alianzas. Las constantes rupturas en la vida política argentina
-a partir del 6 de setiembre de 1930- alientan una imagen
compuesta de cambio, mutaciones, sucesiones de elencos,
reapariciones, expulsiones, reagrupamientos, etc: todos han
tenido su oportunidad única y relativamente breve de consagrar
sus predominios, auténtico soliloquio político en donde cada
cual deja su huella.
En el Uruguay, como ya se sabe, la madeja posee otra
consistencia. Mucho se ha discutido la poderosa hipótesis de la
centralidad de los partidos en nuestro sistema político(2),
1 Grossi, María, y Gritti, Roberto, "Los partidos frente auna democracia difícil: la evolución del sistema partidario enla Argentina", Buenos Aires, 1987.
2 Como ejemplo paradigmático ver Caetano, Gerardo, Pérez,Romeo, y Rilla, José Pedro, "Cambios recientes y desafíos en elsistema político uruguayo concebido como una partidocracia" enCaetano, Gerardo, Mieres, Pablo, Pérez, Romeo, y Rilla, JoséPedro, "Partidos y Electores (Centralidad y cambios)", Claeh-
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cuyas raíces se hunden en el rico siglo XIX uruguayo. El
entrelazamiento recíproco, las funcionalidades integradoras de
los partidos, la perdurable institucionalización del pacto y de
la transacción, la valoración casi obsesiva de la esfera
electoral para dirimir las diferencias, han estigmatizado
durante muchas décadas al sistema político uruguayo como
homogéneo y estable. En la configuración moderna de la matriz
original de nuestro sistema político, se ha creido hallar una
simultaneidadsimultaneidadsimultaneidadsimultaneidad entre los procesos de modernización socio-
económica y la ampliación de la ciudadanía política(3). Sumado a
ello, la acción del primer batllismo supuso una ampliación en
el campo democrático-social en detrimento de una legitimidad
acabadamente liberal del orden político(4). La debilidad
congénita de las clases hegemónicas -y los severos
cuestionamientos a sus cualidades dirigentes-, la igualmente
débil implantación del Estado (no obstante lo cual pudo
erigirse en centro "organizador" y "regulador" del equilibrio
global de la sociedad)(5), la no operancia de clivajes sociales
y regionales de mayor magnitud, la consuetudinaria indefinición
entre lo público y lo civil, etc., posibilitaron que las
profundas rivalidades partidarias se acuñaran en fuerzas
Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 1992.
3 Grossi, María, y Gritti, Roberto, ob. cit.. En estesentido, Francisco Panizza ha relativizado la secuencia alhablar de una modernización temprana y una institucionalizacióntardía del orden político uruguayo; ver Panizza, Francisco,"Uruguay: batllismo y después. Pacheco, militares y tupamarosen la crisis del Uruguay batllista", Ediciones de la BandaOriental, Montevideo, 1990.
4 No creemos, como sostiene Panizza, que en el Uruguay hayacristalizado primeramente una identidad democrático-popularantes que una identidad político-ciudadana. Nos sentimos máscerca en este punto de otras posiciones históricas, sobre todoporque al hablar de cristalización de identidades siempre esaventurado fijar en la historia un "antes" y un "después"rígidos.
5 Caetano, Gerardo, y Rilla, José Pedro, "La partidocraciauruguaya en busca de un espejo. Partidos, Estado y Sociedad enel Río de la Plata, 1890-1930", Cuadernos del Claeh, Nº50,Montevideo, 1989, págs. 71-92.
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políticas destinadas a modelar todo un sistema y articular un
mapa de relaciones específicas con la sociedad civil y el
Estado.
Los diagnósticos que se han ofrecido, desde un punto de
vista descriptivo, no merecen mayores objeciones. Sin embargo,
tanto en el caso argentino como en el uruguayo, hablar de
"debilidades" y de "fortalezas" es extremadamente relativo y se
asocia generalmente con los desvios estándar con relación a un
patrón ideal o histórico de desenvolvimiento. Es así que,
comparar no significa explicar, sino que la propia explicación
conlleva una rígida comparación. Ruptura y fundación en la
Argentina; cambio y continuidad en el Uruguay. Las evidencias
demoledoras de los hechos no permiten alentar otra posibilidad.
¿Pero no la permiten realmente?. Al creer en el concepto de
función de los partidos -y considerar autoevidente a la
categoría de partidos- se establecen relaciones predeterminadas
entre los procesos de institucionalización y los de
democratización, olvidando la autonomía de lo simbólico y
convalidando muchas veces las estrategias doctrinario-
ideológicas que emanan de las pretensiones de validez de los
discursos(6). Al creer en la centralidad de los partidos
uruguayos y en la marginalidad de los argentinos -hipótesis con
amplios planos de veracidad- se está a un paso de sentenciar:
fortaleza para unos, debilidad para otros, nuevamente
considerando no problemática la categoría de partidospartidospartidospartidos. Las
pautas del relacionamiento, las contingencias de la
interacción, la intensidad de los voluntarismos y la
6 Ejemplifiquemos: algunos meses antes de las eleccionesnacionales de 1994, el discurso del doctor Sanguinetti separónítidamente las cualidades de su primer gobierno y lasproyectadas para el que nos aguarda: tiempo exclusivo deconsolidación político-institucional para el primero;democracia social, igualitarismo y justicia social para elsegundo. Desde una perspectiva comprensiva, es inaceptable talénfasis. ¿Puede alguien creer, por encima de alguna evidencia,que las presidencias de Batlle y Ordóñez haya cumplidosemejante orden u otro cualquiera?. ¿Fueron los gobiernosradicales de 1916-1930 etapas en donde exclusivamente seculminan procesos de ampliación político-ciudadana?.
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determinación de los rasgos psicosociales y estructurales,
permiten en cada caso -allende los imperativos sistémicos- la
emergencia de una forma partidaria concreta, cuyas
características son pasibles de reconstrucción. Los cortes en
latitud de la individualidad histórica relativizan los cortes
longitudinales de la perspectiva sistémica.
De todas formas, pues, las vicisitudes de la vida política
uruguaya evoca una cierta idea de organicidad, simetría y
coexistencia ordenadora de claves plurales. Tal vez, dicha
simultaneidad obedezca a la temprana conjugación de patrones de
formaciones sociales distintas. Por el contrario, el desarrollo
del sistema político argentino es errático, entrecortado y
alternado, menos por la debilidad de la variable partidaria que
por la delgadez de un sistema de reciprocidades basada en
desequilibrios y en irreductibles pretensiones de verdad(7).
La afirmación hay que asimilarla en el más provisional de
los sentidos. Al hablar de conjugación hacemos mención a lo
propiamente contingente, casi como un principio de
articulación. Habermas ha distinguido cuatro tipos de
formaciones sociales: altas culturas, tradicional, capitalista
o liberal y postcapitalista. En cada tipo se delimita su
principio de organización social, o sea, "la capacidad que una
sociedad tiene de aprender sin perder su identidad",
estableciendo, a su vez, "qué sistema parcial de una sociedad
poseerá el primado funcional, es decir, presidirá la evolución
social". En rigor, los principios de organización de una
sociedad definen "campos de posibilidad para la evolución en
cada una de las tres dimensiones del desarrollo (producción,
autogobierno, socialización), y determinan: a) el modo en que
integración sistémica e integración social pueden diferenciarse
funcionalmente; b) las situaciones en que amenazas a la
integración sistémica tienen que convertirse en amenazas a la
7 En algún momento habrá que indagar cuánto de las rupturasen la política argentina no reflejan, al fin y al cabo, otrasmuchas continuidades, mientras que en el Uruguay cuánto de latranquila evolución y de las aguas mansas no se amparan enperturbaciones esenciales, calladas, casi reprimidas.
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integración social, y por tanto en crisis, y c) las vías
siguiendo las cuales los problemas de autogobierno se
transforman en amenazas a la identidad, es decir, el tipo de
crisis que prevalece".(8)
Por muchos motivos, durante los años del primer batllismo,
la sociedad uruguaya canalizó elementos propios de una
formación social tradicional -principio de organización de
clases que posee forma política, extensión de un cierto aparato
burocrático de dominación, autonomización y profesionalización
del centro de autogobierno de la sociedad, etc-; otros que son
exclusivos de una formación liberal: aunque un capitalismo
liberal de competencia nunca operó en el Uruguay, ya que no
existió un "estado fiscal" (en la acepción de Max Weber) como
institución complementaria del mercado autorregulado, pueden
reconocerse, empero, tareas clásicas del estado capitalista de
competencia que aseguran que el proceso de reproducción de la
vida social sea, en puridad, capitalista. Mencionemos, por
ejemplo: defensa de los contratos civiles (policía,
magistratura), legislación de protección al trabajador,
complemento de premisas de la producción en el ámbito de la
organización económica (educación pública, medios de
comunicación, transporte), adecuación del derecho privado a las
necesidades que surgen del proceso de acumulación, etc. Sin
embargo, la diferencia con una formación social liberal
acabada, nuevamente, está en que no existió un mercado
legitimador, ya que semejante tarea quedó en manos del aparato
estatal. Y aquí emerge limpia -como la esencia platónica- la
llave explicativa de este complejo fenómeno: el Estado. Emerge
y señala que la sociedad uruguaya durante el primer batllismo
posee, además, condimentos de una formación social típica de un
capitalismo tardío o de organizacióncapitalismo tardío o de organizacióncapitalismo tardío o de organizacióncapitalismo tardío o de organización. El Estado es juez y
parte, y se expande económicamente a través de los servicios
públicos, del fomento de bienes de consumo (protección a la
industria) y del considerable impulso del saber técnico. Las
8 Ver Habermas, Jürgen, "Problemas de legitimación en elcapitalismo tardío", ob. cit..
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políticas de nacionalizaciones y de estatizaciones llevadas a
cabo por el batllismo quedarán siquiera como ejemplos válidos
de esa alteración económica.
La comprensión de las matrices originales y de las
peripecias de nuestros sistemas políticos aún demandan una
teoría de la evolución social en clave histórica. Dicha teoría
tendrá que sentar las bases tipológicas -situacionales- a
partir de la cual se desenvuelven y gravitan las existencias
históricas. El yo de una organización política nunca es un
sencillo epifenómeno de estructurasestructurasestructurasestructuras, ni de hegemoníashegemoníashegemoníashegemonías, ni de
sistemassistemassistemassistemas. A su vez, la estabilidad o la ruptura de hegemonías o
sistemas jamás se explican a partir de sí mismas, sino que aquí
también entran a tallar la subjetividad y la intersubjetividad
de la voluntad históricamente organizada.
3) Los sistemas políticos en Argentina y Uruguay3) Los sistemas políticos en Argentina y Uruguay3) Los sistemas políticos en Argentina y Uruguay3) Los sistemas políticos en Argentina y Uruguay
En el sistema político uruguayo, la dinámica
partidocrática corta e involucra a todos los partidos; en el
argentino, por el contrario, el subsistema partidario -
fundamentalmente a nivel de la agregación de intereses- divide
la lógica partidocrática de la corporativista: esto último
tiene su correlato traumático, por ejemplo, en la profunda
confrontación entre peronismo/antiperonismo, la cual descarta,
junto con otras muchas posibilidades, la comprensión de la vida
política argentina como unidimensional. A su vez, la política
uruguaya, por ser más calma, no tiene por qué ser más plana,
advirtiéndose también allí tensiones y oposiciones (quizás más
silenciosas y persistentes), impulsos y reacciones, antes que
frenos. Sea lo que fuere, un sistema político no puede ser
explicado por la existencia pertinaz de dicotomías relevantes.
Así, pues, cualquier ensayo de reducción tipológica de
los sistemas políticos se torna problemático. En Argentina, las
posiciones oscilan entre aquellos que niegan la realidad de un
sistema y otros que la reafirman. Reconociendo la dificultad de
adaptar criterios provenientes de la especulación teórica,
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algunos autores han creido ver un sistema político nosistema político nosistema político nosistema político no
consolidadoconsolidadoconsolidadoconsolidado. La Argentina no ha poseido prácticamente
competencia interpartidaria, ni estabilidad institucional, ni
normalidad democrática. Más allá de la presencia avasallante de
las corporaciones, sin embargo, los partidos políticos no han
dejado de autorreferirse. Cuando dicha interacción partidaria
disminuyó, nos acercamos a un tipo de sistema hegemónico, con
actor predominante; cuando la interacción fue reforzada y
explicitada, el sistema se inclinó hacia el bipartidismo.
Ahora bien: presidencialismo, polarización, exclusiones
recíprocas, negación del pacto y desconfianza de la esfera
electoral, hondas zanjas entre el radicalismo y el peronismo,
etc, ¿por qué estos rasgos y dónde están sus causas?, ¿acaso en
lo ideológico, en lo interactivo o en lo estructural?. Los
enormes problemas del sistema político argentino para asumir
funciones de representación, ¿no son producto de luchas
sociales imposibles de traducir políticamente?. Sin pretender
respuestas definitivas y simplificadoras, no creemos en primer
lugar que la existencia de un sistema de partidos débil y
permeable refleje mejor o más equitativamente el conflicto
social. Del mismo modo, la debilidad sistémica no permite
sostener la mayor sencillez para que la lucha social se
transforme en combate político. En este punto, las lógicas de
acción -con sus acervos simbólicos- canalizan juegos de
lenguaje y de poderes irreconciliables, pero siempre de
naturaleza política. En todo caso, la heterogeneidad
estructural, la consolidación de dos circuitos decisionales -el
político institucional y el corporativo- y la pálida mediación
sistémica, habilitan a los partidos políticos argentinos, en
plenos procesos de crisis y de ruptura institucional, para
asumir una responsabilidad -a diferencia de Uruguay-
decididamente menor.
Como ya se sabe, la variable uruguaya ofrece otras
bondades: los componentes básicos del bipartidismo uruguayo se
remontan al siglo XIX, consolidándose -según criterios
endógenos- tardíamente. La institucionalización de dicho orden
político implicó, entre muchas otras cuestiones, una
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fragmentación infinita de los partidos tradicionales, lo que ha
llevado a algunos investigadores a tildar al sistema partidario
uruguayo como "bipartidismo fragmentario". A su vez, la
dinámica política de los últimos veinte años, ha modelado el
sistema -por razones que ahora no vienen al caso- en clave
pluripartidista. En cualquiera de las instancias hemos tenido
competencia integradora, reparto del electorado, negociaciones
y pactos, división y conquista, con partidos políticos siempre
fuertemente autorreferidos.
La partidocracia uruguaya ha forjado dos canales para
garantizar su centralidad: lo que se ha llamado la colonización
del Estado por parte de los partidos políticos -o feudalización
del Estado-, en primer lugar, cuestión ésta que no parece tener
su correlato en el caso argentino. En segundo lugar, la
absorción de demandas de la sociedad civil a través de las
prácticas clientelísticas(9).En ambas direcciones -como
amplificaremos más adelante- las estructuras partidariasestructuras partidariasestructuras partidariasestructuras partidarias
desempeñaron un rol decisivo, lo que contribuyó a una pertinaz
indefinición entre lo político y lo social. Sin embargo, hay
ciertos rasgos del sistema en su conjunto -de su normalidad y
de sus crisis- que no siempre quedan explicitados a través de
la hipótesis partidocéntrica; entre otros motivos, porque un
sistema -tal cual fue advertido por Pasquino(10)- no sólo
involucra agregación de intereses o competencias funcionales,
sino que además supone la fragua de "alternativas políticas"
(en el Uruguay, no solamente los partidos políticos pensaron en
ellas) y la productividad de las "decisiones políticas", cuya
textura ideológica y pretensión de beneficio trascienden
ampliamente la materialidad fáctica de decisión formal(11).
9 Ver para este punto, Rama, Germán, "El club político",Arca, Montevideo, 1971.
10 Gianfranco Pasquino "Participación política, Grupos yMovimientos", en Manual de Ciencia Política, AlianzaUniversidad, Madrid, 1988, pag.180.
11 Para una crítica en este sentido, ver Paternain, Rafael,"Los pozos abisales de la sociología política", Cuadernos delClaeh, Nº72, Montevideo, 1995.
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En definitiva, el rango de variación más ostensible entre
Uruguay y Argentina oscila entre el orden y la ruptura, la
homogeneidad y la heterogeneidad, las coexistencias y las
sucesiones, el equilibrio y la inestabilidad. A tal extremo,
que se ha sugerido que el subsistema partidario argentino
oficia de variable intervinientevariable intervinientevariable intervinientevariable interviniente en la intelección del sistema
político en su globalidad. En el Uruguay -con todas las dudas
que ello entraña- los partidos políticos constituyen una
variable típicamente independienteindependienteindependienteindependiente, vale decir, la porción
central de toda explicación política. Por aquí o por allá, lo
más prudente quizás sea abandonar todo vaticinio causal y
sostener: mientras que en la Argentina existe un "sistema de
doble partido con intención dominante"; al tiempo que en el
Uruguay se verifica un sistema "bi(multi)-partidista de
equilibrio estable"; mientras que el impacto político de las
identidades federales y regionales es un dato relevante de la
realidad política argentina ( a diferencia de nuestro país);
más allá que en la Argentina la alternancia de gobiernos ha
significado cambio de regímenes (cuando en el Uruguay la
alternancia de gobiernos ha implicado -por ahora y a excepción
de 1973- rotación de lemas partidarios) y al tiempo que la
ausencia de contextos de acuerdo y negociación de la vida
política argentina contrasta fuertemente con la rutina
conservadora del Uruguay, la comparación de las dinámicas
partidarias arrojará resultados sugerentes cuando el repertorio
de funciones y las tendencias naturales de los sistemas
desactiven los rayos de tracción que sujetan a la categoría de
partidos políticospartidos políticospartidos políticospartidos políticos, permitiendo que fluyan sus rasgos, que se
denuncien sus niveles, complejidades y determinaciones y, por
encima de todo, que se despejen algunas incógnitas sobre los
tiempos y las adaptaciones individuales.
4) La Unión Cívica Radical como partido centenario4) La Unión Cívica Radical como partido centenario4) La Unión Cívica Radical como partido centenario4) La Unión Cívica Radical como partido centenario
4.1) El período fundacional4.1) El período fundacional4.1) El período fundacional4.1) El período fundacional
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Si alguna característica particular se puede señalar de la
Unión Cívica Radical es su extraordinaria presencia en la
escena política argentina durante más de un siglo. En verdad,
pocas instituciones político-partidarias ostentan semejante
marca, constituyéndose además en el primer partido político de
la Argentina dotado de una organización nacional y estructurado
según los objetivos de la conquista del poder.
Nacida en los comienzos del año 1891, agrupó en su seno a
distintos sectores sociales unidos en una frontal oposición al
régimen oligárquico, el cual construyó exitosamente un Estado a
su imagen y semejanza: moderno, laico, rico, agroexportador y
con acentuados rasgos aristocratizantes. Producto
fundamentalmente de las crisis económicas internacionales,
durante los años 90 este invencible "modelo oligárquico' sufrió
algunos altibajos que ambientaron la cohesión política de
fuerzas sociales heterogéneas. Así, en el año 1889, bajo el
rectorado de Bartolomé Mitre, se funda la Unión CívicaUnión CívicaUnión CívicaUnión Cívica, la cual
habría de tener vida efímera y daría paso a la Unión CívicaUnión CívicaUnión CívicaUnión Cívica
Radical, Radical, Radical, Radical, fenómeno político a todas luces novedoso no solamente
por el respaldo de grupos juveniles y por las reivindicaciones
de "honestidad política", sino además por la atracción
inmediata sobre "una pequeña burguesía dinámica que reclamaba
su lugar bajo el sol del milagro argentino" y que "se reconoció
en el movimiento radical y formó el grueso de sus filas" (12).
12 Rouquié, Alain, "Poder militar y sociedad política enArgentina", Emecé, Buenos Aires, 1981, tomo 1, pág. 62.
En este sentido, se ha señalado insistentemente sobre lasbases sociales del radicalismo provenientes de los sectoresmedios. Sin embargo, los respaldos resultaron, en verdad,bastante más heterogéneos: ganaderos y comerciantes excluidosde la oligarquía gobernante, medianos productores, sectorespopulares urbanos, etc.; ver Grossi, María, y Gritti, Roberto,ob. cit. Más específicamente, Félix Luna detalla: jóvenesuniversitarios, estancieros, importadores, pobladores criollos(de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba), clase media que sentíarechazo al régimen, hijos de inmigrantes que se autorreconocíancomo argentinos, y hasta la presumible presencia de jóvenesmilitares seducidos por la prédica de Yrigoyen; ver Luna,Félix, "Trayectoria y cambio del radicalismo en Argentina", enIturrieta, Aníbal (compilador), "El pensamiento político
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Como se comprenderá, la trayectoria del radicalismo como
"partido de ciudadanos" se asocia inevitablemente con la
constitución de su ideario político y con su estructura
organizativa. Ligado a todo ello, no puede escapar el papel
fundamental de las implantaciones carismáticasimplantaciones carismáticasimplantaciones carismáticasimplantaciones carismáticas. Es más: desde
los orígenes del radicalismo -nota de larga duración- el
alcance de los liderazgos encuentra toda su legitimidad en los
complicados procesos internos de la vida partidaria. La
proyección nacional de los líderes arraiga inexorablemente en
la previa y trabajosa jefatura del partido. Mencionemos, pues,
a Leandro Alem: romántico, pobre, austero, orador brillante,
incapaz de acuerdos cupulares y de principios éticos muy
arraigados, su persona es un símbolo de una significación casi
mítica. Su trayectoria produjo hondo impacto en la época, los
multitudinarios actos, en donde su palabra estaba dirigida
esencialmente "a los desposeídos", eran ejemplos inigualables
de fervor masivo. Su célebre consigna "que se quiebre pero que
no se doble" y su
posterior suicidio, quedaron como dos perlas que condicionaron
mágicamente todo el futuro político del radicalismo
argentino(13).
La Unión Cívica Radical, entonces, se dibujó como un
argentino contemporáneo", Grupo Editor Latinoamericano, BuenosAires, 1994, págs. 97-129.
13 En nuestro país, en 1942, el nacionalista Carlos Quijanole dedica una página memorable: "coinciden en estos días, lacrisis del radicalismo argentino y el centenario del nacimientodel fundador del partido, Leandro Alem...Alem, es un ejemplocabal de que en política, las únicas derrotas irreparables sonlas de los principios...Alem, es la intransigencia. Laintransigencia frente al mal, bajo todas sus formas...Venía delpueblo y no de las clases oligárquicas, que invocan unademocracia que no sienten. Había conocido desde niño la miseriay la injusticia, que, por otra parte, fieles compañeras,siempre galoparon a su vera. El radicalismo, enraizó a travésde su vida y de su obra con el gran movimiento popularargentino, que fue el federalismo...Así, las masas argentinasencuentran en él -más instinto que reflexión, más intuición querazonamiento, más acorde sentimental que convicción ideológica-su profeta, su liberador y su guía". Cuadernos de Marcha,Tercera Epoca, Nº 2, Montevideo, julio de 1985, pág. 15.
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movimiento esencialmente contestatario y antisistémico. Ante la
cristalizada y empecinada posición del gobierno, el partido
recurrió a los caminos más dramáticos: los movimientos armados
de 1890, 1893 y 1905. Así, "revolución", "abstención" e
"intransigencia", fueron las vías adoptadas por el radicalismo
sobre fines del siglo pasado y comienzos del presente.
Simultáneamente con el proceso narrado, el partido elaboró
su contraimagen, incorporando hábitos cívicos y modernos
(nuevas costumbres de participación democrática) tales como el
sistema de Convenciones Nacionales -al igual que el
norteamericano-, la organización de Comités por Distrito, las
giras políticas y los discursos callejeros. Esta estructura
partidaria, que con matices se continuará hasta nuestros días,
fue un signo de posibilidad para la constitución de identidades
colectivas, las cuales lograron transformar el conflicto social
en mediaciones políticas.
Sin embargo, desde fines del siglo XIX hasta el año 1912,
los radicales permanecieron en el ostracismo, entronizando a la
conspiración como elemento generador de unidad. A la muerte de
Alem, el liderazgo de Hipólito Yrigoyen se forjará en un plano
distinto: parco, con su veta filosófica krausista, sin carisma
público aunque con una gran seducción en las relaciones
personales, caudillo de hondas raíces populares, todo lo cual
le permitirá sentar las bases de una gran agrupación nacionalagrupación nacionalagrupación nacionalagrupación nacional
desde el Comité de la Provincia de Buenos y al mismo tiempo
crear una mística acerca de la necesidad de prácticas
democráticas.
La oligarquía gobernante, mientras tanto, hubo de oscilar
durante todo este tiempo entre reprimir o abrir pequeños
espacios para la conformación de una oposición "educada". El
año 1910 -"año del centenario"- se vio perturbado por el
creciente ascenso de un movimiento obrero organizado y
combativo, al que se sumaron los intentos revolucionarios de
los radicales, que se sucedieron con el apoyo cada vez más
importantes del ejército y de las diversas clases sociales.
En parte como consecuencia directa de estos hechos y en
parte también como producto de procesos de cambio histórico-
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social, en 1912 un lúcido representante de la oligarquía
porteña, el presidente Roque Saenz Peña, promulgó una ley que
preveía la inscripción de los ciudadanos y que intentaba
cumplir con algunos de los objetivos largamente acariciados por
los radicales: entre los más importantes, el sufragio libre,
secreto y obligatorio(14). Como resultado de esta mutación
democrático-electoral, en 1916 Hipólito Yrigoyen accede al
sillón de Rivadavia.
Más allá de que los vaivenes de las presidencias radicales
son lo suficientemente conocidos, sin embargo son pertinentes
algunos señalamientos con respecto al partido: por un lado, se
mantuvo su distintivo carácter movimientista, lo que le
permitió ampliar sus bases políticas, pero por el otro, fue
perdiendo contorno en cuanto a sus definiciones programáticas.
En cualquier caso, el radicalismo cosechó rasgos de "populismo-
liberal"(15), enfatizando su pretensión de representatividad
nacional y edificando una imagen que quedó asociada con la
democracia política y las libertades públicas. En rigor, el
yrigoyenismo quedó recortado, sintéticamente, por su
nacionalismo, por su reformismo político más acentuado que el
social, y por su proverbial antiyanquismo(16): este último se
14 La ley de 1912, "establece un nuevo régimen electoral,de sufragio universal masculino, secreto y obligatorio paramayores de 18 años, con asignación de dos terceras partes decargos a elegir para la lista que obtenga mayor cantidad devotos, y el tercio restante en la que le siga (listaincompleta). Quedan excluidos del derecho al voto las mujeres ylos extranjeros de ambos sexos, como también aquellos varonescomprendidos por razones de incapacidad (dementes, sordomudos),de estado y condición (eclesiásticos,militares, policías,presos, mendigos), y/o de indignidad (diez casos, entre loscuales los dueños y gerentes de prostíbulos). Entre laspropuestas rechazadas en el debate parlamentario se encuentranla exclusión de los analfabetos, los sistemas de representaciónproporcional, de lista completa, uninominal y decircunscripciones, y el sufragio calificado". Ansaldi, Waldo,"Estado, partidos y sociedad en la Argentina Radical, 1916-1930", Cuadernos del CLAEH, Nº50, Montevideo, 1989, pág. 46.
15 Germani, Gino, "Política y transición en la sociedadargentina", Paidós, Buenos Aires, 1966, pág. 184.
16 Por oposición, Barrán ha dicho del batllismo: yancófilo
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reflejó, por ejemplo, en enero de 1920 cuando "siguiendo
expresas instrucciones de Yrigoyen, el crucero 9 de julio al
llegar a la República Dominicana -ocupada militarmente por los
Estados Unidos-, iza al tope la bandera del país invadido y la
saluda con una salva de 21 cañonazos"(17), o cuando el
presidente Yrigoyen, en 1930, le expresa al primer mandatario
de Estados Unidos, Hoover, que "los hombres deben ser sagrados
para los hombres, y los pueblos para los pueblos"(18).
A su vez, en la oposición política conservadora no se
logró más que la constitución de coaliciones o de ligas
electorales sin futuro, basadas casi siempre en agrupaciones
locales embrionarias o celosas de su autonomía.
El bipartidismo que se estableció a partir de 1916 fue,
pues, precario e inestable, agravado todo ello por la creencia
oligárquica en la ilegitimidad de un régimen político apoyado
sólo en la elección popular. Esta conjugación problemática de
poder económico y poder político -además de la ausencia de un
ambiente ideológico realmente democrático-, signó desde sus
orígenes la futura inestabilidad política en la Argentina.
Fuerza política hegemónica, por su poder electoral y por
la eficiencia de su estructura partidaria, los trámites fueron
puramente de sucesión. Así, luego de Yrigoyen, la presidencia
de la República recayó en Marcelo Torcuato de Alvear, quien de
y nacionalismo flaco, anticlericalismo, reformismo social ypolíticamente oligárquico. Ver Barrán, José Pedro, Introduccióna "Jornadas Rioplatenses de Historia comparada", Cuaderno delClaeh, Nº50, Montevideo, 1989, págs. 15-16.
17 Giacobone, Carlos, y Gallo, Edit, "EfeméridesRadicales", Archivo Histórico y Centro de Documentación de laUCR, Comité de la Provincia de Buenos Aires, Buenos Aires,1991, pág. 21.
18 Ob. cit., pág. 16. Décadas más tarde, en 1965, " ante laintervención militar norteamericana en la República Dominicana,la Argentina fue requerida para que enviara tropas para formaruna fuerza interamericana que legalizara la invasión. Elpresidente Illia se negó y manifestó: 'la no intervención, laautodeterminación, como expresión representativa de la librevoluntad de los pueblos, excluye beligerancias inconsistentes yreñidas con el total respeto que mantenemos a la soberanía delas Naciones' ", ob. cit., pág. 19.
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inmediato sin embargo tomó distancia de la matriz de gestión
anterior. En este contexto, la Unión Cívica Radical se somete a
un proceso de creciente fraccionalización: los "personalistas"
(yrigoyenistas) por un lado, y los "antipersonalistas"
(alvearistas) por el otro. Hacia el año 1924 la puja era
declarada y frontal, y la fractura se concretó.
Las generaciones jóvenes, fieles al espíritu progresista y
universal de la reforma universitaria de 1918, intentaron
reestablecer la intransigencia y el hálito revolucionario del
movimiento popular. Esto habría de significar que en 1928
Yrigoyen reasumiera la primera magistratura -por un margen
aplastante- con un programa de corte antiimperialista y
democratizador.
En definitiva, en poco más de dos décadas el radicalismo
gira de la negatividad, el principismo y la abstención
revolucionaria al combate competitivo que abre la arena
electoral. Lo movimientista y lo partidario tuvieron una
relación compleja: "en sus inicios fue un partido de notables,
pero se organizó desde fuera del parlamento. Buscó ampliar el
número de sus afiliados, usó las armas en nombre de la
Constitución y del sufragio y al mismo tiempo se preparó para
ganar las elecciones"(19). Y las ganó, en efecto: en 1916, en
1922 y en 1928. Cada gobierno tuvo sus rasgos, sus alternativas
y sus tensiones indisimulables. Sin posibilidades de
reformismos estructurales, decisiva desde el punto de vista
político-institucional, sin desligarse del todo del orden y del
poder agroexportador, la primera presidencia de Yrigoyen
insinuó algunos caminos por los cuales transitó la intervención
del Estado y el proteccionismo en la Argentina(20). A su vez,
19 Grossi, María, "Sistema político y sistema partidario enArgentina y Uruguay: algunas hipótesis comparativas", Cuadernosdel CLAEH, Nº50, Montevideo, 1989, pág. 21.
La extraña dialéctica del readicalismo implicó: "adiferencia de lo que después sucedería con el peronismo, lafuerza del movimiento aparecía en el radicalismo como elresultado de la organización partidaria a nivel nacional";Grossi, María, ob. cit., pág. 23.
20 Ver Acuña, M., A., "De Frondizi a Alfonsín: la tradición
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también denunció la pertinaz rivalidad de corrientes dentro del
radicalismo: la orientación antioligárquica, antiimperialista y
emancipadora en combate con el conservadurismo aristocratizante
de los alvearistas. Cuando entre 1928 y 1930 el radicalismo
asuma un proyecto de nacionalismo económico y de
industrialización, en donde la ampliación participativa del
sistema político halle su correlato en el plano societal, ya
será demasiado tarde: el desempleo, la crisis fiscal, un Estado
incapaz de contrarrestar las tensiones sociales a través del
gasto público, en definitiva, llevaron a la descomposición del
poder político y a la pérdida de legitimidad.
El presidente Yrigoyen fue derrocado por los conservadores
y por un nuevo actor político llamado a no desaparer de la
escena nacional: los militares(21). Fue a partir de estos
acontecimientos que entre 1930 y 1943 el desarrollo de los
partidos políticos quedó en suspenso. Al mismo tiempo, la
industrialización y la urbanización tendieron las bases para el
rápido surgimiento de las masas -las cuales emergen a la vida
política sin ningún tipo de canales organizativos o
representativos. Años fértiles, por si fuera poco, para el
fraude electoral y las proscripciones políticas.
4.2) Entre la exclusión y la colaboración4.2) Entre la exclusión y la colaboración4.2) Entre la exclusión y la colaboración4.2) Entre la exclusión y la colaboración
La llamada "década infame", como era de esperar, produjo
cambios profundos en la Unión Cívica Radical: de un lado, la
conducción titubeante -y en muchos casos claudicante- de
política del radicalismo", Centro Editor de América Latina,Buenos Aires, 1985, tomo 1, y Beltrand, Olga, "El batllismo yel radicalismo. Notas para un análisis comparativo", Cuadernosdel Claeh, Nº32, Montevideo, 1984.
21 No desaparecerá, en efecto, pero tampoco aparecerá en1930. Tanto en Uruguay como en Argentina, es por demásinteresante el estudio del factor militar mucho antes de lasfechas de su irrupción avasallante y lamentable.
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Marcelo de Alvear, y del otro, un grupo de jóvenes identificado
con el pensamiento más progresista, el cual comienza a
organizar y discutir políticas alternativas. Pese a ello, la
disidencia de esta fracción denominada "intransigente" no logró
conmover la estructrura partidaria. El "abstencionismo",
consigna lanzada por Alvear, no fue en muchos casos respetada
dentro del partido. La muerte en 1942 de este último, acentuó
el vacío de poder y profundizó las divisiones, las carencias
ideológicas y "la fe en su propia misión". El otrora partido
triunfador estaba ahora erosionado y embarcado en conductas
políticas pautadas por las alianzas antipopulares.
Luego del golpe de Estado de 1943 y luego también del
sorprendente ascenso político del coronel Juan Domingo Perón,
la apertura de la escena electoral enfrentó al militar
obrerista con la Unión Democrática, fuerza política que agrupó
en su seno a todos los partidos tradicionales (por denominarlos
de alguna forma): comunistas, socialistas, conservadores,
demócratas progresista y, por descontado, radicales. En febrero
de 1946, y por un estrecho margen, el primero se alzó con la
victoria. Fue la legitimidad electoral que dio vida a la sombra
negra del radicalismo, alterando para siempre su autopercepción
y cualquier ecuación conocida hasta el momento en el sistema
político argentino.
Luego de la derrota, lo de siempre: polémicas internas,
renovación de procedimientos, actualización doctrinaria y un
imprescindible recambio de las figuras dirigentes del partido.
Dentro de este hervidero, se gestó un movimiento -
"Intransigencia y Renovación"-, el cual prontamente logró
algunas victorias internas, transformándose en el motor del
cambio en el radicalismo, desplazando al denominado "Comando de
la derrota" (sector de la dirigencia al cual se hizo
responsable de la derrota electoral) y ganando espacios
mayoritarios dentro del bloque parlamentario.
La aparición de Ricardo Balbín y de Arturo Frondizi,
supuso una revitalización partidaria, canalizándose en los
Congresos sectoriales que discutían con trasparencia todos los
problemas internos, así como las líneas de una política
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exterior que fueron tomando, cada vez más, un perfil opositor.
La reforma de la constitución -vicios de ayer y de hoy-
permitió a Perón presentarse a la reelección en 1951. El
radicalismo, con Balbín y Frondizi como sus representantes,
obtuvo el 32% de los votos, performance que se repetiría en
1954 para las elecciones de renovación vicepresidencial.
La "revolución libertadora" en 1955 fue en realidad
devastadora, para el país y para el propio radicalismo. Este
último ingresó en una crisis sin solución de continuidad, que
culminó con la recordada escisión de 1957. Luego de que la
Convención Nacional en 1956 declarara como candidato a la
presidencia a Arturo Frondizi, los bandos no cesaron en sus
hostilidades: por un lado, figuró el "radicalismo del pueblo",
inclinado hacia una plataforma cercana al New Deal con respecto
a la planificación económica, a la autonomía nacional y a la
imperiosa necesidad de una reforma agraria; por el otro, la
llamada "intransigencia", liderada por Frondizi, que evaluó a
las propuestas rivales como eminentemente anticuadasanticuadasanticuadasanticuadas. A las
discrepancias puramente socio-económicas se sumaron aquellas
otras estratégico-políticas: los balbinistas, por ejemplo,
negociaron con los militares y negaron en bloque al
justicialismo; los frondizistas, por su lado, establecieron
matices entre Perón y su régimen, y las masas peronistas.
Con el apoyo de un peronismo proscripto, en 1958 Arturo
Frondizi ocupó la presidencia de la Argentina e inauguró un
gobierno de inspiración "desarrollista", es decir, se
privilegió la apertura del mercado interno, se alentó la
inversión extranjera en sectores básicos como el petróleo, la
energía y los automóviles y se impulsó un paquete privatizador
de la enseñanza -"laica o libre"- que dividió a toda una
generación.
Jaqueado por todas partes, el radicalismo intransigente no
pudo mantener los complejísimos equilibrios. Las elecciones
que se realizaron en la Provincia de Buenos Aires en 1962, con
un peronismo no proscripto, hicieron de éste el gran trinfador:
como consecuencia dramática, los militares dieron el golpe
habitual con la anuencia esta vez del radicalismo del pueblo:
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"pocos casos se registran en la historia política argentina en
el que el rencor haya jugado un papel tan relevante" (22).
Perón en el exilio, incertidumbre institucional, irrupción
política de la variable corporativa: nuevamente una fracción
del radicalismo sale favorecida en ese juego inverosímil. Luego
de confusos episodios, en julio de 1963 las elecciones
nacionales -nuevamente, claro está, con el peronismo
proscripto- le dieron el triunfo, con un 25% de los votos, a
Arturo Illia, candidato del radicalismo del puebloradicalismo del puebloradicalismo del puebloradicalismo del pueblo y
representante de los sectores más populares de su partido.
Los tres años que duró su gobierno, sin embargo, fueron de
una feroz confrontación con el aparato sindical dominado por
los peronistas y con unas Fuerzas Armadas que se sentían cada
vez más "destinatarios del futuro del país". Pese a todo, el
gobierno de Illia cumplió con gran parte de las promesas
electorales: la anulación de los contratos petroleros, la
cancelación de las relaciones con el FMI, el establecimiento de
vínculos comerciales con China, etc., etc.
La situación de crisis larvada y permanente, la oposición
de la CGT, la crítica de importantes órganos periodísticos,
significó que el golpe de estado del General Onganía, en 1966,
fuera casi un trámite burocrático. De acuerdo a lo manifestado
por el discurso militar de aquel entonces, habían "llegado para
quedarse". Frente al espectáculo de una partidocracia mezquina,
las Fuerzas Armadas y el movimiento sindical ofrecieron una
imagen transformadora y un discurso modernizador aceptado por
amplias capas de la población. La ilusión, en verdad, poco
habría de durar.
Durante todo el gobierno militar, que bajo distintos
liderazgos se extendió de 1966 a 1973, la Unión Cívica Radical
mantuvo -a pesar de su proscripción y de la erosión de las
lealtades internas- un perfil de presencia en la vida nacional.
La represión militar y la aparición de la guerrilla, entre
otros factores, modificaron las estrategias del radicalismo, y
en especial las de Balbín, quien de opositor político pasó a la
22 Luna, Félix, ob. cit., pág. 129.
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coincidencia con Perón. De esta forma, los acuerdos fueron
múltiples y se vieron plasmados en lo que se denominó "La Hora
del Pueblo": las principales avenencias se plantearon en la no
aceptación de una solución electoral condicionada, lo que
finalizó con las aspiraciones del general Lanusse en el sentido
de convertirse en destinatario del "gran acuerdo nacional"(23).
Aun así, sabiendo que la mayoría peronista iba a ser
abrumadora, Ricardo Balbín se presentó como candidato
presidencial radical. Por aquellos días, mientras tanto, en la
Provincia de Buenos Aires se conformó una corriente interna
liderada por el doctor Raúl Alfonsín, la cual nació como
canalización de reproches hacia una "claudicante" y obsecuente
dirigencia partidaria. Sin embargo, en comicios internos, esta
línea sufrió su primera derrota.
Luego de su victoria electoral en las elecciones de 1973 -
el radicalismo, mientras tanto, obtuvo en esos comicios el 21%
del voto ciudadano- el gobierno peronista, sumergido en un mar
de contradicciones y muerto Perón en 1974, no pudo alentar
expectativas de sólida duración, más allá incluso que por
primera vez después de algunos años, aún dentro de un proceso
crítico, el radicalismo participó en decisiones gubernamentales
y se hizo también responsable de la gobernabilidad. De todas
formas, la suerte estaba echada y "ni el partido radical, ni el
peronista fueron capaces de prevenir el rápido descenso a la
tragedia de los años 1976-83"(24).
Los terribles años de la dictadura militar no impidieron,
sin embargo, un débil funcionamiento de la Unión Cívica
Radical. Tres líneas más o menos definidas se percibieron en su
interior: una, de claro corte colaboracionista; la otra, de
23 Posiciones políticas explicitadas en las Declaraciones yResoluciones de la Convención Nacional realizada entre el 18 y20 de junio de 1972, con particular énfasis en la defensa delos principios de la democracia representativa y la oposición ala dictadura militar.
24 Mainwaring, S., "Los partidos políticos y lademocratización en Brasil y en el Cono Sur", CEDES, BuenosAires, 1988, pág. 37.
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cierto relacionamiento con los militares golpistas y finalmente
una tercera, de nítida oposición al régimen (allí militaron
Raúl Alfonsín y su grupo "Renovación y Cambio"). La indiscutida
influencia política de Ricardo Balbín se alineó en la segunda
de las líneas mencionadas, procurando a su vez no cortar los
lazos con el gobierno del general Videla.
Es por el año 1981 que el gobierno militar intentó una
pálida apertura del juego político, que halló un eco inmediato
en el balbinismo, el cual convocó a lo que se conoció como la
MultipartidariaMultipartidariaMultipartidariaMultipartidaria. Fue el postrer logro transaccional del viejo
cuadillo radical, quien murió dos meses después.
El ascenso de Galtieri y su aventura bélica contra los
ingleses -en un maniobra para prestigiar al alicaído régimen-
precipitaron la dinámica política aperturista. Si bien las
Fuerzas Armadas trataron de obtener algunas garantías para el
futuro, se llegó a las elecciones de 1983 sin condicionamientos
y sin pactos.
Por la novedad de su liderazgo, por tener la iniciativa y
adueñarse de la calle, por su crítica constante al régimen
militar -como abogado, incluso, llegó a interporner recursos de
Habeas Corpus en favor de los detenidos- por su marginación del
"nacionalismo y triunfalismo" reinantes durante todo el
episodio de la guerra de las Malvinas, Raúl Alfonsín fue capaz
de seducir a los vastos sectores independientes. Pero esta vez,
el ascenso tampoco estuvo exento de pujas internas: hubo que
enfrentar a la poderosa maquinaria partidaria legada por
Ricardo Balbín. La adhesión de grupos juveniles y el proceso de
afiliación masiva, le permitió al alfonsinismo ganar distrito
por distrito, gracias a lo cual, en julio de 1983, fue
designado presidente del Comité Nacional. Dos días más tarde,
la Convención Nacional lo aclamó como candidato a la
presidencia de la Nación.
Casi 90 años después de su nacimiento, el radicalismo
aparece como una fuerza vigorosa y renovadora. En el comienzo,
fue la puridad ética, la intransigencia, la transparencia
político-administrativa, la austeridad de sus líderes y su
ascendencia cuasi mítica. Luego, acunado por múltiples
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tensiones, el ejercicio de la hegemonía político-electoral
durante quince años. Más tarde, sin dejar de tener sus
afinidades, las vicisitudes corporativas, las irrupciones
populistas y las aventuras motineras van borrando lentamente
las huellas de su convocatoria ciudadano-republicana.
Acorralada o liberada, derrotada o en crisis, triunfadora o
excluida, la Unión Cívica Radical desarrolla su lógica política
basada en la transacción, en el acuerdo o en el
colaboracionismo(25). La limpieza ontológica de los orígenes fue
horadada a lo largo del siglo por la acción posibilista y
estratégica de sucesivos elencos obligados a decidir a partir
de complicados juegos de participación-exclusión. Quizás en
parte, las variadas etapas que han jalonado el liderazgo de
Alfonsín resuman esa dramática y recurrente parábola descripta
por todo el radicalismo argentino.
5) El Partido Colorado como organización5) El Partido Colorado como organización5) El Partido Colorado como organización5) El Partido Colorado como organización
5.1) La matriz organizativa5.1) La matriz organizativa5.1) La matriz organizativa5.1) La matriz organizativa
No deja de ser curiosa la trayectoria del Partido
Colorado: nace de profundos impulsos societales y se transforma
más tarde en el Estado, paralelamente a los procesos de
modernización económica y social. La razón histórica que
justificó su aparición fue una lucha entre caudillos por el
control del poder estatal, cortando de forma vertical a toda la
sociedad en dos "bandos" antagónicos los cuales, sin embargo,
con el paso del tiempo fueron parte de una misma identidad
nacional.
Ocurre que el clivaje central para la política del siglo
25 La historia de los éxitos y fracasos del radicalismoobligan a replantear dos cuestiones evidentementedesacreditadas en el abordaje político argentino: la incidenciade la variable partidaria y la dimensión propiamente pactista yacuerdista de sus élites políticas.
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XIX, signada por múltiples guerras civiles, giró alrededor de
la oposición entre la conformación de un poder político
nacional y la existencia de poderes locales, expresándose dicha
dicotomía mediante el país "creado" por la elite doctoral de
Montevideo y el país "real" basado en la población rural y en
el elemento caudillesco (cuyo símbolo visible fueron,
precisamante, las divisas).
La colectividad colorada se asemejó más a una facciónfacciónfacciónfacción -
entendida como grupo social que aspira a una cuota de poder-,
que a un partido político en el sentido moderno: sus ejes
fueron el liderazgo carismático de los caudillos como centro
unificador y una organización espúrea fundamentada en el
reclutamiento de las masas rurales, las cuales constituían el
aparato político-militar de ejercicio y captación del poder(26),
siendo al mismo tiempo una forma de participación política y de
inclusividad social. Los caudillos establecieron relaciones de
patronazgo y asistencialismo con sus seguidores, generalmente
los llamados "gauchos", grupo social mayoritario en una
sociedad con estructura precapitalista.
Carlos Real de Azúa(27) interpretó de manera aguda las
fuentes de legitimidad de los caudillos en las estructuras
políticas de las sociedades rioplatenses. A su modo de ver, los
caudillos justificaban su poder combinando los tipos de
legitimidad "personal" y "retributiva". En las figuras de los
caudillos, las relaciones sociales de obediencia y de dominio
se basaban no sólo en sus caracteres y aptitudes personales,
sino también en las modalidades retributivas de representación
26 Gerardo Caetano y José Pedro Rilla han señalado doscuestiones: en primer lugar, que los partidos del siglo XIXfueron partidos de masas, aunque no de masas electoras; ensegundo lugar, que el Partido Colorado tuvo un origen rural "ytal vez más genuinamente caudillesco que su adversario".Caetano, Gerardo, y Rilla, José, Pedro, "El sistema departidos. Raíces y permanencias", Cuadernos del Claeh, Nº31,Montevideo, 1984, pág. 83.
27 Real de Azúa, Carlos, "Legitimidad, Apoyo y PoderPolítico. Ensayo de una tipología.", Fundación de CulturaUniversitaria, Montevideo, 1970.
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de los dirigidos que los caudillos asumían. La legitimidad
personal fue reforzada, entonces, por las funciones de
protección y distribución que cumplieron con respecto a sus
seguidores. Estas funciones propiamente interactivas se
reprodujeron más tarde al interior de los partidos emergentes.
Así, fuera de toda lógica homogénea, la compleja
coexistencia de las elites doctorales y de las caudillescas
fueron dando forma a los partidos tradicionales, en primera
instancia como verdaderos acuerdos de cooperación para la
constitución de organizaciones de alcance nacional.
Si nos remitimos a la organización colorada en sus
orígenes, tendremos una estructura típicamente oligárquica,
diseñada a partir de la prescindencia y del control (mediante
razones normativas y mecanismos clientelísticos en el ejercicio
del poder político) de las masas populares en los actos
electorales, y a partir de la selección y el reclutamiento de
los dirigentes por medio de la cooptación -acuerdos cupulares-
de las elites políticas urbanas y los caudillos rurales.
De todas formas, a partir del último cuarto del siglo XIX,
la matriz organizativa del Partido Colorado se nutrió de
componentes diversos: por un lado, la organización fue laxa,
confusos sus niveles y escasamente jerarquizados sus órganos;
por otro lado, germinó una tendencia disciplinadora y
ordenadora que también procuró atrapar a la dinámica
partidaria. En un nivel más abstracto, y dentro de la acción
del Estado, el poder aspiró a la legitimidad sobre la base,
según la entonación weberiana, "de la creencia en la legalidad
de ordenaciones estatuidas y de los derechos de mando de la
autoridad legal". Del mismo modo, esto implicó -con mayor o
menor lentitud- un proceso de especificación funcional, la
demarcación de un espacio de competencias, el ordenamiento de
jerarquías administrativas y el establecimiento de reglas
unívocas de funcionamiento. Pero el imperativo racional-legal
quedó empañado por la racionalidad política. La administración
burocrática y su derecho abstracto fueron mediatizados por la
fuerza partidaria que controló el Estado desde 1865 -
exceptuando los años del gobierno de Latorre-, y por su lógica
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de exclusión-confrontación, coparticipación e integración
progresiva de la oposición política dentro de un orden
legítimo. Es ya conocida la temprana pretensión de Batlle y
Ordóñez sobre la formalización de la vida interna partidaria,
impulsando los organismos de base -los denominados clubesclubesclubesclubes
políticospolíticospolíticospolíticos- y los cuadros de adherentes, todo ello dentro del
avance de la profesionalización -independencia económico-
profesional- de nuestra clase política(28). Sin embargo, la
confección de las listas de candidatos siempre quedaba en manos
de la elite dirigente y la selección de nuevos líderes
partidarios se hacía generalmente por cooptación personal,
evitando las rupturas internas y asegurando la continuidad de
la antigua dirigencia.
La simbiosis entre el elemento caudillista y el doctoral
se vio reflejada en el surgimiento de la figura del líder
político civilpolítico civilpolítico civilpolítico civil -personaje constitutivo de la modernización
política- que poseía características de político profesional
dedicado a la gestión de gobierno, pero que al mismo tiempo
utilizaba formas clientelísticas, retributivas y carismáticas
de hacer política, inherentes a la matriz caudillista. Esta
articulación obedeció, entre otros factores, a la conciencia de
los grupos doctorales de que sin los caudillos no se podía
realizar un gobierno estable y a la pérdida progresiva del
poder de estos últimos conforme se desarrollaba el proceso de
modernización económico y social.
¿Cuál fue el legado de las divisas al "modernizado"
Partido Colorado?: entre muchas otras cosas, le ofreció grosor
histórico a su acción política, símbolos, héroes, lealtades
anudadas en perfiles ideológicos y sentimentales. Allí aparecen
Rivera, el gobierno de la Defensa, Flores, los mártires de
Quinteros, etc., todas alusiones de fuerte particularismo
tensionadas, sin embargo, por la inmanencia del aporte doctoral
referido a los valores de la libertad, la preeminencia del
28 Barrán, José Pedro, y Nahum, Benjamín, "Batlle, losestancieros y el imperio británico", "El nacimiento delbatllismo", Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 1986,tomo 3.
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Estado, la visión de gobierno en los asuntos públicos, la
perspectiva modernizante y liberal de la sociedad, la apertura
cosmopolita al extranjero y el impulso al desarrollo de la
ciudad-puerto como capital del país(29).
El ascenso del batllismo al poder implicó, mientras tanto,
varias cosas: en primer lugar, cerró un dilatadísimo ciclo de
inestabilidad y de confrontaciones sangrientas; a su vez, sus
impulsos de partidismo "exclusivista" y los contrapesos
político-electorales de las otras fuerzas partidarias y
sociales generaron una complicadísima dialéctica que echó las
bases de la institucionalización del orden político; canalizó e
interpretó múltiples procesos de transformación de la sociedad
uruguaya del 900 y, finalmente, alteró para siempre los
márgenes de relacionamiento en la vida del partido (en este
caso sintetizando y condensando, mucho más que fundando).
Autodefinido entonces como un movimiento político reformista,
se ubicó, por decirlo de algún modo, entre la tradición y la
modernidad, e impuló cambios sociales, pero dentro de una
tradición con la que no quiso ni se propuso romper.
La transformación en partido electoral-masivoelectoral-masivoelectoral-masivoelectoral-masivo se debió a
la constante ampliación de la ciudadanía y a la realización de
actos electorales como medios idóneos para dirimir los
conflictos políticos, desapareciendo poco a poco el fraude
electoral, elemento sustancial de la política oligárquica.
Estos procesos, en cambio, no implicaron la formación de
partidos orgánicos al estilo europeo, como ha señalado
Duverger, sino más bien lo contrario: los intentos de construir
partidos conservadores, católicos, radicales o social-
29 "...podría señalarse que 'lo colorado' comenzó desdeentonces a ser sinónimo de: una relación privilegiada con elpoder institucionalizado como instancia de construcciónsociopolítica, un estilo de 'hacer política' más contractual,la defensa de un modelo modernizador básicamente imitativo, enel que partía del reconocimiento del 'afuera' -principalmenteEuropa- como 'imagen constitutiva' y 'mirada constituyente'; laadscripción por último a una identidad más ciudadana einmigrante". Caetano, Gerardo, y Rilla, José, Pedro, "Historiacontemporánea del Uruguay. De la Colonia al Mercosur",Colección Claeh-Fin de Siglo, Montevideo, 1994, pág. 43.
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democrátas, parecidos a los que existieron en la Europa de la
época, enfrentaron enormes dificultades, ya que la sociedad
continuó manteniendo fuertes vínculos con el pasado. De esta
manera, el Partido Colorado transitó con éxito la mutación de
partido elitista en partido electoral-masivo.
Los partidos tradicionales se instauraron como
organizaciones sociales relevantes, acompañando al mismo tiempo
el cambio y la estabilidad social, cumpliendo un rol
modernizador de la sociedad, fundamentalmente si valoramos como
rasgo esencial de dicho proceso "la proliferación de nexos
entre la vida tradicional y la moderna"(30). Como elemento de
especificación histórica, tal vez pueda sostenerse lo
siguiente: gracias al papel casi hegemónico en el ejercicio de
la actividad gubernamental -dentro de un proceso de crecimiento
del tamaño del Estado-, por intermedio de la progresiva
autonomía y profesionalización de la clase política uruguaya, y
merced a ese estilo anticipatorioestilo anticipatorioestilo anticipatorioestilo anticipatorio de las demandas sociales
impuesto por el batllismo, el Partido Colorado logró evitar los
enormes costos de montar una pesada organización partidaria.
La modernización de las estructuras sociales y políticas
supuso un cambio en la modalidad de competencia de los
colorados. Esto apareció claramente con la derrota de Aparicio
Saravia en 1904 y más tarde en 1910, cuando el Partido Nacional
se incorporó a la disputa pacífica por el poder político. Junto
con el surgimiento de nuevos partidos, se favoreció así la
paulatina democratización de la vida política del país y la
consolidación de su sistema de partidos.
La extensión del derecho al sufragio, por otra parte,
mitigó la hegemonía colorada en el poder estatal. Las
elecciones se volvieron muy competitivas, presionando hacia
diversas formas de coparticipación y cristalizando acuerdos
politicos con el otro gran lema tradicional. Semejante
dialéctica fue acompañada por la paciente construcción de un
30 Apter, David, "El partido como instrumentomodernizador", en Blondel, J., y Duverger, M., "El gobierno:estudios comparados", Alianza Universidad, Madrid, 1981, pág.140.
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complejo sistema de ingeniería electoral que garantizó la puja
político-partidaria a través de actos eleccionarios limpios.
5.2) La estructura partidaria bajo el batllismo5.2) La estructura partidaria bajo el batllismo5.2) La estructura partidaria bajo el batllismo5.2) La estructura partidaria bajo el batllismo
Fue el batllismo el que introdujo por primera vez niveles
mínimos de organización formal en la actividad partidaria,
fundamentalmente por intermedio de los denominados clubes
políticos, incrementando así el número de adherentes activos,
ambientando una verdadera democratización interna y abriendo
espacios para la integración de nuevos grupos sociales. Estos
procesos de participación partidaria "masiva" marcaron las
nuevas formas de la política moderna, lo cual no significó sin
embargo la extinción de los antiguos esquemas elitistas y
clientelísticos de hacer política.
En cierta forma, para Batlle y Ordóñez la cuestión
partidaria fue central; durante sus presidencias se profundizó
la reorganización como forma última de legitimar todo un
proyecto: "el Partido representaba al pueblo organizado en una
actividad política y no sólo eligiría a sus hombres en el
gobierno sino que además debería instruirlos sobre lo que
deberían hacer y ejercer una función de contralor sobre
ellos"(31). Mientras Batlle gravitó en la vida política
nacional, en el Partido Colorado coexistieron tendencias y
liderazgos, alcanzando niveles de formalización y modalidades
de contralor destinados a desaparecer.
La estructura partidaria durante el batllismo tuvo como
centro unificador a la Convención, ámbito privilegiado para los
debates públicos y para la toma de decisiones políticas: allí
se tramitaban la selección de los candidatos del partido, la
formación de acuerdos electorales, el permiso para la
utilización del lema y la presentación de los programas
31 Beltrand, Olga, ob. cit., pág. 98.
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partidarios(32). Mientras tanto, una clave original del
batllismo -desde el punto de vista organizativo- fue la
creación de un órgano partidario para la formulación de
directivas políticas de gobierno: la llamada agrupación deagrupación deagrupación deagrupación de
gobiernogobiernogobiernogobierno reunía en su seno a las bancadas legislativas, a los
miembros del comité ejecutivo, a los consejeros y ministros de
Estado y al líder del partido(33). De este modo, tanto la
creación de organismos de base como de dirección partidaria,
tendieron a cumplir con un doble objetivo: por un lado, con la
democratización de la estructura interna del partido,
ofreciendo canales orgánicos para la participación activa, y
por el otro, con la pretensión de continuidad de la orientación
partidaria en la actividad gubernamental.
En los años decisivos de la gravitación batllista, dicho
sea de paso, fue especialmente relevante la utilización de los
medios de comunicación masiva -en ese entonces radicados en la
prensa escrita- para la difusión de las propuestas partidarias
a nivel nacional, estableciendo al mismo tiempo una modalidad
de participación ciudadana pasiva y de formación de opinión
pública. Casi se podría decir que esta última dimensión
simbólica fue excluyente, ya que por ejemplo la naturaleza
socializadora de los programas partidarios fue meramente
retórica. A tal punto, que el Partido Colorado no tuvo su
programa formalmente estatuído y elaborado hasta el año 1922 -
ampliado en 1925 en sus aspectos económicos.
En el mencionado programa se aludían básicamente a los
éxitos de los gobiernos anteriores y a algunas propuestas
políticas y sociales del batllismo, como ser la importancia del
plebiscito, el colegiado, el mandato revocable, el salario
mínimo y la ampliación y constitución de un sistema de
seguridad social. En 1925, pues, se formalizaron los aspectos
32 Para apreciar con detalle la configuración orgánico-normativa del Partido Colorado en aquellos años, ver en elanexo las cartas orgánicas de 1901 y de 1928.
33 Esta iniciativa de José Batlle y Ordóñez se concretófinalmente en 1919.
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económicos, registrándose fuertes debates y diversidad de
corrientes al interior del partido.
Pero las tensiones partidarias vienen de lejos y plantean
ciertamente una paradoja: junto con el surgimiento del
batllismo - y la aparición de una organización política en su
acepción moderna-, comienzan a registrarse severos problemas de
escisión y de fragmentación, dando paso a fracciones políticas
con sus organizaciones y sus líderes propios. En rigor, las
reformas económicas y sociales impulsadas por el batllismo
inquietaron a las clases conservadoras y fueron el detonante
para la primera gran división en el coloradismo: la del Partido
Colorado Fructuoso Rivera, en 1913. Esta fractura enfrentó por
primera vez al partido -en tanto partido del Estado y en tanto
organización compleja- a la gravedad de los cambios que se
estaban produciendo en el entorno económico y social, sin
perder el control hegemónico del Estado ni cuestionar al orden
existente.
De allí en más, casi todas las escisiones del batllismo
reivindicaron la tradición de la divisa en contraposición a las
reformas económicas y sociales, y ello como forma de evitar la
ruptura con la identidad del partido. Hay que observar además,
que en estos años la gran mayoría de las divisiones se debieron
a las fuertes discrepancias entre aquellos dirigentes
encaramados en cargos gubernamentales y aquellas orientaciones
y decisiones provenientes de los órganos y de los líderes
partidarios (especialmente bajo el comando de Batlle y
Ordóñez).
Sin embargo, los peligros reales de las fracturas
políticas en los partidos tradicionales, fueron neutralizados
con la invención de leyes que permitieron la instalación del
sistema del LemaLemaLemaLema y del Doble Voto SimultáneoDoble Voto SimultáneoDoble Voto SimultáneoDoble Voto Simultáneo. Como una de las
principales ventajas, dicho sistema habilitó a las distintas
agrupaciones políticas coloradas para que pudieran presentarse
conjuntamente a las elecciones, sin afectar por ello las
posibilidades de alcanzar el gobierno. El régimen electoral
combinó el rédito político de las lealtades a la vieja
tradición de divisa con los cambios organizativos que
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amenazaron una y otra vez los límites del desempeño partidario.
En definitva, la dificultad para conceptualizar la matriz
organizativa original proviene, en parte, de la multiplicidad
de significados asociados a la expresión Partido Colorado, ya
que la misma se utilizó tanto en su sentido amplio de unidad
política -que aglutina al conjunto de agrupaciones que se
identificaron con la identidad colorada, con la divisa y con
los líderes fundadores-, así como en una versión
particularista, en donde se advierte un arco de fracciones que
se autoidentifican como partidos, con líderes y organizaciones
autónomas, sin renegar en ningún caso de su tradición colorada.
Nuevamente, el investigador tiene dudas legítimas en el
ejercicio de la comparación, aunque esta vez la comparación
opere con el propio pasado: si se limitara a una opción
sincrónico-fáctica, se quedaría con el año 1836 como fecha
inicial en la constitucion de la matriz organizativa del
Partido Colorado. Sin embargo, desde una perspectiva teórica
compleja, el momento decisivo fue el de la modernización
política, en donde la organización se consolidó en su doble
naturaleza, es decir, como partido de divisa y como partido
electoral.
6) La dialéctica entre la organización partidaria, el sistema6) La dialéctica entre la organización partidaria, el sistema6) La dialéctica entre la organización partidaria, el sistema6) La dialéctica entre la organización partidaria, el sistema
político y la sociedadpolítico y la sociedadpolítico y la sociedadpolítico y la sociedad
El batllismo uruguayo y el radicalismo argentino comparten
originalidades: de uno se ha dicho que se trata del primer
reformismo liberal de América Latina, mientras que el otro está
sindicado, también en el continente, como el primer partido
político organizado y principista. Sea lo que fuere, existe
consenso acerca de que los mejores momentos reformistas
implicaron un salto cualitativo que involucró la lucha
política (la institucionalización de un sistema político) y la
anticipación de demandas democrático-populares.
Con distinto énfasis, claro está: el radicalismo se
inclinó más hacia la primera dimensión, al tiempo que el
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batllismo dejó su impronta en la segunda. De todos modos,
ambos partidos interpelaron a sectores sociales específicos y
fueron resistidos por otros grupos de la sociedad, llevando a
la arena política conflictividades esenciales.
En el origen de los respectivos sistema partidarios, las
mencionadas fuerzas políticas reflejaron sus correspondientes
ambigüedades: en la fracción batllista se asumió un reformismo
demasiado comprometido con los pilares básicos del orden
político de aquel entonces; en el radicalismo los sustentos
liberales, transformadores y democratizantes se articularon con
una fuerte vocación antisistémica(34).
En medio de una hegemonía oligárquica aún poderosa, y
gracias al concurso de algunas fracciones de las FFAA,
separadas con nitidez la esfera político-estatal de la esfera
civil-comunitaria, la UCR aglutinó voces políticas marginales
para la representación de sectores sociales en ascenso. En el
Uruguay, mientras tanto, con una oligarquía erosionada, con un
panorama de latencia insurreccional por parte del bando rival,
con el monopolio definitivo de la coacción física, la fracción
batllista del Partido Colorado (con sus políticos profesionales
como políticos del "partido del estado"), desde una centralidad
histórica y modeladora, buscó el anticipo de demandas
democráticas para los sectores medios y marginados.
Pactos, competitividad electoral y canalización de las
diferencias: si estos tres rasgos posteriormente tuvieron
sentidos y peripecias distintos en uno y en otro país, no hay
que buscar sus causas sólo en cualidades representativas -en
términos amplios o restringidos- de los partidos políticos.
Median los saberes político-simbólicos de cada fuerza, las
pretensiones hegemónicas, el arraigo de los liderazgos y las
voluntades estratégicas. Y más aún: gravita también la
funcionalidad y la organicidad de las estructuras partidarias
34 Las curiosidades del ejercicio comparativo puedenderivar en lo siguiente: según Grossi, entre 1910 y 1912,debido a sus estrategias insurrecionales y abstencionistas, laUCR admite un paralelismo más denifido con algunas etapashistóricas de nuestro Partido Nacional.
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internas. Desde nuestra perspectiva, los partidos políticos
son, en primer lugar, organizaciones que aspiran a la
conducción del Estado, al tiempo que producen en su interior
formas de poder y de disciplinamiento, las cuales influyen
tanto sobre la sociedad en su conjunto como sobre la
orientación del régimen político y del aparato estatal.
Históricamente, el Partido Colorado se ha ligado al poder
del Estado, beneficiando incluso a sus fracciones reformistas.
Si bien para Batlle la cuestión partidaria fue central, y su
pretensión de organicidad figuraba entre sus ambiciosos planes
de modelación, la conexión contingente entre partidos y estado
le permitió ambientar a los colorados una estructura interna
laxa y múltiple, sólo reagrupable y convergente en las
instancias políticas críticas. La Unión Cívica Radical, por el
contrario, poseyó una relación más discontinua con el Estado y
prefirió una identificación más abierta con la Nación y con la
Constitución. Pero ese énfasis simbólico, propiamente
movimientista, nunca fue en detrimento de una organización
partidaria fuerte y eficaz. Esta dualidad de los orígenes,
sumada a los sucesivos desplazamientos hegemónicos, posibilitó
que la UCR se articulara en torno a una tensión organizativa
para mantener -ni más ni menos- que su propia identidad
política(35).
Desde un ángulo histórico-político hay que preguntarse:
¿llegó a adquirir la misma connotación en Argentina y Uruguay
el vínculo entre la organización partidaria y las formas de
captura de los recursos estatales?. En primera instancia,
35 La literatura politológica argentina no genera consensoacerca de la interna radical: los más benévolos han dicho quees una organización democrática, que se estructura desde loscomités de base hasta los órganos nacionales; los más severos,mientras tanto, insisten sobre la debilidad de las relaciones ysobre la ausencia de disciplinamiento; tampoco faltan lasparadojas: por un lado, el partido radical ha poseido una vidaorgánica de partido militante y ha funcionado como una aceitadaaceitadaaceitadaaceitadamáquina políticamáquina políticamáquina políticamáquina política, al tiempo que, por el otro lado, se destacala existencia de una fuerte personalización, una organizaciónnacional -más formalizada y programática, eso sí, que la delPartido Justicialista- pero que sólo se acciona parcialmente enperiodos electorales.
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parecería que no. Sin embargo, hubo un curioso paralelo que se
registró a lo largo de la década del 20: en el Uruguay quizás
haya sido la época de mayor organicidad y vitalidad de sus
partidos tradicionales, relacionado todo ello con el trabajoso
proceso de construcción del orden político. En la Argentina, a
su vez, los años 20 transcurrieron bajo hegemonía radical: la
reproducción del poder también se apoyó allí sobre bases
inequívocamente clientelísticas y sobre insumos selectivos-
materiales.
Las novedades de la socialización político-partidaria en
el Uruguay -los clubes de zona, las asambleas, la afiliación
partidaria, etc- se tramitaron en la "órbita de las influencias
estatales sobre la sociedad civil"(36). Según se desprende de su
definición normativa y de su operativa real, la estructura de
base constituye "el módulo urbano vivo de nuestros partidos
tradicionales: capta y socializa políticamente, imparte el
vocabulario y las premisas ideológicas, identifica idoneidades
y forma equipos de trabajo, canaliza capilarmente los
intercambios del partido con el medio social. Si bien se
utiliza como unidad de toscos cómputos de arrastre electoral
('fulano tiene tantos clubes'), existe una jerarquización de
los comités, según el rango que señorea sin competidores
intrapartidarios y la antigüedad de su trayectoria; cuenta
también el rango alcanzado en el partido y/o el Estado por el o
los cabezas del centro"(37). La funcionalidad de la organización
partidaria en tanto intermediación estribó, pues, en la forja y
en la conservación de una pauta de relación entre el Estado y
la sociedad.
El radicalismo argentino de los años 20 pareció esbozar
36 Ver Caetano, Gerardo, y Rilla, José Pedro, "Lapartidocracia uruguaya en busca de un espejo...", ob. cit. Almismo tiempo, para un magnífico análisis de la relación entrepartidos (fracciones), burocracia estatal y sectores popularesen el Uruguay, ver Panizza, Francisco, "Uruguay: batllismo ydespués...", ob. cit.
37 Pérez, Romeo, "Los partidos en el Uruguay moderno",Cuadernos del Claeh, Nº31, Montevideo, 1984, pág. 69.
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una intención análoga: ya desde mucho tiempo atrás, la célula
básica de la estructura interna de la UCR fue el comitécomitécomitécomité. Como
es muy sencillo comprobar, el rol del "caudillo de barrio" -
nexo personal entre la masa electoral y la jefatura del
movimiento- consistió en canjear votos por favores. El éxito de
este extendido sistema de patronazgosistema de patronazgosistema de patronazgosistema de patronazgo estaba condicionado a los
vaivenes político-electorales y a la capacidad del gobierno
para crear y distribuir cargos públicos y dar expectativa de
movilidad social a los sectores medios urbanos: "entre 1919 y
1922 el uso de los cargos públicos con fines políticos se
convirtió en el nexo principal entre el gobierno y la clase
media. Yrigoyen puso los cargos oficiales a disposición de los
caudillos de los comités locales del partido, quienes los
utilizaron como medio para establecer firmes cabezas de puente
con el electorado nativo. En ese lapso la posición personal de
Yrigoyen como jefe de gobierno y del partido pasó a depender
casi exclusivamente de su habilidad para manejar el patronazgo
estatal"(38).
Es hora, pues, de sistematizar algunas conclusiones:
*a partir del enfoque teórico adoptado en este trabajo, se
apuesta a comprender a los partidos políticos como
organizaciones complejas, con su autonomía e identidad propia.
El nervio del análisis lo constituye el funcionamiento de la
estructura partidaria, para observar desde allí las
interrelaciones con el Estado, con el sistema político y con la
sociedad civil, y no como se hace las más de las veces, inferir
desde estos últimos la conducta de los actores políticos.
*Los partidos en estudio surgen desde los espacios de la
38 Ver Beltrand, Olga, ob. cit., pág. 108. Reafirmando lodicho, ha señalado Rock: "es preciso no subestimar, entonces,la importancia que tenían los comités. Eran el nexo entre elgobierno y el electorado y el más vital de los factores quepermitieron a Yrigoyen consolidar su popularidad"; citado enBeltrand, Olga, ob. cit., pág. 108.
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sociedad civil, a diferencia de los partidos tradicionales
europeos y norteamericanos, cuyo proceso histórico se asoció
desde su fundación a la actividad parlamentaria-electoral y la
organización de la estructura del Estado.
*La estructura de corte caudillista fue el sustento
organizativo de los partidos tradicionales uruguayos,
fusionándose a su vez con aquélla de tipo oligárquico-
parlamentario ("los doctores") para la captura de las funciones
de gobierno. El desarrollo partidario colorado, ligado por
décadas al ejercicio gubernamental, le canceló la necesidad de
una estructura organizativa burocrática. La llamada "laxitud"
organizativa, sumado a la autopercepción "multiclasista",
cristalizaron un vínculo funcional que absorbió los múltiples
intereses de la sociedad civil. En última instancia,la
estructura de los partidos modeló la arquitectura del sistema
electoral y del sistema político: las líneas del modelaje
resultaron funcionales en los periodos de consolidación del
sistema político y partidario, pero decididamente
disfuncionales en los momentos históricos de crisis
institucional.
El mantenimiento de la tradición cultural común, como
mecanismo de integración y socialización de los dirigentes y la
colectividad política, el manejo cuidadoso de la administración
del Estado y los mecanismos de disciplinamiento electoral de la
población, ambientaron que la labilidad de la estructura
interna colorada amalgamara intereses sociales, formas de
agrupamientos y liderazgos pertenecientes a diferentes
coyunturas históricas, todo lo cual favoreció la
profesionalización y la modernización de la clase política
(aunque no exclusivamente en el periodo del primer batllismo),
pero al mismo tiempo transformó gran parte de los conflictos
sociales en conflictos al interior de los partidos.
*El origen de la Unión Cívica Radical contraviene, en
parte, la tesis clásica de los surgimientos partidarios a
partir de la escena parlamentario-electoral. No deja de ser
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interesante, en los tiempos fundacionales de la UCR, observar
la pluralidad de ámbitos en los cuales fue tomando forma como
movimiento político: en la esfera de los notables (fuera de la
vida parlamentaria, sin embargo), en el terreno de la
revolución y de las armas, y finalmente en el plano propiamente
electoral(39).
Pero aquí, el entramado hipotético es otro: la vinculación
episódica con la actividad gubernamental le hizo necesario
mantener una estructura orgánica de masas en donde los Comités,
las Convenciones y Jefes de Partido jugaron un papel vital, y
le permitió la supervivencia aún en los momentos históricos más
dramáticos. Dicha estructura favoreció la profesionalización y
reproducción de la dirigencia política, aunque no se acompasó
de un sistema político y partidario consolidado.
Esta organización partidaria, que con matices se continúa
hasta nuestros días, es un signo de la posibilidad de procesos
de constitución de identidades colectivas que logran
transformar el conflicto social en político. También explica
que la creación de un partido fuerte no conlleva necesariamente
a un sistema partidario fuerte(40).
39 Obviamente que, desde este punto de vista, son notableslas diferencias con la génesis del batllismo. Antes bien, seríamás pertinente un símil con el origen del Partido Colorado en1836. Aunque aquí las variables de contexto -niveles deformalización de lo político-estatal, etc.- puede tornarinfértil todo esfuerzo comparativo.
40 Angelo Panebianco, refieriéndose a procesos históricosde partidos comparados, confirma las hipótesis derelacionamiento entre sistema político y organizaciónpartidaria.
Según él, aquellos partidos que acceden al control delgobierno nacional durante la fase de consolidaciónorganizativa, se ven favorecidos por una débilinstitucionalización. La disponibilidad de recursos públicos yuna baja competencia partidaria por tiempo prolongado,estimulan un desarrollo mínimo de la organización partidaria.Los partidos de oposición en cambio, al no exhibir unapermanencia en las funciones de gobierno, necesitan mucho másuna organización fuerte y sólida, ya que no pueden apoyarse enla burocracia estatal. Y agrega una hipótesis adicional: cuandoestos últimos asumen la tarea de gobierno, tienden fácilmente aconvertirse en instituciones débiles. Panebianco, Angelo,"Modelos de partidos", ob. cit., pág. 287.
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7) Sociología e historia7) Sociología e historia7) Sociología e historia7) Sociología e historia
Podemos coincidir en que en la actualidad ya no hay más
cambios. La realidad política parece cerrarse a los mismos, su
cielo ya no se abre para arrojar fuego sobre los perdidos, sino
que la negra capa que lo cubre asocia en el silencio a lo
mejor -en el sentido del verdadero cambio- con las exigencias
funcionales de la reproducción ampliada de los sistemas
sociales.
Por aquí y por allá, las estructuras de los discursos, los
ingredientes de las comunicaciones y los alcances de los
juicios se construyen inexorablemente sobre la base modélica de
lo tradicional y lo moderno, de lo viejo y lo nuevo, de lo
perimido y lo actual. Sin embargo, nos hallamos en un punto
muerto en el cual obviamente subsiste el consuelo que no todo
está decidido para lo peor.
Vivimos en tiempos de crisis, sostiene la mayoría; la
crisis existe porque ha desaparecido la vida humana confiada y
orientada, razona alguien que auténticamente ha transitado por
la historia. En rigor, nadie cree que las causas de la misma
obedezcan a los pasos del destino fatal ni a la inevitabilidad
de lo catastrófico. Antes bien, campea un consenso áulico
acerca de la débil implantación en nuestras sociedades de la
racionalidad con arreglo a fines. Sea lo que fuere, en medio de
esta marcha disciplinaria para el crecimiento capitalista y en
pleno ataque contra el estado social -aumentando los riesgos
que todo trabajo dependiente conlleva-, este enervante estado
de normalidadnormalidadnormalidadnormalidad y rutinizaciónrutinizaciónrutinizaciónrutinización de la crisis nos ha vinculado
entrañablemente con el devenir histórico de las relacioneshistórico de las relacioneshistórico de las relacioneshistórico de las relaciones
sociales.sociales.sociales.sociales.
Este veranillo de la historia -verdadero esfuerzo por
reconstruir una identidad nacional herida- no es explicable
¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen
solamente a partir de una renovación disciplinaria en los
enfoques científicos. Los contenidos de lo vivido, de lo
evocado y de lo imaginado afloran en el ejercicio biográfico,
en la novelística, en la ensayística, etc. A su vez, ni los
impulsos, ni las motivaciones, ni los resultados parecen
enrolarse en un mismo plano. Puede haber quien, desde la más
acabada sistematicidad o desde la más bella remembranza, sea
incapaz de obtener de esta remisión una sola consecuencia
reflexiva para el presente. Del mismo modo, muchos abusan de
las señales del pasado, establecen interesadas conexiones y
sepultan toda posibilidad explicativa.
En todo caso, es innecesario señalar que tal complejidad
emergente inhabilita a concebir a la historia según la
dicotomía "oficial-no oficial". Es absurda y vacía la
referencia a la HistoriaHistoriaHistoriaHistoria, en tanto intensificadora absoluta del
poder y de su perpetuación, no porque no pueda llegar a serlo,
sino porque no lo es totalmente, ni real ni potencialmente.
Hay discursos históricos que ordenan, valoran y estatuyen;
hay otros que se comprenden a partir de la pretensión de verdad
de los sujetos sociales involucrados; existen voces que sólo
razonan apegadas al devenir estructural de las sociedades;
finalmente, puede darse el caso de aquellos que parangonan lo
oculto, lo reprimido, lo jamás dicho o sabido, lo localizado y
lo marginal con lo verdaderoverdaderoverdaderoverdadero, como forma de tomar partido para
revalorizar posibilidades perdidas o sectores sociales
subalternos. Pero es esta misma pluralidad -y sólo ella- la
que se transforma en un renglón decisivo para la comprensión de
los procesos actuales de crisiscrisiscrisiscrisis(41).
41 Karl Mannheim fue uno de los primeros sociólogos queadvirtió la necesidad de repensar una sociología en clavehistórica, no precisamente para desentrañar la "verdad"inmanente de los acontecimientos históricos sino paracomprender de forma más acabada el marco cultural y lasituación social que dan lugar a la reflexión histórica: "elinvestigador que emprende los estudios históricos que se hanindicado antes (acerca de las concepciones ideológicas) nonecesitará examinar el problema de saber qué es, en definitiva,la verdad. Hoy en día se ha comprobado la existencia decorrelaciones, lo mismo en el presente que en el pasado, quenunca se habían analizado tan minuciosamente como ahora. El
¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen
Está en juego la dilucidación de lo que existe o
desaparece, de lo que late detrás de las ondas de la
racionalización universal de la sociedad -en una búsqueda
iluminista por el progreso humano- o de las identidades
sociales mediatizadas, de lo que cambia radicalmente o resiste
junto con la tradición. Una sociología política, en clave
histórica, tendría que detectar los senderos de la acción (el
desarrollo de actores sociales "victoriosos", la poliformidad y
variabilidad de la influencia de las capas sociales subalternas
y las matrices culturales) y evaluar si las centralidades
postuladas son tales y si los patrimonios simbólicos pueden ser
reconstruidos mediante generalizaciones de incierto calado. Si
se nos permite la vaguedad, la tarea estribaría en una
"readjetivación" de los derroteros mentales de nuestros actores
políticos, a través de un esfuerzo de intelección hermenéutica.
En definitiva, y a modo de ejemplo: ¿qué razones hay en
nuestra historia para que haya adquirido centralidad política
un componente del sistema -las FFAA- presumido por siempre
marginal?; ¿cuáles son las nacientes discursivas que hoy día
mitigan el protagonismo de lo político y cuáles serán sus
vertientes para nuestra democracia?. Los viejos discursos
mantienen su operatividad, se rearman para ejercer su crítica.
Foucault nos ha enseñado que las prácticas discursivas aparecen
como "fuerzas" modificables según las necesidades estratégicas.
Los discursos políticos combaten -aunque cada vez menos- dentro
de los límites del poder soberano, y al mismo tiempo coadyuvan
a la consolidación del poder disciplinario. La alianza entre lo
reconocimiento de este hecho con las múltiples consecuenciasque implica, da al investigador una tremenda ventaja. Deja depreocuparse por indagar cuál de las partes tiene razón, yconcentrará más bien su atención en el descubrimiento de unaverdad aproximada, a medida que ésta surga, en el curso deldesarrollo histórico, de un complejo proceso social. El modernoinvestigador puede responder, si se le acusa de que se trata deeludir el problema de la verdad, que el método indirecto parallegar a ésta por el camino de la historia social, será a lapostre más fecundo que un intento de solución directa por lalógica." Mannheim, Karl, "Ideología y Utopía", Fondo de CulturaEconómica, México, 1993, pág. 74.
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político y el imperativo técnico, como tendencia ineludible,
expande los parámetros productivos de la normalidadnormalidadnormalidadnormalidad del orden
social. Una conceptualización de la crisis, sabedora de la
"reversibilidad" táctica de los discursos, deberá mostrar la
institucionalización de cada uno de los discursos, cómo los
actores políticos se posicionan para afirmar y recrear un orden
social y político, y asimismo cuándo redefinen sus límites para
el cuestionamiento parcial o total del sistema.
Nuestra crisis actual posee varias acepciones y alcances,
pero probablemente una única raíz: no sólo anhela que la
política evite "el sufrimiento objetivamente evitable" y cierre
exitosamente la bóveda para un fluido funcionamiento de los
sistemas sociales autorregulados -en términos contemporáneos,
la búsqueda de una gobernabilidad no cuestionada- sino que
además intuye que la historia guarda el secreto de los orígenes
de una guerra no resuelta(42). Los márgenes de la soberanía
política descansan sobre confrontaciones acalladas. Así, no
parece novedoso este aserto: las guerras y las luchas no
terminan por consagrar la igualdad política; simplemente
imponen una asimetría irrevocable. Los mecanismos
institucionales de la regulación política en el Uruguay, que en
instancias gloriosas han servido para recusar distintas formas
de poder, las más de las veces sin embargo se han adherido a
semejante patrón legitimador.
Con el monopolio de la violencia por parte del Estado
-concretado, por fin, en 1904- cesó la guerra partidariaguerra partidariaguerra partidariaguerra partidaria. La
tónica triunfadora de Batlle y Ordóñez se canalizó a través de
un gobierno de partido y de la relativización del "unicato" del
Ejecutivo. Con la coparticipación política, con el
reconocimiento mediante la Ley de Lemas de la fraccionalización
interna de los partidos, con la participación electoral
ampliada cesó la verdad partidariaverdad partidariaverdad partidariaverdad partidaria, acabó la posibilidad de
encarnar la representación política anclada en la pertenencia a
42 Para ampliar esta noción, en el capítulo dos de estelibro se alude a Michel Foucault y a la genealogía del poderpolítico.
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un partido. Lo que se ha llamado desdibujamiento ideológico,
homogeneidad doctrinal y desertización axiológica, puede
entenderse en este sentido.
Si hoy en día la política se desinfla como cuestión vital,
es porque ya no asume conflictividades recíprocas y profundas.
La aceptación casi resignada de esta normalidad crítica es el
anverso de la represión de las dialécticas del conflicto. Las
recriminaciones, los reagrupamientos, las identificaciones, las
alianzas y las rupturas despliegan un alcance escénico, casi
histriónico. La radicalidad democrática pierde pie legitimador
dentro del sistema político.
Una mirada teórica de lo político que priorice los
anudamientos funcionales y considere a los partidos políticos
según las necesidades de un sistema, corre el riesgo de
banalizar el tópico de la homogeneidad discursivo-simbólica yhomogeneidad discursivo-simbólica yhomogeneidad discursivo-simbólica yhomogeneidad discursivo-simbólica y
de las identidades partidariasde las identidades partidariasde las identidades partidariasde las identidades partidarias en términos históricos y
sociales. Un apego esquizofrénico a la positividad de los
hechos o a los problemas de disfuncionamiento, se desentiende
de la conformación de una pretensión, de una intencionalidad de
los sujetos en juego, las cuales manejan a su antojo los
rendimientos de la confrontación. Pero la crisis y la
inestabilidad, tarde o temprano, atrapan al propio sistema y a
sus actores.
La reflexión desde la historia social, más allá de los
vaivenes estructurales, registra que la jerarquización de los
distintos subsistemas sociales -producto de la división
tecnológica del trabajo- impacta negativamente sobre la
expansión de concepciones político-ideológicas positivistas ypositivistas ypositivistas ypositivistas y
universalizantesuniversalizantesuniversalizantesuniversalizantes. Sumado a ello, las tácticas discursivas de
los actores políticos y sociales revuelven malignamente el
juego ideológico hasta volverlo irreconocible, cambiante,
arbitrario, sin origen ni final(43).
43 Una labor propia para la comprensión histórica sería lade analizar la suerte que han corrido los modelos ideológicos(en sentido político-social) que recortaron hace ya algunasdécadas el firmamento simbólico de nuestras sociedades. Para elcaso argentino, Ernesto Laclau ha mencionado cuatro conjuntosideológicos: a) la ideología oligárquica como tal, b) la
¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen
Por ejemplo, la quiebra del modelo batllista -hacia
mediados de la década del cincuenta y hasta hoy- canalizó
convergentemente lo que sigue: persistencia de una matriz
liberal-conservadora, ahuecamiento de lo democrático como forma
asociada al Estado Benefactor, reacciones obsesivas por el
orden y la seguridad, apelaciones al realismo y a lo pragmático
como las contracaras de lo anómico. Tales las ruinas del plexo
batllista luego de la devastación, cuando por supuesto ya no
quedan ni rastros de aquel valor de naturaleza empírico-
material: la industrialización. Antiestatismo,
antiasistencialismo, antiproteccionismo, antiburocratismo,
antisindicalismo -negaciones económico-sociales que vienen de
lejos- arraigan, por un lado, con una cierta ajenidad
extranjerizante y , por el otro, con una cierta puridad
patológica por el orden social.
Mientras que se deprecian los discursos críticos anexados
a los referentes de clase, mientras que la mediatización y la
transnacionalización de los sistemas sociales diluyen los
contornos de la conciencia nacional, el nacionalismo -y su
réplica antiimperialista- queda reducido al mito, a una
acepción sólo a medias herrerista, ya que desconfía de todo lo
ideología del partido radical, c) las ideologías oligárquicasno liberales, y d) la ideología obrera. Ver Laclau, Ernesto,"Política e ideología en la teoría marxista. Capitalismo,fascismo, populismo", Siglo XXI, Buenos Aires, 1986.
Para el caso uruguayo, mientras tanto, siguiendo el tonoteórico ofrecido por Laclau y con una aplicabilidadcircunscripta a la década del cincuenta, se esbozan tambiéncuatro modelos ideológicos: a) el modelo neobatllista, b) elmodelo urbano-conservador, c) el modelo nacional-ruralista, yd) el modelo crítico-izquierdista. Ver Montes, Alejandro, yPaternain, Rafael, "Las FFAA uruguayas. El cauce hondo delgolpismo" (Inédito).
Es conveniente destacar en este sentido, y a partir de laduda sistemática acerca de la tesis del "desfibramiento"doctrinal, que tal revalorización de las peripecias deluniverso simbólico tiene que insistir sobre la tensióndialéctica entre la intencionalidad -y sus resortes de verdad-de los discursos y la realidad fenomenológica que aparece y semuestra, entre lo que se dice y lo que se es, entre loexplícito y el caudal inconsciente del sentido, entre loobjetivado y lo latente. Claro está, todo ello con el trasfondode las estrategias y de las funciones.
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que huela a ideología y se entrega ingenuamente a los
resultados de la experiencia y de la acción vitalista.
A su vez, el impacto arrollador de una moral estratégico-
utilitarista -podríamos llamarla un individualismo autista- se
conecta -metafóricamente, entiéndase bien- con aquella pasión
desplegada por Reyles: combatividad, bienes terrenales, riesgo
y vértigo, virtudes interesadas y actividad demoníaca,
desprecio por la política que especula y urde
improductivamente. Curiosamente, de este ruralismo que traduce
vulgarmente la voluntad de dominio de Nietzsche al plano
clasista, apenas si se escucha algún latido posterior, tanto en
clave populista como en clave crítica frente a la modernidad
ciudadana. Durante décadas, sectores enteros de la sociedad
uruguaya hicieron de la prédica antipolítica y antipartidaria
su razón de ser. En semejante cántaro mojan sus labios los
antiiluministas, los escépticos y los tecnócratas.
Del mismo modo, si la política argentina de los últimos
cincuenta años no se entiende sin referencias al peronismo y al
antiperonismo, el caso uruguayo -desde hace ochenta años y bajo
la égida de un liberalismo conservador- fue un sordo combate
contra el arraigo polisémico de la ecuación batllista. Esta
reacción antibatllista(44) - ya hacia sus herederos, ya hacia el
Estado social, ya hacia todo intento de política participativa-
se ha expresado, por un lado, en un juego de bloqueos, empates
y parálisis entre las agrupaciones políticas; pero por el otro,
observamos en la larga duración tendencias hacia el
autoritarismo, incremento en las prerrogativas al Ejecutivo,
restricciones al gasto social, marginación de amplios sectores
de la sociedad, etc. La actual modernización económica
neoliberal es esencialmente antibatllista: censura dicha
experiencia histórica y advierte amenazadoramente a los
sucesores, garantiza su expansión y enfrenta a los
44 El alcance del vocablo batllismo no como fracción de unpartido, ni como discurso de un hombre, sino a partir de laimpregnación ideológica y mental, la cual se ampara en elconcepto de "reversibilidad" táctica de los discursos. VerFoucault, Michel, "La genealogía del racismo", ob. cit.
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contestadorescontestadorescontestadorescontestadores(45).
El círculo de reflexión hermenéutica, pues, debería omitir
toda alusión a la extinción y destrucción de lo ideológicoideológicoideológicoideológico(46).
Resultaría más prudente, por ahora, y para la salud de la
propia conceptualización de la crisis, insistir acerca de la
retraducción, de la suspensión, de la fusión y traslación de
los valores colectivos. La dinámica de la realidad social
obliga a una rearticulación formal de las identidades y a una
nueva convivencia entre sus principios rectores. Por más que
estén ocultas a la tematización, las fuentes energéticas de los
conflictos y las luchas tendrían que ser exhumadas por una
45 Los dos golpes de estado en el Uruguay del siglo XX, másallá de los discursos de ruptura, significaron para lasestructuras profundas de la personalidad social laamortiguación de la guerra político-partidaria. Lo que CarlosReal de Azúa percibió luego del golpe de 1933, lo vivenciamosdramáticamente en nuestros días cuando los requisitossistémicos de la estabilidad institucional y la diferenciaciónfuncional devoran las estrategias opositoras y el sentido desus alternativas.
46 Entendemos el concepto de ideología en el mismo sentidoque Karl Mannheimm, es decir, como concepción del mundo de unoo varios grupos sociales y no simplemente como la acusaciónunilateral o descalificación de un adversario político acercade la falsedad de sus afirmaciones. Lejos de considerar laexistencia de una sociedad sin "ideologías" ni valores últimos,coincidimos con el autor "en tanto que la decadencia de laideología representa una crisis para ciertas clases sociales yla objetividad que proviene del desenmascaramiento de lasideologías siempre asume la forma de una autoclarificación dela sociedad considerada en conjunto, la completa desaparicióndel elemento utópico del pensamiento y de la acciónsignificaría que la naturaleza y desarrollo humanos adquiríanun significado nuevo. La desaparición de la utopía produce unainmovilidad en la que el mismo hombre se convierte en una cosa.Tendríamos que enfrentarnos en tal caso con la mayor paradojaimaginable, a saber, la de que el hombre, que ha llegado algrado más elevado de dominio racional de su existencia, privadode ideales, se convertiría en una criatura de meros impulsos.Así, después de un tortuoso, pero heroico desarrollo, en elapogeo de su conciencia, cuando la historia va dejando de serun ciego destino y se convierte poco a poco en la creación delhombre, al abandonar la utopía, el hombre perdería la voluntadde esculpir la historia y al propio tiempo su facultad decomprenderla." Mannheim, Karl, "Ideología y Utopía", ob. cit.,págs. 229-230.
¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen
sociología histórica y expuestos sus troncos tradicionales ante
la reflexión crítica.
Sin embargo, no hay que alentar falsas expectativas. Lo
que llevamos dicho acerca de las posibilidades laborales de la
historia y la sociología es más bien una consecuencia de
autocontrol a partir de los resultados de nuestra propia
investigación. Este extenso apartado es fruto del miedo y la
perplejidad a que toda afirmación, todo juicio o cualquier
valoración se transformen en circuitos rígidos y autónomos. La
dimensión histórica no puede actuar como un simple complemento
ilustrativo, sino que ha de tener una relación genética con el
propio cuerpo de la explicación. Aunque esto último oficie como
un deseo, el violento giro genealógico de la sociología tendría
que perseguir -con celo criminal- la disolución definitiva de
esa aporía que contrapone lo tradicional y lo moderno,
ahogándola en la comprensividad histórica y descargándola de
sus coacciones apriorísticas y autoritarias.
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ANEXOANEXOANEXOANEXO
EL PARTIDO COLORADO Y LA UNION CIVICA RADICAL EN SUSEL PARTIDO COLORADO Y LA UNION CIVICA RADICAL EN SUSEL PARTIDO COLORADO Y LA UNION CIVICA RADICAL EN SUSEL PARTIDO COLORADO Y LA UNION CIVICA RADICAL EN SUS
CARTAS ORGANICASCARTAS ORGANICASCARTAS ORGANICASCARTAS ORGANICAS
UNION CIVICA RADICAL UNION CIVICA RADICAL UNION CIVICA RADICAL UNION CIVICA RADICAL
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Carta Orgánica de 1892( Carta Orgánica de 1892( Carta Orgánica de 1892( Carta Orgánica de 1892(47474747))))
••••••••••••••••••••••• • CONVENCION NACIONAL • ••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••• •COMITE NACIONAL• •••••••••••••••••
••••••••••••••••••••••• • CONVENCIONES DE LAS • • PROVINCIAS Y DE LA • ••••••••••••••••••••••••••• • CAPITAL • •COMITES DE LAS PROVINCIAS• ••••••••••••••••••••••• •Y DE LA CAPITAL •
• •••••••••••••••••••••••••••Organo a partir del •cual se establecen las •bases de representatividad Organo más bajo y
propiamente ejecutivo, no tiene conexión directa con los demás, salvo relación de subordinación
LecturaLecturaLecturaLectura
En un pequeño preámbulo de la carta orgánica, sancionada
el 17 de noviembre de 1892, se lee el siguiente esbozo de
autopercepción: la UCR fue "formada para luchar por el
resurgimiento de la vida institucional que asegure a la patria
su paz y su progreso por el cumplimiento honrado de la ley, la
pureza de la moral administrativa, el ejercicio efectivo de la
soberanía popular y el amplio reconocimiento de la autonomía de
los Estados y de los Municipios..."
Con un cuerpo normativo brevísismo -tan sólo 27 artículos-
47 Fuente: Del Mazo, Gabriel, "El radicalismo", BuenosAires, págs. 312-316.
¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen
, con una temprana conciencia acerca de la necesidad de
organización permanente de los "partidos de principios", la
carta orgánica del radicalismo establece sus dos órganos de
gobierno, la Convención NacionalConvención NacionalConvención NacionalConvención Nacional (y las Convenciones de
Provincias y de la Capital) y el Comité NacionalComité NacionalComité NacionalComité Nacional (y los
correspondientes Comités de las Provincias y de la Capital).
La Convención Nacional -órgano supremo- se integra con los
delegados elegidos por las Convenciones de las Provincias y de
la Capital. El número de miembros que se envían es equivalente
a los representantes de las regiones en el Congreso Nacional.
Lo quiera o no, la Carta Orgánica reproduce los resultados del
régimen electoral y establece una representación diferencial
según el lugar. Sancionar programas de principios, modificar la
Carta Orgánica, designar por mayoría absoluta a los candidadtos
a la Presidencia y Vicepresidencia de la "República", etc,
figuran entre las atribuciones más destacadas de la Convención
Nacional.
Por su parte, aparecen las Convenciones de las Provincias
y de la Capital como las autoridades máximas del Partido en las
respectivas regiones, compuestas, a su vez, por los delegados
de cada una de las circunscripciones. Más allá de la oscuridad
de los mecanismos de representación, las Convenciones tienen
potestades para: designar candidatos a la diputación nacional y
electores para Presidente y Vicepresidente de la República,
nombrar delegados a la Convención y al Comité Nacional y
formular estatutos y programas políticos para el orden local.
Con asiento en la Capital, integrado por 4 miembros por
cada Convención Provincial y de la Capital, el Comité Nacional
-que tendrá la dirección general del Partido en toda la
República- hará cumplir la Carta Orgánica, evitará que se
desvirtúe el programa del Partido, dictará su reglamento
interno y resolverá sobre cuestiones provinciales y de la
Capital.
En definitiva, esta estructura normativa refleja al
Partido que se forma en el llano: sin rastros de
estructuraciones clientelísticas y sin conexiones entre el
partido y los distintos niveles -cargos y elencos- estatales y
¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen
gubernamentales.
UNION CIVICA RADICALUNION CIVICA RADICALUNION CIVICA RADICALUNION CIVICA RADICAL
Carta Orgánica Nacional Vigente(Carta Orgánica Nacional Vigente(Carta Orgánica Nacional Vigente(Carta Orgánica Nacional Vigente(48484848))))
••••••••••••••••••••••• • CONVENCION NACIONAL •••••••••••••••••••••••
Presidencia ••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••
• •COMITE NACIONAL•••••••• • ••••••••••••••••• • • • •Votos por circunscripción, • Comisionessegún representación en el • Congreso. 4 delegados por cada unidad regional
••••••••••••••••••••••• •ORGANIZACION NACIONAL• •DE LA JUVENTUD •
•••••••••••••••••••••••
LecturaLecturaLecturaLectura
Tal como se demuestra en el cuadro anterior, la Carta
Ogánica de la Unión Cívica Radical data del 17 de noviembre de
48 Fuente: "Carta Orgánica Nacional", Comité Nacional de laUnión Cívica Radical, Secretaría Administrativa, Buenos Aires,1992.
¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen
1892. Fue modificada en los siguientes años:
31,35,43,48,52,57,66,72,83,84,87 y 88. Y todavía se discute
acerca de su forma y adaptabilidad definitivas.
La versión actual consta de 53 artículos, en donde los
tres primeros están destinados al concepto de afiliadosafiliadosafiliadosafiliados: éstos
comprenderán a aquellos ciudadanos que, habiéndose adherido al
programa partidario, se hallen inscriptos en los registros
oficiales que llevan los órganos locales del partido.
Así, pues, "la UCR será gobernada en el orden nacional por
la Convención NacionalConvención NacionalConvención NacionalConvención Nacional y el Comité NacionalComité NacionalComité NacionalComité Nacional. En el orden
provincial, en la Capital Federal y en los territorios
nacionales lo será por los organismos señalados en los
estatutos locales". La Convención Nacional se integrará por
delegados de la Capital Federal, de las provincias y de los
territorios nacionales, tomando en cuenta los caudales de
representación de cada región en el Congreso Nacional. Los
delegados serán elegidos por voto directo secreto y obligatorio
de los afiliados. La Convención elaborará el programa del
partido, dictará la Carta Orgánica Nacional, normará las
elecciones de autoridades del partido y controlará la
representación parlamentaria en el Congreso Nacional. Pero a la
Convención también le compete la elección de los candidatos a
Presidente y Vicepresidente de la "Nación": éstos se designarán
por cargo y en una sola lista o fórmula, a simple pluralidad de
sufragio y por voto directo, secreto y obligatorio de los
afiliados de la República (considerada a esos efectos como
único distrito). Mientras tanto, y según la premura de los
palzos, la Convención sancionará una plataforma electoral o
ratificará la anterior, al tiempo que las Bases de Acción
política deberán ser expresamente aceptadas por los
precandidatos.
Durante el receso de la Convención Nacional, la dirección
nacional del partido en toda la República estará a cargo del
Comité Nacional, compuesto por delegados elegidos en número de
cuatro por los afiliados de cada provincia, de Capital Federal
o de territorios o gobernaciones. Posee atribuciones de
carácter ejecutivo: hará cumplir la Carta Orgánica y demás
¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen
resoluciones de la Convención Nacional, tendrá a su cargo la
administración del Tesoro del partido y anualmente dará "cuenta
a la Convención de la marcha y de la labor del partido".
Uno. La Carta Orgánica cristaliza una pauta de
identificación de larga duración del radicalismo: "la
Declaración de Principios y el Programa de Bases y de Acción
Política deberán sostener los fines de la Constitución Nacional
y expresar la adhesión al sistema democrático, representativo,
republicano, pluripartidista, el respeto a los derechos humanos
y no auspiciar el empleo de la violencia para modificar el
orden jurídico o llegar al poder".
Dos. Sin embargo, esta carta orgánica denuncia tres
referencias epocales inequívocas.
1) Aunque sea incompatible "el desempeño simultáneo de
cargos partidarios y funciones electivas o políticas en el
Poder Ejecutivo", en 1984, cuando Raúl Alfonsín ya ocupaba la
primera magistratura, se anexó lo siguiente: "cuando un
afiliado de la UCR ejerza la Presidencia Constitucional de la
Nación como consecuencia del triunfo de su candidatura
partidaria como Presidente, será a partir de entonces y durante
el desempeño de su mandato, Presidente Nato del Comité Nacional
de la UCR, el Presidente del Comité Nacional elegido por el
Plenario continuará desempeñando su cargo con todas las
facultades, salvo el tiempo en que el Presidente Nato decida
ejercerlo personalmente".
2) Asumiendo el imperativo de la división social del
trabajo político -bajo los auspicios de la circunscripción
técnico-profesional- del Comité Nacional se desprenden
múltiples comisiones: de asuntos sociales y gremiales, de
asuntos políticos, de asuntos educacionales y culturales y de
asuntos económicos.
3) Finalmente, se le otorga estatuto jurídico a la
Organización Nacional de la Juventud, la cual tendrá
representación ante el Comité Nacional, ante la Convención y
ante las autoridades locales del partido según adopten los
respectivos cuerpos deliberativos de distrito. En cualquier
caso, la suerte de este órgano será contradictoria: por un
¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen
lado, "propenderá a la difusión de los principios partidarios,
preconizará entre la juventud las ideas esenciales del
radicalismo y deliberará periódicamente sobre los intereses de
la República y la marcha de la UCR"; pero por el otro lado,
"las resoluciones que adopten las entidades juveniles no podrán
afectar las decisiones del partido, ni comprometer su
orientación dentro de lo preceptuado por esta Carta Orgánica y
los organismos de la dirección que la misma instituye".
PARTIDO COLORADOPARTIDO COLORADOPARTIDO COLORADOPARTIDO COLORADO
Carta Orgánica de 1901(Carta Orgánica de 1901(Carta Orgánica de 1901(Carta Orgánica de 1901(49494949))))
•••••••••••••••••••• •CLUBES SECCIONALES•••••••••••••••••••• Comité Ejecutivo •••••••••••••••••••• • • • •••••••••••••••••••••••••••••••••• •COMISION DIRECTIVA DEPARTAMENTAL••••••• Comité Ejecutivo •••••••••••••••••••••••••••••••••• Departamental • • • • ••••••••••••••••••••••••••••• •COMISION DIRECTIVA NACIONAL•••••••••••• Comité Ejecutivo ••••••••••••••••••••••••••••• • • • •••••••••••• •CONVENCION•
49 Fuente: "Carta Orgánica del Partido Colorado","sancionada por la Comisión Directiva con plenos poderes alefecto otorgados por la Convención Nacional en Asamblea Generalde fecha 28 de mayo de 1901", Tip. y Lit. Oriental, Montevideo,1901.
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••••••••••••
LecturaLecturaLecturaLectura
Son 47 los artículos que integran esta carta orgánica,
comenzando por los órganos de base: los clubes seccionales.
Cada uno de ellos tiene la función de designar un delegado a la
Asamblea Departamental, de formar un registro seccional del
Partido, para inscribir a "todo correligionario", con "todos
los datos", incluso con el número de boleta del Registro
Cívico, de "promover la inscripción en el Registro Cívico de
los ciudadanos afiliados al Partido, facilitándose los medios
para que cumplan con ese deber", etc, etc.
Por su parte, la Comisión Directiva Departamental -
funcionará una por cada capital de Departamento- podrá designar
delegados del departamento a la Comisión Nacional del Partido
y, fundamentalmente, podrá "organizar por intermedio de los
Clubes Seccionales centro de enseñanza cívica con el objeto de
preparar a los correligionarios analfabetos para su inscripción
en el Registro Cívico y el Ejercicio del Sufragio".
La Comisión Directiva Nacional, mientras tanto, residirá
en Montevideo, se integrará con el conjunto de delegados
designados por las Comisiones Directivas Departamentales,
tendrá la representación del Partido en las relaciones con las
demás colectividades políticas del país, elegirá un Comité
Ejecutivo Nacional, el cual, a su vez, podrá proclamar
candidatos a senadores y diputados.
Finalmente, la Convención Nacional del Partido Colorado se
compone de la Comisión Directiva Nacional y de los delegados
que las Comisiones Departamentales designen en número igual al
de legisladores que el Departamento envía a la Asamblea
Nacional Legislativa. La Convención podrá prestigiar un
candidato a la Presidencia de la República, formular
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declaración de principios y programas, decretar la abstención
total o parcial y reformar la propia Carta Orgánica.
De estructura sencilla, con enormes lagunas operativas,
con una rígida división del trabajo partidario, fuertemente
jerarquizada, esta carta orgánica, sin embargo, establece para
sus órganos de base la representatividad según el Registro de
Afiliados al Partido y según también el peso regional y
departamental. Más allá de las funciones inocultablemente
clientelísticas, a partir de las instancias de base, cada
escalón orgánico tiene incidencia representativa sobre el otro.
PARTIDO COLORADOPARTIDO COLORADOPARTIDO COLORADOPARTIDO COLORADO
Carta Orgánica de 1928(Carta Orgánica de 1928(Carta Orgánica de 1928(Carta Orgánica de 1928(50505050))))
•••••••••••••••••CLUBES DE ZONA•••••••••••• Miembros inscriptos en el Registro •••••••••••••••• Cívico •
•••••••••••• Comité Ejecutivo
•••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••COMISION DEPARTAMENTAL•••• Comité Ejecutivo Agrupación de •••••••••••••••••••••••• Gobierno
Departamental
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
50 Fuente: "Partido Colorado, Carta Orgánica y programa deacción", Montevideo, 1928.
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••••••••••••••••••• ••COMISION NACIONAL•••••••• Comité Ejecutivo Agrupación de••••••••••••••••••• Nacional Gobierno
•••••••••••••• • CONVENCION • ••••••••••••••
LecturaLecturaLecturaLectura
Mayor densidad explicativa, mayor desagregación y
precisión y 88 artículos: la Carta Orgánica del Partido
Colorado en 1928 nuevamente traza su composición de la base a
la cúspide. Así, cada club de zona se integra con un comité
ejecutivo, elegido por votación popular de la zona y mediante
lista cuyo sublemasublemasublemasublema tenga la quinta parte de los votos del
Partido en la zona. Las potestades clientelísticas y
controladoras del comité ejecutivo zonal parecen ampliar su
radio de acción: deberá administrar un registro de los
colorados y "llevar un registro igual...de todos los miembros
de los otros partidos residentes en la zona, especificando el
partido a que cada uno de ellos pertenezca". Y por si fuera
poco: "llevar una copia exacta del registro cívico de la zona,
en la que se anote la filiación política de los inscriptos y
una nómina alfabética de todas las inscripciones...".
De suyo, se especifica que "se considerará con derecho a
constituir una comisión departamental a todo grupo cuyo sublema
obtenga la quinta parte por lo menos de los sufragios que se
hayan dado por el partido en la elección más reciente de
miembros del Consejo Nacional". La Comisión Departamental
elegirá sus delegados a la Comisión Nacional y también los
miembros que componen el Comité Ejecutivo. Al igual que con los
clubes de zona, la carta orgánica consagra para la comisión
departamental funciones de propaganda, de discusión pública
sobre temas de interés político y administrativo y de
¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen
representación de intereses frente "a las autoridades
policiales y municipales de la zona".
En un nivel superior, aparece la Comisión Nacional
integrada por los miembros del Poder Ejecutivo, del Poder
Legislativo y de la Corte Electoral que pertenezcan al Partido
Colorado, y además por los delegados de las comisiones
departamentales: uno por cada cien votos dados al Partido. La
Comisión Nacional estimulará a las comisiones departamentales
para desarrollar la actividad en favor de los fines del
partido; a su vez, observará la proclamación de candidatos
efectuada por las comisiones departamentales y proclamará sus
propios candidatos cuando aquéllas no hubieran procedido
correspondientemente.
Pero evidentemente, el órgano supremo es la Convención:
compuesta por todos los miembros de la Comisión Nacional, más
un delegado por cada 200 votos en favor del Partido, define el
programa partidario, reforma la carta orgánica y proclama los
candidatos a presidente y a miembros del Consejo Nacional de
Administración. La elección de dichos candidatos se hará por
voto secreto y se aceptarán aquellos que hayan obtenido, al
menos, la cuarta parte de los sufragios de los miembros.
Incluso, la Convención posee facultades para instrumentar una
curiosa maniobra: "designar por 2/3 partes de votos candidatos
que no militen en el partido a presidente de la República y a
Consejeros y suplentes de éstos en los casos en que no seen los casos en que no seen los casos en que no seen los casos en que no se
disponga de los votos necesarios para vencer al adversariodisponga de los votos necesarios para vencer al adversariodisponga de los votos necesarios para vencer al adversariodisponga de los votos necesarios para vencer al adversario
tradicional" tradicional" tradicional" tradicional" (subrayado nuestro).
No obstante, esta carta orgánica le brinda estatuto
jurídico a la Agrupación de Gobierno Nacional y a las
Agrupaciones de gobierno departamentales. Integran la primera:
Presidente, Consejeros,Senadores, Diputados, Ministros,
miembros de la Corte Electoral y los miembros del comité
ejecutivo nacional. El objeto de la misma "será acordar la
conducta que debe seguirse, ya en la iniciativa y sostén de los
proyectos de leyes, ya en los actos administrativos, para
realizar el programa del Partido". Con relación a las
Agrupaciones de gobierno departamentales, funcionará una por
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cada departamento, integrándose por miembros del consejo de
administración, de la Asamblea representativa, de la junta
Electoral, más los miembros del Comité Ejecutivo de la Comisión
Departamental.
Hay en esta Carta Orgánica, en definitiva, varios
reconocimientos implícitos: en primer lugar, se establecen
formas de control hacia los representantes del Partido en los
puestos públicos, defendiendo la profesionalidad de la esfera
política y separándola de toda mixtión con la actividad
económica. En segundo lugar, y derivado de lo anterior, la
conexión entrañable entre el imperativo partidario y el
imperativo -y la continuidad- del gobierno del país. En tercer
lugar, hay una doble base de representación en los órganos
inferiores: a) según el peso de los votos del Partido en la
zona y en el departamento, motivo por el cual al tiempo que se
vota en el departamento se vota por la constitución de los
clubes de zona; b) admisión de la pluralidad de tendencias y la
creciente fragmentación al interior del Partido, al establecer
criterios de acumulación según la estructuración de los
sublemassublemassublemassublemas
El orden normativo del Partido Colorado se abre hacia
todos los frentes: la dialéctica entre la constitución
partidaria y la dinámica político-electoral, le confieren a la
variable partidaria un rango insoslayable a la hora de
comprender los rasgos y la modelación de nuestro sistema
político.
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PARTIDO COLORADOPARTIDO COLORADOPARTIDO COLORADOPARTIDO COLORADO
Carta Orgánica de 1983(Carta Orgánica de 1983(Carta Orgánica de 1983(Carta Orgánica de 1983(51515151))))
• • •••••••••••••••••••••• ••CONVENCION NACIONAL•••••••••• AGRUPACION DE GOBIERNO NACIONAL••••••••••••••••••••• ••• Comité Ejecutivo Nacional •••• Secretaría Gral. del
Partido
51 Fuente: "Por un Uruguay entre todos. Programa dePrincipios y Carta Orgánica del Partido Colorado", publicaciónDiario El Día-Fundación Batlle y Ordóñez, Montevideo, 1984.
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•••••••••••••••••••••••••••CONVENCION DEPARTAMENTAL••••••••••••••••••••••••••• ••• Comité Ejecutivo Deptal.•••••• Secretaría
Gral.Departamental
Agrupación de Gobierno Departamental
••••••••••••••••••••••••••••CLUB DE ZONA• ••••••••••••••• Comité Ejecutivo
LecturaLecturaLecturaLectura
Las cartas orgánicas del Partido Colorado -qué duda cabe-
van ganando en complejidad: 111 artículos y una retórica
introducción con anclaje en los valores tradicionales del
partido, extraña mezcla de pretensión de verdad y reglamento.
La autodesignación es la siguiente: "colectividad política
democrática fundada por Fructuoso Rivera, afirmada en la Gesta
de la Defensa de Montevideo, renovada por los ideales de
justicia social de José Batlle y Ordóñez y organizada sobre la
base del respeto a todas sus tendencias".
Nuevamente, el órgano soberano es la Convención Nacional:
compuesta por 500 miembros -puede sesionar con la décima parte
de los mismos- define los principios, el programa y las líneas
generales del Partido, aprueba y modifica la Carta Orgánica y
el Programa de Principios y elige por voto secreto a los
miembros del Comité Ejecutivo Nacional. Este último, con sus 15
miembros titulares (e igual cantidad se suplentes), ejecutará
la política de la Convención, entenderá en cuestiones de
organización electoral, administración del Patrimonio,
relaciones con otros grupos sociales y políticos "democráticos"
y podrá nombrar comisiones y organismos de investigación.
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La Convención Departamental y el Comité Ejecutivo
departamental, reproducen la misma lógica, en un plano de mayor
localización. La primera no podrá tener más de 250 miembros, ni
menos de 50, y establecerá la política departamental del
Partido, básicamente en relación a las cuestiones de la
administración comunal, mientras que el segundo organizará la
vida interna del Partido en el Departamento, administrará sus
bienes y llevará un registro actualizado de las organizaciones
partidarias de base que actúan en el Departamento.
Por su lado, aparecen las Agrupaciones de gobierno: la
"nacional" se compone con los miembros del Poder Ejecutivo y
del Poder Legislativo que pertenezcan al Partido y con los
miembros del Comité Ejecutivo Nacional, mientras que la
"departamental" incorpora a los representantes nacionales del
departamento, a los miembros del gobierno municipal y de la
Junta Electoral pertenecientes al Partido y a los miembros del
Comité Ejecutivo Departamental, asumiendo todos ellos los
mismos cometidos que la Agrupación Nacional de Gobierno, aunque
referidos, claro está, a la administración departamental.
Finalmente, los clubes de zona: "se considerará con
derecho a establecer un club de zona el grupo no menor de 150
afiliados en Montevideo o no menor de 25 en el interior que así
lo soliciten por escrito al Comité Ejecutivo Departamental
respectivo". Del mismo modo, se elegirá un comité Ejecutivo -
renovable cada dos años- en elecciones internas en donde
intervendrán los afiliados que pertenezcan al club. Dicho
comité hará cumplir la Carta Orgánica, difundirá el Programa
del Partido, discutirá en asambleas públicas temas de interés
nacional y departamental, efectuará planteos ante las
autoridades públicas, procurará "que paralelamente a su acción
partidaria el club de zona se constituya en centro social y
cultural" y promoverá "la participación de la juventud en la
actividad política".
En definitiva, pues, este cuerpo orgánico se destaca
porque rompe explícitamente con la cadena de representación -de
la base al órgano supremo- amparada en las anteriores cartas
orgánicas. Complementariamente, y como indicador, se invierte
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el orden de aparición de los órganos partidarios: a partir del
punto superior se desciende hacia los clubes de zona. Pero
destaca también por dos cuestiones más: en primer lugar, porque
incorpora divisiones según criterios específicamente técnicos,
dando lugar a todas las comisiones correspondientes; y en
segundo lugar, porque cancela toda alusión a la existencia de
tendencias y a la fragmentación por subgrupos dentro del
partido. Con una excepción, ciertamente veladísima: para la
elección de la Convención Nacional se establecerán
circunscripciones departamentales y "la determinación de los
cargos que corresponda a cada departamento la efectuará el
Comité Ejecutivo Nacional mediante el sistema de representación
proporcional...". Para esa instancia, se utilizará el sistema
del doble voto simultáneo, autorizándose además la acumulaciónautorizándose además la acumulaciónautorizándose además la acumulaciónautorizándose además la acumulación
por sublemaspor sublemaspor sublemaspor sublemas.
El contexto político de 1983, le permitió al Partido
Colorado mantener una correspondencia entre su carta orgánica y
su realidad partidaria interna. En la actualidad, la ecuación
ha variado sensiblemente. Observemos, entonces,: "en el mes de
noviembre del año anterior a aquél en que deban realizarse
elecciones nacionales, el Partido renovará sus autoridades
mediante elección abierta, con voto secreto, en la que podrán
participar quienes estén inscriptos en el Registro Cívico
Nacional manifestando así su adhesión al Partido". A su vez:
"en la fecha antes indicada se votará por listas de candidatos
a la Convención Nacional y a las Convenciones Departamentales".
La Convención Nacional está facultada para proclamar los
candidatos al Poder Ejecutivo, así como las listas al Senado;
la Convención Departamental hará lo propio, aunque para el
Gobierno Departamental, para la Cámara de Representantes y para
la Junta Electoral del Departamento. Nada más ni nada menos.
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