Caps 1 y 2. Debates sobre el espacio en la geografía contemporánea

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Debates sobre el espacio en la geografía contemporánea

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Delgado Mahecha, Ovidio (2003), Debates sobre el espacio en la geografía contemporanea,Bogotá, Universidad Nacional de Colombiawww.humanas.unal.edu.co/geografia/index.php/download_file/111/

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Debates sobre el espacio en la geografía contemporánea

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O V I D I O D E L G A D O M A H E C H A

Debates sobre el espacio en la geografía contemporánea

UNIVERSIDAD

NACIONAL DE COLOMBIA Red de Estudios de Espacio y Territorio, RET

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Delgado Mahecha, Ovidio

Debates sobre el espacio en la geografía contemporánea / Ovidio Delgado Mahecha

— Bogotá : Universidad Nacional de Colombia, Unibiblos, 2003

254 p .

ISBN : 958-701-309-3

1. Geografía 2. Geogi'afía física 3. Geografía humana

I. Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Ciencias Humanas . Depar tamento

de Geografía

9 1 0 . 0 1 - d c 2 1

Catalogación División dc Bibliotecas Universidad Nacional de Colombia

Debates sobre el espacio

en la geograf ía con temporánea

© Univers idad Nacional d e Colombia

Red d e Es tud ios d e Espacio y Ter r i to r io , R E T

© Ovidio De lgado M a h e c h a

Profesor, Universidad Nacional de Colombia

Facultad de Ciencias Humanas ,

Departamento de Geografía

Primera edición: 2003

Tiraje: 1.000 ejemplares

ISBN: 958-701-309-3

Corrección de estilo

Martha Elena Reyes

Diseño de carátula

Camilo Umaña Caro

Diagramación electrónica

Ana Rita Rodríguez, UNIBIBLOS

Preparación edilonal

Universidad Nacional de Colombia

U N I B I B L O S

Correo electrónico: unibibí[email protected]

Bogotá, D.E., Colombia

Comité editorial

Gustavo Montaíiez Gómez

Julio Carrizosa Umaiia

Normando Suárez Fernández

Ovidio Delgado Mahecha

Julián Arturo Lucio

Foto portada

Título: Homo Geographiciis

Autor: Christian Delgado Bejarano

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CONTENIDO

PRESENTACIÓN 9 PRÓLOGO 13 INTRODUCCIÓN

GEOGRAFÍA, ESPACIO Y TEORÍA SOCIAL 17

CAPÍTULO I L A GEOGRAFÍA REGIONAL: PAISAJES, LUGARES,

ÁREAS Y REGIONES EN VEZ DE ESPACIO 23

CAPÍTULO II

LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL 33

Los fundamentos de un nuevo paradigma 33

Los contenidos del nuevo discurso geográfico 41

Los modelos de interacción espacial 50

Movimiento, estructuras espaciales y geometría del movimiento. . . 52

Análisis de redes y flujos 53

La localización de las actividades humanas, el problema

locacional y la teoría locacional 57

El caso de la geografía económica como "ciencia espacial" 65

Crítica 69

CAPÍTULO III

LA GEOGRAFÍA RADICAL: LA PRODUCCIÓN SOCIAL DEL ESPACIO SOCIAL. . . . 79

Los fundamentos del discurso radical 79

Richard Peet: el espacio como entorno natural 82

David Harvey: el espacio como un producto social 83

Edward Soja: la producción de la espacialidad de la vida social. . . . 94

Milton Santos: el espacio como estructura de la sociedad 97

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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

Las críticas a la geografía radical 100

CAPÍTULO IV

LA GEOGRAFÍA HUMANÍSTICA Y LA EXPERIENCIA DEL ESPACIO 103

Los fundamentos discursivos de la geografía humanística 103

La experiencia del espacio 111

El lugar, el espacio y la experiencia 111

Sobre el cuerpo, las relaciones personales y los valores espaciales. . 114

La geografía humanística contemporánea 119

Crítica 119

CAPÍTULO V

GEOGRAFÍAS POSMODERNISTAS; LA REIVINDICACIÓN DEL ESPACIO

Y DEL LUGAR 123

Introducción 123

El discurso del posmodernismo 124

Posmodernismo y geografías posmodernistas 130

Posmodernismo, feminismo y geografía de género 134

Geografías modernistas de la posmodernidad 138

Conclusión 141

CAPÍTULO VI

" L A TERCERA VÍA": EL ESPACIO GEOGRÁFICO

DESDE LA TEORÍA DE LA ESTRUCTURACIÓN 143

EPÍLOGO 151

REFERENCIAS 153

ÍNDICE DE ILUSTRACIONES

Figura 1. Estadios en el análisis de los sistemas regionales 46

Figura 2. Transformación de un mapa de una red de transportes (a) en un grafo (b) 54

Figura 3. Formas topológicas derivadas del grafo de la figura 2 55

Figura 4. Matriz de conectividad basada en el grafo de la figura 2 55

Figura 5. Uso de la tierra en el modelo de Von Thünen 58

Figura 6. Triángulo de la ubicación industrial en el modelo

de Alfred Weber 60

Figura 7. Isodapanes en el modelo de Alfred Weber 61

Figura 8. Jerarquía de lugares centrales en el modelo de W Christaller 62

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PRESENTACIÓN

Hace apenas un poco más de una década, a finales de los años ochenta del si­

glo que acaba de finalizar, en el país eran contados los cursos que sobre tenden­

cias del pensamiento geográfico se ofrecían en el nivel de pregrado. Una de las

razones para esa abstinencia de teoría geográfica en nuestro medio era el bajo

número de profesores y estudiosos del tema con una formación sólida para em­

prender esa faena. Otra circunstancia adversa, relacionada con la anterior, se de­

rivaba de la escasa disponibilidad de publicaciones en español para impulsar y

apoyar la reflexión en el desarrollo de los primeros cursos universitarios sobre

esta temática. Al fin y al cabo no existía una carrera de geografía en el país.

Desde entonces, las condiciones han venido modificándose, aunque no lo su­

ficiente. Hay ahora un mayor número de profesores universitarios formados en

estas lides y al mismo tiempo la literatura geográfica no tiene la connotación de

rareza de aquellos tiempos. Sin embargo, los textos que circulan ahora, traduci­

dos del inglés o del francés, e incluso del portugués, pocas veces presentan el ma­

terial de la manera integral, organizada y analítica, como debería ocurrir para

atraer el interés y la atención de los estudiantes. En mi opinión, ese es el principal

mérito de este texto de Ovidio Delgado, Profesor Asociado del Departamento de

Geografía de la Universidad Nacional de Colombia, fruto de una concienzuda

reelaboración de las notas, apuntes y materiales desarrollados en sus cursos de la

carrera de geografía.

Con evidente prolijidad bibliográfica y rigurosidad analítica, el profesor Del­

gado expone de manera clara y sencilla el pensamiento de las principales pers­

pectivas teóricas de la geografía, destacando los debates más candentes presentes

entre los geógrafos contemporáneos. De ahí el apropiado título del texto que la

Red de estudios de Espacio y Territorio, RET, publica en esta oportunidad. Este

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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

trabajo agrega un nuevo libro a la colección de la RET, con el cual la Universidad espera estar contribuyendo de manera singular y significativa no sólo a la forma­ción de geógrafos, sino también de urbanistas, arquitectos, sociólogos y otros profesionales interesados en las complejidades de la teoría espacial. Este libro rescata, por sus características, el valor del texto universitario en la formación académica y profesional. Sabemos que por diversas razones, incluyendo el carác­ter polémico y controversial de los discursos y las teorías sociales, el texto, medio pedagógico efectivo y frecuente en las ciencias naturales, cayó hace varias déca­das en descrédito en los procesos de formación disciplinaria y profesional del ámbito de las ciencias humanas y sociales de nuestro medio. Algunos círculos académicos incluso lo estigmatizaron hasta casi proscribirlo como elemento de la práctica universitaria. Las consecuencias negativas de esa actitud de prevención ex­trema no han sido evaluadas con la ponderación y objetividad que los procesos pe­dagógicos debieran merecer. No obstante, al mismo tiempo, con frecuencia se reclama la necesidad de disponer de un material fundamental, organizado y articu­lado, que sirva de referencia indiscutible en la estructuración conceptual básica de diferentes campos del conocimiento dentro de las disciplinas sociales y humanas.

A la luz de la cotidianidad universitaria, el texto se constituye en un vehículo peculiar de apoyo para el desarrollo de ciertos cursos básicos en la formación de estudiantes de pregrado. En su ausencia, convertida en necesidad, se concreta una délas razones objetivas que tiene el profesor consumado para emprender la generosa tarea de reelaborar su material de trabajo y entregarlo en la forma más apropiada a sus estudiantes, para que entre las críticas y las alabanzas, se formen y transformen, e incidan en el resto de las nuevas generaciones.

Por ello, el texto universitario sintetiza un intenso trajín académico. Él es al mismo tiempo la expresión de un estilo particular del docente, de su fortaleza disciplinaria y de su experiencia pedagógica. Es algo así como la fotografía del curtido profesor. Tiene el sello personal de su constructor y maestro, quién lo es­culpe y valida en medio de la implacable y saludable crítica de sus alumnos. En él se registran las respuestas, provisionales o duraderas, a tantas inquietudes com­partidas en el aula y en los pasillos de la universidad. Es un instrumento portátil para hilvanar y precisar un tejido de conceptos con el cual se intenta comprender una parte del la complejo mundo en que vivimos.

Esta publicación muestra cómo un texto universitario puede ser un canal in­mejorable para la exposición sencilla y comparada sobre diferentes perspectivas filosóficas y metodológicas para comprender un mismo problema. O, en sentido inverso, sirve también para contribuir a discriminar con la pausa propia de la ra­zón, cómo diferentes interrogantes que suscitan nuestra atención, contienen en sí mismos variados retos metodológicos para construir respuestas satisfactorias. Y

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PRESENTACIÓN

cómo la naturaleza de los diferentes problemas nos invita a aproximarnos a ellos desde enfoques también diversos. Estas inquietudes fundamentales subyacen en el trabajo del profesor Delgado y fueron ellas las que concitaron su interés y dedi­cación para elaborar con nitidez una trama conformada por los elementos claves, las principales tensiones teóricas y la filigrana de las discusiones más relevantes en la geografía actual. Los estudiantes, los profesores y el público lector serán los grandes beneficiados con esta publicación.

Gustavo Montañez Gómez

Coordinador RET

Universidad Nacional de Colombia

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PROLOGO

Este texto tiene como destinatarios principales a mis alumnos de la Universi­dad Nacional de Colombia. Sus orígenes se remontan al año de 1993 cuando, al ingresar como docente al Departamento de Geografía de la Universidad, asumí la tarea de guiar a los estudiantes por los laberintos teóricos y metodológicos de la geografía contemporánea. Desde entonces fui explorando y recolectando ma­teriales, la mayoría de ellos en inglés y en portugués, y muy pocos en español, pues la producción teórica en nuestra lengua materna es escasa, y las traduccio­nes no van al mismo ritmo de las publicaciones en libros y revistas, que en otros idiomas sirven de medios de circulación de las ideas geográficas.

Con el transcurrir del tiempo creció la necesidad de profundizar en temas clave de la teoría geográfica. Uno de esos temas es el del espacio, que día a día co­bra importancia en la teoría social, y en la geografía, por supuesto. Muchos años de lectura de libros y artículos provenientes de varias disciplinas -entre ellas la geografía, la sociología, la filosofía, la economía y la antropología-, me dejaron en claro que el concepto de espacio ha sido permanentemente reconstituido y re-definido según el interés que jalonee en un momento dado la producción de co­nocimiento. La existencia de varias aproximaciones al concepto, unas coincidentes, otras con algo en común y otras francamente contradictorias, deja ver que el espacio es, tal vez, el tema de discusión más importante, tanto en la geografía como en las ciencias sociales contemporáneas, pero también que, al mismo tiempo, su discusión es una de las cosas más confusas y contradictorias. Como Foucault lo había advertido, los años que corren y los que vendrán serán los de la revaloración justa del espacio como variable de primer orden en la es­tructuración de la sociedad.

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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

Los materiales acumulados y leídos en estos años, las dificultades de una ta­rea docente apasionada pero no siempre de buenos resultados, y, sobre todo, una emergencia pedagógica, fueron los motivos que me llevaron a hacer una síntesis didáctica para facilitar a los estudiantes una aproximación general a las ideas más actualizadas, salvando así, de manera parcial, las dificultades de tiempo y de idio­ma que ellos tienen para acceder a la teoría.

Entiendo la síntesis didáctica como la pensó y la expuso Vladimir Kourganoff

en su libro La cara oculta de la universidad, es decir, como la disposición de los

conocimientos

en un orden que permita a los no especialistas asimilarlos con facilidad y que los haga utilizables en las aplicaciones prácticas. La síntesis didáctica implica, evi­dentemente, la desestimación de los detalles de importancia secundaria, la pues­ta en evidencia de las grandes perspectivas, y la necesidad de podar a hachazos en el matorral creado por la actividad cada vez más febril de los especialistas (Kourganoff, 1973: 174).

Esta síntesis didáctica es un trabajo de un docente más que el de un investiga­dor. Asumo el papel del maestro como traductor y recontextualizador de saberes, oficio que considero una tarea académica digna y por demás necesaria. Al fin y al cabo se trata de buscar las mejores estrategias para tener éxito en la formación de los nuevos geógrafos. Ellos no están exentos de leer lo que yo he leído sobre el asunto; en efecto, este material didáctico no tiene semejantes pretensiones, pero aspiro a que esta síntesis con cara de manual, de texto escolar o de cuaderno de trabajo en clase, sea la puerta de entrada a los espinosos debates teóricos que se dan hoy entre algunos geógrafos, y en los que espero se enreden mis alumnos.

¿Qué se ha dicho y qué se dice en geografía sobre el espacio? Aquí se intentan poner en escena los principales elementos que caracterizan el discurso geográfi­co sobre este tema, desde de los años cincuenta del siglo XX. A partir de una revi­sión de la bibliografía más reciente y reconocida sobre el asunto, se dará al lector la información básica que le permita comprender cómo los conceptos de espacio y los discursos elaborados en torno al mismo han estado cambiando al ritmo de la metamorfosis paradigmática de la geografía a través de su historia.

Pues bien, lo que resultó es un texto que muestra en puntadas largas las meta­morfosis del concepto de espacio en la geografía, durante los últimos cincuenta años. Con el propósito de reseñar y analizar estos cambios discursivos, este escri­to se organiza en seis capítulos. En el primero se trata el espacio en la tradición de la geografía regional clásica. En el segundo se explora el concepto de espacio y los discursos espaciales que caracterizaron a la "Nueva geografía" o "Geografía cuantitativa". En el tercero se tratan la producción del espacio social y la

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PRÓLOGO

espacialidad en las geografías radicales de corte estructuralista y marxista. En el cuarto se exploran los discursos sobre el espacio en algunas de las corrientes de la geografía humanística. En el quinto se hace una exposición de las denominadas geografías posmodernistas, con énfasis en la geografía de género, y de sus consi­deraciones sobre el carácter y el significado del espacio y del lugar. En el sexto se reseñan los aportes de la teoría de la estructuración al entendimiento de la pro­ducción del espacio social, como alternativa o "tercera vía" entre los extremos del estructuralismo y el posestructuralismo.

No sobra advertir, una vez más, que lo que se persigue en este trabajo es po­ner sobre la mesa, y en conjunto, estos elementos discursivos que deben ser cono­cidos y asimilados por los estudiantes de geografía como requisitos previos para iniciarse en el debate. El escrito, repito, tiene el carácter de una síntesis didáctica, lo cual lo coloca muy cerca de los manuales o textos de enseñanza, y bastante lejos de los escritos polémicos que caracterizan la presentación de teorías propias o la defensa de una corriente particular. Yo mismo escribí este texto para aprender y para enterarme mejor de lo que está ocurriendo en la geografía contemporánea.

Todas las partes del texto tienen continuidad y en algunos aspectos se sola­pan, pero se escribieron por separado y en tiempos distintos, aunque con los mis­mos fines. En otros formatos y de manera desarticulada, han sido expuestas todas estas cosas en clases, congresos y seminarios, y a veces en charlas informales con colegas geógrafos, y con amigos que ejercen como profesores de filosofía, de so­ciología y de antropología. Todo eso me ayudó a entenderlas mejor, aunque no totalmente, y a veces creo que estoy más confundido que al principio. Ahora, gra­cias al año sabático que me concedió la Universidad Nacional de Colombia, las pude rescribir y poner juntas, y también las cosí con el gancho titulado "Debates sobre el espacio en la geografía contemporánea". Y como el que expone se expo­ne, espero los comentarios críticos de quienes se aventuren a leer estas notas.

Ovidio Delgado Mahecha

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INTRODUCCIÓN

Geografía, espacio y teoría social

Entonces, frente a esas soledades, el topoanalista interroga: "¿Era grande

la habitación? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la buhardilla? ¿Era caliente

el rincón? ¿De dónde venía la luz? ¿Cómo se saboreaban los silencios, tan

especiales, de los diversos albergues del ensueño solitario?".

Aquí el espacio lo es todo, porque el tiempo no anima ya la memoria. La

memoria -¡cosa extraña!- no registra la duración concreta, la duración

en el sentido bergsoniano. No se pueden revivir las duraciones abolidas. Sólo

es posible pensarlas, pensarlas sobre la línea de un tiempo abstracto privado

de todo espesor. Es por el espacio, es en el espacio donde encontramos

esos bellos fósiles de duración, concretados por largas estancias.

(Gastón Bachelard. La poética del espacio).

Algo común en las ciencias sociales de nuestro tiempo es el reconocimiento de la importancia del espacio y la espacialidad de todos los fenómenos, sistemas y procesos sociales. La teoría social y sus practicantes celebran su descubrimiento del espacio (Santos, 1998; Wallerstein, 1998). Y es así como historiadores, antro­pólogos, sociólogos, economistas, filósofos, entre otros, aseveran que no es posi­ble la comprensión de la sociedad y sus procesos sin considerar el espacio, o en versiones más refinadas, sin tener en cuenta los diferentes espacio-tiempos en que se estructura la sociedad. Santos (1998: 150), por ejemplo, asegura que "dis­tingo cuatro espacios en las sociedades capitalistas (que también son cuatro tiem­pos) estructurales: el espacio doméstico, el espacio de la producción, el espacio de la ciudadanía y el espacio mundial".

Pero el espacio no siempre fue importante en la teoría social, y esos mismos teóricos denuncian con vehemencia el marcado acento historicista que caracterizó a todas las teorías sociales hasta finales del siglo XX (Fals, 2000; Giddens, 1995; Ja-meson, 1991; Lefebvre, 1991; Santos, 1998; Soja, 1993). Giddens (1995: 143), por

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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

ejemplo, señala que, con excepción de los trabajos de algunos geógrafos, como en el caso de Hágerstrand, "los especialistas en ciencia social han omitido construir su pensamiento en torno de los modos en que los sistemas sociales se constituyen por un espacio-tiempo".

Según Foucault (1980: 70, citado por Soja, 1993), la obsesión modernista por la historia produjo una ciencia social en la que "el espacio fue tratado como lo muerto, lo fijo, lo no dialéctico, lo inmóvil. El tiempo, al contrario, era la riqueza, la fecundidad, la vida y la dialéctica". Soja (1993: 27-28) cita la siguiente anécdo­ta contada por Foucault en una entrevista en 1984:

Haciendo una observación entre paréntesis, recuerdo haber sido convidado por un grupo de arquitectos, en 1966, para hacer un estudio del espacio, de algo, que en la época, yo llamaba "heterotopías", esos espacios singulares encontrados en determinados espacios sociales, cuyas funciones son diferentes o aun opuestas. Los arquitectos trabajaban en eso y, al final del estudio, se levantó una voz -de un psicólogo sartreano- que me bombardeó, diciendo que el espacio era reacciona­rio y capitalista, pero que la historia y el devenir eran revolucionarios. Ese discur­so absurdo no era nada fuera de lo común en esa ocasión. Hoy en día, todos estallarían en carcajadas frente a un pronunciamiento de ese estilo, pero no en aquella época.

Pero hoy en día, diferente a lo que ocurría en los tiempos referidos por Fou­cault, la discusión sobre el espacio es importante e intensa, aunque todavía insufi­ciente, y no exclusivamente en el campo de la geografía. Los más recientes movimientos de la teoría social hacen énfasis en la importancia de los aspectos es­paciales de los fenómenos sociales, se interesan en el análisis de la naturaleza es­pacial de la realidad social, e insisten en la necesidad de construir una nueva ontologia espacial que permita dar un tratamiento teórico adecuado a estas nue­vas problemáticas. A la vez, se busca aclarar la confusión creada por la fragmenta­ción teórica que nos ha puesto a divagar sobre la naturaleza del espacio y a tratar de remplazar una noción por otra. Son comunes las afirmaciones de geógrafos en torno a que el espacio no es absoluto sino relativo y social, o las de sociólogos que declaran equivocada y obsoleta la noción de espacio absoluto (Fals, 2000).

Según Schatzki (1991), una nueva ontologia del espacio debe adicionar - e n lugar de remplazar- la noción de espacio objetivo con la noción de espacio social, por lo que considera pertinente distinguir entre espacio objetivo y espacio social, y entre sociedad y espacio. Agrega que existen dos clases de espacio objetivo, el absoluto y el relacional, y que hay un espacio social y una espacialidad social onto-lógicamente diferentes, pero complementarios. En su versión absoluta -dice Schatzki-, el espacio tiene existencia propia e independiente, es homogéneo y es el medio isotrópico en el que existen o se localizan los objetos, incluidos los

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INTRODUCCIÓN

cuerpos humanos y los objetos construidos. En su versión relacional-argumenta-, el espacio es un sistema de relaciones entre objetos, y su existencia depende necesa­riamente de la de los objetos. La idea del espacio objetivo se aplica sobre todo, al es­pacio físico; pero en tanto que la realidad social contiene toda clase de objetos o cuerpos, seres humanos, herramientas y edificios, entre otros, esta realidad tiene ca­racterísticas de espacio objetivo, que se pueden analizar como distribuciones, locali-zaciones relativas e interacciones, las cuales constituyen la espacialidad.

Pero ocurre -nos recuerda Schatzki- que la realidad social no es de ninguna manera un conjunto de objetos situados en el espacio objetivo, sino que esta reali­dad es, ante todo, relación social de vidas humanas. Por esta razón, la realidad so­cial no se puede explicar con referencia al espacio objetivo, aunque no se puede desligar de éste, dentro del cual existe. Como cuerpos, los seres humanos ocupan espacio y existe entre ellos atracción gravitatoria; esto es una realidad física y de interés para la ciencia, pero no constituye la base de la preocupación de la teoría social. La espacialidad social tiene una segunda dimensión denominada espacio social, que solamente existe en la medida en que existen los seres humanos en in­teracción social. Es el tejido social el que crea dicha espacialidad.

El espacio social (Schatzki, 1991) es una realidad relacional concreta surgida de las relaciones sociales que se dan más allá de las puras relaciones entre indivi­duos. El espacio social no se refiere al espacio de la experiencia individual, ni se puede caracterizar como mental o subjetivo. La espacialidad de la vida social es la espacialidad de esa realidad social, constituida por seres humanos socialmente relacionados y existentes en un mundo interconectado. Es necesario explicar y comprender tanto el espacio social como realidad relacional en sí misma, al igual que las relaciones entre este espacio social y el espacio objetivo como marco real de su existencia.

Todos estos elementos considerados por la teoría social contemporánea ali­mentan los debates sobre el espacio, tanto los de naturaleza disciplinaria como los de carácter interdisciplinario y transdisciplinario. Mención especial merece el trabajo del filósofo francés Henry Lefebvre, cuya obra sobre la producción social del espacio comentaremos más adelante. Mucho de lo que tiene que ver con estos planteamientos está afectando -aunque a menudo con poca intensidad- el pen­samiento geográfico y sus discursos sobre el espacio.

Una primera conclusión permitiría afirmar que la poca importancia dada al espacio es la causa del escaso interés que se le concedió a la geografía, y de la mala reputación de que gozaban los geógrafos en comparación con otros científicos so­ciales (Glick, 1985). Y en concordancia con lo anterior, la importancia dada al es­pacio en la época posmoderna podría significar una reivindicación y un nuevo aire para la geografía; al menos, si se tiene en cuenta que las miradas de los

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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

científicos sociales se han dirigido muchas veces a explorar lo que los geógrafos

han dicho o tienen que decir sobre el asunto. Giddens (1995: 143) desde la socio­

logía celebra que:

Por fortuna, no tenemos que abordar estas cuestiones de novo. En los últimos años se ha producido una convergencia notable entre la geografía y las otras ciencias so­ciales, con el resultado de que los geógrafos, inspirados en las diversas tradiciones establecidas de teoría social, hicieran aportes importantes al pensamiento social.

Una mirada somera a la historia del pensamiento geográfico revela cosas in­teresantes, como la de que, hasta hace pocos años, tampoco la geografía se había preocupado lo suficiente por el espacio y que, por consiguiente, no era la ciencia espacial par excellence. Por ejemplo, se sabe que hasta los comienzos de la "revolu­ción cuantitativa" el espacio no fue una categoría central para la geografía, ni mucho menos su objeto de investigación reconocido (Harvey, 1983; Santos, 1990). Los geógrafos de la tradición regional, que dominó el panorama académi­co hasta mediados del siglo XX, y de la incipiente "Nueva geografía" de los sesen­ta, basaron su trabajo en la idea de espacio absoluto, como contenedor de paisajes o de objetos en interacción, pero el espacio mismo no era objeto de refle­xión (Gregory, 1984).

Se puede decir también que la geografía, paradójicamente, tiene una saga como ciencia aespacial e historicista. Por lo menos, a finales de los años sesenta, las cuestiones teóricas relacionadas con el espacio eran poco importantes y, sobre todo, nada claras, como lo afirma David Harvey. En efecto, Harvey (1983: 204) señala que: "En su mayoría, los geógrafos aceptan que un determinado lenguaje espacial es el apropiado, sin examinar la razón de esta elección". Y no deja duda de la pobreza del discurso geográfico sobre el espacio cuando indica (Harvey, 1983: 222)que:

Por el momento será suficiente señalar que gran parte de la geografía todavía descansa en el concepto kantiano del espacio absoluto, un concepto que lleva de­sacreditado un siglo o más, mientras que por otro lado gran parte del trabajo práctico realizado por geógrafos recurre a concepciones relativistas del espacio. Estas concepciones están en abierto conflicto. La oposición entre Hartshorne y Bunge, por ejemplo, puede interpretarse casi directamente como la oposición entre un concepto de espacio absoluto y uno relativo. El espacio bien pudiera ser el concepto central con que cuenta la geografía para su coherencia interna como disciplina. Pero la propia naturaleza del espacio y las diferentes inter­pretaciones del concepto no se han tenido casi en cuenta [Énfasis agregado].

Milton Santos (1990: 107) es aún más contundente al hacer notar el poco o el nulo interés reflexivo de la geografía por el espacio:

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INTRODUCCIÓN

... los geógrafos callan con relación al espacio. Algunas veces se callan también al trabajo innovador de otros geógrafos y de otros espaciólogos.

La geografía es viuda del espacio. Su base de la enseñanza y de la investigación es la historia de los historiadores, la naturaleza "natural" y la economía neoclási­ca, y las tres tienden a sustituir el espacio real, el de las sociedades en su devenir, por cualquier cosa estática o simplemente no existente, ideológica.

Por eso muchos geógrafos discuten tanto sobre la geografía -una palabra cada vez más vacía de contenido- y casi nunca del espacio como objeto o contenido de la disciplina geográfica. Por consiguiente, la definición de este objeto, el espacio, se hace difícil y el de la geografía, imposible [Énfasis agregado].

Desde los años setenta, se ha emprendido en la geografía una tarea teórica de gran importancia y productividad en torno al espacio. Hoy es abundante la li­teratura sobre el tema, aunque mucha de ella sigue ignorada por los teóricos so­ciales, y lo que tal vez es más grave, desconocida por muchos geógrafos, que nutren su concepción espacial en otras fuentes. Pero es necesario resaltar que la discusión teórica sobre el espacio es tanto o más reciente en la geografía que en las ciencias sociales en general. Esto posiblemente permita entender el hecho de que las disciplinas de las ciencias sociales traten de llenar por su cuenta y riesgo sus propios vacíos en lo que se refiere al espacio, y no precisamente mediante una fructífera relación interdisciplinaria con la geografía.

En la geografía se vive actualmente un intenso debate sobre concepciones es­paciales con fundamentos filosóficos y políticos divergentes. Positivismo, marxis­mo, existencialismo, posestructuralismo, posmodernismo y otros "ismos" sustentan una variopinta teoría geográfica sobre el espacio, no exenta siempre de un enmarañamiento conceptual que se excusa en la reconocida complejidad del asunto. Espacio no ha significado siempre lo mismo en la historia de la geografía; las ideas contemporáneas sobre el espacio de una tradición o paradigma no son compatibles con las de otras escuelas geográficas, y así por el estilo.

De todas maneras, aunque la geografía llegó tarde a la cita con el espacio, los esfuerzos teóricos que se iniciaron en los años sesenta han tenido buenos frutos. Así se colige de la relativa abundancia de publicaciones y de la importancia cre­ciente que la teoría social le concede al trabajo de varios geógrafos (Harvey, 1989, 1996, 2000; Soja, 1989; Massey, 1994), por sus aportes a la comprensión de la ex­periencia del espacio y del tiempo en las sociedades posmodernas.

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CAPITULO I

La geografía regional: paisajes, lugares, áreas y regiones en vez de espacio

Como ya se dijo en otro lugar de este escrito, la geografía no siempre se de­finió disciplinariamente como una ciencia espacial, es decir, que tuviera al espa­cio mismo como objeto de estudio. La referencia geográfica al espacio se dio fundamentalmente desde el punto de vista de la localización de objetos en con­tenedores espaciales, pero la geografía debía ocuparse del contenido y no del contenedor en sí mismo.

Por supuesto, la existencia del espacio como algo independiente de los obje­tos no es una idea geográfica; la geografía tomó prestado el concepto de espacio absoluto que formaba parte del discurso de las ciencias físicas. Se dio por sentado que el espado absoluto era una verdad sólida sobre la que el desarrollo de la geo­grafía podía consolidarse, sin necesidad de participar en las discusiones filosófi­cas o científicas sobre su naturaleza. En el mejor de los casos, cuando la geografía se definía como el estudio del "espacio geográfico", se delimitaba su campo dife­renciándolo de otras disciplinas como la física, las matemáticas o la geometría, aclarando que el espacio geográfico era la superficie de la tierra transformada por el hombre.

Se puede afirmar que casi siempre, los geógrafos regionales utilizaron indis­tintamente los términos "espacio", "lugar", "región" y "territorio" como sinóni­mos, es decir, como porciones de la superficie terrestre. En los párrafos siguientes trataremos de mostrar más en detalle los fundamentos de estas primeras aseveraciones.

Comencemos nuestra orimera anroximación al concepto de esoacio, utili­zando como fuente un diccionario de términos geográficos de amplia circulación entre las comunidades geográficas anglosajonas e hispanas durante los años se­senta, en el que las dos únicas acepciones sobre el término espacio (Monkhouse, 1978: 179), dicen lo siguiente:

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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

Espacio muerto; zona oculta.

Espacio vital: expresión en otros tiempos usada por los geopolíticos alemanes para justificar la agresión y la expansión de su Estado, especialmente en la época hitleriana. Se usa a veces la forma original alemana "lebesnsraum".

La cita del diccionario se puede interpretar como reveladora de que el con­cepto de espacio, por lo menos hasta la primera mitad del siglo XX, no era parte esencial del cuerpo teórico de la disciplina geográfica. La geografía tenía su inte­rés en los fenómenos localizados en un contenedor con existencia propia e inde­pendiente, y no en el contenedor en sí mismo (Claval, 1974; Capel, 1981).

El contenedor era el espacio absoluto ajeno por su naturaleza al objeto pro­pio de los estudios geográficos. En consonancia con los principios de la ciencia positiva definida por Comte, los ojos de los geógrafos eran educados para ver y estudiar los paisajes y sus significados, y no para buscar estructuras abstractas o posibles causalidades ocultas. Gregory (1984: 43) ilustra el caso de la siguiente manera:

Cari Sauer, en su ensayo clásico sobre La morfología del paisaje, publicado en 1925, representaba a la geografía como "una ciencia que encuentra su campo en­tero en el paisaje". Según él, "la organización sistemática del contenido del paisa­je avanza mediante la represión de las teorías apriorísticas que a él se refieren", de modo que la geografía se basa en "un sistema puramente evidencial, sin pre­juicios sobre el significado de su evidencia"... "La geografía causal" declaró, que­daba ya atrás y había llegado el momento de establecer la geografía como "ciencia positiva". No hay duda de que esto lo entendía en un sentido comteano, puesto que afirmaba como Goethe, que "no es preciso buscar algo más allá de los fenómenos; ellos mismos son el saber (Lehre) [las leyes]".

Hartshorne (1978: 22) reafirma en los años sesenta que "la geografía tiene por objeto proporcionar la descripción y la interpretación, de manera precisa, or­denada y racional, del carácter variable de la superficie de la tierra", y recuerda la advertencia de Hettner en el sentido de considerar como una exageración de Ratzel su intención de concebir las relaciones espaciales como parte esencial de la geografía, en detrimento de las diferencias de contenido de las áreas. La interac­ción espacial, afirma, "sólo puede significar relaciones entre fenómenos de luga­res diferentes".

Hartshorne consideró a la geografía como una ciencia regional y singular cuyo objeto era el análisis y la síntesis de los fenómenos contenidos en el espacio y no el espacio mismo. Como Sauer, Hartshorne le asignó a la geografía la función de estudiar lugares o regiones, y su geografía regional monográfica, al decir de

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LA GEOGRAFÍA REGIONAL

Unwin (1995: 149), "suministró la visión estándar y generalmente aceptada de la

disciplina hasta los años 1950".

Un genuino estudio de geografía regional partía de delimitar una porción de la superficie terrestre para luego describir sus características físicas, humanas y culturales, de modo que dicha descripción llegara a reflejar la personalidad de esa porción de tierra denominada región. Esta descripción hacía posible la com­paración de similitudes y diferencias con otras regiones. Lo que se estudiaba era el contenido visible en el paisaje y las posibles relaciones que se lograran estable­cer entre todos los elementos, como por ejemplo entre el suelo, el clima y la vege­tación, o entre las características del medio físico y las formas de uso del suelo por parte de las comunidades habitantes del lugar. Desde luego, se partía de la consi­deración de que la geografía debía tener una dimensión histórica que pudiera re­velar el significado del origen y el desarrollo de las características geográficas de la región.

Este carácter de los estudios geográficos se logra comprender mejor si acudi­mos a una exposición detallada que hace Broek (1967: 42) sobre la metodología empleada en su estudio histórico-geográfico del Valle de Santa Clara (California):

Mi intención principal era comprender los cambios en la configuración de ese valle, inmediato al sur de la bahía de San Francisco. Allí, diferentes culturas y fa­ses económicas se habían sucedido unas a otras rápidamente en menos de 200 años: el período de los indios antes de la llegada del hombre blanco; el español, de misiones y ranchos ganaderos, correspondiente a la primera mitad del siglo XIX; la primera fase del período de economía norteamericana de ganado y tri­go, que duró hasta la década de 1870-1880, cuando empezaron los cambios que transformaron el valle en un distrito de horticultura. Si el estudio se hiciera ahora, habría que agregar otra fase: la urbanización del valle, que provino en mayor grado después de la segunda guerra mundial. Cada período hasta el "presente", era un pasado geográfico. El artificio, un tanto original que usé, fue dividir el estudio de cada período en dos partes. La primera era aclaratoria, ya que analizaba las fuerzas y funciones que dieron forma al modo de vida en el va­lle. La segunda describía la estructuración cultural resultante de los determi­nantes sociales y económicos. En esta forma el "proceso" recibió la atención debida, pero su amplitud fue conducida y restringida por la importancia de sus fuerzas y el propósito del estudio, es decir, comprender la panorámica del te­rreno [énfasis agregado].

Como ya se indicó, la preocupación de la geografía regional, con o sin los

matices históricos, se centra en las cosas y en los procesos de transformación de

los paisajes, pero su referencia al espacio apenas tiene que ver con el lugar donde

están las cosas en la superficie terrestre. Para la geografía, el "dónde" constituye

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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

la referencia espacial básica y fundamental, de la que se derivan los términos

"ubicación", "situación", "sitio", "distribución" y "colocación", que son los de más

frecuente uso en el lenguaje geográfico (Broek, 1967).

El uso del término "espacio" por el geógrafo francés Jacques Dupuis (1975),

se revela como sinónimo de región, objeto primario del análisis geográfico. Al

menos es lo que se indica en su obra sobre Asia Meridional (1975: 169), en la que

al referirse al espacio indio expresa que: "El espacio indio está considerado como

una entidad geográfica desde los tiempos más antiguos: su nombre deriva del de

la región que los occidentales conocieron en primer lugar: el río Indo". Con la

misma connotación se refiere al espacio indochino y al espacio malayo. Estos es­

pacios a su vez son subdivididos en regiones o subespacios, que constituyen las

unidades básicas que se describen según sus características físicas, el poblamiento

y la población, y los aspectos económicos, a partir de las cuales se establecen las

diferencias y se revela la diversidad entre unos espacios y otros. Como descrip­

ción y análisis del espacio, esta geografía se refiere a porciones de la superficie te­

rrestre delimitadas con algún criterio de homogeneidad que permita

diferenciarlas de otras. Es a estas unidades a las que Dupuis denomina espacios o

regiones.

Pierre George, otro conspicuo representante de la geografía regional france­

sa, considera el espacio como sinónimo de la superficie terrestre, y como espacios

o regiones las divisiones de esta superficie. Cuando se refiere al espacio geográfi­

co, es evidente que alude a la superficie terrestre o a una parte de ésta ocupada y

transformada por el hombre; de ahí su afirmación de que la geografía comparte

con las otras ciencias del espacio el espacio mismo, pero que se diferencia de ellas

en que sólo se interesa por lo que este espacio representa para los hombres que en

él viven.

George utiliza con la misma connotación espacio, región y medio geográfico

(George, 1967: 20), pero deja en claro que el "objeto de estudio de la geografía es

el espacio terrestre, en la medida en que es, bajo cualquier aspecto, un medio de

vida o una fuente de vida, o bien, un paso indispensable para alcanzar un medio

de vida o una fuente de vida". Es esta condición de la disciplina la que le permite

asegurar su carácter de una ciencia humana.

Sin duda, cuando George se refiere al espacio, lo hace a la superficie terrestre

como marco de la existencia humana, o a una porción o región de dicha superfi­

cie; pero como geógrafo sólo se interesa por dicho espacio en la medida en que

éste es el sustento o medio de vida de una población, es decir, como marco en el

que se dan y se desarrollan las relaciones de producción y de consumo. George

(1967: 38) plantea entonces que:

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LA GEOGRAFÍA REGIONAL

El problema específico de la geografía es el de estudiar, en el interior de un es­pacio definido, todas las relaciones de causalidad entre los fenómenos de con­sumo, entendidos en el más amplio sentido de la palabra -incluyendo en ello la ocupación de las viviendas y la utilización de los servicios- y los fenómenos de producción, el de determinar los grupos homogéneos de evolución sincrónica y correlativa, aislados de los simples haces de coincidencias circunstanciales, y poner de relieve las contradicciones y las supervivencias inhibidoras.

El espacio geográfico conceptualizado por George como espacio terrestre humanizado se puede clasificar según sus usos, ya sean industriales, mineros o agrícolas, entre otros, a la vez que permite definir la geografía como el estudio del espacio humanizado. En un caso como el del espacio agrícola, éste se define según George (1970: 31), "simplemente como la superficie utilizada por las di­versas formas de explotación agrícola. Por esta razón se divide en... el espacio de pastoreo y el espacio de cultivo". Lo que le interesa a la geografía, en esta pers­pectiva, es una región o porción de espacio delimitada con algún rasgo físico o histórico que permita diferenciarla claramente de otras y revelar al mismo tiem­po su carácter único.

La región según George es una porción de espacio o de territorio, es decir, de superficie terrestre. Esto nos permite afirmar que para este autor los términos "espacio", "región" y "territorio" son intercambiables, pues los tres se refieren a toda o a una porción de la superficie terrestre. La siguiente alusión de George (1970: 169) corrobora esta consideración:

El término "región" es de esencia geográfica en la medida en que designa una porción de espacio caracterizada por una o más realidades definidas por el califi­cativo añadido a la palabra región. Pero sólo existe región propiamente geográfi­ca cuando la porción de espacio considerada se presenta en el mayor número posible de sus particularidades como conjunto sintético. Es natural que encontre­mos, en la búsqueda de definiciones de la región como realidad geográfica, todos los problemas epistemológicos de la geografía, puesto que la región es precisa­mente el tema de representación geográfica del espacio y, por tanto, el tema fun­damental de la misma geografía. Pero, sin dejar de estar caracterizada por una visión sintética, la región, como representación geográfica, puede ser definida partiendo de distintos sistemas de convergencia y de correlación de factores. Se afrontan dos elaboraciones principales, la de la "región natural" y la de la "región histórica".

La geografía regional en todas sus versiones se definió como una ciencia sin­gular, en la que las conclusiones obtenidas sobre una región no podían extrapo­larse a otras, de modo que se proclamaba sin rodeos que no existían leyes en geografía, y no sólo en geografía humana, sino en la geografía en general, pues

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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

incluso se reivindicaba el carácter zonal de la geografía física (George, 1967). Haggett (1976: 7-8) nos recuerda que en el ambiente de mediados del siglo XX rondaba la idea de que no era necesario formular leyes generales en geografía. Agrega que el papel convencional atribuido a esta disciplina se limitaba a "dife­renciar la superficie de la tierra, entresacar y separar en ella sus áreas de caracte­rísticas semejantes", y remata su juicio contra el enfoque singularista afirmando que "la diferenciación por áreas ha dominado la geografía en detrimento de la integración de superficies".

La geografía regional no se interesó por el espacio más que como un conte­nedor, con existencia absoluta e independiente de los fenómenos contenidos en él, o como superficie terrestre modificada por el hombre, y en este caso espacio, región y territorio eran objetos idénticos de descripción y análisis geográfico. El espacio en sí mismo no formó parte del objeto de investigación o de reflexión, y por tal razón los geógrafos no se interesaron en participar en los debates filosófi­cos y científicos relacionados con su naturaleza.

Es en este sentido que se puede calificar a esta geografía como aespacial, o "viuda del espacio", al decir de Milton Santos. Esta característica le trajo serias consecuencias para su desarrollo teórico, pues, por una parte, la construcción de la geografía como ciencia espacial durante los sesenta asumió sin crítica las ideas de la física, de la astronomía o de la economía neoclásica, y por otra, cuando los teóricos sociales, en los ochenta, descubrieron la importancia del espacio en las sociedades modernas, los geógrafos poco o nada podían aportar. Así, su depen­dencia conceptual de otras disciplinas se hizo más evidente. No se podía esperar otra cosa de una disciplina rica en datos pero pobre en teoría, como la calificó Da­vid Harvey.

Esa misma pobreza teórica, el poco o nulo interés de los geógrafos por la teo­ría y su afición por lo concreto, y las definiciones poco rigurosas en el sentido epistemológico, llevaron al geógrafo francés Yves Lacoste (1982: 219) a formular sus críticas en los siguientes términos:

Por lo demás, la mayoría de los geógrafos teorizan lo menos posible y se conten­tan con afirmar, sin ambages, que "la geografía es la ciencia de la síntesis", convi­niendo, sin duda, en que "la geografía no puede definirse ni por su objeto ni por sus métodos, sino únicamente por su punto de vista". Tales declaraciones revelan a la vez un desconocimiento total de los caracteres no menos sintéticos de las dis­ciplinas a las que recurren los geógrafos, su aislamiento (pues tales declaraciones deberían haber provocado un grito de indignación) y un cierto afán de proble­mas teóricos, incluso los más fundamentales que han debido abordar todas las ciencias, y ello hace tal vez mucho tiempo. Además muchos geógrafos no ocultan su menosprecio por las "consideraciones abstractas" (en especial las de los

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LA GEOGRAFÍA REGIONAL

economistas y los sociólogos) y se glorian afirmando su predilección por lo "con­creto", Algunos proclaman "la geografía, ciencia de lo concreto", sin presentir las sonrisas que tal declaración provoca, al menos cuando se pronuncia fuera del círculo de los geógrafos.

A mediados del siglo XX, las nuevas realidades de la industrialización y la ur­banización, lo mismo que la emergencia de un sistema mundo más complejo, hi­cieron parecer obsoleta y nada útil la geografía regional, que se empeñaba en compartimentar el espacio terrestre en unidades físicas, históricas o políti­co-administrativas, ya fueran comarcas, países o continentes. En el nuevo contex­to, la región no parece expresar ya en su "personalidad" la realidad de las nuevas relaciones de poder, ni las complejidades de las relaciones entre los hechos físicos y los hechos humanos. Como lo expresa Lacoste (1982), esa "personalidad" de la región se convirtió en un concepto-obstáculo que bloqueó la reflexión sobre las escalas, pues bien sabido es que los fenómenos de interés para la geografía no ocurren todos a la misma escala regional que imponen los geógrafos en sus estu­dios, a veces macro o micro según sus preferencias.

Por otra parte, el mismo Lacoste hace notar el poco interés que los episte-mólogos y los filósofos, en general, han mostrado por el espacio. En tanto que en sus análisis, unos y otros han privilegiado el tiempo, el espacio aparece como algo neutral, inocente y descargado de cualquier significación política; por esa misma razón considera necesario, y cada vez más indispensable, "emprender la elaboración metodológica del utillaje conceptual que permita captar el espacio, lugar donde se entremezclan las múltiples contradicciones que originan las cri­sis" (Lacoste, 1982: 271), pues de lo contrario, agrega, sería imposible, por ejemplo, comprender la forma como el capitalismo y el imperialismo organizan el mundo.

Pero para Lacoste, el espacio no puede ser concebido simplemente como un objeto real, es decir, como la superficie terrestre, sino que deben considerarse los distintos espacios de conceptualización que nos permitan comprender que vivi­mos en una espacialidad diferencial, que se percibe de forma diferente según las clases sociales. Y así como no deben confundirse los diferentes tiempos del histo­riador, afirma que es necesario diferenciar los espacios de conceptualización y es­tablecer las relaciones entre ellos, lo que podría lograrse mediante un trabajo teórico que diferencie el espacio en cuanto objeto real, y el espacio en cuanto ob­je to de conocimiento.

La verdadera crisis del concepto de espacio absoluto que dominó en la geo­grafía regional tuvo que ver fundamentalmente con la crisis de la propia geogra­fía regional. Sus productos monográficos, amén de su poca valoración científica, tenían poca demanda social, pues los requerimientos de la economía, de la

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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

política o de la planificación del desarrollo, iban más allá de lo que una ciencia descriptiva y singular podía ofrecer en un ambiente científico ávido de teorías y modelos de predicción.

La práctica de la geografía a mediados del siglo XX se encontraba restringi­da a los círculos universitarios relacionados con las humanidades o con la docen­cia, y allí mismo, su desprestigio, asociado con su inutilidad y con el poco reconocimiento de la comunidad científica, era de tal magnitud que su perma­nencia como disciplina académica fue puesta en entredicho. Esta situación es bien ilustrada por Glick (1985: 9), quien narró así las penurias de la geografía re­gional en los Estados Unidos:

La revolución en la geografía humana norteamericana, de la que resultó el rem­plazo de la geografía regional por una "ciencia espacial" de orientación cuantita­tiva -que alcanzaría una posición de preeminencia intelectual y dominancia política en la mayor parte de los departamentos norteamericanos hacia finales de los años sesenta- disfrutó de un ascenso al poder relativamente fácil. Este hecho fue posible por la debilidad de los fundamentos intelectuales, la falta de visión y el escaso prestigio que caracterizaba entonces a la geografía regional. La medio­cridad de este campo de estudio, tal como era percibida por otros académicos, dio como resultado la extinción del programa de geografía de Harvard en 1948. El intento de resucitar las enseñanzas en geografía en 1949-1950 (...) fracasó, en buena medida, porque los destacados geógrafos que fueron llamados como ex­pertos periciales por el "Comité de Geografía" de Harvard fueron incapaces de convencer a los miembros de dicho comité del valor intrínseco del campo geo­gráfico, o incluso de proveer una descripción coherente de la naturaleza de este campo.

Situación parecida vivía la geografía regional y del paisaje en Alemania. En 1969 algunos representantes de la Asociación Estudiantil de Geógrafos denun­ciaban que "el lamento sobre la miseria de la geografía escolar y universitaria ale­mana se ha convertido ya en tema obligatorio en las asambleas de geógrafos" (Gómez, 1978: 22), al tiempo que los resultados de las consultas avanzadas entre los estudiantes mostraban que la geografía era considerada como la peor entre las ciencias naturales, y la candidatizaban para ser excluida de los planes de estudio.

En el congreso alemán de geografía celebrado en 1969 se discutió el tema de la permanencia de la geografía regional, y uno de los participantes en el evento expuso su insatisfacción, en los términos que señala Gómez (1978: 10):

En una primera intervención posterior a la lectura de la ponencia, un estudiante (Kloche), manifestó que "la cuestión de la eliminación de la geografía regional como materia de enseñanza no debía causar ningún problema, ya que podría

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LA GEOGRAFÍA REGIONAL

llegarse a un consenso rápido" debido a la poca utilidad del tipo de conocimiento proporcionado por dicha disciplina, proponiendo a continuación como tema bá­sico para la discusión el problema de la formación de teorías. Al mismo tiempo rogaba a los profesores que diariamente daban sus clases sin tener en cuenta ese problema, "que expresen su opinión sobre la formación de teorías y su concep­ción sobre la ciencia".

Y nuevas formas de hacer geografía comenzaron a emerger en el seno de la comunidad geográfica. De una de esas nuevas formas, de la denominada "ciencia espacial", nos ocuparemos en la siguiente sección.

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CAPITULO II

La geografía como ciencia espacial

Una forma de tratar con problemas complejos consiste en simplificarlos...

Nuestra tierra es casi infinitamente compleja... La forma más fácil de simplificar

este problema para que empecemos a ver su naturaleza consiste en imaginar

una tierra ideal poblada por personas hipotéticas.

Cárter, George, 1975. Man and Land: A Cultural Geography,

New York, Holt Rinehart and Winston, p. 34 (citado por Butler, 1986: 89).

El problema de la ubicación real puede distinguirse respecto a la ubicación

racional. No es necesario que ambas coincidan

(Lósch, August, 1954. TVie Economics of Location, New Have,

Yale University Press (citado por Butler, 1986: 123).

LOS FUNDAMENTOS DE UN NUEVO PARADIGMA

A mediados del siglo XX, la geografía entró en una etapa de cambio de para­digma, y una revolución científica socavó los cimientos de la geografía regional. De dicha revolución surgió una geografía distinta que se conoce en la historia de la disciplina como la "Ciencia espacial", "Geografía cuantitativa" o "Nueva geo­grafía", cuyo proceso de consolidación como ciencia normal fue realmente de corta duración. En 1963, el geógrafo lan Burton escribió que la revolución cientí­fica iniciada por la geografía a finales de los cuarenta y comienzos de los cincuen­ta, ya se había consumado en 1960, pues "una revolución intelectual se ha realizado cuando las ideas aceptadas se descartan o se modifican para incluir nuevas ideas" (Burton, 1982: 414).

La revolución científica reseñada por Burton constituye la primera aproxi­mación de los geógrafos al campo formal de la teorización epistemológica (Bar-nes, 2001) y tuvo su inicio en los Estados Unidos de América, en la Universidad

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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

de Washington bajo la dirección de William Garrison y Edward Ullman, y en la

Universidad de lowa de la mano de Harold McCarthy. En Europa fueron perso­

najes clave Peter Haggett y Richard Chorley en el Reino Unido, y Torsten

Hágerstrand en Suecia.

Las nuevas ideas o ideas revolucionarias, que ya en los sesenta formaban par­

te del conocimiento convencional de la geografía, provenían de la filosofía, de las

matemáticas, de la física, y desde dominios vecinos como la economía. Pero, sobre

todo, fue el interés de los geógrafos por la teoría lo que constituyó el rasgo funda­

mental de la metamorfosis disciplinaria, pues, como lo reconoció el mismo Bur­

ton (1982: 418), la revolución "se inspiró en una necesidad genuina de hacer la

geografía más científica y en un interés por desarrollar un cuerpo teórico. En las

raíces de la revolución cuantitativa se encuentra la insatisfacción respecto a la

geografía idiográfica".

Barnes (2001) sostiene que la denominada "revolución cuantitativa" introdu­

j o por primera vez en el ámbito de la geografía económica anglo-americana -tra­

dicionalmente pobre o carente de teoría- la verdadera idea de teorización

"epistemológica", cuya tarea central era "desarrollar vocabularios abstractos que

reflejaran -aunque parcialmente- una realidad externa e independiente" (Bar­

nes, 2001: 546). Esos vocabularios abstractos, formales y racionalistas formaliza­

dos en hipótesis, leyes, modelos y representaciones cartográficas constituyeron el

núcleo de la teoría para producir explicaciones de fenómenos geográficos obser­

vados en el mundo real. El mismo Barnes (2001) recalca que el lenguaje de la teo­

rización "epistemológica" de la geografía provino, inicialmente, de las ciencias

naturales y de las ciencias sociales modeladas a su imagen -una especie de "física

social"-, e ilustra su comentario con el ejemplo de la introducción del vocabulario

de la física en la geografía económica durante los cincuenta, por parte de William

Warntz, quien, a partir de la descripción de los lugares como puntos dentro de un

campo gravitacional, desarrolló los modelos de gravedad y de potencial, en coo­

peración con geógrafos, astrónomos y físicos.

Los fundamentos epistemológicos para la construcción teórica de la nueva

geografía como una ciencia esencialmente espacial fueron encontrados en las

ideas del "positivismo lógico", "empirismo lógico" o "neopositivismo", movi­

miento intelectual asociado con los filósofos pertenecientes al "Círculo de Viena",

y cuyos objetivos y características estaban claramente definidos hacia 1930. Sin

embargo, Barnes (2001) argumenta que en un principio los geógrafos compro­

metidos con el nuevo paradigma no fueron conscientes de su vínculo con el neo-

positivismo, aunque desde el comienzo sus formulaciones teóricas tuvieron el

carácter fundacional y cerrado propio de ese marco epistemológico.

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LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

El positivismo lógico afirma que la ciencia se ocupa de las proposiciones con sentido, es decir, de las proposiciones empíricas que deben ser sometidas al rigor del análisis lógico y a los métodos más refinados de verificación. Busca alcanzar una visión unificada del mundo y de la ciencia, y propende a un lenguaje neutral para expresar proposiciones y resultados libres de la subjetividad de los lenguajes comunes.

Uno de los postulados básicos del positivismo lógico es el de la unidad de la ciencia. Con un lenguaje fisicalista y de pretensiones universalistas, la ciencia uni­ficada es un sistema no contradictorio de protocolos y de leyes; es una actividad normativa, aunque no rigurosamente determinista, que ni hace demarcaciones entre ciencias naturales y ciencias sociales, ni reconoce la posibilidad de hacer jui­cios axiológicos o de valor, ratificando así su neutralidad.

El positivismo lógico no establece diferencias metodológicas sustanciales en­tre las ciencias naturales y las ciencias sociales. Como indica Capel (1981: 376), "se abordó el estudio del hombre y de la realidad social postulando que éstos per­tenecen plenamente al mundo físico y que como tales han de ser estudiados, y aceptando que las regularidades que se encuentran en la naturaleza aparecerán también en las diversas esferas de la realidad sociocultural". Esta afirmación ga­rantizaba de hecho la unidad metodológica de toda la ciencia, unidad que se ex­presaba en el uso común del método científico hipotético y deductivo, cuyos refinamientos se alcanzaron en las ciencias naturales y se extendieron a buena parte de las ciencias sociales.

La geografía no fue la excepción, y la revolución que se está glosando incur-sionó también en el campo metodológico, pues los geógrafos debían proceder en adelante resolviendo los problemas geográficos con la misma metodología co­mún a toda la ciencia. Parte de la conversión a la nueva ciencia geográfica consis­tió en aprender el método científico positivista, por lo que a partir de entonces los cursos de metodología científica constituyeron un elemento central en los programas de formación y entrenamiento de los geógrafos.

La discusión metodológica sobre el problema de la inducción y la deducción constituye una de las disputas internas más fuertes dentro del movimiento neo-positivista, pero la ascendencia de las corrientes deductivistas llevó a la mayoría de los científicos a tomar partido por una vía metodológica hipotético-deductiva, muy cercana a las propuestas de Popper (Capel, 1981).

Las críticas a la geografía del paisaje, o de la tradición regional, se hicieron corrientes en los años cincuenta y se incrementaron a medida en que las ideas del positivismo lógico fueron acogidas, en buena parte sin tener conciencia del he­cho, por las nuevas generaciones de geógrafos (Barnes, 2001). A mediados del si­glo XX, Schaefer "abrió la puerta a la admisión formal del positivismo lógico

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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

dentro de la geografía" (Gregory, 1984: 48) y ésta se transforma paulatinamente en una "ciencia espacial" teórica y empírica, con énfasis en el orden espacial y en la búsqueda de las leyes generales de la organización espacial, mediante un méto­do científico naturalista.

En el nuevo paradigma, el espacio es considerado, por una parte, como espa­cio concreto referido a la actual superficie de la tierra con toda la variedad del mundo real, y por otra, como espacio abstracto referido a la estructura espacial no visible. Peet (1998: 32) se refiere así a esta transformación disciplinar:

En los 1940s la geografía se sintió de nuevo segura internamente como descrip­ción regional pero vulnerable externamente en razón de las críticas a su naturale­za científica y a su utilidad práctica. El período de la posguerra conoció una geografía redefinida como la ciencia del espacio -el espacio no en los términos de la escuela de Berkeley como la superficie de la tierra transformada por la acción humana en un paisaje cultural, sino del espacio a imagen de la física, espacio re­ducido a la distancia entre puntos-, con la conducta espacial como minimización de la distancia, y la geometría como lenguaje disciplinar. Con tal espacio se pudo emplear el moderno método científico, inicialmente midiendo regularidades es­tadísticas en forma inductiva, eventualmente con la lógica matemática como una ciencia deductiva.

Pero lo esencial no era la cuantificación en sí misma, como pudiera creerse si nos atenemos al remoquete de "Revolución cuantitativa" con el que fue califica­da, o al hecho de que muchos geógrafos creyeran ingenuamente en el aserto po­sitivista de que "sin calcular es imposible razonar"; se trató, ante todo, de una forma distinta de ver las cosas en geografía. Como resultado de esta revolución, la geografía abandonó sus pretensiones de ciencia singular, se tornó abstracta, y el paisaje, como objeto principal de estudio, cedió su puesto al espacio (Yeates, 1972; Holt-Jensen, 1980; Stoddard, 1982; Butler, 1986; Haggett, 1994). En pala­bras de Unwin (1995: 173), "los intereses centrales giraban en torno al espacio, a la cuantificación y a la elaboración de teorías".

La nueva definición de la geografía como la ciencia que busca "explicar la va­riación espacial de los fenómenos sobre la superficie terrestre" (Stoddard, 1982), pone en claro que el ámbito de la "Nueva geografía" se reduce a la superficie de la tierra como espacio concreto, y que los problemas que debe formular el geógrafo tienen que ver con la distribución de todo tipo de fenómenos sobre dicho espacio. Así que cualquier fenómeno, si su distribución es cartografiable, es decir, si se puede hacer un mapa de ella, es susceptible de ser estudiado geográficamente, y su distribución espacial se puede explicar en relación con otras distribuciones es­paciales de fenómenos asociados, por medio de una teoría abstracta que refleje como un espejo su ocurrencia en el mundo real.

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LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

El resultado de esta nueva definición del objeto fue una variedad de geogra­fías, tantas como distribuciones espaciales de fenómenos de todo orden se pue­dan cartografiar, tales como geografías de las enfermedades, geografías electorales, geografías de los precios del suelo, geografías de la vegetación, etc. Queda también sentado que tales distribuciones constituyen una estructura espa­cial abstracta y ordenada cuyo orden se debe explicar en términos científicos.

Como ejemplo, y para ilustrar lo expuesto en el párrafo anterior, a partir de un mapa que muestre la distribución espacial de las carreteras que comunican lu­gares en un espacio determinado, se pueden identificar patrones de densidad vial; pero al mismo tiempo, los lugares se pueden identificar como nodos; las ca­rreteras se pueden transformar en una red abstracta analizable en términos loca-cionales, para detectar el estado de desorden de la misma y proponer los correctivos que eleven su grado de ordenación, teniendo como referencia un mo­delo ideal o normativo de redes. En las mismas condiciones, el tráfico de perso­nas, mercancías e información se puede conceptualizar como movimiento; las ciudades, lugares centrales, pueblos o conglomerados de población se pueden identificar como nodos de una red, es decir como puntos de cruzamiento o vérti­ces de la red.

El nuevo discurso geográfico se expresa con claridad en la siguiente cita (Gá-

mir, et al., 1995: 91) de un manual sobre análisis espacial:

En el análisis espacial, los nodos o vértices de la red pueden venir constituidos por los puntos de origen y destino de los intercambios (ciudades, puertos, aero­puertos o centros de zona -denominados centroides, si trabajamos a escala urba­na, a los que se atribuyen las características del área que representan-). Los arcos o aristas se identifican con las rutas, tanto si tienen una estructura física o soporte (rutas terrestres) como si no cuentan con ella (rutas marítimas, aéreas, o referidas a teleflujos), o con los flujos (pasajeros, mercancías, flujos telemáticos...) que por ellas circulan, cuando se trata de redes valorizadas. En las redes urbanas de trans­porte público, como puede ser, por ejemplo, una red de metro, los nodos pueden venir constituidos por las paradas de las líneas de la red (o de forma más simple, por los puntos de origen y destino de las mismas) y las aristas pueden identificar­se con los recorridos de las líneas... Los resultados de este tipo de análisis de cara a la planificación permiten potenciar nodos a través de las mejoras en las cone­xiones de la red.

Es evidente oue este tioo de trabaio imolica oue el geógrafo tenea un conocí-miento profundo de la geometría de las redes y la teoría de los grafos, las cuales le permiten hacer comparaciones precisas entre la conectividad y la configuración de las redes (Haggett, 1976), lo mismo que un dominio de medidas de centrali­dad, dispersión de áreas y puntos, análisis de vecindad, de las técnicas de análisis

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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

de interacción espacial, y de correlación y autocorrelación espacial (Gámir, et al.,

1995).

En los términos de un nuevo paradigma, la geografía como ciencia espacial

debería tener las mismas finalidades de predicción de toda la ciencia positiva.

Pero esta transformación de la disciplina no constituye un hecho aislado y mucho

menos autónomo, pues como lo señala Unwin (1995: 172):

Un interés por modelar la organización espacial de la sociedad y por elaborar descripciones matemáticas y geométricas de las relaciones sociales quedó así per­fectamente establecido en diferentes disciplinas en los Estados Unidos en los años 1940 y 1950... No obstante, fue en el campo de la geografía donde este nue­vo enfoque alcanzó una posición de preeminencia, pues ofreció a los geógrafos una justificación fundamental de su disciplina. La conceptualización de la geo­grafía como ciencia del espacio abrió una alternativa marcadamente diferente a la tradición cada vez más desacreditada de la geografía regional.

Aunque en un principio algunos geógrafos regionales pusieron en duda la

emergencia de una "Nueva geografía", alegando que todas las geografías ante­

riores habían sido nuevas, o que la geografía siempre había utilizado estadísticas

(Vilá, 1983), lo cierto es que la ruptura epistemológica -pa ra usar los términos de

Bachelard- con la geografía regional, no sólo fue clara sino definitiva.

Como lo expresa Chisholm (1975), una comparación entre la obra de Hart­

shorne, The Nature of Geography (1939) y la de Harvey, Explanation in Geography

(1969), permite captar la esencia del cambio. Chisholm anota que en la obra de

Hartshorne la aproximación es explícitamente inductiva y la geografía es una

ciencia corográfica, relacionada con la naturaleza de los diferentes lugares, de

modo que los fenómenos que interactúan en cada una de las áreas crean la dife­

renciación de las mismas. En esta situación, el papel del geógrafo es integrar y

sintetizar conocimientos producidos por otras disciplinas que tienen visiones

particulares y parciales de la realidad. En la obra de Harvey, en cambio, se persi­

gue una meta diferente de la propuesta por Hartshorne, que identifica a la geo­

grafía como una ciencia que difiere de la simple acumulación de hechos, que

debe aplicar el método científico hipotético-deductivo para alcanzar el carácter

explicativo, de manera que la geografía se pueda definir como una explicación

positiva de la forma como funcionan el mundo o segmentos de éste. En la pro­

puesta de Harvey, los objetos de investigación geográfica son problemas de carác­

ter espacial que reclaman una explicación en los términos de la ciencia positiva,

por lo que la tarea de la geografía tiene que ver con la formulación de leyes gene­

rales, más que con el estudio de casos únicos.

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LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

Para Chisholm (1975), Hartshorne y Harvey representan la antítesis entre

una visión mística o romántica de la geografía, asociada con la tradición filosófica

alemana del siglo XIX, y una aproximación más analítica basada en la aceptación

de los cánones del método científico naturalista e inspirada en el pensamiento de

los filósofos del positivismo lógico y del racionalismo. Así que la "Nueva geogra­

fía" es un nuevo paradigma en el que la obra de Hartshorne representa el fin y la

de Harvey el comienzo del mismo.

Treinta años después de la publicación de The Explanation in Geography en

1969, Harvey responde en entrevista a los editores de New Left Review (Harvey,

2001: 4, en traducción) que:

En Explanation in Geography trataba de buscar una respuesta a lo que consideraba un problema central de la disciplina. Tradicionalmente, el conocimiento geográ­fico había estado extremadamente fragmentado, orientado a enfatizar en gran medida lo que se denominaba "excepcionalidad". De acuerdo con la doctrina es­tablecida, el conocimiento adquirido mediante la investigación geográfica es di­ferente a cualquier otro tipo de conocimiento. No es posible establecer generalizaciones o sistematizarlo. No existen leyes geográficas; no existen princi­pios generales a los que se pueda apelar; lo único que se puede hacer es salir ahí afuera y estudiar, pongamos por caso, la zona seca de Sri Lanka, y pasarse toda la vida tratando de comprenderla. Quería hacer frente a esta concepción de la geo­grafía insistiendo en la necesidad de comprender el conocimiento geográfico de un modo algo más sistemático. En aquel momento me parecía evidente que había que recurrir a la tradición filosófica del positivismo que, en la década de 1960, continuaba incorporando como parte de sí un poderoso sentimiento, provenien­te de Carnap, acerca de la unidad de la ciencia. Este es el motivo por el que me tomé a Hempel y a Popper tan en serio; pensé que debía existir algún modo de usar su filosofía de la ciencia para contribuir a la construcción de un conocimien­to geográfico más unitario. Se trataba de un momento en el que, en el seno de la disciplina, existía un fuerte movimiento que apostaba por la introducción de téc­nicas estadísticas y nuevos métodos cuantitativos a la investigación. Se podría de­cir que mi proyecto consistía en desarrollar la vertiente filosófica de esta revolución cuantitativa.

La ruptura con la geografía regional se notó en la adopción de nuevas formas

de organizar y analizar la información, especialmente mediante el uso creciente

de modelos. Chorley y Haggett publicaron en 1971 una antología titulada La geo­

grafía y los modelos socioeconómicos, en la que varios autores dan cuenta del uso as­

cendente de modelos de distinta clase en varias ramas de la geografía teórica y

aplicada, al mismo tiempo que exponen las razones que justifican su adopción.

En la introducción de esta obra se argumenta que:

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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

1. La información geográfica se puede tratar en los términos de la teoría general de la información, de manera que la relevancia de un dato se es­tablece únicamente dentro de un marco teórico, y la información se or­ganiza en varias escalas, puesto que la regularidad de la misma puede darse o desaparecer al cambiar de escala.

2. La organización y el análisis de la información requieren una selección previa que separe la regional de la local y elimine todas las formas de rui­do informativo.

3. Es normal que se intente establecer los tipos de regularidad que se pre­sentan en la información geográfica en las correspondientes escalas es­paciales y temporales. Es necesario buscar el orden en la realidad en función de las características del conjunto, en vez de concentrarse en las diferencias específicas.

Los modelos geográficos, agregan Chorley y Haggett (1971), pueden ser una teoría, una ley, una hipótesis o una idea estructurada; pueden ser una función, una relación, una ecuación o una síntesis de datos. En todos los casos, deben ser­vir para razonar sobre el mundo real. La construcción y aplicación de modelos obedece a una necesidad de idealización y de simplificación de la realidad, que facilite su entendimiento. Tales modelos se asumen como estructuraciones sim­plificadas de la realidad que presentan en forma generalizada, facetas y relacio­nes simplificadas de la misma; son aproximaciones inexactas, altamente selectivas y subjetivas, pero realzan los aspectos fundamentales y desechan los de­talles sin importancia. Por contera, los modelos deben ser de carácter especulati­vo y sugestivo, y lo bastante simples para que se puedan manejar y comprender con facilidad.

Los modelos geográficos, insisten Chorley y Haggett (1971), son necesarios para salvar las diferencias entre la observación y la teoría, y por supuesto, deben satisfacer las demandas de simplificación, reducción, concreción, experimenta­ción, acción, extensión, establecimiento y explicación de teorías. Y agregan que entre las funciones que ellos pueden cumplir se pueden señalar las siguientes:

a) Función psicológica, pues permiten comprender y abarcar grupos de fe­nómenos que por su complejidad sería imposible abordar de otra forma.

b) Función adquisitiva y organizativa, porque proporcionan una base para definir, recoger y ordenar la información.

c) Función de fertilidad, porque permiten la extracción del máximo de información.

d) Función lógica, que facilita la explicación de la aparición de un fenóme­no particular, y explicar los sistemas complejos por medio de sistemas simples.

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LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

e) Función normativa, que hace posible la comparación de ciertos fenóme­

nos con algunos más conocidos.

f) Función sistemática, porque la construcción sucesiva de modelos permi­

te la exploración y comprobación de los sistemas.

g) Función constructiva, como elementos básicos en la construcción de teo­

rías y leyes de alta probabilidad, y

h) Función cognoscitiva, porque pueden promover la difusión de las ideas

científicas.

Bunge (1982) también había sugerido en los comienzos de los sesenta la ne­cesidad de asumir un paradigma basado en modelos, que sustituyendo los cam­pos de especialización temática del tipo climatología, geografía de la población o morfología del suelo, se especializara en campos teóricos espaciales relacionados con puntos, zonas y descripción de superficies matemáticas, problemas de luga­res centrales, etc.

Harvey (1983) reconoce que a finales de los setenta, los modelos geográficos ya formaban parte del saber geográfico institucionalizado, y comenta que su uso no dejaba de ser problemático y hasta peligroso, amén de la dificultad misma de construirlos. Y agrega que la insistencia en su utilización se debió a que dado el escaso desarrollo de la teoría geográfica, no se tenía otra alternativa que acudir a ellos. Sin embargo, él mismo pone en guardia a los geógrafos frente al peligro ge­nerado por la tentación de usar indiscriminadamente los modelos, sugestionados por su variada funcionalidad, y sentencia que no se debe pasar por alto "que en términos de investigación básica, la función principal de la modelización en geo­grafía debe apuntar a la creación de teoría geográfica" (Harvey, 1983: 181).

El cambio ya aludido implicó asumir el espacio como elemento articulador de la disciplina y como objeto mismo de teorización. Esto trajo como consecuen­cia un viraje en los métodos, en el lenguaje, en las formas de representación y en las relaciones teóricas con ciencias poco exploradas por los geógrafos, como la matemática, la estadística, la teoría económica neoclásica y la teoría de sistemas, entre otras. Con nuevos problemas, nuevos marcos teóricos y nuevas metodolo­gías y técnicas, se reconstruyó el discurso geográfico (Lounsbury y Aldrich, 1979).

LOS CONTENIDOS DEL NUEVO DISCURSO GEOGRÁFICO

El nuevo discurso espacial (Gregory, 1994) se presentó como un entramado metafórico emparentado con los discursos de la economía neoclásica y lleno de modelos lógicos y analogías de la ciencia física. El interés mayor se centró en la formulación de hipótesis y en la construcción de teorías acerca de la organización

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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

del espacio. En este escenario floreció la teoría locacional, como un intento de in­tegrar la dimensión espacial con la teoría económica clásica, para explicar y pre­decir las decisiones geográficas resultantes del agregado de decisiones individuales. Esto explica el interés de los geógrafos por los trabajos pioneros de Von Thünen, Christaller y Weber, entre otros, en los que se encontraron las bases para la construcción de modelos normativos de interacción y difusión espacial. Tales modelos hacen énfasis en la racionalidad económica de agentes maximiza-dores de beneficios con el mínimo esfuerzo, y en el papel determinante de la fric­ción de la distancia como restricción espacial en la oferta y demanda de bienes y servicios.

El nuevo discurso geográfico pone su mayor interés en los asuntos relaciona­dos con la organización espacial (De Souza, 1992), es decir, con la forma como los individuos y las sociedades organizan el espacio para ajustarlo a sus necesidades. Este concepto provee una estructura apropiada para analizar e interpretar las de­cisiones de localización y de movimiento, al igual que las estructuras espaciales relacionadas con patrones de uso del suelo, localización industrial, asentamien­tos humanos, etc. Las agencias del gobierno encargadas de la planificación, o las empresas privadas interesadas en optimizar los rendimientos del capital, deman­daban conocimientos de esta naturaleza, y la geografía trató de responder con es­tudios que se apoyaron en la cuantificación y la experimentación con un amplio rango de técnicas estadísticas.

La idea central de este nuevo discurso es que lo real es una estructura espa­cial abstracta y ordenada, cuyo orden es posible revelar y representar a partir de teorías, leyes y modelos generales, como elementos constitutivos de la nueva ciencia espacial.

Esta forma de abordar el estudio del espacio trajo nuevas demandas, pues en adelante los geógrafos tuvieron que tratar con los asuntos de los métodos de aná­lisis locacional, relacionados con la recolección y análisis de los datos; con la des­cripción de las localizaciones absolutas y relativas y con el problema de su represen­tación; con la construcción y delimitación de las regiones, y con la formulación y verificación de las hipótesis mediante analogías y métodos estadísticos.

En los primeros años de la década de los setenta, el discurso de la "ciencia es­pacial" ya se encontraba bien sistematizado y expuesto en textos y manuales utili­zados en la formación de geógrafos (Harvey, 1969; Abler, Adams y Gould, 1972; Haggett, 1976; Lounsbury y Aldrich, 1979). Uno de esos textos es el publicado en 1972 por Ronald Abler y Peter Gould, de la Universidad de Pensilvania, y por

John S. Adams de la Universidad de Minnesota, que se titula Spatial Organization: The Geographer's View ofthe World, y cuyo objetivo principal es "introducir a los es­tudiantes a la forma como los geógrafos piensan acerca del mundo". Este libro,

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LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

que hace una profunda exposición de los elementos constitutivos del discurso científico predominante en la comunidad geográfica de la época, es la fuente principal de la exposición que sigue sobre este tema, aunque en la misma se utili­zan otras obras cuya referencia se hará oportunamente; por tanto se advierte al lector que, en ausencia de otras referencias, debe entenderse que lo expuesto proviene de la fuente en comentario.

Abler, Adams y Gould (1972) consideran que la geografía humana es una ciencia social y del comportamiento que analiza las actividades humanas en el es­pacio terrestre. El carácter científico de la geografía no difiere del de otras cien­cias, y por tanto su esencia debe ser un conjunto de problemas y un método para resolverlos; el método científico es universal, es decir común, y lo que distingue a unas ciencias de otras es el tipo de problemas o preguntas no resueltas que tratan de explicar. El método de la geografía es igual al de todas las ciencias, pero su pregunta fundamental y que la distingue de otras prácticas científicas es: ¿Por qué las distribuciones espaciales están estructuradas en la forma en que ellas es­tán? De modo que los geógrafos tienen que ver ante todo con distribuciones espa­ciales y con procesos espaciales.

Una distribución espacial se refiere a la frecuencia con que un fenómeno su­cede en el espacio, y su naturaleza depende de la escala en que tal distribución es observada, pues una distribución puede presentar, por ejemplo, un patrón de aglomeración en una escala de observación, o un patrón disperso en otra. Pero, aunque la distribución de un fenómeno en el espacio es el punto de partida para el análisis geográfico, es necesario tener en cuenta que las distribuciones en sí mismas no son el objetivo para el geógrafo, sino que lo que a éste le interesa es por qué las distribuciones varían en patrón e intensidad de un lugar a otro. Por otra parte, el interés tradicional por la descripción exacta de la localización abso­luta de las distribuciones se ha abandonado para centrarse principalmente en la localización relativa de unos fenómenos con respecto a otros, la cual se puede ex­presar en unidades relativas de distancia medidas en tiempo o de costos de trans­porte, por ejemplo. Estas localizaciones relativas pueden cambiar a través del tiempo, aunque sus localizaciones absolutas, es decir, sus posiciones en un siste­ma convencional de coordenadas, permanezcan constantes, como ocurre con las medidas de latitud y longitud que sirven para localizar un lugar en la superficie terrestre.

Del concepto de distribución espacial se derivan los conceptos de "estructura espacial" y de "procesos espaciales". La estructura espacial es la organización in­terna de una distribución, y se refiere tanto a la localización de cada elemento con relación a cada uno de los otros, como a la localización de cada elemento con rela­ción a todos los otros tomados en conjunto. Como ejemplos pueden darse la

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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

estructura espacial de la distribución de los hospitales en una determinada re­gión, o la estructura espacial de la distribución de los centros comerciales u otros centros de servicios en una ciudad. Si tomamos el caso de los hospitales, la estruc­tura espacial tiene en cuenta tanto la localización de cada hospital con relación a cada uno de los otros hospitales, como la localización de cada hospital con rela­ción al conjunto de los hospitales de la región.

Los procesos espaciales se refieren a los mecanismos que producen las estruc­turas espaciales de las distribuciones espaciales. Procesos y estructuras espaciales son circularmente causales y se determinan mutuamente. Los procesos son espa-cialmente variables y tienen distribuciones como fenómenos concretos, de donde se deriva que la estructura espacial es un concepto aplicable tanto a la distribu­ción estática como a los procesos dinámicos. Se puede decir que procesos y es­tructuras son "la misma cosa", pero que veamos procesos o estructuras depende de la perspectiva de tiempo que adoptemos y de la rapidez con que transcurren los procesos. Así, por ejemplo, los movimientos de personas en vehículos o a pie son procesos espaciales que se estructuran en objetos como redes de carreteras, caminos, ferrocarriles, aeropuertos sobre la superficie terrestre. O de forma simi­lar, las decisiones por una actividad económica como la agricultura, la industria o el comercio, se expresan en estructuras económicas espaciales de uso de la tierra. Aunque en los mapas las estructuras se presentan estáticas, es obvio que las distri­buciones y sus estructuras están en constante cambio y debemos asumirlas como muy dinámicas. Esto último no es obstáculo para que tomando intervalos de t iempo tales estructuras se consideren estáticas y como un índice del estado pre­sente de un proceso en marcha.

Los problemas o preguntas sobre procesos y estructuras espaciales del tipo cuál es la estructura espacial de los eventos, y cómo la estructura espacial y los procesos interactúan, son las que diferencian a la geografía de otras ciencias, pues ninguna otra disciplina científica se interesa en forma consistente por los procesos y las estructuras espaciales, ni hace ni resuelve preguntas acerca de la lo­calización, aunque localice sus objetos de análisis y reconozca su ocurrencia en el espacio.

También es propio del nuevo discurso un contexto espacial distinto, que se fundamenta en la naturaleza relativa del espacio. Hasta la mitad del siglo XX, los geógrafos pensaron y elaboraron hipótesis acerca de distancia y espacio en térmi­nos absolutos, como ya se indicó cuando nos referimos a la geografía regional; pero a partir de entonces se inició el cambio progresivo hacia un contexto espa­cial relativo, cambio considerado como el más fundamental en la historia de la geografía, pues abrió un número casi infinito de nuevos mundos para explorar y cartografiar. La utilización del concepto de distancia relativa como base del

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LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

espacio relativo conllevó a la incorporación de geometrías no euclidianas y gene­ró nuevas posibilidades de análisis espacial. Así, por ejemplo, mientras en el es­pacio euclidiano la distancia más corta entre dos puntos es una línea recta, en el espacio de Riemann la distancia más corta entre dos puntos es una línea curva, lo cual resulta más apropiado para describir y explicar la conducta espacial de los seres humanos, caracterizada por las percepciones y valoraciones psicológicas de los factores de la relación costo-tiempo-espacio.

Las representaciones del espacio relativo se desvían de las técnicas tradicio­nales de representación de las relaciones espaciales, y surgen nuevas formas que superan los mapas de localización absoluta. Las nuevas formas de representación incluyen, entre otras, los cartogramas árcales de Erwin Raisz, popularizados en los años treinta; las proyecciones logarítmicas de Edgar Kant, que Hágerstrand utilizó en estudios de migración en Suecia; los mapas de isócronas y las matrices. Las matrices se consideran muy útiles cuando se trabaja con distancias que no son simétricas, y son muy eficientes a la hora de presentar redes complejas que se tor­nan confusas cuando se dibujan en mapas. Además, su simplicidad facilita el tra­tamiento mediante ordenadores.

Es preciso señalar que el nuevo discurso mantiene las preguntas tradiciona­les de la geografía, pero las replantea en el nuevo contexto espacial relativista. Aun la pregunta por el dónde se mantiene, considerando que la acción del hom­bre cambia permanentemente la localización y que, incluso, las cosas que siempre se consideraron fijas, como el fondo de los océanos o las masas continentales, es­tán localizadas en un espacio relativo si se consideran largos períodos de tiempo, como puede colegirse de las explicaciones científicas de procesos como la deriva continental, la tectónica de placas o la expansión de los fondos oceánicos.

El concepto de convergencia espacio-tiempo desarrollado por Donald G. Ja-nelle, expresado en lenguaje común como "encogimiento" o "compresión" del mundo, se constituyó en una herramienta útil en el seguimiento o monitoreo de los cambios locacionales en el espacio relativo, puesto que es posible medir la rata a la que los lugares localizados sobre la superficie terrestre se aproximan o se separan unos de otros en distancia-tiempo. Este concepto, que tiene efectos significativos en el comportamiento humano, fue utilizado en los años 80s por David Harvey, para explicar la experiencia del espacio y del tiempo en la condi­ción posmoderna o etapa actual del capitalismo, caracterizada por la experien­cia sensorial y cultural de un mundo que se contrae permanentemente , como consecuencia del desarrollo de las nuevas tecnologías del transporte y de la comunicación (Harvey, 1989).

Otro caso de recontextualización similar ocurre con los conceptos de región y regionalización. La construcción de taxonomías en el espacio relativo produjo

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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

MOVIMIENTOS

V

4 •••' A

REDES NODOS

JERARQUÍAS SUPERFICIES

Figura 1. Estadios en el análisis de los sistemas regionales. Fuente: Haggett (1976:28)

regiones de naturaleza distinta a las identificadas en el contexto del espacio abso­

luto. Las clasificaciones árcales en el espacio absoluto generan regiones unifor­

mes compuestas por fenómenos estáticos y con poca variación en la densidad y en

la intensidad de su ocurrencia. Pero, en cambio, las regiones nodales, identifica­

das en el espacio relativo, dependen de fenómenos en movimiento cuya intensi­

dad y densidad del flujo es significativamente variable dentro de las mismas.

Las regiones nodales son sistemas espaciales constituidos por la interrelación

de lugares con funciones similares. Estas regiones se pueden definir por los flujos

de personas, de dinero, de mercancías, de mensajes, entre otros, que varían de

acuerdo con la distancia desde un centro o nodo.

Haggett (1976) propuso organizar el análisis locacional alrededor del concep­

to de la región nodal como un sistema espacial abierto constituido por movimien­

tos o flujos, redes, nodos, jerarquías y superficies y gradientes, representables en

un modelo geométrico abstracto, e identificables en la realidad empírica en mo­

vimientos de personas, mercancías e información; en redes de carreteras; ciuda­

des de distinto rango y tamaño como nodos articuladores de las redes, con sus

respectivas áreas de influencia (figura 1). Dicho sistema, con su orden y sus com­

ponentes, se puede reconocer, medir, conocer en su funcionalidad y en sus

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LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

relaciones internas. También se puede regular, modificar o reordenar en su es­tructura y funcionamiento, de acuerdo con las intencionalidades e intereses de los actores económicos o de las instituciones organizadoras del espacio.

Haggett (1976), en contraposición a la definición de la región como sistema cerrado que predominó en la geografía regional tradicional, propone considerar las regiones nodales como sistemas espaciales abiertos, en los que es necesario fi­jarnos primero en sus características propias y comprobar su existencia dentro del sistema regional. Siguiendo a Chorley, Haggett (1976: 28), señala que los sis­temas abiertos poseen algunas de las características siguientes:

(1) la necesidad de un suministro de energía para el mantenimiento y preserva­ción del sistema, junto a la capacidad de (2) llegar a un "estado estático" en el cual la importación y la exportación de energía y material se ve compensada por ajus­tes de forma, (3) regularse a sí mismo por medio de ajustes homeostáticos, (4) mantener magnitudes óptimas durante períodos de tiempo; (5) mantener su or­ganización y su forma a través del tiempo en lugar a tender (como ocurre en los sistemas cerrados) hacia un máximo de entropía y (6) comportarse de modo "equifinal", en el sentido de que condiciones iniciales diferentes puedan condu­cir a resultados finales semejantes.

Según Haggett (1976), considerar la región como un sistema espacial abierto permite dirigir la mirada hacia los vínculos entre proceso y forma, lo cual coloca a la geografía en condiciones similares a las de otras ciencias biológicas y sociales que organizan su pensamiento de forma parecida.

Volvamos a nuestra fuente principal (Abler, Adams y Gould, 1972) para con­tinuar la exposición del discurso de la geografía como "ciencia espacial". En el contexto del espacio relativo, son muchas las posibilidades combinatorias de las preguntas ¿dónde?, ¿cuándo?, ¿qué?, ¿por qué?, y la espacialidad de las mismas es casi infinita. Las preguntas ¿dónde? y ¿qué está dónde?, que en la tradición re­gional basada en el espacio absoluto fueron consideradas como fines en sí mis­mas, en el contexto del espacio relativo son preguntas preliminares en la búsqueda de explicaciones. De modo que los nuevos fundamentos de la geografía ya no están en la descripción de la organización espacial del mundo, sino en la ex­plicación por medio de leyes y teorías, en procura de ser una ciencia diagnóstica y prescriptiva; aunque no debe olvidarse que la descripción de distribuciones, de estructuras y procesos espaciales constituye el punto de partida.

El interés en la distribución se enfoca siempre sobre las estructuras y proce­sos que las producen, y sobre las interrelaciones resultantes. Como ejemplo, los movimientos (flujos) a través del espacio generan sistemas de movimiento (re­des) que influyen en los nuevos movimientos; los sistemas de movimiento favo­recen algunos lugares a expensas de otros, de modo que las relaciones entre

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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

movimientos (procesos) y sistemas de transporte (estructuras) no son de un solo sentido, sino reflexivas y circularmente causales. De igual manera, los sistemas de movimiento son poderosos determinantes de la localización de actividades humanas; en tanto que los lugares que son nodales y contenedores de actividad humana intensa, t ienen gran influencia sobre los sistemas de comunicación y t ransporte . En síntesis, la interacción entre procesos y estructuras es un aspecto fundamental de cualquier problema locacional, ya sea que se trate de explicar una determinada distribución, o de decidir dónde localizar un elemento - u n hospital, una escuela, una estación de bomberos, e tc . - para a tender a una po­blación con determinada distribución espacial; en ambos casos el problema se puede analizar en términos de los procesos, las estructuras y sus interacciones.

Otro aspecto importante del nuevo discurso es el relacionado con la medi­ción. El análisis en términos de procesos, estructuras e interacciones lleva implíci­to el asunto de la medición cuyo objetivo es refinar la descripción. Se parte del supuesto positivista de que, en geografía, como en toda ciencia, todo es mensura­ble en el continuo cualidad-cantidad, y se argumenta que sin medición es imposi­ble hacer ciencia. La medida, en todas sus formas, se asume como la asignación de valor a las cosas de acuerdo con reglas claras y bien definidas, que pueden ser tan simples como dar valores de uno (1) o cero (0) a una variable, o tan sofistica­das como asignar valores que permitan establecer intervalos. El geógrafo dispone de varias posibilidades de medición, entre las cuales cabe resaltar:

a) Mediciones binarias y nominales, cuyo objetivo es establecer dicotomías como Sí-No, Presente-Ausente, Uno-Cero.

b) Mediciones en escala ordinal, con el objetivo de establecer órdenes de magnitud, para lo cual se usan criterios como tamaño (mayor que, me­nor que) o distancia (cerca de, lejos de), y se asigna el rango 1, 2, 3, 4... N. Se usa por ejemplo para ordenar preferencias.

c) Mediciones en escala de intervalo, que establecen intervalos como por ejemplo la distancia entre puntos. El caso más clásico en geografía es el de la localización usando latitud y longitud.

d) Mediciones en escala de proporción, cuyo objetivo es comparar propor­ciones, como por ejemplo distancias o tiempos de viaje entre ciudades, áreas de países, densidades de población, etc.

La geografía como ciencia espacial hace énfasis en el estudio de las relacio­nes geográficas, como se ha venido reseñando. Pero es conveniente aclarar qué se entiende por una relación geográfica y qué implica decir que una cosa está rela­cionada con otra. Por una relación geográfica se entiende la forma en que un fe­nómeno varía en el espacio con respecto a otro, como en la forma elemental de Y = f(X), aunque formas más complejas de variaciones pueden ser abordadas. Con

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LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

Y = f(X) se dice que Y es alguna función de X o que Y covaría con X. Es posible

bajo esta forma expresar relaciones del tipo "Y varía con la localización de X", "el

tamaño de Y cambia con la población de X", o "la interacción de Y es una función

de la distancia X".

Especificando exactamente una función y describiendo la forma de la varia­

ción de modo regular, por ejemplo mediante un modelo, es posible hacer predic­

ciones sobre dichas relaciones espaciales, aunque es necesario tener en cuenta

que es poco factible que la conducta humana pueda ser predicha en forma deter­

minista, por lo que las predicciones de relaciones espaciales pertenecen más bien

al campo de las probabilidades.

Las relaciones geográficas son de varios tipos:

a) Localización de yuxtaposición o proximidad: si dos objetos tienen la

misma localización o son próximos, podemos esperar que entre ellos

exista alguna relación.

b) Grado de regularidad espacial de eventos a través del tiempo, como, por

ejemplo, procesos de colonización y ocupación del espacio, patrones de

poblamiento en el tiempo asociados con características espaciales de re­

lieve, clima, suelos, etc.

c) Covariación de dos o más variables en el espacio geográfico, como en el

caso en que una alta densidad de rutas corresponde con el área en donde

se encuentran los principales centros de poblamiento, lo cual se puede

combinar con la variable preferencia por residencia, de modo que en

una superficie se podrán observar picos (altos) y valles (bajos) de prefe­

rencia, o áreas favorables y desfavorables.

d) La tendencia regular de una variable en una región.

En la descripción de las relaciones enumeradas, los geógrafos tradicional­

mente utilizaron métodos como la superposición de mapas, para examinar el

grado de correspondencia entre los patrones representados en cada uno, y con

base en esos análisis elaboraban juicios subjetivos sobre la fuerza de las relaciones

entre las variables. Pero, argumentando que el ojo no siempre es el mejor instru­

mento para captar las relaciones espaciales, la "Nueva geografía" incorporó he­

rramientas de análisis más sofisticadas, como los diagramas de dispersión, o las

medidas de correlación, regresión y asociación. El análisis cuantitativo de las rela­

ciones espaciales recurre a técnicas de correlación y regresión simple, modelos de

regresión múltiple, análisis de varianza en superficies y regiones, o modelos de

curva logística y cadenas de Markov para describir y explicar patrones espaciales

de tiempo y difusión (Yeates, 1972).

A y

Page 48: Caps 1 y 2. Debates sobre el espacio en la geografía contemporánea

DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

LOS MODELOS DE INTERACCIÓN ESPACIAL

Una característica importante de la geografía como ciencia espacial es la ten­dencia a la construcción de modelos espaciales tanto descriptivos como normati­vos. La necesidad de idealización era corriente a fines de los años sesenta, y se reconocía la simplificación de la realidad como un camino obligatorio y seguro para su comprensión, pues permite prescindir de los detalles que no tienen inte­rés para la definición y explicación de un sistema. La simplificación es la clave para la construcción de modelos de la realidad que se supone presentan formas generalizadas de la misma, y que aunque son aproximaciones subjetivas y no in­cluyen todas las dimensiones, sí realzan los aspectos fundamentales de la reali­dad, evitando los detalles incidentales que dificultan encontrar el orden. En fin, los modelos se consideran necesarios para integrar los niveles de la observación y la teoría y para la simplificación, reducción, concreción, experimentación, ac­ción, extensión, globalización, establecimiento y explicación de teorías (Chorley, y Haggett, 1971). Chorley y Haggett (1971) hacen una exposición detallada del uso de modelos socioeconómicos en la geografía de los años sesenta. Tras descri­bir las funciones de los modelos, su naturaleza y sus características fundamenta­les, dan cuenta de que la práctica del modelamiento espacial se ha extendido tanto, que bien se puede considerar que el nuevo paradigma geográfico tiene como base el uso de modelos. Según los autores citados, la disciplina cuenta con modelos de geografía urbana y localización de centros de poblamiento, de locali­zación industrial, de localización de la actividad agrícola, de difusión y de toma de decisiones locacionales, entre otros. Con el propósito de ilustrar un poco más las características del discurso geográfico en comentario, se describen a continua­ción los modelos de potencial de interacción y de gravedad, siguiendo de nuevo el texto de Abler, Adams y Gould (1971).

El modelo de potencial

El modelo de potencial supone que, dado un conjunto de centros o lugares especializados localizados en un determinado contexto espacial, cada centro ten­drá algún potencial de interacción con cada uno de los otros centros de la región. La pregunta sobre cuánta interacción se puede esperar nos indica que el concep­to de potencial sugiere una medida, y que, por tanto, es posible estimar dicho po­tencial. El modelo utiliza analógicamente las ideas de la física de Newton, y supone que se pueden esperar entre unidades sociales las mismas regularidades que se observan entre unidades físicas. Por consiguiente, es lícito pensar que dos objetos sociales (dos ciudades, por ejemplo), se atraen uno al otro con una fuerza

50

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LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

gravitacional que varía directamente con el producto de las masas de los objetos y

disminuye en razón del cuadrado de la distancia entre ellos.

Así, aplicando en forma de analogías esas ideas gravitacionales, es posible

derivar una medida de interacción potencial para cada localización, de modo que

el potencial de un punto es simplemente una medida agregada de la influencia

de todos los lugares distantes sobre dicho punto.

Este modelo se puede aplicar al estudio del mercado, la migración, los inter­

cambios de población (commuting), la comunicación y otras clases de problemas.

Por ejemplo, el mercado potencial es un índice de la intensidad de la interacción

espacial posible entre productores y mercados.

Otro asunto crítico del modelo de potencial es el relacionado con las defini­

ciones de la masa y la distancia. En este modelo, la medida apropiada de la masa

depende de la clase de interacción que se esté considerando. El modelo de mer­

cado potencial, por ejemplo, utiliza como medida las ventas al detalle (minoris­

ta). Pero en otros casos pueden ser la población, las ventas, el poder de compra, el

número de familias, los carros registrados, las camas de hospital, la inversión en

tractores y equipo agrícola, el valor agregado de la manufactura, el producto re­

gional bruto, la circulación de periódicos o la matrícula escolar, entre otras, las

medidas que se utilicen para establecer la masa. En suma, la clase de interacción

estudiada es la que determina el tipo de medida utilizada para definir la masa de

un lugar.

El modelo de gravedad

Este modelo es de gran simplicidad e integra la complementariedad geográ­

fica con la fricción de la distancia. En ciencias sociales ha sido utilizado para ex­

plicar muchas de las variaciones espaciales de los movimientos de personas,

bienes e información. Es una representación de hechos acerca de la interacción

espacial, y sus bases lógicas establecen que dos lugares interactúan entre sí, en

proporción directa al producto de sus masas e inversamente de acuerdo con algu­

na función de la distancia entre ellos. Esto es:

M¿M,

h f - j r 1 -a ¡i

en donde /y es el número de interacciones entre i y j durante un período de

tiempo; ¿Les la distancia entre i y j . M es la medida del tamaño o masa del par de

lugares en interacción.

51

Page 50: Caps 1 y 2. Debates sobre el espacio en la geografía contemporánea

DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

MOVIMIENTO, ESTRUCTURAS ESPACIALES Y GEOMETRÍA DEL MOVIMIENTO

El asunto del movimiento de personas, de mercancías o de información so­bre la superficie terrestre es uno de los temas dominantes en el discurso de la ciencia espacial, de modo que las preguntas sobre el mismo, sobre su estructura­ción y sobre la forma de representarlo y explicarlo ocupan buena parte de las ta­reas de los geógrafos. Los movimientos, de todo tipo, crean estructuras espaciales que una vez establecidas tienen gran influencia en los movimientos subsecuentes, tal como ocurre con las migraciones que redistribuyen la pobla­ción en un período, y de esa forma inciden en los movimientos siguientes de la misma o en la distribución espacial de centros comerciales en una ciudad, que afecta la localización de nuevos centros. Una vez más acudimos a Abler, Adams y Gould (1972) para presentar un ajustado resumen de los elementos más signifi­cativos del discurso geográfico sobre estos aspectos. Los planteamientos funda­mentales son los siguientes:

1. Las estructuras espaciales están recíprocamente asociadas a los procesos de movimiento. Todos los movimientos de personas, mercancías o infor­mación se dan entre nodos y a través de redes.

2. El movimiento se realiza siguiendo la ley del mínimo esfuerzo. Las cosas se mueven en la naturaleza para alcanzar una meta haciendo el menor esfuerzo, y los movimientos ocurren por la ruta más fácil. En el espacio, el menor esfuerzo se traduce en la reducción de la distancia para ir de un lugar a otro o en rebajar el costo de mover los objetos; es decir, se persi­gue la optimización del movimiento.

3. El movimiento se estructura en patrones espaciales de movimiento que generan redes.

Es posible descubrir cómo se mueven las cosas y establecer las leyes del movimiento, y por esta vía predecir y controlar eventos sociales y natura­les. Al descubrir un principio que gobierne muchos movimientos es posi­ble considerar todas las implicaciones de dicho principio.

4. La principal preocupación de la sociedad es si las estructuras espaciales del movimiento, es decir, las redes, permiten el flujo eficiente de perso­nas, bienes y mensajes, en condiciones de bajo costo, precisión, veloci­dad y confort. Por eso es pertinente la pregunta sobre cómo aumentar la eficiencia de las redes existentes, o cómo diseñar redes óptimas para re­bajar los costos de operación de los usuarios.

5. Para dar respuesta a las preguntas anteriores es necesario construir mo­delos normativos contra los cuales comparar las redes y los patrones de movimientos existentes. El grado de coincidencia entre los patrones

52

Page 51: Caps 1 y 2. Debates sobre el espacio en la geografía contemporánea

LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

observados y los modelos normativos constituye una medida de la efi­ciencia de tales patrones.

ANÁLISIS DE REDES Y FLUJOS

Uno de los problemas más importantes en el estudio de los movimientos en el espacio es el que se deriva de su representación. En efecto, los modelos de mo­vimiento se construyen con puntos, líneas, áreas y volúmenes, que son la base del lenguaje cartográfico con el que se elaboran los distintos tipos de mapas. Pero las técnicas que se utilizan para describir las distribuciones espaciales, como los ma­pas de puntos, de isopletas o de coropletas, no son adecuadas, dado su carácter de representaciones estáticas que no permiten mostrar el dinamismo del movi­miento. Incluso los mapas de flujo, que representan orígenes, destinos y magni­tud del movimiento no logran satisfacer las necesidades aludidas, pues no se puede representar en ellos el cambio de los flujos a través del t iempo. Esta situa­ción, que muestra las limitaciones representativas y analíticas de la cartografía convencional para hacer análisis de redes y de flujos en el nuevo paradigma, fue resuelta, en parte, acudiendo a formas más efectivas como las ofrecidas por la teo­ría de grafos y el análisis de matrices.

Haggett y Chorley (1969) definieron las redes como un conjunto de localiza­ciones geográficas interconectadas en un sistema por un número de rutas, y desa­rrollaron ampliamente el análisis de redes teniendo como base la consideración de que los distintos sistemas funcionales de flujos, de los que se ocupan tanto los geógrafos físicos como los geógrafos humanos, tienen en común la propiedad fundamental de que ocurren a través de un canal o de una red de canales. Su estu­dio comienza con el reconocimiento de las redes tal y como existen en el mundo real y con el análisis de su estructura espacial en términos de sus componentes to-pológicos y geométricos, para luego proceder a su evaluación y optimización, y al análisis de su crecimiento y transformación en el tiempo.

Para el análisis de las redes (Abler, Adams y Gould, 1972) se desarrollaron algunas medidas de la estructura de una red y sus posibilidades de flujo, y se im-plementaron técnicas para medir la estructura de una red y la localización rela­tiva de los lugares dentro de ella. Estas medidas permiten la comparación de una red con otra en la misma región o en otra diferente, a la vez que la contrata­ción de una reu empírica con una re«a normativa es consiueraua como mcuio idóneo para establecer el grado de ajuste de la realidad a los modelos de perfec­ción o ideales.

53

Page 52: Caps 1 y 2. Debates sobre el espacio en la geografía contemporánea

DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

Una de las formas más elementales del análisis de redes y flujos es la reduc­ción de una red a un grafo, y la transformación de éste en una matriz de conectivi-dad (figuras 2, 3 y 4). La teoría de grafos es una rama de la topología ampliamente desarrollada a partir de los años cuarenta del siglo XX (Haggett y Chorley, 1969). Los grafos y sus respectivas matrices permiten representar una red de transportes completa y sus partes como un sistema total. Un grafo está constituido por bordes que representan rutas y vértices que indican nodos o luga­res. Los grafos tienen muchas propiedades en común con las redes de transporte, como que:

1. Cada red tiene un número finito de lugares.

2. Cada ruta conecta dos lugares diferentes.

3. Un par de lugares es conectado por una sola ruta.

4. Las rutas permiten el movimiento en doble vía.

Como tal, un grafo sólo muestra la posición topológica de un nodo, la cual es

calculada en términos de su posición sobre el grafo, sin tener en cuenta su

Figura 2. Transformación de un mapa de una red de transportes (a) en un grafo (b). Fuente: Haggett y Chorley (1969: 5)

54

Page 53: Caps 1 y 2. Debates sobre el espacio en la geografía contemporánea

LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

Figura 3. Formas topológicas derivadas del grafo de la figura 2. Fuente: Haggett y Chorley (1969: 5)

Vértices (V)

I I 2

3 4 5 6 7 i

"0 0 I 0 0 0 0

2 0 0 I 0 0 0 T

3 i

I 0 I I 0 0

Regiones (R)

I I 2 3 4

0 I

I . 1

2 I 0 I I

3

r i

0 i

4 0 0 I 0

r i

o

4 I i

I OJ

5 0 0 I I 0 0 I

6 0 0 0 I 0 0 I

7 0 I 0 0 I I 0.

Lados (E)

I I 2

3 4 5 6 7

8

9

0 i

I I 0 0 0 0

.0

2 I 0 I 1 I

0 0 0 0

3 I I 0 I 0 I I 0 0

/ = Conectado 0

4 I 1 I 0 0 I 0 I 0

= Desconectado

5 0 I

0 0 0 0 0 I

I

6 0 0 I I 0 0 I I

0

7 0 0 I 0 0 I 0 0 1

8 0 0

0 I I I 0 0 r

9 0 0

0 0 I 0 I T 0

Figura 4. Matriz de conectividad basada en el grafo de la figura 2. Fuente: Haggett y Chorley (1969:6).

55

Page 54: Caps 1 y 2. Debates sobre el espacio en la geografía contemporánea

DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

posición en el mundo real, y por tanto no se registran ni las coordenadas ni la es­

cala del mismo. La distancia entre nodos no se expresa en unidades métricas sino

mediante los intervalos entre los nodos.

En un grafo, una ruta conecta dos lugares, y un curso o una trayectoria es el

conjunto de rutas que conecta una serie de lugares diferentes, es decir, en térmi­

nos topológicos, el número de rutas del grafo.

La distancia topológica entre dos lugares es la longitud de la trayectoria más

corta entre los dos. El número asociado de un nodo es la distancia topológica de

ese nodo al nodo más lejano de la red, de modo que cada nodo tiene un número

asociado y, topológicamente, el lugar más central en una red es el lugar con me­

nor número asociado, y el mayor número asociado constituye el diámetro de la

red. Utilizando estos conceptos y su definición es posible establecer qué tan bien

conectados están los lugares en una red y cuál es la localización relativa o accesibi­

lidad de los diferentes nodos.

Es conveniente aclarar que el tratamiento de las redes en el contexto de la teoría de grafos tiene sus ventajas y sus desventajas, reconocidas desde el comien­zo por los pioneros de su uso en geografía. Haggett y Chorley (1969) identifica­ron como ventajas el alto nivel de abstracción que se logra con la transformación, la relativa facilidad con que se puede manipular un gran número de redes com­plejas y su gran flexibilidad que permite tratar tanto sistemas físicos como siste­mas no físicos. Entre sus desventajas señalaron la simplicidad y la pérdida de mucha información relevante.

Los grafos se pueden transformar en matrices de conectividad (figura 4).

Una matriz es una disposición de números ordenada en filas y columnas que per­

mite describir una red en la que se identifican orígenes, destinos y sus respectivas

distancias. Los lugares en el grafo identifican las filas y las columnas en la matriz,

cuyos totales de fila y de columna, indican el número de destinos que se pueden

alcanzar directamente desde un origen en la columna o en la fila, es decir el nú­

mero de rutas servidas por cada lugar.

El análisis de la matriz algebraica permite medir el grado de conectividad de

una red, comparando el número existente de rutas con el máximo número de ru­

tas posibles. Si una red de M nodos representada en un grafo se transforma en

una matriz M x M ó M2, como la de la figura 4, y si se sustraen los valores redun­

dantes de la diagonal, puesto que un lugar no se puede conectar con él mismo,

entonces la mitad de la matriz simétrica describe el máximo de rutas posibles, es

decir, Vz (M2 - M) = fi^,, El número de rutas observadas dividido por el número

de rutas posibles es el índice de conectividad (IC). La contraparte de Rmax es el

número mínimo de rutas posibles para conectar M nodos, o Rmm, que es (M — 1).

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Page 55: Caps 1 y 2. Debates sobre el espacio en la geografía contemporánea

LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

Así, el Rmm para 2 es 1, para 3 es 2, y si un nodo no está conectado Rmm = 0. Enton­

ces, el índice de conectividad IC puede variar entre 0 y 1. Como IC = Rutas ob­

servadas/ Rmax, se pueden tener los siguientes casos:

1. No conectividad absoluta = 0 / Rmax = 0;

2. Conectividad mínima = (Ai - 1) / Vz (M2 - M) = 2 / M;

3. Conectividad intermedia = Rutas observadas / iímax;

4. Conectividad máxima = Rmax I R ^ - 1

Las redes son consideradas como estructuras nodales jerarquizadas, en las

cuales las actividades especializadas de toda índole como negocios, servicios gu­

bernamentales, servicios educativos, servicios bancarios, etc., se concentran se­

gún el nivel jerárquico de cada nodo. Cada actividad en un nodo mantiene un

conjunto regular de contactos funcionales con actividades relacionadas en otro

nodo. Tales contactos se pueden medir por medio de la dirección y el volumen de

los flujos de carga, pasajeros, llamadas telefónicas, etc. Estos contactos funciona­

les se tornan muy complejos con el paso del tiempo y forman patrones predomi­

nantes en el espacio geográfico que constituyen estructuras organizadoras de la

funcionalidad.

Esas estructuras de funcionalidad son las regiones nodales que se componen

de un nodo principal y un área tributaria o zona de influencia, y que pueden con­

tener un número de pequeñas regiones nodales de orden inferior. Esta estructura

jerárquica en que un centro o nodo organiza el espacio a su alrededor mediante

las relaciones funcionales es multiescalar. El análisis de los flujos permite revelar

las estructuras jerárquicas que permanecen ocultas para el observador.

LA LOCALIZACIÓN DE LAS ACTIVIDADES HUMANAS,

EL PROBLEMA LOCACIONAL Y LA TEORÍA LOCACIONAL

Una buena parte del programa de investigación de la geografía a partir de la

segunda mitad del siglo XX estuvo copada por ía que se denominó la "teoría lo­

cacional". Muchas de las teorías geográficas acerca de la localización tienen ante­

cedentes remotos en ideas que fueron desarrolladas primero por los economistas

alemanes Thünen, Weber y Losch, quienes se interesaron por una teoría econó­

mica con fundamentos espaciales.

La otra fuente importante del nuevo discurso fue la "teoría de los lugares

centrales" desarrollada por el geógrafo alemán Walter Christaller. Por ser de gran

importancia para la comprensión del discurso de la teoría locacional, en seguida

se describen brevemente las características esenciales de estos modelos.

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Page 56: Caps 1 y 2. Debates sobre el espacio en la geografía contemporánea

DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

, ^ > -h SXVr t fTREs S / J V

Mercado del poblado

" ~""j Hortalizas ; granjas lecheras

Productos forestales

|i¡i!i|i!í'i! Producción de gramíneas i 111 i I , , • , . , 1 , 1 ' l i '1" (mas intensiva)

Producción de gramíneas (menos intensiva)

Producción de gramíneas (la menos intensiva)

Pastoreo de ganado

^ V E S T R U S ^

Figura 5. Uso de la tierra en el modelo de V. Thünen. Fuente: Butler (1986: 98)

El modelo de Von Thünen (figura 5) sobre el uso de la tierra agrícola es con­

siderado como el primero en tener en cuenta los aspectos espaciales para expli­

car la ubicación económica. El origen del modelo se remonta a 1826 cuando

Christaller publicó el trabajo El Estado aislado, basado en sus observaciones sobre

el escenario económico en el norte de Alemania, en el que notó y se preguntó por

qué los lotes de tierra con idénticas características ambientales tenían diferentes

usos (Butler, 1986), asunto que ponía en duda la teoría de la renta económica de

David Ricardo basada en las diferencias del medio ambiente.

Von Thünen partió de la idea de que todas las personas tienen el mismo com­

portamiento económico, hábitos de consumo similares y conocimiento completo

de las condiciones del mercado, a la vez que buscan racionalmente obtener el má­

ximo beneficio con el mínimo esfuerzo. Supuso la existencia de un Estado aislado

del resto del mundo, constituido por un poblado grande con funciones de comer­

cio, rodeado de una planicie isotrópica de fertilidad homogénea, un ambiente

homogéneo, un sistema de transporte único (el carro con caballo), población uni­

forme de agricultores que proveen el poblado y recursos distribuidos uniforme­

mente. La variable única del modelo de uso de la tierra fue la distancia entre una

granja y el pueblo, y "mostró que la renta está generada por el factor de la

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Page 57: Caps 1 y 2. Debates sobre el espacio en la geografía contemporánea

LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

distancia, incluso si se supone que el medio ambiente es el mismo en todas partes. A este

tipo de renta se le aplica el término de renta de ubicación" (Butler, 1986: 91.

Énfasis de Butler). De tales condiciones hipotéticas surgió un modelo de uso agrí­

cola constituido por zonas especializadas y concéntricas alrededor del centro de

mercado. En dicho modelo, el costo del transporte aumenta con la distancia de

las granjas al mercado, de modo que los rendimientos o rentas obtenidas por el

agricultor son mayores en la medida en que éste se localiza más cerca al mercado.

Más tarde, Thünen introdujo algunas modificaciones al modelo. Éstas in­

cluían (Chorley y Haggett, 1971: 414) un río navegable, con transportes más rá­

pidos y costos equivalentes a la décima parte del transporte por tierra, un centro

de mercado secundario con su propia zona de influencia, y la diferenciación zo­

nal en la fertilidad de las tierras de la llanura que rodea al centro principal.

La teoría locacional de Alfred Weber está relacionada con la localización de

la industria mediante la solución del costo mínimo y de la distancia como variable

clave para explicar la variación espacial en la renta económica respecto de la ofer­

ta y la demanda. Basado en la observación del escenario económico del norte de

Alemania, que para las primeras décadas del siglo XX experimentaba un proceso

de industrialización, Weber publicó en 1909 un modelo aplicado a la localización

de la manufactura en el que intentaba desarrollar una teoría pura aplicable en

cualquier lugar dentro de cualquier sistema social o político (Butler, 1986).

El modelo de Weber utiliza los costos de la distancia y el transporte como la

variable principal, y asume los centros de mercado como fijos en el espacio; pero,

a diferencia del modelo de Thünen, sus supuestos de partida no consideran un

espacio o ambiente natural homogéneo, sino uno en el que algunos recursos,

como el carbón y el hierro, están localizados espadalmente en forma irregular, en

tanto que otros, como el agua, la arena, la arcilla y la piedra, son ubicuos. Estos re­

cursos o materias primas pueden ser más o menos móviles según pierdan o ganen

peso en el proceso de transformación.

En este espacio o ambiente heterogéneo los empresarios localizarán sus in­

dustrias en los puntos de costo mínimo, que resultan de la relación entre los cos­

tos de transporte, de la mano de obra y de la aglomeración. Como el costo de los

transportes es una función del peso y la distancia, entonces el punto de menor

costo de transporte es aquel en el que se dan los mínimos desplazamientos de ma­

teria prima desde sus lugares de origen y de los productos terminados al mercado

(Chorley y Haggett, 1971). Weber (Butler, 1986: 103) "observó que la localización

de la producción orientada a la transportación está relacionada tanto con la dis­

tancia a los recursos localizados como con la distancia al mercado... y reconoció

que la localización de la planta está influenciada algunas veces por otros dos

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Page 58: Caps 1 y 2. Debates sobre el espacio en la geografía contemporánea

DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

factores: diferencias espaciales en los costos de la mano de obra y eficiencia de la aglomeración de la empresa".

El modelo de Weber (figura 6) utiliza el triángulo de localización de Laun-hardt (Chorley y Haggett, 1971), en el cual la solución locacional para una planta manufacturera que produzca un solo producto es el punto geométrico que repre­senta el menor costo (Butler, 1986). Para mostrar lo relativo a la mano de obra, que no consideró invariable espacialmente sino como un factor de costos diferen­ciales y como un factor subsidiario de la ubicación, Weber utilizó una gráfica en la que alrededor del punto P de costo de transporte mínimo se trazan las líneas con­céntricas de igual valor llamadas isodapanes -donde todo se iguala-, que muestran cómo los costos totales de transporte se incrementan con el aumento de la distan­cia al punto P (figura 7). La isodapan cuyo valor es el mismo que el de los ahorros en el costo de la mano de obra se denomina isodapan crítica.

Otro factor subsidiario de localización considerado por Weber es el generado por los efectos de la aglomeración. Este factor se refiere a que unas empresas se

P = Punto de producción C = Punto de consumo M I = Localización de la fuente de material 1 M2 = Localización de la fuente de material 2 A, b y c son distancias X, y y z reprsentan los "jalones" ejercidos por las esquinas respectivas del triángulo de ubicación

Figura 6. Triángulo de ubicación industrial en el modelo de Weber.

Fuente: Butler (1986:104)

60

Page 59: Caps 1 y 2. Debates sobre el espacio en la geografía contemporánea

LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

s LI

L2

MI

M2

= Punto de producción con costo de transporte mínimo

= Costo de la mano de obra = Fuente de mano de obra

de bajo costo = Fuente de mano de obra de bajo

costo con incremento de costos por transporte

= Localización de la fuente de material 1

= Localización de la fuente de material 2

= Punto de consumo

Figura 7. Isodapanes en el modelo de Alfred Weber.

Fuente: Butler (1986: 108)

pueden favorecer en sus beneficios por el hecho de localizarse junto a otras con

las que comparte mano de obra especializada, servicios y mercados. Los benefi­

cios que se logran por los ahorros del efecto de aglomeración se saturan en el mo­

mento en que la congestión y la competencia por la tierra elevan los otros costos

(Butler, 1986).

Las principales críticas al modelo de Weber se relacionan con el hecho de

que, además de sobreestimar los efectos espaciales de la demanda, no se valora­

ron los cargos terminales en el transporte ni los ahorros que se obtienen cuando

se manejan cargamentos grandes. Igualmente se criticó por su restricción a unos

pocos recursos, por no tener en cuenta la posibilidad de operar plantas múltiples,

por no contemplar la relación entre el precio y la disponibilidad del producto ni

considerar las implicaciones de las economías de escala. Pero estas limitaciones

eran plenamente reconocidas por el autor como necesarias para lograr la cons­

trucción de una teoría general y abstracta, aplicable a casos reales. Como lo ex­

presa Butler (1986: 109), "el modelo weberiano representa, como todos los

modelos, un compromiso entre la generalidad abstracta y su aplicabilidad al

mundo real. Enfatizando la importancia de la ubicación de recursos masivos y lo­

calizados, él pudo dar una buena explicación respecto a los patrones espaciales

de las industrias de manufactura pesada...".

fe

Page 60: Caps 1 y 2. Debates sobre el espacio en la geografía contemporánea

DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

La teoría del geógrafo alemán Walter Christaller, publicada en 1933, se rela­ciona con la distribución espacial de la demanda del consumidor y los patrones de ubicación de los servicios, y con la distribución espacial y las funciones de los centros urbanos; marca los inicios de la llamada "teoría del lugar central", y se puede considerar como un complemento de la teoría de Von Thünen (Butler, 1986). Butler (1986: 110) señala que "el modelo de lugar central de Christaller ayuda a explicar dos aspectos interrelacionados del desarrollo urbano: (1) la ubi­cación de los asentamientos humanos como centros óptimos de distribución para los servicios y ciertas mercancías, y (2) la forma en la cual estos servicios y mercan­cías se distribuyen dentro del sistema espacial de los lugares urbanos".

En el modelo de Christaller, las ciudades y poblados son centros de intercam­bio que tienen como función abastecer de bienes y servicios a sus propios habitan­tes y a los que se encuentran en su área de influencia; es decir, son lugares centrales con respecto a su área de influencia o de mercado. Las actividades

(ip Lugar central de pi'imer orden (ciudad grande)

• Lugar central de segundo orden (ciudad pequeña)

O Lugar centi-al de tercer orden (poblado)

• Lugar central de cuarto oi'den (caserío) — Rutas de transporte en linea recta que conectan

las grandes ciudades

Figura 8. Jerarquía de lugares centrales en el modelo de W. Christaller. Fuente: Butler (1986: 121)

62

Page 61: Caps 1 y 2. Debates sobre el espacio en la geografía contemporánea

LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

comerciales y de servicios prestadas por cada centro se organizan en una jerar­quía determinada por la frecuencia de su uso y la demanda.

Como cada bien o servicio requiere un determinado número de consumido­res para que sea rentable, se espera, según el modelo, que aquellos productos de alta demanda, uso muy frecuente y costos bajos se ofrezcan en todos los centros, como ocurre con el pan, la leche y los servicios de peluquería; en tanto que los productos de menor demanda, uso menos frecuente y costo más alto se ofrezcan sólo por un número reducido de empresas en algunos centros que cubren áreas de mercado más amplias, verbigracia las ventas de automóviles y algunos servi­cios muy especializados. Puesto que los consumidores, en cada caso, sólo están dispuestos a costear cierta distancia para adquirir lo que demandan, y como los bienes sólo se pueden transferir dentro de cierto rango de distancia sin que se pierda su rentabilidad, la relación entre estas dos variables define el área de mer­cado o región complementaria servida por cada centro.

De acuerdo con los anteriores supuestos (Méndez, 1997), los lugares centra­les se jerarquizan según sus funciones y sus áreas de mercado, tendiendo a una distribución espacial regular, con cada centro generando un cono de demanda y un área de mercado de forma circular. Como esas áreas circulares dejan intersti­cios sin servir, el modelo se ajusta a formas hexagonales, consideradas como las más eficientes para abastecer a toda la población con el menor número de lugares centrales. Así, las áreas de mercado se articulan unas a otras formando redes je­rarquizadas de centros dispuestos regularmente dentro del territorio (figura 8).

En el discurso de la geografía como ciencia espacial, la explicación de la loca­lización geográfica de las actividades humanas y de los patrones espaciales es­tructurales resultantes se basa en el análisis de los procesos de toma de decisiones espaciales por los actores. El asunto de la toma de decisiones acerca de la localiza­ción o "problema locacional" se resuelve de manera distinta por las diferentes co­rrientes teóricas de la geografía. Para el caso que ahora nos ocupa, el nuevo paradigma asumió un modelo normativo en el que los tomadores de decisiones son actores públicos o privados racionales, que buscan minimizar el esfuerzo y al­canzar el máximo beneficio.

El tomador de decisiones, considerado dentro de un modelo ideal o normati­vo y no en el mundo real, es un individuo o una firma constituida por individuos; es un actor racional con conocimiento completo de la información que afecta las decisiones locacionales. Este actor toma decisiones racionales con base en infor­mación, tratando de alcanzar el máximo beneficio posible. Su comportamiento es el de un homo economicus que busca optimizar el factor locacional y su inciden­cia en la generación de renta. Los patrones espaciales o estructuras locacionales son el resultado de las decisiones de los actores económicos, de modo que para

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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

poder explicar dichos patrones es necesario penetrar en los procesos de toma de decisiones que los originan.

El "problema locacional" (Abler, Adams y Gould, 1972) incluye preguntas del siguiente estilo: ¿Por qué están estructuradas las distribuciones espaciales de una forma determinada? ¿Cómo los tomadores de decisiones públicos o privados de­ciden localizar algunos objetos en el espacio geográfico, como por ejemplo un buzón de correos, una taberna, una librería, una planta de energía o cualquier otra cosa? ¿Qué criterios son importantes en una decisión, y qué tipo de patrones de distribución se crean cuando se toman decisiones de localización en forma ra­cional y deliberada? ¿Qué patrones de localización surgirán si los tomadores de decisiones no están perfectamente informados o actúan en forma azarosa? ¿Cuál es el óptimo locacional para una nueva localización, teniendo en cuenta las es­tructuras locacionales, del mismo tipo o complementarias, ya existentes?

El problema locacional que se ha venido describiendo es variado y complejo en su temática y en su escala geográfica. Abler, Adams y Gould (1972) y Haggett (1976) plantean que el estudio de la localización de las actividades humanas se enfoca, por una parte, en la conducta locacional o espacial de individuos, empre­sas o gobiernos, y por otra, el énfasis se hace en el examen de los patrones de lo­calización que tales actores crean. Ambos tipos de investigación se pueden emprender en cualquier escala espacial micro, meso o macro, desde un vecinda­rio, la ciudad, la región, la nación o el mundo. Si los estudios locacionales tienen un sesgo económico, se debe al hecho de que la mayor parte de las actividades humanas tienen este componente, pero esto no implica que obligatoriamente se tengan que reducir a los asuntos económicos.

Las decisiones de localización afectan el interés público y el privado, por lo que es necesario investigar los efectos de las localizaciones y si en la toma de deci­siones debe primar el interés público o el privado. Es válido preguntarse, por ejemplo, ¿cómo afecta a una determinada localidad la localización de una planta industrial, un basurero, una estación de suministro de gasolina, una estación de policía, etc.? ¿Cómo se afectan los valores de las propiedades? ¿Aumentará la congestión del tránsito y los niveles de contaminación? Del mismo modo, es im­portante tener en cuenta que la localización bajo el capitalismo de libre empresa produce desequilibrio entre regiones en las oportunidades económicas: la indus­tria incrementa la aglomeración, y las decisiones de localización se orientan hacia las regiones de mayor crecimiento porque ofrecen más ventajas al capital y al ca­pitalista interesado en maximizar los beneficios.

La investigación geográfica de estas situaciones problemáticas implica la des­cripción y el análisis de la toma de decisiones espaciales locacionales, que unas veces tratan de maximizar un valor como la renta por hectárea, el disfrute

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LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

familiar o los beneficios netos por año, y otras intentan minimizar algún aspecto como el desempleo, los costos de transporte o los costos de operación de una em­presa, el esfuerzo o la distancia para acceder a un lugar, etc. En todos los casos, el discurso teórico locacional considera eventos de cualquier clase, en diferentes es­calas y en distintos niveles de desarrollo económico, los cuales son susceptibles de una aproximación abstracta y normativa, suponiendo que es posible descubrir las leyes de la localización y formular teorías dentro de un marco general de propie­dades espaciales.

EL CASO DE LA GEOGRAFÍA ECONÓMICA COMO "CIENCIA ESPACIAL"

Una de las aplicaciones más importantes de la nueva ciencia espacial de ca­rácter positivista es la desarrollada por la geografía económica, que centró su ob­jeto de estudio en la integración espacial y en la denominada "teoría locacional" (Barnes, 2001), y que llevó a geógrafos y economistas a interesarse por la explica­ción de relaciones espaciales a partir de las teorías económicas llamadas "neoclá­sicas". Las características más importantes del nuevo discurso de la teoría locacional en la geografía económica se exponen en los párrafos que siguen, to­mando como fuente el texto Location and change de Healey e Ilbery (1990).

La geografía económica como teoría locacional se interesó en desarrollar ge­neralizaciones y principios para buscar y explicar regularidades en los patrones espaciales de la actividad económica, y para ello asumió que 1) existe un orden identificable en el mundo material; 2) las personas son agentes que toman deci­siones racionales y que responden de la misma forma ante estímulos iguales; 3) las personas que toman decisiones económicas están completamente informadas y buscan obtener el máximo beneficio, y 4) la actividad económica se desarrolla en un ambiente de libre competencia y dentro de un marco espacial uniforme o isotrópico. El énfasis se enfocó en el desarrollo de modelos y teorías dentro de un contexto espacial, para lo cual la teoría económica neoclásica suministró los fun­damentos teóricos que sustentaron modelos de actividad económica. Dichos mo­delos de carácter inductivo, entre los que se cuentan los más conocidos de von Thünen (1826) sobre el uso de la tierra agrícola, de Christaller (1933) sobre la teoría de los lugares centrales, y de Weber (1909) sobre la localización industrial, fueron tomados como base para generar nuevos modelos normativos mediante procedimientos de razonamiento deductivo y no a partir de la observación empírica.

Esos modelos no mostraban la realidad, ni pretendían mostrarla, sino que es­

tipulaban patrones espaciales de agricultura, industria y servicios que deberían

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presentarse desde unos supuestos dados acerca de los procesos que regulan y orde­nan las distintas actividades económicas en el espacio. Utilizando a menudo proce­dimientos matemáticos y estadísticos, geógrafos y economistas diseñaron modelos de localización óptima, en los que la distancia fue considerada como la variable ex­plicativa principal, al tiempo que se minimizaron otros factores locacionales, tales como las condiciones ambientales o los desequilibrios demográficos, considerados como ruido dentro de los modelos, por no tener suficiente significancia locacio­nal. Este tipo de geografía económica supuso también que la explicación de los patrones espaciales considerados debía encontrarse dentro de los patrones espa­ciales mismos y no en el contexto local, regional o global en el que se desarrollan las actividades económicas; es esta descontextualización la que permite no tener en cuenta la influencia de factores externos de carácter social, cultural, económi­co, político o del ambiente fisio-biótico.

Los principales conceptos que articularon el discurso de la geografía econó­mica como ciencia espacial los organizó De Souza (1992: 15-21) bajo los aparta­dos de propiedades del espacio, procesos espaciales y estructuras e interacción espacial, y se resumen así:

Propiedades del espacio. Algunas veces los geógrafos consideran el espacio como tridimensional (volumen), otras como espacio unidimensional (una línea entre dos puntos), pero la mayoría de las ocasiones lo representan en dos dimen­siones (mapas). El espacio se puede considerar como abstracto o como concreto. Como abstracto es isotrópico e independiente de cualquier referencia a la super­ficie terrestre y permite elaborar modelos idealizados de estructuras y organiza­ción. Como espacio concreto corresponde a la actual superficie de la tierra con toda la variedad y diferenciación del mundo real.

La descripción, la definición y la medida del espacio requieren pocos ele­mentos. Una representación bidimensional del espacio abstracto se puede sol­ventar mediante puntos, líneas y áreas, a partir de los cuales es posible definir los conceptos básicos de distancia, dirección y conectividad, o los de aglomeración y accesibilidad como extensiones del concepto de distancia (figura 7). Tales con­ceptos y sus extensiones son absolutos cuando se aplican en una superficie isotró-pica. En el espacio concreto también se pueden aplicar medidas absolutas o relativas. Así, por ejemplo, la localización relativa puede ser medida en términos de los costos o del tiempo requerido para vencer el obstáculo de la distancia. Esos costos son definidos como fricción de la distancia.

Procesos espaciales y estructura espacial. Por proceso espacial se entiende un movimiento o flujo en el espacio, o una localización estratégica de un objeto. La estructura espacial se refiere a la organización interna de una distribución de ele­mentos u objetos espaciales; estas estructuras limitan, canalizan o controlan los

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LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

procesos espaciales. Por ejemplo, se puede afirmar que todo movimiento en el espacio se da entre nodos a través de redes, por lo que los atributos de localiza­ción, distancia, accesibilidad o conectividad son asuntos críticos para cualquier elemento del sistema, de modo que la estructura es un determinante de los pro­cesos y éstos, a su vez, son determinantes de la estructura.

Interacción espacial. Los flujos de mercancías, personas e información se re­conocen como interacción espacial, fenómeno cuya cantidad tiende a decrecer con el aumento de la distancia. Este es un principio conocido como distance-decay effect y se considera válido para toda clase de cosas en todas las escalas geográfi­cas. La interacción es también una función del tamaño de los nodos del sistema espacial, de donde se desprende la importancia del concepto de jerarquía. Para la explicación de la interacción espacial se desarrollaron los conceptos de comple­mentariedad, oportunidad de intervención y transferibilidad, bajo la hipótesis de que el movimiento entre dos lugares es una función de la oferta de bienes o servi­cios en un lugar y de la demanda por esos mismos bienes y servicios en otro lugar (complementariedad); de la oportunidad de intervención de otro lugar, y de la razón costo-distancia (fricción de la distancia). Se supone que el incremento de los costos del movimiento con la distancia tiene un umbral más allá del cual la transferibilidad se hace imposible a pesar de la complementariedad o de la au­sencia de oportunidades de intervención de otros lugares. Dada la importancia de los conceptos de complementariedad, de oportunidades de intervención y de transferibilidad para comprender los fundamentos de la integración espacial, a continuación se expone más a fondo el significado de los mismos, siguiendo el texto de Able, Adams y Gould (1972).

La complementariedad es un requisito básico para la integración espacial. Para que entre dos lugares haya interacción se necesita que un producto tenga de­manda en uno y oferta en el otro. Por ejemplo, si en la ciudad A se demanda carne y en la ciudad B se ofertan cereales, en este caso la oferta y la demanda no son complementarias, y los cereales no fluyen de B hacia A porque se demande carne en A. Sin complementariedad, los movimientos y la interacción espacial no tie­nen lugar.

La complementariedad entre lugares puede generar intercambio sólo en el caso de que un tercer lugar tenga oportunidad de intervención. Así, si se conside­ra el movimiento entre A y B, es necesario tener en cuenta cualquier lugar C entre A v B rme nijerja aeruar r> in t e rven i r r n m n orí tren o des t ino a l te rna t ivo , ármeme n o

siempre esa oportunidad de intervención anula la interacción a larga distancia, pues puede ser complementario y constituir una red con los otros centros.

La transferibilidad o "fricción de la distancia" es una medida en t iempo real y en costos monetarios. Si el t iempo y los costos de atravesar una distancia son

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muy grandes, es posible que el movimiento no tenga lugar a pesar de la perfecta complementar iedad y de la ausencia de oportunidades de intervención. La transferibilidad difiere entre lugares, entre clases de movimientos y entre mo­dos de movimiento, y es muy cambiante a través del tiempo como consecuencia de los cambios en las condiciones tecnológicas y en los costos del transporte. Mer­cancías que anteriormente eran circunscritas al consumo en áreas de mercado pequeñas, hoy son transferibles a muchos lugares del mundo gracias a que se ha rebajado su costo de transporte. Un buen ejemplo es el de las cervezas que pue­den ser distribuidas desde un centro en una amplia área de mercado de carácter mundial.

En resumen, cuando la interacción espacial ocurre es porque se cumplen las condiciones de complementariedad, oportunidad de intervención y transferibili­dad. Y si dos lugares no están en interacción, podemos considerar uno o más de esos factores como la razón de dicha situación.

Desde luego, el discurso de la geografía como ciencia espacial no cubrió sólo la geografía económica. Como ya se indicó, el nuevo paradigma tuvo pretensio­nes unificadoras, y las categorías, los conceptos, y el método fueron transferidos a todos los subcampos, tanto del orden físico-biótico como del dominio de la geo­grafía humana. En geografía física, el positivismo lógico sentó sus reales con más complacencia y menos sentido crítico que en la geografía humana (Bauer, 1999), y el concepto de espacio absoluto pudo convivir con el de espacio relativo mode­lado en términos de sistemas, redes, nodos y superficies. La geografía física, espe­cialmente la geomorfología, fue pionera en la incorporación de la teoría general de sistemas como marco teórico y metodológico, el cual fue rápida y ampliamen­te aceptado (Bauer, 1999). Como rama de la geografía, la geografía física también hace énfasis en las relaciones espaciales, entendidas como la disposición sistemá­tica de los elementos ambientales en patrones regionales sobre la superficie te­rrestre, y pretende explicar las causas de esos patrones (Strahler y Strahler, 1992); utiliza modelos dinámicos de procesos espacio-temporales y apela a métodos geoestadísticos para hacer predicciones espaciales (Wilson y Burroug, 1999). En la actualidad, la geografía física permanece orientada metodológicamente por el po­sitivismo, en tanto que la geografía humana se acerca cada vez más a los métodos no positivistas de las ciencias sociales. Este hecho hace que la unificación de la geo­grafía en un discurso único sea difícil de lograr, pues en vez de una convergencia metodológica entre los dos grandes campos, se nota una continua divergencia que las propuestas de utilización de métodos múltiples parecen no resolver.

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LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

CRÍTICA

Desde los años setenta las críticas a la "ciencia espacial" se hicieron sentir con rigor, particularmente desde orillas filosóficas opuestas al positivismo lógico como el marxismo, la fenomenología y las epistemologías posmodernistas. Las razones de la crítica son varias y se refieren a su pretendida objetividad, a su mar­cado carácter abstracto, lo mismo que a su alejamiento de la realidad social y sus compromisos con los intereses de las clases sociales en el poder. Haber concentra­do sus esfuerzos científicos en las estructuras espaciales como si ellas fueran autó­nomas, autosuficientes y ahistóricas le valió la asociación de su práctica con un verdadero "fetichismo espacial" (Gregory, 1994).

El descontento de algunos geógrafos con la geografía cuantitativa era algo común en las discusiones internas de la misma disciplina, a mediados de la déca­da del setenta. Para ilustrar el caso podemos traer a colación las quejas de Brian J. L. Berry, uno de los más connotados representantes de la "nueva geografía", so­bre las limitaciones de la "ciencia espacial" y de los peligros que se corrían al con­siderar el carácter simple y ordenado del espacio isotrópico que dominaba en la teoría locacional, junto con el uso indiscriminado de técnicas estadísticas como los análisis de correlación, de regresión, factoriales y otros semejantes, bajo el su­puesto, también erróneo, de la linealidad y la independencia de las variables con­sideradas, tal como lo reflejaban muchos estudios de geografía humana. En efecto Berry (1975: 13-15) expresa su insatisfacción en los siguientes términos:

Pensando acerca de las implicaciones de las teorías del campo espacial, me había ido sintiendo más frustrado cada vez respecto de lo que con demasiada rapidez se había convertido en geografía estadística "tradicional", con su descuidada utili­zación de la estadística deductiva convencional y de las medidas de asociación en la investigación geográfica, sin prestar atención alguna a la validez de sus presun­ciones. ... Al propio tiempo, los "nuevos" ambientalistas -verdaderos ecoactivistas de nuestros días- venían señalando lo irrelevante que resulta teorizar sobre el plano uniforme tan querido de los teóricos de la localización... De aquí que el plan de mi trabajo consista en expresar, en primer lugar, la naturaleza de mi ac­tual insatisfacción respecto del estado en que se encuentra la geografía estadísti­ca. Las conclusiones obtenidas de tal estudio crítico conducen naturalmente hacia una preferencia filosófica por una "metageografía del proceso", la cual, a su vez, lleva hacia un paradigma de la gestación de las decisiones ambientales y de localización en los sistemas complejos, por el que yo me inclino, como orienta­ción directriz para la próxima generación de investigación geográfica.

Haggett y Chorley (1971), quienes fueron, sin duda, responsables directos de los desarrollos más significativos de la geografía como ciencia espacial, no fueron tampoco ajenos a las críticas que desde entonces se hacían a los modelos y teorías

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simplificadoras. Su mirada se dirigía precisamente al fundamento del paradigma mismo que consideraba que la complejidad de la realidad sólo era abordable me­diante la simplificación. Ellos (Haggett y Chorley, 1971: 17), advertían que:

El peligro de la generalización desorbitada y del desprecio por los aspectos parti­culares ha sido avisado por muchos filósofos, que han considerado que la reali­dad es demasiado compleja para ser susceptible de racionalizarse por analogías y que se han preguntado si realmente la utilización de modelos distorsiona excesi­vamente el proceso de la razón.

El geógrafo marxista Richard Peet (1998: 32-33) hace énfasis en el carácter instrumentalista de la geografía cuantitativa y recoge el sentido general de las crí­ticas en la siguiente forma:

A pesar de su gran funcionalidad, la geografía humana como ciencia espacial fue aislada de la ciencia social en general, que tuvo dificultades para reconocer la sig­nificancia de "toda esta teoría acerca del espacio". La revolución espacial también produjo un dualismo entre espacio y ambiente, irónicamente en el momento en que los problemas ambientales ganaban importancia (geografía como el estudio de los efectos sociales sobre la naturaleza).

Aunque sin pretender hacer una crítica profunda y detallada de la geografía económica de orientación locacional, se puede señalar que los principales repa­ros a su discurso, los cuales se pueden hacer extensivos a la geografía como "cien­cia espacial", hacen notar su carácter descriptivo más que explicativo de casos empíricos de escala micro en firmas económicas, fincas u oficinas y no en sistemas económicos, al mismo tiempo que resaltan su desvinculación del mundo real de las condiciones sociales, dado el carácter esencialmente abstracto de sus modelos.

Un resumen (Healey e Ilbery, 1990) de las que se consideran como las princi­pales limitaciones de dichos modelos se presenta en la siguiente lista:

1. Los supuestos neoclásicos de hombre económico, la maximización del be­neficio, el conocimiento completo y la capacidad perfecta para utilizar y manejar la información por parte de los actores económicos es insosteni­ble, puesto que las razones no económicas también son importantes para comprender la conducta o el comportamiento económico. Los modelos basados en estos supuestos no consideran que el conocimiento de la gente es imperfecto; que todos los actores no tienen la misma oportunidad de acceder a la información, ni de comprenderla y manejarla para tomar de­cisiones, así la información esté a su disposición. Por otra parte, tales mo­delos no tienen en cuenta elementos esenciales en la conducta espacial humana como las motivaciones, las preferencias, las percepciones, las ac­titudes y las valoraciones que los individuos hacen de los distintos

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ambientes, e ignoran los condicionantes históricos y contextúales que afectan la toma de decisiones. Estos modelos desconocen la variedad de respuestas humanas ante un mismo estímulo y naturalizan el concepto de hombre económico, pues asumen que un individuo siempre respon­de de forma natural y única a la misma clase de estímulos.

2. La mayor parte de estos modelos carecen de contenido empírico y no son realistas. Como ya se expuso, los modelos normativos se basan en el "deber ser" y en espacios ideales y abstractos que no describen ni expli­can la realidad existente.

3. No es posible derivar explicaciones sobre los patrones espaciales y su va­riación desde dentro de los mismos patrones, porque muchas de las cau­sas que los generan son externas a ellos. Por tanto, las explicaciones en el ámbito de la firma carecen de valor explicativo real, pues desconocen los factores contextúales de escala que estructuran tales patrones.

4. La mayor parte de los modelos son estáticos, y la teoría no permite pre­decir los cambios sociales y económicos que ocurren en el mundo real. Ésta es una limitación que pone en entredicho una de las principales as­piraciones de la ciencia espacial positivista, que tiene el objetivo de ser una ciencia explicativa y predictiva, mediante teorías, leyes y modelos espaciales.

5. Los modelos neoclásicos ignoran la historia y la posición de las firmas dentro del sistema económico en las diferentes escalas geográficas. La conducta locacional se aisla de su contexto histórico, pretendiendo ex­plicar las decisiones fuera de los condicionantes del modo de produc­ción o formación económica dentro de la cual se realiza la actividad económica. _

6. Los modelos locacionales se consideran independientes de la realidad económica y cultural, sin tener en cuenta que son los procesos sociales y sus relaciones los que tienen una forma espacial, y que no existe ningún proceso espacial en sí mismo. Estos modelos deberían referirse a los con­textos sociales en que fueron creados y solamente a esa situación particu­lar, sin pretensiones de generalizar. Dado que la generalización está viciada por el carácter aislado y particularista de los modelos, las preten­siones de construir teorías a partir de los mismos carecen del suficiente rigor científico.

Otra fuente de críticas a los modelos mormativos y mecanicistas de la interac­ción hombre-medio ambiente es la de algunas de las vertientes de la geografía del comportamiento desarrollada a comienzos de los años sesenta. La insatisfacción con estos modelos llevó a algunos geógrafos a proponer que una comprensión

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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

profunda de la interacción hombre-medio ambiente sólo se podía alcanzar por medio del análisis de los procesos psicológicos a través de los cuales el hombre co­noce el ambiente donde vive, y mediante el examen de la forma en que esos proce­sos influyen sobre el comportamiento resultante.

Como consecuencia de lo anterior, la teoría locacional ha introducido varia­ciones considerables, y en varios casos los modelos normativos basados en el concepto de homo económicas han sido remplazados por modelos probabilísticos que asumen la toma de decisiones como un asunto con alto grado de incerti­dumbre y riesgo, en contextos poco o nada conocidos por los individuos. Se puede citar como ejemplo la aplicación analógica de la "teoría de los juegos" como una estructura conceptual normativa para analizar la toma de decisiones espaciales como un problema complejo, en el que el individuo asume el papel de un jugador y el ambiente o naturaleza es considerado un adversario poco co­nocido y frente al cual se pueden escoger varias estrategias para vencer o para minimizar el riesgo.

Otros modelos probabilísticos se enmarcan en estructuras descriptivas no normativas, asumiendo que si bien es cierto que en un alto nivel escalar es posible descubrir regularidades en el comportamiento, en escalas pequeñas e individua­les nunca se reúnen las condiciones de la conducta racional y la información completa.

La corriente comportamental hace énfasis en la toma de decisiones en el ámbito individual, y da mucha importancia a lo actuado y a las actividades que se desarrollan dentro de la mente. Se parte de la afirmación de que las leyes morfoló­gicas que describen los patrones geométricos son insuficientes para comprender cómo se han formado dichos patrones espaciales, y se argumenta que los procesos sólo se pueden descubrir si se dirige la atención hacia las actividades de toma de decisiones en que están involucrados los agentes creadores de los patrones. El ra­zonamiento seguido por esta geografía del comportamiento es de carácter induc­tivo y descriptivo, y se enfoca sobre dos grandes campos de investigación relacionados con el análisis del comportamiento espacial y con la percepción del ambiente, temas que fueron abordados principalmente por una corriente de ca­rácter empírico y otra de carácter humanístico.

A la categoría de los estudios empíricos pertenecen los que hacen énfasis en los procesos de toma de decisiones por las que los seres humanos se ajustan a los riesgos naturales. Los primeros trabajos se iniciaron en la Universidad de Chica­go con el objetivo de mejorar la planificación y manejo de las planicies inunda­bles, y se basaron en un tipo de agente geográfico definido como un animal racional con limitaciones, alejado del ideal del homo económicas. Este agente geo­gráfico busca un grado de "satisfacción" en vez de una decisión "óptima".

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LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

Los estudios empíricos demostraron mucho interés por la observación de la conducta humana y la construcción de modelos inductivos de los procesos que operan en la mente del actor, con la premisa de que el conocimiento de las actitu­des facilita la predicción del comportamiento. El supuesto básico es que los indi­viduos obtienen información sobre el ambiente mediante la percepción sensorial, evalúan esta información en el marco de un sistema de valores y cons­truyen una imagen cognitiva, con respecto a la cual toman las decisiones. Así, el concepto de "cognición ambiental" es el más importante en la investigación de la geografía del comportamiento.

La geografía del comportamiento de carácter humanístico no reconoce la existencia de leyes reguladoras de la conducta humana. Hace énfasis en la com­prensión del mundo tal como éste es visto por los individuos. El paisaje, por ejemplo, es algo que nos rodea y que es permanentemente creado y recreado, aunque no siempre en forma consciente, a la vez que es imbuido de significado simbólico y cultural.

Los geógrafos humanistas argumentan que los individuos tienen mundos personales subjetivos que regulan sus comportamientos. Dichos mundos subjeti­vos dependen de factores como la edad, el género, el nivel socioeconómico o el grado de educación. La relación con el ambiente se da en términos de espa­cio-tiempo y es mediada por la subjetividad, lo que hace posible que su estudio se pueda abordar desde una perspectiva experiencial, como lo proponen Tuan (1974)ySack(1997).

Tuan (1974) acuñó el término topofilia para describir las percepciones, la afectividad, las actitudes y las valoraciones que desarrolla la gente ante los luga­res. Sack (1997) explora la naturaleza geográfica de los seres humanos, y las con­secuencias empíricas y morales de nuestra condición de homo geographicus, mediante una estructura teórica que integra la naturaleza, las relaciones sociales y los significados, y que conecta el mundo en las experiencias del espacio y el lu­gar. Esta perspectiva del espacio en la geografía humanística será tratada con más detalle en un capítulo aparte de este trabajo.

Las críticas de la geografía del comportamiento a las teorías de la geografía económica sobre la localización económica y el cambio locacional resaltan el re­duccionismo de la conducta espacial de la categoría de homo economicus, que no tiene en cuenta la influencia de las motivaciones, los valores, las preferencias, las percepciones y las opiniones de los individuos en la formación de los patrones de actividad económica. El concepto de "óptimo económico" se sustituye por el de "grado de satisfacción", "conducta de satisfacción" o "conducta no óptima", como guía del comportamiento individual que se manifiesta en alguna forma es­pacial expresada en movimientos o patrones.

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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

Los geógrafos del comportamiento no comparten la categoría de homo econo­

micus, entre otras razones por las siguientes:

a. El conocimiento de la gente es imperfecto.

b. La gente actúa sin información suficiente.

c. La evaluación intelectual de los problemas es insuficiente.

d. Las elecciones se hacen dentro de un rango limitado de posibilidades.

e. La maximización del beneficio es apenas una de las metas de los

individuos.

f. Los niveles de aspiración pueden ser bajos según factores de personali­

dad, o por bajos niveles de aspiración de la sociedad.

g. Las decisiones se basan en experiencias históricas de éxito o fracaso.

h. Cuando se toma una decisión, todas las opciones deseables pueden no

estar disponibles.

i. Las decisiones son afectadas por el optimismo o el pesimismo, conside­

rando las consecuencias de la acción.

j . En las comunidades, las decisiones no las toma una sola persona aislada,

sino en el ámbito de hogares con diferencias de ingresos, necesidades,

etc.; dentro de familias o entre familias, y en organizaciones en el con­

texto de relaciones internas de poder y en respuesta a un determinado

problema.

k. Las decisiones se toman teniendo en cuenta las limitaciones externas in­

ternalizadas, como por ejemplo, las normas sociales percibidas, los es­

tándares de oportunidades y la conducta aceptable en la sociedad.

Hay que advertir también que las ideas sobre el espacio y el reduccionismo de la distancia han sufrido cambios importantes dentro de la geografía como ciencia espacial. Además de que la teoría geográfica de corte positivista incorpo­ró varias de las consideraciones del enfoque comportamental, especialmente en el análisis de la toma de decisiones espaciales individuales en estructuras descrip­tivas no normativas, algunas variantes de la teoría locacional han desarrollado modelos complejos que incorporan muchas variables y varias perspectivas teóri­cas en el análisis de la toma de decisiones de los actores en el espacio. La llamada "dictadura de la distancia" ha sido fuertemente criticada internamente por la misma ciencia espacial y desde otros discursos geográficos, y en lugar de este re­duccionismo y de la isotropía espacial, se estructuran modelos de análisis que contienen varios contextos en interacción, sin que ninguno tenga prioridad ex­plicativa permanente sino circunstancial.

Estos modelos multivariados y de perspectivas teóricas múltiples (Healey e

Ilbery, 1990) incluyen el contexto ambiental, el contexto histórico, el contexto

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LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

demográfico, el contexto cultural, el contexto organizacional, el contexto de los factores de producción (tierra, trabajo y capital), el contexto tecnológico, el con­texto de los transportes y las redes de comunicación y el contexto político, entre otros, cuando se quiere explicar la conducta de los tomadores de decisiones, sean éstos individuos o firmas. Incluir y analizar estos contextos significa reconocer la variabilidad en su distribución espacial, considerando el espacio como la superficie terrestre. También implica aceptar la posibilidad de que en un momento dado uno de estos contextos, o varios a la vez, sean decisivos en la conducta espacial analizada.

La aceptación de la complejidad de las estructuras espaciales en la nueva teo­ría locacional no significa un cambio esencial en la concepción del espacio objeti­vo como contenedor de objetos, ni como espacio relacional generado por las relaciones económicas que se dan en el espacio objetivo en escalas locales y globa­les. Como se advirtió antes, los modelos que reconocen la complejidad de la toma de decisiones locacionales no son modelos espaciales sino formas analíticas y es­tructuras de razonamiento sobre los factores que pueden afectar las decisiones en el espacio, en las cuales un determinado contexto puede ser definitivo en un mo­mento dado, o puede pasar inadvertido en otro caso.

La idea de que las pequeñas influencias no pueden ser ignoradas para privi­legiar una variable principal, y de que estas pequeñas influencias pueden amplifi­carse y definir la conducta espacial en un momento dado, ha permitido al análisis locacional contemporáneo incorporar elementos ignorados por el pensamiento neoclásico positivista, tales como las influencias climáticas, las cualidades del sue­lo, las políticas gubernamentales, o el "clima político de un lugar". Desde luego, esta transformación del discurso locacional no se da en el marco del positivismo en estado puro, sino que se propone un híbrido teórico y metodológico que invo­lucra una combinación de diferentes perspectivas teóricas, incluidos el positivis­mo, el conductismo o el realismo, dentro de un marco estructuralista. Un ejemplo de esta mirada híbrida o mixta es la adoptada en el trabajo ya citado de Healey e Ilbery (1990) titulado Location and Change, en el que esta aproximación se ha empleado para analizar la naturaleza compleja de la toma de decisiones lo­cacionales en el uso de la tierra y en el cambio locacional en los sectores primario, manufacturero y de servicios.

Pero la geografía como ciencia espacial de orientación predominantemente positivista no ha desaparecido de la escena, y su vigencia se nota, por ejemplo, en la gran demanda de información espacial de carácter empírico-analítico e interés técnico y en el incremento del uso de los Sistemas de Información Geográfica (SIG). Y su vigencia tiene explicación en el hecho de que el conocimiento genera­do por este tipo de geografía tiene alta demanda en los sectores hegemónicos de

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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

la sociedad. Para entender el por qué de su vigencia, puede ser útil la tesis de Habermas de que el conocimiento tiene raíces históricas y sociales, y que éste depende de los intereses cognoscitivos que pueden ser técnicos, prácticos o emancipatorios (Unwin, 1995). De este modo podemos asociar el discurso de la geografía como ciencia espacial, como conectado específicamente con el interés técnico. En tanto se mantenga este interés, la producción de conocimiento técni­co no desaparecerá.

Actualmente sigue teniendo interés la localización óptima de firmas o cual­quier otro objeto en el espacio objetivo, lo mismo que la funcionalidad del espa­cio en términos de flujos, conectividad o accesibilidad. Colocar en el espacio objetivo, es decir localizar, digamos por caso un nuevo almacén para distribuir productos al por menor, requiere conocer las características de la disposición es­pacial de los otros almacenes existentes, y de aquellos otros objetos que tengan relación, como las vías de acceso, la localización de estacionamientos, zonas de carga, etc.

Como indica Méndez (1997: 256), "aunque la geografía económica ha am­pliado sus perspectivas... los estudios sobre localización continúan siendo uno de sus principales activos y una temática de amplio desarrollo actual". Y agrega el mismo Méndez (1997: 256) que los estudios sobre localización de actividades económicas se caracterizan por: 1) la descripción de las pautas de localización propias de cada tipo de actividades y de empresas; 2) la identificación de patro­nes de localización; 3) el establecimiento de asociaciones espaciales entre empre­sas y actividades, sin que se suponga siempre una relación de causa-efecto; 4) el análisis del dinamismo espacial de las actividades; 5) la elaboración de clasifica­ciones o tipologías de espacios, y 6) la consideración del impacto territorial de la localización de las actividades económicas sobre la movilidad y estructura de la población, la urbanización, el crecimiento económico, el bienestar social o el me­dio ambiente.

Hay que reconocer también que tales preocupaciones por la localización abarcan todas las escalas geográficas, y que recientemente la geografía económi­ca se ha preocupado por comprender y explicar el comportamiento espacial de actores globales como las empresas multinacionales, y los patrones espaciales re­sultantes, lo mismo que la interdependencia entre las escalas (Dicken, 1986; Méndez, 1997).

La creciente demanda de datos espaciales de alto valor agregado, relaciona­dos con la localización y distribución de fenómenos sobre la superficie terrestre, y la tendencia de especialistas de muchas disciplinas a espacializar sus datos y rela­cionarlos con otros datos espacializados es clara evidencia de que las concepcio­nes y las prácticas científicas basadas en las ideas de espacio objetivo absoluto y

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LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

relacional mantienen plena vigencia. Digamos, por ejemplo, que los especialistas en salud consideran de suma importancia un mapa que muestre la variación es­pacial de una determinada enfermedad, o la variación espacial de la asignación del presupuesto en salud, de la misma manera que a un político le parecerá de gran utilidad un mapa electoral que muestre la variación espacial o distribución de los votos en una determinada región. Y qué decir de la utilidad del mapa que muestra la variación espacial de la criminalidad en una ciudad.

También puede ser de gran utilidad para los planificadores del transporte urbano o interregional disponer de mapas y bases de datos espaciales que especi­fiquen las redes de carreteras y el volumen de los flujos de pasajeros y carga entre los distintos nodos de la red. Esto se hace evidente en el tipo de información es­pacial que se maneja en los planes de ordenamiento territorial de los municipios. El manejo automatizado de grandes cantidades de información espacial por me­dio de los SIG es también una muestra contundente de la vigencia de las mencio­nadas ideas espaciales.

Lo que sí debe quedar claro es que el discurso de la geografía como ciencia espacial con enfoque positivista ya no es hegemónico; la unidad de la geografía ha quedado otra vez cuestionada por la emergencia de una gran variedad de co­rrientes (Peet, 1998). La geografía como ciencia espacial comparte y disputa con otras tendencias y otros intereses un puesto en la práctica disciplinar y profesio­nal. Del discurso espacial de los geógrafos "radicales" marxistas, con intereses no técnicos sino críticos y emancipatorios, se ocupará el capítulo siguiente.

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