Capítulo Segundo Armando las maletas...Una de las chicas del grupo se indigestó o algo parecido....

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  • derecho;Pero su �in es camino de muerte”. No importa a dónde vayas, ni lo muy recomendada que esté la ruta que es-peras tomar. La vida está llena de de-cisiones que acaban en tragedias, colapsada de cadáveres que nadie reclama, colmada de senderos equí-vocos y arenas movedizas tapadas por �lores. Si te rebelas, si preparas tus maletas, si la amargura echó raíces en tu corazón y de pronto sientes el coraje su�iciente para desobedecer, si te crees tan va-liente como para tomar la dirección contraria al camino de la fe, pues en-tonces bienvenido. También lo hice una vez. Te espera un largo camino y nadie te enseña a irte de la casa, esas cosas sim-plemente pasan. No esperes que aparezca un ángel a to-marte en brazos y regresarte a la cama

    rar tus maletas, tomas la decisión de viajar, de irte sin –o con- mirar atrás. Desde el preciso momento en que comenzaste a juntar plata para los pasajes, estás con�irmándole a tu cerebro que no importa qué pase en tanto lo logras; irás hacia donde te propusiste, así tardes toda una temporada en reunir lo necesario para que nada falte. Pero, ¿qué nos motiva a irnos de casa? ¿qué nos hace creer que estaremos mejor fuera que dentro? ¿por qué ar-mamos el equipaje sin saber dónde vamos a ir a parar? Las razones son muchísimas, tantas como personas hay en la tierra. Lo cierto es que, no hay ningún sitio mejor y más seguro que tu casa. No hay consejo más sabio que el de tus padres, por mucho que te parezcan retrógra-dos y oxidados. Proverbios 14:12 dice: “Hay camino que al hombre le parece

    Si eres sorprendido en la primera fase, alguien te animará a permanecer en Cristo. Si eres sorprendido en cuestionamien-tos y sospechas, recibirás una amones-tación. Si te atrapan en la tercera etapa, inten-tarán persuadirte mediante argumen-tos y presagios de lo que vendrá. Cuando te rebelas, no hay vuelta atrás. La rebelión es una de las potes-tades más fuertes del mundo espiri-tual. Lucifer es el primero en rebelarse y ya sabes de donde vino a parar en el averno. Él y todos sus compañeros conformaron desde entonces el lado oscuro de la fuerza. Y nosotros, los ciu-dadanos de otra esfera, los enfrenta-mos perdidos en una galaxia que no es la nuestra. Las fases previas a la rebelión misma, son como armar una maleta, valija o bolso para un viaje. Antes de prepa-

    acampaban a unos 100 metros, pero ya no estaba en su carpa y eso era madu-rez corriendo por mis venas). Con 11 años, tomé una decisión – o eso creí- y me aventuré a una experiencia desconocida. Me encantaría quedarme aquí, en esta parte del relato, pero…La adolescencia no es eterna y triste-mente, para muchos, pareciera que la obediencia también tiene fecha de caducidad. La vida espiritual es un asunto compli-cado y lo primero en marchitarse cuando inicia el coqueteo con lo desco-nocido. Si determinaste romper �ilas y abrirte paso o si lo estás masticando todavía, probablemente notes lo que te digo. Ahora bien, el declive del espíritu tiene niveles. Primero dudas, después cuestionas, después criticas y �inal-mente te rebelas; desobedeces sin miedo.

    nas reprimidas, cabezazos en devocio-nales y presencia de Dios. ¡Fueron años inolvidables!Lo que acabo de contarles es lo más cercano a la primera aventura de mi vida y el candor de ese recuerdo me lleva a suspirar por toda la inocencia que me movía a creer, con todas mis fuerzas, que se trataba de la experien-cia más increíble que haya tenido hasta entonces. Lo fue, claro que lo fue, pero que te vo-miten encima no se parece mucho a una tranquila noche estrellada, miran-do al cielo.Las cosas no siempre son lo que espe-ramos, ¿verdad? Por mucho que armara mi bolsito rojo e idealizara una y otra vez mi paso por Villa Belén en 2004, no se alterarían las consecuencias de la decisión primi-genia: ir de campamento junto a los adolescentes y sin los papás (ellos

    Ella nos despertó para acompañarla al baño – a mí, más bien- el problema es que yo no despierto con nada. Soy un tronco. Por supuesto, ninguna de mis compa-ñeras iba a abandonar la carpa para ir con ella, apenas la conocían. Lo si-guiente que escuchamos fue el sonido del vómito explosivo de la muchacha en cuestión, impregnando nuestra pe-queña carpa del olor más desagrada-ble que puedas imaginar ahora mismo. Ella tampoco llevó la ropa su�iciente. Imagina cómo acabó la historia. Es que nadie te enseña cómo acampar, esas cosas simplemente pasan. Pese a todos los pequeños obstáculos que el primer campamento de nuestra vida trajo consigo, mis amigas y yo sa-limos airosas de ese embrollo. Guarda-mos las tallas más memorables para nuestros nietos de esos rejuntes de sana diversión, malos olores, abuso de cloro, alta radiación solar, risas noctur-

    comía- y no pude dormir los días previos a la maratónica jugada de estudios bíblicos matutinos, convi-vencia y cultos de avivamiento. Me imaginaba tirada en el pasto mirando las estrellas, en la piscina con las chi-quillas, almorzando en la misma mesa que el niño que me gustaba o copu-chando con mis amigas a la luz de una linterna china. Era demasiado her-moso para ser posible. Pasé horas mirando ese bolso, en serio. Después de una larga búsqueda de la ropa más apropiada para asistir, olvidé cosas esenciales como calcetines de recambio y abrigo para las frías noches a campo abierto y no fui la única que no se preparó. Una de las chicas del grupo se indigestó o algo parecido. Una fatídica noche -por mi conocido corazón de anciana- insistí en llevarla a dormir con nosotras (ya estábamos durmiendo incómodas antes de eso).

    compartir la carpa con las dos grandes amigas de mi adolescencia y por mise-ricordia, de la vida –porque casi las pierdo, junto a todo lo demás- Carol y Denniss, 12 y 13 años respectivamen-te. Armé y desarmé el bolso cien veces, por lo menos. Repasé uno a uno todos los puntos detallados por Andrea, la líder. -Biblia-Cuaderno-Lápiz-Jabón-Pasta dental-Cepillo de dientes-Champú-Toalla-Servicio y vajilla-Mudas de ropa-Traje de baño-BloqueadorFue tanta mi ansiedad que comencé a quedar sin uñas –porque me las

    Era rojo y pequeño, pero lo su�iciente-mente espacioso como para que una niña de 11 años metiera en el la ropa y los útiles de aseo necesarios para so-brevivir 5 días, lo que duraba el cam-pamento de la iglesia. Mi primer bolso fue un regalo de mi papá por un acontecimiento realmente importante: era nuestro primer cam-pamento en carpas separadas. Había comenzado a activar en el grupo de adolescentes y tenía derecho a asistir al campamento familiar como una más del equipo. Por supuesto, mis padres me incentivaron en esa búsqueda de identidad y facilitarme las cosas para que participara de Boanerges (el nombre que recibe el grupo de adoles-centes de mi congregación hasta hoy) era parte de eso. En la misma tónica recibí mi primera carpa, una iglú para 4 personas, marca chancho. Me preparé durante semanas para

    Capítulo Segundo

    Armando las maletas“Ahí voy, aún siento esa sensación Ahí voy, ese touch en el alma Ahí voy, irse por primera vezLas cosas no cambiaron tanto”

    Ahí voy, Fito Páez

    Entonces, preparas una maleta ligera o una mochila lo su�icientemente re-sistente y silenciosamente te vas. Sin destino claro te adentras en la noche, rompes tus rutinas y destruyes los es-quemas. Te expones al peligro por ig-norancia y dejas de ser alertado por el Espíritu Santo porque comenzaste a convivir con el pecado. Te aferras a cualquier cosa que te haga sentir en fa-milia, sacas tu corazón del cajón de los tesoros y cierras tus oídos a conse-jos. Lastimas a tus seres queridos, pero no lo notas, estás demasiado ocupa-do disfrutando las luces y la compa-ñía de tu nuevo tú.

    - ¿Quién eres? -- ¿Dónde estás? –

    Crees haber alcanzado algo (o a al-guien), crees estar por sobre la media. Te sientes un iluminado, un agradeci-

    PREFACIO

    Comienzas lento, de a poco, casi im-perceptiblemente. La santidad se aleja paulatinamente y ver las cosas de otra manera es una tarea complicada. Pero lo intentas, estás ahí; domingo tras do-mingo, canción tras canción, sermón tras sermón. Te esfuerzas en que nadie lo note, pero algo pasó en tu en-gañoso corazón y por más energía que pongas, la idea de lo desconocido; esa carretera que no sabes a dónde lleva, te atrae con fuerza, como nunca antes.De pronto decides que ese no es tu lugar, crees que puedes solo y que vas a encontrar tu sitio en otra parte. Es así como comienzas a desear el día de tu emancipación; quieres tomar las riendas, probar otra dirección. Quizás sólo quieres divertirte, pasarla bien y ser joven.

    en casa de tus padres. Desde aquí en adelante, todo; pero es que todo, será tu decisión. Yo que tú, desarmo las maletas.

    do, porque saliste con la tuya y nadie pudo contra ti, porque tus ideales eran superlativos, porque tú no fuiste como los demás. Tus mañanas son brillantes (siempre y cuando no tengas resaca), tus noches cálidas (si no estás solo), hasta que comienza la tormenta y el ojo del huracán te agarra por sor-presa. El resultado será espantoso, pero no lo sabrás hasta que acabe y pongas los pies en tierra otra vez. Si tienes suerte, saldrás con vida.

    - ¿Quién eres? -- ¿Qué haces aquí? –

    Si te parece conocido este relato, el co-metido está cumplido. Estoy hablando de ti, de mí y de todos quienes hemos corrido lejos de casa para tropezar y herirnos, para caer y lastimar. No inten-tes sostenerte, es inútil y caerán todos

    de quienes trates de agarrarte.Déjame decirte algo antes de comenzar a contarte cómo fue que lo descubrí: Ese sitio no existe. Ese día nunca llega.

    Una súplica desgarradora había en mis labios cuando trataba de esbozar una oración tan, tan lejos de casa: “llévame de vuelta”.

    El padre vendrá por ti, el padre te lleva-rá a casa, pero el dolor será insoporta-ble, la vergüenza enorme y el golpe, in-evitable.

    Acompañémonos en esta odisea.Recorramos juntos el camino de vuelta.

  • derecho;Pero su �in es camino de muerte”. No importa a dónde vayas, ni lo muy recomendada que esté la ruta que es-peras tomar. La vida está llena de de-cisiones que acaban en tragedias, colapsada de cadáveres que nadie reclama, colmada de senderos equí-vocos y arenas movedizas tapadas por �lores. Si te rebelas, si preparas tus maletas, si la amargura echó raíces en tu corazón y de pronto sientes el coraje su�iciente para desobedecer, si te crees tan va-liente como para tomar la dirección contraria al camino de la fe, pues en-tonces bienvenido. También lo hice una vez. Te espera un largo camino y nadie te enseña a irte de la casa, esas cosas sim-plemente pasan. No esperes que aparezca un ángel a to-marte en brazos y regresarte a la cama

    rar tus maletas, tomas la decisión de viajar, de irte sin –o con- mirar atrás. Desde el preciso momento en que comenzaste a juntar plata para los pasajes, estás con�irmándole a tu cerebro que no importa qué pase en tanto lo logras; irás hacia donde te propusiste, así tardes toda una temporada en reunir lo necesario para que nada falte. Pero, ¿qué nos motiva a irnos de casa? ¿qué nos hace creer que estaremos mejor fuera que dentro? ¿por qué ar-mamos el equipaje sin saber dónde vamos a ir a parar? Las razones son muchísimas, tantas como personas hay en la tierra. Lo cierto es que, no hay ningún sitio mejor y más seguro que tu casa. No hay consejo más sabio que el de tus padres, por mucho que te parezcan retrógra-dos y oxidados. Proverbios 14:12 dice: “Hay camino que al hombre le parece

    Si eres sorprendido en la primera fase, alguien te animará a permanecer en Cristo. Si eres sorprendido en cuestionamien-tos y sospechas, recibirás una amones-tación. Si te atrapan en la tercera etapa, inten-tarán persuadirte mediante argumen-tos y presagios de lo que vendrá. Cuando te rebelas, no hay vuelta atrás. La rebelión es una de las potes-tades más fuertes del mundo espiri-tual. Lucifer es el primero en rebelarse y ya sabes de donde vino a parar en el averno. Él y todos sus compañeros conformaron desde entonces el lado oscuro de la fuerza. Y nosotros, los ciu-dadanos de otra esfera, los enfrenta-mos perdidos en una galaxia que no es la nuestra. Las fases previas a la rebelión misma, son como armar una maleta, valija o bolso para un viaje. Antes de prepa-

    acampaban a unos 100 metros, pero ya no estaba en su carpa y eso era madu-rez corriendo por mis venas). Con 11 años, tomé una decisión – o eso creí- y me aventuré a una experiencia desconocida. Me encantaría quedarme aquí, en esta parte del relato, pero…La adolescencia no es eterna y triste-mente, para muchos, pareciera que la obediencia también tiene fecha de caducidad. La vida espiritual es un asunto compli-cado y lo primero en marchitarse cuando inicia el coqueteo con lo desco-nocido. Si determinaste romper �ilas y abrirte paso o si lo estás masticando todavía, probablemente notes lo que te digo. Ahora bien, el declive del espíritu tiene niveles. Primero dudas, después cuestionas, después criticas y �inal-mente te rebelas; desobedeces sin miedo.

    nas reprimidas, cabezazos en devocio-nales y presencia de Dios. ¡Fueron años inolvidables!Lo que acabo de contarles es lo más cercano a la primera aventura de mi vida y el candor de ese recuerdo me lleva a suspirar por toda la inocencia que me movía a creer, con todas mis fuerzas, que se trataba de la experien-cia más increíble que haya tenido hasta entonces. Lo fue, claro que lo fue, pero que te vo-miten encima no se parece mucho a una tranquila noche estrellada, miran-do al cielo.Las cosas no siempre son lo que espe-ramos, ¿verdad? Por mucho que armara mi bolsito rojo e idealizara una y otra vez mi paso por Villa Belén en 2004, no se alterarían las consecuencias de la decisión primi-genia: ir de campamento junto a los adolescentes y sin los papás (ellos

    Ella nos despertó para acompañarla al baño – a mí, más bien- el problema es que yo no despierto con nada. Soy un tronco. Por supuesto, ninguna de mis compa-ñeras iba a abandonar la carpa para ir con ella, apenas la conocían. Lo si-guiente que escuchamos fue el sonido del vómito explosivo de la muchacha en cuestión, impregnando nuestra pe-queña carpa del olor más desagrada-ble que puedas imaginar ahora mismo. Ella tampoco llevó la ropa su�iciente. Imagina cómo acabó la historia. Es que nadie te enseña cómo acampar, esas cosas simplemente pasan. Pese a todos los pequeños obstáculos que el primer campamento de nuestra vida trajo consigo, mis amigas y yo sa-limos airosas de ese embrollo. Guarda-mos las tallas más memorables para nuestros nietos de esos rejuntes de sana diversión, malos olores, abuso de cloro, alta radiación solar, risas noctur-

    comía- y no pude dormir los días previos a la maratónica jugada de estudios bíblicos matutinos, convi-vencia y cultos de avivamiento. Me imaginaba tirada en el pasto mirando las estrellas, en la piscina con las chi-quillas, almorzando en la misma mesa que el niño que me gustaba o copu-chando con mis amigas a la luz de una linterna china. Era demasiado her-moso para ser posible. Pasé horas mirando ese bolso, en serio. Después de una larga búsqueda de la ropa más apropiada para asistir, olvidé cosas esenciales como calcetines de recambio y abrigo para las frías noches a campo abierto y no fui la única que no se preparó. Una de las chicas del grupo se indigestó o algo parecido. Una fatídica noche -por mi conocido corazón de anciana- insistí en llevarla a dormir con nosotras (ya estábamos durmiendo incómodas antes de eso).

    compartir la carpa con las dos grandes amigas de mi adolescencia y por mise-ricordia, de la vida –porque casi las pierdo, junto a todo lo demás- Carol y Denniss, 12 y 13 años respectivamen-te. Armé y desarmé el bolso cien veces, por lo menos. Repasé uno a uno todos los puntos detallados por Andrea, la líder. -Biblia-Cuaderno-Lápiz-Jabón-Pasta dental-Cepillo de dientes-Champú-Toalla-Servicio y vajilla-Mudas de ropa-Traje de baño-BloqueadorFue tanta mi ansiedad que comencé a quedar sin uñas –porque me las

    Era rojo y pequeño, pero lo su�iciente-mente espacioso como para que una niña de 11 años metiera en el la ropa y los útiles de aseo necesarios para so-brevivir 5 días, lo que duraba el cam-pamento de la iglesia. Mi primer bolso fue un regalo de mi papá por un acontecimiento realmente importante: era nuestro primer cam-pamento en carpas separadas. Había comenzado a activar en el grupo de adolescentes y tenía derecho a asistir al campamento familiar como una más del equipo. Por supuesto, mis padres me incentivaron en esa búsqueda de identidad y facilitarme las cosas para que participara de Boanerges (el nombre que recibe el grupo de adoles-centes de mi congregación hasta hoy) era parte de eso. En la misma tónica recibí mi primera carpa, una iglú para 4 personas, marca chancho. Me preparé durante semanas para

    Capítulo Segundo

    Armando las maletas“Ahí voy, aún siento esa sensación Ahí voy, ese touch en el alma Ahí voy, irse por primera vezLas cosas no cambiaron tanto”

    Ahí voy, Fito Páez

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    Entonces, preparas una maleta ligera o una mochila lo su�icientemente re-sistente y silenciosamente te vas. Sin destino claro te adentras en la noche, rompes tus rutinas y destruyes los es-quemas. Te expones al peligro por ig-norancia y dejas de ser alertado por el Espíritu Santo porque comenzaste a convivir con el pecado. Te aferras a cualquier cosa que te haga sentir en fa-milia, sacas tu corazón del cajón de los tesoros y cierras tus oídos a conse-jos. Lastimas a tus seres queridos, pero no lo notas, estás demasiado ocupa-do disfrutando las luces y la compa-ñía de tu nuevo tú.

    - ¿Quién eres? -- ¿Dónde estás? –

    Crees haber alcanzado algo (o a al-guien), crees estar por sobre la media. Te sientes un iluminado, un agradeci-

    PREFACIO

    Comienzas lento, de a poco, casi im-perceptiblemente. La santidad se aleja paulatinamente y ver las cosas de otra manera es una tarea complicada. Pero lo intentas, estás ahí; domingo tras do-mingo, canción tras canción, sermón tras sermón. Te esfuerzas en que nadie lo note, pero algo pasó en tu en-gañoso corazón y por más energía que pongas, la idea de lo desconocido; esa carretera que no sabes a dónde lleva, te atrae con fuerza, como nunca antes.De pronto decides que ese no es tu lugar, crees que puedes solo y que vas a encontrar tu sitio en otra parte. Es así como comienzas a desear el día de tu emancipación; quieres tomar las riendas, probar otra dirección. Quizás sólo quieres divertirte, pasarla bien y ser joven.

    en casa de tus padres. Desde aquí en adelante, todo; pero es que todo, será tu decisión. Yo que tú, desarmo las maletas.

    do, porque saliste con la tuya y nadie pudo contra ti, porque tus ideales eran superlativos, porque tú no fuiste como los demás. Tus mañanas son brillantes (siempre y cuando no tengas resaca), tus noches cálidas (si no estás solo), hasta que comienza la tormenta y el ojo del huracán te agarra por sor-presa. El resultado será espantoso, pero no lo sabrás hasta que acabe y pongas los pies en tierra otra vez. Si tienes suerte, saldrás con vida.

    - ¿Quién eres? -- ¿Qué haces aquí? –

    Si te parece conocido este relato, el co-metido está cumplido. Estoy hablando de ti, de mí y de todos quienes hemos corrido lejos de casa para tropezar y herirnos, para caer y lastimar. No inten-tes sostenerte, es inútil y caerán todos

    de quienes trates de agarrarte.Déjame decirte algo antes de comenzar a contarte cómo fue que lo descubrí: Ese sitio no existe. Ese día nunca llega.

    Una súplica desgarradora había en mis labios cuando trataba de esbozar una oración tan, tan lejos de casa: “llévame de vuelta”.

    El padre vendrá por ti, el padre te lleva-rá a casa, pero el dolor será insoporta-ble, la vergüenza enorme y el golpe, in-evitable.

    Acompañémonos en esta odisea.Recorramos juntos el camino de vuelta.

  • derecho;Pero su �in es camino de muerte”. No importa a dónde vayas, ni lo muy recomendada que esté la ruta que es-peras tomar. La vida está llena de de-cisiones que acaban en tragedias, colapsada de cadáveres que nadie reclama, colmada de senderos equí-vocos y arenas movedizas tapadas por �lores. Si te rebelas, si preparas tus maletas, si la amargura echó raíces en tu corazón y de pronto sientes el coraje su�iciente para desobedecer, si te crees tan va-liente como para tomar la dirección contraria al camino de la fe, pues en-tonces bienvenido. También lo hice una vez. Te espera un largo camino y nadie te enseña a irte de la casa, esas cosas sim-plemente pasan. No esperes que aparezca un ángel a to-marte en brazos y regresarte a la cama

    rar tus maletas, tomas la decisión de viajar, de irte sin –o con- mirar atrás. Desde el preciso momento en que comenzaste a juntar plata para los pasajes, estás con�irmándole a tu cerebro que no importa qué pase en tanto lo logras; irás hacia donde te propusiste, así tardes toda una temporada en reunir lo necesario para que nada falte. Pero, ¿qué nos motiva a irnos de casa? ¿qué nos hace creer que estaremos mejor fuera que dentro? ¿por qué ar-mamos el equipaje sin saber dónde vamos a ir a parar? Las razones son muchísimas, tantas como personas hay en la tierra. Lo cierto es que, no hay ningún sitio mejor y más seguro que tu casa. No hay consejo más sabio que el de tus padres, por mucho que te parezcan retrógra-dos y oxidados. Proverbios 14:12 dice: “Hay camino que al hombre le parece

    Si eres sorprendido en la primera fase, alguien te animará a permanecer en Cristo. Si eres sorprendido en cuestionamien-tos y sospechas, recibirás una amones-tación. Si te atrapan en la tercera etapa, inten-tarán persuadirte mediante argumen-tos y presagios de lo que vendrá. Cuando te rebelas, no hay vuelta atrás. La rebelión es una de las potes-tades más fuertes del mundo espiri-tual. Lucifer es el primero en rebelarse y ya sabes de donde vino a parar en el averno. Él y todos sus compañeros conformaron desde entonces el lado oscuro de la fuerza. Y nosotros, los ciu-dadanos de otra esfera, los enfrenta-mos perdidos en una galaxia que no es la nuestra. Las fases previas a la rebelión misma, son como armar una maleta, valija o bolso para un viaje. Antes de prepa-

    acampaban a unos 100 metros, pero ya no estaba en su carpa y eso era madu-rez corriendo por mis venas). Con 11 años, tomé una decisión – o eso creí- y me aventuré a una experiencia desconocida. Me encantaría quedarme aquí, en esta parte del relato, pero…La adolescencia no es eterna y triste-mente, para muchos, pareciera que la obediencia también tiene fecha de caducidad. La vida espiritual es un asunto compli-cado y lo primero en marchitarse cuando inicia el coqueteo con lo desco-nocido. Si determinaste romper �ilas y abrirte paso o si lo estás masticando todavía, probablemente notes lo que te digo. Ahora bien, el declive del espíritu tiene niveles. Primero dudas, después cuestionas, después criticas y �inal-mente te rebelas; desobedeces sin miedo.

    nas reprimidas, cabezazos en devocio-nales y presencia de Dios. ¡Fueron años inolvidables!Lo que acabo de contarles es lo más cercano a la primera aventura de mi vida y el candor de ese recuerdo me lleva a suspirar por toda la inocencia que me movía a creer, con todas mis fuerzas, que se trataba de la experien-cia más increíble que haya tenido hasta entonces. Lo fue, claro que lo fue, pero que te vo-miten encima no se parece mucho a una tranquila noche estrellada, miran-do al cielo.Las cosas no siempre son lo que espe-ramos, ¿verdad? Por mucho que armara mi bolsito rojo e idealizara una y otra vez mi paso por Villa Belén en 2004, no se alterarían las consecuencias de la decisión primi-genia: ir de campamento junto a los adolescentes y sin los papás (ellos

    Ella nos despertó para acompañarla al baño – a mí, más bien- el problema es que yo no despierto con nada. Soy un tronco. Por supuesto, ninguna de mis compa-ñeras iba a abandonar la carpa para ir con ella, apenas la conocían. Lo si-guiente que escuchamos fue el sonido del vómito explosivo de la muchacha en cuestión, impregnando nuestra pe-queña carpa del olor más desagrada-ble que puedas imaginar ahora mismo. Ella tampoco llevó la ropa su�iciente. Imagina cómo acabó la historia. Es que nadie te enseña cómo acampar, esas cosas simplemente pasan. Pese a todos los pequeños obstáculos que el primer campamento de nuestra vida trajo consigo, mis amigas y yo sa-limos airosas de ese embrollo. Guarda-mos las tallas más memorables para nuestros nietos de esos rejuntes de sana diversión, malos olores, abuso de cloro, alta radiación solar, risas noctur-

    comía- y no pude dormir los días previos a la maratónica jugada de estudios bíblicos matutinos, convi-vencia y cultos de avivamiento. Me imaginaba tirada en el pasto mirando las estrellas, en la piscina con las chi-quillas, almorzando en la misma mesa que el niño que me gustaba o copu-chando con mis amigas a la luz de una linterna china. Era demasiado her-moso para ser posible. Pasé horas mirando ese bolso, en serio. Después de una larga búsqueda de la ropa más apropiada para asistir, olvidé cosas esenciales como calcetines de recambio y abrigo para las frías noches a campo abierto y no fui la única que no se preparó. Una de las chicas del grupo se indigestó o algo parecido. Una fatídica noche -por mi conocido corazón de anciana- insistí en llevarla a dormir con nosotras (ya estábamos durmiendo incómodas antes de eso).

    compartir la carpa con las dos grandes amigas de mi adolescencia y por mise-ricordia, de la vida –porque casi las pierdo, junto a todo lo demás- Carol y Denniss, 12 y 13 años respectivamen-te. Armé y desarmé el bolso cien veces, por lo menos. Repasé uno a uno todos los puntos detallados por Andrea, la líder. -Biblia-Cuaderno-Lápiz-Jabón-Pasta dental-Cepillo de dientes-Champú-Toalla-Servicio y vajilla-Mudas de ropa-Traje de baño-BloqueadorFue tanta mi ansiedad que comencé a quedar sin uñas –porque me las

    Era rojo y pequeño, pero lo su�iciente-mente espacioso como para que una niña de 11 años metiera en el la ropa y los útiles de aseo necesarios para so-brevivir 5 días, lo que duraba el cam-pamento de la iglesia. Mi primer bolso fue un regalo de mi papá por un acontecimiento realmente importante: era nuestro primer cam-pamento en carpas separadas. Había comenzado a activar en el grupo de adolescentes y tenía derecho a asistir al campamento familiar como una más del equipo. Por supuesto, mis padres me incentivaron en esa búsqueda de identidad y facilitarme las cosas para que participara de Boanerges (el nombre que recibe el grupo de adoles-centes de mi congregación hasta hoy) era parte de eso. En la misma tónica recibí mi primera carpa, una iglú para 4 personas, marca chancho. Me preparé durante semanas para

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    Capítulo Segundo

    Armando las maletas“Ahí voy, aún siento esa sensación Ahí voy, ese touch en el alma Ahí voy, irse por primera vezLas cosas no cambiaron tanto”

    Ahí voy, Fito Páez

    Entonces, preparas una maleta ligera o una mochila lo su�icientemente re-sistente y silenciosamente te vas. Sin destino claro te adentras en la noche, rompes tus rutinas y destruyes los es-quemas. Te expones al peligro por ig-norancia y dejas de ser alertado por el Espíritu Santo porque comenzaste a convivir con el pecado. Te aferras a cualquier cosa que te haga sentir en fa-milia, sacas tu corazón del cajón de los tesoros y cierras tus oídos a conse-jos. Lastimas a tus seres queridos, pero no lo notas, estás demasiado ocupa-do disfrutando las luces y la compa-ñía de tu nuevo tú.

    - ¿Quién eres? -- ¿Dónde estás? –

    Crees haber alcanzado algo (o a al-guien), crees estar por sobre la media. Te sientes un iluminado, un agradeci-

    PREFACIO

    Comienzas lento, de a poco, casi im-perceptiblemente. La santidad se aleja paulatinamente y ver las cosas de otra manera es una tarea complicada. Pero lo intentas, estás ahí; domingo tras do-mingo, canción tras canción, sermón tras sermón. Te esfuerzas en que nadie lo note, pero algo pasó en tu en-gañoso corazón y por más energía que pongas, la idea de lo desconocido; esa carretera que no sabes a dónde lleva, te atrae con fuerza, como nunca antes.De pronto decides que ese no es tu lugar, crees que puedes solo y que vas a encontrar tu sitio en otra parte. Es así como comienzas a desear el día de tu emancipación; quieres tomar las riendas, probar otra dirección. Quizás sólo quieres divertirte, pasarla bien y ser joven.

    en casa de tus padres. Desde aquí en adelante, todo; pero es que todo, será tu decisión. Yo que tú, desarmo las maletas.

    do, porque saliste con la tuya y nadie pudo contra ti, porque tus ideales eran superlativos, porque tú no fuiste como los demás. Tus mañanas son brillantes (siempre y cuando no tengas resaca), tus noches cálidas (si no estás solo), hasta que comienza la tormenta y el ojo del huracán te agarra por sor-presa. El resultado será espantoso, pero no lo sabrás hasta que acabe y pongas los pies en tierra otra vez. Si tienes suerte, saldrás con vida.

    - ¿Quién eres? -- ¿Qué haces aquí? –

    Si te parece conocido este relato, el co-metido está cumplido. Estoy hablando de ti, de mí y de todos quienes hemos corrido lejos de casa para tropezar y herirnos, para caer y lastimar. No inten-tes sostenerte, es inútil y caerán todos

    de quienes trates de agarrarte.Déjame decirte algo antes de comenzar a contarte cómo fue que lo descubrí: Ese sitio no existe. Ese día nunca llega.

    Una súplica desgarradora había en mis labios cuando trataba de esbozar una oración tan, tan lejos de casa: “llévame de vuelta”.

    El padre vendrá por ti, el padre te lleva-rá a casa, pero el dolor será insoporta-ble, la vergüenza enorme y el golpe, in-evitable.

    Acompañémonos en esta odisea.Recorramos juntos el camino de vuelta.

  • derecho;Pero su �in es camino de muerte”. No importa a dónde vayas, ni lo muy recomendada que esté la ruta que es-peras tomar. La vida está llena de de-cisiones que acaban en tragedias, colapsada de cadáveres que nadie reclama, colmada de senderos equí-vocos y arenas movedizas tapadas por �lores. Si te rebelas, si preparas tus maletas, si la amargura echó raíces en tu corazón y de pronto sientes el coraje su�iciente para desobedecer, si te crees tan va-liente como para tomar la dirección contraria al camino de la fe, pues en-tonces bienvenido. También lo hice una vez. Te espera un largo camino y nadie te enseña a irte de la casa, esas cosas sim-plemente pasan. No esperes que aparezca un ángel a to-marte en brazos y regresarte a la cama

    rar tus maletas, tomas la decisión de viajar, de irte sin –o con- mirar atrás. Desde el preciso momento en que comenzaste a juntar plata para los pasajes, estás con�irmándole a tu cerebro que no importa qué pase en tanto lo logras; irás hacia donde te propusiste, así tardes toda una temporada en reunir lo necesario para que nada falte. Pero, ¿qué nos motiva a irnos de casa? ¿qué nos hace creer que estaremos mejor fuera que dentro? ¿por qué ar-mamos el equipaje sin saber dónde vamos a ir a parar? Las razones son muchísimas, tantas como personas hay en la tierra. Lo cierto es que, no hay ningún sitio mejor y más seguro que tu casa. No hay consejo más sabio que el de tus padres, por mucho que te parezcan retrógra-dos y oxidados. Proverbios 14:12 dice: “Hay camino que al hombre le parece

    Si eres sorprendido en la primera fase, alguien te animará a permanecer en Cristo. Si eres sorprendido en cuestionamien-tos y sospechas, recibirás una amones-tación. Si te atrapan en la tercera etapa, inten-tarán persuadirte mediante argumen-tos y presagios de lo que vendrá. Cuando te rebelas, no hay vuelta atrás. La rebelión es una de las potes-tades más fuertes del mundo espiri-tual. Lucifer es el primero en rebelarse y ya sabes de donde vino a parar en el averno. Él y todos sus compañeros conformaron desde entonces el lado oscuro de la fuerza. Y nosotros, los ciu-dadanos de otra esfera, los enfrenta-mos perdidos en una galaxia que no es la nuestra. Las fases previas a la rebelión misma, son como armar una maleta, valija o bolso para un viaje. Antes de prepa-

    acampaban a unos 100 metros, pero ya no estaba en su carpa y eso era madu-rez corriendo por mis venas). Con 11 años, tomé una decisión – o eso creí- y me aventuré a una experiencia desconocida. Me encantaría quedarme aquí, en esta parte del relato, pero…La adolescencia no es eterna y triste-mente, para muchos, pareciera que la obediencia también tiene fecha de caducidad. La vida espiritual es un asunto compli-cado y lo primero en marchitarse cuando inicia el coqueteo con lo desco-nocido. Si determinaste romper �ilas y abrirte paso o si lo estás masticando todavía, probablemente notes lo que te digo. Ahora bien, el declive del espíritu tiene niveles. Primero dudas, después cuestionas, después criticas y �inal-mente te rebelas; desobedeces sin miedo.

    nas reprimidas, cabezazos en devocio-nales y presencia de Dios. ¡Fueron años inolvidables!Lo que acabo de contarles es lo más cercano a la primera aventura de mi vida y el candor de ese recuerdo me lleva a suspirar por toda la inocencia que me movía a creer, con todas mis fuerzas, que se trataba de la experien-cia más increíble que haya tenido hasta entonces. Lo fue, claro que lo fue, pero que te vo-miten encima no se parece mucho a una tranquila noche estrellada, miran-do al cielo.Las cosas no siempre son lo que espe-ramos, ¿verdad? Por mucho que armara mi bolsito rojo e idealizara una y otra vez mi paso por Villa Belén en 2004, no se alterarían las consecuencias de la decisión primi-genia: ir de campamento junto a los adolescentes y sin los papás (ellos

    Ella nos despertó para acompañarla al baño – a mí, más bien- el problema es que yo no despierto con nada. Soy un tronco. Por supuesto, ninguna de mis compa-ñeras iba a abandonar la carpa para ir con ella, apenas la conocían. Lo si-guiente que escuchamos fue el sonido del vómito explosivo de la muchacha en cuestión, impregnando nuestra pe-queña carpa del olor más desagrada-ble que puedas imaginar ahora mismo. Ella tampoco llevó la ropa su�iciente. Imagina cómo acabó la historia. Es que nadie te enseña cómo acampar, esas cosas simplemente pasan. Pese a todos los pequeños obstáculos que el primer campamento de nuestra vida trajo consigo, mis amigas y yo sa-limos airosas de ese embrollo. Guarda-mos las tallas más memorables para nuestros nietos de esos rejuntes de sana diversión, malos olores, abuso de cloro, alta radiación solar, risas noctur-

    comía- y no pude dormir los días previos a la maratónica jugada de estudios bíblicos matutinos, convi-vencia y cultos de avivamiento. Me imaginaba tirada en el pasto mirando las estrellas, en la piscina con las chi-quillas, almorzando en la misma mesa que el niño que me gustaba o copu-chando con mis amigas a la luz de una linterna china. Era demasiado her-moso para ser posible. Pasé horas mirando ese bolso, en serio. Después de una larga búsqueda de la ropa más apropiada para asistir, olvidé cosas esenciales como calcetines de recambio y abrigo para las frías noches a campo abierto y no fui la única que no se preparó. Una de las chicas del grupo se indigestó o algo parecido. Una fatídica noche -por mi conocido corazón de anciana- insistí en llevarla a dormir con nosotras (ya estábamos durmiendo incómodas antes de eso).

    compartir la carpa con las dos grandes amigas de mi adolescencia y por mise-ricordia, de la vida –porque casi las pierdo, junto a todo lo demás- Carol y Denniss, 12 y 13 años respectivamen-te. Armé y desarmé el bolso cien veces, por lo menos. Repasé uno a uno todos los puntos detallados por Andrea, la líder. -Biblia-Cuaderno-Lápiz-Jabón-Pasta dental-Cepillo de dientes-Champú-Toalla-Servicio y vajilla-Mudas de ropa-Traje de baño-BloqueadorFue tanta mi ansiedad que comencé a quedar sin uñas –porque me las

    3

    Era rojo y pequeño, pero lo su�iciente-mente espacioso como para que una niña de 11 años metiera en el la ropa y los útiles de aseo necesarios para so-brevivir 5 días, lo que duraba el cam-pamento de la iglesia. Mi primer bolso fue un regalo de mi papá por un acontecimiento realmente importante: era nuestro primer cam-pamento en carpas separadas. Había comenzado a activar en el grupo de adolescentes y tenía derecho a asistir al campamento familiar como una más del equipo. Por supuesto, mis padres me incentivaron en esa búsqueda de identidad y facilitarme las cosas para que participara de Boanerges (el nombre que recibe el grupo de adoles-centes de mi congregación hasta hoy) era parte de eso. En la misma tónica recibí mi primera carpa, una iglú para 4 personas, marca chancho. Me preparé durante semanas para

    Capítulo Segundo

    Armando las maletas“Ahí voy, aún siento esa sensación Ahí voy, ese touch en el alma Ahí voy, irse por primera vezLas cosas no cambiaron tanto”

    Ahí voy, Fito Páez

    Entonces, preparas una maleta ligera o una mochila lo su�icientemente re-sistente y silenciosamente te vas. Sin destino claro te adentras en la noche, rompes tus rutinas y destruyes los es-quemas. Te expones al peligro por ig-norancia y dejas de ser alertado por el Espíritu Santo porque comenzaste a convivir con el pecado. Te aferras a cualquier cosa que te haga sentir en fa-milia, sacas tu corazón del cajón de los tesoros y cierras tus oídos a conse-jos. Lastimas a tus seres queridos, pero no lo notas, estás demasiado ocupa-do disfrutando las luces y la compa-ñía de tu nuevo tú.

    - ¿Quién eres? -- ¿Dónde estás? –

    Crees haber alcanzado algo (o a al-guien), crees estar por sobre la media. Te sientes un iluminado, un agradeci-

    PREFACIO

    Comienzas lento, de a poco, casi im-perceptiblemente. La santidad se aleja paulatinamente y ver las cosas de otra manera es una tarea complicada. Pero lo intentas, estás ahí; domingo tras do-mingo, canción tras canción, sermón tras sermón. Te esfuerzas en que nadie lo note, pero algo pasó en tu en-gañoso corazón y por más energía que pongas, la idea de lo desconocido; esa carretera que no sabes a dónde lleva, te atrae con fuerza, como nunca antes.De pronto decides que ese no es tu lugar, crees que puedes solo y que vas a encontrar tu sitio en otra parte. Es así como comienzas a desear el día de tu emancipación; quieres tomar las riendas, probar otra dirección. Quizás sólo quieres divertirte, pasarla bien y ser joven.

    en casa de tus padres. Desde aquí en adelante, todo; pero es que todo, será tu decisión. Yo que tú, desarmo las maletas.

    do, porque saliste con la tuya y nadie pudo contra ti, porque tus ideales eran superlativos, porque tú no fuiste como los demás. Tus mañanas son brillantes (siempre y cuando no tengas resaca), tus noches cálidas (si no estás solo), hasta que comienza la tormenta y el ojo del huracán te agarra por sor-presa. El resultado será espantoso, pero no lo sabrás hasta que acabe y pongas los pies en tierra otra vez. Si tienes suerte, saldrás con vida.

    - ¿Quién eres? -- ¿Qué haces aquí? –

    Si te parece conocido este relato, el co-metido está cumplido. Estoy hablando de ti, de mí y de todos quienes hemos corrido lejos de casa para tropezar y herirnos, para caer y lastimar. No inten-tes sostenerte, es inútil y caerán todos

    de quienes trates de agarrarte.Déjame decirte algo antes de comenzar a contarte cómo fue que lo descubrí: Ese sitio no existe. Ese día nunca llega.

    Una súplica desgarradora había en mis labios cuando trataba de esbozar una oración tan, tan lejos de casa: “llévame de vuelta”.

    El padre vendrá por ti, el padre te lleva-rá a casa, pero el dolor será insoporta-ble, la vergüenza enorme y el golpe, in-evitable.

    Acompañémonos en esta odisea.Recorramos juntos el camino de vuelta.

  • derecho;Pero su �in es camino de muerte”. No importa a dónde vayas, ni lo muy recomendada que esté la ruta que es-peras tomar. La vida está llena de de-cisiones que acaban en tragedias, colapsada de cadáveres que nadie reclama, colmada de senderos equí-vocos y arenas movedizas tapadas por �lores. Si te rebelas, si preparas tus maletas, si la amargura echó raíces en tu corazón y de pronto sientes el coraje su�iciente para desobedecer, si te crees tan va-liente como para tomar la dirección contraria al camino de la fe, pues en-tonces bienvenido. También lo hice una vez. Te espera un largo camino y nadie te enseña a irte de la casa, esas cosas sim-plemente pasan. No esperes que aparezca un ángel a to-marte en brazos y regresarte a la cama

    rar tus maletas, tomas la decisión de viajar, de irte sin –o con- mirar atrás. Desde el preciso momento en que comenzaste a juntar plata para los pasajes, estás con�irmándole a tu cerebro que no importa qué pase en tanto lo logras; irás hacia donde te propusiste, así tardes toda una temporada en reunir lo necesario para que nada falte. Pero, ¿qué nos motiva a irnos de casa? ¿qué nos hace creer que estaremos mejor fuera que dentro? ¿por qué ar-mamos el equipaje sin saber dónde vamos a ir a parar? Las razones son muchísimas, tantas como personas hay en la tierra. Lo cierto es que, no hay ningún sitio mejor y más seguro que tu casa. No hay consejo más sabio que el de tus padres, por mucho que te parezcan retrógra-dos y oxidados. Proverbios 14:12 dice: “Hay camino que al hombre le parece

    Si eres sorprendido en la primera fase, alguien te animará a permanecer en Cristo. Si eres sorprendido en cuestionamien-tos y sospechas, recibirás una amones-tación. Si te atrapan en la tercera etapa, inten-tarán persuadirte mediante argumen-tos y presagios de lo que vendrá. Cuando te rebelas, no hay vuelta atrás. La rebelión es una de las potes-tades más fuertes del mundo espiri-tual. Lucifer es el primero en rebelarse y ya sabes de donde vino a parar en el averno. Él y todos sus compañeros conformaron desde entonces el lado oscuro de la fuerza. Y nosotros, los ciu-dadanos de otra esfera, los enfrenta-mos perdidos en una galaxia que no es la nuestra. Las fases previas a la rebelión misma, son como armar una maleta, valija o bolso para un viaje. Antes de prepa-

    acampaban a unos 100 metros, pero ya no estaba en su carpa y eso era madu-rez corriendo por mis venas). Con 11 años, tomé una decisión – o eso creí- y me aventuré a una experiencia desconocida. Me encantaría quedarme aquí, en esta parte del relato, pero…La adolescencia no es eterna y triste-mente, para muchos, pareciera que la obediencia también tiene fecha de caducidad. La vida espiritual es un asunto compli-cado y lo primero en marchitarse cuando inicia el coqueteo con lo desco-nocido. Si determinaste romper �ilas y abrirte paso o si lo estás masticando todavía, probablemente notes lo que te digo. Ahora bien, el declive del espíritu tiene niveles. Primero dudas, después cuestionas, después criticas y �inal-mente te rebelas; desobedeces sin miedo.

    nas reprimidas, cabezazos en devocio-nales y presencia de Dios. ¡Fueron años inolvidables!Lo que acabo de contarles es lo más cercano a la primera aventura de mi vida y el candor de ese recuerdo me lleva a suspirar por toda la inocencia que me movía a creer, con todas mis fuerzas, que se trataba de la experien-cia más increíble que haya tenido hasta entonces. Lo fue, claro que lo fue, pero que te vo-miten encima no se parece mucho a una tranquila noche estrellada, miran-do al cielo.Las cosas no siempre son lo que espe-ramos, ¿verdad? Por mucho que armara mi bolsito rojo e idealizara una y otra vez mi paso por Villa Belén en 2004, no se alterarían las consecuencias de la decisión primi-genia: ir de campamento junto a los adolescentes y sin los papás (ellos

    Ella nos despertó para acompañarla al baño – a mí, más bien- el problema es que yo no despierto con nada. Soy un tronco. Por supuesto, ninguna de mis compa-ñeras iba a abandonar la carpa para ir con ella, apenas la conocían. Lo si-guiente que escuchamos fue el sonido del vómito explosivo de la muchacha en cuestión, impregnando nuestra pe-queña carpa del olor más desagrada-ble que puedas imaginar ahora mismo. Ella tampoco llevó la ropa su�iciente. Imagina cómo acabó la historia. Es que nadie te enseña cómo acampar, esas cosas simplemente pasan. Pese a todos los pequeños obstáculos que el primer campamento de nuestra vida trajo consigo, mis amigas y yo sa-limos airosas de ese embrollo. Guarda-mos las tallas más memorables para nuestros nietos de esos rejuntes de sana diversión, malos olores, abuso de cloro, alta radiación solar, risas noctur-

    comía- y no pude dormir los días previos a la maratónica jugada de estudios bíblicos matutinos, convi-vencia y cultos de avivamiento. Me imaginaba tirada en el pasto mirando las estrellas, en la piscina con las chi-quillas, almorzando en la misma mesa que el niño que me gustaba o copu-chando con mis amigas a la luz de una linterna china. Era demasiado her-moso para ser posible. Pasé horas mirando ese bolso, en serio. Después de una larga búsqueda de la ropa más apropiada para asistir, olvidé cosas esenciales como calcetines de recambio y abrigo para las frías noches a campo abierto y no fui la única que no se preparó. Una de las chicas del grupo se indigestó o algo parecido. Una fatídica noche -por mi conocido corazón de anciana- insistí en llevarla a dormir con nosotras (ya estábamos durmiendo incómodas antes de eso).

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    compartir la carpa con las dos grandes amigas de mi adolescencia y por mise-ricordia, de la vida –porque casi las pierdo, junto a todo lo demás- Carol y Denniss, 12 y 13 años respectivamen-te. Armé y desarmé el bolso cien veces, por lo menos. Repasé uno a uno todos los puntos detallados por Andrea, la líder. -Biblia-Cuaderno-Lápiz-Jabón-Pasta dental-Cepillo de dientes-Champú-Toalla-Servicio y vajilla-Mudas de ropa-Traje de baño-BloqueadorFue tanta mi ansiedad que comencé a quedar sin uñas –porque me las

    Era rojo y pequeño, pero lo su�iciente-mente espacioso como para que una niña de 11 años metiera en el la ropa y los útiles de aseo necesarios para so-brevivir 5 días, lo que duraba el cam-pamento de la iglesia. Mi primer bolso fue un regalo de mi papá por un acontecimiento realmente importante: era nuestro primer cam-pamento en carpas separadas. Había comenzado a activar en el grupo de adolescentes y tenía derecho a asistir al campamento familiar como una más del equipo. Por supuesto, mis padres me incentivaron en esa búsqueda de identidad y facilitarme las cosas para que participara de Boanerges (el nombre que recibe el grupo de adoles-centes de mi congregación hasta hoy) era parte de eso. En la misma tónica recibí mi primera carpa, una iglú para 4 personas, marca chancho. Me preparé durante semanas para

    Capítulo Segundo

    Armando las maletas“Ahí voy, aún siento esa sensación Ahí voy, ese touch en el alma Ahí voy, irse por primera vezLas cosas no cambiaron tanto”

    Ahí voy, Fito Páez

    Entonces, preparas una maleta ligera o una mochila lo su�icientemente re-sistente y silenciosamente te vas. Sin destino claro te adentras en la noche, rompes tus rutinas y destruyes los es-quemas. Te expones al peligro por ig-norancia y dejas de ser alertado por el Espíritu Santo porque comenzaste a convivir con el pecado. Te aferras a cualquier cosa que te haga sentir en fa-milia, sacas tu corazón del cajón de los tesoros y cierras tus oídos a conse-jos. Lastimas a tus seres queridos, pero no lo notas, estás demasiado ocupa-do disfrutando las luces y la compa-ñía de tu nuevo tú.

    - ¿Quién eres? -- ¿Dónde estás? –

    Crees haber alcanzado algo (o a al-guien), crees estar por sobre la media. Te sientes un iluminado, un agradeci-

    PREFACIO

    Comienzas lento, de a poco, casi im-perceptiblemente. La santidad se aleja paulatinamente y ver las cosas de otra manera es una tarea complicada. Pero lo intentas, estás ahí; domingo tras do-mingo, canción tras canción, sermón tras sermón. Te esfuerzas en que nadie lo note, pero algo pasó en tu en-gañoso corazón y por más energía que pongas, la idea de lo desconocido; esa carretera que no sabes a dónde lleva, te atrae con fuerza, como nunca antes.De pronto decides que ese no es tu lugar, crees que puedes solo y que vas a encontrar tu sitio en otra parte. Es así como comienzas a desear el día de tu emancipación; quieres tomar las riendas, probar otra dirección. Quizás sólo quieres divertirte, pasarla bien y ser joven.

    en casa de tus padres. Desde aquí en adelante, todo; pero es que todo, será tu decisión. Yo que tú, desarmo las maletas.

    do, porque saliste con la tuya y nadie pudo contra ti, porque tus ideales eran superlativos, porque tú no fuiste como los demás. Tus mañanas son brillantes (siempre y cuando no tengas resaca), tus noches cálidas (si no estás solo), hasta que comienza la tormenta y el ojo del huracán te agarra por sor-presa. El resultado será espantoso, pero no lo sabrás hasta que acabe y pongas los pies en tierra otra vez. Si tienes suerte, saldrás con vida.

    - ¿Quién eres? -- ¿Qué haces aquí? –

    Si te parece conocido este relato, el co-metido está cumplido. Estoy hablando de ti, de mí y de todos quienes hemos corrido lejos de casa para tropezar y herirnos, para caer y lastimar. No inten-tes sostenerte, es inútil y caerán todos

    de quienes trates de agarrarte.Déjame decirte algo antes de comenzar a contarte cómo fue que lo descubrí: Ese sitio no existe. Ese día nunca llega.

    Una súplica desgarradora había en mis labios cuando trataba de esbozar una oración tan, tan lejos de casa: “llévame de vuelta”.

    El padre vendrá por ti, el padre te lleva-rá a casa, pero el dolor será insoporta-ble, la vergüenza enorme y el golpe, in-evitable.

    Acompañémonos en esta odisea.Recorramos juntos el camino de vuelta.

  • derecho;Pero su �in es camino de muerte”. No importa a dónde vayas, ni lo muy recomendada que esté la ruta que es-peras tomar. La vida está llena de de-cisiones que acaban en tragedias, colapsada de cadáveres que nadie reclama, colmada de senderos equí-vocos y arenas movedizas tapadas por �lores. Si te rebelas, si preparas tus maletas, si la amargura echó raíces en tu corazón y de pronto sientes el coraje su�iciente para desobedecer, si te crees tan va-liente como para tomar la dirección contraria al camino de la fe, pues en-tonces bienvenido. También lo hice una vez. Te espera un largo camino y nadie te enseña a irte de la casa, esas cosas sim-plemente pasan. No esperes que aparezca un ángel a to-marte en brazos y regresarte a la cama

    rar tus maletas, tomas la decisión de viajar, de irte sin –o con- mirar atrás. Desde el preciso momento en que comenzaste a juntar plata para los pasajes, estás con�irmándole a tu cerebro que no importa qué pase en tanto lo logras; irás hacia donde te propusiste, así tardes toda una temporada en reunir lo necesario para que nada falte. Pero, ¿qué nos motiva a irnos de casa? ¿qué nos hace creer que estaremos mejor fuera que dentro? ¿por qué ar-mamos el equipaje sin saber dónde vamos a ir a parar? Las razones son muchísimas, tantas como personas hay en la tierra. Lo cierto es que, no hay ningún sitio mejor y más seguro que tu casa. No hay consejo más sabio que el de tus padres, por mucho que te parezcan retrógra-dos y oxidados. Proverbios 14:12 dice: “Hay camino que al hombre le parece

    Si eres sorprendido en la primera fase, alguien te animará a permanecer en Cristo. Si eres sorprendido en cuestionamien-tos y sospechas, recibirás una amones-tación. Si te atrapan en la tercera etapa, inten-tarán persuadirte mediante argumen-tos y presagios de lo que vendrá. Cuando te rebelas, no hay vuelta atrás. La rebelión es una de las potes-tades más fuertes del mundo espiri-tual. Lucifer es el primero en rebelarse y ya sabes de donde vino a parar en el averno. Él y todos sus compañeros conformaron desde entonces el lado oscuro de la fuerza. Y nosotros, los ciu-dadanos de otra esfera, los enfrenta-mos perdidos en una galaxia que no es la nuestra. Las fases previas a la rebelión misma, son como armar una maleta, valija o bolso para un viaje. Antes de prepa-

    acampaban a unos 100 metros, pero ya no estaba en su carpa y eso era madu-rez corriendo por mis venas). Con 11 años, tomé una decisión – o eso creí- y me aventuré a una experiencia desconocida. Me encantaría quedarme aquí, en esta parte del relato, pero…La adolescencia no es eterna y triste-mente, para muchos, pareciera que la obediencia también tiene fecha de caducidad. La vida espiritual es un asunto compli-cado y lo primero en marchitarse cuando inicia el coqueteo con lo desco-nocido. Si determinaste romper �ilas y abrirte paso o si lo estás masticando todavía, probablemente notes lo que te digo. Ahora bien, el declive del espíritu tiene niveles. Primero dudas, después cuestionas, después criticas y �inal-mente te rebelas; desobedeces sin miedo.

    nas reprimidas, cabezazos en devocio-nales y presencia de Dios. ¡Fueron años inolvidables!Lo que acabo de contarles es lo más cercano a la primera aventura de mi vida y el candor de ese recuerdo me lleva a suspirar por toda la inocencia que me movía a creer, con todas mis fuerzas, que se trataba de la experien-cia más increíble que haya tenido hasta entonces. Lo fue, claro que lo fue, pero que te vo-miten encima no se parece mucho a una tranquila noche estrellada, miran-do al cielo.Las cosas no siempre son lo que espe-ramos, ¿verdad? Por mucho que armara mi bolsito rojo e idealizara una y otra vez mi paso por Villa Belén en 2004, no se alterarían las consecuencias de la decisión primi-genia: ir de campamento junto a los adolescentes y sin los papás (ellos

    Ella nos despertó para acompañarla al baño – a mí, más bien- el problema es que yo no despierto con nada. Soy un tronco. Por supuesto, ninguna de mis compa-ñeras iba a abandonar la carpa para ir con ella, apenas la conocían. Lo si-guiente que escuchamos fue el sonido del vómito explosivo de la muchacha en cuestión, impregnando nuestra pe-queña carpa del olor más desagrada-ble que puedas imaginar ahora mismo. Ella tampoco llevó la ropa su�iciente. Imagina cómo acabó la historia. Es que nadie te enseña cómo acampar, esas cosas simplemente pasan. Pese a todos los pequeños obstáculos que el primer campamento de nuestra vida trajo consigo, mis amigas y yo sa-limos airosas de ese embrollo. Guarda-mos las tallas más memorables para nuestros nietos de esos rejuntes de sana diversión, malos olores, abuso de cloro, alta radiación solar, risas noctur-

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    comía- y no pude dormir los días previos a la maratónica jugada de estudios bíblicos matutinos, convi-vencia y cultos de avivamiento. Me imaginaba tirada en el pasto mirando las estrellas, en la piscina con las chi-quillas, almorzando en la misma mesa que el niño que me gustaba o copu-chando con mis amigas a la luz de una linterna china. Era demasiado her-moso para ser posible. Pasé horas mirando ese bolso, en serio. Después de una larga búsqueda de la ropa más apropiada para asistir, olvidé cosas esenciales como calcetines de recambio y abrigo para las frías noches a campo abierto y no fui la única que no se preparó. Una de las chicas del grupo se indigestó o algo parecido. Una fatídica noche -por mi conocido corazón de anciana- insistí en llevarla a dormir con nosotras (ya estábamos durmiendo incómodas antes de eso).

    compartir la carpa con las dos grandes amigas de mi adolescencia y por mise-ricordia, de la vida –porque casi las pierdo, junto a todo lo demás- Carol y Denniss, 12 y 13 años respectivamen-te. Armé y desarmé el bolso cien veces, por lo menos. Repasé uno a uno todos los puntos detallados por Andrea, la líder. -Biblia-Cuaderno-Lápiz-Jabón-Pasta dental-Cepillo de dientes-Champú-Toalla-Servicio y vajilla-Mudas de ropa-Traje de baño-BloqueadorFue tanta mi ansiedad que comencé a quedar sin uñas –porque me las

    Era rojo y pequeño, pero lo su�iciente-mente espacioso como para que una niña de 11 años metiera en el la ropa y los útiles de aseo necesarios para so-brevivir 5 días, lo que duraba el cam-pamento de la iglesia. Mi primer bolso fue un regalo de mi papá por un acontecimiento realmente importante: era nuestro primer cam-pamento en carpas separadas. Había comenzado a activar en el grupo de adolescentes y tenía derecho a asistir al campamento familiar como una más del equipo. Por supuesto, mis padres me incentivaron en esa búsqueda de identidad y facilitarme las cosas para que participara de Boanerges (el nombre que recibe el grupo de adoles-centes de mi congregación hasta hoy) era parte de eso. En la misma tónica recibí mi primera carpa, una iglú para 4 personas, marca chancho. Me preparé durante semanas para

    Capítulo Segundo

    Armando las maletas“Ahí voy, aún siento esa sensación Ahí voy, ese touch en el alma Ahí voy, irse por primera vezLas cosas no cambiaron tanto”

    Ahí voy, Fito Páez

    Entonces, preparas una maleta ligera o una mochila lo su�icientemente re-sistente y silenciosamente te vas. Sin destino claro te adentras en la noche, rompes tus rutinas y destruyes los es-quemas. Te expones al peligro por ig-norancia y dejas de ser alertado por el Espíritu Santo porque comenzaste a convivir con el pecado. Te aferras a cualquier cosa que te haga sentir en fa-milia, sacas tu corazón del cajón de los tesoros y cierras tus oídos a conse-jos. Lastimas a tus seres queridos, pero no lo notas, estás demasiado ocupa-do disfrutando las luces y la compa-ñía de tu nuevo tú.

    - ¿Quién eres? -- ¿Dónde estás? –

    Crees haber alcanzado algo (o a al-guien), crees estar por sobre la media. Te sientes un iluminado, un agradeci-

    PREFACIO

    Comienzas lento, de a poco, casi im-perceptiblemente. La santidad se aleja paulatinamente y ver las cosas de otra manera es una tarea complicada. Pero lo intentas, estás ahí; domingo tras do-mingo, canción tras canción, sermón tras sermón. Te esfuerzas en que nadie lo note, pero algo pasó en tu en-gañoso corazón y por más energía que pongas, la idea de lo desconocido; esa carretera que no sabes a dónde lleva, te atrae con fuerza, como nunca antes.De pronto decides que ese no es tu lugar, crees que puedes solo y que vas a encontrar tu sitio en otra parte. Es así como comienzas a desear el día de tu emancipación; quieres tomar las riendas, probar otra dirección. Quizás sólo quieres divertirte, pasarla bien y ser joven.

    en casa de tus padres. Desde aquí en adelante, todo; pero es que todo, será tu decisión. Yo que tú, desarmo las maletas.

    do, porque saliste con la tuya y nadie pudo contra ti, porque tus ideales eran superlativos, porque tú no fuiste como los demás. Tus mañanas son brillantes (siempre y cuando no tengas resaca), tus noches cálidas (si no estás solo), hasta que comienza la tormenta y el ojo del huracán te agarra por sor-presa. El resultado será espantoso, pero no lo sabrás hasta que acabe y pongas los pies en tierra otra vez. Si tienes suerte, saldrás con vida.

    - ¿Quién eres? -- ¿Qué haces aquí? –

    Si te parece conocido este relato, el co-metido está cumplido. Estoy hablando de ti, de mí y de todos quienes hemos corrido lejos de casa para tropezar y herirnos, para caer y lastimar. No inten-tes sostenerte, es inútil y caerán todos

    de quienes trates de agarrarte.Déjame decirte algo antes de comenzar a contarte cómo fue que lo descubrí: Ese sitio no existe. Ese día nunca llega.

    Una súplica desgarradora había en mis labios cuando trataba de esbozar una oración tan, tan lejos de casa: “llévame de vuelta”.

    El padre vendrá por ti, el padre te lleva-rá a casa, pero el dolor será insoporta-ble, la vergüenza enorme y el golpe, in-evitable.

    Acompañémonos en esta odisea.Recorramos juntos el camino de vuelta.

  • derecho;Pero su �in es camino de muerte”. No importa a dónde vayas, ni lo muy recomendada que esté la ruta que es-peras tomar. La vida está llena de de-cisiones que acaban en tragedias, colapsada de cadáveres que nadie reclama, colmada de senderos equí-vocos y arenas movedizas tapadas por �lores. Si te rebelas, si preparas tus maletas, si la amargura echó raíces en tu corazón y de pronto sientes el coraje su�iciente para desobedecer, si te crees tan va-liente como para tomar la dirección contraria al camino de la fe, pues en-tonces bienvenido. También lo hice una vez. Te espera un largo camino y nadie te enseña a irte de la casa, esas cosas sim-plemente pasan. No esperes que aparezca un ángel a to-marte en brazos y regresarte a la cama

    rar tus maletas, tomas la decisión de viajar, de irte sin –o con- mirar atrás. Desde el preciso momento en que comenzaste a juntar plata para los pasajes, estás con�irmándole a tu cerebro que no importa qué pase en tanto lo logras; irás hacia donde te propusiste, así tardes toda una temporada en reunir lo necesario para que nada falte. Pero, ¿qué nos motiva a irnos de casa? ¿qué nos hace creer que estaremos mejor fuera que dentro? ¿por qué ar-mamos el equipaje sin saber dónde vamos a ir a parar? Las razones son muchísimas, tantas como personas hay en la tierra. Lo cierto es que, no hay ningún sitio mejor y más seguro que tu casa. No hay consejo más sabio que el de tus padres, por mucho que te parezcan retrógra-dos y oxidados. Proverbios 14:12 dice: “Hay camino que al hombre le parece

    Si eres sorprendido en la primera fase, alguien te animará a permanecer en Cristo. Si eres sorprendido en cuestionamien-tos y sospechas, recibirás una amones-tación. Si te atrapan en la tercera etapa, inten-tarán persuadirte mediante argumen-tos y presagios de lo que vendrá. Cuando te rebelas, no hay vuelta atrás. La rebelión es una de las potes-tades más fuertes del mundo espiri-tual. Lucifer es el primero en rebelarse y ya sabes de donde vino a parar en el averno. Él y todos sus compañeros conformaron desde entonces el lado oscuro de la fuerza. Y nosotros, los ciu-dadanos de otra esfera, los enfrenta-mos perdidos en una galaxia que no es la nuestra. Las fases previas a la rebelión misma, son como armar una maleta, valija o bolso para un viaje. Antes de prepa-

    acampaban a unos 100 metros, pero ya no estaba en su carpa y eso era madu-rez corriendo por mis venas). Con 11 años, tomé una decisión – o eso creí- y me aventuré a una experiencia desconocida. Me encantaría quedarme aquí, en esta parte del relato, pero…La adolescencia no es eterna y triste-mente, para muchos, pareciera que la obediencia también tiene fecha de caducidad. La vida espiritual es un asunto compli-cado y lo primero en marchitarse cuando inicia el coqueteo con lo desco-nocido. Si determinaste romper �ilas y abrirte paso o si lo estás masticando todavía, probablemente notes lo que te digo. Ahora bien, el declive del espíritu tiene niveles. Primero dudas, después cuestionas, después criticas y �inal-mente te rebelas; desobedeces sin miedo.

    nas reprimidas, cabezazos en devocio-nales y presencia de Dios. ¡Fueron años inolvidables!Lo que acabo de contarles es lo más cercano a la primera aventura de mi vida y el candor de ese recuerdo me lleva a suspirar por toda la inocencia que me movía a creer, con todas mis fuerzas, que se trataba de la experien-cia más increíble que haya tenido hasta entonces. Lo fue, claro que lo fue, pero que te vo-miten encima no se parece mucho a una tranquila noche estrellada, miran-do al cielo.Las cosas no siempre son lo que espe-ramos, ¿verdad? Por mucho que armara mi bolsito rojo e idealizara una y otra vez mi paso por Villa Belén en 2004, no se alterarían las consecuencias de la decisión primi-genia: ir de campamento junto a los adolescentes y sin los papás (ellos

    6

    Ella nos despertó para acompañarla al baño – a mí, más bien- el problema es que yo no despierto con nada. Soy un tronco. Por supuesto, ninguna de mis compa-ñeras iba a abandonar la carpa para ir con ella, apenas la conocían. Lo si-guiente que escuchamos fue el sonido del vómito explosivo de la muchacha en cuestión, impregnando nuestra pe-queña carpa del olor más desagrada-ble que puedas imaginar ahora mismo. Ella tampoco llevó la ropa su�iciente. Imagina cómo acabó la historia. Es que nadie te enseña cómo acampar, esas cosas simplemente pasan. Pese a todos los pequeños obstáculos que el primer campamento de nuestra vida trajo consigo, mis amigas y yo sa-limos airosas de ese embrollo. Guarda-mos las tallas más memorables para nuestros nietos de esos rejuntes de sana diversión, malos olores, abuso de cloro, alta radiación solar, risas noctur-

    comía- y no pude dormir los días previos a la maratónica jugada de estudios bíblicos matutinos, convi-vencia y cultos de avivamiento. Me imaginaba tirada en el pasto mirando las estrellas, en la piscina con las chi-quillas, almorzando en la misma mesa que el niño que me gustaba o copu-chando con mis amigas a la luz de una linterna china. Era demasiado her-moso para ser posible. Pasé horas mirando ese bolso, en serio. Después de una larga búsqueda de la ropa más apropiada para asistir, olvidé cosas esenciales como calcetines de recambio y abrigo para las frías noches a campo abierto y no fui la única que no se preparó. Una de las chicas del grupo se indigestó o algo parecido. Una fatídica noche -por mi conocido corazón de anciana- insistí en llevarla a dormir con nosotras (ya estábamos durmiendo incómodas antes de eso).

    compartir la carpa con las dos grandes amigas de mi adolescencia y por mise-ricordia, de la vida –porque casi las pierdo, junto a todo lo demás- Carol y Denniss, 12 y 13 años respectivamen-te. Armé y desarmé el bolso cien veces, por lo menos. Repasé uno a uno todos los puntos detallados por Andrea, la líder. -Biblia-Cuaderno-Lápiz-Jabón-Pasta dental-Cepillo de dientes-Champú-Toalla-Servicio y vajilla-Mudas de ropa-Traje de baño-BloqueadorFue tanta mi ansiedad que comencé a quedar sin uñas –porque me las

    Era rojo y pequeño, pero lo su�iciente-mente espacioso como para que una niña de 11 años metiera en el la ropa y los útiles de aseo necesarios para so-brevivir 5 días, lo que duraba el cam-pamento de la iglesia. Mi primer bolso fue un regalo de mi papá por un acontecimiento realmente importante: era nuestro primer cam-pamento en carpas separadas. Había comenzado a activar en el grupo de adolescentes y tenía derecho a asistir al campamento familiar como una más del equipo. Por supuesto, mis padres me incentivaron en esa búsqueda de identidad y facilitarme las cosas para que participara de Boanerges (el nombre que recibe el grupo de adoles-centes de mi congregación hasta hoy) era parte de eso. En la misma tónica recibí mi primera carpa, una iglú para 4 personas, marca chancho. Me preparé durante semanas para

    Capítulo Segundo

    Armando las maletas“Ahí voy, aún siento esa sensación Ahí voy, ese touch en el alma Ahí voy, irse por primera vezLas cosas no cambiaron tanto”

    Ahí voy, Fito Páez

    Entonces, preparas una maleta ligera o una mochila lo su�icientemente re-sistente y silenciosamente te vas. Sin destino claro te adentras en la noche, rompes tus rutinas y destruyes los es-quemas. Te expones al peligro por ig-norancia y dejas de ser alertado por el Espíritu Santo porque comenzaste a convivir con el pecado. Te aferras a cualquier cosa que te haga sentir en fa-milia, sacas tu corazón del cajón de los tesoros y cierras tus oídos a conse-jos. Lastimas a tus seres queridos, pero no lo notas, estás demasiado ocupa-do disfrutando las luces y la compa-ñía de tu nuevo tú.

    - ¿Quién eres? -- ¿Dónde estás? –

    Crees haber alcanzado algo (o a al-guien), crees estar por sobre la media. Te sientes un iluminado, un agradeci-

    PREFACIO

    Comienzas lento, de a poco, casi im-perceptiblemente. La santidad se aleja paulatinamente y ver las cosas de otra manera es una tarea complicada. Pero lo intentas, estás ahí; domingo tras do-mingo, canción tras canción, sermón tras sermón. Te esfuerzas en que nadie lo note, pero algo pasó en tu en-gañoso corazón y por más energía que pongas, la idea de lo desconocido; esa carretera que no sabes a dónde lleva, te atrae con fuerza, como nunca antes.De pronto decides que ese no es tu lugar, crees que puedes solo y que vas a encontrar tu sitio en otra parte. Es así como comienzas a desear el día de tu emancipación; quieres tomar las riendas, probar otra dirección. Quizás sólo quieres divertirte, pasarla bien y ser joven.

    en casa de tus padres. Desde aquí en adelante, todo; pero es que todo, será tu decisión. Yo que tú, desarmo las maletas.

    do, porque saliste con la tuya y nadie pudo contra ti, porque tus ideales eran superlativos, porque tú no fuiste como los demás. Tus mañanas son brillantes (siempre y cuando no tengas resaca), tus noches cálidas (si no estás solo), hasta que comienza la tormenta y el ojo del huracán te agarra por sor-presa. El resultado será espantoso, pero no lo sabrás hasta que acabe y pongas los pies en tierra otra vez. Si tienes suerte, saldrás con vida.

    - ¿Quién eres? -- ¿Qué haces aquí? –

    Si te parece conocido este relato, el co-metido está cumplido. Estoy hablando de ti, de mí y de todos quienes hemos corrido lejos de casa para tropezar y herirnos, para caer y lastimar. No inten-tes sostenerte, es inútil y caerán todos

    de quienes trates de agarrarte.Déjame decirte algo antes de comenzar a contarte cómo fue que lo descubrí: Ese sitio no existe. Ese día nunca llega.

    Una súplica desgarradora había en mis labios cuando trataba de esbozar una oración tan, tan lejos de casa: “llévame de vuelta”.

    El padre vendrá por ti, el padre te lleva-rá a casa, pero el dolor será insoporta-ble, la vergüenza enorme y el golpe, in-evitable.

    Acompañémonos en esta odisea.Recorramos juntos el camino de vuelta.

  • derecho;Pero su �in es camino de muerte”. No importa a dónde vayas, ni lo muy recomendada que esté la ruta que es-peras tomar. La vida está llena de de-cisiones que acaban en tragedias, colapsada de cadáveres que nadie reclama, colmada de senderos equí-vocos y arenas movedizas tapadas por �lores. Si te rebelas, si preparas tus maletas, si la amargura echó raíces en tu corazón y de pronto sientes el coraje su�iciente para desobedecer, si te crees tan va-liente como para tomar la dirección contraria al camino de la fe, pues en-tonces bienvenido. También lo hice una vez. Te espera un largo camino y nadie te enseña a irte de la casa, esas cosas sim-plemente pasan. No esperes que aparezca un ángel a to-marte en brazos y regresarte a la cama

    rar tus maletas, tomas la decisión de viajar, de irte sin –o con- mirar atrás. Desde el preciso momento en que comenzaste a juntar plata para los pasajes, estás con�irmándole a tu cerebro que no importa qué pase en tanto lo logras; irás hacia donde te propusiste, así tardes toda una temporada en reunir lo necesario para que nada falte. Pero, ¿qué nos motiva a irnos de casa? ¿qué nos hace creer que estaremos mejor fuera que dentro? ¿por qué ar-mamos el equipaje sin saber dónde vamos a ir a parar? Las razones son muchísimas, tantas como personas hay en la tierra. Lo cierto es que, no hay ningún sitio mejor y más seguro que tu casa. No hay consejo más sabio que el de tus padres, por mucho que te parezcan retrógra-dos y oxidados. Proverbios 14:12 dice: “Hay camino que al hombre le parece

    Si eres sorprendido en la primera fase, alguien te animará a permanecer en Cristo. Si eres sorprendido en cuestionamien-tos y sospechas, recibirás una amones-tación. Si te atrapan en la tercera etapa, inten-tarán persuadirte mediante argumen-tos y presagios de lo que vendrá. Cuando te rebelas, no hay vuelta atrás. La rebelión es una de las potes-tades más fuertes del mundo espiri-tual. Lucifer es el primero en rebelarse y ya sabes de donde vino a parar en el averno. Él y todos sus compañeros conformaron desde entonces el lado oscuro de la fuerza. Y nosotros, los ciu-dadanos de otra esfera, los enfrenta-mos perdidos en una galaxia que no es la nuestra. Las fases previas a la rebelión misma, son como armar una maleta, valija o bolso para un viaje. Antes de prepa-

    acampaban a unos 100 metros, pero ya no estaba en su carpa y eso era madu-rez corriendo por mis venas). Con 11 años, tomé una decisión – o eso creí- y me aventuré a una experiencia desconocida. Me encantaría quedarme aquí, en esta parte del relato, pero…La adolescencia no es eterna y triste-mente, para muchos, pareciera que la obediencia también tiene fecha de caducidad. La vida espiritual es un asunto compli-cado y lo primero en marchitarse cuando inicia el coqueteo con lo desco-nocido. Si determinaste romper �ilas y abrirte paso o si lo estás masticando todavía, probablemente notes lo que te digo. Ahora bien, el declive del espíritu tiene niveles. Primero dudas, después cuestionas, después criticas y �inal-mente te rebelas; desobedeces sin miedo.

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    nas reprimidas, cabezazos en devocio-nales y presencia de Dios. ¡Fueron años inolvidables!Lo que acabo de contarles es lo más cercano a la primera aventura de mi vida y el candor de ese recuerdo me lleva a suspirar por toda la inocencia que me movía a creer, con todas mis fuerzas, que se trataba de la experien-cia más increíble que haya tenido hasta entonces. Lo fue, claro que lo fue, pero que te vo-miten encima no se parece mucho a una tranquila noche estrellada, miran-do al cielo.Las cosas no siempre son lo que espe-ramos, ¿verdad? Por mucho que armara mi bolsito rojo e idealizara una y otra vez mi paso por Villa Belén en 2004, no se alterarían las consecuencias de la decisión primi-genia: ir de campamento junto a los adolescentes y sin los papás (ellos

    Ella nos despertó para acompañarla al baño – a mí, más bien- el problema es que yo no despierto con nada. Soy un tronco. Por supuesto, ninguna de mis compa-ñeras iba a abandonar la carpa para ir con ella, apenas la conocían. Lo si-guiente que escuchamos fue el sonido del vómito explosivo de la muchacha en cuestión, impregnando nuestra pe-queña carpa del olor más desagrada-ble que puedas imaginar ahora mismo. Ella tampoco llevó la ropa su�iciente. Imagina cómo acabó la historia. Es que nadie te enseña cómo acampar, esas cosas simplemente pasan. Pese a todos los pequeños obstáculos que el primer campamento de nuestra vida trajo consigo, mis amigas y yo sa-limos airosas de ese embrollo. Guarda-mos las tallas más memorables para nuestros nietos de esos rejuntes de sana diversión, malos olores, abuso de cloro, alta radiación solar, risas noctur-

    comía- y no pude dormir los días previos a la maratónica jugada de estudios bíblicos matutinos, convi-vencia y cultos de avivamiento. Me imaginaba tirada en el pasto mirando las estrellas, en la piscina con las chi-quillas, almorzando en la misma mesa que el niño que me gustaba o copu-chando con mis amigas a la luz de una linterna china. Era demasiado her-moso para ser posible. Pasé horas mirando ese bolso, en serio. Después de una larga búsqueda de la ropa más apropiada para asistir, olvidé cosas esenciales como calcetines de recambio y abrigo para las frías noches a campo abierto y no fui la única que no se preparó. Una de las chicas del grupo se indigestó o algo parecido. Una fatídica noche -por mi conocido corazón de anciana- insistí en llevarla a dormir con nosotras (ya estábamos durmiendo incómodas antes de eso).

    compartir la carpa con las dos grandes amigas de mi adolescencia y por mise-ricordia, de la vida –porque casi las pierdo, junto a todo lo demás- Carol y Denniss, 12 y 13 años respectivamen-te. Armé y desarmé el bolso cien veces, por lo menos. Repasé uno a uno todos los puntos detallados por Andrea, la líder. -Biblia-Cuaderno-Lápiz-Jabón-Pasta dental-Cepillo de dientes-Champú-Toalla-Servicio y vajilla-Mudas de ropa-Traje de baño-BloqueadorFue tanta mi ansiedad que comencé a quedar sin uñas –porque me las

    Era rojo y pequeño, pero lo su�iciente-mente espacioso como para que una niña de 11 años metiera en el la ropa y los útiles de aseo necesarios para so-brevivir 5 días, lo que duraba el cam-pamento de la iglesia. Mi primer bolso fue un regalo de mi papá por un acontecimiento realmente importante: era nuestro primer cam-pamento en carpas separadas. Había comenzado a activar en el grupo de adolescentes y tenía derecho a asistir al campamento familiar como una más del equipo. Por supuesto, mis padres me incentivaron en esa búsqueda de identidad y facilitarme las cosas para que participara de Boanerges (el nombre que recibe el grupo de adoles-centes de mi congregación hasta hoy) era parte de eso. En la misma tónica recibí mi primera carpa, una iglú para 4 personas, marca chancho. Me preparé durante semanas para

    Capítulo Segundo

    Armando las maletas“Ahí voy, aún siento esa sensación Ahí voy, ese touch en el alma Ahí voy, irse por primera vezLas cosas no cambiaron tanto”

    Ahí voy, Fito Páez

    Entonces, preparas una maleta ligera o una mochila lo su�icientemente re-sistente y silenciosamente te vas. Sin destino claro te adentras en la noche, rompes tus rutinas y destruyes los es-quemas. Te expones al peligro por ig-norancia y dejas de ser alertado por el Espíritu Santo porque comenzaste a convivir con el pecado. Te aferras a cualquier cosa que te haga sentir en fa-milia, sacas tu corazón del cajón de los tesoros y cierras tus oídos a conse-jos. Lastimas a tus seres queridos, pero no lo notas, estás demasiado ocupa-do disfrutando las luces y la compa-ñía de tu nuevo tú.

    - ¿Quién eres? -- ¿Dónde estás? –

    Crees haber alcanzado algo (o a al-guien), crees estar por sobre la media. Te sientes un iluminado, un agradeci-

    PREFACIO

    Comienzas lento, de a poco, casi im-perceptiblemente. La santidad se aleja paulatinamente y ver las cosas de otra manera es una tarea complicada. Pero lo intentas, estás ahí; domingo tras do-mingo, canción tras canción, sermón tras sermón. Te esfuerzas en que nadie lo note, pero algo pasó en tu en-gañoso corazón y por más energía que pongas, la idea de lo desconocido; esa carretera que no sabes a dónde lleva, te atrae con fuerza, como nunca antes.De pronto decides que ese no es tu lugar, crees que puedes solo y que vas a encontrar tu sitio en otra parte. Es así como comienzas a desear el día de tu emancipación; quieres tomar las riendas, probar otra dirección. Quizás sólo quieres divertirte, pasarla bien y ser joven.

    en casa de tus padres. Desde aquí en adelante, todo; pero es que todo, será tu decisión. Yo que tú, desarmo las maletas.

    do, porque saliste con la tuya y nadie pudo contra ti, porque tus ideales eran superlativos, porque tú no fuiste como los demás. Tus mañanas son brillantes (siempre y cuando no tengas resaca), tus noches cálidas (si no estás solo), hasta que comienza la tormenta y el ojo del huracán te agarra por sor-presa. El resultado será espantoso, pero no lo sabrás hasta que acabe y pongas los pies en tierra otra vez. Si tienes suerte, saldrás con vida.

    - ¿Quién eres? -- ¿Qué haces aquí? –

    Si te parece conocido este relato, el co-metido está cumplido. Estoy hablando de ti, de mí y de todos quienes hemos corrido lejos de casa para tropezar y herirnos, para caer y lastimar. No inten-tes sostenerte, es inútil y caerán todos

    de quienes trates de agarrarte.Déjame decirte algo antes de comenzar a contarte cómo fue que lo descubrí: Ese sitio no existe. Ese día nunca llega.

    Una súplica desgarradora había en mis labios cuando trataba de esbozar una oración tan, tan lejos de casa: “llévame de vuelta”.

    El padre vendrá por ti, el padre te lleva-rá a casa, pero el dolor será insoporta-ble, la vergüenza enorme y el golpe, in-evitable.

    Acompañémonos en esta odisea.Recorramos juntos el camino de vuelta.

  • derecho;Pero su �in es camino de muerte”. No importa a dónde vayas, ni lo muy recomendada que esté la ruta que es-peras tomar. La vida está llena de de-cisiones que acaban en tragedias, colapsada de cadáveres que nadie reclama, colmada de senderos equí-vocos y arenas movedizas tapadas por �lores. Si te rebelas, si preparas tus maletas, si la amargura echó raíces en tu corazón y de pronto sientes el coraje su�iciente para desobedecer, si te crees tan va-liente como para tomar la dirección contraria al camino de la fe, pues en-tonces bienvenido. También lo hice una vez. Te espera un largo camino y nadie te enseña a irte de la casa, esas cosas sim-plemente pasan. No esperes que aparezca un ángel a to-marte en brazos y regresarte a la cama

    rar tus maletas, tomas la decisión de viajar, de irte sin –o con- mirar atrás. Desde el preciso momento en que comenzaste a juntar plata para los pasajes, estás con�irmándole a tu cerebro que no importa qué pase en tanto lo logras; irás hacia donde te propusiste, así tardes toda una temporada en reunir lo necesario para que nada falte. Pero, ¿qué nos motiva a irnos de casa? ¿qué nos hace creer que estaremos mejor fuera que dentro? ¿por qué ar-mamos el equipaje sin saber dónde vamos a ir a parar? Las razones son muchísimas, tantas como personas hay en la tierra. Lo cierto es que, no hay ningún sitio mejor y más seguro que tu casa. No hay consejo más sabio que el de tus padres, por mucho que te parezcan retrógra-dos y oxidados. Proverbios 14:12 dice: “Hay camino que al hombre le parece

    Si eres sorprendido en la primera fase, alguien te animará a permanecer en Cristo. Si eres sorprendido en cuestionamien-tos y sospechas, recibirás una amones-tación. Si te atrapan en la tercera etapa, inten-tarán persuadirte mediante argumen-tos y presagios de lo que vendrá. Cuando te rebelas, no hay vuelta atrás. La rebelión es una de las potes-tades más fuertes del mundo espiri-tual. Lucifer es el primero en rebelarse y ya sabes de donde vino a parar en el averno. Él y todos sus compañeros conformaron desde entonces el lado oscuro de la fuerza. Y nosotros, los ciu-dadanos de otra esfera, los enfrenta-mos perdidos en una galaxia que no es la nuestra. Las fases previas a la rebelión misma, son como armar una maleta, valija o bolso para un viaje. Antes de prepa-

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    acampaban a unos 100 metros, pero ya no estaba en su carpa y eso era madu-rez corriendo por mis venas). Con 11 años, tomé una decisión – o eso creí- y me aventuré a una experiencia desconocida. Me encantaría quedarme aquí, en esta parte del relato, pero…La adolescencia no es eterna y triste-mente, para muchos, pareciera que la obediencia también tiene fecha de caducidad. La vida espiritual es un asunto compli-cado y lo primero en marchitarse cuando inicia el coqueteo con lo desco-nocido. Si determinaste romper �ilas y abrirte paso o si lo estás masticando todavía, probablemente notes lo que te digo. Ahora bien, el declive del espíritu tiene niveles. Primero dudas, después cuestionas, después criticas y �inal-mente te rebelas; desobedeces sin miedo.

    nas reprimidas, cabezazos en devocio-nales y presencia de Dios. ¡Fueron años inolvidables!Lo que acabo de contarles es lo más cercano a la primera aventura de mi vida y el candor de ese recuerdo me lleva a suspirar por toda la inocencia que me movía a creer, con todas mis fuerzas, que se trataba de la experien-cia más increíble que haya tenido hasta entonces. Lo fue, claro que lo fue, pero que te vo-miten encima no se parece mucho a una tranquila noche estrellada, miran-do al cielo.Las cosas no siempre son lo que espe-ramos, ¿verdad? Por mucho que armara mi bolsito rojo e idealizara una y otra vez mi paso por Villa Belén en 2004, no se alterarían las consecuencias de la decisión primi-genia: ir de campamento junto a los adolescentes y sin los papás (ellos

    Ella nos despertó para acompañarla al baño – a mí, más bien- el problema es que yo no despierto con nada. Soy un tronco. Por supuesto, ninguna de mis compa-ñeras iba a abandonar la carpa para ir con ella, apenas la conocían. Lo si-guiente que escuchamos fue el sonido del vómito explosivo de la muchacha en cuestión, impregnando nuestra pe-queña carpa del olor más desagrada-ble que puedas imaginar ahora mismo. Ella tampoco llevó la ropa su�iciente. Imagina cómo acabó la historia. Es que nadie te enseña cómo acampar, esas cosas simplemente pasan. Pese a todos los pequeños obstáculos que el primer campamento de nuestra vida trajo consigo, mis amigas y yo sa-limos airosas de ese embrollo. Guarda-mos las tallas más memorables para nuestros nietos de esos rejuntes de sana diversión, malos olores, abuso de cloro, alta radiación solar, risas noctur-

    comía- y no pude dormir los días previos a la maratónica jugada de estudios bíblicos matutinos, convi-vencia y cultos de avivamiento. Me imaginaba tirada en el pasto mirando las estrellas, en la piscina con las chi-quillas, almorzando en la misma mesa que el niño que me gustaba o copu-chando con mis amigas a la luz de una linterna china. Era demasiado her-moso para ser posible. Pasé horas mirando ese bolso, en serio. Después de una larga búsqueda de la ropa más apropiada para asistir, olvidé cosas esenciales como calcetines de recambio y abrigo para las frías noches a campo abierto y no fui la única que no se preparó. Una de las chicas del grupo se indigestó o algo parecido. Una fatídica noche -por mi conocido corazón de anciana- insistí en llevarla a dormir con nosotras (ya estábamos durmiendo incómodas antes de eso).

    compartir la carpa con las dos grandes amigas de mi adolescencia y por mise-ricordia, de la vida –porque casi las pierdo, junto a todo lo demás- Carol y Denniss, 12 y 13 años respectivamen-te. Armé y desarmé el bolso cien veces, por lo menos. Repasé uno a uno todos los puntos detallados por Andrea, la líder. -Biblia-Cuaderno-Lápiz-Jabón-Pasta dental-Cepillo de dientes-Champú-Toalla-Servicio y vajilla-Mudas de ropa-Traje de baño-BloqueadorFue tanta mi ansiedad que comencé a quedar sin uñas –porque me las

    Era rojo y pequeño, pero lo su�iciente-mente espacioso como para que una niña de 11 años metiera en el la ropa y los útiles de aseo necesarios para so-brevivir 5 días, lo que duraba el cam-pamento de la iglesia. Mi primer bolso fue un regalo de mi papá por un acontecimiento realmente importante: era nuestro primer cam-pamento en carpas separadas. Había comenzado a activar en el grupo de adolescentes y tenía derecho a asistir al campamento familiar como una más del equipo. Por supuesto, mis padres me incentivaron en esa búsqueda de identidad y facilitarme las cosas para que participara de Boanerges (el nombre que recibe el grupo de adoles-centes de mi congregación hasta hoy) era parte de eso. En la misma tónica recibí mi primera carpa, una iglú para 4 personas, marca chancho. Me preparé durante semanas para

    Capítulo Segundo

    Armando las maletas“Ahí voy, aún siento esa sensación Ahí voy, ese touch en el alma Ahí voy, irse por primera vezLas cosas no cambiaron tanto”

    Ahí voy, Fito Páez

    Entonces, preparas una maleta ligera o una mochila lo su�icientemente re-sistente y silenciosamente te vas. Sin destino claro te adentras en la noche, rompes tus rutinas y destruyes los es-quemas. Te expones al peligro por ig-norancia y dejas de ser alertado por el Espíritu Santo porque comenzaste a convivir con el pecado. Te aferras a cualquier cosa que te haga sentir en fa-milia, sacas tu corazón del cajón de los tesoros y cierras tus oídos a conse-jos. Lastimas a tus seres queridos, pero no lo notas, estás demasiado ocupa-do disfrutando las luces y la compa-ñía de tu nuevo tú.

    - ¿Quién eres? -- ¿Dónde est�