Cardenas Los Caminos Cam Bi Antes de America Latina

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    Emilio J . Crdenas

    EL 2006 ha sido un ao de intensa actividad electoral en Amrica Latina.1 Con resulta-dos que parecen haber favorecido a candidatos de distintos signos. Por esto, es oportunopreguntarse ahora hacia donde va, polticamente, Amrica Latina.

    As como en los aos 9 muchos perciban un giro de Amrica Latina en direccin alcentro del espectro poltico, que se hizo evidente en la primera parte de esa dcada; otros,a comienzos de la dcada actual, sugirieron que las preferencias polticas haban viradohacia la izquierda.

    La cuestin, sin embargo, es bastante ms compleja de lo que aparece en superficie. Porello Jorge Castaeda seala que habra dos distintos tipos de izquierda. Una pragmticay moderada, que adhiere a los principios e instituciones democrticos. Chile es su msclaro ejemplo. Y otra, ms radical y extrema en sus definiciones, cuyos componentesconjugan -en cambio- una mezcla de perfiles nacionalistas con otros propios de la iz-quierda y tonos populistas, cuyos lderes utilizan una retrica agresiva en el estilo y unapoltica redistribucionista en la prctica. La experiencia de la Venezuela de Hugo Chvezevidencia este segundo tipo de izquierda radical.3

    Tambin por ello, el ex presidente uruguayo Julio Mara Sanguinetti sostiene4 que esprecisamente en Caracas donde est el punto ms cercano a lo que, desde Europa, seha llamado la izquierda latinoamericana y en verdad es el histrico populismo. Conotro disfraz, por cierto. Aunque con el tpico sistema clientelista de premios y castigos,digitado desde el gobierno5

    Frente a esas definiciones hay asimismo quienes sostienen que es necesario hacer mayo-res distingos entre las experiencias nacionales si es que se quiere entender -en su com-plejidad- el calidoscopio conformado por la izquierda latinoamericana. Y es posible que

    Los caminos cambiantes de Amrica Latina.Un giro hacia la moderacin

    POR Emilio J . Cr denas

    Ex Embajador de la Argentina antelas Naciones Unidas.Co-presidente del Instituto de De-

    rechos Humanos de la Internatio-nal Bar Association.

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    ello sea as.Para alguno,7 la izquierda, cada vez que llega al poder en la regin, se transforma en unafuerza bastante moderada. Es entonces audaz cuando est en la oposicin y los costos

    polticos son remotos, pero prudente al acceder al gobierno, cuando los costos se pagan.Hay casos en que ello ha sido efectivamente as, como los de Chile o Uruguay. Pero haytambin otros, en los que ha sucedido lo contrario. Este es el caso de Bolivia, donde elMovimiento al Socialismo (MAS) conducido por Evo Morales pretendi pasarle descara-damente por encima a la Constitucin Nacional y a la Ley Especial de Convocatoria a laAsamblea Constituyente, para adoptar una nueva Carta Magna diseada por el MAS conla aprobacin de la mayora simple de los constituyentes, cuando las normas menciona-das exigen que para adoptar una decisin de esta magnitud, que supone nada menos quereformular el pacto social bsico de los bolivianos, se requieran los dos tercios del total

    de los votos de los constituyentes. Esto es violar, sin pudor, el Estado de Derecho. Porlo que el respetado Tribunal Constitucional de Bolivia -con el coraje cvico del caso- hasostenido que la Asamblea Constituyente de su pas no puede interferir en los poderesconstituidos y debe, tambin ella -por no ser originaria- respetar la Constitucin y laLey Especial de Convocatoria. Adems, sostuvo que, como tribunal, tiene la facultad decontrolar la constitucionalidad, razn por la cual, si se violara lo que dispone la ley, dis-pondra las nulidades del caso.8

    Lo cierto es que en la Bolivia de hoy el componente de extremismo de la administracinde Morales es bastante ms que retrica. Por ello precisamente es que las tensiones socia-

    les y polticas han aumentado y que solo las gestiones pacificadoras de la Iglesia Catlicahan podido moderar las posiciones radicales del MAS, en algn tema como el de la refor-ma del sistema educativo nacional, del que se pretendiera excluir a la religin.Otro caso a observar ser el de Ecuador. All el candidato de una izquierda nacionalis-ta, Rafael Correa, venci a lvaro Noboa, un maduro millonario con ideas populistasque, en campaa, se declar imitador de Cristo y termin desconcertando a propiosy ajenos. Correa, en cambio, busc (en segunda vuelta) la moderacin y se distanci deHugo Chvez.Ahora Ecuador renegociar su deuda externa; rechazar el libre comercio; pero man-tendr (aparentemente) la dolarizacin de su economa. Para Colombia empieza todo unproblema, desde que Correa no oculta sus simpatas por la FARC lo que, con una fronteraporosa, puede complicar las relaciones bilaterales.

    El semi-autoritarismo

    Soy de los que creen que la evolucin reciente en Amrica Latina de la llamada izquier-da radical, de corte nacionalista, revela la existencia de una peligrosa realidad en elmundo de la poltica regional, la del semi-autoritarismo.9

    Los regmenes semi-autoritarios, pese a su diversidad, poseen elementos comunes, estoes: (i) una adhesin solo declamada o retrica a la democracia liberal; (ii) la existenciaformal de instituciones democrticas, caracterizadas por su bajo nivel de calidad y por

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    un servilismo generalizado respecto del poder poltico central; (iii) un respeto solo apa-rente hacia las libertades individuales, las leyes, los compromisos contractuales (parti-cularmente los asumidos con extranjeros), y hasta por el propio Estado de Derecho, en

    general; (iv) un ejercicio autoritario de los poderes de gobierno, con toda suerte de tonosintimidatorios y usos y abusos reiterados del poder de polica administrativo, esto esde las facultades regulatorias, incluyendo la tributaria; y (v) poderes judiciales infectadospor la parcialidad y la corrupcin, as como parlamentos que son solo sellos de goma,desprestigiados ante una opinin pblica que descree de su clase poltica, a la que iden-tifica con una mafia dedicada a enriquecerse desde el poder.1 En mi opinin, los casosde Venezuela, Bolivia -y la situacin actual de la propia Argentina, con la administracin

    de Nstor Kirchner- pertenecen -en mayor omenor grado- a esta categora.

    Los regmenes semi-autoritarios, es buenosealar, conviven con un cierto nivel de acti-vidad poltica opositora, que admiten. Aun-que como cortina de humo. Y reaccionan,apasionadamente, contra cualquier expresindisidente que estiman peligrosa para el man-tenimiento de su hegemona. En los hechos,restringen -de mil distintas maneras- las po-sibilidades reales de acceso al poder de terce-

    ros que no pertenezcan a la oligarqua poltica circunstancialmente dominante.Estos fenmenos semi-autoritarios suelen aparecer en circunstancias en las que se con-jugan por lo menos tres factores: (i) una tradicin autoritaria; (ii) la existencia de institu-ciones nacionales frgiles; y (iii) fuertes disparidades econmicas. Pero hay adems enAmrica Latina sociedades que parecen estar culturalmente bloqueadas, a las que suelefaltarle una dimensin clave de la vida en comn: la de aceptar la realidad, tal cual es.Esto supone respetar los hechos, sin desteirlos o deformarlos con prejuicios.Pensando en esto, Javier Santiso sostiene que una de las principales dependencias deAmrica Latina es su creencia en los milagros.11 Yo agregara: y caer fcilmente en lafantasa.1

    Lo importante es advertir que los regmenes semi-autoritarios no son obra de la ca-sualidad. No nacen por generacin espontnea, ni existen porque s. Son el resultado deestrategias polticas cuidadosamente concebidas y ejecutadas que apuntan a edificar -ymantener en el tiempo- un diseo de poder, con las caractersticas totalitarias aludidas.Tampoco son, como muchos creen, democracias jvenes no consolidadas que, con elpaso del tiempo, podran evolucionar hacia su madurez. Mucho menos son democraciasimperfectas, que se desplazan hacia su perfeccionamiento en materia de calidad. Se

    trata, por cierto, de regmenes en los que quienes detentan el poder procuran que nadacambie, porque su negocio poltico es, precisamente, el de hacer durar en el tiempo alsemi-autoritarismo y aferrarse al poder. Se trata de jugar -ms o menos disimulada-

    La izquierda radical ypopulista evolucionaen la regin hacia laconstruccin de regmenessemiautoritarios

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    mente- a la democracia, cuidando de no arriesgar el control del poder.Para ello se recurre al nepotismo y a las dinastas o matrimonios polticos que per-miten pasarle por encima a las restricciones democrticas que pretenden impedir las

    re-elecciones, para asegurar la alternancia en el poder; y otras veces al populismo mstorpe, alimentado por el distribucionismo. A cambio, siempre, de conseguir o consolidarlealtades polticas al tiempo de votar.Los cultores de esta verdadera estafa poltica recurren al arte de instalar toda suerte de te-mores en la sociedad, o de crear enemigos de todos (el Fondo Monetario Internacionales un candidato ideal para ellos) para as presentarse, ellos mismos, como los salvadoresde la Patria o como los indispensables pilotos de tormenta.As se manipulan elecciones, sin decoro. Para esto se controlan las justicias electoralesy se disean caprichosamente los calendarios en funcin de las conveniencias circuns-

    tanciales. As se montan mquinas electorales y se manejan las calles, de manerade llenarlas de ruido, cuando no de miedo. Para ello se recurre a grupos de choque (pi-queteros) que amenazan, provocan, o reprimen, atronando los espacios con consignasrepetidas hasta el cansancio. Como si as (en medio de ese primitivismo poltico) lassociedades pudieran encontrar serenamente la razn o descubrir la verdad.As aprovechan desaprensivamente lo que Marcos Aguinis ha llamado -con agudeza- laignorancia de las multitudes.13

    Por esto Chile, que est hoy fuera de ese fenmeno (el del semi-autoritarismo) debe servisto como un ejemplo en la regin. Tan es as, que un renovado Alan Garca, despus de

    su triunfo electoral en el Per ha anunciado que quiere que su pas sea como Chile.En rigor, la nica nube de tormenta que flota sobre Chile tiene que ver con las sospechasde corrupcin en torno al caso Chiledeportes. La presidente Bachelet ha reaccionadoante esto con decisin, consciente de que si el mal no se corta de cuajo, la imagen desu pas quedar perjudicada. Y el problema se extender, cual epidemia, como en otraspartes. Por esto design rpidamente una comisin especial a la que instruy asesorarlasobre como mejorar los niveles de transparencia de la administracin pblica.Los semi-autoritarios son especialistas en el arte grosero de intimidar y en el de desca-lificar sin lmites, cuando no en realmente demonizar a sus adversarios. As procuraneliminar a sus crticos y los reemplazan con obsecuentes profesionales contratados condineros pblicos.Esto llena al ambiente todo de un pegajoso fango y aleja de la poltica a los ms decentes.En su empeo autoritario, tratan de manipular a los medios, con toda suerte de incenti-vos, el ms conocido de los cuales es el de repartir la publicidad oficial en funcin de laslealtades. De all que se haya dicho que los polticos pueden lanzarse a la propagandamasiva y a las manipulaciones. Algunos de ellos no se privan de esto. Pero, al entrar en ladanza del prt-a-penser engaan a los ciudadanos, falsifican la democracia, achatan las

    instituciones Y corren frecuentemente el riesgo de verse desmentidos por los hechos.

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    Este, el del semi-autoritarismo, es el peligro ms grande en algunas naciones latinoa-mericanas. Porque, esencialmente antidemocrtico, supone un riesgo grave para las liber-

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    tades individuales civiles y polticas de los ciudadanos y, en algunos casos, hasta para losderechos humanos de la poblacin.15

    El grado de institucionalizacin de los partidos polticosEs cierto que en aquellos pases de la regin en los que los partidos polticos estn insti-tucionalizados y actan en un ambiente de moderacin y respeto es posible alcanzar laestabilidad.1

    El ejemplo ms evidente de esto es el de Chile, en el que el espectro poltico ha podidoconverger -establemente- en torno a dos coaliciones que, pese a sus diferencias, tienendenominadores comunes acerca de cmo Chile puede crecer sostenidamente y mejorarsocialmente.En rigor, Chile es el nico pas latinoamericano que en los ltimos aos ha sido capaz

    de reducir su distancia en materia de ingresos con los Estados Unidos. Todos los dems,en ese mismo perodo, se han empobrecido en trminos relativos.17

    Por todo esto, es cierto que los pases que hoy son como Chile enfrentan otro tipo deproblemas, realmente distinto: los derivados del xito.18

    La maduracin de las instituciones chilenas ha sido, como la del buen vino, lenta. Comotambin ha sucedido en Brasil, pas que desde la gestin del ex presidente Fernando Enri-que Cardoso parece haber avanzado en direccin a la institucionalizacin de sus fuerzaspolticas. Colombia, Costa Rica, Trinidad-Tobago y Uruguay tienen asimismo institucio-nes polticas maduras.

    La situacin es diferente en la Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela, donde la atrac-cin de los cantos de la sirena sigue siendo fuerte y la fragilidad de los partidos polticosgrande.19 Y en donde las clases polticas domsticas, con sus conductas, sugieren queno aceptan la nocin que el gobierno democrtico supone un mnimo de alternancia yque el ejercicio del poder es, por definicin, pro-tmpore.Por esto procuran aferrarse al poder aprovechando la bonanza derivada de un contextointernacional atractivo (similar al de fines del siglo XIX) del cual no son responsables,en el que la evolucin de los precios de las materias primas agropecuarias, mineras, y,en especial de los hidrocarburos, es favorable al mundo en desarrollo. El viejo tema delos trminos del intercambio, entonces, con signo ahora positivo. Mientras dure, esecontexto favorable la situacin permitir disimular errores en la conduccin del Estado.Sin embargo es previsible que cuando la fase favorable del ciclo de los precios termine,las cosas puedan ser sustancialmente distintas.Hay tambin en Amrica Latina algunos avances positivos evidentes. En esto, es cierto,la pragmtica Chile parece haber mostrado el camino a los dems. Se trata fundamen-talmente de dos cambios no menores, desde que permiten conformar un contexto ma-croeconmico ordenado, en el que la estabilidad poltica puede florecer.

    Primero, el del apego a la disciplina fiscal, en el que los gobiernos mantienen presupues-tos superavitarios.Enseguida, el de la eficacia en la lucha contra la inflacin, como prioridad social. En la

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    ltima dcada, la inflacin en la regin ha retrocedido constantemente. Brasil, Ecuador,Per y Mxico, adems de Chile, la ubican en un solo dgito.Donde el ejemplo de Chile no ha logrado demasiados seguidores es en el plano de la

    libertad comercial. En la regin, solo Colombia, Mxico, Per y las principales nacionescentroamericanas apuestan a abrir sus economas. El MERCOSUR, en cambio, es pro-teccionista, particularmente en materia industrial y en el captulo de los servicios.

    Ocurre que, con los actuales precios de las materias primas, muchos empiezan a conven-cerse de que no hace falta inflacin para crecer. Salvo el caso de Venezuela (y el de lainflacin argentina, todava en zona de peligro) ambos avances aparecen evidentes en elescenario regional y esto es positivo. Bien distinto a lo que sucediera hasta ahora.1

    Cuando no hay una adecuada institucionalizacin poltica, el populismo y el clientelismoflorecen. Si esto sucede, las instituciones dejan de estar al servicio de la sociedad y pasan

    a servir, en cambio, a la clase poltica y a las oligarquas sindicales. Este ltimo es, enalguna medida, el caso de la Argentina, pero tambin el de Bolivia, Ecuador (a amboslados del espectro poltico) y Venezuela. No creo, por todo ello, que pueda afirmarseque en Amrica Latina el populismo como actor de la poltica sea historia. En pasescomo Chile, ello es as. En otros, ciertamente no.Si puede, en cambio, advertirse que es cada vez ms difcil extender en el tiempo el po-pulismo. Hacerlo perdurar, entonces. Esto es as en buena medida por la accin de losmedios de comunicacin, pese a que en algunos de esos cuatro pases existen -o hanexistido- alianzas reprobables entre el poder poltico y algunos medios de comunicacin

    masiva, ms all del abuso normal de las televisoras, radios y de la masiva publicidadestatal.El mejor ejemplo de esto parece ser lo sucedido recientemente en la Provincia de Misiones,en la Argentina, donde el Gobernador local, Carlos Rovira, un incondicional de NstorKirchner, pretendi eliminar la restriccin de la Constitucin provincial que le impedaser re-electo sin lmites temporales y termin siendo derrotado por una coalicin socialorganizada y encabezada por el Obispo (retirado) de Iguaz, Monseor J. Pia, que lovenci por catorce puntos de diferencia. El prelado incursion brevemente en el escenariode la poltica, con el objeto de impedir as que se consumara esa reforma constitucional.Lo logr (en lo que parece, cada vez ms, haber sido el comienzo del fin de un aparatopoltico, el kirchnerista, tan endeble como semi-autoritario) sin contar con estructurapoltica alguna y sobre la base de haber advertido el hartazgo de la ciudadana frente alburdo desprecio de las instituciones de la democracia por parte de polticos peronistasencolumnados en torno a Nstor Kirchner, con una sed de poder desorbitada.3

    Es cierto, en cambio, que el socialismo radical es cosa del pasado.4 Con la excepcin deCuba, en la que la desaparicin de Fidel Castro puede derivar en la militarizacin delpas y dar paso a cambios, en la economa al menos. Tanto Venezuela como ahora -pre-

    sumiblemente- Ecuador son ejemplos de una izquierda ms nacionalista que radical (porahora), cuyos mensajes encienden la ilusin de los excluidos.Pese a ello, es evidente que parece existir -en todo el espectro poltico regional- la convic-

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    cin de que es hora de trabajar para disminuir la pobreza y reducir las desigualdades. Estano es una prioridad nueva, pero ha adquirido perfil de urgencia. Lo que es saludable.

    Una nueva contra-ola?Pese a las expectativas de algunos, lo cierto es que el no ha sido un ao que puedaconsiderarse como electoralmente favorable a la izquierda radical. Tampoco a la iz-quierda, en general. Los resultados son mixtos.En rigor, la actitud intervencionista de Hugo Chvez, en violacin del principio de lano intervencin en los asuntos internos de otros estados, de profunda raigambre enAmrica Latina, sirvi para que, en las principales elecciones presidenciales de los pa-ses de la regin, las fuerzas electorales se agruparan en su contra, derrotando -desde lamoderacin- a los candidatos que Chvez auspiciara.

    Algo parecido le sucedi al propio Hugo Chvez cuando intentara, sin xito, que Vene-zuela pudiera acceder al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para ocupar unode los asientos no-permanentes que corresponden a la regin, en reemplazo de Argentina,para el bienio 7-8.La suma de su insolencia en el actuar y una excesiva agresividad en el discurso de Chvezno caen bien en la comunidad internacional. Su retrica inflamada, tampoco.Sus relaciones -estratgicas- con los regmenes estalinistas o teocrticos de Bielorrusia,Irn, y Corea del Norte, mucho menos. Como si ello fuera poco, su apoyo a la guerrillacolombiana le genera dificultades con sus vecinos.

    Por todo esto, su fiasco en el intento de acceder al Consejo de Seguridad de las NacionesUnidas, en el que la pequea Guatemala, que nunca se ha sentado en ese organismo, lo-gr ms votos que Venezuela.Al final, como caba suponer, Panam result el candidato de compromiso, endosado porla regin toda, por lo que Guatemala y Venezuela quedaron afuera. Pero Chvez debieratener claro que, pese a las giras proselitistas y a sus petrodlares y promesas, ha sido re-chazado por muchos. Dentro y fuera de la regin.Lo grave es que Venezuela obtuvo esta vez bastante menos votos que cuando intentara-sin suerte- ingresar al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Porquemuestra el deterioro externo de una imagen de prepotencia.Esta derrota de Hugo Chvez fue -en buena medida- compartida por Nstor Kirchner,que diera a la candidatura venezolana el temprano endoso de la Argentina, e impulsara alMERCOSUR a apoyarla -como grupo- para fracasar en lo que ha sido la primera incur-sin del MERCOSUR en materia de poltica internacional, fuera de su mbito natural,el comercial. La poltica exterior de Kirchner, de corte prepotente e intransigente, lo hallevado a acumular incidentes -y conflictos- con casi todos sus vecinos. Por una razn uotra. Y ha hecho que Argentina, lamentablemente, pierda espacio diplomtico y, lo que

    es ms grave, tambin la confiabilidad que la caracterizara por dcadas.En febrero de , en Costa Rica, el centrista premio Nobel de la paz, Oscar Arias, re-gres al gobierno. Se impuso ajustadamente a un candidato que postulaba echar atrs el

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    acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos.En junio, un renovado y moderado Alan Garca gan, desde el aprismo, los comiciospresidenciales en Per, materializando un espectacular regreso al poder despus de una

    primera gestin inolvidable, por sus calamitosos resultados.5 Lo hizo derrotando, en se-gunda vuelta, al populista militar retirado Ollanta Humala, de la Unin por el Per, quecompiti sin experiencia poltica -ni de gobierno- alguna, fogoneado por Hugo Chvez.El triunfo de Garca se fundament en el voto masivo de los habitantes de Lima. Esto es,de quienes, ubicados en el centro del espectro poltico, privilegian la estabilidad. Lo quequed ratificado semanas despus, cuando en las elecciones municipales de noviembrelos peruanos abandonaran tanto al aprismo de Garca, que perdi en los dos bastionestradicionales de su partido: Trujillo (donde naciera su fundador, Vctor R. Haya de la To-rre) y Piura; como al populismo de izquierda de un desvalorizado Ollanta Humala, que

    desapareci de la escena, tanto que tuvo que aclarar que an no se considera un cadverpoltico- prefiriendo predominantemente a candidatos independientes. El caso ms lla-mativo fue el del popular -y centrista- alcalde, Luis Castaeda, re-electo con el 47% delos votos frente a una oposicin fraccionada.Garca, cabe apuntar, reemplaz a Alejandro Toledo, que culmin su gestin con untardo -pero merecido- porcentaje de aprobacin (del 4%), pese a que mientras fuerapresidente del Per debiera vivir en un entorno de escndalos que, con frecuencia, tuvieracomo protagonistas a sus familiares. Lo cierto es que Toledo dej un pas en paz y razo-nablemente ordenado en el captulo de la macroeconoma y con un futuro interesante.

    Un mes despus del triunfo de Garca en el Per sobrevino la dramtica derrota del lderpopulista de la izquierda mexicana, Andrs Manuel Lpez Obrador, a manos de FelipeCaldern, del moderado PAN, quien pudo descontar una ventaja de 18 puntos agitandopara ello el fantasma de Hugo Chvez, que apoyaba sin reservas a Lpez Obrador. Este,luego de su derrota, fue incapaz de hacer una autocrtica inteligente, como las circuns-tancias imponan, y se encarg de mostrar a todos -aparatosamente- su vanidad y, peor,su absoluta falta de apego a las reglas de la democracia, razn por la cual su futuro pol-tico qued comprometido, como lo demuestra el hecho de que su partido poltico debiresignarse a perder las elecciones en su estado natal. Mxico tiene ahora por delante otrosexenio moderado.En mayo pasado, Colombia reeligi a su presidente Alvaro Uribe con un alud del %de los votos totales, despus de haber reformado la Constitucin para posibilitar sureeleccin. Esto supone no solo el triunfo categrico del centro, sino la erosin del tra-dicional bipartidismo alternativo entre liberales y conservadores, que caracterizara aColombia. Y arroja incertidumbre sobre el universo de la poltica en ese pas.En Colombia, el vencido fue Carlos Gaviria que encabez una nueva agrupacin po-ltica, el Polo Democrtico Alternativo, de tendencia izquierdista. Solo logr el %

    de los votos, pero super a los liberales, que obtuvieron el 1%. Los conservadores nopresentaron candidato.Todo esto a pesar -o, ms bien, como consecuencia- de la presencia de la guerrilla mar-

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    xista encarnada en las FARC colombianas, cuya violenta insurgencia lleva cuarenta y dosaos de duracin.

    Las elecciones presidenciales de Chile y Brasil consagraron -en segundas rondas- a dos

    interesantes candidatos de la izquierda moderada, en ambos casos partidarios de laeconoma de mercado.Es posible que un Lula ahora reelecto procure recuperar un liderazgo regional que HugoChvez, en su desparpajo, reclamara para s.Brasil, es cierto, pasa por un momento interesante. Casi mgico, en palabras de Lula.Crece con estabilidad. Pero adems, con una poltica social activa, entre 1993 y el 4 laproporcin de brasileos que estaban por debajo de la lnea de pobreza -viviendo con me-nos de un dlar diario- se redujo del 1,4% al 5,3%. En gran media, gracias al programaCero Hambre que contiene 31 distintas iniciativas y ha canalizado ms de 13 billones de

    dlares a los de menores ingresos, esto es hacia ms de 8,7 millones de familias, que hanmejorado su situacin econmica y cultural. Desde el a la fecha, sus exportacionesse han ms que duplicado. La inflacin, que en 1994 estaba en un orden del 5% anual,ha cado por debajo del 5%. A su vez, la tasa de desocupacin en los seis mayores centrosurbanos del pas descendi al 9,8%. Por todo esto, podr profundizar an ms su polticasocial y seguir creciendo con vigor.En alguna medida estos hechos son los que permitieron que Lula derrotara a un ano-dino Geraldo Alckmin que termin recibiendo en segunda vuelta menos votos queen la primera. El mdico anestesista se comport como tal en los debates polticos y

    no consigui encender a su pueblo. Lula, con su magnetismo personal y un historialnico, en cambio, si.El caso de Nicaragua, por sus particularidades, tampoco mueve demasiado el amper-metro en direccin a la izquierda luego del triunfo de Daniel Ortega. En primer lugar,porque los liberales -sumados- se llevaron el 55% de los votos totales. En segundo tr-mino, porque ste es un Daniel Ortega que, electo con el 38% de los sufragios, pregonaser distinto y que presumiblemente no dominar el parlamento. El sandinista Ortega, depronto, se ha proclamado cristiano y moderado. Veremos si esta historia termina siendoas, desde que el pasado de Ortega sugiere ms bien lo contrario. Pero, como en el casodel peruano Alan Garca, quizs no se repitan los errores del pasado.Bolivia est todava en un pantano, que luce como un caos. La nacionalizacin de loshidrocarburos no puede ser completada, en parte por incapacidad y en parte por falta derecursos financieros para hacerlo. La de la minera est tambin en veremos, paralizadapor la conmovedora oposicin de los ms de cien mil mineros cooperativistas cuyas aso-ciaciones estn agrupadas en FENCOMIN -que naciera a mediados de la dcada de los8 como consecuencia de la cada de los precios de los minerales y de la re-estructuracinde la empresa estatal de minera, COMIBOL- sienten que el Estado pretende despojarlos

    de los yacimientos que creen les pertenecen, reducindolos a la situacin de meros asa-lariados, a lo que se resisten, con violencia. La guerra de Huanuni, entre mineros, queincluye el ms rico yacimiento de estao del pas, est lejos de haber finalizado.

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    En momentos de escribir estas lneas, la tenencia de la tierra enfrenta a los bolivianoscon marchas multitudinarias de signo contrario. La sombra de enfrentamientos armadoscrece y nuevamente se habla de la posible secesin de los departamentos del oriente del

    pas (Pando, Beni, Tarija y Santa Cruz). Por esto la paz social no est garantizada.Para peor, el experimento solidario del llamado Tratado de Comercio de los Pueblos,conformado por una serie de lugares comunes, que suscribieran Bolivia, Cuba, y Vene-zuela con el propsito de aumentar el intercambio comercial tripartito, no est dando fru-to alguno concreto. En rigor, Venezuela ha hecho ms difcil para Bolivia poder seguirlevendiendo soja y artculos de cuero con un pequeo componente industrial. Por esto elMinisterio de Relaciones Exteriores de Bolivia est, sorprendido, pidiendo explicacionesa Venezuela. El pueblo boliviano, ante este tipo de noticias, est absorto.Pero as se escribe la historia, diferenciando la

    declamacin de la realidad o sea de los hechos;esto es la fantasa.7

    Como si esto fuera poco, el propio Nstor Kir-chner, que hasta no hace mucho pareca un can-didato firme a la reeleccin en la Argentina yano luce imbatible. Ms bien, lo contrario.Despus de la debacle poltica sufrida por Kir-chner en la provincia de Misiones, la gente pare-ce haber dejado atrs el miedo provocado por un

    ambiente de intimidacin y prepotencia. La oposicin se anima a hablar, y las sorpresaselectorales son posibles.El panorama poltico argentino todo es, de pronto, distinto. Uno en el que los votantespretenden juego limpio, dentro de un sistema de derechos y obligaciones iguales paratodos; en el que quienes pierdan acepten lo sucedido, y quienes ganen puedan terminarsus mandatos. No solo sin que existan golpes militares, episodios desafortunados queparecen estar en el pasado; sino tambin sin golpes civiles, como el que derrocara alpresidente Fernando De la Ra, y sin que existan manipulaciones arteras de las reglas dejuego electorales para torcer solapadamente la voluntad popular.8

    Del caso de Ecuador nos ocupamos ms arriba y es an temprano para extraer otrasconclusiones. La izquierda nacionalista estar en el gobierno despus de vencer a un pa-quidermo poltico que equivoc -de medio a medio- su discurso.Al tiempo de completar estas lneas Hugo Chvez obtuvo, con comodidad, su reeleccinen Venezuela. Lo hizo frente a una oposicin unificada que, no obstante, no pudo de-rrotarlo. Quizs, por haber elegido enfrentarlo desde el propio populismo y no desde elplano de los valores. El pas, como otros en la regin, ha quedado polticamente fractura-do, en manos de la demagogia. Es probable que ahora Chvez radicalice sus propuestas

    econmico-sociales.Hugo Chvez continuar -previsiblemente- hacindose notar fuera de las fronteras deVenezuela, comprando influencia con petrodlares. Envalentonado, seguir generando

    El balance del 2006 parecemostrar el retroceso dela izquierda radical y elavance de los liderazgosms moderados

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    Lagos tiene coherencia y compromiso, mientras que el personalista Chvez solo vehemencia y entusiasmo, a pesar de que la popularidad de

    Chvez se sustent -hasta ahora- ms en su podero financiero que en los resultados -magros- de su gestin como presidente.

    Op.cit. supra nota 1, pgina 1.

    7 Mathew R. Cleary, Explaining the Lefts Resurgence, en: Journal of Democracy, Volmen 17, Nmero 4, Octubre de , pgina 3.

    8 Auto Constitucional 58/-CA. Lo sucedido contradice la impresin de Mathew R. Cleary, en op.cit. supra nota 7, pgina 3, cuando

    afirma que tanto Nstor Kirchner, como Evo Morales, son polticos moderados que respetan el estado de derecho y tienen una inclinacin

    limitada por la personalizacin de la gestin poltica y por la concentracin de poder. Los hechos demuestran que esa impresin no se ajusta

    a la realidad. Nstor Kirchner, por ejemplo, ha subyugado al Poder Judicial de la Argentina, a travs de una reforma tramposa del Consejo de

    la Magistratura, rgano responsable inter alia de la disciplina y remocin de los jueces, que ahora no puede ni sesionar (qurum), ni tomar

    decisiones, sin la presencia y el consentimiento de una mayora de sus integrantes compuesta por legisladores, lo que violenta no solo la

    independencia e imparcialidad del Poder Judicial, principio indispensable para limitar la arbitrariedad del poder y garantizar el goce de

    las libertades civiles y polticas, sino tambin el principio bsico de las democracias republicanas de la divisin de poderes.

    Morales se ha estrellado ms de una vez con su Poder Judicial. Tanto con la Corte Suprema como con su Tribunal Constitucional. Por eso

    sostiene que ambos tribunales son resabios de un pasado colonial. Ocurre que Morales no concibe que los tribunales puedan (y deban) ser

    independientes. Por esto le molest que la Corte Suprema emitiera un espontneo pronunciamiento en el que recuerda que -de acuerdo a

    la Constitucin vigente en Bolivia y a la Ley Especial de Convocatoria a Asamblea Constituyente- las decisiones de esa Asamblea deben ser

    tomadas por dos tercios de los votos, como disponen ambos cuerpos legales. Ese mismo tribunal, el pasado mes de mayo, fundndose en unasentencia anterior que convalidaba el llamado contrato de riesgo para la explotacin de los hidrocarburos, declar la constitucionalidad de

    los Tratados Bilaterales de Proteccin de las Inversiones Extranjeras, lo que bendijo a los habituales mecanismos arbitrales para la solucin

    de las controversias entre el Estado boliviano y los inversores extranjeros.

    9 Para entender el alcance de este concepto, vale la pena leer el libro de Marina Ottaway: Democracy challenged, 3, publicado por

    Carnegie Endowment for International Peace, de Washington, D.C.

    1 Vase: Emilio J. Crdenas, La Repblica Asediada, en: Revista del Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires, Tomo 5, N1,

    Julio de 5, pgina 1.

    Prueba de su dependencia del Poder Ejecutivo, empeado en concentrar poder, es que en todo el ao 5, la Cmara de Diputados de la

    Repblica Argentina sesion solo once veces. Esto es, ni siquiera una vez por mes. Para peor, la mitad de los diputados nacionales argentinos

    (113 de ellos) no pronunci palabra alguna durante los debates para explicar porqu votaban de la manera en que lo hicieron. Se mantuvieron

    en silencio. Una de las legisladoras nacionales, Griselda Herrera, pronunci solo tres palabras a lo largo del ao. Pido la palabra, dijo.

    Cuando no se la otorgaron, permaneci en silencio por el resto del ao. Conforme: mbito Financiero, /17/, pgina 4.11 Vase: Javier Santiso: Latin America s Political Economy of the Possible, MIT Press, , pgina . No es casual idad que la Presidente

    de Chile, Michelle Bachelet, al inagurar la reciente reunin anual de la Internacional Socialista, en Santiago, afirmara que (contra la percep-

    cin generalizada en la regin) la globalizacin no es un invento imperialista, agregando, son realidades y est en nosotros transformarlas

    en oportunidades. Pero el imaginario popular -en muchos de los pases de la regin- alimentado por fantasas extendidas, compartidas por

    muchos, no est de acuerdo con la Bachelet. Lo cierto es que hasta ahora ningn pas de la regin ha podido igualar el ritmo de crecimiento

    e integracin comercial de Chile, a lo largo de las dos ltimas dcadas. As surge de la evolucin del Informe de Desarrollo Humano del

    PNUD a lo largo de los ltimos veinte aos. Hoy Chile, en desarrollo humano, est prcticamente al mismo nivel de la Argentina, que sigue

    encabezando a la regin con un ndice de ,83; mientras Chile y Uruguay, que la siguen, tienen ndices de ,859 y ,851, respectivamente.

    Otra muestra de lo fcil que resulta instalar fantasa en las mentes de muchos es lo que sucede en relacin con el conflicto planteado por la

    instalacin de una planta industrial de una empresa papelera finlandesa (Botnia) en la margen oriental del ro Uruguay. Segn los habitantes

    de Gualegauych, ciudad ubicada en la orilla argentina frente a la cual se levanta, en territorio uruguayo, la fbrica, ella contaminar el ai re,

    el agua y la tierra. Segn el Banco Mundial, eso no es as. Por esto, en funcin de los estudios ambientales del caso, la Corporacin FinancieraInternacional financia parcialmente el emprendimiento. Nuevamente, en el imaginario popular la opinin (esto es, que indefectiblemente

    habr contaminacin) difiere con la realidad; pero no ser fcil cambiarla. Como, por lo dems, el presidente Nstor Kirchner es en esto

    -como en todo- intransigente y agresivo al expresar sus puntos de vista, y peligrosamente permisivo, desde que se niega a hacer cumplir la

    ley, la anarqua presumiblemente continuar por un tiempo en la frontera con el Uruguay. Existe el peligro de que las tensiones aumenten y

    la Argentina termine siendo condenada a pagar los daos y perjuicios a los uruguayos causados por la prepotencia de presuntos ambienta-

    listas que cortan rutas y puentes internacionales. Esto, por la omisin de conducta (la de asegurar el libre trnsito por las rutas y puentes

    internacionales), que supone incumplir con sus obligaciones internacionales, segn ha sido reconocido -por unanimidad- por un tribunal

    ad-hoc del MERCOSUR especficamente convocado al efecto, que sentenciara que ha habido incumplimiento por la Argentina, lo que es

    inocultable. Sobre esto mismo, vase: Emilio J. Crdenas y Guillermo Tempesta: El laudo del tribunal ad-hoc del MERCOSUR sobre las

    protestas de Gualeguaych, en El Derecho, N 11.17, del 19 de octubre de , ao XLIV.

    1 Los argentinos somos, a veces, propensos al anlisis crtico de todo, haciendo esfuerzos alambicados por identificar oscuros designios

    que estaran detrs de las conductas, sobre todo de las pblicas. Somos tambin proclives a la dietrologa, o sea a la mana de mirar hacia

    atrs buscando el revs de todo. Para tratar de explicar lo que se ve. Como si no hubiera una realidad. Como si todo fuese engaoso, distinto

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    la que -no obstante- los aliados polticos de los Kirchners son mayora.

    Vase: mbito Financiero, 19 de noviembre de , pgina 4.

    Algo parecido sucede con algunos intendentes de partidos cercanos a la Capital. Por ejemplo, con Manuel Quindimil, otro aliado de los

    Kirchners, intendente de Lans, que est ininterrumpidamente en el ejercicio de ese cargo municipal desde 1983, despus de haber sido

    intendente del mismo partido desde 1973 hasta 197. Otro caso es el del intendente del Tigre, Ricardo Ubieto, quien est en su cargo desde

    hace aos.

    La posibilidad de re-eleccin indefinida alimenta el caudillismo y es un instrumento de concentracin de poder y corrupcin no desprecia-

    ble. Este es un mal argentino. Tambin los lderes sindicales suelen conservar sus cargos, casi de por vida. Hay nombres que llevan dcadas

    en los sillones de secretario general de los sindicatos ms importantes; como los del acaudalado Armando Cavallieri (mercantil); Juan Jos

    Zanola (el zar eterno del los bancarios); Jos Rodrguez (mecnicos); Jos Pedraza (ferroviarios); Oscar Lescano (luz y fuerza); y Jorge

    Omar Viviani (taxistas), entre otros. Esta es la prctica poltica a la que el genio de Jos Luis Borges refiriera como la del eterno retorno,

    testimonio de una desmedida ambicin de riqueza y poder. Ella corrompe e impide la renovacin de los cuadros polticos y sindicales.

    Vase: diario La Nacin, de Buenos Aires, del 19 de noviembre de , que incluye una editorial titulada: Dirigentes a perpetuidad,

    en su pgina 34.

    4 Op.cit nota , pgina 3.

    5 Vase: Cynth ia McClintock, An unlikely comeback in Per, en Journal of Democracy, Volmen 17, Nmero 4, octubre de , pginas

    95 y sts. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas (FARC) no solo operan como insurgencia armada en el sud-oeste colombiano, en

    los departamentos de Putumayo, Nario y Caquet, y en las junglas del norte del pas, sino que son una organizacin de dimensin conti-

    nental.

    Respaldadas por Cuba y Venezuela, tienen voceros, oficinas y/o representantes en distintos pases de la regin, como Mxico o Argentina.

    Ellas han penetrado en Ecuador y Venezuela, y operan a travs de las fronteras de ambos pases.

    Si lvaro Novoa hubiera triunfado en las elecciones presidenciales de Ecuador, las FARC no seran bienvenidas. Desde que, en cambio, se

    impuso Rafael Correa, ellas no sern vistas, a estar a las declaraciones de Correa, como una banda de terroristas.

    El legislador venezolano Julio Montoya sostiene que hay en su pas centenares de campos de entrenamiento de las FARC, muchos de cuyos

    miembros se habran nacionalizado, asumiendo la ciudadana venezolana. Con frecuencia aparecen armas de las fuerzas armadas vene-

    zolanas en manos de los miembros de las FARC. Ellas se adquieren con dinero proveniente de la cocana y otras drogas que aparentemente

    transitan a travs de Venezuela hacia los mercados del mundo en los que se consumen.

    7 Vase: diar io La Prensa, La Paz, de noviembre de .Al tiempo de ser enviada esta nota a la imprenta, la situacin de Evo Morales parece haberse agravado. En efecto, la insistencia de Morales y

    su partido (el MAS), en violar la Constitucin de Bolivia y la Ley de Convocatoria a la Asamblea Constituyente que disponen, ambas, que la

    Asamblea Constituyente slo puede aprobar las reformas constitucionales mediante el voto favorable de dos tercios de los Constituyentes, ha

    llevado nuevamente a Bolivia al borde del abismo. Esto porque cuatro departamentos del oriente del pas, Beni, Pando, Tarija y Santa Cruz,

    estn reclamando ahora un alto grado de autonoma que incluye el manejo compartido de lo que tiene que ver con la tierra y los recursos na-

    turales. Esos cuatro departamentos rechazan la verdadera tropela de Morales y el MAS, que consiste en imponer una reforma constitucional

    con el voto de la simple mayora de los constituyentes, lo que es claramente ilegal. En los cuatro departamentos referidos, enormes manifesta-

    ciones, transformados en cabildos abiertos multitudinarios, rechazaron la actitud de Evo Morales. En Santa Cruz solamente ms de un milln

    de personas se reuni en la capital del departamento para expresar su repudio a la violacin del esquema constitucional de su pas.

    Por esto, no es sorpresivo que si las elecciones volvieran a realizarse hoy, Evo Morales recibira solamente el 45% de los votos. Esto es 9

    puntos menos que los que obtuvo hace apenas un ao. Tampoco llama la atencin que el 4% de los bolivianos crea que el pas va por mal

    camino. Y mucho menos que el 5% de los bolivianos exija que cualquier reforma constitucional requiera el voto de los dos tercios de losconstituyentes.

    8 Vase: Miguel Angel Centeno: Votos, para qu? The fragile democratic consolidation in Latin America, en: Revista, Harvard Review

    of Latin America, Spring/Summer , pgina 48.

    9 Vase: Rosendo Fraga: Las elecciones en el contexto global, en El Cronista. Perspectivas. Edicin 3.171. Buenos Aires, Noviembre

    de .