Carmelo y el mar
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Transcript of Carmelo y el mar
CARMELO y el marRoser Ros y Helena Basagañas
Como cada atardecer, la
chiquillería del poblado se
reúne bajo el baobab para
escuchar las palabras de papa
Lawali.
-Cuando yo era joven
salíamos a pescar con la
única protección de nuestras
piraguas. Nos lanzábamos
al mar, que en aquel tiempo
contaba con tantos peces
como hierba tiene la sabana.
Al regresar sigue contando
papa Lawali, aquellas cestas
repletas de pescado pasaban
a manos de las mujeres.
Ellas preparaban el pescado
para llevarlo a vender, no
sin antes haber separado una
parte para nuestro consumo.
Una vez fritos, todos
comíamos los frutos del mar
acompañándolos con arroz
y patatas cocidas al amor de
la lumbre, y lo aliñábamos
todo con salsa verde y salsa
negra... Pero ahora, ¡ay!, el
pescado escasea y cada vez
es más difícil pescar.
Como cada atardecer, la
chiquillería del poblado se
reúne bajo el baobab para
escuchar las palabras de papa
Lawali.
-Cuando yo era joven
salíamos a pescar con la
única protección de nuestras
piraguas. Nos lanzábamos
al mar, que en aquel tiempo
contaba con tantos peces
como hierba tiene la sabana.
Al regresar sigue contando
papa Lawali, aquellas cestas
repletas de pescado pasaban
a manos de las mujeres.
Ellas preparaban el pescado
para llevarlo a vender, no
sin antes haber separado una
parte para nuestro consumo.
Una vez fritos, todos
comíamos los frutos del mar
acompañándolos con arroz
y patatas cocidas al amor de
la lumbre, y lo aliñábamos
todo con salsa verde y salsa
negra... Pero ahora, ¡ay!, el
pescado escasea y cada vez
es más difícil pescar.
La voz de papa Lawali es un
puro lamento. Pero los niños
no entienden de esas cosas
y menos aún Kala, que sin
pensarlo le interrumpe con
un:
¡Bah! ¡Me voy a la playa!
¿Alguien quiere echar una
carrera a nado? ¡A ver quién
llega más lejos!
La chiquillería se levanta,
guiada por un mismo clamor:
¡Vamos a nadar!
Han dejado el baobab atrás.
A todos les gusta nadar
tanto como escuchar a papa
Lawali.
La voz de papa Lawali es un
puro lamento. Pero los niños
no entienden de esas cosas
y menos aún Kala, que sin
pensarlo le interrumpe con
un:
¡Bah! ¡Me voy a la playa!
¿Alguien quiere echar una
carrera a nado? ¡A ver quién
llega más lejos!
La chiquillería se levanta,
guiada por un mismo clamor:
¡Vamos a nadar!
Han dejado el baobab atrás.
A todos les gusta nadar
tanto como escuchar a papa
Lawali.
Carmelo es un joven
pescador que hoy sale
por primera vez a pescar,
junto a sus compañeros de
embarcación. Se ha enrolado
en la f ota pesquera que
trabaja en aguas africanas
mar adentro. Los barcos
vienen de lejos para faenar
en este mar. También
Carmelo viene de lejos, y
esta es la primera vez que se
acerca a estas costas.
El trabajo de Carmelo,
como el de sus compañeros
de profesión, consiste en
echar las redes al mar para,
parapetados en la cubierta de
la enorme barcaza, capturar
grandes cantidades pescado.
Una vez izado a cubierta, el
fruto del trabajo de estos
valientes muchachos será
aprovechado por las grandes
compañías pesqueras, que de
este modo verán crecer más
y más su negocio.
Mientras, el mar cada vez se
empobrece más. Pero esto,
de momento, no es motivo de
preocupación para Carmelo y
los demás pescadores.
Carmelo es un joven
pescador que hoy sale
por primera vez a pescar,
junto a sus compañeros de
embarcación. Se ha enrolado
en la f ota pesquera que
trabaja en aguas africanas
mar adentro. Los barcos
vienen de lejos para faenar
en este mar. También
Carmelo viene de lejos, y
esta es la primera vez que se
acerca a estas costas.
El trabajo de Carmelo,
como el de sus compañeros
de profesión, consiste en
echar las redes al mar para,
parapetados en la cubierta de
la enorme barcaza, capturar
grandes cantidades pescado.
Una vez izado a cubierta, el
fruto del trabajo de estos
valientes muchachos será
aprovechado por las grandes
compañías pesqueras, que de
este modo verán crecer más
y más su negocio.
Mientras, el mar cada vez se
empobrece más. Pero esto,
de momento, no es motivo de
preocupación para Carmelo y
los demás pescadores.
Y cuando más enfrascados
estaban en la faena,
de pronto, unos cuerpos
extraños se cuelan
inesperadamente entre las
redes. ¡Un niño y una niña!
Y es que la impetuosa Kala
ha rebasado la línea que
separa las aguas, penetrando
en la zona destinada a las
barcazas, y ha caído presa de
las redes, como un pescado
cualquiera.
Su amigo Samba ha corrido
la misma suerte. Y ahora los
dos han sido izados a cubierta
en compañía de enormes
cantidades de pescado,
que ambos chiquillos se
apresuran a apresar con sus
pequeñas manos.
¿Cómo no iban a hacerlo,
si hasta ahora nunca habían
visto tales cantidades
de pescado? Además,
últimamente este alimento
escasea en el poblado.
¡Hay que devolver a este par
de chiquillos inmediatamente
a tierra! –ruge el capitán.
¡Carmelo, ocúpate de ellos!
Obedeciendo las órdenes
del capitán, Carmelo enfila
la lancha con Kala y Samba
a bordo. Los niños tienen
prisa por regresar junto a
los suyos. Entre sus manos
todavía queda algún que otro
pescado.
Y cuando más enfrascados
estaban en la faena,
de pronto, unos cuerpos
extraños se cuelan
inesperadamente entre las
redes. ¡Un niño y una niña!
Y es que la impetuosa Kala
ha rebasado la línea que
separa las aguas, penetrando
en la zona destinada a las
barcazas, y ha caído presa de
las redes, como un pescado
cualquiera.
Su amigo Samba ha corrido
la misma suerte. Y ahora los
dos han sido izados a cubierta
en compañía de enormes
cantidades de pescado,
que ambos chiquillos se
apresuran a apresar con sus
pequeñas manos.
¿Cómo no iban a hacerlo,
si hasta ahora nunca habían
visto tales cantidades
de pescado? Además,
últimamente este alimento
escasea en el poblado.
¡Hay que devolver a este par
de chiquillos inmediatamente
a tierra! –ruge el capitán.
¡Carmelo, ocúpate de ellos!
Obedeciendo las órdenes
del capitán, Carmelo enfila
la lancha con Kala y Samba
a bordo. Los niños tienen
prisa por regresar junto a
los suyos. Entre sus manos
todavía queda algún que otro
pescado.
Al tocar tierra f rme, Kala
y Samba salen disparados
hacia la sombra del baobab.
Quieren que todo el mundo
oiga su aventura y vea su
tesoro.
Carmelo ha dejado la lancha
en la orilla y camina tras
los niños. Quiere estar
seguro de que alcanzan su
destino. Llega justo a tiempo
para escuchar la voz enojada
de papa Lawali.
¡Ajá! ¡Malditos marineros que
expolian el mar, roban su
riqueza y nuestro sustento!
Eh... Yo... –consigue balbucear
Carmelo tratando de
justif carse.
Kala y Samba se quedan sin
respiración. ¿Cómo es posible
que papa Lawali culpe de
todos los males al marinero
que los ha traído a tierra?
¡Sin duda, papa Lawali se está
comportando injustamente
con Carmelo!
¡Han de hacer algo!
Al tocar tierra f rme, Kala
y Samba salen disparados
hacia la sombra del baobab.
Quieren que todo el mundo
oiga su aventura y vea su
tesoro.
Carmelo ha dejado la lancha
en la orilla y camina tras
los niños. Quiere estar
seguro de que alcanzan su
destino. Llega justo a tiempo
para escuchar la voz enojada
de papa Lawali.
¡Ajá! ¡Malditos marineros que
expolian el mar, roban su
riqueza y nuestro sustento!
Eh... Yo... –consigue balbucear
Carmelo tratando de
justif carse.
Kala y Samba se quedan sin
respiración. ¿Cómo es posible
que papa Lawali culpe de
todos los males al marinero
que los ha traído a tierra?
¡Sin duda, papa Lawali se está
comportando injustamente
con Carmelo!
¡Han de hacer algo!
Pero Carmelo no
escucha, no atiende. Está
intentando entender las
raíces de la cólera del
venerable anciano. Su
pensamiento vuela hacia
la enorme barcaza en la
que se enroló y que, día
tras día, se afana pescando
sin tregua en este mar
tan cercano al poblado
y tan importante para el
sustento de su gente.
Y se pregunta si ese
desmesurado afán de
pescar sin descanso no
terminará con la rica
fauna marina que durante
siglos ha permitido saciar
el hambre de tantos
poblados de África.
Pero Carmelo no
escucha, no atiende. Está
intentando entender las
raíces de la cólera del
venerable anciano. Su
pensamiento vuela hacia
la enorme barcaza en la
que se enroló y que, día
tras día, se afana pescando
sin tregua en este mar
tan cercano al poblado
y tan importante para el
sustento de su gente.
Y se pregunta si ese
desmesurado afán de
pescar sin descanso no
terminará con la rica
fauna marina que durante
siglos ha permitido saciar
el hambre de tantos
poblados de África.
Han transcurrido muchas
lunas. Tantas que Carmelo
casi no recuerda cuándo
tomó la decisión de no
regresar a bordo de la
barcaza, junto a sus
compañeros pescadores.
Ahora él, y Kala y Samba
y los demás habitantes del
poblado comparten no sólo
la sombra del baobab, sino
un mismo deseo:
¡detener la destrucción del
fondo marino!
Han transcurrido muchas
lunas. Tantas que Carmelo
casi no recuerda cuándo
tomó la decisión de no
regresar a bordo de la
barcaza, junto a sus
compañeros pescadores.
Ahora él, y Kala y Samba
y los demás habitantes del
poblado comparten no sólo
la sombra del baobab, sino
un mismo deseo:
¡detener la destrucción del
fondo marino!
Primera ediciónnoviembre de 2011
editaVeterinarios Sin Fronteras
coPyLeFt yautoría deL textoroser ros i Vilanova
iLuStracioneSHelena Basagañas
correcciónclaudia ortego
diSeño y maquetaciónnúria Farrés
SerVicioS editoriaLeStantàgora www.tantagora.net
dePóSito LegaL: B-267-2012
iSBn: 978-84-938581-2-4
imPreSióntallers gràfics Soler S.a.enric morera, 1508950 esplugues de Llobregat
con eL aPoyo de
esta publicación forma parte de un proyecto financiadopor la aecid. Su contenido es respoonsabilidad exclusiva de Veterinarios Sin Fronteras,y no necesariamente refleja la opinión de la aecid.
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