Catolicismo y Politica (Carlos Ibáñez, 2007)

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    IGLESIA DE LAS MERCEDES DE LAS ARENAS,

    donde haba hecho la Primera Comunin Jos Antonio de Aguirre. Incendiada por los defenso-res de la democracia en su retirada.

    Catolicismo y Poltica

    Por Carlos Ibez Quintana

    (de la Comunin Tradicionalista Carlista)

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    Comunin Tradicionalista Carlista 2007

    Se permite la reproduccin o distribucin parcial o total con mencin

    de la procedencia

    Ttulo: Catolicismo y poltica

    Primera edicin: 2007

    Autor: Carlos Ibez Quintana

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    1. EL COMPLEJO DE CULPA DE ALGUNOS CATLICOS.

    En el nmero 7 de la revista ALBA se public una entrevista que le hizo Efrn Pablos aD. Jos Mara Mir y Adervol. En un momento de la misma el entrevistador le pregunta:

    -La sociedad catlica estaba adormecida por el franquismo?

    A lo que el entrevistador contest:

    -Creo que el franquismo hizo dao a la Iglesia de diversas formas. Una de ellas fue

    adormecindola y otra, el que se relacionara con un rgimen poltico que coartaba las liberta-des. Esa asociacin fue utilizada como argumento para olvidar el papel que la Iglesia desem-pe durante la transicin e incluso antes y sin el cual, esta no hubiera sido posible.

    Quien, como un servidor, comenz su bachillerato en 1940 y ha vivido los aos del fran-quismo participando en asociaciones de apostolado, no puede estar de acuerdo con la respuesta.

    A la Iglesia no la adormeci nadie. Se adormeci ella sola.

    Los males que hoy padece la Iglesia surgieron de su propia gente. No fue el franquismoel que public y difundi el Catecismo Holands entre los clrigos y fieles. No parti del fran-quismo la orden de no predicar nunca sobre el Pecado Original, la necesidad de la Redencin, el

    pecado personal, la existencia del infierno. Y es que, desde el momento que de esto no se habla,al menos en amplios sectores de la Iglesia, parece que ha habido, si no una orden, al menos unaconsigna. No parti del franquismo la enseanza de que los Evangelios son un invento de lacomunidad y que la Resurreccin del Seor es lo mismo. Esto, y muchas cosas ms que sera

    prolijo mencionar, es lo que ha hundido a la Iglesia espaola.

    El rgimen franquista coartaba muchas libertades, no las libertades. Igualmente elrgimen actual coarta otras libertades que, para m, son ms importantes que las prohibidas

    por aquel. La libertad que ahora gozamos es un concepto abstracto que a la hora de la verdadse convierte en una verdadera tirana. Es un cuento eso de que el pueblo espaol ha recobradosu soberana. La soberana est en manos de cuatro caciques que dirigen los partidos polticos,

    ni siquiera en manos de los afiliados a stos. Nuestra libertad consiste en poder votar y elegir a

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    unos seores que luego hacen lo que quieren con nuestro voto.

    El franquismo termin siendo un desastre para Espaa. Porque hizo inevitable la llegadade esto, mucho peor, que tenemos.

    Fue el resultado de una guerra en la que el bando vencido persigui a sangre y fuego ala Iglesia, tanto en sus hombres como en sus instituciones y bienes, O no? Los vencidos desdeun primer momento asimilaron a los vencedores con la Iglesia. Porque lo que sentan por ambasinstituciones era lo mismo: odio. A los vencedores, por haberlos derrotado. A la Iglesia, porquela odiaban desde siempre y no haban podido exterminarla. Es cierto que algunos Obispos se pa-saron en sus alabanzas a Franco y su rgimen. Como el Cardenal Herrera Oria cuando recibi al

    primero en su Catedral. Cuando yo oa a los vencidos criticar a la Iglesia, donde ellos denunciabanla existencia de una vinculacin al rgimen, yo no vea ms que unas relaciones normales entredos instituciones que tienen que convivir. Los rojos buscaban la manera de atacar a la Iglesia porlo que fuera. Achacarla de connivencia con el rgimen era una manera ms de desprestigiarla y

    combatirla. La haban odiado, la odiaban y hoy la siguen odiando. Por eso la calumniaban.Hoy utilizan esa asociacin como argumento para olvidar el papel que la Iglesia des-

    empe durante la Transicin. Es lgico! Ellos van a lo suyo que es desprestigiar a la Iglesiacomo sea. Ello demuestra que si determinados medios eclesisticos apoyaron la Transicin conla esperanza de verse respetados en un futuro por los mismos que poco antes les haban perse-guido a sangre y fuego, se equivocaron de medio a medio!

    La respuesta del Sr. Mir y Adervol, que hemos analizado es un ejemplo del complejode culpa con que muchos catlicos intentan participar en la vida pblica.

    Ese complejo de culpa es parte de un confusionismo que reina entre los catlicos. Prue-

    bas de ello las encontramos a millares todos los das. Basta leer la conferencia con que el Dr.Neuhaus cerr el VIII Congreso Catlicos y Vida Pblica, en el que proclamaba el democrticoliberal como el sistema poltico ideal.

    En el artculo que en el nmero 83 del Semanario ALBA (5 al 12 de mayo de 2006),publica Enrique de Diego, Subdirector del semanario POCA, dedicado a Jean-Franois Revel,con motivo de su fallecimiento. Dice de l: Todos, sin excepcin le admirbamos como elmaestro que haba hecho de la bsqueda de la verdad y la defensa de la libertad su compromisoinsobornable. Y encuadra al pensador francs en la escuela liberal.

    El liberalismo es una hereja. Aunque muchos de los que se confiesan liberales no pue-

    dan ser calificados de herejes, por no ser conscientes de ello. A la vista estn las funestas con-secuencias que nos ha trado el liberalismo donde ha gobernado.

    El liberalismo ha dado lugar al sistema democrtico que nos oprime. Es anticristiano poresencia. En las pginas vamos a ocuparnos del sistema democrtico tal y como se ha puesto en

    prctica en Espaa. Nos abstendremos de exponer las razones por las que el liberalismo debeser calificado como hereja. Otros ya lo han hecho hace ms de un siglo y mucho mejor de loque nosotros seramos capaces.

    Nos ceiremos a la aplicacin prctica de esas doctrinas y al sistema que han engendrado.

    Intentaremos demostrar, y confiamos en lograrlo, que se trata de un sistema fundamen-

    talmente anticristiano.

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    2. CRISTIANISMO Y DEMOCRACIA.

    Conviene que antes de nada precisemos qu entendemos en el presente escrito por de-

    mocracia. Porque democracia, en rigor significa que el poder de gobernar viene del pueblo. Yeso es un error que un cristiano no puede aceptar. Sin embargo, para la casi totalidad de loshombres de hoy democracia es el sistema poltico que garantiza unas libertades y derechos yutiliza las elecciones para decidir quin debe gobernar. En este sentido puede, en principio, seraceptada por un cristiano. Y ese sentido es el que damos al trmino en el presente artculo

    El escritor americano Georg Weigel ha publicado un interesante libro que en su traduc-cin castellana se titula: Poltica sin Dios.Viene a concluir que la democracia no puede sub-sistir sin la fe en Dios. Recurre a la obra del P. de Lubac, La Tragedia del Humanismo Ateoen la que se afirma que los ateos tienen la desgracia de no poder explicar en qu fundan susconvicciones.

    Efectivamente, y la historia lo demuestra, los regmenes democrticos pueden conver-tirse en tiranas si los gobernantes elegidos por votacin no limitan su poder, reconociendo quesobre ellos hay una ley superior.

    El conflicto de las caricaturas de Mahoma es una prueba del fallo de la democracia queda a la libertad un valor absoluto. La Junta de Gobierno de la CTC en su declaracin del pasadoda de la Inmaculada (ao 2005), recuerda que la libertad se ejerce positivamente eligiendo lo

    bueno y lo verdadero.

    Hoy el mundo occidental se encuentra ante un absurdo ataque a la fe de los musulmanesque no puede condenar, porque la libertad de expresin est por encima de todo. Nosotros no lo

    vemos as. Nadie tiene derecho a ofender gratuitamente a los dems, sean musulmanes, cristia-nos o budistas. Cuando se utiliza la libertad para algo que no es bueno o verdadero, llegamos atales situaciones de injusticia. No tiene la menor gracia que, haciendo un uso no necesario de lalibertad de expresin, unos periodistas hayan provocado un conflicto de amplitud mundial queya ha producido grandes daos, incluso muertes. A ver cmo acaba.

    El uso inmoderado de la libertad de expresin es contradictorio con la democracia. Enefecto: permite la ofensa gratuita a determinados colectivos. Perturba, incluso rompe, la convi-vencia pacfica que es la base de la democracia. Claro que los demcratas ms demcratas dan

    por supuesto que las ofensas ms crueles a la fe de sus conciudadanos les han de salir gratis,porque ante el valor absoluto de la libertad de expresin a los ofendidos no les queda ms reme-

    dio que aguantarse. Cosa que hoy ocurre en Espaa.

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    En Espaa, al menos, la democracia es incompatible con el cristianismo. La historialo demuestra. Cierto es que ha habido y hay grupos que a la vez son cristianos fervorosos ydefensores del sistema democrtico. Pero se ven obligados a convivir con otros agnsticos queson radicales en sus convicciones. No slo se limitan a desterrar de la vida pblica toda sealde religin, sino que terminan con la destruccin de la familia, la negacin del derecho de los

    padres a educar a sus hijos y el fomento de toda clase de inmoralidades y perversiones. Eso lotenemos ahora en Espaa. Y no han pasado muchos aos de cuando el aparecer en una lista deuna peregrinacin era motivo para ser asesinado. Tardaremos mucho en llegar a ello?

    El catlico demcrata respeta las convicciones de los no catlicos. Son muy raros losdemcratas agnsticos que corresponden del mismo modo. Y, en todo caso, esos pocos siem-

    pre se han mostrado impotentes para exigir a sus masas un comportamiento de acuerdo con elprincipio de convivencia.

    El catlico se siente obligado a ejercer la libertad positivamente eligiendo lo bueno y lo

    verdadero. De hecho as ocurre. No podrn presentar ni miembros de otras religiones ni partidospolticos ejemplos de burlas gratuitas por parte de catlicos. Esto debe servir como garanta alos no catlicos de que en una democracia que reconozca la supremaca de la Ley de Dios, susderechos sern mejor respetados que lo que son hoy los derechos de los catlicos.

    La Fe es algo que no puede ser exigido a quien no la tiene. Por tanto, es difcil que unagnstico crea que procede de Dios la ley que pone lmites a la voluntad de los hombres. Sinembargo no le ser difcil reconocer la limitacin humana, su propia limitacin, y admitir queen la naturaleza hay algo que impide dar un valor absoluto a esa libertar que consagra la Revo-lucin. De hecho, en el campo acatlico han salido voces que han calificado de improcedente la

    publicacin de las caricaturas y han pedido una auto limitacin en la libertad de expresin. Lo

    han visto necesario ante los males desencadenados.Estamos de acuerdo con ellos por una vez. Solamente nos queda preguntarles en nombre

    de qu piden esa auto limitacin. Nos darn mil explicaciones, ninguna de ellas convincenteplenamente. Y es esa la tragedia del humanismo ateo. Cuando profesa convicciones buenas nopuede dar la razn de ellas.

    Los ataques a la Iglesia por parte del Gobierno Socialista desde su triunfo electoral enmarzo de 2004, han despertado la conciencia poltica de los catlicos. Han surgido nuevos gru-

    pos polticos que aspiran en llegar a ser partidos con representacin parlamentaria.

    Desde hace aos la revista Verbo nos viene suministrando artculos que tratan de diver-

    sos aspectos del Derecho Natural y Cristiano. De modo que la doctrina de la Iglesia propor-ciona los elementos suficientes para que los juristas y polticos puedan estructurar un sistemade gobierno justo y til a los humanos. Pero no parece que los partidos que se organizan siganlas lneas expuestas en dicha revista. Son partidos que surgen alarmados por los excesos delPSOE en su ataque a ese Derecho Natural y la inoperancia del PP, cuando no es complicidadcon los mismos, para oponerse a ellos. Convocan a la defensa de la vida, de la vida, de la liber-tad a la educacin.., muy necesarios en estos momentos. PERO INSUFICIENTES SI ESALABOR SE QUIERE REALIZAR DESDE LA ACEPTACIN DEL ACTUAL SISTEMADEMOCRTICO. Es algo que siguiendo un smil mdico podramos definir como combatirlos sntomas dejando viva la enfermedad.

    Existe una democracia cristiana en toda Europa. Y hasta con un gran predicamento entre

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    la Jerarqua y an en el mismo Vaticano. Los carlistas, sin embargo, nos negamos a aceptar lademocracia liberal. Y, avalados por la experiencia casi dos veces secular, proclamamos quetodo intento de regenerar la sociedad por cauces liberales, est llamado al fracaso.

    Superando viejas polmicas entre los partidarios de la tesis y los de la hiptesis, esdecir: entre los catlicos que nos oponamos a la Revolucin y sus instituciones y los partidariosde pactar con ella, ATENINDONOS A LOS HECHOS, A LO QUE VEMOS Y PALPA-MOS, podemos afirmar que democracia liberal y Catolicismo son incompatibles. Seguimosmanteniendo la tesis, pero los argumentos que esgriman nuestros antecesores de hace cienaos, vienen hoy avalados por los hechos. Por eso nos dejamos de argumentos y vamos a loshechos.

    En medios cristianos se defiende la democracia como el derecho del pueblo a participaren la vida pblica, incluida la designacin de los gobernantes. Se da por bueno el prrafo deLincoln: democracia es el gobierno del Pueblo, por el Pueblo y para el Pueblo. Y pregunta-

    mos, en qu pueblo pasa eso?. Dnde gobierna el Pueblo para el Pueblo? En Espaa, almenos, no.

    El Pueblo no gobierna. El pueblo no puede gobernar porque gobernar es funcin de unapersona o de unos pocos, no de toda una colectividad. Nos quieren dejar contentos hacindonoscreer que gobierna el que, o los que, el pueblo ha elegido. Pero basta echar un vistazo a la de-signacin de candidatos y desarrollo de las campaas lectorales para comprobar que el pueblono ha tenido ms participacin que el depositar el voto en la urna para llenar el expediente.

    Qu decir de los medios con que los gobernados pueden establecer barreras a los abu-sos de los gobernantes? Que no existen. Que vivimos en una dictadura del parlamento, de los

    gobiernos autonmicos y de los ayuntamientos. Que no nos vengan con cuentos. Llevamosveinticinco aos con el sistema y lo hemos experimentado. Ante la realidad no sirven las buenaspalabras de los intelectuales subvencionados.

    Por eso, a los cristianos que quieren actuar en la vida pblica dentro del sistema demo-crtico, no les vamos a decir que desistan, pero s les aseguramos que es un sistema injusto,del que poco o nada pueden sacar. EL SISTEMA ACTUAL ES INJUSTO, SE BASA EN LAMENTIRA, EN EL EMBAUCAMIENTO COLECTIVO. DEFENDERLO ES DEFEN-DER LA FALSEDAD Y LA IMPOSTURA. PONER LA ETIQUETA DE CRISTIANOA UN PARTIDO QUE LO ACEPTE COMO BUENO Y DESEABLE, ES UN FRAUDE.La Gracia no suple a la naturaleza. Otra cosa es que, para salvar lo salvable, como remedio

    provisional,. No nos atrevemos a condenar sus buenas intenciones. Pero les recordamos quelos grupos que aceptaron el liberalismo como hiptesis, acabaron defendindolo como tesisy se convirtieron en cmplices de la postracin moral en que se halla la sociedad europea.

    Cmo sustituir el actual sistema injusto por otro basado en el Derecho Natural y Cris-tiano? No nos creemos capacitados para dar la receta. Pero es seguro que hay que comenzar pordecir que es injusto, por denunciar en todo momento sus mentiras, por hacer ver a los hombresde hoy que son esclavos aunque se crean libres, Por superar el camelo ese de que la demo-cracia es el peor de los sistemas, excluyendo los dems. Puede haber algo mejor. Lo ha habidoy en Espaa lo tenamos hasta que de Europa nos trajeron los que hoy padecemos.

    Y si nos proclamamos cristianos semoslo de verdad. Cristo vino a salvar a la humani-

    dad: a las personas y a las sociedades. No tenemos derecho a ocultarlo.

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    3. LA DEMOCRACIA ANTICRISTIANA EN ESPAA.

    Los intentos de implantar la democracia en Espaa se remontan a 1812. Las Cortes de

    Cdiz proclaman una Constitucin cuyo fundamento anticristiano denuncian los diputados tra-dicionalistas presentes en las mismas. Fue abolida dicha Constitucin por Fernando VII nadams regresar a Espaa.

    Se repuso dicha Constitucin en 1820, no mediante un referndum, sino por un pronun-ciamiento militar. Los primeros, y la mayora de los que llegaron despus, pronunciamientosmilitares en Espaa fueron protagonizados por liberales.

    Rigi la Constitucin durante tres aos. Suficientes para que la Revolucin se quitara lamscara y mostrase su rostro anticatlico. El hecho ms destacado, aunque no nico, fue el ase-sinato del Obispo de Vich Strauch. Que el pueblo espaol rechazaba el sistema liberal es algoque hoy no se puede discutir. Por toda Espaa se levantaron partidas de guerrilleros contra elnuevo sistema. Las fuerzas francesas que envi la Santa Alianza para liberar a Fernando VII delos constitucionales fueron recibidas por los espaoles como libertadoras. A pesar del recuerdoque haban dejado las invasoras de Napolen.

    Usurpada la Corona por Mara Cristina en nombre se su hija Isabel, hubo de apoyarseen los liberales. A pesar que dicha seora en su primer manifiesto haba prometido conservarla monarqua y proteger a la Iglesia, la persecucin a sta no se hizo esperar. Las matanzas dereligiosos, la desamortizacin de Mendizbal la expulsin de muchos prelados de sus dicesis,son los signos de cmo aquellos demcratas eran profundamente anticatlicos. Y en Espaanadie era demcrata sino ellos.

    Despus del Abrazo de Vergara y sofocada la resistencia del General Cabrera, la pru-dencia poltica aconsej a los demcratas mitigar sus furores anticristianos. Se lleg a firmarel Concordato de 1851, por el que el Estado se comprometa a mantener al clero, con lo cualnuestros curas tenan asegurada una miserable subsistencia. Mientras se pusieron trabas a lascongregaciones que se dedicaban a la enseanza.

    El carcter anticlerical de la revolucin de 1868 hizo que los catlicos se agrupasenalrededor de D. Carlos VII. El levantamiento popular a favor del Rey Legtimo derrot a laRevolucin en su forma ms radical y aconsej a Cnovas la vuelta a los mtodos suaves. Se

    proclam al hijo de la destronada siete aos antes que se presentaba con la etiqueta de buencatlico como sus antepasados y como hombre de su tiempo liberal. De nuevo tenamos al

    mal menor como celestina del mal mayor que llegara dcadas ms tarde.

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    Nos colaron un simulacro de monarqua, con Nuncio Papal. Los Obispos eran objeto dehonores militares y tenan sus puestos en toda clase de actos oficiales, incluso en los de la corte.Mientras tanto los peridicos anticlericales se permitan toda clase de blasfemias, burlas y calum-nias a la Iglesia y al clero, en nombre de la democracia que haba restaurado aquel buen catlicocomo mis antepasados. Las procesiones, peregrinaciones y rosarios de la aurora eran atacadosimpunemente por los demcratas. Mencionaremos aquella peregrinacin de obreros catlicos aRoma a agradecer a S.S. Len XIII la publicacin de la Rerum Novarum. Los peregrinos con-centrados en Valencia para embarcar fueron atacados por los demcratas ante una fuerza pblicaque permaneci impasible. Todo para que, al fin de la peregrinacin, el Pontfice les exhortara aque reconocieran a la monarqua representada por una reina dotada con tantas virtudes. Qubien informado estaba de la situacin de Espaa! Pedir a los peregrinos que reconocieran a lamisma cuyo gobierno haba permitido la impune agresin que haban sufrido!

    El 11 de octubre de 1904 se celebr una peregrinacin de toda Vizcaya al santuario de suPatrona, la Virgen de Begoa. Inmediatamente los demcratas bilbanos se aprestaron a respon-der a semejante provocacin. Trajeron refuerzos de Santander en barco. A cada uno le dieronun duro y la comida. Los revoltosos atacaron a los peregrinos ante la indiferencia de la FuerzaPblica. Se hicieron los dueos de las calles del Bilbao. En muchas casas antiguas haba horna-cinas con imgenes piadosas. Todas fueron a parar a la Ra. En los enfrentamientos un proyectilacab con la vida Marcos Maran, veterano del Carlos VII. La bandera de los Luises queddesgarrada por impactos de bala y manchada de sangre. As se conservaba en 1950.

    A media tarde D. Prudencio de Iturrino, Delegado de D. Carlos VII en el Seoro,convoc a los jvenes carlistas. D. Prudencio era un notario que haba mandado un batallnguipuzcoano en la Tercera Guerra. Distribuy a los jvenes por las calles que conducan alArenal, con la orden de expulsar a los revoltosos y arrojarles a la Ra. Pudieron limpiar lascalles, pero al llegar al Arenal y ampliarse el espacio de la refriega, les fue imposible concluirla operacin.

    Mi padre tena doce aos y tom parte en los sucesos. l y otro monaguillo, llamadoJos Lecanda, escoltaban con sendos ciriales al estandarte de los terciarios franciscanos. Sedirigan a la estacin de Abando para tomar el tren de regreso a Ordua. Cuando pasaban por elPuente del Arenal, apareci un grupo de revoltosos amenazndoles. Los peregrinos apretaronel paso. El portador del estandarte desenrosc la parte inferior del varal y la enarbolaba a modode arma defensiva. Un ta ma, meti a mi padre a un portal, le quit la sotanilla y el roquete,que los guard en una bolsa y se hizo cargo del cirial. Entre perseguidos y agresores quedaba unespacio suficiente como para que el temor no se convirtiera en pnico. El problema fue al llegara la estacin. Los empleados del ferrocarril tenan que controlar a los viajeros por lo el grupo no

    pudo avanzar con la presteza requerida y los atacantes les daban alcance. Entr el pnico.

    Surgi entonces el milagro. Formaba parte de la peregrinacin Nicols Trigo. Un an-tiguo marinero que se haba retirado a vivir a Ordua. Borrachn y embustero como solanserlo en los pueblos todos los que haban viajado por lejanas tierras. Muy corpulento. Su figuraimpona aunque era incapaz de mantener una pelea. En un momento de inspiracin con voz

    potente orden:

    -Primero las mujeres y los nios, lego los hombres. Con mucho orden y sin estorbarseunos a otros. De stos me encargo yo.

    Con gesto amenazador y extendiendo los brazos, que terminaban en una manos desco-

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    munales, se encar con los revoltosos. Ante tan audaz gesto y figura imponente stos retroce-dieron. Mientras los viajeros iban entrando en la estacin. Mientras los asustados atacantes seiban rehaciendo y el inicial valor de Trigo iba disminuyendo.

    Entr el ltimo de la fila. Los empleados del ferrocarril se apresuraron a cerrar la puertadejando fuera a Trigo. ste se vio atacado y sin posibilidad de escape. Corri hacia una tapiaque daba a los andenes. Salt por encima de ella y se uni a los dems. En el salto se dej lasalpargatas.

    La agresin a la peregrinacin haba sido organizada por la logia masnica que se reunaen la Sociedad Patritica El Sitio. Obedeca rdenes de otra logia de Madrid, que despus delos sucesos le recriminaba el no haber impedido la demostracin de Fe.

    La Semana Sangrienta de Barcelona tuvo su origen en una protesta contra el envo aMelilla de tropas para responder a unas agresiones de los moros al ferrocarril de Minas del Rif.

    Tena un fundamento de justicia, pues los movilizados eran reservistas muchos de ellos casa-dos. La prensa democrtica se encarg de difundir la mentira de que en las Minas del Rif tenagrandes intereses la Compaa de Jess. Incluso lo lleg a confirmar el peridico del Conde deRomanones, quien s tena intereses en el negocio. Lo que haba comenzado como una protestasocial termin como una agresin a templos y personas religiosas. Dndose el caso vergonzosode que los ms perjudicados fueron los colegios que, en los barrios modestos de la Ciudad,educaban a los hijos de los trabajadores.

    Me lo contaban cuando yo era nio. Por eso un puedo precisar datos. En una parroquiade Barcelona haca aos que no sala una procesin por temor a las agresiones de los jvenes

    brbaros. Un grupo de requets le ofreci al Prroco proteccin. Comunic ste al Gobernador

    su intencin de celebrar el piadoso acto como en aos pretritos. El Gobernador, despus dehacerle ver los peligros de agresin, concedi el permiso. Sali la procesin convenientementeprotegida por los requets. Los jvenes brbaros, ni acercarse. A siguiente da el peridico deLerroux tronaba contra esos hipcritas carlistas que en una mano llevan un cirio mientras conla otra empuan la pistola homicida. Es que los demcratas son valientes cuando no tienenenemigo.

    No haba entonces liberales catlicos? Claro que los haba! Pero para ellos las agresio-nes eran provocadas por los mismos catlicos. Otros catlicos no eran liberales. Pero se habansometido al rgimen liberal como un mal menor. Lamentaban las agresiones pero no hacannada por impedirlas.

    Llegamos a la Repblica. Fracasada la Dictadura, ltimo intento de mantener en pi lacomponenda de Cnovas, Espaa recibi sorprendida y resignada al nuevo rgimen, al que loscatlicos no presentaron la menor resistencia y algunos incluso mostraron la esperanza de una

    posible regeneracin. A poco ms del mes ardan iglesias y conventos mostrando el verdaderocarcter de aquella democracia. A mayor abundamiento, la negativa de Azaa a sacar a la callela Guardia Civil para impedir los desmanes nos da una idea del carcter anticatlico de la demo-cracia: todos los conventos de Espaa no valen la vida de un republicano. Est en la esenciadel republicanismo el anticatolicismo? Es ello solamente un accidente? Como quiera que sea,democracia y anticatolicismo han marchado siempre parejos en Espaa.

    No vamos a repetir lo que tantos autores vienen escribiendo en los ltimos tiempos sobre

    la persecucin a la Iglesia y los catlicos durante la Repblica. Mencionaremos solamente que

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    en Asturias se cebaron con los edificios y colegios religiosos, a s como con los clrigos.

    Propenso a hacer constar mis vivencias personales, terminar con una ms. El mi ve-cindad viva una familia de republicanos. El padre era un ferroviario de origen forastero. Eran

    varios hijos, amigos mos y de mi hermana. Cuando nos enfadbamos, uno de ellos me atacaballamndome carca. Yo me defenda alegando que mi padre era socio de la Agrupacin Repu-

    blicana. Y l replicaba:

    -Pero vas a misa. Eres carca.

    Un domingo me tropec con l al salir del Santo Sacrificio. No perdi oportunidad:

    -Ves cmo eres carca!

    Hasta los nios de los demcratas, con las ideas de sus padres, mamaban el odio a laIglesia.

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    4. LA VANA ILUSIN DE UNA DEMOCRACIA CRISTIANA

    Es la CEDA el primer partido poltico que se presenta en Espaa bajo la etiqueta de de-

    mcrata cristiano. Ya en tiempos de la Repblica.Hasta entonces no haban faltado los intentos conciliadores del liberalismo catlico.

    Ya hemos visto en el captulo anterior con qu resultado.

    Fue la CEDA el primer intento serio de participar en la democracia con la etiqueta decatlicos. Bast invocar los derechos de la Iglesia para lograr en 1933 una clamorosa victoriaen las urnas. A pesar de los pesares.

    Porque los pesares eran que mientras los catlicos luchaban con las armas de la lega-lidad, observando fielmente los principios de libertad y respeto al adversario y sometindose alresultado de las elecciones, los demcratas se pasaban todo eso por donde les vena bien.

    Mentan en las campaas electorales. Impedan con violencia el acceso a las urnas delos posibles o reales votantes de las derechas. Falseaban las actas. Y cuando el resultado de laselecciones les fue desfavorable, utilizaron todo tipo de violencia callejera para impedir la entra-da de los catlicos en el gobierno.

    Los demcratas se han portado, en Espaa al menos, como el grupo humano ms incon-secuente con lo que dice profesar:

    Libertad: para ellos solos.

    Igualdad: los catlicos no tenan ningn derecho a acceder al gobierno. No eran autn-

    ticos republicanos. Slo tenan obligaciones: cumplir las leyes que se les imponan y pagarimpuestos.

    No hablamos por hablar. Lo ocurrido en octubre de 1934 es una prueba palmaria de loque afirmamos. Porque la revolucin no fue obra de unos cuantos exaltados. Estuvo organizada

    por el PSOE. En ella participaron comunistas, separatistas catalanes y anarquistas. La razn queesgrimieron fue que la CEDA no podan entrar el el gobierno. No eran verdaderos republica-nos, aunque todos aceptasen el sistema republicano y aunque no creasen el menor problema deorden pblico a la Repblica. Pero lo ms gordo es que los partidos republicanos de orden,en los das previos a la revuelta, hicieron pblicos diversos manifiestos que justificaban la re-

    belin que se prevea. Todos abundaban en la misma razn: la CEDA no poda entrar en el

    gobierno.

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    Para qu servan las urnas? Para qu el Parlamento que de ellas haba salido? Cuandolos resultados eran adversos para los autnticos demcratas, que eran ellos, para nada.

    La Cruzada la hicieron inevitable los demcratas. Los que se haban cargado la demo-

    cracia. Inconsecuentes desde el principio al fin, mantuvieron en vigor una Constitucin quegarantizaba la libertad de conciencia y culto, mientras llevaban a cabo contra los catlicos la

    persecucin ms cruel y minuciosa que se ha conocido.

    Aado lo de minuciosa porque llevaban su celo persecutorio a los mnimos detalles.A mi mujer y su familia les sorprendi el estallido en Valencia. Para reintegrarse a Bilbaohubieron de pasar por Francia. En la frontera los aduaneros les desabrocharon la ropa paraver si llevaban medallas. Se las quitaron, devolvindoles las cadenas porque no eran objetosreligiosos.

    Terminada la guerra se acab la persecucin a la Iglesia. Hubo dificultades que trans-

    cendieron a pesar de que se quisieron ocultar. En el rgimen de la Victoria se haban incrustadopolticos liberales, avalados por la persecucin que haban sufrido por parte de las hordas rojas.Dicha persecucin no fue suficiente para que renunciasen a los principios polticos que profe-saban que eran el origen del engao que haba llevado a aquellos ignorantes y hambrientos almarxismo y anarquismo. Volvieron a las malas artes del la monarqua saguntina, corregidas yaumentadas por el totalitarismo de moda. Pero, en general, las relaciones fueron buenas y elEstado protegi a la Iglesia. En opinin de algunos, con exceso.

    A medida que los aos pasaba y se vea inminente la muerte de Franco, se incrementaronlas cbalas sobre el futuro poltico de Espaa. Por indicacin de la Santa Sede el Nuncio Dada-glio fue colocando en las sedes episcopales a personas favorables a la democracia. La Iglesia

    espaola se inclin a favor de la democracia que tanto la haba hecho sufrir. Los aos habanpasado. Los clrigos ignoraban la historia. Incluso la ocultaban. Recordemos al respecto quela monumental obra de Montero La Persecucin Religiosa en Espaa no ser volvi a editaruna vez agotada. Que catlicos celosos tuvieron que hacer copias por xeros para satisfacer lacuriosidad de quienes queran conocer los sucesos de aquellos tiempos.

    No vamos a repetir lo que otros ya han escrito. Solo recordar que el cambio poltico fueapoyado por la Jerarqua, salvo excepciones. La homila que el Cardenal Tarancn pronunciaraen los Jernimos, con motivo de la Misa que inauguraba el reinado de D. Juan Carlos, sedestac por la promesa, o amenaza, de oposicin eclesistica en caso de que el nuevo rgimenincurriera en decisiones injustas. El nuevo rgimen implant el divorcio, el aborto, la educacin

    laica.y Tarancn no dijo ni po. Las amenazas se referan al supuesto de que el rgimen hu-biera seguido una lnea de continuidad con el anterior.

    Los catlicos oficiales tuvieron un importante papel en la configuracin del nuevo rgi-men. Con sus Cuadernos para el Dilogo, D. Joaqun Ruiz Jimnez, el Intelectual Catlico

    por antonomasia (como si otros no fueran catlicos) haba dado oportunidad a los pensadoresmarxistas para que hicieran propaganda de sus errores desde sus pginas. Eso ya en tiempos deFranco.

    Miembros de la Asociacin Nacional de Propagandistas Catlicos, agrupados bajo lafirma Tcito, nos cantaron desde las pginas del Ya las excelencias de la democracia quevena.

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    Cmo reaccionaron los demcratas ante esta aceptacin de sus principios por los cat-licos? Recordemos lo que dice el Sr. Mir y Adervol en la entrevista que le hicieron los de larevista Alba y que apareci en el nmero 7 de la misma:

    -Creo que el franquismo hizo dao a la Iglesia de diversas formas. Una de ellas fueadormecindola y otra, el que se relacionara con un rgimen poltico que coartaba las liberta-des. Esa asociacin fue utilizada como argumento para olvidar el papel que la Iglesia desem-

    pe durante la transicin e incluso antes y sin el cual, sta no hubiera sido posible.

    Los enemigos del rgimen anterior haban asociado a la Iglesia y al Rgimen sin queentre ambos hubiera ms acuerdo que el inevitable entre dos instituciones que tienen por sbdi-tos a las mismas personas. Y los haba asociado el odio que profesaban a ambos. A la Iglesia laodiaban desde siempre; porque s. Al Rgimen por otras razones.

    Ahora no olvidan el papel que la Iglesia desempe en la transicin; fingen olvidarlo que

    no es lo mismo, para as poder seguir cultivando el odio que desde siempre han sentido por ella.Que no lo olviden los ingenuos demcratas cristianos que insisten en alcanzar una convivenciacon quienes no quieren convivir, sino dominar.

    Fallecido Franco, los Tcitos tuvieron un papel importante en la configuracin del nuevorgimen. Fueron uno de los grupos fundamentales de la UCD, el partido que a toda prisa formSurez para aplastar a Alianza Popular. A ellos correspondi dar a dicho grupo poltico la garan-ta de un futuro democrtico y cristiano. Se llevaron casi todos los votos que esperaba AP. EnVizcaya, antes de que se confirmase la presencia electoral de la nueva formacin, las encuestas

    pronosticaban tres diputados a AP. Pocos das antes de la eleccin los pronsticos haban des-cendido a uno o ninguno. Sali uno.

    Sabido es, y no est de ms recordarlo, que UCD emple los mecanismos del moribundoMovimiento Nacional para su campaa electoral. Supimos de gente que les vot creyendo quelo haca por la continuidad del franquismo.

    De la animosidad de UCD a aquella AP, da prueba el hecho de que tan pronto MarcelinoOreja fue designado Ministro de Asuntos Exteriores, procedi a destituir de Director de la Es-cuela Diplomtica a Gonzalo Fernndez de la Mora, porque perteneca a AP.

    Poco despus Fraga se hara con las riendas de AP. Olvidando su pasado franquista yhasta sus escritos en contra de la democracia inorgnica, desplaz a las otras cabezas del partidoy lo llev al centro. Entonces se deshizo la UCD. Consumada la traicin ya no era necesaria.

    Entonces los Tcitos desembarcaron en AP. Incluido el mismo Marcelino Oreja que habaencontrado en Fernndez de la Mora la tacha de su pertenencia a dicho partido.

    En la transicin los demcratas cristianos jugaron el eterno papel de los tontos tiles.Trajeron un sistema en el que entraron como demcratas quienes, a pesar de alardear de serlo,nunca se haban comportado como tales. Hemos de creer que Marcelino Oreja ignoraba que asu padre le haban asesinado en Mondragn, en 1934, los mismos a quienes l daba entrada enel juego poltico. Puede que le hubieran dicho que muri de tifus. No se trataba de perdonar,que siempre hay que hacerlo, sino de dar paso a un soado juego democrtico a quienes desdeun principio proyectan no respetar las reglas del mismo.

    Hoy acampan en el Partido Popular, en el que han conseguido reunir a la derecha espao-la; a los herederos de aquel franquismo sociolgico que permiti mantenerse en el poder, hasta

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    que muri en la cama, al General Franco del que hoy abominan. Ellos dan el toque catlico a unpartido que proclama su aconfesionalidad y que con su Ruiz Gallardn, Celia Villalobos y otrosadopta posturas contrarias a la moral natural. All le tenemos a Jaime Mayor Oreja, de cuyo ca-tolicismo no podemos dudar pero que, siendo Ministro de Interior, en el I congreso Catlicos yVida Pblica, proclam bien claro que los catlicos no tenemos derecho a imponer a los demsnuestras opiniones. Como si la defensa de la vida, de la familia y de la libertad de enseanza,no fueran principios de orden natural, que estn por encima de toda clase de ideologas, y cuyaaplicacin beneficiara a todos, incluidos los que a ellos se opones.

    Y ah tenemos a los demcratas cristianos de la Asociacin Nacional de PropagandistasCatlicos figurando en todos los congresos Catlicos y Vida Pblica que con posterioridadal citado se han celebrado. Simultaneando tal presencia con los cargos directivos en un partido

    poltico que se encarga de no llevar a la prctica (eso por lo menos) lo que en dichos congresosse ha proclamado.

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    5. LA ASOCIACIN NACIONAL DE PROPAGANDISTAS Y LA POLTICA.

    Surgi la asociacin de la mente del P. Ayala S. J. pero fue D. ngel Herrera Oria elencargado de llevar a cabo la idea.

    La idea, en un principio, era estupenda. Se trataba de formar a los catlicos en la doctrinasocial de la Iglesia para que, de acuerdo con ella, pudieran actuar en la vida pblica. Incluidala poltica.

    Uno de los primeros jvenes convocados por D. ngel Herrera fue Don Jess de Cora yLira, que con el tiempo llegara a General Jurdico de la Armada y tendra una destacada accin

    poltica dentro del grupo carlista al que yo perteneca.

    Ya anciano, en 1958 me hablaba D. Jess de aquellas reuniones. Haba visto claramen-te que apartar del Carlismo a los jvenes catlicos figuraba entre las intenciones de D. ngel

    Herrera. ste era uno ms de los muchos catlicos que buscaban la eficacia y no podan con-formarse con una organizacin poltica que haba perdido tres guerras y tena cerrado el paso ala poltica oficial.

    En el pensamiento de Herrera Oria se esconda un error, aunque nunca lo dijo claramen-te: su plan pasaba por la aceptacin del liberalismo, aunque fuera como adversario, o no tanadversario, pero como un constituyente del sistema poltico.

    En el orden material es meritoria la obra de Herrera y sus propagandistas. Muchas crti-cas podremos hacerles. Pero una mayor nos tenemos que hacer nosotros mismos: no haber sidocapaces de habernos adelantado a ellos y haber llevado a cabo esa labor. No es ste el lugar dedetenernos en considerar los apoyos con que ellos contaron y que a nosotros nos fueron nega-dos. Como quiera que fuera, hicieron lo que nosotros no fuimos capaces de hacer.

    Fue en la poltica en la que Herrera Oria y sus huestes fracasaron. Lleg el momento enque la Iglesia tena que ser defendida en el campo poltico, desde el que era perseguida. Loshombres de Herrera, apoyados por la Jerarqua, fundaron la Confederacin de derechas Aut-nomas CEDA.

    Fue este el partido que aglutin el voto catlico. Obtuvo unos buenos resultados en laselecciones al parlamento en 1933, siendo el que ms diputados consigui.

    Es conocido que, a pesar de ello, no form parte del primer gobierno presidido por D.Alejandro Lerroux. el 19 de diciembre de 1933.

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    Con toda justicia exigi entrar en el gobierno que se form el 3 de octubre de 1934 alcesar el de Samper. La entrada de tres ministros de la CEDA fue la seal que necesitaban lossocialistas para iniciar la revolucin que venan preparando desde meses atrs. El pretextode que no eran autnticos republicanos y que estaban preparando el camino para una dicta-dura fascista lanz a los nacionalistas catalanes y vascos (aunque stos no legaran a salir ala calle) y los marxistas a una autntica guerra civil que sobrepas a la grande de 1936 en laintensidad de sus desmanes. Siete miembros de las Escuelas Cristianas y un pasionista, mar-tirizados en Turn y ya canonizados, dan prueba del odio anticristiano que guiaba a aquellosdemcratas.

    Desde los campos monrquicos se ha criticado mucho a la CEDA por su aceptacin deljuego democrtico y de las instituciones republicanas. A nuestro juicio sin mucha justicia. Por-que es cierto que con los mtodos de la CEDA no se hubiera terminado con la Repblica. Peroera la poltica de la CEDA la nica que podan lleva a cabo los catlicos durante la misma.

    Tenan razn los monrquicos al afirmar que la Repblica nos llevaba al desastre. Quenada se iba a solucionar con su aceptacin por parte de los catlicos. Pero Qu habra ocurridode no aparecer la CEDA en la palestra poltica? Los fines que sus dirigentes haban asignado ala CEDA eran inalcanzables. El acabar con aquella Republica era una necesidad perentoria yHerrera Oria y sus hombres no estaban por la labor. En este sentido tenan razn los partidosmonrquicos al criticar de estril la poltica de la CEDA.

    Sin embargo creemos que ella no constituy ningn obstculo para el Alzamiento pos-terior. Las elecciones de febrero de 1936 marcaron su fracaso. No es momento de meternos aanalizar si el Frente Popular hizo trampa o no. Las masas catlicas se sintieron engaadas. Sus

    juventudes abandonaron las filas de la CEDA y pasaron en masa a la Falange.

    El fracaso de la CEDA tuvo su parte positiva. El que su dirigente, D. Jos Mara GilRobles haya podido, o se haya visto obligado a ello, escribir aos despus una obra con el sig-nificativo ttulo de No fue posible la Paz es un irrefutable argumento que apoya la tesis de quela democracia liberal es imposible en Espaa.

    Desde un primer momento lo que quedaba de la poderosa organizacin de la CEDA sepuso a favor del Alzamiento. Donde la sublevacin triunf aportando hombres y dinero a lamisma. Donde triunf el gobierno, la sangrienta persecucin de que fueron objeto sus hombresles igual a los dems partidarios del Alzamiento.

    Gil Robles salv su vida poniendo tierra por medio. Hoy es generalmente admitido que

    los esbirros que asesinaron a Calvo Sotelo haban visitado antes su domicilio en su busca. Paraentonces ya estaba en Francia. Desde all puso a disposicin de los sublevados medio milln de

    pesetas que tenan en caja como remanente de la campaa electoral.

    A la sazn, D. ngel Herrera, habiendo abandonado la direccin de los Propagandistas,se hallaba en Fribugo (Suiza) estudiando Teologa, con intencin de ordenarse sacerdote. Se dice,con muchos visos de verosimilitud, que le lleg el falso rumor de que Gil Robles haba hecho unasdeclaraciones contrarias al Alzamiento y que D. ngel se apresur a felicitarle por ello.

    Est comprobado que a lo largo de la guerra mantuvo relacin con el grupo de discpulossuyos que dirigan el PNV que se uni a los rojos. Porque es preciso recordar que a los propa-

    gandistas pertenecan Jos Antonio de Aguirre y otros dirigentes nacionalistas.

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    Gil Robles reconoci el fracaso del intento de convivir democrticamente con las iz-quierdas espaolas. Lo que es imperdonable es la contumacia con que l y otros propagandistasinsistieron posteriormente en traer a Espaa otra democracia.

    Ordenado sacerdote, D. ngel regres a Espaa donde pudo ejercer su apostolado conms tranquilidad que si no hubiera sido derrotada la Repblica que haba recomendado reco-nocer. Rpidamente fue nombrado Obispo de Mlaga. Su influencia en los medios catlicossigui siendo grande. En la escuela Social Len XIII que l fundara se formaban gran partede los sacerdotes y seglares que dirigieron los movimientos apostlicos. Como no poda sermenos, en dicha escuela se ejerca la inevitable crtica al Rgimen que mantena innecesaria-mente una dictadura, no tan rgida como hoy se nos quiere hacer creer, pero dictadura. Ellolo hizo D. ngel compatible con dedicar a Franco una de las salutaciones ms aduladorasque de labios episcopales escucharon sus odos. Ocurri cuando el Caudillo visit Mlaga yel Obispo le recibi en la Catedral bajo palio (el Cardenal Segura se haba negado a hacerlo).En la ocasin fue mucho ms all del consejo evanglico de ser cndidos como palomas ycautos como serpientes.

    Su participacin en el Concilio Vaticano II se hizo notar por su intervencin a favor de ladifusin de la doctrina social de la Iglesia. Fue anunciada das antes y reproducida ntegramenteen los peridicos. Nosotros la esperamos con inters. Cuando la lemos nos defraud. Insista enla conveniencia de ello como medio de evitar que los obreros abandonasen la Iglesia. Siempre

    buscando la eficacia! Las aadiduras que acompaan a la Justicia de Reino de Dios.

    Es de todos conocidos la influencia que tuvieron los Tcitos desde las pginas deldesaparecido Ya en la orientacin que se dio al actual sistema democrtico. No es ningn se-creto que se trataba de un grupo de propagandistas. Podan haber orientado la evolucin poltica

    hacia una recuperacin de las libertades tradicionales. Se nos ocurre que ello habra sido posiblemanteniendo el sindicato existente pero desvinculado de las estructuras estatales, restaurandolos Conciertos Econmicos de Vizcaya y Guipzcoa, manteniendo las Cortes con su estructura,

    pero asegurando la independencia de los procuradores respecto al estado, etc.

    Pero prefirieron sumarse a la corriente de copiar de Europa la democracia laicista y parti-tocrtica que padecemos. Y es que para ellos la forma democrtica se ha convertido en un dogma.De modo que por no mezclar Religin y poltica, prescinden del Reinado Social de Jesucristo,

    proclamado por los Pontfices actuales. Pero introducen en su doctrina, como si formara partede la doctrina social de la Iglesia, el principio democrtico. Principio que no vamos a analizar yrefutar desde el punto de vista de la doctrina catlica, porque otros lo han hecho ya y mejor que

    nosotros, pero que rechazamos desde el sentido comn a la vista de sus repetidos resultados.Es sabido que numerosos propagandistas ocupan importantes cargos en el PP. Es conoci-

    da tambin la vacilante poltica de dicho partido en cuestiones fundamentales como el divorcioy el aborto. Qu papel juegan en ello los propagandistas? Qu pensar de ellos? Les aplicare-mos la duda que expresa una cancin popular gallega: Es que non podes/ es que non sabes/ esque perdiches las habilidades (lo hemos escrito como nos suena)

    Actualmente la Asociacin Catlica de Propagandistas est haciendo acto de presenciaen la vida pblica. De momento se limita a difundir principios de doctrina social de la Iglesia,en los que todos estamos de acuerdo. Les mueve el deseo de defender a la Iglesia y a la Sociedad

    de los ataques de que son objeto por parte del socialismo gobernante. Hasta ah todo bueno.

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    Pero no olvidemos que los ataques mencionados vienen del campo poltico. Es en elcampo poltico donde hay que hacerles frente. Cmo?

    En un principio podramos haber pensado (pensando mal) que se trata de llevar a los

    catlicos a un activismo poltico dentro del PP. Ya no se trata solo de beneficiarse de los votosque dicho partido ya tiene secuestrados, sino de utilizarlos en una actividad de la que dichaformacin carece. La presencia en tales actos de personas que ya han sido traicionadas por elPP, como el Prof. Aquilino Polaino, nos hace pensar que dicho camino se ha cerrado. Sigue elinterrogante: Cul ser el siguiente paso de los Propagandistas Catlicos?

    Cualquiera que sea conviene que no desprecien las enseanzas de la experiencia. Muchodebe el catolicismo espaol a la accin de los Propagandistas. Pero no olvidemos el fracaso desu actuacin poltica. Y no nos referimos a la que tuvieron en tiempos de la Repblica, sino a la

    posterior. A la conducta que observaron durante el cambio poltico. Ellos tuvieron mucha parteen la culpa de la triste situacin por la que hoy pasan Espaa y la Iglesia. Precisamente en la que

    a muchos de ellos les ha llevado a dar el paso adelante y lanzarse a la vida pblica.En una palabra: vemos con simpata la accin de los propagandistas animando a los

    catlicos a hacer acto de presencia en la poltica. Cierto es que su no rechazo del liberalismo,al menos hasta ahora, y su hijo el sistema democrtico suscita en nosotros fundados temores deque cuando llegue el momento de lanzar a los catlicos a esa accin poltica necesaria incurranen los mismos errores del pasado.

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    6. LA CLAVE LO ACLARA TODO.

    Y la clave est en lo que hace muchos siglos escribi San Agustn:

    Dos amores construyeron dos ciudades: el amor propio hasta el desprecio a Dios hizola ciudad terrena; el amor de Dios hasta el desprecio de s mismo, la ciudad del cielo. En unalos gobernantes son dominados por la pasin de dominar sobre los hombres, en la otra todos

    son servidores del prjimo en la caridad, los jefes velando por el bien de sus subordinados ystos obedecindoles.

    San Agustn parte de que el hombre es un ser social que vive en una ciudad. La ciudadpuede optar por amar o despreciar a Dios. Cuando se desprecia a Dios se llega a que los gobernan-tes son dominados por la pasin de dominar a los dems hombres. Los polticos que desprecian aDios no dirn nunca que actan dominados por la pasin de dominar, incluso formularn progra-mas llenos de altruismo y filantropa. Sus hechos terminarn dando la razn a San Agustn.

    En un mtodo de lengua rusa, impreso en 1989, que serva lo mismo para ensear elidioma que para difundir los principios comunistas se describen las cualidades que deben ador-nar a un miembro de la clase directora:

    Valor ciudadano, lucha por la verdad, capaz de ver sus propias faltas, alta cultura, ardoren el trabajo. No puede mentir, no puede engaar, se entrega generosamente.

    Tambin los comunistas apreciaban las cualidades que cada uno de nosotros quisierapara s. Pero se olvidaban que todas ellas deben ir animadas por el amor a Dios. Entre lo que selee en el mtodo y la realidad de la vida en el estado comunista haba una gran distancia.

    Los catlicos aceptamos todo lo bueno que nos puede proponer el no catlico. Peroaadimos a ello el amor a Dios, que dice San Agustn. Podra corresponder el no catlico dejn-donos con nuestro amor a un Dios en el que l no cree, que para l no tiene ningn fundamentoy que, por tanto, en nada puede perjudicarle.

    Pero no es as. Podra ser as; pero los hechos demuestran que nunca ha sido as. Lo he-mos visto ms arriba repasando la historia de Espaa. Pero lo mismo ocurre en Europa. En laconferencia de apertura del VII Congreso catlicos y Vida Publica el Dr. Robert Spaemannlo ha declarado sin tapujos:

    Un catlico cuyas convicciones coincidan con la doctrina moral de la Iglesia catlica,no est cualificado para ocupar un puesto de direccin en la comunidad europea.

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    Quien caracteriza al Estado moderno como un Estado secular ha tomado ya partido poruna posicin. (quiere decir antirreligiosa).

    De nada sirve que George Weigel demuestre en un agudo estudio que la democracia

    necesita de Dios para subsistir. De nada sirve que los catlicos nos acerquemos a los hijos de laRevolucin pretendiendo conciliar nuestra Fe con la democracia que ellos traen. El demcratano lo acepta, aunque lo finja.

    Ya lo dijo Nuestro Seor: o conmigo o contra m. Lo dijo y no nos lo inventamos,aunque sea algo sobre lo que los demcratas cristianos no reflexionan.

    Dos elementos configuran la democracia: contraste de ideas y lucha por el poder. Estaes consecuencia de lo que San Agustn denomina: pasin por dominar a los dems hombres.Se comprende que sea violenta, porque las ventajas materiales que consigue el que llega agobernar satisfacen esa necesidad humana que el Arcipreste de Hita, inspirado por Aristteles,

    denominaba haber mantentencia. Sin embargo mucho ms violento resulta el combate conse-cuencia del contraste de ideas. O el cristiano se rinde, como ya ha ocurrido en muchos pases, oes perseguido hasta la muerte.

    Qu pueden temer los demcratas clsicos (autnticos) de los demcratas que a susconvicciones aaden el amor a Dios? No pueden temer nada. Pero algo odian cuando no lostoleran.

    Es de sentido comn: los polticos que se mueven por el amor de Dios hasta el despre-cio de s mismos, y gobiernan como servidores del prjimo en la caridad, velando por el biende sus subordinados constituyen un reproche viviente para los movidos por el amor propiohasta el desprecio a Dios.dominados por la pasin de dominar sobre los hombres. Los que

    antes que en s mismos piensan en el bien comn son insoportables para los que llegan al podersin ms idea que el comamos y bebamos que maana moriremos.

    Basta leer la prensa diaria para horrorizarse de la corrupcin que hoy existe en la pol-tica, tanto espaola como internacional. Los polticos que se mueven por el amor propio hanhecho de sus partidos autnticas cuevas de Al Bab. Los partidos, que en principio deberan serescuelas de pensamiento para orientar la accin poltica de los ciudadanos, se han convertido enmaquinarias para la conquista del poder y repartir entre los suyos los frutos materiales que elloacarrea. Frutos que son muchsimo mayores que en el pasado por el papel que el estado se haatribuido de tutor universal, lo que justifica los inmensos recursos que rene por va de tasase impuestos abusivos.

    Examinemos la realidad y veremos que hoy los partidos tienen como principal funcintriunfar polticamente para apoderarse de riquezas y repartirlas entre los suyos. Apoderarsede bienes y repartirlos, es una accin buena o mala? Al menos es lo que hacen las bandas demalhechores.

    En el debate democrtico, los que propugnan una democracia con Dios estn constre-idos a la hora de la accin. La moral les impide el empleo de ciertos mtodos. Los contrarioscarecen de ese freno moral. No tienen el menor reparo de saltarse a la torera toda norma, inclusolas que marca el principio democrtico. Los de la ciudad humana participan en el debate conuna clara ventaja. Como si en una competicin deportiva les estuvieran permitidas todas las

    infracciones al reglamento, mientras ste se aplica severamente a sus adversarios.

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    Esto es lo que hoy ocurre en Espaa. Aunque el PP est muy lejos de enarbolar la ban-dera de la ciudad del cielo, es indudable que en sus filas militan hoy los pocos polticos que

    profesan ese ideal. Las trampas que dicho partido ha de aguantar por parte del PSOE estn a lavista.

    Es lo que el Dr. Spaemann resume en su conferencia citada con la pregunta:

    No est condenado al fracaso todo intento de neutralizar la oposicin entre fe y no fe, yde ordenar la comunidad humana poniendo entre parntesis la cuestin de la verdad?

    El filsofo alemn no da respuesta a la pregunta. No se atrevi a enfrentarse con lo po-lticamente correcto? A nosotros la nica respuesta que se nos ocurre, SIEMPRE A LA VISTADE LA REALIDAD, es un rotundo S; EST CONDENADO AL FRACASO.

    Los partidarios de la ciudad del cielo vivimos en la realidad terrestre. Sabemos que elideal agustiniano de los jefes velando por el bien de sus subordinados y stos obedecindoles

    no se cumplir en la Tierra con toda su perfeccin. Pero la historia nos habla de gobernantes quese movieron por esos ideales y que reportaron inmensos beneficios a los territorios que rigieron.El hecho de que el ideal no pueda ser llevado a rajatabla no nos retrae a la hora de proclamarque debe ser mantenido, porque, aunque nada ms sea como el modelo a que debe atenerse un

    buen gobernante, ha producido y est llamado a producir, grandes beneficios a la humanidad.Del mismo modo que la conciencia de nuestra humana condicin de pecadores no debe desani-marnos en nuestras aspiraciones a la santidad.

    Por eso, en bien de la sociedad en que vivimos, sin ningn temor a ser tratados de fun-damentalistas, proclamamos nuestra adhesin al ideal de la ciudad del cielo. Especialmentedespus de haber comprobado a dnde nos han llevado ya los polticos partidarios de la ciu-

    dad terrena, que carecen de toda referencia moral y son guiados exclusivamente por la pasinde dominar sobre los hombres.

    El ya citado Dr. Spaemann se sigue preguntando:

    Pueden los creyentes renunciar a convertir en legislacin lo que consideran manda-mientos de Dios, cuando lleguen a ser mayora en un Estado?

    Daremos nosotros la respuesta que tuvo a bien omitir, que es un NO ROTUNDO. Re-nunciar, por nuestra parte, supondra traicionar a la sociedad en que vivimos. Resignarnos adejar a nuestros sucesores como herencia la vida en este infierno a que nos ha llevado la demo-cracia. Y en su serie de preguntas sigue:

    Y al revs, no es comprensible que increyentes rechacen una legislacin cuyos funda-mentos no son plausibles para ellos?

    Comprensible o incomprensible es lo que hacen los increyentes. No se limitan a rechazaruna legislacin beneficiosa para la sociedad, sino que promulgan leyes antinaturales, que con-ducen a la destruccin de esa sociedad.

    Qu hacer entonces con los increyentes organizados en partidos polticos? No quedaotra solucin que la de prohibir esos partidos, si hemos de evitar que la sociedad se disuelva. Yno emitimos este juicio movidos por lo que ellos YA ESTN HACIENDO CON NOSOTROS.

    Por el hecho de que un catlico cuyas convicciones coincidan con la doctrina moral de la Igle-sia catlica, no est cualificado para ocupar un puesto de direccin en la comunidad europea.

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    Sino por el mal que esas ideas, llevadas a la prctica, han producido ya, y seguirn produciendoa la sociedad europea.

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    7. EL REINADO SOCIAL DE CRISTO.

    Siguiendo con las preguntas del Dr. Spaemann:

    Pero, no quieren teocracia tambin los cristianos? No quieren el reinado, el reinode Dios en la vida tanto privada como pblica? Realmente s lo quieren. Pero tienen tambin la

    frase de Jess ante Pilatos: Mi reino no es de este mundo. Y Jess dice esta frase para acla-rar que l no quiere extender o defender este reino con los medios de los reinados terrenos.

    Tendra que haber aclarado el maestro tudesco que lo que los cristianos queremos no esninguna teocracia. Que en la Cristiandad occidental han existido los dos poderes perfectamentediferenciados: el Papa y el Emperador; el espiritual y el temporal.

    Hace ya dcadas que Jean Ousset aclar estas cuestiones en su obra Para que l Reine.

    Cmo reina N.S. Jesucristo con un reinado que no es de este mundo?.

    En la homila del Domingo de Ramos de este ao (2006), Su Santidad nos ha recordadoque Jess entr en Jerusaln montado sobre un pollino para significar el carcter de su reinado.Como ste no es igual que el de los reyes de la Tierra, utiliz un humilde animal para distinguir-se de los que hubieran hecho su entrada en carroza o a caballo.

    Los carlistas queremos para Espaa un Rey que haga su entrada en las ciudades con loshonores que le corresponden: en carroza o a caballo. Pero que, descendiendo de la carroza odel caballo, pase a la Catedral a postrarse ante el Rey que cabalg en el pollino y reconozca susoberana social.

    En la obra citada ms arriba, Jean Ousset aclara que la frase de Jess a Pilato, mi reinono es de este mundo no debe de interpretarse como que el Reino no est en este mundo, sinoque es diferente a los que hay en este mundo. La aclaracin que l mismo da: si mi Reino fuerade este mundo, mis servidores me habran defendido invita a aceptar la interpretacin de Ous-set. De modo que el Reino de Jesucristo est en este mundo, aunque no sea de este mundo.

    En el campo catlico, por desgracia, son muchos los que a base de pensar que el Reinono es de este mundo, quitan todo valor a la presencia del Reino en este mundo. Lo interpretancomo si el Reino no fuera ms que la aceptacin de Jesucristo como Salvador, pero de modoindividual por parte de cada uno de los cristianos. De mismo modo que la Ilustracin desterrla Religin de la vida pblica para relegarla al mbito de las conciencias.

    Si ello fuera as el Padrenuestro nos lo habra enseado Jess de otra manera. En l hay

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    dos peticiones bien diferenciadas: venga a nosotros tu Reino y hgase tu voluntad en la tierracomo en el cielo. Si la existencia del Reino se diera exclusivamente en cada persona, bastarala segunda peticin. No sera necesaria la primera.

    As lo ha interpretado siempre la Iglesia. Como reaccin al laicismo que se impuso enla Europa que configuraron los tratados de Versalles, se instituy la Fiesta de Cristo Rey. Laliturgia posterior al Concilio Vaticano II ha dado mayor realce a la celebracin, al colocarla alfinal del ao litrgico. Juan Pablo II quiere que recordemos una vez por semana, en el tercermisterio de la luz: La institucin del Reino.

    Cuando el mismo Salvador y su Iglesia hablan de un Reino, tienen que referirse a unarealidad. Es inconcebible que el Verbo quisiera regalarnos una figura retrica. Y que nos ense-ase a orar pidiendo al Padre algo que vale menos que una nube. El Reino se da en ste mundo,aunque no sea como los de este mundo.

    Nuestro Rey D. Jaime dijo en su manifiesto de Paris del 24 de marzo de 1919deseo, por encima de otra aspiracin, el Reinado de Jesucristo sobre los Reyes y so-

    bre los pueblos, en el individuo y la sociedad, bien persuadido que fuera de El no hay salvacinni para la sociedad ni para el individuo.

    Pues si fuera de Jesucristo no hay salvacin para la sociedad, los catlicos traicionamosa esa sociedad si renunciamos a que sea realidad su Reino en este mundo.

    Volvamos a una de las preguntas que formul el Dr. Spaemann en su conferencia cita-da: no es comprensible que increyentes rechacen una legislacin cuyos fundamentos no son

    plausibles para ellos?

    Es comprensible. Incluso que lo hagan de buena fe. Pero los catlicos tenemos que ac-tuar en consecuencia con lo que decimos creer: Fuera de l no hay salvacin ni para la socie-dad ni para el individuo. Por caridad hacia esos increyentes no podemos renunciar a convertiren legislacin lo que consideramos mandamientos de Dios.

    Dicho as producir un rechazo total en los no creyentes, que puede llegar a ser violento.Pero tenemos que ser serios; presentarnos como lo que somos. Si no lo hacemos incurrimosen falsedad. O bien falsedad ante Dios por llamarnos catlicos y no actuar como tales. O bienfalsedad ante los hombres por ocultar nuestras verdaderas intenciones.

    Repetimos: o Reino de Cristo o catacumbas. A las catacumbas nos llevaron en Espaa

    hace tres cuartos de siglo. A las catacumbas nos quieren volver a llevar. Si es voluntad de Diosque volvamos a ellas, lo aceptaremos. Pero que nadie pretenda que bajo el nombre de cristianosseamos nosotros quienes llevemos a la Iglesia a las catacumbas.

    Y tengamos por seguro que en un sistema poltico cristiano, los increyentes vern respe-tado sus derechos. Nos lo impone el mismo Cristo. Mientras que en el sistema actual los cristia-nos y no cristianos vivimos oprimidos. Las dos manifestaciones del ao 2005 lo prueban.

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    8. Y LA ACCIN POLTICA?.

    Las Impresionantes manifestaciones de junio de 2005, en defensa de la familia, y en

    noviembre del mismo ao, en defensa de la libertad de enseanza, son prueba de que en Es-paa queda mucho bueno y sano a pesar de la corrupcin que parece invadirlo todo y que esfomentada por los gobiernos. Las manifestaciones fueron organizadas por diversos grupos,generalmente de catlicos practicantes, que han decidido romper el silencio y dar la cara. Cadagrupo responde a una necesidad concreta. Ha surgido con independencia de los dems. El hechode que los postulados que defienden estn de acuerdo con la doctrina social de la Iglesia y quealgunos prelados animaron a los fieles a dar la cara ha dado lugar a que el enemigo atribuya ala Iglesia la organizacin de las manifestaciones.

    Hay movida, como ahora se dice. A dnde nos conducir? Si los problemas que la hanmotivado se han originado en la poltica, es inevitable que se termine organizando un grupo de

    accin poltica. La doctrina no basta. Tiene que plasmarse en una organizacin para la accin.Hace unos das cambiaba yo impresiones con un viejo amigo que siempre se ha mani-

    festado como liberal. Era a la salida de misa. Despus de demostrarle yo lo anacrnico de su li-beralismo, que se limitaba al recuerdo de su abuelo que particip en la defensa de Bilbao frentea los carlistas en el sitio de 1874, me sorprendi cuando me dijo: Esto no tiene solucin hastaque nos gobernemos con el Evangelio.

    No basta le repliqu recuerda que hace pocos das nos han ledo en la misa el epi-sodio en que los israelitas piden a Samuel un rey. Samuel se niega. Piensa que con Yahv basta.Y es el mismo Dios el que le manda que les de un rey.

    Hoy en Espaa es necesario un grupo de accin poltica que lleve a la vida pblicalos principios de derecho natural que los gobiernos llamados democrticos estn conculcando.Quin lo organizar? En qu principios polticos se basar?

    Si echamos un vistazo a la historia veremos cmo la impa Revolucin de 1868 fue de-rrotada por el Carlismo bajo cuya Bandera se acogieron la mayor parte de los catlicos espao-les. La restauracin alfonsina no fue sino la transaccin a que dicha Revolucin se vio obligada

    para que su derrota no fuera completa. Por eso dira Carlos VII en su testamento Poltico: Loque del naufragio se ha salvado, lo salvamos nosotros, que no ellos; lo salvamos en contra de suvoluntad y a costa de nuestras energas.

    La victoria de la Revolucin se debi, ms que al nimo de los malos, al desnimo de losbuenos. Cabrera fue engaado por la diplomacia alfonsina y acept una reedicin del Convenio

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    de Vergara. No lo cumplieron los otros y el Caudillo tortosino muri al poco tiempo amarga-do por el engao de que haba sido objeto. El pronunciamiento de Sagunto priv de muchosapoyos al Carlismo. Para qu seguir luchando si ya tenemos una monarqua reconocida por elVaticano?

    El desnimo hizo mella en otros muchos a lo largo de los aos que siguieron. No vamosa analizar los motivos que a unos y otros llevaron a abandonar las filas carlistas. Slo recordarque ni personas ni grupos hicieron nada de provecho una vez que se separaron del Carlismo.

    La llegada de la Repblica - el peligro a la vista propici el retorno al Carlismo de gru-pos que lo haban abandonado. As el Carlismo, el despreciado por todos durante medio siglopor quienes tenan inters en ayudarlo y el deber de defenderlo (Carlos VII Testamento Pol-tico) pudo salvar a Espaa en julio de 1936. Porque los abandonados en 1876 no claudicaron alvolver a sus casas. Porque, sordos a los cantos de sirena que les llamaban a otros grupos mseficaces, ms en consonancia con los tiempos se refugiaron en sus crculos e inculcaron a

    sus hijos y nietos la esperanza en el triunfo final.No es nuestra constancia la cabezonera del soberbio que prescinde de la realidad. Al

    contrario: porque conocemos la historia y el triste fin que han tenido todos los movimientosbienintencionados que han surgido en Espaa a lo largo del ltimo siglo, nos mantenemos enla postura de siempre.

    Discusiones con amigos y reflexiones propias nos han llevado en ocasiones a pensaren la posibilidad de abandonar el Carlismo que parece muerto. A dnde vamos? No podemos

    prescindir de ninguno de los puntos del trilema. Sin Dios el gobernante se vuelve tirano. En otrocaptulo hemos mencionado una obra reciente en la que se afirma que la democracia necesita

    de Dios para subsistir.Sin Fueros desaparece la Patria. Los ciudadanos se quedan sin defensa frente a los abu-

    sos del poder y sin cauces para una participacin poltica seria. Un gobierno absolutista anulalos cuerpos intermedios y deja a la persona inerme ante sus abusos. Esto ya ocurre hoy.

    El Rey es la mejor garanta de un poder nico, independiente, responsable y permanente.Adems del embrujo que la realeza ejerce sobre el pueblo y por encima del mismo, podemosdemostrar que la Monarqua Catlica es el mejor sistema para Espaa goce de un gobierno quecumpla las condiciones ms arriba enumeradas.

    Cualquier movimiento poltico que se organice para llevar a cabo las aspiraciones de ese

    sector del pueblo espaol que se manifiesta contra las injusticias del actual sistema, tiene quebasarse en los tres puntos indicados: Dios, Patria y Rey.

    Dios, Patria y Rey. Lema que en Espaa proclamamos los carlistas pero que est porencima del Carlismo. Lo invocaba ya Cervantes hace cuatrocientos aos. Lo invocaron los ti-roleses que se sublevaron contra Napolen. Por las mismas fechas era el lema que guiaba a losespaoles que luchaban contra el mismo tirano.

    Fue en agosto de 1993. Mis trabajos profesionales me llevaron a Novo Lipesk (Rusia).Un ingeniero de unos cuarenta aos, profesor de una escuela superior de ingeniera, comentconmigo la situacin de Rusia: Veo mal futuro. Aunque se ha derrotado al comunismo, nos hadejado un pueblo sin Religin, un estado sin instituciones, y nos extermin la Familia Impe-rial. Ignoro qu vera en m para hacerme tal confidencia.

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    -Eres de los mos- le contest- Echas en falta para Rusia lo mismo que nosotrosdefendemos en Espaa: Dios Patria- Fueros y Rey.

    A los catlicos que piensan que el Carlismo pas (que son legin) les rogamos que

    propongan hoy un partido nuevo, con un programa de actuacin. Pero que no nos vengan repi-tiendo lo que ya ha fracasado en varias ocasiones: un partido que acepta los principios polticosdel liberalismo y se basa en la Doctrina Social de la Iglesia en defensa de un mal menor. Esos que ha fracasado. Si el fracaso del Carlismo es no haber triunfado, el de esos grupos es que,habiendo alcanzado el poder, han sido incapaces de hacer retroceder a la Revolucin un solo

    paso. Cuando no han colaborado con ella.

    A pesar de la situacin de impotencia porque hoy pasa la Comunin TradicionalistaCarlista seguimos militando en ella. No slo por un idealismo que nos lleva a despreciar lasapariencias (que no son realidad) a renunciar de las delicias que reporta el militar en un partidoque participa del sistema y poner toda nuestra esperanza en la Divina Providencia. Seguimos en

    el Carlismo por realismo. Porque no tenemos ganas de perder el tiempo insistiendo en experien-cias ya fracasadas. Tenemos lo que no tiene ningn partido: principios sanos.

    Principios de los que no somos dueos, sino defensores. Principios que podra adop-tarlos otro partido. Eso estamos esperando: que con el nombre que sea y quienquiera que sea,alguien levante la Bandera de Dios, Patria y Rey. Pero sin recortes ni concesiones. Si alguien escapaz de organizar ese nuevo partido que en un futuro cumpla la misin que ha desempeadoen el Carlismo a lo largo de los siglos XIX y XX, sera para nosotros un alivio.

    Pero mientras eso no ocurra seguiremos siendo carlistas, militando en la CTC e invitan-do a los buenos espaoles a que lo hagan. Porque nadie pretender que si estamos insertos en

    una organizacin que defiende los nicos principios que pueden sacar a Espaa de este caos, laabandonemos en beneficio de algo que ni siquiera existe. Nos mantenemos carlistas en cumpli-miento del refrn vale ms pjaro en mano que ciento volando.

    Puede que sea necesario un milagro para que los principios de Dios, Patria y Rey seaplique en su integridad y salven a Espaa. Pero los milagros ocurren cuando la Providencialo decide. Lo que es imposible es sacar a Espaa de este caos mediante una transaccin con elliberalismo. No nos dejemos engaar por ilusiones. No repitamos experiencias ya fracasadas.

    Escritas las presentes lneas, se ha celebrado en Bilbao las Primeras Jornadas Catlicosy Vida Pblica en el Pas Vasco, durante los das 26 y 27 de mayo de 2006. En las mismas ha

    participado Lech Walesa, que ha constituido la figura estelar. De su interesante conferencia nos

    hemos fijado en un prrafo en que manifest que los p artidos polticos aparecen y desaparecen,pero que posprincipios permanecen.

    El Carlismo dura desde hace ciento setenta y tres aos porque tiene principios y se basaen ellos. Ms importante que su dinasta, ms importante que sus gestas guerreras ms impor-tante que sus pensadores y polticos ha sido su trilema. Dios, Patria-Fueros y Rey, sin los queno hubiera habido ni dinasta, ni guerreros, ni polticos.

    A qu principios se refera el poltico polaco? En una revista monrquica de su pascampeaba el lema Pro Deo Lege et Rege. Eran esos principios los que tena en la mente?

    Ni los ms contrarios al Carlismo pueden negar que tengamos principios. Puede questos no les gusten. Nos pueden indicar otros mejores? Si pueden que lo hagan. Mientras tanto

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    nosotros seguiremos con ellos, pues no conocemos otros. Seguiremos con lo que a ellos lesparece terquedad. Seguiremos con lo que en realidad es lealtad. Y lealtad a lo que nicamentepuede salvar a Espaa.

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    9. APNDICE. ALTAR Y TRONO.

    Por Dios, por la Patria y el Rey.

    En medios intelectuales catlicos se viene insistiendo en que hoy nadie habla de la unindel altar y el trono.

    Qu quieren decir con eso? En la Iglesia romana nunca se ha confundido el Altar conel Trono. Por eso nos parece improcedente esa insistencia que mencionamos. No vemos a quviene machacar sobre lo que es archisabido.

    En la Iglesia romana el Altar y el Trono han ido unidos en muchas empresas. En la largalucha contra los musulmanes desarrollada en Espaa, all donde llegaba el Trono cristiano seerigan altares. Lo mismo que en Amrica. En la mente de cualquiera estn presentes la batallade Lepanto y el sitio de Viena. Fue salvado el Altar por el sacrificio de los leales al Trono o por

    las elucubraciones de los intelectuales?No podemos evitar percibir en esa insistencia un encubierto ataque de los demcratas

    cristianos a quienes hemos luchado contra la Revolucin con las armas en la mano.

    Por el Altar y el Trono lucharon los vendeanos y chouanes franceses. Tambin lostiroleses que capitane Andreas Hofer. Y ms tarde

    de Carlos la hueste aguerridase levanta y se lanza a vengarel ultraje y la ofensa inferida

    al Monarca, a la Patria, al Altar.(Himno a los Mrtires de la Bandera Tradicional).

    Las cosas vinieron as. Porque los que atacaron al Trono tambin queran destruir elAltar y terminaron (ahora lo estamos viviendo) por intentar deshacer la Patria. Ni vendeanos,ni tiroleses ni carlistas salimos al campo como resultado de una elucubracin filosfica que nosllevase a confundir el Trono con el Altar. Salimos a luchar contra el enemigo que atacaba alAltar a la vez que al Trono. No fuimos nosotros los que confundimos los trminos. Fueron ellosy ellos sabran y sabrn por qu lo hicieron y lo siguen haciendo.

    Catlicos que queris dar una nueva cara a la Iglesia, no seis memos! Altar y Trono son

    distintos. Pero cuando nos encontramos ante los hechos no hay lugar a perder el tiempo con dis-

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    quisiciones doctrinales. Hoy se ataca a la Iglesia, se conculca la Ley Natural. Y los que atacan lohacen en nombre de la libertad y de la democracia. Repito que ellos sabrn por qu lo hacen.

    Cierto es que el sistema ha enseado sus pies de barro. La tragedia de humanismo ateo

    es que carece de principios que fundamenten una sociedad justa y libre. No es posible una de-mocracia cuando se rechaza la existencia de Dios, Eterno Legislador. Los demcratas ateos no

    pueden dar razn del por qu de los principios que proclaman. E insisto en lo de proclaman,porque no los profesan. Ningn demcrata renuncia a conculcar los derechos humanos y a fal-sificar los resultados de las urnas cuando puede hacerlo sin que se note.

    El trilema de libertad, igualdad y fraternidad ha sido y es una estafa en los labios delos revolucionarios. Si ha de salir de los papeles para convertirse en realidad slo ser posible sitriunfan los defensores del Altar y del Trono. La sociedad hoy necesita principios morales sanosestablecidos por Dios a quien dedicamos el Altar. Necesita tambin una organizacin poltica

    justa: el Trono. Y los que queremos salir del presente caos defendemos el Altar y el Trono. Sin

    ponernos a filosofar sobre el hecho de que sean diferentes. Sin confundirlos, como el nio noconfunde a su padre con su madre. Pero amndolos como se merecen.

    FIN