Celestino y El Tren

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    Celestino y el tren

    Autor:Magolo Crdenas

    CRDITOS

    1. Antes de partir

    2. Hacia Mxico!,

    3. El camino de fierro

    4. El plateado

    5. Una direccin

    6. Mxico!

    7. Celestino ha desaparecido

    8. Una funcin de teatro

    9. Aparece Celestino

    10. Adis a la ciudad

    COLOFN

    Libros del Rincn

    1. Antes de partir

    http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/rincon/trabajos_ilce/celes/htm/sec_1.htmhttp://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/rincon/trabajos_ilce/celes/htm/sec_2.htmhttp://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/rincon/trabajos_ilce/celes/htm/sec_3.htmhttp://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/rincon/trabajos_ilce/celes/htm/sec_4.htmhttp://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/rincon/trabajos_ilce/celes/htm/sec_5.htmhttp://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/rincon/trabajos_ilce/celes/htm/sec_6.htmhttp://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/rincon/trabajos_ilce/celes/htm/sec_7.htmhttp://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/rincon/trabajos_ilce/celes/htm/sec_8.htmhttp://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/rincon/trabajos_ilce/celes/htm/sec_9.htmhttp://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/rincon/trabajos_ilce/celes/htm/sec_10.htmhttp://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/rincon/trabajos_ilce/celes/htm/sec_11.htmhttp://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/rincon/trabajos_ilce/celes/htm/sec_12.htmhttp://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/rincon/trabajos_ilce/celes/htm/sec_1.htmhttp://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/rincon/trabajos_ilce/celes/htm/sec_2.htmhttp://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/rincon/trabajos_ilce/celes/htm/sec_3.htmhttp://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/rincon/trabajos_ilce/celes/htm/sec_4.htmhttp://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/rincon/trabajos_ilce/celes/htm/sec_5.htmhttp://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/rincon/trabajos_ilce/celes/htm/sec_6.htmhttp://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/rincon/trabajos_ilce/celes/htm/sec_7.htmhttp://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/rincon/trabajos_ilce/celes/htm/sec_8.htmhttp://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/rincon/trabajos_ilce/celes/htm/sec_9.htmhttp://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/rincon/trabajos_ilce/celes/htm/sec_10.htmhttp://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/rincon/trabajos_ilce/celes/htm/sec_11.htmhttp://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/rincon/trabajos_ilce/celes/htm/sec_12.htmhttp://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/rincon/trabajos_ilce/celes/htm/sec_1.htm
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    Pap no quera que llevramos a Celestino en nuestro viaje. Deca

    que, adems de ser un burro muy lento, tena un color que dabavergenza, que a ningn burro (por ms burro que fuera) se lehubiera ocurrido tener: Celestino era azul.

    Yo tena muchas ganas de conocer la capital y de recorrer con mipap el camino de Veracruz a Mxico por primera vez. Nac en unafamilia de arrieros y en ese entonces tena yo diez aos. Mi padre,igual que yo, haba hecho el camino con mi abuelo, tambin a losdiez aos. l sola contarme de esa primera vez que vio la gran

    ciudad, de las enormes casonas y las alamedas, de los dulces quepor all vendan. En aquel primer viaje de pap, mi abuelo llevabamaz y frijol, ninguna carga especial. La nuestra, en cambio, eraespecialsima: una mquina de coser, adems de cacao, harina yazcar. La mquina era un aparato chico, sin pedales, y para m eraalgo muy importante porque era mucho ms arriesgado viajar conalgo valioso.

    La verdad, que yo llevaba noches enteras sin dormir y esperando

    aquella madrugadita en la que emprenderamos el viaje,imaginndome el olor de las plantas del camino, pero no dejaba depensar en mi Celestino y, aunque me dola en el alma, estabadecidido a no ir si l no iba con nosotros. Y todo nada ms porque elpobrecito era azul, como si l hubiera tenido la culpa de que la tontade su mam se hubiera quedado pasmada frente al ro mientras lnaca. Celestino y yo habamos sido muy amigos, as que no podapensar en dejarlo solo, en que no conociera la ciudad y que no

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    viviera como yo esa primera experiencia en el oficio que meenseaba mi padre y que algn da tendra yo que practicar.

    -Adems de ser azul, este burro naci pasmado como su madre!,gritaba mi padre mientras que yo le tapaba las orejas a Celestinopara que no oyera esos gritos y fuera a sentirse triste, aunque la

    verdad, s era medio lento: se quedaba mirando el cielo -la lunasobre todo-, las sombras de los rboles, y no haba manera demoverlo. Yo lo quera muchsimo, lo acompa desde el da quenaci, ese da en que pap se fue hacia la labor afligido de ver queen su casa haba nacido un burro azul.

    Me arm de valor y dos das antes de partir me acerqu a pap paradecirle que sin mi burro yo no ira, que poda disfrazarlo con ceniza si

    l quera para que al menos se viera medio gris, pero que me dejarallevarlo. Ya varias veces Celestino y yo habamos ensayado el disfraz,y no resultaba mal. Del fogn sacaba yo puados de ceniza, se losiba poniendo al burro en todo el cuerpo y quedaba bien, conpedacitos medio manchados de azul, pero bien. l ni siquiera se dabacuenta. Ni le importaba tampoco, su color lo tena absolutamentedespreocupado. Despus de ver mi insistencia, pap me dijo al fin,sonriendo resignadamente, que lo disfrazara. As que fuimos al fogny lo cubr lo mejor que pude; luego fuimos a ver a pap. l se rea y

    miraba mi cara de espera porque yo no saba qu me iba aresponder. Finalmente me dijo que s, que llevaramos a Celestino,que no faltara un puado de ceniza para disfrazarlo antes de llegar ala capital, que durante el camino no le importaba mucho llevar unburro azul.

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    2. Hacia Mxico!,

    Escuch los primeros cantos y aleteos de los gallos. Me asom por laventana y los vi alzar sus crestas hacia el rumbo donde sale el sol.Seran las cuatro de la maana. Yo haba pasado la noche en vela. La

    panza me haca cosquillas cuando o la voz de pap:

    Pablo, es hora de levantarse, nos vamos a Mxico!

    Cuando nos fuimos, sent cmo a mam se le atoraba la voz. Ellatambin haba nacido en una familia de arrieros y ese primer viajemo significaba mucho para ella y para m. Celestino estaba ms grisque nunca, porque yo me haba encargado de pintarlo con excesivocuidado para que pap no fuera a arrepentirse a ltima hora.

    Nos encomendamos a San Pedro, patrn de los arrieros. Pap ymam estaban todava frente al fogn de la casa, donde herva elcaf en la olla de barro. La luz del da empezaba a despuntar porentre los carrizos que hacan las paredes de nuestra casa. Ellosdijeron juntos la oracin de partir, la oracin especial de nosotros:

    Te pido, apstol sagrado,que tan slo al invocarte

    cuando yo al camino salgay me asalte el malhechor,cuando me vea atribulado,all tu sombra me valga,

    siempre ests de mi parte,en el nombre del seor.

    Entonces partimos. En un rato estaba ya claro el cielo y a lo lejos sevea el jacal donde vivamos. Me pareca tan raro ser yo ahora el queparta y no el que, desde el corral de la casa, miraba cmo las mulasse iban haciendo cada vez ms chiquitas, cmo pap agitaba elsombrero hasta el ltimo momento mientras yo empezaba aextraarlo ya.

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    Desde el principio de nuestro viaje, pap empez a hablarme denuestro oficio, de lo viejo que era y del servicio que haba dado a lanacin. Pap estaba orgulloso.

    Desde la poca de los espaoles, deca, hemos trado y llevadomercanca. Unos arrieros van y vienen desde Acapulco. Ellos traan y

    llevaban cantidad de objetos preciosos, oro y piedras finas quellegaban en los barcos de oriente. Otros, en cambio, los que vienendel norte, han cruzado grandes llanuras y desiertos con sus mulas,atravesando por mltiples peligros y teniendo que enfrentarse atribus de indios apaches. Desde jalisco viajan otros, cruzando vallesmuy verdes. Somos un grupo de valientes, y por eso entre nosotroshan nacido hombres de ley que supieron pelear. Como Jos MaraMorelos, que fue uno de los que hicieron la Independencia. El arrierodebe ser fuerte, constante y alerta. Sobre todo ahora, que hay tanto

    bandidaje por los caminos.

    Yo lo vea desde abajo. Hablaba mientras liaba un cigarro. Era comoun gigante en esos momentos. Su rostro curtido y morenocontrastaba con el verde de los rboles altsimos, con el verde de laselva. En ese momento me di cuenta de que ya se haba alborotadoel ruido de los pjaros, de las guacamayas y de las chicharras. Todoshabamos empezado un nuevo da.

    Pap iba arriando las mulas y platicando. Vea su sombrero de alaancha forrado de hule, sus charreteras de cuero y sus brazosestirados y firmes. Me daba gusto ser su hijo, ser tambin como l,arriero.

    Esa noche paramos en una ranchera en la que me dijo pap quetambin l haba parado con su padre. No nada ms Celestino, al queya se le vean los ojos apagados y que se iba medio de ladito, estabacansado. Yo tambin. Habamos sentido el sol sobre nuestras

    cabezas todo el da y ahora las piernas estaban como engarrotadas,duras de cansancio. Como yo deba sentirse mi burro, acostumbradocomo estaba a pasrsela de flojo, noms pastando y mirando lassombras de los rboles.

    Ni modo, Celestino le dije quedito mientras lo descargaba paraque pap no fuera ornos ya nos tocaba hacernos hombre yo yburro t, burro de a deveras.

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    Celestino mene entonces las orejas, dicindome que mejor lo dejaradescansar, que no estaba en esos momentos para escuchar prdicas.Lo nico que pensbamos era en dormir, as que apenas omos lasplticas y las carcajadas de pap y los otros arrieros que seencontraban siempre en la misma ranchera para pasar la noche.Apenas entre sueos alcanc a or que los bandidos de Ro Fro

    andaban operando otra vez en la zona por la que nosotrospasaramos en nuestro viaje. Yo saba que de las bandas de forajidosque asaltaban los caminos, la ms peligrosa era la de los de Ro Fro,pero en esos momentos tena yo tanto sueo que ni siquiera se meocurri pensar en el peligro, y me fui quedando dormido.

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    3. El camino de fierro

    La verdad, que ni Celestino ni yo nos levantamos a la maanasiguiente con el mismo entusiasmo que el da anterior. Nossentamos muertos de cansancio, y ahora si que yo tena las piernasduras y entumecidas. Ya en el camino, se vean los volcanes a lolejos. En unos cuantos das estaramos entrando a la ciudad deMxico, y eso me llenaba de gusto.

    Como a las dos horas de que habamos empezado a caminar, omosunos gritos fuertsimos que provenan del bosque. Ni a pap ni a mnos parecan muy lejanos. Al principio no entendamos muyclaramente lo que las voces decan, luego poco a poco se nos fueronaclarando:

    Aquellos durmientes a la izquierda!

    Usted, Jacinto, prepare el chapopote.

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    Quiten aquellas hierbas!

    De pronto los tuvimos frente a nosotros: decenas de obreros estabantendiendo las vas del ferrocarril y los gritos eran los de loscapataces. Vimos cmo sudaban a cntaros colocando losdurmientes, cmo brillaban sus espaldas y sus brazos se levantaban

    sosteniendo los troncos pesadsimos, vimos sus rostros firmes yduros de tanto trabajo como tenan.

    Yo estaba extasiado mirando aquel ir y venir de obreros, oyendo elgritero y la algaraba con la que se entregaban a su trabajo y nopens en pap, no me di cuenta de que l se haba quedado mirandofijamente a los hombres, entristecido y mudo.

    Se acaba nuestro oficio, hijo, me dijo pap como adolorido.

    Estn construyendo el camino de fierro para que pase el tren.El tren, pens yo entonces, qu sera el tren? No lograbaimaginarme cmo sera. En el camino pap me fue explicando que setrataba de un enorme carro de hierro que echaba humo por encima,y que ira caminando siempre sobre esos fierros que ahora loshombres estaban colocando.

    Dicen que traer el progreso y la paz a Mxico, mi hijo. Son lostiempos modernos. Dicen que beneficiar muchsimo a nuestro pas."El ngel de la paz", lo llaman; por eso estaban esos seorestrabajando con tanto ahnco. Y ni qu, no hay vuelta de hoja, acabar

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    con nuestro oficio, la arriera pasar a la historia. Ser el tren el quelleve las arrobas que ahora llevan las mulas.

    Todo esto me lo iba diciendo con voz atorada. Yo le vea los ojosbrillando ms que nunca, pero la verdad esto no me preocupabamucho, yo iba pensando en el tren: una gran lombriz de fierro,

    rugiendo despavorida por el monte, arrasando con el campo; y meimaginaba las hojas de los rboles removidas y asustadas cada vezque lo vieran pasar. Todo esto lo haba ledo en los rostros de loshombres que trabajaban haciendo el camino de fierro; haba ledo suorgullo de ser ellos los que le preparaban el camino, y en eseentonces no me detuve mucho a pensar en los sentimientos de mipadre. De todo esto, Celestino por supuesto que ni se enteraba;segua tan plcidamente como siempre, mientras que pap y yobamos cada uno con la cabeza puesta en diferentes pensamientos.

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    4. El plateado

    Salimos de Puebla una maana muy tempranito. Pap me habadicho que al da siguiente tendramos que estar muy listos, quepasaramos por Ro Fro, el sitio de los bandidos; que deberamosestar al acecho de cualquier ruidito. Yo senta que l iba medionervioso. ARRRRRE, MULAS!, gritaba ms seguido que nunca.

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    bamos en esas cuando la Prieta, la mula que llevaba la mquina decoser, se tropez y se maltrat una de sus patas. No haba modo dehacerla ni para atrs ni para adelante, y menos con la carga quellevaba encima, que aunque no pesaba mucho, s la haca ms torpe.Me dio muchsima lstima y lo nico que atin a hacer fue ir abuscarle algo de agua fresca del ro para que la pobre descansara.

    Pap se qued junto a ella y cuando volv a su encuentro me cogi lasorpresa de que haba decidido que fuera el flojo de Celestino el quellevara ahora la mquina de coser, que de ese modo, sintindose lamula mucho ms liviana, podramos sacarla del atolladero. Volv losojos para buscar a Celestino que hasta ahora nada ms haba idocomo de paseo, sin llevar nada en el lomo ms que a ratos, a m o apap cuando queramos descansar. El muy condenado se habaescondido detrs de un arbustito y se haca el desentendido de puroflojo que era.

    Dnde andas? Ven ac, que ahora te toca trabajar. Ven ac,Celestino!

    Pero no me haca caso. Se haca el que estaba observando ahora losvericuetos de las lombrices en el suelo, como si estuviera ocupado enpensar y mirar el mundo.

    Ven ac, te digo, Celestino! No te hagas humo ahora que te

    necesitamos tanto. A trabajar, flojo!

    No podamos ponernos a descargar las arrobas de cacao, harina yazcar que llevaban las otras mulas porque hubiera sido cosa deperder varias horas, as que a Celestino le tocaba la de malas. Nohubo remedio. Le amarramos muy bien el huacal sobre el lomo y nosremos de mirar como dizque doblaba las patas como diciendo queno poda con tanto peso; agachaba la cabeza pidindonos compasinel muy flojo, y cerraba sus ojitos para coquetearme a m y que me

    compadeciera de su desgracia. Como dicindome:

    ndale, s? Que mejor no me llevaba la mquina encima, s?

    No le hicimos caso y a carcajadas empezamos a arrear las mulas. LaPrieta pudo caminar sin el peso encima y curada con emplastos quele puso mi pap, y Celestino no tuvo ms remedio que seguirnos.

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    Todo el tiempo Celestino se iba quedando atrs, y adrede ni pap niyo le hacamos caso; sabamos que de lo miedoso que era no seracapaz de quedarse solo en el bosque, le asustaba hasta el chillido deun pjaro arriero como nosotros.

    bamos cantando, cuando de pronto omos el ruido de unos caballos

    a galope. Celestino vena muy atrs con la mquina de coser o sehaba entretenido mirando algo, porque cuando ellos aparecieronfrente a nosotros no estbamos ms que las mulas, pap y yo. Era labanda de los de Ro Fro. Al frente de ellos vena un plateado, comose les llamaba a estos bandidos elegantes que siempre eran los jefesde la banda. Los botones colgantes de su pantalonera sonaban comocascabeles, mientras que su caballo estaba como encabritado. Lasilla que montaba brillaba y relumbraba con los rayos de sol quecaan sobre los chapetones de plata y las riendas que parecan

    cadenas del mismo metal. El caballo caracoleaba, y entonces alcanca distinguir el guila bordada en oro que llevaba en la espalda de suchaqueta y el sombrero lleno de adornos. Los otros, sus compaeros,estaban noms parados detrs de l, como esperando sus rdenes.El plateado tena un rostro duro y nos miraba hacia abajo sabiendo,como en todos sus robos, que estbamos muy asustados.

    Qu llevan las mulas?, nos pregunt con voz ronca y de un sologolpe.

    Noms cacao, harina y azcar, le contest pap.

    Est seguro que no llevan nada de ms valor, compadre?

    Nada, seor, dijo pap.

    Yo me acord entonces de Celestino y le rec a san Pedro y a toditoslos santos del cielo porque no se le fuera a ocurrir aparecer en ese

    momento. Que se quedara todava ms atrs, porque l era el quetraa la carga valiosa. Me concentr para pasarle el recadomentalmente: Ay!, Celestino, entretente lo ms que puedas, no teacuerdes de m ahorita, qudate quietecito all donde ests.

    Pues fjese, compadre, que vamos a tener que quitarle la carga,dijo el plateado dirigindose a pap.

    El miedo de pap, entonces, se convirti en coraje.

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    Pues fjese que no, le contest.

    Entonces s que yo empec a sudar fro. Me temblaban las piernas yla cabeza se me iba en pensar en que Celestino no fuera a apareceren ese momento. Me dio mucho miedo por pap, porque vi cmo elseor plateado iba enojndose ms y ms mientras discuta con l.

    Yo slo vea al plateado y pensaba en que no fuera a darse cuenta deque le mentamos, pero sobre todas las cosas me preocupaba pap,verlo tan enojado como estaba, saber que ellos eran seis y nosotrosnada ms dos.

    El plateado orden a dos de sus hombres que descargaran las mulas.Forcejearon con pap y lo golpearon muy fuerte, mientras yo gritaba,imposibilitado de hacer nada porque otro de los suyos me tena bienagarrado de los brazos. Pap qued inconsciente. Descargaron las

    arrobas y noms alcanc a ver la cara de satisfaccin del plateado,que orden con un grito estruendoso:

    Vmonos, seores!

    Se fueron a todo galope y ni modo de alcanzarlos; adems, lo nicoque me importaba ahora era pap, que se haba quedado tirado en elsuelo. Al recobrar el conocimiento, lloraba de impotencia y de rabia.Nos abrazamos muy fuerte y dijimos maldiciones contra el plateado y

    contra su gente. Se haban ido con todas las arrobas. Estbamos muyencorajinados. Pap qued muy maltratado y yo me senta nervioso,apesadumbrado por l, cuando de pronto o los rebuznos a la vueltade la loma. Volvimos la vista y lo vimos sobre la loma con la mquinaencima y ms azul que nunca, porque el sudor lo haba limpiado.Traa la mquina de coser! Celestino la haba salvado!

    Mire, pap, del coraje se nos haba olvidado Celestino, se noshaba olvidado que trae la carga ms importante. La salvamos,

    Celestino! Salvamos la mquina! Qu bueno que eres tan lento!

    Pap se alegr muchsimo y yo no me cansaba de darle besos yabrazos a Celestino, de acariciarle la panza y brincar a su alrededor,mientras que l conservaba una postura y una cara como dearistcrata, de puro hroe engalanado que se senta. Pap cambi sucara de tristeza por una mucho ms alegre. Habamos salvado lamquina de coser del robo! Celestino pareca decirnos:Ya les

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    haba dicho que les convena traerme, y levantaba el hocico y movalas pestaas de tan orgulloso que se senta.

    Despus de las carcajadas y la algaraba volv a mirar a pap. No sesenta nada bien. Se le vea que le estaba doliendo todo el cuerpo ytena la cara muy maltratada. Fui a buscar un poco de agua y limpi

    su cara moretoneada. Habamos salido de uno de los trances, perofaltaba el ms importante: pap estaba sintindose mal.

    Mientras todo esto pasaba, Celestino segua en la misma posicin, elhocico levantado y la mirada hacia el cielo como si fuera ya unaestatua de hroe de las plazas que vi despus en Mxico.

    ndale, Celestino, ya deja de sentirte el muy muy y vamos viendoqu hacemos con pap.

    Muy cerca de ah, como me dijo pap, l tena unos compadres conlos que sola parar cuando la noche lo agarraba antes de llegar a laciudad de Mxico. Sera cosa de que lo subiramos en una mula yllegar hasta su rancho para que lo curaran. As hicimos.

    Los compadres nos recibieron afligidos por el estado de pap, pero lacomadre se puso luego luego a prepararle unos ungentos dehierbas muy buenos para los golpes. Le hicieron la cama y le dieron

    un t muy caliente para que descansara tranquilo. Yo me dormrecordando la cara del plateado, pensando que jams la olvidara.

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    5. Una direccin

    Al da siguiente, pap amaneci con la dolencia todava muy fuerte.No poda pararse de la cama y estaba preocupado porque haba queentregar la mquina de coser muy pronto. La esperaban conurgencia. Lo estuvo pensando mucho rato y no tuvo ms remedioque pedirme que fuera yo solo a la ciudad para entregar la carga. Medio unos centavos y un liacho de comida, me explic que debaseguir el camino real hasta la ciudad de Mxico y al llegar ahpreguntar por la calle Primera del Reloj, buscar el nmero tres y

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    encontrar al seor Jos Mara Gonzlez, un sastre al que debaentregar la mquina de coser.

    No me espere pronto de regreso, pap, le dije. No s nada dela ciudad y seguramente voy a entretenerme buscando la calle y alseor Gonzlez. No se vaya a preocupar por m, porque voy a estar

    muy bien. Me llevo a Celestino.

    Pap me abraz muy fuerte, como nunca lo haba hecho cuando sedespeda de m para emprender un viaje. Rezamos juntitos la oracinde San Pedro, de nosotros los arrieros, y nos despedimos. Ya encamino, todava lo vea agitar su mano despidindose de m.

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    6. Mxico!

    Llegamos al atardecer a la ciudad de Mxico. Me pareca increbleestar pisando aquellas calles: Plateros, la Acordada, Segunda de laPila Seca... Celestino, igual que yo, iba azorado.

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    Ahora no eran las sombras de los rboles lo que lo maravillaba, sinoel sol del atardecer atorado entre las rejas de la Alameda,desbaratndose en cada una de las gotitas de la fuente que hay en elcentro. Yo senta como si me hubiera quedado mudo cuando depronto, al terminar una calle, nos topamos con aquella gran plaza,con una catedral que casi tocaba el cielo y con todos esos edificios

    tan majestuosos y elegantes. Senta una emocin que hasta se meatoraba en la garganta.

    Luego supe que ese era el Zcalo y que el mero presidente de laRepblica atenda detrs de una de las ventanas de esos edificios.Me daban ganas de buscarlo para ir a contarle lo del plateado.

    Empez a oscurecer. Se nos retorcan las tripas de hambre. Tanto aCelestino como a m se nos haba olvidado que tenamos panza, que

    haba que cenar algo, cuando de pronto escuch el grito:

    Atole.... tamales.... pambazos!, y alcanc a distinguir el humitoque sala de una olla.

    Atole.... tamales.... parabazos!, gritaba la marchanta.

    Ya con la panza llena, anduvimos buscando un rinconcito dondeagarrar la noche para amanecer al da siguiente preguntando por la

    Primera del Reloj. Ya noms entre sueos alcanc a or:Las nueeeeve y serenooooo!

    Era el hombre que se encargaba de apagar los faroles de las calles.Todo se qued completamente oscuro y tranquilo.

    Qu distinto despertar en la ciudad! Qu ruido aqul y qualboroto! Nada ms mirbamos pasar a la gente, oamos gritos yrisotadas.

    Carboooon!

    Un hombre tiznado hasta el sombrero lo ofreca de casa en casa; otrocargaba un bastn en sus hombros y de l colgaban velas de todostamaos:

    Velas, velas! Lleve sus velas de sebo ...

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    Lecheros, atoleros, vendedores de peridicos, marchantas quevendan cecina. Cada uno gritaba a su modo: pilludito y largo unos,seco y como enojado otros. Los nios llevaban sus libros e iban muyapresurados a la escuela; dos pordioseros y una viejita discutanacaloradamente de algo que yo no alcanc a entender bien; lasventanas y los zaguanes de las casas se abran de par en par y

    algunas mujeres salan a echar cubetazos de agua para barrer susbanquetas. Se destapaba el verde de los patios y los zaguanes,algunas seoras regateaban el precio de la fruta con las marchantasque llevaban enormes canastos con pias, mangos, uvas y manzanassobre sus cabezas. No faltaba uno que bostezara y otro que se tallaralos ojos para asegurarse de que haba amanecido. Pasaban, brillantesy lujosos, los coches de caballos en los que viajaban seoras depostn, seores de sombreros finos que iban de prisa a sus negocios.Otros coches, en cambio, eran ms grandes y llevaban muchospasajeros. Era aqul un bullicio enorme. Cada quien iba a lo suyo, asque, despus de que nos quedamos un buen rato mirando todoaquello, pens que tambin nosotros debamos ir a lo nuestro: buscaral seor Jos Mara Gonzlez, sastre, al que debamos entregarnuestra carga.

    Anduve preguntando por la calle. Celestino, para variar, se entretenamirndolo todo, se quedaba concentrado con las seoritas, con unoscomo cojines que llevaban en la parte trasera del vestido. Vea todaaquella elegancia y luego se volva a mirar mis calzones y mi camisade manta, mis huracanes y mis pies llenos de tierra, comoreclamndome por mis fachas el muy sinvergenza, como dizquesintindose apenado de ser de un patrn tan desarrapado y no deuno de esos seoritos de bombn y nariz levantada que veamospasar.

    rale, Celestino, no seas payaso, no podemos perder el tiempoen tanta cosa Aprate, pues!

    Haba que arriarlo con verdadera energa, porque por l no noshubiramos movido del lugar donde amanecimos, de tantas gentes ymodos como podan verse desde ah.

    Caminbamos pues, lo ms rpidamente que se poda, paraencontrar la calle a la que bamos, cuando de pronto se escuch elruido seco, firme, de unos tambores. La gente empez a ponerse

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    como nerviosa y agitada, a correr todos hacia un mismo lugar, asque Celestino y yo hicimos igual que ellos. Llegamos hasta unabocacalle. A lo lejos se vean los hombres que venan tocando eltambor, unos caballos negros y atrs una carroza fnebre. La genteguardaba un silencio absoluto; le pregunt a una seora, pues querasaber qu era aquello.

    Es el entierro del seor presidente Benito jurez, que descanse enpaz.

    Las mujeres agachaban la cabeza como concentradas para rezar unaoracin, los nios se quedaban mirando la carroza negra y lasolemnidad con la que marchaban los soldados que la acompaaban.La gente haba querido tanto a ese presidente, y se les notaba en susrostros entristecidos. No falt quien llorara.

    l nos quit de encima a los franceses, habr que rezar muchopor l, dijo un hombre.

    Ojal y Dios lo acepte en su gloria, terci una mujer de chal,despus de lo que les hizo a los curas y a las monjita.

    Y qu les hizo?, pregunt otra mujer quitarles tantos bienesque tenan? Separar los asuntos de la Iglesia de los del Gobierno?

    Pos vaya a saber si Dios entienda su labor de ac en la tierra,dijo la primera mujer. Vaya a saber si San Pedro le abra las puertasde su reino.

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    Ora, cmo que no, vieja mocha! Si no hubiera sido por l, enmanos de franchutis andaramos, en manos de Don Maisimiliano y deDoa Carlota, de otros ms, vaya a saber, como si este pas no fuerade mexicanos y habiendo como hay tantos extranjeros que codiciannuestras tierras.

    igame, igame, yo no soy ninguna mocha, y noms andorepitiendo las consejas que por ah dice la gente.

    Pos no las diga, seora, no las diga!, porque luego ni saben dequ hablan.

    S sabemos de qu hablamos, y no sea ust majadero!

    El cortejo ya haba pasado haca un buen rato y la discusinempezaba a entrar en calor. Celestino y yo noms veamos para unlado y para otro. La seora se ech muy bien su chal para atrs, yocreo que para poder discutir mejor, pero estaba bien enojada. Otras

    seoritas miraban todo esto como medio burlndose.

    El peladaje, decan en voz baja, no entiende ni lo que andadiciendo. Jurez el que salvo a Mxico? Oiga usted nada ms, elque trajo las costumbres licenciosas y el libertinaje!"

    Pero de esto slo se enteraban ellas mismas, mientras que all, en laotra discusin, se iban metiendo ms y ms gentes:

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    Y ora quin nos lo sustituye?

    Pos Lerdo de Tejada, que va a ser el nuevo presidente.

    Pero pos como Jurez: no habr otro.

    Ni tanto, ni tanto ... Ust ya cllese, vieja mocha!

    Mire, pelado, no me calle porque le va a costar ...

    Muy espichaditos, Celestino y yo mejor nos fuimos haciendo a unlado. No fuera a ser que nos agarraran los moquetes y las guantadas,que a mi Celestino le fueran a dar uno en su cabezota, porque yocomo quiera me senta hombre valiente al que no le daban ningn

    miedo los pleitos callejeros, y capaz de enfrentarme a todos. Claro,mejor me escapaba por mi Celestino, que estaba tan asustado elpobre. Yo, lo que se deca yo, no tena miedo... miedo yo, PabloLujn, arriero, nieto de arrieros pensaba, miedo yo? Bueno...,nada ms alguito...

    En lo que bamos platicando ya nos habamos alejado de la bola y yanada ms oamos los gritos a lo lejos. Volvimos a lo nuestro, a buscarla Primera del Reloj, nmero tres.

    En la tarde, despus de mucho andar, dimos con la direccin. Elseor Jos Mara Gonzlez era una persona muy amable. Recibi contanta alegra su nueva mquina de coser, que le iba a permitir tenermucha ms clientela, que hasta a m me dio gusto; pens que habavalido la pena pasar por tantos problemas para traerle su mquinahasta la ciudad. Se nos hizo de noche en casa de este seor y l, porno dejarnos ir tan tarde solos, nos ofreci que nos quedramos adormir con l unos das, que descansramos y cobrramos alientopara emprender el camino de regreso. En la cocina me tendieron unacama y Celestino, que no qued muy conforme, durmi en la calle,amarrado a la reja de la ventana.

    Don Jos Mara Gonzlez, aparte de ser sastre, se dedicaba a hacerun peridico destinado a defender los derechos de los trabajadores,que se llamaba El Socialista. Todos los das andaba muy ocupadoen ir y venir con los del Gran Crculo de Obreros de Mxico, como

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    decan que se llamaba la asociacin, peleando en los juzgados paraapoyar a los de la Sociedad Unionista de Sombrerera (cmo batallpara aprenderme ese nombre!), discutiendo cmo lograr que elprecio del pan fuera menos alto, que se instituyera un cuerpo depolica para la ciudad, que no existiera la pena de muerte. En su casase reunan siempre muchos seores que, igual que l, lean libros y

    discutan; decan que deban estar unidos para defenderse, que habaque decir la verdad aunque no fuera con bellas frases, sino confrases sencillas, que todos alcanzaran a entender. Se juntarontambin para planear cmo podan ayudar a unos sastres que sehaban declarado en huelga, una de las primeras del pas.

    Se viva a gusto en la casa de este seor Gonzlez, en un ambientebullicioso y lleno de opiniones, en el que se vea que todos eran muyamigos, que se ayudaban en todo. Pero yo ya tena que pensar en

    regresar, as que una noche decid que esa era la ltima. Prepar miliacho y le dije a Celestino que haba que acostarse temprano porqueal da siguiente partamos.

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    7. Celestino ha desaparecido

    Toda esa noche llovi, pero como yo estaba tan cansado, no medetuve a pensar que mi Celestino se estaba mojando en la calle,amarrado noms a la reja de la ventana y, lo que es lo peor, no medetuve a pensar que se le estara cayendo todo el tizne y estara msazul que nunca.

    Despus de haberme despedido de todos los de la casa, sal

    dispuesto a cargar a Celestino con mi liachito para irnos en busca demi padre. Colgado de la reja noms me encontr el mecate con elque haba dejado amarrado a Celestino el da anterior. De mi burro,ni sus luces. Empec a llamarlo, creyendo que se habra ido por ahcerquita: Celestinoooo, Celestinooooo!, y nada, ni seas de miburro. Senta cmo poco a poco se me iba haciendo un nudo en lagarganta; cmo iba a regresar ahora a casa sin mi Celestino? cmoiba a vivir sin l de ahora en adelante? No aguant ms, me sent en

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    una esquina hasta donde haba llegado buscndolo y me puse allorar y a llorar. En qu manos andara l? Le habran dado dedesayunar?

    Las preguntas se me amontonaban en la cabeza cuando de prontoun hombre se detuvo a preguntarme qu me pasaba. El hombre

    luego supe que se llamaba don Rufino llevaba unos cntaros deagua colgando de un enorme bastn que cargaba sobre sushombros. En la cabeza, acomodado con una tira de tela gruesa,llevaba otro cntaro. Ola fresquito, a barro hmedo. Don Rufino seconoca la ciudad de cabo a rabo y era amigo de todos, era aguador,reparta agua de casa en casa, recorriendo la ciudad con suscntaros. Adems lo ocupaban para algunas otras cosas, como llevarrecados de amor a las seoritas y curar a los gatos.

    Le expliqu que me haban robado mi burro, que deba volver a micasa ya pronto, que pap me esperaba. Don Rufino era un buenhombre y me pidi las seas de Celestino para ayudarme. En esemomento me acord que la noche anterior haba llovido, queCelestino deba tener su color natural, que seguramente andara porah tan azulito como el cielo.

    Claro!, me dijo don Rufino yo vi a unos hombres que llevabanun burro azul.

    Me dijo que l me ayudara, que furamos juntos a hacer lasentregas de agua del da y en cada casa preguntaramos por el burroazul, que seguro con eso daramos con l. Ese da conoc muchospatios, zaguanes y cocinas elegantes; unas casas tenan enormesescaleras blancas de mrmol una piedra que pareca como hechade nubes, fuentes cantarinas y macetones llenos de flores. Desdelas ventanas que daban a la calle alcanzaba a ver espejosgrandsimos, pianos, candelabros de cristal y plata, aguamaniles muy

    adornados.

    Cada nueva casa a la que llegaba con don Rufino era una sorpresa.No faltaba quien nos dijera que a Celestino lo llevaban unos hombresvestidos de tal y tal modo.

    Se fueron por la calle Vizcanas ...

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    Yo los vi pasar por la Alameda ...

    Traigo agua fresquita, deca don Rufino en cada casa, y luegopreguntaba por el burro azul, hasta que por fin alguien nos dio unapista importante para localizarlo:

    Lo llevaban unos de esos hombres que trabajan en el teatro.Seguramente habran decidido robrselo porque les serva muchopara sus actos, como era un burro azul como no haba otro igual.Quin lo hubiera credo, pensaba yo, Celestino actor de teatro.Si supiera mi pap que aqu vale de a debers mi burro, si hubieravisto esto. Celestino actor de teatro... vaya pues! estarchocantsimo cuando lo encuentre, estar creyndose mucho. Sinembargo, no dejaba de pensar en que l estara triste porque nos

    haban separado.

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    8. Una funcin de teatro

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    Ya era el atardecer. Yo me senta muy cansado y empezaba adesanimarme, empezaba a creer que no volvera a ver a miCelestino; pero despus de esa ltima pista, fuimos por fin a dar a unteatro en el que me dijeron que estaba Celestino. Me desped de donRufino, seguro de que encontrara ah a mi burro y podramos por finpartir a casa. La gente empezaba a llegar hasta las puertas del

    Teatro Principal (que as se llamaba). Yo nunca haba estado en unlugar como ese: por dentro se pareca un poco a un circo al quehaba ido de muy nio, pero este lugar no era redondo. En la parte deenfrente tena un entarimado alto, cubierto con unos cortinonesenormes y muy elegantes. Haba tambin asientos, como el circo. Meescabull entre la bola para llegar hasta un lugar en el que pudesentarme. "Loa patritica", o que dijeron unas seoras que sellamaba lo que bamos a ver. Yo no poda estar tranquilo porqueentraban y salan unos seores que me miraban feo, que como quese daban cuenta de que yo no haba pagado mi boleto, as que me fuia esconder detrs de los cortineros, a esperar para ver qu pasaba.

    De pronto se hizo un gran silencio, la gente se call y respetuosa,como si se tratara de un velorio, se conservaba muy quietecita. Seabrieron las cortinas y sali una seorita vestida muy raro, "vestidade Patria", dijo ella misma. Me qued embobado viendo todo aquello.Un seor junto a ella el Pueblo, deca que se llamaba, andrajoso ysucio, se haba quedado dormido. La seorita Patria miraba losvolcanes y los rboles que estaban pintaditos detrs de ella, cuandode pronto aparecen unos seores furibundos, que luego supe que sellamaban el Tiempo, la Discordia, el Hambre y la Guerra. Y que seroban a la seorita Patria! Yo ya para entonces me coma las uas,ya hasta se me haba olvidado la suerte de Celestino, mientras que elPueblo segua bien dormidote, siendo que era el nico que podasalvar a la seorita Patria, que tanta lstima me daba. Me volva aver las caras de las gentes y todas estaban igualito que yo de

    apuradas. Qu iba a pasar con la Patria? Tan bonita como era ella,tan fresca y tan lozana. De pronto por fin! se despert el Pueblo yzacatales! decidi ir a rescatarla a como diera lugar. De Celestino nisus luces, los de este teatro seguro que no se lo haban robadoporque ya hubiera salido el Pueblo en ancas de mi Celestino pararescatar a la Patria, enfurecido y dispuesto al combate como estaba.Por fin, despus de librar una gran batalla, triunf el Pueblo y laseorita Patria qued sana y salva.

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    La gente empez a aplaudir y a mi hasta se me olvid que estaba decolado y que deba guardar silencio. Gritaban HURRRRA! HURRRA!,la orquesta tocaba "Diana, Diana" muchas veces, le aventaban floresa la Patria y al Pueblo, le decan fuera! a la Discordia, al Hambre y ala Guerra. Acaben con ellos, que son los enemigos de la Patria!Fuera, fuera! Buuu, buuuuu! Levantaron a la seorita Patria y en

    un gritero y brincadero de gusto se sali toda la gente con laseorita en hombros a la calle. Luego salieron unos seores que eranlos autores de la obra, y a ellos les aplaudieron mucho. Todo aquelloera un escndalo.

    Poco a poco el teatro se fue quedando vaco y yo volv a acordarmede Celestino. Tena que dejar mi escondite, y cuando cre que ya nohaba nadie en el teatro sal de entre las cortinas, cuando de prontoo la voz de un seor:

    igame, igame, jovencito; usted qu hace all, pilluelo?

    Es que mi Celestino, seor, le dije es que lo ando buscando ...

    Y le platiqu todo, muy nervioso de que se fuera a enojar conmigo ya mandarme con los gendarmes a la crcel. El seor, en cambio, seri de m y ni se enoj. Me vio tan preocupado y tan lloroso que me

    dijo que me fuera con l a su casa, que no me apurara por mi burro,que al da siguiente lo buscaramos.

    Era uno de los hombres ms importantes del pas lo supe luego yme dijo que se llamaba Ignacio Manuel Altamirano. l sali tancontento del xito que haba tenido la obra, que porque la gente deMxico empezaba a tener conciencia de lo que era su pas, y yo creoque por eso no se enoj conmigo.

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    En el camino a su casa iba hablando conmigo como si estuvieratratando con un seor. Me acuerdo muy bien de lo que me deca:

    Nuestro pas ha sufrido tantas guerras, ha tenido tantosproblemas y al fin somos libres. Ahora debemos pensar enfortalecernos para no permitir la entrada a invasores, debemosunirnos para construir un pas moderno y libre. Nuestra patria eshermosa y debemos estar orgullosos de ser mexicanos.

    Me habl luego de que lo que el pas necesitaba era libertad polticay religiosa, libertad de expresin, o sea de decir cada quien lo quequera, libertad de trabajo y de casi todo, libertad de casi todo. Luegotambin me habl del ferrocarril, de la importancia de que steempezara a funcionar porque hara rutas que nos traeran la paz, elprogreso econmico, o sea como l me explic, los dineros, paraque no hubiera pobreza en la patria. Yo me acord de pap, que veacon tanta tristeza la cuestin de la inauguracin del ferrocarril:

    A pap le da miedo eso. Nosotros somos arrieros y se nos acabael trabajo.

    T puedes ser ahora un arriero moderno, me dijo don Ignaciomientras me acariciaba el cabello y me miraba enternecido, puedes pensar en trabajar en el ferrocarril

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    Y a m me dio tantsimo gusto todo esto que l me deca, porquepens que llegando con pap iba a platicarle lo mismo:

    Ya no se preocupe ms, pap, iba a decirle, yo voy a estudiar ya trabajar para ser un arriero moderno y mis hijos, tambin como yo,aprendern un oficio.

    Estaba muy orgulloso de pap y de su oficio, y se lo dije a donIgnacio. l me abraz y me dijo que el futuro de Mxico iba a serdistinto, que iba a ser brillante y tranquilo, que a nosotros los niosnos tocara formar un nuevo pas, hacer que la patria recobrara sufuerza. Me acord de la seorita Patria del teatro y pens que seguroque yo ayudara para que no se la volvieran a robar el hambre y laguerra. Bueno, me sent muy bien porque pensaba en todo lo que ledira a pap y en que l tambin se sentira tranquilo y contento.

    Al da siguiente me dijo don Ignacio que se iba a hacer lasaveriguaciones sobre mi burro, que volva hasta en la tarde y que yome quedara tranquilo en su casa, que ah me daran de comer y nome faltara nada.

    Pas el da en el patio de la casa de don Ignacio, jugando con loshijos de la cocinera a unos aros que jalaban con un alambre, jugandorayuela y tuta.

    Esa noche, en la casa de don Ignacio iban a recibir unas visitas muyimportantes, as que la cocinera se estuvo todo el da haciendobocadillos, peras prensadas, turrn, licor de rosas y tantas otrascosas con las que yo noms me saboreaba. Todo porque iba a venirdoa ngela Peralta, que era una cantante muy importante en elteatro, y haba que tener la casa lustrosa y muy adornada. Trajeronflores del mercado, limpiaron vidrios, pusieron en la mesa muchoscubiertos de plata y copas de vidrio. Todos queran conocer a la tal

    doa ngela, que decan que cantaba como los ngeles.

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    Don Ignacio no estuvo en todo el da, pero me haba dicho quellegara para la noche, as que yo no estaba preocupado, metidotambin en el alboroto de conocer a doa ngela. Pulieron muy bienel piano de cola de sala para que alguien tocara y doa ngela, a versi se animaba, les cantara una cancin.

    En la tardecita, como a eso de las seis, lleg don Ignacio, nerviosoporque ya mero llegaba la invitada. Me dijo que ya saba dnde

    estaba mi burro y quin lo tena, que al da siguiente iramos abuscarlo porque en ese momento ya no le daba tiempo. Yo pensque no importaba que Celestino se quedara otro da solo, que al fin ltambin estara muy entretenido con eso del teatro.

    De veras que cantaba como los ngeles, con razn la llamaban "elRuiseor mexicano". Cant nada ms un pedacito de una grancancin muy larga que se llama "La Traviata". Yo me qued con lasganas de haber visto a doa ngela en el teatro y todo, vestida con

    su traje de carcter en medio de un escenario hermossimo yadmirada por las seoritas y los seoritos que en ese entonces sellamaban "pollos", admirada por tanto seor y seora importante

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    9. Aparece Celestino

    A la maana siguiente yo ya coma ansias por ver a mi Celestino. Melo imaginaba todito azul y chocante, subido arriba de un escenario

    como un gran actor. Don Ignacio y yo fuimos a dar a un jacaln queestaba en las calles del Reloj, un lugar en el que estaban las famosas"maromas", como una especie de teatros en los que serepresentaban puras obra de chiste y donde haba bailes y muchamsica. Entramos a uno de ellos, el ms famoso, llamado "DonChole". Estbamos a media obra cuando de pronto lo vi, vi aCelestino que sala al escenario con una seorita despechugadamontada en sus ancas! No pude aguantarme las ganas de gritarle.Celestino se volvi para verme y de puro gusto empez a moverse

    de un lado para otro, como si estuviera en el campo y no entrecuatro paredes. La seorita despechugada se cay al suelo, y laorquesta mejor empez a tocar una msica estruendosa, que sellamaba can-can. Salieron muchsimas bailadoras al escenario paradistraer a la gente, que ya empezaba con la rechifla y el gritero. DonIgnacio se mora de la risa y a mi Celestino ya se lo haban llevadopor entre las cortinas; las seoritas noms levantaban las piernas yno falt una seora que se tapara los ojos para no ver semejante

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    descaro. Yo ya me mora de ganas de encontrarme con Celestino, asque me levant de mi asiento y me fui corriendo hasta el escenario,en medio de las bailadoras de can-can que me trataban de tapar consus faldones. Desde arriba miraba yo a don Ignacio que lloraba de larisa. Aquello era un desbarajuste, pero encontr a Celestino y eso mellen el corazn de una alegra infinita. Me daban ganas de bailar

    como las seoritas y daba brincos de felicidad.

    Ah, detrs de las cortinas, estaba l. Corr a abrazarlo y Celestino memiraba tambin lleno de gusto, abra y cerraba los ojos, meneaba susorejas y su cola. De pronto, como que se acord de que l trabajabaahora en el teatro y se puso tal como yo lo haba imaginado:chocantsimo! Le entr un aire de gran seor, levant su hocico ycon sus ojos me haca como para que yo mirara su color azul brillanteque lo haba hecho tan famoso. Le di un manazo en el lomo,

    rindome yo tambin de su actitud. En eso apareci don Ignacio, quehaba ido a pelear con los del teatro, a regaarlos por lo que habanhecho, y regres para decirme que podamos irnos y llevarnos aCelestino.

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    10. Adis a la ciudad

    Esa fue la ltima noche que pasamos en la ciudad. Temprano, en lamaana, me desped de don Ignacio y de todos los de su casa.

    Habamos vivido unos das maravillosos en la ciudad y nos dabatristeza dejarla, as que bamos caminando por aquellas calles mediocabizbajos. Sin embargo, yo ya quera volver con mam, quera mirarel campo en el que haba nacido y en el que era tan feliz, queravolver a lo mo: a ordear a las vacas y a alimentar a las gallinas, asembrar la tierra y a mirar los atardeceres del campo, tan distintosde los de la ciudad, a mirar a Celestino pasmado como siempre conlos caracoles y las lagartijas, meneando la cola con el vientecitofresco de la tarde.

    Tena ganas de ver a pap, de platicarle lo de los arrieros modernos,de que Celestino se haba vuelto burro importante, del sastre donJos Mara Gonzlez, del entierro de don Benito Jurez, del aguador,de la seorita Patria, de don Ignacio y, en fin, de todas lasmaravillosas experiencias que Celestino y yo habamos vivido en laciudad.

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    En eso iba pensando cuando ya habamos salido de la ciudad. Depronto se oy un ruido fuertsimo cerca de nosotros. Estbamosparados a unos cuantos metros de las vas del ferrocarril y por allvena el monstruo de fierro, pitando y bramando como un toroenfurecido, echando humo negrsimo por arriba. Me acord de donIgnacio, que me haba dicho que ese da se estrenaba el ferrocarril

    que viajaba por primera vez de Mxico a Veracruz y que en ese viajeiba el presidente de Mxico, Lerdo de Tejada.

    Celestino y yo nos quedamos extasiados, mirndolo pasar. Se mepona la piel chinita de la emocin. Pas tan rpido junto a nosotrosque mi pelo se remova y mi ropa se me pegaba al cuerpo. ACelestino se le fueron las orejas de lado y noms entrecerraba losojos como ciscado. Era muy impresionante ver el tren movindose.Detrs de las ventanas, apenas alcanc a distinguir a un seor muy

    elegante, que seguramente sera el presidente porque iba rodeadode muchos otros, pero todo fue tan rpido, tan de repente y tanemocionante que apenas me acuerdo de esa primera mquina deferrocarril como en sueos, tan pesada y enorme como si llevara ellaencima el trabajo de muchos hombres y mujeres que le haban dadoforma.

    Hoy, les platico todo esto desde la mquina de ferrocarril que manejopor primera vez para hacer un viaje de Mxico a Veracruz. Celestino

    me espera en casa con toda su familia azul, junto a mis hijos y a miesposa, a los que le encargo que cuide cuando yo salgo de viaje paraMxico en el tren. Todos estos recuerdos me vinieron a la memoriaen el momento en que me suba a la mquina y la preparaba paraarrancar.

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    COLOFN

    Celestino y el tren

    se termin de imprimir en los talleres de la Imprenta Madero,

    Avena 102, 09810. Mxico, D.F., el mes de noviembre de 1986.

    El tiraje fue de 20 mil ejemplares.