Centro Cultural Paso del Norte

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La construcción del centro cultural más importante de Chihuahua. Un viaje visual que parte del presente y culmina con los primeros trabajos de la obra.

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Diseño y producción editorial

Luis Carlos Salcido diseño gráficoHéctor Jaramillo editor de fotografíaRosa María Hernández redacción

Fotógrafos Itzel Aguilera, Lorena Aguirre Coughanour, Alfredo Anzures, Juan Carlos Domínguez Arzaga Itoss, Héctor Jaramillo, Javier Orozco, Luis Rojo, Rogelio Valenzuela

Muralistas Teo Aguilar, Cecilia Briones Zúñiga La Catrina, Ana Ma. Cruz Valencia Milpa, David Flores, Samuel Flores Cruz, Ricardo Herrera Kukui, Fernando Antonio Hernández, Olmo Ricardo León Lara, Omar Ojeda, Misael Osorio, Ángel Parra Elel, Jesús Elpidio Pérez Gutiérrez Groove, Juan Carlos Reyes Waka, Alberto Santollo, Joel Solís Rex, Alfredo Téllez El Bandido, Xitlali Treviño, Abimael Villaseñor Melo, Eduardo Varela

Poetas Mario Arras, Blas García Flores, Liliana Pedroza, Enrique Servín Editado y producido en Chihuahua, MéxicoImpreso en Hong Kong / Printed in Hong Kong

Lic. José Reyes Baeza TerrazasGobernador Constitucional delEstado de Chihuahua

Lic. Guadalupe ChacónSecretaria de Educación y Cultura

Antrop. Jorge Carrera RoblesDirector del Instituto Chihuahuense de la Cultura

Gisela Franco DeándarPrograma Editorial de Gobierno del Estado

Centro Cultural Paso del NorteISBN: 978-607-7788-19-5

Derechos reservados para esta primera edición:© 2009 Instituto Chihuahuense de la Cultura© 2009 De la obra gráfica: sus autores© 2009 De los textos: sus autores

Gisela Franco Deándar: coordinación general y gestoría

Instituto Chihuahuense de la CulturaPrograma Editorial de Gobierno del EstadoAve. Universidad y División del Norte s/nCol. AltavistaTeléfonos: (614) 413-1792, 413-6249, 413-6252, 413-6304Chihuahua, Chihuahua, México 31200

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Contenido

PresentaciónLic. José Reyes Baeza 9

Espacios abiertos a la expresiónLic. Miguel Ángel Mendoza 11

Un teatro para el teatroEdeberto Pilo Galindo 77

La configuración de un edificio públicoArq. Héctor Rivero 107

Bajo el nítido cielo de JuárezPatricia Báez 125

La forja de un escenarioAntrop. Jorge Carrera 131

La cultura y las culturas de JuárezArq. Gastón Fourzán 149

Arquitectura e ingenieríaArq. Lorena Barrera 163

ÍNDICE DE ARTISTAS GRÁFICOS

FOTÓGRAFOS • Itzel Aguilera 16 izq. 24, 29, 32, 43 izq., 44, 47 sup. der., 54, 56, 57, 58, 59, 60, 62, 63, 64, 65, 67, 68, 69, 70, 71, 72, 74, 75, 76, 80, 81, 86, 87, 88, 89, 94, 95, 96 inf., 97, 100, 101 sup., 101 inf. der., 102, 103, 104, 105 • Lorena Aguirre Coughanour 10, 84, 85 • Alfredo Anzures 96 sup. der. 116, 117, 174, 175 • Juan Carlos Domínguez Arzaga Itoss 52, 53, 101 inf. izq. • Héctor Jaramillo 15, 26, 27, 28, 39, 40, 42, 43 der., 45, 48, 49, 82, 83, 85, 90 sup., 91, 92, 98 inf. der., 112, 113, 114, 115, 124, 126, 127, 128, 129, 138, 148, 150, 151, 152, 153, 154, 155, 156, 157, 158, 159, 160, 161 • Javier Orozco 12, 13, 106, 110, 111, 118, 119, 120, 121, 122, 123, 130, 132, 133, 134, 135, 136, 137, 139, 140, 141, 142, 143, 144, 145, 146, 147, 162, 164, 165, 166, 167, 168, 169, 170, 171, 172, 173, 176, 177, 178, 179, 180, 181, 182, 183, 184, 185, 186, 187 • Luis Rojo 14, 16 der., 17, 18, 19, 20, 21, 22, 23, 25, 30, 31, 33, 36, 37, 46, 47 inf. izq. 50, 51, 78, 79, 90 inf. izq., 93, 96 sup. izq., 98 izq. 99, 108, 109 • Rogelio Valenzuela 34, 35, 38, 41.

Portada: Fotomontaje de Luis Carlos Salcido con imágenes de Luis Rojo y Juan Carlos Domínguez Arzaga Itoss.

MURALISTAS • Teo Aguilar 153 • Cecilia Briones Zúñiga La Catrina 148, 160, 161 • Ana María Cruz Valencia Milpa 154 • David Flores 157 • Samuel Flores Cruz 154 • Ricardo Herrera Kukui 159 • Fernando Antonio Hernández 155 • Olmo Ricardo León Lara 152 • Omar Ojeda 157 • Misael Osorio 153 • Ángel Parra Elel 148, 160, 161 • Jesús Elpidio Pérez Gutiérrez Groove 158 • Juan Carlos Reyes Waka 153 • Alberto Santollo 159 • Joel Solís Rex 152 • Alfredo Téllez El Bandido 156 • Xitlali Treviño 148, 160, 161 • Eduardo Varela 153 • Abimael Villaseñor Melo 150 Fragmentos de la obra colectiva Cronología subterránea de Ciudad Juárez

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PATRONATO CENTRO CULTURAL PASO DEL NORTE

Gabriela Fuentes TéllezArturo Muñoz DelgadoOlga Delgado GarcíaCelia Martínez TaboadaJaime Flores González Ricardo Alberto Betancourt AnthonyCarlos Salas-Porras SouleSergio Alberto Cabada AlvídrezJorge Luis Ruiz Martínez

AGRADECIMIENTOS

Tres Siglos, Tres Fiestas A.C.Universidad Autónoma de Ciudad JuárezEducación Profesional Integral S.C.Dirección de Educación y Cultura MunicipalIntermedia de Juárez S.A. de C.V.Backer & McKenzie Abogados S.C.Grupo SmartDistribuidora de Productos Agrícolas y de Consumo S.A. de C.V.Ópticas 20/20 de México S.A. de C.V.Román Ibarra Amaya SUMMA S.A. de C.V.Plaza del Camino S.A. de C.V.Gas Natural de Juárez S.A. de C.V.AVC Producciones Grupo Industrial BermúdezMaquinaria y Elevación de Juárez S.A. de C.V.Albergues y Hoteles Mexicanos S.A. de C.V. Ramada Ciudad JuárezScientific Atlanta de México S.R.L. de C.V.

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Presentación

L a presencia de espacios culturales en una ciudad, por pequeños o grandes que estos sean, es muestra palpable de la voluntad de su gente por impulsar el desarrollo creativo, humano y social. El sentimiento de orgullo y satisfacción que ha permeado a la comunidad

juarense la puesta en marcha del Centro Cultural Paso del Norte, representa el mejor pago a la gran deuda para con su ser e identidad.

Hoy en día Ciudad Juárez cuenta con un espacio de primer mundo dónde difundir lo mejor de la creatividad y el talento artístico. Así como esta frontera se ha forjado en un espacio de encuen-tro entre diferentes ideologías, culturas y cosmovisiones, en el Centro Cultural las creaciones pro-ducidas en diversas partes del mundo también encuentran un recinto inigualable para el disfrute y formación de miles de asistentes.

Expresiones tan diversas como las artes escénicas y plásticas, la música y literatura, y en me-nor medida eventos relacionados con el desarrollo humano y social, tienen ahora un espacio mo-numental, memorable y trascendente, destinado a fomentar y vitalizar la promoción cultural y la par-ticipación ciudadana en esta frontera.

Hemos superado felizmente la utopía que detonó el esfuerzo y el compromiso con los habi-tantes de Ciudad Juárez. Ahora, ya en funciones, el Centro Cultural se erige en una realidad que, con el abrazo de sus muros, es capaz de albergar al espíritu cultural chihuahuense y palpitar ali-mentado por la energía vital de los asistentes.

En la actualidad el Centro Cultural Paso del Norte es espacio vivo donde se agita el latido pro-fundo del espíritu fronterizo. Remembrar parte de su historia y su contribución a la sociedad juaren-se, en los dos primeros años de labor, constituye la esencia de este libro. Con ello, esperamos re-forzar el aprecio, respeto e identidad hacia esta obra emblemática, hoy por hoy, la más importante en materia de infraestructura cultural en nuestro estado.

Lic. José Reyes Baeza Terrazas Gobernador Constitucional del Estado de Chihuahua

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E n septiembre de 2006 una de las voces mascu-linas más bellas del siglo dejaría una huella imbo-rrable en las páginas de la historia cultural de esta

región. El tenor José Carreras pisó el escenario juaren-se el 30 de septiembre para dar vida al espectáculo más importante del Festival Internacional Chihuahua en su se-gunda edición.

La explanada del Centro Cultural Paso del Norte fue el foro que acogió al prodigioso cantante de ópera, acom-pañado por las orquestas Filarmónica del Estado de Chi-huahua y Sinfónica de la Universidad Autónoma de Chi-huahua.

Al aire libre, este concierto gratuito se convirtió en uno de los espectáculos más aplaudidos y recordados en la historia estatal. Cómo no recordar las palabras de Carre-ras cuando dijo haber vivido una experiencia maravillosa, al ver cómo el público fronterizo convertía la explanada en un verdadero santuario cultural durante el concierto.

Su repertorio se formó de canciones napolitanas, catalanas, hispanas y algunas cantatas de ópera, cerran-do con la pieza musical Granada, que puso al público de pie, con el fondo espectacular del edificio del Centro Cul-tural que ya anunciaba la cercanía de su apertura y su presencia imponente en este gran desierto.

Al fin es una realidad

Noche de gala, música y homenaje fue lo que se vivió el 2 de diciembre de 2006, al ser finalmente inaugurado el

Centro Cultural Paso del Norte. El corte de listón y la de-velación de dos placas fueron los símbolos de que el mo-numental inmueble, en el que fueron invertidos más de cuatrocientos veinte millones de pesos, abría por fin sus puertas.

Con los mil setecientos cincuenta asientos ocupa-dos y ante la ovación que generó su presencia, el dra-maturgo chihuahuense Víctor Hugo Rascón Banda, lue-go de recibir la máxima presea que otorga el gobierno de Chihuahua a sus artistas, el Gawi Tónara (los pilares del mundo en rarámuri), tomó el micrófono para agrade-cer públicamente el que hayan puesto su nombre al tea-tro principal del Centro Cultural: “Me gustaría saber si es-toy soñando”, expresó visiblemente entusiasmado por el homenaje que se rendía en su honor. “Me da pena, me sonroja, me conmueve que un teatro lleve mi nombre”, añadió al final de su intervención el escritor, y apuntó que si aceptaba tal distinción era pensando que ese gesto generoso era a favor del teatro.

Luego, la presencia de la Orquesta Sinfónica del Estado de México, dirigida por el maestro Enrique Bá-tiz Campbell, arrancó los aplausos de la multitud. Suaves notas se escucharon en el recinto. La Orquesta deleitó a un público ávido de espectáculos artísticos con el nacio-nalismo de Carlos Chávez y Blas Galindo. Posteriormen-te, las piezas de Mozart y Tchaikovsky fueron interpreta-das, en un evento que se desarrolló con éxito hasta casi la media noche.

Espacios abiertos a la expresiónLic. Miguel Ángel Mendoza

El Centro Cultural

Paso del Norte

comprende un

gran teatro y un

teatro experimental

con elementos

que desafían las

técnicas del teatro

convencional, con

escenario y butacas

móviles que facilitan

el acomodo del

espacio en distintas

formas, para

puestas en escena

que favorecen la

interacción entre el

público y el cuerpo

histriónico.

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Detrás de una gran obra

El surgimiento del Centro Cultural Paso del Norte no fue fácil. Más de quince años tuvieron que transcurrir para ma-terializar la idea de edificar un teatro que estuviera a la al-tura de los mejores de México. Detrás de este recinto, considerado la catedral del arte juarense, hay una larga y azarosa historia.

Hace casi 20 años, el entonces presidente municipal Jaime Bermúdez Cuarón ordenó diseñar un teatro que fuera de los más importantes de la república. El proyec-to se le asignó al reconocido arquitecto Eduardo Terrazas, de la ciudad de México, y fue planificado para ajustarse

al contorno de los patios de la Ex Aduana, ahora Museo Histórico de Ciudad Juárez. Sin embargo, la administra-ción de Bermúdez culminó sin concretar el sueño.

Tiempo después Jesús Macías Delgado fue electo presidente municipal y rescató el proyecto, con el apoyo del gobernador Fernando Baeza Meléndez, quien autori-zó recursos para la obra. Se optó por edificar el recinto en la zona del Pronaf, ya que en la Ex Aduana se detectaron problemas de estacionamiento e inundaciones. El presu-puesto alcanzó sólo para el 70 por ciento de la obra ne-gra, que se suspendió totalmente en septiembre de 1992, al término del mandato de Macías. Las sucesivas admi-nistraciones decidieron no dar continuidad al proyecto.

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No fue sino hasta el año 2006, tras 18 meses de ar-duo trabajo, que se concretó el sueño largamente acari-ciado, gracias al trabajo de 300 personas entre arquitec-tos, herreros, ingenieros, electricistas, plomeros, en fin, un verdadero ejército consagrado a su realización.

Empieza a marcarse la huella de una nueva historia

La operación del Centro Cultural Paso del Norte empezó a marcar huella a partir de febrero de 2007, cuando se ini-ció un programa estratégico de manejo; en él se incluye-ron metas y objetivos que se fueron cumpliendo poco a poco hasta consolidar espacios que en el momento del arranque no estaban contemplados: la librería universita-

ria, que fomenta la lectura, las bellas artes y el buen café; el área de talleres, y una sala de usos múltiples que da cobijo a exposiciones plásticas, generando un nuevo y valioso recinto para la creatividad artística.

Anfitrión de la cultura

El Centro Cultural Paso del Norte es, por su magnificencia, el recinto cultural más importante de Ciudad Juárez, y se ha convertido en un factor importante para su proyección.

El edificio comprende el gran teatro Víctor Hugo Ras-cón Banda, con un escenario capaz de albergar las me-jores manifestaciones artísticas. Alberga también el tea-tro experimental que lleva el nombre de Octavio Trías, uno

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de los más importantes directores que haya tenido Ciu-dad Juárez; en este hay cabida para actividades escé-nicas que desafían las técnicas del teatro convencional, porque el escenario y las butacas son móviles y facilitan el acomodo del espacio en distintas formas, para pues-tas en escena que favorecen la interacción entre el públi-co y el cuerpo histriónico.

El vestíbulo aloja un espectacular vitromural de un poco más de noventa y cinco metros cuadrados, creado por la artista chihuahuense Patricia Báez. El exterior dispone de una explanada con capacidad para veinte mil personas, di-señada para presentar eventos al aire libre como los cele-brados en el marco del Festival Internacional Chihuahua.

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Ciudad Juárez, de la Filarmónica del Estado, del Festi-val de teatro de la ciudad. En fin, los múltiples y diversos eventos auspiciados por instituciones educativas y funda-ciones culturales, y la presencia constante de los diver-sos promotores artísticos de la región que lo han tomado como sede, consolidan al Centro Cultural Paso del Norte en el ámbito de la cultura y el espectáculo.

Hacia un desarrollo cultural de la frontera

Parte esencial del éxito del Centro Cultural son los progra-mas impulsados en materia de organización, promoción y difusión de la cultura. Es importante resaltar la vinculación que se ha logrado con los diferentes sectores de la co-

munidad, pues se trabaja en coordinación con asociacio-nes e instituciones educativas y culturales, lo que ha per-mitido el éxito alcanzado.

En este desarrollo regional que se impulsa se en-cuentran programas diseñados para diferentes públicos:

– Los enfocados a la formación de los niños en el teatro por medio del guiñol y a través de visitas guiadas.

– Las exposiciones temporales, que abren un nuevo espacio de expresión artística para los creadores.

– Un programa para invitar a las familias a asistir gra-tuitamente al teatro, donde además se incentiva la crea-ción artística de los directores y se apoyan las produccio-nes de creadores chihuahuenses.

La catedral del arte

A dos años y medio de que el Centro Cultural Paso del Norte abriera sus puertas, los juarenses se dan cuenta de cómo ha rebasado las expectativas iniciales, porque han sido testigos de la presentación de múltiples espec-táculos de talla mundial en sus espacios.

Las ediciones del Encuentro de Literatura en el Bra-vo, con su cauda de grandes escritores, el Festival In-ternacional Chihuahua, las Ferias Estatales del Libro, las muestras estatales y nacionales de teatro, la realización de temporadas culturales de la Fundación Mascareñas, de la Orquesta Sinfónica de la Universidad Autónoma de

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– La organización de talleres infantiles y juveniles en las áreas de teatro, música y danza, conciertos en teatros y explanadas, y presentaciones de libros y conferencias.

El Centro Cultural: una sustentabilidad compartida

Partes esenciales y fundamentales del éxito del Centro Cultural han sido las estrategias desarrolladas en su ma-nejo y operación, las cuales se traducen en las siguien-tes acciones: 1) Vinculación con los diferentes organismos empresaria-

les de la entidad para la promoción del Centro Cultural. 2) Coordinación con los diversos sectores gubernamen-

tales de Chihuahua, Texas, Nuevo México y áreas cir-

cunvecinas que permiten dar a conocer el espacio. 3) Celebración de convenios de comercialización con em-

presas privadas para la promoción del Centro Cultural. 4) Realización de convenios con universidades para la

canalización de recursos humanos como prestadores de servicio social y prácticas profesionales.

5) Diseño de campañas de promoción y difusión de los diferentes servicios que ofrece el Centro Cultural.

6) Firma de convenios con la industria hotelera de la enti-dad a efecto de que promocionen el espacio.

7) Establecimiento de nexos con las organizaciones de la sociedad y con instituciones de educación superior para que impulsen programas de difusión cultural.

El Patronato Amigos del Centro Cultural, A.C. ha sido fundamental para el cumplimiento sistematizado de los programas de mantenimiento del inmueble y para impulsar proyectos en apoyo a los creadores de la región, a través de sus diferentes campañas de procuración de fondos: «Tu marca en la cultura», «Un puente a la cultura», «Amigos del Centro Cultural» y «Programa de donación de herramientas».

Compromiso con la sociedad y la comunidad artística

Desde su apertura el Centro Cultural se propuso desarro-llar tres políticas de gran impacto en:Sector Educativo: se reciben cuarenta mil escolares al año que acuden a conocer el Centro.

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Sector Turismo: el Centro es un atractivo fundamental para el turismo de negocios, de convenciones y semi-narios.Sector Social: relacionado con la posibilidad de motivar con programas culturales gratuitos a los grupos desfavore-cidos y marginados y de impulsar estrategias para que los espacios sean utilizados por los diversos públicos.

Hoy por hoy, el Centro Cultural Paso del Norte se ha consolidado como uno de los espacios más impor-tantes en el entretenimiento, esparcimiento y difusión de la cultura en esta frontera y se ha convertido en uno de los íconos contemporáneos más importantes de nues-tra metrópoli.

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Nota para un regalo

Enrique Servín

Aquí te dejo este loto, simple como una flor.Es una flor.Apareció en el agua del parquede entre unos círculos, sombrasritmos vegetalesde entre la capa lenta de detritus, algocomo una masa caída negra: las flores potenciales.Fue capullo primero, cofre cerrado y dedos sin abrirpero despuésqué lenta se entregó la perfección.Lo atraje con una vara, una modesta ramacazadora de símbolos.Es un símbolo.Ponle azúcar al aguadeja el loto en el vaso. Y que haya solpara que viva algo más, porque, tan simplees una flor.Se va a cerrar de noche –cansa ser tanta luz–pero es joven el aire, el año recomienza y mañanaotra vez se abrirámás débilmente, másFinalmente. Y entonces

haz tú que se desdoblela flor en llamas, el astro símboloel loto perfección.

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El hombre es una ausencia

Mario Arras

Algún día

seremos sólo miradas

cuando la luz

se funda en el agua

y las piedras

encuentren su alma.

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La noche inicia en bengalas de madera

Blas García Flores

La noche inicia en bengalas de madera

que no responden siempre

cantando la pulpa de los sueños

incendiando una cuerda

un borde

lo que uno llama

incandescente

naufragio de grillos

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Samalayuca

Liliana Pedroza

Aquel día, cuando llegó a su casa, Amalia aseguró haber visto dos-cientas once ballenas azules. Su madre la miró de reojo mientras ahu-yentaba el sopor de la tarde con un trozo de cartón. Amalia se acer-có a la ventana para confirmar lo que dijo. El calor hacía espejear en el horizonte el mar donde las había descubierto. Doscientas once ba-llenas, insistió, entre las dunas de arena caliente y los cactus, entre ese vapor que sale de la tierra cuando el ambiente abrasa con fuego y aprisiona. Doscientas once ballenas azules y, además, gaviotas so-brevolando el cielo; trazaban un círculo con la insistencia de hacer un orificio y que cayera el mar en el fondo del cosmos. Porque era mar lo que había y no esa triste resequedad de millones de granos dimi-nutos de sal amontonados. Doscientas once ballenas y tres cangre-jos rojos, saliendo de la espuma para tomar un poco de sol, enterrar-se en la arena antes de que una ola los arrastrara de nuevo, e intentar volver a salir en un juego interminable. Doscientas once ballenas y al-gunos caballos de mar. El coral dejándose ver entre el agua cristalina que pareciera tan próximo... Amalia guardó silencio, sus dedos hacían circunferencias sobre la tela de su vestido violeta de flores blancas y amarillas, seguía mirando por la ventana. Su hermana mayor se acer-có tras ella, le retiró el cabello negro de la cara y lo recogió en el pa-bellón de su oreja, le acarició los brazos y luego la condujo a la mesa. Es que no ha comido, pensó la madre, es la falta de comida y el calor. Afuera, sólo podía verse el terreno árido y amarillo del desierto.

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Un teatro para el teatroEdeberto Pilo Galindo

Ciudad Juárez –y corro el riesgo de parecer arro-

gante– ha sido durante mucho años, más que

un valladar, una caja de resonancia para las dis-

tintas voces del teatro de Chihuahua y el destino de otras

voces que hablan de nosotros. En esa singular caracterís-

tica del teatro del norte o fronterizo, hemos sido suficien-

temente plurales como para convertirnos en un ensamble

imprescindible en la escena del teatro nacional.

Nuestros textos, actores y directores se han dado la

vuelta por el mundo. En Francia, España, Chile, Alemania,

Estados Unidos y otros países, los textos de la dramatur-

gia juarense han sido sujetos de estudio y análisis, y se han

representado los trazos de la dirección escénica, o se ha

proyectado el carácter amoroso de nuestros actores dán-

dole vida al personaje, así como se ha manifestado el com-

promiso y la dedicación de escenógrafos e iluminadores,

vestuaristas y diseñadores, juntos todos, con ese amor es-

toico que le ha dado razón y motivo al vigoroso movimien-

to teatral que se da en Juárez.

Sin embargo, no había un teatro para el teatro; even-

tualmente el auditorio municipal, el galerón del INBA, algu-

nos recintos improvisados y, tal vez, en ese esporádico

evento que coincidía con el Festival de Teatro de la Ciudad,

el espacio del Centro Cultural de la Universidad de Juárez.

Ocasionalmente, llegaba algún funcionario al área del arte

y la cultura de las instituciones, que quería creer que en-

tendía este fenómeno del teatro y le dedicaba un girón mi-

serable del presupuesto y le concedía un espacio en sus

recintos oficiales y en sus agendas. Porque el teatro tiene

muchos hijos, pródigos unos, errantes otros, pero no tiene

padres que asuman ese mecenazgo honorable.

Es aquí donde hay que reconocer la labor de Gabriel

Vázquez quien, de la mano de Rodolfo Acosta Benavides

desde la Dirección de Arte y Difusión Cultural de la Uni-

versidad de Juárez, le dio impulso al teatro de la ciudad,

convocando a los primeros talleres de iluminación, esce-

nografía, dirección, producción y dramaturgia, impartidos

por profesionales como Alejandro Luna y Jesús Gonzá-

lez Dávila.

Mucho tiempo quedó en ruinas, convertido en un

escombro, el proyecto de Francisco Villarreal de construir-

le un teatro al teatro y un espacio decoroso al arte. Pare-

cería un pleonasmo, un accidente cacofónico, la redun-

dancia inútil, un sofisma en el sarcasmo, pero no... tiene

mucho más sentido del que podríamos suponer.

Todavía recuerdo el frío endemoniado que hacía

aquella tarde, cuando el amigo y maestro Víctor Hugo

Rascón Banda, con paso presuroso cruzó la gran expla-

nada para ingresar al vestíbulo del Centro Cultural Paso

del Norte. Con un abrigo largo y negro, guantes y bufan-

da, profundamente emocionado, dio un paseo por todas

las instalaciones y luego, como un hijo o un padre amoro-

Ciudad Juárez

ha sido durante

muchos años una

caja de resonancia

para las distintas

voces del teatro

de Chihuahua y el

destino de otras

voces que hablan

de nosotros.

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so, subió al escenario y dijo: “me parece un sueño... y si estoy soñando, por favor, no me despierten...”

Muchos de nosotros pensamos en voz alta que aquel espacio estaría vedado para los teatristas locales. Me complace reconocer que estábamos equivocados. Entonces, gracias por darle un Teatro al Teatro.

Ahora bien, si había que bautizar a la gran sala del espléndido Centro Cultural Paso del Norte, que lleve el nombre de Víctor Hugo Rascón Banda es una decisión afortunada, porque el oriundo de Santa Rosa de Uruachi, en los abismos de la sierra de Chihuahua, es uno de los mejores dramaturgos mexicanos.

Me ha tocado la oportunidad de trabajar en este es-

pacio y mientras uno anda montando escenografías, ba-jando las varas, enfocando los cañones, las lámparas, aforando con piernas y comodín, probando el sonido, mi-diendo los trazos, dándole textura de color a las atmós-feras, regodeándose en los pasillos y los camerinos, per-diéndose en los laberintos y las parrillas, observando el adiestrado malabar del técnico en su paso de gato, uno respira un extraño humor, misterioso y mágico, como si el maestro Rascón Banda hubiese encontrado su propio paraíso y decidido que el cielo era este majestuoso tea-tro, eligiendo volverse eterno aquí.

Lejos del sudor, la tramoya y los técnicos, de los ac-tores y la neurosis del director, uno sale al vestíbulo –lle-

no del delicioso bullicio del público–, como un persona-je más en la historia que el teatro cuenta todos los días y se siente como un binomio indisoluble que hace posible esa magia. Desde ahí, vamos al costado este del com-plejo y sonreímos pensando en la mirada sagaz de Octa-vio Trías, el niño travieso del teatro en Juárez.

Cuando este complejo era escombros, Trías esta-ba pensando montar una obra sobre sus ruinas. Octa-vio recién había ingresado al selecto grupo de artistas del Sistema Nacional de Creadores, cuando se le apro-bó un proyecto para subir a escena tres obras; una de ellas era Lomas de Poleo, que quería estrenar sobre los escombros de lo que hoy es el Centro Cultural Paso del

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Norte. La idea me pareció genial, él era osado y atrevi-do, se arrojaba hacia cualquier posibilidad por descabe-llada que pareciera. Era novedoso y sorprendente. Preci-samente por eso la Sala Experimental de Teatro no pudo llevar otro nombre mejor.

Hace años, Víctor Hugo Rascón Banda llegó a Juá-rez para ver la puesta en escena de una de sus obras, La fiera del Ajusco, montada por el taller de teatro de la Uni-versidad Autónoma de Ciudad Juárez y dirigida por Octa-vio Trías. El estreno se llevó a cabo dentro del Centro de Readaptación Social local y una parte del elenco se com-ponía por internas e internos del propio centro penitencia-rio. Tiempo después, el maestro Víctor Hugo declaraba

que había quedado profundamente conmovido por el tra-bajo de Octavio y su grupo de actores y que eso le de-volvía la fe en el teatro. ¡Quien diría que sus nombres irían a quedar juntos para siempre!

Entenderán por qué sentimos que estos espacios no son solamente muros. Son más que eso. Son como dos seres vivos que punzan inquietos porque alguien llegue, dé la tercera llamada y abra el telón. No los haremos es-perar. ¡Claro que no! Porque nosotros vivimos por ellos, y por nosotros ellos viven.

“Alzad vuestras copas, muy por encima de vuestras cabezas, y de un solo trago bebed, a salud de los que beben a solas...”

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La configuración de un edificio públicoArq. Héctor Rivero

F undar una ciudad implica establecer una marca, un cimiento, un símbolo que nos indique que el asentamiento se desarrolla a partir de aquí y no de

allá. Éste además necesita tener otra característica funda-mental: debe constituirse en un «lugar común», es decir, debe ocupar un espacio físico reconocible y representati-vo por y para todos: incluyente, tolerante y flexible.

En 1961 surge en México el Programa Nacional Fron-terizo (Pronaf), con el propósito de desarrollar las zonas fronterizas del norte del país, a partir de equilibrar el mer-cado de consumo en estas dinámicas regiones y, al mis-mo tiempo, aprovechar la condición geográfica para fo-mentar el comercio con el vecino país. Tres estrategias a ofertar son fundamentales: el turismo, la venta de arte-sanías y los servicios culturales.

En Ciudad Juárez, una serie de acciones plasman fí-sicamente este programa en un proyecto urbano. Es así como nace la zona de la ciudad que es conocida como el Pronaf. Aunque el proyecto no se completa, los resul-tados son notables: se conforma una zona representativa y significativa para sus habitantes. Así se estaba propo-niendo la refundación de la ciudad bajo una perspecti-va moderna, con la cultura y el turismo como elemen-tos principales.

En este momento, a más de cuarenta años del Pronaf, la zona no es nada comparable con lo que fue; sin em-bargo, de los vestigios surge la esperanza: el 2 de diciem-bre de 2006, después de 15 años de abandono, el Centro

Cultural Paso del Norte abre sus puertas. Un espacio de primer nivel para la representación de las artes escénicas.

El proyecto se desarrolla con un entendimiento claro de la condición pública del edificio, lo que implica la posi-bilidad de que la arquitectura se convierta en parte de la ciudad: por un lado, aprovechando su condición formal simbólica, constituyéndose en ícono de la zona; por otro lado, proveyendo escenarios que sugieran, posibiliten y enriquezcan la vida urbana.

De esta manera, como cualquier edificio importante en el mundo para la representación de las artes escéni-cas, todo está relacionado con tres espacios de colecti-vidad urbana: la plaza, el vestíbulo y el teatro, todos inter-conectados y en secuencia, más que con el automóvil, con el viandante en su condición de habitante. Este es uno de los gestos amables del edificio, que sobrepone la escala humana, sutil y lenta, a la rápida y grotesca del automóvil.

La localización del edificio dentro del predio es el pri-mer intento de recuperación del espacio urbano. Al posi-cionarse en la esquina, el frente y el detrás del edificio se difuminan; se nos presenta como un gran objeto para el cual la vista desde todos los ángulos es igual de impor-tante, una disposición elemental pero no muy común en la conformación urbana de la actual Ciudad Juárez.

Uno pensaría que dicha disposición busca sólo mos-trar la majestuosidad del edificio. Sin embargo, se puede decir que se arrincona, dándole la espalda a la calle y, en

Uno pensaría que la

disposición del edificio

busca sólo mostrar su

majestuosidad. Pero se

arrincona, dándole la

espalda a la calle y, en

un gesto de humildad,

se convierte en el

protector y conformador

de otro espacio

fundamental para el

proyecto: la plaza,

explanada de acceso

que conecta al edificio

con la ciudad.

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un gesto de humildad, se convierte en el protector y con-formador de otro espacio fundamental para el proyecto: la plaza, explanada de acceso que conecta al edificio con la ciudad. Con esto nos queda clara su intención: El edifi-cio quiere ser público. Para la ciudad es este gran edificio de formas y texturas; para el peatón es toda una secuen-cia de espacios para la colectividad.

El edificio prácticamente envuelve un costado de esta gran explanada circular, la cual puede contener un aforo de veinte mil personas. Se comprende bien que la plaza está directamente relacionada con el contexto que la rodea, definiendo un espacio ensimismado, el cual se configura a partir de los objetos que lo encierran. Así, se

propone como un elemento que pretende integrar y arti-cular los espacios y edificios existentes a partir de intentar un lugar público al centro de la manzana.

Al acceder por la puerta principal, es inminente el encuentro con una gran galería que se desarrolla en un eje norte-sur, la cual organiza al Centro Cultural. Desde aquí, todo es relacionar y traspasar umbrales. Dos gran-des vestíbulos cumplen la función de conducir, de co-nectar, pero también de presentar, de preparar. Así, no es casualidad que el muro que separa en dos esta gale-ría, dando paso a los dos vestíbulos, sea el vitromural Ele-mento Mágico, de la artista Patricia Báez, donde se narra la historia de nuestra comunidad fronteriza.

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El vestíbulo, de esta manera, es el espacio para distri-buir. A partir de éste se establecen los nexos con los es-pacios de apoyo: baños, galerías, sala de usos múltiples, librería, etc; pero también el lugar para la representación so-cial, espacio intermedio entre la ciudad y la escena, el lugar para ver y ser visto. La celebración tiene lugar aquí. Todo es un juego de plataformas y escaleras; sorprenden los me-zanines, el espacio abierto, los umbrales, los desniveles.

En lo que pareciera una extensión del vestíbulo se desarrolla la apuesta más arriesgada del Centro Cultu-ral Paso del Norte: el teatro experimental Octavio Trías, con una capacidad para doscientos cincuenta especta-dores. Sin escenario ni auditorio definido, se intenta que

la obra teatral sugiera la forma de presentarla y represen-tarla; por lo tanto el teatro se reduce al mínimo indispen-sable: una caja con mezanines donde el drama pueda llevarse a cabo en los lugares más inesperados y sor-prendentes. El público prácticamente adquiere el rol de mirón y cómplice de lo que acontece. La versatilidad de este espacio teatral es total.

La galería continúa siguiendo el eje norte-sur, atrave-sando umbrales hasta toparse con un espacio protegido. A partir de aquí, hay toda una explosión de pasillos, esca-leras, puentes, puertas: suben, bajan, vinculan. Todo esto rodea y protege al espacio principal: El teatro Víctor Hugo Rascón Banda.

El teatro Víctor Hugo Rascón Banda es el lugar ideal para la representación artística y, por consiguiente, con-tiene dos espacios esenciales: por un lado, el audito-rio para el público; por el otro, la escena para el espec-táculo.

El auditorio, para mil setecientas cincuenta perso-nas, se diseña con la amplitud de un performance arts center, con planta baja y dos mezanines, pero incorpo-rando en los palcos la grandiosidad de los teatros clá-sicos. Es concebido como un delicado gran objeto de madera, caja de resonancia y de absorción de sonidos, cuyos pliegues, desfases y quiebres fueron tallados de una sola gran pieza.

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El escenario, con más de dieciocho metros de boca y con la posibilidad de contener a cien actores en es-cena y dos cambios completos de escenografía, reúne todos los elementos técnicos para que cualquier tipo de espectáculo se pueda llevar a cabo ahí, desde un concierto, una obra de teatro o una conferencia, hasta un musical o una ópera. Y es precisamente en la ópe-ra donde las artes escénicas encuentran su máxima re-presentación; es por eso que se ha incorporado un foso de orquesta como parte primordial de la escena, el cual puede subir o bajar según se requiera. Catorce cameri-nos, con diferentes capacidades, completan las posibili-dades escénicas de este teatro.

Un núcleo de oficinas y espacios suficientes para

una escuela de artes escénicas, en la sección al oriente

del teatro principal, completan el conjunto.

Este proyecto representa un reinicio, un volver a co-

menzar que nos permite, a partir de la cultura, entender

a la ciudad como un espacio para todos, incluyente, po-

sitivo, representativo y simbólico. La importancia de este

proyecto radica en que tiene la trascendencia y magni-

tud para sembrar la simiente con la cual podemos refun-

dar nuestra ciudad desde valores más humanos. A no-

sotros sólo nos queda aprovecharlo y disfrutarlo, porque

la mesa ya está servida.

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Bajo el nítido cielo de JuárezPatricia Báez

J uárez, antiguo Paso del Norte, ciudad fronteriza de mi estado, es y ha sido escenario importante de eventos históricos como la Revolución Mexicana,

con gente buena y emprendedora, de grandes inquietu-des intelectuales y políticas. Recuerdo de niña, al cruzar la frontera, haber visto el contraste, ese colorido que sólo México tiene: esa luz intensa y nítida en la atmósfera que hacía vibrar delante de mis ojos sus actividades citadinas, cotidianas, características del lugar. Todo lo quería plas-mar en ese mural de cristal de noventa y cinco metros cuadrados de superficie.

Cuando recibí la invitación a colaborar me sentí muy afortunada, y constituyó una experiencia que no quería que terminase. En ese espacio maravilloso, y con toda la libertad creativa, tuve la oportunidad que no muchos ar-tistas tienen en su vida. Pensé en hacer un mural fuera de todas las normas establecidas, diferente, comenzan-do por su material –el cristal– hasta su composición, su conceptualización.

En uno de mis viajes por la región, para entender y conocer más de ella, visité Mata Ortiz, ese pueblo perdi-do en el tiempo en donde cada familia tiene artistas que elaboran cerámica, cocida con poca leña y con el estiér-col de la vaca; un arte de tierra, de sol, de luna, de se-quía. Una cerámica a la vez primitiva y sofisticada, de una delicadeza extrema.

En aquel lugar tuve mi primera chispa de inspiración: quise usar parte de sus formas para expresar elementos sustantivos del contexto; pero tenía que separar el conte-nido y decidí dividir el mural en partes: el pasado, el íco-no de la ciudad al centro, el presente día y noche y, ro-deando el cristal, el tejido metálico que simboliza el cruce de fronteras, la mezcla de etnias y los tejidos tarahuma-ras de palma.

Después de hacer el proyecto, tuve que armar un taller grande para que cupiera cada pieza, de 2.39 por 1.82 metros. Por supuesto, conté con la colaboración, apoyo y cariño de mucha gente. Imposible mencionar a todos, pero bien saben que cuentan con mi agradeci-miento. Así mismo es imposible no mencionar a Jesús, mi ayudante, que casi me adivina el pensamiento, lue-go de veinticinco años de trabajo conjunto; o al maravi-lloso grupo de pintores graduados de la antigua escue-la La Esmeralda.

Por otra parte, sin la participación precisa y altamen-te eficiente de la Subdirección Técnica de Vitro, no hu-biéramos llegado a concluir satisfactoriamente el proyec-to, ya que el horneado y el templado son las partes más delicadas de todo el proceso con el cristal, pues en un segundo el trabajo puede destruirse.

El mural expresa, finalmente, lo que siento por estas tierras, en especial, por Ciudad Juárez.

Recuerdo de niña esa

luz intensa y nítida en

la atmósfera que hacía

vibrar delante de mis

ojos sus actividades

citadinas, cotidianas,

características del

lugar. Todo lo quería

plasmar en ese

mural de cristal de

noventa y cinco

metros cuadrados de

superficie.

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La forja de un escenarioAntrop. Jorge Carrera

F inalmente aquella noche del 2 de diciembre de 2006, después de tantos días de trabajo, el esce-nario lució majestuoso e imponente. Parecía men-

tira, los sonidos de herramientas y equipos especiales dejaron de taladrar, golpear y hacer ruidos ensordecedo-res propios de las construcciones de gran envergadura, para dar paso a las notas del piano y la maravillosa inter-pretación de la Orquesta Sinfónica del Estado de México bajo la batuta del maestro Enrique Bátiz. La utopía adqui-rió el rostro de las artes y la cultura.

Dos años atrás, aquel mismo lugar seguía oliendo a desprecio y abandono hasta que una buena mañana de noviembre de 2004, la comitiva de funcionarios, artistas, periodistas y mirones que nunca faltan, constataron que la mole a medio construir de bloques y concreto, desper-taba de nueva cuenta. La espera fue larga y lamentable: Ciudad Juárez no merecía ese trato, tanto esfuerzo en productividad industrial no lograba empatarse con el hu-manismo que ofrecen los espacios culturales.

Con las semanas aquello asemejaba un hormiguero. Numerosas cuadrillas comenzaron a entrar en funciones al amparo de un proyecto renovado. Maistros, peones, técnicos especializados, residentes de obra, ingenieros, veladores y arquitectos, todos en un ir y venir constante. Lo más difícil quedaba atrás: comenzar de nueva cuenta con el gran proyecto del Centro Cultural Paso del Norte.

Jesús José Martínez Peché

En realidad nadie sabía su nombre, mucho menos el apellido. ¿Qué onda Peché?... ¡Peché! ¡Peché! ¡Apúrate con las sodas!... ¿Qué pasó con la mezcla Peché?... Sólo así, como Peché, se le conocía en la obra. Era un hombre moreno y bajito de estatura, de mirada quieta y pelo cres-po, parecía de momento que se le esponjaba por efectos de la humedad del mar. Su trabajo era de peón o chalán, como se le conoce también al ayudante del maistro. Lle-gó de Veracruz a finales de 1999, atraído por la bonan-za que se vivía en Ciudad Juárez. No había terminado la secundaria y, adolescente aún, se vio obligado a trabajar como la mayoría de los jóvenes de su pueblo.

Era febrero de 2005 y la construcción avanzaba en lo que se conoce como obra negra, no tanto por el co-lor, sino porque al final del proceso siempre pasa desaper-cibida. Día tras día, hora tras hora y minuto tras minuto, miles de bloques fueron asentados, uno encima de otro, hasta elevar los imponentes muros del edificio. Hubo días muy fríos en que Peché añoraba su tierra natal; las que vi-vía eran jornadas extenuantes y cada vez más peligrosas. Con el avance, también se trabajaba a mayor altura, un par de semanas él y el maistro anduvieron literalmente en las nubes. Concluir los muros de la torre de tramoya im-plicó jugarse la vida a más de 30 metros de altura. Al caer

Ojalá y algún

día demos un

aplauso a estos

trabajadores.

Gracias a su

contribución se

logró la forja de

un escenario.

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la tardenoche, porque durante el invierno ya para las cinco prácticamente está oscureciendo, bajaban con sus ma-nos y rostros enjutos llenos de polvo de arena y cemento.

Meses más adelante contribuyó en el trazo de los ni-veles para la butaquería de la planta baja. Durante varios días escuchó hablar tanto de la isóptica hasta que no se aguantó.

–Oiga maistro: ¿Por qué joden tanto con eso de la isóptica?

–Ah qué Peché, le contestó riéndose: No sea pen-dejo, es pa’ ver bien a los artistas desde acá, sin que na-die lo tape.

Con cordel y valiéndose de pedazos de varilla se de-

finió cada nivel. No fue nada fácil; Peché se reía de los alegatos entre ingenieros y maistros.

–¡A mí qué, no es mi bronca!– era la expresión de su rostro.

Luego de la comida, como muchos otros compañe-ros de la obra, se aventó su coyotito. Habían ido y vuelto tantas veces con las medidas de los niveles que empe-zó a soñar con las terrazas donde sembraba su abuelo en Veracruz. Recordó el verdor de los maizales y cómo le sacaba provecho hasta a la menor parte del cerro, en aquella tierra negra tan buena, aunque no estuviera pla-na. En el sueño se entrecruzaron los rostros familiares y las labores del campo, la libertad de correr y respirar el

aire húmedo, de comer elotes y cargarle al abuelo el tra-go de aguardiente.

–¡Peché! ¡Peché!... ¡Ya levántese, no sea güevón! ¡Va-mos a ponerle al jale!

Mateo Chávez

Este experimentado electricista se sorprendió con el dise-ño eléctrico del Centro Cultural. No era la primera vez que participaba de una labor de tal envergadura, pero nunca de espacios escénicos cuyo manejo de la iluminación es fundamental para su desempeño adecuado.

Mateo Chávez fue de los trabajadores especializados que entraron en una segunda etapa de la obra. La enor-

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me mole comenzaba a llamar la atención; poco a poco fue adquiriendo volumen y ocupando un espacio en el paisaje urbano en los terrenos del Pronaf, el Programa Nacional Fronterizo, inventado desde el centro de la Re-pública a mediados del siglo pasado, encargado de im-pulsar el llamado Muro de la tortilla. Ya de pie el edificio, la electrificación equivalía al sistema circulatorio, la vitalidad misma de los espacios escénicos.

La compañía para la que trabaja Mateo se encar-gó de todo a todo: subestaciones, acometidas, capa-citores, controles, miles y miles de metros de cableado de todos calibres, y desde luego, la instalación de cien-tos de luminarias.

Mateo aprendió electricidad en el trabajo mismo; ha-bía llegado de Nuevo Casas Grandes desde muy joven en busca de oportunidades a Ciudad Juárez, como tan-tos otros de su generación. Apenas había concluido la secundaria y su mamá lo subió al tren con un pequeño veliz de lámina, apurándolo para que no desaprovechara el cobijo que le ofrecía la familia de su hermana, de apo-yarlo mientras encontraba algún trabajo.

A principios de los setenta dejó su tierra para siempre. Desde la estación del tren fue perdiendo sus recuerdos de infancia, aturdido y lamentando su partida; se sintió como esas hierbas que se arrancan de tajo, justo cuando empieza su crecimiento con las aguas del verano.

Adaptarse a Juaritos no fue fácil. Aunque trabajó con gusto en una maderería y en la construcción, hasta que entró como ayudante de electricista, supo que esa era su verdadera vocación.

Mateo sabía de sus capacidades, pero también de sus limitaciones. Lo que resultaba desconocido en su tra-bajo lo preguntaba al ingeniero que tenía de jefe desde hacía varios años. Gracias a esa buena comunicación seguía aprendiendo todos los días. Lo que más le sor-prendió del Centro Cultural fue el sistema de iluminación para los teatros. Nunca imaginó que el chiste de un esce-nario consiste en matar cualquier haz de luz natural, por-que de ahí se parte para el diseño de iluminación según

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lo requiera cada obra de teatro o evento: cantidades, gra-daciones, colores y efectos especiales.

Lupillo Durán

Otro de los trabajos especializados que demandó la edifi-cación del Centro Cultural fue el de soldadura. En los últi-mos años, las estructuras metálicas han adquirido un pa-pel preponderante como esqueletos que dan soporte a los grandes edificios.

Previo al levantamiento de muros, toneladas de vigas llegaron hasta el sitio indicado en tractocamiones; una a una fueron soldadas de acuerdo con las dimensiones es-pecificadas en los innumerables planos. El Lupillo se la rifó

tanto en la torre de tramoya del teatro principal, como en el teatro experimental, el área de exposiciones, los elevadores y el espacio que finalmente ocupó la librería universitaria.

Su nombre no es Guadalupe y tampoco se relaciona con sus creencias. A decir verdad es oriundo del barrio bravo de la Chaveña; desde niño aprendió que la vida no era fácil, menos para las familias como la de él. Su papá trabajaba vendiendo fruta en la calle, quizás por eso siem-pre le gustó el barrio y platicar con la raza. De joven le dio por juntarse con los cholos de la cuadra, usando sus pan-talones guangos, camiseta resacada, lente oscuro, zapa-tos negros y un tatuaje que le recordaba al compita que había perdido la vida por defender a los de su barrio.

Un día reconoció a uno de los cholos de aquellos años. Duraron toda la comida platicando de los tiempos de juventud, de los que se clavaron en las drogas, los que se metieron a ir y venir al Chuco, o los que, como ellos, formaron una familia a la que había que mantener.

El apodo se lo ganó por raparse y usar sombrero al estilo del cantante Lupillo Rivera. Aquella mañana apenas lo vio el más imaginativo de sus compañeros de trabajo y ya le habían surtido. En realidad no le disgustaba, más cuando leyó en esas revistas de chismes de televisión que el tal Lupillo era todo un don Juan.

Durante los meses de la construcción Lupillo, el sol-dador, fue alternando su presencia en el Centro Cultu-

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ral con otros encargos que le hacían en la empresa don-de trabajaba. Al final tuvo que meter marcha forzada para que quedaran listas las escaleras del segundo vestíbulo. Fue una labor que les exigió mucho cuidado: el piso ya se había concluido y tan sólo faltaban unas horas para la in-auguración. Los protectores de vidrio y la elegancia de las escaleras se quedaron grabados en su mente y no estu-vo a gusto hasta el día en que llevó a su esposa e hijos a presumirles la hazaña del antiguo cholo de la Chaveña.

Paty López

Entre los trabajos más exigentes para dejar listo el edifi-cio fue el de la limpieza. Fueron horas y horas de sacar

escombro y tierra, de limpiar y limpiar el polvo acumula-do en todos los rincones. Paty López, luego de trabajar por 27 años en la maquiladora, tuvo que emplearse en una compañía de limpieza porque a su edad productiva las oportunidades ya no abundan. Llegó a Ciudad Juárez a los 18 años cargando a su chamaco de meses, venía tan decepcionada de la vida y el amor que no tuvo más aspiración que olvidarse de su tierra, allá por La Laguna, donde el engaño encarnó en descendencia.

Eran los tiempos en que la maquila se multiplicaba como los panes por Jesucristo. Miles de personas llega-ban hasta el antiguo Paso del Norte, seguras de que el em-pleo era cuestión de días para conseguirlo. Entre las cha-

parritas morenas venía Paty, con sus recuerdos a cuestas, sólo volviendo a la realidad cuando lloraba su pequeño Lá-zaro. Así se llamaba el abuelo, y el nombre correspondía a los tiempos en que el General Cárdenas repartió las tierras para formar los ejidos de la gran comarca lagunera.

Después de 27 años Paty se había casado o junta-do –que para ella significaban lo mismo– dos veces; con-taba con 4 hijos y 8 nietos, pero como su viejo actual era un poco indispuesto para el trabajo, seguía en pie de lu-cha: –Yo no necesito a nadie para tener mis cosas, la co-mida, la ropita y para cuándo se les ofrezca a mis hijos y nietos–. Hacía las veces de mamá grande... se quejaba de la vida, pero no soltaba el control de la prole.

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A lo largo de tres meses Paty contribuyó con algo así como sacarle lo bonito al Centro Cultural. Durante al-gunas semanas limpiaron ventanas y vidrios interiores. Como era muy detallista y cuidadosa, le hicieron el en-cargo especial de limpiar el mural en vidrio de 250 metros cuadrados que aborda la cuestión de la historia y la cultu-ra en la frontera norte.

Más adelante siguieron los pisos; otro batallar has-ta que quedaron relucientes con el pulido y encerado. El mero día de la inauguración, a eso de las once, un señor regañón que traía una varita en la mano se puso como energúmeno cuando el teatro principal era una sola nube de polvo. Y cómo no, se trataba de limpiar

cada uno de los 1750 asientos que, desafortunadamen-te, se habían ensuciado con las últimas acciones de construcción.

Días después, luego de ver las noticias de la inaugu-ración en un periódico en el Centro Cultural, Paty se ente-ró que aquél señor de la varita, al que había hecho toser en más de una ocasión, se llamaba Enrique Bátiz y que todos los músicos que lo acompañaban integraban la Or-questa Sinfónica del Estado de México.

Ojalá y algún día demos un aplauso a estos trabaja-dores. Gracias a su contribución se logró la forja de un escenario.

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La cultura y las culturas de JuárezArq. Gastón Fourzán

C ómo será posible situar lo que manifiestan y contienen los muchos panoramas y resquicios sociales que se dan en la frontera: las prácticas

de la vida en una gran complejidad de formas de sentir y pensar la identidad y lo cultural desde lo cotidiano. Cómo podemos encontrar una capacidad tan amplia de convi-vir, o desvivir, en el espacio juarense con esos otros es-pacios tan diversos.

Por otro lado, más allá de una realidad imaginada, donde muchas veces la capacidad de frontera se agota o desaparece, emerge la cara cruda, conmovedora, de las realidades fronterizas, con sus principales e incompa-tibles funciones: separar y diferenciar, segregar y delimitar, pero a la vez conjuntar, igualar, confundir.

En la frontera, y en sus ambientes, existe una capaci-dad de múltiples vertientes imaginadas o reales que la con-vierten, ya en la circunstancia del encuentro, ya en la indife-rencia o el desencuentro; en la convivencia solidaria o en la ignorancia del prójimo y la intolerancia; en el espacio de la paz y la aceptación o, aún, en el desprecio y la incuria.

Multiculturalidad, informalidad, recreación versátil, son siempre adaptaciones prácticas y funcionales de la gente para permanecer y perdurar. Esa masa orgánica va ob-teniendo su forma tan singular día a día. El trabajo de las personas, de las familias, emerge del esfuerzo, la lucha, la búsqueda, entre la conformidad y la resignación o, con empeño, entre la obstinación y la terquedad por alcanzar

sus ilusiones. La vida distinta es nueva cultura. No solo es distinta: es nueva.

La frontera abreva en las corrientes invisibles de la sangre, subyacentes en cada ser que llega o nace en el lugar y que es nutrido por ella. Paralelamente, el lugar filtra lo suyo: el sol inclemente, la atmósfera que enceguece, el horizonte borroso y fosforescente de polvo, van llevan-do poco a poco, como en un trance mágico, a una irre-mediable fascinación.

Queda bien claro que Ciudad Juárez es muchas cul-turas. Cada grupo tiene su expresión y sus intenciones. La tradición, que no es escasa, es rápidamente subver-tida con las aportaciones constantes, en un proceso in-acabable de aculturación, transculturación y desde lue-go, en varias facetas, de deculturación. Ahí la variedad se divide en posibilidades y diversidad enriquecedora en el abigarrado mosaico que se forma. Campean la incon-gruencia y la contradicción porque solo el tiempo destila la consistencia. Pero no hay tiempo para eso. La inciden-cia vertiginosa, la aportación desigual, la discontinuidad de los esfuerzos son una contracorriente difícil de sortear y una condición donde parece que a cada momento hay que volver a empezar.

Sin embargo las manifestaciones están. Desde lo re-conocido por los medios como la exposición de museo, la plástica de vanguardia, el concierto de auditorio, o, más allá, con el vigor del arrojo, el graffiti y la pinta, la tocada

El mural colectivo

Cronología urbana

de Ciudad Juárez,

pintado en el sótano

del Centro Cultural,

hace una descripción

gráfica de los variados

rostros que configuran

el complejo mosaico

fronterizo.

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y la representación teatral en donde se pueda, la pintura en papel de estraza, la ciudad de pálets, cartón y chata-rra. La obra de arte se halla en el material noble igual que en la basura y el desperdicio. La ciudad perdida, la cultu-ra perdida y el arte más perdido que encuentra todo. Por así decirlo, cultura formal y cultura popular. Sus respectivas potencias y posibilidades. Creación sofisticada o creación espontánea, expresiones de la sensibilidad o de la urgen-cia, productos ricos o enrarecidos por la improvisación.

Por supuesto, en una ciudad donde se aglutina una comunidad con oportunidad económica, se da sin reme-dio una necesidad de convivir, trabajar y producir. Se tiene un crisol permanente, de cualquier manera, para fundir los materiales que constantemente llegan, preciosos o fabri-

les, por igual. Dice García Canclini, en su libro Las culturas populares en el capitalismo, que cultura es la producción de fenómenos que contribuyen, mediante la representa-ción o reelaboración simbólica de las estructuras materia-les, a comprender, reproducir o transformar el sistema so-cial, es decir, todas las prácticas e instituciones dedicadas a la administración, renovación y reestructuración del sen-tido. Así, se pone de relieve a la dinámica fronteriza como el más acelerado cambio que puede experimentar cual-quier grupo humano, cuyo impacto desestabiliza porque la masa crítica existente es aún voluble e informe. No está del todo en condición de resistir el embate: lo acepta con voluntad, que es su circunstancia; empero se transforma y se reconfigura, por supuesto sin detener su movimiento.

La complejidad, como percepción de la realidad, es la nueva herramienta que aún falta conocer a fondo. Por-que de qué otra manera se van a poder abordar las in-dagaciones sobre lo efímero y lo variable. Por lo general son ingredientes que pueden estar presentes en los pro-cesos culturales, pero en la frontera se vuelven constan-tes de base. Esto lleva a considerar lo que hay de gran fragilidad y volatilidad en tales procesos. Inaprensibles son tantas manifestaciones que solo los artistas pueden dar cuenta de ellas, porque están inmersos en esa realidad: su propia realidad en la que viven y trabajan. Y asimismo, son capaces de escapar a tanto cliché que se forma, pues en un ambiente de frescura son los que dan cuen-ta de las expresiones. Además, con sutileza: ahí están las

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interpretaciones a través del teatro, la imagen filmada o la plástica y, desde luego, la música.

Ciudad Juárez, la frontera, el tránsito de todo lo ima-ginable, el ir de paso. Los migrantes arriban desde puntos alejados del país. Personas solas o en familia llegan en pos de la subsistencia sea de este lado o del otro. Para unos la improvisación; para otros pocos, la ganancia rápida y, sin mayor atención, el consumo fácil, la diversión. El movimien-to habitual de día y de noche con los hombres y mujeres de maquila en todos los turnos, la visita del turismo de un día, el tráfico acelerado, el ir y venir de bienes y personas a El Paso. En verano con el aire caliente que ni la madruga-da atempera y en el invierno el filo del frío, cristal ingrato que flota y se filtra. Tal es el medio del proceso cultural.

La aportación de usos y costumbres a lo largo de décadas: La presencia de la mexicanidad a veces inge-nua o apenas perceptible, o con un folclorismo exagera-do y maquillado. La artesanía del consumo turístico de oropel, alterada. La música del mariachi que propios y ex-traños fomentan y desde luego reproducen en su propia visión, alejada de las fuentes pero al mismo tiempo cer-cana por los medios de comunicación. Nuevas formas de sostenimiento de tradiciones mediante el contacto in-directo y el nuevo consumidor. El producto cultural y el productor de cultura en interacción con personas e insti-tuciones ajenas a sus lugares de origen que hacen que se resignifiquen las cosas en lo material y desde luego en lo simbólico. Es un proceso de descontextualización

parcial o total que deriva desde luego en la refuncionali-zación, porque no se debe hablar de pérdida de autenti-cidad: más bien es un reacomodo a nuevas formas y ne-cesidades.

Una expresión singular es la exacerbación de ciertos rasgos de la cultura nacional que, pareciera, intentan hacer una presencia de contrapeso ante la influencia de la cul-tura extranjera, la anglosajona. Inclusive desde el gobier-no central se vio al Programa Nacional Fronterizo, Pronaf, trasnacionalizador en su esencia, acompañado del Mu-seo con la reproducción de piezas arqueológicas y con la instalación del Fonart, en un doble intento, burocrático, por promover el turismo y reforzar el nacionalismo. Las plazas de toros, la Balderas y la Monumental, fueron en su mo-

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mento fuerzas vinculadoras que integraban a la comuni-dad fronteriza con sus arraigos del interior. La celebración de las fiestas cívicas ha tenido siempre una particular vi-gorosidad, se cree, ante la necesidad de la afirmación. Y eso en cualquiera de las varias culturas, pues la Virgen de Guadalupe, los símbolos patrios y otros elementos de la iconografía tradicional están siempre presentes desde el pachuco, el cholo, el pocho o el chicano y tantas otras de-nominaciones a esos segmentos que finalmente sienten de alguna forma su pertenencia a una nación.

Adicionalmente, el gran mosaico cultural y artístico queda orlado, aunque parezca poco creíble, por sólidas manifestaciones de las tradiciones más entrañables de diversos grupos étnicos. Los mazahuas tienen ya más

de tres décadas de presencia, desempeñando sus acti-vidades mercantiles. Resuena la música de los mixtecos, pues ellos tienen su orquesta donde los adultos mantie-nen la costumbre y los pequeños se suman como lo han hecho desde hace siglos a la sucesión generacional. Lo mismo los huicholes con sus artesanías y sus prácticas religiosas, y los rarámuris, por mencionar solo a algunos.

Las representaciones que los seres humanos hacen para tratar de dar testimonio de su vida, de sentirse tras-cendentes y que, al final, es una composición de sue-ños, realidades y fantasías, están envueltas en un singular imaginario que, dice un poema alguna vez escrito en una barda, no sanan la locura ni mitigan el dolor, pero son ca-paces de crear un mundo inquietante, atrayente.

La ciudad mantiene un gran esfuerzo y, con gran no-bleza, genera una amplia riqueza: ofrece trabajo, oportu-nidades y, asimismo, riesgos. Cuando se llega de pasa-da es impersonal para todos y cuando se la encuentra es cálida y acogedora. Cabría preguntarse si existen otras maneras de ver e interpretar la identidad de la ciudad y lo cultural en el espacio transfronterizo. A ello se dedica bue-na parte de la atención de instituciones, artistas y acadé-micos, para facilitar, esclarecer y dar cauce a la expresión humana. Solo así, en ese ir y venir de la comunicación, se llegará a entender de manera más acabada la reali-dad juarense.

El Centro Cultural Paso del Norte es un sueño larga-mente anhelado para que la ciudad vaya poco a poco

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consolidándose como tal, con infraestructura y equipa-mientos que eleven la calidad de vida. El empeño ha sido de artistas, políticos, empresarios y de la propia comuni-dad ansiosa de hacer valer su derecho a disfrutar los pro-ductos del arte que la humanidad ofrece (y que por diver-sas razones no logran pertenecer a todos). Finalmente se alcanza el objetivo. Ahora viene sin duda lo más difícil: que el espacio sirva para lo que fue construido. Pero, ¿para qué fue construido? Es creíble que en la mente de cada quien haya un proyecto distinto de Centro Cultural.

El programa arquitectónico cuenta con las facilida-des para albergar varios requerimientos. El teatro experi-mental en verdad puede ser el vehículo que dé cabida a las inquietudes y la creatividad que en términos escénicos

existen. También hay una galería amplia y digna; una libre-ría que, manejada con buena intención, dará una atracti-va oferta, y otros espacios complementarios que pueden tener orientaciones adecuadas al entorno que sirven. La creatividad y la imaginación son muchas y no solo la apti-tud existe, sino el verdadero talento, que a veces se pre-senta de forma rebelde y bronca, de ímpetu incontenible, en busca de la confrontación. En ese ambiente quién eva-lúa y decide qué cabe en los espacios y qué no. Quién identifica e impulsa con liderazgo y autoridad moral una consecuente intervención.

El potencial de la cultura popular es inconmensurable y, como la hidra, muestra miles de rostros difíciles de en-tender y analizar, movedizos, reflejantes, en metamorfosis.

La inevitable forma de institución, es decir de aparato bu-rocrático, del Centro, lo convierte por definición en impe-dimento, más que en facilitador de la canalización de los procesos. La meta es construir una institución de visión amplia, abarcadora, pendiente de las novedades y con una especial sensibilidad que le permita acertar en las ac-ciones y servir de estímulo deseado.

Más allá de la multiplicidad cultural, otra enorme difi-cultad para el trabajo del Centro es la heterogeneidad de las clases sociales. Para acceder y comprender una obra de arte o científica, cualquiera que esta sea, se requiere del dominio de ciertos códigos de entrenamiento intelec-tual, y de la sensibilidad para entenderlos y descifrarlos. Como el sistema educativo entrega a unos y niega a otros

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los recursos para apropiarse del capital cultural –según su posición socioeconómica–, la estructura de la enseñanza reproduce la estructura previa de distribución de ese ca-pital entre los grupos sociales. Embarazosa tarea superar estas condicionantes pesadas y atávicas.

La solución usual: separar lo refinado y exquisito, o mejor, lo potable; excluir lo crítico, lo demostrativo de algo que incomoda, lo “contaminado”, lo grotesco, lo... Pero dónde está lo auténtico y lo genuino que conlleva la crea-ción renovadora que oxigena y aporta al legítimo proceso de tomar conciencia. Solo un trabajo dedicado, compro-metido, sensible, lo podrá develar.

El enfoque más fecundo que un esfuerzo a favor de la cultura puede tener, es el que piensa al arte y a la cul-

tura, en su conjunto, como instrumentos para compren-der, reproducir y transformar en algo mejor la realidad que vivimos. Que se trabaje para elaborar y construir el marco de actuación consecuente, propositivo, inspirador que el ambiente juarense demanda para avanzar, en la medida de lo posible, hacia el bienestar común.

No existen dudas acerca del destino de las culturas de Ciudad Juárez, aun dentro de los conflictos y de la po-breza que las erosionan. La transformación dialéctica que se ha visto da aliento y gran esperanza sobre el futuro y el valor de tales culturas, de sus imágenes, de sus sistemas de pensamiento, de sus creencias, es decir, de todo con lo que las comunidades buscan explicarse y justificar su existencia colectiva e individual.

En Ciudad Juárez se es testigo de lo que hay de invención en toda producción simbólica: se despliegan nuevas realidades, se juega con lo real, se abre lo que no es o no se puede ser. ¿Cómo comprender esas enso-ñaciones de lo real que nos pasamos construyendo en la ilusión, en los simulacros de la utopía y del espejismo? ¿Cómo es que pueden sobrevivir y crecer estos universos ficticios en un ambiente que repetidamente trata de ser sometido a la racionalidad de la eficiencia? La capacidad humana trasciende las necesidades materiales, por acu-ciosas que sean, y se proyecta hacia el futuro. Sin desli-gar sus importantes vínculos con la estructura económi-ca, las expresiones espirituales tienen ganado su lugar en los ámbitos de la interpretación integral de la cultura.

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Arquitectura e ingenieríaArq. Lorena Barrera

S in duda, hablar de la labor desempeñada en la actualización del proyecto arquitectónico y ejecu-tivo del Centro Cultural Paso del Norte, es con-

firmar que nos dejó gratos recuerdos, múltiples expe-riencias y una enorme satisfacción. Siempre estaremos orgullosos de participar en una propuesta de equipa-miento urbano que, por su impacto, funciona como fac-tor de cambio social, pues contribuye a elevar el nivel cul-tural de los juarenses.

Todavía más significativo y relevante es que era una obra ya iniciada y que por diversas razones quedó aban-donada por más de una década. La propuesta fue muy bien recibida por la sociedad que, por la falta de espa-cios y la situación de los existentes, sentía la necesidad de contar con un equipamiento cultural a la altura de sus necesidades del presente.

En qué condiciones se encontró la obra

En la primera visita al sitio, en diciembre de 2004, tuvimos la sensación de que el tiempo se había detenido: las ar-maduras quedaron listas para colocarse, las cimbras de losas y zapatas preparadas para recibir el concreto; pare-cía que la obra seguiría su marcha al otro día. Sólo un árbol en el escenario demostraba el abandono de tantos años.

Había tendidos de tuberías y equipos de clima a me-dio instalar, que se deterioraron por el abandono. En el

sótano se encontraron los elevadores empacados, la concha acústica y parte del equipo de las ingenierías tea-trales. Lamentablemente, casi todo era obsoleto, salvo los elevadores.

Las dimensiones del predio, así como de lo construi-do, resultaban imponentes e inquietantes por su gran es-cala y daban la sensación de un laberinto inacabado.

El proyecto original se diseñó en otra ubicación y con otras condicionantes de topografía, planimetría y orienta-ción y, por alguna razón desconocida, se trasladó a este predio sin hacer las modificaciones necesarias; estas ca-racterísticas requirieron una profunda reflexión de cómo lograr adecuar estas desventajas a la realidad.

Realmente fue una labor difícil y minuciosa empezar a trabajar en la propuesta, sin contar con información ac-tualizada; fue necesario realizar un levantamiento topográ-fico preciso, sobre todo, de la estructura, que si bien no estaba montada ya se encontraba casi en su totalidad en la obra y había que respetarla; así como las propuestas originales de alturas y niveles, porque algunos de los mu-ros estaban ya terminados y bien confinados, mientras que otros se quedaron a la mitad. Con esta información se pudo empezar a incorporar y rediseñar las áreas con las nuevos r equerimientos planteados.

No fue sino hasta después de descifrar la informa-ción disponible, de tener la conceptualización de la pro-

El CCPN surge

de la necesidad

apremiante de

los intelectuales,

artistas, promotores

culturales y del

público en general,

de contar con

equipamiento

cultural a la altura

de las necesidades

actuales del teatro,

las artes y la ciudad.

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puesta, y el proyecto arquitectónico terminado y aproba-do, cuando se localizaron los planos originales, que ya no eran necesarios porque la concepción arquitectónica era totalmente diferente, y se requerían nuevos plantea-mientos arquitectónicos ejecutivos y de ingenierías espe-cializadas para el nuevo proyecto. Sólo los planos de es-tructuración sirvieron para obtener las dimensiones de las armaduras, de los niveles originales, etcétera.

Cuáles son los cambios más importantes respecto a

la propuesta original

Actualizar el proyecto significó modificar los espacios e in-corporar unos nuevos para mejorar su operación; planear

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los accesos para garantizar su control efectivo y agregar rampas para personas con capacidades diferentes.

También fue imprescindible hacer cambios significa-

tivos en los edificios para que fueran autónomos y funcio-

naran en sus distintos usos, horarios y públicos. El com-

plejo está formado por:

1. Teatro principal.

2. Teatro o sala experimental.

3. Salón de usos múltiples.

4.-Cafetería/librería.

5.-Administración y escuela de arte dramático.

6. Camerinos y áreas de servicios.

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Lo primero fue que cada uno contara con accesos, salidas de emergencia y servicios sanitarios independientes que permitieran mayor libertad de tránsito a los usuarios.

Solucionar la curva isóptica fue lo más complejo, ya que en el proyecto original la visual estaba calculada con porcentajes por abajo del ideal, que son 12.5 cm. de ojo a ojo del espectador, y los niveles de la estructura general ya estaban definidos. Así que se modificó la curva isópti-ca, adaptando los niveles perimetrales y se cambió el ni-vel del escenario para lograr ese objetivo, pues en un edi-ficio de esta naturaleza hay que ver bien y oír bien para garantizar su funcionalidad. Las butacas se distribuyeron de forma continental; se amplió la dimensión de la huella

(1.20 m.), se suprimieron los pasillos centrales y se incre-mentó la dimensión en la parte posterior de la sala, elimi-nando espacios inoperantes para garantizar el mismo nú-mero de espectadores.

El vestíbulo principal se concibió como el elemento distribuidor y de acceso a los demás recintos, tanto de la plaza como de los estacionamientos. Se eliminaron el mezanine y las losas innecesarias para poder diseñarlo a doble altura, pues se consideró fundamental que tuviera un aspecto imponente; las escaleras escultóricas metáli-cas con sus barandales de cristal templado contribuyen a enriquecer ese concepto.

Esta idea de grandeza se repite en el vestíbulo del

teatro principal con su triple altura y con su escenario que puede albergar hasta cien actores en escena.

A la artista plástica chihuahuense Patricia Báez se le propuso este gran espacio para la ubicación de su obra y fue necesario mantener una estrecha comunicación con ella para dar solución técnica a los requerimientos de ins-talación de su mural.

Al extender algunos espacios e incorporar ciertos elementos se consiguió definir una nueva imagen formal, adecuada y proporcionada a su contexto, aunado a que fue necesario incorporar parasoles para protección de las orientaciones más difíciles, así como elementos escala-dores como muros, pantallas, etcétera.

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Otro elemento relevante es el espacio público que se logra en la plaza, de trazos geométricos simples y acaba-dos de larga duración como el cemento pulido oxidado; fue necesario rediseñarla e incorporarle una escalera ha-cia el estacionamiento subterráneo para lograr una comu-nicación directa con este simbólico espacio, que, por su escala y ubicación, será testigo de múltiples manifestacio-nes artísticas para el beneplácito de la sociedad.

Materiales utilizados y sistemas constructivos

Para lograr un lenguaje arquitectónico de formas simples y garantizar una larga vida útil a los materiales, se hizo una cuidadosa selección.

El edificio en su distribución y orden combina con-creto y estructura metálica; se utilizaron losas de concre-to en los entrepisos, y sólo en los cuerpos de los teatros se utilizó como cubierta la lámina multipanel. Los muros que definen los cuerpos de cada edificio son dobles, de block de concreto, con cámara de aire al centro (aproxi-madamente 80 cm. de espesor); por sus dimensiones el edificio se diseñó con estructuras independientes en cada uno de sus cuerpos, generando juntas constructi-vas. Para las adaptaciones de la nueva propuesta se con-sideraron muros de Durock.

Los acabados son terminados de enjarre, textura y pintura en su exterior, y aplanados de yeso y pintura en su

interior. Las aperturas al exterior se resuelven con can-celería de cristal suspendido por medio de arañas y ca-bles de acero. En el exterior se recurre a la utilización de materiales naturales como la cantera laminada, para re-cubrir algunos muros y garantizar su durabilidad y per-manencia. En el interior todos los recubrimientos de pi-sos son de mármol con insertos de granito en algunas de sus áreas, así como concretos pulidos y oxidados en áreas de tráfico intenso (áreas de camerinos y servicios) para garantizar su durabilidad y resistencia al uso.

En algunos muros interiores también se utiliza la cantera laminada; en otros el granito o la madera. El in-terior de la sala tiene alfombra en pisos, y en los muros

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recubrimiento de madera con paneles acústicos adecua-dos al estudio especializado que se realizó. Los plafones del interior también son de madera y permiten ocultar los pasos de gato.

En el caso del panel de aluminio en la torre de tramo-ya, que es el elemento más grande y pesado del Cen-tro, se seleccionó este metal porque no requiere mante-nimiento y da la impresión de aligerar su presencia para que no resulte tan protagonista.

Los materiales se seleccionaron para obtener espa-cios sobrios, acogedores y elegantes, sin ostentaciones, simplemente buscando un equilibrio sereno, adecuado y fino en su gama cromática, y que además permitieran

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una sensación de amplitud, y garantizaran su durabilidad física y su vigencia en el tiempo.

Cómo expresa el Centro Cultural Paso del Norte su

contribución a la cultura de Ciudad Juárez

El proyecto original hacía referencia a una arquitectura con tendencia nacionalista, con una clara alusión a elementos de la cultura Paquimé. En la actualidad las premisas ar-quitectónicas han cambiado: precisan un edificio de for-mas sencillas, puras y que por su composición formal y sus materiales ofrezca una idea de atemporalidad, para que pueda envejecer con dignidad.

Algo muy significativo del edificio, y que alude a las

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condicionantes de esta ciudad, es el elemento dominan-te en su acceso principal, que en su aspecto formal recu-rre a la forma de una espiral, haciendo una analogía a la evolución de la cultura siempre en constante cambio, en ascenso, nunca estática.

Hoy el Centro Cultural Paso del Norte es el recinto cultural más importante y mejor equipado en infraestruc-tura teatral de la zona norte del país, que permite des-de las representaciones más sencillas hasta las que re-curren a las últimas tendencias artísticas, que van de la mano con las innovaciones tecnológicas. Además, será

un punto de intercambio cultural con la vecina ciudad de El Paso, Texas.

Seguramente en su operación será un fiel testigo de la diversidad en las artes y la cultura y detonará el desa-rrollo creativo en la sociedad.

Para concluir, es importante señalar que la Plaza de Acceso hace una contribución a la ciudad al privilegiar el desarrollo social y cultural en un recinto público; segura-mente con el tiempo los habitantes de Ciudad Juárez ha-rán suyo este espacio que promueve la integración ciu-dadana.

Actualización del Centro Cultural Paso del Norte: Gobierno del Estado de Chihuahua, Administración 2004-2010. Proyecto solicitado por la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas del Estado: Secretario: Ing. Luis Alonso Fernández Casillas. Dirección de Obras Públicas: Director: Ing. Carlos Vásquez Cano. Jefe de Departamentos de Construcciones: Ing. Enrique Villarreal Alemán. Dirección de Obras Públicas de la Frontera: Director: Ing. Ernesto Mendoza Viveros. Supervisión externa: Constructora y Promotora Aztlán S.A. de C.V.: Ing. Fernando Pérez Morales, Ing. César Pérez Valadez. Residente de supervisión externa: Ing. Miguel Ángel Borunda. Asesoría arquitectónica: Arq. Armando Marín Pérez, Arq. Miguel Ángel García Dorantes. Residencia de obra: Ing. José Antonio Barragán. Proyecto arquitectónico de actualización: EB Arquitectura: M.A. Arq. Lorena Barrera González, Arq. Alfonso Escárcega García. Colaboradores: Iván Amaya Gutiérrez, Paola Aguirre Serrano, Nancy Domínguez Trujillo, Georgina Corral Anchondo, Cristina Sánchez Dávila. Ingenierías: Ingeniería eléctrica: Ing. Antonio Arévalo Salinas. Ingeniería clima artificial: Climas y Proyectos BALCOR S. de R.L. de C.V. Ingeniería estructural (modificaciones a la existente): Ing. Mario Aragón Bañuelos, Ing. Jesús Vizcaíno Blanco. Ingeniería hidráulica, sanitaria, sistema contra incendio, alimentación a equipos de aire, sistema de riego: Ing. Mario A. Portillo Cordero. Ingeniería especializada (mecánica teatral, audio, comunicaciones, etc): MAVEESA. Director General: Ing. Sergio Cortés Reynel. Catálogo de conceptos: Arq. Benjamín Ojeda. Murales en cristal: Patricia Báez.

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Centro Cultural Paso del Nortese terminó de imprimir en diciembre de 2009con un tiraje de 2 000 ejemplares.

En interiores se utilizó papel New Age Blanc de 157 g., Artcard unicolor en la cubierta y Brite Hue de 310 g. en la camisa.

Diseño, producción gráfica y cuidado de la edición:

Luis Carlos Salcido y Héctor [email protected] (614) 425 0533 • (614) 196 1021Chihuahua, Chuhuahua, México.

Impreso en Hong Kong • Printed in Hong Kong

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