Centro de Día Como Enlace

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      EL CENTRO DE DIA: UN DISPOSITIVO DE ENLACE

    En este espacio de encuentro para compartir experiencias de trabajo, de vida y algunas

    reflexiones sobre las mismas, mi apuesta es también dejar abierta la posibilidad de

    interrogarnos sobre nuestra práctica como trabajadores de la salud y que esta pregunta nos

    impulse hacia algunas propuestas.

    Digo que la pregunta impulsa porque nos empuja, nos invita a tratar de responderla y en ese

    intento producimos, inventamos cosas nuevas o rediseñamos lo que ya sabemos.

    ¿Por qué elegí este título? Porque es así como pienso la práctica, la función del Centro de

    Día. Como Institución abierta, puente, enlace entre persona, espacios y recursos. Como lugar de

    paso para ser transitado y acceder a otros. Al modo de “Institución estallada” como dice

    M.Mannoni . Una institución que no se pretende total, omnipotente, de la cual cuesta apartarse;

    sino una que asume y permite que el sujeto se sitúe al nivel de la palabra; con la posibilidad de

    separarse de la institución. También rescato la definición de ella con respecto a Bonneuil,

    institución de la que fue fundadora en 1969. Lo definió como lugar experimental, como “un

    lugar donde puede suceder una cosa distinta, a partir del espacio que se deja libre para lo

    imprevisto”1 

    Hace trece años comencé a trabajar en un Centro de Día de la ciudad de Rosario, ALAS, que

    es una O.N.G. sin fines de lucro. Transite diversos espacios grupales, de taller, individuales,

    siempre dentro de un equipo interdisciplinario donde compartí mi hacer y mi formación con

    otras profesiones y disciplinas. Fonoaudiólogos, médicos, trabajadores sociales, docentes

    especiales, terapeutas ocupacionales, musicoterapeutas, actores, artistas plásticos, etc.

    Cuando empezamos a pensar el Centro de Día como una institución de tránsito, y no de

    llegada final , nuestras propuestas y estrategias apuntaron cada vez más a un lugar de “puertas

    1- M.Mannoni; Un lugar para vivir, Ed. Crítica, Barcelona 1983 

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    abiertas” donde se dejara entrar el afuera y desde el cual nos impulsáramos a recorr er los

    espacios exteriores, en un ida y vuelta cada vez más fluído. Invitar a otros grupos a nuestros

    talleres y a su vez participar de las actividades ofrecidas por otras instituciones; realizar los tan

    deseados y esperados bailes; la feria en el barrio; las fiestas de fin de año en distintos bares de

    la ciudad; la realización de un mural que hoy compartimos con todos los rosarinos que pasan

    frente a la estación terminal de trenes; la interacción con los diferentes efectores de salud.

    Salidas a museos, cines, parques, bares etc.

    La proyección de un corto realizado en el Taller de Cine, para lo cual conseguimos que la

    provincia nos prestara el Cine El Cairo, para que el público en general lo contara como una mas

    de las propuestas de la Cartelera, fue un logro muy importante. No queríamos participar sólo del

    ciclo de cine sobre Discapacidad… Esta experiencia nos fue marcando un rumbo hacia el cual

    queremos apuntar. No quedarnos en los circuitos paralelos de discapacitados para

    discapacitados. Estas prácticas son verdaderas experiencias de inclusión.

    Porque cuando hablamos de desmanicomialización pensamos en el cierre de los

    psiquiátricos, los loqueros que encierran y nos mantienen a resguardo de la locura. Pero somos

    los sujetos los que portamos las prácticas manicomiales. Cualquier institución puede reproducir

    el encierro y la segregación. Si generamos circuitos paralelos para la discapacidad, dónde está la

    inclusión?

    Volviendo a la experiencia en ALAS, recuerdo como primer intento de una forma de relación

    diferente con el afuera, la invitación de una artesana al taller de Plástica para que diera clases de

    Cerámica. Veníamos de una modalidad institucional más tradicional en la que el joven llegaba,

    participaba de las actividades pautadas y luego retornaba a su casa. Los talleres eran pensados y

    llevados a cabo por el equipo de profesionales de la institución. Éramos todos profesionales de

    la salud o docentes especiales pero artistas, ninguno. Esta experiencia iniciada por el deseo de

    algunos y desconocimiento en la materia nos llevó a buscar en alguien de “afuera” para que

    desarrollara esta actividad específica que tiene sus técnicas, cuya función es la regulación de la

    materia y configurar un orden que excédela que las transmite. Nos habilito a todos una legalidad

    diferente. En ese taller se contemplaban las posibilidades de cada uno en su singularidad, y era

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    un taller que podría haberse desarrollado en cualquier otro ámbito para el público en general.

    La persona que coordino se ocupo de transmitir una técnica y un criterio estético, no armo un

    taller  para discapacitados. Podría señalar esta como una de las primeras experiencias inclusivas

    dentro del Centro de día.

    Considero este enfoque de nuestro trabajo como una dirección a continuar. Lograr que la

    persona con algún tipo de discapacidad pueda sentirse y ser efectivamente un “usuario común”

    de los diferentes espacios sociales: escuelas, hospitales, centros culturales, recreativos, etc. Para

    lograr esto es necesario un trabajo con los propios actores, con la sociedad en general; a nivel

    políticas en salud, planificando, haciendo realidad la accesibilidad de los espacios, el transporte

    público, participando en la elaboración de leyes y ordenanzas que hagan viables y sustentables

    los proyectos.

    En los últimos años se ha trabajado mucho en este sentido y se ha logrado una mayor

    visibilización y aceptación de la Discapacidad. Algunos medios han colaborado en esto con

    distintas campañas por la no discriminación. Sin embargo aún nos queda un camino por recorrer

    para que las ciudades tanto arquitectónicamente como socialmente aloje las diferencias de un

    modo más “amable” tolerando y considerando a las personas que las portan como verdaderos

    sujetos de derecho con voz y voto.

    En cuanto al Centro de Día específicamente un aspecto que debiera tenerse especialmente

    en cuenta dentro del abordaje general de esta problemática es el trabajo con los familiares que

    llegan al Centro de Día acompañando a el /la joven. A ellos les transmitimos la idea y la

    propuesta de pensarlo como lugar por el que se puede transitar un determinado tiempo. No es

    un lugar de confinamiento del sujeto. El último lugar posible si lo educativo había fracasado y lo

    laboral no era posible, lo que queda es el Centro de día. Queremos desarmar en lo posible ese

    precepto. Este es un dispositivo que nos sirve para hacer cosas por fuera. Aquí quisieradetenerme para reflexionar sobre la realidad de estos centros y su razón de ser.

    Al desentenderse el Estado de prestar este servicio ha ido quedando en manos del sector

    privado. Se ha convertido en un “negocio lucrativo” ya que por ley las obras sociales están

    obligadas a cubrir las prestaciones que corresponden a discapacidad. Sumado a esto se han

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    tramitado en estos últimos años una gran cantidad de pensiones nacionales lo que implica

    disponer del Profe que también garantiza la cobertura de dichas prestaciones. Esto la mayoría

    de las veces provoca un conflicto con la clínica ya que la retención de los niños o jóvenes que

    concurren es lo que garantiza el sostén económico de la institución. Asi es muy difícil de

    implementar una propuesta como la que hemos desarrollado hasta ahora. Deberíamos abrir el

    debate aquí respecto de las políticas en salud pública y las privadas. Para que las propuestas

    puedan llevarse a cabo dentro de programas de salud que contemplen su sustentabilidad. Si no

    nos encontramos con que terminan siendo sostenidas con el costo de la precarización laboral de

    los trabajadores de la Salud, la retención indefinida de los pacientes, etc.

    Retomando el trabajo con los familiares, como actores vitales en toda estrategia propuesta,

    su implicación es fundamental a la hora de llevarlas adelante y sostenerlas. Aunque el trabajo se

    dirige siempre a desarrollar al máximo las capacidades, de fomentar la independencia y la

    autonomía; la mayoría de los jóvenes que concurren al Centro de Día viven con sus padres o

    algún familiar. Necesitan ser acompañados. Cuando hablamos de mejorar la calidad de vida

    hablamos del todo el grupo familiar. Por eso cuando alojamos a un joven en el Centro también

    alojamos a quienes se disponen a acompañarlo. Un lugar de escucha, de participación, de

    asesoramiento, etc. Que sientan que es importante lo que tienen para contar acera de sus hijos.

    Y que es un lugar para pensar acerca de quien es ese joven, que siente, que desea. Y a veces es

    un lugar para alojar la angustia, el duelo interminable de una falla allí donde debería haber otra

    cosa…Solo así podemos hacer una propuesta que sea realmente terapéutica.

    Así el Centro de Dia es un verdadero dispositivo de enlace: con el grupo de pares para

    compartir espacios y actividades comunes; con el grupo familiar para alojar las historias de vida,

    las expectativas, las posibilidades; con el afuera, para circular por otros espacios, para

    apropiarse de ellos y habilitarse. Lo aprendido allí será utilizado como una herramienta más

    para la vida, para salir, para en algún momento decidir irse a transitar otros lugares y otros

    vínculos…

    Rosario, 13 de Noviembre de 2012.

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