Chaterjee Nacion
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Comunidad imaginada: por quin?
DE NUEVO EL NACIONALISMO se ha convertido un tem
a central en la agenda m
undial. Cotidianamente, jefes de Estado y analistas
polticos de los pases occidentales afirman que con "el colapso
del comunism
o" (ese es el trmino utilizado, aunque probable-
mente se quieran referir al colapso del socialism
o sovitico), el m
ayor peligro para la paz mundial est representado por el
resurgimiento del nacionalism
o en diferentes partes del mundo.
En esta poca en que cualquier fenmeno debe atraer la aten-
cin de especialistas cuya funcin parece ser decidir sobre lo que debe interesar al pblico, antes de ser reconocido com
o un "problem
a", el nacionalismo ha recuperado la notoriedad
suficiente para librarse de la prctica limitada de los estudios
especializados, convirtindose cada vez ms en un tem
a de de-bate general.
Sin embargo, la form
a cmo se ha producido este regreso
a la agenda mundial ha rodeado de prejuicios negativos la dis-
cusin sobre el tema. En los aos cincuenta y sesenta, el nacio-
nalismo an era considerado com
o un estandarte de las luchas anticoloniales en Asia y frica. Sin em
bargo, a medida que las
nuevas prcticas institucionales, polticas y econmicas desa-
rrolladas en los Estados poscoloniales se disciplinaban y nor-m
alizaban bajo las rbricas conceptuales de "desarrollo" y "m
odernizacin", el nacionalismo iba siendo relegado al cam
po de las historias especializadas de este o aquel im
perio colonial.
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88 Partha Chatterjee
Y en esas historias especializadas, construidas a partir de los contenidos poco agradables de los archivos coloniales, los fun-dam
entos emancipadores del nacionalism
o se vieron socavados por innum
erables revelaciones referidas a acuerdos secretos, m
anipulaciones y cnica preeminencia de intereses privados. En
los aos setenta, el nacionalismo se convirti en tem
a de polti-cas tnicas, una de las razones por las cuales la gente en el Tercer M
undo se mataba entre s, algunas veces en guerras entre ejr-
citos regulares, otras veces, angustiosamente, en crueles y pro-
longadas guerras civiles, o incluso por actos de terrorismo,
tecnolgicamente sofisticados y virtualm
ente imposibles de
detener. Los lderes de las luchas africanas contra el colonialismo y el racism
o, fueron deteriorando su imagen, al convertirse en
cabezas de gobiernos corruptos divisionistas y a menudo bru-
tales. En la actualidad, la figura de Gandhi ha sido apropiada por cultos m
arginales, como el pacifism
o y el vegetarianismo.
Ho Chi Minh, an en sus m
omentos de gloria, se vio atrapado
en las insuperables polarizaciones de la Guerra Fra. Parece que no hubiera quedado nada en el legado del nacionalism
o, que hiciera que el mundo occidental se sintiera a gusto con el concepto.
Esta genealoga por qu el nacionalismo es ahora
visto como una fuerza oscu- r",-l-em
eii~rdecible, prove-nrraldeta-natrTeza primordial d-M
I sciedades, quemena-
z el sosegado orden de la vida civilizada. Lo que alguna vez haba sido exitosam
ente relegado a la periferia, es percibido ahora en cam
ino de retorno hacia Europa, a travs de las lar-gamente olvidadas provincias de los imperios Habsburgo, zarista y otom
ano. Como las drogas, el terrorism
o y la inmigracin ile-
gal, el nacionalismo es un producto m
s del Tercer Mundo, que
Occidente rechaza pero que se siente impotente para prohibir.
A la luz de las actuales discusiones mediticas, sorprende
observar que no hace muchos aos el nacionalism
o era general--
mente considerado uno de los regalos m
as significativos apor-tado--Por los europeos al resto del m
undo. Muy a m
enudo, tam
poco se recuerda hoy que las dos grandes guerras del siglo XX, que involucraron casi a todo el planeta, fueron ocasiona-das por la incapacidad de Europa para m
anejar sus propios
Comunidad imaginada: por quin? 89
nacionalismos tnicos. Ya sea en su variante "buena" o en su
variante "mala", el nacionalism
o fue un producto dl - a-histefia. p6ltica eurl5ea~
ri - trgen para la resistencia fiar a la celebracin de las tendencias unificadoras actualmente en curso en Europa, parece haber en la reciente am
nesia acerca de los orgenes del nacionalism
o un vestigio de ansiedad respecto a la cuestin de si este ha sido o no dom
esticado en la tierra que lo vio nacer.
En todo este tiempo, los "especialistas", los historiadores
del mundo colonial que desarrollan su trabajo sin ovaciones, en
los hmedos repositorios donde reposan los reportes adm
i-nistrativos y la correspondencia oficial, en los archivos coloniales, en Londres, Pars o m
sterdam, no han olvidado cm
o lleg el nacionalism
o a las colonias. Todos ellos concuerdan en recor-dar que fue una im
portacin proveniente de Europa. Los deba-tes de los aos sesenta y setenta en las historiografas de frica, India e Indonesia giraban sobre en qu se convirti la idea ori-ginal, quin era el responsable de su llegada y de su transfor-macin. Los debates entre una generacin nueva de historiadores nacionalistas y quienes fueron calificados com
o "colonialistas" eran fuertes y a m
enudo candentes, pero quedaban relegados al m
undo de los especialistas en estudios regionales y nunca m
s nadie tena noticia de ellos. Hace diez aos, uno de esos especialistas fue el encargado de cuestio nar, con un enfoque novedoso, el origen y expansin del nacionalism
o dentro de la historia universal. Benedict Anderson m
ostr con mucha ori-
ginalidacl_y_ sutileza que las naciones no eran el producto de condiciones sociolgicas dadas, com
o la lengua, la raza o la rligin7Las naciones han sido, en Europa y en cualquier parte del m
undo, imaginadas en su existencia.' Anderson tam
bin describi algunas de las principales form
as institucionales por m
edio las cuales estas "comunidades im
aginadas" adquirieron una form
a concreta, especialmente las instituciones de lo que,
1. Benedict Anderson, Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread
of Nationalism. Londres: Verso, 1983. Hay traduccin al castellano: Benedict Anderson, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusin del nacionalismo. M
xico: Fondo de Cultura Econmica, 1993.
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90 Partha Chatterjee
Comunidad imaginada: por quin? 91
muy ingeniosam
ente, denomin el "capitalism
o impreso".
Anderson argument que la experiencia histrica del nacio-
nalismo en Europa occidental, en Amrica y en Rusia proporcio-n a los posteriores nacionalism
os un conjunto de formatos
modulares, a partir de los cuales las lites nacionalistas en Asia
y frica escogieron sus respectivas trayectorias. El trabajo de A
nderson ha sido el ms influyente en los
ltimos aos en el em
peo de generar nuevos enfoques tericos sobre el nacionalismo. Una influencia que, est por dems decir, se restringe casi exclusivam
ente a los espacios acadmicos. Al
contrario de la ola de exotizacin tergiversadora del nacionalismo que prevalece en los m
edios populares de comunicacin en
Occidente, la corriente terica inaugurada por Anderson trata de abordar el fenm
eno como parte de la historia universal del
mundo m
oderno. Pero tengo que hacerle una objecin a esta argum
entacin. Si los nacionalismos en el resto del m
undo te-nan que escoger su "com
unidad imaginada" a partir de ciertos
formatos m
odulares que Europa y Amrica les proporciona-
ban, entonces qu se les dejaba a su imaginacin? Parece que la _
historia ya hubiese decretado que nosotros, en el mundo posco-
lonial, deberamos ser solam
ente unos consumidores perpetuos
_,
de ja modernidad. Europa y Am
rica, los nicos sujetos verda-deros de la historia, habran elaborado ya, en nuestro nom
bre, no solo el guin de la ilustracin y la explotacin colonial, sino tam
bin el de nuestra resistencia anticolonial. Y tambin el de
nuestra miseria poscolonial. Incluso nuestras imaginaciones de-
ben permanecer colonizadas para siem
pre.
No objeto esta propuesta por razones sentimentales. La obje- 1
_Z-N to porque no la puedo conciliar con la evidencia de la existencia --- "'" ae unnCionalisnao anticolonial. Los m
s poderosos, as como
loS': ms creativos, resultados de la im
aginacin nacionalista en Asia y frica, radican no solam
ente en una identidad diferente, si no m
s bien en una diferencia respecto a los formatos m
odu-lares conform
adores de sociedades nacionales propagados por el Occidente moderno. Cmo podemos ignorar esto, sin reducir la experiencia del nacionalism
o anticolonial a una caricatura de s misma?
Para ser justos, no se debe culpar nicamente a Anderson.
El problema surge, estoy convencido, porque hemos interpretado las dem
andas del nacionalismo entendido com
o movim
ie pol-tico demasiado literalmente y demasiado en serio. En India cual-quier historia estndar nacionalista nos dir que el nacionalism
o com
enz propiamente en 1885, con la form
acin del Congreso Nacional Indio. Tam
bin nos dir que la dcada precedente fue un periodo de preparacin, en el cual se form
aron diversas asociaciones polticas provinciales. Previo a ello, desde la dca-da de 1820 hasta la dcada de 1870, habram
os asistido a un periodo de "reform
a social". La ilustracin colonial comenz a
"modernizar" las costum
bres e instituciones de una sociedad tradicional, pero el espritu poltico era todava de am
plia co-laboracin con el rgim
en colonial: el nacionalismo todava no
haba emergido. Esta historia, cuando se som
ete a un anlisis sociolgico sofisticado, no puede sino converger con los plan-team
ientos de Anderson. En realidad, desde el mom
ento que procura replicar en su propia historia la historia del Estado m
oderno en Europa, la autorrepresentacin del nacionalismo,
inevitablemente, corroborar la decodificacin que Anderson
hace del mito del nacionalism
o. Pienso, sin embargo, que desde
el punto de vista historiogrfico la autobiografa del naciona-lism
o es fundamentalm
ente incorrecta. Segn m
i lectura, el nacionalismo anticolonial forja su pro-
, piespacio de soberana dentro de la sociedad colonial m
ucho antes de iniciar su batalla poltica con el poder imperial. Lo hace, dividiendo el m
undo de las instituciones y las prcticas sociales en
campos : el material y el espiritual. El material es el campo de lo "exterior", de la econom
a y de lo estatal, de la ciencia y 1 de la tecnologa, un cam
po en el cual Occidente ha ratificad superioridad y Oriente ha sucum
bido. En este campo, la su-:
perioridad occidental ha sido reconocida, y sus logros cuida-dosamente estudiados e imitados. Lo espiritual, por el contrario, es un cam
po "interior", que soporta a los aspectos "esenciales" de la identidad cultural. Cuanto m
s se triunfe en imitar los
logros occidentales en el campo material, mayor ser la necesidad de preservar las caractersticas de la propia cultura , espiritual.
4
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92 Partha Chatterjee
Comunidad imaginada: por quin? 93
Esta frmula es, segn pienso, un rasgo fundam
ental de los nacionalism
os anticoloniales en Asia y frica.2 De ello derivan diversas im
plicaciones. En primer lugar, el
nacionalismo declara al cam
po de lo espiritual como su territorio
soberano y se niega a permitir que el poder colonial intervenga
en este campo. Si retom
o el ejemplo de India, el periodo de la
"reforma social" estuvo en realidad conform
ado por dos fases distintas. En la prim
era fase, los reformadores indios buscaron
a las autoridades coloniales para que llevaran a cabo, por medio
de una accin estatal, las reformas de las instituciones y cos-
tumbres tradicionales. En la segunda fase, a pesar de que no se
discuta la necesidad de cambio, exista una fuerte resistencia
para permitir que el Estado colonial intervenga en asuntos que
afectaran a "la cultura nacional". La segunda fase, segn mi
planteamiento, era ya el m
omento del nacionalism
o. En otras palabras, el Estado colonial se m
antiene fuera del cam
po "interior" de la cultura nacional. Pero no es, como se
piensa, que el llamado cam
po de lo espiritual permanezca inal-
terable. De hecho, es desde aqu que el nacionalism
o lanza su proyecto m
s poderoso, ms creativo e histricam
ente signifi-cativo: m
odelar una cultura nacional "moderna", que no sea de
ninguna manera occidental. Si la nacin es una com
unidad im
aginada, es en el campo interior (de lo espiritual) donde ad-
quiere razn de ser. En su dominio verdadero y esencial, la na-
cin puede ser soberana, aun cuando el Estado est en manos
del poder colonial. La dinmica de este proyecto histrico est
completam
ente olvidada en las historias convencionales, en las cuales la historia del nacionalism
o comienza con la lucha por el
poder poltico. Para precisar este argum
ento, permtanm
e adelantar algu-nos puntos que m
s adelante sern discutidos con mayor de-
talle. Deseo resaltar aqu varios aspectos dentro del llam
ado cam
po de lo espiritual, donde el nacionalismo m
uestra su lado
2. Este es un argum
ento central de mi libro Nationalist thought and the Colonial
World. A Derivative Discourse. M
innesota: University of Minnesota Press, 1986.
creativo. Me rem
itir en mis ilustraciones a Bengala, cuya histo-
ria me es m
ucho ms fam
iliar. El prim
er punto se refiere a la lengua. Anderson seala que el "capitalism
o impreso" provee el espacio institucional necesa-
rio para el desarrollo de la moderna lengua "nacional".3 Sin em
-bargo, las singularidades de la situacin colonial no perm
iten una transposicin tan sencilla de los patrones europeos de de-sarrollo del nacionalism
o. En Bengala es por iniciativa de la Com
paa de las Indias Orientales y de los m
isioneros euro-peos que los prim
eros libros son traducidos al bengal, a finales del siglo XVIII. La prim
era narrativa en prosa data de inicios del siglo XIX. Pero, tam
bin, al mism
o tiempo, es en la prim
era mitad
del siglo XIX cuando el ingls desplaza completam
ente al persa com
o lengua de la burocracia, emergiendo com
o el medio m
s poderoso de influencia intelectual sobre la nueva lite bengal. El m
omento crucial en el desarrollo de la lengua bengal m
oderna tiene lugar a m
ediados de siglo, cuando esta lite bilinge recurre a dicha lengua com
o parte de su proyecto cultural, proveyendo al bengal del aparato lingstico necesario para convertirse en un idiom
a apropiado para la cultura "moderna". U
na vasta red de im
prentas, editoriales, peridicos, revistas y sociedades lite-rarias com
ienza a aparecer en ese mom
ento, fuera del control del Estado y de los m
isioneros europeos. A travs de esta red,
la nueva lengua, modernizada y estandarizada, va tom
ando for-ma. La intelligentsia bilinge com
ienza a pensar su propia lengua con un sentido de pertenencia e identidad cultural. U
na lengua a la cual haba que m
antener apartada del colonizador intruso. La lengua es el prim
er espacio sobre el que la nacin tuvo que reafirm
ar su soberana, pero, al mism
o tiempo, transform
ndola con la finalidad de hacerla adaptable para el m
undo moderno.
En este punto, la influencia de los modelos proporcionados
por las lenguas y literaturas modernas europeas no necesaria-
mente se tradujo en un resultado sim
ilar. En el caso de los nue-vos gneros literarios y las convenciones estticas, donde la influencia europea indudablem
ente delineaba el discurso crtico,
3. Anderson, Imagined Communities, pp. 17-49.
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94 Partha Chatterjee
se consideraba, sin embargo, que las convenciones europeas
eran inapropiadas y engaosas para analizar la evolucin de las producciones literarias en bengal m
oderno. Hasta hoy existen
todava algunos hiatos evidentes en este campo, entre los trm
i-nos de la crtica acadm
ica y los de la prctica literaria. Para dar un ejem
plo, permtanm
e analizar brevemente el teatro bengal.
El teatro constituye el gnero literario moderno m
enos elogiado en lo esttico por los crticos de literatura bengal. Sin em
bargo, es el gnero a travs del cual la lite bilinge ha en-contrado su audiencia m
s amplia. C
uando apareci en su form
a moderna, a m
ediados del siglo XIX, el nuevo teatro ben-gal dispona de dos m
odelos: por un lado, el teatro moderno
europeo, segn haba sido desarrollado desde Shakespeare y M
olire; por otro, la tradicin del teatro snscrito, desparecido en la prctica pero engrandecido gracias a los elogios provenien-tes de los eruditos orientalistas europeos. Los criterios literarios que presum
iblemente incorporaron al nuevo teatro dentro del
dominio privilegiado de la cultura nacional m
oderna, fueron, por lo tanto, claram
ente establecidos por los formatos m
odulares proporcionados por Europa. Pero las prcticas representativas hicieron im
posible que esos criterios se aplicaran a las obras escritas para su representacin. Las convenciones que perm
itan que una obra triunfara en los escenarios de Calcuta eran m
uy diferentes de las convenciones aprobadas por los crticos edu-cados en las tradiciones del teatro europeo. Hasta hoy esas ten-siones no han sido resueltas. Lo que funge com
o la corriente teatral oficial en Bengala O
ccidental y en Bangla Desh, es el
teatro urbano moderno, nacional y claram
ente diferenciado del "teatro popular". Este teatro oficial es producido y consisten-tem
ente auspiciado por literatos urbanos de la clase media. Aun
as, sus convenciones estticas no se adecan completam
ente a los estndares establecidos por los form
atos literarios adopta-dos de Europa.
En el caso de la novela, ese celebrado artificio de la imagi-
nacin nacionalista, donde la comunidad tom
a cuerpo para vivir y am
ar dentro de un tiempo "hom
ogneo", los formatos m
o-dulares descritos por A
nderson no necesariamente cum
plen su
Comunidad imaginada: por quin? 95
pape1. 4 La novela fue el principal gnero a travs del cual la lite bilinge bengal produjo una nueva narrativa en prosa. En los orgenes de esta prosa, la influencia de los dos m
odelos dis-ponibles, el ingls m
oderno y el snscrito clsico, era obvia. Pero, a m
edida que el gnero ganaba mayor popularidad, fre-
cuentemente los novelistas bengales se han visto obligados a
cambiar las form
as cannicas de la prosa de autor, para incorpo-rar elem
entos provenientes del registro oral. Al leer algunas de las novelas bengales m
s populares, a menudo es difcil deter-
minar si se est leyendo una novela o una obra de teatro. Pese a
haber creado un lenguaje en prosa moderno, acorde con los for-
matos m
odulares convencionales, los autores que buscaban verosim
ilitud para su arte se vean en la necesidad de escapar com
o fuese de la rigidez de esa prosa cannica. El deseo por construir una form
a esttica moderna, nacional
y, al mism
o tiempo, diferente de Occidente alcanza su paroxism
o en las iniciativas desarrolladas durante el siglo XX dentro la de-nom
inada "escuela de arte de Bengala". Estos esfuerzos generan un espacio institucional para los artistas profesionales m
odernos, diferente de la artesana tradicional, un canal para la disem
inacin del arte m
oderno a travs de su exhibicin y, en ltima instancia,
la aparicin de un pblico versado en las nuevas normas estticas.
Esta agenda para la construccin de un espacio artstico moder-
nizado estuvo acompaada de un fervor ideolgico orientado a
la generacin de un arte que fuera verdaderamente "indio",
diferente de "lo occidental". 5 Aun cuando el estilo peculiar desa-rrollado por la escuela de Bengala en su bsqueda de un nuevo arte indio no logr m
antener su vigencia por mucho tiem
po, el anhelo de fondo contina presente hasta nuestros das: la bs-queda de un arte que pueda considerarse m
oderno y, al mism
o, tiem
po reconocerse como indio.
4.Anderson, Imagined Communities, pp. 28-40.
5.La historia de este m
ovimiento artstico ha sido estudiada en detalle por
Tapati Guha-Thakurta, The Making of a New "Indian" Art: Artists, Aesthetics
and Nationalism in Bengal , 1850-1920 . Cambridge: Cambridge University Press, 1992.
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96 Partha Chatterjee
Comunidad imaginada: por quin? 97
En paralelo a las instituciones del capitalismo im
preso, asistim
os a la aparicin de una creciente red de escuelas se-cundarias. El nacionalism
o procur en todo mom
ento mantener
esta responsabilidad bajo su jurisdiccin, incluso mucho antes
de que el poder estatal se hubiese convertido en tema de discor-
dia. Desde la segunda mitad del siglo XIX, la nueva lite bengal
orienta el esfuerzo "nacional" para abrir escuelas en toda la provincia y generar as una educacin literaria conveniente a sus intereses. Al igual que el capitalism
o impreso, las institucio-
nes de educacin secundaria se convirtieron en instrumentos
para la extensin y estandarizacin de la nueva lengua y de la nueva literatura, fuera del dom
inio del Estado. Solo cuando este espacio se abri, fuera de la influencia del Estado colonial y de las m
isiones europeas, se consider legtimo que las m
u-jeres fuesen enviadas a la escuela. Fue tam
bin durante este periodo, a finales del siglo X
IX, que la Universidad de Calcuta
pas de ser una institucin de educacin colonial a una institu-cin m
arcadamente nacional, con su propio program
a de estu-dios, sus propias facultades y sus propios recursos.'
Otra rea del "dominio interno" de la cultura nacional es la
familia. Aqu, la afirm
acin de autonoma era an m
s dramtica.
La crtica europea, que consideraba la "tradicin" india como
brbara, se centr por mucho tiem
po en sus prcticas y creencias religiosas, especialm
ente en aquellas relacionadas con el trato dado a las m
ujeres. La fase inicial de la "reforma social" llevada
a cabo por intermedio del poder colonial tam
bin se centr en estos m
ismos aspectos. D
urante la segunda fase, el mbito
familiar fue considerado esencial para la "tradicin india". Pero,
a diferencia de los primeros reform
adores indios, los nacio-nalistas de esta segunda etapa de reform
a no estaban_dispuestos a adm
itir que el poder colonial legislara sobre las reformas de
la sociedad "tradicional". Segn afirmaban, solo la m
isma nacin
6. Vase Anilchandra Banerjee, "Years of Consolidation: 1883-1904"; Tripurari Chakravarti, "The University and the Goverment: 1904-24" y Pramathanath Banerjee, "Reform and Reorganization: 1904-24", todos en Niharranjan Ray and Pratulchandra Gupta (eds.). Hundred Years of the University of Calcutta. Calcuta: Universidad de Calcuta, 1957, pp. 129
-78, 179-210 y 211
-318.
tena el derecho de intervenir en tales aspectos, fundamentales
para mantener su identidad cultural. D
urante esta poca, el m
bito familiar y la propia posicin de la m
ujer experimentaron
cambios sustanciales en el m
undo de la clase media nacionalista.
Se consolid un nuevo tipo de patriarcado, diferente del orden "tradicional", pero cuya reivindicacin explcita era ser diferen-te de la fam
ilia "occidental". La "nueva mujer" tena que ser
moderna, pero tam
bin deba mantener los caracteres de la tra-
dicin nacional y, por lo tanto, deba ser esencialmente diferente
de la mujer "occidental".
La historia del nacionalismo com
o movim
iento poltico ha tendido a centrarse principalm
ente en su lucha con el poder colonial por el dom
inio de lo exterior, esto es, en el dominio
material del Estado. Esta es una historia diferente a la que yo
he subrayado. Una historia en la que el nacionalism
o no tena otra opcin, si no escoger sus form
atos de entre la galera de "m
odelos" ofrecidos por los Estados-nacin europeos y ame-
ricanos: la "diferencia" no es un criterio viable en el dominio de
lo material. En este cam
po exterior (lo material), el nacionalism
o inici "su cam
ino (permtanm
e recordar, que para ese mom
ento ya haba proclam
ado su soberana en el campo interior o espi-
ritual) insertndose en la nueva esfera pblica conformada por
los procesos y formas del Estado m
oderno (en este caso colonial). En sus inicios, la tarea del nacionalism
o consista en vencer la subordinacin de las clases m
edias colonizadas, esto es, en desa-fiar la "regla de la diferencia colonial" en el m
bito del Estado. D
ebemos recordar que el Estado colonial no fue solam
ente la institucin que trajo los form
atos modulares del Estado m
oderno a las colonias. Tam
bin fue una institucin destinada a no cumplir
nunca la misin de "norm
alizacin" del Estado moderno, porque
la premisa de su poder era la "regla de la diferencia colonial",
es decir, la preservacin de la particularidad del grupo dominante.
Como las instituciones del Estado m
oderno fueron creadas durante la colonia, especficam
ente en la segunda mitad del siglo
XIX, los grupos dominantes europeos encontraron necesario es-
tablecer, por medio de la prom
ulgacin de leyes, de la burocracia, de la adm
inistracin de justicia y del reconocimiento por parte
-
98 Partha Chatterjee
Comunidad imaginada: por quin? 99
del Estado de un espacio legtimo de opinin pblica, la dife-
rencia entre gobernantes y gobernados. Si se les iba a permitir a
los indios legislar, podran juzgar a los europeos? Estaba bien que los indios ingresaran al servicio civil, tom
ndoles los mis-
mos exm
enes que a los britnicos graduados? Si los peridicos europeos en India posean libertad de prensa, se podra aplicar lo m
ismo a los peridicos locales? Irnicam
ente, se convirti en una tarea histrica del nacionalism
o, que paralelamente insista
en la as marcas de diferencia cultural con respecto a -(5-c-ela-e-nte,
rervihdicar'que no existiera ninguna regla diferenciadora en el dom
inio del Estado. Eventualm
ente, con la creciente fuerza de los polticos na-cionalistas, este dom
inio se hizo ms extensivo e internam
ente diferenciado, hasta tom
ar finalmente la form
a del Estado nacional, es decir, poscolonial. Los elem
entos dominantes de su autode-
finicin, al menos en India poscolonial, provenan de la ideologa
del Estado moderno dem
ocrtico-liberal. De acuerdo con la
ideologa liberal, lo pblico se distingua del dominio de lo
privado. Se le exiga al Estado que protegiera la inviolabilidad de la privacidad del sujeto respecto a otras privacidades. La legitim
idad del Estado al desempear esta funcin tena que
verse garantizada por su negativa a establecer diferencias entre privacidades, es decir, diferencias de raza, lengua, religiosa, de clase, casta, etc.
Pero exista un problema, en tanto el liderazgo m
oral e intelectual de la lite nacionalista operaba en un cam
po constitui-do por un conjunto bastante particular de diferencias: entre lo espiritual y lo m
aterial, lo interior y lo exterior, lo esencial y lo no esencial. Ese espacio tan controvertido sobre el cual el na-cionalism
o haba proclamado su soberana y dentro del cual ha-
ba imaginado su verdadera com
unidad (el campo interno), no
necesariamente coincida con la dem
arcacin establecida por la distincin entre lo pblico y lo privado. En este sentido, el pro-yecto hegem
nico del nacionalismo difcilm
ente poda hacer "indiferentes" las distinciones de lengua, religin, casta o clase. El proyecto era una "norm
alizacin" cultural, como A
nderson plantea, es decir, un proyecto hegem
nico burgus, sin duda,
pero con una gran diferencia: el proyecto hegemnico del na-
cionalismo indio tena que escoger su espacio de autonom
a desde una posicin de subordinacin a un rgim
en colonial, que tena de su lado los recursos legitim
adores ms universales genera-
dos por el pensamiento social posterior a la Ilustracin. Com
o resultado de ello, las form
as autnomas de im
aginar la comu-
nidad fueron, y continan siendo, oprimidas y desestim
adas por la historia del Estado poscolonial. H
e aqu las races de nuestra m
iseria poscolonial: no radican en nuestra incapacidad para pensar nuevas form
as de comunidad m
oderna, sino en nuestro som
etimiento hacia las viejas form
as de Estado moder-
no. Si la nacin es una comunidad im
aginada, y si las naciones deben a su vez asum
ir la forma de Estados, entonces nuestro
lenguaje terico nos deber permitir hablar sobre com
unidad y Estado al m
ismo tiem
po. Pero, segn creo, nuestro lenguaje terico actual no lo perm
ite. Un poco antes de su m
uerte, Bipinchandra Pal (1858-1932), lder del m
ovimiento Sw
adeshi en Bengala y protagonista del Congreso Nacional Indio en el periodo anterior a Gandhi, des-cribi de la siguiente m
anera las residencias donde se alojaban los estudiantes de Calcuta durante su juventud:
Las residencias de los estudiantes en Calcuta, en mis tiem
pos de estudiante, hace cincuenta o sesenta aos, eran com
o pequeas repblicas y se m
anejaban con normas estrictam
ente democrticas.
Todo era decidido por el voto de la mayora de los m
iembros de la
residencia. Al final de cada m
es un director era elegido por toda la "Casa", por decir as, y se le encargaba tram
itar todos los deberes de los residentes, y la supervisin general de los alim
entos y del establecim
iento de la residencia [...] A un buen adm
inistrador se le rogaba frecuentem
ente a que aceptara su reeleccin, mientras
que los miem
bros ms descuidados y flojos, quienes generalm
en-te tenan que pagar de su propio bolsillo por su m
ala adminis-
tracin, evitaban ocupar esta posicin de honor.
Cualquier disputa entre un miem
bro y otro era zanjada por una "Corte" de toda la "Casa"; y nos sentbam
os, recuerdo, noche tras noche, a analizar esos casos. Y
nunca era cuestionada o de-sobedecida, por ningn m
iembro, la decisin de esta "Corte".
-
100 Partha Chatterjee
Tampoco eran, en absoluto, los m
iembros de la residencia, inca-
paces en la tarea de hacer cumplir en el m
omento debido su
veredicto sobre un colega trasgresor. Para ello amenazaban siem
-pre al m
iembro recalcitrante con la expulsin de la residencia o, si
rehusaba irse, con la responsabilidad de hacerse cargo por com-
pleto de la renta Y tal era la fuerza de la opinin pblica en
esas pequeas repblicas, que he sabido de casos de castigo a m
iembros transgresores, que despus de una sem
ana de haber sido expulsados, su sem
blante pareca como si se estuviese re-
cuperando de una grave enfermedad.
La composicin de nuestra residencia presupona una suerte de
comprom
iso entre los llamados ortodoxos, los brahm
nicos, y otros m
iembros heterodoxos de nuestra repblica. Entonces, se estable-
ci una norma, por voto unnim
e de toda la "Casa", que ningn m
iembro debera traer com
ida a la "Casa" [...] [una norma] que
ultraj los sentimientos de los ortodoxos hindes, sin em
bargo, quedaba claram
ente entendido que los miem
bros de la residencia, ya sea com
o grupo o individualmente, no interferiran con lo que
cada uno tomase fuera de la casa. As, nosotros ram
os libres de ir y tener todo tipo de com
ida prohibida, aun para ir al Great Eastern H
otel, el cual muchos de nosotros em
pezbamos a frecuentar
ocasionalmente, u otro lugar cualquiera.'
Lo interesante de esta descripcin no es la visin exage-radam
ente romntica de un esquem
a en miniatura de una form
a poltica im
aginada de autogobierno de la nacin, sino el uso repetitivo de los trm
inos institucionales de la moderna vida
cvica y poltica europea (repblica, democracia, m
ayora, una-nim
idad, eleccin, casa, corte, etc.) para describir un conjunto de actividades desarrolladas en otro contexto, absolutam
ente incongruente con ese tipo de sociedad civil. El tem
a de un "com-
promiso" en los hbitos alim
enticios de los miem
bros se basaba realm
ente, no en un principio de delimitacin entre lo "privado"
y lo "pblico", sino en la separacin de los dominios de lo
"interior" y lo "exterior". Lo interior, espiritual, entendido como
un espacio donde la "unanimidad" tena que prevalecer, m
ientras
7. Bipinchandra Pal, Memories of My Life and Times. Calcuta: Bipinchandra Pal Institute, 1973 (1932), pp. 157-160.
Comunidad imaginada: por quin? 101
que lo exterior, material, era solo una m
uestra de la libertad individual. A pesar del "voto unnim
e de toda la Casa", la fuerza que determ
inaba la unanimidad en el cam
po interior no era el procedim
iento de votacin (que implica un cuerpo constituido
por miem
bros individuales), sino el consenso de una comunidad.
Una com
unidad institucionalmente novedosa, porque despus
de todo la residencia de Calcuta era algo sin precedentes en la "tradicin", e internam
ente diferenciada. Una com
unidad, sin duda, cuyas dem
andas tenan preferencia sobre las propias de los m
iembros individuales.
El uso de trminos que rem
iten al proceso parlamentario
por parte Bipinchandra para describir las actividades "comu-
nitarias" de una residencia como si fuese una nacin, no debe
ser considerado como una m
era anomala. Su lenguaje constitu-
ye un indicativo de la imbricacin entre los dos discursos, y los
dos dominios correspondientes, de la poltica. Existe un intento,
perceptible en la reciente historiografa india, por abordar estos dos dom
inios como los m
bitos de la poltica de la "lite" y de la poltica de los "subalternos".8 Sin em
bargo, uno de los resul-tados im
portantes de este enfoque historiogrfico ha sido para-djicam
ente demostrar que cada dom
inio, no solamente acta
en oposicin al otro, sino que, a travs de este proceso de confron-tacin, m
odela tambin las form
as emergentes del otro dom
inio. Por lo tanto, la presencia de lo popular o de elem
entos comu-
nitarios integrados en el orden liberal del Estado poscolonial no debe asum
irse como un signo de falta de autenticidad o de
deshonestidad de la lite poltica. Es, ms bien, un reconocim
iento por parte de esta lite de la presencia tangible de un espacio para la poltica de los subalternos, un espacio a partir del cual existe la necesidad de negociar acuerdos. Por su parte, la polti-ca de los subalternos se ha fam
iliarizado cada vez ms, hasta
8. Representado por los varios ensayos en Ranajit Guha (ed.), Subaltern Studies, vols. 1-6. Delhi: Oxford University Press, 1982-1990. La declaracin pro-gramtica de esta aproximacin est en Ranajit Guha. "On Some Aspects of the Historiography of Colonial India" en Ranajit Guha (ed), Subaltern Studies, vol. 1. Delhi: Oxford University Press, 1982, pp. 1-8.
-
102 Partha Chatterjee
llegar a adaptarse en ocasiones a las formas institucionales ca-
ractersticas de la elite dominante. Por lo tanto, el punto aqu
no es la simple dem
arcacin e identificacin de dos espacios diferenciados, que es lo que en un prim
er mom
ento se requera para rom
per con los clamores totalizadores de la historiografa
nacionalista. La tarea consiste en rastrear, en sus historicidades
)
mutuam
ente condicionadas, las formas especficas que surgie-
ron, por un lado, en el espacio definido por el proyecto hege-m
nico de la modernidad nacionalista, y, por el otro lado, en
las innumerables resistencias fragm
entadas hacia ese proyecto norm
alizador. Este es el ejercicio que deseo realizar en este libro. D
ado que el problem
a apunta a los lmites de la supuesta universali-
dad de las disciplinas del conocimiento posterior a la Ilustracin,
podra parecer que este trabajo se trata de otro ejemplo m
s del excepcionalism
o indio (u oriental). Sin embargo, el propsito
de mi trabajo es m
ucho ms com
plejo y considerablemente m
s am
bicioso. No solamente abarca la identificacin de las condicio-
nes discursivas que hicieron posible tales teoras sobre el excep- cionalism
o indio. Incluye, tambin, una dem
ostracin de estas presuntas excepciones, com
o lo que realmente son: elem
entos reprim
idos por la fuerza, situado ms all de la supuesta form
a universal del rgim
en moderno de poder. Esta ltim
a demos-
tracin nos permitir argum
entar que las pretensiones univer-salistas de la filosofa social occidental m
oderna se encuentran en s m
ismas lim
itadas por las contingencias del poder global. En otras palabras, "el universalism
o occidental", no menos que
el "excepcionalismo oriental", puede ser identificado com
o una form
a particular de una conceptuacin ms com
pleja, diversa y diferenciada de una nueva idea universal. Este enfoque no sola-m
ente hace posible pensar en nuevas formas de com
unidad m
oderna, las cuales, como yo lo planteo, han protagonizado
desde sus inicios la experiencia nacionalista en Asia y
frica, sino, m
s decididamente, perm
ite tambin pensar en nuevas
formas de Estado m
oderno. El proyecto, entonces, consiste en reclam
ar para nosotros, los una vez colonizados, la libertad de im
aginacin. Pretensin que, como bien sabem
os, solo pueden
Comunidad imaginada: por quin? 103
tomar cuerpo com
o respuesta a un campo de poder. Los estu-
dios en este libro dejarn necesariamente la im
presin de una pregunta no contestada. A
bogar en nombre del fragm
ento es tam
bin, no debe sorprender, generar un discurso que es en s m
ismo fragm
entado. Pedir disculpas por ello sera redundante.