Chaves- Cap 1 Juventud

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Chaves, Mariana (2010) Capítulo 1 “¿Juventud?” en Chaves, M. Jóvenes, territorios y complicidades. Una antropología de la juventud urbana. Buenos Aires: Espacio Editorial. Pp.25-49. Capítulo 1. ¿Juventud? Las sociedades están compuestas por personas que se encuentran en diferentes situaciones temporales de su vida y a cada uno de esos momentos le otorgan sentidos individuales y colectivos: cuando están en ellos, antes y después de transitarlos. Sentidos que se enuncian entre otros términos como etapas, períodos, fases de vida, grados, grupos y/o clases de edad. Nominaciones que a la vez producen a los sujetos como miembros de esas categorías, fundamentalmente en dos formas: un sentido biográfico, donde cada persona y grupo pasa por diferentes edades a lo largo de su vida y construye una trayectoria; y otro que llamo histórico: cada clasificación de edad (estrictamente lo que se denomina grado de edad) recibe y despide año tras año, evento tras evento, a diferentes personas y grupos produciendo un relevo de sus miembros. Las experiencias biográficas e históricas son parte del proceso de constitución de la persona como sujeto en todas sus dimensiones (políticas, económicas, simbólicas y emocionales), y dan la posibilidad de analizar la experiencia etaria como generadora de identidad. La sociedad capitalista occidental está organizada, entre otras clasificaciones y distinciones, por clases de edad, y como en toda relación social, entre ellas se juegan relaciones de poder. La división etaria de la sociedad se potencia en la articulación con la división social del trabajo, la división social de los géneros y la división social del conocimiento. El camino de la cronologización de la vida y la institucionalización de los grados de edad es inherente a la formación y transformación de las formaciones sociales de la modernidad (Groppo, 2000). Lo más correcto sería decir que la «modernización», mirada desde las edades, ha consistido en segmentar, especializar e institucionalizar el ciclo de vida, legitimando la primacía de una clase, grado o grupo 1 sobre otro, 1 Se trata de tres nociones distintas, no son sinónimos y no hay acuerdo exacto en su uso por diferentes autores. Para este texto se adoptan las siguientes nominaciones (y algunas discusiones): Grados de edad son aquellos por los cuales han de pasar los miembros individuales de una cultura. Clases de edad, es una categoría de adscripción que agrupa a los individuos iniciados en un mismo periodo y que avanzan juntos a lo largo de los grados de edad. Grupos de edad son adscripciones de edad generalmente informales de las sociedades complejas (Feixa, 1997:320). La diferencia en los usos la encontramos básicamente en torno a clases y grupos de edad. Mayormente desde la antropología según Feixa (1997) clase de edad ha sido utilizada para describir adscripciones de edad formalizadas, con ritos de iniciación reconocibles que marcan los pasos de una clase a otra, se produce una estamentalización y las personas avanzan juntas en ser consideradas una clase de personas y luego otras; entonces algunos autores reservan el uso de grupos de edad para las adscripciones etarias de poca formalización y que no estamentaliza el ciclo de vida de los individuos (Feixa, 1997:320). Pero resulta que tanto Evans-Pritchard en su obra sobre los Nuer como Radcliffe- Brown utilizaron el término grupo de edad para lo que Feixa define actualmente como clase. En 1929 Radcliffe- Brown interviene en una discusión terminológica enfrentando a Baker y propone “abandonar el término clase de edad por su ambigüedad y diferenciar grupo [set] de grado [grade] de edad. Los define de la siguiente manera: Grupo de edad—Un grupo reconocido y a veces organizado de personas (con frecuencia hombres solamente) que son de la misma edad. (...) En el este y el sur de Africa, un grupo de edad está normalmente formado por todos aquellos hombres que son iniciados al mismo tiempo. (...) Una vez que una persona entra en un grupo de edad dado, ya sea por nacimiento o por iniciación, permanece como miembro del mismo grupo por el resto de su vida. Grado de edad—Este término debe ser guardado para divisiones reconocidas de la vida de un individuo mientras pasa de la infancia a la vejez. Por lo tanto cada persona pasa sucesivamente de un grado a otro, y, si vive lo suficiente, pasará a través de toda la serie: infante, niño, joven, hombre joven casado, anciano, o lo que sea. (Radcliffe-Brown, 1929:21)” (traducción Kropff, 2007) Por otro lado dentro del campo de la sociología contemporánea, sobre todo aquella de vertiente crítica cuyos análisis

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Chaves, Mariana (2010) Capítulo 1 “¿Juventud?” en Chaves, M. Jóvenes, territorios y complicidades. Una antropología de la juventud urbana. Buenos Aires: Espacio Editorial. Pp.25-49.

Capítulo 1. ¿Juventud?

Las sociedades están compuestas por personas que se encuentran en diferentes situaciones temporales de su vida y a cada uno de esos momentos le otorgan sentidos individuales y colectivos: cuando están en ellos, antes y después de transitarlos. Sentidos que se enuncian entre otros términos como etapas, períodos, fases de vida, grados, grupos y/o clases de edad. Nominaciones que a la vez producen a los sujetos como miembros de esas categorías, fundamentalmente en dos formas: un sentido biográfico, donde cada persona y grupo pasa por diferentes edades a lo largo de su vida y construye una trayectoria; y otro que llamo histórico: cada clasificación de edad (estrictamente lo que se denomina grado de edad) recibe y despide año tras año, evento tras evento, a diferentes personas y grupos produciendo un relevo de sus miembros. Las experiencias biográficas e históricas son parte del proceso de constitución de la persona como sujeto en todas sus dimensiones (políticas, económicas, simbólicas y emocionales), y dan la posibilidad de analizar la experiencia etaria como generadora de identidad.

La sociedad capitalista occidental está organizada, entre otras clasificaciones y distinciones, por clases de edad, y como en toda relación social, entre ellas se juegan relaciones de poder. La división etaria de la sociedad se potencia en la articulación con la división social del trabajo, la división social de los géneros y la división social del conocimiento. El camino de la cronologización de la vida y la institucionalización de los grados de edad es inherente a la formación y transformación de las formaciones sociales de la modernidad (Groppo, 2000). Lo más correcto sería decir que la «modernización», mirada desde las edades, ha consistido en segmentar, especializar e institucionalizar el ciclo de vida, legitimando la primacía de una clase, grado o grupo1 sobre otro,

1 Se trata de tres nociones distintas, no son sinónimos y no hay acuerdo exacto en su uso por diferentes autores. Para este texto se adoptan las siguientes nominaciones (y algunas discusiones): Grados de edad son aquellos por los cuales han de pasar los miembros individuales de una cultura. Clases de edad, es una categoría de adscripción que agrupa a los individuos iniciados en un mismo periodo y que avanzan juntos a lo largo de los grados de edad. Grupos de edad son adscripciones de edad generalmente informales de las sociedades complejas (Feixa, 1997:320). La diferencia en los usos la encontramos básicamente en torno a clases y grupos de edad. Mayormente desde la antropología según Feixa (1997) clase de edad ha sido utilizada para describir adscripciones de edad formalizadas, con ritos de iniciación reconocibles que marcan los pasos de una clase a otra, se produce una estamentalización y las personas avanzan juntas en ser consideradas una clase de personas y luego otras; entonces algunos autores reservan el uso de grupos de edad para las adscripciones etarias de poca formalización y que no estamentaliza el ciclo de vida de los individuos (Feixa, 1997:320). Pero resulta que tanto Evans-Pritchard en su obra sobre los Nuer como Radcliffe-Brown utilizaron el término grupo de edad para lo que Feixa define actualmente como clase. En 1929 Radcliffe-Brown interviene en una discusión terminológica enfrentando a Baker y propone “abandonar el término clase de edad por su ambigüedad y diferenciar grupo [set] de grado [grade] de edad. Los define de la siguiente manera:

Grupo de edad—Un grupo reconocido y a veces organizado de personas (con frecuencia hombres solamente) que son de la misma edad. (...) En el este y el sur de Africa, un grupo de edad está normalmente formado por todos aquellos hombres que son iniciados al mismo tiempo. (...) Una vez que una persona entra en un grupo de edad dado, ya sea por nacimiento o por iniciación, permanece como miembro del mismo grupo por el resto de su vida.

Grado de edad—Este término debe ser guardado para divisiones reconocidas de la vida de un individuo mientras pasa de la infancia a la vejez. Por lo tanto cada persona pasa sucesivamente de un grado a otro, y, si vive lo suficiente, pasará a través de toda la serie: infante, niño, joven, hombre joven casado, anciano, o lo que sea. (Radcliffe-Brown, 1929:21)” (traducción Kropff, 2007)

Por otro lado dentro del campo de la sociología contemporánea, sobre todo aquella de vertiente crítica cuyos análisis

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universalizando “el modo occidental” y finalmente naturalizando la estamentalización producida.

La noción de cronologización de la vida se refiere a la objetivación de la vida como un desarrollo cronológico individual y progresivo medido en unidades temporales por el calendario occidental y cristiano (por días, meses y años). La vida se interpreta como un tránsito por el tiempo; el reloj organiza el quehacer cotidiano –cuándo trabajar, estudiar, comer, dormir-; y el calendario el qué hacer en cada fase de la vida –cuándo hay que casarse, tener hijos, estar recibido-. Este pasar por la vida cobra sentido como una sumatoria, la tendencia progresiva de este desarrollo implica acumulación y avance. El carácter evolucionista de la cronologización de la vida es evidente: progreso, acumulación y desarrollo unilineal2. Este es el esquema de interpretación hegemónico del ciclo de vida en nuestro país. Esta concepción de la vida por etapas se inicia en el siglo XIX acompañando por otro proceso de la modernidad: la institucionalización del curso de la vida. La intervención del Estado a través de la escolarización, la salud pública y el ejército, ha sido la mediación más visible en este sentido. Han sido también de gran importancia el discurso jurídico, a través de la legislación civil, penal, electoral, laboral; el discurso científico, principalmente la psicología, medicina, sociología funcionalista y criminología; y la transformación del sistema de producción económica con el pasaje de la economía doméstica a la economía de libre mercado. Ya en pleno siglo XX, la expansión del mercado de consumo, la industria mediática y la industria del entretenimiento se sumaron a este proceso de institucionalización del curso de la vida.

Las acciones deseables, posibles o sancionables de las personas quedan inscriptas en una norma única, de tendencia universal, que es un sistema matemático de medición del paso del tiempo que regula el paso por los grados de edad a través, entre otras situaciones, de la entrada y salida de diversas instituciones. Cada sociedad construye su definición de las edades de la vida basada en su concepción de persona3, así

En el caso de las sociedades modernas, la definición del estatuto de persona se basa en el presupuesto de la igualdad ante las leyes y el Estado (la igualdad jurídica), lo que explica la

se colocan siempre en un proyecto mayor que intenta dar cuenta de las condiciones de producción de los sujetos y sus condiciones de vida, no es utilizado el término grupo de edad, sino que directamente se nombra como clase de edad “a la división que se opera, en el interior de un grupo, entre los sujetos, en función de una edad social: definida por una serie de derechos, privilegios, deberes, formas de actuar... -en suma, por una 'esencia social'- y delimitada por una serie de momentos de transición -que difieren históricamente: matrimonio, servicio militar, primera comunión, certifi-cados de escolaridad...-. A su vez, cada grupo social establece una serie de normas de acceso -más o menos codifica-das y ritualizadas en forma de "ritos de paso"- de una clase de edad a otra. Esta división de clases de edad, por tanto, es variable históricamente: no depende de una serie de "naturalezas psicológicas" previas, sino que se construye en el seno de cada grupo social en función de sus condiciones materiales y sociales de existencia y de sus condiciones y estrategias de reproducción social (Criado, 1997:39-40).Frente al uso terminológico confuso se deberá leer casi por autor ya que referencia situaciones y sentidos distintos. Será muy interesante empezar a discutir sobre la pertinencia de la noción de grupo de edad al decir de Radcliffe-Brown o clase de edad según Criado, en función de lo que está sucediendo en las sociedades contemporáneas, temática que se aborda en este texto.2 El acople ideológico a los ideales capitalistas y occidentales parece perfecto y tan funcional como lo fue el discurso evolucionista del siglo XIX a la explotación colonial.3 Para comparar con las sociedades tribales vale tener en cuenta que: “Dentro de las sociedades tribales, «primitivas», el pasaje de una categoría social a otra es una muerte simbólica de la antigua categoría de persona para la nueva, a través de los rituales de pasaje. La construcción de la persona en la sociedad tribal es diferente de la construcción del individuo en la sociedad moderna. Los ritos de iniciación, que marcan el pasaje de una persona de una categoría a otra dentro de una sociedad, no piensan cada categoría como un estadio de evolución individual , sino como un ciclo ya completo que debe ser sustituido por otro ciclo del curso de la vida. Lo que los ritos de iniciación buscan no es construir un individuo autónomo, una identidad individual o una voluntad particular. Ellos buscan una construcción de una «identidad tribal».” (Groppo, 2000:273-274)

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objetivación de las edades y la cronologización del curso de la vida en la modernidad. La edad contada sobre el rígido criterio del tiempo absoluto se torna la mejor forma de reducir todas las diferencias sociales e individuales reales a un denominador común y universal –el individuo abstracto y jurídico de la modernidad también es un ser que atraviesa estadios evolutivos, de su nacimiento a la madurez (Según Lima y Viegas, citado en Groppo, 2000:74-75, traducción propia).

Este capítulo presenta primero una ubicación histórica de la conformación de la juventud como sector social identificable y expandido (1.1. La irrupción de los jóvenes), en la segunda parte se analiza la construcción de la categoría juventud, y se asume una concepción relacional y compleja para el desarrollo de la investigación, (1.2. La categoría juventud), posición que en la tercer parte se explicita con más detalle y en vínculo con la antropología (1.3.Construcción cultural de la juventud y construcción juvenil de la cultura). El recorrido es visualizar primero el contexto histórico de surgimiento de “la juventud” como situación social, para luego desarrollar el dispositivo analítico de las ciencias sociales en general y de esta investigación en particular.

1.1. La irrupción de los jóvenes4

Humanismo utópico, socialismo liberal, nacionalismo: éstas son las claves ideológicas con que expresó su conciencia histórica el ala más avanzada de la

pequeña burguesía intelectual latinoamericana a comienzos de los años veinte. Era el lenguaje ideal de su irrupción social y no podía tener mejor vocero que la

juventud: por más de dos décadas esos sonidos construyeron historia, la más vasta empresa de reforma ideológica que ha conocido el continente en este siglo.

Juan Carlos Portantiero, 1978:29.

Por primera vez surge fuertemente, brutalmente, la idea de generación, ya no de clase, ya no de Nación, sino de generación. La vinculación entre el estudiante

norteamericano, el estudiante francés, el estudiante latinoamericano, es una vinculación que se da a través de la conciencia de una generación. Aparece por

primera vez, de manera rotunda, colectiva, política, la idea de juventud, como una nueva subjetividad con sus razones, con sus valores, con sus sentidos históricos,

con sus significados culturales Nicolás Casullo, 1997:170.

Los sentidos que las culturas otorgan a los grupos de edad producen las condiciones simbólicas de cómo ser/estar en cada uno de ellos. Población con distintas edades hubo siempre y en todas partes, pero en cada tiempo y en cada lugar se ha organizado y denominado de manera diversa a los grados de edad: infancia, juventud, adultez y vejez hoy consideradas “naturales” no son más -ni menos- que construcciones históricas. Ni existieron desde siempre ni son el “modo natural” de organizar el ciclo de vida. No son parte de la “naturaleza humana” y por lo tanto son susceptibles de transformación.

La naturalización del sentido que los sujetos le otorgan a las edades, las expectativas sobre las mismas, las prácticas que se supone corresponden y los estereotipos que se

4 Para una profundización histórica del momento de “irrupción” se recomienda el capítulo XI “La revolución cultural” de Hobsbawn (1998), las discusiones analizadas por Luisa Passerini en el capítulo 9 del tomo II de Levi y Schmitt (1996) y el libro de Luís Antonio Groppo (2000).

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generan con base en la edad son, entre otros procesos, parte de lo que se nombra como el procesamiento sociocultural de las edades. Nadie que viva en estos primeros años del siglo XXI puede decir que “juventud” no se ha convertido en una palabra recurrente. Funciona como sustantivo identificando sectores sociales, se convierte en adjetivo para caracterizar (juvenil) y hasta se hace verbo para nombrar nuevos procesos (juvenilizar5). En esta sección interesa mostrar cómo y en qué contexto, surge “la juventud” en el sentido más similar al que conocemos hoy.

Para los historiadores culturales la variabilidad histórica y cultural de la composición de lo juvenil encuentra sólo un eje de contacto: el carácter liminal de juventud constituye la clave de la condición juvenil

Característica de liminalidad. Porque, efectivamente, se sitúa entre los márgenes movedizos de la dependencia infantil y de la autonomía de los adultos. (...) Escribir una historia de los jóvenes implica una pluralidad de perspectivas: en la medida en que es el término de una fase de socialización previa a la edad adulta, la juventud reúne en sí numerosos aspectos del momento “liminal” de los ritos de paso (en palabras del antropólogo Victor Turner) o, en palabras de Arnold van Gennep, del “margen” que constituye de hecho el meollo del rito, entre una fase inicial de separación y otra final de agregación. (...) Y, con toda lógica, en el seno de cada sector de la vida social y cultural, los ritos de liminalidad juvenil constituyen, en su desarrollo progresivo, un objeto privilegiado de estudio.” (Levi y Schmitt, 1996: 8-12)

Si bien esta caracterización no deja del todo de lado la visión psicológica y naturalista6 de la juventud, los estudios comprendidos en esa obra evitan caer en esa perspectiva, y permiten dar cuenta de cómo fueron entendidos los grupos de edad joven en el marco de distintos acontecimientos históricos, consolidándose el texto como una obra de referencia para conocer la historia de la juventud occidental y occidentalizada.

Luís Antonio Groppo en su excelente trabajo Juventude. Ensaio sobre Sociología e História das Juventudes Modernas (2000)7 da profundidad temporal a los orígenes de la concepción moderna de joven en lo que John Gillis denominó “la era de la Adolescencia”8, que abarca desde mediados del siglo XIX a mediados del siglo XX,

Una Era que sumó esfuerzos de educadores, pedagogos, legisladores, políticos y religiosos en la “democratización” y extensión del mundo escolar, como bien partidos, sindicatos, organizaciones estatales, pastores e Iglesias en la creación de asociaciones juveniles bajo su tutela, y, finalmente, biólogos, fisiólogos, médicos, psiquiatras, psicólogos, psicoanalistas y cientistas sociales que realizaron estudios sistemáticos sobre la naturaleza biológica, comportamental y cultural de los individuos “adolescentes”. Vislumbramos también la actuación de instituciones jurídicas, estatales y los efectos del mundo del trabajo industrial en el proyecto de la cronologización del curso de la vida, cuyos resultados construirán importantes puntos de partida para las relaciones generacionales, intrafamiliares y sociales de todo tipo a lo largo del siglo XX. (2000:277-278).

Los relatos del surgimiento de la adolescencia como categoría remiten a la obra de Stanley Hall publicado en EUA en 1905 Adolescence: Its Psychology, and its Relations to

5 Se utiliza en los estudios del tema para nombrar aquello que quiere adoptar características de juvenil pero que no lo sería por el criterio cronológico, por ejemplo, adultos juvenilizados, proceso de juvenilización.6 Ambas con la idea fuerza del desarrollo progresivo. Sobre discursos sobre juventud se profundiza en el capítulo “Discursos vigentes acerca de la juventud en Argentina”.7 Todas las citas sobre este texto son traducciones propias.8 Gillis, John. Youth and History. Tradition and Change in European age relations. 1770-present. Expended Student Edition, Academic Press, New York-Londres, 1981, citado en Groppo, 2000:277.

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Physiology, Anthropology, Sociology, Sex, Crime, Religion and Education., a partir de ese texto se instala y se expande una nominación particular para un sector de la población. Medida en términos cronológicos se le adscriben características psicológicas que conllevan un comportamiento individual y social que puede resumirse en la idea de “tempestad y estímulo” (storm and stress) según el autor. La lectura naturalista permite siempre postular la noción como de aplicación universal: la adolescencia existiría en todas partes y del mismo modo, básicamente como crisis.

Fue después de la Segunda Guerra Mundial (lo que en tiempos históricos es reciente), cuando se distinguirá a la juventud claramente como “otro” sector social9 en principio en los países occidentales centrales. ¿Por qué en ese momento? Feixa explica que para que exista la juventud deben existir,

por una parte, una serie de condiciones sociales (es decir, normas, comportamientos e instituciones que distingan a los jóvenes de otros grupos de edad) y, por otra parte, una serie de imágenes culturales (es decir, valores, atributos y ritos asociados específicamente a los jóvenes) Tanto unas como otras dependen de la estructura social en su conjunto, es decir, de las formas de subsistencia, las instituciones políticas y las cosmovisiones ideológicas que predominan en cada tipo de sociedad. (1998:18).

Estas condiciones se venían gestando desde mediados del siglo XIX pero se agudizaron e hicieron eclosión en la segunda posguerra. Los investigadores de la Escuela de Birmingham -casi contemporáneos al fenómeno-, explicaron la emergencia histórica de grupos juveniles en Inglaterra a partir de algunos cambios ocurridos en ese período10:

1. La aparición de un mercado, un consumo y una industria orientado a los jóvenes,

2. El incremento de los medios masivos y el nexo entre éstos y la cultura juvenil. Cabe mencionar que aquí cada vez más y más personas se ven comprendidas en un proceso de uniformación cultural.

3. El hiato de la experiencia social que se precipita por la guerra. Generalmente los argumentos hablan de los efectos disruptivos de la guerra en los chicos que nacieron en ese período: ausencia de los padres, evacuaciones y otras interrupciones de la vida familiar, violencia, y cómo esos efectos serían responsables de la “nueva” delincuencia juvenil de los 50 tipificada por los Teds11, como los precursores de una tendencia más general de la violencia en la Cultura Juvenil.

4. Cambios en la esfera de la educación, principalmente por dos pivotes de desarrollo. Por un lado “la educación secundaria para todos”, que implicó escuelas específicas para este grupo de edad, que previamente no existían, siendo

9 Cabe aclarar que es el sentido masivo y masificado de esta irrupción lo que la hace cualitativamente diferente a “irrupciones” previas, pero sin olvidar esos otros acontecimientos. Por ejemplo, y pensando en América Latina, la irrupción de la juventud universitaria en la década del ´20 (período de primera posguerra), allí los militantes reformistas se enunciaban como jóvenes haciendo así existir la juventud como actor político. La diferencia con el período de la segunda posguerra es que en 1918 la irrupción quedó circunscripta a los jóvenes universitarios, luego de 1945 serán referidos (interpelados) como jóvenes no sólo los universitarios, no sólo los politizados, no sólo los que estudian y no sólo los varones. Para profundizar en el proceso de la reforma universitaria se recomienda Juan Carlos Portantiero (1978). De todos modos hay que reconocer una tendencia a la visibilización de la juventud en términos de generación, y ese sentido lo cobran cuando irrumpen en la esfera pública y cuando logra instalarse un relato colectivo en esos términos (etarios, políticos y a veces, artísticos).10 El siguiente punteo es una síntesis de traducción personal sobre Hall y Jefferson, 2000, pp.17-21 (1ª ed. inglesa 1975).11 Estilo cultural juvenil inglés, de origen obrero, visualizado –entre otros elementos- por la adopción y resignificación de los trajes eduardianos, Ted es el diminutivo del rey Eduardo VII. Para un análisis del grupo ver Jefferson, T. (2000) “Cultural responses of the Teds: The defense of space and status” in Hall, S. y Jefferson, T. Pp.81-86.

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la educación secundaria recibida en las escuelas elementales. Este cambio interesa porque crea las condiciones para la emergencia específica de una “sociedad de adolescentes”. Por otro lado, la masiva extensión de la educación superior.

5. El arribo de un estilo distintivo para todo el grupo, la ropa y la música-rock unen sin ninguna duda a esta generación más joven.

Este conjunto de transformaciones posibilitaron, construyeron y siguen construyendo juventudes. El paso del tiempo llevó a que los jóvenes introyectaran las imágenes que había sobre ellos y se generara así una “conciencia” de grupo de edad, lo cual coadyuvó a convertirlos en un grupo social independiente. Dicho de otro modo, los procesos de subjetivación no tardan en engarzarse en esta “nueva” condición significante. El fenómeno del héroe joven resulta un buen ejemplo:

La nueva «autonomía» de la juventud como estrato social independiente quedó simbolizada por un fenómeno que, a esta escala, no tenía seguramente parangón desde la época del romanticismo: el héroe cuya vida y juventud acaban al mismo tiempo. Esta figura, cuyo precedente en los años cincuenta fue la estrella de cine James Dean, era corriente, tal vez incluso el ideal típico, dentro de lo que se convirtió en la manifestación cultural característica de la juventud: la música rock. Buddy Holly, Janis Joplin, Brian Jones de los Rolling Stones, Bob Marley, Jimmy Hendrix, y una serie de divinidades populares cayeron víctimas de un estilo de vida ideado para morir pronto. Lo que convertía esas muertes en simbólicas era que la juventud, que representaban, era transitoria por definición. (Hobsbawm, 1998:326).

Pueden agregarse personajes de diversa importancia local pero que continúan el modelo del ídolo muerto joven y la representación emblemática de la juventud12: Ernesto Che Guevara, Eva Duarte de Perón, Luca Prodan, Miguel Abuelo, Federico Moura, Rodrigo y, uno fundamental para las sociedades oficialmente cristianas como la nuestra: Jesucristo.

En su historización del breve siglo XX Eric Hobsbawn dedica un capítulo importante a la revolución cultural llevada a cabo, entre otros actores sociales, por los jóvenes. De hecho fue esta revolución social y cultural la que los hizo emerger como sector social reconocible, e indica que la nueva cultura juvenil -así la llama el autor-, tenía tres vertientes que coinciden con los elementos señalados por otros autores,

En primer lugar, la «juventud» pasó a verse no como una fase preparatoria para la vida adulta, sino, en cierto sentido, como la fase culminante del desarrollo humano. (...) El que esto no se correspondiese con una realidad social en la que (con excepción del deporte, algunos tipos de espectáculo y tal vez las matemáticas puras) el poder, la influencia y el éxito, además de la riqueza, aumentaban con la edad, era una prueba más del modo insatisfactorio en que estaba organizado el mundo. (...)La segunda novedad de la cultura juvenil deriva de la primera: era o se convirtió en dominante en las «economías desarrolladas de mercado», en parte porque ahora representaba una masa concentrada de poder adquisitivo, y en parte porque cada nueva generación de adultos se había socializado formando parte de una cultura juvenil con conciencia propia y estaba marcada por esta experiencia, y también porque la prodigiosa velocidad del cambio tecnológico daba a la juventud una ventaja tangible sobre edades más conservadoras o por lo menos no tan adaptables. (...) El papel de las generaciones se invirtió. (...)

12 Nuevamente se puede vincular con la irrupción juvenil universitaria latinoamericana, quienes en el manifiesto liminar de la reforma de 1918 decían “La juventud vive en trance de heroísmo” (reproducido en Portantiero: 1978:133).

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La tercera peculiaridad fue su asombrosa internacionalización. Gracias en gran parte al «boom» de la expansión del mercado juvenil (principalmente industria de la moda, la cosmética y la música) (1998:327-330).

El antropólogo Carles Feixa revisa la historia de las investigaciones sobre juventud y propone un agrupamiento en torno a cinco grandes modelos de juventud que representa a través de figuras que funcionan como tipos ideales: 1) el púber para la sociedad “primitiva” (sociedades segmentarias sin Estado); 2) el efebo para la sociedad antigua; 3) los mozos para el Antiguo Régimen (sociedades campesinas preindustriales); 4) los muchachos en la sociedad industrial; y 5) la sociedad posindustrial, caracterizada por la irrupción de la juventud como actor protagonista en la escena pública. Inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial se impuso en Europa una imagen de la juventud conformista: “la adolescencia como período libre de responsabilidades, políticamente pasivo y dócil” (1998:41); pero enseguida se comenzó a vislumbrar otra imagen, la del rebelde sin causa., expresada en la multiplicidad de culturas juveniles que aparecieron en escena a través de los medios, las políticas públicas y la ocupación de espacios en la ciudad y que llamaron la atención por su manera de vestir y adornarse, su gusto por la música rock y sus prácticas violentas y/o pasatistas. Finalmente Feixa resume cinco factores que llevaron a la modificación de las condiciones sociales y de las imágenes culturales de las y los jóvenes europeos y norteamericanos desde mediados de los ´60,

1) la emergencia del Estado del bienestar, 2) la crisis de la autoridad patriarcal, 3) el nacimiento del teenage market, 4) la emergencia de los medios de comunicación de masas y, 5) el proceso de modernización en el plano de los usos y costumbres que supuso una erosión de la moral puritana (Ej. Revolución sexual) (Feixa, 1998:43)

En Latinoamérica hay estudios que marcan los procesos generales de la emergencia juvenil, Rossana Reguillo sintetiza cómo es que ha adquirido visibilidad “la juventud”,

Los jóvenes han adquirido visibilidad social como actores diferenciados: a) a través de su paso, por afirmación o negatividad, por las instituciones de socialización; b) por el conjunto de políticas y normas jurídicas que definen su estatuto ciudadano para protegerlo y castigarlo; c) por la frecuentación, consumo y acceso a un cierto tipo de bienes simbólicos y productos culturales específicos. (2000:51)

El reconocimiento de la y el joven como actor social se dio en el marco del proceso de visibilización de los jóvenes en la sociedad que se inició a finales de la década de 1950 y se instaló definitivamente hacia fines de los sesenta. Desde ese momento juventud, política, música, drogas y sexo serían términos indisociables. Por negación o por afirmación: politizados- despolitizados, consumistas- creadores, et. al.; por izquierda o por derecha: revolución cubana- facismo, liberales- conservadores, et. al.; con admiración o con rechazo: héroes políticos / ídolos musicales /imágenes publicitarias vs. delincuentes / peligrosos / amorales.

Haciéndose primero visibles como problema social pasaron a formar parte más importante de la agenda de investigación de las ciencias sociales recién a fines de 1970, y con cierto grado de continuidad en los ´80-´90. Como resultado -y potenciando- la visibilización del grupo y del tema, 1985 fue declarado por la UNESCO como Año Internacional de la Juventud. Al respecto en la editorial de un número especial de El Correo de la UNESCO se lee,

Permítasenos afirmar que 1985, Año Internacional de la Juventud, es diferente. Y ello es así porque la juventud es el primer capítulo de un libro que no podemos cerrar sin más.

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Además, todos somos expertos, o al menos eso creemos, en juventud porque todos fuimos jóvenes un día. Lo que no nos impide expresar a menudo opiniones banales sobre lo que calificamos de “problema de la Juventud”. Opiniones banales porque la sociedad no se enfrenta con un “problema de la juventud”; por el contrario, son los jóvenes los que se enfrentan con los problemas de la sociedad y, sin embargo, apenas tienen posibilidad de manifestar lo que piensan sobre la manera de resolverlos. (1985:3)

En Argentina debieron pasar varios años para que el nuevo discurso sobre lo juvenil cobrara fuerza. Luego de la “exposición” que experimentó la franja etaria en las décadas de 1960-197013, será en las postrimerías de los ´80 y en el transcurso de los años ´90 que las y los jóvenes serán tomados como temática de estudio. Hoy sigue siendo un campo marginal en la sociología y la antropología latinoamericanas, mientras que está más expandido en Europa, Norteamérica, Asia y Australia-Oceanía (no se ha tenido acceso a la producción africana).

Las lecturas en clave identitaria sobre los grupos y grados de edad ameritan realizarse en su alteridad con otros grupos y grados de edad y en tiempos y espacios particulares, porque es allí donde se significan. Las juventudes latinoamericanas no pueden ser discernidas sin entrar en ciertos acontecimientos históricos que calaron hondo en la formación de las juventudes locales -como la revolución cubana y los movimientos denominados contraculturales-, mas allá de la discusión que hay que tener presente sobre por qué es ese sentido de lo juvenil el que se configura como imagen epocal.

En la búsqueda de una historia regional de las juventudes se hallan algunas referencias, por un lado el brasilero Luís Groppo realiza un interesante acercamiento en “Juvenilidade e revolução cubana” (2000), siendo sus objetivos analizar tanto la influencia de la revolución, de la imagen de Fidel Castro y principalmente del Che Guevara en los movimientos estudiantiles de Europa, EUA y América Latina de los años ´60, como el de revisar el carácter juvenil de la revolución a partir de comentarios de Jean-Paul Sartre. En la perspectiva de la contracultura se encuadra el trabajo del venezolano Luis Britto García (1996), quien otorga un panorama de este tipo de movimientos desde los ´60 hasta mediados de los ´90. Otras obras de interés son el texto de Paulo Sérgio Do Carmo (2000) Culturas da rebeldía que, aunque dedicado exclusivamente a Brasil, su narrativa es pertinente para el resto de los países de la región principalmente para contextualizar la juventud urbana, y la compilación de Feixa, Saura y Costa (2002) Movimientos juveniles: de la globalizacion a la antiglobalización, que dedica varios capítulos a países latinoamericanos profundizando en las historias locales de las últimas décadas.

La producción de investigaciones históricas de largo plazo para el caso argentino es menor. Existen trabajos aislados de épocas o acontecimientos particulares en los que los jóvenes fueron protagonistas (por ejemplo Biagini, 2000 varios y 2001; Balardini, 2002; Portantiero, 1978; Romero, 1998; Pujol, 1999), y dentro de ellos los más analizados son la Reforma Universitaria de 1918, y la juventud politizada o los movimientos artísticos de los ´60 y ´70: organizaciones político-militares, experiencia del Instituto Di Tella o historia del rock nacional14, todavía principalmente desde la ensayística y el periodismo.

13 Exposición en el sentido del lugar que ocupó en la historia local, principalmente el alto grado de participación y protagonismo en el ámbito político, aunque fueron también esas décadas las que vieron irrumpir producciones contraculturales. Comentarios sobre el movimiento juvenil en Argentina se encuentran en Echenique (2005), Pujol (2002), entre otros.14 Para un panorama nacional de época Casullo (1997), Urresti (2000) y Pujol (2002).

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En América Latina se suman dos elementos que no son menores en la historia de la construcción de las juventudes locales: la distribución por edades de la población local y el proceso de urbanización. En Argentina el 25,0 % de la población total tiene entre 15 y 29 años, es decir, un cuarto de la población es considerada joven demográficamente (INDEC, resultados 2001). Hay una incidencia numérica del grupo poblacional que otorga características particulares a estas sociedades15. Sobre el segundo punto cabe decir que el proceso de urbanización se desarrolló en Argentina desde inicios del siglo XX, haciendo que ya desde el acontecimiento de la Primer Guerra Mundial más del 50% de la población nacional viviera en centros urbanos, y como se aprecia en el siguiente cuadro este incremento sigue en aumento hasta la actualidad,

Cuadro 1. Población urbana y rural según censos nacionales

Total del país. Años 1895-2001Población 1895 1914 1947 1960 1970 1980 1991 2001 (1)

en porcentajeTotal 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0Urbana 37,4 52,7 62,2 72,0 79,0 82,8 88,4 89,3Rural 62,6 47,3 37,8 28,0 21,0 17,2 11,6 10,7(1): Resultados provisionales.Fuente: Censos Nacionales de Población. INDEC. Acceso disponible 20/01/05 www.indec.gov.ar

La juventud y la ciudad son fenómenos sociales paralelos en Argentina, y esta relación es un eje articulador de la presente tesis.

1.2. La categoría juventud

Si la vida es tránsito..., ¿Quién maneja los semáforos?

Anónimo.

Explicar la categoría juventud significa revelar cómo han sido estudiados los jóvenes: con qué caracterización del contexto, desde dónde, qué y cómo se ha mirado. El discurso científico es un elemento importante en la construcción de la realidad social, principalmente de aquellas representaciones que se imponen como legítimas.

La «juventud» como categoría surgió en la Gran Bretaña de posguerra como una de las manifestaciones más visibles del cambio social del período. La juventud fue el foco de atención de informes oficiales, legislaciones e intervenciones públicas, fue divulgada como «problema social» por parte de los guardianes de la moral y jugó un papel importante como piedra de toque en la elaboración de conocimientos, interpretaciones y explicaciones sobre el período. (Clarke, Hall y otros, 2000:9 [1975], traducción propia).

Juventud es una categoría construida, sólo una palabra dice Pierre Bourdieu (1990) en uno de sus escritos e inmediatamente aclara que se construye como representación ideológica de la división de los grupos y que existe una lucha por instalar sus límites. En 1996 el argentino Mario Margulis titula su libro La juventud es más que una palabra (Ensayos sobre cultura y juventud) haciendo hincapié en que el término tiene usos particulares, sentidos singulares y efectos concretos. Desde la sociología de la cultura ambos autores, uno en Europa y de trascendencia internacional, y el otro pionero local en la temática y con proyección latinoamericana, siembran las bases para pensar la juventud desde la cultura. Hoy el término juventud es reconocido y utilizado como categoría analítica, y

15 Se retoma este punto en el capítulo “Población joven”.

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esta sistematización conceptual apuntala también la percepción de autonomización del sector social.16

La juventud no es una categoría definida exclusivamente por la edad y con límites fijos de carácter universal, no es «algo» en sí, sino que se construye en el juego de relaciones sociales. Cada sociedad, cada cultura, cada época definirá su significado y a su vez éste no será único, habrá sentidos hegemónicos y los habrá alternos, pero como bien marca Valenzuela “fueron los imaginarios sociales dominantes quienes de forma relevante definieron a los grupos portadores de la condición juvenil” (1999:75). Es por ello que la marca evolucionista sigue siendo indeleble,

Con origen en la cultura y la sociedad occidental, capitalista, burguesa, liberal etc., del siglo XIX, nuestra concepción de juventud todavía está marcada por caracteres definitorios y legitimadores cientificistas, basados en una noción evolucionista del ser humano y de las cosas. O sea, una concepción en que el ser humano es pensado como un individuo que, biológica, mental y socialmente, evoluciona de la fase infantil a la fase adulta, siendo la juventud una fase intermedia. (Groppo, 2000:271 traducción propia).

Delimitar un sector de la sociedad por las fechas de nacimiento y adscribirle determinados comportamientos es un mecanicismo poco útil para la producción de conocimiento. Como límite sirve para agrupar en función de constuir datos estadísticos o demográficos y es de provecho para el sistema escolar, legal y penitenciario. Pero es un error de partida llevar el dato biocronológico linealmente a interpretaciones socioculturales que conciben la juventud como un período fijo en el ciclo de vida de los hombres y las mujeres, un momento universalizable, en el que todos entrarán y saldrán en el mismo momento más allá de sus condiciones objetivas de vida, su pertenencia cultural o su historia familiar. Es una visión que oculta o impide visualizar la diferencia y la desigualdad. Esta crítica puede parecer una obviedad pero es necesaria, dado que aún se encuentran investigaciones que emplean esta delimitación, y políticas públicas en el área juventud que lo toman como dato que construye su población objeto.

Además cabe señalar que este “sujeto universal” no es un sujeto cualquiera. La construcción hegemónica del sujeto joven en Argentina responde al estereotipo de un joven de sector medio o medio-alto en período de moratoria social17. Esto si se toma la valencia positiva, porque para todo lo negativo el caso testigo será el joven de bajos ingresos, que en la comparación con el joven «normal-izado» siempre sale perdiendo18. El pensamiento occidental moderno ha concebido al sujeto ideal (nuevamente la norma) como el sujeto adulto, este es el sujeto completo, los demás serán comparados con él: al joven le falta, el viejo va perdiendo. Esta visión adultocéntrica impregna muchos de los análisis y la mayoría de las intervenciones sobre este sector: los jóvenes deben ser guiados, enseñados, preparados, corregidos, encaminados, enderezados. Resulta

16 Una sugestiva crítica a cierta sociología de la juventud puede encontrarse en el trabajo de Criado (1997) Producir la juventud quien trabaja sobre la hipótesis que “la «juventud» no forma un grupo social. Bajo la identidad del nombre «juventud» -bajo la presunta identidad social de todos los incluidos en un arco de edades- se agrupan sujetos y situaciones que sólo tienen en común la edad” (1997:2) y tiene por objetivo en la investigación que presenta “analizar la construcción de sentido y estrategias en torno a los estudios y el trabajo de varios grupos de jóvenes y relacionarla con sus diferentes condiciones de producción de sujetos –posiciones y trayectorias sociales-“ (1997:56).17 Para una discusión sobre moratoria social consultar Margulis y Urresti (1996), los autores critican la idea de moratoria social y la describen como un etnocentrismo de clase, a cambio proponen la idea de moratoria vital, que hace referencia a una característica cronológica de la juventud, un aspecto objetivante de su definición, que consiste en poseer mayor capital energético, sentirse (y estar) más alejado de la muerte que otras generaciones, también lo llaman crédito temporal o vital (más tiempo por delante para vivir).18 Recuérdense las buenas enseñanzas de Michel Foucault y su caracterización de la sociedad moderna como la sociedad de la normalización.

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indispensable para la interpretación de la condición juvenil dar cuenta de cómo es descripta y analizada en diversos estudios, cómo es vivida y explicada por los que se consideran jóvenes, y cómo es interpelada desde otros grupos de edad, desde las industrias mediáticas y desde los productos que se le ofrecen (industria de la moda, música, audiovisual, entretenimientos, etc.).

En la presente obra se adopta juventud como categoría analítica, que cobrará sentidos particulares al ser analizada inserta en el mundo social (interdiscursividad, prácticas). Será allí desde donde se podrá explicar como condición juvenil (qué es ser/estar joven en ese tiempo y lugar para esas personas jóvenes y no jóvenes), y que resultará en unos conjuntos identificables (auto y hetero identificaciones) a los que se denominará juventudes.19 En el intento de escapar de las homogeneizaciones se mostrará en el trascurso de estas páginas de quiénes se está hablando cuando se habla de jóvenes.

Juventudes

El punto de partida es la visión de la y el joven como seres en relación. El/la joven como actores sociales completos, inmersos en relaciones de clase, de edad, de género, étnicas, cuyo análisis corresponde ser encarado desde una triple complejidad20:

contextual: espacial e históricamente situado,relacional: conflictos y consensos,heterogénea: diversidad y desigualdad.

En el Informe sobre jóvenes 1994-2000 del Instituto Mexicano de la Juventud, Antonio Pérez Islas (2000b) logra sistematizar acertadamente nueve criterios básicos para definir lo juvenil, que coincide con lo antes expuesto, y resume lo más potente de las definiciones que circulan en el medio académico latinoamericano,

Lo juvenil es:1. Un concepto relacional. Sólo adquiere sentido dentro de un contexto social más

amplio y en su relación con lo no juvenil (la interacción con categorías como las de género, étnicas, de clase social, etcétera).

2. Históricamente construido. No ha significado lo mismo ser joven ahora que hace veinte años, el contexto social, económico y político configura características concretas sobre el vivir y percibir lo joven.

3. Es situacional. Por lo que responde sólo a contextos bien definidos, en tanto se debe evitar las generalizaciones, que hacen perder lo concreto y específico de cada caso.

4. Es representado. Pues sobre lo juvenil se dan procesos de disputa y negociación entre las “hetero-representaciones” (elaboradas por agentes o instituciones sociales externos a los jóvenes) y las auto-percepciones de los mismos jóvenes. En algunos casos ambas coincidirán, en otros se establecerán relaciones conflictivas o de negociación, donde se delimita quiénes pertenecen al grupo juvenil y quiénes quedan excluidos.

19 Otras discusiones conceptuales se encuentran en: Machado Pais (1993), Barbero (1998), Groppo (2000), Pérez Islas (2000a, 2000b), Margulis y Urresti (1996, 1998b) y Elbaum (1996).20 Esta propuesta coincide con los planteos de otros autores (sistematizados en el capítulo “Discursos vigentes acerca de la juventud en Argentina”): La “juventud multicolor” de Braslavsky (1986), la “juventud como impulso renovador y como reactor” de Saltalamachia (1990), el “paradigma contextual y multidisciplinario” de Macri y Van Kemenade (1993), la concepción de “la juventud ciudadana” descripta por Krauskopf (1999), la mirada sin estigmatizaciones ni negativas ni positivas de la que habla Cajías (1999), y finalmente, depositar la mirada en las expresiones culturales de jóvenes, ámbito en el que, según Reguillo (2000), de manera privilegiada se han hecho visibles como actores sociales en los ´90 y primeros años del siglo XXI.

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5. Cambiante. Se construye y reconstruye permanentemente en la interacción social, por lo tanto, no está delimitado linealmente por los procesos económicos o de otro tipo, y aunque éstos inciden, el aspecto central tiene que ver con procesos de significado.

6. Se produce en lo cotidiano. Sus ámbitos de referencia son íntimos, cercanos, familiares: los barrios, la escuela, el trabajo, etcétera.

7. Pero también puede producirse en “lo imaginado”. Donde las comunidades de referencia tienen que ver con la música, los estilos, la internet, etcétera.

8. Se construye en relaciones de poder. Definidas por condiciones de dominación / subalternidad o de centralidad / periferia, donde la relación de desigualdad no impl8ica siempre el conflicto, pues también se dan procesos complejos de complementariedad, rechazo, superposición o negación.

9. Es transitoria. Donde los tiempos biológicos y sociales del joven o la joven en lo individual, los integran o expulsan de la condición juvenil, a diferencia de las identidades estructuradas / estructurantes que son perdurables (como las de clase, étnicas, nacionales o de género).

(Pérez Isla, 2000:15).

La juventud puede ser pensada entonces como un modo que propone la cultura21 de hacer vivir una parte de la vida, y de cómo los sujetos lo agencian: es el modo -forma cultural, esquema conceptual, sistema de símbolos, orden de significados- que articula la cultura (moderna y occidental) de explicar, de dar sentido, de practicar, de habitar, ese espacio social de la experiencia, desde diferentes situaciones y distintas posiciones sociales.

La juventud como metáfora del cambio social

Considero que uno de los mejores trabajos sobre construcción cultural de la juventud y construcción juvenil de la cultura es el texto “La juventud, metáfora del cambio social (dos debates sobre los jóvenes en la Italia fascista y en los Estados Unidos durante los años cincuenta)” de Luisa Passerini (1996). Ese texto es una demostración de cómo las juventudes pueden ser comprendidas como metáfora de la sociedad y la cultura. Al finalizar su texto Passerini cita a Benjamín en Metafísica de la juventud diciendo “La juventud está en el centro del lugar donde nace lo nuevo”, este será el sentido metafórico que cargan las y los jóvenes en las situaciones analizadas, tanto en la Italia fascista como en la Norteamérica de los cincuenta.

Ya en 1975 los investigadores del Center for Contemporary Cultural Studies enfocaron la cultura juvenil como metáfora donde se explicitaba / visibilizaba el cambio social,

En los ´50, “juventud” venía a simbolizar el punto más avanzado del cambio social: juventud fue empleado como una metáfora para el cambio social. (Clarke y otros, 2000 [1975]: 71 traducción propia).

La idea fue recuperada de un estudio sobre la prensa popular y el cambio social que sugería,

La juventud fue, en ambos periódicos [el Daily Express y el Daily Mirror] y tal vez en toda la prensa del período, una poderosa pero oculta metáfora sobre cambio social: la imagen comprimida de una sociedad que había cambiado crucialmente, en términos de cambios de vida básicos -estilos y valores-, de manera calculada para trastornar el marco

21 Con permiso del uso casi biologizado del término en esta frase, obviamente la cultura es producto humano, no “hace” cosas.

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político oficial, pero de formas todavía no calculadas en términos políticos tradicionales. (Smith et. al., 1975 citado en Clarke y otros, 2000 [1975]:9-10 traducción Bergé)

Clarke, Hall, Jefferson y Roberts expusieron cómo el discurso sobre la juventud cobró relevancia porque el sector jugaba un rol muy importante, al actuar como piedra fundamental en la construcción de las comprensiones, interpretaciones y explicaciones sobre el período de la segunda posguerra en Gran Bretaña. La juventud –como categoría y como sector social- sirvió en aquel momento para explicar las transformaciones que estaban sucediendo en la economía, la cultura, los medios, el consumo y la vida cotidiana. Al mismo tiempo se daba forma a la juventud, o mejor dicho, a las lecturas posibles sobre la juventud.

Siguiendo esta línea de análisis el acontecer juvenil es considerado como un espacio privilegiado del conflicto socio-cultural. Esto lo convierte en una palanca metodológica22

para analizar el juego de la reproducción / transformación de la cultura en perspectiva histórica. Las juventudes permiten ser utilizada heurísticamente como el “nudo imaginario de las prácticas estratégicas de la cultura” (Perea, 1998:130).

El proceso de socialización busca construir sujetos con los moldes sociales vigentes; pero como `buenos´ agentes, los miembros de las nuevas generaciones construirán con este `material´ su propia realidad. Lo sociocultural se conserva y se transforma a través de las nuevas vidas. Las generaciones se acomodan, se empujan, se alaban o molestan unas a otras. En lo intergeneracional, ámbito conflictivo, aguerrido, cómodo, de portazos y besos, es posible ver algunos de los cambios que se producen en la sociedad, el sujeto construyéndose en la norma emergente. Así lo planteó hace casi 40 años Jean Monod, antropólogo francés precursor en los estudios sobre juventud,

La juventud actualiza la contradicción central que estructura la relación de la sociedad con ella misma (...) se convierte en una metáfora críptica en la cual los conflictos sociales escamoteados resurgen bajo formas muy ritualizadas, pero cada vez es un sector diferente de la juventud el que toma el relevo (...) El orden de las subculturas juveniles más «alarmantes», hacia las cuales la sociedad se gira con sorpresa como un espejo demasiado verdadero de ella misma, no es el fruto del azar sino el producto de una óptica interna según la cual la sociedad expresa sus contradicciones e intenta suprimirlas en sectores localizados, y los ve resurgir en otros lados bajo nuevas formas. (Monod, 1970 citado por Feixa y Romaní en prólogo a la re-edición de Los Barjots, 2002:7)

Pero cuidado, hay dos perspectivas de la juventud como metáfora que son inconvenientes, o por lo menos corresponde cuidarse de ellas. Una es entender la juventud como portadora del cambio social que solucionará o empeorará el futuro, no son el sentido de solución (sujeto revolucionario) o el de pérdida (sujeto sin valores) el que habilitará la comprensión. La propuesta en esta tesis no es mirar a las y los jóvenes como futuros adultos, eso ya lo hacen muy bien algunos padres, docentes y funcionarios23. No es pensar la juventud como futuro posible sino como presente. En su «saber soterrado» se apuesta a encontrar claves que expliquen cómo se está armando la sociedad y la cultura. Si esta es una sociedad donde las nuevas generaciones pre-figuran

22 En el sentido que lo utiliza Maffesoli (1990:42) para explicar la potencia del uso de metáforas.23 Aceptar analíticamente que en la estructuración de la sociedad y la cultura el adultismo es un pilar funcional y fundante, no debe entrañar posturas moralistas: lucha entre el bien y el mal que colocan en respectivos bandos a jóvenes y adultos; ni estandartes politiqueros que enarbolen la supremacía natural de lo adulto ni la pureza revolucionaria de la juventud, ni el populismo mediocre diciendo que lo de abajo es mejor que lo de arriba, todas imágenes que además retroalimentan el pensamiento dual y estático del mundo.

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el futuro en el presente24, el espacio social juvenil será un territorio privilegiado para la mirada antropológica sobre la cultura.

Y aquí la segunda precaución, lugar en el que varios autores han caído y que fueran acusados de culturalistas o de entender toda dinámica social en términos generacionales. No es posible explicar el cambio social exclusivamente como cambio cultural, eso haría perder de vista los análisis en términos de relaciones de dominación políticas y econó-micas (Criado, 1997), como tampoco es dable dejar de lado la dimensión de la constitución de la subjetividad.

1.3. Construcción cultural de la juventud y construcción juvenil de la cultura.

Este subtítulo se vincula con los dos caminos que propone Carles Feixa (1998) para abordar a la juventud desde una perspectiva antropológica:

el objeto de una antropología de la juventud apunta a una doble dirección: en primer lugar al estudio de la construcción cultural de la juventud (es decir, de las formas mediante las cuales cada sociedad modela las maneras de ser joven); en segundo lugar, al estudio de la construcción juvenil de la cultura (es decir, de las formas mediante las cuales los jóvenes participan en los procesos de creación y circulación culturales). El primer camino, mucho más trillado, se centra en el impacto de las instituciones adultas sobre el mundo juvenil, y puede conducir al estudio transcultural de la juventud y a la crítica de las visiones etnocéntricas y ahistóricas que predominan en buena parte de la literatura académica sobre la misma. El segundo camino, mucho menos explorado, se centra en la influencia del mundo juvenil sobre la sociedad en su conjunto, y conduce al estudio de las microculturas juveniles, entendidas como manifestación de la capacidad creativa y no solamente imitativa de los jóvenes. (Feixa, 1998:11, negritas mías)

Un proceso semejante ha sido señalado también por la sociología de la juventud,

la participación de las nuevas generaciones en la vida social tendría dos principales características: la socialización de los jóvenes, por un lado, y la juvenilización de la sociedad por otro. La socialización se procesaría a través de mecanismos que tenderían a integrar a los jóvenes en el sistema existente de relaciones societales. Esa socialización tendría esencialmente un carácter directivo. En cuanto a la juvenilización, ella designaría la propia capacidad de los jóvenes de influenciar en los adultos (...) Juvenilización implica que la sociedad modele a la juventud a su imagen, pero, al mismo tiempo, se rejuvenezca. (Machado Pais, 1993:41-42, cursivas del autor).

Una de las primeras antropólogas en realizar un estudio de la cultura en relación a los grupos de edad fue Margaret Mead. Su clásico Adolescencia, sexo y cultura en Samoa de 1928 demuestra que la adolescencia no es una etapa universal ni universalizable25 tal como lo había propuesto Stanley Hall (1905), y que la gran preocupación norteamericana por los adolescentes no era más –ni menos- que otro discurso que construía una noción homogeneizante: la adolescencia como etapa de crisis26. En sus escritos de 1970 ya no

24 En el sentido de las culturas pre-figurativas de Margaret Mead (1997).25 Lo primero es correcto, no es universal. Pero que sea o no universalizable es un proceso que está aún por vivirse.26 En 1983 Derek Freeman publica Margaret Mead y Samoa: la construcción y destrucción de un mito antropológico donde cuestiona la veracidad de la información recogida y las interpretaciones a las que arriba Mead. Esto llevó a debates en el campo antropológico, pero no hacemos referencia a este punto aquí porque nuestro interés está colocado en el impacto que produjo el texto de Mead en EUA al visibilizar el etnocentrismo de la mirada norteamericana sobre la adolescencia. Ese impacto, que yo

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aparece el término adolescente sino joven, pero sigue siendo eje la cuestión de la transmisión de la cultura a través de la crianza, socialización y relaciones intergeneracionales. Mead mostró cómo las culturas tienen sus propios modos de organizar la temporalidad y de producir sus edades. Hoy se puede afirmar que en el caso de las culturas de matriz occidental centroeuropea los esquemas conceptuales han sido la cronologización y la institucionalización del ciclo vital.

De una antropología de la adolescencia en 1928 Mead se desliza hacia una antropología de la juventud para 1970 cuando se preguntaba acerca del “problema del compromiso”: “¿Con qué pasado, presente o porvenir pueden comprometerse los más jóvenes?” (1997:15), y proporcionó su respuesta en las conferencias publicadas como Cultura y compromiso. Estudio sobre la ruptura generacional. (1ª ed. ing. 1970). Testigo privilegiada del cambio cultural del siglo XX -nació en 1901 y murió en 1978-, Mead supo transcribirlo y desarrolló un pensamiento que mantenía en tensión la dimensión individual –influencia de su primera formación como psicóloga- y la colectiva. Avizoró lo que estaba por venir y dio cuenta de cambios culturales que hoy se denominan mundialización o globalización. Su estudio sobre la ruptura generacional es una clave iluminadora de lo que se vivía en EUA en 1969, y constituyó un aporte pionero para pensar la transmisión de la cultura entre las generaciones. Su caracterización de culturas posfigurativas, co-figurativas y prefigurativas sigue teniendo potencia heurística.

Las distinciones que marco entre tres tipos diferentes de cultura –postfigurativa, en la que los niños aprenden primordialmente de sus mayores; cofigurativa, en la que tanto los niños como los adultos aprenden de sus pares, y prefigurativa, en la que los adultos también aprenden de los niños- son un reflejo del período en que vivimos. Las sociedades primitivas y los pequeños reductos religiosos e ideológicos son principalmente postfigurativos y extraen su autoridad del pasado. Las grandes civilizaciones, que necesariamente han desarrollado técnicas para la incorporación del cambio, recurren típicamente a alguna forma de aprendizaje cofigurativo a partir de los pares, los compañeros de juegos, los condiscípulos y compañeros aprendices. Ahora ingresamos en un período, sin precedentes en la historia, en el que los jóvenes asumen una nueva autoridad mediante su captación prefigurativa del futuro aún desconocido. (Mead, 1997 [1970]: 35)

En el prefacio a dicha publicación, Mead realiza una breve descripción de la experiencia de vida del hombre moderno de sociedades centrales, en el que es posible entrever casi todas las discusiones posteriores sobre el humano posmoderno, o lo que con un halo de nostalgia algunos, y otros de forma más promisoria, han llamado: el tiempo de la incertidumbre,

Así como el hombre se enfrenta por primera vez con la responsabilidad de no destruir la raza humana y todos los seres vivos y de aplicar su acervo de conocimientos a la construcción de un mundo seguro, así también en este momento el individuo goza de libertad para aislarse y cuestionar no sólo su fe en Dios, su fe en la ciencia, o su fe en el socialismo, sino su fe en todo (Mead, 1997 [1970]: 16-17)

Es en esa misma década de los setenta que la escuela de los estudios culturales británicos aborda la investigación de las “subculturas juveniles” desde un modelo interpretativo que conjugaba una visión materialista de la historia, una configuración gramsciana de la cultura, un análisis clasista de la sociedad y una metodología etnográfica para la

llamaría político, es de relevancia para sostener a Mead como una voz que introduce lo otro diferente para desnaturalizar la concepción dominante del ciclo de la vida.

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construcción de los datos. Uno de sus exponentes, John Clarke27 (2000), presenta en 1975 un esquema que sitúa las producciones culturales de jóvenes en la dinámica sociocultural más general: se lee lo cultural desde la clase y se historizan los productos culturales para hablar de la producción de estilos subculturales28 tomando el concepto de bricolage de Lévi-Strauss29.

La generación de estilos subculturales entonces involucra selección diferencial a partir de la matriz de existencia. Lo que sucede no es la creación de objetos y significados desde la nada, sino más bien la transformación y el re-arreglo de lo que es dado (y prestado) hacia un patrón que trae nuevos significados, su traducción hacia nuevos contextos y su adaptación-adopción (adaption). (Clarke, 2000:178, traducción Bergé)

Este esquema es retomado en los noventa por Carles Feixa (1998a) quien lo transforma en una propuesta teórico-metodológica de gran productividad denominada “la metáfora del reloj de arena”30, que no sólo agrega mayor especificidad en los términos, sino la idea fundamental del carácter no unidireccional de las culturas juveniles. De este modo es posible también considerar la juvenilización de la sociedad, o cómo las construcciones

272

El artículo está firmado por John Clarke con la aclaración de que fue escrito en colaboración con Stuart Hall, Tony Jefferson, Rachel Powell y Brian Roberts. En 1972 en el CCCS de Birmingham se había organizado un grupo de estudios en subculturas (Sub-cultures Group), por lo que la producción generalmente era colectiva. El estado de las discusiones hasta 1975 fue volcado en ese número doble 8/9 de Working Papers in Cultural Studies.28 En el capítulo “Creando estilo” de este libro se trabaja esta conceptualización en relación a los jóvenes de estilo alternativo.29 “Bricolage –el reordenamiento y la recontextualización de los objetos para comunicar significados nuevos en relación a un sistema total de significaciones, el cual ya incluye significados a priori y sedimentados vinculados con los objetos usados (Lévi-Strauss, 1966-1969).” (Clarke, 2000:177, traducción Bergé).30 Se desarrolla con mayor profundidad en el Capítulo “Método”.

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culturales de la juventud se expanden en la cultura masiva, influyen en las culturas hegemónicas y modifican las culturas parentales.

Las culturas juveniles pueden representarse como un reloj de arena que mide el paso del tiempo. En el plano superior se sitúan la cultura hegemónica y las culturas parentales con sus respectivos espacios de expresión (escuela, trabajo, medios de comunicación, familia y vecindario). En el plano inferior se sitúan las culturas y microculturas juveniles con sus respectivos espacios de expresión (tiempo libre, grupo de iguales). Los materiales de base (la arena inicial) constituyen las condiciones sociales de generación, género, clase, etnia y territorio. En la parte central, el estilo filtra estos materiales mediante las técnicas de homología y bricolaje. Las imágenes culturales resultantes (la arena filtrada) se traducen en lenguaje, estética, música, producciones culturales y actividades focales. La metáfora sirve para ilustrar tanto el carácter histórico (temporal) de las culturas juveniles como su dimensión biográfica. Y también pone de manifiesto que las relaciones no son unidireccionales: cuando la arena ha acabado de verterse, se da la vuelta al reloj, de manera que las culturas y microculturas juveniles muestran también su influencia en la cultura hegemónica y en las culturas parentales (Feixa, 1998a:104-105).

Interesa una última referencia proveniente de la antropología norteamericana más reciente, es el trabajo de Mary Bucholtz (2002), quien reivindica una antropología de la juventud que tenga como ejes la manera en que los jóvenes producen y negocian las formas culturales. Kropff (2004) ha trabajado las ideas de Bucholtz en su investigación sobre jóvenes mapuches urbanos en Argentina y sintetiza la propuesta de la autora,

la antropología de la juventud debe caracterizarse por prestarle atención a la agencia de las personas jóvenes y documentar sus prácticas culturales. (...) el concepto de juventud

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implica considerar la edad no como trayectoria sino como identidad (agentiva, cambiante y flexible). (Kropff, 2004:9)

En coherencia con la concepción contextual, relacional y heterogénea de la juventud expuesta en páginas previas, a lo largo de esta investigación se estudiaron las prácticas culturales de jóvenes como:

1. producciones de personas con capacidad de agencia;2. negociaciones con las prácticas culturales de otros sectores de la

sociedad;3. enraizadas en clivajes de edad, clase, género, etnia y raza;4. construcciones que devienen de una historia colectiva (social y

generacional) y una historia individual (familiar y biográfica).5. ubicadas en un espacio-tiempo particular.

Se apuesta a contribuir al conocimiento de la sociedad y la cultura desde el abordaje de jóvenes en el espacio urbano de la ciudad de La Plata, observando cómo se re-crea la cultura en la sociedad contemporánea, y registrando cómo las y los jóvenes dan sentidos a sus vidas y a las de otros.