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HISTORIA 6º - PROFESOR: CHELO PABLO SEBASTIÁN UNIDAD 2: Los años 70 en Argentina. Movilización social y represión. Problemas de investigación. Los grupos guerrilleros y el retorno del peronismo al gobierno. En los años en el que el peronismo estuvo proscrito hubo numerosos intentos por generar alternativas políticas diferentes pero que no prosperaron, seguramente por no incluir a toda la sociedad. En todos estos dieciocho años (desde 1955 hasta el año 1973) en donde el peronismo estuvo prohibido sólo dos presidentes (Frondizi e Illia) fueron “elegidos” por el voto. Pero en esas votaciones estuvieron ausentes los peronistas por lo que deberían llamarse “semidemocracias” o algo así, a esos intentos por instaurar gobiernos a través de un voto muy restringido ideológicamente. Es en este contexto en que surgieron en nuestro país algunos grupos guerrilleros como por ejemplo Montoneros (peronistas de “izquierda”) y el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo). También es cierto que estuvieran o no civiles al frente de la Presidencia el poder real estuvo siempre en manos de las Fuerzas Armadas Argentinas. Y sólo cuando esos militares se dieron cuenta que no era posible vivir con violencia permanente, o sin Perón, ahí lo dejaron volver. El tercer gobierno peronista (1973-1976) y la Triple A. Desde el mismo día que Perón volvió, estuvo actuando la temible Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) un grupo parapolicial de extrema derecha que llevó a cabo cientos de asesinatos contra guerrilleros y políticos de izquierda (en especial, peronistas) además de amenazar a muchos artistas e

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HISTORIA 6º - PROFESOR: CHELO PABLO SEBASTIÁNUNIDAD 2: Los años 70 en Argentina. Movilización social y represión. Problemas de investigación.

Los grupos guerrilleros y el retorno del peronismo al gobierno. En los años en el que el peronismo estuvo proscrito hubo numerosos intentos por generar alternativas políticas diferentes pero que no prosperaron, seguramente por no incluir a toda la sociedad. En todos estos dieciocho años (desde 1955 hasta el año 1973) en donde el peronismo estuvo prohibido sólo dos presidentes (Frondizi e Illia) fueron “elegidos” por el voto. Pero en esas votaciones estuvieron ausentes los peronistas por lo que deberían llamarse “semidemocracias” o algo así, a esos intentos por instaurar gobiernos a través de un voto muy restringido ideológicamente. Es en este contexto en que surgieron en nuestro país algunos grupos guerrilleros como por ejemplo Montoneros (peronistas de “izquierda”) y el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo). También es cierto que estuvieran o no civiles al frente de la Presidencia el poder real estuvo siempre en manos de las Fuerzas Armadas Argentinas. Y sólo cuando esos militares se dieron cuenta que no era posible vivir con violencia permanente, o sin Perón, ahí lo dejaron volver.

El tercer gobierno peronista (1973-1976) y la Triple A. Desde el mismo día que Perón volvió, estuvo actuando la temible Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) un grupo parapolicial de extrema derecha que llevó a cabo cientos de asesinatos contra guerrilleros y políticos de izquierda (en especial, peronistas) además de amenazar a muchos artistas e intelectuales y de simular atentados de Montoneros. Al mando de toda esta organización estaba López Rega (asesor y después Ministro) Alberto Villar (comisario mayor de la Policía Federal Argentina) y Rodolfo Almirón (comisario). Atentados con bombas, ataques con ráfagas de ametralladoras, secuestros, violaciones y ejecuciones de mujeres, eliminación de familias enteras como “escarmiento” y voladura con explosivos de sus víctimas fueron algunos de los métodos usados por estos parapoliciales. Se calcula que fueron unas 2 mil las víctimas de estas células de ultraderecha. Julio Troxler y el cura Carlos Mugica fueron dos de sus más conocidas víctimas.

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Montoneros, origen de la organización armada peronista. El origen de la guerrilla peronista Montoneros debe ubicarse dentro del contexto de persecución política que sufrió el peronismo después del golpe militar de 1955, que lo derrocó. A partir de ese período se inició una cacería contra las organizaciones sindicales y todo aquello que representara al movimiento político creado por Juan Domingo Perón. El golpe militar de 1955 tenía como objeto destruir el estado social construido por el peronismo en el interregno de los años 1946-1955. Para eso, el bando militar encabezado por Aramburu – Isaac Rojas y con el apoyo político del Radicalismo, el Socialismo y el Comunismo argentino, proscribieron, persiguieron y fusilaron a los militantes peronistas, que opusieron resistencia a la dictadura militar. Antecedentes: El peronismo desmanteló el orden liberal instaurado después de la batalla de Caseros y que se cristalizó en la Constitución Nacional de 1853. El final del imperio británico después de la Segunda Guerra Mundial tuvo como consecuencia el agotamiento del país construido a partir de 1853. Los levantamientos radicales de comienzos del siglo XX, habían obligado al establishment a la concesión de la ley Sáenz Peña, produciendo efectos de importantes consecuencias políticas. En primer lugar incorporando a los sectores medios al escenario político, en segundo término el modelo económico liberal no podía marchar con el modelo liberal en lo político: el radicalismo yrigoyenista ganaba cualquier elección por sobre los partidos conservadores, lo que dio origen al fraude y por último a la década infame. El peronismo: Fue el peronismo quien presenta seriamente un proyecto alternativo al plantearse la constitución de una Nueva Argentina socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. Forjó el nuevo proyecto nacional en una nueva Ley Fundamental con la reforma constitucional de 1949. La incorporación de la clase obrera y todos los sectores populares marginados al proyecto nacional de la revolución justicialista se institucionalizó constitucionalmente con los Derechos del Trabajador, de la Familia, de la Ancianidad y de la Educación y la Cultura; a ello le agregó la función social de la propiedad, el capital y la actividad económica, consagrando además la propiedad estatal de los recursos naturales, el monopolio estatal del comercio exterior, de los servicios públicos y de cualquier otra actividad en salvaguardia de los intereses generales. El peronismo planteó construir un nuevo orden social para que el país lograra su efectiva independencia respecto de los centros imperialistas, para lo cual ofreció una alianza a toda la nación, entendiendo por tal a la totalidad de los argentinos. La oligarquía quedo comprendida dentro de esta propuesta, no así las corporaciones internacionales que imponían la dependencia; solo que ahora la oligarquía debía conformase con ser un socio menor, políticamente minoritario y económicamente subordinado a la alianza de la burguesía industrial nacional y la clase trabajadora, bajo un Estado económicamente monopolista y hegemónico. El post peronismo: La Revolución Libertadora puso fin al proyecto político de nación soberana que había pretendido el peronismo, y reinaugura el desarrollo de políticas liberales que tenían como fin la hegemonía del bloque dominante compuesto por la oligarquía argentina, la burguesía industrial y el capital financiero en alianza con las corporaciones internacionales de origen norteamericano, por sobre el bloque social integrado por los trabajadores y sectores medios. La resistencia a las políticas oligárquicas fue desarrollada en primer término por el sindicalismo peronista a través de los dirigentes Sebastián Borro, Armando Cabo y Andrés y Framini. Esta lucha fue continuada por Gustavo Rearte y Carlos Caride, creadores de la Juventud Peronista Revolucionaria, en 1964. La resistencia a la dictadura persistió a través de las Fuerzas Armadas Peronistas, cuyos máximos referentes fueron Envar El Kadri y Amanda Peralta. También ejerció un papel determinante el surgimiento de CGT de los Argentinos, que aglutinó a gran parte del peronismo combativo y a sectores de la izquierda no peronista. La culminación de ese proceso de lucha por el regreso de Perón, y la estructuración de un proyecto político nacional y antiimperialista, fue la aparición política de Montoneros en mayo de 1970. Montoneros: En la conformación de Montoneros, participaron cinco grupos políticos: 1) La Agrupación Peronista Lealtad y Lucha en Córdoba, cuyo máximos exponentes fueron Elvio Alberione, Cecilio Manuel Salguero y Luis Rodeiro, 2) El Comando Camilo Torres con Fernando Abal Medina, Carlos Ramus, Norma Arrostito y Mario Eduardo Firmenich, en Buenos Aires y Ángel Emilio Maza y Luis Vélez en Córdoba 3) El Ateneo Santa Fe, en la ciudad capital de la Provincia homónima con Raúl Clemente Yagûer, 4) El grupo Reconquista, cuyo principal referente fue Carlos Cirilo Perdía, 5) El grupo Sabino Navarro. Las simpatías que generó en el peronismo el ajusticiamiento del dictador Pedro Eugenio Aramburu, le permitió a Montoneros comenzar un crecimiento político espectacular que tuvo un impulso importante en la campaña electoral de 1973, con la consigna “Cámpora al Gobierno – Perón al Poder”. Para eso los

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Montoneros desarrollaron agrupaciones que les permitieran intervenir en los frentes de masa, así nacieron la Juventud Peronista (J.P.) que intervenía en los barrios, la Juventud Trabajadora Peronista (J.T.P.), que actuaba en el ámbito laboral, el Movimiento Villero Peronista (M.V.P.), que trabajaba sobre los asentamientos o villas de emergencia, la Juventud Universitaria Peronista (J.U.P.), que hacía lo mismo en las Universidades y la Unión Estudiantes Secundarios (U.E.S.), que participaba en los colegios secundarios. La imponente masividad de sus movilizaciones y la adhesión de muchísimos jóvenes y de importantes sectores políticos, produjo un crecimiento de Montoneros que se tradujo en importantes cuotas de poder institucional, tanto en las estructuras nacionales como en las provinciales. Así también sus aliados políticos, con el apoyo de Montoneros, obtuvieron varias gobernaciones tales como: Oscar Bidegaín en la Provincia de Buenos Aires, Ricardo Obregón Cano en Córdoba, Salvador Ragusa en Salta, Martínez Baca en Mendoza y Jorge Cepernic en la provincia de Santa Cruz. Montoneros definió su posición política a través del documento redactado con las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias), y titulado “Construir el Poder Popular”. En él remarcan que la Argentina debe optar por la Liberación o por la dependencia, lo que obliga a los argentinos a optar por el pueblo peronista y sus aliados o por el imperialismo y sus socios. Los enormes monopolios de propiedad extranjera y la oligarquía industrial, financiera, comercial y agrícola, eran desafiados por la clase obrera, incluidos un millón y medio de desocupados y los sectores marginales, los pequeños productores urbanos y rurales, la mayoría de los estudiantes e intelectuales y sus aliados, los productores urbanos y rurales medianos y todos los que se identifiquen con los objetivos de la liberación. Luchar contra los monopolios y todas las formas de dependencia, redistribuir la riqueza, nacionalizar y socializar la economía, eran los objetivos políticos inmediatos. Los Montoneros insistían en que solamente el liderazgo de la clase obrera dentro del Frente de Liberación Nacional, era la única garantía de llegar al socialismo nacional. La pugna con Perón sobre el Pacto Social, y los enfrentamientos con el sindicalismo y los sectores ortodoxos del peronismo, que comienza el día 20 de junio de 1973 en Ezeiza, con la llegada al país de Perón, se profundizaron luego de la muerte del líder. La aparición de la Triple A y la embestida llevada por ésta contra las organizaciones de los frentes masa de Montoneros, llevaron a éstos a pasar a la clandestinidad bajo el gobierno de Isabel Perón. Y a ensayar otras estrategias políticas como el Partido Auténtico. El golpe cívico militar de 1976: El golpe encontró a Montoneros en una “defensa activa” ante el Proceso Reorganización Nacional. Aún así la represión ejecutada por las FF.AA. tuvo como objetivo central la aplicación de un proyecto económico liberal que satisficiera los intereses de la oligarquía argentina y del capital internacional y para eso tuvo que destruir los niveles de organización popular desarrollado por el peronismo en general, y por Montoneros en especial. Fueron intervenidas la CGT y los sindicatos, las Universidades, disueltos el Congreso Nacional y los partidos políticos; las comisiones internas de las fábricas fueron arrasadas el mismo 24 de marzo, centenares de delegados pertenecientes a la Juventud Trabajadora Peronista y de la izquierda no peronista, fueron detenidos y desaparecidos ese mismo día. Igual suerte siguieron los militantes montoneros que actuaban en los barrios, universidades y colegios secundarios. El sector “colorado” del ejército junto a la Marina de Guerra, hegemonizaron la represión, se utilizó las tácticas enseñadas por los militares franceses que actuaron en Argelia. Se inició una resistencia militar activa contra el Proceso de Reorganización, en los primeros años de la dictadura importantes estructuras de Montoneros fueron destruidas, aún así la resistencia política llevada a cabo por los Montoneros, junto a otros sectores del peronismo y otras fuerzas políticas, contra la dictadura militar, sumado el factor externo de la guerra de Malvinas, tuvo como logro central el agotamiento político del Proceso de Reorganización Nacional y el inicio de la etapa democrática en 1983. Autor: Federico Figueroa, el 16/12/2010 para www.rebelion.org . Fuentes consultadas: Soldados de Perón – Los Montoneros. Richard Gillespie. Editorial Grijalbo. Año 1987. Poder Militar y Sociedad Política en la Argentina. Tomo II 1943 / 1973. Alain Rouquié. Emecé Editores. Año 1998. Los Cuatro Peronismos. Alejandro Horowicz. Biblioteca Argentina de Historia y Política. Hyspamérica Ediciones Argentinas S.A. Año 1986. Montoneros – El mito de sus 12 fundadores. Lucas Lanusse. Ediciones B Argentina S.A. para el sello Javier Vergara Editor. Año 2005. “Construir el poder popular”, El Descamisado, nº 4 – 12/06/1973. Pág. 2 – 4.

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¿Quiénes fueron los Montoneros y que paso en Argentina en los 70? La definición por negación está científicamente comprobada que es la forma más fácil y simple para calar en el pensamiento de una persona, dado que no se necesita el esfuerzo mental para crear una nueva imagen conceptual sino que se contrapone a una que ya existente de antemano. Por eso se utiliza generalmente en el marketing. Vos habrás visto que en una propaganda de desodorante, o en una publicidad de cerveza, que el hombres que tiene todas las mujeres siempre es el que utiliza el producto de la marca y el perdedor, quien usa el producto rival. Pero más importante aún es que siempre se le da más hincapié en el perdedor que el ganador, porque es más fuerte la imagen negativa que la positiva, dadas las razones antes nombradas. En Argentina se quiso hacer algo parecido cuando se creó una ideología propia. Perón, en el 46, tres años después de haber hecho un golpe de estado abiertamente fascista y antisemita, siguió el consejo de los Marxistas y definió al peronismo como la posición contraria al capitalismo y al comunismo, las dos principales ideologías de la época. Así, al pelear contra todo lo malo, le dio legitimidad retórica para hacer lo que quisiera: torturar a personas, reprimir sindicatos, destrozar la economía con un modelo intervencionista del Estado, retrotraer el laicismo a una forma concesionaria encubierta, acabar con la libertad de expresión, etc. De última se podría criticar el medio pero no el fin, ya que luchaba contra toda la maldad del mundo; y así quedó excomulgado de todo mal para la historiografía oficial, como si hubiera sido un buen hombre pero con malos tratos. Luego vino la Revolución Libertadora y Perón tuvo que abandonar el país y escapar a España donde residía su principal amigo político, el dictador Franco, quien hacía algunos años había recibido elogios por parte de Evita, siendo comparado como el “Perón de España”. Perón, exiliado, quiso hacer todo lo posible para retornar al país y obligar a los militares a devolverle el poder del Estado. Para esto usó a su principal fuerza de choque en los cincuentas y sesentas: el Movimiento Tacuara, famoso grupo antisemita y peronista, conocidos en esa época por matar judíos a golpes y quemar sinagogas. Todo un encanto de personas. Pero el número de integrantes de este movimiento fue desapareciendo con el paso del tiempo, principalmente porque luego de la Segunda Guerra Mundial estaba muy mal visto ser antisemita y los gobiernos del mundo se encargaron en erradicar este pensamiento en su población a través de campañas de concientización. Recién a finales de los años sesenta, en plena Guerra Fría, hubo un movimiento que le iba a servir a Perón para sembrar el caos y presionar a los militares para forzarlos a traerlo de vuelta: los Montoneros. Los Montoneros estaban formados por ex integrantes del movimiento Tacuara, por otros integrantes del partido Nacional Socialista de Argentina, como Rodolfo Walsh, y grupos radicalizados de la izquierda, con afiliación al castrismo cubano y al maoísmo chino. Estos guerrilleros creían que Perón iba a volver y transformaría a la Argentina en un país socialista. Para eso necesitaban crear caos y obligar a los militares. Estaban seguros que era de izquierda, que cuando volviera su líder, iba a estar en merced de la cúpula de los montoneros; le quisieron enseñar a Perón qué era el peronismo. Mientras tanto, los montoneros, siendo ya un pequeño grupo de unos cientos de personas, empezaron a poner en práctica, en pequeña escala, desde su pequeña agrupación, lo que pensaban llevar a cabo cuando llegaran al poder: la infidelidad conyugal era penado en nombre de la moral socialista; sus integrantes eran obligados a fumar los mismos cigarros para no fomentar el pensamiento individual; los desertores de la agrupación eran fusilados por medio de un tribunal popular, o sea, mataban a sus propios ex-compañeros luego de debatir en una mesa, entre cigarros y cartas de truco, qué se debía hacer. Por su puesto, como buen representante de la izquierda, además eran homofóbicos. Así que imaginate la cara de Firmenich, principal dirigente de los montoneros, cuando una agrupación homosexual le mandó una carta diciendo: “ustedes pongan los huevos para la revolución. Nosotros ponemos el culo.” Una anécdota graciosa, sino fuera porque Firmenich los mandó a matar a todos. También odiaban la música Rock por considerarlo un fiel reflejo del pensamiento liberal del mundo anglosajón. Por lo que no podía escuchar All you need love de los Beatles por ser, según la izquierda, un estímulo al odio. Sólo podían escuchar folclore nacional, Mercedes Sosa y demás calañas, como si la guitarra criolla la hubieran inventados los Incas. Los montoneros, luego de un tiempo de presión armada y de diversos atentados, junto a otros grupos armados como el ERP, lograron su cometido y trajeron a Perón de vuelta al país,  para luego encontrarse con que su líder los ninguneo en pleno acto y los echó de la plaza cuando estaba haciendo un discurso, pasando luego a la clandestinidad. Al morir Perón y continuar el gobierno peronista en manos de Isabelita y López Rega, los montoneros empezaron a atacar al gobierno democrático para incentivar un golpe de estado por parte de los militares. La idea era que Videla y compañía tomaran la casa de gobierno, y con los militares dirigiendo el país, el pueblo argentino se iba a poner del lado de los montoneros e iban a llenar las filas de las agrupaciones de extrema

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izquierda para, ahí sí, tener la suficiente fuerza de choque para armar un golpe de estado. O por lo menos eso pensaban. Esto se puede saber gracias a los comentarios de los arrepentidos, unos años después, de todos los partidos de izquierda, además de quedar constatada por Firmenich, en la entrevista hecha por Gabriel García Márquez en el 1977, mientras se había refugiado en Italia y comandaba la operación retorno, y a través del comunicado oficial del ERP cuando comenzó la dictadura en el 1976. Los Montoneros, el ERP y las demás guerrillas de izquierda, siguieron haciendo lo que habían hecho hasta ese entonces: matar e intentar implantar, aún más, el miedo en la sociedad. Sus atrocidades sólo fueron eclipsadas gracias a la picadora de carne que instauraron los militares cuando llegaron al poder del Estado, usando el mismo modus operandi para justificar sus fechorías ante la sociedad: “como la izquierda es lo peor del mundo, y quieren hacer un golpe de estado e instaurar una dictadura perpetua, y nosotros nos oponemos a ellos, nosotros somos los buenos. Apóyennos”. Así, luego de terminar la dictadura en 1983, los montoneros quisieron cambiar la opinión pública sobre ellos y se pusieron de acuerdo en declarar que ellos estaban peleando por la dictadura, que sin los militares ellos no hubieran existido. Quisieron borrar su propia historia. Era época de la amnistía de los 90. Incluso peor, desde el 2003, año en que Kirchner llega al poder, está de moda compararlos en contraposición a los militares, queriendo transpolar la maldad del Proceso Militar a la bondad de los guerrilleros, el ejemplo de definición por negación.Ahora, los montoneros no son solamente unos asesinos despiadados, también se han vuelto unos cobardes, incapaces de reconocer todo el daño que le han dado a la Argentina. Ya no son siquiera asesinos respetables. Autor Eric Esley el 19/01/2017 www.ropasucia.com.ar

Montoneros Montoneros fue una organización guerrillera argentina de la izquierda peronista que se desempeñó entre 1970 y 1980. Fue conocida por sus miembros como La Organización o, de forma abreviada, «la Orga»; y también como «La M». Sus objetivos iniciales fueron la resistencia contra la dictadura autodenominada "Revolución Argentina" (1966-1973), el retorno al país de Juan Domingo Perón y la convocatoria a elecciones libres y sin proscripciones. Luego de que fuera restablecida la democracia y asumiera el presidente electo Héctor José Cámpora el 25 de mayo de 1973, sus acciones políticas, legislativas, culturales, periodísticas, sindicales, barriales, solidarias, militares, etc. se dirigieron a la instauración de un “socialismo nacional”, al que consideraban la evolución natural del peronismo. Entre 1970 y el 1 de mayo de 1974 recibió el apoyo de Perón y de buena parte del Movimiento Peronista. A partir del asesinato del dirigente sindical José Ignacio Rucci (cuyos autores permanecen desconocidos) sus acciones provocaron el rechazo de Perón y el alejamiento de los sectores sindicales y políticos del peronismo, llevándolos a un gradual aislamiento. Su conducción decidió volver a la clandestinidad, el 6 de septiembre de 1974. Un año después, el 8 de septiembre de 1975, fue declarada “ilegal” por el gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón. La organización fue posteriormente desarticulada por la última dictadura cívico-militar, la cual derrocó a Martínez de Perón el 24 de marzo de 1976 y se mantuvo hasta 1983. Fuente: Wikipedia, en línea el 30/05/18.

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Perón, creador de la Triple A Es curioso que en la polémica reabierta sobre la Triple A se insista en que ese siniestro organismo sólo comenzó a actuar después de la muerte de Juan Domingo Perón y en que su único inspirador fue José López Rega. Algunos se atreven a mencionar a la tercera esposa de Perón. Enojados, los gremialistas pegaron carteles que decían: "No jodan con Perón". Es decir: mejor no investiguen, a ver si se descubre otra cosa. Sin embargo, como dijo Joaquín Morales Solá, "tuvo razón Alfonsín cuando afirmó ante el juez que la Triple A precedió al gobierno de Isabel, y fue Perón el que precedió a Isabel" (LA NACION, 28/1/2007). Primero nos remitiremos al 25 de septiembre de 1973. Mientras celebraba el abrumador triunfo que dos días antes lo había consagrado presidente por tercera vez, Perón se enteró de que una ráfaga de ametralladora acababa de liquidar a su amigo José Rucci, titular de la CGT y se puso furioso. Sabía que eran los Montoneros (su "juventud maravillosa") y, como buen militar, comenzó a planear su destrucción. Los consideró el enemigo; dijo que hacía falta un somatén. Como nadie conocía esa palabra, el general explicó que somatén es una reserva del ejército que actúa por cuenta propia, que los catalanes lo usaban en el siglo XI y que el general Miguel Primo de Rivera lo reflotó durante su golpe de Estado de 1923. Según la Real Academia, el somatén es un cuerpo de gente armada que no pertenece al ejército y se dedica a perseguir al enemigo. En otras palabras: es un organismo paramilitar que usa las armas para matar gente. Perón recordaba sus charlas en Madrid con el coronel franquista Enrique Herrera Marín, quien le acercó un proyecto de represión basado en la experiencia de la Guerra Civil Española. "Eso era, ni más ni menos, que el diseño de lo que muy pocos meses después conoceríamos como la Triple A", explica Marcelo Larraquy en su libro sobre López Rega. Perón hizo llamar a todos para una reunión privada muy importante. Estaban invitados el presidente provisional, Raúl Lastiri; el secretario general del PJ, senador Humberto Martiarena; los miembros del gabinete nacional y los gobernadores con sus vices. No faltó nadie. En esa reunión confidencial, realizada en Olivos el 1° de octubre, el general explicó que había que "terminar con los marxistas infiltrados, para evitar que destruyan al Movimiento Nacional Peronista". Se puso a consideración un documento reservado, en el que se ordenaba a los militantes a "participar activamente en las acciones que se planifiquen para llevar adelante esta lucha". El documento no tenía fisuras. Perón, máxima autoridad y presidente electo, había aprobado un texto que ordenaba a sus seguidores: "Deberán acatar estas directivas". Por si existían dudas sobre lo que debía hacer el Gobierno, se mencionaba con claridad que "todos deberán participar en la lucha iniciada, haciendo actuar todos los elementos de que dispone el Estado para impedir los planes del enemigo y para reprimirlo con todo rigor". (Tres veces se utilizaba la palabra "todos": en los que participan, en los elementos del Estado y en el rigor de la represión.) Como Perón no era aún presidente, no lo firmó (solamente lo bendijo), pero requirió el aval del Consejo Superior Peronista, donde estaban Lorenzo Miguel, Jorge Camus, Norma Kennedy y Julio Yessi, para darle mayor efectividad. Alarmado, Antonio J. Benítez (ministro de Cámpora, de Perón y de Isabel) le reveló al peronista disidente Eduardo Luis Duhalde que, durante la presidencia de Juan Perón, había presenciado reuniones de gabinete en las que se mostraban diapositivas de personas de ideología marxista y se elaboraban listas de futuras víctimas o se decidía en ese momento su asesinato. "Al parecer, reuniones de este tipo suelen realizarse en el comedor de la Casa Rosada", dice Eduardo Gurucharri, en su biografía del mayor Bernardo Alberte. Y añade: "Benítez refiere que López Rega y el comisario Villar exhibieron fotografías y nombraron personalidades políticas que deben ser depuradas de la infiltración marxista. Entre los nombrados están el propio Duhalde, el abogado Mario Hernández y Alberte. Benítez dijo que Perón se limitó a escuchar, sin aprobar ni desaprobar a quienes aludieron a la necesidad de operar por izquierda". Duhalde, actual secretario de Derechos Humanos, le contó hace poco todo esto al juez Norberto Oyarbide, que sigue la causa de la Triple A. Están también los que creen que los atentados ocurrieron después de la muerte de Perón. Como los gremialistas, por ejemplo, que tienen mala memoria. Pero se puede demostrar lo contrario, con nombres y apellidos, lugares y fechas. Hay una interesante cronología, entre julio de 1973 y junio de 1974, publicada en agosto de 2005 en la revista-libro Lucha armada , que figura en la nota Perón y la Triple A , de Sergio Bufano. Se dice allí que "Perón, cansado de proponer a los jóvenes que se sumaran al justicialismo y abandonaran el uso de la violencia, sucumbió a la tentación de estimular una maquinaria de represión, que inició sus actividades antes de que asumiera como presidente, continuó durante su gestión y mucho después de su muerte". A los tres días de conocido el documento reservado, un chico de la JP, afiliado a la unidad básica Héroes de Trelew, de la villa San Pablo, era asesinado en General Pacheco. Se llamaba Nemesio Aquino. Esa noche también estalló una bomba en la unidad básica Mártires de Trelew, causando graves daños. En Córdoba

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reventaron otros tres artefactos en el domicilio de los diputados provinciales Fausto Rodríguez y Miguel Marcattini, del Frejuli, y una más casi destruye la casa del senador Tejada, titular de la Cámara de Senadores de esa provincia. Perón aún estaba por asumir su tercer mandato. Al día siguiente, en San Nicolás, caía asesinado el periodista José Colombo, del diario El Norte, que según los atacantes "estaba plagado de comunistas". Cuando Perón ya era presidente, dos días después del 12 de octubre, en Rosario, caía acribillado Constantino Razetti, un joven bioquímico. El 17, en Mar del Plata, se incendiaban las casas de Andrés Cabo y de Alfredo Cuestas. Los tres eran dirigentes de la JP. El día 21, en Santos Lugares, el fuego empezó a consumir el ateneo peronista Heroica Resistencia, y al día siguiente estallaba una bomba en el despacho de Alberto Martínez Baca, gobernador de Mendoza. El 21 de noviembre, cuando el senador radical Hipólito Solari Yrigoyen puso en marcha su coche se salvó por milagro, porque estalló una bomba que sólo le hirió un pie. Por medio de un comunicado se hizo responsable el grupo denominado Alianza Antiimperialista Argentina (AAA). La novedad de atacar a un legislador radical puso esa sigla en boca de todos y, a partir de allí, la Triple A, que venía asesinando a jóvenes militantes, pasó a ser la identidad de los nuevos atentados. Perón seguía siendo presidente (por más que Solari Yrigoyen no se acuerde) y, aunque todos sospechaban del Gobierno, en diciembre el general dijo: "Muchas veces me han dicho que creemos un batallón de la muerte, como el brasileño, o que formemos una organización policial para hacerle la guerrilla a la guerrilla. Pienso que eso no es posible ni conveniente". Sabía que las Tres A estaban funcionando desde hacía tres meses. Días después, el 23 de enero se ametralló el frente de la casa del dirigente peronista Manuel Héctor Delgado, y a los cinco días, tras un secuestro, apareció en un baldío el cadáver de José Contino, militante de la JP. La desmentida de Perón no hizo más que confirmar las sospechas, pues la Triple A difundió, el 29 de enero, una lista negra de futuras víctimas. Figuraban en ella Silvio Frondizi, Mario Hernández, Gustavo Roca, Mario Santucho, Armando Jaime, Raimundo Ongaro, René Salamanca, Agustín Tosco, Rodolfo Puiggrós, Manuel Gaggero, Ernesto Giudice, Roberto Quieto y Julio Troxler. Estaban también los coroneles Luis Perlinger y Juan Jaime Cesio, y el obispo Luis Angelelli, de La Rioja. En una reunión de prensa, el 8 de febrero, Ana Guzzetti, del diario El Mundo , le confirmó a Perón que en dos semanas hubo 25 unidades básicas voladas y doce militantes muertos o desaparecidos. Y le preguntó qué medidas iba a tomar para investigar estos atentados fascistas de grupos parapoliciales ultraderechistas. Ofuscado, Perón se dirigió a uno de los edecanes: "¡Tomen los datos necesarios para que el Ministerio de Justicia inicie la causa contra esta señorita!". Pero la orgía no se detuvo, pues el 19 de ese mes fueron secuestrados Jorge Antelo y Reynaldo Roldán, militantes del ERP, de quienes nunca más se supo. En San Nicolás, fue asesinado el 16 de marzo el médico radical Rogelio Elena. El 30 lo mataron a balazos, en Lomas de Zamora, a Pedro Hanssen, dirigente de la JP, y al otro día asesinaron a Héctor Félix Petrone, en Lanús. El 9 de abril fue secuestrado Ricardo José González, de la JUP. Esa misma noche le hicieron un simulacro de fusilamiento a Antonio Iglesias, militante de Vanguardia Comunista, en el parque Pereyra Iraola. Aunque sabía todo esto por su militancia, el diputado Carlos Kunkel le aseguró, hace poco, a los periodistas Alberto Amato y Walter Curia, de Clarín, que "Perón ni remotamente tuvo que ver con la Triple A". No pensaba lo mismo el 17 de abril de 1974, al ser detenido en el Chaco cuando iba a copar la colonia aborigen de Resistencia, junto con los sacerdotes Joaquín Núñez y Gianfranco Testa. Kunkel se salvó por un pelo de ser torturado. Acababa de renunciar, en enero, a su banca de diputado, después de que Perón amenazara en Olivos al grupo de peronistas de izquierda donde él estaba: "En una semana se termina todo esto (escuchó de labios del líder), porque formo una fuerza suficiente, lo voy a buscar a usted y lo mato." Kunkel sintió el dedo acusador del general; sabía que esa fuerza estaba en funciones. No ignoraba que era Perón quien la había organizado, sobre todo cuando le oyó decir: "Puestos a enfrentar la violencia con la violencia, tenemos más medios posibles para aplastarla. Y lo haremos a cualquier precio, porque no estamos aquí de monigotes". Kunkel admite ahora que ellos eran "unos loquitos" y dice no conocer el documento reservado (…). El 25 de abril, en Monte Grande, era asesinada Liliana Ivanoff, militante de la Agrupación Evita. Uno de los principales episodios ocurrió en Mataderos, cuando el sacerdote Carlos Mujica fue acribillado el día 11, al salir de la iglesia San Francisco Solano. Nadie puede olvidarse de este crimen, perpetrado por Rodolfo Almirón, uno de los jefes de la Triple A (…). Perón murió el 1° de julio y, en los nueve meses de su gobierno, los parapoliciales de la Triple A actuaron en zonas liberadas para secuestrar, torturar y matar a jóvenes de izquierda. Se identificaron quince cadáveres, sin contar los secuestros. Luego, con su esposa en la presidencia, la cifra se elevaría casi al millar.

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Autor Hugo Gambini, 19/02/2007 diario La Nación. 

La historia de la Triple A Como integrante de la Triple A y  ayudante de confianza del Ministro del Interior Albano Harguindeguy, participó en torturas, asesinatos, crímenes y lanzó a detenidos drogados al Río de la Plata, pero como primer arrepentido contó en marzo de 1983 en Ginebra, Suiza todo lo que sabía sobre la Triple A  y sobre la represión ilegal de la dictadura. Más recientemente, el testimonio del ex oficial inspector de la Policía Federal, Rodolfo Peregrino Fernández fue decisivo para que el juez Norberto Oyarbide reabriera la causa sobre los crímenes de la Triple A, reactivada tras la identificación  y detención en España del represor Rodolfo Almirón, descubierto en Valencia por el diario “El Mundo. Se trata de la más precisa y clara descripción sobre el origen de la Triple A en la Argentina y puede culminar entre otras cosas con la detención de María Estela Martínez de Perón. A los ocho días de Marzo de 1983, comparece voluntariamente ante la Comisión Argentina de Derechos Humanos (CADHU), Rodolfo Peregrino Fernández, de nacionalidad argentina de 32 años, divorciado, nacido en Buenos Aires el 8 de Mayo de 1950 quien acredita su identidad con pasaporte argentino N 6.117.049, y manifiesta:“Que es su deseo aportar datos sobre la estructura de la represión ilegitima en la Argentina, que conoce en su condición de oficial de la Policía Federal Argentina”.Así comienza el  estremecedor testimonio de Fernández ante la CADHU, un organismo fundado en Madrid por los abogados Gustavo Roca y Eduardo Luis Duhalde, quien actualmente se desempeña como secretario de Derechos Humanos y fue socio del asesinado Rodolfo Ortega Peña. Duhalde deberá declarar esta semana ante Oyarbide para ratificar el testimonio de Fernández.“La designación de José López Rega en 1973 como Ministro de Bienestar Social trae aparejada la rehabilitación de los oficiales de la Policía Federal, Juan Ramón Morales y Rodolfo Eduardo Almirón, que habían sido separados del servicio por su vinculación con importantes bandas de delincuentes comunes. Morales y Almirón fueron ascendidos y reincorporados como oficiales retirados a cargo de la custodia del Ministro de Bienestar Social y posteriormente, de la custodia presidencial”, asegura Fernández quien sostiene que sus métodos anticipaban los métodos de los grupos de tareas que organizaría la dictadura a partir de marzo de 1976. Morales y Almirón, “conjuntamente con el principal José Famá (quien era de confianza personal de López Rega en razón de su parentesco) y sectores parapoliciales reclutados entre conocidos delincuentes comunes, como Antonio Melquíades Vidal, alias Tony o antiguos represores como Héctor García Rey, conformaron la otra vertiente principal de la Triple A, cuya existencia, así como el nombre de sus jefes principales, era conocida por la oficialidad de la policía federal argentina”, añadió.Del entorno de Villar integraban las Tres A, el principal Jorge Muñoz, el inspector Jorge M. Veyra, el inspector Gustavo Eklund, el subinspector Eduardo Fumega, el inspector Félix Farías y el principal retirado Tidio Durruti.  También participaba el suboficial Edwin Fanquasohn. Era sabida, asimismo, la vinculación con la Triple A de Alberto Brito Lima, Norma B. Kennedy y Julio Yessi, dirigentes del sector derechista del peronismo, así como del coronel del Ejército Jorge Osinde, quien luego fuera designado embajador de la Argentina en el Paraguay. Entre otros personajes vinculados a Villar y su grupo estaba el periodista Antonio Rodríguez Villar, que fue hasta 1982 director en México de la revista Selecciones del Readers' Digest, quien gozaba de libre acceso a las reparticiones policiales. Este grupo alcanzó su mayor poder cuando Villar es designado jefe de la Policía Federal Argentina, a fines de 1973. Comenzó entonces a firmar sus atentados bajo las siglas AAA, así como sus amenazas e intimidaciones. Su actividad incluía dos aspectos principales: la eliminación física de opositores políticos y sindicales y la ejecución de tareas delictivas para la propia provisión de recursos económicos a sus integrantes.Entre las principales acciones criminales en ese período que recuerda el dicente se destacan el asesinato del diputado nacional Rodolfo Ortega Peña, del profesor Silvio Frondizi y del ex jefe de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, Julio Troxler. Peregrino Fernández sostiene que el verdadero bautismo de fuego de la Triple A fue la represión ilegal en Villa Constitución contra los trabajadores de Acindar, Metcon, Vilber y Marathon avalada y financiada por la gerencia de Acindar. Fernández  narró que se le pagó 100 dólares a cada uno de los represores para generar las detenciones y posteriores torturas en el ex albergue de solteros de Acindar que se convirtió en el primer centro clandestino de detención de personas en el país. La  gerencia de Acindar estaba a cargo de José

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Alfredo Martínez de Hoz y la presidencia del directorio la ejercía Arturo Acevedo.

“Acindar se convirtió en una especie de fortaleza militar, con cercos de alambres de púas....y pagaba a todo el personal policial (jefes, suboficiales y tropa) un plus extra en dinero, suplementario al propio plus que percibían oficialmente los efectivos”,  relata el policía arrepentido.Peregrino Fernández declaró ante la CADHU que antes del golpe militar de marzo de ese año, "el nexo visible entre la Triple A con el Ejército era el entonces capitán Mohamed Alí Seineldín" quien argumenta que "la represión de la guerrilla ya había empezado antes de 1976" y que la dictadura apenas "oficializó nuestro curso" que "de esta manera salió a la luz en toda su dimensión". Repecto de la ex presidenta Isabel Perón, el juez aún no la convocó, aunque el testimonio de Fernández llevó al juez a afirmar que  "hay elementos que permitirían su citación no como testigo, sino como imputada". Entre esos elementos figura un "insólito" decreto del Poder Ejecutivo Nacional que autorizaba la compra de armas para el Ministerio de Bienestar Social, liderado por José López Rega. El 14 de julio de 1975, la señora de Perón y del doctor Antonio Benítez, Ministro del Interior, suscribieron un decreto por el que enviaban en comisión al exterior a Miguel Angel Rovira, Rodolfo Eduardo Almirón, Oscar Miguel Aguirre, Pablo César Meza, Héctor Montes y Jorge Daniel Ortiz. “El decreto aclaraba que los fondos para la misión en el extranjero serían provistos por el Ministerio del Interior. Se trataba de la compra de armas para la Triple A. Tras el golpe militar, Peregrino Fernández había sido destinado a la ayudantía del Ministerio del Interior, cuyo titular era el general Albano Eduardo Harguindeguy.  Tal "ayudantía", explica Fernández era en realidad un "grupo de tareas", responsable de muchos secuestros y desapariciones, por ejemplo los de Lucía Cullen y el periodista Ernesto Fosatti. El 22 de junio de 1976 el grupo secuestró a Lucía Cullen en su domicilio de la calle Concepción Arenal. Militante de los grupos católicos que confluyeron en Montoneros, Cullen era la viuda de José Luis Nell. El propio oficial inspector Fernández gestionó el área liberada para el secuestro ante el vecino Comando de Remonta del Ejército. Luego vio cómo se torturó a la secuestrada con picana eléctrica en el centro clandestino Omega, cerca del Camino de Cintura. En el sótano “había una cama sin colchón a la que estaba atada de pies y manos, totalmente desnuda, Lucía Cullen, con los ojos sin vendar”. Sus atormentadores eran el principal Juan Carlos Falcón, alias Kung Fu y el sargento primero Herrera, alias Tortuga. El comisario de la policía de Buenos Aires, Luis Vides, comentó que el lugar estaba “lleno de encanutados” y “muchos están para la boleta”. Por orden del jefe de la ayudantía de Harguindeguy, el principal Carlos Gallone también secuestró al periodista Ernesto Luis Fossatti, quien estaba indagando sobre el destino de Cullen. Ni Cullen ni Fossatti reaparecieron. Peregrino Fernández también dijo a la CADHU que Harguindeguy “manejaba en forma personal todos los hechos referentes a la Iglesia”. Su ministerio vigilaba a los sacerdotes tercermundistas, “existiendo un archivo de 300 nombres con informaciones detalladas sobre la actividad de cada uno de ellos”. Por eso, la información confidencial sobre la masacre de los curas palotinos, el 3 de julio de 1976, se reunió en Interior. Como prueba, Fernández guardó la agenda telefónica de uno de los sacerdotes asesinados. En agosto de 1976, un par de días después del asesinato del obispo de La Rioja, Enrique Angelelli, la Guarnición Militar Salta remitió al ministro Harguindeguy una carpeta que decía “Confidencial”. Contenía los papeles personales que llevaba Angelelli en el auto volcado y que no se agregaron a la causa judicial ni se devolvieron a los allegados del obispo. Fernández fotocopió “parte de esa documentación, integrada por correspondencia original intercambiada con el arzobispo de Santa Fe, Vicente Zazpe, referida a la persecución que sufrían sectores de la Iglesia Católica por su actividad social, un cuaderno de notas y otros papeles”. Peregrino Fernández desertó y se exilió en Europa tras haberse separado de su mujer y de ser amenazado de muerte por el comisario inspector Juan Ramón Morales, el hombre que coordinaba las fuerzas militares, policiales, sindicales y delictivas que integraban la organización terrorista,  le había advertido que si intentaba volver a ver a sus hijos sería "boleta". Autor Walter Goobar el 12/01/2007 Revista 7 Días. www.waltegoobar.com.ar

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Los dos demonios, o la justificación de lo injustificable. Se llama “Teoría de los dos demonios”, a aquella que pretende explicar la violencia desatada en la Argentina durante el Proceso de Reorganización Nacional (1976/1983) a partir del enfrentamiento entre dos bandos o “demonios”: las organizaciones guerrilleras (Montoneros, ERP) y las Fuerzas Armadas. Muchos sostienen que dicha teoría encuentra su origen en el prólogo del “Nunca Más” (informe de la Conadep, sobre la desaparición de personas durante la dictadura), en el que Ernesto Sábato escribe: “Durante la década del 70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda […] a los delitos de los terroristas, las Fuerzas Armadas respondieron con un terrorismo infinitamente peor que el combatido, porque desde el 24 de marzo de 1976 contaron con el poderío y la impunidad del Estado absoluto, secuestrando, torturando y asesinando a miles”. Si bien es correcto afirmar que Sábato habla de dos violencias, no lo hace en términos equivalentes, ya que condena claramente al Terrorismo de Estado. Lo que sí me parece erróneo, es el establecimiento de una causalidad entre el golpe de Estado perpetrado en 1976 y el accionar guerrillero, utilizada por aquellos que quieren justificar la Dictadura. Como si lo que hubiera ocurrido hubiera sido un caso de estímulo-respuesta. Claramente la excusa de la violencia terrorista sirvió para imponer el golpe, para poder así, por la fuerza, imponer un nuevo modelo económico, controlado por el capital financiero internacional. Los beneficiados por el nuevo modelo serán los bancos extranjeros, el empresariado liberal y los sectores agropecuarios; mientras que aquellos que se opondrán serán reprimidos y silenciados por el aparato represivo estatal. El cuestionar el Terrorismo de Estado, no significa justificar la violencia terrorista “[…] No podemos dejar de señalar que en varios países del continente y en la Argentina había guerrillas. Estas deberían haber sido contenidas a través de las leyes vigentes y dentro del marco del estado de derecho”. (Adolfo Perez Esquivel). En este marco, lo que en Argentina se llevó a cabo, no fue ni un error, ni un exceso, fue un genocidio que obedeció a un plan sistemático de desaparición de personas.  Rita C. Kuyumciyan lo define así: “El genocidio es la instrumentación masiva del terror (…) Genocidio significa la aniquilación coordinada y planeada de un grupo nacional, religioso o racial” (Rita C. Kuyumciyan, El primer genocidio del siglo XX, Planeta, Buenos Aires, 2009, p. 53). Luego de la Declaración de los Derechos Humanos realizada por las Naciones Unidas en 1948 se irán agregando los grupos sociales, políticos, ideológicos. José Pablo Feinmann nos termina de despejar las dudas: “El genocidio implica la desaparición de los cuerpos de las víctimas. La masacre argentina intentó cobijarse bajo esa metodología: sin cuerpos no habría matanza. ¿Dónde estaba la prueba? De aquí la célebre frase de Videla: “Un desaparecido es alguien que no está. Se evaporó”. Para erradicar toda teoría del “empate” o de “los dos demonios” este punto es central (…) No hay empate y hay un solo demonio: el que no entregó los cuerpos. Es distinto tener el cuerpo del ser querido, velarlo, enterrarlo según sus valores religiosos y tener una tumba donde ir a recordarlo, a rezarle o lo que sea: hasta hablarle en un susurro que expresa el lento devenir del dolor, su intimidad. Es distinto esto que no tenerlo. Cuando una madre o un padre esperan eternamente el regreso del hijo “evaporado” (según la aberrante terminología del condenado Videla), el dolor de esa ausencia es un dolor que no cesa, no puede cesar. Sólo cesaría con el retorno del hijo perdido o de su cuerpo. Si los que esperan por los desaparecidos tuvieran su cuerpo o lo que de él quede podrían darle sepultura, tendrían un lugar donde ponerle una flor. De modo que esa búsqueda de “culpables” en el “otro” bando no tiene sentido y hasta es una afrenta a quienes carecerán para siempre del cuerpo del “desaparecido”. La ausencia es un hueco que nada puede llenar. La ausencia es un dolor y una angustia que siempre esperan. La esperanza del que espera al hijo que le han “desaparecido” jamás “desaparece”. Para su dolor, para su interminable angustia, es, aquí, la esperanza la que los alimenta. ¿Cómo podrían dejar de tenerla? Dejar de esperar al desaparecido sería matarlo del todo. O por segunda y definitiva vez. ¿De qué empate se habla? Acaso (alguna vez) lleguen a juzgar a dos o tres jefes de la guerrilla. Supongamos. ¿Qué se lograría con eso? ¿Con eso quieren empatar el dolor de los que esperan en vano día tras día?”. La actual política oficial refuta la teoría de los dos demonios. Y lo hizo explícitamente al reformular el prólogo de Sábato en una reedición del “Nunca Más” en 2006: “Es preciso dejar claramente establecido, porque lo requiere la construcción del futuro sobre bases firmes, que es inaceptable pretender justificar el terrorismo de Estado como una suerte de juego de violencias

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contrapuestas como si fuera posible buscar una simetría justificatoria en la acción de particulares frente al apartamiento de los fines propios de la Nación y del Estado, que son irrenunciables”. Autor: Alejandro Justiparan, el 26/07/2017 en www.siemprehistoria.com.ar.

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En el aniversario del golpe, Macri reivindicó la "teoría de los dos demonios". En una nueva muestra de desprecio por la memoria de los 30.000 detenidos-desaparecidos, Mauricio Macri hizo público este viernes un párrafo del prólogo del "Nunca más". Ese prólogo fue el texto fundacional de la Teoría de los dos demonios, defendida por el radicalismo, el menemismo y ahora por parte del PRO. Durante la tarde de este viernes, con una imagen que decía "Día de la Memoria Verdad y la Justicia", Macri publicó un párrafo del famoso prólogo: "Las grandes calamidades son siempre aleccionadoras, y sin duda el más terrible drama que en toda su historia sufrió la Nación durante el periodo que duró la dictadura militar iniciada en marzo de 1976 servirá para hacernos comprender que únicamente la democracia es capaz de preservar a un pueblo de semejante horror, que sólo ella puede mantener y salvar los sagrados y esenciales derechos de la criatura humana. Únicamente así podremos estar seguros de que NUNCA MÁS en nuestra patria se repetirán hechos que nos han hecho trágicamente famosos en el mundo civilizado." La cita, que parece sencillamente una defensa general de la "democracia" contra la violencia, resulta una profunda declaración de principios por parte del Gobierno. El conocido prólogo comienza equiparando la violencia ejercida por el terrorismo de Estado con el accionar de las organizaciones guerrilleras. El conocido texto comienza de la siguiente forma: "Durante la década del 70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda, fenómeno que ha ocurrido en muchos otros países. Así aconteció en Italia, que durante largos años debió sufrir la despiadada acción de las formaciones fascistas, de las Brigadas Rojas y de grupos similares. Pero esa nación no abandonó en ningún momento los principios del derecho para combatirlo, y lo hizo con absoluta eficacia, mediante los tribunales ordinarios, ofreciendo a los acusados todas las garantías de la defensa en juicio..." El texto asumía, ya en sus primeras líneas, el argumento de los militares: que la acción represiva era necesaria para dar respuesta al “terrorismo de extrema izquierda" y le recriminaba a la dictadura no sus objetivos políticos sociales y económicos, sino los medios extra-legales utilizados. La Teoría de los dos demonios fue la principal interpretación de la dictadura que impulsó el radicalismo. Decir que el terror venía de izquierda y derecha implica como resultado la equiparación entre víctimas y victimarios del terrorismo de Estado. Al mismo tiempo niega el contenido social y político de la dictadura: aplastar el ascenso revolucionario de la clase trabajadora, la juventud y los sectores populares de la década del 70. Pero el desprecio de Macri hacia lo ocurrido durante la dictadura se puede evidenciar en otras cosas. Cabe recordar que durante el año pasado, Macri fue entrevistado por el sitio Buzzfeed y al ser consultado sobre la dictadura se refirió al período como "guerra sucia". Se trata de la misma expresión utilizada por los militares para defender que hubo "excesos" en el marco de una supuesta guerra. Hablar de "guerra sucia" desde el Estado, es justificar públicamente el terror represivo y ocultar el plan sistemático de exterminio. Plan que contó con el apoyo del imperialismo estadounidense, la Iglesia Católica, los partidos patronales que aportaron cientos de funcionarios civiles y el conjunto del empresariado. Estos últimos junto con el capital financiero fueron los grandes beneficiados por el plan económico de la dictadura. En esa misma entrevista Macri afirmó "no sé si son 30 mil o 9 mil" al referirse a los detenidos-desaparecidos. De este modo se hizo eco del discurso negacionista que esgrimen los militares para intentar minimizar el terror estatal. La cifra de 30.000 desaparecidos no es arbitraria. Fue la conclusión de los organismos de derechos humanos basados en datos que se continuaron recogiendo después del informe de la CONADEP. La propia Embajada de Estados Unidos envió informes al Departamento de Estado. Allí, se daba cuenta que en el año 1978 los jefes de la dictadura argentina informaron que las víctimas llegaban a 22.000. Esta cifra solo alcanzada en los dos primeros años del golpe. Si quedan dudas respecto del mensaje de Macri en Facebook, sus propios seguidores se encargan de despejarlas. Los mensajes más destacados por la cantidad de "me gusta" en el Facebook del presidente defienden como contenido central igualar la violencia entre víctimas y victimarios. Parece que los fans, saben bien, que el mensaje no es reivindicar la democracia, sino justificar el genocidio. 25/03/2017, en www.laizquierdadiario.com

El decreto de aniquilamiento de la presidente

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Isabel Martínez de Perón. El primer decreto es el Decreto 261/75 del 5 de febrero de 1975. El mismo está firmado por la presidenta María Estela Martínez de Perón que, en su condición de vicepresidente electa, había reemplazado al presidente Juan D. Perón, fallecido el año anterior. En un contexto de alta violencia política, el decreto tuvo como objetivo tomar medidas militares para combatir el accionar insurreccional del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) en la norteña Provincia de Tucumán, región en la que el ERP se había instalado desde mediados de 1974, por medio de la Compañía Ramón Rosa Jiménez, controlando para entonces un tercio del territorio provincial, principalmente en la zona de Monteros, con el objetivo inmediato de generar una zona liberada que pudiera ser reconocida internacionalmente. El artículo primero del Decreto establece el objetivo principal del mismo, ordenando al Ejército actuar militarmente en Tucumán con el fin de "neutralizar y/o aniquilar el accionar" subversivo: “El comando General del Ejército procederá a ejecutar las operaciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de elementos subversivos que actúan en la provincia de TUCUMAN”. El Decreto ordena también a la Policía Federal ponerse bajo el mando del Ejército y solicita al gobierno de la Provincia de Tucumán, hacer lo mismo con la policía provincial. Los firmantes del Decreto fueron María Estela de Perón, Alberto L. Rocamora (Ministro del Interior e interino de Justicia), Oscar Ivanissevich (Ministro de Educación), Alberto J. Vignes (Ministro de Relaciones Exteriores y Culto), Adolfo M. Savino (Ministro de Defensa), José López Rega (Ministro de Bienestar Social), Alfredo Gómez Morales (Ministro de Economía) y Ricardo Otero (Ministro de Trabajo). Esta operación del Ejército argentino en la Provincia de Tucumán se denominó Operativo Independencia. Durante su desarrollo el Ejército Argentino, la Fuerza Aérea Argentina, las fuerzas policiales y el grupo parapolicial Triple A, no solo actuaron militarmente sobre los combatientes del ERP, al que se sumaron en 1975 combatientes de la organización guerrillera Montoneros, sino también sobre militantes sindicales, de los partidos políticos legales, recurriendo asimismo al uso generalizado de la tortura y el asesinato. Los jefes militares del Operativo Independencia desarrollado bajo el Decreto 261/75 fueron los generales Acdel Vilas, primero, que fuera reemplazado por Antonio Domingo Bussi en diciembre de 1975. Este último fue juzgado y condenado a prisión perpetua por delitos de lesa humanidad en la provincia de Tucumán. www.wikipedia.com

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Perón y la subversión armada: Decreto secreto. En su edición del 26 de mayo el portal Infobae publicó un esclarecedor artículo de Claudia Peiró titulado “El decreto secreto en el que Perón acusó a la “subversión armada” de atacar la democracia “pluripartidista” y ordenó enfrentarla”. Narra la autora: “El Estado argentino enfrenta la subversión armada de grupos radicalizados que buscan la toma del poder para modificar el sistema de vida democrático pluralista. Firmado: Juan Perón”. En uno de sus últimos actos (murió el 1 de julio de 1974) el entonces Presidente de la Nación comunica la aprobación de “las directivas para los Conflictos graves número 1 denominado “Topo” y número 2 denominado “Yacaré”. El conflicto grave número 1 es el que corresponde a la definición del párrafo anterior: el desafío que representaba para el Estado argentino el accionar armado de organizaciones que operaban en el país y que no habían depuesto las armas tras el fin de la dictadura de Lanusse. El decreto secreto número 1.302, que el actual gobierno ha decidido desclasificar, llevaba la firma de Perón y de su ministro de Defensa, Ángel Federico Robledo, e iba destinado a los Ministros del Gabinete Nacional, al Secretario de Informaciones de Estado, a los Comandantes Generales, al Subsecretario de Planeamiento para la Defensa y al Jefe de Estado Mayor Conjunto. Es un documento histórico de gran importancia”, expresa la autora, “porque revela la opinión que tenía el entonces Presidente sobre las organizaciones armadas y su intención de combatir a la subversión con la ley y de un modo integral, no puramente militar. En el anexo I del decreto, titulado “Directiva para el planeamiento correspondiente al conflicto grave número 1 Topo”, se fija el objetivo: “Eliminar las acciones subversivas violentas y no violentas, las causas que las provocan y consolidar espiritual y materialmente al régimen democrático como ámbito de realización integral del hombre”. La misión encomendada al “equipo interministerial coordinado por el Ministerio del Interior”(a cargo de Benito Llambí) fue la de “elaborar un plan plurisectorial que prevea acciones sobre la violencia, sobre sus causas y que tienda a fortalecer los valores del sistema democrático” (…) “Este decreto ratifica la opinión lapidaria que tenía el Presidente de la nación a esa altura de los acontecimientos sobre los grupos que, a más de un año de reinstaurada la democracia y la vigencia de la Constitución, seguían perpetrando atentados violentos”. A continuación la autora alude al contexto histórico y político del decreto en cuestión. Dice: “Luego del breve interregno camporista… se convocó nuevamente a elecciones, esta vez sin la proscripción de Perón, que el 23 de septiembre obtuvo el 62 por ciento de los votos y asumió la presidencia el 12 de octubre. Poco después, y luego de que en enero de 1974 el grupo armado trotskista PRT-ERP asaltara el cuartel militar de Azul… Perón envió al Congreso un proyecto de reforma del Código Penal para endurecer las leyes contra las acciones insurgentes. Esto generó resistencia y críticas de un grupo de diputados ligados a Montoneros” (…) “Más adelante, el 1 de mayo de 1974, rompería con Montoneros en la Plaza, por lo que este encuentro fue la antesala de lo que siguió. No obstante, y por cuerda separada, envió emisarios para tratar de disuadirlos de continuar la lucha armada” (…). “Por mucho tiempo, y en especial al compás de la instalación del “relato” en los últimos años, los Montoneros, sus simpatizantes y sus herederos o continuadores por otros medios se dedicaron a dar una versión edulcorada del carácter y las finalidades de la organización: no habría sido una guerrilla que buscaba la toma del poder por el atajo de la lucha armada…tampoco habría sido un grupo insurrecto que quería instaurar alguna forma de dictadura socialista (inspirados en especial en el modelo cubano) sino casi una organización de autodefensa frente a gobiernos de facto y que sólo buscaban la vuelta de la democracia. Es esa visión benévola la que este decreto desmiente. Para el tres veces Presidente constitucional de los argentinos, la subversión armada buscaba “la toma del poder para modificar el sistema de vida democrático pluripartidista”. El Estado argentino debía defenderse” (…) “Ante los diputados que se negaban a votar sus reformas al Código Penal, Perón aludió a ese asesinato (el de Rucci): “¿Nos vamos a dejar matar? Lo mataron al Secretario General de la Confederación General del Trabajo, están asesinando alevosamente y nosotros con los brazos cruzados porque no tenemos una ley para reprimirlos”. En ese ambiente ya caldeado, el ataque al regimiento de caballería blindada de Azul por el ERP resultó una clara provocación y un desafío a la autoridad del estado que el Presidente no podía dejar pasar. “Hechos de esta naturaleza evidencian elocuentemente el grado de peligrosidad y audacia de los grupos terroristas que vienen operando en la provincia de Buenos Aires ante la evidente desaprensión de sus autoridades”, dijo Perón al hablar esa misma noche en televisión, y en obvia referencia al gobierno camporista de Oscar Bidegain, que renunciaría como consecuencia de este comentario. El Presidente eligió aparecer con su traje de teniente general para darle más fuerza al mensaje emitido aquel domingo 20 de enero a las 9 de la noche, al día siguiente del ataque guerrillero. “Aniquilar cuanto antes este terrorismo criminal es una tarea que compete a todos”, dijo” (…). Autor Hernán Andrés Kruse el 28/05/2017  en www.informadorpublico.com

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La dictadura del “Proceso de Reorganización Nacional” 1976-1983. Disuelta la Triple A, pasó a actuar directamente la nueva dictadura contra la “guerra contra la subversión”. Igualmente, la Triple A ya había cumplimentado gran parte de esa tarea antes del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. La Guerra Fría entre Estados Unidos y la URSS como contexto internacional y en lo particular evitar la influencia comunista en toda América Latina (desde Cuba) también fueron motivos a tener en cuenta por los golpistas. Enumerando puntualmente las causas, estas son:

La Doctrina de Seguridad Nacional, como marco teórico. El Plan u Operación Cóndor, como coordinada acción interregional (con atentados o intercambios de

prisioneros ilegales entre los gobiernos de facto de los países del Cono Sur). El adoctrinamiento militar realizado y coordinado por Estados Unidos en la “Escuela de las Américas”

en Panamá. El “ejemplo” de Francia, con sus matanzas y torturas en Argelia, como metodologías y estrategias de

procedimientos “contra el enemigo”. La política exterior del Gobierno de los Estados Unidos, dando luz verde a todo lo que sea enfrentar al

comunismo o a cosas parecidas al comunismo. La Teoría de los Dos Demonios, como dando la idea de que en nuestro país hubo una guerra.

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Se usaron motivos sociológicos positivistas para justificar la “purificación” del cuerpo social, dañado por lo que los militares calificaron como la “infiltración marxista” (y por consiguiente, maligna). Se estima que, en todos estos años de la dictadura del “Proceso de Reorganización Nacional” unas 30 mil personas resultaron detenidas y torturadas y que probablemente estén muertas. Además, un número indeterminado de argentinos huyeron hacia otros países en esos años de dictadura y censura. Por considerarlos no humanos, no se les devolvió a los familiares de los detenidos-desaparecidos unos 500 recién nacidos en cautiverio por lo que fueron distribuidos ilegalmente, de los cuales sólo algo más de 125 recuperaron su verdadera identidad hasta hoy en día (año 2018).

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Editorial Atlántida y la dictadura A fines de 1977 no estaba sola ni sus padres la habían abandonado ni era hija del terror. Ni siquiera se llamaba Alejandra. A fines de 1977, Alejandrina Barry Mata tenía dos años y medio y formaba parte sin saberlo, sin quererlo, sin comprenderlo, de una campaña mediática atroz. La que Editorial Atlántida (a través de sus revistas Gente, Somos y Para Ti) había lanzado para apoyar a la dictadura y que demuestra cómo los militares y ciertos empresarios se asociaron en el crimen de lesa humanidad que arrancó el 24 de marzo de 1976. Alejandrina es hija de Juan Alejandro Barry y Susana Mata, dos militantes montoneros asesinados respectivamente el 15 y el 16 de diciembre de 1977 en Uruguay. Juan Alejandro en la ruta Interbalnearia, cuando intentaba escapar de un retén junto a Jaime Dri; Susana, en la casa de playa de Lagomar. De esa misma casa se llevaron a Alejandrina. A esa nena de dos años y medio que había nacido en la cárcel de Olmos el 19 de mayo de 1975, donde su mamá estaba detenida. A esa nena que recuperó la libertad junto a su madre pocos meses antes del golpe de Estado. A esa nena que siguió a sus padres cuando decidieron cruzar a Uruguay a fines de 1976 luego del secuestro y desaparición del hermano de Juan, Enrique Barry, y su esposa Susana Papik, para seguir peleando desde allá contra el terror que se imponía acá. A esa nena. “Me crió mi abuela materna (arranca su relato Alejandrina hoy, con 35 años y la misma mirada de saber hacia dónde hay que ir que tenía en las fotos de Gente, Somos y Para Ti hace poco más de tres décadas). Me entregaron a mis abuelos después de varios días en los que estuve a cargo de las fuerzas armadas uruguayas, apropiada. Luego me entregaron y creo que lo hicieron porque decidieron que yo era más conveniente para hacer esta campaña de prensa. – ¿La entregaron después de hacer las notas periodísticas? –Las fotos se hacen en Uruguay, mientras me tienen los militares de allá. Y la campaña aparece después de entregarme a mis abuelos. Y tiene que ver con que los hijos de los desaparecidos éramos un botín de guerra. Hoy hay más de 400 chicos de los cuales todavía no sabemos su identidad. Y a mí me usaron como un conejito de Indias (…). – ¿Cuándo se enteró de que era hija de desaparecidos? –A los trece años. No tengo recuerdos de lo que pasó en 1977 y después nadie me habló del tema. Yo creía que mis padres habían muerto en un accidente automovilístico. Pero a los trece, la esposa de mi abuelo, muy enojada vaya a saberse por qué, me gritó que yo era hija de terroristas. Hay que entender que mi familia estaba muy dividida: mi abuelo había trabajado con Martínez de Hoz, pero tenía a mi papá y a un tío mío desaparecidos. – ¿Qué le ocurrió a los trece años, cuando se enteró que la realidad de su vida era otra? –Empecé a investigar. Me enteré por un tío que había salido en algunas revistas como abandonada por mis padres y me fui a la Biblioteca Nacional para tratar de encontrarlas. Cuando las vi fue muy shockeante: todo lo que decían de mis viejos, las fotos de mi cuna llena de armas. Las revistas, claro, ocasionaron lo contrario de lo que se proponían los militares. El odio que sentí al leer esas notas me llevó a reivindicar la militancia de mis viejos. Hubo un antes y un después. Mi búsqueda, entonces, creció: qué había pasado, por qué tanto terror, cuál había sido la lucha de esa generación. Y las respuestas me llevaron a militar. – ¿Cómo imaginaba a sus padres al leer esas notas? –No los podía imaginar. Pero sí fue muy fuerte recordar una imagen de estar con ellos en una playa. Y allí relacioné que esa playa, que esa casa en la playa era el lugar donde vivíamos, donde mataron a mi madre y de donde me llevaron a mí. A partir de ahí, investigué mucho, llegué a mucha gente, a quienes habían militado con mis viejos, amigos, conocidos. Mi adolescencia estuvo casi destinada a esclarecer ese momento (…). En el parte 1380 del 29 de diciembre de 1977, las Fuerzas Armadas uruguayas afirman que la nena detenida en el operativo antisubversivo de la casa de Lagomar fue “entregada por la Justicia Militar a sus abuelos paternos” y que de ese modo se aseguraba su traslado a la Argentina (…) el comunicado es reproducido por las agencias de noticias Associated Press y France Press y los diarios La Nación y La Opinión repiten la información. Pero a la familia Vigil, propietaria de la Editorial Atlántida, las novedades le importaban tanto como la verdad: nada. Hoy, Alejandrina inicia una querella contra la editorial y también contra los responsables periodísticos de los medios de ese grupo: Samuel Gelblung (Gente); Gustavo Landívar, Héctor D’Amico y Jorge Gutiérrez (Somos), y Lucrecia Gordillo y Agustín Botinelli (Para Ti). Autor Miguel Russo. 19/09/2010. Diario Miradas al Sur.

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Aviones de la muerte Dos de los aviones usados por la Armada para desaparecer de la tierra a sus enemigos secuestrados en la ESMA permanecen en exposición. Se trata de modelos Lockheed L-188 AF Electra (…). El Electra mejor preservado, matrícula 5-T-2, bautizado Ushuaia, está en el museo de la base aeronaval Comandante Espora en Bahía Blanca y luce un “esquema de colores de baja visibilidad”(…). El segundo, matrícula 5-T-3 Río Grande está desde 1997 en un predio de la firma Astilleros Irupé de Marina del Sur SRL, en Camino de Cintura al 8300 de la localidad de 9 de Abril, partido de Esteban Echeverría (…). El abogado y periodista Pablo Llonto, que patrocina al padre de Norma Arrostito, asesinada y desaparecida luego de un año de cautiverio en la ESMA, solicitó al juez Sergio Torres que dicte una medida de no innovar sobre los dos Electra en exposición y que disponga su custodia con vistas a futuras inspecciones oculares y reconocimientos. Aún no obtuvo respuesta. La cita es un bar de Bahía Blanca. Roberto Venancio Del Valle, 62 años, suboficial de la Armada, integró en 1976 la 2ª Escuadrilla de Sostén Logístico Móvil de mecánicos de Ezeiza, que no operaba con los Electra sino con los más antiguos Douglas DC3, utilizados también para arrojar personas al mar. La 2ª Escuadrilla fue comandada por los capitanes de corbeta Norberto Horacio Dazzi en 1976 y Adolfo Guillermo Videla en 1977. La cita es para hablar sobre la muerte de su hijo, cabo segundo Eduardo Del Valle. La versión oficial dice que se suicidó de un disparo en la cabeza. “Lo mataron”, afirma el padre. “No tenía ningún motivo. Algo escuchó o vio” sugiere y enumera: robo de accesorios de aviones, drogas, prófugos con protección. Agrega que tenía signos de violencia en la cabeza y que no confía en la Justicia. “A cinco días de la muerte, la secretaria del fiscal, sobrina del almirante Carlos Marrón, dijo que esperaban los resultados de las pericias para archivar la causa. Logramos la calificación de ‘muerte dudosa’ pero hasta ahí llegamos”, concluye. Consciente de que el hombre de manos curtidas ha hablado sobre los vuelos, Página/12 propone el tema: - Un día vi manchas de sangre en el patín de cola de un DC3. Abrí la puerta y vi restos de sogas, de unos cuarenta centímetros, y restos de ropas, pedacitos de telas como de camisas arrancadas. Pensé “hijos de puta, están matando gente”. Se corrió la bola, hubo malestar y, como a la semana, el comandante juntó a toda la Escuadrilla. – ¿Quién era el comandante? –Capitán Dazzi. – ¿Qué les dijo? –Que estábamos en guerra y que había que rebajarse al nivel de los subversivos para poder combatirlos. Ahí empiezan a involucrar a todos. – ¿A todos? –A mí no me tocó, no sé por qué (responde. El hijo que lo acompaña escucha casi sin respirar). “Muchos quedaron locos”, continúa. “¿Te acordás del que salía a correr desnudo?”, le pregunta al hijo, que sigue en silencio. “Creo que se suicidó. Otro quedó mudo”, agrega. – ¿Por qué había sangre? –Les pegaban con una estaca de hierro en la cabeza. Me lo contó un muchacho que después gritaba cuando dormía, un mecánico que era soltero y vivía en Ezeiza. “Nunca vi cuando traían a los secuestrados”, afirma Del Valle, aunque sabe que “había pendejitas chiquitas” y, para graficar, coloca sus manos casi pegadas al pecho. Agrega que los vuelos “se hacían siempre de noche”, que “ponían como operadores de tierra a civiles amigos” y que “no se registraba nada: esos vuelos salían sin comunicación”. Página/12 se comunicó con el capitán Dazzi. El ex jefe de la Escuadrilla confirmó su destino de 1976 pero no respondió preguntas y sugirió que las debe responder la Armada. Consultado sobre la orden de “rebajarse al nivel de los subversivos”, cortó la comunicación. Rubén Ricardo Ormello era en 1976 cabo segundo de la Armada. Tenía 21 años, era mecánico motorista y también prestaba servicios en el área militar de Ezeiza. Su recuerdo de los vuelos lo escucharon sus compañeros del hangar de aeroparque de Aerolíneas Argentinas, empresa a la que ingresó durante la dictadura. Página/12 confirmó el dato con dos fuentes que lo escucharon en lugares y momentos distintos. Ambos están dispuestos a declarar ante la Justicia. “Escuché el relato en el hangar 2 de Ezeiza. Sería 1984 o 1985. Habíamos ido a reparar un Fokker F-28. El jefe de turno conocía la historia y le pidió que la repitiera”, recuerda el primer testigo. “Contaba que colocaban un DC3 en la plataforma y llegaba un colectivo. Venía un ‘tordo’ con un maletín y se paraba en el portón del avión. Se los bajaba ‘medio en bolas y como en pedo’ y con los ojos tapados. ‘Los sentábamos en el portón y el tordo les daba un jeringazo de Pentonaval. Los apilábamos adelante y cuando ya estaba listo salíamos a volar. Cuando nos avisaban empezábamos a arrastrarlos y los tirábamos por el portón’, contaba Ormello (…). Autor Diego Martínez. 06/09/2009. Diario Página/12

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Videla admitió el exterminio: “Era el precio a pagar para ganar la guerra”. Encerrado en la celda número 5 de la prisión federal de Campo de Mayo, con dos condenas a prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad, el reo de 86 años soltó la lengua. Ya lo había hecho semanas atrás, frente al grabador de un manso y amistoso periodista español de la revista Cambio 16. Por primera vez, el genocida Jorge Rafael Videla admitió que la dictadura que comandó mató a “siete mil u ocho mil personas” que estaban detenidas o secuestradas: “Debían morir para ganar la guerra contra la subversión”. Reconoció además que hicieron desaparecer sus restos “para no provocar protestas dentro y fuera del país”. “Cada desaparición puede ser entendida ciertamente como el enmascaramiento, el disimulo, de una muerte”. “No había otra solución (en la cúpula militar), estábamos de acuerdo en que era el precio a pagar para ganar la guerra contra la subversión y necesitábamos que no fuera evidente para que la sociedad no se diera cuenta. Había que eliminar a un conjunto grande de personas que no podían ser llevadas a la Justicia ni tampoco fusiladas (…). Las desapariciones se dan luego de los decretos del presidente interino Ítalo Luder, que nos dan licencia para matar. Desde el punto de vista estrictamente militar no necesitábamos el golpe; fue un error”.El ex dictador habló frente al periodista Ceferino Reato, que escribió el libro Disposición Final, la confesión de Videla sobre los desaparecidos. Reato es periodista y licenciado en Ciencia Política. Dirige la revista económica Fortuna. El genocida habló con él en nueve encuentros que duraron más de veinte horas, entre octubre de 2011 y marzo último. Videla no mostró arrepentimiento ni autocrítica (…). Videla describe en forma detallada el método utilizado durante la represión ilegal, justifica el uso de la tortura y destaca la influencia de la llamada doctrina francesa en la lucha contra la guerrilla. Y revela un dato muy importante: el del apoyo civil al golpe y al régimen de facto. “(Los empresarios) se lavaron las manos. Nos dijeron: ‘Hagan lo que tengan que hacer’, y luego nos dieron con todo. ¡Cuántas veces me dijeron: ‘Se quedaron cortos, tendrían que haber matado a mil, a diez mil más!’.” Se sabe que fueron más: treinta mil.También reconoce que hizo desaparecer cuerpos de personas muertas en tiroteos, como el del jefe del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), Mario Roby Santucho. “Era una persona que generaba expectativas; la aparición de ese cuerpo iba a dar lugar a homenajes, a celebraciones. Era una figura que había que opacar.” “Por su preparación militar e ideológica, el ERP era más enemigo que Montoneros. Era algo ajeno, otra cosa. Montoneros guardaba algo del nacionalismo, del catolicismo, del peronismo con el que había nacido”. Impresiona leer cómo se refiere a la terminología que usaron las fuerzas armadas para referirse a la aniquilación. “La frase ‘Solución Final’ nunca se usó. ‘Disposición Final’ fue una frase más utilizada. Son dos palabras muy militares y significan sacar de servicio una cosa por inservible. Cuando, por ejemplo, se habla de una ropa que ya no se usa o no sirve porque está gastada, pasa a Disposición Final”, señala Videla. Una analogía entre ropas y personas. También contó cuáles eran los objetivos de la Junta Militar tras el golpe del 2 de marzo de 1976: “Disciplinar una sociedad anarquizada. Con respecto al peronismo, salir de una visión populista, demagógica. Con relación a la economía, ir a una economía de mercado, liberal. Queríamos también disciplinar al sindicalismo y al capitalismo prebendario”.El libro cuenta que el país fue dividido en cinco zonas ya antes del golpe del 24 de marzo de 1976. El jefe de cada uno de esos territorios ordenó entre enero y febrero de aquel año la confección de las listas de personas que debían ser detenidas inmediatamente después del derrocamiento de la presidenta Isabel Perón. Esas listas fueron integradas por “líderes sociales” y por “subversivos”, cuyos nombres fueron aportados por los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas y de seguridad. Pero también por empresarios y ejecutivos, sindicalistas, funcionarios nacionales y provinciales, profesores y dirigentes políticos y estudiantiles. La mayoría de los muertos y desaparecidos proviene de esas listas. Reato afirma que accedió a documentos que no alcanzaron a ser destruidos por la dictadura, en 1983.Esos papeles acreditan que el destino de cada uno de los detenidos o secuestrados fue decidido en la Comunidad de Inteligencia o Comunidad Informativa (CI) de cada zona, integrada por los responsables de los servicios que actuaban en ese territorio. Esos grupos se reunían semanalmente y eran liderados por el general que comandaba cada una de las zonas en las que fue dividido el país. Allí se definía qué se haría con cada uno de los detenidos en los centros clandestinos. Las alternativas eran: dejarlos en libertad, “blanquearlos” o colocarlos a disposición del Poder Ejecutivo. O pasarlos a “Disposición Final”. Videla señaló: “No hay listas con el destino final de los desaparecidos. Podría haber listas parciales, pero desprolijas”. Videla se refirió también al plan sistemático de robo de bebés: “Yo soy el primero en reconocer que en ese período hubo chicos que fueros sustraídos, algunos con la mejor intención de que iban a una casa desconocida. Es un delito, pero no respondía a un plan sistemático. El gobierno no ordenó que se hiciera eso.” Por Raúl Arcomano. 15 de abril de 2012. Diario Miradas al Sur.

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La confesión de la "azafata" de los "vuelos de la muerte" Hace más de tres años, durante una reunión con su grupo de trabajo y reflexión, la psiquiatra Silvia María Patera ya no pudo soportar el peso de su pasado, y se quebró: confesó con pesadumbre que fue obligada por sus superiores a inyectar clorato de potasio (una sustancia adormecedora que afecta el sistema nervioso central) a detenidos clandestinos, que participó en vuelos de la muerte y que, según se sabría más tarde, fue partera de embarazadas secuestradas en nacimientos clandestinos. Sus colegas y ocasionales testigos de esa noche, se quedaron impávidos ante lo que oían. Ella acababa de relatar por segunda vez en 30 años de profesión sus difíciles inicios: su trabajo (desde febrero de 1976 hasta el fin de la dictadura) como enfermera en el Hospital Militar Central, y las cosas que allí había visto y vivido. Seis meses después, y tras varios cruces con sus ex compañeros que querían aquietar lo oído, Osvaldo Hugo Cucagna (quien, paradójicamente, era el único que ya no estaba cuando Patera tomó la palabra) prestó declaración contando los hechos ante el Juzgado Federal 3, de Daniel Rafecas, que instruye la megacausa del Primer Cuerpo de Ejército. Por criterios netamente procesales el juzgado no profundizó la pista (…). La declaración de Cucagna fue remitida al juzgado de San Martín que investiga la función del Hospital Militar de Campo de Mayo como maternidad clandestina. El miércoles pasado en el Juicio por la Verdad de La Plata, el denunciante volvió a ventilar los detalles de esa distendida tertulia cuyas consecuencias para sus protagonistas son aún impredecibles. Hoy, por primera vez, los difunde Miradas al Sur. Confesión nocturna. Osvaldo Hugo Cucagna es docente de la cátedra de Derechos Humanos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, miembro de la red No a la Trata y del Centro de investigación de Medios de Comunicación y Semiología de la Vida Cotidiana (Ceims). Durante la noche del 5 de abril de 2006 se reunieron ocho integrantes del Ceims en la casa de Noemí Focsaner, entre los que había tres psiquiatras, cuatro psicólogos y una licenciada en comunicación, para hacer un racconto íntimo de la huella que había dejado en sus subjetividades el Terrorismo de Estado. Había un motivo especial para hacerlo: visitaba a la dueña de casa una estudiante de cine francoamericana, Gabriella Kessler, que estaba en el país haciendo un reportaje sobre los 30 años del golpe de Estado para su tesis doctoral, y pidió filmar la reunión, sin sospechar que el fin de la noche deparaba un abrupto viaje al pasado. No sólo que todos los presentes estuvieron de acuerdo en que se registrara, sino que al retirarse firmaron una autorización para que la película pudiera ser exhibida, inclusive la ex enfermera. Uno a uno, comenzaron a exponer sobre el tema. Después de haberlo hecho, Cucagna se retiró a su casa. El reloj marcaba las 23.30. A la mañana siguiente, María de los Ángeles López Geist, una de sus compañeras, lo llamó por “desesperada”, para contarle el epílogo inaudito de la velada que había sido para él casi una terapia de grupo. Era la segunda vez que Patera lo confesaba. La primera había sido en una reunión de psicodrama de Apsa (Asociación de Psiquiátras Argentinos), aunque para el auditorio, según Cucagna, “fue como si escuchara la lluvia caer”. La joven cineasta volvió a Europa con el material, no sin antes dejar tres copias del DVD. Imagen y sonido impecables. Según cuenta Osvaldo, los depositarios fueron Carlos Repetto, María de los Ángeles López Geist y la comunicadora Paula Morell(…)Cucagana hizo la denuncia en 2006 en el Juzgado de Rafecas reproduciendo las confidencias de la ex enfermera, tal como se las habían contado. Se contactó con Kessler para que le enviara el original desde Londres. Lo hizo dos veces: una vez llegó roto, y la otra, sin sonido. Y contrató una joven hipoacúsica. “Con un trabajo muy paciente de lectura de labios, se pudieron decodificar fragmentos, y entre las cosas que larga dice que la llevaban a hacer partos a la cárcel.” (…) El viernes por la tarde Miradas al Sur se comunicó telefónicamente con Patera para darle la posibilidad de dar su versión. Aunque se excusó, algo alterada, en que tenía “absolutamente prohibido hacer declaraciones sobre el tema”, alcanzó a negarlo (…). Por si la denuncia judicial de Cucagna ante el Juzgado Federal y la Cámara de La Plata, la entrevista periodística realizada posteriormente, las imágenes mudas de la reunión en las que se ve a Patera y su posterior lectura de labios y parcial decodificación por una hipoacúsica, no hubieran sido pruebas suficientes, este diario quiso chequear la información con una fuente más. Existía un cuarto DVD con el homenaje que psicólogos y psiquiatras iban a rendirle esa noche a las tres décadas de democracia. Era la filmación original, la de Gabriella Kessler (…). Y Gabriella, la novena presencia en la casa durante la noche del 5 de abril, dispuesta a quebrar los códigos de silencio, contestó. Textual, su respuesta dice: “Puedo confirmar que en abril 2006, la doctora Silvia Patera dijo estas cosas sobre su pasado y que grabé esta conversación”. Más adelante pide perdón por su castellano: “Olvidé mucho desde mi tiempo en Buenos Aires. ¡Espero que se entiende todo!”.Perfectamente, Kessler. Claro como el agua. Por L.Barrera. 10 /05/2009. Diario Miradas al Sur.