Chile: contexto político, social y cultural 1880-1930

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Chile: contexto político, social y cultural 1880-1930 El texto de Correa nos señala que hacia el último cuarto del siglo XIX la industria del salitre impulsa el auge económico. Este auge económico trajo consigo más trabajo y permitió una mayor inversión en servicios públicos, mejor infraestructura y más transporte y comunicación (primeras líneas telefónicas, oficinas de correo, puentes, ferrocarril, etc). Agrega que durante el “ciclo salitrero”, período en el que la economía del país se estructuró en base al llamado "oro blanco", miles de hombres y mujeres debieron no solo adaptarse a las complejas condiciones laborales propias de la minería del salitre, sino también a la vida cotidiana en el desierto más seco del mundo. Estas personas no sólo habitaron este desierto: terminaron conociéndolo en cada detalle (Sagredo, 191). Las dinámicas políticas y económicas van reconfigurando la estructura social: a) La necesidad de mano de obra para la minería del salitre lleva a muchos hombres a trasladarse a trabajar allí, llevando consigo a sus familias. b) Debido a la necesidad de satisfacer el mercado creado alrededor de la minería, mucha gente se traslada al desierto a ofrecer productos y servicios. Estos dos factores hicieron que aumentase la población en el desierto. El poblamiento del desierto y el desarrollo en él de actividades comerciales fue facilitado por el desarrollo agrícola e industrial (mecanismos de riego, maquinarias, nuevos cultivos, diversificación, etc.). c) Luego hubo bajas en los precios y paralización en las faenas que trajeron como consecuencia desempleo. El “mundo del salitre” estaba siempre en construcción pues era un mundo creado por sujetos en tránsito; a pesar de que se podría haber producido en estos sujetos un desarraigo social, esto no ocurrió porque éstos formaron organizaciones que provocaron un sentimiento de pertenencia a la clase social (Sagredo, 188). La ética y el modo de vida de la pampa salitrera

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Historia de Chile siglos XIX y XX

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Chile: contexto político, social y cultural 1880-1930

El texto de Correa nos señala que hacia el último cuarto del siglo XIX la industria del salitre impulsa el auge

económico. Este auge económico trajo consigo más trabajo y permitió una mayor inversión en servicios

públicos, mejor infraestructura y más transporte y comunicación (primeras líneas telefónicas, oficinas de

correo, puentes, ferrocarril, etc).

Agrega que durante el “ciclo salitrero”, período en el que la economía del país se estructuró en base al

llamado "oro blanco", miles de hombres y mujeres debieron no solo adaptarse a las complejas condiciones

laborales propias de la minería del salitre, sino también a la vida cotidiana en el desierto más seco del mundo.

Estas personas no sólo habitaron este desierto: terminaron conociéndolo en cada detalle (Sagredo, 191).

Las dinámicas políticas y económicas van reconfigurando la estructura social: a) La necesidad de mano de

obra para la minería del salitre lleva a muchos hombres a trasladarse a trabajar allí, llevando consigo a sus

familias. b) Debido a la necesidad de satisfacer el mercado creado alrededor de la minería, mucha gente se

traslada al desierto a ofrecer productos y servicios. Estos dos factores hicieron que aumentase la población en

el desierto. El poblamiento del desierto y el desarrollo en él de actividades comerciales fue facilitado por el

desarrollo agrícola e industrial (mecanismos de riego, maquinarias, nuevos cultivos, diversificación, etc.). c)

Luego hubo bajas en los precios y paralización en las faenas que trajeron como consecuencia desempleo.

El “mundo del salitre” estaba siempre en construcción pues era un mundo creado por sujetos en tránsito; a

pesar de que se podría haber producido en estos sujetos un desarraigo social, esto no ocurrió porque éstos

formaron organizaciones que provocaron un sentimiento de pertenencia a la clase social (Sagredo, 188). La

ética y el modo de vida de la pampa salitrera surgieron “a partir del quehacer cotidiano en la vida del

campamento y de los pueblos del desierto y de la costa” (Sagredo, 191).

El Estado aquí redujo al mínimo su esfera de acción y su control, por lo que la organización del poder y del

trabajo, las normas sociales, las reglas de convivencia, la educación, la salud y las soluciones de vivienda

emanaban de la misma lógica de producción más que de la acción estatal. Los límites físicos de la oficina eran

los límites del mundo del pampino: las carretas y los ferrocarriles no sólo definieron las fronteras externas e

internas del mundo del salitre sino que estructuraron el espacio habitado por los pampinos (Sagredo, 192); “El

campamento fue el límite mental del hogar pampino” (Sagredo, 198).

El “mundo del salitre” fue construido y habitado por inmigrantes, por foráneos; entonces el trabajo en las

salitreras implicó una convivencia entre hombres de distintas naciones y etnias. La convivencia multinacional y

multiétnica tuvo momentos de integración y otros de conflicto y creó en la pampa un mundo multiétnico,

plurinacional e intercultural (Sagredo, 188-190). El “mundo del salitre” era diferente a cualquier otro hábitat

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presente en Chile: la sociabilidad, pública y privada, que allí se generó no se podía encontrar en ninguna otra

parte (Sagredo, 192-193).

En la sociedad pampina “se podía observar al indígena y al campesino convivir y compartir codo a codo,

palabra a palabra, mentalidad a mentalidad, con el obrero ilustrado y el empleado moderno” (200).

Como la vida útil de un mineral salitrero no era eterna, los campamentos tampoco lo eran: estaban

destinados a desaparecer algún día. Los campamentos salitreros consistieron en viviendas hechas primero de

“costra” y luego de calamina (Sagredo, 193-194).

Tenían un perímetro bien delimitado: sólo después que le fuera aceptada su petición de ingreso una

persona de afuera podía entrar a ofrecer productos y servicios. Vendedoras, arrieros que traían alimentos,

empresarios con espectáculos itinerantes: todos debían solicitar la autorización. Mientras que a los dirigentes

obreros que querían dar conferencias solía negárseles el ingreso, los grupos de teatro solían encontrar las

puertas abiertas en las oficinas. El teatro eras una de las pocas entretenciones que el pampino podía disfrutar

(Sagredo, 195-197).

En cuanto a la vida dentro del campamento, echemos un vistazo a la vida privada y al rol de la mujer: “Una

familia era una carga pesada para el obrero; es por ello que muchos se quedaron solteros y fueron, por lo

mismo, necesarias las casas de tolerancia, donde podían intimar con las prostitutas” (Sagredo, 199). “El amor

en la pampa salitrera tenía sus espacios y sus tiempos. Los espacios públicos aceptados eran la filarmónica, las

cofradías y los clubes” (Sagredo, 199). Las mujeres tuvieron sus espacios privados y públicos que le fueron

propios; estos espacios no sólo fueron espacios de conversación sino que también fueron lugares en donde

desarrollaron una conciencia crítica de la situación vivida en la pampa (Sagredo, 202-203). “Entre las mujeres se

produjo también solidaridad, en un mundo de hombres y donde el poder estaba notoriamente en manos de

ellos. (…) Ellas tejieron redes solidarias” (Sagredo, 205). En el caso de no contar con el sustento masculino, las

mujeres buscaban los medios más variados para el sustento personal y familiar (Sagredo, 205).

La ausencia del Estado en los procesos salitreros dejó al obrero salitrero en una posición incómoda: “Esa

ausencia dejó en manos de los salitreros no solamente la inversión industrial y en infraestructura, sino también

la educación y la justicia” (189). El obrero salitrero era un sujeto libre y de ideas avanzadas (Sagredo, 206), y

esto le permitió poseer siempre una conciencia crítica. Tal conciencia crítica lo impulsó, primero, a intentar

equilibrar la balanza (“entonces, debieron buscar los medios para balancear este desequilibrio de poder,

crearon sociedades de resistencia y socorros mutuos, compraron imprentas y organizaron huelgas,

(…)”(Sagredo, 189)), y después a manifestar su disconformidad por la mala repartición de los beneficios

(Sagredo, 208),

El campamento tenía su propia forma de aprovisionamiento: las pulperías. La pulpería era un foco de

conflicto permanente: tenía el monopolio del comercio del campamento y aprovechaba esta situación para

perpetrar abusos y malas prácticas que afectaban a los clientes. Los abusos cometidos tanto por las pulperías

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como por las mismas compañías salitreras hartaron la paciencia de los obreros, quienes manifestaron su

disconformidad por medio de protestas y huelgas. Estos movimientos fueron aplacados con dureza por la

autoridad, que recurrió al estado de sitio y a las matanzas (Sagredo, 203-204).

La invención del salitre sintético trajo consigo una progresiva caída en el interés por el salitre chileno; este

progresivo desinterés causó el lento pero sostenido derrumbe de la industria salitrera nacional, que se terminó

de desplomar definitivamente con la Crisis de 1929. Se da paso a exportación del Cobre, incentivado x la

imposición de nuevas tecnologías norteamericanas (Correa).

González nos señala que luego de 1914 se sucedieron varias crisis en la industria del nitrato. Estas crisis

trajeron pobreza e inestabilidad, pero los pampinos nunca perdían la fe en que las cosas se arreglarían:

“Durante esos años, los pampinos supieron de albergues, conventillos, porotos crudos, piojos, humillaciones,

regresos obligados al campo donde nunca se deseó volver, pero siempre soñando con ver el humo de las

plantas de elaboración (…) (Sagredo, 208-211). La depresión de 1929 produjo una nueva crisis del nitrato, y

tanto el obrero como el empleado pensaron que las cosas se arreglarían; pero no, no sería igual, sería

definitivamente la gran crisis (210). La crisis trajo cesantía, hambre y miseria (Sagredo, 211).

La crisis hizo emerger la solidaridad de clase: estos hombres y estas mujeres debieron enfrentar la crisis

desarrollando una conciencia comunitaria, organizando redes de apoyo (Sagredo, 211).

Los pampinos dejaron tan intempestivamente el desierto que la materialidad del mundo salitrero quedó,

aunque abandonada, intacta: “Cuando había florecido en el desierto la vida de las nuevas generaciones de

pampinos, muchos debieron dejar para siempre ese páramo ardiente que de tanto maldecirlo terminaron

amándolo”. Llegada la crisis, “lo dejaron todo como si fuera una huída” (Sagredo, 188).

Volviendo al texto de Correa, desde finales del siglo XIX se vino desarrollando en Chile una intensa

migración campo-ciudad. La migración campo-ciudad obliga a una acelerada urbanización (26-27). La acelerada

urbanización fomenta la proliferación de problemas sociales y políticos: desigualdad (ciudades v/s zonas

rurales); centralización de los poderes políticos, económicos y culturales en las grandes ciudades

(especialmente en Santiago); acumulación excesiva de población (lo que aumenta la pobreza y la marginalidad)

(28-30). ¿Por qué el exceso de población causó pobreza y marginalidad? Porque “Este fuerte incremento de la

población no fue acompañado de una extensión de los servicios y equipamientos urbanos” (49).

Agrega que en Santiago, las circunstancias políticas, económicas, sociales y culturales que se dan obligan a

los distintos estratos sociales a definir un derrotero a seguir. La elite busca política, educación, etc.; los sectores

medios buscan ascender; el sector popular sólo puede buscar la sobrevivencia, pues se encuentra enfrentado a

un inestable mercado laboral (sin normativas legales, con explotación, malos tratos) y a malas condiciones de

vida (insalubridad, falta de servicios básicos).

La precaria vida de los sectores populares, reflejada en toda su magnitud en el ejemplo de los conventillos

(desabastecimiento, malos hospitales, etc.), se visibiliza ante los ojos de las autoridades y se convierte en un

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problema de carácter nacional; surge así la llamada Cuestión Social (Correa, 29). González nos dice que el

campamento salitrero era mucho mejor que el conventillo urbano, pues la libertad de trabajo, el salario

satisfactorio y la solidaridad entre iguales entregaban dignidad (Sagredo, 188).

Durante el siglo XIX, ocurre el fenómeno de la industrialización. Para que esta industrialización traiga real

progreso para el hombre, deben cambiar las estructuras políticas, económicas, sociales, culturales y materiales;

debe haber una modernización. La modernización se ha producido, y ha sido impulsada tanto por las

autoridades como por el mismo devenir económico.

Según los visto en los textos, el devenir económico ha propiciado, principalmente, la modernización

económica; ejemplo de ello es que propició el desarrollo del comercio (banca y finanzas). De este modo, la

modernización de los demás aspectos ha quedado como tarea para los estados.

A partir del último cuarto del siglo XIX, las autoridades quieren modernizar el país: quieren que el país se

encamine hacia el progreso. El Estado entonces pone en marcha un intenso proceso de modernización. El ya

mencionado auge económico permite satisfacer parte importante del deseo modernizador: permite crear

progreso material. Primero se construyeron ferrocarriles (que, por lo demás, son fuertes símbolos de

progreso), luego líneas telefónicas, luz eléctrica, red de transportes, alcantarillado (Correa, 32-37). En Santiago,

el progreso material se circunscribe al centro histórico (comercio, residencia, elite, etc), dejando de lado a los

arrabales (Correa, 29).

La modernización buscará mejorar diversas áreas del quehacer nacional. Con el fin de mejorar los

transportes y las comunicaciones, se renovó la estructura portuaria; con el fin de mejorar a la ciudad, se

impulsa el desarrollo urbano; con el fin de ampliar la soberanía, se extendió la cobertura del ferrocarril (Correa,

33-37).

Correa da a entender que, en el plano político, la modernización consistirá en lograr la expansión interna y

externa del Estado. ¿A qué lógica responde el deseo ampliar la influencia del Estado?: el Estado es el ente

llamado a resguardar el orden, la paz social, la estabilidad y el progreso; un estado más grande tendría más

posibilidades de resguardar de mejor manera estos valores.

También da a entender que la unión de la nación era otro de los objetivos comprendidos dentro del ideal

modernizador: la mejora en las comunicaciones buscaba incorporar a las regiones del sur y al territorio insular,

la red de prensa unió al país de norte a sur.

La modernización estuvo acompañada de un deseo de cambio cultural: la educación es vista como factor

clave para un cambio de mentalidad, así que se reflexiona el cómo mejorarla. El debate se da en torno al

proceso de enseñanza (Correa, 39-41).

En paralelo a este afán modernizador, se producen movimientos en el ámbito cultural:

expansión del arte y de los eventos culturales

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integración al ámbito nacional de influjos externos que aporta ideas a sectores dirigentes para

modernizar,

emergencia de nuevos actores culturales (Correa, 80).

y se producen transformaciones en el ámbito social:

surge un asociacionismo: formación de instituciones, ligas y organizaciones de distinta índole

para alcanzar determinado objetivo común

ocurren cambios en la fisionomía de los pueblos

ascenso de sectores sociales antes carentes de protagonismo en Chile (Correa, 77).

La gente se contagió y también empezó a sentir ansias de renovación. “En Chile, las ansias de renovación se

manifestaron simultáneamente en diversos ámbitos” (Correa, 74). “A comienzos del siglo XX, no obstante la

desigual capacidad de incidir en la opinión pública, todos los sectores sociales organizados contaban con sus

canales de expresión, a través de los cuales buscaban ganar adeptos para sus causas particulares” (Correa, 74).

El centenario se inicia con festejos y duelos nacionales (muerte de Pedro Montt y Elías Fernández). En

septiembre de este año se inaugura Museo de Bellas Artes y el presidente en este entonces sería Ramón Barros

Luco (Correa, 42-43). Las celebraciones del centenario reflejaban una visión triunfalista sobre la situación de

Chile, visión que no era compartida por todos; aparecen voces críticas de quienes toman el peso a la Cuestión

Social (Correa, 44-48). Entremedio, se producía una crisis económica: crisis de la moneda, ciclos inflacionarios

(Correa, 49-50).

Como ya se mencionaba, la Cuestión Social hace referencia a la precaria vida de los sectores populares: la

vida obrera se caracteriza por la existencia de violencia, suciedad, hacinamiento, promiscuidad, malas

viviendas, enfermedades, malas condiciones laborales (peligrosos accidentes además), desnutrición, falta de

servicios básicos. Emergen ranchos suburbanos poco higiénicos seguidos de los conventillos cero higiénicos, sin

luz ni ventilación. El caso de los niños era lamentable, mucha mortalidad y abandono, infanticidio. Producto de

la cuestión social hay un masivo ingreso femenino al mercado laboral, sin abandonar sus labores familiares

(Correa, 48-55).

“El conventillo fue el tipo de infravivienda más difundida entre las clases populares”. Aparte de ser

insalubres, trasuntaban pobreza y estaban atestados de gente y cosas (Hidalgo, 51-52). Los textos de Correa e

Hidalgo nos señalan que la vida en los conventillos obliga a salir y sociabilizar (vida comunitaria y solidaridad).

La iglesia y los conservadores proponen la caridad como solución. En el caso del mundo profesional

(médicos) para combatir los problemas sanitarios proponían políticas estatales (alcantarillado, agua potable,

calidad de alimentos, limpieza de calles, vacunación, etc.); precisamente surgieron varias políticas estatales

para mejorar la condición obrera. El artesanado postula la rebelión como solución; desde 1880 en adelante se

generan huelgas y manifestaciones espontáneas, pero las matanzas apoyadas por la autoridad acallaron las

voces (Correa, 56-62).

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Con respecto al problema de las malas viviendas, “el agravamiento de la situación de los grupos más

desposeídos, así como las presiones provenientes de los diferentes sectores sociales, obligaron al Estado a

hacerse cargo de este problema y asumir una posición más activa en la solución de las malas condiciones de

vida de la población” (Hidalgo, 49). El Estado, queriendo aportar para la solución de la Cuestión Social (51),

ejecuta la medida de entregar viviendas baratas y salubres (Hidalgo, 50). Las viviendas construidas por el

estado potenciaron la vida “privada” pues permitieron la privacidad y la intimidad (Hidalgo, 50). Luego se buscó

que las nuevas viviendas tuvieran buena ventilación y orientación, fueran más cómodas y estuvieran mejor

construidas (Hidalgo, 53).

Durante las primeras décadas del siglo XX ocurrieron diversas transformaciones culturales, sociales y

políticas.

Desde mediados de los años 10 aparecen cuestionamientos a la oligarquía en América; ejemplo de ello es

que hacia fines de los años 10 surgen en Chile posturas anticlericalistas, anarquistas, pacifistas y antiburguesía

bastante fuertes (Correa, 81-82). Estas posturas atribuían “gran parte sino todos los males que aquejaban a la

nación a la pusilanimidad y corrupción de la clase dirigente” (Correa, 83). Todos coincidían en criticar la

inoperancia del sistema político (Correa, 84).

Los sectores obreros y medios se movilizaron para sensibilizar a las autoridades sobre sus agobiantes

problemas (Correa, 84). Además, ocurre una transformación de la clase media que se alza como un actor social

con creciente injerencia en política y cultura: nacen intelectuales de sectores medios y se pone fin a la supuesta

supremacía oligárquica (Correa, 81-84).

La mujer logra más libertad, más independencia y más poder (Correa, 84-87).

Correa nos muestra que la sociedad, a pesar de mostrarse en general más sensible a los problemas sociales,

seguía teniendo una élite soberbia y clasista que en sus actitudes seguía “mostrando la hilacha”. En Chile surge

la carismática figura de Arturo Alessandri, quien sería elegido presidente (89-92). El gobierno de Alessandri

(1920-1925) fue el punto culmine de la ascensión de la clase media al poder (89-96).

En el ámbito social, la década del 20 nos exhibe el problema de que la adquisición o arriendo de viviendas

resultan demasiado caros para los obreros; con ello éstos se ven obligados a seguir viviendo en la miseria. El

Estado, entonces, se compromete más con el asunto (comienza a regular precios, a construir, a fomentar y

apoyar el acceso a la vivienda, y a normar la construcción) (Hidalgo, 54-55). La necesidad de construir la mayor

cantidad de viviendas posibles llevó al Estado a edificar las casas en la periferia (Hidalgo, 55); construir en la

periferia es una tendencia que se mantiene hasta el día de hoy en la edificación de viviendas sociales.

Referencias.

“Del conventillo a la vivienda: casas soñadas, poblaciones odiadas”. Rodrigo Hidalgo y Rafael Sánchez.

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“Historia de la vida privada en Chile. TOMO II: EL CHILE MODERNO DE 1849 A 1925”. Rafael Sagredo y Cristián Gazmuri.

“Historia del siglo XX chileno”. Sofía Correa Sutil