Ciencia y Pseudociencia
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Ortiz Quezada Monserrat Alejandra
Introducción al estudio de la Ciencia
Grupo: 0027
12 de febrero del 2013
Trabajo no. 4
Investigación “Pseudociencia”
La pseudociencia: Instrumento de control social
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Bunge, Mario. (2010) Las pseudociencias, ¡vaya timo! Unión Europea: Laetoli.
Bunge, Mario (2000) La investigación científica. Argentina: Siglo XXI.
Giusti, Miguel (2000) La filosofía del siglo XX: Balance y perspectivas. Perú: Fondo
Editorial de la Potificia Universidad Católica del Perú.
Sagan, Carl. (1995) El mundo y sus desvaríos. La ciencia como una luz en la
oscuridad. Barcelona: Planeta.
Las pseudociencias remueven la integridad del ser humano, al ser la causalidad de un
control social y cultural, y de intento de manipulación de masas. Además conllevan a un
intento de mitificación del mundo y la racionalidad.
Las pseudociencias resultan de un retroceso en la capacidad cognitiva del sujeto. Se
basan, como en la antigüedad, en prejuicios derivados de la intuición y la superstición.
En efecto, puede definirse como el “cuerpo de creencias y prácticas cuyos cultivadores
desean, ingenua o maliciosamente, dar como ciencia, aunque no comparte con ésta ni
el planteamiento, ni las técnicas, ni el cuerpo de conocimientos” (Bunge, 2000, p. 32)
Una pseudociencia es, en efecto, la explicación basada en datos supersticiosos
que carecen de toda metodología científica, y cuyas teorías son casi imposibles de
comprobación. La creencia que millones de sujetos tienen, por ejemplo, en la existencia
del espíritu y de la disociación del cuerpo que éste padece al fallecer. Puede prevalecer
esta creencia, sin embargo, en un ámbito más individual y reconfortante: creen que la
humanidad no muere por completo, y que una parte de ella se queda entre la vida
terrenal para velar la vida de los mortales. Puede ser una opción. Sin embargo, se cae
en un error cuando este tipo de creencias comienzan a ser la causalidad de descontrol
social y paranoia.
En el caso anterior, se percibe cómo la pseudociencia cae en un tipo arma de
doble filo: por una parte, puede ser reconfortante y casi admisible su existencia, ya que
es más difícil racionalizar la realidad mediante un análisis científico. Por otro lado,
recurre a estrategias que distancian al individuo de una realidad tangible y certera,
convenciéndolo de que el misticismo y la fantasía son más plausibles; y por ende se
crean sujetos crédulos a toda idea maravillosa, ingenuos y manipulables. Se percibe
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entonces que lo que hace la pseudociencia es (Sagan, 1995, p. 24) “proporcionar
respuestas fáciles, evitar el escrutinio escéptico, apelar a nuestros temores y devaluar
la experiencia, convirtiéndonos en practicantes rutinarios y cómodos además de
víctimas de la credulidad”
Un ejemplo que refuerza la proposición anterior son las tesis divulgadas por
multiplicidad de religiones en el mundo. Estas realzan, en su mayoría, una noción
creacionista y la idea de un ser supremo que se manifiesta en todo; que te observa a la
humanidad mientras realiza actos relativamente malos y que interviene en la vida de
ellos, ya sea con fines de castigo o recompensa. Esta actividad suele reforzar usos y
costumbres de una cultura ortodoxa, que no acepta nuevas tendencias sociales y vive
al margen de lo que le procure el jefe de una iglesia.
Basándose en los temores de una colectividad, las ideologías religiosas
desvaloran al individuo y lo colocan en un sitio de conformismo y dogmatismo;
ubicándolo en una moral implementada por dicha institución y por lo tanto ejerciendo un
control ideológico. Por ello, (Sagan, 1995, p. 26) “Las religiones suelen ser los viveros
de protección estatal de la pseudociencia”
Se presenta, entonces, una revaloración del uso de la pseudociencia: ¿hasta qué
punto es capaz de movilizar a toda una sociedad, infiltrándola en mitologías de diversa
índole, y sacando con ello a relucir la ignorancia del sujeto?
Un comercial televisivo puede proporcionar información acerca de tal persona
que está dotada de un sentido más allá de los comunes, y afirma que puede ver el
futuro y arreglar el presente de alguien. Con base en suposiciones de orden general,
dicho sujeto provee al solicitante de una serie de falacias acerca de su vida y entorno.
En su desesperación, el consumidor acepta dichas premisas con fines reconfortantes e
idealistas, pero que también está siendo víctima de la mercadotecnia y le es más
sencillo arreglar su vida de esa forma que recurriendo a opciones más certeras, como
introspecciones racionales con fines de auto superación, análisis clínicos, etcétera.
. Este fenómeno se describe de una manera muy precisa: ( Giusti, 2000, p. 543)
“Es comprensible el auge y éxito de la pseudociencia (ingenua o fraudulenta)
especialmente en épocas de crisis económica y moral [...] sobre todo si tiene un
número de seguidores significativo y si su refutación no ha sido muy divulgada no
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puede evitarse su presencia en el mundo académico” Se dice entonces que una
pseudociencia puede ser más reconfortante y menos radical que un razonamiento
científico, por lo que puede aprovecharse de la ignorancia del sujeto para controlar su
ideología, cultura, identidad individual y colectiva; además de que es un buen
instrumento de mercado.
Es evidente el fallo existente en los análisis de tipo pseudocientífico. “El fondo
del conocimiento está prácticamente estancado y contiene numerosas hipótesis
imposibles de poner a prueba —o incluso falsas— que entran en conflicto con hipótesis
científicas adecuadamente confirmadas” (Bunge, 2010, p. 74). Esto confirma la idea
central de que no hay una base real y lógica en un estudio de este tipo; y en cambio
tratan de tapar con un dedo cada uno de los razonamientos con bases inteligibles y
certeras encontradas en la ciencia pura.
Se cae en la cuenta, por ende, de que una pseudociencia es capaz de cambiar
el imaginario colectivo de toda una sociedad, con base en falacias de tipo azaroso y
ambiguo.
Se concluye, entonces, que control social se percibe en tanto el sujeto cree en la
existencia de platillos voladores, en seres irreales divinificados por una institución o en
apariciones celestiales que les remiten a vivir una vida ortodoxa y sin modificaciones.
Sujetándose del miedo y pavor individuales y colectivos, los cambios tecnológicos o
políticos, se necesita de un medio para distraer a la población de las verdaderas
problemáticas mundanas; haciéndolo maleable y conformista, manipulable y sujeto a
las verdades relativas manejadas por una pseudociencia, y alejándolo de las certezas
concretas y racionales de la ciencia.
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