CIRLOT CUÁNTICO

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CIRLOT CUÁNTICO Gregorio Morales A estas alturas, ya no cabe la más mínima duda de que Juan Eduardo Cirlot se adelantó a su tiempo; o bien permaneció tan absolutamente fiel a su evolución, que forzosamente tuvo que ser malinterpretado o incomprendido de sus coetáneos, para quienes ni revolución científica ni psicológica habían tenido lugar. Es sólo ahora, desde la perspectiva de la estética cuántica, que asume lo más nuevo y fecundo de esas revoluciones aún en curso, cuando sabemos hasta qué punto estaba al tanto Cirlot de cuanto ocurría más allá de nuestras fronteras, conociendo no sólo la más subversiva literatura europea (así, el Surrealismo), sino también la psicología y la ciencia pioneras, de donde derivó enormes consecuencias para su obra. Por ello, todo cuanto salía de su pluma resultaba ajeno, extraño, misterioso o indiferente para los cultos de su tiempo. No podemos olvidar que fue el mismo Cirlot quien, con el dinero de su bolsillo, se tuvo que pagar la primera edición de casi todas sus obras poéticas. Si a esto le añadimos que no tuvo seguidores, su soledad y aislamiento (en un sentido espiritual) resultan notorios. Sólo ahora comienza a ser apreciado, lo que implica que era uno de esos raros hombres que tienen la gloria, junto a la desgracia personal, de escribir para el futuro. Su manera de enfrentarse a la literatura, a sus formas y contenidos, es vista en estos momentos como una solución originalísima a los retos que plantea un nuevo paradigma. Cirlot supo aunar de una manera inédita la tradición intemporal de la literatura y lo más renovador del siglo XX. Por ello, no es extraño que la estética cuántica lo declare como uno de sus precedentes. La mayor parte de cuanto preconiza esta estética, ha sido utilizado por él y, además, deliberadamente. No estamos, pues, ante un mero inspirado o insuflado por el más fiel espíritu de su tiempo, sino, además, ante un conocedor, un teorizador, es decir, un sujeto a la par vividor e ilustrado, sanguíneo y reflexivo. Primero, Cirlot vivía sus experiencias; luego, las plasmaba en poemas o las glosaba en escritos. El adelantado. No es éste el lugar para enumerar todos y cada uno de

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CIRLOT CUÁNTICO

Gregorio Morales

A estas alturas, ya no cabe la más mínima duda de que Juan Eduardo Cirlot se adelantó a su tiempo; o bien permaneció tan absolutamente fiel a su evolución, que forzosamente tuvo que ser malinterpretado o incomprendido de sus coetáneos, para quienes ni revolución científica ni psicológica habían tenido lugar. Es sólo ahora, desde la perspectiva de la estética cuántica, que asume lo más nuevo y fecundo de esas revoluciones aún en curso, cuando sabemos hasta qué punto estaba al tanto Cirlot de cuanto ocurría más allá de nuestras fronteras, conociendo no sólo la más subversiva literatura europea (así, el Surrealismo), sino también la psicología y la ciencia pioneras, de donde derivó enormes consecuencias para su obra. Por ello, todo cuanto salía de su pluma resultaba ajeno, extraño, misterioso o indiferente para los cultos de su tiempo. No podemos olvidar que fue el mismo Cirlot quien, con el dinero de su bolsillo, se tuvo que pagar la primera edición de casi todas sus obras poéticas. Si a esto le añadimos que no tuvo seguidores, su soledad y aislamiento (en un sentido espiritual) resultan notorios. Sólo ahora comienza a ser apreciado, lo que implica que era uno de esos raros hombres que tienen la gloria, junto a la desgracia personal, de escribir para el futuro. Su manera de enfrentarse a la literatura, a sus formas y contenidos, es vista en estos momentos como una solución originalísima a los retos que plantea un nuevo paradigma.

Cirlot supo aunar de una manera inédita la tradición intemporal de la literatura y lo más renovador del siglo XX. Por ello, no es extraño que la estética cuántica lo declare como uno de sus precedentes. La mayor parte de cuanto preconiza esta estética, ha sido utilizado por él y, además, deliberadamente. No estamos, pues, ante un mero inspirado o insuflado por el más fiel espíritu de su tiempo, sino, además, ante un conocedor, un teorizador, es decir, un sujeto a la par vividor e ilustrado, sanguíneo y reflexivo. Primero, Cirlot vivía sus experiencias; luego, las plasmaba en poemas o las glosaba en escritos.

El adelantado.No es éste el lugar para enumerar todos y cada uno de los postulados que

vindica la estética cuántica , aunque sí nos referiremos a los que confluyen en la obra de Cirlot. El hecho de que aún hoy, tanto por su complejidad como por su desconocimiento, resulte dificultoso explicar algunos de ellos, nos habla del

largo trecho que Cirlot recorrió a contracorriente.

Que Cirlot conocía la física de su tiempo resulta evidente. Si no, no se habría atrevido a afirmar, hablando del realismo pacato que primaba en su tiempo y en la amenaza que el Surrealismo representaba para él, que “es a los físicos a quienes habrá que temer con mucho más motivo que a los surrealistas” . Es decir, Cirlot se había percatado de las cataclismales consecuencias que la nueva física traía, llevándose en un tempentuoso vendaval “la débil llama del arte al uso de los venerables burgueses” . Entre esas consecuencias debemos citar:

a) El observador interviene siempre en el acto de medición, por lo que condiciona la realidad. De este modo, los físicos han comprobado cómo las teorías más abstractas se parecen sospechosamente a nuestra psique y han elaborado el término principio antrópico. Dicho en pocas palabras: El hombre

CIRLOT CUÁNTICO

Gregorio Morales

A estas alturas, ya no cabe la más mínima duda de que Juan Eduardo Cirlot se adelantó a su tiempo; o bien permaneció tan absolutamente fiel a su evolución, que forzosamente tuvo que ser malinterpretado o incomprendido de sus coetáneos, para quienes ni revolución científica ni psicológica habían tenido lugar. Es sólo ahora, desde la perspectiva de la estética cuántica, que asume lo más nuevo y fecundo de esas revoluciones aún en curso, cuando sabemos hasta qué punto estaba al tanto Cirlot de cuanto ocurría más allá de nuestras fronteras, conociendo no sólo la más subversiva literatura europea (así, el Surrealismo), sino también la psicología y la ciencia pioneras, de donde derivó enormes consecuencias para su obra. Por ello, todo cuanto salía de su pluma resultaba ajeno, extraño, misterioso o indiferente para los cultos de su tiempo. No podemos olvidar que fue el mismo Cirlot quien, con el dinero de su bolsillo, se tuvo que pagar la primera edición de casi todas sus obras poéticas. Si a esto le añadimos que no tuvo seguidores, su soledad y aislamiento (en un sentido espiritual) resultan notorios. Sólo ahora comienza a ser apreciado, lo que implica que era uno de esos raros hombres que tienen la gloria, junto a la desgracia personal, de escribir para el futuro. Su manera de enfrentarse a la literatura, a sus formas y contenidos, es vista en estos momentos como una solución originalísima a los retos que plantea un nuevo paradigma.

Cirlot supo aunar de una manera inédita la tradición intemporal de la literatura y lo más renovador del siglo XX. Por ello, no es extraño que la estética cuántica lo declare como uno de sus precedentes. La mayor parte de cuanto preconiza esta estética, ha sido utilizado por él y, además, deliberadamente. No estamos, pues, ante un mero inspirado o insuflado por el más fiel espíritu de su tiempo, sino, además, ante un conocedor, un teorizador, es decir, un sujeto a la par vividor e ilustrado, sanguíneo y reflexivo. Primero, Cirlot vivía sus experiencias; luego, las plasmaba en poemas o las glosaba en escritos.

El adelantado.No es éste el lugar para enumerar todos y cada uno de los postulados que

vindica la estética cuántica , aunque sí nos referiremos a los que confluyen en la obra de Cirlot. El hecho de que aún hoy, tanto por su complejidad como por su desconocimiento, resulte dificultoso explicar algunos de ellos, nos habla del

largo trecho que Cirlot recorrió a contracorriente.

Que Cirlot conocía la física de su tiempo resulta evidente. Si no, no se habría atrevido a afirmar, hablando del realismo pacato que primaba en su tiempo y en la amenaza que el Surrealismo representaba para él, que “es a los físicos a quienes habrá que temer con mucho más motivo que a los surrealistas” . Es decir, Cirlot se había percatado de las cataclismales consecuencias que la nueva física traía, llevándose en un tempentuoso vendaval “la débil llama del arte al uso de los venerables burgueses” . Entre esas consecuencias debemos citar:

a) El observador interviene siempre en el acto de medición, por lo que condiciona la realidad. De este modo, los físicos han comprobado cómo las teorías más abstractas se parecen sospechosamente a nuestra psique y han elaborado el término principio antrópico. Dicho en pocas palabras: El hombre